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1 La Gente Feliz pide perdón y perdona. Liliana García Padilla. Registro SEP INDAUTOR No. 03-2008-031311500500-01.

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La Gente Feliz pide perdón y perdona.

Liliana García Padilla.

Registro SEP INDAUTOR No. 03-2008-031311500500-01.

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Tengo motivos…

• Para cerrar las heridas en el alma

• Para sanar mi corazón

• Para continuar con mi camino

• Para permitirte seguir tu destino

• Para volverte a amar

• Para recuperar mi amor propio

• Para poder creer otra vez

• Para apreciar la belleza de la vida

• Para agradecer todo lo valioso

• Para aprender a levantarme

• Para extender mi mano y ayudar

• Para desearte solo lo mejor

• Para desearme solo lo mejor

• Para acercarme a Dios

… Para perdonar.

Liliana García Padilla.

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Prefacio

A partir de un profundo sentimiento que yo defino como felicidad, surgió la inquietud de conciliar ciertos aspectos de mi vida que me parecían obstáculos para mi crecimiento espiritual; un día celebrando mi cumpleaños hice limpieza de mi corazón como un ritual de agradecimiento a Dios por tantas bendiciones y observé que me sentía atada de una manera desagradable a algunos sucesos pasados que me dejaron sinsabores y ¿por qué no admitirlo?, sufrimientos, y pronto me di cuenta de que la fórmula para armonizar y hacer desaparecer estos obstáculos era el perdón. De momento comencé a evaluar mis acciones y actitudes que he tenido con la gente que me importa ya fuese que estuvieran dentro de mi vida aún o no, y esta búsqueda de paz interior me fue llevando de la mano para darme cuenta de que entre menos arrogante y más tolerante soy, más engrandezco mi alma cuando he pedido perdón con humildad y con dignidad al mismo tiempo y he aprendido a perdonar a aquéllos que me han ofendido de alguna manera y que por tal daño he desperdiciado horas, días y años cargando un pesadísimo equipaje llamado rencor y odio, y comprendí que no me hizo falta tratar de restaurar el vínculo con las personas de quienes guardo los malos recuerdos: bastaba con que yo me sintiera feliz y estuviera segura de amarme a mi misma lo suficiente como para desear lo mejor para mi futuro, incluyendo caminar más ligeramente por la vida, y que solamente yo fui, soy y seré responsable por el deterioro en mi estado de conciencia que permita a los demás ocasionarme.

Aquéllos con el coraje y el valor suficientes para emprender un largo camino hacia la paz perfecta, disfrutarán leer este libro tanto como yo disfruté escribirlo, pues cada mirada dentro del Ser Humano ayuda mucho a elevarlo hacia la perfección (la cual creo firmemente que sí puede alcanzarse, todo depende del concepto de ella que cada uno tengamos); pero aquéllos que no crean en el perdón, quienes cuyo corazón está endurecido por un rencor añejo y caduco, que se ven atormentados por pesadillas constantemente, leerlo con

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una perseverante voluntad les guiará a descubrir que dentro de sí mismos sí existe la semilla viva que aguarda el momento adecuado para florecer, y que necesita la tierra fértil que la hará convertirse en un frondoso árbol de amor cuyos frutos jamás se agotarán y que servirán de alimento espiritual para las personas a su alrededor; el nutriente que necesita su corazón se encuentra en su corazón, y más aun es un bálsamo que cura todas las heridas y que nos acerca un poco más a nuestro Dios interior: se trata del perdón.

El perdón es comúnmente definido como indulgencia, clemencia, caridad, tolerancia, absolución, piedad, condescendencia, olvido, compasión, indulto, etc., tantas definiciones obedecen sin duda al poder oculto que guarda y que de no existir su indicio, difícilmente se podría imaginar lo que es posible alcanzar a través de su ejercicio; la fe en este concepto es lo que puede lograr el milagro, es lo que cambia el destino, lo que corrige el rumbo, lo que acorta la distancia entre los seres, lo que ilumina los senderos. Cuando guardo rencor en mi alma, la más dañada resulto ser yo; la otra u otras personas que causaron el desprecio en mis pensamientos pueden ni siquiera conmoverse por el dolor que yo sufro y el resentimiento es como una pesada aura que se adhiere a mi ser y que me impide ver con claridad al mundo a mi alrededor, me esclaviza a continuar por un trayecto oscuro, me inyecta miedo y por lo tanto me predispone al fracaso cuando trato amar libremente; ¿qué de bueno puedo conseguir al final de mi camino, si continúo con esta mala marcha? Encontrar mi equilibrio emocional a través del perdón también es un gran reto para mí, el cual estoy gustosamente dispuesta a emprender y a conquistar todos los días de mi vida.

Conforme fui erradicando los sentimientos nocivos hora tras hora y semana a semana se iba iluminando mi mente con la idea para actuar de una forma totalmente nueva, un modo de pensar fresco y poderoso que comenzó a darme el impulso que le faltaba a mi vida y entre más permiso me di de sentirlo, más amor dejaba crecer en mi corazón, lo que repercutió positivamente en la convivencia con mis seres amados y nos salpicó a todos de bienaventuranza porque reflejé en ellos la alegría que entraba y la ira que salía; ojalá antes me hubiera decidido a perdonar a todo aquél que es posible perdonar: padres, hermanos, cónyuge (o ex cónyuge), hijos, sociedad, familia entera, maestros, compañeros, clima, tráfico, crisis económica… todo se deforma si está fracturado el importantísimo y a veces ignorado pilar que nos sostiene, que es el perdón a uno mismo.

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Y ¿para qué perdonar o pedir perdón, si a fin de cuentas me siento contenta y satisfecha con mi vida, con los resultados obtenidos, con el dulce sabor que deja la victoria cuando soy quien juzga con represalias? No niego que a lo largo de los años mis actos no necesariamente son algo de lo que me sentiría orgullosa del todo, pero en ciertos momentos me pareció incluso placentero darle a quien me trató con desprecio una cucharada de su propia medicina, lanzarle todo mi desprecio en las frases mejor elegidas para hacerle sentir diez veces más lo que me hizo soportar a mí con sus calumnias… pero después de pensarlo bien, después de ponerme en su lugar y de recordar algo de sus virtudes ya fueran pocas o muchas, la pequeña chispa de conmiseración comienza a vislumbrarse, y me doy cuenta de que lo que aprecio cuando me miro en un espejo no es lo mejor que puedo ver ni es lo que realmente deseo ser. Me doy cuenta de que me interesa mucho más convertirme en una persona extraordinaria, en alguien que sea capaz de mirar de frente a la virtud y hacer de mis convicciones morales el verdadero testigo de mis actos a través de ser condescendiente, en lugar de colmar mi vano orgullo hasta el tope y terminar mis días en amargura y pesadumbre que intentaré disimular constantemente. Creí por mucho tiempo que mis decisiones me harían determinado tipo de persona, que podría finalmente algún día dar la imagen de fortaleza y respeto para imponer a los demás cierta grandeza, pero por el contrario hoy comprendo que es imposible poner límites entre los vínculos, porque no hay medias tintas entre ser sincero y ser falso y que mientras más me dejo llevar y me permito ceder mis fuerzas, bajar barreras y abrir mi espíritu, más me siento parte del amor y de una amistad verdadera y perdurable.

Mi intención primordial es la de crear una conciencia del perdón dentro de cada uno de nosotros, creer en que sí es posible caminar sin ese equipaje pesado, sin esa piedra dentro del zapato, dando a cada situación personal su justa dimensión, sin llegar a menospreciar o ignorar el dolor por el cual pasamos alguna vez y que bajo determinado criterio luzca imposible de conciliar por medio del perdón; sí hay sucesos imperdonables en la vida, sí existen penas imposibles de reconfortar, pero también existe la opción de continuar viviendo bajo el abatimiento de la frialdad por guardar rencor, o elegir entregar nuestras penas más hondas al Ser Supremo y liberarnos, si la felicidad es nuestro objetivo único y final pues con Su fuerza es factible alcanzar cualquier meta por imposible que parezca. Para emprender la grandiosa aventura de conquistar el más sublime de los sentimientos, el amor, lo único que necesitamos es un grano de voluntad; la nutriremos, la abonaremos y cuidaremos para que crezca cada día un poco más, nos hará falta también el ingrediente de la compasión porque con ella nos es posible extender la mano

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sin que realmente importe si la acción es valorada o no, pues si para mí esto es suficiente para demostrarme a mi misma que expando la magnitud de mi voluntad interna, el esfuerzo habrá valido la pena y sé con confianza que algún día podré cubrirme con las grandes sombras de mi árbol de amor, de bondad y de una gran fe en que sí puedo cambiar mi entorno y hacer de él un hogar cálido lleno de buenas intenciones.

Si podemos darnos cuenta de que la felicidad perpetua es real, de que depende de nosotros ignorar viejos preceptos acerca de que la felicidad no existe, o que no se puede tener todo en la vida, u obtenemos unas cosas a cambio de otras, o tantas frases decadentes que nos enturbian la visión mientras vamos tras nuestros propósitos, estaremos ya comenzando a construir una nueva realidad; si somos honestos frente a lo que consideramos divino, sabremos que la felicidad es la actitud tomada desde dentro de nuestra alma, es solo amor por nosotros mismos derramándose hacia el exterior, está en nuestras manos abrir la puerta de nuestro espíritu al afecto de los demás, tener la intención de conectarnos desde un nivel más esencial como humanos, como parte de un mismo todo, reconocer que por igual y sin excepción cada quien es un cúmulo de experiencias, de virtudes y de defectos y que las diferencias nos unen en algún punto, que las contradicciones aparentemente nos separan pero que en realidad nos conectan y ayudan a destacar nuestra personalidad y lo mejor de cada persona. Para todos los seres, los eventos infortunados se presentan como una gran tormenta que actúa como depurador de lo que es inservible en el corazón, pues el dolor ayuda a filtrar y a separar la conciencia de los actos en buenos o malos, inteligentes o insensatos, benignos o malignos, para luego aclarar los sentimientos y dejar que prevalezcan solamente la pureza y la virtud. Cuando la tranquilidad llega al alma afligida, por naturaleza e inclusive por instinto, tendemos a acercarnos a la luz, buscamos las amistades y la cercanía de las personas que nos aporten alegría y júbilo, que nos sirvan de guía para podernos afianzar a la continuidad de la vida; este es el sentimiento claro de dicha y de fe que justamente nos saca a flote y con el cual es sencillo navegar hacia el perdón.

Cuando somos y nos sentimos felices, no de una forma pasajera, sino como virtud personal y la ejercitamos como práctica continua, es más fácil ser amados y nos es más fácil amar a otros y resistir las dificultades que surjan; sentirse requerido fortalece la autoconfianza y restaura la fe que tenemos en otros, sentirse feliz y requerido nos hace seres más caritativos, misericordiosos y positivos frente a los desafíos, nos inclinamos con quienes nos necesitan

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porque dan sentido y valía a nuestros objetivos; una sonrisa constante es el mayor poder en contra de envidiar o de provocar envidias, nos libra de desear lo imposible, nos ayuda a apreciar la bondad, porque una persona que sonríe vive sin los disfraces o caretas de falsedad y no teme mostrarse tal cual es, es hermoso advertir que la belleza de la felicidad es la facultad que tiene de multiplicarse por sí misma; quien es feliz está consciente de su propio valor y advierte que el orgullo, el rencor y el miedo simplemente dejan de existir al calor del amor y del afecto.

Para pedir perdón

Los milagros sí surgen a partir del amor, y cuando estamos en sintonía con él, nace un verdadero milagro de felicidad.

Solo sintiendo una felicidad completa es como surge en nosotros el impulso para aclarar los conflictos que nos inquietan si nos sentimos afligidos por una mala acción propia y es con sinceridad que subimos a un despertar en la conciencia que nos motiva con buena voluntad para enmendar nuestros errores. Todas las buenas amistades que perdemos en la vida nos dejan un hueco imposible de llenar aunque nadie es completamente irremplazable y nos falta invitar a nuestra celebración de la prosperidad a aquéllas personas que significaron mucho en nuestro andar y que pusimos a un lado del camino, ¿por qué no hacerlo?, puede que no atiendan a nuestro llamado, pero el solo hecho de que pidamos su perdón nos da una oportunidad de acercarlas de nueva cuenta a nuestra alegría para convidarles de ella y ya nos está engrandeciendo como seres humanos.

Todos poseemos maravillosas virtudes porque todos fuimos creados a partir del aliento de Dios, pero al paso de los años y de vivir experiencias difíciles, nos olvidamos de esto y se va formando en nuestro espíritu una capa de hielo que eventualmente tornará esas virtudes en limitaciones, porque hemos olvidado que la humildad es la mayor de las cualidades que conocemos y la más difícil de poner en práctica también. Actuar conforme a nuestra propia apreciación frente a los eventos adversos en la vida nos hace auténticos, si sentimos deseos de llorar o de enojarnos debemos darnos el tiempo para pasar por ello ya que ese es el proceso que nos irá sacando de la conmoción y de la depresión, porque atravesar un duelo, por pequeño que parezca, nos impulsa a

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obtener soluciones desde el interior de nuestro ser y la respuesta a cada problema está ahí; sin que importen realmente las opiniones que escuchemos por parte de los demás, nos quedará la satisfacción de haber actuado del modo que nos dicta nuestra propia Verdad. Jamás daremos gusto a toda la gente, para nuestra forma de actuar, de sentir, de hablar y hasta de vestir siempre hay una crítica, siempre hay quien se jacta de ser mejor y nos juzga por una o varias razones, pero no vivimos y nos desarrollamos con el único objetivo de gustar a otros aunque sí es agradable saberse admirado, pero ir en contra de nuestro propio fluir y de nuestra propia ideología nos endurece y le pone límites al entorno en el que nos vamos desenvolviendo, porque al dar un paso o una opinión siempre existiría el temor a no ser reconocido, en lugar de madurar cada día un poco más con la conciencia de que lo más importante es tomar nuestras propias decisiones y aventurarnos a descubrir el resultado que proyecten esas decisiones, porque es la única manera de crecer y de estar en paz con uno mismo. Y para disculparse hay que ir en contra de lo que vemos y de lo que aprendimos, muchas veces.

Cuando estamos en un período de descontento, sostenemos una comunicación sensorial con nuestro ser interno, él es quien nos va indicando por dónde continuar y cómo organizar nuestras ideas a fin de canalizar los desagrados de la mejor forma y llegar a transformarlos en oportunidades para disfrutar de la experiencia de vivir con los demás. Si consentimos que aflore esa voz interna ya estamos reconociendo su inmenso poder y sabiduría y la influencia que ejerza en nuestro destino siempre será positiva, ya sea que nos demos cuenta de haber actuado correctamente o si cometimos un error, nos quedará la satisfacción de ejercer la libertad de pensamiento para lamentarnos si es el caso y estar dispuestos a rectificar, lo que constituye también la creación de una sólida autoestima. Muchas veces sentimos miedo de actuar deliberadamente y de tomar la iniciativa en pro de la unión con otra persona por creer que se burlará de nosotros o que esto significa que perdemos parte de la dignidad, pero hay que tomar en cuenta que si hacemos el primer movimiento para dominar nuestros temores ya comenzamos a ampliar el territorio por el cual caminamos; con una vez que nos acerquemos a las personas a pedir disculpas y a ofrecer una sincera enmienda será suficiente para conocer su reacción, la que esperamos que sea favorable y honesta, pero independientemente de ello ya rompimos con el miedo a dar el primer paso que siempre es el decisivo para lograr cualquier cambio personal. Es muy importante tener presente que el propósito de pedir perdón es primordialmente reparar con una explicación el daño que hayamos ocasionado y en segundo lugar tener la conciencia tranquila; si conseguimos restaurar el lazo afectivo con un buen curso, recuperaríamos la fe en esa persona y asimismo la

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confianza en nuestro juicio por no habernos equivocado al actuar humildemente. Acercarnos a pedir perdón o una sencilla disculpa es preparar una gran fiesta en honor de alguien, porque le estamos invitando a entrar en nuestro corazón cuyas puertas están abiertas de par en par aunque sea solo por un instante, en el cual buscamos la corrección de nuestras faltas para re-encontrar de nueva cuenta la franqueza y la amistad y es una belleza volver a interesarnos en la integridad de la relación y querer compartir con mayor estabilidad las experiencias de la vida.

Digamos que el mal orgullo es como un virus que se instala en el alma y se torna invisible para luego aparecer con mucha fuerza en el momento oportuno el cual puede ser cuando entramos en depresión y dañarla y en consecuencia que nos sea difícil salir de ella, pero con el transcurrir del tiempo nos volvemos más frívolos si no erradicamos ese virus y con el fin de protegernos de esta enfermedad comenzamos a pensar con el corazón antes de actuar impulsivamente, ya que podemos mejorar nuestro modo de ver las situaciones tomando en cuenta que no siempre vamos a tener la razón, que si estamos siendo ignorados o agredidos es porque tenemos una mala actitud que a la larga sin duda nos reducirá y nos debilitará y por lo tanto requerimos utilizar el disfraz del mal orgullo para sentirnos fuertes; pero ahora no queremos vestirnos de falsedad porque ya estamos emprendiendo una nueva aventura para analizarnos, evolucionar y ser mejores a la vez que nos curamos de las actitudes enfermizas. Pensar con el corazón es fomentar nuestro buen juicio para ayudarnos a controlar esos impulsos que nos manejan cuando diferimos con quienes nos importan porque les tenemos aprecio y a quienes llegamos a lastimar al dar una opinión o consejo, porque muchas veces herimos la sensibilidad de alguien precisamente por no saber cómo y cuándo reservar nuestros comentarios para el momento oportuno, o mejor aún, permanecer en silencio y alzar la voz solo para animar o aconsejar con prudencia y de esta manera evitar equivocarnos y disculparnos continuamente, además de que cuando nos preocupemos por los sentimientos de los demás mejorará también la relación con quienes por ahora solo mantenemos una relación casual y superficial, puesto que a todos nos gusta que se interesen en nuestro bienestar.

Solo es a través de la humildad del amor que nos es posible conectarnos de esencia a esencia, sin falsedades ni

barreras… a corazón abierto.

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Para aliviar en cierto modo la depresión quizá nos haga falta el consuelo de pedir perdón, sobretodo si las consecuencias de nuestros actos han sido graves porque producen una sensación de vacío y cuando sufrimos por esto, escuchamos a Dios más cerca de nosotros y necesitamos sentirnos reconfortados por Él y de la misma manera, cuando pensamos detenidamente acerca de las faltas que cometimos, en realidad estamos uniendo nuestra alma con la mente divina y es cuando nos podemos arrepentir sinceramente. También nos tranquiliza saber que pasando por los malos momentos fortalecemos los lazos con las personas, ya que igual que en una tempestad, se nivelarán las aguas y la reconciliación dejará sentimientos inquebrantables e incluso más sólidos que antes; esta es la única forma de alcanzar la supervivencia de las amistades y de los amores en el tiempo: a través de ser capaces de reconquistar la confianza del otro, de superar las diferencias, de tolerar las preferencias ajenas y de advertir nuestros errores con humildad.

El ser humilde nos adentra en un mar de palabras, pensamientos y actitudes con los que nos podremos acercar al otro y persistir en el intento de que baje sus defensas y que nos escuche, con la finalidad de si no justificarnos completamente, sí explicar que entendemos la ofensa o el daño que provocamos anteriormente y que cualquier conducta exaltada obedeció seguramente a una inestabilidad emocional que tuvimos en ese momento pero que estamos en camino de observarnos desde otro ángulo a nosotros mismos para perfeccionar nuestras actitudes, y que es humano fallar y divino arrepentirse de corazón.

Hay solo una energía de amor y de felicidad: nosotros la detenemos y la desviamos, o la aprovechamos y

multiplicamos.

Debemos y podemos confiar en que el espíritu dentro de nosotros es una potencial fuente a través de la cual llegan todas las cosas buenas, siempre y cuando pongamos a girar la fuerza para ser los maestros de nuestro propio entorno y dirigir su curso hacia la felicidad y la armonía, en vez de dejarnos arrastrar por la corriente sin sentido de actuar con violencia y perdernos en las consecuencias de una mala decisión. En el camino por hacer el intento para

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cerrar la brecha entre haber tenido una mala experiencia y corregir el rumbo, es más grande lo que llegamos a ser con el esfuerzo constante: personas auténticas y dignas que actúan bajo la orden de su mente y la guía de su corazón, con humildad y al mismo tiempo con la auto-confianza de reconocer sus valores personales y pedir perdón con orgullo sincero. Pongamos un poco de atención a nuestra inmensa felicidad y ella nos elevará tan alto que mejoraremos nuestra forma de pensar y hará que la voz externa de críticas y de desprecio no signifique nada, pues nada tiene el poder suficiente para herirnos; de hecho, aquél que nos arroje piedras las está atrayendo hacia sí mismo. Revisemos viejos hábitos de conducta que nos trajeron problemas, porque con seguridad conservamos aún su amargo sabor; pero cuando lleguemos a ser auténticos a pesar de los condicionamientos sociales y espirituales de actuar con rigidez y que vemos propagarse alrededor nuestro, cada día lo recordaremos con un dulce sabor de la victoria por defender contra corriente nuestra virtud de evolucionar afectivamente, al permitirnos ser humildes en espíritu.

Relato de Lilia.

Mi tía Celia me ayudó a conseguir empleo en la compañía donde ella trabajaba y siempre me sentí muy agradecida, pero después tuve algunas diferencias de opinión con una amiga suya y prefirió conservar su amistad haciéndome a un lado; tiempo después me mudé de cuidad con mi marido Oscar, a quien por ella conocí, pero interrumpí por dos meses nuestra comunicación y eso le molestó mucho aunque mi alejamiento fue porque sentí tan fuerte el impacto por mi cambio de residencia que caí en una leve depresión y no me sentía con deseos de hablar con nadie ya que necesitaba adaptarme a mi nueva vida durante algunos meses. Semanas después, Celia le escribió a Oscar un correo electrónico hablando mal acerca de mí y de mi ausencia, pero lo que más me enfadó fue que también se expresó muy mal de mi padre, su hermano, haciendo comentarios y críticas sin razón. Por supuesto al enterarme de esto le recriminé quizá no de la manera adecuada, discutimos y dejamos de hablarnos, pero después de un tiempo me di cuenta de que me hacía falta sentirme en paz con ella y que supiera que lamentaba mucho lo que sucedió, necesité algunos meses para ordenar mis ideas y para definir la responsabilidad que ambas tuvimos en este asunto además de decirle que siempre podría contar con mi amistad porque somos familia, por lo que comencé a buscarla para disculparme sinceramente y con toda la honestidad posible, bajé mi actitud defensiva y nada… no obtuve respuesta a mis llamadas

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pero le escribí un par de veces más sin obtener respuesta. Dos años después me enteré de que estaba embarazada de su primer bebé y creí que resultaría muy oportuno acercarme en un momento tan importante para ella y para su esposo con el objeto de enviarles nuestras felicitaciones, esperando que reanudáramos la relación, así que nuevamente le pedí disculpas y le enviamos un regalo para el bebé aún viviendo en ciudades apartadas, porque de verdad nos dio mucho gusto saber la noticia, pero su indiferencia fue tanta que ni las gracias nos dieron; claro que sabernos despreciados me dolió en un principio, pero su conducta me dejó ver que al no estar dispuesta a ceder con amor en un momento feliz de su vida, no valía la pena acercarme más. No está bien esperar demasiado de alguien o tener falsas esperanzas cuando la relación se quebró, pero yo necesitaba dar el último paso y hacer todo lo posible con tal de enmendar mi parte de culpa, pero finalmente dejó de importarme su amistad aún siendo parte de mi familia porque en toda mi vida no he conocido a otra persona tan dura e inflexible como ella; entendí su mensaje de desprecio total y comprendí que lejos de que haberle pedido perdón y recibido su desdén haya sido un insulto a mi dignidad, reforcé mi convicción de que actuar con integridad al hacer lo que creí que era lo correcto, sin importarme lo que piensen, me ha hecho una persona más auténtica y feliz. Lilia.

Sentirse orgulloso de ser íntegro y humilde es muy diferente a ser orgulloso y mostrar dignidad con altivez.

La humildad y la dignidad caminan de la mano y si estamos inundados de júbilo es un poco más fácil ceder al amor, ya que a todos nos agrada compartir la alegría cuando muestran interés en nuestro bienestar. Dar un paso tras otro en la pauta de una amistad a fin de recuperarla nos dignifica y nos da paz, es una actitud que por sí sola expresa que poner todo de nuestra parte y un esfuerzo adicional, es ya demostrar que somos sinceros y que la única competencia es con nosotros mismos, por hacernos personas más valiosas y en verdad por aprender de los errores día con día porque es el modo en que nos gustaría ser tratados cuando sea el momento y el que consideramos correcto aunque nos critiquen y nos traten de humillar, y para dejar de proclamar solamente que somos el mejor e infalible amigo con cientos de palabras pero sin ninguna evidencia positiva. Así que acercarnos a pedir perdón cuando creemos que a esa persona le rebosa el corazón de felicidad, nos puede ayudar a cumplir el propósito de buena manera y con ventaja, pero si sucede lo contrario y recibimos aún más desaire, lo que tendremos a cambio será el testimonio de que nuestro esfuerzo ha servido para llegar a conocernos

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mejor que ayer, por lo que ya no necesitamos sentirnos perdonados porque es suficiente con el trabajo que hemos realizado para acrecentar la buena apreciación que tengamos de nuestra persona.

Réplica al relato de Lilia.

Con mi sobrina Lilia nunca mantuve una amistad demasiado cercana o íntima, siempre me pareció que era una niña caprichosa y mal educada, además de que no teníamos mucho en común. Después de varios años de no frecuentarnos se acercó a mí para pedirme que la ayudara a entrar a trabajar conmigo porque tenía un gran problema financiero y así lo hice, la ayudé de buena fe pero pareció que quería causarme conflictos con mis compañeras de trabajo y yo preferí desligarme de ella para que no nos relacionaran como familia; tiempo después le presenté a un amigo mío con quien se fue a vivir a otra ciudad y me ignoró durante unos meses, lo que no debió hacer porque yo soy quien que le tendió la mano cuando más lo necesitaba y no me lo agradeció como yo esperaba. Un día me buscó para discutir que yo hablé mal de su papá, mi hermano, pero lo único que dije fue la verdad y es una lástima que a ella la hayan ofendido mis palabras, pero me hizo ver claramente que no quería tener ninguna relación conmigo y eso fue el detonante para que me olvidara de ella y de su familia definitivamente; después de algún tiempo se acercó otra vez a mí pidiéndome perdón y hasta me envió un regalo para mi bebé, pero no lo acepté porque me disgusta que de esa manera pretenda comprar mi perdón, pues debe ser muy tonta como para creer que a mí me interesa todavía la relación con ellos o con mi hermano, porque pienso que no tiene dignidad ni amor propio. Yo soy de las personas que cuando toman una decisión no dan marcha atrás bajo ninguna circunstancia y ya decidí cortar ese vínculo, así que ¿perdonarla?, ni siquiera lo he pensado porque tengo mi propio círculo de amistades, mi vida está hecha con la gente que quiero y con quienes de verdad me importan, simplemente no me interesa saber nada de ellos y espero que en la familia respeten mi decisión. Celia.

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Podría decirse que los lazos de sangre entre las personas nos unen, pero ya nos dimos cuenta de que el sitio en donde ponemos el afecto y el amor es una elección personal, por lo que estar abiertos a tolerar y aceptar la diversificación de opiniones podría evitarnos caer en la decepción de sabernos rechazados en nuestro entorno familiar al ver la realidad en la actitud de alguien tan insensible. Nadie tiene una fórmula mágica para ser reconocido y querido, debe bastarnos con el esmero que continuamente ponemos para aportar algo positivo y que el mostrarnos amables y complacientes se convierta en una práctica diaria; de esta forma las críticas que se precisen acerca de nuestra persona serán mayormente constructivas y la gente alrededor nos tendrá en una mejor estima.

Recordemos siempre respetar las decisiones ajenas aunque nos duela, pero no dejemos que eso nos perjudique.

También habríamos de tomar en consideración que frecuentemente desarrollamos cierta “adicción” a crearnos problemas imaginarios que perturban la relación cercana con nuestros seres más amados e incurrimos en un círculo de conductas repetitivas, porque no le damos la orientación adecuada al origen de nuestro descontento; si reconocemos ser adictos a meternos en problemas y a sabotear nuestra propia felicidad, hagamos a un lado al ego que se ve frustrado cuando no somos el centro de la atención y tengamos como principal objetivo dar la justa importancia a las distintas situaciones, sin agrandarlas ni exagerar la impresión que nos causan. Renovarnos como individuos para disfrutar más cualquier clase de convivencia, es un proceso importante con el cual establecemos la simetría de actitudes y valores entre nosotros y los demás, al tiempo que ganamos seguridad para poder demandar el mismo respeto que mostramos; de igual forma que si tratamos a otros con hosquedad, difícilmente ganaremos su aprecio. En el momento que nos sentimos molestos por lo que se dice de nosotros o de alguien que amamos, lo más sensato es tratar de deducir qué hay de cierto en ello a fin de conocernos mejor desde otro punto de vista, siempre es más provechoso encontrar nuestras propias fallas y corregirlas, que discutir vanamente y tratar de defendernos porque con discordias no lograremos cambiar la opinión ajena y solamente con las propias acciones es como nos damos a conocer y nos superamos.

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Para mejorar como individuos también hemos de determinar cuáles amistades elegiremos, por ejemplo que seamos afines y con quienes nos sea posible basar una relación sólida que no se quiebre con la primera sacudida, pues muchas veces nos aferramos a personas que de alguna manera nos interesan pero con quienes no tenemos total conexión ni intereses en común y esto es debido a que lo que queremos no es necesariamente lo que necesitamos en ese momento, o podemos no estar preparados mentalmente para avanzar al paso de esa persona, o viceversa. Para invitar a otros a continuar en nuestra vida ya sea que pidamos su perdón o no, hay que ser realistas y observar qué les podemos compartir y aportar pero también ser cautelosos para admitir totalmente lo que estén dispuestos a compartirnos y a aportarnos, o dejarles ir con naturalidad en el tiempo oportuno antes de que nos dañen. Tengamos confianza en que aunque es hermoso estar rodeado de muchas personas y ser el centro del círculo, también lo es tener pocas pero fuertes y sinceras amistades.

De cada individuo podemos aprender algo, todos somos seres valiosos.

Así que ya nos acercamos a esa persona y le externamos el remordimiento que hemos sentido, esperando tranquilamente que con una sonrisa franca nos disculpe y dejemos atrás el mal momento para seguir adelante; démonos cuenta de que esto ha sido un gran paso para la consolidación de tal unión y que tenemos en la mano un fuerte compromiso a futuro en palabra y corazón, de hacerle ver con el tiempo que esa experiencia en realidad valió la pena y por tanto tendremos que mejorar la comunicación de ahora en adelante para conservar su confianza que en parte ya recuperamos y así transformar los contratiempos que lleguen a surgir, haciéndolos momentos de mutua expresión y cordialidad para afrontarlos y superarlos. En el mejor de los casos, la comunicación mejorará notablemente y la intimidad se incrementará; pero en caso contrario, es posible que alguna de las partes se sienta incómoda porque el vínculo ha cambiado, es ya similar a un vaso de cristal que cuando se rompe podemos juntar nuevamente sus añicos pero siempre se notarán las grietas, y es que no podemos tampoco pretender que esa persona olvidará por completo lo que le hizo daño porque es un proceso a veces largo, así que mostremos tolerancia y seamos pacientes pues nada se resiste al poder constante del amor.

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Desde que tenemos uso de razón, nos enfrentamos a la hostilidad del mundo; recordemos cuando de pequeños buscamos entrar a un círculo de amigos siendo nuevos en el vecindario, en la escuela o en el parque y nos parecía difícil sentirnos aceptados y ganarnos el afecto de los demás y al mismo tiempo era nuestra intención integrarnos a los diferentes grupos interviniendo de tal forma que no creáramos contratiempos ni separáramos a sus miembros, y en algunos de esos casos no tuvimos experiencias agradables porque no encajamos en el grupo aunque nuestra voluntad haya sido en verdad grande y lamentablemente aprendimos a tratar a los demás exactamente de la misma manera conforme crecimos y peor aún, porque con el criterio como adultos continuamos sintiéndonos con el derecho de anular a cualquiera que no nos parezca de entrada estimable. De por sí ya pasamos varias veces por estas pruebas y muchas de ellas fuimos rechazados, como para encontrarnos irónicamente con la misma situación dentro del núcleo familiar o laboral; estamos entrando en una era como seres humanos, en la cual nos es fácil rechazar a otros y nos gusta sentir el poder de ejercer desprecio por lo menos un poco todos los días sobre quien nos sea posible hacerlo, como si buscáramos la oportunidad en cada segmento del día y por otro lado, está claro que por bienestar propio debemos respetar el juicio ajeno cuando no somos bien recibidos, pero de nosotros depende preguntarnos ¿cuánto soportar?, en los grupos establecidos existen acuerdos para elegir nuevos integrantes y tienen que expresar su decisión, pero una vez que nos eliminan o nos descartan es suficiente para poner nuestra atención e interés en lo mucho que sí está a nuestra disposición, hay mucha belleza y amor por dar y para recibir, porque seguramente de diez personas que nos cierran el paso, habrán diez más dispuestas a abrirnos la puerta. Creamos en nosotros mismos, pongámonos metas y tracémonos planes, la fe que tengamos en nuestra persona será suficiente para llenar cualquier vacío que se haya creado por romper la unión con alguien; acerquémonos a quien ofendimos y si no nos perdona, incluyamos en nuestro corazón solo al que realmente nos aprecia.

Si no nos perdonan, debemos finalmente apartar la vista y reconocer que el mundo también está lleno de personas muy valiosas que sí están dispuestas a darnos su amistad a cambio de la nuestra; muchas veces no nos disculpan aún cuando sosteníamos un vínculo muy cercano, a pesar de los méritos que tratamos de ganar con esa persona porque simplemente la distancia y la falta de gustos en común e incluso el tiempo que nos ha distanciado, determinan que no existe ningún interés de su parte por restablecer la relación, independientemente de lo que haya ocasionado su ruptura.

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Para pedir perdón a otros también podemos comenzar por nosotros mismos, ayudándonos a confiar en que por mucha frialdad que recibamos, no se ve disminuida nuestra valía, porque cuando permitimos a la luz entrar en el alma no hay oscuridad que pueda acabar con ella; una actitud de amor y calidez hacia todos los seres con quienes tenemos contacto por mínimo que sea, nos transforma en una persona resplandeciente que prodigará su luz sin cesar. Cuando analizamos nuestro mundo y observamos que la riqueza material es muy importante, se convierte de igual manera en un desafío equilibrarla con los sentimientos y con los valores más sublimes y notamos que la principal riqueza es el afecto y la estima que nos une a nuestros familiares y amigos más cercanos, y que por muchos inconvenientes que tengamos con la demás gente y cuya amistad no perdure a través del tiempo aún si tratamos de enmendar el rumbo, siempre podremos regresar al júbilo de sabernos amados por quienes nos han aceptado desde siempre y a quienes no les afecta conocer los errores que cometemos, porque nos aman tal como somos y que no importa que estas personas se cuenten con los dedos de una sola mano, porque su abrazo y su consuelo son suficientes para hacernos regresar a la realidad de la vida.

Soy uno con quienes me aman de verdad, y quienes me rechazan simplemente no existen para mí.

Sentirnos como niños ingenuos nos da seguridad y alegría, igualmente cuando estamos enamorados profundamente la felicidad brota sin esfuerzo, pues fuimos diseñados para crear ambas cosas: amor y felicidad; y si todos los días entramos en ese estado de beatitud aprovecharemos mucho más cada una de las virtudes que como seres humanos somos capaces de sentir y de compartir con todos alrededor nuestro y será más claro el sentido de la existencia. Podemos convertirnos en seres cálidos y crear una infinita cadena de aprecio y buen trato y mirar que es lo más provechoso, bello y fácil de realizar para acercarnos unos a otros con confianza, autoestima, buena fe y gozo; abramos pues el corazón para sentirnos enamorados de todo cuanto nos rodea; entre más simple y natural percibamos la vida, mayor belleza encontraremos en la creación divina y en nosotros.

Pongamos un alto a la hostilidad, seamos precursores de un cambio tan importante como lo es generar dicha y bendiciones y apaguemos la flama

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negativa que estamos usualmente predispuestos a encender, vayamos en contra nuevamente de toda tesis que nos incita a desenvainar la espada y a empujar a nuestro adversario, ¡erradiquemos tal concepto de nuestra vida!, demos un abrazo y pidamos perdón de corazón una sola vez; si no permanecemos en armonía con esa persona al fin, dejémosla ir y vivamos serenamente como el digno guerrero que con honestidad sabe ha perdido la batalla. Nada se ha perdido si nos conservamos íntegros, nada tiene el poderío sobre nuestro espíritu, todo cambia alrededor y continuaremos de pie; hay ocasiones en las que debemos hacer un esfuerzo constante e intenso para suplir unos sentimientos por otros, porque los pensamientos de tristeza y de enojo son muy pesados y tienden a llevarnos hacia abajo, nos hacen tener la necesidad de llorar para desahogarnos y creemos que al deprimirnos “ganaremos” el derecho de sentirnos mejor posteriormente, como si a través del dolor mereciéramos lo mejor y nada hay más falso que esto, no hay algo peor que el hecho de sentir lástima por uno mismo y dejarse caer a un abismo sin fondo del cual nadie más puede sacarnos, porque la fuerza que requerimos para salir de la depresión es la misma que nos empujó al entrar en ella.

Al tomar la determinación de pedir perdón consideramos las posibilidades inherentes de obtenerlo o no y seguimos adelante porque solo evolucionando y perseverando es como llegamos a ser personas más completas y juiciosas; no pongamos tanto énfasis al hecho de no haber sido disculpados y entonces reafirmaremos que el paso dado fue el más importante en el real disfrute de nuestros valores, los que mantenemos en la estrella más alta que señalamos como nuestra luz de destino y por medio de cuya luz encontramos el rumbo a seguir cuando nos extraviamos. Lo único que nos sostiene fluyendo hasta alcanzar cada una de nuestras metas interiores, es sacar a flote la ingenuidad característica de ser niño que no muere jamás, sino que se halla quieta guareciéndose de la agitación del ser adulto violento y severo que frecuentemente es la que domina la superficie de nuestra persona cuando estamos en contacto con quienes no nos inspiran confianza del todo, quienes nos decepcionan o nos provocan dolor.

Una persona que deliberadamente ejerce maltrato sobre nosotros, difícilmente nos inspirará para convertirnos en personas más amables o sinceras y es nuestro deber acercarnos solo a quienes nos motiven al respeto y promuevan la unión honesta, que sumen valores a los nuestros y en cuya compañía podamos percibir la eternidad del amor. No es aceptable poner sobre los hombros de otras personas nuestras emociones, porque pedir perdón es tener

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la actitud de humildad y valor que expresa la conciencia que ya tenemos acerca de nuestros actos, mas esto no significa que si nos sentimos deprimidos o tristes esperemos recuperar la estabilidad emocional o el júbilo con el perdón del otro, porque nos meteríamos en otro círculo de dependencia; pedir perdón es únicamente la muestra de una intención sincera que sale de nuestro corazón y que al mismo tiempo siempre vivirá ahí.

Relato de Max.

Desde que comencé el primer año de secundaria que curso actualmente, entablé una franca amistad con Brian y siempre platicamos y nos ayudamos en las tareas, creo que nos llevamos muy bien porque a los dos nos gusta el deporte y procuramos sacar buenas calificaciones y mantener una vida sana alejándonos de los vicios; incluso tenemos un acuerdo para respetar siempre nuestra amistad aún si nos llega a gustar la misma amiga, pensamos darle prioridad a conservar la amistad. El único problema es que es muy rudo conmigo y una vez me abordó por la espalda y estaba lastimándome el cuello, cuando me defendí tuve que golpearlo muy fuerte en la cara y de no ser por la intervención de otro compañero hubiésemos peleado más, pero cuando lo vi llorando de dolor me sentí arrepentido y le pedí perdón sinceramente, y me sorprendió que él también me pidió perdón a mí, entonces hicimos las paces y un pacto de no volvernos a lastimar y volvimos a ser los mejores amigos, ahora mejor que antes.

Pienso menos y siento más, me deleito en mi espíritu, supongo menos y ayudo más, creo en mi propia Verdad, creo en la Felicidad, soy feliz y confío en que el perdón se manifestará fácilmente en todas sus expresiones y en cada

uno de los aspectos de mi vida.

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Volvernos vulnerables siendo ingenuos puede poner a prueba la resistencia de alguna relación que mantenemos y que creemos que es estrecha, pues la sinceridad que ofrezcamos la eleva a un plano más fraterno y desde una visión más amplia es probable descubrir los aspectos negativos de la otra persona que puede no estar en sintonía con nosotros respecto a la línea de conducta con que nos conducimos, pero lo que usualmente hacemos en un caso así es disminuir nuestra entrega hacia esa amistad y al exterior en sí, con tal de no perderla o de no tener que presionarla para que entre en nuestro régimen de rectitud, en vez de permitir que sea la otra persona la que elija si desea incrementar su grado de apertura (lo que consecuentemente fortificaría el vínculo) o actuar sin normas y por tanto caminar a un ritmo más lento que el nuestro, aún cuando esto signifique que desviáramos la dirección; está claro que cuando pedimos perdón y la respuesta es una total indiferencia, vamos caminando más rápidamente que la otra persona y eso hace que nuestros sentimientos evolucionen, lo que nos pone en el dilema de elegir atender al llamado del ser interior que cada vez se torna más fuerte y quizá dejar atrás a quienes no andan a nuestro lado, con tal de someternos a nuestra fe y reanudar la marcha que ya tenemos avanzada. Unificándonos con el ser interior reflejamos palabras y acciones de Verdad, no tenemos temor a equivocarnos ni a ser agredidos, principalmente porque reconocemos que no somos responsables en ninguna medida de la dureza en los demás puesto que estamos convencidos de tener el derecho a ser aceptados nuevamente al rendirnos ante nuestros errores y por tanto debemos evitar convivir con quien no nos quiere y no nos perdona.

Cuando pedimos perdón alcanzamos una meta personal de dejar entrar en nuestra alma toda la Bondad que nos ha sido dada en abundancia desde que venimos al mundo, la que siempre hemos conocido pero que se encuentra oculta todavía en algún rincón del corazón, encerrada bajo la custodia del resentimiento y a la cual sólo hay que liberar para que vuelva a formar parte importante de nosotros. En esta grandiosa Bondad no tienen cabida las malas pasiones, porque irían en contra de su propia naturaleza, únicamente la armonía y la dicha pueden emparejarse con esa parte de nuestro espíritu y coexistir creando las experiencias más gloriosas de amor en nuestra vida. Una vez que estamos alineados con la fuerza más poderosa dentro de nuestro ser, no será más necesario luchar ni ir contra corriente con los demás, poco a poco nos acostumbraremos a amar naturalmente, a vivir en plenitud naturalmente, a identificarnos con las formas más sublimes de los sentimientos humanos, a ejercitar el corazón y a guiarnos con la irradiación de Dios que vive en él. Así veremos que se expande un magnífico orgullo en nosotros por ser quienes somos, sabremos con certeza que nos dirigimos a la magnificencia de la vida,

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que no hay obstáculo que no podamos vencer, que estamos de pie frente a un panorama nuevo y nuestra visión es más amplia de ahora en adelante, porque dominamos el arte de pedir perdón y perdonar. Solo necesitamos un punto de referencia para conocer lo que interrumpe nuestro crecimiento interno, y tal punto puede ser algún conflicto no resuelto y en contraparte, solo es indispensable un pensamiento de amor para aliviar cualquier aflicción, porque cada vez que somos creadores de un poco de amor, se expande nuestra capacidad para recibirlo multiplicado y esto ayuda a despejar de impedimentos nuestro modo de lidiar con las dificultades.

Puede decirse que desde que nacemos llegamos con las instrucciones para producir nuestra propia felicidad a raudales e interminablemente, pues esas instrucciones nos las dicta la guía personal que reconocemos como intuición, y todo lo que decidimos y hacemos en contra de ella nos trae amargura, porque estamos yendo en dirección opuesta. Con la intuición no necesitamos pensar en cómo resolver los conflictos o sortear los obstáculos, porque naturalmente sabemos hacia dónde proseguir y nos sentimos satisfechos, plenos y aun agradecidos por enfrentarnos con ellos porque así subimos por la escala de la conciencia total y nos acercamos más a lo que hemos imaginado ser. Muchas veces entramos en lucha porque creemos que así avanzaremos por la vida y cumpliremos una a una nuestras metas, pero si en ese momento la intuición nos recuerda que muy en el fondo del alma existe resentimiento hacia alguien, nos revela que sólo hemos dado pasos en falso, pues cuando mostramos gratitud y dejamos de pelear estamos en el camino de cumplir con felicidad nuestros propósitos más preciados y en realidad ya prosperamos porque no hay rastro del rencor dentro de nosotros. Las peores situaciones son temporales, aún los sentimientos más amargos pierden fuerza con el paso del tiempo mientras pongamos nuestra atención en constantes pensamientos de amor.

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Para Perdonar

Cuando decidimos cerrar un capítulo en la vida o debemos hacerlo aun en contra de nuestra voluntad, se entrecruzan varios sentimientos que pueden ser de enojo, dolor, impotencia o tristeza, y dar el primer paso para una vida sin tener a la persona o a la situación de la que estamos tratando de alejarnos no siempre es fácil, se requiere de bastante fuerza interior para mantener la determinación y conseguir una mejor calidad en nuestras experiencias y en los vínculos que forjamos, pero esto nos dice por sí mismo que tenemos también nuestra parte de responsabilidad por la ruptura y no hay que negarlo sino agradecer que sucedió porque nos aportará un valioso aprendizaje. ¿Cuántas son las relaciones interpersonales que podemos concebir?, quizá cientos, y en el paso de los años son muy pocas las que podemos realmente conservar; ¿con cuántas de ellas hemos tenido conflictos?, ¿cuáles tuvieron un final pacífico?, estamos hablando de nexos desde los muy impersonales o indiferentes como nuestros vecinos, hasta los vínculos más estrechos como con el cónyuge o los hijos; y en ambas situaciones exista o no intimidad, hay ciertos límites de respeto que de cruzarse nos pueden acarrear tensión y el inicio de un problema que puede derivar en la generación de culpas a alguna de las partes involucradas. Solo si nos interesa superar el pasado y armonizar la relación a fin de vivir plenamente en un aquí y ahora, es aconsejable que pongamos toda la energía interior en resolver la incomodidad de tener presente ese episodio y la discordia que nos provoca, que aunque parezca pequeño o hasta inofensivo, se convierte en un segmento por el que caminamos y ya dejamos una huella buena o mala, y que nos hizo seguir un mismo rumbo o tomar otro, lo que por ende nos habrá influenciado positiva o negativamente hasta que llegamos a convertirnos en quienes somos hoy.

Escalera Abajo, Escalera Arriba

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Así que ya hemos elegido ocuparnos en la misión de recapitular nuestras experiencias mayormente negativas para darles un cauce efectivo hacia la reconciliación, y la cuestión que nos asalta es si estaremos comprometidos a buscar a la gente con quienes cerramos etapas hace ya tiempo, pues de primera vista parece absurdo e inútil, y mi punto es que no; si no es nuestra intención restaurar vínculos que quedaron inconclusos, solamente se necesita sentirnos capaces de dar solución en nuestra mente a lo que nos perturba de esos recuerdos, en absoluto es indispensable dialogar con quien nos rechazó y a quien evitamos con tal de no arriesgar la propia dignidad; si lo que buscamos es vivir en armonía para comenzar nuevas relaciones y ofrecer a los demás lo mejor de nosotros, bastará con inclinar nuestros pensamientos hacia la certeza de que a pesar de que lo ocurrido nos parezca demasiado turbio para ser esclarecido, en su momento hicimos lo que estuvo a nuestro alcance y que decidimos actuar enérgicamente para defendernos de ofensas y los hechos hablan por sí mismos de que hubo una falta de control en el conflicto y que los involucrados no se interesaron por resolverlo; si herimos y fuimos heridos, el primer paso para reemplazar el dolor por virtud es sacarlo a la conciencia y analizar la intención que atravesó nuestra mente en el instante de tomar una acción violenta, ¿por qué quise dañarte, por qué te detesto, por qué me empeño en seguir peleando?, estos malos recuerdos pueden llegar a perjudicar nuestra personalidad y carácter no necesariamente por su naturaleza destructiva, sino más bien por la percepción que tenemos de ellos y por las emociones que sentimos: si recordamos con enojo nos sentiremos enojados y si recordamos con tristeza estaremos tristes y estas emociones negativas afectan nuestras relaciones, y los recuerdos jamás desaparecerán de la cabeza, pero lo interesante es que con un firme propósito podemos cambiar esa percepción positivamente a fin de convertirnos en observadores de un suceso pacífico, si tan solo nos ayudamos a nosotros mismos a aminorar los efectos de nuestros recuerdos a nivel subconsciente, pues recordar no es un camino para desahogar las tristezas, sino un largo viaje que hacemos tan solo para recrear las emociones a partir de un evento improductivo porque finalmente regresaremos al punto del cual hemos partido: a la realidad, pero si creemos en que poseemos la magnífica facultad de recuperar algo de belleza a partir del caos, nos daremos cuenta de que no nos es posible cambiar la causa pero sí sus efectos. Las malas experiencias pueden ser perjudiciales en el presente así como en el futuro por la desconfianza que sentimos cuando nos hieren, pero sería una verdadera lástima dejar pasar la oportunidad de crear un vínculo nuevo que puede llegar a ser muy valioso, por dejarnos atrapar en la predisposición a tropezar en la escalera de las emociones más de una vez.

Relato de Susana:

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Muy a menudo me asaltan los recuerdos de años anteriores, pues me ha costado mucho trabajo salir delante de una decepción amorosa. Hace ya seis años y luego de quince de casados, que Eugenio, mi ex marido me confesó que se había enamorado de una amiga que teníamos en común y para ser totalmente sincera, ya me lo esperaba porque su actitud no lo contradecía; sin embargo, no por ello me dolió menos enterarme de que era su deseo dejarme para iniciar una nueva vida a su lado. En un principio mis sentimientos fueron únicamente de enojo e impotencia y los disfracé de indiferencia, creí que negando dentro de mí lo mucho que me lastimaba superaría más rápidamente la pérdida, pero lamentablemente no fue así, lo único que conseguí fue atarme más a su recuerdo y tuve que caminar sola por largo tiempo, inmersa en un mar de ideas, de recuerdos y de sentimientos encontrados; sentía furia, amor, mucha tristeza y lloré como nunca, había retrocedido enormemente en mi escala de felicidad. Solo con el transcurso del tiempo me permití a mi misma otorgarles el perdón a ambos para poder cerrar la herida que seguía abierta en mi corazón, comprendí que fue una cadena de errores de los tres, yo de alguna manera había descuidado mi matrimonio, él se dejó llevar por la novedad de una mujer mucho más joven que yo y no puso freno a ese ímpetu, y ella alimentó en él vanas esperanzas porque lo peor fue que al final no continuaron juntos y fue un suceso que nos hizo perder a todos la estabilidad, la fe en los demás y en el amor. Gracias al haber aceptado lo que sucedió y mi responsabilidad en todo, poco a poco me recuperé emocionalmente, Eugenio y yo tenemos una relación de amistad honesta hoy en día, ambos sabemos que el vínculo jamás podría ser el mismo y estamos satisfechos porque con lo ocurrido crecimos como personas y hemos tomado lo mejor del dolor que atravesamos, como conocer otros aspectos de nosotros mismos, nuestra actitud en soledad, la vulnerabilidad o fuerza que demostramos con los amigos o la propia habilidad para vivir sin el apoyo del otro. Yo no he vuelto a encontrar el amor, y es que él dejó una huella muy profunda en mí, tanto de felicidad como de desamor, pero sí hallé lo más importante que es el amor a mí misma, el respeto ante lo impredecible y la lección de perdonar a quienes me hicieron daño, como un tratamiento para cerrar las heridas más profundas del alma y continuar viviendo buscando la felicidad. Susana.

Antes de continuar subiendo por nuestra escalera de los acontecimientos adversos a fin de dejarlos atrás, es conveniente asegurarnos de sentirnos satisfechos y felices por haber vivido un duelo tras el término de una relación importante, para poder mirar “escalera abajo” y ver con orgullo que con cada peldaño que subimos estamos aprendiendo a valorar lo más importante para

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nosotros, como la dignidad y el amor propio y que estamos dominando el arte de elegir no solamente a las personas con quienes podemos intercambiar aspectos positivos, sino también distinguir qué nos afecta y qué nos beneficia y probarnos que somos cada vez más aptos en el arte de vincularnos a otros desde una esencia espiritual más suave y menos conflictiva y que evidentemente conocemos nuestros propios puntos fuertes así como los débiles, pero que mientras más felices nos sentimos, mejor nos ajustamos a diferentes formas de pensar y de ser de los demás y por lo tanto los resultados siempre nos aportarán satisfacción, como el aprendizaje de vivir sin obligarnos a perdonar porque seremos lo suficientemente cautelosos como para controlar las situaciones tensas y frenar nuestros impulsos para no ofender a nadie, porque después de una ofensa viene una herida y no es nada bueno tener conflictos continuamente por no sabernos controlar. Esto puede convertirse en una meta a seguir, conocerme más a fondo para hacer de mí más que un sentimiento débil, dejar de ser sensible en exceso y a cambio aumentar mi autoestima, que es la base de los vínculos sólidos, para igualmente mejorar la apreciación que tengo de cada persona todo el tiempo.

Observar con detalle lo bueno en cada persona es igual que cuando ajustamos la lente de un telescopio para mirar con

más claridad el firmamento

¿Por qué cuando los seres humanos llegamos a ancianos nos parece más realizable perdonar cualquier cosa? Las personas mayores han caminado tanto, han recorrido senderos tan diferentes en luz y sombra, que con sus vivencias atesoran el entendimiento de que estamos aquí hoy con la única misión de ser feliz y que para ello no necesitamos los malos sentimientos o recuerdos, porque el tiempo que les dedicamos fue y sigue siendo un desperdicio a cambio del cual podríamos extasiarnos con la belleza que nos rodea, si tan solo abrimos el corazón igual que los ojos cada día; una persona que haya librado los obstáculos a lo largo de los años y alcanzó la madurez física y espiritual merece todo el respeto y la admiración, pues conoce los altibajos emocionales naturales en la vida, ya que conforme se enfrentaba con ellos unía su corazón a su mente para solucionar los problemas en armonía y aunque sentía temor siguió adelante, podemos saber mucho del alma de una persona de edad

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avanzada por la seguridad con la que nos habla, por escuchar en qué forma corrigió su rumbo al caer la noche, por lo mucho que amó, por lo feliz que fue sin importar la adversidad y por las disculpas que ofreció así como por los perdones que concedió. Tal vez hoy que aún soy joven pienso que tengo demasiada vida por delante y que no debo preocuparme por mis malas experiencias porque quizá con el tiempo desaparezcan los recuerdos que me han atormentado durante años, pero cuando llegue a la cúspide de mi existencia y mire de cerca a la muerte sé que lamentaré no haber otorgado mi perdón o haberlo pedido mucho tiempo atrás, porque necesitaré sentirme confortado por quienes amé para no tener miedo de partir en soledad.

Confiemos en nuestro buen juicio cuando se trate de amar, pues el amor es el mejor consejero al que podemos

escuchar.

Es reconfortante también para bien propio, perdonar a quienes no nos han expresado ningún tipo de remordimiento, pues dentro de la conciencia reconocemos que una herida abierta duele permanentemente y que solo el perdón silencioso tiene la fuerza para cerrarla, porque es un regalo excepcional para sí mismo principalmente para hallar un poco de paz y de simetría dentro de todo un caos, es una ofrenda secreta de amor que derrocha plenitud y levanta la frente abatida, es la muestra de que sí podemos aplicar las enseñanzas de la única religión del amor. Pensemos un momento en perdonar una y otra vez a quienes amamos de verdad, que jamás nos piden disculpa pero sabemos que muy dentro de sí mismos su intención nunca ha sido la de lastimarnos; si se trata de un hijo comprendemos que su inmadurez le impide pensar con sensatez sus actos y sus palabras antes de decirlas y aún así no nos cuesta ningún trabajo ignorar su ofensa porque el amor que nos une a ellos es más grande que cualquier discordia, y si colocamos la armonía de estos pensamientos como si fuese una ecuación matemática sobre otra clase de relación, es sencillo darnos cuenta de que madurez y prudencia antes de hablar es precisamente lo que necesita aquél que nos lastima sea o no sea su intención, en uno mismo está decidir la manera de tratar a alguien inmaduro, en este sentido, si con cada diferencia de opinión fuese parecida al papel que ejercemos como padre o madre, conseguiríamos resultados más eficaces,

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estaríamos aprendiendo cómo enseñar a los demás a tratarnos del modo que deseamos y a tratarse a sí mismos y a otros de la mejor manera, lo que nos llevaría a tener relaciones más sanas y amistades más largas.

Escribo todos los días la historia de mi vida con cada uno de mis sentimientos

Entonces, se puede considerar un verdadero arte al manejo de los efectos que nuestros recuerdos negativos nos ocasionan (mirar escalera abajo), para entonces centrarnos como individuos juiciosos, ecuánimes y con una alta autoestima (afianzarnos en el hoy) y finalmente orientar el sentido que tendrán nuestros actos a fin de someter todos los impulsos a un control positivo (escalera arriba) como cualquier otro arte que requiere disciplina, mucha práctica, una enorme voluntad y por supuesto mucho amor al prójimo indistintamente, porque es una tarea de grandes para la que seguramente todos tenemos el potencial de realizarla con éxito, siempre y cuando estemos dispuestos a reconocer el infinito poder que tiene el espíritu sobre todas las imperfecciones humanas y utilizarlo en mejorar la interacción con todas las personas a nuestro alrededor.

Réplica al relato de Susana

Pagué con creces haber aprendido a levantarme después de terminar con un largo y aparentemente estable matrimonio, yo estaba bien con mi esposa Susana en ese entonces así que ignoro por qué me dejé llevar por esta otra mujer que llamó mi atención desde el principio y no niego que su juventud y toda su personalidad me atrajeron demasiado y poco a poco me fui enamorando como un adolescente. De verdad mis intenciones con ella eran serias, quería ofrecerle matrimonio en un futuro y una vida plena juntos y ese sentimiento que comenzaba a crecer eclipsó el amor que sentía por mi ex esposa, a tal grado que decidí hablarle con la verdad; pero me ilusioné inútilmente, porque aunque ya vivía solo, la otra mujer terminó alejándose cada vez más de mí, me hizo creer que me amaba y que en realidad deseaba

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estar conmigo pero me di cuenta de que para ella fui solamente una experiencia y por supuesto esto me devastó, me quedé sin mi esposa y sin la esperanza en el nuevo amor que creí haber encontrado. Solo con perdonarla me pude liberar de la tristeza y me permití abrirle la puerta de nuevo a la fe; posteriormente conocí a una mujer mucho más joven que yo con quien me casé y ahora vivimos enamorados plenamente. Mi ex esposa sigue siendo amiga mía hoy y reconoce que todo ocurrió sin maldad de mi parte por lo menos y que quizá si todos aumentáramos la guardia en nuestro matrimonio, no estaríamos tan expuestos en algún momento a la tentación por alguien más, aunque a fin de cuentas no todo lo que brille sea oro. Eugenio.

Darnos cuenta de que tenemos cierto control sobre nuestro carácter y admirar cómo los demás disfrutan de nuestra compañía, es una verdadera razón para regocijarnos desde el fondo del corazón y con este limpio sentimiento de alegría podría nacer el deseo de restablecer una relación afectiva que hicimos a un lado pero que no dejamos del todo en el olvido, creyendo fielmente en que sí es posible cambiar la opinión que tenemos de las circunstancias a fin de arreglarlas, con mayor razón si ya transcurrió el tiempo que nos ayudó a pasar por un proceso natural y ubicar nuestras ideas, gracias a que la exaltación ha disminuido y nos podemos dar el permiso de añorar la compañía de esa persona, valorar por qué la amamos y por qué estamos dispuestos a recuperar algo bueno de una ruptura, por mínimo que sea. Si el deseo surge porque necesitamos a esta persona, sin importar el motivo, lo más lógico será acercarnos para comunicarnos con eficazmente y con un poco de buena voluntad de alguna de las partes es suficiente para otorgar el perdón y dar no solo una segunda oportunidad, sino las que sean necesarias con tal de continuar caminando junto a quien fue parte esencial de nuestra vida sin sostener falsas apariencias; después de todo, en un punto más adelante de la vida podremos recapitular nuestras experiencias y veremos que casi cualquier situación es reconciliable, que aunque el vínculo no llegue a ser el mismo ni tengamos el mismo rumbo, sí tendremos la oportunidad de brindarle nuestra ayuda y de salvaguardarle desde lejos, porque fue importante y honramos su recuerdo. Así nos habremos acercado a nuestros propios errores y a los de los demás para darles la cara, superarlos y hacerlos desaparecer en el futuro y quedarnos solamente con los recuerdos que valen la pena.

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Setenta Veces Siete

Muchos de nosotros esperamos y buscamos a lo largo de la vida alguien valioso con quien compartir nuestra existencia y en verdad es una bendición ser elegido igualmente y sentirse amado, necesitado, acompañado y tener la oportunidad de fundirnos en el amor verdad; reposar nuestra alma en el ser amado nos puede hacer más llevadero cualquier desacierto en nuestro andar pero a veces damos por sentado que él o ella tiene en sus manos la responsabilidad de hacernos felices y dejamos de esforzarnos todos los días al máximo para iluminar la vida de ambos, nos acostumbramos a transferirle nuestras faltas y a creer en que vendrá a nuestro rescate si soltamos el timón del barco; la mínima carga que depositemos en sus hombros se convertirá en un lastre con el paso del tiempo y la relación irá en dirección cuesta abajo, la actitud de víctima aunque parezca inocente podría llegar a ser una importante perturbación para ambos. Al momento en que inevitablemente comiencen a aparecer las complicaciones de una vida en común, la imagen que tenemos de nuestra pareja no siempre es la mejor y nos paramos frente a una situación de riesgo, sobretodo si hemos idealizado el amor irrealmente y le hemos sobrepuesto un deseo personal inexistente, pero si el conflicto apareció y nuestro compromiso es serio, no nos queda otra más que afrontar el presente y poner todo lo que tenemos en el alma, en el corazón y en la mente para recuperar el centro del camino y tomar nuevamente su mano en la fiel creencia de que sí es posible apegarnos al ideal de una vida marital perfecta dentro de los parámetros de la aceptación mutua y total. En el caso de que no se tenga la voluntad, la intención o la capacidad para resolver situaciones de riesgo, la rapidez con que el amor va desapareciendo puede llegar a ser impresionante, y es muy lamentable ver las relaciones de pareja que se pierden por la simple falta de interés en lograr que las cosas marchen; aquí es precisamente cuando está en nosotros aplicar los preceptos que aprendimos por la religión cualquiera que sea; respecto al matrimonio especialmente, comenzamos con la mutua promesa de tolerarlo todo, de aceptarlo todo, de perdonarlo todo hasta el último de nuestros días, pero en la significativa oportunidad para llevarlo a la práctica, repentinamente se nos olvidaron aquéllas promesas que salieron de nuestra propia boca frente a un altar, usualmente, en vez de reflexionar acerca de qué es la tolerancia, qué es la unión permanente, cuál es el error dentro de la convivencia de dos individuos que han pasado la mayor parte de sus vidas alejados pero que súbitamente están juntos mirando hacia un mismo punto en sus objetivos y en quienes ha nacido un amor mutuo y la ilusión de mantener este estado por mucho tiempo más; unirse es más que declarar amor, unirse de esencia es recordar por qué elegimos a quien elegimos, es darnos la recíproca oportunidad de aceptarnos y amarnos siendo imperfectos

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sin dejar que esto conspire en contra nuestra, es extendernos la mano cuando el otro caiga, ayudarle a levantarse, es hacerle comprender que el hastío es solamente el descuido del amor, que la rutina no es el enemigo sino el eco de la estabilidad que nos sugiere también que tenemos solidez como individuos y que estamos en el cauce correcto para avanzar hacia las metas conjuntas, solo que ambos necesitamos ver en la misma dirección.

Cuando los objetivos en común desaparecen, los caminos se bifurcan y una nueva historia se escribe para la ex pareja y para uno mismo, pero si hemos de llegar a tomar decisiones en forma separada, qué mejor que hacerlo con la concepción de que perdonando las equivocaciones del pasado, tanto a los hechos como a las personas involucradas, extendemos nuestro horizonte espiritual, damos significado a la convicción de que el alma sí tiene un poder de sanación especial, de que la mente y el corazón de igual manera pueden reestructurarse de acuerdo a los nuevos planes y metas y que expandiendo nuestra dimensión hacia el perdón también estamos haciendo crecer a nuestra alma y eso se reflejará externamente haciéndonos más admirables, independientes y valiosos como seres humanos.

Si tomamos en cuenta que nuestro Dios personal nos pide pasar la prueba del perdón varias veces durante la vida, ¿podríamos negarnos?, una bendición al iniciar el matrimonio es la señal de que lo más divino en que podemos creer como seres humanos toma el control de nuestro barco y le permitimos llevarnos por distintas aguas, pero no existe la garantía de que el océano estará tranquilo durante el trayecto completo y eventualmente lloverá; pero es bello confiar, tener la certidumbre de que los peores momentos terminarán y que nuevamente llegaremos a la paz, cuando otorguemos el perdón al cónyuge arrepentido todo se iluminará otra vez dentro de los dos, reconoceremos la divinidad en uno mismo y saludaremos a Dios en él. El esfuerzo conjunto, continuo y la presencia de la esperanza nos devolverán la felicidad acrecentada para retomar fuerzas y emprender un camino nuevo; significa sencillamente entregarnos a la palabra de la verdad que aprendimos desde niños, de que con la fuerza de Dios en el alma somos uno con Él y todas las cosas son posibles, que todo esfuerzo será poco para poner en alto el nombre del amor verdad y eventualmente veremos crecer sus frutos y así dejaremos a un lado la falsedad y el sonido de las palabras huecas que se repiten a veces sin realmente sentirlas vibrar dentro de nuestro ser cuando juramos fidelidad, tolerancia y amor absolutos en frente de lo que consideramos como lo más sagrado y a cambio obtendremos algo significativo en el corazón, no nos limitaremos a

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repetir frases sin sentido que se queden resonando dentro de las paredes de un templo.

Relato de Myriam

Me casé con Jorge aunque hay una diferencia de 14 años de edad entre nosotros y nuestra boda fue uno de los días más plenos de mi vida. Pronto nos vimos bendecidos con la llegada de nuestro primer hijo, Ricardo, y tres años más tarde llegó Miranda, aunque para entonces tristemente las cosas entre los dos habían cambiado demasiado porque se quejaba de lo pesado de las responsabilidades, del tedio y de la rutina. Peleábamos casi por cualquier insignificancia cuando noté un cambio drástico en su comportamiento conmigo y con los niños ya que comenzó a llegar tarde de su consultorio y todo apuntaba claramente a que estaba teniendo un amorío, cuando investigué resultó que estaba saliendo con la recepcionista de la clínica desde hacía seis meses, mi mundo cayó hasta el fondo y sentí que jamás me podría recuperar de semejante decepción; lo peor comenzó después ya que su carácter cambió a tal grado que me insultaba, me humillaba y no tardó mucho en golpearme, bastó con una vez que lo hiciera para que me fuera de la casa con los niños definitivamente. Él regresó a buscarnos arrepentido, llorando y jurándome que no volvería a suceder porque las cosas se salieron de su control pero que no vería más a la mujer con la que me engañó. Durante mucho tiempo no pude hablar con él, verle la cara o superar que con su infidelidad se había llevado mi estabilidad emocional y la de nuestros hijos; pero me di tiempo, me permití comenzar una vez más sin rencores, le cerré la puerta al odio, abrí mi corazón para dejar entrar a Dios en él y supe que lo que más me había dolido fue que traspasó el límite del respeto hacia mí y aunque comprendí que quizá jamás volveríamos a estar juntos como pareja, sí podría perdonarlo, así que le di la oportunidad de acercarse a mí y a los niños para restaurar los daños dentro de lo posible y evitar otras heridas sobre todo para ellos. Él se esmeró mucho tiempo en tratar de reconquistar mi amor y lo tiene, pero no soy más su mujer sino su amiga, creo en el amor y creo en la bendición divina, para mí el divorcio es solo una manera de declararle desprecio a nuestro cónyuge porque por un largo tiempo las cosas no cambiarán; no estoy negada del todo a una reconciliación pero tendría que volver a enamorarme de él porque en verdad es un hombre valioso que se extravió del camino y ya comenzó a asistir a

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terapia psicológica para aprender a definir sus prioridades y a respetar para ser respetado. Es una lástima que para él los decretos de fidelidad frente al altar no hayan significado mucho como para mí, pues hoy se da cuenta de que por un error, por dejarse llevar por sus impulsos y por su falta de compromiso perdió más de lo que parece. Yo le ayudaré a retomar su camino, a buscar la verdad dentro de sí mismo, a liberarnos de culpas mutuamente, a perdonar su propia equivocación bajo la luz de la compasión y a encontrar una razón para vivir con la satisfacción de perdonar no solo una vez, sino como dicen las Escrituras, hasta setenta veces siete. Myriam.

Lo mejor que puedo hacer por mí es aprender a ser honesto conmigo mismo para vivir en la Verdad permanentemente y

ser honesto con los demás.

Así como tenemos la libertad de elegir nuestras amistades, también es una elección personal el reintegrarlas a nuestra vida o no, por importante que hayan sido; por supuesto que nos resulta mucho más cómodo romper vínculos después de un conflicto porque poner las cosas en claro para conciliarlo implicaría doble trabajo y nos demandaría un gran esfuerzo y una fuerte determinación, lo que no siempre estamos dispuestos a hacer aunque interiormente siempre sabremos que estamos negando nuestra parte de responsabilidad en todo esto. Lo más cómodo es siempre abandonar y quizá dejar las cargas pesadas a un lado sea sano, pero ignorar las situaciones que se pueden arreglar dejándolas inconclusas nos hace débiles en vez de fuertes.

Dentro del matrimonio o de una relación muy cercana, se suelen traspasar los límites del respeto, terminando las discusiones muchas veces inclusive en golpes; tolerar o no este tipo de actitudes agresivas en la pareja depende mucho de la autoestima que se tenga en ese momento y de una decisión personal de permitirle extralimitarse en su trato con tal de no estar solo en muchos casos, muy independientemente del amor o del apego hacia esa persona, porque su compañía nos es más perjudicial que beneficiosa. En esta situación es muy complejo dominar los sentimientos: por un lado amamos o creemos amar a esta persona, (si es que consentimos amar a quien nos

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maltrata) y por otro lado escuchamos una voz interior que nos exhorta a reconocer que cometemos el error de permitir la manifestación violenta en contra nuestra, lo que nos deja ver con claridad el posible futuro que nos espera al lado de alguien que no puede ni podrá controlar sus impulsos más primarios, como lo es recurrir a la defensa física, debido a que seguramente tendrá la misma conducta con los hijos que se procreen y en el fondo esperamos que algún día mágicamente las cosas cambien para mejorar la relación y que él o ella deje de ser violento de la noche a la mañana y nos trate con dulzura, pero ciertamente lo más probable que suceda es que esta situación empeore con el tiempo y la indiferencia que mostremos ante esta verdad solo estaría fomentando nuestra debilidad y la falta de amor propio; antes de volver a pelear y exponernos a ser maltratados física o mentalmente, debemos darnos cuenta de que el cambio más grande que logremos observar en todo nuestro entorno será a partir de la renovación del temor al auto-respeto que forjemos en nuestra persona.

Quien se somete al maltrato psicológico, verbal y/o físico se expone completamente a convertirse en un individuo cada vez más retraído, sumiso, callado, inseguro y aislado; cuando esto sucede y decide continuar aceptando su situación, demuestra una fe ciega en el arrepentimiento del ser amado al que cree sincero cada vez y al mismo tiempo posee una magnífica capacidad para el perdón procedente del amor que le profesa, aunque este potencial no esté siendo orientado apropiadamente, puesto que cuando somos lastimados a propósito, entre perdonar y seguir soportando existen límites ya que perdonar por miedo podría acarrear consecuencias perjudiciales, porque a partir de la inseguridad solemos tomar las peores decisiones y quien lo hace de manera forzada es con el único fin de no perder la relación pero lamentablemente se está dejando a un lado a sí mismo.

Dentro de una relación en donde se presentan el maltrato, el daño, la clara ausencia de amor, de compromiso y de respeto, nos arriesgamos a perder además la solidez personal que deberíamos obtener como individuos al convivir sanamente con el ser amado; no queremos sembrar esperanzas en suelo infértil pues no crecerían raíces lo suficientemente fuertes como para soportar una vida juntos a través de los años. Las relaciones amorosas también se tornan enfermizas si la autoestima se ve afectada por la actitud repetitiva del círculo que me parece apropiado llamar “conducta nociva del perdón”, en el cual el agresor toma por costumbre dañar a su pareja hasta en la mínima oportunidad sin el temor de ser recriminado, porque ha visto que cuando

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adopta la actitud del amante ofendido y arrepentido, le serán disculpados todos sus errores con lo que ganará el perdón una y otra vez y aprenderá a manipular cuantas veces le plazca, inclusive le pedirá a su pareja que olvide lo ocurrido y que lo mantenga en secreto, argumentará que son asuntos privados e intimidades que nadie debe conocer aunque interiormente la persona que está siendo maltratada reconozca que está escuchando una voz de alerta por estar conviviendo con alguien que requiere de atención psicológica y ayuda social inmediata y es en ese momento cuando se marca el límite entre la devoción incondicional que se estableció con la creación de un vínculo permanente y comienza la defensa propia. Recordemos siempre que un individuo feliz entregará lo mejor de sí mismo a quien sepa valorarlo, perdonará con dignidad y sabrá cerrar ciclos en el momento oportuno por bien suyo y de los demás.

Sentirnos ofendidos frecuentemente, siembra en nuestro ser el auto-desprecio.

Círculo nocivo del perdón

(Me equivoqué, hice daño, me arrepentí y me perdonaron)

Puede ser difícil atravesar un proceso por el cual logremos entender y aceptar finalmente que mantenemos una relación sentimental con una persona cuyo propósito no es el compromiso, el respeto y el amor, como quizá nosotros lo tengamos en ese momento y su oposición podría darse porque la sociedad que somos y las imágenes que vemos todo el tiempo en el cine o la televisión nos

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indican que solo seremos felices si nos enamoramos y eso también ejerce determinada presión constantemente sobre las personas solteras orillándoles quizá a cumplir con el estándar de llegar al matrimonio antes de cierta edad y sentirse aceptados dentro de un círculo de amistades (sobretodo sucede con las mujeres), sin que realmente se esté preparado o dispuesto a ello; aquí es donde entran aquéllos que se casan por impulso, porque ya tienen varios años de noviazgo, o porque uno busca en el otro cierta estabilidad emocional, social o peor aún, económica. Solo es suficiente un poco de sentido común y una perspectiva amplia para analizar desde fuera del contexto la raíz del problema y plantearse por qué la pareja no desea comprometerse con uno y respetarlo, ser imparcial y decidir en base a objetivos propios en la vida, no imponer nuestra voluntad aunque de verdad deseemos casarnos en ese momento con esa persona, debemos permitirle tomar su propio rumbo y analizar si es el mismo que queremos emprender; porque aunque nos duela tomar una decisión importante, siempre es mejor atacar de frente cualquier problema con la fuerza necesaria para frenar las consecuencias negativas que pudieran presentarse posteriormente porque aunque suframos, un solo dolor quita muchos. El punto es abrir los ojos a tiempo para dar solución a los problemas del corazón, mirar el plan personal y seguirlo antes de provocar una acción que no es conveniente por la que resultemos heridos y debamos perdonar después para salir adelante.

Terminar una mala relación sentimental a tiempo evitará muchos dolores a futuro.

Réplica al relato de Myriam.

Siendo adolescente creí estar seguro de desear formar una familia en cuanto terminara mi carrera de Medicina cuando conocí a Myriam y nos enamoramos profundamente, ella sí me inspiró lo suficiente como para anhelar convertirme en padre y en el esposo ideal, cumplí todos sus deseos en cuanto a la boda religiosa, gasté más dinero del que podría haber ganado en meses, pero la amaba y valió la pena verla inmensamente feliz, tanto como yo lo era. Antes del matrimonio, durante el noviazgo, Myriam me mostró una faceta magnífica, era una mujer noble, sencilla, cariñosa y discreta, pero con el tiempo se fue transformando en una desconocida neurótica y con la llegada de nuestro primer hijo Ricardo, no atendía bien ni al bebé, ni a la casa, mucho menos a

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mí, y descuidó su propia persona aún más cuando tuvimos a la niña; subió mucho de peso y tal vez esto no me habría importado si además de todo se hubiese abstenido de exigirme condiciones de vida y lujos que en ese entonces todavía no me era posible darles porque el consultorio no era muy grande ni tenía demasiados pacientes, pero no fue por desidia de mi parte o porque me negara a dárselos. Como se pasaba la mayor parte de los días encerrada en la casa cuidando a los niños, supongo que su nivel de estrés subió tanto que por eso peleábamos por tonterías, lo que yo deseaba era llegar a un hogar tranquilo, silencioso dentro de lo posible, a descansar, a sentirme esperado, a cenar en familia y a platicar con mi esposa de los pormenores en el trabajo, sobretodo teniendo una profesión tan demandante, pero en vez de eso me sentía ignorado, utilizado únicamente como proveedor y la soledad comenzó a deprimirme, hasta que intimé demasiado con la recepcionista que contraté en el consultorio que no era hermosa pero sí sabía escucharme, fuimos dos soledades que se complementaron para formar una bella compañía, como dos errores que juntos hacen un acierto. No era mi intención divorciarme ni abandonar a mi familia pero mi espíritu me pedía a gritos un aliciente para soportar los malos ratos en casa que cada vez fueron peores, cuando llegué a golpearla toqué fondo como hombre y pude reevaluar mi vida, supe qué quiero y me concentré en trabajar en ello para modificar lo que estuviera mal, la aventura terminó y me costó mi matrimonio, pero también observé mi rumbo desde otra perspectiva y me obligué a forjarme nuevos compromisos y a respetarlos, aprendí que construimos nuestro propio camino y destino en base a errores y sé que en mi matrimonio faltó una comunicación eficaz. Hoy después de mucho intentar recuperar a Myriam sé que he ganado mucho con la experiencia, estoy en terapia para manejar mi ira y me he perdonado a mí mismo por todo, me di una segunda oportunidad para recomenzar, para enmendarme con ella y con mis hijos aun viviendo separado de ellos. Jorge.

Respecto a la infidelidad existe un universo de causas que la motivan y el ser humano va en contra muchas veces de la corriente que él mismo puso a fluir con el matrimonio llamándole fastidio, rutina o tedio y con ello prefiere vivir experiencias de peligro que ponen en riesgo todo su ambiente personal; ¿por qué somos infieles?, ¿confundimos la soledad con la libertad?, tal vez la infidelidad más bien refleja la poca honestidad para con uno mismo y el poco aprecio que sentimos por lo que hemos creado con cada una de nuestras decisiones en la vida, si estamos tan insatisfechos con una sola persona sin importar las razones, es mejor tratar de encontrar dentro de sí mismo el pilar de la franqueza que sostenga todas las dudas y decidir con libertad para construir una vida honorable y plena de la cual sintamos complacencia y delicia, reconociendo que cuando el amor y los valores nos dirigen es más fácil

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tener una vida feliz y armoniosa que una agitada y compleja; tal vez ser infiel y caer en soledad sea una trampa auto impuesta porque sabemos que al final necesitamos estar solos un tiempo para crecer antes de compartir la vida y los objetivos con otra persona, conocernos más para poder conocer a alguien más. Personalmente creo que nadie puede obligarnos a ser fiel o a ser infiel, es una elección enteramente personal que nos hace más o menos íntegros según sea el caso y a nuestro lado animal sí es mucho pedirle ser fiel permanentemente, por lo que es bastante admirable mantenerse en esa seguridad; después de todo, el infiel se siente satisfecho de momento, pero eventualmente necesitará regresar a un hogar donde predominen los valores y se fomenten las buenas conductas. ¿Perdonar una infidelidad?, sí, pero… este “pero” es el hueco que dejan las decepciones más profundas y solo es una decisión personal, quizá podamos perdonar al ser amado infiel cuando nos abra su alma sin reservas, cuando le comprendamos, cuando se encuentre a sí mismo, cuando nos elevemos juntos más allá de los simples deseos físicos y cuando volvamos a unirnos en el amor más sublime y puro, en donde la infidelidad no tenga cabida.

El camino correcto siempre resulta ser el más fácil de elegir.

El Efecto del Espejo Mágico

Si miramos nuestra propia imagen en un espejo, es una fortuna si sonreímos al instante; tenemos la facilidad inmediata de corregir con el peinado o con maquillajes lo que no nos agrada demasiado (cuando es posible hacerlo), con tal de reflejar belleza en el exterior y de alguna forma sentirnos aceptados y hasta admirados por los demás, pues quien tiene la fortuna de ser atractivo o atractiva a la vista, podría decirse que ya ha ganado el cincuenta por ciento de las oportunidades en su vida, por el simple hecho de encajar visualmente en una sociedad controlada e inclusive atacada por ciertos estereotipos de la apariencia estética, significativamente muy difíciles de alcanzar por la mayoría de las personas. Es entonces desde el exterior que nuestro ego crece y nos da la idea equívoca de que tal imagen es quien en realidad somos, cuando la verdad es que nuestro cuerpo aunque es el magnífico templo en donde tenemos nuestro ser, solo es el vehículo por medio del cual percibimos la realidad de la existencia con los cinco sentidos. Esta envoltura perfecta y

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valiosa se sabe adaptar a los diferentes cambios en la intemperie, nos permite desplazarnos, tener sensaciones, gozar del placer, sentir dolor y enfermedad y tiene la asombrosa cualidad de regenerarse a sí misma cuando algún órgano o elemento falla; si le ponemos tanto cuidado, amor, atención y dedicación, invertimos nuestro tiempo, pensamientos y dinero la mayoría de las veces en anhelar un cuerpo totalmente diferente, nuevo, mejor o parecido al de alguien más, ¿acaso no es más importante embellecer el alma y el espíritu?, si deseamos ser bellos por fuera como lo somos por dentro, ¿por qué no también poseer un carácter que iguale la hermosura física?

¿Qué vemos en el espejo, a una persona con imperfecciones pero íntegramente feliz y dócil, o a una meramente hermosa

pero desdichada y arrogante?

Escuché una vez que Dios se entristece al ver a quien tiene ojos altivos; y con razón porque humilde no es quien vive en la pobreza material ni es calificativo para mendigos, más bien la verdadera humildad tiene mucho que ver con la cercanía de nuestra alma con un Ser Supremo, con mirar con ojos bondadosos, sumisos y llenos de nobleza; su ausencia tiene mucho que ver con el instante en que fingimos ser compasivos con las personas que nos ofenden una vez pero con quienes reaccionamos violentamente a causa del sinsabor que en algún momento tomó el control de nuestra vida haciéndonos personas intolerantes y nos hizo incapaces de condescender, porque hemos llegado a sentirnos demasiado poderosos, demasiado perfectos para ser objeto de un desaire y demasiado juiciosos para reconocer que también cometimos el error de haber provocado que nos ofendieran. Todos nos hemos equivocado, todos hemos ofendido, todos podemos asumir hoy la parte de nuestra responsabilidad en ello, e igualmente nos hace más bellos por dentro si decidimos actuar de manera más paciente, dar la calma que requiere el momento y enseñar al otro que está sobrepasando el límite, y por fuera nuestros ojos seguramente emitirán una luz de sencillez que ningún artificio cosmético les podrá dar jamás. Si tenemos una gran fuerza en nuestro interior para sostener el resentimiento a lo largo de los años, ¿por qué no utilizar esa misma fuerza en escuchar la voz del alma y perdonar? Es complicado albergar malos sentimientos y es muy simple revelar los buenos.

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Cada una de las arrugas en mi rostro fue originada por diez millones de sonrisas, y son mi orgullo.

Pretendemos ser condescendientes cuando interactuamos con alguien a quien consideramos débil o inferior, pero ¿qué sucede si en realidad nuestra autoestima se está disfrazando de un orgullo dañino, con el que lejos de ser mejores seres humanos nos estamos convirtiendo en inquisidores de los demás?, también el alma se enaltece negativamente si el cuerpo se llega a sentir superior que los demás, porque el sabernos hermosos en apariencia nos puede cegar y hacer creer falsamente que esta belleza será eterna o es lo único que somos, pero mientras tanto hemos corrido el riesgo de perdernos a nosotros mismos en un laberinto de vanidad y haber lastimado y humillado a los que físicamente no parecen agraciados ante nuestros ojos o no se conducen por la moral que creemos. Es fácil envanecerse de no tener determinada característica física que no consideramos atractiva, pero no podemos estar seguros de que nunca la tendremos. Nos preocupamos por que la figura externa de nuestro ser sea bonita como seguramente es nuestro interior; igualmente para otros deberá ser muy importante lograr que su interior concuerde con su físico: hagámonos el propósito hoy de evaluarnos desde el interior, para deducir honestamente si la belleza física cuyo privilegio poseemos, es semejante la imagen que exteriorizamos.

Existen personas que por motivos físicos son el centro de miradas curiosas, que si son obesas, que si son de un tono de piel muy subido, o muy pálido, que si andan en silla de ruedas, que si padecen una enfermedad visible, que si tienen una notable característica de nacimiento, que si son demasiado pequeños o demasiado altos, que si usan anteojos, que si… la lista es interminable, llaman nuestra atención cuando los observamos pero la pregunta es ¿por qué?, ¿en qué concepto real podemos basar nuestra percepción para pensar en ese instante que son diferentes?, muchos podemos llamar la atención y no necesariamente porque padezcamos algún síndrome o porque nos falte un miembro, sino porque dentro de la mirada misma se puede vislumbrar la amargura del corazón o el enojo y desprecio hacia los demás y esto jamás se podrá esconder o corregir con una intervención. La inmensa diversidad de formas físicas de que somos una parte primordial nos demuestra que somos complementarios unos con otros, que la fortaleza que uno ostenta es necesaria para la supervivencia de otro y de la misma manera sucede con

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todos los talentos y aptitudes mentales, ya que cada persona tiene toda la capacidad para DAR lo que le falte a alguno de sus semejantes, como puede ser esperanza, fe, verdad, conocimiento, conciencia, convicción; abriendo el corazón es como reconocemos a quién y cuándo darlo; únicamente el ejercicio del amor y su entrega a todo aquél que nos rodea nos puede proporcionar la llave mágica para abrir de par en par las puertas de la divinidad humana.

Cuando nos decidimos valerosamente a cruzar hacia la sensibilidad y a adquirir la práctica del amor como hábito de vida, además de que admiraremos nuestro reflejo de una manera notablemente mejor, nos encontraremos con el surgimiento de distintos y bellos sentimientos que pueden aparentar contradicción, como puede ser el sentirnos vulnerables y expuestos a ataques y críticas, pero la protección de las emociones propias es una conducta natural de defensa que una vez que la comprendamos dejará de tener tanta importancia y nos permitiremos ligarnos a los demás de una forma más abierta y espontánea, sin tantas medidas precautorias ni falsedades y por lo tanto ganaremos el control sobre nuestro propio proceder sin importar el qué dirán; solo es importante lo que creemos que es correcto, nuestra propia voz de amor es la única que puede aconsejarnos. No pongamos tanta atención al miedo de sentirnos frágiles si mostramos benevolencia y perdonamos, porque un corazón repleto de dulzura y devoción que se entrega a sí mismo, nos engrandece.

Relato de Mónica

Tengo la fortuna de ser madre de una hermosa niña de siete años, quien nació con una característica especial: padece de un síndrome genético que se define por tener básicamente los ojos demasiado separados, una deformidad en el cráneo y los deditos de las manos y de los pies unidos y malformados. El amor que siento por ella nunca me ha dejado sentirme triste, al contrario, me hace fuerte para ayudarla a salir adelante e integrarla a la sociedad; se ha sometido a múltiples intervenciones quirúrgicas para permitirle caminar y asir cosas, y ahí es donde me duele, en las recuperaciones que ha tenido que atravesar para poder desarrollarse a un nivel mejor. Por supuesto prefiero no exponerla a miradas impertinentes porque ella no ha tenido la inquietud ni la necesidad de mirarse en un espejo y juzgar su propia condición, pero sí se da cuenta de que la miran demasiado y nos pregunta por qué es así. Hace algún tiempo se le acercó un pequeño de menor edad y la observó con detenimiento mientras ella jugaba en el parque con sus muñecas, y el niño se dirigió a mí para preguntarme con los ojos muy abiertos: “¿Es un monstruo?” Con toda su

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inocencia, la pregunta me provocó mucho llanto y terminé comprendiendo que su intención nunca fue ofenderla solo que no es común que observen a personas con alguna diferencia física, pero falta mucha instrucción en las escuelas acerca de que existen en el mundo quienes tienen capacidades especiales, y fomentar una buena información contribuiría a que desde pequeños las nuevas generaciones conozcan que hay quienes lucen distintos y requieren educación, trato y transportación especiales, pero también apoyo y amor en cantidades especiales. Tengo mucha fe en este país, sé que poco a poco vamos avanzando en el terreno de la enseñanza hacia las personas que llamamos “discapacitadas” solo porque creemos que no pueden lograr muchas cosas, pero esto es un error, porque son totalmente capaces de brindar amor y de hacernos sentir especiales a quienes tenemos el honor de ser sus padres. Mónica.

Comprender que existe una gran falta de información, también nos ayuda a perdonar las censuras que se hacen en

contra de nosotros.

Las personas que se sienten discriminadas sufren, irónicamente quizá después de haber requerido tratamiento para recuperar alguna función motora o psicológica si es el caso y obtenido su rehabilitación, pero lo que les provoca el sentimiento de aflicción es evidentemente saberse examinados e inclusive rechazados, cuando no puede ser culpable aquél que nace con una deficiencia física pero tampoco es digno de mérito quien nace sin ella, simplemente todos estamos expuestos todo el tiempo a padecer una alteración física o a observarlo dentro de nuestra familia. ¿Y qué podríamos hacer si así sucede?, Con seguridad no tendríamos el temple para dirigirle una mirada áspera; por el contrario, le prodigaríamos todo nuestro amor, ternura, apoyo y optimismo para que se integrase perfectamente a la sociedad con valentía y entereza. De hecho, casi no convivimos con personas que tienen capacidades diferentes precisamente porque sus familiares prefieren no exponerlos a las críticas; así que por qué no hacerlo ahora, en cuanto tengamos la oportunidad brindemos un saludo, una sonrisa amable o un puñado de esperanzas a todo aquél que sufre algún tipo de discriminación y pongámosle un alto de una vez por todas.

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Comencemos hoy a sentir que todo el mundo es parte de nuestra familia. Esto es dejar que Dios guíe nuestro corazón.

Imaginemos que sí es posible amar, apoyar y animar a personas que se observan a sí mismas en un cuerpo diferente a los demás; si nos proponemos enlazar nuestra alma a la de ellos, miraremos la maravilla en su interior y podremos intercambiar sentimientos de júbilo. Está en nuestras manos hacer sentir amor y felicidad a todo ser alrededor nuestro, abramos estas manos llenas de fortuna y compartámosla con quien la necesite, la riqueza del dinero solo cumple su labor de saciar de momento lo que invariablemente se acabará, pero la ventura divina mientras más la regalamos, más se reproduce. Y si tenemos una capacidad diferente o un padecimiento físico, qué bello será llegar a sentirnos aceptados, amados, sabernos parte de un mundo lleno de regocijo, de tener la oportunidad de elegir la vida sobre la inacción, de dejarnos ser como nos sentimos por dentro: fuertes y llenos de esperanza por entender y perdonar a los que no conocen nuestra gran capacidad de amar, nuestra entrega sincera y el desafío al que nos enfrentamos todos los días por vivir en un entorno que no nos favorece y que no está adaptado a nosotros, y que sin embargo, vemos la belleza en ello con felicidad en el corazón, porque Dios dirige la mano que gustosa se extiende para ayudarnos.

Una vez en un sueño tuve la oportunidad de hablar con Dios; quise llenarlo de preguntas y externarle mi infinito amor y Fe en Él, pero me impidió emitir sonido alguno pues cuando comenzó a hablar, su voz resonaba en mis oídos demasiado fuerte y me dijo simplemente: “Demuéstrame que amas y que crees en tus semejantes, antes de decirme cuánto crees en mí y lo mucho que me amas”. Cuando nos decidamos a ser compasivos con todos en general y nuestra actitud sea plenamente de amor y felicidad, de inmediato nuestro cuerpo responderá y poseeremos una belleza radiante y natural que durará a través de toda la vida, sin importar la vejez. Solo necesitamos notar que somos felices porque otros lo son a nuestro lado, y porque deseamos para los demás lo mismo que para nosotros.

Actualmente aún existen países en los cuales no todos somos bienvenidos y sin importar cuáles son nuestros valores, somos discriminados e incluso maltratados por haber nacido en determinado lugar, profesar determinado credo, vivir bajo tal gobierno o tener cual situación económica; siempre hay

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alguien que nos observa con su lupa desafiante dispuesto a juzgar nuestras acciones, nuestras posesiones visibles o nuestra forma de hablar, y a tratarnos de acuerdo con su rígida forma de pensar, pero lejos de sentirnos acechados y de permitirle ejercer su control sobre nosotros, con dignidad podemos hacerle reconocer que es nuestro absoluto derecho divino el sentirnos parte de un mundo y disfrutar de toda la aceptación y el amor posibles, y de que se nos otorgue el derecho a participar en diversas actividades para las que estemos preparados y que se nos escuche y se nos tome en cuenta. Pero, ¿y los que reconocemos haber sido opresores alguna vez?, ¿qué necesitamos para poder aceptar a los demás sin importarnos cómo luzcan, cuánto tengan, o de dónde provengan? Indudablemente, solo un poco de la humildad que nace del amor, eso es lo único que nos hace falta.

La única persona a quien debo superar es a mí mismo.

Poner demasiada atención solo a la forma física tanto propia como ajena -que es el cuerpo-, nos va alejando poco a poco de la evolución natural interna que Dios espera de cada uno de nosotros, y al depender mayormente de esta imagen exterior, la autoestima se quiebra porque en algún punto del tiempo dejaremos de ser estéticamente perfectos, y es necesario establecer un buen amor propio y una sólida auto confianza para reafirmar los valores y destacar las virtudes más importantes.

Si nuestra autoestima es demasiado frágil, se va creando un hueco por el continuo roer de una presión social demasiado poderosa que muchas veces llega a tener consecuencias fatales, como la adolescente que mide su proporción corporal con la de la artista que luce espléndida en un escenario y se arriesga a padecer un desorden alimenticio con tal de igualarse a ella. Siendo una persona enferma, depresiva y triste, ¿es esta la imagen que quiero mirar en mi espejo? ¿O mejor me acepto tal cual soy, con imperfecciones, pero comienzo a reforzar mi amor propio, a cultivar mi alma con acciones valerosas y dirijo mis pensamientos a los ideales que me aporten felicidad y que me coloquen en el camino correcto de la realización personal?, Para esto debo comenzar por mí, para que quien de verdad me quiera, me comprenda y sepa interpretar el mensaje oculto entre mis sonrisas silenciosas, impedirá que se vacíe mi espíritu con tal de representar una imagen física que claramente no soy. Con seguridad, tan pronto como decidamos embellecernos por dentro, comenzaremos a revelar una imagen creciente de gozo puro y ese sentimiento

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de felicidad nos hará hermosos, plenos y más conscientes de nuestros requerimientos afectivos por parte de quienes nos rodean.

Comenzar por ocuparnos de la restauración del alma desde su origen, hará de nuestra apariencia física un breve destello en comparación con la grandiosa luz interna, que indudablemente inspirará eventualmente a los demás a ser individuos más felices y sensibles. Es maravilloso ser feliz con lo que vemos en un espejo, pero la felicidad que no vemos es la maravilla del Ser.

Quiero ver el mundo de la manera en que Dios lo ve, con la perfección con que Él nos creó a todos.

Tu amistad es una voz en mi silencio

Lo que no se ve a simple vista puede llegar a perder importancia, como los valores de bondad, sinceridad y honestidad; si la vanidad y el orgullo nos convierten en su presa, podríamos llegar a sentir cierto gozo cuando alguien nos pide un favor, porque en el fondo sabemos que esta persona ha adquirido una deuda con nosotros y que somos libres de cobrarla en cuanto nos plazca; pero en realidad cuando nos piden algo nos están dando con la otra mano el valioso aprendizaje del desapego, de poner nuestro interés y apreciación por las cosas materiales o no materiales en su justa medida, de sentirnos complacidos por tener la oportunidad de ayudar y a hacerlo incondicionalmente, pues es una lección de fe cuando nos piden determinada intervención para librar un obstáculo, porque con ello están haciendo honor a nuestra capacidad de respuesta y a nuestros valores éticos.

En caso de haber brindado ayuda sincera por medio de un favor incondicional y a cambio recibir deslealtad, es válido sentir enojo y mortificación por ello, pero sería una lástima endurecer nuestro exterior con hostilidad, adoptar una actitud defensiva y dejar que las experiencias externas vayan degradando nuestra bondad interior; ¿por qué no mejor nos damos la oportunidad de dedicarle solo un tiempo al pensamiento de rencor y pronto dar paso al perdón

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aunque no nos lo pidan? Sabemos bien que por bienestar y salud propios nos conviene acostumbrarnos a perdonar una y otra vez, y aprender a ser más precavidos, más tolerantes, más ingeniosos para saber fijar límites con los demás y aprender a decir “NO” cuando lo consideremos necesario, con naturalidad y firmeza, más no con frialdad ni desprecio. La avenencia en los asuntos pendientes que sostuvimos durante mucho tiempo es un acto de felicidad y de amor, es la concreción de la moralidad y de la buena fe entre los seres humanos; reconciliarse con alguien es admitir que podemos aprender mucho unos de otros, tanto quien pide el perdón como quien lo otorga está dando un voto de confianza a esa relación, esperanzado a que las circunstancias se vuelvan favorecedoras para los involucrados; perdonando estamos destruyendo del pasado un mal acontecimiento y erradicando las enfermedades de tristeza y enojo que tanto dañan la salud.

¿Cuál es la fuente de todo odio y todo rencor?, a cada quien nos ofenden situaciones y actitudes que difieren dependiendo del grado de tolerancia que tengamos, pero si las analizamos concienzudamente, observaremos de frente que al neutralizar con amor las causas que nos provocan disgusto, irán perdiendo fuerza y algún día dejarán de existir. Somos quienes permitimos los efectos perjudiciales o productivos para nuestro porvenir.

En el caso de tener una o varias relaciones enfermizas con amigos o familiares, como podría ser que después de un malentendido nos retiremos el habla y la comunicación, evitaríamos encontrarnos con él o ella en casa de una amistad en común; la situación en sí misma nos está indicando que seguramente algo estamos haciendo mal y que la comunicación que entablamos es ineficaz porque las discrepancias usualmente toman fuerza si tratamos de imponer un criterio sobre otro en vez de permitir las expresiones aunque sean negativas; recordemos que depende solamente de uno el dar fuerza a lo que nos ofende, pues podemos dejarlo pasar sin que pretendamos aparentar ingenuidad frente a los demás y en ese caso evitamos discutir, pero lo que usualmente hacemos es pelear hasta que sea nuestra palabra la última en escucharse aún sabiendo que con ello estamos distanciándonos del oponente, quizá para siempre. Convendría modificar nuestras viejas prácticas y evolucionar en este aspecto, si queremos realmente dar un ejemplo positivo y dejar huella en las personas que nos conocen, consiguiendo así su admiración en lugar de su desprecio, recibiendo más bendiciones y acortando la distancia entre nosotros y Dios.

Evolucionar interiormente es desde mi punto de vista, pensar en que todos somos parte de una gran familia, nuestros amigos más allegados seguramente se conocen entre sí, los compañeros de trabajo también, además por supuesto

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de la familia consanguínea y política a la cual pertenecemos; si pensamos de esta forma, nos daremos cuenta de que lo que le sucede a alguien ya sea un evento afortunado o infortunado, tiene un efecto en otros por medio nuestro; y si aprendimos ya a transmutar las emanaciones negativas del pensamiento en positivas, alcanzaremos el dominio de la mediación para hacer que un problema en realidad resulte ser una oportunidad de desarrollo y de apoyo unos a otros, sin rivalidades ni conflictos. Tengamos en consideración que con las personas con quienes guardamos profunda intimidad como los familiares, puede ser más complicado mantener el vínculo cordial y fraterno ya que la intimidad conlleva a la expresión de confianza acerca de nuestros asuntos más privados, como puede ser un divorcio y en un círculo cerrado de personas es difícil ocultarlos porque en la familia todos se enterarán de cuáles fueron las causas verdaderas, lo que en contraste sería fácil de disimular o de esconder en otros círculos sociales donde sostenemos poca intimidad y confianza. Pero depende de nosotros darle un cauce beneficioso al hecho de que se enteren de nuestra vida íntima, pues podemos tomarlo como una intrusión a la privacidad o podemos evolucionar y sentir que nos acompañan con su afecto, ya sea que sintamos tristeza o alegría.

Permitir que mucha gente se entere de mi sufrimiento puede incomodarme, pero con seguridad recibiré muchos abrazos y

consuelos.

También hay que considerar que cuando los lazos que nos unen a determinadas personas no son demasiado fuertes, es más probable que nos decepcionen sus acciones; entre más profundo es el sentimiento a alguien, mayor será el nivel de comprensión. Por lo tanto, mientras más nos dediquemos a crear uniones entrañables, aprenderemos en calidad de amigo a comunicarnos mejor, a sentirnos compaginados con sus sentimientos, sus sueños, sus deseos y sus miedos y a entrar de una mejor manera a formar parte de su vida, y así seremos más imparciales a la hora de juzgar sus equivocaciones porque habremos comprendido por qué actúa de tal manera y podremos darle la mano para que salga adelante y para ayudarle a madurar como individuo en sus acciones. Es sumamente gratificante alcanzar el control sobre nuestra forma de juzgar a los demás y dar una luz de esperanza, aventurarnos a dejar a un lado los sentimientos irracionales con el fin de abrazar más, besar más, decir más te quieros, sonreír más y extender la mano más frecuentemente.

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Hasta la fecha no está disponible ningún medicamento que nos devuelva la paz interior, ni hay cirujano alguno que nos pueda extirpar el rencor o la indiferencia; solo el poder del espíritu lo puede lograr. Teniendo una actitud de arrogancia estamos inevitablemente marcando la pauta sobre nuestra propia expectativa de lo que creemos merecer, porque al ser severos y exigir rigor para otros, nos condenamos a nosotros mismos a recibir algún día el mismo trato; por el contrario, si damos una cara hermosa y actuamos con serenidad y ternura ya estamos cambiando esa expectativa y podemos estar seguros de que cuando llegue el momento seremos tratados con la misma estima, pues es sencillo indicar a los demás cómo tratarnos de acuerdo con el ejemplo que damos. Es útil anticipar que así como nuestros conocidos o amigos procedan a favor o en contra de otros, invariablemente actuarán de la misma manera con uno.

Solo obtenemos de la vida lo que creemos que nos merecemos

Relato de Sofía.

Decidí terminar la relación con Itzel, una amiga de la infancia porque aunque siempre fuimos muy unidas y nunca nos guardamos secretos, nuestros objetivos dejaron de ser afines y eso interfirió negativamente en el trato mutuo. Después de veinte años de amistad sincera y fuerte, me pareció que se alegró cuando terminé un mal matrimonio y creí que era porque en verdad se preocupaba por mi bienestar y el de mis hijos, pero comenzamos a salir frecuentemente y a conocer gente, sobre todo hombres, buscando diversión y citas sin compromiso; llegó un momento en el que me sentí hastiada por jugar a salir con muchos y no amar a ninguno, yo necesitaba una pareja con quien caminar por la vida, a quien amar, y se lo externé a ella. Cuando uno está preparado para el cambio, el destino fluye por sí mismo y nos conduce a conseguir nuestro deseo, y sí encontré al hombre de mi vida, al amor más grande que he tenido; ella prácticamente se enfureció porque comprendió que mi vida sería diferente a partir de ese momento y que no volveríamos a salir a centros nocturnos, aunque yo continué ofreciéndole mi compañía de una forma más serena; pero en vez de aceptar, ella comenzó a hablarme mal de mi pareja y a advertirme que nuestra relación no duraría porque según ella yo no estoy hecha para el matrimonio. Intenté hablar con ella y hacerle entender que para mí es muy importante la estabilidad en el amor y que anhelaba mucho más para mi futuro, pues me considero capaz de tener un solo hombre

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y de ser feliz así. Afortunadamente se equivocó porque vivo muy feliz con él y con nuestros hijos luego de ocho años, claro que me dolió alejarme de ella pero no me arrepiento, me disculpé acerca de mi determinación aunque lamentablemente no me entendió, me hubiera gustado mucho saber que también corregiría su rumbo y se alegraría por mi nueva oportunidad, pues yo estoy consciente de que hay instantes en la vida en que valoramos lo que realmente es importante y decidimos permanecer junto con el ser amado y no perderlo, aunque en el camino se pongan a prueba amistades que finalmente desaparezcan. Sofía.

La buena amistad es como la fruta: mientras más madura, más dulce se vuelve.

La discrepancia de opiniones con una amistad nos presta una imagen de nuestro propio criterio y madurez, nuestros amigos son en cierto sentido nuestro retrato, lo que hablamos con ellos y también lo que vivimos juntos forja nuestros pensamientos, carácter, miedos y nos coloca en un rumbo determinado. Es probable que la amistad tenga matices de mentira, de hipocresía o de envidia, en cuyo caso la pregunta correcta a hacernos sería: “¿Con quiénes estoy realmente en armonía?” Solo en un vínculo armonioso nos es posible intercambiar aprendizajes y valores, al entablar una amistad con transparencia y vulnerabilidad es como podemos palpar la pureza de cada persona. Cada uno es libre de manejar las amistades y la impresión que dejemos en ellos según sea su propósito, pero igualmente debemos ser juiciosos para consolidar bases firmes y duraderas, y para ello se requiere simplemente tenerles buena voluntad a nuestros amigos y ser feliz cuando ellos lo sean, porque la buena amistad no se manifiesta durante los malos momentos únicamente, puesto que “cualquiera se puede interesar por mí cuando estoy triste y tengo algún problema qué contar, pero cuando estoy feliz, mi vida fluye en perfección y mis deseos más grandes se realizan, solo quien bien me ame estará a mi lado saboreando mis momentos de júbilo y de éxito, y también puedo poner a prueba qué tan buen amigo soy cuando veo que mis amigos alcanzan sus triunfos en contraste con mis fracasos: ¿siento envidia?, o sé dar el paso para bendecir la abundancia de otros, porque sé que alegrándome, también la podré recibir cuando llegue a mí.”

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Sentirse digno de tener una vida idónea es amarse a sí mismo y a los demás, un amigo que nos abre la puerta a un mundo de prosperidad y providencia es un privilegio porque nos invita con su propio ejemplo a obtener resultados provechosos de todas las acciones que tomemos; son cualidades maravillosas las que nos irradian ánimo, esperanza y un sentido de ética social y personal, un buen amigo nos sabe consolar en la nostalgia, nos da ánimos cuando todo va bien para continuar así, nos alienta a corregir el paso y ofrece su hombro para servirnos de apoyo, ríe cuando lloramos para alegrarnos y su sonrisa es una bendición que nos purifica del dolor, concilia la relación con nuestros enemigos en vez de declararles una guerra, sabe callar cuando queremos cantar y canta con nosotros cuando necesitamos llorar, nos protege de heridas al hablarnos con las palabras precisas y cuida nuestro dolor, evitando sonar presuntuoso cuando tiene éxito. La amistad puede limitarse a ser un intercambio de favores, sí, pero de uno depende reemplazar esta idea por fraternidad para hacerle ver con amor cuándo se está equivocando sin darle la espalda y respetando su opinión, pues no es mi intención controlar sus acciones ni manipular sus ideales a conveniencia propia; mejor aún, busco su porvenir, respeto sus decisiones y le deseo siempre lo mejor aunque debamos proseguir hacia caminos distintos.

Un amigo sabe mostrarme la belleza que hay en mí.

La compasión es mucho más que sentir lástima; en realidad es compartir una pasión o una virtud que tengamos en común con otros y utilizarla en su beneficio; como la bondad, la devoción o la humildad, y convencerse de que detrás de las caretas de mentira, de hipocresía y maldad sí es posible encontrar la belleza dentro de cada persona para saludar a Dios en él, y poder perdonar. La estima que lleguemos a sentir por alguien nos puede alentar a interesarnos por su vida y por el modo en que actúa, pues debido a que las acciones hablan por sí mismas sabemos que cuando un amigo está en problemas está también en peligro, y aunque nos haya ofendido con mentira o calumnia, su integridad está en riesgo si continúa en el error y en consecuencia por los rencores se amargaría; la mejor forma de evitar que esto suceda es compartir con él la buena voluntad, someternos a la gran prueba de dar un voto de fe en su nombre con el fin de que reconozca los hechos y esté preparado para enmendar su actitud, puesto que quien ofende, hiere, miente o traiciona está siendo insensato y desdichado, y esto lo hace más digno de compasión que de censura.

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Los sentimientos de ternura, comprensión, compasión y amor existen en todos los seres del Universo.

Debajo de una dura corteza externa siempre existe un núcleo tierno y frágil, todo en la naturaleza se protege a sí mismo frente a los ataques con cierta cáscara y los seres humanos utilizamos frecuente o continuamente en apariencia un carácter duro e implacable con el fin de evitar ser blanco de burlas o degradaciones, y llegamos a creer que nuestros rivales son desconocidos porque se cubren con estas mismas capas, pero si encontramos la manera de penetrar su exterior hallaremos a una persona tierna, bondadosa y muchas veces frágil que necesita sentirse consolado y amado tanto como uno. Uno es quien pone las etiquetas de “amigo”, “enemigo” o “rival” a las personas y quien se dedica a endurecer su propia superficie, porque igualmente podemos elegir ver a los demás tal como son y esforzarnos en tratarlos como personas que requieren mucho amor para que nos muestren solo sus virtudes ocultas; en consecuencia nos volveremos más condescendientes y confiados, nos ayudaremos a ser honestos y a sentirnos cómodos con nuestra apariencia verdadera, sin tener la necesidad de ponernos caretas o armaduras.

Réplica al relato de Sofía:

Durante muchos años consideré mi amistad con Sofía como eterna y jamás me pasó por la cabeza que terminaría y mucho menos por causa de un hombre, porque ambas teníamos un acuerdo en el que no nos distanciaríamos por tal motivo. Cuando ella se divorció me dio mucha alegría saber que yo recuperaría de alguna manera su compañía ya que me encontraba demasiado sola por haber dejado a esposo y quiero suponer que por eso la absorbí tanto que se sintió asfixiada por mí; al principio cuando estuvimos las dos solteras otra vez nos divertíamos muchísimo y yo realmente deseaba continuar así por mucho tiempo más, pudimos haber vivido juntas y hasta le sugerí que dejara a sus hijos con sus padres definitivamente; no sabía que ella en realidad quería comprometerse otra vez y dedicar su vida a un solo hombre. Intenté persuadirla de que era mucho mejor quedarnos solas y olvidarnos del matrimonio, porque todos los hombres en mi opinión son iguales y no vale la pena atarse a ninguno; desde luego ella prefirió a su nuevo novio que a mí, me sentí muy ofendida por eso y durante mucho tiempo le guardé rencor.

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Ahora después de ocho años, recapacito y veo que no supe comprenderla ni respetar su derecho a elegir, debí ser más complaciente con sus propósitos, alegrarme de que ella estaba siendo feliz y adaptarme a su nuevo estilo de vida en el que ya no encajaba yo, pero quizá no supe ser una verdadera amiga y aunque no me he concentrado en disculparme y saber de ella, tengo esa idea fija y tal vez un día me anime a hacerlo, ignoro cómo le está yendo pero le deseo que sea muy feliz y me gustaría decirle también que su forma de actuar me ha inspirado para definir mis prioridades y que hoy tengo una relación estable y hermosa. Itzel.

En la amistad como en el amor, no existimos personas totalmente buenas ni totalmente malas, cada uno tiene su propio punto de vista; en determinado contexto de circunstancias todos tenemos un poco de razón, y situándonos en el papel opuesto terminaríamos comprendiendo las causas y sus efectos. En toda discusión se defienden dos razonamientos, y lejos de que esta defensa llegue a convencer al oponente, termina en la más agitada de las peleas cuyas consecuencias distan mucho de ser benéficas. Evolucionar en la toma de la palabra es básicamente saber escuchar, no “controlar” ni “tratar de convencer”, porque ser un buen oyente es una gran cualidad que implica también la responsabilidad de saber cuándo y cómo detener la propia tendencia natural a juzgar, pues muchas veces escuchamos solo cuando el otro necesita sentirse apoyado, y hay una enorme diferencia entre eso y buscar un consejo o un regaño, también se encuentra consuelo con el simple hecho de saberse apreciado y animado a convertir una ilusión en realidad. Una vez que tenemos definido un plan futuro, nos entusiasmamos cada vez que lo pensamos y la felicidad que nos hace sentir la idea de realizar el proyecto a la perfección, centra nuestra atención en juntar toda la energía y el espíritu en ello y es cuando eliminamos del camino todo lo que se interponga entre nosotros y su consumación, porque es una ley de vida ir tras la verdad personal aún a costa de lo que tengamos que sacrificar para conseguirlo, y deseamos gritarlo a los cuatro vientos. Bajo tal argumento, podemos decir que únicamente quienes nos alienten a conseguir lo que nos hemos propuesto continuarán a nuestro lado, y si por el contrario terminan rompiéndose algunos lazos interpersonales, sería muy recomendable cerrar el ciclo detrás nuestro con un perdón mutuo, porque es lamentable que las cosas se hayan presentado así, y posteriormente entrar con plenitud a un escenario nuevo, sin guardar remordimientos a quien no nos brindó su apoyo en ese momento -por sus propios motivos-, a fin de que nos sea posible recomenzar con tranquilidad y con toda la gloria posible.

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Amamos a las personas también porque apreciamos su compañía, pero no son (ni somos) la solución a la soledad de

nadie.

Me perdono.

Nos es posible perdonarnos a nosotros mismos cuando comprendemos la verdad de que todas nuestras acciones

tienen consecuencias.

Por ejemplo, si de alguna manera supiéramos la hora exacta en que lloverá, su duración y frecuencia, indiscutiblemente todos tomaríamos las precauciones necesarias para no mojarnos, evitar el pesado tráfico y planificar la hora de nuestra salida a fin de llegar puntuales. Encontraríamos la forma de adaptarnos a la situación por adversa que se presentara, puesto que no nos tomaría por sorpresa; de tal manera que aunque este es un pronóstico imposible de sostener por completo, sí podemos hacernos más conscientes de nuestro proceder en la vida siempre y cuando estemos dispuestos a prever el curso de las decisiones que tomemos, y a poseer el dominio de una fuerte voluntad para saber elegir siempre lo mejor de entre todas las posibilidades antes de que surjan las consecuencias.

Afortunada o infortunadamente, el principal actor en el drama de nuestras malas elecciones somos nosotros mismos; cuando cometemos traición o mentimos, aparentemente estamos controlando todo el entorno, pero siempre llegamos a un punto en el cual nos topamos frente a frente con una situación que se ha salido por completo de nuestras manos, y debemos sobrellevar las secuelas que naturalmente se presentarán, para tratar de darles un cauce lo más acertado posible con el fin de no salir lastimados o lastimar a los demás involucrados. Una vez que comenzó el progreso de la decisión que tomamos, difícilmente podremos volver los pasos andados y pretender que nada ha sucedido, pues usualmente queda algún vestigio de lo que hemos hecho: una palabra, un pensamiento o un testimonio silencioso que espera el momento

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para saltar a la luz, que así será tarde o temprano y que revelará la sucesión de hechos positivos o negativos de forma incesante. Irónicamente toda mala consecuencia y la inquietud que nos provoca, están siempre presentes en nuestro pensamiento, pero una parte de nosotros la escucha con atención y la otra no. Imaginemos cuántos malos momentos y cuántos rompimientos podríamos ahorrarnos si tan solo optáramos por escuchar a la débil voz que nos augura una vida más pacífica, siempre y cuando paguemos el precio de una elección acertada como lo es, por ejemplo, el movimiento rutinario que parece monótono dentro del matrimonio, a cambio de serle fiel a nuestra pareja.

Evitar meternos en complicaciones con otros no es aburrido, el subconsciente podría estarnos jugando una broma cuando nos hace creer que las relaciones con los demás se encuentran estancadas solo porque aparentan un estado de ‘no evolución’, pero en realidad esa falta de movimiento nos está indicando que existe un período de estabilidad la cual es necesaria para la maduración de cualquier relación sentimental, y esa inercia es justamente a lo que muchos temen porque como sociedad hemos aprendido que cierto aspecto de la rutina es perjudicial; y claro que tiene su punto débil pero está en nuestras manos utilizarla en beneficio propio. Si entendemos como rutina al conjunto de actividades que realizamos en casa, en la escuela y en el trabajo todos los días invariablemente, el punto débil está en que solemos considerar nuestro trato diario con el cónyuge, los hijos, familiares y amigos como una actividad simple y repetitiva dentro de esas tareas, cuando en realidad debemos cumplir con todo eso precisamente para dedicar lo más valioso de nuestro tiempo a relacionarnos con ellos, o por lo menos debiera ser así; pero es necesario modificar la idea que tenemos acerca de que la rutina es un factor amenazador en las relaciones y aprender a utilizarla para conocer mejor a los demás, para valorar el mutuo grado de confianza y para creer firmemente en que mientras más estables somos -gracias a la seguridad de las actividades rutinarias-, más felices nos sentimos y mejores decisiones tomaremos cuando debamos elegir ya sea entre actuar riesgosamente con tal de salir de la monotonía, (aunque nos enfrentemos con consecuencias irreversibles como perder el grado de confianza por traición), o adoptar a la rutina como nuestro gran aliado que siempre nos ofrece un efecto inalterable y conveniente para todos a nuestro alrededor, incluyéndonos, como lo es vivir expresándonos satisfactoriamente al respetar los compromisos y espacios de los demás, así como los nuestros.

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En contraste, la inestabilidad que nos produce la frustración y el miedo a no sentirnos bien recibidos en ámbitos como el laboral o familiar, podría entorpecer nuestra forma de actuar cabalmente y llevarnos a quebrantar los acuerdos de moral establecidos con los amigos o con el cónyuge cuando originalmente fijamos límites recíprocamente con los demás, lo que significa que al comienzo de toda relación establecemos las bases sobre las que ésta se levantará para posteriormente y conforme nos adentramos a la relación, aprendamos a decir “NO” cuando sea necesario, teniendo la certeza de que proteger nuestro espacio personal es básico para ganar autoestima y también lo es cuando somos capaces de acatar las obligaciones y responsabilidades que implica relacionarnos, porque la mejor práctica para respetar a los demás es respetarnos a nosotros mismos; si realmente nos interesamos y nos ocupamos en lograr un equilibrio entre nuestras decisiones y sus efectos futuros, apoyaremos la promesa con nosotros mismos de relacionarnos más sinceramente con todos y de ser fiel sobretodo a nuestros valores para ayudarnos a cumplir nuestros objetivos en la vida. Es decir, que cuando nos concentremos en tener como norma espiritual al respeto hacia las personas que amamos y seamos conscientes del gozo constante que esto nos produce a través del tiempo, daremos cada paso pensando en beneficio al vínculo que sostenemos con ellos y a valorar su presencia en nuestra vida, cuyos efectos serán fructíferos y duraderos.

De cualquier manera, si tiempo atrás actuamos bajo un criterio distinto por creer que la rutina estaba destruyendo nuestra relación sentimental con alguien y, por escapar, en determinado momento elegimos actuar en su contra, quizá las consecuencias hayan sido graves y nos afectaron a tal punto de haber perdido todo vínculo con esa persona; en tal caso la lección debería ser bien concientizada a fin de que a través del desgaste que sentimos por tomar una mala decisión y por tanto ahora nos vemos despreciados, sepamos que puede tomar mucho tiempo ganar la confianza y el aprecio, pero toma solo un instante destruir hasta la relación más sólida. Solo así llegaremos a encontrar con alegría dentro de nosotros la máxima expresión de la humildad fusionada con el amor consciente: el arrepentimiento.

El arrepentimiento es un medio espiritual por el cual nos purificamos y cada lágrima de sinceridad que sale de nuestros ojos es la evidencia fiel de un corazón regenerado y lleno de amor. Si en soledad ya nos dimos la oportunidad desde el corazón hacia el ser externo, de abrirnos a la fuente viva de la conciencia y con ella recapacitar acerca de todos nuestros actos y de los

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daños que causamos a la gente alrededor, dejemos ir esa pena y elevemos una plegaria que haga eco en el universo, dejemos que la voz del mañana se escuche con esperanza y con la ilusión de un porvenir puro y en paz porque arrepentirse francamente, es retomar el mando de cada decisión que tomamos, es reconocer el derecho divino a la segunda oportunidad con que hemos nacido y que es el consuelo de los que tropiezan por ir en constante movimiento hacia la corrección de sus errores.

En la vida de todos hay memorias que nos provocan remordimiento, el hacer y el no hacer son el instante que cambia todo el curso de la existencia de una relación con alguien, y nuestra propia experiencia en dulce o amarga, pero ya quedó hecho y ningún poder humano es capaz de volver el tiempo atrás y de corregir el camino, el efecto ya quedó ligado a la causa y nosotros como creadores no tenemos poder sobre ello, pero cada día que transcurre nos alejamos más de lo ocurrido y solo hace falta mirar con claridad que ya no poseemos mando alguno para deshacernos del recuerdo o para pasar por la escena nuevamente y volverlo a intentar una y otra vez hasta que quedemos satisfechos con nuestra forma de responder, pero cada vez que lo traemos al presente, está hiriéndonos como si fuese el primer momento en que nos dimos cuenta de tal desacierto y nos convertimos en victimarios de nuestra persona. La principal arma para defendernos ante el dolor que causan los recuerdos que evidentemente no podemos reemplazar, es convencernos de que sin importar cuán grande haya sido el agravio, merecemos el perdón a nosotros mismos y de que al ampararnos con un pensamiento de redención ante lo hecho, estamos ya en camino de convertirnos en individuos más sensatos a la hora de actuar, como siempre debiera ser, con prudencia y amor.

Relato de David.

Mi padre me trató muy mal cuando fui niño, éramos seis hermanos pero yo sentía que descargaba su furia únicamente en mí; trataba de ayudarle en todo lo que se pudiera con la casa y a los diez años ya trabajaba como repartidor de petróleo a domicilio, cargando pesadas cubetas por varias calles con tal de aportar algo de dinero. Él no es un hombre malo, pero supongo que las presiones económicas lo exasperaban a tal grado que cuando me llamaba la atención comenzaba a golpearme fuertemente con una tira de hule o con su cinturón y había ocasiones en las que tenía que esconderme debajo de la cama para impedir que continuara lastimándome y aún así él la levantaba para golpearme más. Afortunadamente, con el paso del tiempo dejó de hacerlo porque mi madre y mis hermanas se lo suplicaban, yo crecí con bastante

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resentimiento hacia él y cuando tuve mis hijos lo primero que me vi haciendo fue por supuesto, sacándome el cinturón para golpearlos; en un instante me había convertido en mi padre y me odié tanto como lo odiaba a él en mi recuerdo, pero al observar los ojitos llenos de miedo de mis niños a quienes amo profundamente, me agaché frente a ellos para abrazarlos, les pedí perdón y les dije que son lo más importante para mí y que a partir de ese momento me convertiría en una persona auténtica, totalmente distinta a mi propio padre y fue cuando llegué a un entendimiento de que al observarme y perdonarme a mí mismo, perdoné a mi padre por todo el daño que me hizo. Gracias al perdón a ese recuerdo por medio de mi propia experiencia, he podido relacionarme con mis hijos y con otras personas más abiertamente, me siento orgulloso de mí mismo por haberme dado cuenta de que sin querer estaba condicionado a seguir la conducta con que fui tratado en mi niñez, pero que fui capaz de detener el curso de los efectos perjudiciales a que me dirigió mi padre y me liberé del pasado, para poder ser feliz y darles felicidad a los demás, sobretodo a él. David.

Muchas veces podemos dejarnos llevar por las conductas impuestas desde la infancia y actuar como nuestros padres, familiares o maestros lo hicieron, que aunque no significa que sea lo correcto, los recuerdos que nos lastiman podrían estar impulsándonos a repetir esquemas mientras no los veamos bajo una perspectiva más tolerable, como lo sería conciliar el recuerdo de tal suceso y disculpar a su autor, entendiendo su aspereza como parte natural de su persona, despertando a la realidad de que entre víctima y victimario radica un abismal contraste, y que su manera de expresar amor por los demás es la diferencia que les une y que le impide a la víctima perjudicar a los demás, conforme va elevándose sobre la hostilidad, mientras que al victimario eso le produce placer; y entender que esa naturaleza es imposible de ser ignorada y que puede ser cambiada sólo por quien la padece, siempre y cuando se lo proponga efectivamente. Esto nos ayudará a crear todos los días recuerdos nuevos y dignos de orgullo, porque habremos aprendido a romper la cadena de patrones de conducta nocivos, a reconocer que la decepción nace de la incapacidad de comunicarnos eficazmente, y que lo mejor que podemos hacer es dejar ir las ideas que nos tienen atados al sufrimiento y “des-decir” en nuestra mente todo aquello con lo que no estamos de acuerdo para finalmente poder apreciar a la valiosa persona que somos hoy, gracias a todo lo que hemos tenido que superar ayer.

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El vínculo que tengo con mis hijos es reflejo de la relación que mantuve con mis padres.

Si nos damos la oportunidad de analizar con buen juicio la secuencia de experiencias en nuestra propia vida y observamos desde un ángulo imparcial en qué momento se debilita nuestra voluntad o qué detona las malas conductas, nos anticiparemos al momento en que tendemos a ser impulsivos, y este orden que pongamos en nuestra mentalidad nos detendrá de actuar sin pensar, siempre anteponiendo al amor como el principal director de nuestro juicio. Nuestra naturaleza como seres humanos es la capacidad de vivir en armonía y amor, la inquietud e infelicidad es solo nuestra parte sombría y puede ser iluminada perfectamente por la buena voluntad que dejemos brotar desde el espíritu; solo hay que reconocer que necesitamos ser feliz con nosotros mismos y que tanto rencor y enojo esconden la verdad de pretender ignorar el propio vacío y disfrazarlo con los defectos o fallas de alguien más, pero que las buenas acciones efectuadas con aprecio poco a poco irán borrando el odio del alma y nos darán la certeza de que cada reto por superar es una prueba de la fe que Dios tiene en cada uno de nosotros.

Réplica al relato de David.

Reconozco con mucho pesar que golpeé demasiado a mi hijo David y he llorado a lo largo de los años cada vez que lo recuerdo, sobretodo por el agradecimiento que le tengo de perdonar los errores que tuve con él. A modo de explicar, mas no de justificar, mi mala actitud de padre abusador, le he comentado recientemente que yo fui un niño sumamente explotado por mi madre, quien se vio abandonada cuando nacimos mi hermana y yo e hizo enormes sacrificios tan solo para alimentarnos, pero me maltrató mucho, me abofeteaba y me exigía ayudarle a lavar ropa ajena, por lo que no pude asistir a la escuela durante varios años y de hecho no recuerdo haber sentido un abrazo suyo ni mucho menos un beso o una caricia; comprendo ahora que mi madre tenía su corazón lleno de amargura y en vez de ser feliz con su realidad, siempre se empeñó en repetirnos lo mucho que odiaba a mi padre por haberse convertido en la ausencia más presente y más despreciada. Me parece asombroso que mi propio hijo me haya ayudado a encontrar esa paz que le hacía tanta falta a mi espíritu ya que él es lo suficientemente fuerte e inteligente como para impedir convertirse en esclavo de la insensatez, que fue justo lo que yo hice. Lamento confesar todo esto pero mirar a mi pasado me encaró con mi propia verdad y hoy he aprendido a soltar lo que me hacía tanto

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daño, perdoné a mi madre que aún sin estar viva siguió haciéndonos daño, ya decidí pasar el trago amargo y continuar todos los días alegre y amoroso con mi familia, especialmente con mi muy amado hijo David y con mis nietos. Raúl.

La única forma de VIVIR es en armonía y comprensión hacia los demás. Puedes hacerlo.

Practicar deshacernos del reproche a nosotros mismos y a otros es tan útil como difícil puede llegar a ser su dominio, si pensamos por un momento en las infinitas posibilidades que tendremos al instante en que comencemos a librarnos del auto-sabotaje, ya que por años nos hemos acostumbrado a sembrar sentimientos de culpa con tal de tener la esperanza quizá de ser aprobados y hasta aceptados por dejarnos ver vulnerables, lo que nos arrastra a convertirnos en personas inseguras aunque parezca lo contrario, pero para liberarnos de estigmas contraproducentes requerimos ‘reprogramarnos’ a la idea de que la imperfección forma parte de nuestra estructura como seres humanos y hacer amistad con el concepto de que sin importar cuántas veces nos equivoquemos, con cada oportunidad seremos más aptos y estaremos más preparados para desafiar las situaciones adversas y para aceptar lo que no está en nuestras manos modificar, sin falsos sentimientos de culpa; por el contrario, solidificaremos la relación con uno mismo y ganaremos seguridad con cada uno de los retos que afrontemos valerosamente.

Debo mostrarme bondadoso conmigo mismo para que los demás tengan fe en mí.

Si nos produce mucho dolor recordar determinada parte de nuestra vida que reconocemos como un acontecimiento producto de nuestra irresponsabilidad, una manera de deshacernos de esta aflicción sería pretender que las imágenes que nos llegan repentinamente son solo representaciones planas y mudas que están grabadas en nuestra memoria con el único objeto de servirnos de contraste entre lo valioso y lo no valioso del presente; cada escena pasada pertenece a un libro que pronto aprenderemos a cerrar adecuadamente y nos podremos consagrar a edificar un hoy perpetuo en el que no exista el pasado

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ni el futuro, para dejar ir la tristeza y admirar la belleza en todos los días que vivimos. Si al paso del tiempo pudimos darnos cuenta de un error que cometimos porque elegimos mal una situación o a una pareja con quién compartir la experiencia de vivir, habremos de darle vuelta a la hoja completamente y estar satisfechos con lo que aprendimos; nada es permanente, cualquier tiempo es bueno para volver a tener la rienda en la mano y elegir mejor la próxima vez. Todo está en advertir que somos quien elegimos personas, momentos u objetos donde ponemos nuestros apegos y nuestros sentimientos ya sean de amor o de rencor, y que así como permitimos que ellos nos guíen, podemos imponernos apegos nuevos con fuerza de voluntad, devoción a personas, recuerdos o cosas que sean realmente constructivas del hoy.

“Ya no me agobia que no me acepten los demás o que no me amen ciertas personas pues estoy feliz y muy orgullosa de ser quien soy, me siento satisfecha con lograr un gran cambio en mi persona, en la manera en que ahora veo las cosas, en haber evolucionado mis sentimientos y mis más profundas emociones, hoy sé que mi existencia es el reflejo vivo de todos y cada uno de mis pensamientos y que con cada nuevo ciclo que comienzo en mi interior voy creando nuevos y mejores ideales que pronto alcanzaré. Siempre tendré presente que la vida es una oportunidad única de regocijo y aprendizaje porque mis emociones deben estar a la par de los cambios que se van suscitando en mi ser, los que yo he creado día con día. Me perdono porque sé que mis errores me han indicado que aún puedo corregir la dirección a la que voy, pero antes debo deshacerme de los recuerdos que me producen amargura, ya que reconozco que la resignación llegará cuando acepte que todo sucede como la respuesta a mi propia creación; tengo suficiente amor para perdonar a otros y a mí misma y sé que ya puedo caminar sin cargas. No importa que no sienta alivio en observar la actitud de quien me desprecia, porque con cariño hallaré la satisfacción en perdonarme y aceptarme, como el preámbulo de lo mucho que soy capaz de dar. Estoy convencida de que me será posible perdonar mis propias fallas en la medida en que yo perdone a mis ofensores y me atreva a pedir perdón con franqueza. Ya estoy en camino de lograrlo.”

Estoy decidida a iniciar un nuevo camino, un fresco comienzo desde ahora, a tener como religión al amor total

hacia todos los seres, incluyéndome a mí.

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Te fuiste… y te perdono

El día de nuestra muerte únicamente podremos llevarnos con nosotros dos cosas: el recuerdo de lo que recibimos y lo que dimos a los demás. Es cierto que somos lo que hemos dado, porque en cualquier intercambio de vivencias, otros se llevarán lo que estuvimos dispuestos a soltar, haya sido bueno o malo. Dicen por ahí que los caminos de la vida a veces cruzan ríos, algunos son fáciles de cruzar y otros casi imposibles; cuando tenemos un grito en el alma que clama por paz interna, es sencillo acercarnos a los seres de quienes necesitamos el perdón o quienes necesitan el nuestro si están con vida, pero ¿cómo acallar esa voz afligida si no tuvimos la oportunidad de reconciliarnos con alguien amado porque ya se ha ido?

Primero sería muy útil recordar que un lazo de amor creado sobre raíces fuertes es apto para soportar cualquier clase de tormenta, por muy fuerte que ésta sea; los vínculos muy cercanos o de sangre poseen la maravillosa cualidad de forjarse con el tiempo y a base de compartir instantes mágicos de júbilo o tristes muy significativos, que constituyen por miles la substancia de la vida. Mucho más que declarar que en la vida hay amores, en realidad hay amor en su forma más absoluta y pura, lo único que varía es el perfil y la intensidad que va tomando el amor en las distintas personas y etapas para cada uno de nosotros, porque sólo quien está abierto para la entrega recíproca espiritual de esencia, encontrará al amor dibujado en todas sus facetas, trátese de vínculos pasajeros y temporales, o estrechos y permanentes.

Es uno quien lleva al amor de viaje alrededor del mundo, él siempre está esperando un corazón en dónde anidar.

De manera que siempre tenemos la ocasión de amar y de ser plenamente feliz, aún cuando las personas por naturaleza vayan desapareciendo de nuestra vida, porque así como en nombre del Amor se realizan los actos más nobles y bellos, debemos confiar desde el corazón en que la devoción que existió con la persona ausente, fue lo suficientemente grande como para demostrarnos que no queda residuo alguno de rencor y que todo acto malintencionado de

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cualquiera de las partes ya desapareció, aunque por motivos diferentes a la buena voluntad no hayamos sido capaces de expresar el perdón en su momento. Hemos perdonado con un corazón amoroso a quien ya no está porque dejó esta vida o nuestra vida, pero tengamos la certeza de que partió amándonos y sabiendo que le amábamos, y ayudémonos así a vivir en paz.

Y si las personas que nos decepcionaron aún están con vida pero prefieren ignorarnos, hoy es el día para cerrar esas heridas y olvidar lo que no desearon darnos, hoy es el día para decir te amo, te perdono, no esperemos a que un suceso inevitable nos arranque la oportunidad preciosa que tenemos todavía en las manos; el orgullo en su aspecto más negativo nos mantiene ligados a todas aquéllas personas que se fueron de nuestra vida con sus errores, porque es una cadena de odio que se hace más larga al irse añadiendo un eslabón cada día, pues si recapacitamos sobre ello, nos daremos cuenta de que en realidad no nos es indiferente esa persona si cuando le recordamos, le rechazamos de inmediato y su evocación nos provoca cierto malestar incluso físicamente; luego nos interiorizamos para articular reproches que jamás pudimos decirle de frente pero que esperamos tener algún día la ocasión para hacerlo, y creemos que entonces nuestra alma descansará y nos alegraremos finalmente cuando podamos gritarle y desahogarnos, deseando hacerle llorar de desconsuelo y que a modo de penitencia, esa persona formará parte de un pasado que jamás existió y que la podremos eliminar de nuestra vida por completo. Pero nada de lo anterior es una verdad, nosotros somos quienes por voluntad propia decidimos atarnos a la cadena de disgustos y rechazos porque determinamos romper los lazos afectivos; y perdonar no significa en absoluto que tengamos la obligación de restaurarlos, sino que con fortuna nos desharemos de los pensamientos de recriminación que nos vienen a la cabeza y que van marchitando con su indiferencia y desprecio la alegría natural del corazón; no está por demás enfatizar que la venganza en cualquiera de sus expresiones jamás ha dejado la sensación de felicidad en el alma de nadie.

Relato de Magda.

He intentado olvidarme del abandono de mi padre durante toda mi vida, cuando mi madre me llevó consigo a los ocho años prácticamente huyendo de él, en verdad creí que él me buscaría por lo menos a mí para continuar una bonita relación de padre-hija, pero fue muy duro darme cuenta de que jamás le importé, nunca se encargó de mi manutención ni de mi escuela y eso puedo hasta entenderlo por la parte económica, pero no haber recibido siquiera una tarjeta de cumpleaños por correo me expresa su total indiferencia y su forma

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hipócrita de ser, puesto que viví con él varios años y sé que solo me demostraba un falso afecto. Sé dónde vive y él sabe dónde encontrarme y confieso que quisiera tenerlo frente a mí para recriminarle su infame proceder y hacerlo ponerse de rodillas pidiéndome perdón… pero es entonces que me doy cuenta de que sigo atada a su maldad y que es un nudo que me impide caminar y crecer moralmente, por ello tomé la firme decisión de perdonarlo desde el fondo de mi corazón, tratando de entender su inhabilidad para relacionarse conmigo, para tenerle compasión en lugar de desear vengarme de él. Sé que liberarme de la ira me beneficiará mucho y podré vivir feliz, aprenderé a no copiar la mala conducta de abandonar a un ser querido por atender otros intereses, para mí lo más importante son mi marido, mis hijos y mi madre, y quiero darles un bello ejemplo de que sí es posible perdonar a alguien que te hizo daño aunque no se interese por ti, pero yo le envío mis bendiciones pues eso es lo que yo quisiera recibir de su parte. Magda.

Continuamente esperamos demasiado por parte de una persona por el solo hecho de que la sociedad lo designa como nuestro protector, aunque él o ella no se encuentren preparados para asumir dicho rol adecuadamente. Si se trata de nuestro padre o madre biológicos, es natural sentir una fuerte unión porque son las primeras personas con quienes tenemos contacto desde el día en que nacimos, y cuando uno de ellos o ambos nos faltan, su ausencia nos causa un conflicto interno porque la responsabilidad de criarnos como seres de bien recae en otras personas que no siempre nos tratan como suponemos que debe tratarnos quien nos trajo al mundo. Sea cual sea la situación que hayamos tenido que vivir siendo niños y cómo nos encontremos hoy de adultos, seguramente ya dimos un paso hacia nuestro deseo de bienestar y superación porque somos proclives a ello, ya sea con orientación profesional o con terapias de auto-ayuda, con el objeto de desenvolvernos como individuos equilibrados, impidiendo que los momentos en que nos vimos desamparados nos marquen con su influencia negativa y permitiéndonos encontrar la motivación necesaria para crear a partir de ahora un porvenir sólido y fructífero.

No importa cuán grandes parezcan las dificultades en nuestra vida, siempre hay motivo para superarlas.

Réplica al testimonio.

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No niego que todos estos años he extrañado a mi hija Magda, la he recordado frecuentemente pero me ayuda el distraerme en otras actividades para no atormentarme por haberla desatendido, yo tengo mis propios problemas y honestamente no tengo tiempo para dedicarle a ella ni ha sido nunca mi intención tener responsabilidades fuertes como la crianza de un hijo, suficiente esfuerzo hago vendiendo en los mercados para salir adelante por mi cuenta y los problemas que tuve con su madre desde que nos casamos, fueron debido a que quería que yo fuera su proveedor mientras ella se dedicaba a la casa, lo que me parecía muy injusto pues ella decidió tener a la niña y creo que tenía la obligación de ayudarme económicamente a mantenerla. Ahora yo estoy a cargo de cuidar de mi madre que se ha quedado sola y tengo que pagar casa, sustento y atención médica, así que lo poco de dinero que me queda lo utilizo en pagar nuestras propias cuentas. No considero necesario pedirle perdón a mi hija porque yo en realidad siempre me sentí manipulado por su madre, quien tomó la decisión de dejarme para hacerse cargo de Magda y no debió hacerlo porque su obligación era estar conmigo en las buenas y en las malas y resistir mi mala condición económica; de hecho ellas dos deberían estarme apoyando a mí que he necesitado ayuda todos estos años. De verdad espero que le vaya muy bien a mi hija en la vida, que sea feliz y si algún día ella me busca contará con mi amistad. Pedro.

El punto de vista de alguien que se rehusó a tomar las riendas de su propio carruaje puede sonar insensato, pero habremos de tomar en consideración que su insensatez está reflejando una total incapacidad para hacerse cargo de la encomienda que pretendimos poner en sus manos, en cuyo caso más que recriminarle, sería prudente convencernos de que al haber puesto distancia con esa persona, irónicamente hemos acertado al elegir una nueva vida, por muy complicado que se nos haya presentado al inicio. Si bien es verdad que dentro de una mala relación nos podemos sentir rechazados y ser humillados continuamente, también es cierto que el contraste entre lo que anhelábamos tener y lo que es la realidad, nos despliega un cruce de rutas como nuevas alternativas para poder conseguir una vida de verdadera calidad, puesto que en ocasiones maquillamos un mal matrimonio o situación y fingimos que todo es a gusto nuestro, con la consecuente desdicha que lo único que nos aporta es el vacío y la inanición, y de esta manera vemos cómo transcurren los años a expensas de siempre mirar y desear todo aquello que no tenemos.

En toda relación se nos presenta la oportunidad de constatar si la persona de quien esperamos su entera disposición para algo en especial está consciente y

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preparada intelectual y físicamente para responder favorablemente en el futuro, pero es una cuestión personal el estar atento cuando aparezcan estas señales y ser sensato para decidir si se continúa el camino en la certidumbre de que esa persona no cubrirá las facetas de la vida que son importantes para nosotros, y que si decidimos seguir así deberemos enfrentarnos con las consecuencias de un posible fracaso y admitir nuestra parte de responsabilidad en ello. Adaptarnos al paso del tiempo a vivir con solo el recuerdo de alguien que rechazó tener contacto con nosotros, ya nos está mostrando el potencial que poseemos para permanecer erguidos en los tiempos difíciles de ausencia, pues igual que en los tiempos de siembra, solo durante las tormentas es como el trigo desarrolla su fuerza y alcanza la madurez.

Otra forma de sentir abandono puede ser cuando algún miembro de la familia tiene que partir por voluntad propia; extrañar con valentía a un ser querido que se alejó de nuestro lado para iniciar una vida nueva, es una puerta al espíritu propio, es a través del sufrimiento como nos exponemos a una depuración interna, porque cuando extrañamos y anhelamos con mucha fuerza estar con esa persona, recapitulamos lo que hemos vivido juntos y es sencillo concederle nuestros pensamientos de amor y por consiguiente de perdón, cuando sea necesario. El hecho de que el ser querido, trátese de hijos, cónyuge, prometido o prometida, se despidan de nosotros temporal o permanentemente a fin de consolidar sus metas, de ninguna manera oculta la intención de provocarnos tristeza; pero es verdad que recorrer un camino incierto con tal de alcanzar el florecimiento de nuestras ilusiones, nos brinda satisfacciones muy importantes, lo que difícilmente gozaríamos al elegir la permanencia en un solo sitio o condición únicamente por miedo a enfrentarnos con lo desconocido. La constante añoranza por los seres que ya no viven cerca de nosotros también puede originar el remordimiento, porque nos sentimos solitarios, dejados en el abandono y creemos que no podremos sobrevivir la ausencia ya que éramos plenamente felices junto a esa persona, pero no hay nada más noble que impulsar a alguien que amamos a continuar andando por el camino de la realización, aun a pesar de nuestros constantes sinsabores.

Hagamos siempre lo que creamos que es mejor para nosotros, sigamos nuestra intuición, no importa si sufrimos por la pérdida transitoria de la compañía de alguien importante en nuestra vida, apoyémosle; aprendamos a contagiarnos del júbilo ajeno, seamos fuertes y no caigamos en el espejismo de poner nuestra felicidad en los hombros de alguien más, somos felices por virtud propia; caminemos por el sendero que nos lleve a la alegría, aunque

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debamos separarnos de otros para hacerlo; seamos valientes, afrontemos cada tipo de soledad llenando con dulzura y amor a los que permanecen a nuestro lado, demos felicidad al perdonar y llenémonos de la magia de la vida todos los días.

“Tu ausencia, aunque me hace sufrir, me ayuda a descubrir quién soy en realidad.”

Te enseñaré a caminar sin tropiezos

No podemos dar a otros lo que no tenemos, pero sí podemos regalarnos a nosotros mismos lo que deseamos ser.

Es grandioso tener la oportunidad de legar a alguien el ejemplo de nuestra vida, en especial si se trata de nuestros hijos. Mucha razón tienen aquéllos que opinan que a los hijos se les puede perdonar prácticamente todo, es un amor tan grande el que les profesamos, tanta la felicidad que nos brindan todos los días, que con naturalidad dejamos pasar los malos momentos para hacer nuestro mejor esfuerzo y educarles, y nos ocupamos en mostrarles los caminos más accesibles de una vida sin contratiempos, con tal de darles estabilidad. Así como nos ocupamos en allanar el camino para la gente que amamos, es indispensable que nos tracemos una idea correcta acerca del ejemplo que hemos de presentarles con nuestra conducta todos los días, porque es tan importante mostrarles nuestro modo de elegir las mejores situaciones, como lo es enseñarles a afrontar los problemas y a solucionar los descontentos que surjan con otros, de manera que siempre prevalezca la prudencia y la armonía.

En el largo y a veces complicado proceso de educar, es muy importante remarcar que cada persona es responsable de obtener de la vida lo que desea para sí misma, y que nadie tiene culpas de nada de lo que nos ha sucedido, uno mismo es quien permite que el rumbo se desvíe cuando elegimos mal, uno es quien decide de qué ideas e influencias rodearse según lo que le aportarán

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en un futuro e igualmente uno es quien pone un alto a las injusticias que se estén ejerciendo a nuestra persona, puesto que el poder que necesitamos para salir de una situación problemática es el mismo que utilizamos al entrar en ella. Es una herencia de amor que los demás puedan ver en nosotros a un ser compasivo, cálido, dócil y tierno con sus semejantes; la forma en que ellos vean que nos desenvolvemos en las relaciones con otros les dará una pauta clara de cómo se debe actuar, cualesquiera que sean las consecuencias en que esto derive, así que es tiempo y motivo suficiente para pensar qué queremos que miren en nosotros y en realizar un equilibrio de todas nuestras emociones y en la iniciativa a tomar. Prediquemos con el ejemplo personal de que nuestra realidad la hemos formado nosotros mismos, todo aquello de lo que nos quejemos ha sido ocasionado por nuestras malas decisiones y todo lo grande que hemos logrado también es producto de nuestras decisiones acertadas, recordemos que la fuente de la cual todo proviene, es uno mismo.

Si tan solo permitimos que suene la voz interna de nuestro ser, escucharemos que es posible provocar deliberadamente la armonía en nuestro entorno, porque el sentimiento de amor que proviene del alma humana tiene la magnífica cualidad de multiplicarse cuando se entrega a los demás, es cuestión únicamente de decidirnos a dar ese paso aunque al inicio resulte incómodo o contrario a todo lo que hemos aprendido, pero los alcances de esta fuerza son increíblemente positivos y grandes, ya que una vez que pongamos en marcha el motor para condescender, comprender, perdonar y pedir perdón, daremos a los nuestros un ambiente mágico de bienestar y de esperanza que nos abrigará y unirá en los momentos difíciles, pues así como tratamos a los demás, nos tratamos a nosotros mismos.

La regla de oro cuando intentamos pintar un nuevo panorama en nuestro porvenir, es nunca imponer nuestra propia percepción; si ya hemos elegido ofrecer al mundo la mejor parte de nuestra persona, suficiente será con enfocar cada una de nuestras actitudes y acciones en ello, debido a que el tratar de convencer a alguien por la fuerza a que se conduzca o actúe de un modo determinado, en sí ya está contradiciendo lo que intentamos demostrar. Crear un cambio en nuestras ideas y de cómo reaccionamos ante ellas, nos presenta una amplia gama de probabilidades casi imposibles de contemplar de primera instancia, pero basta la dirección adecuada para poder encaminarnos hacia una visión más próspera y tolerar cuando realmente debamos hacerlo, siempre y cuando sintamos apreciación al hacerlo y no solamente porque nos veamos obligados a ello; del mismo modo y a fin de perdonar los errores, es

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mi consejo sincero que rectifiquemos nuestros defectos y apreciemos los beneficios que nos puede traer la demostración de un trato más respetuoso a nuestra persona y a otros, para dar pasos seguros y reflejar una imagen precisa ante quienes son importantes para nosotros. Sin duda alguna las personas con quienes convivimos todos los días en los distintos ámbitos, agradecerán vernos más pacíficos, más tolerantes, más sonrientes, de la misma manera en que nos sería muy complaciente intimar con alguien así.

Para lograr un cambio de pensamiento, energía y sentimiento en nosotros debemos esforzarnos mucho, estar dispuestos y abiertos a re-educarnos, puesto que nunca terminamos de recibir instrucción respecto a la forma de relacionarnos con los demás; si en verdad deseamos evolucionar interiormente y dirigir a otros en base a nuestro propio ejemplo, debemos esforzarnos día con día, con la seguridad de que los resultados serán increíblemente satisfactorios. Cuando cambiamos de actitud radicalmente y mostramos a quienes se interesan en nuestro cambio positivo las razones que nos motivaron a evolucionar con el corazón, les estamos ayudando también a despojarse de las cadenas que los inmovilizarían en el futuro si continuaran en la creencia de que la única opción disponible después de una afrenta es guardar rencor e indiferencia; podemos concederles la gracia de aprender a ser libres y perdonar.

Puedes imaginar cómo te trataré, conociendo cómo he tratado a otros a lo largo de mi vida.

Cuando disciplinamos a los pequeños necesitamos ser firmes y un tanto rigurosos; debemos aprender a decir NO como padres a fin de que ellos también aprendan a rechazar malas influencias y a defenderse de los ataques a su integridad, y aun cuando caigan en el error y en la imprudencia esperarán encontrar en casa la comprensión y el perdón a todos sus actos y consecuencias, sin importar cuán graves sean; es entonces cuando pensamos en los valores que queremos transmitirles puesto que si les otorgamos el perdón, aprenderán a perdonar, pero si nos comportamos con crueldad, ellos igualmente serán crueles con otros. Enseñemos todos los días un poco más de la sensibilidad que se oculta detrás de nuestra mirada severa, seamos la prueba de que sí se puede cambiar cualquier forma de pensar y llegar a ser alguien mejor, emprendamos la búsqueda interna de la divinidad que nos da

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vida a todos y que nos mantiene unidos en las tribulaciones. Sigamos entonces en el propósito de dejar una profunda huella en la playa de nuestra vida, que nuestras buenas acciones y palabras queden grabadas por siempre y pongamos empeño igualmente en definir a quién elegimos como nuestro propio ejemplo a seguir, ¿quién es el líder que dirige nuestros pasos?, analicemos a qué nos sentimos atraídos y valoremos las cualidades que hemos de destacar, convirtámonos en el maestro y en el alumno de todos nuestros semejantes, demos reconocimiento de los aciertos en otros y en uno mismo, y sintamos gran orgullo en ello.

Cerremos heridas con amor, perdonemos y abramos el alma a la pureza y acerquemos a nuestra vida a los demás para compartir la buena fe, las buenas intenciones y la maravillosa experiencia de vivir para aprender unos de otros, dejándonos guiar por Dios… pues seguramente Él así lo desea.

La envidia es solo la admiración a los aciertos ajenos, que interpretamos negativamente.

Lo imperdonable

No podemos cubrir nuestros ojos ante la triste verdad de que en el mundo entero se cometen crímenes superiores a la imaginación más perversa, y lamentablemente cientos o miles de personas y de familias se ven amargamente afectadas por estos hechos; ¿entonces cómo podemos aplicar la evolución de nuestros sentimientos y mejorar su dominio cuando nos convertimos en víctimas?, ¿existe un perdón para todo?, ¿acaso no sería amar o entender al agresor, demasiado pretencioso y absurdo?, ¿para qué necesito perdonarlo? Evidentemente, la respuesta solo está dentro de cada uno de nosotros, pero podemos alumbrar un poco la oscuridad que existe en nuestra alma y encontrar la paz, a pesar de todos los infortunios.

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Las faltas que alguien cometió en nuestra contra claramente reflejan su desdicha y la carencia de amor en su corazón, lo

que lo convierte en un ser digno de conmiseración.

Una vez que llegamos a creer en la existencia de un poder creador infinitamente superior a nosotros, nos es natural depositar nuestra fe en que la vida está regida por leyes infalibles que emanan de este poder; ya sea que decidamos llamarle Dios aun sin importar las creencias religiosas, nos alimentamos de Él todos los días y con fortuna aplicamos sus normas en todos nuestros actos. La relación con Dios es muy personal y cada uno supone cuáles son las cualidades que Él posee; por lo tanto, entregarnos a Dios en un momento de tristeza que parece no terminar jamás, puede darnos el consuelo de que son saldadas todas las malas acciones de acuerdo con la ley divina, para todo ser humano, en cualquier lugar, lleguemos a presenciarlo o no.

Relato de Abraham.

Desde una cama que me parece enorme y fría describo el amargo episodio que viví cuando fui víctima de un conductor ebrio. Hace cuatro años llevaba una vida feliz, quería comerme al mundo entero y realizar mis ilusiones como surfista; en la playa pasaba la mayor parte de mis días sintiéndome libre totalmente y lleno de vigor a mis diecisiete años, pero fue en una de esas noches infortunadas en que mi madre y yo viajábamos hacia la casa, cuando un automóvil más grande que el nuestro nos embistió de frente porque iba en sentido contrario sobre una avenida principal… solo recuerdo escuchar mi propio grito de horror. Desperté una semana después con sondas y monitores cubriendo mi cuerpo, el que no he podido volver a mover del cuello hacia abajo; observé que había adelgazado muchísimo y me envolvió el más fuerte e indescriptible dolor por conocer mi realidad física, además de saber que mi madre no había sobrevivido al fatal accidente… El causante de mi desgracia está preso, y ahora sé que es un hombre irresponsable que tomó el volante después de haber estado bebiendo durante horas; frecuentemente he recibido sus mensajes explicándome cuánto lamenta lo sucedido, diciéndome que está realmente arrepentido y que sabrá cumplir su sentencia con valor para pagar su culpa. Por lo que a mí respecta, creo que todos fuimos víctimas de un

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suceso trágico en el que la inconsciencia, la irresponsabilidad y la ignorancia ganaron fuerza, es imposible volver el tiempo atrás y evitarlo, por lo que es mi elección a partir de ahora ser feliz en estas circunstancias, sentirme optimista y tratar de sacar algo bueno de lo que queda porque no soy solo cuerpo, tengo inteligencia, tengo alma, estoy rodeado de muchas otras personas que me aman y a quienes amo y encontraré algo bueno qué aportarle al mundo. Yo no siento deseos de venganza ni me interesa el sufrimiento de aquél hombre, creo en Dios y sé que aún puedo lograr muchas cosas buenas con mi vida. Si esto significa que lo he perdonado, entonces mi respuesta es sí. Abraham.

Perdonar lo imperdonable es aceptar que lo ocurrido ya terminó, que ponemos al ofensor en manos de Dios para que conforme con su ley, Él determine lo que “recibirá” el agresor como consecuencia de sus actos, porque otorgarle mi perdón escapa de mis manos, está más allá de mi entendimiento y de mi corazón, y espero de esta forma liberar mi alma de cadenas de rencor y continuar mi vida en felicidad y en paz.

A veces vemos sombras, pero son la muestra de que la luz viene hacia nosotros.

El tiempo con su fluir constante va acallando los ruidos en nuestro espíritu y si pintamos cada pensamiento de recuperación con amor, nos será posible regalarnos un poco de felicidad día a día; solo eligiendo al amor como un ingrediente mágico para la restauración de la vida, tenemos la oportunidad de alcanzar lo que hoy nos parezca imposible. No ganamos nada alimentando el fuego del rencor, nos quemaríamos por dentro, tan solo basta un minuto de paz interna para que la semilla del perdón crezca y su sombra nos cubra, para que ese minuto de serenidad y alegría se convierta en días y esos días en años; plantearnos objetivos realistas nos ubicará en la reflexión de que aunque despacio, vamos avanzando en el camino correcto y que pronto cerraremos la brecha entre el dolor de lo ocurrido y el punto de alivio al que nos dirigimos, esperando de nosotros mismos cierto progreso a la vez y procurar no dar la espalda a los hechos por amargos que sean, pues nos haría más daño intentar ahogar la tristeza y la desesperación negándolos, que darles salida y conseguir superarlos de la manera lo más sana posible.

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Réplica al relato de Abraham.

Pasaré treinta años en prisión por mi imprudencia; todo ocurrió cuando comprobé que mi esposa estaba engañándome con mi propio hermano y los vi salir juntos de un cuarto de hotel. La decepción fue tan intensa que me derrumbé en frente de los dos y mi dolor aumentó al escucharlos decirme que ‘ya era hora de haberme enterado’, y que siempre fui un ingenuo por no querer ver la realidad de las cosas. Bebí tanto esa noche que ni siquiera recuerdo el accidente automovilístico o cómo pasó, solo sé que fue mi culpa completamente, que una señora murió, que dejé a un muchacho inválido en la plenitud de su vida… y que debo cumplir con mi castigo estando encerrado además de padecer el dolor por la traición de la mujer que amo todavía y a quien no guardo ningún rencor a pesar de que jamás ha venido a visitarme. Al muchacho del accidente le he pedido perdón desde el fondo de mi alma, ojalá en otra vida tenga la oportunidad de compensarle por todo el daño que le causé; por lo pronto, me he dedicado a trabajar arduamente y a enfocarme en tener el coraje suficiente para llegar a ser un hombre valioso, y creo que ya lo estoy consiguiendo. Guillermo.

La palabra “coraje” frecuentemente tiene dos significados: el de valor y el de enojo, y ambos sentimientos son necesarios para superar un evento adverso, para rescatarnos a nosotros mismos de lo que hicimos mal, comprendiendo lo mucho que afecta la mala voluntad y el egoísmo que las personas mal intencionadas pueden tenernos y que podemos tenerle a otros en la falta de conciencia, y que la manera de evitar que nos dañen las traiciones es motivarnos a sentir un amor pleno por nosotros mismos, porque nos ayudará a ignorarlas; todas las malas conductas y las caídas hacia bajos impulsos son generadas por la falta de amor, eso es lo que desvía del camino al hombre e infecta un corazón vacío. Somos creadores de sueños maravillosos, pero estamos acostumbrados a aferrarnos a un pasado que ya no nos provee felicidad. Después del dolor comienza a emerger en el alma la esperanza de reencontrar el deleite en nuestro futuro, de la misma manera en que nos convertimos en damnificados tras un terremoto o una epidemia y juntamos toda la fuerza y el coraje con tal de restablecernos, es necesario que situemos nuestro perdón en un pasado sobre el que ya no tenemos ningún control e intentemos rescatar de entre las ruinas lo poco que queda en pie, para poder edificar un nuevo templo que será una vida hermosa y tranquila llena de esperanzas.

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Cada pensamiento de amor que nace en mí, removerá poco a poco las impurezas que se han asentado en el fondo de mi

corazón.

Dios es el único que tiene la potestad de otorgar la absolución a los crímenes mayores. Apartémonos pues, de juzgar, porque si guardamos rencor para buscar satisfacción en la venganza, ya estamos iniciando otra cadena de sucesos sobre nuestros actos que a la larga terminarán lastimándonos, no resolverán el conflicto ni restaurarán la paz interior; por el contrario, nos sentiremos envenenados y nos convertiremos en seres inconscientes a futuro. El contraste que observamos y que podemos sentir claramente cuando surge una experiencia desafortunada, es lo que genera las nuevas creaciones de armonía y de motivación para alcanzar un estado de serenidad total. Pensemos en que de existir un castigo para las acciones incorrectas, somos nosotros quienes lo imponemos sobre nuestra propia persona, pues Dios es misericordioso y así como Él nos ama, debemos amar.

Dios toma en sus manos lo que nosotros no podemos perdonar.

Solemos atarnos a las partes negativas de la vida a medida que vamos transitando por ella, y siempre nos parecerán más pesados y más atrayentes los recuerdos, los pensamientos y los eventos que contengan sufrimiento y dolor, pues creemos que al sentir dolor y tristeza habremos de “pagar” un precio para gozar y merecer el derecho a encontrar la felicidad, como si nos presentáramos en un gran almacén con todo el dinero obtenido por resistir la desolación de muchos años y nos entregaran un paquete de gozo, dicha, amor, abundancia y salud del tamaño adecuado al precio que pagamos. Sin embargo, sabemos en el fondo que esto no es así, nos damos cuenta de que la felicidad no es un artículo, ni una moneda, ni un trofeo que adquirimos por hacer algo bien o por soportar más agonía; más bien es el único estado de nuestro ser, una elección propia y el poder natural que nace, vive y se regenera dentro de nosotros continuamente y con el cual nos es posible abrir todas las demás puertas que encontremos cerradas. No necesitamos pagar nada para estar completos, ya lo estamos al ser uno con el conocimiento de que lo mejor está al alcance, en nuestro interior. Abramos el corazón al mensaje que dicta la

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mente cuando no estamos satisfechos ni contentos con nuestros recuerdos, saciemos la sed de tranquilidad que padece el alma, veamos que con el Creador somos una verdadera familia de amor y que la consolación de todas las inquietudes y pesares no se encuentra en los recuerdos del ayer, sino en el paso que damos hoy hacia un futuro que ya vislumbramos glorioso.

Rendirme, en realidad significa que ya no necesito pelear más, porque he vencido en paz y con dulzura.

Dejemos que prevalezca la idea de que solo a través de la fe en un Ser Supremo nos es posible olvidar lo que no está en nuestro poder y que solo removiendo el miedo a la verdad que está arraigado en nosotros, es como conseguiremos superar cualquier reto; demos alas a nuestra razón y lleguemos a la convicción de que al entregarle a Él todos nuestros pesares, ya perdonamos hoy todo lo que ayer nos parecía imperdonable.

“No me es posible erradicar inmediatamente el dolor y el odio que siento, pero debo sacarlos de mí apoyándome en el amor a mi propia vida, a los que me rodean y al consuelo que obtengo cada vez que pongo en manos de Dios toda mi aflicción; lo que puedo hacer por mi futuro es mucho, puedo darme permiso para saludar a la divinidad que hay en todo ser humano, reconocer que Dios vive en cada uno incluyéndome a mí y es a Él a quien debo mirar, hablar y amar cuando me dirijo en pensamiento a quien me hizo daño; puedo y debo impedir que malos sentimientos se alojen en mí porque mi alma es una fortaleza de hoy en adelante en la cual únicamente son bienvenidas las buenas intenciones, las bendiciones, los buenos deseos, las palabras de amor y de fe y en ello debo confiar para vivir en armonía por siempre.”

Encontramos la Prosperidad del Alma cuando nos relacionamos con el prójimo siendo individuos plenamente

felices.

TITULO DE LA OBRA: “LA GENTE FELIZ PIDE PERDÓN Y PERDONA”Autor: Liliana García Padilla.Av. La Luna SM 46 Mz. 5 lote 1

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Edif. 36, Depto. 104 Residencial CaliforniaC.P. 77506 Benito Juárez, Cancún Quintana Roo.Fecha de nacimiento: 11 de abril de 1973 en México, D.F.Nacionalidad: MexicanaCURP. GAPL730411MDFRDL09RFC: GAPL730411-TU4TEL. 01 (998) 848-15-03CEL. 045 (998) 149-20-87e-mail: [email protected]

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