la literatura y el reggaeton
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Mini cuento ensayo de lo que significa escribir comparandolo con la actividad reggaetonera.TRANSCRIPT
¡Nada de planticas que hay que ver crecer, ni ciegos que releen, ni decálogos insulsos! Escribir es como cuando uno está prendido en un bar bebiendo aguardiente y suena un reggaetón de los que se bailan bien restregado, y uno ya la había visto, a esa chica coqueta de iluminaciones en el pelo, escote mostrón y jean pegado que sonríe y baila desde la silla sentada; entonces lo inevitable, salir a levantársela aun a sabiendas de que la novia espera en la casa y la sopa que se enfría.
Claro, hay que estar de acuerdo con algunas cosas, como lo de la repetición, por ejemplo. El amigo siempre dice lo mismo - por ejemplo -; que la chica lo estaba mirando a uno, que vea tan rica que está, que hay que aspirar por lo alto, que lo que importa es lo primero que le diga, que eso es cuestión de disciplina, actitud y no mostrar el hambre, que haga como Poe que las enamora a todas; y uno siempre termina por hacer caso. Entonces se levanta medio dudando con esa sonrisa de colegial ganoso, se deja llevar por la música sin darse cuenta y empieza a andar bailando con la cabeza de arriba a abajo, apretando los labios, como para meterle actitud. Se acerca, se acerca, y las manos tiemblan, la frente suda, está tan rica y tan buena, y su boquita deliciosa, y su mirada de sexo cochino; uno que alarga la mano y dice "bailas preciosa?", y ella que se niega con un gesto frio moviendo la cabeza, sin ni siquiera dirigir una mirada.
No existe la gran belleza, ni el gran logro poético; escribir es como sacar a bailar reggaeton y que le digan a uno que no. Y no es que el reggaeton sea una obsesión, ni nada de eso, es simplemente que es así, es así. Dice Sontag que el amor a la lectura es lo que lo hace a uno soñar con volverse escritor; yo digo que es eso, y el odio al reggeaton que uno tanto ama. Porque es que, a pesar de todo, uno sabe, uno sabe bien que es feo y gordo, que solo dice babosadas y baila reggaeton moviendo los brazos a destiempo como un gringo de cuarenta. Uno sabe que no pertenece a ese mundo, y a ese bar y a esa música; y aun así la música se filtra por los oídos obsesivamente, y se incrusta en la mente y el espíritu, y ya no hay forma de sacarla nunca mas.
En principio es fácil creer que todo se hace por exhibirse, y el sexo. Pero hay algo más en el fondo, un miedo, una angustia, una insatisfacción indeterminable e inexplicable, que lo incomoda por dentro y lo obliga a continuar con el mismo ritual de todas las veces; verla, pararse, sacarla bailar y obsesionarse; verla, parar... Y por más de que al final se reconozca que no existe la necesidad de estar allí y hacer aquello, y de que en la casa esperan la novia y la sopa, uno lo sigue haciendo; aun a pesar de la nada, del vacío, y la chica del escote que todas las veces dice que no, sin explicación ni razón entendible. En ultimas diría que escribir es fracasar - como todos los demás -, pero es fracasar empezando a ser consiente de ello; y por ahí uno empieza a acostumbrarse y a cogerle gusto; por ahí uno empieza a disfrutar el reggaeton.