la imagen historica de la sociedad de clases

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cción Fichas JGÍ por Guillermo Rabinovich Alain Touraine La imagen histórica de la sociedad de clases Ediciones Nueva Visión

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cción FichasJGÍ por Guillermo Rabinovich

Alain Touraine

La imagenhistóricade la sociedadde clases

Ediciones Nueva Visión

Título del original: "Anciennes et nouvelles classes sociales",en Georges Balandier y otros, Perspectives de la socíologiecontemporaine, P. U. F., Pan's, 1968.

© 1973 por Ediciones Nueva Visión SAICTucumán 3748, Buenos Aires, Rep. ArgentinaQueda hecho el depósito que marca la ley 11.723Impreso en la Argentina / Printed in ArgentinaProhibida la reproducción parcial o total

Todo estudio sobre las clases sodajes^tropieza^alcoTrVíelTzo~^o7n¥3IguieRt^~dTrTajltad: o b|en_gjconcepto toma un sentido general —el de estrati-ficación social—, y entonces se vuelve ajeno alobjeto rjropjo^e urTelujdTolo rrc]a^sI15cíaIes,es^^ecir a la distribución cjeLcoder social, ¿bjen recibe un sentido particujar_trarismrtidojporuruMtTajdjcjón^^obrero; pero entonces nos quedamos encerradosen una situación histórica especial, y resultainconducente querer utilizar la noción dé clasescomo instrumento general de análisis. Con mayorprecisión: es evidente que el siglo xjx europeoestuvo dominado "pór^eTfémT^íe la propiedad,que la posesión de la propiedad industrial fue, enlas sociedades de acumulación capitalista, unafuente importante y aun dominante de poder so-cial, de tal manera que la oposición en tre posee-

pudo_seL tenida por la_ _ _principal línea de escisión dentro je la sociedad.

de observación jdjfYcilmente¡as sociedades~contemporáneas. ¿_No

sól£_carec^ casi totalmerite de sentido en lassociédaHeT^ocialistas, síñoque también poseeun interés muy limitado en las sociedades indus-

tríales de,lipo pccidgntaJL_er^ lasque lajnmensamayori'a de la poblacÍ£n__a^tiya_jjrbjjTa_es.táformaiaáUe ngj¿gse¿SQrS^^¿^^^^o, noofrecen casi ninguna actitud en común, no cons-tituyen una unidad poli'tica, no tienen con-ciencia colectiva algunaj 6süuiLoj__cerca___del

^

•\l en una organización que por su

relación corHjn propietario.

Sin duda es posible tratar de adaptar las antiguasnociones a nuevas situaciones, pero este ejercicioresulta muy pobre, ya que no refleja la prácticasocial. Si se quiere mantener el uso del conceptode clase social, y al mismo tiempo liberarse deuna experiencia y de una interpretación histó-rica particulares, es preciso, para comenzar, noproponer una definición, sino criticar, analizar eltema de las clases sociales y de la sociedad declases tal cual nos ha llegado, sobre todo enEuropa. Hay que partir, no de una nueva pro-posición, sino del examen de un modo concretode representación de la organización social.

La imagen histórica de la sociedad de clases

El siglo xix nos dejó una imagen históricaespecial que muchos han denominado sociedadde clases. Pero la claridad —aparente al menos—de esta situación ha vuelto dif fcil y casi imposiblecircunscribir la acción específica de un elementoparticular de la estructura social. Tratemos,_en-

los comporientes^cuya combinación ha originado lalmágen globalde una sociedad de ciases.

il. La existencia de medios soda/es cultural y(socialmente distantes entre sí. Tal distancia sevincula con la lentitud de transformación de losacervos sociales. Una cultura particular va trans-mitiéndose de generación en generación dentrode las unidades colectivas, en las cuales las rela-ciones institucionales no son separables de lasrelaciones personales.

Esta situación no está directamente ligada a rela-ciones de clases. Dichas relaciones constituyenun principio de organización social, abstracto ygeneral al mismo tiempo, puesto que define alos actores por su sola función económica y alnivel de la sociedad global. Los acervos culturales,al contrario, son concretos y particulares; sonsistemas de orden que definen y reglamentanel conjunto de relaciones sociales dentro de unaunidad cuyos I imites se originan en el parentesco,el territorio, el oficio tradicional, situaciones,en suma, "heredadas" más que "adquiridas".

Aun las clases dominantes tradicionales se defi-

I nen, desde este punto de vista, antes por suacervo que por la función o el poder de

¡ dominación. El papel del acervo es tanto mayor,cuanto más estrecho es el vínculo que une a lasociedad en vías de industrialización con unasociedad preindustrial rural. Como lo hicieronnotar todos los observadores de las sociedadesoccidentales, desde Tocqueville a Lipset, laresistencia de la sociedad tradicional refuerza laconciencia de las distancias, de las barreras, delos símbolos de jerarquía social. En Francia seprefiere hablar de burguesía y no de empresarios,para subrayar la perdurable vinculación de loscapitalistas con las clases dominantes preindus-triales, el deseo constante de la riqueza adquiridade transformarse en riqueza heredada y delbeneficio industrial, de convertirse en renta. Laimagen del rico ocioso, que vive de lo que le dansus propiedades, haciéndose el noble, permaneceviva en este país, tanto como su contrapartida, laimagen del especulador, acumulando dinero parasí mismo, ajeno a toda función social institucio-nalmente definida. La literatura francesa del

\o xix sabe del financista especulador y del\; e ignora casi completamente ali empresario.

2. Las tensiones sociales provocadas por laacumulación fueron, si no más fuertes, al menosmás débilmente institucionalizadas en Europaoccidental que en las demás partes del mundoque se industrializaron después. De allí surgela importancia de los temas proletarios en estaregión. Las migraciones masivas dentro de unasociedad tradicional trajeron la superposición delos procesos de desorganización y de reorgani-

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zación social. Es característico que al hablar de ila formación de la gran industria mecanizada, sepiense primero en los obreros de oficios o enlos artesanos, cuya profesión fue quebrantada porla producción en gran serie, antes que en todoslos trabajadores urbanos y rurales no calificados,para quienes este trabajo con máquinas represen-tó una "especialización".

Los comienzos mismos de la industrializaciónfueron presentados en Inglaterra o en Franciacomo un período de miseria y de crisis social,cosa que es discutible desde un punto de vistaeconómico, ya que no hubo en general undescenso del nivel de vida popular durante talperíodo, pero sí es exacto sociológicamente,pues el desarraigo cultural y la directa sumisióna las presiones de la competencia y del autorita-rismo patronal no se atenuaron ni compensaronpor casi ninguna intervención política.

La clase obrera europea se vio privada durantelargo tiempo de derechos políticos y de derechossociales; sus organizaciones sindicales sólo pudie-ron ir formándose muy lentamente, al preciodel sacrificio de innumerables militantes, yvenciendo las formas más brutales de represión.La ausencia de un control político de la industria-lización trajo la superposición, señalada con jus-teza por Dahrendorf, de! conflicto industrial ydel conflicto político.1 Esta política liberal yesta situación proletaria dieron su fuerza explo-

1 R. Dahrendorf, Class and Class Conflict in Industrial Societles,ed. inglesa, revisada- y aumentada, de la obra publicada enAlemania en 1957, Routledge & Kegan Paul, Londres, 1959 (hayversión castellana: Las clases sociales y su conflicto en la sociedadindustrial, FUALP, Madrid. 1962).

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siva al movimiento obrero, ubicado en unasociedad sometida en lo esencial a las exigenciasde la acumulación capitalista.

En este sentido, la industrialización europeafue excepcional. En ninguna otra parte las trans-formaciones económicas fueron acompañadaspor una "movilización" social tan débil, por unaausencia tal de influencia política de los trabaja-dores urbanos e industriales. Los obreros inglesesesperaron durante un siglo —hasta las reformaselectorales de 1884-85— el acceso de la mayorparte de ellos al derecho de voto. Del mismomodo, fue en Europa donde se dio el mayordesnivel entre la producción masiva y el consumomasivo. Este prolongado vacío de la participaciónpopular en la .dirección y en los resultados delcrecimiento económico es uno de los rasgosdel siglo xix europeo.

3. Pero la industrialización no estuvo dominadasolamente por la herencia del pasado y las pre-siones del presente. También fue, como lo siguesiendo hoy, un perfil de futuro, un modelo desociedad. Sólo que la ausencia de un controlsocial diversificado del desarrollo económicoobligó a expresar este proyecto en formasutópicas, y dentro del marco de grupos deintereses conflictuales. El mundo de la empresa

[y el del trabajo se opusieron, tendiendo, cadatuno, a una reorganización total de la sociedad.

Una amplia investigación sobre la clase obrerafrancesa2 nos ha permitido oponer la conciencia

2 A. Touraine, ¿¡7 conscíence ouvñére, du Seuil, París, 1966.

sión y

de clase así formada, a la conciencia proletaria.

^^delñtéreseT^de clases yproyecto de la sociedlídnrld trial, llamamiento^S^5^S^MlS^LBfo^j^c^trzJaJrr^ona-I idad^ las contradicciones del sistema capitalista.De la misma manera, se podría oponer probable-mente la voluntad de enriquecimiento de lospatronos especuladores a la conciencia de clasedel empresario liberal, que invoca, con tantabuena fe como los militantes o los líderesobreros, la imagen de una sociedad de abundanciaen la que se eliminarían la miseria y la injusticia.

[ S \s aquí de conciencia de clase, es paraseñalar claramente que el conflicto de losmodelos de desarrollo no es en sí mismo másmoderado o más reformista que la tensiónentre los capitalistas y Iqs proletarios, o que laoposición de las clases y de los medios socialesen una sociedad tradicional.! Por otra parte, éstees el tipo de conflicto en donde mejor nacen losmovimientos sociales de larga duración, organi-zados, orientados por un programa de transfor-mación social, capaces también de encontraraliados en otros sectores profesionales de la socie-dad. No cometemos ningún error grave al iden-tificar, del lado obrero, a este tipo de movimien-to social con el socialismo en todas sus formasdoctrinales y prácticas, modelo general de orga-nización y de transformación de la sociedad.

Los tres elementos que acaban de delimitarseno sólo se superpusieron sino .que se combina-ron para originar la imagen histórica de la socie-dad de clases. Esta imagen, en efecto, representa

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a la sociedad como la oposición de dos clasesfundamentales, de intereses contradictorios, en-tregadas a un juego sin ganador ni perdedor entorno al poder y a la riqueza: cada uno de losadversarios sólo puede aumentar sus posesionesa expensas de las de! otro. Y 4TJngunp__deJk)stres_e[ementos quesociedad de¿ara explicar esta ^oncepciójT_generaj^del con-flicto~socTaTr'

Ya se ha dicho que el desnivel entre los acervosculturales lleva a una visión pluralista y no dua-lista de la sociedad. Cada grupo tiende a definir-se por su particularidad cultural y profesional.Diferencias regionales, religiosas, profesionales,fueron por mucho tiempo causas de fragmenta- >ción del mundo campesino, como también delmundo obrero, o aun de la categoría de losindustriales.yísta categoría se ha mostrado conmás frecuencia sensible a las presiones de la fami-lia o del grupo financiero, que a las de la claseeconómicamente dominante.!

Igualmente, una visión conflictual de los modelossociales de desarrollo, si bien tiende a privilegiarcoaliciones, más capaces de influir sobre el siste-ma de decisión poiftica por ser más amplias,no implica en modo alguno la idea de unaruptura entre dos bloques hostiles y ajenos entresi'. Define a los actores con respecto al desarro-llo; en consecuencia, admite por principio que sunaturaleza sea cambiante, que los elementosmotores de cada coalición vayan reemplazándoseconstantemente por otros, que los trabajadorespuedan, por su parte, comprometerse sólo par-cialmente en una acción socio-política.

El conflicto de los modelos sociales de desarrolloopone fuerzas y políticas sociales más que gruposo entes sociales. La idea de clases defirndas como 'seres históricos completosj»^ opuestos proviene,por lo tanto, de la combinación entre ehnodelo"trá^Tónaj "dejas clases comotüTáles, y ^\~módffó~n\ñ djjs tn Sr

entre una_cojTcepción "concreta'^dejas_dasesj^concepción

de clases, que sólo se realiza en I aj> i tuaic ión^deacumujación liberal y de maximizaci ondeI álTTeñsTohes entré"Pero ésta teñsloñ7~aTsladamente considerada,no resultaría tampoco suficiente para explicarla imagen consagrada de spciedad de clases.Conduce, por el contrario, a la dispersión de lasfuerzas enfrentadas, a una situación dé crisis enla que los capitalistas se oponen entre sí por lacompetencia, mientras los trabajadores, arranca-dos de su medio de origen, sujetos a la inseguri-dad y a la miseria, sólo atinan a someterse, aarreglárselas individualmente, o a rebelarse engrupos pequeños, y en momentáneos estallidosde violencia. Los que organizan la acción de lasclases sociales son, por un lado, la fuerza de losacervos culturales, y, por el otro, los proyectosde transformación de la sociedad. Más sencilla-mente, el tema soapjógicojJe las l¿ses_sgcjaiesno tiene sentido ni interé¿¿j¿UjTo¿[jTC^>d¿te_ciej:-togradooTcoñaeñ^a^dFc]ase._Ahora bien: la ex-plotación de los proletarios puede definir una si-tuación de clase, pero es incapaz de explicar laformación de una conciencia y de una acción declase, ya que\_toda acción social implica la posi-ción de valores, es decir, la definición de un deter-minado marco institucional de la acción colectiva.

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Coincidimos aquí, en términos generales, con laconclusión principal de nuestra investigaciónsobre la conciencia obrera. La identificación dela sociedad con el conflicto de clases supone lacombinación de tres elementos: un principiointerno, profesional y comunitario, de defensade sí mismo, la conciencia de las contradiccionesentre intereses económicos y sociales opuestos,y la referencia a los intereses generales de unasociedad industrial.

f"Lo importante es subrayar que se trata de unaI combinación inestable entre elementos que no\son sociológicamente contemporáneos. Se produ-

jo una sola vez en la historia de la industrializa-ción, durante la primera ola de desarrolloindustrial, la de Europa occidental, y, en esemarco limitado a su vez, nunca dejó de serparcial, como lo demuestra la ausencia de unidaddel movimiento obrero, que no logró jamásunificar a una clase obrera en una acción deorientación revolucionaria.

Descomposición de esta imagen

Lo que hay que examinar ahora es la destrucciónde esta imagen histórica, "clásica", de la sociedadde clases, y la transformación de cada uno de loselementos que la componían, al volverse inde-pendientes o autónomos entre sí.

1. Los niveles de vida reemplazan a los estilosde vida- en la sociedad masiva. Probablemente

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convenga graduar esta afirmación clásica; sinembargo, ella indica con toda claridad la desa-parición de los antiguos fundamentos culturalesde las clases sociales. El papel principal corres-ponde aquí a la evolución urbana más que a latransformación del trabajo, e infortunadamentelos medios residenciales se conocen menos quelos medios profesionales, no obstante la impor-tancia de trabajos como los que dirige. P.-H.Chombart de Lauwe. De una encuesta realizadaen tres H.L.M.* de la región parisiense, pareceríandesprenderse conclusiones que, a pesar de suslímites, indican bastante bien dos maneras detrascender el antiguo espíritu de comunidad ode barrio.

Por un lado, los individuos en vías de ascensoprofesional y social, especialmente si son obreros,desean un habitat socialmente homogéneo, ypor lo tanto estratificado, lo que puede denomi-narse un tipo "americano" de habitat: viviendafamiliar de tipo pabellón, activas relaciones veci-nales, fuerte conciencia de estratificación ecoló-gica. Por otro lado, los individuos en situación deestancamiento (con excepción de las familias me-nos favorecidas), y especialmente los empleadosde nivel relativamente alto, aceptan con muchamayor facilidad un habitat colectivo, socialmentepoco diferenciado, pero quieren reducir sus rela-ciones de vecindad y, en términos más generales,su sociabilidad. La masticación del habitat en-traña la disminución de las relaciones sociales.

En los conjuntos habitacionales estudiados, nohemos encontrado casi ningún rastro de un

* H.L.M.: Habitation a Loyer Moderé (Barrios de viviendas dealquiler económico). (N. de la T.)

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modelo "popular" tradicional, que estuvieraaun tiempo marcado por una fuerte heterogenei-dad social y una fuerte sociabilidad. Una encues-ta americana, la de M. Berger,3 autoriza a pen-sar que es sólo en las ciudades obreras aisladasy homogéneas, donde se mantienen a la vez unfuerte valor de las relaciones de vecindad y unaneta conciencia de pertenencia a un medioobrero. Pero parecería que la importancia rela-tiva de este tipo de habitat se halla en disminu-ción, debido al desarrollo de los grandes conglo-merados, y a la multiplicación de los medios detransporte. Andrieux y Lignon4 han demostradoque la conciencia de ser obrero era cada vezmenos vivaz fuera de la fábrica, en los diversosmedios de consumo, mientras que seguía siendofuerte dentro de la empresa. Aun sin coincidircon las conclusiones de K. Bednarik, que másbien interpretan que analizan resultados deencuesta, no se pueden rechazar los numerososestudios que demuestran que los obreros jóvenestienen mucha menos conciencia que sus mayores,de pertenecer a un medio social particular, sobretodo cuando viven en grandes ciudades.5

Aun mucho más evidente es la decadencia de losestilos de vida campesinos y la reducción de lasdiferencias culturales entre la ciudad y el campo.En cambio, los empleados constituyen la catego-

3 M. Berger, Working-dass Suburb, University of CaliforniaPress, 1960.

4 A. Andrieux y J. Lignon, L'ouvrier d'aujourd'hui, Riviére,París, 1960.

5 Cf. en especial los trabajos de N. de Maupeon, efectuadosen el I.S.S.T., cuyos resultados se publicarán próximamente.Y K. Bednarik, Der¡unge Arbeiter von Heute, Kilpper, Stuttgart,1953.

ría social cuyo estudio parece mostrar, en prin-cipio, el mantenimiento de estilos de vida declase. No es que conformen un medio socialy cultural homogéneo; muy por el contrario.Pero especialmente a juzgar por los análisis deM. Crozier,6 parecen vivir en la ambigüedad,alineados unos en un medio obrero o en unanueva forma de medio popular, otros identifica-dos con la burguesía. Pero estos mismos térmi-nos son, a su vez, herencia del pasado, y descri-ben mal la situación social de los empleados, aquienes todos los observadores reconocen mayorsensibilidad hacia la preocupación por el nivelsocial. Esta inquietud no excluye, en modoalguno, la imagen de medios sociales cualitativa-mente diferentes, sino que la subordina claramen-te a los temas conjuntos de la estratificación yde la cultura masiva, es decir, de la participaciónjerarquizada y, quemando etapas, al consumomasivo.

Resulta inútil insistir tanto sobre hechos hartoconocidos. La ¡dea más nueva, y que señala bienla importancia de los cambios producidos desdeprincipios de siglo, sostiene que el "pauperismo"ya no azota hoy a una clase social, sino a cate-gorías especiales: trabajadores de los antiguoscentros industriales en decadencia, personas deedad, disminuidos físicos o mentales, mujeresno calificadas como jefes de familia, minoríasétnicas o trabajadores extranjeros temporarios.El tema de la "pobreza" abarca un vasto con-junto de problemas sociales: ya no designa, como

6 M. Crozier, Le phénoméne bureaucratíque, du Seuil, París,1964 (hay versión castellana: El fenómeno burocrático, Amorror-tu, Bs. Aires, 1969).

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en el siglo xix, el "problema obrero". En talescondiciones, la defensa de la clase obrera nopuede ser más, y no lo es, la de los "pobres".

De la misma manera, la burguesía se define cadavez menos por la herencia, y si bien los signosexteriores de riqueza de mucha gente son tanmanifiestos como antes, los símbolos de perte-nencia a una clase social superior son cada vezmenos numerosos y claros. Esta declinación delos medios y los estilos de vida tradicionales noes sino un aspecto de una transformación socialmás general, la formación dé una civilizaciónindustrial, cada uno de cuyos elementos sedefine ya no por su pasado o por su esenciapropia sino por su lugar en un sistema de cambio.La acción social reemplaza a la naturaleza social. •*

2. En este sentido, desde los comienzos de laindustrialización, la noción de clase social haido perdiendo constantemente su importancia enprovecho de la noción de relaciones de clase, quese considera elemento central de la dinámicaeconómica. Pero en el curso de la industrializa-ción liberal de Occidente, la descomposiciónde las comunidades tradicionales no engendródirectamente grupos de intereses. Primero condu-jo a la formación de una masa privada de todoparticularismo, también privada de casi todomedio institucional de intervención en el proce-so de desarrollo, y definida, en consecuencia, Ipor sus privaciones, por la explotación de queera víctima y no por sus orientaciones de acción,elaboradas para ella o fuera de ella por dirigentespolíticos que no siempre fueron revolucionarios.Si en un momento inicial lo que llamó la aten-

ción fue la disolución de las comunidades anti-guas, hoy la evolución más visible es la supera-ción de esa condición proletaria.

Acción sirrdical e intervención política contri-buyeron por igual a la Institucionalizado!! delconflicto industrial. Se pueden, se deben señalarlos límites que aún tiene, especialmente en paí-ses como Francia e Italia, en los que la existenciade !as secciones sindicales de empresa no siemprees legal. Sin embargo, estas reservas no puedenllevarnos a negar la importancia capital de loséxitos obtenidos. Sin recaer en los aspectos másconocidos del desarrollo de las negociacionescolectivas y de la protección legal de los asala-riados, nos parece indispensable insistir sobreuna consecuencia importante de esta evolución.Claramente la indica el vocabulario sociológico,a través de la creciente importancia del conceptode organización. Aplicado primero en el dominiotécnico y sobre todo al nivel de puesto de tra-bajo, luego ampliado a la administración y

' después a la gestión de ias empresas y aun delsistema económico nacional o regional, ha ¡doadquiriendo un sentido cada vez más social, indi-cando la autonomía de un nivel de la producción,intermedio entre la ejecución técnica y el sistemade decisión. Un número creciente de problemasligados a la existencia y al funcionamiento delas empresas, y sobre todo de las más grandes,consideradas como redes de medios técnicosy sociales movilizados para lograr una produc-ción eficiente.

La concentración del poder económico ampliógrandemente la aut«n«mía de los problemaspropios de las organizaciones. Si tanto se habla

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de la burocracia, es porque los centros de deci-sión se fueron alejando cada vez más de losórganos de ejecución. El profesor en un sistemade educación centralizada al estilo francés, elingeniero o el obrero situados en una empresa oen un grupo que reúne a muchas decenas o amuchas centenas de millares de trabajadores, elmilitar en un ejército moderno, el funcionario enuna administración nacional o internacional,dan cada vez más importancia a su puesto enuna red de comunicación, a su capacidad deinfluir en las decisiones que les conciernenespecialmente, aun —y tal vez sobre todo —,si tales decisiones no afectan al sistema "político"de la organización. Los sindicatos o los órganosde participación de los asalariados en la gestiónde su empresa tratan un creciente número deproblemas referentes a la definición de lascalificaciones, a los sistemas de remuneración,a la organización de las carreras, a la distribuciónde ventajas sociales, al mejoramiento de lascondiciones de trabajo, a la reglamentación delempleo, etc.

Cada uno de estos problemas puede originarconflictos industriales, y requiere, entonces,procedimientos de reivindicación, de negocia-ción y de mediación, tales que algunos hanpensado que con ellos se llegaría a crear unademocracia industrial, pero cuya práctica históri-ca indica claramente que su desarrollo no cues-tiona los fundamentos del poder económico ypolítico en la empresa ni en la sociedad. Laautonomía de los problemas internos de lasorganizaciones termina por separar, en granmedida, los conflictos de trabajo de los movi-mientos sociales con finalidades políticas. El

sindicalismo es, en su práctica, cada vez mási^tónomo con respecto al movimiento obrero.Sería erróneo pensar que esta autonomía deios problemas sociales de las organizaciones sig--rica que en ellas se instaure la "paz social",ñuto del mejoramiento de las relaciones huma--3¿ v de los procesos de consulta y de negocia-dor). Todo lo contrario. Estas grandes organiza-ciones son necesariamente muy jerarquizadas,2_ mismo tiempo que, según la penetranteobservación de M. Crozier,7 los miembros deconjuntos tan vastos se definen cada vez menospor una situación simple e intereses coherentes._3 no concordancia de los estatutos particu-lares es una característica constante de las grandesorganizaciones, como lo es la multiplicación deos canales de influencia. Es necesario no subes-

timar la importancia de ninguna de estas doscaracterísticas principales de las grandes organi-zaciones: su jerarquización y su complejidad,cosa que la literatura clásica de la organizacióndel trabajo Ifama, con una expresión muy clara,el sistema Une and staff, jerárquico y funcional¿ la vez.

De allí que los asalariados de una empresa pue-dan, a la vez, tener una conciencia muy netadel sistema de autoridad al cual pertenecen, ypresenten una visión muy diversificada —porfunciones— de su empresa.

Algunos autores, como A. Willener,8 han pre-tendido ver en esto !a yuxtaposición de una vi-

ví. Crozier, op. cit.1 V Willener, "L'ouvrier et l'organisation", en Sociolog/e du-~:a¡l, n° 4, 1962, pp. 332-348.

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sión ."funcional" y de una visión "clasista"de la sociedad. Ta! conclusión resulta excesiva.Ei reconocimiento de la distancia jerárquica, yaun de la oposición entre "los de arriba" y"los de abajo", no implica necesariamente ideade conflicto de clases. El excelente estudio dePopitz y sus colaboradores,^ en Alemania, de-mostró que si bien la conciencia de los conflic-tos de autoridad estaba muy difundida entre losobreros siderúrgicos estudiados, eran muy esca-sos los que concebían a la sociedad como domi-nada por el conflicto de clases. Así comoes posible oponer ricos a pobres, o poderososa miserables, sin por ello indicar una representa-ción de la sociedad en términos de clases, puestoque estas oposiciones pueden ser más bien,o una conciencia de nivel o la presentaciónsocial de una imagen no social del mundo alproceder por pares de oposiciones de cualquierorden, asi' tampoco hay que ver en el recono-cimiento de las jerarquías de autoridad el signode una percepción de las oposiciones de clases.Oponer jefes a subordinados es reconocer sucondición de miembro de una organización,de un grupo especial; no forzosamente es pre-sentar un análisis de la sociedad. O. Benoit y M.Maurice 10 han demostrado que los técnicos, enuna gran empresa moderna, eran más sensiblesque los obreros a los problemas vinculados conla jerarquía y la carrera, pero que recurríancon menor frecuencia a un análisis de la empresay de su dirección en términos de clases.

9 H. Popitz, H. P. Bahrdt, E. A. Jures, A. Kesting, DasGesellschaftshild des Arbeiters, Mohr, Tubinga, 1957.

10 O. Benoit y M. Maurice, Les relations entre direction etsalaries, I.S.S.T., París, 1960.

Es ia razón por la que no podemos aceptar larropuesta central del importante libro de R.Dahrendorf. Su análisis sigue, al principio, uncamino paralelo al nuestro. Describe con granctaridad la disgregación de la imagen compleja-€ las clases sociales heredadas del siglo xix,% particularmente de la concepción marxista, peros;ensa lograr, al final de su análisis, una definí-1

don de las clases como grupos antagonistas queocupan posiciones opuestas en la escala de auto--dad dentro de organizaciones jerarquizadasHerrschaftsverbande). Siempre que hay dirigen-

tes y dirigidos, hay conflicto de clases. Esto im-2- ;ca olvidar la distinción que nos parece esencialíntre los problemas de la urbanización y los delroder, y en consecuencia, mezclar diversasi'iuaciones que son profundamente diferentes.

un lado, existen organizaciones sometidas¿ centros de decisión netamente exteriores,como es el caso de las administraciones públicas,sometidas al poder político. En este caso, elconflicto entre jefes y subordinados, por violen-to que sea, se mantiene dentro de una organiza-: ón particular, está ligado al estudio del funcio--¿•niento de esa organización o a un modelore autoridad, no al estudio del sistema de poder.Por otro lado, hay organizaciones voluntarias enias que, sin duda, existe un sistema de autoridad,ronde pueden desarrollarse conflictos entre larase de los miembros y la oligarquía de los

I Algentes. Pero no se los puede confundir con^conflictos de clases; la base puede hablar de«lición, pero no de explotación o de alienación.

Se-o hay un caso en el que todas estas situaciones-—"•-! confundirse y donde todo conflicto en

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una ouna. organización es manifestación de un con-flicto social global: e! caso de las sociedadestotalitarias. Y aún aquí es harto probable que el

• • - - — tárminos de clases,

MIIU mcij w ,

de poder específicamente

No puede hablarse de conflicto de clases por Iel solo hecho de que se reconozca la desigualdad |de la participación social. Y la autoridad en |una organización es, con iguales títulos que la |calificación o que los ingresos, un nivel de iparticipación. Es evidente que los jefes, como Ilos ricos o los calificados, pueden intentar apro-1

del producto del trabajo colectivo, o de I-'. —.,Q1.-ji r)¡rig¡r la colectividad según

prOQUClu u^i .. , .

general, dir igir la colectividad según>' !•-»« intereses de su categoría. Pero

piarsemodo más 6^.i,v.-., _.. ,_,los valores y los intereses de „„ ..

visión de clase cuando se explícitacuando existe la conciencia no

sino también He unasólo hayesta acusaciónsólo de una

unaconsólo de una <"»r="¿ - ;"„„„"f afirma, cor

S^Aw&Sa

tn una empresa privada, industrial o comercial,e Doder económico y la autoridad interna se:c i funden , a menudo, en las manos del empre--¿¿':o. ¿Pero no es acaso el mérito de la sociología:e as organizaciones el haberse esforzado perma--entemente por separar los dos tipos de proble-~is a medida que la misma práctica social los; -"erenciaba cada vez más? En particular, losirados cuadros jerárquicos, ¿no son acaso ios

;_e ejercen la autoridad sin participar en el„_. J •»

5 Es preciso aquí volver al tema, ya aludido,ir a concentración del poder, contrapartida de

-. autonomía de los problemas internos de las: '¿i-1 daciones.

• ~o es para aceptar la imagen propuesta porC W. M i l l s 1 1 de una éli te de poder, actuandojomo grupo constituido, y que defiende de

llega asi

ion SOClal L/ai u *•"'"v u i • ' / *1M * v * v i i > , i i v i v u^el nroblema de las clases es el proble- -oco coherente- los supuestos intereses unificá-

is ñero confunde poder y autoridad, y ros de todos sus miembros, sean éstos políticos,una definición tan general de las clases, -.gentes económicos, o jefes militares. Todas, geiici a' "~ '

liega-?'"""» .";'riones muy diferentes, corriendo s ooservaciones desmienten la existencia deque engloba s.tuac concepción muy super- semejante élite unificada, tanto en los regímenesel nesgo d;™'^ tre los que dan las ordenesl erales como en los regímenes totalitarios,

c rprihen Las relaciones del maestro y --- tampoco sería más aceptable decir que unaddierarquizado y el obrero, del sóida-,;.; e¿ad es sólo el entrecruzamiento de los

\ oficia del empleado y el jefe de oficina -rieses de las organizaciones particulares, ydo y el oficial, ae> _ ^ortnr dg nospital, ¿soldar —ar que el mundo del ooder va nn ovktP ¿

Hpid én t i c a naturaleza? De buena ganare soio existe la autoridad, confirmada por laOírnos a la vez que lo son, en efectoi - - encia que concede sobre los demás portádo-r , * A - . A * Pn nue conforman Proble-< - autor idad . Hoy es verdad -como induda-

del enfermeroentoncesres.pero sólo en la meuiua ^i. M

mas comunes a todas las organizacionesquizadas, y que no lo son, si se consideran iuproblemas del poder y de las clases sociale

tonces de menuda naw~sponderíamos a la vez que lo son, en efectofc--_-nc;a

srosólo en la medida en que conforman problepej ce auto • . ^— -^noimet; a todas las organizaciones ¡erar, a.~r ^-.Mjiis, The PPower Élite, Oxford Univers i ty Press, Nueva

959 (hay versión castellana: La élite del poder, F.C.E.,1963). ' . -

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biemente lo fue también antes—, que el accesoal poder social está cada vez más expedito, yque el Estado no es un dios civil que domina aun mundo de subditos o de criaturas. Pero noes menos cierto que existe una organización delpoder, que es, puede afirmarse, más poderosay más coherente que en otro tiempo, y que rigedirectamente el empleo de una parte crecientedel producto nacional a medida que aumenta laimportancia de los programas a largo plazo,ya sean económicos, científicos o militares.

¿No será necesario, entonces, renunciar al con-cepto de clase social reemplazándolo por el declase política, o pura y simplemente por la irenovada oposición de los intereses del Estado ylos de los ciudadanos? Esta terminología, por |desgracia, trae más confusión que claridad. El jEstado no es una unidad social autónoma; no, !se confunde ya con el sistema de decisión |político-económica. Puede considerarse una orga- inización, del mismo modo que la empresa, f

Inversamente, el sistema político no se confunde—salvo en las sociedades totalitarias— con el 5aparato estatal. Es, entonces, preferible conside-rar aquí al poder político-económico y no al IEstado como institución.

¿Cabe afirmar que dicho poder es, en una socie- jdad industrial avanzada, un poder de ciase? De-jcir que en las sociedades modernas los másricos o los más poderosos logran obtener ventajasimportantes, que fácilmente pueden denunciarse!como escandalosas, es cierto, pero no constituye!respuesta suficiente a la pregunta formulada. Es!mucho más importante subrayar que las sócieda-|

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áes industriales adelantadas ya no son sociedadesde acumulación, sino de programación.

Ya no son las inversiones privadas el principalseguro del porvenir no sólo porque el Estadoisegura u orienta una parte creciente de lasaversiones económicas, sino también porque el*

sector de las inversiones sociales, particularmenteen el dominio de la educación, ha aumentado-otablemente. Las más grandes empresas1 de hoyTO son grupos siderúrgicos o químicos, sino denvestigación espacial o nuclear, el ministerio deEducación, o sus equivalentes. El siglo xix fuesensible a la oposición entre valor de uso ynalor de cambio. Hoy el problema principal ese que opone el desarrollo al consumo.

En el mismo momento en que se reconoce, con-as claridad que nunca, que la elevación del- vel de vida en el futuro está determinada por lasversiones presentes, la distancia entre las condi-: oríes y los resultados del progreso económicoumenta notablemente. Por eso la eficacia de las-versiones depende, en forma creciente, de-na estrategia política compleja y de métodosr«e organización administrativa. En una palabra,i inversión ya no es función de un sector dei sociedad —o con mayor precisión, de una; ase—, si no de toda I a sociedad. La política y a noacompaña a la organización económica: la prece-de v la dirige. El progreso de la economía se mues-rr* como el resultado, como el signo más visiblede> funcionamiento de la sociedad, es decir, desu aptitud para administrar las tensiones que na-;t- necesariamente de la oposición entre lar.e'sión y el consumo individual.

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4. La separación que acaba de hacerse entre losproblemas internos de las organizaciones y losque se sitúan al nivel del poder decisional eco-nómico, debe comprenderse como la separaciónde diversos tipos de problemas sociales. Seríaexcesivo inferir de esto que los primeros son losde la empresa, y los segundos, los del Estado.Se acercan a esta división tan sencilla las socie-dades en las que las actividades de las empresascomo también las condiciones de empleo y deremuneración se hallan estrechamente dirigidaspor el aparato estatal. Pero tal límite práctica-mente no ha sido nunca alcanzado. Es másimportante recurrir a la distinción entre la orga-nización —sistema administrado— y la empresa—unidad de decisión económica—. Los conflictospropios de las organizaciones son los que tocana las relaciones que guardan entre sí sus ele-mentos, ya sean individuales o colectivos. Por elcontrario, si un sindicato lucha para obtener unaumento de salario, se trata de una acción sobreia empresa. Cuanto más liberal es una sociedadindustrial, más importantes son las reivindicacio-nes y las negociaciones en la empresa, mientrasque, por regla general, en las sociedades rígidas 'estos problemas se plantean en un plano más

amplio.

Pero en todos los casos, a medida que el con-flicto económico en la empresa deja de ser unamanifestación de la lucha de clases, es más fácilinterpretarlo en términos específicamente eco-nómicos, es decir, de poder de negociación dellos grupos que se enfrentan en el mercado deltrabajo. Lo cual también limita las posibilidadesde acción de los adversarios, los obliga a un

mayor "realismo" y sobre todo, circunscribe su-egociación a los límites de acuerdos contractua-es generales o de reglas fijadas por el Estado.

Esta autonomía creciente de las reivindicaciones. de las luchas salariales en relación con lapolítica de conjunto del movimiento obrero—claramente manifiesta en los pafses como Sue-; =. donde coexisten acuerdos nacionales estable-cidos entre la confederación patronal y la confe-deración obrera, con un movimiento de salarios*yge-drift) en las empresas— es la contrapartida,

ror un lado, del tratamiento de los problemasnternos de las organizaciones según diversos

esquemas institucionales, y por el otro, de laformación de una política económica nacional2_Tipilada, que controla o trata de modificar el"^ovímiento de los salarios y de los precios._is luchas salariales se manifiestan tanto más¿Amadas cuanto menos se integran en una politi-za de conjunto; la reivindicación se vuelve más--ácuea y hábil en la medida en que se aparta de-~ proyecto de transformación de la sociedad.

3e este modo la separación entre los conflictos^ganizacionales y los conflictos de clase vaacompañada de una distinción entre la defensar-agmática de los salarios y la acción de trans--ormación de la sociedad. Trátase, por cierto, de.'2 distinción analítica; la estrategia sindical. -cula constantemente estos diversos tipos der'cbíemas, pero no por ello éstos dejan de tener_~a autonomía creciente, manifestada en la:•• ¿"encía de distintos canales de tratamiento decüa uno de ellos: sindicatos de empresa, orga-* = ~ D S mixtos o paritarios de consulta, órganos-e acc ión política y económica general.

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_fNuevas clases, nuevos conflictos

La nueva clase dominante ya no puede ser elgrupo de los que detentan la responsabilidady los beneficios de la inversión privada. Sólo

( puede ser el conjunto de los que se identifican! con la inversión colectiva, y entran en conflicto

con los que reclaman un aumento de su consumo0 con aquellos cuya vida privada se resiste al

cambio.

Pero esta fórmula es insuficiente, pues noincorpora la idea fundamental de una "perver-sión" de la inversión. Los inversores, en efecto,pueden identificarse con el interés general ymostrar con toda lógica que su éxito es lacondición misma del aumento del nivel de vidageneral, el cual se volvería imposible con unapolítica de "l'assiette au beurre".* Sólo sepuede hablar de clase dominante, hoy como ayer,si quienes poseen el poder económico lo emplean,parcialmente al menos, para fines que no favo-

|recen la elevación del nivel de vida general;• en otros términos, si los sistemas de inversióny de producción adquieren una relativa opacidad,absorbiendo en favor de sus intereses propios

, una parte importante de los recursos creados,1 o utilizándolos para fines no económicos. Tal

opacidad puede manifestarse en todos los nivelesdel sistema económico, tanto en el de la decisiónpolítica como en el de la organización adminis-trativa o en el de la ejecución técnica.

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En el nivel de la decisión política, la ausen-cia de racionalidad económica, la ruptura delrar inversión-consunto toma con mucha fre-cuencia las formas de la política de poder, es-ecir, en el caso más simple, de la sumisión deU política social a los "imperativos" de larefensa, de la ciencia o de la concentraciónfconómica.

Pero estos problemas no deben localizarse sólo2 nivel nacional. El levantamiento estudiantil deSerkeley tuvo, entre sus causas reconocidas, eldescontento de los estudiantes frente a unaUniversidad cada vez más entregada a la investi-gación pura y aplicada, y poco preocupada porservir a los estudiantes considerados trabajadores; entíneos y no ya hombres en formación.

Asimismo, se ha insistido, a menudo, en losproblemas del enfermo que deja de ser alguienque recibe un "servicio" personal, para conver-tirse, necesariamente, en un elemento de unsistema dirigido a mejorar el conocimiento y lac-ira de la enfermedad.

Esto no significa en manera alguna que unacreciente preocupación por la inversión científicasea por sí misma creadora de contradiccionessociales, y aún menos que sea socialmente irra-cional, sino solamente que comporta un riesgoc<e patología social, de ruptura entre el equi-pamiento y el servicio. Podemos llamar tecnó-zvtas a los que distienden la relación entre estosaos términos, a favor del equipamiento, que seJeVora a sí mismo, transformándose en acumu-lación irracional de poder, y creando así conflic-tos sociales.

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Que se queden con una porción excesiva de!producto colectivo, es un hecho relativamentepoco frecuente y poco relevante. El capitalistano invierte sino después de haber deducido cier-ta parte de sus recursos para su consumoprivado, y esta deducción puede ser muy impor-tante. Aun si se descarta la imagen demasiadoingenua del capitalista sólo atento al puro goce—imagen que torna incomprensible su papel deempresario—es evidente que el sistema capitalistava acompañado de la riqueza, a menudo espec-tacular, de los detentadores de capitales, y dela exhibición de lujo por parte de ellos o de sus

familias.

El tecnócrata, por el contrario, no vive conlujo, aun cuando sus funciones le signifiquengrandes ventajas. Galbraith lo ha señalado: laimagen de la riqueza se asocia hoy, más frecuen-temente, con las "estrellas" que con los dirigen-tes. Incluso los que participan de los beneficioscapitalistas, como los directores de grandes em-presas, cuyos salarios se incrementan notable-mente con dividendos y ventajas diversas, soncontrarios al consumo ostentoso. Su ideologíaes la del servicio, del Estado, del partidogobernante, de la economía; su ética, la de laimpersonalidad; su acción es el manipuleo conpreferencia al mando.

Los tecnócratas no son técnicos, sino dirigentes,ya sea que pertenezcan a la administración delEstado o a grandes empresas vinculadas estrecha-mente, por su misma importancia, con los me- Idios de decisión política. Sólo en este sentido Ipuede hablarse de "élite de poder", reconociendo, Isin embargo, los conflictos que pueden surgir I

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entre los tecnócratas, como los que surgieron,t- las sociedades de acumulación capitalistaentre distintos grupos de la burguesía.

No es en absoluto necesario agregar que los:ecnócratas dominan completamente el sistemaoolítico: semejante afirmación sería tan excesivacomo la que presentara al Estado, en el sigloxix , como un puro instrumento del capitalismo,afirmación totalmente insuficiente, particular--~ente en Francia y en Alemania, como lo•nostraron los estudios históricos de Marx.

La denominación de "tecnócrata" es tan ambi-valente como la de "capitalista" que designa, aun tiempo, al empresario y al especulador. EnFrancia, por ejemplo, existe una tecnocracia:iberal, que tuvo un papel esencial en la reorga--nzación y el desarrollo de la economía francesa,'- esforzarse en llevar a la sociedad francesa a'econocer la importancia de los consumos colec-tivos que son, a la vez, inversiones sociales e-portantes elementos del consumo ind iv idua l .

No se lograría un análisis serio de nuestro tipode sociedades, si se diera en todos ¡os casos altermino "tecnócrata" una connotación peyorati-va. Y ello, debido simultáneamente a razonesgenerales y particulares. Definir ia oposición declases no significa separar dos conjuntos devalores y de intereses ajenos entre sí y no suponeque se opongan sistemáticamente el interésprivado y el interés general, la dominación y lalibertad. Puede darse, en ciertas situaciones ex-tremas, que una clase se identifique enteramentecon sus intereses particulares, o en la lucha con-tra la otra clase, y adquiera así cierta cohesión

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a falta de una homogeneidad nunca realizada.Pero es más común que cada clase cumplamuchos roles históricos al mismo tifmpo, quesea progresista y conservadora a la vez, elementode transformación social y fuerza de resistenciaal cambio.

Por lo demás, puede ocurrir, y éste es el casode Francia, que la desorganización del sistemapolítico coincidente con el mantenimiento delas libertades públicas, dé a los tecnócratas—nueva clase en ascenso—, a la vez un papel deinnovadores económicos y de defensores delconsumo, especialmente del consumo colectivo.

Precediendo al conjunto de los mecanismos dedecisión y de reivindicación, sólo tienen unpoder limitado, y desarrollan, al mismo tiempo,una ideología, correctamente expresada por losautores del IV Plan, que preconiza la unióndel progreso económico y el progreso social,a riesgo de tropezar con una doble oposición,y de no contar con los medios de realizar unprograma tan utópico, esto es, subestimando elconflicto de los intereses sociales enfrentados.

Descartar la imagen simple de un grupo —unifica-do, autoritario, atento sólo a su poderío—, enfavor de una descripción más diversificada, nodebe, sin embargo, disminuir la importancia dela noción de capitalismo, cuya función es pri-mordial para el análisis de la sociedad de la quevenimos, y que está lejos aún de haber desapa-recido.

Así como la propiedad era el principio depertenencia a las antiguas clases dominantes, la

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lueva clase dominante se definiría, en primerjgar, por el conocimiento, es decir, por un

nivel de educación.

Debe, entonces, formularse la pregunta: ¿existe,con características distintas de las de los nivelessubalternos, un nivel superior de educacióncuya adquisición constituya un sistema de selec-ción social y cuyo poder sea un símbolo depertenencia a la clase superior? Cuanto más seasciende en la escala de los sistemas formativos,más técnica y especializada es la formación,aunque sólo hasta cierto nivel. Más arriba, latendencia se revierte y la formación consiste,sobre todo, en la adquisición de métodos gene-rales de análisis. Así también, los funcionariossubalternos son poco especializados, los funcio-narios medios lo son cada vez más a medi'da quese eleva su nivel, mientras que los altos funcio-narios retornan a una gran movilidad horizontal.Por otra parte, la formación del nivel más altoriendé a escapar del cuerpo especializado deprofesores; está ampliamente asegurada por losmiembros de la élite, cuya cuidadosa formaciónles asegura el acceso: los altos funcionariostienen un papel importante en la enseñanzaque se imparte en la Escuela Nacional deAdministración. La formación tiende, también,a convertirse en mecanismo de socializacióncon vistas a un medio particular, y a tomar uncarácter simbólico, representado, muy a menudo,por el prestigio que confiere el haber pasadopor una escuela o una universidad. El examen se-eem plaza, en este caso, por el concurso, mar-cando la importancia de la función de recluta-miento con relación a la función de transmisióndel saber.

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Se crea así una nueva aristocracia, y la concien-cia de una ruptura entre ella y la escala media dela jerarquía. Del nivel de jefes al nivel dirigente,del administrador civil al director, y hasta, aveces, del investigador—incluso del investigadorde alto nivel—, al director de investigaciones, ladistancia va ahondándose, señalada por nume-rosos signos, incluyendo importantes diferencias »de ingresos.

Existe aparentemente entre los burócratas y lostecnócratas una continuidad jerárquica, peroraros son los casos en que los miembros deuna gran organización no pueden reconocer elcordón rojo que separa a unos de otros.

La tecnocracia es también una "meritocracia",12

que controla el acceso a sus filas controlando lostítulos. Este fenómeno es, tal vez, más acentuadoen Francia que en los demás países porque latecnocracia halla aquí apoyo en las tradicionesdel antiguo aparato estatal y en la importanciaque lograron conservar las escuelas superiores ylos grandes cuerpos del Estado. Pero idénticatendencia se manifiesta en todos los grandespaíses industriales, incluso en los EE.UU., dondemuchas universidades importantes se transfor-man casi en escuelas superiores, en las que serecluta por concurso.

Una vez que se entra en la categoría de losdirigentes, no se sale más. Al no ser los tecnócra-tas más que un elemento del sistema de poder,muchos de ellos, sin duda, ganan o pierden

12 Según ta expresión de M. Young, The Rise of Merítocracy,Thames& Hudson, Londres, 1958.

rosidones según que el equipo de gobierno lessea favorable o no. Pero la seguridad de suempleo es grande, y su remuneración se mantieneaún estando en "disponibilidad". Se forma así^n medio que, aun sin ser homogéneo, adquiere; erta conciencia de sí mismo, adopta determi-nados tipos de conducta, ejerce cierto controlsobre su reclutamiento.-

Resul ta más difícil definir a aquellos cuyosintereses se oponen a los de los tecnócratas.En un pr imer análisis se podría decir que sonfos consumidores; pero, en realidad, se tratasólo de un "quasigrupo", que halla todavía másdificultades para transformarse en actor históri-co que las que encontraron los trabajadoresasalariados de la industria capitalista del siglox i x . Esta aproximación puede, empero, indicarjn camino por seguir en este estudio prospectivode los movimientos sociales.

La resistencia al poder capitalista fue primera-mente asumida por obreros de oficios, apoyadosen su nivel profesional y cultural superior, ydefendiendo también, a veces, situaciones tradi-cionales en decadencia. Del mismo modo, puedepensarse que los núcleos de oposición a latecnocracia se forman en ambientes de unaespecial tradición cul tural muy arraigada y en ladefensa, asimismo, de situaciones colectivas ame-nazadas por el progreso técnico y la evolucióneconómica. Son las comunidades, como los viejoscentros industriales en declinación —minas de car-bón, plantas siderúrgicas o fundiciones aisladas—,lasque con mayor facil idad se transforman en lu-gares de protesta al mismo tiempo conservadora-porque defiende—, y progresista —porque ataca—

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En términos más generales, el papel asumido antespor el apego al oficio, lo asume hoy el apego alespacio. No es el trabajador el que se defiende,sino, más ampliamente, el miembro de unacomunidad apegado a un tipo de vida, a relacio-nes familiares y amistosas, a una cultura. Huboun tiempo en que quien recurría a la historiay a la geografía era la nueva clase dominante, laburguesía conquistadora, confiada en la evolu-ción y en el progreso, partidaria de la formaciónde las unidades nacionales y de las grandes co-rrientes de intercambio. Hoy la clase dominantese apoya en la economía y, a veces, en lasciencias sociales, que le ofrecen las categoríasque mejor definen su acción de desarrollo y deprogramación.

La historia y la geografía, el apego a la tradicióny al terruño se han vuelto el modo de pensar yde sentir de los que se resisten al trasplante, aveces ciegamente, a veces, por el contrario —enel caso de Loira-Atlántico, por ejemplo—, exi-giendo que la industria vaya hacia los hombresy no sólo los hombres a la industria, que el terri-torio sea preparado, en lugar de favorecer sola-mente a las grandes concentraciones industriales.La conciencia regional y la defensa de las liber-tades locales son el principal fundamento de laresistencia a la tecnocracia.

2. Al nivel de la organización económica, laopacidad se llama burocracia. Sólo sistemascomplejos de medios técnicos y humanos permi-ten el progreso de la producción y de la pro-ductividad. Pero cada uno de estos sistemasposee cierta inercia que no es sólo rutina, sino

•wcesidad de asegurar las relaciones entre laspartes del conjunto. Todo el mundo sabe quecuanto más compleja es una organización, ma-»or es la porción de sus recursos que debe acor-dar a la atención de sus problemas internos, asíjomo una máquina compleja sólo puede funcio-lar de modo discontinuo, ya que los ajustes,-eparaciones y mantenimiento crean un granapso entre la producción teórica y la producciónreal, cosa que no impide, sin embargo, que una•náquina moderna tenga un rendimiento mayorque otra más antigua.

Pero las exigencias internas de funcionamientopueden convertirse en un sistema autónomo de'eglas y relaciones. Por ejemplo, si bien esr'eciso que exista una jerarquía de funciones, laactividad profesional puede verse perturbada poruna preocupación predominante por la carrera,por una inútil multiplicación de símbolos derango social o por una extensión, técnicamenteno justificada, de la escala jerárquica.

til mundo industrial, como el mundo adminis-trativo, universitario u hospitalario, conoce losproblemas que W. H. Whyte Jr. ha llamadodel "hombre-organización",13 conformismo yarribismo mezclados, y también, a veces, preo-cupación por las "buenas relaciones humanas",que entorpece la toma de decisiones difíciles.

Dahrendorf, yantes Renner, definió a los burócra-tas como una "clase de servicio" (Dienstklasse).

13 W.H. Whyte Jr., The Organ/zation Man, Simón & Schuster,Sueva York, 1956 (hay versión castellana: El hombre organizo--ión, F.C.E., México, 1961).

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Pero esta definición no se adapta bien a la nuevasituación que hay que describir: conviene mása un sistema antiguo de organización, al aparatoestatal (Beamtentum prusiano), a los funciona-rios autoritarios, que los franceses temen yridiculizan. Esta burocracia de tipo militar,fuertemente jerarquizada, en la que cada cualse define por la delegación de autoridad recibida,aun cuando logra mantenerse, pertenece, en loesencial, al pasado. Cada reforma administrativala deteriora más y su ineficacia se hace especial-mente evidente cuando toma a su cargo tareas deproducción, cosa que ocurre en muchos serviciospúblicos. La inercia de una burocracia modernano proviene de su rigidez sino de su complejidad,y de las ¡nterrelaciones que se tejen entre servi-cios, oficinas y funciones. Mientras que órdenesenérgicas se deforman hasta el absurdo al descen-der la escala jerárquica, un palabrerfo infinitoasegura, al mismo tiempo, el respeto hacia Josintereses de los compañeros y la lentitud delconjunto.

Las resistencias no provienen ya tanto de lainercia de las bases sin iniciativa, sino de la fuerzadefensiva de múltiples erizos ubicados en todoslos sectores del organigrama, de la formaciónde clases, de ligas, de coaliciones, de escuelas,que desorganizan el sistema, convertido en unconjunto flojo de barón fas y de cotos cercados.Tales son los burócratas, partidarios del cambioy de la racionalidad, sin duda alguna, factoresde progreso, pero también y frecuentemente,preocupados por su carrera, vanidosos y descon-fiados, absorbidos por sus estrategias sutiles ypor el deseo de afianzar su importancia, rete-niendo la información, realzando su prestigio en

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todas formas, defendiendo las exigencias internasde una organización en contra de sus finalidadesexternas.

Del análisis de Dahrendorf hay que retener unadea importante. Los burócratas no constituyenroda la "nueva clase media", ni aun el conjuntode los niveles intermedios de una gran organiza-ción. A su lado existen masas cada vez másimportantes de empleados y de técnicos, cuyopoder de negociación, autoridad e influencia sondébiles o nulos. No estamos pensando aquí' enos nuevos "proletarios", en los empleadossometidos a tareas tan repetitivas, monótonas. forzadas como las de los obreros de I mea sinoen esas categorfas relativamente altas —empleadostécnicos, dibujantes, personal superior, colabora-dores técnicos—, que no toman parte en el juegode los burócratas y que están más directamenteexpuestos a sus consecuencias que los obreros detipo tradicional, relativamente- protegidos por¡a relativa debilidad de su marco, y por supresencia ampliamente masiva en la parte inferiorde los organigramas.

Son aquellos empleados-técnicos los que represen-tan el núcleo principal de resistencia a la buro-cracia, mientras que !a inmensa masa compuestapor los "clientes" de las administraciones norepresenta más que un quasi-grupo, cuyas protes-tas difícilmente toman cuerpo.

Nos parece que este análisis explica mejor iaextensión observable en Francia de las reivindi-caciones colectivas en estas categorfas profesio-nales de nivel medio, que las ¡deas demasiado ge-nerales sobre sus capacidades revolucionarias. Los

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técnicos no reemplazan a los obreros profesiona-les al frente de la lucha de clases. Es verdad quela concientización de una nueva categoría favo-rece al comienzo el empleo de doctrinas o de unvocabulario extremista, al cuestionar directamen-te los principios generales de la organizaciónsocial. Pero la acción colectiva de los técnicosse dirige más bien a la reivindicación dentro delas organizaciones, a la protesta contra la buro-cracia, e igualmente, a la defensa de un nivel yde una carrera.

Las formas de estas reivindicaciones son fre-cuentemente nuevas y su fuerza es tanto mayorcuanto que las circunstancias económicas, laescasez de técnicos en el mercado, dan a estacategoría un gran poder negociador. Pero suinspiración no es revolucionaria.

3. Finalmente, al nivel de la ejecución técnica,el hecho más sorprendente es la rapidez delcambio. Los ingenieros, los estudios y los labo-ratorios se empeñan en acelerar "el carácterobsoleto" de las técnicas en uso. La espe-ranza de vida de las máquinas, de los proce-dimientos, de las fórmulas, va en continuadisminución.

Es difícil decir en qué medida puede crearse de«sta manera un nuevo tipo de despilfarro. Sinembargo muchos observadores se han quedadoadmirados al ver que gastos en equipos impor-tantes —medios de cálculo, por ejemplo—, sedeciden sin un estudio a fondo de los costos dela operación, y sólo porque una máquina nuevaes un símbolo de modernidad. El gusto por el

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"gadget"* no está reservado a los individuos: seNa difundido también en las empresas y en lasadministraciones.

Los tecnicistas forman una categoría que pocasposibilidades tiene de transformarse en clasesocial por hallarse dispersa, y sobre todo porquesólo con relativo éxito puede entregarse a susexcesos, al ser también.tecnócratas o burócratas.No cabe, entonces, incluirlos en una nomencla-tura de las nuevas clases sociales.

Aún mejor se manifiesta el tecnicismo por suincapacidad de captar el conjunto de los proble-mas que plantea una organización. La compleji-dad de un sistema social se quiebra mediantereglas convertidas frecuentemente en ritos. Desdeya hace mucho tiempo, los críticos de la llamadaorganización científica del trabajo han mostradolos errores a los que conduce reducir el trabajohumano a una cadena de movimientos elemen-tales, y la psicología obrera a una imagen empo-brecida del homo económicas. Fábricas y admi-nistraciones conocen, por igual, la rigidez de estetecnicismo, contra el que se rebelan, sobre todo,los obreros calificados. Pero una categoría devíctimas posee una especial importancia.

El envejecimiento de las técnicas no se producesin que también envejezcan las calificaciones. Asíse forma una categoría cada vez más numerosade trabajadores envejecidos, que no tienen más

* "Gadget", término inglés que significa "artificio", especiali-zado en el sentido de objeto de consumo que no cumplefunción alguna, "pura gratuidad con apariencia de funcionalidad"según Baudr¡llard,"/-a moróle des objets", Communications, 13,1969). (N. délaT.)

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de cuarenta o cuarenta y cinco anos e incluso,a veces, en los dominios en los cuales las técnicasevolucionan velozmente, no más de treinta o detreinta y cinco años, nuevos semi-saldos, cuyavida activa en su segunda parte es una largadecadencia, a menudo cortada por bruscos parosforzosos o por súbitos desmoronamientos. Los"viejos" —tanto estos trabajadores envejecidoscomo los jubilados—, forman una clase socialcada vez mejor delimitada, un nuevo proletaria-do, desechado por eí progreso, explotado por éi,como otros lo fueron por la propiedad.

4. Estos conflictos son todos de idéntica natu-raleza. Oponen a dirigentes ¡levados por la volun-tad de reforzar la producción, de adaptarse a lasexigencias de la eficacia, de responder a losimperativos del poder, con individuos que antesque trabajadores que defienden su salario, sonpersonas y grupos que tratan de mantener elsentido de su vida privada. Lo que buscan estosasalariados-consumidores es 'la seguridad, estoes,un futuro previsible, con posibilidades de orga-nización, que permita hacer proyectos y contarcon los frutos de los esfuerzos consentidos.

Entre estas dos grandes clases o grupos de clases,la oposición principal no proviene del hecho deque unos posean la riqueza o la propiedad y losotros no, sino de que las clases dominantes estánformadas por los que administran el conocimien-to y detentan las informaciones. El trabajo sedefine cada vez menos como un aporte personal,y cada vez más como una función en este sistemade comunicaciones, es decir, de relaciones socia-les. Es dirigente quien actúa sobre los sistemas de

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relaciones sociales, en nombre de sus caracterís-ticas y de sus necesidades; el dirigido afirmapermanentemente su existencia no como miem-bro de una organización, elemento de produccióno subdito de un Estado, sino como unidad au-tónoma, cuya personalidad no coincide conninguno de sus roles. Es la razón, justificadaa nuestro entender, por la cual el tema de laalienación está tan de moda. Salimos de unasociedad de explotación para entrar en unasociedad de alienación.

Las contradicciones que dominan nuestro tipode sociedad no son las contradicciones internasdel sistema económico, sino las contradiccionesgenerales entre las necesidades de los sistemassociales y las necesidades de las personas. Estopuede interpretarse en términos morales, deescaso interés sociológico, ya que nada es tanconfuso como la defensa del individualismo con-tra la maquinaria social. Pero es fácil trascenderesta interpretación. El progreso económico escada vez más directamente tributario —y Gal-braith 14 lo ha destacado vigorosamente—, no sólode la cantidad de trabajo y de capital disponible,sino también de la aptitud para innovar, paraaceptar los cambios, para utilizar todas lascapacidades de trabajo.

Ahora bien: una concepción mecánica de la socie-dad choca —como chocó el taylorismo—, con laresistencia de los individuos y de los grupos,remisos a dejarse manejar, que frenan la produc-ción, y sólo pasivamente se adaptan a una orga-

14 J.K. Galbraith, The Affluent Society, Hanish Hamilton,Nueva York, 1958 (hay versión castellana: La sociedad opulenta,Ariel, Madrid, 1963).

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nización y a decisiones en las que no tomanparte. En una sociedad cada día más terciaria,es decir en la cual el tratamiento de la informa-ción tiene el mismo papel central que el trata-miento de los recursos naturales tuvo en loscomienzos de la industrialización, la forma másgrave del derroche es la ausencia de participación.Y es sintomático que todos los estudios mues-tren que la primera condición de la participaciónes la información. Pero esta observación tieneconsecuencias más profundas que las que sesuelen percibir. Estar informado es no sólo saberlo que pasa, sino reconocer los antecedentes, lasrazones y los métodos de la decisión y no sola-mente los hechos invocados para justificarla. Poreso los sindicatos o los comités de empresasexigen examinar el balance de la empresa yconocer la evolución de las diversas categoríasde beneficios. La información es, en realidad,acceso a la decisión.

La importancia central de este problema se poneen evidencia por las dificultades de su solución.No sólo porque quienes poseen la informaciónse resisten a d i fund i r l a y prefieren escudarse

, detrás de afirmaciones seudosociológicas, comolo hicieron muchos organizadores del trabajo(el caso de Bedaux es el más conocido), sinotambién porque el acceso a la información suponeya una nueva actitud reivindicativa, la.aceptaciónde la racionalidad económica, el rechazo de laprimitiva idea de que la sociedad se halla domi-nada enteramente por el conflicto de interesesprivados, el empleo de expertos cuyas relacionescon los responsables de la acción son difíciles,etc. La búsqueda de la información expresa unapolítica social activa. La ausencia de información,

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» por ende de participación en los sistemas deincisión y de organización, define a la alienación:

El individuo o el grupo alienado no es sólo elmarginado, sometido a presiones, o privado denfluencia, sino el que pierde su identidad como

Dersona, el que sólo se define por su papel en unsistema de intercambios y de organización: con-sumidor conducido por la.publicidad y el créditoi sacrificar su seguridad económica en aras de laadquisición de bienes cuya difusión se justificaroas por el interés de los productores que por lasatisfacción de necesidades prioritarias; trabaja-dor sometido a sistemas de organización cuyaeficiencia global no impide un costo humanoextremadamente alto.

Cuanto más pierde su Importancia, se localiza yse institucionaliza el conflicto de las clases depropiedad, perdiendo con ello su fuerza explo-siva, tanto más cuestionan los nuevos conflictosla gestión del conjunto de la sociedad y movili-zan la defensa de la persona humana total.

5. Los que dirigen el aparato productivo okdministran las organizaciones -son al mismo"iempo los representantes más directos de los'alores de desarrollo orientadores de la sociedad,' quienes pueden más distender la relación entreI equipamiento y el consumo; pero a su lado,

fcxisten categorías que se ha l lan en una situa-iión complementaria de la suya. Los que perte-tecen a estas categorías no se def inen por suligar a la cabeza o en el seno de una organiza-ción, aun cuando sean empleados por ella. SonIgentes del desarrollo, porque su actividad está

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definida por la creación, la difusión o la aplica-ción del conocimiento racional, pero no sontecnócratas, porque su función se define comoun servicio y no como una producción.

En el nivel más elevado, el mismo en el que sesitúan los tecnócratas, se hallan \osprofesionales,es decir los miembros de "profesiones", entrelas cuales hay dos de particular importancia ennuestras sociedades: la enseñanza y la saludpública. Profesores y médicos, que no sondirectores asalariados ni —en su mayor parte—,miembros de profesiones liberales, se encuentranen una situación mixta. Por un lado, su actividadrequiere la existencia de organizaciones raciona-lizadas —escuelas, universidades, hospitales, labo-ratorios de investigación, etc.—, y por el otro,su actividad tiene por objeto mantener o refor-zar la capacidad de producción de los hombresy no de la producción material.

El estudiante o el enfermo son consumidoresdirectos de la enseñanza o de la medicina. Hay,sin duda, zonas intermedias en las que se mezclanprofesiones y aparatos productivos, particular-mente en las organizaciones de investigación,pero esto no basta para atenuar la diferencia denaturaleza entre los cuadros dirigentes y losprofesionales, entre los "ingenieros" y los "doc-tores". Los profesionales no se definen tantopor su autoridad jerárquica como por su com-petencia, y con mayor exactitud, por su carismacientífico. Aquí no se puede hablar de clasesocial, pues los profesionales no son un elementode conflicto social: forman una categoría quea veces se une a los tecnócratas y otras veces loscombate. Doble situación que puede conferirles

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jn prestigio superior a todas las demás categorías,> que puede también llevarlos a replegarse en unsentido de cuerpo doblemente irracional queirrita tanto a los tecnócratas como a los consu-midores.

En un nivel menos alto —el mismo en el que he-"ios ubicado a los burócratas—, se hallan losexpertos. Intervienen en el funcionamiento deas organizaciones, pero sin pertenecer enteramen-te a ellas, aun si son sus asalariados: ingenierosconsultores, contadores, juristas, psicólogos, mé-dicos del trabajo, instructores y adiestradores,cuyo número está aumentando rápidamente yaue aún crecerá con mayor rapidez en lospróximos años, recordando constantemente a lasorganizaciones en las que intervienen sus funcio-nes externas, mientras que, por otro lado, pue-den turbar su buen funcionamiento, al oponerlos principios generales, de tales organizacionesa la complejidad empírica de una red de comu-nicaciones técnicas y sociales. Como los profe-sionales, los expertos pueden limitarse a seragentes exteriores de las empresas y de lasorganizaciones, pero es muy frecuente que lasobliguen a desligarse de sus problemas interiores> a mejorar su adaptación al conjunto de lasociedad, lo cual constituye un modo de reforzarel vínculo entre inversión y consumo.

Finalmente, al .nivel de la ejecución técnica,siguen existiendo al lado de los técnicos, aquellosque podrían englobarse en la denominaciónpersonal de servicio, llámense agricultores omecánicos reparadores, que no pertenecen aorganizaciones y constituyen un conjunto decategorías poco homogéneas, aveces intentando

formar empresas medianas y, otras veces, defen-derse contra la asimilación o la competencia deempresas más poderosas.

Uno de los principales cambios en la Franciacontemporánea es, sin duda, la formación deun nuevo sindicalismo agrfcola, que no es sóloya la expresión del capitalismo agrario de lastierras trigueras y remolacheras ni el instrumentode la presión ejercida sobre el Estado protectorpor una masa económicamente débil pero polfti-camente influyente en número, ni tampoco elsistema de representación polftica que favoreceen Francia a las regiones rurales en relación conlas regiones industriales.

Los agricultores no constituyen una clase. Lacategoría de los pequeños y medianos cultivado-res enfrenta problemas de equipamiento —decrédito, por lo tanto—, de comercialización de losproductos, de elección racional de las produccio-nes que aumentan su importancia polftica, eco-nómica y social. Pero el principio de nuestroanálisis consiste en que la formación de clasessociales y de una acción de clase tiene másposibilidades de darse en los sectores económicosy sociales en los cuales la contradicción entreequipamiento y consumo, y la opacidad creadapor la tecnocracia, se manifiestan con la máximaclaridad, esto es, en el corazón de los grandesconjuntos organizados de producción y de deci-sión económica.

Más exactamente, los grupos que manifiestanuna resistencia especialmente vivaz a la domina-ción de los tecnócratas, de los burócratas y delos tecnicistas son aquellos que, asociados a la

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vida de las grandes organizaciones, son y sesienten responsables de un servicio, y aquelloscuya actividad los pone en constante relacióncon los ejecutores o los consumidores. Profesoreso urbanistas en un nivel, ingenieros o técnicosque trabajan en estudios, en otro, pueden sucum-bir a la contradicción que nace de su doble natu-raleza de profesionales o expertos y de hombresde la organización o de tecnócratas en potencia;pero la superan a veces mediante una actitudreivindicativa. Partícipes de los valores de racio-nalidad y de tecnicidad que se imponen a lassociedades industriales, defienden al mismo tiem-po la autonomía de sus condiciones de trabajoy de su carrera, oponiendo las exigencias internasde su grupo profesional a las presiones ejercidaspor el sistema de organización y de decisión.

Así como en el siglo xix se formaron movi-mientos masivos de reivindicación social al coin-cidir la resistencia de los obreros de oficio con laconciencia de explotación de ciertas categoríasde obreros no calificados, igualmente se puedepensar que hoy y mañana son estas élites deoposición las que han de formar la vanguardiade nuevos movimientos reivindicatoríos, movili-zando a las comunidades declinantes, a los traba-jadores de edad, víctimas de los cambios, o a los"usuarios" de los hospitales, de los conjuntoshabitacionales y de los transportes colectivos.

Pero para que una transformación semejante seproduzca, es preciso aún que existan mediossuficientes de movilización de la opinión, mediosa los que su misma importancia coloca en generalbajo el control de los dirigentes o de los hombresde negocios. No es posible describir aquí las

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etapas de esta movilización, pero debemos, almenos para poner algo de'Orden en un vocabula-rio incierto, distinguir diversos tipos de "fuerzassociales".

Las clases sociales se sitúan al nivel del sistemade poder económico. Los grupos de interésse ubican al nivel de las organizaciones o delas colectividades particulares. Los grupos depresión, situados al nivel de la organizacióntécnica de la producción o del consumo, sólotienen una relación aún más indirecta con eljuego político.

Admitiendo esta distinción, podemos afirmarque la "clase obrera" está siendo reemplazadacada vez más por una federación de grupos deinterés, mientras que, quizá, grupos de defensalocal o regional, ejemplos tradicionales de gruposde presión, puedan adquirir una dimensión declase.

Por cierto que una clase social o un movimientoclasista se esfuerza siempre por interpretar en suspropios términos o de colocar bajo su influenciaa grupos de interés y grupos de presión relacio-nados con ella. La política social se ha vueltoaún más compleja por el hecho de que lasasociaciones que son los instrumentos de unaclase, de un grupo de interés o de un grupo depresión se mantienen por largo tiempo aferradasa una concepción de su papel, aun cuando esténdesempeñando otros, pero pueden, al mismotiempo, e inversamente convertirse en el órganode expresión de fuerzas sociales nuevas.

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nuevas sociedades industriales

1. Resulta cómodo resumir los análisis prece-dentes, mediante el cuadro que se reproduce enla página siguiente.

Pero no se atribuiría una importancia tan grandea la estructura de clases de una sociedad, si nofuera porque los diversos niveles de dominacióny de conflicto se superponen en una ampliamedida.

Esta observación confiere toda su importanciaal concepto de tecno-burocracia propuesto porG. Gurvitch,15 que marca la vinculación nosólo de la tecnocracia con la burocracia, sinotambién con el tecnicismo! La existencia degrandes organizaciones de producción, orientadasal mismo tiempo hacia el poderío más que haciael progreso, burocratizadas más que organizadas,y tecnicistas más que racionalizadas, constituyeuno de los problemas sociales más importantesde las sociedades industriales avanzadas.

Este problema es tanto más grave, y las conse-cuencias de la tecno-burocracia son tanto másonerosas, cuanto más grande es/ la unidad delsistema de decisión política, económica y militar.La forma extrema de esta patología es eltotalitarismo, es decir, la sumisión del conjuntode la sociedad a los instrumentos del desarrolloeconómico y del progreso social, sacrificando susfines a su propio poder. El totalitarismo • es

15 G. Gurvitch, Industríalisation et technocratie, publicado conla dirección del autor, Pan's, 1949, pp. 179-99.

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diferente al despotismo, que es el poder absolutojeí aparato estatal; es generalmente tanto másacentuado cuanto más limitado es el sistemade acción estatal y en la medida en que elEstado no se presente tanto como el instrumen-to del desarrollo y del progreso, sino que apele3. otros principios de legitimidad, como la fuerzamilitar, la defensa de los intereses de un grupopretendidamente superior por naturaleza, o laherencia. Un régimen totalitario se manifiestano tanto por el acaparamiento de las riquezas co-mo por el control absoluto de la Informaciónen todas sus formas, desde el contenido de losmedios masivos hasta los programas escolares yla doctrina de los movimientos juveniles.

2. Frente a estas amenazas, cuya base estáen la dominación política y no en el provechoprivado, sen'a ilusorio apelar a la resistencia dela "clase obrera", a menos que se dé un sentidomuy vago a esta expresión, designandq a lamasa de los que reciben órdenes, sometidosa reglamentos, que viven de un salario y queescuchan o miran programas propalados paraellos. Pero este nuevo empleo de una vieja no-ción tiene muchos más inconvenientes que venta-jas. Especialmente, permite creer erróneamenteque la oposición a las huevas formas de domina-ción debe naturalmente nacer de las mismas cate-gorías sociales que antes, cosa que los hechosparecen desmentir.

También es anacrónico tratar de definir a lasfuerzas sociales enfrentadas entre sí. Cuanto másse pasa de las sociedades de acumulac ión a lassociedades de programación, mayor es la impor-

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tancia de las relaciones de poder con respectoa la oposición de los grupos sociales. De al l íresulta que las luchas sociales no pueden ser"primarias", y reposar esencialmente sobre elmovimiento interno de la reivindicación y sobreel papel de los "militantes" surgidos de la masa.Este proceso de formación interna conservauna importancia innegable pero limitada. Ladistancia entre la expresión directa de un proble-ma social y su transformación en movimientosocial se acrecienta sin cesar, lo que entraña, almismo tiempo, el crecimiento del papel de lainformación masiva y de la formación de élitesde oposición.

Una de las sociedades que con mayor lucidez hadebatido estos problemas, y los medios deasegurar un equ i l i b r io tenso entre las exigenciasdel aparato de producción y las reivindicacionesde los consumidores, es la sociedad yugoslavaque, muy pronto, por esta razón, atrajo la aten-ción de G. Gurvitch. La concentración industrialdebe ser equilibrada mediante el afianzamientodel poder de las comunas, y por la ampliaciónde la autogestión. Interpretaríamos mal esta granexperiencia, al reducirla a la idea ingenua de quela economía puede ser racionalmente administra-da por una mul t i tud de consejos obreros. El laes, en,realidad, un esfuerzo de organización delas relaciones entre la obra de desarrollo de lasempresas y la expresión de reivindicaciones so-ciales, utilizando vías distintas al sistema parla-mentario, pero sus límites se hallan en la debili-dad relativa de las élites de oposición, y en elcontrol estatal de la información. Este ejemplomuestra cuál es la naturaleza de los problemassociales fundamentales de nuestra sociedad.

3. Hay que decirlo claramente: la condiciónproletaria, en una sociedad en vías de enriqueci-miento y de institucionalización de los conflictosde trabajo, no puede ya constituir el tema centralde los debates sociales. En cambio, el controlde la información, la autonomía de las colecti-vidades locales, la libertad y la "desestatización"de las instituciones universitarias, la adaptacióndel trabajo a la mano de obra, y una verdaderapoh'tica de ingresos, constituyen los objetivos entorno a los cuales pueden organizarse y se orga-nizan los movimientos sociales. Es de desearque muy pronto se consagren investigacionesmás profundas a la sensibilidad de la opiniónante los temas viejos y nuevos por los que seintenta movilizarla.

Se puede, incluso, anticipar como hipótesis quelos problemas sociales más "sensibles" son losque más directamente enfrentan a la tecnocra-cia, a los consumidores y a los profesionales,es decir, los que plantean la enseñanza, la saludpública y la organización del espacio. La opiniónpública los capta con menor facilidad que losproblemas del trabajo, pues éstos vienen siendoexplicados y tratados por las «organizacionessindicales desde hace mucho; pero no parece sermenos sensible^ a ellos: al contrario, ya queposeen hoy una generalidad que no se encuentraen los problemas del trabajo —diseminados por ladiversidad de las condiciones de negociacióncolectiva—, y al mismo tiempo una importanciadirectamente política, puesto que cuestionaninmediatamente no ya los mecanismos ecor\ómi-cos sino los sistemas de decisión social.

No es posible desarrollar aquí' estas proposicio-

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nes, pero era indispensable presentarlas, auncuando fuera brevemente, puesto que la sociolo-gía de las clases sociales no se distingue, enverdad, del estudio de la estratificación socialmás que por ser la definición de los dominios, delos objetivos y de los medios del poder de unaparte de la sociedad sobre las demás.

¡El estudio del capitalismo es lo que dio suf importancia al análisis de las clases sociales en lasj: sociedades de acumulación privada: y es la vio-

lencia de los conflictos lo que le otorgó su atrac-tivo dramático. Hoy el estudio del control delequipamiento económico y social es lo quepermite definir a las fuerzas sociales enfrentadasy lo que ayuda también a prever la formaciónde nuevos movimientos sociales en las sociedadesdefinidas a la vez por la programación económicay por las exigencias crecientes del consumoprivado.

Sólo colocándose en esta perspectiva se puededar toda su importancia al estudio de los cam-bios y de las reacciones que ellos suscitan. Hablarde resistencia al cambio es peligroso: esta expre-sión invita a aceptar el cambio como un progresonecesario, al que sólo pueden oponerse la igno-rancia, la rutina, el tradicionalismo.

Por el contrario, se trata de saber, ante todo,en qué condiciones el cambio se vuelve progresoy cómo pueden los trabajadores —o en términosmás generales, los actores sociales—, participar enlas transformaciones sociales y controlarlas, de-fenderse contra lo imprevisto y reemplazar lassupuestas exigencias de la racionalidad (del tipode la one best way tayloriana) a través de una

discusión abierta sobre los fines y los medios deldesarrollo. El objetivo principal de los movimien-tos sociales modernos es, mucho más que la lu-cha contra los beneficios, el control del cambio.

4. El análisis de los conflictos sociales en lanueva sociedad en la que estamos entrando,no debe, al menos en nuestro tipo de sociedad,tratar de resucitar la imagen de aquella sociedadde clases que, como lo demostramos al comenzar,correspondió a una situación histórica particulary pasajera, la de una "vieja" sociedad que seindustrializaba primero de modo liberal, sintener ninguna unidad sociológica. No puede man-tenerse la validez de un análisis de la sociedadcomo estructura de clases, como es nuestrodeseo, más que afirmando al mismo tiempo quelos problemas de clases no constituyen sino unacategon'a especial de hechos sociales, tanto másimportantes actualmente para la reflexión cuan-to que la opinión tiende a no concederles sufi-ciente atención, pero cuyas manifestaciones yconsecuencias no son siempre más espectacularesque las de otros problemas vinculados con laestratificación social, o nacidos de los riesgosde guerra atómica. En el nivel de la sociedadglobal, como en el de las organizaciones particu-lares, existen problemas no relacionados conel sistema de clases sociales. Son, por ejemplo,los mencionados por Dahrendorf, que Parsons—erróneamente acusado a veces de ser sólosensible al consenso y al equilibrio social—, descri-be con gran claridad.16 La desigualdad de los

16 Especialmente en sus Essays in Sociológica: ~--¿:v. - _ ; . =ed., The Free Press, 1954, pp. 328, 333 (hav \ers=ón caste!':*•«:Ensayos de teoría sociológica, Raidos, Bs. Aires, 1967).

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niveles de calificación, de educación, de autori-dad, no sólo entraña tensiones y conflictos, sinoque tiende a constituir medios en los que seproduce una cultura particular y que brinda asus hijos dispares puntos de arranque.

La imagen que M. Crozier da de las grandesorganizaciones va más lejos y puede extenderseal conjunto de la sociedad, coincidiendo con lasconclusiones de J. Maynaud y las de los observa-dores de los grupos de presión. Se asiste, efecti-vamente, auna dislocación de las escalas jerárqui-cas, al mismo tiempo por la multiplicación delas categorías de nivel medio y por la complejidadcreciente de los canales de influencia. Elloimplica una mayor inseguridad colectiva, undesarrollo a menudo anárquico de la competen-cia y de las negociaciones entre grupos sociales,organizaciones y profesiones, dificultades cadavez más grandes para adaptarse a cambios rápi-dos, y el desarrollo —señalado por Janowitz/7 co-mo una consecuencia de la fuerte movilidadsocial— de los prejuicios sociales y étnicos.

El hecho importante es que los problemassurgidos de la diferenciación, de la movilidad ydel cambio social revisten cada vez menos elcarácter de signos de un conflicto más generalde clases. Son de diferente naturaleza. Estratifi-cación y clases sociales no son sólo dos nocionesque el análisis debe distinguir; son, primeramen-te, dos conjuntos distintos de realidades y deproblemas sociales. Su separación es una de lasrazones fundamentales que disocian, al mismo

17 Janowitz, "Some consequences of social mobility", en Actesdu lile. Congrés de Socio/ogíe, Londres, 1956, III, pp. 191-201.

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tiempo, problemas de clases y problemas políti-cos. No se trata de que los problemas de claseno tengan una expresión política. Al contrario,tal expresión, lo dijimos, es más directa que antes,porque la oposición de clases se define másdirectamente en términos de control del poderde decisión socio-económica. Pero el sistemapolítico es, al mismo tiempo, un sistema de inter-cambio de la influencia, y un instrumento detoma de decisión que afecta y refleja la estructu-ra de clases. Los partidos políticos son, a la vez,coaliciones que tienden a conquistar la mayoríade Los sufragios e intenciones de acción políticacolectiva, que pueden analizarse en términos declases.

(Nuestro análisis se ubica, por lo tanto, a equi-distancia del de Dahrendorf, para quien las'clasesson la expresión de la distribución desigual de laautoridad en las organizaciones, y del análisisque advierte' el nacimiento —para aprobarlo opara condenarlo— de un régimen tecno-burocrá-tico, ya ineluctable, ya amenazador.

La estructura de clases se define en términos depoder económico y social, y no en términos deorganización como tampoco en términos derégimen político. Es esto lo que permite afirmarque dicha estructura puede estudiarse en todoslos tipos de sociedades industriales, y oponerseasí a la ¡dea de que surja ante nuestra vista untipo general de sociedad industrial definida porla dominación del poder tecno-burocrático.

Así como una sociedad capitalista puede, a lavez, definirse por la naturaleza de las fuerzas yde los grupos que tienen acceso al poder político,

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antiguas clases dominantes, masas urbanas, mili-tares, políticos locales, etc., tampoco existenrazones para decir que una sociedad en la queexiste la amenaza tecno-burocrática puede anali-zarse totalmente desde ese solo punto de vista.Por un lado, las condiciones en que se realizóla acumulación de capital —en el nombre de ca-pitalistas nacionales, de una potencia extranjera,de dirigentes políticos nacionalistas o revolu-cionarios—, siguen marcando profundamente atodas las sociedades industriales avanzadas; porotro lado, las categorías no dirigentes poseen unacceso al poder muy variado, pero en pocasocasiones nulo.

En un plano más profundo, una sociedad indus-trial no está orientada sólo por la voluntad dedesarrollo. Reposa siempre sobre un doble p r in -cipio de legitimidad: el desarrollo y la democra-cia, es decir, la participación del mayor númeroen el uso de los instrumentos y de los productosdel desarrollo. Sólo existe conflicto de clases entanto dirigidos y dirigentes son unos y otrosportadores parciales de este sistema de valores,que no es un p r inc ip io o una idea, sino unmodo de administración económica y social.Cuanto más importantes son los obstáculos quedebe vencer una sociedad para industr ia l izarse,mayor es la ligazón "en la cúspide" de ambasexigencias —el desarrollo y la democracia—. Elcaso extremo es el de un gobierno revolucionarioque asegure el crecimiento y, al mismo tiempo,nuevas formas de participación social, al precio—con máxima f recuencia—de imposiciones políti-cas severas o dictatoriales. En este caso el poderes a la vez muy tecnocrático y muy "popular",lo que se manifiesta por la sumisión de todos los

eíementos de la organización social a la potentevoluntad de un partido y de una Ideología.

Que semejante sistema pueda conducir al totali-tarismo es cosa que ya hemos señalado, pero estetipo de régimen no puede llamarse tecnocrático:el espíritu partidista y el alivio que significa laadhesión a una ideología, son en él principiosmás fuertes que el servicio de la racionalidadtécnica e ideológica. El tema surge constante-mente en las declaraciones del comunismo chinoactual.

A la inversa, cuantas menos crisis interiores gravesha pasado una sociedad para modernizarse, ymenores han sido las resistencias de las antiguasclases dominantes o de la dominación extranjeraque tuvo que vencer, más débil es la cohesiónde las élites dirigentes, .y más fácilmente satisfa-cen a su democracia los métodos liberales. Comoresultado, los ciudadanos están más sometidos apresiones y a controles económicos que a obli-gaciones políticas.

El funcionamiento de estos dos tipos extremosde sociedades industriales es casi totalmentediferente, y no hay n inguna razón para pensarque tales diferencias vayan a desaparecer, sobretodo si se considera la distancia económica cre-ciente que separa a las sociedades desarrolladasde las sociedades subdesarrolladas. Es, pues,arbitrario definir a un régimen político única-mente por el poder más o menos grande que en élposeen los dirigentes tecnocráticos. Las clases do-minadas no son sólo las víctimas de los dirigentes,y éstos no son, nunca, puramente la expresión delos intereses propios del aparato de producción.

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El conflicto de las clases define no la mecánicainterna de la sociedad sino sólo la naturaleza delmecanismo social, el debate principal establecidoentre una voluntad de desarrollo y una exigenciade participación social, que no pueden ni serparejamente defendidas por los mismos actores,ni enteramente opuestas por, la separación con-flictual de dirigentes puramente productivistasy dirigidos puramente preocupados por el consu-mo y por la participación directa.

Puede ocurrir que las dos orientaciones normati-vas principales de una sociedad industrial seentremezclen de diversas maneras en todas lascategorfas sociales, o que —al contrario—, la dico-tomía de la sociedad sea muy acusada. Pero noexiste ninguna fatalidad que favorezca esteestallido, .ni tipo general alguno de sociedadindustrial, desde el más liberal al más autoritario,que sea por naturaleza más propicio a la forma-ción de un régimen tecnocrático.

Al término de este estudio, cuya intención fuereferirse a la evolución de hechos sociales antesque a la definición de un concepto, es necesarioextraer una conclusión general con respecto a lautilidad de la noción de clase social para elconocimiento de las sociedades industriales avan-zadas. Dicha conclusión no puede más que reto-mar una proposición ya presentada.

A medida que la civilización industrial evolucio-na, se asiste a la disolución de las clases en tanto"seres" sociales,18 en tanto medios sociales y

18 R. Aron, "La classe comme représentation et comme volonté",enCah/ersInternationauxdeSocio/ogie, XXXVIII, 1965, pp. 11-29.

culturales reales, y a la extensión de las relacionesde clases como principio de análisis de losconflictos sociales.

VUentras el progreso se opere por acumulaciónen un sector particular de la sociedad (el tesoroestatal, el grupo de los grandes terratenientes, laempresa capitalista), la sociedad se hallará divi-dida entre la gran masa de los que viven en unaeconomía de subsistencia, que sólo disponen delos recursos necesarios para la reproducción dela fuerza de trabajo, y la categoría restringida dequienes acaparan el excedente disponible resul-tante de la conquista, del comercio y de losbeneficios. La sociedad estará dominada poresta contradicción interna.

La industrialización, casi desde el comienzo,transforma radicalmente esta situación. La rápi-da elevación de los recursos disponibles reempla-za a la acumulación por la inversión, antes detransformar a ésta en equipamiento, noción másamplia que engloba todas las formas de prepara-ción y de empleo racionales no sólo de lo que sedenominan factores de la producción, sinotambién —y cada vez más—, de los sistemas deorganización y de decisión que los movilizan.Schumpeter, al insistir sobre el papel del empre-sario, fue uno de los primeros en definir unatransformación a la que dieron un sentido cadavez más amplio los estudios sobre organizacióny planificación económicas.

La productividad, la eficiencia, la racionalidad enlas políticas de formación de los hombres, lapreparación del territorio, el planeamiento de lascomunicaciones y de los sistemas de autoridad

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en las grandes organizaciones son elementos delprogreso económico, más útiles hoy para elanálisis que los tradicionales "factores de produc-ción": capital, trabajo y tierra. Lo que gobiernael desarrollo económico ya no es la concentra-ción de excedentes disponibles sino la organiza-ción racional del equipamiento técnico y huma-no. En tales condiciones, la aparición de dosclases fundamentales, una reducida a su subsis-tencia y la otra administrando el excedente yconstituida en medios separados, pierde impor-tancia.

En este sentido puede afirmarse que la existen-cia de clases sociales, entendidas como seressociales es, por principio, incompatible con laexistencia de la sociedad industrial, como lo es elmantenimiento de las situaciones "transmitidas"con la formación de una sociedad fundada en laadquisición y la creación (achievement).

¿Esesto lo mismo que afirmar que las sociedadesindustriales avanzadas no poseen estructura declases, sino sólo un sistema de estratificación almismo tiempo que un sistema polftico cada vezmás complejo, en el que compiten grupos depresión y coaliciones formadas para la conquistade los centros de decisión? Tal conclusión es loque no aceptamos, hablando de la formación denuevas clases sociales. Estas se definen por unavoluntad, no por un ser. Y aun esta voluntaddebe comprenderse como una acción al serviciode intereses sociales definidos por el estallidomás o menos vigoroso entre actores en conflicto,pero en el interior del sistema de acción quedefine a toda la sociedad industrial: la interde-pendencia del esfuerzo de equipamiento econó-

mico y de la voluntad de participación social. Sieste estallido es débil, la oposición de los interesesno cristaliza en conflicto entre clases "reales",definidas por las barreras sociales y culturalesque las separan; si es fuerte, nos acercamos a unaverdadera dicotomi'a social. Pero ninguna de estasdos situaciones tiene más valor que el teórico.Efectivamente podemos dudar de que una com-pleta separación entre los intereses de los dirigi-dos y los intereses de los dirigentes permitatodavía hablar de sociedad industrial; pero aúnmás se debe dudar de que dirigentes y dirigidospuedan preocuparse por igual del equipamientoy de la participación.

Hablar de clases sociales es, pues, sólo denominara los problemas de clases, y no circunscribirgrupos. Esto no es sino el término de unaevolución iniciada en los comienzos de la indus-trialización que, manteniendo al p r i nc ip io losmecanismos de la acumulación capitalista, haobligado a tener más en cuenta un sistema deacción social, que a los seres sociales. El análisisde las clases sociales no ofrece, pues, un marcogeneral para el conocimiento de las sociedadesindustriales, sino que constituye uno de sus ele-mentos. Este hecho le quita algún atractivo talvez, pero refuerza su interés in te lec tual , al preci-sar su significado teórico. Al lado del estudiodel sistema social, de su estratificación \e asrelaciones entre sus elementos, al lado tambiéndel análisis político de los confl ic tos \e lisnegociaciones entre unidades separadas que for-man distintos sistemas sociales, debe afirmarse yreforzarse la importancia de un conocimiento delas direcciones, de las clases y de las relacionesde poder de una sociedad: en una palabra, de

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su experiencia histórica, orientada por valorescuyo depositario exclusivo no es ninguna de suspartes, y que sólo se realizan a través de losdebates y las contradicciones que le dan vida. Laestructura de clases es el espejo roto en el que lasociedad reconoce, único y fragmentado, el senti-do de su acción.

5. Este estudio prospectivo puede ser aceptado,al menos, como una reacción útil contra las ilu-siones alimentadas en torno a los temas de laabundancia y de la sociedad de masas. En loscomienzos de la industrialización francesa, Balzac>percibió el frenesí del dinero, el sacudimiento dela sociedad; pero fue preciso esperar hasta 1848para que se hicieran plenamente evidentes losproblemas del trabajo industrial y del proletaria-do. ¿No estamos acaso, en la nueva sociedad quese organiza ante nuestros ojos, en un momentocomparable a aquel en que Balzac escribió? Sólohace diez o quince años que Europa occidentalentró en el consumo masivo. Está fascinada porel automóvil y la televisión, y ávida, al mismotiempo, de gozar de un nivel de vida mejor. Es*normal que los europeos nuevos ricos, luego de lapesadilla de la crisis y de la guerra, sólo vean su-bir la abundancia, y no hayan aprendido areconocer todavía, y a expresar los nuevos pro-blemas sociales. ¿Pero habrá que ceder total-mente a la fascinación de las nuevas luces? Porcierto que hay que ceder, y dejar de buscar,contra toda evidencia, el rastro de los problemasy de las luchas pasadas; es preciso, asimismo,conservar un recuerdo bien claro de lo que fueronla industrialización europea y las luchas obreras,y no estropear palabras cargadas de historia

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hablando sin ton "ni son de clase obrera, deproletariado, de miseria y de revolución, comosi nada hubiera cambiado. Pero, sobre todo, esnecesario no contentarse con el nuevo liberalismoque apela al laisser-consommer, laisser-changer,como si fueran sólo los vestigios del pasado losque obstruyen el camino del porvenir, empedradode abundancia, de buenas relaciones humanasy de "poderes compensatorios".

Es verdadero y falso a la vez que los conflictosestén ubicados más en la esfera det consumo queen la de la producción. Verdadero, porqueesta afirmación, tan .difundida, tiene el méritode romper con antiguos modos de análisis, desubrayar que la empresa y la acumulaciónprivadas no son ya el elemento central de gestiónde las nuevas sociedades industriales, sistemasde decisión político-económica más que socie-dades del beneficio y de la propiedad. Falso,ya que la defensa del consumo no basta paradefinir la acción reivindicatoría de las clasesdirigidas.

Las formas extremas de las contradicciones so-ciales pueden culminar en una desviación masivade la inversión, en una limitación autoritaria delconsumo privado en provecho del poder delEstado o de las grandes empresas, pero 2menudo la acción de los tecnócratas fácilmentese ve justificada en este terreno al demostrarseque una productividad en ascenso entraña siem-pre, tarde o temprano, una elevación de! n¡«e!de vida. El consumo puede concebirse como unelemento del sistema económico o como laexpresión de la libertad de los \-z • _-:s >de los grupos. Por eso, lo que ha\e oponer

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a la productividad no es el consumo en general,sino la vida privada.

De la misma manera, la crisis social producidapor la primera industrialización europea no sedefinió por un descenso del nivel de vida de lostrabajadores, sino por su desarraigo social ycultural. Hoy, ciudadanos enriquecidos correnigual el riesgo de verse sometidos a las necesida-des de refuerzo de la potencia productiva, de sermanejados por las propagandas, la publicidad ylos estimulantes financieros. Lo que puedenoponer a tales presiones sociales no es su simpledeseo de consumir más, cosa que los conducetanto a avenirse a la polftica de los dirigentescomo a resistirla, sino su necesidad de mantenercierta unidad, cierto grado de previsibilidad ensus vidas personales, en el trabajo, y en el con-junto del sistema económico y social. Mastica-ción y privatización constituyen, según las expre-siones de E. Morin,19 los dos principios comple-mentarios y opuestos sobre los que descansanla dinámica y los conflictos sociales de lassociedades industriales avanzadas.

Aun cuando sea todavía demasiado pronto comopara reconocer y denominar a los nuevos estratos,como para definir y discutir consciente y apasio-nadamente los medios de las nuevas luchas socia-les, se hace ya necesario tratar de definir unanueva estructura social, nuevos conflictos, nuevosmovimientos sociales. Y hoy es el sociólogo,como ayer fue el economista, quien debe escribirla historia del mañana.

Colección Fichas

E. Morin, L'espritdu temps, Grasset, París, 1962.

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Mariano Peñalver SimóLa lingüística estructural y las ciencias del hombre

David Lehmann y Hugo ZemelmanEl campesinado: clase y conciencia de clase

Osvaldo SunkelCapitalismo transnacional y desintegración nacional enAmérica Latina

Alfred TarskiLa concepción «semántica de la verdad y los fundamentosde la semántica

Ernest NagelSimbolismo y ciencia

Wilhelm WorringerEl arte egipcio

Lucien SéveLa teoría de la personalidad: el aporte marxista

Daniel LagacheLa teoría de la transferencia

Francois Perroux, John Friedman y Jan TinbergenLa estrategia de los polos de desarrollo y la planificaciónnacional, urbana y regional

V. I. PudovkinEl actor en el film