julio jaime julia - el libro jubilar de pedro henríquez ureña. tomo ii

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Este excelente libro comprende doscientas veinte páginasde texto, a las que preceden unas veinte de BibliograJfa, a ésta,dos en las que explica el autor. Pedro Henríquez Ureña, su tesisprincipal; a saber: caracteriza al español de Santo Domingo su"aire antiguo, que en ocasiones llega al arcaísmo." En ningunaregión hispanoamericana se conservan tantas expresionestradicionales. Porque es de preverse el cambio que ha de sufriresta lengua con el transcurso del tiempo, por la facilidad decomunicaciones de nuestra época, es de agradecerse doblementeesta obra ejemplar. documento inapreciable para el estudiosodel tema lingüístico. en general, y, en particular. en SantoDomingo. del cual irradiaron tantos acontecimientos históricosy culturales hacia el resto de la América hispana.

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  • Recopilacibn., Prlogo deJULIO JAIME JULIA

    El libro Jubilar dePEDROHENRIQUEZUREKJA

    TOMO 11

    UNIVER SIDAD NACIONAL PEDRO HENRIQUEZ URE~As.nto Domingo. Repblic~ Dominican~ 1984

  • sabrasa." Se ha suprimido el vosotros y los adjetivoscorrespondientes (vuestro) y se usa ustedes, como plurarl de tcon verbo de tercera persona como en toda Amrica. EnPuertoRico no es raro or a un orador culto o serniculto emplear elvosotros y sus. Parece curioso que no se diga ambos (en su lugar.los dos o todos dos). por grandes y nada por de ningn modo,que apunta Henrquez Urea se dicen tambin en Puerto Rico.

    Son sumamente interesantes los ltimos cap tulos, mscomo este artculo se alarga, limitmonos a dos puntos que, poruna u otra razn, debemos recalcar. En la formacin de palabrasla tendencia es regresiva, se simplifica la lengua: el rosal, laclavellina, el cocotero, el bananero, el payero, y el limonero,-palabras tan bellas- se reducen a mata: mata de rosas, etc.Esto es lamentable y debera corregirse en la escuela. Lasupresin de la i entre los campesinos en palabras comoconciencia, apariencia, etc, eS un arcasmo; ms si la lenguaculta ha adoptado las formas en ciencia creemos que los maestrosdeben tratar de establecer este uso.

    Las prdicas de doa Salom Urea de Henrquez, quetanto aconsej el trabajo y el estudio a sus compatriotas, dandoejemplo de aquellas en su fructfera vida, tuvieron que prenderen sus hijos. Concretmonos a su hijo Pedro. Conocidas sonaparte de otras obras, su magnfica sntesis de la cultura y laliteratura hispanoamericanas y La versificacin irregular, que levali elogios del maestro D. Ramn Menndez Pidal. Muetransus vastos conocimientos, S11 disciplina y cuidado en lapresentacin de la materia y su amor a la literatura ya la lengua,manifiestos tambin en el laborioso libro que comentamos: Elespaol en Santo Domingo. El acopi de datos histricos ylingsticos y los abundantes ejemplos estn presentados con elorden y la sapiencia del investigador, ms con inusitadaamenidad, lo que hace que el lector medio disfrute de la lectura.que podra ser pesada y sinembargo resulta, no slo iluminadorasino deleitable. Los libros de Pedro Henrquez Urea sonindispensables en la biblioteca del erudito y del estudianteporque en el investigador van inmersos el gustador de la poesa yde la belleza, y una fina sensibilidad.

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  • JULIO JAIME JULIA

    EL LIBRO JUBILAR DE PEDRO HENRIQUEZ UREA

    (TOMO SEGUNDO)

    Ediciones de la Universidad NacionalPedro Henrguez Urea

    Santo Domingo1984

  • Publicaciones de laUniversidad Nacional Pedro Henrquez Urea (UNPHU)

    1984. Univ. Nac, Pedro Henrquez Ure aDireccin de PublicacionesSanto Domingo,Repblica Dominicana.

  • EL ESPAOL EN SANTO DOMINGO

    Por Amela Agostini de del RioPuertorriquea

    Este excelente libro comprende doscientas veinte pginasde texto, a las que preceden unas veinte de BibliograJfa, a sta,dos en las que explica el autor. Pedro Henrquez Urea, su tesisprincipal; a saber: caracteriza al espaol de Santo Domingo su"aire antiguo, que en ocasiones llega al arcasmo." En ningunaregin hispanoamericana se conservan tantas expresionestradicionales. Porque es de preverse el cambio que ha de sufriresta lengua con el transcurso del tiempo, por la facilidad decomunicaciones de nuestra poca, es de agradecerse doblementeesta obra ejemplar. documento inapreciable para el estudiosodel tema lingstico. en general, y, en particular. en San toDomingo. del cual irradiaron tantos acontecimientos histricosy culturales hacia el resto de la Amrica hispana.

    Al mismo tiempo que difusor cultural. fue SantoDomingo el primer centro de americanizacin del espaol aladoptar palabras indias. Estos indigenismos, afiade el autor, aldesaparecer las lenguas aborgenes. tienen sabor arcaico. Esoportuna la cita de Cuervo; "Puede decirse que La Espaola fueen Amrica el campo de aclimatacin donde empez la lengua

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  • castellana a acomodarse a las nuevas necesidades."Naturalmente las expediciones que se organizaban en la isla deSanto Domingo llevaban estas voces a las tierras conquistadas,"gr. estancia y quebrada. y as a frutas y plantas indgenas se lesdaban nombres de frutas y plantas espaolas. vgr. nspero;tam bin se aplicaban nombres aprendidos en La Espaola acostumbres y objetos indios vgr. aj{, batata, ceiba, barbacoa, etc.

    Primera edici-n publiuada en 1940 en Buenos Aires(Biblia. .de Dialectologa Hispana). Segunda edicin, 1975,dentro de la coleccin Biblia. Nacional Editora Taller.

    Son diecinueve captulos de desigual extensin.Comienzan los primeros seis con noticias sobre el papel quedesempea la lengua de Santo Domingo en la historia lingsticade la zona del Caribe yen el resto de Amrica con su arcasmo ysu tradicin, manifiestos en diferentes aspectos: en sus refranes.sus cuentos, sus juegos, etc. El captulo VII estudia losindigenismos; el VIII, los elementos exticos. Los captulos IX,X, XI, van dedicados a la fontica, comparando las variaciones ysemejanzas que existen entre la lengua de Santo Domingo y lafontica andaluza. El captulo XII, titulado "indios y negros,"estudia las escasas influencias de stos. El XIII, dedicado a lamorfologa. apunta las pocas variaciones frente a los usosnormales del espaol: el XIV, ms extenso, se concentra en laabundante formacin de palabras, los prefijos. los nombres yadjetivos. El captulo XV. onomstica; el XVI, la toponim a; elXVII, la semntica; y el XVIII. la sintaxis. El ltimo captulo, elXIX. son "observaciones histricas" en las cuales repasa el autorlas obras de escritores criollos de Santo Domingo, algunaspublicadas y otras inditas, los rasgos arcaicos, el sabor antiguoetc, para llegar a su conclusin:

    "El espaol en Santo Domingo presenta comorasgos distintivos la conservacin de la lenguatradicional, con matices antiguos y hasta arcaicosms abundantes que en ningn otro pas del NuevoMundo, y la superposicin de matices criollos. desde

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  • poca temprana. tanto en la adaptacin de vocabloseuropeos a la nueva vida de Amrica como en laadopcin de vocablos indios. La pronunciacin, debase espaola general, ha adquirido caracteres queen parte se asemejan a los del habla andaluza. comosucede en todas las Antillas. Del habla cul ta, que loes mucho, a la popular, hay diferencias, no muynumerosas. pero s muy ostensibles. especialmenteen la regin del Cibao. El vocabulario -fuera de losindigenismos- la morfologa y la sintaxis tienenfuerte carcter castellano." (pg. 250)

    Recalquemos algunos puntos que nos interesan sobretodo. En las cinco grandes zonas geogrficas en que sedistribuye en Amrica el idioma espaol influyen, as como lahistoria poltica y la geografa, los ncleos de cultura hispnicay las lenguas indgenas. Despus de trazar las primerascolonizaciones en el Caribe, la Nueva Granada, la AmricaCentral, Mxico y la Amrica del Sur, hace hincapi HenrquezUrea en la zona del Caribe, recalcando el papel desempeadopor la isla espaola, centro cultural y difusor de la culturahispnica. Es til la sntesis histrica para interpretar mejor losvarios fenmenos ocurridos. En Santo Domingo se estableci en1511 la Real Audiencia que ejerca jurisdiccin sobre lasAntillas. la Amrica Central, Venezuela y parte de la NuevaGranada. Ms la influencia de Santo Domingo no se limitaba alorden poltico sino que se extenda al religioso pues suArquidicesis era Sede Primada de las Indias. Era natural, porlo tanto, que todo ello contribuyese a que se convirtiera encentro cultural del Mar Caribe. A su Universidad -Santo Tomsde Aquino. fundada en 1538- iban a estudiar jvenes cubanos,puertorriqueos y venezolanos. Lo curioso es que, a pesar dehaber quedado Santo Domingo separado de la comunidadpoltica espaola al ser cedido a Francia en el tratado deBasilea, 1795, no perdi las relaciones con Cuba. Puerto Rico yVenezuela. Obedece esto a que muchos dominicanos emigrarona pases del Caribe as como cubanos. puertorriqueos y

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  • venezolanos iban a refugiarse en Santo Domingo cuando tenanconflictos polticos en sus propias tierras. vgr. Eugenio Mara deHostos a quien califica de "ardiente y luminoso." y recalc.Henrquez Urea, cunto trabaj el ilustre puertorriqueo porla cultura de Puerto Rico y la ajena. Con Hostos colabor laeducadora y poetisa Salom Urea de Henrquez (1850-1897)en la fundacin de la primera escuela para formar maestras. aode 1881.

    Se incorpora a Espaa en 1808. Santo Domingo resisti lalengua extranjera y defendi el espaol "su nica arma. su nicoescudo." etc.

    La lengua de la zona del Caribe. como apuntamos arriba.se distingue por el sabor castellano de su lxico y de su sintaxis;en cambio su fontica est ms prxima a la andaluza: laentonacin no es de tipo andaluz, importa recordar que nohubo predominio andaluz en la conquista de Amrica comogeneralmente se cree. Atribuye Henrquez Urea los rasgosacaicos de la lengua de Santo Domingo a haber sido la isla laprimera regin de Amrica donde se asentaron los espaoles. Deella salan expedicionarios que llevaban a otras tierras laspalabras indgenas aadidas a su propia lengua. La fuertetradicin universitaria. con sus arzobispos y sus oradores gentedocta. tuvo que influir en la lengua culta "exenta de latendencia vulgarista y de palabras tabes- de ah su peculiarseoro. mezcla de gravedad y sencillez." Entre los rasgoscaractersticos del habla culta se hallan la prevalencia del t,como en Mxico y el Per que. con Santo Domingo son lospases coloniales de ms antigua cultura. la supervivencia delpronombre encltico (decales) y la persistencia del futuro desubjuntivo.

    Como las regiones espaolas que mayor influenciaejercieron en la lengua de Santo Domingo no fueron las quehaban dado matices regionales, sino Castilla, Len,Extremadura y Andaluca, el lxico de Santo Domingo nomuestra parentesco con el lxico actual de ninguna regin deEspaa. Recordemos que tanto Salamanca como Valladolid, dedonde sali la mayora de los conquistadores y

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  • colonizadores. eran las regiones leonesas ms castellanizadas. Noson regionalismos la mayor parte de las palabras en que el habladominicana coincide con Salamanca o con Andaluca o conAragn sino que son palabras que pertenecen al espaol general,bien sean actuales. bien sean arcaicas.

    Los arcasmos pueden ser de vocabulario -boto, ana,dizque- o de forma -mesmo, tiende, celebro-o Es extensa lalista que da Henrquez Urea en el captulo V de palabras yexpresiones envejecidas o que van envejeciendo. Cree queningn pas igual a Santo Domingo en la cantidad de vocesobseletas u obsolescentes, como alquilarse una persona, o bravopor enojado, o dilatarse por demorarse o con la misma por enseguida. Muchos de los arcasmos que da el autor en treinta ycinco pginas se dicen an en Puerto Rico. Aparte de losarcaismos de lxico. apunta arcaismos sintcticos vgr. quedar depor quedar en, al yo salir por al salir yo, el uso superfluo del queconjuntivo (pregunta que qu hora es), y arcasmosmorfolgicos: comeln por comiln, trancar por atrancar. Esinteresante el empleo de correncia por vergenza. signific:'adoque desconoca yo. Recuerdo que en elAuto de lasgrandes lluviasde Juan de la Encina dice un pastor" "Correncia tienen loscielos" queriendo decir "diarrea" [tanto llueve! Nunca he odoesta palabra en Puerto Rico ni recordar (por despertar) que seha conservado en Santo Domingo. Nunca han sabido misa 1u m n o s que el "Recuerde el alma dormida" equivale a"despierte. "

    Halla Henrquez Urea en escritores dominicanos del XIXrasgos antiguos que se hallan en escritores espaoles de los siglosXVI y XVII. vgr. atarnbor, entapizar. humanal (tan usado porGil Vicente) e inmoble (adjetivo a menudo usado por Unamuno,como recordarn los lectores de su poesa).

    Al comentar refranes y frases hechas de tipo tradicional.hace hincapi Henrquez Urea en cunto ha aumentado elcampesino dominicano el refranero. en el cual introduce cosasindgenas -ame. yagua. jicotea. maco (sapo), judo (pjarosilvestre). A los regranes dedica siete pginas; ms, de romance,pocas...Quizs se deba sto, en parte, al haber publicado en la

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  • Revista Cuba Contempornea, en noviembre de 1913, unartculo, "romances en Amrica," en el que incluye losromances recogidos por el autor en Santo Domingo. Y en parte,porque tuvieron mayor descendencia local los cantares, msfciles de improvisar entre los campesinos que participan en lasporfas. De sumo inters, ms de lamentable brevedad, es elprrafo en el cual apunta, ligeramente los cuentos tradicionales ylas opraciones. Pintoresco, si no conmovedor. en el modo desaludarse los campesinos el Viernes Santo; en vez de los"Buenos das," decan: "De morir tenemos," a lo quecontestaba el saludado: "Ya lo sabemos." Esta costumbre durhasta fines del siglo XIX.

    Los cap tul o s VJI VIII, dedicados respectivamente aIndigenismos ** y a Elementos exticos, son de gran inters.Desde mediados del siglo XVI falta en Santo Domingo el"Sustrato lingstico indgena permanente que influya sobre elespaol." Este fenmeno no se da en muchos paseshispanoamericanos en los que sobreviven los indios y mantienensus lenguas propias.

    Las palabras tanas se incorporan al captulo de SantoDomingo en los aos inmediatamente posteriores alDescubrimiento. Entre ellas; aj, boho, cacique, carey, hamaca,maz, tabaco, iguana, naguas, palabras que aprenden loscolonizadores de las Antillas y llevan a otras regionesamericanas. Nombres de plantas, frutas y animales penetraronen otros pases hispanos. No se usa el-nombre patata ms. Encambio se cumplen muchos castellanismos que no pasaron alespaol general: yagua, yagrumo, batey, conuco, etc. Apuntaalgunos indigenismos de probable origen caribe: arepa. colibrf,caimn, patilla (sanda). En Santo Domingo se conservan losindigenismos de otros pases que estn en el espaol general:tales como achiote, aguacate, cacao, chayote, chocolate, jcara,

    ... Este tema es objeto de un estudio," palabras antillanas ", que public H.U. enen 1935 (REF. XXII, 175-186 ) Y que reprodujo con ampliaciones en su libro Par ala bistorla de los indigenIsmos, anejo de la Bllo, Nacional.

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  • torn ate.v.Otros indigenismos se conocen por medio de los libros:azteca, apa, loro, pampa, anans, omb, etc. Apuntemos queno influyen los indgenas en la fontica.

    En contraste con la riqueza de lxico indgena resultaescasa, la influencia africana, que se reduce a algunas p.alabras

    . . .

    que pertenecen al espaol general: mandinga, bembe, baquin,etc. Esta escasez obedece a que la poblacin de origen africanoestaba ya completamente hispanizada. Fuera de la importacinsistemtica de esclavos en la primera parte del siglo XVI, no sellevaron a Santo Domingo esclavos en gran nmero y muchosno iban directamente de Africa sino que se haban hispanizado yaen Espaa. La esclavitud desapareci en 1822. Santo DomingoSe aisl parcialmente del resto de Amrica al dejar de Ser cabezapoltica como 10haban sido los primeros cincuenta aos tras elDescubrimiento; su relacin era con Espaa y las islas del Caribe.Omitimos los galicismos, que son los mismos del espaol detodas partes, as como los anglicismos, Entre stos, sin embargo,nos interesan: col (pistola Col t ) ; coln (cuchillo marca Collins);seibor (aparador, de la palabra inglesa sideboard; en PuertoRico se dice "seib); experto por perito, suiche por conmutadory ticket, muy metidos ya en el habla puertorriquea, en la quetambin omos [older por carpeta.

    La conversin de la r o rr en l, como en Cuba (yaadimos, como en P.R.) o de la 1 en r (como en el leons) Seoye en Santo Domingo. Slo revela influencia africana lasupresin de la s final de slaba, esto ocurre en gentes de clasehumilde, principalmente campesinos; el negro culto pronuncialas eses. En cambio -y esto 10 apuntamos nosotros- en PuertoRico, aun la gente culta, tiende a suprimir todas las eses, conexcepcin de las in tervoclicas.

    Como eS natural, Se distingue la pronunciacin c u 1 t ade la clase popular, en la cual Se suprime laa d intervoclica(pescao) Se aade la s a la segunda persona del singular delperfecto (vinistes), Se conserva la conjugacin arcaica de mecer(mezco) y otros arcasmos como semos, va, vide, truje,rom pido, cte. Se dice la azcar: Berceo deca "azcar

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  • sabrosa."Se ha suprimido el vosotros y los adjetivoscorrespondientes (vuestro) y se usa ustedes, como plurarl de tcon verbo de tercera persona como en toda Amrica. EnPuertoRico no es raro or a un orador culto o serniculto emplear elvosotros y sus. Parece curioso que no se diga ambos (en su lugar,los dos o todos dos). por grandes y nada por de ningn modo,que apunta Henrquez Urea se dicen tambin en Puerto Rico.

    Son sumamente interesantes los ltimos captulos, mscomo este artculo se alarga, limitmonos a dos puntos que, poruna u otra razn, debemos recalcar. En la formacin de palabrasla tendencia es regresiva, se simplifica la lengua: el rosal, laclavellina, el cocotero, el bananero, el payero, y el limonero,-palabras tan bellas- se reducen a mata: mata de rosas, etc.Esto es lamentable y debera corregirse en la escuela. Lasupresin de la i entre los campesinos en palabras comoconciencia, apariencia, etc. es un arcasmo; ms si la lenguaculta ha adoptado las formas en ciencia creemos que los maestrosdeben tratar de establecer este uso.

    Las prdicas de doa Salom Urea de Henrquez, quetanto aconsej el trabajo y el estudio a sus compatriotas, dandoejemplo de aquellas en su fructfera vida, tuvieron que prenderen sus hijos. Concretmonos a su hijo Pedro. Conocidas sonaparte de otras obras, su magnfica sntesis de la cultura y laliteratura hispanoamericanas y La versificacin irregular, que levali elogios del maestro D. Ramn Menndez Pidal. Muetransus vastos conocimien tos, su disciplina y cuidado en lapresentacin de la materia y su amor a la literatura ya la lengua,manifiestos tambin en el laborioso libro que comentamos: Elespaol en Santo Domingo. El acopi de datos histricos ylingsticos y los abundantes ejemplos estn presentados con elorden y la sapiencia del investigador, ms con inusitadaamenidad, ]0 que hace que el lector medio disfrute de la lectura,que podra ser pesada y sinembargo resulta, no slo iluminadorasino deleitable. Los libros de Pedro Henrquez Urea sonindispensables en la biblioteca del erudito y del estudianteporque en el investigador van inmersos el gustador de la poesa yde la belleza, y una fina sensibilidad.

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  • HOMENAJE A PEDRO HENRIQUEZ UREA

    Por Raul Gustavo AguirreArgentino

    Siento afecto por Pedro Henrquez Urea -y el afectohabla siempre en presente- sin haber tenido la suerte deconocerlo en persona. No se consigue nada con analizar unsentimiento, lo s. Pero si tuviese que dar algunas razones de miafecto, dira que todo lo que de l le y todo lo que de l secuenta testimonia que posea varias de las cualidades que hacenexperimentar el hecho de estar ante un amigo, ante unhermano: inteligencia amplia, seria, libre. profunda, vital -sitales adjetivos no son pleonstieos- y una clida vocacin demaestro, es decir, de interrogador de la verdad y la belleza (quesegn Keats son una) en el sortilegio de esa maravillosa relacinque mostr para siempre Rafael en La escuela de atenas: eldiscpulo que aprende del maestro y el maestro que aprende deldiscpulo.

    Tan modesto como valioso. Pedro Henrquez Urea se fueun poco calladamente de este mundo, tan calladamente como,en una obra que no slo es escrita, sigue permaneciendo en l.De esta obra, yo quisiera dejar la reiteracin de su importancia

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  • en la historia y en la crtica literarias a otros espritus msversados que el mo, para recordar -como bibliotecario- unaspecto casi desconocido y que, no obstante, se relacionantimamente con su vocacin continental de maestro. Merefiero a la clarividencia con que Henrquez Urea seal laimportancia de una posible adaptacin al castellano delBachillerato de los cien libros, idea que expuso en el ColegioLibre de Estudios Su periores de Buenos Aires y que sigueteniendo, a mi entender, particular vigencia. (1) Porque esurgente lograr, o iniciar de alguna manera la realizacin, de eseprograma que l propuso, consistente en la compilacin de unacuidada, flexible y dinmica bibliografa. en parte programadaespecialmente, cuyo destino sea formar mediante la sola lecturaa todos aquellos que, en Amrica Hispana, por razonessocioeconrnicas que son de todos conocidas y que varan encaracter y magnitud segn cada punto del continente, no slono pueden sobrepasar el nivel primario de la enseanza sino queenfrentan el peligro - a menudo desgraciadamente real - delanalfabetismo o el semianalfabetismo por regresin.

    Creo que es oportuno recordar aqu esta visin, sin dudasurgida de su alma de maestro y de su amor por el pueblo denuestra patria latinoamericana. Quizs algn da la difusin y la

    realizacin, cualesquiera que fueren sus formas, de este proyecto,sea uno de los mejores homenajes con que podamos honrar aPedro Henrquez Urc a. y sin duda su obra no estara ausente,tarn poco, de ese universo de verdad y belleza cuyo acceso nosharan posible los cien esplendorosos volmenes de esabiblioteca ejem plar.

    (l)Vease: HENRIQUEZ UREr\iA, PEDRO.- Obra crltica.] Mexico-:Buenos Aires, Fondo de Cultura Economica, 1960, pp. 786 Y ss., don defigura la lista que inclua la coleccin Las Obras Maestras de la Literatura v delPensamiento Universal, que dirigi desde 1938 hasta 1941 para la Editorual'losa~da de Buenos Aires, a travs de la cual, sin duda, trat de realiz ar por lo menosen parte este prove sto , Lamentablemente, esta coleccin qued trunca.S/C. Avda. Corriente 745Buenos Aires, Argentina.

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  • CARTA

    Juan Jos Arvalo

    Guatemalteco.

    Doctor Julio Jaime JuliaDirector del Archivo General de la Nacin,SANTO DOMINGO -Rep. Dominicana

    Muy estimado Doctor Julia:

    No s si llegar demasiado tarde mi respuesta a su amablenota del 10. de Octubre ltimo. Estuve fuera del pas por unmes. Pero aqu me tiene cumpliendo sus deseos.

    Conoc a Pedro Henrquez Urea en la ciudad de La plata,Provincia de Buenos Aires, Repblica Argentina, el ao de1928. Se desempeaba entonces como Profesor en el ColegioNacional de la ciudad, dependiente de la Universidad NacionalPlatense. Yo inici ese ao mis estudios universitarios deFilosofa y Pedagoga. En la Pensin donde tena mi domicilioconoc a un estudiante del Colegio Nacional, alumno superiorde Bachillerato, y de su boca recib las primeras noticias sobre elhumanista dominicano, su Profesor en ramos literarios. Tenapor el Doctor Henrquez Urea la ms alta estimacin, a pesarde ser Don Pedro sumamente exigente en materia de tareas con

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  • sus alumnos. Los obligaba a leer directamente los libros depoesa, de novela, de teatro, en vez de limitarlos al manejo delos manuales

    Meses despus, en los pasillos de la Facultad deHumanidades, fui presentado con l. Henrguez Urea era a lasazn Profesor Suplente en Ctedras de Literatura Castellana, yconcurra a tomar exmenes. No haba conseguido elevarse a lacategora de Profesor titular porque exist a una corrienteadversa a l dentro del profesorado y de los estudiantes deLiteratura en cursos superiores. Henrguez Urea estabacatalogado como escritor "revolucionario," representante decorrien tes filolgicas renovadoras, y las autoridades de laFacultad, en aquellos aos, preferan mantener los estudios enuna lnea conservadora, academista. El catedrtico antagnicode Henr auez Urea, dentro de la Facultad, era el poeta yerudito Arturo Marasso, que responda plenamente a la lneaoficial en esa materia,. Conoc este tema por informacin queme dieron los compaeros mos, estudiantes de Humanidades,amigos y admiradores del sabio dominicano. Estos compaerosmos formaban precisamente un crculo de admiradores yseguidores del filsofo argentino Alejandro Korn, gue por esosaos se hallaba dictando sus ltimos cursos de Historia de laFilosofa. Al crculo de Korn pertenecan el mexicano AlfonsoReyes, Embajador, y Henrquez Urea,

    Durante los seis aos de mis estudios universitarios notuve con He nr quez Ure a ms que ocasionales charlas en laFacultad, pero simpatiz conmigo por mi condicin deguatemalteco y por mis veleidades de escritor. En 1933 yopubliqu en Buenos Aires mi libro VIAJAR ES VIVIR. quemereci del maestro dominicano palabras de aplauso. Un aodespus, en 1934, en el mes de Abril. me fue encomendado elDiscurso de Colocacin de Grados, en nombre de todos los quenos titulbamos ese ao. Henrquez Urea lo supo y me pidique le diera a conocer el texto antes de ser pronunciado: temal que por mi condicin de extranjero fuera yo a decir algoinoportuno para la mentabilidad de los argentinos. Listo ya eldiscurso, fui a Buenos Aires, invitado por Henrquez Urea a su

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  • domicilio, y all conoc a su esposa mexicana y a un matrimonioespaol: el fillogo Amado Alonso y su esposa. HenrquezUrea ley pausadamente todo el largo discurso, me suprimiun giro literario que l consideraba en desuso y me devolvi elDiscurso. Ese mismo da tena yo que entregarlo, para serrevisado, al Presidente de la Universidad, Doctor RicardoLevene, quien tampoco se quera exponer a una sorpresa.Henrquez Urea me dijo: Levene no le va a aprobar esa fraseque usted pone contra el imperialismo norteamericano; l no espol tico y ms bie campea por los planos diplomticos. As fue,efectivamen te

    Me ausent de la Argentina durante Jos aos, pero tuveque volver, au toernigrado, para ejercer la docencia en lasUniversidades plantenses y cuyasas. Nombrado yo para el cargode Secretario de la Facultad de Humanidades en 1937, volv aencontrarme con su eminente compatriota. Su situacin dentrodel clima de la Facultad haba mejorado. Ya no operaban lasresistencias de 1928 y se le confiaban cursas dentro de suespecialidad como fillogo y como historiador de la culturahispanoamericana. Fue por esos aos cuando el PresidenteTrujillo lo mand llamar para confiarle un alto cargo. :lIgo ascomo Director General de Escuelas. Todo el mundo aplaudi ladesignacin, seguros de que Henr quez Urea hara obrafecunda en pro de la cultura en su Patria. Pero meses despus,no recuerdo si diez o doce meses despus, Hcnr quez Ureavolva a Buenos Aires y a La plata. a recuperar sus ctedras. "Enmi pas- nos dijo una vez. en rueda de amigos -nadie puedehacer nada si no es Presidente de la Repblica. A los subalternosno nos toman en cuenta. Y prefiero seguir en mis ctedras."

    Terminada ya mi segunda poca de permanencia en laArgen tina e incorporado al torbellino de la pol tica caribe,Henr quez Urea sigui con sirn pa ra mis pasos y nunca mefaltaron sus mensajes de felicitacin y de cst mu]o, Hasta querecib, con la profunda pena imaginable. la noticia de sufal1ecimien too

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  • Nunca escrib artculos acerca de la personalidad y la obraintelectual de Henrquez Urea. Militbamos en camposdiferentes. El fue un sabio fillogo y crtico literario,historiador de las ideas durante la Colonia, investigadortalentoso y perspicaz en materia idiomtica. Yo era pedagogo yms tarde deriv en poltico. Conoc bien y admir a aquelhombre insigne. que dio luces a los humanistas latinoamericanosy algunos lecciones a los fillogos espaoles peninsulares,siguiendo en esto el ejemplo de Bello y de Cuervo. Mislimitaciones culturales en el ramo de la alta literatura meim pidieron pensar siquiera en escribir algo sobre su persona.Pero dejo constancia en estas lneas de mi fervorosa admiracinpor su humildad dentro de su grandeza. por su vocacin deestudioso de alto nivel y por su rectitud como hombre y comopoltico.

    Muy cordialmente:

    Juan Jos Arvalo

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  • GLORIA INDISCUTIBLE

    Por Eduardo Arroyo Lameda

    Venezolano.

    La vasta erudicin de Pedro Henrguez Urea, su"erudicin imaginativa," como la ha calificado alguno de suscrticos, lejos de ser glida aglomeracin de datos y pormenores,nos ofrece el aspecto de armoniosa articulacin. Y aunque sueneraro, nos parece una erudicin afectuosa. Como el insignedominicano se distingua por lo bondadoso y lo cordial, lasrealizaciones de su inteligencia, se impregnaban en cierto modode cordialidad y bondades. y acaso haber sido matemtico, nosera de extraar que las mismas virtudes se transparentasen ensus ecuaciones! Todo ello felizmente. sin perjudicar ni en lomnimo la verdad de los hechos contemplados ni la sinceridadde las opiniones emitidas.

    El afecto a Espaa, la descubridora del Nuevo Mundo y lafuente de la civilizacin de nuestra Amrica, resalta en todas laspginas de Henrquez, y consiguientemente, la devocin, elsentimiento fraternal respecto al conjunto de los pasesiberoamericanos. Como es natural, el culto al idioma espaoltena que derivar tambin del prstino y elemental sentimiento.

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  • Es obvio que el amor a su tierra natal, la Repblica Dominicana.fi~ras en primer trmino dentro del haz de tan noblesdevociones.

    Conviene advertir que en el espritu del ilustre humanistalas dilecciones mencionadas no implicaban de ninguna maneraanimadver ion, ni menos odio, a otras estirpes o nacionalidades.En el verdadero humanista, y l lo era a carta cabal - no se dantales pequeeces. De igual modo. la Espaa de su latra noguarda relacin alguna con el espantajo de 1936, todava en pi.

    Quienes desen apreciar la im portancia intelectual, omejor dicho, cultural, de la patria de Cervantes, sin necesidad dedevorar innmeros volmenes, encontrarn muy aconsejable lalectura del pequeo libro de Henrquez titulado Plenitud deEspaa.- A los hispanoamericanos, particularmente. les ayudara valorar con ms precisin y amplitud el patrimonio mental yespiritual heredado de la egregia nacin europea. A losextranjeros les har ver con ms respeto que nunca lapersonalidad de uno de los pueblos creadores de la civilizacinoccidental, calumniado como pocos despus del prodigiosoDescubrimiento. A los propios espaoles, al mismo tiempo queles har concentrar el orgullo de su oriundez, jos inducir a nodescuidar, como lo han hecho ltimamente, el deber desuperarse.

    Pasin de Henrquez fue la enseanza de lasHumanidades, habiendo ocupado ctedras honrosas endiferentes ciudades del norte y del sur del continente. EnHarvard, en Mxico, en Buenos Aires y La Plata, Segnmltiples y valiosos testimonios. se desviva por servir a susalumnos, En el admirable ensayo que le consagra, Luis AlbertoSnchez nos relata al final de sus das. Cuando cumplidamentese diriga a la Universidad de La plata. fall su corazn.resentido en tanto ir y venir en ajetreos universitarios. "Tena lamirada, la cabeza. y los brazos en alto- nos refiere Snchez:colocando su maletn de trabajo en una de las redecillas delvagn consuetudinario: cay como soldado: de certero disparo:el de b vida.

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  • En este particular humanstica, su antecesor intelectualms prominente es sin duda Andrs Bello, afanado tambin engrado sumo por la unidad de nuestras pases y por el cultivo delms poderoso vnculo entre ellos. que es el idioma. Adems. elvenezolano no subestim jams a Espaa. como 10 demostr ensu juventud con el valiente soneto a la Batalla de Bailn, yposteriormente, con expresivas manifestaciones de admiracin ycordial deferencia. En su prlogo a la famosa GramticaCastellana, dice sin embargo: "no tengo la pretensin de escribirpara los castellanos. Mis lecciones se dirigen a mis hermanos, loshabitantes de Hispano-Amrica." Equivocadamente, y con todamodestia, cre a que nada poda l ensear en materia degramtica a los creadores mismos de la lengua, pero que, encambio. s le era dable fortalecerla entre sus codescendienres.

    Desde las pginas introductorias de "plenitud de Espaa,"He n r q u e z U r ea muestra su desasociego ante ciertoscontrastres frecuentes en el siglo XX, "el Siglo de la confusin,"segn lo define, pues si por una parte se nos ofrece trabajos deinvestigacin honrada, por otra se apian los "libros rapaces,"donde se altera la verdad. Para comprobar el doloroso hechotrae a col a ci n la nacionalidad escocesa atribu da a CarlosFinlay, el cubano descubridor del agente trasmisor de la fiebreamarilla y prcer de la independencia de su isla.- por el autorde una drama representado tiempo atrs. en uno de los pasespoderosos. Con tal motivo, y en tono de quejumbre, afirmabaentonces: "Cada nacionalismo estaba seguro de la superioridaddel propio pas, porque saba poco de los ajenos; eloccidentalista estaba seguro de que la civilizacin de Occidenteera la superior. o la nica. porque saba poco de las extraas ono las entenda." As explicaba las menudas ofensas, lasnaderas irritantes, e indicaba el remedio: investigacin, difusinde conocimientos. informacin imparcial y seria. "plenitud deEspaa." y buen nmero de los slidos trabajos, de os sabiosestudios de Henrguez, obedecen a este propsito de instruir. dehacer saber con el fin de hacer amar.

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  • Dentro del ya reconocido procerato intelectual de nuestraAmrica. existe un grupo de hombres caracterizados por sugenerosidad mental. su adhesin a la historia comn. su anhelo

    la perfeccionamiento de los pueblos respectivos. y su culto a lasgrandes personalidades criollas. que bien merecen la designacinespecfica de hispano-americanos ejemplares. En esa pequeaconstelacin figuran Andrs Bello. Mart, Eugenio Mara deHostos, Rod y unos pocos ms que habramos de elegir muycuidadosamente. A semejante cofrada se suma, as por su vidacomo por su obra, el dominicano Pedro Henrquez Urea,

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  • PEDROHENRIQUEZ UREA (1884-1946)

    Por Carmen Balzer

    Argentina

    Los argentinos que pertenecemos a las generaciones msrecientes y que no hemos tenido el privilegio de conocerfsicamente al gran americanista, fillogo. crtico y ensayistaque fue Pedro Henrquez Urea, plasmador de un importantemomento de la cultura argentina, debemos contentarnos con lalectura de sus escritos, para vislumbrar a travs de ellos losindicios de la persona viva, ahora desaparecida. Pero an asdisponemos de elementos forzosamente precarios en lareconstruccin de la figura del maestro, tal como, en inmediatay vvida presencia, sola prodigar con cada gesto, con cadapalabra, los destellos inconfundibles de su espritu. Esta fortunale cay en suerte a don Avelino Herrera Mayor a Jorge LuisBorges y tantos otros colegas, amigos y discpulos en tierraargentina.

    A tres dcadas de su deceso, recojo una ancdota cargadade esos misteriosos preanuncios que suelen abundar en losrelatos borgianos y que el mismo Borges incluye en el prlogo ala edicin de la "Obra crtica" de Pedro Henrquez Urea, a fin

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  • de partir de un asidero ms concreto en el breve esbozo quehar de su personalidad y pensamiento. Rememora Borges undilogo con el desaparecido americanista sobre el temor de unamuerte sbita, en relacin con una pgina de De Quincev, destilista ingls del siglo XIX.- Pedro, tal como Henrquez Urease haca llamar por sus amigos. replic con la cita de un tercetode la Epstola Moral del mismo autor: "Sin latemplanzaviste tperfecta/ alguna cosa? Oh muerte. ven callada/ Como suelesvenir en la saeta! ." Pocos das despus del singular encuentro.se produjo su muerte. Viajaba en tren para acudir a su ctedraen la universidad de La plata. Si la muerte lleg subrepticia- ysorpresivamente, en confirmacin de la cita de De Quincev, porotra parte, tambin lo hizo silenciosamente, con serenidad. conquietud contemplativa, tronchando una vida que reuna esasmismas cualidades de ponderacin. prudencia y sosiegocontemplativo, aun en medio de situaciones crticas. Es as quela manera de morir coincide a veces con el "modus vivendi," yparecera ser el trasvase o la fiel imagen de la existencia. Creoque la muerte "en la saeta" que asalt a nuestro clebre"h u manista americano" slo en parte habr sido algoimprevisto; su vctima ya la haba presentido o anunciado,mientras que algo o alguien - Borges prefiere usar la expresin"el o tro" la estaba preparando, hacindola encajarperfectamente al final de una vida toda hecha de paciente laborintelectual, de callado meditar, de estudio de los clsicosespaoles y de otras literaturas, as la inglesa y la francesa porejemplo, de penetrante visin crtica. de ahondado anlisisfilolgico.

    Henrquez Urea nos ha legado una de las pocas historiasliterarias de la Amrica Hispnica que ofrece un panoramarealmente lcido y coherente de las distintas etapas que haatravesado la creacin literaria en el continente suramericano,desde su descubrimiento hasta promediar nuestro siglo. Laseminentes cualidades de prosista preciso y elegante, reflejadasen sus ensayos y libres. nos permiten transitar con soltura, msaun con placer, por todos los escalones de la evolucinamericana. En "Las corrientes literarias en la Amrica

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  • Hispnica," stos se van perfilando muy ntidamente. Tantocuando alude a la etapa del descubrimiento del "nuevo mundo,"que encarna una idea clave en relacin con el fondo y la formade la expresin americana en las letras, como cuando destaca laimportancia de la "nueva sociedad" (1492-1600) y elflorecimiento del mundo colonial (1600-1800). o seala lanecesaria conexin entre el despertar de la cultura autctona yla declaracin de la independencia intelectual (1800-1830),fenmeno que qued tipificado en la gran oda de Andrs Bello,publicada en 1823, y luego cuando muestra cristalizacin enel romanticismo, ligado a una inevitable anarqua (1830-1890),y en el perodo de organizacin (1890-1920), para terminar. porfin. c on los "problemas de hoy" (1920-1940). nunca deja deemplear figuras e imgenes sugerentes que en todo momentovivifican la exposicin terica. proveyndola de colorido yanimacin. Las distintas corrientes adems han sido ilustradascon el rigor gue lo caracteriza, mediante hombres y obrasliterarias correspondientes a sus respectivos contextosnacionales: Mxico, Sto. Domingo. Per. Bolivia,Ecuador,Uruguay. Chile. Argentina. El paralelismo admirable que se dasobre todos ellos, no deja de ser por eso menas exacto, demanera que podra incluso hablarse de un ' "estructuralismo"de la evolucin literaria en Amrica hispnica segn sudelineamiento en la obra de Henrquez Urea, Sin duda quetales corrientes literarias hispanoamericanas se amoldan a laspautas universales de los movimientos arr sticos o escuelasmundiales, por ms que evidencien un inevitable desfase conrespecto a stas. pero simultneamente aflora en ellas lo t pico,que se desprende del ambiente y del medio. La originalidadreside ciertamente en la posibilidad de reflejar un mundo hechopara la libertad. para la iniciativa ~ para la cancin; en resumidascuentas, en el "espritu juvenil" de lo americano, renacido a lolargo de cada una de las etapas, frente a la vejez y hasta lavetustez del mundo europeo.

    "En "Seis ensayos en busca de nuestra expresin,"includos en su "Obra crtica," que rene varios trabajos deinvestigacin. ha sido definida muy claramente la expresin

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  • americanista en literatura, o por lo menos aquello que nuestroautor entiende por tal. es decir, no tanto una realizacin cabal,sino ms bien una tendencia hacia ella, sensibilizada por laimagen tan rica en resonancias analgicas de la "inmortalutopa." Los movimientos literarios que sucesivamente tratande dar cauce a dicha expresin americana. se suceden porreaccin frente a los anteriores ya anquilosados o perimidos,sta tambin regla universal en la historia del arte. sin dejar poreso de recibir el cuo de insurreccin o revolucin propio den u es tr as tierras australes. As es que, de maneracaractersticamente americana. "la generacin qu escandaliz alvulgo bajo el modesto nombre de modernista se alza contra lapereza romn tica y se impone severas y delicadas disciplinas."En efecto. por ms positivo que haya sido el romanticismoamericano. en la valoracin crtica de Henr quez Urea, ya que"absorbi vidamente agua de todos los ros nativos: lanaturaleza. la vida del campo. sedentaria o nmada. la tradicinindgena; los recuerdos de la poca colonial; las hazaas de loslibertadores; la agitacin poltica del momento.. ". dur a suen tender mucho, demasiado. pues como "pretexto deinspiracin y espontaneidad protegi la cabeza, ahog muchosgrmenes que espera nutrir.... "

    El romanticismo linda. por otra parte. peligrosamente conlo catico. 10 anrquico. y por eso exige. en ltima instancia.retomar la mesura clsica. En estas asertos percibimos los ecoshumanistas de Andrs Bello. traductor de Horacio y dePlauto, "explorador adelantado de las selvas todava vrgenesde la literatura medieval," y al mismo tiempo maestro egregiode nuestro americanista dominicano.

    En esencia. cul sera entonces la nota distintiva de laexpresin hispano americana? mejor dicho. cules lasfrmulas del americanismo? Por de pronto, en primer lugar. "lanaturaleza," y esto de tal manera que la literatura descriptivahabr de ser - de acuerdo con el pensamiento del autor - la vozdel Nuevo Mundo." En segundo puesto, estara la frmula delprimitivo habitante. pues el indio fue y es un recurso muy usadopor la literatura americana. Tercero. tras el indio, el criollo. Es

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  • efectivamente indudable que "no existe pas donde la existenciacriolla no inspire cuadros de color peculiar" sigue sosteniendoHenrquez Urea en su "primer ensayo en busca de nuestraexpresin." No obstante, entre todos los pases americanos, leasigna un lugar preeminente a la Argentina, por cuantodi Hc ilmente es superable en la produccin de figuras"gauchescas": verbigracia, "los dos copudos rboles, resistentescomo ombus," que son - valga la enjundia de la metfora! -Facundo y Martn Fierro y, ya en menor escala, Santos Vega ydon Segundo Sombra.

    Semejante caudal americano concentra la energa nativade los pueblos de nuestro hemisferio Sur que pide ser acuadoen la forma amonedada perfecta, pura y clara de la lengua. Elespritu slo podr alcanzar dicha "pureza de expresin" si"baja hasta la raz de las cosas que quiera decir." Enconsecuencia, la regla de oro que nuestro preclaro ensayistapropone a la expresin americana es la de afinar. definir el"dictum." en vistas de la perfeccin del lenguaje.

    "El descontento y la promesa," trabajo, en nuestraopinin fundamental para comprender el sentido de unaexpresin esencialmente americana segn Henrquez Urea,culmina con una visin proftica de lo que son nuestras letrasamericanas actuales. amenazadas por los peligros de la sociedadde consumo: el actualismo y la ausencia de verdadero ocio,entendido en funcin de la re p o s a d a m e di t a ci n ycontemplacin, que es la fragua insoslayable de todo autnticoquehacer artstico. O el arte y la literatura mantienen su antiguamisin trascendental, y entonces "expresan los anhelosprofundos, el ansia de eternidad. del utpico y siemprerenovado sueo de la vida perfecta, o se reduce a un puro juego,a una pura diversin y sta por ms que sea diversininteligen te. pirotcnica del ingenio, acabar en el hasto; he aqula alternativa ineludible por la cual se manifiesta ya sin ambajesel ideal humanista y contemplativo de Pedro Henrquez Urea,

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  • y que an hoy. en 1976. a cincuenta aos de distancia del 1926de este ensayo. escrito en Buenos Aires. es el nico camino desalvacin para nuestro arte contemporneo, sea plstico oliterario. por cuanto ste necesariamente debe recuperar ladimensin trascendente y humana que le es congnita.

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  • DON PEDRO HENRIQUEZ UREA EN EL PROFESORADO

    Por A ida Amela BarbagelataArgentina.

    Orgullo del Instituto Nacional Superior del ProfesoradoJoaqun V. Gonzlez de la ciudad de Buenos Aires, Argentina,es haber tenido y tener, en su cuerpo docente, a personalidadesnotables de la docencia y la investigacin. En las primerascuatro dcadas de vida del Instituto - fundado el 16 dediciembre de 1904- la proporcin de esas figuras fue alta y unapersonalidad descollante la del dominicano Pedro HenrquezUrea, abogado egresado de la Universidad Nacional de Mxicoen 1914. Master of Arts (profesor en letras) de la Universidad deMinnesota. Minneapolis. Estados U nidos. en 1917. Doctor enFilosofa y Letras (Ph. D.) en 1918 de la misma Universidad,segn consta de su puo y letra en las fichas que guardamos enel archivo del Instituto.

    El 12 de mayo de1925 se lo nombr profesor deLiteratura Argentina y Americana en esta casa de estudiossuperiores, de suerte que explic la materia a la primerapromocin de graduados que sigui, aproximadamente, el actualplan de estudios del Departamento de Castellano. Literatura yLatn: catorce muchachas que haban comenzado su carrera en1922.

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  • Quien est escribiendo esta nota, actual Rectora delInstituto. pertenece a la promocin que se gradu en 1932. Mepermito. pues, escribir en nombre de las ocho alumnas que laformamos. una de las cuales ya no existe; pero nuestra opininy nuestros sentimientos acerca de Pedro Henrquez Ureafueron y son unnimes.

    Don Pedro fue por primera vez nuestro profesor en 1930.al ejercer la suplencia de la ctedra de Literatura de la EuropaSeptentrional. Anunci que nos explicara el teatro ingls de lapoca de la reina Isabel de Inglaterra. y nos di temas de estudioindividuales para que abarcramos en panorama la evolucin delteatro de lengua inglesa hasta la poca contempornea. Ladificultad mayor que enfrentaba el doctor Henrquez Urea erala falta de conocimiento cabal, por parte de nosotras, de lalengua en que esas obras haban sido creadas. Mi recuerdo mspunzante de sus clases en la proeza de amor y saber con quetrataba de hacernos vislumbrar, a travs de las traducciones, eltejido sutil y centelleante de la lengua potica shakespereana..Un ao despus, en 1931, desarrollaba para nosotras elcontenido del programa de Literatura argentina y americana.Aqu nos movamos con naturalidad en el mbito comn de lalengua materna con las singularidades regionales. El eje. dirayo. de la enseanza fue el que puede descubrir el lector de susSeis ensayos en busca de nuestra expresin (Buenos Aires.1928); 10 valioso e inolvidable que recibimos de l fue elinstalarnos sucesivamente en cada uno de los hogares literarioslatinoamericanos con la calides de quien se halla en casa propia.

    Nosotros sent am os que el doctor H.U. era un autnticopanamericano que, en cualquiera de nuestras repblicas.comparta el pan y la sal de sus hombres y mujeres cultivados.Su amor por la civilizacin y su deseo de que la energa nativapermitiera a las poblaciones americanas acceder a la mesacomn de una entidad colectiva de cultura era algo palpable enl, en su enseanza desde la ctedra y en la conversacin fuerade ella. As, nos pareci natural que se alejara de nosotros paradesempear la Superintendencia de Educacin en su SantoDomingo natal. a fines del 1931.

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  • Fue breve su ausencia: e111 de septiembre de 1933 tomde nuevo posesin de sus horas de Literatura argentina yamericana en las que se desempe hasta la hora de su muerte.

    Quiero cerrar esta nota con el recuerdo de la sencilladespedida que le hicimos un atardecer en nuestra aula de clase.la misma aula que ocupaban por la maana y por la tardetemprano muchachos del Colegio Nacional Bartolom Mitre. Elrector del Instituto nos haba autorizado a tender sobre trescaballetes una mesa que sustituy al breve pupitre.arrinconado. Cuando don Pedro entr al aula y hall una mesapulcramente cubierta con fino mantel bordado por las manos dela madre de una de nosotras. su alegre sorpresa Se expres en eldeseo de compartir la improvisada despedida con su amigoAmado Alonso -que nos enseaba gramtica histrica- y conlas esposas respectivas. jvenes de ms o menos nuestra edad,segn nos dijo. Por supuesto funcion el telfono y vinierondesde el Instituto de Filologa de la Universidad de BuenosAires su Director. y desde las respectivas casas la bella mejicanay la dulce inglesa a quienes nos encant conocer.

    Mientras aguardbamos a los tres invitados nos habamosestrechado alrededor del doctor P.H. 0.. pendientes de sus labiosbondadosos y sabios que nos iban descubriendo sus proyectosde educador volcado ahora hacia la isla natal; en ese momentolo vimos como hijo de dos valiosos educadores dominicanos, elmdico Francisco Henr quez y Carvajal, llamado a presidir laRepblicas de Santo Domingo en 1916, y Salom Urea cuyopoema Sombras incluy el hijo en su antologa Cien de lasmejores poesas castellanas.

    Nunca olvidaremos los alumnos del doctor P.H.U. suhablar sobrio y elegante que traduca, preciso. el pensamientoacendrado desde la infancia en el estudio serio y permanente delibros hombres, naturaleza, historia- -del universo y de suAmrica intensamente amada-o Siempre conservaremos en la

  • memoria la sonrisa de su mirada aprobatoria de nuestros msinocentes hallazgos. No tenamos ni tenemos dudas de que elhilo conductor de su crear fue gue "no hay secreto de laexpreslOn sino uno: trabajarla hondamente, esforzarse enhacerla pura, bajando hasta la raz de las cosas gue gueremosdecir; afirmar. definir. con ansia de perfeccin."

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  • "LA GRA TITUD ARGENTINA ALPERINCLITO MAESTRO"

    Por Jos BarciaArgentino

    A m me interesa subrayar a propsito de PedroHenrquez Urea un hecho singular en el proceso culturalargentino. no dir nico pero, s. inslito: el del recuerdoinextinguible de su alta significacin como maestro y la gratitudinvariable que se le guarda precisamente por eso, por haberlosido en nuestro provecho. Hay que conocer los entresijos de mipas para advertir que semejante comprobacin corresponde a lade un fenmeno extrao, porque aqu tenemos una memoriamuy dbil -o no la tenemos a secas- para la historia de lascosas ms ntimamente ligadas con el espritu y, en cambio,laperipecia poltica, y nada digo del deporte, casi nunca ingresan enla regin del olvido.

    La de Henrquez Urea eS una presencia permanente.inmarchitable en los medios intelectuales y docentes de BuenosAires, La plata y otras ciudades en las cuales la cultura Se abrigaen algunos centros seguros. Acaba de ratificrsela, a travs demuchas manifestaciones expresivas, cuando en el pasado mes demayo se cumplieron 30 aos de su llorada muerte en lascircunstancias que, tantas veces, fueron consideradas como

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  • propias del signo dramtico al gue se adscribi. a menudo, suvida de trabajador sin tregua, su destino de hombre impulsado ala lucha constante para subsistir en un medio de escasorendimiento material, puesto que la enseanza -y ms an laliteratura- es parca en pecunia para sus practicantes.Quiz 10 que est faltando en la Argentina para un mayorconocimiento del ilustre auto' de "Las corrientes literarias en laAmrica hispnica", especialmente en 10 que atae a lasgeneraciones jvenes de estudiosos, es una edicin completa desus obras, no slo de sus libros sino, tambin, de sus art culos yensayos desperdigados en diversas publicaciones. Es muy difcil,en esta poca, hallar los textos de Henrquez Urea, salvo que seacuda a las bibliotecas -a algunas bibliotecas, no a todas-,porgue han desaparecido de las libreras, como no poda ser deotro modo. Adems de constituir un homenaje de justiciaestricta, la iniciativa sugerida permitira volver a tomar contactoactivo con el pensamiento, con las ideas, con el estilo, con laprofundidad de anlisis de este disciplinante estupendo de asletras y de la crtica, entendida sta como una tarea deformacin y aguellas como una labor pura de creacin.

    No me resisto a transcribir algunas de las muchashermosas palabras gue escribi Ernesto Sbato, gue fue alumnosuyo en el Colegio Nacional de La plata y ahora erigido ennovelista de prestigio continental: "yo estaba en primer ao (delciclo secundario), cuando supimos que tendramos comoprofesor a un "mexicano". As fue anunciado y as 10consideramos durante un tiempo. Entr aquel hombresilencioso, y aristcrata en cada uno de sus gestos, gue con palabramesurada impona una secreta autoridad. A veces he pensado,q u iz injustamente. qu despilfarro constituy tener asemejante maestro para unos chiquilines inconscientes comonosotros. Arriesta (Rafael Alberto) recuerda con dolor lareticencia y la mezquindad con que varios de sus colegasrecibieron al profesor dominicano. Esa reticencia y esamezquindad que inevitablemente manifiestan los mediocres anteun ser de jerarqua, acompa durante toda la vida a HenrguezUrca, hasta el punto dc quejams lleg a ser profesor titular de

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  • ninguna de las facultades de letras. Lo trataron tan mal como sihubiese sido argentino. Lo que constituy una suerte dedemostracin por el absurdo de que los pases latinoamericanos,como siempre lo mantuvo don Pedro, efectivamente formamos,una sola y nica patria."

    Muchas pginas, unas henchidas de hondo reconocimientoy otras exultantes de admiracin a sus mritos, se llevan escritasen mi pas sobre Pedro Henrquez Urea. He aqu lo que refleja,entonces, el verdadero sentimiento argentino con respecto algran humanista que fue una de las figuras de ms lcidaconciencia de Amrica. Lo sealo con especial cuidado porqueen la Argentina, infortunadamente. no hay excesiva tendencia amirar hacia atrs para medir lo que otros han realizado para ayu-dar al parto feliz del futuro.

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  • HENRIQUEZ UREA EN CENTROAMERICA

    Por Alfonso Enrique Barrientos

    Guatemalteco

    I

    Los pueblos pequeos de lo que podra ser la nacioncentroamericana han dirigido la mirada al Norte desde losalbores de la Colonia. Hasta hubo un lapso de ao y medio enque el territorio total estuvo anexado a Mxico. formando partedel Imperio de Iturbide (1). Con la anexin Se establecieronrelaciones ms directas. que subsisten y Se han acrecentado enlos ltimos tiempos y que han sido aprovechadas. en todo lapsopor los hombres de estudio. pues los tradicionales centrosculturales de la Amrica del Sur (Bogot. Lima. Buenos Aires)estn demasiado lejos y a todos nos es ms asequible. ms fcil,la proximidad de la cultura mexicana.

    (1) Centroamerica se independiza de espaa con la firma del Acta deindependencia el 15 de septiembre de 1821. El 5 de enero de 1822 seanexaal imperio de Mxico pero en junio de 1823, se independiza de Mexico ces-tltuvcndo las Provincias Unidas del Centro de America.

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  • As -por esa proximidad- se explica que hayan sido doshumanistas, uno mexicano por los cuatro costados: AlfonsoReyes. y el otro mexicano por adopcin espiritual, Rafaeldeliodoro Valle. quienes hayan proyectado la sombra querida eilustre del maestro Pedro Henrquez Urea, a las patriascentroamericanas. El maestro dominicano no tuvo tiempo desentar su planta de peregrino -bajo la cual brotaba lasabiduda- en ninguno de los territorios de la fragmentadaCentro Amrica. Pero, a cambio de su presencia fsica, nos hallegado y ha sentado su realeza entre nosotros, su benficacorriente espiritual. Y calvez haya sido mejor as; pues lapresencia del genio desdibuja sus contornos.

    Por otra parte a Scrates no 10 tuvimos en estos jardinesnaturales e indmitos. Ah, pero cun elocuente ha sidosu doctrina, sobre todo para quienes nos solazamos con la lecturade La Repblica, si no en griego, por 10 menos en las doctastraducciones de don Patricio Azcrate o del doctor AntonioGmez Robledo. Y del mismo modo que los dilogos platnicos,t alv ez con mayor efusin espiritual por la cercana,continuamos leyendo y consultando la doctrina americanista delmaestro dominicano, plasmada en obras como La Cultura y lasLetras Coloniales en Santo Domingo, " edicin de la Facultadde Filosofa y Letras de la Universidad de Buenos Aires, 1936;"Historia de la Cultura en la Amrica Hispnica," edicin delFondo de Cultura Econmica (Coleccin Tierra firme), Mxico,1947; "Las corrientes Literarias en la Amrica Hispnica,"edicin del Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1969. Amnde los libros que recientemente se han editado en .SantoDomingo y que reunen ttulos como: "De mi patria,"publicaciones de' la Secretara de Educacin. RepblicaDominicana. 1974; El ESPQllo1 en Santo Domingo," Bibliotecade Dialectologa Hispanoamericana." edicin "Taller." SantoDomingo, 1975. Y numerosos opsculos y ensayos sueltos.pu blicados en revistas y peridicos de distintos paseshispanoamericanos. A la asequibilidad de estos documentos hayque aadir, los ttulos de "las Cien Obras Maestras" de la

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  • Literatura y del Pensamiento Universal" (2), publicadas por laEditorial Losada. bajo la direccin de Pedro Henrquez Urea,r::uyos estudios prologales les fueron encomendados al granhumanista dominicano, habindonos el legado del tesoro de suerudicin literaria en esos (estudios profundos.)

    II

    Entre nosotros lo americano se inici lricamente desde laColonia. El sabio Valle, Jos Cecilia, prcer del movimien toindependentista de Espaa, sola decir: ' La Amrica ser desdehoy mi ocupacin exclusiva. Amrica de rlia cuando escriba,Amrica de noche cuando piense. El estudio ms digno de unamericano es Amrica." (3).

    Pero frase tan honda no logr penetrar en el espritu delos estudiosos, talvez en contadas excepciones; los ms sequedaron conformes con la investigacin del coto propio. Nofue sino hasta pasados muchos aos, cuando se ha venidodespertando en Cen troamrica la curiosidad por "loamericano." y se han establecido en nuestras universidades lasctedras de cultura continental que ya por 1940 andabadictando en Harvard el maestro Henrquez Urea,

    Esos estudios e investigaciones haban sido reforzados enMxico, segn el decir de Alfonso Reyes, con la presencia delhumanista dominicano. Se usaba y se abusaba -dice AlfonsoReyes-de su incansable solicitud. y esto era su mayor jbilo[Quin lo vi cargando verdaderas torres de libros, cruzar laciudad para auxiliar al compaero en apuros de informacin! Ollamando a altas horas de la noche a la puerta de algn amigo-sin miedo de perturbar su sueo o con sencillo o fiero repudiode las convenciones sociales- para comunicarle al instante, el

    (2) Con parecido tftulo "Las Cien Obras Maestras de la l.iter atura Universal"el escritor guatemalteco Enrique Gmez Carrillo, empez la publicacin de ese traba-jo en 1926, dejndolo inconcluso, ya que acaeci su deceso el29 de noviembre de1927.

    (3) "Valle Apstol de Amrica" por Elseo Prez Cadalso, imprenta BulnesCo-mayagDela D. c., Honduras, 1954.

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  • hallazgo que acababa de hacer en las pginas de algn trgicogriego, de un "lakista" ingls, de un renacentista espaol. ... "

    y Rafael Heliodoro Valle que le tuvo siempre como unmaestro de la Americanidad, l que fue tambin, durante suvida, uno de sus mulos; sola ilustrar la ctedra de CulturaHispanoamericana. de la Universidad Nacional Autnoma deMxico, con la narracin de ancdotas del sabio antillano.Contaba como ejemplo de la erudicin de Henr quez Urea,aquella visita que hio el maestro, al Museo del Louvre. Ydespus de muchas horas de recorrido, al lado de unos guasfranceses. se detuvo viendo el conjunto y dijo: " Todo est enorden! "

    y Pedro Guilln en sus horas de estudio para justificarante sus compaeros de promocin consistorial, el hecho delevantarse muy temprano a leer a los clsicos. sola apoyarse enel ejemplo de la pareja Alfonso Reyes-Henrquez Urea, quienesa deshoras de la madrugada ya estaban con el odo pegado a lamsica de los versos de Safo, por no decir a la prosa de Mecenas.

    En homenaje sencillo que viene a sumarse como gota deagua a los torrentes de comprensin -de parte de su tierraquerida-; despus de su muerte, en donde se hacenjustipreciaciones de su personalidad y de su obra y se reeditansus libros; yo deseo reproducir aqu las lneas tituladas "LosProsistas del Modernismo." inspiradas en aquellas entusiastasac ti tudes del maestro cuando hablaba de los poetasmodernistas..

    Efectivamente. en su libro "Las Corrientes Literarias en laAmrica Hispanica" dice, "El nuevo movimiento alcanz ahoraa todos los pases, al norte y al sur del Ecuador. entre 1896 y1960. su centro estuvo al sur, en Buenos Aires y Montevideo.En los dos grupos antes y despus de 1896, predominaron ennmero los poetas, pero el movimiento afect por igual a laprosa y a la poesa. Varios de los poetas, adems de Mart ,fueron tambin excelentes prosistas; Gutirrez Njera, Dara,Lugones. Valencia. Blanco Fombona, Urbina y Nervo. Larre ta,Rod. Revles, Quiroga, Sann Cano y Daz Rodrguez, hanescrito slo o principalmente en prosa.... "

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    En este trabajo que al ser publicado en libro aparecer condedicatoria al maestro, he venido diciendo: "Objetiva ymetafricamente definimos la prosa como una llanura depalabras. Ello, acaso para diferenciarla del verso, :]1 que vemoscomo una torre de palabras. Ms all de lo externo, la prosa sediferencia del verso, en los elementos que la componen. Laprosa puede llevar en el correr de su sangre un ritmo sostenido,interminable a veces ... "Ritmo Progresivo." El verso es acesante,agitado. cuando es clsico, el lector espera la consonante oasonante de la rima, para continuarlo. Cuando es moderno sigueel cauce de la idea. Su ritmo es "regresivo." En el verso imperala sntesis. En la prosa impera el anlisis.

    Ocurre que al hablar del modernismo, ha de hablarse de"prosa" y de "verso." Hemos estudiado ya a lo largo de todaAmrica a los poetas -los literatos que escriben en verso- nosqueda por estudiar a los hombres de letras que escriben enprosa, y son muchos. Sin embargo hubo poetas, los hay, en elperodo modernista que escribieron paralelamente prosa yverso, aunque derraman con igualo semejante intensidad, enambas formas, la esencia de la poesa.

    En el panorama de nuestra Amrica es difcil determinarel 1mite entre los prosistas neoclsicos, romnticos ymodernistas. En Espaa es ms fcil. All con solo observar laobra de Juan Valera (1824-1905); de Leopoldo Alas "Clarn"(1852-1901); de Unamuno (1844-1936), de Ramn del ValleIncln (1870-1936); de don Po Baroja (1872-1966); de JosMartnez Ru z "Azorn" (1873-1968); de Gabriel Mir1879-1930); de Juan Ramn Jimnez (1881-1958); de EugenioD'Ors (1882-1954); de Ramn Gmez de la Serna (1888-1963);y de algn otro, ya tenemos suficientes elementos de la prosamodernista.

    Con todo, !Jara cumplir con los fines didcticos de esteestudio, diremos que Amrica ofrece, desde el perodo colonialy an antes, la mgica atraccin, el ambiente, la atmsfera claraque estimula la creacin literaria. Hay un trasfondo de

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  • resonancias clsicas entre los grandes prosistas americanos.Andrs Bello, en Venezuela (1781-1865) Jos Cecilia del Valle,en Honduras (1780-1834); (Jos Antonio) de Irisarri, enGuatemala (1786-1868; Domingo Faustino Sarmiento, enArgentina (1811-1898); Francisco Eugenio de Santa CruzEspejo, en Ecuador (1747-1795); hasta llegar a Juan Mon talvo,tambin' en Ecuador (1832-1889); el paso fugaz delRomanticismo arroba el fino espritu de Ricardo Palma, en elPer (1833-1919); para desembocar en la generacin deescritores de transicin entre el neoromanticismo y elmodernismo.

    Ya en 1888, ao en que culmina el Modernismo ennuestra Amrica, prosa y poesa van a la par. Ocurre que buennmero de poetas modernistas escriben en prosa y en verso,entre ellos, Jos Marrf (1853-1895); Manuel Gutirrez Njera(1859-1895), Jos Asuncin Silva (1865-1896); Rubn Dara(1867-1916); el epgono del Modernismo es un gran prosista;Amado Nervo (1870-1919); Rafael Arvalo Mart nez(1884-1975); Rafael Heliodoro Valle (1891-1959). Sin embargohay buen nmero de escritores que no escribieron en verso, sloen prosa, los cuales se expresan en el nuevo estilo, es decir conentera libertad en los temas y en la forma; con nuevos ritmos ymusicalidades en la frase, nacidos precisamente de ladistribucin de los acentos en la forma, pero de determinadoaliento, ritmo, y msica internos. La prosa de los modernistas esdistinta a la de los perodos largusimos y ampulosos de losescritores espaoles inmediatamente anteriores a estemovimiento americano. Los modernistas recrean la sugestin delos sentidos, a travs de lenguaje escrito.

    El modernismo, empero, no abarc todos los.gneros de laliteratura general. Hemos visto ya que su culminacin fuedefinitvamente en la poesa; pero alcanz la novela y el teatro,sin embargo en cuanto a la prosa se refiere, cre un nuevognero llevndolo a su mximo desarrollo: la crnica literaria.Puede asegurarse que la crnica, que alcanza su culminacin conEnrique Gmez Carrillo (en Amrica 1873-1927), es unproducto del Modernismo. Pero tambin esta escuela le di un

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  • giro nuevo el ensayo, aclimatndolo, como hizo Jos EnriqueRod (1871-1917); a las condiciones de la sensibilidadamericana. El Modernismo tambin abarc el gnero del cuento,pudindose afirmar que, a partir de este movimiento literario, ele s e r i t o r hispanoamericano se ha caracterizado por supreferencia en los gneros breves: el cuento, la crnica y elensayo. Slo pasado el modernismo y ya los, literatos enposesin plena de la conciencia americana, se deciden a trasladara la novela. la epopeya de la raza, la epopeya de la conquista, lade la colonizacin y la epopeya de su destino.

    Hasta hoy la crtica literaria ha sealado a los au taressiguientes como a los que representan en diversos gnerosliterarios al movimiento Modernista en la prosa: Justo Sierra(1848-1912); Jos Mart (1853-1895); Luis Bona Foux(1855-1925); Manuel Gutirrez Njera (1859-1895);Jos MaraVargas Vila (1861-1933); Jos Asuncin Silva (1865-1896);Rubn Daro (1867-1916); Amado Nervo (1870-1919); JosEnrique Rod (1871-1917); Santiago Argello (1872-1942);Enrique Gmez Carrillo (1873-1927); Leopoldo Lugones(1875-1908); Florencio Snchez (1875-1910); Horacio Quiroga(1878-1937); Alberto Gerchunoff (1883-1950); Rafael ArvaloMart nez (1884-1975); Ventura Garca Caldern (1887-1959);Rafael Heliodoro Valle (1891-1959); y Medardo Angel Silva(1899-1920)

    Se notar que hemos citado el sector de la cr i tica quehabla solamente de los prosistas hispanoamericanos, la que noexcluye el criterio de que al mismo tiempo en que en Amricase desarrollaba el Modernismo en la prosa, en Espaa seconformaba la generacin del 1898, con la cual el movimientoamericano est in timarnente ligado. "Los hombres del 98 y losmodernistas americanos -dice el prologista de un tomoantolgico de "Prosa moderna en lengua espaola" editado porla Universidad de Puerto Rico, -consiguieron dar al acervo de lalengua espaola. 'm cierto temple de precisin y labrar unaorfebrera capaz de distanciar para siempre los modos de

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  • escribir caractersticos del Siglo XIX. de los modos actuales. Deuna u otra forma. todos los escritores siguientes. continanhasta hoy mismo. escribiendo, en sus trazos generales. a lamanera de aquel dplice equipo... "

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  • DON PEDRO EN EL RECUERDO

    Por Damin Bayn

    Argentino

    Hay personas que nos marcan para siempre. Eso sueleocurrir al menos con algunos de nuestros maestros en laimpresionable edad de la adolescencia o la de la primerajuventud. Muchas veces esas personas que luegoconsideramos casi mgicas por la influencia que han tenido ennosotros- aparecen en nuestra vida de manera fortuita, al azarde un programa de estudios, generalmente. Yo estoy muyorgulloso de que mi caso con Pedro Henrquez Urea no hayasido as, al menos no del todo as.

    Hubo, en efecto, un elemento fortuito pero tambin ysobre todo mucho de mi tesn de convertirme en discpulo"honorario" de semejante maestro. Me explico. Una tilinstitucin, el Colegio Libre de Estudios Superiores, operaba yaen Buenos Aires all por los aos 30. En salas modestas y porprecios mnimos cualguier particular, sin ninguna prueba decapacitacin, poda seguir cuantos cursos quisiera. Cursosdictados por eminentes especialistas argentinos -como Angel J.Battistessa- que eran los ms, aunque haba tambin los de losextranjeros radicados, como el fillogo espaol Amado Alonsoo el humanista dominicano Pedro Hendquez Urea,

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  • En los cursos de estos tres profesores - amn de otros-estaba yo entonces inscrito a los dieciseis o diecisiete aos. Apesar de ser entonces un estudiante dedicado del ms difcilbachillerato argentino de aquellos tiempos (el del ColeoioNacional de Buenos Aires), encontraba yo tiempo - junto conalgunos compaeros igualmente inquietos - para seguir aquellaslecciones magistrales. Tenan ellas lugar, en general, entre seis ysiete de la tarde de los das de semana. hora en que profesores,funcionarios, empleados y estudian tes estn ya liberados de sustareas cotidianas. Era en Buenos Aires la hora en que los"exquisitos" iban -o bamos- a los conciertos del Teatro Coln,que siempre ha sido lugar de alta msica.

    En el Colegio Libre, con el optimismo por el sabercaracterstico de los jvenes, pasbamos de Claudel (Battistessa)a Neruda (Alonso) cuando no a los poemas homricos(precisamente con Henrquez Urea). Constituamos en verdadun grupo de impenitentes fanticos de la cultura. Un cnico hadicho que "quien no es pedante a los diecisiete aos no sernunca nada en la vida," y a pesar de que yo ignoraba entonces eldicho me da hoy la impresin de que cumpla al pie de la letracon sus dictados. El grueso del pblico de aquellas memorablesreuniones - pobre mesa, pobres sillas. pobres bombillaselctricas suspendidas casi desnudas sobre nuestras cabezas-estaba constituido por personas mayores, por "viejos" comoposiblemente pensbamos nosotros en nuestra desvergonzadajuventud (desvergonzada por 10 segura de s misma). Yesosmismos viejos, me consta ahora, nos miraban con simpataporque parecamos interesados profundamente en 10 queoamos, tomando natas y discutiendo entre nosotros. Y quiztambin porque tenamos el inconfundible sello de la clasemedia, esa vilipendiada clase que por siglo y medio 10 ha hechoprcticamente todo en la Argentina.

    Ahora que me pongo a reflexionar sobre el caso, recuerdoperfectamente el episodio que gener una serie de carambolasque me iban a llevar directamente al conocimiento personal - yno slo distante y respetuoso- de Don Pedro. Una seora muyelegante que entonces nos pareca muy mayor (pero que no

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  • deba tener ms de unos cuarenta aos, y hablo de 1936 037)nos tena fascinados entre otra gente ms gregaria y ms gris,porq1,le llevaba un gran sombrero "saturnal" de ala ancha yterciopelo negro que subrayaba su pelo prematura ycoquetamente blanco. La rbrica de semejante retrato a lamanera de Van Dongen, lo constituan un par de gruesas perlasen el lbulo de las orejas, Hablaba la "dama del sombrero" muybien, con gran seguridad y aplomo que le data. su voz de registrograve (nuestra voz oa dentro de la caja de resonancia del crneonos da confianza en lo que decimos o, a veces, nos la quitacompletamente). Qu deca esa voz? Cosas inteligentes,informadas, al da. Le era permitido a este s e r mitolgicoaproximarse sin ceremonia al estrado, tutear a la eminencia quenos haba dado la conferencia de turno, invitarlo a comer a sucasa, o criticarlo con irona no exenta de buenos modales;

    Todas esas actitudes nos estaban prohibidas, por edad, porsexo y por pertenecer precisamente a esa clase media de la queacabo de hacer el elogio. S. est muy bien ser un burgesito bienvestido. limpio, con cara de inteligente y un mnimo de buenaeducacin. Pero aun hay que hacerse perdonar la clase, el ignotoapellido. Jos orgenes que no se remontan ni a ocho ni a seis nisiquiera a cuatro generaciones de argentinos "en la tierra." Enuna palabra cuando uno no lleva alguno de esos nombres quesalen en los libros de historia o que uno escribe como nombrede calle en los sobres de las cartas. Los hijos de ricos y deintelectuales - esos ricos del espritu, 'l veces "nuevos ricos" -no saben que hace cuarenta aos en Buenos Aires haba unaprendizaje social que hacer, un proceso de adaptacin almedio, un rito de iniciacin que aunque generalmente seterminara bien - nadie con talento quedaba excluido-constitua un "paso" que los ms orgullosos no sabamos biencmo dar.

    Un da - por ese afn de hacerse ver que tienen, porsuerte, los jvenes - yo pregunt, a gritos y como casualmente,quin era uno de Jos personajes histricos de los que nosacababan de hablar en un curso de literatura espaola antigua.Cul no sera mi sorpresa al ver que la propia seora del

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  • sombrero negro me diriga la palabra y con supremadesenvoltura y voz engolada afirmaba: "Era el hijo." A renglnseguido, presentndonos a un muchacho como de trece ocatorce aos, prosegua: "Y este es mi hijo, y quiero que loconozca y que se hagan amigos... " como era yo precisamente elprivilegiado interlocutor de la desconocida me apresur apresentarme, a lo cual ella respondi declinando su propiaidentidad. Era nada menos que Nieves Gonnet de Rinaldini,casada con el entonces influyente crtico de arte Julio Rinaldini.Su hijo que. efectivamente. lleg a ser amigo del grupo yca-fundador conmigo de la revista Cuadernos de Bitcora(bautizada as por Alfonso Reyes. a la sazn embajadormexicano en la Argentina) era el futuro mdico Luis MaraRinaldini Gonnet..

    Pero estamos todava en la destartalada sala que alquilabael Colegio Libre. Ibarnos saliendo y ya la Sra. de Rinaldini -ahora al fin tena nombre - me estaba invitando el prximosbado y me comunicaba una direccin y un telfono que yodeba anotar en el cuaderno - en uno de sus diferentes avatares- que siempre me acompaa. Era una invitacin pero eratambin una orden, )0 comprend enseguida. Y por suerte quefue as, porque dada ni natural timidez si esa amable seora noinsista, entonces posiblemente yo no hubiera sido nunca"como la familia" y. de modo indirecto, tampoco de la de DonPedro.

    Los Rinaldini tena unas famosas reuniones nocturnas queBaldomero Fernndez Moreno inmortaliz en un largo poematitulado. precisamente, "La tertulia de los viernes." A esatertulia asist yo pocas veces. Primero porque era de noche ynosotros, aun entonces. tenamos clase los sbados. Segundo,porque aunque yo posea ya la llave de la puerta de calle comomuchacho serio.l con sentido de la responsabilidad, no era fcilhacerles comprender a mis padres "chapados a la antigua" queyo iba a una reunin de intelectuales, cuando para la familiaapenas si era un jovenzuelo de colegio secundario. As fue comome perd algunas extraordinarias reuniones con Federico GarcaLarca, a quien me contentaba con admirar cuando apareca

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  • entre bamblinas y en over-all a saludar despus de los aplausosde Bodas de Sangre. Paciencia, no se puede tener todo en elmundo y desde un principio.

    Don Pedro fomentaba. ms informalmente. otro tipo deencuentros en su casa los domingos por la tarde, cuando la"gente" va al ftbol o juegao a la canasta, Mis compaeros y yohabamos pasado esos domingos hasta entonces ponindonos alda con los "deberes" atrasados o intentando el bridge quepareca. al menos, un juego "intelectual." Por eso cuando pocodespus. identificndome ya como Fulano de Tal, Don Pedrome em pez a invitar a su casa, no pude resistir a la tentacin decodearme con escritores y esas gentes maravillosas que parecansaberlo todo. haber estado en todas partes del mundo.conociendo a las personalidades que yo slo admiraba desdelejos.

    Don Pedro. pues. un da que ya no recuerdo me debiinvitar a su casa por primera vez. con esa sonrisa bondadosa quele obligaba a entrecerrar los ojos como si no quieisera dar miedoal interlocutor inhibido que deba ser yo entonces. Fue all. enun amplio, luminoso departamento porteo: paredes blancas.muebles de caoba. pocos cuadros. muchos libros, donde conocmuy joven aun y gracias a l. a la verdadera flor y nata de lacul tura - de cierta cultura. ms de la calle Florida que de lacalle Boedo - que actuaba entonces en el Buenos Aires anteriora la guerra civil espaola. Aparte del dueo de casa y de los yamencionados Battistessa y Alonso, pronto iban a aparecer JorgeLuis Borges, Enrique Anderson Imbert y otras personas mayorese importantes que "oficiaban" las ceremonias en las quen os o tras, los jvenes, no ramos sino los solcitos ydeslumbrados aclitos.

    Haban entre nosotros muchos hijos de intelectuales. Lashijas de Henrquez Urea - Natacha y Sonia - estabanrepresentadas en un dibujo que les haba hecho Norah Borges.Tahermana del escritor y la mujer del crtico espaol.Guillermo deTorre. Otro da descubra yo. embelesado. que las Cancionespara Natacha, de la uruguaya Juana de Ibarboron enstabanprecisamente inspiradas por la hija mayor de Don Pedro. Todo

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  • pareca mgico: se iba a la biblioteca y se topaba uno con unapreciosa foto en sepia de un hombre buen mozo,engominado.i. que no era otro que el ya difunto RicardoGiraldes. No slo eso: la foto estaba dedicada con letraelegante y una leyenda ingeniosa. Abria uno un libro sobre lamesa. y apareca una dedicatoria de Borges a Don Pedro.dedicatoria que no slo no he oJyidado nunca sino que hecopiado descaradamente dando. eso s. siempre elcopywright asu legtimo inventor: "A Pedro Henrlouez Urea, conadmiracin, con respeto, con miedo," todo escrito con laspatitas de mosca del cegatn Borges. Sus renglones se ibaninvariablemente para abajo. que es lo que los graflogosdictaminan como sntoma de pesimismo o de estado depresivo.Borges anda ya por los setentaisiete aos - lo acabo de ver enAustin, Texas -y sin embargo. y aun hoy no da muestras de esapeligrosa inclinacin a lo negativo caracterstica de nuestrapoca.

    Deca que haba hijos de intelectuales. s: Lugones,Aguirre, Castro. Baliero, Conzlez Garao, todos ellosconstituan una especie de "aristocracia" lo bastantedespreocupada como para aceptarnos a nosotros los meramenteburgueses sin ningn rasgo de discriminacin. Presida demanera lejana e invisible ~ como deus ex machina - la duea dela casa: Isabel Lombardo Toledano, mexicana vestida de oscuroque nos fascinaba por su acento. expresado en voz baja. dulce, yla atencin que prestaba a lo que decamos como si nosotros.los desconocidos, furamos de algn modo "importantes." Nosimpresionaba tambin - de manera ms prctica e inmediata -por las excelentes meriendas que mandaba preparar y en las quetodo nos pareca delicioso. Tombamos ese t o ese caf ritualacompaados de algn dulce en el comedor ovalado -habitacin de esquina - en donde lucan unos raros objetosmexicanos y la vajilla de reluciente plata. Presididos desde lasparedes - oh suprema satisfaccin para el esteta en agraz! -por un esplndido cuadro de Pedro Figari todo en tonas pastel.y un presioso leo de Diego Rivera que representaba a un nio

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  • con flequillo vestido de marinero escribiendo aplicadamente ensu cuadernito.

    Eran memorables aquellas veladas. Se apareca uno comoa las tres o las cuatro de la tarde - yo siempre el ms puntual ~y haba que llegar as. temprano. si se quera tener derecho a lasesin "juvenil" especial que Don Pedro nos dedicaba a lasvisitas y a sus propias hijas cuando ya estuvieron en edad defrecuentar la tertulia. Ms tarde llegaban los "clebres" para lahora del t Y ya la reunin se pona irremediablemente msmundana. A m en particular me gustaba ms la primeraparte ntima porque en ella, :t vec~, Don Pedro nos lea con suvoz pausada algn texto famoso que paladeaba con deleite: porejemplo algn dilogo de Platn (puesto que l mismo sostenahaba que ir pronto y directamente a las fuentes y sin pasar pordemasiados intermediarios). El problema para l deba consistir- pienso yo ahora - en encontrar grandes pensadores quefueran, al mismo tiempo accesibles para mentes jvenes noacabadas aun de formar. Recuerdo que, precisamente as lesperd el miedo no slo a Platn sino ms modernamente aBergson, Unamuno, Ortega y Gasset, este ltimo de graninfluencia en m en el sentido de hacerme adorar para siempre laclariddad, la inteligencia, la imaginacin.

    Me jacto de haber sido siempre en esas reuniones un buenpreguntn. yo dira casi que un preguntn ideal. Y sipreguntaba yo tanto - en mi mayutica improvisada - no eratanto por aclarar un punto (que a veces ya comprenda) sinopor el placer de obligar a mi sabio interlocutor del momento aprofundizar sus propias ideas, a ser ms explcito aun sobrealgn punto complejo. En ocasiones sin embargo deboreconocer que me sali el tiro por la culata. sobre todo cuandoquien responda era un hombre brillante - pero pronto degenio, como buen espaol - tal como en el caso de AmadoAlonso.

    Don Pedro, en cambio, era paciente y nos trataba comoa enfermos graves: es decir con toda clase de miramientos. Apreguntas levemente tontas gustaba contestar con enigmasinteligentes. Por ejemplo si yo le descerrajaba: "A Ud. quin le

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  • parece el ms gran poeta de todos los tiempos? " HenrquezUrea iba a contestar sibilinamente y despus de un relmpagode reflexin: "El primero... " y dejaba los puntos suspensivostan suspendidos que hasta se podan ver en el aire.Descorazonado porque crea que no me entenda volva yo a lacarga: "S. eso quiero decir quin es el primero? "y l insistacada vez ms divertido: "Bueno. ese que le digo: el primero... "Entonces yo que al fin entenda la broma. que era al mismotiempo la verdad (su verdad de ese momento) retomaba el hilo,incrdulo y con miedo de equivocarme deca: "Homero... ? ";y l responda plcido. lento. como el gato jugando con elratn. entrecerrando los ohos que para m haban leido todoslos libros en todos los idiomas: "Es lo que digo: el mejor? . elprimero... "

    De esas dialcticas tanto como de la informacin directaaprendamos mucho. Estaban a la sazn Amado Alonso y lmismo abocados a una tarea grandiosa: el mapa de losregionalismos en toda Amrica. Entonces veamos. con lacosecha de cada semana, cmo aquellos sabios no desdeabannuestra colaboracin. ni la ltima moda en la manera de hablarde los porteos. Uno se senta casi un hroe - homrico, parano desdecir - si pona ctedra ante los fillogos parapuntualizar que en ciertas partes de la provincia de Buenos Airesdecan "recordarse" por "despertarse a media noche," o que enesa misma regin "camote" era ms frecuente que "batata," oque en fin "medirse" era lo que en la Capital decamos"probarse." cuando uno iba al sastre o a la modista. Esaspequeeces producan gran felicidad en los sabios y. sobre todo.supriman distancia. edad. solemnidad entre profesores yjvenes tan jvenes que ni siquiera podamos ser sus alumnosuniversitarios.

    Cuando empezaron a aparecer las hijas de Don Pedro ennuestras reuniones. yo me asombr de que aquellas niasdelgadas y tmidas de pelo renegrido. hijas de una mexicana yun dominicano. se llamaran respectivamente Natacha y Sonia.Don Pedro explicaba el hecho sin pedantera diciendo: "Un daua leer La gue, ray la paz, y comprender por qu." O sea que

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  • no nos humillaba. no nos avergonzaba de su propio saberaprovechndose de nuestra ignorancia. Fue l quien primero mehabl de Elie Faure, ese extrasimo mdico militar francs quehaba escrito ya su maravillosa Historia del Arte en cincovolmenes. libro que tanta influencia iba a tener en mi futurairresistible vocacin. Me contaba que' lo haba conocidopersonalmente en Francia. cmo era su trato. Y al filo de laconversacin aparecan por ejemplo el filsofo Alain, y comono poda fallar. lo que Paul Valry haba escrito sobre temasestticos. Poco a poco se iba a formar en mi mente -indestructiblemente - la idea de que la cultura es una, y ques610vamos viendo o estudiando distintas fases de un mismo plane-ta.

    En otras ocasiones. en vez de sugerirme libros"formativos" o de discusin filos fica, me hablaba msconcretamente de obras especializadas: La Cultura delRenacimiento en Italia, de Jacob Burckhardr, o el entoncespara m misterioso The Italian Painters 01 the Renaissance, deBernhard Berenson, que segua siendo el origen de todas lasmeditaciones sobre el tema. Muchos de esas libros estaban aunsin traducir. en francs, en ingls, en italiano, y Don Pedro siempreestaba dispuesto a prestarnos su propio cjem pIar anotado.Ortega y Gasset haba hecho mucho en la dcada precedentesobre todo con los libros alemanes; el mismo Don Pedro iba acontribuir a que la editorial Losada. de Buenos Aires, que locontaba entre sus consejeros, siguiera esa obra indispensable d;;:difusin. l\ Burckhardt. por eiemplo, yo ya lo le en castellano,Aunque recuerdo muy bien que tuve que luchar con Elie Faure,o con Bercnson en francs y en ingls respectivamente.

    Tantos aos despus y haciendo el balance de mi relacincon el hombre excepcional. creo que podra llegar ms o menosa esta conclusin: el saber es de todos. el que lo posee debedistribuirlo a manos llenas. quien no lo tiene aun debe recibirlocon modestia. con sencillez como en agua de lluvia que lmismo tendr a su vez que repartir cuando le llegue el turno. Esuna comunin que no termina v que se eterniza de maestro adiscpulo. '10 slo en la ctedra. sino en la vida. Y esa comunin

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  • debe darse y recibirse sin pedantera porque en realidad y desdela noche de los siglos la humanidad est pensando, est tratandode sentir cada vez ms y mejor.

    Quiz mi tradicional sincero respeto por cualquierinterlocutor - a veces hasta para quien se me opone ferozmente- me vengan del buen ejemplo del Don Pedro. a quien nunca vifurioso. insultante. agresivo. despectivo. malintencionado. Lairona serena, la sonrisa. la comprensin de todo eran sus armas,Lo haban herido mucho en la vida y l se repleg con su jovenfamilia a un pas como la Argentina que nunca le fue hostil(aunque tampoco nunca encontr en l cargos a la altura de susmerecimientos, sobre todo cargos pblicos). Pero all hizo suhogar. all naci una de sus hijas y all iba a morir un da aciagorepen tinamente.

    Yana soy fillogo. Fui poeta desconocido y ahora soyhistoriador y crtico de arte. Pues bien. mi primer libro depoemas Encuentro en un espejo. est obviamente. dedicado sinprosopopeya de ningn gnero - como l me haba enseado -a Pedro Henrquez Urea. Lo cuento para que se vea hasta quepunto. cinco aos despus de su muerte. yo no poda i'ensar ennadie, presente o ausente. a quien confiarle mi voz primera quea l. que haba visto mis primeros pasos literarios y los habaaprobado con su infaltable buen nimo.

    Descontando lo que con l aprend de ciencia. desensibilidad creo. sin embargo. quc el rasgo suyo quc ms me ibaa influir en el futuro fuc su tolerancia. Mc di al mismo tiempoconfianza en m mismo. nadie es tan tonto que no pueda sentirbien o no tenga, al menos. una buena idea. Y hay que trabajarcon ella. a partir de ella para realizar todo el edificio dc laconstruccin sensible o intelectual. A nesar dc mi juventud y demi inexperiencia. Don Pedro me trato siempre. como a un serhumano: me oa. contestaba a mis preguntas inacabables comolas dc los nios, y hasta - suprema satisfaccin para unmuchachito - a veces. hasta me consultaba.

    Quien me conoce sab.e que. por definicin. soy amigo delos jvencs. Y debo decir que ese sentimiento tiene que sercontagioso porque reconozco que me lo retribuyen con creces.

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  • Nunca que yo recuerde - y la ingratitud de algunos no meenvenena -he dejado de tener tiempo para animar a unescritor" a un artista que ha venido a m en busca de buenconsejo o simplemente de estmulo. y este don de la "buenapalabra" que es quiz el mejor rasgo de mi carcter - estoyseguro de debrselo como alto ejemplo a mi admirado DonPedro. Este fuego vivo lo guardo en m para transmitirlo a losjvenes que hoy, como siempre, me rodean y con quienes, sinduda, vivo mejor y ms espontneamente que con mis propiosconternporneos.

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  • UN DIA CON DON PEDRO HENRIOUEZ UREA

    Por Len Benars

    Argentino

    No pocos sealaban mi parecido fsico con el maestro.Ojal se me hubiera alcanzado igualmente algo de su caudaloso

    y fundado saber, su prudencia, su humildad, su autnticacondicin de maestro al modo socrtico, humano, vivo, sinengoladuras ni solemnidad. amigo de sus discpulos en el aula yfuera de ella, listo para cualquier consulta!

    Lo veo siempre leyendo. Lpiz en mano, corno dispuestoa subrayar o corregir.

    No fui su alumno, pero me dedic un da singular eintenso, que pinta de cuerpo entero su nobilsima condicinhumana, su bondadosa accesibilidad para con los jvenes.

    Era una maana, casi al filo del medioda, en BuenosAires. Sala yo de una habitacin que ocupaba en la calle Alsinacuando. casi a boca de jarro veo al maestro salir, a su vez, de laEditorial Losada, en la misma calle, empresa en la que dirigauna importante coleccin.

    Una corazonada me llev a abordarlo, tal vez con lajuvenil despreocupacin de quien no respeta demasiado laimportancia del tiempo ajeno, pero, en realidad. con el anhelo

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  • de sentir el contacto humano de un hombre cuya serenasabidura admiraba.

    -Maestro- le dije mientras caminbamos los dos y sindetener el paso- hace tiempo que admiro su obra, y me gustaracambiar algunas palabras con usted.

    Le d mi nombre, me acept naturalmente a su lado ytermin invitndome a un ligero almuerzo, para continuar lacharla.

    Entramos a una "cabaa" o bar lcteo de la Avenida deMayo. Pidi un vaso de leche con copos de maz inflado,disculpndose de la frugalidad, por ciertas molestias gstricasque invoc. Lo acompa con algo igualmente frugal, porque seme ocurri ofensivo pedir plato ms fuerte.

    (Sufra de una lcera, de la cual, con particular humor,pero sin maldad, Fernndez Moreno "el viejo" -poeta de suamistad- deca que "La cuidaba como un dije").

    La charla continu sobre temas literarios, por supuesto.Se iba apaciguando el rumor del medioda en el bar lcteo, yramos ya unos pocos comensales los que restbamos en la"cabaa. "

    - Quiere venir a mi casa, as continuamos la charla? -me propuso.

    Acept encantado.Poco despus estbamos en su departamento de la calle

    Ayacucho. Recuerdo vagamente una mecedora y las paredestapizadas de libros.

    La charla vers sobre cronistas de Indias, sobre floraamericana -particularmente la de Santo Domingo-, sobreclsicos de la literatura espaola. Para todo tena respuestasasombrosamente concisas y fundadas. Ni an se le escapaban lasdesignaciones en latn de la flora aborigen de muchos lugares deAmrica, as sea el anans, al que los cronistas llamaron "pia,"cerno cualquier otra planta tpica del Nuevo Mundo.

    La conversacin incidi, en un momento determinado,acerca de las "mozas monteras." bravos ejemplares femeni