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un enorme libro que contempla, parado, con atención inquebranta- ble. La expresión de sus ojos lo delata: absorto y refugiado detrás de las gafas se encuentra un lector. El libro era Images of War de Robert Capa y la fotografía fue tomada por Héctor García cuando Monsiváis tenía 32 años de edad. Lo signicativo del retrato no es sólo que denota su vocación de lector voraz, sino el tipo de libro que tiene en las manos: una compilación de estampas de guerra. Me parece que están ahí, unidos ya, varios de los rasgos que denirían el papel de Monsiváis en la cultura mexicana: alguien capaz de observar y retratar los estragos del poder sobre el cuerpo social, unos ojos que buscan comprender y darle coherencia a la realidad, prestándole atención con agudeza desmedida. A poco más de un año de su muerte, veo esta fotografía de Monsi- váis y me percato del vacío que su desaparición ha dejado. Su pre- sencia pública era omnívora, abarcaba múltiples espacios y su gura tenía relevancia en casi todos los ámbitos de la cultura nacional, de modo que se volvió ícono reconocible para numerosos sectores de nuestra sociedad. Como intelectual cumplía diversas funciones y lo complejo del fenómeno es que la mayoría de los papeles que adop- taba solían ser difíciles de separar. A la política la analizaba desde el ámbito de lo cultural, el coleccionismo era una extensión de su Monsivais L as herencias de Jezreel Salazar [email protected] xiste una fotografía en la que Carlos Monsiváis aparece en una de sus facetas más reiteradas: al in- terior de una librería sostiene, con las dos manos, E 31     O    n        t     á    s     M    o    n    s     i

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Salazar, Jezreel. “Las herencias de Monsiváis”, en Cuadernos del Agua, año 1, núm. 2, Villahermosa, Tabasco, septiembre-diciembre 2011, pp. 31-34.

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    un enorme libro que contempla, parado, con atencin inquebranta-ble. La expresin de sus ojos lo delata: absorto y refugiado detrs delas gafas se encuentra un lector. El libro era Images of War de RobertCapa y la fotografa fue tomada por Hctor Garca cuando Monsivistena 32 aos de edad. Lo signicativo del retrato no es slo quedenota su vocacin de lector voraz, sino el tipo de libro que tiene

    en las manos: una compilacin de estampas de guerra. Me pareceque estn ah, unidos ya, varios de los rasgos que deniran el papelde Monsivis en la cultura mexicana: alguien capaz de observar yretratar los estragos del poder sobre el cuerpo social, unos ojos quebuscan comprender y darle coherencia a la realidad, prestndoleatencin con agudeza desmedida.A poco ms de un ao de su muerte, veo esta fotografa de Monsi-vis y me percato del vaco que su desaparicin ha dejado. Su pre-sencia pblica era omnvora, abarcaba mltiples espacios y su gura

    tena relevancia en casi todos los mbitos de la cultura nacional, demodo que se volvi cono reconocible para numerosos sectores denuestra sociedad. Como intelectual cumpla diversas funciones y locomplejo del fenmeno es que la mayora de los papeles que adop-taba solan ser difciles de separar. A la poltica la analizaba desdeel mbito de lo cultural, el coleccionismo era una extensin de su

    Monsivais

    Las herencias de

    Jezreel [email protected]

    xiste una fotografa en la que Carlos Monsivis

    aparece en una de sus facetas ms reiteradas: al in-terior de una librera sostiene, con las dos manos,

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    ocio como cronista, su propuesta esttica estabavinculada de manera muy ntima con su proyec-to poltico En todo caso, la irona lo permeabatodo; su humor custico y el sarcasmo irnico eranel engrudo que permita que toda esa diversidadadquiriera consistencia y generara un estilo parti-cular, una voz sui generis, a la que nos habituamosy hoy extraamos.Lo que nos hace falta ahora que Monsivis ya noest, es justo esa mirada excepcional que inventy que pareciera nadie ms puede ofrecernos, esesello personal inscrito tanto en su singularsimomodo de expresin, como en la manera de mirary abordar fenmenos de todo tipo. Me han pre-guntado varias veces quin podra ser el sucesorde Monsivis. Cuando uno intenta responder aesta pregunta, en primera instancia surgen nom-bres de cronistas y/o de analistas polticos. SergioGonzlez Rodrguez, Juan Villoro o Fabrizio MejaMadrid escriben crnicas, pero ninguno posee eldelirio acumulativo, el bagaje cultural, la miradapolimrca y la inmensidad de recursos que tenaMonsivis a la hora de retratar la realidad. Cuandohacemos un recuento de los analistas polticos ylos articulistas en Mxico, resulta que hay una in-nidad, pero tampoco existe en ellos esa perspecti-va extravagante con la que Monsivis haca exge-sis originalsimas e instantneas de la sociedad yla poltica mexicanas.El problema no es slo de capacidades, sino dediversicacin: Monsivis era, adems de cronis-ta, crtico de arte, historiador cultural, prologuis-ta, ensayista literario, biblilo, analista de cine,polemista e incluso actor. Quin puede sustituir

    todo eso? Tengo la impresin de que ni una mul-titud de expertos en sus diversos campos po-dran hacerlo en la medida y la profundidad enque Monsivis lo llev a cabo. Estamos ante uncaso nico, ante el ms prolco de nuestros inte-lectuales, quien escribi una obra tan amplia, di-

    versa e inabarcable que lo convirti en el mayorpolgrafo de nuestra historia.Las funciones que ejerci Monsivis eran tantasque para las futuras generaciones resultarn dif-ciles de concebir: crear opinin pblica, dar tes-timonio del devenir nacional, renovar la narrativade corte realista, valorar cotidianamente el espa-cio pblico, proponer cnones de interpretacinliteraria, realizar la crtica a las instituciones, con-formar varios patrimonios artsticos, reivindicardemandas y sectores sociales minoritarios, desle-gitimar (y reescribir) la historia ocial, propugnarpor un proyecto de nacin basado en el laicismo,la diversidad y la tolerancia En ese sentido, pien-so que Monsivis no tendr sucesor. Con l se ter-mina una forma de ejercer el ocio intelectual. Yesto es preocupante sobre todo en nuestra actua-lidad, cuando las humanidades se enfrentan a unacrisis muy profunda. De algn modo, su presencianos haca creer que algo poda hacerse en contrade ello, que la crtica y la lectura todava tenanun lugar y un valor. Y es que Monsivis fue antesque nada un observador y un lector. Eso es lo queconstantemente nos propona: lecturas originalessobre la realidad, sobre los fenmenos sociales,culturales, religiosos o polticos Adems, esasinterpretaciones que haca del mundo que lo ro-deaba, las transmita a travs de un lenguaje muysingular, un lenguaje que tuvo sus races en la s-tira anglosajona y la tradicin bblica, as como enla poesa y la narrativa hispanoamericanas. Monsi-vis era un lenguaje aparte que no puede imitarsey una mirada extravagante (valiosa por su extrae-za) ya irrecuperable.

    Si Monsivis es insustituible e inimitable, s dejherencias mltiples. Falta mucho por investigar ydifundir al respecto. Por suerte ha comenzado ahacerse. En principio es importante catalogar, res-taurar y difundir el patrimonio pictrico, fotogrcoy artstico que dej. En ese sentido, el trabajo que

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    ha hecho el Museo del Estanquillo es encomiablepara recuperar los frutos de su vocacin coleccio-nista. No obstante, el peligro que veo ah es que lacoleccin no se vivique, que no se incremente yactualice. Si una coleccin no crece y se renueva,muere, y hasta donde tengo entendido, el Museodel Estanquillo no tiene los recursos para hacercrecer ese legado. Sera una lstima que las expe-riencias estticas contenidas en el Estanquillo sepetricaran en una poca dada (la que abarc lavida y los intereses de Monsivis). Para evitarlo serequiere nanciamiento, as como crticos de artemuy capaces que se atrevan a darle continuidad alas colecciones monsivatas.Por otra parte, es una buena noticia que la bi-blioteca de Monsivis vaya a ser comprada porel Conaculta y se traslade a la Biblioteca MxicoJos Vasconcelos (ubicada en Balderas). Las de-cenas de miles de ejemplares que conformaronla biblioteca personal del biblilo constituyenuno de los ms importantes acervos especializa-dos en literatura y cultura mexicanas. El hecho deque pueda ser consultado por todo el pblico esuna noticia excepcional. Esperemos que ocurra lomismo con su videoteca (tambin descomunal),la cual, al parecer, quedar resguardada por elMuseo del Estanquillo.En cuanto a sus escritos, llama la atencin la canti-dad de libros que han aparecido desde que muri.Es como si Monsivis siguiera escribiendo: en esteao ha publicado ms que la mayora de los es-critores mexicanos vivos. Me pregunt qu habrapasado si siguiera existiendo. En el ltimo ao hanaparecido al menos tres nuevos libros suyos: His-

    toria mnima de la cultura mexicana en el siglo XX(Colegio de Mxico), Democracia, primera llamada.El movimiento estudiantil de 1968 (Secretara deCultura de Colima), Que se abra esa puerta. Crni-cas y ensayos sobre la diversidad sexual (Paids/Debate feminista); adems, la editorial Debate pu-

    ...pienso que Monsivis no

    tendr sucesor. Con l se

    termina una forma de ejercer

    el ofcio intelectual. Y esto es

    preocupante sobre todo ennuestra actualidad, cuando

    las humanidades se enfrentan

    a una crisis muy profunda. De

    algn modo, su presencia nos

    haca creer que algo podahacerse en contra de ello, que

    la crtica y la lectura todava

    tenan un lugar y un valor. Y

    es que Monsivis fue antes

    que nada un observador y un

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    blic una antologa de sus crnicas bajo el ttuloLos dolos a nado. Eso no es todo. Tambin apa-recieron tres libros que compilan aforismos suyos:Monsivaisiana. Aforismos de un pueblo que quiereser ciudadano (editado por Linda Egan), Lrica sa-cra, moral y laudatoria (que incluye grabados deVicente Rojo) y Autoaydate que Dios te ayuda-r (compilado por Francisco Len). La produccinpost-monsivata parece no tener n: no hace mu-cho apareci un libro extrao, pero igual de sig-nicativo: A dnde vis, Monsivis? Gua del DFde Carlos Monsivis (editado por Dborah Holtz yJuan Carlos Mena), una Gua Roji heterodoxa queda cuenta del bizarro amor de Monsivis por laCiudad de Mxico, recuperando algunos de susms entraables textos.En medio de la dispersin y extensin de su obra(la gran mayora publicada en revistas y peridi-cos) faltan muchos otros libros por nacer. Un libromuy importante es el que est preparando la Ci-neteca Nacional, a partir de las opiniones sobrecine que sola emitir en su programa El cine y lacrtica, que durante aos mantuvo, siendo muyjoven, en Radio UNAM. Otro libro que se necesita

    es uno que recopile ese gnero que practic co-tidianamente y que de muchos modos reinvent:la entrevista de autor. Lo que creo que es nece-sario cuidar es que no se realice una edicin desus obras completas, no slo porque el proyec-to sera abrumador y posiblemente inacabable,sino porque temo que la consecuencia inmediatasera dejar de leerlo. Ah est el caso de AlfonsoReyes, cuyas obras completas fueron al mismotiempo una consagracin y un alejamiento delpblico lector. En ese sentido hay que considerarque Monsivis ejerca una autocrtica despiada-da, lo que le impeda llevar muchos de sus textosperiodsticos al formato de libro; unas obras com-pletas iran en contrasentido a ese empeo por elcuidado de la forma. Adems, estaba en el carc-ter rebelde de Monsivis el afn de no dejar unaobra acabada, sino todo lo contrario; Monsivisbuscaba dar cuenta de la contemporaneidad atravs de una obra fragmentaria, fugaz y siempremodicable. Si algn da se editan sus obras com-pletas, ser ya un modo de traicionar el esprituque anim a Monsivis a ser lo que fue: nuestroheterodoxo mayor.

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