la piragua n° 40

149
N 40 Diciembre/ 2014 ISSN 2073-0810 CONSTRUYENDO MOVIMIENTO DE EDUCACIÓN POPULAR

Upload: lacartadelceaal

Post on 13-Apr-2016

48 views

Category:

Documents


2 download

DESCRIPTION

Presentamos la Piragua Nº 40, titulada: “Construyendo movimiento de Educación Popular”. En este número compartimos las experiencias de nuestro Encuentro-Asamblea Intermedia realizada en Quito-Ecuador, durante los días 29 de agosto al 1 de septiembre del 2014. El cual fue un espacio para un encuentro crítico, para una discusión profunda sobre los temas que nos confrontan desde la complejidad y riqueza de la realidad latinoamericana y caribeña actual.

TRANSCRIPT

  • N 40Diciembre/ 2014

    ISSN 2073-0810

    14147/ CEAAL - REVISTA LA PIRAGUA N 40/ MEDIDA 41.95X28CM . / LOMO OK 0.95CM/ 148 PP BOND 90 GRS. ENCOLADO NORMALFOLDCOTE C-14

    Construyendo el Movimiento d

    e Educado

    res (as)

    Popula

    res

    CONSTRUYENDO MOVIMIENTO DE EDUCACIN POPULAR

    Dic

    iem

    bre

    / 201

    4 N

    40

  • 14147/ CEAAL - REVISTA LA PIRAGUA N 40/ MEDIDA 41.95 X 28 CM. / LOMO 0.95CM OK 148 PP BOND 90 GRS. ENCOLADO NORMALFOLDCOTE C-14

    NEGRO

    CONSEJO DE EDUCACIN POPULAR DE AMRICA LATINA Y EL CARIBE

    Comit Ejecutivo y DirectivoPresidente: Oscar Jara Secretara General: Nlida Cspedes Tesorero: Edgardo lvarez Fiscal: Yadira Rocha Co Fiscal: Thais Bernardes

    Regin Andina: Iliana MalitoRegin Brasil: Joao WerlangRegin Caribe: Nicomedes Castro Regin Centroamrica: Haydee Recinos Regin Cono Sur: Cira Novara Regin Mxico: Rosa Elva ZigaRed Latino Americana de Educacin para la Paz y DDHH: Patricio Cabezas Programa Latinoamericano de apoyo a la sistematizacin del CEAAL: Oscar Jara, Rosa Elva Ziga.

    Presidentes HonorariosPaulo Freire +Carlos Nez+Orlando Fals Borda +Ral Leis +Fernando Cardenal (Nicaragua)Pedro Pontual (Brasil)Nydia Gonzales (Cuba)

    Comit Editorial:Oscar Jara Holliday. Presidente, CEAAL. Nlida Cspedes Rossel. Secretara General, CEAAL. Lola Cendales Gonzlez. Dimensin Educativa, Bogot, Colombia. Alfonso Torres Carrillo. Universidad Pedaggica Nacional, Colombia.Jorge Osorio Vargas. Facultad de Educacin. Universidad de Playa Ancha, Valparaso, Chile.

    Coordinacin de este nmero Nlida Cspedes Rossel

    Correccin de estilo Sonia Henrquez Gil

    Diagramacin e impresin Tarea Asociacin Grfica Pasaje Mara Auxiliadora 156164, Brea. Lima 5, Per

    Hecho el Depsito legal en la Biblioteca Nacional del Per N 2012-00817

    Fotos de la portada e interiores:Archivos del CEAAL.

    Toda colaboracin o correspondencia debe dirigirse a La Piragua:Parque Osores 161, Pueblo Libre. Lima 21, PerTelefax: (51-1) 3327404Telfono (51-1) [email protected]/www.ceaal.org

  • EDITORIAL

    Los desafos de los procesos de educacin popular en el contexto 5 actual

    Oscar Jara Holliday (Costa Rica)

    EL RETO DE LA ACCIN POLTICA EN LA AMRICA LATINA DEL SIGLO XXI

    Procesos formativos, sociedad civil y cambio poltico 15 Eduardo Cceres Valdivia (Per)

    Nuevo rol de las organizaciones no gubernamentales. Pensando 21 nueve temticas para sus agendas

    Edgardo lvarez Puga (Chile)

    PROFUNDIZANDO LA DEMOCRACIA PARTICIPATIVA

    Mujeres Kichwas del Ecuador tejiendo por la reivindicacin de sus 31 derechos desde la Educacin Popular

    Cristina Cucur Miarcaja (Ecuador) Educacin popular y accin poltica de movimientos y organizaciones 37

    sociales en clave de participacin popular. Apuntes para el debate Mara Rosa Goldar (Argentina)

    A situao atual e os desafios da Educao Popular e a diversidade 45

    de formas de participao cidad no Brasil Pedro Pontual (Brasil)

    DERECHO A LA EDUCACIN Y LA PARTICIPACIN CIUDADANA

    La educacin un derecho de todos 51 Mara Brown Prez (Ecuador)

    La uNEsCO y el derecho a la educacin 55 Amparo Naranjo Grijalva (Ecuador)

    DESAFOS Y RETOS DEL CEAAL COMO MOVIMIENTO DE EDUCADORES(AS) POPULARES

    Reflexiones y compromisos 61 Francisco Cabrera Romero (Guatemala) Caminos en la construccin de nuevos paradigmas desde las prcticas 77

    del CEAAL. Introduccin Jorge Osorio Vargas (Chile)

    NDICE

  • Movimientos sociales. Construyendo horizontes de cambio 81 Ana Bickel (El salvador) Economa solidaria: Resistencia y alternativa al sistema capitalista 85 Celina Valadez Bonilla (Mxico) Interculturalidad y construccin de nuevos paradigmas emancipatorios 91 Aportes desde la sistematizacin de experiencias Benito Fernndez Fernndez (Bolivia) Educacin popular con perspectiva de gnero. una apuesta por la liberacin 97 Generosa Maceo Alarcn (Cuba) Juventudes y Perspectiva Generacional. un aporte desde la educacin popular 101 Nicols Vargas (Argentina)

    La sistematizacin apuesta poltica que contribuye a construir procesos 105 emancipatorios

    Rosa Elva Ziga Lpez (Mxico)

    Por un paradigma educativo transformador 108 Nlida Cspedes Rossel (Per)

    CONSTRUYENDO MOVIMIENTO DE EDUCADORES POPULARES

    Trabajando en red. Introduccin 113 Alberto Csar Croce (Argentina) El CEAAL sigue sembrando y cosechando educacin popular 117

    en Amrica Latina y el Caribe Camila Crosso (Brasil) uma leitura de contexto 119 Mrcio Cruz (Brasil) CEAAL: Estratgias, compromissos, desafios 123 selvino Heck (Brasil) La ternura hacia la casa comn llamada tierra 127 Patricio Raza Dvila (Ecuador)

    COMUNICACIN Y MSTICA POPULAR

    El fuego de la palabra. Desafos de la convergencia Educacin y 131 Comunicacin Popular Provocaciones

    Mara Cianci Bastidas (Venezuela)

    Creatividad, intraculturalidad y danza 139 Nlida Cspedes Rossel (Per) Celina Valadez Bonilla (Mxico)

  • Editorial 3

    Editorial

  • Editorial 5

    Oscar Jara HollidayPresidente del CEAAL

    Cuando desde hace un ao en el Comit Directivo del CEAAL nos planteamos la idea de hacer una Asamblea interme-dia, nos propusimos que esta no tuviera un carcter puramente formal, encorsetado en formas tradicionales de participacin, sino que, por el contrario, significara todo un pro-ceso de construccin de un espacio para un encuentro crtico, para una discusin profun-da sobre los temas que nos confrontan des-de la complejidad y riqueza de la realidad latinoamericana y caribea actual. La idea, adems, era que pudiramos generar pre-viamente todo un proceso preparatorio que nos permitiera traer a este encuentro no solo ideas, sino tambin los avances, dilemas y aprendizajes de las experiencias que realiza-mos en nuestras prcticas cotidianas en los distintos rincones de nuestra regin, para compartirlos en el Ecuador, en el centro de Nuestra Amrica, en la mitad del mundo que simblicamente nos recibe como un espa-cio de acogida y de encuentro. Se trat, por tanto, de llevar a cabo un debate de fondo, un dilogo latinoamericano y caribeo desde situaciones concretas que nos exigen una re-flexin profunda y nos llaman, sobre todo, a la accin estratgica.

    De Consejo de Educacin de Adultos a Consejo de Educacin Popular

    En nuestra ltima Asamblea Ordinaria del CEAAL en Lima, en mayo del 2012 decidi-

    mos cambiar el nombre del CEAAL, de Con-sejo de Educacin de Adultos de Amrica Latina a Consejo de Educacin Popular de Amrica Latina y el Caribe, y con ese cambio de nombre queramos precisamente reafir-mar la importancia de retomar las races fun-damentales que nos constituyen: la apuesta por una educacin popular crtica, emanci-padora y transformadora, que abarque todos los campos y modalidades educativas y vaya mucho ms all de lo que se pueda hacer en el campo de la educacin de personas adultas.

    LOS DESAFOS DE LOS PROCESOS DE EDUCACIN POPULAR EN EL CONTEXTO ACTUAL1

    1 Texto basado en la exposicin inaugural del EncuentroAsamblea del Consejo de Educacin Popular de Amrica Latina y el Caribe, CEAAL, durante la apertura del Foro: Los desafos de la educacin popular en el contexto actual y la diversidad de formas de participacin ciudadana para profundizar la democracia participativa en Amrica Latina y el Caribe, Quito, Ecuador 29 de agosto 2014. [email protected]

  • La Piragua N 406

    2 Gallardo, Helio: Ciclo de conferencias: Sujeto y cultura poltica popular en Amrica Latina, Costa Rica, 2006 en: http://heliogallar-do-americalatina.info

    Cuando hablamos de una educacin popular estamos hablando de otro paradigma de edu-cacin, estamos hablando de otra educacin: una educacin centrada en la bsqueda por convertirnos, como personas, en sujetos protagonistas de las acciones de transfor-macin, en protagonistas de los procesos sociales de cambio, en la medida que esos procesos rescatan los saberes populares y responden a las necesidades de las mayoras. Como dice el socilogo Helio Gallardo2 sobre los dos sentidos de lo popular: la nocin de lo popular referida al pueblo social y la nocin de lo popular referida al pueblo pol-tico. El pueblo social est constituido por todos aquellos sectores que sufren algn ni-vel de asimetra, de brecha, de desigualdad, debido a cualquier forma de explotacin, de opresin, exclusin, marginacin o discri-minacin. Todos esos sectores conforman el pueblo social. Por lo tanto, una educacin popular es una educacin que rescata la vida, las necesidades, los sueos, los afanes, las frustraciones y las expectativas de ese

    pueblo social; una educacin que tiene como punto de referencia las condiciones que se sufren desde esas situaciones de exclusin, discriminacin y explotacin. Sin embargo dice tambin Gallardo, que ms importante todava es la nocin de pueblo poltico: es decir la referida a todos aquellos sectores so-ciales, organizaciones y personas que luchan por cambiar, por cancelar esas asimetras e inequidades; que luchan por eliminar las condiciones de explotacin, de exclusin, de opresin, de marginacin y discriminacin. Es en este doble sentido que nosotros afir-mamos la importancia de generar otra educa-cin: una educacin popular, una educacin transformadora que responde a las situacio-nes y a los intereses de ese pueblo social y se orienta en la perspectiva de impulsar el protagonismo del pueblo poltico.

    Es ms, yo creo no deberamos hablar de la educacin popular como si fuera un objeto en s o como si fuera un sujeto independien-te, deberamos hablar siempre de procesos

  • Editorial 7

    de educacin popular: es decir, procesos de educacin transformadora que tienen como referentes centrales a los sujetos sociales del pueblo social, pero que buscan cance-lar, transformar las asimetras, las brechas de discriminacin, desigualdad; que luchan por eliminar las diversas formas de explotacin, de opresin y de exclusin. En ese sentido es una educacin que se lleva a cabo a travs de procesos que estn basados en una apuesta tico-polticopedaggica de transformacin.

    Los procesos de educacin popular se ca-racterizan por tener ese sentido poltico que se expresa en una pedagoga distinta, que busca ser coherente con dicho sentido. Por eso es que desde la educacin popular no ponemos nfasis en la enseanza, ni en los contenidos que se transmiten, sino en los procesos vivos de construccin de conoci-mientos y de desarrollo de capacidades de aprendizaje. Cuando Paulo Freire afirma que ensear no es transferir conocimientos3 nos est indicando que, en realidad, no es posible transferir los conocimientos: se pue-de transferir informacin, pero los conoci-mientos los producimos activamente a partir de la relacin entre esas informaciones y los saberes y conocimientos que ya poseemos; a partir de la recreacin de nuestros propios saberes, en funcin de las realidades que vi-vimos. No hay transferencia unidireccional de conocimientos. El conocimiento siempre se construye creando condiciones y disposi-ciones que permitan generar el aprendizaje y as, los procesos de construccin de conoci-miento contribuyen a desarrollar tambin las capacidades para aprender.

    Entonces educacin popular es una educa-cin que se basa en una pedagoga que bus-ca desarrollar nuestras propias capacidades de aprendizaje, capacidades para que poda-mos crticamente analizar las informaciones y situaciones que vivimos, problematizarlas en su interrelacin y complejidad y, por lo

    tanto, apuntar a construir conceptualmente, tericamente, propuestas de transformacin. Se trata de procesos que nos permitan su-perar la mera descripcin de las situaciones que existen, para poder imaginar, soar y construir otras situaciones diferentes. Es una educacin que nos permite apoderarnos cr-ticamente del presente y de la historia pa-sada, pero para apropiarnos del futuro. Por ello, no existen procesos de educacin po-pular que no estn vinculados a procesos de dilogo, de participacin y de organizacin; no hay procesos de educacin popular ence-rrados en s mismos, sino como dimensiones de procesos de accin, procesos de organi-zacin, procesos de encuentro, de lucha, de movilizacin. De ah que se nos plantee como desafo el desarrollar nuestras capa-cidades de aprendizaje, de comunicacin, de solidaridad, de encuentro; la capacidad

    3 Freire, Paulo: Pedagoga de la Autonoma, saberes necesarios para la prctica educativa, Siglo XXI editores, Mxico 1997, Cap. 2

  • La Piragua N 408

    de emocionarnos, de imaginar, de poder convertir los sueos en posibilidades rea-les; desarrollar la capacidad de mirar otras realidades y reconocerlas en su diversidad; desarrollar, en definitiva, todas nuestras capacidades humanas y tener la conviccin de que, tanto las condiciones sociales como las personales, tanto nuestros cuerpos como nuestras mentes, nuestros sentimientos y nuestras ideas, son territorios sobre los cua-les debemos ejercer procesos liberadores.

    Cuando Paulo Freire formul sus primeras propuestas educativas all por los aos se-tenta del siglo pasado, usaba el trmino no de educacin popular sino de educacin li-beradora. En el contexto de esa poca al-guna gente entendi que la educacin libe-radora sera algo as como una educacin que tena un discurso liberador, es decir que hablaba sobre la liberacin, que tena un discurso transformador revolucionario. Pero no es as. Una educacin liberadora, emancipadora, es aquella que, como proce-so vital y radical, nos permite irnos liberan-do de las distintas ataduras que tenemos; es aquella que nos posibilita desatar todas nuestras capacidades individuales y co-lectivas: de creatividad, de criticidad, de accin transformadora. Es aquella que nos

    permite liberar todas nuestras potencialida-des humanas, romper con los esquemas, las matrices conceptuales colonizadoras que recibimos en trminos econmicos, socia-les, polticoideolgicos y ser capaces de imaginar y de pensar otro tipo de relaciones humanas personales y colectivas. Por eso es que los procesos de educacin popular son polticos: porque crean poder, constru-yen poder, porque nos desarrollan capaci-dades para poder construir lo nuevo, lo que an no existe. Y por ello son capacidades individuales y colectivas, porque lo que se puede lograr en conjunto es mucho ms que la suma de lo que logremos hacer por sepa-rado. De ah que los procesos de educacin popular estn ntimamente ligados a proce-sos de organizacin popular.

    Construir un movimiento de educacin popular basado en una tica de la vida

    Ahora bien, entonces, qu pasa con la edu-cacin formal? Ser que hay que poner por un lado a la educacin formal y por otro lado a la educacin popular?, nosotros decimos: no!. Cuando hablamos de Educacin Po-pular, estamos hablando de desarrollar otra concepcin de educacin que debera estar presente en todas las formas y modalidades

  • Editorial 9

    a travs de las cuales se desarrollan los pro-cesos educativos: en la educacin preesco-lar, primaria, secundaria, universitaria, en los programas de educacin no formal de personas jvenes y adultas, pero tambin en los movimientos sociales, movimientos ind-genas, movimientos feministas, movimientos campesinos, ecologistas, en la lucha por los derechos humanos, en los esfuerzos de parti-cipacin ciudadana y democratizacin, en la apropiacin de las experiencias de moviliza-cin y accin, en el rescate de la sabidura ancestral de nuestros pueblos, en el dominio ms profundo de la ms sofisticada tecno-loga en todos los terrenos surge el desa-fo de impulsar procesos emancipadores que nos construyan como sujetos protagnicos y transformadores. Eso es hacer una educacin popular.

    Y es muy interesante que ahora, dentro del CEAAL, tengamos como integrantes ya no solamente organizaciones no gubernamenta-les, las ONG. Ahora estn entrando al CEAAL grupos y movimientos sociales, as como uni-versidades y equipos de investigacinaccin acadmica, estn acercndose al CEAAL otras dimensiones de accin que tradicional-mente no estaban. Por eso nosotros y noso-tras decimos que no queremos que el CEAAL sea solamente una coordinadora de las ONG (porque se ha pensado algunas veces que ha-cer educacin popular es algo exclusivo de las ONG). No. Podemos ser tambin un espacio en el que las ONG coordinen, pero tenemos que ser mucho ms. Tenemos que hacer del CEAAL un movimiento de educacin popular y un movimiento de educadoras y educado-

    res populares. Tenemos que convertirnos en un movimiento dinmico, activo, propositivo, vinculado a los movimientos sociales y pol-ticos que existen en nuestra Amrica Latina, y esto es lo que le va a dar sentido al trabajo que como CEAAL realicemos. Esa es nuestra tarea, ese es nuestro desafo en este momen-to, pero no basta con declararlo o desearlo, hay an muchos debates y cambios por rea-lizar.

    La realidad latinoamericana, pese a los procesos de cambio que estamos viviendo, est todava impregnada del predominio de polticas basadas en concepciones neolibe-rales que siguen rigiendo la economa de nuestros pases. La plaga del extractivis-mo sigue siendo una prioridad en muchos de nuestros pases, lo que causara a largo plazo la posibilidad del fin de muchos de nuestros recursos e incluso de las propias posibilidades de vida. Muchas polticas es-tn dirigidas y focalizadas solamente hacia algunos sectores, y en el fondo refuerzan los esfuerzos de privatizacin que desde los aos ochenta y noventa se han presentado en toda nuestra Amrica Latina y que han continuado manteniendo la regin con una creciente desigualdad. En la gran mayora de nuestros pases las brechas de equidad e igualdad continan intactas, pese a que ha habido polticas de cambio que han per-mitido superar niveles de pobreza extrema; sin embargo, el desafo de superar las bre-chas de equidad en el terreno econmico, social y cultural, las brechas de gnero, las brechas de discriminacin tnica, las bre-chas de separacin por edad, continan in-tocadas. Todava tenemos muchas brechas sobre las cuales tenemos que trabajar para construir un nuevo terreno sobre el cual edificar la nueva Amrica Latina y el Cari-be. Por eso ante ese paradigma neoliberal, ante el paradigma de la privatizacin, ante ese paradigma del individualismo, ante ese paradigma de una educacin para el mer-cado y una educacin como mercanca es decir donde los saberes y las posibilidades de educacin se venden nosotros afirma-

  • La Piragua N 4010

    mos otro paradigma: un paradigma de una educacin transformadora, un paradigma de una educacin para la solidaridad, un para-digma que garantice tambin el derecho a una educacin pblica gratuita y de calidad, un paradigma de educacin como construc-cin de capacidades de aprendizaje y creci-miento personal a lo largo de toda la vida. Por eso, en definitiva, estamos afirmando otra tica, otra visin de la vida, como sus-tento de una nueva educacin.

    Por todo lo sealado, la bsqueda en tor-no al Vivir bien o Buen Vivir o Sumaq Kawsay o Suma Qamaa, la bsque-da alrededor de una utopa de otro mundo distinto, no es simplemente una aspiracin para algn da que llegar. Las utopas no son algo que nos imaginamos y esperamos con paciencia infinita que ojal un da lle-guen. No. Las utopas hay que construir-las cada da. Tienen sentido en la medida que las hacemos carne en la forma como vivimos cotidianamente, como trabajamos, como nos relacionamos hoy. No ser posi-ble construir sociedades democrticas sino vivimos la democracia en nuestra casa, en nuestra familia, en nuestros barrios, en nuestras organizaciones, en nuestras comu-nidades, en nuestros municipios, nuestras regiones All tenemos que desarrollar una lgica distinta de relacin humana y cons-truir otras formas de relaciones de poder no autoritarias, verticales ni patriarcales, que precisamente sean las que hagan visibles y anuncien que esa utopa es posible, porque es posible vivirla desde ahora.

    Entonces nuestro encuentroasamblea del CEAAL ha sido para compartir crticamente lo que estamos haciendo, para ver qu esta-mos avanzando y qu dificultades tenemos en este contexto latinoamericano complejo, diverso, cambiante y lleno de contradiccio-nes. Seguramente al interior del CEAAL te-nemos diferencias en la manera como ana-lizamos esas tensiones y contradicciones, porque las tensiones y las contradicciones

    son lugares desde donde siempre nos posi-cionamos; pero como deca Gramsci, no po-demos ser observadores neutros o externos de las contradicciones, sino que tenemos que ubicar en qu parte de la contradiccin estamos colocados, porque es desde esa tensin que hacemos las lecturas de lo que hay y las apuestas de lo que queremos que haya. Por eso necesitamos tambin enten-der que nuestras prcticas son diversas, y en el debate crtico respetar la diversidad de nuestro pensamiento y la diversidad de nuestras apuestas tambin. Es decir, expli-citar nuestras divergencias, pero tambin buscar los puntos de confluencia y tratar de rescatar aquellos elementos centrales en los cuales tenemos que articular nuestras prc-ticas, lo cual no implica uniformidad, no significa homogeneidad. En Amrica Latina y el Caribe muchas veces hemos tenido la perspectiva poltica deseable de buscar que todos tengamos un mismo discurso, de que todos y todas opinemos lo mismo y hagamos cosas similares, pero creo que eso es preci-samente la negacin de la construccin de la democracia como capacidad de accin colectiva transformadora, en movimiento, dinmica y respetuosa de las diversidades que responden a las distintas particulari-dades histricas, sociales y culturales que vivimos.

  • Editorial 11

    El debate sobre la calidad de la educacin

    Por ltimo, creo que en esta bsqueda de otra educacin, del derecho a una educacin de calidad, tenemos que cuestionar algunos rakings de medicin que se han ido crean-do desde una lgica de mercado para tratar de crear mayor competencia entre las instan-cias educativas. Estos rankings miden efec-tivamente algunos factores medibles en la educacin formal, pero no necesariamente permiten valorar los aspectos cualitativos de dichos esfuerzos educativos, de acuerdo a las condiciones y necesidades de cada reali-dad. Necesitaramos por eso tener tambin algunos criterios cualitativos que nos permi-tan saber crticamente si tal institucin edu-cativa est respondiendo a las necesidades de su contexto, si tal institucin educativa efectivamente tiene una coherencia con el respeto al medio ambiente en la manera como programa y utiliza sus recursos; cmo se desarrollan las vinculaciones que tiene con la comunidad y su entorno; qu factores de educabilidad estn presentes en el en-torno y que son potenciados o limitados por esta institucin. Algo as significara analizar la calidad de la educacin, su rol social, su pertinencia, su papel tico, su compromiso, sus vnculos, su sentido no hacer anlisis al interior de las cuatro paredes de las aulas que, como muchas veces, como me encontr una vez en un centro educativo en Colombia, alguien ingeniosamente haba escrito delan-te del nombre de cada aula, una J, dejn-dolas con el nombre de jaulas que es muchas veces en lo que se han convertido nuestras instituciones escolares. Por eso, por el contrario, aulas sin paredes y mentes sin cerrojos es lo que necesitamos para que el espacio educativo, incluso dentro del mbito ms formal posible, est abierto al vnculo con los desafos de la realidad y tenga un sentido.

    Por todo lo anterior, es que afirmamos que el derecho a una educacin de calidad nos lleva inmediatamente al tema de la partici-pacin de la ciudadana y la profundizacin de la calidad de la democracia. El derecho a una educacin de calidad es el derecho a que podamos ser ciudadanos y ciudadanas, conscientes, crticas, participantes en la de-finicin, en la ejecucin, en la fiscalizacin de las polticas pblicas, o sea, el derecho a que seamos actores y actoras sociales en los procesos en los que participamos, sea cual sea el mbito en el que se desarrolle: puede ser en proyectos de alcance nacio-nal o puede ser en nuestro municipio o pue-de ser en nuestro barrio. Los espacios de accin pueden ser muy distintos, pero son espacios que tenemos que nutrirlos de esa participacin activa, crtica, propositiva. Eso es construir ciudadana cada da.

    Ciudadana no es ir cada cuatro aos a votar. Entonces esa mirada sobre la cotidianeidad implica que el derecho a la calidad de la educacin est ligado al derecho a la par-ticipacin ciudadana y ello va ntimamente unido a la construccin de una democracia participativa. Por eso es importante reafir-mar que la educacin no es una mercanca; que los saberes no se compran ni se venden y que sin participacin ciudadana crtica no existe la democracia.

    Estos son algunos de los interesantes e im-portantes desafos que debatimos, analiza-mos y sobre los que trabajamos propuestas y acuerdos en nuestro afn de hacer del CEAAL un movimiento de educacin popu-lar y un movimiento de educadores y educa-doras populares comprometido con la cons-truccin de un futuro de justicia, equidad, democracia y buen vivir en Nuestra Amrica Latina y el Caribe.

  • El reto de la accin polticaen la Amrica Latina del siglo XXI

  • El reto de la accin poltica en la Amrica Latina del Siglo XXI 15

    Eduardo Cceres Valdivia (Per). Bachiller en Humanidades por la Universidad Catlica del Per, donde en la actualidad desarro-lla estudios de post grado. Ha trabajado y publicado en torno a problemas de tica contempornea, en particular la fundamentacin de los derechos humanos integrales en el contexto del mundo contemporneo. Durante dcadas ha estado vinculado con movimien-tos sociales y polticos de izquierda en el pas, desarrollando mltiples experiencias de educacin popular y trabajos de investigacin y formacin en torno al pensamiento de Jos Carlos Maritegui.

    1 El proceso ha sido promovido por la Mesa de Articulacin de Asociaciones Nacionales y Redes Regionales de Organizaciones no gubernamentales (ONG) de Amrica Latina y el Caribe. A la fecha se han producido estudios subregionales (Mxico y Am-rica Central, rea Andina, Cono Sur) en torno a tres temas: Rol de las ONG, Marcos Jurdicos y Mecanismos de Financiamiento. Todos los materiales que resultan de este proceso estn disponibles en: http://mesadearticulacion.org/

    La XXX Asamblea del CEAAL (Quito, 2014) ha coincidido con un proceso de balance y prospectiva en torno al rol de las ONG en Amrica Latina y el Caribe1. Pre-sentar y discutir los hallazgos con los cuales equipos de investigadores articulados por el Consejo de Educacin Popular en Amrica Latina y el Caribe (CEAAL) han contribuido en dicho proceso permiti que la discusin en el evento CEAAL ganara en profundidad y perspectiva.

    Sin nimo de hacer una memoria o crnica de lo discutido en el evento, presento a con-tinuacin algunas reflexiones que se nutren del debate tenido en Quito y que pueden ser de utilidad para las personas y colectivos empeados en garantizar el aporte de la ed-ucacin popular a los procesos de toma de conciencia, movilizacin y cambio que estn en curso en nuestra regin.

    1. Una cuestin preliminar: las sociedades, y en particular las sociedades populares, como terreno decisivo del cambio.

    Si bien el trmino sociedad civil comien-za a utilizarse y generalizarse a inicios de la dcada de los ochenta en el marco de los procesos de transicin a la democracia en el

    Cono Sur y las negociaciones de los conflic-tos armados en Amrica Central la realidad a la que alude tiene una historia muy rica en el continente. Usarlo tiene sentido, siempre y cuando no se lo homologue con la versin individualistaliberal de sociedad civil.

    Eduardo Cceres Valdivia

    PROCESOS FORmATIVOS, SOCIEDAD CIVIL y CAmbIO POLTICO

  • La Piragua N 4016

    Nuestras sociedades, lejos de ser agregados de individuos guiados por la libre eleccin y la utilidad, son profundamente heterogneas. Conviven en ellas diversas lgicas, lo cual da origen a diversas formas de asociacionismo. Es por ello que hemos tenido y tenemos un vigoroso tramado de asociaciones tradiciona-les (cofradas, hermandades) as como aso-ciaciones vinculadas con la modernidad cap-italista (sindicatos, gremios empresariales) pasando por un abanico de organizaciones en las que se combinan diversos criterios de adscripcin. Ms all de lo social, esta het-erogeneidad se proyecta sobre la economa y la poltica. La historia de nuestras sociedades civiles lamentablemente poco estudiada es la historia de cmo se van configurando los espacios de interaccin de los sujetos de las historias totales, es decir de la economa, la cultura y la poltica. La heterogeneidad origi-naria a la que se suman los impactos de las modernizaciones incompletas ha hecho harto difcil la tarea. Al menos hasta inicios del siglo XX lo que tenamos eran espacios paralelos incomunicados o dbilmente co-municados cada uno de ellos con sus propias lgicas, con sus propias estrategias argumen-tativas, con sus propias retricas. El ejercicio del poder se basaba entre otros factores en el uso estratgico y el reforzamiento de estas incomunicaciones y asimetras.

    Solo cuando los muros aislantes (para usar una hermosa expresin de Jos Mara Arguedas) entre las sociedades comenzaron a resquebrajarse es que se abri la posibi-

    lidad del cambio social efectivo. Y en esto tuvo un papel decisivo la educacin popular, es decir los procesos formativos no solo de sujetos sociales populares sino de estrate-gias argumentativas capaces de romper los aislamientos, las exclusiones, las asimetras. Antes que cualquiera de las ONG que hoy conforman CEAAL y redes similares, indi-viduos y colectivos pusieron en marcha es-tos procesos en Amrica Latina y el Caribe a fines del siglo XIX y en las primeras dcadas del siglo XX. Nuestra historia, no es sino la continuidad de ese esfuerzo pionero, muchas veces heroico. Son los cambios en las mltiples socie-dades civiles que conviven en cada pas, las mayores articulaciones entre ellas, la emergencia de sujetos transversales a todas ellas o que al menos pueden ser escucha-dos y reconocidos ms all de su sociedad de origen, los factores determinantes para la nueva poltica que irrumpe en la mayora de pases de la regin alrededor de 1920. La segunda mitad del siglo XX est carac-terizada por sociedades civiles nacionales ms articuladas en cada pas, sin que esto haya diluido la heterogeneidad previamente mencionada. Estas sociedades tuvieron que vrselas con los drsticos procesos de crisis y movilizaciones, golpes de estado y dict-aduras, guerras internas y, finalmente, con las transiciones a la democracia. Durante la segunda mitad del siglo XX, partic-ularmente entre las dcadas de los sesenta e inicios de los noventa, se desarroll un aban-ico de experiencias formativas de lo pblico y de sujetos para lo pblico cuya riqueza no ha sido adecuadamente recogida. Estas ex-periencias son lo que hoy en trminos gene-rales podemos denominar la tradicin lati-noamericana de educacin popular. Se trat de procesos moleculares, muchas veces clandestinos, en los que ms all de las agendas especficas se apuntaba a provocar la reflexin crtica y la accin emancipatoria. Pero no solo eso: los procesos pedaggicos, al ser componentes de procesos ms amplios

  • El reto de la accin poltica en la Amrica Latina del Siglo XXI 17

    de formacin de nuevos sujetos sociales y polticos, contribuyeron a darle otras configu-raciones a las emergentes sociedades civiles. Los debates no pudieron seguir siendo los mismos, los argumentos vlidos tenan que pasar por nuevos criterios de legitimidad, las retricas tenan que ampliarse: las exclu-siones naturalizadas (que afectaban a mu-jeres, indgenas, pobres en general, etctera) fueron cuestionadas. En la mayora de nues-tros pases las sociedades populares eran claramente reconocibles al interior de las sociedades civiles nacionales ms amplias. Y, por otro lado, las sociedades civiles no podan prescindir de lo popular.

    2. De la dcada perdida a la dcada y ms de los gobiernos progresistas

    Ms all de las grandes tendencias que dominaron la escena regional entre 1990 y

    la actualidad, tenemos una rica y compleja historia de las sociedades latinoamericanas que pocas veces se analiza con profundidad. Transiciones inconclusas, levantamientos sociales y crisis polticas, resultados elector-ales, solo se entienden a cabalidad si se cap-ta la peculiaridad de las coyunturas sociales respectivas.

    Uno de los cambios ms notorios, a partir de 1990, fue un mayor protagonismo poltico de las organizaciones de la sociedad civil. Con una modificacin significativa a su interior: el debilitamiento de las organizaciones so-ciales histricas y la crisis de los referentes polticos populares dejo espacios abiertos para otro tipo de organizaciones coaliciones de ciudadanos, movimientos, ONG cuyas agendas combinaban algunos asuntos gene-rales (democracia y derechos humanos) con

  • La Piragua N 4018

    plataformas especficas. Conforme las situa-ciones polticas se fueron normalizando aun cuando no haya sido sino por perodos cortos de tiempo, los actores sociales emergentes perfilaron una forma de hacer poltica difer-ente a la de las dcadas previas. Tras el opti-mismo estratgico de los sesenta y el defen-sismo de la dcada de los ochenta, se asumi un punto de vista realista de acuerdo al cual de lo que se trataba era de identificar y lograr lo posible al interior de una determina-da correlacin de fuerzas. Y lo posible eran algunas polticas pblicas progresistas, sobre todo en el campo de lo social, que se argu-mentan a partir de los derechos humanos, la inclusin, la equidad. La poltica se entenda como el arte de lo posible, antes que como accin emancipatoria.

    Entre fines de los noventa e inicios del nuevo siglo, las historias nacionales se aceleraron y la aparente inercia de la dcada previa fue remplazada por una dinmica de cambi-os. Un hito fue, sin duda, el Levantamiento Zapatista (1994). Luego vinieron las masivas movilizaciones en los pases del Sur (Venezu-ela, Argentina, Per, Ecuador, Bolivia) que desembocaron en crisis polticas, elecciones, Asambleas Constituyentes en algunos casos, etctera. Cada uno de estos procesos ha teni-do cursos y desenlaces diferentes. Sin em-bargo, en el anlisis de cada uno de ellos ha sido comn referirse a nuevos sujetos sociales, a nuevos movimientos sociales. En las organizaciones de promocin y de-sarrollo, particularmente en las que asumen como perspectiva la educacin popular, los cambios se han vivido con expectativas y, a la vez con desconcierto. La razn de esto ltimo tiene que ver, en la experiencia ms inmediata, con la distancia que es cada vez ms evidente entre los procesos de cambio y muchas de las organizaciones que vienen de las dcadas previas. Al punto, que en varios pases, las polticas de los gobiernos pro-gresistas aparecen ms en la columna de amenazas que en la de oportunidades cuando se hacen los ejercicios de planifi-cacin estratgica.

    Ms all de las ancdotas, es de primera importancia entender los procesos de fondo que han generado estas tensiones. Sin en-trar en el detalle, baste con sealar algunos de ellos: la generalizacin de nuevas rela-ciones econmicas y sociales, en las cuales lo estrictamente econmico se mezcla con relaciones identitarias, familiares, etctera; nuevas formas de espacios pblicos y nue-vas vas de acceso a los mismos (reivindican-do no solo demandas inmediatas sino tam-bin reconocimiento); la crisis de diversas formas identitarias y organizativas, propias de las dcadas previas; la expansin de re-des mediticas y culturales que apuntan a homogenizar y atomizar a las poblaciones a partir de la promocin del consumismo; el re-posicionamiento del Estado en diversos m-bitos: economa (en algunos casos), provisin de servicios pblicos, garanta de derechos (pocos casos), etctera. Todo esto en el mar-co de algunas continuidades sustantivas: el extractivismo y la limitada productividad, por un lado; la informalidad y la vulnerabilidad de amplios sectores sociales, por otro.

    Sin duda, hoy hay ms sociedad civil en cada uno de los pases de la regin sin que esto signifique lo mismo para todos ellos. Se puede decir que las nuevas sociedades civi-les tienen formas propias de asociatividad, diferentes a las anteriores. Se trata de aso-cios menos permanentes, ms flexibles y en torno a causas especficas y acotadas en el tiempo. Y por otro lado, hay diversos proyec-tos de reposicionamiento del Estado en cur-so. Ms all de los modelos institucionales, lo que est en cuestin es el tipo de rel-acin Estado/sociedad civil que se pretende plasmar en cada caso. Desde la sociedad emergen demandas contradictorias: ms estado en tal o cual mbito (por ejemplo la provisin de servicios bsicos o la garanta de la seguridad ciudadana), menos esta-do en otros asuntos (por ejemplo, la infor-macin o el control de aspectos sustantivos de la vida pblica, para no hablar del acceso a algunos mercados). Desde los Estados los mensajes y las iniciativas son tambin am-

  • El reto de la accin poltica en la Amrica Latina del Siglo XXI 19

    biguas: desde proyectos que apenas retocan la idea del Estado mnimo hasta propuestas que buscan reeditar los modelos corporati-vos de los proyectos nacionalpopulares de mediados del siglo XX.

    3. Aportar a la reconfiguracin de lo pblico: una nueva agenda para los procesos formativos en el siglo XXI

    Ms all de los cambios que se han pro-ducido en la economa y en algunos aspec-tos de lo social, los grandes pendientes del presente y del futuro inmediato tienen que ver con la cultura y la poltica. Por un lado, con los horizontes de sentido, los imaginar-ios, los valores. Por otro, con las formas de accin poltica y las instituciones en las que la poltica se ejerza. En la interseccin de ambos espacios se definen las preguntas es-enciales para el quehacer formativo de la ed-ucacin popular.

    Cmo resignificar la accin poltica en un contexto de generalizado descrdito y hege-mona de visiones individualistas, competiti-vas y consumistas a ultranza? Qu relaciones establecer entre lo privado y lo pblico, entre la vida cotidiana y la poltica, entre el sentido comn vigente y la idea del cambio social? Qu relaciones queremos entre el Estado y la sociedad civil?

    No hay como responder estas y otras pre-guntas decisivas sin una nueva mirada sobre nuestras sociedades que lleve a redescubrir los sujetos que las habitan. Las gentes con-tinan teniendo estrategias complejas para salir adelante y en ellas articulan la movili-zacin de diversos recursos materiales, hu-manos y simblicos, individuales, familiares y grupales, sociales, culturales y polticos. De lo que se trata es de identificar y dialogar con esas estrategias para hacer contribuciones sustantivas al bienestar y la emancipacin

  • La Piragua N 4020

    de las personas. Y tener claro que estas es-trategias no se desenvuelven en el aire sino en territorios concretos definidos a partir de relaciones de poder.

    Las nuevas formas de accin poltica no pueden resultar sino del descubrimien-to y desarrollo de nuevos vnculos entre las necesidades inmediatas, las expectativas cotidianas y nuevos horizontes de sentido que estn suficientemente fundamentados. La propia definicin de tales horizontes de sentido est en cuestin en la regin. La reit-erada referencia al buen vivir es claramente insuficiente. Hay un trabajo de reelaboracin pendiente que debe articular lo nuevo con poderosas tradiciones de pensamiento lati-noamericano. Y por otro lado, se requiere una profunda renovacin del instrumental terico y prctico en el cual se piensa y se hace la poltica. Para comenzar, salir de la reduccin institucionalista de la poltica a la que se ha llegado por diversas vas, en par-ticular gracias a la reduccin de la poltica a la incidencia poltica. Hay que recuperar la fundamental vinculacin entre poltica y poder. A partir de esto construir herramientas de anlisis que prioricen el sacar a luz las relaciones de poder vigentes en sus diversas dimensiones y apunten a transformarlas.

    Y como la poltica no la hacen ciudadanos abstractos, se requiere un decidido esfuer-zo en relacin a la formacin de nuevos liderazgos sociales y polticos. Las nuevas experiencias deben recuperar aspectos fun-damentales de la propuesta de educacin liberadora y de la educacin popular. Entre otros: la prioridad de los sujetos sociales, la articulacin entre poltica y vida cotidi-ana, la subordinacin de las herramientas metodolgicas a los objetivos de trans-formacin, el dilogo de saberes. Las ac-

    tuales capacitaciones tienen evidentes limitaciones por su carcter inmediatista e instrumental. Si bien se requiere incor-porar contenidos nuevos (gestin pblica, herramientas de planificacin, nuevas tec-nologas de la comunicacin, habilidades productivas, etctera), lo fundamental debe continuar siendo el promover una visin crtica de la realidad, el pensamiento y la accin estratgica, herramientas para la organizacin, etctera. A esto se suma la urgencia de promover una nueva tica que articule compromiso y responsabilidad. El desafo es cmo disear y poner en prctica procesos de formacin tica en los nuevos lderes que, a su vez, los haga capaces de conducir los procesos de reforma moral que nuestros pases reclaman.

    Desde nuevas acumulaciones sociales y polticas, las organizaciones de la sociedad civil deben entrar al debate en torno a las relaciones Estado/sociedad civil. Se requiere articular una respuesta coherente en la que la defensa de la autonoma de la sociedad civil se diferencie claramente de la defensa de distorsiones corporativas que se han acu-mulado a lo largo de dcadas as como de la defensa de algunos intereses particulares que distorsionan el debate pblico. La re-spuesta desde la sociedad civil no debe re-ducirse a una defensa de las organizaciones que son cuestionadas, debe proponer una visin renovada de la sociedad civil cuyas organizaciones reclaman y ejercen derechos diversos convirtindose en contrapeso efec-tivo de los estados. En sntesis, se trata de contribuir a que se reconfiguren espacios pblicos no estatales, abiertos a diversas formas de actora ciudadana (individuales y colectivas), y que interacten con Estados efectivos en la garanta de los derechos in-tegrales.

  • El reto de la accin poltica en la Amrica Latina del Siglo XXI 21

    Los actuales debates en torno a los desa-fos que enfrenta la educacin popular y por ende, el Consejo de Educacin Popu-lar de Amrica Latina y El Caribe (CEAAL en adelante), transitan por variados espacios de anlisis y en la bsqueda e identificacin de cules son las coordenadas que articulan las prcticas, imaginarios y discursos de las di-versas experiencias que se desarrollan en la regin. Hablar del CEAAL es remitirse, nece-sariamente, a la historia de la sociedad civil latinoamericana, en especial de las trayec-torias de un tipo de Organizaciones no gu-

    bernamentales (ONG) que, en la actualidad viven un proceso de revisin de sus proyectos institucionales que afectan directamente el desarrollo y proyecciones del CEAAL.

    El Consejo de Educacin Popular de Amri-ca Latina y El Caribe, en su carcter de Red Regional realiz un Estudio de ONG para ca-racterizar el actual momento de las ONG del Cono Sur, abordando Chile, Argentina, Para-guay, Uruguay y Brasil1. El objetivo principal del Estudio apunt a recabar la informacin necesaria para caracterizar la nueva realidad en los roles de las ONG en el Cono Sur y avanzar en conocer los diferentes tipos de ONG existentes, as como su mbito de ac-cin en las coyunturas nacionales conside-radas y las direcciones que han tomado sus campos de accin.

    Con la idea de enriquecer los anlisis y con-versaciones que se dan en Amrica Latina y El Caribe, se presenta a continuacin una sntesis de los puntos que estn marcando las agendas de las ONG y que ha sido el re-sultado de la informacin obtenida en este Estudio.

    Tanto la discusin conceptual acerca de lo que se entiende por ONG, como el anlisis de la coyuntura y la situacin que viven las ONG en los cinco pases del Cono Sur (Argentina,

    Edgardo Alvarez Puga (Chile). Socilogo y Educador popular. Investigador del Programa Interdisciplinario de Investigaciones en Educacin (PIIE). Santiago de Chile. Miembro Comit Ejecutivo CEAAL.

    1 Estudio realizado en Marzo 2014, con la participacin de Chile: Luis Reyes (Programa Interdisciplinario de Investigaciones en Educacin PIIE), Mnica Bonnefoy (Caleta Sur); Argentina: Sandra Gallo (Canoa); Uruguay: Carmen Montes de Oca askata-suna (Multiversidad Franciscana), Blanca Acosta (Multiversidad Franciscana); Paraguay: Cira Novara (Savia), Noelia Pastorino (Savia); Brasil: Thais Bernardes (Accin Educativa), Isabel Mattos Porto (Accin Educativa); Coordinador del Estudio: Edgardo lvarez (Programa Interdisciplinario de Investigaciones en Educacin PIIE).

    Edgardo lvarez Puga

    NUEVO ROL DE LAS ORGANIZACIONES NO GUbERNAmENTALES

    Pensando nueve temticas para sus agendas

  • La Piragua N 4022

    Chile, Uruguay, Paraguay, Brasil) presentan singularidades en cada coyuntura nacional, y tambin es posible identificar un conjunto de temticas que dan cuenta de los debates que actualmente se estn abordando en las ONG y que su tratamiento en conjunto, ellas permiten una aproximacin para responder la pregunta acerca del rol que deben jugar las ONG en la actual coyuntura.

    Uno: Las ONG y la discusin sobre el Modelo de Desarrollo y Proyecto de Pas

    La discusin acerca del tipo de desarrollo y del proyecto Pas que se busca, tensiona e invita a redefinir la relacin de lo social y lo poltico y por ende, el escenario poltico donde se desenvuelven las ONG. Este esce-nario tambin redefine el concepto de socie-dad civil y cmo las ONG se reinterpretan en este aspecto. Resituar supone reorganizarse observando las dinmicas y desarrollo de los Movimientos Sociales y contextualizarlos a cada realidad nacional. En este sentido, se valora la necesidad de respetar los anlisis y diagnsticos que desde las propias reali-dades van surgiendo (la diversidad de los cinco pases del estudio).

    Una aproximacin es una buena manera de hacer una autocrtica, es ubicar el anlisis dentro de las discusiones polticas que se han dado en estos aos, que no se pueden expresar de manera monoltica y evidencian la diversidad del colectivo de organizaciones que forman redes, foros, coordinaciones, et-ctera. Han sido procesos diversos ms que amplios y, que en muchos casos, se hicieron desde miradas y marcos conceptuales ms complejos que los de los aos 60 y 70.

    Pareciera ser necesario profundizar en el debate sobre Desarrollo y el proyecto de pas y, desde esta perspectiva, leer los objetivos de incidencia de las ONG, su relacin con el mundo popular, las alianzas con otros acto-res sociales y polticos; as, tambin, sobre su rol en la necesaria articulacin en su prctica de lo social y lo poltico. En de-finitiva, incorporando y problematizando su

    relacin con nuevos marcos conceptuales y epistmicos. Tambin es importante ana-lizar de manera crtica el proceso desde la ptica de la tensin entre autonoma e inte-gracin, transformacin y funcionalidad po-ltica, en lo referido a sus prcticas sociales y alianzas institucionales; y de qu manera se compatibilizan con las discusiones que se dan en la diversidad de miradas que con-viven en el mundo de las ONG.

    La discusin apunta a qu significa ser ONG en el siglo XXI y en los actuales contextos polticos del Cono Sur y Amrica Latina. Cuando se restringen las libertades demo-crticas alcanzadas con luchas sociales de larga data, cuando la imposicin de medi-das econmicas de ajuste en los pases del Norte, copian recetas fracasadas utiliza-das en pases del Sur en dcadas anteriores, cuando una educacin pblica, de calidad y gratuita ya debera ser un derecho universal y, sin embargo, se llevan a cabo polticas

  • El reto de la accin poltica en la Amrica Latina del Siglo XXI 23

    claramente involutivas al respecto. Una dis-cusin que permita enfrentar un modelo de desarrollo en que la diversidad de sus con-tenidos y expresiones no relativice su esen-cia poltico pedaggica y su sentido crtico y emancipador.

    Dos: Redefinicin de lo Pblico

    Lugar comn en las agendas de las ONG ha sido la incidencia en las polticas pblicas y desde all desplazarse a espacios de dis-putas con otros actores de las sociedades nacionales. Lo que ha llevado consigo es te-ner planteamientos en la redefinicin de la relacin entre estado y sociedad: modificar tanto la estructura institucional como las formas de participacin.

    Por razones obvias, ni la estructura institu-cional ni las formas de participacin emer-gentes del proceso de descentralizacin administrativa emprendida en los pases del Cono Sur han sido funcionales a ese propsito. Las reformas efectuadas por los

    gobiernos democrticos con la finalidad de potenciar la participacin ciudadana en la gestin pblica descentralizada, no parecen suficientes y por ende tienden a desarrollar espacios simblicos de participacin.

    En este contexto, una tendencia ha sido re-tomar el discurso movimientista orientado a desarrollar una cultura participativa que po-tencie la equidad, la eficacia, la eficiencia y la responsabilidad en la gestin pblica y, por otro, a modificar, en correspondencia, la organizacin y funcionamiento actuales del aparato estatal en el nivel local.

    Los limitados mecanismos de representacin y de participacin ciudadana contemplados en los distintos procesos de transicin de-mocrtica no responden a la necesidad de democratizar el Estado y la sociedad. Este ha sido un eje de preocupacin de las ONG histricas, aquellas que surgen en los 70 y 80, agendas donde la participacin democr-tica resulta particularmente importante para

  • La Piragua N 4024

    avanzar en el logro de un objetivo primordial, la erradicacin de la pobreza, ya que el con-curso de los beneficiarios y su incorporacin a una ciudadana plena, son decisivos para una mejor gestin de los recursos que se asignan a este propsito y para la superacin definitiva de su actual condicin.

    Tres: Vaciamiento de lo poltico en las ONG

    La constatacin de un nuevo tipo de ONG, denominadas 2.0 o ciudadanas, permite constatar que la sociedad civil tambin se constituye en un espacio en disputa. No solo hay una intencin hacia el Estado, sino tam-bin en el propio espacio de accin histri-ca del quehacer de las ONG. Claramente es posible observar que las ONG de orgenes en los 70 y 80 ubican la dimensin poltica des-de una matriz ideolgica militante, orgnica y en un proyecto emancipador amplio y re-presentativo. A cambio, las ONG 2.0 con un sentido ms instrumental en sus estrategias, sin carga ideolgica, con mejor manejo co-municacional y de soportes tecnolgicos, una carga institucional liviana y de flexibilidad en sus modelos de gestin.

    Esto requiere una revisin de las ONG de vie-jo cuo, en cuanto a repasar sus modelos de

    gestin y adecuarlos a los nuevos tiempos, generando desequilibrios importantes en las condiciones laborales de sus integrantes.

    El mercado regula la vida de las ONG y de-fine el transitar comercial de estas. La posi-bilidad de acceder a los recursos ha llevado a la competencia entre ellas, posesionando la figura de consultoras, asistencias tcni-cas y proyectos de ejecucin de bajo presu-puesto y temporalidad en su quehacer. Hoy predomina la discusin por el instrumento y no sobre los sentidos. Lo que ha llevado a que las ONG han incorporado nuevos pro-fesionales y tcnicos, de baja insercin ins-titucional, mandatados por la Carta Gantt y los productos (y no la misin ni la identidad institucional), produciendo una lejana con la dimensin poltica que, en algn momen-to, marc la identidad y las prcticas de las ONG. Hay una baja en la conversacin polti-ca al interior de las ONG, imponindose una lgica instrumental y acotada a la entrega de productos del proyecto.

    Cuatro: Financiamiento y Cooperacin Internacional

    Cono Sur tiene mucho que aportar en la discusin y propuestas en cuanto al tema

  • El reto de la accin poltica en la Amrica Latina del Siglo XXI 25

    de la Cooperacin y financiamiento para ini-ciativas del desarrollo. Del continente, la Regin ha sido la primera donde la coope-racin internacional comenz a desaparecer o a lo menos, bajar ostensiblemente, hasta llegar a bajos histricos. La preocupacin por la baja de recursos desde el circuito p-blico de financiamiento como de la coopera-cin internacional, atraviesa la realidad de las ONG en los ltimos diez aos y siendo razn, para la desaparicin de un sinnmero de ellas.

    Los aprendizajes vividos en este campo, les otorgan a las ONG del Sur una identidad en sus propuestas sustentada principalmente en su visin del problema. A diferencia de otras subregiones, como la andina o centro-americana, que han tenido una mayor pre-sencia y dependencia con la cooperacin internacional, Cono Sur entiende que lo su-cedido tras la crisis del mercado europeo, es un cambio en las prioridades y modalidades de transferencia de recursos hacia la Re-gin. Se ha pagado los costos del concepto de pases de ingreso medio que los ubica en una nebulosa (que finalmente no es real) entre los desarrollados. Las ONG de esta parte del continente, han levantado e insi-nuado la necesidad de revisar esta nocin y la posibilidad de construir una nueva idea y relacin con las agencias y cooperantes internacionales.

    Por ende, no hay crisis, lo que hay es cam-bio. Cambio que es necesario comprender y reflexionar al interior de las ONG: buscar nuevas estrategias y nuevos aprendizajes, como el vnculo con el sector privado que se presenta como un muro por explorar, y con bajas capacidades y experiencia de ne-gociacin por parte de un sector importante de las ONG.

    Es cierto que el problema del financiamien-to es transversal y atraviesa la agenda pro-puesta de nueve puntos por este trabajo, definiendo las agendas, las misiones e iden-tidades de las ONG.

    Cinco: Tensin en los Proyectos Institucionales de las ONG

    La actualidad de las ONG no es sencilla. El escenario de financiamiento ha enfatizado la competencia entre ellas y cuestionado la identidad, misin y visin de ellas, en tanto su desactualizacin y pertinencia con el es-cenario vigente. Es un campo en la institu-cionalidad abandonado por la demanda del da a da, de cambios silenciosos de las es-tructuras y sentidos de la accin, acompaa-dos por equipos de trabajo con alta rotacin, baja permanencia de personal profesional, precariedad laboral, tensionan los proyectos institucionales de las ONG.

    Seis: Convergencia de las alianzas latinoamericanas de las ONG

    Con el retorno al funcionamiento democr-tico del Estado se hizo necesario replantear el proceso de incidencia poltica: al objetivo de conformar un estado eficiente y eficaz se aade el de viabilizar plenamente la parti-cipacin ciudadana. La participacin demo-crtica de los ciudadanos en la conformacin y definicin del mandato de los poderes p-blicos, en la asignacin y financiamiento de recursos, en el control y evaluacin de la ges-tin, es indispensable tanto para aumentar y profundizar la democracia y la equidad. No existen mejores mecanismos que los proce-sos democrticos de decisin y control para la asignacin y financiamiento de recursos para la provisin de bienes pblicos.

  • La Piragua N 4026

    Luego de quince aos en torno al objetivo de la Incidencia, cabe preguntarse cunto de realidad y mito hay tras este esfuerzo. Se puede tratar de una permanente intencin, pero la ausencia (por parte de la sociedad civil) de indicadores de incidencia validados y compartidos, hacen que este objetivo tenga diversas dimensiones de conversacin.

    Un primer asunto, es que la incidencia po-ltica acta en el campo de las relaciones de poder, generalmente inequitativas en la sociedad latinoamericana, que permitan no solo cambios en las polticas, sino la cons-truccin de una democracia ms inclusiva y participativa.

    Un segundo asunto de reflexin sobre la in-cidencia poltica es en qu medida y de qu maneras participan los movimientos sociales y los sectores populares que plantean sus propuestas. Esto implica, invertir la pirmi-de y las prioridades de la participacin social mediante un esfuerzo deliberado, sostenido y consistente de informacin, comunicacin, debate y educacin ciudadana que posibilite el empoderamiento de los sectores y organi-zaciones populares en la batalla por el de-recho a la educacin como derecho de cada uno, para todos y todas. Se trata en defini-

    tiva, de abordar la relacin de las ONG con los Movimientos Sociales o con procesos de ciudadanas activas.

    Un tercer asunto es el campo cultural. Es ne-cesario ubicar la experiencia de incidencia en polticas pblicas, en los actuales contex-tos en que se da la poltica en general. Las polticas neoliberales generan una creciente polarizacin y exclusin. Las relaciones so-ciales basadas en la competencia y el merca-do se erigen como modelos no solo econmi-cos sino tambin en las relaciones sociales y los valores. En este sentido, la incidencia en polticas es necesariamente un mbito de lu-cha por la instalacin de nuevas relaciones y propuestas que van acompaadas de valores como la solidaridad, la defensa de los dere-chos, la defensa de la tierra, etctera2. De all, entender la Incidencia como un aspecto transversal en las ONG y presente en la di-versidad de temas que trabajan las mismas.

    Tambin cabe preguntarse por los sentidos y focos del conjunto de articulaciones, coor-dinaciones y espacios en los cuales se en-cuentran las ONG a nivel subregional como continental. Poner atencin a una posible sa-turacin de espacios que ms que potenciar y generar convergencias, construye un idea-

    2 Ver texto CEAAL: Acerca de la nocin de Incidencia. Grupo GIPE 2012.

  • El reto de la accin poltica en la Amrica Latina del Siglo XXI 27

    rio organizacional grande en su estructura, pero sin contenidos en su interior. El mapeo observado en el Cono Sur, cruzado con la in-formacin de CEAAL a nivel regional, expre-san una gran cantidad de ONG que se en-cuentran en mltiples espacios (los mismos de siempre en las mismas coaliciones...).

    Siete: La diferencia entre ciudadanas activas y movimientos sociales

    Ha sido un sello del Cono Sur, materia de es-tudio y abordaje por parte de las ONG de esta parte del continente: la irrupcin de ciudada-nas activas y movimientos sociales (movili-zaciones indgenas en Paraguay, descontento por el mundial en Brasil, los estudiantes en Chile, los piqueteros en Argentina y el debate por la marihuana en Uruguay), situando un campo de trabajo y reflexin por la relacin que establecen las ONG con estas nuevas formas de participacin social y poltica de la poblacin.

    Las ciudadanas activas, comprendidas como sociedad movilizada bajo una coyuntura de-terminada, con una reivindicacin precisa y acotada, que no apunta a un cambio social radical, sino ms bien a una transformacin a baja escala (lo local) y que tiende a la corta accin (una vez resuelto el objetivo, tiende a desaparecer). En cambio, los Movimientos Sociales apuntan a la transformacin de la poltica pblica, se ubican en un nivel de transformacin estructural de alcances so-ciales, econmicos, polticos y culturales.

    Adquieren una visibilizacin nacional y tie-nen una prolongacin en el tiempo, constru-yen alternativa y acumulado social para ser capitalizado polticamente.

    Las ONG exploran el dilogo y relacin con estos procesos, tambin cuestionan sus me-todologas y apuestas en cuanto a cmo vin-cularse. La constatacin a partir de la infor-macin recogida por los informes nacionales, indican que no ha sido fcil establecer esta fronteras y siendo parte de los debates en cuanto al carcter de esta relacin.

    Ocho: Formacin para la Incidencia

    Se ha indicado la fuerza que ha tenido la incidencia como objetivo de las ONG y como esta ha marcado sus agendas de trabajo. Este ha sido un proceso de auto aprendizaje que han experimentado las ONG, donde se ha ido aprendiendo en el hacer, generando un segmento de competencias y capacida-des, que deben ser ampliadas y transferidas al conjunto de las organizaciones, en espe-cial, aquellas que viven cambios generacio-nales en sus equipos. La prioridad por la incidencia emplaza a las ONG a desarrollar procesos de formacin en incidencia al con-junto de profesionales y tcnicos presentes en las ONG.

    Este componente poltico formativo se ex-presa en la Misin de las ONG cuando plantean la importancia de fortalecer las capacidades y la formacin integral de los equipos. De all que la incidencia en polti-cas pblicas, se entiende como un proceso sociopoltico que implica negociar poder, para transformar en polticas pblicas las diversas propuestas del campo de las ONG, lo que demanda equipos en ellas con cono-cimientos al respecto.

    Existe el reto de ir discutiendo y delineando las estrategias que contribuyan en explici-tar cmo se configura y expresa el poder en la sociedad, es decir cmo se logra tener fuerza suficiente para que las propuestas que hacen las ONG sean tomadas en cuen-ta, recordando que especficamente se enmarcan en procesos polticos y sociales en curso.

    Nueve: Produccin y gestin de conocimiento

    Ha sido una permanente preocupacin y atencin de las ONG consultadas por este trabajo, la produccin de conocimientos a travs de investigaciones o sistematizacin de sus diferentes prcticas y proyectos. La primera etapa de las ONG (segunda mitad de los 70 y la dcada de los 80) presenta-ba un escenario favorable para esto, ya que

  • La Piragua N 4028

    en periodos de dictadura en el Cono Sur, la cooperacin internacional favoreci la inves-tigacin y la ejecucin de proyectos de largo aliento. En la actualidad, los presupuestos para investigacin son escasos en los pases y los proyectos son de corta duracin.

    Se constata el bajo impacto de la investiga-cin emprica en el diseo de polticas p-blicas y que el formato actual de sobrevi-

    vencia de las ONG como consultora y solo ejecutora de proyectos, contratadas para la realizacin de productos concretos, ha lleva-do a que el conocimiento producido queda fuera de las ONG y son de propiedad de quien contrat sus servicios. Al fenmeno de vaciamiento poltico, se suma el de la pro-duccin de conocimientos, tendencia a la baja en publicaciones e investigacin como constante en la realidad actual.

  • El reto de la accin poltica en la Amrica Latina del Siglo XXI 29

    Profundizando la democracia participativa

  • Profundizando la democracia participativa 31

    Voy a compartir con ustedes acerca del movimiento indgena, los movimientos sociales y, en especial, sobre el movi-miento de mujeres en el Ecuador y cmo la educacin popular (EP) ha aportado y apo-yado en este proceso de lucha. Terminar mi intervencin hablando del contexto actual de mi pas y cules seran los nuevos retos.

    Cuando se form la Repblica de Ecuador, se escribi por primera vez un pacto social, que fue la Constitucin Ecuatoriana de 1830. En este contrato social, los pobres, los pueblos indgenas, las mujeres no formaron parte: en

    l sus voces y sus propuestas no se incluye-ron. Para ilustrar esta situacin mencionar que, en su artculo N 12, se define como ciudadano a la persona que tenga las si-guientes caractersticas: profesar la religin catlica, ser casado, tener educacin for-mal profesin, propiedades y adems cierto monto de dinero. Es decir, en esta categora no encajaba la gran mayora de la poblacin, en especial las mujeres, ni los pueblos ind-genas. Esto no quiero decir que, no exista la discriminacin y exclusin hacia las mu-jeres, antes de la llegada de los espaoles al Abya Yala, s existieron pero expresadas de diferente forma y manera. Con la llegada de los espaoles se fortalece y robustece el patriarcado. En todo este proceso, los pue-blos indgenas luchan por reivindicar sus de-rechos: contra la exclusin del estado, contra los trabajos forzados y obligatorios e impues-tos, por el territorio. En 1979 la reforma de la Constitucin, reconoce por primera vez el derecho al voto de las personas analfabetas, lo cual signific que los pueblos indgenas y las mujeres tengan el derecho a elegir a sus autoridades.

    El movimiento indgena en 1990 apare-ce como actor social y poltico muy fuerte en la opinin pblica y poltica del Ecua-dor, con slidas reivindicaciones tnicas y la exigencia de garantizar los derechos de la gran mayora de la poblacin; planteando el Estado plurinacional, intercultural, los dere-

    Cristina Cucur Miarcaja (Ecuador). Doctora en Promocin y Educacin de la Salud por la ESPOCH. Perteneciente a la Naciona-lidad Kichwa del pueblo Puruwa de ChimborazoEcuador. Activista de derechos de las mujeres y de los pueblos indgenas. Coordi-nadora de la Red Provincial de Organizaciones de Mujeres Kichwas y Rurales de Chimborazo (REDMUJCH).

    Cristina Cucur miarcaja

    mUJERES KICHwAS DEL ECUADOR TEJIENDO POR LA REIVINDICACIN DE SUS DERECHOS

    DESDE LA EDUCACIN POPULAR

  • La Piragua N 4032

    chos colectivos como pueblos: el acceso a la tierra y al agua, entre otros; afirma que los indgenas tambin son parte del Estado y son ciudadanos; propone que debe darse un nuevo contrato socialConstitucin de1998. Casi paralelamente a este proceso nacen las organizaciones de mujeres y, sobre todo, las de mujeres indgenas, gracias a la corriente de gnero y feminismo que estuvo en auge en la dcada del 80.

    En el caso de Chimborazo el nacimiento de las organizaciones de mujeres y mujeres indgenas proviene de tres corrientes:

    Por la cooperacin internacional, las orga-nizaciones no gubernamentales (las ONG) o fundaciones que trabajan en gnero y feminismo;

    Por el apoyo de los cabildos comunitarios. Ellos necesitaban acceder a los fondos pblicos o fondos privados para realizar alguna obra dentro de su comunidad. Los financiadores plantean como requerimien-to: el trabajo en gnero.

    Por las mismas mujeres. Ellas se organi-zan contra la exclusin, discriminacin y por la necesidad de generar ingresos eco-nmicos para ellas y sus familias.

    En todo proceso de reivindicacin y en la lucha de los pueblos y nacionalidades ind-genas, las mujeres han estado presentes y participan en las asambleas, marchasmo-vilizaciones, entre otras. Por ejemplo, en el denominado levantamiento indgena del

    90, las mujeres presentes y en primera fila enfrentndose con la fuerza pblica. Sin embargo, creo que nos falt un punto: sen-tarnos y pensar en nosotras (como sujetas y actoras sociales y polticas), plantear nues-tras propuestas desde nuestras realidades, desde nuestras miradas y desde nuestros sueos de mujeres. Las mujeres indgenas tenemos tres niveles de lucha por la reivindicacin de nuestros derechos y los derechos colectivos: Hacia el Estado para las polticas pbli-

    cas pro-equidad e interculturales, Hacia la sociedad en general, Y tambin dentro de la sociedad ind-

    gena.

    Desde el 2006, la Red provincial de orga-nizaciones de mujeres Kichwas y rurales de ChimborazoREDMUJCH, con el aporte y apoyo de la EP, desde nuestros contextos y realidades pudimos reflexionar, analizar y proponer, conocernos y reconocernos, cri-ticar y autocriticar, regenerar y generar co-nocimientos, desaprender y aprender, para fortalecer la lucha, pero an es largo el cami-nar. Hemos influido en la poltica nacional y en polticas locales, aunque todava nos falta mucho camino por recorrer.

    En este proceso, nos ha surgido la pregun-ta Cules son nuestros sueos y aspira-ciones frente al Estado plurinacional y al Sumak KawsayBuen vivir? Las mujeres pro-ponemos y aspiramos al fortalecimiento del movimiento indgena, con la inclusin de nuestras agendas. No queremos quitar nada a nadie, solo queremos recuperar nuestros espacios, nuestra voz, nuestro cuerpo, nues-tra lucha. La diversidad existe dentro de los movimientos.

    Aparte de la incidencia poltica en las polti-cas pblicas a nivel nacional y local en pro de la equidad, la inclusin y los derechos. Cul es el tema que hemos trabajado?: el acceso de las mujeres a la justicia y el de-

  • Profundizando la democracia participativa 33

    recho a una vida digna sin violencia ni dis-criminacin. Por qu?, porque las mujeres indgenas sufrimos discriminacin, violencia, exclusin, etctera, desde los sistemas del patriarcado, colonialismo, capitalismo, neo-liberalismo. La violencia afecta al cuerpo, el espritu y la vida de las mujeres, impidiendo la consecucin, permanencia y continuacin de la vida en el plantea, es decir, nuestro pri-mer territorio de defensa y de lucha de las mujeres indgenas es el territorio cuerpo, se-guido del territoriotierra.

    El acceso a la justicia ordinaria para las muje-res indgenas ha sido un verdadero va crucis: por sus procedimientoscdigos, el idioma, el tiempo, el analfabetismo, las distancias, entre otros; as muchas veces se ha agravado el problema de violencia hacia las mujeres. Por otro lado, existe la justicia ancestral de parte de los pueblos y nacionalidades indge-nas, aunque tambin tiene falencias como la otra justicia. Pero la sentimos ms cercana: se conoce a las personas que administran la justicia, sin costo; hay control social sobre las medidas resueltas; se da en nuestro idio-

    ma. En este contexto, iniciamos la lucha por la inclusin de nuestras aspiraciones en el nuevo contrato socialConstitucin 2008: Se logr en el Art. N 171 de la Constitucin Ecuatoriana vigente, el acceso y administra-cin de la justicia ancestral o indgena con participacin y decisin de las mujeres. En Ecuador est planteado el pluralismo jurdi-co, como mujeres indgenas tenemos el dere-cho de acceder a la justicia ordinaria, como a la justicia indgena o ancestral, por el sentido de pertenencia a los pueblos y nacionalida-

  • La Piragua N 4034

    des. Por lo tanto, las mujeres queremos que haya prevencin y erradicacin de las violen-cias, subsanacin y reparacin de nuestros derechos afectados. Adems, deseamos reva-lorar, fortalecer, reconfigurar y reconstituir la justicia ancestral desde las mujeres. Aspira-mos tambin a opinar, plantear, acceder en iguales condiciones, a administrar la justicia.

    Algunos acadmicos mencionan que, hace tiempo atrs era impensable que los derechos individuales y colectivos se configuren para la cooperacin y coordinacin en beneficio de una vida digna de las mujeres indgenas. As, hemos demostrado que los derechos co-lectivos de los pueblos y nacionalidades in-dgenas deben tener una mirada individual, y los derechos individuales una mirada colec-tiva. Por qu?: una mujer maltratada debe estar acompaada por las mujeres de nuestra comunidad porque este problema nos afecta a todas, no solo a una.

    En el tema de la ciudadana, nosotras esta-mos entendiendo y reconstruyendo que no

    es el de una sola persona ligada al Estado, sino la posibilidad de una ciudadana social, colectiva, organizada. No es ciudadana in-dividual, sino tambin colectiva. De esta manera, planteamos la participacin social y organizada.

    All se da el ejemplo de aprendizajereapren-dizaje, de propuesta, de lucha organizada, por la reivindicacin de los derechos tanto del movimiento indgena y de mujeres, y as hemos conseguido avances en los derechos expresados en el texto, aunque falta mucho en el proceso para aterrizar en la realidad.

    En este proceso de lucha de las mujeres ind-genas, sobre todo el de las mujeres Kichwas de Chimborazo, el conjugar: gnero, educa-cin popular, derechos individuales de las mujeres y derechos colectivos de los pueblos y nacionalidades indgenas, son los pilares fundamentales para ir caminando en el pro-ceso de emancipacin. Adems, el partir de las realidades, de las vidas y vivencias de nosotras, desde nuestras prcticas de usos y costumbres, desde nuestra cosmovisin, desde una mirada liberadora, desde nues-tro idioma, han constituido importantes ni-chos para generar nuevos conocimientos y propuestas, y caminar para la generacin de cambios desde la reflexin, la crtica y la autocrtica.

  • Profundizando la democracia participativa 35

    En estos ltimos aos en el Ecuador, hemos palpado limitaciones que estn frenando el proceso social en nuestro pas: se cree que todos somos iguales y que no hay di-ferencias ni diversidad. Existe miedo ge-neralizado en limitar nuestra voz, nuestra diferencia de pensamiento y desercin a las polticas del estado; la eliminacin de las instituciones estatales indgenas y de las mujeres; el atentado al derecho de la orga-nizacin y participacin de los movimientos sociales, indgenas y de mujeres, con el de-creto presidencial N16: Reglamento para el funcionamiento del sistema unificado de informacin de las organizaciones sociales y ciudadanas (2013); la criminalizacin de la protesta social, entre otros puntos. Todo ello ha llevado a fragmentar y desarticular a las organizaciones, pero an as estamos sobreviviendo las organizaciones. Se obser-van contradicciones entre lo que promulga la constitucin y su aplicacin en ciertas leyes, polticas y programas. Todava las or-

    ganizaciones estamos imbuidas en buscar el bienestar, desde las necesidades prcticas, inmediatas y cotidianas; nos falta un andar muy fuerte con el otro pie -el de las necesi-dades estratgicas-, desde la exigencia de la garanta de los derechos, para poder afirmar que estamos caminando con los dos pies.

    En este recorrer an tenemos desafos: La reconfiguracin y configuracin entre la agenda de las mujeres y la de los movimien-tos; Proponer polticas interculturales y di-ferenciadas; Sistematizar experiencias, sa-beres y nuevos conocimientos generados en forma participativa con herramientas desco-lonizadas; Generar procesos de descoloni-zacin y despatriarcalizacin del estado y de la sociedad. Los movimientos sociales, ind-genas y mujeres debemos transitar en gene-racin de procesos y nuevos conocimientos en contextos sociales y polticos complica-dos. Finalmente, la educacin popular y el enfoque de gnero deben fortalecerse para

  • La Piragua N 4036

    recrear, crear, aprender y desaprender, des-de el pluralismo y la diversidad, as como desde contextos diferentes y complicados.

    No hay modelos. Principios y valores, s. La educacin popular y el gnero, son perspec-tivas para hilar, tejer, construir y reconstruir una vida digna, en especial para las mujeres indgenas.

    Referencias Bibliogrfcas

    1. CEDIS, 2008. Memorias de los procesos de las mu-jeres indgenas de Chimborazo y la Nueva Constitu-cin del Ecuador.

    2. CEDIS, 2007. Agenda de equidad de gnero de las mujeres kichwas de Chimborazo.

    3. CEDIS, 2006. Memorias de los procesos de las Mu-jeres Kichwas de Chimborazo.

    4. CEDIS, CONAMU y MUNICIPIO de RIOBAMBA, 2005. Las mujeres de Chimborazo construyendo el Plan de Igualdad de Oportunidades.

    5. Oxfam y Aiced; Ecuador: Incidencia de las mujeres kichwas de Chimborazo y afrodescendientes de Gua-yaquil en los movimientos mixtos y en los rganos de poder local y nacional. QuitoEcuador, 2 edicin, 2014.

    6. Korol, Claudia (comp.), Hacia una pedagoga feminis-ta, 1 edicin. El Colectivo, Amrica Libre, Buenos AiresArgentina 2007.

    7. MOYA, Ruth y MOYA, Alba 2004. Derivas de la Inter-culturalidad: procesos y desafos en Amrica Latina, Pg.115171. Quito: Cafolis/Funades.

    8. Grupos focales realizados a las integrantes del Comit de la REDCH (2012 y 2013).

    9. Constitucin ecuatoriana vigente (2008) www.asam-bleanacional.gob.ec

    10. Constitucin ecuatoriana de 1830. Biblioteca del Co-legio Maldonado Robamba.

  • Profundizando la democracia participativa 37

    EDUCACIN POPULAR y ACCIN POLTICA DE mOVImIENTOS y ORGANIZACIONES SOCIALES EN

    CLAVE DE PARTICIPACIN POPULAR Apuntes para el debate1

    Puntos de partida

    Tres consideraciones preliminares per-miten ubicar esta ponencia como una reflexin que intenta dar cuenta de un debate abierto entre educadores/as popula-res que desarrollan su quehacer educativo en distintos lugares de Nuestra Amrica. Por tanto, estos tres presupuestos pretenden, al mismo tiempo, reflexionar de manera abarca-tiva con sentido colectivo de conjunto, pero que deje lugar a la particularidad y no sea una reflexin que tienda a dar generalizacio-nes y establezca homogeneidades donde no las hay.

    1. Somos movimiento de educadores(as) populares, en tanto lema de convocato-

    ria de esta Asamblea del CEAAL constituye una afirmacin de sentido para el CEAAL y da cuenta de un posicionamiento sustantivo que busca que el CEAAL y sus integrantes, mediante sus prcticas educativas, estn de cara a los retos y desafos que afrontan hoy nuestros pueblos.

    2. La situacin actual y los desafos de la Educacin Popular desde la diversidad de formas de participacin ciudadana, como tema de reflexin para este panel. Esto im-plica que si afirmamos que somos movi-miento de educadores populares recuperan-do el sentido poltico de lo popular como carcter indisoluble de nuestra identidad, la participacin ciudadana no la plantea-mos desde cualquier perspectiva, sino que debemos plantear qu ciudadana, para qu intereses. Y de este modo ligarla necesa-riamente con los intereses de las mayoras populares histricamente excluidas. Implica plantear que la participacin ciudadana tie-ne sentido si est atada a la construccin de poder popular. Porque si no es fcil caer en la tentacin de pensar que la construc-cin de ciudadana la hacemos desde esta denominada sociedad civil u Organizacio-nes de la sociedad civil por el solo hecho de fomentar un participacionismo (por cierto, acrtico) y la dejamos, de este modo,

    Mara Rosa Goldar (Argentina). Educadora Popular, integrante de la Asociacin Ecumnica de Cuyo FEC (Mendoza, Argentina) y del Colectivo CEAAL Argentina. Magister en Ciencia Poltica y Sociologa (FLACSO). Docente e Investigadora de la Universidad Nacional de Cuyo.

    1 Ponencia presentada en Encuentro Asamblea IntermediaCEAAL (29 de agosto al 1 de Septiembre QuitoEcuador) en el Panel La situacin actual y los desafos de la Educacin Popular y la diversidad de formas de participacin ciudadana.

    mara Rosa Goldar

  • La Piragua N 4038

    desprendida de los procesos histricos y po-lticos en los cuales se inscribe.

    3. Me encuentro entre pares Educadores/as populares de distintos pases de nuestro continente latinoamericano y caribeo. Esta es una presentacin que seguramente, reco-ge innumerables debates junto a educadores/as populares (muchos/as aqu presentes) en diversos espacios y momentos. Por ello, es un simple ordenamiento de ideas comparti-das que recoge reflexiones y debates fruto del dilogo permanente entre educadores/as populares y por tanto, un texto siempre abier-to a la reelaboracin y en coconstruccin.

    Qu participacin ciudadana, con quines, en funcin de qu intereses?

    Una primera cuestin tiene que ver con la interpelacin que nos hacemos a partir de pensar la participacin ciudadana no en el vaco sino desde nuestras prcticas educa-tivas (con jvenes, con mujeres, con orga-nizaciones campesinas, etctera, es decir, con cualquiera de los sujetos con quienes

    trabajamos). Y esa interpelacin nos lleva a plantearnos qu significa hoy construir un horizonte de transformacin social en socie-dades que estn atravesando profundos cam-bios. Cambios que en muchos casos tienen a esos sujetos como protagonistas. Y enton-ces, desde esta perspectiva de participacin ciudadana, la tarea para educadores/as po-pulares no es construir poder para las organi-zaciones de la sociedad civil, sino construir poder popular para transformar las condicio-nes de vida para las mayoras de nuestros pueblos latinoamericanos y caribeos.

    Para pensar esto se hace necesario visualizar que a nivel poltico en las dcadas de los 80 y 90, los Movimientos sociales populares han sido protagonistas indiscutibles de las resistencias al neoliberalismo y fueron quie-nes hacia finales del siglo XX y principios del Siglo XXI, pusieron en crisis la hegemo-na del neoliberalismo como proyecto nico para Amrica Latina. Al mismo tiempo fue-ron tambin protagonistas de los ascensos de gobiernos que fueron planteando distancias con el modelo neoliberal y que desde distin-

  • Profundizando la democracia participativa 39

    tas perspectivas van cuestionando y soca-vando la hegemona neoliberal de la dcada de los noventa. Y, en tal sentido, son protago-nistas indiscutibles de los procesos sociales y polticos contemporneos.

    A partir de este punto de inflexin puede vi-sualizarse que han habido distintas salidas a esa crisis de hegemona del neoliberalismo de los noventa, desde los regmenes guber-namentales. Y por tanto, hoy la diversidad de contextos se expresa tambin en diversi-dad de modelos sociopolticos y econmi-cos en curso en nuestro continente como as tambin una diversidad poltica en nuestros espacios locales y nacionales. Por eso, esta diversidad de contextos polticos, hace que hoy nos resulte complejo pensarnos como movimiento de educadores/as populares que puedan dar respuestas unvocas a contextos tan diversos o respuestas unidireccionales. Hay distintas formas en que la conflictividad social se expresa de muy diversas maneras.

    Es por ello que la nocin tradicional ms di-fundida de ciudadana nos resulta absoluta-mente insuficiente para analizar y plantear los dilemas de la ciudadana en Amrica la-tina. Aquella nocin de un sujeto individual que posee derechos que puede hacer valer frente al Estado o a terceros, no tiene que ver con la experiencia de construccin de ciuda-dana de nuestros pueblos. En realidad, en nuestro continente la conquista y ejercicio de derechos ha estado histricamente ms liga-da a la experiencia colectiva, a la participa-cin y pertenencia a colectivos sociales que reivindican y conquistan derechos, desde los pueblos originarios hasta distintos colectivos sociales (colectivos de trabajadores, colecti-vos de mujeres, colectivos juveniles, colec-tivos de afrodescendientes, entre otros) ms que al ejercicio individual de la ciudadana. Y estas experiencias histricas contextuali-zadas marcan caminos muy diferentes para

    la participacin ciudadana: en algunos ca-sos tiene que ver con procesos de resisten-cia frente al avasallamiento de derechos, en otros con generacin de propuestas para la efectivizacin de los mismos y tambin con la defensa de los derechos ya conquistados y a su vez, vulnerados.

    Para profundizar este anlisis se torna ne-cesario visualizar que, en nuestros pases, hay tambin diversidad de modelos polti-cos y econmicos vigentes hoy, que expre-san tambin maneras diferentes de la rela-cin EstadoSociedad civil. Como dijimos, en nuestros pases hay distintas formas de salida a la crisis de hegemona del neolibe-ralismo: en algunos pases profundizndo-se con crecientes niveles de accin policial y represin (neoliberalismo de guerra); en otros pases con procesos de carcter po-pulista en lo poltico y neodesarrollista en lo econmico y en otros con procesos de cambio denominados Socialismo Siglo XXI o de procesos neoconstituyentes2. Estos dis-tintos regmenes de gobierno, que expresan modos diferentes de salida de la crisis de hegemona del neoliberalismo, poseen a su vez formas diversas de relacionamiento con la sociedad civil.

    2 Cuestin largamente debatida en la Asamblea General del CEAAL, Lima mayo 2012. Ver: sEOANE, J. (2012). Desafos de los movimientos sociales y la educacin popular en nuestra Amrica.

  • La Piragua N 4040

    Al mismo tiempo, es preciso reconocer y ha-cernos cargo que las expresiones de la socie-dad civil tambin son diversas y contradicto-rias a este carcter popular del que venimos hablando (desde la educacin popular):

    Hay expresiones organizadas de la socie-dad civil de carcter neoliberal, que solo asocian la accin de la sociedad civil des-prendida de la pregunta de a qu intereses responde su accin. Y por tanto, entien-den que su rol principal es el control del Estado, cualquiera sea la orientacin de este. Es el modelo tpico de accin subsi-diaria del Estado mnimo y que encuentra su expresin ms ntida en la visin del denominado Tercer Sector.

    Existe otro conjunto de acciones y mo-vilizaciones de la sociedad civil que han surgido como reaccin frente a la accin del Estado que avanza en regulaciones sociales en funcin de polticas de in-clusin social, ampliacin de derechos y redistribucin de la riqueza. Porque el avance, en varios de nuestros pases, en el reconocimiento de derechos de secto-res o grupos sociales excluidos histrica-mente (pueblos indgenas, jvenes parti-cularmente de sectores pobres, mujeres particularmente las de sectores populares, colectivos de diversidad sexual LGTTB) a travs de legislaciones y polticas pbli-cas, de sus derechos y reivindicaciones, ha implicado cambios en la matriz socio

  • Profundizando la democracia participativa 41

    cultural poltica y econmica. En muchos pases ha habido grandes cambios en cuanto al avance en derechos sociales de acceso a educacin, a la salud, a la vivien-da, a ingresos, de vastos sectores antes excluidos de tales accesos. Y esto implica pasar a unas formas de regulacin esta-tal (lo que algunos llaman a matriz estado cntrica y no mercado cntrica como en el neoliberalismo) que en muchos casos han generado reaccin organizada de la socie-dad civil.

    Por su parte, esos avances en el reconoci-miento de derechos de sectores antes ex-cluidos han implicado cambios en la matriz de redistribucin de la riqueza y en la vi-sibilizacin de esos sectores como sujetos de derechos. Y frente a los avances que eso implica, pero tambin frente a la prdida de privilegios que esta redistribucin conlleva (no solo de ndole econmica, sino funda-mentalmente cultural y simblica) hay mo-vilizaciones y/o accin de la sociedad civil de carcter reactivo y reaccionario frente a esas polticas pblicas de ampliacin de derechos y/o frente a los gobiernos que las desarrollan. Es decir que, frente a los avances en las po-lticas de redistribucin de la riqueza, en la ampliacin de derechos y de expansin de los derechos ligados a la diversidad, hay sec-tores que se movilizan reactivamente frente a ellos y que pugnan por conservar privile-gios de carcter material como as tambin simblicos y culturales en nuestras socie-dades. Movimientos ciudadanos que no ex-presan justamente aspiraciones de justicia, solidaridad e igualdad. En muchos casos son movilizaciones frente a avances de carcter igualitarista o democratizadores de estados y gobiernos, que expresan los intereses de sectores que se resisten a reasignar privile-gios (econmicos, sociales, polticos) o que quieren impedir reconocimiento de derechos de sectores histricamente relegados, invisi-bilizados, excluidos.

    Es por eso que hoy se hace imprescindible, al hablar de participacin ciudadana desde

    la educacin popular, apellidar (por decirlo de algn modo) explicitar, de qu participa-cin hablamos, a qu movimientos sociales queremos ligarnos y a qu tipo de movilizacin ciudadana queremos reivindicar. Y por ello hablamos intencionadamente de movimien-tos sociales populares y de participacin popular. Porque debemos reconocer que en los ltimos aos y frente al avance de gobier-nos populares o progresistas en Amrica La-tina hay tambin expresiones de movilizacin social, de carcter reaccionario.

    Desafos y horizontes abiertos para la participacin ciudadana en clave de participacin popular

    Por todo lo que implica lo reseado anterior-mente, como educadores/as populares, debe-mos estar muy atentos y ser muy crticos de nosotros/as mismos y de nuestra accin. Por-que podemos estar reivindicando el carcter popular simplemente por decir que hacemos educacin popular pero ligarnos o reivin-dicar cualquier tipo de movilizaciones o for-mas de accin ciudadana, pretendidamente aspticas, simplemente por ser no estatal o anti estatal pero incapaz de preguntar-se a qu intereses responde. Es decir, hacer oenegesmo (de ONG Organizaciones no Gubernamentales) hueco.

    Esto, debemos reconocerlo, tiene una larga tradicin, tiene sus explicaciones, revisando nuestros propios orgenes, haciendo nuestra genealoga. Debemos reconocerlo, (particu-larmente lo digo desde el Cono Sur) muchos de nuestros centros de educacin popular, de nuestras organizaciones sociales, surgieron como expresiones organizativas de lucha y/o resistencias a las dictaduras. Y por lo tanto, es de maduro que nuestra accin era cla-ramente anti estatal. Tambin es propio de ciertas tradiciones o matrices tericas de al-gunas izquierdas, considerar que todo Estado expresa los intereses de las clases dominan-tes, de los sectores opresores. Y nos cues-ta mucho pensar la accin movimientista y la accin crtica con o frente a Estados que

  • La Piragua N 4042

    complejamente, contradictoriamente, con muchos grises, con mucho por avanzar ex-presan o responden a intereses de mayoras populares; que reivindican y buscan revertir condiciones de desigualdad social, econmi-ca, cultural y lo hacen detalle no menor por vas democrticas, sometindose a las re-glas del juego electoral y a la expr