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LA MISTERIOSA MUERTE DE BUENAVENTURA DURRUTI ¿Es lo mismo que Durruti muriera… A) por un accidente/error al manipular el arma? B) abatido por el enemigo? C) traicionado por los comunistas? D) Y si su muerte fue causada por alguien de sus propias filas? Los argumentos documentados que aquí se exponen sobre cada una de las hipótesis, y el trabajo para determinar que fue lo que realmente aconteció, es una tarea de interpretación libre de cada persona. Durruti fue un hombre con ideas avanzadas para la época, puso todo de si para forjar el mundo en el que creía, y no estuvo solo, fue parte de una generación que tuvo la oportunidad de ir “a por el todo”, sin menguas, ni torceduras, con infinidad de errores y otros tantos aciertos SU MUERTE En la madrugada del 18 al 19 de noviembre, en la línea del frente de la Ciudad Universitaria, los milicianos se preparan para asaltar el Hospital Clínico, en manos de las tropas moras. Tras varias escaramuzas consiguen acceder al inmueble pero durante su acción son rechazados por los destacamentos allí refugiados y se inicia un brutal combate en el interior del recinto. La lucha se lleva a cabo planta por planta, habitación por habitación, prácticamente cuerpo a cuerpo. Tras varias horas, los milicianos deciden replegarse y volver a sus posiciones iniciales.

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LA MISTERIOSA MUERTE DE BUENAVENTURA DURRUTI

¿Es lo mismo que Durruti muriera…

A) por un accidente/error al manipular el arma?B) abatido por el enemigo?C) traicionado por los comunistas?D) Y si su muerte fue causada por alguien de sus propias filas?

Los argumentos documentados que aquí se exponen sobre cada una de las hipótesis, y el trabajo para determinar que fue lo que realmente aconteció, es una tarea de interpretación libre de cada persona. Durruti fue un hombre con ideas avanzadas para la época, puso todo de si para forjar el mundo en el que creía, y no estuvo solo, fue parte de una generación que tuvo la oportunidad de ir “a por el todo”, sin menguas, ni torceduras, con infinidad de errores y otros tantos aciertos SU MUERTE

En la madrugada del 18 al 19 de noviembre, en la línea del frente de la Ciudad Universitaria, los milicianos se preparan para asaltar el Hospital Clínico, en manos de las tropas moras. Tras varias escaramuzas consiguen acceder al inmueble pero durante su acción son rechazados por los destacamentos allí refugiados y se inicia un brutal combate en el interior del recinto. La lucha se lleva a cabo planta por planta, habitación por habitación, prácticamente cuerpo a cuerpo. Tras varias horas, los milicianos deciden replegarse y volver a sus posiciones iniciales.

La moral de los libertarios pasa por uno de sus momentos más desalentadores. Muchos se plantean la posibilidad de abandonar su posición tras haber estado cuatro días combatiendo sin descanso, sin dormir, ateridos por el frío y prácticamente sin comer.

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Los mandos de la columna informan a Durruti de la difícil situación y éste decide personarse en el frente acompañado de Julio Graves, su chofer habitual, y del sargento Manzana, siendo precedidos en su recorrido por otro vehículo en el que viajan Antonio Bonilla, Lorente y Miguel Doga. Cuando se encuentra a pocas manzanas del Hospital Clínico, Durruti se topa con un grupo de milicianos que parece retirarse y abandonar sus posiciones. Ordena a Graves que detenga el vehículo y desciende con intención de amonestarlos. Tras una breve conversación con ellos, se dirige de nuevo al coche. Se escucha un disparo. Durruti se desploma con el pecho ensangrentado. Es subido al automóvil y conducido a toda velocidad al Hotel Ritz. Tras ser atendido por un equipo médico capitaneado por los

doctores Bastos Ansart y Santamaría durante doce horas, en las que el herido se debatiría continuamente entre estados de semiinconsciencia, Durruti fallece en la madrugada del 20 de noviembre de 1936.

Causa oficial de la muerte: hemorragia pleural causada por herida de arma de fuego. ¿QUIÉN MATÓ A DURRUTI?

Mucho se ha especulado acerca de las circunstancias que rodearon la muerte de Buenaventura Durruti, incluso se ha puesto en tela de juicio en numerosas ocasiones hasta el lugar exacto en el que transcurrió el incidente. Dejando de lado las teorías disparatadas, efectista o con intención manipuladora, y considerando exclusivamente los hechos probados o, al menos, con la suficiente entidad testimonial y documental para arrojar mínimas dudas acerca de su verosimilitud, vemos que tras los primeros instantes de confusión, una primera versión oficial apunta a que un disparo realizado desde las terrazas del Hospital Clínico de Madrid, en esos instantes tomado por las fuerzas nacionales, acabó con la vida del anarquista.

Diversos testimonios manifiestan que el coche en el que viajaba Durruti esa mañana iba ocupado por Graves, el chofer, en la parte delantera y viajando en la parte posterior, se encontraban el sargento Manzana y Durruti. Las declaraciones indican que el vehículo se hallaba estacionado a unos 600 metros del hospital cuando Durruti cayó herido, siendo ésta una distancia aceptable para un tirador avezado pero, por otro lado, diferentes testimonios (como el de su compañera Emilienne Morin) sostienen que el herido presentaba en su zamarra de cuero un rastro circular de pólvora deflagrada, inequívoca señal de un disparo hecho a quemarropa.

Según la creencia generalizada Durruti tenía alojada en su pecho la bala que lo había herido y que, durante su estancia en el hospital, se estudió la posibilidad de intervenirle con el fin de extraérsela, pero según otra fuentes (entre ellas, la de algunos de los médicos que lo atendieron), la bala presentaba orificio de entrada en el espacio intercostal ubicado bajo la tetilla izquierda y orificio de salida en el centro de la espalda, por lo que se estudió la posibilidad de intervenirle pero no para extraer la bala (puesto que ésta no se hallaba alojada en el pecho del herido) sino con la intención de atajar la profusa hemorragia interna, de extrema gravedad, que presentaba, siendo más lógico pensar en la hipótesis de un disparo hecho a quemarropa que en uno realizado a 600 metros de distancia.

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Un detalle que avala la teoría del disparo a quemarropa es la declaración inicial de Julio Graves, el chofer, en la que indica que momentos antes de advertir que Durruti caía herido pudo escuchar de forma clara una detonación, un disparo que tuvo la oportunidad de escuchar lo suficientemente cercano como para prestarle mayor atención que los del resto de los del frente de guerra.

Así pues las personas más próximas a Durruti en el momento de su muerte serían:

- Julio Graves, el chofer- El sargento Manzana, que lo acompañaba y que descendió del vehículo junto a él- Y el grupo de milicianos a los que el anarquista se detuvo a reprender.

Podríamos descartar a los milicianos puesto que las declaraciones indican que Durruti ya había terminado de conversar con ellos y se retiraba hacia el vehículo —de hecho se estaba introduciendo en él— cuando fue alcanzado. La proximidad no parece suficiente como para mostrar un disparo a quemarropa.

Los testimonios también apuntan a que Julio Graves no llegó a descender del vehículo durante el incidente, manteniéndolo en marcha en todo momento por lo que desde su posición se hace difícil que efectuase el disparo que acabó con la vida de Durruti.

Nos quedan el sargento Manzana y el propio Durruti.

Según algunos de los médicos que lo atendieron, profesionales que estaban acostumbrados a tratar de forma habitual a heridos en combate, la herida presentaba el aspecto de haber sido producida por una bala del calibre «9 largo» —aspecto que no se puede confirmar ni desmentir puesto que el proyectil no se conserva.

Durruti solía portar de forma habitual un viejo Colt que ocultaba siempre bajo su zamarra. Cabría la posibilidad de un disparo accidental provocado por el propio Durruti pero la aureola de pólvora impresa en el exterior de su cazadora de cuero no podría haberse producido con esa arma.

¿Llevaba Durruti alguna otra arma ese día?

Hay testimonios contradictorios al respecto. Algunos lo afirman, otros lo niegan. En lo que sí coinciden la mayoría es que un arma de uso muy común entre los milicianos y particularmente entre los integrantes de la columna Durruti era un subfusil de tipo Schmeisser MP-28 (conocidos popularmente como Naranjeros), arma muy apreciada por su potencia y robustez pero que adolecía de un grave defecto de diseño: carecía de seguro de transporte por lo que, una vez montada, el más mínimo golpe provocaba su disparo accidental. Hay constancia de que el coronel López Tienda sufrió una accidente de idénticas características en la zona de la carretera de Extremadura apenas un mes antes de la muerte de Durruti. Y, curiosamente, esta arma usa balas del calibre «9 largo».Pero no existe constancia alguna de que Durruti portase jamás un Naranjero. Todo lo más, un fusil Mauser. Sin embargo, quien portaba de forma habitual un Naranjero era el sargento Manzana, acompañante de Durruti ese fatídico día.

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“Naranjero” – El tipo de arma con el que se habría disparado Durruti, famoso por su potencia de fuego, pero también por su inseguridad. Al contrario de lo que se ha dicho, el “naranjero” si dispone de seguro (en la fotografía, marcado dentro de un circulo blanco, se muestra el mismo en posición de “quitado”)

Existen testimonios que confirman el hecho de que el sargento Manzana fue herido pocos días antes del suceso y que debido a esto llevaba el brazo en cabestrillo (en el funeral de Durruti aún lo llevaba, como se puede comprobar en documentos gráficos). Si ese día portaba su arma habitual y contaba con el impedimento de llevar inmovilizado el brazo, no es descabellado suponer que el arma pudo escurrírsele accidental-mente de las manos, golpear el

suelo y dispararse fatalmente en el momento en que Durruti se encontraba inclinado en un ángulo cercano a los 90 grados para introducirse dentro del vehículo (encajando con la trayectoria prácticamente plana de la bala).

¿Ocurrió así? Imposible saberlo. ¿Pudo ocurrir así? Es una conjetura.Esta línea hipotética apuntaría a un desgraciado accidente, o bien provocado por el propio Durruti o, más probablemente, por el sargento Manzana. LUCES Y SOMBRAS

En su momento, el principal error fue tratar de ocultar la verdad.

¿Por qué se decidió silenciar los auténticos detalles del suceso?

Una explicación pudiera ser que en ese instante y situación convenía a muchos de los sectores implicados para de esa forma evitar suspicacias que pudieran derivar en un cisma en las filas de la república. Era más sencillo culpar a «una maldita bala fascista» y hacer de ello un frente común.

Al gobierno republicano le interesaba el encubrimiento, principalmente por dos motivos:

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1. que la pérdida de un líder tan carismático a manos de un estúpido accidente hubiera provocado la desmoralización inmediata de la tropa. Era preferible darles a las milicias un motivo más para luchar.

2. Explicar que el accidente se produjo por la ineficacia del armamento usado, además de la desmoralización, hubiese provocado desconfianza hacia su material bélico.

Por lo que es muy probable que la decisión de ocultar los detalles no fuese tomada con el fin de encubrir un acto ilícito sino más bien por una cuestión de interés coyuntural. Por desgracia, el exceso de cabos sueltos y testimonios contradictorios que surgieron terminarían por propagar y extender el halo mítico que a día de hoy rodea su muerte.

Resulta llamativa la circunstancia de que, una vez acabada la contienda, el sargento José Manzana se exiliara en México y que, llegando a convertirse en un representativo miembro anarquista, tratase de evitar todo contacto con antiguos compañeros y con el gobierno republicano en el exilio, hasta el punto de llegar a perderse su pista por completo alrededor del año 1970. José Manzana se unió a la causa anarquista tras ser tomado el cuartel de las Atarazanas, el 19 de julio, cuartel en el que se encontraba al lado de los sublevados. 

LAS 6 HIPÓTESIS

Un francotirador de la zona rebelde.

Es la primera versión y la que divulgaron los republicanos. En principio un francotirador desde una ventana aprovechando que había bajado del coche le pegó un tiro. Esto es muy difícil de creer ya que como hemos dicho estaba a más de un kilómetro de las líneas enemigas y el disparo parece que se hizo a quemarropa. Además la ruta de Durruti no seguía ningún plan preestablecido y fue una casualidad que bajara en ese punto. Se argumentó la posibilidad de una bala perdida.

Un fatal accidente con su subfusil.

El hecho de que se encontrara en una zona segura (a más de kilómetro y medio de las líneas enemigas) y que viajara con hombres de su completa confianza parece dotar de veracidad a esta opción, también las informaciones de que tenía restos de pólvora en el tejido y que el agujero era bastante grande parecen apoyar la veracidad de un disparo a quemarropa. El subfusil de Durruti era un naranjero (Subfusil Schmeisser MP28 II), un arma muy inestable que carecía de seguro. Según está versión al bajar del coche se habría golpeado con el picaporte de la puerta y al tener el arma apuntando hacia el pecho ésta se habría disparado. La versión es atacada por Abel Paz (anarquista y biógrafo de Durruti) que en su libro afirma que la bala le entró por detrás.

Uno de los dos desertores sorprendidos.

Parece bastante documentado el hecho de que la detención del coche se debía a una discusión en la calle. En principio los defensores de esta versión argumentan que sorprendió a dos desertores y les recriminó su actitud, estos ignorando quien era le dispararon. Parece complicado de creer teniendo en cuenta que viajaba con hombres de su total confianza y nunca afirmaron algo parecido.

Asesinado por orden de la URSS y los comunistas españoles.

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El Gobierno quería acabar con las milicias, mejor dicho, militalizarlas y crear un ejército disciplinado, Durruti se oponía a esto y pidió a los políticos que no pusieran sus intereses particulares por encima de la revolución. Tras ese discurso muere asesinado por uno de sus hombres que se había puesto al servicio soviético ya que el peso de Durruti en la población era inmenso.

Asesinado por sus compañeros.

Según esta versión (stalinista) lo mataron anarquistas descontrolados porque Buenaventura estaba a favor de ganar la guerra y parar la revolución. El problema es que Durruti en todas sus intervenciones públicas se mostró claramente contrario al retroceso revolucionario y además ese día viajaba con hombres fieles que (a no ser que estuviesen todos en la conspiración) deberían haber visto al asesino.

El sargento José Manzana

Antonio Bonilla, compañero anarquista de Durruti que ese día viajaba en el coche que le acompañaba, reveló en los 70’ (en el semanario Posible, nº 80) una información desconocida hasta ese momento:

Testimonio de Antonio Bonilla Albaladejo:

EL FATÍDICO 19 DE NOVIEMBRE - LA MUERTE DE DURRUTI

"Me acompañe de dos hombres de mi grupo, los dos buenos compañeros. Uno era Lorente, que elegí por ser el que mejor conducía un coche entre nosotros, el otro era Miguel Doga, catalán, de oficio carpintero, hombre de pocas palabras y muy valeroso. Pusimos en marcha el coche que los compañeros de Madrid nos prestaron porque con el que vinimos de Barcelona era muy viejo y demasiado grande. Al llegar al cuartel general, Julio Graves que era el chofer de Durruti, terminaba de preparar el "Packard" para el sargento Manzana y Durruti que se disponían a salir con él. Al vernos vinieron hacia nosotros y les conté lo ocurrido. Durruti dijo que quería tener unas palabras con aquel capitán de la Columna Del Rosal. Entonces indique a Julio Graves que siguiera nuestro coche puesto que había algunas calles que estaban batidas por el fuego del enemigo y nosotros elegiríamos las que quedaran fuera de cualquier peligro.

En el "Packard" iba Julio Graves conduciendo en el volante; Manzana y Durruti iban sentados atrás. José Manzana llevaba consigo, como de costumbre su "naranjero" colgándole del hombro en tanto que su mano derecha la llevaba herida y en cabestrillo. Durruti, a simple vista, parecía que no iba armado, pero no era así, porque él se colocaba en el correaje su "Colt 45" en una funda, que quedaba oculta por el chaquetón de cuero.

El sargento José Manzana era buen tirador. Ya en una ocasión hallándose la columna en Aragón fui testigo de ello. Nos encontrábamos en Pina de Ebro en casa de un compañero, cuando llegaron Manzana y Durruti. En el momento que entraban, el reloj de la pared casualmente comenzó a dar la hora sonoramente. Manzana sacó la pistola y le dio dos tiros al reloj que se quedo mudo. Cuando le pregunte porque lo había hecho, se limito a contestarme "que no quería que nadie le controlara el tiempo".

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Continuando con lo anterior, como he dicho, en el coche nuestro íbamos los tres: Lorente que lo conducía, Miguel Doga y yo. Cuando llegábamos a las proximidades de los chalets donde estaban apostadas nuestras fuerzas extremamos mas las precauciones. Cada vez que teníamos que virar en alguna de aquellas calles aguardábamos a que llegase el "Packard" de Durruti para que nos siguiera perfectamente. Cuando doblamos la última calle en la que unos cuarenta metros más abajo estaba el primero de los chalets que ocupábamos, nos detuvimos unos veinte metros más allá de la esquina. Al mirar atrás vimos que el "Packard" se había detenido y que Durruti y Manzana se apeaban del auto para hablar con cinco muchachos que estaban parados en aquel punto. No puedo afirmarlo pero creo que aquellos jóvenes pertenecían a la Columna Del Rosal y hasta, posiblemente, aquella madrugada habían intervenido en el asalto al Hospital Clínico con los nuestros. El punto donde se encontraban no estaba batido por el fuego enemigo. Estuvimos parados tres o cuatro minutos aguardando y cuando de nuevo volvimos a mirar hacia atrás con deseos de comprobar si el "Packard" nos seguía de nuevo, vimos que el "Packard" se había dado la vuelta y emprendía otra vez el camino de regreso rápidamente. Inmediatamente baje del coche y fui hasta los jóvenes que seguían hablando en la misma esquina. Al preguntarles por que se había vuelto aquel coche, me respondieron que había un herido. Les pregunte si habían reconocido a las dos personas que bajaron del coche para hablar con ellos y contestaron negativamente."

Manzana: un campeón de tiro

"Presintiendo que el herido era Durruti, corrí a mi coche, conté a Doga y a Lorente lo ocurrido, dimos inmediatamente vuelta al coche y nos dirigimos velozmente al cuartel de la calle Miguel Ángel. Nos recibió Manzana quien nos dijo que Durruti no estaba porque había marchado a una reunión del Comité Nacional de la CNT. Le replique que me estaba mintiendo. Palideció intensamente. Sabía que yo era más rápido en sacar la pistola. Rápidamente me observó que si estaba en la Columna era por Durruti y por mí pero que como comprobaba que yo no le merecía mucha confianza, estaba dispuesto a marcharse de ella en aquel momento. Le conteste que el mismo se encargara de mandarme un enlace para avisarme del estado de Durruti. El día 20 de noviembre, día siguiente, a las cinco de la mañana llegó el compañero Mora en una bicicleta para decirme que Durruti había muerto. Yo me encontraba en los chalets con nuestras diezmadas fuerzas frente al Hospital Clínico."

«No cabe duda de que la bala que mató a Durruti salió del naranjero que portaba Manzana. Pudo ser casual o intencionadamente. Hoy, a la vista de lo que ocurrió después, opto por creer que fue intencionado el disparo.»

Manzana desapareció tras el suceso y actualmente no se sabe si sigue vivo en su exilio mexicano. A pesar de la afirmación rotunda de Bonilla otros son partidarios de que se trató de un accidente de Manzana (que gozaba de la entera confianza de Durruti) y que tras su muerte se intentó suicidar para posteriormente desaparecer para siempre.

SU ENTIERRO

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Miles de personas despiden los restos de Durruti

Kaminski lo describe así:

“El cadáver llegó a Barcelona tarde por la noche (…) En la casa de los anarquistas, que antes de la revolución había sido la sede de la Cámara de Industria y Comercio, los preparativos ya habían comenzado el día anterior. (…) La ornamentación era simple, sin pompa ni detalles artísticos. De las paredes colgaban paños rojos y negros, un baldaquín del mismo color, algunos candelabros, flores y coronas: eso era todo. Durruti era un amigo. Tenía muchos amigos. Se había convertido en el ídolo de todo un pueblo. Era muy querido, y de corazón. Todos los allí presentes en esa hora lamentaban su pérdida y le ofrendaban su afecto. Y sin embargo, aparte de su compañera, una francesa, sólo vi llorar a una persona: una vieja criada que había trabajado en esa casa cuando todavía iban y venían por allí los industriales, y que probablemente nunca lo había conocido personalmente. Los demás sentían su muerte como una pérdida atroz e irreparable, pero expresaban sus sentimientos con sencillez. Callarse, quitarse la gorra y apagar los cigarrillos, era para ellos tan extraordinario como santiguarse o echar agua bendita. Miles de personas desfilaron ante el ataúd de Durruti durante la noche. Esperaron bajo la lluvia, en largas filas. Su amigo y su líder había muerto. (…) El entierro se llevó a cabo al día siguiente por la mañana. Desde el principio fue evidente que la bala que había matado a Durruti había alcanzado también el corazón de Barcelona. Se calcula que uno de cada cuatro habitantes de la ciudad había acompañado su féretro, sin contar las masas que flanqueaban las calles, miraban por las ventanas y ocupaban los tejados e incluso los árboles de las Ramblas. Todos los partidos y organizaciones sindicales sin distinción habían convocado a sus miembros. Al lado de las banderas de los anarquistas flameaban sobre la multitud los colores de todos los grupos antifascistas de España. Era un espectáculo grandioso, imponente y extravagante; nadie había guiado, organizado ni ordenado a esas masas. Nada salía de acuerdo a lo planeado. Reinaba

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un caos inaudito. El comienzo del funeral había sido fijado para las diez. Ya una hora antes era imposible acercarse a la casa del Comité Regional Anarquista. (…) Los obreros de todas las fábricas de Barcelona se habían congregado, se entreveraban y se impedían mutuamente el paso. (…) A las diez y media, el ataúd de Durruti, cubierto con una bandera rojinegra, salió de la casa de los anarquistas llevado en hombros por los milicianos de su columna. Las masas dieron el último saludo con el puño en alto. Entonaron el himno anarquista “Hijos del pueblo”. Se despertó una gran emoción. (…) Las motocicletas rugían, los coches tocaban la bocina, los oficiales de las milicias hacían señales con sus silbatos, y los portadores del féretro no podían avanzar. (…) Los puños seguían en alto. Por último cesó la música, descendieron los puños y se volvió a escuchar el estruendo de la muchedumbre en cuyo seno, sobre los hombros de sus compañeros, reposaba Durruti. Pasó por lo menos media hora antes que se despejara la calle para que la comitiva pudiera iniciar su marcha. Transcurrieron varias horas hasta que llegó a la plaza Cataluña, situada sólo a unos centenares de metros de allí. Los jinetes del escuadrón se abrieron paso, cada uno por su lado. (…) Los coches cargados de coronas dieron un rodeo por las calles laterales para incorporarse por cualquier parte al cortejo fúnebre. Todos gritaban a más no poder. No, no eran las exequias de un rey, era un sepelio organizado por el pueblo. Nadie daba órdenes, todo ocurría espontáneamente. Reinaba lo imprevisible. Era simplemente un funeral anarquista, y allí residía su majestad. Tenía aspectos extravagantes, pero nunca perdía su grandeza extraña y lúgubre. Los discursos fúnebres se pronunciaron al pie de la columna de Colón, no muy lejos del sitio donde una vez había luchado y caído a su lado el mejor amigo de Durruti. García Oliver, el único sobreviviente de los tres compañeros, habló como amigo, como anarquista y como ministro de Justicia de la República española. (…) Se había dispuesto que la comitiva fúnebre se disolviera después de los discursos. Sólo algunos amigos de Durruti debían acompañar el coche fúnebre al cementerio. Pero este programa no pudo cumplirse. Las masas no se movieron de su sitio; ya habían ocupado el cementerio, y el camino hacia la tumba estaba bloqueado. Era difícil avanzar, pues, para colmo, miles de coronas habían vuelto intransitables las alamedas del cementerio. Caía la noche. Comenzó a llover otra vez. Pronto la lluvia se hizo torrencial y el cementerio se convirtió en un pantano donde se ahogaban las coronas. A último momento se decidió postergar el sepelio. Los portadores del féretro regresaron de la tumba y condujeron su carga a la capilla ardiente. Durruti fue enterrado al día siguiente”.

  

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El traslado de los restos de Durruti

Su circulo intimo llevó el cajón con los restos de Durruti El sargento José Manzana junto a García Oliver.

Manzana desapareció y parece que falleció en Méjico en los 80’.