la reja, de genesis l pantoja
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La reja, de genesis l pantojaTRANSCRIPT
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Título del escrito: La Reja
Tipo de escrito: Relato Corto
Nombre: Genesis L. Pantoja
Edad: 21 años
Nacionalidad: Venezolana
Publicado en: LeerLibrosOnline.es
La reja
Por Génesis L. Pantoja
“Y una vez que había acabado con la tortura de vivir tras la reja, solo pude
conocer el valor de tener una familia y mis amigos, aquellos que tienes que
dejar atrás para conseguir algo nuevo. Algo maravilloso con lo cual tus ojos que
nunca antes pudieron haber soñado, con algo en lo que ni en tus sueños más
locos pudiste pensar que te pudiera pertenecer, el derecho a escoger tu propio
camino”
Sinopsis
Débora es una chica de quince años que decide escapar de casa por lo harta
que estaba de las reglas y estipulaciones de su sociedad, sus padres habían
muerto cuando era bebé y había estando siendo criada por su tía Bell, en su
sociedad, habían vampiros, hombres lobos y hechiceros, pero esa enorme reja
no les permitía el paso hacia el mundo humano. Una vez fuera de ella, Deb
decide comenzar una nueva vida y comenzará a apreciar su antiguo mundo.
1
Esa mañana todo a mi alrededor parecía andar mal, solo quería huir de esa
ciudad y tomar un autobús en dirección a un nuevo mundo, viví toda mi vida en
una de las viejas ciudades de la sede de LVH (Licántropos, Vampiros y
Hechiceros) Yo era una de los últimos hechiceros que quedaban sobre la faz
de la tierra. Pero no por eso era importante en esta sociedad martirizada por
los Vampiros que se hacían llamar “Sociedad de Sangre”. Me arrodille frente a
la maleza del bosque y entrecerré mis manos sobre mi cabeza para evitar
pensar, no quería volver allá, a esa escuela en donde lo único que recibía eran
burlas y maltrato hacia mí.
Tomé las pocas hojas de hiedra venenosa de mi bolsillo del vestido y lo metí en
una jarra de agua que sabía que se paraban a tomar los licántropos a mitad del
día. Eran una especie de seres casi salvajes, solo que su atractivo para las
chicas hechiceras era tal que ellos eran populares y hermosos sin contar con
que odiaban a las hechiceras. Todos odiaban a las hechiceras, eran malas y
manipuladoras, excepto yo, que solo quería salir del bachillerato para poder
comenzar mi vida fuera de la reja de contención que nos mantenía alejados de
los seres humanos.
“La reja”
Como te les decían, era una enorme red de veinte metros de alto electrificada
que evitaba que cualquier hechicero, vampiro o licántropo se atreviera a
escapar de allí, pero no por eso no había habido personas que lo hubieren
intentado. La mayoría acababan muertos antes de intentarlo, por obra y gracia
de los que se hacían llamar la justicia como la “Sociedad de Sangre”. Mordí mi
labio tan fuertemente que un poco de sangre comenzó a salir por ella. No
quería regresar a clase y mi plan para escapar de aquí ya estaba en marcha.
Minutos después llegó mi mejor amigo Balthazar con los ingredientes para mi
huida. Su cabello revuelto de color oro en rizos y ojos verdes, extrañaría ese
rostro apenas cruzara la reja.
Me extendió una bolsa con los ingredientes.
--¡Apresúrate Deb! Los licántropos de guardia están tomando agua en todas las
tinajas de agua que dejamos atrás. No falta mucho para que queden
paralizados de la cintura para abajo por la hiedra.
Besé en la mejilla a mi amigo.
--Te quiero Balth, gracias por ayudarme con esto
Me sacudí los vestidos y comencé a correr en dirección a la reja. Esquivaba los
árboles de cerezo mientras corría a toda prisa en dirección a la reja. Una
alarma se activó justo al momento en que había pisado una línea roja que
indicaba que mi camino se iba acercando a su objetivo, miles de luces rojas y
bocinas se activaron al verme cruzar, y mis ojos pudieron divisar la enorme reja
que alguna vez hubiera visto con mis propios ojos, a no menos de un kilómetro
de distancia ya mis pies no daban más, mis músculos quemaban mientras
corría y el aire se hacía más escaso en mis pulmones, solo quería llegar a la
reja y activar con mi nuevo hechizo la barrera protectora contra la electricidad.
Di un par de saltos cuando vi que era perseguida por licántropos en su forma
de bestias, con pelaje oscuro y dientes afilados, si no conseguía llegar antes
que ellos, estaría en graves problemas. Me apresuré a tirar el incienso y la
mirra en el suelo justo al frente de la reja, el aire llegó de golpe a mis pulmones
y solo quería tener un par de segundos más, un poco más, solo un poco más.
Tiré la menta e hice un círculo con sal justo en el momento en que los
licántropos me tenían rodeada, con mi puño cerrado de golpe corté un poco de
mi mano con un cuchillo y derramé de mi sangre en el circulo para evitar que
los vampiros de la Sociedad de sangre vinieren por mí. Golpeé el suelo con
fuerza y arranqué un poco de la grama que rodeaba la cerca y un agujero en mi
mente me ayudo a comenzar con el hechizo que necesitaba.
Casi como un coro de una canción y el hielo comenzó a rodear la reja en un
pequeño espacio donde solo una persona pequeña podría pasar, como un
cuadrado de dos metros de alto por dos metros de ancho, golpeé con fuerza y
este se cayó abriendo paso para que yo pasara, la reja cayó justo donde había
golpeado y me arrastré en cuclillas lo suficiente para permitirme pasar, una vez
afuera volví a colocar la reja en su sitio e hice un hechizo para volver a colocar
la reja en su sitio.
El escándalo que hicieron los licántropos al haberme dejado escapar fue tal
que mi piel se erizó y comencé a correr mientras la parte de la reja que había
roto minutos atrás, se volvía a electrificar como si nada de lo que hubiera
pasado lo hubiere alterado en algo.
Solo corrí en dirección al bosque.
***
El mundo humano no parecía nada de lo que yo había pensado que sería, era
incluso mejor de lo que había soñado con anterioridad. Habían miles de
edificios que sobrepasaban el cielo y ruidos de automóviles que pasaban a
gran velocidad, mis ropas estaban sucias por el trajín de haber escapado y
mire con vehemencia como una señora empujaba a su hijo en un extraño
artículos con pequeñas ruedas hacia el otro extremo del parque, me escondí
detrás de un árbol de naranjo esperando que ella se fuera y cuando lo hizo me
sacudí el vestido y me acerqué corriendo a la salida de ese lugar, habían miles
de personas, llevaban globos que flotaban en el aire, luces fluorescentes ruidos
extraños, estaba perdida en la belleza que era este nuevo mundo.
Un círculo enorme de hierro estaba adornado con luces y las personas se
montaban en ello para apreciar las alturas, deseé estar en lo más alto de ese
aparato para poder apreciar las alturas también, pero el ruido de los gritos
sordos detrás de mí me sacó de mi ensueño.
Un aparato de hierro con forma de carro con rieles, como un tren. Se movía
con velocidad para asustar a las personas que estaban montado en el. El
aparato subía en una pendiente con rieles y justo cuando estaba en la cima se
dejó caer en picada y todas las personas dentro comenzaron a gritar
espantadas.
Era maravilloso y a la vez era espeluznante.
¿Cómo había personas que se montaban en eso solo para sentir la adrenalina?
Esto parecía una feria.
Las miles de personas me tenían apretada y ya necesitaba oxígeno, cuando
una mano me atrajo fuera de la divergencia de personas afluyendo en .todas
direcciones. Me empujaron contra uno de los enormes aparatos de hierro
forjado y sentí la necesidad de pegar un grito y huir en dirección contraria. Una
figura pelo negro se impuso frente a mí.
Era un chico que no aparentaba más de dieciocho años de edad. Con la
musculatura bien definida y ojos color miel, ahora él se cruzaba de brazos
frente a mí. Mientras profundizaba su ceño cada vez más.
--¿Qué haces aquí?
Demandó.
Reconocí su figura inmediatamente, era Cristian. El hijo perdido de uno de los
gobernantes de la sociedad de sangre, ahora me miraba con furia en sus ojos.
--¿Tu qué haces aquí? Se supone que eres el descendiente de Nabucodonosor
El me miraba con incluso más furia que antes, llevaba camiseta negra sin
mangas y jeans desgastado de tela tan oscura que parecía negra. Zapatos tipo
bota militar y un sarcillo de diamante en su oreja derecha. Su cabello era corto
casi al ras de su cabeza y sus cejas era abundantes, al igual que sus pestañas.
Era guapo, apenas le había podido ver un par de años atrás antes de su
desaparición, era muy popular en mi ciudad.
--No es tu problema, regresa a la ciudad lo más rápido posible—dijo con una
línea dura en su boca—No perteneces afuera—dijo nuevamente.
--¿Y tu sí?—demandé—No eres nadie para exigirme tal cosa—dije cruzando
los brazos delante de mí. No iba a regresa a la ciudad, no justo ahora que
había podido escapar.
--Te lo advierto, no es tu mundo. Es incluso más cruel que en el que vivimos—
dijo apretando sus manos tan fuertemente que sus nudillos palidecieron un
poco.
--No me importa, me las arreglaré sola—dije intentando pasarle por un lado
para volver al mundo humano, habían muchas cosas que no había visto aún. El
no me iba a decir que hacer o no hacer con mi vida.
Él era el que merecía volver al mundo del donde salimos.
Una mano me impidió que siguiera avanzando.
--Deb, este no es tu mundo. Regresa—un escalofrío me recorrió al ver como
pronunciaba mi nombre, me salté de un tirón de su agarre.
--El tuyo tampoco—dije antes de seguir caminando para comenzarme a
mezclar con las personas de la feria. Me giré un par de veces para ve rsi el me
había seguido pero en las oscuridad de la noche era casi algo imposible de
denotar, de todas maneras me mezclé lo suficiente con las personas por si era
perseguida.
Me metí en uno de los juegos que era con carros eléctricos en una especie de
paseo y giré para ver si no era perseguida. El carro comenzó a andar solo y
miles de apariciones comenzaron a caer sobre mí, primero fantasmas,
vampiros, hombres lobo, toda serie de cosas a las cuales estaba
acostumbrada. De repente sentí nostalgia por todas esas cosas y unos gritos
se escucharon detrás de mí, al parecer a las personas los vampiros y criaturas
sobrenaturales le eran de espanto.
El carro que iba adelante estaba conformado por una pareja de enamorados, el
chico pasaba la mano protectoramente por el hombro de la chica y esta se
acurrucaba en su regazo.
Al terminar el juego me bajé rápidamente del juego y entré a una tienda donde
al parecer vendían ropas. Miré las mías rápidamente, así no iba a encajar en
este mundo para nada. Llevaba un vestido blanco hasta las rodillas y botas tipo
militar marrón, algo desgastadas por el uso. Mi cabello era en ondas y suelto
en mi espalda, sin accesorios ni nada. Nunca fue necesario.
Las brujas jóvenes no usaban mucha joyería.
La tienda tenía miles de ropas extrañas para mí, eran casi todos ceñidos al
cuerpo con etiquetas en ellos con números, colores y texturas totalmente
ajenos a mi mundo anterior. Tomé un par de pantalones de tela liviana como el
que llevaba la que venía la ropa y una camiseta sin mangas de algodón, de
camino al probador me encontré con una chaqueta de cuero marrón. Me probé
la ropa y mire mi reflejo en un espejo que estaba al lateral de la tienda.
Nada mal. Unas chicas rubias y altas jugaban con las prendas de ropa como si
fueran unas chiquillas, lo extraño era que podrían hacerse pasar por mis
hermanas mayores. Me dirigí a la puerta para pagar y le di a la señora de la
ropa un poco de papel con unos números en ellos, esta era la forma monetaria
de comprar bienes en el mundo humano.
Recibíamos clases de eso en la escuela, nunca pensé que de verdad iba a
utilizar dinero humano. Me apresuré a salir de la tienda de ropa, mi amigo
Balthazar me había conseguido pequeños rollos de dinero humano antes de
ayudarme a escapar, con tal que le consiguiera y enviara libros humanos de
historia de vez en cuando. El amaba saber de todo un poco, comía libros como
el resto de los seres comíamos comida.
Miré por encima de mi hombro para ver que el sitio se estaba quedando solo y
comencé a correr en dirección a la salida del sitio, la cabeza de Cristian sobre
salía de la de los demás seres humanos, el medía casi dos metros de alto y
sus músculos sobre salían de la misma manera que su altura.
Miraba en todas direcciones esperando para encontrarme.
Me apresuré en correr en dirección contraria a la que él estaba. Si me veía, el
iba a querer arrastrarme a la ciudad de donde salí, no quería eso, aún me
quedaban muchas cosas por ver. Por conocer.
Corrí a toda prisa en dirección a la cerca que delimitaba a la salida del parque.
***
La noche era fría y oscura en donde me encontraba, no había ni si quiera una
luz que iluminara mi camino de regreso a la feria pero en vez de eso seguí
caminando hasta un edificio con una pequeña luz intermitente en la punta,
parecido a un faro enorme solo que no estaba a la orilla del mar. Con un fuerte
golpe desbloqueé la puerta de entrada y con una patada fuerte entré en las
instalaciones del edificio con tanta fuerza que me preocupé de que alguien
pudiera verme entrar y allanar esa morada.
El edificio estaba vacío, aparentemente. Las paredes estaban cubiertas por un
color casi gris y sombrío, me recordó a las paredes de la escuela a la que
pertenecía anteriormente. Seguí caminando hasta lo que parecieron ser unas
escaleras de hierro forjado en color rojo, casi como si fuera el único color que
ocupaba ese edificio. Las tomé sin mirar atrás, el edifico se sentía solo y el frío
que lo abarcaba me hizo querer hacer un hechizo para comunicarme con mi
amigo Balthazar, tal vez contarle todas las cosas que había vivido hasta ahora,
me aferré a mi chaqueta de cuero antes de sentir otra oleada de frío azotarme
mientras subía las escaleras.
La cima de edificio era una pequeña torre de hierro con varas intercaladas en
él. La luz que antes parecía ser pequeña anteriormente en realidad era casi del
tamaño de mi pequeño cuerpo, me senté al lado de la enorme farola y me dejé
caer en los brazos de Morfeo.
Ya mis párpados se sentían pesados y me costaba mantenerlos abiertos.
Al día siguiente la luz de la mañana me despertó del golpe, estaba acostada de
medio lado en el suelo mientras la luz seguía encendida. Dudé por un instante
en que lugar estaba y todas las imágenes del día anterior vinieron a mí como
un repentino flash de experiencias vividas y me sentí como la adrenalina se
apoderaba de mi sistema.
Había roto las reglas de mi mundo.
Y me sentía increíblemente viva por ello.
Me levante de golpe del suelo y la brisa que anoche era fría y suave ahora era
tibia y con un poco de salinidad en ella. Miré en todas direcciones para ver si
había un mar cerca, el cual pude divisar al otro lado de la ciudad, era algo casi
melancólico como todo había cambiado para mí de la noche a la mañana.
Entrecerré los ojos ya que el sol me estaba comenzando a dar en los ojos, miré
en dirección al sol y odié por un momento el haber venido sola, si Balthazar
estuviera aquí tal vez me haría reír con unos de sus chistes sobre hombres
lobo contra vampiros, y en como generalmente volteaba las cosas para que los
vampiros le ganaren a los licántropos en una batalla.
El sabía muchos trucos.
Miré hacia abajo al final del faro y una sombra oscura se acercaba
peligrosamente a la entrada del faro, una maraña de pelo de color azabache se
acercaba a la entrada del faro y ya no podía hacer nada más. Era un licántropo
y había venido por mí.
Tal vez para regresarme a la ciudad. Tuve un pequeño ataque de pánico
cuando lo escuchaba subir las escaleras, si iba a ese paso, lo que a mí me
había costado subir en unos diez minutos con pausa para respirar, al licántropo
solo le tomaría dos minutos.
Recapitulé todo en mi cerebro para buscar una buena defensa frente al jurado
de la sociedad de sangre, tal vez, si me perdonaban podría vivir como una
ayudante del grupo de vampiros anónimos en la sociedad. Un fuerte golpazo
me indicó que quien quiera que fuera, ya había llegado.
***
Unos ojos color miel se encontraron con mis ojos azules impidiendo que
escapara. Un licántropo con pelaje color negro azabache estaba en la puerta
de salida del faro, podría intentar saltar del faro, pero sin mi escoba mágica no
estaba muy segura de poder sobrevivir. Me quedé pasmada en mi sitio
esperando que el hombre lobo reaccionara ante mi presencia. En vez de eso,
se mantuvo en su posición entrecerrando los ojos con violencia.
Sabía que iba a perder su forma lobuna pronto.
Y así fue.
Quien estuvo frente a mí era Cristian, quien me miraba como si fuera un chico
nada deseable para él. Dio un par de pasos para estar frente a mí y me tomó
por el borde mi chaqueta para levantarme del suelo, ahora estaba en el borde
del faro con mis piernas colgando y el terror apoderándose de mi cuerpo. Me
sentía pesada e inútil, le habían mandado a matarme y solo esperaba el toque
de gracia para que me dejara caer por el borde hasta el frío suelo.
--¿Quién te mando a que vinieras al mundo humano?—gritó tan fuerte que tuve
que abrir mis ojos de a poco, esperaba una muerte rápida por lo menos.--
¿Quién?—volvió a gritar para obligarme a enfocar mis ojos en los suyos, los de
él era calculadores y fríos cuando me miraban.
--Nadie, he venido sola y por mi cuenta—dije con el poco oxigeno que quedaba
en mis pulmones y lo miraba a él con tal de no mirar cuan alto estaba
suspendida en el aire, dependiendo del agarre de mi chaqueta de un licántropo.
El me miraba con furia.
--Anoche recibí una visita de mi padre—dijo con los dientes apretados y la
mandíbula tensa—alguien le tuvo que haber avisado de mi ubicación en el
mundo humano, y adivina, la única criatura sobrenatural rondándome la noche
pasada fuiste tú así que confiesa—dijo zarandeándome nuevamente en el
borde del faro
El miedo se apoderó de mi cuerpo.
--No fui yo, lo juro. Me vine directo a este faro apenas me encontré contigo—
dije con la poco voz que se me permitía salir de mis labios por lo apretado de
mi chaqueta, ya mi tórax dolía mientras él me mantenía en suspenso—Me he
escapado del mundo de donde provenimos, nadie me ha seguido hasta donde
sé—dije nuevamente enfocando mis dos enormes ojos azules sobre su rostro,
la ira apoderándose de su cuerpo.
--¡Mientes! ¡Debería matarte ahora mismo!—dijo mientras aflojaba su agarre de
mi chaqueta y yo me aferré con ambas manos a su agarre.
--Por favor no, no miento—mi voz salió como un hilo fino, casi imperceptible
para los humanos normales. El me iba aflojando lentamente el agarre y
pensaba que ese iba a ser mi fin, iba a terminar muerta y con todos los huesos
rotos en el suelo junto al faro.
Pensé en mi tía Bell quien debe estar muy preocupada por mí en estos
momentos, en mi amigo Balthazar quien debe estar esperando que me
comunique con él de alguna manera, en todas las cosas que dejé atrás, y todo
para morir de la manera más desmerecedora de todas. Cerré mis ojos y esperé
mi fin.
De repente un fuerte jalón de mi chaqueta y estaba contra el frío concreto del
faro con ambas rodillas de mis pantalones rotas, otro chico había aparecido,
medía igual a Cristian pero este tenía un tatuaje de una flama en su hombro
izquierdo, cabello castaño y ojos del mismo tono, camisa cuello tortuga azul
oscuro y jeans desgastados. Ambos me miraban con los ojos abiertos como
platos.
Me tomó un par de minutos volver a la realidad.
Ellos seguían discutiendo lo que sea que estuvieren discutiendo. Me paré del
suelo aferrándome contra una de las paredes internas del faro. El castaño se
giró para verme mientras me levantaba del suelo.
--Lo lamento, mi amigo es un poco impulsivo—dijo tendiéndome una gasa de
su pequeño koala con miles de bolsillos, tenía medicina, y algunas hierbas
también—
--Gracias por rescatarme—dije tratando de impedir que el me limpiara las
rodillas con la gasa, me ardió el toque de la gasa puesto que tenía alguna
especie de líquido desinfectante de heridas en él.
--No hay de qué—dijo poniendo las gasitas en un cesto de basura al otro
extremo del faro, el otro hombre lobo estaba en el suelo con una de sus piernas
rotas, no miré cuando eso había sucedido— ¿Tu nombres es Deb?—dijo tan
amablemente que tuve que evitar que el rubor opacara mi rostro.
--Si—dije tragando duro--¿Te conozco?
--No, soy más antiguo que la mayoría de licántropos por aquí. Uno de los
original cabría decir—dijo amablemente mientras me ayudaba a levantar del
suelo.
--¿Originales?—mi voz salió como un susurro, la idea de estar conociendo a
uno de los más antiguos hombres lobo, me hizo temblar sobre mis pies. Eso
equivalía a más de cinco siglos atrás.
--Si, mi nombre es Tobías. Mi compañero es Cristian—dijo señalándose
mientras se presentaba formalmente.
--Tobías, es un nombre algo actual—me crucé de brazos ante él.
Una risa de lado se apoderó de su rostro.
--Tuve que cambiarlo, tal vez algún día te deje conocer mi verdadero nombre—
dijo con una sonrisa mientras se sentaba delicadamente para ayudar a su
amigo a enderezar su pierna, un sonido seco cuando los huesos se unieron y
ambos comenzaron a reír ante ello.
¿Acaso estaban locos?
Le seguí hasta la puerta cuando estuvieron a punto de irse.
--¿No me dirán nada mas? ¿Ni siquiera un disculpa?—esa última frase se la
dije a Cristian clavándole los ojos en sus pupilas doradas. El se encogió de
hombros y se destartaló en una carcajada.
--Lo siento—dijo mientras me guiñaba un ojo y sentía toda mi furia aflorar
hacia afuera. Me había intentado asesinar, y un simple lo siento no me iba a
servir para nada.
Me crucé de brazos de nuevo.
--Al parecer alguien le avisó a su padre que estaba por estos lados del mundo
humano, nos intentaron dar caza durante toda la noche y parte de la mañana.
Perdónalo, solo está de mal humor—dijo de nuevo interviniendo el castaño con
una de sus sonrisas patentadas.
--Pues no deberías ir pagando tus problemas con cualquier persona por allí—
dije cerrándoles la puerta de hierro en el rostro.
Era absurdo como había reaccionado, pero todavía sentía la adrenalina
corriendo por mis venas mientras recordaba lo cerca que había estado de mi
muerte. Oí como ellos corrían escaleras abajo por el faro y yo solo quería gritar
para desatar mi furia interna.
***
Cuando la tarde ya había caído había decidido ir al mercado en algún sitio,
necesitaba ciertos ingredientes e instrumentos para hacer mis hechizos y
pociones, en la escuela era una bruja nivel ocho, cosa impresionante para mis
cortos quince años de edad. La mayoría no podía pasar del nivel cuatro antes
de los dieciséis.
Eso era lo que me había ayudado a crear una fuerza mágica lo poderosamente
fuerte para traspasar la reja, el escalofrío me recorrió al recordar lo potente
electricidad de la reja. El color azul de la electricidad mientras recorría todo el
alambrado de la reja.
Choqué con una persona mientras iba recordando las cosas que iba pensando.
Una señora de unos treinta y algo, me miraba mientras hablaba por un aparato
pequeño que parecía un intercomunicador para mí. Ella me miraba con
desprecio, al parecer había interrumpido su sesión de chismes por el teléfono
con quien fuera que estuviera hablando; ella me hizo una seña como un
desprecio, tan aparente que sentí unas fuertes ganas de clavarle un puño en su
enorme boca pintada de rojo.
Me guardé los puños para mí y en vez de eso hice un hechizo básico con mi
mano para que sus tacones que eran increíblemente altos se rompieran,
parecían agujas de alfiler. Ella dio dos pasos y el tacón se rompió, y luego el
otro.
Me reía en silencio, mientras unos niños me miraban con terror en sus rostros.
Caminé en su dirección para evitar asustarlos, pero todos los niños salieron
disparados en todas direcciones excepto en la mía. Corrían despavoridos como
si hubieran visto un fantasma.
Me recordé a mi misma no volver a hacer magia sin ver si alguien me miraba
primero.
Seguía caminando con el sol dándome en el rostro y la fatiga comenzaba a
agolparse en mí rápidamente, moría de hambre y de sed. Tal vez una ducha
fría. Y un lugar para dormir esta noche.
Estaba en el medio de esa ciudad y el ruido de los autos me fascinaba, nunca
había visto tanta vida junta en un mismo sitio. Un auto se paró a mi lado
mientras caminaba por las aceras de esa extraña ciudad. El auto era rojo
deportivo, al parecer era costoso, por lo tanto que brillaba.
Iba conducido por dos chicos bien emperifollados. Uno de cabellera rubia y
corta y el otro por una cabellera larga y castaña. Me miraban con evidente
interés en sus ojos.
--¡Hey nena! ¿Andas perdida? No pareces de aquí—dijo el castaño mientras
me miraba las piernas y los pechos intercalando la mirada de ellos a mi rostro.
El vello de mi nuca se erizó en respuesta. Casi primitivo, sabía que ellos no
eran buenas personas.
--Podríamos dar una vuelta—dijo el rubio mientras me guiñaba un ojo—tal vez
ir a un motel después—dijo con lascivia.
Me dieron ganas de patearles el trasero a ambos. En vez de eso me decidí por
lo más decente.
--Lo lamento, me tengo que ir—dije antes de salir corriendo en dirección a una
tienda que estaba cerca. Entré en ella sin fijarme de que era. Seguí corriendo
hasta la salida trasera de la tienda, los miles de empleados me perseguían con
la misma velocidad con la que corría. Tal vez pensando que había hurtado algo
de su estantería, ¿de qué era? Creo que de ropa de dama. No importaba.
Los chicos del auto también me seguían.
Me peor pesadilla se estaba haciendo realidad. Era ahora perseguida por más
de cinco hombres, entre empleados y acosadores en potencia. Seguí el trote
hasta que me encerré en un callejón sin salida.
Escuchaba las voces acercándose al pasillo. Era hora de usar la magia.
Levanté las manos al aire y recité uno de mis conjuros favoritos sin elementos
o varitas mágicas. Inmediatamente era invisible para ellos. Los cinco hombres
rodearon el callejón esperando que hubiera señales de mí en alguna esquina.
Sus rostros pasaron de rabia a decepción, algunos de sorpresa a curiosidad.
Deseaba que se fueran con tanta rapidez, porque el hechizo estaba a modo de
prueba conmigo, solo duraba invisible unos cincos minutos.
Uno de los chicos, el rubio dio un par de pasos dentro del callejón pero él
castaño le detuvo, y todos los hombres se giraron para regresar por donde
habían venido.
Un suspiro salió de mis labios.
Salí corriendo en dirección a una tienda de pan que había visto de camino al
callejón, aunque no me podían ver, me sentía más segura dentro de la
panadería por alguna razón.
2
Ya estaba dentro de la tienda cuando mi respiración acelerada me permitió
volver a la realidad. Un camarero con los ojos color miel me atravesaba con la
mirada desde el otro lado de la mesa, me miré las manos para ver si seguía
siendo invisible, no ya no lo era, y el chico en mi frente era Cristian. Ahora
llevaba una camisa de vestir y pantalón muy elegante.
Me miraba con el ceño fruncido.
--¿Me estas acosando?—dijo mientras se sentaba en una de las sillas frente a
mí—No es buena idea solo aparecer en medio de una tienda—dijo haciendo
elusión a mi hechizo de invisibilidad. Quería atravesarle la garganta con mi
mirada.
--¿Trabajas aquí?—el desprecio no era uno de mis fuertes, pero el sarcasmo si
lo era, planeaba usarlo contra el pronto. El me miraba como si estuviera loca
por preguntar eso, obviamente el trabaja allí.
--Si—se pasó una mano por su cabello haciéndolo peinar hacia atrás
inmediatamente—Disculpa por lo de esta mañana, no fue mi intención
asustarte—dijo con una sonrisa tan genuina que me sentí culpable por haberle
gritado.
--No lo vuelvas a hacer nunca—dije cruzándome de brazos ante él, mientras
miraba como salía el pan horneado y lo colocaban en un aparador de comida
con vidrios enormes en ellos—
--¿Tienes hambre? Yo invito—dijo evitando mi mirada y parándose en dirección
a la sección de panes y tortas.
Minutos después regresó con un pan relleno de jamón con aceitunas
decorativas, y un vaso de una bebida roja con hielos como nieve.
--¿Qué es?—dije señalando el vaso, el se veían feliz de haberme
impresionado.
--Es un batido de fresa, pensé que te gustaría—dijo mientras se estiraba los
brazos sobre su cabeza y me dedicaba una de sus sonrisas torcidas. Le di un
sorbo a la bebida y me quedé maravillada, era dulce, frío y sabía a frutas
tropicales.
Lo probé con delicadeza, estaba demasiado bueno para ser verdad. El me
miraba completamente entretenido.
--¿Qué tal?—puso ambos brazos bajo su mandíbula para ver que tal me había
parecido el pan relleno. Una mueca de superioridad se posó en su rostro.
--Bueno—dije tomando un poco de lo que él llamaba batido de fresa.
--Gracias. Bueno creo que ya pagué el haberte casi asesinado hoy, ¿no es
cierto?—dijo con un tono petulante y burlista. Le saqué la lengua en respuesta.
El lugar parecía más un lugar de vender cafés que de vender panes, tenía altas
paredes de madera de color oscuro y un aroma a café recién hecho surcaba
todo el lugar de arriba abajo. Las mesas eran de madera tallada y las sillas
eran tan simplistas que no tenían ni un adorno en ellas, al fondo del lugar había
una barra con panes y otras cosas que pronto reconocí como tortas, y muy al
lado había un sitio donde vendían el café recién hecho, algunos eran negros
totalmente y otros tenían espuma encima, algo que no había visto en mi
antigua ciudad ni una sola vez. Los vampiros no dormían, ni necesitaban la
cafeína por ende, y los licántropos ya tenían suficiente energía por si solos
como para necesitar una extra.
Las brujas, como yo, no apreciábamos el café de la misma manera. Solo nos
gustaba tomar el té en las tardes y hacer pociones con hierbas mágicas, el café
muy pocas veces pertenecía a ellos.
El chico en mi frente tenía ahora una camisa manga larga blanca con una
corbata roja en su cuello, pantalón negro y zapatos del mismo tono. Me miraba
con una sonrisa lobuna en sus labios.
--Mi amigo Tobías quiere hablar contigo—dijo mientras se levantaba a tomar
una orden del señor de al lado, el llevaba gafas enormes y un libro entre sus
dedos, tomaba un café y un panecillo redondo—No te vayas—dijo Cristian
antes de irse hasta la barra para pedir lo que el señor había deseado.
Seguí tomando mi bebida rosada y jugueteé con mis dedos. ¿Debería confiar
en estos chicos?
Mi experiencia en el mundo humano me debería enseñar a no depender de
nadie, eso era lo que había querido desde el momento en que mis padres
habían muerto en la salida de los hechiceros de la sociedad de sangre,
pero…algo en esos chicos se me hacía realmente familiar.
¿Tal vez yo estaba destinada a encontrarme con criaturas sobrenaturales
después de todo?
Una figura masculina que ya conocía se posó en mi rostro.
--Hola bonita hechicera—dijo Tobías mientras me enseñaba todos sus dientes
perfectamente blancos, algo dentro de mí tembló al verle. Al igual que su
amigo, era realmente guapo, más que guapo, era encantador.
--Hola, ¿querías hablar conmigo?—dije dejando de lado la bebida de fresa.
El me miraba con los ojos entornados.
--Por supuesto, pero no justo ahora. Estoy a mitad del trabajo, ¿te gustaría
esperar a que sea hora de almorzar?—dijo mientras su cabello corto castaño
caía sobre uno de sus ojos, le tocaba un corte de cabello a este chico.
--Esta bien—dije dándole un leve mordisco a mi pan relleno.
Dos horas después estábamos en la zona trasera de la panadería en un
callejón sin salida, había pequeñas cajas de madera de esas donde traían la
harina y el café a la tienda y las paredes eran de ladrillo rojo casi naranja. Solo
había en leve susurro del viento contra el callejón y ambos chicos se miraron
antes de pasarse una bolsa de pan entre ellos y el castaño, Tobías escalaba
una escalera de incendios de hierro hasta la segunda planta del edificio, yo les
veía intentando no hacer demasiadas preguntas.
Ya pronto tendría mi turno.
Entramos un viejo apartamento con dos habitaciones y una cocina diminuta,
solo cabía la mini nevera y un hornito de microondas. Las paredes de madera
crujían mientras íbamos entrando al sitio, y una alfombra tapizaba todo el suelo
y era de color marrón oscuro, las paredes eran claras, casi color crema. Y
había un par de sillas de madera como las del café de abajo pero con una
mesita pequeña al lado, había botellas de cerveza destapadas y un póster de
un pote de mayonesa en la pared. Era un hogar un poco desagradable, pero
acogedor.
Ambos chicos se miraron y Cristian fue hasta la mini nevera y sacó un par de
refrescos de ella y un frasco de crema de maní, comenzó a rellenar unos panes
con tantos esmero que comenzó a tararear una canción mientras lo hacía, en
cambio, el otro chico Tobías me hacía señas para que me sentase en una de
las sillas de madera junto a él.
--Lamento el desorden—dijo lanzándole una mirada culpable a Cristian, el otro
se encogió de hombros a modo de disculpa—Mi compañero de piso no es muy
ordenado que digamos.
Cristian le lanzó una tapa de refresco en la cabeza, el otro la esquivó y la tomó
entre sus largos dedos y se la pegó en la frente a Cristian.
--Espero te guste la mantequilla de maní—dijo Cristian mientras tarareaba una
canción que no pude reconocer, tal vez de una banda musical de la gente aquí
afuera, no sé
--Me encanta—dije sin tanto esmero, ya estaba comenzando a extrañar a mi tía
Bell que me hacía panes con ellos cuando estaba triste, tragué duro y me
concentre en ambos chicos.
Tobías se veía más seguro de sí mismo aunque podría aparentar los dieciocho
si problemas. Su cabello un poco o demasiado corto sería más hermoso si lo
dejase crecer un poco, me miraba como si fuera la única criatura sobrenatural
que había visto en semanas.
--¿Que sabes de los rastreadores?—dijo mientras se cruzaba de brazos y se
recostaba en su silla lentamente hasta quedar recostado y su espalda tomó
una curva extraña casi se parecía que estuviera tenso ante mi presencia.
--Hasta donde sé son un mito. En la LVH no veíamos muchos de ellos circular
por la ciudad, si es que me entienden—dije guiñándoles un ojo a Cristian quien
ahora rellenaba otro de los panes con rapidez y el también había adoptado una
posición tensa ante mi comentario. ¿Acaso era posible que lo de los
rastreadores fuera algo creíble para ellos? Negué con la cabeza ante ese
comentario.
No era algo posible.
Hice una mueca con mi boca antes de apretar mi mano en un puño debajo de
la mesa. Tobías movió un poco su rostro hacia la derecha levemente
inclinándolo, como si mi respuesta no hubiere sido suficiente para responder a
esa pregunta.
Mordió el interior de su mejilla con rapidez.
--No tanto, anoche nos persiguió un rastreador apenas Cristian se encontró
contigo en la feria—suspiró un poco para luego erguirse levemente, me hice
hacia atrás en mi silla para acomodarme.
Esto no era posible. ¿O sí?
--¿Quiénes eran? ¿Lograron verle el rostro?—mi voz salió diminuta, tan
diminuta que pensé que ninguno de los dos había podido escucharme en
realidad. El lobo alfa era Tobías, ambos intercambiaron miradas cómplices y
luego el mayor de ellos, entrecruzó los dedos delante de su rostro antes de
acercarse un poco más a la mesa.
Sus brazos quedaron a la altura de sus rodillas y los ojos cafés del licántropo
se incrustaron con los míos mientras yo me mordía el labio inferior. ¿Me estaba
examinando?
El pasar del tiempo comenzó a ir cada vez más lento y solo deseaba que me
dejara de mirar como lo estaba haciendo, sentía que podía ver a través de mi
alma. Y sin duda, lo estaba logrando.
Probé un poco el sabor salado de la sangre antes de soltar mi labio finalmente.
El lobo alfa soltó un respiro antes de dejarse caer contra el respaldo de su silla
tomando respiraciones fuertes, casi animal.
Finalmente se nos unió el otro licántropo moreno trayendo los sándwiches de
mantequilla de maní en unos platos de madera tallada y vasos de aluminio
rellenos con una bebida oscura, vino tal vez. Espere que ambos se sentaran en
las sillas y me explicaran de una buena vez por todas que era lo que había
ocurrido.
--Lo lamento—dijo Tobías presionándose el tabique de su nariz con ambos
dedos y dejándolos libres mientras tomaba una respiración—Es una de mis
técnicas de lobo, me permite ver si mientes o no lo haces—dijo finalmente, y
sentí que mis hombros se relajaban fácilmente.
Cristian me pasaba un sándwich de mantequilla de maní con una sonrisa de
disculpa. Lo tomé con suavidad.
--¿Cuál es el veredicto?—mordí una orilla del pan
--Eres de fiar—dijo Tobías lentamente mientras me dedicaba una sonrisa de
medio lado.
Cristian le frotó con fuerza la cabeza, como si fuera un niño pequeño.
--¿Ya ves?—dijo Cristian mientras me daba un vaso de vino con su mano libre
y me guiñaba un ojo. Era todo un pícaro.
Ambos intercambiaron una de esas miradas que solo los amigos realmente
cercanos se podían dar. Casi como un secreto entre ellos. Bebí un poco de su
vino mientras los veías pelear. Tobías le lanzaba un codazo a Cristian y este lo
esquivaba rápidamente antes de tumbarlo boca abajo en el suelo, cuando
terminaron la pelea ambos se giraron para verme, era como si se hubieran
olvidado de mi presencia y yo solo les sonreía levemente.
--¿Qué vea qué?—dije mientras ambos se giraban para verme con sus ojos
abiertos como platos, les di una sonrisa de medio lado totalmente fingida.
--Nada—dijeron los dos al unísono
--¿Eso no sonó como nada?—dije mordiendo de nuevo un trozo de pan—Les
recuerdo que soy un bruja—dije entrecerrando los ojos ante mi evidente
sarcasmo.
--No te tenemos miedo—dijo Cristian mientras se acercaba más a mí con su
rostro
--Pues deberías, soy nivel ocho—
Ambos se quedaron helados en sus asientos.
--¿Qué?—dijo Cristian ante mi comentario—Pensé que los nivel ocho solo lo
podían lograr pasados un rango de edad, y tú, bueno…luces como de quince
años a lo mucho—
Le dediqué una sonrisa sarcástica.
--A menos que tú sabes, en realidad seas una anciana detrás de toda esa
apariencia—dijo de nuevo Cristian con petulancia. Deseé poder arrancarle las
cuerdas vocales al lobito.
--Cumplí quince el mes pasado, no soy tan anciana como creías—le lancé un
trozo de pan al cabello.
--Demuéstralo
--¿Qué tengo quince años? ¿Qué clase de pervertido eres?—dije lanzándole
una mirada de arriba abajo
--No eso, lo otro—dijo moviendo las manos sobre su cabeza
Oh…lo del nivel ocho.
Sería fácil de demostrar.
Levante las manos al aire y ambos comenzaron a levitar por los aire, y luego
las luces de la casa comenzaron a titilar por órdenes mías. El ventilador de
pared se encendió solo y miles de hojas que había en los cajones comenzaron
a salir volando en todas direcciones. Parecía un festival en el aire.
Esperaba que con esto, ellos comenzaran a creerme en cuanto a lo de que era
bruja y en lo poderosa que era.
Este fue mi inicio como hechicera, en el mundo humano…Solo esperaba que
esto no se me fuera de las manos. Ambos chicos lobos me miraban como si
tuviera dos cabezas, y eso que ellos eran igual de raros que yo.
Termine mi acto de brujería y ellos se quedaron pasmados en su sitio.
Me mordí el labio inferior, y ellos aún tenían la cara de pasmados que antes.
Solo que no tenía idea de lo que me esperaba…
CONTINUARÁ….
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