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  • 7/30/2019 JUAN SALVADOR GAVIOTA LIBRO.docx

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    PRIMERA PARTE

    Capitulo I

    Amaneca, y el nuevo sol pintaba de oro las ondas de un martranquilo.Chapoteaba un pesquero a un kilmetro de la costa cuando, depronto, rasg el aire la voz llamando a la Bandada de la Comida y unamultitud de mil gaviotas se aglomer para regatear y luchar por cadapizca de comida.

    Comenzaba otro da de ajetreos.

    Pero alejado y solitario, ms all de barcas y playas, est practicando

    Juan Salvador Gaviota. A treinta metros de altura, baj sus piespalmeados, alz su pico, y se esforz por mantener en sus alas esadolorosa y difcil posicin requerida para lograr un vuelo pausado.

    Aminor su velocidad hasta que el viento no fue mas que un susurroen su cara, hasta que el ocano pareci detenerse all abajo. Entornlos ojos en feroz concentracin, contuvo el aliento, forz aquellatorsin un... slo... centmetro... ms... Encrespronse sus plumas, seatasc y cay.

    Las gaviotas, como es bien sabido, nunca se atascan, nunca se

    detienen. Detenerse en medio del vuelo es para ellas vergenza, y esdeshonor.

    Pero Juan Salvador Gaviota, sin avergonzarse, y al extender otra vezsus alas en aquella temblorosa y ardua torsin -parando, parando, yatascndose de nuevo-, no era un pjaro cualquiera.

    La mayora de las gaviotas no se molesta en aprender sino las normasde vuelo ms elementales: como ir y volver entre playa y comida. Parala mayora de las gaviotas, no es volar lo que importa, sino comer.

    Para esta gaviota, sin embargo, no era comer lo que le importaba, sinovolar. Ms que nada en el mundo, Juan Salvador Gaviota amabavolar.

    Este modo de pensar, descubri, no es la manera con que uno sehace popular entre los dems pjaros. Hasta sus padres sedesilusionaron al ver a Juan pasarse das enteros, solo, haciendocientos de planeos a baja altura, experimentando.

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    No comprenda por qu, por ejemplo, cuando volaba sobre el agua aalturas inferiores a la mitad de la envergadura de sus alas, podaquedarse en el aire ms tiempo, con menos esfuerzo; y sus planeosno terminaban con el normal chapuzn al tocar sus patas en el mar,sino que dejaba tras de s una estela plana y larga al rozar lasuperficie con sus patas plegadas en aerodinmico gesto contra sucuerpo. Pero fue al empezar sus aterrizajes de patas recogidas -queluego revisaba paso a paso sobre la playa- que sus padres sedesanimaron an ms.

    -Por qu, Juan, por qu? -preguntaba su madre-. Por qu te resultatan difcil ser como el resto de la Bandada, Juan? Por qu no dejaslos vuelos rasantes a los pelcanos y a los albatros? Por qu nocomes? Hijo, ya no eres ms que hueso y plumas!

    -No me importa ser hueso y plumas, mam. Slo pretendo saber qupuedo hacer en el aire y qu no. Nada ms. Slo deseo saberlo.

    -Mira, Juan -dijo su padre, con cierta ternura-. El invierno est cerca.Habr pocos barcos, y los peces de superficie se habrn ido a lasprofundidades. Si quieres estudiar, estudia sobre la comida y cmoconseguirla. Esto de volar es muy bonito, pero no puedes comerte unplaneo, sabes? No olvides que la razn de volar es comer.

    Juan asinti obedientemente. Durante los das sucesivos, intentcomportarse como las dems gaviotas; lo intent de verdad, trinando ybatindose con la Bandada cerca del muelle y los pesqueros,lanzndose sobre un pedazo de pan y algn pez. Pero no le diresultado.

    Es todo intil, pens, y deliberadamente dej caer una anchoaduramente disputada a una vieja y hambrienta gaviota que lepersegua. Podra estar empleando todo este tiempo en aprender avolar. Hay tanto que aprender!

    No pas mucho tiempo sin que Juan Salvador Gaviota saliera solo denuevo hacia alta mar, hambriento, feliz, aprendiendo.

    El tema fue la velocidad, y en una semana de prcticas habaaprendido ms acerca de la velocidad que la ms veloz de lasgaviotas.

    A una altura de trescientos metros, aleteando con todas sus fuerzas,se meti en un abrupto y flameante picado hacia las olas, y aprendipor qu las gaviotas no hacen abruptos y flameantes picados. En slo

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    seis segundos volo a cien kilmetros por hora, velocidad a la cual elala levantada empieza a ceder.

    Una vez tras otra le sucedi lo mismo. A pesar de todo su cuidado,trabajando al mximo de su habilidad, perda el control a altavelocidad.

    Suba a trescientos metros. Primero con todas sus fuerzas haciaarriba, luego inclinndose, hasta lograr un picado vertical. Entonces,cada vez que trataba de mantener alzada al mximo su ala izquierda,giraba violentamente hacia ese lado, y al tratar de levantar su derechapara equilibrarse, entraba, como un rayo, en una descontroladabarrena.

    Tena que ser mucho ms cuidadoso al levantar esa ala. Diez veces lointent, y las diez veces, al pasar a ms de cien kilmetros por hora,termin en un montn de plumas descontroladas, estrellndose contrael agua.

    Empapado, pens al fin que la clave debia ser mantener las alasquietas a alta velocidad; aletear, se dijo, hasta setenta por hora, yentonces dejar las alas quietas.

    Lo intent otra vez a setecientos metros de altura, descendiendo en

    vertical, el pico hacia abajo y las alas completamente extendidas yestables desde el momento en que pas los setenta kilmetros porhora. Necesit un esfuerzo tremendo, pero lo consigui. En diezsegundos, volaba como una centella sobrepasando los ciento treintakilmetros por hora. Juan haba conseguido una marca mundial develocidad para gaviotas!

    Pero el triunfo dur poco. En el instante en que empez a salir delpicado, en el instante en que cambi el angulo de sus alas, seprecipit en el mismo terrible e incontrolado desastre de antes y, a

    ciento treinta kilmetros por hora, el desenlace fue como undinamitazo. Juan Gaviota se desintegr y fue a estrellarse contra unmar duro como un ladrillo.

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    PRIMERA PARTE

    Capitulo II

    Cuando recobr el sentido, era ya pasado el anochecer, y se hall a laluz de la Luna y flotando en el ocano. Sus alas desgreadas parecanlingotes de plomo, pero el fracaso le pesaba an ms sobre laespalda. Dbilmente dese que el peso fuera suficiente paraarrastrarle al fondo, y as terminar con todo.

    A medida que se hunda, una voz hueca y extraa reson en suinterior. No hay forma de evitarlo. Soy gaviota. Soy limitado por la

    naturaleza. Si estuviese destinado a aprender tanto sobre volar,tendra por cerebro cartas de navegacin. Si estuviese destinado avolar a alta velocidad, tendra las alas cortas de un halcn, y comeraratones en lugar de peces. Mi padre tena razn. Tengo que olvidarestas tonteras. Tengo que volar a casa, a la Bandada, y estarcontento de ser como soy: una pobre y limitada gaviota.La voz se fue desvaneciendo y Juan se someti. Durante la noche, ellugar para una gaviota es la playa y, desde ese momento, se prometiser una gaviota normal. As todo el mundo se sentira ms feliz.Cansado se elev de las oscuras aguas y vol hacia tierra, agradecidode lo que habia aprendido sobre cmo volar a baja altura con el menoresfuerzo.-Pero no -pens-. Ya he terminado con esta manera de ser, heterminado con todo lo que he aprendido. Soy una gaviota comocualquier otra gaviota, y volar como tal.

    Asi es que ascendi dolorosamente a treinta metros y alete con msfuerza luchando para llegar a la orilla.Se encontr mejor por su decisin de ser como otro cualquiera de laBandada. Ahora no habra nada que le atara a la fuerza que leimpulsaba a aprender, no habra ms desafos ni ms fracasos. Y leresult grato dejar ya de pensar, y volar, en la oscuridad, hacia lasluces de la playa.La oscuridad!, exclam, alarmada, la hueca voz. Las gaviotas nunca

    vuelan en la oscuridad!

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    Juan no estaba alerta para escuchar. Es grato, pens. La Luna y lasluces centelleando en el agua, trazando luminosos senderos en laoscuridad, y todo tan pacfico y sereno...Desciende! Las gaviotas nunca vuelan en la oscuridad! Si hubierasnacido para volar en la oscuridad, tendras los ojos de buho! Tendraspor cerebro cartas de navegacin! Tendrias las alas cortas de unhalcn!

    All, en la noche, a treinta metros de altura, Juan Salvador Gaviotaparpade. Sus dolores, sus resoluciones, se esfumaron.Alas cortas! Las alas cortas de un halcn!

    Esta es la solucin! Qu necio he sido! No necesito ms que un alamuy pequeita, no necesito ms que doblar la parte mayor de mis alasy volar slo con los extremos! Alas cortas!Subi a setecientos metros sobre el negro mar, y sin pensar por unmomento en el fracaso o en la muerte, peg fuertemente las antealasa su cuerpo, dej solamente los afilados extremos asomados comodagas al viento, y cay en picado vertical.El viento le azot la cabeza con un bramido monstruoso. Cien

    kilmetros por hora, ciento treinta, ciento ochenta y an ms rpido.La tensin de las alas a doscientos kilmetros por hora no era ahoratan grande como antes a cien, y con un mnimo movimiento de losextremos de las alas afloj gradualmente el picado y sali disparadosobre las olas, como una gris bala de can bajo la Luna.Entorn sus ojos contra el viento hasta transformarlos en dospequeas rayas, y se regocij. A doscientos kilmetros por hora! Ybajo control! Si pico desde mil metros en lugar de quinientos, acunto llegar...?Olvid sus resoluciones de hace un momento, arrebatadas por esegran viento. Sin embargo, no se senta culpable al romper laspromesas que haba hecho consigo mismo. Tales promesas existensolamente para las gaviotas que aceptan lo corriente. Uno que hapalpado la perfeccin en su aprendizaje no necesita esa clase depromesas.

    Al amanecer, Juan Gaviota estaba practicando de nuevo. Desde dosmil metros los pesqueros eran puntos sobre el agua plana y azul, la

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    Bandada de la Comida una dbil nube de insignificantes motitas encirculacinEstaba vivo, y temblaba ligeramente de gozo, orgulloso de que sumiedo estuviera bajo control. Entonces, sin ceremonias, encogi susantealas, extendi los cortos y angulosos extremos, y se precipitdirectamente hacia el mar. Al pasar los dos mil metros, logr lavelocidad mxima, el viento era una slida y palpitante pared sonoracontra la cual no poda avanzar con ms rapidez. Ahora volaba rectohacia abajo a trescientos veinte kilmetros por hora. Trag saliva,comprendiendo que se hara trizas si sus alas llegaban a desdoblarsea esa velocidad, y se despedazara en un milln de partculas degaviota. Pero la velocidad era poder, y la velocidad era gozo, y lavelocidad era pura belleza.Empez su salida del picado a trescientos metros, los extremos de lasalas batidos y borrosos en ese gigantesco viento, y justamente en sucamino, el barco y la multitud de gaviotas se desenfocaban y crecancon la rapidez de una cometa.No pudo parar; no saba an ni cmo girar a esa velocidad.Una colisin sera la muerte instantnea. Asi es que cerr los ojos.Sucedi entonces que esa maana, justo despus del amanecer, JuanSalvador Gaviota se dispar directamente en medio de la Bandada dela Comida marcando trescientos dieciocho kilmetros por hora, losojos cerrados y en medio de un rugido de viento y plumas. La Gaviotade la Providencia le sonri por esta vez, y nadie result muerto.Cuando al fin apunt su pico hacia el cielo azul, aun zumbaba adoscientos cuarenta kilmetros por hora. Al reducir a treinta y extendersus alas otra vez, el pesquero era una miga en el mar, mil metros msabajo.

    PRIMERA PARTE

    Capitulo III

    Slo pens en el triunfo, La velocidad mxima! Una gaviota atrescientos viente kilmetros por hora! Era un descubrimiento, el

    momento ms grande y singular en la historia de la Bandada, y en esemomento una nueva epoca se abri para Juan Salvador Gaviota. Vol

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    hasta su solitaria rea de practicas, y doblando sus alas para unpicado desde tres mil metros, se puso a trabajar en seguida paradescubrir la forma de girar.

    Se di cuenta de que al mover una sola pluma del extremo de su alauna fraccin de centmetro, causaba una curva suave y extensa atremenda velocidad. Antes de haberlo aprendido, sin embargo, vio quecuando movia ms de una pluma a esa velocidad, giraba como unabala de rifle... y as fue Juan la primera gaviota de este mundo enrealizar acrobacias areas.No perdi tiempo ese da en charlar con las otras gaviotas, sino quesigui volando hasta despus de la puesta del Sol. Descubri el rizo,el balance lento, el balance en punta, la barrena invertida, el mediorizo invertido.

    Cuando Juan volvi a la Bandada ya en la playa, era totalmente denoche. Estaba mareado y rendido. No obstante, y no sin satisfaccin,hizo un rizo para aterrizar y un tonel rpido justo antes de tocar tierra.Cuando sepan, pens, lo del Descubrimiento, se pondrn locos dealegra. Cunto mayor sentido tiene ahora la vida! En lugar denuestro lento y pesado ir y venir a los pesqueros, hay una razn paravivir! Podremos alzarnos sobre nuestra ignorancia, podremosdescubrirnos como criaturas de perfeccin, inteligencia y habilidad.Podremos ser libres! Podremos aprender a volar!

    Los aos venideros susurraban y resplandecan de promesas.

    Las gaviotas se hallaban reunidas en Sesin de Consejo cuando Juantom tierra, y pareca que haban estado as reunidas durante algntiempo. Estaban, efectivamente, esperando.

    -Juan Salvador Gaviota! Ponte al Centro!

    -Las palabras de la Gaviota Mayor sonaron con la voz solemne propia

    de las altas ceremonias.

    Ponerse en el Centro slo significaba gran vergenza o gran honor.Situarse en el Centro por Honor, era la forma en que se sealaba a los

    jefes ms destacados entre las gaviotas. Por supuesto, pens, laBandada de la Comida... esta maana: vieron el Descubrimiento! Peroyo no quiero honores. No tengo ningn deseo de ser lder. Slo quierocompartir lo que he encontrado, y mostrar esos nuevos horizontes quenos estn esperando. Y dio un paso al frente.

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    -Juan Salvador Gaviota -dijo el Mayor-. Ponte al Centro para tuVergenza ante la mirada de tus semejantes!

    Sinti como si le hubieran golpeado con un madero. Sus rodillasempezaron a temblar, sus plumas se combaron, y le zumbaron losodos. Al Centro para deshonrarme? Imposible! El Descubrimiento!No entienden! Estn equivocados! Estn equivocados!

    -... por su irresponsabilidad temeraria -enton la voz solemne-, alviolar la dignidad y la tradicin de la Familia de las Gaviotas...

    Ser centrado por deshonor significaba que le expulsaran de lasociedad de las gaviotas, desterrado a una vida solitaria en losLejanos Acantilados.

    -... algn da, Juan Salvador Gaviota, aprenders que lairresponsabilidad se paga. La vida es lo desconocido y loirreconocible, salvo que hemos nacido para comer y vivir el mayortiempo posible.

    Una gaviota nunca replica al Consejo de la Bandada, pero la voz deJuan se hizo oir:

    -Irresponsabilidad? Hermanos mos! -grit-. Quin es ms

    responsable que una gaviota que ha encontrado y que persigue unsignificado, un fin ms alto para la vida? Durante mil aos hemosescarbado tras las cabezas de los peces, pero ahora tenemos unarazn para vivir; para aprender, para descubrir; para ser libres! Dadmeuna oportunidad, dejadme que os muestre lo que he encontrado...

    La Bandada pareca de piedra.

    -Se ha roto la Hermandad -entonaron juntas las gaviotas, y todas deacuerdo cerraron solemnemente sus odos y le dieron la espalda.

    PRIMERA PARTE

    Capitulo IV

    Juan Salvador Gaviota pas el resto de sus das solo, pero volmucho ms all de los Lejanos Acantilados. Su nico pesar no era susoledad, sino que las otras gaviotas se negasen a creer en la gloriaque les esperaba al volar; que se negasen a abrir sus ojos y a ver.

    Aprenda ms cada da.

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    Aprendi que un picado aerodinmico a alta velocidad poda ayudarlea encontrar aquel pez raro y sabroso que habitaba a tres metros bajola superficie del ocano: ya no le hicieron falta pesqueros ni pan duropara sobrevivir. Aprendi a dormir en el aire fijando una ruta durante lanoche a travs del viento de la costa, atravesando ciento cincuentakilmetros de sol a sol. Con el mismo control interior, vol a traves deespesas nieblas marinas y subi sobre ellas hasta cielos claros ydeslumbradores... mientras las otras gaviotas yacan en tierra, sin verms que niebla y lluvia. Aprendi a cabalgar los altos vientos tierraadentro, para regalarse all con los ms sabrosos insectos.

    Lo que antes haba esperado conseguir para toda la Bandada, loobtuvo ahora para si mismo; aprendi a volar y no se arrepinti delprecio que haba pagado. Juan Gaviota descubri que el aburrimiento

    y el miedo y la ira, son las razones por las que la vida de una gaviotaes tan corta, y al desaparecer aquellas de su pensamiento, tuvo porcierto una vida larga y buena.

    Vinieron entonces al anochecer, y encontraron a Juan planeando,pacfico y solitario en su querido cielo. Las dos gaviotas queaparecieron junto a sus alas eran puras como luz de estrellas, y suresplandor era suave y amistoso en el alto cielo nocturno. Pero lo mshermoso de todo era la habilidad con la que volaban; los extremos desus alas avanzando a un preciso y constante centmetro de las suyas.

    Sin decir palabra, Juan les puso a prueba, prueba que ninguna gaviotahaba superado jams. Torci sus alas, y redujo su velocidad a un slokilmetro por hora, casi parndose. Aquellas dos radiantes avesredujeron tambien la suya, en formacin cerrada. Saban lo que eravolar lento.

    Dobl sus alas, gir y cay en picado a doscientos kilmetros porhora. Se dejaron caer con l, precipitndose hacia abajo en formacinimpecable.

    Por fin, Juan vol con igual velocidad hacia arriba en un giro lento yvertical. Giraron con l, sonriendo.

    Recuper el vuelo horizontal y se qued callado un tiempo antes dedecir:-Muy bien. Quines sois?

    -Somos de tu Bandada, Juan. Somos tus hermanos.

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    -Las palabras fueron firmes y serenas-. Hemos venido a llevarte msarriba, a llevarte a casa.

    -Casa no tengo! Bandada tampoco tengo. Soy un Exilado. Y ahoravolamos a la vanguardia del Viento de la Gran Montana. Unos cientosde metros ms, y no podr levantar ms este viejo cuerpo.

    -S que puedes, Juan. Porque has aprendido. Una etapa ha terminado,y ha llegado la hora de que empiece otra.

    Tal como le haba iluminado toda su vida, tambin ahora elentendimiento ilumin ese instante de la existencia de Juan Gaviota.Tenan razn. El era capaz de volar ms alto, y ya era hora de irse acasa.

    Ech una larga y ltima mirada al cielo, a esa magnfica tierra de platadonde tanto haba aprendido.

    -Estoy listo -dijo al fin.

    Y Juan Salvador Gaviota se elev con las dos radiantes gaviotas paradesaparecer en un perfecto y oscuro cielo

    SEGUNDA PARTE

    Capitulo V

    De modo que esto es el cielo, pens, y tuvo que sonrerse. No eramuy respetuoso analizar el cielo justo en el momento en que uno esta punto de entrar en l. Al venir de la Tierra por encima de las nubes yen formacin cerrada con las dos resplandecientes gaviotas, vi quesu propio cuerpo se haca tan resplandeciente como el de ellas.

    En verdad, all estaba el mismo y joven Juan Gaviota, el que siemprehaba existido detrs de sus ojos dorados, pero la forma exterior haba

    cambiado.

    Su cuerpo senta como gaviota, pero ya volaba mucho mejor que conel antiguo. Vaya, pero si con la mitad del esfuerzo, pens, obtengo eldoble de velocidad, el doble de rendimiento que en mis mejores diasen la Tierra!

    Brillaban sus plumas, ahora de un blanco resplandeciente, y sus alaseran lisas y perfectas como lminas de plata pulida. Empez, gozoso,a familiarizarse con ellas, a imprimir potencia en estas nuevas alas.

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    A trescientos cincuenta kilmetros por hora le pareci que estabalogrando su mxima velocidad en vuelo horizontal. A cuatrocientosdiez pens que estaba volando al tope de su capacidad, y se sintiligeramente desilusionado. Haba un lmite a lo que poda hacer consu nuevo cuerpo, y aunque iba mucho ms rpido que en su antiguamarca de vuelo horizontal, era sin embargo un lmite que le costaramucho esfuerzo mejorar. En el cielo, pens, no debera haberlimitaciones.

    De pronto se separaron las nubes y sus compaeros gritaron:

    -Feliz aterrizaje, Juan -y desaparecieron sin dejar rastro.

    Volaba encima de un mar, hacia un mellado litoral. Una que otra

    gaviota se afanaba en los remolinos entre los acantilados. Lejos, haciael Norte, en el horizonte mismo, volaban unas cuantas mas. Nuevoshorizontes, nuevos pensamientos, nuevas preguntas. Por qu tanpocas gaviotas? El paraso debera estar lleno de gaviotas! Y porqu estoy tan cansado de pronto? Era de suponer que las gaviotas enel cielo no deberan cansarse, ni dormir.

    Dnde haba odo eso? El recuerdo de su vida en la Tierra se leestaba haciendo borroso. La Tierra haba sido un lugar donde habaaprendido mucho, por supuesto, pero los detalles se le hacan ya

    nebulosos; recordaba algo de la lucha por la comida, y de haber sidoun Exilado.

    La docena de gaviotas que estaba cerca de la playa vino a saludarlesin que ni una dijera una palabra.

    Slo sinti que se le daba la bienvenida y que esta era su casa. Habasido un gran da para l, un da cuyo amanecer ya no recordaba.

    Gir para aterrizar en la playa, batiendo sus alas hasta pararse un

    instante en el aire, y luego descendi ligeramente sobre la arena. Lasotras gaviotas aterrizaron tambien, pero ninguna movi ni una pluma.Volaron contra el viento, extendidas sus brillantes alas, y luego, sinque supiera l cmo, cambiaron la curvatura de sus plumas hastadetenerse en el mismo instante en que sus pies tocaron tierra. Habasido una hermosa muestra de control, pero Juan estaba ahorademasiado cansado para intentarlo. De pie, all en la playa, sin quean se hubiera pronunciado ni una sola palabra, se durmi.

    Durante los proximos das vi Juan que haba aqu tanto que aprendersobre el vuelo como en la vida que haba dejado. Pero con una

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    diferencia. Aqui haba gaviotas que pensaban como l. Ya que paracada una de ellas lo ms importante de sus vidas era alcanzar ypalpar la perfeccin de lo que ms amaban hacer: volar. Eran pjarosmagnficos, todos ellos, y pasaban hora tras hora cada daejercitndose en volar, ensayando aeronutica avanzada.

    Durante largo tiempo Juan se olvid del mundo de donde habavenido, ese lugar donde la Bandada viva con los ojos bien cerrados algozo de volar, empleando sus alas como medios para encontrar yluchar por la comida. Pero de cuando en cuando, slo por unmomento, lo recordaba.

    Se acord de ello una maana cuando estaba con su instructormientras descansaba en la playa despus de una sesin de toneles

    con ala plegada.

    -Dnde estn los dems, Rafael? -pregunt en silencio, ya bienacostumbrado a la cmoda telepata que estas gaviotas empleaban enlugar de graznidos y trinos-. Por qu no hay ms de nosotros aqu?De donde vengo haba...

    -... miles y miles de gaviotas. Lo s. -Rafael movi su cabezaafirmativamente-. La nica respuesta que puedo dar, Juan, es que teres una gaviota en un milln. La mayora de nosotros progresamos

    con mucha lentitud. Pasamos de un mundo a otro casi exactamenteigual, olvidando en seguida de donde habamos venido, sinpreocuparnos hacia donde bamos, viviendo solo el momentopresente. Tienes idea de cuntas vidas debimos cruzar antes de quelogrramos la primera idea de que hay mas en la vida que comer,luchar o alcanzar poder en la Bandada? Mil vidas, Juan, diez mil! Yluego cien vidas ms hasta que empezamos a aprender que hay algollamado perfeccin, y otras cien para comprender que la meta de lavida es encontrar esa perfeccin y reflejarla. La misma norma seaplica ahora a nosotros, por supuesto: elegimos nuestro mundovenidero mediante lo que hemos aprendido de ste. No aprendasnada, y el prximo ser igual que ste, con las mismas limitaciones ypesos de plomo que superar.

    Extendi sus alas y volvi su cara al viento.

    -Pero t, Juan -dijo-, aprendiste tanto de una vez que no has tenidoque pasar por mil vidas para llegar a esta.

    En un momento estaban otra vez en el aire, practicando. Era difcilmantener la formacin cuando giraban para volar en posicin

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    invertida, puesto que entonces Juan tena que ordenar inversamentesu pensamiento, cambiando la curvatura, y cambindola en exactaarmona con la de su instructor.

    -Intentemos de nuevo -deca Rafael una y otra vez-: Intentemos denuevo. -Y por fin-: Bien. -Y entonces empezaron a practicar los rizosexteriores.

    Una noche, las gaviotas que no estaban practicando vuelos nocturnosse quedaron de pie sobre la arena, pensando. Juan ech mano detodo su coraje y se acerc a la Gaviota Mayor, de quien, se deca, ibapronto a trasladarse ms all de este mundo.

    -Chiang... -dijo, un poco nervioso.

    La vieja gaviota le mir tiernamente.

    -Si, hijo mo?

    En lugar de perder la fuerza con la edad, el Mayor la habaaumentado; poda volar ms y mejor que cualquier gaviota de laBandada, y haba aprendido habilidades que las otras sloempezaban a conocer.

    -Chiang, este mundo no es el verdadero cielo, verdad?

    El Mayor sonri a la luz de la Luna.

    -Veo que sigues aprendiendo, Juan -dijo.

    -Bueno, qu pasar ahora? A dnde iremos? Es que no hay unlugar que sea como el cielo?

    -No, Juan, no hay tal lugar. El cielo no es un lugar, ni un tiempo. El

    cielo consiste en ser perfecto. -Se qued callado un momento-. Eresmuy rpido para volar, verdad?

    -Me... me encanta la velocidad -dijo Juan, sorprendido, pero orgullosode que el Mayor se hubiese dado cuenta.

    -Empezars a palpar el cielo, Juan, en el momento en que palpes laperfecta velocidad. Y esto no es volar a mil kilmetros por hora, ni a unmilln, ni a la velocidad de la luz. Porque cualquier nmero es ya unlmite, y la perfeccin no tiene lmites. La perfecta velocidad, hijo mo,

    es estar alli.

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    Sin aviso, y en un abrir y cerrar de ojos, Chiang desapareci yapareci al borde del agua, veinte metros ms all. Entoncesdesapareci de nuevo y volvi en una milsima de segundo, junto alhombro de Juan.

    -Es bastante divertido -dijo.

    SEGUNDA PARTECapitulo VI

    Juan estaba maravillado. Se olvid de preguntar por el cielo.

    -Cmo lo haces? Qu se siente al hacerlo? A qu distancia

    puedes llegar?

    -Puedes ir al lugar y al tiempo que desees -dijo el Mayor-. Yo he idodonde y cuando he querido. -Mir hacia el mar-. Es extrao. Lasgaviotas que desprecian la perfeccin por el gusto de viajar, no llegana ninguna parte, y lo hacen lentamente. Las que se olvidan de viajarpor alcanzar la perfeccin, llegan a todas partes, y al instante.

    Recuerda, Juan, el cielo no es un lugar ni un tiempo, porque el lugar yel tiempo poco significan. El cielo es...

    -Me puedes ensear a volar asi? -Juan Gaviota temblaba ante laconquista de otro desafo.

    -Por supuesto, si es que quieres aprender.

    -Quiero. Cundo podemos empezar?

    -Podramos empezar ahora, si lo deseas.

    -Quiero aprender a volar de esa manera -dijo Juan, y una luz extraabrill en sus ojos-. Dime qu hay que hacer.

    Chiang habl con lentitud, observando a la joven gaviota muycuidadosamente.-Para volar tan rpido como el pensamiento y a cualquier sitio queexista -dijo-, debes empezar por saber que ya has llegado...

    El secreto, segn Chiang, consista en que Juan dejase de verse a smismo como prisionero de un cuerpo limitado, con una envergadura

    de ciento cuatro centmetros y un rendimiento susceptible deprogramacin. El secreto era saber que su verdadera naturaleza viva,

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    con la perfeccin de un nmero no escrito, simultneamente encualquier lugar del espacio y del tiempo.

    Juan se dedic a ello con ferocidad, da tras da, desde el amanecerhasta despus de la medianoche. Y a pesar de todo su esfuerzo nologr moverse ni un milmetro del sitio donde se encontraba.

    -Olvdate de la fe! -le deca Chiang una y otra vez-. T no necesitastefe para volar, lo que necesitaste fue comprender lo que era el vuelo.Esto es exactamente lo mismo. Ahora intentalo otra vez...

    As un da, Juan, de pie en la playa, cerrados los ojos, concentrado,como un relmpago comprendi de pronto lo que Chiang le habaestado diciendo.

    -Pero si es verdad! Soy una gaviota perfecta y sin limitaciones! -Y seestremeci de alegra.

    -Bien! -dijo Chiang, y hubo un tono de triunfo en su voz.

    Juan abri sus ojos. Qued solo con el Mayor en una playacompletamente distinta; los rboles llegaban hasta el borde mismo delagua, dos soles gemelos y amarillos giraban en lo alto.

    -Por fin has captado la idea -dijo Chiang-, pero tu control necesita algoms de trabajo...

    Juan se qued pasmado.

    -Dnde estamos?

    En absoluto impresionado por el extrao paraje, el Mayor ignor lapregunta.

    -Es obvio que estamos en un planeta que tiene un cielo verde y unaestrella doble por sol.

    Juan lanz un grito de alegra, el primer sonido que haba pronunciadodesde que dejara la Tierra:

    -RESULTO!

    -Bueno, claro que result, Juan. Siempre resulta cuando se sabe loque se hace. Y ahora, volviendo al tema de tu control...

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    Cuando volvieron, haba anochecido. Las otras gaviotas, miraron aJuan con reverencia en sus ojos dorados, porque le haban vistodesaparecer de donde haba estado plantado por tanto tiempo.

    Aguant sus felicitaciones durante menos de un minuto.

    -Soy nuevo aqui. Acabo de empezar. Soy yo quien debe aprender devosotros.

    -Me pregunto se eso es cierto, Juan -dijo Rafael, de pie cerca de l-.En diez mil aos no he visto una gaviota con menos miedo deaprender que t.

    La Bandada se qued en silencio, y Juan hizo un gesto de turbacin.

    -Si quieres, podemos empezar a trabajar con el tiempo -dijo Chiang-,hasta que logres volar por el pasado y el futuro. Y entonces, estarspreparado para empezar lo ms difcil, lo ms colosal, lo ms divertidode todo. Estars preparado para subir y comprender el significado dela bondad y el amor.

    Pas un mes, o algo que pareci un mes, y Juan aprenda contremenda rapidez. Siempre haba sido veloz para aprender lo que laexperiencia normal tena para ensearle, y ahora, como alumno

    especial del Mayor en Persona, asimil las nuevas ideas como sihubiera sido una supercomputadora de plumas.

    Pero al fin lleg el da en que Chiang desapareci. Haba estadohablando calladamente con todos ellos, exhortndoles a que nuncadejaran de aprender y de practicar y de esforzarse por comprenderms acerca del perfecto e invisible principio de toda vida. Entonces,mientras hablaba, sus plumas se hicieron ms y ms resplandecienteshasta que al fin brillaron de tal manera que ninguna gaviota pudomirarle.

    -Juan -dijo, y estas fueron las ltimas palabras que pronunci-, siguetrabajando en el amor.

    Cuando pudieron ver otra vez, Chiang haba desaparecido.

    SEGUNDA PARTE

    Capitulo VII

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    Con el pasar de los das, Juan se sorprendi pensando una y otra vezen la Tierra de la que haba venido. Si hubiese sabido all una dcima,una centsima parte de lo que ahora saba, cuanto ms significadohabra tenido entonces la vida! Quedose all en la arena y empez apreguntarse si habra una gaviota all abajo que estuvieseesforzndose por romper sus limitaciones, por entender el significadodel vuelo ms all de una manera de trasladarse para conseguiralgunas migajas cadas de un bote.

    Quizs hasta hubiera un Exilado por haber dicho la verdad ante laBandada. Y mientras ms practicaba Juan sus lecciones de bondad,mientras ms trabajaba para conocer la naturaleza del amor, msdeseaba volver a la Tierra. Porque, a pesar de su pasado solitario,Juan Gaviota haba nacido para ser instructor, y su manera de

    demostrar el amor era compartir algo de la verdad que haba visto, conalguna gaviota que estuviese pidiendo slo una oportunidad de ver laverdad por s misma.

    Rafael, adepto ahora a los vuelos a la velocidad del pensamiento y aayudar a que los otros aprendieran, dudaba.

    -Juan, fuiste Exilado una vez. Por qu piensas ahora que algunagaviota de tu pasado va a escucharte? Ya sabes el refrn, y esverdad: Gaviota que ve lejos, vuela alto. Esas gaviotas de donde has

    venido se lo pasan en la tierra, graznando y luchando entre ellas.Estn a mil kilmetros del cielo. Y t dices que quieres mostrarles elcielo desde donde estn paradas! Juan, ni siquiera pueden ver losextremos de sus propias alas! Qudate aqu. Ayuda a las gaviotasnovicias de aqui, que estn bastante avanzadas como paracomprender lo que tienes que decirles.

    Se qued callado un momento, y luego dijo:

    -Qu habra pasado si Chiang hubiese vuelto a sus antiguos

    mundos? Dnde estaras t ahora?

    El ltimo punto era el decisivo, y Rafael tena razn. Gaviota que velejos, vuelta alto.

    Juan se qued y trabaj con los novicios que iban llegando, todos muylistos y rpidos en sus deberes. Pero volvile el viejo recuerdo, y nopoda dejar de pensar en que a lo mejor haba una o dos gaviotas allen la Tierra que tambin podran aprender. Cunto ms habra sabidoahora si Chiang le hubiese ayudado cuando era un Exilado!

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    -Rafa, tengo que volver -dijo por fin-. Tus alumnos van bien. Te podrnincluso ayudar con los nuevos.

    Rafael suspir, pero prefiri no discutir. -Creo que te echar demenos, Juan -fue todo lo que le dijo.

    -Rafa, qu vergenza! -dijo Juan reprochndole-. No seas necio!Qu intentamos practicar todos los das? Si nuestra amistaddepende de cosas como el espacio y el tiempo, entonces, cuando porfin superemos el espacio y el tiempo, habremos destruido nuestrapropia hermandad! Pero supera el espacio, y nos quedar slo un

    Aqui. Supera el tiempo, y nos quedar slo un Ahora. Y entre el Aqui yel Ahora, no crees que podremos volver a vernos un par de veces?

    Rafael Gaviota tuvo que soltar una carcajada.

    -Ests hecho un pjaro loco -dijo tiernamente-. Si hay alguien quepueda mostrarle a uno en la Tierra cmo ver a mil millas de distancia,se ser Juan Salvador Gaviota. -Quedse mirando la arena-: Adis,Juan, amigo mo.

    -Adis, Rafa. Nos volveremos a ver.

    Y con esto, Juan evoc en su pensamiento la imagen de las grandes

    bandadas de gaviotas en la orilla de otros tiempos, y supo, conexperimentada facilidad, que ya no era slo hueso y plumas, sino unaperfecta idea de libertad y vuelo, sin limitacin alguna.

    Pedro Pablo Gaviota era an bastante joven, pero ya saba que nohaba pjaro peor tratado por una Bandada, o con tanta injusticia.

    -Me da lo mismo lo que digan -pens furioso, y su vista se nublmientras volaba hacia los Lejanos Acantilados-. Volar es tanto msimportante que un simple aletear de aqui para alla! Eso lo puede

    hacer hasta un... hasta un mosquito! Slo un pequeo viraje en tonelalrededor de la Gaviota Mayor, nada ms que por diversin, y ya soyun Exilado! Son ciegos acaso? Es que no pueden ver? Es que nopueden imaginar la gloria que alcanzaran si realmente aprendiramosa volar?Me da lo mismo lo que piensen. Yo les mostrar lo que es volar! Noser ms que un puro Bandido, si eso es lo que quieren. Pero harque se arrepientan...

    La voz surgi dentro de su cabeza, y aunque era muy suave, le asusttanto que se equivoc y dio una voltereta en el aire.

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    -No seas tan duro con ellos, Pedro Gaviota. Al expulsarte, las otrasgaviotas solamente se han hecho dao a s mismas, y un da se darncuenta de ello; y un da vern lo que t ves. Perdnales y aydales acomprender.

    A un centmetro del extremo de su ala derecha volaba la gaviota msresplandeciente de todo el mundo, planeando sin esfuerzo alguno, sinmover una pluma, a casi la mxima velocidad de Pedro.El caos rein por un momento dentro del joven pjaro.

    -Qu est pasando? Estoy loco? Estoy muerto? Qu es esto?

    Baja y tranquila continu la voz dentro de su pensamiento, exigiendouna contestacin:

    -Pedro Pablo Gaviota, quieres volar?

    -SI, QUIERO VOLAR!

    -Pedro Pablo Gaviota, tanto quieres volar que perdonars a laBandada, y aprenders, y volvers a ella un da y trabajars paraayudarles a comprender?

    No haba manera de mentirle a este magnfico y hbil ser, por

    orgulloso o herido que Pedro Pablo Gaviota se sintiera.

    -S, quiero -dijo suavemente.

    -Entonces, Pedro -le dijo aquella criatura resplandeciente, y la voz fuemuy tierna-, empecemos con el Vuelo Horizontal...

    TERCERA PARTECapitulo VIII

    Juan giraba lentamente sobre los lejanos acantilados; observaba. Esterudo y joven Pedro Gaviota era un alumno de vuelo casi perfecto. Erafuerte, y ligero, y rpido en el aire, pero mucho ms importante, tenaun devastador deseo de aprender a volar!

    Aqu vena ahora, una forma borrosa y gris que sala de su picado conun rugido, pasando como un blido a su instructor, a doscientos veintekilmetros por hora. Abruptamente se meti en otra pirueta con unbalance de diecisis puntos, vertical y lento, contando los puntos en

    voz alta.

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    ...ocho... nueve... diez... ves-Juan-se-me-est-terminando-la-velocidad-del-aire... once... Quiero-paradas-perfectas-y-agudas-como-las-tuyas... doce...... pero-caramba!-no-puedo-llegar... trece... a-estos-ltimos- puntos... sin... catorce... aaakk...!

    La torsin de la cola le sali a Pedro mucho peor a causa de su ira yfuria al fracasar. Se fue de espaldas, dio la vuelta, se cerrsalvajemente en una barrena invertida, y por fin se recuper,

    jadeando, a treinta metros bajo el nivel en que se hallaba su instructor.

    -Pierdes tu tiempo conmigo, Juan! Soy demasiado tonto! Soydemasiado estpido! Intento e intento, pero nunca lo lograr!

    Juan Gaviota lo mir desde arriba y asinti.

    -Seguro que nunca lo conseguirs mientras hagas eseencabritamiento tan brusco. Pedro, has perdido sesenta kilmetrospor hora en la entrada! Tienes que ser suave! Firme, pero suave, teacuerdas?

    Baj al nivel de la joven gaviota.

    -Intentmoslo juntos ahora, en formacin. Y concntrate en eseencabritamiento. Es una entrada suave, fcil.

    Al cabo de tres meses, Juan tena otros seis aprendices, todosExilados, pero curiosos por esta nueva visin del vuelo por el purogozo de volar.

    Sin embargo, les resultaba ms fcil dedicarse al logro de altosrendimientos que a comprender la razn oculta de ello.

    -Cada uno de nosotros es en verdad una idea de la Gran Gaviota, unaidea ilimitada de la libertad -dira Juan por las tardes, en la playa -, y el

    vuelo de alta precisin es un paso hacia la expresin de nuestraverdadera naturaleza. Tenemos que rechazar todo lo que nos limite.Esta es la causa de todas estas prcticas a alta y baja velocidad, deestas acrobacias...

    ... y sus alumnos se dormiran, rendidos despus de un da de volar.Les gustaba practicar porque era rpido y excitante y les satisfacaesa hambre por aprender que creca con cada leccin. Pero ni uno deellos, ni siquiera Pedro Pablo Gaviota, haba llegado a creer que elvuelo de las ideas poda ser tan real como el vuelo del viento y las

    plumas.

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    -Tu cuerpo entero, de extremo a extremo del ala -dira Juan en otrasocasiones-, no es ms que tu propio pensamiento, en una forma quepuedes ver. Rompe las cadenas de tu pensamiento, y romperstambin las cadenas de tu cuerpo. -Pero dijralo como lo dijera,siempre sonaba como una agradable ficcin, y ellos necesitaban msque nada dormir.

    TERCERA PARTE

    Capitulo IX

    Haba pasado un mes tan slo cuando Juan dijo que haba llegado lahora de volver a la Bandada.

    -No estamos preparados! -dijo Enrique Calvino Gaviota-. Ni seremosbienvenidos! Somos Exilados! No podemos meternos donde noseremos bienvenidos, verdad?

    -Somos libres de ir donde queramos y de ser lo que somos -contestJuan, y se elev de la arena y gir hacia el Este, hacia el pas de laBandada.

    Hubo una breve angustia entre sus alumnos, puesto que es Ley de laBandada que un Exilado nunca retorne, y no se haba violado la Ley ni

    una sola vez en diez mil aos. La Ley deca qudate, Juan decapartid; y ya volaba a un kilmetro mar adentro. Si seguan allesperando, l encarara por si solo a la hostil Bandada.

    -Bueno, no tenemos por qu obedecer la Ley si no formamos parte dela Bandada, verdad? -dijo Pedro, algo turbado-. Adems, si hay unapelea, es all donde se nos necesita.

    Y as ocurri que, aquella maana, aparecieron desde el Oeste ochode ellos en formacin de doble-diamante, casi tocndose los extremosde las alas. Sobrevolaron la Playa del Consejo de la Bandada adoscientos cinco kilmetros por hora, Juan a la cabeza, Pedro volandocon suavidad a su ala derecha, Enrique Calvino luchandovalientemente a su izquierda. Entonces la formacin entera girlentamente hacia la derecha, como si fuese un solo pjaro... dehorizontal... a... invertido... a... horizontal, con el viento rugiendo sobresus cuerpos.

    Los graznidos y trinos de la cotidiana vida de la Bandada se cortaron

    como si la formacin hubiese sido un gigantesco cuchillo, y ocho milojos de gaviota les observaron, sin un solo parpadeo. Uno tras otro,

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    cada uno de los ocho pjaros ascendi agudamente hasta completarun rizo y luego realiz un amplio giro que termin en un estticoaterrizaje sobre la arena. Entonces, como si este tipo de cosasocurriera todos los das, Juan Gaviota dio comienzo a su crtica devuelo.

    -Para comenzar -dijo, con un sonrisa seca-, llegasteis todos un pocotarde al momento de juntaros...

    Cay como un relmpago en la Bandada. Esos pjaros son Exilados!Y han vuelto! Y eso... eso no puede ser!

    Las predicciones de Pedro acerca de un combate se desvanecieronante la confusin de la Bandada.

    -Bueno, de acuerdo: son Exilados -dijeron algunos de los jvenes-,pero, oye, dnde aprendieron a volar asi?

    Pas casi una hora antes de que la Palabra del Mayor logrararepartirse por la Bandada: Ignoradlos. Quien hable a un Exilado sertambin un Exilado. Quien mire a un Exilado viola la Ley de laBandada.

    Espaldas y espaldas de grises plumas rodearon desde ese momento a

    Juan, quien no dio muestras de darse por aludido. Organiz sussesiones de prcticas exactamente encima de la Playa del Consejo, y,por primera vez, forz a sus alumnos hasta el lmite de sushabilidades.

    -Martn Gaviota -grit en pleno vuelo-, dices conocer el vuelo lento!Prubalo primero y alardea despus! VUELA!

    Y de esta manera, nuestro callado y pequeo Martn Alonso Gaviota,paralizado al verse el blanco de los disparos de su instructor, se

    sorpendi a s mismo al convertirse en un mago del vuelo lento. En lams ligera brisa, lleg a curvar sus plumas hasta elevarse sin el menoraleteo, desde la arena hasta las nubes y abajo otra vez.

    Lo mismo le ocurri a Carlos Rolando Gaviota, quien vol sobre elGran Viento de la Montana a ocho mil doscientos metros de altura yvolvi, maravillado y feliz y azul de fro, y decidido a llegar an msalto al otro da.

    Pedro Gaviota, que amaba como nadie las acrobacias, logr superar

    su caida "en hoja muerta", de diecisis puntos, y al da siguiente, con

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    sus plumas refulgentes de soleada blancura, lleg a su culminacinejecutando un tonel triple que fue observado por ms de un ojo furtivo.

    A toda hora Juan estaba all junto a sus alumnos, enseando,sugiriendo, presionando, guiando. Vol con ellos contra noche y nubey tormenta, por el puro gozo de volar, mientras la Bandada seapelotonaba miserablemente en tierra.

    Terminado el vuelo, los alumnos descansaban en la playa y llegado elmomento escuchaban de cerca a Juan. Tena l ciertas ideas locasque no llegaban a entender, pero tambin las tena buenas ycomprensibles.

    Poco a poco, por la noche, se form otro crculo alrededor de los

    alumnos; un crculo de curiosos que escuchaban all, en la oscuridad,hora tras hora, sin deseo de ver ni de ser vistos, y que desaparecanantes del amanecer.

    TERCERA PARTECapitulo X

    Un mes despus del Retorno, la primera gaviota de la Bandada cruzla lnea y pidi que se le enseara a volar. Al preguntar, Terrence

    Lowell Gaviota se convirti en un pjaro condenado, marcado comoExiliado y como el octavo alumno de Juan.

    La noche siguiente vino de la Bandada Esteban Lorenzo Gaviota,vacilante por la arena, arrastrando su ala izquierda hasta desplomarsea los pies de Juan.

    -Aydame -dijo apenas, hablando como los que van a morir-. Ms quenada en el mundo, quiero volar..

    -Ven entonces -dijo Juan-. Subamos, dejemos atras la tierra yempecemos.

    -No me entiendes. Mi ala. No puedo mover mi ala.

    -Esteban Gaviota, tienes la libertad de ser t mismo, tu verdadero ser,aqu y ahora, y no hay nada que te lo pueda impedir. Es la Ley de laGran Gaviota, la Ley que Es.

    -Ests diciendo que puedo volar?

    -Digo que eres libre.

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    Y sin ms, Esteban Lorenzo Gaviota extendi sus alas, sin el menoresfuerzo, y se alz hacia la oscura noche. Su grito, al tope de susfuerzas y desde doscientos metros de altura, sac a la Bandada de susueo:

    -Puedo volar! Escuchen! PUEDO VOLAR!

    Al amanecer haba cerca de mil pjaros en torno al crculo dealumnos, mirando con curiosidad a Esteban. No les importaba si erano no vistos, y escuchaban, tratando de comprender a Juan Gaviota.Habl de cosas muy sencillas: que est bien que una gaviota vuele;que la libertad es la misma escencia de su ser; que todo aquello que leimpida esa libertad debe ser eliminado, fuera ritual o supersticin olimitacin en cualquier forma.

    -Eliminado -dijo una voz en la multitud-, aunque sea Ley de laBandada?

    -La nica Ley verdadera es aquella que conduce a la libertad -dijoJuan-. No hay otra.

    -Cmo quieres que volemos como vuelas t? -intervino otra voz-. Teres especial y dotado y divino, superior a cualquier pjaro.

    -Mirad a Pedro, a Terrence, a Carlos Rolando, a Maria Antonio! Sontambin ellos especiales y dotados y divinos? No ms que vosotros,no ms que yo. La nica diferencia, realmente la nica, es que elloshan empezado a comprender lo que de verdad son y han empezado aponerlo en prctica.

    Sus alumnos, salvo Pedro, se revolvan intranquilos. No se habandado cuenta de que era eso lo que haban estado haciendo.

    Da a da aumentaba la muchedumbre que vena a preguntar, a

    idolatrar, a despreciar.

    -Dicen en la Bandada que si no eres el Hijo de la misma Gran Gaviota-le cont Pedro a Juan, una maana despus de las prcticas deVelocidad Avanzada-, entonces lo que ocurre contigo es que ests milaos por delante de tu tiempo.

    Juan suspir. Este es el precio de ser mal comprendido, pens. Tellaman diablo o te llaman dios.

    -Qu piensas t, Pedro? Nos hemos anticipado a nuestro tiempo?

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    Un largo silencio.

    -Bueno, esta manera de volar siempre ha estado al alcance de quienquisiera aprender a descubrirla; y esto nada tiene que ver con eltiempo. A lo mejor nos hemos anticipado a la moda; a la manera devolar de la mayora de las gaviotas.

    -Eso ya es algo -dijo Juan, girando para planear invertidamente por unrato-. Eso es algo mejor que aquello de anticiparnos a nuestro tiempo.

    Ocurri justo una semana ms tarde. Pedro se hallaba explicando losprincipios del vuelo a alta velocidad a una clase de nuevos alumnos.

    Acababa de salir de su picado desde cuatro mil metros -una verdaderaestela gris disparada a pocos centmetros de la playa-, cuando un

    pajarito en su primer vuelo plane justamente en su camino, llamandoa su madre. En una dcima de segundo, y para evitar al joven, PedroPablo Gaviota gir violentamente a la izquierda, y a mas detrescientos kilmetros por hora fue a estrellarse contra una roca deslido granito.

    Fue para l como si la roca hubiese sido una dura y gigantesca puertahacia otros mundos. Una avalancha de miedo y de espanto y detinieblas se le ech encima junto con el golpe, y luego se sinti flotaren un cielo extrao, extrao, olvidando, recordando, olvidando;

    temeroso y triste y arrepentido; terriblemente arrepentido.

    La voz le lleg como en aquel primer da en que haba conocido aJuan Salvador Gaviota.

    -El problema, Pedro, consiste en que debemos intentar la superacinde nuestras limitaciones en orden, y con paciencia. No intentamoscruzar a travs de rocas hasta algo ms tarde en el programa.

    -Juan!

    -Tambin conocido como el Hijo de la Gran Gaviota -dijo su instructor,secamente.

    -Qu haces aqu? Esa roca! No he... no me haba... muerto?

    -Bueno, Pedro, ya est bien. Piensa. Si me ests viendo ahora, esobvio que no has muerto, verdad? Lo que s lograste hacer fuecambiar tu nivel de conciencia de manera algo brusca. Ahora te tocaescoger. Puedes quedarte aqu y aprender en este nivel -que para que

    te enteres, es bastante ms alto que el que dejaste-, o puedes volver yseguir trabajando con la Bandada. Los Mayores estaban deseando

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    que ocurriera algn desastre y se han sorprendido de lo bien que leshas complacido.

    -Por supuesto que quiero volver a la Bandada. Estoy apenasempezando con el nuevo grupo!

    -Muy bien, Pedro. Te acuerdas de lo que decamos acerca de que elcuerpo de uno no es ms que el pensamiento puro...?

    TERCERA PARTECapitulo XI

    Pedro sacudi la cabeza, extendi sus alas, abri sus ojos, y se hall

    al pie de la roca y en el centro de toda la Bandada all reunida. De lamultitud surgi un gran clamor de graznidos y chillidos cuando empeza moverse.-Vive! El que haba muerto, vive!-Le toc con un extremo del ala! Lo resucit! El Hijo de la GranGaviota!-No! El lo niega! Es un diablo! DIABLO! Ha venido a aniquilar a la

    Bandada!Haba cuatro mil gaviotas en la multitud, asustadas por lo que habasucedido, y el grito de DIABLO! cruz entre ellas como viento en unatempestad ocenica. Brillantes los ojos, aguzados los picos,avanzaron para destruir.-Pedro, te parecer mejor si nos marchsemos? -pregunt Juan.-Bueno, yo no pondra inconvenientes si...

    Al instante se hallaron a un kilmetro de distancia, y losrelampagueantes picos de la turba se cerraron en el vaco.-Por qu ser -se pregunt Juan perplejo- que no hay nada msdifcil en el mundo que convencer a un pjaro de que es libre, y de quelo puede probar por s mismo si slo se pasara un rato practicando?Por qu ser tan dificil?Pedro an parpadeaba por el cambio de escenario.-Qu hiciste ahora? Cmo llegamos hasta aqu?

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    -Dijiste que queras alejarte de la turba, no?-Si! pero, cmo has...?-Como todo, Pedro. Prctica.

    A la maana siguiente, la Bandada haba olvidado su demencia, perono Pedro.-Juan, te acuerdas de lo que dijiste hace mucho tiempo acerca deamar lo suficiente a la Bandada como para volver a ella y ayudarla aaprender?-Claro.-No comprendo cmo te las arreglas para amar a una turba de pjarosque acaba de intentar matarte.-Vamos, Pedro, no es eso lo que t amas! Por cierto que no se debeamar el odio y el mal. Tienes que practicar y llegar a ver a laverdadera gaviota, ver el bien que hay en cada una, y ayudarlas a quelo vean en s mismas. Eso es lo que quiero decir por amar. Esdivertido, cuando le aprendes el truco.

    -Recuerdo, por ejemplo, a cierto orgulloso pjaro, un tal Pedro PabloGaviota. Exilado reciente, listo para luchar hasta la muerte contra laBandada, empezaba ya a construirse su propio y amargo infierno enlos Lejanos Acantilados. Sin embargo, aqu lo tenemos ahora,construyendo su propio cielo, y guiando a toda la Bandada en lamisma direccin.Pedro se volvi hacia su instructor, y por un momento surgi miedo ensus ojos.-Yo guiando? Qu quieres decir: yo guiando? T eres el instructoraqui. T no puedes marcharte!-Ah, no? No piensas que hay acaso otras Bandadas, otros Pedros,que necesitan ms a un instructor que sta, que ya va camino de laluz?-Yo? Juan, soy una simple gaviota, y t eres..-...el nico Hijo de la Gran Gaviota, supongo? -Juan suspir y mir

    hacia el mar-. Ya no me necesitas. Lo que necesitas es seguirencontrndote a t mismo, un poco ms cada da; a ese verdadero e

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    ilimitado Pedro Gaviota. El es tu instructor. Tienes que comprenderle,y ponerlo en prctica.Un momento mas tarde el cuerpo de Juan trepid en el aire,resplandeciente, y empez a hacerse transparente.-No dejes que se corran rumores tontos sobre m, o que me hagan undios. De acuerdo, Pedro? Soy gaviota. Y quiz me encante volar...-JUAN!-Pobre Pedro. No creas lo que tus ojos te dicen. Slo muestranlimitaciones. Mira con tu entendimiento, descubre lo que ya sabes, yhallars la manera de volar.El resplandor se apag. Y Juan Gaviota se desvaneci en el aire.TERCERA PARTE

    Capitulo XII

    Despus de un tiempo, Pedro Gaviota se oblig a remontar el espacioy se enfrent con un nuevo grupo de estudiantes, ansiosos deempezar su primera leccin.-Para comenzar -dijo pesadamente-, tenis que comprender que unagaviota es una idea ilimitada de la libertad, una imagen de la GranGaviota, y todo vuestro cuerpo, de extremo a extremo del ala, no esms que vuestro propio pensamiento.Los jvenes lo miraron con extraeza. Vaya, hombre!, pensaron, esono suena a una norma para hacer un rizo...Pedro suspir y empez otra vez:

    -Hum... ah... muy bien -dijo, y les mir crticamente-. Empecemos conel vuelo horizontal. -Y al decirlo, comprendi de pronto que, en verdad,su amigo no haba sido ms divino que el mismo Pedro.No hay lmites, Juan? pens. Bueno, llegar entonces el da en queme aparecer en tu playa, y te ensear un par de cosas acerca delvuelo!Y aunque intent parecer adecuadamente severo ante sus alumnos,Pedro Gaviota les vio de pronto tal y como eran realmente, slo por un

    momento, y ms que gustarle, am aquello que vio. No hay lmites,

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    Juan?, pens, y sonri. Su carrera hacia el aprendizaje habaempezado...