la perspectiva sociolÓgica la aldea global: una … · para peter berger (1963) la perspectiva...

23
LA PERSPECTIVA SOCIOLÓGICA LA ALDEA GLOBAL: UNA FOTO SOCIOLÓGICA DE NUESTRO MUNDO Habitan la Tierra cerca de 6.709 millones de personas, repartidas en pueblos y ciudades de cerca de doscientos países... Si hiciéramos una visita a esta “aldea global” descubriríamos que más de la mitad (4054) de sus habitantes son asiáticos, 1.300 de ellos procedentes de la República Popular China. Encontramos 973 millones africanos, 732 millones europeos y cerca de 916 millones de latinoamericanos. De América del Norte (canadienses, estadounidenses y mexicanos) sólo encontramos 452 millones individuos 1 . Si estudiamos las formas de vida de los habitantes de esta aldea global sacaríamos conclusiones sorprendentes. La aldea global cuenta con una inmensa cantidad de recursos pero la mayoría de los habitantes no tienen acceso a ellos. Para hacer una idea de la dimensión social del mundo, imagine por un momento que la Tierra tiene sólo mil personas: la mitad de la riqueza total de la aldea está en manos de sólo el 150 personas Encontrar alimentos es lo más urgente para la mayoría de estas personas. Todos los años, los trabajadores producen comida más que suficiente para alimentar a todo el mundo. A pesar de esto, la mitad de los habitantes de la aldea global (niños, en su mayoría) están desnutridos o pasan hambre. Los 200 más desafortunados, que ni tienen comida, ni agua potable, ni cobijo seguro, no tienen fuerzas suficientes para trabajar, y están tan débiles que son víctimas fáciles de enfermedades mortales. Los habitantes de esta aldea global presumen que tienen muchas escuelas y universidades. Alrededor de 75 de ellos tienen un título universitario y unos pocos han terminado estudios de doctorado, pero la mitad ni siquiera sabe leer y escribir. Los que vivimos en Europa somos de los más privilegiados en esta aldea global. La perspectiva sociológica nos sirve para tener presente que muchos de los logros que atribuimos a nuestra capacidad y cualidades son también producto de la posición privilegiada que ocupamos en el sistema mundial 2 . Nuestras oportunidades vitales y nuestras mismas experiencias sociales dependen drásticamente del tipo de sociedad en que nos ha tocado nacer. No vivimos nuestras vidas dejándonos llevar por el azar, pero la verdad es que tampoco somos dueños absolutos de nuestro destino. Es cierto que los individuos toman decisiones importantes día a día acerca de sus vidas, pero no lo hacen aisladamente, sino en un contexto más amplio que llamamos “sociedad” ―en el contexto de la familia, la universidad, el país, el mundo entero. La premisa fundamental de la sociología es que el contexto social en que vivimos orienta o limita nuestras decisiones y nuestras acciones, del mismo modo en que las estaciones determinan en gran parte el 1 Las estadísticas fueron actualizadas de la página Wikipedia, enciclopedia libre. La población mundial y de los continentes es a 2008, la de los países particularizados es información estadística a 2010 2 Esta imagen de la aldea global ha sido cosntruida según datos de las Naciones Unidas.

Upload: vanthien

Post on 15-Oct-2018

215 views

Category:

Documents


1 download

TRANSCRIPT

LA PERSPECTIVA SOCIOLÓGICA

LA ALDEA GLOBAL: UNA FOTO SOCIOLÓGICA DE NUESTRO MUNDO

Habitan la Tierra cerca de 6.709 millones de personas, repartidas en pueblos y

ciudades de cerca de doscientos países... Si hiciéramos una visita a esta “aldea

global” descubriríamos que más de la mitad (4054) de sus habitantes son asiáticos,

1.300 de ellos procedentes de la República Popular China. Encontramos 973 millones

africanos, 732 millones europeos y cerca de 916 millones de latinoamericanos. De

América del Norte (canadienses, estadounidenses y mexicanos) sólo encontramos 452

millones individuos1.

Si estudiamos las formas de vida de los habitantes de esta aldea global sacaríamos

conclusiones sorprendentes. La aldea global cuenta con una inmensa cantidad de

recursos pero la mayoría de los habitantes no tienen acceso a ellos. Para hacer una

idea de la dimensión social del mundo, imagine por un momento que la Tierra tiene

sólo mil personas: la mitad de la riqueza total de la aldea está en manos de sólo el 150

personas

Encontrar alimentos es lo más urgente para la mayoría de estas personas. Todos los

años, los trabajadores producen comida más que suficiente para alimentar a todo el

mundo. A pesar de esto, la mitad de los habitantes de la aldea global (niños, en su

mayoría) están desnutridos o pasan hambre. Los 200 más desafortunados, que ni

tienen comida, ni agua potable, ni cobijo seguro, no tienen fuerzas suficientes para

trabajar, y están tan débiles que son víctimas fáciles de enfermedades mortales. Los

habitantes de esta aldea global presumen que tienen muchas escuelas y

universidades. Alrededor de 75 de ellos tienen un título universitario y unos pocos han

terminado estudios de doctorado, pero la mitad ni siquiera sabe leer y escribir.

Los que vivimos en Europa somos de los más privilegiados en esta aldea global. La

perspectiva sociológica nos sirve para tener presente que muchos de los logros que

atribuimos a nuestra capacidad y cualidades son también producto de la posición

privilegiada que ocupamos en el sistema mundial2.

Nuestras oportunidades vitales y nuestras mismas experiencias sociales dependen

drásticamente del tipo de sociedad en que nos ha tocado nacer. No vivimos nuestras

vidas dejándonos llevar por el azar, pero la verdad es que tampoco somos dueños

absolutos de nuestro destino. Es cierto que los individuos toman decisiones

importantes día a día acerca de sus vidas, pero no lo hacen aisladamente, sino en un

contexto más amplio que llamamos “sociedad” ―en el contexto de la familia, la

universidad, el país, el mundo entero. La premisa fundamental de la sociología es que

el contexto social en que vivimos orienta o limita nuestras decisiones y nuestras

acciones, del mismo modo en que las estaciones determinan en gran parte el

1 Las estadísticas fueron actualizadas de la página Wikipedia, enciclopedia libre. La población mundial y

de los continentes es a 2008, la de los países particularizados es información estadística a 2010 2 Esta imagen de la aldea global ha sido cosntruida según datos de las Naciones Unidas.

calendario de nuestras actividades, o la ropa que nos vamos a poner. El contexto

social en el que nos desenvolvemos determina en buena parte las decisiones que

vamos a tomar en nuestras vidas. Y dado que los sociólogos saben bastante acerca

de cómo funcionan una sociedad, pueden estudiar y predecir, con dosis variables,

intuición y precisión, qué decisiones vamos tomar y que tipo de acciones vamos a

emprender.

______________________________________

LA PERSPECTIVA SOCIOLÓGICA

Formalmente, la sociología es el estudio sistemático, riguroso y científico de la

sociedad. La sociología implica un modo particular de ver el mundo en que se vive,

una determinada perspectiva.

Ver lo general en lo particular.

Para Peter Berger (1963) la perspectiva sociológica consiste en ver lo general en lo

particular. Lo que Berger quería decir con esto es que los sociólogos son capaces de

identificar pautas generales en la experiencia social de las personas. Los sociólogas

reconocen y tienen presente que cada individuo es único, pero también reconocen que

sus experiencias vitales van a ser unas y otras dependiendo de la categoría a que

pertenecen (si son hombres o mujeres, ricos o pobres, niños o adultos, por ejemplo).

Se empieza a pensar en términos sociológicos cuando se reconoce que las categorías

con las que una sociedad clasifica a las personas van a influenciar las experiencias

vitales de esas personas.

En cada tema sociológico se ve claramente el impacto de la sociedad en las acciones,

pensamientos, y sentimientos de las personas. Por ejemplo, las diferencias entre niños

y adultos no son sólo una cuestión biológica. Las sociedades tienen expectativas

sociales distintas para cada una de las etapas de la vida, lo que hace que las

experiencias vitales sean distintas en cada una de estas etapas. Por ejemplo, en las

sociedades occidentales se espera que los niños sean “dependientes” y que los

adultos sean “responsables”, De los ancianos se espera que se “echen a un lado”: que

renuncien al protagonismo social que tenían en la etapa anterior de sus vidas y

reduzcan la esfera de sus actividades.

¿Cómo se sabe que es la sociedad y no las leyes de la naturaleza la que está

operando detrás de estas expectativas? Se puede saber comparando la evolución de

las sociedades a través del tiempo o comparando distintas sociedades entre sí. Por

ejemplo, entre los indios hopi de Norteamérica los niños tienen un nivel de

independencia notable en comparación con los niños de la cultura occidental, mientras

que en Abjasia (dentro de la Federación rusa) los ancianos no se “echan a un lado”

sino que en su sociedad son las personas más respetadas y valoradas socialmente.

Esto nos da una pista de la importancia de las sociedades y las expectativas sociales

por encima de las leyes de la biología.

Si se da un vistazo al entorno con mirada sociológica en seguida se cae en la cuenta

de la importancia de las posiciones sociales. La forma de vida del hombre depende en

gran parte del lugar que ocupa en la jerarquía social: si se ocupa una posición

privilegiada o si por el contrario le ha tocado vivir en las últimas filas y entre los pobres.

Si se mira el mundo con la perspectiva del sociólogo se puede observar también las

diferencias de género, esto es, los modos diferentes en que hombres y mujeres

terminan viviendo sus viadas. En todas las sociedades existe una serie de

expectativas que varían de acuerdo a la sociedad en concreto, acerca de los trabajos

que pueden realizar hombres y mujeres, o de las responsabilidades familiares de unos

y otras. Los individuos experimentan el poder de la sociedad cuando, al hacer sus

planes de vida, tienen que tomar en cuenta las oportunidades y desventajas que se les

imponen según el sexo con el que han nacido.

Distanciarnos de lo que nos es familiar o damos por supuesto

Emplear la perspectiva sociológica implica “dar un paso atrás” y ver las cosas dese un

ángulo diferente, de modo que lo que se es familiar o se da por supuesto aparece

distinto o incluso extraño, Tal como dijo Peter Berger en su libro Invitation to sociology”,

“el primer enunciado de la sociología es que las cosas no son lo parecen” (Berger

1963, 34). Por ejemplo, mirar el mundo con los ojos del sociólogo implica cuestionar la

idea de que las personas hacen lo que deciden hacer, y admitir, por el contrario, que lo

que las personas hacen y piensan viene en gran parte determinado por las sociedades

en que viven.

Aprender a “ver” cómo la sociedad influye en las acciones del hombre exige un poco

de práctica. Si preguntáramos a estudiantes universitarios por qué están estudiando tal

o cual carrera, sus respuestas podrían ser:

“Estoy estudiando esto en esta universidad porque aquí está estudiando mi novia”

“Estoy estudiando esto porque no di la nota de corte para estudiar lo que quería”

“Estoy aquí porque no encuentro trabajo”

Estas respuestas serían ciertamente válidas y del todo correctas para los estudiantes,

pero no para el sociólogo. Éste diría que esas respuestas son insuficientes, que

pegadas a nuestro mundo cotidiano o a lo que damos por supuesto se quedan cortas.

Al “dar un paso atrás” y mirar las cosas desde un ángulo diferente el sociólogo puede

empezar a ver otras cosas.

Si se piensa en términos sociológicos acerca de la decisión de hacer estudios

universitarios, uno advierte, en primer lugar, que esta decisión es impensable para la

mayoría de la gente en la mayoría de los países, para quienes ir a la universidad está

fuera de su alcance. Del mismo modo, si se hubiera nacido hace cien o doscientos

años, la “decisión” de ir a la universidad sólo la podía tomar un reducido número de

privilegiados. Pero incluso aquí y ahora, y si se mira a los compañeros de clase, se

puede pensar que determinados factores sociales han influido en la decisión de ir o no

a la universidad., Típicamente, los universitarios son personas jóvenes, generalmente

entre 18 y 24 años. ¿Por qué? Porque en nuestra sociedad, ir a la universidad está

asociado con esa etapa de la vida. Pero no tendría por qué ser así necesariamente, tal

como muestra el incremento relativo en algunos países de estudiantes de mayor edad.

También, la decisión de ir a la universidad depende de cómo se valore en la familia del

joven la importancia de los estudios. Quizá a los padres nunca se les ha pasado por la

cabeza que el hijo podría llegar a la universidad, o que merecería la pena que lo

intentara siquiera (y, menos aún, quizá, tratándose de la hija). Hoy en día en España,

por ejemplo, son más las mujeres universitarias que los hombres, pero esto no era así

hasta hace pocos años. Pero aún hoy en día son casi anecdóticos los gitanos que

llegan a la universidad. De modo que uno no entra en la universidad porque quiere:

hay categorías sociológicas, como la clase social, la etnia (paya o gitana) o el género

(hombres y mujeres) que limitan bastante el número de personas que pueden

verdaderamente tomar una decisión acera de si quieren o no ir a la universidad.

En resumen, al nivel más general, la sociología nos muestra las pautas y procesos

sociales que terminan afectando nuestras acciones y nuestras decisiones.

El individuo en el contexto social

A menudo la perspectiva sociológica contradice (o cualifica) ideas o percepciones que

parecen de sentido común. Como la idea, por ejemplo, de que la conducta humana es

el resultado de decisiones individuales. Para la mayoría de las personas, la vida

cotidiana consiste en asumir cantidad de responsabilidades, en tomar decisiones

importantes acerca de muchas cosas. Cuando parece que las cosas van bien se

felicitan, y cuando van mal se asume una auto culpa. Orgullosos de la individualidad

es fácil reconocer que en gran parte, las acciones están influidas o determinadas

socialmente.

La mejor demostración de cómo la sociedad influye en las decisiones y conductas de

las personas es quizá el estudio del suicidio. En principio no parece haber nada más

personal que la decisión de quitarse la vida. Por ello Emile Durkheim (1858-1917), un

pionero de la sociología y que será referencia permanente, eligió el suicidio como tema

de investigación. Si se pudiera demostrar que un acto tan libre y personal como el de

quitarse la vida está en realidad influenciado por factores sociales, el estatus científico

de la sociología (cuestionado por lo años en que Durkheim realizó sus investigaciones)

mejoraría notablemente. El caso es que Durkheim lo consiguió. Fue capaz de

demostrar que en la explicación del suicidio intervienen determinadas variables

sociológicas.

Durkheim analizó datos sobre el suicidio en Francia y otros países. El análisis de esos

datos mostraba que la probabilidad de suicidarse era significativamente más alta entre

algunas categorías de personas. Más en concreto, Durkheim descubrió que la tasa de

suicidio de los hombres, los protestes, las personas con más recursos económicos y

los solteros eran comparativamente más altas que las de la mujeres, los católicos y

judíos, las personas de escasos recursos y los casados. Atribuyó estas diferencias al

grado de integración social. Bajas tasas de suicidio parecían corresponderse con

personas que mantenían fuertes lazos sociales, mientras que aquellas otras más

individualistas o socialmente aisladas tenían tasas más altas de suicidio.

En las sociedades europeas de finales del siglo XIX que estudió Durkheim los

hombres tenían mucha más libertad y autonomía que las mujeres.

Independientemente de los beneficios de la libertad, decía Durkheim, un mayor grado

de autonomía personal implica un menor grado de integración social y, así una mayor

probabilidad de suicidio. Los protestantes, igualmente, parecían más inclinados al

suicidio que los católicos y los judíos porque, a diferencia de los rituales religiosos

protestantes, los rituales de católicos lay judíos refuerzan más los lazos sociales entre

los creyentes. Las personas de recursos elevados tiene, por supuesto, mayor libertad

y autonomía que los pobres, y por ello, según explicó Durkheim, también tenían tasas

de suicidio más elevadas. Por último, los solteros con vínculos sociales más débiles

que los casados, también parecen más dispuestas a considerar la opción del suicidio.

Después de un siglo, la hipótesis de Durkheim se sigue cuestionando. Se puede

afirmar que en todos los países, los hombres pareces seguir suicidándose más que las

mujeres. Sobre el tema, el siguiente es el panorama en Colombia3

Según datos del Instituto Nacional de Medicina Legal, INML, cada día se suicidan seis personas en Colombia. Las estadísticas reflejan que:

• De cada cinco suicidios, cuatro son de hombres.

• El mayor número de muertes por esta causa se establece entre los 15 y los 30 años,

siendo más frecuente de los 20 a los 24.

• El suicidio afecta a todas las personas sin importar su grado de escolaridad.

• Un alto porcentaje de fallecimientos se hallan en jóvenes estudiantes, comerciantes,

desempleados, amas de casa y trabajadores del campo.

• El 78 por ciento de los suicidios se ejecutan en áreas urbanas.

• Los métodos más usados para quitarse la vida son el ahorcamiento, el uso de

tóxicos, las armas de fuego y las caídas de altura.

• Dentro de las causas que inducen al suicidio se encuentra los problemas económicos, los conflictos de pareja, el maltrato y las enfermedades como el VIH.

Expertos como Luz Janeth Forero, funcionaria del INML, y Carlos Miranda, presidente de la Asociación Colombiana de Psiquiatría coinciden en que en Colombia no existen

políticas específicas para prevenir y abordar este tema.

El suicidio en el mundo

De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, OMS, este tipo de fallecimiento es la tercera causa de muerte general en personas entre los 15 y 44 años de edad, lo que la convierte en un problema de salud pública. Y es que de acuerdo con la OMS, cada

año se pierden 14 millones 645 mil años de vida saludable por cuenta del suicidio.

Es un problema de tal magnitud que cobra más vidas que "las guerras, los ataques terroristas y los homicidios", dice Brian Mishara, presidente de la Asociación

Internacional para la Prevención del Suicidio.

Las cifras indican que al año más de un millón de personas se quitan la vida, lo que correspondería a más o menos unas 3 mil personas al día.

3 Datos tomados de Diariocrítico, Bogotá. Septiembre 11 de 2009

LA IMIPORTANCIA DE LA PERSPECTIVA GLOBAL

En el transcurso de pocos años, y debido al progreso tecnológico que ha puesto al hombre en contacto con las zonas más remotas de la Tierra, muchas disciplinas académicas han incorporado la perspectiva global, esto es, el estudios y análisis de los fenómenos y acontecimientos que ocurren en el mundo y de la posición que cada sociedad ocupa en relación a otras y dentro del sistema mundial. Pero ¿qué implica

esta perspectiva mundial para la sociología en concreto?

En realidad, la perspectiva global es una extensión lógica de la misma perspectiva sociológica. Como se decía antes, la premisa básica de la sociología es que el contexto social en que se vive afecta las decisiones y experiencias de los individuos. Pues bien, dado que las sociedades no viven aisladas se puede decir que la posición que ocupa la sociedad en que uno vive dentro del contexto mundial va a afectar las conductas, decisiones o experiencias. En los párrafos con los que se abre este capítulo se ofrece una descripción de la aldea global, allí se indica que entre las personas que habitan en esta aldea existen enormes diferencias en cuanto a calidad

de vida.

Es en los países industrializados donde los niveles de desarrollo económico permiten que la mayoría de su población disponga de recursos abundantes. Estos países son Estados Unidos, Canadá, la mayoría de los países de Europa occidental, Japón, Israel y Australia. Todos juntos, estos cuarenta países producen la mayoría de los bienes y servicios que se generan en el mundo y contralan la mayoría de los recursos del planeta. En términos generales, la mayoría de las personas que habitan en estos países viven bastante bien, no porque sean muy listos o muy laboriosos, sino porque

han tenido la fortuna de nacer en una de las regiones más ricas del mundo.

Una segunda categoría de países son los que disponen de una cantidad moderada de recursos. Son alrededor de noventa, relativamente industrializados y de renta per cápita menor que el grupo anterior de países, los de este otro grupo de países (la mayoría en Europa oriental y Latinoamérica) tienen más probabilidad de vivir en zonas rurales que en ciudades, de utilizar bicicleta, motocicleta o animales para desplazarse en lugar de coches, o de tener un nivel más bajo de escolarización. En la mayoría de estos países, hay mucha desigualdad social, de forma que mientras una pequeña minoría controla una inmensa cantidad de recursos, muchísima otra gente carece de

vivienda o de una alimentación adecuada.

Por último están los países pobres, en los que vive alrededor de la mitad de la población mundial. Son países escasamente industrializados, en lo que la pobreza más severa es la regla y no la excepción. La mayoría de estos países están localizados en África y Asia. En estos países existe también una pequeña minoría de privilegiados, pero la mayoría de la población tiene como único afán sobrevivir y salir adelante, para lo que tienen que vencer dificultades de todo tipo: viviendas insalubres, escasez de agua potable, alimentaos escasos, falta de medicinas y todo tipo de

recursos sanitarios, y lo peor, falta de ilusión.

El mapa del mundo está cambiando constantemente. Uno de los fenómenos más interesantes a este respecto es lo que está ocurriendo en el sudeste asiático, en concreto en Singapur, Corea de Sur, Tailandia y Taiwán (así como en la antigua colonia de Hong Kong): países que hasta hace poco tenían una renta per cápita baja y que pueden terminar perteneciendo al grupo de los países más ricos. Algunos autores

se han atrevido a sugerir que este nuevo “modelos asiático” (nuevo en cuanto que sigue una pauta de industrialización diferente a la que siguieron los países occidentales), puede convertirse incluso en el ejemplo a seguir en el siglo XXI (Naisbitt, 1977).

Hasta hace muy poco los manuales de sociología estaban centrado en una u otra sociedad. Se explicaban los conceptos básicos de la sociología poniendo ejemplos de esa sociedad, sin comparar con otras sociedades y sin evaluar en qué medida lo que está ocurriendo dentro de esa sociedad puede explicarse a partir de lo que ocurre

fuera. Ya no es posible seguir escribiendo manuales así.

Las siguientes son las razones por la cuales es necesario incorporar una perspectiva

global en los estudios sociológicos:

1. Porque las sociedades de todo el mundo están cada vez más vinculadas entre sí.

En gran parte, la historia de los últimos 300 años es una sucesión de acontecimientos que han ido vinculando cada vez más estrechamente a las sociedades de todas partes del globo. Primero fueron los exploradores y conquistadores, luego las empresas coloniales de las grandes potencias, la esclavitud y las emigraciones masivas. Hoy es el turismo y los avances tecnológicos. En cuestión de pocos años, las sociedades de todo el mundo han quedad interconectadas a un nivel inimaginable hasta hace poco. Los aviones cruzan los océanos en cuestión de horas, y en sólo unos segundos

pueden trasmitirse textos, imágenes y sonidos de un lugar a otro del planeta.

Una consecuencia de estos avances tecnológicos es que en todos los rincones del planeta se puede encontrar gente con los mimos gustos en cuanto a la música, la ropa o la comida. Con todo su poderío económico, las naciones más ricas parecen haber proyectado sus gustos y estilo de vida sobre los miembros de otras sociedades: encantados con las hamburguesas americanas, dispuestos a bailar pop británico y,

cada vez más, a estudiar inglés.

La Multiplicación de los intercambios comerciales entre las naciones ha creado una economía global. Muchas grades empresas producen y venden sus bienes y servicios a escala mundial, y los mercados financieros de todo el mundo, conectados entre sí por vía satélite, están operando las veinticuatro horas del día. Ningún operador de bolsa puede ignorar hoy lo que está ocurriendo en los mercados de valores de Tokio, Hong Kong o Nueva York, de la misma forma que un agricultor español no puede ignorar los cambios en la política agraria de la Unión Europea. Pero de la misma forma que los países ricos de Occidente exporta sus bienes, estilos de vida e incluso sus gustos a otros países, estos reaccionan a su vez. Todo esto está relacionado con el proceso de globalización, que implica unos vínculos o lazos cada vez más estrechos entre las sociedades de todo el mundo, cada vez más interconectadas.

2. Una perspectiva global permite ver que muchos de los problemas que se tienen en Europa los están sufriendo también, pero con mucha intensidad, otros países del mundo. La pobreza es un problema importante en Europa, y especialmente en Europa oriental. Pero la pobreza está muchos más extendida y es un problema muchísimo más severo en Latinoamérica, Asia y África. De la misma manera, si la mujer sigue teniendo una condición subordinada en Europa, en otras zonas del mundo su situación es mucho peor. Y si se puede hablar de conflictos étnicos, racismo y xenofobia en Europa, en otras zonas del mundo (como Ruanda, por ejemplo) estos fenómenos pueden tener consecuencias verdaderamente catastróficas en términos de vidas humanas. Así pues, muchos de los problemas con los que se enfrenta Europa no parecen singulares o particulares de esta zona del mundo. Antes bien, parecen

tener dimensiones globales. La contaminación del medio ambiente es un buen ejemplo a este respecto; el mundo es un único ecosistema, lo que hace que los perjuicios (o

los beneficios) que cualquier país ocasione al entorno, va a afectar al resto del mundo.

3. Pensar en términos globales es un ejercicio excelente para que las personas se entiendan mejor a sí mismas y a la sociedad en que viven. Cuando se hace una

mirada desde fuera al compararse con otras sociedades lo que se hace es poner en cuestión viejos entendimientos, viejos argumentos de formas de pensar que aquí parece que casi todo el mundo da por supuesto o acepta con la máxima naturalidad. Al utilizar una perspectiva global se hace más flexible el razonamiento, se acumulan nuevas herramientas explicativas y conceptuales que ayudan a pensar de forma distinta viejos problemas y se conoce mejor otras sociedades lográndose así una mayor tolerancia.

LA PERSPECTIVA SOCIOLÓGICA EN LA VIDA COTIDIANA

Cuando hay encuentros entre personas que son diferentes entre sí, no queda más remedio que reconocer cómo las vidas de los individuos se ven afectadas por el contexto social en que viven. En dos situaciones esta influencia se hace mucha más

evidente.

Sociología y marginación social

Para aquellos que viven en los bordes o márgenes de la sociedad, no perfectamente integrados, la perspectiva sociológica es, en muchos casos, algo natural. Las personas experimentan, aunque quizá sólo ocasionalmente, alguna situación en que parece que están socialmente marginados. Pero para algunos individuos en concreto la marginación social es parte de su vida cotidiana. Y cuanto mayor es el grado de su marginación social, mayor es la posibilidad de que estos individuos desarrollen una

perspectiva sociológica, un temperamento sociológico.

Para cualquier inmigrante turco en Alemania, pakistaní en Inglaterra o marroquí en España es casi imposible que pase un solo día sin pensar o reflexionar en qué medida el color de su piel está afectando a su propia vida y sus experiencias cotidianas. Al contario, la mayoría de los alemanes, británicos o españoles piensan en estas cuestiones de forma ocasional o superficial, pues para ellos el color de la piel es un asunto secundario, que sólo afecta a los otros, a quienes tiene otro color de piel.

Algo semejante puede decirse de otras personas que no ocupan posiciones centrales en la sociedad, como las mujeres, los homosexuales, los minusválidos, los “sin techo”, o los ancianos. Estos individuos, relegados a los márgenes de la vida social, tienen más probabilidad de reflexionar acerca de los prejuicios, costumbres, valores, arreglos políticos, etc. (esto es en términos puramente sociológicos), que han contribuido a colocarles en esta situación periférica o de marginación, que aquellos otros individuos que no se ven afectados negativamente por ninguna de esta cuestiones. Así, si uno quiere desarrollar una perspectiva sociológica, tiene que “dar un paso atrás”, observar su experiencia y las experiencias sociales de otras personas desde un poco más lejos, y siempre con buenas dosis de curiosidad y apretura intelectual. Esto implica poner entre paréntesis lo que en la sociedad, la familia, en un grupo de amigos, se da por supuesto y reconocer que hay muchas formas y muy distintas de organizarse socialmente. Si además uno se deja tentar por todo esto y se propone encontrar explicaciones lógicas y rigurosas de por qué las personas se organizan de formas distintas y viven vidas distintas, entonces es que uno ya está en trance de convertirse

en sociólogo.

Sociología y crisis sociales

En periodos de grandes cambios o crisis sociales, la gente suele sentirse bastante desorientada, y esto les hace pensar o reflexionar al modo del sociólogo. C. Wright Mills (1959), un sociólogo norteamericano, puso como ejemplo el caso de la Gran Depresión de los años 30 para ilustrar este principio. Por aquellos años, la tasa de desempleo alcanzó el 30 por ciento en Estados Unidos (así como en otras partes del mundo pues aquello fue una crisis global). Con cifras tan altas, muchos desempleados empezaron a considerar que su situación particular se debía a determinadas causas sociales. Antes que auto inculparse con expresiones del tipo “debo de estar haciendo algo mal, pues no consigo trabajo”, buscaron otro tipo de explicaciones de orden supra individual o sociológico a su situación, del tipo “hay una gran crisis económica y no hay trabajo para todos”.

Pero, a la inversa, el pensamiento sociológico puede también promover el cambio social. Cuando más se aprende sobre el funcionamiento de las sociedades, más se cree que se puede cambiar en aquellos aspectos que menos gustan. Existe, por ejemplo, una literatura sociológica que trata del tema de la mujer, y en concreto de su situación subordinada respecto al hombre. Además de describir esta situación, de medirla o de explicarla, muchos sociólogos y sociólogas han dedicado sus esfuerzos a acortar las diferencias sociales que siguen existiendo entre hombre y mujeres en todo el mundo.

En resumen, una introducción a la sociología es una invitación a mirar el mundo

cotidiano de forma distinta a como se hace habitual e irreflexivamente.

Los beneficios de la perspectiva sociológica

En la medida en que se adquiere la costumbre a emplear la perspectiva sociológica, se está en mejores condiciones de mirarse a si mismo y a la sociedad de forma diferente. Y de aquí resultan cuatro grandes beneficios:

Uno. La perspectiva sociológica termina convirtiéndose en una forma de pensar, una especie de talante crítico que sirve para poner en cuestión los valores, las normas, las definiciones de las cosas o incluso la forma de hacer las cosas (trabajar, amar, por ejemplo), que las personas dan por supuestas. Esto es una situación privilegiada para evaluar qué hay de beneficioso o perjudicial, de cierto o erróneo en esos valores, normas, etc. En otras palabras, al pensar en términos sociológicos se puede llegar a la conclusión de que algunas de las ideas que se consideran naturales o indiscutibles, terminan apareciendo dudosas o falsas. Los sociólogos tratan de averiguar la validez de afirmaciones que todo el mundo parece compartir, que se dan por supuestas o parecen de sentido común, y por eso tienen que hacerse preguntas que, a primera

vista, pueden parecer extrañas o sorprendentes.

Dos. La perspectiva sociológica permite conocer mejor las oportunidades y los obstáculos que se pueden encontrar en la vida. La sociología hace ver que, para bien

o para mal, la sociedad opera con ciertas reglas. Ayuda a entender cuáles son esas reglas y cómo se aplican. En el juego de la vida se puede decidir cómo se juegan las cartas, pero es la sociedad la que reparte las cartas y la que establece las reglas del juego. Cuanto mejor se entienda cuales son esas reglas del juego, mejor se pueden jugar las cartas. La sociología puede ayudar a entender cuáles son las dificultades con las que se puede encontrar la persona intentando cumplir sus objetivos y, así, redefinir mejor esos objetivos y a ser más efectivos a la hora alcanzarlos.

TRES. La perspectiva sociológica hace que los individuos sean miembros activos de la sociedad. Desconociendo cómo opera la sociedad es más fácil que se acepten las cosas como son, que se conforme con el statu quo. Se puede pensar que las cosas son así en la sociedad porque así son las cosas “naturalmente”. Pero cuanto mayor sea el conocimiento de otras sociedades, mejor se entienden las instituciones, valores, tradiciones, etc., de la sociedad en que se vive, y así habrá más disposición para una conversión a miembros activos de la sociedad. Para algunos sociólogos esto puede significar aceptar la sociedad tal cual es; pero para otros puede significar intentar transformarla de cabo a rabo o, incluso, transformar el mundo entero. La sociología, en cuanto empresa científica, no es de derechas o izquierdas, no tiene una orientación política que le sea consustancial. No teniendo una determinada orientación política, los sociólogos pueden ser (y lo son) de todas las tendencias. Sin embargo, la sociología tiene una dimensión crítica en cuanto que, como se acaba de ver, se desenvuelve poniendo en cuestión el sentido común, lo que mucha gente da por supuesto o acepta con la mayor naturalidad. Aun así, en su trabajo de investigación el sociólogo tiene que dejar a un lado sus valores y tendencias políticas y esforzarse por llegar a conclusiones sólidas; esto es, conclusiones construidas con el suficiente rigor lógico como para hacer que otros sociólogos, independientemente de su orientación

valorativa, no tengan más remedio que tomarlas en cuenta.

C. Wright Mills sostenía que desarrollar la “imaginación sociológica” animaría a las

personas a convertirse en ciudadanos más activos.

Cuatro. La sociología ayuda a reconocer que existen diferencias entre las sociedades, a reconocer el sufrimiento humano, y a afrontar el reto de vivir en un mundo tan complejo y tan plural. El pensamiento sociológico sirve para valorar en sus auténticas

dimensiones la extraordinaria variedad de organizaciones sociales en el mundo, así como el sufrimiento real y potencial de muchas personas a lo largo y ancho del planeta. Los españoles, los franceses o los ingleses son sólo una pequeñísima fracción de la población mundial. Existen otras muchas personas que viven en condiciones y bajo arreglos sociales radicalmente distintos de los que se conocen en Europa. En todo el mundo, las personas tienden a definir su propio estilo de vida como “natural” y a ignorar (o incluso a criticar o censurar) otros estilos de vida. Pero la sociología hace pensar críticamente acerca de las ventajas y desventajas relativas de otros estilos de vida, de otras tradiciones o instituciones que hacen que las personas vivan sus vidas de forma muy distinta. Haciendo esto, también hace que se reflexione sobre los propios valores, instituciones, historia, etc. La sociología también da la facilidad para identificar y valorar el sufrimiento humano allí donde se encuentra (en la pobreza, las rupturas familiares, la enfermedad, las guerras, etc.), y a entender que tales sufrimientos ocurren frecuentemente por la forma en que las sociedades están

organizadas.

Problemas de la perspectiva sociológica

Como se pudo ver, cuando se mira el mundo con los ojos del sociólogo se obtienen algunos beneficios. Pero no todo es tan positivo. La perspectiva sociológica también

encierra algunos problemas o dificultades. A continuación se mencionan tres:

1. La sociología es parte de un mundo en constante transformación. Una de las

dificultades con la que se encuentran los sociólogos es que su objeto de estudio, las sociedades, están cambiando constantemente. Las sociedades no son objetos fijos, y cambian mientras el sociólogo las está estudiando. Así, un “descubrimiento” hecho hoy puede que se tenga que cualificar sustancialmente mañana a la vista de nuevos acontecimientos, que se sugieran nuevas pistas acerca de los mismos fenómenos.

Dado que una de las características del mundo moderno es la aceleración de cambios de todo orden (tecnológicos, políticos, sociales, etc.), se tiene que esperar que el conocimientos de la sociedad cambie también rápidamente. Así por ejemplo, muchos de los datos que se encuentran en este texto, el lector los encuentra ya desfasados.

2. Los sociólogos son miembros de una sociedad; esto es, son parte del objeto de estudio. Esto dificulta mucho la labor del sociólogo. Otros científicos (un físico, un

químico, o un espacialita en meteorología, por ejemplo) tiene como objeto de estudio cosas que, al margen de la vida profesional, les resultan distantes o le son ajenas (los metales, los compuestos químicos, los cambios meteorológicos). Este no es el caso de los sociólogos, que, al estudiar cosas que les implican como miembros de la sociedad, tienen muchas más dificultades para distanciarse del objeto de estudio. También está el problema del etnocentrismo, esto es, la tentación de valorar o evaluar otras

sociedades no desde una perspectiva global, sino desde la propia sociedad.

3. El conocimiento sociológico termina siendo parte de la sociedad. Las

investigaciones y estudios que hacen los sociólogos, los libros que escriben, las explicaciones que ofrecen sobre cosas muy diversas, terminan siendo parte del conocimiento que una sociedad tiene de sí misma. Los sociólogos proponen ideas que pueden llegar a ser aplicadas, llegando así a transformar en parte una sociedad: En otras palabras, la sociología puede tener (y de hecho tiene) un impacto sobre la sociedad: esto es, sobre su objeto de estudio. Esto no ocurre con otras ciencias. Los

astrónomos no cambian, por mucho que los estudien, las posición de lo planetas

LOS ORÍGENES DE LA SOCIOLOGÍA

Los grandes acontecimientos históricos no se producen porque sí. Son el resultado de determinadas causas sociales, complejas y sólo en parte predecibles. Así fue también con el nacimiento de la sociología. Después de haber hablado de la naturaleza de la sociología, de sus ventajas y problemas, toca hablar de sus orígenes.

Aunque ha habido reflexiones sobre la sociedad desde los orígenes de la historia de la humanidad, la sociología es una disciplina bastante reciente. Es una de las disciplinas científicas más jóvenes ─mucho más que la historia, la física o la economía, por ejemplo. Fue en 1838 cuando el pensador Auguste Comte el que acuño el término

“sociología” para describir una nueva forma de reflexionar sobre el mundo.

Ciencia y sociología

La naturaleza de la sociedad fue uno de los más importantes temas de reflexión para los grandes pensadores del pasado. El filósofo chino K'ung Fu, también conocido como Confucio (551-479 a.C.), o los filósofos griegos Platón (427-347 a. C.) y Aristóteles (384-322 a.C.), por ejemplo, dedicaron parte de sus reflexiones al tema de

la sociedad.

De la misma manera, un pensador medieval como Santo Tomas (1225-1274), el filósofo árabe Ibn Jaldún (1332-1406) y el filósofo ilustrado Montesquieu (1689-1755) también dedicaron parte de su tiempo a reflexionar sobre las sociedades. Pero no fue hasta el siglo XIX, y gracias al trabajo de Emile Durkheim, que se abordó el estudio de

la sociedad desde una perspectiva puramente científica.

Su se mira atrás en la historia, se puede descubrir que, hasta fecha muy reciente, no ha habido ningún pensador que abordara las cuestiones con una perspectiva sociológica. Hasta hace muy poco parecía suficiente reflexionar sobe las metas que

las sociedades debían proponerse, o aquellas otras cosas que debían evitar. No intentaban describir o explicar lo mejor posible cómo funcionan las sociedades. Sólo se limitaban a recomendar tal o cual modelo ideal o utópico de la sociedad y el modo de alcanzarlo. (1972: 57: Edición original de 1918).

Pero ¿qué es lo que, en concreto, diferencia a la sociología de todas aquellas reflexiones anteriores? Antes del nacimiento de la sociología, los filósofos y los teólogos se limitaban a describir o imaginar cómo debía ser la sociedad. Ninguno intentó analizar la sociedad tal como era realmente. Augusto Comte y Emile Durkheim, precursores de la sociología, invirtieron el orden de prioridades. Por supuesto, estos dos prensadores también tenían un modelo ideal de sociedad, unas preferencias valorativas sobre cómo debía organizarse las sociedades. Pero tenían otro objetivo: entender y explicar cómo es o cómo funciona la sociedad.

Para conseguir este objetivo debía aplicarse el método científico, que tantos resultados había dado en otras disciplinas al estudio de la sociedad. Según Comte puede dividirse la historia de la humanidad en tres fases o estadios, según el modo en que los hombres han intentado comprender o explicar el mundo (1975, ed. Org., 1851-54). A la primera fase, que abarca la Edad Media europea, Comte la denominó teológica. En esta fase se interpretaba y explicaba en mundo y la sociedad en

términos divinos. Se entendía, en otras palabras, que las cosas eran así o que la sociedad estaba organizada de tal manera porque esa era la voluntad de Dios.

En una segunda fase, que corresponde al Renacimiento, las explicaciones teológicas dieron paso a otras de tipo metafísico. En esta fase, las personas dejaron de entender

la sociedad en términos sobrenaturales y según la intervención de fuerzas divinas y pasaron a entenderla según ideas abstractas o principios metafísicos (esto es, no científico) acera de la sociedad. Según Hobbes, por ejemplo, la sociedad no es un reflejo de la perfección de Dios, sino de las debilidades y egoísmo natural de los

hombres.

La tercera y última fase es la científica. En esta fase se intenta explicar la naturaleza en sus propios términos, sin recurrir a intervenciones divinas o sobrenaturales, o a tal o cual principio metafísico o abstracto imposible de contrastar empíricamente. Esto es lo que hicieron personas como Copérnico (1473-1543), Galileo (1564-1642), o Isaac Newton (1642-1727). Según Comte, había llegado el momento de hacer lo mismo con respecto a la sociedad, había que aplicar el método científico para entender y explicar (incluso para mejorar) la organización de la sociedad. En esto radica la contribución de Comte a la sociología.

Comte fue lo que en sus propias palabras llamaba un “positivista”; esto es, una persona que cree que sólo se puede obtener conocimiento verdadero de las cosas aplicando el método científico. Como tal, Comte pensaba que, al igual que la

Naturaleza se rige según leyes que han descubierto los científicos (la ley de la gravitación universal, por ejemplo), la sociedad también obedece a ciertas leyes que toca descubrir. Los sociólogas de hoy en día siguen pensando que es necesario el método científico para obtener un conocimiento riguroso y válido de la sociedad, aunque la mayoría reconoce que no es posible encontrar “leyes” que expliquen la sociedad al modo en que Comte esperaba. Se piensa así porque se reconoce que la conducta humana es mucho más compleja que muchos de los fenómenos naturales. Se reconoce también que el método científico es mucho más sofisticado (y precario a veces) de lo que Comte y sus contemporáneos pensaba. Los seres humanos son criaturas con una enorme imaginación y capacidad de sorprender, de forma que resulta casi imposible explicar las conductas sociales según los postulados de tal o

cual otra “ley de la sociedad”. De la misma manera, el universo es mucho más caótico y azaroso de lo que antes se pensaba, lo que hace que la empresa científica también

lo sea.

Cambio, transformación y sociología

Según Anthony Giddens, uno de los sociólogos con mayor prestigio en nuestros días, la sociología fue fruto de las inmensas trasformaciones sociales que tuvieron lugar en los dos últimos siglos. La revolución Francesa de 1789 y la revolución industrial que se originó en Inglaterra en el siglo XVII “disolvieron las formas de organización social bajo las que los hombres habían vivido durante milenios” (Giddens, 1986: 4) Las enormes transformaciones sociales que tuvieron lugar en Europa en los siglos XVII y XIX explican el nacimiento de la sociología. Viendo desmoronarse las estructuras sociales existentes, no es de extrañar que algunas personas inquietas se pusieran a reflexionar de un modo más riguroso y científico sobre la naturaleza de las sociedad y de los

cambios sociales que se estaban sucediendo en aquel entonces.

Primero fueron los avances científicos y tecnológicos que hicieron posible la producción fabril. En segundo lugar, el desarrollo de la economía industrial, basada en la producción en fábricas, produjo la migración de millones de personas del campo a la ciudad. En tercer lugar, concentradas las grades ciudades y centros industriales, muchas personas comenzaron a enfrascarse en debates acerca del gobierno de la

sociedad, la democracia y los derechos políticos.

Una nueva economía industrial

Durante la Edad Media, la inmensa mayoría de la gente se dedicaba al cultivo de la tierra o a la producción manufacturera a pequeña escala (“manufactura” es una

palabra de origen latino que significa “producir con las manos”) Pero a finales del siglo XVIII, y debido al desarrollo de la mecánica hidráulica y a la inversión de la máquina de vapor, fue posible diseñar grandes máquinas que pudieran aprovechar estas formas de energía y que hicieran posible la producción a gran escala. Así nació la producción fabril: la producción en grandes fábricas, que fue sustituyendo a la producción manufacturera. Con el nacimiento de las fábricas, los trabajadores dejaron de trabajar en sus casas, y al ritmo que ellos se marcaban, Trabajando en fábricas, se convirtieron en un eslabón, en una cadena de producción. Pasaron a formar parte de un enorme ejército industrial, trabajando a las órdenes de capataces a los que no les unía ningún tipo de vínculo social distinto de la necesidad de obedecer. Estos cambios tan drásticos en el mundo de la producción tuvieron grandes efectos sobre las familias

y las tradiciones bajo las que habían vivido durante siglos.

El crecimiento de las ciudades

Las fábricas, que no tardaron en multiplicarse en muchos países de Europa, actuaron como imanes para los que estaban buscando trabajo. Estos no eran pocos: muchas personas fueron expulsadas del campo cuando los propietarios de las tierras comenzaron a cercar sus propiedades para transformarlas en pastizales para el ganado lanar, y así participar en los beneficios que prometía el desarrollo espectacular de la industria textil. Este proceso, llamado cercamiento (por el cercado de las tierras),

obligó a miles de campesinos a abandonar el campo y trasladarse a los centros

industriales en busca de trabajo.

Muchos enclaves rurales fueron abandonados, al tiempo que pequeños núcleos industriales se iban trasformando en grandes ciudades. La emigración a las ciudades y

zonas industriales se produjo a un ritmo tan rápido que muchas de ellas se vieron desbordadas, incapaces de absorber contingentes tan numerosos de personas que buscaban trabajo. Así, en muchas ciudades, el hacinamiento, la pobreza, las enfermedades, el desempleo, la delincuencia, etc., eran problemas que estaban a la orden del día y para los que no parecía haber una solución fácil. Estos problemas y

estas grades transformaciones sociales constituyeron al desarrollo de la sociología.

Cambios políticos

Durante la Edad Media, tal como Comte señaló, la mayoría de las personas pensaba que la sociedad era reflejo de la voluntad de Dios. Los reyes decían gobernar por derecho divino, y el resto de las personas, tanto las que ocupaban posiciones privilegiadas como el pueblo común, también formaban parte de un plan divino. Con el desarrollo económico y el crecimiento de las ciudades fue inevitable que se produjeran cambios en el pensamiento político. Estos cambios se iniciaron en el siglo XVII, con la obra de pensadores como Thomas Hobbes (1588-1679), John Locke (1642-1704) y Adam Smith (1723-1790) más tarde. En la obra de estos tres pensadores se puede observar un cambio crítico de orientación: ya no se apela a la obligación moral y religiosa de los súbditos a ser leales a sus gobernantes. Se empieza a abandonar la idea de que la sociedad es producto de un plan divino y se la entiende, por el contrario, como producto de los hombres, mejor dicho, como el resultado de las acciones de los hombres, orientados a satisfacer sus necesidades e intereses. En este nuevo clima político se empieza a tomar en serio al individuo y sus derechos. Bajo la

influencia de Locke, la Declaración de Independencia de Estados Unidos proclamó que todo individuo tiene “ciertos derechos inalienables”, como el derecho a “la vida, la

libertad y la búsqueda de la felicidad”.

La Revolución Francesa de 1789 significó una ruptura aún más radical con las tradiciones sociales del pasado. Cuando Alexis de Tocqueville (1805-1859) dijo que los cambios operados tras la Revolución Francesa implicaban, nada más y nada menos que “la regeneración de la especie humana”, estaba exagerando poco (1955: 13, ed. Orig., 1856). En este contexto no es de extrañar que Auguste Comte y otros pensadores terminaran por dar carta de naturaleza a la sociología como una nueva disciplina científica. La sociología nació precisamente en Francia, Alemania e Inglaterra, los países en los que los cambios de los que se ha hablado fueron más

notables.

Los primeros sociólogos reaccionaron de forma deferente frente al nuevo orden de cosas, de la misma manera que también hoy responden de forma distinta a los problemas y retos sociales. Algunos, como Auguste Comte, temían las consecuencias que se podían derivar de que muchas personas hubieran tenido que abandonar las pequeñas comunidades en que vivían, y habían vivido sus antepasados, y se vieran impotentes frente a los cambios que se estaban operando. Se explica así que, desde esa perspectiva, Comte defendiera la revitalización de la institución de la familia y de la

moral tradicional.

Desde una postura diferente, Karl Marx (1818-1883) no se preocupaba mucho por las viejas tradiciones. Sus preocupaciones eran de orden muy distinto. Estaba preocupado porque el desarrollo de la industria concentraba la riqueza en pocas manos, mientras

que la mayoría de la población parecía condenada al hambre y la miseria.

Es evidente que Comte y Marx tenían puntos de vista diferentes acerca de los cambios que se estaban operando. Pero tenían algo en común. Pensaban que las sociedades eran algo más que la suma de las decisiones individuales de sus miembros. Antes

bien, pensaban, y por ello se les considera pioneros de la sociología, que las vidas de las personas están en buena medida condicionadas por la sociedad que les rodea.

Esta afirmación sigue siendo cierta hoy en día.

TEORÍA SOCIOLÓGICA

Buscar algún sentido a los hechos y las observaciones aisladas lleva a otra dimensión de la sociología: teorizar. Una teoría es un enunciado que expresa cómo y por qué unos determinados hechos están relacionados. En cierto sentido, todos los individuos

teorizan o hacen generalizaciones en todo momento. Pero la sociología hace esto de una forma más sistemática y racional (véase Craib, 1992; Lee y Newby, 1983). Recuérdese que Emile Durkheim observó que determinadas categorías de personas (los hombres, los protestantes, los ricos y los solteros) mostraban ´índices de suicidio superiores a los de otras personas (las mujeres, los católicos y los judíos, los pobres y los casados). Explicó estas diferencias por medio de una teoría, según la cual los

elevados índices de suicidio son consecuencia de bajos niveles de integración social.

Por supuesto, al proponer su teoría, Durkheim tuvo en cuenta y se preocupó de descartar otras posibles teorías que dieran sentido a los datos que habían recogido. Pero buscar un sentido a los datos, o mostrar que existe alguna relación entre ellos no es garantía de que uno ya esté en posesión de una de una teoría correcta o satisfactoria. Para evaluar una teoría hay que tener en cuenta muchas cosas: Cómo se han conseguido los datos, si éstos son válidos, etc. Los sociólogos estilizan las reglas de lógica y distintos métodos o técnicas de investigación para construir y probar teorías. Los hechos permiten confirmar teorías; cualificarlas, señalando cuáles son sus puntos débiles; o, sencillamente, rechazarlas. Como cualquier otro científico, Durkheim no estaba satisfecho con tener una idea que pudiera explicar el suicidio. Tenía que comprobar si esa idea o teoría era correcta y para ello se dedicó a recoger datos estadísticos sobre el suicidio. Con esos datos ya fue capaz de presentar una teoría

que, tal como se encargó de demostrar, encajaba con todos aquellos datos.

Cuando un sociólogo se pone a la tarea de construir teorías acerca del funcionamiento de la sociedad tiene muchas opciones desde donde empezar. ¿Qué dimensiones de la sociedad va a empezar a investigar? ¿Cómo debe intentar relacionar hechos para construir teorías? Cuando un sociólogo intente explicar la sociedad tiene a su disposición algo así como un mapa que va guiando sus reflexiones teóricas, un “paradigma” en la terminología de Kuhn (1970), Un paradigma teórico es una imagen básica de la sociedad que guía no sólo la investigación (esto es, qué temas de investigación son más relevantes que otros), sino también las reflexiones teóricas del investigador.

Ya se ha dicho antes que dos de los pensadores que más contribuyeron al nacimiento de la sociología, Comte y Marx entendían y explicaban los cambios que entonces se estaban operado en el mundo de una forma muy distinta. Esas diferencias persisten hoy en día: hay sociólogos que subrayan la capacidad de las sociedades para mantenerse estables y en equilibrio, y otros que insisten en el cambio y el conflicto social. De forma semejante, hay sociólogos que estudian los factores que hacen que las personas creen y mantengan instituciones sociales que les permitan cooperar o mantener relaciones estables, mientras que otros estudian cómo las sociedades pueden fragmentarse según divisorias económicas, étnicas, raciales, etc. También, mientras que algunos sociólogos sólo buscan explicar a las sociedades tal como son, otros quieren además promover ciertos cambios sociales y según sus criterios o

valores.

Brevemente, los sociólogos no suelen estar de acuerdo acerca de las cosas que se deben estudiar prioritariamente. Incluso si coinciden en esto, posiblemente seguirán rumbos de investigación distintos, buscando respuestas o explicaciones también distintas. Esto, sin embargo, no hace que la sociología sea una disciplina caótica. En los últimos cien años, los sociólogos han desarrollado tres grandes paradigmas teóricos que les han permitido analizar prácticamente todas las dimensiones de la sociedad. Como ocurre con cualquier otra disciplina científica, estos tres paradigmas están en constante ebullición: transformándose, innovándose, refinándose, e incluso multiplicándose. Es por eso que después de hacer referencia a estos tres paradigmas

sociológicos, también se hará referencia a otros más recientes.

PRINCIPALES PARADIGMAS SOCIOLÓGICOS

En términos generales, se puede decir que los paradigmas que han dominado el pensamiento sociológico son tres: el funcionalismo, la sociología del conflicto y la

teoría de la acción.

El paradigma funcionalista

El funcionalismo es un paradigma teórico según el cual la sociedad es un sistema complejo cuyas partes “encajan” entre sí, produciendo el equilibrio y la estabilidad social. Para el funcionalismo la vida de las personas están orientadas según la dirección que marcan ciertas estructuras sociales, entendiéndose por ello pautas relativamente estables de relaciones sociales. Las relaciones familiares, las conductas

titulizadas que siguen los individuos cuando se encuentran casualmente en la calle, o profesores y alumnos cuando están en clase, por ejemplo, implican comportamientos que no son aleatorios sino relativamente estables y predecibles. El funcionalismo entiende las estructuras sociales en términos de las funciones sociales que cumplen; esto es, en términos de las consecuencias que tienen para el funcionamiento de la sociedad. Según el funcionalismo, todas estructura social (la familia, por ejemplo)

contribuye al funcionamiento de la sociedad, al menos tal como se conoce.

El funcionalismo debe mucho al pensamiento de Auguste Comte, quien frente a los grandes cambios sociales que le tocó vivir y sobre los que tanto teorizó, estaba preocupado por encontrar mecanismos de integración social. Pero también es notable

la influencia del pensador británico Herbert Spencer (1820-1903).

Spencer era un estudioso del cuerpo humano y de la sociedad, y sostenía que había fuertes paralelismos entre el uno y la otra. Las partes del cuerpo humano, el esqueleto, los músculos y los órganos internos son interdependientes unos de otros. De la misma manera, pensaba Spencer, las estructuras sociales también son interdependientes, lo que garantiza el funcionamiento de la sociedad. El paradigma estructural-funcionalista, de modo semejante, busca identificar las estructuras de que se compone una sociedad y las funciones que cumplen.

En Francia, y varias décadas después de la muerte de Auguste Comte, Emile Durkheim dio un paso más en esta dirección teórica. Durkheim no estaba de acuerdo con el darwinismo social al que dieron pie las reflexiones de Spencer, Antes bien, su pensamiento sociológico estaba orientado a estudiar la solidaridad social; esto es,

cómo las sociedades son capaces de mantenerse unidas.

Con el desarrollo de la sociología en Estados Unidos los sociólogos americanos discutieron y, en gran parte, incorporaron en sus investigaciones y reflexiones muchas de las ideas de Herbert Spencer y Emile Durkheim. Este fuel el caso, por ejemplo, de

Talcott Parsons (1902-1979), el máximo representante del paradigma funcionalista. Parsons concebía la sociedad como un sistema que tiende al equilibrio y la supervivencia. Entendida la sociedad de esta manera, Parsons se propuso identificar las tareas o requisitos básicos que todas las sociedades, en cuanto sistemas, deben

realizar o satisfacer para sobrevivir, y las formas en que conseguían hacer esto.

Dentro de la tradición funcionalista, el socióloga norteamericano Robert K. Merton reformuló el concepto de función social. En primer lugar, Merton (1968) señaló que las consecuencias de una pauta de acción social podían ser distintas para distintos individuos. Por ejemplo, la familia tradicional (en la que el padre trabaja fuera y la madre se queda en casa dedicada al cuidado de los niños) puede ser muy funcional o positiva para el desarrollo de los niños, pero implica toda una suerte de privilegios para los padres y otra de renuncia para las madres.

En segundo lugar, la gente raramente es consciente de las funciones que realizan cuando participan en una estructura social en concreto. Por eso Merton diferenció entre funciones manifiestas, que hacen referencias a las consecuencias intencionadas y reconocidas de la acción social. Por poner un ejemplo, la función evidente de las

universidades es enseñar a los estudiantes las habilidades profesiones necesarias para desempeñar un trabajo o una carrera determinada. Pero quizá tan importante como esto, aunque pocas veces reconocido, son las otras funciones latentes que pueden cumplir las universidades. Pueden servir, por ejemplo, para reducir la presión en el mercado de trabajo, al entretener durante algunos años a muchos jóvenes que difícilmente encontrarían un puesto de trabajo. También, pueden servir para reproducir y reforzar las desigualdades sociales, al impedir el acceso a ciertos trabajos a aquellos que, por unas razones u otras, no han llegado a la universidad. Que sean éstas u otras

las funciones latentes es, por supuesto, algo que el sociólogo debe demostrar.

En tercer lugar, según Merton, no cabe esperar que todas las consecuencias que se

siguen de tal o cual estructura social sean siempre funcionales o positivas. Por eso habló de disfunciones sociales, esto es, de las consecuencias negativas (negativas para el equilibrio o para la marcha de la sociedad en su conjunto) que se siguen del funcionamiento de tal o cual estructura o pauta social. En resumen, según Merton, una pauta de actividades o una estructura social pueden tener consecuencias funcionales o disfuncionales. Aquí llegaron algunas críticas al funcionalismo. Algunos autores señalaron que decir que tal o cual otra estructura social es funcional o disfuncional no sirve de gran cosa; no ayuda a explicar por qué existe esa pauta en primer lugar, o por qué, una vez originada, sigue existiendo. Quizá sea más apropiado pensar que existe tal o cual estructura social porque sirve los intereses y preferencias de aquellos que tienen y quieren conservar sus privilegios económicos o políticos. Este es otro enfoque, el de la sociología del conflicto, que se verá a continuación.

Evaluación crítica

La característica más relevante del funcionalismo es su visión de la sociedad como un todo comprensible, ordenado y estable. Los sociólogos funcionalistas combinan esta visión de la sociedad con métodos científicos de investigación a fin de entender qué es lo que hace que una sociedad funcione.

El paradigma funcionalista fue el paradigma teórico dominante en sociología hasta los años sesenta, pero desde entonces ha ido perdiendo influencia. Los críticos al funcionalismo se preguntan cómo es posible asumir que la sociedad tiene un orden “natural” cuando se ven variaciones tan substanciales ente distintas sociedades y en las mismas sociedades a lo largo del tiempo. Además, si se pone tanto énfasis en la

estabilidad y el equilibrio social, como hace el funcionalismo, se corre el riesgo de infravalorar la otra cara de la moneda: la desigualdad y los conflictos sociales, como los conflictos entre clases sociales o entre razas o etnias, por ejemplo, capaces cada uno de ellos de romper las sociedades en pedazos. Este énfasis en el orden y la estabilidad del funcionalismo ha sido criticado por otros sociólogos, que piensan que

este paradigma teórico es demasiado conservador.

La sociología del conflicto

Dentro de lo que se llama la sociología del conflicto se agrupan las teorías sociológicas que analizan la sociedad desde el punto de vista de la desigualdad, el conflicto y el cambio social. La sociología del conflicto es la otra cara de la moneda del

paradigma funcionalista. Ya no se tarta de explicar el equilibrio y la cohesión social, sino de destacar precisamente lo contrario: la fragmentación y los conflictos sociales que son consecuencia de la desigualdad social. Dentro de este paradigma se exploran las causas y los efectos de las desigualdades económicas. (Entre clases sociales), de las desigualdades por raza de género (entre hombres y mujeres), de etnia o raza (entre la mayoría y la minorías étnicas o raciales), etc. Para la sociología del conflicto las estructuras sociales no hacen que las sociedades funcionen como un todo orgánico o armonioso sino que, por el contrario, lo que hace es perpetuar una

distribución desigual de los recursos económicos y políticos entre la población.

Desde la sociología del conflicto se resaltan las relaciones de dominación que enfrentan a los países entre sí y, dentro de ellos, a diferentes categorías de personas: a lo ricos y a los pobres, a los hombres y a las mujeres, a los blancos y a los negros, etc. Se analizan también las estrategias que emplean los primero para mantener su posición de dominación, y de los segundos par intentar mejorar su situación.

Muchos sociólogos que trabajan desde esta perspectiva sólo buscan describir y explicar cómo funcionan las sociedades. También tiene como objetivo reducir las desigualdades sociales. Este era también el objetivo de Karl Marx, cuyas ideas siguen ejerciendo una fuerte influencia en esta corriente de la sociología. El objetivo de Marx no era tan sólo entender la sociedad. Según una famosa tesis suya, que se mandó grabar en su tumbía en el cementerio Highgate de Londres: “Hasta ahora los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de diversas maneras, pero de lo que se trata es de transformarlo”.

Evaluación crítica

La sociología del conflicto se ha desarrollado con mucha fuerza en las últimas décadas. Pero, como ha ocurrido con otros enfoques o paradigmas teóricos, la sociología del conflicto también ha recibido fuertes críticas. Se ha criticado este paradigma porque al desatacar tanto las desigualdades y los conflictos sociales parece dejar de lado aquellos otros mecanismos (los valores compartidos, la interdependencia entre personas y organizaciones) que favorecen el equilibrio y la paz social. Además, siguen las críticas: en la medida en que los sociólogos que trabajan dentro de este paradigma tienen objetivos políticos, no pueden decir que están haciendo investigación científica. Los sociólogos que trabajan dentro de la sociología del conflicto han respondido a esta última crítica poniendo en entredicho el mismo ideal de una ciencia objetiva y libre de valores. Piensan, por el contrario, que tanto la sociología que se hace desde la perspectiva del conflicto como cualquier otra sociología tienen

consecuencias políticas, aunque de distinto signo.

Otra crítica, y ésta afecta igualmente al paradigma funcionalista, es que la sociedad se entiende únicamente en términos macro, en términos agregados. La sociedad se muestra como un agregado de estructuras o instituciones (la familia, la economía, las clases sociales, el gobierno, etc.) que parecen afectar a todas y cada una de las dimensiones de la vida. Desde el tercer paradigma sociológico que se verá continuación la sociedad no se entiende en términos de generalizaciones abstractas. Estas dejan paso a las experiencias cotidianas de las personas, que se convierten en

el punto de arranque para la reflexión sociológica.

El paradigma de la acción

Tanto la sociología funcionalista como la sociología del conflicto tienen una orientación macro, esto es, el punto de arranque de la reflexión e investigación sociológica se sitúa al nivel de las grandes estructuras sociales, que permiten entender a la sociedad como un todo. La sociología de orientación macro estudia las sociedades “desde

arriba”. Lo que se busca es una comprensión global, una imagen completa de la sociedad, como el que se sube a un helicóptero para ver toda una ciudad: las vías de comunicación y transporte, el contraste entre los barrios ricos y los barrios pobres, etc. La teoría de la acción, por el contrario, tiene otro punto de arranque, que es el de las personas. O, más en concreto, cómo se orientan y actúan las personas en sus relaciones con otras personas, y sobre la base de significados o entendimientos acerca del mundo, que van creándose, transformándose, cristalizándose o desapareciendo continuamente. Esto implica una orientación micro, esto es, el nivel de análisis del que se parte no son las grades estructuras sociales, sino las interacciones ente las personas en distintos contextos sociales.

El origen del paradigma de la acción ─un conjunto de teorías de nivel micro desde las que se analizan cómo los actores dotan de significado al mundo que le rodea─ Se

encuentra en la obra del sociólogo alemán Max Weber (1864-1920) Weber insistía en la necesidad de entender un contexto social desde la perspectiva de los individuos que participan en él.

Según esta perspectiva, las acciones de los individuos y el significado que ellos mismo dan a esas acciones van configurando la sociedad. Weber reconocía qué fenómenos no puramente subjetivos, sino objetivos y tangibles (los avances tecnológicos, por ejemplo), también contribuían a configurara una sociedad. Weber compartía también algunos de las ideas de Marx sobre los conflictos sociales. Pero su enfoque era mucho menos materialista y más centrado en el poder explicativo de las ideas. Al orientar las acciones de los individuos en un sentido u otro, las ideas (especialmente las creencias y los valores) terminan haciendo que las sociedades también se desarrollen en direcciones distintas. Así, según esta perspectiva, las sociedad moderna no es el producto de los avances tecnológicos o del capitalismo, sino de un nuevo modo de pensar. Este énfasis en las ideas contrasta con el énfasis que ponía Marx en el mundo de la economía y la producción. Por esta razón, algunos han descrito el trabajo

de Weber como “un debate con el fantasma de Karl Marx”. (Cuff y Pàyne, 1979: 73-4).

Gran parte de la obra de Weber es de naturaleza comparativa. En sus investigaciones Weber estaba continuamente comprando sociedades entre sí y a través del tiempo: sus creencias religiosas, su organización política y administrativa, sus instituciones sociales y económicas, etc. Estos análisis históricos y comparativos le sirvieron para crear lo que él llamaba “tipos ideales”. Un tipo ideal es una herramienta conceptual que sirve para reconstruir de forma estilizada una pauta de relaciones sociales. Por

ejemplo, hablando de las relaciones de dominación, Weber definió tres tipos ideales: el tipo ideal de dominación legal-racional, de la dominación tradicional y de la dominación

carismática. También, hablando de relaciones económicas definió el tipo ideal del capitalismo. Los tipos ideales describen las características básicas de la clase de fenómenos sociales que se está estudiando. Y por eso son ideales: porque se refieren a características básicas que no tienen porque coincidir todas juntas en el mundo real. Los tipos ideales sirven para ordenar las observaciones y los datos, para describir contextos de relaciones sociales y eventualmente, para entender las acciones de las personas a las que se refiere el tipo ideal (por ejemplo, para entender por qué el

capitalista, el burócrata o el líder carismático actúan de tal o cual manera).

Dentro de esta tradición de la sociología de la orientación micro también está el interaccionismo simbólico, una corriente teórica que se desarrolló a partir de la obra del filósofo norteamericano George Herbert Mead (1863-1934). Las reflexiones de Mead se centraron en explicar cómo las personas van construyendo su propia identidad y definiéndose a sí misma a través de sus experiencias sociales; esto es. De sus interacciones con otras personas. Esta corriente teórica esta relacionada con la Escuela de Chicago, que inició investigaciones en sociología urbana. Según el interaccionismo simbólico, una sociedad es el producto o resultado de las interacciones cotidianas de las personas, que van definiendo o dotando de significado

al mundo social que les rodea.

Pero, ¿cómo se puede decir que una sociedad es el resultado de las experiencias e interacciones del millones de personas? Una respuesta a esta pregunta es que la sociedad es algo que las personas construyen diariamente en sus relaciones sociales cuando, interaccionando unas con otras, van dando sentido o imputando significado a las cosas que les rodea. Y esto les incluye a sí mismas, y a sus derechos y

obligaciones hacia otras personas.

Por su puesto, no hay garantías de que este proceso de interacción continua haga que las personas terminen imputando los mismos significados al mundo que les rodea y así, reaccionando de la misma manera ante los mismos acontecimientos. Por ejemplo, una persona puede ver a un vagabundo, pensar que ese vagabundo no tiene remedio y pasar de largo. Otra persona, por el contrario, puede definir a ese mismo vagabundo como un ser humano que necesita ayuda. De la misma manera, una persona puede pasar cerca de un policía y sentirse protegida, mientras que otra puede ponerse nerviosa. Los sociólogas que trabajan desde el interaccionismo simbólico ven la

sociedad como un mosaico de definiciones subjetivas y reacciones variables

Un enfoque muy próximo al interaccionismo simbólico es el enfoque dramatúrgico de Erving Goffman (1922-1982). Por decirlo brevemente, este enfoque señala que las personas son como actores que, al igual que en una obra de teatro, tienen que desempeñar los papales sociales que les corresponden, y hacerlos creíbles. Hay otros enfoques micro, como el del intercambio social, que han desarrollado George Homans y Peter Blau entre otros. Desde este enfoque, se entiende la interacción social como una negociació0n ente individuos que buscan llegar a algún acuerdo que les reporte algún beneficio. Por ejemplo, se puede entender el ritual del cortejo desde el enfoque del intercambio social como un proceso de tanteo y negociación en el que, entre todos los posibles candidatos, una persona busca una pareja que pueda ofrecer tanto (en términos de atractivo físico, inteligencia, o estatus económico) como ella misma está

dispuesta a aportar en caso de matrimonio.

Evaluación crítica

Los paradigmas micro son un buen contrapeso a las sociologías macro. Sin negar la importancia de las estructuras sociales, como la familia o las clases sociales, no se

debe perder de vista que, de consistir en algo, la sociedad consiste, básicamente, en individuos que están en contacto entre sí e interactuando continuamente. Por decirlo de otra manera, los enfoques micro ayudan a entender cómo los individuos van creando y recreando la sociedad en la que viven, a través de infinidad de interacciones

que e suceden en infinidad de actividades (Cf. Becker, 1986).

Pero por otro lado, cuando la investigación sociológica se centra en el análisis de las interacciones cotidianas, es fácil perder de vista la influencia de otras variables macro o variables estructurales. Detallando o señalando qué es lo específico o qué es lo que sucede en un determinado contexto de interacción social, uno puede pasar por alto los

efectos de variables como la clase social, el género, o la raza.

Como se ha dicho antes, cada uno de estos paradigmas separadamente responde a un tipo determinado de preguntas. Para tener una comprensión más veraz del funcionamiento de la sociedad, sin embargo, hay que tener en cuanta todos ellos. Estos tres grandes paradigmas o enfoques teóricos ofrecen distintas perspectivas acera de los temas que interesan al sociólogo, pero ninguno de ellos es suficiente por sí mismo, o mejor o más correcto que los otros. No siendo suficiente cada uno de ellos, es necesario estar familiarizado con los tres si lo que se quiere es mejorar la intuición y capacidad de análisis sociológico. Además, jugando con estos tres enfoques surgen debates y controversias teóricas que le sirven a la sociología para ir desarrollándose y progresando.

NUEVAS PERSPECTIVAS EN LA TEORÍA SOCIOLÓGICA: OTRAS VOCES.

El funcionalismo, la teoría del conflicto y el enfoque de la acción son todavía los enfoques teóricos dominantes dentro de la sociología, y por eso será necesario referirse a ellos repetidamente. Pero no son los únicos. En las últimas décadas han surgido otros enfoques y perspectivas. Esto demuestra que la sociología es una disciplina que está en continuo estado de efervescencia. Pero tampoco puede ser de otro modo: en la medida en que la sociedad está cambiando y transformándose continuamente es de esperar que la disciplina que se encarga de estudiarla también cambie al mismo ritmo.

Algunos de estos nuevos enfoques teóricos son, en realidad, desarrollos de los enfoques clásicos que se acaban de ver. Algunos, por ejemplo, se concentran en diferentes aspectos de la “acción”, como el lenguaje y la conversación (y aquí la literatura sobre el análisis de las conversaciones), o en el supuesto de que las acciones son racionales (y aquí se tiene la literatura sobre elección racional y teoría de los juegos). Otros se concentran en aspectos estructurales o en el funcionamiento de las instituciones, por ejemplo (y aquí se da la literatura sobe el neoinstitucionalismo). Pero a este nivel introductorio, no es necesario obsesionarse

con todos estos desarrollos.

También hay otros nuevos movimientos teóricos que, según algunos, están teniendo un alcance mayor en la disciplina. Tanto que algunos autores se han atrevido a señalar que la sociología ha entrado en una etapa de crisis en la que todas la viejas ideas y los viejos paradigmas parecen cuestionarse, ya que, a pesar de sus diferencias, los viejos paradigmas parecen compartir un mismo tipo de discurso. Por decirlo brevemente, hay otros nuevos movimientos teóricos dentro de la sociología que lo que hacen es destacar otras perspectivas o puntos de vista, dar voz a otras personas que han tenido pocas oportunidades de expresarse.

Estos nuevos movimientos teóricos están convencidos de que toda investigación sociológica parte de una perspectiva determinada., de una orientación o valoración

particular. Se razona que, siendo imposible alcanzar el conocimiento pleno del a sociedad, hay que abrir la disciplina a otros enfoques u orientaciones y dejar hablar a los que hasta ahora han estado silenciados. La sociología siempre será selectiva, dicen estos críticos. El mismo Max Weber reconoció esto hace tiempo cuando dijo que «no hay análisis científico de la cultura que sea absolutamente “objetivo” (…) como tampoco de cualquier otro “fenómeno social”. Que siempre será seleccionado, analizado y ordenado desde “un punto de vista”» (Weber, 1949;

72).

En la sociología contemporánea se reconoce cada vez más que hay distintas orientaciones, puntos de vista o perspectivas desde las que puede iniciarse el análisis de la realidad social. Por eso se recomienda sinceridad y explicitación acera de la perspectiva que emplea. Los más críticos dentro de estos nuevos movimientos teóricos han señalado que los viejos paradigmas de la sociología están sesgados, en cuando que se estudia la sociedad desde la perspectiva de los varones, del mundo occidental y desde la defensa de la heterosexualidad. Ya fuera funcionalista, trabajara desde la sociología del conflicto o desde el paradigma de la acción, el sociólogo tradicional, dicen los críticos, comparten una serie de valores que vienen determinados por su género y su pertinencia al mundo occidental. A diferencia de la vieja tradición sociológica, estos nuevos movimientos teóricos dan voz a otras personas que hasta entonces no habían sido escuchadas. En conjunto estos nuevos movimientos teóricos ofrecen una enorme pluralidad de puntos de vista desde los cuales se puede estudiar la sociología.

¿Cuáles son entonteces estas nuevas voces? Son las de las mujeres, las minorías raciales, los pueblos colonizados, los gays y lesbianas, los viejos, los minusválidos y las voces de otros grupos marginados (o que la sociología ha marginado). Cualquiera puede pertenecer a uno de estos grupos. Para resumir, las críticas que se ha hecho a la sociología clásica desde estos nuevos movimientos teóricos son

las siguientes:

1. La sociología la han cultivado los hombres, que han investigado sobre lo que importa a los hombres y para el beneficio de los hombres (y por hombres, entiéndase blancos, heterosexuales y de posición social relativamente elevada). La sociología, sigue la crítica, siempre se ha hecho desde una perspectiva limitada,

desde un sesgo determinado.

2. Aquellos temas que más han afectado a otros grupos de personas (el racismo, el patriarcado y la subordinación de la mujer, la homofobia o el impacto del

colonialismo sobre las poblaciones nativas) han sido tradicionalmente relegados.

3. Y cuando no han sido relegados y se les ha prestado alguna atención, se han analizado estos temas de forma parcial y distorsionada. La sociología, concluye la

crítica, ha sido tradicionalmente sexista, racista y homófoba.

La sociología feminista

Si es cierto que han faltado muchas voces en la sociología, la ausencia más notable, al menos hasta hace poco tiempo, ha sido la de las mujeres. La sociología ha sido una disciplina tradicionalmente masculina: cultivada por hombres, que se han centrado en el mundo de los hombres y para beneficio de los hombres. Este panorama está cambiando rápidamente con el desarrollo de una sociología y una metodología feminista. Una y otra tienen como objetivo de estudio el análisis de las

relaciones de género, y consideran que la sociología puede y debe contribuir a

hacer que la opresión de las mujeres sea cosa del pasado.

Se puede concluir que la sociología no es una disciplina que ya está “terminada”, sino que está en continuo estado de ebullición. Y esto implica nuevos retos, a los que se tienen que enfrentar los profesionales y los estudiantes

independientemente de la disciplina que profesan o estudien.