la moda

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ADOLESCENTES… Y ALGO MÁS A partir de los ochenta, la juventud comienza a ser mitificada. La obsesión por lo juvenil genera en nuestra sociedad una doble preocupación. Por un lado, entre el mundo adulto se propaga la necesidad de exteriorizar una estética juvenil como garantía de cierto reconocimiento social. Frente a esta situación, el sector joven vive una noche oscura. Se ha utilizado su estética y su imagen. A pesar de su mitificación, los jóvenes quedan al margen de determinados espacios sociales y culturales imprescindibles para el crecimiento personal y el necesario desarrollo de su personalidad. La ciudad duerme durante la noche, y aquello que la luz del día esconde comienza a despertar. El joven se libera de los elementos restrictivos del día. La noche es su espacio; sus padres están ausentes. No hay horarios ni censura. La noche es a la vez divertida, porque en ella se descubren cosas desde la autonomía. También es divertida, porque aparecen dos personalidades: por un lado, lo fantástico de lo autónomo y, por otro, la inmadurez y la inseguridad. La noche es para los jóvenes el espacio de libertad y de autonomía respecto del mundo adulto. La dependencia de la familia de origen y el retraso en constituir la suya propia provocan que aquellos no puedan tener su propio espacio vital. La pelea por mantener horarios de vuelta a casa ha sido un combate entre padres e hijos. Ante esta situación, los jóvenes se ven a vivir la intimidad durante la noche, ajenos al mundo adulto, en espacios públicos distintos del familiar. La noche ha quedado a pleno dominio de los jóvenes, especialmente los fines de semana. De ahí que ir de «finde» sea equivalente a desaparecer la noche del viernes para volver a aparecer la

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ADOLESCENTES… Y ALGO MÁS

A partir de los ochenta, la juventud comienza a ser mitificada. La obsesión por lo juvenil

genera en nuestra sociedad una doble preocupación. Por un lado, entre el mundo adulto

se propaga la necesidad de exteriorizar una estética juvenil como garantía de

cierto reconocimiento social.

Frente a esta situación, el sector joven vive una noche oscura. Se ha utilizado su estética

y su imagen. A pesar de su mitificación, los jóvenes quedan al margen de determinados

espacios sociales y culturales imprescindibles para el crecimiento personal y el

necesario desarrollo de su personalidad. La ciudad duerme durante la noche, y aquello

que la luz del día esconde comienza a despertar. El joven se libera de los

elementos restrictivos del día. La noche es su espacio; sus padres están ausentes. No

hay horarios ni censura. La noche es a la vez divertida, porque en ella se descubren

cosas desde la autonomía. También es divertida, porque aparecen dos personalidades:

por un lado, lo fantástico de lo autónomo y, por otro, la inmadurez y la inseguridad.

La noche es para los jóvenes el espacio de libertad y de autonomía respecto del mundo adulto. La dependencia de la familia de origen y el retraso en constituir la suya propia provocan que aquellos no puedan tener su propio espacio vital. La pelea por mantener horarios de vuelta a casa ha sido un combate entre padres e hijos. Ante esta situación, los jóvenes se ven a vivir la intimidad durante la noche, ajenos al mundo adulto, en espacios públicos distintos del familiar. La noche ha quedado a pleno dominio de los jóvenes, especialmente los fines de semana. De ahí que ir de «finde» sea equivalente a desaparecer la noche del viernes para volver a aparecer la

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noche del domingo. Este culto compulsivo a los espacios noctámbulos se ve acompañado de luz y de sustancias que ayudan a resistir durante toda la noche con músicas de secuencias rítmicas obsesivas, constantes, de evasión.

La noche es el espacio que oculta la debilidad del joven, la inseguridad que en el fondo de sí tiene cada uno. La noche esconde el miedo que se genera ante la fuerza devastadora del tiempo. La casi totalidad de la cultura se encarga de obsesionar con un mensaje: «El tiempo es cruel y pasa rápido; ¡atención!, ésta es la mejor etapa de tu vida; no la mejor, la única etapa buena de la vida, que huye rápida como la arena que se escurre entre los dedos». Esta presión crea sobre la mentalidad adolescente