la práctica del perito trabajador social
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TALLER DE PERITAJE SOCIAL CORPORACION DE ASISTENCIA JUDICIALLA PRACTICA DEL PERITO TRABAJADOR SOCIAL SUBDIRECCION REGION DE ATACAMA
LA PRUEBA PERICIAL
EL INFORME SOCIAL
Dado que se trata de un valioso instrumento de nuestra intervención profesional, hay
que vincular necesariamente el Informe Social con los temas del poder y la información,
pues son dos cuestiones teóricas en que se basa la presente propuesta de construcción y la
elaboración de dicho instrumento.
Otra consideración de relevancia es que para su elaboración es fundamental considerar
la modalidad de intervención planteada aquí, en términos de reconocer a quien demanda
como un ciudadano sujeto de derechos y no como “el carente”, ‘él necesitado”...
Íntimamente ligado a ello, se articula la cuestión de la ética profesional.
De tal modo que a los fines de ordenar el desarrollo de las presentes ideas vamos a
considerar, primero, los principales elementos de la información en relación directa con la
elaboración del Informe Social. Seguidamente, abordaremos la cuestión del poder en su
vinculación con el tema de la información. Y por último, en una breve síntesis que compren
de los dos puntos anteriores, trataremos de reflexionar sobre todos los aspectos
concernientes a la elaboración del Informe Social y del Informe Socio-Ambiental: dos caras
de una misma moneda, en su dimensión ética.
Cuando los trabajadores sociales tomamos contacto con un ciudadano para realizar
algún tipo de intervención, por requerimiento de éste o de la institución en la que estamos
insertos, vamos a obtener información directa por parte de esta persona. Información que le
pertenece y que de algún modo decide dar, o se ve obligado o presionado a brindar.
También podemos obtener información Indirectamente cuando recurrimos a otras fuentes o
informantes claves que tienen relación con aquella persona siempre se tratará de una
intervención profesional planificada estratégicamente con objetivos precisos para obtener
determinada información.
Este ciudadano, que por lo general es considerado en la categoría del “no derecho” —
y ya veremos más adelante por qué—, nos va a brindar toda la información que le pidamos
naturalmente. No se cuestiona por qué se lo preguntamos. A veces, muy pocas, puede no
hablar, no decir, y aun así nosotros, con nuestros sentidos, estaremos sacando información;
estaremos “deduciendo e interpretando” hasta los silencios. ¿Nunca nos preguntamos qué
haríamos nosotros en su lugar, si alguien viene a averiguar sobre nuestra vida, nuestra
intimidad familiar, nuestra cotidianidad? Por lo general, la persona sobre la cual se informa
está en una situación desventajosa, y aquí se plantea el tema del “no derecho”, del “no
ciudadano”. Esa situación desventajosa de “necesidad” es la que lo va a obligar a comunicar
aquello que queremos saber o conocer. ¿Por qué? Porque necesita... porque carece...
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Por ello nos dará esa información, y si no lo hace “interpretaremos” el porqué y
volveremos a citarlo o entrevistarlo... hasta que hable. Y si no lo hace, simplemente
“interpretaremos” ese silencio.
Obviamente, podemos hacer otra cosa. Considerar al ciudadano, planificar la
intervención y lograr un acercamiento a la persona que permita una comunicación más fluida
entre ambos, basada en una relación de confianza y respeto mutuo. El profesional será el
primero en creer en las posibilidades del otro.
Es necesario reforzar aquí la idea de persona sujeto de derechos, porque cada área
donde interviene el trabajador social refiere a un derecho social con raigambre constitucional,
y los mismos están claramente enunciados en el artículo 14 bis de la Constitución Nacional.
En todo caso, esas personas llegan al servicio social porque esos derechos les han
sido denegados o avasallados en algún punto de la estructura social. Ellos vendrán entonces
a reclamar o exigir que se cumplan.
Esta mirada difiere sustancialmente de la que supone al otro un carente”, y viene a
completar uno de los fundamentos del presente enfoque para tratar la cuestión del poder de
la información.
En consideración de lo expuesto hasta aquí, podemos concluir que la información que
el ciudadano brinda a los trabajadores sociales será considerada en principio en el contexto
de una intervención profesional; no es una conversación entre dos amigos o grupo de pares.
Es la síntesis elaborada de la información obtenida en sucesivas entrevistas. Por eso no es
suficiente una entrevista para la construcción de un Informe Social; en ese caso podríamos
hablar simplemente de un informe de entrevista.
Para completar la idea del poder de la información en relación a la intervención, vamos a
agregar que “el secreto profesional” forma parte de dicha intervención.
Cabe entonces preguntarse: ¿qué hacemos con esa información que el otro nos da y
que le pertenece, porque es de él? Seguida de otra pregunta: una vez que documentamos
esa información con un informe escrito, ¿la compartimos en él? Finalmente: ¿cómo
elaboramos e interpretamos la información al registrarla?
Si no nos planteamos esto probablemente estaremos incurriendo en algún error, y
puede haber varias razones para ello, que habrá que explicitar. Quizás hemos puesto algo
que la persona no pueda comprender, en cuyo caso será conveniente explicárselo para que
entienda. Puede suceder que hayamos puesto algo que a él le desagradaría conocer; en este
caso, ¿cómo trabajamos y por qué no lo pudimos conversar con él?, ¿por qué no fuimos
capaces de confrontarlo con él?; y si no lo hicimos, ¿por qué lo escribimos?, ¿por qué lo
documentamos?
Estas son cuestiones absolutamente éticas y deben revisarse al momento de hacer el
informe.
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Por otro lado, cuando hablamos de “secreto profesional’ deberemos considerarlo
seriamente, pues se entiende que el secreto es para con la persona, ya que no le contamos
lo que documentamos; pero sin embargo lo podemos comunicar a toda la institución a
través de ese documento escrito que es el informe, y en algunos casos el informe que va
dentro del legajo, que pasa por los distintos programas de la
institución. No queda claro en relación a quién es el “secreto o profesional”, si no se tiene
claro quién es el ciudadano sujeto de derechos. Estamos hablando aquí de “ocultamiento de
información y concentración de poder”. Como conocemos, es saber algo que el otro ignora
nos coloca frente a ese otro en una situación de dominación-subordinación.
Poner el eje de la participación en el contexto de la modalidad de intervención
significa que nuestra tarea no es “informar’ o hacer “un amplio informe socio-ambiental”,
como se suele pedir en los tribunales, sino, por el contrario, habrá que entender que ese
Informe Social es producto de una intervención profesional, y que como tal tiene un cómo, y
ese cómo no es empírico ni improvisado.
Entonces, no se trata sólo de contar a otro o informar a otro: esto es sólo un aspecto.
El otro y más importante es dar cuenta del trabajo realizado con la persona que de mandó
nuestro accionar. Con esa documentación podremos planificar acciones, organizar la tarea,
evaluar resultados, plantear líneas de acción, hacer seguimientos, dar orientaciones,
derivaciones, propuestas de solución, y lo que es más, perfilar nuestro rol con una
fundamentación que nos saque del empirismo pragmático a la hora de hacer “el in forme”.
Vamos a vincular ahora la información con el tema del poder, en una breve síntesis
que contempla los aspectos relevantes del mismo y que hacen al presente desarrollo. Ya
hicimos algunos planteos en el punto anterior, cabe ahora reforzar dos aspectos
fundamentales:
1) El poder conferido por el título habilitante.
2) El manejo de los recursos.
El primero habla del poder conferido por el Estado a través del título habilitante del
trabajador social, y legitimado por la sociedad a través de las instituciones donde llevamos
adelante las políticas sociales.
Está en el imaginario social que el trabajador social de una institución pide
información a la persona en cuestión y ésta se la brinda, ya sea en caso de que la persona
se acerque a la institución o que el trabajador social concurra a su casa.
Así tenemos dos ámbitos muy claros donde el poder tiene distintas implicancias: el
ámbito de lo cotidiano laboral y el de lo cotidiano familiar en la casa y/o en el barrio.
Nosotros sabemos que cuando vayamos a la casa de las familias lo haremos desde
aquel lugar de “control social”; sin embargo, por otro lado somos de los pocos profesionales
que tenemos acceso a la vida cotidiana de las personas. Esto fundamentalmente por el
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carácter interventivo de nuestra práctica profesional. Asimismo, tenemos una cuota de poder
que deviene de nuestro rol; así podemos afirmar que la in formación da poder, y el
trabajador social lo tiene desde el momento que con el Informe Social muchas veces se
decide sobre la vida y el futuro de una familia.
El otro punto a considerar es el tema de los recursos, sean éstos económicos,
materiales, humanos, institucionales, etc.
Los trabajadores sociales muchas veces tenemos ose control, y podemos, en
consecuencia, hacer un uso equitativo y justo, o indiscriminado e injusto, de los mismos.
Es necesario revisar qué hacemos con esa cuota de poder, que en algunos casos es
bastante importante, pues hay colegas que ocupan espacios de dirección y decisión en las
instituciones estratégicos para la intervención social.
En todas las situaciones habrá siempre un planteo ético de la intervención, y la
pregunta central sería: ¿qué hago con ese poder? Para ejemplificar lo antedicho, al tratarse
de una familia yo decido con mi informe que esta familia reciba un subsidio de emergencia,
y decido que esta otra familia no lo reciba”. ¿Cómo lo decido y qué evalúo para ello?
Son muchas las preguntas, y pueden ser muchas las respuestas, pero lo cierto es que
con un informe yo lo decido.
Insisto, todo ello en el contexto central de la intervención. Así, una intervención
desacertada producirá una información elaborada incorrectamente, de manera tal que “lo
esencial se perderá de vista”.
Por ejemplo, puede ocurrir que ante una familia con historia de niños
institucionalizados, por no calificar correctamente la información priorizando lo esencial se
pierda de vista que existe un vínculo materno-filial que nunca se quebró. La
institución “separó ese vínculo” provocando, con sus informaciones, intervenciones
iatrogénicas. Desarticulando un vínculo materno-filial que la casualidad o el destino o Dios
quiso volver a establecer después de dieciocho años.
Mientras tanto la institución siguió, los profesionales pasaron, los legajos se
archivaron, y la vida de esa niña y su madre también pasaron, con la salvedad de que
dejaron en el camino pedazos de historia, afectos, sentimientos inconclusos, inacabados,
quebrado vacíos... y que posiblemente no se puedan remontar nunca, o resulte bastante
difícil hacerlo.
Hablar del Informe Social significa remitirnos a su esencia, que es la intervención
profesional, para decir que el mismo es producto de una tarea profesional no es simplemente
un “documento escrito” que transmite información a otro/s. Su relevancia radica en
‘comunicar con precisión acerca de la intervención llevada a cabo con una familia, grupo o
comunidad. Esto no es tarea sencilla para el Trabajo Social, ya que lleva implícito un
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complejo y dinámico proceso metodológico y una serie de elementos a tener presente en su
construcción.
Para comenzar, vamos a decir que el informe es el producto elaborado que se obtiene
del registro de sucesivas intervenciones que mostrarán en su desarrollo el proceso de
nuestra intervención; de allí la importancia del registro.
Si bien es cierto que el informe sirve para comunicar información a otro para que se le
otorguen bienes y servicios, o para dar intervención judicial, o resolver especificidades sobre
un área, su función principal es dar cuenta de la modalidad de intervención para satisfacer
una demanda, la demanda de un ciudadano.
En cuanto a los informes, podemos decir que hay distintos tipos y modelos según la
institución desde la que se aborda la intervención y según el tipo de intervención que se
requiera, y que de ningún modo pueden confundirse dichos informes con las encuestas,
cuestionarios, etc.
Así, en líneas generales, podemos hablar de Informe Social e informe Socio-
Ambiental.
Podemos decir que según el objetivo y la institución hay informes de admisión, de
seguimiento, de evaluación, de ingreso, de egreso, etc. Todos ellos instrumentos de la
intervención relacionados con el registro de la información.
Su estructura básica está determinada por información que se refiere a motivo de la
consulta, fecha, número de legajo, expediente y/o historia clínica, nombre de quien demanda
la intervención, datos de identificación del mismo tales como: documento nacional de
identidad, fecha de nacimiento, nacionalidad, escolaridad, estado civil, etc. Presentando
distintas modalidades, se trata de una información que contiene
antecedentes, historia y situación presente de una demanda social familiar.
Lo que le da la característica de social es el contenido de la información registrada en
las intervenciones que tuvieron lugar para su elaboración, pudiendo ser una o varias.
Pero toda vez que aquéllas comienzan a requerir del con tacto y/o conocimiento del
contexto donde las personas desarrollan su vida cotidiana, la información aparece como
relevante y trascendente precisamente en ese punto: el contexto. Entonces aquí ya
estaremos hablando de Informe Socio-Ambiental.
La elaboración de éste deviene necesariamente de una secuencia de intervenciones
planificadas en todo lo referido al contexto que rodea a la persona que demanda, de
relaciones profesionales inter-institucionales, de inter-consultas profesionales que permitan
mayor rigurosidad en el proceso de análisis de los datos investigados que demanda la
intervención. Es probable que, para la construcción de este tipo de informe, entre otros
elementos tomemos una serie de informes sociales elaborados a partir de distintas
intervenciones.
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Es decir que no se puede centrar la atención solamente en el ciudadano que requiere
la demanda, sino que hay que evaluar la posibilidad de llegar tanto al grupo familiar
conviviente como no conviviente, nuclear o de origen; vecinos, amigos y quienes estén
involucrados de algún modo con el problema, y todos aquellos que puedan aportar a la
comprensión del mismo para la mejor resolución. Estamos aludiendo aquí a la importancia
del trabajo en red.
Dado que el objetivo de este informe es otorgar bienes y servicios, o dar intervención
judicial o actuar jurídicamente, se trata de una elaboración más profunda que la del informe
anterior, en tanto los datos que se obtengan necesitan ser corroborados con fa realidad y
analizados en función de su confiabilidad. No se puede construir una interpretación libra da
al azar que carezca de fundamentación y argumentación. Debemos ser rigurosos al trabajar
con estos datos de modo que puedan ser operacionalizados en variables, indicadores y
dimensiones que permitan obtener y medir resultados.
Hay que aclarar en este punto que no debemos confundir el análisis de los datos con
un tecnicismo puro. No se trata de un diagnóstico que mide lo social, porque la realidad
social no se puede medir, ya que es dinámica. Hablamos aquí de resultados. No queremos
saber cuánto ni cómo cambió la situación-problema. Pero si necesitamos verificar que se
produjeron cambios favorables en las personas afectadas por dicho problema.
Este es un informe que decide, a partir de un diagnóstico, las líneas de acción a
seguir. Para ser más claros respecto del impacto que esto produce, vamos a ejemplificar
comparando con un diagnóstico clínico: si en lugar de TBC (tuberculosis) se diagnostica
“gripe”, lo más probable es que una aspirina no haga mal pero tampoco “cure”, y, lo que es
más, como efecto colateral se haga avanzar la enfermedad porque no se está indicando el
medicamento correspondiente.
Retomando lo enunciado en párrafos anteriores en que hablábamos del proceso de
inserción del perito, y en relación al diagnóstico, diremos aquí que es un tema de debate la
pertinencia o no de hablar, en Trabajo Social, de «diagnóstico”, precisamente por su
vinculación con una postura clínica médica. Sin embargo, siguiendo el ejemplo dado, vamos a
acordar en que un diagnóstico social apresurado, desacertado, erróneo, traería como
consecuencia un mal planteamiento del problema, y, por último, un desacertado planteo de
las líneas de acción. La consecuencia social de esto es grave. Por ejemplo: “madre
abandónica”, frase común que aparece en muchas pericias judiciales, o “vínculos armónicos”.
¿Cómo definimos estos términos, cómo construimos este dato?, y finalmente, ¿qué líneas de
acción se proponen a los fines de la intervención social?
El tema central propuesto es considerar los contenidos de este tipo de informe, y
hasta aquí se han planteado al respecto las cuestiones elementales, con los respectivos
interrogantes a considerar para la reflexión.
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En su estructuración interna, además de los datos de presentación e identificación,
este informe debe contener, aunque con distintas denominaciones, los siguientes datos y
variables de análisis: grupo familiar conviviente y no conviviente; breve reseña de la historia
familiar; situación laboral, económica, de salud, de vivienda, de recreación, educativa y
social; diagnóstico; pronóstico; líneas de acción.
La elaboración de este informe no es un relato descriptivo, cronológicamente
redactado, de los hechos. Este informe puede incluir aspectos descriptivos en una primera
parte, de presentación del problema, y/o la descripción de la tarea llevada a cabo durante un
período determinado de la intervención. Pero luego debe constar de otras dos partes
importantes: aspectos analíticos, dentro de los que van a aparecer analizadas las variables
tomadas en consideración, y aspectos concluyentes, donde se expondrán las conclusiones
sobre el problema. Las conclusiones no son acabadas, sino que se transforman en
propuestas, o posibles alternativas de solución. Estarían aquí las propuestas, orientaciones,
derivaciones, sugerencias, etc.
No sería desacertado reiterar que es fundamental en esta elaboración saber que el
contenido de cada variable, es decir, lo analizado allí, debe poder ser fundamentado técnica
y profesionalmente. No podemos decir “vínculos armónicos” sin saber dónde, cómo, cuándo
comprobamos, vimos o verificamos “esa armonía”. De dónde sacamos tal apreciación para
que deje de convertirse en tal y pase a ser un dato de la realidad, susceptible de ser
interpretado como variable de análisis.
¿Qué decimos los trabajadores sociales en un Informe Socio-Ambiental? Tenemos que
saberlo.
Los trabajadores sociales sabemos que no trabajamos con el inconsciente, pero
fundamentalmente debemos saber que con nuestro informe, que es palabra escrita en un
documento, y que lo leen muchas instituciones, o, dentro de una misma institución, los
distintos programas que la conforman; con lo cual no solamente decidimos sobre la vida de
una persona y/o familia, sino que muchas veces establecemos “estereotipos, “rotulamos”,
“institucionalizamos”, “judicializamos”...
Esa marca, ese rótulo, queda en la familia. Mientras nosotros intervenimos hay
posibilidad de reflexionar al respecto y modificar con otro informe esas improntas; pero si
antes de que ello ocurra el informe pasa a otra institución, por ejemplo al Poder Judicial, ya
no hay retorno; eso que se dijo lo toma el juez, con ello decide, y luego dicta sentencia. No
es sólo la institución jurídica quien juzga y dicta sentencia; otras instituciones también lo
hacen, también” juzgan” y también “dictan sentencia. Las escuelas, por ejemplo. Todos estos
cuestionamientos tienen como centro de la problematización la cuestión ética.
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ALGUNAS REFLEXIONES
En una primera reflexión vamos a decir que el Informe Social es el lugar de la
intervención de mayor “exposición profesional”; está en la institución, en el expediente de un
juzgado, en el legajo del Consejo Nacional del Menor y la Familia, en la historia clínica del
centro de salud...; plantea la particularidad de que toda persona que tenga acceso a esa
documentación podrá leer nuestro informe, y entre estas personas se encuentran otros
colegas, otros profesionales, el juez... pero también está la familia, la persona... Todos ellos
van a leer nuestro informe, nuestra tarea profesional. Van a ver qué escribimos, cómo lo
hacemos, de qué hablamos y de quiénes, y qué opinamos profesionalmente... Es el lugar de
mayor exposición. Allí decimos, por ejemplo, “rasgos psicóticos” si trabajamos en salud
mental; “hacinamiento, falta de higiene y promiscuidad” si trabajamos en vivienda; frases,
palabras, diagnósticos... íntimamente relacionados con las cuestiones éticas, con juicios de
valor.
Dado que el trabajador social es uno de los pocos profesionales que tienen acceso a
la vida cotidiana de la gente, es posible caracterizar a la profesión como esencialmente
interventiva. Así resulta desafiante involucrar la tarea en el contexto de las nuevas cuestiones
sociales, que exigen res puestas diferentes a las del siglo pasado. Repensar el Informe Social
es parte de ello; revisar su elaboración en términos éticos significa romper con viejos
modelos que muchas veces hacen iatrogénica la intervención y que por uso de la costumbre
nos impiden salir de una alienación rutinaria, don de entonces el Informe Social se convierte
en un relato descriptivo de hechos aislados de la vida de una persona. Este es un
instrumento de poder con el cual vamos a decidir sobre el futuro y la vida de las personas, de
las familias.
El poder no debe ser visto como algo “malo”, sino ser reconocido para saber utilizarlo,
aludiendo aquí a una concepción ética. No es malo tener poder, en todo caso lo malo será la
utilización indiscriminada que hagamos de él y el modo en que lo instrumentemos hasta la
elaboración del Informe Social o Socio-Ambiental.
Se debe entender con absoluta claridad que el informe no es sólo un documento que
transmite información a otro, sino que su papel es dar cuenta de un producto de la
intervención profesional, y esto implica modificación de la realidad; de lo contrario, no hay
intervención.
La información con relación al secreto profesional y/o divulgación de la información
establece un planteo ético que requiere ser reconsiderado permanentemente en la
elaboración del instrumento de referencia. Pues es imprescindible visualizar con quién
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tenemos ese secreto profesional para detectarlo en su contradicción; la divulgación que se
hace cuando queda plasmado en un legajo que recorre todo un circuito institucional.
El respeto, la libertad y la justicia son valores supremos y a considerar, para revisarlos
en nuestro quehacer cotidiano a los fines de medianos en el Informe Social.
ASPECTOS PROCEDIMENTALES
Todo juicio se inicia con una demanda y continúa luego con una contestación de la
demanda. Se suceden las audiencias y se produce la apertura a prueba. Esto significa que a
partir de ese momento las partes tienen treinta días para presentar las pruebas.
Cada vez que hay menores, incapaces o ausentes involucrados, aparece la figura del
Defensor de Menores. Cuando finaliza el tiempo de apertura a prueba, se pide sentencia.
Luego se regulan los honorarios; si hay apelaciones van a la Cámara de Apelaciones hasta
que se resuelvan. Para iniciar el litigio hay que pagar una tasa judicial, pero el Código prevé
la posibilidad de “litigar sin gastos”.
La prueba pericial está a cargo de un perito único de oficio que para acceder al cargo
debe estar incluido en el lista do de inscripción del fuero que corresponda.
En Capital Federal la inscripción se realiza en el mes de octubre de cada año, y el
interesado debe llevar, la primera vez, título original, fotocopia, documento de identidad y
matrícula profesional al día, y pegar una estampilla por valor de $ 50. Los años siguientes no
hace falta llevar título original, por que queda registrado en el sistema de computación.
Actualmente, y desde el año 1999, la inscripción para Capital Federal la hace el Consejo
Profesional de Asistentes Sociales.
Un requisito para el desempeño de la función es que el perito sea un “experto” en el
tema. Otro requisito es que tenga un mínimo de 5 años de recibido.
El perito tendrá que tener domicilio constituido en Capital Federal. Si cambia de
domicilio debe comunicarlo a la Cámara del fuero correspondiente.
La regla general establecida en el artículo 458 dice que la prueba pericial estará a cargo de
un perito designado de oficio. Sin embargo, hay casos en que se pueden nombrar tres, como
pon ejemplo “en los juicios de nulidad de testamento”. El juez fijará los puntos de pericia y el
plazo en que el experto deberá expedirse. El perito aceptará el cargo ante el oficial primero
dentro del tercer día de notificada su designación. De lo contrario, el juez nombrará a otro.
Si el juez comunica a la Cámara la falta de aceptación del cargo, ésta puede llegar a
disponer la exclusión del profesional del listado de peritos, si considera que no hubo causa
justificada para su negativa.
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La remoción del perito puede proceder recién después de haber aceptado el cargo y
en los siguientes casos: renunciar sin motivo, negarse a dar el informe, no presentar la
pericia oportunamente.
Como efecto de la remoción, el juez puede nombrar otro perito y aquél pierde el
derecho a cobrar honorarios.
El perito de oficio, una vez que aceptó el cargo, puede solicitar un anticipo de gastos
dentro de los tres días después de la aceptación.
Una vez que el perito hizo su tarea debe presentar el informe, y el juez puede
solicitar una nueva pericia.
Cuando hay una urgencia por conocer la opinión del perito, el Código dispone la
posibilidad de un dictamen inmediato por escrito o en audiencia.
La competencia técnica del experto es uno de los elementos que el juez tendrá en
cuenta para estimar la fuerza probatoria del dictamen pericial.
El juez va a solicitar los puntos de pericia. Ya hemos hablado de esto, pero conviene
enunciarlos brevemente: el trabajador social puede realizar pericias sobre alimentos, régimen
de visitas, divorcios, tenencia, adopciones, protección de personas; éstas son las más
solicitadas.
Del procedimiento es pertinente decir que cuando el perito es designado por el juez
para intervenir en un caso, se le hace saber por cédula, como una de las maneras de
notificarle la designación.
La cédula la lleva el oficial notificador al domicilio constituido por el perito, quien la
recibe y firma al dorso. El oficial la firma y coloca en el original día y hora en que fue
recibida, y deja la copia para que el original vaya al expediente.
Una vez recibida la cédula informando la designación en los autos correspondientes, y
la resolución del juez, se debe concurrir al juzgado de referencia (el que indica la cédula) a
fin de “aceptar o no el cargo”.
Para aceptar el cargo se lleva al juzgado la cédula, el documento nacional de
identidad y la matrícula profesional, para que completen los datos respectivos en el
expediente, anunciándose previamente en mesa de entrada; luego se firma de
conformidad, lo que implica que el cargo fue aceptado.
Plazos. El plazo para la aceptación del cargo es de tres días hábiles a partir de la
notificación. Por lo general este plazo se indica en la cédula. Los tres días se cuentan a partir
del día siguiente de la notificación. Por ejemplo: si se recibe la cédula un lunes, se cuenta
martes, miércoles y jueves, pero como además hay dos horas de gracia, se pueden tomar las
dos primeras horas del día siguiente. Es decir, en este ejemplo hay tiempo hasta el viernes a
las 9:30 hrs. (ya que el horario de tribunales es a partir de las 7:30 hrs.).
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Si el cargo no va a ser aceptado hay que notificarlo por escrito, pidiendo el reemplazo
o brindando excusas; es decir, hay que informar al juzgado los motivos de la no aceptación.
Para ello puede haber distintas razones: porque ya tenemos otro cargo que se superpone a
éste en los horarios; porque existen dificultades para intervenir en el caso; o por que hay una
licencia en curso. En cualquier caso, hay que dar las razones.
Sólo se pueden tener cuatro rechazos de cargos en el transcurso del año; el juez lo
informa a la Cámara del fuero correspondiente y luego del cuarto se saca al perito del listado
de oficio.
Las notificaciones. Hay distintas formas de notificar las resoluciones judiciales. Una es
por cédula, como ya explicamos. Otra, y muy importante, es la notificación tácita; significa
que cada vez que alguien pone un escrito en el expediente se presupone que está en
conocimiento de todo lo que contiene éste con anterioridad a dicho escrito. Del mismo modo
que cuando se solicita el expediente en préstamo según el artículo 127 de CPCCN. También
existe la notificación por edictos. Es cuando hay juicios concursales (ley 19.551). Cuando se
trata de personas inciertas o se desconoce el domicilio, se publica en el Boletín Oficial y en
algún periódico de mayor circulación el último domicilio del citado o del lugar del juicio. La
resolución se tendrá por notificada al día siguiente. Por último, la notificación por Ministerio
de la Ley; ésta también es sumamente importante para tener presente una vez que se
aceptó el cargo. Significa que los días martes y viernes son días de notificación de
resoluciones. Es decir que cualquier resolución dictada los viernes o los lunes será notificada
los días martes; y las dictadas, martes, miércoles o jueves, serán notificadas los viernes. En
caso de que el martes o viernes respectivo sea feriado, se considerará el día hábil siguiente.
Siempre que sea necesario notificarse de alguna resolución es conveniente ir al juzgado los
días martes y/o viernes, especialmente si hay plazos próximos a vencer.
La licencia. Ésta se informa por escrito y con copia a la Cámara del fuero que
corresponda, explicando los motivos de la misma. Luego la Cámara informa a los juzgados de
dicha licencia.
El libro de notas. Es común que este libro lo utilicen los abogados cuando el
expediente no está en letras y desean dejar constancia de que ese día concurrieron para
verlo y no estaba. Los peritos también podemos utilizarlo, aunque no es común y en algunos
casos hasta se desconoce su utilidad. Se trata de un libro foliado donde debemos completar
los datos que piden: fecha con día, mes y año, profesión y carátula de autos. Este libro se
puede pedir, por ejemplo, si no está el expediente y se está por vencer algún plazo procesal
para la presentación de algún escrito.
Respecto de algunas formalidades del funcionamiento de los juzgados, se puede
aclarar que el horario de atención de los mismos es de 7:30 hrs. a 13:30 hrs., de lunes a
viernes.
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Cuando los plazos procesales no son respetados, las presentaciones son
extemporáneas. Cuando el expediente no está puede ser por distintos motivos. Porque “no
está en letra”, lo cual significa que no está en los casilleros que corresponde, donde están
separados por orden alfabético y por apellido de quien demanda. Porque “está a despacho”,
significa que está separado para que el juez lo vea a fin de tomar alguna resolución. Cuando
está a la firma”, es que lo tiene el juez y está resolviendo. “Pasó a la Cámara”, significa que
por alguna razón el expediente fue apelado y pasó a la Cámara de Apelaciones del fuero
correspondiente.
Por último, es importante saber que todas las presentaciones que se hagan deben ir
con copia a las partes, tantas como partes haya en el juicio.
Respecto del cargo, hay que aclarar que un punto es la aceptación del cargo a llevar
adelante, y otro es el “cargo” que ponen en mesa de entrada cada vez que se presenta un
escrito. Allí, cuando reciben los escritos sellan con una máquina el día y hora en que fue
recibido por el juzgado.
Hasta aquí hemos dado a conocer los principales aspectos procesales que guiarán la
tarea del perito en este sentido. Entendemos que para una ampliación de la información al
respecto habrá que remitirse a los Códigos correspondientes, sin perjuicio de resaltar que el
eje de nuestra intervención es lo social”.
LA INTERVENCION PROFESIONAL
DE LA INSERCION DEL PERITO A LA EJECUCION DE LA TAREA PERICIAL
De la metodología: siguiendo a Juan Barreix y otros en Metodología y Método en
Trabajo Social, se habla de pasos, etapas, esquemas. Este es un concepto muy limitado y no
da cuenta de un proceso que se lleva a cabo en un tiempo y un espacio, y de forma
dialéctica. La metodología como proceso implica:
Puntos de partida: para conocer una realidad. Estos contienen la filosofía sobre la
que se construye el planteo metodológico. Es el enfoque global con el que se va a analizar la
realidad. Éste deviene de la visión de mundo que se tenga según la matriz teórica con que se
aborda el conocimiento de la realidad. Constituye el esquema conceptual y forma parte del
marco teórico con el que se aborda el objeto de intervención de Trabajo Social.
Los lineamientos: se desprenden de los puntos de partida y son el primer producto
sistematizado de los mismos. Constituyen el esquema referencia, que comprende ideología,
valores, etc. Es decir, la filosofía es ahora lineamiento concreto para la acción.
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Los elementos: son las partes que integran la realidad a conocer. Son dimensiones
más pequeñas de la realidad, dado que no puede conocerse ésta en su conjunto.
Es por ello que se necesita de métodos: son las formas que utiliza el hombre tanto
para actuar sobre la realidad como para sistematizar los conocimientos obtenidos de ella.
Por último, los objetivos de la metodología, que contienen las políticas globales que
se plantea el enfoque metodológico.
Entonces, para abordar una problemática, primero hay que ordenar los elementos
dispersos que se cree conocer, ya que la misma se presenta en principio desordenada y
caótica. Por ello se la detiene arbitrariamente en algún punto para conocerla, estudiarla y
tener una idea general de su dinámica de funcionamiento. Son aproximaciones sucesivas
a la realidad.
Luego se inicia el abordaje de la problemática, aunque todavía hay elementos de ella
que no conocemos. Pero sí sabemos que esas manifestaciones no son producto de la
casualidad sino que son comprensibles y tienen una explicación.
Respecto de la intervención podemos decir que si ésta es modificación de la
realidad, y si el Trabajo Social es un accionar político, entonces acordamos con Margarita
Rozas, quien argumenta que la intervención se construye en la definición del campo
problemático. Es decir, en la porción de realidad sobre la que nos toca actuar.
Este campo problemático se construye en la reproducción social de la vida cotidiana
de los distintos actores sociales intervinientes. A su vez, la vida cotidiana es el espacio
concreto en el que los sujetos construyen y configuran la sociedad y le dan sentido a su vida,
y donde se pueden explicar los aspectos más significativos de la vida social.
La autora de referencia dice: La vida cotidiana expresa la trama social en la cual los
sujetos articulan su existencia en relación a la lucha por la satisfacción de necesidades...
De este modo entendemos que es fundamental delimitar el problema objeto de
intervención en el área de los peritajes. Es decir, ese problema social con el que vamos a
trabajar para definir con mayor precisión: ¿qué trabajo social vamos a realizar con la familia
que llega a los tribunales?, ¿cuál será ese trabajo social que nos identificará para abordar
dicho objeto?, ¿cuál será la diferencia respecto del trabajo social que puede realizar un
psicólogo trabajando en el mismo programa de una institución, haciendo tarea de campo, en
terreno, o con una pericia en el poder judicial?
Detenerse en esta cuestión es importante para saber dónde y cómo poner nuestras
energías, de manera de compatibilizarlas con las de otros profesionales
interdisciplinariamente.
Si bien tenemos elementos de psicología, antropología, sociología, esto no nos
convierte en psicólogos, antropólogos, sociólogos; por lo tanto nos compete a nosotros
utilizar esos conocimientos para trabajar con la persona sobre los aspectos sociales, sobre lo
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que ella trae, sobre lo consciente, sobre lo real, y ponerla a disposición de otras disciplinas
para optimizar recursos y hacer más eficaz la acción.
DEL PROCESO METODOLOGICO EN LAS PERICIAS
En este desarrollo se pone énfasis en la inserción del perito, es decir, cómo se
inicia su inserción y cómo se desarrolla. Desde su primer contacto con el expediente, cuando
va a aceptan el cargo, hasta la presentación de la prueba pericial (el informe). Desde como
se conecta a través del mismo con la familia, hasta qué significa ese “expediente” para los
trabajadores sociales, esencialmente porque allí están las personas con las que va a
intervenir: las familias, los sujetos de derecho, los ciudadanos.
El trabajador social no podrá tener una mirada ingenua en este proceso de inserción.
Debe conocer la coyuntura en la cual se desarrolla el proceso judicial y el papel que juega
cada uno de los actores intervinientes, incluyendo el conocimiento del contexto social que
rodea a la situación tanto macro como microsocial.
Es fundamental considerar en dicha intervención a los actores sociales involucrados
en el litigio. Entre ellos:
La familia. Es necesario fijar posición respecto de la familia, diciendo que al intentar
definirla conceptual e ideológicamente la colocaremos en su acontecer histórico, y en el
marco general de los Derechos Humanos. Así, será esencial mirarla desde el respeto básico a
la persona, a su dignidad, a su integridad y a su libertad.
De modo tal que la inserción comenzará con esta vinculación primera que se hace con
el expediente. Hay que acercarse a él, leerlo, conocerlo, entendiendo que allí se está
hablando de las personas, sujetos de derecho.
Esta lectura va a conectar al profesional, por primera vez, con uno de los actores
sociales involucrados en el proceso judicial: la familia.
Hay que tener presente que se trata de una familia en situación de conflicto que
acude a la Justicia en busca de ayuda para poder resolver una situación que no ha podido
ser resuelta en el ámbito doméstico, en el ámbito de lo privado, pasando así de dicho ámbito
al ámbito de lo público.
Esa familia tiene una dinámica propia, particular, y cuando llega la Justicia lo hace en
situación de “pelea”. Cabe recordar que familia también son: tíos/as, abuelos/as, primos/as,
etc. Los modos de pedir ayuda pueden ser diversos, pero por lo general’ se producen a
través de sentimientos de odio, venganza, desorientación, rechazo...
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Pero siempre que se trate de resolver alguna cuestión judicial, ésta traerá implicada
una situación social, Alguien (por ejemplo, los abogados) podrá preguntar: ¿qué es lo social?,
y ¿dónde está?
Lo social son concretamente esos “seres humanos” atravesados en sus dinámicas por
la interrelación con el mundo exterior: la escuela, el trabajo, los amigos, y/o la falta,
precisamente, de posibilidad de concurrir a la escuela, la falta de trabajo, la falta de amigos...
Por esto afirmamos que ellos son los actores principales de este escenario social en el
contexto del reclamo a la Justicia por algún derecho violado, o un deber no cumplido. Y no
estamos hablando aquí, aún, de situaciones extremas tales como abuso, violaciones, etc.
Entre los miembros de una familia hay “alguien” que merece especial atención por su
proyecto de futuro, por su potencial, por su indefensión, porque no pudo elegir ni quiso esa
situación: el niño.
El niño. Cada vez que dos adultos, madre y padre, tienen un litigio judicial, quienes
resultan ser los más perjudicados son los niños. Y siendo ellos el motivo que una vez unió
a los padres, pasan a ser motivo o excusa de la separación o desunión. Son “utilizados” en y
para la pelea. Justamente este es el lugar que los niños vienen a ocupar sin quererlo,
sin desearlo, sin elegirlo.
En esa pelea de los padres, los niños ocupan el lugar del medio. Son empujados a
optar por quién es el más bueno, son tironeados de ambos lados con frases tales como:
“decile a tu madre”, “decile a tu padre”. Son el nexo de un diálogo fracturado e interrumpido
por los progenitores. Si el papá no paga la cuota alimentaria, la mamá no fe permite ver a
los niños; sin embargo, “ellos quieren ver al papá”. Así el hijo, a veces menor, pierde el
“derecho” de ver a su padre, pero además es cercenado en su “deseo” de verlo.
Si el papá formó otra familia, ella le prohíbe ver a los niños; si la mamá formó otra
familia, él le quiere quitar la tenencia.
Estos son sólo algunos de los ejemplos de las “peleas jurídicas” con las que llega una
familia al tribunal, para no tomar ejemplos de situaciones más comprometidas
como denuncias y/o sospechas de abuso, donde se ponen en juego estructuras de
personalidad, situaciones de violencia, etc.
Ese hijo, ese niño, permite que el perito asistente social se ubique en el contexto
familiar con mayor precisión. También es él quien va a poder hacer pensar al resto de los
adultos, si alguien les permite la reflexión, incluidos los profesionales, y aunque sea desde el
discurso oficial: “por el bienestar superior del niño”, “por los derechos del niño”. Una doble
tarea para el perito: por un lado, ubicarse al lado del niño para comprender el contexto
familiar, y por otro sacarlo del lugar donde lo pusieron. Por ello es fundamental “escuchar su
voz”, posicionados desde un marco general, como proponemos aquí.
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Los letrados. Los abogados son los que van a defender a esa familia, por separado,
y esto no está mal; cada letrado va a defender a “su cliente”. El hecho es cómo lo defiende;
si puede visualizar la situación de conjunto, al menos pensando en que hay un niño que en la
resolución final puede ser el más perjudicado, para considerarlo en la defensa. Se supone
que la relación letrado-cliente se basa en una relación de confianza mutua. De tal modo, el
profesional podrá asesorarlo, pero también orientarlo en aquello que puede estar
desorientado, sea por rencor, o dolor... Por ejemplo: “si pide ver al niño” habrá que
recordarle que tendrá que pagar alimentos, porque las dos cuestiones son derecho de
familia, y las dos son importantes y benefician al niño.
De esto se desprende la necesidad de esa mirada social de la familia por parte del
perito asistente social, y la importancia de intentar incluir a los letrados para lograr acuerdos
mínimos entre profesionales que permitan un trabajo de interconsultas e interdisciplinario en
la pericia.
Los abogados son algunos de los actores sociales que pueden facilitar u obstaculizar
nuestra inserción. No debemos y no podemos obviarlos, porque aunque quisiéramos hacer lo
ellos están y tienen un rol protagónico en las decisiones de sus clientes. Ellos pueden influir
positivamente sobre estos últimos, precisamente por ese contrato previamente establecido
que se basará en esa relación de confianza mutua de la que hablábamos anteriormente. Pero
también es cierto que pueden influir negativamente, incrementando “la pelea”.
Otros profesionales e instituciones: Es probable que también sean parte de este
escenario social otros profesionales e instituciones que pueden pertenecer o no al ámbito
de la vida cotidiana de la familia, tales como la escuela, docentes, médicos, obra social,
psicólogos, hospitales, vecinos, entre otros.
Es fundamental interactuar con ellos, pues tienen muchas informaciones acerca de la
familia y pueden aportar datos que, a los fines de la pericia, ayudarían a la evaluación
profesional que el perito haga de la familia. Cabe recordar aquí que los hechos que reúne la
pericia deben ser verificables.
Por otro lado, estos organismos o personas también pueden operar positiva o
negativamente en nuestra inserción, y fundamentalmente en nuestra intervención. Sin
embargo, es preciso que consideremos estos ámbitos como elementos de interconsultas
profesionales que aportarán a la construcción de la verdad de los hechos.
El barrio y sus organizaciones de base. Este es el lugar donde la familia
desarrolla su vida cotidiana. La comunidad es el espacio más importante de socialización del
niño, antes que la escuela. Allí se reúne con los amiguitos del barrio a jugar, etc. Así también
la comunicación del grupo familiar con los vecinos es de suma importancia a los fines de
considerarlo en el proceso de inserción y para las posibilidades de la intervención.
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Otros ámbitos. Al igual que en el caso anterior, hablamos de espacios donde la
familia pasa buena parte de su tiempo. Entre ellos, el trabajo.
En éste y todos los ámbitos se tendrá en cuenta el resguardo de la privacidad, porque
aunque llegar a los tribunales ubique a la familia en el ámbito de lo público, esto no legitima
penetrar en lo íntimo.
Otros peritos. Entre otras pericias está, por ejemplo, la psicológica; el
reconocimiento de ésta y la interconsulta profesional con los profesionales respectivos,
pueden ayudar a aclarar dudas o confirmar hipótesis en el caso que se esté evaluando.
El trabajo coordinado con la interdisciplinariedad puede ser enriquecedor y beneficiar
en los resultados a toda la familia, ya sea para la confirmación de diagnósticos sospechados o
para desmitificar sospechas infundadas, ya sea para orientar a la familia y/o derivar a
tratamientos pertinentes.
En su intervención, el perito no puede trabajar aislado, solo; así lo manifiestan los
entrevistados de la investigación presente. El trabajo solitario sólo aportaría al juez datos
muy parciales y fragmentados de la realidad.
Hasta aquí se ha considerado a quienes de alguna manera se mueven desde afuera
del espacio de los tribunales. Pasaremos ahora a aquellos que pertenecen o están dentro del
juzgado.
El empleado de mesa de entradas. Es común escuchar que la mesa de entradas
es la cara del juzgado, o su puerta de entrada. De alguna manera es así. Los empleados que
atienden en dicho lugar suelen transmitir verticalmente el modelo que reciben desde la
superioridad, como también suelen transferir a la cúpula lo que reciben desde la base:
presiones, quejas, cuestionamientos, y también agradecimientos, buenos tratos,
felicitaciones... Ellos son efectivamente la puerta de entrada al juzgado; son los primeros que
reciben al perito, son el primer lugar para acceder a la familia a través del expediente. Por lo
explicitado, es un lugar muy vulnerable, sobre todo si se piensa en la cantidad de personas
demandando atención.
Es un espacio de mucha confrontación y donde “el poder” juega un rol muy particular.
Está en disputa todo el tiempo. Así, el empleado puede “abrir o. cerrar” esa puerta de
entrada con su modalidad de atención, que por lo general tiene relación con la modalidad del
juzgado.
Generalmente los empleados son estudiantes de la carrera de Derecho, y esto
también los coloca en un lugar especial de saber y de poder específicos: el saber del
procedimiento judicial y el poder del control de la información, ya que ellos
saben por lo general dónde y en qué situación Procesal está el expediente que se solicita.
Esta relación saber-poder no es específica del empleado de mesa de entradas:
atraviesa todas las instancias del Poder Judicial; pero en el caso del trabajo con familias la
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mesa de entradas es el primer escalón de poder de esta institución, donde se pueden
encontrar estas dos categorías en juego: saber y poder.
El Defensor de Menores. Este es quien más se puede acercar o identificar con la
tarea del perito asistente social, pues su función es proteger y defender los intereses del
niño, respecto de cualquier situación de riesgo a la que éste estuviere sometido, y para
garantizar el cumplimiento de sus derechos.
En consecuencia, toda vez que haya un niño y estén peligrando su integridad y sus
derechos y garantías constitucionales, y los que emanen de la Convención Internacional de
los Derechos del Niño, tanto el perito como el Defensor de Menores en primer lugar deberán
intervenir para protegerlo.
Esto implica que el Defensor de Menores debe tomar en consideración, entre otras
cuestiones de orden legal y jurídico, las pericias que aporten elementos que indiquen la
necesidad urgente de protección del niño. Entre ellas, la del perito asistente social, que va a
brindarle los datos socio-ambientales y relacionados con la dinámica familiar y su contexto,
que lo ayuden a conocer y comprender la situación del niño en dicho contexto.
También se puede acudir al Defensor de Menores cuando la particularidad del caso lo
requiera por alguna situación de violencia que ponga al niño en riesgo. Por ejemplo., si en un
régimen de visitas se produce un hecho violento y el juzgado está de feria para resolver una
suspensión del régimen, se puede acudir al Defensor de Menores. Traigo como ejemplo una
de mis pericias, que dice: “...Solicito se suspenda el régimen de visitas de los autos (...) por
violencia física del abuelo materno hacia el progenitor en presencia de los niños y de esta
perito… “previa orientación de denuncia policial del hecho, y posterior resolución del
Defensor de turno acompañando lo solicitado por el perito.
Otra pericia, que llega al Defensor de Menores de la Cámara de Apelaciones, es
tomada en consideración dando elementos para que se produzca “prueba indirecta”. Se
trataba de un padre con hijos de distintas parejas que desconocía su obligación alimentaria.
El Dr. Alejandro Molina, Defensor de Menores de la Cámara de Apelaciones, resuelve:
desestimar la apelación por falta de méritos y tomar en consideración los informes del perito
asistente social para producir prueba indirecta a fin de resolver obligar al progenitor a
cumplir con su deber de alimentos...”.
Aquí es preciso recordar el concepto vertido sobre “el dictamen del perito”: “la
extralimitación no acarrea necesariamente la anulación de la pericia”. Por otra parte, lo que
allí se expresa queda en el expediente, y en una etapa próxima puede convertirse en el
medio de prueba.
Conviene aquí hacer mención a la Ley Orgánica del Ministerio Público Nº 24.946/98,
que emana del artículo 120 de la Constitución Nacional, que en sus artículos 52, 53, 54, 55
se refiere respectivamente a la Defensoría General de la Nación, a los Defensores Públicos de
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la Corte Suprema de Justicia de la Nación y a los Defensores Públicos de Menores e
Incapaces, respecto de sus funciones, deberes y atribuciones. Sin ánimo de transcribir la ley,
podemos decir que se pretende anunciar la separación de estos funcionarios de la estructura
formal del Poder Judicial, ubicándose como un cuerpo “autárquico”. Lo que, desde la
propuesta de intervención social que aquí planteamos, los posiciona favorablemente en la
posibilidad de acompañarlo social.
El Juez. ¿Qué papel juega el juez en el escenario que estamos considerando y en el
momento de la inserción? Su función es dictar sentencia. Su lugar en la estructura jerárquica
se ubica en la cúspide de una pirámide. Según su modalidad de funcionamiento, podrá
facilitar u obstaculizar nuestra tarea, dependiendo de que tenga una actitud de rigurosidad
procesal o pueda mantener una actitud de mayor apertura hacia lo social. El va a determinar
de alguna manera límites y posibilidades de nuestra inserción. Sin embargo, en la medida en
que tanto la función como los espacios de poder son dinámicos, podrán ser modificados
según las estrategias de inserción que el perito se plantee. El perito, como colaborador del
juez, tiene algunos privilegios, ya que tiene acceso directo al magistrado, más que los
letrados, ya que éstos son “partes parciales”, pues cada uno tiene “su cliente”, y el perito es
imparcial.
Muchas veces la resolución judicial depende de la prueba pericial del perito, de su
intervención, de su informe; otras veces el perito tiene acceso directo al juez, pues puede ser
llamado por éste para aclarar algún punto de la pericia, sin que sea necesaria la aclaración
por escrito; a veces se hace necesario mantener una entrevista con él para acercar alguna
propuesta de resolución urgente.
La importancia de visualizar estos aspectos reside en el grado de idealización o no que
se pueda hacer de la figura del Juez. Se lo puede ubicar en un lugar de poder “absoluto”, que
impida el acercamiento, o por el contrario, ubicarlo en un rol más ágil, que permita mantener
un contacto de mayor fluidez.
DEL DIAGNOSTICO
Para finalizar este punto diremos que en el proceso metodológico de intervención del
Trabajo Social en el área los peritajes también es de fundamental importancia reconsiderar el
tema del diagnóstico.
En esta cuestión hay mucho para reflexionar, y no es objetivo del presente trabajo
profundizar sobre ello, pero al menos vamos a enunciar algunas preocupaciones.
¿Qué necesita la persona que recurre al servicio?, ¿qué pide y qué se le da? Las
respuestas a estos interrogantes darán como resultado conocer la calidad del servicio y los
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tipos de diagnóstico que se hacen para responder a las demandas de la población que llega a
la institución.
Se puede evaluar aquí la pertinencia o coherencia entre estas preguntas y las
respuestas del servicio a través de las sucesivas entrevistas. ¿Escuchamos lo que necesita la
persona? ¿Qué hacemos con lo que pide? ¿Qué le damos?
Volvemos a tratar aquí el tema ético: el respeto a la persona sujeto de derechos, a su
dignidad. Ya hicimos expreso los ejes que atraviesan la modalidad de intervención en esta
propuesta metodológica: la persona sujeto de derechos y la ética profesional.
Sabemos que hay un déficit en la producción intelectual sobre el tema, por lo menos
en el campo del Trabajo Social con familia, pero especialmente en el campo de la Justicia
encontramos elaboraciones diagnósticas imprecisas y confusas, lo que lleva a repensar
seriamente al respecto, ya que diagnósticos desacertados conducen a líneas de acción
inadecuadas, lo cual vuelve a tocar el tema ético, ya que con esos diagnósticos “se decide
sobre los otros”. Por ejemplo, que un niño “abusado por su progenitor’, con un diagnóstico
impreciso o ambiguo, siga siendo abusado por continuar la vinculación entre ambos.
En la práctica se confunde el diagnóstico con “una breve reseña del caso”, y no se
tienen presentes, aunque más no sea en los enunciados, los distintos problemas que
atraviesan la conflictiva familiar, sobre todo cuando a modo de peleas se instalan en los
juzgados.
Para finalizar este punto cabe aclarar que acordamos con M. Rozas en que en el
proceso de intervención hay momentos de conocimiento de la realidad, planificación de la
tarea y diagnóstico de situación.
LAS TECNICAS DE INTERVENCION
Para comenzar el desarrollo corresponde hacer referencia a las técnicas de
intervención en Trabajo Social para el abordaje familiar.
En principio, no deben confundirse las técnicas de intervención social con técnicas
recreativas o de juegos; en todo caso éstas serán un recurso muy valioso que el profesional
podrá utilizar para implementar algunas estrategias de intervención, como por ejemplo para
el trabajo con grupos operativos, pero de ningún modo reemplazarán a las técnicas propias
del Trabajo Social.
Quiero advertir que quien suscribe es Maestra Municipal de Recreación, por lo que
seré una de las primeras en valorar y saber fundamentar el valor pedagógico del juego; pero
sí llamo la atención respecto de que no es una técnica del Trabajo Social. Es un recurso más,
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que contribuye para que el Trabajo Social pueda operar cambios en términos de acción
social, y a los fines de la intervención profesional.
Por otro lado, se hace necesario aclarar también algunos conceptos que se manejan,
sobre todo en el área jurídica y también en la de salud, que aparecen como técnicas de
intervención: la Mediación y la Terapia Familiar Sistémica. Ambos son postgrados; el primero
corresponde al área de la Justicia y se utiliza para resolver conflictos a fin de evitar llegar a la
controversia judicial; y el segundo corresponde al área de la psicología y se utiliza como una
forma de abordaje familiar especializada en terapias breves. Confundir estos conceptos
conduce a la utilización indiscriminada de estas especializaciones.
Es decir, no se puede utilizar técnicas si no se conocen sus implicaciones y/o consecuencias
en la familia, ya que corresponden a una formación y capacitación específica. Por ejemplo,
las ‘técnicas de terapia familiar no pueden estar en manos de quien no se capacitó para
instrumentarlas.
Hechas estas salvedades, podemos decir ahora que las técnicas a las que nos
referimos en Trabajo Social son herramientas que se convierten en instrumentos de
funcionamiento para que el trabajador social pueda abordar el objeto de intervención.
A partir de su aplicación el profesional podrá actuar con una familia para recoger
información, conocer la familia, sus características de funcionamiento, sus preocupaciones;
planificar estrategias, formular diagnósticos, proponer líneas de acción, modificar la realidad.
Por su carácter instrumental, permiten recoger esa información, hechos, conceptos, obtener
un producto, facilitar la reflexión y la expresión de las personas, facilitar procesos de
socialización, aprendizaje, comunicación, organización.
Las técnicas específicas son, entonces: la Entrevista, la Entrevista o Visita Domiciliaria,
la Observación. Por supuesto que las mismas no tendrán sentido si carecen de objetivos,
direccionalidad y coherencia en la intervención.
Los criterios para la selección oportuna dé las técnicas son:
1) Que se adecuen a la realidad. Para ello hay que considerar el momento de la
intervención; si es la primera vez que vamos a tomar contacto con la familia, si ya la
conocemos, si es una urgencia, etc. También depende de la particularidad del caso. Cada
familia es única, particular.
2) La productividad del caso: alcanzar los mejores resultados con los recursos con
que contamos, para lo cual habrá que tener claramente definido en qué casos derivar y
orientar a instituciones pertinentes.
3) La participación: promover la participación de los miembros en la resolución de los
problemas.
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El entrenamiento o habilidad del profesional para llevar a cabo una técnica no deviene
solamente del conocimiento teórico y de la práctica que lo acompañe, sino que también
requiere de la posibilidad de supervisar la tarea, entendiendo como tal el espacio que se
genera en la institución para repensar con otros las posibilidades de solución al problema; o
fuera de ella, con quien tenga un conocimiento adecuado y suficiente del área.
LA ENTREVISTA
Para llevar a cabo las entrevistas de manera que la persona se sienta escuchada y
contenida, el trabajador social deber ser buen conocedor de ciertos elementos.
En primer lugar, debe conocer cuáles son los recursos de la institución, a fin de
poder asesorar, orientar y derivar, con el objetivo final de que la persona entrevistada pueda
conocerlos, utilizarlos y gestionarlos.
En segundo lugar, debe conocer los recursos del barrio, que permitan además de
las acciones señaladas anterior mente realizar interconsultas, posibilitando a su vez una
tarea interdisciplinaria.
Hay que tener presente que la tarea interdisciplinaria, como el trabajo en red con
otras instituciones, profesionales, vecinos del barrio, amigos y/o familiares, es de suma
importancia, ya que aportará conocimientos y elementos que permitirán abordar de modo
integral el trabajo con familias. Sobre todo para aportar a la resolución del conflicto.
Recordemos que un problema nunca es individual, sino social. En caso de “violencia familiar”
será prioridad conocer qué recurso barrial puede orientar un tratamiento, para no derivar a
una terapia de apoyo que no tenga respuesta por no integrar el contexto de “lo social”.
El tercer aspecto que debe conocer es el marco teórico con que la institución
aborda el objeto do intervención. Si bien nosotros somos parte de la institución y
deberíamos de hecho conocerlo, no siempre es así. Por lo general, cuando nos insertamos,
nos abocamos a la tarea sin demasiada preocupación por dicho conocimiento, de ahí el
señalamiento y la insistencia en el punto. Puedo adherir a dicho marco o interpelarlo, pero no
desconocerlo.
Como parte de los aspectos generales de la entrevista, ésta tiene una etapa inicial de
presentación o pre-entrevista, donde se mantiene un diálogo informal o se tratan cuestiones
muy formales, como recabar datos personales del grupo familiar, etc.; un desarrollo, en el
que se ponen en juego las cuestiones profesionales y personales de quien demanda; y un
cierre, donde se hacen los acuerdos mutuos y se convienen líneas de acción.
Ahora bien, en relación con la Intervención se hace imprescindible aclarar que es
probable que comience antes de la primera entrevista.
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Seguramente tenemos información sobre la persona y/o familia y el problema que
presenta a través de la lectura de legajos, expedientes, registros, de admisión y entrevistas
con otros profesionales.
También la podemos tener de un primer contacto genuino, si realizamos la admisión o
recepción del caso cuando la persona se acerca por primera vez a un servicio. Este primer
contacto muchas veces está definiendo la futura intervención, o por lo menos nuestra
inserción profesional.
Se trata de tener en cuenta cómo establecemos ese primer contacto, cómo llega la
persona y cómo se va, o bien, cómo llegamos nosotros a ella y cómo la dejamos. La
escuchamos, la dejamos hablar, la expulsamos, la contenemos... ¿qué hacemos?
Por lo general, las personas que acuden al servicio ya han pasado anteriormente por
otros servicios de la misma institución o de otra, por lo cual hay que considerar esto al
momento de los primeros contactos. La importancia radica en la consideración de que en su
pedido ya ha reiterado muchas, veces ‘su historia”, “su problema”, “su imposibilidad de
resolverlo”...
En los registros estos antecedentes no constan, y esto opera en perjuicio de la
intervención, ya que la familia, gracias a nosotros, institucionalizó su problema. El
problema quedó colocado dentro de la institución sin otra posibilidad que permanecer allí. No
tiene salida. Pasó por varias instituciones sin que mediana articulación alguna entre ellas. Con
lo cual el problema siempre “es nuevo” para la institución, sin tener presente que “es viejo”
para la persona.
Es central expresar que toda entrevista tiene por parte del profesional una
intencionalidad y una direccionalidad. Estos aspectos tienen un contenido ideológico que
comprende no sólo nuestra ideología y nuestros valores sino también nuestro marco de
referencia.
Por lo expuesto es que consideramos que la visita o entrevista domiciliaria (una forma
de entrevista de la que hablaremos más adelante) es de significativa relevancia, pues
aportará datos que de otra manera no podríamos obtener ni confirmar.
Ahora vamos a dejar explicitado que las sucesivas entrevistas tienen por fin detectar
el problema y conocer los recursos humanos, financieros y materiales con los que se cuenta
para su resolución. Hay que tener presente que los recursos humanos se refieren tanto a los
propios de la persona y/o familia como a los del barrio, para saber y definir junto con el otro
las posibles soluciones.
En todo este proceso es esencial delimitar las posibilidades personales de la familia
para la búsqueda de soluciones.
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Cabe ahora hacer una reflexión sobre “los miedos”... El miedo a lo desconocido que
produce llegar a la casa de una familia por primera vez a fin de hacer una visita domiciliaria.
Es un miedo que, aunque nos paralice, debemos enfrentar. ¿Cómo hacerlo?
Es casi un temor lógico, que sólo debe ser respetado desde la intuición, pues a veces
sólo implica poder traducirlo en la preocupación a no ser aceptado, a ser rechazado,
expulsado; o algo más preocupante, como pensar qué hacer si nos enfrentamos con una
situación de violencia... En fin, hay una serie de situaciones sobre las cuales podemos
fantasear, pero la mayoría tiene que ver con la capacidad de asombro, y esto es importante.
No perderla también significa que no estoy alienado/a, que no trabajo de “memoria”, que no
me acerco a la familia pensando .que “como tengo experiencia, ya sé como resolver y
enfrentar cualquier situación social”. Esto, más que hablar de experiencia acumulada, habla
de negligencia, de falta de ética, de alienación.
Las personas son únicas, las familias también; por lo tanto, son diferentes; por lo
tanto, no las conozco, aunque tenga ‘intención de conocerlas”. Este es el primer punto: me
tengo que sorprender, poder tomar cada situación como particular.
Dice Pierre Rosanvallon en su libro La Nueva Cuestión Social: “. . . Para dar
respuestas a los nuevos problemas sociales hay que indagar en las trayectorias individuales’.
Que no significa transformar un problema social en individual, sino todo lo contrario.
Las situaciones sociales familiares son imprevisibles. Te pueden recibir todo el tiempo
en la puerta, echar, hacer pasar... Esto no habla de una buena o mala intervención: habla de
nuestra inserción y de la posibilidad de ir evaluando los pasos de nuestra intervención.
Como consecuencia de todo ello, al referir la entrevista a la intervención señalamos
que si ésta es modificación de una situación-problema inicial, es obvio que una sola
entrevista, sobre todo si es la primera, no dará cuenta de una intervención propiamente
dicha. En la primera entrevista podemos obtener probablemente sólo datos personales, pero
sin que estén demasiado comprometidos los temas centrales que hacen al problema de fondo
de las personas, a las cuestiones esenciales del mismo.
Recordemos que hay diferencia entre la entrevista y, por ejemplo, la encuesta o
entrevista de admisión.
Es posible que una persona llegue al servicio social de la unidad sanitaria, y solicite
algún tipo de asistencia: leche, pañales... en fin, lo que sea que pida. ¿Podemos hablar de
una intervención profesional? Volvemos a traer aquí el tema del ciudadano como persona
sujeto de derechos. Entonces de lo que hablamos es de una intervención profesional con
familia desde dicha concepción.
Partiendo de esto, sólo una secuencia de entrevistas dará por resultado conocer a la
persona, su problema y las posibles soluciones. Porque no hablamos de “carencia” sino de
problema social. Es pertinente señalar la diferencia poniendo el énfasis en que siempre el
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problema será social y no individual; de lo contrario, no sólo estaríamos negando la cuestión
de los derechos sociales, sino que estaríamos realizando alguna “asistencia” que no tendría
diferencia con la de una empleada administrativa, que también puede “entregar la leche”...
En un juzgado podríamos hacer la analogía con el empleado de mesa de entradas.
Entonces, la intervención profesional con familia en relación a la entrevista pone el
acento en el “seguimiento de un caso”, y en la posibilidad de plantearse una secuencia de
entrevistas que conduzcan a ello.
Todo lo expuesto se reafirma al comprender la entrevista en Trabajo Social en
términos de intervención profesional con un ciudadano sujeto de derechos que expresa en
forma individual un problema social o una consecuencia del mismo.
De las indagaciones realizadas respecto del concepto de entrevista resulta que:
La entrevista es: una técnica de recolección de datos..., una conversación con un
propósito deliberado..., un instrumento de intervención profesional..., un instrumento de
interacción para recoger información..., significa entre-ver, ver entre...
Se hace necesario ahora llamar la atención sobre dos aspectos que caracterizan esta
temática:
1º) Necesitamos referirnos específicamente a la entrevista en Trabajo Social, que se
diferencia esencialmente de la entrevista psicológica, porque el objeto de la intervención que
cada uno aborda es sustancialmente diferente.
El objeto de la psicología es el “inconsciente”, el nuestro es el “consciente”.
2º) Hay que hablar de la entrevista con familia, que se diferencia de otras en Trabajo
Social, porque el sujeto de la intervención es diferente y, en este caso, muy particular. Es la
persona y todo lo que ello implica. Es la familia y todo lo que ello involucra.
Entonces, en su definición general acordamos que la entrevista en Trabajo Social es
una técnica de intervención profesional —y quizá la fundamental en el trabajo con familias—,
cuyo objetivo es conocer para la acción racional.
De aquí su estrecha vinculación con el tema del poder y la información: “la
información da poder”.
No abordaremos aquí una cuestión de suma importancia, cual es el tema de la
“comunicación”, por entender que hay bibliografía más que suficiente para consultar al
respecto.
Sólo diremos que su importancia radica en la posibilidad de establecer ese “diálogo”
donde hay un emisor y un ‘receptor que se retroalimentan mutuamente, para que la
entrevista no se convierta en una herramienta para el “monólogo”.
Retomando entonces los aspectos generales de la entrevista, reforzamos la idea de
que para llevar a cabo la misma con algunas precisiones hay que tener presentes tres ejes
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centrales, que responden a las preguntas: ¿qué queremos de la entrevista y para qué la
hacemos?, ¿cómo la vamos a lograr?, y ¿qué hacemos con eso que logramos o no?
Así, en su parte instrumental corresponde hablar de algunas cuestiones:
Debemos precisar el objetivo de la entrevista, que no debe confundirse con el objetivo
de la intervención: el de la entre vista es más puntual y preciso.
El mismo dependerá de las acciones y/o actividades que está propuesto llevar a cabo,
pero en general estará girando en torno a la posibilidad de modificar situaciones familiares
que obstaculizan la dinámica familiar, contribuyendo a orientar y derivar en casos en que la
familia o algunos de sus miembros requieran de nuestra intervención frente a situaciones de
riesgo, tanto social como material.
El objetivo debe ser explicitado en dos niveles. El primero apunta a que el profesional
lo tenga claro y presente y no lo pierda de vista en el proceso de entrevista.
En cuanto a su elaboración, el mismo debe estar formulado en infinitivo, ser preciso,
claro, concreto, viable y medible, es decir que se pueda alcanzar y medir en términos de
resultados efectivos.
Para conocer las técnicas de elaboración de objetivos sugerimos remitirse a Nidia A.
de Barros, que en su libro Un en foque operativo del Trabajo Social, capítulo II, trata la
temática en forma precisa y muy operativa.
Definir el objetivo será el inicio de la planificación de la entrevista. Esto no significa
hablar de planificaciones cerradas, sobre todo de las posibilidades de participación que el
profesional brinde, pues sabemos que tratándose de personas sujetos de derechos, serán
pasibles de las modificaciones que la realidad imponga durante el desarrollo de la entrevista.
Por la misma razón debemos tener presente que esa persona también tiene un
objetivo que tratará de lograr. Este es el motivo principal que lleva a afirmar sobre la
necesidad de explicitar y tratar de poner en común los objetivos. Este es el segundo nivel:
poner en claro los objetivos.
Si el mismo permanece oculto las partes (entrevistado-entrevistador) quedarán
ubicados en dos polos antagónicos tratando cada uno de lograr “su propio objetivo, para su
propio interés”. Pero, además, con la particularidad de “no decírselo al otro”, de “ocultarlo”.
¿Por qué? Esto puede ser un elemento obstaculizador de la tarea, puede impedir una
intervención eficaz y la posibilidad de trascender estos intereses particulares buscando una
mirada integradora.
Estas reflexiones están vinculadas a los aspectos éticos de nuestro quehacer;
específicamente, del respeto al otro, y del secreto profesional; considerarlo pondría en
cuestión el tema del “ocultamiento de información y la concentración de poder”. En este
contexto difícilmente se genere una intervención eficaz, de respeto mutuo, y confianza.
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Esta es la importancia que merece el tratamiento de este primer aspecto
metodológico de la entrevista: formular el objetivo, explicitarlo y ponerlo en común con el
otro.
Por ejemplo: en el PPA (Programa de Prevención del Abandono del Consejo Nacional
del Menor y la Familia) ingresa una madre menor soltera para su tratamiento en terreno; se
le designa un operador de campo (un asistente social) para que haga su intervención con un
seguimiento semanal en su hábitat.
El profesional puede ponerse como objetivo “conocer el vínculo que tiene la joven
‘madre con el recién nacido a fin de prever y evitar el posible abandono del niño”.
Sin embargo, la joven madre sólo tiene la intención de obtener un subsidio de los que
eventualmente otorga el programa.
Así la entrevista probablemente se llevará a cabo en un contexto en que cada uno
tratará de lograr su objetivo intentando “convencer” al otro de algo que ese otro desconoce.
Y, lo que es más, puede suceder que ninguno de los dos “escuche”.
Toda entrevista tiene una finalidad, una intención y una direccionalidad. De tal
manera que si no se ponen en común intereses y objetivos no será sencillo trabajar en una
relación que impliqué diálogo, confianza y búsqueda de soluciones.
Es a partir de esa puesta en común que se podrán con jugar objetivos e intereses,
aunque al principio, como en el caso del ejemplo, parezcan contrapuestos. Siguiendo el
mismo caso, es posible que la madre obtenga el subsidio de la institución en la medida en
que el vínculo madre-hijo no resulte en un abandono del recién nacido.
¿Por qué los profesionales, cuando ubicamos los roles de entrevistado-entrevistador,
creemos que no perder el “manejo” de la entrevista es sinónimo de “ocultar información? (Así
surge de algunas entrevistas a colegas realizadas con motivo de los trabajos monográficos
para los seminarios de maestría.) Nosotros entendemos que socializarla implicará que lo que
no se debe perder de vista es el objetivo de la misma.
La persona tiene tanto para decirnos y contarnos, y nosotros tanto para “escuchar” en
principio, y/o decir, que si olvidamos el objetivo podemos comenzar hablando de, por
ejemplo, el problema de desnutrición por el cual fuimos, y terminar hablando del problema
de la desocupación, confundidos y confundiendo a la persona en lugar de orientarla y
ayudarla a ordenar sus pensamientos en la búsqueda de alguna solución posible.
En realidad esto puede suceder; pero lo que no puede suceder es que no
consideremos poner en común intereses y objetivos al momento de finalizar la entrevista,
cuando hagamos nuestra evaluación de la intervención —esa supervisión profesional tan
necesaria en este nivel de abordaje—, de modo tal que no haya sido una conversación, ni
“una confesión”.
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El segundo punto de la planificación de la entrevista será considerar la metodología o
cómo logro el objetivo. Hacemos referencia aquí al uso de herramientas, teniendo presente
también las capacidades personales y profesionales para llegar a ese objetivo. Estas
herramientas y capacidades pueden ser:
• Tener la capacidad de escuchar atentamente al otro, para lo cual hay
que quedarse callado. Nosotros siempre hablamos, y mucho, y cuando indagamos lo
hacemos por lo general con una seguidilla de preguntas que no dan tiempo a la
persona a responder o a pensar en la pregunta. Centrar la atención en lo que quiere
la persona que recurre al servicio; la capacidad de observar y saber qué observar, de
poner sentido común donde la razón no alcanza, la capacidad de relacionarse con el
otro. No está “mal”, si el otro llora, sentir emoción y acercarse afectivamente; no
influye en la “distancia óptima”, como algunos definen el encuadre de la entrevista; lo
que define ese encuadre en la intervención es que ésta sea profesional.
• Poner el límite, preciso y adecuado, en el momento oportuno; desarrollar la
capacidad sensorial que permita detectar lo que el otro está necesitando escuchar que
le digamos para ordenar sus pensamientos, para simplemente decirle: ‘No sé, te lo
voy a averiguar para la próxima’~. No tenemos por qué saber todo; también es una
respuesta el “no sé, te lo averiguo”. La cuestión es no dejar a la persona con la
sensación de fracaso o frustración, es-decir, que recurrió a pedir orientación y no se
le dio, o se la dejó más confundida que cuando llegó.
• Ser sinceros en la comunicación; la capacidad de comunicarse con el otro.
Esto define el encuadre social, fija los términos de la relación profesional y personal
con el otro. Genera una relación de confianza y respeto mutuo hacía la persona y su
dignidad, sin lo cual no será posible una intervención como la que proponemos aquí.
Luego, podemos hablar de aspectos más formales del encuadre de la entrevista: el
tiempo, los horarios, los lugares, etc.
Para ser más precisos, vamos a ejemplificar: una entrevista en un bar con un
progenitor que no paga alimentos a su hijo de diez años, y en el contexto de una
intervención jurídica, haciendo una pericia, “no desencuadra” ni los roles de cada uno ni los
objetivos profesionales, ni el logro de los mismos, ni los términos de la intervención, siempre
y cuando todo ello sea precisado y explicitado.
Porque lo que hace al encuadre es la posibilidad y la capacidad profesional de ponerlo
en juego. No vamos a tomar café, ni a conversar en una charla de amigos: vamos a tener
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una entrevista profesional para realizar la pericia encomendada por el juez Así de claro debe
estar para nosotros, a fin de transmitirlo del modo que sea al entrevistado.
El tercer punto de la planificación es el que hace referencia a la evaluación de la
entrevista: aquí evaluamos los resultados de la misma en términos de objetivos, lo que nos
conducirá a reciclar el proceso nuevamente. El para qué, el cómo y el qué hacemos. Esta
evaluación nos llevará a pensar en una próxima entrevista, delineando estrategias a seguir,
con un nuevo objetivo o redefiniendo el mismo, planteando nuevamente el cómo para volver
a evaluar. ¿Qué podemos evaluar?: objetivos, contenido de la entrevista, sujetos de la
intervención, proceso o desarrollo de la entrevista, resultados, impacto de la intervención.
Por supuesto que la evaluación no dará cuenta en la respuesta: se logró, no se logró. Estos
logros tienen que ser Verificados en resultados concretos; para ello hará falta definir los
indicadores de evaluación. A tal fin, se sugiere la lectura de Evaluación de impacto social, de
Pichardo Muñiz, que si bien se refiere a la evaluación de proyectos sociales, podemos
traspolar la construcción de indicadores a la temática presente.
A partir de todo lo expuesto, y a modo de síntesis, decimos que es central para el
profesional saber con claridad qué hacer, cómo hacerlo y qué hacer con eso que hizo. Se
trata del objetivo, la metodología y la evaluación para volver al objetivo. En síntesis, es la
planificación de la entrevista en Trabajo Social.
LA ENTREVISTA O VISITA DOMICILIARIA
Algunos cuestionan el término “visita” por entender que no es una acción profesional.
Por lo tanto, vamos a utilizarlo como sinónimo de “entrevista domiciliaria”, aclarando que los
términos resultan indiferentes, ya que lo que está en el centro de la discusión es el contenido
de esta técnica de intervención en su dimensión ética. Esta es una modalidad de entrevista
que tiene la particularidad de llevarse a cabo en el domicilio de la persona o familia.
Nos brinda la posibilidad de acceder al cotidiano de la familia. Esto es, conocer a los
distintos miembros, el barrio, sus recursos, vecinos, amigos... No se trata sólo de “ver la
casa”.
Posibilita un mayor conocimiento de la familia y su problemática; tanto de los
aspectos sociales como de los culturales.
Lo cotidiano familiar y lo cotidiano barrial son ámbitos de conocimiento. Dos lugares
como espacios, como hábitat, íntimamente relacionados con lo que se denomina “ambiental”;
es el contexto que rodea a la familia. Podemos hacer mención a la “subjetividad”, es decir,
mirar a la familia como sujeto político, en un contexto que lo influye económica, social,
política y culturalmente.
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En esto pone el foco de la atención la “entrevista domiciliaria”. De ahí su importancia.
Si bien esto mismo puede considerarse en la entrevista realizada dentro de la institución, no
será posible “verlo” sino en la dinámica de las relaciones familiares y barriales, tratando de
conocer dichos ámbitos, como lo planteábamos anteriormente.
Allí podemos tener acceso a la “intimidad de la familia” cómo es la vivienda, la distribución de
los espacios —si es que se vincula con el objetivo de la entrevista—, hasta las posibilidades
que el barrio ofrece para satisfacer las de mandas de la familia como sujeto social, es decir:
¿dónde juegan los niños los fines de semana?, ¿juegan?, ¿está con templado su derecho a la
recreación?; los adolescentes, ¿qué espacios tienen para reunirse?, o ¿el lugar e reunión es el
quiosco de la esquina, donde venden cerveza pero además proveen droga?
Por estas razones creemos que esta es la técnica que posibilitará una intervención
más eficaz. Ahora, hay algo importante a considerar: las palabras ambiente, ambiental,
domiciliaria, como suele identificarse a este tipo de técnica. Ambiental no refiere sólo al
ambiente físico, nos habla de la dinámica de una familia en su cotidianidad; por ello de fine
una modalidad de intervención y elaboración de la información. Porque ambiente también es
el barrio, la plaza donde juegan los niños, la esquina donde se reúnen los adolescentes, el
quiosco donde venden cigarrillos y cerveza, y las personas que se mueven allí: el quiosquero,
el almacenero, los vecinos, los amigos, las “bandas”.
Entonces esta visita domiciliaria, en relación al ambiente, está definiendo más cosas
que la descripción de la casa, la ubicación del mobiliario, el aseo, el orden... Por otro lado, se
hace imprescindible precisar cómo influyen el aseo y el orden, si tanto preocupa, en el
contexto de esa dinámica familiar particular, en ese día y a esa hará en que nosotros fuimos
a la casa, porque justamente es central saber cómo, por qué y para qué queremos “ver” el
orden y el aseo en la estructura física del ambiente. Si alguien nos espera es probable que
haya ordenando todo y tenga todo limpie, lo que no significa que esa sea su cotidianidad, y
por otro lado, ¿qué parámetro tenemos para interpretar estas apreciaciones? ¿Utilizamos el
mismo criterio de aseo en un barrio de Belgrano que en Fuerte Apache? Eso que estoy
viendo, evaluando, ¿en qué incide sobre el problema y la búsqueda de solución? Y si no
incide, ¿por qué lo considero?
Por otro lado, hay que decir que no podemos desconocer la realidad de hoy, que no
facilita este tipo de intervención debido a la violencia en los barrios, y la falta de seguridad y
protección para nuestro colectivo profesional y personal en general.
Muchas veces ponemos en riesgo nuestra vida por no considerar la prevención
adecuada, especialmente en algunos sectores donde ya está detectado el núcleo o el síntoma
de la violencia. Por supuesto que no es aquí donde vamos a debatir este tema, que afecta a
la sociedad en su conjunto, pero no podemos dejar de mencionarlo dada la importancia de
esta técnica y el contexto que la implica.
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En la visita domiciliaria hay una etapa previa de preparación. Si es la primera vez que
se concurre a la casa y/o al barrio, es necesario tener alguna referencia previa y referente de
ambos espacios para poder insertarnos con mayor seguridad, tanto desde lo institucional
como de los aspectos que hacen a la ‘seguridad” en sí misma. Es posible que haya algún
antecedente en la institución al respecto: legajos, expedientes, fichas, informes,
documentación, historias clínicas.
Tendríamos que precisar, en primer lugar, para qué vamos a la casa, y deberíamos
recabar información previa sobre el motivo de consulta de la persona, y las posibles
instituciones por las que atravesó hasta llegar a la nuestra.
El hecho de ir a la casa desde la institución encuadra la intervención. No vamos a
hacer una visita de amigos. Por lo tanto se debe tener en claro y clarificar con la familia los
servicios que se prestan, los recursos con que se cuenta y los límites y alcances de la
intervención.
DE LA OBSERVACION
Observar significa poder mirar una realidad, en este caso familiar, en la institución y/o
en la casa,’ y poder reflexionar sobre ella.
¿Qué observo? Datos de la realidad familiar. Lo importante es tener presente que eso
que observo no son inferencias, sino cuestiones manifiestas. Entonces la pregunta que sigue
es: ¿qué observo en una familia?
Para comenzar vamos a decir que esto se planifica, y vamos a tener presente
quién/es participan de las entrevista/s y/o citación/es de la institución, cómo verbaliza o
expresa el problema cada uno de los miembros de al familia, etc., en función de la dinámica
familiar.
¿De qué se trata esta dinámica familiar? Es el desempeño de los roles y funciones de
cada uno de sus integrantes en su interacción con el grupo y con el contexto. El barrio forma
parte del contexto donde se mueven las personas; el ámbito laboral también es una variable
de incidencia en la dinámica familiar; la escuela donde van los niños, la plaza, la salita del
barrio, sus instituciones, los amigos, los vecinos y todo lo que incida sobre la vida cotidiana
de esta familia, también.
Luego de observar y registrar de alguna manera lo observado, estos datos deben ser
objeto de reflexión a la luz de marcos teóricos, y si es posible con otros profesionales
intervinientes, porque todo ello aportará para una mejor comprensión de la situación familiar,
del problema por el que atraviesa esa familia, y de las posibles alternativas de solución...
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Es requisito de la observación que los datos que aporte sean confiables, es decir,
verificados en el tiempo, y que tengan cierta permanencia y regularidad; de lo contrario,
podrían ser hechos aislados. También debe ser lo más objetiva posible; esto no implica falta
de subjetividad, sino ser cuidadosos de no hacer valoraciones improvisadas e inadecuadas
que carezcan de valor científico, es decir, que no se puedan comprobar.
En la observación, primero hay una disposición para ver los hechos desde la
percepción de los mismos, pero luego hay una reflexión que permite analizarlos críticamente.
Por otro lado, y para finalizar, diremos que la observación también se planifica: hay
que saber qué, para qué y cómo vamos a observar. Tiene un objetivo, una metodología y
una evaluación. Además de registrar los datos, tengo que analizarlos.
Como síntesis de esta propuesta metodológica podemos decir que la misma se fundamenta
en un Marco de Referencia donde los valores e ideología se basan en los principios de justicia
social, libertad y equidad, y en un Marco Teórico, cuya visión de mundo —es decir, su
manera de analizar la realidad— se enmarca en la concepción de garantizar la plena vigencia
de los derechos humanos. Aquel Marco de Referencia va a sustentar la concepción de
“persona”, y aquel Marco Teórico la de “sujeto de derechos”. Con este modelo deviene una
lógica social diferente a la instaurada en el Poder Judicial, con su particular estructura de
pensamiento. Es posible que muchos coincidan con el esquema conceptual, pero la
diferencia estará en el accionar.
De tal modo que nuestra intervención profesional dará fundamental importancia a la
persona sujeto de derechos, reconociendo aquí los derechos sociales, civiles, políticos y
económicos, y por ende al ciudadano, no como un actor social nuevo, como pretende
instaurarse hoy en la sociedad, sino recuperando la ciudadanía que le es propia, y que el
modelo neoliberal —cuyos antecedentes encontramos en la dictadura militar del ‘76—
pretendió desarticular, e incluso desintegrar.
Porque entendemos que nuestro accionar profesional es un accionar político cargado
de historicidad, creemos que el Trabajo Social tiene la posibilidad de transformar los
derechos formales en derechos reales. Por ello, es necesario repensar y conformar nuestra
identidad profesional a través de sus principales núcleos identitarios, para potenciar una
lógica social que pueda interpelar la lógica jurídica con mayor precisión teórico-metodológica
y construir una alternativa de intervención social.
ESQUEMA TEORICO-METODOLOGICO PARA LA INTERVENCION
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