kant, immanuel, "la contienda entre las facultades de filosofía y teología" (ed. trotta)

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lMMANUEL KANT LA CONTIENDA ENTRE LAS FACULTADES DE FILOSOFÍA Y TEOLOGÍA V ci-sirín casrdbna de Rnhl.'rro Rt)drígucz Ara1nayo 1 1

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Kant, Immanuel, "La Contienda Entre Las Facultades de Filosofía y Teología" (Ed. Trotta)

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  • lMMANUEL KANT

    LA CONTIENDA ENTRE LAS FACULTADES DE

    FILOSOFA Y TEOLOGA

    V ci-sirn casrdbna de

    Rnhl.'rro Rt)drgucz Ara1nayo

    1 1

  • LA CONTIENDA ENTRE LAS FACULTADES DE FILOSOFfA Y TEOLOGA

    INTRODUCCIN

    Desde luego, no anduvo falto de inspiracin aqul a quien se le ocu-rri por primera vez la idea de tratar fabriltnente codo el conjunto del saber (propiamente las cabezas consagradas al mismo), proponiendo poner en prctica dicho proyecto n1ediante la divisin del trabajo entre cantos profesores o docentes pblicos como disciplinas hubiere, los cuales, en tanto que depositarios de las distintas materias, vinieran a constituir una suerte de comunidad ciendfica, llatnada L!niversidad (o Escuela Supe-rior), con cierra autonoma (dado que sobre los doctos en cuanto cales no pueden juzgar sino ellos mismos); semejante comunidad ciencfica queda-ra habilitada por medio de sus Facultades 1 (las pequeas y diversas cor-poraciones entre las que se distribuyen los inregranres de la Universidad en funcin de las distintas ramas del saber) para acoger en ella a los alumnos ms pro1neredores de las escuelas inferiores y, de otro lado, ra1nbin tendra la capacidad de suministrar profesionales liberales (que no constituyan miembros de dicha comunidad), al otorgarles rras las pruebas oportunas un rango (un grado) reconocido por rudos, esto es, la capacidad de i11vestir doctores (17 / 18).

    Al margen de este gre1nio de eruditos cabe hallar sabios que no per-tenezcan a la llniversidad, sino que sin1plemente cultiven una parcela del vasto conjunto del saber, ya lu hagan formando parre de ciertas corpora-ciones independientes (deno1ninadas /1cade111ias o tambin Sociedades Cientficas) o bien vivan, por decirlo as, en el estado de naturaleza del saber, donde cada cual se ocupa de ampliarlo o difundirlo a cfrulo de aficionado sin seguir pauta o regla algunas.

    Todava cabe distinguir a los propiarnente doctos de esos otros !etri:l-dos (con estudios) que, al verse revestidos con un cargo, actan con10

    I C;1Ja una de las cuales es regid,1 pnr su correspondiente decano. Este ttulo, tornado J~ [;1 JStrologa, Jenoraba originariamente uno de los tres genios astrales que presiden c1.J stgnu Je! Zoda.ro '.g_uiando por lo tant1l diez de sus respectivos treinta grados), fue trasla-JaJo en un pnnClp1u desde ills astros hacia !ns ca1np1nencns castrenses (ub ,istris ,u/ c,Jjfru; vid. Salmasius*, De ,11111is ciimacteriiJ, p. 561) y finahnence hasrn las Universida-des; en este lrin10 caso sin tener en cuenta el nmero diez (el nn1ero de los profesores). '.'1 cabe repr\Khar a lns 7ru

  • LA CONTIENDA ENTRE LAS FACULTADES DE FlLOSOFfA Y TEOLOGA

    gobierno que se ocupara de las doctrinas, as como de la a1npliacin o el perfeccionamiento de las ciencias, y cuyo n1s aleo dignarario pretendiera hacerse pasar por sabio, se despojara del respeto que le es debido y menoscabara su estima, envilecindose anee los ojos del pueblo (y de su estamento inceleccual), que no soporta ninguna burla y miJe con el mismo rasero a cuantos censuran las ciencias.

    Se mire como se mire, todava hay que conceder a la comunidad cien tfica otra Facultad, que sea independiente de los mandatos del gobierno~ con respecto a sus doctrinas y renga la libertad (19 / 20), no de dar orden alguna, pero s de juzgar todo cuanto renga que ver con los intereses cienrficos, es decir, con la verdad, terreno en el que la razn debe tener el derecho de expresarse pblicamente, ya que sin ello la verdad nunca lle-gara a manifestarse (en perjuicio del propio gobierno), dado que la razn es libre confor1ne a su naturaleza y no admite la imposicin de tomar algo por verdadero (no admiriendo credo alguno, sino tan slo un credo libre). El hecho de que dicha Facultad sea tildada de inferior, pese a contar con ese enorme privilegio (de la libertad), halla su causa en la naturaleza del hombre: pues quien puede rnandar, aunque sea un hu1nilde servidor de algn otro, se ufana de ser n1s importante que quien no manda sobre nadie, pero es libre (20 / 21).

    curso Jel crono de su rey es cunsi

  • LA CONTIENDA ENTRE LAS FACULTADES DE F!LOSOFfA Y TEOLOGiA

    pers?naje n1s impor~anre p~ra el hornbre, al tratarse de quien prorroga su vida, luego l~ seguira er,1 unportancia el jurista, que se compromete a velar por sus bienes nJt1ter1aies y Sl)lo en lri1no lugar (casi en el u1nbral de la muerte), aunque est en juego l;.1 dicha eterna, se buscara al sacer-dote; pues incluso ste 1nismo, por n1ucho que aprecie la felicidad Je] n1undo futuro, al no tener ningn resrirnonio de la rnisn1a, le reclarn,1 arJienten1ente al 1nJico el pern1anecer un ratito n1.s en este valle Je lgri1nas.

    Todas y cada una Je las tres Facultades superiores basan las ensean-zas que les han siJo confiadas por el gobierno en escritos, como no puede ser de otro !n~~o en el caso de un pueblo guiado por el saber, ya que sin ellos no ex1st1r1a una norrna per1nanente y asequible a cualquiera, con respecto a la cual quepa orientarse. Que semejante escrito (o libro) haya de concen~r estatutos, esro es, doctrinas en1anadas del arbitrio de alguien con ~utor1~a~, es al~o q~e resulta bastante obvio, porque si no stas no pod~1an ex1g1r obe

  • LA CONTIENDA ENTRE LAS FACULTADES DE FILOSOFfA Y TEOLOGIA

    propio juicio y filosofa, en donde se expone a todos los peligros de la anarqua. Sin embargo, ha de quedar bien claro que no me refiero aqu sino al telogo bblico puro (purus 1 pt11s), incontatninado an del tan desacreditado espritu de libertad propio de la razn y de la filosofa. Pues en tanto que entre1nezclemos dos ocupaciones de muy diversa ndole y las confunda1nos en una sola, no ser posible forjarnos un concepto preciso acerca de la peculiaridad Je cada una de ellas.

    B) El c.1r,cter pec11!it1r de l" Fac1J!tdd de Derecho

    El j1trista dedicado a ello rastrea las leyes que han Je garantizar lo 1no y lo tuya (procediendo como debe en cuanto funcionario del Estado), no en su razn, sino en el cdigo hecho pblico y (24 / 25) sancionado por las ms alcas instancias. No sera justo exigirle comprobar la verdad y legitimidad de dichas leyes, ni tampoco encargarle su defensa contra las objeciones interpuestas por la razn. Pues, dando por sentado que los reglamentos establecen aquello que es jusro, el cuestionarse si los propios reglan1entos lo son es algo que debe ser rechazado de inmediato por los juristas como algo absurdo. Resultara ridculo pretender dejar de obede-cer a una voluntad externa y suprema por la mera suposicin de que sta no viene a coincidir con la razn. Ya que en eso se cifra precisamente el ascendiente del gobierno, en no dejar a los sbdiros la libertad de juzgar sobre lo justo y lo injusto segn su propio criterio, sino conforn1e a la prescripcin del poder legislativo.

    Sin embargo, en cierto sentido la Facultad de Derecho se halla 1nejor dispuesta que la de Teologa de cara a la praxis, al contar con un intr-prete visible de las leyes, ya se trate de un juez o de su apelacin a una comisin judicial y (en ltimo extremo) al legislador mismo, algo que no se da a la hora de interpretar los pasajes de un libro sagrado en la Facul-tad de Teologa. Ahora bien, esta ventaja se ve compensada por una des-ventaja nada desdeable, cual es que los cdigos laicos han de hallarse son1eticlos a modificacin en cuanto la experiencia brinde nuevos o mejo-res considerandos, mientras que, bien al contrario, el libro sagrado no estipula variacin alguna (ni merina ni adicin) y pretende estar con-cluido de una vez para siempre. La queja del jurista respecto a que resulta ocioso esperar una norma perfectamente definida en el terreno de la jurisprudencia (ius certuni) no ha lugar para el telogo bblico. Pues ste no se deja arrebatar la pretensin de que su dogmtica carece de seme-jante nonna, claran1ente determinada y vlida para todos los casos. AJe-1ns, 111ientras que quienes ejercen el derecho (los abogados o los funcio-narios de justicia) no se hacen responsables del perjuicio ocasionado a su

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    LA CONTIENDA ENTRE LAS FACULTADES DE FILOSOFfA Y TEOI.OGfA

    clienre por haberle aconsejado nial (oh canJi/iu1n nerno tenettJr), los

  • LA CONTIENDA ENTRE LAS FACULTADES DE FILOSOFfA Y TEOLOGA

    darse libros sancionados por la autoridad, sino libros inspirados nica-mente en la Naturaleza, ni tampoco caben leyes propiamente dichas (si bajo ral rtulo (26 / 27) se entiende la voluntad inmurable del legislador), sino tan slo disposiciones ( edictos), cuyo conocimiento no supone cien-cia alguna, en cuanto sta requiere un conjunto sistemtico de teoras que la Facultad sin duda posee, pero que al gobierno no le incumbe sancionar (al no hallarse contenidas en cdigo alguno) y debe dejar a cargo de dicha Facultad, litnitndose a favorecer la prctica de la 1nedicina pl1blica por parte de sus miembros mediante dispensarios y ceneros hospitalarios. Sin embargo, estos profesion:1les (mdicos) quedan sometidos a dictamen de su Facultad en aquellos casos que, en cuanto conciernen a la polica mdica, interesan al gobierno.

    SEGUNDO APARTADO

    Definicin)' estructura de /., Facttltad inferior

    Cabe denominar (

  • LA CONTIENDA ENTRE LAS FACULTADES DE FILOSOFA Y TEOLOC.f A

    haran sublevarse con ello en contra del gobierno~ en ca1nbio, si son las Facultades, en tanto que centros de investigacin, quienes se limitan a participarse n1utua1nenre tales dudas, el pueblo no recibe ptcri~an:ente noticia alguna de codo ello, al darse por satisfecho con el reconoc1n11ento de que semejantes sutilezas no son asunr.o ~uyo, .Y se sie~t~ vinculado tan slo con cuanto le hacen saber los funcionarios com1s1onados por el gobierno a tal efecto. Esta libertad que, sin e1nbargo, no cabe :ercenar . la Facultad inferior, brinda el logro de que las Facultades superiores (n1eJor ilustradas ellas 111ismas) encaucen ms Y 1ns por la senda de la verdaJ a los funcionarios, quienes a su vez, n1ejor instruidos asin1ismo acerca de su deber, acabarn por no encontrar dificultad alguna en la 1nodificacin ~i.el discurso; mxi1ne cuando se rrare nicamente Je una 1nejor co1nprens1on de los medios conducentes al 1nis1no fin, algo que rnuy bien puede aconte-cer sin polmicas agresiones, que no causan sino alborotos, al sisten1a pedaggico en curso y a la plena vigencia de sus contenidos.

    TEHCER APARTADO

    Acerc,1 del pleito ilegti1110 de l

  • LA CONTIENDA ENTRE LAS FACULTADES DE F!LOSOFiA Y TEOLOGf1\

    des (cuya sabidura es de1nasiado elevada para l), sino por esos peritos suyos que practican la chapucera (el savoir /aire), esto es, por eclesisti-cos, magistrados y mdicos, cuyo ejercicio de la profesin les granjea la ms favorable presuncin; sa es la razn de que el gobierno, al no poder incidir en el pueblo sino por esa 1nediacin, se vea ind11cido a imponer a las Facultades una teora que no tiene su origen en el puro discerni1niento de quienes se hallan versados en la materia, sino en el clculo

  • LA CONTIENDA ENTRE LAS FACULTADES DE FILOSOFfA Y TEOLOGIA

    cuando menos, verse sancionado por ellos, no deja de hallarse expuesto al peligro del error o de los efectos contraproducentes; y la sancin del gobierno por lo que arae a las Facultades superiores no supone una excepcin a esa regla. Por ello la Facultad de Filosofa no puede dejar de blandir sus ar111as cunera el peligro con que se ve amenazada la verdad, cuya custodia le ha sido encomendada, habida cuenta de que las Facultades superiores nunca renunciarn a su afn de dominio (33 / 34).

    3) Esre litigio no tiene por qu perjudicar al gobierno en ningn caso. Pues no se trata de una querella de las Facultades con el gobierno, sino de una Facultad para con las otras, algo que el gobierno puede con-sentir con roda tranquilidad; pues, aun cuando sre haya tomado bajo su especial tutela cierras tesis de las Facultades superiores, en canco que prescribe a sus funcionarios la exposicin de las mismas, no protege con ello a las Faculcades en cuanto co,nunidades cienrficas, ni vela por la verdad de la exposicin pblica de sus doctrinas, sino que se limita a defender su propio provecho (el del gobierno), puesto que no resulta acorde con su dignidad ponerse a dirimir sobre el carcter veritativo de los contenidos, arrogndose as el papel de sabio. Desde luego, las facul-tades superiores no tienen que responder ante el gobierno sino de la instruccin que imparten pblican1ente a su clientela, ya que tal actividad incide en el pblico en cuanto sociedad civil y queda por ello bajo la sancin del gobierno, dado que podra daar la influencia de ste sobre aqulla. Otra cosa muy distinta son las doctrinas y opiniones que las Facultades convienen_entre s bajo la denominacin de teoras, pues ese intercambio tiene lugar entre otra clase de pblico, cual es el conformado por la comunidad acad1nica que se ocupa de bregar con las ciencias; el pueblo se resigna a no comprender nada de codo eIIo y el gobierno, por su parre, no considera conveniente entrometerse en las disputas acadmicas 1 (34 / 35) El conjunto de las Facultades superiores (ala

    _, En can1bio, si St' trasladara el conflicto :.i la cornunidad civil (verbigracia a los plpi-tos), con10 gustan de hacer los profesionales ( bajo el apodo de gente experimentadai, J, dicho conflicto se vera presentado sin permiso ante el tribunal del pueblo (al que no compete ernitir juicio alguno i:'11 el terreno acad1nico) y dt'jara de ser una conrruversia cicnrfica; dndose as lugar a esa querdla iiegrirna rnencionad:.i anteriormente, donde la e.xpusicin de las doctrinas se adaptJ a las inclinaciones dd pueblo y se disemina el gerrnen Je la revuelta y de las facciones, poniendo en peligro al gobierno. Quienes se ergen arbi-rrarian1t::nte s mis1nos en tribunos del pueblo n::nuncian con ello la condicin Je sabios, atentan contra los derechos de la constitucin civil (co1nercio mundano) }' son propia n1en1e nelogos, nombre aborrecido con roda razn en este caso, pero tJUf' da lug,1r a 1nalenrendidos cuando se aplica al introductor de cualquier novedad en una Joctrina u en el terreno de la enseanza. (Pues, por qu habra de ser sicinpre 1nejor lo 111,s antiguo?) En cambio, s n1t.rccerian verse estigmatizados con esa etiqueta aquellos que pron1ueven una forma de gobierno totalmente distinta o ms bien una toral ausencia Je] n1isn10 (anarqua)

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    Lr\ CONTIENDA ENTRE LAS FACULTADES DE FILOSOFfA Y TEOLUGiA

    Jerecha del parlamento de la ciencia) defiende los estatutos del gobier-no, pero en una constitucin tan libre como ha de ser aquella que se erija en ;iras de la verdad, debe haber ta1nbin un partido opositor (el ala izquierda), cuyos escaos corresponden a la Facultad de Filosofa, ya yue sin contar con el severo exan1en y las crticas de sta el gobierno no se hallara satisfactoriamente inforn1ado respecto de aquello que puede resultarle ventajoso o perjudiciaL Ahora bien, si los integrantes de las Facultades quisieran introducir n1udificaciones por su cuenta en la dis-p{Jsicin dada para la e:xpusicin pblica, entonces el gobierno estara en su derecho de catalog:irlos con10 unos innovadores que podran resultar peligrosos para sus fines, si bien antes de pasar a desacreditar-los sin ms habra de recabar su parecer a la Facultad involucrada, habida cuenta de que cales profesionales slo pueden haber sido asigna-dos a la enseanza de determinadas doctrinas ,1 1 ravs de esa Fac11/tad.

    ,) Esta querella puede perdurar hasta que se logre un acuerdo entre la comunidad acadrnica y la sociedad civil en materia de 1nxitnas cuya observancia ha de propiciar en a,nbas clases de Facultades un pro-greso continuo h,1cia una 1nayor perfeccin y abolir, final,nente, cual-ljUier cipo Je restriccin que el gobierno pretenda i1nponer a la libertad.

    l)c este n1odo, bien podra llegar el da en que los lciinos fueran los prin1eros (trocndose la Facultad inferior en la superior), no desde luego para ejercer el poder, pero s para asesorar a quien lo detenta (el gobierno), hallando en la libena

  • EPLOGO

    EJEMPL!FICACIN DEL CONFL!CTO DE LAS FACULTADES A TRAVS DEL PLEITO QUE MANTIENEN LAS DE TEOLOGA Y FILOSOFA

    I. !.:.~/ objeto de la querella

    El relogo bblico es propiamente alguien vers11do en las Escrituras y pone sus n1iras en el credo eclesiJtico, el cual se basa en estatutos, es decir, en leyes que se derivan de una volunra

  • LA CONTIENDA ENTRE LAS FACULTADES DE Fll.OSOFfA Y TEOLOGJA

    el mbito de lo prctico, esro es, 1ns atenta a la religin que al credo eclesistico, responsabiliza a la superior de obviar por completo 1nediante tales estratagemas ese fin final que, como religin interior, ha de ser moral y ceirse a la razn. Por ello, en caso de conflicto respecto al sentido de un pasaje de la Escritura, la Facultad que tiene por mera la verdad, y por ende la filosofa, ha de atribuirse el privilegio ( N. T.)

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  • LA CONTIENDA ENTRE LAS FACULTADES DE FILOSOFfA Y TEOtOGA

    lo dems, a dicha forma de representacin se le oponen objeciones in1portantes: la iriscitucin de la (ltima) Cena (una triste for1na de comunicacin) para conr11e1norarlu se parece 1nucho a una despedida sole1nne (y no a un cercano hasta la vista>,). Las fnebres palabras dichas en la cruz ponen de inanifiesro un frustrado intento (de hacer abrazar a lns judos la verdadera religin durante su vida), cuando rns bien hubiera cabido esperar el alborozo por un propsito consun1ado. Finalinenre las palabras puestas en labios

  • LA CONTIENDA ENTRE LAS FACULTADES DE FILOSOl~fA Y TEOLOGfA

    , III. Slo cabe representarse al obrar como resultado del uso espon caneo de sus fuerzas morales que realiza el ser hun1ano y no como efecto de una causa extraa que acta desde arriba ( 42 / 43) teniendo al hombre como sujeto pasivo; la interpretacin de los pasajes que parecen contener literaln1ente esto ltirno debe tender, pues, a coincidir expresamente con aquellos principios.

    Si b~jo el nombre de Naturaleza>) se comprende aquel principio que preJo~n1na en el hombre para propiciar su felicidad y bajo el trmino (

  • LA CONTIENDA ENTRE LJ\S FACULTADES DE FILOSUFA Y TEOLOGA

    lll. Objeciones relati-vas II loJ principios de la exgesiJ, )' rplica de l.1s ,nisnlS

    Contra estas reglas hermenuticas oigo proclamar lo siguiente. JJri-1nero: Se trara en suma de juicios emitidos por la Facultad de Filosofa, la cual se permite as entrometerse en el terreno de los telogos bblicos. Respuesta: Mientras que para el credo eclesistico se requiere una erudi-cin histrica, para la fe religiosa no se necesita sino Je la razn. Inter-pretar la prirnera como vehculo de la segunda constituye, cierrarnente, una exigencia de la razn, pero acaso cabe una exigencia ms justa que la tendente a determinar el valor de algo como rnedio para otra cosa en cuanto sta represenra su meta (cual es el caso de la religin)? y, lo que todava es rns importante, acaso hay un principio resolutivo por encima de la razn, cuando la controversia gira en torno a la verdaJ? Adems, tampoco va en detrimento de la Facultad teolgica el tJUe la filosfica utilice sus estatutos para fortalecer la propia doctrina viniendo a coincidir con ellos; debera pensarse 1ns bien que con ello se hace un gran honor a la Facultad Je Teologa. Ahora bien, si por lo que respecta a la exgesis no puede dejar de darse una disputa entre ambas, no se me alcanza otra componenda que la siguiente: cuu.ndo el telogo bblico cese de utilizt,r la r,1zn para tal fin, entonces el telogo filosfico cesar de utilizar la Biblit1 para canfirrnar s11.r tesis. Pero dudo sobremanera que el prin1ero consienta en suscribir semejante trato. Segundo: Tales interpretaciones son alegrico-msticas y, por ende, ni bblicas ni filosficas. Resp11est,1: Es justo al revs, a saber, que cuando el telogo bblico ro1na la envoltura de la religin por la religin misma se ve obligado a explicar todo el Anti-guo Testamento co1no una continua alegora (de figuraciones y represen-taciones simblicas), si no quiere adrnirir que ya constitua la verdadera religin (que no puede ser ms verdadera que la de verdad), con lo cual se volvera superfluo (45 / 46) el Nuevo. lvfas por lo que arae a la presunta rnstica Je las interpretaciones racionales, cuando la filosofa escuJria un sentido 1noral en los pasajes de la Escritura e incluso se lo endosa al rexto, tal es precisamente el nico medio de ahuyentar la n1srica (de un Swedenborg 11, por ejemplo). Pues en materia de religin la fantasa se extrava inevitablemente por los senderos del delirio, cuando no entrelaza lo suprasensible (algo que ha de ser pensadu en toJo cuan"ro se Jeno1nina religin) con determinados conceptos de la razn, corno son los n1orales, enca1ninndose a un ilun1inis1no de revelaciones ntimas, terreno en el cual caJa uno posee la suya propia y no hay lugar para yue la verdad cuente con una piedra de toque pblica.

    1: Etnanuel SweJenburg (1688-1772). Sabio sueco cuyos partidarios fundaron en b:ise a

    sus t:nseflanzas una nueva iglesia, denon1inaJa lglesia de la Nueva Jerusaln. Sus ducrrinas fueron contestadas por Kant en los Sueiios de 1111 ,,isin1111rio ... (N. T.)

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    l.1\ CONTIENDA ENTRE LAS FACULTADES DE FILOSOFA Y TEOLOCilA

    Pero todava se dan otras objeciones gue la razn rnis1na vierte contra la inrerpretacin racional de la Biblia, objeciones que paso a enun1erar brevemenre siguiendo el orden Je las reglas interpreracivas expuestas 1n..s arriba, tratando de refutarlas a rengln seguido.

    a) Objecin: En cuanto revelacin la Biblia ha de ser inrerpretaJa en s .1nisn1a_ y no n1edianre la razn, dado que la propia fuente del conoci-n11enro tiene su sede al rnargen de la razn. Reipuesttz: Justamente por-que nos encunrra1nos ante un libro considerado co,no revelacin divina ste no ha de ser interpretado confnrn1e a meros principios historicista (que vienen a concordar consigo n1ismos) de ndole terica, sino con-for1ne a conceptos prcticos de la razn; pues la naturaleza divina de la revelacin nunca podr explicitarse mediante signos aportados por la experiencia. Su carcrer (al n1enos como conditia sine q11,1 non) estriba en la concordancia con aquello que la razn declara conveniente para Dios.

    b) Objecidn: Toda praxis debe verse precedida por un.i teora y como sta, en cuantu revelacin, podra contener designios de una voluntad divina a la que no podemos dejar Je senrirnos vinculados, pese a que nos resulte inescrutable, se dira que la creencia en tales proposiciones teri-cas _representa de suyo una obligacin y que ponerla en tela de juicio equivale a co111eter una falta. Respuesta: Esto es admisible cuando se rr::i.ra del credo eclesistico, en el que no se conten1pla otra praxis al n1argen de los usos establecidos, docrrina que los adeptos a una Iglesia ro,nan por cierra sin rns, con tal de que no sea i1nposible; por contra, para la fe religiosa resulta imprescindible el convenci1niento acerca de su verdad, que no puede verse confirmado 1nerced a estatuto alguno (aun cuando sea de naturaleza divina), ya que a su vez ste habra de ser compulsado por la historia, que no est autorizada a hu.cerse pasar (46 / 47) por revelacin divina'. De ah que, cindose a la moralidad de la conducta, al obrar, el tener por ciertos los tesri,nonios hisrricos -aunque sean bblicos- no conlleva un valor o una falta de valor moral, sino que pertenece al rnbito de los adiafora.

    c)

  • LA CONTIENDA ENTRE LAS FACULTADES DE FILOSOFA Y TEOLOGA

    cuanto aguarda1nos de la gracia de un superior no podemos tomarlo como algo que vaya de suyo y renga que correspondernos necesariamente, .salvo cuando se trate de algo que nos ha siJo prometido realinente asun11en), supondra una experiencia suprasensible que es Je todo punto imposible. Pero ran1-poco es necesaria respecto a lo que (co1no es el caso de la religin) se basa en principios 1norales de la razn y es por ello cierto a priori, cuando menos desde un punto de vista prctico. Por parre de un legisla-dor santo y bondadoso cuesta i1naginar de otra manera los decretos rela-tivos a criaturas que, si bien son frgiles por naturaleza, se afanan por conseguir con rodas sus fuerzas aquello que reconocen como deber; es ms, la fe racional y la confianza en un complemento tal, sin necesidad de una pro1nesa cierta e1nprican1ente respaldada, prueba 1nucho mejor de lo que lo hara una fe enraizada en la experiencia un genuino talante moral y con ello pone

  • LA CONTIENDA ENTRE LAS FACULTADES DE FILOSO!=A Y TEOLOGfA

    n1areria de fe. Los adepros a la primera suelen ser denon1inados creJ1e11-tes, apodndose increyentes a los del segundo. Religin es aquella fe que cifra lo e.rencial de ro

  • LA CONTIENDA ENTRE LAS FACULTADES DE FILOSOFfA Y TEOLOGfA

    gin y, una vez concedido que el pueblo ha de contar con un credo ecle-sistico, encuentran tan bueno el uno como el otro, con tal de que se deje ad1ninistrar por el gobierno en pro de sus objetivos; principio que resulra enteramente adecuado en boca de un gobernante, en su condicin de gobernante, pero que a juicio del sbdito, quien ha de valorar este asunto conforme a su propio inters, siendo ste cierra1nente de ndole moral, denotara el n1enosprecio externo de la religin, pues la propia n1odalidad del vehculo Je la religin que uno adopta en su credo eclesistico no es una cuestin indiferente para la religin.

    En relacin con el sectarismo (que a veces se traduce incluso en (51 / 52) la disgregacin de las Iglesias, tal como aconteci entre los pro-testantes) suele decirse lo siguienre: es but:no que haya diversas religiones (propiamente n1odos de credo eclesistico en un Estado), y esro es cierto en cuanto supone un indicio de que se le ha dejado libertad

  • LA CONTIENDA ENTRE LAS FACULTADES DE FILOSOFIA Y TEOLOG[A

    Co1no los medios tendentes a esa meta no pueden ser empricos (dado que stos inciden sobre los hechos, mas no sobre la disposicin anmica), para quien. ,viene a identificar lo s11prasensible con lo sobrenatural el pro-ble1na rec1en planteado se trueca en el siguiente: cmo es posible la regeneracin (entendida como consecuencia de esa conversin 1nediante la cual uno se convierte en un hombre nuevo) merced a una intervencin direc.ta por parre de Dios y qu ha de hacer el ho1nbre para granjersela? A 011 modo de ver, caba pronosticar a priori, sin consultar a la historia ( instancia que puede presentar opiniones, pero no avalar el carcter nece-sario de las misn1as), que sen1ejante proble1na provocara inevirable-n1enre la proliferacin de sectas entre quienes invocan con suma facilidad una. ;a usa sobrena.rural para un efecto natural, siendo sta la nica disgre-gac1on que pern11re hablar de dos sectas religiosas diferentes; pues l:1s derns, que reciben irnpropiamenre tal denominacin, slo constituyen sectas eclesisticas y no afectan al fondo misn10 de la religin. Pero rodo problema irnplica, pri1nero, la cttestin a resolver, segundo, la solucin y, en tercer lugar, la jJr11eb,1 de que esta lrin1a responde satisfactoriamente al planreamienro inicial. As las cosas:

    l) El problema (que fue planteado con autntico fervor a todo }estro de la Iglesia por el gallardo Spener 18 ) es el siguiente: la predica-cin debe_tener por objetivo el hacer de nosotros otros hombres y no slo mejores (~01110 si ya fura1nos buenos, aunque algo negligentes). Esta tests fue aireada en contra de los nrtodoxistas (nombre que no est mal ideado), quiLnes cifrn el rnoJo de hacerse grato a Dios en creer sin ms la doc~rina .revela?a y. en las observancias prescritas por la Iglesia (la plegaria, el .1r a la 1gles1a y los sacran1enros), colocando en lti1110 lugar al c~rnporram1ento honesto (cuya transgresin sie,npre cabe resarcir me-diante aquellas observancias). As pues, el problema se halla ruralmente fundado en la razn.

    2) Sin embargo, la solucin result ser enteramente 111stic11. Tal como caba esperar del supranaturalisn10 subyacente a los principios de la religin, al hallarse surnido en el pecado por naturaleza, el hotnbre no puede acariciar la esperanza de mejorar merced a sus propias fuerzas, ni

    1~ Philipp J;1cub. Spcner ( J.635-1705 ), pastor Jurante algn tieznpu de la Iglesia luterana dt" Frankfurt del Ma1n, es cuns1deradu el fundador dd 1nnvirnienro picrisra, d cual se exrcndi sobre toJu por la Alemania central y septentrional. Spener expuso sus ideas en su obra Pia deJideria (.[675) .. St'.s adeptos aprendieron a congregarse en los llunmdos Collegia pietat p.ira esr~Jiar la Biblia ~n co1nu~1~.id y frarcrnaltncnre. El pietismo pretende seguir el tnoJe\o de las pnn1eras cn1n~n1Jad~s cnsu~~lls, oponindose a los grandes sisteinas teolgicos prutes-t.Jntes por su careno,1 de vida esp1nruul y por centrar su religiosidad en la auroridaJ bblica. Los pietistas reivindicaron !as priinirivas ideas de Lurcro relativas a la detnocracia eclesistica queriendo sustituir l,i fra ortodoxia luterana pur una religin del corazn. Para ellos la cun~ versin haba de ser consciente ann:s que insrnnrnea. Spener supo rescatar las buenas obras Je. la. escasa iinporrancia e~ que eran reniJas, pasanJo a consiJerarlas como algo que todos los cnsnanos po(itan con1parnr ;il 1nargen de sus diferencias Jogn1ricas. (N. J~)

    LA CONTIENDA ENTRE LAS FACULTADES DE FJLOSOFfA y TEOLOGA

    si

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    camino hacia la divinizacin>> 22 En efecto, una vez que el fuego del arre-pentimiento alcanza su 111xitna cara, tiene lugar la precipitact"n y el rgulo 2.\ del regenerado resplandece entre las escorias, que lo envuelven sin ensuciarlo, siendo capaz de resultarle grato a Dios con una buena conducta. Esta radical rransfor1nacin cornienza por lo tanto con un mila-gro y, sin e1nbargu, ter111ina con algo que suele considerarse con10 natu-ral, dado que lo prescribe la razn, a saber, con la conducta 1noraln1ente buena. Mas co1no, ni siquiera en (55 / 56) los ms altos vuelos de una naginacin mstica puede despojarse al hombre de roda espontaneidad sin convertirlo en una mquina, slo le queda la incesante plegaria fervo-rosa ( en la 1nedida en que se la quiera hacer valer por una accin) con10 el nico recurso del que cabe esperar aquel efecto sobrenatural; pero aqu se suscita cierto recelo, cual es que la plegaria slo es escuchada, como suele decirse, cuando tiene lugar en la fe, siendo sta sin embargo un efecto de la gracia, esto es, algo que el hon1bre no puede lograr a parrir de sus propias fuerzas, de 1nodo que el hombre queda encerrado en un crculo con sus n1edios para la gracia y a fin de cuentas no sabe bien cl>1no debe arrostrar la cosa.

    Confonne al parecer de la segunda secta, el pri1ner paso que da el hombre hacia lo 1nejor, siendo consciente de su condicin pecadora, tiene lugar de modo enteramente natural, a travs de la razn, la cual le coloca delante de s con la ley 1noral el espejo en donde descubrir su corrupribi~ lid.ad y se sirve de la disposicin moral hacia el bien para decidirle a adoptar dicha ley co1no 1nxirna en Jo sucesivo; sin embargo, la puesta en prctica de ral propsito consriruye un ,ni/agra. Que el hombre vuelva la espalda al espritu del mal y enarbole el estandarte del bien, no resulra nada co1nplicado. Ahora bien, perseverar en este bando y no caer de nuevo en el mal, progresando siempre ms y ms por la senda del bien, supone algo cuyo logro se ve incapaz de obtener de modo natural, regui~ riendo para ello nada menos que el sentimiento de una co1nunidad sobre-natural e incluso la conciencia de un trato continuo con un espritu celes-tial; dicho trato no andar falco de reprimendas ni retractaciones, pero en ca111bio no es Je temer una desunin o una recada (fuera del mbito de la gracia). Basta con tener en cuenca el cultivo ininrerrurnpido de se1nejante traro, que representa por s 1nismo una continua plegaria.

    Se da, pues, una doble teora 111stica del sentimiento cotno clave del problen1a planteado de lograr un hombre nuevo, donde no se trata del objeto y de la meta de toda religin (un con1portamiento agradable a l)ios, pues ambas vienen a coincidir en este punto), sino de las nicas condiciones subjetivas bajo las que obtene,nos fuerza para poner en prc~

    Kant hada suyo este aserco

  • LA CUNTIENDA ENTRE LAS FACULTADES DE FILOSOFIA Y TEOLOGfA

    habe1nos con un problema cuya solucilln carece de toda posible prueba y por ello nunca s1.ddr de ah naJa razonable.

    As las cosas, conviene ahora indagar si la Biblia no contiene algn otro principio de solucin del problema speneriano, al margen de los dos ya 1nencionados, con el gue re,nediar la esterilidad del principio eclesis-tico de la n1era orrodoxia. De hecho, no slo salta a la visra que cabe encontrar se1nejante principio en la Biblia, sino que, adems, ese libro slo ha podido alcanzar un mbito de accin tan extenso y una influencia ran duradera gracias al crisrianismo contenido en dicho principio, influen-cia que no hubiera po

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    por la autoriJad gubernamental, dado que ste convierte a los principios naturales de la n1oralidad en detalles accesorios, cuando en realidad cons-tituyen los principales apoyos con que ha de poder contar el gobierno, si quiere tener confianza en su pueblo 25 Por ltimo, el misticismo todava plantea 1ns dificultades para ser elevado a la categora de credo eclesis-tico, puesto que, aun cuando dicha inspiracin sobrenatural pudiera ser participada, con10 opinin del pueblo, no incide para nada en el mbito de lo pblico y escapa por lo canto a la esfera de influencia del gobierno 160 / 61).

    -'' Lu nico gue debe interesarle al EsraJu en asuntos religiosos son los lrnites a o~s:r.var pur parte Je! enseante para obtener ciudadanos tiles, buenos soldados y, en defln111va, sbdirns Je,1!es. Si para ello decide inculcarles la ortodoxia cifrada en dog1n,1s y sacrainentus estatutarios, puede sa[ir!e inuy nwl la jugada. Pues, con10 aceprar rales estatutos es algo 1nuy sencillo, sindolo todava mucho ms para el hombre de aviesas intenciones gue para el bienintencionado, rnientras gue por el contrario el 1nejoramien10 n1oral del rnlante resulta bastante ms trabajoso, y como aJenis se le ha enseado a esperar su bienaventuranza principalrnenre de lo primero, n() encuentra serios reparos para transgredir (con tuda cautela, por supuesto) su deber, ya gue tiene en sus manos un medio infalible [".tra sustr.i.ers_e .il c.istigo Jivinu (sie1npre que no llegue tarde) gracias a su oportuno credo en todos los m1sn:-rius y el eficaz ernp[eo de los sacrainentos; en c.in1bio, si aquella doctrina eclesi!>tica quedase orientada hacia l.1 moralidad, el Jicrarnen

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    dicho libro relata el des(ino del pueblo de Dios tan cumplidamente que, con1enzandu con aquello que resulta del maximo inters para la historia universal, al no haber sido presenciado por hornbrt- alguno, es decir, con el origen del mundo (en el GneJis), contina hasta llegar al fin de todas las cosas (en el Apocalipsis) -algo que sin duda no puede esperarse sino Je un autor inspirado por la divinidad; sin etnbargo, en relacin con las principales pocas de la santa cronologa se brinda una irresuelta cbala nun1rica, que acaso podra contribuir a debilitar la fe en la autenticidad de ese relato histrico ofrecido por la Biblia 27 (62/63).

    70 1neses apocalpticos (Je !ns lJUC har 4 en t:se ciclu), cada uno de 29 aos y tnedio, Jan 2.065 aus. DescoocanJo cada .jlJ aos el gran ao sahrico (de los que hay 42 en ese perodo), nbtern.:tnos el ao 2023 cumu fecha exacta en la que Abraham abandon !as cierras de Canan, que Dios !e haba Jonado, en direccin a Egipto. Desde entonces hasta la ucupacin de aquellas tierras pnr los hijos de Israel transcurren 70 se1nanas apocalpticas (=-i90 aos); multiplicando por -1 esas sernanas-aos (:::::: 1.960) y su1nando 2.023, cun-forn1e al clculo dt: D. Peta u*, hallainu~ el ao del nacimiento de Cristo (:;:::: 3983) con ranta exacritud que no falra ni un soln ao. Setenta aos despus la destruccin de Jerus:iln (nrra t'poca inisrica). Bengd **, sin ernhargo, cifra el nacimiento de Cristo en el ao 3939 (cfr. Ordo temj1orza11 ... , pp. 9 y 218 ss.). Pero eso no modifica pJra nadl! el car,cter sacro del ,11at1t'r11J Hpte,1ariur. Pues el ninero de aos transcurridos desde la llarnada de Dios a Abrahain ~ el naci1nienro Je Crisrn es 1.960, lo que comporta i perodos apocallpticos de '90 aos elida uno o, lo (ue es igual, 40 perodos apocalpticos de 7 por 7 (::::cc49 aos). Si de cadJ cuadragsin1onono se descuenta e! 1;r,111 ao sabtico y de stos el sabtico 111.iyor, que es el cuacrociencnsnnnagesin10 (44 en total), nns resra 3.939. Por lo tanto, 398) y 3939, Lis dos fechas asignadas al naciniiento de Cristo, slo se diferencian en el n1nero de s.ibricos descontados al tie1npo configurado por las , grandes pocas. Seg1'1n la tabla de Hengd, !a cronologa de fa historia sagrada sera sta:

    J0:23: pro1nesa a Abrab.:111 de poseer las tierras de Canan; 1501: t'utna de posesin Je las ,nismas; J98 J: consagracin del prin1er te1nplo; 3460: orden dada para la construccin del segundo ternplu; 3939: nacirniento de Crisrn. Ta,nbiCn el ao del diluvio se deja calcular a priori. A s.1ber: cu.1tro pocas dt :l)(} aos

    (=7X7) surnan l.960. De los cuales, al descornar todos los spti1nos (=280) (62/63), nos quedan 1.680. De esros 1.680 se descuentan a su vez los setentavus (= 2'1) y queda entotKt:S el 1656 como ao del diluvio. Tambin entre.: esta fecha y la llamada de Dios u Abralrnin 1nedian 366 aos completos, Je los que uno es bisiesto.

    Qu cabe apostill.1r aqu? Acaso las cifras sagradas han determinado en ,dgu e[ curso del inundo? En todo caso, el Cyclu.1 iohil11eur Je Frank *** gira en rornu a este punto focal de la cronologa mstica.

    * Denis Perau ( 1583-1652), jesuirn francs aficionado a la cronologa, autor de Opu1 de doctrina te,11/mrurn (1627). (N. T.)

    ** Joh. Alb. Bengel (1686-1752), re(Jlogo wrtteinburgus, cnn1puso una obra, bajo el tirulo de Ordo te111ponan a pri11ciJio per /Jeriodor oeco11omiac ;/fr,im,e historicus .itcue prophetict1s (Tubinga, 1741), donde se estableca el ao 1836 cnmu e! inicio del reino milenario de Crlsru. ( N. T.)

    *** Jnhann Georg Frank, nacido en Pfalz el ao 1705, falleci en 1784 siendo superin-tendente en (alenbergischen (al sur de Hanno\'er); public una cronologa 1nistica con este atnpuloso tirulo: l1ro.1ecl11sio chronologiaff J1111da1nent,dis, qua omnes ,111ni ,id roli.i et /11u1n' rz1rsun1 11.cc11r.ite deJ(ribi et 11oviltuiia a pri,norJio 1nu11di 11d 110.rtra 11squc tempor.i et

    LA CONTIENDA ENTRE LAS FACULTADES DE FJLOSOFfA Y TEOLOGIA

    Un cdigo de la voluntad divina con car;lcrer estt111'hlrio (procedente por lo tanto de una revelacin) que, a pesar de no haber sido sacado de la razn humana, viniese a coincidir perfectamente con sta -en cuanto razn prcrico-rr1oral- en relacin al fin final (es decir, la Biblia), consti-tuira el rgano rns eficaz para conducir tanto al hombre corno al ciuda-dano hacia el bien rernporal y el elerno, sien1pre y cuando pudiera acredi-tarse fidedignainente que se traca de la palabra de Dios. Pero sen1ejanre tesri1nonio tropieza con serias dificultades.

    Pues, aun cuando Dios hablase de hecho cnn el hon1bre, ste no puede sahcr nunca a ciencia cierra que es Dios quien le habla. Es absoluramenre i111posible que el hombre pueda captar a travs de sus sentidos al ser infinito y reconoce-ria con10 tal, diferencindolo de los seres sensibles. Sin en1bargo, s puede llegar a convencerse de que, en determinados casos, esa voz que cree escuchar no puede corresponder a Dios; ya que, por n1uy 1najesruoso y sobrenatural gue pueda parecerle el fenn-1eno en cuestin, si lo que se le ordena contraviene J la ley moral, habr de tornarlo por un espejis1no 28 .

    El refrt:ndo de la Biblia, en cuanto credo evanglico-,nesinico a ron1ar co1no nor111J n1odlica en la enseanza, no puede provenir de la s.ibidura divina Je su autor (_pues ste no deja de ser u11 hotnbre sujeto a pusibles errores), sino Je! efecto que su contenido ejerce sobre la morali-Ja

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    de esre libro en la inspiracin de sus autores (dt111s ex rnachina), con el fin de consagrar ran1bin los estatutos inesenciales all contenidos, contribuye a debilitar la confianza en su valor mural, mucho antes que a fortalecerla.

    La verificaci{Jn del carcter divino de un escrito semejante no puede hacer pie en relato histrico alguno, sino en su probada capacidad para hacer arraigar la religin en el corazn humano y que, cuando su pureza se vea alterada por cualesquiera doginas (antiguos o nuevos), sea capaz de restablecerla n1erced a su propia sencillez, rarea que no por eso deja de ser tanto efecto de la Ni.ltlirti!eza cuino consecuencia del avance de esa cultura moral inscrita en el decurso univesal de la Providencia y que con10 ral ha de ser declJrada, con ohjeto de que la existencia de este libro no sea Jtribuida escp1ic,1,nente al 1nero azar o supersticiasan1e11te a un 1ni!agro, casos an1bos en los que la razn 4ueda varada en la playa.

    De todo esto se desprende lo siguiente: La Biblia alberga Jenrro de s un testimonio de su divinidad (n1oral),

    que resulta suficiente desde un punto de vista prctico, gracias al influjo que ha ejercido en el corazn de los hombres como texto de una doctrina de fe sisre1ntica, expuesta en catecismos y ho1nilas, quedando abierta, no slo cnn10 rgano de esa nti1na y universal religin racional, sino ran1-bin cuino legado (del Nuevo Testamento) de una doctrina de fe estatu-taria que oficie de hilo conductor por un tien1po indefinido; tan1bin puede desempear este papel bajo un respecto terico para los estudiosos que indagan su origen histrico y nn se privan de utilizar ms o 1nenos pruebas en el tratamiento crtico de su historia. La divinidad de su conte-nido tnoral (64 / 65) resarce cumplidamente a la razn de la naturaleza hu1nana del relato histrico, el cual, al resultar ilegible aqu y all cual un anriguo pergamino, debe tornarse inteligible mediante acotnodacinnes y conjeturas coherentes con el coil.junru, dando as por bueno este aserto: gue la Biblia debe ser custodiada caTJJO si Juera una revel,1cin divin,1 y verse rentabiliza

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    quedar totalmente obstaculizado. Pues los autores de las Santas Escrituras tambin pueden haber errado en cuanto hon1bres (de no admitirse que un rnilagro atraviesa constantemente la Biblia), como por ejemplo San Pablo con su doctrina de la predestinacin, que se traslad de buena fe desde la tradicin 1nosaico-mesinica hasta el evangelio, aunque esa incomprensi-ble condena que pesa sobre unos cuantos aun antes de haber nacido pro-voque una enorme perplejidad y, cuando uno acepta la hern1enurica de los escrituriscas como una especie de (66 / 67) revelacin parcial alu1n-brada continuamente por el intrprete, no deja de socavar constante-mente el carcter divino de la religin. Por lo tanto, la interpretacin doctrinal, donde no pretende averiguar (de un tnodo en1pricu) el sentido que haya podido querer dar a sus palabras el autor sagrado, sino el signi-ficado doctrinal que la razn (a priori) le puede atribuir bajo un prisn1a rnoral aprovechando un determinado pasaje bblico tomado como texto, representa el nico tntodo bblico-evanglico para instruir al pueblo t:n la verdadera e ntin1a religin universal, tan diferente del credo particular de la Iglesia en tanto que credo histrico; en este mtodo todo se desarro-lla sincera y abiertamente, sin engaos, rnientras que, por el contrario, con un credo histrico, que na

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    !u que pudieran tener en mente sus autores. Una prdica que tenga por meca la edificacin (como todas debieran tenerla) debe hacer brotar la enseanza de los corazones del auditorio, esto es, de su natural disposi-cin cnoral, incluso en el caso del hombre menos instruido, si lo que quiere lograrse con ella es un talante ntegro. Los testi111onios de la Escri-tura i1nplicados en semejante prdica tampoco deben constituir pruebas descina

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    y enrunces? El ho1nbre ha de verse destinado a dos mundos enreran1ente Jisrintos; en primer lugar, para el mundo de los sentidos y del entendi-n1iento, es decir, para este mundo terrestre; 111as tambin para otro inundo que nos es desconocido, el reino de la moralidad.

    Por lo que respecta al enrendirniento, ste ya se ve circunscrito a este rnundo terrestre por su propia disposicin formal; pues est conformado tan slo de categoras, de formas de pensamiento que no pueden referirse sino a las cosas sensibles. Sus lmites se hallan pues rigurosa1nente deli-n1irados. All donde renninan las categoras, tambin termina el enten-di,nienro, dado que son ellas quienes lo configuran en primer lugar. l Una prueba del destino 1neramente natural o terrestre del entendimiento ven-dra dada, a rni modo de ver, por el hecho

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    rarlas corno objeros de nuestro querer, lugar que viene a ocupar en exclu-siva la persona moral de la hun1anidad. Esta ley nos asegura, por lo t.an.to, una propiedad caracterstica nicamente del ser hun1ano .Y que le .d1st1n-gue de los de1ns integrantes de la Naturaleza: esa moralidad gracias a la cual sun1os seres libres e independientes y que a su vez queda fundamen-raJa en esa libertad. Esta morali

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    clases rns airas y al estarnenco intelectual~ mas nunca se hallar entre ellos a los telogos, para quienes resulta insoportable ver cmo no pue-den reprocharle nada a esta gente que, si bien no se dejan ver por el oficio religioso, mantienen un comportamiento ejernplar y se someten a rodas las reglas del ordenamiento social. Estos separatistas no se diferen-cian de los cuqueros en sus principioJ religiosos, mas s en su aplicacin a la vida con1unitaria. Pues, por ejemplo, se visten a la moda y pagan tanru los impuestos del EsraJo con10 los de la Iglesia. Entre los ins instruiJos nunca 1ne he topado con fanatismo alguno, haciendo gala en materia de religin de un discernin1iento carente de prejuicios.

    54

    SUPLEMENTO

    Prlogo .1 La Jisputa de las Facultades

    Estas pginas que ahora ven la luz gracias a un gobierno ilustrado, inclinado a liberar de sus cadenas al espritu hun1ano (promoviendo mer~ ced a esa libertad de pensarniento una obeJiencia tanto n1s solcita), pueden servir ramhin para justificar la libertad que se ton1a su autor, al anteponerles un breve relato sobre cn10 le afecr a l 1nismo ese cambio.

    E! rey Federico Guillermo IJ, soberano valiente, leal, cafitarivo y -al rnargen de ciertos rasgos temperainencales- exirnio, quien rne conoca personalmente y

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    cin real, de la que no se ha sabido nada hasta este mo1nento (algo que no deja de resulrar sorprendente, aun cuando por mi parte slo se la refer a 111i an1igo de 1ns confianza) H:

    Federico Guillenno, Rey de Prusia por la Gracia Je Dios ...

    Vaya por delante nuestra Jeferente salutacin, honorable y sapient-sno sbdito. NuesLra alta persona ha venido observando con enorrne desa-grado desde hace ya algn rien1po cmo abusis de vuestra filosofa para defonnar y profanar algunos principios capitales de la Sagrada Escritura y del cristianismo, co1no lo habis hecho en vuestro libro La religin dentro de los I!nite.r de la ,nera r.tz11 al igual que en otros tratados n1.is breves. Nos habian1os hecho arra idea de vos, pues a vos mismo se os debe alcan-zar cun irresponsable1nenre habis obrado con ello en contra de vuestro deber como 1naestro de la juventud y en contra de nuestras intenciones co1no soberano que de sobra conocis. Exigimos vuestra pronta y concien* zuda justificacin, y esperamos que para evitar perder nuestro favor, no volvis a co,neter ninguna otra faha de este tipo, sino que, por el contra* rio, apliquis vuestro ascendiente y vuestro talento a secundar nuestros propsitos; de no ser as, vuestra reticencia habra de contar irremisible-1nente con ingratas disposiciones.

    Os tenemos en gracia. Berln, 1 de octubre

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    Asimismo, ta1npoco se me puede acusar de rnenoJpreciat al cristia-nismo en el ciraJo libro, puesto que no contiene ninguna apreci,,cin sobre el particular, al cratar propiamente de la religin natural. El empleo de algunos pasajes bblicos para confirmar cit=rtas doctrinas de una religin basada en la razn pura es lo nico cue ha podido motivar esta falsa intt:r-preracin. Peru el difunto ?v1ichae!is l\ que procedi de igual forma en su 1noral filosfica, ya ha explicado que con ello no pretenda transferir nada Je lo bblico a la filosofa, ni tarnpuco sacar algo filosfico de la Biblia, sino ni(a1nente dorar a sus re:sis racionales

  • LA CONTIENDA ENTRE LAS FACULTADES DE FILOSOFA Y TEOLOGA

    ac pernegand11n1, era la respuesta; el pecador arrepentido ha de rogar ;il cielo que le conceda esa especial contricin. Ahora bien, salta a la vista que quien ha de rogar por el arrepentimiento (relativo a su transgresin), no se arrepiente de hecho de sus actos; esto parece algo can contradicto-rio como cuando se dice de la oracin que, para ser escuchada, debe darse en la fe. Pues, si quien reza tiene fe, no tiene por qu rogarla y, de no tenerla, su oracin no puede ser atendida.

    Ahora se han suprimido esos desatinos, no slo en provecho de roda la comunidad, para quien la religin LI0/11] supone una exigencia pol-tica Je gran trascendencia, sino particularmente para beneficio de las ciencias, gracias a la creacin de un Consejo Escolar erigido para fomen-tarlas; recientemente la eleccin de un sabio gobierno ha recado sobre un preclaro estadista 37 que, lejos de albergar una predileccin particular por una especialidad determinada (la Teologa), cuenta con la vocacin, el talento y la voluntad necesar[os para propiciar los intereses de todo el estamento docente, quedando asegurado el progreso de la cultura en el campo de la ciencia contra cualquier nueva intromisin de los oscuran-tistas.

    Bajo el tirulo general de El conflicto de las Facultades reno aqu tres trabajos confeccionados con n1uy distintos propsitos y en fechas bien diversas, pero que guardan sin embargo una unidad sisren1tica, al tener como denominador comn el conflicto que se da entre la Facultad inferior con las tres Facultades superiores, por lo que decid recogerlos en un solo volumen (para evitar su dispersin).

    11 Debe referirse, sin duda, a Eberhardjulius Wilhelm Ernsr van Massow (falleciJo en el ao 1816), quien en 1798, siendo a la sazn minisrro de jusricia;cre una seccin escolar en el Jeparramento de asuntos religiosos y el Consejo Superior de Universidades, (N. T.)

    60

    NDICE ONOMSTICO

    Ahrahan1, l..11, L\'I!, I 1, .,l, '5. Adnrnu, T'. \\ 1., LXlll. A,nrnon, C. F., XLI\r. Bau1nganen, i7. Bayk, P., 21. llcck, L. W., XIV. Bcck, S., XXVIII Bt:11 David, L., 32. llcngel,J. A, LVII, 42. Biester, E., XXI, XXIII, XXIV,

    X)(VJJJ. lloharec, J., XLVI, XLVIII. Uossui.:t, J. U .. 1 !. llr,mdr, R., XXXI, XXXIII. XXXIV,

    l. VI. Bruch, L., XLIX. Carnps, V., XVIII. Casio, 19. Csar, 19. Cicern, 19. Colbi.:rr, 4. Cnrtin;-i, A., )~L \'! l. Cristo, LV, 21, 42, 43. D'Aviau di.: 'fernay, l--L, X\1lll, XL\'l. Dilrhey, W., XX, XXI. XXXIV. Dionisiu el Exiguo, L \fl[. Dou, A., LX\ll!J. D,1eue, F., X,XXI. LXI. Eherhard, _/. A., LXI. Eisenberg, XX\/!!], .X.\X.

    (,1

    Federico d C~rande, XX. Fl'derico Guillenno 11, XX, X.XJIJ.

    XXVI, XXVII, X,XX, 55, 56. Franckl', A. 1-1., 35. F,ank, J. G., LVI l. ,,2. Freud, S., LXI\'.

    (~alileu, XL. C~ensiche, X.\....'"X. Gibclin, J., XLVI. Grccne, -rh. JVI., X. J-Jahcnn;is, J., LXI!. l-Jan11n.inn, J. G., 35. Herder, J. G .. 35. Hermes. XX, XXVIII, XXIX. 1-lillmer, XX, X,XJIJ, XXV, XXVIII.

    X,XJX. I-Iorkhei,ncr, J\t, LXIII. 1-lurne, D., X.

    Jacohi, F. l-I., X\.'. Jachrnann, R. ll., LX, 56. Jaspers, K., LXVIII. Jcsts, 32, 33, 44. Juan (ev.), 19, 35.

    Klerkegaard, S., LII. Kiesewcrrt:r, J., X_,\Jl. L.; Coste, P., : 1, 'i1. Lq~endre ,j Leihniz, (:. \x,., XXX, LXl.