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..c,. ,..". La institucionalización académica de las ciencias de la comunicación: I campos, disciplinas, profesiones , * Raul Fuentes Navarro Presentación Estetrabajo responde a la convocatoria de este coloquio desde un proceso personal, aunque no individual, de búsqueda de explicaciones más o menos abstractas, más o menos generales, de las condiciones y los sentidos vividos desde 1970 en la práctica de las "ciencias de la comunicación", que ha generado productos más o me- nos conocidos por los'participantes. Pero mi respuesta a la convocatoria incluye también un hada muy específi- co, puesto que este coloquio se celebra a la mitad del proceso de investigación que realizo desde hace dos años como tesis doctoral sobre el mismo objeto que nos convoca: el campo académico de la comunicación. Por ello confieso tener mucho mayor interés en los aportes de los que pueda apropiarme en este coloquio que en los que pudiera ofrecer como novedades a los demás, lo que sí espero poder hacer al concluir la tesis. Dado ,que mi proyecto enfoca las "determinaciones socioculturales" de este campo (Fuentes, 1991) y se cen- trasobre todo en las estructuras y prácticas de la inves- tigación en México, mi participación en el coloquio puede estar demasiado sesgada por las construcciones teórico-metodológicas que sustentan este proyecto, que obviamente representan un punto de vista sobre el que .Profesor Numerario del Departamento de Comunicación dellTESO. 45

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La institucionalización académicade las ciencias de la comunicación:

I campos, disciplinas, profesiones, *

Raul Fuentes Navarro

PresentaciónEste trabajo responde a la convocatoria de este coloquiodesde un proceso personal, aunque no individual, debúsqueda de explicaciones más o menos abstractas,más o menos generales, de las condiciones y los sentidosvividos desde 1970 en la práctica de las "ciencias de lacomunicación", que ha generado productos más o me-nos conocidos por los'participantes. Pero mi respuesta ala convocatoria incluye también un hada muy específi-co, puesto que este coloquio se celebra a la mitad delproceso de investigación que realizo desde hace dosaños como tesis doctoral sobre el mismo objeto que nosconvoca: el campo académico de la comunicación. Porello confieso tener mucho mayor interés en los aportesde los que pueda apropiarme en este coloquio que enlos que pudiera ofrecer como novedades a los demás, loque sí espero poder hacer al concluir la tesis.

Dado ,que mi proyecto enfoca las "determinacionessocioculturales" de este campo (Fuentes, 1991) y se cen-trasobre todo en las estructuras y prácticas de la inves-tigación en México, mi participación en el coloquiopuede estar demasiado sesgada por las construccionesteórico-metodológicas que sustentan este proyecto, queobviamente representan un punto de vista sobre el que

.Profesor Numerario del Departamento de Comunicación dellTESO.

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se ha optado y que por eUo dejan de lado otros puntos crítde vista posibles sobre el mismo objeto. Sin embargo, es ciómás probable aún que en mi versión reconstructiva y un,reflexiva del campo pesen todavía demasiado los el e- invmentos de la memoria subjetiva, en proceso de objetiva- colción participante, clave metodológica tomada de lapropuesta de Bourdieu para una "sociología reflexiva",en este caso "autorreflexiva" (Bourdieu, 1988, 1990). DE

Ahora bien, aunque el tema del coloquio señala clara- enmente una delimitación mexicana, mi participaciónabarcará dos escalas más amplias, la estadounidense y El 1la latinoamericana, que considero indispensable abarcar I tlO)para explicar con mayor alcance el caso nacional, que ' (fe

no es especialmente notable en el desarrollo internacio- prcnal del campo de la comunicación. En un resumen del pa]argumento que pretendo exponer, a manera de hipóte- i ca<sis, cabe reconocer que la institucionalización de la co- ~amunicación como carrera universitaria y como campo ~ntde producción de conocimiento académico en México, mtsigue pautas que no se originaron en México, y que en abltodo caso las es'pecificidades nacionales del campo paJacadémico formado alrededor de las actividades uni- su!versitarias de investigación y de formación profesional ]en comunicación son producto de factores tanto nacio- paJnales como, digamos, transnacionales, concretamente ~sllos manifiestos con mayor fuerza en Estados Unidos, Inspor una parte, y en América Latina como región, por I r quotra. tar

Por ello pr~sento este ~rabajo divid~d.o en tres seCCiO- ! " brE

nes, que remiten respectivamente a VISiones del campo ml

en Estados Unidos, en América Latina y en México, tra- m¿tan~o d~ ,articularl,as !llediante el concepto ?e ~nst~tucio- 1: annallzaClon academlca y subrayando distinciones J mEconceptuales y empíricas entre campos, disciplinas y S.cprofesiones de la comunicación en las tres escalas espa- 1 naciales. La primera sección es más bien una reseña, notas: ! alEde lectura. La segunda va un poco más allá: por supues- i ¡ Bato, con toda la provisionalidad del caso, es ya una versión "unque intenta sintetizar una especie de diagnóstico auto- la

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crítico de académicos latinoamericanos de la comunica-ción. La tercera sección, referida a México, es sobre todouna invitación al debate o, más bien, la respuesta a lainvitación cursada y formulada por los coordinadores delcoloquio.

Del fermento al futuro del campoen una décadaEl número de verano de.1983 del Journal of Communica-lion estuvo dedicado, bajo el título Ferment in the Field(fermento en el campo), a explorar las implicaciones yproponer respuestas a una serie de "cuestiones sobre elpapel de los académicos e investigadores de la comuni-cación, y de la disciplina en su conjunto, en la sociedad".La importancia de la revista de la ICA en la comunidadinternacional de estudiosos de la comunicación y elinterés que suscitó la convocatoria de los editores paraabordar este tema, generó un conjunto de 35 ensayospara el número y una polémica que continuó en los añossubsiguientes, sin llegar realmente a agotarse..De hecho, la recurrencia del debate autorreflexivo

parece ser una característica esencial del campo deestudio de la comunicación en Estados Unidos, donde seinstitucionalizó primero y más sólidamente que en cual-quier otra parte del mundo. Es clásico (y referencia cons-tante en Ferment in the Field) el debate que suscitó unbreve artículo de Bernard Berelson ("The State of Com-munication Research") publicado en el número de pri-mavera de 1959 del Public Opinion Quarterly, en queanurlció que el campo se estaba "marchitando". De in-mediato, en el mismo número de la revista, WilburSchramm comentó que "el cadáver parecía extraordina-riamente vivo"; David Riesman resaltó la creatividad dealgunas investigaciones entonces recientes, y RaymondBauer interpretó las palabras de Berelson más bien comoun "desbordamiento de fronteras". Berelson se refería ala pobreza teórica del campo; los demás, especialmente

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Schrarnm, a su creciente fortaleza como institución aca-démica.

En el debate de 1959, así como en el de 1983, ladistinción establecida en los cuarenta por Paul Lazars-feld entre la investigación "administrativa" y la "investiga-ción crítica" fue un eje organizador muy socorrido.Habría que recordar que tal distinción tenía por objetorelacionar la investigación orientada a la construcción desistemas "técnicamente superiores" por la corriente po-sitivista dominante, representada por el propio Lazars-feld, con los aportes de la teoría crítica de la Escuela deFrankfurt, en la persona de Theodor Adorno, a quienLazarsfeld asignó la tarea de "explicar las cuestiones Estecruciales". Ambos trabajaron juntos a finales de los trein- intrcta en la Oficina de Investigación de Radio en Princeton, ciendonde Adorno fue director musical y Lazarsfeld director de 1;general, antes de partir cada uno a las universidades la ledonde realizarían sus respectivas obras mayores; el pri- acalmero a Berkeley y luego de regreso a Frankfurt, mientras Unilel segundo se dirigía a Columbia, sede del célebre Buró térrde Ciencia Social Aplicada. en 1

No deja de ser interesante que los términos de Lazars-feld se hayan convertido en la fórmula de una oposicióny, como tal, en una clave de interpretación de la crisis o"fermento" del campo de la comunicación en los ochen-ta. Muchos autores adoptaron como clave epistemológi-ca la "inconmensurabilidad de los paradigmas" de Kuhn(1962) y la oposición empirismo/racionalismo, para ex-plicar, por factores extracientíficos, la divergencia entrela investigación "administrativa" y la "crítica". La distin-ción entre la organización social del campo y su institu-cionalización intelectual está asociada a esa divergencia.Entre otros, un artículo de Melody y Mansell en Fermentin the Field aborda directamente esta clave:

Las más profundas fuentes de fermento en el campo dela comunicación se encuentran en los vínculos o alinea-mientos de la teoría y la investigación con factores políti- r ~cos y económicos. Para el investigador llamado empírico [!~~":'IIII_.

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o administrativo, se excluyen del análisis los asuntos rela-cionados con la estructura de las instituciones económi-cas y políticas (y a veces de las instituciones sociales yculturales también), la centralización del poder, las carac-terísticas de las relaciones dominante/dependiente y losincentivos de los intereses parciales. Las premisas de lainvestigación crítica contradicen y desafían los fundamen-tos de la tradición administrativa, al poner en cuestión yenfocar los esfuerzos de investigación sobre los cambiosen las relaciones asimétricas políticas y económicas -yal concluir que éstas son precondiciones del cambio sig-nificativo (Melody y Mansell, 1983: 104-105).

Este dualismo refleja el impacto del debate que Kuhnintrodujo en el campo de la filosofía y la historia de laciencia y desde ahí el afán de legitimación intelectualde la investigación de la comunicación en oposición ala legitimación social de la práctica, aun en el entornoacadémico liberal y fuertemente apoyado de EstadosUnidos. Melody y Mansell planteaban la divergencia entérminos que nos resultaban, hace diez años y todavíaen la actualidad, muy familiares en América Latina:

Las distinciones fundamentales no radican en el ámbitoabstracto de la teoría y la metodología. Radican en laselección pragmática de los problemas del mundo real yel uso subsecuente de técnicas de investigación paraconducir el análisis. La base real de la dicotomía entre lastradiciones crítica y administrativa radica en el alinea-miento de los investigadores al statu quo contra los cam-bios en las relaciones institucionalizadas de podereconómico y político. Una trayectoria que no lleve a undebate interminable sobre dicotomías irreconciliables co-mienza con el supuesto de que toda teoría e investigaciónen ciencias sociales incluye tanto elementos objetivoscomo subjetivos. Estos elementos se aparean a través delproceso dinámico de la actividad de la investigación quese mueve en una relación dialéctica entre la teoría y lapráctica. De manera que las diferencias entre las tradicio-nes de investigación existen. Están vinculadas con losobjetivos económicos, políticos y sociales que permeanla práctica de investigación. No son meras disputas teóri-

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cas que puedan resolverse por medio del debate acadé- arte,mico (ibid.: 109-110). nen:

las riEsta cita ilustra, a mi manera de ver, cómo la divergencia final)percibida en términos de "paradigmas" tenía raíces disci-plinarias tanto como ideológicas (en el sentido político), ypermite hipotetizar que la ambivalencia de la constitucióncomo disciplina de la investigación de la comunicación eslo que, al "cruzarse" con los patrones ideológicos de ladependencia y el "subdesarrollo", y con los "objetivoseconómicos, políticos y sociales" de la investigación enlos países latinoamericanos, generó una oposición ma-niquea que obstaculizó el desarrollo metodológico delcampo al hacer irreconciliables, por ejemplo, el empirismoasociado a los estudios "administrativos" o "funcionalistas"y el compromiso con la transformación social asociadoa los análisis "críticos". Uno de los investigadores nortea- Diezmericanos con mayor experiencia en la investigación de fomla comunicación en América Latina, Everett Rogers, llegó quea plantear que la síntesis entre la investigación crítica y antEla administrativa se generaría en Latinoamérica, donde mislambas corrientes estaban en una relativa "igualdad de acalfuerzas", pretensión que ha sido retornada por muchos el dIlatinoamericanos. nún

Esta clave no es la única pero quizá sí la predominante to cen los ensayos reunidos en Ferment in the Field. George su fGerbner, editor del número, tituló su epílogo "La impor- ca~tancia de ser crítico -cada quien a su modo" y en él fijó sint~su posición: mar

el nEl principal debate académico, como indica este simpa- .sio, no es tanto entre la investigación "crítica" y la "admi- la cnistrativa" (ya que ambas son necesarias para diferentes nopropósitos) sino entre diferentes acercamientos a las fun- t órciones fundamentalmente críticas de la academia (Gerb- e

ner, 1983: 356). v~r~con

Para recuperar el sentido crítico de la academia, a su .propio modo, Gerbner argumenta que las oposiciones te yentre conocimiento básico y aplicado, entre ciencia y y la~.:

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arte, entre análisis cuantitativo y cualitativo, no se sostie-nen ni lógica ni prácticamente, independientemente delas razones históricas que lo hicieron creer así. Porque,finalmente,

La tarea critica de una disciplina es interpelar los términosdel discurso y la estructura del conocimiento y del poderen su propio ámbito y contribuir así al desarrollo humanoy social. Aquellos que buscan y que luchan por ese fin son

, académicos criticos en el mejor y más básico sentido dela palabra. Ellos deben ser capaces de buscar y luchar sininhibirse por los mitos que les quitan las oportunidades olos medios a su alcance. El fermento en el campo, suexpresión y respuesta ante él en este simposio, atestiguala vitalidad de la disciplina y su capacidad de acometerlas tareas criticas (ibid.: 362).

Diez años después, la "misión" de la disciplina no puedeformularse en los mismos términos, comenzando por-que la identidad de la propia disciplina está, como nuncaantes, en duda y es mucho menos explícito el compro-miso de los investigadores con su papel social comoacadémicos. El Journal of Communication, celebrandoel décimo aniversario de Ferment in the Field, dedica susnúmeros de verano y otoño de 1993 a "un reconocimien-to colectivo del saber académico de la comunicación ysu futuro" bajo el título, precisamente, de El futuro delcampo. Los editores, Mark Levy y Michael Gurevitch,sintetizaron en la convocatoria a las colaboraciones unmarco deliberadamente provocativo y posmoderno parael nuevo debate, ahora llamado "reconocimiento":

.Las controversias pasadas en el saber académico dela comunicación han sido en buena medida resueltas yno han emergido nuevas controversias de ese ordenteórico. La "comezón" por descubrir un paradigma uni-versal de la comunicación ha sido sustituida por unacómoda aceptación del pluralismo teorético.

.El saber académico de la comunicación está renuen-te y es incapaz de influir tanto la práctica del periodismoy la comunicación como la formulación de políticas co-

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municacionales. En el futuro, deberá orientarse más a la hO pinvestigación socialmente relevante. acE

Al b d '. d 1 .., 1 f ~l t coru .sa er aca emlco e a comurncaclon e al astatusd.. l.. d ' 1 d .secc

ISClp mano porque carece e un nuc eo e conocl- .1miento y por tanto la legitimidad institucional y académi- ~Ia r

.. d . 1 mveca sigue sien o una quimera para e campo.

.La guerra fría política ha terminado, pero las batallas co~~ideológicas y metodológicas -como las que se dan en- Rtre los deterministas psicológicos, culturales, económi- h O~'cos, textuales y tecnológicos- continúan fragmentando d ~

Igrnuestro campo. h

.La cuestión de los efectos de los medios permanece cuacomo l.a c~j~ negra perpetua de la investigación de la di~comurncaclon y aun plantea las preguntas menos con- .

testadas (Levy y Gurevitch, 1993: 4). eJ~Entre las colaboraciones recibidas se encuentra un ~~

número "insuficiente" proveniente de "las ricas tradicio- I l~(

nes fuera de los Estados Unidos" (de los 26 artículos ~i'~incluidos en el primer volumen, sólo uno, del italiano dioPaolo Mancini, tiene origen "latino"), pero hay muchas a!más mujeres entre los autores que diez años atrás, he- porchos que resaltan los editores, antes de explicar por qué nes

subtitularon El futuro del campo con una disyunción:entre la fragmentación y la cohesión.

Para sobresimplificar (pero sólo un poco), vemos el cam-po académico de la comunicación más o menos comouna distribución modal de dos-y-medio: una parte, cien-cia pura del comportamiento; una parte, estudio huma-nístico interpretativo; y una tercera, mucho menor, pizcade estudios sobre políticas de comunicación. Varios delos ensayos que siguen consideran si este estado de cosases bueno, malo o indiferente para el saber académico dela comunicación (ibid.: 5).

JarSin duda, hay una gran distancia entre los planteamien- notos de Ferment in the Fieldy los de The Future of the Field, pa:que marcan de alguna manera el horizonte actual del cocampo. Para comenzar a explorar ese horizonte, en este deprimer acercamiento a la más reciente revisión del cam-

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po por los académicos del "primer mundo", convocadoshace unos meses por el Journal of Communication, sóloconsideraremos algunos de los artículos de la primerasección del primer volumen, aquellos agrupados edito-rialmente bajo el rubro "El status disciplinario de lainvestigación de la comunicación", que son los quecorresponden más a los propósitos de este trabajo.

El artículo que abre la sección es el del sueco Karl ErikRosengren, que en Ferment in the Field cuestionaba sihabía en "La investigación de la comunicación ¿un para-digma o cuatro?". Ahora desde su título "Del campo a loscharcos de ranas" (sin signos de interrogación) afirmaque el eje de las discusiones se ha desplazado de ladimensión cambio radical/regulación social (es decir uneje orientado por ideologías políticas), a la dimensiónsubjetivism%bjetivismo (a su vez definido más bien porideologías científicas). Pero, al mismo tiempo y quizá porello, el campo "se caracteriza hoy más por la fragmenta-ción que por la fermentación" (Rosengren, 1993: 9). Sudiagnóstico no es finalmente muy optimista, aunque pro-pone "combinaciones, comparaciones y confrontacio-nes":

Después de un periodo de fermentación en el campo (sies que alguna vez hubo campo en el sentido estricto de lapalabra) parecemos haber terminado en la fragmentacióny un amenazante estancamiento. Aquellos que esperabanconfrontación y cooperación positivas tienen motivospara estar decepcionados. En vez de eso, parecen predo-minar una desganada aceptación o indiferencia haciatradiciones de investigación que no sean la propia. Ten-dencias como ésta pueden muy bien ser las causas prin-cipales de ese incierto status disciplinario que aún flagelaa nuestro campo (ibid.: 14).

James R. Beniger, en "Comunicación-Adoptar el objeto,no el campo", el segundo artículo de El futuro del campo,parte de un diagnóstico bibliométrico que encuentra lacomunicación en todas las disciplinas de las humanida-des, las ciencias sociales, cognitivas, del comportamien-

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Tto, de la vida, de la computación y hasta de las matemá- conticas. Sin embargo, cuestiona la constitución teórica del verscampo: sibI,

estrAunque ninguna disciplina podría abarcar el rango com- te epleto de interés académico en la información y la comu- melnicación, ciertamente cualquier campo organizado que ensse llame a sí mismo comunicación debería esperarse que ciÓIocupara un papel central. Lamentablemente el hecho ha frorsido el opuesto. El campo americano [sic I de la comuni- nid'cación, al menos en su núcleo institucional de investiga- ció;ción y docencia, asociaciones y conferencias, libros detexto y revistas, no ha avanzado mucho hacia sus propó- p!~sitos después de casi medio siglo CBeniger, 1993: 18). CIO]

(Cr,Mediante un modelo de "cuatro Cs", Beniger propone t teóuna reconstrucción teórica centrada en el reconocimien- (deto del objeto de estudio y no del campo institucionali- ;.lado. Las cuatro Cs refieren a la cognición, la cultura, elcontrol y la comunicación.

Como una de las cuatro Cs, la comunicación no repre-senta un objeto {subjectj de estudio, o un fin en sí misma,sino un medio para otro fin -un método para integrar losconceptos, modelos y datos de muchas disciplinas. Todo KIcomportamiento humano es instigado, configurado y aconstreñido por la información y la comunicación, des- alcpués de todo, tanto desde su interíor -por la socializa- r delción, percepción y cognición- como desde su exterior f qUI-a través de la interacción humana, la estructura social r esty las tecnologías C...). Reconstituido en términos del mo- r hadel o y método implicados por las cuatro Cs, el campo no ! te Jse concentraría tanto en las manifestaciones particulares dede la comunicación. El campo se dedicaría en cambio ala comprensión más sistemática e integrativa de un con-junto mucho más amplio de fenómenos que son al mismotiempo ~ognitivos, culturales, conductuales y socialesCibid.: 21). I

Esta propuesta de unificación teórica, como muchasotras antiguas y recientes, ubica la viabilidad de la re-

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constitución del campo en decisiones subjetivas, en con-versiones diría Kuhn, que resultan prácticamente impo-

I sitIes por la organización misma del campo, comoI estructura social, sujeta a más factores que los puramen-te epistemológicos. Estos factores tampoco son amplia-mente considerados por Robert T. Craig en el siguienteensayo, "¿Por qué hay tantas teorías de la comunica-ción?", cuestión que explica por el borramiento de lasfronteras teóricas entre las ciencias sociales y las huma-nidades, pero sobre todo por la creciente falta de distin-ción entre teoría y práctica, proveniente del crecientepredominio de una epistemología que privilegia la fun-ción constitutiva sobre la explicativa en la teoría social(Craig, 1993: 31). Craig constata la dificultad de unificarteóricamente el campo y termina regresando a su puntode partida:

El diálogo en la disciplina avanzará conforme reflexione-mos sobre los varios modos de teoría y sus sesgos ylimitaciones característicos. Situado dentro de tal diálogo,el trabajo en nuestro campo no podrá sino compro-meterse con los asuntos de interés más amplio en lasciencias humanas (ibid.: 32).

Klaus Krippendorff ofrece una reflexión de mucho mayoralcance sobre la misma línea en su artículo "El pasadodel futuro esperado de la comunicación", partiendo deque casi toda la investigación de la comunicación haestado orientada por el estudio de los mensajes, lo cualha generado explicaciones "objetivistas e implícitamen-te normativas" (Krippendorff, 1993: 34), desde el origendel campo:

estudios que correlacionan variables del mensaje y efec-tos, indagaciones sobre la efectividad de diferentes dise-ños de mensajes, uso de teorías matemáticas parapredecir cambios de actitudes por la exposición a losmedios, etc. Ninguno de éstos considera a los participan-tes humanos en el proceso como entes capaces de arre-glar sus propios significados, de negociar sus relaciones

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-yentre ellos mismos y de reflexionar sobre sus propiasrealidades (ibid.: 35).

La emergencia del constructivismo en sus diversas mo-dalidades para teóricamente volver a in-corporar el co-nocimiento en los sujetos, puede tener para Krippendorffverdaderas consecuencias revolucionarias (en el sentidokuhniano de la revolución copernicana) al constituir unhito en la investigación de la comunicación que defineuna "nueva" oposición teórico-práctica:

No estoy anticipando que la investigación de la comuni-cación centrada en el manejo de los mensajes vaya adesaparecer. La gente que ocupa posiciones de autoridadestá muy ansiosa por adoptar construcciones determinis-tas de la realidad que les pueden ofrecer el prospecto de El tforzar la predictibilidad y la controlabilidad sobre otros. Lo de~atestigua el uso del vocabulario de esta orientación en los vasmedios masivos, la política, la educación, la publicidad, halas relaciones públicas y la administración. Los investiga- .dores de la comunicación se pueden refugiar en este CUccómodo nicho donde las explicaciones del manejo de losmensajes son reforzadas y los operadores de los interesesmanipulatorios son recompensados (ibid.: 40).

La alternativa que presenta la epistemología constructi-vista y que puede llevar a una "nueva y virtuosa síntesis"según Krippendorff, tiene tres componentes: primero,considerar a los seres humanos como entes cognitiva-mente autónomos; segundo, como practicantes reflexi-vos de la comunicación con otros; y tercero, "comointerventores moralmente responsables, si no es quecreadores, de las mismas realidades sociales en las cua-les acaban viviendo" (ibid.: 40). ME

De alguna manera, el artículo de Brenda Dervin, "Ver- afibizar la comunicación: cometido para la invención disci- implinaria", profundiza y simplifica más, al mismo tiempo, c~éel diagnóstico y la línea de desarrollo teórico-metodoló- dlfgico: co

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La mayor parte de las polaridades que dividen nuestrocampo -teorías universalistas/contextuales, investiga-ción administrativa/crítica, enfoques cuantitativos/cuali-tativos, micro/macro, teórico/aplicado, feminista/nofeminista- son síntomas, no la enfermedad. Son pálidosindicadores de algo más fundamental. Y dado que lo quees fundamental nos elude, vemos por todas partes tantotolerancia (cómoda aceptación del pluralismo teórico)como disensión (pugnas ideológicas y metodológicas).(...) La raíz aquí está en la cuestión de la diferencia -tantolas diferencias entre diversos sectores de nuestro campocomo las diferencias esenciales de lo que estudiamos-las diferencias que caracterizan a los seres humanos, susvidas simbólicas y sus productos simbólicos (Dervin,1993: 45).

El tratamiento de la diferencia, para Oervin fuertementedesarrollado en las teorías de las prácticas comunicati-vas, se ha visto oscurecido por lo que la comunicaciónha importado de otras ciencias sociales y humanas, locual es innecesario pues

Conforme vamos sofisticando nuestra comprensión deldiscurso, comenzamos a entender que incluso el actometodológico de localizar la diferencia -el acto de dife-renciar- es en sí una imposición de patrón. En suma,cuando diferenciamos, debemos poner la diferencia enalguna parte. En nuestro campo hoy hay dos sitios prima-rios: uno es en la cultura; el otro en la agencia. Superficial-mente parecen ser dos movimientos metodológicos muydistintos. Pero desde el punto de vista de este ensayo seconstruyen de modos fundamentalmente idénticos. Am-bos tratan la diferencia sin hacerlo (ibid.: 49).

Mediante la metáfora del verbo y el sustantivo, Dervinafirma que la influencia de otras ciencias sociales haimpedido recuperar la verbicidad, procesualidad en ac-ción, de la comunicación: "fallamos al conceptualizar la 'diferencia como diferenciación, como un movimientocomunicativo, como una condición fundamental de laexperiencia humana" (ibid,: 50).

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Lo que importa más sobre la diferencia a lo largo deltiempo es que comienza a forzamos a atender la diferen-cia como fundamental, no como un nombre sino comoun verbo, como diferenciar. Al hacer eso podremos em-pezar a capitalizar el estudio de la comunicación. Con talcambio nuestro campo podría volverse sobre sí mismo,porque las diferencias son diferencias en la comunica-ción; las diferencias adquieren existencia en la comuni- De:cación; las diferencias se rigidizan en la comunicación; S~,Elas diferencias se salvan en la comunicación; y las diferen- CIOcias se destruyen en la comunicación. De la misma ma- j gernera, las estructuras que tratan de homogeneizar la I cacdiferencia, así como las que tratan de exponerla adquie- cieren existencia en la comunicación; mantienen, rigidizan cory desaparecen en la comunicación (ibid.: 51). nac

Finalmente, dice Dervin, nuestro campo ha hecho másque cualquier otro de las ciencias sociales para moversede las "teorías y metodologías-sustantivo" a las "teorías ymetodologías-verbo" (ibid.: 52), que es el movimientoque permite tratar las diferencias y deshacer las dicoto-mías no esenciales. En comunicación "sabemos muchoque no sabemos que sabemos" (ibid.: 52), por lo que lasalida a la crisis del campo está en el interior de la propiadisciplina.

El último de los artículos de El futuro del campo queconViene comentar aquí es el escrito por Gregory J.Shepherd, "Construyendo una disciplina de la comunica-ción", que plantea de una manera más radical aún estacuestión. Parte de la idea de que las disciplinas no sedefinen por sus núcleos de conocimiento (epistemolo-gías), sino por sus "Visiones del Ser" (ontologías). El statusdisciplinario de un campo depende entonces del sta-tus ontológico de la "idea fundacional" de ese campo, y I AuIel campo de la comunicación carece de ese status debi- p.UEdo a la idea de comunicación construida en el siglo XVII: VI a

trajLo que los campos de estudio que llamamos "disciplinas" cartienen y la comunicación no, no son objetos más delimi- da(tados y cognoscibles, ni historias más largas de establect- dismiento del saber, ni compromisos metodológicos la I

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compartidos para comprobar el conocimiento, ni algo así,sino ontologías únicas que proponen como materialmen-te esenciales al Ser, y un cuerpo de discípulos comprome-tidos con la naturaleza fundacionalista de sus creencias(Shepherd, 1993: 85).

Desde un planteamiento radicalmente posmoderno,Shepherd indica que la "insignificancia" de la comunica-ción tiene su origen en la derrota de los sofistas y en lageneralización, hace 300 años, del postulado de la bifur-cación materialista/idealista sobre la que se edificó laciencia y la modernidad y que la Royal Society adoptócomo su lema en 1622: Nullius in verba, las palabras sonnada; no hay nada en las palabras.

Nuestro reto es responder a la visión modernista de unmundo bifurcado y la comunicación como inesencial demanera que legitime nuestros intereses. Nuestras opcio-nes son básicamente tres: a) podemos aceptar la bifurca-ción y la visión de la comunicación de la modernidad,pero tratar de obtener legitimidad a través de la asocia-ción al servicio de otras disciplinas (la respuesta indisci-pliaria); b) podemos rechazar la bifurcación modernistaaceptando la inesencialidad de la comunicación argu-mentando contra la legitimidad de toda idea esencialista(la respuesta antidisciplinaria); c) podemos negar la bi-furcación modemista afirmando que la comunicación esfundacional y tratando de impulsar una ontología únicade la comunicación (la respuesta disciplinaria). Cadauna de estas respuestas está asociada a un conjunto

~ particular de desafíos que tendrán consecuencias para eldesarrollo del campo (ibid.: 88).

Aunque explícitamente no se inclina por ninguna res-puesta de las tres posibles, el propio Shepherd está ob-viamente alineado con la tercera: la que niega latradición heredada de la modernidad, y en la que elcampo disciplinario "no está enfocado sobre la efectivi-dad ni organizado por el contexto. Más bien, el campodisciplinario investigaría el aterrizaje general del Ser enla comunicación y averiguaría los modos en que son

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'comunicacionalmente' construidas las manifestaciones ac'parti,~u~a~es de la existencia (como individuos o socieda- p~

des) (Ibld.: 90). do'Si como indica el propio Shepherd, disciplina viene del fut;

latín disciplina: instrucción de discípulos, y los discípulos qu~son instruidos en una doctrina, en la que son "indoctri- ec(nadas" por los "doctores", la propuesta posmoderna para tela legitimación del campo de la comunicación sobre la culbase de la construcción de una ontología propia (de la ,cual se derivara más una fe que un conocimiento) sugie- lugre que la reflexión del campo académico sobre sí mismo "mparece regresar, por otra vía, al modelo de "comunidad COIcientífica" y de paradigma como "matriz disciplinaria" de ancKuhn, y que, por tanto, su "reconstrucción racional", a la COI

Lakatos, es imposible. m¿COI

El ambivalente futuro del desarrollo li~~d d. l .' CIC

epen lente atmoamencano núlSin cambiar de tema, pero sí de escala espacial, cabe SO(rescatar de la larga y detallada revisión de las trayectorias 1que a partir de 1960 ha seguido el estudio de la comuni- COIcación en América Latina, publicada hace un año (Fuen- no,tes, 1992a), algunas de las líneas de trabajo sobre las co:I cuales parecen estarse desarrollando los avances más en!!

productivos en esta última década del siglo XX en el t,ar, subcontinente. tld,

Para ello, es necesario considerar el entorno más ge- imneral en que nuestro campo de estudio ha ido concre- ne¡tanda sus posibilidades. Los sistemas comunicativos e COIinformativos y sus multidimensionales articulaciones rescon los sistemas económicos, políticos y culturales, tanto tel.

globales como nacionales y locales, han estado cam- a.hibiando radical y aceleradamente en los años más recien- ngltes y sin duda lo seguirán haciendo. El campo de la ex!comunicación, en este contexto, ha sido claramente terrebasado, tanto en sus límites disciplinarios que acaban na~haciéndose pedazos, como en cuanto a sus recursos del

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académicos que se muestran cada vez más precariospara dar cuenta de las transformaciones en curso. Lasdos grandes temáticas que impulsan esta apertura alfuturo/ruptura con el pasado, son la de laglobalización,que exige consideraciones macrosociales, sobre todoeconómicas y políticas, y la de las identidades, que remi-te a enfoques microsociales, especialmente políticos yculturales.

Vista desde ambos frentes, la comunicación ocupa unlugar central aunque no homogéneo: en la perspectiva"macro", dominada por la tecnología y su desarrollo, lacomunicación es reducida a información; en la "micro",anclada en la vida cotidiana y su carácter simbólico, lacomunicación se identifica con la significación. Por ello,más allá de los ocultamientos del saber inducidos por lascorrientes "neoliberales" y "posmodernas", la conceptua-lización teórica y la práctica estratégica de la comunica-.ción aparecen, también en América Latina, como elnúcleo de uno de los desafíos prioritarios de las cienciassociales en los noventa.

Pero hay que recalcar aquí que para el estudio de lacomunicación en los países dependientes como los lati-noamericanos, los imperativos científico-epistemológi-cos y ético-políticos son dobles: no sólo es necesarioentender lo proveniente de los países hegemónicos, sinotambién lo que, desde la base de nuestras propias iden-tidades, media nuestra posición en el mundo. De ahí laimportancia de afirmar y extender los criterios de perti-nencia social del trabajo académico, que han sido unaconstante entre las preocupaciones de los investigado-res latinoamericanos desde los trabajos pioneros de Mat-telart, Pasquali, Verón, Beltrán y Freire. Pero también deahí la importancia de afinar y extender los criterios derigor científico que impidan caer nuevamente en losextremos discursivos ultraideologizados de los años se-tenta o en las sofisticadas metáforas hoy de moda. Algu-nas "pistas" para la "deconstrucción de la crítica y rediseñodel mapa" orientador del campo, propuestas por JesúsMartín Barbero para "pensar la sociedad desde la comu-

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nicación", señalan uno de los retos más sugerentes para pel estudio universitario de la comunicación/cultura en Am~América Latina: laci,

cierColocada en el centro de la reflexión filosófica, estética y consociológica sobre la crisis de la razón y la sociedad mo- miedema, la problemática de la comunicación desborda hoy noslos linderos y los esquemas de nuestros planes de estudioy de nuestras investigaciones. El campo que hasta hace puepoco acotaban con nitidez las demarcaciones académi- esp(cas ya no es más el campo de la comunicación. Nos guste t<?tao no, otros desde otras disciplinas y otras preocupaciones vlstéhacen ya parte de él. Necesitamos asumir el estallido y crítirediseñar el mapa de las preguntas y las líneas de trabajo. pertPero al mismo tiempo la crisis económica y el desconcier- pro<to político hacen más fuerte que nunca la tentación invo- do 1lutiva en nuestros países (Martín Barbero, 1992: 31). con:

casResistir esa tentación de "volver a los sesenta", "simplifi- tasocar" nuestras herramientas de trabajo y conformamos ! estacon una neutral y eficientista concepción instrumental : Gid<de la comunicación implica para los académicos latinoa- '

mericanos asimilar el "estado de la cuestión" en el mun-do y alcanzar el nivel de competencia académicarequerido para seguir el paso de evolución del objeto deestudio, pero al mismo tiempo, hacerlo con prioridadesextremadamente precisas y recursos mucho más limita-dos que en los países centrales, comenzando por eltiempo socialmente disponible. Conviene entonces res-catar la importancia de la reflexión epistemológica,"frente al auge de las corrientes neo-positivistas y a lafascinación por las herramientas tecnológicas que lasacompañan", como han señalado los Mattelart (1987).

De esta manera, en medio de la llamada "crisis de losparadigmas" de las ciencias sociales hacia las que seabre el estudio de la comunicación, parece ser indispen-sable re establecer la discusión teórica pero, quizá a di-ferencia del "primer mundo", desde una perspectivaepistémica y referencial más amplia que el ámbito espe-cífico de la teoría.

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Puede no ser demasiado ingenuo sostener que enAmérica Latina debería ser posible emprender la formu-lación sistemática del conocimiento y el instrumentalcientíficos disponibles para dar cuenta de la realidadcomunicacional que nos circunda y nos atraviesa, asu-miendo al menos tres lecciones que las décadas pasadasnos han dejado: que la teoría de la comunicación nopuede elaborarse unidisciplinariamente, sino desde elespacio conceptual de la sociocultura en términos detotalidad histórica; que las herencias epistémicas positi-vistas, deductivistas y funcionalistas han de desmontarsecríticamente para dar paso a lógicas más complejas ypertinentes al objeto, la acción intersubjetiva; y que laproducción de conocimiento y el conocimiento produci-do no pueden desarticularse, por lo que los modelos aconstruir deberán ser elaboraciones teórico-metodológi-cas operables y confrontables con las prácticas concre-tas. De alguna manera, en términos de práctica científica,esta perspectiva está en consonancia con el análisis queGiddens y Turner hacen de La teoría social hoy:

...a lo largo de las dos últimas décadas ha tenido lugar uncambio espectacular. Dentro de la filosofía de la ciencianatural, el dominio del empirismo lógico ha declinadoante los ataques de escritores tales como Kuhn, Toulmin,Lakatos y Hesse. En su lugar ha surgido una "nueva filoso-fía de la ciencia" que desecha muchos supuestos de lospuntos de vista precedentes. Resumiendo decididamenteesta nueva concepción, en ella se rechaza la idea de quepueda haber observaciones teóricamente neutrales; ya nose canonizan como ideal supremo de la investigacióncientífica los sistemas de leyes conectadas en forma de-ductiva; pero lo más importante es que la ciencia seconsidera una empresa interpretativa, de modo que losproblemas de significado, comunicación y traducción ad-quieren una relevancia inmediata para las teorías cientí-ficas. Estos desarrollos de la filosofía de la ciencia naturalhan influido inevitablemente en el pensamiento de laciencia social, al tiempo que han acentuado el crecientedesencanto respecto a las teorías dominantes en la "co-rriente principal" de la ciencia social. El resultado de tales

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cambios ha sido la proliferación de enfoques del pensa-miento teórico (Giddens y Tumer, 1990: 11).

Podría decirse que, por caminos más relacionados conla necesidad histórica que con la reflexión epistemológi-ca, las ciencias sociales latinoamericanas se han adelan-tado a esos movimientos y que, en ese contexto, la difícily nunca consolidada constitución disciplinaria del estu-dio de la comunicación, que tantas desventajas nos haacarreado, es precisamente la condición de posibilidadde su nuevo desarrollo dentro del proceso de estableci-miento de una nueva síntesis para las ciencias sociales.El no haber tenido nunca la posibilidad, en AméricaLatina, de convertirse en una "ciencia normal" a la Kuhn,es decir, de haber basado su desarrollo en torno a uno ovarios "paradigmas", es lo que ahora proporciona la "mo-vilidad" necesaria para seguir persiguiendo su objeto ygenerando socialmente sentido sobre la producción so-cial de sentido.

En síntesis, reconociendo que la producción de cono-cimiento sobre la comunicación es en sí misma unapráctica sociocultural y comunicacional determinada his-tórica y estructural mente, la discusión teórica deberíaintegrar a los investigadores comprometidos con el ob-jeto comunicación, independientemente de sus adscrip-ciones disciplinarias, así como las metodologías de lainvestigación de la comunicación integran conceptos einstrumentos desarrollados en otros sectores de la cien-cia social. De esta manera, creemos que el campo de lacomunicación, desde la teoría, debe construirse al mis-mo tiempo como un enfoque con identidad específica yabierto a los intercambios con otros enfoques sobre lasociedad y la cultura. En otras palabras, la relación conel debate teórico norteamericano y europeo debe sercompleja: hecha mediante convergencias y divergen-cias, rescatando las condiciones y propósitos comunes ypriorizando las diferencias.

Pero la visión que reconoce el carácter dependiente denuestras prácticas latinoamericanas de investigación de la

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comunicación y desde ellas pretende avanzar en la re-constitución (o, en muchos sentidos, constitución por vezprimera) del campo académico, se ve confrontada, concierta fuerza en los últimos años, por otra visión, "primer-mundista" y por ello quizá más dependiente, del estudiode la comunicación justificada en el (innegable) desarro-llo de algunas industrias culturales latinoamericanas, delcual se desarticularon la investigación y la formaciónprofesional universitaria. Aunque se refiere específica-mente a Brasil, la postura de José Marques de Melo noestá aislada ni es ignorable:

Estamos viviendo una gran crisis. Nosotros nos legitima-, mos porque las profesiones fueron reglamentadas, las~, escuelas fueron establecidas en las universidades y con-t tinúan siendo implantadas en universidades públicas; hoy

tenemos reconocimiento académico, mas es la enseñan-za la que está en crisis, como también otros segmentos

'(: de la actividad universitaria. Yo diría que el principal sín-i'{ toma de esa crisis es el distanciamiento de las escuelas~} de comunicación en relación a las demandas sociales.

Esos cursos surgen por presión de la sociedad, mas enseguida cortan sus lazos con la sociedad, principalmentecon las empresas del sector de la industria cultural. Esose evidencia en los años 80 como consecuencia de lainvestigación-denuncia y un cierto estigma que se crea enlas escuelas de comunicación en relación con la industriacultural. La industria cultural es "satanizada". Hay un dis-

f tanciamiento cada vez mayor, en la medida en que lasnuevas generaciones son formadas con un antídoto per-manente en relación a la industria cultural. Es una contra-dicción brutal porque 'esas nuevas personas van a trabajaren la industria cultural, y sin embargo se crea en lasescuelas un odio visceral en relación a ella (Marques deMelo, 1991: 52).

A pesar de que en diversos foros se ha planteado lapreocupación por la creciente oposición entre ciertasopciones teórico-ideológicas y ciertas realidades de losmercados profesionales, no parece estarse acercandoningún consenso en América Latina al respecto, proba-

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blemente por falta de consideración a factores estructu- cos Erales más amplios o por la defensa de las posiciones i cionalcanzadas discursiva y prácticamente a lo largo de mu- : en léchos años. La resolución de esta "crisis", está claro, no y disvendrá sino de una reconstitución radical del campo, descno menos radical que la que en el plano epistemológi- r paraco ocupa a los norteamericanos. l des

Porque el campo académico de la comunicación en éticéAmérica Latina, como hemos afirmado en diversos tra- ' ría s

bajos anteriores (Fuentes, 1992b), se caracteriza por una ra C(desarticulación múltiple, cuyas consecuencias pueden enc(resumirse, muy apretadamente, en tres cuestiones: pri- la C(mera, que la investigación ha recorrido ciertos trayectosque casi nunca se han intersectado con los caminadospor la docencia, y por ende tanto el conocimiento produ-cido como el proceso de su producción difícilmente sehan integrado en la formación de los comunicadoresuniversitarios. Segunda, que el conocimiento -teórico yespecialmente el metodológico- desarrollado dentro yfuera de América Latina, no ha sido suficientementeconfrontado en la práctica social por los profesionales de Dla comunicación, ni las profesiones han sido capaces de .e 4

confrontarse con el conocimiento académico, sobre ms~todo con el más estrictamente crítico. Ambas relaciones raCldeberían cruzar el espacio de las escuelas de comunica- esplción y no parecen hacerlo. En su lugar, si acaso, circulan conlas descalificaciones mutuas y las pugnas ideológicas, nesreforzando la escisión "teoría-práctica". Tercera, que la del

búsqueda de legitimación académica de la comunica-ción como disciplina autónoma, aislándola institucional Lay operacionalmente de las ciencias sociales (y de las 1naturales, y de las artes y de todo lo demás), ha llevado e (

al efecto contrario: a la pérdida del impulso en la conso- Enlidación de su especificidad disciplinaria y al reforza- guiEmiento de la tendencia a reducir el estudio universitario conde la comunicación a la reproducción de ciertos oficios un lprofesionales relativamente establecidos. qUE

Además de la reflexión y discusión teóricas, impulsa-das por los investigadores y profesores, demasiado po-

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cos en relación con el número de estudiantes, de institu-ciones y de problemas, parece hacer falta para avanzaren la rearticulación del campo académico una reflexióny discusión sobre las implicaciones de la comunicacióndesde el punto de vista profesional, aspecto sobre el queparadójicamente se conoce muy poco en las universida-des latinoamericanas. En esta reflexión, la dimensiónética, más que la epistemológica o la económica, debe-ría ser prioritaria. Probablemente esta dimensión pudie-ra confluir con lo que Lozano y Rota resumen al tratar deencontrar la posmodernidad entre los investigadores dela comunicación en América Latina:

El pensamiento latinoamericano se proclama como unapráctica humanista y corresponde, en este sentido, a losideales críticos de la modernidad. No obstante, aunque lainvestigación latinoamericana adopte el ideal modernodel académico como crítico social y agente del cambiosocial, rechaza cada vez más los supuestos filosóficos yteóricos de tal activismo (Lozano y Rota, 1990: 67).

De ese nudo de contradicciones aparentes y reales, deinsuficiencias y obsesiones, se desprenden las conside-raciones sobre la viabilidad concreta de la rearticulaciónesperada, una de cuyas claves esenciales está en lacomprensión, y consecuente modificación, de los patro-nes de institudonalización, tanto cognitiva como social,del estudio de la comunicación en nuestras realidades.

La construcción de un futuro parael campo en MéxicoEn 1969, el sociólogo norteamericano John McHale, si-guiendo el estilo aforístico de "futurólogos" colegas suyoscomo Marshall McLuhan y R. Buckminster Fuller, publicóun libro estructurado alrededor de una especie de sloganque, completo, establecía que

El futuro del pasado está en el futuro

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El futuro del presente está en el pasado 11 reEl futuro del futuro está en el presente. i ql

nlAunque el contenido del libro enfatiza el desarrollo tec- lo:nológico como motor de la historia, puede ser interesan- cate recuperar una idea central de la que McHale parte: cc

péEl futuro es un aspecto integral de la condición humana. elEl hombre sobrevive, únicamente, por su capacidad deactuar en el presente con base en su experiencia pasada teconsiderada en términos de sus consecuencias futuras. Al nias~mi~ un ~uturo, el hombre hace soportable su presente ccy sIgnIficatIvo su pasado. Pasados, presentes y futuros.alternativos se entretejen en la anticipación y predicción rI<de sus futuras acciones (McHale, 1969: 3). pé

acSin duda es inquietante, en el sentido de estimulante s!(intelectualmente, el modo en que ciertas corrientes de tl<la sociología y la antropología contemporáneas abordan otel sentido colectivo del tiempo: como una construcción prsocial que legitima ciertas versiones de la historia pasada b~y diseña ciertos escenarios futuros como deseables, dI

probables o inevitables, y por tanto se constituye en un ~recurso esencial del poder. Por ello para pensar en la ~I(construcción de un futuro, es necesario recuperar, re- ~construir, reformular el pasado. Cé

El pasado del campo académico de la comunicación te

en México es tan breve que casi se confunde con el d.Epresente. Sus orígenes están tan cercanos a nosotros que ~l!la experiencia personal difícilmente los puede reconocer Incomo pasado, puesto que siguen siendo, en muchos CC

casos, memoria viva y, por lo tanto, presente. Por ello tr.'puede ser doblemente útil pensar que "el futuro del d~presente está en el pasado". Sl~

Pero "el futuro del futuro está en el presente". Quienes fparticipamos en este coloquio nos unimos hace no más ade tres décadas a este proyecto colectivo de instituir las plciencias de la comunicación en México. Hemos vivido la Cérealización de algunos de nuestros futuros imaginados, dEla frustración de otros y, lo que es más importante, la ac

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renovación y reformulación continua de los esenciales,que en no pocos casos constituyen el núcleo central denuestra identidad. El propósito de este coloquio, discutirlos temas centrales del campo académico de la comuni-cación en México para "reconfigurarlos reflexiva y re-constructivamente entre todos", invita a hablar sobre elpasado para ensanchar y solidificar, lo más que se pueda,el futuro de nuestro futuro.

Después de haber trabajado profesionalmente duran-te década y media en el campo académico de la comu-nicación, tanto desde una perspectiva "práctica" comocon el afán permanente de enmarcarlo y explicarlo "teó-ricamente", sostenemos que en México, como en otrospaíses, la reflexión de los profesores e investigadoresacadémicos de la comunicación sobre sus prácticas hasido un ejercicio constante, aunque no siempre sistemá-

, tico: gran parte de los documentos producidos contienenobservaciones, de distinto nivel y pertinencia, sobre elproceso, las condiciones y el significado del propio tra-bajo. No obstante, son relativamente escasos los estu-dios enfocados específicamente a la investigaciónmisma. Sucede algo similar que con la teoría, la profe-sión o la enseñanza universitaria: en las reuniones aca-démicas y en las publicaciones se encuentrancaracterizaciones y diagnósticos de ellas, frecuentemen-te coincidentes en dos o tres rasgos, pero rara vez análisisde cierta profundidad, aunque esto ha ido cambiandosignificativamente en los últimos años. Sea porque lainvestigación, la teoría, la profesión y la enseñanza de lacomunicación son consideradas tácitamente como es-tructuras transparentes; o tal vez, al contrario, por ladificultad de desentrañarlas, la autorreflexión critica ysistemática no parece haber anorado suficientemente.

No hay duda de que es la interrelación de muchosfactores, algunos de los cuales conocemos bien, la quepuede explicar, primero, el explosivo crecimiento delcampo académico de la comunicación y la aceleraciónde su tasa de reproducción en los ochenta, a pesar de lasadversas condiciones socioeconómicas. Después, los

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determinantes de la configuración que ha ido adquirien- q\do y que prefiguran algunas tendencias de desarrollo scfuturo. Hay muchos factores sobre los cuales se conoce remuy poco (por ejemplo, sobre los ejercicios profesiona- a<les) aunque es claro que, además de la desarticulación c<entre las principales estructuras del campo ya señalada, cihay también una muy grande y creciente heterogeneidad 01entre los sujetos y entre sus prácticas en el campo mis- plmo. Evidentemente, hay enormes "brechas" y fuertes VEdivergencias entre los actores, que hacen engañosas y t Céarriesgadas las generalizaciones, pero esa es otra razón i' bipara elaborar un análisis más riguroso y para basar la cidiscusión sobre el concepto de "campo", en vez de, por c<ejemplo, el de "sistema". c~

El concepto de campo (cultural, intelectual, académi- taca, educativo), que debemos a Pierre Bourdieu ya quie-nes lo han difundido, explicado y desarrollado entre l plnosotros, nos permite reconocer las tensiones y los des- I d.fases entre los actores que lo constituyen con sus prácti- q\cas, más que los ingredientes y articulaciones g~relativamente estables y homogéneos o las autorregula- n<ciones con que un sistema preserva su identidad, esto Cles, su estructura. Y es que lo que intentamos enfatizar es i elel análisis del desarrollo sociocultural; no tanto el del sccrecimiento cuantitativo, ni tampoco el de la evolución scestrictamente epistemológica. Por "campo académico" mentendemos, entonces, a bastante más -de hecho otra 1 ecosa- que el conjunto de instituciones en que se estudia a<la comunicación a nivel superior. Incluimos en él a la otteoría, la investigación, la formación universitaria y la eprofesión, y centramos el concepto en las prácticas que rerealizan actores o agentes sociales concretos -sujetos n~individuales y colectivos como nosotros- con el fin de plimpulsar proyectos sociales específicos: en este caso, mestructuras de conocimiento y pautas de intervención nisobre la comunicación social en nuestro país. ar

De ahí que cuando se especifica "campo académico",no es a las prácticas sociales de comunicación (masivas cco no) a las que se hace referencia, ni a las instituciones sic

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.que se han especializado en su ejercicio y en su controlsocial, sino a aquellas que toman a éstas como su refe-rente, es decir, las que son realizadas principalmente poracadémicos (universitarios), con el propósito general deconocer, explicar e intervenir en la transformación inten-cionada de las prácticas sociales de comunicación. Hayotros campos (profesionales, políticos, científicos, em-presariales, etc.) cuyas prácticas y objetos intersectan (aveces en confluencia, a veces en contraposición) con elcampo académico, cuyas fronteras no están siempre

I bien definidas en las prácticas concretas y en la concien-cia de los actores; pero ésta es precisamente otra de lascondiciones centrales que nos permiten acercarnos con-ceptualmente por esta vía a su análisis sin deformartotalmente su realidad.

Por supuesto, las prácticas académicas son tambiénprácticas sociales de comunicación, pero su especifici-dad se sostiene en la dimensión "meta-comunicativa"que constituyen para poder abordar sus propósitos degeneración, difusión, promoción y reproducción de co-nocimiento sobre la comunicación, sólo una parte delcual tiene pretensiones científicas. Visto de esta manera,el campo académico de la comunicación es un espaciosociocultural específico, en el cual concurren actoressociales sujetos a las determinaciones y condiciona-mientos que definen su identidad y sus funciones socia-les desde marcos mucho más amplios que losacadémicos por una parte y los comunicativos por laotra, pero que con su actividad, socialmente legitimadae institucionalizada, mantienen una cierta "autonomíarelativa". El campo, finalmente, es un espacio de tensio-nes y de luchas por la "realización del capital cultural"puesto en juego, aunque también de inercias y de acu-mulaciones, abierto a las afectaciones "externas" prove-nientes de la dinámica sociocultural (histórica) másamplia en que se inscribe.

Parece indiscutible que el campo académico de lacomunicación en México se origina en la carrera profe-sional que actualmente se imparte en más de cien insti-

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tuciones de educación superior. Su institucionalización erparte entonces de la licenciatura y casi se limita a ella, ! ccpues ni los posgrados ni los centros de investigación reocupan cuantitativamente un lugar significativo ni cuali- prtativarnente un papel central. Más bien, su existencia vomisma y su carácter siguen dependiendo en buena me- téldi da de las orientaciones de la carrera. mi

Varias veces he propuesto la idea del triple origen ': sofundacional de la carrera, que me parece esencial revisar in~para analizar la dimensión disciplinaria de los estudios te.de comunicación, es decir, la articulación pedagógica de desaberes y habilidades "objetivados" y "prácticos" (Oroz- ci<co, 1990) de los que los sujetos deben apropiarse para CiEconstituirse en profesionales. cu

En México -y América Latina- han predominadosucesivamente tres modelos fundacionales para la for- IbEmación de comunicadores, que de diversas maneras inlarticulan en el currículo los saberes "recortados" como ye,pertinentes en función de diversos perfiles y determina- m.ciones socioprofesionales. Cada uno de estos modelos, Inta su vez, ha configurado de distintas maneras el núcleo se]operante de la comunicación como disciplina ~cadémi- peca, sin que, no obstante, ninguno de ellos haya logrado allla consistencia suficiente para legitimarse ni profesional mEni universitariamente. De hecho, puede considerarse nicque en la actualidad los planes de estudio responden di5más a una yuxtaposición de elementos de cada uno de énlos tres modelos, con énfasis diversos, sin una articula- cicción claramente definida ni cognoscitiva ni socialmente téc(Fuentes, 1 992b). gal

El más antiguo de los tres modelos, el de la formación mEde periodistas, es también el más fuertemente arraigado COIen las escuelas, aun en aquellas que fueron fundadas ya al Icomo escuelas de comunicación y no como de periodis- rermo, que las antecedieron. Puede decirse que, más de ciacincuenta años después del mítico origen latino- so<americano de las escuelas de periodismo en La Plata, lenArgentina, en la mayor parte de las instituciones, el ob- carjeto de estudio y su abordaje tanto en la enseñanza como y lé

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en la investigación universitarias están primariamentecompuestos por representaciones -quizá cada vez másrefinadas y por ello cada vez más exclusivas- de lasprácticas periodísticas. Tres de los elementos constituti-vos de este modelo son la prioridad de la habilitacióntécnico-profesional, el relativo ajuste a las demandas delmercado laboral y el propósito de la incidencia político-social a través de la "opinión pública". Este modelo fueinspirado originariamente por el célebre periodista nor-teamericano Joseph Pulitzer e impulsado por CIF.SPALdesde su sede en Quito (Nixon, 1974). En él la investiga-ción se identifica con la indagación periodística y lasciencias sociales no son más que parte del "acervo decultura general" que todo periodista requiere.

El segundo modelo, fundado en 1960 en la UniversidadIberoamericana, es el que concibe al comunicadorcomointelectual, desde una perspectiva humanística. El pro-yecto académico de Ciencias de la Comunicación (lla-mada por algún tiempo Ciencias y Técnicas de laInformación), trazado por el jesuita José Sánchez Villa-señor, buscaba la formación de "un hombre capaz depensar por sí mismo, enraizado en su época, que graciasal dominio de las técnicas de difusión pone su saber y sumensaje al servicio de los más altos valores de la comu-nidad humana". La diferencia con las carreras de perio-dismo se planteó claramente desde el principio: elénfasis estaría puesto en la "solidez intelectual" propor-cionada por las humanidades, ante la cual la habilitacióntécnica estaría subordinada, pero de tal manera quegarantizara la capacidad para acceder, a través de losmedios, a la transformación de la dinámica socioculturalconforme a marcos axiológicos bien definidos. Por ahí,al mismo tiempo, la carrera planteaba también la dife-rencia con otras, clasificadas bajo el rubro "ciencias so-ciales y humanidades", como filosofía y letras, historia,sociología o antropología, que aunque tuvieran equiva-lentes contenidos de formación intelectual, no ofrecíancampo de desarrollo profesional más allá de la docenciay la investigación. Esta carrera prometía, en cambio, el

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amplísimo horizonte sociocultural que parecían abrir los d«medios electrónicos. sc

Un tercer modelo de carrera se originó en los setenta, d<el del "comunicólogo" como científico social. Aunque no eren todos los casos, sí en la mayoría de los diseños curri- cilculares que adoptaron este modelo se sobrecargó la y Eenseñanza de "teoría crítica", es decir, de materialismo idhistórico, economía política y otros contenidos "marxis- pctas" y se abandonó prácticamente la formación y la habi- folitación profesional. Más allá de algunos casos notables lo:de desarrollo de este modelo, llevado a su extremo más paradical en unas cuantas universidades durante una épo- Arca relativamente corta, hay un conjunto de rasgos muygeneralizados asociados a él. Uno es el "teoricismo" y su pcreacción inmediata: el "practicismo", es decir, la oposi- in,ción maniquea entre la teoría -que llegó a ser reducida ta~a unos cuantos dogmas religiosamente consagrados- y pola práctica -que a su vez se llegó a reducir a la repro- "CEducción de algunos estereotipos de los medios masi- cavos-. La formación universitaria del estudiante de "d<comunicación se llegó a plantear, si acaso, como una peopción básica entre estas dos reducciones, obviamente silirreconciliables. Otra de las consecuencias asociadas a deeste modelo fue, paradójicamente, la desvinculación en- métre las prácticas universitarias y la "reproducción" de la aqlcomunidad de investigadores. Los productos de la inves- en!tigación latinoamericana, concentrados entre la segunda éstmitad de los setenta y la primera de los ochenta en el prcimperialismo cultural, las políticas nacionales de comu- do(nicación, el nuevo orden mundial de la información y la Mécomunicación, la comunicación alternativa y el impacto ~de las nuevas tecnologías, fueron, en algunos casos, ex~incorporados a los contenidos "teóricos" y, por ende, y lédesvinculados de la acción profesional y del desarrollo carde las más elementales competencias metodológicas. xic(

Por otra parte, uno de los aspectos indispensables para cul,la legitimación de un campo académico es el desarrollo conde la investigación y laprofesionalización avanzada que, incIen relación con ella, promueven los posgrados en el área refc

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de conocimiento propia. La investigación y los posgradosson así indicadores especialmente importantes del gra-do de institucionalización de un campo académico, puesen lo social implican el otorgamiento de recursos finan-cieros y de reconocimiento oficial, escasos por definición,y en lo cognoscitivo una estructura teórico-metodológica e

¡ ideológica mínima compartida por los agentes del cam-po. En México, a pesar de la hipertrofia que ha sufrido laformación de profesionales, se han desarrollado desdelos años setenta espacios relativamente importantespara la investigación y el posgrado, sólo superados enAmérica Latina por los brasileños.

De cualquier manera, es claro que en ambos países lasposibilidades de desarrollo del campo a través de lainvestigación y el posgrado están limitadas a unas cuan-tas instituciones, públicas y privadas, aunque sean unpoco más en Brasil que en México, que destacan como"centros concentradores" de recursos académicos en elcampo, cada vez más "distantes" y de alguna manera"dominantes" de la mayor parte de las escuelas del res-pectivo país. Por sus recursos docentes, resaltan en Bra-silIa Universidad de Sao Paulo (más de 200 profesoresde tiempo completo) y en México la Universidad Autóno-ma Metropolitana-Xochimilco (más de 75). A partir deaquí, es necesario subrayar que hay una relación dobleentre plantas docentes e investigación, por un lado, y entreésta y el carácter predominantemente académico de laproducción de conocimiento, al menos la que puededocumentarse como pública, tanto en Brasil como enMéxico.

Seguramente la hipertrofia del campo generada por laexpansión desmesurada de la matrícula de licenciaturay la triple marginalidad (Fuentes y Sánchez, 1991) quecaracteriza a la investigación de la comunicación en Mé-xico podrán ir siendo superadas en términos de la rearti-culación del campo académico, sólo a partir de laconsolidación de la planta académica, que tendrá queincrementar tanto su número como su calificación yreforzar su profesionalización como personal académi-

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co. Los múltiples reajustes teóricos y prácticos, epistemo- 1lógicos, económicos y éticos, que parecen indispensables, )tendrán que integrarse sobre un marco reconfigurado de FUEinstitucionalización, cuya orientación está en juego ac- ttualmente. Por ello, conviene discutir también, y buscar Iacuerdos, sobre el sentido básico de la re configuración FUE

posible. ;Me atrevo a afirmar, en esos términos, que el futuro de F

nuestro futuro depende esencialmente del resguardo y u;reforzamiento del carácter universitario de nuestro tra- 1bajo, que no sólo tiene a la comunicación como objeto t Gel de estudio, sino como instrumento y vehículo fundamen- --l (

tal. De la comunicación universitaria presente depende :. -1 (el futuro del estudio de la comunicación. Y para calificar Gicesa comunicación presente, para evaluarla y orientarla, ,.!tenemos hoy sin duda mejores recursos que en el pasa- f JOLdo, a pesar de todo lo que hemos perdido y de los J 1

obstáculos que nos hemos auto-impuesto, como si no o~fueran suficientes los que provienen del entorno y de la Kri]historia. l

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