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LA ESCUELA Y LA CALLE, NUESTROS LUGARES DE LUCHA Serie “Cuadernos de formación y debate” de la Comisión de Formación Permanente de ATEN Capital 1. El lector: encuentros y desencuentros ¿con el texto o con la escuela? Diego Genaro 2. Las categorías de Estado, Nación y Patria: otra mirada para su utilización en el aula Marcelo Lafón 3. Repensar el 24 de marzso (apuntes para refrescar la memoria y entender la historia) Ariel Petruccelli 4. Espacios escolares y relaciones de género (visibilizando el sexismo y el androcentrismo cultural) Colectiva Feminista “La revuelta” 5. Crisis mundial, presupuesto del Estado y distribución del ingreso Juan José Gonzalez 6. Aportes sobre la educación que queremos aten capital 7. Tendencias político-educativas desde los 90 hasta la actualidad: ¿continuidades y/o rupturas? Mónica Rodriguez y Susana Posse 8. El asesinato de Fuentealba, los medios locales y la restitución de la normalidad perdida Fernando Cabrera 9. Conversación con Gustavo Montenegro. Minería a cielo abierto y nuevo colonialismo. Ariel Petruccelli y Silvio Winderbaum 10. Escuela y posmodernidad. Marcelo Lafón 11. Literatura, periodismo y política. Dos aportes. Mariano Pacheco Cuadernos de formación y debate aten Seccional Neuquén Nº 11 Mariano Pacheco Literatura, periodismo y política Dos aportes Rodolfo Walsh y Juan José Saer

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LA ESCUELA Y LA CALLE, NUESTROS LUGARES DE LUCHA

Serie “Cuadernos de formación y debate” de la Comisión de Formación Permanente de ATEN Capital

1. El lector: encuentros y desencuentros ¿con el texto o con la escuela? Diego Genaro2. Las categorías de Estado, Nación y Patria: otra mirada para su utilización en el aula Marcelo Lafón3. Repensar el 24 de marzso (apuntes para refrescar la memoria y entender la historia) Ariel Petruccelli4. Espacios escolares y relaciones de género (visibilizando el sexismo y el androcentrismo cultural) Colectiva Feminista “La revuelta”5. Crisis mundial, presupuesto del Estado y distribución del ingresoJuan José Gonzalez6. Aportes sobre la educación que queremos aten capital7. Tendencias político-educativas desde los 90 hasta la actualidad: ¿continuidades y/o rupturas? Mónica Rodriguez y Susana Posse8. El asesinato de Fuentealba, los medios locales y la restitución de la normalidad perdidaFernando Cabrera9. Conversación con Gustavo Montenegro. Minería a cielo abierto y nuevo colonialismo. Ariel Petruccelli y Silvio Winderbaum10. Escuela y posmodernidad. Marcelo Lafón11. Literatura, periodismo y política. Dos aportes.Mariano Pacheco

Cuadernosde formación y debate

atenSeccional Neuquén

Nº 11

Mariano Pacheco

Literatura, periodismo y política Dos aportes

Rodolfo Walsh y Juan José Saer

Es una publicación de la Comisión de Formación Permanente de la Asociación de Tra-bajadores de la Educación de Neuquén (ATEN), Seccional Neuquén, Perito Moreno 373, Neuquén (Capital).

Noviembre 2015ISBN en trámite

Mariano Pacheco

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escribir -men ra mediante-. La empeña. Ob ene diez mil pesos que pierde en un garito, situado en los bordes de la ciudad de Santa Fe. El garito es el lugar donde se bloquea, brevemente, durante unas pocas horas, la desesperanza, insiste Sarlo.

Humillado y ofendido, gordo y sucio, sudado y derrotado, Barrios -como Escalante- expresan de modo ejemplar el lema sartrenano de que “el infi erno son los otros”. En este caso, el círculo infernal de La Libertadora, que consumió lo que ellos eran en los años previos al golpe de Estado.

En fi n: Responso y Cicatrices son dos novelas a par r de las cuales se puede leer el otro pliegue de la resistencia peronista.

Mariano Pacheco

Literatura, periodismo y política Dos aportes

Rodolfo Walsh y Juan José Saer

El autor: Mariano Pacheco es escritor y periodista. Autor de los libros “Montoneros silvestres (1976-1983). Historias de resistencia a la dictadura en el sur del conurbano” (Planeta, 2014); “Kamchatka. Nietzsche, Freud, Arlt: ensayos sobre polí ca y cultura” (Alción, 2013); “Darío San llán, el militante que puso el cuerpo” (Planeta, 2012, en co-autoría con Ariel Hendel y Juan Rey) y “De Cutral Có a Puente Pueyrredón, una genealogía de los Movimientos de Traba-jadores Desocupados” (El Colec vo, 2010). Redactor en el diario El Argen no (edición Córdo-ba). Colaborador de las revistas Deodoro, Sudestada y Me contó el Viejo Antonio, además de los Portales Marcha No cias, La Izquierda Diario, Contrahegemonía, Colombia Informa, Resu-men La noamericano. He colaborado también con las revistas Rumbos, Los Inrockup bles, La Pulseada, Acontecimiento, Herramienta y El río sin orillas.

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un Primero de Mayo, siete años después de que fuera derrocado Perón), ene puntos de contacto con Responso, la primera novela de Saer.En ese texto anterior podemos leer la historia de un día (diciembre de 1962) en la vida de Alfredo Barrios, un hombre a la deriva, que habita un cuarto en una pensión de mala muerte, luego de haberse separado de su mujer, Concepción, con quien pasó ocho años de su vida. Situada meses antes de Cicatrices, esta novela expresa el mismo aire de derrota. También aquí la debacle polí ca nacional se producirá en simultáneo con la biogra a del personaje. Entre 1955 y 1956 Barrios pasa de ser un periodista que había ocupado el puesto de Secretario General del Sindicato de Prensa, de estar casado, feliz, a perder su trabajo, ser abandonado por su mujer y, tras ser golpeado por unos matones, quedar expulsado de su gremio.

El texto transita apenas unas horas entre un día y otro (desde las ocho de la noche, hasta el amanecer siguiente) y solo por un fl ashback presente en el segundo capítulo sabemos de los diez años anteriores en la vida del personaje, Barrios, quien –como hemos visto en el personaje de Escalante– busca en el juego una suerte de suspensión de la realidad histórico-polí ca. El jugador juega no con la esperanza de ganar sino de pasar un empo libre de angus as, dice Beatriz Sarlo, en su “prólogo” al libro de prólogos ya mencionado. Barrios -45 años y 125 kilos de peso encima- saca de la casa de su mujer una máquina de

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cuenta todo lo que ha pasado el día del asesinato y también, en el fi nal del texto, el asesinato mismo, sin embargo, no agrega nada más de lo que ya sabemos sobre el episodio a través de los relatos precedentes, a pesar de que esos otros relatos no fueron sino el fracaso de la representación del episodio. De allí que al autor de Ciencias morales defi na a la novela como “el recorrido de una defraudación”. ¿Por qué? Porque la versión de Fiore no es más que otro fragmento, otra parcialidad, otra versión que no deja de ser frágil, incompleta, discon nua.

Cuanta lo que ya se sabe: salieron en la camioneta para un día de caza, dejaron a su hija en otro si o y, un poco alejados de la ciudad de Santa Fe, Fiore mata de dos balazos a su mujer. Y regresa al pa o de su casa, el mismo lugar en donde empezó todo: él, solo, tomando mate. De allí que el remate de Kohan sea tan agudo como lúcido:

El personaje en torno al cual se cons tuye la defraudación de la representación en el lenguaje es quien conforma, además, la defraudación de la representación en la polí ca.

***Este desenlace sombrío (un obrero peronista, ex

militante sindical, mata a su esposa de un escopetazo

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Dado a conocer en 1973, escrito por Walsh en noviembre de 1967, “Un oscuro día de jus cia” fue el úl mo texto de fi cción publicado por Rodolfo Walsh. Según comentó el propio autor en una entrevista que le concedió a Ricardo Piglia en 1970, la inspiración para narrar esa historia surgió luego del asesinato de Ernesto Guevara en Bolivia. Entonces escribió ese cuento, en un estado de “conmoción”, al ver que “El Comandante” había muerto “demasiado solo”. Son momentos en los que Walsh se debate acerca de si es capaz o no de comenzar a escribir esa novela que la “crí ca” le reclamaba a vivas voces para consagrarlo como un gran escritor, según sus propios cánones.

El Guevara de Rodolfo Walsh

Días antes de terminar el cuento, Walsh había escrito “Guevara”, un ar culo publicado en febrero de 1968 en la revista Nuevo Hombre. Allí asume “sen r vergüenza” por estar sentado frente a una máquina de escribir mientras otros han muerto comba endo. Recuerda al Che y rememora su

Rodolfo Walsh: entre el Che y Perón

Notas sobre “Un oscuro día de justicia”

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fi gura imponente: su humor porteño, dice, su humildad. Y desde esa imagen plantea que Guevara era un héroe, sí, pero un héroe a la altura de todos. Una concepción muy similar a la que ya había planteado, una década antes, respecto de aquellos personajes que protagonizaron la gesta narrada en Operación masacre: “No eran héroes de película, sino personas que se animaron”. De allí que no le diera vergüenza estar vivo –puesto que el deseo revolucionario es lo contrario de la muerte– sino que sin era vergüenza frente al hecho de que Guevara haya sido asesinado “rodeado de tan pocos”. Vergüenza que, de todos modos, no será lamento, sino “nuevo punto de par da”.

En el cuento “Un oscuro día de jus cia” la trama no se estructura a par r de la fi gura de El Che, sino en torno a una espera y una promesa: la llegada del o Malcolm, no para una pica visita de domingo, sino para que “trompee” al celador Gielty, verdugo de su sobrino El gato, y del resto de los niños que habitan el internado de los irlandeses, a quien Walsh denomina “el pueblo”. La espera se concreta, y hacia el fi nal del relato, el o Malcolm llega, por fi n, y trompea al celador. La historia parece cerrar así con un fi nal feliz. Pero no. Porque Gielty se repone y deja fuera del “ring” a Malcolm. Y allí se produce la verdadera “educación sen mental”. Escribe Walsh: “el pueblo aprendió que estaba sólo y que debía pelear por sí mismo”. Porque fi nalmente, “el o Malcolm quedó como un héroe a mitad de camino”.

Queda clara la crí ca que Walsh –como tantos otros– sos ene respecto de la “teoría del foco” pregonada por El Che. Pero como el propio autor sos ene en el

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Se prepara para una jornada sin igual. Es a través de su relato que conocemos, por fi n, la historia.

Que el primero de mayo (día de vital importancia para el sindicalismo argen no, sea porque fue un día de lucha hasta 1945, sea porque entre 1946 y 1955 fue un día de festejos por las conquistas obtenidas), Fiore dedique su día a ir a cazar patos con su mujer, da cuenta del momento por el que atraviesa el personaje. La familia no aparece aquí, como alguna vez señaló el militante sindical Gonzalo Chaves (dirigente de la Juventud Trabajadora Peronista/Montoneros), en tanto disposi vo primario de organización de la resistencia, sino en su sen do más despoli zador: como espacio de repliegue a-social. Es para Fiore, por lo tanto, un Primero de Mayo despoli zado.

A pesar de la poca distancia temporal (apenas algunos años) la época del gobierno peronista comienza ya a ser experimentada con nostalgia. Fiore recuerda esos años como gloriosos y aparecen en su cabeza imágenes de aquella vez que viajó a Buenos Aires, para esa misma fecha, y en la concentración había por lo menos “un millón de trabajadores”. Pero ésta vez está solo, con su mujer, que le dice “ladrón de sindicatos”.

Lo paradójico -y en esto se de ene Kohan– es que la cuarta parte, que es narrada por el propio asesino, quien

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juez homosexual, es amenazado telefónicamente por su opción sexual mientras se dedica a traducir El retrato de Doris Gray, la novela de Oscar Wilde (por demás traducida). El llamado produce que el personaje salga con su auto a recorrer la ciudad. El esquema -traducción en casa-recorrido en auto-trabajo en Tribunales-traducción en casa- es la dinámica-está ca (por más que suene a oxímoron) que toma el personaje.

En su devenir por la urbe, en su mirada alucinada, el juez ve las calles llenas de gorilas. En el mencionado libro de prólogos a los libros de Saer, Gandolfo destaca que, más allá del concepto polí co de “gorila”, pico de la época, no puede dejar de tenerse en cuenta que en 1968 aparecieron dos películas que marcaron en gran medida el imaginario de la época: 2001. Odisea en el espacio, de Stanley Kubrik, y El planeta de los simios, de Franklin Schaff ner (recordar que Saer no solo era un hombre atento al celuloide sino que además daba clases sobre cine).

Hasta aquí, las tres primeras partes de la novela han sido narradas por tres personajes dis ntos. Son los relatos de los que no han estado, de los que no vieron el hecho, de los ausentes. Son los relatos de aquellos para los cuales el suceso no es, concretamente, más que otro relato, señala Mar n Kohan en su ensayo ”Saer, Walsh: una discusión polí ca en la literatura”, en el que agrega que las primeras tres partes del libro son recorridas por la siguiente tensión: cómo hacer presente aquello que es una ausencia.

La cuarta y úl ma parte de Cicatrices (“Mayo”), comienza el día primero del mes. Fecha emblemá ca para el movimiento obrero en todo el mundo. Luis Fiore, ex obrero de la Molino S.A, ex dirigente sindical, militante peronista, toma mate en el pa o de su casa.

“Son los relatos de los que no han estado, de los

que no vieron el hecho, de los ausentes. Son los

relatos de aquellos para los cuales el suceso no

es, concretamente, más que otro relato, señala

Mar n Kohan en su ensayo ‘Saer, Walsh: una

discusión polí ca en la literatura’

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mencionado ar culo, la muerte de Guevara funciona como “nuevo punto de par da”. La crí ca al foco no implica un cues onamiento al ejercicio de la violencia popular, sino a la falta de ligazón de la vanguardia con las luchas emprendidas por las masas. Por eso Walsh va a vincularse al sector del peronismo de base, primero, y luego a Montoneros (y en Montoneros dirá, a principios de 1977, que si la teoría de la vanguardia galopa demasiado delante de la realidad, “se corre el riesgo de transformarse en patrulla perdida”). Tal vez podamos pensar la lección del pueblo del internado de los irlandeses en estrecha relación con el lema esgrimido por la CTG de los Argen nos. Central sindical que Walsh integrará, dirigiendo el periódico CGT. Consigna que sos ene: “Sólo el pueblo salvará al pueblo”.

La serie de los irlandeses

En 1965, la pres giosa editorial Jorge Álvarez le publica a Rodolfo Walsh el libro de cuentos Los ofi cios terrestres, que incluye los relatos “Corso”, “Esa mujer”, “Fotos”, “El soñador”, “Imaginaria” e “Irlandeses detrás de un gato”.

Este úl mo relato inaugura la serie de los irlandeses, ese tríp co de cuentos en los que Walsh construye un micro-mundo de chicos pobres en un internado de irlandeses. Como ha señalado Silvia Beatriz Adoue en su libro Walsh, el criptórafo. Escritura y acción polí ca en Rodolfo Walsh, con sus personajes “demasiado terrestres”, el autor de El caso Satanowsky busca conjurar cualquier

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intento o ilusión de gestar un héroe épico. No es para menos, ya que la épica posible pregonada por Walsh –como ya se ha mencionado líneas atrás– está basada en los pequeños gestos de gente común.

En este primer cuento, el eje está puesto en el proceso de inclusión de El Gato en la jerarquía del

internado, que reproduce en su interior las relaciones de poder y de opresión de la sociedad capitalista (el más fuerte aplasta al más débil). No está de más recordar que Walsh era un atento lector de Roberto Arlt, para quien la sociedad –tal como analizó Oscar Massota en su clásico libro Sexo y traición en Roberto Arlt– no era más que una inmensa escalera de verdugos.

Dos años después, en 1967, nuevamente por Jorge Álvarez editor, Walsh publica su segundo libro de cuentos: Un kilo de oro, integrado por los relatos “Cartas”, “Nota al pie”, “Un kilo de oro” y “Los ofi cios terrestres”, segunda entrega de la serie de los irlandeses.

En la ya mencionada entrevista con Piglia, Walsh destaca –a la vez que lo tensiona– el componente autobiográfi co de “la serie”:

“…evidentemente hay una recreación autobiográfi ca pero, quizá, no tan estrecha como podría parecer. Lo autobiográfi co es nada más que un punto de par da, una anécdota y a veces ni siquiera una anécdota entera sino media anécdota. Porque yo estuve en dos colegios irlandeses, uno en Capilla del Señor, que era un colegio de monjas irlandesas en el año ‘37 y después en el

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El juego se presentó así, para Escalante, como ese lugar de “corte de amarras” con el mundo. Pero si bien el empo histórico parece detenerse mientras el personaje

se ve arrojado al juego, el mundo sigue su curso, con sus lógicas, sus dinámicas de organización polí ca de la vida colec va. Y allí aparece la cara más cruda del Estado: sus fuerzas del orden, represivas en la mayoría de los casos. Por eso abogado termina preso, otra vez, aunque en esta oportunidad no por defender obreros, militantes sindicales, sino por par cipar de una par da de juego clandes no. Los jugadores de Cicatrices, señala Abbad, pueden construirse un empo aislado del mundo, pero solo hasta que el poder y su violencia irrumpen a recordarles que viven en un empo histórico.

La abogacía, entonces, ya era un recuerdo lejano en su vida. Lo perdió todo. También la herencia que le dejó su abuelo. La joven promesa, en tan solo siete años, se transformó en una sombra de sí mismo. Contrató a una muchacha adolescente, Delicia, para que viviera en su casa y trabajara en las tareas domés cas. Y siguió con el juego. Hasta que terminó apostando los ahorros de su empleada. Para perderlos. Y terminar con la joven muchacha jugando en la mesa de su casa.

En la tercera parte (“abril, mayo”), Ernesto Garay, un

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específi camente a una fracción de la guerrilla peronista: Montoneros, única que u lizó pas llas de cianuro). Pero en esta novela nada de esto puede intuirse, puesto que la historia que se cuenta es más la de los embrollos personales del personaje con su madre que sus posiciones polí cas, que seguramente entonces no ene, o son muy rela vas.

La segunda parte (“Marzo, abril, mayo”), es narrada por

Sergio Escalante, quien aparece –a inicios de los años sesenta– como un ex abogado laboralista que alguna vez trabajó para los sindicatos, pero que entonces se encuentra dedicado al juego en un 100 por 100. También a él la Revolución libertadora le marcó el cuerpo: no con la tortura sino con el agobio. Según podemos leer en la novela, Escalante se recibió de abogado en 1952, y el 16 de sep embre de 1955 se casó. Mala fecha para unir votos matrimoniales, puesto que ese día se produjo el derrocamiento del gobierno de Perón. Es la fecha del derrumbe, también, de su propia biogra a. El joven abogado debió suspender la boda cuando mandaron a llamarlo, porque los libertadores querían tomar la CGT. Terminó preso junto con Luis Fiore. En 1956 recuperó la libertad. Semanas después, otros detenidos polí cos también salieron de la cárcel. Festejos. Asado. Vino. Y juego. Mucho juego. El juego comenzó a jugarle una mala pasada en su vida, valga la redundancia. Así suele ser, dicen. Su abuelo, con el que se había criado, murió en 1960. El mismo año se suicidó su mujer.

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‘38, ‘39 y ‘40 estuve en este otro, el Ins tuto Fahy de Moreno, que era un colegio de curas irlandeses. En este sen do hay una realidad mixta, ¿no es cierto?, porque hay un mundo de irlandeses pero al mismo empo es la Argen na, y es indudablemente en la Argen na, es decir, hay una burla acerca de uno de los personajes, no sé si en este cuento o en cuál de los cuentos, que dice que uno de los personajes pretendía ser descendiente de reyes y no de humildes chacareros de Suipacha. Cada tanto eso está, está porque estaba, el mundo se vivía así, doblemente...”.

En esta segunda entrega de la serie comienza el verdadero proceso de “construcción de un pueblo”. La historia gira aquí en torno a la ayuda que El Gato le ofrece a un internado más débil que él, rompiendo así la lógica de la “escalera de verdugos”, y pregonando una verdadera “é ca de los pequeños gestos de la gente común”.

“Hay una evolución en los cuentos”, insiste Walsh en la entrevista con Piglia. “Aquí, en este cuento se empieza a hablar del pueblo y de sus expecta vas de salvación representadas por un héroe, es un héroe externo, es decir, no deposita sus expecta vas en sí mismo, sino en algo que es externo, por admirable que pueda ser”.

Queda claro entonces por qué esa “épica posible”, protagonizada por “seres comunes” y gestada a base de “pequeños gestos”, será la gran lección que puede leerse en “Un oscuro día de jus cia”.

Literatura, polí ca y periodismo

“Un oscuro día de jus cia” es un cuento escrito en un momento bisagra del autor. Tal como deja asentado en su diario el 3 de mayo de 1972, su relación con la literatura

“Hay una evolución en los cuentos”, insiste Walsh en la entrevista con Piglia. “Aquí, en este cuento se empieza a hablar del pueblo y de sus expecta vas de salvación representadas por un héroe, es un héroe externo, es decir, no deposita sus expecta vas en sí mismo, sino en algo que es externo, por admirable que pueda ser”.Queda claro entonces por qué esa “épica posible”, protagonizada por “seres comunes” y gestada a base de “pequeños gestos”, será la gran lección que puede leerse en “Un oscuro día de jus cia”.

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se da en dos etapas: de sobrevaloración y mis fi cación hasta 1967, “cuando ya tengo publicados dos libros de cuentos y empezada una novela” y de desvalorización y paula no rechazo a par r de 1968, “cuando la tarea polí ca se vuelve una alterna va”.

Esta simple anotación da cuenta de un importante paréntesis literario que va a producirse en la escritura de Walsh. Porque si bien su preocupación por la literatura no dejará nunca de estar presente, y durante su úl mo año de vida comenzará a intentar escribir nuevamente fi cción, el hecho es que desde el Cordobazo y hasta el Golpe de Estado de marzo de 1976 no va a producir fi cción, sino que todo lo que va a escribir será en función de su militancia polí ca: la experiencia en el periódico CGT, el Semanario Villero, el diario No cias... Sólo excepcionalmente realizará alguna colaboración específi camente “periodís ca” en Panorama, La opinión, Georama y Siete días, pero rápidamente se da cuenta de que el trabajo que le insume cada nota no se corresponde con el dinero que cobra por su publicación.

Ese mismo día y en la misma línea, Walsh anota en su diario:

“La desvalorización de la literatura tenía elementos sumamente posi vos: no era posible seguir escribiendo obras altamente refi nadas que únicamente podía consumir la intelligentzia burguesa, cuando el país comenzaba a sacudirse por todas partes. Todo lo que escribiera debería sumergirse en el nuevo proceso, y serle ú l, contribuir a su avance. Una vez más, el periodismo era aquí el arma adecuada”.

De todos modos, aclara: “quedaba sin embargo una nostalgia, una posibilidad entrevista de redimir lo literario y ponerlo también al servicio de la revolución”.

Por supuesto, entre la publicación de Los ofi cios

“La desvalorización de la literatura tenía

elementos sumamente posi vos: no era posible seguir escribiendo obras

altamente refi nadas que únicamente podía

consumir la intelligentzia

burguesa, cuando el país comenzaba a sacudirse por todas partes. Todo lo que

escribiera debería sumergirse en el

nuevo proceso, y serle ú l, contribuir a su

avance. Una vez más, el periodismo era aquí el

arma adecuada”.

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porque fue su “caballito de batalla” contra el gobierno de Perón, cuando en su segundo mandato el presidente había intentado realizar un acuerdo petrolero con la Standard Oil de California. De allí que, sarcás camente, Jauretche le preguntara una vez si iba a comer “con aceite y vinagre” las 500 página de “Petróleo y polí ca”.

***En la primera parte de Cicatrices (“Febrero, marzo,

abril, mayo, junio”), Ángel Leto –el joven periodista que ingresó a un diario gracias a la recomendación de Toma s, personaje central del futuro entramado narra vo saereano- toma contacto con el “Caso Fiore” luego de que el cronista de policiales del medio en el que trabaja (La región) le hablara sobre el tema, y él hiciera las ges ones necesarias para asis r al interrogatorio que el personal a cargo del juez Garay intentará realizarle al detenido (situación que se frustra cuando Fiore se suicide, arrojándose por la ventana de las ofi cinas judiciales).

Leyendo la novela no podemos saberlo, pero empo más tarde Ángel se hará guerrillero y, según explicitará Saer casi dos décadas después, en Glosa, Leto muere en 1978 cuando, cercado por la represión, ingiera una pas lla de cianuro -de allí inferimos que su ingreso fue

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duración del empo de la historia se va reduciendo progresivamente del primero al úl mo, como un embudo que se estrecha hasta llegar al núcleo de la trama. El lector se va acercando al acontecimiento de un modo progresivo, hasta alcanzar el fi nal, en el úl mo relato, el punto máximo de focalización y condensación temporal: el día del crimen contado por propio asesino.

Novela polí ca, novela policial, Cicatrices transcurre en la ciudad de Santa Fe, durante el año 1963.

El texto tema za con lucidez el desamparo existencial en el que quedaron atrapados muchos cuadros medios, una vez que bajó la ola de la resistencia, una vez fracasado el intento de recuperar legalidad con el frondizismo y en un contexto en el que cada vez más las posibilidades de retroceder a la situación previa al

golpe del 55 parecían evaporarse con el paso del empo. Cicatrices se desarrolla así durante el gobierno de José María Guido, que asumió la presidencia de la Nación tras el golpe que derrocó a Frondizi (en 1962), quien de todos modos había faltado a su palabra empeñada para conquistar votos peronistas en las elecciones en las que triunfó, con el peronismo proscripto. Frondizi aplicó además el represivo Plan Conintes y realizó la apertura a las empresas transnacionales para que explotaran el petróleo argen no, dando un giro de 180 grados respecto de su discurso, ampliamente recordado

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terrestres y “Un oscuro día de jus cia” Walsh había escrito ese maravilloso libro tulado ¿Quién mató a Rosendo?, pero

como él mismo aclara, “la línea Operación masacre era una excepción”, porque no estaba concebido ni fue recibido como literatura, sino como periodismo, como tes monio y denuncia. Y esto será central, porque más allá de sus intenciones, Walsh está entonces extremadamente preocupado por las formas en que es recibida la obra de fi cción, y por quienes es leída. Por eso un mes después de esas anotaciones en su diario, en una entrevista que el suplemento cultural del diario La opinión le hace junto a Miguel Briante, Walsh dirá que la clásica pregunta teórica ¿Para quién estoy escribiendo?, sigue siendo entonces decisiva. Y pone como ejemplo al ensayista, contraponiéndolo un poco al escritor de fi cción. “¿Por qué es di cil el problema del narrador en esta perspec va y no es tan arduo el problema del ensayista polí co? Creo que hay una cues ón de trasmisión, y de cómo lo que vos querés decir o decías puede llegar. Por ejemplo: para que las ideas de [Juan José] Hernández Arregui o de [John William] Cooke lleguen a tener infl uencia en las bases populares, no es necesario que las lean miles de trabajadores. Basta con que los lea un cuadro polí co lúcido, que esté en contacto –eso sí– con cientos de trabajadores, para que esas ideas lleguen ní damente al pueblo. Pero la situación nuestra es otra”.

Como puede verse, la opción esté co-polí ca por el periodismo de inves gación, el tes monio y la denuncia, enen su base en una profunda refl exión en torno a la

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literatura y su papel histórico.Por supuesto, ésta no es una cues ón

personal, una preocupación aislada en la persona de Rodolfo Walsh. Es una discusión que estaba instalada desde hacía ya unos años, y que se profundizará con el avance de las luchas de las masas populares en nuestro país.

Nuevamente, en la entrevista realizada por Piglia, pueden rastrearse algunas defi niciones cruciales de Walsh:

“Habría que ver hasta qué punto el cuento, la fi cción y la novela no son de por sí el arte literario correspondiente a una determinada clase social en un determinado período de desarrollo, y en ese sen do y solamente en ese sen do es probable que el arte de fi cción esté alcanzando su esplendoroso fi nal, esplendoroso como todos los fi nales, en el sen do probable de que un nuevo po de sociedad y nuevas

formas de producción exijan un nuevo po de arte más documental, mucho más atenido a lo que es mostrable”.

Por supuesto, la discusión es tal no solo por las dis ntas posiciones que los escritores, los intelectuales de la izquierda argen na enen en ese momento, sino por el desgarramiento que la problemá ca genera en el propio Walsh, quien paso seguido afi rma:

“De todos modos no es tarea para un solo po, es una tarea para muchos pos, para una generación o para media generación volver a conver r la novela en un vehículo subversivo, si es que alguna vez lo fue. Desde los comienzos de la burguesía, la literatura de fi cción desempeñó un importante papel subversivo que hoy no

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Responso y Cicatrices, entonces, como dos textos a par r de las cuales podemos leer –para decirlo “sartreanamente”– lo que las estructuras hicieron con muchos hombres que, a par r de la instauración de la “Revolución libertadora”, quedaron atrapados en lógicas descolec vizantes que los llevaron a derrapar, que forzaron sus vidas hasta extremos insospechados.

***“Madre e hijo”, “Punto y banca”,

“Recorridos” y “Días de caza” podrían ser los tulos de las cuatro partes que conforman Cicatrices, según sugirió Elvio Gandolfo en “El sexto círculo”, su texto sobre esta novela publicado en Zona de prólogos. Títulos “sobradamente explica vos”, agrega, teniendo en cuenta que en realidad los que fi guran en el libro son “Febrero, marzo, abril, mayo, junio”, “Marzo, abril, mayo”, “abril, mayo” y “Mayo”.

Los protagonistas de cada tramo son, rspec vamente, Ángel Leto, un joven periodista; Sergio Escalante, un abogado laboralista perdido en las sendas del juego; Ernesto Garay, un juez homosexual que intenta traducir una novela y alucina con “gorilas” que se pasean ante sus ojos por las calles y, fi nalmente, Luis Fiore, el ex obrero y sindicalista que termina asesinando a su mujer de dos escopetazos.

Los relatos de los cuatro narradores están situados en función del empo cronológico, explica Florencia Abbate en su libro El espesor del presente. Tiempo e historia en las novelas de Juan José Saer. Y agrega: la

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“Una meta sica nega va revela la precariedad de la vida”Beatriz Sarlo, en Zona de Prólogos

En 1964, el mismo año del “Opera vo retorno” a través del cual Juan Domingo Perón intentó sin suerte regresar al país, luego –entonces– de nueve años de exilio, ese año -decíamos- Juan José Saer publica su

primera novela: Responso. El autor que cuatro años después se radicará en París, vivía entonces en Santa Fe. Allí llevaba casi una década publicando poemas en el diario El litoral. Ya estaba en las calles su primer libro de cuentos (En la zona, 1960), en los que reunía algunos de sus textos escritos entre 1957 y 1960. Cinco años después de Responso, ya en Francia, Saer publica la que hoy puede ser considerada una de las novelas más importantes de la década: Cicatrices. Ese mismo 1969 Rodolfo Walsh publica ¿Quién mató a Rosendo?, para Mar n Kohan, una suerte de reverso del texto saereano.

Irreversible: el otro pliegue de la resistencia

(o la mirada saereana del peronismo)

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Literatura, periodismo y polí ca: dos aportes

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lo está desempeñando, pero enen que exis r muchas maneras de que vuelva a desempeñarlo y encontrarlas. Entonces, en ese caso, habrá una jus fi cación para el novelista en la medida en que se demuestre que sus libros mueven, subvierten”.

Como puede verse, Walsh oscila entre una posición y otra. Problema za sus propias concepciones y defi niciones, sus propias prác cas. En sí se concentran además las tensiones de quien cul va, a la vez que una militancia y una intervención polí ca desde el periodismo, una mirada que en ende que la literatura no puede ser un equivalente del documental. Está claro que en literatura, Walsh está más cerca de Borges que de Viñas.

Tal vez por eso “Un oscuro día de jus cia” haya sido uno de sus úl mos textos de fi cción escritos antes de sumergirse de lleno en la militancia revolucionaria, en la cual desempeñó importantes tareas clandes nas.

Parte de estas defi niciones pueden rastrearse también en un importante ar culo de Francisco Urondo (“Escritura y acción”), publicado el 8 de agosto de 1971 en La opinión literaria. Allí “Paco” plantea que la novela –al menos la nacional– pareciera estar atravesada entonces por una serie de difi cultades, como género, entre otras cues ones, por la gran presión polí ca que ejerce el contexto. Paco logra dar cuenta, a través de su postura, de una posición generacional. Cita la voz de importantes escritores, como Manuel Puig, Haroldo Con , David

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Viñas, Germán Leopoldo García, Nicolás Casullo, Miguel Briante y Jorge Carnevale.

Carnevale, por ejemplo, sos ene que “para el escritor con aspiración polí ca, la solución de la dicotomía entre literatura y polí ca puede darse en el pasaje de la tarea individual y reconocida, la tarea de propiedad privada, a una tarea anónima colec va; en úl ma instancia, clandes na”. Con , por su parte, afi rma que “la presión de los hechos –a lo mejor algunos sen mientos de culpa– parecen conducir hacia una literatura de tes monio; por ese lado podría buscarse una salida a la crisis de la narra va…En este momento, quizás lo que tenga vigencia sea una novela de po tes monial; hay que buscar formas más vitales, más rápidas…”. García, asimismo, plantea que “hay una crisis en la

forma tradicional de leer novela” y que esa crisis “aparece en un momento polí co donde la lectura de la realidad pasa por otro po de textos: ensayís ca, economía, polí ca, etcétera”. Lo mismo asevera Casullo: “El escritor debería asumir otro po de escritura, no la escritura de fi cción solamente. Pero en este momento, el escritor que asume la par cipación en el proyecto de cambio social debe encontrar los espacios de la palabra escrita más efi caces para colaborar

en ese proyecto”. Y Briante remata: “si escribir supone una ac tud lúcida con respecto a la realidad, está bastante claro que la realidad lleva a sen r la necesidad de reaccionar polí camente y descubrir que la novela no es una de las armas más efi caces para la acción. Una

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novela no es una ametralladora”.Walsh, queda claro, cambió la

posibilidad de escribir una novela sobre el proceso revolucionario argen no –como se había planteado– para fundirse con él. La serie de los irlandeses –además de Operación masacre y ¿Quién mató a Rosendo?, que también pueden ser leídos como novelas– son lo más parecido a una novela que Walsh nos legó.

Resulta paradójico, pero “Un oscuro día de jus cia”, el cuento que Walsh escribió en 1967, pensando en Guevara, en la soledad de un líder sin masas, en el fracaso de la teoría del foco, puede ser pensado de otro modo al momento de su publicación, en 1973, en una coyuntura en donde el peronismo ocupa el centro de la escena polí ca nacional. La fi gura central podría ser ya no Guevara sino Perón: un líder de masas aclamado por millones. Y sin embargo, la conclusión puede llegar a ser la misma: sólo el pueblo podrá salvar al pueblo. Pero el pueblo argen no, ¿había aprendido entonces que estaba realmente solo?

La actualidad de Walsh no deja de asombrar. Su concepción de la heroicidad no puede ser más contemporánea. Y la aseveración del cuento “Un oscuro día de jus cia” no puede dejar de resonar como música para nuestros oídos: “el pueblo aprendió que estaba sólo y que debía pelear por sí mismo”.