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La cuestión agraria y los límites del neoliberalismo en América Latina Diálogo con Cristóbal Kay Víctor Bretón Universidad de Lleida, España. Investigador asociado a Flacso-Ecuador Email: [email protected] Fecha de recepción: enero 2007 Fecha de aceptación y versión final: febrero 2007 C ristóbal Kay es en la actualidad Associate Professor in Development Studies and Rural Development en el Institute of Social Studies, con sede en La Haya (Holanda), así como Honorary Research Fellow in Geography and Environmental Sciences en la Universidad de Birmingham (Reino Unido). Durante los últimos treinta años ha centra- do su actividad investigadora en la problemática de las áreas rurales de América Latina, abarcando temas que van desde la capitalización de las estructuras agrarias y las dinámicas de cambio social derivadas de ella hasta los desafíos planteados por la recurrencia de la pobreza en el medio rural, pasando por el análisis comparado de la economía rural en Europa y América Latina, el gran debate sobre el significado y el alcance de la era de las reformas agrarias en la región, la situación y las expectativas de futuro de la pequeña agri- cultura campesina, o la reflexión y los aportes de las teorías del desarrollo desde una perspecti- va latinoamericana. Hablar de Cristóbal Kay es, de hecho, hacer alusión a una de las grandes figuras de la investigación social sobre el cambio agrario en Latinoamérica y su obra, siempre rigurosa e incisiva, constituye un referente ineludible en la literatura especializada. Co-editor de la European Review of Latin American and Caribbean Studies (CEDLA, Amsterdam) y miembro del consejo asesor internacional de publicaciones como The Journal of Agrarian Change (Blackwell, Oxford), la Revista Mexicana de Sociología (UNAM, México) o The European Journal of Development Research (Routledge, Londres), su producción intelectual abarca numerosos libros y artículos, cuyo recuento exhaustivo escaparía a los límites de esa breve presentación. Sí me parece pertinente señalar algunos títulos, como El Sistema Señorial Europeo y la Hacienda Latinoamericana (con prefacio de Maurice Dobb, México 1980); Latin American Theories of Development and Underdevelopment (Londres y Nueva York 1989); Genealogy of Latin American Dependency Theories (Tokio 2002); así como las compilaciones Latin America Transformed: Globalization and Modernity (con Robert N. Gwynne, Londres 1999 y 2004) o Disappearing Peasantries? Rural Labour in Africa, Asia and Latin America (con Deborah Bryceson y Jos Mooij, Londres 2000). Iconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 28, Quito,mayo 2007, pp. 119-133 © Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Académica de Ecuador. ISSN: 1390-1249

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La cuestión agraria y los límites del neoliberalismo en América LatinaDiálogo con Cristóbal Kay

Víctor BretónUniversidad de Lleida, España.Investigador asociado a Flacso-Ecuador

Email: [email protected]

Fecha de recepción: enero 2007Fecha de aceptación y versión final: febrero 2007

Cristóbal Kay es en la actualidad AssociateProfessor in Development Studies and RuralDevelopment en el Institute of Social Studies,

con sede en La Haya (Holanda), así como HonoraryResearch Fellow in Geography and EnvironmentalSciences en la Universidad de Birmingham (ReinoUnido). Durante los últimos treinta años ha centra-do su actividad investigadora en la problemática delas áreas rurales de América Latina, abarcando temasque van desde la capitalización de las estructuras

agrarias y las dinámicas de cambio social derivadas de ella hasta los desafíos planteados por larecurrencia de la pobreza en el medio rural, pasando por el análisis comparado de la economíarural en Europa y América Latina, el gran debate sobre el significado y el alcance de la era delas reformas agrarias en la región, la situación y las expectativas de futuro de la pequeña agri-cultura campesina, o la reflexión y los aportes de las teorías del desarrollo desde una perspecti-va latinoamericana. Hablar de Cristóbal Kay es, de hecho, hacer alusión a una de las grandesfiguras de la investigación social sobre el cambio agrario en Latinoamérica y su obra, siemprerigurosa e incisiva, constituye un referente ineludible en la literatura especializada.

Co-editor de la European Review of Latin American and Caribbean Studies (CEDLA,Amsterdam) y miembro del consejo asesor internacional de publicaciones como The Journal ofAgrarian Change (Blackwell, Oxford), la Revista Mexicana de Sociología (UNAM, México) oThe European Journal of Development Research (Routledge, Londres), su producción intelectualabarca numerosos libros y artículos, cuyo recuento exhaustivo escaparía a los límites de esabreve presentación. Sí me parece pertinente señalar algunos títulos, como El Sistema SeñorialEuropeo y la Hacienda Latinoamericana (con prefacio de Maurice Dobb, México 1980); LatinAmerican Theories of Development and Underdevelopment (Londres y Nueva York 1989);Genealogy of Latin American Dependency Theories (Tokio 2002); así como las compilacionesLatin America Transformed: Globalization and Modernity (con Robert N. Gwynne, Londres1999 y 2004) o Disappearing Peasantries? Rural Labour in Africa, Asia and Latin America (conDeborah Bryceson y Jos Mooij, Londres 2000).

Iconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 28, Quito,mayo 2007, pp. 119-133© Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Académica de Ecuador.

ISSN: 1390-1249

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Víctor Bretón: De manera general, tu obraha pivotado alrededor de tres grandes ejestemáticos. Uno de ellos tiene que ver con elpensamiento latinoamericano, el desarrolloy la originalidad de algunos de sus paradig-mas interpre t a t i vos y pro p o s i t i vos: estoypensando, por ejemplo, en las diferentespropuestas cepalinas1 o en las teorías de ladependencia. Otro está focalizado en el grantema del campesinado, la agricultura fami-liar, la persistencia de la pobreza rural y lapobretología2. El tercer eje gira alrededor deldebate sobre lo que significó la reformaagraria en América Latina y el problema, enbuena parte irresuelto, de la concentraciónde la tierra.

Comenzando por el final, el de la refor-ma agraria es un tema que, en el debatesobre la ruralidad, desapareció con el adve-nimiento del neoliberalismo y la entroniza-ción del pensamiento único desde la décadade los ochenta. Parece, sin embargo, que enlos últimos años está reapareciendo y quevuelve a la palestra del debate académico.¿Qué opinión te merece esa reaparición? ¿Vamás allá de una moda académica? ¿Qué estápasando dentro del pensamiento social enrelación a estas cuestiones?

Cristóbal Kay: Es muy positivo, de entrada,que el tema de la reforma agraria esté poco apoco empezando a surgir en la temática, en la

discusión de políticas públicas y también enla cuestión académica. En gran parte ello esdebido a la tremenda influencia en la regióndel Movimiento de los Trabajadores RuralesSin Tierra de Brasil (MST), que ha liderado elponer esta cuestión sobre el tapete de la agen-da política y la ha visibilizado en la concien-cia nacional de Brasil y del resto de AméricaLatina. También por otro lado, y desde unaperspectiva totalmente de frente y casi opues-ta, el Banco Mundial (BM) se ha planteado eltema de la reforma agraria debido a la agudi-zación creciente del problema social en elcampo. Dentro de los lineamientos del Bancopara América Latina, la reforma agraria afloracomo una forma de solucionar ciertas contra-dicciones sociales y económicas, pero es plan-teada de una forma totalmente diferente acomo la conciben los movimientos socialescomo el MST: el BM la concibe dentro de unesquema neoliberal, neoinstitucional, en elcual la reforma es negociada entre comprado-res y vendedores, entre latifundistas que estándispuestos a vender predios y pequeños cam-pesinos y productores que quieren comprar;el Banco, en definitiva, otorga préstamos paraestablecer un banco de tierras y mediar en elproceso de compra-venta.

El planteamiento del MST y de los actoressociales es diferente. Ellos quieren nuevamen-te que el Estado asuma una responsabilidaden cuanto a la restitución de tierras. En Brasilnunca se ha hecho una reforma agraria pro-funda, a diferencia de otros países de AméricaLatina, y por lo tanto, hay una tremenda de-sigualdad en base a la concentración de lapropiedad en pocas manos. La estrategia delMST pasa por la demanda de que el Estadoexpropie y entregue la tierra a los beneficiadosa través de la reforma agraria. Para ello elMovimiento presiona y los sin tierras se orga-nizan y ocupan tierras no ocupadas o no tra-bajadas en diferentes latifundios. Esta es laversión de la reforma agraria de carácter cla-sista, similar en muchos sentidos a la caracte-

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1 Análisis y propuestas originadas en la ComisiónEconómica para América Latina y el Caribe(CEPAL).

2 Por “pobretología” Cristóbal Kay alude al aluvión deestudios y publicaciones que en las últimas dos dé-cadas ha enfatizado la reflexión por aprender más ac-erca de la naturaleza y etiología de la pobreza, asícomo para proponer medidas para reducirla. Dichoénfasis está siendo compartido por diferentes actores,desde los investigadores y los responsables del diseñode políticas públicas, hasta los representantes de lasagencias de desarro l l o. Ver Cristóbal Kay, 2005,“Reflections on Rural Poverty in Latin America”, enThe European Journal on Development Research, vol.17, nº 2, pp. 319-320.

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rística de las décadas de los sesentas y setentasdel siglo pasado. La visión del BM, sin em-bargo, es muy diferente: se trata de una refor-ma puntual, para ciertos sectores sociales, enciertas regiones en que hay necesidad de tie-rras y todo ello de forma totalmente volunta-ria y muy influenciada por esta visión neoins-titucional del mercado.

Nos hallamos así ante dos concepcionesdiferentes en disputa de lo que la reformaagraria debe ser y significar. Por supuesto queyo estoy de acuerdo en que debe ser el Estadoel agente inductor de la reforma, pero sin co-meter los errores del pasado, tales como lasconcepciones excesivamente tecnocráticas olas rigideces de un desmedido celo estatista.En este sentido, la experiencia del MST meparece muy positiva porque está empujandoal movimiento social, así como por las diná-micas organizativas que genera en rubrosmuy diversos que van desde la cooperacióninterna en lo referente a la producción, la co-mercialización, la provisión de servicios desalud y de educación, por poner algunosejemplos. De alguna manera, nos hallamosante una acepción mucho más integral ymucho más horizontal, en la medida en queel movimiento social tiene más influencia enla forma en que se lleva a cabo esa reformaagraria, en la misma estructura organizativadespués de la apropiación. Eso me parecemuy importante y positivo. La experienciadel BM, en cambio, ha sido muy puntual enpaíses como Sudáfrica, Colombia e incluso enBrasil y sus resultados han sido muy desalen-tadores. En fin, forma parte de una estrategiaorientada en parte a desmontar una posiblemovilización más amplia, “apagar el fuego”en cierto sentido, y busca en el fondo crear unmercado de tierras que puede llevar de nuevoa que el campesinado pierda las suyas.

V.B.: Fernando Eguren apuntó en una de lasmesas redondas del último congreso deALASRU3 de qué manera “el neoliberalismo

ha devenido en una suerte de sentidocomún”. Ello tiene unas consecuencias muyremarcables desde el punto de vista de ubi-car fuera del campo de lo discutible toda unaserie de cuestiones (la reforma agraria, la jus-ticia social y la redistribución de la riqueza,son parte de ellas). ¿Qué está pasando eneste momento? ¿Hay un cierto reflujo de ese“sentido común neoliberal” que abre espa-cios a replantear lo hasta hace poco “im-planteable”? Por otra parte, el énfasis recien-te del BM en desempolvar el tema de la re-forma agraria, ¿será de forma implícita unreconocimiento, un mea culpa, de las limita-ciones de las contrarreformas neoliberales dela década de los noventa (México 1992, Perú1992, Ecuador 1994, Bolivia 1996) que sesuponía que debían incentivar la inversióndel capital privado y generar desarrollo en elmedio rural?

C.K.: Sí. Con la política neoliberal de las dé-cadas de los años ochenta y los noventa, esegran cambio económico e incluso político enAmérica Latina, toda la fase de la deuda ex-terna y los ajustes estructurales, penetran y seaprueban leyes en diferentes países de la re-gión, se introducen nuevos mecanismos de li-beralización económica, y muy especialmenteen el sector rural. La idea motriz era que todoel período anterior, el de la industrializaciónpor sustitución de importaciones y del desa-rrollo hacia adentro, había sido negativo parael desarrollo y en especial para el sector agrí-cola. Con la política neoliberal se pretendíaque todo fuera al revés: se quiso desmantelarla mayor parte del sector industrial argumen-tando que no era competitivo, se postuló quelas ventajas comparativas estaban en el sectoragrícola y que con su fomento se iba a llegara un despegue capaz de generar empleo y me-

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3 VII Congreso de la Asociación Latinoamericana deSociología Rural (ALASRU), celebrado en Quito del20 al 24 de noviembre de 2006.

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jores salarios, aliviando las condiciones devida en el campo y por supuesto haciendo de-caer la pobreza. Pero como sabemos, eso nopasó. Ciertos sectores de la exportación tuvie-ron un crecimiento: los ligados al capital in-ternacional. En cambio, gran parte de la po-blación campesina tuvo que enfrentar el im-pacto de la liberalización de los mercados,proceso que fue más profundo en los paísesque firmaron tratados de libre comerc i o.Estos países fueron inundados con productossubsidiados del Norte, una competencia des-leal que afectó a la producción de alimentospor parte de las unidades campesinas y quellevó a un nuevo proceso de concentración dela propiedad, a la pérdida de tierras de los sec-tores campesinos, al incremento de la migra-ción y, en aquellos países en que ésta no fuetan posible, a una agudización de las presio-nes sociales internas.

El BM reconoce parcialmente que esaapertura y esa política de agroexportación nocreó los empleos suficientes y no estabilizó alcampesinado; por el contrario, dinamizó a lossectores empresariales pero tuvo efectos engeneral muy negativos para los pequeñoscampesinos. Ahí se planteó la necesidad debuscar modos y posibilidades de acceso al usodel recurso de la tierra para estos últimos a

través del mercado, bien facilitando su nego-ciación en procesos de compra-venta, bienpor medio del fomento del arrendamiento depredios. Eso también es parte del plantea-miento del Banco Mundial, al igual que otrapata de su política, que no había mencionadoantes, y que alude al apoyo a los procesos detitulación de tierras, con la idea de que unavez que el pequeño productor (la mayoría deellos sin títulos de propiedad previos sobresus parcelas) reciba su escritura avalada por elEstado, podrá recurrir a los bancos en buscade crédito, podrá invertir, mejorar su produc-tividad, ser más competitivo en el mercado yde ahí subir su nivel de vida. Pero, como biense sabe, incluso en las zonas en las que se hi-cieron proyectos de titulación, lamentable-mente nunca llegó esta segunda etapa de ma-yores créditos, mayor inversión y mejora enlos estándares de vida. La verdad es que entérminos generales no se han visto muchosbeneficios y que, en algunos casos, incluso haaumentado la conflictividad en el campo.

V.B.: Visto lo visto y dadas las circunstanciasactuales, ¿cómo crees que se puede redefinir,imaginar y delinear la reforma agraria en elescenario global del siglo XXI?

C.K.: En el contexto actual la noción de re-forma agraria debe encerrar un contenido di-ferente al del pasado, y en su formulación esnecesaria la participación de los agentes socia-les implicados. La reforma del siglo veintiunodebe trascender, para empezar, las acepcionesclásicas del papel de la tierra como medio deproducción; apostarle más bien a una con-cepción de territorio sobre el que se ejerce unagestión socio-productiva a nivel de una ciertacomunidad en la cual también se plantea,fuera del aspecto productivo, la necesidad defortalecer las redes y las relaciones sociales deese espacio. En aquellos territorios que tienenuna cultura campesina-indígena, por ejem-plo, habría que apuntar a que ésta se revigori-

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ce y que eso se ligue también a toda la pro-blemática de la sustentabilidad ecológica, quees muy importante. Se trataría de introducirno una visión meramente productivista ymercantil, sino también un manejo de recur-sos naturales razonable en función de la sos-tenibilidad del territorio de esa comunidad ytambién a nivel nacional. Por otro lado tene-mos ciertos territorios que son más forestales,que tienen menor vocación agrícola y que sonportadores de una experiencia y una historiade uso colectivo, comunal, que se puede res-catar y fortalecer, tratando de hacer, de paso,una gestión sustentable del recurso forestal yde un turismo rural comunitario. Esos recur-sos ecológicos pueden ser mucho mejor ma-nejados en forma colectiva que individual. Setrataría, en suma, de ir hacia una nueva eimaginativa visión de la reforma agraria capazde integrar las sinergias de unas comunidadescampesinas y unos pueblos indígenas que tie-nen toda una cultura de prácticas mucho mássostenibles del territorio que las grandestransnacionales productoras de soya, porponer un ejemplo actual y recurrente, quedestruyen enormemente los recursos natura-les y que bien poco es lo que aportan desde elpunto de vista del desarrollo local.

La ventaja, si uno plantea la reforma enese sentido más amplio, es que también la po-blación urbana puede -y debe- formar parte ysentirse implicada. Digo esto porque aunquehoy en día, y es lógico por supuesto que asísea, la reforma agraria se encuentre muchomás conocida por los campesinos, es impor-tante que la población urbana apoye este tipode medidas por razones de la manutencióndel paisaje y de una cierta cultura rural quebeneficia a toda la población. Lo de la refor-ma agraria es entonces un proyecto nacional,no de un pequeño grupo de campesinos o depequeños productores rurales: detrás de ellahay una función más amplia que tiene quever con la sustentabilidad, con los reequili-brios territoriales, con la justicia social y la

equidad, con la producción mucho más eco-lógica, etc.

V.B.: Sería, de alguna manera, trascender elámbito del proyectismo y recuperar la capaci-dad (y la voluntad política, por supuesto)para plantear políticas reales de desarrollo.Relacionado con ello, ¿cómo redefinir elpapel del Estado y los poderes públicos enlos escenarios de la globalización y qué roltendrían que desempeñar éstos en el diseñode esas políticas? Siguiendo en esta lógica ar-gumental, ¿Qué papel juega en todo esto -odebe jugar- la integración regional?

C.K.: Es interesante la afirmación de AndréGunder Frank, uno de los grandes teóricos dela dependencia, quien reconoce, treinta añosdespués de haber escrito sus primeros traba-jos, que fue una ilusión pensar que un paíspuede tener un desarrollo autóctono, autóno-mo, independiente de las grandes fuerzas delmercado mundial. Justamente la paradoja es-triba en que, a pesar de ello, hoy en día nece-sitamos un Estado más fuerte para poder en-frentarnos al mercado mundial. Suena con-tradictorio. Mi aproximación al tema seríaque, por ejemplo, en el caso de AméricaLatina, la región tiene que indudablementerescatar la política pública, rescatar un rol demayor autonomía y legitimidad del Estado.Pero para que eso sea viable, los países latino-americanos tienen que asociarse, formar unmercado regional y tener una cierta interac-ción política. Estoy pensando un poco en elmodelo de la Unión Europea, en el sentido deque hay que tener una visión económica yuna visión de comunidad política de referen-te de Estados-naciones latinoamericanos quepermitiera una acción coordinada para en-frentarse a, por ejemplo, los desafíos plantea-dos por la liberalización del comercio a escalaplanetaria. Tener una visión conjunta frente ala dinámica del comercio mundial, frente alas políticas del Banco Mundial, frente a la

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Unión Eu ropea, frente a las políticas deEstado y comercio que plantean los EstadosUnidos, en vez de que las negociaciones sehagan de país a país. Ahí queda el ejemplo delas conversaciones entre Ecuador (o cualquierotro país latinoamericano) con los EstadosUnidos a tenor de la hipotética firma de unTratado de Libre Comercio (TLC): es evi-dente que el país más pequeño (y todos porseparado son más pequeños en términos eco-nómicos que los Estados Unidos) no obtienelas mejores ventajas en la negociación. Por esoes por lo que hay que plantearse una visiónregional latinoamericana frente a la globaliza-ción, a la mundialización. Por un lado tene-mos a los Estados Unidos; por el otro tene-mos a la Unión Europea; ahora está emer-giendo China, que también está tratando deestablecer relaciones bilaterales porque eso eslo que más le favorece. Es necesario, pues, ca-minar hacia el planteamiento de una institu-cionalidad que vaya más allá del Estado na-cional, enfrentarse a todos estos nuevos cam-bios que son tan rápidos y a nivel mundial.

V.B.: La realidad del día a día, sin embargo,parece indicar que las iniciativas de integra-ción regional avanzan, en el mejor de loscasos, a trompicones y no sin severos pasosatrás. ¿Cómo ves de cara al futuro opcionescomo el MERCOSUR o la ComunidadAndina de Naciones? ¿Cómo conciliar la via-bilidad de estos procesos con la proliferaciónde negociaciones de T LC bilaterales?¿Estamos ante dos tendencias contrapuestaso ante una estrategia de los grandes bloquesc o m e rciales (básicamente los EstadosUnidos) de cara a neutralizar el hipotéticoavance de un proceso de integración latino-americano?

C.K.: En realidad no tengo respuesta frente aestas preguntas. Pero yo creo que es una cier-ta tragedia lo de estas relaciones bilaterales. ElMERCOSUR y la Comunidad Andina, el

Acuerdo de Cartagena, han entrado en crisistambién de alguna forma, y no han tomadomás fuerza ni prosperado más, y eso ha lleva-do a que muchos países busquen entonces lasolución individual. Cada Estado-nación,con la excepción de Venezuela que plantea laAlternativa Bolivariana para América Latina yel Caribe (ALBA), persigue una salida parti-cular para insertarse en el mercado interna-cional y ciertamente los países más poderososen América Latina -Brasil, México yArgentina- no han asumido el liderazgo eco-nómico y político de un proceso de integra-ción latinoamericano capaz de ubicar al con-junto de la región en mejor posición de caraal mercado internacional. Incluso México co-metió el error de creer que podía ingresar almundo moderno de los países desarrollados enforma unilateral, mirando hacia el norte y nomirando hacia el sur, es decir, negociando conEstados Unidos y Canadá su Tratado de LibreComercio de América del Norte (NAFTA).Hoy sabemos sin embargo que doce años des-pués, según los estudios, México está muypor debajo de los beneficios imaginados. Dehecho, y ahí están las series históricas, la eco-nomía mexicana creció mucho más en la dé-cada de los cincuenta, los sesenta y los seten-ta que de la mano del NAFTA. Creo queMéxico hubiera sacado con toda probabilidadmás beneficios si se hubiera integrado alMERCOSUR y si hubiera tenido un plante-amiento común con los otros grandes deAmérica Latina frente a los Estados Unidos ya la Unión Europea. Es necesario crear laUnión Latinoamericana. Mi crítica está diri-gida a los líderes políticos nacionales que noven la importancia estratégica que de cara alfuturo tiene la integración regional latinoa-mericana.

V.B.: De lo que dices puede deducirse queno existe, por parte de las elites políticas, esavisión regional de la importancia de la inte-gración…

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C.K.: Y ese consenso no existe porque Lati-noamérica todavía tiene muchos problemasinternos irresueltos. Pongamos por ejemplo elcaso de Bolivia. Tú no puedes pretender queprospere esa visión quizás un poco utópica dela integración regional latinoamericana por-que los Estados-naciones no son todavía real-mente Estados-naciones; porque todavía notodos sus ciudadanos son realmente ciudada-nos. En Bolivia gran parte de los indígenashan sido discriminados por siglos, y seguíandiscriminados incluso después de laConstitución de 1952. Entonces no hay unEstado nacional que luche, que tenga la legi-timidad ni la capacidad de negociar acuerdosregionales. Sí, hay demasiados problemas in-ternos y muy poca continuidad institucional:una historia plagada de golpes de Estado,donde los gobiernos no cumplían su períodolegislativo, etc. Esa fragilidad ha impedido lo-grar acuerdos con otros países o inclusoacuerdos de carácter regional.

V.B.: Por lo tanto, ¿hasta qué punto es viableplantear la cuestión de la integración regio-nal y de la necesidad de trascender el marcodel Estado-nación en países tan fragmenta-dos económica, social, política y étnicamen-te como, pongamos por caso, Ecuador oBolivia?

C.K.: Esto me recuerda a un antiguo trabajode Osvaldo Sunkel (Capitalismo Transnacio-nal y Desintegración Nacional, 1972) queplanteaba cómo la creciente dependencia deAmérica Latina respecto a las fuerzas econó-micas internacionales creaba un proceso dedesintegración interna. Lo curioso es que lateoría de la dependencia parece perderse ysurge después la teoría de la globalización, dela mundialización, pero no se retoman lasgrandes visiones y los grandes aportes deaquélla a pesar de las muchas verdades en ellaencerradas, siguiendo ahora con el caso deBolivia. En los departamentos orientales de

ese país, la penetración de capital extranjeroen el caso del petróleo y del gas durante el pe-ríodo neoliberal, así como el boom agroexpor-tador de la soya vinculado al mercado mun-dial -también con capital nacional, con capi-tales brasileños y algunos argentinos-, ha ge-nerado riqueza y a la vez está desintegrando alpaís: da la impresión de que estarían creandodos Bolivias. Esa región próspera e inequitati-va de Bolivia no quiere hacer concesiones alos requerimientos de un creciente Estado, di-gamos, “más legítimo” en cierta forma porqueincorpora la participación de sectores indíge-nas. De hecho, y más tras la elección de EvoMorales, ahora se teme en Bolivia que hayamás representación de los intereses de lospueblos indígenas en contraposición a los delos sectores internacionalizados vinculados alos hidrocarburos y la soya. Eso en un con-texto en el que Evo Morales está tratando derescatar la soberanía nacional en medio de unproceso en el que la reprimarización de laeconomía del país, el peso del sector agroex-portador y la importante presencia de capitalextranjero en sectores estratégicos como loshidrocarburos ha coadyuvado una innegablefragmentación interna.

En la mayor parte de los casos, sin embar-go, y dado que los Estados nacionales tienenahí posibilidades de generar ingresos, estánbajo la influencia y responden a los interesesdel mercado externo. El apoyo que el presi-dente Evo Morales pueda recibir a través deacuerdos regionales con los países vecinos yotros países como Venezuela sin duda que re-forzará su capacidad de negociación tantocon los sectores transnacionales como con lossectores internos ligados a dichos intereses. Osea, es posible recuperar y reforzar la sobera-nía nacional sobre los recursos productivos ya su vez lograr una mayor cohesión interna através de acuerdos regionales entre los gobier-nos progresistas de América Latina que de-fienden los intereses de las mayorías de su po-blación y no de las minorías privilegiadas.

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V.B.: Volviendo al tema de la reforma agra-ria y enlazándolo con lo que estás comen-tando, se me ocurre que una forma de re-plantearla para el siglo XXI sería dentro deun proceso de reinstitucionalización, de re-cuperación y reforma del Estado en un esce-nario donde se avanza hacia la integraciónregional. Tal como están las cosas, sin em-bargo, ¿qué sentido tiene para ti una refor-ma agraria como la actualmente impulsadapor Chávez en Venezuela o Morales enBolivia, en países donde pareciera que elproceso de consolidación del Estado-naciónpermanece inconcluso?

C.K.: Tendría sentido una reforma agraria, sí,por supuesto que sí… Tiene sentido la re f o r-ma en una lógica de desarrollo hacia adentro ,tal como fue la estrategia implementada en sudía en países como Corea del Sur y Ta i w á n ,donde se planteó una reforma agraria muyigualitaria y drástica en que fueron expro p i a-dos todos los terratenientes y en que fuero nrestituidas al sector campesino tierras enforma masiva antes incluso del proceso de ins-titucionalización, generándose un merc a d ointerno importante, impulsando políticas pú-blicas (hecho que, de paso, contribuyó activa-mente a legitimar al Estado) y poniendo asílas bases para consolidar una sociedad más ar-ticulada, más integrada. La reforma agrariafue la que en su inicio impulsó a la industria-lización que estuvo dirigida hacia el merc a d ointerno y en apoyo al desarrollo tecnológicode la agricultura con la industria de fert i l i z a n-tes, implementos y equipos que incre m e n t a-ron la productividad en el agro. Solamente enla segunda etapa se lanzó el proyecto de in-dustrialización hacia el mercado internacio-nal, pero siempre bajo un control estatal, su-p e rvisado por una banca pública: fue en sumaun proceso de proyección exterior dirigidopor el Estado. El éxito de Corea del Sur y deTaiwán se debe en gran medida a que hiciero nla reforma agraria antes o conjuntamente con

la industrialización. En América Latina la re-forma agraria llegó tardíamente cuando elp roceso de industrialización por sustituciónde importaciones ya se estaba agotando.Además, fue demasiado tímida y salvo conta-das excepciones no re volucionó a la economíay sociedad rural.

En el momento presente, la reforma agra-ria en América Latina ofrece la posibilidad,para empez a r, de hacer un cierto pago a ladeuda histórica que se tiene con los pueblosindígenas y con el conjunto de los sectores so-ciales maltratados, de entre los cuales el cam-pesinado ha sido de los más marginalizados.También se potenciaría el mercado interno, serebajarían las tensiones sociales, podría haberuna mayor integración del sector campesino ala comunidad nacional y ello redundaría enuna mayor participación social. La políticasería así resultado de un proceso de agre g a-ción de va l o res, y no tanto de exclusiones.

Te saco ahora de nuevo el caso de Brasilpara ejemplificar de qué manera la participa-ción campesina puede incluso revertir en unmayor control de sectores tan importantescomo el de la agroindustria. El MST hahecho un esfuerzo importante por generaruna agroindustria propia dentro del sectorcampesino; agroindustria que es muy produc-tiva agregando valor y que incluso crea suspropias cadenas comerciales. Me parece quees un ejemplo que ilustra de qué modo enc i e rtos países como Bolivia, Ve n ezuela oBrasil se está buscando una solución a largoplazo a las contradicciones generadas por laconcentración de la riqueza y la pauperiza-ción campesina, solución que pasa por dina-mizar las sociedades internas y el mercado na-cional y de ahí, de nuevo, quizás integrarse almercado internacional. Hay que empezar portomar un poco más el control económico anivel doméstico, por rearticular las economí-as y sociedades para fortalecer la sociedadcivil y el Estado-nacional. Sólo entonces esposible buscar una nueva forma de integra-

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ción al mercado exterior que refuerce la cohe-sión interna y no conduzca a la desintegra-ción nacional. Hay que forzar una pausa eneste proceso de liberalización y de integraciónfragmentada de los países latinoamericanosporque está creando incluso mayores proble-mas internos de los que puede resolver.

V.B.: Antes citaste a Osvaldo Sunkel, aGunder Frank y la teoría de la dependencia,reivindicando y asumiendo su legado. Másallá del tema concreto de la reforma agrariay más allá incluso del ámbito de la ruralidad,mi pregunta va dirigida hacia los derroterospor los que discurre hoy la reflexión socialsobre y desde América Latina: ¿Qué pasó,tras el colapso del modelo desarrollista en ladécada de 1980, con la originalidad del pen-samiento crítico latinoamericano de los se-sentas y los setentas? ¿Por qué se procedió aimportar indiscriminadamente modelos teó-ricos del Norte sin atender a las especificida-des regionales? ¿Por qué ahora sin embargoparecen volver los grandes temas planteadostreinta o cuarenta años atrás (y no resueltos)al mundo de lo discutible, lo deseable y (qui-zás) de lo políticamente posible?

C.K.: América Latina está pasando por unproceso de transición perceptible a través dela vitalidad de los movimientos sociales (pri-mero, años atrás, movimientos de los pueblosindígenas), y más recientemente a través de laelección de varios gobiernos nacionales detinte socialdemócrata que están cuestionandoel modelo neoliberal y que están abriendo po-sibilidades de que haya una transición o almenos un sondeo hacia un nuevo modelo dedesarrollo económico y de inserción en elmercado internacional. El advenimiento deChávez en Venezuela, Lula en Brasil, Kirch-ner en Argentina, Tabaré Vásquez en Uru-guay y Morales en Bolivia, por ejemplo, es unindicador importante de que el modelo neo-liberal se ha agotado y de que se va en bús-

queda de una alternativa. Lo paradójico esque estos gobiernos fueron elegidos con undiscurso contrario al modelo neoliberal y que,sin embargo, han seguido en el fondo políti-cas neoliberales, aunque matizándolas en ám-bitos tan importantes como la implementa-ción de políticas sociales y redistributivas. Laexcepción son quizás los gobiernos de Chávezy Morales quienes están tratando de impulsaruna nueva reforma agraria y buscando unmayor control estatal sobre ciertos recursosnaturales. No obstante, y por ahí va mi refle-xión, en lo que tiene que ver con lo macroe-conómico y la inversión de capital extranjero,todos esos gobiernos han seguido con los li-neamientos anteriores, sin cambios estructu-rales importantes. Siguen los problemas so-ciales, pues todavía no han logrado del todocombatir la pobreza, generar suficiente em-pleo, reducir la emigración al extranjero y dis-minuir la enorme desigualdad en la distribu-ción del ingreso. Se manifiesta que hay unproblema social muy profundo acá.

Eso abre la posibilidad de que se planteenestos grandes temas y que ahora se esté a labúsqueda de una nueva estrategia de desarro-llo; estrategia a la que no se sabe qué nombredarle: se habla del consenso post-Washing-ton, del movimiento anti-globalización, de

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una política anti-neoliberal, pero no se hablade una categoría positiva porque, en realidad,ya nadie utiliza un término que aluda a unapolítica de corte socialista. Falta un pocoreinventar y redefinir esa categoría, que estáde hecho detrás de muchas de las demandasde las sociedades actuales. En este sentido, notenemos la respuesta de los intelectuales sobrequé políticas se deberían seguir hoy en día,pues no hay un pensamiento suficientementedesarrollado en esa dirección. Hay ciertasbases, en la teoría cepalina, donde ya se plan-teó hace más de una década toda una renova-ción del pensamiento estructuralista -las pro-puestas llamadas neoestructuralistas- de latransformación pro d u c t i va con equidad;hubo una serie de estudios durante los últi-mos años que tratan de alguna forma de rea-decuar la vieja teoría estructuralista frente alos desafíos de la globalización. Yo creo queahí sí se plantean formas de crear un desarro-llo desde adentro hacia fuera, que significauna inserción en el mercado global de acuer-do a los intereses nacionales y no de una mi-noría privilegiada, de crear una dinámica decrecimiento basado en el desarrollo tecnológi-co y no en base a la mano de obra barata, debuscar equidad social, de potenciar las capa-cidades de las personas con mayores inversio-nes en educación y salud, de que se disminu-ya la desigualdad en los ingresos, de que secreen más empleos y de que se busque unanueva relación de comercio internacional yrelaciones financieras más beneficiosas paraAmérica Latina.

V.B.: Bueno, digamos que el neoestructura-lismo se puede leer de diferentes formas: hayquien lo interpreta como un conjunto depropuestas alternativas al neoliberalismo sal-vaje y hay también quienes las ven como unplegamiento en toda regla de la CEPAL a ese“sentido común neoliberal” a que aludíamosantes. Chile ha sido seguramente el país quemejor encarna las luces y las limitaciones del

neoestructuralismo: ¿cómo explicas la apa-rente contradicción que muestra la experien-cia chilena de los últimos años entre la re-ducción de la pobreza y la indigencia sin re-ducir la brecha en lo que a los ingresos se re-fiere?

C.K.: Las luces y las sombras del caso chilenoson las luces y las sombras del neoestructura-lismo. Ese neoestructuralismo, ¿es realmenteun cambio radical dentro de la concepciónestructuralista o es más bien una adaptacióndefensiva frente al neoliberalismo? Eso es ungran debate: queda la disyuntiva y habría quepensarlo, darle vueltas. Esa paradoja se da enel caso chileno, se expresa ahí. Por un lado, elgobierno chileno sigue con la política neoli-beral de Pinochet; pero por otro también in-troduce toda una serie de políticas socialesnuevas. Es una mezcla, una heterogeneidad.Incluso en la política de Pinochet se conser-varon elementos de la política anterior encierta forma; no es que fuera un modelo neo-liberal puro tampoco: el cobre se mantuvo enmanos del Estado, hubo tremendos subsidiospara la forestación, etc.

Pero volviendo a tu pregunta, yo diría queen esto estamos con el vaso medio vacío omedio lleno según se mire. En la política eco-nómica no tenemos muchas alternativas. Elcapitalismo es el sistema económico domi-nante y, a ese nivel, nosotros tenemos quejugar a gobernar el mercado, en vez de quenos gobierne a nosotros, y a integrarnos en élde tal manera que beneficie a las mayorías.Hay que buscar el modo de aumentar la pro-ductividad y de aumentar la capacidad de lamano de obra a través de programas educati-vos y mejorando la salud. Es necesario agregarcada vez más valor a la producción, ir desa-rrollando los procesos de transformación delos recursos naturales a través de su procesa-miento, industrialización, comercialización ycreación autóctona de tecnologías para así de-pender cada vez menos de los recursos natu-

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rales, en términos relativos, y aprovechar quela mayor parte del valor agregado -y por tantode la generación de ingresos- esté principal-mente en las varias etapas de la cadena pro-ductiva y menos en la materia prima propia-mente dicha. Hay que desarrollar capacidadestecnológicas y servicios de calidad y por tantola capacidad creativa de la mayoría de la po-blación. A nivel social los gobiernos solamen-te intervienen hasta el punto en que los mo-vimientos sociales les presionan para que asu-man un papel más activo. Ahí radica precisa-mente la importancia de los sectores socialesque por un lado han sido excluidos de estemodelo de integración neoliberal, y que porotro deben organizarse y presionar a sus go-biernos para crear un Estado con mayor ca-pacidad de gestión. Para enfrentarse a la glo-balización se necesita un Estado que puedadesarrollar las capacidades humanas de cara amejorar la competitividad y negociar mejorescondiciones de integración en los mercadosregionales y globales. Lamentablemente, trasla crisis del socialismo no hay ninguna fuerzaque reivindique un modelo, no sé cómo lla-marlo, neosocialista o comunitario…

Por eso yo planteo, para ser pragmático,las virtudes del neoestructuralismo porquepor lo menos es una forma más, digamos,avanzada del capitalismo, más integrada, másigualitaria, con mayor posibilidad de creaciónde empleos de calidad y con una visión de re-forzar la capacidad de gestión del Estado paracaptar los posibles beneficios de la globaliza-ción para la mayoría de la población. Es,desde esta perspectiva, un paso más adelante,aunque no digo que vaya a resolver per se losproblemas sociales y lograr una mayor parti-cipación ciudadana. Chile logró disminuir lapobreza a más de la mitad en relativamentepocos años, y eso es lamentablemente un fe-nómeno aislado en América Latina ya que encasi todos los otros países la pobreza dismi-nuyó sólo levemente. Los niveles de vida tam-bién han aumentado debido a las tasas relati-

vamente altas de crecimiento, pero lo hanhecho en forma desigual y no se ha logradodisminuir la tremenda desigualdad en la dis-tribución del ingreso. O sea, hubo crecimien-to sostenido pero sin equidad. Esa brecha enla equidad indica las limitaciones del casochileno y se debe tanto a los “enclaves” auto-ritarios heredados de la época de Pinochet y alas restricciones impuestas por la globaliza-ción, como también a la falta de presión so-cial de los sectores postergados y a la poca au-dacia de los gobiernos de la “Concertación”de sobrepasar las varias limitaciones.

La educación y la salud en Chile estánmuy por debajo de la capacidad económicadel país. Ahora veremos qué pasa con elnuevo gobierno de Michelle Bachelet, queganó las elecciones presidenciales en parteporque la población espera de ella una mayorpráctica social, un mayor énfasis en su gestiónde gobierno en los temas sociales y en lograruna mayor equidad. ¿Es posible lograr un“crecimiento con equidad” de manera soste-nida y una “transformación productiva conequidad” que sea sustentable tal como loplantean los neoestructuralistas? Todavía nohay un país en América Latina que a mi jui-cio haya logrado cumplir con las promesas dedichas estrategias de desarrollo.

V.B.: Digamos que de la mano del neolibe-ralismo la política se ha subordinado a laeconomía. Ahí encajaría esta fase transitoriare p resentada por el neoestru c t u r a l i s m o .¿Qué papel juega la izquierda en este mo-mento desde el punto de vista de avanzar enestos procesos que estamos comentando? Tepregunto esto a tenor de esa imagen tópicaque existe sobre la presencia de dos izquier-das en América Latina, la “civilizada” y la“nacionalista”, “etnicista”, en cualquier casotrasnochada y anclada más a un proyecto delpasado que con miras al mañana.

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C.K.: Una pregunta casi imposible de contes-tar en este momento porque creo que la res-puesta tiene que venir de los movimientos ydemandas sociales, y es muy difícil de sabercuáles y cómo van a ser los movimientos so-ciales en el futuro. Por ejemplo, yo creo quenadie esperaba en los años sesenta del siglopasado que en los ochenta y los noventa hu-biera un resurgimiento de los movimientosindígenas y menos en la forma en que se dio.Antes eran los movimientos obreros, de po-bladores urbanos, los que tenían la idea de lavanguardia socialista y se pensaba que el mo-vimiento campesino e indígena casi que eracomo cosa del pasado. Sin embargo, de re-pente surgió una fuerza enorme, todo estemovimiento de los pueblos indígenas, que haechado por debajo gobiernos, que ha conse-guido cambiar políticas sociales, etc. Esonadie pudo preverlo. Incluso ahora la elec-ción de Evo Morales, el primer presidente in-dígena en la historia de América Latina, hasido una sorpresa para muchos.

En forma abstracta, debido a la tremendacrisis de la izquierda a nivel mundial, no sóloen América Latina, como que todavía tene-mos que ver cuál va a ser el sujeto social queva a llevar adelante la idea de izquierda pro-gresista. Hay varios movimientos contra laglobalización neoliberal pero hay pocas pro-puestas alternativas concretas que sean facti-bles. ¿Qué propuestas tienen para solucionarlos problemas sociales y la falta de participa-ción social y política? ¿Qué propuestas tienenpara la construcción de una nacionalidad le-gítima no discriminatoria y de un Estado in-cluyente y democrático que logre llegar a estaintegración latinoamericana para enfrentarsea la globalización? Estamos en la búsqueda deese sujeto social, porque no creo que debamoscaer en una visión leninista, digamos, de queacá disponemos de una izquierda y una inte-lectualidad ilustrada con tendencias futurasdelineadas y por lo tanto con propuestas po-líticas sólidas y articuladas. Una de las gran-

des debilidades de Evo Morales, por ejemplo,y de Chávez también, es que en realidad notienen un partido político detrás de ellos, unainstitucionalidad capaz de llevar adelante suproyecto: son movimientos que dependenmucho de un líder político que tiene ciertaconvocatoria, cierta historia, pero que adole-cen de una estructura partidaria fuerte con unprograma coherente. Responden más bien aciertas demandas sociales del momento polí-tico, y tampoco hay programas socialistas alargo plazo. Creo que además hay que refor-mular, refundar, los partidos políticos porquehan perdido mucha legitimidad y mucha ca-pacidad de representación, empezando porlos partidos de izquierda, que deben renovar-se en profundidad. Ojalá que en un futuro nolejano surja eso.

Estimo, en otro orden de cosas, que con-ferencias como la actual4 o de las maestrías yel doctorado impartidos aquí en la FLACSO,dan un espacio y una estructura de dondepuedan surgir iniciativas y propuestas capacesde alimentar a los movimientos sociales, a lasONG, a los movimientos sindicales y tam-bién a las políticas públicas y a los partidospolíticos a través de publicaciones en revistascomo Íconos y otras muchas. En ese sentido,es nuestra responsabilidad como científicossociales por lo menos analizar cuál es la pro-blemática en el escenario latinoamericano, anivel nacional y regional, así como sondearcuáles son los cambios económicos que sedan a escala internacional para que partiendode ahí puedan los actores sociales formularsus propias propuestas. Porque el peligro delos problemas locales e inmediatos, los deri-vados de la precariedad -falta de agua, de sa-nidad, el desempleo, etc.- es que hacen que lagente busque y presione a sus gobiernos perosin una visión del conjunto y sin una pers-pectiva a medio-largo plazo. De ahí la impor-tancia de los aportes que pueden hacer las

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4 Nueva alusión al VII Congreso de ALASRU.

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ciencias sociales en términos de ofrecer esa vi-sión mundial y global necesaria para encon-trar respuestas nacionales y regionales. Esa esnuestra posibilidad, gracias al creciente acce-so a la información, de plantear una propues-ta desde una perspectiva latinoamericana ydesde una mirada de los pueblos, de los pue-blos marginados, discriminados y explotados.

V.B.: Estás reivindicando el potencial estra-tégico del conocimiento científico de losprocesos sociales como herramienta paraconstruir un discurso contra-hegemónico ypara el diseño de políticas públicas, en defi-nitiva.

C.K.: Tú lo dices muy bien. Eso es.

V.B.: Como señalé al principio, una partemuy importante de tu trabajo ha estado de-dicada a la investigación y a la reflexiónsobre la situación y las expectativas del sec-tor campesino en América Latina. No obs-tante, tengo la impresión de que a veces seutiliza la noción “campesino” -y pienso nosólo en la literatura especializada sino tam-bién, y de manera importante, en los gesto-res de proyectos de desarrollo dirigidos almedio rural- con un sesgo esencializado queno se corresponde con la realidad, como silos pequeños productores de hoy no estuvie-ran articulados a los mercados regionales ynacionales (e incluso internacionales) y co-mo si su dependencia de los ingresos prove-nientes de actividades fuera de su explota-ción no fuera uno de los elementos estructu-rales definitorios de su quehacer cotidiano.¿Continúa teniendo sentido apostarle a laagricultura campesina en los escenarios ima-ginables para la América Latina de las próxi-mas décadas? Dicho de otra manera, ¿creesque es posible recuperar el debate tambiéninconcluso entre los campesinistas y los des-campesinistas en este momento?

C.K.: La pregunta da para pensar y estoy re-flexionando un poco sobre la marcha. Es muycierto lo que tú dices de que los discursos delos sectores sociales, por ejemplo en estemismo congreso de ALASRU, tienden a sermuy populistas y muy campesinistas y conbuena razón, porque vemos la situación delos pueblos indígenas y campesinos, cómo laeconomía campesina está siendo desintegradaa través de todo este proceso de importacio-nes de productos alimenticios baratos quemencioné al principio, la tremenda emigra-ción a que lleva la crisis de los hogares fami-liares, los conflictos sociales que todo ello ge-nera, etc. Hay todo un proceso de descomu-nalización o de desarticulación de la comuni-dad campesina motivado por el impacto detodos esos cambios económicos y sociales.Nuestra simpatía está del lado de esas econo-mías campesinas, pero como tú bien dices esnecesario repensar la posibilidad de una víacampesina en el sentido de que no creo que lasolución esté en buscar espacios cerrados.

Yo, por ejemplo, por supuesto que apoyoa un movimiento como el de los zapatistas deChiapas, pero no veo que constituya un pro-yecto nacional, y menos un proyecto paraAmérica Latina, en el sentido de que no po-demos tener proyectos autónomos de pro-ducción campesina, orgánica, con cierta au-tonomía, etc., desligados de todos esos proce-sos sociales de carácter global. Primero por-que las fuerzas políticas dominantes no van apermitir que este modelo de autonomía local,territorial, ecológica y autosuficiente se mul-tiplique a través del agro latinoamericano.Hay recursos minerales, recursos forestales ytal demanda por ellos que incluso nuestros lí-deres políticos y más aun el capital extranjerono van a dejar que los campesinos los tomenbajo su control para sus propios intereses. Esova a ser inevitable. Habría que pensar enton-ces cuál va a ser la posición de los pobladoresrurales en el sentido de adaptarse de algunaforma a estas dinámicas. Ahí yo creo que hay

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posibilidades, por ejemplo, a través de orga-nizaciones sólidas, ya sean organizaciones sin-dicales que luchen en defensa de los trabaja-dores temporales y de los pocos trabajadorespermanentes que quedan en el agro por sala-rios justos, condiciones de trabajo, derechossociales, bien sean organizaciones de otra ín-dole, como las comunidades indígenas, paralograr mayores derechos y seguridad sobre susterritorios. El Estado puede apoyar esas de-mandas a través de legislaciones laborales fa-vorables a los trabajadores; y eso es ademásperfectamente asumible por los productorescapitalistas (por los farmers), pues lo puedenpagar: tienen tecnología moderna, gananciasenormes y ventajas competitivas, pudiendomejorar perfectamente las condiciones eco-nómicas de los trabajadores rurales.

Con la creciente inserción de los campesi-nos y de los miembros de las comunidades in-dígenas en el mundo urbano y global hay quereplantear el debate entre los campesinistas ydescampesinistas (o proletaristas) y la cues-tión agraria. Existe una nueva ruralidad en lacual los vínculos entre la economía campesi-na y el mercado se han multiplicado e inten-sificado. Hoy día predomina la pluriactividady en muchos casos ya los ingresos no-agrope-cuarios de los hogares campesinos son mayo-

res que los ingresos derivados de la actividadproductiva agropecuaria. Gran parte de estosingresos no-agropecuarios provienen de laventa de la fuerza de trabajo de algunos de losmiembros familiares: trabajando como asala-riados en una multiplicidad de actividades yasea en grandes fincas capitalistas, en la agroin-dustria, en obras de construcción en zonas ru-rales y/o migrando a las ciudades e incluso aotros países. En algunos países latinoamerica-nos los ingresos en divisas provenientes de lasremesas de trabajadores que han migrado alextranjero ya es mayor que los ingresos enmoneda extranjera derivados de las exporta-ciones agropecuarias.

Muchas de estas transformaciones en elagro latinoamericano fueron analizadas du-rante el Congreso de ALASRU, pero aún faltadesarrollar qué implicaciones tiene ello exac-tamente sobre el debate entre campesinistas ydescampesinistas y sobre la cuestión agrariadel siglo veintiuno. La pregunta que me plan-teas es demasiado compleja como para daruna respuesta satisfactoria en una entrevista.Pero sin duda que la problemática se ha com-plejizado y a menos que haya una reformaagraria que redistribuya tierras a los campesi-nos y a los sin tierra no veo muchas posibili-dades de desarrollo de la economía campesi-na. Más bien veo lo contrario, que la econo-mía campesina es cada vez menos capaz deproporcionar trabajo e ingresos a sus miem-bros, forzando su inserción cada vez mayorcomo asalariados en los mercados de trabajorurales, urbanos e inclusos internacionales.Pero es gracias a estas múltiples inserciones enlos mercados que la economía campesina to-davía sobrevive, aunque sólo en pocos casoslogre prosperar.

V.B.: Me llamó la atención el hecho de que,en tu conferencia magistral sobre la persis-tencia de la pobreza rural en América Latinade ALASRU, terminaras con una frase quedecía “otro mundo es posible”. ¿Hace quin-

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ce años hubieras terminado una exposiciónde esta naturaleza con esa misma frase?

C.K.: Me tomas por sorpresa con esa afirma-ción. No. Creo que no. Hubiera sido más pe-simista hace quince años. Justamente debidoal Foro Social Mundial que nació en PortoAlegre, al surgimiento del MST, al triunfoelectoral de una serie de gobiernos de centroizquierda a lo largo de toda América Latina;debido también a que incluso en la mismaEuropa aparecen ciertos cuestionamientos alos gobiernos neoliberales, es que soy más op-timista y puedo terminar con esa frase. Lodigo ahora porque hay cierta posibilidad deimaginar otro mundo, tanto aquí en AméricaLatina como en el llamado Primer Mundo.También hay que reconocer que la misma re-alidad nos obliga a decir que otro mundotiene que ser posible porque ya después de másde veinte años de aplicación del modelo neo-liberal vemos cómo la concentración del in-greso sigue, la pauperización avanza, la desar-ticulación del campesinado continúa y existeuna creciente tensión social… Nuestros líde-

res no tienen todavía la visión o la capacidado los movimientos políticos detrás de ellos ola fuerza social suficiente para enfrentarse,como decía, en forma más coordinada, regio-nal, de cara a modificar el proceso de globali-zación; que no sea unívocamente una globali-zación neoliberal. Porque, bueno, la mundia-lización no es necesariamente negativa en lamedida en que pueda orientarse hacia unamayor equidad y en favor de ciertos sectoressociales que están postergados. Activar esossectores en pos de una mundialización que re-almente integre a las sociedades y cree másequidad debe ser la meta. Pero la única formade que eso se logre es a través de mecanismosde integración regional, de formas más parti-cipativas de gobiernos nacionales y de pode-res locales… Quizá ésta sea una propuestaalgo utópica, pero estimo que hay que avan-zar simultáneamente, en paralelo, en todos ycada uno de esos niveles, local, regional y glo-bal para construir ese otro mundo que tantodeseamos.

Quito, 24 de noviembre de 2006

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