la neutralidad de dos caras

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LA NEUTRALIDAD DE DOS CARAS El episodio que pasamos a relatar no es ninguna sátira, sino rigurosa verdad. Los personajes que intervienen son Mr. William J. Bryan, secretario de Estado de los Estados Unidos, y un simple cura de Kentucky. El Louisville Argus dice: “Un soldado alemán que lucha contra Francia escribió a su pariente, el cura John P. Pfeifer, de Louisville, una carta que le pidió que en el caso que le enviaran algún objeto, como cigarros, chocolates, etc, incluyera también un par de polainas, poseer estas prendas muy útiles en la lucha de las trincheras. El cura Pfeifer se apresuró a preparar un buen paquete, de varias cosas buenas al que agregó un par de polainas de cuero usadas por él. El paquete, acompañado de la correspondiente declaración de aduanas, fue despachado en el correo. A los pocos días el cura Pfeifer tuvo la gran sorpresa de recibir nuevamente el paquete provisto de la observación: contrabando de guerra – inadmisible. El buen cura sacó entonces las polainas del paquete y las envió porte pago a Mr. Bryan, con la siguiente carta: Estimado Señor Secretario de Estado: “Tengo el honor de enviarle adjunto un paquete conteniendo un par de polainas viejas, rogando a vuestra honorabilidad se digne en aceptarlas en señal de recuerdo de la manera firme, justa e imparcial en que nuestro gobierno y el departamento bajo su dirección, interpreta la neutralidad proclamada por el gobierno y las leyes internacionales. Mandé estas viejas polainas con otras cositas a un soldado alemán que lucha contra Francia; pero sus empleados aduaneros me devolvieron el paquete como inadmisible para el envío por contener contrabando de guerra. No soy sino un pobre cura y no he penetrado en los secretos de la alta diplomacia; pero tanto yo como mis amigos hemos llegado a la convicción de que en este país tenemos dos clases de neutralidad. Una neutralidad que prohíbe el envío

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Page 1: La Neutralidad de Dos Caras

LA NEUTRALIDAD DE DOS CARAS

El episodio que pasamos a relatar no es ninguna sátira, sino rigurosa verdad. Los personajes que intervienen son Mr. William J. Bryan, secretario de Estado de los Estados Unidos, y un simple cura de Kentucky. El Louisville Argus dice:

“Un soldado alemán que lucha contra Francia escribió a su pariente, el cura John P. Pfeifer, de Louisville, una carta que le pidió que en el caso que le enviaran algún objeto, como cigarros, chocolates, etc, incluyera también un par de polainas, poseer estas prendas muy útiles en la lucha de las trincheras. El cura Pfeifer se apresuró a preparar un buen paquete, de varias cosas buenas al que agregó un par de polainas de cuero usadas por él. El paquete, acompañado de la correspondiente declaración de aduanas, fue despachado en el correo. A los pocos días el cura Pfeifer tuvo la gran sorpresa de recibir nuevamente el paquete provisto de la observación: contrabando de guerra – inadmisible.

El buen cura sacó entonces las polainas del paquete y las envió porte pago a Mr. Bryan, con la siguiente carta:

Estimado Señor Secretario de Estado:

“Tengo el honor de enviarle adjunto un paquete conteniendo un par de polainas viejas, rogando a vuestra honorabilidad se digne en aceptarlas en señal de recuerdo de la manera firme, justa e imparcial en que nuestro gobierno y el departamento bajo su dirección, interpreta la neutralidad proclamada por el gobierno y las leyes internacionales. Mandé estas viejas polainas con otras cositas a un soldado alemán que lucha contra Francia; pero sus empleados aduaneros me devolvieron el paquete como inadmisible para el envío por contener contrabando de guerra.

No soy sino un pobre cura y no he penetrado en los secretos de la alta diplomacia; pero tanto yo como mis amigos hemos llegado a la convicción de que en este país tenemos dos clases de neutralidad. Una neutralidad que prohíbe el envío de un par de viejas polainas útiles tal vez para la comodidad de un enemigo de los aliados. Otra neutralidad que no impide el envío de cañones, municiones, etc.

Es muy posible que este par de viejas polainas pase a la historia, como muchas veces, alguna nimiedad ha sido causa de grandes reformas. Este es el motivo que me induce a creer que más polainas tengan tal vez interés para nuestra honorabilidad.

Al mismo tiempo me permito informarle, muy estimado secretario de Estado, que este caso será dado a conocer a todo el pueblo para que el ciudadano común de nuestra república, el ciudadano no dispone sino de una inteligencia casera y el derecho de voto, pero que ignora los misterios del actual gobierno, sepa cuál es la diferencia entre un par de viejas polainas y los flamantes cañones, municiones e hidroplanos”.

- El Comercio, Sábado 19 de Junio de 1915, Edición de la Tarde, Página 2, Tercera Columna