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JOSÉ MARÍA MANRIQUE Biblioteca Virtual de Dramaturgia Venezolana Tintateatro 0 EL BAUTIZO DE UN MUÑECO (COMEDIA INFANTIL EN UN ACTO) 1892

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Comedia infantil en un acto

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JOSÉ MARÍA MANRIQUE Biblioteca Virtual de Dramaturgia Venezolana Tintateatro

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EL BAUTIZO

DE UN

MUÑECO (COMEDIA INFANTIL EN UN ACTO)

1892

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DOS PALABRAS

El escritor que, arrastrado por el amor al arte acomete en Venezuela la más ardua de las tareas literarias, como lo es quizás, escribir una obra dramática, debe decidirse a publicarla o a echarla al olvido, pues ponerla en escena es, desde luego, empresa harto difícil y casi imposible sostenerla en las tablas por más de tres o cuatro representaciones, lo cual es un resultado que nunca llegará, ni con mucho, a compensar los laboriosos esfuerzos de los artistas que la interpretan, ni los sacrificios del empresario que la monta.

Y no es que todas las obras nacionales sean detestables, sino que, en nuestras ciudades, todas poco populosas, no hay público sino para una o dos representaciones de una misma pieza dramática, de manera que, ni aun las obras maestras, consagradas por el aplauso universal, pueden repetirse en una temporada.

Cosa idéntica acontecería, sin duda, en París y en Londres, si en los teatros de esas grandes ciudades el público fuese siempre el mismo. Allá la obra dramática que alcanza un éxito goza de los favores del público por centenares de representaciones, lo cual asegura al artista, al autor y al empresario honra y provecho. En Venezuela, éxito igual, apenas proporcionaría al autor satisfacción literaria y nada más.

Ya se ve cuánto ha de costar al escritor hallar empresario y artistas que se decidan a llevar a la escena una obra que nada les promete y que les impone verdaderos sacrificios.

He ahí por qué doy a la luz pública las obras dramáticas que se contienen en este librito: he ahí por qué en otras ocasiones he publicado dramas antes de ponerlos en escena. Al hacerlo así, no me mueve pretensión de ningún género, ni me halaga esperanza alguna, como no sea la de que estos pobres ensayos dramáticos contribuyan a labrar los fundamentos del teatro nacional, ya que para los cimientos no se requieren piedras preciosas, ni granítico artísticamente tallado, sino que también son adecuadas piedras toscas, como las que aquí ofrezco.

J. M. Manrique

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PERSONAJES:

CARLOS, niño de 13 años

MARINA, su hermana de 12 años

EMILIA, de 11 años

AMANDA, de 12 años

LUISA, de 12 a 13 años

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ACTO ÚNICO

Jardín en el fondo del cual se ve la entrada a una quinta o casa de campo.

Escena Primera

Luisa y Marina. Ésta vestida con lujo, la primera con pobre traje.

LUISA.-

¿Ya ves, mi querida Marina, que al fin llegamos sin que tus padres se hayan enterado de nada?

MARINA.-

Gracias al cielo y a ti… No sabes cuánto me habría mortificado que ellos hubieran tenido noticia de mi falta de aplicación, y del castigo que me impusieron… Sobre todo hoy, eso me habría hecho muchísimo mal.

LUISA.-

Y ¿por qué hoy más que otro día?

MARINA.-

(Turbada) Porque hoy… es decir… hoy…

LUISA.-

(Interrumpiendo) Veo que fue indiscreta mi pregunta. Vamos, entra, que yo me retiro: mi madre debe estar inquieta, pues es tarde ya.

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MARINA.-

El criado que fue a buscarme al Colegio debió decirle que te irías más tarde conmigo; así se lo encargué cuando tuviste la bondad de tomar mi trabajo para concluir la tarea que la Directora me impuso. ¡Ah! Luisa, ese es favor que nunca te agradeceré bastante.

LUISA.-

Eso no merece la pena recordarle. ¿Había de abandonarte en la desesperación en que te hallabas? Además, el llanto no te dejaba dar una puntada.

MARINA.-

Mi pobre Luisa, mañana tendrás que trabajar el doble en tus labores pues hoy perdiste por mí mucho tiempo.

LUISA.-

Eso no importa. (Ve hacia el fondo) Pero, chica, mira que tienes visitas. Allá veo unas niñitas… Déjame componerte el pelo. (Lo hace) ¡Vaya! Así estás bien pero aún tienes los ojos colorados. Adiós Marina, dile a tu madre que no entro porque la mía estaría impaciente. Pobre madre mía, yo soy su único consuelo.

MARINA.-

Adiós, Luisa, gracias otra vez… ¡No sé cómo corresponder a tus bondades!

LUISA.-

Olvidándolas; no seas tonta. Tú harías lo mismo por mí… Adiós. (Váse)

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Escena II

Marina sola

MARINA.-

Van a conocer que he llorado. ¿Qué excusa daré por mi tardanza? Diré que… peo no… eso no puede ser… ¿Qué inventaré?... Sí, eso es lo mejor: diré que estaba ayudando a Luisa. Sí, es tan natural que… pobre muchacha, ¡cuánto le debo! Si no fuese por ella, pasaría mil humillaciones en el Colegio… ¡Hoy, sobre todo, me habría lucido! ¡Qué vergüenza habría pasado esta noche, al presentarme aquí triste y llorosa, después de haber sido castigada en el Colegio, cuando mis padres han preparado esta fiesta para premiar mi aplicación! ¡Qué lindo habría quedado el bautizo de mi muñeco nuevo!

Escena III

Dicha y Carlos

CARLOS.-

(Entrando) ¡Ya estás aquí! Vengo del Colegio, donde la Directora me dijo que te habías venido con Luisa, nuestra vecinita.

MARINA.-

Sí, ella me acompañó.

CARLOS.-

Mira que te esperan dos amigas. Aguarda, hacia aquí se dirigen.

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MARINA.-

(Viendo hacia el fondo) Son Emilia y Amanda.

CARLOS.-

Dime, Marina, ¿viene a la fiesta Luisa?

MARINA.-

(Sorprendida) ¿Qué dices, Carlos? Luisa, ¿puedes creerlo?

(Entran Emilia y Amanda)

Escena IV

Dichos, Emilia y Amanda.

EMILIA.-

Al fin llegaste, Marina, creíamos que te ibas a quedar en el Colegio…

AMANDA.-

¡Vaya, con tu amor al estudio, chica! Buena es la aplicación, pero hasta donde tú lo llevas, es demasiado.

MARINA.-

Es que tuve que ayudar a la pobre Luisa… Permitid que entre a saludar a mamá; vuelvo al instante. (Vase)

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EMILIA.-

Verdad es que cuando se tienen amigas como Luisa, el Colegio no es del todo desagradable.

AMANDA.-

Ciertamente que Luisa adora a Marina: es de verse cómo la mima, cómo la ayuda, la defiende y la elogia… Parece una madre.

EMILIA.-

Lástima que no pertenezca a una familia distinguida y que sea tan… tan…

CARLOS.-

¿Tan qué, Emilia?

AMANDA.-

Tan vulgar de origen; sin eso, sería una joya.

EMILIA.-

Pues ya lo creo: nadie como ella es tan aplicada, tan inteligente, tan hacendosa, tan dulce y tan buena.

CARLOS.-

Pero, eso basta para hacerla adorable.

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AMANDA.-

En el Colegio lo es.

Escena V

Dichos y Marina

MARINA.-

(Mostrando un muñeco) Aquí presento el niño que vamos a bautizar: me lo regaló mi padrino, como premio por mi aplicación.

EMILIA.-

(Mirándolo) Es lindísimo.

AMANDA.-

¡Precioso! ¿Qué nombre vas a ponerle?

MARINA.-

Rolando… ¿No es bonito ese nombre?

CARLOS.-

Lo mismo que cualquier otro.

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EMILIA.-

Yo le pondría Alfredo o Roberto.

AMANDA.-

A mí me encanta el nombre de Raúl.

MARINA.-

De aquí a la noche escogeremos.

EMILIA.-

¿Tienes muchos convidados?

MARINA.-

Sólo a vosotras he invitado a comer, pero a la noche vendrán nuevos amiguitos y amiguitas.

CARLOS.-

Entre estos, ¿Vendrá Luisa?

MARINA.-

Luisa, ¿estás loco, Carlos?

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EMILIA.-

¡Luisa!

AMANDA.-

Luisa, nuestra condiscípula.

CARLOS.-

Sí, Luisa, tu generosa amiga, Marina.

MARINA.-

Pero, dime, Carlos, ¿cómo te figuraste que yo invitase a Luisa?

CARLOS.-

¿Y por qué no? ¿No es tu amiga?

MARINA.-

En el Colegio sí, pero…

CARLOS.-

¿Pero qué?

EMILIA.-

En sociedad es distinto.

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MARINA.-

¿Cómo traería yo a Luisa a un círculo a que ella no pertenece?

AMANDA.-

Marina tiene razón: eso no sería regular.

CARLOS.-

Su familia es honorable; el padre de Luisa era oficial distinguido que murió cubierto de gloria, según dice el mío.

MARINA.-

Es verdad, pero su pobreza…

CARLOS.-

La enaltece, porque su madre la sobrelleva con dignidad.

MARINA.-

Cierto, pero tú sabes lo que es la sociedad, Luisa, a pesar de todo, es mirada… pues como una buena chica…

CARLOS.-

¿Qué más?

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AMANDA.-

Como una niña buena y virtuosa, pero que no pertenece al círculo de personas distinguidas.

MARINA.-

Eso es.

CARLOS.-

Mira, hermanita, que estás manifestándote como una niña de mal corazón.

EMILIA.-

¿Y qué ha de hacer Marina?

CARLOS.-

Invitar a Luisa.

AMANDA.-

¿Y qué haría aquí esa chica?

MARINA.-

No digas eso, Carlos… En el caso de que yo cometiese tal disparate, dime, ¿qué papel haría en nuestra fiesta, con su pobre vestido, entre tantas niñas que llevarán trajes ricos y elegantes?

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CARLOS.-

En todo caso, tú cumplirías con invitarla.

EMILIA.-

¿Y si aceptase?

AMANDA.-

¿Y si viniese?

MARINA.-

(A Carlos) ¿Cumpliría qué?

CARLOS.-

¿Un deber?

AMANDA.-

¿Deber de qué?

CARLOS.-

Deber de amistad.

MARINA.-

Ella no es mi amiga.

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CARLOS.-

Deber de gratitud.

MARINA.-

¿Qué?

EMILIA.-

Luisa quiere mucho a Marina pero eso de gratitud es demasiado.

CARLOS.-

Marina sabe que no es demasiado.

AMANDA.-

Yo creo que Marina tiene razón.

CARLOS.-

(Se acerca a Marina) Vamos a invitar a Luisa. Marina, vamos en seguida.

MARINA.-

(Lo rechaza) ¿Has perdido el juicio?

CARLOS.-

(Con energía) Vamos a invitar a Luisa.

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MARINA.-

Yo de ningún modo.

CARLOS.-

(Con calor) ¿No vas?

MARINA.-

No.

CARLOS.-

¿No?

MARINA.-

No y mil veces no. Yo no cometo ridiculeces.

CARLOS.-

Pues bien, voy a decir a Emilia y Amanda lo que por ti acaba de hacer en el Colegio, Luisa.

MARINA.-

(Turbada) ¿Por mí qué? Dilo.

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CARLOS.-

La Directora me refirió lo que por ti hizo Luisa.

EMILIA.-

Pero Marina la ayudó.

AMANDA.-

Hasta tan tarde.

MARINA.-

(Despechada) ¡No la invito y no la invito!

CARLOS.-

(A Marina) ¿Tanto así desprecias a la que hace poco, viéndote desesperada, por no poder concluir la tarea que te impusieron, en castigo de tu falta de aplicación, dejó su labor y trabajó en la tuya hasta concluirla? ¿Tanto así desdeñas a quien es para ti toda afecto y abnegación?

EMILIA.-

¿Eso hizo Luisa?

CARLOS.-

Algo más, pues que se quedó en el Colegio para acompañar a Marina, a fin de que el criado no se enterase de nada.

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(Marina impaciente y despechada, hará como si arreglase el vestido del muñeco)

AMANDA.-

Luisa siempre hace lo mismo con Marina.

CARLOS.-

(A Marina) Y bien, hermana…

MARINA.-

Que no la invito, Carlos.

CARLOS.-

Bien, la invitarán nuestros padres, a quienes voy a referir todo lo que ha sucedido. Entre tanto, es necesario que sepas que Luisa no es sólo buena y virtuosa, sino que tampoco es ya pobre. Ahora mismo decía mi padre, que la madre de Luisa había recibido una cuantiosa herencia.

EMILIA.-

¿De veras? ¡Qué dicha para Luisa?

AMANDA.-

Dios premió sus virtudes.

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MARINA.-

Pues yo no la invitaré de ningún modo. (Al decir esto con ademán violento, se le cae y hace pedazos el muñeco, y se echa a llorar) Ya ves, Carlos, tú tienes la culpa. ¡Ah! ¡Mi lindo muñeco! (Llora)

CARLOS.-

Dios te castigó, Marina.

AMANDA.-

¡Qué fatalidad! Sin haberse hecho el bautizo.

EMILIA.-

¡Sin haber comenzado la fiesta!

MARINA.-

Carlos tiene la culpa.

Escena VI

Dichos y Luisa que entra con una muñeca.

LUISA.-

¡Marina! ¿Dónde está Marina? (Saluda) Señoritas, Carlos.

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CARLOS.-

Ahí está llorando.

LUISA.-

Llorando y ¿por qué? (Corre a abrazarla) ¿Qué tienes, Marina? Vamos, di, ¿qué te ha sucedido? ¿Quién te ha hecho mal?... ¿Qué no me respondes? ¿Acaso ya no me quieres como antes? Pero, ¿qué te pasa? ¿Por qué me rechazas así, Marina?

AMANDA.-

Es que se le quebró…

LUISA.-

¿Qué?

EMILIA.-

El muñeco que íbamos a bautizar esta noche.

LUISA.-

¿Y eso es todo, Marina?

AMANDA.-

Pues no es poco tener tantos invitados para una fiesta en que se iba a bautizar un muñeco y quebrarse éste.

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LUISA.-

Pero la fiesta se hará.

EMILIA.-

¿Y el bautizo, Luisa?

LUISA.-

También se hará.

AMANDA.-

¿Cómo?

LUISA.-

Mira, Marina, justamente dejé un momento a mi madre para volar aquí a traerte esta muñeca que no es menos linda que la que se te quebró. Es muy hermosa… levanta la frente para que la veas.

MARINA.-

(Sin levantar la cabeza) ¿Y por qué me la regalas tú?

LUISA.-

Mi madre, que ya no es pobre, y esta es una noticia que te traigo, pues sé que te agradaría conocerla cuanto antes, me esperaba con la sorpresa de dos muñecas iguales: una para ti, y otra para mí.

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(Marina se enjuga el llanto con el pañuelo, siempre revelando turbación)

CARLOS.-

Llora, Marina, llora, que ahora sí tienes motivo.

MARINA.-

(Levanta la cabeza, ve a Luisa y después de una pausa prolongada) Sí, debo llorar, porque tú me pruebas, Luisa, que soy muy mala.

LUISA.-

¿Muy mala? No entiendo.

MARINA.-

Mira, Luisa, esta noche hay fiesta en casa: yo hice las invitaciones y te excluí a ti, que eres tan buena y generosa conmigo.

LUISA.-

Y eso que…

MARINA.-

¿Ves estas lágrimas? Carlos me decía que son mi castigo y yo lo creo ahora también. Él se empeñaba en que te invitase, y yo resistía, hiriéndote en cambio de todo lo que has hecho por mí… Luisa, perdóname, perdóname. Estoy arrepentida, avergonzada.

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LUISA.-

No seas tonta, Marina, yo no tengo de qué perdonarte.

CARLOS.-

Tú sabes, Marina, que Luisa te perdonaría, aunque no te hubieses arrepentido.

LUISA.-

No pensemos más en eso, pues Dios me envío tan oportunamente, es necesario que la fiesta no se interrumpa.

MARINA.-

Yo no quiero fiesta.

LUISA.-

¿Qué dices? ¿Debía haber un bautizo de un muñeco? Pues se bautizará una muñeca que es casi lo mismo… Vamos, Marina, serénate, alégrate, sonríete, que así me darás la mejor satisfacción.

EMILIA.-

Sí, olvidemos lo desagradable.

MARINA.-

(A Luisa) Eres un ángel: tu generosidad te eleva tanto, cómo me abate mi… miseria. (La abraza llorando)

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AMANDA.-

No pensemos sino en la fiesta. ¿Te quedas con nosotras, Luisa?

LUISA.-

¿Yo? Imposible, me espera mi pobre madre. (Abraza a Marina) Hasta mañana, Marina, adiós señoritas, Carlos.

CARLOS.-

¿La perdonas, Luisa?

LUISA.-

Con todo mi corazón. (Váse)

MARINA.-

Pero yo no me perdonaré jamás.

Cae el telón