la poda de los Árboles...

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LA PODA DE LOS ÁRBOLES FORESTALES INDICE Introducción………………………………………………………………………………………………………………09 La poda natural………………………………………………………………………………………………………….15 El proceso de la poda naturales………………………………………….…………............................15 El control de la poda natural…………………………………………………….…….………………………….17 La poda artificial………………………………………………………………………………………………………..23 La escamonda…………………………………………………………………………………………………………….23 Las heridas de poda y el proceso de cicatrización………………………………………………………24 Efectos de las podas…………………………………………………………………………………………………..28 Efectos de las podas en la fructificación…………………………………………………………………….30 Efectos de las podas en el crecimientos……………………………………………………………………..31 Efectos de las podas en la calidad de la madera…………………………………………………………31 La talla o poda de formación………………………………………………………………………………………34 La poda de mantenimiento o poda propiamente dicha………………………………………………35 La poda de rejuvenecimiento o tala……………………………………………………........................37 Las técnicas de poda………………………………………………………………………………………………….41 Instrumentos de poda……………………………………………………………………………………………….41 Inicio de las podas………………………………………………………………………………………………………45 Intensidad de las podas………………………………………………………………………........................47 Frecuencia de las podas……………………………………………………………………………………………..48 Forma de las podas…………………………………………………………………………………………………….49 Época de poda……………………………………………………………………………………………………………51 Precauciones en el corte…………………………………………………………………………………………….52 Economía de las podas, su integración en los sistemas selvícolas…………………………….55 Efectos productivos de las podas……………………………………………………………………………….55 Costes de poda…………………………………………………………………………………………………………..59 Integración de las podas en los sistemas selvícolas…………………………………………………….60 Podas especiales……………………………………………………………………………………………………….63 Podas de transitabilidad y defensa de las masas. Bordes de masa……………………………..63 Las podas de saneamiento. Riesgos sanitarios de las podas……………………………………….64 El ramoneo…………………………………………………………………………………………………………………67 La monda y el trasmocho……………………………………………………………………………………………68 Bibliografía, 71

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LA PODA DE LOS ÁRBOLES FORESTALES

INDICE

Introducción………………………………………………………………………………………………………………09

La poda natural………………………………………………………………………………………………………….15

El proceso de la poda naturales………………………………………….…………............................15

El control de la poda natural…………………………………………………….…….………………………….17

La poda artificial………………………………………………………………………………………………………..23

La escamonda…………………………………………………………………………………………………………….23

Las heridas de poda y el proceso de cicatrización………………………………………………………24

Efectos de las podas…………………………………………………………………………………………………..28

Efectos de las podas en la fructificación…………………………………………………………………….30

Efectos de las podas en el crecimientos……………………………………………………………………..31

Efectos de las podas en la calidad de la madera…………………………………………………………31

La talla o poda de formación………………………………………………………………………………………34

La poda de mantenimiento o poda propiamente dicha………………………………………………35

La poda de rejuvenecimiento o tala……………………………………………………........................37

Las técnicas de poda………………………………………………………………………………………………….41

Instrumentos de poda……………………………………………………………………………………………….41

Inicio de las podas………………………………………………………………………………………………………45

Intensidad de las podas………………………………………………………………………........................47

Frecuencia de las podas……………………………………………………………………………………………..48

Forma de las podas…………………………………………………………………………………………………….49

Época de poda……………………………………………………………………………………………………………51

Precauciones en el corte…………………………………………………………………………………………….52

Economía de las podas, su integración en los sistemas selvícolas…………………………….55

Efectos productivos de las podas……………………………………………………………………………….55

Costes de poda…………………………………………………………………………………………………………..59

Integración de las podas en los sistemas selvícolas…………………………………………………….60

Podas especiales……………………………………………………………………………………………………….63

Podas de transitabilidad y defensa de las masas. Bordes de masa……………………………..63

Las podas de saneamiento. Riesgos sanitarios de las podas……………………………………….64

El ramoneo…………………………………………………………………………………………………………………67

La monda y el trasmocho……………………………………………………………………………………………68

Bibliografía, 71

1

INTRODUCCION

Cuando se estudian los textos de selvicultura de otros países, (de esos “deslumbradores”

países al norte de los Pirineo), como cuando se recorren sus bosques, llama la atención a los

ojos del forestal español la espesura de sus bosques y la importancia de las técnicas de claras

en ellos.

Desde hace tiempo vengo preguntándome el sentido que podrían tener esos aclarados del

monte en unas masas, ya de por sí claras, como las mediterráneas típicas. Salvo las técnicas de

claras drásticas de CRAIB, pensadas para masas sudafricanas abiertas, la norma general es no

romper o romper poco la tangencia de copas. ¡Una tangencia de copas absolutamente

excepcional en la mayor parte de la España mediterránea! Más aun, si en los bosques –más

bien montes- españoles, esa tangencia se logra rara vez, aun en ausencia de cortas, nuestras

producciones más típicas: pasto, bellota, piñón, resina, corcho, requieren todas de montes

todavía más abiertos que los naturales.

Si reconocemos que las claras en el mediterráneo español se aplican de forma muy

diferenciada de otras masas más húmedas y para productos muy distintos de la madera,

tendremos que reconocer, además, que en lo que a esfuerzo selvícola se refiere, quedan aquí

en segundo plano frente a las muy mediterráneas técnicas de poda.

La poda de los árboles forestales mueve en España grandes cantidades de dinero, sus objetivos

son muy variados, sus formas de realización también. Cuando se recorren los montes de

nuestra patria, se ven entremezclados enormes errores (Fotos 1, 2, 3 y 4) con grandes aciertos,

se oyen opiniones variopintas, algunas acertadas. Otras pintorescas; pero se capta con claridad

que un considerable esfuerzo de recogida de información, análisis de la misma y su síntesis,

está pendiente de realizar para nuestro caso peculiar. Algunos hablan de la necesidad de

investigar en podas como si los hombres de la bata blanca fueran solución universal para todos

nuestros males y como si siglos de tradición en prácticas de poda no formaran un acervo

suficiente de conocimientos. ¿Qué sentido tendría la investigación, si antes no conocemos

nuestra realidad? ¿Porqué lanzarse a la búsqueda de nuevas ideas cuando no conocemos

suficientemente las antiguas?

Vamos a tratar de revisar en lo posible el tema de las podas, en general y en nuestro país. Y

vamos a tratar de revisar el tema –divulgándolo- para facilitar al propietario particular de

nuestros montes la posibilidad de realizar sus podas con un cierto criterio técnico. Y esto,

porque la mayor parte de las podas que hoy se realizan en nuestro país se practican sobre

especies como encina, alcornoque, chopo o pino radiata que suelen aparecer

fundamentalmente sobre montes privados.

Los montes privados y especialmente en la actual y profunda crisis forestal que atravesamos

(cuyas causas son ya conocidas: exceso de importación de productos forestales, intereses de

capital excesivos para la capacidad de producción de los bosques, falta de protección fiscal,

falta de pago de los productos indirectos de los bosques: protección, recreo, etc, y otros

muchos) y más los de relativamente pequeña extensión, que son la mayoría, no pueden

mantener una gestión técnica propia suficiente. Sólo el apoyo al propietario mediante un

esfuerzo de extensión forestal puede permitir el que estos montes disfruten de unas

intervenciones selvícolas adecuadas.

Este esfuerzo de extensión, es el que trataremos de abordar aquí. Presentaremos las técnicas

de poda en toda su amplitud y realizaremos oportunamente las adecuadas referencias a las

especies concretas cuando éstas presenten una peculiaridad específica y no general.

2

LA PODA NATURAL

Poda es la supresión de ramas de un árbol en pie. Tras la simplicidad de esta definición, se

oculta una notable complejidad en lo que se refiere a la forma correcta de realizar dicha

supresión y a los objetivos que se pretenden con la misma.

Insistiremos, desde este primer momento, en que el tema de las podas forestales es complejo

y difícil, no cabiendo en él las simplificaciones.

Los dos grandes grupos en que podemos clasificar las podas son, la poda natural que se realiza

espontáneamente en la naturaleza y la poda artificial realizada por la intervención humana.

Dentro de estos dos grandes grupos existen diferentes tipos de poda que iremos detallando

posteriormente.

El proceso de la poda natural

Bajo la presión de la competencia, las ramas bajas e interiores de un árbol van perdiendo sus

hojas. Muertas éstas se interrumpe la circulación de savia por dentro de la rama y ésta va

muriendo a su vez desde el ápice hacia su inserción.

Esa competencia es muy evidente cuando se establece por la luz. Es el caso de las ramas

interiores de un árbol o de las inferiores de una masa que vive en espesura. Según que la

especie arbórea sea más de sol o más de sombra, resistirán sus hojas un menor o mayor

“sombreamiento” por parte de sus competidoras y el espesor de la copa viva será menor o

mayor.

Este tipo de pérdidas de hojas es muy evidente y muy fácil de reconocer en el campo. En

general las hojas de un árbol mueren cuando su consumo de hidratos de carbono por

respiración es superior a su producción por fotosíntesis.

En el árbol aislado, la pura sombra de la copa sobre el tronco puede llegar a producir la muerte

de las hojas de las ramas inferiores. Además, algunos opinan que en las masas abiertas de

terrenos secos, la pura competencia radical –no ya por la luz- puede provocar este mismo

fenómeno.

Muertas las hojas, y como ya hemos indicado, la muerte camina desde el ápice a la base de la

rama. Eso es fácil de comprobar, pues existen muchas ramas ya sin hojas todavía flexibles y

por tanto vivas en la base. Después veremos la importancia básica de este fenómeno que es el

contrario del aparente a simple vista, en que parece que la muerte va de la base al ápice de la

rama porque éste es el orden en el que mueren las hojas (de más viejas y menos eficientes a

más jóvenes).

Muertas hojas y ramas, el proceso biológico de la poda y sus efectos consiguientes ya se han

producido. Esas ramas secas siguen adheridas al árbol, en algunas especies (P. halepensis. P.

radiata. Pseudotsuga, etc), pudiendo permanecer mucho tiempo y dar origen a los

denominados nudos muertos o nudos sueltos que estudiaremos posteriormente y que rebajan

grandemente la calidad de la madera.

Son especialmente resistentes frente al desprendimiento natural de las ramas o escamonda

natural las ramas muy pequeñas, las muy gruesas, y las de especies que tienen madera

resistente a la pudrición. Y esto, porque son esencialmente agentes biológicos –hongos,

insectos- ayudados por otros físicos –vientos, nieves, golpes entre ramas, su propio peso, etc-

los responsables de la escamonda natural, y los agentes biológicos precisan de cierta humedad

y de material atacable para poder actuar. Las ramillas finas, tipo Pseudotsuga, se resecan en

exceso y más si la corteza de la especie es fina lo que las defiende de la pudrición; las muy

gruesas además de contener el siempre más duro y protegido duramen, se defienden con sus

mayores dimensiones; las imputrescibles, tipo cedro, suelen ser especialmente resistentes

como por otra parte es lógico y esperable. Las especies de gruesa corteza que protege de la

desecación, o con madera que tiende a retener la humedad (frondosas) suelen tender a poseer

una buena escamonda. Como excepción a este proceso algunas especies pertenecientes a

géneros como Agathis y Eucalyptus forman una capa de tejido de absición en los puntos donde

las ramas se fijan al tronco, de modo que cuando las ramas inferiores pierden su vigor y se

vuelven caducas, caen de forma natural de una manera semejante a la caída de las hojas de las

especies caducifolias.

Acabado el desprendimiento de la rama, se inicia el proceso de “englobamiento” en la madera

del muñón que queda. El árbol al crecer, y tanto más deprisa cuanto mayor sea su crecimiento,

va sumergiendo el palo seco del muñón dando lugar a un nudo suelto de mayor o menor

longitud según sea el largo del muñón. Finalmente la herida cierra englobando a veces (sobre

todo si el crecimiento es lento o la corteza gruesa) alguna bolsa de resina, goma o corteza al

final del muñón y dejando frecuentemente un ligero abultamiento como testigo exterior de

este proceso (Fig. 1).

Este testigo permanece en la corteza (al ser el crecimiento interno a ésta) largo tiempo, y es

visible aunque el total cierre de la herida sea ya relativamente antiguo. Suele ser arriesgado el

juzgar la calidad de la madera de un árbol en pie a partir de estas cicatrices viejas, pues bajo

ellas puede haber un buen espesor de madera libre de nudos(los compradores de madera

suelen recurrir mucho a ese resbaladizo argumento de la nudosidad de la corteza).

El control de la poda natural

Si un árbol presenta una buena poda natural –entendiendo por poda todo el proceso

completo: defoliación, muerte de rama, escamonda natural, cicatrización-, producirá una

madera resistente, limpia de nudos, fácil de desenrollar en su caso, y finalmente de elevado

valor comercial. (De hecho el producto resultante del desenrollo de una madera nudosa sólo

sirve para el alma del contrachapado).

Si carece de poda será nudosa. Sus nudos, sus ramas, serán tanto más gruesos cuanto más

aislado se haya criado el árbol, y a lo largo del madero más frecuentes –especialmente en

especies de ramificación verticilada- cuanto más lento haya sido el crecimiento en altura del

árbol; pues tanto más verticilos habrá por unidad de longitud en el madero.

Si ni siquiera se produce la defoliación y muerte de ramas, los nudos serán vivos y estarán bien

soldados a la madera.

Algunas maderas nudosas pueden llegar a tener alto precio para decoración; pero si se

produce el proceso de defoliación y muerte de ramas sin la subsiguiente escamonda natural,

los nudos muertos, sueltos y no soldados con la madera, quitándole resistencia y belleza,

darán origen a una pésima calidad; porque cuando la muerte llega a la base de la rama, no

puede establecerse un contacto entre las sucesivas capas anuales de crecimiento del tronco

con las capas anuales de crecimiento de la rama (nudos vivos), pues éstas no se producen al

estar muerta la rama, y las capas del crecimiento del tronco van sumergiendo toda la parte de

la rama que no se haya desprendido aun, quedando dentro de la madera el muñón, formando

un nudo suelto que puede desprenderse tras la sierra de la madera reduciendo la belleza y

resistencia de ésta y despreciándola para su uso. Lógicamente esta depreciación es tanto

mayor cuanto más lento es el proceso de desprendimiento de la rama, pues mayor es la

longitud del muñón englobada.

El forestal con su actuación debe tratar de reducir este último proceso y aumentar el primero –

madera limpia- el caso intermedio de la madera de nudos vivos sólo puede lograrse en árboles

aislados –bosques por tanto muy poco productivos- o en las partes altas del árbol vivas en el

momento de la corta que en general y salvo “coronaciones” no suelen tener grandes

dimensiones.

El forestal tiene siempre la alternativa de la poda artificial que estudiaremos más tarde; pero

es evidentemente más económica la poda natural. Para lograrla sólo existen dos caminos. El

primero es la elección de una especie que presente una buena poda natural en las condiciones

de la estación (dentro de una especie y como la heredabilidad del tamaño de rama –

controlado esencialmente por el ambiente- muy baja 0,3, son escasas las posibilidades de

selección).

En general las especies fototrópicas –la mayor parte de las frondosas- tienen una mala poda

natural, las geotrópicas –coníferas generalmente- y más cuanto más de luz, tienen una mejor

poda natural lo que se añade a su fuste derecho y conduce a formas del arbolado muy

adecuadas para su utilización posterior. (Aunque como ya hemos indicado suelen tener una

peor escamonda natural que las frondosas).

El segundo camino es el criar las masas en una espesura suficiente. Una espesura fuerte, y

tanto más fuerte cuanto más de sombra sea la especie, produce una defoliación temprana y

por tanto desencadena el proceso de poda natural. Al tiempo de inducir el inicio del proceso,

obliga a una pequeña dimensión de la rama y por tanto a una escamonda más fácil.

La misma espesura fuerte facilita los golpes entre árboles en los vendavales, favoreciendo la

escamonda. La masa debe ser densa desde su juventud para evitar ramas demasiado gruesas;

si se cierra con el tiempo tal vez sea ya demasiado tarde. En general la espesura debe ser

suficiente para que las ramas bajas mueran antes de llegar a los 3 cm de diámetro. No deben

presentarse árboles demasiado dominantes, y por tanto con tendencia a ramear en exceso, y si

los hay, debe estudiarse el interés o no de cortarlos.

En general para una buena poda natural el cultivo debe planearse en forma de masa regular, y

el tratamiento dirigirse a la promoción de los codominantes –con buena poda- mediante claras.

Desgraciadamente, la buena espesura para producir una poda natural correcta, suele ser

excesiva en lo que se refiere al mantenimiento de un buen crecimiento de diámetro, lo cual es

necesario para cerrar las heridas y para alcanzar rápidamente las dimensiones adecuadas para

la madera de desenrollo o de sierra.

Para una poda natural correcta la especie debe ser susceptible a la misma, su repoblación

debe ser densa para que no aparezcan ramas de más de 3 cm de diámetro, y debe mantenerse

espesa hasta que la escamonda natural alcance la altura deseada de fuste limpio

(prácticamente nunca más de 6 a 8 m). Más o menos a partir del inicio de la segunda mitad del

turno deben aplicarse claras de selección, para estimular el crecimiento diamétrico de los

codominantes gruesos y bien podados y de los dominantes que respeten dicha condición.

Como es lógico, ni la poda natural ni la artificial tienen mayor interés en el caso de que lo que

se pretenda sea la producción de madera para celulosa o tableros, pues en estos casos los

nudos vivos o muertos, no constituyen mayor problema y además, la forma libre de

crecimiento de un árbol, sin mayores heridas ni costos, suele ser la más recomendable desde

el punto de vista biológico.

3

LA PODA ARTIFICIAL

La poda artificial es la supresión de las ramas de un árbol provocada por el hombre.

Distinguiremos dos grandes tipos de poda artificial, la poda de ramas secas o escamonda –

parcialmente explicada ya en el caso de la poda natural-, y la poda de ramas verdes.

La escamonda

La poda de ramas muertas en un árbol carece de efectos fisiológicos notables, es una

operación que se limita a adelantar el proceso natural de pudrición y caída de las ramas

muertas, reduciéndose así la probabilidad de entrada de la pudrición de la rama al interior del

tronco, y la longitud del muñón y consecuente nudo muerto y suelto que quedaría englobado

en el interior de la madera del tronco.

Si la escamonda se realiza en el período de tiempo comprendido entre la muerte del follaje y la

muerte de la base de la rama, el corte, realizado sobre madera viva, cicatrizará mejor

(cambium al descubierto y además suda resina, etc, que protege), no existiendo además

ninguna fracción de nudo muerto, fracción que sería inevitable si se cortara tarde. Esta ventaja

del corte vivo se presenta siempre en el caso de la poda de ramas vivas, aunque con ésta

introducimos un cierto riesgo de pudrición donde no había ninguno.

La escamonda se aplica especialmente en los casos en que la poda de ramas vivas puede

significar un riesgo de pudrición para el corazón de la madera. Estos casos son: 1) cuando el

crecimiento del pie es reducido a causa de su especie –crecimiento lento- edad –árboles

viejos- vigor –dominados, enfermos, etc.- o calidad de estación. Como posteriormente

insistiremos, un mal crecimiento se traduce en un mal proceso de cicatrización y acarrea el

riesgo de pudriciones. 2) Cuando la especie no genera en el corte mecanismos de autodefensa

como la exudación de resina, de aquí que el peligro de las podas vivas sea mucho mayor en

frondosas o en coníferas no resinosas que en las coníferas resinosas (ej: pino).

En las coníferas resinosas puede llegar a ser preferible la corta de ramas vivas que se

autoprotegerán con resina que la de muertas en las que no se desata tan acusadamente este

mecanismo defensivos. 3) Cuando la rama cortada sobrepasa los 3-5 cm de diámetro y

especialmente si contiene duramen, pues en este tejido muerto no se desatan mecanismos de

autodefensa y además, a través de él pueden penetrar fácilmente al corazón del madero los

hongos pudridores de duramen. Evidentemente todos estos riesgos tienen importancia menor

cuando la pudrición del corazón tiene también menor importancia, como en el caso de la

producción de frutos en frondosas no maderables.

Es de destacar que los riesgos de la poda viva son las ventajas principales de la muerta, y que

ésta puede practicarse en cualquier época del año porque ni daña ni pone al descubierto

tejidos vivos, excepto si se producen golpes y fallos durante el proceso de ejecución contra

partes vivas del árbol.

Las heridas de poda y el proceso de cicatrización

La correcta cicatrización de las heridas es el condicionante fundamental de las podas, hasta el

punto de que cualquier poda es abusiva cuando no se produce una rápida y completa

cicatrización de las heridas producidas (Fotos 5).

El plazo en que debe producirse la cicatrización completa, deber lo suficientemente corto,

como para que no se inicien pudriciones que pueden llegar a afectar al tronco, deteriorando la

madera o comprometiendo la estabilidad o la duración de la vida productiva del árbol.

Condiciones de humedad y alta temperatura, al favorecer la actividad de los hongos, acortan el

plazo de entrada en pudrición, siendo este plazo notablemente menor en frondosas que en

coníferas y dependiendo notablemente de la especie podada.

Para alargar el plazo de entrada en pudrición y conseguir una correcta cicatrización, pueden

llegar a usarse diversas pinturas o recubrimientos que existen en el mercado para proteger el

corte del exterior; pero esto en selvicultura tiene normalmente escasa aplicación. Las heridas

de poda cicatrizan más rápidamente desde los lados que desde la cima o desde la base y más

rápidamente desde la cima que desde la base. Las células cambiales orientadas verticalmente y

situadas a los lados de la herida, mantienen una actividad acelerada por la acción conjugada de

las hormonas de cicatrización producidas por el corte y la fuerte circulación de sustancias

elaboradas, consecuencia de la desviación de las que descendiendo de la copa hacia la raíz del

árbol encuentran su camino cortado por la herida. Las células de la parte superior del corte,

por la acumulación allí de sustancias elaboradas, mantienen un crecimiento superior a los de la

parte inferior del corte.

La velocidad de oclusión de cualquier herida depende estrecha y directamente del crecimiento

en diámetro de la parte del tronco adyacente a la herida. DE aquí la necesidad de evitar las

podas en árboles o partes de árboles con escaso crecimiento.

Es bueno comprender que es la sabia descendente (savia elaborada ya por las hojas) la que

genera el proceso de cicatrización. Hacen falta hojas en la rama en las que se asienta la herida

y cuantas más mejor para que sea más fuerte el flujo descendente. En los cortes el proceso de

cicatrización se genera en el cambium que está en contacto con el camino natural seguido por

la sabia durante su descenso, y no en el cambium puesto al descubierto por la herida. Por esto,

la herida debe ajustarse lo más posible al teórico camino del “baño” descendente de sabia

elaborada.

Efectos de las podas

La supresión de ramas verdes o vivas de un árbol tiene claros efectos fisiológicos que pueden

repercutir en la vida y la producción del árbol.

La supresión de parte de la materia verde del árbol provoca para las ramas restantes una

mayor disponibilidad de la luz, agua y nutrientes minerales que el árbol es capaz de alcanzar

con sus sistema aéreo y radical, lo que conduce a un mejor abastecimiento de la materia verde

restante. Por otro lado, son fácilmente comprensibles los perjudiciales efectos que para el

crecimiento del árbol puede producir la reducción de la superficie fotosintética del mismo.

Este conjunto de factores positivos y negativos conduce a un balance final sobre el que es

bastante difícil definirse en muchos casos.

Los efectos de las podas son variables según la técnica de ejecución y los objetivos; éstos

pueden ser muy variados, destacando entre lo más habituales: el incremento de la

transitabilidad de las masas, la defensa contra el fuego, mejora de la forma del árbol, mejora

de la calidad de la madera, mejora de la fructificación, obtención directa de productos, e

incluso la mejora del estado sanitario de las masas.

Muy frecuentemente los objetivos pretendidos con una intervención de poda suelen ser

mixtos.

Pasaremos ahora revista a los efectos principales de las podas.

Efectos de las podas en la fructificación

En general una poda moderada conduce a una mejora de la fructificación del árbol a que

afecta. Una poda intensa provoca que los pequeños brotes durmientes que pasan a brotes

florales tras una poda moderada y que aumentan la producción del fruto, se transformen en

brotes leñosos; produciéndose el efecto contrario, apareciendo en las especies capaces de

brotar numerosos brotes chupones sobre todo en las heridas y en los codos del tronco y

ramas, y perdiéndose la fructificación.

Estos brotes chupones en todos los casos en que aparecen, indican dificultades fisiológicas de

cualquier tipo en el árbol. Cuando han sido provocados por una poda excesiva deben

eliminarse en agosto – setiembre al final del primer o todo lo más del segundo período

vegetativo tras la poda, pues de este modo, no les da tiempo a crecer en exceso, hacerse

leñosos y ser difícil su arranque y además, el árbol, al llegar tempranamente el invierno, no

produce nuevos brotes. A esta operación se la suele denominar ”desmamonado”. No siempre

es necesaria, pues a veces los brotes no causan grandes problemas y otras tienden a

desaparecer solos. Es importante destacar aquí la importancia que para la poda del arbolado

tiene posición de las flores. Posición que podemos dividir según especies en dos grandes

grupos mutuamente interpenetrados: especies con flores fructíferas en el ramillo del año –

este es el caso de todas las especies forestales coníferas y de las fagáceas procturas de fruto:

encina, alcornoque, quejigo e incluso rebollo y vaya – y especies cuyas flores fructíferas se

presenten en los ramillos del año anterior – posición excepcional en las especies forestales

excepto en las maduraciones pseudobianuales de las “brevas del alcornoque” y en el acebuche

– En las especies con floración en los brotes del año, un ligero vareo del fruto, con las heridas

consiguientes, genera un mayor numero de brotes florales en las heridas y en consecuencia

una mejor fructificación. En las especies con floración en el ramillo del año anterior el vareo

perjudica la producción del año siguiente como es sabido que sucede en el olivo, pues el vareo

fractura los brotes que presentarían las flores en el próximo año.

Efectos de las podas en el crecimiento

Si las podas han sido reconocidas desde siempre como uno de los medios más eficaces para

aumentar la fructificación de un árbol, como lo prueba su continua aplicación a los cultivos

agrícolas y forestales productores de frutos; no ocurre lo mismo en lo que se refiere al

crecimiento en tamaño del árbol, aspecto en el que aparecen opiniones contradictorias.

Parece ser que la reducción de la superficie fotosintética que la poda ocasiona, produce en

general la reducción del crecimiento del árbol, siendo proporcionalmente mayor la reducción

del crecimiento en diámetro que la reducción del crecimiento en altura. La reducción del

crecimiento en diámetro es mayor en las partes bajas que en las altas del árbol, lo que

conduce a troncos más delgados y cilíndricos con una copa viva en la que el fuste se agudiza

rápidamente; lo que al aumentar el coeficiente mórfico del árbol (mayor “cilindridad”), mejora

su posible utilización para sierra.

En las ramas bajas de un árbol y en las sombreadas situadas en el interior de la copa, la

actividad fotosintética es muy reducida, siendo prácticamente normal su respiración o

actividad desasimiladora, lo que puede llegar a provocar un balance final nulo e incluso algo

negativo desde el punto de vista de la asimilación o formación de madera. Como

consecuencia, la supresión por poda de follaje de este tipo, puede llegar a inducir un ligero

aumento del crecimiento.

Efectos de las podas en la calidad de la madera

En ocasiones las podas se aplican, al margen de otros efectos, con la intención de mejorar la

calidad de la madera del fuste mediante la reducción de la nudosidad y, sobre todo, el número

y longitud de los nudos muertos sueltos.

Ya hemos indicado la conveniencia de dejar tras la poda el muñón o tetón lo más corto posible.

Es evidentemente más fácil el hacer cortes ajustados a ala madera en arboles de corteza fina

que en los de corteza gruesa, a no ser que cortemos la corteza, lo que suele ser difícil de

realizar sin desprenderla y, además de caro peligroso por poderse levantar la corteza por las

heladas o alternativas humedad-sequia.

En la capa que termina por recubrir el muñón, suele producirse un pequeño clavo de corteza,

mayor cuanto mas gruesa es esta, acompañados de ligeras arrugas superficiales que denuncian

el corte al exterior. Posteriormente van produciéndose sucesivas capas de madera limpia de

nudos, quedando los nudos reducidos al cilindro central de madera. La poda hasta un

determinado diámetro delgado en el fuste, persigue el objetivo de dejar el nudo y el clavo de

cicatrización encerrados en un pequeño cilindro central que se desechará tras el desenrollo o

aserrado de la madera limpia producida (Fig. 4).

En la observación de la madera en pie conviene ser prudente para evaluar al menos de un

modo aproximado la cantidad real de nudos que contiene:

-Cuando un tronco (o rama principal) comienza a emitir una rama, se inicia en la base de ésta

la formación de un nudo. Conforme el árbol va produciendo sucesivos anillos anuales, va

produciéndolos también la rama, y se va ensanchando progresivamente el nudo. Como

normalmente los anillos producidos por el tronco o rama madre, son notablemente más

anchos que los producidos por las ramas, la forma general del nudo es la de un cono aguzado,

y tanto más aguzado cuanto mayor sea la desigualdad entre el normalmente menor

crecimiento de la rama y el del tronco. Por esto, un nudo, corte o rama grande y visible al

exterior, no quiere decir que sea igual de grande en el interior, pues ya hemos dicho que los

nudos adoptan formas cónicas. Por su parte una pequeña arruga cortical puede delatar o no a

un grueso nudo interior como ya hemos dicho (Fig. 5).

-Cualquier nudo de una conífera, no susceptible de brotar, llega hasta el eje central del tronco,

los nudos de un árbol susceptible de brotar, no tienen por qué llegar al interior del eje

necesariamente, pues pueden haber sido provocados por el despertar tardío de una yema

durmiente y ser por tanto muy superficiales, aunque tal vez muy aparatosos.

-El número y tamaño de los nudos va ligado al número de verticilos – si existen-, número de

ramas por verticilo y grosor de las mismas. En general cuanto mayor es el crecimiento en

altura de un árbol menor es el número de nudos.

El tamaño de las ramas aumenta con el mayor espaciamiento del arbolado y con el menor

número de ramas por verticilo.

Una buena calidad de estación, que permite buenos crecimientos en altura y elevadas

espesuras, es necesaria para lograr buenas calidades de madera sin nudos.

Además de reducir el numero, tipo y tamaño de los nudos, la poda artificial reduce el

contenido de madera juvenil que los troncos presentan en su cilindro central.

La talla o poda de formación

Algunas podas van dirigidas a mejorar la forma del árbol con vista a su aprovechamiento

posterior. Son las denominadas podas de formación o tallas, que alcanzan sus grados más

elevados de refinamiento en fruticultura y en jardinería y que tienen también gran importancia

forestal.

En árboles con escasa dominancia apical o que por alguna razón tienden a deformarse o

bifurcarse, es típico el despunte de las ramas indeseadas para favorecer a la que debe formar

el fuste. Es típica la talla del chopo y especialmente en choperas con amplio espaciamiento en

las que la competencia entre los pies no guía a éstos.

La poda de formación cobra un especial interés y relevancia en el caso del alcornoque, con el

fin de preparar las mejores condiciones para la buena práctica del descorche. En el caso de la

producción de bellota (Quejigo, encina, o alcornoque) el árbol se forma para que la copa

abunde en las fructíferas ramas horizontales y disponga de una copa lo más soleada, abierta,

equilibrada y amplia posible. Una copa desequilibrada asimétrica, además de incrementar el

riesgo de vuelco del árbol conduce a la aparición de madera de reacción (tracción en

frondosas, comprensión en coníferas) y por tanto a la depreciación de la madera a obtener, de

aquí la importancia del equilibrado de las copas mediante tallas.

En nuestros días algunas podas de formación van dirigidas a facilitar la transitabilidad de la

maquinaria entre el arbolado, lo que suele conducir en las dehesas labradas a bruscos cambios

en la forma tradicional de los pies.

La poda de mantenimiento o poda propiamente dicha

Supuesta realizada la formación adecuada del árbol, con las adecuadas tallas, la obtención de

los beneficios de la poda puede exigir la aplicación de podas de mantenimiento.

Básicamente las podas de mantenimiento se divide en dos grandes grupos; las que

progresivamente olivando o remangando el árbol mediante la supresión progresiva de sus

ramas inferiores y las aclareo de copa.

Las primeras que buscan en general el mejorar la calidad de la madera, so típicas en chopos,

Pino de Monterrey, Abeto Douglas, etc. Y a veces se aplican a la mejora de producción de

frutos, como el caso del pino piñonero. Las segundas se dirigen exclusivamente a la mejora de

la producción de frutos forestales de frondosas mediante el aclarado de las copas a través de

la poda de las ramas mas interiores o sombreadas. Realmente son bastantes parecidas,

aunque en este segundo caso, al acompañarse normalmente la poda de un fuerte esfuerzo de

formación o talla, la práctica real acaba por ser bastante mas compleja y siempre muy distinta.

La poda de rejuvenecimiento o tala

El proceso de envejecimiento de un árbol se caracteriza entre otras cosas por un desequilibrio

entre el sistema aéreo y el sistema radical por el que finalmente este no logra satisfacer las

necesidades de la copa. En una primera fase los brotes anuales se hacen muy cortos; aunque

puede e incluso suele haber una buena floración.

Más tarde se pierde la fructificación, aparece el puntisecado del árbol como consecuencia de la

vejez (que no debe confundirse con el puntisecado por hidromorfia en el suelo) y finalmente el

árbol muere tras un tiempo normalmente largo.

Da la sensación de que una parte el sistema vascular del árbol no logra alcanzar la punta de las

ramas y por otra el volumen del árbol es excesivo para la capacidad del sistema radical.

Tal vez esta sensación sea falsa; pero lo que si es un hecho cierto es que un brusco e intenso

despuntado, acortando la longitud de las ramas y reduciendo el volumen del árbol

bruscamente, provoca un masivo rebrote de chupones y más tarde el reinicio de la

fructificación. El árbol realmente “revive” y parece rejuvenecer; pero no hay que hacerse

grandes ilusiones, pues aunque el árbol alargue su vida productiva y según parece llegue a vivir

mas tiempo que sin brutal intervención, mas tarde o mas temprano terminará finalmente por

morir, pues ese supuesto rejuvenecimiento es mas aparente que real.

En realidad, llegado un árbol a este estado de vejez, lo pertinente sería regenerar la masa;

pero como las masas silvo-pastorales son caras de regenerar a causa del costo del inevitable

acotamiento al pastoreo y por ser una forma de masa irregular, por lo que junto a árboles

reviejos puede haber otros en plena producción, se suele optar por alargar al máximo la vida

productiva de cada individuo, con el fin de reducir al máximo las necesidades de regeneración.

En la mala interpretación de la tala es donde residen la mayor parte de los errores que hoy se

escuchan o se observan en el campo en materia de podas.

Que la tala sea poco menos que imprescindible en un árbol viejo que realmente va a morir, no

permite afirmar que los árboles mueren sin poda. Las encinas por ejemplo llevan viviendo

siglos si recibir ninguna poda, pues pertenecen a una especie más antigua que el hombre. La

tala es imprescindible en arbolado reviejo; pero es un gigantesco error en arbolado adulto o

joven, al que somete a todos los riesgos sanitarios y productivos de las podas abusivas. En

estos, suaves podas de mantenimiento progresivamente mas fuertes cuánto mas viejo es el

arbolado hasta llegar al momento de la tala, es la estrategia recomendable.

El aparente revivir del arbolado que, viejo o joven, siempre reverdece con intensidad: la

elevada producción de leña o carbón; la comodidad de su realización – sobre todo con

motosierra – y sus reales éxitos en zonas de arbolado reviejo, hacen que abunden a miles en

nuestros campos los partidarios de la tala.

Cuando lo que se pretende es producir leño y no fruto, la tala, como el trasmocho, es

admisible; pero si se desea obtener fruto, debe limitarse a reviejos y puntisecos, y nunca se

insistirá lo suficiente en esto. Evidentemente la tala carece de función en las coníferas, pues

son incapaces de rebrotar, y se reservan por tanto exclusivamente para las frondosas.

Esta artificiosa separación de tallas, podas y talas, que hemos realizados, no suele existir en la

práctica real de las podas o existe muy mitigada. Es muy normal que se apliquen juntas e

integradas.

En la vida de un árbol lo ideal es comenzar con cuidadosas tallas, seguir con suaves podas

siempre mas o menos acompañadas por nuevas tallas de corrección, aumentar la intensidad

de la poda con la edad, y acabar la vida productiva del árbol con dos o tres talas a veces

separadas por alguna poda de mantenimiento intermedia. Cuando en una masa coexisten pies

de todas las edades, y decimos edades y no tamaños, pues hay “arbolitos reviejos” y

“arbolados jóvenes”, en la intervención real se mezclan todos los tipos de podas.

4

LAS TECNICAS DE PODA

Instrumentos de poda

Pueden utilizarse instrumentos de percusión (hacha, podones, etc.) de tijera o de sierra

(manual o mecánica).

Entre los instrumentos de percusión el hacha es el más empleado actualmente en nuestro país.

El hacha de poda debe tener un peso de 0,8 a 1,2 kg, boca estrecha y mango de unos 65 cm.

El hacha presenta como principales ventajas:

- Puede producir cortes lisos y limpios.

- Es económica y de sencillo mantenimiento.

- Existe bastante personal en nuestros montes capacitado para su manejo.

El hacha presenta cierta tendencia a separar la corteza del leño en el momento de salir del

corte, con los prejuicios consiguientes a la hora de la cicatrización. Este inconveniente limita el

empleo del hacha en las podas a los períodos de reposo vegetativo muy acentuado durante los

que adherencia de la corteza al leño es máximo. Otro inconveniente del hacha, común con

todos los instrumentos de percusión, es su tendencia a desgajar la rama como consecuencia

del impacto, especialmente si no está bien afilada.

Entre los instrumentos de sierra se usan de diversos tipos: sierra de arco, sierras de podar tipo

“revolver”, motosierras, etc. La sierra de arco permite un corte especialmente cuidadoso,

ajustado y preciso, aunque es herramienta más lenta que el hacha y más difícil de manejar

cuando es preciso trepar a los arboles. Las sierras, permiten cortes a cierta altura si se montan

sobre barras y así se pueden alcanzar desde tierra los 6 m, aunque su uso económico no pasa

de los 4 m, las barras deben ser ligeras, rígidas y desmontables en tramos de 1,25m, dos

tramos suelen ser suficientes para alcanzar las alturas máximas de poda económica.

De cara al futuro no cabe que acabará por imponerse en la práctica la motosierra, al menos si

se van a podar ramas gruesas; pues con ramas finas es escasa la mejora de los rendimientos

frente a los instrumentos manuales y al fin resulta antieconómica.

La motosierra de poda debe tener un peso de 2-3 kg, debe ser muy manejable, no siendo

preciso que sea muy potente ni de espadín excesivamente largo, pues lo que cortará serán

ramas de diámetros mas bien bajos.

La motosierra de poda presenta como ventajas:

- Permite realizar cortes todo el año con relativa independencia del estado vegetativo y

sin grandes riesgos de separación entre la corteza y el leño.

- Reduce los daños de desgajamiento por su capacidad de cortar en cualquier dirección

y de construir rápidamente los adecuados cortes o entallas de caída.

Como inconvenientes destacaremos:

- Es más cara de adquisición y mantenimiento que el hacha.

- Requiere personal especializado.

- No sirve de apoyo para la trepa a los arboles y reduce en general la movilidad del

podador sobre el árbol.

- Produce cortes deshilachados con muñón a veces largo en los que es mas fácil la

iniciación de pudriciones, sobretodo en época de actividad vegetativa. Este ha sido el

principal argumento usado en contra de su aplicación en las podas. Se debe tener en

cuenta que en especies, lugares o épocas de especial sensibilidad a las pudriciones, lo

verdaderamente recomendable es evitar las podas de todo tipo; no obstante, en las

podas cuyo objetivo sea sanear las masas de ataques reales de hongos, el corte más

liso del hacha y sobre todo su sencillez de desinfección hace que sea más adecuada

para podas que la motosierra; aunque existen hoy prototipos de motosierras capaces

de añadir automáticamente fungicida protector al corte y que probablemente lleguen

a tener aplicación en el futuro.

El “mono” o motosierra trepadora sólo es útil en fustes muy rectos y suele resultar caro. No

tiene limitación de altura, si de diámetro (10-32cm)

También se han usado y se usan instrumentos tipo tijera, como la tijera de poda a dos manos,

típica en jardinería y fruticultura, pero es de escasa utilidad forestal, pues aunque produce

cortes de gran calidad, difícilmente puede cortar ramas de mas de 2,5 cm, de diámetro (salvo

en las tijeras multiplicadoras que permiten cortes de hasta 3,5 cm), y es prácticamente

imposible su uso a mas de 2,5m del suelo pues requiere las dos manos para su uso, lo que es

imposible para un hombre encaramado a un árbol aunque sea mediante una escalera. La tijera

con cuerda sobre pértiga con similares limitaciones en lo que refiere al tamaño de las ramas,

puede trabajar a mayores alturas y suele usarse en la talla del chopo.

Hoy existen incluso tijeras neumáticas sobre pértigas muy útiles en áreas con buen acceso de

maquinaria, y que permiten podar hasta los 6-7m de altura sin necesidad escalera y en buenas

condiciones económicas, pudiendo cortar ramas de hasta 4-5cm.

A veces en especies con corteza suficientemente gruesa y para ramas secas y finas se usan

mazas que actúan por impacto. Tienen el inconveniente de dejar sin romper ramas verdes y

frecuentemente dan un mal acabado, a cambio, a veces, la rama seca rompe hacia dentro de la

corteza y el muñón es mas corto que con cualquier otro método de poda.

Es propia esta técnica enla poda del Abeto Douglas con la maza denominada Hebo.

Además de los instrumentos de poda propiamente dichos suelen usarse escaleras para subir a

los árboles. En estas deben tomarse precauciones para que no resbalen ni en la base

(espolones) ni en el punto de apoyo sobre el tronco (goma) con el fin de evitar accidentes.

Para alturas de podas de 3-4 m se precisa una escalera de 2,5 m, para llegar a los 5-6 m se

precisa una de 4-5 m. La escalera de poda forestal debe ser siempre muy ligera y

transportable, se extienden en nuestros días las de duraluminio. En general su uso económico

exige el utilizarlas para podas por encima de los 4 metros.

A veces la trepa de árboles se realiza con trepadores como los usados para los postes de

teléfono, presentan el inconveniente de dañar la madera (deben clavarse en la madera por

razones de seguridad) y poder transmitir enfermedades a la misma. Es especialmente

necesario el no usarlos en chopos en los que deben prohibirse.

Inicio de las podas

El momento de iniciar las podas depende de la especie y de lo que pretendemos conseguir.

Iniciar las podas demasiado pronto conduce a un coste de inversión excesivo por la

acumulación de intereses e incluso a errores selvícolas como luego veremos. Empezarlas

demasiadas tarde puede conducir a la imposibilidad de corregir deformaciones o a no alcanzar

plenamente los objetivos buscados, por otra parte, al engrosar en exceso las ramas, la poda

tardía puede ser antieconómica.

La poda debe concentrarse sobre los pies que formarán el cultivo final, dejando a un lado los

pies que morirán por ahogo o que serán extraídos por las claras. Por esto, y excepto en masa

artificiales muy abiertas, como las choperas de amplio espacionamiento en que todos los pies

llegarán a adultos, no es conveniente iniciar las podas antes de que exista una diferenciación

de clases de copas suficiente, lo que no suele producirse hasta el primer cuarto de turno.

Podar demasiado tarde puede conducir a que se produzca un corazón nudoso demasiado

grueso, a que engrosen en exceso las ramas que había que cortar, o a que se asienten

deformaciones irreversibles. Estos efectos serán casi inevitables si posponemos la primera

poda hasta después de la primera mitad del turno.

En producción de madera suele ser habitual el aplicar una primera poda de 2,50-2,80 metros

(una troza), al tiempo o mejor un poco antes (2-3 años)de la primera clara. Se podan los

arboles por razón de transitabilidad, para facilitar la selección y porque no es más caro

desramar un árbol hasta 2,50 en pie tirado, lo que permite podar incluso los árboles

destinados a la extracción en la clara. Es frecuente la poda en pie de las filas destinadas a la

extracción en claras mecánicas.

Para la madera de desarrollo, como en el caso del chopo, no se permite engrosar el corazón

nudoso por encima del diámetro del “bolo”. Se poda así hasta una “altura delgada” que no se

sobrepasa, porque conduciría a reducciones excesivas de copa con escaso crecimiento, mala

cicatrización posterior y rebrotes en el tronco, salvo en plantaciones demasiado abiertas en las

que las ramas engrosarían peligrosamente, razón por la que la poda puede alcanzar alturas con

diámetros aún menores. En general se poda hasta los 12,5 cm que con el clavo de

cicatrización, conduce a un corazón limpio desde los 15cm. Pretender un corazón menor es

inútil por estar constituído éste por madera juvenil.

En general las podas resultan antieconómicas en producción de madera por encima de la

segunda troza por lo que rara vez se superan los 5,5-6,0m, alcanzados normalmente en 2-3

golpes. Por encima de esta altura se realizan tan sólo tallas de formación para evitar

bifurcaciones y otras deformidades.

A veces se siguen “reglas de altura”. Como la primera poda no conviene que supere el tercio

de la altura del árbol, y carece de verdadera utilidad si no limpia la troza basal entera la altura

que deben alcanzar los árboles dominantes antes de la primera poda resulta de unos 8m, lo

que permite podar sus primeros 2,50-2,70 m. Desde este momento pueden podarse trozas

enteras al ritmo del crecimiento en altura de los árboles, lo que suele conducir a acabar las

podas, al alcanzar estas los 5,5 m, cuando el árbol tiene 11m de altura no habiendo superado

la poda artificial el 50% de la altura del árbol.

Como hemos ido indicando, la primera troza puede podarse desde el suelo (hasta 2,5) de aquí

hasta los 4 m debe podarse con sierra largamente enmangada (dos tramos de 1,25 m), desde

los 4 a los 5,5-6 m debe podarse con escalera.

Es muy raro que las condiciones económicas permitan podar por encima de los 6 m, poder

superar los 8 m es prácticamente imposible.

En producción de fruto las primeras podas son de formación esencialmente. Suele ser

frecuente el error de tratar de formar las copas demasiado pronto cuando el árbol no ha

definido aún su copa, 45 cm de circunferencia a la altura del pecho sería un tamaño de

formación aceptable pues la copa está ya bastante definida. Podar antes puede provocar

roturas al arrascarse el ganado. Confiar en ramas de menos de 8 cm de diámetro como futuras

ramas principales suele ser arriesgado por la forma de ramificación típicamente “vacilante” de

nuestras frondosas.

Es frecuente que los podadores de encina y alcornoque se exceden en su preciosismo a la hora

de intentar formar arbolillos realmente mínimos que no tienen solidez frente al ganado ni han

definido todavía su ramificación definitiva.

Intensidad de las podas

A primera vista, parece que el mejor indicador de la intensidad de una poda es el porcentaje

de materia verde suprimida. Sin embargo, es un hecho conocido que el mismo porcentaje de

supresión puede acarrear efectos fisiológicos notablemente distintos, que dependen

fundamentalmente de la fertilidad de la estación, la edad y posición relativa del árbol, y la

densidad de la masa.

Fertilidad: Para que la poda produzca un mismo efecto fisiológico sobre un árbol se requiere

que sea más intensa en los lugares poco fértiles que en los fértiles. De hecho la lentitud de

cicatrización en los lugares poco fértiles y las exageradas intensidades de poda que pueden

llegar a requerir para alcanzar un cierto efecto, hacen recomendable el no utilizar la poda en

calidades de estación bajas, y concentrarla en los mejores lugares, en éstos, además, el

beneficio económico de la poda es más alto.

Edad: Cuando más viejo es un árbol más intensa debe ser la poda para alcanzar el mismo

efecto.

Posición relativa: Los árboles que no son dominantes o codominantes en la masa, pierden su

capacidad de reaccionar frente a la poda que exigirían además de intensidad excesiva. Su

mismo escaso crecimiento conduce a un mal proceso de cicatrización y hace no recomendable

su poda.

Densidad: Del mismo modo, a mayor densidad de masa se requiere mayor intensidad en la

poda. En masas muy densas, las fuertes intensidades de poda requeridas y el escaso

crecimiento en diámetro de cada pie que la alta densidad conlleva, suele producir unas

cicatrizaciones muy lentas y por tanto peligrosas, las mejora fisiológica de los pies individuales,

debe perseguirse en estos casos a través del aclarado de la masa más que a través de la poda.

La poda no es un sustitutivo de la clara.

Concluiremos diciendo que el mejor indicador de la intensidad de las podas son sus efectos

posteriores y las calificaremos de moderadas cuando provocan un reverdecimiento general del

árbol y una mayor producción de fruto, de fuertes cuando provocan el pase de los brotes

florales a brotes leñosos y excesivas cuando provocan la aparición de ramillos chupones.

Cualquier poda será abusiva cuando por cualquier razón no produzca una rápida y perfecta

cicatrización de las heridas producidas.

El hecho de la intensidad de una poda se mida después de realizada ésta, nos lleva a la

necesidad de emplear en ellas personal bien entrenado y debidamente instruido, que sepa por

su experiencia y formación prever el efecto de la poda aplicada. Una vez más entramos en los

problemas de carácter cultural y social que aquejan a nuestros montes con mayor fuerza a

veces que los puramente selvícolas.

No están bien definidos los efectos de la supresión de aproximadamente un 25-30% de las

ramas interiores e inferiores de un árbol, no reduce para nada su crecimiento e incluso puede

llegar a favorecerlo, especialmente si la supresión es menor del 10%. Una poda que suprima la

superficie foliar por encima del 50%, tiene ya un claro efecto depresivo sobre el crecimiento.

Similar efecto depresivo se alcanza cuando la reducción de la copa viva es tal que está queda

reducida a menos del 30-40%de la altura total del árbol.

Frecuencia de las podas

Teóricamente la poda debería ser una operación de carácter anual e intensidad moderada,

tendente a mantener los pies en buenas condiciones de vigor, con abundante producción de

fruto, crecimiento suficiente y libres de ramas secas o enfermas.

Condicionantes de tipo económico, y más en selvicultura que en agricultura, pueden obligar a

una periodicidad en las podas superiores al año, la menor frecuencia de las podas se

acompaña con una mayor intensidad de las mismas con el fin de producir unos mismos efectos

promedio en el período. En casos extremos puede llegarse a que razones de tipo económico

obliguen a frecuencias muy bajas que conduzcan a intensidades excesivas de poda, en estos

casos es preferible no practicar éstas pues sus efectos serían siempre perjudiciales por mala

cicatrización.

Si las podas de mantenimiento y las talas deben ser repetitivas, las podas de formación y las de

mejora de la calidad de la madera se acaban pronto en la vida de un árbol no pidiendo

mayores repeticiones. En un caso extremo las podas basales del chopo acaban tras los 3-4

primeros años.

En la práctica real el alcornoque se poda a lo más una vez cada nueve años y ni antes ni

después de tres años de descorcharse. De este modo el alcornoque ha pasado la anterior crisis

de descorche y presenta avanzado el proceso de cicatrización al llegar la siguiente.

La encina suele podarse cada 5-12 años. El piñonero se ha olivado tradicionalmente cada 6. Al

pino radiata se le suele dar una sola poda a los 10 años de edad. El chopo, como hemos

indicado, se poda cada año durante sus 3-4 primeros años tras la plantación.

Forma de las podas

Dos tendencias son la más generales en las podas españolas de los Quercus, uno tiende a

ensanchar la copa, la otra a alargarla.

La primera tendencia muy aplicada a los encinares se justifica por la mayor facilidad de la

poda, por mantener el fruto producido próximo al suelo para el vareo y por la tendencia del

fruto a aparecer en ramas horizontales, bajas o colgantes.

Debe tenerse siempre presente en este tipo de podas que la relación Diámetro de copa a

Diámetro de fuste está ligada por una ecuación del tipo:

Dc= a +bd +cd2

Cuyos coeficientes no parece ser que cambien por el mero hecho de podar, por lo que de este

tipo de poda podemos decir que aplanan pero no ensanchan la copa, siguiendo tras la poda el

aumento del diámetro de la copa su marcha normal que está en estrecha relación con la

evolución del diámetro del fuste, y recuperando a lo más el tamaño que le corresponde por el

diámetro de su fuste.

Este tipo de poda, tradicional en producción de bellota, al recargar de hoja las ramas

horizontales obliga a éstas a aparecer colgantes, especialmente en el borde exterior de la

copa; el árbol termina por tomar un aspecto “lloró”, y es un hecho cierto y fácilmente

observable que las bellotas se sitúan de preferencia sobre las ramas colgantes y que los

árboles más fructíferos tienen de por sí un porte natural llorón al igual que los árboles que

tienen tendencias femeninas. Esta poda tradicional es sin duda la más recomendable en

producción de bellota, además de ser muy fácil de hacer y de facilitar el vareo.

La tendencia a alargar la copa se limita de hecho a mantener por podas sucesivas una copa

estrecha, sin provocar un aumento del crecimiento en altura, crecimiento que depende

fundamentalmente de la especie, la edad y la calidad de estación y que viene definido por una

ecuación de coeficientes fijos excepto en el caso de podas excesivas en las que el crecimiento

en altura puede incluso verse reducido.

Un tipo de poda intermedio y tal vez el más apropiado cuando lo que se busca no es el

favorecer la calidad de la madera, sino una cierta producción de madera o corchos al tiempo

que se favorece la producción de fruto y tal vez el crecimiento del árbol, es el que no tratando

de alterar la forma propia de la copa descarga esta de sus ramas más interiores o dominadas

con el fin de favorecer al resto, el efecto general es un simple aclarado de la copa, sin tratar de

intervenir en la forma general de la misma.

En podas destinadas a mejorar la calidad de la madera, se aplica simplemente la supresión de

las ramas inferiores, por criterios que pueden ser:

- De diámetro: Se suprimen todas las ramas inferiores hasta un cierto diámetro del

fuste. Se usa principalmente en maderas destinadas a desarrollo.

- De fracción de altura: Se suprimen todas las ramas inferiores hasta una cierta fracción

de la altura, que normalmente se va ampliando con la edad.

Normalmente se realizan

- Una primera poda hasta la altura que un hombre puede alcanzar dese el suelo (2,5-3

metros).

- Una segunda hasta 1/3 de la altura.

- Una tercera hasta ½ de altura.

- Raramente una cuarta hasta 2/3 de la altura.

No parece conveniente selvícolamente podar más allá que los 2/3 de altura.

- Hasta tangencia de copas: Se suprimen todas las ramas que se encuentran por debajo

de la tangencia de la copa. Es una poda muy conveniente selvícolamente pues elimina

solo las ramas francamente dominadas que muy poco pueden aportar al futuro del

árbol, consiguiéndose mejorar la madera o la producción de fruto.

Una selvicultura adecuada – con el adecuado manejo de la espesura – puede lograr que la

altura sea la misma por los tres criterios, reuniéndose las ventajas de todos ellos. No

aparecinedo en cambio el inconveniente que los primeros presentan de la posibilidad de

supresión de ramas aún no nominadas y por tanto útiles todavía.

Época de poda

La época tradicional y más recomendable de poda es la de reposo vegetativo invernal

(respetando siempre los períodos de fuertes heladas durante los cuales ramas y cortezas se

vuelven quebradizas, se cortan mal y pueden causarse grandes heridas) y preferentemente al

final del mismo, poco antes de iniciarse el período vegetativo, pues de este modo comienza a

actuar más tempranamente la poda, se inicia antes la cicatrización de las heridas y se causan

menores daños al estar más adherida la corteza al leño. En algunos montes mediterráneos

puede emplearse también como época de poda la del reposo vegetativo estival si éste se

produce. En el paro vegetativo las resinosas sangran menos resina por los cortes producidos. El

podador en el caso de las caducifolias ve mejor la forma del árbol durante el paro vegetativo

invernal, pues el árbol se encuentra sin hojas.

En el resto del año es preferible no realizar podas, o en caso de realizarlas, hacerlas con

motosierra mejor que con hacha pues se producen así menores daños por desgarramiento de

corteza o separaciones entre la corteza – poco adherida en el período de actividad vegetativa –

y el leño.

La necesidad de realizar podas durante el período de actividad vegetativa suele aparecer

cuando el ganado precisa de la hoja del arbolado para su alimentación. Es típico en España el

caso del trasmochado del fresno que se realiza al final del período vegetativo y precisamente

con es función.

Precauciones en el corte

Para la eliminación de una rama, viva o muerta, es necesario realizar un corte lo más ajustado

al tronco y a la vez lo más pequeño posible, lo que no siempre es fácil, y esto con el fin de que

se cierre la herida lo antes posible. El peligro principal de los cortes producidos por la poda es

que la pudrición puede llegar a través de ellos al interior del tronco, especialmente si el corte

deja al descubierto la madera del tronco o de rodetes de la base de la rama.

Las pudriciones se ven favorecidas por la acumulación de agua en el corte y por las

irregularidad se del mismo que retrasan su cicatrización, por eso los cortes deben estar

siempre inclinados de modo que el agua escurra por ellos y deben ser lo menos irregulares

posible. El hecho de que no deban ser los cortes horizontales, proscribe en la práctica la poda

de ramas verticales.

Los cortes de sierra, aunque tienen una cierta pelosidad que no tienen los cortes de

instrumentos de percusión, son en cambio muchos más lisos y regulares, por lo que en general

y pese a lo que tradicionalmente se ha dicho, los cortes hechos con sierra cicatrizan mejor que

los realizados con instrumentos de percusión.

Es especialmente importante el evitar desgarraduras en el momento de caerse la rama. Si una

rama es delgada el corte puede hacerse al ras del tronco directamente (y preferentemente de

abajo hacia arriba); pero si la rama es más gruesa es preciso prepararle una entalla de caída;

cuando la rama es especialmente gruesa, puede ser necesario el cortarla en dos pasos

sucesivos. Cuando existe un rodete de inserción es conveniente respetarlo en evitación de

causar heridas de excesiva extensión al árbol.

En el caso del alcornoque no debe cortarse nunca una rama que se asiente en una zona ya

descorchada pues los cortes de las zonas “en fábrica” cicatrizan muy mal a causa de que los

sucesivos descorches levantan la zona de cicatrización.

5

ECONOMIA DE LAS PODAS, SU INTEGRACION EN LOS SISTEMAS SELVICOLAS

Efectos productivos de las podas

Algunas podas, y con relativa independencia de otros posibles objetivos, buscan la producción

lograda a través de las ramas cortadas.

La obtención de beneficios de las podas es un hecho que casi pertenece al pasado, a un pasado

no muy remoto que nos ha legado cierta tendencia a las podas abusivas, más comprensible

cuando estas dejaban un beneficio económico que en nuestros días.

El ramón que puede ser consumido por el ganado – fresno, acebuche, encina, alcornoque, etc-

las leñas, tan cotizadas antaño como combustible, la esencia de hoja de eucalipto y la chaspa o

falca de corcho bornizo de invierno, son los principales productos habitualmente obtenidos. En

tiempos también los taninos tuvieron interés y fueron en buena parte la razón de muchas

olivaciones de piñonero en Valladolid.

Hoy son raras las podas con claro beneficio económico en la misma operación – no a largo

plazo – son mucho menos raras las podas que dan subproductos (ramón, leña, chapa)

vendibles o al menos útiles, desgraciadamente son frecuentes los casos en que la eliminación

de los desechos de poda es otra operación antieconómica más que añade al coste de la poda.

En tiempos, había quien podaba los pinos contra las leñas e incluso quien llegaba a pagar por

hacerlo, hoy se llega a que ni gratis se recojan estas y en casos su eliminación – cuando es

necesaria – se convierte en un coste más que grava la ya delicada economía de los pinares.

Esta desgraciada circunstancia para la economía de las podas, tiene la ventaja de reducir la

frecuencia de las podas abusivas que antes se practicaron. En los vaivenes de precio del

bornizo de invierno, todavía es frecuente observar algunas podas abusivas cuando este

bornizo alcanza elevada cotización.

Hoy se produce la desdichada circunstancia que una poda (de encina) con motosierra – si es

abusiva – acompañada de descuajes a pala, puede llegar a ser rentable. La destrucción de los

montes y deshesas bajo la falsa apariencia de podas y aclarados se extiende. Esperamos que la

leña o suba tanto que haga rentable una poda racional, o baje tanto que no permita estas

operaciones, mientras, los servicios forestales deberán extremar su vigilancia con la ayuda de

todos.

Es extremadamente difícil el dar una cifra del orden de producción de una poda, al depender

de la especie, edad del arbolado, espesura de la masa, y tipo de poda practicada.

En una poda correcta de alcornocal, la proporción de leña, bornizo de invierno, ramón y

ramillas finas o gavilla es muy variable, pero puede cifrarse como sigue:

Kg de ramas verde: 100

Kg de leña: 40

Kg de bornizo de invierno: 16

Gavilla: 40

Perdidas: 4

La producción total de rama por árbol, puede moverse en torno a las siguientes cifras para

nuestros Quercus mediterráneos típicos.

Clase de CAP kg de ramas Clase de CAP kg de ramas

45-59 5-10 135-149 80-160

60-74 10-20 0-164 100-200

75-89 20-40 165-174 120-240

90-104 40-80 180-194 130-260

105-119 60-120 195-209 150-300

120-134 70-140 210-224 180-360

En lo que a economía de las podas en la producción de madera de calidad se refiere, es

evidente que el incremento del valor de la madera como consecuencia de su mejor calidad,

debe ser capaz de compensar el coste de la poda más los intereses del capital invertido en

podas, desde la realización de estas a la venta del árbol. Este cálculo es excesivamente

arriesgado y difícil dadas las notables oscilaciones esperables del mercado de maderas y

capitales desde el momento de la poda hasta el de la corta. Lo que común a casi todas las

inversiones forestales.

No obstante, es evidente que el propietario que elabora su propia madera – y la

Administración Pública, uno de cuyos fines es actuar como motor de arranque de la industria

forestal – son quienes pueden llegar a beneficiarse de todo el verdadero valor añadido a su

madera por la poda. El propietario que vende su madera en pie está en cambio más sujeto a

las oscilaciones especulativas del mercado, y en el mejor de los casos sólo recibirá una parte

del beneficio aportado por su poda.

Este problema, consecuencia del hecho de valer la madera en pie más o menos el 10% del

producto final que de la misma obtiene, hace que la buena práctica selvícola se asocie en todo

el mundo o la Administración forestal o a bosques integrados con industrias forestales por

fórmulas cooperativistas o de otro tipo, lo que es una de las principales ventajas de estas

unidades integradas.

Costes de poda

Es difícil dar normas generales sobre el coste de una poda pues son numerosas las variables

que lo condicionan. De todos modos ensayaremos el dar una ligeras normas generales sobre el

tema:

- El coste de corta de una rama sube notablemente con el diámetro de la misma.

- La herramienta de poda tiene una notable influencia en el rendimiento, la correcta

elección de esta es tal vez la decisión fundamental.

- El coste de la poda de un árbol no varía apenas cuando se hace en varios tiempos que

en uno solo. Podar más cada más años tiene ventaja cuando el producto obtenido es

vendible pues se aumenta la concentración y volumen de la explotación.

- En la organización práctica del trabajo, cada obrero debe llevar la herramienta,

escalera, etc., más adecuada para podar desde una cierta altura hasta otra, no

encareciéndose el trabajo por el hecho de podar dos obreros un mismo árbol más de

lo que puede llegar a ahorrarse por la mayor eficacia de los instrumentos elegidos y el

adecuado empleo de las distintas habilidades y tendencias del personal de poda.

- El coste de la poda de un árbol se incrementa notablemente con la altura a que esta se

realiza. Además, y en el caso de producción de madera, el rendimiento futuro de la

poda va descendiendo con la mayor altura, por ser allí menores los diámetros en el

momento de la corta y menor por tanto la proporción de madera útil para sierra o

para desenrollo. Por esto es frecuente que la poda se reduzca a las dos primeras trozas

del árbol y no intente subir más allá de 5,40 m del suelo, aunque en choperas se

suelen alcanzar los 6 e incluso los 8 m de altura.

- En podas de frondosas para la producción de fruto, un hombre con hacha poda, pica y

saca de 500 a 1000 kg de ramas verdes por día de trabajo. Evidentemente su

rendimiento sube notablemente con motosierra , duplicándose.

- En podas madereras de resinas, un hombre poda 40-80 m de tronco por hora de

trabajo si trabaja hasta los 2,50-2,70 metros del suelo. Con sierra enmangada en poda

de 2,50-2,70 a 5,5-6 m el rendimiento se reduce más o menos a la mitad, y a un cuarto

si se trabaja de 6 a 8 metros.

Integración de las podas en los sistemas selvícolas

La necesidad de una rápida cicatrización de las heridas de poda, el hecho de que la velocidad

de oclusión de las heridas de poda dependa del crecimiento en diámetro de la parte del tronco

adyacente a la herida y el ser la poda una inversión mayor o menor de dinero que, en el caso

de que haga con la intención de mejorar los productos maderables, se recuperará años más

tarde al alcanzar el fuste un cierto diámetro, con lo que subirán los intereses correspondientes;

conducen a realizar la poda cuando los crecimientos en diámetro son fuertes, por lo que la

especie debe ser de crecimiento rápido, la masa debe estar bien aclarada, la estación debe ser

fértil, el posible cultivo – ej.: chopos – intenso, y la edad del árbol adecuada paraqué éste

mantenga un buen crecimiento diamétrico.

La correcta aplicación de una poda exige, normalmente y excepto en masas abiertas, el

combinarlas con claras – preferentemente de selección – podando sólo los pies que

constituirán la masa final a los que se apoyará en las claras, esto suele conducir a no podar

más de 200-250 árboles por ha. En previsión de errores, roturas, etc., es conveniente podar un

20% más árboles que el número de éstos que constituirá el cultivo final. En especies que

acaban por podarse naturalmente, es bueno señalar los pies podados artificialmente que

tienen corazón nudoso mucho menor, pues a la larga acaban por no distinguirse. La podas

extendidas a todos los pies deben restringirse a masas muy abiertas – algunas choperas – y a

las masas productoras de fruto que suelen ser abiertas y pagan en fruto la intervención.

La poda carece de sentido en masas espesas si no es complementada con las imprescindibles

claras. Tampoco tiene sentido en pies no fruteros que no se vayan a destinar a la sierra. (Ej.: en

producción de celulosa).

La clara de apoyo a la poda es preferible que proceda en algunos años a la poda, de modo que

en el momento de aplicar esta, haya finalizado el “Choque de clara” los árboles estén en pleno

vigor y crecimiento y las heridas cicatricen rápidamente. No obstante, en la primera clara y por

razones de transitabilidad es frecuente que la poda anteceda en uno o dos años a la clara.

En todo caso, la realización simultánea de claras y podas incrementa el efecto de choque y en

especies susceptibles de emitir brotes provoca la emisión de numerosos brotes de chupones.

Esta desdichada situación es excesivamente frecuente hoy, como ya hemos dicho, en nuestras

dehesas, con el fin de hacer económico el actualmente renaciente carboneo.

Anteriormente nos hemos referido ya a la necesidad de una correcta programación de las

podas de alcornoque en relación con el descorche. Básicamente consiste en no podar ni antes

ni después de tres años del descorche y respetando en la poda las zonas en fábrica y en la pela

las heridas de poda no totalmente cicatrizadas.

La práctica de las podas en las repoblaciones permite realizar éstas con menor densidad de

plantación que lo habitual. Aunque rara vez pueda compensar el reducir los gastos de

plantación a costa de incrementar los de poda; en las repoblaciones por hoyos sin preparación

mecanizada del suelo, en las que el coste es bastante proporcional al número de pies, esta

estrategia puede llegar a ser rentable.

6

PODA ESPECIALES

Podas de transitabilidad y defensa de las masas

Los bordes de masa

Algunas podas se realizan con el fin de facilitar el acceso de personas al interior de las masas.

Masas muy espesas de espesura trabada son podados desde el suelo en la longitud de la

primera troza (2,50) más tocón (20cm) es decir unos 2,70m, con el fin de permitir el paso de

las personas con fines recreativos, o con el fin de facilitar los trabajos selvícolas. Es típica esta

poda como paso previo a la primera clara, siendo un ejemplo típico el del pino radiata en el

País Vasco, en donde se suele hacer la poda a los 10 años como paso previo a una clara a los

12.

También suele realizarse esta poda como procedimiento para romper la continuidad vertical

del material combustible de la masa, reduciéndose así el riesgo de incendios de copa,

preparándose a la vez áreas de defensa para casos de incendios. En este caso, de podar en

prevención de incendios, sería recomendable elevar las podas hasta 4 m e incluso hasta la

altura del segundo madero (5,20m) y en todo caso es deseable la eliminación de los restos de

poda por quema, extracción, trituración, etc.

Muchas podas de las que hoy se realizan y especialmente en las dehesas labradas, se realizan

con el fin de permitir mejor el paso de la actual maquinaria agrícola, lo que obliga a alterar

profundamente el porte tradicional “bellotero” del arbolado de estas dehesas. Porte “amplio,

abierto y equilibrado”.

Comentario aparte merecen los siempre delicados bordes de masa que en nuestros irregulares

y fragmentados bosques pueden tener gran interés.

La copa viva del arbolado en los bordes de masa suele llegar hasta el suelo. Esta copa evita la

entrada del viento y el sol al interior de la masa, reduciendo la invasión de matorral, la

desecación superficial del suelo y el riesgo de que un posible incendio se descontrole. Podar

estos árboles, nunca con buena forma, es siempre u grave riesgo selvícola; aunque también es

cierto que pueden ser el camino de acceso de un fuego de copa, por lo que siempre se debe

sopesar cuidadosamente la decisión de podarlos o no. Si la especie es una frondosa rebrota

inmediatamente con lo que no adelantamos gran cosa, tampoco suelen lograrse mayores

beneficios si es una conífera, pues habitualmente en el borde de la masa tendrá una forma

imperfecta. En todo caso las gruesas ramas que se forman siempre en estas situaciones, hacen

siempre peligrosa y en general no recomendable la poda de los bordes de masa.

Las podas de saneamiento.

Riesgos sanitarios de las podas

En bastante ocasiones las podas se realizan con el fin de liberar al árbol de una enfermedad o

plaga, o parásito como muérdago u otros. Otras veces constituyen un apoyo selvícola a

operaciones de tratamientos directos sobre plagas. Son numerosos los casos que se podrían

citar en España.

En el caso de los encinares fueron típicas las podas para liberar el arbolado del ataque del

hongo Taphrina kruchii que produce las escobas de bruja. También y tanto para la encina como

para el alcornoque es conocido el arrancado a mano de las ramas atacadas por el Coraebus

bifasciatus cuya larva queda en la parte de la rama arrancada que se quiebra por el anillo de

ataque de la plaga y que puede después ser destruida por el fuego.

En el caso de los chopos son conocidas las podas de corrección de deformaciones de guías

causadas por insectos como la Gypsonoma aceriana y algunos otros perforadores.

En el caso de los pinares las guías destruidas por la Evetria (Rhyacionia bouliana) pueden ser

recuperadas cortando la guía y todas las ramas del verticilo inferior menos una que

reconstituirá la guía.

Tiene especial interés en este punto el descartar los riesgos de infección del árbol que tienen

las podas. La herida de poda es siempre un buen camino para el ataque de hongos e insectos

perforadores.

Al ser capaces de sobrevivir de modo saprofítico en las ramas cortadas tanto algunos hongos

como algunos insectos perforadores, es conveniente proceder a la eliminación de las ramas

cortadas.

Los cortes producidos por la poda son verdaderos caminos de penetración de los hongos e

insectos al interior del árbol, por ello en masas en que sean de temer ataques no deben

realizarse podas masivas y las podas de santidad no deben unirse a las podas normales, pues

los beneficios obtenidos de la supresión de ramas atacadas pueden verse comprometidos por

el gran número de cortes existentes en la masa.

También debe tenerse muy presente que no deben realizarse podas de ramas vivas cuando

sean de temer inminentes ataques de insectos o hongos de foliadores pues a los ya de por si

dañinos ataques de estos, añadiremos el efecto defoliador de la misma poda. Esta limitación

debe tenerse especialmente presente en el caso de la olivación de los piñeros sometidos al

ataque de la procesionaria.

No es especialmente peligroso el caso de los ataques de los insectos perforadores de la

madera, pues el mejor camino de de entrada a través de las heridas creado por la poda queda

compesado por el descenso de la presión osmótica interior del árbol como consecuencia de la

misma; no obstante, una poda abusiva al reducir el crecimiento diamétrico del árbol reduce las

posibilidades de defensa de éste. El riesgo de ataque tras las podas puede también llegar a

través de los desechos de poda no eliminados en los que pueden llegar a multiplicarse alguno

perforadores. Especialmente conocido en España es el caso de los ataques de Hylobius eIps en

pino silvestre que fuerza a la eliminación de los restos de las podas o de los aclareos en las

masas en que son esperables sus ataques.

El corte de ramas vivas pone al exterior los tejidos del cambium y del liber facilitando el ataque

de los parásitos.

Por esta razón no deben realizarse podas en zonas en que sean de temer ataques de hongos y

especialmente después de años secos que suelen producir en el arbolado condiciones de

debilidad frente a estos ataques. Es conocido en España el riesgo que implica las podas del

alcornocal en áreas en las que son frecuentes los ataques del Hypoxylon mediterraneum.

En lo que a hongos pudridores de la madera se refiere, las heridas de poda pueden facilitar su

ataque. Los hongos que atacan la albura, normalmente distintos de los que atacan el duramen,

pueden ser peligrosos pues es inevitable el poner al descubierto la albura en toda herida de

poda. No obstante, la actividad vital residual de la albura de la madera genera resinas –

resinosas o gomas, etc. – que protegen el árbol del ataque que está además frenado por esa

misma actividad vital.

El duramen de la madera, ya inactivo, no genera esos mecanismos defensivos y es el camino

de los hongos pudridores del corazón del madero causantes del deterioro de la madera.

De aquí una norma esencial en las podas: no cortar nunca ramas tan gruesas o tan viejas (no es

igual vieja que gruesa) que puedan contener duramen. Todo corte que presente duramen al

exterior es muy peligroso. Esto limita claramente el tamaño máximo de la rama a cortar. En

todo caso jamás debe de cortarse una rama de forma que la herida sea mayor de lo que el

podador puede abarcar con las dos manos (unos 15 cm de diámetro). En frondosas la poda

presenta siempre peligros graves de pudrición, al ser la madera en pie de frondosas más

sensible a la pudrición que la madera de resinosas. Por esto, las podas de frondosas

productoras de madera deben reducirse a las imprescindibles para la formación del árbol o a

masas de crecimiento rapidísimo o a especies en las que precio de m3 varie notablemente con

el contenido de la materia limpia de nudos como puede ser el caso de la madera para

desenrollo. Cuando el objetivo de la poda de frondosas sea favorecer la producción de fruto,

debemos de pensar que estamos sacrificando o como mínimo arriesgando la calidad de la

madera y la duración del árbol a dicha producción.

En las podas, al peligro mismo de la herida abierta, peligro multiplicado si el crecimiento es

bajo – mala calidad de estación, excesiva espesura, excesiva intensidad de poda – pues más

años tardará la herida en cicatrizar, se añade la transmisión de la enfermedad a través de la

herramienta de poda, de aquí la necesidad de desinfectar ésta en las podas de saneamiento de

hongos, en las que es posible transmitir la enfermedad a través de la herramienta. Existen

además hoy productos, de escasa aplicabilidad en el ámbito forestal aunque bastante usados

en parques y jardines, destinados a evitar los ataques a través del corte.

En el caso del muérdago, además de las podas de las ramas afectadas, suele ser precisa la

eliminación de viejos frutales abandonados u otros agentes que extienden el ataque.

El ramoneo

Consiste en la supresión de ramas de un árbol, con el fin de que las hojas sean aprovechadas

por el ganado. Es un tipo especial de poda cuyo objetivo no es favorecer bajo ningún concepto

al árbol, ni en producción de fruto ni en calidad de madera a no ser como consecuencia

indirecta; sino producir alimento para el ganado y secundariamente leñas como sub-producto

en su caso.

Suele practicarse en temporadas y zonas de poco pasto y normalmente sobre frondosas:

acebuche, encina, rebollo, etc.

Constituye un uso más de muchos de nuestros montes mediterráneos, estando mejor

adaptado a este tipo de aprovechamiento el ganado cabrío.

Aun cuando su intención no sea estrictamente el ramoneo, muchas podas dan lugar a un

aprovechamiento del ramaje por el ganado, por lo que frecuentemente se aprovechan los años

de escaso pasto para realizar las podas, consiguiéndose de este modo una doble utilidad.

También cuando se practicaba el vareo de la bellota se desprendía cierta cantidad de hoja

consumible por el ganado.

En ocasiones el ganado, sobre todo cabrío y bovino, aprovecha directamente el ramaje si

necesidad de poda previa, realizando una cierta poda de carácter más o menos natural.

Aunque el ganado prefiere claramente el ramón de las partes altas y bien soleadas del árbol,

que es más nutritivo.

En el caso de las especies perennifolias puede ser posible compatibilizar la práctica del

ramoneo y la época oportuna de poda; pero tanto en las caducifolias, como en determinadas

crisis alimentarias del ganado (ej: finales del verano) puede ser necesario recurrir a podas de

ramoneo fuera de la estación adecuada para las podas. Los riesgos de esta decisión deberán

ser bien sopesados, los cortes en este caso mejor con motosierra.

La monda y el trasmocho

Tanto la monda como el trasmocho son podas masivas en las que se suprimen todas las ramas

del arbolado, con el fin de que su ramón sirva de alimento para el ganado y en su caso para

utilizar las leñas. Ambas son operaciones brutales dictadas por la economía y que, aunque

perjudican notablemente al árbol, pueden ser selvícolamente recomendables en determinadas

circunstancias. Se distinguen entre sí porque la monda respeta la guía terminal del árboo,

mientras que el trasmocho lo descabeza totalmente. La monda se utilizó y aun puede verse en

ocasiones sobre chopos lo que les da aspecto de “chopos lombardos”. El trasmocho es típico

en los fresnos: aunque tanto una como otro se han aplicado y se pueden aplicar a diferentes

especies. Ambos tipos de podas pueden considerarse como podas límites de ramoneo.

El trasmocho es una técnica de poda que enlaza las podas con los montes bajos, es al fin un

tipo de monte bajo especial en el que recepe, se práctica a cierta altura sobre el suelo.

Tiene su justificación esta forma de recepe o de poda si se quiere, en zona de pastoreo para

evitar el acotamiento al ganado durante la consolidación del rebrote. También en donde sean

de temer heladas rastreras (fondos de valle) o indundaciones (riberas) circunstancias éstas que

también dañarían los brotes. Además viene obligado cuando se requiere obtener leña o ramón

para el ganado de árboles excesivamente viejos, que no consiguen brotar por la parte inferior

y si por la superior, aprovechándose del menor grosor allí de la corteza. Este mismo fenómeno

del exceso de corteza que impide el rebrote, llega a producirse con el paso de tiempo en la

parte alta del trasmocho y obliga a recepar no al nivel de la vieja “cabeza de gato” sino

dejando unos cortos muñones en los que sea más fácil el rebrote.

Al terminar habitualmente el árbol con la edad y los cortes sucesivos, podrido y hueco en su

interior, el viento, la nieve y el mismo peso de los brotes llegan a desgajar a éstos, sufriendo

daños el árbol. Esto obliga a no espaciar excesivamente la corta de los brotes para evitar que

éstos tomen un peso o un tamaño que favorezcan dichas roturas. El trasmocho se aplica

típicamente al fresno y a la mimbrera y es frecuente también en rebollares.

Habitualmente se hace coincidir el trasmochado con períodos de hambre para el ganado que

así utiliza el ramón o en las dehesas sembradas con el año de siembra para evitar la sombra

sobre el cultivo. Suele practicarse el descabezado de caducifolias en el mes de setiembre, para

que el ganado pase consumiéndolo el período previo a la otoñada; en perennifolias suele

descabezarse en la época normal de podas. A veces el ramón obtenido no se consume

directamente a diente por el ganado y es sometido a un proceso de ensilado, lo que se práctica

con fresno y rebollo en áreas de inviernos excesivamente crudos.

Nota: el término “monda” suele aplicarse a la supresión de chupones que aquí hemos llamado

“desmamonado”. La terminología Forestal del Instituto Forestal de Investigaciones y

Experiencia no se pronuncia sobre este doble uso término.

BIBLIOGRAFIA

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MONTOCHA, J.M: Los alcornocales. 1988. Servicio de Extensión Agraria. Madrid

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GENTILEZA DE LA Biblioteca DE LA DIRECCION DE EDUCACION AGRARIA/MAG

BDEA/amav

17/03/2010.-