la cerámica ibérica: estudio tipológico, cronológico y ... · 2 urbana de las más avanzadas de...

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1 1. Temas de investigación: La cerámica ibérica: estudio tipológico, cronológico y funcional. 1. Introducción. La cerámica ibérica se superpone a la tradición anterior que denominamos protoibérica, al ofrecer una producción realizada a torno, con pastas tratadas y acabados engobados o decoraciones pictóricas de motivos geométricos, vegetales, zoomorfos o escenas narrativas de la vida cotidiana, representaciones del mundo de las creencias, e incluso escritura. Su desarrollo se manifiesta además en una elevada complejidad formal. Se producen vasos para el transporte y la conservación de bienes, para la fermentación de bebidas espirituosas, para su servicio, la cocción, elaboración y consumo de alimentos, para el culto y el ritual, e incluso para contener colmenas de abejas o el desarrollo de industrias como el tejido. Naturalmente estas características iban unidas a un desarrollo tecnológico en su elaboración. La cerámica ibérica manifiesta la introducción de innovaciones como el torno rápido de alfarero, los hornos de tiro directo y el control de los gases para conseguir cocciones reductoras y oxidantes. Respecto a sus orígenes, tras los contactos iniciados en el segundo milenio a.C. con las culturas del Mediterráneo oriental y/o la cultura Hallstática de la Europa central, se desarrollarían los diferentes sustratos indígenas: el Nordeste peninsular inmerso en el proceso de expansión de los Campos de Urnas mientras que en torno al valle del Bajo Guadalquivir, la campiña gaditana y el sur de la provincia de Huelva se desarrollaba la cultura Tartésica. Las innovaciones son aportadas por la colonización de los pueblos semíticos a principios del primer milenio surgiendo focos culturales como la cultura turdetana y la ibérica, esta última en la costa levantina peninsular. No existe una cultura ibérica homogénea en su desarrollo cronológico ni geográfico, ya que ésta se extendió en un amplio territorio que abarcaba desde el área andaluza hasta el mediodía francés con notables diferencias regionales debidas a las diferentes influencias externas (semitas o griegos), durante el denominado Hierro I. Sin embargo, lo más destacable es la homogeneidad que alcanzó creando una sociedad

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1. Temas de investigación:

La cerámica ibérica: estudio tipológico, cronológico y funcional.

1. Introducción.

La cerámica ibérica se superpone a la tradición anterior que denominamos

protoibérica, al ofrecer una producción realizada a torno, con pastas tratadas y acabados

engobados o decoraciones pictóricas de motivos geométricos, vegetales, zoomorfos o

escenas narrativas de la vida cotidiana, representaciones del mundo de las creencias, e

incluso escritura. Su desarrollo se manifiesta además en una elevada complejidad

formal. Se producen vasos para el transporte y la conservación de bienes, para la

fermentación de bebidas espirituosas, para su servicio, la cocción, elaboración y

consumo de alimentos, para el culto y el ritual, e incluso para contener colmenas de

abejas o el desarrollo de industrias como el tejido. Naturalmente estas características

iban unidas a un desarrollo tecnológico en su elaboración. La cerámica ibérica

manifiesta la introducción de innovaciones como el torno rápido de alfarero, los hornos

de tiro directo y el control de los gases para conseguir cocciones reductoras y oxidantes.

Respecto a sus orígenes, tras los contactos iniciados en el segundo milenio a.C.

con las culturas del Mediterráneo oriental y/o la cultura Hallstática de la Europa central,

se desarrollarían los diferentes sustratos indígenas: el Nordeste peninsular inmerso en

el proceso de expansión de los Campos de Urnas mientras que en torno al valle del

Bajo Guadalquivir, la campiña gaditana y el sur de la provincia de Huelva se

desarrollaba la cultura Tartésica. Las innovaciones son aportadas por la colonización

de los pueblos semíticos a principios del primer milenio surgiendo focos culturales

como la cultura turdetana y la ibérica, esta última en la costa levantina peninsular. No

existe una cultura ibérica homogénea en su desarrollo cronológico ni geográfico, ya

que ésta se extendió en un amplio territorio que abarcaba desde el área andaluza hasta

el mediodía francés con notables diferencias regionales debidas a las diferentes

influencias externas (semitas o griegos), durante el denominado Hierro I. Sin

embargo, lo más destacable es la homogeneidad que alcanzó creando una sociedad

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urbana de las más avanzadas de su tiempo.

El presente trabajo está dividido en cuatro capítulos siendo el primero -la

introducción-. Los siguientes contemplan, (2) -una historiografía de la cultura ibérica-

que nos ayuda a comprender el ciclo histórico que ha supuesto la investigación de

dicha cultura hasta nuestros días, (3) -una historiografía de la cerámica a torno y su

decoración- que nos permitirá adentrarnos en la investigación de las cerámicas

ibéricas y finalmente un cuarto capitulo que es un -ensayo de las tipologías cerámicas

sistematizado-, al que se acompaña el Anexo (I) -Grupos, Subtipos y Variantes-, para

de alguna forma intentar una globalización del conjunto las mismas.

Los otros anexos nos ayudarán a comprender mejor algunos aspectos de la

cultura ibérica: (II) -anexos bibliográficos-; (III) -el tiempo político de los iberos en su

entorno inmediato-; (IV) -numismática hispánica en la Edad Antigua-; (V) -epigrafía

monetaria y alfabetos y finalmente, -unas tablas para sistematizar la cerámica que se

encuentre en los yacimientos-.

En cuanto a la bibliografía básica utilizada, fundamentalmente, se apoya en las

siguiente:

- CARMEN ARANEGUI GASCÓ, Los Iberos ayer y hoy, arqueologías y culturas, en

Marcial Pons Historia (eds.), Madrid, 2012.

- C. MATA PARREÑO Y H. BONET ROSADO, «La cerámica ibérica: ensayo de

tipología», Estudios de Arqueología ibérica y romana. Homenage a Enrique Pla

Ballester, Servicio de Investigación Prehistórica, serie de trabajos varios num. 89,

Diputación Provincial de Valencia, 1992.

- HÉCTOR UROZ RODRÍGUEZ, Prácticas rituales, iconografía vascular y cultura

material en Libisosa (Lezuza, Albacete): nuevas aportaciones al Ibérico Final del

Sudeste, en Publicaciones Universidad de Alicante, Alicante, 2012.

- LUIS PERICOT, Cerámica ibérica, en Ediciones Polígrafa, S.A., Barcelona,

1977.

- Mª EUGENIA AUBET, Tiro y las colonias fenicias de occidente, en Bellaerra

Arqueología, Barcelona, 2009.

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- ARTURO OLIVER FOIX (Coor.), Arquitectura defensiva. La protección de la

población y del territorio en época ibérica, en Sociedad Castellonense de Cultura,

Castelló de la Plana, 2006.

- FERNANDO ÁLVAREZ BURGOS, La moneda hispánica desde sus origenes hasta

el siglo V, Jesús Vico S.A. y Fernando P. Segarra (eds.), Madrid, 2008.

- ALICIA PEREA (Ed.), Memoria de Iberia. Cuentos, relatos e historias sobre el

mundo de los íberos, en Ediciones Polifemo, Madrid, 1999.

Como colofón a este trabajo, debo puntualizar mi asistencia a un curso

monográfico sobre cerámica ibérica: «Ceràmiques Ibèriques. Caracterització,

producció i usos», que se efectuó en el mes de julio de 2013, en Benicarló y que fue

impartido por eminentes conocedores de la materia: D. Ignacio Grau Mira (Profesor

Titular de Arqueología de la Universitat de Alicante); Dª Carmen Aranegui Gascó

(Catedrática de Arqueología de la Universidad de València); Dª Consuelo Mata

Parreño (Profesora Titular de Arqueología de la Universitat de València); D. Antonio

Vizcaino Estevan (Investigador predoctoral de la Universitat de València); D. Hector

Uroz Rodríguez (Profesor Asociado de la Universidad de Murcia). Dª Virginia Page

del Pozo (Directora del Museo de Arte ibérico de El Cigarralejo, Mula) y dirigido por

D. Arturo Oliver Foix (Director del Museo de BB.AA. de Castellón) y Dª Consuelo

Mata Parreño (Universitat de València).

1.2. Una puntualización en relación con las formas y lenguajes artísticos.

Cuestión de estilo.

El tratamiento histórico de las imágenes, el estudio iconográfico e iconológico

de las mismas, nos demuestra que el uso de estas por la sociedad, casi siempre ha

estado vinculado al servicio del poder y las clases dirigentes, que la han utilizado para

diferenciarse de los demás utilizándolas, además, como elemento propagandístico de

la soberanía que ostentaban sus grupos elitistas.

Probablemente, el origen de este uso de la imagen por los grupos de poder y el

uso de los símbolos, nos llevaría a las formas de establecimiento de las relaciones de

jefatura patrilineales/matrilineales de las sociedades y las diferentes formas de

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transmitirlos a sus generaciones, bien mediante el regalo del símbolo, el intercambio

de dones o el tributo y, por consiguiente, el desarrollo y establecimiento de las redes

clientelares.

En el marco cronológico que nos ocupa la cultura ibérica, deberemos tener en

cuenta antes de iniciar el estudio de las cerámicas, repletas de imágenes, dos puntos

diferentes de abordar su crítica, una externa y otra interna. La crítica externa nos

permitirá analizar los materiales, la originalidad de los mismos así como las técnicas

empleadas para su elaboración, también nos proporcionará la genealogía exacta de los

originales o falsificaciones, su procedencia, la fecha de elaboración y sus autores. La

crítica interna, el contraste de los materiales con otras fuentes, nos permitirá su

interpretación hermenéutica, es decir, la valoración de las imágenes y la funcionalidad

de las cerámicas teniendo en cuenta los hábitos y pensamientos de la época, sus

actitudes intelectuales o creencias aceptadas en el momento.

Sólo el estudio sistemático de las imágenes de la cerámica ibérica, requeriría un

trabajo que no abordará el presente trabajo. No obstante, el hecho de retrotraernos

hacia el pasado y a la forma de pensar de los antiguos puede hacernos ver las

imágenes con otro talante diferente al que hoy en día tenemos y hacernos evaluar las

mismas erróneamente. Por ejemplo, una figura humana alada muy representativa de

las cerámicas ibéricas, sería un personaje dotado de poderes especiales, como un

semidiós, como en las cerámicas griegas pudiera serlo Hércules. De ser cierta tal

hipótesis, la figura, aun así deconstruida, no alcanzaría la talla de obra maestra en la

perspectiva internacional.

Puntualizar, sin embargo, que en el paréntesis cronológico de la cultura ibérica

resulta transcendental el uso del metal, no sólo como vehículo de intercambio en

forma de moneda, sino como portador de la imagen del poder. La acuñación de

moneda se convirtió en la principal industria al servicio de esta empresa y de difundir

el nuevo estilo de vida mediterráneo. Si tuviéramos que poner un ejemplo actual, los

norteamericanos ganaban la II Guerra Mundial dominando la industria

cinematográfica y difundiendo el modelo o estilo de vida norteamericano, esto nos

puede dar una perspectiva de la importancia que pudo suponer el uso de la imagen en

la industria cerámica ibérica, así como su evolución estilística en pugna con los

poderes establecidos en su ámbito geográfico, ajustándose o no a los cánones

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imperantes.

Por lo tanto, no es una idea muy peregrina, el pensar que las imágenes

contenidas en las cerámicas ibéricas o en sus monedas correspondiesen a imágenes

oficiales que detentarían estos pueblos y , por tanto, abordar el estudio antropológico

que conviniese buscando la relaciones de poder de dichos pueblos con los colonos y

comerciantes que se acercaron a ellos.

Sin embargo, el presente trabajo tiene por objeto el estudio de dichas cerámicas

haciendo una crítica de externa (incluso de la pintura) e interna (pero no del

significado de las imágenes), que nos permita descubrir su evolución, así como la

influencia o técnicas predominantes, de los gustos coloniales que se incorporan a la

base étnica, y de las nuevas técnicas de fabricación y usos provenientes de oriente.

También nos permitirá adscribir las piezas a una determinada contextualización

económica y cultural que nos permita su encuadramiento histórico.

Para ello, también será necesario, estudiar como se ha modificado la base

epistemológica que ha permitido encontrar aquello que es propio de la cultura ibérica,

su diversidad geográfica y su amplia periodización que a grandes rasgos coincide en

todas sus áreas, dejando ver la influencia de los factores externos.

2. Historiografía de la cultura ibérica.

2.1. La civilización, los íberos y sus culturas

Si estableciésemos un punto de partida para encontrar manuales de la antigüedad

que hablen del arte ibérico fuera de España, hasta la segunda mitad del siglo XX

pocos tratan el tema. Entre estos citar: Voyage pittoresque el historique de l’Espagne

de Alexandre Laborde (1806-1820) y Essai sur l’art el l’industrie de l’Espagne

primitive de Pierre Paris, Madrid, 1931.

El descubrimiento de la Dama de Elche apoyó los discursos en el arte jónico-

focense (LANGLOTZ, 1966), en el fenómeno orientalizante (BOARDMAN, 1994; LOMAS

Y SHEKTON, 2004) o en la romanización (GARCÍA Y BELLIDO, 1943). Los Helenistas

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Langlotz, Picard y Carpenter, aun observando la imposibilidad de adscribir el estilo a

las nociones clásicas, lo supusieron perteneciente a una segunda generación colonial

alejada de la griega.

José Pijoan, director de Summa Artis y Ramón Menéndez Pidal, Historia de

España, prestaron atención a la cultura ibérica, aunque abordando las soluciones

estilísticas a través del difusionismo, en boga, justificándolo en las aportaciones

coloniales, directas o indirectas y aplicando a las piezas la secuencia de estilos

orientalizante, arcaico, clásico y helenístico, con influencias mediterráneas difusas

para explicar los desfases cronológicos y las interferencias propias de lo ibérico,

desbaratando el sistema Winclkelmanniano o de “ciclo biológico”. Así, tanto Bosch

Gimpera, regeneracionista catalán, iniciador de la escuela de iberistas1, para la pintura

cerámica, como García Bellido, Blanco Freijeiro y Almagro Basch, para la escultura

se inclinaron por un proceso de aculturación de impronta orientalizante en el sur,

mientras, en el sureste de influencia jonio-focense, que inundó el Mediterráneo y que

ponía en entre dicho el significado de Hemeroskopeion (Denia) hasta entonces (Str;

III, 4, 6-8). Surgieron de los trabajos de García Bellido, de Menéndez Pidal y de

Blanco, los estilos ibérico-oriental, greco-ibérico e ibero-romano.

Hay que añadir el influjo político en dichos estudios, que inclinaba a imaginadas

interpretaciones de la romanidad de la Dama de Elche a dispensa de las entrevistas

entre Franco y Mussolini para erigir estatuas de bronce de Augusto en Caesar Augusta

y Tarraco.

Tampoco es extraño en el acerbo cultural hispano pues, ya Góngora y el

descubrimiento de la Cueva de los Letreros, le permitía compararse a los descifradores

de escrituras del Medio Oriente.

Por tanto, siendo la arqueología una ciencia joven, ya positivistas como Juan

Valera que había tenido a la luz de los nuevos descubrimientos, el privilegio de

acceder a los primeros vestigios documentales de la cultura ibérica e incluso a

incorporarlos eruditamente a un cuento que a fines de siglo XIX serviría para da a

conocer dicha cultura al público en general (“El bermejino prehistórico o las

salamandras azules”), fue continuado con otros cuentos publicados en la década de

1 Lluis Pericot García, Cerámica Ibérica

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los años veinte por investigadores tan eruditos en la materia como, en “Hispánica” y

“Memorias de un varón centenario”, Don Manuel Gómez-Moreno que, en su tarea

investigadora creativa y original, gestionó, catalogó, salvaguardó y divulgó el

patrimonio artístico y arqueológico de España. Además, supo formular con

clarividencia el carácter semisilábico de la escritura ibérica.

Por último un tercer relato que convendríamos en llamar histórico, “En la villa

de Hernes: sueño”, evocación de Clemente Pereda, cierra, como capítulo final, un

librito sobre la Dama de Elche publicado en 1931 por el Instituto de las Españas de

Nueva York. No es de extrañar pues que Federico García Lorca, poeta en Nueva York,

usara la imagen de la Dama en su portada de Poemas, mientras Rubén Darío “...

sangre de Hispania fecunda”, vinculaba a España y América convirtiendo a la Dama

de Elche en símbolo de linaje-sangre.

Soralla y Pijoan se encargarían con sus imágenes alusivas de la Dama en

convertirla en encarnación del alma femenina de España, ante los americanos el “Soul

of Spain”. La Hispanic Society se hacía con un estupendo busto de la Dama para

Nueva York, todos querían compartir el amor que siente Pijoan por la ilicitana.

En Hernas se desarrolla el sueño, en el cual la Dama se torna por piedad filial,

en Vestal consagrada a la diosa Luna, sacrificio que exige la diosa celeste. Un amor

imposible a la virgen da lugar a su busto, anhelo del artista enamorado que quiso

eternamente tallarla sin llegar a poseerla.

2.2. Pere Bosch Gimpera (1981-1974) y el Regeneracionismo catalán: el

inicio de una escuela de iberistas.

El personaje decisivo para salir de la orientación helenista de la arqueología

peninsular fue Bosch Gimpera (GRACIA, 2011) que, llegado a la Universidad de

Berlín, aceptó la sugerencia de estudiar los pueblos prerromanos de la Península en

una escueta tesis “los problemas de la cerámica ibérica”. Con una docena de vasos

ibéricos consiguió ir más allá en cuestiones como el origen y la cultura de estos

pueblos, aportando una cronología que desmentía cualquier veleidad micénica y

además mostraba similitudes y diferencias topológicas y decorativas en los distintos

territorios que hacía corresponder a un modelo explicativo de círculos étnicos

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interrelacionados que respondía a pueblos con ubicación, antecedentes a influencias

externas diversificadas. Así matizó el invasionismo y restringió el escenario de los

íberos históricos a la vertiente oriental peninsular entendidos desde una perspectiva

evolucionista plurilineal convencional (CORTADELLA, 2003) que nada tenía que ver

con la perspectiva evolucionista unilineal convencional de Gómez Moreno, por

ejemplo.

La labor de Bosch a partir de entonces, imparable, se puede seguir en el Servei

d’Excavacions Arqueológiques del Institut d’Estudis Catalans, llegando a ser rector de

la universidad autónoma republicana hasta 1939. Entre sus proyectos, el Palacio de

Exposición Internacional de Barcelona, de 1929, albergaría una sala con la Dama de

Elche, además del plomo ibérico de la Bastida de los Alcuses de Mogente, exvotos de

terracota de la Serreta de Alcoy, además de convocar el IV Congreso Internacional de

Arqueología. Finalmente el Museo Arqueológico de Barcelona se inauguraría en

1935, bajo su dirección.

También buscó la base de los grupos humanos iniciales de la Península y que

serían los íberos capsienses pirenaicos, así como, algo después, los íbero-saharianos

de la cultura de Almería, serían la base sobre la que caería la colonización griega, la

base de la cultura ibérica. Le preocupó el Bajo Aragón y su substrato hallstático

centroeuropeo.

Estos problemas animaron los debates del Seminario de Prehistoria del Institut

d’Estudis Catalans que frecuentaron José Calasanz Serra Ráfols, Lluis Pericot, Alberto

del Castillo, Agustín Ouran i Sanpere, Josep Colominas y Julio Martínez Santa Olalla,

quienes a excepción del último se consideran los discípulos directos de Bosch.

En su obra Etnología, Bosch hace alarde de su formación filológica a la vez que

elabora de los distintos paisajes de la Península una primera visión sintética de su

protohistoria.

2.3. Lluis Pericot García (1899-1978).

Lluis Pericot, el más brillante de sus discípulos, mantuvo una asidua relación

con su maestro tras el exilio de este último, lo que propició una proyección

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internacional de la Prehistoria y la protohistoria de la Península Ibérica y Baleares.

Pericot por su parte cuando tuvo que prologar el Corpus de los vasos ibéricos

decorados de San Miguel de Liria (BALLESTER et al., 1954), tuvo que conciliar las

tesis de Bosch y las nuevas evidencias arqueológicas, recogían de las opiniones de

arqueólogos como Antonio García y Bellido del Instituto Rodrigo Caro de Madrid,

hasta Martín Almagro Basch que regresaba a Madrid tras ser director del Museo y

catedrático de la Universidad de Barcelona tras la vacante de Bosch.

Así, en un ambiente crispado entre celtistas e iberistas en el Congreso de Alcoy

de 1950, la secuencia de las decoraciones cerámicas de Bosch era objeto de

modificación mediante un consenso hasta entonces impensable. Pericot hacia resumen

de los cambios en La Gran Historia General de los Pueblos de España, bajo su

dirección.

Pero fue Joan Maluquer de Motes Nicolau discípulo de Bosch y Pericot quien

encajó mejor la cultura ibérica desacreditando vehementemente a Bosch Gimpera ya

exiliado. Maluquer desde su cátedra de Salamanca hizo una síntesis equilibrada de las

distintas culturas de la Edad del Hierro que no desdecía las propuestas sobre las

cerámicas ibéricas decoradas de Bosch, redactada por García Bellido conforme a su

manera de entender los datos aportados por las excavaciones de Liria. Poco después

otro discípulo de Pericot, Miguell Tarradell Mateu abordaba el debate ibérico desde la

perspectiva del proceso de formación de esa cultura y de su periodización: edetanos

(vasos de Lliria), constentanos (vasos de Ilici/La Alcudia de Elche).

2.4. Del Servicio de Investigación Prehistórica de la Diputación de

Valencia (1927) a la Constestania Ibérica (1972)

Tradicionalmente, el País Valenciano aportó, entre el siglo XIX y el XX, los

más ricos hallazgos propiciados por las excavaciones promovidas ya desde 1874 por

la extinguida sociedad Arqueológica Valenciana y proseguidos por el Laboratorio de

Arqueología de la Universidad de Valencia en 1924 ya en torno a la Luis Gonzalvo

París (VVAA, 1975). Pero mayor peso político tuvo el Servicio de Investigación

Prehistórica, creado en 1927 por Isidro Ballester Tormo, para el Marco de Prehistoria

de la Diputación de Valencia. Fue todo un reto planteado con ambición científica y

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convicción política, por una persona. Ballester con asesoramiento de Pericot,

Subdirector del Servicio de Investigaciones Prehistóricas (SIP) y que sería el Director

tras el cese de Ballester en 1933.

Al SIP se debe la primera excavación moderna y en extensión de un yacimiento

ibérico documentado con planimetría estratigráfica y contextualización de los objetos.

La excavación se llevó a cabo entre 1929-1931 (BALLESTER Y PERICOT, 1929, 179-

213). El yacimiento de La Bastida de los Alcuses dio unos vestigios junto a cerámicas

importadas que aseguraban la ocupación entre los siglos V y IV a.C., e interrumpido

por un acontecimiento violento que selló el lugar, proporcionando ventajas para la

lectura arqueológica. El yacimiento tuvo proyección internacional, muchos

investigadores extranjeros estudiaron estos documentos materiales exhumados.

El SIP continuó su labor en el Cerro de San Miguel de Liria, solar de la antigua

capital edetana, con cerámicas posteriores a la de la Bastida que pintada mostraba

letreros, de ahí su publicación anterior al de la Bastida.

Los dos yacimientos del SIP de cronologías fidedignas se hizo referencia

imprescindible para las etapas antigua y reciente de la arqueología ibérica, mientras se

multiplicaban las facies por el aporte de material de nuevas excavaciones: El Puig de

Sant Andreu (Ullastret), La Albufereta (Alicante), La Alcudia (Elche), La Hoya de

Santa Ana (Chinchilla), el Cigarralejo (Mula) o el Cabecico del Tesoro (Verdolay).

Una segunda generación de arqueólogos del SIP encabezados por Domingo

Fletcher Valls, junto a Julián San Valero Aparisi, Francisco Jordé Cerdá, José Alcócer

Gran y Enrique Pla Ballester, aunó la investigación de tradición valenciana, la escuela

catalana y las instituciones madrileñas, al menos lo mejor de ellas.

Fletcher director del SIP en 1950, defensor del iberismo frente a los celtistas,

destacó por sus investigaciones epigráficas de plomos inscritos, grafitos cerámicos y

letreros pintados, manteniendo un debate filológico con diversos eruditos en la

materia que situó la investigación valenciana sobre los íberos en la bibliografía

internacional.

Fletcher en 1960 publica los Problemas de la Cultura Ibérica, donde aborda y

afirma la estirpe mediterránea de los íberos, el carácter pre indoeuropeo de su lengua,

la diferencia entre los tartésico y lo ibérico y el peso de lo indígena en la creación de

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un arte y una cultura que «... no pudieron llegar a su madurez por impedir su normal

evolución la irrupción romana» (FLETCHER, 1965).

Era un texto muy importante y sus posteriores investigaciones sobre la

necrópolis de La Solivella (Alcalá de Xivert) (FLETCHER, 1965) pusieron el acento en

la especificidad de las tierras de Castellón, con un encuadre distinto al de los lugares

del SIP.

Desde 1956 a 1971, Miguel Tarradell ocupó la cátedra de Arqueología,

Epigrafía y Numismática de la Universidad de Valencia y se relacionó con el SIP,

pudiendo publicar el Ensayo de Estratigrafía Comparada de los poblados ibéricos

valencianos y el País Valenciano del Neolítico a la Iberización (TARRADELL, 1961, 3-

20: 1963). En aquellos años Pla y Tarradell reconocían que el proceso de formación

de la cultura ibérica no era perceptible en los yacimientos valencianos, había un salto

entre la Edad del Bronce y la fase ibérica difícil de explicar, las colonizaciones no

estaban documentadas, entonces, arqueológicamente.

Este vacío condujo a que en la celebración de I Symposium de Prehistoria

Peninsular (1959), cobrara especial relevancia la Alta Andalucía en cuanto a las

secuencias pre ibéricas.

Mientras tanto las tesis doctoral de Gabriela Martín Ávila despejaba la

evolución cultural del Cabo de la Nao, cuestionando la importancia de la colonización

griega, según el criterio de Bosch, salvo en el norte de Cataluña, en Emporion

(Ampurias).

Otra convocatoria el I Congreso de Economía Antigua de la Península ibérica

por pare de Tarradell, abría la interpretación económica de la arqueología, los trabajos

de hierro y la gestión eficiente de los recursos por parte de los íberos.

Otra contribución de Tarradell fue auspiciar la tesis de Milagros Gil-Mascarell

Boscá sobre el estudio de ocupación de las áreas territoriales asignadas a las distintas

tribus de localización valenciana que reveló la jerarquía de unos asentamientos sobre

otros, a diferencia de lo conocido de la Edad del Bronce (GIL-MASCARELL, 1971).

Esta línea de investigación, con tesis de Enrique Llobregat Conesa, La Constestania

Ibérica (LLOBREGAT, 1972) siguiendo propuestas de Boch y otras de Joan Sanmartí i

Grego y Pedro Lillo Carpio, agotaron sus planteamientos al observar la inoperancia de

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atomizar excesivamente las facies de la cultura ibérica.

Hacia la década de 1970, los yacimientos de Vinarragel (Burriana) y Los

Saladares (Orihuela) manifestaban la existencia de abundante material fenicio en los

cursos bajos del Mijares y del Segura, después se haría patente en el Bajo Ebro,

necrópolis de Mas de Mussols (Tortosa) y Mianes (Santa Bárbara) (VIVES-

FERRÁNDIZ, 2005)., el factor fenicio tomaba un paso determinante en la formación de

la cultura ibérica, que tuvo que remontar su cronología del siglo V al VI a.C.

2.5. Príncipes y damas. La cultura ibérica al final del siglo XX

Iniciado el último tercio del siglo XX, el sustrato indígena cobraba mayor

protagonismo que los grupos colonizadores y los nuevos paradigmas epistemológicos

(HURST Y OWEN, 2005) dejaban de percibirlos como fenómenos aculturadores y

unidireccionales cayendo en desuso que la posesión de objetos importados indicara la

asimilación de las culturas coloniales (DIETLER, 1995, 89-111). Las cronologías

dejaban de ser lineales al ser alteradas por diferentes crisis.

Tras el I Coloquio de Arqueología Espacial (BURILLO, 1984) se continuó la

investigación en relación a los patrones de ocupación jerárquica de los íberos,

definiéndose varios modelos de gestión del medio geográfico: concentración de

pequeños caseríos en un solo lugar central (Campiña de Jaén – Plaza de Armas de

Puente Tablas); alrededor de un centro con rango de capital (Camp de Turia – Cerro

de San Miguel de Liria); y de ciudadela en una comarca ocupada por aldeas con

escasas infraestructuras (Alorda Park – Calafell en el Garraf); mientras que se

fortificaban vías de comunicación, cursos bajos de ciertos ríos, así como algunos

tramos costeros, como El Castellot de la Roca Roja (Benifallet) en el Ebro, que

indican su control por las gentes íberas, con frecuencia de abandonos y destrucciones

a principio del siglo V a.C., a finales del IV y en el tránsito del siglo III al II a.C.,

documentado arqueológicamente.

Entre el periodo orientalizante (VIII a VI a.C.) y el Ibérico Antiguo (VI-V a.C.),

se sucedieron procesos de acumulación de riqueza que causó la rivalidad entre grupos

territoriales, sin intervención extranjera directa y duró hasta la emergencia del primer

arte figurativo (OLMOS et al., 1992; CHAPA, 2003, 99-119) como de los primeros

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poblados y necrópolis reconocibles como ibéricos.

Llama la atención el posicionamiento teórico de las investigaciones de Arturo

Ruiz y Manuel Molinos (1993) que tras el agotamiento del historicismo, del

nacionalismo y del rigor positivista orientado a las tipologías arqueológicas y sus

contextos pasan a proponer una comprensión del proceso histórico de corte marxista

en la línea de la escuela de Ranuccio Bianchi Bandinelli y de los estudios de Torrelli

sobre arqueología y poder entre los etruscos y demás pueblos itálicos, que para Iberia

se concretaría en un modelo de servidumbre clientelar, adaptado a unos iberos del sur

diferentes a otros del noreste, en torno al oppidum sobre el que se evoluciona y un

concepto social el aristócrata y su dinámica histórica.

Los tartessios habrían tenido una organización principesca documentada en sus

necrópolis que cristalizó en la monarquía (Herótodo, 163) y fue preámbulo de la fase

ibérica.

La consideración de los íberos dentro de sociedades principescas protohistóricas

vino a cancelar la supeditación de su cultura al hecho colonial en términos

difusionistas para entender sus logros (urbanismo concentrado, arte de gran formato,

ostentación de armamento, producción de excedentes, escultura, ritualidad,...), a través

de prácticas arbitradas por sus propias dinámicas.

La primera exposición internacional titulada Los Iberos, con ediciones en París,

Barcelona y Bonn (VVAA, 1997a) tomó como eje la escultura, lenguaje simbólico

que manifiesta ciclos heroicos, principescos, con temibles animales y valientes

guerreros que cede su protagonismo a las damas cuando los linajes aristocráticos dan

estabilidad a la sociedad multiplicando las imágenes femeninas (GONZALES MARCÉN

et al; 2006, 115-135; PRADOS Y RUIZ, 2008). El objetivo fue conseguir el

reconocimiento de la cultura ibérica sin necesidad de asociarla al contexto provincial

o periférico del mundo oriental o clásico.

A partir de entonces y hasta hoy se ha seguido la línea de la evolución de la

explotación del medio ambiente y del comercio (MATA Y PÉREZ JORDÁ, 2000; MATA

et al., 2010; SANMARTÍ et al, 2004), mejorando la comprensión de los patrones

poblacionales exponentes entre otros son el Centro Andaluz de Arqueología ibérica,

los yacimientos dependientes del Servicio de Investigación Prehistórica de la

14

Diputación de Valencia, Las Reuniones Internacionales de Arqueología periódicas de

Calafell, etc.

El posicionamiento teórico más reciente se interesa por la corriente pos

colonialista, para entender el concepto de lo íbero (BHABHA, 1994, 122) expresado a

través de su cultura para otorgarle una espacio de negociación en la historia.

Así Pilar León (2003, 23) ha seguido manteniendo la explicación del «desfase

cronológico y la involución técnica» indicando que “la causa decisiva, que provoca

dicha situación, es [...] el alejamiento de los focos artísticos dinámicos y vitales

ubicados en el otro extremo del Mediterráneo”, y suscribiendo lo decisivo de los

referentes jonio-focenses en el estilo ibérico, añadiendo que «el apego a lo arcaico no

significa tanto influencia directa o nexo con una determinada escuela o estilo, cuanto

una actitud u opción selectiva de parte del artesanado ibérico; fuertemente impactado

por las formas arcaicas y fijado a ellas, por ser las primeras que descubrió y conoció»

(ead; 26).

Otra tendencia erudita y esteticista de ámbito anglosajón, muy distinta a las

aludidas, representada por Francis Haskell, dicen: «... las artes invariablemente

‘reflejan’ alguna creencia o estado de ánimo o suceso político que se aprehende con

mayor facilidad leyendo las fuentes escritas» y concluye que «el historiador interpreta

mejor eso que decimos llamar arte si lo estudia conjuntamente con otro testimonio

disponible, pero el arte tiene un ‘lenguaje’ propio que solo pueden entender quienes se

esfuerzan por desentrañar sus cambiantes propósitos, convenciones, estilos y técnicas

(1994,9).

3. La Pintura.- Según Carmen Aranegui Gascó

3.1. La cerámica a torno

La cerámica desde el Neolítico imprescindible para cocinar, comer, guardar cosas,

trabajar, celebrar reuniones, hacer ofrendas a los dioses, enterrar a los muertos, ..., deja

un testimonio estratigráfico arqueológico de primera magnitud pues proporciona

secuencias indispensables para seguir modos de vida, contactos con otros pueblos, así

15

como cambio de sus costumbres. Y sobre todo porque la arqueología tiende a considerar

una determinada facies cerámica desde l punto de vista étnico: como indicador de un

pueblo concreto, por ejemplo un nivel ibérico con cerámicas etruscas o púnicas.

Las alfarerías ibéricas estaban situadas fuera del hábitat, utilizaban el torno rápido,

cocían las piezas en hornos cerrados, casi siempre de planta redondeada, aplicando

algún detalle pintado a casi la mitad de la producción fina; también producían cerámica

común y envases de transporte, que quedan generalmente al margen de la valoración

artística pero que proporcionan datos sobretodo del ámbito privado y económico.

A pesar de los pocos talleres alfareros ibéricos publicados, la cerámica se ha

considerado decisiva para establecer áreas regionales, porque hay rasgos tipológicos y

técnicos adscritos a ámbitos geográficos concretos (TARRADELL Y SANMARTÍ, 1980,

303-330).

En efecto, Andalucía oriental no presenta las mismas formas que Murcia, Albacete y

Alicante; la provincia de Valencia cuenta con diversas producciones bien caracterizadas

y Aragón ofrece un panorama propio. Cataluña muestra, al menos, tres zonas con otras

tantas tradiciones: la septentrional con una alta incidencia de cerámicas grises,

excepcionalmente con pinturas en blanco; la meridional, bien representada por el centro

alfarero de Fonscaldes (Valls), con vasijas de color ocre decoradas con motivos

geométricos y florales, y la zona ilergete con cerámicas de cocción oxidantes y pintadas,

además de una producción exclusiva de barniz rojo.

La generalización del torno no dio lugar a que se homogenizaran todas las cerámicas

ibéricas, sino que tanto las piezas de granulometría gruesa, más ordinarias, como las

finas mantuvieron características regionales, en pare porque se trata de producciones

que dan servicio casi exclusivamente a las poblaciones de los territorios donde están

ubicadas, los cuales mantuvieron formas y usos derivados de sus respectivas

tradiciones.

Durante la década de los 70 y 80 se comprobó la atomización de talleres y la vigencia

de muy pocos casos de amplia difusión, como son las urnas de orejetas perforadas, los

cálatos, la cerámica gris d la costa catalana, algunas de las estampilladas y, sobre todo,

las ánforas. Esta atomización resta operatividad a la clasificación tipológica pues la

regionalidad multiplica el registro y dificulta la globalización.

16

La cerámica ibérica se presenta con variantes, aunque dentro de un marco definido por

aspectos técnicos y funcionales compatibles (MATA Y BONET, 1992, 117-174) aunque

no iguales.

3.2. Breve historiografía de la pintura figurativa ibérica sobre cerámica

De la historiografía de la pintura figurativa ibérica sobre cerámica, la investigación

española entre 1907 y 1936, siguió criterios promovidos por la Junta de Ampliación de

Estudios y de los acuerdos del Museo Arqueológico Nacional y del Institut d’Estudios

Catalans con la Unión Académica Internacional para participar en la elaboración de

corpora de vasos cerámicos antiguos (CVA) para incluir los hallazgos y colecciones de

España para su difusión internacional, según las pautas de parís en 1920.

La guerra civil truncó parte de tal apertura sustituyendo la catalogación de las cerámicas

pintadas clásicas por las autóctonas, lanzando la serie de los Corpora Vasorum

Hispanorum poco después de la creación del CSIC en 1939 y en consonancia con la

toponimia ibérica prerromana, que nunca fue reconocida por la Unión Académica

Internacional.

El Instituto Diego Velázquez inauguraba el primer encargo de los vasos hispanos a Juan

Cobré, abandonando el término hispano y conciliador de Gómez Moreno, contemplando

las cerámicas de la Alcudia de Elche. Un segundo volumen fue el del Cerro de San

Miguel de Liria (BALLESTER et al; 1954) seguido después por el de Celtibérica

Numancia, que Olmos juzga como “una utopía de la posguerra”.

Fue Tarracena, como secretario del Instituto de Arte y Arqueología Diego Velázquez

del CSIC, que debido al buen oficio de Ballester y Pericot que el Corpus de Liria llegara

a ser la primera monografía en gran formato dedicada a la cerámica con

escenificaciones pintadas, tras una etapa de grandes debates, no sin pasión, sobre la

filiación, dispersión territorial y cronologías de los vasos.

El Corpus de Liria es también un ejemplo de la tecnología más moderna de su tiempo,

es decir, del tratamiento de las piezas según su materialidad, medidas, formas y pinturas

para crear un léxico dentro de la órbita del positivismo, que fue un modelo a seguir. El

Corpus Vasorum Hispanorum de 1954 es un repertorio iconográfico y epigráfico de

17

primer orden, con un centenar de vasos con inscripciones ibéricas en su decoración.

Sin embargo, desde entonces, se ha ido haciendo más patente el déficit en la

interpretación de las temáticas en el corpus, ya que las decoraciones no constituyen más

que un atributo de la forma que no se relaciona con su función. Los autores del corpus

describen los motivos y figuraciones (con una terminología ajena a la empleada en las

artes clásicas), pero se mantiene al margen de su interpretación, con una cierta reserva

respecto “a mirar más allá” de lo que estrictamente se ve, su coherencia con las reglas

del positivismo estricto. Sin embargo, entienden la pintura decorativa como “estilo”

sinónimo de modalidad pictórica.

Los pasos siguientes intentan relacionar el repertorio tipológico con las composiciones

de los temas ornamentales, planteando significaciones contextuales que reflejen las

elites que los utilizaron. Y de este modo, el estilo deviene historia.

3.3. Las escenificaciones pintadas

La pintura figurativa de época orientalizante en cerámica es muy minoritaria (siglos

VII-VI a.C.) con representaciones de temas florales y animales sumamente originales en

el occidente colonial fenicio (AUBET, 1982, 213-225; BELÉN et al., 2004, 151-169). Son

propias de muy pocos centros, considerados de nivel aristocrático, localizados en

Sevilla, Córdoba y Jaén con un foco recientemente señalado Cabra (siglo VI a.C.)

(BLÁNQUEZ, 2003). Estos antecedentes parecen haber quedado aislados de las pinturas

cerámicas de época ibérica que, de hecho, se inician con todo un conjunto de motivos

geométricos y no adoptan ampliamente temas animales o humanos hasta el tránsito al

siglo III a.C.

A partir de este siglo algunos pueblos ibéricos plasman figuraciones sobre sus

cerámicas, mientas que el Mediterráneo está abandonando las decoraciones figuradas

sobre cerámica. Se habían usado en los siglos VI, V y IV a.C. no solo en Grecia, sino

también en Etruria, La Magna Grecia, Sicilia (TRENDALL, 1989) o alrededor de

Massalia e incluso en Apulia o la campaña italiana donde se volcó en otros soportes,

pintura mural, la terracota y el relieve escultórico.

En Ampurias (L’Escala) una pieza bitroncocónica, fragmentos procedentes de la

18

necrópolis de Portitxol, una zaza enmarcada con un motivo griego y otro ibérico (puntas

de diamante-semicírculos) de influencia massaliota de los siglos VI-IV a. c. (GOURY,

1995,309,324), en el área indikete, en Ullastret (MARTÍN, 1988, 47-56), un reducido

número de vasijas grises con figuraciones pintadas en blanco y otras incisas,

independientes de las cerámicas edetanas o contestanas, quizás reminiscencias de las

tartésicas orientalizantes de los siglos VII-VI (Montemolín, Lora del Río, Aguilar, el

Hacho, La Saetilla, Setefilla, Carmona, Cerro Macareno).

En las regiones centrales, las escenas representadas con pintura rojiza sobre cerámica

ocre cubren el vacio dejado por los programas escultóricos funerarios meridionales.

Regularmente de Edeta-Liria y su entorno, la Serreta (Alcoy, Concentania, Pennaguila)

y excepcionalmente en San Antonio (Calaceite), en el Corral de Saus (Mogente)

(IZQUIERDO, 1996, 239-262), El Castellar (Oliva), La Peña del Águila (Denia), en la

Albufereta (Alicante, en Archena (Tortosa, 1999, 167-171), en el Tolmo (Minateda), La

Hoya de Santa Ana (Chinchilla), Cola de Zama (Hellín) (Sanz Gamo, 1997) y Santa

Catalina de Monte (Verdolay), se ofrecen vasos con cuadros figurados de prestigio al

ser ajuar funerario, escaso y hecho in situ.

Por otra parte, muchos hallazgos provienen del Oppida con texto que indica que el alfar

trabajo por encargo, para su posterior exhibición en acontecimientos de la vida

colectiva, Así, tinajas, cálatos o jarros, con esta decoración no constituyen un servicio

de mesa tradicional, ni un juego de formas adecuado para la bebida, pero se concentran

en espacios singulares, a veces sagrados, que apuntan hacia su uso y exhibición en

ocasiones festivas, razón para considerar el tema decorativo en un marco cultural.

La pintura cerámica ibérica anterior a la segunda guerra púnica se restringe a los

ejemplos de pintura blanca de Cataluña, a Edeta-Liria, Calaceite, Oliva, La Peña del

Águila del Montgó, La Albufereta, La Serreta y algunas piezas del Cigarralejo (Mula) o

del Cabezo de Tío Pío en Archena. Después cuando se van imponiendo temas con seres

fantásticos, la primera romanización está ya en curso, en ese proceso, Carthago Nova es

la ciudad más importante del sureste ibérico, las cerámicas pintadas de Ilici es la mejor

representación de figuras aladas y animales heráldicos, muy distinto al anterior y que se

prodiga por las provincias de Murcia, Albacete, Alicante y Valencia.

Podríamos acceder al imaginario ibérico a través de estas representaciones, Girona de

forma paralela a los pueblos en contacto con Massalia, pero aproximándose al mundo

19

ibérico con el que comparte jinetes y guerreros. Al sur del Ebro en el primer momento

(300-150 a.C.) de la pintura figurativa denominada Oliva-Liria, por sus primeras

procedencias, abundan personajes reales que protagonizas escenas idealizadas de caza,

desfiles, danzas guerreras o cuadros con mujeres aristocráticas compartidos en Teruel,

Castellón, Valencia, Alicante, Murcia y Albacete. La temática muestra el rango de los

protagonistas, sus grupos de edad y la importancia de los linajes, representados en

acciones colectivas, la transmisión de los valores mediante la creación de redes

ampliadas que recaen en las jefaturas representadas, principalmente sobre vasijas de

buen tamaño como son las tinajas y las lebetes, seguidas por piezas menores como los

cálatos, los vasos caliciformes y los jarros, sin que las escenas afecten a los platos en los

que solo se pintan guirnaldas vegetales o peces.

En el Ibérico Tardío (150-50 a.C.), principalmente al sur del Júcar, se descubrió un

nuevo estilo pictórico en los yacimientos de la Alcudia d Elche y de Archena, y que hoy

se extiende a Elda, Lorca, Cartagena, Salchite, Lezuza o Hellín. Se observa un lenguaje

expresivo diferente, alejado de los desfiles armados, de los jinetes y de las aristocracias,

proclive a representar a seres míticos entre los que hay figuras aladas, grandes aves, una

fiera tradicionalmente llamada carnassier, jóvenes héroes y heroínas que bailan, que han

sustituido el discurso épico por símbolos sacralizados y ritos iniciáticos vinculados con

lo púnico (¿diosa alada?), o un intento de recuperación de lo ancestral (¿gripomaquía de

la Alcudia de Elche?) por ciudades como Carthago Nova e Ilici romanas. La secuencia

de león y palmera de la necrópolis de Zama Norte (Hellín) es un exponente de la síntesis

púnico-romana en la pintura cerámica ibérica tardía.

Complementariamente, fuera de esta zona, hay repetidas manifestaciones de iconografía

mítica, los personajes fantásticos se prodigan por numerosas localidades de la geografía

valenciana (MATA et al., 2010) y albaceteña, incluidas la Colonia de Valentia (OLMOS Y

SERRANO, 2000, 59-85), siempre con muy pocos ejemplares en cada lugar y sin que la

calidad de la pintura sea, en los casos más tardíos, destacable.

En Aragón, en el siglo I a.C., con la romanización en curso, se constata un dato muy

particular, único hasta el momento, pues en los yacimientos de Azaila y Alcorisa se

muestran depositarios de sendos cálatos decorados con la misma escena por un pintor

competente (ARANEGUI, 1999). Un labrador con arado uncido a una yunta de bueyes,

jinetes que cazan jabalíes y personajes en actitud de salutación, rodeados de pájaros y

20

perros, posible testimonio de un acuerdo para mantener el equilibrio entre las áreas de

cultivo y el bosque y que justifica el documento epigráfico de Contrebia (Botorrita)

pactos de su derecho consuetudinario (FATÁS, 1980), o también la expresión

iconológica entre el bien y el mal, Caín y Abel, tierra de sudor y lágrimas versus Paraíso

Terrenal, etc....

3.4. Los maestros pintores y sus talleres

La pintura blanca sobre cerámica gris de los indiketes del noreste es, paradójicamente

dada la proximidad de Ampurias, muy elemental, esquemática y torpe, por lo que no

plantea el concurso de pintores de vasos propiamente dichos para su realización, más

simple que la de los paralelos del Gard sugeridos. También hay diversos ejemplos en

que la cerámica gris catalana se ornamenta con motivos incisos, mejor o peor trazados.

Pintar escenas correctamente sobre cerámica requiere, sin duda, una cierta destreza, un

dominio que se adquiere con la práctica, que los mejores pintores de vasos del área

central poseen, con un nivel sobresaliente en algunos ejemplares, pero con aptitudes

deficientes en otros, según se advierte especialmente cuando la muestra de un

yacimiento es abundante, como ocurre en Edeta-Liria. Al observar la lebeta de los

guerreros, no solo llama la atención la soltura del trazo con que están pintadas las

figuras, sino también el ritmo con que se suceden los jinetes y los infantes, su

movimiento, los detalles de sus indumentarias y, en fin, el conjunto del friso continuo,

cuya ejecución no es atribuible a un pintor novel. Así pues, como en el caso de la

escultura, es de suponer que algún artista con cierta experiencia ejecutara puntualmente

los temas solicitados en la capital edetana. Los letreros que acompañan casi un tercio de

estas pinturas contienen nombres de persona. De entenderse esas menciones como

correspondientes a los autores de la decoración, denotarían que se trata de íberos. El

problema es que, de acuerdo con esta información epigráfica, la nómina de pintores

sería demasiado extensa y variada, ya que apenas se repiten nombres de persona

asociados a pinturas similares. Así, esta diversidad ha llevado a entenderlos como los de

quienes entregaban, ofrecían o donaban las extraordinarias piezas, en el curso de una

ceremonia, permaneciendo los letreros como una práctica típica de Edeta que, mucho

más tarde, será adoptada en el Bajo Aragón y en la Soria celtibéricos.

Lo que no es exclusivamente edetano es la temática y composición de las escenas. En la

21

primera época, tanto en el Camp de Túria como en Oliva, La Serreta, Archena,

Verdolay o Mula, tanto entre edetanos como entre contestanos y mastienos, se

representan episodios con guerreros, escenas de caza y celebraciones al son de la

música, con participación de mujeres, ordenados en una franja continua o dividida en

metopas, enmarcas por motivos geométricos. El foco mejor conocido de este lenguaje se

sitúa en Liria, donde es posible identificar varias modalidades pictóricas. Una se ha

llamado «estilo florido» por el detalle con que se plasman los personajes y por la

exuberancia de elementos que rellenan los espacios entre los mismos; otra modalidad es

el «estilo siluetado», con figuras pintadas como sombras chinescas, sin apenas motivos

complementarios. De todo ello se puede sacar la conclusión de una diversificación de

ceremonias ilustradas por distintos niveles de artesanado.

La segunda etapa de la pintura sobre cerámica ocre ibérica supone un cambio temático

muy importante y un realización ajustada a un conocimiento más avanzado del campo

pictórico, perceptible sobre todo en los mejores ejemplos alicantinos y murcianos. En

estos una figura completa, o el prótomo de la misma –novedad del momento-, no solo

aparece en el centro de una de las caras del vaso, sino que constituye además la masa

cromática más potente, enmarcada por motivos en espiral que contribuyen a potenciarla,

subrayada por cenefas ondulantes. Las aves con alas explayadas se combinan con el

cuadrúpedo feroz que vuelve su cabeza y algunos de los signos, en parte comunes a las

decoraciones de la primera etapa, se codifican y repiten: la estrella frente a la hoja de

hiedra, la flor tripétala frente a la roseta..., mostrando un léxico mucho más elaborado

que el primero. La maestría de los mejores pintores de esta fase es digna de la mayor

atención en el marco de la última fase del arte ibérico, aunque también aquí hay pintores

que desfiguran el código de representación ejecutándolo vulgarmente.

4. Un ensayo tipológico, cronológico y funcional de la cerámica

ibérica.- Según Consuelo Mata Parreño y Helena Bonet Rosado.

Desde que Bosch, en 1915, tratara por primera vez de la cerámica ibérica desde el punto

de vista científico, los datos han aumentado gracias a las excavaciones. En la actualidad

el conocimiento de la cultura material ibérica es muy importante y se unifican criterios

22

entonces polémicos como el origen, cronología y evolución, a pesar de ello, son pocos

los trabajos de síntesis dedicados a la cerámica, destacando entre ellos el de Tarradell y

Sanmartí de 1980 de carácter globalizador.

Otro aspecto poco tratado es la realización de una sistematización tipológica de la

cerámica ibérica en su conjunto, aunque no faltan ensayos basados en un yacimiento

(CUADRADO, 1972; GONZÁLEZ PRATS, 1983; PEREIRA SIESO, 1979; ROS-SALA, 1989b;

VAQUERIZO, 1988: 200-254), región (ARANEGUI Y PLA, 1981; BELÉN Y PEREIRA SIESO,

1985; NORDSTRÖM, 1969 y 1973; PELLICER, 1962; PEREIRA SIESO, 1988 y 1989), clases

y calidades (ARANEGUI, 1969 y 1975; BALLESTER, 1947; CUADRADO, 1952; GONZÁLEZ

PRATS, 1981) o formas cerámicas (ARANEGUI, 1970; CONDE I BERDÓS, 1987 y 1990;

FLETCHER, 1952-1953, 1953, 1957 y 1964; FLORIDO, 1984; JULLY Y NORDSTRÖM, 1966

y 1972; LILLO, 1979; PEREIRA SIESO Y RODERO, 1983; RIBERA, 1982).

El ensayo se ha realizado con una intención globalizadora para superar particularismos

regionales o de yacimiento pero con criterio abierto para ratificar, modificar o ampliar a

medida que avancen las investigaciones, sobre todo se ha creado un instrumento de

trabajo que permita llegar a una compresión más completa de la Cultura Ibérica. En este

sentido este ensayo de tipología no es sino el primer paso para realizar estudios

integrales sobre el Mundo Ibérico y acercarse a los usos cotidianos de dicha cerámica.

(MATA-BONET, 1992)

4.1. Criterios utilizados

4.1.1. Tecnología. Diferenciando dos grandes clases:

Cerámica fina o clase A

Cerámica tosca o clase B

4.1.2. Morfología. Se utilizan objetivos mensurables:

Altura

Diámetro de la boca

Índice de profundidad

23

Índice de abertura

y atributos morfológicos:

Perfil, simple o compuesto

Presencia o ausencia de pie

Elementos de prensión

4.1.3. Funcionalidad. Contrastando comparativamente con:

El mundo clásico

El islámico

El análisis microespacial

La etnografía

4.1.4. Terminología. El léxico utilizado se resuelve del siguiente modo:

Se evita introducir términos nuevos. Cuando falta el término

castellano se mantiene el acostumbrado: Kalatos, vaso a

Chardón

Se evitan vocablos demasiado genéricos como vaso, vasija o

urnas

Se utilizan términos de alfarería actual peninsular (tinaja,

olla, cuenco, jarro, etc.). Se mantienen la transcripción griega

para formas sin traducción al castellano (Kantaros,

Krateriscos, Skhipos, Kilix, etc.). Se hacen esfuerzos por la

normalización terminológica con léxicos en diferentes

lenguas o transcribiéndolas

A pesar de todo se introduce algún termino nuevo

preferentemente en castellano (orza, cubilete, tarro, etc.) pero

sin descartar palabras griegas (lebes, frente a copa de pie

bajo, caldero, fuente, olla o palangana, por ejemplo)

24

Finalmente, se utiliza una nomenclatura doble: numérica y

funcional, con el fin de facilitar su uso en tablas de

inventario, registro informático, etc.

4.1.5. Cronología. fundamental cuando se cuenta con un conjunto

numeroso de yacimientos. Con algunas lagunas:

Ibérico Antiguo (s. VI a.C.) documentado sobre todo en

Andalucía

Ibérico Pleno (ss. V-III a.C.), aunque con escasos

yacimientos publicados con niveles del s. V a.C.

Ibérico Final (ss. II-I a.C.) pocos yacimientos

4.1.6. Tipología abierta. Donde quepan variantes locales y regionales

teniendo en cuenta los repertorios publicados a la hora de contrastar.

Se señalan los tipos equivalentes de otros repertorios (notas al pie en

el anexo), independientemente de las referencias que se haga a otras

tipologías concretas.

4.1.7. Documentación gráfica. Se ha trabajado con materiales procedentes

de yacimientos ibéricos valencianos, cuando falta el tipo, subtipo o

está mal representado se recure a otras áreas geográficas.

4.2. Atributos tecnológicos. Dos clases:

4.2.1. Clase A o Cerámica Fina. Pastas compactas, duras, de sonido

metálico, sin impurezas visibles, pastas monocolores, aunque existan

las de tipo “sándwich” o de cocción alternante. Cocidas a altas

temperaturas, con superficies engobadas, bruñidas o alisadas. suelen

tener decoración pintada. Existen dos calidades básicas en la

cerámica ibérica:

Cocción oxidante, con decoración o sin ella

Cocción reductora con decoración o sin ella

25

4.2.2. Clase B o Cerámica Tosca. Terminación poco cuidada pese a

elaborarse a torno. Las arcillas presentan gran cantidad de

desengrasante visible haciéndolas porosas. Se distinguen dos

grandes clases:

Una con desengrasante visible sin decorar y sin tratamiento

de las superficies apta para el fuego

Otra con desengrasante poco visible, superficies cuidadas y

muchas veces decorada

Otras características comunes:

Tratamiento simple de las superficies sin llegar a

impermeabilizarlas

Tonos oscuros dominantes (gris y negro)

Tipos poco variados y tendentes a estandarizarse

Decoración escasa y simplificada: líneas incisas, cordones

aplicados decorados o lisos

4.3. Atributos funcionales. generalmente referidos a la cerámica clase A.

Se distinguen los siguientes grupos:

Grupo I. Recipientes de mayor tamaño destinados a almacén o

transporte

Grupo II. Recipientes de funcionalidad esquiva, suelen ser vasijas

multifuncionales, relacionada con la despensa o diferentes

actividades domésticas y artesanales

Grupo III. Recipientes que forman parte de un posible servicio o

vajilla de mesa

Grupo IV. Recipientes de pequeño tamaño o microvasos,

relacionados con el aseo personal, tocador, servicio religioso y

26

funerario, etc.

Grupo V. Objetos hechos de cerámica, considerados auxiliares de

algunos recipientes (tapas) o de uso en cocina (colador, raspador,

etc.)

Grupo VI. Piezas que imitan a otras de ámbito extrapeninsular

4.4. Atributos métricos:

Para recipientes profundos:

o Altura:

Grandes >40 cm.

Medianos entre 10 y 40 cm.

Pequeños <10 cm.

o Diámetro de boca:

Grandes >25 cm.

Medianos entre 10 y 25 cm.

Pequeños <10 cm.

Para recipientes de profundidad media

o Índice de profundidad (I.P. = altura / diámetro *100)

Planos IP <50

Medios IP entre 50 y 100

Profundos IP >100

o Índice de abertura (I.A. = diámetro del cuello/diámetro

máx. *100)

Abiertos IA >= 80

27

Cerrados IA <80 y >=50

Muy cerrados <50

4.5. Atributos morfológicos. Para diferenciar subtipos y variantes

(Nordström, 1973):

Labio o borde:

o Sin diferenciar, sin ruptura respecto al cuello o perfil

o Diferenciado, con ruptura respecto al cuello o perfil

Cuello, unión entre cuerpo y labio:

o Sin diferenciar

o Diferenciado, con ruptura respecto al galbo

o Indicado

o Destacado

Base o zona de apoyo de la vasija:

o Sin pie o base:

Cóncava

Convexa

Indicada

Plana

o Con pie o base:

Anillado

Alto

Destacado

28

Pivote

Cuerpo o galbo, entre la base y el cuello

o Simple sin fuertes rupturas de perfil

o Compuesto, con fuertes rupturas de perfil: hombro, carena,

diámetro máximo fuertemente diferenciado

Asa, parte saliente de la vasija, a veces arqueada, elemento de

prensión o suspensión, a veces pueden ser dos orificios, en el

borde o pie, hechos antes de la cocción, pueden adoptar diferentes

posiciones y secciones

(Para tipos y subtipos, ver anexo I).

5. Conclusión

El presente trabajo ha pretendido hacer una recapitulación sobre las investigaciones

efectuadas de la cultura ibérica, profundizando en el estudio de sus cerámicas, y

finalmente valorando, por encima de las apreciaciones particulares de yacimientos y

culturas regionalistas, la labor llevada a cabo en favor de una sistematización

globalizadora que nos ayude a comprender que la Cultura Ibérica fue un proceso

autóctono que asimilando las propuestas aportadas por los pueblos colonizadores,

supo crear un contexto socioeconómico y cultural único que perduró hasta la

romanización, a la que posteriormente volcaría sus propuestas y contenidos.

Queda en el tintero, una posible sistematización de la decoración de los vasos

singulares, es decir un análisis decorativo de la pintura vascular, tanto geométrica,

figurada o abstracta, de sus elementos decorativos, temas abordados, etc., así como

sus orígenes y su continuidad cultural.