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Las Eglogae piscatoriae de J. Sannazzaro. Evocación de la Casa de Aragón de Nápoles AVELINO SOTELO ÁLVAREZ I. INTRODUCCIÓN 1. Jacobo Sannazzaro era alto de estatura, apuesto, de comple- xión fuerte, melancólico y pensativo, como convenía a un estudio- so. Gozó de precaria salud («minus prospera»), sufría de continuo ardor de estómago. De sus excesivas preocupaciones («nimiis ango- ribus assiduaque meditazione») contrajo prematuras canas. Todas estas consideraciones las hallamos en el breve relato, que precede a sus obras en latín, Iacobi sìve Actii Sinceri Sannazarii poemata. La muerte del padre a los pocos años de nacer Jacobo, obliga a su madre a volver al pueblo natal, en el valle de Nocera, cerca de Salerno: «virilis animi femina in Picentinos concessit, Nucetiae Paganorum domicilio collocato» 1 . En la suave brisa de la marina Felix Campania, a poca distan- cia del mar, vive en módica y parca continencia («parce admodum continenterque vivebat»). Y en este ambiente rural, plácido y tran- quilo, es parecer que inició La Arcadia: «Jacobus, ut era eximio in- genio et ad colendam poesim aptissimo, librum illum suum verna- culo sermone fertur inchoasse, quem pastorum lusibus amoribusque refertum, Arcadiam inscripsit» 2 . Aparte su morigerada existencia y la composición de La Arca- dia, el joven Sannazzaro recibe clases de latín y griego de «Juniani 1. Iacobi Actii Sinceri Sannazarii, Poemata, Vita, p. XXVI. 2. Ibíd., p. XXIX. AFA LIV-LV 337

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Las Eglogae piscatoriae de J. Sannazzaro. Evocación de la Casa de Aragón de Nápoles

AVELINO SOTELO Á L V A R E Z

I. INTRODUCCIÓN

1. Jacobo Sannazzaro era alto de estatura, apuesto, de comple­xión fuerte, melancólico y pensativo, como convenía a un estudio­so. Gozó de precaria salud («minus prospera»), sufría de continuo ardor de estómago. De sus excesivas preocupaciones («nimiis ango-ribus assiduaque meditazione») contrajo prematuras canas. Todas estas consideraciones las hallamos en el breve relato, que precede a sus obras en latín, Iacobi sìve Actii Sinceri Sannazarii poemata.

La muerte del padre a los pocos años de nacer Jacobo, obliga a su madre a volver al pueblo natal, en el valle de Nocera, cerca de Salerno: «virilis animi femina in Picentinos concessit, Nucetiae Paganorum domicilio collocato»1.

En la suave brisa de la marina Felix Campania, a poca distan­cia del mar, vive en módica y parca continencia («parce admodum continenterque vivebat»). Y en este ambiente rural, plácido y tran­quilo, es parecer que inició La Arcadia: «Jacobus, ut era eximio in­genio et ad colendam poesim aptissimo, librum illum suum verna­culo sermone fertur inchoasse, quem pastorum lusibus amoribusque refertum, Arcadiam inscripsit»2.

Aparte su morigerada existencia y la composición de La Arca­dia, el joven Sannazzaro recibe clases de latín y griego de «Juniani

1. Iacobi Actii Sinceri Sannazarii, Poemata, Vita, p. XXVI. 2. Ibíd., p. XXIX.

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Maji, Celebris eo tempore ludimagistri, a quo Latinis Graecisque li-teris imbutus est»3.

Su maestro aconseja a su madre viuda trasladarse a Nápoles, donde Pontano acoge al joven Sannazzaro entre la nobleza y juven­tud docta de la Nápoles aragonesa: «Ad hujus domum, vir discipli-nis omnibus excultus, tanquam ad certissimum Musarum et Sapien-tiae templum, flos nobilitatis et juventutis napolitanae undique confluebat... Quapropter non defuerunt qui Pontani Academiam (sic enim ipse lectissimorum ingeniorum concilium illud coetumque ap-pellabat) equi Trojani simillimam dicerent; ex qua scilicet non qui-dem belli duces urbiumque expugnatores, at egregii poetae summi-que oratores plurimi in apertum prodierint»4.

2. La Academia Pontaniana le regala su nuevo nombre: «Ac-tius Syncerus, ex antiquitate depromptum: putabant etenim ejusmodi nomina et plus dignitatis in se continere et blandius quodam modo jucundiusque in aures influere posse. Pontanus, Jovianus, quo reli-quos exemplo excitaret, appellari voluit: Sannazarium vero jampri-dem in familiaritatem receptum, Actium Sincerum ex eo nominavit, quod ille princeps ex Latinis bucolico poemate piscatores de amori-bus suis in acta colloquentes induxisset et quod sine fallaciis vitam ageret, nec aliud clausum in pectore, aliud in lingua promptum ha-beret»5. Actius Syncerus, nombre sugerido por Pontano en conside­ración de sus Eglogae piscatoriae, que celebran y cantan los amo­res de pescadores, el tono y ambiente marinero (acta-playa), recreando el más célebre mundo pastoril; «sincerus», por su con­ducta franca y su culto de la verdad, siendo tal nombre el título que encabeza su obra latina, «Jacobi Actii Synceri Sannazarii poemata», y con el que presenta sus églogas, epigramas, dísticos, elegías...

3. «Adolescens» se enamora de Carmosina: «incidit in amorem formosissimae puellae, nobili genere ortae, quam Carmosinam Boni-

3. Ibid., p. XXIX. En los Diurnali del Duca de Montelione se habla de período de grandes «fe­nómenos» o «miraculo»: «In lo mese de giugno e giuglio passato ogni sera si appareva una grandissi­ma stella fulgida con grandissimi ragi folgoranti de sopra et de sotta, che Astrologi la chiamano Co­meta. Die sabato 4 decembris, a. D. 1456, fó un grandissimo terremoto ciò è tremoliccio, molte terre fondaro et ruinaro edificij, Ecclesie et Castella et terre roinate per terra. Foro morte infinite anime in gran numero et perduti loro beni como hogi in dì appareno le fixure in Napoli, Benevento, Apici, tut­to Ascoli, Ariano, per Abruzo, per la Baronia. Non fó cittá né terra né Castello non ne sentisse, quale non so contare dal diluvio de Noe in qua non se trova per scrittura Dio avesse mostrato a lo Populo tanto grande miraculo»; cf. Diurnali del Duca de Montelione, a. d. 1456, die sabbati, 4. dicembris.

4. Ibid., p. XXIX. 5. Ibid., p. XXXI.

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LAS EGLOGAE PISCATORIAE DE J. SANNAZZARO

faciam appellabant»6, cuya familia pertenecía al mismo sitial noble de Portanova al que pertenecían también los Sannazzaro: «in idem concilium Portae Novae adscripti erant». Este amor «anxius et soli-citus» no le deja vivir sueños tranquilos, sea porque no había la misma correspondencia por parte de la doncella por razones de pu­dor («pudicitiae custodiendae causa») o por innata coquetería o pre­meditada reacción de la amada en cerciorarse de la fuerza del senti­miento de Jacobo: «quod ad formosam pertinere arbitraretur amatorem saevitia excruciare»7.

Privado de su «optima matre», a la que recuerda en La Arca­dia, viaja a Francia y, no pudiendo soportar más el deseo de estar cerca de su patria y de su amiga y sintiendo crecer por días su nostalgia de amor («aegritudinem in dies augeri»), decide regresar.

La ciega fortuna le tiene preparada una medicina más triste a su acongojado corazón con la pérdida irreparable de su amor juve­nil: «... tristior medicina. Sannazario, enim, absenté, Carmosina, nondum aetate provecta, de vita migraverat»8.

4. En 1494 Federico de Aragón sube al trono de Nápoles por muerte de su sobrino Fernando II, conocido como Ferrantino. Fede­rico, hermano de Alfonso II de Aragón, hombre cultivado, que tuvo como preceptor, junto con sus hermanas Leonor y Beatriz, al huma­nista Diomedes Carafa, sabe de la fama del poeta, lo acoge en pa­lacio y le ofrece su amistad y afecto, considerándolo y tratándolo entre sus más allegados familiares («eum ad se cuspide arcessitum tectis ac sedibus suis recepii, praecipuaque benevolentia prosecutus, in intimis et familiarissimis semper habuit»)9.

Sannazzaro ya había sido honrado con la amistad de sus prede­cesores, Fernando I y Alfonso II: «Ob eandem ingenii praestantiam, Ferdinando Regi et Alphonso, Calabriae Duci, ad quem regni here-ditas pertinebat, familiaris factus est» 10.

Jacobo entra, así, en el círculo reducido de la corte del rey Fe­derico, de quien recibirá en regalo la villa de Mergellina, objeto de

6. Ibíd., p. XXXI. 7. Ibíd., p. XXXV. A Carmosina está dedicada la «Égloga I» («Filis»), además de breves epigra­

mas. 8. Ibíd., p. XXXV. 9. Ibíd., p. XXXV. 10. Ibíd., p. XXXVI.

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un breve epigrama irónico11 y sede de los pontanianos para sus reuniones académicas.

En 1481 bajo el mando supremo del Duque de Calabria, Al­fonso de Aragón, había tomado parte en la toma de Otranto en ma­nos de los turcos, quienes, tras el desembarco del año anterior, la habían ocupado durante más de un año («comitem etiam illi se praebuit ad Hidruntum recipiendum fugandosque Turcos, qui oppi-dum illud suis praesidiis occupaverant»)12.

Sannazzaro, poeta, militar y amigo de reyes, ocupa su tiempo libre entre «bellicam laudem cum literarum studiis», tratando de evitar, dice el biógrafo, las deficiencias de ambas profesiones: la ignorancia de los militares y la cobardía de los literatos («inscitia milites, ignavia literatos laborare»)13.

5. Corren tiempos difíciles para la Casa de Aragón de Nápoles con la lograda invasión de Carlos VIII el Temerario, que se hace coronar Rey de Nápoles, «qui totius Italiae dominatum appeteret»; la muerte de Fernando I en tal convulsión, la coronación y posterior abdicación de Alfonso II en favor de su hijo Fernando II (Ferranti-no), la recuperación del trono con la ayuda del Gran Capitán a las órdenes del católico rey Fernando de Aragón («incredibili virtute, celeritate, prudentia, hostes proelio fudit remque amissam recupera­va»), y la prematura muerte del joven rey Fernando motivan la ya indicada sucesión de su tío Federico14.

De Federico esperaba Sannazzaro relevantes cargos y honores cuya falta le procuró no pequeña decepción inicial: «Summum lo-cum et dignitatis et gratiae apud ipsum, sed eventus opinionem om­nium fefellit»; obtendrá una villa a los pies de Posilipo, «cui no-men Mergellina est»15, y una exigua pensión anual («exiguam sibi mercedem tributam»), regalos que le impulsan a elevar sus loores al

11. El epigrama, dedicado «Ad Federicum regem» es: «Scribendi studium mihi, tu, Federice, de-disti, / Ingenium ad laudes dum trahis omne tuas. / Ecce, suburbanum rus et nova praedia donas, / Fecisti poetam, nunc facis agricolam»; cf. Epigrammaton Poemata, p. 31.

12. Ibíd., p. XXXVI. 13. Ibíd., p. XXXVI. 14. Ibíd., p. XXXVII. 15. Ibíd., p. XXXVIII. Así comienza la oda «Ad Villam Mergillinam»: «Rupis, o sacrae pelagique

custos / Villa Nimpharum domus et propinquum / Doridos, regum decus una quondam / Deliciae-que...»; cf. Epig. de A. Sannazarii, Lib. I, p. 119.

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cielo: «loci deliciis captus, Mergellinam suam laudibus in caelum extulit Regemque ipsum liberalitatis nomine celebravit»16.

Le duraron esta felicidad y amistad real aproximadamente cua­tro años, pues la alianza de Luis XII de Francia y Fernando el Ca­tólico, para echarlo del Reino, aconsejados por Alejandro VI Borja («ut eum communibus copiis regno pellerent»), les lleva a invadir y apoderarse del Reino para repartírselo; posteriormente a causa de diferencias fronterizas entre ambas potencias, quedará todo él para la Monarquía Católica por tesón, mérito, ciencia militar y valor de Gonzalo Fernández de Córdoba.

6. Federico, privado del Reino, prefiere exiliarse en Francia, donde recibe en un primer momento fría acogida de parte del rey Luis, quien luego le concede una digna pensión anual de 15.000 es­cudos. Odiaba a su primo Fernando el Católico por la traición su­frida («ob consanguinitatis jura nefarie violata, vehementer ode-rat») 17.

Entre los pocos que le siguieron en el exilio (la mayoría vol­vió a Nápoles al poco tiempo), Sannazzaro dio pruebas de leal amistad hasta la muerte del Monarca depuesto: «Ipse ab ejus latere nunquam discessit, cumque eo tamdiu fuit, dum ille curis ac moero-re confectus, mortem oppeteret»18.

16. Ibíd., p. XXXVIII. 17. Ibíd., p. XXXVIII: «Alessandro VI, vedendo che tutti i suoi sforzi gli riuscivano vani, portò

tanto innanzi la sua stizza, che non ebbe punto di difficoltá di deporlo dal Regno, e fra le altre colpe che gl'imputava... che aveva in più modi impedito le provvisioni apostoliche, eziandio quelle fatte in favore dei cardinali...»; cf. Giannone, Istoria Civile del Regno di Napoli. A spese di E. A. Gosse, La Haya, 1753, p. 536.

«Papa Alessandro VI voleva che Re Federico concedesse al proprio figlio Cesare, che da Cardi­nal legato lo aveva incoronato a Capua, il 10 agosto 1497, la mano della principessa Carlotta, natagli dalla prima moglie Anna di Savoia. Il rifiuto di Federico, confermato dalla giovane principessa, che respinse con orrore la risposta, influì sulla rovina del sovrano aragonese... Il Ré di Francia cominció scopertamente a preparare l'esercito e destinò il generale Obigni con mille lande e dieci mila all'im­presa di Napoli... L'infelice Federico, sollecitava il Gran Capitano che tosto venisse a dargli aiuto»; cf. Giannone, Istoria Civile, p. 515.

«Re Federico morì a Tours il 9 novembre 1504 e fu sepolto nella chiesa dei Minimi di Plessis-les-Tours. La tomba venne aperta e saccheggiata dagli Ugonotti durante la guerra di religione, 1562»; cf. T. Caraccioli, Opuscula Historica, p. 79, n. 5.

Sobre su amigo Poderico: «suo contemporaneo e gentile amico fugli (a Sannazzaro) Francesco Poderico. Era gentiluomo del medesimo seggio e della stessa Accademia del Pontano; il Sannazzaro tutto inteso al lavoro del suo poema De partii virginis non traslasciava di andarlo a trovare e conferi­re con lui quei versi ne' quali Poderico era tanto critico, che il Sannazzaro per poter scegliere un ver­so degno di quelle purgate orecchie, assai sovente ne recitava dieci composti d'un medesimo senti­mento»; cf. Giannone, ibíd., vol. VII, p. 476.

18. Ibíd., p. XXXIX.

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Hay una anécdota edificante del comportamiento de Sannazza-ro: vende en la Gaiola «oppidula duo et portorium» por 420 duca­dos, se reserva pequeña cantidad para sus necesidades y el resto de tal venta de buena gana se lo ofrece a su Rey («libentissime regi obtulit»)19.

Llora la muerte de Federico, honra su memoria en la «Elegía 2» del Libro III, donde habla de su exilio y de su sepultura, consi­derando a todos los que contribuyeron a su ruina eternos enemigos, tratándolos con «odio apertissimo»20.

En 1505 vuelve a Nápoles, después de haber cumplido con sus deberes de amistad y lealtad con la diligencia máxima; trae consigo los siguientes códices: «particulam, videlicet, Ovidiani poematis de piscibus, Gratti Falisci et Olympi Nemesiadis carmina de venatione, Rutilii Numatiani Itinerarium, necnon Valerii Martialis, Ausonii et Solini scripta»21.

7. Sus relaciones con el Gran Capitán, por vía de la caída y exilio de Federico, distaban de ser amigables. La razón de peso es­tribaba en la traicionera acción de enviar al hijo Fernando, Duque de Calabria, a España, faltando a la palabra dada, cuando le entre­gó el castillo de Tarento a cambio de su libertad en la guerra de Francia y España federadas para repartirse el reino de Nápoles.

Gonzalo, «Dux Magnus», trató de ganarse su amistad en oca­sión de una visita a las ruinas de Pozzuoli. El artífice de la victoria definitiva sobre las tropas angevinas recuerda en dicha ocasión las recientes victorias de España. Estando cerca del túnel de Posílipo, excavado en época romana, toma la palabra Sannazzaro para repli­carle que se ha hablado bastante de las cosas de España y que con­viene decir «pauca de rebus gestis ac virtute Italorum», y recuerda el innumerable sacrificio de los siervos romanos que contribuyeron a abrir dicho túnel para enlazar Nápoles, a través de la vía Domi-ziana, con Roma, aparte otras gestas «de veteri historia». Acabó di­ciendo que España, en otro tiempo obediente a Roma, ahora impo­nía su yugo a los otrora vencedores («Hispaniam, quae olim Italorum imperio paruisset, longinqua conversione temporum, victoribus

19. Ibíd., p. XXXIX. 20. Ibíd., p. XXXIX. 21. Ibíd, p. XXXIX.

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ribus suis jugum imposuisse»22. Tal evocación histórico-política au­menta el prestigio de Sannazzaro ante Fernández de Córdoba y ru­brica el nacimiento de una mutua estima y amistad, cultivadas «studiosissime» por el Gran Capitán.

8. Algunas anécdotas en torno a sus relaciones con escritores y humanistas de su época se entresacan de su obra literaria. Del libro de las «facetie» de Poggio, Sannazzaro decía que era la casa de un judío, porque estaba lleno de prendas ajenas. A Poggio le dedica uno de los epigramas más corrosivos y mordaces («Dum patriam laudat, damnat dum Poggius hostem, / nec malus est civis, nec bo­nus historicus», Epig., Lib. I).

En Nápoles, de vuelta de su voluntario exilio con Federico, frecuenta a la reina Juana (viuda de Fernando I de Aragón), en cuya corte conoce a la marquesa Cassandra, repudiada por su espo­so con el beneplácito de León X. Sannazzaro, si bien de edad avan­zada, la amaba platónicamente («veterum Platonicorum more, occul­tam animi pulchitudinem ex corporis dignitate conjiciens, in ejus potissimum contemplatione mentis oculos defigebat»)23.

Su animadversión contro León X Medici se basa en haber con­sentido el repudio por parte del marido de Cassandra («iniquiore in Leonem animo postea fuit»)24, siendo causa de su negativa a ofre­cerle el De partu virginis, que le había solicitado en carta apostóli­ca: «Verum, offensione exorta, quam supra commemoravimus, San-nazarius poema apud se continuit, dum Leo e vita migraret»25.

Amigo de sus amigos y enemigo de sus enemigos, recordamos entre los primeros a Francisco Poderico, a quien hasta diez veces debía leer su poema para pasar su aprobación, «acerrimo judicio vi-rum»; a Marino Caracciolo, a Trojano Cabanilla, a quien dedica su última «Egloga piscatoria», a Chariteo, Alesandro d'Alessandro, a

22. Ibíd., p. XL. 23. Ibíd., p. XLI. En Epigrammaton, Liber II, p. LVII, se halla «De Cassandra Marchesia»: «De­

sine formosae dotes numerare puellae / Desine iam extinctas sollicitare facies / Nam dum saepe co­mas, frontemque, humerosque manusque / Commemoras proprios exstruis ipse rogos. / Dumque oculis Cassandra, animo Cassandra ecursat, / Cassandra, heu, mentis jus habet omne tuae. / Blandus amor tacitis subrepsit in ossa venenis. / Sic sibi fatum quilibet esse potest».

24. Ibíd., p. XLI. Contra León X es el epigrama de no tan velada crítica simoníaca («In Leonem X, Pontificem Maximum»): «Sacra sub extrema, si forte requiritis, hora / cur Leo non potius sumere: vendiderat...».

25. Ibíd., p. XLVI.

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Fernando d'Avalos, Duque de Pescara, a Pietro Bembo, a Aldo Ma-nutio, tipógrafo.

De Joviano Pontano exalta su «ingenio, eruditione, sapientia, cum familiaribus honestissime loquebatur»26.

Huía de litigios, buscaba la tranquilidad del espíritu... En sus simpatías y antipatías tenía un papel preponderante la rectitud moral y humana de las personas. Dedica a César Borja vejatorios poemas («oprobrosis carminibus maledictisque vexavit»), por considerarlo «crudelissimum Tyrannum», y se alegra de su ruina con manifiesta y clara alegría («de ejus tandem pernicie laetitiam apertissime tu-lit»27.

No aprobaba las costumbres ni de los ilustres literatos, como Poliziano, al que crucificó con sendos epigramas («binis epigram-matis laceravit») por su insolencia hacia su persona y, al parecer, por la enemistad de Poliziano con sus amigos Bartolomeo Scala y Michele Marullo («inimicitias, quas cum M. Marullo et B. Scala, Marulli socero, Politianus gerebat, praecipuam Sannazario odii cau-sam fuisse»)28.

Por deferencia hacia Egidio de Viterbo, maltratado injustamen­te en una discusión académica, su afecto y simpatía fue tal que por amistad con el monje agustino («rerum divinarum amore inflamma-tus)», escribe el De partu virginis y manda construir un templo («in scopulis Mergellinae templum aedificavit, ejus Divini partus memoria sacrum»), al que añade la edificación de un convento de monjes, encargados, entre otras cosas, de celebrar los aniversarios del rey Federico.

Admiraba a Virgilio hasta el punto de celebrar el día del naci­miento del autor de la Eneida con un banquete con sus familiares y amigos.

León X, informado de De partu virginis y deseando editarlo, le exhorta a publicar la obra para contrastar «impiorum quorumdam scriptis ad perfectum jam opus quamprimum edendum»; Sannazzaro

26. Ibíd., p. XLII. 27. Ibíd., p. XLIII. A César está dedicado el epigrama «De Caesare Borgia»: «Aut nihil, aut Cae-

sar vult dici Borgia: qui ni? / Cum simul et Caesar possit et esset nihil»; cf. Epigrammaton, Liber, II, p. 43. Y contra Alejandro VI («In Alexandrum VI. P. Maximum»): «Visuram se iterum Sixtum cum Roma putaret / Pro Sixto Sextum vidit et ingemuit»; cf. Epigrammaton, Liber II, p. 43.

28. Ibíd., p. XLIII.

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se opone y el original para su publicación lo mandará a Clemente VII por medio de Antonio Seripando. La carta del Papa muestra agradecimiento y satisfacción por tal deferencia y el deseo y espe­ranza de conocerlo personalmente: «pergratum ac perjucundum sibi munus fuisse, et se tam egregii scriptoris de facie cognoscendi cu-pidissimum esse, Clemens humanissimis verbis Seripando significa-vit, eique, ut justas debitasque gratias ageret, imperavit»29.

9. Su amor y defensa de su mundo humano y humanista se re­flejan en la reacción impulsiva contra el «barbarus» Príncipe de Orange. Ya a punto de morir es informado de la destrucción de su villa de Mergellina por las tropas de Filiberto de Orange, al frente de los ejércitos imperiales, para desalojar a las gentes de armas francesas. Fue tal la vehemencia de su cólera que, cuando supo de su muerte en batalla, en 1530, según testigos presenciales, aunque enfermo de gravedad y ya próximo a la muerte, afirmó que de bue­na gana se iba de este mundo si veía que tan bárbaro capitán gene­ral pagaba su pena con su muerte, por la «violación» de las Musas, a las cuales tal villa estaba dedicada: «... barbarus ille imperator violatis Musis, quibus villa sacra erat, interitu suo poenas dedis-set»30.

10. Muere Sannazzaro el mismo año que el Príncipe de Oran-ge, entonces virrey de Nápoles y general de los ejércitos de la Mo­narquía Católica, en casa de la marquesa Cassandra («in domo Cas-sandrae»), asistido por ella y por Rainerio Gualando, «viro nobili», quien además solía confesar que él había cuidado de que su cadá­ver fuera transportado a casa de Sannazzaro.

Pedro Bembo le dedicó el dístico: «Da sacro cineri flores, hic ille Maroni / Syncerus Musa Proximus ut Tumulo»31.

II. LAS EGLOGAE PISCATORIAE

1. Comentarios preliminares. En relación con las Eglogae pis­catoriae, Giulio Scaligero habla de una «Egloga secunda», cuyo texto posteriormente Sannazzaro cambiará («testatur unam ex iis,

29. Ibíd., p. XLVI. 30. Ibíd., p. XLVII. 31. Ibíd., p. XLVIII.

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quae nimirum secundo loco posita est, apud se extitisse, in qua multa legerentur quae postea scriptor diligentissimus immutaverit»). Tales cambios de la «Egloga II», de los que habla Scaligero, parece ser que se refieren a alusiones por el malestar que sintió a propósi­to de ciertas recompensas que tardaron en llegar de parte del Pontí­fice («in praemiis tribuendis lentitudo quaedam»). Respecto al nú­mero de las Eglogae piscatoriae, se habla generalmente de cinco. Aquí presentamos seis: fueron diez las Eglogae, aunque sólo se en­contraron cinco en su escritorio: «Decem ab eo hujusmodi poemata scripta fuerant, si Paulo Manutio fides habenda est: sed quum ex ulteriore Gallia in patriam longo intervallo reversus esset, quinque tantum in scriniis invenit: reliquiis aut furto surreptis aut negligen-tia suorum amissis».

2. Egloga I. Actio Sincero rememora en este escenario marino y con proporcionado y homogéneo aparato lingüístico sus cuitas amorosas, sus lealtades académicas y humanas, sus dolores y de­cepciones socio-históricas, su melancolía llena de profundo senti­miento y sentimentalidad. Filis es el canto inconsolable al primer amor, hecho de «lacrimabile» lamento, ante el blanco mármol («ni-vei saxa sepulcri») del desgraciado Lícidas, sin esperanza e ilusión: «Quidve hic sperem?».

La imagen del encorvado delfín, los lamentos de los mergos quejumbrosos le acompañan en su desolada tristeza junto con los apesadumbrados gemidos de las bañadas gaviotas, volando entre cuevas y escollos («Per scopulos passim fulicae perque antra repos-tae / Tristia flebilibus complerent saxa querellis»).

Sus ojos ya no tienen lágrimas que derramar y sus mejillas es­tán exhaustas de tanto llorar: «Sat lumina, sat etiam exhaustae ma-duere genae». Su sola ilusión es grabar en la roca con caracteres grandes e indelebles el último poema de su corazón anhelante de amor por su amada Filis, de manera que el marinero desde alta mar, al pasar a lo largo en su barca de vela, pueda divisarlo y ex­clamar: «Lycidas, Lycidas haec carmina fecit».

Su figura empequeñecida por el amor frustrado se verá exalta­da por el afectuoso recuerdo de su compañero de fatigas, cuya con­miseración le ayudará a acometer con nuevo brío su existencia da­ñada... de amor. ¡Ánimo!, pues, sin olvidar tal irreparable pérdida: la vida debe continuar, que los cebos esperan y las vacías nasas de

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ricos y generosos peces deben rebosar: «eia, age, iam surgamus... escas nam quaerere tempus / et tibi nunc vacuae fluitant sine pon­dere nassae».

3. Egloga II. Galatea, amén de ser ulterior expresión de un co­razón dolorido ante la insensibilidad de la amada, es un canto a la amena y deliciosa naturaleza de la Nápoles costera, desde Euplea, la risueña, a la bróncea Ischia-Aenaria, desde el cabo Miseno a la bella Nísida que, en la evocación mitológica creada por el propio poeta, perseguida por su enamorado Posílipo («fin de las penas»), encuentra refugio entre las olas, convirtiéndose en la actual isla ho­mónima. Erizos, múrices, conchas con su tinta especial para teñir de púrpura los vestidos de lana de la amada, ostras limpias de pie-drecillas... Galatea todo lo ha desdeñado soberanamente: «Ite pro-cul, sprevit nostras, Galatea, querelas».

La soberbia Galatea ni acepta los dones portadores de tales la­mentos de amor ni considera honorable su oficio de pescador entre anzuelos y redes nudosas («leves hamos nodosaque retia despi-cis...»). Sólo le sirve de consuelo la sólida amistad del anciano Me-liseo (nombre con que designa a Pontano, su preceptor, maestro y amigo, por lo que aprovecha este momento para evocar tal figura, que le dio el «premio» de reconocer válida su producción poética): «... pastor Melisaeus, ab alta / cum me forte senex audisset rupe canentem / et dixit, puer, ista tuae sint praemia Musae».

Actio Sincero acepta la autoridad cultural de quien «ab alta rupe» de su magisterio de humanista y experimentado y maduro «senex» reconoce al incipiente poeta, «puer», el mérito y valor de sus poemas («me canentem»), con los «praemia» otorgados por ha­ber sido el primero en dedicar sus églogas al mundo marino y pes­cador: «Quandoquidem nostra cecinisti primus in acta».

Las evocaciones obligadas al mundo del mar y a la realidad cultural que le tocó vivir, con el recuerdo afectuoso a su mentor Pontano, no nos hacen perder la nostálgica y sensible alma de San-nazzaro de intensa e inconsolable tristeza. Podemos ampararnos de tempestades y huracanes y de los calores del verano. No podemos escapar de las leyes inexorables del amor, que nos persigue hasta la muerte: «Vitantur venti, pluviae vitantur et aestus / Non vitatur amor. Mecum tumulari oportet», reconoce el «infelix piscator» ante el fracaso de su amor.

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Y como en la égloga de Filis, concluye con la imagen del «gubernator» de la barca, que con voz ronca de tanto chillar, avisa a sus compañeros que eviten los escollos, culpables de la muerte del amoroso Licón. Tales sombras y peligros disipará Venus, diosa de la belleza y del amor, derramando su luz de róseas esperanzas sobre el tormentoso mar de los contrastados sentimientos de amor: «Extremo veniens effulsit ab ortu / Lucifer et roseo perfudit lumine Pontum».

4. Egloga III. Recuerda el motivo bucólico de los concursos de canto, en que se alternan pares de versos y al vencedor se le entre­ga un premio, certamen frecuente entre los pastores, p. ej. en el «Idilio V» de Teócrito, entre el cabrero y el pastor.

En este caso específico («Inter se vario memini contendere cantu»), se añade disputa ideal entre las varias islas griegas de re­nombre universal, como las históricas Creta, Chipre, Samos, Lem-nos y las napolitanas Prócida, Ischia, además de la marinera repú­blica histórica de Amalfi...

Múgiles, dentones, rodaballos, pagros, sargos, pulpos, melanu-ros, múrices purpúreos... y juncos, mirtos, mimbres..., todo lo deja­ría si estuvieran Cloris o Foloe. Hasta se enfrentaría impávido a las feroces tormentas marinas: «Si mihi nunc Pholoe vel tantum Chlo-ris adesset, / Quam bene pugnaces possem contemnere ventos»; versos que recuerdan al Salinas de «Si tú me llamaras, sí, si tú me llamaras, todo lo dejaría..., y un amor, tú, que no eres mi amor, si tú me llamaras».

La contienda poético-canora prosigue sin pausas entre Cloris y Yolas: «Scilicet alternos conabar annidine versus / excipere alternis nam dicere uterque parabat. / Nec mora, iam Chromis hos et refere-bat Iolas».

Celebra a continuación la conmovida exaltación de la mejor ju­ventud de la Nápoles aragonesa, que sigue a su rey Fernando en momentos de grave peligro y lo defiende en la definitiva consolida­ción de su reinado frente al pretendiente Renato d'Anjou, al que resta poder en las revueltas de Liguria, donde el rey Alfonso II en­vía a su hermano Federico (1494), aunque posteriormente la bajada de Carlos VIII adelantaría sucesos que darían al traste con los Ara­gón de Nápoles y forzarían el exilio de Federico, generosa y lealmente

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mente acompañado de la mejor juventud napolitana que arriesgó su vida en los mares de Liguria y de las islas Stecadas: «Tum Chro-mis, Inarimen spectans, his, inquit, ab oris / (Ah dirum exilium) nostrae solvere carinae, / cum regem post bella suum comitata ju­ventus / ignotis pelagi vitam committeret undis / Quae tamen (ut fama est) Ligurum per saxa, per altas / Stechadas emicuit...».

Aparte las expediciones contra los genoveses, fautores del An-gevino, y los ataques a ciudades mediterráneas, Marsella p. ej., per­petrados ya en tiempos de Alfonso I de Aragón, el sincero y leal amigo Jacobo recuerda el duro exilio del último rey aragonés de Nápoles, Federico, a quien dedica varios conmovidos epigramas. Y rememora que de Ischia partieron las primeras expediciones del Magnánimo ya en 1422, que era base de operaciones, cuando co­menzó contra el Angevino Renato la conquista del Reino, y a Is­chia corría a repararse en los momentos de mayor apuro; a Ischia, Inarimes, volvió Fernando, hijo y sucesor del Magnánimo, tras la derrota de Sarno en 1460, y a Ischia reparó el destronado Federico antes de su exilio en Francia en 1502. Se entiende el melancólico «Inarimen spectans» y el «quaere Pithecusas», como posterior ho­menaje a la isla que hoy se precia del poderoso castillo aragonés, testigo callado de la presencia de Aragón en Nápoles y de los per­cances varios de la próspera y adversa fortuna de la dinastía de Aragón.

Aparte la evocación épica de pasados gloriosos, el aliento de la tensión humana no decrece y más bien se rodea de ternura infan­til del dolido amante, que reconoce su alegría al lado de su amada y la sordidez de la tierra y el desencanto de su trabajo sin el amor correspondido: «Nulla mihi sine te rident loca, displicet aequor / sordet terra, leves odi cum retibus hamos. / At si aderis tu, Nisa, placebunt omnia: laetus / tunc ego vel libicis degam piscator arenis («con tu sola presencia, Nisa, me vería contento pescador hasta en las tórridas playas de Libia...»).

5. Egloga IV. La cuarta égloga es una generosa y malograda profecía política del proaragonés Actio Sincero (nombre poético, Actio < ACTA 'playa'; Sincero: por su carácter abierto) a Fernando, hijo de Federico, Duque de Calabria y heredero al trono, augurán­dole recupere el Reino y pueda él celebrarlo («... nam tempus ve-niet cum reddita sceptra / Parthenopes fractosque tua sub cuspide

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reges / ipse canam...»), pidiéndole no se deje atraer ni por su glo­riosa progenie ni por el oro del Tajo ni por el húmedo y lluvioso Pireneo («nimbosa Pyrene... nec te latis Hispania regnis / adliciat, stirpisve tuae primordia et ille / gentis honos et pater Oceanus...»), y regrese a su Reino recuperado con tesón y voluntad pareja a la del gigante Tifeo, que osó enfrentarse a los dioses, arrostrando el esfuerzo ingente de conducir «densas catervas» y desafiar con im­pares fuerzas a las mismas potencias divinas («... nisu ingenti par­tes de monte revulsas Aenariam, Prochitenque altis immi ferit as-tris...»), arrancando pedazos de islas y arrojándolas contra los cielos...

Nueva evocación bajo el nombre de Meliseo del humanista Pontano, que dirigió sus pasos de adolescente y le asignó el nom­bre de Actius Sincerus.

Y vuelve al motivo central de la égloga, renovando el dolor por el «rapto», históricamente perpetrado por Gonzalo de Córdoba en la persona del protagonista de la égloga, llevado a España y obligado a casar con mujer estéril para evitar descendencia («te quem luget ademptum Italia infelix»), con una segunda referencia puntual, dedicada a su padre, Federico («... denique sistit / spuman-tem ad Ligerim, parvaque includit in urna»), que vive los últimos años de exiliado en Francia, junto al Loire, y allí está enterrado en humilde tumba de destronado.

No olvida tampoco en esta égloga su condición de humanista con sentido amplio del valor relativo de los casos adversos («Pone tamen gemitus»: no hay que dejarse llevar por la gloria de los ante­pasados que reposan en suntuosos monumentos funerarios... Hay que pensar que todo el mundo es válido sepulcro, «omnis terra se-pulcrum»).

6. Egloga V. Dedicada a su amor platónico, la marquesa Cas­sandra, se titula «Erpilis la mágica» y estructuralmente se acomoda al «Idilio II» («La hechicera») de Teócrito. El estribillo del bucóli­co helénico («Iynx, tú atrae hacia mi casa a aquél, a mi hombre»), que machaconamente repite la hechicera entre ritos e invocaciones mágicas (hasta nueve veces leemos este estribillo inicial, mientras el siguiente y último, «Entérate de dónde vino mi amor, señora Luna», es entonado once veces) busca similar y deseado efecto má­gico, como en los ritos del cangrejo quemado sin pinzas o el de la

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esponja sedienta y de la rémora marina, de atraer la maldición so­bre el amado Meón para que arda del mismo modo que es quema­do el cangrejo sin pinzas y quede sin las lágrimas del sentimiento que secará la invocada esponja y sienta que se le paran los pies por efecto de la invocada rémora de los mares.

El encantamiento se sirve del estribillo que reza la imprecación «Ea, lizos míos, girad vértiginosamente el rombo», que recuerda a Teócrito y que hasta once veces se repite como en el original helé­nico («Asoma, oh Padre Tritón, asoma tu azulado semblante»); y, ya logrado el mágico objetivo, el estribillo se convierte en: «Cubre, esconde, oh Padre Tritón, tu azulado semblante». Otros ritos mági­cos que usa la maga en estos encantamientos: hiel de torpedo ma­chacado con espuma del mar, liebre marina descuartizada con cuyo veneno untar las puertas del odiado amado, ajenjo del campo y ro­cío marino.

La fase lírico-amorosa de la égloga se reviste de expresividad ajustada a la madura sentimentalidad, que reverdece las tímidas mi­radas del amor: «Hic niveam formosam manum porrexit et (eheu, quid recolo?) / tacitos in me deflexit ocellos». Ello se expresa me­diante la tensión del primer contacto de su mano, los ojos fijos de la amada, la búsqueda y abrazos a los recuerdos y lugares queridos y las flores esparcidas en torno a los mismos...

«Y visto que el amor se va con Galatea, también, tú Tritón, esconde tu azulado semblante. Galatea, ya no me verás nunca más sentado a tu vera» («Non ultra tecum Galatea sedentem / adspi-cies...»).

7. Egloga VI. Esta sexta égloga «piscatoria» no es comúnmente aceptada como tal, si bien no faltan los elementos que caracterizan tales églogas, entre ellos la diosa azulada llevada sobre las aguas y la misma canción a las olas.

El motivo central trata de la transformación en sauces de las pávidas y temerosas ninfas, perseguidas por sátiros ardorosos y de insana pasión imbuidos («oculisque bibunt sitientibus ignem»), cuya «vis effera morbi /... praecepsque amor et malesana libido» obliga a las aterrorizadas y perseguidas Ninfas a arrojarse a las acogedoras aguas y así convertirse de repente en sauces a las márgenes de las aguas, sólo preocupadas de huir de los Dioses de las forestas y de vivir tranquilas en los cauces de los ríos.

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8. El hecho literario en Sannazzaro es concomitante con la realidad de su vida, sea en sus amores vividos (Carmosina, Cassan­dra), sea en sus lealtades y fidelidades de amistad (Pontano, rey Fe­derico, Duque de Calabria y el grupo de los pontanianos), sea en sus odios y antipatías (Poliziano, León X, Príncipe de Orange), como en sus más profundos sentimientos amorosos hacia la juvenil Carmosina y la madura marquesa Cassandra, personajes que evoca calurosamente en sus epigramas.

De cada sentimiento, de todo sufrimiento vivido por su alma sencilla y sensible se produce una vivencia de reflexiva «humani-tas», que posteriormente gozamos en su producción poética de deli­cada creatividad.

Su Nápoles marítimo y pescador le inspira el mundo de las églogas «piscatoriae» con la evocación de las clásicas Euplea, Ae-naria, Pithecusa, Dicarchia, Pausilipo, Parthenopes y el Sarno, el Sebeto y Cuma, Sinuessa, Baia, Bacoli, Capua. Toda su vida priva­da y su vida social y académico-cultural queda reflejada en su obra.

Su alma transparente pasa por la vida y por los avatares histó­ricos de los últimos años de la dinastía aragonesa de Nápoles con gran adherencia a los valores que conformaron su propio vivir: ge­nerosidad, lealtad, sencillez, llevando a sus cotidianas relaciones de personaje público y privado su ajetreada vida de amigo y de plató­nico amante. El poeta filólogo de las transformaciones míticas (Po-sílipo, «enamorado perseguidor» de Nísida, ocasiona el reparo de ésta entre las olas del mar, de donde surgirá convertida en isla) busca y usa lenguaje que evita la pedante erudición de latinistas «in herba» y combina su natural y dosificada sentimentalidad con momentos de profunda y tensa conmoción. No es el suyo un frío intento de imitación «sic et simpliciter» del mundo bucólico. Entre náyades, ninfas y nereidas, entre sátiros, dioses silvanos y númenes, entre evocaciones personales e históricas, mitológicas y reales, San­nazzaro nos descubre un mundo de honda y sencilla humanidad, expresada con la escueta y puntual dimensión de la sintética frase latina. Su humanismo sentido y profundo de «Omnis terra sepul-crum», dirigido a su Gran Tutor en el momento de su fin, cual au­gurio de liberación de la falsa grandeza del poder, se mezcla con la imagen radiante de Venus que surge con el nuevo día, derramando su luz por el ancho y proceloso mar de los contrastados amores

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(«Cum tandem extremo veniens effulsit ab ortu / Lucifer, et roseo perfudit lumine pontum»), y con la tierna e infantil vena amorosa del pescador, que con la sola presencia de su amada se iría a vivir hasta en las playas de Libia. Es el suyo un mundo de contrastes acusados, entre el blanco fulgor de la naciente Venus y el lúgubre descanso del héroe caído. No deja de recordar una vez más el mé­rito que le corresponde de haber sido el inventor de este subgénero de églogas «piscatoriae»: «Salsas deduxi primus ad undas...».

III. EVOCACIÓN DE LA CASA DE ARAGÓN DE NÁPOLES

ÉGLOGA II. GALATEA (a)

1. Traducción

Estaba sentado un día el cansado pescador Licón en una cueva vacía, por donde desde lo alto de un escollo Mergellina (b) se muestra bellísima al ancho mar.

Y mientras otros buscan con teas los conocidos recovecos y el mar pesco-so y arrastran las redes de lino desde lejos hasta la playa con los peces captu­rados, él en la obscuridad de la noche murmura estos pensamientos: «Despia­dada Galatea, ¿nada te han movido mis dones ni mis plegarias? ¿En vano lancé palabras al viento? ¿E inútilmente he visto romper las olas contra los es­collos? Mira, todo calla. El sueño (c) se ha apoderado de las orcas y de las inmensas ballenas, las focas silenciosas están echadas en la playa. Ningún rui­do produce el céfiro. El sopor adormece al húmedo mar. Los astros cierran sus ojos en el silencioso cielo. Sólo yo, desdichado, renovando mis tristes quejas en mi corazón durante la noche, hice que el sueño huyese totalmente de mi mente y a ti, sin embargo, nada te importa mi salud; no me desprecia (d) así la hija de Praxinoe, ni la hija de Polibote ni la mujer del rico Amintas, aun­que de hermoso seno (e) y de blancos pezones. Aún más, a menudo me invita hasta desde Enaria (si en algo me crees). La misma hermosa Hiale (f) suele ser la primera que alaba mis versos y ella tiene sangre ilustre de sus antepasa­dos iberos y a ella están sometidas tantas tierras y tantas riberas, que se vana­gloria de que Neptuno arde de amor por ella hasta en medio de las olas.

Pero a mí todo esto, ¿qué me importa, si a ti sólo, quién lo creería, Gala-tea, si al fin sólo a ti no te gusto, si sólo tú evitas cruelmente mis sentimien­tos y sólo tú desprecias mi amor?

Te mandé como regalo mil ostras de Miseno sin pegajosas piedrecillas; otras tantas conserva Posílipo en su ancho mar y Euplea esconde muchas más en sus aguas cristalinas; Nísida me conserva muchos más erizos, que ni las amargas hojas del lentisco (g) dañan, al entrar la primavera, ni la luna men­guante logra vaciar.

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Además tengo maña (h) para escoger múrices preciosos bajo el mar; aprendí a conocer los tintes de Tiro y de qué modo las conchas grasas conser­van su interior lleno de tinta.

¿Por qué huyes de mí? Te estoy preparando lana para teñirla, de modo que así superes, espléndida Galatea, a las demás doncellas. Y es lana más blanda que las espumas del mar; me la dio, tiempo ha, un pastor; Meliseo (i) fue el pastor que me la dio, pues me oyó cantar, siendo él anciano, desde una alta roca, y me dijo: 'Muchacho, éstos sean los premios de tu canto, pues fuis­te el primero (j) en cantar a nuestras playas'.

Desde aquel día la he tenido en los canastillos para podértela mandar; pero tú, para que no me quede esperanza ni fe en el futuro, me negaste tu mano, cruel Galatea. Esto, esto es lo que me ha destrozado, desdichado de mí.

Idos, canciones, idos lejos; Galatea despreció mis penas. Naturalmente te parezco marinero de pequeña barca, que manejo ligeros anzuelos y redes nudo­sas y por eso me desprecias. ¿Acaso Glauco (k) no había hecho esto en sus playas patrias? Glauco, tiempo atrás, cuidaba la playa marina y ahora es el Numen protector de las airosas aguas; y no te moleste lo que se dice de Li-das, que a mí mismo tal falsedad me resulta inoportuna en exceso, pues, aun­que ella se jacte con las muchachas de que me ha mandado no sé qué guirnal­das, juro por las aguas y por todas las Nereidas que jamás me movió a amarla. Si miento, que naufrague y sufra y beba las aguas saladas de las olas bajo el mar.

¡Ay! ¿qué haré? Intención tengo, desde hace tiempo, de buscar tierras a la otra parte del mar, a donde no llegue ningún marinero ni pescador (l). Tal vez allí podré deplorar mi destino. ¿Iré en busca de mares en el último eje del Polo Boreal, de dura escarcha siempre enblanquecidos, o bien a las arenas africanas de Libia, ardientes y rápidas, a ver los pueblos negros del tibio Aus­tro, donde abrasa el cercano Sol? Pero, ¿para qué hablo, desventurado? ¿Acaso no me seguirá siempre este pesar de mi meláncolico corazón entre rocas y fue­gos y doquiera los pies me lleven?

Los vientos se evitan. Las lluvias y los calores se evitan. No se evita el amor, es destino que conmigo se entierre. Ya la misma pasión me incita a que me arroje al mar desde aquella roca.

Vosotras, oh Ninfas ondisonas, procurad muerte suave al que cae y que se extinga su cruel fuego de modo que un día, mientras el piloto pase por estos lugares, viniendo o del golfo de Gaeta o del puerto profundo de Cuma, con voz ronca exhortando a sus compañeros desde la popa, pueda decir: 'Compa­ñeros, escorad hacia el lado derecho, ateneos a las olas de la derecha, evite­mos los escollos infames, donde muerte halló el pobre Licón'».

Y en vano tales cosas iba diciendo el pescador a los vientos sordos y va­nos deseos nutría en su corazón, cuando al fin desde el más lejano oriente apareció de repente Venus luminosa y de rosada luz halagó el espacioso mar.

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2. Comentarios

a) Galatea es, tal vez, la égloga más completa y también la que manifiesta una mayor adherencia al modelo teocritiano de «El Cíclope». Galatea, graciosa ninfa marina, es la amada del Cíclope Polifemo. Es también la predilecta ninfa de Sicilia y de la Magna Grecia.

b) En Mergellina tenía Sannazzaro la villa regalada por Federi­co de Aragón. A Mergellina le dedica dos epigramas. Al rey Fede­rico de Aragón («Ad Federicum Regem»), que se la regaló, le dedi­ca el primer epigrama del primer libro, en que, tras reconocerle su mecenazgo, sutil e irónicamente le dice que lo ha hecho campesino: «Scribendi studium mihi tu, Federice, dedisti, / Ingenium ad laudes dum trahis omne tuas. / Ecce, suburbanum rus et nova praedia do­nas: / Fecisti vatem, nunc facis agricolam».

Sannazzaro esperaba y se creía (y así se indica en su biogra­fía) poder optar a grandes y honoríficos cargos con sus consecuen­tes feudos reales. En un segundo momento, cuando ya escribe «Ad Villam Mergellinam», notamos un tono de clara celebración poética y de implícita y callada gratitud al regio donante. Comienza: «Ru-pis o sacrae pelagique custos / Villa Nympharum domus et propin-quae Doridos, / regum decus una quondam, deliciaeque. / Nam meis tantum requies Camoenis / Urbis invisas quoties querelas / et parum fidos popularis aurae / linquimus aestus... / Tu mihi solos nemorum recessus das...».

c) En «El Cíclope», el sueño es un motivo del idilio: «...lo mismo vienes cuando el dulce sueño me vence, como te esfumas sin más, cuando el dulce sueño me deja» (Teócrito, «Idilio XI», p. 121).

d) El desprecio de la amada en Teócrito se resuelve con inci­tación a los celos: «Muchas son las doncellas que en la noche me invitan a jugar con ellas. Todas se ríen a carcajadas cuando las in­vito a jugar con ellas» («Idilio XI», p. 122).

e) «Molli seni d'Aminta» (Aminta, «Prólogo», p. 3).

f) Es una evocación más de las muchas que el agradecido y leal amigo del rey Federico y de su hijo Fernando, Duque de Cala­bria, a quien le dedica la «Egloga IV», hace en su obra poética.

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Varios epigramas «Ad Federicum regem» hablan de su brillante rei­nado, de su «aequum imperium» y hasta del envío de uvas que le hace en ocasión del Año Nuevo, no sea que le reproche haberlo ol­vidado: «Ne tibi non aliquid Jani misisse calendis / arguar, aut lae-tam non celebrasse diem / mittimus hibernas servatas mensibus uvas...» (Sannazarii, p. 38).

g) En el «Idilio V» leemos: «mis cabras caminan sobre lentis­co» (p. 82).

h) Y Teócrito hace decir al Cíclope: «Sé tocar la zampoña como ninguno de los cíclopes... Apaciento mil ovejas y de ellas or­deño y bebo la más exquisita leche. Queso no me falta en verano ni en otoño ni en lo más crudo del invierno» (p. 121). En Aminta el tema del desdén de la amada es recogido puntualmente: « ...ab­borrí il dono?, non son io / da disprezzar, se ben me stesso vidi / nel liquido del mar» (Aminta, Acto II, Esc. I, p. 32).

i) Meliseo es el nombre latino que el humanista Pontano adop­tó para sí mismo. Agradable este recuerdo de su gran amigo y «so-dalis» quien, más anciano, lo acogió en su Academia y lo aceptó cordialmente, dándole el sobrenombre de «Actius Syncerus».

j) Es la primera vez que Sannazzaro se reconoce ser el prime­ro que compone églogas «piscatoriae» en latín. Bernardino Rota lo hizo en italiano.

k) Glauco Porzio era pescador. Un día dejó los peces semivi­vos en la hierba y vio que a su contacto retomaban vida y volvían al mar. Comió aquella hierba y se hundió en las olas. Océano y Tetis lo acogieron amigablemente y, purificado de sus debilidades humanas, lo aceptaron entre los dioses marinos. Cf. Metamorfosis de Ovidio.

1) La neurosis de escapar de sí mismos: «In culpa est animus, qui se non effugit nunquam», ya la confesaba Horacio al conocer la imposibilidad de escapar de sí mismo (Epist., XVI, libro I).

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IV. EVOCACIÓN DE LA CASA DE ARAGÓN DE NÁPOLES.

ÉGLOGA IV. PROTEO

1. Traducción

A FERNANDO (a), HIJO DE FEDERICO, REY DE LA CASA DE ARAGON.

DUQUE DE CALABRIA

Ahora por primera vez, oh Ninfas del Cráter (b), hemos recorrido las olas que las velas mayores conocen, ahora cuando el amor nos incita a cantar con orden los primeros honores de la tierra, hijas del gran Cráter azul. Cantemos las primeras glorias de la Tierra amada, mientras el sol calienta con sus férvi­dos rayos el centro del mar. Y a ti, joven honra de la Patria, nacido del cielo, esperanza de tan gran estirpe, que el lluvioso Pirineo te retenga en vez del grato Lazio; y en lugar de nuestros campos, que el errante Ebro te encierre en sus aptas fortificaciones; abandona tus dudas y que no te atraiga España con sus extensos reinos, origen de tu estirpe, ni el conocido orgullo de tus gentes, aunque el Tajo te colme de oro derramado en abundancia y el padre Océano te lave con sus espumosas olas; pues tiempo vendrá en que cantaré yo mismo los recuperados (c) cetros de Parténope y a los reyes derrotados bajo tu lanza. No desdeñes ahora la musa palustre, que yo por primera vez (d) traje para ti desde las selvas y los hórridos bosques de Liceo a las ondas saladas (si esto algun mérito tiene), atreviéndome a arriesgar peligros con barca inexperta.

¿Cuáles mares hallaremos que no conozcan a Proteo, qué puerto no sabe quién es Proteo? Desde la popa Melanto y Frasidamo (e), una noche oscura en que regresaban de casualidad por mar, desde Capri le oyeron, mientras en los escollos de la vieja isla de Minerva alimentaba y amansaba con su divina can­ción a sus focas, y vieron a los delfines divertirse en repetidas carreras y oye­ron resonar desde lejos los mares sacudidos por los coros de numerosos trito­nes. Además, él mismo, alegre, cantaba al insonoro aire cosas no dignas de ser referidas con voz humana: cómo Tifeo, hijo de la Tierra, saliendo un día del vientre de la Madre, siendo el primero de sus hermanos, había desafiado a dura batalla a los dioses y, criado por las furias y las famélicas hidras, había guiado a sus aguerridas falanges y cómo con esfuerzo ingente había lanzado contra el cielo a Prócida y Enaria y a partes arrancadas de los montes y había hecho temblar todo el firmamento con tan improvisado golpe y cómo, enton­ces, el padre Júpiter, preparando rayos y armado de su no débil mano diestra, exterminó las inmanes escuadras y mandó que Baia, ardiendo en azufre (f), testimoniase tal victoria, porque en aquellas aguas el pueblo vencido había la­vado sus heridas.

Y luego recuerda los toros del gran Alcida y el mar profundo con sus di­ques y las gloriosas fiestas en los varios castillos.

Además ensalza Cuma, lugar conocido de Febo, y el bosque de la deliran­te sibila y las grutas de Trivia y las moradas de los Cimerios y los oscuros antros de los valles.

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Y también a ti, Posílipo, prisionero de amor de la bella Nísida, él con desdén y pesar te reproche desde la alta mar.

¡Oh, desdichado e incauto!, ¿por qué aceleras el destino de tu doncella? La infeliz desea irse entre las olas, desea acabar su dolor inusitado, pero tú no te preocupas de que la circunden los monstruos de Neptuno ni de que el mar la envuelva en su rápido oleaje.

¡Oh desdichado e incauto! ¿Para qué tiendes todavía tus brazos? Párate, que ella está aterida de hielo; ella, cazadora avezada a cimas de nieve, a la que mil fieras temieron, cuando las perseguía por las selvas. Vosotras, Panope, cándida Drimón y Cimotes y Roe y Ferusa y Dinamene, acogedla y tratadla como compañera de vuestros bailes.

Después canta los antiguos sitiales y los opulentos reinos de la sirena de rubia cabellera y el alto sepulcro y los sacrificios y los dioses tutelares de Cuma (g) y las armadas navales, transportadas a estas playas con grandes aus­picios. Y cómo conduce por debajo de las excavadas murallas las líquidas fuentes y levanta fortalezas y construye palacios, cuyas cimas igualan a los montes; y cómo en el mar alza fastuosas moles, que permiten divisar desde le­jos Euplea a los temblorosos navegantes.

Y canta al faro (h), a los escollos y a las escarpadas rocas de Teleboo y al vagar del curso del Sarao errante y a los abundosos cultivos.

Y luego narra cómo Meliseo (i) vio a Coridón en la sagrada cueva y cómo acercó con atrevimiento a sus labios la zampoña misma con la que había cantado un día al hermoso Alexis y había recordado la musa de Damón y de Alfesibeo, con cuyo apoyo, bajo inspiración de la diosa, nos descubrió tantas estrellas y tantas playas del cielo.

Y ¿para qué digo lo que contó de Stabia o de sus escollos con la fama que corre de que hubiese parado el curso de las naves que se alejaban por la magia de las canoras Vírgenes (j) o de cómo había llorado el fuego y estruen­do del terrorífico Vesubio y la desolación de las ciudades a todo su alrededor? Finalmente, él celebra ordenadamente a los reyes y las batallas de los reyes y las artes y trofeos de la guerra y rememora tristes sucesos y a ti (k), cuyo rap­to Italia infeliz llora (sea que ello lo haya permitido la ira de los dioses o la cruel fortuna), y te ensalza hasta más allá de las altas cimas de los Alpes.

Después te lleva hasta las olas del Océano y se para ante el Líger espu­moso y te encierra en una pequeña urna.

¡Ay, suerte digna de compasión!, ¡ay, mentes ignaras de su futuro! ¿Aca­so era ésta la última tierra que te acogía cansado, después de tantos sufrimien­tos por mar y por tierra? Deja de plañir. No te duelan los monumentos de tus antepasados ni las exequias esperadas en tus reinos. Es grato el reposo de la Patria, pero tambien cualquier tierra es un sepulcro.

Éstas son las cosas que conmemora, las que a duras penas fueron oídas en los años pasados; pueda la edad vetusta recordar a sus héroes.

Con aplauso amigo responden los mares, mientras la luna poco a poco co­mienza a esparcir su luz y los Númenes a sus transparentes moradas regresan.

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2. Comentarios

a) Fernando, Duque de Calabria, heredero del Reino, entrega el castillo de Otranto al Gran Capitán a condición de su libertad. Posteriormente es obligado a vivir en España, donde sólo se le per­mite casar con mujer estéril para evitar problemas sucesorios al apenas extinguido Reino de Aragón de Nápoles, cuyo fin sanciona el exilio de su padre Federico en Francia, bajo Luis XII de Orleans. Sannazzaro, y así nos lo hace ver en su égloga, espera y augura que Fernando vuelva de España a su trono, a hacer resplandecer la edad gloriosa de su abuelo Alfonso I de Nápoles y V de Aragón, que hizo del Reino y de la ciudad de Nápoles un centro de altas humanidades y capital honorable en la Italia renacentista (período desde la conquista de Nápoles, 1442, a la pérdida del Reino, 1502).

b) Cráter o golfo de Nápoles en alusión a su origen volcánico.

c) La recuperación, a que se refiere el poeta, es la del Reino de Nápoles en manos del Rey Católico, Fernando de Aragón.

d) Otro testimonio que Sannazzaro ofrece de haber sido el pri­mero en cantar las aguas, las ondas saladas..., en componer las Eglogae piscatoriae.

e) «Nos dirigimos a casa de Frasidamo» (Teócrito, «Idilio II», p. 106).

f) Solfatare: sobrenombre que reciben los lugares descritos en la égloga, debido a los humores sulfúreos que emanan.

g) Colonia griega de Cuma, cerca de Nápoles.

h) Faro era el nombre de un islote de Alejandría de Egipto, donde por primera vez desde una torre de mármol se encendían fuegos de noche para ayudar a los navegantes. Construido en 1100 a. C., se derrumbó en 1303 d. C.

i) Meliseo es el nombre «académico» de Pontano: de tal modo alaba por segunda vez al guía de su preparación juvenil e inspira­dor de su nombre artístico «Actius Sincerus». De los dos atributos que tal nombre lleva, en la biografía se hace breve y detallado co­mentario. Y ello pensando en quienes, como Giovio, le achacaban

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haber rechazado su antiguo gentilicio Sannazzaro, lo que desdice el mismo título de sus obras en latín: «Actii Sinceri Sannazarii Poe-mata».

j) «Quivi uscian fuor voci canore e dolci / e di cigni e di Nin­fe e di Sirene» (Aminta, 25, vv. 1-2).

k) Usa el término «rapto» en cuanto la voluntad de entregarse de parte de Fernando de Aragón, Duque de Calabria, se vio fallida con su obligado exilio en España, de donde nunca más volvió a Nápoles. Duque de Calabria era el título que con los Anjou y con los Aragón tenía el heredero al Reino de Nápoles: «Maiusculum e liberis, quem Ducem Calabriae declaraverat, Tarentum cum praesi-dio tenentem, Hispani obsederant. Tandem, condicionibus sibi prae-notis, illorum Dux, cui se crediderat, illico ad Ferdinandum regem Catholicum in Hispaniam misit...» (Tristani Caraccioli, Opuscula historica, Mediolani, Typ. Palatina, 1731, vol. XXII, p. 79).

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LAS EGLOGAE PISCATORIAE DE J. SANNAZZARO

GLOSARIO

Aegon, Egon (Virg.). Nombre de un pastor. Alceo (Plin). Padre de Anfitris, abuelo de Hércules, de donde viene el nombre

Alcides. Alcides (Virg.). Hércules, así llamado de su abuelo Alceo. Alción (Claud.). Gigante, hijo de la Tierra. Alcón. Flechero cretense muy diestro que, viendo a un hijo suyo rodeado de

una sierpe, le tiró una flecha con tal arte que mató a la sierpe sin hacer daño al hijo.

Alphesibeo (Virg.). Nombre de un pastor. Amathunta (Virg.). Ciudad de Chipre, con templo de Venus. Amintas (Virg.). Un pastor. Anfitris. Diosa del Mar (Claud.).— Hija de Alceo. Aquiles (Virg.). Hijo de Peleo y de la diosa Tetis. Aracnes. Doncella lidia que se mostró muy diestra en costura y bordado; fue

transformada por Palas en araña. Árar (Caes.). El Saona, río de Francia. Austro. Uno de los cuatro vientos del mediodía. Vendaval. Bauli. Actual Bacoli, cerca de Nápoles. Belovacos, Boves. Ciudad de Picardía en Francia. Borea (Virg.). Bóreas o aquilón, viento frío y seco del norte. Caieta. Actual Gaeta, entre Roma y Nápoles. Calcidico. De Calcis, ciudad de Eubea donde está el monte Athos (Virg.).—

De Cuma, colonia eubea cerca de Nápoles.— Chalcidicum carmen. Verso sibilino compuesto por la Sibila de Cuma.

Calcidicos (Plin.). De Calcidia o Calcia, isla del mar Egeo. Camena, Camoena (Virg.). Musa. Antigua divinidad de los latinos, cuyo

nombre (Carmoena, Camoena) conserva cierta relación con carmen y, por eso, es considerada diosa de vaticinios y del canto, de fuentes y manantia­les. En Roma, en el bosquecillo de las Camoenas, así llamado, se encon­traba el manantial sacro que estaba en Puerta Capena y del cual las Vesta­les debían coger el agua para sus ritos. Para su culto (ofrenda de agua y leche) había un lugar en el cercano templo de Hércules y de las Musas (Aedes Herculis et Musarum).

Caribdis (Virg.). Mar entre Sicilia y Calabria, cerca de Mesina. Céfiro. Uno de los cuatro vientos cardinales, poniente. Celadón (Ov.). Guerrero degollado en la boda de Peleo. Cilene. Hoy Ziria.— Monte sagrado de Arcadia, consagrado a Mercurio, que

allí había nacido.— Ciudad de Tróade.— Nombre de una ninfa, madre o nodriza de Mercurio.

Cimerios. Nombre común a todas las gentes que habitan tierras muy frías. Los tártaros, pueblo de Scitia.

Cimodoce (Virg.). Ninfa marina, hija de Nereo y Doris. Circeo. Monte cercano a Civitavecchia, Roma. Clearista. Cabrero (Teócr., Idilio V, «La hechicera»). Cloris (Virg.). Diosa de las flores. Coris (Plin.). Hipérico o corazoncillo, planta. Corydón (Virg.). Nombre de un pastor.

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Cráter. Golfo entre las islas de Miseno y de Minerva (Nápoles). Cromis (Plin.). El crombo, especie de pez. Cumas. Ciudad del Asia Menor.— Colonia griega en Nápoles. Cymothoe (Virg.). Nombre de una ninfa marina, hija de Nereo y Doris. Dafne, Dafnis. Hija de Hermes y de una ninfa. Pan le enseña a tocar la flauta.

Infeliz amante de Cloe. Amada y perseguida por el dios Apolo. A punto de ser cogida, Júpiter la salva convirtiéndola en laurel (metamorfosis).

Damone (Plin.). Un historiador de Cirene. Dicarchia. Antiguo nombre de Pozzuoli, cerca de Nápoles. Dorila. Habitante de Dorileo, ciudad de Frigia (Cic).— Nombre de varón

(Virg.). Dryades. Ninfas de los bosques. Drymon (Virg.). Nombre de una ninfa. Echeneis (Plin.). Pez, la rémora. Egle (Virg.). Hija de Júpiter y de la ninfa Nerea. Elíseo, Elisio. A los Campos Elíseos, según los gentiles, iban a parar las al­

mas de los que merecían premio. Emonia. Tesalia, provincia de Macedonia, llamada así por el monte Emón. Enaria (Plin.). Ischia, isla cercana a Nápoles. Eos. Aurora, regiones orientales. Eubea. En el mar Egeo, costas de Locris, alias Negroponte. Cae en poder de

los romanos. Los venecianos la ocupan, luego los turcos. En 1869 pasa a Grecia.

Euplea (Plin.). Nombre de una pequeña isla cerca de Nápoles. Faro. Islote de Alejandría, donde se construyó una torre que de noche, con el

fuego que se hacía, servía de guía a los navegantes. La torre se derrumbó en 1303, debido a un terremoto.

Fauno. Dios de los campos, montes y ríos. Febo (Virg.). Dios Apolo, el Sol. Fetusa. Hermana de Fetonte, hijo del Sol y de Climene. Foloe (Ov.). Monte del Peloponeso en Arcadia. Galatea (Virg.). Ninfa marina, hija de Nereo y Doris.— Pastora de este nom­

bre: «Oh, blanca Galatea, ¿por qué desdeñas al que te adora?» (Teócr., Idi­lio XI).

Glauco. Verdemar.— Pescador insigne (Plin.).— Pescado azulado (Plin.).— Hierba cerca del mar.

Halción. Monte de Macedonia, ciudad de Beocia. Herpilis. Cf. Serpilis. Hiale (Virg.). Una de las ninfas de Diana. Himeneo. Casamiento (Virg.). Acción de aparearse los animales. Himetón (Horac). Monte de Ática. Inarimen (Virg.). Isla volcánica en el golfo de Nápoles, actual Ischia. Iollas (Virg.). Nombre de varón (Plin.). Iynx. El torcecuello. Era usado en las hechicerías amorosas. Atado a un disco

se hacía girar vertiginosamente con conocida intención mágica. Junco. «Nos dirigimos a casa de Frasidamo en lechos de tierno junco»

(Teócr., Idilio VII). Juno (Virg.). La diosa Juno, hermana y mujer de Júpiter.

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LAS EGLOGAE PISCATORIAE DE J. SANNAZZARO

Lemnos. Isla del mar Egeo. Lentisco: «Mis cabras caminan sobre lentisco y se echan bajo madroños»

(Teócr., Idilio V). Lerne (Plin.). Laguna de Morea. Leteo (Virg.). Río del Infierno. Licabas (Ov.). Nombre de un etrusco convertido en delfín. Liceo. Nombre del dios Pan, habitante del monte Liceo. Lícidas (Ov.). Nombre de centauro (Virg.).— Nombre de pastor.— Cabrero

(Teócr., Idilio VII, «Fiestas Talisias»). Licón. Nombre de un pastor (etim.: lobo). Liebre marina. Pez marino. Pescado muy venenoso. Líger, Ligeris. Río Loire (Francia). Lucina (Virg.). Diosa que presidía los partos.— Sobrenombre de Juno y de

Diana. Lucrino. Lago cerca de Nápoles, en Lícola. Manes. Dioses infernales, almas de los difuntos, considerados benévolos.—

Sombras o almas de los muertos. Megeria (Plin.). Región de Acaya. Melantio. Perverso pastor de la Odisea. Melantunis (Virg.). Marinero que Baco transformó en delfín. Melanuro. Pez de manchas negras en la cola (etim.: cola negra). Melibeo. Nombre de un pastor: «O Melibee, Deus nobis haec otia fecit»

(Virg.). Meliseo. Hijo de Meliso, rey de Creta, que con su hermana Amaltea crió a Jú­

piter. Melissa. Ninfa que fue la primera que encontró el medio de recoger la miel. Menalis. Mujer natural del monte Menalo. Ménida. Musa. Meón. Padre de Homero.— Natural de Meonia o Lidia, en Asia Menor. Mergellina. Barrio marinero de Nápoles. Micón (Plin.). Nombre de muchos artistas. Miseno. Promontorio o cabo de Nápoles. Mopso. Uno de los dientes del áncora (Virg.).— Nombre de un pastor (Virg.).—

Juez de certamen entre pastores (Teócr.).— Leñador (Teócr., Idilio V). Morinos. Últimos pueblos de Francia, en la costa oceánica. Múrice. Especie de marisco del que los antiguos hacían cierta tinta para teñir

la ropa de color de púrpura. Concha.— Guijarro puntiagudo (Plin.). Narciso. Joven que, enamorado de su belleza, mientras se veía en una fuente,

se convirtió en flor.— Especie de lirio. Náyades (Ov.). Ninfas de los río y fuentes. Neptuno (Virg.). Dios de los mares. Nereidas. Ninfas del mar. Acompañaban a Pan y a Dionisio. Nereo. Padre de las Nereidas. Ninfas. Divinidades inferiores. Nisa (Virg.). Nombre de mujer.— Ciudad de Scila. Nísida. Isla de Nápoles. Nonacris (Plin.). Monte de Arcadia.

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Noto (Virg.). Viento del mediodía, el noto (Teócr., Idilio VII, «Fiestas Tali-sias»).

Númenes. Deidades, divinidades. Océano. Dios del mar. Ortigia (Virg.). Isla del mar Egeo, cercana a Sicilia. Pafos. Ciudad de Chipre, fundada por Pafos. Paguros. Peces marinos. Especie de cangrejo (Plin.). Palemón (Virg.). Nombre de un pastor. Pan. Dios de los pastores, del ganado y de los bosques. A él le corresponde

el primer premio en los concursos musicales. Forma parte del cortejo de Dioniso. Con dos cuernos y pies de cabra corría los campos, acompañado de las ninfas. Dios del amor, de la música y de la danza.

Panope (Virg.). Ninfa marina, hija de Nereo y Doris. Parténope (Virg.). Una de las sirenas. Penea. Hija de Peneo, Dafne. Peneo. Río de Tessalia. Nace en los montes del Pindo. Pasa por el valle del

templo. Pherusa. Nombre de una de las horas. Piérides. Musas de Pieris (Teócr., Idilio «Los segadores»).— Las Musas, hijas

de Júpiter y Mnemosine (Cic.). Pitecusa (Plin.). Isla del mar Tirreno, Ischia actual. Platamón. Mar de Chiatamone, Nápoles. Polibota (Virg.). Nombre de varón. Posílipo. Colina de Nápoles (etim.: fin de las penas). Prócida. Isla frente a Nápoles. Proteo (Ov.). Dios marino, hijo del Océano y de Tetis.

Quimera. Montaña de Licia, que arrojaba fuego. Rémora. Pez marino. Los antiguos le atribuían la propiedad de detener las na­

ves. Rhoe (Plin.). Especie de adormidera, planta. Ródope. Ninfa del Océano. Rombo. Especie de rueda que usaban mucho los mágicos en sus encantamien­

tos. Samos (Plin.). La isla de Samos en el mar de Ícaro (Virg.).— Otra isla en el

mar Egeo, Samotracia. Sarno. Río entre Picentino, Salerno y Nápoles. Sátiro. Semidiós entre los gentiles.— Monstruo mitad hombre, mitad cabra. Sérapis, Serápide. Diosa de los egipcios con su templo en Menfis.— Culto

esparcido en Beocia, Siracusa, Roma y en Pozzuoli, famoso por su templo de Serapis.

Serpilis (Plin.). Serpol, hierba conocida. Sinuesa. Cerca de Mondragón, entre Roma y Nápoles. Última ciudad del La­

zio célebre por sus aguas termales. Sirena. Monstruo marino fabuloso. Siringa. Ninfa que huye de Pan que la persigue, y es convertida en caña pa­

lustre por obra de Gea. Y así siringa 'caña'.— Especie de zampoña, ins­trumento musical formado de varios tubos de caña, sujetos unos a otros. La flautilla de caña era mucho más sencilla.

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Stabia. Entre Pompeya y Sorrento, fue destruida por Sila y la erupción del Vesubio la sepultó en el año 70 d. C.

Steccadas. Islas de Hieres, en Provenza. Tálamo. Aposento de los casados. Tarbello (Plin.). Pueblo de Gascuña. Teleboi. Antiguos pueblos de estirpe bárbara, que se establecieron en Acarna-

nia, tras haber ocupado las islas Tafo, actualmente Meganisi. Tetis (Ov. y Luc.). El mar. Tiphe. Especie de planta acuática. Tipheo. Uno de los gigantes, hijo de Titán y de la Tierra.— El menor de los

hijos de Gea y Tártaro, gigante poderoso con 100 cabezas de dragón, que pretendió dominar a los dioses y a los hombres. Júpiter lo abatió con un rayo. Se considera creador de volcanes, por lo que Sannazzaro lo convierte en protagonista de la formación de Prócida e Ischia.

Tirios. Fenicios. Tiro. Ciudad costera fenicia, fundada por Agenor. Torpedo. Pez torpedo, muy venenoso. Entorpece a los que se acercan a él. Trigón. Pastinaca. Pez marino. Tritón. Esiodo en su Teogonia hace a Tritón hijo de Poseidón y de Anfitris,

numen del vasto dominio del mar, que vive con el padre y la madre en los abismos del mar, en un palacio de oro. Soplando en su concha, amansa las revueltas del océano (Virg.: Eneida; Ov.: Metamorfosis).

Tritonia (Virg.). La diosa Palas o Minerva. Trajano. Emperador romano, nacido en Itálica, Hispania. Vulcano (Virg.). Dios del fuego. Protector de los herreros y de otros oficios

similares. Yolas, Iollas (Virg.). Nombre de un varón.

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AVELINO SOTELO ÁLVAREZ

BIBLIOGRAFÍA

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