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La modernidad y la narrativa del exilio de 1939 («El Réquiem», de Ramón J. Sender) Germán Gullón (University of California, Davis) La literatura del exilio español no ha conseguido elevarse en el último cuarto de siglo al estatus que por su significación socio-cultural e histórica parecía abocada a lograr. Muchos críticos y por largos años padecimos el espejismo de la supravaloración de un período histórico y dé sus productos; hoy, al contemplarlos con una mejor perspectiva advertimos que sólo se trataba de un momento en el continuo de la historia literaria, de una veintena larga de años, cuando se produjo la marginación de una parte sustancial de nuestro acerbo cultural. En mi opinión, llegó la hora de recontextualizar la literatura exiliada con mayor propiedad, afirmando que la vida cultural durante la época de Franco fue rica en marginaciones, en segregar a grupos y tendencias, a los otros -las literaturas en lenguas distintas al castellano, a los escritores en el interior, y junto con ellos a la producción exiliada. La tarea de acercar todas las marginaciones fue comenzada hace años, cuando José Luis Aranguren escribió sobre los escritores disatisfechos con el régimen de Franco 1 , y continuada por Paul Ilie, entre otros, con la introducción de la idea del exilio interior 2 . Las grandes figuras, Juan Ramón Jiménez, Ramón Sender o Francisco Ayala, han desbordado el adjetivo exiliado; su renombre actual se debe a la estima de los lectores por sus obras y no al atractivo que le añada la condición de exiliado del autor. Varios narradores de talento, Paulino Masip o Eugenio F. Granell vienen rápido a la pluma,

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Exilio de Sender. España Franquista

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La modernidad y la narrativa del exilio de 1939

La modernidad y la narrativa del exilio de 1939

(El Rquiem, de Ramn J. Sender)Germn Gulln

(University of California, Davis)

La literatura del exilio espaol no ha conseguido elevarse en el ltimo cuarto de siglo al estatus que por su significacin socio-cultural e histrica pareca abocada a lograr. Muchos crticos y por largos aos padecimos el espejismo de la supravaloracin de un perodo histrico y d sus productos; hoy, al contemplarlos con una mejor perspectiva advertimos que slo se trataba de un momento en el continuo de la historia literaria, de una veintena larga de aos, cuando se produjo la marginacin de una parte sustancial de nuestro acerbo cultural. En mi opinin, lleg la hora de recontextualizar la literatura exiliada con mayor propiedad, afirmando que la vida cultural durante la poca de Franco fue rica en marginaciones, en segregar a grupos y tendencias, a los otros -las literaturas en lenguas distintas al castellano, a los escritores en el interior, y junto con ellos a la produccin exiliada. La tarea de acercar todas las marginaciones fue comenzada hace aos, cuando Jos Luis Aranguren escribi sobre los escritores disatisfechos con el rgimen de Franco12 HYPERLINK "http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/la-modernidad-y-la-narrativa-del-exilio-de-1939---el-rquiem-de-ramn-jsender-0/html/0167842a-82b2-11df-acc7-002185ce6064_1.html" \l "N_1_"

, y continuada por Paul Ilie, entre otros, con la introduccin de la idea del exilio interiorLas grandes figuras, Juan Ramn Jimnez, Ramn Sender o Francisco Ayala, han desbordado el adjetivo exiliado; su renombre actual se debe a la estima de los lectores por sus obras y no al atractivo que le aada la condicin de exiliado del autor. Varios narradores de talento, Paulino Masip o Eugenio F. Granell vienen rpido a la pluma, permanecen todava en el limbo (margen) donde el reconocimiento linda con el olvido; la publicacin de sus mejores novelas en tiempos recientes estimul un intenso inters de escassima duracin. Lo escrito en el destierro por bastantes de ellos forma parte de una labor que en ciertos casos, el de Francisco Ayala, por ejemplo, se extiende desde la poca anterior a la trasterracin hasta la actualidad. Por todo ello, los estudiosos de la prosa del exilio espaol padecemos a veces la sensacin de habernos quedado con una informe masa de nombres (compilada por Jos M. Marra-Lpez34 HYPERLINK "http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/la-modernidad-y-la-narrativa-del-exilio-de-1939---el-rquiem-de-ramn-jsender-0/html/0167842a-82b2-11df-acc7-002185ce6064_1.html" \l "N_3_"

y por Santos Sanz VillanuevaAl considerar la narrativa exiliada, la reaccin inmediata es pensar que en ella hallaremos fuertes diatribas contra el rgimen que se estableci en Espaa tras la contienda civil, y as ocurre en la novela Aventuras del indio Tupinamba (1959), de Eugenio Granell. Resulta curioso, sin embargo, que la emotividad del insigne exiliado venga encauzada en una estructura novelesca de gran complejidad, surrealista, que encamina el impacto ideolgico por caminos inusuales. El texto parece un grito destemplado, cuando en realidad supone una acusacin controlada. Granell logra influir emotivamente en su audiencia gracias al choque que causa la innovadora estructura surrealista, en lugar de como ocurra en la novela tradicional, mediante manipulaciones autoriales del argumento. La contienda entre dos ideologas distintas, la fascista y la democrtica -y me expreso en trminos latos- enfrentadas en la contienda civil no podan representarse sin ms en la novela del exilio, pues en la poca del modernismo, aunque las ideologas sigan presentndose como alternativas duales, la representacin artstica funcionaba de manera diferente. A la vista de tales circunstancias, me pareci apropiado abordar dos cuestiones de fondo, relacionadas con el enmarcado correcto de la narrativa del exilio espaol: primero, el hecho de que un respetable nmero de ficciones viene contextualizado en el llamado perodo del modernismo -y entiendo este fenmeno en el sentido amplio con que se utiliza en las literaturas europeas, distinto al estrictamente hispnico, que por confusin terminolgica restringe el modernismo a la poca del simbolismo-; y, en segundo lugar, examinar una novela exiliada en ese enmarcado moderno, para explorar los problemas de representacin referencial, complicados por la radical transformacin efectuada por el modernismo de la relacin entre el texto y el mundo.

La inmanencia del modernismoHace veinte aos que leo con asiduidad una buena porcin de cuanto se publica sobre el modernismo, guiado por la esperanza de encontrar ese libro o el artculo que condense la variedad de teoras existentes al respecto, y que me permita comprender o abarcar el fenmeno en una visin articulada. A estas alturas, y cuando el modernismo con flecos de posmodernidad prosigue su proteico periplo, cabe concluir que las dificultades surgidas al intentar su definicin provienen de que perseguimos un imposible (borgiano), algo afn a la acuacin del aire. La razn se hace cada da ms patente: el modernismo, a diferencia de ismos anteriores, el realismo o el romanticismo, naci desasistido por una filosofa que le precediera y justificara. El modernismo son los textos que lo componen, ellos conforman lo que sea el modernismo, y no un sistema de valores precedente. Ya Juan Ramn Jimnez insisti en que el modernismo era una actitud, una nueva manera de pensar, una forma distinta de conformar la realidad; para entender el modernismo hay que comprender que la mente humana se vale de una aritmtica innovadora, donde, por ejemplo, la realidad no se compone de un continuo sino de yuxtaposiciones.

El universo contemplado con el objetivo realista se ordenaba de arriba abajo, desde un techo o sistema de valores, enunciados en las constituciones civiles, por las religiones, en las perennes rutinas institucionales, en fin, por los regentes de los destinos del ciudadano tanto en el mundo ficticio como en el social. En el modernismo, por el contrario, el mundo est en ebullicin, lo natural aparece desbordado por las invenciones y la multiplicacin de los objetos manufacturados. Los sistemas ideolgicos resultan incapaces de acomodar epistemolgicamente esa inmensa cantidad de funciones creadas por las innovadoras maneras de vivir, por ejemplo, por la velocidad, que aproxima lo distante, o el revelado qumico de la fotografa, apta para crear un doble especular del mundo. Las inslitas sensaciones, las innovadoras circunstancias vitales quedan fuera de los sistemas de pensamiento al uso, incapaces de absolverlos, y son tantos -y lo siguen siendo- que su aparicin y aclimatacin al vivir de cada da se produce antes de que sepamos manejarlos.

Un ejemplo claro reside en los recientes descubrimientos de la gentica, desde la fertilizacin in vitro hasta la creacin de vida artificial, que plantea problemas morales de difcil solucin. Paralelamente, cabe decir que en el contexto histrico la guerra hispanoamericana, las grandes guerras mundiales, la revolucin rusa y dems, cortaron las conexiones lgicas establecidas en el siglo XIX por las grandes ideologas, sustentadoras de los lazos tendidos por el pensar histrico, la red que se responsabilizaba de la cohesin de las transformaciones humanas, dotndolas de una perspectiva que las una con la lgica de sucesos. La poca moderna, muy al contrario, deja al mundo flotar en su inmanencia.

Por ello, el saussurianismo y sus ramificaciones semiticas vienen imponindose en la crtica literaria, porque ponen el nfasis de la explicacin en la lengua como sistema de signos, en la relacin arbitraria de las palabras con sus referentes; el sistema de signos flota por encima del mundo impregnndose de sentidos y significados, interrelacionndolos, y los usuarios del idioma los absorbemos. La lingstica postsaussuriana resulta apropiada para explicar lo que sucede en un texto literario, pues su estructura corresponde con la que percibimos en el mundo moderno. El problema bsico con estas teoras es que evitan toda relacin con la gentica del pensar humano, el hecho de que lo dicho o escrito lo emite un ser humano con determinantes sociales concretos, nacido en un lugar y en el seno de una familia especfica con unos vnculos sociales y estticos determinados. Los crticos rehsan considerar este fenmeno en el modernismo espaol o de allende nuestras fronteras lingsticas. Me explico: el asunto clave al considerar la indefinida situacin del modernismo espaol se debe en gran medida a que ni siquiera hemos comprendido todava los componentes de gentica social al estudiarlo. Consideremos por un momento a Benito Prez Galds frente a Leopoldo Alas.

La impresin habitual de ambos autores reside en que Galds es un escritor popular, inspirado, el creador inconsciente, mientras Clarn resulta todo cerebro, reflexin. La diferencia de Fortunata y Jacinta con La regenta suele establecerse atendiendo a confrontar una novela de sucesos inhabituales y una de fuerte contenido intelectual, a lo que se suma lo antedicho, la ficcin galdosiana fue compuesta sin que el autor reflexionase demasiado respecto al aspecto compositivo, todo lo contrario que Alas, flaubertiano por excelencia. Galds es un terico de la novela lite -segn una extendida opinin crtica-, Clarn un intelectual de alto contenido calrico.

Pierre Bourdieu ha atribuido el modernismo de Gustave Flaubert, entre otras circunstancias al medio familiar en que naci, a sus orgenes sociales. El creador de Madame Bovary, en opinin de Bourdieu, vivi ajeno a las preocupaciones que aquejan al hombre de la calle, la necesidad de ganarse el pan nuestro de cada da, la lucha por la vida, etc. La independencia econmica le permiti vivir apartado del ajetreo poltico, y, lo cual halla su reflejo en la famosa impasibilidad narrativa de sus novelas, es decir, en la presentacin de un mundo sin una perspectiva unificadora5El problema de la representacin y las correspondenciasEl mayor cambio acaecido con la llegada del modernismo en relacin con la novela afect a las convenciones de la representacin textual del mundo. Slo en la poca del realismo, y entre el grupo de escritores que denominamos los realistas castizos, Fernn Caballero, Pedro Antonio de Alarcn y Jos Mara de Pereda, existi un propsito concertado de captar la realidad en la pgina. El caso ms claro y de mayor xito lo encontramos en el escritor montas, en cuya Sotileza hallamos reflejado el mundo y las personas de su poca, aunque esa reproduccin venga sometida a un difuminado romntico. De todas maneras, en los aos sesenta y setenta del pasado siglo, los novelistas, incluido Galds, buscan la fidelidad de la representacin textual. El proyecto moderno de novelar comienza cuando los escritores renuncian a reflejar en sus obras las correspondencias entre el mundo y las cosas en el texto, o a encontrarlas originales. Un caso ejemplar de la prosa espaola es el de Gustavo Adolfo Bcquer en sus Leyendas, donde la realidad se divide en dos; bajo la capa superficial (Del saln en el ngulo oscuro / de su duea tal vez olvidada) se encuentra el mundo del misterio, al que el autor capta mediante la superposicin de un discurso firmemente anclado en lo potico, el smil, la metfora se convierten en los elementos o espejos que vierten la realidad en el texto. Poco a poco, la novela de los aos ochenta y de los noventa ir distancindose de la representacin literal de lo real, lo observamos con claridad en Misericordia de Galds, cuando aparece un personaje que resulta el figmento de la imaginacin de otro. Al leer estas novelas, conjugamos sus componentes de distinta manera a como lo venamos haciendo, porque les falta el orden acostumbrado de la novela tradicional, diferente del burgus habitual: las correspondencias quedan rotas. Hay que buscar un nuevo orden. Y ste surgir cuando el mpetu representacional mimeticista sea sustituido por el inters en lo formal, cuando las novelas adopten estructuras independientes de los sistemas de valores externos, y vayan convirtindose en textos autosuficientes.

La pintura impresionista del XIX explica visualmente lo ocurrido a la representacin en el terreno del arte cuando nos aproximamos al siglo actual. Las lneas trazadas en la tela difuminan los perfiles de lo fsico, su representacin guarda una correspondencia aproximada con la realidad, la capta mediante unos colores y unos trazos inarmnicos con el mundo natural. De nuevo, la palabra que acude a la pluma es la de inmanencia, de un mundo que se autosostiene, escasamente apoyado en el mundo de diario.

Sin tener que recurrir al anlisis textual postsaussuriano ni a la pintura impresionista, la prosa de Bcquer ejemplifica ampliamente la falta de correspondencia entre el mundo y su representacin textual en el terreno literario. Quizs la razn primaria por la que la mente moderna comienza a percibir el mundo en su fragmentaria cohesin en lugar de concebirlo ordenado en una totalidad proviene de la enorme cantidad de ciencias, desde la lingstica, pasando por la antropologa y la sociologa a la psicologa y el psicoanlisis, ciencias que cada una explica parcialmente el mundo, desde su especial y particular perspectiva, con lo cual nuestros conocimientos al buscar un sentido al entorno necesita unir los resultados de ciencias que, al menos en sus comienzos -hoy en da la divisin entre los estudiosos de las ciencias sociales y de las humanidades se ha estrechado-, aportaban datos y visiones divergentes con las tradicionales del humanismo, cuya coherencia y articulacin rara vez se pona en entredicho. Todo ello llev a una escisin del esquema cognoscito habitual, el considerado propiamente decimonnico, a la pluralizacin de acercamientos al mundo.

El carcter inmanente del modernismo afect a la novela no slo en cuanto a la representacin, sino a todos sus componentes. La lengua de la narrativa se abri a vocabularios de tipo diverso. En la poca del naturalismo tenemos la enorme contribucin hecha por los lxicos fisiolgicos, cientficos y psicolgicos. La archiconocida frase de Baroja indicando que la novela es un saco roto, donde cabe todo, resume lo que vengo indicando, la rotura de los lmites regan el gnero. Jos Ortega y Gasset habl de la deshumanizacin del arte, con lo que el fundamento de coherencia til para justificar el arte, la presencia de lo humano, se vino abajo. La autoridad vigente en el texto, encargado de ordenarlo es reemplazado por el principio, el de la narratividad, un proceso de comunicacin narrativa en que junto con el autor hemos de colocar al lector.

El modernismo y exilio: Ramn Sender: Rquiem por un campesino espaol (1953)La novela del exilio debe ser considerada una prolongacin de la novela moderna, de la ltima fase del modernismo propiamente dicho, la poca de las vanguardias, y de la novela social espaola. En el exilio se prolonga tambin la llama da novela social, que se escapa a los confines del modernismo, ya que sus creadores se caracterizan por una clara falta de vocacin hacia la esttica moderna. Los novelistas sociales suelen ser escritores aferrados a un estricto cdigo ideolgico, muy coherente, que suponen trascendental, opuesto por naturaleza a la inmanencia recin invocada. Ramn Sender, de quien enseguida me ocupar sera un caso hbrido, oscilante entre ambas corrientes: un novelista social moderno.

Los escritores emigrados a raz de la derrota del 1939, la mayora a que me refiero, partieron con un bagaje mayor o menor de realizaciones literarias. Salen a un mundo que sigue, sea cual sea la variante, inserto en plena poca de la modernidad, con unos hbitos formales encauzados por una determinada manera de hacer. Junto al cambio de relaciones con el entorno poltico-social, todos ellos sufrirn una prdida de posicin artstica y esttica, aun quienes escaparon menos lesionados de la guerra. El exilio les supuso, en principio, un intento de posicionarse ante un cmulo de dificultades; de entrada, chocaron con el problema lingstico, incluso los acogidos en pases de lengua espaola, pues el tono, el ritmo del habla, el vocabulario, el referente cultural y dems, era distinto. La diversidad entre el castellano escrito en Espaa y el de los pases sudamericanos se evidencia en las traducciones que inundaron la pennsula a comienzos de la posguerra, donde muchos comenzaron a leer a William Faulkner, hacindolo con deje argentino.

Sin detenerme demasiado en circunstancias de sobra conocidas, quisiera concentrarme en el comentario de las conexiones de lo moderno y la narrativa del exilio, en la posicin adoptada por los escritores ante el problema de la representacin de la realidad (perdida, aorada) en el texto. El novelista espaol del exilio trabaja en una poca cuando las formas de la narrativa tradicional para reproducir la complejidad de las realidades sociales y polticas de su momento entran en desuso. Se enfrenta con un lenguaje, articulado por el triunfante fascismo espaol, al que tiene que presentar una alternativa. Y digo una alternativa ficticia; los escritores exiliados pertenecen al grupo de los derrotados, y cualquier enfrentamiento abierto con la lengua, el discurso de los triunfadores que pretendiera reescribir la historia resultara utpico. El proyecto exiliado parte, por tanto, de una clara posicin marginal, es la otra literatura -toda obra exiliada aparece desplazada del universo cultural al que pertenece. Ramn Sender llevar a cabo esa confrontacin con la cultura dominante en el Rquiem.

La famosa novela de Sender equivale en la prosa a los conocidos versos de Len Felipe donde dice que los exiliados se llevaron el espritu (Y cmo vas a recoger el trigo / y alimentar el fuego / si yo me llevo la cancin?) Supone una protesta contra las sempiternas oligarquas nacionales, menos apasionado que la de Felipe, aunque quizs ms efectiva. La novela enfrenta dos discursos, el de la Espaa tradicional de los fascistas, la narracin de la vida y el asesinato de Paco, con un romance que recuenta la misma existencia. Un narrador annimo, que focaliza la historia desde la visin de Mosn Milln, enuncia el primer y principal discurso. El cura est a punto de celebrar la misa de rquiem por Paco, abrumado por la culpa de, entre otras cosas, de haber descubierto a los falangistas el escondite de Paco, consiguiendo que se les rindiera, para luego permitir su fusilamiento sin mayor protesta por su parte. Mientras Mosn Milln espera a que se llene la iglesia de feligreses para or la misa, el monaguillo entra y sale de la sacrista canturreando el romance que cuenta la vida, desde el nacimiento, pasando por el matrimonio, hasta el vil asesinato de Paco, a mano de los seoritos fascistas. Ah va Paco el del Molino, / que ya ha sido sentenciado, / y que llora, por su vida / camino del camposanto.

Mosn Milln aguarda sentado en la sacrista, como dije, a que acudan los parroquianos. Slo llega el tro de ricachos del pueblo, los responsables del crimen. Los tres quieren pagar la misa que el cura va a celebrar, ofrecimiento que l rechaza. Mosn Milln est triste, apenado, abrumado por culpa, abrumado por unas costumbres, unos hbitos de conducta, unas formas de expresar esas normas, la lengua, de cuyas garras no se pude escapar.

La novela permite establecer una clara divisin entre la historia contada y el discurso que la enuncia. La historia transmite los hechos concretos referentes a la muerte del joven inocente. Presenta la estructura de la realidad espaola durante los aos de la segunda repblica espaola, cuando los autcratas (sacerdocio, aristocracia, y los militares) chocan frontalmente con los impulsos democrticos, en este caso, de los labradores explotados. Al triunfar la repblica, los hombres del pueblo asumen el control de las tierras de los latifundistas y marcan la ley que rige la distribucin de la riqueza en el lugar. La reaccin de los propietarios cuando llega la rebelin fascista contra el gobierno legtimo de la repblica apoyada en la religin (Mosn Milln), por las fuerzas paramilitares (los falangistas) y en los militares (la guardia civil), ahoga el brote de justicia social a base del asesinato y de la traicin. Todo esto subyace en el fondo de la obra, historia los hechos, que vienen filtrados en el discurso, la relacin que los hilvana en el presente del discurso a la conciencia del cura.

La historia limita la dispersin de la realidad; la traicin de Mosn Milln y la muerte de Paco resultan hechos irrevocables, cierran el paso a toda posible dispersin al ser personalizados en el discurso. El narrador revisa las motivaciones del cura en la conciencia y sugiere las posibilidades de una actuacin distinta. Y el lector se dice... si no hubiese delatado a Paco... si se hubiese apiadado de los pobres que vivan en las cuevas... Lo cierto es que Mosn Milln lleva a cabo su ignominia; y el discurso hilvana la cantidad de oportunidades desperdiciadas, es la historia perdida, sepultada, lo que pudo haber sido, pero nunca fue. Por eso, el rquiem aparece como una forma discursiva apropiada, la forma de una misa de difuntos sobre las posibilidades de lo nunca ocurrido: la defensa del joven aldeano por Mosn Milln, la proteccin de las vctimas del fascismo por la iglesia catlica.

Ese parece ser, en principio, el cargo impuesto por el autor al sacerdote rural, y su pena, la losa de culpabilidad oprimiendo la conciencia. As, la pena quedara corta, y el castigo guardara escasa correlacin con la culpa y con los autnticos criminales. Sender apunta allende el individuo; su enfrentamiento al discurso de la Espaa franquista le lleva a buscar un confrontamiento con esa lengua, a ese discurso fascista viene bien delimitado por una serie de motivos que se escuchan a lo largo del libro. Un mdico es un mdico. (p. 21), le omos decir al Mosn; o, cuando Paco le pregunta al cura si es justo que el duque cobre arrendamiento por unos pastos del monte sin haber pisando nunca la aldea, el cura le contesta: Qu te importa a ti eso, Paco! (p. 45); o, esas frases ecumnicas del tipo de: La vida es as y Dios que la ha hecho sabe por qu (p. 39). Innumerables seran los ejemplos de un discurso que inmoviliza el presente, y silencia todo cuanto no sea la sumisin a la tradicin, a los dictados de un legado del que no se habla, establecido como innamovible. Este discurso que mutila al individuo y le incapacita para disfrutar de las vivencias individuales aprisiona la vida y la muerte de Paco, que tambin viene narrada tambin, segn dije, en el romance.

La biografa de Paco se narra, pues, en dos textos paralelos, ninguno de los cuales parece tener un autor responsable, un responsable de la autora, con lo que el personaje, el sujeto, se ve aprisionado all por fuerzas sin nombre propio. Tanto el discurso del cura como el romance interpretan la historia subyacente; en este sentido, el discurso principal y el romance actualizan una historia que de ninguna manera representan, es decir, ni uno ni otro cuentan de una manera realista lo que ha pasado en el pueblo aragons donde acaecieron los sucesos. Lo que tenemos, en cambio, es un texto donde se manifiesta la lucha del autor por encontrar una representacin de un suceso real, y en el esfuerzo, influido por la modernidad de su empeo, conjuga dos tipos de discurso, uno filtrado a travs de la mala conciencia de un pobre cura de aldea y otro potico, realizado por medio de un romance, la forma potica tradicional de la cultura hispnica. En uno el individuo queda confinado a la prdida de su individualidad e incluso, la vida; en el otro, el romance, los seres all cantados comparten la vida del mito, son ensalzados, recordados, levantados por encima de la historia.

Lo cierto es, y por ello resulta esencial encuadrar la literatura del exilio de 39 dentro de su contexto, el de la modernidad, que Paco es vctima y hroe a la vez. Vctima del rquiem, hroe en el romance. Y all atrapado entre uno y otro se halla el personaje, atrapado por la incoherencia de la realidad y de nuestra experiencia de la misma. Y se es el primer destierro al que someten los escritores del exilio espaol a sus personajes, al exilio y a la condena propios del mundo moderno. Sender al entremezclar la narracin principal con el romance est efectuando adems una protesta; el romance conserva la verdad y se resiste a confundirse con la verdad oficial. Es la protesta desde el margen mirando al centro, desde la trasterracin a la cultura de la pennsula.

Curiosamente, el autor nunca se asoma en el texto; el narrador del discurso principal y la voz que habla en el romance son annimas. La vida de Paco y la del Mosn vienen presentadas en forma de bricolage con lo que el autor aparece como quien organiza las capas del discurso, sin preocuparse de la perspectiva de los que hablan. Al comienzo dije que los lectores de novelas de exilio esperamos encontrar un tipo de novela autoritaria, de tesis, y, sin embargo, cuando leemos el Rquiem por un campesino espaol o El diario de Hamlet Garca (1940) o Muertes de perro (1958), encontramos una protesta implcita, sin grito. Y ello se debe, en mi opinin, a que las novelas del exilio espaol nacieron marcadas por el signo de la modernidad; el autor nunca hace en ellas uso de la autoridad que le correspondera en una narracin tradicional, acta de propiciador de significados e interpretaciones de la realidad del mundo actual que apenas lo posee. A Sender le preocup menos enderezar los detalles de historia de la guerra civil espaola que remodelar los trminos del entendimiento entre el autor y el lector enfrentados a la realidad.

Y sa fue esencialmente la labor de los narradores de nuestro exilio de 1939. A los crticos compete ahora sacarlos del margen y conectar su produccin con las otras creaciones postergadas, escritas en las distintas lenguas del estado espaol, en el interior, durante el perodo franquista, asignndoles un puesto dentro, entre el discurso central de la cultura.