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«La poesía y la magia en el proceso creador de Edgar Negret * * Este trabajo se realizó a partir de una entrevista de largas horas con el Maestro Edgar Negret y de una juiciosa revisión bibliográfica sobre la obra del escultor. ** Socióloga, directora del Departamento de Investigaciones de la Universidad Central. Investigadora social, autora de distintas publicaciones sobre temas referidos a la cultura, la ciencia, la mujer y el arte. María Cristina Laverde Toscano ** Pensar en el arte significa penetrar el mundo inconmen- surable de la creación, el universo de sus infinitas posibili- dades, los determinantes y las circunstancias que le ro- dean, con frecuencia invasivamente, sus fundamentos conceptuales y técnicos; el juego mágico de los sueños y de las fantasías; la presencia avasalladora de eso que lla- mamos realidad ... Acercarse a un artista exige un es- fuerzo por entender las complejas relaciones que se esta- blecen entre la vida y la obra de quien convierte su ser en un canto a la belleza, a la armonía, al color, en busca de la perfección formal. Aproximarnos al Maestro Negret es irrumpir al espacio alucinante de un creador de volúme- nes majestuosos y, además, de un «señalador de cami- nos» para la escultura latinoamericana entre los grandes de la plástica universal. Edgar Negret ha logrado desee hace ya varios lustros, ser dueño de un lenguaje propio. Inconfundible. Asume la opción por el aluminio, pintado con sobriedad, en razón de la nobleza del material: tan dócil que permite a sus manos maestras atrapar espacios en formas de exquisita sen- sualidad; las curvas delicadamente voluptuosas al encuen- tro de dobleces, de rectas y de planos que convierten sus esculturas en objetos misteriosos, ajenos a lo accesorio, a lo retórico. Son construcciones ligeras y a la vez impo- nentes en las que la oquedad se empecina en tanto su obra es un trasegar que progresivamente subordina la masa a favor del espacio. Los tornillos y tuercas a la vista son también elementos constitutivos de ese lenguaje. La mi- rada preciosista podría considerarlos un «barbarismo plás- tico» a no ser porque estéticamente entran a formar parte de la obra, trascendiendo la condición de artificios para el acople de cada pieza escultórica. El trabajo de Negret, sin embages, pertenece al ámbito de esa escultura contemporánea que labora el metal ensam- blado. No obstante la aspereza del elemento, es manejado por el Maestro con tal sutileza que, como afirma Lynton, convoca «...a la cercana atención que podríamos prestar a un marfil o a una flor». Introduce al espectador, carente de imágenes con las cuales identificar cada escultura, en el terreno de la contemplación; despierta su sentido lúdico; provoca ese vuelo de la imaginación que permite recrear la obra.

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«La poesía y la magiaen el proceso creadorde Edgar Negret*

* Este trabajo se realizó a partir de una entrevista de largas horascon el Maestro Edgar Negret y de una juiciosa revisión bibliográficasobre la obra del escultor.

** Socióloga, directora del Departamento de Investigaciones de laUniversidad Central. Investigadora social, autora de distintaspublicaciones sobre temas referidos a la cultura, la ciencia, la mujer yel arte.

María Cristina Laverde Toscano* *

Pensar en el arte significa penetrar el mundo inconmen-surable de la creación, el universo de sus infinitas posibili-dades, los determinantes y las circunstancias que le ro-dean, con frecuencia invasivamente, sus fundamentosconceptuales y técnicos; el juego mágico de los sueños yde las fantasías; la presencia avasalladora de eso que lla-mamos realidad ... Acercarse a un artista exige un es-fuerzo por entender las complejas relaciones que se esta-blecen entre la vida y la obra de quien convierte su ser enun canto a la belleza, a la armonía, al color, en busca de laperfección formal. Aproximarnos al Maestro Negret esirrumpir al espacio alucinante de un creador de volúme-nes majestuosos y, además, de un «señalador de cami-nos» para la escultura latinoamericana entre los grandesde la plástica universal.

Edgar Negret ha logrado desee hace ya varios lustros, serdueño de un lenguaje propio. Inconfundible. Asume laopción por el aluminio, pintado con sobriedad, en razón dela nobleza del material: tan dócil que permite a sus manosmaestras atrapar espacios en formas de exquisita sen-sualidad; las curvas delicadamente voluptuosas al encuen-tro de dobleces, de rectas y de planos que convierten susesculturas en objetos misteriosos, ajenos a lo accesorio, alo retórico. Son construcciones ligeras y a la vez impo-

nentes en las que la oquedad se empecina en tanto suobra es un trasegar que progresivamente subordina la masaa favor del espacio. Los tornillos y tuercas a la vista sontambién elementos constitutivos de ese lenguaje. La mi-rada preciosista podría considerarlos un «barbarismo plás-tico» a no ser porque estéticamente entran a formar partede la obra, trascendiendo la condición de artificios para elacople de cada pieza escultórica.

El trabajo de Negret, sin embages, pertenece al ámbito deesa escultura contemporánea que labora el metal ensam-blado. No obstante la aspereza del elemento, es manejadopor el Maestro con tal sutileza que, como afirma Lynton,convoca «...a la cercana atención que podríamos prestara un marfil o a una flor». Introduce al espectador, carentede imágenes con las cuales identificar cada escultura, enel terreno de la contemplación; despierta su sentido lúdico;provoca ese vuelo de la imaginación que permite recrearla obra.

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Su proceso escultórico es pausado.Sin desmesuras ni sobresaltos. Des-conoce lo abrupto y novedoso parapermitir el imperio de diversas cons-tantes formales y materiales. Su obrase transforma pero a paso lento, comoes el paso de quienes hacen camino.

En este «insigne fabulador del alumi-nio» convergen una serie de atributosque le han permitido alcanzar la cima.Como lúcidamente lo señala JoséMaría Salvador, Edgar Negret poseeférrea disciplina y perseverante ca-pacidad de trabajo. Cada día se plan-tea un problema a resolver. Guiado porsu gran claridad conceptual. Es inde-pendiente de criterio, sabe lo que quie-re y pronto encuentra la respuestaporque a mas de dominar la técnica,su poder de invención morfológica es

inagotable. La creación para él trans-curre entre el estudio metódico de te-mas y técnicas y la reflexión inquisitivaen torno a su quehacer cotidiano;acompañado además, de unaautocrítica sin concesiones. No exis-ten términos medios en la vida deEdgar Negret; ni aún en lo más ni-mio: ante el asomo precoz de la calvi-cie impenitente, su determinación fuerotunda: cortar el cabello al rape. Talvez por esta razón, en la juventud desus setenta años, irradia esa experien-cia que sólo adquieren los que vivencon absoluta intensidad.

La existencia de este gran Maestropayanés se ve signada por la soledadquien con frecuencia se convierte ensu mejor compañía: la disfruta, la amay solazado en ella concibe sus mejo-

res esculturas. En otros momentos, setransforma en dolor lacerante. En pro-funda sensación de abandono, comocuando el mundo familiar empieza aderrumbarse ante la muerte irreme-diable de sus padres y hermanos: briz-na a brizna el «tibio nido» del hogarse va deshaciendo sumiéndolo en de-finitiva soledad. Logra sobrevivir enla búsqueda atávica. Quería saberquien era, de dónde venía. Preguntóentonces por los abuelos de sus abue-los hasta trascender a los tatarabue-los de sus tatarabuelos: «... tuve lasensación -afirma el Maestro- de queno estaba solo, de que era corrientede un agua que fluía desde siglos atrás,gota de una savia que se prolongabay echaba raíces en el pasado ...». Asíemprende el camino que lo condujo alos ancestros primigenios:

«...La genealogía familiar mepermitió llegar más allá del ‘hijode labradores andaluces’: hijade Huayna Capac, y hermanade Atahualpa; heredera del Sol,del Cóndor y la luna, doña Fran-cisca Coya fue arrancada delCuzco y traída a Popayán, mez-clando así su imperial sangrecon la sangre de labradoresandaluces de llanas condicio-nes: nuestra sangre...»

La Sangre mestiza que reverbera enlas venas de Edgar Negret y queirrumpe envolvente en las soberbiasesculturas de su último período, ho-menaje a las raíces milenarias palpi-tantes en la cultura precolombina.

Una infancia para lacreación

¿Qué representa en la vida futura deun niño el ambiente que lo circunda

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en sus primeros años?. ¿Hasta dóndepuede propiciar o no un adulto que vivaen armonía con los mandatos de susser?. ¿Existen aptitudes innatas queexpliquen la diversidad y la riquezacreativa de la especie humana?. ¿ Enqué medida los valores culturales pri-vilegiados históricamente -unidos enocasiones a azarosas urgencias eco-nómicas-, impiden la expresión en li-bertad de tantas vocaciones creado-ras? O, ¿hasta dónde someten al indi-viduo a devastadoras luchas paralegitimizar su condición de artífices dela belleza o del conocimiento, en de-trimento de n placentero y productivoproceso creador?.En la vida y en la obra de este granMaestro de la plástica contemporá-nea, invitado de honor de nuestra re-vista «Nómadas», encontramos diver-sas respuestas. Adelantándonos, suinfancia es testimonio irrefutable deun ambiente resuelto a favor de lacreación.

El artista nace con especial sensibili-dad pero el entorno en el cual creceen gran medida determina el curso desu proceso creativo: auspiciando lapesquisa de lo desconocido y la bús-queda del esplendor en las formas; o,arrasando fantasías, quimeras, intui-ciones, razones e invenciones. Sinequívocos, asumir culturalmente unade estas disyuntivas dará cabida a laexistencia de dos tipos de sociedadesantagónicas: una, amante de la liber-tad y de la autonomía; otra, compro-metida con la subordinación.

Edgar Negret nace en el Popayán de1920. Una ciudad señorial dueña degrandes tradiciones: arquitectura co-lonial con techos de barro enmoheci-do y bellísimas iglesias a las que lagente acude para expresar su profun-da religiosidad; rígido concepto de la

familia patriarcal extensa en dondecada miembro cumple estrictamenteel rol que sele asigna; estructura polí-tica bipartidista en la cual el liderazgocon frecuencia exigía la convergen-cia del poder y del saber; amor sinreatos por el conocimiento y por el arteen sus diversas expresiones; centroseducativos de reconocido prestigiohumanístico. De seguro, en aquellaépoca Popayán, cuna, además, deilustres ciudadanos, no contaba entresus premuras la preocupación por eldesarrollo industrial o el crecimientoeconómico de la región. La erudiciónacadémica otorgaba prestigio y pro-movía el estatus de sus pobladores.En este ambiente, el hijo que optarapor la literatura, por la música, por la

pintura, por las ciencias o, también, porla vida religiosa, era motivo de orgullofamiliar y social.

El maestro es el menor de diez hijos yllega cuando Alicia, la hermana a quiendesplazó, tiene ocho años. Como él loseñala, arriba a la vida siendo tío puesuna de sus hermanas mayores espe-raba el segundo bebé el 11 de octubrede 1920, fecha de nacimiento deEdgar Negret. Su padre, RafaelNegret Vivas es un militar de carre-ra, amante de Bolívar, miembro dedistintas academias de historia y au-tor de múltiples estudios. En razón desus méritos, en 1919 recibe la Cruzde Boyacá, a más de otras distincio-nes otorgadas por diferentes países.

Negret a loscinco años.

(Tomado deMundo al Día).

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Viajaba frecuentemente y entre losmejores recuerdos de infancia estánlos regresos de ese padre amoroso:volvía cargado de regalos y, por so-bre todo, infinita ternura hacia su «que-rido cuncho», como usualmente llama-ban al menor de los hijos. Con retretafrente a la casa acudía el pueblo a darlela bienvenida y los personajes de laciudad desfilaban para saludarlo.

Cuando estaba lejos, la corresponden-cia entre la pareja Negret era frecuen-te y en cada carta que su madre leenviara, iba un dibujo del «pequeñoanalfabeta» quien aún jo9 alcanzabalos cinco años. Dibujos en los que lecontaba cuanto sucedía a su alrede-dor. Igualmente, su padre incluía enla respuesta a la esposa una carticapara él; con cariño y humor comenta-ba sobre los pájaros, las vacas, lospaisajes que llenos de colores recibíareiterándole insistentemente: « mi hijo

va a ser un gran artista y lo voy amandar a parís». Estando en Popayáno en las vacaciones de Palacé, la fin-ca de la familia, cada noche les leehistorias de viajes, aventuras y per-sonajes. No son las narraciones so-bra hadas y príncipes con las queusualmente se arrulla a los niños sinopiezas de la literatura universal. Loscolma de cariño pero, igualmente, im-pone con dulzura la disciplina y el or-den.

Doña María Dueñas, a juicio delMaestro, es una madre generosa, jo-vial e infinitamente religiosa,. Jamásse excedía y estrictamente hace cum-plir sus mandatos y los señalados porel padre ausente. Junto con los hijosmayores, goza las destrezas manua-les del pequeño Edgar y orgullosa lascomparte con los amigos y familiaresque a diario visitan esa casa de puer-tas abiertas que era el hogar de los

Negret. Al niño le encantaba dibujar.Recuerda que siempre tuvo en susmanos un lápiz y unas tijeras porquecortar papel significaba una de susmas gratas diversiones. Por eso es elpersonaje de cada reunión y lo invitana demostrarlo: «Haz un ángel peroempieza por la nariz» o «..empieza porel ala» o»...empieza por la cabeza».Y lo logra sin ninguna dificultad. Unbuen día le vende uno de estos ánge-les al tío Marco Tulio y con el pesoque le paga, compra sus primeras ti-jeras. Así, quienes le aman son pun-tuales de su vocación creadora.

Doña María, a más del inmenso afectomaterno y de los ciudadanos que lebrindara - con frecuencia delegadosa las hijas mayores, quizás por el can-sancio de tanta crianza-, influye deci-sivamente en la vida del futuro Maes-tro. Cuando Edgar Negret alcanzalos siete años, se convierte en su com-pañero de muchos momentos: van jun-tos a la iglesia y a las misas. Las pro-cesiones de Semana Santa y el mesde la Virgen, son presagio de lo ma-ravilloso para este pequeño que pocoa poco se enamora del misterio queenvuelve la ritualidad religiosa. Es unespacio en el que también se refugiapara disfrutar la soledad que desdeniño le engolosina, muy posiblementepor su condición de «hijo único» enmedio de tantos adultos con intereses,diversiones y amigos distantes delmundo infantil. El incienso, las velas,las procesiones de santos en andas,le inducen al éxtasis; los altares deCorpus Cristi y la mágica simetría defloreros rojos, amarillos y blancos,horadados por el lúdico destello decandelabros dorados, lo deslumbran alextremo de colocarlo a la espera deque algo asombroso sucediera. Aúnhoy esas imágenes están vivas y enel marco de ellas monta una de sus

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últimas exposiciones: en esculturasdispuestas a trasluz de sus recuerdos,recoge en ara símbolos mitológicosprecolombinos: el maíz, el agua, el sol,la serpiente emplumada...

¡Qué no decir del Angelus que a lasdoce del medio día y a las 6 de cadatarde entonaba su madre desde elpatio de la casa!; era su forma deconvocarlos para el rosario en fami-lia. Todos le contestaban desde el lu-gar donde se encontrarán. Tenía unavoz misteriosa, cálida y profunda ...Escucharla rezar el rosario y las leta-nías, igualmente suscitaba en él in-menso regocijo: eran cánticos que serepetían candenciosamente, una y otravez; reiterados, como las piezas de susesculturas.

El costado interior de la casa de losNegret cuenta con un gran huerto enel que, silencioso y feliz, el niño pasala mayor parte del día dando vuelo asu inquieta imaginación. Colmado deplantas, de flores, de pinos, de cafe-tos y de rincones oscuros que él ex-plora hasta encontrar las paredes endonde dibuja sus fantasías. Inventaextrañas construcciones que lo llevana permanecer largas horas trepado enlos árboles. Esta experiencia le per-mite descubrir, siendo aún muy niño,que « ...todo estaba dentro de mí y lode afuera, poco me interesaba». Laciudad, por ejemplo, no la conocía yen su primera salida solo, se pierde ados cuadras de la casa. El territorioideal de su infancia es el huerto y tam-bién la finca familiar, Palacé, donde

goza con las mismas aficiones.

El inmenso amor de los suyos, contri-buye al aislamiento. Por temor quizása que aprendiera «lo indebido», noquerían enviarlo a una escuela. En-tonces, convencen a doña PepaMosquera, una querida vecina, paraque le dicte clases en su casa, situadaa cincuenta metros de la de losNegret. Más adelante, entran otrosniños y el lugar se convierte en nota-ble colegio de la ciudad.

Es tanto el amor y tanta la ternura querodea los primeros años de este crea-dor que, ciertamente, crece en un «ti-bio nido», ajeno al dolor y al sufrimien-to. Así el tema de la muerte les eravedado a los menores: los alejaban deella y, sin traumatismos, de pronto seencontraban vestidos de riguroso lutopara acompañar algún duelo familiar.Según el Maestro, ese colosal afectode los tiempos infantiles lo dota deprofunda seguridad ante el mundo,brindándole una especie de áurea pro-tectora que ha sabido preservarlo antelos avatares de su intenso trasegar porla vida.

La lectura, una gran pasión

En Edgar Negret existe algo de esoque coloquialmente llamamos «venaartística». Un tío, gran arquitecto,construye la Catedral de Popayán.Una tía pinta con cierta Destreza ysu hermano Gerardo también lo haceen su primera juventud y, febrilmente,en sus últimos años. Sin embargo, supadre quería que ampliara horizontespara elegir el futuro y por esto insisteen que concluya su bachillerato. Locursa en la universidad del Cauca sinque se destacara, precisamente, comoel mejor de los estudiantes. En pala-bras de Daniel Samper, en lo único

María Dueñas Rodríguez, Madre del Maestro. 1920

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que podía «soplarle» a sus compañe-ros era el dibujo, tarea que ocupandoun lugar importante en sus apegos, seve un tanto desplazada por la lecturaque se erige como la gran pasión des-de su adolescencia.

Los años transcurren en un ambientede hondura religiosa: la bondad, laverdad y el orden son algunos de losvalores privilegiados por la educaciónfamiliar. El pecado es desconocido enese espacio casi angelical de su pri-mera época. Por eso, hacia los quin-ce años quiere ser santo pero San Juande la Cruz y su poesía lírica empiezana disuadirlo: la «Sabiduría al MonteCarmelo» le revela que para empe-zar la ascensión a este Monte se re-quiere humildad y el sólo pensar queuno es humilde se torna ya en un actode rebeldía. El joven Negret compren-de que en su alma no hay espaciopara tanta sumisión. Así se trunca estabeata vocación.

No obstante su calidad de provincia,hacia 1935 Popayán es un pequeñoemporio cultural. Luz Valencia, hijadel Maestro Valencia -con quienEdgar Negret conversa frecuente-mente-, es la gran amiga: intercambianlibros e inquietudes en largas discu-siones. En la misma forma, departecon Reinaldo Muñoz Zambrano, conAurelio Caicedo Ayerbe y con diver-sos intelectuales que han transitadopor estas tierras. Este clima contribu-ye a su fervor por la literatura:Shakespeare, Wilde, Proust, Mann,joyce -al amparo de las cavilacionesde Jung-, entre otros, ocupan la ma-yor parte de sus lecturas. Y el descu-brimiento de Rilke resulta para élmaravilloso; no sólo por la majestadde su poesía sino por las enseñanzasque, en los cimientos de su vocacióny de sus inquietudes artísticas, reci-biera de sus «cartas a un joven Poe-ta»:

«Pregunta usted si sus versosson buenos ...Nadie puedeaconsejarle ni ayudarle, nadie,nadie. Hay sólo un único me-dio. Entre en usted. Examineese fundamento que usted lla-ma escribir; ponga a prueba siextiende sus raíces hasta el lu-gar más profundo de su cora-zón; reconozca si se moriríausted si se le privara de escri-bir. Esto, sobre todo: pregúnte-se en la hora más silenciosa desu noche: ¿debo escribir?Excave en sí mismo, en buscade una respuesta profunda. Ysi esta hubiera de ser de asen-timiento, si hubiera usted de en-frentarse a esta grave pregun-ta con un enérgico y sencillodebo, entonces construya suvida según esa necesidad: suvida, entrando hasta su horamás indiferente y pequeña,debe ser un signo y un testimo-nio de ese impulso».

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de la técnica. Sin embargo, observan-do los dibujos de esta época, los ex-pertos reconocen que ya este novelartista había descubierto el espaciocomo elemento más interesante inclu-so que la forma.

Si bien a la Escuela ingresa como pin-tor, por reglamento, debe conocer elmodelado; al igual, quien optara porla escultura, estaba obligado a aproxi-marse al dibujo y al color. Edgar

Son consideraciones que EdgarNegret lleva a «la hora más silencio-sa de su noche» para responder conel testimonio rotundo de su obra y desu vida.

Hacía la rupturacon la academia

Así provisto de juicio-sas herramientas con-ceptuales y estéticas,este joven decide es-tudiar Bellas artes,ante la mirada com-prensiva y compla-ciente de quienes lecircundan. Viaja aBogotá pero el am-biente lúgubre de laEscuela en esta ciu-dad lo conduce a Calidonde encuentraenormes ventanales,luz, color, profesoresacadémicos y esplén-didos hombres y mu-jeres que moldeandodesnudos empiezan amostrarle la inagota-ble belleza corporalhumana: la total ar-monía entre un brazoy cuyo músculoemerge hacia delan-te como respuesta aotro que se hundeatrás; o, cómo un ex-tremo se encuentracandenciosamentecon otro diferente...Cuando logra dibujaruna figura humana desnuda, dueña deenormes pies construyendo una pro-funda perspectiva, entiende que, enese momento, su territorio es el dibu-jo: ante el asombro de los maestros,pronto alcanza un excelente dominio

Negret afirma que cuando tocó elbarro y se enfrentó al volumen, a lasformas y a las sombras, supo que sumundo era el mundo de la escultura.Aprende las técnicas y, total avidez,moldea en yeso, une y pega piezas y

asiste a cuanto cur-so programara la fa-cultad en horariosadicionales.

Siendo aún estudian-te, en 1940, mueresu padre tras peno-sa enfermedad.Aquí comienza a«deshojarse el nido»y es el primer grandolor irreparable enla vida de esteMaestro. Al pocotiempo, se gradúacon honores puestres veces sube alpodium para recibirlas distinciones otor-gadas a los mejoresalumnos. Regresa aPopayán cuandoempieza a dudar dela academia en tan-to ya no plantea re-tos a este jovencreador.

Vuelve a la casamaterna y la amis-tad con su madre seestrecha intensa yprogresivamentehasta convertirse ensu mejor amiga.

Acostumbrado a los espacios magní-ficos de la Escuela de Cali busca unlugar para su taller. Encuentra unapequeña casa de espacios reducidosque lo aprisionan. Entonces , EdgarSimonds, alcalde de la ciudad y en-

Modelo de pie, Cali, 1942 (Colección de artista).

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trañable amigo de la familia, lo invitaa ocupar el antiguo Convento de SanFrancisco, deshabitado desde hacíamuchos años y depósito de viejos pa-peles que fueran quemados, ignoran-do su carácter de archivos de la Co-lonia. Así, los comedores de los fran-ciscanos de antaño se van convirtien-do en el inmenso y luminoso estudiode Edgar Negret al que en las tardesconcurren los amigos para visitarlo.

Allí da rienda suelta a su rebeldía, ini-cia la ruptura sin contemplaciones concualquier convencionalismo.Intuitivamente, sin la mediación dediscursos o teorías, comienza a ahue-car los objetos; descubre a la líneacomo forma de expresión que envuel-ve los espacios conformando ritmos.Inmerso de lleno en el volumen y bus-

cando problematizar su obra, abordala simplificación. Técnicamente lemolesta ese brazo que irrumpe en elespacio sin lograr unirse a la masacentral del cuerpo. Y resuelve ampu-tar para enaltecer el torso. Se remon-ta a la escultura greco-romana quemuestra la belleza alcanzada por launidad de la idea. Se trata de negarlea la obra lo accesorio. Recordaba aMiguel Angel; una verdadera escul-tura tendría que lanzarse por un roda-dero y lo que quedara de ella era loque debía ser. A su vez, encuentraque al caer la luz se pueden suprimirpartes de una pieza. Esa luz daba im-presiones de cosas que fue descu-briendo por su cuenta. A la manerade Rodin, a quien apenas conocía,busca alterar las superficies para quela luz irrumpa provocando movimien-

to. Es su lucha por atrapar el resplan-dor exterior ...

En este período temprano de su vidaartística, Negret había recorrido yagran parte de la historia del arte: des-de los griegos hasta el renacimientocuando se halla al ser humano y se leconvierte en centro del universo;cuando se disecciona su cuerpo y seobserva que posee corazón y que,además, ese cuerpo es infinitamentebello. Transita el camino hasta llegara Rodin. Pero la genialidad de eseproceso radica en que, confinado enPopayán, el Maestro no conocía esahistoria. Sin embargo, en pequeño larepite ...

En el arte todo esposible: las enseñanzasde un Maestro

Jorge Oteiza, afamado escultor vas-co, junto con un talentoso pintor es-pañol, fue contratado por su gobiernopara realizar una investigación sobreel arte precolombino, recorriendo elcontinente desde Argentina hastaMéxico. Estando en Buenos Aires yen razón de la guerra Civil Española,se le suspende el contrato. El pintordecide marchar hacia México en don-de a los pocos días muere. Esta tra-gedia ocasiona una abismal crisis enOteiza, quien por diversos trabajosrealizados, entre otros un busto dePerón, era ya memorable en Buenosaires. Por gestiones de nuestro em-bajador en ese país, el escultor es con-tratado como profesor de cerámicapara diversos proyectos en Colombia.El y su esposa vasca llegan a nuestroterritorio en 1944. Se traslada aPopayán en su afán por conocer lacultura de San Agustín y como Maes-tro de la Escuela de artes y Oficios.

Negret y Jorge Oteiza, Palacé, 1945

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Un buen día, Edgar Negret, en com-pañía de una sobrina, caminada poruno de los parques de la ciudad cuan-do se encuentra con una singular pa-reja, a todas luces extranjera: élla, deojos azul intenso y él, pequeño, con subarba larga parecía un ruso; el rostrocetrino denunciaba su reciente enfer-medad. Con un dejo de soledad, si-lenciosos tomaban el sol. En tales cir-cunstancias alguien los presentainiciándose en ese momento una in-tensa conversación que aún no con-cluye.

Negret lo invita a su estudio y conenorme regocijo este hombre quecomo nadie conoce y siente el arteuniversal, contempla no sólo el espa-cio luminoso y amplio sino un conjun-to de obras que ocupan distintos rin-cones del salón. Así, se enfrenta a unaenorme efigie para ser cargada en lasprocesiones de Semana Santa: Unafigura que avanza de cabeza, inclina-da y gestualmente atrevida; el hom-bro gira dentro de su gran saya. Negretama la poesía inconclusa de la quetanto se habla en aquella época y ellase introduce en su obra: corta la ca-beza o los brazos o los pies de unaescultura aparentemente concluida; depronto suspende el torso en el aire yéste se torna fascinante, colmado desugerencias ... Oteiza observa tam-bién, la cabeza soberbia de AlbertoArboleda, ilustre payanés residente enEuropa, y deslumbrado, repite: «¡...Aquí está Rodin... Aquí estáMaillol...!». Pero Negret jamás ha-bía oído este último nombre. El escul-tor vasco no comprende cómo logra,recluido en Popayán, aproximarse alos problemas de la simplificación enel arte.

En principio, todos los días visita elestudio y sólo con su hablar irradia

sabiduría; luego, en el nacimiento deuna profunda amistad, se traslada aeste recinto, asumiendo sinpretenciones la condición del maes-tro que nunca Negret había tenido;también aquel carecía del alumno dia-logador. Es el comienzo de una fecun-da relación: le muestra las infinitasposibilidades de la creación; le ense-ña que todo es factible en el arte.

Libros, artículos, revistas especializa-das, reproducciones y fotografías, cir-culan de unas manos a otras, convir-tiéndose en el pivote de sus discusio-nes. Moore, Maillol, Brancusi, Rodin,entre otros, engrandecen su visión delarte. Pero, por encima de todos,Oteiza es el invaluable mentor, elMaestro generoso al cual, en palabrasde Negret, empieza hoy a parecerse:en la agresividad escultórica, en el

desprecio por lo fácil y por los éxitosinventados.

Esculturas dramáticas quesuscitan escándalo

Su obra comienza a transformarse. Elhueco, presente desde el punto de vistatemático, adquiere una dimensiónplástica: a más de aligerar volúmenes,se convierte en maravilloso elementoexpresivo. Así, realiza en 1947 el«Job» de ojos-huecos y boca desme-surada que lo transmuta en grito; erael espacio interior del que hablabaOteiza. Inmerso en la poesía, concibela «Cabeza de Walt Whitman» a modode un bloque penetrado, en el estilode Moore. Igualmente, un «BarbaJacob» como lo llama al viento, des-garrado, dramático. Y «GabrielaMistral»: un pájaro al vuelo, natural,amplia, suave y de ojos inmersos. En1948, simplificada a lo esencial deltema, elabora «La anunciación»: untorso que se abre de piernas ante laspalabras del Arcángel: un gesto deentrega como mujer ante el anunciode su próxima maternidad.

Con algunas de estas obras, viaja a lacapital y participa en el salón Nacio-nal de Artistas de 1947. Cuando semontaba la exposición, de una de lascajas que contienen sus esculturas caeaccidentalmente, se abre sola y apa-rece una virgen-maternidad de for-mas redondeadas y atrapadas con lí-neas que, desde ese instante, provo-ca enorme alboroto: jamás la espera-ban viniendo del pacato Popayán. Consus obras, «el escultor de ojossonadores» -como lo llamara un co-lumnista de El Espectador-, suscita elgran escándalo: la mayoría le ataca,pero, unos cuantos entienden su posi-ción de vanguardia; le ven como pro-feta de un proceso que se gesta en

Job, Popayán, 1947

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consetido sumido en la más hondasoledad. Encadenado a la evidenciarotunda de la fragilidad del «nido» yla congoja ante lo efímero del mayorde sus afectos...

De la selvatropical a la selvade concreto

Frente a la imagen derruida del mun-do familiar, Edgar Negret decide elgran desplazamiento de su vida que,contrario a los pronósticos familiares,duraría quince prolíficos años, un lar-go período habitando en importantesciudades y recorriendo fervoroso losmás diversos rincones del mundo don-de el arte tuviera presencia inusitada.Con un mapa en sus manos, se dacuenta que Nueva York está cerca yque ningún artista colombiano se in-

distintas altitudes del planeta.

Edgar Negret visita la fría ygris Bogotá con alguna perio-dicidad, permaneciendo a losumo durante dos meses. Fre-cuenta los cafés que por aquelentonces congregan a un gru-po de selectos intelectuales yde grandes amigos: AndrésHolguín, Daniel Arango,Germán Pardo García, GaitánDurán y tantos otros. En lastardes se reunían para con-versar y jugar al poker en elque siempre el Maestro ter-mina como perdedor y sólocon los centavos para pagarel tenebroso tranvía que lo re-gresara en las noches a lacasa de su hermana. Cierta-mente para Negret, la famo-sa bohemia bogotana no resul-ta tan fecunda y elocuentecomo generalmente se le ca-lifica.

En 1948, después de vivir el cruentobogotazo que impide la realización deuna exposición en la que participaríacon Ramírez Villamizar, regresa aPopayán. Largas horas dedica a con-versar con su madre como presintien-do la proximidad del fin: recorren losálbumes familiares tras los recuerdosde la infancia. Indefectiblemente laacompaña en las mañanas a regar eljardín en donde el colorido de lasazaleas, los geranios, las rosas y lospensamientos, revela la ternura y loscuidados de doña María. Esta mujer,más que temerla a la muerte, le temíaal sufrimiento que podía antecederle.Por eso en cada rezo le pedía a Diosque la llevara de súbito; sin afliccio-nes ni agonías. Y así fue: sintió undolor en el pecho y en media horapartió para siempre, dejando al hijo

teresa por ese lugar. Todosquieren viajar a parís y loque había conocido de estaciudad eran sus profesoresque, en verdad, no resulta-ron ni lo mejor ni lo más in-teresante.

Un amigo paisa y su seño-ra, antiguos residentes deNueva York, en sus cartasle insisten sobre las posibili-dades que este medio brin-da a los jóvenes artistas. Seanima, prepara el equipajey en enero de 1949 viaja ala gran metrópoli. Obvia-mente la consternación fa-miliar fue total: no era posi-ble que «el niño» -así lo vie-ra siempre, seguro que porser el menor se marcharatan lejos y solo, cuando nisiquiera sabía calentar unagua. Gerardo, uno de los

hermanos mayores, los tranquiliza:«Edgar no resiste seis meses porquees demasiado mimado. El viaje seráde vacaciones».

Tres lustros estuvo fuera pero, en elfondo, el Maestro sabía del retorno.El único lugar donde se quedaría de-finitivamente era Colombia porque, apesar de ser, en palabras de Negret,el sitio que menos se interesa por elarte, vivir en su tierra lo llena de liber-tad: ante nadie debe arrodillarse ni seve obligado a transformar su obra se-gún apetencias imperiales. Por esosiempre se sentía de paso: conocien-do, aprendiendo enriqueciéndose yconsolidando su creación que jamásha caminado sola; lejos de ello, ha cre-cido íntimamente ligada a cuanto a élle acontece. Los diferentes ambien-tes que lo han acogido, han permeadosu ser y esto se refleja en su trabajo.

Negret, la Anunciación, 1948, en yeso.

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Llegar a Nueva York fue como unaaparición. Paradógicamente, era unaprolongación de lo nuestro: la mismaselva pero en cemento armado y due-ña de su propio orden; un orden tanobvio que le resulta maravilloso por-que la exactitud y la máquina son laconstante. Esa máquina vista porNegret como formas, como aparatosen movimiento, como ruedas que seempujan unas a otras al servicio de lofuncional.

Puertas que se abren y se cierran so-las sin atropellar al transeúnte. El caféo el pastel caliente -que las señorasde su pueblo elaboraban en cuatrohoras-, en segundos sasalen de unamáquina tras pulsar un botón. Pero sumayor asombro lo provoca el semá-foro: absorto se paraba en una esqui-na a contemplar el tumulto de genteque, tras el cambio de una luz,automáticamente se mueve y luego,ante otra señal, frena como pr encan-to para dar paso a la avalancha deautomóviles que se desplaza por lasvías. Frente a la estupefacción del jo-ven escultor sus amigos sólo atinabana repetir: «Usted tan elegante, tansofisticado, parece recién salido delmonte ...» Se olvidaban que venía dePopayán.

Da con un mundo regido por diosespoderosos; un paisaje guiado por elmisterio y la magia. Un orden riguro-so que evoca el de una familia orien-tada por un padre militar y una madrehondamente religiosa. Quizás por estola lógica que impera en aquella ciu-dad inicia un acucioso proceso deseducción hacia Edgar Negret quienmuy pronto comienza a transformarsu obra. La libertad del ambiente igual-mente cautiva: la belleza y la espon-taneidad de sus gentes; su conceptodel cuerpo y de la sexualidad, ejerci-

da al margen de los tabúes yconvencionalismos de su terruño.

Los amigos le acompañan, buscán-dole espacios para su creación. Asíllega al Clay Club Sculpture Center,un experimento donde se reunen grancantidad de artistas que en absolutaautonomía, trabajan sin profesor. Sematricula y, confinado en un rincón,amasando su primitivo yeso, tímida-mente observa la pasión de todos porla técnica: fervorosos laboran el me-tal en directo, provistos de gafas, dechalecos en cuero y complicados adi-tamentos que convierten el lugar enun espectáculo en el que las chispasy el humo le recuerdan los juegospirotécnicos de muchas de nuestrascelebraciones populares.

Una tarde de primavera, visitando laque entonces se llamara BucholzGallery, se encuentra con la más gran-de experiencia de este período: la obrade Alexander Calder para quienOteiza lo había preparado en tanto yacomprendía que en el arte todo eraposible. Esculturas en hierro colgadas;láminas en llamativos rojos y negros,suspendidas en el aire y con movi-miento propio mostrando lujuriosas susbellísimos atributos. Delirante, Negretregresa a la exposición. En la terceraoportunidad, al abrir las puertas de lagalería, el viento penetra y las escul-turas empiezan a danzar con infinitasensualidad: «¡Era américa! ¡Era laselva». Y se enfrenta a lo suyo enbusca de la lección: la escultura deCalder exhibe sus encantos ante un

Negret, Rostro de Cristo, 1949. Colección del Ministerio de Educación, Santafé de Bogotá).

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espectador inmóvil. La de Negret exi-ge ser recorrida: darle la vuelta paraobservar sus caras... Sumido en lafascinación entiende, sin embargo, queno es lo suyo. Se nutre de Calder perocon la absoluta certeza de seguir unaruta diferente.

A los pocos meses le invitan a expo-ner la obra; el Maestro se resiste ar-gumentando su «debilidad» en la téc-nica ante el culto que allí se le rendía.

Participa con su «Vaso con una flor»en el que simplifica formas, todavíacon elementos que permiten encon-trar el tema, característica de su eta-pa figurativa. Recibe gran crítica ycon fotografía de su «Vaso», apareceen un importante periódico neoyorqui-no que lo saluda como «talento joveny prometedor». En un medio tan com-petido logra ya aceptación porque,como él lo sabe, en el arte lo buenotarde o temprano se impone.

Continúa con los mismos temas aúncuando las técnicas preludiansustantivas modificaciones. Empiezaa soldar pero sólo utilizando peque-ños puntos y no los chorreones quehacían la moda del momento. Lo reli-gioso permanece incólume. Concibeasí el «Rostro de Cristo», elaboradoen hierro con alambre; es un ramazónpegado a medias y por ello provocarechazo. Perfecciona conocimientosy destrezas. Experimenta nuevas téc-nicas y materiales y, evocando nos-talgias familiares, realiza «Pájaro enel nido» y «El nido»: volúmenes va-cíos que aún conservan alusiones fi-gurativas pero que, con paso firme,se encaminan hacia el abstracto.

«Mi hijo va a ser un granartista y lo voy a mandara París»

Edgar Negret decide continuar erran-te y a fines de 1950 viaja a París. Alllegar, la imagen de su padre es recu-rrente: se cumplían sus predicciones.Se encuentra con Andrés Holguín, suamigo de todo momento. Expresán-dole el deseo vehemente de conocera Brancusi. A las nueve de la maña-na del día siguiente estaban, junto conotros americanos, en el estudio dequien, después de Rodin, es conside-rado el ertista más notable de la plás-tica contemporánea. Un viejo muyviejo, de piel blanca y canoso, les abrela puerta. Como era su costumbre,vestía pijama y un hermoso sombre-ro. Son su mirada maliciosa, jugabacomo un niño travieso: las obras esta-ban cubiertas con telas; de improvisodescubre una de ellas que empieza agirar sobre una base de espejo redon-do en la que se aprecia al ReciénNacido, elaborado en bronce, pulido

Vaso con Flor, Nueva York, 1949. (Colección del artista).

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con absoluta maestría. Giraba lenta-mente y Brancusi observaba las ca-ras atónitas de los visitantes. Reco-rren el estudio y cada pieza es un mi-lagro. Allí comienza las repeticiones:una misma figura -en yeso, en bron-ce, en madera-, diferente a las demásno sólo por el material sino por susdimensiones. Negret retorna a esteestudio en distintas oportunidadespues una pareja de artistas amiga, eravecina del gran escultor romano, re-sidente en París desde 1904. En cadavisita, encuentra nuevos y valiososelementos que enriquecen e influyensu proceso creador.

Recorre fogoso las iglesias de la ciu-dad y con mística participa de cuantoconcierto de música sacra se presen-tara en ellas. De esta manera lograsolazar su espíritu. Por las limitacio-nes de espacio, regresa al barro. Elinterés por la forma va creciendo y,sin dejar de ser religioso, quiere re-nunciar al tema. Apela a las figurasque traía de Nueva York, esto es, lasmismas que lo acompañan desdePopayán: «La Anunciación», el «Ros-tro de Cristo» ... sin pensar en lo quesignificaron encuentra el camino enla simetría; en la repetición de dosformas siente lo religioso y reiterán-dolas inicia su serie de «Simétricos».Entre 1952 y 1953, elabora además«San Sebastián» y «Dirección sur»,exhibidas, junto con los simétricos, enuna galería especializada en lo másexperimental del arte francés. Era elúnico participante americano. Fueaceptado porque Negret siempre cayóen el centro interesante de cuanto serealizara. Jamás perteneció a guetosy por eso hoy sus grandes amigos sonlos grandes maestros en los másdisímiles lugares de la tierra. En estaprimera etapa de parís, se producencambios rotundos en su técnica, en

sus materiales, en su estilo. Abando-na la referencia al objeto y, obsesio-nado con los simétricos, algo, princi-pia a intranquilizarle: al dar la vueltaa cada un de sus nuevas esculturas,el espectador se encuentra con la mis-ma imagen que había dejado atráspero pasando por las imágenes late-rales diferentes ...

Su espíritu pertenece al trópico y lemolesta el clima de este país que re-duce los días ocultando al sol en no-ches interminables. Por esto aceptauna invitación para trasladarse a Ma-llorca, isla en donde la luz reina entodo su esplendor.

Al encuentro del color

Tras las huellas de Gaudí, antes dezarpar hacia Mallorca, decide quedar-se algunos días en Barcelona. Cono-ce la Sagrada Familia, catedral incon-clusa que por un poco le provoca in-

farto en tanto cada detalle de su cons-trucción se convierte en símbolo: elproceso de la creación del hombre;las torres y sus remates que giran in-cesantemente. Una vez más era larepetición: «repeticiones que, como enla religión, conducían al éxtasis».

En Mallorca se ubica en la Plaza deGomila denominada por los turistas la«Plaza de Gomorra», en uno de cu-yos bares escuchó por primera vez elconcierto de Aranjuez. Vive cerca alcastillo de Belvedere, dueño de unade las colecciones de cristaleríaetrusca más hermosas del mundo, vi-sitada por el Maestro frecuentemen-te. La Isla toda le resulta maravillosa:el sol, la mar, las playas -¡tan distintasa las de Buenaventura!-. En el folclor,bellísimas danzas acompañadas de ri-sueñas castañuelas. La mezcla delcatalán y otras lenguas anteriores,configuran un idioma extraño. A Ma-llorca llegan gentes de los más diver-

Negret, conSimétrico, 1952,

en su taller deParís, ca. 1952

FotoMaywold.

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sos rincones del planeta, ataviadas contrajes y sombreros de colores abiga-rrados. Viajar en el tranvía se con-vierte en una fantástica aventura: pa-rejas que en libertad se besan, idio-mas distintos, razas diferentes ...

Su artesanía es infinitamente rica:cristales azul claro, verde, caramelo,con los que realizan los más disímilesobjetos armados en hierro. Son losmismos cristales que usara Gaudí ensus lámparas majestuosas de la únicacatedral gótica construida en un lugartropical como el de Mallorca. Son loscolores de los barcos del puerto queNegret recorre en sus caminatas dia-

rias: barcos pintados de rojo, de ne-gro y, después, de otros colores pri-marios aplicados sobre el hierro, ad-quiriendo cada vez una apariencia di-ferente en sus formas peculiares quehablan de partidas, de huidas, de gran-des desplazamientos. También, sonlos colores de las láminas de Calder.De esta manera, el Maestro silencio-so, va recogiendo elementos del am-biente y de los artistas que coincidencon él. No es el fenómeno de apro-piarse de lenguajes ajenos ni de asu-mir modas. Es el caminar hacia elencuentro con lo suyo.

Reuniendo colores sobre el hierro, enMallorca empieza a utilizar formal-mente el metal. Al amparo de la luz,del sol y de la mar, Negret labora entubos negros, tímidamente pintadoscon puntos rojos, azules, blancos omezclados. Como carece de un es-tudio adecuado, arma sus figuras encartón y lleva los bocetos a donde losherreros artesanales quienes los tras-ladan al hierro. Después, vuelve enrepetidas oportunidades buscandoquitarles o añadirles esta o aquellaparte. Siempre los herreros lo obser-van con miradas compasivas: piensanque está definitivamente loco.

Construcción Acústica. Mallorca, 1953. (Colección Nelson Rockfeller). Nueva York.

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Entre los más representativos traba-jos de este período encontramos“Construcción acústica”, “Arquitec-tura submarina”, “Señal para un acua-rio” y “Señal de tráfico” en los que semanifiestan grandes cambios en suproceso: repetición de elementos, deformas, policromías antes inexistentesy las figuras aéreas, un poco al estilode Calder, con espacios amplios quese asoman para luego esconderse yen cuyas oquedades se palpa el espa-cio interior, preludio de hallazgos pos-teriores. Parte de las obras de estaetapa pertenecen a importantes co-lecciones: en Argentina, en Canadá,en el Museo de Arte Moderno deNueva York, en el grupo Rockefeller.

El Maestro considera que en Mallor-ca se acerca a lenguajes definitivos.No era Calder, aúnque recordaba co-sas suyas: Negret, siendo dinámico porexcelencia, guarda las distancias exac-tas y las direcciones de los objetos nopueden cambiar como sucede en laescultura de esa gran artista. No eraGaudi, a pesar de su obsesión por lasrepeticiones, eco del atavismo religio-so... Relacionándose con gente ama-ble y generosa, fueron treinta mesesmaravillosos en la vida y en la obrade Ngret.

El retorno a París,el retorno a los bocetos

Antes de regresar de nuevo a París,decide pasar por Madrid y visitar a suentrañable amigo, Jorge Oteiza, per-maneciendo en esta ciudad durante unaño. Era un mundo difícil porque to-dos vivían del recuerdo de la guerra ysus horrores. Con un grupo de alle-gados al Maestro vasco, trabajan in-cesantemente y realizan diversas ex-posiciones. Dentro del mismo espíri-

tu formal de Mallorca elabora distin-tos yesos abstractos: “Uptown –Downtown. Homenaje a NuevaYork” y “Homenaje a Gaudí”, entreotros.

En 1954 llega a París y huyendo delos reducidos espacios citadinos, setranslada a Saint Germain –en- Laye,un pequeño pueblo distante mediahora de la ciudad. Se ubica en un belloapartamente rodeado de naturalezapero incapaz de albergar un estudioque le permitiese continuar en las téc-nicas iniciadas en Mallorca con laayuda de los artesanos isleños. Por

eso vuelve a los bocetos: doblando,pegando y pintando el cartón, ensayanuevas formas y colores con mayorlibertad. Es el germen de las solucio-nes logradas cuando descubre los re-cursos técnicos y materiales conclu-yentes en el idioma escultórico deEdgar Negret.

El hallazgo de su propiolenguaje

Un año transcurría de su segunda eta-pa en París, cuando, agobiado por laausencia de un espacio creador, reci-

Señal para un Acuario, Mallorca, 1953.(Colección del museo de Arte Moderno, Nueva York).

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be carta de su querida amiga de ado-lescencia, Josefina Valencia: lo invitaa concursar por una beca que laUnesco destinaba cada año a un ar-tista colombiano y que,infortunadamente, siempre se perdía.Podría especializarse en cualquier lu-gar del mundo. En su búsqueda delas raíces, inconsciente en ese enton-ces, recuerda los dibujos estupendosque realizan los indios Navajos, habi-tantes de un desierto gigantesco alOeste de los Estados Unidos. No lopiensa dos veces. Decide solicitar labeca y así llega otra vez a NuevaYork.

Inmediatamente se desplaza hacia laregión de los Navajos, encontrando ununiverso alucinante. Durante muchosmeses se dedica al estudio de estaminoría étnica. Conviviendo con ella,comprende que en la cultura religiosade las comunidades indígenas el artees el puente con la divinidad. Las pin-turas, realizadas con arena, poseen uncarácter eminentemente curativo. Laenfermedad llega cuando alguien rom-pe relaciones con los dioses. En talcaso debe buscarse el encuentro y losresponsables son los brujos sanadores,los médicos del alma y del cuerpo.Según las características de la enfer-

medad asiste el brujo especialista enella y, al pie del enfermo, elaboraba,en absoluta perfección, nueve dibujosdurante nueve noches. Cada línea serelaciona estrictamente con los distin-tos puntos cardinales, resultando figu-ras de infinita belleza, misteriosas,mágicas: de pronto una flecha o unasmanos en vuelo o una flor en hermo-sos colores, forjados con piedras mo-lidas: azules, grises, rosas ... Y vanrealizando cada dibujo exacto a comosiempre lo han hecho para esa enfer-medad. Terminada la obra, el brujotoma distancia y el enfermo avanzapenetrando la figura, destruyéndola en

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rotunda simbiosis. Cuando llega alotro extremo, recoge la tierra, la lan-za por la ventana y concluye el ritualen el reencuentro con los dioses.Edgar Negret vibra con el arte Navajoporque en sí es religioso; no por lostemas sino porque allí está Dios.

Después de esta experiencia, entien-de el cansancio del arte europeo. Poreso en Nueva York se siente comoen su casa.

El retorno a esta ciudad se da en elauge incondicional de la “pintura deacción”; el imperio de esta escuelasólo podría darse en Norteaméricaporque aquí se carece de pasado.Edgar Negret llega “contaminado” deEuropa y por ello suscita recelo a pe-sar de trabajar con los colores y con-

trastes que lo identifican con esaAmérica Latina violenta y caótica.Las galerías sólo quieren exhibir elarte que literalmente chorrea. El sedefiende dictando clases y vendiendoalgunas de sus obras.

Por aquellos días conoce a PaulFoster, gran dramaturgo norteameri-cano a quien ayuda a desistir de suspretensiones bárbaras de dedicarse ala abogacía: su mundo es el mundo delas letras y a él debía entregarse por-que, además, lo maneja con maestría.Con Paul, compañero y amigo de to-das las horas, consiguen un bello apar-tamento que congrega al grupo selectode escritores, pintores y músicos ami-gos con quienes comparten momen-tos de inigualable riqueza. Hacia ladécada del sesenta, esta ciudad es

escenario del mejor teatro, de magní-ficos conciertos y de importantes ex-posiciones. Son años de infinitos apor-tes a la inteligencia y al espíritu.

La resistencia hacia quienes desarro-llan su obra en una perspectiva distin-ta del “arte de acción” empieza a rom-perse porque el papel de la crítica eneste país –como en todos, quizás esdefinitivo. David Herbert, quien du-rante algunos años vendió obras deNegret, de Ellsworth Kelly, de LouiseNevelson, abre una pequeña galeríay los invita a presentar los trabajos queen ese momento realizan. En septiem-bre de 1956, al comenzar la estaciónde eventos en esta ciudad, Kanady,uno de los más notables críticos nor-teamericanos, escribe en un memo-rable artículo: “Estoy harto de la “pin-

Laciudad, Nueva York, 1957.(Colección Banco Central Hipotecario, Cali)

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tura de acción”. No resisto más supresencia...” A los poco días el Mu-seo de Arte Moderno de esta metró-poli inaugura una exposición denomi-nada, “Nuevo clasicismo”, en la queEdgar Negret, junto con quienes notrabajaban el arte de moda, son invi-tados de honor. El gran escritorO´Hara, llama a este grupo los de la“Linea dura”, augurando un momen-to de inusitada resurrección.

Con Foster intentan adecuar un estu-dio en el apartamento. Negret queríallevar al metal los bocetos de París ypara ello necesita la soldadura. Ter-minan consultando al Departamentode Incendios de la ciudad: el lugar ten-dría que forrarse en materiales noinflamables y, además, utilizar canti-dad de sofisticados y costosos elemen-tos. Imposible contar con este espa-cio. Entonces empieza a ensayar elaluminio delgado que corta con grue-sas tijeras, enfrentándose al proble-ma técnico de las uniones. Experi-mentando en el taller que un amigo le

prestara, encuentra que el aluminio sefunde a muy bajas temperaturas y queal sólo intentar la soldadura se derritesin contemplaciones. ¿Qué hacer?.Piensa en los remaches con la ideade unir las piezas y hacerlos desapa-recer. Así realiza una obra que hoypertenece a Lenore Tawney, una grantejedora norteamericana. Pero pormás que lima el remacheofensivamente se dejaba ver. Comojamás las cosas a medias pertenecena la lógica de Edgar Negret, decidedejar tuercas y tornillos a la vista, ale-jándose, en materiales y técnica, deltrabajo que traía de Mallorca. Aho-ra, corta a mano, dobla y une en for-ma visible. Asocia su obra al collageen tanto el proceso es tangible, casiun mecano que se arma y se desar-ma. El tornillo y la tuerca en principioposeen un carácter funcional: unirpartes y mantener las formas. Des-pués, se convierten en elemento es-tético que se repite aquí y allá, en elmismo sitio en cada vuelta; y lastuercas van por un lado y las cabezas

Aparato Mágico, Nueva York, 1957. (Colección del artista).

por el otro. Se vuelven elemento cons-titutivo de su lenguaje. Nadie habíausado esta técnica pero a EdgarNegret no le importa: la necesidad lolleva a ella y descubre que es partede lo suyo. Al poco tiempo distintos eimportantes escultores de este paíscomienzan a utilizarla.

Conoce y admira lo que otros haceny, una vez más, corrrobora lo propio.Sabe que él camina por otros rumbos:lo religioso le pertenece y simbólica-mente lo expresa, sin dejarse influen-ciar por nadie. Está respondiendo anecesidades trascendentales en suvida y si bien considera el Maestroque la crítica favorable alienta, jamásse ha desgastado buscando“patrocinadores”.

En 1957 y en el umbral del Negretdefinitivo, realiza la serie, “AparatosMágicos”. Aparatos mecánicos ela-borados con un sentido misteriosoporque en ellos se anida la magia deAmérica Latina. Objetos fascinan-tes que se mueven con exactitud; esla gran síntesis del aparato sin oficioy del aparato mágico. Son estructu-ras de metal, recortadas y ensambla-das con tuercas y tornillos a la vista, alos que aplica colores planos. Escul-turas frontales y fundamentalmentellanas, con ligeros relieves producidospor el doblez de las láminas.

De este período es también“Kachina” y las series “Vigilantes” y“Máscaras” que hablan de un estilopropio y perentorio: en la técnica, enel material y en el proceso. Parte deltalento de Edgar Negret radica, sinlugar a equívocos, en “ir escogiendolo necesario dentro de lo posible delmomento”. La travesía de este granMaestro le permite, también, la con-vergencia simultánea de la liviandad

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y la resistencia, condiciones indispen-sables para sus voluminosas escultu-ras en “equilibrio inestable”. Es eloráculo ante sus sueños y sus fanta-sías.

El orden es su respuestaal caos

Quince años habían transcurrido cuan-do, en el auge de su obra en NuevaYork, una mañana recibe la noticia dela enfermedad de Gerardo a quien amás del afecto fraterno, lo une su in-terés por la pintura. A ella se dedicócompulsivamente en los últimos añosabandonando su profesión, sus ami-gos y, en cierta medida, hasta su fa-milia. El llamado es perentorio: pade-cía un cáncer terminal y le quedabanpocas horas de vida. Ese mismo díaviaja a Colombia y encuentra al her-mano debatiéndose en el tortuosopreámbulo del fin. La noche transcu-rre en un diálogo en el que se agolpanrecuerdos, añoranzas e ilusorios pro-yectos. Gerardo ignora la magnitudde su dolencia agazapada y por esosu expresión de horror es total frentea la llegada inusitada del sacerdote yla extremaunción. Jamás el Maestroolvida su mirada de pánico ante la pre-sencia abrupta de la muerte. Amabaprofundamente la existencia y conahínco se aferraba a ella. A las po-cas horas expira, continuando el adiósde los hermanos. En su ausencia ha-bían muerto Ana Luisa y Carlos.

Paradójicamente Negret parte y re-torna a su patria, incitado por la rup-tura de la unidad familiar. Pero suregreso esta vez es defnitivo. Losprimeros años vive en Cali y en esteperíodo mueren Efraín y luego, Leo-nor y Rafael. Decide trasladarse aBogotá para estar cerca de Alicia, lo

único que le queda del “nido”.

Llegar no fue fácil. De una parte, supaís es diferente al que había dejadotres lustros atrás. De otra, viene delugares donde el orden se imponepues hasta la naturaleza es domesti-cada: parques de césped perfecto,árboles podados cuadrados o redon-dos, flores alineadas según sus colo-res... Regresa de espacios donde todofunciona porque también la gente obe-dece disciplinada. ¡Y se enfrenta ala eclosión de este caos!. Paisajesagrestes, exuberantes, de verdes des-bordados. La anarquía de sus gen-tes, el desorden, la violencia ... Unmundo que, no obstante, se le antojafascinante. Su obra, una vez más, seve sitiada por inquietantes preguntas.No eran respuestas para el sofistica-do orden europeo sino demandas queemergen de la bravura del trópico.

El Maestro se vincula como profesorde la Universidad de los Andes; allítiene su estudio en el que extasiado

cavila sobre tantos interrogantes.Desde las primeras obras de Popayánsu preocupación fundamental es elequilibrio, el balance entre la curva yla recta, enseñado por la armonía dela belleza corporal humana. Y depronto, un día empieza a encurvar lalámina. No es un ejercicio racional,sino la solución espontánea a exigen-cias contundentes. A pesar de esteimperativo, no sabe cómo lograr lacurva y ensaya de mil maneras. Uncarpintero amigo le cede un espacioen su taller y utilizando formaletas in-sistentemente golpea el aluminio confunestos resultados. Un viejo traba-jador observa sus intentos fallidos y,con la autoridad del que sabe, le dice“así no lo logrará jamás”. Toma dostubos, los agarra con las prensas, in-troduce las láminas y las curvas apa-recen. ¡El Maestro casi se arrodillaante semejante milagro!.

Desde ese momento se hincharon lasformas de sus esculturas convirtién-dose en defensa ante el surrealismo

Eclipse, 1960,madera yaluminio

policromados yplexiglás

coloreado, 47 x 47x 12 cms.

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cotidiano que le circunda. No podíaapelar a un orden distinto. Debía re-currir a elementos del caos paraenfrentarlo con un “desorden organi-zado”. Para Negret, así surgen lasgrandes civilizaciones. Los egipcios,víctimas de devastadores fenómenosnaturales, como respuesta, construyenla pirámide: la forma más perfectaelaborada por la humanidad. Esta pi-rámide que Oteiza, inmerso enEinstein, paraba en la punta: la abríacon el propósito de que las ideas cre-cieran y se lanzarán por el cosmosregresando al punto de partida.

En este período Edgar Negret, a másde reñir con la técnica para incorpo-rar nuevos elementos, se imbuye delpaisaje desmesurado y fresco denuestra enigmática babel colectiva.

Quiere para sí un vocabulario másamericano, más de su entraña. Seapropia del entorno y su lenguaje ad-quiere nuevo dinamismo, aproximán-dose a lo agresivo. La obra se tornacompleja: por primera vez, usa la dia-gonal; las formas adquieren insospe-chada riqueza y obsesionado por elbalance estético busca alejarse de lacurva procaz. De suyo son obrasdemasiado expresivas. Por eso dis-minuye los colores hasta utilizar sólouno plano para cada escultura. Im-posible pensar ahora en los usadosdentro de los Aparatos Mágicos.

Al encurvar la lámina alcanza su ma-durez estilística en la combinación decurvas y líneas que añaden infinitasposibilidades plásticas a los plieguesy dobleces que traía de Nueva York.

Series como “Navegantes”, “Acopla-mientos”, “Puentes”, “Escaleras”,“Edificios”, o “Metamorfosis”, son larespuesta de Edgar Negret a lo labe-ríntico-irracional palpitante en la cul-tura física y social del trópico: “un len-guaje escultórico pleno de orden lógi-co, disciplina, rigor, coherencia”.

El Bolívar que lo llevó a losAndes

En 1979 América se prepara paraconmemorar el sesquicentenario de lamuerte de Bolívar y nuestro Maestroregresa de París donde participaba enla Feria Internacional del Arte Con-temporáneo –FIAC-. Allí se habíacomprometido a realizar exposicionesen once países diferentes. Empieza

Exposición de Negret en el Museo de Antioquia, Medellín, 1966.

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a prepararse en este empeño cuandoel gobierno colombiano de entonces,a través de uno de sus ministros, lepropone verbalmente un monumentohomenaje al Libertador. Este perso-naje le es familiar desde la infanciaen razón de los intereses intelectua-les de su padre. Además, el lugarconcebido para el monumento es elgran parque en el que se hallaba laiglesia construída para una de las vi-sitas papales a Colombia. La propues-ta resulta sugestiva: el espacio fácil-mente propiciaba la creación de unambiente ceremonial muy ligado a lasapetencias religiosas del Maestro. Porestos dos motivos decide clausurar lasexposiciones y aceptar la realizacióndel proyecto sin que mediara contra-to formal alguno.

Así se inicia el estudio infatigable so-bre este paladín de la libertad. Inda-ga hasta el último vestigio de sus ha-zañas y se remonta a los Andes parasentir el personaje y comprender lagrandeza de su periplo. Estas monta-ñas lo vieron recorrer con sus hues-tes tantas distancias como pocos hom-bres lo han hecho en la historia de lahumanidad. Concibe una obra monu-mental transitable de absoluta vigen-cia en la escultura universal: seis cuer-pos de concreto sin revestimiento, deveintiocho metros de altura, con unabase de cincuenta por sesenta metros,sobre una plaza de ochenta metroscuadrados. Es un monumento de di-mensiones andinas, simbolizando en sulenguaje los seis países bolivarianospor su independencia. Todo se podía

recorrer contemplando el paisaje. Enlos techos redondeados están los seispaíses unidos conforme al mapa idealdel Libertador. Sobre cada uno ycomo lección histórica, desfilan lasbatallas de Carabobo, Pichincha,Boyacá...; además, las rutas y loscongresos libertarios. La obra y elmensaje marcharían hermanados. Laplanta baja albergaría una bibliotecay un museo bolivarianos.

A los siete meses de avanzar el pro-yecto, con calculistas e ingenieros abordo, el gobierno y su emisario lecomunican al Maestro que un grupooficial de historiadores está interesa-do en conocer su propuesta. Muyatildados y circunspectos le visitan enel estudio. A los pocos días, y ante elestupor del escultor, aparecen en losprincipales periódicos del país diver-sos artículos intolerantes que atacanel proyecto: argüían que la compleji-dad de la obra impedía su entendi-miento. En el fondo del problema, dosconcepciones tradicionales de la his-toria y del arte eran las protagonistasen la sinuosa argumentación de losopositores. Primero, la posiciónsantanderista debía impedir un home-naje a Bolívar de semejantes dimen-siones. Segundo, la postura de quie-nes sólo conciben la simbología figu-rativa en desmedro de otras posibili-dades creadoras del arte que igualpueden educar y recrear al pueblo.

El gobierno cede a las presiones, sedeclara en ignominioso silencio y mue-re un proyecto que extendía los alcan-ces sociales y públicos de la obra deEdgar Negret. Pocos años después,le ofrecen la Cruz de Boyacá. ElMaestro la rechaza porque en su casaestá la primera otorgada por el país yentregada a su padre en 1919. Tam-bién, porque es alérgico a las conde-

Escalera, -blanca-, 125 x 150 x 80 cms., 1978. (Colección Particular).

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coraciones y al boato de estas cere-monias de himnos, de banderas iza-das y de asientos enfilados. En Co-lombia sólo ha aceptado la Orden deSan Carlos, recibida junto a Alejan-dro Obregón en el Museo de ArteModerno de Bogotá. Gloria Zea losconvenció y accedieron para favore-cer al Museo.

La búsqueda de las raíces

Desde la muerte de Alicia en 1967,“última sobreviviente de ese lento nau-fragio familiar» ” al carecer de aside-ro para combatir la soledad amarga,convierte la búsqueda del pasado enel eventual incentivo de su vida. Sededica a averiguar los orígenes de lafamilia porque, como lo señala elMaestro. “trataba de restituir el vín-culo con lo mío”. Tras fotografías,cartas, conversaciones diversas ymuchos libros, arriba hasta los tatara-buelos de sus tatarabuelos descubrien-do sólo sus raíces hispanas, bellamenterecogidas por Daniel Samper en lapublicación “Uno, dos y tres. Nadaque ocultar”.

De otro lado, el interés por las cultu-ras precolombinas ha sido una cons-tante fundamental de su vida. Al lle-gar a Colombia progresivamente pe-netra esos mundos no sólo en el estu-dio riguroso sino conociendo y adqui-riendo piezas que le enseñan las con-tingencias inmensas de estas socie-dades. El Museo del Oro, SanAgustín y Guatavita son lugares quefrecuenta incesantemente porque enellos siente palpitar los ancestros.Pero fue el proyecto del monumentoal Libertador el que lo condujo de lle-no a los Andes. Le sucedió lo mismoque a Bingham: en pos de Bolívardescubrió a Machu Picchu. Reco-

rriendo los caminos que desandara elLibertador, Edgar Negret sintió laurgencia de alcanzar esa región im-ponente y majestuosa del Alto Perú.

En 1980 realiza una exposición enLima y, una vez inaugurada, marchahacia el Cuzco para remontarse aMachu Picchu donde se le revela eluniverso alucinante de una culturaadoradora del Sol. Un pueblo que rin-de culto a lo perenne: el sol sale todoslos días y a la misma hora. Dejaronatrás la adoración por la Luna cuan-do entendieron que en su delgadez seesfumaba. Ellos se aferran a lo esta-ble para contrarrestar la muerte. Lle-gan al cuadrado a partir de la Cruzdel Sur y encuentran la diagonal para,

más adelante alcanzar el círculo y lacruz escalonada como su gran sím-bolo ordenador.

Por esto los Incas se convierten enun imperio soberbio que se expandedesde Pasto hasta Argentina, inmer-so en la vegetación frondosa y rica;en sus mitos y costumbres; en susmagníficas arquitectura e ingeniería;en sus cerámicas, sus textiles de be-llísimos colores y tramas, su cestería;sus sistemas agrícolas productivos yfecundos; sus rigurosos sistemas con-tables; su maravillosa estatuaria. Unacultura a la cual, y continuando lascavilaciones del Maestro, tendremosque retomar como única condiciónpara recuperar la armonía con la na-

Negret, Homenaje a Simón Bolivar (proyecto), 1980. (Colección del Artista).

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turaleza, con la sociedad, con el cuer-po y con la vida.

En este deambular, Edgar Negret des-entierra a la hija de Huayna Capac yhermana de Atahualpa, quien fueratraida a Popayán para convertirse tam-bién en tatarabuela de sus tatarabue-los. Infortunadamente, este descubri-miento se dio cuando ya había apare-cido el libro sobre sus ancestros.

San Agustín fue igualmente una es-cuela prodigiosa. Una civilizaciónantigua que evoluciona sin mayoresinfluencias externas y que laboriosa-mente maneja la piedra. Ellos inven-taron el mito del Hombre-jaguar paravencer la muerte. Durante catorceanos consecutivos rechaza la invita-ción de sus sobrinos para visitar elgran parque. Teme encontrarlo arra-sado o sujeto a ridículas decoracio-nes. No obstante, cuando por fin loconoce, le conmueve hasta lo másíntimo el ambiente con sus estatuasde figuras violentas, de muelas enor-mes y de expresiones agresivas...

Después de estas experiencias des-lumbrantes, la obra de Negret sufreprofunda subversión en sus concep-tos estéticos y en sus propuestas plás-ticas. Se encamina ahora al ámbitode las realidades, los símbolos y losmitos precolombinos.

Como lo indica José María Salvador,destacado conocedor del trabajo delMaestro, en esta etapa de su procesose pueden identificar cambios funda-mentales: progresivo aplanamiento deformas y volúmenes; lenguaje cadavez más autóctono, simple y sosega-do; predominio de la coordinación ver-tical-horizontal y privilegio de laoctogonalidad; sensible tendencia a lasimetría que le permite atrapar la es-

tética incaica en la que la doble ima-gen juega papel determinante; carác-ter gráfico de sus obrarmanifiesto enesculturas estrechas y alargadas;policromía que acepta todos los colo-res del arco iris, homenaje a la ban-dera Inca. En los últimos años utilizahasta pigmentos brillantes ajenos a susmatetradicionales. Es el elemento quele permite captar el fulgor de algunosde los símbolos precolombinos: el sol,la luna, los rayos.

Descubre el morado como prohibidoentre los incas; en un color peligrosoque sólo puede usar el Inca en sumascapacha, nudo simbólico de po-der. Negret también incorpora los vio-leta con un sentido religioso. En esteproceso, el color adquiere otra dimen-sión que trasciende lo meramenteplástico. «Machupicchu», «TempoSolar», «Anundamiento: PaisajeAgustiano», «Casa de las Serpientes»,«Horizonte: Paisaje Agustiniano»,

«sol», «Titicaca», «Bandera Inca», laserie «Quipus», «Reloj andino», la se-rie «Tejidos», «Eclipses sobre el Cuz-co Nos. 1 y 2: Quinientos Años», sonalgunas de las obras fundamentalesdel período.

Esta empatía profunda, este respetoreverencial y esta admiración sin lí-mites por lo precolombino, contribu-yeron para que la conmemoración delos quinientos años del encuentro deculturas, afectara enormemente elespíritu de Edgar Negret. Cada díasabía más de cuanto había destruído«los conquistadores» y el resultadofinal es la majestad aniquilada.

No concibe que hayan arrasado cul-turas maravillosas a cambio de lamuerte y la violencia trasladadadeEuropa. Con su llegada, américa per-dió su libertad, su grandeza u su sen-sualidad...

Sol, 1985, aluminio pintadode gris , 130 x 80 x 140 cms.

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Elementos de un lenguajeescultórico

Por una razón Negret duda de la per-tenencia de su obra al mundo de loabstracto: el tema. Porque si ser abs-tracto significa interesarse sólo por loplástico, entonces no lo es. Los temashan sido prioritarios en su procesocreador desde cuando se descubrereligioso, esto es, desde siempre. Lotrascendental es perenne en la obradel Maestro. Con el paso del tiempoesta presencia se transforma y en ple-garía penetra el mundo sagrado de losimbólico precolombino.

En unos momentos, la temática subor-dina a la forma expresándose en unterreno completamente abstracto. Enotros, pasa a un plano secundario u la

forma gana como cuando en parísabandona la referencia directa al ob-jeto y encuentra la salvación en la re-petición de dos formas iguales. Es esasimetría que en sí misma es religiosa.

Igual podría pensarse de los nombresde esculturas decididamente hablande ellas. Un hombre que venía acos-tumbrado a las estrellas, a la luna, alsol, a la naturaleza y de improviso seencuentra con la máquina poderosa yapabullante de Nueva York, crea losaparatos Mágicos. Y cuando vibra alsentir la reciedumbre de las monta-ñas andinas irrumpe victoriosos el«Gran Templo Solar», el «Puente col-gante», las « Terrazas», o el «Cón-dor»...

Las piezas que configuran sus obraspueden ser concebidas para cada unaen particular pero, igual, algunas lo-gran estar al servicio de otra porquenacen colmadas de posibilidades. Así,encuentra que una de estas partes,años después, se aviva en una nuevaescultura.

Y el problema de la unión de las pie-zas es permanente. Allí aparecen lasdiferencias y las similitudes. Se per-mite el contraste. Acude al retal desu taller, toma dos fragmentos, ensa-ya mil formas en las que de prontoencuentra soluciones inimaginables: elrectángulo que dobla a la diagonal yque si se une con el siguiente, gira.De allí surgen sus escaleras y susedificios... En la unión emergen lascurvas, las líneas que se abrazan es-

Los Andes, 1982.

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tableciendo tensiones en todas susesculturas. Son encuentros que res-petan las distancias y las direcciones,aval de esa tensión armónica con na-tural a su creación.

El espacio es igualmente un elementofundamental de su lenguaje. Cuandoatraviesa la forma con él, cuando abrehuecos en sentido literario, buscaacentuar la idea de visión que los abru-ma. Por eso, la boca inmensa de«job» es grito, es tragedia y, al mismotiempo, es un espacio estético domi-nado por formas. Pero el espacioempieza a crecer hasta arrinconar lamateria reduciéndola al extremo de lalámina que diferencia y se interponeentre los espacios interior y exterior.Ello propicia la presencia de volumi-nosas esculturas de apariencia sólidaque son, como las huacas quechuas,espacios encerrados... Espacios sa-grados. En la maestría de Negret, setornan, además, en espacios estéticos.

Según el Maestro, Einstein recuperael concepto del espacio incluso parael arte cuando descubre que dentrodel átomo está fuente aplastante deenergía. Por eso empieza a dudar delos objetos cerrados ... El espacio in-terior así, logran nuevas dimensionesy se vuelve tan importante como laforma. Adquiere dinamismo y vitali-dad determinantes en los períodos degran expresividad en la obra. Hoy,cuando ella tiende a lo ritual, cuandose transforma en oración, este ele-mento ocupa otros lugares. En abso-luto la matemática o la geometría sehan encontrado entre los interesesnegretianos. Considera que cuando lacreación, sea en la ciencia o en la es-tética , se reduce a una ecuación, allípierde todo su encanto porque le faltala poesía. La belleza de una obra dearte radica precisamente en el absur-do que quiebra cualquier lógica.

Desde Mallorca, un lugar invadido porla luz, empieza a pensar en el colorque tímidamente aplica sobre el hie-rro, novedoso elemento recién incor-porado a su trabajo. Luego, en los“Aparatos Mágicos”, matizando elaluminio, llega a los colores estéticos,plenos y rotundos. Más adelante, antela fuerza expresiva de las esculturascurvas del primer período bogotano,el color disminuye, si se quiere, se ate-núa para impedir el desmadre en lasensualidad de estas nuevas y agresi-vas creaciones. Después, sumido enel mundo incaico los colores alcanzanla dimensión simbólica buscando in-terpretar sus mitos, sus creencias, suscostumbres, sus artesanías. Así llegaa esa policromía desconocida antes en

su obra, atreviéndose incluso al ma-nejo de pigmentos brillantes que lepermiten, en lenguaje contemporáneo,recrear sus “Quipus”, sus “Tejidos” osu “Bandera Inca”.

El aluminio es el metal ineludible eirrenunciable adoptado desde fines delcincuenta porque posee las virtudesindispensables a la esculturanegretiana: dócil y liviano. Este ma-terial hace factible el contacto perso-nal, íntimo y permanente entre el crea-dor y su obra. El hierro, el bronce uotros metales pesados obligan a unescultor a que alguien diferente reali-ce su trabajo a partir de los bocetos.El Maestro está vitalmente presenteen todo el proceso porque hasta los

Negret, Ensamblando con tuercas y tornillos visibles

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“múltiples”, que permiten la llegada desu obra al cálido rincón de los hoga-res, reclaman su presencia. De otraparte, el aluminio en su liviandad faci-lita el desplazamiento de susconstructos voluminosos.

Los cambios se dan lentamente. Suproceso le enseña que, según el mo-mento, uno u otro elemento adquierepredominio. Los nexos entre lahorizontalidad y la verticalidad, porejemplo, están sujetos al dinamismoque demanda la obra. Así, en la oca-sión justa la diagonal se impone paralograr mayor vitalidad: la angustia delelemento que se lanza incitando almovimiento. O la opción por laoctogonalidad de su última etapa quesignifica hondas transformaciones. Esla búsqueda clara en donde cada pasoes seguro y en el instante preciso. Esla aventura de inventar lo nuevo cada

día. Son cambios que se producen amamparo de un Maestro que conocesu creación hasta el último de susmeandros; que ha construido un in-conmensurable pasado. Una historiapara la posteridad.

El proceso de su creación

Uno de los arcanos maravillosos deltrabajo de Edgar Negret es la libertadabsoluta en la creación de su obra.La ausencia de compromisos ajenosa la labor insaciable a favor de la gran-deza del arte. Está convencido quelos éxitos fáciles dañan a la gente, trun-can caminos y rompen vocaciones.El éxito, sin pretenderse como meta,sólo debe alcanzarse tras la conquis-ta de la excelencia.

La disciplina es el imperativo de sutarea infatigable, mediada por la re-flexión permanente sobre su queha-cer. Negret es metódico sin que elloimplique una estricta secuencia ensus trabajos. Las cosas que le ro-dean deben permanecer en el ordenque él impone. De repente, mueveun objeto de un lugar a otro y se sor-prende de la relación establecida quepuede llevar, incluso, a una de sus es-culturas. Las cosas, a más de unsentido estético, poseen valor en sí enrazón de su historia. Si pierden su sig-nificado afectivo, deben ocupar otroespacio en esa estancia construidapalmo a palmo por el Maestro. Todoestá en su sitio acompañándolo: la fa-milia y los amigos se le revelan encartas, fotografías, obras y recuerdos.Cada quien ocupa el lugar, en la mis-ma forma en que se anida en su alma.

Cuatro versiones de la compleja Morfología negretiana

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En el taller experimenta a diario nue-vas formas pero considera que aún lefaltan quinientos años para descubrirlas inmensas posibilidades que le ca-ben al arte. En este creador la razón,la sinrazón, la imaginación y la intui-ción concurren indistintamente.Intuye situaciones, selecciona piezas,ensaya, juega con ellas porque son suvocabulario. En este juego surgesiempre una “frase muda”. Arma,desarma sin importarle para nada eltiempo en tanto su paciencia es inago-table. Sabe que encontrará lo quebusca, sin que exista un único cami-no. Sin prisas. Tres piecesitas bas-tan para iniciar la hazaña y por lasnoches se acuesta en la alegría cuan-do las formas se acercan creando lastensiones que imagina. En ese mo-mento toma distancia y no vuelve averlas hasta el día siguiente cuandolas observa con el espejo que le per-mite apreciar su funcionamiento alrevés. Si no marchan, con calma to-tal vuelve a empezar. Sin dudas, esteMaestro es testimonio ineludible deque, como él lo indica, “ser artista espercibir el mundo inconcluso”.

Con frecuencia los estados de angus-tia o de tristeza aguzan su sensibili-dad exacerbando la creatividad. Lapaz de las noches le resulta especial-mente buena consejera y si bien a esashoras ya no trabaja en el estudio parapreservar su salud, en la reflexiónnocturna halla respuestas a diversosinterrogantes. Para Edgar Negret nohay nada más importante que su obra.Paso a paso la familia desapareció ysu trabajo permanece indemne. Mu-chas relaciones afectivas se rompie-ron provocando intenso dolor y su es-cultura persevera. Nada de cuantole ha sucedido desplaza su creación yesto lo ha salvado del naufragio. Nun-ca sus crisis, que las ha tenido, lo han

llevado a abandonar el trabajo. Y éstaes la mayor lección para quienes ape-nas se inician en el arte: amar el ofi-cio por sobre todas las cosas, interro-gándose a la manera de Rilke; y, ca-minar lentamente convirtiendo a lapaciencia en la maestra ejemplar, sinevadir los problemas que el tiemponecesariamente resuelve.

Las exposiciones son una parte im-portante de su trabajo. No tanto porla posibilidad de mostrar y confron-tar su obra que a estas alturas poseeidentidad y presencia suficientes, sinoporque le resulta un deleite el proce-

so para llegar a ellas: él selecciona lasobras y dirige sus montajes, ayudadopor los colaboradores y amigos quetanto le conocen, buscando siempreuna mirada de unidad: recoge en ellasperíodos, momentos, temas, formas...Los mejores escenarios del mundohan acogido sus esculturas. Quisotener espacios propios para mostrarsu creación y luchó hasta lograr unMuseo para Popayán y su Galería enBogotá. Un lugar que decora conmuebles para el darle el calor de ho-gar que no poseen los fríos espaciostradicionales. Muebles dueños de his-toria: un bellísimo piano, similar a otro

Negret Realizando con sus ayudantes Puerta a Caracas, 1976. (Colección Museo de ArteContemporáneo de Caracas, donación del artista)

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que se encuentra en la Casa Museode Beethoven; algunas de sus figurasprecolombinas u otros objetos de in-menso valor afectivo.

Su lugar en el artecolombiano

Mario Rivero considera que Negret,más que un inventor de objetos, es unseñalador de caminos para la escul-tura contemporánea de América La-tina. El es de los primeros y de lospocos artistas colom-bianos que han plan-teado problemasve rdade ramen teescultóricos y uni-versales porque, amás de su maestría,su obra autónoma senutrió de la historiadel arte y de quiénesse convirtieron ensus grandes Maes-tros: Oteiza, Rodin,Maillol, Moore,Gaudí, Brancusi,Calder... La escultu-ra negretiana ha te-nido enorme influen-cia en el arte nacio-nal e internacional. Sus volúmenes,su lenguaje, sus técnicas han contadocon innmerables estudiosos y segui-dores. Las tuercas y tornillos a la vistaque tanta algazara causaron en susinicios, son incorporados en el idiomade otros importantes creadores. Con-curren hasta anécdotas graciosas: enuna exposición en Medellín encuen-tra una escultura parecida a la suya,con elementos que se repetían y pin-tada de rojo. Un trabajo interesantepero igual a cuanto él hacía. Y dácon la entrevista de un periódico localen la que le preguntan al autor sobre

las posibles influencias delMaestro:”no –responde– a mí Negretme parece superficial...”

No obstante alcanzar el lugar que hoyocupa su obra en el arte nacional, elcamino ha sido difícil. Una vez másse cumple aquello de que “nadie esprofeta en su tierra”. Edgar Negrettiene más público fuera que dentro delpaís porque definitivamente la culturay el arte en Colombia no suscitan in-terés ni preocupación. Nuestra reali-dad contrasta con lo que sucede hoy

en otros países de América Latina.En Caracas, por ejemplo, desde hacealgunos años el arte ha cobrado inusi-tado interés: esculturas públicas ma-ravillosas que la gente recorre, gozay admira aprendiendo y despertandosu sensibilidad. Nuestro país no halogrado comprender el papel libera-dor del arte. Su condición no ya depaliativo sino de alternativa ante tan-tos conflictos cotidianos. La gente enél hallaría disyuntivas en nuevas for-mas de expresión de sus angustias, sus

agresividades, sus alegrías desborda-das.

Los obstáculos para que el gran pú-blico pueda acceder al buen arte, engran parte son responsabilidad de lasgalerías y de los coleccionistas quie-nes lo convierten en mercancía. Suinterés radica, en consecuencia, en loscostos elevados. Negret no quiereque su obra quede en manos de loscoleccionistas japoneses que compra-ron “Los Girasoles” de Van Gogh.Los comerciantes de la plástica cuel-

gan precios y ellodesvirtúa la razónde ser del arte. AlMaestro le interesaes la gente queama, siente, se cau-tiva y se recrea conla obra.

Una críticaque impidealcanzarel arte

El papel de la críti-ca colombiana en elproceso del artecontemporáneo es,

con honrosas excepciones, negativo.Incapaz de tomar las distancias quereclamaría el oficio, se ejercesubjetivamente y, en muchos casos,cuando la obra desobedece a las ape-tencias o intereses del “crítico”, seconvierte en demoledora. Con fre-cuencia desorienta e impide la presen-cia de espectadores desprevenidos,porque, a la postre, llegan cargadosde juicios que no les pertenecen.

Son apreciaciones que imposibilitanaquellos nexos fecundos entre el es-pectador y la obra. “... Opiniones

Exposición Edgar Negret.Lo gestual, Sala de ArteSanta Fe, enero de 1991, Santafé de Bogotá

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partidistas, petrificadas y vaciadas desentido en su endurecimiento contrala vida, o son hábiles juegos de pala-bras, en que hoy se da una opinión ymañana la opuesta. Las obras dearte son de una infinita soledad, y connada se pueden alcanzar menos quecon la crítica”.

La soledad, su mejorcompañía

Una noche, recorriendo alguna de susexposiciones, alguien mirando alMaestro comentó “Negret está en elsalón en la múltiple compañía de símismo”. Y así, confiesa el escultor,siempre se ha sentido. La soledad essu mejor compañía porque poseemucho para recordar y más aún parasoñar. Tuvo la suerte inmensa de unamaravillosa familia y de contar congrandes amigos; entonces, necesitaestar solo para sentirlos cerca en elsilencio de muchas horas. Precisa dela soledad para volcarse sobre sí mis-mo hacia el remanso de lo atesoradoen el transcurso de su ya larga exis-tencia.

Si Edgar Negret pudiera repetir suvida, nada cambiaría. Incluso, nace-ría en el país fantástico y sorprenden-te que menos se interesa por el arte.Repetiría su infancia feliz y dulce, sujuventud atiborrada de interrogantesy búsquedas, su madurez plena decertidumbres y satisfacciones. Lassituaciones negativas, igual las acep-taría porque cada una ha propiciadolo positivo: fueron peldaños para lle-gar más lejos y en este avance olvi-dar lo inexorable.

El más grande amor de su existenciaes su trabajo y la mayor realizaciónestá en esa obra perdurable, esparci-da en los más disímiles rincones delplaneta inmortalizando su paso por lahistoria.

Hoy, Edgar Negret sabe que para elartista no hay medida en el tiempo.Conoce las honduras del “madurarcomo el árbol, que no apremia a susavia, y se yergue confiado en las tor-mentas de primavera, sin miedo a quedetrás pudiera no venir el verano”.Hoy, cuando su mirada demora ras-treando el pasado, comprende comonadie el valor de la paciencia: ese ca-minar tan suyo, lento y seguro, quedoy sereno ... Ese paso que le conduceal lugar que anhelaban sus sueñoscolmándolo de eternidad ...