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INCLUYE ÍNTEGRO EL AS COLOR NÚMERO 13 DEL 17 DE AGOSTO 1971 ACTRICES FUTBOLERAS EL DÍA QUE MARILYN HIZO EL MEJOR SAQUE DE HONOR DE LA HISTORIA 2ª ÉPOCA • NÚMERO 13 • 21 DE AGOSTO DE 2012

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Page 1: LAS ACTRICES ¿SON FUTBOLERAS? - AS.com · actriz porno francesa Virginie Ca-price, porque predecía el resulta-do de los partidos pintándoselo en partes íntimas de su cuerpo. Claro

INCLUYE ÍNTEGRO EL AS COLOR NÚMERO 13

DEL 17 DE AGOSTO 1971

ACTR

ICES

FUTBOLERASEL DÍA QUE MARILYN HIZO EL MEJOR SAQUE DE HONOR DE LA HISTORIA

2ª ÉPOCA • NÚMERO 13 • 21 DE AGOSTO DE 2012

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CARLOS MARAÑÓN /

Sucedió en Nueva York el 12 de mayo de 1957, en

el vetusto estadio Ebbets Field, antigua sede del equipo de béis-bol de los Brooklyn Dodgers (la franquicia se trasladó a Los Ange-les un año después y el estadio se demolió en 1960), durante los festejos del 9º aniversario del na-cimiento del Estado de Israel. El lobby judío en EE UU, ya se sabe. Marilyn, una estrella del cine en todo su esplendor, estaba casada entonces con el dramaturgo y es-critor judío Arthur Miller. Ella mis-ma se había convertido al judaís-mo y tal vez por eso aceptó ser la madrina y completar el saque de honor de un partido de exhibición entre un equipo de estrellas de la liga norteamericana (la ASL, una precaria competición amateur pre-via al advenimiento del Cosmos y la NASL) y el Happoel de Tel Aviv, conjunto israelí que estaba de gira por América.

La imagen ha quedado para el recuerdo, casi como un sueño, un

Julián de Reoyo, en su sección ‘Hoy nos recibe’, daba el lado más deportivo de Claudia Cardinale.

LAS ACTRICES¿SON FUTBOLERAS?

Marilyn Monroe y un balón. Pellizquémonos. El mito más sexy de la historia del cine chutando una pelota de fútbol. Nuestro

fútbol. Pellizquémonos otra vez. No es un sueño, parece un milagro.

espejismo de la compleja relación entre el fútbol y el cine, casi un oxímoron que realza la casi inexis-tente afición de las actrices por el balompié. Claro que... si fue po-sible seducir a la tentación rubia con un depor te que ni siquiera tuvo nunca demasiado predica-mento en EE UU, ¿por qué no íba-

mos a encontrar más estrellas del cine aficionadas al fútbol? Está di-fícil, pero no imposible.

Un cambio de imagen. Más allá del uso personal del de-porte para mantener la forma físi-ca por parte de las actrices, fue la extraordinaria Katharine Hepburn y su estampa (lo borda jugando al tenis y al golf en la película de George Cukor ‘La impetuosa’) la dama de la interpretación que rompió muchos tabús y demostró al mundo cómo una mujer podía resultar femenina y glamurosa, y a la vez ser una deportista de tomo y lomo. Otras actrices, como Esther Williams, habían comenza-do en el deporte (en este caso la natación sincronizada) y habían dado el salto al cine. Antes que ellas incluso, en Alemania, la ci-neasta (y también actriz) Leni Rie-fenstahl plasmó la impor tancia del deporte, no sólo para el régi-men nazi (que también), sino para el Séptimo Arte, en su extraordi-naria película documental ‘Olim-piada’ (sobre los JJ OO de Berlín

IMAGEN

ÚNICA.

Marilyn

Monroe hizo

el saque de

honor en un

partido de

exhibición en

Nueva York.

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en 1936, y en la que también cu-pieron imágenes de la final olímpi-ca de fútbol entre Italia y Austria). Estas damas fueron las pioneras en vincular la imagen del deporte a la del cine, en su profesión y en su vida privada.

Con el fútbol iba a costar un poco más. En Italia todo el mundo sabía que Anna Magnani, la Mam-ma Roma de la película de Paso-lini, la imagen de la ciudad eter-na desde Roma, ciudad abierta, era sin embargo tifosa de la La-zio; pero era una excepción: se necesitaron algunos años más para romper el estigma de ‘de-porte de hombres’. Y si en EE UU el fútbol era casi clandestino, en Europa, los cineastas, más com-prometidos intelectualmente que en Hollywood, lo seguían conside-rando como el opio del pueblo. No fue hasta finales de los años 60 o principios de los 70 cuando pudimos empezar a ver imágenes como la de Claudia Cardinale, en el AS Color de 1971, disputando

Ibéricas y futboleras. Eran los tiempos del destape, de la liberación sexual, de recoger los frutos de la revolución cultural de mayo de 1968. Y entre ciertos aires de libertad también se coló algo de chabacanería, simpática, pero de dudoso gusto: con el ro-daje de la película ‘Las Ibéricas F. C.’ descubrimos que a algu-nas actrices españolas no se les daba mal el balón: Ingrid Garbo, Rosana Yanni, Claudia Gravy, Tina Sáinz, La Contrahecha (era una folclórica)... Eran los tiempos de los primeros partidos femeninos (prácticamente prohibidos por el régimen de Franco), pero fue así, gracias al cine (al más casposo, cier to es) llegó a todos los rin-cones de España la imagen del fútbol femenino vinculado a las actrices.

Todo esto fue años después de que la rumorología nacional ya nos hubiese advertido de un romance secreto entre el futbolis-ta internacional del F.C. Barcelo-na Gustavo Biosca y Lola Flores. Algo debía de gustarle el fútbol a La Faraona, que era flamenca, pero también actriz, para enamo-rarse de un futbolista. Lo mismo que su hermana Carmen Flores, que se casó años después con el futbolista del Real Madrid Isidro (fueron padres de Quique Sánchez

Flores). También de aquella épo-ca fue la sonadísima boda entre la actriz Sonia Bruno y el también madridista José Martínez, Pirri, quizá la unión sentimental entre fútbol y cine más sonada de nues-tro país (si exceptuamos la pelí-cula ‘Por fin se casa Zamora’, de 1926, una comedia en la que son protagonistas los amores del míti-co guardameta Ricardo Zamora).

Una culé ‘distefanista’. Sonia Bruno fue una bellísima in-térprete, ya con modernos aires de nouvelle vague, que decidió retirarse del cine al contraer ma-trimonio. La que sí era aficionada de verdad era la gran cómica ca-talana Mary Santpere, culé hasta la barretina, pero gran admirado-ra de don Alfredo Di Stéfano, con el que trabajó en 1963 en el filme ‘La batalla del domingo’ (el segun-do largometraje protagonizado por el crack madridista tras ‘Saeta ru-bia’, de 1956). Santpere también trabajó en otro de los filmes de fútbol míticos de la época: ‘Once pares de botas’ (1954). Tal vez nuestra actriz más futbolera. Qui-zá incluso ella, nacida en 1913 (y fallecida en 1992 de un infar-to durante una travesía en puente aéreo entre Barcelona y Madrid) pudo ver a la primera actriz espa-ñola en una película sobre fútbol:

María Moreno. Pareja ar tística de Benito Perojo (actor, director, productor, uno de los grandes de nuestro cine) en los cortos de ‘Pe-ladilla’ (un trasunto del ‘Charlot’ de Chaplin, adaptado a España), María Moreno interpretaba a Cla-rita, la chica que acababa siem-pre salvando el buen corazón y la torpeza de Peladilla. En 1916 se estrenó el corto ‘Clarita y Peladilla en el Foot-Ball’, el primer filme de ficción que se grabó en un campo de fútbol en España.

Porno y fútbol. El destape fue a más y los tiem-pos modernos nos dejaron actri-ces que vieron en el fútbol el so-cio per fecto para sus películas eróticas, y hasta pornográficas. Lo vimos en la pasada Eurocopa de Ucrania y Polonia, donde dio la vuelta al mundo la imagen de la actriz porno francesa Virginie Ca-price, porque predecía el resulta-do de los partidos pintándoselo en partes íntimas de su cuerpo. Claro que no es la primera actriz en utilizar el tirón del fútbol: la in-efable Cicciolina, junto a otra es-trella italiana, Moana, rodó una película de culto para los aman-tes del género, ‘Cicciolina y Moa-na en el Mundial’, aprovechando que Italia era anfitriona del Mun-dial de 1990. Un desparrame.

PIONERAS.

Arriba, a la

izquierda,

Katharine

Hepburn

jugando

al golf. A

la derecha,

Esther

Williams,

antes de saltar

al cine, como

nadadora de

sincronizada.

‘OLIMPIADA’

Y CARDINALE.

Arriba, a la

izquierda,

fotograma del

documental

de Leni

Riefenstahl,

ensalzando

el deporte. A

la derecha,

la hincha del

goleador Gigi

Riva, Claudia

Cardinale.

DE DI STÉFANO A FUTRE. Arriba, película en la que

aparecía ‘La Saeta rubia’. Abajo, Futre con ‘La Faraona’.

Excepción en Europa: Anna Magnani, la ‘Mamma

Roma’ de la película de Pasolini, era tifosa del Lazio

un partido de artistas contra pe-riodistas, y respondiendo a pre-guntas sobre deporte, incluido el fútbol, con una naturalidad muy seductora (propia de ella). Segui-dora de su selección nacional, fi-nalista en el Mundial de México 1970, la guapísima actriz italiana de origen tunecino se reconocía admiradora del goleador del Ca-gliari, Gigi Riva.

PELÍCULA DE

FUTBOLERAS.

‘Las Ibéricas

F.C.’ fue un

film de Pedro

Masó en el

que actrices

de entonces

representaban

a aficionadas

al fútbol.

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Galácticas y tiqui-taca. David Beckham le hizo mucho bien al fútbol. Pero no tanto por sus centros con la pierna dere-cha, sino por su capacidad para atraer la atención del público fe-menino. Una película más que digna cinematográficamente como ‘Quiero ser como Beckham’ rom-pió moldes. No era la primera so-bre chicas que amaban el fútbol (es muy estimable el filme argen-tino ‘La Raulito’, sobre una hincha de Boca), pero ésta fue la que lle-gó a más gente, tras su estreno en 2002, y la que puso de mani-fiesto que algo había cambiado en el fútbol. Por encima de la prota-gonista, Parminder Nagra, una jo-vencísima Keira Knightley comen-zó su carrera ar tística con muy buen pie y, a pesar de que nunca había practicado el fútbol, se la ve muy cómoda y con cierta pres-tancia a la hora de tocar el balón. No la hemos vuelto a ver practicar desde entonces.

Desconocemos también si a

bol femenino es el deporte esco-lar elegido para la educación en edad escolar, y donde varias ac-trices consagradas han interpre-tado ya el personaje de soccer mom (madre que va a buscar a sus hijos/as al entrenamiento o al partido), la pizpireta y algo repe-lente Amanda Bynes también tie-ne buenas maneras en ‘Ella es el chico’, una película en la que jue-ga mejor que los chicos. Y sin ne-cesidad de jugar al destape.

Es tal el cambio generacional, es tal la paridad hoy en día, que de las historias de ese actorazo loco por el fútbol que era José Bódalo, rodando películas y tra-bajando en el teatro pegado a un transistor con auricular en la oreja para saber el resultado de su Real Madrid, hemos pasado a Penélo-pe Cruz liándola en Hollywood con la Selección española durante el Mundial. El triunfo de La Roja en Sudáfrica 2010 coincidió con su trabajo de Piratas del Caribe 4: “Me presentaba en el rodaje con la camiseta de Iniesta”, ha reco-nocido Pe, cuyo testimonio resulta fundamental: si bien no estamos seguros de que las actrices sean tan futboleras como demuestra su carrera, si sabemos al menos que, como Marilyn, hacen el es-fuerzo por parecerlo. No saben cómo se lo valoramos.

PE Y ‘PIRATAS

DEL CARIBE’.

La actriz ha

confesado que

en el rodaje

de la cuarta

entrega

iba con la

camiseta de

Iniesta. Era el

Mundial de

Sudáfrica.

De ‘Quiero ser como Beckham’ a ‘Ella es el chico’, la argentina

‘La Raulito’ o ‘Mi verano salvaje’ son películas futboleras

otra de las grandes actrices del momento, la oscarizada Rachel Weisz, le quedará mucho de su afición futbolera en la ficción, pero ella también tiene otro honor ba-lompédico: es la protagonista fe-menina de ‘Mi verano salvaje’, el único largometraje que ha tenido como trasfondo una Eurocopa (la de Inglaterra en 1996). Lejos de Europa, en EE UU, donde el fút-

...HASTA

EL PORNO.

Cicciolina

junto a

Moana

rodaron una

película del

género, a

propósito del

Mundial de

1990 en Italia.

PELÍCULAS

FUTBOLERAS.

Arriba, a la

izquierda,

fotograma del

film ‘Quiero

ser como

Beckham’,

quizás la que

ha llegado

más lejos. A

la derecha,

de ‘Ella es el

chico’.

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FÚTBOL FEMENINO

En categorías inferiores (Sub-17 y Sub-19), España ha conseguido grandes éxitos en

Europeos y Mundiales. La Selección absoluta espera clasificarse, primero, para el campeonato continental de 2013, en Suecia (sólo participó en el de 1997 y fue tercera) y, por fin, para el

Mundial de 2015, en Canadá.

UN MUNDIAL ABSOLUTO,LA GRAN CUENTA PENDIENTE

AS Color se hacía eco, en 1971, del segun-do Mundial absoluto de fútbol femenino, en México, en el que España fue invitada, pero no fue por negativa de la propia RFEF.

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ISABEL ROLDÁN /

Mientras la Selección ab-soluta masculina espa-

ñola luce desde 2010 la estrella de campeona del mundo y ha par-ticipado en 13 de los 19 Mundia-les celebrados hasta la fecha, las chicas de la absoluta femenina aún tienen una gran cuenta pen-diente: disputar su primer Mun-dial. En 1971, con el fútbol feme-nino aún sin reconocer por parte de la Federación Española de Fút-bol, que no lo hizo hasta 1983, las españolas tuvieron su primera ocasión de estrenarse en una cita mundialista. La Selección, que re-

clutó Rafael Muga y que lideraba Conchi ‘Amancio’, fue invitada al Mundial de México de 1971 por una federación internacional in-dependiente con sede en Italia, donde el fútbol femenino estaba ya muy arraigado. La negativa de la RFEF lo impidió.

Sin embargo, y pese a que las mayores nunca lo han consegui-do, sí lo han hecho las catego-rías inferiores del fútbol femenino español. En 2004 España parti-cipó por vez primera en un Mun-dial Sub-19, el de Thailandia, tras proclamarse en Finlandia meses antes campeona de Europa ante Alemania. En 2010 se repetía la historia con la Selección Sub-17 que, tras proclamarse campeona de Europa, disputó el Mundial de Trinidad y Tobago, donde se colgó el bronce.

Exceptuando el bronce en el Europeo Absoluto de 1997, el úni-co en el que han participado las chicas de La Roja, de los 10 que

se han disputado hasta la fecha, todos los éxitos del fútbol femeni-no han venido de la mano de las categorías inferiores. En catego-ría Sub-19 España ha conquistado tres medallas en Europeos: un oro (2004) y dos platas (la de 2000 y el conquistado recientemente en julio de 2012, ante Suecia). Y en categoría Sub-17, ha encadena-do podio en tres de los últimos cuatro Europeos, plata en 2009 y oro en 2010 y 2011, y ha con-quistado el bronce en el Mundial de Trinidad y Tobago, en 2010. Así pues, en los últimos cuatro años, las categorías inferiores han es-tado presentes en cuatro finales consecutivas.

Volviendo al año 1971, el Mun-dial del que habla el AS Color se celebró con gran éxito en México. Era el segundo que impulsaba la organización del fútbol femenino mundial (al margen de la FIFA), con sede en Italia, y cuyas rien-das las tomó el fútbol italiano,

uno de los más desarrollados en aquella época. De hecho, el pri-mer Mundial tuvo lugar en este país un año antes. La primera se-lección campeona del mundo del fútbol femenino fue Dinamarca, que se impuso a la anfitriona por 2-0. El dominio danés se reiteró un año después, otra vez ante la anfitriona, en este caso México, al imponerse en la final por 3-0. En el artículo reproducido en aquel AS color, el periodista de la agen-cia France Press aseguraba que 41.000 espectadores presencia-ron la final en el estadio Azteca, mientras que en otras crónicas de la época aseguran que hubo 100.000 personas viendo la final entre Dinamarca y México.

Tras estos dos Mundiales, no volvió a organizarse una compe-tición de este tipo hasta 1981. Entonces se rebautizó como Mun-dialito y se celebró el primero en Japón y los sucesivos (1982, 1984, 1985, 1986 y 1988) en

Italia. España tampoco participó ni en los dos ya amparados por la FIFA, en 1987 y 1988, aunque to-davía sin carácter de oficialidad.

El primer Mundial femenino Absoluto de la FIFA se celebró en 1991. Desde entonces, se han disputado seis, con la misma pe-riodicidad que en el caso de los hombres (cada cuatro años). En ninguno se ha podido clasificar España, a la que por su ausencia en los Mundiales se le ha cerrado de paso otra puerta importante, el acceso a disputar unos Juegos Olímpicos, a los que sólo se lle-ga, en el caso del fútbol femeni-no europeo, participando y clasi-ficándose entre los primeros del Mundial.

En la fase de clasificación de 1991, la Selección Absoluta feme-nina española quedó cuarta del grupo 5, en el que se clasificaron Dinamarca e Italia. En la del Mun-dial de 1995, la Selección lo tuvo cerca. Acabó segunda de su gru-

po por detrás de Inglaterra, que fue la que se clasificó con un solo punto más. En el de 1999, Espa-ña volvió a alejarse de su objeti-vo. Lo mismo sucedió en 2003. En 2007, España acabó tercera de su grupo por detrás de Dina-marca y Finlandia, y en la fase de clasificación para el Mundial de Alemania de 2011, La Selec-ción española lo tuvo más cerca que nunca, otra vez ante Inglate-rra. Tras ir ganando por 2-0, ésta le empató el partido en el último cuarto de hora. Inglaterra fue pri-mera de grupo y acudió al Mun-dial, tras ganar en el playoff final a Suiza.

La RFEF no reconoció el fútbol femenino hasta 1983. En 1971

negó a la Selección española ir invitada al Mundial de México

Las Sub-19 han conquistado tres medallas en Europeos y las Sub-17, podio en tres de las últimas cuatro Eurocopas

ALEGRÍA EN

MOTRIL. La

Selección

absoluta

femenina, tras

el histórico

empate ante

Alemania,

en la ciudad

granadina, en

el partido de

clasificación

para el

Europeo 2013.

UNA DE LAS

ESTRELLAS.

Como Conchi

‘Amancio’ en

la Selección

femenino de

los años 70,

Vero Boquete

es uno de

los grandes

puntales

de La Roja

femenina

actual.

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Mundial Sub-19 de 2004. Tres de las jugadoras que roza-ron la clasificación para el Mun-dial de Alemania de 2011 fueron protagonistas del primer Mundial, de la categoría Sub-19, en el que participó España. Fue en 2004, tras proclamarse campeonas de Europa. Vero Boquete, Míriam Dié-guez y Ruth García son habituales de la Absoluta. Vero Boquete, ca-pitana de la actual Selección, que está inmersa en la fase de clasifi-cación para el Europeo de Suecia 2013, no duda en recordar que lo que le falta al fútbol femenino español es estar en una gran cita absoluta. Vero milita en la actua-

lidad en el Tyresö de la Liga sue-ca, donde juega con grandes es-trellas del fútbol femenino, entre ellas la brasileña Marta, elegida cinco veces seguidas (de 2006 a 2010) por la FIFA como mejor ju-gadora del mundo. Tras conquis-tar el año pasado Estados Unidos, donde fue elegida mejor jugado-ra del año jugando en el Philadel-phia Independence, y después ha-ber conseguido infinidad de títulos a nivel individual y de clubes, en el palmarés de Vero y del resto de las futbolistas españolas fal-ta un título a nivel de Selección absoluta.

“Para nosotras, ganar un Euro-peo, y hacerlo ante Alemania, fue lo máximo. Luego la guinda fue poder participar en el Mundial de Thailandia, tan solo unos meses después. Estar en un Mundial, la mejor cita posible, fue algo increí-ble y, desde luego, la disfruta-mos muchísimo”, recuerda Vero Boquete, par ticipante de aquel

primer Mundial Sub-19 en 2004. Aquella Selección Sub-19 de oro cayó eliminada en la fase de gru-pos, tras perder el primer partido ante Rusia (4-1), ganar ante Corea (2-1) y perder contra la poderosa Estados Unidos por 1-0, en el úl-timo partido. “No haberlo hecho mejor supuso una espinita para todas nosotras. Perder de forma tan rotunda ante Rusia, en el pri-mer partido, ya nos complicó el inicio del Mundial (la árbitro del encuentro anuló dos goles de las españolas). Las fechas del Mun-dial, en septiembre, también in-fluyeron en la preparación y creo que eso impidió que pudiéramos llegar algo más arriba”, explica la delantera del Tyresö.

Natalia, delantera del Rayo Va-llecano, ha conseguido lo máxi-mo con su club. Se ha proclama-do campeona de la Liga en tres ocasiones consecutivas, ha con-quistado la Copa de la Reina en otra, ha sido máxima goleadora

del campeonato y ha disputado tres veces la Champions League, un palmarés difícil de igualar. Pero Natalia guarda un recuerdo espe-cial de aquel primer Mundial para el fútbol femenino español, aun-que hace años que no participa en partidos internacionales con la Absoluta: “¡Uf!, aquello está ya muy lejos, pero lo recuerdo como algo muy especial y que disfruté al máximo. Participar en un Mundial es lo máximo y sabía que era algo que sólo iba a vivir una vez o que iba a ser muy difícil que se repi-tiera, como así sucedió”. Natalia coincide con Vero en que pudieron hacer algo más en aquel Mundial: “No éramos favoritas, pero en el primer par tido, contra Rusia, la árbitro nos perjudicó mucho y al final pagamos la novatada. Aquel Mundial nos acercó a los medios de comunicación españoles. Con-tamos con un gran apoyo mediá-tico porque, además, veníamos de ganar el Europeo. Se volcaron

mucho con nosotras”. Natalia da algunas de las claves de los éxi-tos de aquella Selección Sub-19 en 2004: “Antes del Europeo de Finlandia estuvimos concentradas en Galicia durante tres semanas. Aquello influyó en la preparación y en la unión del grupo”.

El Mundial sub-17 de 2010. El éxito del Mundial Sub-17 de Tri-nidad y Tobago, en 2010, tiene unas raíces similares, un excelen-te grupo muy bien cohesionado, formado primero a las órdenes de Ángel Vilda y después de su hijo Jorge, seleccionador Sub-17 desde 2010. España causó sen-

Vero Boquete, Míriam Diéguez y Ruth García, estrellas de la

absoluta, fueron protagonistas en el Mundial Sub-19 de 2004

Natalia (Rayo): “Aquel Mundial Sub-19 en Thailandia nos acercó muchos a los medios. Se volcaron con nosotras”

SUB-19 DE

ORO. La

Selección

española

conquistó

su primer

europeo en

Finlandia, en

2004. En la

imagen, Iraia,

exultante,

levanta la

Copa de

campeonas.

BRONCE

SUB-17. La

Selección

española,

entrenada

por los Vilda

(padre, Ángel,

Jorge, hijo)

fue tercera en

el Mundial

de Trinidad y

Tobago, tras

el oro en el

Europeo.

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sación en el Mundial, por su cali-dad de juego y su excelente fútbol de toque (también en las féminas funciona el tiqui-taca).

En la fase de grupos, Espa-ña acabó primera, con pleno de triunfos, por delante de Japón, Venezuela y Nueva Zelanda. En cuartos, fue capaz de eliminar a la gran Brasil y en semifinales, Co-rea del Sur, la que acabaría pro-clamándose campeona del mundo ante Japón, acabó con el sueño español de alcanzar la final. Las chicas de Jorge Vilda lo tuvieron muy cerca y una española, Lola Gallardo, recibió el Guante de Oro del torneo, tras ser elegida la me-

jor guardameta del Mundial. El último Mundial Absoluto,

disputado en Alemania el pasado verano, supuso el despegue defi-nitivo del fútbol femenino a nivel global, rompiéndose todo tipo de registros de asistencia y de au-diencias televisivas. Organizado por el segundo país del mundo con más mujeres que juegan al fútbol, según la FIFA, un total de 2,2 millones frente a las 7,2 que lo hacen en Estados Unidos, el éxito estaba asegurado. Durante el Mundial, 845.711 espectado-res acudieron a los estadios y la media de asistencia se estable-ció en 27.000. La final que ganó Japón a Estados Unidos fue vista por 14,1 millones de estadouni-denses y el partido inaugural en-tre Alemania y Canadá contó con 73.680 espectadores.

Varias generaciones de espa-ñolas han venido soñando y lu-chando por alcanzar un Mundial absoluto sin haberlo conseguido

todavía. En el caso de los Euro-peos, tampoco ha habido mucha más suerte, aunque la única vez que España participó, acabó ter-cera. Fue en 1997, con una Se-lección liderada por ilustres del fútbol femenino español como Arantza del Puerto, Mar Prieto o Ángeles Parejo entre otras mu-chas.

Para el Mundial de Canadá, en 2015, y tras el éxito del Mundial de Alemania, la FIFA ha anunciado que amplía el número de partici-pantes en ocho más, de 16 a 24. Esta circunstancia, unida a la cre-ciente evolución del fútbol feme-nino en España, invita a esperar que, por fin, España logre partici-par en un Mundial Absoluto feme-nino, lo que supondría el trampo-lín necesario y definitivo para este deporte en nuestro país. El reto está servido. El primero, clasifi-carse para el Europeo de Suecia en 2013. El siguiente, el Mundial de Canadá, en 2015.

El último Mundial (Alemania 2011), en el que España rozó

la clasificación, supuso el despegue del fútbol femenino

UNA GRAN

ALEGRÍA. Las

jugadores de

la Selección

mantean a

la capitana

Iraia, que

marcó el gol

decisivo ante

Alemania,

para

conquistar el

Europeo 2004

Sub-19 de

Finlandia.

NATALIA,

DEL RAYO.

La jugadora

tiene un gran

palmarés:

campeona de

Liga tres veces

seguidas,

máxima

goleadora,

tiene una

Copa de la

Reina y ha

participado

en tres

Champions.

18 19

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VIENTODesde aquel

primer invento de César Charles, en 1783, que levantó el vuelo en París,

hasta ahora surcar los cielos

ha sido uno de los grandes retos del

hombre. Como aquella experiencia,

inolvidable, de cruzar en globo la

cordillera de Los Andes en 1993.

EN MANOS DEL

SEBASTIÁN ÁLVARO /

El cielo ha sido la última fron-tera humana en ser con-

quistada. Más allá del cielo sólo queda el vacío cósmico, la odisea espacial que abre, quizá, el gran reto pendiente para la aventu-ra en los siglos venideros, junto con los fondos abisales. El cos-mos y las profundidades submari-nas. El mundo extraterrestre y el subterráneo. Sin embargo, mien-tras que la conquista del mar se había iniciado en la Antigüedad, con egipcios, griegos y fenicios, el hombre no pudo arañar las nubes hasta finales del siglo XVIII. Aun-que lo habíamos deseado, claro;

desde mucho tiempo atrás poetas y literatos imaginaron a sus dio-ses y héroes surcando los cielos. Siempre hubo pioneros en todas las culturas, de China a Burgos, que intentaron volar, aunque, casi siempre, con resultados lamenta-bles para ellos. Así pues, el sue-ño de volar ingrávidos es una de las fantasías más antiguas y recu-rrentes de la Humanidad.

Los hombres comenzaron a surcar los cielos hace más de doscientos años. Fueron los glo-bos, que ascendían gracias al aire caliente de su interior, los ar tefactos más simples dentro de la aeronáutica, los primeros que brindaron a los humanos la

posibilidad de burlar la ley de la gravedad y ver la Tierra tal y como la observan las aves. A esos apa-ratos se les daría el nombre cien-tífico de aeróstatos y a sus tripu-lantes de aeronautas, es decir, literalmente, navegantes del aire. El 27 de agosto de 1783 un glo-bo inflado con hidrógeno, invento de César Charles (que propiciaría una estimulante rivalidad con los hermanos Montgolfier) se elevó al cielo de París desde el mismo lu-gar donde un siglo más tarde se levantaría la Torre Eiffel. La multi-tud se congregaba en los campos cercanos y se desparramaba por las calles próximas. A las cinco de la tarde, el aeróstato, que no

estaba tripulado y tenía unas di-mensiones modestas, ascendió y desapareció entre las nubes, ante el asombro de las miles de per-sonas que contemplaban aque-lla visión milagrosa. Uno de los presentes era el ilustre Benjamín Franklin, al que uno de los presen-tes le preguntó: “¿Para qué vale un globo?”, a lo que el filósofo y científico norteamericano respon-dería sensatamente: “¿Y para que vale un recién nacido?”.

El primero con animales.Pocos días después, los herma-nos Montgolfier realizarían una demostración en Versalles, de-lante del rey, levantando un glo-bo con aire caliente de su inven-ción, en el que iban una oveja, un gallo y un pato. Era el comienzo de la aerostación. Sólo dos me-ses después, las primeras perso-nas pudieron ver el suelo desde una perspectiva insólita. El mis-mo espíritu de la Ilustración que impulsaría, justo en esos mismos años, a los hombres a la cima del Mont Blanc, también les empuja-ría a surcar los aires. Algo des-pués se realizaría la unión de la montaña y el vuelo libre, al reali-zarse vuelos en globo en grandes altitudes o en zonas de altas mon-tañas, aunque a veces con resul-tados trágicos. Mucho más tarde

se incorporarían a esta aventura apasionante el ala delta y el para-pente (contracción de paracaídas de pendiente), artefactos volado-res con los que pilotos y alpinis-tas surcarían ese aire sutil y enra-recido de las montañas más altas de la Tierra. Se ascendía escalan-do y se bajaba volando, compar-tiendo ese sentimiento primitivo que tan bien describió uno de los primeros aeronautas: “Cuando es-toy a bordo de un globo, tengo la impresión de haber dejado detrás

EN EL

SIGLO XVIII.

Ilustración

del globo

de los

hermanos

Montgolfier,

en Versalles,

en el que

iban una

oveja, un

gallo y un

pato.

Gonzalo de la Vega, en el AS Color de 1971, ya narraba, de manera muy amena, la unión entre el vuelo libre y la montaña, en concreto, la experiencia de hacer-lo en Los Alpes.

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Guillermo de la Torre, uno de los pioneros del parapente y el ala delta en España, transmitió como nadie estas experiencias

de mí todas las ansiedades, to-das las pasiones que perturban al género humano”. Desde tiem-pos remotos, no fueron pocos los hombres que, imitando el ejemplo de Dédalo, se habían lanzado a la conquista del firmamento a bor-do de sencillos e ingeniosos arte-factos que navegaban en el aire. Pero la unión del vuelo libre y la montaña, como contaba en su re-portaje de AS Color Gonzalo de la Vega, siempre fue una aspiración de los grandes aventureros.

La pasión por el vuelo libre, por los aparatos voladores más sim-ples, y la unión con las altas mon-tañas nos la transmitió Guillermo de la Torre, uno de los pioneros del parapente y el ala delta en Es-paña. Con él vivimos experiencias magníficas, como el salto en ala delta desde la minúscula cumbre del Teulag sur, o el salto en para-

pente desde el Aconcagua. Pero la mayor aventura de vuelo que realizamos con Guillermo fue el espectacular salto que nuestro compañero realizó, desde la cota de 7.000 metros de altitud en el Chogolisa, a bordo de un ala del-ta que habíamos acarreado, con no pocos padecimientos, a una de las más bellas montañas del Karakorum.

Experiencia inolvidable. Aunque los globos serían supe-rados, desde el punto de vista aeronáutico, por otras máquinas voladoras, más ágiles, con mayor capacidad de planeo y mucho más ligeras, los aeróstatos continua-ron siendo el mejor balcón desde el que contemplar las montañas. Hoy en día sigo pensando que es el mejor artefacto para gozar, con sosiego y tranquilidad, de los cie-los. Y si Julio Verne, un visionario de aventuras del futuro, imaginó un viaje en globo de cinco sema-nas, en 1993 nosotros nos pro-pusimos cruzar la cordillera más larga de La Tierra, Los Andes, en dos globos aerostáticos, y realizar un salto en parapente, por encima de los siete mil metros, en la zona

en que el macizo andino presenta sus cumbres más elevadas. Sería una experiencia de esas que nos cambiarían nuestra percepción de la vida, tan extraordinaria que, los protagonistas que vivimos aquella aventura, podríamos hacer nues-tra la frase de unos de los precur-sores de los viajes en globo: “No ambiciono el privilegio de ejercer sobre mis lectores la fascinación que sobre mi propio espíritu ha ejercido el encanto de los viajes aéreos; pero debo decir y asegu-rar que he experimentado en ellos una verdadera fascinación que no puede compararse a otra alguna y que, por extraño que parezca, estas contemplaciones nos dan, más aún que la astronomía, la nostalgia del cielo”

A nuestro favor, jugaban los úl-timos adelantos en predicción me-teorológica. Pero todo lo demás lo teníamos en contra. La arriesgada operación se basaba en aprove-char una corriente de viento que empujara nuestros enormes glo-bos, de 20 metros de altura, des-de Chile a Argentina. En un globo estás a merced de los vientos, pues no se tiene ninguna posibili-dad de dirigir su vuelo. Por tanto,

si algo fallaba en nuestros cálcu-los, nos encontraríamos tirados en medio de la cordillera. Aque-lla travesía de Los Andes fue un perfecto ejemplo de aventura de alto riesgo con un grado máximo de compromiso. En términos sen-cillos: estaríamos en manos del viento. No hay mucha experiencia en vuelos aerostáticos a más de 8.000 metros, y menos aún so-brevolando grandes cordilleras, por lo que algunos datos vitales para acometer la aventura, como el consumo de gas para calentar el aire del globo o el oxígeno ne-cesario para los tripulantes, eran incógnitas absolutas a los que nos enfrentábamos. Precisamen-te, en aquel fantástico vuelo, lo-graríamos batir el record español alcanzado por un globo aerostáti-co de aire caliente al superar los 8.300 metros de altitud, una mar-ca que sería pulverizada años des-pués cuando, en otro rodaje de ‘Al Filo de lo Imposible’, superamos los 12.000 metros.

Pero el vuelo en montaña siem-pre es diferente y arriesgado, pues tiene unas características tan específicas que siempre está rodeado de numerosos interrogan-

EN EL

CHOGOLISA.

En la

imagen, nos

disponemos

a subir la

cota de 7.000

metros, de

una de las

más bellas

montañas del

Karakorum,

acarreando el

ala delta.

GUILLERMO

DE LA TORRE.

El pionero en

parapente y

el ala delta

en España,

en la imagen,

lanzándose

desde el

Chogolisa.

Fue una

experiencia

dura, pero

satisfactoria.

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tes. Quizás, hasta ahora, la aven-tura aerostática más impresionan-te llevada a cabo haya sido la de sobrevolar el Everest, saliendo de Nepal y aterrizando en el Tíbet, en un vuelo que, por muy poco, no terminó en tragedia. Otros vuelos en globo, como el cruce del océa-no Atlántico que realizaron Tomás Feliú y Jesús González Green, o la primera vuelta al mundo protagoni-zada por Bertrand Piccard y Brian Jones, fueron llevados a cabo con aeróstatos muy sofisticados, do-tados de helio en su interior y una instrumentación parecida a la de los modernos aviones, por lo que no pueden compararse con estos primitivos artefactos que se ele-van simplemente al calentar el aire que cabe en su interior.

En nuestro caso, tras muchos análisis, contando con factores tales como el peso del globo en el momento del despegue, cal-culamos que nueve botellas de gas nos darían una autonomía de vuelo de cuatro horas y cuar-to, tiempo suficiente para culmi-nar la travesía de los doscientos kilómetros de montañas de Los Andes y aterrizar sin problemas en el llano, ya en tierra argentina. A pesar de todo, no las teníamos todas con nosotros, pues todos esos cálculos dependían de la in-tensidad y la dirección del viento. Y sabíamos que, una vez en el aire, rara vez se cumplen los pro-nósticos.

Por aquellas casualidades que sólo caben adjudicar al destino, tuvimos que despegar del santua-rio de Santa Teresita de Los An-des. Una santa entre cuyas cua-lidades se contaba su capacidad de levitar, lo cual me pareció toda una premonición, aunque con esa angustia determinada por no sa-ber si sería buena o mala. Aque-lla noche anterior no pedía un mi-lagro, tan sólo que el cielo nos echara una mano. La ayuda que requeríamos era mínima, pero esencial: un chorro de viento que esperábamos encontrar a ocho mil metros de altitud. Sin él, todo lo demás, el trabajo de tanto tiem-po, los estudios previos, las ilu-siones, e incluso nuestras vidas

se irían al garete. Para ser com-pletamente honestos, el viento ha sido siempre el gran adversario en muchas de nuestras aventuras. Nos hemos pasado media vida pidiendo un viento sereno para poder echarnos al aire con el pa-rapente, por ejemplo, desde las cimas de volcanes como el Popo-catepetl, el Strómboli, el Lascar o el Licancábur; sin embargo ahora esperábamos que sucediera todo lo contrario. En las escaladas más comprometidas, el viento resulta el peor enemigo. En las travesías polares, una racha de viento fuer-te hace que la sensación térmica de frío se multiplique y te deje en una situación más vulnerable. Y, sin embargo, esa noche me en-contraba insomne y mirando al cielo estrellado, pidiendo y espe-rando una racha de viento fuerte.

Un globo, como bien contaba el corresponsal de AS en su reporta-je sobre Los Alpes, no se puede dirigir. El piloto apenas tiene ca-pacidad de maniobra, sólo puede elegir, mientras te quede gas, en-tre subir o bajar. Así que nuestra travesía dependía de una racha continua de viento, en la direc-ción adecuada, de oeste a este, para que nos empujara de lado a lado de la cordillera y pudiésemos alcanzar un lugar llano y seguro para poder aterrizar sin complica-ciones, en la zona cercana a Men-doza, en Argentina.

Nos pusimos en marcha mu-cho antes de que aclarase el día. En ese momento, la impaciencia y la ansiedad podían más que el miedo. Un gran alboroto de vo-ces, cámaras y flashes rodeaba las cestas de los globos. Varios canales de televisión chilenos ha-bían desplazado a sus equipos para filmar el comienzo de nues-tra aventura. Todos deseábamos subir a los globos cuanto antes y empezar a flotar, pero aún falta-ba un toque kafkiano para rema-tar los preparativos. Dos funcio-narios de la Policía de Aduanas chilena se abrieron paso entre los reporteros para pedirnos amable-mente que les entregásemos los pasapor tes para sellarlos. Era cierto que íbamos a intentar cru-

EN EL NANGA

PARBAT. En

la imagen,

dos intrépidos

volando en

parapente

sobre la

novena

montaña

más alta del

mundo y la

segunda de

más altitud

de Pakistán.

RAMÓN

MORILLAS. En

la imagen, el

cuatro veces

campeón del

mundo en

paramotor,

volando

sobre el

Masherbrum

o K1.

EN EL

LICANCÁBUR.

Otro volador

en parapente,

en la imagen,

sobre el

volcán

situado entre

la frontera

de Chile y

Bolivia, junto

a la Laguna

Verde

DE CHILE A

ARGENTINA.

Éste es el

globo en

el que nos

propusimos,

y logramos

no sin

problemas,

cruzar la

cordillera de

Los Andes.

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zar la frontera entre Chile y Ar-gentina, pero incluso ellos tenían que admitir que ese requisito bu-rocrático parecía absurdo ante la posibilidad de acabar estrellados en algún remoto lugar de Los An-des... eso sí, con los pasaportes en regla.

Lentamente, dos enormes es-feras rugientes se elevaron sol-tando impresionantes llamara-das, rompiendo la oscuridad de la noche. Todos nos sentimos so-brecogidos ante este espectácu-lo. Ya no había marcha atrás. De-trás de la cordillera, las cumbres empezaban a luchar por encontrar el sol justo detrás del horizonte. Nosotros íbamos a bordo, cami-no de nuestro límite, en ese filo donde encontramos la verdadera aventura que significa vivir. Sólo al alcanzar los 6.000 metros de altitud, el chorro de viento prome-tido comenzó a soplar perceptible-mente en dirección a la cordillera. Pero todo empezó a estropearse, los instrumentos de abordo, las botellas de oxígeno y hasta la vela del globo. Además, la inten-sidad del viento no se ajustaba a las previsiones, por lo que decidi-mos subir rápidamente a 8.000 metros para conseguir mayor velo-cidad de crucero lo antes posible. Nuestra única oportunidad estaba en el cielo.

Con final feliz en el llano. Aunque apenas hablamos, a

causa de las mascarillas de oxí-geno, todos estábamos impre-sionados, e intimidados, por la magnitud de la aventura. En una palabra: sólo entonces nos dimos cuenta del lío donde nos había-mos metido. La espina dorsal de América estaba a nuestros pies y nos asomamos, desde la quietud de un balcón privilegiado, para ob-servarla. Teníamos la sensación de estar parados mientras el mun-do pasaba corriendo por debajo de nuestra ventana. En realidad es así: un globo no vuela, flota en el aire, se adhiere al viento y es trasladado por él como si fuese una molécula más. Por eso no hay

movimientos bruscos, ni vaivenes ni oscilaciones.

Justo cuando alcanzamos la vertical de la cordillera, en la línea entre el Aconcagua y el Tupunga-to, nuestro compañero Laureano Casado logró saltar con su para-pente, haciendo gala de una san-gre fría poco frecuente, a más de siete mil metros de altitud. Enton-ces descubrimos que no nos que-daban más de veinticinco minutos de combustible de autonomía. Ha-bía que descender, y a toda prisa, atravesando el inmenso mar de algodón que teníamos bajo nues-tros pies. Durante unos instantes, pudimos ver la sombra de nuestro gigantesco dragón rojo proyectada sobre las nubes, antes de ser en-gullidos por ellas. Es como sumer-girse en un agradable y delicado mar de seda; una de esas ocasio-nes que te gustaría detener para que no se rompiera el hechizo. Un suave aterrizaje nos permitió po-sar la cesta en el suelo sin ape-nas un golpe. Nos quedamos un buen rato abrazándonos sin saber qué decir, aturdidos por las sensa-ciones vividas. Habíamos podido culminar una aventura disparata-da, pasajeros de vientos de más de cien kilómetros por hora, gra-cias a los cuales hemos recorri-do 182 kilómetros en dos horas y cuarenta y cinco minutos. Habían sido casi tres horas, sólo tres ho-ras, pero en las que vivimos una vida dentro de la nuestra, flotando en un mundo al margen del mun-do terrestre, recorriendo un cami-no aéreo hecho de la misma sus-tancia de los sueños.

Y, desde entonces, hemos vuel-to muchas veces a unir esas dos pasiones que tienen en común las ansias de libertad, de querer vivir por encima de nuestra naturaleza animal, como son el vuelo libre y el alpinismo. Volamos en el Hima-laya, en el Karakorum, llegando en parapente y paramotor hasta las orillas del cielo…

Pero nunca olvidaré aquel día en que, durante tres horas, que parecieron eternas, estuve en ma-nos del viento.

LAUREANO

CASADO. Mi

compañero

de viaje, en

1993, tuvo la

sangre fría de

lanzarse en

parapente,

a más de

7.000 metros

de altitud,

entre el

Aconcagua y

el Tupungato.

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HÉRCULES

CORTESComo no podía ser de otra, dada su fama en España y ya por entonces en EE UU, AS Color recogía, con gran pesar, el falleci-miento del fortachón y bonachón Hércules Cortés.

TAMBIÉN

EN EL CINE.

Hércules

Cortés hizo

sus pinitos

en la gran

pantalla.

Imagen del

fotograma

del spaghetti-

western

‘Mátalos y

vuelve’, del

director Enzo

G. Castellari,

de 1968.

CUANDO EL HOMBRE MÁS FUERTEDEL MUNDO ERA ESPAÑOL

´

´

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JUANMA LEIVA /

Desde finales de los 50 a comienzos de los 70 el

hombre más fuer te del mundo era español. Se llamaba Hércules Cortés, si bien su nombre de pila era Alfonso Chicharro, aunque na-die le conocía así. Y eso que mu-chos eran los que le admiraban. Su fama le llegó tras ser una au-téntica celebridad mundial en el mundo del pressing catch, ése que ahora vuelve a tener legiones de fans, mayoritariamente jóve-nes, que se quedan embobados mirando los combates que se tele-visan desde Estados Unidos.

Pero hubo un tiempo en el que no hubieran tenido que ir tan lejos. De haber vivido en Madrid, sólo se tendrían que haber acercado cual-quier sábado al Campo del Gas, cerca del Rastro, para contemplar una velada similar. Un espectácu-lo que llegó a rivalizar a mediados del siglo pasado con el boxeo, como el segundo deporte más po-pular de España. Luchadores de nuestro país como La Sombra, Hu-racán Ramírez, El Ángel Extermina-dor, Lawrence de Arabia, El Diablo Rojo o El Halcón Negro ocupaban los lugares de héroes infantiles americanos actuales como John Cena, Undertacker o Big Show.

Si hubiesen tenido suerte, en dicha velada habría peleado el tal Hércules. Decimotercer hijo de una ilustre familia de Zarau-tz, pronto destacó gracias a su admirable fuerza, algo que le lle-vó a ser campeón de lanzamiento de jabalina. Su infancia no fue fá-

cil, como la de ningún español que haya crecido en plena Guerra Civil. En la contienda, perdió a cuatro hermanos. No obstante, eso no amargó su carácter. Aquel gigan-te (los datos de entonces le dan 1,95 de altura y 150 kilos) poseía, como aseguran los que le conocie-ron, un carácter bonachón y una amabilidad fuera de lo común.

Tal era su fuerza que, en un pro-grama de televisión, del único ca-nal existente por entonces, llevó a cabo un curioso reto. Quien le ga-nara en un pulso sería el dueño de lo que entonces era una fortuna, 100.000 pesetas. Nadie le ganó nunca. Sólo un panadero llamado Matías, con un corparrón similar, empató con él. Cortés reconoció su mérito y convenció al programa

para que le dieran el premio. Lo di-cho, un buenazo.

Pero su gran fama le llegó enci-ma del ring. Tras ganar los títulos de España y de Europa, emigró a Estados Unidos donde, en pocos meses, se convirtió en uno de los preferidos de los aficionados. Hay que decir que uno de los grandes éxitos de la lucha de entonces y de ahora es que claramente se di-ferencia entre buenos y malos, hé-roes y villanos, que, estrictamente guionizados, protagonizan una his-toria que va más allá de la pelea. Un gancho para captar al público, cual serie de televisión.

Hércules era de los buenos y, como tal, un héroe. Por tanto el éxito le acompañó. Tanto que lle-gó a ser campeón del mundo de lo

que ahora sería la WWE. Protago-nizó los combates estelares de un por entonces abarrotado Madison Square Garden. También logró di-cho título en parejas. Peleó contra los grandes luchadores de enton-ces, The Bruisher, The Sheik, Igor, Carpentier o The Crusher… Inclu-so se labró una carrera en el cine, con papeles secundarios de mayor o menor fortuna.

Una noche del mes de julio de 1971, a la vuelta de una defen-sa del Mundial de parejas que po-seía junto al también querido Red Bastein, su coche, que conducía adormilado tras el esfuerzo, se empotró en una carretera de Min-neapolis, llevándose la vida de Hércules. Su muerte fue un ma-zazo para sus seguidores, tanto

nor teamericanos como españo-les. Curiosamente, la década de los 70, que comenzó con el falleci-miento de Cortés, marcó la deca-dencia del espectáculo de la lucha americana de entonces.

Decadencia y resurgir. Aquellas veladas que se celebra-ban junto al Rastro empezaron a ser mal vistas. Ya no eran grandes duelos entre forzudos, sino más un espectáculo bochornoso. Las crónicas de los periódicos, que durante los 60 ensalzaban la figu-ra de unos “superhombres capa-ces de vencer a lo que se pusiera por delante”, pasaron a hablar de combates que sólo asombraban ya a “impresionables niños o a gente de poca cultura”, incluso a

“invertidos que acudían con cual-quier otra intención”, pero no la de admirar un deporte.

Aquel ocaso se identificó como una culturización de la masa. ¿Quién se iba a creer ya que esos mamporros o llaves eran letales? Todo era un cuento chino que se convertía en un último recurso de boxeadores veteranos o sin capa-cidad de brillar en el noble arte, un deporte de verdad, no como los payasos de feria de la lucha. Y pasaron años en los que aque-lla lucha americana fue sólo un recuerdo. Un espectáculo de otra época, más propio de una España decadente y sin cultura, impropio de una España moderna. Hasta que llegaron los 90.

En esa década se volvieron a televisar combates, ya de origen estadounidense, y los niños em-pezaron a volver a hablar con la jerga de entonces. Llaves como la sillita eléctrica, el abrazo del oso, las tijeras, etc… eran charla habi-tual en los recreos de los colegios españoles. Las paredes de sus cuartos se forraron de posters de los nuevos héroes: Hulk Hogan, el Último Guerrero o Snake.

Y así hasta la actualidad, don-de la lucha americana vuelve a tener un marcado éxito, además de una poderosa rentabilidad a través del márketing. Incluso un nacido en España vuelve a brillar entre esos superhombres ya que, Kane, un gigante de aspecto feroz, nació en Torrejón de Ardoz. Un es-pectáculo que poco ha cambiado desde entonces. Ahora, muy cer-quita del Campo del Gas madrile-ño que acogía aquellas veladas, tenderetes venden con gran éxito camisetas de los protagonistas de esta lucha. Pero ninguna es de Hércules Cortés y nadie se acuer-da ya de que fue el hombre más fuerte del mundo.

En julio de 1971, su coche se empotró en una carretera de Minneapolis. Su muerte inició la decadencia del pressing catch

Se llamaba Alfonso Chicharro y pasó de ser campeón de jabalina de

España a estrella del pressing catch, en nuestro país y

después en EE UU, donde perdió la

vida trágicamente.

PRUEBA DE

FUERZA.

Hércules

Cortés, en

la imagen,

levantando,

con la palma

de su mano

derecha, a

una esbelta

señorita. Era

el hombre

más fuerte del

mundo.

FAMOSO Y

FAMILIAR.

Arriba, en

el concurso

de televisión

en el que se

batía (nunca

le ganaron)

en un pulso,

con valientes,

por 100.000

pesetas.

Abajo, con su

familia.

46 47

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