la evoluciÓn de los sistemas de direcciÓn de … · desde que aparecieron las primeras armas de...
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LA EVOLUCIÓN DE LOS SISTEMAS DE DIRECCIÓN DE TIRO
EN EL SIGLO XIX
Exordio
La escelencia y primor del arte de la artillería se reduce
principalmente á tres preceptos, los cuales son: que el artillero
sepa conocer y reconocer la pieza con que se tira; sepa así
mesmo la potencia, ó sea el tanto que puede rempujar la dicha
pieza, ansí en el plano del orizonte, como puesta en cualquier
punto ó grado de su elevacion; y la distancia que hay desde la
pieza hasta el lugar donde se pretende alcanzar. (Julián FIRRUFINO, cosmógrafo
mayor de Su Magestad. Año de 1599)
Es trágicamente cierto que la guerra suele impulsar fuertemente el
progreso científico y técnico. Así ocurrió en el siglo XIX con respecto a la
tracción mecánica, alentando su desarrollo e impulsando la tecnología ante el
problema que planteaba el aprovisionamiento de los abundantes efectivos de
los ejércitos.
El diseño de los materiales artilleros compone una interesante, aunque
no completa, muestra del desarrollo tecnológico, por ello sirviéndonos de base
los elementos destinados a la dirección del tiro, que se han integrado en las
distintas armas en el transcurso del tiempo, estudiaremos su evolución y las
técnicas en ellos empleada.
Pondremos pues de manifiesto lo conseguido hasta los albores del siglo
XX, momento crucial donde los avances en la electrónica y los procesos
informáticos conducirán a una nueva era de la tecnología. Pero lo anterior a
pesar de su obsolescencia nos ha legado una serie de elementos que además
de ser hoy valiosas piezas de museo, constituyen una referencia histórica para
el estudio de los interesados en esta materia.
Introducción
¿Cómo se apunta una pieza para lograr el mayor
alcance?: Por 45º, es decir, `por el sexto punto de doce
en que se dividiría el arco de una escuadra con su
plomada y un brazo más largo que el otro para meter en el
hueco de la pieza. (La nova stientia de Nicolo Tartaglia.
Venecia. 1550)
-
Desde que aparecieron las primeras armas de fuego existió la evidente
necesidad de aplicar sus fuegos acertadamente en el blanco y así surgieron los
primeros y elementales aparatos de puntería. El
desarrollo de estos elementos de puntería siempre
estuvo muy ligado al estado de la técnica,
evolucionando su diseño y naturaleza a la par que
ella para la materialización de la visual de la mira y
cálculo de la trayectoria que ha de seguir el
proyectil. Ilustración nº 1
COLLADO; página 36V
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Al aparecer la ar ríatille en el campo de batalla adquirió mayor
importancia la correcta dirección del tiro para aplicar el fuego sobre el blanco
y al constituirse unidades de tiro, con varias armas, era imprescindible el que
todas convergieran sobre él a partir de los datos de localización para alcanzar
el efecto masa con precisión en la destrucción.
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Así surgieron los sistemas de dirección de tiro, como conjunto de
elementos que enlazados ordenadamente entre sí y funcionando de una
manera coordinada, permitían realizar la puntería continuada de las armas
para batir los blancos que pueden encontrarse o no en movimiento.
El camino recorrido en el diseño de los sistemas de dirección de tiro
para la Artillería ha estado condicionado por la evolución de las técnicas a
emplear, desde las que recogían los más rudimentarios conocimientos
geométricos del hombre hasta nuestros días en que el desarrollo en el campo
de la electrónica es vertiginoso, lo que ha proporcionado un alto grado de
exactitud, precisión y eficacia.
Antecedentes Siglos XIV y XV
Los documentos de la época no ofrecen datos suficientes para deducir
los sistemas de puntería de los materiales. Sin embargo puede afirmarse que
hasta el siglo XVI se reducían a efectuar la puntería a ojo, utilizando las joyas
que solían tener algunas piezas para dar dirección y confiar a la destreza y
práctica del apuntador los alcances, recomendándose por única regla empezar
el tiro corto (1).
La lentitud en las operaciones era suficiente para que una distancia tal
como el alcance máximo de las piezas, pudiera ser recorrido en menos tiempo
del que se necesitaba para cargar y apuntar las piezas entonces en uso.
Por esta razón, cuando el que llegaba a un castillo o plaza sentía alguna
inquietud acerca del recibimiento que pudieran hacerle –y tenía, al mismo
tiempo, autoridad para mandarlo- disponía que al llegar a una distancia
prudencial hicieran todas las piezas una descarga, que por dejar a salvo la
seguridad del que llegaba llamábase salva.
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Con lo que, conservada la costumbre, cuando ya la precaución era
ineficaz, vino a transformarse la salva, garantía de seguridad en honor rendido
al que se acercaba.
Puede decirse que los artilleros en esta época servían las piezas
valiéndose de la práctica adquirida en la guerra, sin sujetarse a principios
científicos de ninguna especie. Pero aunque desconocemos los sistemas de
puntería empleados, la aparición de las joyas de puntería a fines del siglo
XIV, nos hacen suponer que estaban en posesión de nociones muy aceptables
para el arte.
Y a finales del siglo XV ya contaba el servicio de las armas con la
escuadra y el nivel como elementos de puntería. Siglos XVI y XVII En esta época casi todas las piezas venían ya dotadas de joyas y de la
culata, identificados por medio de resaltes, muescas o escudetes, y en ocasiones
aparece materializada la línea de mira por un nervio corrido a lo largo de la
pieza en su parte alta. Muchas, contaban con el sencillo mecanismo, ya
conocido de tiempo atrás, que recibía el nombre de cobija, y se destinaba a
proteger el fogón y a evitar que tomara fuego la carga por accidente.
El primer manual de técnica artillera que se sitúa hacia 1537, fecha en que
se publica la Nuova Sciencia de Tartaglia (2), fue encontrado por Arántegui
tratándose de una especie de cartilla o de instrucción destinada a los que
aspiraban a sentar plaza en Artillería y que al referirse a las punterías advierte...
alcanza un cañón serpentino de puntería de punto en blanco 500 pasos, hasta
550, y con un dedo de caza tira 100 pasos más, que son 600, y con menos de dos
dedos tira 700 pasos: así como va creciendo la caza va multiplicándo los pasos
y hase de tener esta orden tirando por llano... una culebrina alcanza de punto
en blanco 700 pasos y con un dedo de caza alcanza 150 pasos más... (3).
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Otros pasajes del citado Memorial encierran todo un conjunto de
correcciones antes del tiro al prevenir al buen artillero que debe mirar si la
pólvora es muy soberbia o floja, hoy día decimos vivacidad de la pólvora; el
calentamiento del material que como haya tirado cuatro o cinco tiros ha de
quitar de la dicha pólvora, influencia de la duración del fuego en la precisión y
alcance del tiro; mirar cuando asesta su pieza que estén las ruedas parejas y que
esté encabalgada igualmente la dicha pieza y los muñones por parejo,
influencia de la inclinación del eje de muñones; también ha de mirar el artillero
el tiempo, si es húmedo, influencia de la densidad del aire y temperatura de la
pólvora; y asimismo contra el viento se le ha de dar algo más caza, influencia
del viento.
Algunos autores atribuyen esta Memoria al capitán Luis Pizaño ya que en
una Instrucción dada por él recoge todo lo anterior (4).
Parece ser, de acuerdo con lo que deducimos de dos manuscritos de
mediados el siglo XVI que se conservan en la Biblioteca Nacional y que nos
revela Arantegui en su Bibliografía Artillera de España, que el empleo para
hacer punterías de la escuadra que divide en seis puntos y cada uno de estos en
doce minutos, es muy antiguo y cuando de hacerla y usarla, se entretiene en
varias cuestiones sobre el tiro, en las que entra en juego la mira de detrás y la
de delante. Y para mayor claridad en otro de los manuscritos se dice que... la
escuadra está dividida en seis grados, y cada grado en seis puntos; y dados los
alcances de punto en blanco y a todo vuelo, reparte la diferencia entre los
treinta y seis puntos, y lo que a cada uno toca es el aumento de alcance por
cada punto más de elevación..., y salpica el texto con reflexiones como esta: que
la artillería tiene tanto que aprender, que jamás ninguno es bastante a saber
todo lo que el arte se contiene; así que muchos hombres hay que saben más que
otros, más con todo aqueso no saben toda la arte entera... (5).
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Es lo cierto que a pesar de que la Artillería en el siglo XVI fue ganando
terreno y encontrando sitio en el organigrama de los ejércitos, cabe señalar que
su efectividad y precisión eran, en muchas ocasiones, entre milagrosas y
casuales, pues no había dos piezas iguales, por ello el tiro, enfocado con los
mismos planteamientos e incluso por los mismos artilleros, resultaba con
notables variaciones en alcances y trayectorias.
En la Plática Manual de Artillería de Luis Collado, obra escrita en el año
1592, se le dedica una especial atención y respecto a la puntería de las piezas
dice que... Acaesce muchas vezes, que hauiendo qualquier platico Artillero
apuntado como conuiene fu pieça, y de tal manera que al parefcer de quâtos la
miran la juzgan por bien apûtada, Y defpues de hauer difparado, hara alto, ò
baxo, ò auieffo el tiro fuera de modo, lo ^q haze quedar corrido, y muy côfufo al
que la hauia apuntado...
Y continua el citado capítulo achacando esto a doce causas o defectos...
De los quales vnos proceden de imperfection de la mifma pieça, y otros de las
ruedas, y de la caxa, y otros de accidentes que occuren alrededor de la
pieça... (6).
Además Collado aconsejaba a los artilleros que junto a todos estos
preceptos técnicos no olvidasen de hacer en la boca del cañón una cruz con la
bala, invocando el nombre de Santa Bárbara gloriosa.
La realidad es que en esta época las causas de una mala puntería eran
achacadas a los defectos del material, emplazamiento de la pieza, a la
munición y al ambiente. Estas son las causas por las que durante muchos años
la atención de los artilleros estará concentrada principalmente en la
fabricación del material y sus municiones, en las que indudablemente influirá
también el estado de la tecnología.
Las formas de efectuar la puntería, que consideradas hoy día pueden
considerarse muy rudimentarias, estaban basadas en primer lugar en el uso de
los grados, ò puntos, y minutos de la Efquadra,
para dar elevación al tiro, considerando este
elemento auxiliar... como el más apto, y cierto
inftrumento, que para efte effecto fe hà hallado fea
la efquadra, facada de la quarta parte del circulo,
inuentada de los valientes maeftros Tudefcos... (7).
Ilustraciónes nº 2, 3 y 4
COLLADO: páginas 38V, 39 y 41 Eran los tiempos en que las punterías se
realizaban por el raso de los metales o raso
del ánima, para dar en el blanco. La primera
de las citadas, denominada también de punto
en blanco, con reglas empíricas para
conseguir mayor o menor alcance, pudo emplearse en tanto que las distancias
de tiro eran cortas, consistiendo en
suplementar la faja alta de la
culata con un taco de madera, de
altura igual a la diferencia de
diámetro de la culata y la boca, lo
que constituía ya un alza
rudimentaria; la segunda prevaleció
sin embargo para dar elevación a las
piezas y se empleaba el cuadrante
graduado, con los brazos largos en escuadra,
uno de los cuales se introducía por la boca de
la pieza y se apoyaba en ella a lo largo de su
generatriz inferior. Ilustraciones nº 5 y 6
COLLADO: láminas página 42 y 51
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A principios del siglo XVII un artillero andaluz de Baeza, Cristóbal
Lechuga (8), publicó en el año 1611 su Discurso de la Artillería, cuyo
contenido alcanza cuanto se conocía de ciencia artillera a principios del siglo
XVII, debiendo servir de texto en la escuela de Milán, pues enseña el manejo
de las piezas, alcances, punterías, retrocesos y causas de las desviaciones, y
hablando del tiro de noche describe un tubo provisto de nivel que coloca
sobre la pieza para apuntar, el empleo de una brújula dotada de nivel para dar
dirección y corregir la inclinación del eje de muñones y el modo de hacer la
puntería indirecta sobre una linterna, provista también de brújula, que servía
de blanco auxiliar.
Por la misma época otro artillero toledano de Yepes, Diego Ufano,
publica en el año 1613 un Tratado de la Artillería, que fue traducido a varios
idiomas, donde podemos encontrar numerosos datos que permiten formar una
idea bastante exacta de lo que era el servicio de una pieza en aquel tiempo. La
puntería se realizaba o bien dirigiendo el eje de la pieza sobre el blanco, es
decir, por la línea de tiro natural, o apuntando por los puntos más altos de la
culata y del brocal, por el raso de los metales; o en el caso de tiro a grandes
distancias con cañón y de tiro curvo con mortero, dando las elevaciones
correspondientes por medio del cuadrante o cuarto de círculo.
El primer sistema se practicaba sólo a cortas distancias, es decir,
aquellas en que se calculaba que el proyectil recorría la línea recta de la
primera parte de la trayectoria de Tartaglia. Se creía que esta distancia era
siempre la mitad del alcance de la pieza apuntada horizontalmente por la línea
de mira natural, o sea por los puntos más altos de la culata y de la boca. El
mismo Ufano denunciaba sin embargo el carácter empírico de esta regla y su
falta de exactitud.
Para obtener una línea de mira paralela al eje de la pieza se colocaba en
el brocal un suplemento de madera cuya altura era igual a la diferencia entre
los radios de las molduras de la culata y de la boca; otras veces se apuntaba
por el raso de los metales al punto que se quería batir, se colocaba después el
suplemento citado de madera, pero en la faja alta de la culata y la línea de
mira que resultaba, cortaba al blanco en un punto, que era el que debía
tomarse de referencia al dirigir la visual por
el raso de metales para efectuar una puntería
correcta. Hay que suponer sin embargo que
la precisión del tiro no sería muy grande,
aunque cuenta casos notables de aciertos
artilleros que al primer tiro arrancó el timón
de una barca y otro que rompió las amarras
de una embarcación.
Sin embargo la desigualdad de las piezas impedía que aun en las del
mismo tipo y calibre hubiera posibilidad
de homogeneización de los resultados de
tiro, pues para cada ejemplar de pieza
correspondía a cada distancia un ángulo
de tiro distinto. Lo que no se remedió
sino cuando los procedimientos de
fabricación consintieron dar a las piezas
y a las municiones unas características constantes.
Nacieron entonces las primeras tablas de
tiro, que reducidas en un principio a un cuadro de
equivalencias entre distancias y ángulos de tiro,
fueron recogiendo nuevos datos a medida que los
conocimientos balísticos y los métodos de
experimentación lo consintieron. Ilustraciones nº 7, 8 y 9
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FIRRUFINO: páginas 40, 57 y 60 Julio César Firrufino en el capítulo XXVI de El Perfeto Artillero; teoría y plática
(1642), ya cita ocho métodos de puntería: Tirar a nivel o raso del ánima, por el raso de los
metales o punta en blanco, con
metales rasos o por joya,
dentro de la puntería, fuera de
la puntería, con todo el vivo o
metales parejos, muerto el vivo
y debajo de la puntería. Las
punterías, incluso de noche, utilizando referencias o valiéndose de la escuadra, nivel y
perpendículo, son temas que constituyen la teóríca del arte y el artillero ha de conocer y
saber poner en práctica perfecta y diligentemente valiéndose de los catorce principales
instrumentos con que siempre ha de andar.Ilustración nº 10 FIRRUFINO: página 62
Siglo XVIII
Al comenzar el siglo XVIII la artillería había alcanzado ya la mayoría
de edad por lo que
respecta a las bocas
de fuego, aunque
durante las primeras
décadas se siguió
arrastrando la
anarquía reinante en
los siglos anteriores
en cuanto a calibres,
dimensiones y
denominaciones de las piezas. Los ejércitos de los siglos XVI y XVII
dispusieron de los más
heterogéneos parques de
artillería; el municionamiento era
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un grave problema; la primera preocupación del artillero consistía en
determinar el calibre de la pieza recibida. Felipe III había tratado,
infructuosamente, de poner orden reduciendo los cañones a cuatro modelos.
Al concluir la guerra de Sucesión Felipe V normaliza la fabricación de
piezas de artillería de bronce y envía a las fundiciones de Sevilla, Valencia y
Barcelona, los planos de fabricación del sistema declarado reglamentario,
prohibiendo cualquier otro modelo. Ilustraciones nº 11 y 12
Al pie de los cañones: páginas 98 y 99 El estado de la técnica en esos tiempos no permitía todavía el emplear
procedimientos para la dirección del tiro que realmente fueran eficaces. Así
que el tiro de los cañones tenía un carácter autónomo por piezas que dejaban
reducida su eficacia al grado de instrucción de las unidades.
Siglo XIX
Durante mucho tiempo cada pieza tuvo su tabla de correspondencia
entre ángulos de tiro y alcances y aquellos se dieron con la escuadra. En más
de una ocasión se intentó sustituirla y conocemos un alza española del año
1807, que es una regleta de latón con trece aberturas numeradas y dispuesta
para apoyarse en la faja alta de la pieza; otra muy ingeniosa, con un juego de
espejos, realizada en 1832 por el coronel don Luis María Sarasti; y la
colección de quince proyectadas por don Joaquín Navarro Sangrán,
respondiendo a la teoría desarrollada en su Sistema de puntería, único, para
toda clase de piezas de Artillería.
En junio de 1839 la Junta Superior Facultativa de Artillería examinó
una Memoria sobre un diseño de alza-graduador que había proyectado el
coronel Luna y en noviembre del mismo año se leyó otra Memoria dando
cuenta de un ingenioso instrumento, ideado por el vocal de la Junta don José
Odriozola, denominado alza-cuadrante. En febrero del año siguiente se
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volvieron a estudiar ambas, decidiéndose que aunque el de Luna servía más
bien como escuadra graduada que como alza, se enviase a La Coruña con su
Memoria y con el de Odriozola hacer pruebas comparativas con el alza
común.
Un alza, denominada así porque se trataba de alzar la boca del cañón,
era en esencia una regla graduada en distancias, en milímetros o en unidades
lineales de otro sistema. Al tratar de este punto don Ramón Salas en su
Prontuario, dice: Un cañón se apunta después de entrado en batería.
Después de apuntarle se le da la elevación, que en dársela acertada está la
habilidad de las punterías. Para esto hay tres medios: el alza, proscrita entre
nosotros; el marcar las cuñas, medio grosero e inexacto, inservible de noche
y sin relación alguna matemática con la verdadera elevación del ánima; la
escuadra, con la cual bien manejada y supuesto el perfecto paralelismo de las
paredes del ánima con su eje (lo cual no puede suceder sino al salir la pieza
de la fábrica y nunca después que ha hecho fuego, porque queda degradada
con el golpeo de las balas), puede, en efecto, darse la conveniente graduación
a una pieza; pero al frente del enemigo, ¿cómo se hace? Por la faja alta de la
culata no ofrece más que errores, y por la boca, ¿quién se mete en la
cañonera?.
La solución que proponía Salas fue dotar a cada pieza de un eclímetro,
para lo que bastaría situar en el cascabel una sección vertical, fijando su parte
más alta un perpendículo y mediante un arco graduado, grabado en la propia
cara de la sección, poder medirse en cada caso el ángulo de tiro de la pieza.
Pero aunque el sistema fue bien informado por la Junta Superior Facultativa,
los perfeccionamientos del material vinieron a hacerlo inútil.
En la segunda mitad del siglo XIX comenzó a utilizarse un alza que
tenía forma de barra o regla de sección semicilíndrica, de bronce, que se subía
y bajaba sobre una cajera, también de bronce, sujeta con tornillos a un resalte
con cara situado en la parte alta de la culata, detrás del fogón. La regla tenía
en su cara plana, que se presentaba hacia el apuntador, las divisiones en
grados para las diferentes elevaciones; en su parte superior llevaba tallado un
ángulo con el vértice hacia abajo, para formar el ocular. Esta regla se fijaba en
la posición deseada por medio de un tornillo de presión. El punto de mira era
una chapa gruesa de metal, cortada en
forma triangular que se fijaba con dos
tornillos en la medianía de la pieza.
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Ilustración nº 13
Alza española Hubo también un alza de barra de
sección hexagonal, en cuyas caras iban
marcadas con diferentes graduaciones a
emplear según se tirase con una u otra de
las modalidades entonces al uso: carga
ordinaria y bala, carga reducida y bala,
carga reducida y granada, carga reducida y metralla. Como el hexágono de la
sección de la barra era el que se obtendría cortando a un trapecio los vértices
correspondientes a la base mayor, siempre quedaban tres de sus caras a la
vista del apuntador; la barra tenía dos posiciones; en una de ellas se podían
ver las tres primeras graduaciones reseñadas; la última graduación estaba en
la cara del centro de la otra posición de la barra. En las dos caras restantes se
grababa la clase de pieza a que correspondía el instrumento y las
equivalencias de unidades, porque ya entonces se había adoptado el sistema
métrico.
Este tipo de alzas se instalaba lateralmente en una mortaja o encastre
labrado sobre la lámpara o parte redondeada de la culata, sujeta por tres o
cuatro tornillos. La regla a que nos hemos referido se fijaba en la posición
deseada por medio de un tornillo de presión, como siempre.
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En la parte superior de la regla iba la llamada cabeza del alza, en cuyo
borde superior se labraba la consabida abertura triangular que había de
constituir el ocular. El punto de mira estaba formado por un cono de acero fijo
a un soporte de bronce sobre el muñón del lado correspondiente, mediante
cuatro tornillos. Naturalmente, al visar el punto de mira y el blanco por el
ocular, con la regla en la división cero, la pieza estaba horizontal.
Como se comprende hubo muchos modelos de estas alzas, pero todas
venían a ser lo mismo. Al llegar los cañones rayados se introdujo una
modificación en la cabeza del alza, consistente en poder trasladar el ocular
lateralmente, mediante un tornillo de paso fino, para poder corregir por
derivación, o desvío lateral que el giro del proyectil provoca en la trayectoria;
y como al mismo tiempo se iba afinando más en las correcciones del tiro, la
modificación permitía también corregir el tiro por viento lateral. Hubo
algunas alzas llamadas inclinadas, porque se colocaban formando un ángulo
con el plano de tiro, para corregir de este modo la derivación del proyectil,
observada en polígono.
En las alzas de la década de 1870 ya no tenían las diferentes
graduaciones según la clase de proyectil y carga, sino que obtenían los datos y
correcciones correspondientes en las tablas de tiro. En cambio algunas alzas
tenían para cada elevación grabados los segundos de duración de trayectoria,
para poder graduar las espoletas de tiempo.
La puntería en dirección se realizaba a simple vista, bien moviendo la
pieza hasta situar el blanco en la línea de mira, bien haciendo la puntería por
alineación a vanguardia, valiéndose de un juego de pínulas, y sirviéndose
luego, para rectificarla, de una referencia –generalmente una mira- que se
colocaba a retaguardia.
Aunque aquellas alzas podían considerarse como grandes avances para
la artillería, ya en último cuarto de siglo con la perfección que había
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alcanzado la fabricación de los cañones, sus municiones y la mejora de la
calidad y estabilidad de las pólvoras, lo que permitió el alargamiento de las
distancias de tiro, resultaban totalmente rudimentarias e inadecuadas pues no
permitía aquella forma de apuntar el aprovechamiento de las grandes mejoras
balísticas alcanzadas.
Bien es verdad que las alzas descritas, además de su tosquedad, como
retrocedían con el cañón, no permitían la puntería continua, por lo que el
artillero podía afinar la puntería antes de disparar pero luego tenía que
apartarse de la pieza. Al adoptarse los frenos hidráulicos, con la disminución
del retroceso, se podía seguir apuntando desde unos dos metros detrás de la
pieza. Pero fue necesario llegar al perfeccionamiento de la adopción de la
cuna, por la que se desliza el tubo de la pieza al retroceder, permitiendo
inmovilizar las alzas disponiéndolas sobre la cuna, que seguía todos los
movimientos del cañón menos el de retroceso.
La puntería pudo desde entonces realizarse sin solución de continuidad
hasta el momento de salir el proyectil, lo que era muy importante para batir
blancos en movimiento como en el caso del tiro naval y de la artillería de
costa, pues mientras unos sirvientes de la pieza actuaban sobre la dirección de
esta moviendo los platillos de alza y deriva de que estaban dotadas las miras
de puntería recogiendo todas las correcciones introducidas por alcance y
deriva independientemente de la dirección en que apuntase la pieza, el
apuntador sólo se ocupaba de visar constantemente el blanco.
El último perfeccionamiento antes del cambio de siglo permitió
también la adopción de miras ópticas, que desde hacia algún tiempo
propugnaba el oficial de la Marina de EE.UU. de América Bradley Fiske, que
argumentaba con razón que los hilos cruzados que colocaba en su anteojo,
dicen que los primeros que empleó fueron cabellos de un guardiamarina,
permitían al apuntador saber exactamente donde tenía que ver el blanco, con
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una enorme ganancia en precisión respecto a las miras abiertas. Además con
un aumento de cuatro veces el tamaño del blanco y un campo visual mayor
que el que permitían los reducidos mandiletes y mirillas, abarcando así el
anteojo blancos navales de más de 150 m a 1.000 m de distancia.
El entusiasmo ante estas innovaciones hacía pensar a los artilleros que
los sistemas de dirección de tiro estaban cambiando pasando de ser un método
de suerte a convertirse en una ciencia. Pero aún quedaban muchas cuestiones
por resolver, entre ellas la apreciación de la distancia de tiro.
Hasta ahora en todas las operaciones del tiro la determinación de la
distancia batería-blanco ha sido fundamental y se apreciaba en un principio a
ojo. Cuando las distancias de tiro van aumentando se comienza a padecer la
incertidumbre de tal método. Ya en 1851 se encuentra en el memorial noticia
de un anteojo telemétrico debido al capitán de la Artillería francesa M.
Terssen fundamentado en el fenómeno de la refracción, pero hasta 1881 no se
resuelve ensayar en España instrumentos de esta naturaleza.
Hacia el año 1880 hizo su aparición el método triangular del general
austriaco Roskiewicz que se componía de dos anteojos paralelos y unidos, la
separación entre los cuales constituía la base para la medición de la distancia,
disponiendo el de la izquierda de un retículo fijo y el de la derecha de un hilo
vertical que podía trasladarse por medio de un tornillo graduado. Para medir
la distancia al blanco se apuntaba con el de la izquierda y a continuación se
llevaba a coincidir el hilo de la derecha con el mismo blanco, sirviendo la
lectura indicada por el tornillo para entrar en una tabla donde se podíamos
leer la distancia correspondiente. Este aparato podía medir distancias entre
500 y 8.000 m con menos de 25 m de error a la distancia máxima.
El francés Boulanger ideó un telémetro basado en la velocidad del
sonido, pero lógicamente había que esperar a que el enemigo disparase ya
que el aparato consistía en un tubo de cristal lleno de líquido y graduado que
en su interior llevaba dos discos unidos por una varilla paralela el eje del tubo.
Se preparaba el aparato partiendo de una posición horizontal con el disco del
extremo en el origen de la
graduación y cuando se veía el
fogonazo se colocaba en
posición vertical permaneciendo
así hasta que se escuchase la
detonación del disparo, en cuyo
momento se colocaba de nuevo en posición horizontal, indicando la posición
del otro disco sobre una escala graduada de 25 en 25 m la distancia al blanco.
Pero nada de ello era satisfactorio
ya que se dejaba a los jefes de pieza y a
los apuntadores la responsabilidad de la
dirección del tiro, que en el fragor del
combate no tenían manera de distinguir
las explosiones propias de las
producidas por otros proyectiles
disparados por piezas de igual o parecido
calibre, además de que el humo de la
pólvora contribuía a entorpecer la
correcta dirección del tiro
La puntería en alcance y en altura
vio luego entrar a su servicio eclímetros
de tipos diversos, escuadras de nivel, clitógrafos, y cuando se introdujeron los
materiales de línea de mira independiente aparecieron los niveles de ángulos
de situación. Ilustraciones nº 14, 15, 16 y 17
GOVANTES: 2ª bis, 15ª bis, 28ª y 31ª
17
En el año 1881 la Junta
Superior Facultativa experimenta
un telémetro de campaña que se
considera inaceptable. Desde
entonces ya no se abandona esta
preocupación, sólo que la atención
se siente atraída singularmente por
las necesidades de la artillería de costa; para ella se ensayan y se proyectan
diferentes modelos, y al fin se declaran reglamentarios el telémetro
Salmoiraghi-Bellón, de base vertical para grandes cotas (6-VII-1898); el
Zaragoza, de base vertical también (4-III-1899, y de gran perfección; el de
sistema Madsen, con base horizontal (4-III-1899); y, años después, el
estereoscópico Barr Stroud, de 2´74 de base (8-IV-1911). Ilustraciones nº 18, 19 y 20
MUSEO MILITAR DE CARTAGENA: Telémetros Salmoiraghi, Zaragoza y Barr Stroud En el año 1887 se ensayó un
sistema de puntería indirecta, para la
que se utilizaba un modelo de alidada
de reflexión, de la que era autor el
general don José López Pinto y que
constituye el antecedente de la puntería
con goniómetro y espejo, que se
emplearía en el siglo siguiente en las baterías de
sitio y plaza.
De la simple apreciación de distancias se
pasó a la realización de verdaderas operaciones
topográficas para la preparación del tiro. La
observación requería el auxilio de aparatos
ópticos. 18
Del estado de la técnica en
cuanto a la dirección del tiro en los
años finales del siglo XIX nos da idea
lo escrito en una revista
especializada: El aparato usado en
Inglaterra para comunicar a la
batería las indicaciones convenientes a la puntería de los obuses es el
inventado por el Comandante de Ingenieros
Mr. Watkin ... fundamentado en la línea de
mira que determina un anteojo y la resolución
del triángulo rectángulo cuya hipotenusa
determinan el blanco y la batería>>. Al
aparato se le denominará encontrador de
distancias (9). Ilustración nº 21
Memorial de Artillería: Encontrador de distancias De las aplicaciones de la electricidad a la
Artillería es un buen antecedente lo que piensan los
artilleros en el año 1891, pues de una serie de
artículos publicados en el memorial de Artillería
extraemos lo siguiente: Amplio, como ningún otro, es
el campo que la electricidad ofrece a la ciencia
artillera... Y de lo conseguido hasta la fecha presenta
los adelantos científicos-artilleros que más llaman la
atención. Son estos el telémetro eléctrico sistema
Fiske el que dice estar ya en servicio en los buques
en Chicago y Baltimore (10). Ilustración nº 22
Memorial de Artillería: Telémetro FISKE
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Realmente hasta el momento la aplicación de
la electricidad en España o ha ido más allá de los
aparatos foto eléctricos, que se experimentaron en
el mes de julio de 1891 en el campo de tiro de
Carabanchel, quedando patente su necesidad para
el tiro de artillería durante la noche, con los dos
adquiridos recientemente a la casa Sautter-Lemoinier y compañía, que han
demostrado su potencia, alcance y precisión (11). Ilustración nº 23 y 24
Memorial de Artillería: Proyectores Siemens-Schuckert de 90 y 110 mm Y cuando ha finalizado el siglo XIX un ilustre
y práctico artillero español refiriéndose a la
electricidad que califica como germen de nueva vida
industrial, intangible como la vida humana, añade
que... conduce nuestra voz á través de delgados
alambres á miles de metros de distancia; los signos
que marcamos sobre el papel son reproducidos al
otro lado de los mares por la poderosa corriente
eléctrica que transita por los gruesos alambres del
cable submarino. La luz brilla en el enrojecido
alambre de la lámpara incandescente, ó nace entre los separados carbones
del arco voltaico...
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Todos los adelantos realizados en el siglo que terminaba, revisten un
sello característico de magnificencia, pero ninguno como el de la
electricidad. Aquellas convulsiones de la rana de Volta parecen esfumadas en
un lejano pasado, y parece increíble que ellas fuesen el origen de las
ignoradas convulsiones, de un agente desconocido que produce luz, calor,
energía, que transmite la voz y la escritura y que conserva nuestra propia voz
en los rugosos cilindros del fonógrafo (12).
Nuestro soñador e ilusionado artillero había sido testigo del paso del
cañón liso al rayado, desde que Cavalli en el año 1846 lo realizase
prácticamente para disparar proyectiles oblongos; la evolución de estos y su
carga por la recámara; los avances en la fundición de los materiales y el
empleo de las pólvoras prismáticas hasta conseguir velocidades iniciales de
700 m/seg. En fin todo el
progreso de la Artillería como no
lo había experimentado en los
siglos anteriores.
Pero la primera acción de
tiro antiaéreo con derribo tuvo
lugar para el ejército español el 1
de julio de 1898 en la isla de
Cuba durante el combate de San Juan que hizo fuego sobre un globo cautivo
consiguiendo alcanzarle el cuarto disparo (13). Ilustración nº 25
Memorial de Artillería: Cañón Krupp de 6´5 cm para el tiro contra globos Aunque ninguno de los protagonistas era consciente en aquel momento
de la futura repercusión del hecho, a partir de él se inicia un nuevo camino en
el desarrollo de los sistemas de armas que han de enfrentarse a la amenaza
aérea, que si bien en este momento estaba representada por los globos en
cautividad y se batió con medios circunstanciales, haría necesario el
progresivo avance de la aviación que pondrá pronto en el aire otros
elementos.
Los telémetros fueron progresando en sus dos modalidades: los de
coincidencia propugnados por los ingleses y los estereoscópicos desarrollados
por los alemanes.
Todo el siglo XIX será por tanto una época de transición que se
prolongará a lo largo de las tres primeras décadas del siglo XX, pues los 21
descubrimientos que se vienen realizando superan a lo imaginado por el
hombre hasta entonces, ramificándose las ciencias por su extensión, no
bastando la imprenta necesitándose la estereotipia, el telégrafo óptico pasa a
ser eléctrico, el vapor hace volar a las naves por
los océanos acercándolos a los continentes, en
fin las máquinas se multiplican y la guerra se
sirve de todas ellas.
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No menos importantes en el campo de las
innovaciones militares fueron las fuentes de
energía, los combustibles y la electricidad, así
como la navegación submarina.
En España, al comenzar el siglo XX, para
la correcta dirección del tiro en las baterías de
costa, se continúan empleando los sistemas telemétricos de base horizontal
Madsen y el polar de Salmoiraghi, apoyándose el despliegue de las baterías de
Cartagena en las alturas de los castillos de Galeras y San Julián (14). Ilustración nº 26 y 27
Fuertes de Galeras y San Julián
Organización artillera, Cartagena. Año 1900 El sistema
Madsen estaba
constituido por dos
estaciones telemétricas,
una principal
compuesta de
observatorio y
gabinete, una estación
auxiliar, una estación-
batería y dos observatorios laterales.
En la principal, se halla instalado un anteojo, para seguir
constantemente al blanco, un grafómetro, un timbre, para fijar el instante de
las lecturas, y el tubo acústico, que se comunica con el gabinete, en el que se
encuentra el plano cuadriculado, donde se han fijado la situación de las
estaciones telemétricas. La estación auxiliar es igual a la principal sólo que se
ha sustituido el tubo acústico por un teléfono.
En la estación-batería existe un plano telemétrico donde se sitúan las
posiciones sucesivas del blanco por sus coordenadas facilitadas por la
estación central y se mide la distancia a la batería y se calcula la velocidad del
blanco. En el plano de observación
se sitúan los impactos y se calculan
los desvíos de las descargas
sucesivas, que se irán haciendo a la
orden del capitán de la batería y
siguiendo las reglas de corrección
del tiro.
Un sistema que aunque muy rudimentario en aquellos tiempos se
manejaba con soltura y eficacia por tres oficiales y diecisiete de tropa.
La ejecución del tiro de costa
constituía una gran preocupación entre
los artilleros y se reconoce la
organización modelo que habían
alcanzado las baterías de Cartagena bajo
la dirección del coronel Izquierdo, pero
que sin embargo necesitan de un
elemento director de tiro idóneo. No
tardará en aparecer un nuevo sistema de puntería para la determinación de las
posiciones futuras del blanco marítimo en movimiento por medio de
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predictores, tales como el primer modelo ideado por el capitán Costilla (21-V-
1902) (15). Ilustraciones nº 28 y 29
Memorial de Artillería: Predictor Costilla, dos láminas El resultado final es que un blanco en movimiento sobre la superficie
del mar con este procedimiento puede ser batido con una descarga cada
minuto, lo que desgraciadamente no se puede alcanzar más que con muy
contadas piezas de costa entre las que poseemos. El capitán Costilla se ha
adelantado con su invento a las posibilidades del material por lo que urge el
adquirir piezas de tiro rápido.
Hagamos un paréntesis para dejar constancia que a cargo del Cuerpo de
Artillería existen en esta época en España los siguientes establecimientos:
Fábrica de Trubia, fabricación de cañones, obuses y proyectiles de todas
clases, atendiendo incluso las peticiones de la Marina; Fábrica de Oviedo,
fabricación de armamento portátil; Fábrica de Murcia, fabricación de pólvoras
negras y pardas; Fábrica de Granada, fabricación de pólvoras sin huno y
materias explosivas; Fábrica de Artillería de Sevilla, Fabricación de piezas de
campaña, sitio y montaña, así como proyectiles; Maestranza de Sevilla,
fabricación de atalajes, monturas, ruedas, juegos de armas y accesorios;
Pirotecnia Militar, fabricación de cartuchería de fusil, espoletas, estopines y
cápsulas fulminantes; Fábrica de Toledo, fabricación de cartuchería, armas
blancas, objetos artísticos e instrumentos de cirugía; y Taller de Precisión,
análisis químicos y mecánicos, y actúa como Centro electro-técnico
construyendo telémetros, comparadores, compases Palmer, manómetros
Crusher y verificadores.
En estos primeros años del siglo van a hacer su aparición en el cielo los
primeros blancos aéreos, son los globos, si bien todavía no se piensa en
batirlos sino en utilizarlos en provecho propio. Nada hacía presagiar en el
campo bélico que aquel endeble vehículo, el Flyer, construido por los
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hermanos Orville y Wilbur Wright, que sobrevoló las dunas costeras de Kitty
Hawk en Carolina del Norte (EE.UU.) el 17 de diciembre de 1903 recorriendo
apenas unos metros, marcaba el inicio de una etapa singular en la historia de
la conquista del espacio.
Pero es lo cierto que el caso del avión es el más revelador pues su
empleo en la guerra, desbancando al globo aerostático, obliga a impulsar
fuertemente la investigación tras las experiencias deducidas en combate,
centrándose en su fabricación y mejora de sus cualidades de vuelo: velocidad,
capacidad, autonomía, altura y maniobrabilidad, que serán factores con un
progreso insólito en unos pocos años.
Si bien hemos de hacer constar que este período es evolutivo para las
armas en el aspecto mecánico, que tratan de aumentar su velocidad de fuego y
su movilidad táctica, que afectará principalmente a la configuración de las
piezas y las municiones a emplear. Es decir, que el medio de facilitar el
servicio de las piezas y aumentar la rapidez del fuego, será simplificar la
carga y abreviar la puntería, necesario principalmente para la artillería de
costa respondiendo a las exigencias de los grandes buques en el combate
naval.
El actual procedimiento telemétrico Madsen reglamentario en España,
es ya incompatible con los adelantos del día y aún el empleo del telémetro
Salmoiraghi tampoco es satisfactorio. Es necesario pues poner la vista en el
modelo de alza automática Clarke que los ingleses han adoptado para el tiro
de costa. Subsanaremos así la dificultad de que las dos visuales coincidan en
un mismo punto del barco, característico del sistema Madsen y se suprimirá
una estación en el Salmoiraghi (16).
Desde que en el año 1888 el físico alemán Heinrich Hertz demostró que
las ondas electromagnéticas, llamadas posteriormente hertzianas, se
comportaban como las de la luz, en el sentido de producir un eco de retorno al
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ser reflejadas por una superficie metálica, no se había dejado de experimentar
en los ámbitos científicos de las naciones más adelantadas.
Conclusión
El diseño y construcción de los sistemas de dirección de tiro para la
Artillería ha estado condicionado por la evolución de la tecnología, desde los
rudimentarios conocimientos geométricos hasta nuestros días, en los que el
vertiginoso desarrollo en el campo de la electrónica, permite un alto grado de
exactitud, precisión y eficacia.
Juan Antonio Gómez Vizcaíno
Cartagena, octubre de 2006 Notas
(1) Se llamaba así el punto de mira, fijo en la parte alta de la culata,
donde posteriormente se colocó el alza móvil)
(2) A pesar de los muchos errores de que adolecía, sirvió durante más de
un siglo como fuente de los conocimientos en la materia)
(3) La expresión un dedo de caza –aclara Arántegui- significa la
separación o retirada de igual cantidad de la cuña, con lo que se
conseguía elevar un tanto la boca de la pieza, con lo que se denotaba el
conocimiento de la variación de los alcances con el ángulo de tiro; y aun
es posible que a alguno sorprenda el encontrar en aquella frase hase de
tener esta orden tirando por llano una primera noción de la influencia en
el tiro del ángulo de situación)
(4) (1480-1550) Este excelente y valeroso artillero fue nombrado adjunto
al jefe de Artillería de Milán, mas tarde encargado del artillado de las
defensas del Rosellón y la Cerdaña, debido a sus grandes conocimientos y
experiencia, con vista a la invasión de Francia, participa en la batalla
de Ingolstaad como jefe de Artillería y en la de Mühlberg como
lugarteniente del capitán general de Artillería, falleciendo en Laredo
cubierto de heridas y después de haber participado en catorce campañas)
(5) CASTILLO, Hernando del: Libro muy Curioso y Utilísimo de Artillería
compuesto por...; y Desame de artilleros, en el cual se trata de todo lo
que es obligado a preguntar el que fuere juez de la dicha arte de la
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artillería al que se va a desaminar para ser artillero. Memorial de
Artillería, serie III, tomo XIII, año 1886.
(6) Opus cit.: Capítulo III, página 38. (7) Opus cit.: Capítulo V, página 38v. (8) Fue herido en los sitios de Hulst y de Cambray y se distinguió como
artillero e ingeniero en Cambray, en Doullens y en Amiens, alcanzando el
empleo de teniente general de la Artillería en los estados de Flandes y
Milán)
(9) Memorial de Artillería, serie IV, tomo III, año 1895: Defensa de
Costas, por el coronel de Artillería Teodoro Bermúdez, pág,s 19 y ss. (10) Memorial de Artillería, año 1891, serie III, tomo XXIV, pág,s. 181 y
ss.
(11) ARANAZ, Ricardo: Aparatos foto eléctricos para el Servicio de
Artillería. Memorial de Artillería, serie III, tomo XXIV, año 1891, págs.
289 a 316.
(12) Conde de Casa–Canterc, El: La Artillería en el siglo XIX. Memorial
de Artillería, enero 1901.
(13) GÓMEZ NÚÑEZ, Severo: La Guerra Hispano-americana. Santiago de Cuba.
Madrid. 1901.
(14) Memorial de Artillería, serie IV, tomo XIX, entrega 4ª, abril 1903,
Págs. 313 y ss.
(15) Memorial de Artillería, serie V, tomo IV, diciembre 1907: Los cursos
de instrucción de la Escuela de Tiro en el año actual, pág. 643. (16) MALDONADO, Julio: Alza automática Clarke. Memorial de Artillería,
serie IV, tomo XV, marzo 1901. Bibliografía
ALMIRANTE, José: Diccionario Militar. Ministerio de Defensa.
Madrid. 1989.
COLLADO, Luys: Plática Manual de Artillería. En Milán. 1592
(Academia de Artillería. Edición facsímile. 1985).
FIRRVFINO, Jvlio Cesar: El Perfecto Artillero. 1642 (Academia
de Artillería. Edición facsímile. 1987).
SÁNCHEZ GÓMEZ, Félix: La Artillería en las láminas de
Govantes de 1887. Ministerio de Defensa. Madrid. 2000.
VIGÓN, Jorge: Historia de la Artillería Española. Madrid.
1947.
VV. AA.: Al pie de los cañones. La Artillería Española.
Madrid. 1993.