la vocaciÓn sacerdotal, una realidad innegable. cristian camilo cárdenas aguirre

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LA VOCACION SACERDOTAL: UNA REALIDAD INNEGABLE Nos hallamos inmersos en una sociedad post-moderna donde fantasiosamente se cree que el mundo está avanzando simultáneamente en todas las esferas y ámbitos de la vida humana, pero cuando me refiero al término fantasioso es porque ingenuamente se cree que es verdad, pero muchas veces lo que ocurre es un proceso de involución antropológica, donde lo único que se pretende es sacar a Dios de la vida de los hombres, es lo que en realidad los gobiernos y la sociedad secular se proponen, puesto que saben que si dejan al hombre sin Dios, pueden hacer lo que ellos quieran con él; lo anterior explica meridianamente el porqué de la persecución que siempre se ha tenido contra la Iglesia Católica, específicamente con sus ministros, que son los hombres que evocan y provocan la presencia de Dios en medio de un mundo que busca silenciar toda voz que susurre transcendencia, en consecuencia, la figura del sacerdote aparece en muchos ambientes seculares como fastidiosa e incómoda, ya que como hombre de Dios hace pensar en Dios e impregna todo de Dios. Una de los grandes artilugios de la post-modernidad es manipular a los jóvenes con el consumismo, los placeres, la diversión vana, logrando así que éstos no piensen en Dios, ni busquen la Iglesia Católica porque saben que allí realmente se les ofrece un proyecto de vida en Cristo obteniendo como resultado la felicidad y la salvación. Pero, por más que luchen, son fuerzas que los post-modernos gastarán vanamente, pues Cristo no se cansa de llamar a sus hijos a la vocación sacerdotal de forma libre y voluntaria, aunque sea cierto que el auge de vocaciones no es igual que en los siglos anteriores; pero eso no anquilosa la misión de ver que los obreros de la mies continúan surgiendo cada día más, pues la Iglesia recuerda estas palabras de Jesús a Pedro: “y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro y que sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” 1 La vocación no consiste en recibir una llamada telefónica de Dios, sino en escuchar a Dios cada momento que habla al corazón del hombre como sucedió con Samuel 2 . Por ello, es menester la ayuda de otra persona para descubrir realmente esa voz que llama. Por lo tanto, si un joven tiene buena salud física y psíquica (no es necesario ser un supermán), si le gusta el estudio (no es necesario ser un genio), si tiene buena intención (no se trata de buscar el modo de ganarse la vida) puede vivir habitualmente en gracia, con la ayuda de Dios (no hace falta 1 Evangelio de San Mateo 16, 18 2 Libro primero de Samuel 3, 4-18

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LA VOCACION SACERDOTAL: UNA REALIDAD INNEGABLE

Nos hallamos inmersos en una sociedad post-moderna donde fantasiosamente se cree que el mundo está avanzando simultáneamente en todas las esferas y ámbitos de la vida humana, pero cuando me refiero al término fantasioso es porque ingenuamente se cree que es verdad, pero muchas veces lo que ocurre es un proceso de involución antropológica, donde lo único que se pretende es sacar a Dios de la vida de los hombres, es lo que en realidad los gobiernos y la sociedad secular se proponen, puesto que saben que si dejan al hombre sin Dios, pueden hacer lo que ellos quieran con él; lo anterior explica meridianamente el porqué de la persecución que siempre se ha tenido contra la Iglesia Católica, específicamente con sus ministros, que son los hombres que evocan y provocan la presencia de Dios en medio de un mundo que busca silenciar toda voz que susurre transcendencia, en consecuencia, la figura del sacerdote aparece en muchos ambientes seculares como fastidiosa e incómoda, ya que como hombre de Dios hace pensar en Dios e impregna todo de Dios.

Una de los grandes artilugios de la post-modernidad es manipular a los jóvenes con el consumismo, los placeres, la diversión vana, logrando así que éstos no piensen en Dios, ni busquen la Iglesia Católica porque saben que allí realmente se les ofrece un proyecto de vida en Cristo obteniendo como resultado la felicidad y la salvación.

Pero, por más que luchen, son fuerzas que los post-modernos gastarán vanamente, pues Cristo no se cansa de llamar a sus hijos a la vocación sacerdotal de forma libre y voluntaria, aunque sea cierto que el auge de vocaciones no es igual que en los siglos anteriores; pero eso no anquilosa la misión de ver que los obreros de la mies continúan surgiendo cada día más, pues la Iglesia recuerda estas palabras de Jesús a Pedro: “y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro y que sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”1

La vocación no consiste en recibir una llamada telefónica de Dios, sino en escuchar a Dios cada momento que habla al corazón del hombre como sucedió con Samuel2. Por ello, es menester la ayuda de otra persona para descubrir realmente esa voz que llama. Por lo tanto, si un joven tiene buena salud física y psíquica (no es necesario ser un supermán), si le gusta el estudio (no es necesario ser un genio), si tiene buena intención (no se trata de buscar el modo de ganarse la vida) puede vivir habitualmente en gracia, con la ayuda de Dios (no hace falta

1 Evangelio de San Mateo 16, 18 2 Libro primero de Samuel 3, 4-18

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ser ya un santo), todo con el fin de ir en busca de su propia perfección y la salvación integral de todos los hombres, llegando a preguntarse si es Dios quien le llama al sacerdocio,3 por consiguiente, iniciaría un proceso formativo discerniendo cada día acerca de ese llamado. Y es el Seminario Misionero del Espíritu Santo, “casa y escuela de comunión”, que, a lo largo de sus 30 años ha acompañado a los candidatos al sacerdocio, ofreciendo pautas para descubrir en el joven si es Cristo quien llama, y es así como ha formado y continúa formando sacerdotes misioneros para que anuncien a todo el mundo que Cristo está vivo.

El Seminario MIES, como todos los seminarios mayores, moldean a los candidatos al sacerdocio dentro del marco de las cuatro dimensiones de la formación propuestas por la conferencia episcopal de Colombia:4 la dimensión humana, que como dice la Pastores dabo vobis permite ser sensible ante el dolor y las alegrías de la humanidad5; la dimensión Espiritual, permite tener ese encuentro íntimo y prolongado con el Señor6, este encuentro es indispensable para poder recibir la ordenación, ya que no se entiende un discípulo-misionero sin antes haber vivido la experiencia del maestro, muestra de ello y necesaria es el encuentro de Pablo con el maestro camino a Damasco7 pues si esto no acaeciese, nunca hubiese tenido Pablo el ardor de evangelizar; la dimensión intelectual, importantísima para enfrentarse a un mundo tan exigente, y es el sacerdote quien debe orientar al pueblo de Dios al camino de la salvación, es por eso que C.I.C dice: se debe formar al alumno diligentemente en lo que se refiere al ministerio sagrado, sobre todo en la práctica del método catequético y homilético y en el trato también con los no católicos o no creyentes8, y la dimensión pastoral y misionera, que se inserta con las otras tres dimensiones, para que pueda desarrollarse con un verdadero celo pastoral. Tal razón tiene el Beato Juan Pablo II cuando pide que se aliente en los formandos el Espíritu misionero, para que con nuevo ardor, nuevas expresiones, y nuevos métodos, se comprometan en la obra de hacer vivir y reinar a Jesús en el corazón de sus hermanos.9

Esto, para que se lleve a cabo y el formando llegue a convertirse en “alter christus” se necesita del acompañamiento de personas que ya hayan tenido la experiencia con el maestro y sean un testimonio preclaro frente aquellos que buscan configurarse con el Señor, y es aquí donde deseo exaltar la labor de los padres formadores de distintos seminarios y especialmente a los padres

3 Encontrado en: http://www.aciprensa.com/sacerdocio/sacerdocio.htm4 Conferencia Episcopal de Colombia. Normas Básicas para la formación inicial presbiteral en los seminarios mayores de Colombia; capítulo IV: Dimensiones de la formación. P. 79-1435 BEATO JUAN PABLO II. Exhortación apostólica postsinodal PASTORES DABO VOBIS N°726 Ibíd., N° 427 Hechos de los Apóstoles 9, 3-68 Código de Derecho Canónico N° 2569 JUAN PABLO II. Documento de SANTO DOMINGO; IV Conferencia general del Episcopal Latinoamericano N° 28-30

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formadores del Seminario Misionero del Espíritu Santo, aquellos que a lo largo de 30 años de vida del seminario han contribuido con un grano de arena a la formación sacerdotal, encargo tan delicado que Cristo y la Iglesia les encomienda.

Son ellos, escogidos dentro de un presbiterio, sacrifican muchas cosas de su vida, como el querer estar en una parroquia, congregado con muchos fieles de la grey del Señor, mueren a sus propios deseos que por esencia son buenos, no obstante, Dios confía en ellos para que den vida por medio del ministerio presbiteral a aquellos elegidos por Dios a realizar una sola tarea: la salvación. Al referir el verbo morir, quiero decir con ello, que todo sacerdote formador renuncia a la posibilidad de realizarse en una vida parroquial para convertirse como un candidato más, ofreciendo testimonio de vida, de oración, de sacrificio y de amor fiel a lo que se le ha confiado: ser escultor del sacerdocio de Cristo, teniendo como fin último la configuración total con el Maestro: “hasta ver a Cristo formado en vosotros”10

Venero la labor de todos los formadores, (una misión sublime y silenciosa que muchas veces no se percibe) quienes además de morir a su propio “yo”, deben poseer una formación Intelectual profunda y sólida, puesto que los jóvenes que ingresan a los seminarios son hijos de la post-modernidad, y como tales han internalizado los valores y antivalores propios de la sociedad post-moderna con el que libremente expresan sus ideas y sentimientos, ahora bien, sin entrar a recriminar a los jóvenes por lo que son y por lo que la sociedad actual ha hecho de ellos, tendríamos que anotar que uno de los desafíos más grandes que ellos plantean a la Iglesia en el momento de direccionar una proceso de discernimiento y acompañamiento vocacional, es precisamente el hecho de corroborar que estos han recibido una formación cristiana superficial y débil, en pocas palabras este es el prototipo de vocacionados a los que el Señor llama y que no es cuestión de alarma, puesto que Dios se fija en lo débil, lo que no vale para mostrar a los soberbios su gloria. En efecto, como aduce San Pio de Pietrelcina son estos piedras preciosas en bruto a quienes se les dirige una ardua y exigente labor de filigrana a través de las manos sacerdotales de los padres formadores y por medio del fuego ardiente del Espíritu Santo (primer protagonista de la formación) quien es el encargado de llevar a feliz término este loable proyecto de vida que Dios ha iniciado en sus elegidos.

Por eso ser sacerdote en los tiempos post-modernos, no es fácil pero no imposible ni tampoco innegable ya que si se cuenta con la protección del Altísimo a nada se debe temer, pues es Dios quien llama y no abandona a quien elige.

10 Epístola a los Gálatas 4, 19

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Como corolario, traigo a colación una frase del Pbro. Fabio de Jesús Arcila, rector del Seminario Misionero del Espíritu Santo quién nos dice en muchas de sus reuniones: “la gente vive sufriendo por que el sacerdote es célibe, y nosotros felices de la vida” y es precisamente, el hombre post-moderno quien se angustia ante los dones que Dios concede y que su razón no le deja entender, por eso no hay porqué dejarse llevar por ideas de unos cuantos que piensan infructuosamente en cosas que no a todos se les concede por la fe y que por un mero racionalismo jamás comprenderán, por eso San Pablo dice: “mirad que nadie os esclavice mediante la vana falacia de una filosofía fundada en tradiciones humanas, según los elementos del mundo y no según Cristo”11

Seminarista: Cristian Camilo Cárdenas AguirreSeminario Misionero del Espíritu Santo

La Ceja AntioquiaIII Filosofía

2011

11 Epístola a los Colosenses 2, 8