la aventura de la historia - dossier082 el terror nuclear - hiroshima

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DOSSIER 19 HIROSHIMA El terror nuclear La bomba causó, inicialmente, setenta mil muertos en Hiroshima. Hoy se considera que las radiaciones –como las que padecen estos afectados– ocasionaron cien mil víctimas mortales más El 6 de agosto de 1945, Estados Unidos arrojó su primera bomba atómica; tres días más tarde, la víctima de la segunda fue Nagasaki. El objetivo militar de ganar la guerra con el menor daño propio, la curiosidad científica, los dos mil millones de dólares invertidos en el Proyecto Manhattan y el sueño de la hegemonía universal fueron los argumentos para abrir la Caja de Pandora 20. Japón, en guerra. Aplastado José Díez-Zubieta 28. Hiroshima y Nagasaki bajo las bombas atómicas. Soy la muerte David Solar 40. El pasado está vivo Agustín Rivera 42. El sueño de la hegemonía mundial. Poder nuclear Augusto Zamora LA AVENTURA DE LA HISTORIA ON-LINE

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Page 1: La Aventura de La Historia - Dossier082 El Terror Nuclear - Hiroshima

DOSSIER

19

HIROSHIMAEl terror nuclear

La bomba causó, inicialmente, setenta mil muertos en Hiroshima. Hoy se considera que lasradiaciones –como las que padecen estos afectados– ocasionaron cien mil víctimas mortales más

El 6 de agosto de 1945, Estados Unidos arrojó su primera bombaatómica; tres días más tarde, la víctima de la segunda fueNagasaki. El objetivo militar de ganar la guerra con el menor dañopropio, la curiosidad científica, los dos mil millones de dólaresinvertidos en el Proyecto Manhattan y el sueño de la hegemoníauniversal fueron los argumentos para abrir la Caja de Pandora

20. Japón, en guerra.AplastadoJosé Díez-Zubieta

28. Hiroshima yNagasaki bajo lasbombas atómicas.Soy la muerteDavid Solar

40. El pasadoestá vivoAgustín Rivera

42. El sueño de lahegemonía mundial.Poder nuclearAugusto Zamora

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Page 2: La Aventura de La Historia - Dossier082 El Terror Nuclear - Hiroshima

APLASTADOJapón, en guerra

Pese a su dominio naval y al alejadoperímetro defensivo, el Japónmetropolitano pronto comenzó a sersacudido por las alarmas aéreas. Elprimer ataque, sólo con finespropagandísticos, fue el del coronelDoolittle, en abril de 1942.

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La guerra tuvo en el Pacífico tresfases bien definidas. En la pri-mera, Japón, de victoria en vic-toria, se expandió por todo un

área que consideraba indispensable pa-ra su prosperidad, con algunas correc-ciones exigidas por los militares, paraque la zona de donde procederían lasmaterias primas que su Imperio nece-sitaba coincidiera con los puntos de apo-yo imprescindibles para su defensa. Lazona económica abarcaba la fachadacontinental asiática, desde Corea hastaBirmania; en el Pacífico: las Filipinas, lasgrandes islas de Java, Sumatra, Borneoy Nueva Guinea y los archipiélagos delas Salomón, Gilbert, Marshall, Marianas,Carolinas... La de seguridad se exten-día por el Pacífico más al oeste y aúntrató Tokio de ampliarla con las islasMidway, Samoa, Tonga, Fidji, Nueva Ca-ledonia y Nuevas Hébridas. Si el pro-yecto inicial lo realizó casi por comple-to y en apenas cinco meses, el segundose les atragantó en Midway.

Fue aquélla una operación acometidapor Tokio con una superioridad tan abis-mal que sus jefes, en vez de trazar unaoperación práctica, diseñaron una fan-tasía tan compleja que bastaron algunoscontratiempos para que su ventaja seconvirtiera en una formidable derrota.En la batalla aeronaval de Midway, el4 de junio de 1942, perdieron los japo-neses cuatro de sus mejores portaavio-nes contra uno norteamericano. A par-tir de entonces, las armas japonesas co-menzarían a batirse a la defensiva y lasnorteamericanas –con apoyo inglés, aus-traliano y neozelandés– al ataque.

La segunda fase de la guerra se sitúaentre el desembarco norteamericano enGuadalcanal, el 7 de agosto de 1942, yen la segunda mitad de 1944, con la

recuperación de las Carolinas –desdedonde las fortalezas volantes podían al-canzar Japón– y de las Filipinas. Esta lar-ga fase de la guerra se caracterizó por laprogresiva superioridad material nor-teamericana y una visión estratégica su-peditada a la política y la cautela, dis-tante de una concepción militar original:Washington dividió sus fuerzas para lle-var las operaciones en dos direccionesdiferentes, tratando de contentar al Ejér-cito y a la Marina, dirigidos, respectiva-mente, en el teatro de operaciones porel general Douglas MacArthur (Pacíficosuroeste) y el almirante Chester W. Ni-mitz (Pacífico central). Optó, además,por la táctica de la apisonadora: atacartodas y cada una de las guarniciones ja-ponesas, incluso las más insignificantes.El resultado fue una guerra muy lentay costosa porque los japoneses –aunquelimitados técnica y materialmente– re-sistían en sus destinos hasta la muerte.

Hito inicial de esta fase de la guerrafue la batalla de Guadalcanal, donde semanifestaron claramente los síntomas dela impotencia japonesa para operar a tanlarga distancia de sus bases: el declivede su marina y, sobre todo, de sus por-taaviones. Mientras que Estados Unidoslanzaba sobre el Pacífico sus inmensosrecursos, Japón sufría la impotencia desu industria militar para compensar sus

pérdidas y los avances científicos y tec-nológicos de los norteamericanos.

Resistencia a ultranzaPor encima de cualquier análisis militar,resulta elocuente comparar las cifras dela producción de la industria aeronavalde ambas potencias: en 1943, Estadosunidos construyó 85.898 aviones, 2 aco-razados, 15 portaaviones, 11 cruceros,128 destructores y 200 submarinos; Ja-pón, 16.639 aviones, 1 portaaviones,2 cruceros, 11 destructores y 58 subma-rinos. Esa abismal diferencia –duplicadaen 1944– se reflejó con brutal claridaden el escenario bélico, donde casi todoslos encuentros se resolvieron a favor deEstados Unidos.

Tokio resolvió apretar los dientes y for-tificarse en las islas ocupadas, formandoun inmenso cinturón defensivo en tornoa la metrópoli, en la esperanza de frenara los norteamericanos y forzarles a un re-sultado de tablas ante la indudable san-gría humana que tendrían que padecerpara dominar centenares de reductos. Elespíritu de resistencia japonés se basabaen su código militar que consideraba glo-riosa la muerte por el emperador y la pa-tria y despreciaba al soldado que se ren-día, juzgando un deshonor el cautiverio.Eso les haría, por un lado, inasequiblesa la desmoralización y, por otro, terri-blemente crueles con sus prisioneros.

A mantener ese espíritu de resistenciacontribuía el servicio de propaganda delGobierno de Hideki Tojo, que brindabaa sus conciudadanos listas de victoriasy de destrucciones navales enemigas,extraordinariamente hinchadas y aleja-das de la realidad. Nadie podía rebatiresos datos, ni comentar las pérdidas pro-pias: de ello se ocupaba la omnipresenteKempitei Tai (contraespionaje o policíapolítica), que llegó a contar con 75.000miembros y nada tenía que envidiar a laGestapo alemana.

JOSÉ DÍEZ-ZUBIETA es historiador.

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Tras la destrucción de Pearl Harbor, en 1941, las armas japonesasdominaron el Pacífico durante un semestre. José Díez-Zubieta analizala reacción norteamericana hasta llegar a los aniquiladores bombardeos dela primera primera mitad de 1945, ante los que Tokio no supo reaccionar

EL TERROR NUCLEAR, HIROSHIMA

Víctimas del bombardeo del 10 de marzo de1945: habían transcurrido tres años desdeaquel primer bombardeo de Tokio.

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Ese sistema defensivo requería un mo-numental esfuerzo para sostener cente-nares de guarniciones aisladas en tan in-menso escenario y que, conforme fueimposible realizarlo por falta de medios,se condenó a aquellas tropas al aisla-miento, a la inoperancia por escasez dearmas y municiones y a la desesperaciónpor falta de alimentos y atención médi-ca. La progresiva carencia de medios ae-ronavales fijó a aquellas guarniciones alos perímetros de sus islotes, convir-tiéndolas en absolutamente inútiles.

EE UU entra al trapoSin embargo, eso sólo ocurrió al final dela guerra. La doctrina militar norteame-ricana entró en el juego planteado porJapón y fue incapaz de hallar una vía rá-pida para derrotarlo. Su estrategia de ata-car isla tras isla hizo entrar en combatea numerosas guarniciones que, de otramanera, hubieran quedado aisladas amiles de kilómetros de la metrópoli ymarginadas de la guerra. Caso emble-mático de operaciones prescindibles fuela toma de la isla de Attu (Aleutianas)

ante la costa norteamericana. Hubierabastado destruir sus instalaciones aero-navales para olvidarse de ella; sin em-bargo, la atacaron hasta la capitulaciónde los últimos 28 soldados, sin muni-ciones. La guarnición entera –2.600 hom-bres– combatió hasta la última bala y,luego, en cargas nocturnas a la bayone-ta. Aquella victoria costó a los nortea-mericanos 1.800 bajas (600 muertos).

Relevantes por su significado y su du-reza fueron los desembarcos en Gua-dalcanal y Nueva Guinea, donde secombatió durante muchos meses en unaguerra espantosa en la jungla. O los de-sembarcos en el archipiélago de las Sa-lomón, donde se libraron las batallas deRendova, Colombangara, Bella Labellay Bougainville. Terrible fue la resisten-cia japonesa en el archipiélago de las Is-las Gilbert, donde se libró la batalla deTarawa, tan dura y con tan elevadas pér-didas (“¡Más de 3.400 bajas norteameri-canas por una insignificante isla!”, cla-maba el Time) que el mando norteame-ricano reestudió la táctica seguida y lacambió a partir de comienzos de 1944.

En efecto, hallaron una forma más ra-cional de conducir la guerra: mientrasMacArthur completaba las operacionesde Nueva Guinea, disponiéndose a re-nunciar a parte de la isla, controlada porguarniciones japonesas aisladas, plani-ficaba el asalto a las Filipinas, despre-ciando las bases japonesas de Timor, Ja-va, Sumatra y Borneo (sobre las que vol-vería más adelante) y apuntando direc-tamente al corazón, al Japón. Igualmen-te, el almirante Nimitz comenzó a es-quivar aquellas islas que constituyeranuna amenaza menor para su retaguardia,tratando de neutralizar sus bases conbombardeos aéreos y poderosas incur-sionas navales, y fijándose como objeti-vo sólo aquellas islas con valor estraté-gico que le condujeran hacia Tokio. Así,dejó atrás los archipiélagos de las Mars-hall, Jaluit, Ponape y Carolinas, reali-zando algunos desembarcos con no mu-chas bajas, gracias a la protección de losdesembarcos con bombardeos aerona-vales aniquiladores y dotando a la in-fantería de grandes medios blindados an-fibios, inimaginables hasta la fecha.

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MANCHURIA

CANADA

EE UU

COREA

CHINATIBET

SINKIANG

NEPAL BUTÁN

INDIABIRMANIA

INDOCHINATAILANDIA

MALASIA

SUMATRA BORNEO

JAVATIMOR

FILIPINAS

CÉLEBESSOLOMÓN

PALAUCAROLINA MARSHALL

FIJI

SAMOA

HAWAI

MIDWAY

ALEUTIANAS

VANUATU

SANTA CRUZ

MARIANAS

MARCOS

PALMIRA

CHRISTMAS

SOCIEDAD

CANTON

WAKE

BONÍNRYUKYU

FORMOSA

NUEVACALEDONIA

NUEVAGUINEA

AUSTRALIA

MONGOLIA

JAPÓN

URSS

Tokio•

•Pekín

Expansión noconseguida

Máxima expansión,primavera de 1942

Territorios ocupados por Japón, julio de 1945

GLORIA Y OCASO DEL IMPERIO NIPÓN EN LA II GUERRA MINDIAL

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En 1944, los grandes objetivos seríanlas Filipinas, empresa en la que colabo-raron ambas líneas del ataque nor-teamericano y las islas del archipiélagode las Marianas mejor dotadas para es-tablecer bases aéreas: Saipán, Tinian yGuan. Distaban unos 2.500 kilómetros deJapón, por lo que la metrópoli quedabaen el radio de acción de las nuevas for-talezas volantes B-29, que ese año se en-señorearon de los cielos del Pacífico. Losdesembarcos en las Marianas costaron alos norteamericanos dos meses de lucha,5.000 muertos y 20.000 heridos y los ja-poneses, con su habitual derroche de va-lor, opusieron la muralla de sus vidas alavance de los norteamericanos, que en-terraron a más de 50.000 enemigos. Underroche de sangre, pero aquellas islasserían la clave del final de la guerra.

En Tokio advirtieron enseguida la tras-cendencia de aquella pérdida, empeo-rada por varias derrotas de sus escuadras.La grave situación provocó la caída delGobierno de Tojo. Cuando el nuevo pri-mer ministro, Kuniaki Koiso, y el minis-tro de Marina, almirante Mitsumasa Yo-nai, acudieron a presencia del empera-dor, éste les habló de negociación:

–Tendréis que colaborar para terminarla guerra en la Gran Asia y os reco-miendo que no irritéis a la Unión So-viética (Togo, Memorias).

No le hicieron mucho caso, pese aque el marino era plenamente cons-ciente de que Japón estaba en las últi-mas, pues su flota amenazaba ruina an-te el castigo que estaba sufriendo.

–¿Podremos resistir hasta finales deaño? –le preguntó el ministro Yonai alalmirante Soemu Toyoda, jefe de la Flo-ta Combinada. La respuesta fue clara:

–Será sumamente difícil.

Viento divino“Los japoneses perdieron la guerra por-que sus oficiales y sus soldados fueroninferiores, no en valor, sino en su utili-

zación inteligente. Siempre se mostraroncompetentes y fértiles en recursos cuan-do se enfrentaron a situaciones previs-tas que requirieran soluciones clásicas.Ante las contrariedades y lo imprevisto,la obsesión por su honor personal ac-tuaba en detrimento de su intuición y lesimpedía ver la realidad”, escribió el pe-riodista norteamericano Martin Caidin.

Resultado de esa visión fueron milla-res de sacrificios absurdos, que ningúnbeneficio reportaron a su país e infli-gieron sólo un daño relativo a los nor-teamericanos. Uno de los resultadosde esa visión fue la formación de las

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JAPÓN, EN GUERRA. APLASTADOEL TERROR NUCLEAR, HIROSHIMA

ESPAÑA EN LA GUERRA DEL PACÍFICO

Sin que se hayan conocido las causas,puesto que las relaciones hispano-

japonesas fueron buenas durante toda laguerra, la colonia española en Filipinas fuela más castigada de cuantas extranjeras ha-bía en el archipiélago. 250 españoles fue-ron asesinados y más de 300 resultaron he-ridos graves. Los soldados del general Ho-ma asaltaron, saquearon y destruyeron elconsulado español en Manila, asesinando alas 50 personas que en él se hallaban re-fugiadas; hicieron lo propio con el ColegioConcordia, de las Hermanas de san Vicen-te de Paul, que daban asilo, bajo la pro-tección de las banderas de España y de laCruz Roja, a 800 niños, enfermos y per-turbados. Saqueadas y, en parte, destrui-das, fueron la Casa de España, el Casino Es-pañol, la Compañía General de Tabacos, laCompañía Yebana, la Universidad Católi-ca de Santo Tomás, el Hospicio de San Jo-

sé, el Colegio de San Marcelino, las iglesiasde San Francisco, San Nicolás, San Agus-tín, Santa Isabel y Nuestra Señora de Lour-des, instituciones y templos a cargo de re-ligiosos españoles.

El 80 por 100 de los bienes de Órdenes,congregaciones y empresas españolas fue sa-queado. Pero no fue menor el expolio cul-tural: los ocupantes prohibieron el uso delidioma español, tanto en la enseñanza comoen la administración y en los tribunales, in-fligiendo un daño irreparable al castellanoen Filipinas, pues los 70.000 alumnos de loscolegios dejaron estos estudios por los de ja-ponés, impartidos por un millar de profe-sores enviados al efecto..

En nombre de su Gobierno, el profesorOikohie, de la Universidad de Kobe, decla-ró a una comisión filipina: “Bajo estabandera realiza el Japón su obra cultural enAsia: barrer todo el fondo extraño de ideas

arraigado durante la dominación anglosajo-na y española y, luego, sembrar con las se-millas culturales del jardinero japonés lasculturas populares nativas así purificadas”.

Incluso el Gobierno de Tojo intentó cons-tituir un “neobudismo”, en el que se inte-grara la Iglesia católica, a la que invitó a uncongreso. Obispos y religiosos católicos –ensu mayor parte españoles– se opusieron y nomenos de cincuenta de ellos lo pagaron conla vida (datos y cita de José Fernando Agui-rre, La Segunda Guerra Mundial, Barcelo-na, Argos, 1964).

En gesto puramente testimonial y opor-tunista, el Gobierno español suspendió eldesempeño de la representación de Japónante varios países hispanoamericanos y rom-pió relaciones con Japón el 12 de abril de1945 e, incluso, se pensó en declararle laguerra y enviar algunos barcos. Obviamen-te, no ocurrió nada.

El dominio aeronaval ejercido por los portaaviones determinaría la victoria de EE UU en elPacífico; a la supeririodad numérica se uniría la mejor calidad, a partir de 1943, de sus aviones.

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unidades de pilotos kamikaze (Vientodivino). Pilotos suicidas hubo durantetoda la guerra, pero en actuaciones ex-cepcionales. A partir de las gravísimasderrotas navales del verano de 1944, laactuación de los pilotos kamikaze se hi-zo sistemática, gracias a la creación deunidades de este género por parte delalmirante Takihiro Onishi.

La primera misión oficial autorizadaestuvo a cargo de un aviador compe-tente, Yukio Seki, que el 25 de octubrede 1944 dirigió una misión suicida, de laque se convirtió en el primer caído. Ensu misión fue destruido el pequeño por-taaviones St. Lo y dañado otro. Ese éxi-to y el agravamiento progresivo de la

situación japonesa catapultó la acciónde los pilotos kamikazes.

Su actuación se convirtió en una pesa-dilla para la flota norteamericana no tan-to por lo que consiguieron, que a fin decuentas tuvo escaso relieve en la conta-bilidad final del conflicto, sino porque susataques eran mucho más peligrosos quelos de los pilotos convencionales. El ca-pitán Dixie Kiefer, uno de los marinosque perdió su buque en un ataque ka-mikaze, escribía: “Es bastante fácil evi-tar otros tipos de bombardeo, pero esimposible esquivar una bomba que estásiendo pilotada hacia ti. Los kamikazesacertaban cuatro o cinco veces más quelos aviones normales”.

Con todo, fue mayor la aparatosidadque los efectos reales: en estos ataquesperecieron más de 5.000 pilotos, con susaviones, a cambio de menos de un cen-tenar de buques: transportes, algunosportaaviones pequeños y numerosos des-tructores; además, dañaron de diversaconsideración, 23 portaaviones, 5 aco-razados, 9 cruceros y tres centenares deunidades menores y causaron unas docemil bajas (la mitad, muertos) a los nor-teamericanos, además de la pérdida deunos 800 aparatos embarcados en losportaaviones alcanzados. El paroxismode su actuación se registró en Okinawa,causando tanta impresión en Estados Uni-dos, que se convirtió en uno de los ar-gumentos para el ataque atómico.

Pese a sus logros, después de la gue-rra no fue muy positiva la valoración dela estrategia kamikaze. El filósofo zen,Daisetzu Suzuki comentaba: “Al exami-nar la táctica kamikaze podemos descu-brir una grave laguna del pueblo japo-nés: la carencia de espíritu científico”. Pa-ra este pensador, hubiera sido más efec-tivo mejorar sus aviones en vez de em-pecinarse en creer que eran superiores alos norteamericanos y afinar el entrena-miento de sus pilotos, en lugar de arro-jarles a la muerte. La táctica kamikaze nopodía conducir a la victoria; sólo ensan-grentaba más el camino de la derrota.

El bombardero Le MayLa tercera fase de la guerra tuvo comoobjetivo Japón. Mientras los norteame-ricanos se acercaban al territorio metro-politano, afrontando las resistencias sui-cidas de Iwo Jima y Okinawa, las for-talezas volantes trataban de reducir a es-combros la industria japonesa, pero sueficacia era inferior a lo que el mandoestimaba imprescindible.

Los ataques del 31 Bomber Command,compuesto por medio millar de bom-barderos B-29 y adscrito a la 20ª Air For-ce, habían comenzado en noviembre de1944 y en dos meses –tras arrojar más decuatro mil toneladas de bombas y de per-der 90 fortalezas volantes y buena partede sus tripulaciones– apenas habían con-seguido paralizar un 5 por 100 de la in-dustria aeronáutica japonesa, primerobjetivo de los ataques. Éstos se estabanrealizando de acuerdo con la doctrinaaplicada en Europa: bombardeos deprecisión diurnos a 9.000 ó 10.000 metrosde altura, volando en formidables

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Los almirantes de la victoria norteamericana en el Pacífico: Nimitz (jefe de la zona centro-nortede operaciones), King (secretario de Estado de Marina) y Halsey, jefe naval del Pacífico sur.

Exageraciones

La propaganda japonesa ensalzó y exage-ró sus victorias y, al final, Tokio se cre-

yó sus propias hipérboles. Cuando la guerrallegaba ya al territorio metropolitano, entreel 18 y el 21 de marzo de 1945, durante unade las batallas navales previas a la conquis-ta de Okinawa, el Gran Cuartel General Im-perial comunicaba: “Han sido hundidos tresportaaviones estándar, dos acorazados, trescruceros, un buque de guerra de clase des-conocida y, además, unos 180 aviones nor-teamericanos han sido derribados; 130 avio-nes japoneses no han regresado a sus bases”.

En el otro bando, el parte oficial del al-mirante Nimitz decía: “Han sido averiados

uno o dos acorazados y dos o tres portaa-viones japoneses, además de dos portaa-viones ligeros y otros dos de escolta, un cru-cero pesado, uno ligero y cuatro destruc-tores. Se ha comprobado el hundimientode seis mercantes japoneses. Doscientosaviones han sido derribados y 275, des-truidos en el suelo. Un buque norteameri-cano ha resultado gravemente averiado yotros varios sufrieron daños menores, queno les impide seguir operando”.

Tras la guerra, se confirmaron las infor-maciones norteamericanas. Su evidenciamás contundente fue que el primero deabril comenzó su desembarco en Okinawa.

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formaciones y arrojando bombas rom-pedoras. Contra el III Reich daban resul-tado, pese a que las defensas antiaéreasde Hitler eran formidables ¿Por qué nofuncionan contra el mal defendido Japón?

A mejorar la eficacia de los bombar-deos fue destinado Curtis E. Le May, de38 años de edad, general de las fuerzasaéreas, un tipo sanguíneo, cuadrado, fu-mador de puros y sumamente empren-dedor, que había mandado los bombar-deros pesados norteamericanos en Chi-na. El general Le May concluyó que lasoperaciones eran poco eficaces, porqueel clima japonés era muy especial: des-pejado por la noche y nublado por el día;porque su industria, aunque concentra-

da en pocas ciudades, estaba dispersadentro de ellas: un tercio, en fábricas con-vencionales, otro tercio en pequeños ta-lleres y el resto era pura artesanía fami-liar; porque las grandes bombas rompe-doras hacían astillas centenares de casas,que estaban reparadas al caer la tarde;porque las enormes distancias reducíanal mínimo la capacidad destructiva de losB-29 (2.200 kilos de bombas por viaje).

Sólo bombasPocos días después de acceder a la je-fatura de la 20ª Air Force, Le May deci-dió que los bombardeos fueran noctur-nos, que se atacara a las ciudades con

fósforo o napalm, cuyos efectos seríanmayores, dada la combustibilidad de susedificios, que se retirara el armamentode los aviones, puesto que los japonesescasi carecían de caza nocturna, y eso per-mitiría cargar dos toneladas más de bom-bas y, finalmente, que se bombardeara abaja cota, lo que aumentaría la precisión,desconcertaría a los artilleros japoneses

y ahorraría combustible, permitiendo ma-yor carga, hasta 6/7 toneladas.

“¡Nos van a cazar como a zorras!”, ex-clamó el coronel O'Donnell, coman-dante de la fortaleza volante B-29,Dauntless Dotty, al hablar con los pilo-tos de su grupo de bombardeo. No sepodía creer que aquello estuviera ocu-rriendo de verdad. Llevaba desde el oto-ño de 1944 volando con el 31 BomberCommand y había visto de todo, pero loque acababa de oírle a Le May le pare-cía el colmo. Estimaba un suicidio bom-bardear Tokio de noche, a menos de2.500 metros de altura, de forma dis-persa y desarmando los aviones.

“Pero, ¿qué locura le ha entrado a es-te generalito para dejar en tierra diezametralladoras pesadas y un cañón de20 mm y viajar cinco mil kilómetros só-lo con el armamento de cola?”.

Las órdenes de Le May fueron inape-lables. El 9 de marzo los aeropuertos deSaipán, Guam y Tinian entraron en ebu-llición. 334 B-29 fueron desarmados, car-gados con dos mil toneladas de bombasy abastecidos con más de cinco mil to-neladas de carburante. A las seis menoscinco de la tarde, las fortalezas volan-tes comenzaron a despegar desde cadauno de los tres aeropuertos con inter-valos de un minuto, de modo que yaeran casi las ocho cuando partió el úl-timo. Los ángeles exterminadores co-menzaron su largo viaje, volando conviento de cola a 400 km por hora, condestino a Tokio, situada a cerca de 3.000kilómetros de distancia.

A esas horas, la capital japonesa, queincluyendo sus barrios industriales con-taba más de seis millones de habitantesasentados sobre unos 600 kilómetroscuadrados, se disponía a dormir. Los to-kiotas sabían que las numerosas indus-trias que se levantaban en sus suburbios,en las que se fabricaba el 65 por 100 delmaterial de guerra japonés, eran muy

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JAPÓN, EN GUERRA. APLASTADOEL TERROR NUCLEAR, HIROSHIMA

Artillería norteamericana durante la lucha en las islas Filipinas. Los japoneses se impusieron enese escenario en 1942; MacArthur las recuperó en 1944-45.

General Douglas MacArthur, jefe de lasfuerzas del Pacífico sur y, a partir de 1945,mando supremo en ese escenario bélico.

El general Le May cambió la táctica deataque: aviones desarmados, volando abaja cota, con seis toneladas de bombas

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tentadoras para los aviones norteameri-canos, pero se habían acostumbrado areparar por la tarde las destrucciones delos bombardeos matutinos. Nadie espe-raba esa noche al ángel de la muerte, pe-se a que las tinieblas japonesas estánpobladas de genios maléficos.

En el cráter del volcánLos cuatro aviones que volaban en ca-beza tenían la misión de señalar el cam-po de tiro a los que venían detrás. Cadauno de ellos lanzaría 180 bombas de fós-foro de 35 kilos, trazando sobre la ciu-dad un aspa cuyos brazos medirían cer-ca de ocho kilómetros. Los 330 aviones

restantes llevaban 8.250 bombas de 250kilos; esos ingenios estallaban a 150 me-tros del suelo, proyectando 50 pequeñasbombas de tres kilos de napalm.

Para frenar aquella marea de fuegoque se acercaba, Tokio contaba conunos 11.000 bomberos, muchos de ellosmenores de edad, y de los que apenas3.000 se hallaban de guardia. Había,también, un centenar de cazas noctur-nos para cubrir todo el archipiélago yprotegían la capital apenas doscientaspiezas antiaéreas, cuyas alzas y reflec-tores auxiliares estaban ajustados paraactuar contra aviones que volaran a másde 9.000 metros de altura.

Tras siete horas de vuelo, los primerosB-19 avistaron Tokio. Era justo media no-che, una de la madrugada en los aero-puertos de partida. Mientras las sirenasaullaban avisando de la proximidad delos aviones, los marcadores se cruzaronlanzando sus bombas de fósforo, que es-tallaban a treinta metros de altura con lla-maradas blancas, un chorro de fuego ychispas que marcó Tokio con una espe-cie de Cruz de San Andrés, cuyas aspasincandescentes formaban un rectángulode unos 36 kilómetros cuadrados. Laspuertas del infierno estaban abiertas. Eranlas 0.15 horas del 10 de marzo de 1945.

Los habitantes de Tokio salieron a la

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LA ÚLTIMA OPORTUNIDAD

Ante la sistemática destrucción que es-taba sufriendo el país, la aniquilación

de su marina –el gran acorazado Yamato sehundiría el 7 de abril– y la desesperada luchaque sus tropas libraban en Okinawa, el em-perador optó, el 6 de abril de 1945, por cam-biar de Gobierno, encargándole su jefaturaa Kantaro Suzuki y la cartera de Exterioresa Shinegori Togo. Hirohito les sugirió quebuscaran una salida negociada, reiterando laque, infructuosamente, ya había hecho al an-terior gabinete.

Esfuerzo inútil porque la estructura de po-der en el Japón de la época, otorgaba, prác-ticamente, la última palabra sobre el asuntoa los dos ministros militares –Ejército y Ma-rina– y a sus jefes de Estado Mayor, pues sino lograban imponer sus criterios, el Ejérci-to y la Marina podían destituirles y crear unasituación de abierta hostilidad entre las Fuer-zas Armadas y el poder civil.

Por tanto, era misión de Suzuki y de To-go convencer a los generales y almirantes dela necesidad de negociar un armisticio. Em-presa difícil, pese a la desastrosa situación mi-litar, industrial, civil, pues los militares –ba-sándose en lo ocurrido en Iwo-Jima– creíanque sobre el suelo patrio se libraría la bata-lla del destino y que en ella el valor físico yel espíritu samurai se impondrían a la tec-nología que los norteamericanos estaban im-poniendo en el cielo y en el mar.

Así se produjo un atroz juego de indeci-siones que permitió la prosecución de losbombardeos y su culminación atómica. Ma-moru Shigemitsu, sucesor de Togo en Ex-teriores y firmante de la capitulación a bor-do del acorazado norteamericano Missouri,

cuenta que, tratando de movilizar la vía ne-gociadora, el marqués Koicho Kido, custo-dio del sello privado y confidente del empe-rador, se dirigió al ministro de Marina, al-mirante Mitsumasa Yonai, y le preguntó:

–¿Ha pensado en los medios para ponertérmino a la guerra?

–¿Qué puedo yo hacer en eso? –replicó Yo-nai– Suzuki tiene sobre este punto ideas muyfijas.

El custodio del sello privado se dirigió, acontinuación, al primer ministro, Suzuki, yle preguntó:

–¿Tiene usted alguna idea sobre el resta-blecimiento de la paz?

–¿Qué pudo hacer yo en esto? –respondióel jefe del gobierno–, Yonai es muy terco.

Es decir, los militares no querían la paz; lospolíticos no podían imponerla y todos juga-ban a la gallina ciega. En esa tesitura, la gue-rra seguía. El emperador, finalmente, decidióimponer su autoridad y el 22 de junio, reu-nió al Consejo de los Seis (primer ministro,ministros de Exteriores, Ejército y Marina yjefes de Estado mayor del Ejército y la Ma-rina) y le dijo:

“Tanto sobre el plano nacional como so-bre el internacional, se había llegado a unafase crítica. La situación militar era suma-mente desfavorable y las dificultades au-mentarían conforme prosiguieran los ata-ques aéreos. Por tanto, los miembros delConsejo de la Corona deberían hacer todo loposible por terminar la guerra en el planomás rápido posible”.

Ni fueron muy rápidos, ni muy sagaces. Sedirigieron a Moscú, donde no deseaban es-cucharles, porque el interés de Stalin era de-clararles la guerra en cuanto le fuera posibley saciar sus intereses en Manchuria y la fa-chada extremooriental del continente. Altiempo, por medio de Suiza se trataron deacercar a Estados Unidos, entrando en con-tactos distantes con Allen W. Dulles. Todofue demasiado lento, poco enérgico, indirec-to... para frenar el lanzamiento de la bombaatómica. Demasiado conocían en Washing-ton el interés del Gobierno en la capitulación,pues su decodificadora Púrpura descifraba to-dos los mensajes diplomáticos y militares ja-poneses. A los halcones sólo hubiera podidopararles una demanda directa, clara y expre-sa. Y Tokio no supo verlo.

Shinegori Togo, ministro de AsuntosExteriores japonés. Fue un decididopartidario de la negociación.

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calle alarmados por las sirenas, pero noveían el motivo de tanto alboroto. Es-cuchaban el zumbido de algunos avio-nes y lejanos estampidos sobre todo dela artillería antiaérea, pero las explosio-nes del bombardeo eran menos alar-mantes que en otras ocasiones.

Un diplomático sueco presenció elbombardeo: “Los B-29 llegaron aquellanoche desde dos direcciones distintas.Volaban bajo y se desplegaban sobre no-sotros como en abanico. Los bombar-deros era espléndidos. Su color cam-biaba como el de los camaleones. Ver-doso cuando pasaban sobre los hacesluminosos de los proyectores, rojizoscuando volaban sobre las llamaradas delos incendios”.

En cada barrio, las somnolientas gen-tes vieron aterradas que, cuando un aviónpasaba cerca, dejaba tras de sí un mar defuego que avanzaba voraz empujado porel viento. Cientos de miles personas selanzaron a las calles, tratando de huir delas llamas que tenían más cerca, para to-parse con una multitud enloquecida quecorría en dirección contraria, tambiénperseguida por la marea de fuego. Mi-llares de personas perecieron arrolladasy pisoteadas en la inmensa confusión deaquella aterradora noche.

Velas centelleantesInsensibles ante la inmensa tragedia quese estaba produciendo en la ciudad, lastripulaciones de las fortalezas volantesse afanaban en su labor destructiva, tra-tando de saturar de napalm las zonasque aún no ardían. Según el testimoniode uno de ellos: “Tokio estaba ilumina-do como un bosque de árboles de Na-vidad. Las hogueras aún se podían dis-tinguir unas de otras, pero el fuego co-menzaba a extenderse; era como si mi-llares y millares de velas centelleantesresplandecieran hasta formar un solo fo-co de fulgor”.

Parte de aquellas “velas” eran perso-nas que ardían como antorchas. Inmen-sas multitudes enloquecidas se lanzaronhacia el río Sumida, que atraviesa Tokio.Sobre los puentes se produjeron milla-res de muertos, aplastados por los quecorrían en dirección opuesta. Quienesalcanzaron sus orillas lograron la salva-ción, pero los que sólo pudieron llegara pequeños canales perecieron en ellos,porque la temperatura ambiente superóen algunas zonas los 700 grados y el

agua entró en ebullición, cociendo vi-vos a los que allí se habían refugiado.

En las escuelas de Fukagawa, de só-lida construcción y recomendadas comorefugio antiaéreo, se acogieron más de13.000 personas, que perecieron en lossótanos faltas de oxígeno, absorbido porel inmenso incendio. Otros se lanzarona las piscinas, que a la mañana siguien-te aparecieron sin agua y saturadas decadáveres hervidos.Las columnas de aire caliente eran tanfuertes que ascendían hacia el cielo al-canzando más de cuatro mil metros y za-randeando las sesenta toneladas de losúltimos B-29 como si fuesen de papel.El ataque duró tres horas, pero hasta elalba, la ciudad padeció la tempestad defuego, la inmensa ola de calor y la asfi-xiante humareda. Con el nuevo día sehizo patente la magnitud de la catástro-fe: habían perecido unas 120.000 per-sonas y más de 40.000 resultaron heri-das. Veintiséis kilómetros cuadrados deTokio resultaron calcinados, otros tan-tos, muy dañados y, según cifras de lapolicía, el fuego arrasó 267.170 vivien-das, quedando más de un millón de per-sonas sin hogar.

Bombardeo alfombraAl día siguiente, 11 de marzo, el gene-ral Le May valoraba satisfecho la ope-ración: 14 aviones destruidos y ocho tri-pulaciones desaparecidas. Según el par-te oficial: “Tokio perdió el día de ayer el18 por 100 de sus sectores industriales,

el 63 por 100 de sus distritos comercia-les y el centro mismo de sus barrios re-sidenciales”.

El éxito confirmó las hipótesis de LeMay y sus aviones practicarían, en ade-lante, el Carpet bombing (bombardeo al-fombra). Tokio, Nagoya, Osaka, Kobe yYokohama serían objetivos prioritarios delos B-29, sobre los que retornarían una yotra vez, arrasándolas entre marzo y ma-yo de 1945 con más de 30.000 toneladasde bombas y causando medio millón demuertos. Las cinco ciudades más impor-tantes habían perdido al llegar el vera-no de 1945 el 80 por 100 de su poten-cia industrial. En aquel momento le llegóel turno al segundo escalón de las ciu-dades japonesas, 23 urbes que contabanentre cien mil y cuatrocientos mil habi-tantes, y después –mientras en Potsdamse celebraba la última Cumbre de los TresGrandes– se marcaron como objetivootras 41, de unos cien mil moradores.

Todas y cada una de ellas fue pasa-da por el fuego. Entre noviembre de1944 y agosto de 1945, se arrojaron so-bre Japón 170.000 toneladas de bom-bas, cuyos efectos resultaron demole-dores: la industria quedó reducida a mí-nimos, 21 millones de personas perdie-ron su casa y cerca de un millón, la vi-da. Con todo, el Carpet bombing de LeMay iba a ser sólo el pregón de Hiros-hima y Nagasaki, dos ciudades impor-tantes que, con Kokura y Nigata, habíansido reservadas para su inmolación enel holocausto atómico. ■

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JAPÓN, EN GUERRA. APLASTADOEL TERROR NUCLEAR, HIROSHIMA

Aviones B-29, en misión de bombardeo. Al fondo, el sagrado volcán Fujiyama, un faro para lasfortalezas volantes, que arrojaron sobre Japón 170.000 toneladas de bombas.

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SOY LAMUERTE

Hiroshima y Nagasaki bajo las bombas atómicas

Hongo atómico producidopor la bomba Fat Man,arrojada sobre Nagasaki el9 de agosto de 1945.

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Soy la muerte, el destructor de losmundos” (“Bhagavad-Gita”, can-to VI del Mahabharata). La tarde del domingo cinco de

agosto era tibia y tranquila en el aero-puerto de Tinian. El pintor del 509º Gru-po de Bombardeo trabajaba con sus pin-celes en el lateral derecho del morro pla-teado de la fortaleza volante B-29, nº 82.Contemplaba la escena el coronel PaulTibbets, su comandante y jefe de la es-cuadrilla especial 393, formada por diezaparatos. Encaramado en su escalera elpintor terminaba el rótulo, que ya podíaleerse: Enola Gay. El coronel Tibbets, de30 años de edad, sonrió satisfecho al verel nombre de su madre, que en aquellosmomentos estaría durmiendo tranquila-mente en su casa de California.

El pintor retiró sus bártulos y el per-sonal auxiliar fue congregándose en tor-no al gran bombardero. Un tractor apa-reció arrastrando un remolque en el que,cubierta por una lona, avanzaba la car-ga que debería transportar el aparato. Setrataba de un gran artefacto de cinco to-neladas de peso y relativamente pareci-do a las bombas convencionales.

No era el gran volumen del ingenio loque suscitaba tanta expectación, pues laescuadrilla llevaba semanas entrenán-dose en el lanzamiento de grandes bom-bas, sino el secreto que lo había rodea-do desde que el día 26 de julio llegaraa la isla de Tinian (archipiélago de lasMarianas), procedente de Estados Uni-dos, a bordo del crucero Indianápolis.No había sido almacenada en un pol-vorín común, sino en un hangar clima-tizado, cerca de la pista de aterrizaje eiba a ser cargado en una fortaleza

volante que, por vez primera, bombar-dearía un objetivo japonés en solitario.Además, todo el personal de la base sa-bía que estaba en marcha una misión se-creta y que nadie de la escuadrilla, sal-vo el coronel Tibbets, conocía el objeti-vo de aquel misterioso artefacto.

A dos mil quinientos kilómetros dedistancia, hacia el noroeste, en Hiros-hima, en la gran isla japonesa de Hon-su (Hondo), el jesuita español PedroArrupe paseaba con un grupo de com-pañeros por los amables alrededores delcolegio y noviciado que los jesuitas te-nían en las afueras y tocaron el tema dela guerra que se acercaba inexorable-mente a Japón, cuyas poblaciones im-portantes estaban siendo reducidas a ce-nizas una tras otra. Pese a la propagan-da, no se les ocultaba que la aviaciónnorteamericana se movía librementesobre sus cielos. Comentaron, con

aprensión, que cualquier día recibiríansu visita, y eso era tan seguro como quese produciría un desembarco en fechano muy lejana. Como había ocurrido is-la tras isla en todo el Pacífico, los ma-rines alcanzarían las playas metropoli-tanas precedidos por una tempestad defuego y Japón no se entregaría sin lu-cha, pero sería una sacrificio inútil, puessu industria ya no proporcionaba arma-mento competitivo a sus soldados. Cir-culaban rumores de que se estaban ar-mando milicias con lanzas de bambú...

No muy lejos, el doctor Michihiko Ha-chiya entraba de guardia en el hospitalde Comunicaciones de Hiroshima. Elcentro estaba casi vacío porque los en-fermos habían sido trasladados al inte-rior... Su guardia, por tanto, estaba re-lacionada con la defensa antiaérea, puesel hospital tenía asignada la atención sa-nitaria de varias baterías de artillería. Du-rante la noche comentó con otros miem-bros del personal sanitario lo afortuna-da que estaba siendo Hiroshima, unaciudad importante por población, in-dustria y ejército, que hasta la fecha nohabía recibido ningún castigo. Pero to-dos estaban fatalmente convencidos,pese a su alto patriotismo, de que la for-tuna no sería perdurable, pues paulati-namente parecía mayor la potencia ata-cante. En consecuencia, cada día eramenor el número de ciudades indem-nes... aunque estas cosas apenas si seinsinuaban por miedo a los omnipre-sentes oídos de la policía política.

Una misión muy especialLos nueve hombres de la tripulación delEnola Gay embarcaron en la fortaleza vo-lante a las 2.30 de la madrugada del 6 deagosto, hora de Tinian, y tuvieron su pri-mera sorpresa cuando vieron subir al

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EL TERROR NUCLEAR, HIROSHIMA

En el 60 aniversario del primer bombardeo nuclear, David Solar recuerdalas circunstancias en que se desarrolló el Proyecto Manhattan, el debate

de los especialistas, la decisión de Truman, el día del apocalipsis y la visiónque hoy se tiene sobre la tragedia en Japón y en Estados Unidos

DAVID SOLAR es profesor de relacionesInternacionales en el máster de El Mundo.

El coronel Paul Tibbets, ante su avión, lafortaleza volante Enola Gay, la víspera dearrojar la bomba atómica sobre Hiroshima

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aparato a dos extraños, el capitán de na-vío William Parsons y su ayudante el al-férez Jeppson, encargados de una misiónespecial. Inmediatamente, el gran bom-bardero comenzó a calentar motores ydespegó a las 2.45 h. En su compañíapartieron otros dos B-29, encargados demediciones científicas, fotografiado y es-colta. Tibbets puso rumbo noroeste y só-lo desveló que volaban hacia Japón. Cer-ca de las cuatro de la madrugada, el ca-pitán Parsons y su ayudante descendie-

ron a la bodega y comenzaron a mon-tar el mecanismo de disparo de la bom-ba, diseñado por el capitán. Un cuarto dehora después, Little Boy (Muchachito),nombre clave del ingenio, estaba ya dis-puesto para inaugurar la era atómica.

Poco antes de las cinco –hora de Ti-nian, por la que se regía el Enola Gay–cuando sobrevolaban Iwo-Jima, Tibbets,se dirigió a su tripulación y desvelóel gran secreto: iban a lanzar una bom-ba mil veces más potente cuanto se

conocía. Añadió que aquella misión eratan importante que cuando alcanzaran lascostas japonesas serían “registradas todaslas conversaciones del interfono para losarchivos. Muchachos, cuidad vuestro len-guaje. Éste es un vuelo histórico: ¡lleva-mos la primera bomba atómica!”.

En esos momentos, cuatro de la ma-drugada hora de Hiroshima, el personalde guardia en el Hospital de Comuni-caciones, venciendo los bostezos, sedespedía comentando, una vez más, lotranquila que había sido la noche, sin nisiquiera un conato de alarma. Había lle-gado el relevo y podían irse a dormir.

Dos físicos alarmadosLa atroz amenaza que avanzaba a 400km/hora hacia Hiroshima, había iniciadosu historia seis años antes. En el veranode 1939, cuando la tensión en Europapresagiaba ya la guerra, el físico húnga-ro Leo Szilard, refugiado en Estados Uni-dos, había visitado a Albert Einstein, pre-mio Nobel de Física 1921, profesor enel Centro de Estudios Avanzados de laUniversidad de Princeton y el científicomás famoso del mundo en aquellos mo-mentos. Quería comunicarle la grave ob-sesión que le desvelaba. En Alemania ha-bía especialistas en fisión nuclear y eraprevisible que el nazismo tratase de uti-lizarlos para construir armas atómicas. Portanto, proponía que Einstein hiciera lle-gar al presidente Franklin D. Roosevelttanto la alarma de los científicos como lanecesidad de que Estados Unidos cons-truyera un ingenio atómico que neutra-lizara el que pudieran fabricar los nazis.

“Señor: algunas recientes investiga-ciones realizadas por E. Fermi y L. Szi-lard, cuyos manuscritos me han sido fa-cilitados, me inducen a creer que el ele-mento uranio puede convertirse en unanueva e importante fuente de energía enun inmediato futuro. Ciertos aspectos dela situación así creada parecen deman-dar atención y, si fuera necesario, acciónrápida por parte de la administración.Creo, por tanto, que es mi deber llamarsu atención sobre los siguientes hechosy recomendaciones...”.

Éste es el primer párrafo de la carta queEinstein envió al presidente norteameri-cano el 2 de agosto de 1939. A lo largode dos holandesas, le decía que era po-sible fabricar un ingenio a base de ura-nio, cuya reacción en cadena desenca-denaría fuerzas formidables: “Una sola de

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Albert Einstein y Robert Oppenheimer. Los dos se arrepentirían de la bomba. El primero,por haber recomendado su construcción; el segundo, por haber dirigido el proyecto.

La gran decisión

En 1959, el presidente Harry S. Tru-man publicó un artículo titulado “El

Átomo y la Guerra”. Allí recordaba y ana-lizaba los cruciales momentos en que de-bió decidir el lanzamiento de la bomba ató-mica: “Tocóme a mi la decisión fatal de em-plear la primera bomba atómica para apre-surar el final de una guerra horrible (...).Antes de tomar la decisión final de emplearla bomba atómica, convoqué un comité delas más destacadas autoridades en el cam-po científico, educativo y político para es-cuchar sus opiniones y consejos. Pregunté

su opinión a los jefes de Estado Mayor ycalculé el tiempo que podrían resistir losjaponeses y cuantas vidas –japonesas y ame-ricanas– costaría invadir la isla principaldel Japón (...). Era deber mío de presiden-te obligar a los guerreros japoneses a ave-nirse a razones, con la mayor rapidez y conla menor pérdida de vidas que fuera posi-ble. Entonces tomé mi decisión. Una de-cisión que sólo a mi me incumbía”.(Ese artículo fue luego incluido, junto a otros

trabajos, en el libro Mr. Ciudadano, Barcelona,Plaza y Janés, 1961).

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estas bombas, introducida por un buqueen cualquier puerto, podría casi con se-guridad destruir completamente el puer-to y arrasar toda la zona colindante...”.Por tanto, recomendaba a Roosevelt quese aprovisionara de uranio y formase unequipo de científicos que iniciara los tra-bajos para construir un ingenio atómicoantes de que lo consiguiera Hitler.

La carta le fue entregada a Rooseveltpor Alexander Sachs el 11 de octubre,pues el presidente había estado muyocupado a causa del comienzo de laII Guerra Mundial. El presidente escri-bió al margen: “Asunto que requiere ac-tuar”. Diez días más tarde, se reunía yael organismo creado al efecto: el Comi-té Consultivo del Uranio. Pero en aque-llos primeros meses ni se le dotó de granpresupuesto ni de una organización efi-caz, de modo que los resultados fueronpobres. Estados Unidos era un país neu-tral en la guerra y el proyecto de Szilardera algo secundario, ante las prioridadesque demandaban las distintas armas pa-ra ponerse al día de acuerdo con lo quese observaba en los campos de batallaeuropeos y atlánticos: reclutamiento,adiestramiento, blindados, aviones, bu-ques y, sobre todo, más portaaviones...

Todo cambió a partir del otoño de1941. Primero, con el informe de Van-nevar Bush, jefe de los asesores cientí-ficos del presidente, que urgía la cons-trucción de la bomba y, sobre todo, conel ataque japonés contra Pearl Harbor,el 7 de diciembre de 1941. La entrada deEstados Unidos en guerra –y la fundadasospecha de que en la Alemania nazi seestaba trabajando en proyectos nuclea-res– obligó a los norteamericanos a mo-vilizar grandes recursos y equipos,coordinados desde el punto de vista or-ganizativo y administrativo por el ge-neral Leslie Groves, y en los aspectoscientíficos por el físico norteamericanoRobert Oppenheimer, a cuyas órdenestrabajaron Szilard, el italiano Enrico Fer-mi, el danés Niels Bohr y muchos físicosnorteamericanos y británicos eminentes,como Hans Bethe y James Chadwick.

Para entonces, el plan de fabricar labomba atómica había sido bautizado co-mo Proyecto Manhattan, pues en Nue-va York, en la isla de Manhattan, teníasu sede el puesto de mando de la ope-ración. Gracias a los inmensos recursoseconómicos (más de 2.000 millones dedólares, equivalente al gasto militarde los dos bandos en la guerra civil es-pañola), no se regatearon medios hu-manos, materiales y organizativos ypronto se obtuvieron resultados espec-taculares: el 2 de diciembre de 1942, En-rico Fermi, otro premio Nobel de Física,logró la primera reacción en cadena.

Destino, Japón Para entonces, los científicos del Pro-yecto Manhattan trabajaban en dos te-orías diferentes, que darían lugar a dos

bombas distintas: una, a base de uranioy otra de plutonio. Como no se escati-maba el dinero y como lo primordial erallegar a tener la bomba, se dio vía librea los dos proyectos. Docenas de insta-laciones que producían diversos ele-mentos para el Proyecto Manhattan sur-gieron a lo largo y ancho de EstadosUnidos, pero el centro neurálgico se si-tuó en Los Álamos, un punto perdido enel desierto de Nuevo México, donde seerigió una base que se encargaría del

ensamblaje de todos los elementos. Allí,rodeados de extraordinarias medidas deseguridad, trabajaron los científicos a unritmo trepidante: no podían permitir queHitler ganara la carrera atómica, pues notendría escrúpulo alguno en utilizarla pa-ra lograr su objetivo final: el dominio delmundo y el Reich de los mil años.

El presidente Roosevelt seguía asi-duamente los progresos del ProyectoManhattan porque en asuntos arma-mentísticos era proclive a creerse cual-

quier fantasía y aquel que tenían entremanos, a tenor de toda la ciencia y elprestigio acumulados, tenía todos los vi-sos de convertirse en realidad y, además,era su bomba. Un arma definitiva que nitenía escrúpulo alguno en emplear pe-se a que los informes de los científicoseran bastante claros. “Entre 1941 y 1945nunca oí al presidente ni a ninguno delos miembros del Gobierno oponerse alempleo de la energía atómica en la gue-rra –escribió Henry L. Stimson, secretario

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SOY LA MUERTEEL TERROR NUCLEAR, HIROSHIMA

Enrico Fermi, uno de los científicos másimportantes de Manhattan, logró unareacción en cadena en 1942 (E. Ortega).

Franklin D. Roosevelt estaba encaprichadocon la bomba y pretendía utilizarla, perofalleció antes de que estuviera construida.

Vencida Alemania, se sabía que la bombaestaba destinada a Japón y en elGobierno no había dudas sobre su empleo

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de Defensa entre 1940 y 1945–. Por su-puesto, todos éramos conscientes de laresponsabilidad que comportaba nues-tro proyecto de fabricar un arma tan des-tructiva. El presidente Roosevelt me co-mentó frecuentemente su consciencia dela potencia catastrófica de lo que está-bamos construyendo. Pero había que

finalizarlo, ya que estábamos en guerra”(citado por André Kaspi, “¿Fue necesariala bomba?”, L’Histoire, núm. 188, 1995).

Al final, la muerte –el 12 de abril de1945– le liberó de la responsabilidadde ordenar el lanzamiento de la bomba.Todavía no tenía la bomba y ya no hu-biera sido necesario utilizarla sobre laderrotada Alemania nazi.

Sin embargo, los altos mandos milita-res norteamericanos, alarmados ante elderroche de vidas que estaba costandola ocupación, isla tras isla, del Pacífico,preparaban planes para utilizar la bom-ba contra Japón. Por otro lado, el odioque la opinión pública norteamericanarespiraba contra Tokio, agresor sin pre-via declaración de guerra de su base dePearl Harbor, facilitaba el bombardeoatómico. De cualquier forma, en el oca-so de su vida, Roosevelt comenzó a te-ner dudas, pues incluso contra el encar-nizado enemigo japonés se podría utili-zar sólo “tras una profunda reflexión”.

No me gusta este armaA Franklin D. Roosevelt, le sucedió enla Casa Blanca su vicepresidente, HarryS. Truman. Este típico norteamericanode clase media, 61 años de edad, no

estaba al corriente del Proyecto Manhat-tan, lo que muestra, por un lado, el gransecreto que rodeaba la investigación ató-mica y, por otro, las escasas atribucionesde los vicepresidentes norteamericanosmientras viven los presidentes. El 25 deabril le pusieron al corriente Stimson y elgeneral Groves. La bomba aún tardaríameses en estar lista, por tanto, el planya adoptado era lanzarla sobre Japón sino hubiera capitulado antes.

Truman quedó sumido en un mar dedudas. “No me gusta nada esta arma”,llegó a decir; le repugnaba la responsa-bilidad de abrir el infierno nuclear, cu-yas consecuencias entonces sólo eranteóricas: se calculaba con notable pre-cisión su poderío destructor, valorado entoneladas de TNT, pero se desconocíansus efectos radioactivos. Sin embargo, losintereses militares resultaban claros. A fi-nales de abril, llegaban a Estados Unidosaterradoras informaciones sobre pérdi-das humanas en la toma de Iwo Jima yOkinawa, cuyo saldo final sería 19.500muertos y unos 57.000 heridos.

Si ése había sido el precio humanopagado por dos islitas periféricas, por lasque murieron 150.000 japoneses, ¿cuálsería el coste de la toma de las grandes

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Michihiko Hachiya, director del Hos-pital de Comunicaciones de Hi-

roshima presenció la explosión de la bom-ba a través de los ventanales de su habitación.La casa se le cayó encima y salvó su vida, aun-que sufrió numerosas heridas, porque pudollegar a su hospital, donde fue curado.

El diario abarca cincuenta y seis días,con el comienzo marcado por la explosión,el Pika-don (fogonazo-estrépito) como lodenominaban los habitantes de Hiroshi-ma antes de saber que se trataba de unabomba atómica, y el final, por el comien-zo de sus relaciones habituales con mili-tares y médicos norteamericanos. Es decir,reconstruye con una sencillez sobrecoge-dora los efectos de la bomba y los suce-dido a su alrededor durante cuatro sema-nas. No es un panorama amplio, políticoy militar; sino íntimo, el mundo del hos-pital y los enfermos; pero suficientemen-te representativo como para que la infor-mación acumulada sea grande: cada en-fermo da su versión de lo ocurrido; por

tanto, se sabe cuales fueron los efectos dela bomba en numerosas barrios de la ciu-dad y en los pueblos de los alrededores.

Las descripciones de la tragedia son es-peluznantes en su sencillez y los avataresdel hospital, paradigmáticos de lo que es-taba ocurriendo en toda Hiroshima y aúnen Japón: el mundo de la muerte, que no

termina de pasar pese a las piras de cadá-veres incinerados por el ejército; la sucie-dad, la falta de agua, alimentos, medicinas,ropas, camas de hospital, disciplina.

Resulta extraordinaria la fidelidad alemperador, el pesar general ante la ren-dición y ante la circunstancia de que ten-ga que ser el propio propio Hiro-Hitoquien deba leerla. Llama la atención lareacción airada ante la capitulación, sen-timiento que perduró en muchos. Y lue-go, tras el descenso de la adrenalina de losmás sensatos, comienza a señalarse comoresponsables a los militaristas del Go-bierno Tojo y, conforme transcurren los dí-as, se advierte un lenguaje más libre: haremitido el temor a la policía secreta.

DAVID SOLAR

MICHIHIKO HACHIYA

Diario de Hiroshima de un médico japonés(6 de agosto-30 de septiembre de 1945),

Editorial Turner, 2005,238 páginas, 19 €

Tras el paso del ángel exterminador

Henry L. Stimson, secretario de Defensa:“Nunca oí al presidente o a miembros delGobierno oponerse a la bomba” (E. Ortega).

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islas metropolitanas, que serían defen-didas hasta el último aliento por más dedos millones de soldados, apoyados fa-náticamente por la población civil? Lavaloración del Estado Mayor era sobre-cogedora: un millón de bajas nortea-mericanas; dos millones de japonesas.

Hoy se sabe que el agotamiento delJapón era tremendo, que todo escasea-ba, que la población civil estaba bastantedesmoralizada, que había fisuras dentrodel Ejército y que las tensiones políticasentre partidarios y contrarios a la con-tinuación de la guerra eran profundas,pero entonces eso lo ignoraban los nor-teamericanos y los japoneses trataban deocultarlo celosamente.

Muestra de los escrúpulos morales quedespertó en Estados Unidos el lanza-miento de la bomba es la creación de laComisión Provisional formada por polí-ticos, intelectuales y militares que, con laasesoría de un Comité Consultivo de cien-tíficos relacionados con el Proyecto Man-hattan, debatió a lo largo del mes de ma-yo de l945 la utilización de la bomba. Alfinal se impuso el criterio de emplearla,decisión que supuso un trauma para mu-chos de los que apoyaron su empleo, co-mo Arthur Compton, que, aunque era un

pacifista: “Quería que terminara la gue-rra, quería el retorno a la normalidad ytenía la esperanza de que gracias a lasbombas muchos jóvenes escaparían a loshorrores de la guerra y tendrían la posi-bilidad de vivir en vez de morir”.

El científico arrepentidoProbablemente aún fue más profundo eldesgarro interior que sufrió alguno de suspromotores, como Szilard que, derrotadala Alemania hitleriana y disipada ya suamenaza nuclear, se oponía a su utiliza-ción y creó una comisión antibomba, cu-ya finalidad era exigir “de manera apre-miante que se explicaran en toda su gra-vedad los problemas causados por la li-beración de la energía nuclear y que seadoptaran todas las medidas cautelaresnecesarias”. Pero incluso entre quienes leapoyaron subsistían las dudas. Uno delos científicos que había firmado la de-claración de Szilard expresaba sus sen-timientos encontrados: “¿Es que no tie-nen derecho a beneficiarse de las nuevasarmas los soldados que están arriesgan-do la vida por la nación?”.

Al final, la Comisión rechazó las solu-ciones intermedias, como el avisar pre-viamente a Tokio y, luego, lanzar la

bomba sobre un atolón desierto o sobreuna isla deshabitada del propio Japón,para que pudieran apreciar los aterra-dores efectos de una explosión atómica.La recomendación fue que se probarasecretamente la bomba y, una vez ex-perimentado su correcto funcionamien-to, que se lanzara sin previo aviso sobreuna ciudad japonesa que hasta ese mo-mento no hubiera sido atacada.

Pese a lo cual, todos trataban de tran-quilizar sus conciencias y el presidenteaún debatió el asunto durante todo elmes de junio. Finalmente, decidieronofrecer a Tokio un ultimátum, bajo unagrave amenaza, pero sin hablar de labomba. Se debatió, también, la reco-mendación de los especialistas en asun-tos japoneses, quienes suponían que sise garantizaba a Tokio el respeto y elmantenimiento de la institución imperialy de su dinastía, sería más probable sucapitulación... Y, lamentablemente, seimpusieron los halcones, es decir, quie-nes rechazaron tal concesión. El gene-ral Marshall tuvo la última palabra y tam-poco estuvo muy afortunado, como severía: se respetaría al emperador y a sudinastía dentro de un sistema constitu-cional, pero no se le comunicaría a

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SOY LA MUERTEEL TERROR NUCLEAR, HIROSHIMA

Harry S. Truman, acompañado por su esposa e hija. “No me gusta este arma”, dijo al enterarse de Manhattan, pero no dudó en utilizarla.

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Tokio. Los halcones no sólo lo eran, si-no que trataban de parecerlo y de nomostrar ningún síntoma de debilidad oconcesión al enemigo.

Gran Bretaña, que participaba dis-tantemente en el Proyecto Manhattan,hasta el punto de que, según confesa-ría Churchill, nada sabían sobre las fe-chas en que podría estar lista la bombapara su experimentación, fue, sin em-bargo, invitada al debate sobre su uti-lización. El premier escribe en sus me-morias: “... La aprobación británica pa-ra usar la bomba se concedió el 4 de ju-lio. La decisión final dependía, entonces,del presidente Truman, que es quien te-nía la bomba, pero jamás dudé de cuálsería la decisión ni tampoco he duda-do desde entonces de que tuviera razón.Sigue siendo un hecho histórico y así sedebe juzgar con posterioridad, que la de-cisión de si usar o no la bomba atómicapara obligar a Japón a rendirse ni si-quiera se tuvo que discutir. Todos es-tuvimos de acuerdo de forma unánime,automática e incuestionable, ni siquie-ra escuché la menor sugerencia de quedebiéramos hacer otra cosa”.

Amanecer en Nuevo MéxicoÉse era el panorama político respecto ala bomba cuando el presidente Trumanembarcó en el crucero Augusta rumbo aAlemania, a donde llegaría el 14 de ju-lio. Para esa fecha, la bomba debería ha-ber sido probada, pero el ensayo se pos-puso hasta la madrugada del día 16. Elingenio destinado a la prueba sería delmismo tipo que Little Boy (Muchachito),es decir, empleaba uranio 235 produci-do en la factoría de Kentucky. Pero elProyecto Manhattan disponía de otrabomba, ésta de plutonio, fabricado enWashington, cuyo prototipo se denomi-naba Fat Man (Hombre Gordo). Esta úl-tima tenía la ventaja de conseguir mayorpoder destructivo con apenas 5 kilos dematerial radioactivo (la de uranio preci-saba de 20 kg), pero planteaba un pro-blema: su mecanismo de explosión eratan complejo que aconsejó probarla pa-ra no arriesgarse a un fallo. Es decir, alfinal, en vez de probarse la bomba deuranio 235 se experimentó la de pluto-nio. Para la prueba se eligió un polígo-no de tiro del Ejército situado en el de-sierto de Nuevo México, a unos 260 ki-lómetros de la base y a unos 80 deAlamogordo, la población más próxima.

El domingo 15 de julio, por la tarde, fuemontada la bomba e izada a una torretade treinta metros de altura. A las 5 de lamañana del 16 de julio, Robert Oppen-heimer apretó el disparador y treinta se-gundos después se produjo la explosiónde aquella primera bomba atómica, cuyaonda expansiva fue captada a más de 400kilómetros de distancia y cuyo resplan-dor causó el asombro a gentes que fue-ron sorprendidas por la salida del sol auna hora y en un lugar inhabituales.

El auténtico padre de la bomba, el fí-sico Oppenheimer, quedó impresiona-do: “Recordé una frase de la Bhagavad-Gita: soy la muerte, el destructor de losmundos”. El general Farrell, ayudante deGroves, escribió “Toda la región fue ba-ñada por una luz devoradora, muchomás potente que la del sol del medio-día... La presión del aire golpeó violen-tamente a seres y cosas y, casi inmedia-tamente, se escuchó un prolongado ylúgubre rugido, semejante al que seproducirá a la llegada del Juicio Final”.

Truman recibió el mensaje que le co-municaba el éxito de la prueba en latarde del lunes 16 de julio y ordenó alsecretario de Defensa, Stimson, que in-formara a Churchill. Éste recordó así larecepción de la trascendental noticia:“Por la tarde se presentó Stimson en miresidencia y me puso delante una hojade papel en la que estaba escrito ‘Losbebés han nacido bien’. Por su actitudme di cuenta de que había ocurrido al-go extraordinario (...) Pero nadie podíacalcular todavía las consecuencias mili-tares inmediatas del descubrimiento, nise había medido ninguna otra cosa”.Lord Moran, asesor médico de Chur-chill, recordaría que el premier, impre-sionado, exclamó: “¡Si el fuego fue elprimer descubrimiento, éste es el se-gundo!”.

Acuerdo unánimeSegún Churchill, al día siguiente, 17 dejulio, temprano, se reunió con el presi-dente norteamericano y ambos exami-naron los detalles de la prueba llegadospor vía aérea. Al parecer, ninguno de losdos expresó duda alguna sobre su uti-lización, estando de acuerdo que ellosignificaría el ahorro de millares de vi-das angloamericanas y japonesas. El pre-mier dice en sus memorias: “El acuer-do fue unánime, automático, nadie pu-so la menor objeción en nuestra mesa yjamás oí decir a nadie que debiéramosactuar de otro modo (...) Veía en la apa-rición de esta arma casi sobrenatural unaexcusa que salvaguardaría el honor deun pueblo cuyo valor había admiradosiempre, y lo liberaría de la obligaciónde dejarse matar hasta el último hombrecapaz de combatir”.

Por otro lado, la posesión de la bom-ba atómica, según Churchill, quitaba to-do interés occidental a la participaciónde la URSS en la guerra, que Stalin ha-bía reiteradamente prometido en oca-siones anteriores, la última de ellas en laCumbre de Yalta. Por eso no se expli-ca bien que ese mismo mediodía del 17de julio, horas antes de que se inaugu-rara la Cumbre de Potsdam, Truman vol-viera a hablar con Stalin de la interven-ción soviética en la guerra contra Japón(ver La Aventura de la Historia, núm. 81,julio 2005).

El 21 de junio le llegaron al presiden-te noticias complementarias sobre elexperimento. El informe del general

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Robert Oppenheimer dirigió el ProyectoManhattan y apoyó su empleo; luego comenzóa tener dudas y se opuso a la bomba H.

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Groves decía: “La energía liberada porla explosión es superior al equivalentede 15.000 a 20.000 toneladas de TNT.Hasta ahora, la mano del hombre nun-ca ha creado un fenómeno de potenciatan alucinante”.

Stimson comenta en sus memorias: “Elpresidente se sintió rejuvenecer con esanoticia y me la comentaba cada vez quenos veíamos a solas. Me confesó que esole proporcionaba un sentimiento de con-fianza absolutamente nuevo”. A esas al-turas, le quedaban a Truman tres asun-tos por dilucidar respecto a la bomba:informar a Stalin, advertir a Japón y, ca-so de que no capitulara, ordenar que seefectuara el lanzamiento.

Pospuso la información a Stalin has-ta el día 24. Tras levantarse la sesiónplenaria de la tarde, “señalé de pasadaa Stalin que poseíamos una nueva armacuya potencia de destrucción era ex-cepcional, pero el jefe del Estado so-viético no pareció interesarse demasia-do por esta noticia. Se contentó con de-cir que estaba dichoso por saberlo y queesperaba que haríamos buen uso de ellacontra los japoneses” (Memorias).

Stalin debía estar al corriente de losavances nucleares norteamericanos. Pro-bablemente, la noticia ni le sorprendióni él intentó simular sorpresa. Política-mente jugaba con un novato como Tru-man, que no logró en Potsdam ni una

sola baza para EE UU. El éxito atómicode Alamogordo no influyó nada en laconferencia, ni intimidó a la URSS en supolítica exterior futura, pese al mono-polio nuclear que durante cuatro añosostentó Washington. En este punto hayquien se pregunta si la aparente indife-rencia de Stalin tuvo algo que ver en ellanzamiento de la bomba. Aparte de losmotivos militares, ¿no sería Hiroshima,también, un alarde norteamericano? ¿Elataque atómico no sería el primer capí-tulo de la Guerra Fría?

Tokio no lo entendióPero volvamos a la última semana deaquel mes de julio de hace sesenta años.El día 26, los aliados enviaron a Japónun ultimátum en el que se exigía su ren-dición incondicional e inmediata, que deno producirse llevaría a la destruccióntotal y fulminante del territorio metro-politano. Tokio, que negociaba su capi-tulación utilizando los “buenos oficios”de la URSS, no percibió claramente eldesignio aliado sobre su sagrada insti-tución imperial, y el primer ministro,Kantaro Suzuki, rechazó el ultimátum el28 de julio... Advertido del empecina-miento japonés, Truman ordenó el ata-que nuclear, con la mayor urgencia po-sible, pues deseaba que Japón capitula-se antes de que se produjera la ya ine-vitable declaración de guerra soviética.

¿Hubiera sido posible, todavía, frenarel ataque atómico? Existen algunos ar-gumentos favorables a una respuesta afir-mativa. El jefe del Gobierno japonés, al-mirante Suzuki, y su ministro de Exte-riores, Shinegori Togo, estaban buscan-do desesperadamente un armisticio.Aparte del acercamiento a Moscú paraque actuara como mediador –del que Sta-lin no hizo ni la mínima mención a Tru-man–, sus diplomáticos en Suiza ya sehabían puesto en contacto con la oficinaque allí tenía Allen W. Dulles, jefe delServicio de Información norteamericano,antecedente de la CIA. Por tanto, es pro-bable que, con más tiempo, más presiónmilitar convencional, la amenaza de la in-minente declaración de guerra por partede la URSS y garantías expresas de res-peto hacia el emperador, se hubiera po-dido evitar el bombardeo atómico.

En contra se argumenta que, inclusodespués de la destrucción de Hiroshi-ma y Nagasaki y de la ofensiva soviéti-ca, aún los militares se resistieron durantecinco días a capitular y que hubo un in-tento golpista para impedir la rendición.Por otro lado, como escribía hace unadécada el profesor Kaspi: “En agosto de1945, Estados Unidos no podía sustra-erse de las obligaciones de la guerra delPacífico (...). Miles de soldados nortea-mericanos morían cada día. No era elmomento para la conmiseración. Truman

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SOY LA MUERTEEL TERROR NUCLEAR, HIROSHIMA

Tripulación del Enola Gay. En el centro, de pie, el copiloto, mayor Ferebee (con bigote),quien efectuó el lanzamiento sobre Hiroshima, y el coronel Tibbets, jefe de la misión.

General George Marshall. Hubiera podido daralguna oportunidad a Japón, anunciando quese respetaría la institución imperial.

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no tenía otra opción”. Un clásico de lasrelaciones internacionales, André Fon-taine, introdujo otro elemento en los mo-tivos norteamericanos: “Es difícil imagi-nar que un invento tan formidable comola bomba atómica pudiera mantenerseen secreto en el momento en que la olasoviética amenazaba, en los años de laposguerra, con abatirse sobre Europa e,igualmente, que los rusos, por su parte,no hubieran logrado obtenerla” (Histo-ria de la Guerra Fría).

He aquí el fuegoLa conferencia de Potsdam se cerró ofi-cialmente el 2 de agosto. Al día si-guiente, el presidente Truman embar-có en el crucero Augusta de regreso acasa. En la noche del 5 de agosto se ha-llaba en pleno Atlántico, entre Europa yEstados Unidos. Mientras cenaba acom-pañado por alguno de sus colaborado-res, veinte mil kilómetros hacia el oes-te, aproximadamente, volaba el EnolaGay. En la crítica madrugada del 6 deagosto, la monótona tensión a bordo delbombardero, acompañada por el ron-quido de sus cuatro poderosos motores,sólo era quebrada, de tarde en tarde, poralgún bache de aire frío. La duración delvuelo entre Tinian y el archipiélago ja-ponés se les hacía interminable. “Menosmal –comenta el coronel Tibbets con sucopiloto– que los objetivos elegidos es-tán al sur del Japón”. Él lo ignoraba, pe-ro los posibles blancos habían sido de-signados cuidadosamente: no deberíanser ciudades ya bombardeadas, pues sedeseaba conocer los efectos reales ycompletos de una sola bomba; no se-ría una ciudad de gran significado his-tórico (por ejemplo, fue descartada Kio-to); tendría que tratarse de un blanco

militarmente interesante, bien por su in-dustria, por sus comunicaciones o porsus instalaciones militares. Tras múltiplesdescartes, se habían estudiado cuatroobjetivos: Hiroshima, Nagasaki, Koku-ra y Niigata y dos de ellos estaban en lasórdenes de Tibbets: Hiroshima y, si nohubiera visibilidad, Kokura.

El día comenzó a clarear poco antes delas ocho de la mañana, hora de Tinian,una hora menos en Hiroshima. La ciudadcontaba en aquella época con cerca demedio millón de habitantes, que se des-pertaban o ya acudían al trabajo felicespor encontrarse indemnes un día más.Centro industrial, importante puerto, ba-se del 2º Ejército japonés de defensa te-rritorial, Hiroshima era la envidia de to-das las ciudades japonesas: parecía quela fortuna protegía a aquella población,no visitada por los B-29 que habían

asolado durante el último semestre losgrandes centros urbanos de Japón. Sobrela ciudad había nubes ligeras y el día seprometía soleado. Las puertas de las ca-sas comenzaron a abrirse y pronto las ca-lles estuvieron muy concurridas por losmillares de obreros que se dirigían a suspuestos de trabajo. En ese momento, co-menzó a sonar la alarma aérea.

El doctor Michihiko Hachiyase la oyómitigada por las brumas algodonosas delsueño pero, poco después, terminó dedespertarse cuando volvieron a sonar lassirenas, concluyendo el estado de alar-ma. No muy lejos, en el colegio de losjesuitas, el padre Pedro Arrupe estabadesayunando cuando escuchó el ulularde las sirenas y en aquel momento sin-tió temor por los alumnos que estaríanen la calle camino del colegio. Termi-nó el desayuno y se dirigió a su habi-tación, presa de una gran aprensión, conotro sacerdote para resolver algunosasuntos del colegio.

El grupo de los tres bombarderos B-52de Paul Tibbets había sido detectadopor los observadores de la defensa an-tiaérea japonesa cuando penetró en elcielo de la isla de Shikoku, volando a10.000 metros de altura casi en línea rec-ta hacia Hiroshima, pero luego rectifi-caron su información: ¡Falsa alarma! Elservicio meteorológico informaba a esashoras al Enola Gay que la visibilidad eracasi perfecta en la zona. La suerte deHiroshima estaba echada. A las 8 de lamañana hora local (el reloj de Tibbets

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Dos de los tripulantes del Enola Gay, “los que lanzaron la bomba atómica sobre Hiroshima”, enun desfile por Nueva York. La mayoría de los norteamericanos aprobó el bombardeo.

La mayoría, a favor

Una encuesta de la revista Fortune de diciembre de 1945 reflejaba los sentimientosnorteamericanos respecto a la utilización de bombas atómicas para rendir a Japón:

Términos de la encuesta %– No debió utilizarse la bomba 4,5– Debería haberse probado antes en un lugar deshabitado para advertir a

los japoneses de su potencia y emplearla si el aviso resultara infructuoso 13,8– Fueron utilizadas correctamente 53,6– Debieron arrojarse más bombas antes de brindar a Tokio la opción

de capitular 22,7– Sin opinión 5,5

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marcaba las 9), los servidores de las ba-terías antiaéreas comenzaron a escucharel zumbido de los motores, aunque noveían los aviones a causa de la altura devuelo y de algunas nubecillas que es-torbaban la visión de los artilleros. Jus-to en esos momentos el capitán Parsonsy su ayudante revisaban por última vezla bomba.

La hora del ApocalipsisA las 8.11 horas el avión llegó a las pro-ximidades de la zona de lanzamiento. Elmayor Ferebee, bombardero del EnolaGay, se hizo cargo de los mandos y si-tuó el avión a 31.600 pies de altura (9.630metros), en la posición de lanzamientoy a la velocidad de 500 km/h. Cuatro mi-nutos más tarde, a las 8 horas, 15 minu-tos y 17 segundos, lanzó la bomba. Tib-bets recuperó los mandos, aceleró a fon-do y dio un viraje para alejarse todo loposible de la zona de explosión.

Little Boy comenzó a descender ha-cia la ciudad con la velocidad del rayo,pero, de pronto, se abrió un paracaídasen su parte trasera y se redujo la inerciade la caída. Cincuenta segundos despuésdel lanzamiento, a las 8h16'7", cuandose hallaba a 560 metros del suelo, esta-lló, liberando una energía hasta enton-ces inimaginable, equivalente a 12.500toneladas de TNT, que generó en elpunto de la explosión una temperaturade unos 300.000 grados. Un globo de ce-gadoras luces de colores cubrió la ciu-dad durante unos segundos; luego, Hi-roshima fue envuelta por espesas tinie-blas de polvo, cenizas y humo. En un ra-dio de cuatro kilómetros bajo el epi-centro de la explosión se alcanzaron los3.000 grados de temperatura, que lo de-voraron todo en cuestión de segundos.

Cuando se produjo la explosión, elEnola Gay se hallaba aproximadamentea unos 18 kilómetros. Tibbets relató tresdías después: “... Es difícil expresar loque vimos: aquel brillo cegador, aque-lla aterradora masa de humo negro queascendía hacia nosotros a una velocidadextraordinaria, después de haber cu-bierto la ciudad, cuyas calles y casas aúndistinguíamos segundos antes”. Una ho-ra después, a más de quinientos kiló-metros de distancia, desde el bombar-dero seguían viendo el negro hongo ató-mico, que se había elevado a 20.000 me-tros de altura.

En el suelo, la muerte, la destrucción

y el caos. La zona más afectada senci-llamente había desaparecido, quedandoen pie sólo los esqueletos de los edifi-cios de hormigón. Los puentes, las ver-jas, los tranvías y todos los objetos me-tálicos se convirtieron en informes ama-sijos de chatarra retorcida. Las personas,los animales, las casas de madera, los ár-boles y cuanto era combustible se vo-latilizó. Fuera del epicentro, las casas sederrumbaron e incendiaron, los árbo-les y setos ardían, las personas vagabanenloquecidas, sin rumbo, desnudas, cu-biertas de heridas, con graves quema-duras y terribles heridas ocasionadas porcristales y astillas de madera.

Oscuridad y silencio aterradorEl doctor Michihiko Hachiya había si-do desvelado por las sirenas y, somno-liento, vivió el momento desde minutos

antes de que se produjera la explosión:“La hora era temprana; la mañana, tibia,apacible y hermosa. Por los ventanalesabiertos que dan al sur contemplé dis-traído el agradable contraste que ofre-cían las sombras de mi jardín con el bri-llo del follaje, tocado por el sol desdeun cielo sin nubes. Yo estaba en ropa in-terior, tendido cuan largo era en el pi-so de la sala, exhausto después de pasar

la noche en vela (...). De pronto, un res-plandor intenso me volvió a la realidad;luego, otro. Con esa nitidez inexplicablecon que solemos rememorar los pe-queños detalles, con esa misma claridad,recuerdo que un farol de piedra del jar-dín se encendió con luz brillante, y queme pregunté si se trataría del fogonazode una lámpara de magnesio o chispasde un cable del tranvía”.

El médico observó que, de pronto,mientras la casa se le caía encima, las ti-nieblas envolvían la ciudad minutos an-tes luminosa. Salió de casa, escapandodel revoltijo de vigas, maderas, cristales,papel y telas. Cubierto de sangre alcan-zó el jardín, donde halló a su esposa enun estado igualmente lamentable. Trata-ron de ganar la calle y tropezaron ambos,rondando por una pequeña escalera. “Alponerme en pie trabajosamente, vi que

lo que había detenido nuestra carrera erala cabeza de un hombre.

–¡Perdón! –grité, histérico– ¡Disculpe!Ambos siguieron andando hacia el

cercano hospital, donde el médico lle-gó a tiempo para que le curasen susgraves heridas. En aquel corto recorri-do, que se le hizo eterno, constató va-rios fenómenos que constituyeron la ex-periencia de todos los supervivientes:

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SOY LA MUERTEEL TERROR NUCLEAR, HIROSHIMA

Desolación en Hiroshima. La ciudad, literalmente, había desaparecido; gran parte de sushabitantes había muerto, estaba herida o afectada por la radiación.

La gente corría entre las ruinas sin rumbo,desnuda, cubierta sólo por la sangre desus heridas, en un silencio aterrador

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era sobrecogedora la tremenda oscu-ridad, el denso polvo que impedía res-pirar, el crepitar de las llamas, el crujirde las estructuras que se desmorona-ban, el silencio de las personas que co-rrían por la calle mutiladas, heridas, en-sangrentadas, desnudas y en profun-do silencio.

¡Sálveme, que no puedo más!El padre Arrupe tuvo más suerte. “Es-taba yo en mi cuarto con otro padre, alas ocho y cuarto de la mañana, cuandode repente vimos una luz potentísima,como un fogonazo de magnesio dis-parado ante nuestros ojos. Nos levan-tamos para ver lo que sucedía y al ir aabrir el aposento oímos una explosión

formidable, parecida al mugido de unterrible huracán, que se llevó por delantepuertas, ventanas, cristales, paredes en-debles... que, hechos añicos, iban ca-yendo sobre nuestras cabezas (...).

Subimos a una colina para ver mejorlo ocurrido y desde allí pudimos distin-guir en dónde había estado la ciudad,porque lo que teníamos delante era unaHiroshima completamente arrasada.

Como las casas eran de madera, papely paja, y era la hora en que todas las co-cinas preparaban la primera comida deldía, con ese fuego y los contactos eléc-tricos, a las dos horas y media de la ex-plosión, toda la ciudad era un enormelago de fuego (...).

Ante los ojos espantados se abría un

espectáculo sencillamente indescriptible,visión dantesca y macabra, imposible deseguir con la imaginación. Teníamos de-lante una ciudad completamente des-truida, por la que íbamos avanzando so-bre los escombros, cuya parte inferiorestaba aún llena de rescoldos. Cualquierdescuido podía sernos fatal.

Pero mucho más terrible era la visióntrágica de aquellos miles de personas he-ridas, quemadas, pidiendo socorro. Co-mo aquel niño con quien me tropecé,que tenía un cristal clavado en la pupi-la del ojo izquierdo, o aquel otro que te-nía clavada en los intercostales, como sifuese un puñal, una gruesa astilla de ma-dera. Sollozando, gritaba:

–Padre, sálveme, que no puedo más.

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JAPONESES Y NORTEAMERICANOS, SESENTA AÑOS DESPUÉS

Con ocasión del 50 aniversario del bom-bardeo atómico de Hiroshima y Na-

gasaki, André Kaspi, profesor de Historiade América del Norte en la Universidad deParís I y director del Departamento de Cien-cias del Hombre y de la Sociedad en elCNRS, escribió un memorable artículo delque se han entresacado algunos párrafos so-bre la visión que de aquella tragedia guar-dan los japoneses y los norteamericanos.

“Para los japoneses, el aniversario de Hi-roshima es doloroso. ¿Cómo no iba a serlocuando se hace el recuento de los muertos yde los irradiados supervivientes, a los quellaman los hibakusha, es decir, las víctimas,y cuando se evocan las terribles amenazasque el arma atómica representa para el mun-do entero? Lo que merece realmente una re-flexión es precisamente el término víctimas.Sin lugar a dudas, los japoneses de 1945 nofueron todos culpables de los abusos y vio-lencias que el ejército imperial cometió enel Pacífico, en China o en Filipinas.

Pero los japoneses de 1995 minimizanel papel y el comportamiento de sus padresy abuelos. Insisten, ante todo, sobre la ne-cesidad de defender la paz. ¿Quién se atre-vería a contradecirles? El museo de Hiros-hima lleva el nombre de Memorial de la Paz.Y el alcalde de la ciudad añade: ‘Queremoshacer saber al mundo entero que hemos su-perado nuestra tristeza y muestro dolor, yque hemos reconstruido nuestra ciudad so-bre los principios de la paz’. Al fin y al ca-bo, las bombas atómicas golpearon a una na-ción agotada.

Pero los japoneses nunca o casi nunca ha-blan de Pearl Harbor. Se olvida su fanatismoo, al menos, se minusvalora. El Estado po-licía ocultó parte de la verdad: la incapaci-dad de los militares para admitir la derrota;su negativa a entender las dimensiones de lasdestrucciones de los días 6 y 9 de agosto; ladescripción, bastante superficial, de las ins-talaciones militares de Hiroshima... todo elloes una prueba de que los japoneses cierran to-davía sus ojos y sus oídos. Queda por sabersi, del lado norteamericano, la historia estámejor enseñada, asimilada y comprendida”.

La visión norteamericana“En cuanto a los americanos, cedieron a latentación de la violencia. Ellos también fue-ron insensibles ante el sufrimiento. Tendránque mirar de frente, sin disimulos, la tra-gedia de agosto de 1945. Pero esta toma deconciencia tarda en producirse. Falta un pro-fundo conocimiento del Japón imperial. En-tre los años 1942 y 1945 el razonamientode los norteamericanos era, realmente, muysimplista. Para ellos, los japoneses eran ene-migos despreciables e infinitamente peli-grosos. Atacaron por sorpresa y a traición labase naval de Pearl Harbor, causaron milesde muertos y mandaron al fondo del océanobuena parte de la flota norteamericana delPacífico. Roosevelt creía o fingía creer quelas dimensiones reducidas del cerebro de losjaponeses eran la razón de su crueldad. Te-mía tanto la reacción de sus compatriotas quefiltró las noticias del Pacífico por miedo aque los norteamericanos renunciaran a la

prioridad de la guerra contra Alemania, al-fa y omega de la estrategia norteamerica-na, para dar prioridad a la lucha contar Ja-pón. El cine de Hollywood refleja esta for-ma de pensar: presenta al japonés como unsalvaje, insensible ante los sentimientos hu-manos, capaz de lo peor en su enfrenta-miento contra los norteamericanos, fanáti-co hasta el punto que sería capaz de hacerpadecer lo indecible a los demás, conser-vando siempre su impasibilidad.

No era sólo propaganda. La guerra fue ho-rrible. Los japoneses habían ejecutado pri-sioneros de guerra. En las Filipinas, la mar-cha de la muerte en Batán y la masacre dePalawan fueron trágicas pruebas de su bar-barie. Los periódicos difundieron una foto-grafía en la que se veía a un prisionero nor-teamericano con los ojos vendados, decapi-tado por un oficial japonés. El ejército im-perial cometió crímenes de guerra y, con fre-cuencia, el fanatismo llevó a los súbditos deHiro-Hito a errar el camino.

El Imperio del sol naciente no fue la des-graciada víctima del verdugo. Es precisotambién que el Japón de hoy en día tomeconciencia de ello y lo reconozca sin rodeos.A fin de cuentas, el debate de 1995 no separece al de 1945. Hace cincuenta años, laguerra hacía estragos; miles de soldados nor-teamericanos morían todos los días. No eramomento para la conmiseración. Truman notenía otra opción, pero le costó mucho to-mar aquella decisión que, ciertamente, ace-leró el final de la lucha”.

(André Kaspi, L’Histoire, núm. 188, 1995).

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O aquel otro, cogido entre dos vigasy con las piernas completamente calci-nadas hasta la rodilla. Así íbamos avan-zando, cuando vimos de pronto venirhacia nosotros a un joven corriendo co-mo loco, mientras pedía socorro: hacíaya veinte minutos que oía las voces desu madre, sepultada viva entre los es-combros de su casa. Las llamas estabanya calcinando su cuerpo, mientras él ha-cía inútiles esfuerzos por levantar las vi-gas de madera que la aprisionaban.

Más impresionantes eran aún los gri-tos de los niños llamando a sus padres.Otros habían perecido, como las 200alumnas de un colegio. El tejado se leshabía derrumbado encima sin que unasola se escapase de las llamas”.

Nagasaki, tambiénTruman recibió la noticia en pleno Atlán-tico, poco después de la cena y todos lefelicitaron, seguros de que Japón capi-tularía en cuestión de horas. El presidentese las prometía muy felices, pensandoque, además de terminar con sus pérdi-das en el Pacífico, la inmediata rendiciónde Tokio impediría la intervención so-viética. Pero no ocurrió así. La reacciónoficial del Gobierno japonés fue nula. Si-guió discutiendo sobre las garantías quedeberían exigírseles a los norteamerica-nos sobre el respeto a la institución im-perial y a la figura del emperador.

A medianoche del 6 de agosto capta-ban en Tokio el mensaje del presiden-te Truman, que revelaba la naturalezadel explosivo: “Hemos lanzado unabomba atómica” y, recordando el ulti-mátum lanzado desde Potsdam, adver-tía: “Si ahora no aceptan nuestras con-diciones pueden esperar una lluvia defuego que sembrará más ruinas que to-das las hasta ahora vistas sobre la tierra.Al ataque aéreo seguirán fuerzas maríti-mas y terrestres más numerosas y po-derosas que lo hasta ahora visto. A lavista tienen ya una muestra de este nue-vo tipo de guerra”. Pero Japón no cedió.

Eso otorgó a Stalin el tiempo impres-cindible para declarar la guerra a Tokio.El 8 de agosto, las tropas soviéticasirrumpieron en Manchuria, hallando unaresistencia poco más que simbólica. Aldía siguiente, 9 de agosto, el mayorCharles W. Sweeney, comandante de lafortaleza volante B-29 Bok's Car, lanza-ba la bomba de plutonio, Fat Man, so-bre Nagasaki. Curiosamente, el blanco

primordial señalado era la ciudad de Ko-kura, pero cuando el bombardero vo-laba hacia ella el servicio meteorológicole anunció que estaba cubierta de nu-bes; por eso se desvió hacia su blancoalternativo y Nagasaki recibió la vista delángel exterminador.

Ni Hiroshima, ni la beligerancia sovié-tica, ni Nagasaki, doblegaron a Japón. ElGobierno era partidario de capitularya, pero el ejército aún porfiaba por la

victoria. Hubo de intervenir el empera-dor. La trascendental reunión comenzóa medianoche del 9 de agosto, hora ja-ponesa. Lo de menos en las dramáticasdiscusiones fue la capitulación; lo im-portante, las consecuencias: ocupaciónextranjera, desarme, responsabilidadesde guerra y, por tanto, procesamiento delos responsables. Shinegori Togo recor-dó la excepcional intervención del em-perador: “Declaró, sosegadamente, queaceptaba la opinión del ministro deAsuntos Exteriores. No se podía tener yaconfianza en la victoria final que el ejér-cito proclamaba, pues había ocurridoque, a menudo, sus pronósticos habíansido rebatidos por la realidad. En lo quese refería a las posibilidades de rechazarla invasión, el emperador, a título deejemplo, mencionó el caso de las playasde Kujukurihama, cuyas defensas no es-taban concluidas. Era el momento deafrontar lo insoportable. Se sometería alas condiciones impuestas por la decla-ración de Potsdam para conservar, al me-nos, la configuración nacional del país”(citado por Eddy Bauer).

La reunión concluyó a las 2.30 de lamadrugada del 10 de agosto. La noticiade que Tokio capitulaba llegó a Was-hington a media tarde del 9 de agosto.Norteamérica brindó por la victoria. Laguerra había terminado. Sin embargo,entre las burbujas del champaña y lafirma de la capitulación a bordo del aco-razado Missouri, el 2 de septiembre, aúnviviría el militarismo japonés su últimocuarto de hora. ■

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SOY LA MUERTEEL TERROR NUCLEAR, HIROSHIMA

Uno de los efectos de la bomba: la piel se cubría de ampollas dolorosísimas que, enseguida,comenzaban a supurar pus. Los médicos desconocían cualquier posible medicamento eficaz.

Restos de la cúpula de cristal del Palacio de laExposición de Hiroshima, conservado en memoriade la catástrofe del 6 de agosto de 1945.

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Justo cuando se cumple el 60 aniversario desu rendición en la II Guerra Mundial, Ja-

pón revive su pasado nacionalista, plagado deodios y crímenes contra sus vecinos asiáticos,especialmente contra China y Corea del Sur.

El templo sintoísta de Yasukuni, situadoen el centro de Tokio, en la colina Kudan,al noroeste del Palacio Imperial, es quizá unode los escenarios en los que mejor se refleja elauge del nacionalismo nipón. Se creó en 1869por orden del emperador Meiji para conme-morar los muertos de su restauración dinás-tica. En un principio, se denominaba TokioShokonsha y era el lugar donde se veneraba alos divinos espíritus de los que morían por supaís; luego pasó a llamarse Yasukuni Jinja, otemplo del país pacífico.

Allí son recordados 2,5 millones de caídosen la guerra. En 1978 se incluyeron los nom-bres de 14 criminales de clase A, juzgados ycondenados al terminar la II Guerra Mundial.Entre ellos, el general Hideki Tojo, el primerministro que llevó a Japón a la guerra, unode los siete japoneses condenados a la horcapor los aliados. El nulo valor que los japo-neses conceden al Tribunal de Tokio, que pro-nunció aquellas condenas, demuestra que elnacionalismo nipón que condujo a Pearl Har-bor, no ha muerto.

Yasukuni forma parte de la ruta turísticade Tokio, la megalópolis por cuyo metro cir-culan a diario 29 millones de personas. Los

turistas pueden ver allí, aparte de bellas ar-maduras ceremoniales de samurai, armas másmodernas, como las utilizadas en la guerracontra Rusia, de hace un siglo o de las em-pleadas durante los años treinta y cuarentay hasta una réplica del Oca, la bomba kami-kaze con alas lanzada por un cohete... Pese ala popularidad del lugar, los políticos japo-neses no lo visitaban oficialmente por temora resucitar las heridas del pasado.

Sin embargo, el 13 de agosto de 2001, envísperas del aniversario de la rendición de Ja-pón, el primer ministro japonés, JunichiroKoizumi, visitó Yasukuni. China –que has-ta 1972 no había normalizado sus relacio-nes con Japón– se encolerizó.

Aquella visita quizás indicaba que el mi-litarismo japonés no había muerto. Ciertosindicios lo confirman. La Dieta –el Parla-mento japonés– aprobó el 24 de mayo de1999 una ley que permitía colaborar al ejér-cito nipón con las fuerzas de la Armada es-tadounidense en zonas donde supuestamen-te peligrara la seguridad japonesa. Esta leycontradice de raíz el famoso artículo 9 de laConstitución japonesa, en vigor desde el 3de mayo de 1947, y dictada por las fuerzasde ocupación norteamericanas dirigidas porel general Douglas MacArthur. Japón ha uti-lizado durante décadas la baza de una Cons-titución pacifista para salvaguardar su ima-gen de país modélico, adalid de la vanguardia

y que había enterrado su expansión impe-rialista. El pacifismo fue para los nipones “laforma de salvar la monarquía” (John Dower,Embracing Defeat: Japan in the Wake of WorldWar II).

Sin embargo, las eufemísticamente deno-minadas Fuerzas de Autodefensa (el ejércitojaponés), creadas en la década de los cincuen-ta, encuadran hoy a más de 250.000 soldadosy están dotadas del tercer presupuesto de De-fensa del planeta, por orden de magnitud.

En 2003 el primer ministro, JunichiroKoizumi, fue más lejos, olvidó sesenta añosde pacifismo y envió tropas a la guerra deIraq. Actualmente, Japón tiene desplegadosen ese país a 600 soldados. El Gobierno pa-rece que está dispuesto a recuperar el lemaFukoku Kyohei: “País rico, ejército fuerte” (IanBuruma, La creación de Japón 1853-1964).

Y es que Japón ha pasado de ser un paíspaupérrimo, donde la gente se moría lite-ralmente de hambre tras el holocausto de Hi-roshima y Nagasaki, a convertirse en la se-gunda economía del planeta. Los celos de Ja-pón respecto al fulgurante ascenso de Chi-na como superpotencia mundial podrían es-tar detrás de esta remilitarización del Japón.

Y China no perdona que Japón falsee lainvasión japonesa y la guerra de 1937 a 1945que se saldó con más de diez millones demuertos. Pekín califica los libros japonesesde Historia que comenzarán a estudiarse en

EL PASADO ESTÁ VIVO

El primer ministro japonés,Junichiro Koizumi, reza ante elaltar que recuerda a los japonesesmuertos en la II Guerra Mundial,en el templo sintoísta de Yasukuni

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EL TERROR NUCLEAR, HIROSHIMA

los colegios el próximo año como “venenopara las mentes de los jóvenes japoneses”.En ellos aparece aquella guerra embellecidacomo una gesta heróica y patriótica, en laque no se contemplan episodios como la Ma-tanza de Nankín, donde los japoneses ma-taron en un mes a más de 200.000 personas,en gran parte civiles –al parecer, se utilizó acentenares para prácticas en el ataque a labayoneta o en adiestramiento de decapita-ción con sable– y violaron a 80.000 muje-res. El mismo clamor se levanta en Corea...

Claro, hay japoneses que están en contrade esos textos: por ejemplo, los investiga-dores japoneses han sido los primeros en ave-riguar y difundir datos sobre aquella salva-jada. Pero la mayoría los aprueba: han pa-sado nada menos que 120 revisiones, que ha-llaron plausible esa tergiversación histórica.

Comienza a ocurrir hoy como sucedió du-rante la II Guerra Mundial. La expansión mi-litar nipona no se correspondió con un se-guimiento popular entusiasta: “Un buen nú-mero de japoneses vio con preocupación elcurso de los continuos lances bélicos. Las per-tinentes proclamaciones triunfales, los gritosde Banzai y las añejas demostraciones de ale-gría entre la población no lograron ocultar ellargo tiempo que los japoneses llevaban pri-vados de alimentos, viviendo con escasez yalimentándose de promesas de paz victorio-sa” (Florentino Rodao, Franco y el Imperio ja-ponés). Y, sin embargo, la mayoría del país es-taba orgullosa de la guerra, celebraba sus exa-geradísimas victorias y aún en 1945 estabadispuesta a resistir a ultranza.

¿Cómo pudo pasar aquello? Hiro Hito,el emperador Showa (Paz radiante), accedióal trono del Crisantemo el día de Navidadde 1926. Encabezaba una nación de 56 mi-

llones de habitantes que necesitaba espaciopara consolidarse entre los países líderes delmundo. China tenía el hierro y las mate-rias primas que necesitaba Japón. “La gue-rra se convirtió para Japón en una soluciónrápida a los problemas y en la respuesta ful-minante a sus aspiraciones” (Manuel Legui-neche, Recordad Pearl Harbor). Ése fue elprincipio de un problema sin solución: “Elinconveniente fue que Japón no supo pararcuando iba ganando en China y después nosabía que hacer para ganar a los chinos” (Flo-rentino Rodao).

¿Y Hiro Hito? ¿Qué papel jugó el empe-rador, el tenno o Señor celestial? ¿Fue una ma-rioneta en el auge del nacionalismo japonés?Para algunos fue el máximo responsable: él“condujo a su país a una guerra que causó ca-si veinte millones de muertos en Asia” (Her-bert P. Bix, Premio Pulitzer 2001, Hirohitoand the Making of Modern Japan).

Otros excusan al emperador: “Tuvo un pa-pel importante en la dirección de la guerra,pero no comandándola sino haciendo suge-rencias de vez en cuando” (Albert Axell y Hi-deaki Kase, Kamikazes). Según estos histo-riadores, “el emperador creía que Japón es-taba haciendo una guerra justa y, sin dudaalguna, jugó un cierto papel en la guerra”.

Japón ha pedido perdón por la guerra, pe-ro China no se cree su arrepentimiento por-que ve la potencia creciente del nacionalismojaponés y cómo Koizumi aumenta su poten-cia defensiva y visita el santuario sintoísta deYasukuni, templo del nacionalismo. Ése era,también, el gran reproche de los manifestan-tes coreanos que causaron desórdenes duran-te su visita a Seúl el pasado mes de junio.

AGUSTÍN RIVERA

periodista, fue corresponsal de El Mundo en Tokio.

Casas confort

Japón ha sido, en general, recalcitran-te a reconocer –y, sobre todo, a pagar–

sus crímenes de guerra, las brutalidades,expolios y sevicias cometidas por su ejér-cito durante la II Guerra Mundial encuantas zonas ocuparon, sobre todo, enChina y Corea. Un botón de muestra esel caso de las Casas confort, prostíbulos ges-tionados por las fuerzas armadas japone-sas en los que fueron obligadas a prosti-tuirse más de 200.000 mujeres, secues-tradas en sus hogares y trasladadas a lu-panares lejanos. Hasta 1993, Tokio no ad-mitió la existencia de tales estableci-mientos y pidió disculpas, sin ofrecercompensaciones. En 1998, tres supervi-vientes reclamantes, ganaron un pleitoy se condenó al Estado a indemnizarlascon unos 7.500 euros. A ellas les pare-ció una cantidad humillante; al Gobier-no, una ofensa. Ambas partes recurrierony, en 2000 y 2001, varios tribunales ja-ponesas dieron la razón al Gobierno enese y otros casos similares.

La opinión mundial y los diversos tri-bunales y foros internacionales son, sinembargo, totalmente opuestos a esa vi-sión nacionalista y justificativa de su pa-sado. En diciembre de 2000, el Tribu-nal de las mujeres contra la esclavitud se-xual, condenó al Gobierno japonés y, sor-prendentemente, también al emperadorHiro Hito, muerto en 1989, porque , se-gún pudo deducirse de la declaración delos testigos: “No fue una simple mario-neta. Más bien, ejerció el poder dura-mente durante la guerra”.

Más recientemente, diversos tribuna-les dependientes de las Naciones Unidas,como el Tribunal Internacional de Crí-menes de Guerra, han fallado contra To-kio y exigido indemnizaciones apropia-das, que corresponderían a unas 10.000supervivientes. De momento, Japón de-ja correr el reloj a su favor.

Un caso relativamente similar es el re-chazo de Japón a indemnizar a las vícti-mas de sus pruebas con armas biológicas,como ocurrió en China, donde al menosmurieron 2.100 cobayas humanas a cau-sa de epidemias de cólera, disentería, án-trax y tifoideas, provocadas por los ex-perimentos japoneses. Los tribunales ni-pones rechazan cualquier indemnización.

Protestas en Coreaante la visita delprimer ministrojaponés, acusado deostentacionesnacionalistas y depermitir latergiversación delpasado en los librosescolares de historia.

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Afirma el historiador alemánRainer Karlsch que el régi-men nazi se quedó a un pa-so de fabricar su bomba ató-

mica. Según él, científicos alemanes rea-lizaron algunos experimentos con pe-queños prototipos en la isla de Rügen,en el mar Báltico y en el hoy estado fe-deral de Turingia, en los últimos mesesde 1944 y primeros de 1945. El avancede los Aliados dejó los experimentos sinconcluir y fue Estados Unidos el país queprimero logró construir la bombas.

La carrera atómica, no obstante, habíacomenzado en 1939, con el descubri-miento de la fisión del uranio, lo queprovocó una lucha desesperada entreanglosajones y alemanes por obtener

primero el arma atómica, pero fue ladestrucción de las ciudades japonesas loque marcó un antes y un después en lahistoria de la Humanidad. Nunca jamásse había construido un arma con tal po-der de destrucción y su posesión se con-virtió en una obsesión para otras po-tencias. Para la URSS se hizo cuestión devida o muerte, pues temía que EE UUpudiera continuar la guerra contra ella,aprovechando su monopolio nuclear.Los temores, según recoge el profesorNikolái Yákovlev en su obra La CIA con-tra la URSS, estaban fundados, pues, en1949, una comisión de la Junta de Je-fes de Estado Mayor desarrolló un plande ataque total contra la URSS, deno-minado Dropshop. Este plan preveía,afirma Yákovlev, un ataque preliminarque debía iniciarse el 1 de enero de1947, lanzando 300 bombas atómicasy 250.000 toneladas de explosivos

convencionales, con el propósito de des-truir el 80 por 100 de la industria sovié-tica. Después de los bombardeos, susaliados (la OTAN a partir de 1949) ata-carían la URSS con 164 divisiones te-rrestres. El plan, según el mismo autor,permaneció en vigor hasta 1985, conmodificaciones determinadas por el au-mento del poder destructivo de las ar-mas, como un bombardeo previsto enlos años 1954-1955, empleando esta vez750 bombas atómicas, en un ataque sor-presa de dos horas de duración.

Cierto o no el plan Dropshop, el mo-nopolio nuclear cimentó desde 1945, enEE UU, el sueño de imponer una supre-macía mundial total, toda vez que care-cía de rivales. El secretario de Estado, Ja-mes Byrnes, le dijo a Truman que, con elarma atómica, ellos estaban en posición“de dictar nuestros propios términos” o,como afirmó Churchill, “poseíamos

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AUGUSTO ZAMORA es profesor de DerechoInternacional Público y RelacionesInternacionales, UAM.

AUGUSTO ZAMORA analiza la carrera nuclear y su desarrollo,las razones para la no proliferación y las amenazas contralas pretensiones atómicas de Corea e Irán

PODEREl sueño de la hegemonía mundial

Manifestación en Londres en memoria deHiroshima y contra la carrera nuclear. En cabeza,sentados, los promotores de la Campaña para elDesarme Nuclear, Bertrand Russell y su esposaEdith Finch, que sería detenida horas después.

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poderes que eran irresistibles”. El sueñose evaporó de pronto en el otoño de1949, cuando la URSS, para frustraciónde Washington, hizo estallar su primerabomba atómica, provocando una histe-ria anticomunista, que terminó elevandoal altar del poder al tristemente célebresenador Joseph McCArthy. El éxito so-viético sirvió, además, de pretexto paraescalar la naciente carrera militar. En1950, Truman ordenó la fabricación de labomba de hidrógeno, mil veces más des-tructiva que las bombas usadas contra Ja-pón. La carrera del terror había comen-zado. A la misma se une rápidamenteGran Bretaña que, gracias al trasvase detecnología norteamericana, detona su pri-mera bomba atómica en Australia, en1952. Francia, reacia a alistarse mecáni-camente con EE UU, en 1960, realiza laprimera prueba nuclear en el desierto desu todavía colonia de Argelia. El siguiente

país en ingresar al club es China, queprueba con éxito su bomba en 1964,convirtiéndose en el primer país no oc-cidental en dotarse de poder atómico.

Israel y la bomba El arma nuclear se convertirá, en las dé-cadas siguientes, no sólo en una cues-tión de poder, sino, por curioso que pa-rezca, en un asunto de prestigio. Lospaíses que aspiraban “a ser alguien” enel ámbito internacional apuestan por po-seer su propia tecnología nuclear. En esacarrera se empeñaron India, Paquistán,Brasil, Sudáfrica e Israel. De todos ellos,fue Sudáfrica, país sin enemigos equi-valentes en poder, el que más sorpren-dió al realizar sus primeras pruebas nu-cleares en 1977, llegando a poseer, cuan-do menos, diez bombas atómicas. Conel fin del régimen del apartheid, se pro-cedió a desmontar el arsenal nuclear

para, según algunos analistas, impedirque un país gobernado por negros po-seyera tal poder. Las instalaciones nu-cleares fueron desmanteladas y pues-tas bajo control de la Agencia Interna-cional de la Energía Atómica (AIEA).

No obstante, el hecho que más preo-cupación mundial produjo fue el ingre-so al club atómico de India y, años des-pués, de Paquistán, dos países que sehabían enfrentado en tres guerras su-cesivas en 1947, 1965 y 1971. En mayode 1974, India hizo detonar en el de-sierto de Rajastán un dispositivo deno-minado, con áspero humor negro, Bu-da sonriente. La prueba hindú sacudióa un Paquistán todavía humillado por laderrota de 1971, que burló el bloqueointernacional hasta lograr, en abril de1978, la producción de uranio enrique-cido. La tensión, sin embargo, alcanzósus mayores niveles en mayo de 1998,

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EL TERROR NUCLEAR, HIROSHIMA

NUCLEAR

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cuando India hizo detonar una bombatermonuclear, provocando la respuestainmediata de Paquistán. A finales de esemes de mayo las estaciones sismográfi-cas paquistaníes cortan su vínculo conel mundo, lo que no impide detectar cin-co explosiones nucleares simultáneas enBeluchistán, seguidas de nuevas prue-bas días después. Era el primer país is-lámico en poseer el arma nuclear.

Israel completa el club atómico y tam-bién la historia más rocambolesca de ac-ceso a la tecnología nuclear. Francia yEE UU se encargaron de proveerle losmedios necesarios, en medio de un se-cretismo tan extremo que, en 1967, un

Mirage del ejército israelí fue derriba-do por aproximarse demasiado al com-plejo nuclear de Dimona, cuya cons-trucción había sido completada en 1965.Cuando estalla la Guerra de los Seis Días,Israel posee ya plutonio suficiente paraconstruir una bomba, aunque no está cla-ro si poseía o no bombas atómicas. En1973, cuando la Guerra del Yom Kippur,Israel está en posesión de seis bombasatómicas y colabora ampliamente conSudáfrica en ese campo. El episodio másextraño de este período es la explosiónnuclear que se detecta, en septiembre de1979, en el sur del océano Índico y queningún país se adjudica. La creencia más

general es que se trató de una pruebaconjunta entre Israel y Sudáfrica, den-tro del programa de cooperación quemantenían ambos países.

Carrera de locosEl científico israelí Mordechai Vanunu,condenado a dieciocho años de cárcelpor denunciar el programa nuclear de TelAviv, afirmó que en 1986 Israel poseía de-cenas de bombas atómicas de segundageneración y trabajaba en armas nuclea-res de tercera generación, un punto a te-ner en cuenta de cara al trato que reci-be Irán. Dueño del arma atómica, Israelpropuso la eliminación total de armas

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EL CAMINO DE LA BOMBA

El origen remoto de la física nuclear po-dría situarse muy a finales del siglo pa-

sado, con el experimento del francés HenriBecquerel, que comprobó que minerales deuranio impresionaban una placa fotográfica.Pero fue en los años treinta del siglo XXcuando el descubrimiento del neutrón, estu-diado por Fermi, permitió explorar el proce-so nuclear con una meta científica definida.

El avance esencial se produjo en vísperasde la guerra gracias al proceso descubiertoa finales de 1938 en Alemania por los dosStrassman, Otto Hahn y Fritz. La científicaaustríaca Lise Meitner (1878-1968), desdeSuecia, adonde se había refugiado escapan-do de Hitler, difundió el hecho a la comu-nidad científica internacional, bautizándolocon el nombre de fisión nuclear.

Al inicio de la guerra en 1939, el poten-cial de los nuevos descubrimientos no caeráen saco roto por la obsesión bélica, totalmentecentrada en la destrucción del enemigo.

El esfuerzo científico inglés había dado re-sultados suficientes como para proseguirloaun con las dificultades bélicas; la amenazade los bombardeos aconsejó trasladarlo a Ca-nadá, donde se produciría la interconexióncon las investigaciones norteamericanas.

Es curioso que Alemania, país originariodel descubrimiento científico básico, apenasavanzó en este terreno debido al desmante-lamiento de buena parte de la comunidadcientífica germana, así como a la creencia na-zi de una victoria rápida (*).

No fue, sin embargo, ésta la impresión enGran Bretaña que, para impedir cualquiersorpresa, destruyó los complejos nazis que in-vestigaban la física nuclear en Noruega, voló

la fábrica de agua pesada de Rjukan y bom-bardeando la de Trondheim.

El anuncio de la fisión realizada en Ale-mania en 1938 causó fuerte impacto en laURSS, cuyos científicos estaban al tanto delos avances de sus colegas. Así, cuando elequipo de Igor Kurchtov –el hombre esen-cial en el proceso nuclear soviético– realizóhallazgos sobre la fisión espontánea, lo pu-blicó, en 1940, en la revista norteamerica-na Physical Review. La total ausencia de res-puesta por parte de los científicos america-nos convenció a los soviéticos de que exis-tía un plan norteamericano ultrasecreto.

La invasión nazi paralizó los trabajos, pe-ro el Gobierno soviético, en febrero de 1943,reanudó su modesto programa, con Kur-chatov al frente. Los progresos fueron lentos.Tras su aparente indiferencia en Potsdam,Stalin ordenó que acelerara el proceso.

Se creó un equipo, de estructura similar aldel Proyecto Manhattan. Las etapas fueron tam-bién muy similares, y en la Navidad de 1946se logró la primera reacción en cadena. El pro-ceso continuó hasta desembocar en la primeraexplosión atómica soviética, el 29 de agostode 1949 en Semipalatinsk, en el Asia sovié-tica” (Juan Ignacio Sáenz Díez, Historia 16,junio de 1985).

(*) Potencialmente, Alemania hubiera po-dido fabricar la bomba atómica, pero se su-puso que se había centrado en su utilizacióncomo fuente energética. Prueba de los tra-bajos nucleares alemanes es que los rusoscapturaron un gran botín radioactivo en Ber-lín. El pasado mes de marzo fue presentadoen Alemania un libro sorprendente, La bom-ba de Hitler, obra del historiador alemánRainer Karlsch. El libro expone, sin prue-bas definitivas, que en los seis últimos me-ses de la guerra, los alemanes produjeron almenos tres ingenios nucleares experimen-tales, cuyas pruebas causaron centenares demuertos entre la población concentracio-naria, utilizada como cobaya.

Esto, aunque sin pruebas concluyentes,induce a pensar que los alemanes tambiéntrabajaron en la bomba, por lo que Hitlerno fantaseaba cuando le decía al dictador ru-mano, Antonescu, en agosto de 1944: “Te-nemos en fase experimental un explosivo quelo destruye todo en un radio de dos millas”.

Rainer Karlsch expone en La bomba de Hitler,que el III Reich llegó a probar pequeñosingenios atómicos al final de la guerra.

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bacteriológicas y químicas de OrienteMedio, lo que fue rechazado por el pre-sidente egipcio, Hosni Mubarak, con unafrase lapidaria: “Las armas bacteriológi-cas son la bomba atómica de los pobres”.

Con todo, el protagonismo nuclear co-rresponde, sin duda alguna, a la UniónSoviética (y su sucesora, la FederaciónRusa) y EE UU, país que mantuvo la su-premacía global hasta los años setenta.

En 1962, cuando acontece la Crisis delos Misiles en Cuba, no existía paridadnuclear alguna, pues, según fuentes es-tadounidenses, la ventaja estratégica deEE UU era casi absoluta. Así Washingtonposeía 203 cohetes balísticos interconti-nentales (ICBM) por apenas 36 soviéti-cos; disponía de 144 cohetes balísticosen submarinos por 72 de la URSS y 1.306bombarderos con armas nucleares por138 soviéticos. En el balance general,EE UU poseía 3.451 cabezas nuclearespor 497 de la URSS.

La Crisis de los Misiles provocó unareacción contundente del Gobierno so-viético. Después de verse obligado a ce-der, desmantelando las rampas de misi-les en Cuba, realizó un impresionante es-fuerzo militar, para equipararse a EE UU.El esfuerzo dio resultado y, en 1970, laURSS poseía 1.513 cohetes ICBM por

1.054 de EE UU. Se había alcanzado loque se llamó el “equilibrio del terror” o,en otra terminología, la Destrucción Mu-tua Asegurada o MAD (loco, en inglés).

En la década 1980-90, las dos super-potencias poseían unas 25.000 armas nu-cleares estratégicas con una potencia de10.000 megatones que, sumadas al ar-mamento nuclear de corto y medio al-cance, ascendía a 15.000 megatones.EE UU poseía armamento nuclear quepodía destruir 30 veces a la URSS y la

URSS armamento para destruir a su opo-nente veinte veces y entre ambos, diezveces el planeta. Sobraban nueve veces.

Marcha atrásEn el convencimiento de que la MAD noera alternativa a su rivalidad militar,EE UU y la URSS decidieron negociar tra-tados para establecer límites “razonables”a las armas nucleares y, particularmen-te, evitar que la posesión de armas ató-micas se extendiera por el mundo de for-ma incontrolable. Fue así como nacieron

los tratados más relevantes en el tema. Elprimero y más significativo fue el Trata-do de No Proliferación (TNP), firmado enjulio de 1968, que reconoce que “un Es-tado poseedor de armas nucleares es unEstado que ha fabricado y hecho explo-tar un arma nuclear u otro dispositivo nu-clear explosivo antes del 1 de enero de1967”, es decir, los cinco miembros per-manentes del Consejo de Seguridad deNaciones Unidas: EE UU, la URSS, Rei-no Unido, China y Francia.

El TNP se convierte en el instrumen-to clave para evitar la proliferación nu-clear y, en el presente, lo han acepta-do 189 Estados. Aunque entró en vigoren 1970, los socios del club nuclear, co-mo se ha visto, casi han duplicado sunúmero desde entonces.

La URSS y EE UU, por su parte, sus-cribieron en 1972 los acuerdos denomi-nados Strategic Arms Limitation Talks I(SALT I), formados por dos acuerdos, elAntiBallistic Missile Treaty (ABM), parareducir los misiles defensivos, y el

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EL SUEÑO DE LA HEGEMONÍA MUNDIALEL TERROR NUCLEAR, HIROSHIMA

Hongo atómico originado por una bomba probada en las islas Bikini en 1946: la corona son columnas de agua elevadas a más de un kilómetro dealtura. Se estudiaron entonces los daños que ocasionaría una explosión nuclear sobre buques de guerra, utilizando barcos fuera de servicio.

En la década de los ochenta, EE UU y laURSS poseían armamento nuclear paradestruir diez veces el planeta

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Intercontinental Balistic Missile (ICBM),para limitar los ofensivos. En 1979 se ini-ciaron nuevas conversaciones, las de-nominadas SALT II, cuya entrada en vi-gor fue paralizada por la invasión de Af-ganistán por tropas soviéticas. En 1982se reiniciaron las negociaciones, con-cluidas en 1991 con la firma del Strate-gic Arms Reduction Treaty (START I), en

virtud del cual decidían reducir un 25por 100 los misiles intercontinentales.Nuevas negociaciones llevaron a la fir-ma del SALT II en 1993 –desaparecidaya la Unión Soviética– estableciendo elcompromiso de reducir los arsenales delas dos naciones a entre 3.000 y 3.500ojivas y a eliminar todos los misiles te-rrestres de cabezas múltiples. Tuvo corta

vida el tratado. En 2002, Rusia anunciósu retiro formal del START II, despuésde que EE UU se retirara a su vez del tra-tado ABM al que el START II estaba vin-culado. El START II, dicho sea de paso,nunca fue aplicado.

Ese año se firmó el Strategic Offensi-ve Reductions Treaty (SORT) para limi-tar el despliegue, no la destrucción, deojivas nucleares, a un máximo de 1.700-2.200 hasta diciembre de 2012. El SORTentró en vigor en 2003, aunque son mu-chos los que dudan de su efectividad.

La resaca de las Torres GemelasLa razón de la retirada de EE UU delABM puede encontrarse en una infor-mación del diario Los Angeles Times, defebrero de 2002, en el sentido de que elPentágono preparaba planes que con-sideraban el empleo de armamento nu-clear no sólo contra los integrantes delEje del Mal, como Irán y Corea del Nor-te, sino contra potenciales rivales del he-gemonismo USA, como China y Rusia.

El Pentágono, por su parte, ha con-firmado que investigan formas de mo-dificar las cabezas nucleares en activopara hacerlas capaces de destruir bún-keres y otros objetivos “difíciles” en paí-ses que, como Irán, podrían usar esosbúnkeres para esconder armamento nu-clear, químico o biológico. Este mismo

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1945: Estados Unidos prueba laprimera bomba atómica enAlamogordo, Nuevo México; el6 de agosto la utiliza enHiroshima y el 9, en Nagasaki.1949: La URSS prueba suprimera bomba atómica.1952: Estados Unidos pruebasu primera bomba termonuclear(bomba H), y Gran Bretaña, suprimera bomba atómica.1953: La URSS prueba subomba H.1953: USA construye losbombarderos estratégicos B-52.Un años después, La URSScontó con un prototipo similar.1958: Son operativos losprimeros IRBM (misilesbalísticos de alcance medio):los SS-4 soviéticos y los Thor,norteamericanos. 1960-61: Francia prueba subomba atómica.Estados Unidos cuenta conmisiles Polaris, lanzados desde

un submarino. Se despliegan losprimeros ICBM (misilesintercontinentales), lossoviéticos SS-6 y los USA, Atlasy Titán.1963: Estados Unidos refuerzasu arsenal ICBM, con losMinuteman I y Titán II. LaURSS, también: SS-7 y SS-8.1964: China prueba su bombaatómica. La URSS activa susistema defensivo de misilesantibalísticos alrededor deMoscú. 1965: La URSS despliega losnuevos misilesintercontinentales SS-9 y SS-12.1966: USA prueba losMinuteman II y la URSS losSS-11.1968: La URSS inventa losSSN-6, lanzados desdesubmarino, y cuatro añosdespués los refuerza con losSSN-8.

1969: La URSS prueba losmisiles intercont. móviles SS-13 y SS-14.1970-71: USA, misilesMinuteman III y Poseidón(lanzados desde submarino).Cuenta misiles capaces detransportar tres cabezas paraalcanzar diferentes objetivos.1973: La URSS logra suprimera generación de misilescon cabezas múltiples: SS-17(cuatro), SS-19 (seis) y SS-18(hasta treinta). Israel posee labomba atómica.1974: Primera prueba atómicade India.1977-78: Se detecta en Europalos misiles móviles soviéticos dealcance medio SS-20 (trescabezas). Sudáfrica prueba subomba.1979: USA hace operativos susmisiles Trident I (ocho cabezas),a bordo de submarino.1979: La URSS diseña nuevos

misiles de cabeza múltipleslanzados desde submarino. Los SSN-20 son probados en1980.1979: La OTAN refuerza suarmamento nuclear con losmisiles norteamericanosPershing II (tres cabezas).1981-83: USA despliega losmisiles Cruise, lanzables desdetierra, mar o aire.1982: USA comienza a fabricarmisiles MX, portadores de diezcabezas nucleares.1988: se publica que Israeldispone de un gran arsenalnuclear moderno.1998: India prueba su primerabomba termonuclear. ReplicaPakistán, probando cincobombas atómicas.2004: Se supone que Coreadispone de la bomba atómica y,probablemente, Irán está endisposición de tenerla deinmediato.

LA ESCALADA NUCLEAR

Manifestación de anticomunistas norteamericanos contra La aspiración de Stalin de dominar elmundo. Eran los años del macarthysmo y los comienzos de la carrera termonuclear.

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Page 29: La Aventura de La Historia - Dossier082 El Terror Nuclear - Hiroshima

año, el secretario de Defensa, DonaldRumsfeld, presentó un informe tituladoRevisión Cuatrienal sobre la Defensa,con la nueva doctrina de disuasión deEE UU que, según Rumsfeld, debe ba-sarse en tres pilares: la posibilidad degolpes ofensivos (incluidos los nuclea-res), los medios de defensa activa y pa-siva (los sistemas antimisiles y otros) yla capacidad de adaptación y de re-constitución de las fuerzas defensivas.

Como afirma William M. Harbin, lo re-levante de este discurso es que la bom-ba atómica deja de ser considerada co-mo el arma última, siendo tratada comoun arma convencional, cuyo empleo nodebe ponerse en duda en caso de con-siderarse necesario.

El final de la Guerra Fría, por tanto, noha supuesto una reducción drástica dela amenaza nuclear, sino todo lo con-trario. Hay todavía en el mundo más de20.000 armas nucleares, puede que30.000, en su mayoría en los arsenalesde EE UU y Rusia, países que continúanmanteniendo una 2.000 armas atómicasen alerta, con el consiguiente peligro deerror en un lanzamiento nuclear. EE UUsigue apostando por el escudo antimisi-les que le otorgue una quimérica invul-nerabilidad frente a sus enemigos, rea-les o potenciales, y Rusia responde conlos nuevos misiles Tópol, capaces deatravesar el escudo.

Es un juego interminable en el que pe-san, detrás de repetitivas y falsas pro-fesiones de fe en la paz, cálculos hege-mónicos y de poder, por cuyos orificiosse ha colado la tecnología nuclear que,en un principio, sólo poseían EE UU yla URSS. Gracias a los intereses de lassuperpotencias, la posibilidad de cons-truir armas atómicas llegó a británicos eisraelíes, aliados de EE UU, y a India,aliada de la URSS. Paquistán gozó delapoyo estadounidense y chino –adver-sario de India– y Sudáfrica, de la com-plicidad israelí y occidental. El TNP que-dó pronto en letra muerta, pues la noproliferación de armas nucleares ha de-pendido, y lo sigue haciendo, de los in-tereses de las grandes potencias.

Las verdaderas razonesLa oposición estadounidense y europeaa que Irán y Corea del Norte posean ca-pacidad nuclear no proviene de un in-terés desmedido por la paz, como tam-poco del temor a que estos países

puedan usar de forma irresponsable ar-mas atómicas. Responde a considera-ciones estratégicas, pues un Irán due-ño de fuerza nuclear propia no podríaser atacado por EE UU sin sufrir el ata-cante gravísimos daños. Obedece tam-bién a que un Irán nuclear contrapesa-ría el poder atómico de Israel y alteraríael balance militar en Oriente Medio, enbeneficio de los países árabes y musul-manes y en perjuicio de los planes deWashington de imponer su dominio enla región del petróleo por tiempo inde-finido. Cálculos fríos que esconden unavoluntad agresiva, avalada por la doc-trina militar estadounidense de guerraspreventivas que no descartan el uso dearmas nucleares.

Por demás, la Carta de Naciones Uni-das, en su artículo 51, reconoce a losEstados el derecho inmanente de legí-tima defensa individual o colectiva. Y,como señaló la Corte Internacional deJusticia (CIJ), en su sentencia de 1986sobre las Actividades Militares y Para-militares de EE UU contra Nicaragua:“No existen en Derecho Internacionalmás reglas que las que un Estado quie-ra aceptar, que impongan una limita-ción a los niveles de armamento de unEstado soberano”. En otras palabras,que los Estados son libres para dotarsedel tipo de armas que consideren per-tinente, incluyendo las atómicas, sinmás limitaciones que las que deriven

de tratados internacionales. Tampocoes moralmente defendible exigir a unEstado una conducta que quien la exi-ge no está dispuesto a seguir. Cabe re-cordar, finalmente esta célebre frase deEinstein, uno de los padres de la eraatómica: “Partir el átomo ha cambiadotodo, excepto nuestro modo de pen-sar”. Seguimos en las cavernas. ■

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EL SUEÑO DE LA HEGEMONÍA MUNDIALEL TERROR NUCLEAR, HIROSHIMA

HACHIYA, M., Diario de Hiroshima de unmédico japonés (6 de agosto-30 de

septiembre de 1945), Madrid, Turner, 2005.AXELL A., y KASE, H., Kamikazes, Madrid, La Esferade los Libros, 2002.BENEDICT, R., El crisantemo y la espada, Madrid,Alianza, 2003.BURUMA, I., La creación de Japón, 1853-1964, Bar-celona, Mondadori, 2003.Churchill, W., Memorias. La Segunda GuerraMundial, II, Madrid, La Esfera de los Libros, 2002.LEGUINECHE, M., Recordad Pearl Harbor, Madrid,Temas de Hoy, 2001.MANN, G., El Mundo de hoy, 1, “Mil novecientoscuarenta y cinco”, Madrid, Espasa Calpe, 1988.ZORGBIBE, CH., Historia de las relaciones internacio-nales, 2, “Del sistema de Yalta a nuestros días”, Ma-drid, Alianza, 1997.

En La Aventura de la Historia:Sobre el comienzo de la guerra del Pacífico: “PearlHarbor, el cebo”, núm. 34, agosto 2001. Sobre laCrisis de los Missiles de Cuba: “Al borde del fin delmundo”, núm. 48, octubre 2002. Sobre elmacarthysmo, “Caza de brujas”, núm. 57, julio 2003.Sobre la escalada termonuclear: “Terror H, comienzala carrera”, núm. 65, marzo 2004. Sobre la Cumbre de Potsdam: “La despedida”,núm. 81, julio 2005.

PARA SABER MÁS

Por fuera, sonrisas: Kruschov y Eisenhower durante la visita del hombre fuerte soviético a EE UUen 1959. Entonces, la superioridad del arsenal termonuclear norteamericano era enorme.

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