la vida del almirante miguel grau

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LA VIDA DEL ALMIRANTE MIGUEL GRAU. NOMBRES: Yossilin Eliane. APELLIDOS: Rujel Puescas GRADO Y SECCIÓN: 3ro “C”. PROFESOR: Roque Benites Córdova TEMA: Articulo de la vida del almirante Miguel COLEGIO: Nuestra Señora de Las Mercedes. Grau

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La Vida Del Almirante Miguel Grau

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Page 1: La Vida Del Almirante Miguel Grau

LA VIDA DEL ALMIRANTE MIGUEL GRAU.

NOMBRES: Yossilin Eliane.

APELLIDOS: Rujel Puescas

GRADO Y SECCIÓN: 3ro “C”.

PROFESOR: Roque Benites Córdova

TEMA: Articulo de la vida del almirante Miguel

COLEGIO: Nuestra Señora de Las Mercedes.Grau

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Miguel Grau:Biografía

Hijo del teniente coronel Juan Manuel Grau Berrio, de ascendencia catalana, y de Luisa Seminario del Castillo, descendiente de antiguas familias de la región, la infancia de Miguel Grau transcurrió en Piura y más tarde en el puerto de Paita, cuando su progenitor fue nombrado vista de aduana.

En 1843, siendo todavía un niño, el pequeño Miguel se embarcó en una goleta comandada por Ramón Herrera, gran amigo de su padre, que hacía un viaje de Paita a Panamá. Lamentablemente la goleta naufragó y, a su regreso al hogar, su madre no estaba dispuesta a consentir ya nuevos embarques. Ingresó en el colegio de Nieto, en el cual, según uno de sus biógrafos, Fernando Romero Pintado, "Miguel se torna taciturno. En el colegio está siempre distraído, callado, casi hosco. Merodea por la playa apenas terminan las clases y en los días de vacaciones".

Contaba once años cuando doña Luisa, su madre, aceptó que volviera a cruzar los océanos. Recorrió entonces todos los mares y durante nueve años (según el historiador Alberto Tauro del Pino) el joven Grau "surca mares de Asia, Europa y América en diversos transportes y aun en buques balleneros". Al regresar al Perú (1853) se radicó en Lima, donde fue alumno del poeta español Velarde y estudió para ingresar en la Marina.

El 14 de marzo de 1854, con diecinueve años, se convirtió en guardiamarina y vistió por primera vez el uniforme que cubriría de gloria. Navegó en los vapores Rímac, Vigilante y Ucayali antes de ser trasladado a la fragata Apurímac, donde sirvió con Lizardo Montero, otro ilustre marino piurano. Cuando prestaba servicio

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en la Apurímac, el comandante de esta nave apoyó la revolución del general Vivanco. Tras el fracaso del movimiento, y junto con otros jóvenes oficiales que formaban parte de la tripulación, Miguel Grau fue separado del servicio (1858) y volvió a la marina mercante.

De guardiamarina a diputado

Llamado nuevamente, regresó a la Marina el 11 de septiembre de 1863, casado ya con Dolores Cavero, quien le dio nueve hijos. Ascendió a teniente segundo y el 4 de diciembre del mismo año a teniente primero, para pasar pocos meses después a capitán de corbeta. Enviado a Europa para traer la corbeta Unión, llegó a Valparaíso en 1865, año en que fue ascendido a capitán de fragata, y desde el puerto chileno apoyó la revolución del coronel Mariano Ignacio Prado.

(Miguel María Grau Seminario; Paita, 1834 - Punta Angamos, 1879) Marino y militar peruano. Apasionado del mar desde la infancia, desarrolló una brillante carrera militar en la marina y llegó a ser diputado.

Sus aptitudes como estrategia, así como su lealtad y su heroísmo, brillaron particularmente en la Guerra del Pacífico (1879-1883), que enfrentó a Perú y Bolivia contra Chile.

El océano fue al principio el más destacado escenario de aquella guerra, en la que era patente la supremacía de la armada chilena, dotada de embarcaciones modernas y bien equipadas.

Pese a ello, uno de los navíos peruanos, el Huáscar, protagonizó uno de los episodios más heroicos de la contienda. Comandado por el almirante Miguel Grau, el Huáscar llevó a cabo una auténtica guerra de guerrillas marítima contra las naves chilenas

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en 1879. Mediante temerarias acciones sorpresa en las que hundió diversas embarcaciones enemigas y bombardeó puertos en poder de Chile, el almirante Grau mantuvo a raya durante meses a los navíos enemigos, impidiendo con ello el desembarco de las tropas chilenas en territorio peruano.

Al interferir el transporte de tropas y provisiones que se dirigían hacia el norte, el Huáscar se convirtió en la pesadilla de los chilenos. Imposibilitado de continuar la campaña de forma regular, el mando chileno dio la orden de destruir o capturar el buque. Dos blindados y tres corbetas de la armada chilena lo esperaron en la mañana del 8 de octubre de 1879 en Punta Angamos, cerca de la localidad de Mejillones. En los primeros intercambios de artillería el Huáscar quedó inmovilizado y Miguel Grau perdió la vida.

El Huáscar realizó en los meses siguientes una serie de acciones sorprendentes frente a una escuadra tan poderosa como la chilena. Apresó transportes enemigos, requisó carbón de puertos chilenos y despistó constantemente a los buques enemigos que recorrían la costa en su busca. El congreso ascendió a Grau al grado de contralmirante el 26 de agosto de 1879.

La batalla de Angamos

El primero de octubre de 1879, en la que iba a ser su última partida, el Huáscar zarpó del puerto de Iquique, donde el transporte Rímac había desembarcado tropas bajo su protección. Apresó una goleta al sur de Huasca y el día 5 se hallaba ya en la costa de Coquimbo, territorio chileno. La marina chilena había renovado los mandos y ordenado su flota en dos divisiones para cazar al ya célebre navío. Su plan tuvo éxito el 8 de octubre de 1879, cuando descubrieron al Huáscar en alta mar, frente a

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Punta Angamos, acompañado de la Unión, en viaje hacia el norte.

La flota chilena, compuesta por seis barcos todos ellos superiores al Huáscar en blindaje y potencia de fuego, formó un círculo para batirse con el buque insignia de la marina peruana. Grau ordenó a la Unión retirarse para distraer la flota enemiga, lo que se logró en parte porque dos corbetas chilenas salieron en su persecución. La Unión fue más rápida y consiguió escapar; el Huáscar, en cambio, fue encarado por el Cochrane, que con sus poderosos cañones logró perforar el blindaje del casco y la torre de mando.

El comandante Grau murió despedazado. El mando pasó a Elías Aguirre, que también murió. Correspondió el turno al teniente primero Melitón Rodríguez. Caído también él, tocó el mando al teniente Pedro Garzón, quien conversó brevemente con tres oficiales que quedaban vivos y ordenó hundir la nave porque ya se encontraba inmovilizada. Los maquinistas abrieron las válvulas, pero los desperfectos de la maquinaria paralizaron la inmersión, dando tiempo a que llegaran los buques enemigos, abordaran el monitor y detuvieran su hundimiento. Miguel Grau pasó a la inmortalidad como un marino estratega y valiente pero generoso, que cumplió con sus proféticas palabras: "si el Huáscar no regresa triunfante al Callao, tampoco yo regresaré".