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La Cofradía de la Santa Vera Cruz y de la Preciosísima Sangre de Cristo de Campillo de Altobuey (Cuenca) Santiago MONTOYA BELEÑA Universidad de Valencia I. Introducción. II. Orígenes de la Cofradía de Campillo. Noticias en los documentos de archivo. III. Influencias de los franciscanos. IV. San Vicente Ferrer y las procesiones de flagelantes. V. Influencias de la Cofradía llegadas a la actualidad. 5.1. Realización de “altares” en los zaguanes de las casas. 5.2. Romería al conjuratorio de la Cruz de las Reliquias. 5.3. El canto de los Mayos a la Santa Cruz. VI. Conclusión. Religiosidad popular: Cofradías de penitencia, San Lorenzo del Escorial 2017, pp. 281-306. ISBN: 978-84-697-5400-9

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La Cofradía de la Santa Vera Cruz y de la

Preciosísima Sangre de Cristo de Campillo

de Altobuey (Cuenca)

Santiago MONTOYA BELEÑA Universidad de Valencia

I. Introducción.

II. Orígenes de la Cofradía de Campillo. Noticias en los documentos de archivo.

III. Influencias de los franciscanos.

IV. San Vicente Ferrer y las procesiones de flagelantes.

V. Influencias de la Cofradía llegadas a la actualidad.

5.1. Realización de “altares” en los zaguanes de las casas. 5.2. Romería al conjuratorio de la Cruz de las Reliquias. 5.3. El canto de los Mayos a la Santa Cruz.

VI. Conclusión.

Religiosidad popular: Cofradías de penitencia, San Lorenzo del Escorial 2017, pp. 281-306. ISBN: 978-84-697-5400-9

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I. INTRODUCCIÓN

El Informe General de Cofradías de España que mandó realizar el Conde de Aranda en el año 1770, señalaba la existencia en el país de más de veinticinco mil cofradías, lo que suponía un gasto anual de once millones y medio de reales, cantidad desorbitada que no era asumible por la nación a causa de la situación económica. Se quería poner coto a un dispendio tan abultado y, a la vez, se pretendía un control social e ideológico, por tratarse de un ámbito un poco críptico y no controlado en su totalidad por el Gobierno. Lo cierto es que este Informe General produjo una rica y variada documentación informativa, muy valiosa para conocer y perfilar la historia del país en uno de los capítulos más importantes del Antiguo Régimen.

El problema es que no hubo una respuesta generalizada como se pretendía, y cinco intendencias no contestaron a lo que se les pidió en su momento, o no nos ha llegado la documentación pertinente. Así, además de la provincia de Cuenca, no tenemos las respuestas de Granada, Jaén, Ciudad Rodrigo y Madrid. En el caso de la provincia o intendencia de Cuenca, hay constancia documental de que se les envió el protocolo y comunicado de petición el día 28 de septiembre de 1770, y ante la tardanza en la respuesta se les remitió un nuevo aviso recordatorio el 4 de agosto de 1775.

Por lo tanto, cualquier estudio o investigación que se haga sobre hermandades y cofradías de la provincia de Cuenca tiene que ser bien venido y es preciso estimular la realización de trabajos locales y puntuales para suplir esa lamentable carencia documental y poder completar así el censo de cofradías de todo el país. Se ha hecho mucho al respecto, desde el ámbito local sobre todo, pero todavía queda bastante por hacer, y los archivos disponen de documentación, libros de cuentas, ordenanzas, inventarios de bienes, censos, memoriales, etc., que están a la espera de que historiadores y antropólogos les presten atención y aumente el conocimiento de la vida y de los hombres de aquellos siglos pasados.

En el caso de la laguna informativa en la provincia de Cuenca, además, se ve ahondada y magnificada esta carencia porque de aquel inmenso conjunto de cofradías que existieron, no de todas disponemos de la pertinente documentación.

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No siempre tenemos a la mano un libro de cuentas de tal o cual cofradía, desaparecidos, quizás, por una pluralidad de razones, pérdida, ausencia de aprecio por estos documentos, falta de formación o de información de sus responsables, mayordomos y piostres, clérigos incluso, etcétera, si es que no se dedicó el papel a menesteres más prosaicos.

Las cofradías de la Vera Cruz y Sangre de Cristo son unas organizaciones muy peculiares, y todavía más lo son si se tiene en cuenta la práctica de procesiones de disciplinantes que solían llevar a cabo, o si nos planteamos si fueron refugio de conversos y moriscos. Están en el origen de prácticas de piedad, de actividades lúdico-festivas, de socialización, de comensalismo y de solidaridad, que han llegado hasta ahora en buen número de casos, según más adelante veremos. Esta singularidad de las cofradías de la Vera Cruz ha generado un marcado interés por ellas, casi morboso, a lo largo y ancho del país, habiendo traspasado el océano y, así, se pueden hallar también en los países de Hispanoamérica y se les han dedicado numerosos congresos con la intención de establecer relaciones y paralelismos entre unas y otras. A la literatura específica que han generado remitimos a los interesados en el tema, fácil de localizar en la red de redes. El objetivo pretendido con este estudio es poner de manifiesto su existencia en el pueblo conquense de Campillo de Altobuey, dando a conocer las menciones y referencias de archivo encontradas, lo que no dejará lugar a dudas de su fundación en dicha villa. Y para reforzar el hecho indiscutible de su presencia, se hará hincapié en otros aspectos, circunstancias históricas, prácticas relacionadas con la devoción a la Santa Cruz que incluso han llegado hasta la actualidad y que solo se explicarían desde su existencia, según veremos. En buen número de cofradías de la Vera Cruz del país, se repiten una serie de detalles o de circunstancias, como su vinculación con los franciscanos, con las predicaciones de San Vicente Ferrer, con el culto a las reliquias, y en especial las de la Pasión, lo que vamos a tratar de comprobar en la cofradía de esta población conquense que aquí estudiamos. II. ORÍGENES DE LA COFRADÍA DE CAMPILLO. NOTICIAS EN

LOS DOCUMENTOS DE ARCHIVO

Respecto a la Cofradía de la Vera Cruz y Sangre de Cristo de Campillo de Altobuey, no se dispone de toda esa documentación archivística completa mencionada, no existen sus libros en los archivos, aunque nunca hay que perder la esperanza de que cualquier día aparezcan por ahí, en el mercado anticuario, traspapelados, formando parte de un códice facticio, como es nuestro caso. Quizá haya desaparecido y está perdida para siempre, pero los hallazgos y

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sorpresas gratas también están a la orden del día1. No disponemos de esa documentación completa sobre la misma, pero sí contamos con unas cuantas referencias de archivo, dejadas en los libros de fábrica parroquiales, en los de testamentos, en los de distintas cofradías o hermandades o en los de otras instituciones religiosas, que nos van a confirmar sin ninguna duda su existencia, que no es poco, así como algunos detalles de su peripecia vital, de interés para la antropología, la historia local y la religiosidad popular. Su organización y funcionamiento no diferiría mucho de otras similares existentes por los alrededores, en la provincia e incluso en el país, su conocimiento se añadiría al que ya existe de las otras doce o quince hermandades de la localidad y permitirá ir cerrando de modo paulatino ese Informe General de Cofradías del que la provincia de Cuenca no dispone en su totalidad.

La cofradía de Campillo es el resultado de la unión de dos cofradías: una era la Cofradía de la Santa Cruz de Mayo, y la otra era la Hermandad de la Sangre de Cristo, pasando a denominarse como Cofradía de la Santa Vera Cruz y de la Preciosísima Sangre de Cristo. Al menos en origen, tuvieron su sede y capilla en la ermita medieval de la Virgen de los Ángeles, que bien puede llamarse Nuestra Señora de los Caminos, por la protección de los mismos que se le atribuye. Una vez construido el convento por los agustinos y levantado el santuario para dar culto a la Virgen, ahora bajo la advocación de Nuestra Señora de la Loma, que reemplaza y sustituye al de Nª Sª de los Ángeles, las dos cofradías, la de la Santa Cruz de Mayo y la de la Sangre de Cristo, debieron permanecer asentadas en el nuevo santuario y allí se tomaría la decisión de fundir ambas, unirse, e incluir en su título los objetivos devocionales de la Santa Cruz y de la Sangre de Cristo.

La primitiva hermandad de la Sangre de Cristo tenía encargada todos los domingos una misa rezada a la salida del sol, al amanecer, es decir, una misa de alba, por la que pagaba al clero tres reales de limosna. También todos los domingos del año decían una misa rezada en el altar de Jesús y la Soledad, por las que la cofradía pagaba dos reales. Del mismo modo, la cofradía de la Santa Cruz de Mayo mandaba decir en el día de su fiesta, el 3 de mayo, una misa por la que pagaba también tres reales de limosna. Con la unificación de

1En la propia villa de Campillo de Altobuey apareció hace unos años el Libro Tercero de

Fábrica de la iglesia parroquial que estaba traspapelado en el archivo del Ayuntamiento y que, con buen criterio, fue devuelto al archivo de la parroquia. Asimismo, existen algunos cuadernillos sueltos de cuentas y visitas de la cofradía en un códice facticio de testamentos donde se recoge el del fundador de una Pía Memoria administrada por la cofradía que estudiamos. Se trata del Testamento de Dn. Martín Sebastián. Este libro pertenece al archivo de la Parroquial de esta Vª del Campillo. 1663-1778., conservado en el archivo y junto a otra documentación relacionada.

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ambas se mantienen y se aumentan los encargos de misas y sermones a los agustinos recoletos, que tenían a su cargo el santuario de Nuestra Señora. Le decían misas los viernes y domingos, dos cada día, y les encargaban los sermones y la celebración de las principales fiestas de la Virgen (Purificación, Encarnación, Asunción, Purísima Concepción y Natividad, a tres reales por cada misa), “La Hermandad de la Sangre de Cristo paga a este convento 462 reales por las Misas que celebra los domingos, viernes y festividades de Ntra. Sra. en el año”2, el Jueves Santo y los días de la Invención y de la Exaltación de la Santa Cruz, así como las misas del Segundo Día de la Pascua de Navidad, de la Pascua de Resurrección o Pascua Florida, y de la Pascua de Pentecostés o Pascua Granada, pagando tres reales por cada misa3. Es decir, se mantienen los encargos que antes hacían por separado y ahora hacen conjuntamente, lo que generaba buenos ingresos a los frailes recoletos para la congrua necesaria, construcción y conservación del santuario, y para la práctica carismática de la limosna y atención a los necesitados, transeúntes y peregrinos que llamaban a sus puertas. La existencia de la Cofradía de la Santa Cruz de Mayo la confirma la cláusula nº 10 de las Capitulaciones Fundacionales del convento agustino4 de la población. Como era tradicional, el día de la Asunción y el día de la Cruz de Mayo, la parroquia bajaba a la ermita en procesión para decir una misa, hacer el Oficio de Difuntos, Vísperas primeras y segundas y misa de Difuntos, y los agustinos recoletos no debían poner ningún impedimento para estas celebraciones a la parroquia, “como hasta aquí se ha estilado”. Pero el púlpito y los sermones que se dijeran, corresponderían a los agustinos y predicarían los religiosos a quienes las cofradías encarguen los sermones, y estas cofradías son la de nuestra Señora de la Asunción y la de la Santa Cruz de Mayo, habitualmente visitadas y mencionadas en los libros de fábrica parroquiales.

Las Capitulaciones Fundacionales del convento de agustinos recoletos de Nuestra Señora de La Loma, fechadas el 19 de junio de 1680, también recogen en la número 13 una mención explícita a la existencia de la cofradía de la Sangre de Cristo, que dice así: “13ª. Ítem, es condición que las misas que la Cofradía de la Sangre de Cristo tiene obligación de decir en su Capilla que son los domingos y viernes de cada semana, y los días festivos que tienen costumbre y todas las misas que tienen obligación de decir por cada uno de los Difuntos Cofrades se han de decir por los Religiosos de el Convento, porque el Prior y Convento han de ser los Capellanes de dicha Capilla, y la Cofradía pagará

2 Libro de Caja. 1722, AHN, Sección Clero, Libro sign. 3173, f.499. 3 Libro de Estado y Fundación del Convento. Campillo de Altobuey. 1749. AHN, Sección

Clero, Libro 3174, f. 29r y 29v. 4 MONTOYA BELEÑA, S., “Un Hospicio para caminantes y peregrinos en el convento-

santuario de Ntra. Sra. de la Loma de Campillo de Altobuey (Cuenca)”, en Actas Simposium La Iglesia Española y las Instituciones de Caridad, 1/4-IX-2006, San Lorenzo de El Escorial, p. 630.

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dichas limosnas con la obligación de poner cera y aceite con lo demás necesario, como hasta aquí la Cofradía ha estilado, ejerciendo libremente dicha cofradía en dicha Capilla de Ntra. Sra. de los Ángeles, donde está sita, sus funciones, con la asistencia de su Parroquia o sin ella, como hasta aquí está referido, sin contradicción alguna”.

El texto no deja lugar a duda de la existencia en Campillo de esta cofradía. Pero, además, hay que tener en cuenta y puntualizar que la fecha mencionada de 19 de junio de 1680, se refiere a los inicios de la fundación del convento recoleto y su construcción, que no se iniciará hasta diez años después, a causa de un pleito con los franciscanos de la vecina localidad de Iniesta, en 1690. Este convento y santuario de la Virgen de La Loma fue levantado por los agustinos recoletos sobre la ermita y capilla -según dice el texto de las Capitulaciones- de Nª Sra. de los Ángeles, donde la cofradía ya debía existir desde bien antiguo y nos permite pensar que su antigüedad sería mayor, pudiéndola atrasar al siglo XVI como mínimo, estando en su origen la influencia de los franciscanos iniestenses, así como la relación con la villa de Requena, hoy perteneciente al arzobispado y provincia de Valencia, pero entonces formando parte del obispado y provincia de Cuenca, ubicados ambos pueblos, Requena y Campillo, en el Camino Real de Madrid a Valencia, del que eran etapas sucesivas. Requena tiene documentada la existencia de una cofradía de la Vera Cruz5, y allí estaba destinado don Asensio Escribano y Ruesgas, natural de Campillo, que ocupaba una plaza de Beneficiado, lo que abre una posibilidad de influencia y origen sobre esta que comentamos6.

Su hermano, también de Campillo, el influyente Don Cristóbal Escribano

y Ruesgas, doctor en Sagrada Teología, Beneficiado de la iglesia de San Juan del Mercado, de Valencia, -hoy más conocida como iglesia de los Santos Juanes- y Comisario del Santo Oficio, quien tenía capilla propia, dedicada a San Cristóbal, en el convento recoleto de Nª Sª de La Loma, de cuyo culto y ajuar litúrgico se ocupaba, pudo influir en la fundación de la cofradía o en su potenciación. Además, se documentan Don Asensio Escribano y Gabaldón, abogado de los Reales Consejos y familiar del Santo Oficio, quizá emparentado

5 DÍAZ DE MARTÍNEZ, J.A., Historia de la Venerable Cofradía de la Vera Cruz o Sangre de

Cristo Señor Nuestro, fundada en el Templo del Carmen de la ciudad de Requena. Imprenta de Benito Huerta, Requena, 1850; BERNABEU LÓPEZ, R., La Vera Cruz Requenense. Artes Gráficas Molina, Requena 1955.

6 FABO DEL CORAZÓN DE MARÍA, FR. P., Historia General de la Orden de los Agustinos Recoletos. Tomo VI, años 1706-1714. Imprenta de la Editorial. Librería Religiosa, Barcelona 1928, pp. 353-355; MONTOYA BELEÑA, S., “El patrimonio histórico-artístico del convento agustino de Nª Sª de La Loma en Campillo de Altobuey (Cuenca): Desamortización y pérdida”, en Actas del Simposium La desamortización: el expolio del patrimonio artístico y cultural de la Iglesia en España. San Lorenzo de El Escorial, 6/9 de septiembre de 2007, p. 573.

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con los anteriores, así como el presbítero Don Asensio Escribano López, quien por los años 1793-96 fue encausado por el Tribunal de la Santa Inquisición de Cuenca por proposiciones deshonestas, sobrino este último de don Asensio y don Cristóbal, y que disfrutaba de una capellanía colativa de sangre dotada con 15.000 reales fundada por su tío don Cristóbal7.

En el texto entrecomillado líneas atrás, los agustinos recoletos reclaman

para sí el cobro de los estipendios que producen los encargos de misas por parte de la Cofradía de la Sangre, ubicada en la capilla o ermita de la Virgen de los Ángeles. A las misas ya citadas, se añadían las que se dicen por el fallecimiento de los hermanos cofrades, más los gastos por el aceite para la lámpara y la cera precisa para las celebraciones litúrgicas. Tanto si la cofradía estuvo radicada en aquella ermita medieval de Nª Sª de los Ángeles, lo que parece claro en el texto citado, como si estuvo ubicada en la iglesia parroquial, según puede pensarse por las citas halladas en los libros parroquiales que luego comentaremos, es posible que se trate de la misma y única cofradía, solo que con dos escenarios sagrados a su disposición, parroquia y ermita, que utilizaba a conveniencia y según las necesidades del tiempo litúrgico8. Además, los frailes habían solicitado al obispo de Cuenca, el 23 de febrero de 1737, que designara los siete altares a visitar en el convento para la obtención de indulgencias, especialmente para los más de cinco mil hermanos de la Cofradía de la Correa, lo que se haría extensivo a los de otras cofradías. Estos altares fueron los tres de la capilla mayor o crucero de su iglesia y los de las cuatro capillas del lado del evangelio.

Como quedó establecido en las Capitulaciones Fundacionales del convento, en especial la número 13 ya señalada, los agustinos recoletos, reclaman para sí la limosna o estipendios a pagar por las misas encargadas por la Cofradía de la Sangre de Cristo, cuyos ingresos recogen en sus libros de cuentas. Así, el Libro de Recibo iniciado en el año 17569, cuenta con diversos asientos contables: año 1757: “limosna de la Sangre de Xto. 200 reales”; 1758: “De la Sangre de Xto. 500 reales”; 1759: “De la Sangre de X to. 567 reales”; 1761: “De la Sangre de X to. 180 reales”; 1762: “De la Sangre de Xto. 485 reales”, lo que no deja lugar a dudas sobre la existencia de la Cofradía de la Sangre de Cristo, si bien no se detectan más apuntes económicos a partir de ahí y hasta el año 1820 en que finalizan las anotaciones, aunque en la Carta Capitular

7 Archivo Diocesano de Cuenca. Capellanías. Legajo 33/10. 30/XII/1798. 8 Montoya Beleña, S., “Un Hospicio para caminantes y peregrinos en el convento-

santuario de Ntra. Sra. de La Loma de Campillo de Altobuey (Cuenca)”, en Actas del Simposium La Iglesia Española y las Instituciones de Caridad, San Lorenzo de El Escorial, septiembre 2006, p. 631.

9 Libro de Recibo de este convento de Ntra. Sra. de La Loma de la villa del Campillo. 1756. Propiedad particular. Depositado en el Museo Municipal de Campillo.

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del año 1765, siendo prior el padre fray Miguel de Nuestra Señora del Carmen, se recoge un aumento patrimonial de una Cruz de Caravaca en plata, entregada por unos bienhechores para el adorno y joyero de Nuestra Señora de la Loma, que es un detalle más para confirmar el culto y devoción a la Vera Cruz, y así se la nombra en varias ocasiones, como por ejemplo en las cuentas del 18 de mayo de 1750, “(…) Piostres actuales deeste Cabildo [Sangre de Cristo] y de la Santª. Veracruz y memoria qe. enel dejó el Lizenciado Dn. Martín Sebastián Presro. que fue deesta villa (...)”; en la visita del año 1753, “Visita de la Cofradía de la Santa Vera Cruz”; o en la de 1756, “Cabildo de la Santa Vera Cruz”; o en la de 1766 en que aparece el título completo, “Libro de la Cofradía de la Vera Cruz y Sangre de Xto.”, visitas recogidas en el libro del testamento de don Martín Sebastián ya citado10, a lo que aún podemos añadir también otro apunte del año 1793, “De Misas de Mayos, 120 reales”, mayos cantados por el grupo de los casados el día de la Santa Cruz (3 de mayo), de los que se conservan piezas musicales compuestas en especial para venerar a la Cruz, cuya cofradía, antes de la unificación, se llamaba Cofradía de la Cruz de Mayo. El inventario parroquial de 1922, también recoge la existencia de una Cruz de Caravaca en la sacristía de la parroquia, con sus correspondientes reliquias, que serían otras reliquias distintas del Lignum Crucis y de la Santa Espina, pero cuya presencia tendría alguna relación con esta devoción por la Pasión de Cristo. Las relaciones con los agustinos fueron excelentes, y en un documento sin fecha se menciona una “Escritura de cesión que hizo a este convento de mil Reales de vellón, de que nos havía hecho donación la Cofradía de la Sangre de Cristo”. Del mismo modo, el convento compró un haza a la Cofradía el año 1730 y se cita la pertinente escritura: “n.10º. Robra de una haza que compró el Convento a la Cofradía de la Sangre de Cristo ante Manuel Gil Sahuquillo año de 1730”11.

La cofradía de la Vera Cruz y de la Sangre de Cristo de Campillo llegó a contar con un buen número de cofrades, cifrándose en más de 250 miembros, a los que se exigía el pago de cuatro reales y medio para entrar y tres reales al año en concepto de luminaria (cirios, hachones, blandones, etc.). Sus mayordomos estaban autorizados a pedir limosna la víspera de las tres Pascuas, ayudando a la financiación de la cofradía. Una de sus funciones principales era la de socorrer a los pobres de la villa y celebrar misas por los cofrades difuntos, seis misas rezadas por cada hermano que fallecía, además de la del entierro, procediendo del mismo modo si la fallecida era la mujer del cofrade o algún hijo menor de doce años. Además, como la cofradía tenía fundado en Campillo

10 Testamento de D n. Martín Sebastián, 1663-1778. Archivo parroquial. Campillo. s.p. 11 Libro de Estado y Fundación del Convento. 1749-60. Campillo de Altobuey. AHN,

Sección Clero, Libro Sign. 3174, f. 19.

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un Pósito Pío y un Monte de Piedad, con mayor facilidad podrían acceder sus cofrades a los beneficios de estas fundaciones, traducidos en grano para panificar o sembrar. De este modo, los miembros de la cofradía se aseguraban soluciones a los problemas en años de sequía o malas cosechas, así como también el acceso al crédito dinerario preciso para solventar cualquier contratiempo, enfermedad, accidente, estado de viudedad, etcétera. De la existencia y fundación del Pósito Pío y de la propia cofradía se da cuenta en el Segundo Libro de Fábrica de la iglesia parroquial, y en la visita llevada a cabo en el año 1733 se dice lo siguiente: “400 reales del situado del pósito de la Sangre de Xto. a razón de 80 reales cada año y son por cinco, el último el pasado de 32 ynclusive”12 . Y más adelante, en las cuentas de la fábrica de la iglesia del año 1766, se vuelve a decir: “Situado de la Sangre de X to. Más es cargo y sesenta Rs. que ha devido cobrar de los Piostres de la Cofradía de la Sangre de Christo, Monte de Piedad, fundado por el Liz. Martín Sebastián a 80 r rs. por año que es el situado que dejó a esta Yglesia y son por los dos años del márgen” 13. El Licenciado don Martín Sebastián fue uno de los tenientes del Beneficiado de Campillo, don Eladio Pimentel, que disfrutaba de un rico beneficio curado en la parroquia de 600 ducados anuales. El Libro 4º de Bautismos, 1639-1646 14, cita a estos personajes en el encabezamiento del mismo, y el Inventario parroquial de 1878 incluye un libro con el “Testamento del Licenciado Martín Sebastián a favor del Pósito”, que se conserva y es donde encontramos unos cuantos cuadernillos cosidos al principio del mismo, cuentas y visitas de la cofradía de que nos ocupamos, los cuales han proporcionado buena parte de la información y detalles sobre su funcionamiento que se mencionan en este trabajo 15. La portada de este libro anuncia otro contenido distinto: “Ysabel de Cárceles. Visitas año de 1750. Capital de Censos 8379 r s. cuyas Escrituras paran en el Pósito Monte Pío y sus productos son para darlos de limosna a los Pobres”. Siguen los cuadernillos citados líneas atrás, cosidos, pero que se ve claramente que han sido añadidos con posterioridad, aunque es documentación del mismo tema que el testamento de Martín Sebastián, y se refiere a la existencia de la Santa Cofradía de la Vera Cruz y de la Sangre de Cristo, que es la administradora de la Pía Memoria que había fundado don Martín y de la laudable memoria que fundó Isabel de Cárceles para dar limosna a los pobres. Por esta razón se recogió y cosió toda la documentación suelta en un mismo libro, por ser temas conexos con la cofradía de la Vera Cruz.

12 Libro Segundo de Fábrica. Archivo Parroquial. Campillo de Altobuey, f. 64v. 13 Ibídem. f. 260r. 14 Libro 4º de Bautismos, 1639-1646. Archivo Parroquial. Campillo, f. 149v. 15 Testamento de D n. Martín Sebastián. Archivo Parroquial. Campillo de Altobuey. S. p.

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III. INFLUENCIAS DE LOS FRANCISCANOS

En Campillo de Altobuey no existió convento franciscano, pero sí está documentada la presencia de frailes de esta orden que acudían a predicar a la localidad procedentes de la vecina Iniesta. Está admitido por los estudiosos de las cofradías de la Vera Cruz que se trata de una devoción extendida y fomentada por los franciscanos, así como de todo aquello que tiene que ver con la Pasión de Cristo y sus reliquias, las Cinco Llagas, el Lignum Crucis, la Santa Espina, las Arma Christi, etc., según quedó apuntado, y en Campillo se documenta una manda testamentaria muy esclarecedora, que se cita en un pleito de don Fernando Nieto y de su mujer doña Catalina Alcaud, que dice así:“… dezir dos missas cada semana perpetuamente y para siempre jamás, una el Viernes a honra y gloria de las Santísimas Llagas y Corona de Espinas de Nuestro Señor Jesu xto. por la gran debozión que les han tenido y tienen...” 16.

Los inventarios parroquiales de Campillo, el último correspondiente al año 1901, recogen la existencia de un altar dedicado a San Francisco de Asís. Del mismo modo, el Primer Libro de Fábrica de la parroquia habla, en la visita girada el año 1667, de la existencia del altar de San Francisco y de la existencia de la cofradía de la Sangre de Cristo17: “Altares. Visitó el altar mayor y halló que se compone el primer cuerpo de quatro urnas de reliquias de cuerpos de santos y consecutivo tenía su frontal, savana y ara con decencia. Visitó el altar de Santiago y halló con su frontal y savana y ara con dezencia. Está en un nicho o capilla y en el fundada una capilla por el capitán [Juan] Salinas de cien misas cada un año. Visitó el altar colateral de nra. Sª. de la Concepción. El de Santa Lucía. El de nra. Sra. del Rosario. El de San Joseph. El de San Fran[cis] co. El de San Bartolomé. El de nra. Sra. del Carmen, y halló que todos tenían sus frontales, savana y ara con dezencia. Visitó otro altar que está en la capilla donde está la pila del vautismo que es de San Antón y halló que tenía su frontal, savana y ara con dezencia. Visitó el Hospital de esta villa y halló algunas mantas en dos camas y la casa bien reparada. Visitó la hermita de nra. Sra. de la Loma, de San Quílez, de San Sevastián, de San Xptoval., de San Roque, de Santa Ana, de Santa Quiteria, de la Sanctíssima Trinidad, de San Miguel, y en sus libros quedó auto de visita. Cofradías : Bisitó las cofradías de la Asumpción, Sangre de Christo, San Roque, San Sevastián, San Andrés, Santa Ana, San Joseph, Concepción, y San Bartolomé y en un libro queda auto de visita”. Con posterioridad a esta fecha, las Capitulaciones

16 Pleito executivo, contra los deudores y tenedores de los censos que impuso le licenciado D. Fernando Nieto, y Dª Catalina de Moya y Alcaud, su muger…, Archivo Parroquial. Campillo de Altobuey, f. 46v.

17Libro Primero de Fábrica. Archivo Parroquial. Campillo de Altobuey. Visita de 1667, f. 235r y 236r.

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Fundacionales del convento agustino recoleto de Nuestra Señora de la Loma, datadas en 1680, también hablan de la existencia de la cofradía, más en concreto en la cláusula nº 13, según quedó indicado antes. No creo que en este caso se trate de una cofradía de la Sangre de Cristo distinta a la mencionada en los libros de la parroquia, es decir, que no creo que existieran dos cofradías de la Sangre de Cristo en la misma localidad, una en el convento recoleto (antes ubicada en la antigua ermita medieval de la Virgen de los Ángeles entregada a los agustinos) y otra en la parroquial, sino que sus rituales y prácticas piadosas se llevarían a cabo indistintamente en uno u otro lugar, dependiendo del momento y tiempo litúrgico y sus procesiones irían de un sitio a otro, de la parroquia a la ermita (luego convento y santuario de la Loma) y viceversa.

También existió en la localidad, y así está documentado18, la Orden Tercera de San Francisco, con su Hermano Mayor al frente. El libro de fábrica citado recoge la noticia de un desperfecto accidental ocasionado en el retablo mayor por el hermano de la Orden Tercera, Miguel López: “Adereço del Retablo. Beinte reales que se gastaron en adereçar el retablo del altar mayor que se le arrimó una bela que abía puesto Miguel López, hermano de la tercera horden y costó 34 reales de adereço y desta cantidad a pagado catorce R r. el dicho Miguel López, que lo combino el cura de esta vª y los demás paga la yglesia que son los dichos veinte reales”, e igualmente disponía de altar dedicado al Poverello de Asís la capilla o ermita del Santo Cristo de Burgos, templo para atender el hospital de pobres, peregrinos y caminantes, ubicado en el centro de la población, lugar donde el inventario de 1901 sitúa y menciona la existencia de la llamada Cruz de las Reliquias, una cruz de madera repleta de relicarios y medallas colgados en su fuste y travesaños, sobre la que hemos de volver..

El mismo altar de San Francisco vuelve a ser citado en el Libro de Testamentos del año 1768, y más en concreto en el testamento que otorgó Bartolomé Engra el 27 de octubre de 1786. Después de las mandas testamentarias pertinentes, se informa de una fundación que llevó a cabo para devoción al Niño Jesús del Huerto, imagen que estaba colocada en el mismo altar de San Francisco, ambas devociones inspiradas por los franciscanos. Dice así: “Fundación. En 18 de Abril de 1775 ante Roque Gabaldón escno. de esta Villa, otorgó Escritura de elección y fundación de una Pía memoria al Niño Jesús del Huerto colocado en el Altar de San Fran co. de esta Parroq l. con la obligación de hacer en ella todos los años una función con Missa y Sermón el día del Dulcísimo Nombre de Jesús y Asimismo quatro misas rezadas en días determinados, su limosna tres rs. cada una. Que se pongan dos belas en dcho. altar los días de fiesta a la Misa Mayor, y Corona, todo con el producto de

18 Ibídem. Visita de 1660, f. 219.

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Nuebe pedazos de tierra y un Majuelo de 1610 bides; Cuya copia se halla en el Libro de Perpetuales y en ella consta qe. dichos bienes importan 6.068 rs. como también los llamamientos para la administración de dha. Pía Memoria y lo firmé. Julian Fernz. Arcos (firmado y rubricado)”19.

Así pues, vemos que el franciscanismo se halla presente en Campillo de Altobuey y pudo ser el impulsor de la fundación de esta cofradía de la Vera Cruz. Como es de todos sabido, los franciscanos son, en inicio, los Guardianes de los Santos Lugares, son los que difunden la veneración a la Santa Cruz y a la Preciosa Sangre de Cristo, en especial a través de cofradías que cuentan con “Hermanos de Luz”, encargados de alumbrar con sus cirios, hachones y blandones a los “Hermanos de Sangre” o hermanos disciplinantes que salen en la procesión de la noche del Jueves Santo flagelándose las espaldas hasta hacer brotar la sangre, delante de los “Hermanos de Carga” que portan las imágenes y los pasos del ciclo pasionario. En Campillo no se documentan, hasta la fecha, estas procesiones de disciplinantes, no queda constancia ni mención de archivo que lo confirme de modo expreso (sí se documentan procesiones, como veremos en el apartado siguiente, aunque sin mención de disciplinantes o encadenados), pero no sería extraño, porque era una práctica habitual en buena parte de las existentes en el país, y alguna ha llegado hasta la actualidad, como es el caso de los “picaos” de San Vicente de la Sonsierra en la Rioja20. El Concilio de Trento y la Contrarreforma Católica impulsaron este tipo de cofradías y prácticas cruentas, convirtiéndose los franciscanos y dominicos en sus primeros y principales promotores, especialmente a partir de 1570 y la finalización del concilio.

Los franciscanos fueron los impulsores de la veneración a la Cruz, a la Sangre de Cristo y sus reliquias, y su presencia y acción puede explicar la existencia en Campillo de dos relicarios, uno con una astilla de la Cruz de Cristo, es decir, un “Lignum Crucis”, y el otro con una espina de la corona de Cristo, la “Santa Espina”, ambas mencionadas en la documentación de archivo. Asimismo, también está documentada la existencia de abundantes cofradías de Pasión en el convento agustino recoleto, fundado sobre la primitiva ermita medieval dedicada a la Virgen de los Ángeles, ermita donde estarían alojadas y ubicadas estas cofradías desde tiempo atrás, creadas en principio por la acción predicadora de los franciscanos de Iniesta, los cuales acudían al

19 Testamentos. Año de 1768. Archivo Parroquial. Campillo de Altobuey. Libro 11 de

testamentos, f. 275r y v. 20 FERNÁNDEZ MENDOZA, J., y MORAZA MARTÍNEZ, R., “La Cofradía de la Santa

Vera Cruz de los Disciplinantes: “los Picaos” de San Vicente de la Sonsierra (La Rioja)”, en Actas Congreso Internacional La Semana Santa en las culturas de los confines de la cristiandad oriental y occidental, Varsovia 2006, pp. 83-94.

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pueblo también para pedir limosna y atender a enfermos y moribundos, cofradías e imágenes de las que se hicieron cargo los agustinos recoletos al conseguir estos la fundación de un convento de su orden en detrimento y perjuicio de los franciscanos, que, incluso, perdieron el sonoro pleito interpuesto contra los agustinos para impedir su fundación y no tener competidores en la petición de limosna. Al parecer los franciscanos de Iniesta trataban de fundar un convento en Campillo, y así permite afirmarlo el testamento de Roque Martínez, de 9 de enero de 167621:“Yden es su boluntad que si se fundase combento de nuestro padre San Fco. en la ermita de nuestra Señora de la Loma extramuros desta vª le mandan anbos dos fanegas de trigo porque los encomienden a dios en las missas y oraziones y sufragios (...)”. Las conversaciones no dieron resultado positivo para los franciscanos, porque en 1680 los agustinos recoletos firman las Capitulaciones Fundacionales para erigir convento y levantar el nuevo santuario dedicado a la Virgen de la Loma, cuya bendición tuvo lugar el 8 de septiembre de 1712, después de más de veinte años de obras. Las imágenes existentes en las capillas del convento y sus advocaciones, al menos hasta el inicio de la pasada guerra civil en que fueron destrozadas y quemadas, confirman este entusiasmo por el mundo pasionario: Jesús Nazareno con la cruz a cuestas, Nuestra Señora de la Soledad (con su cofradía), la Oración en el Huerto de los Olivos, la Dolorosa, etcétera. Como broche final, el 30 de noviembre de 1824, los agustinos solicitan licencia para erigir en el convento la Cofradía de los Siete Dolores de la Virgen María, concediendo el permiso el Provincial de Aragón de los Padres Servitas, Fr. Nicolás Pascual22.

La existencia en el pueblo de un hospital puesto bajo la advocación del Cristo de Burgos, o la existencia de esa Cruz de las Reliquias mencionada en un inventario de esta capilla o ermita, y la existencia de un conjuratorio dedicado a esa misma cruz, de factura moderna el existente, pero recogiendo una muy antigua tradición y ubicado en los montes cercanos, de idéntico topónimo, o la existencia en este hospital de otro altar dedicado a San Francisco de Asís, son hechos que confirman la influencia del franciscanismo y la extensión del culto a la Pasión de Cristo.

La iglesia parroquial de la localidad, sede asimismo de numerosas cofradías, contaba con otra imagen del Cristo de los Afligidos, destruido hace algunos años de forma accidental, de la Virgen Dolorosa y de la Soledad, del Amarrado a la Columna, Santo Sepulcro, un lienzo de la Verónica (destruido en la guerra civil) y de la ya citada Orden Tercera de San Francisco. Existía la costumbre de cantar en ella el “Miserere” todos los Viernes de Cuaresma en el altar del

21 Libro de Testamentos, 1672-1690. Archivo Parroquial. Campillo de Altobuey, f. 60 r. 22 AHOAR, caja 32.

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Cristo, práctica ya desaparecida y de la que solo ha quedado alguna mención puntual en los archivos, sin que sepamos qué pieza musical se cantaba23: “Son baja un mantel de los tres que cita el n.º 11, a consecuencia de que se quemó un Viernes de Marzo en el altar del Cristo cantando el miserere; en cuyo altar cayeron en lo alto de él dos velas encendidas y de consequente se quemó”. En el cercano pueblo de Mira subsiste todavía esta tradición del canto del “Miserere” en la cuaresma.

El término municipal de Campillo estaba amojonado con diversas cruces que sacralizaban el espacio y a la ya citada Cruz de las Reliquias hay que añadir la Cruz de las Membrilleras, la Cruz de la Puerta de Valencia y la Cruz del Alférez, recordada su existencia por la paleotoponimia o escuetas noticias de archivo. Así, la Cruz de las Membrilleras se cita en el Libro de la Cofradía del Santísimo Sacramento, de 1629, que en la visita del 31 de enero de 1746 señala que tenía una tierra de su propiedad junto a esta cruz, y otra tierra junto a la Cruz de la Puerta de Valencia. La Cruz del Alférez se ubicaba en el llamado Vallejo del Alférez, junto a cañadas y veredas de la Mesta y otros lugares conocidos con topónimos como por ejemplo “Encierratoros”, de clara raigambre ganadera.

Así pues, queda de manifiesto que la presencia de los frailes franciscanos en Campillo, que acudían a predicar desde la cercana Iniesta, alentó por sus intervenciones las cofradías y las devociones pasionarias, lo que, a la vez, ayuda a comprender la existencia de la cofradía de la Vera Cruz y de la Sangre de Cristo, mencionada en noticias de archivo esparcidas por otros libros documentales. IV. SAN VICENTE FERRER Y LAS PROCESIONES DE FLAGELANTES

El santo dominico valenciano, el “Pare Vicent”, realizó un recorrido de predicación por España y Europa anunciando el fin de los tiempos y llamando a la gente a la conversión y penitencia. En sus viajes iba acompañado de grupos de seguidores que se entregaban a la autoflagelación. Se organizaban procesiones de disciplinantes que, encendidos por la predicación de San Vicente, querían emular los dolores sufridos por Cristo en su Pasión.

Al parecer, esta práctica de la flagelación fue iniciada en el siglo XI por San

Pedro Damián y hay textos suyos donde la defiende, señalando al disciplinante

23 Libro 1º de Confirmaciones. Empieza en el año 1924. Inventario de esta Parroquia [de] San Andrés Apóstol de Campillo de Altobuey (1852-1944). Archivo Parroquial. Campillo de Altobuey, f. 152.

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como juez, reo y verdugo, todo a la vez. Se extendió a bastantes monasterios, pero fue una práctica y un movimiento esencialmente laico. Grupos numerosos de hombres y mujeres caminaban juntos durante 33 días, yendo de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, como el propio Cristo caminó y vivió 33 años en la Tierra, animando a la gente a la penitencia y a cambiar las costumbres inmorales, causando una profunda impresión en quienes los veían, en medio de un espectáculo sangriento, fantasmagórico y bergmaniano. El papa Clemente VI se vio obligado, en octubre de 1349, a emitir una bula de prohibición de este movimiento de disciplinantes y declararlo herético, pero no llegó a prohibir la flagelación, no condenó su práctica si se hacía con discreción y sin superstición, porque llegó a haber gente que creía que la sangre de los flagelantes era de personas santas. Las cofradías de la Vera Cruz y sus Hermanos de Sangre, o disciplinantes, parecen estar muy relacionados con el culto a algún trozo del “Lignum Crucis”, como es el caso de una de las más famosas cofradías que se han conservado en España y es la del pueblo riojano de San Vicente de la Sonsierra.

En Campillo de Altobuey se dan circunstancias bien curiosas al respecto. Una es la existencia documentada de sendos relicarios, uno con un fragmento de la cruz de Cristo, un “Lignum Crucis”, y otro con una “Santa Espina” de la corona. Las crónicas de los recoletos recogen la existencia de estos dos relicarios24 al comentar las solemnes fiestas que se llevaron a cabo entre el 8 y el 13 de septiembre de 1712 con motivo de la dedicación de la iglesia conventual en Campillo de Altobuey. Después de referirse a los festejos del quinto día, con corrida de toros inclusive y agasajo a los huéspedes que asistieron, dice el cronista recoleto: “No por los muchos gastos que se originaron en dicha colocación, se acobardó el ánimo de nuestro Prelado, antes bien prosiguió con los aumentos porque en dicho trienio se hicieron las dos custodias pequeñas de plata en que se reserva el lignum crucis y la espina de la corona de Cristo nuestro Redentor, la cual dio la señora Condesa de Villa, con un vaso para consagrar las formas”. Una lectura atenta de este párrafo nos permite pensar que la reliquia del Lignum Crucis ya existía de antemano, y que lo que hace el prior agustino es encargar un ostensorio o custodia de plata para exponer y realzar el valor del fragmento de la cruz de Cristo. Del mismo modo, encarga un segundo ostensorio para exponer la otra preciada reliquia, la Santa Espina, donación de la Condesa de Villa. Quizás la buena señora tuviera especial devoción a la Virgen de la Loma, o mantenía una buena relación con los frailes agustinos, y dada la existencia del Lignus Crucis a su cuidado, quisiera acrecentar esta devoción pasionaria entregándoles la valiosísima reliquia de

24 FABO DEL CORAZÓN DE MARÍA, FRAY PEDRO, Historia General de la Orden

de los Agustinos Recoletos, tomo VI, 2ª parte. Años 1706-1714. Barcelona 1928, p. 357.

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la espina de la corona de Cristo, además de la existencia en el convento de imágenes y cofradías penitenciales. Estos relicarios -qué duda cabe- fueron muy estimados por las cofradías de la Vera Cruz y Sangre de Cristo del país, y en el caso de Campillo se explicaría su presencia por el influjo devocional de la cofradía que estudiamos. Las reliquias eran objetos devocionales muy estimados y en un documento suelto los agustinos mencionan que poseen también una reliquia de San Juan de la Cruz y de San Gerardo Obispo: “Nº 17. Dos auténticas de las Reliquias de San Juan de la Cruz, y de Sn .Gerardo Obispo, y Confesor, que están en los dos relicarios de plata pequeños”. Es posible que fueran los dos relicarios de oro, plata y aljófar que se citan en la consulta del 6-XI-1799 y que se ven obligados a vender para atender unas obras muy urgentes en el camarín de la Virgen25.

Volviendo a San Vicente Ferrer, entró en Castilla a principios del año

1411, predicando en Murcia, Jumilla, Albacete, Hellín, Tobarra, Villaverde, Orgaz, Toledo, Guadalajara, Ayllón…, así como en otras poblaciones menos importantes. En todas ellas permanecía varios días, celebrando misas y diciendo sus largos sermones a la gente que venía a oírlo e incitaba a la penitencia y las buenas costumbres. Sus biógrafos dicen que iba acompañado de un numeroso grupo de hombres y mujeres, a veces hasta quinientas personas, y muchas de ellas se azotaban y disciplinaban hasta hacer brotar la sangre. La Crónica de Juan II, de Alvar García de Santa María, se refiere al santo valenciano de esta manera26: “E dávales sus enxemplos cómo se devía enmendar e guardar de pecar, que era una gran maravilla tanto que por la partes do pedricava se andava açotando mucha gente de noche fasta que sus espaldas e sus carnes corría sangre. Esto de voluntad, maguer que por su parte no les hera mandado. E todos avían en él gran devoçión. Así, de donde él andava traía trezientas personas. Por las tierras de Castilla andavan con él muchas más. E cada vez que avía de pedricar se ayuntavan de toda la comarca de la tierra donde era sabido de más de diez leguas enderredor muchas gentes,de manera que por do él andava lo tenían por ombre de santa vida”. Así pues, vemos que San Vicente recorría Castilla predicando entre las gentes sus ideas apocalípticas, yendo acompañado de grupos de flagelantes que se infligían cruentas disciplinas, conmocionando a los lugareños con este espectáculo sobrecogedor. No se ha documentado fehacientemente el paso de San Vicente Ferrer por las tierras de Campillo y su comarca, pero sí que hay que dejar constancia de que en la villa tuvo un importante culto, como ahora veremos.

25 Libro de Consultas. 1740. AHN, Sección Clero, Libros, signatura 3176.bis, f. 81. 26 CÁTEDRA, P.M., “La predicación castellana de San Vicente Ferrer”, en Butlletí de la

Reial Academia de Bones Lletres de Barcelona, vol. 39 (1984) 307.

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El inventario parroquial de 1901, indica que en la capilla de San Antonio de Padua (fundación del siglo XVIII), existe una “Imagen de San Vicente Ferrer con su reliquia”. Esta imagen necesariamente tenía que ser la que conservaron en su domicilio las hermanas María y Gloria Notario Lodos hasta su fallecimiento hace unos años. Sus herederos se la llevaron, desconociéndose la suerte que ha corrido la imagen, si la conservan todavía o si ha pasado al mercado anticuario. Personalmente tuve la suerte de ver y conocer la escultura, de bulto redondo, que no llegaba a un metro de altura, con decoración dorada, estofada y policromada en el hábito del santo dominico, ennegrecida por el paso del tiempo y adoptando la postura habitual en su iconografía, con el brazo derecho levantado y señalando con su dedo índice al cielo. No llevaba la filacteria con la inscripción del “Timete Deum...”, frecuente en las representaciones del “Pare Vicent”, quizá por haberse perdido. Y así, algo de lo que no eran propietarios, sino simples custodios o depositarios, pasa a ser de su propiedad por decisión unilateral, sin que la avalen otros títulos de pertenencia que la simple depositaría y cuidado a su cargo por ser gente de iglesia. Lo cierto es que la imagen comentada de San Vicente Ferrer, por esta desidia o confusión entre lo público y lo privado, ha desaparecido de Campillo para siempre, hurtando a los campillanos el derecho a su contemplación (o devoción, quien se la tenga), cuya presencia solo podrán atestiguar las noticias del archivo parroquial y la memoria de quien esto escribe. De la reliquia nada se sabe sobre su paradero. Se expondría en algún ostensorio y, por ser una pieza valiosa de orfebrería, sería robada en cualquiera de esos momentos trágicos por los que ha pasado la Iglesia y su patrimonio.

Hay que destacar la existencia en Campillo de esta reliquia de San Vicente

Ferrer, según indican en reiteradas ocasiones los sucesivos inventarios parroquiales. Una reliquia de San Vicente en Campillo, cuando el todopoderoso Patriarca de Antioquía, Capitán General, Virrey y Arzobispo de Valencia, San Juan de Ribera, tenía solo una y a ella se dedican algunas de las pinturas que decoran al fresco las paredes de la capilla de su Colegio-Seminario del Corpus Christi en Valencia, encargadas al pintor genovés Bartolomé Matarana, activo en Cuenca. Una reliquia de San Vicente Ferrer, apóstol de Europa, no es cualquier cosa y da buena fe de ello estas pinturas del Patriarca que recogen “La entrega de la reliquia del santo en Vannes (Francia) a los emisarios enviados por el Patriarca” o la “Fiesta y procesión por la llegada a Valencia de la reliquia”27, en el crucero y en la capilla del santo, respectivamente. En los libros de cuentas de los agustinos recoletos de Campillo28, se recoge el pago de una misa dicha

27 BENITO DOMÉNECH, F., Museo del Patriarca. Valencia, Edic. Ibercaja, Bélgica

1991, pp. 92-93 28 Libro de Estado y Fundación del Convento. Campillo de Altobuey, 1749-1760. AHN,

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el día de San Vicente. La anotación corresponde al 27 de octubre de 1725, tratándose de un aniversario de misas encargadas a los frailes por Martín Herrero Descalzo en las onomásticas de una larga serie de santos de su devoción, entre ellos el dominico valenciano: “Aniversario Perpetuo de Martín Herrero Descalzo, de vigilia, misa cantada y responso con toque de campana en el día de San Martín (…), San Bisente Ferrer (…). 5000 reales de vellón”.

No es menos novedoso y sorprendente que en la localidad de Almodóvar

del Pinar, vecina de Campillo, se levantara en el siglo XVIII una magnífica ermita dedicada a San Vicente, con planta de cruz griega, cúpula en el crucero y espectacular portada barroca con columnas exentas. Hasta de cine sirvió este pequeño templo, al que saco a colación como apoyo al hipotético paso de San Vicente por la comarca o al menos de la influencia y éxito de su culto y de las procesiones de flagelantes que lo acompañaban en su periplo peninsular, la creación de cofradías de la Vera Cruz y Sangre de Cristo, como la de Campillo estudiada, y la posibilidad de que se practicaran aquellas disciplinas de flagelación, según se hacía en otros sitios. En Campillo, la cofradía realizaba procesiones y sus cuentas así lo testimonian, pero nada dice el apunte sobre la flagelación: “Procesiones. Item más pagaron a los tenientes y sacristanes beinte y siete rs. y 1mr. por las procesiones desta cofradía, los días según costumbre”29.

El canónigo valenciano José Sanchis Sivera, biógrafo de San Vicente Ferrer,

puede ayudarnos con sus escritos a confirmar la devoción al santo en tierras conquenses. Dice así: “De Toledo se dirigió San Vicente a Guadalajara (…). Es probable visitase entonces a Alcalá, Cuenca y muchos de sus pueblos comprendidos entre estas ciudades, pues se conservan tradiciones que lo atestiguan, y se cuentan todavía milagros por él realizados”30. Según los biógrafos de San Vicente, la gente que iba a oír sus prédicas y curiosear el ambiente que rodeaba al santo, con seguidores y disciplinantes, no dudaban en caminar lo que hiciera falta, incluso diez o doce leguas, tal era la fama y la atracción del santo dominico y su devoción por la Pasión de Cristo. En Campillo tengo recogida de mi madre, en el año 2009, una oración y canción popular en la que se cita a San Vicente, que dice así: “Si usted me da una limosna / le canto con alegría / las penas de San José / y de la Virgen María. / San José era su padre, / Santa María su madre, / los ángeles sus hermanos / lo cogieron de la mano, / lo llevaron a Belén, / desde Belén al Calvario / y del Calvario a la fuente, / que allí estaba San Vicente / con una cruz en la frente. / Amén”. Todo

Sección Clero. Sign. 3174, f. 78.

29 Testamento de D n. Martín Sebastián.1663-1778, Archivo parroquial. Campillo de Altobuey, s.p.

30 SANCHÍS SIVERA, J., Historia de San Vicente Ferrer, Valencia 1896, p. 200.

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esto confirma el culto a San Vicente Ferrer en la comarca, su posible recorrido por la misma y su influencia en la creación de cofradías de la Vera Cruz y Sangre de Cristo, con lo que todo ello supone de culto a las reliquias y organización de procesiones. V. INFLUENCIAS DE LA COFRADÍA LLEGADAS A LA ACTUALIDAD

Una serie de prácticas piadosas relacionadas con el culto y devoción a la Santa Cruz se han conservado en Campillo hasta el tiempo presente y lo más probable es que en su origen esté la influencia de la Cofradía de la Vera Cruz y Sangre de Cristo. 5.1. Realización de “altares” en los zaguanes de las casas

Tenían lugar con motivo de la celebración de la festividad de la Santa Cruz de Mayo31, en que se conmemora la Invención o descubrimiento de la reliquia de la Cruz de Cristo. Es una costumbre, aunque ya desaparecida en el pueblo, de la que las personas mayores de la localidad todavía guardaban memoria de ella, y todos los datos que se incluyen a continuación son debidos a su lúcido recuerdo, como es el caso de mi propia madre. Consistía en que en diez o doce casas del pueblo se confeccionaban estos altares, ubicados en el portal de entrada a las mismas, que a lo largo del día iban a ser visitados por los vecinos que lo deseasen, así como por los niños. Se hacía un “altar” - por llamarlo de alguna manera- a la Santa Cruz y se adornaba la pequeña estancia con flores, velas, cuadros de tema religioso, estampas, pequeñas imágenes (en especial del Niño Jesús), colchas lucidoras, mantones de Manila (quien lo tuviese o pudiera conseguir alguno), adornos hechos con papeles de colores, etcétera, todo dispuesto en un tono muy naïf, con aire popular, y donde la participación de los niños en edad escolar debió ser muy importante. Se ponía, además, una hogaza de pan y una botella de vino para convidar a los visitantes. En casas de economía más desahogada, el pan podía ser sustituido por un bizcocho grande, y el vino corriente por otro preparado y endulzado con azúcar y canela u otras especias o mediante el añadido de algún licor espirituoso o trozos de fruta, algo parecido a la tradicional “zurra” o “zurracapote”.

En los años previos a la pasada guerra civil y en los durísimos años de la

posguerra, conseguir un trocito de pan y un buen trago de vino era un incentivo

31 MONTOYA BELEÑA, S., “Una costumbre perdida en Campillo de Altobuey: las

cruces de mayo”, en Programa de Fiestas de 1998. Ayuntamiento de Campillo, s.p.

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más que suficiente para hacer ese recorrido por los altares dedicados a la Santa Cruz. Y si ese trozo de pan podía ser un poco de bizcocho acompañado de un vino dulce, pues mejor todavía. Era una ocasión de salir de casa, de encontrarse con amigos, vecinos y familiares, de establecer o fortalecer relaciones amistosas y tener un momento de convivencia lúdica y de ocio con los convecinos, sin olvidar el sentido religioso de esta práctica, donde aparecen las especies eucarísticas del pan y del vino, aunque sea en una versión laica pero cargada del mismo sentido de comunión, de participación, de simbolismo sagrado, de práctica de la caridad cristiana y de entrega de un pequeño trozo de pan bendecido por los sacerdotes que también pasaban a visitar los altares y no perderían la ocasión de adoctrinar a los fieles con los que se encontraran. Estos altares, o dioramas sacros, los hacía quien quería, quien tenía el gusto de hacerlos o que lo había ofrecido, por las razones que fueran, personales o religiosas, es decir, que no había que ser hermano de ninguna cofradía, pero lo más probable es que estos montajes piadosos o “altares” los hicieran los miembros de la Cofradía de la Santa Cruz, que irían rotando en los años sucesivos.

Esta pequeña invitación a los visitantes, recuerda un poco lo que sucedía

por los años ochenta en nuestras ciudades con los miembros de la asociación de los Hare Krishna, los cuales recorrían las calles y plazas cantando y bailando, haciendo sonar sus platillos y tambores, a la vez que regalaban a los transeúntes, gratis et amore, un dulce pastelillo, explicando que el hecho de dar algo a los demás les servía para practicar el desprendimiento y la generosidad y para producir vibraciones positivas muy beneficiosas para el cuerpo y para el alma del que hace la entrega y del que lo recibe, que va a tener la oportunidad de practicar el agradecimiento, se va a ver impelido a hacer lo propio con otras personas y, en definitiva, va a contribuir a hacer un mundo mejor. En el fondo, la práctica campillana puede albergar esta profunda intención, aunque aparentemente fuera una sencilla práctica de comensalismo, propiciadora de la relación social lúdico-festiva, de solidaridad vinculada a la devoción y culto a la Santa Cruz, una ocasión para la ruptura de la rutina cotidiana gracias a la organización de un pequeño acontecimiento que se sale de lo habitual. En Valencia todavía se le siguen haciendo monumentos o altares florales por algunas calles y plazas o a las puertas de determinadas instituciones (ayuntamiento, Generalitat,…) y organizaciones sociales. 5.2. Romería al conjuratorio o humilladero de la Cruz de las Reliquias

En la actualidad, esta pequeña construcción es una hornacina para albergar y proteger la Cruz de las Reliquias, de cuyo fuste y brazos colgaban tradicionalmente numerosas medallas y relicarios. Está ubicada a unos tres o cuatro kilómetros

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del pueblo, en los montes vecinos conocidos como los “Cerros de la Cruz de las Reliquias”, por donde entraba la Cañada de los Serranos o del Reino de Valencia, del Honrado Concejo de la Mesta. La actual hornacina32 se hizo el año 1951, en plena posguerra y triunfo del nacionalcatolicismo, y a ella acudía la gente del pueblo en procesión, presidida por el cura del lugar que rezaba y cantaba el rosario por el camino. Al llegar la romería a la hornacina era costumbre cantar los “Mayos” a la Santa Cruz, de cuya letra y melodía todavía se acuerdan algunas personas mayores del lugar. Y al finalizar estos actos religiosos, los participantes se entregaban a pasar un día de entretenimiento o excursión, sobre todo los escolares, jugando por entre aquellos mares de romero y tomillo, yendo de vez en cuando a curiosear y contemplar la Santa Cruz en su hornacina y todos los relicarios y medallas que colgaban de ella.

Su historia se pone en relación con las guerras carlistas, causantes de la

desaparición de la cruz originaria -quién sabe-, aunque en el inventario de 1901 y en lo correspondiente al Hospital y ermita del Cristo de Burgos, se hace mención de una Cruz de las Reliquias, desaparecida definitivamente en los desmanes de la guerra civil. Puede que haya algo de cierto en la relación con los episodios carlistas, de lo que ha guardado memoria una bella estrofa de poesía popular. Las levas de soldados, las quintas, los jóvenes obligados a enrolarse en los ejércitos, eran muy temidas por las madres, que veían cómo se llevaban a sus hijos siendo bien jóvenes, y se encomendaban a la Santa Cruz para que esto no ocurriera, y si sucedía, que volvieran pronto sanos y salvos. La estrofa dice así: “Cruz de Mayo, Cruz de Mayo, / Cruz de Mayo en primavera /, cuando a los pobres soldados / se los llevan a la guerra”. Seguramente se trataría de una composición más larga, con más estrofas, y a lo mejor era cantable, pero es lo poco que en ese momento recordaba mi propia madre, que fue quien me la recitó. Hace bastantes años que la gente no va en romería a la Cruz de las Reliquias, no existe ningún aliciente para hacerlo, no hay fuentes de agua, no hay árboles frondosos ni espacios abiertos y organizados que permitan los juegos y el asueto, solo una cruz de palo sigue en su hornacina, atendida por un pequeño grupo de campillanos entusiastas de sus tradiciones y de su historia. 5.3. El canto de los Mayos a la Santa Cruz

En el apartado anterior acabamos de mencionar que al llegar los participantes

en la romería a la Cruz de las Reliquias se cantaban unos “mayos” a la Cruz. Además, debió ser costumbre cantar también otros mayos a la Cruz en la

32 MONTOYA BELEÑA, S., “La Cruz de las Reliquias de Campillo”, en Programa Fiestas

2016. Ayuntamiento Campillo, s.p.

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anochecida del día 2 al 3. Lo cierto es que ahora mismo existe un tercer mayo para banda de música dedicado a la Santa Cruz, compuesto en Badajoz el año 1918 por el músico militar Pedro Parra Alberruche, y de esta composición, así como de otros mayos me ocupé largamente en el Simposium que se dedicó al patrimonio inmaterial33. En sus estrofas la Cruz es presentada como nuestra defensa contra el diablo, como el árbol más hermoso y florido porque fue bañado por la sangre del Redentor, y como el signo que aparecerá en los cielos el día del Juicio Final para castigar a los malos y como premio para los buenos. En definitiva, se trata de corroborar una vez más la devoción a la Santa Cruz y a la Sangre de Cristo mediante el canto de los mayos a ellas dedicados, prácticas que se insertan en las festividades primaverales del ciclo de mayo y que han llegado hasta la actualidad. VI. CONCLUSIÓN

A modo de conclusión y recapitulando lo que va dicho, lo primero que hay que destacar es la existencia de la propia cofradía en Campillo, demostrada con el hallazgo de unos cuantos cuadernillos traspapelados, sueltos y mezclados con otros documentos pertenecientes o relacionados con las actividades de la cofradía. En segundo lugar, hay que añadir las referencias documentales hechas al respecto en los Libros de Fábrica de la parroquia, en los de otras cofradías y en las Capitulaciones Fundacionales del convento agustino recoleto de Nuestra Señora de la Loma, fechadas en 1680. En tercer lugar, es preciso destacar el culto a San Vicente Ferrer, del que hubo imagen, reliquia y altar, santo que pasa por ser en alguna medida el inspirador de estas cofradías y procesiones de disciplinantes. En cuarto lugar hay que señalar la presencia e influencia del franciscanismo y su devoción por las reliquias del Lignum Crucis y de la Santa Espina, presentes en Campillo, así como el aliento que infundieron a otras cofradías pasionarias. En quinto lugar, todo ese culto y devoción a la Cruz y a la Sangre de Cristo, ha pervivido en una serie de prácticas conservadas hasta el momento presente, como son el canto de los mayos a la Cruz, la realización de altares domésticos y la romería a su conjuratorio. Y en sexto lugar, ya se puede añadir una nueva cofradía más a aquel Informe General que mandó realizar el Conde de Aranda en el siglo XVIII, la de la Vera Cruz y Sangre de Cristo de Campillo, de la que no se tenía conocimiento al no haber respuestas por parte de la provincia de Cuenca, circunstancia que la dejó carente de una información muy rica para el conocimiento de su historia y de la religiosidad popular.

33 MONTOYA BELEÑA, S., “Los mayos como patrimonio cultural inmaterial. Algunos

ejemplos conquenses”, en Actas simposium El Patrimonio Inmaterial de la Cultura Cristiana, 5-8 septiembre, 2013. San Lorenzo de El Escorial 2013, pp. 421-22.

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San Vicente Ferrer. Xilografía. Siglo XVIII. Colección particular. Valencia.

Conjuratorio de la Cruz de las Reliquias. Campillo de Altobuey (Cuenca), 1951 (rest.). Archivo Santiago Montoya.

Cruces de Caravaca. Siglo XVIII. Colección Santiago Montoya.

Hospital del Cristo de Burgos. Siglos XVIII-XVIII. Campillo de Altobuey (Cuenca). Archivo Santiago Montoya.

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Santuario y Convento de Nuestra Señora de La Loma Agustinos Recoletos. 1690. Campillo de Altobuey (Cuenca). Archivo Santiago Montoya.

Capilla del Hospital del Cristo de Burgos. Siglos XVI-XVIII. Altar Mayor. Campillo de Altobuey. Cuenca. Archivo Santiago Montoya.

Iglesia Parroquial de San Andrés Apóstol. Siglos XVI-XVII. Campillo de Altobuey. Cuenca. Archivo Santiago Montoya.

Cruz de Caravaca. Sigl XVIII. Reverso. Colección Santiago Montoya.

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Portada Iglesia Hospital del Cristo de Burgos. Siglos XVI-XVIII. Detalle. Campillo de Altobuey (Cuenca). Archivo Satiago Montoya.

Portada Iglesia Hospital del Cristo de Burgos. Siglos XVI-XVIII. Campillo de Altobuey (Cuenca. Archivo Santiago Montoya.

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