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Page 1: LA ETNOHISTORIA PAMPEANO-PATAGONICA EN … · indios de su misma nación, y de la de los Picunches (Falkner, 1957:133). II A partir de 1737, cuando se quebró la paz relativa que

Scripta Ethnologica

ISSN: 1669-0990

[email protected]

Consejo Nacional de Investigaciones

Científicas y Técnicas

Argentina

María Gorla, Carlos

BLANCOS E INDIGENAS: UNA DIVISION SIMPLISTA PARA EXPLICAR LA IDENTIDAD ETNICA Y

LA ETNOHISTORIA PAMPEANO-PATAGONICA EN EL SIGLO XVIII

Scripta Ethnologica, vol. XXI, 1999, pp. 121-132

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas

Buenos Aires, Argentina

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=14818345007

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Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal

Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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I

El choque entre la cultura europea y la in-dígena, no explica por sí solo la profundatransformación que se operó en el hábitatpampeano-patagónico desde el siglo XVII. Espreciso tener en cuenta, además, que en elcampo indígena existía entonces una dinámi-ca pugna de intereses, entre las distintas par-cialidades y también en el seno de éstas, loque daba lugar a frecuentes enfrentamientosentre ellas.

Desde los tiempos anteriores a la conquis-ta, estas luchas tenían como fin capturar lasmujeres y los niños de las otras agrupaciones,pero con la introducción del bovino y del equi-no en el ámbito pampeano las mismas se hi-cieron cada vez más frecuentes, debido a que,a partir de entonces, las diferentes etnías seenfrentaron, además, por el incentivo que te-nía la posesión de estos recursos.

Todos estos factores convergentes provo-caron una continua movilidad en las relacio-nes interétnicas, debilitando la cohesión delas etnías y generando un estado de inestabi-lidad que produjo grandes cambios en el pa-norama indígena.

En �ese gran ambiente que comprendemoscon los nombres de pampasia y Patagonia�,sostiene Vignati, había existido en el sigloXVII el etno Pampa, elemento de las llanu-ras, no araucano, �no historiado y sólo co-nocido por los hallazgos paleoetnológicos�.El mismo habitaba un amplio territorio, que�desde San Juan y Mendoza, en amplísimafaja diagonal de más de 1.000 Km. de anchollegaba al Plata hasta mucho más allá del RíoNegro�. Luis de Valdivia, sobre la base delos idiomas hablados, lo había diferenciadoétnicamente en Pampas Allentiac, para losde la región de Cuyo y en Pampas Millcayac,que corresponderían a la clasificación de

BLANCOS E INDIGENAS: UNA DIVISION SIMPLISTA PARA EXPLICAR LAIDENTIDAD ETNICA Y LA ETNOHISTORIA PAMPEANO-PATAGONICA EN ELSIGLO XVIII

Carlos María Gorla*

* Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Argentina)

Summary: Confrontation itself between European and aborigine cultures does not entirely explainthe profound change taking place in the Pampas-Patagonian Region since 17th century. Furthermore,it is necessary to take into account that there was a dynamic conflict of interests, not only betweendifferent aborigine groups, but also within them. This conflict generated frequent fights betweenthese groups. For that reason, continuous changes in the inter-ethnic relationship occurred, andtherefore, the union between ethnic-groups was weaken and it resulted in an unstable situation.This circumstance caused important changes in aborigine panorama. In the Pampas Region, fightsbetween Europeans and aborigines were not a result of ethnic problems, but a consequence ofmaterial and circumstantial interests. Thus, sometimes, aborigine groups made alliances withSpaniards and, sometimes, they allied themselves against them. In other words, alliances and treasonswere very frequent. The above shows complex relationships between different aborigine groups,and the supremacy of material and circumstantial interests over and above loyalties between said groups.

SCRIPTA ETHNOLOGICA, Vol XXI, Bs. As., pp. 121-132

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Taluhet y Diuihet, respectivamente, deFalkner, �si fuera posible un nexo entre ellas,porque, en el fondo, -señala aquél- lo impor-tante no reside en los apelativos, sino en susproyecciones�, considerando, �que la nomen-clatura del jesuita inglés no tiene el más mí-nimo respaldo documental ni aun siquiera desus comilitones� (Vignati, 1967:38-42).

Estas dos naciones eran nómades, su cul-tura correspondía a la de los cazadores supe-riores y comían carne de yegua, que cazaban�en las pampas inmensas que separan aMendoza de Buenos Aires�. En estas cace-rías debían enfrentarse con los españoles,aunque éste no era el único riesgo que co-rrían, �porque -refiere Falkner- si la casuali-dad quiere que los Tehuelhets1 o losChechehets2 estén alcanzando el Casuhati oal Vuulcan o Tandil, en el momento en quelos Diuihets y Taluhets están por retirarse consu botín, aquellos les empiezan a picar la re-taguardia (sobre todo cuando una jornada de-masiado larga les obliga a hacer descansar lahacienda), matan a los que resisten, despo-jan a los demás de cuanto tienen y se adue-ñan del botín�.3 Asimismo, los Chechehets,que eran �poco diestros� para hacerse de ca-ballos, los obtenían de los Tehuelhets o cuan-do tenían la suerte de sorprender alguna par-tida de los Pehuenches, que por lo generaliban bien provistos de caballada (Falkner,1957:130).

Las luchas entre las distintas etnías, paraposesionarse de los recursos de la pampa, sehicieron más frecuentes en el siglo XVIII.Las circunstancias del medio en el que cadauna predominaba, así como la dinámica in-terna de las distintas parcialidades indígenas,determinaron en este proceso diferentes gra-dos de adaptación, hecho que fue transfor-mando el mundo de las relaciones imperantesen la población indígena que habitaba la pam-

pa, desestabilizando su existencia y estimu-lando su agresividad.

Las relaciones imperantes en el ámbitopampeano se fundamentaban en el principiode la conveniencia, por el cual, por ejemplo,Cacapol, cacique de los Tehuelhets, se man-tenía en paz con los españoles, porque así lagente de su nación podían hacer sus caceríasen las inmensas pampas de Buenos Aires,entre las fronteras de Matanza, Conchas,Magdalena y la sierra. Por este motivo, elcitado cacique no permitía que las otras tri-bus efectuaran sus correrías en ese territo-rio, que consideraba como propio y, si éstaslo hacían, sus caciques o aliados las �atacany deshacen�. Esta fue la razón, según Falkner,por la que estos indios se mantuvieron en bue-nas relaciones con los españoles hasta 1737.

Como resultado de estos enfrentamientosel etno Pampa fue reemplazado por losRanqueles, que avanzaban por el Oeste y porlos Günuna-Küne, que lo hacían por el Su-doeste (Vignati, 1972:99). A partir de enton-ces, el vocablo Pampa tendría un significadogeográfico y se aplicaría a los indígenas quehabitaban las llanuras del mismo nombre.

Los Aucas, que eran una hibridación delos Pehuenches, derivada de las luchas queéstos habían tenido con parcialidadesaraucanas, con el objeto de capturar mujerescuando se establecieron en los bosquesxerófilos de la actual provincia de La Pam-pa, constituyeron la etnía conocida históri-camente con el nombre de Ranquel. Esta,posteriormente, �en tiempos contemporáneosa la entrada de los jesuitas�, se estableció enel Oeste bonaerense (Vignati, 1972:94).

La presencia de los Aucas en el hábitatpampeano significó �la aparición de un tiposocial nuevo�, que es �el equivalente indíge-na del criollo de los siglos XVI y XVII�(Vignati, 1967:76).

En cuanto a los Günuna-Küne, éstos ocu-

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paban la mitad meridional del Neuquén, �lle-gando por momentos a combatir la altura deChosmalal� (Vignati, 1972:99), siendo su ex-pansión en la provincia de Buenos Aires�moderna y de lapso muy breve�. La misma,invadiendo por el extremo Sudeste, ocurrió�cuando la desaparición casi total del elemen-to Pampa� (Vignati, 1967:78).

Al mismo tiempo que dicho hábitat eraocupado por nuevos pobladores, sincrónica-mente se produjo �una mestización similar ala pehuenche-araucana, pero en primer gra-do, con mujeres hispánicas o descendientesde matrimonios peninsulares�. Así, a �tra-vés de las generaciones, se crea el nativoequivalente al auca neuquino y aun estosmismos aportan su propia hibridación parahacer más complicado el tipo social que ac-túa en el Oeste bonaerense. De modo, �queun siglo antes de ser eliminados del territo-rio, no había ningún indígena puro� (Vignati,1972:99-100). Cabe señalar, por otra parte,que el proceso de hibridación que tuvo lugaren el ámbito pampeano, a partir del sigloXVIII, fue más complejo, debido a que losespañoles también tomaron cautivos, lo queprodujo un tipo mestizo derivado de la uniónde blancos con mujeres indígenas.4

Aunque los enfrentamientos entre las par-cialidades indígenas no eran un hecho nue-vo, la pugna por la posesión de los recursosque ofrecía la pampa acentuó su virulencia.La inestabilidad y la inseguridad se fue ex-tendiendo así a todo el ámbito pampeano, noescapando a esta realidad la población blan-ca de la frontera bonaerense. Periódicamen-te, las diferentes etnías, cuyo hábitat perma-nente se encontraba en las zonas marginalesde las tierras ganaderas por excelencia, seproyectaban sobre éstas hasta alcanzarlasacuciadas por las necesidades, el hambre ycada vez en mayor grado por la apetencia de

un intercambio provechoso. Estas irrupcio-nes, que en forma cada vez más alarmante sesintieron en la frontera bonaerense, acentua-ron el enfrentamiento entre blancos e indios,afectando al mismo tiempo la realidad eco-nómica, cultural y étnica de estos últimos.

Esta lucha no respondía a motivacionesétnicas, sino que obedecía a intereses con-cretos y circunstanciales, como era para paralos indios aprovisionarse de caballada y ga-nado. De modo que las parcialidades indíge-nas tran pronto se aliaban con los españolescomo unían contra éstos, siendo frecuente enesta dinámica las alianzas y las traiciones.5

Como este comportamiento era extensivoa todos los indígenas que se aproximaban ala frontera de Buenos Aires con dicho pro-pósito, resultaba muy difícil acertar la formade mantener relaciones pacíficas duraderascon ellos, �pues -decía José Vague al gober-nador Bucareli- éstos todos son unos, y aun-que dicen estar de paz se llevan todo el ga-nado que sale al campo por las escaseses depastos que han ocasionado las quemazones�.Los indios, indicaba, �sólo vienen armadoscuando vienen a hacer su lance, y aunquelos halle uno en el campo, tienen las armasescondidas por el campo en las maciegas ycuando ven bulto de gente dicen son amigosy nunca se puede saber quien es el enemi-go�. En consecuencia, era de parecer se lesdiera �orden que se retiren a la sierra, queson sus tierras y que el que se hallare en laspampas no se le de cuartel�, convencido que�con esto no habrá engaño, estará seguro elpaís, y las haciendas�.6

El contacto entre blancos e indios no sólodió lugar a enfrentamientos, también demos-tró a ambos la conveniencia de mantener re-laciones pacíficas. En este sentido, podemosmencionar el caso del cacique Cacapol, quien

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por interés cinegético, como ya señaláramos,se mantuvo en paz con los españoles. Otrastribus, atraídas por el interés del intercam-bio con éstos, se establecieron en las proxi-midades de las estancias, donde los indíge-nas, en algunas ocasiones, eran empleadoscomo peones, sirviendo al mismo tiempo enla defensa de la frontera. Este era el caso delcacique Mayu Pilqui-Ya, quien encontrán-dose establecido con los Taluhets en la lagu-na de los Lobos fue deshecho �por aquellosenemigos que se había hecho al defender loscampos de los españoles contra los demásindios de su misma nación, y de la de losPicunches� (Falkner, 1957:133).

II

A partir de 1737, cuando se quebró la pazrelativa que había existido en la frontera bo-naerense, fue frecuente la participación delos �indios amigos�, como auxiliares de losespañoles en las salidas que se efectuabancontra los indígenas que agitaban la vida dela campaña.7 Por otra parte, entonces se esti-mó necesario establecer relaciones amisto-sas con aquellas parcialidades cuyos intere-ses podían ser compatibles con los interesesde los españoles, como era el caso de algu-nos caciques, que siendo hostilizados porotras tribus experimentaban la necesidad deprotección. Este era el caso del cacique Ra-fael Yahati, quien era buscado por los indiosdel cacique Bravo, en 1757, para matarlo.8

Así, conociendo que el cacique Yahati era�amenazado de los indios circunvecinos sinsatisfacción de ningún otro más que del ca-cique Lepi[n]�, los españoles le ofrecieronamparo, así como reparar el quebranto �ensu familia y ganados�, que le hubiesen oca-sionado sus enemigos. El propósito era que

estos caciques �queden satisfechos de la sin-ceridad y buen obrar del español yconsiguientemente prontos para lo que enadelante se puede ofrecer en su beneficio ylo mismo -era el propósito- se practicará, conlo que se encuentre, pertenecen al caciqueBravo, 9 así de cautivos como efectos aten-diéndoles en un todo, por la amistad que pro-fesa buena fe que mantiene y socorro que daal presente�.10

¿Quiénes eran los enemigos de estos ca-ciques? Al respecto sabemos, que en enerode 1761 Rafael Yahati y su hijo Miguel serefugiaron en la guardia de La Matanza, hu-yendo de los �teguelchus�. Estos eran losTehuelhet, los Puelches o Serranos de loscronistas, también identificados como indiosdel río Colorado. Dicho cacique, segúnFalkner (1957:129) era Dihuihet =Ranqueles, descendientes de los Pehuenches,para Vignati (1967:53), en tanto Lepin eraAuca = Ranquel.

Este último, no obstante su vinculaciónétnica con los Ranqueles, en febrero de 1767dio aviso a las autoridades de la frontera bo-naerense �de una venida furiosa� de éstos,�por crecida� sobre Pergamino, quejándoseal mismo tiempo, porque no se le había per-mitido �tener el honor de ver y hablar con elGobernador�. La indiada que en ese momen-to amenazaba la frontera, de acuerdo a lo queinformaron tres indios del cacique Antepan,apresados en julio de ese año, para entoncesya no estaba en la Cabeza de Buey (ejidoactual de Bolívar), habiéndose dividido entres tolderías, �por haberse rehecho de in-dios serranos, los que estaban todos arma-dos, y prontos�, para llevar a cabo la inva-sión y luego �retirarse con el pillaje a la sie-rra�. Esta fuerza, �que diariamente ibareforzándose�, se repartía así: en la tolderíade Antepan había 300 indios; en la de León

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estaban los caciques Tanaman y Lencoman,con 200 indios; y en la restante estaba el in-dio Almada, con 100 �Peguelchus�(Tehuelhet = Puelches o Serranos). La mis-ma era una avanzada situada �en las cabezasdel río Dulce,11 entre la Cabeza del Buey yla Sierra, distantes una de otra como cosa deuna o dos leguas�, en tanto, �lo más de laindiada� se encontraba �al pie de la sierra deGuaminí�, de a pie, aguardando habilitarsede caballos.12

Vemos así como en esta ocasión losRanqueles y un grupo de Puelches o Serra-nos se disponían juntos para atacar la fronte-ra bonaerense.

Las acciones militares que se emprendie-ron contra los indios de las sierras, entre 1767y 1768, favorecieron el acercamiento con elcacique Lepin (Auca = Ranquel), quien soli-citó la paz y, además, que se le concediera elbastón de cacique principal. El comandantede la frontera de Luján consideró oportunoacceder a ello, �pues -decía- los otros vien-do que se ha venido a amparar de VE. conti-nuarán entre ellos sus guerras intestinas yevitarán la reunión de las naciones que mo-ran en la falda de la Cordillera del lado delponiente, cuya desunión nos es tan favora-ble pues desde dieciocho meses que con laaprobación de VE. se les concedió la paz nohan dado motivo alguno de desazón�.13

Este hecho demuestra que no existía unalealtad étnica entre las parcialidades indíge-nas. El motivo, que en esta oportunidad im-pulsó al cacique Lepin a entrar en negocia-ciones con los españoles, era que éste queríaque se le indicara el paraje en el cual pudierahabitar con los demás caciques e indios desu parcialidad. Al respecto cabe señalar, quelos Aucas que habitaban el ámbito pampeano,a diferencia de los que encontró Villarino,que, dice éste, �viven en toldos� y �siembrantrigo, cebada, y habas�, agregando, �que los

que tienen ranchos de paja bastante capaces,viven más arriba por la falda de la cordillera,los cuales además de las semillas referidas,siembran lentejas, porotos, garbanzos, y todogénero de vituallas�,14

no se hicieron seden-tarios, debido a las condiciones que enton-ces presentaba el territorio bonaerense. Aun-que �su régimen de vida era el vagabundeointeresado� y �solos o aliados, estaban siem-pre prontos para el asalto, el pillaje�, el pe-dido del cacique Lepin se debía, probable-mente, a que los Aucas tenían la tendencia aradicarse, heredada de los Araucanos(Vignati, 1972: 94-95).

El Gobernador accedió a que el citadocacique se estableciera con su parcialidad,desde el arroyo de Guaminí hasta la Cabezade Buey, es decir, a 50 leguas de la fronterade Luján, de modo, decía, que estuviera �ala mayor distancia de las fronteras, sin per-mitirles por pretexto alguno llegar a ellas, yestando a la mira de sus operaciones, y mo-vimientos, por la mala fe de sus ofertas, y encualquier acontecimiento contrario castigar-los�.15 Este condicionamiento, sin embargo,no satisfacía las expectativas de los indios.

Manuel de Pinazo, a quien se encargó estanegociación, sostenía, que �el único fin quelos indios tienen para solicitar la paz, no esotro que el que se les permita la introduc-ción a la ciudad y fronteras para poder ex-pender sus efectos y con su producto aviarsede la yerba, tabaco, bayeta, etc.�. Afirmaba,no obstante que las autoridades españolasrecelaban, que mediante �sus repetidas ve-nidas� se hicieran �prácticos de esta fronte-ra�,16 que este interés era lo único que losatraía a la vida pacífica con los españoles,advirtiendo, �que aunque ellos esténdisplicentes con las otras naciones no les afli-ge tanto aunque hayan muerto en sus peleasalgunos indios de parte a parte, porque eneste caso se componen con gran facilidad.

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La composición -precisaba- es de esta suer-te. Lepin con sus parciales mató (supongo)50 o 100 indios peguelchus o de otra naciónquieren por sentirse agraviados o porque seles antojó invadir en la jurisdicción de Bue-nos Aires enviar sus embajadores a aquellanación agraviada ofreciéndoles tantos anima-les por cada uno de los muertos y a un mis-mo tiempo manifestándoles la intención quetienen contra Buenos Aires�. Y �como sontan interesados�, decía, �viendo que se pa-gan los muertos, y el beneficio que se lessigue del robo que vienen a hacer no encuen-tran dificultad en unirse�. Su conocimientode la realidad indígena le hacía ver, que losindios se unían y desunían con gran facili-dad, indicando, que si bien el cacique Lepiny sus parciales, en ese momento eran enemi-gos de los �peguelchus�, recordaba que en1768, �para invadir en el pago de la Cañadade la Paja, perteneciente a La Matanza, seunieron y juntos hicieron aquel daño tan gran-de el 21 de junio y luego con facilidad sevolvieron a desunir�.

No obstante estas prevenciones, sobre laconducta inconstante de los indios, Pinazocreía que era imprescindible mantener rela-ciones pacíficas con ellos, teniendo en cuen-ta �la mucha desidia, poca unión y subordi-nación� de los pobladores de la campaña paradefender sus vidas y haciendas, aconsejan-do, en consecuencia, que se les permitiera�introducirse a lo menos a alguna de las fron-teras para que puedan expender sus efectosy aviarse de lo que necesitan�.17

Como también entre los españoles se da-ban circunstancias que alentaban el interésde establecer relaciones pacíficas con aque-llas parcialidades indígenas que manifesta-ban intereses compatibles, debido al estadoen que se hallaba la frontera, que Juan Igna-cio de San Martín calificaba en 1765 como�miserable� y �sin providencia alguna�,18

Bucareli, de acuerdo con la estrategia acon-sejada por Pinazo, le encargó a éste la nego-ciación de un acuerdo de paz con los Aucas.

En las instrucciones que se expidieron paraesta comisión se indicaba, que Lepin y losdemás caciques no debían pasar del territo-rio que se les había señalado �a estas partesde las fronteras, y en caso de venir ha de serprecisamente a la de Luján, siguiendo el ca-mino de Salinas, esto es en caso que vengana hacer trato�, especificándose que �cuandose les proporcione bajar a esta ciudad (queserá una u otra vez) no excederá el númerode seis los que vendrán custodiados de uno,o dos soldados de aquella frontera�.19 Estepermiso, aunque limitado, dió lugar a que laparcialidad de dicho cacique traspasara loslímites de las sierras y se aproximara a lafrontera con fines pacíficos. Tal es así, queel 5 de octubre de 1770, cuando Pinazo conla expedición que se dirigía al río Coloradoacampó en los �Médanos de los toros muer-tos�, situados a cinco leguas al Sudsudestede los �Médanos Pueblitos�, que se encon-traban en el mismo rumbo, a dos leguas,aproximadamente, de la laguna Vallimanca,divisaron al Este los toldos del cacique Lepin(Gorla, 1997: 25).

De esta forma se procuraba atraerlos altrato pacífico con los españoles, imponién-doles a cambio la obligación de oponerse acualquier agresión que intentaran las otrasparcialidades, precisándose que �cualquierdaño que se experimente en la Jurisdicciónaunque éste lo hagan indios de otra nación,han de ser responsables�. Asimismo, debíancelar para que no extrajeran ganado y �eneste caso los quitarán, y castigarán dichosindios matándolos�. La lealtad que se exigíaa los caciques, como compensación de la pazque les ofrecía el Gobernador, comprendíatambién que obligaran al cacique RafaelYahati a aceptarla �y en caso de estar renuen-

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te, se indicaba, han de traer su cabeza a lafrontera de Luján�.20

Con estas precisas instrucciones marcha-ron Pinazo y el capitán José Vague a la lagu-na de los Huesos, donde se presentaron el 20de mayo de 1770, a los caciques LepinNaguel, Tambu Naguel, Cadupani, LicanNaguel, Tanamanque, Alcaluan, Calumilla,Caullamantú, Quintellanca, Nabaltipai,Cahumillanca y Epullanca, a quienes formu-laron la propuesta de paz, la cual fue acepta-da.

III

Este tratado de paz, contrariamente a loque sostiene Tabossi, asoció el interés quemanifestaban los indios por comerciar enBuenos Aires y contar con un aliado en susluchas intestinas, con la necesidad que te-nían los españoles, en ese momento, de dis-poner de una fuerza auxiliar, que compensa-ra el deficiente servicio que prestaban losblandengues y las milicias de la campaña enla defensa de la frontera.

Poco tiempo después de concertado elmismo se presentó la ocasión de poner a prue-ba esta alianza de intereses, con motivo dehaber atacado los �teguelchus� la toldería delcacique Lincon, cautivando a la mujer de éstey diez chinas. El hecho tenía que ver,transcribiendo a Vignati, con las excursio-nes �cinegéticas� para cobrar las clásicas�sabinas�, la codiciada presa de entonces -¡yde todos los tiempos!�.

Los agresores eran los �teguelchus� o�peguelchus� (así los denominan los espa-ñoles), es decir, los indios del río Colorado,la misma etnía que a fines de julio de 1765amenazaba la frontera bonaerense21 y quepoco más de una década después amenazabala toldería del cacique Lorenzo.22

A raíz del ataque sufrido, el caciqueLincon se dirigió contra sus agresores, sitián-dolos en el río Colorado, donde �lospeguelchus se atrincheraron mediante unazanja que hicieron sirviéndoles de resguardolas barrancas de dicho río�. No pudiendo re-parar el agravio con sólo sus fuerzas, Linconenvió a su hijo a la toldería de Lepin, paraque éste, invocando el tratado, solicitara alGobernador �aquel auxilio que necesita yquedó en dársele cuando se trató la paz�.23

Los españoles se dispusieron de inmediato aprestar este concurso, �a fin -decía Pinazo aVértiz- de lograr el castigar a estos caciquespeguelchus, que tanto nos insultan, y que ja-más han tenido castigo�.24

El pedido de Lepin y demás caciques alia-dos no tenía antecedentes en el ámbitopampeano,25

ya que en este caso los indioseran los agredidos y los españoles, sin uninterés directo, eran los que los auxiliaban.Habiendo aprobado el Gobernador la salidaque reclamaban los indios, el hecho que se-ñalamos se reflejaba en la característica quetenía la fuerza que partió hacia el río Colora-do al mando de Pinazo, pues ésta era inte-grada mayoritariamente por indígenas, querepresentaban casi las dos terceras partes dela misma (291 indios y 166 blandengues ymilicianos). De modo que era una acción queemprendían los Aucas contra los indios delrío Colorado, es decir, era uno de los acos-tumbrados enfrentamientos entre distintasparcialidades indígenas, aunque en esta oca-sión intervenía un factor extraño, los espa-ñoles, lo que implicaba un cambio sustan-cial en la dinámica que imperaba en las rela-ciones interétnicas. El hecho demuestra ade-más, que no es posible reducir la pugna deintereses en el hábitat pampeano-patagónicosolamente al choque entre el elemento euro-peo y el indígena.

Asimismo, el desarrollo de esta acción

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punitiva prueba, una vez más, que en el cam-po indígena la cohesión étnica era débil. Tales así, que cuando los caciques aliados lle-garon al río Colorado hallaron abandonadoslos toldos de los indios enemigos, quienes sehabían retirado en precipitada fuga, alertadospor el cacique Cadupani y su hijo mayor. Estecacique, que era uno de los que había firma-do la paz con los españoles y como aliadointegraba la expedición, según lo que pudodescubrir Pinazo, les había dado aviso �portener un hermano, y otros parientes entre di-chos peguelchus�. De esta circunstancia na-ció el interés de Cadupani de dar aviso a losindios del río Colorado, que no siendo de sumisma etnía habían agredido a un caciqueAuca, que sí lo era y, además, era aliado. Estehecho ejemplifica como las vinculacionesinterétnicas favorecían el debilitamiento dela cohesión étnica y, eventualmente, podíanincentivar el proceso de hibridación que seestaba operando en el campo indígena, a lavez, que el mismo indica un motivo de lasfrecuentes traiciones que caracterizaban lasrelaciones entre las distintas parcialidadesindígenas, en las cuales, como se demuestraen este caso, eran ajenos los españoles. Prue-ba de ello es que cuando regresaba la expe-dición del río Colorado, encontrándose éstaen la sierra de Cuello, el citado cacique sepresentó con sus tres hijos en el campamen-to de los españoles y luego lo hicieron loscaciques aliados, manifestando éstos a Pinazo�todas las traiciones que dicho Cadupani ysu hijo mayor habían usado, después que esteúltimo se nos ocultó en el río de los Saucespara volver a sus toldos, y el primero se vol-vió del río Quequén sin avisar al dicho co-mandante�. En consecuencia, �eran de pare-cer se les quitasen la vida a todos cuatro�, alo que Pinazo respondió, que en la madruga-

da �se haría esta diligencia�. En el momentoprevisto, estando la gente formada para mar-char, le ordenó al sargento mayor PascualMartínez, que �luego que se traslomase adistancia de media legua, hiciese alto�, mien-tras él se mantenía en el lugar donde habíanacampado con doce hombres y los caciquesLepin y Lincon, conviniendo con éstos �loque habían de ejecutar�. Pinazo, �viendo yaque era hora, sacando un pañuelo blanco delbolsillo, que era la seña�, les dió la orden yentonces �acometieron a dichos indios y losmataron�. A continuación reunió a toda lagente y demás caciques, �manifestándoles elhecho, y porqué�, advirtiéndoles a estos úl-timos �que esto mismo dijesen a sus indios,que mientras fuesen leales no se les castiga-ría�, a lo que �respondieron que estaba bienhecho�.26

El acontecimiento narrado resulta ilustra-tivo, pues es ordinario creer que el elementoblanco es el que ejecutaba los actos de re-presalia contra los indígenas, lo cual es sólouna visión parcial circunscripta, naturalmen-te, a los estrechos límites del enfrentamientoentre ambos.

La acción punitiva comprendió, además,a los caciques Flamenco27

y Guayquitipay,quienes fueron atacados duramente. El pri-mero había traicionado a Lepin y demás ca-ciques aliados, uniéndose a los �peguelchus�de la sierra del Volcán, quienes tenían cauti-vas a la mujer y algunas chinas del caciqueLincon y, aunque pudo escapar, se pudieronrescatar dichas cautivas.

También fue asaltada la toldería deGuayquitipay, siendo de destacar que loscaciques aliados, antes que Pinazo ordenarael avance, le pidieron a éste que no diese laorden de hacer fuego hasta que ellos avisa-ran, �porque querían sacar muchos parientesy amigos que estaban en dichos toldos�. Ini-

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ciada la acción, relata Hernández, �fuimosde improviso y los cercamos en forma demedia luna, llevando al costado izquierdo,hacia la parte del Norte, los indios amigos, yal costado derecho nuestra gente de lanza, yen el centro las armas de fuego divididas encinco mangas de a diez cada una�. Respectoal ataque señala, que �fue tal el susto quedichos cercados recibieron, que totalmenteno sabían lo que hacían�, muriendo en laacción Guayquitipay �con todos los demás,que los indios amigos dijeron no ser sus par-ciales�, agregando, que éstos quedaron �lle-nos de despojos y de aquellas familias de losmuertos, en que no quiso tener parte nuestrocomandante [Pinazo], ni ninguno de los nues-tros a fin de no disgustar a dichos indiosamigos�.28 En este caso se manifiesta el nue-vo contexto en el que se producía el enfren-tamiento, ya que el mismo en esta oportuni-dad, no se circunscribía exclusivamente alelemento indígena, sino que éste, para diri-mir sus pleitos, había incorporado un factorextraño, que contribuiría a su vez, a debilitaraún más su cohesión étnica. Los indígenasque en esta ocasión atacaron a Guayquitipaydemostraron una agresividad tan feroz comola de los españoles y una rapacidad insolen-te con los despojos de los vencidos y fami-lias de los muertos, que se llevaron cautivas,acción en la que no participaron sus ocasio-nales aliados.

Los hechos expuestos prueban los com-plejos vínculos existentes entre indios de di-ferentes parcialidades, que a lo largo del si-glo XVIII transformarían el mundo de lasrelaciones imperantes en la población indí-gena que habitaba la pampa, desestabilizandosu existencia. Por otra parte, la supremacíade intereses concretos y circunstanciales so-bre las lealtades étnicas daría lugar a que in-terviniera un factor extraño en esta dinámi-ca, como eran los españoles, lo que contri-

buiría a acelerar este proceso. Esta complejainteracción de fuerzas, a partir de entonces yparticularmente en el siglo XIX, con la in-tervención de los indígenas como aliados delos blancos en las luchas políticas, impon-dría una nueva dinámica en la evolución delhábitat pampeano-patagónico, a tal extremo,que el choque entre el elemento europeo y elindígena resulta una división simplista paraexplicar la etnohistoria del mismo.

Notas

1. Forma aplicada por Falkner �a la enti-dad o complejo hegemónico Leuvuche�y �que los hispano-hablantes denomi-naban Puelches o Serranos� (Vignati,1967: 73).

2. El país de los Chechehets, �o gente delEste�, se extendía �entre el río Hueyquey el Primer Desaguadero o río Colora-do, y de allí hasta el Segundo Desagua-dero o río Negro� (Falkner,1957: 130).

3. Ibídem, pp. 120-130. Vignati interpre-ta mal este fragmento �Los habitantesprotohistóricos...� (1957: 53), ya queen el mismo no se dice que losDihuihets eran sorprendidos por losChechehets en el camino que estos úl-timos hacían cuando se dirigían a lassierras. Por el contrario, el texto deFalkner es muy claro cuando dice, quelos Dihuihets eran interceptados cuan-do estaban �por retirarse� de la sierra,donde ambas etnías convergían paraaprovisionarse de animales.

4. En septiembre de 1759, cuando el Ca-bildo de Buenos Aires trató la paz con

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el cacique Rafael Yahati, se leyó unmemorial, que elevaron las mujeres delpago de La Matanza, pidiendo que serescataran algunos cautivos, al mismotiempo que se discutía el ofrecimientodel citado cacique de entregar los cauti-vos que tenía en su poder, pidiendo, acambio, �sus parientes�, que se halla-ban prisioneros. Archivo General de laNación. Acuerdos del extinguido Cabil-do de Buenos Aires, serie III, tomo II,libro XXX, págs. 120-126. Buenos Ai-res, 1926.

5. En 1756, el Cabildo de Buenos Airesdudaba de las reales intenciones del ca-cique Rafael Yahati, señalando, que ha-bía �enseñado la experiencia la pocasubsistencia que tienen los de su naciónpues faltando muchas veces a lo que pro-meten procuran cometer traiciones y ale-vosías contra aquellos mismos a quie-nes están tratando como amigos�.Ibídem.

6. Archivo General de la Nación. 9.1.5.2.José Vague a Francisco de PaulaBucareli y Ursúa. Fuerte San José, 24de febrero de 1767.

7. En la instrucción que se extendió al sar-gento mayor José Antonio López, aquien se encargó el mando de la expedi-ción contra los indios que se hallabanen el Cairú, se alude a �los indios ami-gos que le acompañan�. A G N. 9.28.8.7.

8. A G N. 9.1.4.5. José Antonio López algobernador interino Alonso de la Vega.2 de septiembre de 1757.

9. Cacique de los Puelches o Serranos.

10. A G N. 9.28.8.7. �Instrucción del ins-pector de todas las milicias de la ciu-dad de Buenos Aires y su jurisdiccióncoronel Francisco Maguna a José An-tonio López, sargento mayor de los pa-gos de la Magdalena y Matanza. BuenosAires, 28 de enero de 1758�.

11. Arroyo Las Flores.

12. A G N. 9.1.6.1. Vague al Gobernador.Frontera de Luján. 28 de julio de 1767.

13. Ibídem. Vague a Bucareli. Frontera deLuján. 12 de febrero de 1770.

14. Diario del piloto de la Real Armada, DonBasilio Villarino, del reconocimiento quehizo del río Negro, en la costa oriental dePatagonia, el año de 1782 (Angelis, 1910:530).

15. A G N. 9.1.6.1. Bucareli a Vague. BuenosAires. 21 de febrero de 1770.

16. A G N. 9.1.4.1. Pedro Rivero al Goberna-dor Interino. Frontera de Areco. 9 de agos-to de 1761.

17. A G N. 9.1.4.4. Manuel de Pinazo aBucareli. Cañada de Escobar. 26 de fe-brero de 1770.

18. A G N. 9.1.4.1.

19. A G N. 9.1.7.4. �Capítulos que debe pro-poner el sargento mayor don ManuelPinazo a los indios aucas para convenir enel ajuste de la paz que solicitan�. BuenosAires. 8 de mayo de 1770.

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20. A G N. 9.1.7.4. �Capítulos que debe pro-poner el sargento mayor don ManuelPinazo...�

21. El Gobernador a Juan Ignacio de SanMartín. Buenos Aires. 29 de julio de1765.

22. �Diario que yo don Pablo Zizur primerpiloto de la Real Armada; voy a hacerdesde la ciudad de Buenos Aires, hastalos establecimientos nuestros en la CostaPatagónica; por comisión delexcelentísimo señor virrey; a fin de con-ducir varios indios, y indias, para entre-gar al cacique Lorenzo, tratar con éste, ysus aliados las paces, y inspeccionar lacampaña�. En: Revista del Archivo Ge-neral de la Nación, año III, (3), pág. 80.Buenos Aires, 1973.

23. A G N. 9.1.5.1. Pinazo a Vértiz.Palantelén. 19 de septiembre de 1770.

24. A G N. 9.1.5.1.

25. Vignati alude a dos hechos similares ocu-rridos en Chile, señalando que losPehuenches, en esas ocasiones, con me-nor capacidad bélica que los Gününa -Küne, se vieron forzados a pedir auxilioa los españoles, quienes los ayudaron parareducir a �los codiciosos conquistadorespatagónicos� (Vignati, 1972: 96-97).

26. �Diario que el capitán don Juan AntonioHernández ha hecho de la expedicióncontra los indios teguelches, en el gobier-no del señor don Juan José de Vértiz,gobernador y capitán general de estasprovincias del Río de la Plata, en 1º deoctubre de 1770� (Angelis, 1910: 558).

27. El indio baqueano llamado Flamencocon toda su familia vivía en 1766 en lainvernada del sargento mayor Clemen-te López. A G N. 9.1.4.5. GregorioCabrera al Gobernador. Frontera delpago de la Magdalena,.30 de diciem-bre de 1766.

28. Diario de Hernández (Angelis, 1910:559-560).

Bibliografía

Angelis, P. de1910 Colección de obras y documentos

relativos a la historia antigua ymoderna de las Provincias del Ríode La Plata, V. Buenos Aires.Imprenta editora de V. Colmegna.

Falkner, T.1957 Descripción de la Patagonia y de

las partes contiguas de la Améri-ca del Sur. Buenos Aires.Hachette.

Gorla, C. M.1997 El itinerario de la expedición de

Manuel de Pinazo al río Colora-do (1770). Viedma. Fundvall.

Vignati, M. A.1967 Los habitantes protohistóricos de

la pampasia boliviana y nor-patagónica. En: Investigaciones yensayos (3).

1972 Un capítulo de etno-historianorpatagónica. José María BulnesLlanquetruz. En: Investigacionesy Ensayos (13).

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ResumenEl autor analiza las estrategias seguidas porlos diferentes linajes o parcialidades aucasen su relación con los blancos. Ello le per-mite mostrar que las alianzas comerciales,bélicas, etc. no responden a motivos étnicossino a intereses concretos y circunstanciales.De esto resulta que la situación de contactocon los españoles introdujo cambios en la di-námica de las parcialidades indígenas.