la politica española en una epoca revolucionaria,1790-1820, brian r. hamnett
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7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
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BRIAN
R
HALv NETI
L
POLÍTIC
ESP ÑOL EN
UN
EPOC REVOLUCION RI
1790 1820
Traducción
de
MERCEDES PrzARRO e
IsM EL Prz R Ro
SuÁREZ
•
FONDO DE CULTURA ECONóMIC
MÉXICO
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
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:30
INTRODUCCióN
tuciones políticas del liberalismo ofrecían a los nobles
un pr
in
cipio la posibilidad de representación,
aunque
como p a r t ~ c u l a r e s en
]as Cortes, y posteriormente después de
18
34, b perspectiva de
t ~ n a
representación corporativa en la cámara alta de
un
s 1 s ~ e m a blca
meral.43 Fernando
VII
en 1814 estaba totalmente equ1vocado al
s u p o n r
que el liberalismo implicaba un ataque ya sea contra la mo
narquía o contra
la
nobleza. De todas maneras, el restaurado monarca
:apreciaba correctamente que
las
instituciones liberales implicaban la
conclusión
de
la m o
narquía
absoluta tal como la concebían
sus
pre
'decesores Barbones o Habsburgos.
Si
bien el liberalismo
se
encami
naba
hacia el fin de la monarquía absoluta, ciertamente no presupo
nía
la destrucción del centralismo buroerático.
Por
el contrario, las
políticas liberales
no
solamente involucraban el empleo de facultades
s i n
precedente por parte del Estado, por ejem plo en la apropiación de
la riqueza de la Iglesia, en la venta de tierras comunales y en la
:abolición del sistema de gremios, sino que
también se
encaminaban
a la destrucción
de
aquellos organismos representativos regionales,
por
imperfectos
que
pudieran ser, que
habían
sobrevivido a los
in
te ntos centralizadores de Felipe V. La Constitución de Cádiz creó
·
un
Estado
unitario
en
el
·que los ministros Barbones nunca
se
atre
vieron a soñar, en
una
sociedad política tan diversa como la
de
la mo
narq
uía española.
En
este Estado unitario
no
había lugar para la
representación regional
ni
en el interior de la península misma
ni
en
los territorios del imperio americano.
Ni
la devolución dentro del
país
ni
la autonomía dentro del imperio tenían lugar alguno en
el
liberalismo de 1810 y
1820.
Con la supremacía absoluta del gabinete
metropolitano y
de
la asamblea bicameral, el liberalismo creó
un
Estado mucho más poderoso que
el
que había existido durante
el
.ancien régime:
4
•
43
Véase, por ejemplo, Diego Sevilla Andrés, La Constitución de 1812. Obra de
transición
ReviSta
de
Estudios Políticos 125
(nov.-dic. de
19
52), pp. 113-141, 134,
y
Albert. Dérozier, L'histoire de la Sociedad.del Aniilo de Oro pendant le tri nr:at cons
t
itutionnel, 1820-182
3: la
jaillite du
sis ti:
me liberal
(París, 1955), pp. 9-H.
44
Véanse los capitulos V
y Vil.
¡
1
i
1
1
1
1
1
l
1
I . EL COLAPSO POLíTICO EN ESPAÑA, 1790
-1808
l. EL FIN DEL ABSOLUTISMO LUSTRADO
N REALIDAD,
el año de 1790 marcó
el
principio del fin del Absolutis
mo
Ilustrado. La mayoría de los ministros que estaban relacionados
con
las reformas dictadas por la superioridad cayeron
entre 1790 y
1792 .
A partir de entonces la monarquía absoluta entró en
un
largo
periodo
de crisis, que en la siguiente década tuvo como resultado
un
~ o l a p s o
político en el gobierno central. Como éonsecuencia,
ese
pe
riodo
de
1808-1814,
fue de perturbación y experimentación, e n el curso
del
cual muchas de las políticas implantadas
por
los ministros y
es
critores relacionados con la Ilustración Española, se encaminaron hacia
el
liberalismo y
se
desarrollaron en
las
Cortes de Cádiz entre 1810
y
1813.
De igual manera,
una
oposición tradicionalista al liberalismo
surgió vigorosamente
una vez que se
puso en claro la naturaleza ra
dical de la Constitución de 1812. En la oposición al Absolutismo
Ilustrado
se
encuentran las raíces del primitivo tradicionalismo del
siglo
XIX.
La presión que ejercía
la
Francia napoleónica aceleró
por
muy
diver
sos
conceptos el curso de los acontecimientos en España,
y
ciertamente la competencia con el régimen bonapartista en Madrid
suministró muy numerosos incentivos a los reformadores de Cádiz.
La
fuerza ele
los
liberales provenía ele las principales villas y ciuda
des, sobre todo de las ubicadas en los litorales o en las capitales
de
las provincias: prosper
ó,
lo mismo .que el Absolutismo Ilustrado
que
fue como su presagio,
entre
las clases de profesionales, especialmente
las más íntimamente relacionadas con la burocracia.
El
tradicionalis
mo
español, por lo contrario, surgió entre las órdenes religiosas par
ticularmente,
y
prosperó en el ambiente de las pequeñas poblaciones
y
en
e
campo, que era en donde vivía la mayoría de los españoles .
La
hostilidad hacia lo.s franceses en España, con posterioridad al mes
de
ma
yo
de 1808, transformó ese tradicionalismo en
un
movimiento
de
violenta insurgencia. Casi todos los tradicionalistas identificaban
el
l iberalismo
ele Cácliz
con la Revolución francesa, esto
es,
con
el
regicidio
y
con
el
ateísmo. El fracaso del liberalismo español en
mayo
de 1814 tuvo como origen su incapacidad de arraigarse profunda
m e
nt
e en la masa de población fuera de
las
ciudades principales.
En
31
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EL
COLAPSO
POLíTICO
EN ESP
A51A
nobleza tuvier on una par ticipación destacada en su desarrollo: Los cons
tantes aumentos en el
pr
eci o de los productos agrícolas con posterio
ridad a
1750
fueron incentivos para la inversión en empresas indus
triales
y
mineras, particularmente en las Provincias Vascongadas, en
donde en 1763 surgió
la
primera de dichas sociedades.
En
todo caso,
los productos metálicos de l
os
países vascos disfrutaban prácticamente
del monopolio del
me
rcado americano hasta la independencia de la
América española a princip
io
s de la década de 1820 . Los emigran
tes
vascos
hicieron
y
perdieron muchas fortunas en empresas mineras
de
plata en México
en el
curso del siglo xvm, en tanto que en su
país, en ausencia de grandes extensiones de tierras como en Anda
lucía
y
Extremadura, los nobles vascos trataban de obtener sus in
gresos de fuentes distintas de las rentas y de los derechos señoriales.
Numerosos ilustrados, principalmente Pedro Rodríguez de Campo
martes, fundador de
la
Sociedad Económica de Madrid en 1775, y
Gaspar Melchor de ]avellanos, autor del Informe sobre
la
ley agraria,
quien
en 1795 presentó a esa corporación
el
caso de
la
reforma agra
ria, se adhirieron a
esas
sociedades durante largos periodos: algunos
de
ellos, entre los cuales
se
encontraban Campomanes
y
]avellanos,
desempeñaron cargos en el gobierno en alguna ocasión. entre 1765 y
1800, otros fueron los antecesores de los más connotados personajes
del liberalismo en
l
década de 1810.
4
Durante el siglo
xvm
la periferia predominaba
en
términos demo
gráficos sobre las regiones del centro de la península. Las villas y las
ciudades de Castilla seguían en decadencia:
ni
la acción gubernamen
tal
ni
la empresa privada lograron estimular
un
renacimiento efecti
vo en la industria textil de la lana en Guadalajara y Brihuega. Aun
así, Castilla
no se
encontraba en
un
total
es
tancamiento.
En
tanto
que
d desarrollo de las fábr icas . extiles ele algodón de Cataluña y la in
.dustria minera vasca señalaron el ritmo de la economía, la amplia
<Ción
del cu
lt
ivo de cereales en Castilla alteró la imagen tradicional de
una
economía pastoril dominada por la Mesta, gremio de los ganarle
Tos
, y
por
los grandes señores .A este respecto, no obstante, el pr
o
blema radicaba esencialmente en la naturaleza dual de la economía
·española,
que
mostraba un desequilibrio entre las regiones del centro
y las de
los
litorales
que
aún subsistía ya
bien
adelantado
el
si
glo xrx. Los esfuerzos de los Barbones para liberar· el comercio de
granos fracasaron no
to
riamente en su intento de integrar las regiones
4
Emi liano Fcrnáml
ez de
Pinedo, Crecimie
nto
económico
y
transformaciones soc iales
del
país Vasco 1100- 350 (Madrid, 1974
),
pp. 362. 462-466.
EL
COLA
PSO POLíTICO
EN ESPA
51A
35
periféricas importadoras de cereales con el
interior
de Castilla.
En
las épocas de crisis, los inadecuados medios de transporte a_ ravés de
. la península impedían que los cereales producidos en Castilla alivia
ran la situación de los litorales. La política gubernamental,
aunque
no intencionalmente, benefició a
los
productores
y
a los distribuido
res y no a los consumidores, lo que constituyó un grave problema en
vista del aumento general en el costo
de
la vida
durante
la parte fi
nal del siglo
XVIII .
El fracaso de las reformas de los Barbones en el
abastecimiento de cereales pudo contemplarse
en
perspectiva, cuando
en 1817 el Conse jo de Castilla, aún preocupado por el
retra
so del
interior, describió a
Castilla:como una tierra sin canales, sin-carros,
sin arr ierí a suficiente, sin caudales para especulaciones .
De
igual
manera, las reformas de los Barbones fracasaron notoriamente al en
frentarse al problema de los derechos señoriales.
Una
esfera en la que la política de los Barbones tuvo
un
claro efec
to fue la mejora
y
ampliación de las fuerzas armadas, expresión prác
tica del ansiado renacimiento del poder de España. El ejército de
Felipe V aumentó de unos 20 mil hombres en 1700, de los cuales
14
mil
se
encontraban fuera
de
la península, a
67 mil
hombres
tan
sólo de
infantería- en el transcurso de su reinado. El marqués de la Ense
nada, el ministro más importante de Fernando
VI
(1746-1759), entre
17
46 y 1754 había aspirado a incrementar el ejército hasta llegar a
90
mil
hombres de infantería y caballería, y a reconstruir las débiles
defens
as del
imperio americano en peligro.
En
vísperas de la crisis
de 1808 el poderío nominal del eiército español era
de
109
mil
hom
bres, con
un
a probable fuerza efectiva de
75
mil hombres en la
región. La marina, principalmente como resultado de las medidas adop
tadas por Ensenada.y sus sucesores, aumentó de
87
a 304 embarca
ciones
entre
1758
y
1798 . A pesar de las pérdidas sufridas a fines
ele
la década de 1790, para 1806 España poseía
una
flota de 72 bar
cos de gúerra
y
146 embarcaciones de menor calado. Las más
notorias
deficiencias ,
por
supuesto, radicaban en el
equipo y en
la calidad,
lo cual afectaba
tan
te a las fuerzas de tierra como a las marítimas. Los
extemporáneos sistemas de reclutamiento tan sólo exacerbaban las
dificultades en el sei:vicio. España no había creado sentido alguno de
5 Archivo Histórico Nacional (AHN) (Madrid), Estado 14d, ff. 93-1
08
,
y
AHN Con
seios 6080,
núm.
1
82
con referencia al comercio de granos. David R.
Rin
grose, ' 'Ma
y Castilla, 1560-1850. : Una capital nacio
nal
en una economía regional , \-toneda
y
tédito
111
(diciembre de 1969),
pp
. 65-122.
J. C.
La Force,
The Develo
p
ment of th
e
Spanish T
extile lndas
t
ry
1750·1800
(California, 1966), pp.
19
-22, 38- 4. Gonzalo Anes,
La
s crisis a· rarias
en la
Es.baña m
oderna
(Madr id,
19
70). pp. l -
18-
150,
31
8-3
19
, 342.
j
1
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36
:EL
COLAPSO POLfTICO EN ESPAI lA
profesiona:ismo en
las
fuerzas armadas, a pesar de los
esfu er
zos de
los
Barbo
ne
s. El ejército surgió de la sociedad
rural
de España: como
resultado, su reclutamie
nto
creó resentimientos y violi:;ncias periódi
cas.
La
quinta y la leva seguían siendo los procedimientos normales
de reclutamiento: la primera, que tuvo su origen en 1704 , depen
día de la formulación de las villas, ciudades y ba
rr
ios , de listas de
hombres jóvenes no pertenecientes a la noblez
a,
de dieciséis años
o más, a fin .de designar por suerte a cada quinto individuo, para
prestar
el
servicio militar durante ocho años. En Barcelona en 1773
la quinta provocó motines; en Valencia, el reclutamiento fue la causa
principal de
la violencia en
el
reino en 1801. Los esfuerzos del
go
bterno en- la década de 1800 para incluir en el reclutamiento a las
Provincias Vascongadas, hasta entonces exentas por virtud del fuero,
produjo intranquilidad durante gran parte de la década. La leva era
el resultado de
una
sentencia que obligaba a los delincuentes a pres
tar
el servicio militar. En suma, dada la exención de que disfrutaban
los nobles, el clero y las clases de profesionales, las filas del ejér
cito español estaban formadas por campesinos resentidos y por delin
cuentes convictos. Si bien la nobleza tenía la tendencia de ingresar
a los cuerpos de oficiales, éstos
nunca
llegaron a formar una casta
exclusiva, con el resultado de que hombres de talento podían en oca-
siones llegar a desempeñar los cargos de mayor rango.
6
_
Aunque
las fuerzas armadas españolas habían sufrido grandes de
rrotas en el curso del siglo XVIII, en particular los reveses en Portu
gal en 1761, las pérdidas en La
Habana
y en Manila en
un
corto pe
riodo en 1762-1763 y el fracaso en su intento por recuperar Gibraltar
entre
1779 y 1782, España
pudo
volver a ocupar su lugar como po
tencia mediterrá
nea
y trasatlántica. A partir de 1764 creó
un
esta
b,ecimiento militar en los virreinatos de la Nueva España, de la
Nueva Granada y del Perú, y en 1766 fundó
un cuarto
virreinato en
Río
de la Plata en Buenos Aires, en donde era endémico el conflicto
con los portugueses. Durante el tiempo en que desempeñó su cargo
el
__
~ l o s ~
reformador absolutista José de Gálvez, quien ocupó
el
Nllmsteno de
las
Indias desde 1776 hasta su muerte
en
1787, se esta·
bleció el sistema peninsular de intendentes en una gran parte del im
perio, se inició una mayor libertad de navegación entre la metrópoli
6
G. Desdevises du Dézert , L Espagne de l lln cien Régime, 3 vals . (París, 1897-1904),
. : pp. 23
8, 286-290.
E. Christiansen , The Origins of Military Power in Spain 18 ·
1854
(Oxford, 1967),
pp.
1-10. Stan1ey G. Payne,
Politics and the Mili ta
ry
in M
od
ern
Spt¡in (Stanfor
d
1967 ), pp. 6-7.
Al
ejército correspondía más de la mitad d el presu
p uesto nacional.
1
l.
EL COLAPSO POLí TIC O EN ESPAl IA
37
y
los puertos de América, y la Florida se recuperó de
los
ingleses
en 1783.
Al igual que la nobleza y que el clero, el ejército disfrUtaba de
una posición especial con
el
fuero militar. Eso representaba ·no
una
herencia medieval sino una nueva desviación de la política de
los
Barbones, la cual, además, en muchos otros aspectos, significaba una
reducción general en los privilegios corporativos.
El
ejército demos
tró que era
una
excepción a la regla general. En 1793 Carlos IV
(1788 -1808 ) amplió el fuero, que tuvo su origen en 1768, a la ju
risdicción de todos
los
juicios civiles
y
criminales
en
los
que
estaban
mezclados miembros del ejército, intluyendo a las esposas de los ofi
ciales, a sus hijos y a sus sirvientes, lo cual representaba un con
junto
de individuos cuyo número probablemente
era
el doble que
el
del ejército efectivo. La deliberada reducción de los privilegios
ecl esiásticos y la independencia y elevación en la categoría del ejérci
to garantizaba que para fines del siglo xvm los militares ya habrían
reemplazado al clero como
la
corporación predominante dentro del
Estado. Además, oficiales del ejército como los capitanes generales
administraban las provincias españolas por el año de 1800 y ejercían
por lo tanto numerosas funciones que habían pertenecido tradicio
nalmente a
los
civiles.
8
A pesar de las limitaciones de las reformas de los Barbones,
la
creciente presión del Estado bajo la forma del servicio militar y de
los impuestos, exacerbó las tensiones
que
ya estaban latentes en la so
ciedad española. El aumento prácticamente constante de los precios
después de mediados del siglo tendía a erosionar los
ni
veles de
vida
ele
la mayoría de la población, ya que los salarios rara vez au
mentaban en la misma proporción
que
los precios.
Por otra
parte,
la repercusión de la Revolución francesa alentó a los opositores tra
dicionales de las reformas ministeriales a identificar las medidas gu
bernamentales con
las
que en Francia habían llevado a la extinción
del ancien régime. La supremacía política del conde de Floridablanca,
a quien Carlos IV heredó de su · padre, Carlos III 1 7 5 9 ~ 1 7 8 8 ) ,
se
con
virtió en
un
motivo de disensión. El regreso de París de su antiguo
adversario, el conde de Arancla, a quien Carlos III había trasladado
a la embajada de España en Francia, agravó las tensiones políticas.
7 Christon l Archer,
The
Bourbon rmy in New Spain 1764-1 8 N uevo México,
1978); Lean G. Campbell, The Military and Society in Colonial Peru 1750-1810 (Fila
delfia, 1978); Allan
J.
Keuthe,
Military Reform and Society in New Granada 1773 ·
18 8 (Gainesville, 1978).
s
Ch ristianscn,
ibicl.,
p. 9.
;:J
¡; l
;¡
t
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·
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38
EL COLAPSO POLiTICO EN ESP A;51A
Aranda había dominado
Ja
política espai'íola duran te esa época, de
1766
a
177
6, y había impulsado políticas real
is
tas , notablemente la
expulsión de los jesuitas en
1767,
lo cual había debilitado aún más
la posición ele
la
Iglesia en la sociedad. Floridablanca, con anterio
ridad protegido
el
e Aranda, representó igualmente al movimiento re
formista en la corte, y hasta que no los separaron rivalidades perso
nales había estado íntimamente asociado con Carnpoman
es
. Pero
Floridablanca y Arancla seguían cada uno al frente de dos fa
ccio
nes
distintas y mutuamente opuestas_ El primero surgió de la tradición
reformista de la nobleza menor y de las profesiones liberale
s,
de hom
bres de estudio universitarios muy bien adiestrados, que eran cono
cidos en esa época como manteís tas e golillas. Los miembros de este
grupo
integnban
la burocracia de
mayo
r categoría
y
reflejaban en
su persona y en sus políticas
los
rasgos característicos del Estado
absolutista Barbón. Aranda, cuya posición después de 17
87 se
hab ía
complicado particularmente por su bien conocida asociación con la
francmasonería y con los philosophes frances
es
, se convirtió en el
centro de
un
"partido aristócrata o aragonés".
9
La
polaridad entre
estos
dos
connotados estadistas dividía y debilitaba al grupo reforma
dor español, precisamente en un momento de creciente oposición
clerical en el país ante la influencia de la Revolución francesa_
Quedaban implicados temás fundamentales como l de la adecuada
constitución del Estado, sobre todo porque el grupo de Aranda pre
tendía que al tornár decisiones se diera una mayor participación a la
alta nobleza. Esa pretensión
de
constitucionalismo aristocrático fue
el presagio de la disgregación del absolutismo burocrático que
ya
era el
sello distintivo de las políticas de Floridablan
ca
. Por otra parte,
los problemas rela
ci
onados c.9n la política exterior habían llegado a
s ~ r por virtud de la Revolución en Francia, temas
de
gran preocupa
ción en
la
corte de España. La tradicional alianza
de
los Barbones, a
la
que
dio
forma Felipe V y que fue renovada por Carlos III había
llegado al final de su camino, como claramente lo demostró la
incapacidad de
la
Francia revo lucionaria para apoya r a España en
la d1sputa acerca de la Sonda de Nootka en el Pacífico norte en 1790.
9
Archivo de Palacio (AP) (Madrid), Papeles Reservados (PR) de Fernando VII
(FVII), tomo 67, núm. viii, ff 2
02
-
212;
núm. ix 21
4v-2
15. Javier
Herr
ero, L
os
orí
genes del pensamiento reaccionario espa
io
l (Madrid, l 97i), pp. 9l ·
ll 5
, 142 -
147_ En
cuanto al.
e n t i ~ i ~ n t o
reformista
y a ~ p o s i
del clero hacia
el
creciente papel del
Estado, vease WJI.Jam J . Callahan y Dav1d I-hggs, Chu rch and State i ll Ca tlw lic Eu rofJe
of
the
E•gh teenth Ce n lu ry (Cambridge, 1979) , pp. 47 -50.
EL COLAPSO POLíTICO
ISPAflA
39
Como r
es
ultad
o,
España se encontró aislada ante los
des
ignios de la
Gran Bretaña en las Américas.
10
La ausencia después de 1
78
8 de una mano
más
firme cómo la
ele
Carlos III dio un carácter
va
cilante a la
po
lítica gubernamental espa
ñola cuando Carlos IV intent t l continuar en cu
an
to pudiera las me
didas de su difunto padre sin incurrir en demasiados .riesgos. La In
qu
isición, ya reforzada por su venturoso ataque
co
ntra
el
heterodoxo
ilustrado, Pablo ele Olavide, en
1776-1778, se
puso a la vanguardia
dd
ataque tradicionalista en contra de los gru
pos
reformadores. El Index
de 1790, por ejemplo, prohibía
un
a gran cantidad de obras filosófi
cas de los siglos xvu y xvm, que iban de Descartes hasta Dide'rot, en
un intento por suprimir las d iscusiones políticas en España. El Santo
Oficio
pres
tó gran atención a los miembros reformadores del clero,
acusados generalmente como "jansenistas .
11
La radicalización de la Revolución francesa, la nresión cada vez
ma yor
de
los emigrados franceses realistas, muchos de ellos clérigos,
y el creciente sentimiento tradicionalista en la corte, redujo a
la
impotencia a un atemorizado Floridablanca- Los ilustrados cayeron,
uno después de otro.
Ni
Jovellan
os
ni la condesa de Montijo, desta
cado personaje del grupo de Arancla, pudieron salvar al perito en
finanzas, Francisco
de
Cabarrt'1s, doblemente comprometido por ha
ber nacido en Francia_ En cualquier caso, la nueva reina, María Luisa
de Parma, favoreció a su rival, "Pedro de Lerena, y estaba decidida a
promoverlo. La salida ele Cabarrús en julio de 1790 para ser encar
celado .en la forta le
za
de La Coruña, significó
el
fin de cualquier
intento del gobierno para reformar la estructura impositiva. En el
siguiente mes el pr
op
io Jov ellanos, comprometido por la defensa de
Cabarrús, fue desterrado a su nativa Asturias. Campomanes dejó va
cante la presidencia del Consejo ele Castilla en la primavera. de 1791;
.su época ele influencia había pasado_ Floridablanca cayó a principios
de
17
92 por la cuestión
de
la política exterior, ante el colapso
del
Tercer
Pacto ele Familia en
1790_
España, temerosa de las ambiciones
británicas en las Américas a sus propias expensas, sintió ·gravemente
la ausencia del c o ~ t r p e s o de Francia. Aunque Floridablanca pugnaba
lO El me
jor
es
tudio
de
la
vida política .
durante
el reinado de Carlos
III
sigue
siendo el de
Antoni
o Ferrer del R ío, H iStoria del reinado de arlos Ill
e
Es paña
4 vols.
(Madrid, 1
85
6
).
Véa
se
el vo l.
II
pp. 52-ll6 y
III. pp
.
59-1 80,
acerca de las
carreras
de
Aranda (n.
Hues
ca
1718),
protegido de Ensenada,
y
José de Moñin o (m- en
Mu
rc
ia en
1 28),
a quien Carlos
III
elevó al t
ítulo
de conde de Floridablanca.
11
AH N Inquisicióu 4430, núm. 21. Al-IN Inqu
is
ición 4460, núm. 16. Al-IN Inquisi
ción - 506, núm. 9.
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
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40
EL COLAPSO POLíTICO EN ESPAi'lA
por apartarse de la tendencia contrarrevol ucionaria de la política
europea y
se
resistía a cualquiera realineación con la Gran Bretaña,
las presiones en
su
contra determinaban que fuera menos sostenible
una
política de neutralidad. Cuando el representante diplomático de
la Revolución, J a n - F r a n ~ o i s Bourgoing, llegó a Madrid para reaiizar
el deseo aparente del rey de Francia de presenciar el restableci
miento de relaciones diplomáticas formales
entre
Francia y España
y
la restauración de la alianza con los Barbones, Floridablanca se
Dpuso
diciendo que Luis XVI ya no era libre de su persona. En
efecto, el primer ministro de España
se
encontraba atrapado en
tre
dos fuegos. No tenía ningún .deseo de ver a Francia invadida por
las potencias contrarrevolucionarias, pero se oponía tanto como ellas
al sistema revolucionario. Temía que una asociación demasiado
es
trecha con Francia difundiera
el
contagio revolucionario a .través de
los Pirineos, pero, al mismo tiempo, no tenía la verdadera intención
de apoyar la causa de los príncipes y nobles emigrados. La cuestión de
las relaciones con Francia socavó la posición de Floridablanca en
la Corte. Proporcionó una oportunidad para que la reina
y su
favo
rito,
el
oficial de las Guardias de Corps Manuel de Godoy, intensifi
caran sus intrigas en su contra haciendo ver al rey la posibilidad de
que la hostilidad de Floridablanca a la revolución amenazaba inmis
cuir a España en una guerra que no estaba en condiciones de
em
prender.12
Carlos IV estaba persuadido de que
el
sacrificio de su primer
ministro podía evitar
una
catástrofe como esa. El propio ministro
durante algún tiempo había esperado que se le depusiera, pero la
forma súbita en que cayó y su inmediato exilio a Murcia lo tomaron
desprevenido. Los temores
de
la reina de que si se permitía al rey
una entrevista aunque fu era de quince minutos con Floridablanca, cam
biaría de manera de pensar, explicó la rapidez de
esos
acontecimien
tos.
Esas
noticias hundieron en la consternación tanto
a
la Corte como
a la capital.
Si
bien Floridablanca nunca había sido estimado, era un
estadista experimentado y respetado.
únicamente
el ascenso al po
der del extraordinariamente popular Aranda pudo impedir los dis"
12
Archives . des Affaires Étrangeres (París), Correspondence Poli ique, Espagne
632 ,
ff. 170-1 85 obv. Bourgoing-Mini sterio del Exterior,
núm
. I, Madrid, 27 de febrero
de
1972;
.
199-203
obv. Bourgoing-Ministerio del Exterior,
núm. 3,
Aranjuez,
29
de
fe
brero de
1792.
Carlos IV había prometido a su
padr
e en su lecho de muerte que con
servaría a
Floridablanca,
y no quiso traicionar la confianza
del difunto
rey. Véase igual
mente Antonio
Rumeau
de Armas, El testamento político
del
·conde de F/oridab/anca
(Madrid, 1962), pp. 2< -2 \,
35-37, 71-90.
•
EL
COLAPSO POLíTICO EN ESPAí'iA
41
mrows que bien podrían haber ocurrido como consecuencia de la
promoción
de
un personaje político menos valioso y querido por
el pueblo.
13
El rey llamó a A.randa para que encabezara el gabinete en febrero
de
1
79
2,
a fin de impedir que estallara la guerra con Francia. Aunque
el gobierno de Francia y su enviado en Madrid recibieron bien el
ascenso
de
Aranda al poder, este ú ltimo seguía
una
política estricta
mente en favor de los intere
ses
de España y compartía la ac titud
de Floridablanca hacia la Asamblea Nacional.
La
propia posición de
Aranda, sin embargo, de ninguna manera estaba segura, en particu
lar puesto que repetidamente había tenido que someter
se
a la
hu
millación de cortejar los favores de la reina y de Godoy. Elevado ya
al rango de Grande de España de primera clase con el título de
duque de Alcudia, Godoy se había convertido en un joven poderoso
y
rico, que pronto disfrutó
ele
todos los favores y cargos. A la reina,
además, nunca le simpatizó Aranda. Acostumbrada a las superficiales
exposiciones de Floridablanca, se hastiaba con la pedante atención
de Aranda a los
detalles y con sus metódicos hábitos de trabajo. Ha
bía
resentido
las
quejas formuladas ante el rey
por
Floridablanca
de sus extravagancias, y su temperamento obstinado y
turbulento
de
seaba ver la promoción final de Godoy al supremo cargo político.
Las intrigas del círculo de Godoy garantizaban que Aranda
nunca
pudiera
ejercer un control efectivo del gobierno. Por otra parte, los
ministros extranjeros acreditados en Madrid, ansiosos de arrastrar
a España a una coalición contrarrevolucionaria, se esforzaban igual
mente
por echar abajo al campeón de la paz con Francia. El deterioro
de los acontecimientos en París durante el verano de 1792 frustró
los esfuerzos del conde de Aranda por conservar la alianza franco
española.U
Si bien Aranda apoyaba una participación más directa de la no-
13
AAAE Espagne
632,
ff.
199-203
obv.; ff.
256-267
obv. Bourgoing-Ministro del Ex
terior, núm. 8, Aranjuez, 12 de marzo de 1
792.
14
AAE Espagne
6 ~ 2 .
ff.
283-284
obv. Domouriez (Ministro del
E:o<:terior
) Bourgoing,
acta nú m . , París, lB de marzo
de
1792; ff. 355·357, acta núm.
2, París,
29'
de marzo de
1792; ff. 4 ~ 8 - 4 4 5 f f. 510·5 17 obv. Bourgoing-Domouriez , núms, 18, 20, 22, Aranjuez 11,
16, 23 de abril de 1972.
AAE Espagne
633,
ff.
4·6,
ff.
28-31
obv. if
75-78
obv. ff.
188-192,
Bourgoing-D omouriez, núms .
23,
25, 29. 39, Aranjuez, 26 de abril, 3 de mayo,
21
de
mayo de 1792,
Madr
id, 2
de
julio de 1792;
ff. 204-205
obv. .
22 1-226
obv. ff.
229·231
obv
.
Bourgoing-De Chambonas (Ministro del Exterior), núms.
40,
42, 43 , Madrid, 5, 12 ,
16
de julio de 792. Según lo veía Bourgoing. el joven Godoy no es un mal hombre,
pero su afición al poder lo ltcva a jugar con la corona que la pasión de la
re ina por él puso
en
tre sus ffi3nos".
i
1:
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1
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7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
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EL COLAPSO POL1TICO EN ESPAI'lA
bleza de primera clase en el gobiern
o,
el breve tiempo en que desem
peñó el cargo de ninguna manera contribuyó a lograr ese fin, aunque
sólo fuera porque Carlos IV, alarmado por el aprieto en que se en
contraba el rey de Francia, temía que la revolución
se
difundiera a
Es paña. A la .larga Aranda fracasó en su intento
de
salvar la alianza
con Francia, pero resistió cuanto pudo
el
realineamiento de España
por
medio de una coalición contrarrevolucionaria decidida a lograr
que Francia cediera. Esa política, no obstante, dejó a España aislada
en Europa. Aunque la proclamación de la República francesa el
lo
ele
septiembre de
1792
no llevó inmediatamente a una ruptura entre
Francia y España, la pos ición de Aranda era ya insostenible.
Su
caída
el 10 de novit mbre tampoco condujo a la guerra; Carlos IV seguía
decidido a salvar a su
primo
Borbón. Francia, igualmente, tenía la
espera
nza de asegurar su frontera del sur manteniendo la paz con
España.
La
salida
de
Aranda, sin embargo, abrió el camino a Godoy.
En
todos los
sec
tores se recibieron con indignación las noticias de
la promoción del favorito de la reina. Bourgoing hasta pensaba que la
elevación de Godoy produciría una revoluc ión en España con más
seguridad que cualquiera propaganda francesa, y que, siempre
que
fuera respetada la religión,
las
masas en España darían la bienve
nida a una intervención militar francesa. La reina en apariencia se
había esforzado mucho por desacreditar a Aranda ante ios ojos del
rey, pero, en vista del respeto del rey hacia la edad y la experiencia
de su primer ministro, su tarea no había sido fácil. Aún asi,
para
noviembre de 1792 la reina había tomado parte decisiva en la remo
ción de
dos
estadist
as
españoles que gozaban de buena reputación
en Europa, a los cuales el rey había respetado.
15
La
ejecución de Lu is
XVI
el
21
de enero de 1793 llevó a su fin
los
esfuerzos
C e
España por conservar su neutralidad. Lá ruptura
con Francia determinó
un
acercamiento de breve duración con la
Gran Bretaña. Además,
también
confirmó la pérdida del predominio
que tenían los reformadores en los círculos políticos.
Ya se
tratara de
manteístas o de partidarios de Aranda, cada uno de los grupos había
tratado
de
convertirse en paladín de una alianza con Francia y ha
bía considerado que la Gran Bretaña constituía el mayor obstáculo
para la recuperación española.
15
AAE Espagne
q34,
ff. 208-210
obv . Bo
ur
go
ing
-L
e Bnm (Ministerio del Ex
te
rior). El
Escorial, 17 de noviembre de 1792.
EL COLAPSO POLíTICO EN ESPAI'lA
2. L A SUPREMACÍA
DE
G o O Y ~
1792-1797
El aso
mb
roso ascenso de Godoy al supremo cargo político siempre
ha
requerido una explicación, particularmente si se hace a un lado·
la atracción que la reina sentía hacia él. Godoy compartía una sola
característica con su aristócrata predecesor: ambos
eran
militares ;
cada u
no
había resentido la exclusión
de
los intereses militares
por
Floridablanca, el representante del Estado burócrata civil. Carlos IV,
es cierto, nombró a Godoy por la influencia de su esposa,
perO>
eso no
invalida por sí mismo la elección que hizo el rey. El ascenso·
de Godoy ilustró un dilema de política. Cada una de las dos faccio
nes reformistas había caído: lo lógico, dado el colapso ele la Iglesia y·
del trono en Franci
a,
era una re
acc
ión conservadora en España, que
hubiera sido como presagio de una marcha atrás de las medidas aso-
ciadas con el Absolutismo Ilustrado, como la que ya había ocurrido
en los dominios
ele
los Habsburgo cuando falleció José
Il
Y sin
embargo ,
de
haberse llevado a los tradicionalistas al poder en
1792,.
se habría alterado totalmente el curso de la política de los Barbones ;
desde
el
ascen
so
de la dinastía
en 1700. En
vista de la estrecha
iden-
tificación
de
las políticas
de
los ministros Barbones con el renaci
miento de la potencia de España, una desviación como ésa resultó
inaceptable ante el deterioro del ambiente político que siguió al de
rrocamiento de los Borbones en Francia. Por otra parte, Carlos
IV
seguía siendo devoto de la memoria de su padre y no tenía la inten-
ción de desechar sus políticas. El ascenso de Godoy, así pues, surgía
de un contexto: representaba
una
clara decisión del rey y de la:
reina de dejar fuera a los tradicionalistas en
primer
lugar, y en
se
gundo eludir la necesidad de gobernar con la cooperación inmediata.
o institucionalizada de
l
más alta nobleza. Gedoy era el
hombre
sin
partido,
que trataba de conservar el terreno intermedio. Con
Godoy
·
los diseminados remanentes del grupo manteísta tendrían que buscar
acomodo, si pretendían implementar más sus objetivos de reforma ..
La supremacía del amigo del rey y de la reina de ninguna manera.
cerraba las puertas a las reformas.
16
·
La
decisión del rey, no obstante, atrajo sobre Godoy
el
odio
tantO<
16 La cuestión del encumbramiento de Godoy la estudia Andrés Muriel, Historia
ele
Ca
r
lo
s
lV 6
vÓ
s. (Madrid,
1893 ,
I,
pp
. 42-54. El propio Godoy refuta las afirmacione$
de este partidario de Aranda en sus Memorias de D Manuel
ele
Godoy Pr íncipe
ele
la Paz
6 vols. (París, 1
839
; vi (Gerona, 1841, I, pp. 163-170, en
donde
argumenta.
que Arancla cayó "por la vioiencia de su propio A Carlos IV le molestaba m
actitud dominan t
e.
i
Hi
h
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
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44
EL
COLAPSO POLíTICO EN ESPMlA
de
la oposición conservadora como
el
antiguo "partido arist
óc
rata" de
Aranda y de los Montijo .
Pue
sto que no había nada en común
~ n t r e
estos
dos
grupos, era imposible que una combinación entre ellos
pudiera echar abajo a Godoy. En efecto, las políticas internas de
Godoy eran muy semejantes a las de Campomanes y Floridablanca,
aunque
carecían del compromiso intelectual que exhibían
las
de
esos
veteranos ilustrad
os
. Si bien la posición de Godoy en la corte seguía
siendo firme por el constante apoyo del monarca, ningún partido que
se formara a su alrededor
ya
sea en la corte o en el país en general,
podría tener credibilidad alguna en vista de los supuestos y muy dis
cutidos orígenes de su ascenso al poder. El desdén que
se
mostraba
hacia Godoy se fue trasladando gradualmente hacia los monarcas mis
mos, lo cual tuvo como resultado que se empezara a erosionar la cre
dibilidad
en el Estado absolutista.H
Puesto que
el
a
sc
enso
ele
Godoy al cárgo coincidió con
el
deterio
ro
de las relaciones con la Francia republicana y con
una
reno
vada
amenaza
de guerra
en Europa el gobierno español puso
un
acento especial en la política militar. La declaración de guerra
hecha por Francia
en
mar
zo
de 1793 provocó
una
serie de comba
tes
en
los frentes oriental
y
occidental de los Pirineos. Godoy se
enorgullecía personalmente por las hazañas de los comandantes
es
pañoles como
las
del general Antonio Ricardos, veterano de las gue
rras italianas de mediados del siglo, y del marqués de
la
Romana,
anteriormente
oficial de marina de Mallorca, al expulsar a
los
fran
ceses de la frontera. La ofensiva de Ricardos en el Rosellón durante
la
primavera y
el
verano de
1793
llegó hasta
Perpiñán
en
el
momento en
que
las fuerzas aliadas sufrían reveses en la frontera nororiental de
Francia
. Los oficiales que habían tomado parte en la guerra revolu
<:ionaria de Francia tales como Romana, Gregario de la Cuesta, Fran
cisco
Javier
Castaños y J oaquín Blake, obtuvieron gran experiehcia
bajo
el régimen de Godoy y sobrevivieron al colapso de 1808 para
convertirse en importantes personajes políticos
durante
la época
de
la
resistencia española a Napoleón.
18
Las fricciones
entre
España y la Gran Bretaña nunca cesaron duran
te la
inestable alianza de 1793-1795. El ministro
de
Marina de España,
Antonio Valdés,
se
alarmó ante
las
ventajas obtenidas
por los
ingles
es
como resultado del debilitamiento de la flota francesa, particular-
7 Se pueden encontrar recientes estudios sobre los primeros años de Godoy en
Herr,
ibid. pp
. 239·268, 322-326,
439
·44 ; Corona,
ibid. pp
. 344·351; y Gabriel Lovett,
Napoleón and the Birth oj Modern Spain
2 vols.
(Nueva
York,
1965), I p. 4-12.
18 Godoy,
Memo
rias
I pp.
14-125.
:EL COLAPSO POLíTICO
:EN
:ESPAfiA
mente como consecuencia de la ocupación por parte
de
la Gran Bre
taña de Córcega, Haití, la Martinica y
Tobago.
La supremacía naval
de
la Gran Bretaña parecía a España más una amenaza
que un
be
·nef icio, especialmente en vista de la prolongada r ivalidad
entre
las
dos potencias por la penetración en
los
mercados de la América espa
ñola. El Caribe, en efecto, vino a ser el principal objeto de discor
dia entre las d
os
potencias aliadas
durante
la guerra revolucionaria
de
Francia.
Por
lo tanto, cuando
Prusia y
Francia celebraron
un
tra
tado de paz en Basilea en abril de 1795, España pront o hizo lo mismo.
Los esfuerzos ingleses por impedirlo fracasaron notoriamente . El re
tiro de España determinó que la Gr an Bretaña dirigiera sus atencio
nes
aún
más hacia la Améric l. española, lo cual únicamente tuvo
el
efecto de confirmar las sospechas que desde
un
principio tuvo Es·
paña
en ese sentido. Con el
Tratado
de Basilea de 11 de
julio de
179 5 la cuestión de
una
posible declaración de guerra
entre
España
y la Gran Bretaña
se
convirtió en algo muy real. El
Tratado
como
resultado del cual
se
dio a Godoy el título de "Príncipe de la Pa
z"
no
puso fin a los temores del gobierno español por una expansión
de la Francia revolucionaria: tan sólo significó
que
Espa
ña
conside
raba a la amenaza .de la Gran Bretaña como algo infinitamente más
grave. Siempre había existido en España
un
partido favorablemente
dispuesto hacia
una
conexión francesa, y ciertamente Aranda se ha
bía esforzado por evitar
una ruptura
con Francia en
primer
lugar.
Godoy argumentaba que la precaria situación financiera de España
evitaba
que
continuara participando
en una
guerra
que
ya
había
agobiado a todas las clases de la sociedad y que tan
só
lo había
redun-
dado
en
beneficio de la Gran Bretaña. Los realineamientos de 1795-
1796 alteraron la naturaleza del conflicto europeo , que de entonces.
en
adelante fueron
no
de
rlgimen
o ideología sino
que revirtieron
a la lucha colonial y comercial característica del siglo
XVIII,
con la
rivalidad anglo-española al frente.
Fue
solamente cuestión de tiempo·
el que España regresara a
su
tradicional alianza con Francia.
9
El temor de
que
la revolución se extendiera hasta llegar a
España
contribuyó a condicionar la alianza de España con Francia. Godoy
tenía la esperanza de que
un
realineamiento con Francia, a pesar
de
sus implicaciones con la dinastía de los Barbones de Francia, serviría
para
mantener
unida la existente estructura política
en
España. Afir-·
maba que una alianza con •
Gran
Bretaña tendría como
resultado
Th e
Cambr
idge Hístory of
r
itish Foreign Policy 7
83• 9 9
E(l.
por
Sir A. W
Ward y
G. P. Gooch, vol. I (1783-1 8:15) (Cambridge, 1922), pp. 241-247, 254-259, 552-
563
. Godoy,
ibíd . pp. 13
5, 2
59-287;
U,
pp.
1·54.
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
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8
EL
COLAPSO POLíTICO EN ESPAl'lA
reorganizar las finanzas del gobierno, que cinco años
de
guerra ha
bían desbarajustado. Saavedra, arquitecto de las concesiones a l
os
neutrales, reemplazó a Godoy como primer ministro el 28
de
marzo
de
1798.
Parece que Cabarrús, con quien Godoy había estado en
contacto, recomendó la promoción de Saavedra, especialmente por
su identificación general en materia de política financiera. El tema
en
1797-1798
giró como siempre alrededor de
las
reformas a la estruc
tura impositiva. Durante décadas
eso
hab ía sido lo lógico en las
políticas de los Barbones. únicamente por medio de una eficiente
movilización
de los
recursos fiscales podría tener el Estado español
la esperanza de convertir
se
en algo efectivo,
ya
sea en
la
península
o en
las
Indias. La arraigada oposición, lat languidez gubernamental y
la deficiencia de las estadísticas en repetidas ocasiones habían
pos
puesto la real ización de cualquiera reforma radical en los impuest
os
desde
los
esfuerzos de Ensenada en la década de 1750. A consecuen
cia de las tensiones de la guerra y de los objetivos de gran alcance
de la política de los Barbones, se hizo cada
vez
más evidente que el ·
Estado español no podría reaccionar ante los requerimientos que se
le hacían. A este respecto los problemas que por tan largo tiempo
habían subsistido acerca de la bajá productividad agrícola, de la in
capacidad para competir en forma efectiva con los rivales extranjeros
aun en los mercados americanos, y el retraso tecnológico de la in
dustria,
lo
demostraban inequívocamente; Ante la falla en la refor
ma estructural, los gobiernos españoles eligieron un distinto curso
de acción, un deficiente substituto a la larga. Decidieron adoptar
el expediente de emitir bonos de papel conocidos como vales reales,
concebidos
para
garantizar créditos contra los ingresos del Estado.
Entre
1780
y
1799
el gobierno español emitió una enorme cantidad
de dichos vales a fin de cubrir las erogac1ones del tiempo de guerra.
Cabarrús,
que
habría preferido
una
reforma integral, aceptó esa me
dida como el· expediente que estaba en segundo lugar. Se había
originado
por
la oferta de un grupo de comerciantes en 1780 formu
lada en el moménto .en que España se vic envuelta en la guerra por
la Independencia de los Estados Unidos para hacerse de fondos con
tra la emisión de bonos que devengabal.l intereses, dotados de un
carácter monetario con poder liberatorio excepto en las transaccio
nes al menudeo. Los comerciantes y los empleados públicos
se
con
virtieron en los principales tenedores de vales reales, y por lo tanto
tenían interés en que se ·conservara e l e v a d ~ su valor. A fin de crear
un clima de confianza, Cabarrús patrocinÓ la formación del pr imer
EL
COLAPSO P OL1TICO EN ESPAI'lA
49
banco en España, el Banco Nacional de San Carlos, en 1782 , éon
el
propósitO de que redimiera los vales.
22
. .
Aunque el gobierno redimió
una
gran cantidad de bonos durante
los
años de paz, de
1784
a 179 3 siguieron circulando bonos con
un
valor una cuarta parte por encima del monto total emitido por la
casa de moneda española durante l
os
anteriores cinco años. De todas
maneras, la redención realizada por
el
banco y
el
pronto pago
ele
los
intereses alentó la confianza del público en los bonos, con el resul
tado de
que
no sólo conservaron su firmeza ante los ojos de la comu
nidad mercantil
y
rentista, sino que igualmente excedieron de 1%
a 2% su valor nominal en términos de especie. Como para cuando
ocurrió el fallecimiento de Carlos III en
1788
el gobierno ya había
emitido vales con valor de cerca de 550 millones de reales con la
oblirración de cubrir intereses por un os 22 millones de reales, el man
n i ~ ü e n t
de la paz y la continuación de condiciones polít icas. esta
bles en el país eran requisitos indispensables para lograr la conhanza
en las finanzas. Ninguno de esos dos requisitos ocurrió. La declaración
de guerra con Francia frustró
una
vez más cualquiera perspectiva de
reforma estructural.
Aún
así, el gobierno financió los primeros nue
ve
meses de
la
guerra por medio de sus ingresos ordinarios y con
créditos a corto plazo, garantizados tanto en España como en las
dias. Las corporaciones mercantiles y eclesiásticas de América sumi
nistraron créditos de gran consideración. Sólo en 1
794
_l gobierno
emitió nuevos vales. Hasta ese momento se había sostemdo el valor
de los bonos. Con l
as
dos nuevas emisiones de vales en septiembre de
1794 y en febrero de
1795
, sin embargo, el monto del papel moneda
en circulación se había triplicado y para el verano de 1795 el índice
de depreciación era
ya
de 22 % .
23
•
La uerra de 1796 arrravó aún más la situación financiera. Los fabri-
o o
cantes catalanes veían con consternación la reiniciación de la guerra.
En Valencia el bloqueo de los ingleses lesionó
el
comercio de expor
tación de tejidos de seda y de vinos. Si bien inicialmente los créditos
comerciales y la venta de bonos cubrieron las erogaciones durante los
primeros años de la guerra, las fuentes de fondos empezaron a agotar
se. La depresión en el comercio y en la industria, la
derrota
naval y
la interrupción del comercio con América contribuyeron en conjunto
a la dificultad de generar ingresos ordinarios. Ya para 1796
las
ero-
22 A. Mal illa Tascón,
a única contribución y el catastro de la Ensenada
(
Madrid,
1947), pp. 1
29
-132. Rodr guez Casado,
ibid. pp
. 109-ll2.
E.
J. Hamilton, Monctar
y Problems in Spain and the . Spanish Empire, 1751 -
1800",
]aur nal of Economic Hist o ·y
IV (1944),
pp
. 21-48.
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7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
http://slidepdf.com/reader/full/la-politica-espanola-en-una-epoca-revolucionaria1790-1820-brian-r-hamnett 12/57
50
EL COLAPSO
POL TICO
EN ESPA:t < A
gaciones del gobierno asc end ían a 1
07
0 millones de reales, contra
unos ingresos peninsulares de 730 millones de rea les . Para
1
798 el
por
cent
aje de depreciación de l
os
vales real
es
se hab ía incrementado
h
as
ta el 50 %. La principal consecuencia de los años de guerra fu e
com prensib emente el ingreso que provenía de las Ind
ias
. En 1796
los ingresos de América representaban el 20 % del ingreso total
de la metr
ópoli, pero su monto se había
redu
cido de 224 millones de
reales a
14
millon
es
en 1797 y siguió siendo bajo por aproximada
mente 42 millones de reales en el siguiente año. La conclusión a
que se llegaba por lo anterior era que
los
nuevos ingresos
te
n
ddan
que
()btenerse dentro de la propia España.
24
Decidido a evitar la necesidad de acudir a un recurso como la
<:onvocatoria de las Cortes, Carlos IV autorizó el 19 de septiembre
de 1798 la apr opiación de
un
considerable número de propiedades
eclesiásticas de poca importancia como
un
plan para generar ingresos
a fin de que garantizaran los vales reales. Una medida como ésa
equivalía a reconocer que no se po drían incrementar suficientemente
os ingresos por medio de la creación de nuevos
impu
estos o del incre
mento
de los ant iguos
tan
molestos. Esos nuevos impuestos siempre
habían provocado motines. Como consecuencia, una política de desa
mortización, que en perspectiva vino a ser el precedente de una legis
lación liberal en materia de la riqueza de la Iglesia empezó a
ponerse en práctica dentro del contexto del
ancien régime
bajo los aus
picios de
un
monarca tan devoto como Carlos IV. La cuestión de
las propiedades eclesiásticas vino a ser de ahí en adelante un tema
político fundamental: polarizaba la opinión mucho más allá
de
las
jerarquías m
is
mas del clero. La
d e s a m o r t ~ z a c i ó n se
convirtió en el
instrumento más importante en la búsqueda de solvencia por parte
del
gobiemo. En efecto, la conexión que existía entre la política fis
cal y
la
apropiación de ciertas porciones de las propiedades de la
Iglesia
por
el
Estado garantizaba·
que
se
hiciera a
un
lado
el
primitivo
deseo de los ilustrados de diversificar la estructura de la propiedad
de la
tierra
por medio de la desamortización de las tierras de la Igle
sia. En cambio, los que disponían de capital, ele los cuales muchos
eran ya terratenientes, adquirieron propiedades que recientemente se
habían puesto en el mercado, y así
se
hicieron más ricos. La conexión
entre la desamortización y la solvencia del gobierno prevaleció sobre
24
R ichard
Her
r, " Hacia el deiTumbc del an tiguo régime
n:
crisis
fi
scal y desamor
tización bajo Carlos IV",
Moneda
y
Crédito
118 (sep t. de 1971), pp. 37-100 , 41-
56.
Jacques
Darbier,
"Penins
ular Finance and Colonial
Trade:
the Dilemma of Char
le
s
IV's
Sp
ain".
]oumal of Latin American Studies 12 i
(mayo de
1980), pp. 21-37, 23
-
24
.
.
EL
COLAPSO
POLiTICO EN
ES
l'
Aí'lA
51
los
ideales soc iales y redistributivos de los pensadores de
n c ~ p i o s
del siglo xvm , y fue la más importante característica
del
hbe1:ahsmo
es pañol durante la orimera mitad del siglo xrx. Un empleo sm pre
cedente como
ese
d ~ l poder del Estado alteró aún más el
ya
inestable
equilibrio de las rel aciones entre la Iglesia
y
el g o b ~ e r n o , ·Y a , c e ~ b ó
la
s tensiones entre
los
beneficiarios de
las
insutuc10n
es
eclesiasncas
y los fori adores de la opini
ón
pública.
25
•
La política de desamortización de
1798
fue
un
mvento de J
.ov
_lla"
nos y Saavedra , y lo puso en práctica el sucesor de este u l ~ 1 m o
Miguel Caye tano Soler. El gobierno e ~ i t i ó n : 1 ~ v o s val:s en
abnl
de
1799
qtie incrementaron su monto en orculaoon en mas p
un
59 %·
que e
sos
vales estarían garantizados e ~ . s u c ~ s i v o co_n el
producto de la venta de las _ r r o p i e d a d ~ s e c ~ e 1 a s t ¡ c a 1a sen;e¡anza
con los
as
i
(J nats
de la Franela revoluc10nana provoco
una
m tensa
hostilidad
v '
alarma en los círculos clericales. Además, los arrendata
r
ios
de t i e r ~ a s que anteriormente eran de la
Iglesi_a
los que
r ~ c i b í a
beneficios o caridades del clero veían que su pos1c10n se detenoraba.
La ley de 15 de septiembre de
18
03
,
por ejemplo, autorizaba a l_os
compradores de tierras apropiadas
que
explotaran sus nuevas
p r o p t
dades como lo consideraran conveniente, medida que era un presagiO
de una falta de control en las rentas.
26
La naturaleza discutible de estas políticas fiscales y e<;onómicas
explica el breve desempeño de los dos ministros en ~ u s puestos. El
protegido de la rei na, José Antonio Caballero, a
q m e ~
Godoy.
testaba reemplazó a Jovellanos como ministro de Graoa Y .JustiCia.
Sólo hasta que ocurrió el colapso del régimen en
~ a r z o
de_ 1808 n?
pudo este último recu pera r su posición de . favorecido.
Manano L m ~
Urquijo, quien originalmente fue protegido de r a n ~ no
duro
tampqco mucho tiempo como primer ministro.
La
_ h o s
~ a d
papal
y del clero hacia su política eclesiástica nacional traJO t g o la r ~ ~
penti
na
caída de
Urquijo
en
diciembre de
1800.
U r q m J ~
no
volvw
a disfrutar de confianza sino hasta después de
la
parttda de Car
los IV. Al igual que Cabarrús en 1790. todavía después de diez años. se
lamentaba amaraamente de las fuerzas que habían acarreado su catda
en una etapa t:n inicial de su carrera. El odio que sentían ~ o r el
tradicionalismo pudo haber alentado a ambos ministros a inclmarse
por .José Bonaparte cuando cada
uno
de sus caminos i g u i un rumbo
25
Miguel Artoia ,
iHemo rias de tiempos de Fernando Vll
2 vols.
( ~ a d r i d ,
1957),
est
ud
io preliminar, xlviii.
Hcrr
,
Eighteenth Ccnt ury Revolut ion pp.
400-433. Godoy, ib
icl. III,
PP· 198-200.
1
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7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
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52
EL COLAPSO POL1TICO
EN
ESPAi' A
d i s t ~ n junio de 1808. Ministros de gran talento y experiencia
habr
an srao separados de su cargo durante el periodo de diez años
transcurrido de
1790
a
1
800, tres de ellos en el término de
sólo
dos
años:. la política gubernamental española
se
debilitó aún más por lo
antenor. De todas manera s, Godoy y Caballero, mutuamente hosti
les
e infinitamente menos bien dotados que los ministros a quienes
reemplazaron , luchaban en in terés de la política nacional por conti
nuar en cuanto estaba a su alcance las políticas de
los
reformistas .
7
La
Paz Amiens concertada en marzo de 1802 dio a España
un
breve resprro de
la
guerra y permitió
que se
rea
nudara
el comercio
r e ~ t
con las
I ~ d a s .
Mientras no se reanudaron repentinamente las
hostrhdades
en
drcrembre de 1804 los productos textiles de Cataluña
¡ ~ u d i r o n
competir
una vez más
en
el
mercado americano. Era mucho,
. sm em,bargo,. lo
qu_::
se hab ía alterado
durante
los años del bloqueo.
Por
mas
de
cmco anos los mercados de América habían venido comer
c ~ a n d o con las naciones extranjeras sin la intervención de la auto
nd ad metropolitana esp
añ
o a. Ni siquiera la abolición decretada en
1799
de
las
concesiones neutrales pudo modificar esa situ ación de
l ~ s ne
goc ios. La producción de burdas por
los
talleres de Amé
r ~ c a ,
además, había invadido los mercados populares hasta en
las
re- ·
gwnes costeras como
las
de Buenos Aires. Los fabricantes de telas
de l o n a se quejaban contra la producción mexicana en 1804, y
apremra
ban
al gobierno de la metrópoli, como ya lo habían hecho en
los
años de
1780,
para que suprimiera esa competencia interna,
que
consumía, por supuesto, la materia prima ürualmente.2s
La dislocación de la economía española
0
determinada por
el
blo
queo de f?uerra no se p o d r ~ a remediar a corto plazo. El desempleo
e?_
los
n ~ r p a l ce_ntros
textrles de Cataluña y Valencia provocó
hos
~ d ~ d a d
?
aCia
el g?b1erno, la cual no podría desaparecer rápidamente.
Aun mas, la penmsula como
un
todo padecía
una
ele las más trraves
crisis de bsistencia, precisamente
durante
esos años de paz.
L;s
ele
vados preciOs del
tngo
y el hambre generalizada subsistieron hasta
el añ
o de
1805
y se agravaron al reanudarse la llerra. En Valencia
la crisis de cereales
s i ~ u i ó
a la ir:tranquilidad ~ a u s a d a por la leva
en
1801,
la cual, en vrsta del caracer noble del nacimiento de los
27 AGI Indiferente General 2
43
9, Vicente
Ba
sadre-Godoy, Madrid, 21 de
ju lio
de
1807.
28
Anes, Crisis agrarias, pp. 319,
3
42
.
Miguel Izard, "Comercio libre, guerras co loniales
Y mercad? a m e r i c a ~ o · en Jordi'
~ a d a l
y Gabriel Tortella (Eds.), .1gricultura, comer-
CIO co
lo
mal y creczmzento economzco de la España contemvordnea (Barcelona 1 9 ~ 4
pp. 295-
32
1' 3
12- 319
. • '
1
l
•
i
EL COLAPSO POLiTICO EN ESPA1'1A
53
oficiales que realiza
ban
el reclutamiento,
hab
ía adoptado un aspecto
contrario a la nobleza. Las huertas, o tierras de regadío y cultivo ubi
cad
as
en las afueras
ele
las ciudades, habían llegado a ser a .fines del
siglo xvm importa
nt es
centros
de
d
esc
o
ntent
o,
en las
q
ue
la elevada
proporción de propietarios ele tierras de los nobles y del . clero y la
supervivencia generalizada ele la jurisdicción señorial ayudan a expli
car. El a
um
e
nt
o de población en las
zo
nas ya densamente pobladas
e intensamente cultivadas
se
combinó
co
n el incremento general de los
pr
ecios para producir
un
mayor deterioro
en
las condiciones de
vida de los trab
aj
adores de la ciudad
y
del campo. Desde los inicios
del nuevo siglo subsistió la intranquilidad
en
el campo y en las
·poblaciones
ya
agobiadas por
los
derechos señoriales tales como la
obligación ele dar
una
participación en los productos y primeros
frut
os
de la tierra.
La
crisis de
los
cereales
ele
1803
a
1805
exhibió
las
fallas ele la política de los Barbones y lo inadecuado ele l
as
medi
das adoptadas por los ilustrados.
Las
costas, a pesar
ele
sus problemas
para la exportación a los mercados
ele
ultramar, fueron capaces nue
vamente ele aliviar
la
escasez de alimentos por medio de la impor
tación de trigo por vía del comercio de cabotaje.
9
Ni
siquiera
durante
los años de aparente paz cedió la presión que
ejercían los franceses sobre España. Cuando, con motivo del cum
plimiento del
Tratado
de Paz de Amiens, Francia e Inglaterra reanu
dar on las hostilidades, el gobierno español se esforzó por permanecer
neutra
l.
Francia, no obstante, estaba decidida a obligar a España
a pagar
un
precio por esa neutralidad, argumentando
que
constituía
un incumplimie
nto
de los requisitos establecidos por el Tratado de
San Ildefonso.
Aunque
las relaciones entre
la Gr
an Bretaña
y
Es
paña no se habí
an
restablecido satisfactoriamente después de que
se
concertó la paz, el gobierno británico deseaba
que
España se
desligara totalmente de su asociación con Francia. Al propio tiempo
los ingle
ses
continuaban vigila
ndo
cuidadosame:rúe los acontecimien
tos políticos dentro del imperio español,
tanto
con respecto al estado
en que se enco
ntraban
sus defensas como para cerciorarse de la ver
dad y del alcance del descontento que
se
supone
que
allá prevalece:'.
Ante su carencia
de
preparativos navales parecía que España no
estaba en condiciones de reiniciar la guerra.
En
efecto, para
1803
los
vales reales se habían depreciado en un 47%. La política española
se inclinaba en dirección de la neutralidad, en la Corte había surgido
29 Manuel Ard it,
Revolución lib ral y revuelta campesina. Un ensayo sobre
la
desi -
tegración del régimen feudal en el país valenciano 1793 -1
8-10)
(Barcelona,
1977),
pp .
.51·58, 70-82, 106 -1 10.
'1
1
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7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
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54
EL
COLAPSO P
OltTIC
O
EN
ESPAÑA
u_na fuerte ho stilidad hacia la alia
nz
a con Francia por parte del prín
cipe
y de
la
princesa de As turias, herederos al trono.
3
El prooio
G ~ d o y ·había tenido que soport ar escenas desagradabl
es
con el
baJador de Francia con motivo de la cuest ión de l pa ou por na
rt
e de
~ . p a ñ a de
un
subsidio a Francia en lugar de
darl;
una p'art i
ci
pa
cwn d1recta en la guer;·a. Es pafía había ofrecido pagar
60
millones
de_ o s:a { mil, en lugar de los
100
millones de r
ea
les que
ex1
_
1a
el gobierno francés por concepto de subsidio anual.31 God
oy,
qmen echaba a Caballero toda la culpa del Tratado de Subsidios
?e octubre de
18
03, argumentaba que él mismo había apoyado la
.Idea de celebrar
un
tratado comercial con
los
franceses, dándoles ac
;eso al
r n e r ~ a d o
americano, lo cual, debe hacerse notar, no podría
wgrar en
VIsta
de la suprema
cí
a naval de la Gran Bretaña en el
Atlántico. Por su parte los br itánicos, una vez aue Pitt re ITesó al
poder, consideraban que el tratado era
un
p r e t e x t ~ para
rea;udar
la
guerra co_ntra España. Los ataques sin previa provocación contra las
embarcaciOnes españolas por parte de barcos
de
ruerra incrleses
for
z ~ r ? a Car
os
IV
a
declarar la guerra a la Gra;; Bretaña el 12 de
dlc.Iembre _ d ~ _1804. Según God
oy
, el ataque británico impidió cual
quiera pos1brhdad de que España se adhiriera a una coalición euro
pea concebida para reprimir las ambiciones expansionistas de Na
poleón.32
Para
hace_r
_frente a las necesidades de financiamiento de la guerra,
el
26
de_ d 1 ~ ~ e m b r e Carlos IV amplió a las Indias la política de
d e s _ a m ~ ~ t i Z a c w n en donde provocó una oposición violenta. La con
s ~ h d a c _ w n de vales r e a ~ e ~ tuvo el propósito de obtener fondos para
garantizar
los
va
les
emltrdos en Madrid y de apoyar la credibilidad
de la Caja Amm;tización o Caja de Consolidación que fue como
se le
c ~ n ~ C l e
clespues de 1800, que era el nombre de la oficina que
los
:ed1mra Esta. p e r a d ~ m e d significó el fin del camino para
s t ~ m a
fmanc1ero del
anczen regtme
en España. De esta manera el
1 : r ; p e r ~ o
América quedó directamente implicado en la confu
swn fmanoera que prevalecía en la Madre
Patr
ia,
y
por
lo
tanto no
se
podía esperar que escapara a las consecuencias ele un desastre. Seis
meses después del decreto de diciembre el gobierno español contrató
30
Public Record Office (PRO) (Londres) FO
72
(47, Hawkesbury·J
ohn
Hookham
F ~ · e r e
proyecto
de
instruccion
es
, FO,
12
de
se
ptiembre
de 1802;
Hawkesbury-Frere, FO,
1. de octubre de
1802.
Godoy , ib id . Il[ pp. 64
-IJ O 200·216, 311-31 8.
31
PRO FO
12/
48, Frer
e-
Hawkesb
ur
y, nüm.
13,
Mad
ri
d, 9
de
junio de
1803.
32
l'RO FO 72
( 49,
Frere-Hawke
sb
ury, núm. 29 , l\
hdrid
,
15
de agosto de 1803
. Go
doy, i bid. III pp. 21
6·228;
IV, pp.
20 ·28, 37-38, 82-84.
EL
COLAPSO POLíTI
CO
EN ESP
A '<A
un préstamo con la Ca sa de Vanlemberghe
y
Ouvr
ar
d de P_arís, ten
dente a reorganizar la
de
uda públic
a.
Los ingresos provenrentes de
la desamor tización en la península constituían la garant ía
:
lo
s
c
ré
ditos
co
ncedidos por la Casa, de lo cual resultó que las preswnes.
financieras sobre el gobierno y sobre el pueblo aumentaron en lugar
de disminuir .
De
acuerdo con
el
convenio celebrado en París en_
mayo de
1806
e
ntre
el enviado especial de Godoy, Eugenio Izquierdo,.
y
la tesorería de Francia, E
sp
aña
se
comprometió a pagar a la
Casa<
la cantidad de
34
millones de libras a cambio de los créditos obte- ·
nidos. Para cuando fue liquidada la cuenta en febrero de 1808,
la -
Oficina de Consolidación de Madrid había pagado
57.5
millones
de
reales al agente de Ouvrard,
de
lo
s cuales casi
40
millones proveníalli
de letras de cambio giradas contra la Tesorería Mexicana de la Con
solidación.33
Tanto en Es paña como en
las
Indias estos ~ m b r o l l o s d ~ s a ~ r e d i t a
ron a Godoy sin posibilidad alguna de redención: su a d m 1 m s t r a d ~ r
de las finanzas, Manuel Sixto Espinosa , llegó a ser el hombre mas.
odiado, después de Godoy, en
los
dominios españoles. la_ ~ u e v a
España, por ejemplo, la aplicación del decreto de Consohdacwn sus
citó una intensa hostilidad entre l
os
más destacados sectores de la so
ciedad
y
alentó el desarrollo de un sentimiento de autonomía. Aú?
más, el restablecimiento del bloqueo obligó al gobierno de la metro
poli a conceder un segundo grupo de concesiones neutrales el
4
de
diciembre de
1804,
medida que resultó
aún
más necesaria a conse·
cuencia de la derrota naval sufrida en Trafalgar el 21 de octubre
de
1
805.
Esas concesiones provocaron una serie de indignadas protes
tas por parte de las comunidades de comerciantes español
es
en las
Indias, apoyándose en que el comercio de los neutrales socavaba sus.
más vitales intereses y,
en
consecuencia, relajaba
los
vínculos polí
ticos entre la metrópoli y el imperio. Los fabricantes de telas que
no
eran españoles,
al
comerciar con los mercados americanos
por
medio de canales neutrales, contribuyeron a agravar la depresión en
Cataluña y Valencia. A
la
inversa, para
1807
más del
97 %
del co
~ e r c i o de exportación de Veracruz había pasado a manos n e u t r a l e s
33 . l.GI Indiferente General 666, Aranjuez, 26 de diciembre de
1804;
Aranjuez.
19
de
junio
de
1805.
AGI Indiferente General
2494,
expediente
del
negociado de
neutra·
les, Ouvrard, Vanlcmberghe, Hoppe y París
(1805· 1837). .
34 AG1 i\
·léxico
3170, Tr
ibunal de Mineria-Iturrigaray,
16 de
septiembre
de 0 5 ~
Ayuntamie
nto
de México,
28
de marzo de
1806;
Consulado
de
a c r u z 22 de julio
1806.
lliblio
tec
a Na
cional
(BN) (Madr id),
MSS
19709, 34, Memonal de
los hacendados.
de México, n
ov
iembre· de
1805 .
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
http://slidepdf.com/reader/full/la-politica-espanola-en-una-epoca-revolucionaria1790-1820-brian-r-hamnett 15/57
56
EL COLAPSO POLiTICO EN
S P ~
Para la Gran Bretaña, no obstante, el ininterrumpido bloqueo de
los
_puert
os
españoles y
la
su
sp
ensión del comercie con la península,
tuvieron como consecuen cia
qu
e
la
fuente de una
T
an cantidad del
merc
urio
que e utiliza en
el
proc
eso
de amal
ga
ma
p ~ r a
la
pr
oducción
de plata chsmmuyera en las zonas mineras de
las
Américas el abaste
cimiento de lin gotes de oro y plata disponibles. En vista de los com
promisos fin ancieros contraídos por la Gran Bretaña en ·materia de
política exterior como abastecedor de subsidios a otras potencias de la
coalición,
se
resintió en Londres en forma muy
ao-uda
la escas
ez
de ~ ~ t a
proveniente de Amér ica. A fin de corregir
e ~ a
situación los
comlSlonados del Tesoro de la
Gran
Bretaña convinieron en febrero
de
1806
en que
se
celebrara
un
contrato de lo
más
insólito entre
las
casas l o n d _ i n e ~ s , e de Gord?n y
Murphy
y Reid e Irving, y la Caja
de ~ o n s o h d a o o n de Madnd. Ese contrato ilustró en forma gráfica la
d e l l c a ~ a senda que los gobiernos españoles intentaban seguir para
negociar con dos arrogant
es
potencias, la Gran Bretaña y Francia, sin
saber siquiera hacia dónde dirigirse.
Por
virtud de ese contrato de
tiempos
de guerra, la Gran Bretaña tenía la esperanza de
aseQ"urar
el
a b a s t e c
e n ~ o .
de lingotes oro y plata o en especie, y E;paña
p r o c u r ~ b a
summ1strar _mercuno a las minas
de
plata y mantener
hasta
oerto punto el ntmo
de la producción
.a5
El estado de confusión en las finanzas producido
por
la guerra es
muy
probable que haya alentado a Godoy a zafarse de la alianza con
Francia. Si la ambigua proclama de 6 de octubre de 1806 representó
un
intento de ese tipo, lo que ciertamente demostró es que era
contraprodu
cente. El re
y,
además, temía las consecuencias de una
ruptura
con Francia y que los aliad
os
se volvieran en su co
ntra
ante
el
expansionismo de Napoleón
que aún
no había sido
r e p r i ~ i d o .
C a r ~ o s
IV
preveía que
l_os
ejércitos franceses obligarían a
Esp¡¡.ña
a
sufnr la suerte de Austna desp ués de Austerlitz. Los acontecimientos
no
cambiaron de
rumbo
como r
es
ultado
de la proclama de Godoy
r e d a c t a ~ a
en ·
o r m a
tan vaga. Godoy perdió
el
crédito que tenía ante
N a ~ o ~ e o n , qmen
en lo suc_esivo dejó de confiar en él. Franciá seguía
de
cr_drda a encerrar a .¡ :spana más estrechamente en la órbita francesa.
La
l l l ~ a p a c i d de liberarse de la alianza francesa
hundió aún
más
:al
gobrerno español dentro del sistema napoleónico: el
I
9 de febrero
35
AGI Indiferente Ge neral 2439, Sixto Espinosa-Caj•etano Soler J\·fad-
1
d
?
d ·
¡·
18 d • ' , - e Jl l 10
e a ~ ~ s t o de
1806;
Sixto Esp ino
sa
-Pedro
<Cebal os,
Madrid,
16
de noviembre de
1806.
Bnt1sh Museum (BM) (Londres),
ADD. MSS.
387
66, Hu
skisson Papers XXXIII
ff. 1 ll obv.
Barbier, ibid., pp.
35
-36
. . '
EL COLAPSO POLíT ICO EN
57
de 1807 España se adhirió formalmente al Sistema Continental esta
blecido en noviembre de 180
6.
36
La continua participación en la guerra obligó al gobierno español
a
adoptar nuevas medid as extraordinarias concebidas para recolectar
fondos.
Las
nuev
as
políticas fiscales incrementaban los efectos de las
antiguas.
Por virtud
del breve papal de 12 de diciembre de 1806 el
o·obierno ob
tu
vo autorización para apropiarse y vender
una
séptima
o .
parte de los bienes del clero en España, a fin de recaudar mgresos
par
a la
Ca
ja de Consolidación.
Una
medida como esa, que
se
aplicó
en el curso de 1807, estableció un nuevo precedente para la apro
piación por el Estado de
las
,riquezas. de la Iglesia encamina_da hacia
la solvencia de
la
tesorería. L
os
gastos generales del gobrer
no
ya
habían llegado a la cantidad de
637
millones de re ales, con ingre
sos de 505 millones.
Para
el
19
de marzo de 1808 la deuda pendiente
de pago documentada por medio de vales
reales
había alcanzado la
cifra de l 889 967 152 reales, con
una
obligación de pago de intereses
por una cantidad adicional de 75 341 000 reales.
Para
garantizar su
pago y hacerse de medios para su redención, el gobierno
entre. 1798
y 180
8
expropió
y
pu
so a la venta
una
sexta parte de todas las trerras
de la
s i a
existentes en Castilla.
Para
el 22 de
abril
de 1808 el
valor total
de
las fincas enajenadas e hipote
cas
redimidas llegó a
l 653 376 402 reales.
En
seis provincias Sevilla, Córdoba, Murcia,
Granada,
Madrid
y
Salamanca
se había vendido más del 20 % de
las tierras de la Iglesia.
37
Además, la presión por medio
de
los im
puestos en las comunidades rurales había obligado a numerosas po
blaciones a vender sus tierras comunales, a fin de disponer
de
dinero
en
efecti
vo
o
porque
no podrían hacer frente a sus obligaciones ga
rantizadas con hipotec
as
.
L;¡;;
tierras que con anterioridad
eran co
mun
a
les
cayeron
en
manos de los codiciosos miembr
os
de las clases
de
comerciantes y adinerados o de profesionales burgueses que aspi
raban a convertirse en teuatenientes. Esos grupos estaban interesados
en co
nservar elevado el valor de los bonos del gobierno
y
en
asegu
rarse
de
que bajara el preciü de la tierra.
Para
ellos la
política
de
desamortización del gobierno fue una notoria ventaja que esperaban
ampliar. Los pueblos que habían perdido sus tierras comunales ten
dieron a convertirse, al igual
que
el clero, en viudas,
huérfanos
y
beneficiarios en general de la caridad, en inveterados enemigos de
la política gubernamental.
D ~ n t r
del país en general
se había
crea-
36
Godoy, ibid. I V, pp . 17
1-224.
'
27 Herr, Moneda
y
C·rddi to pp. 59-63,
76-77,
86,
90-
99.
i
¡
'
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
http://slidepdf.com/reader/full/la-politica-espanola-en-una-epoca-revolucionaria1790-1820-brian-r-hamnett 16/57
58 EL
COLAPSO POLíTICO
EN
ESP
A fl'A
do una polarización durante la década de 1800 entre los beneficiarios
de las medidas de desamortización, que pronto se convertirían en de
fensores del liberalismo y d gran conjunto de opinión
que se
con
sideraba desprotegido.
3
s
4.
EL COLAPSO DEL RÉGIMEN
A partir de 1
802
la principal o
pos
ición hacia Godoy en la corte pro
venía de Fernando, pr íncipe de Asturias, y de su anglófila esposa, Maria
Antonia de Nápoles. Se hab ía creado una facción fernandina alrededor
de los amigos personales del príncipe, tales como los condes de Orgaz
y de Alcaraz y el marqués de Ayerbe, ninguno de los cuales tenía gran
importancia en esa época. Entre los del grupo el joven
duque
del
Infantado,
uno
de
los
más poderosos señores del reino y de ios
grandes propietarios
de la
Mesta, opacaba a los demás por su inteli
gencia y dedicación. Godoy lo contrarrestó mediante la expulsión a
Toledo del preceptor del príncipe, el canónigo
Juan
Escóiquiz. Fue
poco lo
que
logTó
la
oposición fernandina en
los
añ
os
anteriores a
1806.
Sin embargo, cuando falleció la princesa, Fernando, aprovechan
do la ventaja que se le presentaba con la proclama de Godoy del 6
de octubre, bu scó la ayuda de Napoleón para su causa. Estas intrigas
llegaron a su clímax en octubre de 1807 en El Escorial, de donde Fer
nando escribió al emperador francés sugiriéndole la posibilidad de
contraer matrimonio con una Bonaparte. Si bien los detalles de
la
conspiración de El Escorial para destituir a Godoy son fascinantes por
su propio derecho como
una
indicación del deterioro de los senti
mientos
dentro
de la familia real a plena vista del publico, el
verdadero significado de esos acontecimientos se encuentra en la unión
del antiguo partido aristócrata _y del partido fernandino. Además,
la
oposición tradicionalista
en
el país veía en
Fernando
a
su
liberador
de
Godoy y a su reivindicador. Para 1807 existía una poderosa com
binación de fuerzas, que nunca ocurrió en la década de 1790. Nin
guna de ellas se oponía ni a la monarquía como tal
ni
a la dinastía
de
los Borbones en particular. Su fe en Fernando era la expres ión de
las
esperanzas que ponían en la Corona. Si
un
rey se había desacre
ditado por la derrota y el escándalo, el candidato para la sucesión
5urgió
ante
la vista del pueblo. Tan sólo fueron suficientes cinco me-
38
Véase
por
ejemplo Emiliano Fern;índez de Pineda,
La
entrada de la tierra en
el circuito comercial: a desamortización de la tierra en Vascongadas, planeamiento
y
primeros resultados", en Nada y Tortella i id . pp. 100-123 .
EL
COLAPSO POLíTICO EN ESP
A:f<A
ses para derribar a Godo
y,
y
co
n él al rey y a la reina
y
a tod
o
el
edificio del Estado absolutista Borbón.
30
La decisión de Napoleón
de
intervenir directamente en la penín
sula ibérica después de julio de 1807 marcó el destino final ·de las ;
antiguas monarquías. Los franceses trataban de forzar a . Portugal,
último aliado que le quedaba a la
Gran
Bretaña, a que entrara.
al
sistema continental atacándolo a través del territorio español con
la cooperación del gobierno de Madrid. El propósito final
de
Napo
león era atenuar la inestabilidad en el centro gubernamental de M
a-
dri
d.
El emperador ten ía la esperanza de convertirse en el renovador
de Españ-a, el proveedor del mando y el que recuperaría la riqueza de·
las Indias, impidiendo así que los ingleses
se
apoderan\n de ella.
En el interior de España prevalecía, sin embargo, un grupo de·
suposiciones muy diferentes. Tanto .en la corte como en el campo·
Fernando parecía que era el salvador. Napoleón únicamente podría
asegurarse de contar con el apoyo de España estrictamente en
cuanto
,
su política contribuyera al ascenso de Fernando al poder en
lu-
gar de su padre y de Godoy. Consecuentemente, el paso de 28
mil
hombres del ejército francés a través del territorio .español de acuer-
do con el Tratado de Fontainebleau de 27 de octubre de 1807 no·
provocó oposición, porque seguían siendo inciertos los objetivos de
Napoleón con respecto a Fernando. De la misma manera, la presen-
cia de un ejército francés de
100
mil hombres al
norte
del ·
Ebro
en
marzo de 1808 no suscitó
ninguna
hostilidad, porque circulaban ru ·
mores de que Napoleón ayudaría a la causa de Fernando. Cuando
Godoy, temiendo los designios de los franceses,
intentó
trasladar a la
familia real de Aranjuez a Sevilla y posiblemente, como ocurrió con•.
la familia real portuguesa, a las Indias, la oposición popular se com
binó con la oposición de los ministros de Justicia y de Marina
para
impedírselo. El Consejo de Castilla,
que
se había opuesto al castigo•
de Fernando
en
octubre, estorbó en marzo los esfuerzos de God
oy_
En el centro de la conspiración para derrocar a Godoy se encontraba
el conde de Montijo, en
quien
había recaído la dirección del par-
tido de Arancla.
40
La conspiración de Montijo estaba encaminada hacia el ascenso"
de Fernando. El motín de Aranjuez, fraguado por Montijo durante-
30
Los detalles completos aparecen en Manuel Izquierdo Hernández, Antecede11tes.
y comienzos del reinado
de
Fernando V (Madrid, 1963) ,
pp
. 208-240,. 536-678. Pa ra·
los antecedentes del Infantado véase
AP
PR
FVII. 22, [f.
61·75v. ·
40
Véase Louis Madelin, Le consulat et 'empi·re 99
· 813,
2 vols. (Pái-ís, 1932-
193
3),
I , pp. 353-365, acerca de los objeti
vo
s de la política de Napoleón .
1
'
;;
:¡
;
l
i
'
i
.
1
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
http://slidepdf.com/reader/full/la-politica-espanola-en-una-epoca-revolucionaria1790-1820-brian-r-hamnett 17/57
EL
CO L
APSO
POUTICO EN
la
noche del
19
de ma
rzo
de 1
80
8 llevó al primer breve reinado de
Fe
rnan
do VII, que
dur
ó hasta el 5 de ma
yo.
El motín
de
Aranj
uez
, en
efecto, llevó al poder al candidato de la oposición: el violento
de
rr
ocamiento
de un
monarca era
un
acto sin precedentes en la vida
po
lí tica española, por lo menos durante los
dos
siglos anteriores.
Tr a
ns
formó el ambiente político tanto en la península como en l
as Indias
.
Co
mo repercusiones inmediatas
de
la caída de Godoy
una
tur bu
lenta
multitud se
lanzó a
las ca
lles de Madrid para saquear las
r es idencias de su familia y de sus partidarios . L
os
acontecimientos de
Aranjuez aceleraron la intervención francesa en España al alentar a
Napoleón
para que apremiara a Murat, su lugarteniente en la penín
ula , para que
se
apresurara a dirigirse a la capital antes de que
-Fernando pudiera consolidar su posi
ci
ón. La prematura lle
ga
da
de
~ I ~ r a t
aseguró que el primer régimen de Fernando VII existiera
1m1camente para hacer padecer a
los
france
ses.
41
Gradualmente
se
:aclaró que Murat in tentaba anular el ascenso de Fernando. Duran
t e
las
seis semanas en que Fernando ocupó
el
tron
o,
puso en libertad
:a los ministros anteriores que estuvieron encarcelados durante el
ré
gimen anterior y el
22
de
mar
zo
clausuró la Caja de Consolidación.
Si
bien esta última medida mitigó
los
sentimientos de agravio en
el
país y dio
una
base a la creencia entre los tradicionalistas de que
Fernando era su candidato para la reivindicación, los tenedores
de
bonos conservaron la confianza que les quedaba, puesto que no
se
.suspendió el proceso de desamortización. A medida que los remanen·
ltes del antiguo grupo ilustrado
se
encaminaban de regreso a Madrid,
.a
parecie
ron
rápidamente todas
las
contradicciones en la posición de
Fernando
VII _4
Las actividades de Montijo y de otros nobl
es
de primera catego
ría no deberían sug
erir la
e:Xistencia de
una révo lte nobiliaire
en
Es
paña
en
los años de 1800 . En raras ocasiones la ·noblez
a,
si acaso, ac
t uaba como una
unidad
corporativa. Muy pocos comentadores, aun
-los que pertenecían a la nobleza, pudieron d_finir en esa época lo
·qu e constituía
las
características de esa clase socia
l.
El grupo de
Aranda había abarcado tan sólo a
un
reducido
número
de reforma
.dores
entre
la nobleza titulada,
en vez
de la totalidad de la cast
a.
Menos aún había incluido a la generalidad de los
nob
les de menor
-categoría, a
los
m
ás
po
bres
hidalgos de la provincia.
En
efecto,
las
.e
vi
den tes distinciones en cuanto a su riqueza y posición entre l
os
no-
H
Co
rona ibid. pp
. 337-365
. He n ,
ibi cl. pp.
93-94. -
EL COLAPSO POLíTICO EN ESPA¡;)A
bies h
ací
an difícil hablar para nada de una
clase
social homogénea..
Además, en
las
regiones del norte del
Duer
o existía una ca
nt
i
dad
desorooorcionada de nobles de menor categoría mientras
que
, por
el ~ o n t r a
una poderosa nobl
eza
de terratenientes
d o m i n un
a
gran parte de la España meridional. Eran escasas las
p r o ~ a b i h d a d e s
de que surgiera
un
esprit
de
corps entre los nobles e s p a ~ e
spe
cialmente porque los grupos rivales tendí
an
a
d e s ~ r . e C i a r s e
entre
sí
se
crún su posición su ·riqueza v su oricren. La hostilidad
entre el
o '
1
o
o
1
d .
grupo
de
Aranda
y
l
os
golillas, muchos ellos
o
bien nob.
es
e m-
feriar categoría o recientemente e
nn
oblecid
os,
habla corr:probado
que
era el caso en cues
ti
ón. Por otra parte, el asunto de las
fmanz_as
de los.
nobles tendía' con frecuencia a desvanecer cualquier oportuntdad
que
pud
iera haber
de
que
se fo
rmara
~ ~ a
identid.ad consciente de
sí mi
s
ma entre la nobleza y de una accwn de conJunto en el plano de la
polític
a. En
cua
lquier
caso, l
os
minist
ro
s Barbones
nunca a c ~ r o n
a
la nobleza como tal y nunca pretendieron erradicar la subsistente
estruc
tura
de privilegios y exenciones.
4
•
Es verdad que en Esp aña no existían prohibiciones n1. con
r ~ s -
pecto a la participación de los nobles en el comercio y en la mdustr_Ia,
ni
en
cuanto al
inQTe
so de empresarios que habían logrado el éx1t<>
en
las filas de la
~ o b l e z a
El padre de Aranda,
por
ejemplo,
fundó
una
fábrica de cerámica en Alcora
en
1727.
De todas maneras,
la
mayoría de la nob leza de primera clase permanecía alejada de los
negocios, eran pocos los hombres de negocios que ingresabar: a
las.
filas de la nobleza. Las acostumbradas tentaciones de
un
notono con
sum
o o de serios compromisos para el
m a n t e n i m i e ~ t o
de
edific_ios
im
pedían con frecuencia la inversión en la e ~ p l o t a c 1 ó n de p r o p 1 e d
territorial
es
de sus potenciales recur
so
s romerales. Dommguez
Oruz
llama la atención hacia la característica recurrente
de
adeudos entre
numerosa
s famili
as
nobles. Quizá en este fenómeno descansan las
ra
Íces de
la
debilidad de la nobleza como fuerza política.
44
43 Véase la discusión en Domínguez Ortiz, Siglo
xvm,
pp- 345-351.
H Se puede hacer una comparación con las actividades de la nobleza f r ~ ~ c e s a en•
empresas co merciales e
ind
ustriales, particularmente en el caso de las fundtc
to
nes de
fierro de Alsacia. Véase Guy Richard, Noblesse d affazres au X VIII• siecle (París,
197 4), PP· 121·225, y Guy Chaussinand-Nogaret, La nob lesse
au
X VIII • siecle. De la
jéodalité aux lumieres (París, 1976 ), pp. 120 -161. La nobleza españ ola produjo poco
empres
arios, lo que no
es
sorprenden te en vis ta del estado ge
neral
.de retraso de la
economb
particularmente
en
las regiones en ~ d e la nob:eza.
es
t
ab
a fuertemente
representada en · términos de
nú
mero o de proptedades
t e r n t o n a l ~ s .
Una p r o b a ~ . l e
excepción es el papel de la nobleza del Guadalquivir en el comercto de exporta
cwn
americano tema· que aún e
s
ra inv stigación.
¡1
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
http://slidepdf.com/reader/full/la-politica-espanola-en-una-epoca-revolucionaria1790-1820-brian-r-hamnett 18/57
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
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LAS FUERZAS POPULARES Y EL PODER MILIT AR
terioridad representaban la tradición de la Ilustración de Asturias
y expresaban
su
continuidad con el
l i b e r a l i s m o
Galicia
~ i g u i ó el
ejemplo con insurrecciones en Astorga, dirigidas
por
el
Obispo, y en el puerto de
La Coruñ
a.
Se
creó
una
junta
en Galicia el 5
de
junio, aunque
reflejaba
un
espectro
de
la opinión
menos amplio
que
su homóloga asturiana, en vista del predominio
de los más antiguos miembros del clero, de la milicia v de la buro
cracia. La
Junta
de Galicia
e x p r e s a b ~ un punto ele
vi;ta
más
tradi
cional, especialmente en la cuestión del papel del clero en la sociedad
e s p a ñ o ~ a
Esta posición sería igualmente adoptada por
los
diputados
de
GahCJa
en
las
Cortes de Cádiz. El anhelo de la Junta por combatir
a los franceses alentó la rápida formación de
un
improvisado ejército
de reclutas fuertes y sanos. León Valdés, anterior secretario de Mari
na, tomó la presidencia de la
junta
local.
En
Valladolid, Cuesta,
ca
pitán
general de Castilla la Vieja, temía las implicaciones de
esas
insurrecciones populares y demoró la formación de una
junta
hasta
que ya no pudo resistir
más
la presión.
En
ese momento se colocó a
la cabeza del movimiento, a fin
de
impedir su radicalización.a
Para
los representantes que quedaban de la burocracia carolina y
p ~ r a .
sus
contrapartes
en las
fuerzas armadas, los levantamientos pro·
v m ~ I ~ l e s
p r e s e ~ t a b a n
muchos peligros. Las
juntas
de Asturias y de
GahCJa
por EJemplo, no solamente pretendían ejercer la soberanía,
que
argumentaban les correspondía en ausencia del rey, sino que
tamb1en empezaron a tener tratos con las potencias extranjeras
por su propia iniciativa. Cada
una
de ellas
se
dedicó a obtener la
ayuda de la Gran Bretaña en favor de su causa.
Toreno
viajó a Lon
dres en compañía del bien conocido asturiano ilustrado, Angel de la
V ~ g ~ Infanzón: Galicia igualmente envió a dos representantes diplo
maticos, F.ranusco Sangro y Joaquín Freire Andrade. Ambas jun
tas
~ e c u r n e r o ~ .a
la a y u d ~ británica bajo la forma de numerario y
eqmpo
y le pidieron la asistencia que les permitiera propagar al im-
2 André Fugier,
La ]unte Supérieure des Asturies et l invasion fran faise,
18 8·1811
1930) pp. 10-15. David Ruiz, Asturias contemporánea, 1808·1936 (Madrid, 1975).
pp. a·G.
3 La a versión de
Cuesta
hacia
los
movimientos populares era bien conocida. En dos
cartas de
29
de mayo y 2 de junio de 1808 que dirigió al Concejo Municipal y a la
Junta de León
respectivamente, Cuesta reveló
una
combinación de desdén y de
temor. Preguntó, por ejemplo, ¿qué sucesos podría prometerse una multitud desor·
denada contra ejércitos aguerridos? Y sin embargo, había advertido que si las bandas
rebeldes lograban expulsar a los franceses, sus caudillos harían pedazos al país en
guerras
ClVlles
por apoderarse del mando. Véase
BM
Add. Mss. 37 287,
R Wel/csley
P
a;
bers
(ser ie
II
v
ol.
x iv), ff. 140-143.
LAS FUERZAS POPULARES Y EL PODER MILITAR
perio americano los levantamientos peninsulares. El
min
istro
de
Relaciones de la Gran Bretaña, George Canning, concurría
con esos.
objetivos, especialmente en vista de que las insurrecciones en España
implicaban no solamente
un
cambio espectacular ·de las alianzas
en
beneficio de la Gran Bretaña en
una
guerra que
se
había estancado,
sino que también quitaban a
los
franceses toda esperanza de
obtener
apoyo en las
Ind
i
as
. El 5 de
julio
Canning envió a
La Coruña
a.
Charles Stuart, diplomático experimentado, como representante debi
damente acreditado de Jorge III. A .fines del mes los representantes.
asturianos que
se
encontraban en Londres informaron a los virreyes.
de la Nueva España y del
Perú
de las insurrecciones peninsulares.
4
La ausencia
ele un
gobierno nacional aceptable en
Madrid
desen
cadenó las fuerzas latentes del regionalismo en España, poniendo·
con ello en peligro cien años de centralismo Barbón.
La
fragmenta
ción del Estado unitario
se
hizo
aún
más visible con la difusión
de
las
insurrecciones en
el
Sur
y
en el Oriente. Varias juntas rivales sur
gieron en el Sur. La
Junta
de Sevilla, por ejemplo,
pretendía tener
precedencia no sólo en Andalucía sino en todo el resto de la penín
sula y en las Indias, como lo indicaba el título que adoptó. Esa Su
prema Junta de Gobierno
de
España y de las Indias, en ejercicio
de
la actual Regencia de los Dominios Españoles en nombre de Fernan
do VII;' , envió dos plenipotenciarios a Londres,
uno
de los cuales
fue el almirante
Juan
Ruiz
de
Apodaca,
futuro
capitán general
de
Cuba
y
Virrey de la Nueva España . Al mismo tiempo, representantes.
de la
Junta
de Sevilla viajaron a la Nueva España, a la Nueva Gra
nada, a Río de la
Plata
y a Perú, a fin de establecer la hegemonía
política de
ese
organismo sobre los dominios americanos.
5
En
Valencia, en donde la
inquietud ya se
había hecho
endémica
durante
las décadas de
1790
y
1800,
particularmente en las regiones
en donde se sentía la·presión señorial, las tensiones llegaron al máxi
mo
con la insurrección
en
esa ciudad del 23 · de mayo,
que
como es
comprensible tuvo graves repercusiones en los campos.
Un
grupo
de
comerciantes y de industriales de la capital de la provincia, al mando
de los hermanos Bertrán de Lis, intentó obtener el apoyo
popular
para
remover a los representantes políticos del ancien régime. Estos
últi
4 PRO FO
j
6G
ff
3·3v, Vega y Matarrosa a Canning, Londres, 9 de junio de-
1808;
ff
7-9v , Canning a
los
diputados de Asturias, FO, 12 de junio de 1808;
ff
33-33v,
Canning a los diputados de Galicia, FO,
30
de junio de 1808;
ff
43·44, ibid. a i bid .
5
de julio de 1808.
5 PRO FO 72
¡
66 fi 59-60, plenipotenciarios de Sevilla a Canning Londres, 14
de·
julio de 1808.
•
í
:¡
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
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68
LAS
FUERZAS POPULARES
Y EL
PODER MILITAR
malgastara el dinero inglés . Bailén, a
pes
ar del e
fe
cto que produ jo
no ha
bía
~ a d o d e s ~ r u i r
el poder de
los
france
ses
en España.
ende?le ejercito e
spa
nol de unos
65 475
hombres
se
enfrentó a
un
~ o r ~ u d a b l e
ejército francés
de
15
mil hombres que
se
reagrupó m
ás
alla del
_Ebro. Para
el mes de octub re de
1808 ese ej
ército aumentó
a 244 n11l hombres, y el propio Napoleón, liberado momentáneamen
te de sus dist_
accione_s
en la Europa central, propuso personalmente
el avan ce
haoa
Madnd
.
Ant
e la tirantez causada por ca
si
dos décadas
d_e _guerra Y por la escasez de fondos en
L o n d r ~
el gobierno bri
tamco no pudo ofrecer
más
que la cantidad de tres millones de pesos
para el otoño, y de ella solamente una tercera parte en especie.9
Cada mes
se_
hacía
más
evidente, para' Inglaterra, la urgencia
de
for
n:ar un go brerno provisional de resistencia en España .Las diverO en
cras entre las autoridades civiles y militares en la
reD i
ón de
los
0
pa
t ~ i o t a s
~ ~ s e
habían _agudizado. Afectaban no solamente
0
a la inmediata
drsposrcwn de las fuerzas armadas, sino, ante las intenciones de los
franceses, c o n s i d ~ r a c i o n e s estratégicas a largo plazo. El ejército
de ~ n d a l u o a
por
e J ~ m p l o
_eguía bajo la
autoridad
de la
Junta
de
Sevrlla, _a cual rehuso autonzar a su comandante Castaños, de quien
desconfraba por ser
un
venturoso personaje
militar
con arraicro po
pular, .para que operara al norte de Madrid. De esta
m a n e ~ a
los
dos millones de pesos suministrados por la Gran Bretaña que
se
e n t r e g ~ r o n a la
Junta
de Sevilla para qu'e se destinaran al ejército no
~ u d r e r o n emplear para, expulsar a los franceses del Ebro hacia los
Prnneos
.w
2. LA SUPREMA JUNTA CENTRAL, 1808-1810
d e ~ i l u s i ó n
de l o ~ militares
por
r antagonismo que tenían entre
sr las J ~ n t a s
p r o v r n c ~ a l e s se colocó en el primer plano cuando Cuesta
a medrados de
s e p t r ~ m b r e
propuso su disolución. Cuesta estaba en
f ~ v o r
de
que
vo vrera a forma centralista
de
gobierno por me
w
de
~ a s
a u ~ r e n C i a s y caprtanías generales. Ansioso por invertir la
tendenCia hacia
un
cambio político, exhortaba a la inmediata for-
9
PRO FO 72 jG6 ff.
170-1 75
, Canning a ros diputados de Asturias, FO,
15
de
agosto de l 808.
1
°
Charles O ~ a n
A H istory
of th
e P
enin
sular War,
7 vals. (Oxford, 1902 -1930), 1,
PP· 631-639, 64
::>
Correspondence, Despatches an4_ other Papers of Visco unt Ca stlerea h
c o n d Mau¡u
es
s of on dpnderry, editada por su hermano, Charles William Vane, tz
_ls. (Londres, 1_ 34-1854),
VI,
pp. 444-4,16; genet?I Samuel Whittino-ham al ma¡•or ll i l-
liam Cox,
Mad nd
, 5 de septiembre de ]308, · " ·
LAS FUERZAS
POPULA
RES
Y EL PODER M
ILIT
AR
69
mación de
un
Consejo de Regencia constit
uid
o por
Cas
taños y
~ o é l
mismo, con el duque del Infantado a cargo de los asuntos c 1 ~ l l e s .
La investidura de
un
a autoridad suprema en manos de dos
anng
u?s
éo maridantes militares y un miembro de la aris tocraci
a,
era el
que Cuesta tra taba de emplear a fin de co
nt
ra
rre
star las pretensiOnes
de sobera
nía
de
las
juntas. Cuesta y Romana, quien recientemente
había regresado del norte de Europa con lo mejor de l
as
tropas
español
as,
estuvieron de acuerdo en que la convocatoria de las Cortes
era
un
presagio de
la
r
ec
onstitución del Estado español: . Estaban
preparad
os
para argumentar que
se
debería u
sa
r la fuerza
mrhtar
para
impedir
que
los
aco
ntecimientos siguieran
un
curso semejante.l
1
El presidente de la Real Academia de la Historia,
J ~ a n
Pérez
llamil,
quien
había sido
uno
de los miembros de la vieJa
b u r o ~ r a c r a
que
se
declaraba en contra de las autoridades francesas,
e ~ p e r a b ~
rgual
mente
que
se pudiera
poner
a salvo la estructura admrmstratrva del
antiguo régimen. Este anterior fiscal de dos audiencias compartía con
los
O'e
nerales el temor de las implicaciones radicales de las preten
s i o n ~ s
de las juntas para ejercer la soberanía.
Para
Pérez
Y i l ~ m i l
la
erección de
un
Estado absolutista había dejado desde prmCipros del
siglo
X:vr
tan debilitadas a las Cortes que no quedaban d e f e ~ s a s insti
tucionales
que
pudieran contener la amenaza de
un
gobrerno po
pular impuesto por un
grupo
revolucionario. Argumentaba
que
el
"despotismo ministerial" había dejado a la nación impotente
~ a r a
sistir la demagogia y la autocracia. Villamil creía en la exrstenCia
de una constitución histórica no
esc
ri ta formada por las "leyes fun
damentales del reino".
En
esta estructura corporativa, con su carac
terístico patriarcalismo, deseaba ver que
se
formulara
la
política gu
bernamental. Las juntas provincial
es,
por lo contrario, planteaban
una
amenaza a la estabilidad política. Vill'/-mil proponía
la
inmediata
convocatoria de las Cortes
tr
adic
iona
l
es
en las que la representación
fuera por · estados o estamentos y no por población. Las Cortes
tradicionales reflejaban la estructura jurídica del ancien régime: la
sociedad de
c ~ a s e s y
corporaciones, la sociedad estamental,
que
los
11 La Suprema
Junta
Central de 'castilla, León y Galicia cre a
que
Cuesta planeaba
un golpe militar en unión de miembros del desacreditado Consejo de Castilla. Con este
fin, se decía, envió tropas a Segovia con la intención de sorprender a la capital. Cas
taños contrarr
es
tó mandando dos divisiones de la Sierra Morena,
que
llegaron a Ma
dr id antes de que Cues ta actuara. Véase BM Add. Mss. 37 287, comentarios la
Junta
acerca de Cues ta al Ayuntamiento de León, 9 de mayo de 1808. V é ~ s e ¡ g t ~ a l -
mente Miguel Artola,
Orígenes de la España contemporánea,
2 vols. (
Madnd,
1 ::> ,
I,
pp .
78-
Sl.
. ¡
;
¡;.;
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
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70
LAS FUERZ S POPUL
AR
ES Y EL PODER MILITAR
libera
les
españoles pugnaban
por
demoler.
12
Villamil, por lo tanto.
difería de la antigua milicia, en que
él
favorecía convocar a
las o r ~
tes
,
si
bien del tipo de las que se reunieron para ratificar la sucesión
de. Fernando en 17 89. Su paisano de Asturias, ] ave llanos, dio un paso
m a ~ adelante.:
el
modelo inglés suministraba un buen ejemplo de
l ~ g r s l a t u r a b ~ : a m e r a l .
Al compartir la preocupación por la inme
~ r ~ fo;mac1?n
d.e. una
au toridad central,
J
ove llanos
se
oponía al
1
egi.onahsmo
m p h ~ l t
en las pretensiones de las juntas provinciales.
A fm de rec
onstru_
rr. el Estado unitario que se había esforzado por
e.stablecer como mmrstro de. la monarquía absoluta, Jovellanos pre
sronaba para que se establecreran
las
Cortes nacionales en
el
centro
de v i d ~ política. Veía esto como una gara
ntía
no sólo de la su
perviVenCia de la estructura centralista de los Barbones sino como
el medi
o.
impedi.r la recu.rrencia
d e ~ ~ b s o l u t i s m o
min,isterial que,
en su opmwn, hab1a destrmdo el equilibrio de la constitución. La
~ e s a v e n e n c i a entre ]avellanos y Cuesta residía en el deseo de este úl
~ r m ~
asegurars.e de que la formación de
un
Consejo de Regencia
r m p r ~ I e r a
cualqmer evolución hacia
un
gobierno parlamentario en
Espana.l
3
Entre
el 24 de septiembre de
1808
y el
30
de enero de
1810
un
g r u p ~
que
pretendía
e ~ e r c e r
la soberanía en
nombre
del rey, luchaba
por rmponer su
autondad
tanto sobre los militares como sobre las
JUntas provinciales. Esa pretensión era absoluta
y
exclusiva. La Su
p
rema ] ~ t a
Central, bajo la presidencia de
un
anciano e intransi
gente Flondablanca hasta su fallecimiento el 30 de diciembre residió
en Aranjuez hasta que el avance de
los
franceses la oblicró trasla
darse a Sevilla
el 17
de
~ i c i e m b r e
de
1808. Aunque los
0
grupos re
formadores dentro
de l
mestable coalición
de
los patriotas tenían
grandes esperanzas
en
la
Junta
Central, Floridablanca frustró todos.
sus esfuerzos por
la ~ o ~ v o c a c i ó n
a
las
Cortes. En la época
de
la
Junta ~ e n t r a
mult1phcaron
los
reveses militares hasta que la mis
ma
S ~ v d
cayo el
1
9
de
febrero de
1810:
no se reunieron ni el
ConseJo Regencia,
ni
las Cortes. La exaltada pasión religiosa
y
la xenofobia en el pa1s en general, tocaron una cuerda más sensible
en los miembros
de
la
Junta
Central. Uno de sus primeros actos
no
fue
el
de preparar el terreno para las Cortes, sino el de desi
nar al
u l t r a c o n s e r v a ~ o r obispo de Orense, antiguo opositor de Godo;
y
de
clarado enemigo de Bonaparte, para desempeñar el cargo de inquisi-
.
12
Fernando
Señas
Encinas, "Pérez Villamil, o una eminencia
crris ,
Boletin
del.
Ins-
lztuto de Estudios Asturianos XXIII (1954), pp .'l65-386.
0
13
Artola, ibid. P '·
205-206.
L.-\S
FUERZAS POPULA
RES
Y EL PODER MILITAR 71
dor gen era l. El hecho de reforzar al Santo Oficio que_
ese
acto. nn
pl.icaba,
fu
e
co
mo
un
ultraje para
los r ~ f ~ r m a d o r e s
espan.oles,
qme
nes
podían señalar el ejemplo de la abohcwn por Napoleon la
_ I ~ -
quisición en la zona
o c u p ~ d a
P?r los franceses.
Aunque la
des:gnac10n
de Saavedra para la presidencia
de
la
Junt
a Central
de
spues de
la
muerte
de Floridablanca inició
un
clima más favorable para la re
forma, la precaución nunca dejó de ser
la
regla del momento en
asuntos constitucionales. No fue sino hasta el
22
de mayo de
1
809
cuando la
Junta
Central expidió la convocatoria.
La
forma en
que
estaba compuesta la
junta
explica esta reticencia. lVIartín de Caray,
quien
asumió las antiguas responsabilidades financieras de Saave.dra,
en nincrún sentido era un liberal comprometido, como io demostru en
su car;era posterior como ministro de Hac
ienda
de Fernando ·
VII.
Pedro Ceballos, quien había sido ministro de Estado en, t?dos los
recrímenes desde
1800,
continuó en ese cargo durante
el
regimen de
la
0
Junta
Central. Ceballos era
el
clásico
hombre
sin partido: todos
los gobiernos aparentemente
se
sentían incompletos si él fa ltaba; pero
fue poca la distinción con que contribuyó a
c ~ a l q u i ~ r a
el.los, salvo
la
de
haber despojado de su cargo a personaJeS mas
d i s c u t l b ~ e ~
que
él. Si bien el gobierno de la junta era en su may
?r
parte tibiO
todos
los
asuntos de política importante, su secretano, Manuel
Qum-
tana, quien ya era un poeta de
r e p u t a c i ó ~
nacional,. n c ~ s a n t ~ m e n t e
presionaba
por
la adopción de un curso hberal constltucwnalrsta. El
resto de la junta estaba formado por dos representantes de cada una
de
las dieciséis provincias de España. Jovellanos,
quien
ponía
so?re
aviso contra los peligros del liberalismo, representaba a Astunas;
Caray a Extremadura, Floridablanca a Murcia y Valdés a
L e ~ n
El
cardenal
de
Borbón, arzobispo
de
Laodicea, representaba a Sevrlla,
y
era un personaje débil e indeciso que en forma v a g ~ favorecía a la
reforma. Incluyendo al presidente, al secretario, al inquisidor general
y a dos ministros, treinta y .siete personas constituían la Suprema
Junta
Central de España
y
de las Indias. La más
notable
característica de la
junta
era
que hasta entonces poco
se
había
oído
decir de sus miem
bros.14
14 Fernando Jiménez de Gregorio, La convocación de Cortes constitu
ye
ntes en 1310.
Estado de la opinión española en punto de la reforma constitucional", Estudios e
Histo ria Moderna
V (1935),
pp.
223-2'
17.
Los
drculos de ·militares antiguos y de nobles
se<>uían expresando su aversión hada un organismo como la JuntO: , Suprema, para no
m:ncionar la continuación de las juntas provinciales. Francisco Paiafox
y
Melzi,
por
e· emolo, al escr'ibir en su carácter de diputado o vocero oficial d e ~ r eino de Aragón,
J • · " " b or·
a Re n
xigía el reempiazo de las " juntas representat ivas
y
so
eranas p un • ge ·
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
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74
L.-\.5 · FUER
ZAS
POPULARES Y EL PODER
MlLlT AR
sentación
de
acuerdo con la población. Este principio liberal clásico
había obtenido
su
primera
ex
pr
es
ión clara
en
la Constitución
fr
an·
cesa de 1791. Esa decisión indicaba a corto ~ z o que
la
pres ión de
liberales como Quintana había logrado obstaculizar tos esfuerzos ele J
a
vellanos
y
otros para que se adopta
ra
un curso ele acción más tradi
cionaL A largo plazo había puesto en eluda la perspectiva de cualquier
futura rees tructuración del sistema político español dentro de los li
neamientos corporativos. La
Junt
a Central dispuso que se eligiera un
diputado por cada grupo de 50 mil habitantes tomándose como b
ase
el censo de 1
797.
El decreto igualmente requería a
los
territorios
americanos para que enviaran diputados a Cortes, lo cual era un cam
bio de rumbo totalmente nuevo. El
9
de febrero de 1810 se rindió
Sevilla ante
los
franceses.
17
3. Los
MOVIMIENTOS DE RESISTENCIA
POPULAR
El fervor religioso, el particularismo local
y
la anarquía endémica
se
fusionaron en el movimiento esp añol de resistencia. Pero en nin
gún sentido
las insurrecciones de
1808
fueron un fenómeno excep
cional.
Tenían
precedentes en la historia de España y están inmersos
en
los
conflictos locales existentes. Otras semejantes había en otras
regiones de Europa y en la América española. Los militares franceses
no aprendieron nada en
sus
experiencias con
los
levantamientos ita
lianos de 1799 y 1800 en vísperas del retiro de las fuerzas republi
canas. De igual ma
ner
a, el propio José había experimentado en toda
su amplitud los levantamientos napolitanos de 1806, y en particular,
la lucha por liberar a Calabria de las bandas irregulares y de las
desorganizad
as
unidades militares, que ·logró someter a
un
gran nú
mero de fuerzas france
sas
.
18
Sólo
una
delgada línea 'divisoria separaba
a l
as
bandas insurgentes de Nápoles o de España de los numero
so
s
grupos de bandidos o
de
pandillas de ladrones, de la ciudad o del
campo, que con frecuencia constituían el movimiento de resistencia.
En
ese
se_ntido las armas, particularmente las navaj
as,
existían
ya
en
abundancia, complementándose con las armas de fuego de las unid
a-
17 Albert Dérozier,
Manuel ]osef Quintana et la naissan
ce
du libéraiisme en Espagne,
2 vals. (París, 1968-1970), I, pp . 330-396, 457-5 13 ; 11, pp . 205-210.
I S
Las insurrecciones italianas se es tudian
en
R. M. Johnston, The Napoleo nic m·
pire
in Southern
l taly anct the R ise
of
the Secret Societies,
2 vois. (Nueva York, 1973 ,
pp.
32-51
, 91-95, 1
02
-105,
127-
1
63
y
E. E.
Y. Hales, Revolttt
ion
and Pa pacy
1769-
18.f6) (Londres, 1960), pp . ll 6 -I29.
¡
LAS
FUEPZAS POPULARES Y
EL PODER
MILíTAR
des militares o con los implementos
ag
rícolas
de
los campesinos.
La.
creciente población
de
España, el problema agrario, las condiciones.
ele
subempleo en la ciudad y en el campo, el efe cto de la recesión,
eran factores que
ay
udaban a explicar
la
fácil fuerza de trabajo coU>
que contaban las bandas insurgentes . El robo y el bandolerismo, en
todo caso, habían sido la manera de vi
vi
r acostumbrada en las épo
c
as
difíciles,
y
en gran parte de
fi
nales del siglo
xvm
y principios dd
XIX los niveles de vida de la clase baja estaban declinando. En ciertosc
casos, comunidades enteras vivían del producto del comercio ilícito.
La íntima conexión que era evidente en España entre el monarquis-.
mo, la insurgencia y
la
c riminalidad, había aparecido en forma sor-·
prendente en el
dso
de los
lazzaroni
napolitanos
pescadores
, vende
dores ambulantes, limosneros
y
lad
rones
con su devoción por
d
rudo Fernando IV. Un tipo semejante al del saqueador que h
os
tilizó,
a las fuerzas francesas en el sur de Italia reaparecería en España des-
pués de 1808: en ambos casos aparecieron clérigos ocasionalmente·
a la cabeza de dichas ban das .
10
La cuestión dinástica
y
la lucha ccintra
la
ocupación extranjera
dieron a estos primitivos confl
ic
tos locales
y
a
esas
bandas disemina-·
das
un
carácter nacional cuando los aldeanos
y
la gente de la ciudad'
se
unieron en defensa de causas
más
exaltadas tales como los dere
chos de Femando
VII
o la reivindicación de la religión, que estaba
en peligro. En nombre de
esas
causas
se
cometieron atrocidades, como.
lo atestigua Gaya en Lo s desastres de la gu erra. La experiencia de·
Espa
ña
entre 1808
y
18
14
fue muy semejante a la de México durante·
la
Gu
erra de Independencia, que se inició en septiembre de
1810 y
duró.
hasta 182 1. Allí tambi én la insurgencia prevalecía sobre los conflictos,
locales, atacaba los grupos de
re
beldes o de bandidos
y
seguía su curso·
entre
atrocidadet y
represalias. Varios comandantes militares espa
ñoles que se encontraban en México, además, habían obtenido expe
riencia en la península: existe la posibilidad de que aplicaran en
las.
Indias técnicas en contra de la insurgencia similares a las adoptadas.
por el comando francés en España. Las evidencias sugieren también
que durante la guerra peninsular algunos oficiales españoles, comO>
Francisco Javier Venegas, que fue virrey de la Nueva España
en
1810, estaban
en·
contacto clandestino con oficiales franceses o
con
U John.ston, ibid., pp. 32·5
1.
La insurrección
en
Grecia
contra
el gobie
rno
turco
pro·
dujo casos similares ent :e los
klephts:
véase, por ejemplo, el caso de Kolokotronis, jefe
band
olero del Peloponeso, a
quien
la
Vi
rgen Maria le hizo un
llamamiento para que
·
actuara, en un s u e ñ o Douglas Dakin , The
Creek
St
r uggle for
In
depe
ndence
, 1821-
1833
(California. i 973}• pp . 31 -32, 58 , 65, OS.
.
t
¡
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
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G
LAS FUERZAS POPULARES Y EL -PODER MILITAR
el
propio José. La sospecha de
una
potencial deslealtad de algunos
comandantes del ejército regular, contribu
ye
a explicar
las
frecuen
tes fricciones entre las partidas insurgentes y
los
jefes
de
gobierno.
20
Los insurrectos españoles desconocían no solamente a las fuer
-zas francesas de ocupación sino a todo un conjunto
de
políticas guber
namentales de Jos Barbones, especialmente en cuanto éstas estaban
asociadas a
las
influencias francesas. Una poderosa fracción del mo
vimiento de insurrección español desafiaba
las
ideas
de
la Ilustra
-ción y de la Revolución que se habían in filtrado en España al fina
lizar
el
siglo xvm . A la vista del pueblo, la Ilustración y la Revolución
·eran equivalentes a la descristianización y al regicidio.
21
El
carácter clerical de una gran parte · de la oposición hacia
el
régimen de José apareció desde un principio. Revelaba, además, la
·Continuidad entre la oposición a las políticas carolinas y a
los
levan
tamientos contra los franceses. La insurgente Junta de Galicia, por
ejemplo, dio fin el 5 de junio de 1808 a la venta de los bienes
ec1esiás
~ i c o s que habían sido expropiados, muy poco tiempo después de su
Instalación. La Junta
Central
siguió el ejemplo el 25
de
septiembre,
·como respuesta a las quejas de quienes habían sufrido daños como
-consecuencia del procedimiento. El contraste con la política guber
namental en el régimen
de
José no podía ser más notorio. Cabarrús
.como ministro de Hacienda reanudó la venta de las propiedades
que
l ~ s
quedaban a las fundaciones pías bajo la legislación
de 1798
y con
tmuó el sistema de la. séptima de 1806. Su propósito l hacerlo era
el
de mantener
el
valor
de
los vales reales. El gabinete
de
José re
,conoció que
los
vales reales constituían
una
deuda pública
y se
es
forzó por cumplir con las obligaciones de pago de intereses. Como
:resultado,
las
propiedades eclesiásticas resintieron una mayor presión.
El Estado bonapartista se hizo c a r ~ o de la administración de las pro
piedades
ele
la
extinta
Inquisición, y las destinó a garantizar la deuda
pública. De
los
bienes confiscados a la Inquisición el gobierno de
José obtuvo 2 453 972 reales. Las juntas patrióticas adoptaron el sis-
. tema de las ventas y confiscaciones como uno de los priÜcipales agra
vios en contra del régimen bonapartista. Al hacerlo, señalaban la
-continuidad de la política gubernamental del centro y la oposición
local a partir
de
la década de 179(} en adelante. En una población de
unos 10.7 millones de habitantes (en 1807 la vida ele unos 200 mil
O AP PR FVII 15, Insurrección de Nue a España propagada por las providencias
<ictadas por
st1
virre) Venegas con el fin
e
disiparla .
21 Herrero, Pe-nsamiento reaccionario, pass_im estudia la bibliografía relacionada con
.esta mate ría.
í
l
LAS
FUERZAS POPULARES Y EL PODER MILITAR
77
individuos
de
la Iglesia, tales como los curas párroco
s,
el, clero b e r i ~
ficiado,
los
miembros masculinos y femeninos
de
las ordenes.
reh-:
gi
o
sas,
los tesoreros,
los
administradores , los hermanos
s e g l a : ~ s
o 1
s.
sirvientes . Era ·ese un conjunto muy numeroso de poblanon para
que se le pudiera enemistar. Esa cifra, además, no incluía a los
que
recibían caridades de los organismos eclesiásticos, y a los que paga
ban rentas generalmente moderadas por las tierras de la I g l e s i a . ~
La
solvencia financiera había
Ileo·
a
do
a tener prioridad en todos
o -
los gobiernos durante los años ele 1790 y 1800. De la política fiscal
dependía la supervivencia del ancien régime en España. El . a c a s o
en el frente financiero contribuyó finalmente en forma cleclSlva al '
derrumbe del sistema absolutista en marzo
ele
1808. En
el
proceso de·
tratar de asegurar su propia supervivencia, el gobierno absolutista con
tribuyó a la desintegración del
an cie
n rég_ime al e m p l ~ a r el
poder
del Estado para apropiarse una g r a ~ cant_I?ad
de
~ r ? p 1 e d a d e s ecle
siásticas. Continuó este proceso
de
d1soluc10n del reg1men de. o ~ a -
parte, con el resultado de que las consecuencias de la
d ~ s a m o r t z _ a c w n
se agravaro n con posterioridad a 1808. Cabarrús y S 1 x t ~ Espmosa,
quienes formaban parte del comité para la venta de proptedades na
cionalizadas, representaban la continuidad del personal. El d e ~ r e t o
de José de 9 de junio de 1809 facultaba a
los
acreedores del gobierno
a adquirir con sus bonos las propiedades nacionalizadas, y ~ r o p u s o
que se terminara la venta de las propiedades restantes para fmes de
diciembre de 1810. Evidentemente el régimen de Bonaparte en Ma
drid y las juntas patrióticas en las provincias, trataban de acudir los. ·
diversos grupos de votantes. De todas maneras, cuando los
p a t n o _ t ~ S
intentaron
seriamente formar
un
gobierno nacional, ellos tamb1en
tuvieron que enfrentarse en forma efectiva al problema de la P ? b r ~ z a
del Estado español. El ejemplo
de
los ilustrados y de
los
p a r t 1 d a n ~ s .
de José. demostraría que era apremiante. Exhibiría, además, ~ a s . con-·
tradicciones profundamente arraigadas
que
había en el mov1m1ento
de los patriotas.
23
Las políticas
de
desamortización se combinaron _con
una
p e s a d ~
carga fiscal para
t r a s t o r n a ~
la vida de los arrendata:ws de los a g r ~ -
cultores. Las transferencias
de
tierras trajeron constgo d1ferentes me
todos de cultivo,
aumento
de rentas, cercamientos o expulsiones. La
22 Mémoires et correspondance politique et militaire du Roi ]oseph, publiés, an-·
notés en mis en ordre par A du Casse ,
10
vols
. (París, 1854), V, p. 212; VI , p. 62 ; VII, P·
4.
Mercader Rib a, ibid., pp. 102- 14. Anes,
El
antiguo régimen, pp. 79-80. Herr Moneda
f
Crédito pp. 93-95
3 Mercader Riba, lbid. pp. 12
3-125.
'
¡
1
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V
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r
1
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78
L S
FUER
ZAS POPULARES Y
EL
PODER MILITAR
-depresión en el comercio y en la industria desde que se inició el
·
bl
oqueo
en
1796 y el efecto demorado de la crisis de cereales de
1803-1805
contribuyeron a la perturbación de la economía a nivel lo
ca
l.,
La insurgenciá española brotó dentro del contexto de precios
agncolas
en
alza , que en su mayor parte parece haber benefic iado
a los productores en gran escala. En las regiones en donde ya existían
tensiones agrarias con anterioridad a 1808,
b.
lucha contra
los
france
ses prevaleció scibre los anteriores conflictos
y
amplió su dimensión
de
un
nivel local a otro regional y nacional. God
oy
había colocado
:a
Vizcaya bajo
la
ocupación milit
ar
desde 1804 hasta 1807 como re
sultado de su oposición persistente a sus políticas impositivas y de re
·
clut
amiento. Las comunidades
de
campesinos y
los
señores de las
localidades, la familia de Eguía entre estos últimos, se habían reali
n.eado en la oposición hacia
el
gobierno de Madrid y a los comer
·ciante.s .especuladores de San Sebastián y de Bilbao,
que
trataban de
beneficiarse con la compra de tierras desamortizadas. El cambio
de
di
nastía que ocurrió en
junio
de 1808 provocó, lo mismo que en las
·demás regiones, un levantamiento al que dio pábulo la victoria espa
·ñola en Bailén. Las fuerzas francesas
que se
retiraban volvieron a ocu
par
Bilbao el
6
de agosto en
un
intento de reagruparse del otro lado
-del Ebro.
Para
su sorpresa, descubrieron que las guerrillas
ya
tenían
;
bajo
su control
una buena
parte del campo del país vasco. Los cam
pesinos, con frecuencia bajo el mando de sus curas párrocos, consti
·tuían la mayoría de esas bandas.
Uno
de esos curas, .Jáuregui, ope
_aba en toda la provincia de Guipúzcoa; el futuro general carlista,
Tomás Zumal
ac
árregui, combatió en su banda.24
Un oficial al servicio de los ejércitos franceses,
M.
de Rocca, ha
u ~ i n
i s t r a d
uno
de
l o ~ _más imp
ortantes testimonios de
ese
periodo
de msu
rgenoa
ofiCial describe el salvajismo de la. guena
y
el
terror
que expe
nmentaba
el soldado francés ante l
os
inesperados ata
'ques de las partidas
de
gilerrilleros. Las tropas francesa
s,
por ejemplo,
·entraban en una población rebelde de Vizcaya y Navarra y aparente
mente eran bien recibidas por los escasos habitantes que quedaban,
·generalmente los concejales;
las mu
jeres y los niños.
Una vez
que
habían partido, sin embargo, eran atacadas implacablemente cuando
;pasaban
por
las colinas de los alrededores.
s
. El real
c o ~ i s i o n a c l o
de
Jo
sé en las Provincias Vascongadas y en
Burgos,
Franosco de Amorós,
se
enfrentó al problema de combatir la
24
Ferndndez de Pineda , Crecimiento p. 452.
25
M. de Roca, iHémoires sur la guerre des
e
Espagn e (Lond res, 1815 ,
;
p.
191.
:
LAS FUERZAS POPULARES Y EL PODER MILITAR
79
insurrección a nivel político.
Al
tener a la
man
o la experiencia
de
la in tensidad de la guerra de guerri1Ias propuso Amorós técnicas
de contra
in
surgencia. Como miembro del Consejo de Estado de José,
tenía el grado de coronel de infantería, como resultado de sus servi
cios en las campañas de los
Pi r
ine
os
de 1793-1795. A pesar de su ante
rior actividad militar, desde su designación en febrero de
1809,
Amo
rós ejerció la autoridad civil en las regiones que se pusieron a su
carero. De acuerdo con su anális
is
de las razones de las insurrecciones,
o .
la motivación política
es
la
más
importante.
Por
esa r azón hace
hm
-
capié en la importancia que reviste la armonía entre las autoridades
civiles
y
militares en la España bonapartista.
En
todas las
o c a s i o n ~ s
Amorós hizo valer la prioridad de las medidas políticas sobre las
mt
litares al reaccionar ante la insurrección. Es fácil comprender que esta
actitud lo llevó a tener frecuentes conflictos con
el
comando mili tar
francés, que prefería desentenderse de las consideraciones políticas.
Esos
comandantes, además, tenían la tendencia de ver la
lucha
que
habían
emprendido
desde el punto de vista de las regiones que
se
habían colocado bajo su autoridad. Era poca la atención que pres
taban a la dimensión nacional. De la misma manera, les importa
ban poco las sensibilidades públicas. Amorós.
no se
encontraba solo al
condenar las exacciones
fi
scales de los comandantes franceses como
políticame
nte
contraproducentes. Estos últimos, por
su
parte, hacían
cuanto podían para reducir a la nada la autoridad de Amorós.
26
Los constantes acosos de las guerrillas ·exhibieron lo inadecuado de
la confianza del ejército francés en la
guerra
convencional.
Dada
la
topografía de España, prácticamente todas las regiones se prestaban
para hacer la guerra en las montañas. Los militares repetidamente
pedían refuerzos. Los franceses
ni
siquiera poseían tropas suficientes
para controlar en forma efectiva las rutas vitales •¿e acceso
entre
l
·
sur
de Francia y el norte de España. Amorós,
por
ejemplo, hizo
notar la presencia de insurgentes en los alrededores
de Vitoria
en la
prima
vera de 1809.
Lcis
rebeldes,
en
efecto, desde la
ciudad
enviaron
not
icias a las bandas de guerrillas. Los partidarios de
Bonaparte
vi
vían en el
temor
de sufrir una muerte horrible a manos de los
rebeldes.
La
falta de
una
escolta
bien
armada hizo posible
la
fuga de
prisioneros de guerra en tránsito, con el resultado·de que los grupos
de bandidos recibieron nuevos reclutas.
La
naturaleza
notoriamente
pop
ular
de las bandas insurgentes alentó a las autoridades bonapar
tistas para desconocer la legitimidad de sus actos. cyadie
se
pudo po-
Véase la
cart
a decimaquinta
de
Amorús a José en Bl\I Eg. :?SS, Papeles tocantes a
la
guerra n España 1809 1813. Amorós n. en Valenci a en 1770·.
1
l
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
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80
LAS
FUERZAS POPULARES Y EL PODER MILIT AR
ner de acuerdo en cuanto al
número
de individuos que for
maba¡;¡
esas bandas. Las estimaciones iban de 2 mil a 14 mil Erari
pocos, sin embargo, los que no estaban de acuerdo en cu a
nt
o a su com
posición. Amorós describía a los grupos alojados en las montañas de
Liébana arriba de Santander como con frecuencia harapientos y des
provistos
de
armas . En su mayoría eran campesinos ordinarios
y
unos cuantos desertores del ejército. Esas bandas habían· cortado las
comunicaciones con el puerto de Santander por
el
lado
de
t ierra
y
controlaban regiones campesinas tan alejadas como Santoña y Trero.2•
Lo inadecuado del servicio de información y la falta de coopera
ción de
los
funcio:t;tarios locales dificultaba las operaciones contra
las
bandas rebeldes. La proclama de Amorós de 21 de junio trataba nb
solamente
de
atender esos problemas sino también de socavar la fuer
za moral ele la causa insurgente. Argumentaba que sus atrocidades
ies habían hecho perder su pretensión de combatir por una causa
nacional y los despojaba del carácter de tropas combatientes. Insis
tía en que no había
niguna
diferencia entre ellos y los grupos de
bandidos. Como tales, deberían ser perseguidos vigorosamente. Con
este fin ordenó que
se
aumentara la vigilancia en
las
ciudades y en
~ a s
v i ~ l a s especialmente
durante la
noche. Los funcionarios que
mcurneran
en demora para advertir la proximidad de las bandas in
surgentes o que permitieran que sus ingresos cayeran en manos
de los rebeldes serían responsables por su negligencia. Poco fue, sin
embargo, lo que pudo resultar de esas instrucciones, puesto que el
c o ~ t r o l
del campo que tenían los rebeldes determinaba que fuera
arnesgado que las autoridades locales mostraran buena disposición
para cooperar con el gobierno bonapartista por . el temor de sufrir
represalias brutales. Mientras los comandantes militares franceses
no
pudieran garantizar la seguridad personal de quienes desearan
ayú
darlos, ninguna .cooperación efectiva podría resultar.2s
La
pacificación del campo resultó ser.
una
tarea tan atemorizante
que muy
pocos
comandantes la emprendieron con entusiasmo. Hasta
el rey ] osé llegaron quejas de la inactividad del gobernador general
de Castilla la Vieja, el general
Thiébault.
Dos
de
los más conocidos
capitanes
de las
guerrillas controlaban
las
regiones entre Burgos y
Logroño. El cura párroco de Villoviado, Gabriel Meriño, operaba des:
de Castrogeriz con 300 seguidores montados, la mitad de ellos sin
27
BM Eg. 388 ff, l7-I7v, Amorós a José, Vitoria, ¡o de mayo de 1809;
ff.
19-20 ,
i id
a ibid. Jlilbao, 23 de mayo de 1809;
ff
. 23-23v, ibid. a
i id
. Begoña, 12 de '
junio de 1809;
ff.
24-25 ibid. a ibid. 11 de junio ele 1809.
28 BM Eg .388 ff. 26-26v, Amorós, Vitoria, 21 ele junio de 1809.
l
¡
¡
\
¡
.
1
LAS FUERZAS POPUL
ARES
Y EL PODER MIL
ITAR
81
armas.
Ju
an Martín Díaz, el Empecinado actuaba en cooperación
con ios comandantes de campo españoles Cuesta y Eguía. el Empe
cinado hab ía desarrollado su estilo. característico de guerra
de gue
n'illas demués de la derrota . del ei ército reoular en Medina de
_.
J
o .
Rioseco el
14
de julio de
1808
convencido de que las bandas trregu-
lares más que los ejércitos en Íormación de combate,
h a b r í a ~ ~ e
decidir el resultado de la lucha _en la península. A fines
de JUlllO
de
1809
500
hombres de
el
Empecinado atacaron Lerma, saquearon
la p o b l ~ c i ó n y mataron a un d e s t a c a m ~ n t ~ f r a ~ c é s veinte hom
bres. En la provincia de Burgos se detenoro la sttuacwn ,
al_
grado
que las bandas rebeldes operaban apenas f ~ e r a de los llmttes de Ja
capital de
la
provincia, y mataban a cualqmer s o s p e c h ~ s o
de a l e ~ t a r
Eendencias bonapartistas. Thiébault parecía no tener tdea de como
combatir a un millar de individuos desarrapados con unas cuantas
armas y casi totalmente desorganizados, que hacen mofa de 5 mil s?l
dados disciplinados . El comisario de la policía. de B ~ u g o s se queja
ba
de
la infructuosa excursión de Thiébault
hae1a
la s1erra con
1 500
hombres, en flagrante desafío del servicio de espionaje de la policía.
Las
partidas insurgentes, por medio del control que tenían de las
reo-iones
montañosas, podían observar con
impunidad
desde las atala
y a ~ instaladas en la cima de las colinas , el despliegue de 1 ~ ~ f ~ e r z a s
francesas.
Cuando
se aproximaban los destacamentos del eJerClto, se
podían
retirar
sin dificultad a sus bases en Molina de Aragón, en la
Sierra de Moncayo, en s·an
Pedro
Manrique, y en toda la región en-
tre Soria y Almazán.
23
Tanto el comisario de la policía como
el
propio Amorós creían
que la negligencia de Thiébault hab ía p e r m ~ t i d o que :as bandas de
guerrilleros, que originalmente carecían de tmportanCla Burgos,
se reforzaran en la provincia. El control que tenían los msurgentes
en el campo garantizaba que sólo los puestos de abastecimiento que
contaban con guarnición pagaran impuestos a las autoridades bona
partistas. A la mayoría de los poblados o
bien
no le
quedaba
nada que
pudiera dar o había sido obligada a
contribuir
a
la
causa rebelde.
BM Eg. 388, ff. 28-29, Amorós al ministro de
la
Guerra, Vitoria, 23 de junio
de 1
809;
ff.
39-39v, Amorós a José, Burgos, 30 de julio de
1809; ff.
46-47v, Manuel de
Mazón Correa (comisario general de
Polida
) a Amorós, Burgos,
28
de julio de 1809;
núm. 3,
ff
. 48
-49
ibid. a ibid. Burgos,
30
de julio a 18
09.
Merino dirigió bandas
realistas
en
1821-1822 en oposición al segundo régimen liberal y
se
convirtió en carlista
en 18
33.
Véase igualmente Nicolás Benavieles Moro y José A. Yaque Laurel , El ca pitán
genera l
D.
Joaqu ín Blake y joyas rege
nt
del R eino fun dador del Cue ·po de Estado
Mayor (Madrid, 1
96
0), pp. 133 I42-H3.
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
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32
LAS Ft:ERZAS l'OPULARES Y EL ·PODER IIILITAR
El número de las bandas
se
multiplicaba. Un noble de Burgos, el
marqués de Barrio Lucio, estaba al mando de 600 hombres; Pedro
Pablo Álvarez, originario de
Bu r
go s, encabezaba o
tr
os 130 hombres,
casi todos desarmados;
se
había permitido que "el Empecinado" re
clutara hombres en la región de Aranda del
Du e
ro. Unos
500
insurgentes al mand o de Barrio Lucio habían atacado la población estra
tég icament e situada de Santo Domingo de la Calzada, matando despia
dadamente a sesenta soldados franceses. Amorós apremiaba a Thié
bault para que se hiciera fuerte en esta población, a fin de impedir
que
se
int errumpieran
las co
munic
aciones con Francia . El incremento
de
las bandas de guerrilleros presentaba un muy grave problema mi
litar
, per.o el
pr
oblema político quedaba igualmente sin resolver.
Los comandantes .de las más importantes bandas actuaban
en
con
cierto con algunos oficiales del ejército regular, que se sentían obli
gados a mos
trar
fidel idad hacia la Suprema Junta Central. Esta
úl
tim a, durante el verano de 1809, reconoció a las bandas de guerrillas
y
confirió a sus dirigentes el
título
de "Comandantes de la Cruzada" .
La Junta les dio in strucc iones en el sentido de que
se
cercioraran
de
que sus
partid
arios llevaran en el brazo el emblema de una cruz
roja.
30
'
Tan
sólo mediante técnicas efectivas de contrainsurgencia se po
dría romper el vínculo entre las autoridades políticas en la zona in
sUrgente y las militares en el campo que dependía de ellas. Thié
bault, por lo contrario, había actuado sin tomar en consideración a
la
opinión pública, que era esencial cultiva r, arrancando grandes su
m
as ele
dinero a los particulares en Burg
os
y a los monasteri
os
de
Nájera y Estrella. Amor
ós
pensaba que
es
os actos no solamente mi
naban la credibilidad en el régimen bonapartista, sino que amenaza
P
an con destruir la
bu
e
na
volun tad
que
existía entre l
as
autoridades
políticas y militar
es
que actuaban bajo la autoridad
de
José. Los
comandantes franceses
aparentemente
no
compartían la
oÍ
)
ini
ón de
Amorós de que la tarea política de la reconciliación tuviera pre
cedencia sobre la tarea militar
de
;
suprimi
r la insurrección. Amorós
vio en la Constitución de B
ay
ona un terreno común propicio para la
reconciliación entre las dos partes.
Como una
contri
buci
ón a ese ob
jetivo político, apre
mi
ó a
Thiébault
a
que
adoptara
una
serie de
medidas co ncebidas
pa ra inmi
s
cuir
a l
os
e
sp
añoles
bien
dispuestos
en
la
lucha para extirpar
el
vandalismo ele las bandas insur
ge
nt
es
.
Cpmo la permanente escasez de armas y la evidente falta de una
'
):o
13M Eg. 388, f 50, Amor ós a Jos é. Bur gos, 2 de
a ~ o s w
de 809 .
LAS FUERZAS POPULARES Y EL PODER i\ ILITAR
83
base política en las poblaciones había impedido la formación de .fuer
zas de autodefensa en la localidad, Amorós hizo presión p
ara
que
se
reclu tara una gendarmería española. Esta fuerza
se
aliaría al ejér
cito en la persecució n de las bandas de r r i l l a s ~ De la efectividad
de la
ge
ndarmería habría de depender la amp liación de la autori dad
bonapartista de las ciudades a las villas de los alrededor es y de allí
a
todo el campo. Amorós prop
us
o
que
se dividiera la policía en pu
es
tos
distrirales
ele
policí
a,
desde los cuales los funcion
ar
ios
podrían
ejercer una sobr evigilancia sobre las autoridades locales. Un tribu
n
al
·especial de Jo criminal podría
atender
en forma expedita los
casos
comprobados de insurgencia, y 'l
os
individu
os
en quienes
no
se
pudiera confi
ar
políticamente serían enviad
os
a presidio.
31
Amorós inici ó la formación de un
cuerpo
de gendarmería
que
se
distinguió desde sus primeros combates. Igualmente se establecieron
el
t
ri
bunal especial y
el
presidio. De todas maneras, la situación en
Burgos seguí a de teriorándose . Aunque Thiébault había realizado cam
pañas en la
re
gión de Rio ja,
de
jó de instalar guarniciones
en
las zonas
que había
re
cuperado. Como resultado, las fuerzas insurgentes senci
l'amente volvieron a ocupar
b región después de que había salido.
Ni
las ejecuciones ni l
os
incendios en las poblaciones habían disuadi
do a l
os
insurgentes, quienes, po r el contrario, robaron el tesoro real
en Haro e interceptaron el correo de Francia en Miranda. Amorós apre
mió a José para que reemplazara a Thiébault. Este
último
se desquitó
asegurándose del apoyo del ge neral Kellerman, gobernador general
del
norte
de España, para que se le transfiriera la
autoridad
sobre
la gendar
mer
ía . Thiébault, en efecto, con la aquiescencia del inten
dente de Bur go s, as
umi
ó el con trol ele Jos asuntos civiles así como
el de ios mil itares. Según
eli
jo Amorós, en fin ya se han colmado
los excesos del' despotismo militar". La gendarmería, no obstante,
se
negó a servir bajo las órdenes
de Th
iébault y pidió que se le licen
ciara. L
os
cuerpos de po licía
ele
Bilbao,
que
a petición de Aú10rós pres
taban sus servicios en Burgos, sol icitaron
que
se les
permit
iera regresar
a su h
og
ar. Amorós se quejó de que su polí tica hab ía quedado en
la ruina.
2
nt BM Eg . 388, fE 51-55, Amor
ós
a
Th
iébault, Bu rgos, 2 de agosto de
8C9; ff., 56
-
57 v, Thiébault a Amorós, Burgos, 3 de agosto de 1809; ff. 59 ·60, Amorós a José,
Bur
·
:
de agosto
e
1809
:J2 BM Eg. 388, . 74·7.?, Amotós a
Burgos
, 21 de agos to de 1809; . 76
,77
,
ibirl. a ib i
Burgos, 29
de
agosto de 1
809
; f.
78,
ibicl. a ibid. Bmgos, 1Q de septiembre
,Je 1
80
9; ff. 83 -84, ibili . a ib ic. Burgos, 8 de sep t
iembre de
809; ff. 91·92, ibid a ib id.
Gurgos, 2 de septiembre de 1809; H.
l
'l-95,
ibicl.
a iúid
.
Burgos, 14
<le
septiem
bre
u < 1
809
;
ff.'
107-110,
iúid
a
ibid.
Bur gos,
2G
ele
se
pti embre de 1809.
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
http://slidepdf.com/reader/full/la-politica-espanola-en-una-epoca-revolucionaria1790-1820-brian-r-hamnett 28/57
84
LAS FUERZ AS POPULARES Y EL PODER MILITA R
La situación en el campo en Salamanca al finalizar el verano de
1809 obstáculos se:nejantes al mariscal Ney, quien
se
en
contró a p a c r t a d o para estaolecer un control sobre la región. La s
bandas amenazaban a Medina del Campo y a toda la
margen rzqmerda del Duero desde Tordesillas hasta
Toro
. Las fuerzas
de
Romana
, m i e ~ t r a s
se
reagrupaban en Ciudad Rodrigo, posi
blemente con la mtencwn de atacar Salamanca. Los espíás en la ciu
dad estaban en .correspondencia con el ejército español y con
las
bandas de guernllas, tal como lo habían hecho en Buro-os . La caba
llería de Ney había quedado extenuada por la c o n s t a n t ~ persecución
de esas bandas y había sufrido pérdidas. La infantería ·estaba debili
tada por necesidad de
es
tablecer guarniciones en todas
las
pr inci
pales posiCiones en las vías de comunicación con Francia desde Toro
YZamora hasta Salamanca. La situación de Kellerman en l a d o ~ i d
impedía qu e se diera refuerzo alguno a Ney desde ese luo-ar. Este
ú t imo
se
sostuvo en dicha ciudad con 4 500 hombres, pero podía
disponer ele tropas de sus propias posiciones guarecidas al norte
de Burgos, y menos aún de
la
población clave de Medina, que
los
franceses
no
podían exponerse a perder.aa .
De acuerdo con
un
informador español, la ciudad de Valladolid
había quedado empobrecida por las exacciones fiscales del comisio
nado real, Aranza, quien le exigió que cubriera la cantidad de 600 mil
r ~ a l e s p ~ r ~ el
20
de agosto, y por las del propio Kellerman. Este úl
trmo exigró al _oncejo municipal de la ciudad que le entregara la
suma _
le
50 mil reales el 25 de agos to y dio a los miembros del
ConceJ? un plazo
ele
dos horas para que la cubriera o se enfrentaran
al castigo de ser ahorcad
os
.
Esas
medidas no contribuían en nada a
r ~ ~ o ~ c i l i a r a los españoles con el gobierno bonapartista. En efecto, los
e1erotos reales seguían experiri1entando tantas dificultades oara
co-
• , •
1
mumcarse ,entre SI _que r ~ c u r n e r a ocultar sus despachos en
costa-
les
de rnaiz para 1mped1r
que
fueran interceptados
por
los .insur
gentes
.1H
carac terística zona montañosa del norte de España ofrecía un
a ?brente p_e_rfecto para
d ~ s a r r o l l a r
las técnicas de la guerra de gue
rnllas, espeClalmente en vista
de
la estratégica proximidad de la fron
tera francesa. Pocas oportunidades se perdieron para amenazar e
sas
.
33
BM Add. Mss.
37
287,
ff.
309-3II, Ney al mariscal Jourdan; Salamanca,
II
de
se
p
t ¡ e ~ b
,
de 1809;
ff
315-316, K ~ l l c r m a n
a
N:y,
Valladolid,
12 de
septiembre
de 1809;
f.
Kellerman ai general l\lfdlet
Valladohd,
14
de septiembre
e 1809.
_
4
BM Add
.
Mss.
27
288,
ff
446-447v.
Tenie
nte
Diego Correa (del Batallón Espa·
no de
Granade
ros) a la Supr ema Ju n ta Central, Sevilla,- 4 de octubre de
1809.
-
.
LAS FUERZAS POPULARES Y EL
PODER
MILITAR
85
líneas de comunicación. El coronel Mariano Renovales, que fue
destacado
por el
comando de Blake, organizó
y
dirigió bandas de gue
rrilleros .en los valles de la altiplanicie de AragÓn has ta el poniente
de Jaca. Otro oficial del ejército regular, Pedro Villacampa, organizó
otra banda en la región aragonesa desde los primeros meses de la
insurrección. Esta fuerza llegó a tener un núcleo de unos 3 mil hom
bres. Du rante todo el año de 1809 las bandas de guerrilleros se mu l
tiplicaron en Aragón, tal como lo hab ían hecho en Castilla. Con
frecuencia coordinaban s
us
tácticas, pero sobre todo eludían entrar
en
batallas campales con las fuerzas de ocupación. El conflicto giraba
alrededor del cont rol del poblado de
Ja
ca, cuya conservación gar an
tizaba a los francffies
una
·ruta segura a través de los Pirineos. El
o-eneral Suchet . decidido a alio-erar la presión de los insurgentes sobre
t :l o - .
1
Ja
ca, obligó a las bandas de guerr illeros a retroceder direccr?n
ele Huesca, Barbastro y Calatayud para el mes de julio, tan solo
para descubrir que en el curso de sus operaciones el sitio de la po
blación ya había
em
pezado de nuevo.
35
L
os
hombres de los vall
es
aragoneses se enorgullecían de sus proe
zas co
mo
combatientes
que
en
un
pasado muy distante
nunc
a caye
ron bajo
ei
yugo de los musulmanes. El conflicto con el invasor
francés adquiría, por lo tanto, una dimensión de gran significado his
tórico ante la vista ele los combatientes comunes. Los comandantes
insurgentes tenían clara conciencia de las asociaciones políticas y re
del movimiento que encabezaban.
Durante
el sitio de Jaca
por las guerril1as, por ejemplo, los comandantes guerrilleros fortifica
ron el viejo convento
ele
San
Ju
an de la Peña, que
se
erguía en las
colinas
arrib
a de la población. En su iglesia se encontraban las tum
b
as
de veintidós reyes aragoneses. Los moros nunca llegaron a apo
derarse de esa ~ i c i ó n Esas iglesi
as
y
co
nvent
os
eran los símbolos
ele la época heroica de la primitiva España medieval. Villacampa
eligió
otra
de
esas
posiciones defensivas naturales, el santuario de
Nuestra Señora del Pantano, que dominaba desde una montaña in
accesible en el centro de la Sierra de Albarracín la margen derecha
del Ebro.
36
Las regiones fronterizas de los Pirineos siempre fueron difíciles
de controlar. Javier Mina, oficial del ejército regular, organizó la
resistencia en Navarra en 1809, una vez más con el objeto de inte
rrumpir las comunicaciones con Francia. Ese peligro
en una
vulne-
. 35
i l é
moir
es du martfchal Suchet, duc cl A.lbuféra, sur ses campagnes en Espat, ne
.:lepuis 1808 jusqu en
1814, 2 vals. (Par s, 1828 ), I, p. '12.
· 3H
Suc
he
t ,
M d
mo
. res,
I
pp. 53-66.
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
http://slidepdf.com/reader/full/la-politica-espanola-en-una-epoca-revolucionaria1790-1820-brian-r-hamnett 29/57
86
LAS FU ERZAS POPULAR
ES
Y EL PODER l\i iLITAR
rable regi ón fronteriza obligó a Suchet a desvia r
se
al Noroeste ha
ci
a
N_varra, precisamente en el ·mismo momen to en que las fu erzas
de
Vlllacampa amenazaban a T erue l. Las ac tivida des de los franceses
tuvieron como resultado la captura de Mina en abr
il ¡ 1
, n ,, n
a
.sí,
la resistencia no cesó. El ma ndo ele las bandas de 'Uerrill eros re-
o
cayó _n su. tío, Francisco Espoz y Mina, qui en operaba desde la base
ele Cmcovtllas. Al actuar en concierto con las fuerz
as
de "e l Empe
cinad? de
n c a
Espoz y Mina se proponían despojar al ejercito
frances del vital abastecimiento de granos de Aragón.a' De iaual
manera, Juan Díaz Porlier, dirigente
ele
un
gran número de ban°das,
atacó . las rutas de abastecimiento de los franceses entre Bayona y
Madnd
desde su base de operaciones de Logroño. Las
i n c u r s i o n e
de las bandas de
Porlier
penetraban generalmente hasta los alrede
dores ele las poblaciones de Burgos, Miranda, Vitoria, Bribiesca y
Pancorvo.
38
·
En
Cataluña las bandas de campesinos conocidas como somatenes
~ ~ e s d e
las primeras semanas ele las insurrecciones de junio, habían con
fmado a los franceses hasta
los
límites de la ciudad ele Barcelona.
~ e s d e el principio de la guerra, por tanto, los militares franceses se
~ t e r o n ~ u e n t a de q u ~ tendrían que someter al campo a una campaña
ststemattca ele conqmsta y someter a cada una de las poblaciones in
surgentes a
un
arduo
y
costoso sitio. La tenaz resistencia ele Gerona
l e s l ~
_el 20
ele junio de 1808 inició
ese
proceso de tan larga duración.
El SitiO ele Zaragoza, la capital aragonesa, duró sesenta días hasta
que fue levantado por el general Palafox el 9 ele agosto. Unos 50
mil
camp;sinos, se decía, se habían apresurado a defender la sitiada po
blanon
y
a tomar su lugar como si se tratara de una peregrinación
armada, bajo
el
pendón de la Virgen del Pilar, patrona de la ciu
dad.
3
°
Como respuesta a los levantamientos popula res de la re 'ión a
f
o '
mes de junio se formó
una junta
catalana en Léricla. Los somatenes
sin embargo,
libraban
una
guerra de dos dimensiones; luchaban
solamente para expu lsar al invasor francés, sino también contra sus
propios señores territoriales; puesto
que
los levantamientos de 1808
habían prevalecido sobre los primitivos c'onflictos agrarios. Los al
deanos en los distritos
de
Gerona, Tortosa, Igualada y Tarrasa para
1811
reclamaban un gobierno no de los ricos , de los hombres de
3< Suchct, ibid. l pp. 80-8
6,
104-1
05
, 210 , 260-270.
::s
Rocca,
ibid. pp . 195-197.
::n
Rocc3,
iiJid.
pp.
•18-49.
LAS FU ER Z \ S POPULARES Y EL PODER AR
87
las
jun tas
pr
ov
inc
ia les
, sino ele los de su misma
clas
e, de los po
bres .
40
Las activida
des
rebeldes tuvieron al ejército
fr
ancés aferrado
a
litoral de Cataluña. Suchet no tomó Léricla sino hasta el 13 ele mayo
de 181
O
y
só
lo
después
de un
prolongado sitio, que causó
num
erosas
bajas en el campo de
los
alrededores. Dmante
ese
sitio muchos gue
rrilleros se dirigieron a la reg
ió
n en
un
esfuerzo concertado de pr ivar
al ejército sitiador
ele
su abastecimiento de alimentos y de . sus in
gresos por concepto de impues
tos.
41
En
esa etapa del conflicto Villa
campa operaba en unión del ejército regular en Cataluña al mando
del general Enrique O'Donnell, futuro conde de La Bisbal. Las.
fuerzas españolas seguían dominando Tortosa ent la desembocaclu;at
del
Ebro y
ele la ciudad de Tarragona en la costa, a
la
que pocl1a
abastecer la flota británica. Un oficial inglés , el teniente generai
sir Charles \Villiam Doyle, actuó asociado al comando español
para
coordinar las tácticas de las bandas de guerrilleros de acosar las fuer
zas francesas que sitiaban Tortosa. Todo el peso de esas operaciones.
recayó en los somatenes. Sus tareas, junto con las ele las patrullas mó
vús del ejército, incluían
el
control del paso del Ebro
y
de los
alrededores ele la ciudad y el acoso de las · partidas de merodeadores
franceses. Doyle propuso que los guerrilleros, en operación desde sus
bases en Caspe
y
Alcañiz, acosaran la retaguardia francesa y domina
ran a las escoltas ele los convoyes por medio ele ataques con
un
mayor
número de hombres. Aunque Doyle constantemente recalcaba
la
im
portancia de una estrecha cooperación entre O ~ o n n e l l y Villacampa,
temía que las bandas irregulares, si se les daba la oportunidad, se
convirtieran en ladrones. En efecto,
un
desertor del ejército ha
bía escapado de la cárcel en Tarragona a fines ele
junio
de
181
O y
dentro
de un corto espacio de tiempo encabezó• una
banda
de
200•
ladrones en las cercaní
as
de Matará, más arriba
en
la costa de Cata
l u ñ a ~ 2
Tortosa no se -rindió sino hasta
el
2 de
enero
de
l8ll .
Tarra-
gona, que era la base de O'Donnell, capituló después de
un
sitio
que
duró del 3 de mayo al 28 de junio. Una vez más los somatenes habían
merodeado en el campo en la retaguardia de los sitiadores. La
lucha
40
Jaime Vicens Vives,
Catalwia en el siglo xix
(Barcelona,
1959), p. 183.
41
Suchet,
ibid . I , pp
.
97-108, 145·150,
30 . José,
Memoires et corresponclance VII,.
pp. 266-270;
Suchet
a Berthier
(
príncip
e
de
Neufchate1,
ministro
de
la Gu
e
rra ), Za-
ragoza, 19 de nurzo de 1810.
42
BM Add . Mss.
15
675, tt rs of Lieut G n . Sir Charles
William
Doy/e 1808-18
,
f
1 Dovle
a
Villena 3 de
iunio
de
1810; ff
28v-29,
ibicl. a ibid.
Mataró, l de julio de
1810;;
tf
30v-33v, A ~ u m 'de Doyle (ju nio de 1810 ).
'
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
http://slidepdf.com/reader/full/la-politica-espanola-en-una-epoca-revolucionaria1790-1820-brian-r-hamnett 30/57
s
LAS FUERZAS POPULARES Y EL PODER MILITAR
por controlar los. abastecimientos de granos
y
de carne en
el
interi
or
de Aragón produjo inflación de l
os
precios del trigo en la ciudad de
Zaragoza . T odas
las
fuer
zas
armadas en conflicto de ntro del tea
tro de ope
ra
ciones de Aragón
y
Catal
uñ
a dependían del abasteci
miento de
esos
alimentos. Suchet, temiendo que los particulares tra
taran de beneficiarse con el gran alza de l
os
preci
os,
instaló tres
grandes depósit
os
de granos en Lérida, T o
rt
o
sa y
Mora del Ebro. Al
mismo tiempo envió a las montañas a ocho batallones de infantería
para
que
se apoderaran de carneros. En la región occidental de la
península las fuerzas angloportugue
sa
s de vVellington estaban dedicadas
a actividades
se
me
ja
nte s.
Sus
incautaciones de granos determinaron
que se duplicara el precio del trigo.43
El persistente conflicto en Aragón
y
los prolongados
si
tios en Ca
t ~ l u ñ
aseguraron la supervivencia de la posición española en
Va
len
Cia durante
·todo
el
año de
1811.
Las bandas rebeldes en
el
reino de
Valencia con frecuencia apenas se podían distinguir de los numero
sos
grupos de bandoleros que operaron libremente durante todo
el siglo xvm
y
en
las
primeras d-écadas del siglo xrx. Ciertamente
en las huertas y en otras regiones de jurisdicción señorial el índice
de criminalidad era alto.
En
Valencia las bandas
de
guerrilleros ge
neralm,ente adquirían mayor importancia
que l
ejército regular.
~ e s p u e s
de la derrota de Blake en Aragón en
junio
de
1809,
el ejér
cito e s p ~ ñ o l se limitó en efecto a reforzar las bandas de guerrilleros
y a
abnrles
sus vías de abastecimiento, en vez de combatir a los
franceses. Aunque
los
funcionarios regulares contribuían con fre
cuencia
al
reclutamiento, organización
y
manejo de
las
banda
s,
en
muchos casos cayeron éstas bajo el control de individuos poco escru
pu
lo
sos
, que
ya
tení
an
reputación de bandidos o contrabandistas.H
En
todas partes la causa de Fernando VII medraba en una atmós
fera de réligiosidad. En la ciudad de· Valencia, por ejempl
o, dos sa
cerdotes, uno de ellos fraile franciscano, encabezaron la insunección
de
23
de ma
yo
de
1808.
El día en que fue proclamado el rey, salieron
en
procesión por las calles llevando estandartes que exhibían las
imágenes de Cristo el Salvador, de la Virgen de
los
Abandonados, de
San José
y
de San Vicente Ferrer. Dos infructuosos intentos de los
franceses por apoderarse de la ciudad .en julio de
1808 y
durante
la
primavera de
1810
tuvieron que retroceder ante semejantes im
ácr
e
nes. Ciertame
nte
,
uno
de los más célebres jefes de
los
g u e r r i l l e r ~ s
Suchct,
ibid.
, II, pp. 262-265, 3
ll -
3
12
.
44
Suchet, ibid., I , pp.
40-43
,
50
-5
.
Mdit . bid., pp. 51-61,
70-71
, 98 -
115.
LAS FUERZAS POPULARES Y EL PODER MILITAR
89
frav
c e n c i o
Nebo
t,
era un fraile franciscano, conocido popular-
l
mente como el Frai le . El reclutamiento de
Nebot
provoco e
descontento en la localidad. El estilo de vida de los . campesinos
insurgent es siguió, a pesar del
juramento
de fidelidad a los l ~ b e : a e s
que hizo Nebo
t,
hasta llegar a las insurrecciones reales de
prmopws
de
la déca
da
de
18
20
.
45
Los éxi tos ele los franceses en las batallas campales, sin emb argo,
no tuvieron como resultado
un
co
ntr
ol efectivo de la pen ínsula. Los
enfrentamientos con
los
guerrilleros redundaron en favor de esos
irregulares, en su mayor parte campesino
s,
que conocían
p e r f e c t a m e ~ t e
el terreno de la localidad.
En
este tipo de guerra los franceses resm
tieron pérdtdas equivalentes a l
as
que habí
an
sufrido en l
as
batallas
campales. Para
e
mes de febrero de
1809
Napoleón
hab
ía llevado a la
península
288 551
soldados, o sea
un
a fuerza efectiva de
193 978
hom
bres. Aun así,
19 902
soldados frances
es
estaban acuartelados en las
cruarniciones de
las
provincias del Norte y en las ciudades de León.
1>
. • •
Ca stilla la Vieja, Alava, Vizcaya, Santander y Guipúzcoa. A pnno-
pi
os
de
18
10 un ejército francés de
3
60603 hombres (de los que
2
87
650
eran fuerzas efectivas) luchaba por conservar la penínusla:
estaban
en
juego ocho cuerpos del ejército al
mando
de los más
experimentados comandantes del imperio.
46
Las presiones sobre los ingresos dentro del régimen de Bonaparte
nunca: dejaron de ser intensas.
En
consecuencia, el decreto de José
de
13
de acrosto de
1809
ordenó
la
exclaustración de todos los monjes
o .
y frailes
dentro
del término de quince días. El gobierno emprendió
la
nacionalización de
las
propiedades de las órdenes religiosas y las
puso a la venta, a fin
ele
recaudar ingresos.
Para
la
rama
clerical
del movi
miento
patriótico parecía innegable
el
precede
nte
de la
Rt'llo
lu
ción francesa de
1789.
Pa
ra los
ministros del gobierno de J osé
esa me
dida implicaba que el camino para lograr la
so
lvenci
ii
de la
nación
radi
c
aba
en la transferencia de la riqueza eclesiástica de
la
igle
sia al Estado.
En
esto seguían a los ilustrados, que eran sus prede
ces0res, y preparaban el terreno para los liberales, quienes vinieron
a ser sus sucesores en el mismo propósito.
47
El obstáculo más serio para las políticas del gobierno
de Madrid
era: la acción unilateral de los comandantes militares franceses en
l
as
provincias. Ante l
as
depredacion
es
de l
os
guerriller
os
eri el campo
4
\ Ardit, ibid., pp. 123-126 , 135-1
36
, 285.
4G
·R occa, ibid. p. 1
89.
José, ibid.,
Víl
, pp. 134-137. Oma
n,
ibid., I , pp. 624-627; III ,
;;32
-539.
H : Mercader R iba,
ibid . pp. 1
02-
114,
123
-125.
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
http://slidepdf.com/reader/full/la-politica-espanola-en-una-epoca-revolucionaria1790-1820-brian-r-hamnett 31/57
90
L
AS FU
ERZAS
POPUL
ARES Y EL PODER MILITAR
y la necesidad de conciliar las op ini ones en las poblacione
s,
cuando
er
a posible, encontraban grandes tropiezos los objetivos de las polí
ticas gubernamentales. El sentimiento religioso local, por ejemolo,
determinaba que fuera antipolítica b aplicación de las directivas
gubernamentales de Madrid. En Zaragoza, Suchet res is tía a la presión
constante de Cabarrús para que
se trasladara a la imacren de
la
Vir
gen del Pilar de su lugar de veneración. En Valencia, S ~ c h e t constan
temente seguía
una
política conciliadora después
de
que
la ciudad
fue to
mada por
los franceses el 9 de enero de 1812. No h
ací
a
ningún esfuerzo por aplicar la polí tica del gobierno en cuestiones ta
les corno la exclaustración y la jurisdicción señorial, con la
es
pe
ranza de obtener una ttooperación suficiente de las autoridades exis
tentes, a fin de recaudar ingresos para pagar a sus tropas.4s En
las demás regiones de la península la situación era diferente. Los
comandantes franceses como Ney en Ávila y Kellerman en Valla
dolid, to
maban
lo que necesitaban de
las
provincias
que
trataban de
pacificar.
10
La
imposibilidad
de dominar la península y el creciente costo de
las
operaciones determinó la intervención directa
de
Napoleón. El
de sastre de la
campaña
deJosé
en
Andalucía en
1810,
que
no pudo
apoderarse
de
Cádiz, su principal objetivo, llevó a otro prolongado
sitio.
Para
fines del año el ejército sitiador ya estaba endeudado con
nueve meses. El disgusto ·de Napoleón por la continuada resistencia
de España .acarreó una serie de apresurados decretos que definitiva
mente mi naron la posición de José. El decreto imperial de 8 de fe
brero de 181 O produjo el desmembramiento ele España al norte del
Ebro al crear, en flagrante violación de las promesas hechas en
Ba
yona, cuatro gobiernos militares distintos, bajo generales franceses
investidos de facultades tanto civiles como militares. Augereau en Ca
taluña, Suchet
en
Aragón, Dufour en Navarra y
Thouvenet
en
Viz
caya recibieron facultades para aplicar los ingTesos de su localidad
según su
propia
iniciativa a sus particulares necesidades militares, sin
48 Suchet, i id.
I
p. 285. Ardit, ibid. p. 176 ,
209
-
210.
·W Bi <I Add. Ms s. 37 288, ff
168-169v,
Correa a la Junta Sevilla, 11 de octubre de
18
09, acus
aba de ignominia
;¡ Ney,
Sebastiani y Víctor y en menor grado a Mortier.
Ney saqueó e incendió poblados que habían sido ocupados por las tropas espatiolas
en la reg ión de Salamanca y Valladolid. Fusiló a 53 prisioneros que
se
tomaron en la
batalla de Medellín, fundándose en que si se les dejaba vivos se
unirían
a los "ban
dole:os·:
si
tenían
la
r t u n i Correa aseguraba que él había sido un testigo pre·
~ e n ~ t ~ l .
:obre los_ agravtos del ;rey. v:ase José, ibid. VII, pp. 278-279, José a Napoleón,
Sevilla, ..,o de abn l de 18 6; José a Napoleón, Madrid, 31 de agosto de 1810.
LAS FUERZAS POPULARES Y EL
PODER MiLITAR
91
tener que rendir cuentas al gobierno de Jos
é
en M a d ~ i d Ot ro. e c r e -
to imperial de 29 de mayo de 1810 es tab leClÓ dos gobiern
os
militare s.
más en las prov incias de Burgos
y
de Valladolid, Palencia
y·
Toro
con el propósito semejante
de
recaudar ingresos del campo
pata
lose
cuerpos del ejército francés. Esta política, que se puso en . práctica
sin tomar en consideración la distinta naturaleza de los recursos.
y
la
riqueza
ele
cada provincia, contribuyó no poco a la confusión y
falta de coor dinación
que
ya
obst
ac
ulizaba
la
política francesa en Es
paña. El supremo comando ele Soult en Andalucía con posterioridad
al 14 de
julio
separó en forma efectiva esa vasta región de la autori
dad de José. Con el colapso ele la tercera invasión
f r a n c e ~ a
P or
tucral entre abril de 1810 y la primavera de 1811, la pos1c10n cle-
F r ~ n c i a en la península parecía más desoladora
que
nurica.
50
P ara
febrero de 1811 los emnleados en la región de España ocupada por
r
los franceses habían dejado de percibir sus sueldos durante tre ce me-
ses .
51
A medida
que
se desintegraba la campaña portuguesa, la posi-·
ción de Francia en Andalucía se empezó a debilitar. Las bandas
insurge ntes operaban en todas las regiones m o n t ñ o s ~ s de Jaén. Y
Ronda. Las
~ e s t e s
montañas de Ronda durante largo tiempo hab1an
sido
el refugio de
los contrabandistas,
que
constituían
la
más im-·
portante
fuente
de empleos en la región. Ni siquiera dentro de la.
misma población de
Ronda
pudo
dormir tranquilamente
la
pequeña.
guarnición de 550 hombres.
52
Las depredaciones militares precipitaron
una
escasez de granos
em
todo el
centr
o de España, que du ra
nte
el año siguiente hundió a la
península en la peor crisis de subsistencias desde 1803-_1805 . Como el
país aún no se había recuperado de esta escasez antenor
el
h ~ b r e ·
de
1811-1812
cobró un tributo especialmente grande tanto en vtdas.
humanas como en ganado. Para mediados de marzo de
1811
,
Madrid
ya sufría por la escasez: en septiembre el abastecimiento ali
mentos de
Toledo
del que principalmente dependía la capttal, se·
había reducido en forma alarmante: para
noviembre
la hambruna:
amenazaba a la ciudad. Fue poco lo
que
el gobierno de José
pudo
·
·hacer para afl:ldar.
Ni
siquiera pudo recabar la cuarta parte de los•
50 Correspondance du comte de La Forest ambassadeur e France en Espagne 1808-
1813
, 7 vols . (París,
1905-1913),
III,
163-376
. José, ibid
.
VII, p.
250,
Napoleón a Berthier,.
Paris, 8 de febrero de
1810,
p.
260,
Barthier a Thouvenot y Dufour, Rambouillet,
22 de
febr
em
de 18
10;
pp. 289-296, Napoleón a Soult, Rambouillet, 14
de
julio de
1810
; p p ~
374-375, José a Berthier, Madrid, 15 de diciembre
de
18
10.
51 José, i i
.
VII ,
400-
463, José a Berthier, Madrid, 21 de febrero de 18
11.
z
Rocca,
ibid.
pp. 230-268.
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
http://slidepdf.com/reader/full/la-politica-espanola-en-una-epoca-revolucionaria1790-1820-brian-r-hamnett 32/57
LAS
FUE RZAS POPULARES Y EL PODER M
ILIT
AR
ing
re so
s por i
mp
uestos que adeudaban las provincias b
aj
o l
os
gobier
no
s
milita
res frances
es
. El gobierno de Madrid, con
un
défici t men
su al que .excedía al subsi4io de dos millones de francos que recibía
-de París, ya estaba atrasado un año en sus pagos.
5
La hambru
na persistió hasta el vera
no
de 1812. Durante la primera semana
de enero el precio del trigo se elevó a
un
máximo de
190
r eales por
fanega: para la tercera semana de
jun
io
el
precio llegó a 487 reales.
Por
lo menos
1 500
personas murieron en Madrid a causa de las en
fermedades o de la inanición. Las condiciones en el interior de
España
eran
casi las mismas: el número de ovejas, por ejemplo, pro
bablemente se redujo a la mitad. Por contraste, los barcos ingleses
-alivia
ban
la situación de los insurgentes a lo largo del litoral , y los
comerciantes de Cádiz hasta
se
dedicaban al lucrativo comercio del
contrabando de víveres con el ejército sitiador al otro lado de la
bahía,
para
mortificación de las autoridades poiíticas.
54
La presencia ele Napoleón en España exacerbaba la hostilidad de las
comunidades rurales·y de las pequeñas poblaciones hacia las políticas
-del
gobierno central. Según hemos visto, las insurrecciones popula
res
emanaban no
sólo del odio hacia los franceses y hacia lo que ellos
repres
entaban,
sino de problemas profundamente arraigados en
la
-sociedad española. Las numerosas variaciones entre las regiones de
terminaban
que los Ievamamientos se distinguieran
uno
de otro. En
Galicia e: movimiento popular asumió menos
un
carácter de guerra
de clases
que
en Valencia, en donde era más intensa la presión de
la
jurisdicción señorial.
En
gran parte
de
la
España oriental y meridio
nal
los insurrectos luchaban tanto contra la nobleza señorial, secu
lar o eclesiástica, como contra los franceses mismos. A pesar de la
hostilidad general hacia los Bonaparte, los movimientos españoles
no
constituyeron
una
defensa de los
b u r ó c r ~ t a s
prelados o ·nobles
·que representaban al ancien Tégime en
su
presencia local.
Por
el con
trario, esas autoridades habían crecido sobre la estructura de la co
munidad de la población que luchaba como siempre por mantener
·sus facultades invasoras. Las presiones del absolutismo burocl"ático,
.del centralismo napoleónico o de las exacciones militares, y la expan
:Sión
del Estado liberal del siglo' XIX formaban
un
proceso continuo.
68
José, ibid VIII, pp. 39- 41, José a Napoleón, Burgos, 8 de julio de 1811; pp. 46-47,
.b id. a
ibid
. Madrid, 24 de agosto de
Sil;
pp. 101-102, ibid. a ibid. Madrid, 19 de
<Jctubre de 1811; pp. 102-103 , José a Berthier, Madrid,
}
de noviembre de 1811.
54
José, ibid. VIII, p. 261. Anes, Crisis agraria
s
pp. 433 -
434.
Mercader Riba, ibid.
pp .
194-306
. Ramón Sol s,
El Cd
cliz
de l
as
Cortes.
La
vida en
la
ciudad
en los a1i
os
18/0 a 1
81
3 (Madrid, 1969), pp. 142 ·145.
LAS
FUER
ZA
S PO
PU
.
LA
RES Y
EL
P
OD
ER MILI
TA
R
9
3:
El serv
ietO
mil
it
ar , los impuestos, las rentas, los vallad
os,
· la
pr
opie
dad de la tierra y
las
cuestiones laborales nunca dejaron_ de se:, las.
causas de contención,
En
este sentido
es
difícil describir las msu
rrecciones populares como "contrarrevolucionarias :' .
En
su carácter
monárquico y religioso está implícita una acerba crítica de la estruc
tura del poder y ele la riqueza tal como la representa
el
aún. sobre
viviente ancien regime a nivel local. Más allá de las cmclacles:
capitales de las provincias o de la nación, el colapso del Estado absolu
tista Borbón en 1808
no
había acarreado
un
colapso paralelo del
n-
cien régime: por
el
contrario, sobrevivía intacto. Los le ?isladores
li -
berales en las Cortes de Cádiz pronto habrían de clescubnr ese hecho.
La postura legitimista de los movimientos populares
o c u l t
ilegitimidad de mayor alcance: la insurrección y
no
la q m ~ s c e n o
estaba tras la retórica del tradicionalismo popular.
La
Iglesia Y el
rey
no
eran símbolos ele conformidad sino de resistencia. El colapso
del gobierno central y el efecto de la invasión. extranjera explicaban
la existencia y la dimensión de los movimientos populares. Cuando·
después de septiembre de 1810 los liberales iniciaron el proceso de
reconstruir
una
autoridad central
en
España, la cuestión sería si ese
pequeño círculo de . eformadores podría ser capaz de hacer
c a u s ~
común con los aldeanos que daban fuerza a las bandas de
guern-
lleros.55
Con todo lo efectivo que era, el movimiento español de guerrille
ros de
1808-1814
simplemente complementaba la guerra clásica en
tre los
o-rancies
e iércitos regulares. Las acciones de los guerrilleros.
no se c;ncebían
independientemente de las operaciones del ejército
regular. A pesar de su c o m p o s i ~ i ó n social y e s p o n t a n e i
d a ~ de
sus orígenes,
las
bandas de guerrilleros constltman
un
movimiento
de guerrillas independiente. La lucha española nunca dejó ele
tener
al ejército en la vanguardia y las guerrillas corno sus subordinadas.
A pesar de sus numerosas derrotas, el ejército español
no
se
derrum-
bó ni
se
desintegró. Cuando
se
inició la retirada de los franceses.
el
eJ
·ército reo-ular alcanzó
una
prominen::ia en la
guerra que nunca
o • '
tuvo en los obscuros días de 1810 y 1811. En consecuenCia,
se acentuo
la divergencia de intereses entre los cueJ;pos de oficiales del ejército
y
las
bandas de guerrilleros. El desplome de la
monarquía a ? s o l u ~ a
en 1808 obtuvo la ay
uda
de
la
intervención francesa. La res1stenc1a
Una vivida discusión de .estas materias consta
t n
"¿Contrarrevolu ción campesina?'"
en Jaime Torres Elías, Li
beralis
mo y
rebeld
ía
cam kesina 1820-1823
(Bar
cel
ona , 19
76
).
PP· 7-31.
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
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LAS FUERZAS POP ULARES Y EL PODER
MILITAR
hacia hs fuerzas bonapartistas dio al ejército, con todas sus debili
dades, un sen tido ele propósito nacionaL La
retir
ada de los franceses
.en ~ ~ 3 y principios de 1814 colocó a los cuerpos de oficiales en una
posrc10n de mando político. Si el ejército
se hubiera
desintegrado
·en los años ele 1808-1811 , no hubiera podido existir ninO'una otra f ~ r e r z a
militar dentro de la región de los patriotas salvo las
0
bandas
de
aue
rrilleros. Si con el transcurso de los años esas bandas habían loa;ado
.debilitar a los ejércitos franceses, tan acosados
en
otras region:s de
Europa, esas bandas entonces habrían heredado esa posición de man
,do. Consecuentemente, habrían sido capaces de desafiar a os oolíti
·COS civiles las Cortes para lograr el poder a fin de dar ~ u e v a
f o ~ · ~ a
a l
as i n s t i t u c i ~ n e s
españolas. Esto, por supuesto,
nur1ca
ocu- ·
-rrw,
porque
el eJéroto no perdió su posición predominante en
la
lucha contra los franceses . De otra manera, habría resultado difícil
e ~ i t a r una situació.n r e v o : t ~ c i o n a r i a en España. La actitud del ejér
·Clto
~ n t e
los cambws pohtrcos creados por las Cortes, comprobó, en
cambw, que f t ~ el_ actor decisivo. Sin embargo, la experiencia de
guerr
a, la d r v e r ~ 1 d a d en los nombramientos para los cargos más
~ m p o r t a n Y el evidente
derrumbe
de las antiguas instituciones, tra
Jeron consigo la división entre los cuerpos de oficiales como res
puesta ante las medidas de las Cortes.
•
II I . LA SUPREMACíA POLíTICA DE LAS CLASES
PROFESIONALES
]. LA S FACCIONES POLÍTICAS ESPAÑOLAS
antes de que ocurrieran los acontecimientos de 1808 exis
tían agrupaciones políticas en las principales ciudades españolas. En
su mayoría surgieron de las sociedades reformadoras de
la última
parte del siglo xvm. La prohibición de discusiones políticas con pos
terioridad a 1790 y el restablecimiento de la censura por
l
Estado
y por la Iglesia habían refrenado sus public2ciones. Aun así, círculos
literarios activos continuaban reuniéndose en Madrid, Salamanca,
Sevilla , Cádiz y otras ciudades. Estaban formados por servidores
públicos, miembros de la profesión legal, nobles de
una
categoría o
de otra, clérigos y escritores. Si bien la capital española en 1800
no
se podía ufanar ni
ele una
universidad
ni
de
un
obispado, Madrid
estaba experimentando no sólo
una
edad de oro de la literatura, sino
también un notable florecimiento del arte en la persona de Gaya. El
círculo que
se
encontraba alrededor de Quintana constituía en rea
lidad una oposición clandestina al régimen de Godoy con sus crecien
tes críticas al
ancien régime Para
mediados de la década
ele 1800
se
podía describir a
ese
grupo como totalmente liberal en el sentido de
que sus miembros luchaban por reformar la estructura constitucio
nal de España siguiendo lineamientos semejantes a los adoptados en
Francia por la Asamblea Nacional de 1789-1791. Quintana joven de
20 años de edad cuando cayó la monarquía francesa, era hijo de un
viejo empleado civil que prestaba sus servicios en el Consejo de
ór
denes. Egresado ele la Universidad de Salamanca, desde antes de 1808
ya había compuesto la mayoría de sus odas y varias de sus m;
ís
cele
bradas obras. En la llamada
A Juan de Padilla
(1797) hacía elogios
del derrotado líder de
la
oposición
a-
Carlos V
que
presentaron los
comuneros castellanos. En
l
Panteón del Escorial· (1805) execraba
la memoria de Felipe II. A pesar de su hostilidad hacia
el
absolutis
mo de los Habsburgos y de los Barbones, Quintana aceptó
un
empleo
en la
burocracia tal como su padre lo ha
bía
hecho: entre 1795 y 1808
actuó co mo procurador fiscal de la Junta de Comercio y
Di
nero.
: he rt Dérozier J'Cmnud .Josej Quintana et a naissance
clu
li béralisrne en Es·
l 'i::"e (París, 1968), pp.
23-31
, H -
:36,
210-238.
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
http://slidepdf.com/reader/full/la-politica-espanola-en-una-epoca-revolucionaria1790-1820-brian-r-hamnett 34/57
•
96
LA SUPIUMAC1A POLlTICA DE LOS
PRO
FESIONALES
En Salamanca un grupo ri va l del de Qu intana se había formado
alrededor de personajes literarios como el dramaturgo Leandro Fer
nández de Morat fn y el poeta
Juan Me
éndez Vaidés, protegido de ]a
vellanos. Cuando cayó este último en 1798, la Corona exilió a Méndez
al poco agradable ambiente de Medina del Campo, pero lo rehabi
lit ó algün _tiempo después de que U rquijo salió del ministerio. Aunque
se le vo
lv1
ó a dar
su
estipendio completo como fiscal en 1802, Me
léndez prefirió regresar a Salamanca. Este ·
grupo
acudió a Godoy
para
obtener su apoyo y patrocinio. Su asociación con el favorito
atrajo
hacia sus miembros. el rencor del ministro caído durante la
primavera de 1808. En
un
principio Meléndez prestó sus servicios.
a Fernando VII,
quien
lo presionó para
que
tomara a su caro o la
delicada misión de investigar los disturbios en Oviedo. M i e n t r ~ s se
encontraba en la capital asturiana, sin embarg
o,
los patriotas rebel
des, suponiendo que era un partidario de Godo
y,
estuvieron a punto
de ponerlo frente al pelot
ón
de fusilamiento. Al regresar a Madrid Me
léndez cooperó durante algún tiempo con las autoridades de los na
tri otas,
qu
e habían vuelto a la capital después de Bailén. C
on el
a v a ~ c e de
Napoleón y el
retiro
hacia Andalu
Cí
a del régimen de resis
tenCia,
el
p
oe
ta decidió permanecer en donde estaba y dar su apoyo
al régimen
de
Bonaparte como tina expectativa de reforma más se
gura. Meléndez, Moratín y otros habían llegado a la conclusión de
que
los B o n a p ~ t e ofrecían un. t
érm
ino medio entre el ·tradicionalismo y
la revolucwn. Como conseJero real y a
partir
de enero de
1811
como
miembro del Consejo de Educación Pública, Meléndez llegó a
ser
un personaje de importancia en la administración bonapartista en Ma
drid.2 El caso de Ju an Antonio Llorente, a quien Godoy había encar
gado que escribiera la historia de las Provincias Vascongadas en
1805,
fue muy semejante. Tanto Meléndez como Llorente habían s i d ~ tes
tigos de la violencia de la Revolución francesa cuando andaban en
sus cuarenta años más
que
en su posición más exaÍtada cuando te
nían veinte,
'
ambos temían los excesos de las revueltas populares_
L l o r n ~ e
llego.a ser a u d a ~ o r general de las confiscadas propiedades
~ o ~ a ~ t l c ~ s
baJo el rey
ose
en 1809. En efecto,
l
rey Bonapar te
s ~ ~ m f l c a u v a ~ e n t e
confió a este encarnizado enemigo de la Inquisi
non los archivos del desaparecido Santo Oficio. Llorente representa
ba una parte del segmento ilu strado del clero. Su cooperación con
R. Merrit Cox, Juan iVIelénd ez Valdés (Nueva York, 1974), pp. 13-55. En esta
posición se encontró co n otros eminen tes josefis tas, como el arabista Juan Anton io
Conde, el economista político Mar
tín
Fernández Navarrete
y
el historiador Martlnez
Marina, qu ien posteriormente defeccionó pas.1ndose al
bando
patriota.
l.,A
SUPREMAC1A PO
LtTICA
DE LOS PROI'ESIONALES
97
los Bonaparte le provocó el deseo de ver que se realizara una re
fo rma en la Iglesia, que no podía concebir dentro del campo pa
triota. Ninguno de estos "josefistas" esperaba clemencia alguná de
los patriotas. En julio
de
181 3 tanto Meléndez como Llorente acom
pañaron a J
os
é a Franci
a.
3
La misma Andalucía había desempeñado tan sólo un papel de
poca importancia en la Ilustración española.
De
todas maneras,
un
reducido círculo
de
reformadores
se
reun
ía con regularidad en la
ciudad de Sevilla. La capital andaluza, no obstante, parecía más.
el
punto
de enfoque de la religión popular que un centro intelec
tual.
Una
ciudad con 70 conventos y 30 parroquias, Sevilla, con
sus.
cultos rivales a la Virgen, era impetuosa y confiaba en sí misma,
pero económicamerlte
se
encontraba estancada. Su principal fuente
de empleos industriales seguía siendo la fábrica de tabaco. El co
mercio de la ciudad había decaído durante la parte final del siglo XVII,.
en parte como resultado de haberse azolvado el estuario del Gua
dalquivir. En 1717 Felipe V había trasladado a Cádiz la Casa de
Contratación, o sea la agencia que llevaba la contabilidad general.
El privilegio de comerciar directamente con las Indias en 1765
y
1778
había contribuido poco al renacimiento de Sevilla.
Aún
así,
existía en la ciudad una sociedad eéonómica, y entre 1793
y
1801 flo
reció la Academia Particular de Letras Humanas. Formaban parte
de
ella dirigentes intelectuales de la localidad como José María Blanco
"White", Alberto Lista, Arjona y
i n o s o
La reputación de Lista
como ho
mbre
de estudio y librepensador precedió a los aconteci
mientos de 1808. Había conservado la cátedra de matemáticas en el
Colegio de San T elmo desde 1796
y
la de filosofía
en
el Colegio·
de San Isidro desde 1803.
4
En contraste con el círculo de Salamanca,
que se había enfrentado a · a desgracia y a la persecución, los grupos.
tanto de Lista como de
Quintana
habían dado la bienvenida a la
caída de Godoy y abrigaban grandes esperanzas de·
que
el ascenso
de Fernando
VII
inaugurara
una
nueva era de reformas. Después
de
la evacuación de Madrid por los franceses, el grupo
de
Quintana
se consideró capaz entre agosto y diciembre de 1808 de difundir am-
3 Gab
ri
el Lovett,
Napoleon and the Bírth of Modern Spain,
2 vol s. · (Nueva York,
1965 , II, pp
. 597-599. L orente (n.
en
1759, NE de Ca stilla) venía de
una
f-amilia per
teneciente a la nobleza menor. Fue ordenado
en
1799.
4
Hans Juretschke,
Vida, pensamiento y obra de Alberto Lis ta
1775-1
848
(Madrid.
1951), pp . 345-346. Lista provenía de una familia de artesanos de la seda de . Sevilla.
Recibió las órdenes en 804. La familia de Blanco era de comerciantes de Sevilla cono
alguna conexión nobiliaria
por
la línea ma terna.
•
LA SUPREMACíA POL1TlCA DE LOS PROFESIONALES
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
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98
LA SUPR.EMAC1A
POLITICA
DE LOS PRO FESIONALES
pliamente
sus
ideas liberales por primera
ve
z sin
un
indebido te
mor a la censura y a la persecución. Quintana inició la pub licación
del Semanario Patriótico pri mer per iódico liberal de España, el 19
de septiembre. El diario sobrevivió en esta
fase
inicial
de
su
exis
tencia hasta el
1
9
de diciembre, cuando las autoridades patriotas
empezaron a retirarse hacia el Sur. El Semanario exigía en forma
consta
nte
la convocación de las Cortes, una constitución esc rita y una
reforma tot¡¡l del gobierno.
5
Después de que los franceses recuperaren Madrid en diciem
bre, el gru po de Quintana
se
volvió a formar en Sevilla, en donde
sus miembr
os unieron sus fuerzas a
las
del círculo de Lista v Blanco.
•Durante-la segunda fase del Semanario Patriótico del 4 de' mayo al
31
de
agosto de 1809, Blanco y Lista ayudaron a Quintana para que
publicara el periódico. Colaboró con ellos el jurista y cartógrafo
Isidoro Antillón. Este último era originario de la provincia aragonesa
de
Teruel.
A la edad de 30 años en 1808
ya
se había distinguido
como doctor en derecho civil y canónico, era mi
embro de bs
socie
dades económicas de
Zaragoza y de Madrid y autor de
un
opúsculo
q ~ e se_
publicó en septiembre de
1808,
en el
que
requería que se
d1era
fm
al absolutismo
por
medio de la convocación de unas Cortes
elegidas por el puebl
o.
En Sevilla, Antillón y Lista cooperaron con
Capmany en la elaboración de la Gaceta Oficial de
la
Suprema Jun-
ta
Central.
6
Cuando
los
franceses tomaron Sevilla en febrero de
1810,
Lista
se
puso de su pa rte e hizo promesa de fidelidad a José. En una España
bonapartista veía, tal como
lo
habían hecho antes que él Moratin,
Meléndez y Llorente,
un
a posibilidad de regeneración, una libera
-ción gel absolut
is
mo de los Barbones y del fanatismo popular. Bajo
•.el gobierno francés Lista editó la Gaceta de Sevilla a
partir
del 17 de
febrero de
1810.
Por su postura bonapartista pagó con cua tro años
·de
exilio después de
1813.
La mayoría de
los
afrancesados se consi
·dera
ban
imperialistas y
no
revolucionarios: preferían el Consulado
y
el Imperio
al
Comité de Seguridad Pú blica: preferían la Constitu
dón
del Año
VIII
a la Constitución de
1791.
Lista argüía que
ni las
Cortes
ni
la Constitución de. Cádiz habrían existido nunca sin la
condición previa
de
la intervención napoleónica de España en
1808.
5
María
Esther
Martincz
Quinteiro ,
Los
grupos
liberales antes de l s
Co
rtes de
Pádiz Madrid, 1977 ),
pp.
80-86. José Luis Camellas, Las Ca nes de Cádiz
y
la C
on s
~ i t u c i ó n
de 1812 ,
evista de Est
udio
s Políticos
CXXVI (nov.-dic ., de 1962), pp. 69-110,
93-74
l r t í Quinteiro ii icl pp 83 115-117.
De todas maneras,
la
pres.ión que ejercían los militares franceses
minaba la credibilidad en
los
partidarios españoles de José. Los
afrancesados se enfrentaban a dos problemas básicos: ¿cómo podrían
· pretender ser los regeneradores de España, cuando el ejército extran
jero
al
que debían su posición seguía dedicándose a
la
represi?n de
sus compatriotas? ¿Cómo podrían describir
se
a
sí
mismos
o n v m ~ n -
temente como constitucionalistas y liberadores, cuando la Constitu
ción de Bayona y las Cortes que habían prometido
nunca
tuvieron
un efecto práctico dentro de la zona
oc
upada por los franceses? Re
sultaba difícil, además, presentar al emperador Napoleón como el
liberador de España, cuando persistía en considerar a la península
ibérica como terri
to
rio conquistado. Con el poder efectivo en manos
de los mariscales franceses, José no convencía como el benefactor de
los españoles. En · definitiva no existía salida alguna de estos di
lemas para
los
afrancesados. No obstante, el ejemplo de la Consti
tución de
Bayona y la aplicación de
los
decretos de
Chamartín
eran
como
una
advertencia para las autoridades patriotas de que el cam
bio no se podría demorar durante
un
largo tiempo.
Para
los liberales
como Quintana y
sus
asociados, Agustín Argüelles y el conde de Toren_o,
la leO'islación bonapartista mostraba enérgicamente el conservaduns
mo le la Junta Cent-ral y la renuencia del Consejo de Regencia. Las
autoridades patriotas entre septiembre de
1808
y enero de
181
O
no
lograron nada comparable en el sentido de acabar con los restos del
ancien régime.
Argüelles argumentaba que esa actitud recalcitrante entraba
en
conflicto con la pretensión de la
Junta
Central de ser
un
gobierno
popular. Los liberales aspiraban a introducir en la zona de los pa
tri otas políticas similares a las que ya había aplicado el régimen de
Madrid.
Se
esforzaban por impulsar a la
Junta
Central
en
esa direc
ción: para ellos la Constitución
de
Bayona representaba
un reto
evi
dente al que tenían que responder por medio de una ·Con sti tución
esc
rita
desde la zona
ele
los patriotas. De esa manera la naturaleza, la
composición y
la
política del · régimen de José
contribuí
an
ind_irec
tamente a reforzar al grupo liberal en
el
Sur de España. Esa
m l S ~ a
circunstancia ayudaba a explicar por qué los tradicionalistas perSlS
tentemente identifi
ca
ban a Jos liberales y a los afrancesados como si
fueran
un
mismo grupo.
7
.
El colap
so
de la
Junta
Central y la rendición de Sevilla llevaron
7 Ha
ns
Ju r
eschke, Los afrancesados en
la
guerra
ele
la independencia (Mad ri d , 1962),
2S,
252·254.
LA SUPREMAC1A POLíTICA DE LOS PROFESIONALES
101
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
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1
00
LA SUPREMAGfA POLíTICA DE LOS PROFESIONALES
a la formación de
un n s e ~ o
de Regencia constituido por cinco m
dividuos en la Isla
de
León. Desde su iniciación
l 1" de
febrero la
Regencia demostró aue era más conservadora oue su antecesora. Nun
ca llegó a tener, sin' embargo, ni el liderazgo' ni
la
coherencia. Dos
de sus miembros, el mexicano Miguel Lardizábal y Uribe, quien
había residido en España la mayor parte de su vida, y el obispo
de
Orense,
se
gu
ía
n defendiendo la teoría
a b s o ~ u t i s t a de
gobierno. El
an
ciano Francisco Saavedra representaba tan
só
lo
un
tenue lazo
de
unión con
el
antiguo absolutismo reformador
y
siempre que era
po
sible tenía la esperanza de eludir controve
rs
ias políticas. Dos anti
guos oficiales de las fuerzas armadas completaban la Regencia. Anto
nio Escaño, que había sido el portavoz de la
Junta
Central en los
asuntos navales
y
americanos,
no
estaba comprometido con ningún
determinado punto de vista y debería considerársele como apolítico.
Castañ
os
, no obstante, vino a ser el puente entre la Regencia y los
liberales, hacia quienes no parecía estar mal dispuesto.
Est
os últimos,
particularmente
durante
el verano de
181
O incrementaron la presión
que ejercían sobre l
os
Regentes para
que
apresuraran la convocación
de las prometidas Cortes .
En
este empeño estaban apoyados por la
Junta
de Cádiz, reorganizada el
29
de enero bajo la presidencia
de T omás Istúriz,
miem
bro de
una
de las principales familias de
co
merciantes de la ciudad. La Regencia confió a
ese
organismo formado
por 14
miembros
la
administración de las finanzas públicas, y de esa
manera
le confirió
una
influencia inmensa en la toma de decisiones .
8
La
Junta
Central, bajo
la
influencia de Jovellanos, había dis
puesto que se convocaran las Cortes bicamerales. El haber tenido
que huir de
Sevilla, sin embargo, había nulificado el efecto
de
ese
decreto. Durante l
os
primeros meses de
1810
no había surgido nin
gún
convenio
dentro
del régimen ,
patriota
con respecto a la forma
que
adoptarían las Cortes. Los absolutistas como Lardizábal y
0rense
,
procuraban dejar en suspenso todo
el
proceso de la convocación. El
círculo que estaba alrededor de ]avellanos, que parecía haber trinn·
fado
en
enero, aún
se
aferraba a
su
posición bicameral, pero dadas
las dificultades de lle'{arla a la práctica,
no
estaba más cerca de alcan
zar su objetivo. Este grupo podría haberse descrito adecuadamente
como "reformista moderado". Estaba formado principalmente por los
más íntimos asociados de J avellanos, e l marqués de Campo Sagrado,
Martín
de Caray
y
el marqués de Astorga, quien durante algún
t i e m ~
8
Martínez Quinteiro, ibid. pp. 227·233. Miguel Artola, Orígenes de la Espa1a
contemporánea 2 vols. (Madrid, 959), I, pp. 369-397.
po
fu
e presidente de la
Junta
Central. El término "moderado'' es par
ticularmente adecuado porque
se
anticipa al uso que le daban_ los
españoles ai definir a los liberales sobre todo ios de la
anugua
generación, quienes en las décadas de
1820
y
1830
estaban en favor
de que se adicionara
una
cámara alta a las Cortes. Campo Sagrad,o
era un asturiano de cincuenta años de edad en 1810 que h ab1a
participado en las campañas contra la
r a n c i ~ l u c i o n r i ~
entre
179
3
v 1795.
Junto
con Jovellanos represento a su
provmoa
a
nte
la J Ú ~ t a C e n t r ~ l Garay, en can:bi? . venía de
un
a f a m i ~ i hidalgos
de origen aragonés. De una pnmltlVa carrera en el eJerCito,. al que
se enroló en
1789
a la edad de veintiocho años, Garay postenormen
te
se
pasó a la burocracia. Su
1
s logros ·como
mi
l i_tar las provincias
del Norte después de 1799 lo llevaron a su des1gnacwn para las In
tendencias de Murcia en 1804 y de Extremadura en el año siguiente.
La oposición de Garay a los franceses determinó la expropiación de
los bienes de su familia en Aragón.
9
Quintana, a quien
se
describe como el jefe del grupo más efectivo
de propagandistas de su época,
se
encontraba en el .-:entro de
una
·compleja red de relaciones personales,
que
incluían a Jovellanos, Ga
ray, Blanco y Antillón. En vista de la oposición conservadora a la
convocación
de
lo
que los
liberales definían como
un
"Congreso
Nacional" ,
Quintana
trató de convencer a los moderados de que se
alinearan a
la
primera para formar
un
frente común
contra
los de
fensores del ancien régime.
10
La Recrencia inició
el
procedimiento de convocación
l 14
de
fe-
o A .
brero al
requerir
a las provincias de la España libre y a l a
ménca
española realis
ta
para que eligieran diputados a Cortes. Como
no
se
había tomado
aún
ningullR decisión en cuanto a la forma de esa
asamblea, la propaganda liberal argumentaba persuasivamente en
fa
vor de que
se
estableciera
una
sola cámara. Ante la presión
el
Con
sejo de Estado lo aceptó el 2 de agosto. Como ahora estaba frente a
un
.aislamiento político, la Regencia empezó a titubear. El
20
de sep
tiembre
los recrentes
se liberawn
de toda responsabiildad en la
toma
o -
de decisiones
dejando
la cuestión de la forma de
la
asamblea a las
Cortes mismas
una
vez
que
se
hubieran
reunido. De esta
manera
el
primer Consejo de
Re
gencia
se
limitó a la
imp
otencia política y dejó
n Federico r e z Verdaguer (Ed.),¡ Documentos
cle
l reinado de Fe rnan o VII 10
, ,
0
ls.
(Pamplona, 1965-1968), IV i
pp. 41
·65, 95. Ta n to Campo Sagrado como
Caray
fueron ministros
durante
el primer '¡:régimen absolutista después de 1814.
10 Martínez Quintcíro, ibiil. p. 47 ·
LA SUPREiV ACfA
POUTICA
DE LOS PROFESIONALES
LA SUPREl\IAGtA POLíTICA DE LOS PROFESIONALES
1
0 r
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
http://slidepdf.com/reader/full/la-politica-espanola-en-una-epoca-revolucionaria1790-1820-brian-r-hamnett 37/57
la iniciativa a los dipu
ta
dos en
una
asamblea cuva composición no
se podía predecir.ll ' ·
Dur
ante la primavera de 1810 los territorios de América
que has
ta entonces no se habían visto afectados por los trastornos revolu
cionarios iniciaron el proceso de elegir diputados. La Regencia confió
tarea a. l
os
_consejos m
un
icipales de las provinci
as y
de las capi
tales VIrremat
o.
L
as
i
ns
trucciones esp ecificaban que
ún
icamen te
los nac;dos en América podían ser escogidos para su elección an te
las
C o : t e ~
De esa manera los e
sp
añoles residentes en las In dias, q
ui e-
·
nes
p_nnCip
alm ente tenían el co
nt
rol de la vida
co
mercial del imperio
ame
ncano
y l predomin io en toda la admin istración, se vi eron pr i
d o ~ de rapresenta€ión en la
nu
eva asamblea:l
2
Como se
su
ponía que
los diputados electos de
la
s
Ind
ias no llegaran sino hasta despu
és el
e
que asamblea se declar
ra formalmente abiert
a,
el Cons ejo de Re
g_nCia
el
12 de a
gos to
d
is
pu
so
que se nombraran diputad
os
su
bs
titut
os . o _uple
nt
es ent re los amer
ica
nos que resid
ía
n en Cádiz. Un
c e d 1 m 1 e n t
semej
an t
e se aplicó para el caso de
las
provincias es
pa n
o
Jas
que esta
ban
bajo la ocupación francesa. La selección de
suplentes
se
reali
zó
a mediados de septiemb re. De
un
total de
53
su
plentes, 30 representaban a las
pr
o"vincias americanas. Muchos de
~ o s
se identificaban con la posición liberal, incluyendo
lo
s dos
m ~ m b r
de la nobleza titulada que representaban a Cuba y al v
i
m ~ t o
de Nueva Granad
a. Ent
re los suplentes peninsulares fue
escog1do Argüelles por su nativa Asturias. Otros destacados liberales,
como Diego M
uñ
oz To r
rer
o, Juan Nicasio Gallego, Manuel García
Herreros y Evaristo Pérez de Castro, ingresaron igualmente a las
Cortes como suplentes .
13
•
2.
LA
APERTURA DE LAS C ORTE S
Cuando
los diputados finalmente se re
unieron
el 24 de septiembre
aparecw en forma so
rpre
ndente el predominio de las clases profesio
nales. Unos cuantos miembros de la b
ur
guesía empres
ar
ial,
co
mercial
11
Agustín ·
Ar
güelles,
Ex
ame n
histórico de la refo ·ma constitucional, 1810-1813,
2
vol. (Londres, 1835), I , pp . 203-205.
12
AGI Mé xico 2 906 ,
Cabildos seculares 1682-1814,
P roclamación de la aud iencia go
bernadora de i•léxico, 16 de mavo
de
810.
13
Véase
Neáie
Lee Benson, \ U ~ i c o and the Spanish Cortes, 1810-18
22.
Eight E
<ays
<
exas, 1966 ), ; pp .
11
·16. Carda
Herreros
ft:e suplente por
la ciuda
d
de
Sori a al
:'-ione de .Espa1a .
o financiera llegaron a ocupar
una
sede en las
C01·tes, aunq
ue evi
den temente fueron muchos los que dieron su apoyo a la
natur
aleza
unicameral de la asambl
ea y
a la legi
sl
ación promulgada p
or
ella.
Una
explicación sencilla de la au
se
ncia
de
l
as
clases
a l i s e r ~
su obsesión por l
os
detalles práct
icos
de cómo hacer dmero . NI SI
quiera Cádiz es tuvo representada principa lmente por mie
mb
ros
?e
su
comunidad mercan ti
l.
Uno de cada cinco diputados de la cm dad
pertenecía al clero. Istúriz no ll egó a ocupar su asiento en la asa mblea
has ta que se reunieron las Co
rt
es Ordinarias de
181
3-18
14
.
Aun
así,
la comunidad mercantil de Cádiz nunca dej ó de ejercer presión sobre
el
Con
se
jo de Regencia,
el mini
sterio
y
las
8ort
es particula
rm
ente ,
como lo veremos, con res pe cto a
las
cu
es
tiones del comercio con las
Américas
y
las concesio nes comercial
es
en favor del aliado
británico.
14
Los dieci séis dip
ut
ados de Ca taluña venían predominantem
ent
e de
la
s
fi
las del bajo clero o de la pro
fesi
ón l
eg
al. La larga ocupación
francesa de Barcelona y del litoral de Cataluña explicaba por qué
los dip
ut
ados
ca
talanes a Cortes tendían a reflejar las n e s del
interior
ru
ra
l.
Hombres de la vieja generación como
Jaime
Creus,
Felipe A
ner
y Lázaro de Dou, encabezaban el contingente catalán y
se
pr
onunciaron apoyándose en
una
interpretación tradicionalista del
papel de las Cortes. El único industrial que había en el
grupo
, Sal
vador Vinvals votó en contra del decreto de libertad de prensa pa
trocinado por ,
los
lib erale
s,
que se emitió
el 19
de octubre.l
5
El
reino
de
Valenci a
elio-i
ó a diecisiete
di
putados: tres cl érigos, cinco aboga
d
os,
tres miembros
el
e
las
fuerzas armada
s,
d
os
empleados públicos
y
un
ind ivi
du o que se describió como miembro de la nobleza.
Tres
de los suplentes
de
Valencia provenían también de la profesión le
o-al
y
el cua
rt
o era comerciante. Diecinueve de esos veinticuatro
'
diputados asistieron en· realidad a las Cortes.
Noventa
y
nueve diputados estuvieron presentes en la sesión de
apertur
a: veintisiete
rep
resent aban a los territor
io
s americanos. Del
número
total, s
in
embar
go,
cuarenta
y
cuatro eran suplentes. Para el
fin del año 129 diputados asis tían a las Cortes,
y
de ellos veintiocho
americanos
y
cuarenta
y
seis sup:entes. Polemistas tradicionalis-
H
Ramón Salís,
El Cá
diz de
las
Corte
s. La
vid a en
la
ciudad en íos años 1
810
a
1 3 (Madrid , 1969) , pp.
223·228.
15 J aime Carrera Puja , Histor
ia
política de Catalwia en
el
siglo XIX 4 vals. (Ba
r-
c elona,
1
957
), I, pp 377-378.
Maximilia
no
García Venero, H istoria del nacionalismo
ca talán,
2 vals. (Mad r id , 1967), I,
pp.
124
·1
25.
16
i\lanucl
Ardit
Lucas,
Els valencians de les Cor ts de Cadis (Barcelona , 1968 ),
PP· 1- -
17
.
104
LA SUPREMACíA POLlTIC.- DE LOS PROFES IONAL
ES
LA
SU
PREMAC A
POLíT
I
CA
DE L
OS
PROFESIONALES
105
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
http://slidepdf.com/reader/full/la-politica-espanola-en-una-epoca-revolucionaria1790-1820-brian-r-hamnett 38/57
tas posteriores como fray Rafael de Vél ez, obispo de Ceuta , estudia
ban el [erna de los diputados substitutos en cuanto pud iera va ler.
Al discutir el carácter representativo de las Cortes, trataban de minar
1 ~ l e ~ i timidad
y
la credibilidad de la asambleaY
Si
guiendo el princi
piO ae la representación de acuerdo con la oo blación Galicia con
gnndes regiones no sometidas a las tropas f r a ~ c e s a las' Cor
tes
el
contingente más numeroso: veintitrés diputados para fi nes de
l
81
O.
Ell
os adoptaron tamb
ié
n en g
enera
l
una
postura trad
ic
ionalis
ta_ _Hasta el verano
1813
las regiones del corazón de España, la
y_la Nueva Castilla, León, La Mancha , Extremadura , Aragó n y
el mtenor de Andalucía,
se
guían re presentadas insuficientemente.
En
s e p t ~ e m ~ r e
de . tan sólo .diecisiete diputados representaban
esos
terntonos
del mtenor. Para fmes del año su
número se
había elevado
a_ no
~ l á s
de veinticinco. En el momento en que se promulgó la Cons
tttuoon en marzo de 1812 solamente cuarenta diputados representa
ban
una
extensa región de España. Para febrero de 1814, sin em
b a r ~ o , la e v a c ~ a
c i ó n
de los franceses de la mayor parte de la
penmsula · permttlO que se efectuaran elecciones directas en el in
terior por primera vez, con_ el resultado de que llegaron 67 diputados
para representar a
esas
regwnes. El carácter especial del interior
ase
guraba una transformación en la composición política de las Cortes.
~ a s t a 1813 las .zonas de. la. costa con el apoyo de la mayoría de
los
dtputados amencanos, drecmueve tan sólo del virreinato en la Nue
va Es paña, constituían la influencia predominante en la asamblea,
lo que ayuda a explicar
el
liderazgo que desde
un
principio tomaron
los liberales .
1
s
Los miembros del clero constituían aproximadamente dos terceras
partes de
la,s
C?rtes . Provenían no del clero regular sino del seglar,
varios de el;os 1111.burdos por los principios del jansenismo y deseosos
17
Fray Ra.fael de V é l ~ z
Apología .del altar y del trono,
2 vals. (Madrid, l3
18
),
I, PP·
62
,
68-75
,
95. FranCISco
Alvarado,
Cartas críticas
qu
e escr
ib
ió
el R mo. P. Maestro
Fr. F> anc
is
co Alvarado del Orden de Predicador
es
o sea el Filó sofo Rancio, 5 vals.
(Madnd,
1824-1 825), I,
pp
. 31-
32; JI, pp. 451
-452;
III, pp
. 40·41. Acerca de Vélez véase J.
Couselo u z a ~
Fray
Ra
fael de Vélez y el Sem inario de San t
ia
go
pp . (Santiago, 1
927
), n.
Ma laga 1772 ;
mgr
esó al convento capuchino en Sevilla en 1792; se ord enó en 1803.
I S
Diario de
las > ~ t s o n e s y
actas de las Cortes,
23 vals. (Cádiz,
1811
-
1813
), I, pp.
¡
139. de las opm10nes de José Ramón Becerra y Llamas, diputado por Luga,
wno VIII, 28 de agosto de 18
11,
p. 63: "¿el heroísmo del pueblo espa
1
ol en l
lu
c
ha
con tra los fran
cese
s íue el res
ulta
do de su conocimie
nto
de los Derech
os
del
Hombre? No. Nunca p i e r o n nada de
es
o. Brotó de su fe católica y de su de
voc
ión
a la
co
rona". Llamas a las C
or
tes de que no i
nt
ro
dujer
an innovacion
es
" del
tipo francés. Véase también Vélcz , ibid.,
II
, pp . 47-55 .
de cooperar con sus cont rapar tes liberales entre los laicos a fi .de
reducir
la
influencia de la Santa Sede en los
as
untos de la Iglesia en
España. Compartían el odio que en general sentían los libe ales por
la In
quisición
y
procuraban res
trin
gir el papel . que desempeñaban
las órde nes r eligi
osas
en la sociedad hispánica. Los más destacados
perso
na
j
es
ent re ellos eran
Muñ
oz
Torrero
, anterior rector de la
Universidad de Sa lamanca y el historiador valenciano Joaquín Lo
renzo Villa
nue
va
.
10
Este último, originario de
la pequeña
población
de
J átiv
a,
había sido miembro del n s e j o de la I ? 9 - u i s i ~ i ó
cuando
lle
o ó
el nuevo sio lo. Su actitud hac1a el Santo Oftc10, sm embargo,
d i f ~ r i a poco de la de Llorente. Villanueva debía su posición .en
aquellos días al patrocinio del obi spo de Salamanca, Fehpe B e l t r ~ n ,
inquisidor general. De la capellanía al obispado pasó
p ~ r
la c a ~ 1 l l a
real de Carl os IV. Como miembro de la Real Academia Espanola,
Villanueva
ya
había
publ
icado varias obras de religión
y
del idioma
.con anteriorid Jd a los acontecimientos de 1808 . Había sido miembro
del Comité Eclesiástico de la Junta Central y había seguido hasta
Sevilla al régimen patriota. Con la ocupación francesa de Andalucía
Te ITesó al pueblo de Valencia en donde había nacido, y allí fue elec
to
0
para
tomar
asiento en
las
Cortes.
20
L
os
d i p u t a d o ~
c l e r ~ c a l e s
por
supuesto no asistían a
las
Cortes como estamento smo
s l m p l ~ n -
te como miembros individuales .
No
formaban
un grupo
homogeneo.
Cuerpo de clérigos tradicionalistas, además,
se
oponía. a la .mayor a
de las medidas adoptadas por los liberales y por sus abados pnsenrs-
tas.n Creus y Lázaro del Dou formaban parte de ese círculo, pero
19 Émíle Appolis, Les jansé>listes es pagnols (Burdeos, 1966) , p . 162. Josef Espiga,
figura central
en
este grupo , fue canónigo de San Isidro
en Madrid
, colegio
_que
generalmen te apoyaba la posición jan senista. Antonio Oliveros había estado asoCiado
a la difunta condesa de Montijo. ·
20
AHN Inquisición 450 6, núm. 9. Véase Joaquín Lorenzo ·Villanueva, Vida literaria.
Memor
ia de sus escritos
y
de sus
opini
ones eclesiásti
cas y
politicas, y de algunos su-
cesos
notabl
es
de
m
tiempo,
2 vals. (Londre
s,
18
25),
n.
1757;
fue miembro
de
la
Real
Academia de la Historia y autor de un comentario acerca de la ley fundamental de
Castilla , el
Fttero }uzgo .
Villanueva murió en
Dublín
en 1837. De acuerdo con Vicente
Llorente, ibemles y románti
co
s. U·na emigración española en Inglaterra 1 8 2 3 · 1 ~ 3 4 ,
(Madrid, 1968), pp. 27-28, tanto Godoy como el inquisidor general Ramón Jase de
Arce, q uien
en
1
808
se unió a José,
había
protegido a Vi lanueva.
21
Sobre los '"renovadores" (esto es , los tradicionalistas), véase José Manuel Cuenca
T oribio,
Du
Ped·
ro
de l ngttan:o
y Riv
era
1764·1836),
último primado del a t iguo
rég imen (Pamplona, 1965), pp .
78,
90 ,
113
.
So
n catorce los nombres que apa.r:ce
n:
Cr
eus, B
orr
ull , Dou, Felipe Ancr, Inguanzo, Lera, Manuel Ros, Mateo
l l l n a n ~ ,
el obispo de Ca lahorra , Freire Cas trillón , Bias Ostolaza (suplente peruano), A
nt
omo
Joa qu ín Pérez (Puebla),
Ca
1
cdo y
Simón López. Varios de ellos, Cat
edo
,
Lóp ez
, Crcus,
106
LA S
UP
REMAC1A POLiTlCA DE LOS PROFES Ol':.-\LES
LA SUPREMAGf:\
POLíTICA
DE LOS PROFESIONAL ES
107 '
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
http://slidepdf.com/reader/full/la-politica-espanola-en-una-epoca-revolucionaria1790-1820-brian-r-hamnett 39/57
quizá el más distinguido de ellos fue Francisco Javier B
orrull
Como
Villanueva, su paisano de ValenciJ , Borrull tenía iaualmente tras
de sí una carrera impresionante a
nt
es de ingresar a Cortes. Doce
a ~ o s ma_ror que V i l l a n u e v ya había llegado a la ·edad de sesenta y
cmco anos cuando se abneron las Cortes. Borrull ve nía de una
familia que desde el siglo xvrr había producido juristas y abogados.
Por el lado de su madre, la familia era propietaria de algunos bienes
mra les bajo la forma de un molino. En su carácter de juez de diezmos
nombrado
por la Audiencia ele Valencia, Borrull publicó durante el año
de 1810 un discurso so bre la constitución para el rein o de Valencia de
Jaime
I de Aragón. En este examen h
is
tórico de los fueros valencianos
Borrull mostró que estaba a la cabeza del movimiento en f<fvor de
l o ~
nuevos fueros .en el reino. Apoyaba el ren
ac
imiento de instituciones
separadas en Valencia como la manera de eliminar
el
absolutismo de
Castilla impuesto
por
la Nueva
planta
de Felipe
V.
Borrull admiraba
la defensa que hizo Montesquieu de la nobleza y de los organismos
intermedios, y veía en la
aún
no reformada Constitución de la
Gran Bretaña
un
adecuado camino intermedio entre el absolutismo
y la revolución. En este sentido Borrull combinaba el reaionalismo
con
el
corporativismo. Hablaba de "las antiguas leyes fundamentales
de la monarquía" y al hacerlo no se refería a la España de los
monarcas Borbones centralizada administrativamente, sino a los reinos
separados en la época de la Edad Media, cada uno con sus distin
tas leyes e instituciones.
2
Esos tradicionalistas nunca formaron un partido unido en las
C o ~ t e s
y menos aún en el país.
Aun
así, el número de
vo
tos que oh
teman con respecto a los temas que los perturbaban seauía siendo
relativamente consistente. El colapso de la Junta Central
el
fracaso
político del Co
ns ej
o de Regencia
ocurrido
entre enero y ~ e p t i e m b r e
de
1810
·determinaron que perdieran la iniciativa . La falta de
una
organización efectiva incrementó sus deficiencias frente a
un
delibe
rado
intento
ele
los liberales
para
alterar la estructura constitucional
de 1 . monarquía española. Los tradicionalistas eran igualmente re
formadores. No eran absolutistas en el sentido de que defendieran
el tipo de sistema o l í t i ~ o heredado de los Hab sburgos y de los
Barbones. Por el contrano, atacaban esto específicamente· con base
P.érez:
Inguanzo, fueron obispos.
~ e s p u é s
_de 1814. Cre
us
y Freirc tuvieron una partí·
ctpact ón Importante en
la
oposición realista al segundo régimen liberal de 1820
1
823.
Diario VII, 7 y 24 de
junio
de 1811 , pp. 13 ,2
3,
30, 68-69, 253, 282, 315, 330.
Diario VIII,
28 de agosto de
l8IJ, pp
. 54·55. Ardit,
ibid.
p p.
4-15, 19
·
22.
Ardit,
Rc·;o iución liberal, pp. fi1 M-168.
en que soc avaba la forma histórica ele
r e p r e s e n t ~ c i ó n
por estamentos.
en las Cortes. Es pecialmente veían en el absolut1smo de los B?rbones
un concentrado ataque contra las leyes f u n d a m e n t a l ~ s del _De
l
as
re
iones, en part icular de Cataluña y de ValenCia, hab1a vemdo·
el r e p ~ t i d o llamamiento para que se reviviera l_a e s ~ r u c t u r a
de esos re inos anteriormente separados. Una opm10n como esa ,
que
·
nunca fue compartida por los liberales, implicaba una radical des- ·
viación de todo el
es
píri
tu
de la legislación de los Borbones. Este sen
timiento regionalista
nu
blaba muy considerablemente la manera de
pensar tradicionalista, porque impedía
una
concertada defensa de los.
oraanismos intermediarios a niv
el
nacional. Pedro de Iguanzo, un o.
de
0
los diputados por Asturias, dejó de incluir la defensa los.
fueros reo·ionales en su argumentación en favor de un "gob1erno.
mixto". A uicio de Ingt¡anzo, clérigo de una de las ó r d e n ~ s menores.
hasta después de 1814, durante el siglo xvm la monarquta abs?luta
había reducido a la "monarquía moderada" de
:) :spaña
a
un
gobierno.
arbitrario. Veía que las Cortes tenían ante
sí una
~ o ~ l e tarea: la
defensa de la independencia nacional y el restablec imiento, de ,los.
antiguos estamentos de las cortes históricas. Inguanzo l;ab1a ca1d?'
bajo la
in f
luencia de Bnrke, y lo mismo
que
Borrull, .ve1a
en
la ca
mara alta del Parlamento ingl
és
un contrapeso al gob1erno. o p ~ l a r
como el que se había experimentado en la Francia r e v o h ~ c ~ o n a n a y·
al despotismo monárquico. Estos dos tradicionalistas identificaban. ,el
. problema central de la vida política española como la
. r e s t a u r ~ c w r u
del "equilibrio" de la Constitución. En este aspecto segman l
as
Ideas.
ele J vellanos.
23
,
Jnauanzo era casi veinte años menor que Borrull. Provema, lo.
mism
0
o que la mayoría ele los más importantes d i ~ u t a d o s liberales, .
de la reaión costera de Asturias. Venía de una fam1ha d e ~ t a con:
una tradición de servicios públicos y de cargos eclesiásticos. Como•
estudia
nte
de derecho en la Universidad de Oviedo
entre
1781 y 1782'
conoció a su
futuro
compañero tradic ionalista Alonso Cañe do Y Vigil,
cuatro años mayor
que
él,
quien
fue canónigo de la Catedra de _To-.
ledo por el tiempo en que
se
abrieron las C o ~ t e s
La
U m v e s l ~ a d
de Oviedo fue el campo de adiestramiento de vanos de los mas Im
portantes personajes del primitivo liberalismo español.
A l l ~
fue do_n
de Inananzo h izo sus estudios jUnto con José Canga Arguelles, Al
varo Flórez Estrada y Angel de la Vega Infanzón. Este último, _que
se había quedado
en
Oviedo para impar tir
una
cátedra en la umver-
D iario VIII,
12
de septiemb re de 1311 , pp . 260 ·268. Cuenca, ibid. pp. 74-75, 90- 101 .
1()8
LA SUPREMAC íA
l'
OL1TIC :\ DE LOS PROFESIONALES
LA S PREMAC .-\ POLíTICA DE LOS PROFESlONALES
109
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
http://slidepdf.com/reader/full/la-politica-espanola-en-una-epoca-revolucionaria1790-1820-brian-r-hamnett 40/57
sidad, ingresó a las Cor tes al mismo tiem
po
que Inguanzo Cañedo,
Oviedo se ufanaba de pertenecer a un reducido círculo de ilustrados
y de sus hijos más inclinados al radicalismo, pero en general la ciu
dad su universidad seguían chapados a la ant igua . Los jóvenes
bnscaban empleo en la burocracia después de recibir sus títulos de
aboga do, y
se
trasladaban al ambiente más estimulante de Madrid.
4
Los empleados públicos y los que habían obtenido título de a
boo-a
do
. ' o
constltman el segundo
grupo
más
numero
so según su ocupación en
las Cortes. Más o menos el 25
%
del total de sus miembros había
obtenido el título de abogado en las universidades españolas, aunque
eran pocos los
que
ejercían el derecho como profesión.
En
muchos
un título de abogado llevaba a solicitar un cargo en la buto
<:raCia real. Eran numerosos los dirigentes liberales en las Cortes
que habían trabajado en el servicio civil bajo la monarquía absoluta
y,
en consecuencia, compartían el deseo de re
fo
rzar la supremacía del
J?Oder c vil que sus predecesores ilu strados hab ían también expresado.
Es
tos. ,
s r ~ embargo,
h ~ b í a n
luchado sobre todo por reducir el poder
·eclesrasuco, pero los hberales de
1810
se enfrentaban a un poder más
fuerte, el de los militares,
que
la
guerra
en la península
había
puesto
en
la vanguardia. ·
Entre los siete diputados asturianos Agustín Argüelles llegó a ser
el más destacado. Principal exponente de la posición liberal unica
meral,
A r ~ ~ e l l e ~
.originario de Ribadesella, ingresó en un principiO
. n el servrcw crvrl en 1800 a la edad de veinticuatro años. Moratín
le dió .empleo en
Ia
Oficina de
Traducción
de Idiomas Extranjeros de
Secretaría. De allí pasó cinco años después a la controvertida ofi
nna ele la amortización de los vales reales, en donde trabajó estrecha
mente con su director, Sixto Espinosa. Como este último envió a Ar
g ü e l l ~ s a ~ o n d r e s _en
1806
en
una
misión especial, pudo escapar a
la ammos1dad ·hacra los asociados de Godoy
durante
la primavera
de
180
8.
En
Londres Argüelles se
reunió
con los representantes de la
Junta
ele
Astnrias, Vega Infanzón y
Toreno.
Después de
que Rom
ana
disolvió la Junta de Asturias, Argüelles se dirigió a Sevilla trabajó
en la secretaría de la Junta Central. En el otoño de 1809 fue admiti
do por el comité auxiliar de leyes y constitución de la Junta. Argüe-
24 Inguanzo, 11. Llanes, 1764, se graduó como doctor en Derech o Civil y Canónico
la
Uni
ve
rsidad
de
Sevilla, y posteriormente residió en
l
palacio
ar
zob ispal en
v¡sta de una relación de familia con el titular. Vega tenía años de edad en 1810.
Cuenca,
ibid.,
pp. 21 -23, 60-66. David Ruiz,
A
stur
ias contemporánea
1
S08-JS36) Ua·
drid ,
19
75),
pp.
4
-9
.
lles pertenecía al grupo de Quintana.
25
Durante el prii:ner periodo
constitucionai T or eno seguía siendo
l
más cercano colaborador de
Argüe:les. T oren o perte;ecía a la antigua nobleza de Asturias . Su
padre, J osé J
oaqui
n Queipo de Llano, había sido
mi
emb ró
ele
la.
Real Sociedad de los Amigos del Pa
ís
en Asturias y del comité direc
tivo de la R eal Academia
de
la Histo
ria
en Madrid. Con anteriori
dad a su misión en Londres, T oreno se reunió con Flórez Estrada y
con
Ingu
anzo en la
Junta
de As
turi
as ele
mayo de
1808.
En
Londres,
como uno de los enviados de la
Junta,
escribió a los virreyes de la
Nu eva Es paña y del
Perú
el
21
y el
22
de julio
requiriénd
olos
para
que dieran su apoyo a las insurrecciones españolas. Cuando sólo
tenía
veinticuatro años de edad en 1810, Toreno fue uno de los más jó
venes de los dirigentes liberales.
26
No todos los principales teóricos liberales asistían a las Cortes.
Flórez Estrada nunca lo hizo. Canga Argüelles, lo mismo que lstúriz"
ingres
ó a
la
asamblea en 1813 como resultado de las elecciones para
las Cortes ordinarias. De todas maneras, esos dos personajes eran re
presentativos de la opinión liberal. Sus padres, igualmente, habían
desempeñado un papel destacado en la Ilustración asturiana. l
padre de Flórez Estrada fue amigo de Campomanes y de J ove:lanos,
en
tanto
que
el padre
ele
Canga
habí
a impartido una cátedra de dere
cho en la Universidad de Oviedo. Después de
una
breve carrera
en
el servicio civil, Godoy envió a Flórez Estrada de regreso a Asturias
luego de que expresó opiniones políticas que no fueron bien re-
cibidas. En 1808 se había unido al régimen insurgente en la pro
vincia, pero se trasladó a Sevilla al año siguiente a fin de quejarse
ante la Junta Central de que Romana había disuelto la junta provin
cial. Como, sin embargo, Flórez Estrada había vivido durante su for
mación en Asturias
no
en la capitial de la nación, se
encontró
aisla- ,
do en Sevilla. Al carecer de buenas relaciones, encontró que nadie
lo escuchaba. P or lo tanto, decidió abandonar España viajó a In
gla
terra
en
donde
publi
có en
1
81
O
su defensa de la
libertad
ele
prensa_
Flórez Estrada y Canga Argüelles compartían opiniones similares.
acerca del tema de una constitución escrita con representación de
acuerdo con la población como su principio fundamental. Ambos.
Constantino Su;irez,
E
sc
rit or
es
y
artis tas asturianos,
3 vols. (Madrid, 936), I,
pp. 279-295.
Martín
ez Quint
eiro , i bi<l.
pp
.
220-222.
26
Henry R ic
hard
Vassall, tercer Lord Holland, F
urthe
r ¡ [emoirs
of
the Wh ig Pa
rty
(1
80
7- 821) with sorne Miscel/aneous Remi
nisce
nces,
edi tado por
Lord
Stavordale (Lo
n-
dres, 19
05),
p. 369. Máximo Fuertes Acevedo, osque
jo acerca del
es
tado
qu
e alcanzó
en<
todas epocas la literatura en Asturias (Badajoz. 1885), pp .
229-2<11.
'l O LA SUPREMACíA P
OLíTICA DE
LOS
PROFESIONAI
.ES
LA SUPREMACíA POLíTICA DE LOS PROFESIONALES
111
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
http://slidepdf.com/reader/full/la-politica-espanola-en-una-epoca-revolucionaria1790-1820-brian-r-hamnett 41/57
·elaboraron disertaciones sobre esa materia, que
se
publicaron en 1809
y
1810.
El padre de Canga desempeñó hasta
1787
el cargo de fiscal
·de la Aud iencia de
Za
ragoza. En la universidad la localidad el
mismo Canga recib ió su doctorado. En 1794 formó parte de la Real
:Sociedad Aragonesa. En los años anteriores a su traslado a Madrid en
1798 como empleado del gobierno, Canga se dedicó a traducir poesía
·griega, principalmente de Anacreonte, Safo
y Píndaro
. · Canga, no
·obstante, obtuvo notoriedad primero en la
es
ce
na nacional como
re
sultado de su prolongada estancia en Valencia, a donde llegó en
1804
·como contador en jefe del ejército. Durante los acontecimientos de
1808 Canga se identificó ínt imamente con los esfuerzos del grupo
' ·de comerciantes dirigido por la familia Bertran de Lis para que fueran
depuestos los representantes políticos
de
la ciudad pertenecientes al
.an cien régime. Ese grupo liberal no compartía las aspiraciones de
Borrull acerca
de
los nuevos fueros y
de
la mayoría de los diputados
valencianos a Cortes. El propio Canga argumentaba convincentemente
·en favor de
un
Estado unitario muy semejante al de Francia después
·de
1791.
Luego de
un
periodo de dieciocho meses como inten
dente de Valencia y de Murcia, Canga llegó a la Isla de León en
·enero de
1811.
Fl
ór
ez
Estrada regresó finalmente de Inglaterra
en oc
tubre
.27 Distinguidas familias, por tanto, eran las que dirigían al
:grupo liberal en las Cortes. En numerosos casos los dirigentes libera
les eran hijos de hombres que tenían tras de
sí
carreras distin
:guidas en
el
servicio civil, en la profesión legal o en la vida acadé
mica. Los hombres de
1810
tenían en general entre
4
y 40 años
·de edad si sosten
ía
n opiniones liberales y
una
generación
más
si eran
tradicionalistas. Si bien la mayoría de los personajes bien conocidos
-como tradicionalistas eran miembros del clero, los más importantes li-
• berales habían surgido de la nobleza titulada. Podrían contar con el
;apoyo de un conjunto de clérigos que simpatizaban con ellos en
muchos de
los
temas constitucionales. Los comerciantes dában su apo
·
yo
al contingente liberal, pero en contadas ocasiones actuaban di
-rectamente
co
mo diputados a . Cortes. Una abrumadora característica
·de la dirección liberal era su origen burocrático y la preparacwn
légal de quienes lo formaban. Esto dio al liberalismo español sus
· •características legalistas y ayudó a explicar por qué, a pesar de la
diversidad region
al
de los orígenes de sus miembros, el dirigente
.¡
Lu
is
Alfon so Manínez Cachero, Alvaro Flórez Estrada. u vida su obra y sus
nideas económicas
(Oviedo, 1961 ), n . Pola de Somiedo, 1766.
Constantino
Suirez,
j .ibid. II, pp
.
279-29. í. Canga
entre
1798 y 1803 trabajó
en
la
oficina
tle
amortizac
ió n
de
reales
contemplab;t los asuntos políticos desde el ventajoso plinto de vista
del gobie
rn
o central, que a través de los ojos de Madrid, como quien
dice, se había trasladado a la Isla de León. Los liberales nunc i cons
tituyeron un partido político
ni
en las Cortes.
ni
en el país.
No
existía organización nacional alguna, sobre todo en vista del hecho
evidente de la ocupación militar francesa en la mayor parte de la
península. Formaban, en cambio,
un
conjunto disgregado de indi
vidu
os
que estaba de acuerdo
con
los temas centrales de su época, tal
como ellos los veían . Pensaban poner en
pr
áctica esas ideas por me
dio de las Cortes. Las reformas que concebían eran estructurales; por
que las consideraban como su principal tarea para la eliminación de
las instituciones y prácticas asociadas con el ancien régime. Trataban
de
lograrlo no por medio de una revolución popular como la ocurri
da en Francia apenas veinte años antes, sino a través del renacimiento
de las Cortes, institución tradicional pero que había sido descuidada
y que
se
proponían refo
rmar
de una manera radical.
28
3. Los OBJETIVOS LIBERALES
Y
LA
TEORÍA
DE LA SOBERANÍA
E
LA
NACIÓN
El primero de los actos de las Cortes fue declarar, el 4 de septiem
bre de 1810, que la soberanía residía en la nación", y que, en conse
cuencia, las propias Cortes, debidamente facultadas para su ejercicio,
eran constituyentes. De esta manera un reducido grupo de servidores
públicos, de académicos, de abogado
s,
de literatos y de clérigos se
convirtieron
en
portavoces de la nación hispánica en ambos hemis
ferios. Este decreto en primer lugar y ante todo señaló la culmi
nación de los empeños liberales. Fue el resultado de
que
el Consejo
de Regencia no tomara la iniciativa; significó el colapso de los
es
fuerzos absolutistas por demorar la apertura de la .asamblea. Los
tradicionalistas, que en
ese
momento no apreciaban el significado
total del decreto, quedaron momentáneamente aturdidos, pero
no
di
sintieron. La exp licación de su conformidad se encuentra en
la
nece
sidad primordial de las Cortes de abordar inmediatamente la cues
tión de la legitimidad política. La herencia del absolutismo, la
perenne debilidad de
las
Cortes, las abdicaciones de Bayona y la im
posición de José determinaban que fuera imperativo
que
las Cortes
sostuvieran en forma inequívoca su pretensión de ejercer la s o b e r ~ n í a
Maní
nc
z Quinteiro, ib id.
pp.
65-óB.
•
11
2
LA SU PREMACíA POLiTICA DE LOS PROFESIONALES
LA
SUPREMACíA
POLiTlCA DE
LOS PROFESIONALES
113
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
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L
os
liberales argumentaban que la soberanía res ide esencialmente en
la nación
y
no exclusivamente en el m
on
arca. El decreto de sobera
nía , entonces, desconocía la validez de la transferencia que los Bar
bones habían hecho de la corona española en favor de la dinast ía de
Bonaparte
en
Ba
yo na
. Las Cortes hacían esfuerzos por socavar
la
pre
tensión de José de haber heredado legítimamente la corona cuando
Carlos IV abdicó
en
favor del emperador Napoleón . En vista de su
in
tención patrió tica el decreto, a pesar de sus implicac iones más
amplias, pudo contar en ese momento con
un
grado considerable de
aceptación. La consecuencia posterior: una asamblea unicameral so
berana decidida a destruir el ancien régime y a introducir
un
sistema
centralista, no pudo ser apreciada en ese momento. Los escritores
t
rad ic
ionalistas
en
el periodo de
181
3-1814,
y es
pecialmente después del
regreso del rey
en
la primavera de 1814, denunciarían ese decreto
retrospectivamente como
la
obra de
un
or
ga
nismo n o re pre
se
nt ativo
de suplentes y de criptojacobinos, que pretendía "despojar al rey de
su soberanía". Veían en l decreto de las Cortes el primer paso
en una
cadena de acontecimientos
que
ponían a España en el
mismo camino
que
Francia había recorrido durante la Re vo lución.
20
Los liberales hacían presión
en
las Cortes para
que
se realizaran
varios objetivos relacionados entre sí. La atribución de la soberanía
a "la nación" la veían como la manera de acabar con las prácticas
asociadas con el
ancien
régime. Los liberales propon ían transformar
la sociedad estamental de estados y corporaciones reconocidos jurídi
camente en
una
estructura jurídica liberal fundada en el principio
esenciahnente anticorporativo de la igualdad ante
la
ley. Arglielles,
Toreno,
Quint
ana y Flórez Estrada defendían convincentemente ese
prin
cipio, que desconocía los cimientos mismos del
amcien régime.
La destrucción del privilegio corporativo, sin embargo, implicaba
emplear el poder
del
_Estado para
eliminar un conjunto
tradicional
mente es tablecido
de
derechos y de costumbres.
Para
los que poseían
esos privilegios representaban las leyes
no
e
sc
ritas o fundamentales
del reino. El ataque a la sociedad estamental, además, tenía dos di
mensiones: implicaba na · solamente la eliminación de las inmuni
dades y privilegios de los nobles y dei clero, sino la extinción de
los fueros regionales
que
aún existían, como las de las Provincias
Vascongadas y Navarra. Este objetivo, así pues, era el presagio de
Larclizábal
y
el ob ispo de Oren
se
fue ron las dos únicas víctimas de la con tro
versia acerca del decre to. Diario IX,
14-
16
de
octubre de 1811, pp. 250 -316, en donde
el
manifiesto de Alicante
del primero
se
puso a prueba
contra
la nueva
ley sobre
la
libertad de p
ren
sa promu
lg
a
da
el 10
de
no viembre de
18
10
.
que se reforzara la posición legal del Estado y del ramo administra
tivo del crob ie
rno
central. El resultado final sólo
pod
ía ser la rela
oo d i r e ~ t a entre el súbdito y el Estado, sin orga nismos intermedia
rios entre los dos. En un sentido muy r ealista, la existencia de
una
ran diversidad de
es
tament
os
y cor poraciones
durante
el
ancien ré-
'
a ime había servido para proteger al súbdito del Estado al summts-
~ r a r l e fuentes alternativas de legitimidad y al modi ficar el efecto total
de
la
autoridad
pública.
Esos
organismos intermediarios; además, cor
taban por en medio las divisiones de la estructura social que tení an
co
mo
base el ingreso y la riqueza, puesto que reflejaban
no
la estruc
tura social sino la jurídica. La eliminación de los organismos inter
med
iarios
se
dirigía hacia
un
tipo diferente
d e
organización social,
del
que se
apoyaba
en
la identidad corporativa al
que se
f u n d a ~ en
el
in
dividualismo. La aplicación de
la
te
oría liberal
de
la
soe1edad
tuvo como resultado que surgieran el ingreso y la riqueza los
principales determinantes.
Una vez que la identidad
corporattva ha
bía quedado socavada, quedaba por delante el camino hacia el con
flicto de clases.
3
El
principio liberal clásico de igualdad ante
la
ley indicaba el
camino
hacia
la
racionalización fiscal. t
os
liberales, según veremos,
pusieron en práctica la reforma que por
tanto
tiempo se hab ía_ pos
puesto de la estructura impositiva. Veían
en és
ta el
único
med10 de
asegurar el regreso a la solvencia
del
gobierno. ·
En resumen
argu
mentaban
que las inmunidades fiscales cont
ribuían
al retraso de
la
nación. La supresión de los privilegios corporativos daba igualmente
el
punto
de
partida
para
un
ataque a la propiedad
corporati
va. El
Estado liberal negaba a las cor poraciones el derecho de
tener
propie
dades, el cual, de acuerdo con la teoría liberal, únicamente pod ían
tener
el
Es
tado mismo o los individuos part iculares.
La
conexión
entre la
apropiación por el Estado
de
las propiedades de las corpora
ciones y la recuperación fiscal fue desde luego visible. Con respecto
a esta cuestión los . liberales
durante
el
primer
periodo constitucional
debieron mucho a sus precursores ilustrados y a sus contrapartes en el
régimen de
Jo
sé. Sin embargo, si
bien es
correcto señalar las raíces
de las políticas liberales de la desamortización
en
los
argumentos
ex
puestos por los ilustrados, una diferencia de ·acentuación
s t ~ ~ g u í a
a las dos generaciones. Est
os
últimos veían
en la d e s a m o r t i Z a C l ~ n
l
medio ele lograr la recuperación agrícola medio de la hbera-
30 Se hac e
un
an ál isis general de
mat
er ias en Anto ü Jutglar , d eoiogias Y cla
ses en
ltt
España contemportlnea
l (1
808
1 871)
(Madrid,
~ 6 8
114
LA SUPREMACíA PO T ICA DE LOS PROFESIONALES
LA SUPREMACíA POLíTICA DE LOS PROFESIONALES
5
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
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ción de Ia tierra, de los vínculos de l
os
mayorazgos y de la mano
mu
er··
ta. En la tradición fisiócrata proponí3n la explotación racional de la
tierra, y consideraban la concentración
de
. grandes extension
es
de
tierra no explotada en manos de unos cuantos própietarios o bajo el
control de organismos eclesiásticos
co
mo la causa principal del re
traso económico. Los liberales en su mayoría compartían esta opinión.
La diferencia entre las dos generaciones se encuentra en el colapso
de
las
finanzas del gobierÍ10 entre
1790 y 181
O
Los liberales, en mu
chos
casos
impresionados por la recuperación de las finanzas en Fran
cia después
de
la nacionalización
de
los bienes eclesiásticos en 1789
y por
la cuestión de
los
assignats} consideraban igualmente la des
·amortización como la clave para la recuperación fiscal en España. En
este sentido,
los
decretos de Carlos IV de
1798 y 1804
para
la
amor
tización de los vales reales por medio de la venta de ciertas categor ías
de propiedades eclesiásticas marcaron
el
punto crítico entre las me·
tas
de
los ilustrados y la política liberal. Esas medidas, por supuesto, se
habían tomado dentro del contexto del
ancien rég
ime doce años
antes de que los liberales tomaran
el
poder en España. Servían para
destacar la naturaleza anacrónica de la estructura acostumbrada de
privilegios y exenciones frente a las necesidades fiscales de la nación.
Los decretos de Carlos IV suministraron un claro precedente para
las acciones liberales. Siguiendo la terminología que se utilizaba en
la
Revolución francesa, describían las propiedades eclesiásticas ex
propiadas como bienes nacionales. El gobierno se proponía poner en
suba sta
esas
propiedades en el mercado libre.
31
Argüelles y Quintana tomaron la iniciativa para exponer la pro
posición liberal de una constitución escrita. En este aspecto se apar
taban
radicalmente
no
sólo de los moderados como Jovellanos y Cap
many, sino de los tradicionalistas, para quienes una innovación como
esa resultaba ser
un
tropiezo. En el fondo de esa constitución ra
dicaría el principio de la separación de poderes. Este principio, esen
cial
para
la comprensión del liberalismo, provenía de Montesquieu . El
liberalismo apuntaba hacia
la
transformación del sistema absolutista
en una monarquía constitucional. La separación poderes impl.i
caba el debilitamiento del poder ejecutivo en beneficio de un poder
legislativo fuerte y permanente. En efecto, las Cortes mismas reem
plazaron a la monarquía como
l punto
de enfoque de la vida po
lítica hasta su disolución por los militares en mayo
ele 1814.
Los
E.1tudio jJre imi11ar de Miguel Artola, en Memorias de tiempos de Fernan o
li
,
2 vois . (Madr id, 1957), II, pp Y·LYI, es particularmente ütil acerca de estas cuestiones.
dirigentes liberales insistían en la naturaleza unicameral de las Cortes,
que según ellos, era
el
corolario de la desaparición de los estamen- .
tos y de las corporaciones. Las Cortes iniciaron sus sesiones como
una asamblea unicameral, porque la
Junta
Central
y
el Consejo de
Regencia no pudieron realizar sus deseos de ver una cámara alta
constituida por miembros de la nobleza
y
del clero. Los dirigentes
liberales, al actuar desde una posición de fuerza en vista de este hecho
consumado, decían que debería seguir siendo unicameral; el sistema
de una sola cámara había permitido que el grupo liberal capturara
el poder político. Además, la imposición de una cámara alta o la res
tauración del sistema ck tres estamentos
en las
Cortes habría ame·
nazado la hegemonía política de los mismos sectores de la pobla
ción de los cuales
el
liberalismo obtuvo apoyo. Los liberales,
no
obstante, no se oponían a la nobleza ni al clero como tales, ni trata
ban de despojar a los miembros de
esas
categorías del derecho de
representación en la asamblea corno individuos.
32
Durante
el primer periodo constitucional, entonces, siguió sien
do
el
sistema de
una
sola cámara la forma de representación prefe
rida por los liberales. Los liberales que vinieron después, enfrentados
a la presión de los radicales aliados a los elementos populares urba
nos, lamentarían el sistema de
una
sola cámara de la primera gene
ración. Los liberales "moderados" en 1834 introdujeron una. cámara
alta
y
la justificaron siguiendo más o menos los lineamientos expues
tos por
Jovellanos en 1809 o
por
Blanco
White
en 1812.
En
septiem
bre
de
1810, sin _embargo, el unicamerismo pareció a los dirigentes
que era el medio más adecuado para lograr sus objetivos. Argüe
Hes y Toreno invocaron en defensa de este principio su gran aplica
bilidad a la política social. Argüelles particularmente, hacía notar
con:
frecuencia la conexión que existía entre el unicamerismo y la abo
lición de la jurisdicdón señorial. La concesión al argumento tradi
cionalista en favor de
una
reconstitución de· la forma medieval de
las
Cortes era equivalente a su
ju
icio a
un
compromiso de sostener
la estructura jurídica del ancien régime. La ·jurisdicción seqorial im
plicaba una división de la soberanía entre la "nación" y los señores,
una situación totalmente incompatible con la teoría liberal de la
individualidad de la soberanía.
En opinión
de Argüelles la nobleza
derivaba sus privilegios originales de la posesión de jurisdicción sobre
los
vas
allos. El privilegio corporativo de la nobleza estaba en desacuer·
do con las teor
ías
liberales de
la
soberanía de la
n a c i ~ n ,
la igual-
Argüelles, ibid., pp. 90-210, 223, 273;
II
pp. 72-73.
•
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
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118
LA SUPREMACíA POLfT C..\ DE LOS PROFES Ol'
:A
LES
LA SUPRli:MACiA POL1TICA DE LOS
PROFESION LES
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
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daba la bienvenida a una revolución en términos sociales.
La
revo
lución liberal segu ía siendo estrictamente constitucional, lega l y
fisc:. l: nunca propuso transferir la riqueza y el poder a la masa de
la población española. En donde sí ocurrieron traslaciones de
ri
queza
y de propied
ad,
redundaron en beneficio de los que ya poseían tie
rras y capital, esto es, de aquellos capaces de sacar ventaja
de
la libe
rac ión de las propiedades corporativas en el mercado i ibre. La de-
fensa de la empresa privada
y
del derecho a la propiedad continuaban
en el primer plano en
el
pensamiento liberaJ.3
6
Apenas unas cuantas diferencias sociales significativas separaban
a los diputados que
se
describen como liberales de que se pue
den
identificar como tradicionalistas.
En
efecto, la única verdadera
diferencia entre los dos grupos era en cuanto a la edad. Las divi
siones entre las dos facciones en las Cortes no radican en factores
sociales o económ icos, sino en la ideología . El punto divisorio estaba
en
un
nivel político. No hay concepto alguno de conflicto de
clases
que se pueda hacer valer para explicar
esa
divergencia dentro de
las Cortes y en el ambiente de Cádiz. Ciertamente, como ya
lo
he
hecho ver, España no era una sociedad de clases en
el
sentido que
se
pudiera atribuir a una nación que había pasado por una revolución
industrial. Las instituciones españolas eran las
de
la
sociedad esta-
mental. La división política, por supuesto,
se
enfocaba en
el
futuro
de ese tipo de estructura y, en consecuencia, eran profundas las im
plicaciones sociales y económicas. La naturaleza
de esa
discusión sicr-
nificaba que todo
un
conjunto de fuerzas empezaba a agrupar;e
detrás de cada bando a medida que transcurría el primer periodo
cons-
titucional.
En
esas fuerzas antagónicas existían muchos niveles de con
flictos sociales, de los cuales no era el menor la tensión entre los ·
hacendados y el
campc:;sinado
señorial, según veremos. Por impor
tantes que fueran
los debates en
las
Cortes, la amplia difusión de los
conflictos sociales dentro de la sociedad española tendía a opacar la
lucha política en la asamblea. La falta de divergencia social en las
Cortes ocultaba los conflictos externos.
Por
otra parte, la publicidad
que
entonces
se
dio a las personalidades y a los temas dentro del
propio Cáaiz desviaba la atención en los acontecimientos en el resto
de España, en donde los militares estaban empeñados en una pro
longada lucha contra los franceses. Si bien sería erróneo considerar
ya sea a las fuerzas armadas o a la Iglesia como organismos homogé
neo
s,
no lo sería menos como instituciones nacionales que veían un
Véase el c3pítulo v.
propósito común en la cooperación, ya que cada
una
dependía .ín ti
mamente 9e la Coro
na
para el papel que había desempeñado ea
la sociedad española .
Tarde
o temprano, a medida que se abatiera la
intensidad de la lucha militar, cada una tendría que decidir cuál
sería su actitud hacia las nuevas instituciones. Los miembros ·de
esas.
dos corporaciones ya habían tomado partido en favor o en
contra
de
el las. Las implicaciones de esas divisiones, sin embargo, en
nin-
gún sentido se habían aclarado
dura.. 1te
los primeros años del régi-
men
constitucional. Durante esa pr imitiva época de lucha política,.
por mucho que la exagerara la prensa, no parecía que fuera sufi
ciente para romper la coalición de fuerzas
que
constituía la causa
insurgente.
•
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
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122
LA CONST IT UCióN Y EL CONFLICTO
LA CO:-iSTITUCJóN Y EL CONFLICTO
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la definición
cie
nacionalidad contenida en la Constitución, sólo lo:;;
"españoles" exis tían lega mente.
5
El centralismo imperial que se encuentra en los cimientos de 1?
Constitución quedaba en manos de los separatistas al eliminar la po
sibilidad de un gobierno interno dentro del imperio bajo la monar
quía de los Barbones. Los liberales abrigaban la esperanza de que la
propia Constitución suministrara el camino intermedio entre el ab
solutismo Borbón y
el
total separatism
o,
pero fueron ellos mism
os
quienes de struyeron ese campo intermedio al adoptar una posición
que pocos americanos encontraban aceptable.
La Consti tución llegó
demasiado tarde para anular la polarización política dentro de las
Américas. Los diputados americanos a Cortes, además, fracasaban con
sistentemente en su intento de persuadir a la mayoría peninsular de
que concediera la igualdad en
la
representación. Como res u] ado,
los primeros afirmaban que España no había hecho honor al espí
ritu del decreto de
22
de enero de 1809.
Los
diputados americanos
sostenían que el principio de igualdad otorgaba a los territorios ame·
ricanos los mismos privilegi<?s que disfrutaban
los
españoles. En par
ticular, tenían en la mente el derecho a un comercio irrestricto con
las
naciones extranjeras.
Los
diputados peninsulares, sin embargo,
consideraban ese intento de pasar por alto la metrópoli como equiva-
lente a
una
secesión del imperio. Calificaban a los americanos que
proponían ese camino, de criptoinsurgentes. Ni
las
Cortes ni el Con
sejo de Regencia accedieron nunca a la demanda de los america
nos de tener libre acceso a
los
mercados extranjeros. Los comerciantes
de Cádiz, que eran los principales beneficiarios del monopolio me·
tropolitano, seguían resueltamente opuestos a cualquiera de dichJs
concesiones. Las dos cuestiones del comercio y de la representación
exacerbaban las relaciones entJ::e los diputados . americanos y los
peninsulares en 1810
y 1811.
Éstos frustraban el surgimiento de una
mayoría americana en las Cortes al suscitar matices de categoría ra
cial. para
impedir
la ampliación del electorado.
Si
los
dos
principios
5 La Constitución
en
l
art. 10,
definía
la extensión teJritorial de las Españas,
y
el art .
11
co.nte
nla
disposiciones para
su
futura reorganización
administrati
va, que
se inició
en 1813
tomando como modelo los departamentos franceses. Acerca
de
los
debate
s
sobre
la
situación regional
de la
Constitución,
véase
Diario
V, p p. 47·78,
y
Diario VIII, pp.
ll6·119.
Anel' contrarres
taba
el centralismo preval eciente con la de·
claración de
que nadie es capuz
de
hacer que los
catalanes
se
ol
viden de
qu
e son
catatanes .
Véase A. F.
Zimmerman, Spain and
its
Revolted
Colonies, 1808·1820 , HAT IR
XI
(1931), pp. 439·163, y Ncttie Lec Benson, Mexico and the Spanish Cortes 1810·1822
Eigth ssays (T exas, 1966) ,
pp.
154-155, 188 ·189.
de sufragio universal y de presentación de acuerdo con la . pobla
ción se hubieran seguido al pie de la letra, en electorado apoyado en
b más
num
erosa población americana habría reducido a los
dip
u- .
tados españoles a un estado
de
minorb permanente en las Cortes .
Nunca estuvieron dispuest
os
a conceder esto.
7
La Constitución, no obstante, restableció un ministerio separa
do para los asuntos americanos.
Esa
política se alejaba del
centra
lismo posterior
de
los
Barbones. En abril
de
1790 Carlos IV había:
abolido al separado Ministerio de las Ind
ias
y había redis
tribu
ido sus.
funciones entre los cinco ministerios que subsistían. Además de
la
resultante inconveniencia administrativa, esta decisión alteraba
el
sis
tema de gobiernfl americ-ano que había existido desde principios del::
siglo xvr. De acuerdo con un ant iguo miembro del Consejo de las
Indias, José Pablo Valiente, posteriormente
diputado
a Cortes por
Sevilla, esa medida servía para reforzar las demandas de AméricaJ
de tener un gobierno propio. Al escr ibir en 1809, Valiente advertía
que la
fa
lta de interés del régimen patriota por los asuntos america
nos podr ía acarrear un recrudecimiento del tipo de rebeliones que
había hecho tambalear a la monarquía en 1780. Valiente señalaba,
además,
que
el régimen de Bonaparte en
Madrid
ya
había
establecido·
un l\lfinisterio de Indias.
8
Una
coincidencia de intereses ligaba a las demandas comerciales;
de los americanos con las presiones de los comerciantes ingleses para
que se abriera el comercio en la América española. Consecuentemen-·
te, los ministros
y
diputados españoles sospechaban siniestros desig
nios de la Gran Bretaña tras de
las
peticiones americanas de un ma
yor control de los nego cios. Como hemos visto, la Suprema Junta
Central, el Consejo de Regencia, la mayoría
en
las Cortes y la comu
nidad mercant il• de Cácliz compart ían un deseo común de conservar·
la integridad del imperio español y de resistir a la presión inglesa.
por obtener concesiones comerciales. La alianza de la Gran r e t a ñ ~
7 Diario II, pp.
15,
316·328,
346·371.
El suplente
peruano, Dionisia Inca
Yupanqui,.
se quejaba
el
16 d e
diciembre
de 1810
de
que
la mayo
ría de los diputados europeOS'
apenas si sab ía algo de la América espai'íola y
de
que España, que
únicamente tra
·
taba
de
explotar los recursos
minerales
de México
y
el Perú, era
un
pueblo
qu
e
oprime
a
ot
ro puebl
o
. Varios
diputados
peruanos y mexicanos denunciaron " tr es si-·
glos de op r esión
de
la metrópoli española en las AméricaS".
8
El
art. 222 de la Constitución establecla dos Secretarías
del
Interior, una pa r .
la
pen
lnsula y la
ot r
,a
pa
ra las Indias. Sobre los ant ecede ntes, véase AGI, Indifere nte ·
General
83
1,
ní1m.
5,
expediente
del
señor
Valiente,
l l a
16
de
septiembre
de'
1809. El Min istro de; las Indias de
Jmé
era el ante rior virrey de la Nueva
España
"
Mi,;uel de Azanza. J ~ r e t c
tl francesados
p. 64.
124
LA .CONSTITUCióN Y EL CONFLICTO
·COn posterioridad a junio de 1
808
había hecho que los gobiernos
LA CO NSTITUCióN Y
EL
CONFLICTO
125·
cualquiera intervención legítima en los
asun to
s
n ~ c i o n a l e s Las
. t
eor.ías;
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
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.españoles fueran más cautelosos que
nun
ca, ya que su propia penu
r ia
co
locaba al gobierno inglés en la posición de acreedor. No obstante,
la
Gran Bretaña, que ya había estado en guerra durante quince años,
no tenía manera de impedir un interminable abastecimiento de fon
dos. Para fines de septiembre de 1
808
los ingleses ya habían suminis
• rado a las juntas de Asturias, Galicia y Sevilla la cantidad de cua
tro
millones y medio de pesos en efectivo. El ministro de Relac
io
nes
Extranjeras de la Gran Breta
ña
señaló que únicamente la remisión
.de fondos de México podría permitir
un
continuo abastecimiento al
-régimen de los pat
ri
otas.Q Dada la escasez de numerario en Londres,
d
gobierno ingl
és
presionó a España para
q u ~
permitiera
l
comer
·Cio directo con los territorios productores de plata de la América
española. Como no
se
incluyeron concesiones especiales de manera
.específica en el Tratado Anglo Español de Amistad y Alianza de 14
.de enero de 1809, este asunto fue el objetivo central de la misión de
Richard Wellesley a España de julio de 1809 .1°
La obligación de sostener el régimen de Cádiz en oposicion a los
l3onaparte aseguraba que el gobierno inglés
se
abstendría de prestar
·su apoyo a los revolucionarios americanos después de abril de
1810.
.Aun así, Richard W ellesley, quien desde fines del año ante
ri
or desem
peñaba el cargo de ministro del Exterior, se sintió capaz de recibir
:a los dos emisarios de la rebelde
Junta
de Caracas, Simón Bolívar
y
Luis López Méndez, quienes habían llegado de Venezuela el 10
.de julio. Este contacto inicial, no obstante, no tuvo como resultado
promesas de apoyo no ofrecimientos de ayuda material. El gobier
no
inglés no se apartó
ele
su objetivo principal de
sos
tener al gobierno
de Cádiz. En efecto, López Méndez
se
quejó posteriormente en
e
-otoño de
1811
de
la
noto
ria
frialdad
dt
Wellesley. La explicación pro
"bablemente se encuentra en la posición embarazosa del gobierno
inglés ante-la declaración de independencia de España que hizo Vene
·zuela
el
8 de julio de
1811.
En esa
d e c l a r a ~ i ó n
se hacía residir la so
beranía
en el pueblo venezolano, y
se
negaba al régimen de Cádiz
Q
PRO
FO
72
/
66,
ff
170
-1
75,
Canning a los representantes
de
Galicia y de Astur ias,
yo 15 de agosto de 1808. PRO FO 72 j67, ff
86- lOOvto
.,
Canning
a los
repre
sentantes
.
de
Asturias, FO , 7
de octu
hrc de 1808.
10
riti
sh
arzd For
eign State Papers, 1812-1814, vo
L 1 (Londres, 1
84
1),
pp
. 667-
673
.
·:rvrontgomery Martín (Ed.), Th e Despatches and Correspondance
of
the
J\
Iarquess
W el/esley K. C. Du
ring his
LordJ.hip s M ission
tp
Spa
in as
Ambassador E
xt
r
ao
rdinary
to the Supreme
]u
nta in
ÚJ 9
(Lon
dr
e
s,
1838 ), App. E, 189, Canning -Richard Welles ey,
:27 de junio de 1
309
.
de
l::ts
Cor
tes
acerca de la soberanía
y de
la nacwnaltdad
p r e t e n d 1 ~ n
contrarrestar
esas acc
iones de los americanos.
Se
les dio efecto leg
is
lat
iv
.o en la
Co
nstitución de Cádiz en un momento en que el im-
perio ya se d e s m o r o n a b a
• · .
El gobierno inglés temía que la desintegración del
~ e n o
espa
ñol y, además, la adopción
de
formas republicanas gob1erno, ten-·
drían como resultado la influencia
ya
sea de Francia o
de.
los
E ~ t a -
dos Unid os en los territorios anteriormente dependientes.
N1 Canmng
:
ni
Wellesley veían en
el
separatis
mo
americano una contribución
sitiva para el esfuerzo de la guerra contra la Euro?a de Napoleon
Como resultado, buscaban
una
solución de transacCión
y
contempla-·
ban
el
papel de
un
honrado intermediario del gobierno
i n ~ l é s
Para
desempeñar ese papel, sin embargo, pretendían que Espana
p a g ~ ~ a
el precio de las concesiones comerciales. Bajo la
c o ~ s t a n t e . p;eswn
de la comunidad mercantil de Cádiz, el gobierno
patnota res1st1a. En
consecuencia, el ministro británico puso oídos sordos a cualquier pe-·
tición adicional española de obtener sub5idios.
12
Al ~ i s m o t i e ~ p ~
Sl
n embaro-o
el
aobierno inalés serruía viendo con
fnaldad
las msl-
o o
b b
nuaciones del rérrimen revolucionario de Buenos Aires.
La
Junta en
forma pertinente
0
llamó su atención hacia la evidente
i n t e n ~ i ó n
del
gobierno de Cádiz de restablecer en cuanto pudiera
el
ant1guo sis
tema colonial.
13
A pesar de que no pudieron asegurarse
un
derech? legal para ;o -
merciar directamente
co
n la América española, los mgleses segman
teni
e
ndo
la esperanza de que el gobierno de Cádiz
a d o p t a ~ a una
s o ~
lución de transacción a las cuestiones comerciales y amencanas. El
Consejo de Regencia, no obstante, nunca de jó
de
considerar a los
territ
orios americanos como
una
inagot¡¡.ble fuente
de
fondos para
emp
learl9s dentro de la misma España.
En
efecto, en marzo de
18ll
11
PRO
FO 72/ 125, Luis López- Méndez-Wellesley, ff. 76-79, Londres, 5 de diciem-·
bre de 1811. · .
12 De acuerdo con
Juan Ruiz
de Apodaca, rept·esentante de
España
e
n.
Londres, el
Con sejo de Regencia creía que agentes ele Francia y de los Estados Umdos estabail'
detrás de
las
rebe
liones en las Américas.
PRO FO 72
f117, Apodaca a Wellesley,
ff.
100-
IO vto
., 14 ele
marzo de 1811. .
1:-1
PRO
FO 72
f l26, Alexander Mac Kinnon a Wellesle
y,
ff. 3-6, Buenos _21
de
enero de
1811 ,
H.
17-19,
i
bid
.-ibid.,
Buenos Aires, 20
de junio
de 1811; tbtd.-zbtd.,
Buen
os Aires, 5 ele
julio
de 1811. Con anterio
rid ad
Apodaca había protestado
por
co
n-espondcncia ent re el
ministro
de la
Gran
Bretaña en Brasil y la Junta
de
~ u e n o s -
Air es, por lo que él conside
ra
ba co mo
una
violación al Tratado
An
glo _Espano1 de-
180 9, que disponía conservar la integridad territorial
cl c
los dominios espanoles.
:126 LA -CONSTITUCióN
Y EL
CONFLICTO
Apodaca transmit ió al gobierno inglés la solicitud
de
la Regencia
LA
CONSTITUCióN y EL CONFLIC
TO
127
gualmente en cuanto al tema del comercio direct
o.
El
19
de \lbril
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
http://slidepdf.com/reader/full/la-politica-espanola-en-una-epoca-revolucionaria1790-1820-brian-r-hamnett 49/57
.de
un
préstamo hasta
por
la cantidad de dos millones de pesos
en
le
tras
que
se girar ían a cargo de la Tesorería con garantía de reembols o
-
dentro
de seis meses con fo ndos de la tesorería de México.H El opti
mismo de
la
Regencia era asombroso. La recesión en la industria mi
·nera de México se había combinado con las depredaciones de los
insurgentes y limitaba_la posibilidad de obtener crédito para el go
bierno de
.Cádiz de cualquier fuente mexicana. A principios de
1811
-el virrey de la Nueva España había exigido un préstamo forzoso para
:hacer frente al costo de
derr
otar a los insurgentes en el país.l5
Ante
la
ne
ces idad
de
obtener fondos . para sostener la lucha en
'la península contra los franceses, el gobierno in gl
és
dio prioridad a la
·:terminación del conflicto en México. Con ese objetivo en mente,
Castlereagh, que había reemplazado a vVellesley, propuso la media
.ción al gobierno de Cádiz el 4 de mayo
de
1811. Esas propuestas de
mediación abarcaba n a toda la América insurgente, incluían medidas
:tan discutibles como el otorgamiento por España de una amnistía
;general a los insurgentes, una mayor representación de los america
nos en las Cortes, un gobierno au tónomo interno y la libertad de
·comercio con las naciones extranjeras.
La
aceptación de dichas pro
puestas habría significado una importante desviación de los principios
·que perseguían todos los gobiernos españoles. El gabinete en Cádiz,
además,
se
negó a aceptar inclusión alguna de México en esa dis-
. •Cusión, con base
en que
las fuerzas españolas aún conservaban el
•control allá. Las Cortes rechazaron abrumadoramente las propuestas
.de mediación inglesa por 101 votos contra 43. La mayoría de los di
putados que votaron
en
favor eran american
os.
El 24 de ju lio las
•Cortes rechazaron las peticiones de los americanos de que
se
l
es
auto
:rizara para comerciar directamente con las naciones extranjeras.1s
Al fracasar la mediación no.
se
podía es
perar que
llegaran fondos.
.En consecuenci
a,
el Consejo de Regencia envió al
duque
del In
fa
n
t ado a Londres como
embajador extraordinario
en agosto con la mi
:sión especí
fi
ca de negociar subsidios.
17
Esas discusiones fracasaron
H PRO
FO
72j ll7, Apodaca-Wellesl
ey
, ff. 105 -
106,
14
de
marzo de 1811.
AGI México, 2023,
n ú
m. 2, Contaduría de C
ue
ntas, México, 29 de marzo de
1811.
.AG
I México, 163
9,
el Yirrey Calleja al ministro de Hacienda, núm.
50,
México,
31
de
·.mayo de 1813. Para una exposición completa de
la
s finanzas mexicanas durante
la
dé-
•
da de 18
10,
véase Biblioteca Nacional (Madrid) MSS 1971 0/ 23 .
16
Zimmerman, ibid . pp . 450, 454.
17
PRO FO 72f l9, . 5-6,
In fa
ntado a ·welleslcy, Clarendon House, Bond Stree t,
;:¡g de agosto de S i l.
de 1812 Castlereagh volvió a someter el asunto de la mediación in
glesa, pero se esf0rzó
en
hac er hincapié en el. compromiso de Ia Gran
· Bre taña
de
mantener la in tegridad del imperio español. Aun así,
parecía apoyar la queja mani
fes
tada con frecuencia por los diputados
am ericanos ante las Cortes, de que a pesar ele la declaración de igual
dad de condición con Es paña, los territorios americanos
no
disfruta
ban
del privilegio
que
tenía aquélla de comerciar
d i r e c t a m e n ~ e
con
las naciones extra
njer
as. Ca stlereagh temía que la renuencia del
gobierno de Cádiz para hacer concesiones a los americanos los preci
pitara· a
un
separatismo definitivo, tal como ya había ocurrido
en
re
o-iones como Venezuela y el Río de la
Plat
a. Si eso l l e ~ b a a oeurrir,
la riqueza americana estaría perdida para España. La prioridad in
glesa subsistió hasta después de la.conclusión de la guerra en
M é x i c ~
fuente de la mayo r ía de las especias que se emb aYcaban de las Ame
ricas a la metrópoli. El ministro de Estado ~ p ñ o l J osé de León y
Pizarra,
no co
moartía la opinión de la
Gran
Bretaña de
que
era
conveniente l l e c r ~ r a una transacción con los disidentes americanos.
Por el c o n t r a r i ~ creía
que co
mo aliado de España, el gobierno in
glés debería sos
tener
la poúción de España como potencia imperial.
Wellesley advirtió al gabinete español
que
los representantes de las
juntas de Caracas y Buenos Aires se encontraban en Londres. En Cá
diz,
no
obstante, seguían prevaleciendo los intereses de la:
comunidad
mercantil. El
12
de julio las Cortes una vez. más rechazaron las propues
tas
incr
les
as
de mediación. Esta decisión implicaba claramente
que la
respu;sta de la metrópoli es pañola a las quejas de los americanos sería
la fuerza y no las transacciones o concesiones. Las propuestas inglesas,
además, tan
só
lo habían servido para
aument
ar el recelo que se
sentía
en
Cádiz hacia
un
aliado
que
menos de cinco•años antes ha
bía sido un encarnizado rival en
el
comercio. Es dudoso, además, que
tales propuestas de mediación habrían podido reducir la división
que
se habla creado
entre
España y l
os
revolucionarios americanos.
18
El
consistente rechazo del gobierno de Cádiz de cualquier concesión
acerca de las cuest io nes de una may
or
representación americana
en
las Cortes, de gobierno autónomo en las Indias o de comerciar direc"
18
C.
K. Webster, Britair1 and th e Independe nce
of
atin America 1812-1830 2
va ls. (Londres, 1838 , II , pp. 309 -33 1. PRO FO 72 -127, Ca stlereagh a Henry Wellcs·
ley, ff. l35-139vto, proyecto, r·o 19 de mayo
de
I8l2. No era p r o ~ a b l c que el Con·
sejo ue
Re
gencia autorizara que l
os
comis
io
nados de la Gran Bretaiia para la media·
ción
se
d irigieran a Veracru z, PRO
FO
72
/ 128, i bid- ib
id
. núm. 16\ 29 de agosto de
18
12
.
;
128
LA CO NSTITUCióN Y EL CONFLICT O
tamente con las naciones extranjeras dejaba vivo el apoyo separa
LA CONSTITUCióN Y EL CONFLICTO
C e ~ o de su papd tradicional como comités co nsultivos del .virrei
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
http://slidepdf.com/reader/full/la-politica-espanola-en-una-epoca-revolucionaria1790-1820-brian-r-hamnett 50/57
t
is
ta. El control de los revolucionarios en Buenos Aires Chile y
Nueva Granada, la continua guer.ra en Venezuela i la creciente in
surrección en la Nueva Españ a aseguraban que la Constitución de
Cádiz, a pesar de su centralismo imper ial, sería inoperante en una
parte substancial de la América española . En las regiones en donde
subsistía el control realista, la aplicación del nuevo sistema constitu
cional dependía de la discreción de los virrey
es
capitanes, generales
y
comandantes militares , poco dispuestos generalmente a aceptar sus
preceptos. Cuando las Cortes preparab an las etapas finales de la Cons
titución, se hicieron a la mar con destino a las Américas las pr imeras
tropas
p e n i n s u l a r ~ s
entre las protestas inglesas de que se alejaban
del escenario· de la guerra
en
Europa. En mayo de 8 2 desembarca
ron tropas españolas en Veracruz, en vez de los comisionados para la
mediación.
10
2. UNICAMERALISMO Y CENTRALISMO
La Constitución de Cádiz reemplazó a las "leyes fundamentales del
reino"
no
escritas, tan veneradas por Jovellanos, Martínez Marina
y
los diputados tradicionalistas. La respuesta de las Cortes al absolu
tismo
mini
sterial tomó una forma distinta a la de
un
llamado al
pasado.
La nueva Constitución vino a ser la piedra angular del siste
ma político.
La
adopción del principio de la separación de poderes
significó el grado de reacción de las Cortes ante el abso
luti
smo . Una
institución característica del ancien
régime
la audiencia, inmediata
mente vio que se reducían sus facultades. La audiencia había sido la
principal agencia gubernamental del absolutismo en España y las
Indias desde fines del siglo xv.
Hab
ía. ejercido no solamente las fa
cultades de un tribunal de derecho, sino también las administrativas
y las fiscales, particularmente en el imperio americano. Los gradua
dos en la universidad habían . competido en el pasado para obtener
cargos en la audiencia, lo cual les había dado acceso a .los pr
ocesos
para la toma de decisiones. La reducción de l
as
facultades de la
audiencia en 1812 a
las
exclusivamente judiciales ocurrió en
un
mo
mento peculiarmente desafortunado en las Indias en vista de la ne
cesidad de una estrecha coordinación de políticas dentro ele los círcu
los gubernamentales del virreinato ante ]a amenaza del separatismo.
1n Hamnctt ibid. pp . 45-78. Llegaron 3 mil soldados españoles.
.1
l
1
j
i
l
1
l
l
¡
'
;
í
l
nato, las audiencias americanas resentían amargame
nte
las medidas de
Jas Cor tes. La audiencia Je México, por ejemplo, se quejaba ante el
Consejo de e g ~ n c de que la Constitución había modificado el sis-·
terna político en el impe
rio
durante la guerra revolucionaria. Co mo,
resultado, las audiencias de América, aliadas con rrecuencia a los.
antiguos oficiales del ejército y a los miembros de la comunidad mer
cantil española en las Indias hacían esfuerzos por frustrar la imple-·
rnentación práctica de la Comtitución.
20
La
Constitución suministraba un s
is
tema un ifo
rme
legal y adrninis-·
trati
vo
en t ~ c l o s los dominios hispánicos en ambos hemisferios. La.
oposición o el ultraje recibían a los intentos de poner en ~ r á c t i c a ·
este principio. Los ministros del absolutismo ilustrado no habían lo-·
grado reducir las facultades
ele los
virreyes americanos.
La
Constitu-·
ción amplió en ese sentido los esfuerzos de José ele Gálvez de bajar
a los virreyes de la posición de un alter ego del
re
y a la de un
go
ber
nador civil o jefe político, entre otras varias. Tenía claramente el
objeto de dividir a una provincia americana de otra, a fin de subordi-·
nar directamente a cada una al gobierno metropolitano. Tal medida
molestó a la creciente conciencia de
sí
mismos de los ériollos
dentro
·
de cada uno ele los dominios de América. Por otra parte, su aplica
ción al pie de la letra habría minado seriamente la capacidad de las.
autoridades realistas para emprender la guerra contra los movimientos
revolucionarios que pretendían ed1a1· abajo al
gobierno
español. Los.
virreyes de .la Nueva Es
paña
y del Perú se resistían tenazmente a
que
se
redujeran sus facultades. Numerosos comandantes militares.
de América luchaban cuanto podían para im pedir la aplicación lite
ral de la Constitución
dentro
de las provincias que estaban bajo su
j urisdicción.
21
•
Las Cortes apoyaban la supremacía del poder civil. Tanto en las.
Américas corno dentro de la pen nsula los comandantes del ejército
se veían obstaculizados por
una
legislatura
confinada
a
un remoto
·
r incón de España.
En
efecto, recayó ·precisamente
en
las CortPs la ta-·
rea de
determinar
el
volumen
anual de las fuerzas armadas, ya sea
en
tiempos de guerra o de paz, y de compilar las
orden
anzas. para la
administración del ejército
y
de
la
marina. Dentro del ejército re-
gular creció la sospecha de que los legisladores de Cádiz no confia-
20 Consti tución, arts. 17 263-270. AGI Indiferente .Gen eral
llO,
la Audiencia
aY
Consejo de Regencia, México, l S
de
novie
mbre de
1813.
Constitución art. 324.
m n t t ~
ibid
130
LA CONSTITUCióN Y EL CONFLICTO
ban en sus oficiales para cumplir con los preceptos de la Constitu
L
.\ CO
NS
TITUCióN
Y EL CONFLICTO
131
mm¡stros gobernarían directament e y sin recurso algúno a los orga
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
http://slidepdf.com/reader/full/la-politica-espanola-en-una-epoca-revolucionaria1790-1820-brian-r-hamnett 51/57
ción. Las Cortes tenían el propósitO de crear una fuerza armada ri
val bajo la forma de
una
milicia nacional , que venía co mo un ins
trume
nto independiente para la protección del nuevo régimen. Esa
medida era una amenaza pa
:ra
el monopolio que tenía el ejército del
poder coercitivo. Aunque la Constitución conservó el fuero militar
de
manera provisional hasta que las Cortes decidieran en una fecha
pos terior qué hacer con él, ya se habían puesto los cimientos para
una
intervención militar a fin de restaurar el abs olutismo.
22
La Cons titución entregaba el control de la política fiscal en ma
nos de las Cortes. Esta transferencia marcaba
una
decisiva de svia
·ción al sistema de gobierno absolutista. En efecto, los diputados es
pañoles estaban mu y conscientes de que ningún sistema parlamentario
podría fun cionar · efectivamente sin esa facultad. El atrofiado creci
miento del parlamentarismo medieval en los rein
os
de la península
había derivado precisamente de esa ausencia de control. En contraste,
el establecimiento parlamentario del control imp
os
itivo había imp
e
dido la creación del absolutismo monárquico en la Gran Bretaña del
siglo xvn. Los monarcas españoles, por otra parte, habían incrementa
do
su poder al crear .
una
imposición extraparlamentaria. A fin de
impedir
un
recrudecimiento del absolutismo, las Cortes
se atribu
y
e
ron el derecho exclusivo de establecer impuestos. La reforma de la
·estructura impositiva recayó, por lo
tanto
, en las Cortes y en sus
.comités. Dada la complejidad de los problemas financieros en Espa
ña particularmente a partir de la década de 1790, los diputados a
Cortes y los ministros del régimen de Oádiz, como veremos, conti-
nuarí
an y ampliarían las políticas fiscales de sus predecesores abso
lutistas. En 1813 se ejerció una ma
yo
r presión sobre l
as
propiedades
de
as corporaciones.
En
efecto, sobre
la
riqueza eclesiástica recayó
el peso de los esfuerzos del M ~ n i s t e r i o de Hacienda para restablecer
la solvencia del Estado español. La Constitución confería a las Cortes
el
control de los bienes nacionales, ex
pre
sión
que
llevó· a la men te de
numerosos clérigos la nacim).alización de las propiedades eclesiásti
cas del gobierno revolucionario francés.
3
. La Constitución transfería a las Cortes el cont rol de los departa
mentos
bur
ocráticos. Se esperaba que
nunca
más el monarca y sus
Co
nstitución, arts. 131, 249, 250, 258 ,
362
·365.
En
cuanto a los recelos d
el
ej ér
cito respecto a las Co rtes , véase Marla del Carmen Pintos Vieites, La política de Fer-
nando V entre 8 4 y 182
(Pamplona, 1958),
pp. 19 -23
.
Co
ns
titu
ción,
s. 131
(xii-xix) y
1
72 (vii, viii ). Véase el capítulo v en lo que
1·esp:c ta a ia politi
cJ.
financiera .
•
ni
s
mos
representativos. Era la intención de la asamblea . En efecto, ]a
reacción hacia
el
abs olutismo ministerial llevó .a que los mmtstros
del obierno quedaran excluidos del derecho .de asistir como dipu
t a d o ~ a las Cortes. Esta práctica di fería notoriamente del tipo inglés
ele
crobi
e
rno
parlamentario, en el que los mi
ni
s
tr
os llegaban fina
l
me;te a depender del apo yo de la mayo
ría
la legislatura. La prác
tica española recordaba más bien el tipo de gobierno ejecutivo de los
Estado s Unidos, y más especialmente, seguía
el
ejemplo ele la Cons
titución francesa de 1
79
1. El monarca español, de ac uerdo con la
Const itución de 1812, conservaba el derecho de seleccionar a sus siete
ministr
os,
aunque para la Const i
tu
ción resultaba di fícil especificar
que eran responsables ante las Cortes. En ninguna par te, s i ~ em
bargo, se
hizo explícita
la
naturaleza práctica de esa responsabtltdad.
El rey igualmente poseía la facultad de nombrar a sus cuarenta con
se¡eros de Estado, aunque la Constitución le prevenía de que debería
seleccionarlos de una lista de candidatos que le suministraban las Cor
tes. Los ministros tenían el privilegio de hacer uso de la palabra
en
las Cortes, pero no ten ían el derecho de votar. La ausencia de depen
dencia ministerial de la
ma
yoría de la asamblea
pronto
comprobó
que constituía
un
obstáculo para el funcionamiento del sistema cons
titucional. El sacerdote moderado liberal, Blanco White incluía ésta
entre sus siete principales críticas a la Constitución. Cierta mente, cuan
do la representación de las provincias internas
se
aclaró en el curso
de: 1813, los liberales perdieron el control de la
ma
yo
ría
de los dipu
wdos a Cortes. De lo anterior resultó que el gabinete se quedó aisla
do ante
una
ma
yo
r
ía
cada vez más h
os
til. A menos de socavar el siste
ma representativo que ellos mismos habían ayudado a crear, los
liberales se enfrentaron a la angustiosa perspectiva de presenciar un
servil ascenso al poder. Convencidos de que sus op )sitores habrían
de destruir la Constituc ión, se decidieron a perpetuarse en el go
bierno
. ·
La
incapacidad de la oposición para destituir a
un
ga
binete
liberal y de alterar la
co
mposic
ión
del Consejo
de
Regenci
a,
contri
buyeron, según lo veremos, a la buena disposición de
un
grupo de
diputados tradicionalistas, de prescindir totalmente del sistema cons
titucional de Cádiz.
24
A pesar de este pos terior alejamiento de
los
tradicionalistas, los
principales liberales habían negado en varias ocasiones abrigar algún
24
Los min
is
tros ten ía n el derecho de tomar
la
palabra en las Cortes
pem no el de
votar. Constirución, arts. 222 -241, 338, 366 -371. Capmany h
abía
apoyado es te
principio
el 29 <le septiembre de 1810, véase Diario I , pp . 20 -22.
132
LA
CONSTITUCióN
Y EL CONFLI
CTO
designio jacobino. Además, preferían no descTibirse como "demócra
LA
CONSTITUCióN
Y
EL
CONFLI
CTO
133
La elección ind irecta modificó en la práctica el
prinopw
un iver·
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
http://slidepdf.com/reader/full/la-politica-espanola-en-una-epoca-revolucionaria1790-1820-brian-r-hamnett 52/57
tas", esto es, como defensores de la representación popular directa.
Por el contrario, la Constitución adoptó al sistema de elección indi
recta que
se
aplicó primero en
la
Constitución frimcesa de
1791.
Ese
método dio snstancia al rechazo del radicalismo, puesto que
1a
Cons
titución de
1791
había entrado en vigor con anterioridad a las fases
girondina
_iaco
bir:a de la Revolución. El sistema de elección por
rangos olre
oa
en
erecto
una
alternativa a la adopción del sistema
de
propiedad es o ingresos para tener derecho a votar. A este respecto las
C ~ r ~ e s
en
las cuales
h a ~ í a
como hemos visto, una gran cantidad de
c ~ e n g o s seglares,
no
pudieron ponerse de acuerdo. Para fines ele
sep
tiembre
ele
1811 era ya evidente que la oposición de los sacerdotes
con
e ~ _ u e f i a s
propiedades .e ingresos menores impediría cualquier
restnccwn con base en la nqueza. El procedimiento lógico que deri
vaba de este fracaso llevó directamente a adoptar el sistema de elec·
ción indirecta
por
rangos.
25
U ~ e r í e e e : : ~ i o n e s por grados en. a r ~ o q u i a s distritos niveles
p r o v m c 1 a l ~ s _1mptd10 al electorado elegtr drrectamente sus represen
tantes clehmt vos. La Constitución hizo
que
las asambleas electorales
de, las .parroqu_ias
f u ~ r a n
la base de la vida política.
Por
implicación,
mas b1en que mtenoonalmente puesto que el propósito de las Cortes
era seculariza:,
una
considerable influencia política recayó en
el
clero parroqmaL Durante los debates acerca del proyectado artículo
1 ~ ; . Argüelles _ _o_tros miembros del comité constitucional habían pre
VlotO esa postb1hdad pero no pudieron persuadir a las Cortes
de
que
se
excluyera
al
clero regular en
el
nombramiento de electores
parroquiales. Villanueva se unió al tradicionalista Creus para bloquear
los
~ s f u e r z o ~
de Argüelles para separar al clero parroquial de
las
funoones nvtles.
En
_efecto, en
el c o n ~ e x t o
americano, el diputado
por
G u a t e r ~ a l a
Antomo Larrazábal, había insistido en que en muchos
casos los mtembros del clero eran las únicas personas cultas c e s
de aprovechar los procedimientos constitucionales.2s
25
D i ~ r i o VIII 23-26 de septiembre de lSII pp. 415-439, 449-453:
iario
IX, 2 7 - ~ 9
de septtem_bre de I811, pp. 6-52, acerca de los debates concernientes al requisito de
tener
proptedade
s. El tradicionalista Borrull se unió al
liberal
Villanueva, para asegurar
que grupos enteros como el clero, los empleados civiles, los comerciantes, los magistra·
dos o. los
s_oldados
no quedaran excluidos de las Cortes con base en q ue sus propiedades
r ~ n nsu.flclentes.
26
iario
VIII 23 -25 de septiembre de I811, pp. 415
•1
33. Constitución, arts. 34-58.
Il art. 35 excluía a los miembros del clero regular de participar en las elecciones
p rroc¡ ui
ales.
.
sal
de sufr;:,gio ma
sc
ulino. La definición de ciudadanía resn-ingía con
siderablemente su aplicación. La Constitución establecía las mismas
b
as
es de representación para ambos hemisferios: un diputado por cada
70
mil habitantes,
un
.diputado más por cada grupo excedente
de 35 mil. La definición de ciudadanía, sin embargo, excluía del voto
a grandes categorí?.s de personas. En lugar
ele
adoptar la div isión de
la población
en ci
udadanos "activos" "pasivos" de ra Constitución
de 1791 las restricciones de la Constitución española dependían de
la aplicación del término "ciudadanía". Millones de individuos tanto
en Espai1a como en las Américas quedaban fuera de esa categoría:
los 1tirvientes domésticos, los "quebrados" que quedaron debiendo a
las agencias públicas. _los desempleados , los vagabundos, los analfabe:
tos. El
término ciudadanos comprendía estrictamente a los que podían
trazar su lina¡e por ambos lados a los dominios españoles que real
mente residían allí. El proceso electoral y el derecho de desempeñar
cargos de elección >e aplicaba únicamente a ellos.
27
No todos los liberales estaban de acuerdo con la adopción de este
sistema de rangos. Algun
os
como Blanco vVhite,
habrían
nreferido
elecciones directas con la introducción de requisitos de p;opiedad.
Blanco afirmaba que
las
elecciones indirectas levantarían
una
barre
ra entre las Cortes el electorado más restri ngido que él contempla ba.
Blanco creía que el unicameralismo ofrecía pocas perspectivas de con
trolar la presión popular en los procesos políticos. En el bicameralismo
este liberal moderado veía
un
medio más efectivo de impedir lo
que él consideraba como un predominio avasallador del poder le
gislativo. Blanco veía al unicamarismo de la Constitución de 1812
como
un
obstáculo en potencia para la reconciliación del monarca
corP las transformaciones políticas que tenían lugar. En su concepto
la Constitución no reconciliaría a las diversas facciones que habían
surgido en las Cortes o en el país en general, puesto
que
simpfemente
reempbzaba
el absolutismo del gabinete
por
el absolutismo de
una
Constitución, arts. 18-25, 30-33,
cf.
Constitución
de
I791, Sección II arts. i-vii,
sección III , arts. i- vii. Las cifras de la población
eran
las del censo de I797. Los· ciu
dadanos residentes de una
parroquia
de más de 25 años de edad tenían el derecho
de
nombrar un elector
por
cada 200 residentes calificados
por
medio
del
voto oral. Esos
electores así seleccionados formaban la junta electoral de parroquia , que entonces
se
dirigía a la ca pi tal del distrito para seleccionar con otros de su misma categoría, a
los ~ J e c t o a nivel distrital. Estos últimos constituían
la
junta electoral de partido.
Los flcgidos por medio de este procedimiento se dirigían entonces a la capital de
la
p ~ o v
i n c í a para elegir a
Jos
diputados a Cortes por medio de una junt:t electoral
de
pTovincia.
J34
LA CO
NSTITUCióN
Y EL CONFLICTO
legislat
ura
irrestricta.
23
Esa opinión co incidía notablemente con la de
LA CONSTITUCióN Y EL CONFLICTO
135
elido
el 27
de octubre
ele
1811 que
se
resucitara esa antigua i ~ s t i t u -
7/23/2019 La Politica Española en Una Epoca Revolucionaria,1790-1820, Brian R. Hamnett
http://slidepdf.com/reader/full/la-politica-espanola-en-una-epoca-revolucionaria1790-1820-brian-r-hamnett 53/57
Vélez,
que e ~ c r i b í a p o ~ t e r
o r m n t
en la misma década.
Si
bien cada
uno
hacía valer argumentos der ivados de diversos preceptos,
esos dos
críticos de la Constitución convenían en que
l
monarca
y
su parla
mento difícilmente podrían actuar
j u n t o s ~
Argüelles y otros miembr
os
liberales del comité de la Constitu
ción, comprometidos con el centralismo y el unicameralismo, trataban
de restar importancia a los elementos innovadores ele la Constitución
a fin de mitigar los sentimientos de agravio de los tradicionalistas
ele las diversas regiones. El alejami
ento
de estos últimos provenía,
por supuesto, de la incapacidad de las Cortes por restablecer la situa
ción constitucional de
los
t erritorios orientales. La ConstituCión, en
efecto, abolió los fueros que aún quedaban, los de las Provincias
Vascongadas
y
de Navarra, reduciéndolos de
la
condición de reinos a
la de
una
simple provincia. Argüelles decía que lejos de reducir
los
derechos de las provincias, la Constitución los ampliaba
de
unos cuan
tos territorios privilegiados a toda la superficie de la monarquía.
Ese
argumento, sin embargo, era poco convincente para los tradicionalis
tas, que veían en
él_
nada menos que una ampliación de la Nueva
planta de Felipe
V.
.
Aunque los redactores de la Constitución sostenían incesantemente
que
sus intenciones no eran restablecer las prácticas de la constitu
ción medieval
que
habían aplicado los monarcas desde Fernando e
Isabel en adelante, pocas instituciones del nuevo régimen eran real
mente semejantes a
las
de
ese
pasado remoto. Un caso concreto fue la
pretensión de las Cortes de haber revivido la Diputación, típica ins
titución medieval
de
Aragón y Cataluña. Si
los
tradicionalistas de los
reinos orientales podían d"*ir
que
las Cortes habían renunciado a su
pretensión de legitimidadal dejar de oponerse a la Nueva planta,
entonces los centralistas liberales podrían responder que,
por
el con
trario, las prácticas constitucionales de Aragón y
Cataluña
en la Edad
Media, en lo sucesivo reinarían supremas en toda la extensión de la
monarquía. Esta recién creada Diputación, constituida por siete dipu·
tados de las Cortes salientes, exístía para prevenir violaciones a la
Constitución.
8
Un
diputado valenciano, Josep Castelló, había pe·
28
José María Blanco White,
l
español 9 tomos (Londres, 18 0- SH), vol. V
1812),
Breves reflexiones sobre algunos a;fículos de la Constitución espaiiola pp. 76-80.
U Fray Rafael de Vé ez, Apología el altar y del trono 2 vals. (Madrid, 18 8).
R
Tres americanos y tres
e u r o p ~ o s
formaban este organismo; el miembro resta nte
pod ía
pe
rtenecer a cualquiera de
las dos cate:;o rias. Dos miembros adicionales re·
ción, pero la concebía estrictamente como parte del restablecimiento
creneral de los fueros del reino de Valencia.
31
El 8 de septiembre
de
l813 las
Cortes designaron a l
os
miembros de
esa
nueva Diputación
permanente panimperial. La mayoría de los grupos de las Cortes
tenían
un
representante en
ese
organismo. Espiga, por ejemplo, re
presentaba a los liberales europeos, Creus a los tradicionalistas, en
tanto que Larrazábal era el americano más prominente.
32
El centralismo imperial estaba en
el
fondo de la Constitución
de
Cádiz. Así como
no
se contemplaba ninguna restitución de los anti
guos fueros de las regiones, las Cortes tampoco proponían ningím
tipo de sistema federal. Un gobierno central débil desde hacía mu
cho tiempo había planteado un problema en España
y
en la América
española. La teoría de la soberanía de los Estados inherente a
c u ~ l -
quier sistema federal amenazaba con institucionalizar las
tendennas
centrífugas que ya habían frustrado muchos de los empeños refor
madores de los ministros Barbones.
Un
nuevo funcionario, el gober
nador civil, designado por la corona, tomó a su cargo la administra
ción de las provincias.- Ese cargo formaba parte de la política
de
las Cortes de ejercer
un
más estricto control administrativo desde
la capital metropolitana. El jefe político o jefe superior, además ,
debía ser un civil, lo cual era un claro propósito de alejarse de la
práctica de los Barbones de poner la administración ele las provin
cias en manos de
un
militar, el capitán general. En sentido alguno
concebía la Constitución a ese nuevo funcionario como
un
goberna
dor regional
en
un sistema federal. Esa aspiración, de ejercer
un
con
trol central más estricto, no obstante, no
se
podía esperar
que
fuera
realizable fácilmente. Cada nuevo gobernador civil tendría que
dejar
su huella
en
la localidad
por,
medio de sus aptitudes políticas propias
y por la fuerza
de
· su personalidad ante los funcionarios rivales ya
afianzados en el ambiente de la provincia. Si alcanzaba éxito en
esa difícil tarea, el gobierno central se encontraría frente a
una
pode
rosa autoridad en las regiones.
33
· Una de las funciones del gobernador civil incluía la
de
presidir
los
comités regionales establecidos bajo la Constitución. Esas Dipu
taciones Provinciales de ninguna manera significaban el deseo
de
forzaban la Diputación. Constitución, arts.
157-160, 372.
Véase
igualmente
Argüelles,
ibid. II pp 27-28.
31
Ardit, Valencians p. 57.
32
M. Lafuente, Historia general de España vol. XXI, (Madrid,
1862
), pp.
441-442.
3:1 Co nstitución, art. 32 · .
136
I.,A C
ON
STI
TUCióN
Y
:EL
CONFLICTO
l
as
Cortes de crear legíslaturas estatales embrionarias. Estaban consti·
LA CONSTITUCióN Y EL CONFLICTO
137
Las Cortes procuraron revivir
el
gobierno municipal · facill.tando
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tuidas simpleme
nte
por siete .miembr
os
propietarios y tres suplentes.
Su función era principalmente consultiva. Su tarea principal era la
d e ejecutar las políticas del gobierno centr
aL
Los electores de cada
distrito elegían a los miembros de la Diputación Provincial por medio
de
elecciones d
if
erentes de
las
de las Cortes. La Diputación se debía
reunir durante noventa días en cada año.
4
Las Cortes · dispusieron
que se formaran treinta y uno de dichos organismos en la península,
y
otra serie en las Indias. Seis,
po
r ejemplo, se asignaron a la Nueva
Espa
i ía.
En tres distintos nivele
s,
por tanto, los ciudadanos de ambos
hemisferios tenían el derecho
de
representación
y
participaban en la
toma
de decisiones: en las eleccion s para las Cortes imperiales, en las
elecciones de las Diputaciones Provinciales y, según lo veremos, en
las elecciones de las municipalidades constitucionales. Hasta cierto
,grado la Constitución ofrecía a los america110s la posibilidad de mo
<lificar la hegemonía peninsular en las Indias. En el curso de 1813
1814
el gobierno constitucional sancionó la formación de nuevas
Diputaciones Provinciales. En la península la Diputación Provincial
<le Granada se
reunió
por primera vez el 12 de m
ay
o de 181 3 y la de
·
Córd
oba el 9 de agosto. Otras más. se reunieron a medida que los
franceses se retiraban definitivamente.
No
todas las Diputaciones Pro
vinciales
mo
straron resultados satisfactorios. En Extremadura, por
ejemplo,
en
donde predominaban tradicionalmente los intereses ga·
naderos de la antigua Mesta, fue disuelto el nuevo organismo cuando
r esultó que esos intereses seguían decididos a utilizar su influencia en
la Diputación para esto
rbar
la legisl
ac
ión del gobierno concebida
para ayudar a los agricultores. En las Indias el recelo de los virreyes y
la ru
p
tura
que fue el resultado de la guerra civil demoró su forma·
ción. El virrey Venegas temía que• los americanos resultaran victorio
sqs en las elecciones, lo q_ue tuvo como consecuencia que
la
Diputa·
óó
Provincial de la ciudad de México no se reunió sino hasta
el
13
de
julio
de 1814,
más de dos meses de5pués de que Fernando
VII
había
abolido
la
Constitución en España 5
4 Co
nst
itución, arts. 325-
335
. Las Cortes
se
reservaron el de recho de aumentar el
número
de miembros. Ningún empleado
de
la Corona podía formar parte de esas
diput
acione
s.
En lugar del
jefe
político, presidiría el intendente. Las diputaciones eran
renovables
por
mit
ad cada dos
años.
35
Arch ivo de la · Rea l
Chancillería
de (ARCG)
321-
43
í2·2·1. Concepción
de
.Castro, La 1·evol Ución liberal y los m Unici:f¡ios espmioles
1812·1868)
(M
adr
id, 1979),
pp
. 92-95. Nettie Lee l:lenson, La diputación ;provincial y el fuleralismo mexicano (Mé-
xico, 195.5), pp. 9- 4, 30-39. '
el acceoo a los· cargos públicos. La introducción del sistema de elec-
. ción eliminó a les funcionarios que habían heredado o comprado sus
cargos. Los diputados liberales vieron en esta política el medio de
reemplazar les arraigados
in
tereses de los nobles por miembros
de las profesiones liberales. El caso de La Coruña ilustró el despla
zamiento
ele
funcionarios y personas que desempeñaban sus cargos
po r herencia, por comerciantes
ele
la localidad
y
por
profesionales.
La
Constitución conservaba el número existente de concejos municipales
y disponía la creación de otros nuevos para representar a los grupos
de más de mil habitantes
en
las regiones en donde no
habían
exis
tido con anterioridad. Más del 35 de la población española en
1812
vivía.
en
villas o poblados pequeños ccn menos de
mil
habi
En la práctica,
el
analfabetismo, la inexperiencia o la mera
distancia, tratándose de eses grupos de las villas y caseríos, con fre
cuencia impedía que los individuos comunes · aprovecharan
esos
nue
vos procesos electorales.
Cu
a
ndo
de acuerdo con el decreto de
23
de
mavo de 1812 las Cortes autorizaron la celebración de las
p
rimer
as
~ l e c c i o n e s
los resultados en numerosas localidades peque
ñas mostra
ron
poco cambio. Los grupos
que anteriormente
habían
dom inado en los concejos municipales retuvieron el control por me
dio de
la
manipulación de los procesos electorales. En las poblaciones
más grandes los cambios fueron más significativos, según veremos
en el caso de Sevilla, en donde las facciones nobles que habían
si
do desplazadas lucharen para recuperar su anterior supremacía du
rante los años de 1813 y principios de 1814.
36
Numerosos conflictos futuros tuvieron como origen la Constitu
ción. Inmediatas controversias res
ultaron
de la disposición de
que
no
se
podría
modificar sino hasta que hubiera transcurrido un per.iodo
de ocho años. Blanco White vio esto como un factor
que contribuía
a
la
rápida desintegración del sistema constitucional. Además, los de
fensores de la Constitución empezaron a acusar de traidores a los
que
ha
dan
p.resión para modifi
carla
en el periodo de ocho años. Blanco
advert ía q
ue
mientras subsistiera la disposición de los ocho años, la
única manera de modificar la Constitución sería la
de
abolirla.
7
No hay duda de que la Constitución de
1812 debia mucho
a la
de 1791. Ambas tenían como origen las expresiones de una reacción
común ante la herencia del absolutismo y ante la desintegración del
G
Co
nstituc
ión, arts. 308-3 8.
Castro, ibid ., pp
. 41-47 ,
61- 74,
108-109.
37
B anco White, iúid. pp. 119-120. .
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:l42
LA
CONS
TI TUCióN
Y EL CO NFLICTO
Las Cortes i
ntrodujeron
los conceptos de soberanía del pueblo, de
-nacionalidad, de igualdad ante la ley, de gobierno representativo,
V. EL PRIVILEGIO SEÑORIAL Y LA
PROPIEDAD
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de liber tades civiles y de supremacía del poder civil , que eran los prin- .
·Ó
pi
os
clásicos
del
liberalismo. Los liberales, no obstante, tenían
otros objetivos
que
en numerosos aspectos señalaban hacia
una
direc
.dón opuesta: la centralización administrativa, la reconstrucción del
Estado, la utilización del pod er del Estado para proteger a los dueños
de la prop iedad privada y del capital, el predominio polí tico de los
profesionales y,
en una
época posterior, la burguesía ·empresarial
y
la adopción de una política económica fundada en el libre juego
de las fuerzas del mercado. Aquí, igualmente, se encuentran las raí-
.ces de las teorías económicas y sociales de la Ilustración posterior.
La
combinación de objetivos liberales sociales y constitucionales,
que
fueron concebidos ambos para socavar las inst itucion
es
del ancien
·régime que aún sobrevivían, suscitó una oposición violenta. La host
i
lidad liberal hac ia los fueros region
al
es y corporativos echó abajo las
barreras entre el Estado y el súbdito común,
en
las que el pri-
mero
era
un principio infinitamente más poderoso y el último ha
.bía
quedado reducido, de
miembro
de algún tipo de
orps
intér-
m
iaire
a la condición más débil de individuo particular atrapado
-entre las exigencias del Estado y las presiones de los poderosos due
ños de las propiedades y del capital. Los críticos de fines del si
;glo XIX y principios del xx hicieron valer esos aspectos tanto desde
la derecha como
de
la izquierda del espectro político.
La debilidad de su base electoral suministró la más clara expli
•Cación del fracaso del liberalismo durante el
primer
período consti
·:tucional. La abolición de
la
jurisdicción señorial
pudo
haber dado
.a los legislador
es
liberales y a las comunidades rurales el medio
-para unírse en un ataque común contra el legado feudal del
ancien
·régime
En el
capitulo siguiente veremos que las ambigüedades y de
' ficiencias de la ley frustraron
ese
intento. Las raíces del colapso de los
liberales en mayo
de
8 4
en
el momento
en
que regresó
el
rey
se
.encue
ntran
pre
ci
samente en esta ausencia de propósitos comunes.
restnccwncs sobre la utilización de la tierra y establecía el derecho de construir
fábricas
0
talleres y la libertad de ejercer oficios y eliminaba la obli ga ción de ma·
c l l l a r s e
ante s
u
toTicbdes de os gremios
•
.
CORPORATIVA
1
EL PROBLEMA
DE LOS DERECHOS SEÑORIALES
LA
CUESTIÓN
del privilegio señorial suministrab a
un
ejempio de las di
visiones que existían dentro de la nobleza. La mayoría de l?s nobles es
pañoles no poseía ningún derecho a la jurisdicción o ~ 1 a ~ ~ a o el
cálculo de mediados del s
io-
lo xvm de que había 725 mil md1v1duos
como miembros de la b l ~ z a tan só lo 30 mil te
nían
el privilegio. de
la jurisdi
.c
ción.
En
muy dive rsos aspectos
la
jurisdicción era
ú n ~ a -
mente un . poco más
que una
prerrogativa legal,
una o ~ p e n s a c w n
de la marginalización en el proceso de la toma .de
deoswnes en
el
centro
político. únicamente en el caso de la ant1gua nobleza
.
de los
Grandes de España y la nobleza titulada, un
ingre:o
l u c r a t ~ v o era
el resu ltado de la jurisdicción y de las cuotas señonales asoc1adas a
ella. Para esa cate
go
r ía de nobles
los
privilegios de
la
jurisdicción Y
la perce
pc
ión de impuestos constituía
una
parte
importante de su
posición social como el grupo dominante en zonas geográficas espe
cífi
cas.
No constituía, sin embargo, la
única
base de
la
fuerza
de
la antigua nobleza territorial. La mayoría de las casas de los antiguos
nobles podían subsistir sin esos privilegios, siempre, por supuesto,
que se siguieran percibiendo los ingresos d e r i v a ~ o s de los.
arrenda
mientos o mejor aún,
que
se incrementaran. A fmes del s1glo xvm
la nobleza antiaua esta
ba
constituida por unas l 500 personas.
No
era
su reducido
nú
0
mero sino la enormidad de sus prerrogativas en la lo
calidad, lo que planteaba el problema. Las dos
:e
giones más p o ~ u -
losas de Españ
a,
Galicia y Valencia,
habían expenmentado
un md1ce
de incremento de población
mu
y por
arriba
del nivel nacional du
rante
el
sio-lo
anterior a
la apertur
a de las Cortes. Inevitablemente
recayó la en la ut ilización de la tierra, especialmente pues
to
que
el índice de incremento de población
en
. el
r e i n ~
de Va
len cia continuaba siendo de 250 .
Si bien
sería c1erto deClr
que la
econ omía reo-ional se había ampliado prácticamente en todos los as
pectos como resultado del incremento de población, producción
agrícola y la dispo
nibilidad
de
la
tierra no
habían
pod1d? aum,en
tar
en la misma proporción, con el resultado de que Valenoa tema un
problema de sobrepoblación al iniciarse el siglo XIX. Era poco lo que
- 3