la travesía de jane - church of jesus christ · la travesía de jane “no hay puente”, dijo...

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70 Liahona NIÑOS Por Jessica Larsen Basado en una historia real Nueva York, EE. UU., 1843 J ane Manning observó la embarcación que se alejaba del puerto hacia el lago Erie. Sintió que sus sueños se alejaban junto con ella. Apenas un año antes, Jane se había unido a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y había decidido mudarse para estar con los demás Santos en Nauvoo. Su madre y otros siete miembros de la familia habían viajado con ella por el canal de Erie hasta Buffalo, Nueva York. Sin embargo, en Buffalo no les permitieron abordar la embarcación debido al color de su piel. “¿Ahora qué hacemos?”, preguntó su hermano Isaac en voz baja. La pregunta resonó en el aire helado. Nauvoo estaba a otros 1.287 kilómetros de distancia. Podían darse por vencidos y regresar a casa, o tratar de viajar más tarde… ¡Pero Jane no podía esperar! Ella sabía que el Libro de Mormón era verdadero y que Dios nuevamente hablaba por medio de profetas. Debía llegar a Nauvoo con su familia. Jane adoptó una postura firme y miró hacia el oeste. “Caminamos”. Y ciertamente caminaron; hasta que se les gastaron los zapatos; hasta que sus pies se agrietaron y sangraron, y ellos tuvieron que orar para que se sanaran. A veces dormían al aire libre, y la escarcha era tan densa que pare- cía nieve. Algunas personas amenazaron con enviarlos a la cárcel, pensando que eran esclavos que se habían esca- pado. No sabían que los Manning eran una familia negra libre. Siguieron caminando, cantando himnos para pasar el tiempo. Estaban acercándose a Nauvoo cuando llegaron a un río. La travesía de Jane “No hay puente”, dijo Isaac. Jane asintió. “Tendremos que atravesarlo, entonces”. Cuando se metió al río, el agua le llegó a los tobillos. Avanzó poco a poco, muy lentamente. El agua subió hasta sus rodillas y luego por encima de la cintura. Para cuando llegó a la mitad del riachuelo, ¡el agua le llegaba al cuello! Por suerte, el río no era más profundo, y todos los Manning lo cruzaron a salvo. Finalmente llegaron a Nauvoo. Jane vio las hermosas paredes de piedra caliza del Templo de Nauvoo sobre un monte que daba al valle. Aunque aún no estaba terminado, la dejó sin aliento. Alguien los condujo hasta la casa donde vivía el profeta José. Una mujer alta y de cabello oscuro estaba de pie en la puerta. “¡Adelante, adelante!”, exclamó. “Soy Emma Smith”. Los siguientes minutos fueron borrosos. Jane conoció al Profeta, y él colocó sillas en la habi- tación para todos los Manning. Llena de gratitud, Jane se dejó caer sobre una silla y escuchó cómo José los presentó a todos los ahí presentes, entre ellos a su amigo, el Dr. Bernhisel. Entonces José se dirigió a Jane: “Has sido la cabecilla de esta pequeña banda, ¿verdad?”, preguntó. “¡Sí, señor!”, contestó Jane. José sonrió. “¡Que Dios te bendiga! Ahora me gustaría escuchar cómo fue su viaje”. Jane habló de cuando se les lastimaron los pies, durmieron en la nieve y cruzaron el río. Todos escuchaban en silencio. “Pero no fue terrible”, concluyó. “Íbamos regocijándonos, cantando himnos y dando gracias a Dios por Su infinita bondad y misericordia por nosotros al bendecirnos, protegernos y sanar nuestros pies”. Hubo silencio por un momento. “¿Qué piensa de eso, doc- tor?”, dijo finalmente José, dándole un golpecito en la rodilla. “¿No es eso fe?”. “Si hubiera estado en su lugar, ¡temo que habría desis- tido y regresado a mi casa!”, admitió el Dr. Bernhisel. José asintió y se dirigió a Jane y a su familia: “Que Dios los bendiga. Están entre amigos”. ◼ La autora vive en Texas, EE. UU. ILUSTRACIONES POR JIM MADSEN Jane Manning vivió con Emma y José Smith durante varios meses. Se casó con Isaac James, y fueron unos de los primeros colonizadores del valle de Utah. Fue una fiel miembro de la Iglesia a pesar de que afrontó muchos desafíos. Cuando murió en 1908, el presidente Joseph F. Smith (1838–1918) habló en su funeral.

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Page 1: La travesía de Jane - Church Of Jesus Christ · La travesía de Jane “No hay puente”, dijo Isaac. Jane asintió. “Tendremos que atravesarlo, entonces”. Cuando se metió al

70 L i a h o n a

NIÑ

OS

Por Jessica LarsenBasado en una historia realNueva York, EE. UU., 1843

Jane Manning observó la embarcación que se alejaba del puerto hacia el lago Erie. Sintió que sus sueños se

alejaban junto con ella.Apenas un año antes, Jane se había unido a La

Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y había decidido mudarse para estar con los demás Santos en Nauvoo. Su madre y otros siete miembros de la familia habían viajado con ella por el canal de Erie hasta Buffalo, Nueva York. Sin embargo, en Buffalo no les permitieron abordar la embarcación debido al color de su piel.

“¿Ahora qué hacemos?”, preguntó su hermano Isaac en voz baja.

La pregunta resonó en el aire helado. Nauvoo estaba a otros 1.287 kilómetros de distancia. Podían darse por vencidos y regresar a casa, o tratar de viajar más tarde…

¡Pero Jane no podía esperar! Ella sabía que el Libro de Mormón era verdadero y que Dios nuevamente hablaba por medio de profetas. Debía llegar a Nauvoo con su familia.

Jane adoptó una postura firme y miró hacia el oeste. “Caminamos”.

Y ciertamente caminaron; hasta que se les gastaron los zapatos; hasta que sus pies se agrietaron y sangraron, y ellos tuvieron que orar para que se sanaran. A veces dormían al aire libre, y la escarcha era tan densa que pare-cía nieve. Algunas personas amenazaron con enviarlos a la cárcel, pensando que eran esclavos que se habían esca-pado. No sabían que los Manning eran una familia negra libre. Siguieron caminando, cantando himnos para pasar el tiempo.

Estaban acercándose a Nauvoo cuando llegaron a un río.

La travesía de Jane“No hay puente”, dijo Isaac.Jane asintió. “Tendremos que atravesarlo, entonces”.

Cuando se metió al río, el agua le llegó a los tobillos. Avanzó poco a poco, muy lentamente. El agua subió hasta sus rodillas y luego por encima de la cintura. Para cuando llegó a la mitad del riachuelo, ¡el agua le llegaba al cuello! Por suerte, el río no era más profundo, y todos los Manning lo cruzaron a salvo.

Finalmente llegaron a Nauvoo. Jane vio las hermosas paredes de piedra caliza del Templo de Nauvoo sobre un monte que daba al valle. Aunque aún no estaba terminado, la dejó sin aliento. Alguien los condujo hasta

la casa donde vivía el profeta José.

Una mujer alta y de cabello

oscuro estaba de pie en la puerta.

“¡Adelante, adelante!”, exclamó. “Soy Emma Smith”.

Los siguientes minutos fueron borrosos. Jane conoció al Profeta, y él colocó sillas en la habi-tación para todos los Manning. Llena de gratitud, Jane se dejó caer sobre una silla y escuchó cómo José los presentó a todos los ahí presentes, entre ellos a su amigo, el Dr. Bernhisel. Entonces José se dirigió a Jane: “Has sido la cabecilla de esta pequeña banda, ¿verdad?”, preguntó.

“¡Sí, señor!”, contestó Jane.José sonrió. “¡Que Dios te bendiga! Ahora me

gustaría escuchar cómo fue su viaje”.Jane habló de cuando se les lastimaron los

pies, durmieron en la nieve y cruzaron el río. Todos escuchaban en silencio. “Pero no fue terrible”, concluyó. “Íbamos regocijándonos, cantando himnos y dando gracias a Dios por Su infinita bondad y misericordia por nosotros al bendecirnos, protegernos y sanar nuestros pies”.

Hubo silencio por un momento. “¿Qué piensa de eso, doc-tor?”, dijo finalmente José, dándole un golpecito en la rodilla. “¿No es eso fe?”.

“Si hubiera estado en su lugar, ¡temo que habría desis-tido y regresado a mi casa!”, admitió el Dr. Bernhisel.

José asintió y se dirigió a Jane y a su familia: “Que Dios los bendiga. Están entre amigos”. ◼

La autora vive en Texas, EE. UU.

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Jane Manning vivió con Emma y José Smith durante varios meses. Se casó con Isaac James, y fueron unos de los primeros colonizadores del valle de Utah. Fue una fiel miembro de la Iglesia a pesar de que afrontó muchos desafíos. Cuando murió en 1908, el presidente Joseph F. Smith (1838–1918) habló en su funeral.