la historia de cataluÑa de vÍctor balaguer, paradigma de historias nacionales

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LA HISTORIA DE CATALUÑA de VÍCTOR BALAGUER, PARADIGMA DE HISTORIAS NACIONALES. por Ángel Garcés Hernández Licenciado en Historia. Departament d'Antropologia Cultural Direcció : Dr. Pelai Pagès Blanch Programa de Doctorat "Moviments Socials a Amèrica i Àfrica, Bienni 1988 - 89 i 1989 - 90". Barcelona, abril de 2003. 1

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LA HISTORIA DE CATALUÑA de VÍCTOR BALAGUER, PARADIGMA DE HISTORIAS NACIONALES.

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Page 1: LA HISTORIA DE CATALUÑA de VÍCTOR BALAGUER, PARADIGMA DE HISTORIAS NACIONALES

LA HISTORIA DE CATALUÑA de VÍCTOR BALAGUER, PARADIGMA DE HISTORIAS NACIONALES.

por Ángel Garcés Hernández Licenciado en Historia.

Departament d'Antropologia Cultural

Direcció : Dr. Pelai Pagès Blanch

Programa de Doctorat "Moviments Socials a Amèrica i Àfrica, Bienni 1988 - 89 i 1989 - 90". Barcelona, abril de 2003.

ÍNDICE

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Page 2: LA HISTORIA DE CATALUÑA de VÍCTOR BALAGUER, PARADIGMA DE HISTORIAS NACIONALES

Pág.

ÍNDICE 2INTRODUCCIÓN 6

1. Metodología 2. Enfoque: Nueva Historia.- 2.1: Precedentes de la nueva historia (historia tradicional,

historia social e historia sociocultural).- 2.2: Nueva historia.- 2.3: Redefiniciones conceptuales de la Nueva Historia (teorías de la sociedad, realidad social, acción social y política, intereses e identidades).-

3. Dos variables: discurso y poder.- 3.1: Discursos de lo moderno: discurso del liberalismo genuino, discursos liberales desnaturalizados y discursos antiliberales.- 3.2: Cuatro subdiscursos del poder.- 3.3: Discurso de racionalidad burguesa.

4. Discursos historiográficos.- 4.1: Reflejo de discursos políticos liberales.- 4.2: Discursos balagueriano, canovista, franquista.- 4.3: Construcciones historiográficas nacionalistas.- 4.4: Las historias nacionales son discursos cerrados.

5. Contrastación empírica de los discursos historiográficos.- 5.1: Demarcación empírica.- 5.2: Demarcación científica.

PARTE Iª : La cientificidad de la historiografía.

Capítulo 1º : 1.1.- El conocimiento científico. Puntos críticos del 38

debate sobre la cientificidad: objetividad –subjetividad – verdad; racionalidad – causalidad -determinismo; criterios de demarcación; realismo – escepticismo – relativismo; conceptuación; hipótesis - leyes - teorías; la explicación científica.

1.2.- Conocimiento científico histórico. 57

1.2.1.- El referente de la Ciencias Naturales.1.2.2.- La cientificidad historiográfica: positivismo,

presentismo, pragmatismo, realismo,objetividad, escepticismo, relativismo,subjetivismo. Tres formas de objetividadabsoluta. Formas de subjetividad.Estructuras o grupos.- Otras Ciencias Sociales. 61

1.2.3.- Dimensión metodológica de la historiografía: Operaciones lógicas del método científico;operaciones lógicas de la investigación histórica. 81

1.2.4.- La miseria del empirismo. 841.2.5.- Racionalidad e historia: a) Ataques a la objetividad

y racionalidad historiográfica. b)Respuestas

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a las dudas sobre la cientificidad historiográfica. 86

1.2.6.- La explicación historiográfica. 911.2.7.- El discurso historiográfico. 93

Capítulo 2º : Dimensión ontológica de lo histórico2.1.- Naturaleza de lo histórico y de la sociedad. 1002.2.- El objeto en la historiografía. 1052.3.- Postulados perniciosos en las Ciencias Sociales. 1122.4.- Categorías históricas (Grupo- institución –

cambio – conflicto - homeóstasis – sistema – estructura – sistema de seguridad - cultura – nación – comportamiento – interés – control social - élites – sistema de dominación – creencias y sistemas ideológicos cerrados – movimientos sociales). 115

2.5.- Dimensión filosófica de la ciencia histórica:A: Presupuestos implícitos; B: Enfoque; C: Conceptos generales; D: Leyes sociales, hipótesis, teorías; E: La explicación: mecanismos. 123

Capítulo 3º : Referente historiográfico científico actual 1383.1.- Negaciones: Lo que la nueva historiografía

rechaza. 1383.2.- Viejos grandes paradigmas. 1403.3.- Giro lingüístico y postmodernidad. 1423.4.- Nuevos modelos: microhistoria, la nueva

historia cultural, la ciencia histórica socio-estructural. 144

PARTE IIª : La no cientificidad de las Historias Nacionales. 148

Capítulo 4º: Dificultades epistemológicas (por el objeto): Deficiencias de la observación adecuada 205

4.1.- Dificultades en la observación del objeto. 2074.2.- Por un sujeto reduccionista de la historia. 2084.3.- Por la explicación inapropiada de los

procesos históricos. 2094.4.- Por falta de conceptuación. 209

Capítulo 5º: Escollos por parte del sujeto investigador:compromiso : 2115.1.- Compromiso y distanciamiento. 2145.2.- Compromiso social o etnocentrismo. 215

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5.3.- Compromiso político o ideología. 2145.4.- Cuadrilátero ideológico. 2285.5.- Sistema de dominación: cierre ideológico,

axiológico y de praxis. 2305.6.- Grados de cierre ideológico. 2325.7.- La historia como fuente de legitimación del

discurso ideológico cerrado. 236

PARTE IIIª : TEXTOS.

Capítulo 6º: Víctor Balaguer constructor de una historia nacional de Catalunya liberal progresista 149

Hipótesis: Las Historias Nacionales suelen caer en un sistema ideológico cerrado.

6.1.- Contexto. 1496.2.- Otros análisis del discurso histórico de V.B. 161

6.3.- Texto. 1666.3.1: Proemio. 1666.3.2: Configuración del discurso histórico de V.B.:

historia de totalidad; naturaleza de totalidad, voluntad de totalidad. 172

6.3.3: El texto de V.Balaguer: El pasado: A: Pasado nacional de grandeza y libertad: B. El primer germen de la nación C. El 2º germenD. Grandeza nacionalE. Proceso hacia la libertad y progreso

(providencialismo)F. Clímax y anticlímax.B: Sobre el pasado se construye la comunidad genético-natural. 178

6.3.4: Presentismo y futurismo. 2016.3.5: Conclusiones. 202

Capítulo 7º: Otros textos: Cánovas y el franquismo

7.1.- Cánovas. 320 7.1.1.- Obras históricas y contexto histórico. 321 7.1.2.- Proyecto genérico de nación y proyecto de partido conservador. 323 7.1.3.- Visiones historiográficas de Cánovas y

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rectificaciones. 330 7.2.- Franquismo 335 7.2.1.- Calificación general. 335 7.2.2.- Proyecto genérico de nación (etnocentrismo) y proyecto político específico

(ideologismo). 337 7.2.3.- Construcción ideológica como sistema

cerrado. 342 7.2.4.- Primeras críticas del sistema

franquista. 343

PARTE IVª : CONTEXTOS. 244

Capítulo 8º: Construcciones: nacionalismos e historiografías.8.1.- Enfoque sistémico. 2458.2.- Construcción de naciones. 248

8.2.1.- Discurso y dominación: Constructores y construcciones. Construcción (de definiciones, de identidades, de conciencia colectiva, de proyectos de sociedad). 2488.2.2.- Patrones principales en la construcción de las naciones: Obsesión por la unidad = Sistema cerrado (ideológico, valores, praxis). 2508.2.3.- Como movimientos sociales: Contradicciones con la realidad. 257

8.3.- Construcción de las Historias Nacionales. 2638.3.1. Construcción de HH.NN. españolas. 2668.3.2. Construcción de HH.NN. catalanas. 2758.3.3. Debate historiográfico en Cataluña. 280

8.4.- Construcción de historiografías: 1: No son científicas.- 2: Sí son científicas todas las historiografías de los procesos de construcción de las naciones: a) Reduccionismos (falta de sistemismo).b) Construcción de los Estados-nación.c) Construcción de las identidades. d) Construcciónde la conciencia colectiva. e) Construcción de las naciones (nation building): culturales, políticas.f) Como movimientos políticos (estrategias de acción, desestimiento en la acción, éxito). 286

Capítulo 9º : Contexto histórico 293

Capítulo 10º : Contexto historiográfico: 30610.1.- Siglo XIX. 30610.2.- Historicismo. 30610.3.- Positivismo. 307

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10.4.- La escuela metódica francesa. 30910.5.- En España y Cataluña. 30910.6.- El neopositivismo. 31110.7.- Grandes paradigmas. 31210.8.- Crisis de los grandes paradigmas 31410.9.- En Cataluña y España. 317

CONCLUSIONES.-

NOTAS 345

BIBLIOGRAFÍA 367

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INTRODUCCIÓN

Dice MORENO ALONSO1: "El nacionalismo es un factor importante de la potenciación de la historia general. No habrá historia nacional que no sea nacionalista. Todos los Estados europeos del siglo XIX vivieron durante el romanticismo las ideas nacionalistas (...), unos en pro de lograr la unificación nacional; otros -las viejas naciones- para robustecerse de acuerdo con el "espíritu de los tiempos".

Tal expresión nos sugiere múltiples ideas sobre las HISTORIAS NACIONALES, tema principal del presente trabajo, y algunas preguntas como:

-¿Todas las historias nacionales suelen ser nacionalistas? -¿Por qué lo suelen ser? -¿Pueden haber historias nacionales científicas?

1.- Variables: HH.NN., cientificidad, ideologia.- Vamos a estudiar el tema de las HISTORIAS NACIONALES, su ser científico y su no-ser científico, tratando de buscar unas regularidades que expliquen por qué (el "por qué" de toda ciencia) tantas veces a las historias nacionales se les ha de tachar de nacionalistas, o sea, no-científicas, o sea, ideológicas. Aquí nos encontramos con la formulación de una hipótesis explicativa:

Las historias nacionales suelen construir un sistema ideológico cerrado.

Esta proposición se podía completar en forma de silogismo:

Premisa mayor: Las historias nacionales son ideología Premisa menor: Las ideologías no son científicas Conclusión: Las historias nacionales no suelen ser científicas

El término intermedio es la cuestión de las ideologías. Con lo cual, poseemos tres términos a estudiar: las historias nacionales, la cientificidad y las ideologías. La ideología de las historias nacionales es el nacionalismo. Dentro de estas tres variables se va a mover todo el estudio que emprendemos: el tema de la cientificidad (general e historiográfica) en la 1ª parte; el tema de la falta de cientificidad o ideología, en la 2ª parte. Un ejemplo paradigmático de historia nacional y nacionalista es Víctor Balaguer (capítulo 4º). Y otros ejemplos confirmativos de la hipótesis, en la parte 3ª: historiografía canovista y franquista.

Las ideologías no cumplen los preceptos o prescripciones de la cientificidad, ni por parte del objeto estudiado (metafísico, reduccionista, determinista, simplificador) ni por parte del sujeto investigador: el distanciamiento, que no cumplen ni el etnocentrismo, centralización en la etnia, ni la ideología de partido.

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Sistema ideológico cerrado quiere decir que las historias nacionales se suelen construir partiendo de unos apriorismos o dogmas. El dogma es cerrado, porque se cree que es la verdad y que todo lo demás es error. Los dogmas se manifiestan en unos valores fundamentados en el maniqueísmo: nosotros somos los buenos y ellos los malos, sistema axiológico cerrado. Y de los valores se puede pasar a una praxis cerrada: nosotros somos los elegidos y ellos deben ser excluidos por la discriminación, estigmatización o eliminación

Las razones de caer en un sistema ideológico cerrado son principalmente dos: 1ª) por las deficiencias en la observación del objeto de conocimiento historiográfico; y la 2ª) por el compromiso - no distanciamiento - social (etnocentrismo) o ideológico (proyecto de partido) del sujeto investigador. La 1ª razón de caer en un sistema ideológico cerrado es la falta de observación adecuada de los hechos históricos a través de los datos de documentos o fuentes. La observación es la exigencia primera en la construcción científica. Sin observación adecuada es como se "construyen" esencias metafísicas en la concepción de la nación. Siempre que hablamos de "construcción" o "invención" no nos referimos a una comunidad cultural preexistente. La comunidad cultural es real, no se inventa, está ya dada; pero, sobre ella se asienta lo que es verdadera construcción, las redefiniciones de la nación, lo ideológico o metafísico, los referentes de identidad en los diferentes procesos históricos, las esencias permanentes y eternas, el alma, el espíritu, el "volkgeist". La 2ª razón de la caída en un sistema ideológico cerrado es el compromiso social del investigador, el no-distanciamiento. Todo conocimiento científico exige distanciamiento. El compromiso con un proyecto político genérico de nación (etnocentrismo) y el compromiso político específico (conservador, liberal, socialdemócrata, marxista, independentista), es una forma parcial de ver la realidad, o sea, ideología.

El tema de estudio, las historias nacionales, comporta un contraste continuo de las exigencias de unas prácticas científicas historiográficas y los escollos que se encuentran en esas prácticas investigadoras, que nos pueden llevar a una construcción historiográfica no-científica. Son los referentes de contraste: el ser de la ciencia historiográfica y el no ser. Es la variable de la cientificidad de las historias nacionales o de cualquier historiografía. Por ello debemos tratar en extensión (1ª parte) lo que constituye hoy en día la ciencia historiográfica, sus fundamentos epistemológicos y de método. Aquí entran los temas de la observación, el distanciamiento del sujeto investigador con respecto a su objeto y la explicación más apropiada. La explicación más apropiada, para la historiografía actual, es aprehender el objeto a estudiar, los procesos históricos, bajo una perspectiva sistémica, lo que exige tres etapas analíticas: 1) el estudio de un estado social recurrente o estructura existente; 2) la acción social de los agentes, individuales o colectivos, sobre la estructura existente; 3) el nuevo estado social que ha logrado el éxito o la nueva estructura social. Los acontecimientos, los sucesos o eventos no son más que movimientos superficiales de ruptura (ruptura), que actúan sobre la estructura existente.

En la 2ª parte, teniendo en cuenta las conclusiones de la 1ª, trataremos de sistematizar los escollos en que suelen caer las historiografías no científicas y formular la hipótesis que explica el porqué del tropiezo en esos escollos. Veremos cómo estas historias nacionales no-científicas caen en los escollos de la falta de observación adecuada del objeto, el no-

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distaciamiento del sujeto investigador respecto al objeto (compromiso etnocéntrico e ideológico) y la falta de una explicación adecuada de los procesos históricos, sea por la selección arbitraria de acontecimientos (reduccionismo), que originan unas historiografías distorsionadas, sea por reducir el sujeto histórico a la nación (totalidad étnica) o a la política o a las élites (reduccionismo elitista). Un amplio estudio de la "Historia de Cataluña y la Corona de Aragón" (1860-1863) de Víctor Balaguer nos servirá de ejemplo de análisis de una historiografía comprometida e ideologizada (capítulo 4º).

Las historiografías ideologizadas o etnocéntricas, que parten de una concepción dogmática de la nación, único sujeto histórico, caen en los elementos constitutivos de un sistema cognitivo y axiológico simplista, maniqueo, pleno de estigmatizaciones y demonizaciones. El dogma de partida de las historias nacionales españolas es la unidad de la nación, que no tolera más que una única identidad; y las historias nacionales catalanas llevan implícito el concepto de nación étnica agraviada por otra etnia, la castellana.

La 3ª parte se dedica a la verificación de la hipótesis de partida con el estudio de otros textos historiográficos (Cánovas del Castillo, el franquismo), encuadrados en sus contextos históricos e historiográficos (historicismo, positivismo, antipositivismo). El liberalismo progresista de V. Balaguer (historicismo) se apoya en un concepto optimista de nación, con la mitificación del pueblo y la soberanía nacional; el liberalismo conservador de Cánovas (época del positivismo, pero que en el fondo es antipositivista) parte de un concepto de nación pesimista, basado en la decadencia de la nación española en su historia, con la consiguiente desconfianza del pueblo; el franquismo (otro antipositivismo) recoge todos los elementos que se han opuesto a la modernización europea (integrismo religioso, lo antiilustrado, lo antiliberal, lo contrarrevolucionario), el nacionalismo chauvinista y rasgos totalitarios (fascismo), como esencia genuina de la nación, por los que tratará de eliminar físicamente a todos los individuos y colectivos que considera como antiesencia -antiEspaña- (el catalanismo y el pueblo "no sano": republicanos, anarquistas, socialistas, comunistas). El contexto histórico (cap. 7º) de estas historiografías nacionalistas muestra los desequilibrios regionales y el desajuste con la evolución europea en lo económico (capitalismo), que entorpecen el éxito de los modelos europeos en lo ideológico (liberalismo religioso y político), el éxito del parlamentarismo liberal y democrático, que incorpora en la participación política y social a todas las capas sociales, promovidas por las reformas adecuadas en su integración al sistema. La Iglesia juega su papel en la definición de una nación unitaria (integrismo católico) y el ejército se arroga el papel de árbitro, interviniendo con frecuencia, en apoyo del liberalismo, primero, y del orden, después, sin dejar que la misma sociedad resolviera sus conflictos. Aún contando con los condicionantes históricos anteriores conflictivos, el franquismo es un ejemplo de sistema ideológico cerrado, axiológico y en la praxis, pues no sólo quiere dominar a los excluidos de su propia definición esencialista de nación, sino que lleva a la práctica su eliminación, como hacen todos los totalitarismos.

¿Se puede hacer una historia nacional científica? Es claro que sí, siempre que se apliquen con rigor las exigencias del método científico historiográfico (1ª parte) y se eviten

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los escollos en los que suelen caer las historiografías nacionalistas, por su etnocentrismo metafísico y su ideologismo partidista. Historia nacional quiere decir una historia en el ámbito de una nación, una nación reconocida internacionalmente y porque así es considerada por la mayoría de su población; o sea, que ha tenido éxito en su definición y así es aceptada por otras comunidades culturales. La cientificidad de las historias nacionales no es más que el debate de cientificidad de todas las historiografías, que ya empezó en el siglo XIX con el historicismo, que quiso construir la primera ciencia histórica, en sus primeras décadas, cuando la historia se profesionaliza, cuando se crean los centros superiores universitarios, cuando se convierte en "disciplina" y empieza a llamarse "ciencia histórica". El debate de cientificidad se ha prolongado a través de todas las teorías científicas historiográficas (historicismo, positivismo, filosofía analítica, neopositivismo, "giro lingüístico", postmodernidad, etc.) y continúa en la actualidad.

El tema que se trata en esta hipótesis, cómo las historias nacionales se suelen construir bajo el punto de vista de un sistema ideológico y axiológico cerrado, regido por algún dogma o apriorismo no demostrado, por el maniqueísmo, la estigmatización, la demonización, pertenece a la temática de otras Ciencias Sociales. Todas estas posturas ideológicas y actitudinales se apoyan en dogmas: "nosotros" somos la verdad, somos los buenos y dignos de estima; "ellos", siempre ellos, están en el error, son los malos de la historia, merecen el desprecio o son la maldad misma, por lo que deben ser excluidos del "nosotros" o hay que neutralizarlos, dañarlos o eliminarlos. Estas conductas son isomórficas (generalización de la hipótesis) en todos los sistemas más o menos cerrados, basados en la etnia (etnocentrismo), la religión (fundamentalismo), la clase (clasismo, comunismo), el sexo (feminismo), etc. Son regularidades en la conducta humana, por lo que también entran en el objeto de otras ciencias de la conducta humana, como la Sociología, la Antropología Cultural (2), etc.

Para el análisis de la cientificidad de la historiografía (parte 1ª), veremos en primer lugar el conocimiento científico (cap. 1ºA) y posteriormente el conocimiento científico historiográfico (cap. 1ºB), la dimensión metodológica, el objeto historiográfico, la explicación historiográfica, el discurso historiográfico. A continuación (cap. 2º), vemos la dimensión ontológica de la historiografía el referente historiográfico científico actual (cap. 3º).

En la ciencia lo más decisivo es el proceder sistemático y su sujeción a las reglas de la comprobación. Desde la observación se ha de recorrer un camino o método, es decir, un conocimiento sistemático, explicativo, no contradictorio, fáctico (no valorativo) y testificable. La observación de la realidad construye "datos" y se organiza dando respuestas a las preguntas, respuestas con alto grado de generalidad. La ciencia es explicación, no mera descripción. Y la forma superior de explicación es por medio de hipótesis y teorías.

El conocimiento científico exige dos elementos esenciales: -Lenguaje específico para captar la realidad: transformar lo observado en datos, acuñar conceptos.

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-Lenguaje específico para explicar la realidad: a) las proposiciones (verdaderas o probables) que son una generalidad empírica; b) hipótesis o teorías, proposiciones acompañadas de datos; proposiciones contrastables por documentos, etc. Los modelos explicativos pueden ser principalmente causales, genéticos, sistémicos, etc.

El método científico es un procedimiento circular: la observación nos conduce a la teoría y ésta la contrastamos con nuevas observaciones.

La historiografía ¿ciencia o no-ciencia? Muchos niegan su cientificidad (antipositivistas, sectores de la filosofía analítica, los idealistas, los del "giro lingüístico", etc.) y otros la considerasen como un conocimiento "sui géneris". Hoy parece estar zanjada la cuestión: la historiografía es una práctica de teorinvestigación en el mismo plano de las ciencias sociales y es considerada plenamente como ciencia (historicismo, escuela metódico-documental, hermeneútica, "Annales", cliometría o teoría de la modernización, ciencia social histórica, positivismo, marxismo, neopositivismo, sociología histórica, estructuralismo de Guiddens, etc.).

2.- El Método es el procedimiento (inducción, deducción) para obtener conocimiento, siguiendo unos pasos hasta la explicación.

a) Operaciones lógicas del método científico:

- hipótesis previas: problemas de partida (ciertos fenómenos o anomalías sociales).

- observación y descripción sistemática (datos sobre el "estado" de una variable: comprobar su fiabilidad).

- validación y contrastación (Popper, la falsación; las CC. Naturales, la experimentación). Una hipótesis es falsa por un solo hecho que la contradiga. Se substituye la experimentación imposible por la explicación causal, la estadística, la comparación.

- la explicación: no es interpretación (=hipótesis no sometida a validación rigurosa). Los tipos de explicación son los causales, genéticas, contextuales, sistémicos. Las prácticas de explicación son las históricas -por los procesos-, las comparativas, las experimentales, las interdisciplinarias. Las técnicas de explicación son las cualitativas (observación directa, indirecta o documental) y cuantitativas (tabulación, estadística, análisis textual cuantificado).

b) Operaciones lógicas del método historiográfico:

- Construcción de las primeras hipótesis: desde un marco teórico y desde una concepción global de lo social. La hipótesis está ligada a preguntas como instrumento para coleccionar datos, orientar la búsqueda de nuevas evidencias empíricas, iluminar la lectura de documentos o determinar las preguntas que hacer a las fuentes.

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- De la observación a la explicación: la hipótesis se contrasta con la observación indirecta de documentos, por técnicas cualitativas o cuantitativas. Los hechos redundantes nos ayudan a la organización sistemática de datos.

- La explicación puede ser agencial-estructural, por modelos explicativos argumentativos (necesidad que las cosas ocurriesen como han ocurrido o probabilidad de que así ocurriesen), por el modelo sistémico (sistemas que atraviesan estados sucesivos: elementos, relaciones simples, subsistemas - economía, lo social, ejercicio del poder y dominación, creación ideológica e intelectual). Son modelos historiográficos autores como Braudel, Mommsen, Kula, Wallerstein, Guinzburg. El problema actual se cifra en buscar un hilo conductor de toda la narración o argumentación. Alguna variable (las mentalidades o cambios culturales, las identidades, los procesos de modernización en la historia occidental, las tecnologías, los sistemas de producción, etc.), especialmente significativa, puede tramar el relato historiográfico y definir la historicidad (3).

El Objeto de la historiografía son los estadoes sociales, su permanencia y mutación. Los estados sociales engloban tanto la sucesión de eventos como las estructuras sociales en un momento dado, los cambios sociales, los pensamientos, las intenciones, las acciones, los individuos, los colectivos, los líderes, las masas. Es falso que el objeto de la historiografía sea el "hecho histórico". Éste indica mero cambio. Los estados sociales engloban tanto el estado -situación- como el cambio: cómo desde un estado social los acontecimientos quieren conseguir el éxito de una nueva situación o estado social. O sea que el objeto comprende tanto lo histórico – acontecimiento -, como dónde se produce (estados sociales o permanencia); es decir, el cambio de los estados sociales.

Todo lo dicho sobre el objeto está dentro de otra categoría: el sistema (sistema social, estado de una sociedad, cambios o revoluciones en el sistema).

El estado social (estructuras sociales: relaciones entre personas, bases materiales, condiciones mentales, lenguaje, representaciones) da paso a las acciones de los sujetos.

3.- La no cientificidad.-

A.- Victor Balaguer.-

En la parte IIª tratamos la no-cientificidad de la historiografía. En el capítulo 4º vemos a Víctor Balaguer, como constructor de una historia de Cataluña liberal progresista.

En España se está construyendo el Estado-nacional liberal, unitarista, centralista, homogeneizador. España es la nación, Cataluña es la provincia. La nación se confunde con el Estado. El liberalismo eleva a categoría la idea de nación sobre el principio de la soberanía nacional, que legitima el rechazo del absolutismo, del Antiguo Régimen, que se legitimaba en la soberanía del rey, de origen divino. La nación es el colectivo de ciudadanos iguales ante la ley y que, a través de un parlamento representativo, participa en la soberanía. Igualdad ante la ley contra los privilegios del absolutismo, basados en le jerarquía estamental. La ley, el mercado, las aduanas, la lengua española, la unidad fiscal,

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moneda, pesas y medidas son elementos homogeneizadores. Pero esta soberanía del pueblo o popular se irá dejando de lado, por su carácter excesivamente revolucionario, que conduciría a una democracia, a la soberanía de todos. Para los liberales moderados, que gobiernan, con escasas excepciones, en la época isabelina (1844-1868), la nación son los propietarios y capacidades, con un voto censitario muy restrictivo, del 1 al 5% de la población, según las constituciones, 150.000 votantes de 15 millones de habitantes; en 1864 son 400.000 los con derecho al voto, aunque la mitad se abstiene. Quedan excluidos los pequeños campesinos, los pequeños y medios burgueses, los obreros (federales, socialistas), escasos en número todavía, por lo que se van radicalizando en las guerras carlistas y en el rechazo de la monarquía, uno de los dogmas liberales. Otro dogma es el catolicismo como religión oficial. Ambos dogmas - régimen monárquico, catolicismo - se irán arrastrando en todos los conflictos del XIX y XX.

La función legitimadora de la idea de nación - jurídico-política y espacio económico - está también en las relaciones sociales, la propiedad como cosa consagrada - componente de clase -, o en las relaciones económicas. El proteccionismo de los industriales se legitima en que la libertad de comercio sería la ruina de la nación. Y el librecambio de los comerciantes con ultramar también se legitima con la misma idea, pues produciría el abaratamiento de precios, la ruina de comerciantes y el empobrecimiento de la nación.

Cataluña y Víctor Balaguer participan de esta 1ª concepción de la nación del primer nacionalismo español (4).

En España se estaban produciendo historias nacionalistas, basadas en la categoría de nación unitaria y la exaltación de la soberanía nacional. La más impactante fue la de Modesto Lafuente (1850-59), en la que la disparidad de pueblos, los rasgos culturales unitarios (falsos por lo menos en lo cultural, lengua y costumbres), no aparecen. Víctor Balaguer reaccionará construyendo una historia nacional diferenciada. Se basa en la historia de Cataluña. La nación exaltada es la catalana, pero en su historia pasada hasta que llega el 1714. En cambio, a Castilla se le atribuyen los mismos caracteres absolutistas y despóticos, que los liberales combatían en el Antiguo Régimen. El despotismo es Castilla. Para V. B. la nación desde 1714 es España, pero se criminaliza a Castilla. V. B. construye una historia de Cataluña nacionalista en lo histórico; pero, en su presentismo político, coincide con la historiografía nacionalista española y en este caso la nación es la de todos los liberales. Presenta a Cataluña en un plano de igualdad con Castilla, en grandeza histórica, por lo que no es contradictorio que defendiera el federalismo ibérico, una de las modas, también en Portugal, desde la pérdida del imperio americano en 1820, al estilo de lo que había sido la Edad Media en la Corona de Aragón. Los rasgos diferenciales de Cataluña (cultura, lengua, costumbres) no están en el primer plano de su construcción; sólo la exaltación de la soberanía nacional y la grandeza histórica legitiman la igualdad política de Cataluña con Castilla. La construcción historiográfica de Víctor Balaguer ¿es un sistema ideológico cerrado?

La burguesía y los intelectuales del siglo XIX profesan el capitalismo (hecho económico). El hecho político y el hecho ideológico se esconden tras la idea de nación. Se nacionaliza todo, incluso la economía (mercado nacional) y el conocimiento

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historiográfico. La idea de nación tenía en sus principios un sentido progresivo (igualdad ante la ley, soberanía nacional), por el que se excluían los privilegios de la aristocracia. Posteriormente la idea de nación adquiere un sentido conservador, construir armonía y orden social, por el que se excluye al pueblo "no sano", los no propietarios o no dotados de capacidad intelectual. La burguesía se hace dueña de la nación. El orden social excluye las reivindicaciones del pueblo "no sano" (republicanos, demócratas, proletariado). La ideología burguesa transforma la realidad del mundo en una imagen exclusivista, asentada en la idea de nación restrictiva.

Los nacionalistas españoles construyen una ideología burguesa sobre la idea de nación unitaria y homogénea. Víctor Balaguer recoge las reivindicaciones del presente catalán y construirá una historiografía, una ideología, asentada en el hecho diferencial catalán. Construye un sistema ideológico cerrado, basado en la historia de Cataluña que narra. El eje ideológico de su narración es que Cataluña ha sido históricamente una nación agraviada por el despotismo de Castilla. Es un sistema cerrado, en lo cognitivo, apoyado en el mito de todos los liberales, el mito de las libertades medievales. Cataluña representa un proceso constante de lucha por las libertades en toda España. Castilla ha sido y es el despotismo. No hay matices. En lo axiológico, Cataluña significa valores positivos, minorando todo lo que pudiera tener visos de negatividad (cuadrilátero ideológico: cap. 7º). También su sistema ideológico es cerrado en lo normativo o en la praxis: la culpabilidad es siempre de Castilla.

¿Por qué el sistema ideológico de Víctor Balaguer es un sistema cerrado? La teoría que formulamos es que todas las historias nacionales suelen caer en los escollos de las historiografías, que no se atienen con rigor a las exigencias del método científico. Víctor Balaguer ni siquiera pretende ser riguroso, sino que busca mayormente la funcionalidad, el pragmatismo de las historias contadas. Recordemos lo que dice (cap. 4º) del cronista Muntaner. V.B. dice buscar la verdad, no la adulación de los reyes como el cronista. El contexto historiográfico de V.B. por un lado exige cientificidad (historicismo de Ranke y positivismo de Comte), pero el romanticismo conducía a unas especulaciones muy alejadas de los datos empíricos y contrastados. Todas las historias nacionales de los países occidentales en el siglo XIX se construyen así. Vïctor Balaguer nos sirve de ejemplo empírico, para analizar los tropiezos en los escollos que la ciencia histórica debe evitar.

En el capítulo 5º nos enfrentamos con las dificultades epistemológicas: en razón del objeto.-1º) Por deficiencias en la observación del objeto (mero empirismo o erudición sin explicación); 2º) Por un sujeto holista (la totalidad de la sociedad o de la nación o etnia) o sujeto histórico reduccionista (sujeto político, sujeto elitista); 3º) Por la explicación inapropiada de los procesos históricos (simplificación o sujeto metafísico); 4º) Por la falta de conceptuación.

Las deficiencias en la observación del objeto pueden manifestarse en un mero descriptivismo (empirismo erudito). Es la miseria del empirismo, que salta de los hechos a interpretaciones apriorísticas no basadas en la contrastación de todos los componentes de los sistemas sociales complejos. Existe falta de observación en toda especulación. La especulación metafísica, por la búsqueda o empleo de nociones sobre esencias. La

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historiografía no es filosofía, (a ésta pertenecen las esencias), sino ciencia fenoménica, de los fenómenos sociales, lo que ocurre en las sociedades y puede ser observado a través de los vestigios que nos han dejado. La especulación teleológica es concebir lo histórico como un proceso de continuidad de todas las etapas históricas o procesos biológicos u organicistas. Sí que puede encontrarse un proceso, en varios países o zonas del mundo, de unas situaciones o estados sociales (feudalización) a otras situaciones o estados sociales (modernización, industrialización). Pero no hay una teleología universal, como tampoco hay una teleología universal en todo el proceso de evolución de las especies, pues se realiza al azar. La especulación ética es construir una historia de la bondad por un lado y la maldad por el otro (maniqueísmo) o juzgar el pasado según valores parciales de una comunidad, de una ideología o de la época contemporánea (anacronismo, presentismo).

Se atenta contra la verdadera observación del objeto cuando se reduce (reduccionismo) el sujeto histórico a una fracción de la realidad social; o cuando la nación en bloque (etnocentrismo), sin fisuras, se hace sujeto de todas las acciones; o cuando el único sujeto es lo político, sus élites, las instituciones, los acontecimientos (historia "évènementielle"), élites conservadoras (gobiernos, instituciones), élites progresistas (historia whig) o frontpopulistas (movimiento obrero). También es reduccionismo elitista limitarse a las estructuras macroeconómicas, demográficas, sociales o económicas.

También se tropieza en el objeto de la historiografía, cuando este objeto se explica de modo inapropiado. El objeto no son los "hechos históricos", ya que éstos sólo expresan cambios en los estados sociales. El objeto deben ser los procesos sociales, en una visión sistémica, que comprende estados sociales (continuidad o rutinización), los acontecimientos y los actores sociales, que actúan sobre y desde estos estados sociales (feudalización) y los nuevos estados o situaciones sociales (modernización, industrialización), si la cantidad de cambio y las condiciones objetivas han contribuido al éxito.

La observación y la explicación adecuadas exigen una adecuada conceptuación de ambas, la delimitación de los conceptos y el rechazo de su ambigüedad y del contexto (nación, estructura, dialéctica, ideología, etc.)(5).

En el capítulo 6º nos enfrentamos al escollo en que tropieza el sujeto investigador: el compromiso.- Es también un defecto de observación: el historiador se compromete con su sociedad en la explicación del pasado. Cae en el presentismo del compromiso con el presente, como es el compromiso étnico o ideológico. 1)Etnocentrismo es compromiso social o proyecto político genérico sobre la etnia o nación unitaria o nación agraviada; 2)El compromiso político es ideología o proyecto político específico (conservador, progresista, socialdemócrata, marxista, independentista); 3)Compromiso con el sistema de dominación: cierre ideológico, axiológico o de praxis; 4)La historia es fuente de legitimación del discurso ideológico cerrado (6).

La ciencia exige distanciamiento del sujeto investigador respecto al objeto estudiado, con respecto a cualquier objeto de estudio, como pueden ser las HISTORIAS NACIONALES.

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Se ha visto (cap. 5º) que el distanciamiento se manifiesta en la observación del objeto, en la explicación adecuada, en la conceptuación clara y delimitada, en el acopio de datos de observación y en las generalizaciones por proposiciones. El distanciamiento del sujeto investigador (objetividad) comporta librarse del compromiso con su sociedad o con una ideología partidista. En la falta de estas exigencias están los principales escollos en que cae una historiografía comprometida con la propia sociedad o una ideología. Aquí están las construcciones metafísicas o esencialistas (falta de observación), especulaciones sobre la concepción de la nación, especulaciones éticas maniqueas, atribuyendo lo bueno a la propia sociedad y sus actores y lo malo a la "otra" sociedad en confrontación y especulaciones teleologistas, construyendo un proceso de continuidad (origen, plenitud, decadencia, renacimiento, etc.) orgánica o universal.

En el reduccionismo, en la observación, se cae cuando se hace sujeto de la historia la etnia (la nación unitarista o la nación agraviada), la política, las élites políticas, las instituciones, lo macroeconómico, lo macrosocial, lo macrodemográfico, olvidando otros elementos de un sistema social complejo (lo mental o cultural, las élites, los excluidos, las víctimas, la "gente sin historia", las mujeres, etc.).

La subjetividad se manifiesta en el compromiso étnico (nación) o ideológico o proyecto político específico. En el nacionalismo español fundamentado en un concepto de nación unitaria hay muchos proyectos específicos: absolutistas o carlistas, liberales moderados o conservadores, liberales progresistas, demócratas, republicanos, marxistas, anarquistas, nacionalcatólicos, etc. En el nacionalismo catalán, sobre el concepto de nación agraviada, lo específico es algún modo de segregación, conservador, liberal, socialdemócrata, marxista, independentista. Todos los proyectos políticos revelan un presentismo, que construye la historiografía desde el punto de vista de las necesidades o proyectos del presente.

Todos estos defectos epistemológicos comportan un sistema cognitivo, axiológico, de praxis, cerrado, que legitima el propio proyecto y excluye - está dirigido "contra"- algunos sectores sobre los que se planifica - en un nivel cognitivo o de praxis- la dominación, segregación, eliminación.

¿Por qué se construyen estas historiografías basadas en sistemas cerrados? La hipótesis explicativa está sobradamente manifiesta: es el compromiso del investigador con la propia nación (étnica o cultural o territorial, nación unitarista o nación agraviada) y con un proyecto político concreto de acción sobre la sociedad (absolutista, nacinalcatólico, liberal, socialdemócrata, marxista, independentista, etc.).

La parte IIIª, contextos y otros textos, está dedicada (cap. 7º) a la construcción historiográfica de los nacionalismos: 1)Construcción historiográfica de España; 2)Construcción historiográfica de Cataluña; 3)Debate historiográfico en Cataluña.

Prestaremos atención a tres variables ya comentadas en el capítulo 5º: 1ª) proyecto genérico de nación y exclusión historiográfica de los contrarios a las esencias. Si la nación se define unitaria, monárquica y católica, los provincialismos, los republicanos,

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musulmanes, judíos, etc., quedan excluidos del sistema; 2ª) proyecto específico de partido (ideología) y exclusión/dominación de clases medias y obreras; 3ª) la historiografía es convertida en instrumento legitimador.

Existe otra variable, que se encuentra en todas estas construcciones ideológicas e historiográficas: ¿quién las construye? Son los intelectuales y los políticos; el "espacio público" (Habermas), que a partir de la época burguesa es muy destacado (sociedad civil, Ateneos, periódicos, editores, sociedades literarias, revistas, etc.).

La construcción historiográfica de España se asienta en la noción de nación jacobina, unitaria sin ninguna discusión, homogénea, por lo que se mitifica a los godos (unidad territorial y católica), los Reyes Católicos. Covadonga es goda y la "reconquista" de la goticidad perdida es un paréntesis. El nacionalismo chauvinista repudia todo lo extranjero (Austrias, Borbones). Lo extranjero representa el despotismo frente a las libertades de una Edad Media mitificada y frente a la última batalla por las libertades de los Comuneros. La revolución liberal recobra las libertades, la soberanía nacional y las esencias de la catolicidad y la monarquía. Es una construcción romántica. También el positivismo y el krausismo son esencialistas, aunque éste último más abierto, pues predica la tolerancia, el laicismo, el espíritu democrático. Cánovas comparte el mismo concepto de nación unitaria, pero el centro de su construcción ideológica historicista y su praxis política se asientan en la noción positivista de orden social y armonización. Su rearme ideológico viene de muy atrás (filosofía ecléctica francesa) y sobre todo del neotomismo, de la Iglesia como productora y beneficiaria de ideología y del orden social, miedo a lo revolucionario y al pueblo o cualquier intento de democratización sincera.

La generación del 98 en historiografía es poco notable si se exceptúan Altamira, M. Pidal y M. Pelayo. Su principal aportación ideológica es literaria y de ensayistas, que nos atormentan con su atormentada España, genio y esencia castellanos, una construcción puramente especulativa. La caída de España de un imperio, en que no se ponía el sol, a una potencia de 5º orden, produce una nación ensimismada, aislada, con escasas fuerzas modernizadoras y acogotada con los fuertes componentes del Antiguo Régimen. La contemplación de una monarquía que englobaba todos los residuos del Antiguo Régimen, una Iglesia contrarreformista, un Ejército y unas oligarquías que con demasiada frecuencia acudían a la tutela de la represión, exterminio, exilio y dictadura, les produce un estado mental pesimista y, a veces, reaccionario. Los proyectos políticos que nacieron de estas concepciones y condicionantes son de sobras conocidos: 1º) un liberalismo progresista, romántico y utópico, sometido a una realidad de poder, de dominación y exclusión por el voto censitario, entre el 1% y el 5% de la población, y el engaño del pueblo con los mitos de la libertad, constitución y soberanía nacional secuestradas; 2º) un moderantismo y conservadurismo, más retraídos y cerrados como sistema de participación, dentro de su esencialismo católico intransigente y monarquismo legitimista y continuista, para el que el orden social a toda costa era legitimación, con la exclusión del 88% de la población, 50% obreros y 38% de clases medias (pueblo "insano" de las ciudades y pueblo castellano mitificado, adulado, callado y "sano"); y 3º) el franquismo, la exclusión de las exclusiones por eliminación de la anti-España, en la guerra, en el exilio masivo y en la represión y eliminación masiva postbélica, se apoyaba en una concepción de España y de la nación que

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recogía todo lo que la modernidad europea iba dejando en el desván de las antiguallas: el dogmatismo ideológico y religioso, el antiliberalismo, el antiparlamentarismo, el antipositivismo, etc.

La construcción historiográfica de Cataluña descansa en el dogma de nación agraviada, sobre el cual se construyen mitos, simplificaciones, especulaciones, como el goticismo - eslabón entre hispanorromanos y condes -, pacto (pactismo) entre godos y carolingios, por el que se cede la independencia a Cataluña, etc. Del dogma de nación agraviada nacen grados diversos de segregación con respecto a la "intrínseca perversidad del estado", ocho proyectos diferentes (ARTAL: Ictineu) : romántico, regionalista conservador, positivista y federalista, hegemonía ideológica de la burguesía industrial, nacionalismo republicano, marxista, el nacionalismo de postguerra y el actual.

Destaquemos sólo algunas notas de algunos de los proyectos. En Cataluña, para el romanticismo progresista (Víctor Balaguer) y el conservador (tradición, orden social y proteccionismo) la nación es España y Cataluña la región o provincia, hasta final del siglo XIX en que Cataluña es la nación y España el estado. El liberalismo progresista construye un nacionalismo histórico, Cataluña como nación y libertad (mitificación de la soberanía nacional medieval) y Castilla o España, como opresión y despotismo, condicionados por el sistema despótico y represivo que los moderados imponen durante gran parte del siglo XIX.

El tradicionalista Torres i Bages (1892) construye sobre la nación catalana un proyecto reduccionista de antimodernidad, maniqueo (buenos = pairalisme; malos = población urbana), integrista, corporativista, providencialista, antiliberal, antidemocrático, que nada tiene que envidiar al construido por M. Pelayo y el neocatolicismo.

El noucentisme construye un regionalismo en la praxis política y un nacionalismo catalán en la ideología, conservador, organicista de la armonía social (Prat, D'Ors, Cambó).

Vicens i Vives revisa y rechaza todos los nacionalismos historiográficos y implanta la cientificidad sobre una realismo económico y social.

En la actualidad la cientificidad es lo que predomina, aunque sigue vigente una nueva corriente neorromántica liderada por Eva Serra, que se resiste al tratamiento científico, alejado del compromiso social y político en la medida de lo posible.

Se ha producido un gran debate historiográfico en Cataluña. Conviene analizarlo desde la variable directriz de todo el tema: la cientificidad del tratamiento de los temas históricos y su correlato de la no cientificidad, los escollos en los que suelen tropezar las historias nacionales no científicas.

En tal debate los historiadores encuentran defectos que podemos agrupar en tres apartados: defectos por falta de observación adecuada del objeto histórico, reduccionismo en la asignación de quién es el sujeto histórico y compromiso social del sujeto investigador o compromiso ideológico.

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Respecto al objeto se rechaza que la historiografía sea el estudio de la nación, sus esencias. El objeto debe ser el estudio de fenómenos sociales, lo que ocurre en las sociedades. No se trata de justificar proyectos nacionales concretos. No es científico un mero empirismo, sin la debida conceptuación, sin atreverse a incluir los dados obtenidos en hipótesis o generalizaciones o grandes procesos. En tal empirismo subyace el ideologismo.Se rechaza la especulación metafísica, búsqueda de esencias o procesos de continuidad (teleologismo) de liberación o de plena conciencia. Se rechaza la especulación ética (maniqueísmo) o búsqueda de una sociedad ideal, lo que debía haber sido y no fue.Se rechazan los juicios de valor (anacronismo) según valores del presente (presentismo).

Respecto al reduccionismo del sujeto de la historia se rechazan las construcciones elitistas, sean basadas en el sujeto-nación o sujeto-estado, sean en las clases dominantes políticas o las macroestructuras, olvidando las clases dominadas o excluídas del sistema, la acción individual o de colectivos o de la "gente sin historia".

Se rechaza la explicación "évènementielle" (superficie de la realidad) sin entrar en las estructuras, contextos, grandes procesos, coyunturas, estados sociales, etc.

Se rechaza el compromiso del sujeto investigador con la propia sociedad (función social, pragmática, instrumental o legitimadora) o el compromiso ideológico, de clases o intereses.

Todas estas deficiencias constituyen un sistema ideológico cerrado basado en dogmas, maniqueísmos, estigmatizaciones o demonizaciones, etc.

No se puede citar toda la bibliografía (V. notas 27 y 30 de la parte IIIª, cap. 7º). En tal debate han intervenido multitud de autores: Anguera, Ucelay, B. De Riquer, Duarte, Joaquim Nadal, Antoni Simon, Garcia Càrcel, Martínez Fiol, J. Fontana, A. Balcells, Francesc Vilanova, Miquel Barceló, Jaume Sobrequés, Eva Serra, J. Mª Colomer, Joan-Lluís Marfany, Fusi, Garrabou, R. Grau, Termes, Pi de Cabanyes, F. Roca, S. Cardús, Colomines, Muñoz, Vinyes, A. Alcoberro, J.M. Delgado, etc. (7).

En capítulo 8º se examina el contexto histórico. En Europa Occidental entre 1789 y 1970 se realiza un proceso de modernización que consiste en la industrialización, urbanización, alfabetización, construcción de estados nacionales y liberalismo burgués (libertad religiosa e ideológica, liberalismo económico y parlamentarismo basado en el sufragio universal). Estas metas se consiguen gradualmente. España se mira en el espejo europeo y trata de hacer lo mismo desde la Ilustración. Su ritmo con respecto a Inglaterra, Francia, Alemania es más convulso. ¿Cómo se desarrolla este proceso de modernización en Europa Occidental? Los indicadores socioeconómicos van progresando (renta, urbanización, escolarización, alfabetización). A medida que estos indicadores mejoran, el sistema político liberal de voto censitario se va abriendo más a la participación de las masas en el sistema parlamentario. Paralelamente las clases medias y obreras van abandonando el radicalismo revolucionario y se van convirtiendo al reformismo. El dilema de las izquierdas, entre revolución y reforma,se inclina a favor de la segunda y, a medida que las

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clases dirigentes van aceptando reformas, se alivian las infrahumanas condiciones de subsistencia del XIX.

¿Qué ocurre en España? El proceso existe, pero mucho más convulso que en Occidente. En Europa hay resistencia del Antiguo Régimen, pero no tanta como para provocar tres guerras carlistas. Hay frecuentes golpes (coups) de fuerza de las masas, pero no del ejército. Hay algaradas, barricadas y huelgas revolucionarias. Existe una oleada anarquista de atentados, la escisión entre marxistas y bakuninistas, partidarios de la abstención política (1870), y la de socialistas (reformistas) y comunistas (revolucionarios), por los años 20. Los empresarios se resisten a concesiones obreras (sindicación, reducción de jornada, etc.), pero los gobiernos consiguen reformas sociales importantes. En España las reformas son insignificantes, quizás sea por la escasa representación conseguida, aunque el "encasillamiento" reinante la hacían estéril. Todavía se arrastra el conflicto monarquía - república (Francia lo zanja en 1871), clericalismo - anticlericalismo (Francia en 1905 abandona las cuestiones metafísicas, por las sociales y económicas).

Las derechas son cerradas y sectarias; las izquierdas, dogmáticas y radicales. No entran en el reformismo, sino que conceden un valor místico salvífico a la revolución, al atentado y la huelga general. ¿Habían de llegar necesariamente a la confrontación civil? Las tres etapas de dominación oligárquica (moderados, restauración, franquismo) son etapas de cerramiento mental (represión, pesimismo, odio al pueblo bajo) y cerramiento en la praxis política (8).

El capítulo 9º aborda el contexto historiográfico. Hasta la IIª G. Mundial las historiografías suelen ser legitimadoras de algún sistema de poder o dominación de la sociedad liberal burguesa y se basan en tres fuentes: la idea ilustrada de progreso indefinido, el mito hegeliano del estado (realizador de la Idea y protagonista del acontecer histórico) y la teoría romántica de la nación (volkgeist) identificada con el estado.

En el siglo XIX, el historicismo alemán (Ranke), el positivismo (Comte, Taine) y la historia whig inglesa (Edmund Burke, Macaulay) son las escuelas más importantes. Las tres tienen el mismo objetivo, la preservación del orden burgués. Son un reflejo negativo del pensamiento revolucionario. Las tres escuelas son elitistas, pues el sujeto histórico son los estados, o las naciones, las guerras, la diplomacia, los grandes personajes. Las tres son centralistas y homogeneizadoras. El historicismo es partidario de la revolución "desde arriba" para impedir la "desde abajo"; rechaza la teorización y los apriorismos metafísicos, pero defiende el valor trascendente de la nación y el providencialismo. La historia whig cree que Inglaterra en 1688 realiza la armonía entre la libertad y el orden (parlamentarismo). El historicismo romántico de Víctor Balaguer también se construye sobre el sujeto histórico de la nación catalana, la exaltación de la antigua nación, más como género literario, renunciando a la crítica histórica.

El positivismo, que es observación de la realidad para construir leyes del devenir histórico, se queda en lo primero (documentación) con especulaciones metafísicas o morales, en la construcción de teorías explicativas. Por eso se confunde historicismo y positivismo.

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La escuela metódico-documental francesa (1880-1930) está más influida por el historicismo alemán (Ranke) que por el positivismo. Rompe con el providencialismo, el progresismo racionalista y el finalismo marxista, pero es fundamentalmente ideologista por el mito del estado-nación, el culto a los héroes nacionales y el antigermanismo (maniqueísmo).

En España y Cataluña, antes de la Restauración, de 1835 a 1870, penetran el romanticismo francés, italiano y el alemán; se dejan llevar por intuiciones románticas, por la búsqueda de identidades nacionales igual que el krausismo (conciencia nacional y unidad metafísica). Es el caso de Cánovas del Castillo y los positivistas. Los regeneracionistas del 98 derivan a un nacionalismo basado en la tradición más reaccionaria. Todos legitiman la sociedad burguesa, de espaldas al pueblo y sus necesidades ,y padecen la obsesión nacionalista, como los llamados neorrománticos (Soldevila, etc.).

El neopositivismo (años 20 y 30: Hempel, Nagel) quiere volver a una historia científica equiparable a la Ciencias Naturales. La tarea de construir teorías se hace imposible. La historiografía no puede tener tratamiento matemático, excepto en las técnicas cuantitativas. Pero eso no es toda la realidad histórica.

Los grandes paradigmas, modelos estructural-cuantitativos ("Annales", marxismo, cliometría) son antihistoricistas y estructuralistas (realidades de "larga duración"). Los "Annales" son eclécticos (estructuras, sobre todo socio-económicas, coyunturas, acontecimientos). Los marxistas ingleses abandonan dogmas, reduccionismos, determinismo e introducen en el modo de producción la cultura. La cliometría cree que sólo la cuantificación es científica (Fogel, Lee).

La crisis de los grandes paradigmas se debe a los cambios en la Antropología y la Lingüística (discurso, texto, escritura) y produce nuevos enfoques (gentes "sin historia"), nuevas estrategias (antropológicas, lingüísticas, semióticas) y nuevos modelos (microhistoria, nueva historia social, nueva historia cultural).

En España y Cataluña, antes y después de la guerra civil, la escuela metódica francesa marcaba la pauta. Simultáneamente a los grandes paradigmas, en Cataluña predomina el neorromanticismo y en la España franquista el nacional-catolicismo. Vicens i Vives nos trae el neopositivismo, los "annales", el marxismo y la cliometría. El franquismo es un ensimismamiento en la metafísica del ser de España y rechaza las escuelas empiristas contemporáneas (neopositivismo, escuela metódica francesa), es apologética de la dictadura y metafísica del unitarismo y de la exclusión de los contrarios a las esencias hispanas definidas por ellos. Desde los años 50, Vicens, revisionista, renovador y guía, junto con Pierre Vilar, denuncian los nacionalismos historiográficos, el español (nacionalcatolicismo) y el catalán (romántico y neorromántico) e introducen los "Annales", el marxismo, la cuantificación. Y desde la década de los 60, con la normalización académica, entra el marxismo francés (Soboul, Labrousse, etc.), el anglosajón (Hobsbuwm, Hill, Edward P. Thompson), que influyen en la historiografía económica, política, antropología cultural, reflexión teórica, etc.

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A partir de los 80 (crisis de los grandes paradigmas, "giro lingüístico"), es destacable la escuela contemporaneísta (Balcells, Martí, Termes, B. De Riquer, E. Ucelay) y las influencias de Francia, Inglaterra, USA, Alemania, Italia. Se sigue despreciando la teoría y, a veces, se llega a un "minimalismo", miedoso de arriesgarse a formular hipótesis.

Incluso en un tema tan estudiado como el de los nacionalismos los resultados son limitados. Se ha seguido el historicismo romántico hasta la ruptura de V. Vives, Vilar, Tuñón, Jover, Maravall. Los nuevos marxistas, que abandonan el tema de la nación como emanación y "persona" nacional preexistente, adoptan el concepto de nación estructural de Stalin y Vilar, refuerzan la visión nacionalista, ahora como ser dinámico, plural y contradictorio. No se abandona la cuestión metafísica de qué es la nación. Tal postura atrofia nuevas visiones del sociologismo angloamericano (Deutsch, Gellner, A. Smith, B. Emerson) y los nuevos conceptos de etnicidad, "nation-building", "comunidad imaginada". Se producen algunos progresos (Ucelay), también en la historia cultural (Hina, Llobera, Colomer, Bilbeny), pero se destacan grandes carencias (9). En el capítulo 10º se añaden otros textos, la historiografía de Cánovas y el Franquismo, como corroboradores del tema central.

B.-Cánovas.- La trayectoria historiográfica de Cánovas del Castillo -1854, 1869, 1888- evoluciona, pero trataremos especialmente la que representa la historiografía conservadora. La obra de 1854 es el punto final de su trayectoria liberal progresista. Ésta estaba basada en la idea de soberanía nacional y el triunfo gradual de la revolución. Los condicionamientos que lo inclinaron al conservadurismo eran fuertes: la oleada revolucionaria de 1848 en Europa y su impacto retardado en España (1854), los frecuentes estallidos revolucionarios en algunas ciudades, quema de iglesias y conventos, destrucción de fábricas (ludismo), las consiguientes represiones y pronunciamientos, la ruptura monárquica que significaba la revolución de 1868. Aparece la amenazante fuerza de las clases medias urbanas y el proletariado contra el sistema liberal y monárquico, tal como los entendía la burguesía censitaria.

Cánovas no es hijo de la idea de nación de las Cortes de Cádiz, basada en la soberanía nacional. Su liberalismo se asienta en lo censitario; pero su nación, interiorizada, indiscutible, es unitaria, por lo que es contrario a los particularismos (provincialismo). Cree que el pueblo sano se manifiesta en la guerra contra Napoleón, cree en la constancia del carácter nacional (visión esencialista), en las virtudes de la raza, en el destino nacional, en la soberanía nacional. Pero soberanía nacional censitaria (propietarios, inteligencias).

Para él el sujeto de la historia es la providencia y los hombres providenciales, como él lo fue para la Restauración. El ser de España (creencia metafísica y dogmática) es la monarquía legítima, la soberanía conjunta del rey y las Cortes y el catolicismo (constitución interna). La monarquía legítima enlaza con la plenitud imperial (orgullo nostálgico). La historia es continuidad y la continuidad es legitimidad histórica.

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Este continuismo revela su carácter de partido conservador (ideología): continuidad, tradición monárquica y católica. Por la continuidad rechaza todo salto en el vacío o revolución (1854, 1868). Del fracaso del 68-74 deduce el fracaso español como pueblo (pesimismo antropológico). Los españoles no están a la altura de los europeos. Cánovas quiere rectificar el proceso revolucionario del Sexenio. Quiere continuar la historia y evitar la revolución; rectificar el Sexenio en un sentido ecléctico, conciliación o pacto basado en conceptos ideológicos (continuismo o conservadurismo y legitimidad monárquica), conciliar soberanía del pueblo y origen divino del poder. Este doctrinarismo, proveniente del eclecticismo filosófico francés -Louis de Bonald, Joseph de Maistre-, es ideología justificadora de su praxis política, adaptar las estructuras políticas, sin cambios sociales, a formas continuistas, como la monarquía y la unidad católica; frenar lo social y político y permitir el desarrollo económico. El terror desmedido al progreso del liberalismo, la democracia y la participación de las masas, lo transfiere a un sistema continuista y conservador, basado en los caciques locales y falseamiento de las instituciones de la soberanía nacional. Es una concepción organicista que excluye rupturas o revoluciones. Los intereses de clase se formulan como "leyes eternas" y el continuismo como legitimidad. Armonizar soberanía con subordinación conduce al voto censitario de propietarios y capacidades. El regeneracionismo, de fin de siglo y principios del XX, no nace del 98 sino de la frustración de la "Gloriosa", que manifiesta la esterilización del progreso del país. El regeneracionismo es una alternativa al falso liberalismo de la Restauración, diseñada a espaldas de gran parte de la sociedad. Es un regeneracionismo castellanista, de nación unitarista, cargada del pesado lastre de un pasado imperial. Es una amalgama de reaccionarismo pequeño burgués, liberalismo doctrinario elitista de las oligarquías, corporativismo, krausismo, idealización del liberalismo formal e idealismo social (Costa).

Del miedo a la libertad y la revolución nace la exclusión, por el voto censitario, del obrerismo, de los republicanos y carlistas y nacen los tópicos justificativos, como la "ingobernabilidad de los españoles", su incapacidad "por naturaleza" de ciertas formas de política (democracia), el considerar al ciudadano como espectador pasivo ("súbdito") de una política dirigida por grandes hombres "elegidos" o predestinados. La nación -soberanía nacional- queda restringida a los propietarios, derecho de superioridad humana, minorías inteligentes, superioridad natural creada por Dios, que también crea las "inferioridades". Es imposible la igualdad de derechos con las muchedumbres. La mayor legitimidad está en la defensa del orden social. Como Dios suspende el orden natural por los milagros, el gobierno puede suspender el orden político con una dictadura para acabar con la revolución.

Este pesimismo envenenado nace de la contemplación de la historia de Felipe IV y Carlos II, época de decadencia. Cánovas ha perdido la fe en la nación española, por lo que su ideología y praxis política se construye de espaldas al pueblo. La decadencia era debida a los errores de las clases dominantes y a la falta de hombres providenciales. Por lo tanto, la Restauración era inevitable, necesaria y providencial (10).

C.- Franquismo.- El franquismo construye un proyecto político genérico, basado en la nación (etnocentrismo); nación metafísica (falta de observación), esencialista (principios

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románticos, religión, orden social). Los valores eternos son Iglesia y patria; sobre todo el espíritu religioso católico. Lo no-católico es antiespañol, porque niega la esencia. Ya los visigodos realizan la unidad territorial y católica, las dos esencias.

Es una construcción, especulación metafísica ética, de buenos (católicos) y malos (libertad ideológica religiosa, Ilustración, liberales, etc., la anti-España).

Especulación teleológica, proceso hacia la unidad y catolicidad (época imperial; la Inquisición, clave de la "unidad" nacional). Los orígenes se vislumbran con los romanos (ser eterno), Covadonga, Edad Media mitificada, culminación imperial, la genuina España. La Hispanidad es la unidad de la catolicidad y el imperio.

Se abandonan las esencias en el XVIII, con el pretexto de europeización, por la extranjerización -mito creado por los antiilustrados- y la negación de la España esencial. La genuina España vuelve en 1808, cuando el pueblo religioso es acaudillado por frailes. La Restauración también es fase de descomposición, detenida por Primo de Rivera. Igualmente es negación de las esencias el pluralismo político, el regionalismo, igual que la Ilustración, la Revolución Francesa (las Cortes de Cádiz son una copia), el liberalismo, el socialismo, el comunismo.

El franquismo construye una historia elitista étnica, centrada en Castilla, obra de monarcas y "capitanes" (M. Pidal). Se realiza desde la Reconquista y el Imperio castellanizante. La anti-España ("malnacidos", "vender a España", "anular España", "querían la muerte de España") pone en peligro la unidad (separatismo, autonomía, el ateísmo de estado por la libertad religiosa, las luchas políticas y sociales contra la armonía social).

Del proyecto genérico de nación se extrae un proyecto político específico (ideología) del Nuevo Estado, que vuelve a las esencias, a la España genuina recogiendo lo más conservador, de los moderados y del reaccionarismo del pasado (integrismo religioso, absolutismo, etc.). Las fuentes de tal proyecto político están en M. Pelayo [origen del pensamiento reaccionario, pasando por moderados, conservadores e integrismo católico (neotomismo, antikrausismo, antipisitivismo)], en la generación del 98 (Castilla irreal ruralista y "sana"), el pesimismo elitista de Ortega ("minorías directoras"), Acción Española. El Nuevo Estado se enfrenta a todo lo disolvente de las esencias (Ilustración, liberalismo, socialismo, judaísmo, etc.) y extrajerizante (nacionalismo chauvinista) y recoge el sentido católico (nervio de la unidad), el orden y la civilización, el sentido de unidad. El fascismo "revolucionario" inicial queda ahogado a un nivel de símbolos (slogans) y un mimetismo de exaltación de lo vital, la raza, el espacio y un "tercerismo" utópico (ni capitalismo ni comunismo) antiobrero; está en su retórica supraclasista y en el culto al jefe, que encarna la totalidad, es guardián de las esencias y es responsable ante Dios y la historia.

¿Contra quién va dirigida esta construcción? Contra el catalanismo (ataca la unidad) y el obrerismo republicano y antiliberal (atacan monarquía e integrismo religioso). La historiografía construida es un tanto paranoica, la lucha permanente entre la civilización

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cristiana (Hispanidad como espíritu misionero) y la conspiración contra ella (protestantes, judíos, masones, liberalismo, etc.). Para M. Pidal esta lucha permanente era el pilar de la historia nacional, encarnación de los valores de la raza, realizados en el Imperio, tradicional (esencias) y moderno (unión católica, unidad de destino), a la vez. La decadencia -M.Pidal- se debe a causas morales, falta de valores de autoridad, problema de la "psique colectiva", egoísmo de varias regiones del imperio, junto a la decadencia económica (11).

4.- Los HH.NN. desde la Antropología: Hipótesis auxiliar

“Los SS.CC. (sistemas cerrados) de las HH.NN. revelan las relaciones de poder (dominación o aspiración a la dominación) entre cultura (ideología, identidad, construcción nacional, historiografía) y la legitimación de proyectos políticos: Dos variables: cultura y poder.

En realidad no es más que una expansión de las variables anteriores (HH.NN., cientificidad, ideologías). Las HH.NN. como ideología no son científicas sino un SS.CC. ideológico, expresión de un sistema de dominación (poder). El ss.cc. ideológico legitima la dominación. La historiografía científica no expresa un proyecto político, ni de dominación ni de subordinación.

En la acotación del tema –HH.NN. = SS.CC.- no se trata de un estudio de los nacionalismos, de las naciones, de las identidades, de los movimientos sociales, de la definición de la nación. Lo que de estos temas se exponga será lo imprescindible para entender el contexto en que se construyen las HH.NN. Entre las perspectivas varias de las historiografías (desde la historia, desde la antropología, desde la historia cultural) queremos resaltar los patrones (no científicos) bajo los que se construyen y que pertenecen sobre todo a la Antropología y a la historia cultural. Desde la Antropología sabemos que toda nueva sociedad necesita construir un sistema de valores y un universo referencial mítico-ideológico, que la explique (objetivación), la justifique y legitime el sistema de poder, poseído o apetecido. Es general en el mundo occidental que las naciones o Estados construyan unas HH.NN., como instrumento para algo (educativo, conciencia, identidad, política). Estas HH.NN. entran en lo que llamamos SS.CC. (sistemas cerrados: ideológicos, axiológicos, de praxis).

Ya Lévi-Strausss (12) había aseverado que la Antropología no se diferencia de la Historia ni en el método (sólo dosificación de procedimientos) ni en el objeto (vida social) ni en el propósito común (avanzar en la comprensión humana). Sí que se diferencian en la organización de sus datos en relación con expresiones conscientes (Historia) de la vida social o en las condiciones inconscientes (Antropología). Ya acuden al tema de las expresiones inconscientes las corrientes genealógicas (Nietzsche, Weber, Elias, Foucault, “Annales”), las corrientes histórico-culturalistas (Lukács, Gramsci, escuela de Francfort), el particularismo ideográfico de USA (Franz Boas), el materialismo cultural y la ecología cultural. Estas corrientes comportan el análisis de variables visibles (acontecimientos) e invisibles (estructura, función, proceso y cultura). Trátase de la cultura tanto como sistema ordenado de significados y símbolos (Parsons), como de conjunto de tecnologías (Lévi-Strauss). La cultura como expresión y legitimación del poder de las élites dominantes.

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Cuando se estudian los temas del anticlericalismo y la iconoclastia de los símbolos y personas religiosas, no pueden entenderse desde un reduccionismo histórico o político (odio a la Iglesia, por su complicidad con los poderes económicos y políticos o como conducta irracional). No son explicaciones adecuadas, si no se acude a lo antropológico (el valor analítico de cultura o el proceso de modernización).

En el análisis de la variable cultura hay que adentrarse en la construcción de ss.cc. ideológicos, basados en el dogma de posesión de la verdad (religiosa o histórica), que legitima la exclusión, el odio (maniqueísmo) o exterminio del oponente (clerical, anticlerical). Dentro del proceso de modernización se desautoriza el antiguo poder (eclesiástico, estamentos), de forma violenta (SS.CC.) o con la destrucción de objetos, lugares, personas (SS.CC.). Poder antiguo, frente al moderno poder del pueblo-nación, manifestado en el monopolio de los ritos culturales (religiosos, civiles), en las mediaciones metafísicas entre Dios y los hombres, que expresan el ansia de control social y las modalidades de dominio. Uno de los subprocesos de la modernización es la “secularización”, que supone la redefinición de las categorías antiguas [orden – nuevo orden, poder divino - poder popular, cultura de la religión – cultura de la historia, proyecto de futuro – nuevo proyecto, la seguridad de la verdad religiosa – verdad de la historia].

Frente al imperialismo axiomático (lo sagrado, autoridad ritual, leyes sociales) el anticlericalismo y la iconoclastia pretenden erradicar las instituciones religiosas de la cultura que contradicen la modernización. El clero entra a formar parte de las figuras del mal (otros “males” históricos: brujas, priscilianos, cátaros, templarios, judíos, leprosos, masones, comunistas, emigrantes, etc.), que autoexplican (percepción) la causalidad de las frustraciones; que alivian, por la vía simbólica, las tensiones sociales, las desestructuraciones de origen exógeno, la lucha del viejo orden, que no desaparece, con el nuevo orden, que no acaba de implantarse, tradición y renovación o modernidad (13).

Todo hecho está incardinado en un sistema, en una estructura (múltiples relaciones de variables), en un proceso (de innovación o resistencia a la innovación). La historia es ordenada por la cultura (Antropología, historia cultural) y los esquemas culturales (tema antropológico) obtienen éxito a través de los conflictos históricos que los revalorizan en la medida que son llevados a la práctica. Así la historia cultural no se reduce a “res gestae” (acontecimientos culturales), sino que deviene historia antropológica (“rerum gestarum”: narración de estilos de vida o pautas culturales).

Vemos cómo la Antropología social y cultural (microhistoria) nos esclarece los procesos de interacción social, entre las culturas y los grupos sociales. La cultura explica y legitima la relación de dominación y subordinación entre los grupos sociales. Los comportamientos simbólicos (la cultura es símbolos, ideas) son guías para la acción del individuo en el grupo y de los grupos entre sí.

La Sociología de los movimientos sociales (ej. los movimientos nacionalistas) también es esclarecedora para la Historia, para dejar de ser exclusivamente relato de los acontecimientos dentro de un proceso, sin una adecuada explicación o razón de ser. Los

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movimientos sociales desarrollan una fase de construcción simbólica (identidad, idea de nación), de construcción de conciencia nacional mayoritaria (= nación), de voluntad nacional (libertad de querer hacer: soberanía, autodeterminación), de ejercicio de la voluntad de acción (estrategia, agentes, continuidad hasta el éxito, coaliciones estratégicas, de libertad de poder hacer). El científico social no es un ser sin ataduras (Mannheim), ni debe ser un intelectual orgánico (partidista), sino el debelador (revelar y liberar) de lo que los automatismos sociales (pautas culturales) no nos dejan ver. Las pautas culturales (Bourdieu: “habitus”) nos constituyen individualmente; no son objeto de decisión racional o estratégica; no son repetición mecánica. La teoría de la “elección racional” no explica las pautas culturales. No somos sólo reactivos y emocionales; mantenemos una relación activa y creadora con el mundo (innovación). Las pautas culturales implícitas son un conjunto regulador de prácticas, un conjunto de restricciones y códigos de comportamiento, de percepciones y de definiciones del mundo, tanto implícitas como explícitas, que permiten la adhesión del creyente y la puesta en práctica de unas acciones y no otras. La adhesión a códigos y la ejecución reglada de actos pertenecen a la lógica del funcionamiento de la sociedad. Su análisis pertenece a lo histórico, lo antropológico, lo sociológico. Desde la relación interdisciplinar (historia, antropología, sociología) se supera la dicotomía de bloqueo entre estructuralismo e individualismo, de la acción intencional o racional, la dicotomía entre estructuralistas y fenomenólogos.

Es el enfoque sistémico quien nos puede analizar y explicar adecuadamente lo social. La sociedad es un sistema con dos subsistemas principales: el de dominación (poder económico-político) o subordinación (social) y subsistema cultural que nos transmite la tradición (del pasado), nos proporciona explicación y legitimación de las relaciones de poder entre las élites dominantes y las masas excluidas del poder. Son dos variables básicas: poder y cultura, con otras subvariables implícitas u ocultas (dominación, exclusión, construcción de discursos de identidad, de legitimación, etc.). Tampoco son visibles directamente otras variables como las élites, la realidad socio-económica (contexto) y la realidad cultural-construida (contexto cultural). Por lo tanto hay una realidad socio-económica (espacial e histórica) y una realidad cultural-construida, con su funcionalidad instrumental, sobre todo.

Lo más importante del sistema social no son los elementos aislados, sino la relación de unos con otros (estructura). Desde los años 80 se habla con frecuencia de conciencias nacionales inventadas, de naciones imaginadas (Anderson, 1983), de la nación como comunidad política. Gellner dice que el nacionalismo inventa las naciones. Se comete un exceso cuando se aparenta que unas ideas son irrealidad, falsedad, engaño, desvirtuando la realidad histórica. Debería hablarse más bien de identidades nacionales construidas o redefinidas. La comunidad nacional imaginada es irreal; la comunidad construida (realidad cultural construida) deviene en realidad histórica. La construcción se realiza sobre una parte de realidad histórica y una buena parte de ficción. Pero ficción no es sinónimo de engaño. La ficción cuando es asumida por la comunidad (inconsciente colectivo, memoria histórica) se convierte en realidad. Es una realidad sociológica. Cuando hablamos de realidad nos referimos a la realidad social contrastada científicamente, por la observación sociológica (encuesta). En contraposición está la realidad imaginada o construida (idealizada, mitificada, utópica, metafórica). Una vez construidas y asumidas (conciencia

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colectiva) se convierten en realidades sociales que mueven las conciencias y la acción. La identidad puede ser real o construida (redefinida). Real es la identidad individual, lo que una persona siente que es o lo que los otros le atribuyen. Esta identidad es plural y cambiante a través de la trayectoria profesional o vital. La identidad colectiva también es cambiante en el tiempo (religiosa, privilegio estamental, étnica, lingüística, cultural, económica, política: cristiano, galo, francés, latino, occidental, gran potencia, etc.) y en el espacio. Las élites, constructoras de nación e identidad, resaltan (redefinen) los rasgos que consideran más sobresalientes o instrumentalizables.

Las HH.NN. desde la Antropología revelan la relación entre la variable cultura (discurso, ideología, identidad, construcción nacional, historiografía) y el poder (proyecto político de dominación por exclusión, dominación por eliminación, utopía revolucionaria: eliminación). Dos variables cultura y poder, o discurso y poder de dominación o poder para la participación.

Las HH.NN. se suelen construir como SS.CC. ideológicos (monismo epistemológico, dogmatismo). Los SS.CC. conducen al enfrentamiento con grupos alternativos (otro proyecto). Los SS.CC. legitiman el poder de dominación (élites de notables, clientelas: discursos especulativos, imaginativos, emoción primordialista), dominación por exclusión (“Cánovas, historiografía canovista) o dominación por eliminación (franquismo, historiografía franquista, utopismo revolucionario). La dominación (definición de nación biologista, organicista, esencialista, continuidad histórica) se pone en acción a través de la imposición (la violencia o absolutización). Es un proyecto unitarista y homogeneizador.

Los SS.AA. (sistemas abiertos) ilustrados traen otro discurso (realismo epistemológico, ciencia, pluralismo, nación de la pluralidad o plurinacional, soberanía compartida) que se pone en acción por la persuasión (consenso, pacto, acuerdo de pluralidad). En la historiografía este discurso está representado por Víctor Balaguer o Pi i Margall (federalismo).

Desde la Antropología, estas dos variables, cultura y poder, se pueden sistematizar, contraponiendo la oposición entre la construcción de un discurso cerrado (SS.CC.) y un discurso abierto (SS.AA.):

Cultura (ideología, discursos): SS.CC.:

= en lo cognitivo: monismo epistemológico (mitología, idealización ≠ no-ciencia: parte IIª).

- dogmas, verdad, autocomplacencia, superioridad, asistencia divina, etc.

- autopermiso de eliminación (del otro): negación del otro, maniqueísmo, demonización, violencia.

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- definiciones substancialistas (sobre la nación, sobre las culturas): definiciones biologistas, organicistas, esencialistas, historicismo de continuidad histórica genealogista y teologista).

- discursos historiográficos de dominio por exclusión (Cánovas: cap. 7º, 10º) o dominio por exterminio (franquismo: cap. 7º, 10º).

= valores: de definiciones substancialistas de nación o cultura (etnocentrismo, compromiso) (según sistemas cerrados e inconmensurables).

= praxis (acción): poder de dominación (elitista, clientelar); poder utópico (revolución = eliminación).

- La acción se lleva a cabo por imposición (unidad, homogeneidad): por la violencia.

Cultura (ideología, discursos): SS.AA. (Sistemas abiertos = Ilustración)

= en lo cognitivo: realismo epistemológico (relativismo-pluralismo) (= ciencia: cap. 1º)

- definiciones contractualistas: nación (pluralidad), Estado (plurinacional), culturas (interculturalidad).

- discurso historiográfico: federación: Víctor Balaguer, Pi i Margall (= cap. 4º y cap. 7º).

= nuevos valores ilustrados: persuasión: consenso, acuerdo, pacto de pluralidad, tolerancia, participación, soberanía compartida.

- valores contractualistas: nación (pluralismo), Estado (plurinacionalidad), culturas (interculturalidad, enriquecimiento mutuo, reconocimiento, institucionalización; acuerdo de mínimos = derechos humanos).

= praxis: para la dirección (en beneficio de la mayoría de la población = democracia real).

Los SS.CC. en sociedades plurinacionales o entre culturas conduce al conflicto. Los SS.AA. son aptos para la armonización de intereses diferentes. Así como se contraponen SS.CC. y SS.AA., también se oponen sus consecuencias: dominación/dirección, discurso historiográfico cerrado/discurso historiográfico abierto, definiciones substancialistas/ definiciones contractualistas, violencia/persuasión, conflicto/armonización. Víctor Balaguer, paradigma para nuestro análisis, construye un discurso cerrado sobre la nación catalana, pero es abierto en la armonización de intereses catalanes y españoles.

Los historiadores contemporaneistas, desbordados por la sobreabundancia documental, quedan atrapados en ella y rehuyen menos la realidad socioeconómica y más la realidad cultural construida. Creen no necesitar la interdisciplinaridad y caen en un reduccionismo

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político, social o económico. Rehuyen las relaciones de la cultura con el poder de dominación y exclusión. Rehuyen como la cultura construye legitimación de relaciones de dominación y exclusión. Rehuyen tratar la cultura como instrumento de manipulación del pasado para justificar el presente (presentismo); hablan de culminación histórica (teleologismo), cuando tratan del progreso liberal. Sí hacen historia del catalanismo o nacionalismo, pero rehuyen la construcción de las definiciones de nación, de redefinición de identidad, relacionándolas con los proyectos políticos unitaristas o pluralistas o unitarismo étnico. Si se mienta a Hobsbawm y Anderson en la percepción del pasado, invento de tradiciones, comunidad imaginada, se rehuyen los proyectos políticos idealistas, utópicos, revolucionarios y su contraste con la realidad socioeconómica y realidad cultural construida. Se rehuye la relación de la realidad cultural inventada con proyectos políticos y grupos de dominación o exclusión. Se rehuye la construcción del grado de cierre de sistemas cerrados (SS.CC.) ideológicos, y relación con comportamientos etnocéntricos o fundamentalistas y la convicción de la posesión de la verdad dogmática (islamistas: dogma de la superioridad de la ley divina sobre la humana; postcolonialista: dogma de la superioridad del mercado libre para fuertes y débiles; estatalista: dogma de la superioridad civilista centralizada; etnicista: dogma de la superioridad de la adhesión étnica).

No se rehuye la exposición de ideas (historia de las ideas) como algo autónomo, autosuficiente y autocomplaciente, pero se rehuye el análisis de los nacionalismos como movimientos sociales (sociología), como constructores de definiciones (categorías), redefinición de identidades, construcción de conciencia colectiva y voluntad nacional. Igual que se rehuye el tránsito de las construcciones culturales (guías para la acción) y su paso a la acción (cómo fue la praxis), los agentes, la estrategia, la continuidad en la acción, el desistimiento en la acción, la relación con otros grupos (coaliciones estratégicas), las contradicciones, etc.

Toda praxis de dominación exige un discurso (cultural) dogmático. Los dogmas religiosos otorgaban el poder a los estamentos; los dogmas históricos (de la HH.NN.) otorgan el poder a las nuevas élites dominantes del llamado “liberalismo”. La cultura religiosa aseguraba los dogmas que otorgaban el poder (proyecto político dominante) y la legitimidad (discurso de las relaciones de poder) a los estamentos nobles. La cultura historiográfica (HH.NN.) aseguran los dogmas que otorgan el poder y la legitimidad a las nuevas élites dominantes. Han cambiado las élites (estamentos por notables: poder); ha cambiado la cultura legitimadora (religiosa por histórica); ha cambiado la verdad (religiosa por la historiográfica). Por eso las HH.NN. (historias nacionalistas) son un sistema ideológico dogmático o cerrado.

La modernidad (Ilustración) aporta nuevos valores (democracia, laicidad, derechos del hombre, acceso de la mujer al universo público y económico, la integración del individuo y las masas en la política, etc.), pero estos valores son instrumentalizados por élites dominantes (aristócratas y burgueses), que son las que construyen las HH.NN. como discursos dogmáticos que fundamentan la absolutización del poder económico y político. Es un discurso dogmático de dominación que engaña al pueblo o clases bajas. Cuando éstas adquieran conciencia del engaño y expolio y se organicen tienen que exigir la participación que se les otorga migaja a migaja. Las HH.NN. que debieran construir una síntesis (reducir la complejidad, sin reduccionismos y apriorismos) construyen un edificio historiográfico

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plagado de visiones parciales, maniqueas, teologismo, presupuestos no demostrados, especulaciones metafísicas (filosofías de la historia). Si la religión construyó un discurso interior de salvación espiritual, las HH.NN. construyeron su discurso en un progreso económico que sólo proporcionó seguridad a las élites propietarias. El instrumentalizador del dogma, proporciona confianza en el futuro a los burgueses, manipulando el pasado hasta convertirlo en antecedente legitimador de la riqueza del presente. Pero el proletariado es despojado de la confianza (autoestima) en el futuro hasta muy avanzado el desarrollo económico. El capitalismo salvaje de los inicios de la industrialización roba a los pobres la confianza en el futuro, haciendo imposible la propia autoestima.

Las identidades reagrupan para sobrevivir ante la mundialización u homogeneización de las grandes culturas. Esta reacción defensiva construye códigos culturales (a partir de materiales históricos: Dios, patria, familia, comunidad local, códigos eternos e indestructibles). Los individuos llevan sus dioses en el corazón, no razonan, creen (fundamentalismos religiosos, étnicos, nacionalistas, etc.) en las fuerzas más formidables de seguridad personal y confianza para la movilización colectiva. Estos códigos reactivos producen la exclusión de los excluidos dominadores. Con ellos es imposible coexistir, quiere decir que se ha construido un SS.CC. reactivo contra otro SS.CC. de dominación.

La religión y los mitos pretenden ordenar el cosmos (contra el caos de la complejidad) por la simplificación reduccionista en la posesión de la verdad (monismo epistemológico), sea verdad revelada (divina) o sea verdad revelada histórica (= ciencia histórica). Hay un cambio de valores, de la verdad religiosa (E.Me. y Mo.) a la verdad histórica (E. Contem.) que comportan una nueva redefinición de la soberanía (justificación de las relaciones de poder), de la soberanía divina (reyes, Iglesia) a la soberanía nacional (pueblo), la soberanía desde arriba, por la soberanía desde abajo. Este cambio de valores (verdad, soberanía) lo construye el racionalismo (la razón: Fr. Bacon. Galileo, Descartes, Nietzsche, etc.).

Las HH.NN. (ciencia de la verdad histórica) creen reducir la complejidad a una simplificación (síntesis), pero está plagada de reduccionismos (partidistas) y apriorismos (especulaciones). Los mitos religiosos se convierten en dogmas (monismo epistemológico), como los mitos del imaginario histórico se convierten en dogmas historiográficos (verdad-dogma), sustentadores del monismo político (poder jerárquico o de dominación elitista). La conflictividad y el absolutismo (epistemológico, político, valorativo) son inherentes a la modernidad, cuando las masas dejan de ser subyugadas y exigen otros valores (pluralidad, interculturalidad, mutuo enriquecimiento intercultural, mutua relativización, política de consenso y no de dominación).

Las HH.NN. en España reflejan los proyectos políticos de pluralidad (nacionalismos periféricos) y el proyecto político unitarista y centralizador (nacionalismo español), excepto en el último cuarto del XIX, cuando se plantean proyectos de confederación, federación, regionalismo, foralismo (catalanes, vascos, Pi i Margall, Valentí Almirall); pero el unitarismo español los negó, los enterró, ocultó y aplastó, imponiendo la dominación del unitarismo (proyecto imaginario impuesto, no consensuado). Claro que los proyectos (vascos, catalanes) a veces eran tímidos (no quieren desligarse del control social centralista), ambiguos, utópicos (racismo de Arana, Pompeu Gener) o antiespañoles, que negaban la realidad ontológica de la nación española. De la realidad histórica imaginaria

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(HH.NN.) nacen proyectos imaginarios, poco realistas y poco imaginativos, pues sólo son emocionales, reactivos. Incluso el dilema monarquía-república, mayoría de la población católica y monárquica, tenía una síntesis consensuada en una monarquía democrática, social, federal. Pero la imaginación no era precisamente virtual en la construcción de la imaginario historiográfico, en los proyectos políticos. Porque no se pueden entender HH.NN. y construcciones nacionales, si no se parte de sus proyectos políticos, explícitos o implícitos.

A partir del imaginario histórico nunca se puede construir ciencia histórica por falta de sistemismo, de contrastación empírica y de realismo. La falta de sistemismo conduce al reduccionismo individualista o reduccionismo holista. A través de estos reduccionismos no se ve la globalidad del sistema, la relación de las partes (individuos, élites) con el conjunto o se concentra la atención en un sujeto holista (nación, estado, comunidad, cultura, civilización) sin analizar la relación de los elementos del sistema. En segundo lugar, no puede existir ciencia sin contrastación empírica. Por el realismo epistemológico se abandonan las ambigüedades de lo imaginario, de las utopías. El realismo nos introduce en un sistema social organizado para la conflictividad de sistemas cerrados (SS.CC.), que quieren imponer la dominación de una parte de la ciudad sobre otras, de una cultura sobre otras, de una civilización sobre otras. La imposición, la intolerancia, la dominación es consustancial con la rebeldía de los dominados. Es más adecuado a la pluralidad de las sociedades complejas el respeto de los “otros”, su institucionalización, su reconocimiento y el consenso para establecer una política de acuerdo y reparto de competencias y poder. El consenso en la pluralidad constituye lo opuesto a los SS.CC., las sociedades abiertas.

Las HH.NN. han sido construidas por nacionalistas. Las han construido no desde la ciencia, sino desde un concepto previo de nación, que engloba un proyecto político nacional. El nacionalismo de estado en busca (proyecto) de nación y el nacionalismo de nación en busca (proyecto) de Estado.

La construcción de las naciones (construcción de identidad nacional, de conciencia nacional, de nacionalización, de movilización en pos de ello) es lo que ha guiado las HH.NN., por lo que no han resultado científicas, sino plenamente comprometidas con la construcción de un proyecto político nacional.

¿A quienes podemos considerar como constructores de la nación? A todos los que contribuyen a la definición de nación, de proyectos, de identidad, de conciencia, de movilización cultural y política: arquitectos, arqueólogos, juristas, folkloristas, filólogos, literatos, excursionismo, intelectuales de todo tipo, políticos, historiadores.

Los únicos (junto con los arqueólogos) que están fuera de lugar son los historiadores. Construyen la historia igual que la ficción literaria, pues están guiados por un apriorismo teleologista: mostrar cómo se ha llegado a ser nación. Como científicos debiéranse limitar a reconstruir el pasado (científicamente, no como ficción o idealización). Para reconstruir el pasado sobran proyectos políticos.

Los constructores de HH.NN., no como ciencia, sino como comprometidos en la construcción nacional, suelen estar orientados y dirigidos por un sistema ideológico

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cerrado, basado en dogmas y reduccionismos. Dogmas de la autocomplacencia étnica (ipsidad) [mitificaciones, idealizaciones del pasado épico, optimismo no-realista del presente; utopía (especulación) sobre el futuro]. La autocomplacencia o superioridad se expresa en la construcción de las diferencias en la definición de identidad o nación. El otro dogma es la demonización de los excluidos de las definiciones anteriores, convirtiendo al otro (otreidad) en enemigo (maniqueísmo y propuestas de exclusión por discriminación, segregación o eliminación). Los reduccionismos son explicaciones (discursos) de la realidad compleja por medio de simplificaciones, ambigüedades y apriorismos.

El grupo hegemónico (élites) defienden la unidad de la nación a través de discursos de identidad, leyes comunes, conciencia colectiva, cohesión, destino o proyecto común, continuidad histórica. Tal discurso es engañoso porque en las sociedades complejas es irreal la unidad. Es una forma de demonizar y excluir a discrepantes o disidentes.

Existe la rutina de condenar todo nacionalismo. Ni condenar ni exaltar. Analizando la realidad de los nacionalismos podríamos diferenciar el defensivo del agresivo. Isaiah Berlín (Berlín: 1995) habla de nacionalismo bueno y malo. O podríamos denominarlos de autoafirmación y de autocomplacencia o confrontación irreductible. El 1º es el dirigido a la construcción de la nación. Todas las naciones modernas se han construido. Es un nacionalismo de oposición política o de otro proyecto político. Tan legítimo es en España un proyecto político de unitarismo (nacionalismo español) como de un proyecto político basado en la realidad de la pluralidad cultural. Son dos proyectos alternativos. Los dos proyectos deben encararse con la realidad y no con fantasmas, tabús, idealizaciones y utopías; la realidad del contexto interno, del contexto externo, de un proyecto racional y posible, de un movimiento estratégico político eficaz.

El sistema ideológico cerrado nos lo encontramos en el nacionalismo basado en la autocomplacencia étnica (superioridad) y en demonización maniquea y agresiva. Empieza con el rechazo y desprecio del otro (otreidad) y continua con la exclusión de los demonizados por la discriminación, segregación y eliminación. Al enemigo se le intenta neutralizar (discriminar o segregar), dañar o eliminar (demonización agresiva). Este nacionalismo es agresivo y quiere huir u ocultar la realidad compleja de la sociedad por la idealización (pasado), la percepción falsa (realidad social) y por la utopía (futuro).

5.- Variables visibles y variables ocultas

De lo dicho anteriormente podemos resaltar las dos variables visibles interrelacionadas a las que se les dan diferentes denominaciones: cultura y poder. La cultura adquiere diferentes calificaciones más o menos amplias: cultura, simbolismo, identidad, ideología, representación cultural, discurso. La historia emplea diversos términos porque no ha construido terminología propia. Proceden de la antropología cultural, excepto el término discurso que procede de la semiótica.

En la cultura podemos distinguir dos subvariables: conocimiento científico (historiografía) y conocimiento no científico (ideología o sistemas ideológicos cerrados).

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Hay otras variables ocultas intermediadoras entre cultura y poder: las élites que instrumentalizan la ideología para legitimar o explicar su poder (nacionalismo); y la realidad social o contexto social (desigualdades, injusticias, movimientos sociales). La historiografía es una subvariable independiente, pues ha de atenerse al método científico, definido por los investigadores de la historia de la ciencia. Las historiografías nacionales, hasta la 2ª Guerra Mundial, son variables dependientes de la concepción de la nación o de los diversos proyectos políticos nacionales.

Las mismas variables visibles –cultura, poder- los encontramos en las definiciones de nación. No es posible un concepto de nación único y útil con finalidad analítica. De momento nos podemos limitar a una definición simple: comunidad cultural que se autoadjudica la soberanía. Del rey soberano se pasa, históricamente, a la soberanía nacional. Las monarquías soberanas pasan a ser Estado en busca de nación y las naciones culturales pasan a buscar el Estado. La nación podría abreviarse como “comunidad cultural soberana”. La comunidad procede de la historia pasada y a ella el nacionalismo (ideología) adjudica la soberanía, despojando a los reyes.

Para la Antropología, cultura y poder están relacionadas como representación cultural del poder. Esto exige relacionar las dos variables: antropología cultural, representación cultural, antropología simbólica con el poder político y económico (antropología económica y antropología política). No se deben separar lo simbólico y lo cultural, ni lo político y lo económico. Lo simbólico y lo cultural son lo mismo, como lo político y lo económico. En la construcción cultural se incluyen la identidad, lo simbólico, la ideología, los ritos, los mitos, todas las expresiones del conocimiento o de las ideas, de los significados, creencias, valores, etc. El poder se manifiesta tanto en las decisiones políticas como en el control y reparto de los recursos económicos, según proyectos de partidos políticos. Separar economía y política es arbitrario. Las relaciones económicas son relaciones de poder, poder político y poder económico. Aislar lo político o lo económico es hacer análisis de sucesos, no de las variables fundamentales interrelacionadas: la cultura y el poder. Así las obras arquitectónicas, financiadas y promovidas por el poder y las élites dominantes, son como unos textos (semiótica) que expresan, al mismo tiempo, quién detenta el poder político, el económico, cuáles son sus proyectos, cómo muestran sus ideales o identidades.

Sólo antropólogos, -no los historiadores, meramente empiristas- tienen una visión totalizada o sistémica. De las muchas variables de los fenómenos sociales seleccionan las fundamentales: los fenómenos culturales o simbólicos y las relaciones de poder. Las dos variables son los dos aspectos generales de casi toda la conducta social. Las dos variables no son reflejo una de otra: son diferentes aunque interdependientes, interconexionadas. Si las representaciones culturales o ideologías construyen un discurso de cultura unitaria es porque legitiman un poder unitario; el discurso de cultura pluralista demanda un poder pluralista; el discurso de una cultura cerrada (dogmática, unitarista, reduccionista) como en las “historias nacionales nacionalistas”, promueven un poder político cerrado (dogmático, unitarista, reduccionista). Las HH.NN. son un discurso, SS.CC. ideológico, dirigido a un proyecto político cerrado (dogmático, etnocéntrico, autocomplaciente, maniqueo, discurso de confrontación).

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De ahí la tesis de “las HH.NN. se suelen construir según un sistema ideológico cerrado”.

Los nacionalismos periféricos son pluralistas con respecto al Estado y unitaristas con respecto a su comunidad. La tendencia comunitarista, organicista, unitarista es general. Los nacionalismos son el movimiento constructor de los proyectos nacionales y las élites son sus agentes.

Las diferencias culturales se refieren a diferentes formas simbólicas o formas culturales (cambios históricos culturales), aunque siempre pretenden las mismas funciones simbólicas (objetivar relaciones de individuos y grupos; objetivar relaciones legitimadoras de estabilidad y continuidad; mistificar –modificar, ocultación- para mantener el orden social contra disidentes y adversarios o su amenaza de destrucción).

Lo simbólico incluye lo cognitivo (sistematizado en ideologías dinámicas: mitos, creencias, normas no escritas, valores, objetivos, costumbres o formas institucionalizadas como familia, parentesco, organización política, procedimientos legales, cultos religiosos), lo afectivo (emociones, sentimientos que nunca son neutrales), lo intencional (impulsan a actuar).

Las formas simbólicas o culturales o discursos tratan de construir la distinción o diferencialidad (identidad), la exclusividad (cierre del nosotros), la reproducción social, la autocomplacencia (superioridad), la demonización (del otro): emblemas, marcas faciales, mitos de origen, costumbres endogámicas o exogámicas, prácticas asociadas con antepasados, genealogías (de raza, sangre, cultura), lo correcto ético, las creencias, ceremoniales, estilos de vida, altares, monumentos, desfiles, himnos, músicas patrióticas. No hay orden social sin mistificación del simbolismo. En las sociedades avanzadas los símbolos de parentesco entran en desuso parcial y son sustituidos por otros. Lo que –falsamente- suele interpretarse como desintegración social. Cambian las formas simbólicas, pero las funciones son las mismas.

Los símbolos se agrupan en ideologías dinámicas (lo cognitivo, lo afectivo, la praxis) o cosmovisiones. Son símbolos de las relaciones interpersonales y de grupos, validan o explican las organizaciones o proyectos políticos. A veces la ideología de parentesco quiere organizar la comunidad como una gran familia (núcleo familiar, familia extensa, los excluidos).

Aunque cambien las formas simbólicas, las funciones simbólicas se mantienen; y son tres; principalmente: 1º) objetivación de las relaciones entre individuos y grupos (valores, normas, reglas, conceptos abstractos como honor, prestigio, rango, justicia, el bien y el mal); 2º) objetivación de roles y relaciones (deberes, actividades promovidas), con la función de dar estabilidad y continuidad a la sociedad y otorgar legitimidad (poder) a los líderes dominantes; 3º) mistificación (mitos, idealizaciones, mentiras, falsedades, engaños, ocultaciones, desinformaciones) que contribuyen a que el orden social sobreviva a los procesos de destrucción (valores y principios conflictivos). La contradicción de convertir enemigos en aliados ocasionales se resuelve con la mistificación. El grado de mistificación asciende a medida que aumentan las desigualdades entre los miembros de los grupos

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(conflicto, contradicciones). Todo orden social implica jerarquía (superiores, iguales, subordinados) y desigualdad, que se explica por la mistificación (14).

El análisis cultural o simbólico o ritual (desde la Antropología) es imprescindible para contextualizar lo político y lo económico. Así lo hacen muchos autores (15). Un ejemplo lo encontramos en la configuración de proyectos económicos y políticos alternativos desde Cataluña y el centralismo español en los siglos XIX y XX. La potencia económica y cultural de Cataluña podría haber sostenido una España europea. El catalanismo en todas sus etapas expresa el poder económico, pero no tiene fuerza suficiente para transformar el Estado; por ello demanda más poder político (decisiones favorables a su poder económico). Tiene cierto poder (municipal, provincial, regional) pero se orienta hacia el poder central y el resto del Estado, mercado débil para su expansionismo. La burguesía necesita organizarse políticamente. En las primeras décadas de la industrialización el poder político es acaparado por cierto capital financiero y aristocrático, agrupados en el moderantismo. Los progresistas se ven obligados a acudir a los pronunciamientos para acceder al poder, que detentan breves años. La euforia económica es grande, se demolen las murallas medievales (1854); se planifica el Eixample (Cerdà); entre 1860 y 1900 se construyen 5.000 edificios (Brugués: 1995:167).

La exposición de 1888 es un buen exponente de fuerza económica y política. La Cataluña ideal es Barcelona. La arquitectura (Mackay: 1989) es la expresión de ese poder en el período romántico (Renaixença: 1833-1874), en el período romántico-modernista [Restauración-Positivismo (1874-1906)], en el romanticismo idealista del noucentisme (1900-1923).

Cada etapa aporta nuevas formas simbólicas (expresión de nuevas identidades) pero las funciones simbólicas son las mismas: objetivar y explicar relaciones de poder social (económico, político), su legitimación y mistificar u ocultar la realidad para disimular contradicciones sociales y mantener un orden social contra disidentes, adversarios y la amenaza de desintegración social. Las diversas identidades (romanticismo = pasado, modernismo = presente y pragmatismo, noucentisme = racionalismo, mediterranismo y “seny”) afirman el yo de la comunidad deseada o imaginada, la tensión entre progreso y tradición, la apertura a Europa (París, Viena, Munich y no Madrid), el carácter nacional frente a la españolidad.

Uno de los grandes mitos u utopías nacionales es la unidad nacional u homogeneización. Pura idealización. Cada nación es una, es cierto; pero la perspectiva o proyectos o visiones son variables. Así ocurre en todas las sociedades complejas. Se intenta la unidad, a pesar de las divisiones de la realidad, de los proyectos, de los intereses, etc. Se monta la Unión Catalanista (1891), su programa (1892: Bases de Manresa), la Lliga Regionalista (1901), con sus éxitos electorales, el máximo éxito de la solidaridad (1906-1909), se consigue la Mancomunidad (1914: Prat, D’Ors, Lliga). La oposición política es limitada, pues se necesita el soporte del gobierno central para el trabajo sucio (represión del obsesismo y republicanismo, represión del contrabando, el eterno proteccionismo arancelatorio). La determinación unitaria se basa en realidades mistificadas (lengua, voluntad, el derecho revelado en las costumbres, la conciencia colectiva, el espíritu nacional o carácter o personalidad). La unidad siempre se propone desde la hegemonía, para que los no incluidos

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en ella se dejen gobernar. La metaforización de la unidad adquiere muchas formas simbólicas [organicista (tradición, familia), biologista (raza, sangre), esencialista (espíritu, carácter, ser, personalidad), historicista (continuidad histórica: Canovismo), etc.]; pero una única función simbólica: legitimar el poder de dominación y mistificar la realidad.

Si la ambición de poder de la burguesía se expresa de muchas formas (arquitectura, literatura, historia, etc.), la realidad de la subordinación de los excluidos del poder (pequeña burguesía, obrerismo) también se expresa [las caricaturas (clero, burguesía, ejércitos: tres pilares del sistema), el teatro, la Semana Trágica, “La Càrrega” de Ramón Casas, etc.).

El elenco de arquitectos, políticos, intelectuales, etc., expresiones de proyectos de oposición política catalana frente al centralismo es notable en cada etapa que se estudie: romántico – Renaixença (1833-1874), romántico modernista [Restauración – Positivismo (1874-1906)], romántico idealista-noucentisme (1906-1923). Baste con citar a Gaudí, LL. Domènech, Josep Vilaseca,, Puig i Cadafalch, Soler, Domènech i Estapè, Ferrés, Olbrich, Masó, Goday. Los mismos historiadores constructores de “historias nacionales” son sobre salientes: Próspero de Bofarull, Víctor Balaguer, Andreu Avel·lí Pi i Arimon, Antoni Bofarull, Francesc Carreras i Candi, Salvador Sampere i Miquel, Antonio Rovira i Virgili, Ferran Soldevila, Jaume Vicens Vives. Empiezan por considerar a España como nación y Cataluña como patria: se pasa a hacer de Cataluña la nación y España el Estado, hasta construir el odio a España y su culpabilización de todos los males.

Se aboga desde Cataluña por pluralidad, parcelas de soberanías (naciones), frente al centralismo. La revolución gloriosa (1868-1874) fue una ocasión desaprovechada para conseguirlo. La Restauración –sistema de dominación de notables- no hace apuestas de integración de pequeñas burguesías y obreros (como en Francia: 1889:50 diputados socialistas, R.V.: reformas de Lloyd George, Alemania: seguros sociales de Bismarck). Nadie aporta esfuerzos eficaces y necesarios para integrar (no hay concesiones, sólo descalificaciones y negativas) en el sistema de republicanos, obreros, nacionalistas catalanes. ¿Por qué la pervivencia del conflicto sobrepasando los siglos? El discurso y la praxis de autoafirmación, autocomplacencia y demonización del discrepante producen una permanente confrontación en los modelos de distribución del poder. La permanencia de la confrontación se mantiene, se nutre y se refuerza por ambos bandos (ambiciones desmedidas y poco realistas y negativas absolutas). La Mancomunidad de 1914 (sólo autonomía de la cultura) ¿por qué es suprimida por Primo de Rivera? ¿Por qué la autonomía republicana es suprimida en 1938? Las dictaduras son sistemas super-cerrados en lo ideológico y en la praxis. ¿Existió mutuo reforzamiento positivo (feedback)? El hecho es que los objetivos de la pluralidad de soberanías –la realidad es plural- es pobre. Se prepara vivir en la confrontación; falta el sentido de la realidad en todos los sistemas ideológicos cerrados, realidad del contexto interno y externo, de proyectos posibilistas, realismo de los movimientos estratégicos eficaces, en la idealización y mitificación del pasado, en la euforia desmedida del presente, en la utopía del futuro. Nunca, o muy escasa, comunicación entre diferentes discursos y proyectos. Domina la negación de las aspiraciones del otro, el maniqueísmo y la demonización, el ciclo infernal de la falta de realismo y el maximalismo. Ante la negación más radicalización.

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6.- Historias nacionales = Sistemas ideológicos cerrados.

Desde la Historia se hacen estudios (hoy hay abundantes trabajos sobre la cuestión: Pérez Garzón: 2000) sobre las "historias nacionales" (Víctor Balaguer, Cánovas, franquismo), donde se conprueba la fuerte distorsión explicativa. Las "historias nacionales" son distorsionadoras, porque se construyen como sistemas cerrados en lo ideológico (dogmas), en lo axiológico (valores superiores diferenciales) y de praxis (discriminatorias, maniqueas, de exclusión e incluso persecución). La Antropología y la Sociología aportan mayor profundidad e interdisciplinariedad a estos estudios sociales.

El estudio de las “historias nacionales” conduce a la búsqueda de la cientificidad en la CC.SS., referente de lo que es la cientificidad histórica y de lo que no lo es. Predomina la escritura de historias tergiversadoras, románticas, historicistas, de positivismo darwinista, acientíficas. La cientificidad de las CC.SS. (Bunge: 2000) es tentativa, en construcción, por lo que hay que agarrarse a cualquier referente. Actualmente está en las ciencias de la naturaleza Siguiendo a las otras ciencias empíricas, las CC.SS. deben explicar los fenómenos sociales a través de mecanismos ocultos (conjeturas, hipótesis) de variables no visibles, que desvelan la causalidad de los indicios o indicadores o variables empíricas o visibles. Las variables empíricas son síntomas que manifiestan la existencia de variables ocultas explicativas. Newton no sólo recogió hechos observables (el movimiento y la trayectoria de los astros) sino que formula conjeturas, hipótesis, teorías, basándose en hechos inobservables (masa, aceleración, gravitación) y postula las leyes por las que se rigen. La historiografía se debate entre especulación (romanticismo: historias tergiversadoras) y empirismo (historias sin valor explicativo).

Las CC.SS. y sobre todo la historia científica pueden caer en la especulación salvaje [tres olas románticas: la 1ª ola, Herder, Hegel, etc; 2ª ola, Nietzsche, Heidegger, Dilthey, Husserl (fenomenología, conductismo, etnometodología), Bergson (vitalismo); 3ª ola, neorrománticos (estructuralismo, semiótica postmoderna, relativismo-construccionismo, antropología interpretativa o hermenéutica de C. Geertz, anarquismo epistemológico)] y la mera filosofía empirista (acumulación de datos agrupados en generalidades: empirismo, positivismo, neopositivismo).

Para escapar de estos dos polos faltos de cientificidad está el realismo epistemológico (Bunge: 2000). Hay que escapar del puro empirismo fenomenológico y de las construcciones especulativas, metafísicas, utopías, dogmas, sociedades perfectas y cohesionadas.

Hay un presupuesto filosófico ¿qué es la sociedad? (visión sistémica), que es imprescindible aclarar.

La conjunción interdisciplinar de estudios antropológicos, sociológicos e históricos nos ha conducido a trazar un esquema sistémico de la sociedad. La sociedad está compuesta de tres subsistemas principales: económico (reparto de recursos escasos), cultural

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(legitimación y persuasión de la bondad de este reparto) y el político (dirección del reparto de los recursos a favor de la élites o de una mayoría). Para repartir entre las minorías (dominación: élites estamentales, aristocráticas, burguesas, políticos instalados en el sistema) hay que montar un sistema de control de las mayorías (coerción, persuasión, legitimación). Si el reparto es a favor de las mayorías, sin perjudicar el sistema productivo (dirección socialdemócrata), desaparece la coerción, aunque no la persuasión y legitimación.

Las variables observables de las historias nacionales construidas como sistemas cerrados se detectan en la promoción de una ideología (dogmas), unos valores (diferenciales y exclusivos) y una praxis (coerción, persuasión, legitimación), para trazar unos sistemas de inclusión (beneficiarios) y exclusión (no beneficiarios) y unos sistemas de cohesión (entre beneficiarios) y de control (no beneficiarios). La definición de nación adoptada ya cumple la función de inclusión/exclusión, igual que la definición de identidad (inclusión/exclusión).

¿En qué se diferencia la definición de comunidad nacional de la definición sistémica de sociedad o comunidad? En el sistema cultural de control. Los otros elementos (economía = recursos; política = dominación) siguen casi iguales. El sistema cultural de control (de los no beneficiarios) ha ido variando en las diferentes épocas: en la E. Media se basa en el carisma de la religión, que ha sido factor de legitimación del poder, de inclusión y exclusión. En la E. Moderna el carisma de las monarquías de origen divino ha sustituido y se ha apropiado del factor religión medieval. En la E. Contemporánea, con el advenimiento de las masas, el carisma se ha trasladado al pueblo, a la nación, a la soberanía nacional. Pronto este carisma fue secuestrado por las élites que se han hecho con el poder y la dominación por variadas artimañas. La nación es de los propietarios y capacidades intelectuales.

El discurso de la nación depende del proyecto político del momento. Es por lo tanto cambiante. Se están abandonando definiciones románticas e historicistas, que pretenden construir la cohesión social por una identidad compartida o construir la identidad nacional sobre las diferencias (lo que separa, no lo que une). Son definiciones esencialistas (elementos objetivos excluyentes, lengua, cultura, etnia, tradición) o historicistas (pasado común). Las esencias y el pasado común explican el pasado y determinan el presente. Entre tales conceptuaciones hay definiciones patrióticas (pueblos superiores, el genio del pueblo); nacional-católicas (religión integrista y monarquía); romántico-conservadoras (primer nacionalismo alemán: etnia, cultura, historia); romántico-liberales-krausistas-positivistas (esencias eternas, Castilla; liga el pasado con el presente: la evolución de un pueblo, su derecho, su cultura, su gobierno son necesidades orgánicas; emplea metáforas: salud, enfermedad, males, dolor, ser, existencia, esencia); darwinistas (supremacía de los pueblos civilizados); orgánico-positivistas (coherencia evolutiva de una sociedad); historicista-organicista (realidad viva y eterna, que determina la existencia de características comunes y la organización política); irracionalistas-vitalistas (las entrañas espirituales de cada nación o pueblo, principio casi biológico, explica el pasado y el presente). Son definiciones metafóricas de la unidad nacional (biologistas, organicistas, esencialistas, de continuidad histórica), un proyecto político de unidad, cuando la realidad

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dice que las sociedades complejas son plurales. Sólo los proyectos de un futuro ilusionante y respetuodo pueden aportar una cohesión limitada.

Desde 1960 se abandonan la definiciones románticas e historicistas y se resaltan los valores de lo común, de la identidad europea u occidental (Grecia, Roma, Ilustración, laicismo, liberalismo, capitalismo, industrialización, modernidad, democracia, estado de asistencia social). Hay que europeizar España. Predomina la definición francesa de conciencia nacional. La nación es una idea, construcción político-ideológica moderna, no una realidad material, que cobra existencia real en la conciencia nacional mayoritaria. No renuncia al realismo, tradiciones preexistentes, de la defensa de las lenguas y culturas minorizadas.

¿Cuál es el "cemento" que une las sociedades? El dique que evita la disgregación de las sociedades no es de cemento (valores metafísicos, etc.), sino de tierras movedizas (intereses, seguridad, proyectos u objetivos en común). Las identidades cambian.

Las historias nacionales han legitimado el poder de las élites o han ofertado a las élites la legitimación de la conquista del poder nacional. Las historias románticas y positivistas, faltas de cientificidad, han convertido también en protagonista o sujeto histórico la política, los políticos y las monarquías y las naciones. Las historias románticas pierden virtualidad explicativa, se construyen resaltando la diferencia genial de los pueblos, identidades cerradas, la independencia o soberanía nacional, la resistencia a valores comunes como la romanización (mito de Viriato, Vercingetorix, etc.).

A partir de 1960 (paradigma de Annales, historia marxista inglesa) se abandonan los mitos románticos de construcción de identidades nacionales, la historia política excluyente y agresiva, y se resaltan otros valores de globalización, identidad más abierta, los rasgos y caracteres comunes europeos económicos (feudalización, industrialización) y culturales (lo greco-romano, romanización del derechpo, las vías de comunicación, las ciudades, el laicismo de la Ilustración, la modernización económica, política, social, el liberalismo, la democratización, las políticas de asistencia social). El feudalismo, nacido en el centro de Francia, se convierte en modelo occidental; el proceso de modernización, nacido en la revolución industrial inglesa, es elemento explicativo de lo contemporáneo.

La historiografía científica debe construir teorías científicas.

Para construir teorías se debe seguir una secuenciación: identificar una clase de hechos observables -variables empíricas o indicadores-; selección de unas pocas características (propiedades) de los hechos; acuñar conceptos para cada característica; conjeturar relaciones entre los conceptos resultantes; convertir las hipótesis de los indicadores sociales -variables observables- en proposiciones (operacionalizar) de mecanismos ocultos -indicadores no observables-; confrontar hipótesis con datos empíricos pertinentes (evidencia empírica); aplicar la teoría a otros contextos; generalizar la teoría con más variables.

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En las historias nacionales son variables observables los sistemas ideológicos (dogmas), axiológicos (valores preeminentes) y praxis (coerción, persuasión, manipulación, etc.); y variables no observables la legitimación del poder, los mecanismos de control social, la dominación, la inclusión y la exclusión.

Los puentes entre teorías y datos son los indicadores sociales. En los indicadores hay variables observables que manifiestan procesos latentes o inobservables. Los síntomas (observables) son efectos de causas subyacentes (los disturbios políticos son causados por insatisfacciones o frustraciones políticas).

La explicación de las CC.SS. se realiza a través del análisis de los mecanismos. Las cosas reales (naturales, sociales, biosociales, artificiales) se explican revelando cómo funcianan, cuáles son sus mecanismos. Los mecanismos no son cosas sino procesos o cambios de estado en un sistema. El mecanismo es un proceso o cambio de estado en un sistema concreto. En el sistema social se han de analizar tres subsistemas (económico, político, cultural) y sus vínculos o fuerzas. En el análisis de un sistema se estudia su composición (partes), entorno, estructura (vínculos o fuerzas) y mecanismos. Todo mecanismo es de cambio o de control (sistemas de control y dominación) del cambio.

La percepción distorsionada de la historia (historias empiristas o especulativas, ninguna de ellas científica) se realiza mediante la construcción de los sistemas cerrados, mecanismos para construir el cierre ideológico, axiológico y de praxis.

La percepción distorsionada de la historia es acompañada con la percepción distorsionada de la realidad.

La percepción distorsionada a través de los sistemas cerrados se extiende también a la percepción distorsionada de la realidad. Se tergiversa la historia (historias nacionales) bajo los sistemas cerrados y se tergiversa la realidad. La tergiversación puede consistir en un gran alejamiento de la realidad (propuestas mítica), mediano alejamiento (propuestas utópicas, dogmáticas, metafísicas), algún alejamiento (propuestas señuelo, en la definición de nación o identidad). Claro que bajo estas propuestas tergiversadoras hay alguna realidad empírica, que hay que desbrozar, descubrir y atender: las insatisfacciones de una realidad negada o desvertebrada. Las insatisfacciones largo tiempo no atendidas, deben entrar en una vía tensa y persistente de construcción nacional, respetando derechos civiles. Hay que dejar distorsiones especulativas o metafísicas y atenerse a la realidad sociológica. En la realidad nos encontramos con lenguas, culturas, naciones minusvaloradas por diferentes factores y sobre todo por la falta de reconocimiento, respeto e institucionalización adecuada.

La percepción de la realidad distorsionada se convierte en proyectos políticos metafísicos y éstos construyen su propia historia nacional.

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Parte Iª: LA CIENTIFICIDAD DE LA HISTORIOGRAFÍA.

Capítulo 1º.- El conocimiento científico.

1.1.- El conocimiento científico en general.

Es bastante común explicar el ser humano como ser que forja discursos sobre la realidad que le rodea: los fenómenos del mundo natural, de la propia vida, de los problemas sociales, etc. Los principales discursos que ha producido el ser humano son el discurso mítico, el ideológico y el científico1. El discurso filosófico sería un cuarto discurso o metadiscurso sobre los tres anteriores, dedicándose en especial sobre el discurso científico o filosofía de la ciencia o epistemología, reflexión sobre los fundamentos del conocimiento científico o ciencia de la ciencia. Esta 1ª parte trata del discurso científico o conocimiento científico en general y del conocimiento científico en la historiografía, que se ha de destacar por el rigor en la descripción y explicación de la realidad y el afán de comprobación de sus afirmaciones.

El conocimiento científico, históricamente, se puede retrotraer hasta los griegos. Éstos distinguían entre "episteme" y "doxa". Episteme es el conocimiento que posee la garantía absoluta de su propia validez, el grado máximo de certeza. La ciencia moderna no tiene tales pretensiones de absoluto. Lo que no era episteme era doxa, opinión, a la que falta la garantía de validez, pues traduce las necesidades en conocimientos; ve en los objetos su

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utilidad. La garantía de validez se ha fundamentado históricamente en tres posturas: a) Ciencia de la demostración; b) Ciencia de la descripción; c) Ciencia de la corregibilidad.

a) Ciencia de la demostración. Para Aristóteles la investigación científica va desde las observaciones hasta los principios generales, para volver de nuevo a las observaciones. Las generalizaciones se extraen de la experiencia sensible por medio de la inducción y, una vez logradas estas generalizaciones, se usan como premisas para la deducción de otros enunciados observables. La Lógica establece la estructura de los enunciados, premisas y conclusiones, en un argumento deductivo. A Aristóteles debemos también la concepción de la verdad, como correspondencia de lo que se dice con la realidad, y las explicaciones causales, enlazando con la problemática actual entre causalidad y determinación2. La geometría de Euclides y la estática de Arquímedes nos plantean el ideal de la sistematización deductiva: los teoremas se deducen de los axiomas; éstos son evidentes; los teoremas concuerdan con las observaciones. Para Aristóteles el conocimiento perfecto es el deductivo (demostración deductiva), como la geometría de Euclides, que no apela a la experiencia y a la inducción. El conocimiento deductivo de conocer las causas (como Platón) de lo necesario, de las esencias o substancias. De lo no necesario o accidental o contingente (historia) no es posible el conocimiento científico. Para algunos científicos modernos, el modelo será la matemática (Galileo, Descartes, Spinoza). Kant une lo empírico (inducción) y lo racional (deducción). La verdad es un sistema científico (Kant, Hegel, Fichte, Schelling, Cohen, Husserl) de verdades necesarias demostradas por la evidencia.

b) Las concepciones descriptivas parten de Francis Bacon, Newton, la Ilustración. El método es inductivo y se reduce a la observación de hechos y a inferencias o cáculos basados en ellos. Francis Bacon (1561-1626) generaliza la inducción. El conocimiento científico nace de la experiencia. Las leyes generales se extraen de la observación repetida y sistemática de casos individuales.

Descartes (1596-1650) representa una visión racionalista: la ciencia se deduce de principios claros y evidentes obtenidos por la razón; la experiencia sólo puede ejercer como máximo cierto control para elegir entre las leyes posibles, racionalmente, aquellas que sirvan para explicar alguna clase determinada de fenómenos. En una visión intermedia, combinación de razón y experiencia, se colocan Galileo (1564-1642), Hempel (método hipotético deductivo) y Popper.

Newton (1642-1727) sigue a F. Bacon y Galileo y lleva a la ciencia al triunfo de la inducción, meta que sigue el positivismo y el neopositivismo (más refinado). Popper se encuentra en este contexto, aunque como crítico del neopositivismo (racionalismo crítico).

También en esta fase descriptiva tiene éxito el estudio de los objetos como relaciones (leyes) entre los elementos de un sistema (March, Bergson, Dewey).

No se pueden despreciar las aportaciones medievales (Grossetesse, R. Bacon, Occam) a la revolución científica de los siglos XVI y XVII (F. Bacon, Descartes, Newton) y las aportaciones de los siglos XVIII y XIX (John Locke, Leibniz, David Hume, J. Stuart Mill,

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Kant). La institucionalización de la Filosofía de la ciencia, llega a la culminación con el Círculo de Viena o empirismo lógico o Concepción Heredada. No olvidemos que ya Hume (1711 - 1776) se muestra escéptico moderado. No es -dice- que no tengamos capacidad para el conocimiento (escepticismo radical), sino que no tenemos criterios definitivos para saber si nuestras afirmaciones son verdaderas o falsas; sólo podemos hablar de conocimiento probable. Hume también rechaza la inducción (por la infinitud de casos posibles) y la causalidad, pues lo que llamamos causalidad no es más que una mera sucesión de acontecimientos. Hume plantea muchos de los problemas que aún hoy siguen debatiéndose.

La cientificidad recibe un impulso notable cuando, en 1929, se reúnen, en un congreso, físicos, matemáticos y filósofos alemanes, con el objetivo de trazar los criterios de una ciencia unificada y un lenguaje universal (fisicalista). Es el Círculo de Viena. Sus tesis principales son rigurosas exigencias del pensamiento científico, claridad unívoca, fundamentación suficiente. Se rechazan las afirmaciones y especulaciones metafísicas, pseudoproposiciones sin correlato empírico (Hegel, Heidegger, etc.). Sus antecedentes serían Hume, Comte, etc.; sus predecesores, March, Russell, Witehead, Einstein, Duhen, Poincaré, Metzger, Wittgenstein, Shröder, Hilbert. Se pueden incluir en el Círculo: Moritz Schlick, Menger, Hahn, Frank, Gödel, Carnap, Neurath, Freigl, Krah, Waismann, Reichenbach, von Miser, Hempel, Tarski, Bloofield, Morris, Skinner, etc. También se les denomina neopositivistas o "empiristas lógicos", por recoger las dos tradiciones: empirismo (los juicios sintéticos se fundan en la experiencia) y racionalismo (validez apriorística de la lógica y la matemática, que no se fundamentan en la realidad experimentable, sino que marcan las reglas del pensar). El criterio de demarcación, entre lo que es ciencia y lo que no lo es, es la verificación empírica, por lo que se excluyen los enunciados de la metafísica. En esta filosofía tradicional o Concepción Heredada deben incluirse Frege, Wittgenstein (1° y 2°) y Popper.

c) La única garantía de la ciencia es la autocorregibilidad. Se abandona toda pretensión de garantía absoluta de los teóricos antiguos, de la ciencia moderna y heroica del positivismo y neopositivismo. Se introduce el falibilismo (Pierce), como inherente a todo conocimiento (la duda, lo fragmentario, ninguna proposición es absolutamente cierta). Popper es el más prestigioso epistemólogo de esta nueva visión de la ciencia (1934: La lógica de la investigación; 1944: La miseria del historicismo; 1945: La sociedad abierta y sus enemigos; 1958: La lógica de la investigación científica; 1963: Conjeturas y refutaciones; 1972: Conocimiento objetivo: enfoque evolucionista; 1977: El yo y su cerebro; 1982-83: Postcript). El armazón de la ciencia o criterio de demarcación no está en la verificación, sino en la falsabilidad. No se pueden verificar teorías, pero sí falsarlas y esto es lo que hacen las ciencias empíricas (contrastación). El criterio de demarcación entre ciencia y no ciencia es el "modus tollendo tollens". Sí que se puede probar que una proposición es falsa, empleando todo el arsenal de la lógica, la matemática, la técnica, los ejemplos empíricos, para descartarla a favor de otra proposición falsable, pero no falsada. Es una postura no dogmática. La inducción, por imposible , es sustituida por el método hipotético deductivo. El método hipotético deductivo parte de un problema (¿Por qué las historias nacionales suelen incluir tantas distorsiones?); se formula una hipótesis (Las historias nacionales se construyen como un sistema ideológico cerrado); se deducen

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consecuencias de esta hipótesis (los diferentes elementos constitutivos de un sistema ideológico cerrado: dogmatismo, compromiso social y político, etnocentrismo, etc.); y se corroboran empíricamente en diferentes casos.

Nunca se puede llegar a la verdad; sólo a aproximaciones. Hay teorías más verosímiles que otras. Todo enunciado observacional es falible. Sólo una convención intersubjetiva puede proporcionarle objetividad. Una teoría es objetiva cuando es formulada, corroborada y no falsada. Los pensamientos objetivos evolucionan por el ensayo y el error. El método de las ciencias es similar a todo conocimiento cientíco, como en las Ciencias Sociales. Éstas intentarán eliminar las falsedades, no establecer la verdad. Así se comprueba la falta de cientificidad de los historicismos (tal como los entiende Popper), que tratan de adivinar hacia donde va la historia (anticipación o predicción): la realización humana por el progreso (liberales), la sociedad igualitaria (Marx), la plenitud de la conciencia histórica (Hegel). Tampoco es científico el determinismo de estas teorías sociales. Son erróneas porque se basan en utopías de una sociedad perfecta (revolucionaria).

Karl Popper3 quiso construir una coraza filosófica a la "ciencia heroica", con "la lógica de la ciencia" y "realismo metafísico", contra el ideologismo, el dogmatismo y el totalitarismo de la no-cientificidad. La ciencia pertenece a una sociedad libre y abierta a la crítica; las ideologías, los dogmatismos y los totalitarismos son cerrados. La ciencia había realizado el ideal ilustrado de racionalidad, una racionalidad ahistórica, neutralidad, objetividad y verdad. La experimentación científica y razonamiento matemático serán las bases de toda ciencia.

El neopositivismo o positivismo lógico también es rechazado como cocepción dogmática por otros epistemólogos de los años 50 (Gödel, Quine, Wittgenstein) o de los años 60 (Hanson, Toulmin, Khun, Feyerabend, Moulines, Sneed, Stegmüller). Lo racional es un saber parcial de la ralidad, pero sin caer en el relativismo o historicismo ni abandonar el instrumental lógico y matemático: los datos están en el orden de la teoría. Ésta se refiere al mundo real (realismo). El científico está dirigido por la racionalidad, por la aproximación a la verdad y la coherencia, por la autonomía de lo cognitivo o epistemológico. La ciencia que quiere tener valor de universalidad y ser conocimiento intersubjetivo (de la comunidad), es dirigida por la duda (escepticismo de partida) y por el desinterés teórico. No piensan así los teóricos de la sociología del conocimiento, de la sociología de la ciencia, los historiadores de la ciencia, las feministas de la epistemología. Creen que la búsqueda de la verdad es un mito, una imagen ideal. Creen que la ciencia real está llena de falsedades, falacias, prejuicios, luchas por el poder, ocultaciones, desviaciones ideológicas. Creen que la ciencia es sexista en sus aplicaciones, metáforas, construcciones, en el complejo tecnocientífico. Creen que la ciencia está involucrada en la lucha por el poder, de modo similar al complejo industrialmilitar, y que conduce a un mundo infeliz. Para el relativismo epistemológico, si la ciencia es una construcción social, todas las construcciones intelectuales son equivalentes; ninguna tiene valor preferente. La irrupción de la historia (diacronía o contexto de descubrimiento, frente a sincronía o contexto de justificación, según Reichenbach: 1938) cristalizó en la Nueva Filosofía de la Ciencia, en la década de los 60 (T. Kuhn, S. Toulmin, N.R. Hanson, P. Feyerabend, I.

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Lakatos), que desarrollan teorías y modelos sobre el contexto de descubrimiento (Sociología de la Ciencia) y critican las principales tesis de la Concepción Heredada. La Nueva Filosofía de la Ciencia dio lugar a las construcciones metaconceptuales, los "paradigmas" (inconmensurabilidad entre paradigmas rivales, entre lo teórico y lo observacional de Kuhn; los "programas de investigación" de Lakatos; el modelo de la "evolución de conceptos" de Toulmin; los estudios sobre la "carga teórica" de Hanson; la máxima del "todo vale" de Feyerabend). Shapere se opone al punto de vista del empirismo lógico de la relación absoluta de los términos "observacionales" y "teóricos", al intento de Hempel de la explicación científica con el modelo "nomológico-deductivo" y a la explicación de Carnap en base a la "lógica inductiva formal". Quine y Putman se oponen a la distinción analítica/sintética. Rapoport, Kaplan y Achinstein se oponen a la generalización de la axiomatización de las teorías científicas; Suppes, a las reglas de correspondencia; Suppe y Moulines discrepan sobre una nueva técnica de la axiomatizació informal o conjuntista (Sneed).

La Concepción Heredada había querido delimitar el conocimiento científico (el más justificado) del no-científico (religión, magia, mito, paracientífico, metafísico, conocimiento vulgar o común u ordinario). Pero la Concepción Heredada se había apoyado en supuestos falsos: a)que el mundo es independiente del conocimiento (verdad de las teorías); b)que los "hechos" reflejan el mundo de la experiencia, por lo que son conocimientos objetivos ("hechos" + lógica); c)que el conocimiento es individual y mental; c)que la ciencia es lo racional o lo lógico: lógica deductiva (falsacionismo) o lógica inductiva o probabilística (verificación); d)que la base empírica (hechos de la experiencia sensible) es la última palabra de las teorías (corroboran o falsan).

La Nueva Filosofía de la Ciencia (postpopperiana) nos ha demostrado: a)que los hechos científicos no representan cosas (objetos) o los sucesos tal como son o fueron, porque nuestros sentidos seleccionan los estímulos de la percepción, porque no captamos el mundo tal como es, sino tal como somos o nos permite la biología de nuestra especie, además de las implicaciones sociales y culturales (lenguaje); b)que los hechos no son objetos o hechos de experiencia, sino objetos construidos (ej.: átomos, electrones, energía). Los objetos son más bien efectos (protones, electrones); y la experiencia común de un profano es diferente a la de un experto. La realidad científica no es lo que aporta la vista, el microscopio óptico o electrónico, sino que depende de las teorías y tecnología disponible. Según Popper, no podemos conseguir la verdad; nos acercamos a ella por la crítica racional de las teorías, por las hipótesis, falsadas o no-falsadas; las teorías son descripciones de la realidad cada vez más verosímiles. La prueba empírica, en favor o en contra de la teoría, es la que nos conduce a la aceptación o rechazo de las teorías. No hay observaciones neutras, no hay hechos, sino teorías, más o menos válidas. La bomba de agua, según Aristóteles, se explicaba por el "horror al vacío"; según Newton "por la presión atmosférica". La racionalidad de la lógica formal, que pretende ser objetiva, neutra e independiente, es ilusoria. Además de los aspectos cognitivos están los aspectos sociales, de la comunidad científica, de la intersubjetividad. La racionalidad no es intemporal, porque los criterios de verdad han cambiado históricamente. A pesar de todo, la ciencia es la mejor forma de conocimiento de que disponemos. Las epistemologías tradicionales se basaban en la física matemática, un sistema axiomático deductivo. Pero cada vez más, el método hipotético

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deductivo de Popper ha dado paso, en las ciencias empíricas, al método inductivo probabilístico.

No hay epistemología más aceptada, incluso en las ciencias duras, que la de Popper4. Popper rechaza el método inductivo y propone el hipotético-deductivo. Una teoría científica debe comprender los fenómenos que trata de explicar. La capacidad de predecir y describir las cosas, no significa comprenderlas. Para muchos científicos y filósofos es esencial el predecir. Pero es un punto de vista instrumentalista. Forma extrema de instrumentalismo es el positivismo y el neopositivismo o positivismo lógico de la 1ª mitad del siglo XX. Es confundir medios con fines. Superar pruebas experimentales es una de las muchas cosas que una teoría ha de hacer para alcanzar la verdadera finalidad de la ciencia que es explicar el mundo. La explicación forma parte de entender las cosas no obsevadas directamente como los átomos, las fuerzas, el interior de las estrellas, la rotación de las galaxias, el comportamiento humano en el pasado y los proyectos de futuro. Las explicaciones a menudo proporcionan predicciones. Muchas cosas impredecibles pueden ser explicadas y entendidas, como el juego de ruleta. Será la comprensión y no el mero conocimiento (o predicción o descripción) el objeto de análisis. Dos efectos del crecimiento del conocimiento son la ampliación de teorías y objetos y la creciente profundidad de las teorías (teorías más generales). No estamos a punto de comprenderlo todo. Nunca comprenderemos todo lo que existe. Sí tenemos la posiblilidad de comprender todo lo comprensible. Lo contrario del reduccionismo es el holismo, que dice que las únicas explicaciones legítimas son las de nivel superior: la totalidad. El reduccionismo y el holismo son legítimos, pero no deben ser exclusivistas. El positivismo y neopositivismo, formas estremas de instrumentalismo, afirman que todo enunciado que no describa o prediga observaciones es irrelevante. La función esencial del conocimiento son las explicaciones. Los meros hechos son las fuentes. Las predicciones son importantes únicamente a fin de realizar pruebas experimentales cruciales para discriminar entre teorías científicas en competición que han superado ya la prueba de ser buenas explicaciones. Toda evidencia experimental es indirecta y frágil. Popper está en contra de la inducción. La inducción dice: a falta de prueba matemática (prueba deductiva) es suficiente la observación (prueba inductiva). Claro que menos suficiente es la intuición, pues carece de las evidencias de la observación. En el método inductivo la observación tiene dos papeles: descubrir teorías y justificarlas. Las observaciones generalizadas forman una teoría. Y más observacioneas se aportan como justificación de la teoría. Si bien jamás podemos estar seguros, a efectos prácticos, nos damos por convencidos. Su falsedad está en que de una predicción no surge una nueva teoría; y que por más observaciones repetidas que haya no prueban la teoría. Recuérdese el "pollo de Russell": estrapola de las observaciones repetidas que el granjero siempre le da de comer a la misma hora, hasta que llega un día que es falso, pues ha decidido sacrificarlo. La inducción se apoya en la evidencia aportada por la observación. Para Popper el método científico ha de ser hipotético-deductivo. Y este es el método aceptado generalmente en la actualidad. Se puede esquematizar en cinco pasos:1) Se parte de un problema (una teoría inadecuada es un problema); 2) Se proponen soluciones

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conjeturales (hipótesis: proposición de nuevas teorías); 3) Crítica de la hipótesis incluyendo pruebas experimentales; 4) Sustitución de teorías erróneas y mejora de las teorías existentes; 5) Nuevos problemas. El inductivismo quería encontrar una teoría definitiva. Popper se contenta con defender la mejor teoría disponible. En una predicción incorrecta es insatisfactoria la explicación. Puede darse un predicción correcta que no nos diga nada por sus explicaciones sin fundamento científico, como los OVNIS, la toría de la conspiración, las teorías pseudocientíficas como el psicoanálisis. Una teoría verificable (experimento, pruebas) es preferible a otra menos verificable. Las teorías están sujetas a variación y selección (prueba y error): es una epistemología evolutiva (Popper). A la ciencia le ocurre como a la teoría de la evolución. Está en continua adaptación. En la adaptación está el éxito, el conocimiento objetivo y la capacidad de sobrevivir. La inducción se basa en observaciones y predicciones. Las teorías se extraen de la observación y ésta las justifica. El positivismo produce enunciados que describen y predicen observaciones. La ciencia hipotética-deductiva se basa en problemas y explicaciones. Las teorías empiezan en la mente (conjeturas injustificadas) y preceden a la observación; es la búsquedada de explicaciones y resolución de problemas. No se emplea la observación como base de extrapolación, sino para seleccionar entre explicaciones que parecen igualmente válidas. La ciencia avanza conjeturando nuevas explicaciones y seleccionando luego las mejores para experimentarlas. Las teorías son aceptadas cuando sus rivales son refutadas y no en virtud de numerosas observaciones que las confirmen. Una teoría puede ser comprobada y confirmada, provisionalmente, mediante observaciones. El conocimiento científico es un proceso evolutivo, que parte de un problema, produce teorías provisionales y mediante la crítica y eliminación de errores conduce el problema a una situación nueva y preferible.

La historia de la ciencia nos dice cómo Newton tenía una ideología teísta, que practicaba la alquimia y que construyó un sistema ordenado del cosmos como si estuviera dirigido por Dios, orden y armonía. Nos dice cómo Darwin estaba impresionado por las aportaciones de Malthus que hablaban de la "supervivencia de los pobres". Todo ello es cierto. Sin embargo, la dimensión ideológica no socava la validez de los avances científicos. Darwin tenía necesidad de fósiles y pinzones, como pruebas de la evolución y rechaza la ingeniería divina, pues las mutaciones las atribuye al azar; y Newton es dirigido por su creatividad matemática y el rigor experimental. Existe una neta separación entre ideología y pruebas empíricas. Ciertas convicciones se entrometen en la ciencia (valores, subjetivismo, sexismo, metafísica), pero el verdadero científico produce afirmaciones razonablemente veraces. Se atribuye a los internalistas (preocupados exclusivamente por el contexto de justificación) no tener en mente las influencias políticas y sociales; mientras que los externalistas (contexto de descubrimiento) creen que la ciencia es exclusivamente producto del contexto social y cultural. Son posturas extremas (Hempel versus Fayerabend). El contexto influye o condiciona la producción científica, pero no la determina. El científico se coloca fuera de las creencias culturales temporales. La historicidad y la llamada posmodernidad no suponen relativismo -como creía Popper- ni suponen la puesta en cuestión de los postulados teóricos de la ciencia; relativizan la

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importancia de la noción de verdad. Hay mucha pseudocrítica de la ciencia, como ha demostrado Sokal5 contra Deleuze, Derrida, Guattari, Irigaray, Lacan, Latour, Lyotard, Serres, etc.

La introducción de la historia de la ciencia en la cientificidad después de Kuhn agudiza los problemas del relativismo y el escepticismo. Ningún conocimiento proporcionado por una cultura puede considerarse como verdadero o científico (escepticismo); todo conocimiento es relativo a la cultura donde se produce (relativismo). Para Popper la historicidad del conocimiento conduce al relativismo. Para Hegel la verdad es historia. La imposibilidad de los historiadores de articular leyes es relativismo. Ni unos ni otros encaran la historicidad y los éxitos de la indagación humana. Negar la posibilidad de la cientificidad conduce al relativismo. El que la ciencia posea una historia no significa que la verdad haya desaparecido. A la historia le es imposible demostrar las leyes de los procesos humanos según algunos positivistas; pero no significa que no sea posible conocer tendencias y procesos en historias y épocas concretas. Hay que replantear la verdad y la objetividad y superar la dicotomía entre el positivismo y el contruccionismo social. Lo social es esencial en la búsqueda científica de la verdad. Hay verdades arduamente conquistadas. Lo objetivo no reside en cada individuo, sino en la crítica, alimento de la objetividad, en la posibilidad de impugnación, en el intercambio de hipótesis (intersubjetividad), en la búsqueda metódica de conocimiento orientado por objetivos. Los científicos otorgan un sentido a los objetos, aunque estén atrapados por convencionalismos lingüísticos; el saber experimental se ha de expresar en lenguajes. A los "hechos" hay que darles nombres. Todo esto no lesiona la capacidad de enunciar lúcidamente verdades acerca del mundo. La naturaleza sigue siendo real, estando ahí fuera y conduciéndose de forma predecible. La percepción histórica no socava la verdad de la biología evolucionista y de la mecánica newtoniana. Son verdades conquistadas, por más comprometidas que estén con el tiempo y la lengua. La ciencia es la meta de la empresa de conocer. Existe la capacidad humana de razonar independientemente y con éxito sobre los objetos exteriores de la mente, sin dejar de conocer la dimensión social e ideología que puede tener todo conocimiento. Los pilares de la ciencia están en el método crítico, interaccción entre teorá (representación del mundo) y experiencia (percepción de las apariencias de su comportamiento). El principio de objetividad está en que la observación no altere lo que se quiere observar (adaptarse a los hechos controlados). El conocimiento científico es sistemático, conjunto de proposiciones conectadas, y analítico, pues la ciencia no se encara con problemas de totalidad y de la esencia o naturaleza de las cosas, sino con fenómenos parciales tal como se manifiestan. El científico estudia lo que le aporta la experiencia. La ideología trata de resolver una problemática social con un proyecto político, económico, social. El objeto del científico trata de la experiencia común, por una objetivación cada vez más precisa, por la racionalización del objeto. No debemos encallarnos en el dualismo sujeto/objeto. En la objetividad no es el objeto quien designa la precisión, sino el método. El racionalismo crítico de Popper armoniza la experiencia (empirismo) y la razón, en una posición media entre realistas/nominalistas, positivistas/formalistas, hechos/signos. Sin embargo los obstáculos epistemológicos son grandes: externos (complejidad del objeto, fugacidad de los

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fenómenos, debilidad de los sentidos) e internos (las opiniones, que traducen las necesidades en conocimientos y ven en los objetos su utilidad).

1.1.1.- Puntos críticos del debate sobre la cientificidad.-

Objetividad/Subjetividad: verdad.- La objetividad es dinámica, un proceso interactivo entre objeto y sujeto. El proceso del conocimiento es inacabable. La verdad es parcial y relativa, condenada a envejecer. La verdad parcial, el nivel alcanzado en una época determinada, es una verdad objetiva, a no ser que se reduzca pura y simplemente a una falsedad. La palabra "objetivo" en la expresión "conocimiento objetivo" tiene tres sentidos: se refiere al objeto, es válido para todos y está exento de afectividad o parcialidad. Y entendemos como "subjetivo" lo que se refiere al sujeto cognoscente, que no es conocimiento universal o que está coloreado emocionalmente por parcialidad6. Disciplinaremos el factor subjetivo cuando sepamos precisar lo que el sujeto aporta al conocimiento y lo que pertenece a la realidad del objeto. No se debe confundir la subjetividad, como influencia de factores extracientíficos, y la subjetividad que tiene en cuenta la posición del observador. La objetividad pura es una ficción. Por lo tanto habría una subjetividad aceptada y que no puede ser eliminada, pues la esencia del conocimiento es una relación entre sujeto cognoscente y objeto, destacando el papel activo del sujeto en el conocimiento; y habría una subjetividad inaceptable, porque deforma el conocimiento con factores extracientíficos (interés, animosidad, prejuicios nacionales, étnicos, sociales). Las verdades son parciales y la objetividad se sustenta en un nivel social, por la crítica intersubjetiva (Popper). La objetividad es un proceso de verdades parciales, que nunca llega a la verdad absoluta. La objetividad, pues, o se refiere a los datos observados o a la de los propios científicos, que no se cumplen si hay valores subyacentes. Los requisitos para la objetividad del investigador son la crítica (ámbito público), la evaluación de las hipótesis y la intervención de las comunidades científicas. La objetividad más simple es la pragmática: si las prácticas o aplicaciones de las teorías funcionan, la teoría tiene un valor de verdad. Las verdades de la física se basaban en que sus proposiciones, hasta ahora, eran fieles y exactas. Pero actualmente la verdad no se considera inalterable y absoluta. Hoy se considera que la verdad es relativa, sólo válida para ciertos sectores limitados de la experiencia; siempre es parcial, siempre discutible, revisable y abierta. Así, a unas teorías se las puede considerar como más verdaderas que a otras.

La verdad ya no se entiende como una ingenua correspondencia entre lo dicho y lo real. La verdad está más bien en la coherencia de las teorías. Es más coherente la teoría química de la combustión (absorción de oxígeno) que la teoría del flogisto. La búsqueda de la verdad es una expresión que se podría abandonar; no es más que una forma de hablar. Tiene una función retórica para distinguir conocimiento verdadero o verificado (verus) de lo es creencia (conocimiento no verificado u opinión general) y opinión (particular).La objetividad no es absoluta. No se captan las cosas (objeto) tal como son, una realidad en sí absoluta; no hay equivalencia. El conocimiento está mediado por un lenguaje, una cultura, unas instituciones científicas. Estas mediaciones son condicionantes (no determinantes), relativizan la objetividad. Sin embargo los conocimientos científicos no son subjetivos o individuales, una manera particular de ver la realidad. La objetividad no se opone a su carácter convencional o intersubjetivo.

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Racionalidad3.- La ciencia es el universo simbólico de la época contemporánea. La ciencia convertida en poder tecnológico es una de sus mejores pruebas de validez. La ciencia se apoya en la racionalidad. El lenguaje racional (conceptos, enunciados y racionamientos lógicos inductivos o deductivos) es objetivo, porque su verdad se adecua a los hechos mediante las observaciones y los experimentos, que intentan controlar y reproducir esos hechos. Las diferentes formas de ver el mundo tienen como función clarificar e introducir un orden en el mundo de la experiencia, compleja y enigmática. La racionalidad, el razonar, es sacar conclusiones de los datos. El conocimiento científico tiene dos caminos: partir de los datos más reducidos, menos generales que la conclusión que se infiere de ellos: es el razonamiento inductivo o empírico. Si partimos de los datos más amplios, más generales que la conclusión que se saca de ellos, tenemos el razonamiento deductivo o lógico. En este razonamiento la conclusión es necesaria, porque no es más que una parte de la premisa mayor. Una conclusión se infiere de datos más amplios y se confirma por la observación sensible (intersubjetiva) de los hechos. Lo empírico es tanto experimento (ciencias duras), como experiencia (Ciencias Sociales y Humanas). El conocimiento es empiria y razón. Ni la explicación puede prescindir de cierta organización (percepción = selección de datos; concepto = generalización) ni los racionalistas pueden olvidarse del todo de los "datos" de la experiencia. Los humanos poseen capacidad para producir conocimiento racional, para investigar las causas de los fenómenos naturales y sociales, para desentrañar la naturaleza de estos fenómenos, sin olvidar el carácter indirecto y complejo de la relación entre mundo y conocimiento. El conocimiento racional científico es la única forma de avanzar: los paleontólogos a través de los fósiles, los historiadores a través de los documentos, los biólogos a través de los genes. En las ciencias formales (lógica, matemática) la verdad coincide con la realidad; hay coherencia. Las ciencias experimentales son verdaderas no por reflejar la realidad tal y como es (correlato de la realidad), sino por explicar todos los hechos observados por medio de enunciados que se pueden comprobar.

La ciencia construye islotes de racionalidad; sólo estudia los elementos pertinentes para una teoría. La racionalidad científica trata de separar lo que es pura y objetivamente científico, el núcleo duro que pone orden en los conocimientos, que no consigue una objetividad absoluta, y trata de no ser dirigida por los condicionantes históricos. Aun la objetividad relativa no puede negar el valor y al eficacia de la ciencia y sus aplicaciones tecnológicas. La ciencia es una empresa humana contingente, pero es la base de los progresos de la vida humana. La ciencia comparada con la realidad es primitiva y pueril, pero es lo más valioso que tenemos (Albert Einstein).

Ya para los griegos (siglo V a. C.) las formas racionales de la prueba y la demostración estaban dirigidas a producir verdad y en qué condiciones, qué formas han de observarse y qué reglas han de aplicarse. Estas formas racionales las proporcionaba la filosofía, equiparable a los sistemas racionales o a los sistemas científicos. Diferentes eran la retórica (arte de persuadir) y el saber enciclopédico (conocimiento por testimonios, recuerdos o indagación, como realizaban los historiadores, los botánicos, los geógrafos, etc.). Kant distinguía entre conciencia madura y conciencia inmadura. La 1ª era propia de la Ilustración, de la razón, de la racionalidad. La conciencia madura era la emergencia del

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estado de minoridad, del conocimiento común. La mayoría de las doctrinas filosóficas y las cosmovisiones7 pretenden someter la conciencia madura a la conciencia infantil o de minoridad. Las cosmovisiones tratan de descubrir (autoconciencia) un principio al que imputar los padecimientos de la vida. Este principio puede ser la Providencia, un "fatum" natural, el mundo sobrenatural, una autoridad cualquiera (revelación o historia), que nos proporciona una tutela de la infancia por medio de una doctrina incontrastable y absoluta. Las contradiciones de la vida en las cosmovisiones es domeñada por la utopía. Las cosmovisiones son instrumento para despojarnos de la propia iniciativa cognoscitiva, métodos para prolongar la infancia, pero demuestran ignorancia de ciertas reglas lógicas y debilidad de razonamiento. El mismo Kant nos retrotrajo a la minoridad con la razón práctica, el postulado práctico dirigido por el objeto moral y el objeto de deseo. La racionalidad no nos proporciona una doctrina incontrastable, sustituto de la revelación, no nos aporta verdades que sean pretexto para renunciar a la autonomía del conocimiento. La racionalidad busca verdades provisionales, adquiridas por razones valedoras, verificaciones o contrastaciones, por el principio de contradicción, por la regla de la duda, por actos de juicio; no juicios arbitrarios que nos proporcionen una ficticia protección a través de una doctrina o un destino. La racionalidad no es una tesis, sino una actitud, por la duda permanente, abierta a la razón y al ensayo constante. A través de esta actitud de apertura defiende el pluralismo posible de las visiones del mundo, el relativismo de todos los valores, la tolerancia de interpretaciones del carácter múltiple de la realidad. La racionalidad no se compagina con algo dado absoluto infranqueable al intelecto, doctrina incontrastable y fuente de justificación eterna. La racionalidad está en contra de una teoría absoluta, del absolutismo axiológico, de la imagen dicotómica del mundo, de una regla definitiva del conocimiento, de una sola causa (monismo) explicativa del mundo. La racionalidad rechaza el positivismo como un absoluto cognoscitivo. Nada de lo que se nos presenta como fenómenos puros, percepciones sensoriales, evidencias intelectuales, reglas de la lógica, es definitivo. Cuando se presenten argumentos contrarios deben ser sometidos a prueba. La racionalidad no exige renunciar a las reglas del pensamiento que llamamos ciencia. La ciencia ha probado su eficacia en la investigación, en las aplicaciones tecnológicas. La racionalidad es la filosofía de la imperfección, del inacabamiento del hombre, de la pluralidad infinita del mundo. La racionalidad no cree en el destino, en el azar, en juicios definitivos, en el proceso del devenir hacia la armonía definitiva. La idea (no tesis, sino praxis) es el principio del antiabsolutismo, la negación de lo absoluto, el método del ensayo y el error, lo provisional, el riesgo, el rechazo de soluciones definitivas. El conflicto entre cosmovisiones nace de que todas son inpenetrables. El positivismo optimista creía que el choque se debía al "uso extraviado del lenguaje", de que era posible una gramática universal de las cosmovisiones y de que se podía llegar a una paz total. Es una ilusión. La racionalidad sí que defiende la apertura a otras cosmovisiones, por la tolerancia. Muchas filosofías populares ("lo absurdo de la vida") manifiestan el ansia de protección por lo absoluto (Dios, los mitos, la nación, la historia) y un refugio seguro de la pereza intelectual. La racionalidad rechaza las soluciones definitivas; sólo proclama que ninguna interpretación del mundo es definitiva. La libertad cognitiva exige su independencia de los condicionantes exteriores.

Realismo, escepticismo y relativismo.- Podríamos postular los dos enunciados del realismo: 1º) la realidad exterior existe y 2º) la inteligencia humana tiene capacidad para

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conocer científicamente esa realidad exterior. Estos postulados están dirigidos contra el escepticismo (el hombre está incapacitado para conocer la realidad) y el relativismo (el conocimiento es una construcción social no objetiva). Aunque este tema sea filosófico y podríase postular, merece alguna aclaración. El conocimiento se debate entre una dicotomía: objetividad (ciencias racionales, verdades científicas u objetivas) y subjetividad (interpretación arbitraria). La objetividad o imparcialidad absoluta era defendida por la ciencia heroica (la mente es el espejo de la realidad) y el historicismo, versión histórica de la ciencia heroica (explicar la realidad tal como ha sido). Es la dicotomía entre conocimiento científico y conocimiento no-científico. El conocimiento no-científico se basa en presupuestos o dogmas (conocimiento absolutista o dogmático) y los dogmas no requieren explicación, se creen o no se creen. En la creencia está involucrada la emoción, la pertenencia y el compromiso. Donde no hay riesgo de fallo no hay contrastación y aparentemente lo explican todo (marxismo, psicoanálisis). Entre esta dicotomía, imparcialidad absoluta e interpretación arbitraria, han surgido estos dos nuevos subjetivismos, que se comportan como otros absolutismos, que rechazan absolutamente los dos postulados antedichos: que existe una realidad exterior al sujeto investigador y que el ser humano está dotado de capacidad intelectual para conocer de alguna manera esa realidad exterior. Contra estos nuevos subjetivismos, nuestra postura es un realismo práctico o realismo constructivo (nuestro conocimiento guarda relación con la realidad; pero, es construcción nuestra), admitiendo los postulados, como también admitimos en el conocimiento cierta contaminación relativista (del sujeto, del contexto social y cultural) y cierto escepticismo o duda como criterio de partida, ante la cantidad inmensa de escollos que hay en el camino del conocimiento objetivo, sobre todo en historia. Pero, mantenemos la posibilidad de un conocimiento objetivo. También es lícito admitir un realismo pragmático o pragmatismo realista, pues las teorías que funcionan merecen aceptación y alto grado de fiabilidad.

El conocimiento científico es el estudio de la realidad. La realidad existe. La naturaleza y el mundo social son algo que está fuera de nosotros; no son construcciones mentales; existe un mundo exterior a nuestra conciencia; sus propiedades son independientes a todo individuo. Las propiedades del mundo real pueden ser codificadas por leyes o regularidades o tendencias probables. El conocimiento es fiable, aunque imperfecto y revisable, siguiendo procedimientos.

El conocimiento objetivo debe someterse a restricciones epistemológicas. La ciencia trata de conocer cómo funciona la realidad (para prever o intervenir); no trata de cuál es la naturaleza o esencia de lo real. La ciencia no pretende captar un conocimiento que se corresponda exactamente con la realidad. La ciencia es como los mapas, una realidad simbólica o simplificada. Los mapas no son la realidad. Tampoco trata la ciencia de saber el sentido (dirección) de la realidad de la naturaleza o de la historia. La historiografía no busca el sentido universal o general del mundo, sí que busca el sentido de una acción en un contexto más amplio. Esencias y sentido son metafísica. Lo metafísico no pertenece a la ciencia. También están contra el realismo de lo físico o lo social muchas construcciones del conocimiento (construccionismo) y lingüísticas (giro lingüístico, postmodernismo). Los supuestos no demostrados y las ideologías tampoco son científicos. Las ideologías

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dominantes se esconden tras la fachada de la objetividad y no captan la realidad global, sino una realidad parcial y por lo tanto partidista.

La realidad existe; la conozcamos o no. Claro que la explicación de la realidad depende de nosotros, de nuestro lenguaje de explicación, del lenguaje con que interrogamos a la realidad, por lo que el sujeto investigador es al mismo tiempo pasivo, expectante, y activo, explicativo. La realidad expresada por el científico es fenoménica, tal como es vista. La naturaleza de la realidad fenoménica es lo que está por debajo de los fenómenos, que es lo que expresa la experiencia. La realidad ultrafenoménica no incumbe ni interesa a las ciencias, ni físicas ni sociales. La realidad fenoménica no significa ninguna clase de empirismo (reduce el mundo a los datos inmediatos) o pragmatismo (los objetos no tienen existencia propia, los produce la mente). La ciencia es un conocimiento gradual de una realidad fenoménica; conoce la realidad de un modo aproximado, no llega a "agotar" el objeto de estudio. Sí admitimos el relativismo cultural, pero no el relativismo cognitivo o epistemológico, aunque sí veamos en el conocimiento científico implicaciones relativistas. El relativismo epistemológico niega o debilita el nexo entre teorías y realidad, pone en duda la existencia del mundo exterior (radicales idealistas), pone en cuestión la posibilidad de conocer. Para él la ciencia es sólo una narrativa (ficción) de una época y de una cultura, o una negociación entre científicos. Es contrario a los absolutismos, por cerrados, pero se convierte en una forma de etnocentrismo, que es un absolutismo cultural. La ciencia, fundamento de nuestra cultura, produce verdades conjeturales relativas, no verdades válidas en todas las épocas. El cinismo ideológico del "todo vale" confiere igual validez a la ciencia y a todas las ideologías entre sí (comunismo, nacionalismo, liberalismo, totalitarismos, islamismo, catolicismo). Si admitimos implicaciones relativistas en el conocimiento se refiere a que la verdad está condicionada por factores contextuales (sujeto investigador y su propia experiencia, circunstancias externas, época, lugar). El relativismo está superado, por autorrefutación, aunque todos seamos falibilistas. El conocimiento científico es falible, pero es más fiable (contraste empírico cada vez más riguroso); busca auténticas pruebas. Las leyes científicas coordinan observaciones y las teorías, construidas con términos observacionales y no observacionales; las teorías coordinan leyes. La ciencia es un esfuerzo unificado, universal y objetivo, pues se apoya en hechos y evidencias. La ciencia produce afirmaciones razonablemente veraces, por impugnaciones, debates, verificaciones. Como el historiador no puede experimentar con el pasado, recolecta y examina indicios, formula teorías, aporta pruebas. Sin embargo, las ideas, las ideologías y los prejuicios pueden estar incrustados en la interpretación de los indicios. Más todavía, las ideologías derivadas de la valoración positiva o negativa del pasado, que quieren construir identidades para el futuro o las identidades encontradas como positivas en el pasado, son perspectivas inaceptables científicamente.

El escepticismo del postmodernismo tiene como principal objetivo poner en duda la objetividad de todo saber, duda de la creencia en el progreso, del individuo (derechos humanos) como hacedor (sujeto de la historia) y razonador de la Ilustración. Proclama la muerte del sujeto (Foucault), sin darse cuenta que sin sujeto no hay diversidad cultural (multiculturalismo), no hay etnias ni identidades. El escepticismo duda del valor de la ciencia y sobre todo de las Ciencias Sociales, hasta del significado de cualquier historia

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nacional. Para el escéptico la ciencia es todo lo más una verdad efímera que depende del paraguas protector del científico. El escéptico recrimina cómo hasta las mismas estructuras sociales (=orden social) se consideraban racionales porque se apoyaban en la misma naturaleza humana, cuando los derechos naturales se emplearon en realidad como arma ideológica. Hay un escepticismo sano que nos conduce a enfoques pluriculturales de una realidad compleja y como actitud filosófica abierta a reconocer los errores. Pero, no se puede aceptar la no creencia en la realidad exterior al sujeto, la realidad del pasado y la capacidad humana para reconstruirla. Se debe rechazar el cinismo y nihilismo concomitante con el relativismo y escepticismo. Negar la posibilidad del conocimiento de verdades vulnera la capacidad humana de emitir juicios y sacar conclusiones. Una actitud escéptica y relativista positiva es herramienta útil para construir nuevos entendimientos del pasado. Toda historia es provisional y nadie puede estar seguro de la verdad definitiva. Pero la ciencia no es un mero constructo social, una secuencia de convenciones lingüísticas o un complicado juego de poder: asegurar a Occidente el dominio de las riquezas del planeta. Para los realistas el contenido de las teorías no está determinado por el entorno social, aunque sí está influido. La ciencia no puede probar que algo sea verdadero; sólo puede probar que algo sea falso. Descartar las falsedades, para abrir el camino a la aproximación a la verdad. La cientificidad se dirige a desenmascarar lo que no es científico, como los temas metafísicos. Un tema metafísico no es científico. No es posible una pregunta científica hasta que no hay indicios, por lo menos, de algo real, observable y mensurable.

Causalidad y determinismo.- Para Hume la causalidad no existía, pues, -decía- se confundía con la sucesión de fenómenos. Para Comte, causa era una noción metafísica. Hoy la entendemos como una relación de dependencia de fenómenos. En relación con la noción de causa está la noción de determinismo: algunos fenómenos producen necesariamente ciertos efectos. El determinismo existe al nivel macroscópico: se puede predecir el futuro astronómico a partir del presente. Pero al nivel microscópico no existe tal determinismo, como en la física cuántica (principio de indeterminación de Heisenberg). En el nivel biológico y cultural, el determinismo ha sido sustituido por las tendencias o condicionamientos (probabilidad). En la biología les genes mandan y la adaptación al medio ambiente va guiada por la maximación del éxito reproductivo. Pero los organismos no sólo se adaptan al medio ambiente, sino que lo modifican: no hay determinismo sino condicionamiento recíproco entre medio y ser vivo.

Criterio de demarcación.- ¿Cuál es el criterio que diferencia la ciencia de lo que no lo es? Para los neopositivistas es la verificación empírica. El neopositivista está contra toda metafísica. La cientificidad de una teoría no puramente lógica o matemática debe confirmarse por la experiencia. Igualmente las proposiciones matemáticas, axiomatizadas, deben verificarse empíricamente. En la deducción de una proposición de otra no hay confirmación. Ésta sí debe aplicarse a las consecuencias. En la inducción las proposiciones universales (leyes, regularidades) nunca pueden inducirse de casos particulares. Por eso Carnap habla de enunciados con mayor o menor grado de confirmación (probabilidad). En cuanto aparece un contraejemplo fáctico, la proposición es falsa. Igual ocurre con la analogía o comparación. ¿Son casos iguales o diferentes? La comparación se emplea con frecuencia en la medicina y en el estudio de los procesos históricos. Para esquivar las

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dificultades de la deducción y la inducción, Popper, que las consideraba apoyadas en un empirismo ingenuo imposible de verificar, introdujo la falsabilidad como criterio de demarcación y el método hipotético deductivo. Un criterio más fácil de aplicar. De las proposiciones universales se deducen las consecuencias. Basta un solo ejemplo que pueda demostrarse falso para falsar el principio universal. Las proposiciones falsables, pero no falsadas, son provisionalmente verdaderas. Es el método hipotético-deductivo. 1º)Se parte de hipótesis o conjeturas, proposiciones universales que afirman la existencia de alguna regularidad. No se parte de hechos, seleccionándolos, hasta llegar a una ley. 2º)Se intenta refutar esta hipótesis. Para ello, se deducen consecuencias contrastables mediante la observación o experimentación. Si no se consigue falsarla y resulta victoriosa, la hipótesis ha sido contrastada y no falsada.

La demarcación entre ciencia y no-ciencia vale igualmente para la ideología. La ciencia es saber objetivo y éste es universal, no particular como la ideología marxista, que pretendía ser científica, pero estaba ligada a la voluntad política emancipatoria del proletariado. El marxismo es más bien una filosofía que una ciencia, pues la dialéctica de la historia no deriva del análisis causal. El marxismo, como toda ideología, es una actitud vital, un orden moral y todo orden moral es relativo y temporal por la diferente jerarquía de valores, épocas, sociedades, razas. La interpretación racional de la realidad se opone a una interpretación interesada como la ideología, que no es un saber universal.

Para la ciencia8 ni el origen (construcción del objeto) ni la época ni lo sociológico ni la lengua o cultura ni los intereses que hayan guiado a los investigadores quitan validez a las proposiciones verdaderas. La validez nace de las prescripciones del núcleo duro de la ciencia cumplidas con rigor, la aproximación a la verdad y a la objetividad. Por el contrario la ideología es un sistema de discriminación con respecto a otros discursos; es la adhesión a un programa social, que trata de ser demostrado; es una polémica con otros sistemas de cosmovisión; es la definición de una situación temporal en referencia a la acción, un presente que a través de unos hechos parciales objetivos quiere conciliar unos valores orientados a unos fines. La ideología quiere conducir la situación con cierta coherencia, guiada por unos imperativos (para la acción) considerados como naturales y que quiere convertir en universales. La ideología enmascara la situación parcial (sectarismo) del sujeto. El mito explicativo (situación) y normativo(normas y fines) de la ideología está dirigido hacia una utopía (proyecto) de una sociedad ideal. La ideología es la representación de la conciencia del sí, orientado a unas prácticas políticas, económicas y sociales.

La metafísica es excluida de la ciencia (fenómenos observables) por tratar de esencias, que son inobservables. La metafísica habla de lo que hay detrás de los fenómenos, de las apariencias. La ideología es excluida por deficiencias epistemológicas notables. Posee algo de racionalidad, pero le sobra simplificación y distorsión de la realidad. La ideología liberal posee racionalidad cuando defiende la libre empresa y la competencia como factores positivos del desarrollo económico y el beneficio como motor de las inversiones. O la ideología nacionalista como factor de cohesión, defensa y modernización de la propia nación. Pero ambas ideologías desprecian los efectos perversos en otros sectores de la sociedad. Sólo ven los intereses parciales de los empresarios o de los definidos como

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nacionales. Las ideologías defienden valores parciales, cambiantes (las proposiciones científicas son universales) y relativos a grupos. Sus valores no son generalizables. La función de la ciencia es epistemológica, la función de las ideologías es instrumental (razón instrumental), pues trata de construir identidades, unir (cohesión) para la acción y defensa de intereses de grupo. La ideología es falsa conciencia (Marx), pues suele ser ideología de dominación. Las ideologías suelen ser utópicas (idealismo), apoyadas en una razón dogmática, que excluye otras alternativas. Las ideologías se legitiman apelando a la naturaleza humana (esencia), a lo universal, a lo eterno; quieren deshistorizarse. Su racionalidad es limitada, confianza excesiva en lo empírico, aunque sean un dogmatismo en lucha contra ideologías alternativas. No son realistas, pues rechazan el mundo (valoración negativa) tal como es. Las ideologías están condicionadas por la época y los grupos (perspectiva parcial). Incluyen proposiciones de contenido metafísico, como qué es la nación, la sociedad, el hombre, y su racionalidad es limitada, pues no han asumido todavía grados de cientificidad; están condicionadas por el determinismo del progreso (teleología), como Hegel y Marx. Las proposiciones ideológicas nunca pueden ser probadas, igual que los discursos religiosos, éticos o políticos. La ciencia no puede producir una verdad global y universal que sustituya a la ideología. Por ejemplo, el aborto o el desarrollo son conceptos ideológicos. Las ideologías nos presentan diferentes tipos de pantallas que oscurecen la realidad científica. Nos presentan teorías como "normales", inevitables o aceptables; presentan como obvio lo que es discutible; encubren juicios de valor en razones discutibles; especialmente es engañoso la confusión entre discurso descriptivo (nomológico) y discurso evaluativo o normativo. Las representaciones ideológicas son globales y los conceptos científicos son particulares. Los discursos políticos y económicos son ideológicos y son poco conscientes de los efectos perversos que esconden.

Conceptuación.- Lo que digamos del mundo no depende sólo de él, sino del sistema conceptual que empleemos. No todo el conocimiento científico puede expresarse en lenguaje matemático. Galileo dijo que la naturaleza así estaba escrita. Una noción o concepto hay que delimitarlo o definirlo, que quiere decir marcar sus límites. Hay términos observacionales, que surgen de la conceptuación de una observación, y términos teóricos, como componentes de una teoría, que no son directamente observables, abstractos, como gravedad, átomo, etc. Los "cráteres de la luna" no es un término observable, sino teórico. Lo observable son concavidades. Si se las denomina cráteres ya porta una carga teórica, pues supone el origen volcánico. Hempel creía en los términos observacionales a partir de generalizaciones empíricas. Hanson insistió en la carga teórica de los términos observacionales. Actualmente existe unanimidad en que no hay una división natural y absoluta entre unos y otros. En el punto de partida de la investigación científica están las definiciones y las contrastaciones empíricas. Para definir se emplea un marco teórico, la relectura de un cierto número de elementos a través de una teoría, que es una interpretación provisional. Ejemplo: la definición de electrón: el electrón se conoce antes de ser definido. No hay conceptos fuera de una elaboración teórica. El concepto, el modelo, la teoría permiten pensar el objeto teórico, que reemplaza a lo concreto. Las definiciones pueden ser ideológicas como cuando se define "desarrollo", exclusivamente, como crecimiento del P.I.B. Es una elección ideológica economicista. El lenguaje científico debe poseer la menor equivocidad posible; debe rechazarse el vocabulario determinista. El nivel más alto de significado lo posee el lenguaje especializado, matemático si fuera posible. Debe

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prescindirse del lenguaje ideológico, ajeno a hechos o a la experiencia. Debe aclararse la ambigüedad de los conceptos. Un grave escollo de la historiografía científica es la equivocidad de conceptos de lenguaje común como libertad, nación, Estado, revolución, burguesía. "Libertad" en la Edad Media significa privilegios de una persona, ciudad o corporación. No tiene el valor actual de derechos humanos. El vocablo de "nación", en la Edad Media, no tiene el valor de sentimentalización o sentimiento de pertenencia a la comunidad, comunidad cultural o política; puede significar un grupo de estudiantes, que vivían juntos, hablaban un idioma o procedían de una zona geográfica próxima sin precisar fronteras. Tomás de Aquino identifica lengua y nación. El vocablo "Estado" sólo tiene significado moderno desde el siglo XVIII. En los siglos XVI y XVII, el vocablo "revolución" significa el movimiento regular de las estrellas; y en el XIX, un cambio social violento. La palabra "burgués", a principios del XIX, tiene valor de status privilegiado dentro de las ciudades; y a mediados de siglo se aplica a los propietarios de los medios de producción y a los comerciantes.

Hipótesis - Leyes - Teorías.- Las hipótesis son enunciados susceptibles de ser sometidos a contrastación. Las ciencias duras emplean la experimentación como contrastación. En las CC.SS. no es posible la contrastación experimental, como tampoco es posible en la geología y la astronomía. La contrastación se lleva a cabo con nuevas observaciones más precisas, una especie de ensayo y error. La formulación de hipótesis y la contrastación, Hempel la concreta en cuatro pasos: 1º) observación y registro de datos; 2º) análisis y clasificación de los hechos; 3º) derivación inductiva de generalizaciones; 4º) contrastación de generalizaciones.

Los requisitos previos de la hipótesis son que sean adecuadas, consistentes, compatibles y comprobables. La objetividad de las hipótesis y teorías se alcanza cuando resisten la revisión crítica, por nuevas observaciones y comprobaciones. Para Popper la generalización inductiva era rechazable por la imposibilidad de agotar las posibles observaciones y por ello propuso el método hipotético deductivo. De una hipótesis se deducen consecuencias y éstas se comprueban por la falsación, en vez de la contrastación y verificación (fenomenalismo, inductivismo). Un solo caso que contradiga una hipótesis la hace falsa. Mientras esto no ocurra, la hipótesis se mantiene en pie. La práctica científica no se ajusta al modelo de la falsación. El científico busca pruebas a favor, no en contra. Además introduce subrepticiamente la inducción, pues los falsadores potenciales son infinitos, como ocurre en la contrastación inductiva. Tanto la inducción como la deducción se emplean en las ciencias empíricas, naturales y sociales.

Las leyes expresan relaciones de dependencia entre hechos o fenómenos. Una teoría puede incluir varias leyes y éstas se basan en una o varias observaciones. Las leyes de la naturaleza son deterministas o causales o por azar, como las mutaciones en la teoría de la evolución. Pero la indeterminación se ha introducido con la mecánica cuántica. Las leyes expresan regularidades necesarias entre las condiciones antecedentes y las condiciones consecuentes. En la CC.SS., aunque se les puede llamar leyes son probabilidades o aproximaciones. Las premisas hacen probable (razonablemente) la conclusión.

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Las teorías son proposiciones con una mutua integración lógico causal y un mínimo de validez. La validez está en que la teoría proponga explicaciones causales de los fenómenos. La aceptabilidad de las explicaciones equivale a que las conjeturas o hipótesis tentativas, que conforman toda teoría, no encuentren otras hipótesis más plausibles o mejor fundamentadas, por lo que aconsejarían descartarlas. Una teoría es válida cuando acontecimientos o investigaciones confirmen la verdad de sus proposiciones. Aunque hay que entender que toda explicación teórica es imperfecta y se encuentra a la espera de ser enmendada y hasta refutada por otra más coherente. La confirmación de la teoría por la experiencia no es total, sino parcial. Una teoría no es "absolutamente válida", porque lo absoluto en ajeno a la mente humana. Lo necesario es que la teoría explique o prediga los hechos en buena medida y que refute o corrija, si las hay, otras teorías alternativas. Cuanto más general es una teoría más ardua es su comprobación empírica. Es mejor formular teorías parciales, cercanas a los hechos empíricos.

En las Ciencias Sociales sólo algunos campos tienen respuesta en las teorías. Las teorías no son el único sistema científico, indudablemente.

No existe unanimidad en la concepción de las teorías. La concepción sintáctica [Círculo de Viena: Carnap, Hempel, Suppe ("Concepción heredada"), etc.] se fundamenta en un lenguaje (constantes primitivas, términos observacionales y teóricos) y una formulación canónica (axiomatización). Si el campo no admite la axiomatización no se consideran teorías científicas. Mario Bunge ha querido emplear la simbolización, dando a cada variable un símbolo; pero ha sido su propuesta poco fructífera. La concepción estructural (Sneed, Stegmüller, Moulines, etc.) defiende que son posibles las teorías empíricas no axiomatizables, como en economía, biología, etc. La formulación de la teoría se basa en un predicado conjuntista, de la teoría de los conjuntos. Para la concepción semántica o de los modelos la verdad y la adecuación empírica son las dos categorías semánticas más importantes. Los modelos son medios para representar el mundo. El modelo tiene una similitud (modelo planetario para la estructura de los átomos; modelo "movilista" o teoría de las placas de Wegener, contra el modelo "contraccionista") con el mundo real. El modelo también posee un conjunto de enunciados, que han de demostrarse como cualquier proposición.

También las tipologías son habituales en las Ciencias Sociales (tipos ideales de Weber, tipología constructivista de H. Becker y J. McKinney). Las tipologías simplifican la complejidad de los fenómenos; son un medio heurístico para comparar y predecir. Las predicciones son condicionales ("si se dan todos "estos" elementos...") y solamente probables.

La explicación científica.- La explicación científica pone en marcha todos los productos científicos: conceptos, leyes, teorías, modelos, tipologías. Toda ciencia ha de explicar, comprender, predecir. Cinco son los tipos principales de explicación: deductiva, inductiva, probabilística (explicación estadística), la funcional o teleológica (no son lo mismo, pero se les puede asimilar), genética. De las tres primeras ya se ha hablado. En la explicación funcional o teleológica se pregunta ¿para qué se realiza esta acción? Apunta hacia el futuro: ¡Esto ocurrió como final de sus antecedentes! La función es un concepto esencial en la

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biología: cada órgano de un ser vivo tiene como función el mantenimiento del equilibrio del todo y su supervivencia; una parte funciona para mantener el conjunto o sistema. Hasta Nagel abandona el aspecto fisicalista de las explicaciones funcionalistas de la biología, porque los sistemas vivos se autorregulan. En la explicación funcional no intervienen propósitos conscientes. En lo teleológico sí existen propósitos conscientes, pero se deben reducir a explicaciones causales: el "deseo" de conseguir una meta u objetivo es la causa que impulsa (estímulo, motivo) hacia el futuro.

Se ha querido presentar como otro tipo de explicación, o incluso contraponerla, la comprensión (verstehen : Dilthey). Actualmente se considera que no se oponen, sino que se complementan: la explicación permite comprender y la comprensión reclama explicación. Sería como una explicación comprensiva.

La predicción, inherente a las explicaciones deterministas, no es posible siempre en Ciencias Sociales. No hay leyes deterministas que expliquen los cambios y desarrollos históricos. Toda predicción es condicional, que quiere decir que se cumplirá, si se cumplen unas condiciones iniciales. En la historia, en vez de predicción, sí encontramos lo que podemos llamar tendencias, o sea, posibilidades probables. Incluso se pude utilizar la retrodicción, equivalente a una predicción hacia atrás: conocido el final del desarrollo o cambio "tenía que ocurrir así", dados los factores intervinientes.

Las Ciencias Humanas también emplean otros métodos como el fenomenológico, el hermeneútico, el dialéctico, el estructuralista, la historia comparativa: los mismos procesos en unos países y otros (revoluciones, industrialización, modernización). Dos teorías recientes (cibernética, teoría general de los sistemas) están mostrándose fructíferas.

La problemática del conocimiento científico es abordada por una forma de la teoría del conocimiento que llamamos epistemología1.

En la ciencia lo más decisivo es el proceder sistemático y su sujeción a reglas de comprobación. Desde la observación al nivel científico se ha de recorrer un método o camino. Podemos definir ciencia como una forma de conocimiento sistemático-explicativo, no contradictorio, fáctico (no valorativo) y testificable.

- Conocimiento sistemático que se basa en la observación dirigida y organizada de la realidad, que construye los "datos" y los organiza dando respuestas a las preguntas sobre los fenómenos, pero respuestas con alto grado de generalidad. La ciencia es explicación, no meras descripciones que no buscan las causas o meras interpretaciones subjetivas sin ningún o escaso apoyo en datos. Explicaciones universales y no contradictorias. Su forma más perfecta son las teorías.

- Conocimiento fáctico, de los hechos, no de valores. No se juzgan los hechos desde el punto de vista ético u otro punto de vista.

- Conocimiento testificable, o sea, demostrado. La demostración es el camino por el que las proposiciones hechas pueden ser acreditadas como verdaderas.

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El conocimiento científico es superior al vulgar, es intersubjetivo, porque supera el subjetivismo, contrastando las averiguaciones con la comunidad de los científicos. Las reglas de prueba de la verdad, aniquilan los "puntos de vista" individuales. Ahí está su objetividad.

Podemos esquematizar el conocimiento científico en dos elementos esenciales:

- Lenguaje específico para captar la realidad. Es la 1ª sistematización de la experiencia -realidad empírica, una experiencia o realidad experimental-. Está dirigida por una 1ª organización lógica: transformar lo observado en datos significa acuñar conceptos. Los conceptos son las unidades con que se construyen las proposiciones. Es la sistematización de la experiencia (ej.: mamíferos, revuelta, revolución, rebelión, motín, algarada, etc.)

- Lenguaje específico para explicar la realidad que comprende juicios o proposiciones y raciocinio (hipótesis y teorías). Las proposiciones o afirmaciones pueden ser evaluadas por el grado de verdad o probabilidad. Las proposiciones pueden ser la generalización empírica, pronunciarse sobre la naturaleza de los fenómenos, afirmaciones o negaciones acerca de la realidad estudiada. Las hipótesis son proposiciones acompañadas de datos. Las teorías son conjunto de proposiciones, acompañadas de datos o de otras hipótesis adicionales. Las hipótesis son contrastables. En la historia la contrastabilidad empírica, con datos, es indirecta, mediante documentos, testigos indirectos de un acontecimiento histórico9. Se articulan proposiciones para delimitar un fenómeno, una red de relaciones estructurales, en un proceso inteligible y acotable. La teoría debe mostrar cierto tipo de regularidades o leyes a que obedecen los fenómenos. La teoría no trata de esencias, sino de fenómenos observables. La ciencia moderna ha renunciado al conocimiento de las esencias. El resultado es un conocimiento demostrable, nunca definitivo. La teoría es explicación (inductiva, deductiva) que se propone como verdadera, demostrable, contrastable y verificable. La explicación es aclarar o determinar el contenido y el entorno de algún asunto que se presenta vago. La explicación perfecta es cuando se basa en una ley que se aplica al caso. La teoría es la explicación de algún grupo de fenómenos, un conjunto de enunciados sistemáticamente relacionados, que incluye algunas generalizaciones del tipo de ley y que es empíricamente contrastable. Si funciona la hipótesis puede convertirse en teoría. El procedimiento de construir teorías no es lineal sino circular: la observación empírica nos conduce a la teoría y la teoría se contrasta con nuevas observaciones empíricas10. El resultado cognoscitivo final de una teoría es la explicación de los fenómenos y la predicción (positivismo, neopositivismo) de nuevos fenómenos para el futuro.

Los modelos explicativos suelen dividirse en explicación causal (la más perfecta), explicación teleológica (por los propósitos y fines), explicación funcional (función o finalidad), explicación genética (por el origen), explicación sistémica (por la regulación sistémica).

1.2.- Cientificidad historiográfica.-

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1.2.1.- El referente de las Ciencias Naturales.

Tanto el conocimiento científico como el no-científico pertenecen a la cultura, forma empleada por el hombre para insertarse en la realidad. Se creyó que las Ciencias Naturales controlaban la naturaleza. Por analogía Ciencias Sociales debían explicar la evolución de las sociedades, para poder controlar sus cambios. El afán por construir ciencia a toda prisa, sin las cautelas necesarias, nos lleva a construir explicaciones sin rigor (fábula, metafísica, mitos, cosmovisiones, etc.). La Ilustración, recogiendo la revolución científica del siglo XVII, creyó que la universalidad de la razón, la razón, el conocimiento científico, acabarían con las supersticiones, base de los conflictos religiosos y de creencias. La Ilustración construye unos valores, antídoto contra los sistemas ideológicos cerrados y por lo tanto conflictivos: la benevolencia, la tolerancia, la pluralidad de opiniones y valores; en fin, una ética altruista (Adam Smith, Diderot, Rousseau, Condorcet, Hume, Vico, Herder, Kant) contra una ética egoísta (epicúrea: Descartes, Bacon, Hobbes, Grocio, Locke). El consenso o la confrontación serán dos dilemas cosmovisionales.

La razón (universalidad de la razón, racionalidad, la lógica) y la realidad (empirismo) son las guías del conocimiento riguroso, los pilares de la ciencia, tanto de la naturaleza como de la sociedad.

Las Ciencias Sociales pueden adolecer de grandes deficiencias: a: lógicas (confusión conceptual, inferencias inválidas); b: ontológicas (individualismo-atomismo; holismo-colectivismo, sistemismo); c: epistemológicas como el sectorialismo o subjetivismo (constructivismo, relativismo), el apriorismo, el pragmatismo (desdeñan pruebas empíricas, ignoran mecanismos sociales), el irracionalismo (dogmático, comprensión, “verstehen”); d: éticas (“ethos” de la ciencia de Merton, pasar ideología por ciencia).

El reproche más frecuente es que la CC.SS. no poseen leyes; y es falso, pues los hechos se agrupan en clases de equivalencia, en leyes o cuasi-leyes, sobre todo en economía. Los postmodernos no las consideran científicas, pues dicen que la conducta humana es errática y porque la realidad social es construcción inalcanzable. Veremos que no es cierto, pues existen muchos modos de conducta plenamente repetitivos y por lo tanto regulares.

Los presupuestos de la ciencia moderna son revisables. Las leyes o teorías no explican la mayor parte de la compleja y cambiante realidad. El método científico sólo conoce una parte limitada de los objetos. Difícil es conocer objetos en su complejidad. Tanto las Ciencias Naturales como las Ciencias Sociales son saberes limitados y no pueden determinar, explicar y comprender (naturaleza, sociedad) con un grado de certeza y verdad absolutas. ¿Por qué las ciencias están limitadas y no son deterministas? Ambas, Naturales y Sociales reconocen su incapacidad de aprehender el objeto material (física cuántica) o histórico. Sus saberes son parciales, subjetivos (objetivos en cuanto aprehenden el objeto delimitado) y sometidos a constantes revisiones. ¿Cómo es la aprehensión? La experiencia, los hechos, el conocimiento de lo singular sigue la lógica experimental o inductiva (Francis Bacon: 1561-1626: sustituye la lógica apriorística o deductiva de Aristóteles).

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Hobbes (1588-1679) consagró la dicotomía: empirismo (experiencia) y razón (especulación). En historiografía, con poco empirismo, predominó la especulación en historias liberales (Quizot, Tocqueville, Macaulay = el progreso, culmen de la razón), las historias románticas nacionales (volkgeist, espíritu de la nación que se encarna en el Estado: Herder) (Chateaubriand, Lamartine, Michelet, V. Balaguer), idealistas (dialéctica), materialistas (leyes dialécticas), historicistas (idealistas y positivistas: Ranke). Desde Newton (1642-1727) el optimismo inductivo se aplica a todos los enfoques metodológicos (inferencialismo, interpretacionismo, teoría crítica, naturalismo, unificacionismo, causalismo, relevantismo estadístico). Todos coinciden en el “explanandum” (lo que hay que entender o explicar) y difieren en el “explanans”, los elementos relevantes que se seleccionan para la explicación (condiciones previas, intenciones de los actores, intereses, relaciones causales, propiedades relevantes, etc.), Según el causalismo mecanicista (Bunge: 99, 2000), en un fenómeno social se deben especificar los mecanismos (a veces ocultos) que lo generan o determinan (bases causales del fenómeno). Después del drástico relajamiento de las relaciones causales en la física cuántica, el concepto de causa resulta excesivamente problemático. ¿Entender la realidad? O ¿sólo describir o predecir fenómenos? Las explicaciones actuales no siempre tienen valor predictivo y tampoco revelan mecanismos causales en ningún sentido claro. Sin embargo, la explicación tiene la misma estructura lógica para J.S. Mill (XIX), como para Carl G. Hempel (XX), en la biología evolutiva, geofísica, cosmología y CC.SS. Son leyes estadísticas. Algunos no las quieren llamar leyes (P. Winch), sino reglas (convenciones, normas, instituciones, patrones de conducta).

El neoinductivismo de Popper (o falsacionismo) comparte con el empirismo lógica o positivismo lógico o neopositivismo (Círculo de Viena: March, Carnap, Ayer, etc.) supuestos esenciales: que los problemas lógicos son filosóficos y la base empírica (enunciados básicos). La justificación lógica y empírica constituyen la racionalidad, el método científico, que es el proceso racional de aproximación a la verdad (Popper).

La lógica deductiva no tiene valor de descubrimiento, porque las consecuencias deducidas ya estaban implícitas en la premisa mayor. La lógica inductiva es la mayor fuente de nuevos conocimientos, a pesar de los ataques dedicados a la inducción: no se pueden inducir hipótesis universales de un conjunto finito de enunciados observacionales. Los casos favorables observados, divididos por los casos posibles infinitos nos da un cociente cero. Es una probabilidad nula. Por eso Popper ideó la falsación. Basta un caso desfavorable (modus tollens) para falsar una hipótesis. Si no hay falsación la hipótesis demuestra su temple, es corroborada. Para Kuhn, ningún experimento (ni crucial), ningún enunciado básico, ninguna hipótesis falsadora son suficientes para corroborar o falsar una teoría. Se necesita una nueva teoría que false las teorías anteriores. El método inductivo debe ser progresivo, una hipótesis tras otras, según Lakatos.

El método científico, la inducción, sólo nos aporta indeterminación (probabilidad). Las realidades son muy complejas. Diferentes explicaciones (puntos de vista) pueden expresar sus regularidades. Pero estas regularidades o serán complementarias (síntesis) o excluyentes. En este caso, necesariamente, una ha de ser falsa, otra verdadera, o las dos falsas.

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Los pilares de la ciencia están en la razón lógica (deductiva, inductiva) y la existencia de una realidad (realismo) extramental, objeto de estudio. No sólo la realidad empírica, sino la realidad oculta conectada con indicios empíricos. Las variables empíricas son síntomas (para Newton: movimiento, trayectoria de los astros) que manifiestan la existencia de variables ocultas (masa, aceleración, gravitación). Los electrones y las sociedades, aunque invisibles, son elementos de la realidad. La realidad posee valor de objetividad y verdad.

En el núcleo duro de la cientificidad está la búsqueda objetiva y pertinente de hechos (realidad), la rigurosa teorización y las pruebas empíricas, la conexión causal/explicativa y las regularidades legaliformes de los fenómenos. Las hipótesis teorizan los problemas. Los problemas conceptuales o prácticos no pueden aclararse si no se presentan en paquetes o sistemas. Un sistema no es un agregado de elementos independientes.

En las ciencias, naturales o sociales, empleamos conceptos filosóficos como sistema, proceso, estructura, emergencia, teoría, explicación, verificabilidad, verdad, etc. Y en todas las ciencias debemos aplicar las conclusiones de los debates de dos trilemas (individualismo/holismo/sistemismo; racionalismo/empirismo/realismo). Rechazamos los dos primeros elementos de las trilogías por ser reduccionistas; no explican la realidad tal como es. Sólo admitimos la validez del tercer elemento (sistemismo, realismo).

El sistema siempre debe primar sobre el proceso y la estructura sobre la experiencia (de individuos o grupos). No hay dicotomía entre acontecimiento (agentes, experiencia) y estructura. El acontecimiento se encuentra inmerso en una estructura (relaciones), en un proceso (de cambio o de inmovilización), en un sistema social. Somos hijos de nuestro tiempo y espacio, de la historia (proceso) que nos constituye y nos precede, de nuestra posición social (status) y de nuestra socialización primaria y secundaria. Nuestras respuestas y acciones pertenecen al repertorio de cogniciones y acciones que nos son posibles, que no siempre son racionales y reactivas. Nuestras cogniciones y acciones pueden ser fruto de determinismos externos y de disposiciones que hemos internalizado. No se puede descartar lo individual y lo intencional, el acento en la realidad y el peso de los contextos históricos. Presentar acontecimiento estructura como dicotomía insoluble favoreció la incomunicación de lo histórico y lo antropológico. Hay que entender que todo proceso contiene una estructura y toda estructura experimenta procesos. Incluso nos encontramos con macroprocesos (modernización) que encierran varios procesos (industrialización, urbanización, proletarización, secularización, aumento de la participación política).

El realismo crítico o pragmático historiográfico lo encontramos en la historia positivista explicativa, que aplica la cientificidad de las Ciencias Naturales, aunque no cree en las leyes inmutables de la historia. Se rechaza el historicismo, como lo rechazaron sociólogos (Weber, Durkheim), geógrafos (Vidal de la Blanche), historiadores no historicistas (Berr, Simiand). Se debe conjugar teoría con datos. Las hipótesis tratan de establecer regularidades. El historicismo, la acumulación de datos, no es ciencia. El método científico neopositivista o realismo crítico no es determinista (como los “Annales” de M. Bloch, L.

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Febvre, etc.); sustituye lo cierto por lo probable; lo mesurable por la relatividad de la medida. La certidumbre y el universalismo son cuestión de grado. La historiografía, con el apoyo de las CC.SS. y las ciencias formales (matemáticas, lógica) se convierte en ciencia autónoma e interdisciplinaria. Ni auxiliar ni independiente.

Si el núcleo duro es neopositivista debemos prescindir de todas las tendencias antipositivistas (Windelband, Rickert, Droysen, Dilthey, Simmel) y presentistas (Collingwood, R. Aron, J. Dewey, E.H. Marrou, E.H. Carr, P. Veyne, etc.).

El modelo relativo-cuántico de la física (relatividad de Einstein, la mecánica cuántica de Planck) no puede ignorarse en la historiografía. La determinación ha sido sustituida por las predicciones y las estadísticas y se difunde el paradigma de la complejidad. El todo difiere de las partes; una parte jamás puede describir el todo; en cada nivel de complejidad aparecen nuevas propiedades. La naturaleza y la sociedad son sistemas en los que es imposible definir todas las variables independientes en el estado inicial. La evolución de éste es indeterminado. En los modelos matemáticos se emplea un número pequeño de parámetros.

El mundo de la ciencia es confuso y no se pueden discernir fácilmente regularidades o generalizaciones científicas. Sólo en algunas áreas de la astronomía y de la óptica hay regularidades sin excepciones. La historiografía se acomoda al modelo actual de la ciencia. Parte del presupuesto de que es inevitable cierta relatividad epistemológica (el conocimiento de la realidad es parcial, casi nunca generalizable y en constante revisión); no un relativismo radical. No hay conocimiento científico autónomo y definitivo. Todo es construcción social, opinión de una época y un espacio concretos. Aunque su conocimiento es válido y objetivo (se adecua al objeto); y resuelve problemas empíricos. Si están bien planteados y se prueban adecuadamente3.

1.2.2.- La cientificidad historiográfica: positivismo, presentismo.

La actividad científica11 es una práctica que pretende producir conocimiento objetivo de las leyes que rigen la estructuración y funcionamiento de determinado campo de la realidad, natural o social. Existe una unidad epistemológica, para las Ciencias Naturales y las Ciencias Sociales, aunque el objeto sea diferente. El estatus sociológico del investigador es diferente. En las Ciencias Sociales es fácil que intervengan las ideologías. En cambio en las Ciencias Naturales es diferente: son estructuras y procesos no sociales; se trata del dominio de la naturaleza. Las Ciencias Naturales se independizaron de formas ideológicas (teología, filosofía); tratan de producir conocimientos, aunque su aplicación (instrumentación) sea éticamente reprobable (bomba atómica); su construcción teórica no distorsiona la estructura interna científica. En las Ciencias Sociales es distinto. Sus construcciones teóricas deben dar cuenta de estructuras y procesos sociales. Se vinculan a relaciones sociales, a su mantenimiento o transformación (cuestión política o ideología). Ya la elección del objeto, lo social, es discrepante. Para Weber el objeto es la sociedad y la cultura; para el materialismo histórico son los modos de producción. Ambas visiones son reduccionistas, porque unos y otros son parte del objeto social. En el plano epistemológico

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también difieren: para el materialismo histórico hay leyes, para Weber no las hay, sino conceptos muy genéricos (abstracciones), pobres de contenido empírico. Weber no concibe la sociedad como una totalidad estructurada. Una diferencia más entre unas y otras es que las sociales no pueden experimentar y la complejidad de la estructura social dificulta la construcción de generalizaciones. Las Ciencias Sociales facilitan la intromisión de las ideologías y no originan teorías frecuentes y admitidas por la comunidad científica. Para Weber el capitalismo es racionalidad y es positivo; para Marx es negativo por la apropiación de plusvalías. Son patentes las diferentes valoraciones de clase.

Para Bunge12, la historia cada vez es más científica y quizás sea la más científica de las CC.SS. Igual que la Antropología sufre una carencia de teorías generales, precisas y verdaderas. Para Bunge los "Annales" poseen caracteres metodológicos interesantes, como los datos numéricos de poblaciones y la sistematicidad de los sistemas sociales íntegros, no sólo los subsistemas (política, cultura), el ambiente geográfico, la demografía, la economía, las costumbres; el empleo de fuentes de todo tipo (libros de contabilidad, archivos notariales, archivos eclesiásticos, documentos oficiales, utensilios, herramientas). Es mucho más interesante que la historia tradicional (conflictos militares, dinastías, políticos) que sólo recogen una parte elitista de la sociedad global.

La barrera entre Ciencias Naturales y Ciencias Sociales se derrumba en las ciencias biosociológicas, bioeconómicas, en la Antropología. La sociobiología es, sin embargo, incapaz de explicar lo económico, lo político, lo cultural.

Schaff13 habla de dos concepciones de la ciencia de la historia: el positivismo y el presentismo. Esta simplificación está muy superada, pues habría que añadir otros modelos, como los llamados grandes paradigmas (Annales, marxismo, cliometría, funcionalistas, estructuralistas) y los modelos postmodernos, depués del "giro lingüístico". Todos pecan o de excesivo optimismo o excesivo pesimismo de las posibilidades de la historiografía como ciencia. Superados estos pesimismos y optimismos, la ciencia histórica se va habriendo camino, acercándose a la epistemología popperiana, que nos aporta cuál debe ser el núcleo duro de toda ciencia, ni demasiado confiada ni demasiado especulativa ni demasiado escéptica. Sin embargo, será útil insistir en los caracteres que Schaff atribuye al positivismo y el presentismo. El positivismo, encarnado en Ranke, pretende hacer una historia que sea fiel reflejo del pasado. Para él no hay interdependencia entre el sujeto cognoscente y el objeto (res gestae). Pretende sobrepasar los condicionamientos sociales u superar emociones, fobias y predilecciones. El historiador no debe valorar (juzgar) el pasado ni instruir a los contemporáneos (conciencia histórica), debe mostrar las cosas tal como sucedieron ("wie es eigentlich gewesen"). La historia es ciencia empírica, esclarece los puntos oscuros (citas, prueba de cada afirmación), no necesita de la filosofía y debe excluir generalizaciones vagas y prematuras. Su precedente es Humbolt y sus epígonos los "metódicos" franceses, Fustel de Coulanges, Acton, etc. Otros son: Niebuhr, Thierry, Michelet, Taine, Renan (análisis de hechos y síntesis explicativas), Langlois (aislar los hechos para constatarlos y unirlos para comprenderlos). La reflexión teórica era perjudicial y especulativa (filosófica, moralizante). Bastaba reunir hechos bien documentados. El historiador debe colocarse al margen de las pasiones políticas, ideas religiosas, de las armas de combate ideológicas.

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Estas buenas intenciones se contradicen con la realidad. Al fin y al cabo, el positivismo de Comte proponía un proyecto político (dirigir científicamente la sociedad) de orden social, para evitar las revoluciones (lo dinámico de la sociedad era el progreso; lo estático, el orden; progreso dentro del orden). El compromiso social y político (criptometafísica) de Ranke es evidente: en la revolución de Julio de 1848 rechaza la libertad de prensa; apoya a Guillermo contra una Constitución democrática; le merece un juicio positivo el triunfo de la Europa conservadora (1870-1871). Los Estados exigen la elaboración y la difusión de la memoria histórica, memoria macionalista (ideología) que conducirían a Europa a enfrentamientos de barbarie.

Yerra Ranke, sobre todo, porque es imposible prescindir de la filosofía en la reflexión metateórica de la historia.

A la 2ª concepción de la ciencia histórica, Schaff llama presentismo. El presentismo es antipositivista y se puede calificar de una variante del relativismo subjetivista. Piensa que la historia es una proyección del pensamiento e intereses del presente sobre el pasado. Y tiene razón en muchos casos. Pero la ciencia histórica debe desprenderse de tal presupuesto, pues la falsifica. Sus proposiciones se basan en la afirmación de que la relación cognoscitiva (sujeto - objeto) nunca es pasiva. El compromiso del historiador está condicionado socialmente. Sus precedentes estarían, sobre todo, en Herder y Hegel. Para Herder cada pueblo constituye una entidad diferente definida por un "volkgeist. Hegel rechaza el dogma positivista del conocimiento como recepción pasiva y fiel reflejo de los hechos. El historiador trae consigo categorías (puntos de vista). La historia es el presente proyectado en el pasado, por lo que la historia se ha de reescribir (subjetividad) continuamente. La historia sí tiene un sentido, el autodepliegue de la Idea universal, en cada acontecimieno, en cada época, en cada nación. Ranke -panteísta- también pensaba que la historia era una revelación de la divinidad. Para Benedetto Croce el historiador es el creador de la historia (relativismo o subjetivismo radical). Para Collingwood es expresión del pensamiento contemporáneo. El presentismo tuvo éxito en USA, años 30 y 40, con Conyers Read, Charles A. Beard (califica al positivismo de historicismo), Carl Becker (la historia es la proyección del pensamiento contemporáneo en la pantalla del pasado), Ch. M. Destler, el pragmatismo de Jhon Dewey y el funcionalismo de Robinson, para quien la historia debía cumplir la tarea de propiciar reformas liberales. Después de 1945, el papel servil de la ideología de la lucha de clases construyó una historia burguesa y otra proletaria.

Todo presentismo, idealismo o subjetivismo son relativistas e implícitamente hacen imposible la historia científica con valor objetivo. Se olvidan que la realidad histórica existe independiente de lo que hagan o dejen de hacer los historiadores (sujeto cognoscente). El extremo del relativismo es el nihilismo: la realidad y lo social no existen; no hay verdades; solo interpretaciones.

Después de la II Guerra Mundial y la crisis de los grandes paradigmas historiográficos (Annales, marxismo, historia cuantitativa, funcionalismo, estructuralismo), algunos historiadores buscan una salida, ante la duda sobre los criterios de cientificidad de la historia, sin tener que acudir a la filosofía (epistemología). Creen encontrarlo en el

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pragmatismo14, en las prácticas que realizan los historiadores. Parten de un "a priori": no quieren acudir a los criterios de la epistemología. Quieren encontrar los criterios de cientificidad en la autonomía de la historiografía, pues ni los filósofos-epistemólogos se han puesto de acuerdo ni las tendencias interdisciplinares han logrado un lenguaje común a todas las Ciencias Sociales.

Estos pragmtistas parten de unas realidades innegables. Por un lado la sensación de crisis, las dudas generalizadas sobre todo paradigma, el rechazo de los paradigmas de más éxito del pasado (historicismo - positivismo, idealismo - presentismo, marxismo, funcionalismo - estructuralismo). Por otro lado, las cuestiones epistemológicas producen unas disputas interminables sin solución o acuerdos, sobre la verdad, objetividad / subjetividad, realidad / representación, realidad / ficción, relato / argumentación, estructuras / agentes. Por otro, el rechazo de viejas doctrinas (Braudel, Labrouse). Por otro, la frecuente caída en el compromiso político (politización) de la historia: las historias esencialistas (nacionalistas), las historias liberales de la ciudadanía y el progreso, nacionalistas también; las historias marxistas burguesas o proletarias. Por otro, no se acepta la división maniquea de historias tradicionales (buenas, moderadas, precisas, objetivas) y malas (manipuladoras, fantasías izquierdistas). La objetividad de las historias tradicionales es vista como una máscara que oculta posturas políticas conservadoras. Se rechaza el eclecticismo, la producción abundante, pero anárquica, la multiplicación de los temas. Se rechaza el marxismo que cree que la historia económica y social cuantitativas son las únicas científicas, a través de las cuales se puede llegar a explicaciones generales (aunque no leyes) y encontrar relaciones universales. Se rechazan los "Annales" y la larga duración, homogeneizar materiales, con la abstracción de singularidades, contingencias y particularidades ligadas al contexto. Entra en escena la filosofía del discurso (estructuralista), la filosofía crítica de la historia (hermeneútica) y la objetividad de Braudel se tambalea. La "comprensión" del sentido de las acciones prohibe la abstracción del contexto espaciotemporal. Es una quimera buscar relaciones universales. La realidad histórica no está dada (ilusión "empirista"), sino que es construida por el historiador; sólo es posible acceder a ella a través del discurso. Se rehabilita el relato contra la historia-ciencia (crítica de Raymon Aron, Foucault), la subjetividad de los actores contra lo objetivo, la interacción contra la estructura, el acontecimiento singular contra la larga duración.

Se puede sacar alguna enseñanza de las problemáticas planteadas por el pragmatismo: que ninguna ciencia puede renunciar a una epistemología; y ésta es la misma de todas las ciencias, con algunos elementos específicos que afronten los problemas especiales que tiene la historia al no poder observar directamente el pasado, al no disponer de experimentación, al no disponer de un lenguaje matemático ni siquiera un lenguaje propio en todas las CC.SS.

Lo común a todas las ciencias es la epistemología. Ahí está el nucleo duro al que han llegado los pragmatistas estudiando las prácticas que realizan los historiadores y que han tratado de explicar (Febvre, Bloch, Braudel, etc). Todos están de acuerdo en que la ciencia histórica ha de ser empírica (textos, fuentes, restos, indicios) y el rechazo de las generalizaciones filosóficas (metalenguaje). Están de acuerdo que para la producción de

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saber histórico se ha de partir de los problemas, siguiendo por la elaboración de hipótesis, que orienten la investigación empírica. Están de acuerdo en que se han de cumplir unos principios metodológicos, se ha de precisar la conceptuación y que se han de poseer unos criterios de verificación o de falsación. Están de acuerdo en que la objetividad consiste no sólo en procedimientos correctos, en el tratamiento de los hechos no sólo con un procedimiento erudito (miseria del empirismo), sino que ha de buscarse una explicación. Están de acuerdo en la pertinencia de los hechos con la hipótesis.

Los pecados mayores de la historiografía no científica son el anacronismo (presentismo), el etnocentrismo (compromiso social, político o ideológico) y las categorías especulativas, no empíricas. La tarea principal de este trabajo están dirigida a desvelarlos y tratar de evitarlos. El criterio princiapal, se ha repetido con insistencia, es el distanciamiento, esfuerzo intelectual del historiador por alejarse de estos pecados. De igual manera debe el historiador alejarse de las sugerencias postestructuralistas, relativistas, escépticas o nihilistas, que rechazan los principios básicos de las CC.SS., la posibilidad del conocimiento verificable, la posibilidad de acceder al mundo social y la validez del trabajo empírico.

Más allá de la aceptación de la epistemología popperiana, el núcleo duro de toda cientificidad, en la historiografía, este nucleo duro comporta sus propias y específicas dificultades, que tratan de resolverse hoy completando la epistemología historiográfica con escalas de análisis macro (estructurales) y escalas micro (la subjetividad, grupos pequeños, microhistoria, representaciones, etc.), con el análisis del discurso de los textos y la escritura de las historias, con el estatuto de la prueba, con la construcción de los objetos y categorías sociales, con los modos de generalización, con la articulación de los niveles de observación, etc. Conclusiones principales son la aceptación de la tutela de la filosofía en la fundamentación del conocimiento y el lenguaje (epistemología y conceptuación) y la aproximación a las Ciencias Sociales, que nos aportan nuevas perspectivas de los problemas sociales.

La historia debe plantearse desde la perspectiva de la teoría de los sistemas, no como un agregado de disciplinas sin conexión. No se puede describir ni explicar (menos predecir) sin tener en cuenta el sistema. La historia más científica debe centrarse en la trayectoria de los grandes grupos sociales en el curso del tiempo. La historia de un grupo social debe tomar como referente no los individuos sino los sistemas sociales (sistemas de interés). Las regularidades -para Bunge- unas son leyes y otras son reglas o tendencias. En la sociedad actúan 4 subsistemas (biológico, económico, político, cultural). Los "Annales” se interesan por el materialismo sistémico (materialista y realista), pero no son deterministas económicos monocausales (primer motor absoluto, unilateral). Son pluralistas: se pueden iniciar los cambios en unos subsistemas u otros. La historia (sincrónica y diacrónica) debe aprovechar los hallazgos de las CC.SS. sincrónicas (sociología, antropología), que le proporcionan secciones parciales, como tajadas de la compleja gavilla que constituye la historia humana. La historia no debe ser individualista ni globalista (macrohistorias), con sujetos históricos no observables. Son especulativas (intuiciones aventuradas) las concepciones de la sociedad que olvidan los factores ambientales, biológicos, económicos, que exageran el poder de los individuos y de las ideas. Las ideas son un factor más que

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debe considerarse como un hecho histórico de un momento concreto. El mundo real es un sistema o una parte del sistema. Todos los sistemas poseen propiedades (emergentes) de que carecen los componentes. La única forma de entender la formación, mantenimiento y desmantelamiento de un sistema es analizando su composición, el ambiente y la estructura, construyendo un modelo conceptual o teoría del sistema (sistematismo + métodos analíticos). El individualismo metodológico y el globalismo de las macrohistorias sin sujeto son filosofías moribundas.

La cientificidad se distingue del conocimiento vulgar, porque cada ciencia posee un objeto propio; es un conocimiento riguroso extraído de fuentes; la ciencia trata de explicar y comprender; tiene un lenguaje propio (univocidad); produce teorías científicas. Otros rasgos de la ciencia son la objetividad, la actitud crítica, la coherencia, el progreso acumulativo. Para contrarrestar la subjetividad acude al principio de publicidad y crítica, a la capacidad autocorrectiva. Vemos a nuestro lado cómo otras ciencias - física, biología molecular, farmacia, geología, astronomía - van consiguiendo grandes logros. Por lo cual no vamos a caer en la ingenuidad de la imposibilidad del conocimiento (escepticismo radical); pero tampoco caeremos en la arrogancia de creer que nuestro conocimiento científico en la historiografía es absoluto (dogmatismo) e inalterable. La visión científica de la realidad es reduccionista, en el sentido de que las ciencias estudian parcelas de la realidad, no toda la realidad, el todo o totalidad. Ya Galileo abandonó la idea de entender el todo y se dedicó a estudiar los particulares del movimiento. La realidad está ahí fuera de nosotros cognoscentes (realismo), aunque no como nos la da los ojos (realismo ingenuo), sino diferente (realismo crítico).

No se trata de adecuar el método de la historiografía o sociología a la física (física social), como Comte, sino al núcleo duro del método de todas las ciencias empíricas. El núcleo duro consta: 1º) de un saber empírico: sólo lo observable es objeto de las ciencias, dejando de lado todas las especulaciones metafísicas o que no estén en contacto con algo observable; 2º) y un saber racional basado en la lógica (inductiva o deductiva), que construye generalidades -hipótesis o conjeturas, leyes, teorías- basadas en las constantes repetidas y observadas. Los datos observados se agrupan en generalidades (procesos sociales en las Ciencias Sociales) o leyes (Ciencias de la Naturaleza). Las teorías, leyes, hipótesis o generalidades se extraen de lo empírico y se prueban con nuevas contrastaciones empíricas.

La aplicación del núcleo duro de las ciencias empíricas a la historia no es tarea sencilla; entraña grandes dificultades; es un camino estrecho, lleno de escollos.

Dejemos de lado el odioso tema del "fin de la Historia", más bien tema filosófico; dejemos el nihilismo y escepticismo, la posición de aquellos (postmodernistas) que niegan la posibilidad de todo conocimiento. Es cierto que se han evaporado un puñado de certezas básicas, la verdad absoluta, las especulaciones filosóficas sobre la historia, los dos siglos de búsqueda de leyes del desarrollo social. Hoy en día es más creíble la indeterminación de los desarrollos humanos. Hay que resistir el escepticismo, para el que tanto vale el

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conocimiento verdadero como el falso. Dejemos también el nihilismo de los creen que el conocimiento histórico, dada la complejidad del objeto, debe ser considerado como inabarcable e inestricable. Otro escollo es el relativismo y relativización del conocimiento histórico: supone un conjunto de dificultades que hacen el camino más estrecho. No es posible en la historia un conocimiento de modelo galineano (leyes y axiomas matematizados). Tampoco se puede admitir que el conocimiento histórico sean puras construcciones sociales (construccionismo), sin que exista una base real (realismo), algo sucedido en el pasado, que sea posible reconstruir parcial o fragmentariamente. Tampoco el conocimiento histórico es pura literatura o ficción. El conocimiento histórico es conocimiento de un objeto, la realidad histórica o del pasado, aprehendido por una observación fiel. La adecuación del conocimiento con el objeto de la realidad pasada le proporcionan objetividad. No es frecuentemente un conocimiento neutral y avalórico como creía el positivismo, separación radical del cognoscente y el objeto de conocimiento, pero una realidad histórica que se esfuerza con rigor en ser neutral y libre de valores. El positivismo negaba la subjetividad, el velo de la cultura.

El conocimiento histórico de hoy elimina el barniz de las grandes espectativas o grandes paradigmas; es un conocimiento más modesto. Trata de reconstruir parcialmente lo que sucedió y como afectó a los que vivieron el pasado. No se puede eliminar cierta subjetividad, porque todo relato es fruto de la curiosidad de un autor, de sus atributos personales, vivenciales y culturales. Todo conocimiento se origina en la mente, se trasmite mediante representaciones de la realidad, está centrado en el sujeto cognoscente y es artificial. Es muy difícil la investigación neutral. Pero toda esta subjetividad no vulnera la posibilidad de sistemas estables de conocimiento. El pasado puede torcer la mano del que lo estudia. Aunque el pasado, como secuencia de sucesos, ha desaparecido, nos quedan consecuencias reales en el presente: huellas físicas, archivos, anotaciones librescas, que son evidencias o vestigios de un pasado desaparecido. Estas huellas o vestigios nos sirven para reconstruir, interpretar. El historiador es más que un genealogista, cronista o anticuario: busca el significado, la explicación y el sentido de los hechos históricos. Las interpretaciones deben discriminarse y pueden ser contradictorias. Un más profundo estudio, mayor cúmulo de contrastaciones empíricas, dilucidará qué interpretación es más coherente. Interpretación no debe confundirse con "punto de vista" o "perspectiva" (del esclavo o del amo), siempre subjetivas, complementarias y no excluyentes, dependiendo su valor empírico de la precisión y perfección de la observación. Los postmodernos son como un positivismo (conocimiento absoluto) invertido, al negar la total imposibilidad del conocimiento. El sentido común nos habla de la existencia de una realidad objetiva. La historiografía puede verificar, verificación objetiva, la conciencia del flujo del tiempo, incluso de objetos abstractos, como el desarrollo de los estados nacionales, a través de sus concreciones empíricas. La objetividad historiográfica es una objetividad calificada, relación interactiva entre el sujeto que indaga y el objeto externo. Los físicos contrastan por la experimentación; las Ciencias Sociales estudian los fenómenos explicables, la conducta externa de los actores, sus motivaciones, su reacción ante los acontecimientos, las ideas que moldearon su universo social, etc. Es difícil negar los objetos del conocimiento historiográfico, la otredad del pasado, independiente del sujeto cognoscente en el presente. La objetividad no está en cada individuo, sino en el método científico exigente por la crítica intersubjetiva, por la verificación, etc. El núcleo duro del conocimiento científico

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está en la captación de los objetos de estudio por diversos caminos, que son las prácticas científicas, operaciones exigentes del oficio de investigador. Las prácticas o caminos son diversos: filológicas (crítica documental), para descubrir "falsarios" de la historia (crónicas inventadas), paleontológicas (falso hombre de Pittdown), etc.

La ciencia llamada "heroica" (Newton) ignora la historicidad. La ciencia era un discurso ahistórico, universalista y hegemónico en Occidente (poder imperialista). Newton es un valor universal, así como otros logros científicos lo son. Sin embargo, el teísmo de estas épocas, desde el XVII al XIX, quiere anclar el conocimiento en el orden divino. Los humanos -creían- pueden descubrir la verdad absoluta, porque Dios o la Naturaleza la garantizaban. A pesar de la ahistoricidad, los genios científicos de estas épocas, "nada objetivos", pudieron producir verdades objetivas.

Kuhn (1962) introduce la historicidad en la ciencia. Los factores sociales son condicionamientos del conocimiento. Existe ciencia "normal", paradigmas, y revoluciones científicas que cambian el paradigma. Kuhn, sin embargo, no quiso abrir la puerta al relativismo, pues ni propuso cambios en el método ni en el trabajo científico. La historicidad no es relativismo, como creyó Popper. Desde Kuhn, la mención de lo social de la ciencia produjo un retraso del modelo horoico y sus certidumbres, sus exclusivas perspectivas cognitivas del positivismo, neopositivismo o positivismo lógico. Kuhn era realista. El realismo de Popper es metafísico (coraza filosófica del pensamiento racional, objetivo y neutral). No hay una correspondencia ingenua entre mundo empíricamente examinado (objeto) y la mente del hombre de ciencia (sujeto). La objetividad está en las reglas lógicas de la verificación o falsación (realismo metafísico). Por eso, según Popper, toda ideología es impura e irracional (totalitarismos) y, por lo tanto, ajena a los procesos críticos mentales.

La ciencia puede poseer un marco histórico-social y conservar su verosimilitud, en contra del escepticismo de algunos historiadores sociales que ahogan la ciencia en la historicidad. Las verdades acerca del pasado son posibles; no absolutas, sino parciales. Se debe reconocer la dimensión social o ideológica de todo conocimiento. Hay una interacción entre lo social y lo científico. Pero lo objetivo no está en el individuo y su contexto social, sino en la crítica, en la impugnación, la intersubjetividad, en la búsqueda metódica de conocimiento, orientada por objetivos, a pesar de la influencia de intereses sociales, ideologías, convenciones, experiencias.

Los postmodernistas también son relativistas. Al poner en duda la objetividad, encierran ideología conservadora: "todo vale", porque no hay conocimiento objetivo. Las convenciones lingüísticas son su gran caballo de batalla y supone otra gran dificultad en el camino estrecho de la ciencia. Hay que dar "nombre" (conceptos) a los "hechos", es cierto; pero la naturaleza es real y los hechos del pasado, también. Son independientes del lenguaje que se emplee para describirlos o explicarlos. Los objetos de estudio son exteriores a la mente. Los postmodernistas atacan los cimientos del conocimiento científico. Dicen que cada sociedad tiene su régimen de verdad (relativismo) y que no hay verdades fuera de la ideología; que la ciencia sirve a los intereses que buscan la hegemonía política y económica; que los métodos cognitivos no son neutrales, porque son sexistas,

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políticos, ideológicos; que ninguna realidad trasciende el discurso (Foucault, Derrida, Lacan, Barthes, Lyotard y los precedentes de Nietzsche y Heidegger).

Los postmodernistas no se deben confundir con la "modernidad" (modo de vida industrial y urbano) o el postestructuralismo (crítica a los supuestos de la modernidad). Actualmente se está renunciando cada vez más a la perspectiva postmodernista15.

Para obtener conocimiento científico es necesario atenerse a prescripciones o normativas, lo que hay que cumplir, y a prevenciones, lo que se ha de evitar. La máxima prescripción es lo que hemos llamado el núcleo duro de la ciencia: la observación sistematizada y las teorías explicativas de las regularidades que encontramos en la conducta social-histórica. Tanto la observación sistematizada16 como la experimentación son modalidades de una misma actitud ante la realidad: la investigación científica. Las CC.SS. son inaccesibles con frecuencia a la experimentación, por lo que debemos concentrarnos en la observación. La ciencia empieza por la observación. No basta con una simple observación para asegurar el conocimiento científico; debe ser una observación sistematizada (variables independientes, variables extrañas al suceso, su frecuencia, duración, condiciones, dirección). Debe ser una observación objetiva, que evite todo sesgo personal, desviación o distorsión. La elección de los datos relevantes ya supone una hipótesis. Un sistema conceptual es previo o simultáneo a la observación. La observación científica utiliza hipótesis expresas y manifiestas, no implícitas. La observación no es presentar una serie de curiosidades, sino que debe conducir a formular proposiciones generales (regularidades). Las proposiciones se deben validar y comprobar su fiabilidad. Las fases de la observación empiezan por la formulación de una pregunta o problema, sigue la recogida de datos, el análisis e interpretación de los datos observacionales y la prueba de la hipótesis explicativa con nuevas observaciones, en casos paralelos o de otro momento histórico, con las precauciones necesarias por cambio de contexto histórico.

La observación sistemática no es puro empirismo, que cree que los hechos hablan por sí solos. El puro empirismo es como estudiar la parte sin referencia al todo, el hecho sin su significado, el suceso sin causas y consecuencias, la crisis particular sin la situación general. El puro empirismo oculta una hipótesis implícita o inconsciente en la misma selección de los hechos, guiados por algún supuesto no explícito.

Tratar cantidades masivas de datos precisa una hipótesis o teoría que organice tales datos (biología, Ciencias Sociales). Las teorías de la historia no se pueden equiparar a las leyes deterministas de las ciencias de la naturaleza. En la dimensión temporal de la historia existen procesos sociales o regularidades (feudalización, absolutización, burocratización, industrialización, urbanización, etc.) que pueden tener una consideración científica. Piaget 17 distingue cuatro tipos de acontecimientos: 1)determinaciones debidas a desarrollos (desarrollo: evolución regular de transformaciones cualitativas que aseguran una estructuración progresiva); 2)determinaciones debidas a equilibrios sincrónicos; 3)acontecimientos aleatorios; 4)decisiones individuales y colectivas (probabilísticas: según la teoría de los juegos o la teoría de la decisión racional).

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El desarrollo establece leyes (de sucesión, de equilibrio), aísla variables. El historiador más que leyes deterministas descubre los caracteres propios de los procesos. La historia es una mezcla inestricable de determinación y aleatoriedad.

Las explicaciones de la historiografía pueden emplear los mismos métodos de las ciencias: la inducción (John Stuart Mill), la explicación nomológica deductiva (Hempel) o el falsacionismo (Popper). Entramos en el debate de la lógica causal. Las revoluciones se han estudiado seleccionando variables explicativas (lucha de clases, conflictividad interna, sistema internacional de Estados, las élites burguesas, los intelectuales, etc.). Por un método analógico o comparativo de los resultados, se encuentran revoluciones que triunfan, como en Francia, Rusia, China, y que fracasan (Alemania, 1848). Se ha estudiado, siguiendo el método deductivo, desde una teoría (proceso de urbanización), la contrarrevolución de "La Vendée", como una anomalía. Hempel parte de las condiciones antecedentes hasta llegar a los resultados. Jon Elster18 dice que no existen teorías generales operativas en Ciencias Sociales. Sí que se puede conceptualizar una serie de mecanismos causales que sirvan para explicar fenómenos parciales, para entender el engranaje de los fenómenos sociales más complejos. Los mecanismos causales no tienen pretensión de generalidad, no son leyes; incluyen las consecuencias no intencionales, por lo que no entran en la teoría de la acción racional, en la sociobiología (la gente se comporta de manera estereotipada como los animales) o el biologismo u organicismo. Para el organicismo las sociedades son inherentemente estables y el desvío del equilibrio se cancela automáticamente. No es cierto, pues las sociedades son un poco de orden y mucho de desorden. Sin embargo, suelen emplearse frecuentemente metáforas biologistas u organicistas, como nacimiento, muerte, enfermedad, salud, semilla, fruto, etc. La acción humana es producto final de dos filtros: 1º)las restricciones físicas, económicas, legales, culturales o mentales, psicológicas y 2º)los mecanismos causales que determinan la acción (la elección racional, las restricciones o normas sociales y culturales).

En la historiografía igual que en las otras ciencias empíricas nos encontramos con los problemas epistemológicos del realismo, la objetividad, el escepticismo, el relativismo y subjetivismo. Nos colocamos en una posición intermedia del realismo práctico, que está en contra de la defensa de una objetividad absoluta y toda forma de subjetivismo. La objetividad absoluta fue defendida por tres formas de absolutismo: el basado en el historicismo de Ranke y el positivismo; el basado en el progreso imparable (marxismo, "Annales", cliometría o teoría de la modernización); y el basado en dogmas del nacionalismo (historias nacionales ideologizadas). La religión había sido sustituida por las matrices de la verdad, el progreso y la nación. Por el primer absolutismo, historicista y positivista, guiados por la ciencia heroica de Newton, se creía poder contar las cosas tal como sucedieron (Ranke). Por el 2º absolutismo se pretendía encontrar las leyes secuenciales del progreso humano, un proceso dirigido por una mano invisible: historia "whig", marxismo, Annales, teoría de la modernización. El fallo de los tres absolutismos es construir unas historias no como han sido, sino como se quisiera que hubieran sido. Los nacionalismos construyen unas historias con un sujeto histórico totalizador y reduccionista; y éste y los otros absolutismos se olvidan de los que no tienen un papel de élites en la historia: las minorías, las víctimas del progreso y los fracasos nacionales. Todos los absolutismos se atienen a la evidencia documental, pero las interpretaciones (las teorías

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impregnan la recolección de datos) son totalmente falsas por especulativas y reduccionistas. Los absolutismos historiográficos han ido cayendo a partir de los años de 1960 en todas partes.

Por otro lado están todas las formas de subjetividad19 (escepticismo, relativismo, postmodernismo), que se convierte en un nuevo absolutismo fundado en el relativismo. Para el escepticismo las historias son artificios intelectuales o discursos, acrobacias verbales (lenguaje), construcciones sociales. Para los postmodernistas el conocimiento es arbitrariedad, no sale de sus sistemas cerrados de comunicación, es fabulación literaria como la poesía o la novela, lo que se comprueba en la "deconstrucción" de tal conocimiento.

Nuestra postura está en rechazar que exista la imparcialidad absoluta como que el conocimiento sea una construcción arbitraria. Es la postura del realismo práctico. El realismo práctico está en consonancia con una objetividad reformada. El mundo de la ciencia está separado del lenguaje, pero éste es imprescindible para la explicación. La significación de las palabras no está en la mente ni capta la realidad plena. Las convenciones lingüísticas son la respuesta verbal a la percepción de las cosas (objetos) que están fuera de la mente. La estructura gramatical es un artificio lingüístico, pero significativo. Los significados nacen de la interacción de la mente con el mundo de los objetos. Las palabras articulan el contacto de la mente con el objeto. Los vocablos no son arbitrarias herramientas, sino que cumplen el propósito de buscar la verdad. No hay correspondencia fotográfica entre las palabras y los objetos. Las palabras conceptualizan la relación del mundo con el investigador. Por un lado están los registros del pasado (documentos) y por otro, su interpretación. Ambos están separados por un abismo. El pasado se parece vagamente a lo que de él dicen los historiadores. De ahí la imprecisión e imperfección de los relatos históricos. De ahí la búsqueda de precisión y completud. De la atención rigurosa a los detalles de las fuentes nace una interpretación imaginativa, pero no desbocada. Los hechos necesitan de las convenciones del lenguaje para ser interpretados. Las palabras proporcionan una descripción razonablemente veraz. El objeto del pensamiento, en un juicio verdadero, es la realidad. El historiador trata de un mundo desaparecido que trata de reconstruir a través de restos, indicios, huellas. Los historiadores tienen un compromiso con la ciencia; no se pueden divorciar de ella y deben compartir su historia y los problemas epistemológicos. Las Ciencias Naturales son impermeables al escepticismo. No así las Ciencias Sociales. Los historiadores, sociólogos y economistas son incapaces de aislar todas las variables que componen los objetos de investigación, porque son sistemas muy complejos. La historia se concentra en aquellas variables que considera más relevantes. Todo lo dicho afecta a la objetividad de la historia. No se puede olvidar la subjetividad del autor: todo relato es fruto de la curiosidad de un individuo particular y cobra forma bajo la influencia de atributos personales y culturales. Como todo conocimiento se origina en la mente y se transmite mediante representaciones de la realidad, todo conocimiento está centrado en el sujeto y es artificial. La objetividad tiene que tener en cuenta la dificultad de una investigación neutral y aceptar que el saber científico involucra una controversia permanente de los investigadores. Pero esto no vulnera la viabilidad de sistemas estables de conocimiento. En el presente perduran las huellas visibles del pasado, materiales que el historiador transforma en evidencias. Las

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huellas del pasado no hablan por sí mismas, hay que interrogarlas, interpretarlas. El contexto social y cultural impone normas de procedimiento, fronteras y límites a las afirmaciones que se pueden hacer sobre los hechos y límites al rango de las interpretaciones. Las interpretaciones diferentes pueden ser, o no, incompatibles o excluirse mutuamente. Podrían armonizarse con prolongados debates. Las interpretaciones no son perspectivas o puntos de vista. Las perspectivas se complementan. La validez de una reconstrucción depende de la precisión y perfección de las observaciones, no de la perspectiva. La objetividad pertenece al objeto. El historiador no es un genealogista, anticuario o cronista -diferentes perspectivas-, sino mucho más: busca significado, explicación, sentido. La historiografía admite la existencia de una realidad objetiva pasada y su verificación. Admitiendo los elementos innegables de subjetividad (los positivistas los negaron), artificialidad y subordinación al lenguaje, la objetividad histórica es una relación interactiva del sujeto que indaga y un objeto externo. Cualquier estándar de objetividad debe estar centrado en esta relación. La validez de esta objetividad proviene más de la convicción que de la prueba.

Destaquemos que en las prescripciones sobre el objeto el realismo práctico admite que el lenguaje, los conceptos, articulan la realidad. Los conceptos no son una arbitraria herramienta en la búsqueda de la verdad. Se descarta la correspondencia (espejo que refleja el objeto) entre lo que está en la mente (investigador) y lo que está fuera (mundo real). El ayer está desvanecido, pero el pasado de los pueblos perdura en los documentos, palabras que llegan al investigador. El rigor en el tratamiento de las fuentes nos proporciona proposiciones imaginativas (hechos más interpretación), fieles al pasado. Contra los que dicen que todo es construcción está la coherencia narrativa, el análisis causal, contextualización social. ¿Es imposible la objetividad? El historiador debe producir una explicación lo más objetiva posible, libre de ideología, sociocentrismo (euro, etno, antropo), anacronismo (presentismo).

Superando los escollos del escepticismo, del relativismo, del postmodernismo, el conocimiento científico historiográfico significa un compromiso con la verdad (no verdades absolutas, sino relativas y parciales), verdades objetivas y realismo. Son rechazadas las provocaciones contra la objetividad, la causalidad, las estructuras.

Hablemos de las estructuras. Entendemos por estructura la red de relaciones de los elementos o factores del sistema social. La microhistoria -una de las tendencias actuales- adquiere sentido en la macrohistoria de las estructuras y procesos sociales. El lenguaje y la cultura -otra de las tendencias actuales- es una prioridad; son determinantes (mejor condicionantes) importantes. Los humanos fabrican estructuras normativas que limitan la acción y luego fabrican sistemas de conocimiento que derogan o desvanecen esas estructuras normativas. La acción individual y de los grupos siempre se desarrolla en el seno de estructuras poderosas y resistentes, instituciones, culturas. La nación y la identidad colectiva son una estructura de lo más importante. Las estructuras no son objetivas, son convenciones, pero no son arbitrarias, son construcciones mentales que nos ordenan una realidad por sí misma desordenada. Las evidencias (la erudición no basta) deben reposar en un diseño para ser incorporadas en la estructura, una estructura de significado. La nación (comunidad imaginada), y su concreción en la identidad nacional (pertenencia a una

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sociedad), es una estructura. La visibilidad o invisibilidad de la nación refleja una red compleja de prácticas y creencias que estructuran la realidad social. La historiografía nos habla de vastas e invisibles estructuras que canalizan los procesos de cambio, regularidades que monitorizan la acción social. Marx, Weber, Durkheim buscan estructuras, red de sistemas, marcos abarcadores para la miríada de hechos aislados. Aunque algunos historiadores rechazan hablar de causas en la explicación científica, si se emplean deben entenderse como factores o mecanismos causales. Lo que sí se rechaza es el reduccionismo causal, sea material (económico), sea social, sea cultural, sea ideológico, etc. Los factores -variables independientes o dependientes- son muy numerosos. Las estructuras, procesos y sistemas interactuantes de causación son una herramienta poderosa para estudiar la acción social. No es posible explicarse la acción humana sin organizar la realidad. Conceptos o estructuras como nación, cultura, clase, etnia, educación, economía, complejidad son imprescindibles para organizar hechos aislados. Las explicaciones causales no son plenamente satisfactorias. Sin embargo, es necesario un vocabulario conceptual de estructuras y causación. La acción humana siempre se realiza en el seno de estructuras institucionales y culturales poderosas e invisibles. Los historiadores deben recrear las estructuras sociales para interpretar la acción humana descrita en los archivos. Ignorar la canalización y el modelamiento producido por las estructuras sería abandonar el esfuerzo de reconstruir la realidad. Las estructuras confinan y dirigen lo que se piensa y actúa. Las estructuras no determinan, pero limitan las opciones y ellas mismas son influidas por las fuerzas del cambio.

La historia social no es capaz de entender20 el significado cultural objetivo de las estructuras y su papel en los procesos sociales. La historia social es una aproximación, valoración y comprensión de los procesos, estructuras, continuidades y experiencias históricas; trata de conocer estructuras, relaciones de clase, relaciones de producción y de autoridad. Las relaciones se encuentran a través de significados culturales y práctica social, los componentes mudables y cambiantes dentro de ciertas conductas y experiencias de personas concretas, de grupos, clases, culturas y maneras de vivir. Las relaciones se ponen de manifiesto en la dinámica de la práctica social. La sociedad no es sólo la combinación de dimensiones, factores y subsistemas del proceso histórico. La cultura interviene en la concreción cultural y la generación de estructuras y conductas. Un defecto de los "Annales" en el análisis de las estructuras es considerarlas estáticas y cerradas; y como un factor central dinámico y formativo de relaciones cotidianas, sociales, económicas y políticas. Es el mismo defecto de la Antropología inglesa y francesa, años 60 y 70. Mejor deberían emplearse otras categorías como las prácticas (valores: percepciones y significados), el hábito (necesidades humanas generales), la estrategia (manipulación), que intervienen en una eterna reconstrucción y transformación de la sociedad, como la comunidad moral y los sistemas de valor institucionalizados en las familias. Se debe superar la dicotomía falsa de los factores objetivos, materiales, estructurales, institucionales, y factores subjetivos, culturales, simbólicos, emocionales. Incluso el concepto de individuo y persona es erróneo. Es falso que la persona sea un universo único, motivacional y cognitivo (conciencia, emoción, juicio, acción) opuesto al ambiente social, contexto, experiencia de los otros. El individuo es públicamente producido y significado por medio de un juego recíproco, asimétrico, de relaciones sociales dentro de contradicciones y conflictos (dentro de procesos sociales), connotaciones, valores y símbolos de una cultura, una clase, un grupo.

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Es erróneo pensar que el sujeto se construye en un campo neutral, en condiciones de igualdad de capacidades y oportunidades, en una lucha de significados. La reciprocidad, la dependencia, la resistencia no están dadas por las estructuras; se construyen en la lucha de individuos, grupos, clases, culturas. El pensamiento en medida escasa -prácticamente nula- es pensamiento individual. Procede de la socialización. Tampoco es una teoría del conocimiento aceptable que el pensamiento sea un mero reflejo de la sociedad.

La historicidad en la ciencia (1962) y la historia social han subvertido la idea ingenua (Ilustración) de que el individuo seguro y emprendedor construye el capitalismo, el progreso, la naturaleza humana, los derechos humanos, las constituciones políticas, fundadas en la libertad y la igualdad. Hasta Newton y Darwin se encontraron inmersos en intereses religiosos, sociales y políticos, en el contexto social de grupos determinados. El individuo aislado no es el sujeto de la historia (Ilustración, Revolución Francesa), como tampoco lo son las naciones (historicismo, romanticismo). Son los grupos socializadores de los individuos y los movilizadores de los cambios sociales y políticos. El individualismo es ilusorio y la nación, también, como motores de la historia. La realidad social está en los individuos integrados en grupos (élites) y los grupos dispares que diversifican las naciones. Ni las clases sociales son los principales agentes sociales, si no están movilizadas por las élites de vanguardia.

En el sistema social la acción no la realiza todo el sistema en bloque. Los individuos sistematizan su conducta a través de los grupos. El pionero solitario con su Dios, propio de la historia heroica americana, sólo encaja en una visión individualista, no de grupos, de una historia historicista. Entre el individuo y las estructuras aparecen los grupos. La sociedad crea en el individuo una identidad grupal; o más bien, es obra de la socialización grupal. Las evidencias empíricas se encuentran en la acción de los grupos. No son sujetos históricos significativos el progreso (historia whig) o el subsistema económico, sino los grupos. Tampoco es un agente histórico la universalidad de los rasgos humanos, las pulsiones conductuales universales, ni la naturaleza humana (suposición tradicional) motiva o es móvil de la acción. Los individuos son miembros de una cultura (matriz de significado) que socializa en grupos, con ideas, valores y modos de vida diferenciados. La Ilustración creía que las luchas libertarias universales eran las responsables de los cambios históricos. La hostilidad racial (ideas, valores) interiorizada por ciertos grupos elitistas era el principal ingrediente de la segregación en USA y de la ausencia de los excluidos en el relato de una historia nacional heroica. La esclavitud, los negros, las mujeres y los indios fueron olvidados. Todas las historias nacionales tienen sus esclavos e indios que olvidar. Las culturas forman y dan sentido a la vida de los ciudadanos. En las sociedades complejas, la cultura otorga valores, motivaciones, a los grupos diversificados para su acción. Los grupos como sujeto histórico han sido rescatados de las metahistorias de progreso: los grupos olvidados por las historiografías épicas y heroicas donde sólo actuaban las élites (políticas, económicas, sociales, culturales, intelectuales). La memoria histórica modela el entendimiento del pasado. Los censores y guardianes de la identidad controlan el cerrojo de lo que es correcto que se incluya en la memoria y lo que no lo es. ¿Qué experiencias hay que olvidar? ¿En beneficio de qué grupo? ¿Para forjar qué identidad? Los historiadores objetivos aportan información que lesiona la imagen complaciente de la nación, chocan con los censores, tropiezan con la presión grupal (iconografía complaciente), corroen la

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supuesta cohesión social. La narrativa grandiosa suele ser producto de estratos acomodados y reducidos (élites), beneficiarios de los éxitos económicos de los grandes trusts, aunque se olviden de sus propias víctimas (pobres, perseguidos, los perjudicados por los altibajos de los ciclos económicos).

En conclusión, es cierto que ciertas formas de conocimiento son inventadas por seres humanos atrapados en el tiempo, poderosamente influidos por el universo social que les rodea. Situar el conocimiento en su tiempo (interacción social) no niega la posibilidad de obtener verdad. Que la ciencia tenga una historia no significa que la verdad haya desaparecido.

Que el conocimiento se expresa en lenguaje (nombrar "hechos"), no contradice enunciar verdades. Con independencia del lenguaje la naturaleza sigue siendo real; está fuera y se comporta de manera predecible. La ciencia (no la ciencia heroica, sino la social) sigue siendo el centro de la empresa del conocer; la ciencia es razonar sobre los objetos exteriores a la mente, reconociendo la dimensión social e ideológica influyente y contaminante. El historiador construye un texto, ilusión de la verosimilitud de los hechos, que produce efecto-verdad; pero tiene alguna semejanza con la realidad pasada. El historiador no captura fielmente el ayer, pero lo trata con coherencia narrativa, análisis causal, contextualización social. Tampoco se puede olvidar que la realidad social es construida culturalmente, en forma de discurso. Las construcciones parciales de cómo ha operado el pasado hacen imposible una completa objetividad, la más completa explicación causal, pero se trata de intentar la mayor objetividad posible.

No todo es negativo en el postmodernismo. El énfasis en la cultura ha socavado el marxismo y ha puesto en duda la jerarquía de las categorías históricas (demografía, economía, estructura, política, lo intelectual y lo cultural). Pero debemos rechazar todo determinismo lingüístico, reducir el mundo social a lenguaje y reducir el contexto a texto.

El paradigma de las Ciencias Sociales con respecto a las Ciencias Naturales se nutre de afirmaciones negativas21; no es verificable; la permanencia o regularidad de los hechos no implica predicción; tampoco el inducir es predicción, porque un estado de cosas o la posibilidad de cambio no implica la posibilidad de predicción; la aplicabilidad no es rigurosa; los objetos sociales son sistemas y no están regidos por leyes.

El núcleo duro de la cientificidad nos lo manifiestan también otras ciencias empíricas que no son experimentales como la astronomía, la geología y la arqueología. Las tres estudian el pasado, como la historia, y el pasado no se puede repetir por la experimentación. La astronomía se basa en una observación constante y exigente, por medio de radares y telescopios, observación cada vez más sofisticada22, construcción de hipótesis, nuevas observaciones para contrastar las hipótesis (un contraejemplo falsifica la hipótesis) y la constante revisión de observaciones e hipótesis. Otro ejemplo de ciencia empírica y no experimental es la geología y la construcción de modelos23. Durante 50 años (en 1911 no se acepta el modelo de Wegener; en 1960, sí) se enfrentan el modelo "contraccionista" y el modelo "movilista" de Wegener. Este último es la teoría de las placas hoy en vigor. La arqueología se fundamenta en vestigios, igual que la historia (la

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arqueología y la prehistoria se confunden en los comienzos de la historia): de los vestigios se inducen teorías que se deben contrastar o corroborar con nuevas observaciones. En resumidas cuentas, toda ciencia debe buscar la objetividad (que el investigador no interfiera subjetivamente lo observado) de las observaciones e inteligibilidad o racionalidad de inducciones y deducciones(la realidad puede ser comprendida y explicada).

El núcleo duro de la ciencia exige atenerse a lo observado y abandonar macroconceptos que no sean visibles y observables en sus manifestaciones (cultura, sociedad, comunidad, institución, interés, orden social, cambio, conflicto, control social, progreso, etc.). Los metarrelatos son teorías sin pruebas, sólo intuiciones arriesgadas. La teoría de la modernización o la tendencia de los países occidentales a tal modernización quizás puede explicarse por muchos factores y hasta alguien podría aplicar el evolucionismo y el éxito reproductivo: los logros económicos son un éxito a imitar por los países como condición previa a la estabilidad social y política.

Mantenemos el valor explicativo del término estructuras y valor metodológico del análisis estructural, dentro del enfoque o teoría general de los sistemas.

También se debe abandonar la búsqueda del sentido general de la historia (no, por qué o por que motivo se ha realizado una acción), pues tampoco tiene sentido en la teoría de la evolución, que se realiza al azar.

Abandonamos también el escepticismo insano que duda de todo conocimiento, tanto el nihilista, como el refugio en la erudición sin teorías. Igualmente abandonamos el escepticismo postmodernista, que defiende la pluralidad de racionalidades, como si la especie humana fuera especies diferentes.

Para Jesús Mosterín24 el núcleo duro de la ciencia es inductivo, ir de lo particular a lo general, recoger datos y formular hipótesis (construir conceptos bien delimitados, registrar datos, sistematizarlos, formular hipótesis susceptibles de contratación empírica, definir criterios y reglas metodológicas que orienten la investigación, expresar conjeturas de conexiones causales, poner a prueba las formulaciones con el estudio de casos de diferentes épocas y disciplinas). Un declarado empirismo (realismo práctico) nos debe amarrar a lo observado tanto para hipótesis, explicaciones, como contrastaciones. Las teorías sólo son conjeturas revisables y, en último término, la cientificidad está en una sociedad abierta a la crítica y a la discusión comunitaria, que tiene la última palabra.

¿Qué nos dicen otras ciencias sociales sobre la cientificidad histórica? Veamos la sociología25, la antropología26 y la arqueología27, sobre todo en lo que hemos llamado núcleo duro de la cientificidad. Estas Ciencias Sociales tienen los mismos problemas epistemológicos que la historiografía. La sociología es una ciencia que no reproduce con fidelidad lo que es la sociedad; sí puede elaborar esquemas o modelos que nos orientan en ella; es un modo de generar enunciados sobre el mundo y contrastar su verdad. La metodología neopositivista, una ortodoxia más o menos popperiana de la ciencia unificada, ha sido minada desde Kuhn: ni la reproductividad de las observaciones de los datos empíricos, ni las teorías se deducen ineluctablemente de las observaciones ni los niveles de

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comprobación son seguros. Caen desde los años 60 los paradigmas estructurales, funcionalistas y marxistas. Éste no consigue ni una teoría de las clases ni de la conciencia de clase ni de la superestructura del estado. A partir de aquí proliferan las teorías: postmodernos, microsociología, macrosociología, interaccionismo simbólico (Herber Blumer), etnometodología (Hardel Garfinkel), fenomenólogos, construccionismo social (Berger-Luckman), tradición conflictivista, sociología subjetivista, conductismo. Para éste, las Ciencias Sociales sólo han de tratar de la conducta observable y deben evitar la referencia a estados mentales (mentalidades). Postura desmedida, pues sí es posible llegar a lo mental a través de los textos (intelectuales, ideas, ideologías).

La Sociología está atrapada en el dilema positivista (erklären) y el modelo ideal-cultural (verstehen) (sociología comprensiva cultural histórica). La sociología duda entre entre la ciencia nomotética (Hempel: la lógica de las leyes, las condiciones iniciales y las regularidades o persistencias probables). También duda por su objeto, entre la acción racional (intencional) y las consecuencias no intencionales o lógica inconsciente de la sociedad. Por ejemplo, nadie quiso el capitalismo, pero vino y en ello contribuyeron las tecnologías, el comercio, las finanzas, la alianza de la burguesía y la Corona, los beneficios, la competencia, la ética protestante, etc. El tema de la reflexividad demuestra que la observación es modificada por las predicciones: las encuestas modifican la conducta de los actores.

La sociedad está traspasada de regularidades conscientes o inconscientes; la vida social no es una conducta caótica; pero no son leyes sino generalizaciones enpíricas de ámbito restringido: determinado tipo de actores en determinadas situaciones tenderán a comportarse de cierto modo; son, pues, tendencias. Hay correlaciones objetivas entre fenómenos (ciudad - comercio, ética protestante - capitalismo). Las generalizaciones sociales son sistemas de acciones típicas resultado de una compleja mediación social. Si antes dominaba un orden divino, a partir del advenimiento de la burguesía se construye un orden natural o social movido por el progreso, divinizado por el liberalismo, secularización del orden de la providencia. Situaciones generalizadas guían conductas pautadas y coacciones estructurales.

En la Antropología nos encontramos con los mismos problemas que en las ciencias duras o las CC.SS. Las aportaciones de Popper, Kuhn, Lakatos, Feyerabend, Harris (materialismo cultural) han influido poderosamente. En los enfoques recientes están influyendo la cibernética, la teoría de la comunicación (input, output), la teoría de los juegos. Aunque el enfoque más fructífero, que recoge aportaciones válidas de teorías anteriores (positivismo, marxismo, funcionalismo, estructuralismo), es la teoría general de los sistemas de Bertalanffy : análisis de los elementos o partes del sistema, la red de relaciones (estructura), la deducción de una relaciones de otras. En los cambios de estado, se tiene en cuenta los dispositivos homeostáticos (equilibrio) y la evolución (cambios a largo plazo, irreversibles).

Las explicaciones en sociología pueden ser, también, deterministas, probabilísticas, nomológicas - deductivas, inductivas, genéticas, funcionales o teleológicas-. Las generalizaciones inductivas descubren las uniformidades en la aparente diversidad. El

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funcionalismo es de dudoso valor sobre todo en el postulado de la unidad funcional de la sociedad.

Las teorías sociológicas son poco realistas: tanto la concepción estructuralista (atribuir a un conjunto una estructura) como la positivista (sistema de enunciados, términos observaciones y términos teóricos). La ciencia actual ha abandonado la distinción entre términos observacionales y teóricos, pues todos están cargados de teoría, de experiencia, de preconcepciones. Las teorías son aproximaciones (idealizaciones, abstracciones, simplificaciones, ficciones).

Las dificultades de las teorías sociológicas son claras: en las predicciones o retrodicciones; en el método cuantitativo por su complejidad y subjetivismo (empatía o verstehen); en la imposibilidad de la repetición experimental, porque las predicciones modifican el contexto; en las dificultades en la contrastación; en la ideología del investigador (compromiso inconsciente). La filosofía de la ciencia está cerca del relativismo cultural: ni certeza ni escepticismo, sino explicaciones provisionales. La ciencia no debe, ni puede, reproducir la realidad; es una simplificación explicativa.

La Arqueología como ciencia social no difiere de otras ciencias. Todo lo empíricamente observable puede ser tratado científicamente. El comportamiento humano actual es empíricamente observable y el del pasado a través de restos culturales. La dificultad está en la variabilidad individual y colectiva y en la adaptabilidad. La cultura tiene un efecto amortiguador y suavizador de la multiplicidad individual. El comportamiento aprendido a través de la cultura y los grupos es un mecanismo adaptativo de gran eficacia. La Arqueología a través de datos puede organizar en regularidades hipotéticas de procesos culturales. Los datos sirven para contrastar y confirmar generalizaciones. La Arqueología no tiene leyes propias agrupadas en teorías numerosas confirmadas. Es una ciencia ecléctica pues usa leyes de la sociología y la antropología. Es una ciencia empírica comparativa dirigida a objetivos nomotéticos o generalizaciones. Hay generalizaciones ya cuando empleamos términos generalizadores (revolución, rebelión, cambio cultural, etc.). La Arqueología emplea tanto la lógica inductiva como la deductiva. Desde una generalización se explica (deducción) lo particular. Las hipótesis (proposiciones no confirmadas, pero contrastables) formuladas tentativamente se han de comprobar empíricamente mediante fórmulas deductivas. De una hipótesis se deducen aserciones que describen acontecimientos particulares, viendo después si esas aserciones deducidas describen efectivamente el estado real de acontecimientos particulares. Si ocurre un acontecimiento, un acontecimiento de otra clase ocurrirá también. De ser así, la hipótesis queda provisionalmente confirmada.

La inferencia inductiva parte de observaciones de casos particulares, a través de los cuales se llega a la generalización. En "X" casos observados, siempre que "A" ocurre, también es acompañada por "B" y en similares circunstancias. La inducción nos muestra una probabilidad, más o menos alta. Sólo un caso en contra produce la falsación (Popper).

Desde Edmund Burke (1729-1797) la historia es considerada como ciencia. Ha existido una disputa verbalista sobre su cientificidad. Es cierto que la historiografía es escasamente

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formal o cuantificable como lo son las ciencias de la Naturaleza. Piaget la consideraba como un humanismo descriptivista, narración literaria o disciplina explicativa. Hoy se ha zanjado la cuestión, al menos en los aspectos más radicales. La historiografía es una práctica de investigación en el mismo plano de las Ciencias Sociales. No es una ciencia dura; pero sí lo es en las prácticas de tipo científico, como método y conocimiento científico. Las Ciencias Sociales tienen un diferente status metodológico. Y la historiografía está en los niveles bajos por el grado insuficiente de madurez metodológica y formal. No vale escudarse en que la física, hoy, habla de relativismo, de "principio de incertidumbre", de certezas probabilísticas, para relativizar todas las ciencias. La diferencia está en el grado en que pueden establecerse pruebas. Las Ciencias de la Naturaleza pueden experimentar. La historiografía, no. Tampoco la geología y la astronomía. Las Ciencias de la Naturaleza descubren leyes. La historiografía no es predictiva, pero sí puede establecer generalizaciones de procesos y largos contextos. La historiografía no es un conocimiento seguro.

Niegan la cientificidad de la historiografía P. Veyne, F. Furet, G. Duby, G. Elton, I. Berlin. Elton la considera un tipo "sui generis" de conocimiento. Para I. Berlin, la ciencia es el conocimiento de fenómenos homólogos; la historia, de fenómenos heterogéneos. La historiografía no podría superar el nivel del conocimiento común. No puede hacerse ciencia del devenir humano que es irrepetible. Lo repetible son las leyes. Algunos no niegan una ciencia del hombre, pero sí de la historia. Para Piaget la historia sería el análisis en el tiempo de los fenómenos categorizados por las Ciencias Sociales. La historia no puede ser nomotética. Popper, T. Parsons y la teoría lingüística son desfavorables a considerar la historia dentro de las Ciencias Sociales. Para los antipositivistas nunca el comportamiento es generalizable como ley (Hughes, Winch, Searle, Habermas).

Tampoco hacen ningún favor a la historiografía como ciencia los que apoyan un proyecto idealista, con su propia lógica (Croce, Collingwood y algunos sectores de la filosofía analítica y de la crítica literaria). Las escuelas históricas (historicismo, escuela metódica-documental, la hermenéutica alemana, los Annales, la cliometría, la ciencia social histórica), además de otras escuelas no específicamente históricas (positivismo, marxismo, Weber, neopositivismo, sociología histórica, el estructuralismo de Antony Giddens), sí consideran la historiografía como ciencia social. Para la escuela de los Annales la ciencia histórica se contrapone a la mera descripción de acontecimientos (évènementielle). Febvre no habló de ciencia histórica, sino de práctica científica. Para la cliometría (Fogel), la única cientificidad está en la cuantificación. Los anglosajones, sin caer en los determinismos de la cliometría económica, no aceptan la dicotomía de prácticas científico-sociales y prácticas humanística y combinan métodos de ciencia social (problemas, hipótesis, métodos cuantitativos) y humanísticos (secuencial-narrativos) (C. Tilly, D. Landes). Pertenecen a la ciencia social histórica, identificada con la sociología, pero no subordinada. Su eje es la historia social en el largo plazo, donde empirismo, cuantificación, análisis teórico adquiere un equilibrio. En Alemania es la escuela de Bielefeld (Wehler, Kosselleck, Kocka), que entronca con Marx y Weber. El marxismo quiere construir una ciencia de la historia (Pierre Vilar: "ciencia en construcción"), pero es proclive a los dogmatismos. El neopositivismo quiere que la historia sea una ciencia nomotética, no una ciencia idiográfica. Viene de la filosofía

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alemana de tradición neokantiana [ciencias nomotéticas = leyes y explicación (erklären) contra ciencias ideográficas, de lo singular o comprensión (verstehen)].

El conocimiento histórico es científico como práctica científica, pero posee particularidades, porque su objeto es diferente al de otras ciencias. No puede predecir comportamientos futuros, aunque sí explicarlos, porque no hay leyes del sentido del cambio histórico. ¿Está encerrado en la singularidad? No, pues cualquier investigación socio-histórica hace uso de generalizaciones. Los tipos de fenómenos históricos son repetibles, poseen regularidades, como los tipos ideales de Max Weber. El trabajo histórico riguroso es una práctica científica, con intentos de generalización (marxismo, teoría general de los sistemas). Las prácticas científicas no son arbitrarias, meramente empíricas. El rigor metodológico está en las explicaciones demostrables, intersubjetivas, contextualizadas, procedimientos lógicos conocidos, aprobados y explícitos.

Los grandes problemas epistemológicos están en la globalidad, movimiento de todas las instancias de la actividad humana, un sistema de complejidad creciente; y está en la temporalidad, porque la historia es un proceso, movimiento y cambio. Más bien, la historia es discontinuidades y rupturas estructurales y de las prácticas humanas.

La historiografía es un conocimiento específico de la práctica científico-social, con fundamentaciones particulares.

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