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C JOEL CORRALES MÁRQUEZ J

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Joel Corrales Márquez

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CJOEL CORRALES MÁRQUEZJ

EL CONFORMISMO HASTA EL DESPERTAR DECIDIDO

JOEL CORRALES MÁRQUEZ

Séneca 114 A , Col. PolancoMéxico D.F. C.P. 11540

Tel. 2882-2590www.revelacion.mx

Desde el primer dormido que Joel Corrales me mostró, tuve el enorme deseo de despertar. Entendí que la humanidad tiene la posibilidad individual y colectiva de conformarse y me sentí parte de una sociedad con una gran dificultad de buscar el cambio.

Con una técnica realista que muestra un gran virtuosismo, Joel Corrales envía una crítica social desde Cuba para la humanidad. Entre sus gigantes dormidos podemos reconocer que la inercia es más poderosa a la voluntad y por ello hoy vivimos en un mundo que tiene la espiritualidad mutilada, la sexualidad dormida, la salud institucional y emocional enferma; estamos en una sociedad que ignora el desastre y le da la espalda al calentamiento global.

Partiendo de que las civilizaciones antiguas se entienden hoy gracias al legado artístico que nos dejaron, puedo asegurar que Joel Corrales denuncia en nuestro tiempo que el reto está en ser parte de la transformación, en el despertar de cada uno de nosotros para que juntos vayamos despabilados hacia un nuevo estado de consciencia.

Norman Bardavid

LA SOLEDAD DEL GIGANTE

El descubridor de los artistas cubanos que integran el grupo Revelación, Norman Bardavid, expresa que cada uno de ellos, al enfrentarse individualmente a la realidad, emite su propio grito de alerta, su Guernica particular, así los gigantes dormidos de Joel Corrales Márquez constituyen precisamente la expresión del compromiso social del artista volcado en un lienzo que nos remite a aspectos precisos de la realidad política y cultural presentes en la arena social de la Cuba actual.

Erich From opinaba que es precisamente el miedo el que catapulta al niño a adaptarse a una familia y a una sociedad para sobrevivir (Réquiem por la Voluntad 2009 e Inocencia 2011). No ha sobrevivido nada de la familia o de la sociedad visible en estos cuadros; quedan solamente huellas de la presencia de otros (El amor al prójimo se hizo carne, 2011). No se trata de individuos que utilizan esta soledad como oportunidad para la introspección; están vacíos, son emblemas de la patología social, se evaden en un reposo que parece el amargo producto de la depresión, sobre las ruinas de una Habana saturada de murmullos en profundo contraste con la belleza del celaje y de la naturaleza circundante.

Corrales Márquez, en su extrema juventud (27 años) no ha visto sino las ruinas de la isla que ama. Conoce la Habana Vieja palmo a palmo, la acepta como es y no sabe si la apreciaría mejor íntegramente restaurada. La carga dramática que en ella percibe ahora es su inspiración, con todo el deterioro aparente ocasionado por el clima y el descuido. Sobre estos edificios descansan sus gigantes, encarnación del ser humano que, arrojado a una existencia sin sentido, es realmente víctima de una realidad histórica y social que lo ha despojado de toda energía, de toda libertad e ilusión, convertidos todos en seres pasivos hasta la somnolencia (Abulia 2010 y A un lado del Camino, 2010). La catástrofe ya aconteció; todo es ahora silencio, la angustia de la derrota y la destrucción. Nada se mueve alrededor.

Algunos de los personajes parecen haber quedado atrás, abandonados en la lucha por la supervivencia (Sin Título 2011, niño dormido en la calle frente al malecón) con el espectador en completa cercanía.

Los gigantes arquetípicos de Joel, presencias concretas y sensuales, impresionantes en la autenticidad de la reproducción de las ruinas, los detalles de la ropa, del cuerpo y de la piel, reposan adormilados por el calor; aceptan su destino sin cuestionarlo porque no conocen alternativa. Las fábricas trabajan a media presión (Inanición, 2009) o permanecen hundidas en el agua (El Sol para todos por Igual, 2010). El resto del mundo queda lejos. Estas figuras gigantescas, cómodamente instaladas en su aislamiento, se vuelcan sobre sí mismos privados de toda expresión emocional. Simplemente reposan, se evaden, sueñan sobre reliquias de una civilización.

Si el miedo atávico de todo ser humano es precisamente el quedar aislado, el artista lo observa como una entidad individual, física y sicológica. Para los personajes de Joel Corrales Márquez esto no constituye un temor especial sino un hecho real, una manera de vivir. Y, sin embargo, la apacible expresión de los rostros, los signos y símbolos esenciales, nos remiten a una ambigüedad: quizá simplemente descansan en un momento de celebración de la vida bajo el sol, en una expresión del pintor llena de originalidad, que hace visibles ciertas constantes con estilo propio mientras sorprende y provoca con la naturaleza radical de su elección de temas.

El sol, uno de los símbolos de vida y de fertilidad más antiguos de la humanidad, cubre a casi todos los personajes, haciendo aparente cada imperfección de la piel con perfecto dominio de la técnica, de la transparencia y del escorzo; con la luz indaga, hurga y se opone a todas las tendencias no figurativas del mundo del arte actual, para abrir su camino personal, como artista que consolida su posición a una gran velocidad. Todos sus gigantes, reproducidos con la perfección del más puro foto realismo, son capturados en circunstancias deliberadamente faltas de autenticidad. Se extienden en grandes formatos con buen equilibrio visual, fuerza vital y carga simbólica. No se puede ignorar en estos cuadros el rigor y la originalidad que impulsa hacia los límites.

Corrales Márquez se sirve del dominio de su paleta y esgrime el pincel como un instrumento de precisión con el que ahonda en la autodestrucción de su sociedad, en la futilidad que invade la vida moderna. Se apoya en la búsqueda de documentación para establecer una línea de comunicación, directa y eficaz, entre la pintura y el observador.

El término “lirismo” ha sido denostado en el discurso moderno del arte. Se intenta desaparecer la narrativa y el concepto de significado a favor de la calidad intrínseca del trabajo artístico. Joel, por el contrario, parece desear ser literario, desea contarnos una historia en sus cuadros, expresar opiniones, valores e ideas, da a su pintura la dimensión de un significado del que el conjunto presente de obras constituye un prolijo inventario.

Los grandes maestros de la pintura entendieron que el sufrimiento humano no acabaría y que el arte debe atestiguarlo en forma enfática y humana. El cómo hacerlo es quizá el más antiguo y profundo problema que enfrenta el pintor y también su gran responsabilidad.

Martha Zamora

El primer lienzo que vi de Joel Corrales se titula "Plácida". En él yace una mujer gigante, desnuda, hermosa y justamente, plácida, que duerme acostada sobre el techo de un edificio deshabitado. Bella, perfecta, la mujer descansa. Mis ojos, a diferencia de los de la mujer que habita el lienzo, no podían cerrarse ni para parpadear. La recorrí varias veces desde los pies hasta la abundante melena, ondulada y negra y en los mismos segundos en que contemplaba su majestuosa imagen se apoderó de mí un sentimiento de profunda tristeza. Los ojos se me llenaron de lágrimas y traté inútilmente de encontrar las palabras que pudieran describir ese todo.

Joel Corrales me reveló el título de la colección: “Morfología social: El conformismo hasta el despertar decidido”.

"El conformismo hasta el despertar decidido", me repetí en voz baja ante la sorpresa de poder describir un concepto tan complejo con tan pocas palabras. Fui desmenuzando la frase mientras varios gigantes dormidos de diferentes edades, géneros y circunstancias aparecían ante mí, dibujados en otros lienzos. Personajes ausentes, plácidos, con los ojos decididamente cerrados como si la inercia conformista de todos los que habitamos la tierra se pudiera ir sumando en un sólo gigante dormido. Paisajes de ciudad, de campo, de mar y de selva. Todos, en silencio, claman la misma denuncia, revelando el conformismo de los que aquí habitamos, huidos en un largo sueño. Gigantes humanos que se rinden ante la realidad y emigran, por decisión propia, a un mundo onírico.

Yudi Kravzov

La insurrección de los gigantes anónimos(o El fin de los reyes de la corte)

Joel Corrales es el pintor de los humildes, de las almas en pena. De esos individuos que callan sus miserias, y sufren. Es uno de los artistas cubanos más comprometidos con la realidad actual y el futuro de nuestra nación. Un creador cuya dimensión ética se presenta con una reciedumbre incuestionable. Puede que técnicamente su obra sea perfectible (toda obra humana lo es), pero al final eso poco importa frente a la valía del cuestionamiento social que ella supone. A Joel no le interesan los “centros”, sino más bien “los márgenes”, esos estamentos sociales más duros y “grises” que también forman parte de la cotidianidad de nuestro país, por más que nuestra prensa –parcializada y deshonesta– se empeñe en ocultarlos, en negar su existencia.

Sus personajes son sujetos que, de tanto dolor, han extraviado sus ilusiones más genuinas, sus aspiraciones presentes y futuras. Y por tanto han decidido dormir, enajenarse del mundo exterior, para así olvidar las tristezas, el hambre, los gobiernos opresores. Quizás en el espacio de los sueños encuentren su único minuto de felicidad, esa burbuja de cristal que les permita desentenderse del infierno del día a día. En ocasiones se recuestan sobre zonas rurales; en otras, sobre las construcciones habaneras más deshechas, agrietadas, quizás para hacernos más explícita su denuncia, su inconformidad con una sociedad cuyo sistema de valores se corrompe a pasos agigantados, al tiempo que las vidas de sus ciudadanos se hunden en el lodo.

Pero más allá de por qué duermen, la pregunta conveniente sería cuándo despertarán, en qué momento sus desdichadas vidas correrán mejor suerte. Cuándo habitarán (habitaremos) un entorno social y humano más digno, menos obstruido por las injusticias y las falsas promesas de unos pocos que se han apoderado de la cúspide, de la cima piramidal. Cuándo podrán abrir los ojos y percatarse de que una Cuba mejor es posible, que los gestos totalitarios no son eternos, que existe un universo más allá de nuestro cinturón

costero. Por mi parte, creo que ese momento se avecina, los reyes de la corte tienen sus días contados. Sin embargo, pienso que el camino más certero no es el de la evasión o el descompromiso. No hacemos nada con echarnos a dormir; hemos de construir el mañana con nuestras propias manos, con nuestras voluntades. Solo así hallaremos la clave del éxito.

Un elemento significativo en las obras es la disparidad entre las proporciones de los personajes y las del contexto que los rodea, tomando en consideración que las primeras están visiblemente sobredimensionadas. ¿Qué nos querrá comunicar el artista con dicho detalle? Probablemente esté tratando de enaltecer a ese grupo humano, para recordarnos que pobreza material y pobreza de espíritu no necesariamente van de la mano. Estos sujetos podrán tener un sinfín de penurias, pero no por ello dejan de ser bellos seres humanos. Esa es, a mi modo de ver, la tesis fundamental de estos lienzos. Una tesis que supura transparencia, honestidad intelectual. El creador nos convoca a que hurguemos en las causas que se ocultan detrás del fenómeno; todo el tiempo nos sitúa frente a los “por qué”, con el ánimo de que no posemos como espectadores pasivos, sino como actores sociales que sangran frente a los cuadros, por cuanto constatan en ellos buena parte de sus vidas.

Es por lo anterior que a una de sus telas le puso un título tan desafiante: “Causa o efecto. ¿Qué crees que ves, lo que soy o lo que eres?” (sin duda uno de los títulos más contundentes del artista), mientras la imagen nos presenta a un anciano desesperanzado que pernocta encima de un edificio en ruinas, al borde del desmoronamiento. El nombre de la obra hace que sintamos el problema de una manera más próxima, al colocarnos frente a una especie de espejo simbólico de nuestras conciencias. Es así que el anciano se convierte en nuestra efigie, y viene a resonarnos algo que nos concierne, que nos estremece. Joel Corrales sabe calar muy hondo en la sensibilidad del espectador, y ese es un elemento que sus trabajos siempre tendrán a su favor. En lo que a mí respecta, estas obras me han llegado a conmover un tanto (y esa es una palabra difícil en nuestros días, pues para muchos ya el arte no es capaz de generar conmoción).

Ese es el camino, Joel. No permitas que te digan lo contrario.

Píter Ortega NúñezParís, marzo de 2012

OBRASOBRAS

OBRAS

SIN TÍTULO

150 X 240 cm Óleo sobre Tela.2010

SIN TÍTULO

150 X 240 cm Óleo sobre Tela.2010

EL SOL PARA TODOS POR IGUAL

150 X 240 cm Óleo sobre Tela.2010

WE ARE THE WORLD

150 X 240 cm Óleo sobre Tela.2010

HE HIZO AL HOMBRE A SU IMAGEN Y SEMEJANZA

150 X 240 cm Óleo sobre Tela.2010

ABULIA

150 X 240 cm Óleo sobre Tela.2010

ABULIA

150 X 240 cm Óleo sobre Tela.2010

SIN TÍTULO

150 X 240 cm Óleo sobre Tela.2010

REQUIEM POR LA VOLUNTAD

150 X 240 cm Óleo sobre Tela.2010

MAS QUE NUBES SOBRE LA HABANA

150 X 240 cm Óleo sobre Tela.2010

SIN TÍTULO

150 X 240 cm Óleo sobre Tela.2011

INOCENCIA

150 X 240 cm Óleo sobre Tela.2011

DESNUDO DE CONCIENCIA

150 X 240 cm Óleo sobre Tela.2011

SIN TÍTULO

150 X 240 cm Óleo sobre Tela.2010

SIN TÍTULO

200 X 130 cm Óleo sobre Tela.2010

SIN TÍTULO

130 X 200 cm Óleo sobre Tela.2010

EL UMBRAL DE LO CONOCIDO

130 X 200 cm Óleo sobre Tela.2009

CAUSA O EFECTO, QUE CREES QUE VES LO QUE SOY O LO QUE ERES?

150 X 240 cm Óleo sobre Tela.2010

A UN LADO DEL CAMINO

130 X 200 cm Óleo sobre Tela.2010

SIN TÍTULO

150 X 240 cm Óleo sobre Tela.2010

SIN TÍTULO

150 X 240 cm Óleo sobre Tela.2010

Y EL AMOR AL PRÓJIMO SE HIZO CARNE

150 X 240 cm Óleo sobre Tela.2010

MIRA ME HE VUELTO HOMBRE SI OS NEGAIS A CONVERTIROS EN DIOS SERIAIS INJUSTOS CONMIGO

150 X 240 cm Óleo sobre Tela.2010

DESEO INSATISFECHO

150 X 240 cm Óleo sobre Tela.2010

SIN TÍTULO

150 X 100 cm Óleo sobre Tela.2010

SIN TÍTULO

150 X 240 cm Óleo sobre Tela.2010

I HAVE A DREAM TOO

150 X 240 cm Óleo sobre Tela.2010

ESTADO DE GRACIA

150 X 240 cm Óleo sobre Tela.2010

EL PROGRESO DE LA CULPA

150 X 240 cm Óleo sobre Tela.2010

EL REFUGIO DEL ALMA

150 X 240 cm Óleo sobre Tela.2010

LA SIESTA I

150 X 240 cm Óleo sobre Tela.2010

LA SIESTA II

150 X 240 cm Óleo sobre Tela.2010

NOSTALGIA QUIÉN VA A DAR

150 X 240 cm Óleo sobre Tela.2010

RESIGNACIÓN

150 X 240 cm Óleo sobre Tela.2010

EL REFUGIO DEL ALMA

150 X 240 cm Óleo sobre Tela.2010

DE LA TIERRA AL OLVIDO

150 X 240 cm Óleo sobre Tela.2010

Norman Bardavid NissimDirector General

José Luis RodríguezDirector Ejecutivo

CREDITOS

SIN TÍTULO, 97 X 90 cm Óleo sobre Tela, 2010.

CJOEL CORRALES MÁRQUEZJ