la caridad, expresión irrenunciable de la fe

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Pit volorep udipsanis quunt dipsam asitatqui inctum velic toreperi accum vitempo sanimil ipsum qui voluptis AT IL MAGNAM FUGA. PA VELIA VOLESTEM MAGNAM FIRMA Cargo 2.XXX. X-X de mes de 2010 PLIEGO Próximos a celebrar la solemnidad del Corpus Christi (7 de junio), el autor nos invita a descubrir por qué fe y caridad están íntimamente relacionadas y se enriquecen y verifican mutuamente. Una relación tan estrecha y fecunda entre ambas que empuja a dar cauce al compromiso caritativo y social al que nos convoca la Iglesia en el Día de Caridad. Dios, que ama la justicia y manifiesta la entraña de su amor en la compasión y la misericordia, nos llama a trabajar por los pobres con la fuerza revolucionaria de la ternura y a ser signos de su acción liberadora en el mundo. LA CARIDAD, EXPRESIÓN IRRENUNCIABLE DE NUESTRA FE Siete cauces prácticos para vivir hoy la caridad VICENTE ALTABA GARGALLO Delegado episcopal de Cáritas Española 2.943. 30 de mayo-5 de junio de 2015

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Pliego de Vida Nueva sobre la cariadad

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PLIEGO

Pit volorep udipsanis quunt dipsam asitatqui inctum velic toreperi accum vitempo sanimil

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2.xxx. x-x de mes de 2010PLIEGO

Próximos a celebrar la solemnidad del Corpus Christi (7 de junio), el autor nos invita a descubrir por qué fe y caridad están

íntimamente relacionadas y se enriquecen y verifican mutuamente. una relación tan estrecha y fecunda entre ambas que empuja

a dar cauce al compromiso caritativo y social al que nos convoca la iglesia en el Día de Caridad. Dios, que ama la justicia y manifiesta la entraña de su amor en la compasión y la misericordia, nos llama a trabajar por los pobres con la fuerza revolucionaria de la ternura

y a ser signos de su acción liberadora en el mundo.

lA CARiDAD, eXPResiÓn iRRenunCiABle De nuestRA fe

siete cauces prácticospara vivir hoy la caridad

VICente AltAbA GARGAlloDelegado episcopal de Cáritas española

2.943. 30 de mayo-5 de junio de 2015

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“Sed misericordiosos…”expresar hoy nuestra fe en el ejercicio de la caridad, más allá de la colecta especial que ese día se hará en nuestra comunidad.

I. FE Y CARIDAD MUTUAMENTE SE EXPLICAN Y NECESITAN

Fe y caridad están íntimamente relacionadas y mutuamente se enriquecen y verifican1. San Ignacio de Antioquía expresaba esta relación diciendo que la fe y la caridad son el principio y el fin de la vida cristiana. el principio, según él, es la fe; y el fin, la caridad.

Benedicto XVI, al convocar el Año de la Fe que celebramos entre 2012-2013, lo primero que nos recordó es que fe y caridad están mutuamente relacionadas: “la fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino”. la fe, para seguir su camino, para ser verdadera acogida y respuesta a Dios, necesita de la caridad. la caridad, para seguir su camino, para ser verdadera manifestación del amor de Dios, necesita de la fe. es más. no solo podemos decir que se necesitan para hacer su camino. Se necesitan también

para ser, pues la fe “es” respuesta al amor y la caridad “es” la realización de la fe.

1. La fe es respuesta a Dios, conocido como Amor

Partiendo de la afirmación del apóstol Juan, “hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él” (1 Jn 4, 16), bien podemos decir que la fe nace de la experiencia de haber encontrado el amor, de haber conocido a un Dios que es amor, y de responder al amor.

la fe, antes que adhesión a verdades, a creencias, es relación personal y amorosa con Dios, de modo que creer es estar enamorado de Dios, y tener fe es tener experiencia del amor de Dios. tener fe es haber descubierto a un Dios amor, sentirse amado por él y responderle poniendo en él toda la confianza que nace del amor.

Por eso, el ejercicio del amor en la vida cristiana, y lógicamente en Cáritas, no es un puro acto de solidaridad humana; ni es tampoco, fundamentalmente, un precepto de la vida cristiana. es una consecuencia del encuentro con Dios en Jesucristo, de haber descubierto en Cristo el rostro y la entraña amorosa de nuestro Dios.

Cuando vamos a celebrar la fiesta del Corpus Christi y, en ella, el Día de la Caridad, me viene

a la memoria el saludo de Pablo a los cristianos de tesalónica: “Debemos dar continuas gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es justo, pues vuestra fe crece vigorosamente y sigue aumentando el amor mutuo de todos y cada uno de vosotros” (2 tes 1, 3).

¡Qué bonito saludo el de Pablo! Un saludo que tendríamos que hacer nuestro, pues poder dar gracias a Dios porque la fe crece vigorosamente y porque esa fe se manifiesta en el aumento del amor mutuo, en la caridad que crece en todos y cada uno de nosotros, tendría que ser nuestro empeño en el Día de la Caridad.

en la fiesta del Corpus Christi celebramos de manera pública y solemne, en el corazón de la Iglesia y en el espacio público de las plazas y calles de nuestras ciudades y pueblos, el gran “sacramento de nuestra fe”, como llamamos a la eucaristía. A la vez, recordamos con una campaña especial el “sacramento de la caridad”, del amor llevado hasta el extremo en la eucaristía, como dirá Juan (Jn 13, 1), y expresado en la cotidianidad de nuestras relaciones humanas y, de una manera muy especial, en el amor a los más pobres y excluidos. Y esto para que así nuestra fe crezca vigorosamente y siga creciendo también entre nosotros el amor. Para que en la eucaristía descubramos sacramentalmente el rostro de los hermanos, y en los hermanos, especialmente en los más pobres, descubramos el rostro encarnado del Señor.

Para contribuir a ello reflexionaremos en la primera parte de este Pliego sobre el binomio fe-caridad, un binomio que nos hace descubrir que la caridad es expresión irrenunciable de nuestra fe, e intentaremos después señalar algunos cauces concretos que nos ayuden a descubrir las muchas y serias posibilidades que tenemos de

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De ahí, una primera pregunta que nos debemos hacer: ¿tengo experiencia del Amor, del amor gratuito, apasionado y misericordioso de Dios? Pregunta que he de saber responder, pues de ella nacen la fe y la caridad.

2. La fe crece cuando se vive como experiencia de amor

Pero la fe no solo nace del amor, sino que crece cuando se vive como una experiencia de amor: “la fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica”2. es una formulación bien precisa y preciosa: la fe crece cuando se vive como experiencia de amor, de amor que se recibe y de amor que se comunica y se da. es decir, la fe crece por la caridad, ya que eso es la caridad: amor recibido y entregado.

este es el testimonio de Juan en un texto para recordar y disfrutar: “Amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios. todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor. Dios nos ha manifestado

el amor que nos tiene enviando al mundo a su Hijo único, para que vivamos por él. el amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo como víctima por nuestros pecados. Hermanos queridos, si Dios nos amó así, también nosotros debemos amarnos unos a otros. (…) Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él” (1 Jn 4, 7-16).

la fe es una experiencia de amor. De un amor que se recibe y de un amor que se da. Amar a Dios es la respuesta al amor de quien nos amó primero. Y ese amor, lo sabemos bien por Jesucristo y toda la escritura, lleva necesariamente al amor al prójimo, amado por Dios.

3. La fe actúa por la caridadtanto es así que el apóstol Pablo

dirá que “la fe actúa por la caridad” (Gal 5, 6), a la vez que recuerda a quienes están enredados en discusiones sobre la ley que toda la ley se cumple en una sola frase: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Gal 5, 14).

en la 2ª carta a los Corintios, concreta más la expresión de esta caridad, diciendo que la fe lleva a compartir para que a nadie le falte lo necesario para vivir. Pablo recuerda a sus cristianos las pruebas, tribulaciones y la pobreza extrema que han sufrido las Iglesias de Macedonia, pero les informa de que sus pruebas les han hecho crecer en la alegría y que su pobreza extrema se ha desbordado en frutos de generosidad, de modo que, por encima de sus posibilidades y con toda espontaneidad, han participado en la colecta en favor de los necesitados. en este contexto les pide que sobresalgan en la caridad y muestren así la sinceridad de su amor a imagen de Cristo, “el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza”. Y se trata, dice Pablo, de “igualar”, de compartir y buscar la igualdad, de modo tal que “al que recogía mucho no le sobraba y al que recogía poco no le faltaba” (cf. 2 Cor 8, 7-15).

los seguidores de Jesús expresaban su fe escuchando la enseñanza de los apóstoles, celebrando la presencia del Señor en la eucaristía y poniendo los bienes en común para atender a los hermanos necesitados (cf. Hch 4, 32-35). Así, la fe de la Iglesia se expresa permanentemente en la triple dimensión de su misión: anuncio de la Palabra, celebración de los sacramentos y ejercicio de la caridad. las tres cosas a la vez, de modo tal que, donde falta una de ellas, no se manifiesta en plenitud la Iglesia de Jesús.

4. La relación entre fe y caridad es tan estrecha que mutuamente se verifican

Con esta expresión, “unidad inseparable entre fe y caridad”, se refirió benedicto XVI a esta mutua relación, y puso como ejemplo a dos viudas pobres, la viuda de Sarepta y la viuda del evangelio, que “demostraron una gran fe en Dios” y llevaron a cabo gestos preciosos de caridad. Dos mujeres que “lo dan todo y se ponen en manos de Dios por el bien de los demás”3.

en otra ocasión, explicó la relación entre estas dos virtudes comparándola a la que existe, de manera análoga,

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los ancianos, antes olvidados y hoy explotados; las mujeres víctimas de la penuria económica, de la explotación sexual y la violencia doméstica; los hombres y mujeres del campo y del mar; los inmigrantes; las víctimas de la corrupción económica y política; y las víctimas de un empobrecimiento espiritual y moral (cf. ISP nn. 3-14).

en una cultura tan individualista como la que vivimos, y en la que sufrimos una globalización de la indiferencia, puede resultar extraña una llamada a fijarnos los unos en los otros. es más, no faltará quien pueda interpretar una llamada así como una invitación al chismorreo o a la intromisión irrespetuosa e indebida en la vida e intimidad del otro. Sin embargo, es esta una llamada del espíritu que nos hace bien en el momento social que estamos viviendo.

la caridad comienza por fijar la mirada en el otro y estar atentos los unos a los otros. la caridad nos hace abrir la mirada al mundo insolidario e injusto que hemos hecho –“he visto cómo los oprimen”–, nos hace fijarnos en los que sufren a nuestro lado, escuchar su clamor y, desde ahí, salir del encierro egoísta en nuestros propios intereses y buscar lo que es bueno no solo para mí, para cada uno aisladamente, sino para los otros, para la comunidad en la que vivimos y cuyo presente y futuro compartimos7.

2. Apostar con decisión por los más débiles y pobres

los pobres son los primeros destinatarios del evangelio: “no deben quedar dudas ni caben explicaciones que debiliten este mensaje tan claro. Hoy y siempre, los pobres son

1. Tener ojos abiertos para ver y oídos atentos para escuchar

la caridad comienza por tener capacidad de ver la situación del otro y de escuchar su clamor. es la primera expresión de la apertura y del amor al otro. Así hizo Dios con su pueblo oprimido y explotado: “el clamor de los israelitas ha llegado hasta mí y he visto la opresión con que los egipcios los oprimen” (ex 3, 9). Dios “ve” y “escucha”, y a partir de ahí comienza su gesta salvadora, liberadora.

también nuestros últimos papas nos invitan a ver y a escuchar. benedicto XVI, en el Mensaje de Cuaresma del año 2012, basándose en la carta a los Hebreos, nos decía: “Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras (Hb 10, 24)”. Y Francisco deja claro que, para que la caridad sea verdadera y ejerza la función liberadora que está llamada a desarrollar, debe partir de una mirada muy atenta a la realidad de los pobres y de escuchar su clamor: “Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad: esto supone que seamos dóciles y atentos para escuchar el clamor del pobre y socorrerlo”5. Y, a continuación, explicitará más diciendo que hemos de tener oídos atentos “al clamor de los pobres”, “al clamor por la justicia” (n. 188) y “al clamor de pueblos enteros” (n. 190).

nuestros obispos, en su última instrucción pastoral6, comienzan invitándonos a abrir los ojos a los rostros de nuestros pobres y a escuchar el clamor de los que no tienen trabajo; de los niños que viven en la pobreza;

“entre dos sacramentos fundamentales de la Iglesia: el bautismo y la eucaristía. el bautismo (sacramentum fidei) precede a la eucaristía (sacramentum caritatis), pero está orientado a ella, que constituye la plenitud del camino cristiano. Análogamente, la fe precede a la caridad, pero se revela genuina solo si culmina en ella. todo parte de la humilde aceptación de la fe (‘saber que Dios nos ama’), pero debe llegar a la verdad de la caridad (‘saber amar a Dios y al prójimo’), que permanece para siempre, como cumplimiento de todas las virtudes”4.

esto nos lleva a descubrir que la relación entre la fe y la caridad no está solo en el hecho de que la fe actúa por la caridad, sino en que fe y caridad mutuamente se verifican. Y cuando hablamos de verificación, lo que queremos decir es que una es la verdad de la otra, que la fe se hace verdad en la caridad y que la caridad se hace verdad cuando se vive desde la fe. Dicho con otras palabras, la caridad no es una consecuencia de la fe, algo distinto y posterior a ella, sino elemento constitutivo de la misma fe.

Así, dice también Santiago: “¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos de alimento diario y alguno de vosotros les dice: ‘Id en paz, abrigaos y saciaos’, pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así es también la fe: si no se tienen obras, está muerta por dentro. Pero alguno dirá: ‘tú tienes fe y yo tengo obras, muéstrame esa fe tuya sin las obras, y yo con mis obras te mostraré la fe’” (Sant 2, 14-18).

II. CAUCES PRÁCTICOS PARA VIVIR HOY LA CARIDAD

Desde esta relación tan estrecha y fecunda entre fe y caridad, entre la eucaristía como sacramento de la fe y sacramento de la caridad, veamos algunas claves qzue nos ayuden a vivir hoy la caridad y nos descubran que tenemos muchas y muy precisas formas de dar cauce al compromiso caritativo y social al que nos convoca la Iglesia en el Día de la Caridad.

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los destinatarios privilegiados del evangelio, y la evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino a traer. Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. nunca los dejaremos solos” (eG n. 48).

la afirmación no es nueva. Se ha dicho y repetido muchas veces, es verdad, en el magisterio de la Iglesia, pero hemos de reconocer que se ha ignorado otras tantas y que con excesiva frecuencia no son los pobres el referente desde el que hemos configurado nuestros comportamientos, nuestros estilos de vida, nuestras opciones políticas y nuestros proyectos eclesiales.

Francisco nos aporta el redescubrimiento del pobre y de su lugar en la misión de la Iglesia. nos dice que en esto no caben dudas ni valen excusas. es el momento de dar a los pobres el lugar privilegiado que les pertenece en la sociedad y en la Iglesia. Solo desde los pobres, desde las periferias, se tiene una visión real de la metrópoli y de la totalidad. Desde el centro, desde el poder, desde la metrópoli, nunca se ve toda la realidad.

los cristianos apostamos por una sociedad que se preocupe de todas las personas, pero especialmente de los más débiles, pues, de lo contrario, no será verdaderamente democrática ni ética. Una sociedad que se construya desde los derechos y necesidades de los pobres, no solo desde los intereses de los ricos y poderosos. es esta la revolución de la ternura a la que nos invita Jesús en el evangelio, la cultura de la ternura que nos pide Francisco (cf. eG n. 209).

nosotros debemos prestar especial atención a los últimos, a aquellos con

los que nadie cuenta y a los que deja de lado lo que Francisco llama la “cultura del descarte”, pues, como él mismo dice, “ningún esfuerzo de ‘pacificación’ será duradero, ni habrá armonía y felicidad para una sociedad que ignora, que margina y abandona en la periferia una parte de sí misma (…). no hay que descartar a nadie. Recordémoslo siempre: solo cuando se es capaz de compartir, llega la verdadera riqueza; todo lo que se comparte se multiplica. Pensemos en la multiplicación de los panes de Jesús. la medida de la grandeza de una sociedad está determinada por la forma en que trata a quien está más necesitado, a quien no tiene más que su pobreza”8.

la caridad comienza por abrir los ojos a la realidad, pero esta se puede mirar y valorar de diferentes maneras. Podemos ver la realidad desde el beneficio de las grandes empresas, el fluir de los préstamos bancarios, los intereses del mercado, la reducción del déficit y los resultados macroeconómicos; o podemos leerla desde el número de los parados, desde los desechados por el sistema, desde las rentas mínimas, desde los índices de pobreza, desde los recortes de los derechos sociales. nosotros queremos ver la realidad desde el lado de los pobres. Queremos verla con los ojos de Dios y leerla desde el corazón de Dios.

3. Ayudar al otro a desarrollar todas sus capacidades y potencialidades

Con mucha frecuencia la caridad se ha identificado con dar: dar dinero, dar comida, dar ropa. Pero la caridad no consiste en dar cosas, sino en dar amor. Caridad no es tirar una limosna mientras volvemos el rostro porque no

somos capaces de dar la mano ni de mirar al otro a los ojos. la caridad pasa por correr el riesgo del encuentro con el otro y tener la valentía de acogerle y acompañarle en el camino de su propio desarrollo.

Una clave que conviene recordar siempre en el ejercicio de la caridad nos la da benedicto XVI cuando dice que el ser humano es redimido por el amor: “el hombre es redimido por el amor. eso es válido incluso en el ámbito intramundano. Cuando uno experimenta un gran amor en su vida, se trata de un momento de ‘redención’ que da un nuevo sentido a su existencia”9. tanto es así que la actuación práctica resulta insuficiente si en ella no se puede percibir el amor. Hay que dar y ayudar al otro, pero, sobre todo, hay que darse, hay que dar amor. Solo así el don no humilla, sino que dignifica a la persona, a la que da y a la que recibe10.

Y no basta con socorrer al otro en sus necesidades materiales; hemos de ayudar al otro en su desarrollo intelectual, moral, social, espiritual y religioso. Por otra parte, el amor nos hace descubrir las carencias y necesidades del otro y ofrecerle nuestra ayuda para superarlas, pero también nos hace descubrir las capacidades, las posibilidades del otro. Amar se torna, entonces, en la hermosa tarea de ayudar al otro a ser, a crecer, a desarrollarse en todas las potencialidades de su ser. Y, proyectado esto a la acción caritativa y social, la caridad nos lleva a superar el asistencialismo y a promover el desarrollo integral.

Hemos de reconocer que el aumento de la pobreza nos ha llevado en los últimos tiempos a dar respuestas de primera asistencia que tiempo atrás considerábamos superadas en el ejercicio de la caridad. esto ha hecho que la primera asistencia –dar comida, ropa, pago de medicamentos, de alquileres y otros insumos…– se haya multiplicado tanto que algunas instituciones han quedado encerradas en este tipo de servicios, descuidando tareas de la caridad tan importantes como el acompañamiento y la promoción de la persona.

no podemos olvidar, sin embargo –como ha recordado Francisco–, que las tareas de primera asistencia

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otras instituciones; apoyando, también con los recursos eclesiales, las finanzas éticas, microcréditos y empresas de economía social.

▪ Que la dificultad del actual momento económico no nos impida escuchar el clamor de los pueblos más pobres de la tierra y extender a ellos nuestra solidaridad y la cooperación internacional y avanzar en su desarrollo integral.

▪ Cultivar con esmero la formación de la conciencia sociopolítica de los cristianos, de modo que sean consecuentes con su fe y hagan efectivo su compromiso de colaborar en la recta ordenación de los asuntos económicos y sociales”.

Aquí tenemos cauces muy concretos para el ejercicio de la caridad. Y, sobre todo, tenemos una clave fundamental: no se trata de hacer muchas cosas, sino de que aquello que hacemos sea transformador de la sociedad.

5. Repensar la solidaridad en clave de comunidad y defensa de derechos

el compromiso por la justicia y por la acción transformadora nos lleva hoy a repensar cómo entendemos la solidaridad y de qué hablamos cuando hablamos de solidaridad. Para ello, nos ayudarán dos referencias importantes: una primera tomada de san Juan Pablo II y otra de Francisco.

▪ Según la primera, “la solidaridad no es (…) un sentimiento superficial por los males de tantas personas, cercanas o lejanas. Al contrario, es la determinación

esta construcción de la ciudad del hombre, de una sociedad según el derecho y la justicia, está demandando la transformación de las estructuras injustas que generan pobreza y exclusión. Para ello, los obispos españoles, en el n. 49 de la instrucción pastoral ya citada, nos proponen unos objetivos que marcan, a su vez, cauces concretos para el ejercicio de la caridad:

▪ “Crear empleo. las empresas han de ser apoyadas para que cumplan una de sus finalidades más valiosas: la creación y el mantenimiento del empleo (…).

▪ Que las administraciones públicas, en cuanto garantes de los derechos, asuman su responsabilidad de mantener el estado social de bienestar, dotándolo de recursos suficientes.

▪ Que la sociedad civil juegue un papel activo y comprometido en la consecución y defensa del bien común.

▪ Que se llegue a un Pacto Social contra la pobreza aunando los esfuerzos de los poderes públicos y de la sociedad civil.

▪ Que el mercado cumpla con su responsabilidad social a favor del bien común y no pretenda solo sacar provecho de esta situación.

▪ Que las personas orientemos nuestras vidas hacia actitudes de vida más austeras y modelos de consumo más sostenibles.

▪ Que, en la medida de nuestras posibilidades, nos impliquemos también en la promoción de los más pobres y desarrollemos, en coherencia con nuestros valores, iniciativas conjuntas, trabajando en ‘red’, con las empresas y

deberían ser “pasajeras”, y que la acción caritativa y social implica tres niveles de compromiso: cooperar con los gestos más simples y cotidianos de solidaridad, cooperar para promover el desarrollo integral de los pobres y cooperar para resolver las causas estructurales de la pobreza (cf. eG n. 188).

4. Trabajar por la justicia y transformar las estructuras que generan pobreza

el lema de Cáritas es Trabajamos por la justicia, lo que nos recuerda que la primera exigencia del amor es la justicia. Muchas veces se ha dicho y repetido hasta la saciedad que lo que este mundo necesita es justicia, no caridad. es lo que ya decía la crítica marxista para cuestionar la acción caritativa de la Iglesia: los pobres no necesitan caridad, sino justicia. Y esto es verdad, en cuanto que no podemos dar a los pobres por caridad aquello a lo que tienen derecho en justicia.

benedicto XVI, en Caritas in veritate, n. 6, nos ofrece un lúcido texto sobre la relación entre justicia y caridad: “Ante todo, la justicia. Ubi societas, ibi ius: toda sociedad elabora un sistema propio de justicia. La caridad va más allá de la justicia, porque amar es dar, ofrecer de lo ‘mío’ al otro; pero nunca carece de justicia, la cual lleva a dar al otro lo que es ‘suyo’, lo que le corresponde en virtud de su ser y de su obrar. no puedo ‘dar’ al otro de lo mío sin haberle dado en primer lugar lo que en justicia le corresponde. Quien ama con caridad a los demás es, ante todo, justo con ellos. no basta decir que la justicia no es extraña a la caridad, que no es una vía alternativa o paralela a la caridad: la justicia es ‘inseparable de la caridad’, intrínseca a ella. la justicia es la primera vía de la caridad o, como dijo Pablo VI, su ‘medida mínima’, parte integrante de ese ‘amor con obras y según la verdad’ (1 Jn 3, 18), al que nos exhorta el apóstol Juan. Por un lado, la caridad exige la justicia, el reconocimiento y el respeto de los legítimos derechos de las personas y los pueblos. Se ocupa de la construcción de la ‘ciudad del hombre’ según el derecho y la justicia. Por otro, la caridad supera la justicia y la completa siguiendo la lógica de la entrega y el perdón”.

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firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos. esta determinación se funda en la firme convicción de que lo que frena el pleno desarrollo es aquel afán de ganancia y aquella sed de poder de que ya se ha hablado”11.

Según esto, la solidaridad nos sitúa en la perspectiva de la responsabilidad compartida y en la perspectiva del bien común. Pero una y otra deben alcanzar a las estructuras de pecado, que funcionan como mecanismos cuasi automáticos que reproducen las situaciones que crean. Por lo que la solidaridad nos saca del sentimentalismo desencarnado y nos aloja definitivamente en las características de una verdadera opción por los pobres.

▪ la segunda referencia nos la da Francisco, cuando dice: “la palabra ‘solidaridad” está un poco desgastada y a veces se la interpreta mal, pero es mucho más que algunos actos esporádicos de generosidad. Supone crear una nueva mentalidad que piense en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos”. Y añade: “la solidaridad es una reacción espontánea de quien reconoce la función social de la propiedad y el destino universal de los bienes como realidades anteriores a la propiedad privada” (eG nn.188-189).

De nuevo, la solidaridad se ubica en el mismo plano que la opción por los pobres y nos sitúa ante las estructuras sociales, la propiedad, el destino universal de los bienes, lo cual es imprescindible para sacar a la palabra solidaridad del desgaste en que ha

ido cayendo y colocarla otra vez en términos de comunidad, de derechos y de prioridad de vida para todos.

no podemos, pues, simplificar la solidaridad que hoy demanda el reconocimiento de los derechos de los pobres, y devolverles lo que les pertenece. Con palabras de Francisco, “supone crear una nueva mentalidad que piense en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos”, “devolver al pobre lo que le pertenece” y “defender los derechos de los pueblos”.

esto nos lleva a recordar a los que tienen la responsabilidad de garantizar los derechos –gobiernos, políticos, tribunales, legisladores– la necesidad de promover, facilitar y defender la vida con dignidad de todos los seres humanos y los derechos de los más frágiles: derecho al trabajo digno, a vivienda adecuada y segura, a cuidar la salud, a migrar y no ser discriminados, a seguridad jurídica, a tutela judicial efectiva, a una educación en igualdad, a un sistema fiscal eficiente y equitativo, a un comercio justo.

6. Practicar la misericordiala primera exigencia de la caridad es

la justicia, pero no basta la justicia; esta tiene que sobrepasarse con la caridad. no basta dar al otro lo “suyo”. Cuando el otro vive en una sociedad que no le reconoce ciertos derechos –o cuando, según la ley, los ha perdido–, la justicia necesita de la caridad, que nos lleva a dar al otro de lo “mío”, a “cargar” con el otro, como el samaritano, y que se manifiesta en la misericordia y la gratuidad.

especial atención merece en este momento la llamada que nos hace la Iglesia a la misericordia con la convocatoria de Francisco a un próximo Jubileo de la Misericordia12. Ante él, nos dice: “¡Cómo deseo que los años por venir estén impregnados de misericordia para poder ir al encuentro de cada persona llevando la bondad y la ternura de Dios!”.

en la bula de convocatoria afirma que la misericordia es la viga maestra en la que se sostiene la Iglesia. nada en su anuncio y testimonio puede carecer de misericordia. la justicia es un primer paso en el servicio del amor, un paso necesario e imprescindible. la Iglesia, no obstante, debe ir más lejos. Ha llegado para la Iglesia el tiempo de la misericordia (cf. n. 10).

Y, si nos preguntamos cómo vivir hoy esa misericordia, en el n. 15 desciende a detalles:

▪ “Podemos realizar la experiencia de abrir el corazón a cuantos viven en las más contradictorias periferias existenciales, que con frecuencia el mundo moderno dramáticamente crea. ¡Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento existen en el mundo hoy! Cuántas heridas sellan la carne de muchos que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y silenciado a causa de la indiferencia de los pueblos ricos.

▪ estamos llamados a curar estas heridas, a aliviarlas con el óleo de la consolación, a vendarlas con la misericordia y a curarlas con la solidaridad y la debida atención.

▪ no caigamos en la indiferencia que humilla, en la habitualidad que anestesia el ánimo e impide descubrir la novedad, en el cinismo que destruye.

▪ Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio. nuestras manos estrechen sus manos, y acerquémoslos a nosotros para que sientan el calor de nuestra presencia, de nuestra amistad y de la fraternidad.

▪ Que su grito se vuelva el nuestro y juntos podamos romper la barrera de la indiferencia que suele reinar campante para esconder la hipocresía y el egoísmo”.

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el giro necesario implica la búsqueda del verdadero desarrollo, que supera esta visión del crecimiento económico y afronta el desafío de dar relevancia a los pobres, haciendo que pasen de ser ignorados y vistos como algo molesto a recuperar su dignidad de personas importantes para la sociedad y para las políticas económicas.

Para lograrlo necesitamos recuperar la compasión, aprender a ponernos en el lugar del otro y pasar de una economía egoísta a una compasiva. necesitamos trabajar por una sociedad inclusiva, en la que todos puedan participar y nadie quede descartado. Una sociedad que diga no a esta economía de la exclusión y SÍ a una economía construida en clave compasiva, centrada en las necesidades de los más pobres, de quienes están peor13.

¿QUÉ HAS HECHO CON TU HERMANO?

en nombre de Cáritas te invito a celebrar con hondura el Día de la Caridad. la campaña de este año nos hace una pregunta incómoda, pero necesaria: “¿Qué has hecho con tu hermano?”14. Y no podemos responder con la pregunta de Caín: “¿Soy acaso guardián de mi hermano?”. esta es una pregunta homicida que tiene que interpelarnos porque nos hace cómplices de lo que en nuestro mundo está pasando.

la respuesta está en la propuesta de Cáritas: “Ama y vive la justicia”. Una propuesta inseparable de nuestra fe y con muchos cauces de realización, como hemos intentado abrir en esta reflexión. Pero, si necesitas más, te recomiendo la lectura de La Iglesia, servidora de los pobres, la instrucción pastoral de la Conferencia episcopal española, en la que encontrarás muchos más cauces para el ejercicio de la caridad y tu compromiso social.

lo importante es que el Día de la Caridad nos motive a trabajar con esperanza en favor de los pobres y que lo hagamos creyendo en la fuerza revolucionaria de la ternura y siendo signos de la acción liberadora de nuestro Dios: el Dios que ama la justicia y la sobrepasa con la misericordia.

queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertido en regla absoluta”.

Cuando esto sucede, estamos ante una verdadera idolatría que hay que denunciar, en la que al mercado se le rinde culto y se le ofrecen sacrificios humanos. Sus víctimas son los descartados, los sobrantes y desechados, ante los que estamos llamados a buscar alternativas económicas.

no podemos seguir confiando en que el crecimiento económico va solucionar el problema. esto no va a suceder si no orientamos el comportamiento económico hacia una dirección en la que todos sean importantes y no haya personas sobrantes. esto no va a suceder mientras esos sobrantes y excluidos nos sean indiferentes. no podemos olvidar que crecimiento económico no es igual a desarrollo social, como proclama el actual modelo socioeconómico.

Y, a continuación, de manera viva e imperiosa, manifiesta el deseo de que reflexionemos y vivamos la obras de misericordia que nos presenta Jesús y que nos ayudan a descubrir si somos o no discípulos suyos:

▪ “Redescubramos las obras de misericordia corporales: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir a los enfermos, visitar a los presos, enterrar a los muertos.

▪ Y no olvidemos las obras de misericordia espirituales: dar consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia a las personas molestas, rogar a Dios por los vivos y por los difuntos”.

nuestro Dios manifiesta la entraña de su amor en la compasión y la misericordia. también nosotros, los cristianos de hoy, estamos llamados a expresar la verdad y la hondura de nuestro amor en la misericordia. Y parece que tiene especial interés Francisco en que recordemos las obras de misericordia y nos confrontemos con ellas.

7. Denunciar la idolatría del mercado y dar paso a una economía compasiva e inclusiva

la realidad pone de manifiesto la lógica idolátrica de la economía de mercado en que vivimos. esta referencia a la “idolatría del mercado” es reiterada sistemáticamente por Evangelii gaudium. en el n. 56 refleja perfectamente lo que esto significa: “Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los estados, encargados de velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas… el afán de poder y de tener no conoce límites. en este sistema, que tiende a fagocitarlo todo en orden a acrecentar beneficios, cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente,

n o t a s

1. Cuanto voy a decir en esta parte está entresacado de lo que expuse en “Fe y caridad. Lectura pastoral de una relación mutuamente clarificadora y enriquecedora”, en Corintios XIII, nº 146 (Abril-Junio 2013), pp. 50-59.

2. BENEDICTO XVI, carta apostólica Porta Fidei, n. 7, 2011.

3. Ángelus del 12/11/2012.

4. BENEDICTO XVI, Mensaje de Cuaresma 2013: Creer en la caridad suscita caridad. “Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él” (1 Jn 4, 16).

5. FRANCISCO, exhortación apostólica Evangelii gaudium, n. 187 (Roma, 2013). En adelante, citada como EG.

6. CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Instrucción pastoral La Iglesia, servidora de los pobres (Madrid, 2015). En adelante, será citada como ISP.

7. Cf. ALTABA GARGALLO, Vicente, La espiritualidad que nos anima en la acción caritativa y social, Madrid, 2012, pp. 25-32.

8. Discurso a la comunidad de Varginha (Río de Janeiro, 25 de julio de 2013).

9. BENEDICTO XVI, encíclica Spe salvi, n. 26, 2006.

10. Cf. ALTABA GARGALLO, Vicente, El ministerio sacerdotal en Cáritas, Madrid, 2010, pp. 15-16.

11. San JUAN PABLO II, encíclica Solicitudo rei socialis, n. 38, 1987.

12. Cf. FRANCISCO, Misericordiae vultus. Bula de convocación al Jubileo Extraordinario de la Misericordia, 2015.

13. Cf. LLUCH FRECHINA, Enrique, “La Economía desde la Evangelii gaudium”, en Noticias Obreras, nº 1.560 (Junio 2014), pp. 19-26.

14. Cf. CÁRITAS, Ama y vive la justicia. Fundamentación Campaña Institucional 2014-2017, Madrid, 2014.