jimenez, marco - hacia una crítica de la violencia

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Marco A. Jiménez

(editor)

Subversión

de la violencia

Ca sa  Ju a n   Pa b l o s

Un iv e r s id a d   Na c i o n a l  Au t ó n o m a   d e  Mé x i c o  

Fa c u l t a d    d e   Es t u d io s   S u p e r io r e s   Ac a t l An  

Mé x i c o . 2007

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SUBVERSIÓN DE LA VIOLENCIAMarco A. Jiménez (editor)

Primera edición, 2007

D.R. O Universidad Nacional Autónoma de México, 2007Facultad de Estudios Superiores AcatlánDirección General de Asuntos del Personal AcadémicoProyecto Papime EN304704

O Casa Juan Pablos, Centro Cultural, S.A. de C.V., 2007Malintzin 199, Col. del Carmen Coyoacán, 04100, México, D.F.<casajuanpablos<2'prodigy.net.mx>

 Ilustración de portada: Pablo O'Higgins, Primero de mayo en Nueva York,1931, óleo sobre tela, 90 x 110 cm

Agradecemos la autorización para reproducirla ilustración de portadaa la Fundación Cultural María y Pablo O’Higgins

 Diseño de portada:  Maricarmen Miranda

ISBN: 968-9274-00-7

Impreso en México

Printed in México

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ÍNDICE

Prefacio 9

Prólogollán Semo  11

Hacia u na c rítica de la violencia

 Marco A. Jiménez  17

Uniformidad v ubicuidad de la violencia Alberto Comíante  63

 Notas sobre la violencia: las figurasv el pensamiento de la discordia

 Ravmundo Mier   97

Violencia v modernidad: reflexiones en tomoal fracaso de una profecía

 Ismael Alejandro Juárez  147

Violencia, erotismo y pasión Daniel Gerber   191

El silencio en psicoanálisis: una marcade violencia en el sujeto

Wendv Nicolasa Vega  223

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8 ÍNDICE

Postoyevski: clínica de la violencia Ravmundo Ramos   245

La violencia del Estado: guerra y ejércitohinn Jncé Sanahrin  269

Los intestinos del Leviatán: poder, escatologíay violencia en el cautiverio forzado

Víctor A. Payó  297

Violencia y narcotráfico. Reflexiones desdela antropología

 Juan Cajas  333

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H a c i a   u n a   c r í t i c a   d e   l a  v i o l e n c i a

 Marco A. Jiménez*

¡Oh Perses! Grábate tú esto en el corazón; escucha

ahora la voz de la justicia y olvídate por completo

de la violencia. Pues esta ley impuso a los hombres

el Cronión: a los peces, fieras y aves voladoras, comerse los unos a los otros, ya que no existe justiciaentre ellos; a los hombres en cambio les dio la jus

ticia que es mucho mejor...

Hesíodo,Trabajos y días

La violencia es la partera de toda vieja sociedad preñada de otra nueva sociedad, es el instrumento

con ayuda del cual el movimiento social se abre

 paso y rompe formas políticas muertas.

Marx

Pr e s e n t a c ió n

Si a algo se alude constantemente en la sociedad contemporánea es

a la violencia; percibimos, sentimos y somos físicamente objeto de

lo que llamamos violencia en un sentido destructivo, la cual provocadolor y sufrimiento. Las interpretaciones actuales sobre la violencia

han dejado de considerar otros aspectos que también le son propios

y su identificación se ha reducido a hechos negativos; contrarios a

* Sociólogo; profesor-investigador de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán.

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18 MARCO A. JIMÉNEZ

las leyes, que atacan el bien individual y común, opuestos a la justi-cia y a los principios de una sociedad aparentemente pacífica y de-mocrática.

Cuando hablamos de violencia nos referimos a las transgresio-nes o atracos cometidos por individuos o grupos organizados confines criminales que agravian el cuerpo. la vida y los bienes de otrossu jetos. También apelamos, constantemente, a la violencia en rela-ción con las organizaciones terroristas que atenían contra socie-dades y gobiernos, de igual modo se piensa en la violencia cuando

se invade militarmente o se hace la guerra entre pueblos.Violaciones, golpes, asesinatos, linchamientos, narcotráfico, se-

cuestros, grupos armados, terrorismo, invasiones militares, etcéte-ra, son todascllas manifestaciones quedenominam os como "violen-tas”. Esasícomoel término vio/euc/a, recientemente, se ha destacadoal señalar hechos perniciosos que en ocasiones provocan el recha-zo consciente y activo de los individuos y de la sociedad. Estos actosviolentos, en la mayoría de las ocasiones, son la materia prima delos medios de comunicación y de los gobiernos para vender y mani-

 pular de acuerdo con intereses comerciales y políticos específicos.Vincular a la violencia con el mal, con algo contrario a la justicia

y la paz, con el uso instrumental de ciertos medios tecnológicos enfavor de intereses opuestos a un beneficio social, es un modo par-

ticular de mirar la cuestión en nuestra época actual.La violencia1es irreducible a lo buenooa lo malo. Sería imposiblecomprender la historia de cualquier hombre o de la humanidad sin

1 Se podría intentar una larga tipología de las acciones violentas, sin em- bargo aquí referiremos sólo a tres formas generales: la individual, la socialy la política. La primera refiere a conflictos individuales o entre sujetos par-

ticulares. se trata de una alteración psicosocial que puede afectar a una ovarias personas, esta violencia puede ser un atentado contra sí mismo, unsuicidio por ejemplo, o una agresión contra alguna otra persona, tambiénes posible considerar dentro de este tipo a la violencia intrafamiliar; asimis-mo, cabe incluir aquí a aquellos daños ocrímenes cometidos por individuoscatalogados como psicóticos y legalmente como inimputables, puede serel caso de un loco o un asesino serial. Por otra parte, hay un tipo de violenciasocial que involucra a grupos más amplios que con fines particulares ejer-cen lo que consideran sus derechos y su propia justicia, o que proceden enforma irracional, tal es el caso de los motines, fanáticos de toda especie, bandas de criminales, linchamientos, invasiones de predios o propiedades,etcétera. La violencia política es aquella en donde los individuos se enfren-

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HACIA UNA CRÍTICA DE LA VIOLENCIA   19

la violencia. No sólo los grandes acontecimientos historíeos han su-cedido en condiciones de violencia, ellos mismos nos han sido im-

 puestos en forma violenta y no me refiero únicamente a los Estadosy sus formas de gobierno, sino al quehacer milimétrico, cotidiano eíntimo en donde la violencia busca hacerse eficiente.

Podríamos conformarnos con decir, como Durkheim, que la vio-lencia como el suicidio, es un hecho social normal y que, por lo tan-to, es una condición funcional de cualquier sociedad. Sin embargo, para reflexionar críticamente sobre la violencia, es necesario partirde un contexto ético, ya que no la consideramos exclusivamente co-mo un comportamiento social en busca de eficiencia, es decir, rela-tivo a medios y fines.

En tal sentido, la violencia es una forma de acción social que seconstituye en relación con el poder, el derecho y el mito, y cuyo pro- pósito fundamental es la creación sin menoscabo de la destrucción

que pueda provocar. Es un modo de significar imaginariamente losvínculos sociales, duranteun tiempo vespacioespecíficos, en losquese atenta contra el modo natural de proceder de las cosas, ya sea confines de conservación o de transformación. Para comprender la vio-lencia es necesario hacerlodesde una postura ética y, al mismo tiem- po, m iraren la violencia su sentido ético. La violencia va más allá de

una simple condición de medio destinado a la realización de ciertosfines. La violencia se corresponde con determinada consistencia delas representaciones, deseos y afectos que conforman a quienesse vinculan en un momento o acontecimiento social con el fin cons-

tan en forma más o menos organizada, abierta o soterradamente, a ejerci-

cios de control y sometimiento gubernamental. Huelgas, manifestacionescallejeras, tomas de edificios públicos, retención de autoridades, levanta-mientos armados, atentados, sabotajes, revueltas y revoluciones. Todosestos tipos de violencia tienen su correlato en las formas de violencia ejer-cida legítima o ilegítimamente por el Estado, mismas que refieren al uso dela violencia armada ya sea por medio de las instituciones militares y poli-cíacas legalmente establecidas o mediante el uso de la violencia ilegal, lallamada guerra sucia. Sin embargo, no se pueden eludir los recursos vio-lentos que las instituciones del Estado poseen, tales como los que se ejercenen las escuelas, las prisiones, tos hospitales psiquiátricos y demás institu-ciones públicas o privadas, así como situaciones sociales particulares,donde el Estado no deja de estar presente. En este tipo de violencia políticaes necesario considerar la que ciertos Estados ejercen sobre otros; guerras,invasiones presiones económicas etcétera

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20 MARCO A. JIMÉNEZ

cienleonode subvertir el modo natural en que se presentan las cosas, ya sea con el propósito de conservarlas o de modificarlas.

La violencia no debe confundirse con la furia o la ira, ni es el resul-tadodedichas condiciones, la violencia ocurre siempreen circunstancias sociales, no es la suma de psicologías particulares, aunquesean éstas íntimas o colectivas, un individuo o grupo son violentoscuando, actuando en forma práctica, contra las regularidades, loinstituido o "la forma natural de proceder”, afectan a otro u otros su

 jetos.Las formas de la violencia manifiestas en un linchamiento, la guerra o en una acción revolucionaria, sólo pueden concebirse como acciones socialesy no únicamente como un estado psicológico iracundoo sublime de sus actores particulares; es probable que sin algunas deesas condiciones anímicas, dicha violencia sería imposible, pero enmodo alguno son causas de la circunstancia violenta. Lo mismo puede plantearse en el caso de la violencia ejercida individualmente porun torturador, su cálculo, su paciencia e incluso su "indiferenciaadministrativa”, frente a la víctima, no hace menor su violencia, alcontrario, la incrementan, por lo que socialmente se prescribe enel modo de actuar del verdugo.2

Si la violencia fuera tan sólo un medio instrumental "maligno”

 bastaría convertir sus fines en "buenos” para que ésta fuera justa.Pues a fines justos se deberían corresponder medios justos. Por lo quecabe considerar a la violencia como un medio/fin y no sólo como uninstrumento tecnológico.

Si no hubiera cierta violencia legítima, la propia familia correríariesgo. El padre que castiga a su hijo puede ser justo o injusto pero

2 En la nota anterior se han planteado algunas características particulres de la violencia, no es propósito de este trabajo profundizar en esas ti

 pologías y sus manifestaciones sociales o históricas. Aquí nos parece que lacuestión de la violencia puede ser contemplada de modo abstracto, sin pensar que las manifestaciones singulares de un fenómeno violento obede

cen mecánicamente a formas políticas universales, y sin suponer lo contrario, es decir, que entre un régimen político general y las manifestaciones deviolencia individua) o social no existe ninguna relación. La violencia individual de ningún modo es ajena a la violencia política. Los crímenes deEstado persisten en la memoria colectiva gracias a) intercambio entre individuos precisamente lo que la violencia destructiva busca socavar son las

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 posee cierto grado de legalidad y legitimidad que le otorgan las leyes,la sociedad y la familia para reprender al vástago; ¿hasta dónde leestá permitido ser violento?, eso es otra cuestión. Alguien que mata

en defensa propia, más allá de que pueda ser justificable, puede serlegítimo, aunque no sea legal o puede ser legal pero ilegítimo. Lo mismo se puede plantear para un Estado o un pueblo; sin embargo,cuando se piensa que la violencia es negativa en sí misma, que éstadebe ser erradicada, que es un medio o un instrum ento exclusivo deabuso, cada ve/ más evolucionado, se olvida que múltiples aconteci

mientos de la historia, sus mitos y realidades han sido violentos ycreadores: desde la expulsión del hombre del paraíso, la elección divina entre Caín y Abel y su desenlace, el apetito devorador de Cro-nos, la suerte de Prometeo, la justicia de Cristo con los mercaderesdel templo, Moisés y su mandato sobre el pueblo judío, las guerras deCartago, hasta las revoluciones de nuestra época.

Desde la antigüedad gríega existen prejuicios contra la violencia,más recientemente éstos, probablemente, se encuentran fundadosen los acontecimientos bélicos del siglo XX, en particular en la violencia sufrida en los campos de concentración y de exterminio nazis.Sin embargo, al colocar exclusivamente la violencia del lado oscuroyaberrantedelahum anidad .se desconoce el papel creador que ésta

tiene. No se trata de hacer una apología de la violencia en general ni

en casos particulares; ya Engels, Sorel, Fanón, Sartre y el propioFoucault, han dado cuenta de ello, por no abundar en la literaturadonde Flaubert, Dostovevski, Malraux, Bataille v muchos otros, refieren a condiciones en que es posible mirarlas experiencias de la vio

lencia mucho más allá de una mera instrumentalización morbosa.El propio Freud no articula su concepción de pulsión de muerteaúna ideacovuntural relacionada con el mayor o menor avance tecnológico, sino al malestar intemporal del individuo en la cultura.

Tampoco creemos que el camino para una crítica de la violenciasea el de su condenación, en la medida que se le atribuye un carácter

instrumental relacionado con el avance de la tecnología bélica. Más bien nos proponemos averiguar si existe algún recurso de enlaceético que nos permita establecerla como una condición humana, nocomo una mala o buena determinación, sino como inmanente a losacontecimientos históricos y sociales, que como huella indeleble, la

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22 MARCO A. JIMÉNEZ

aunque la experiencia del olvido y el recuerdo en lo más íntimo y enlo colectivo nos la evoque de manera permanente, ya sea como mitofundador o como ley eterna.

Por lo anterior, no compartimos la idea de que el “buen salvaje” por sólo contar con un fémur, como instrumento tecnológico, paraazotar la cabeza de sus enemigos es algo menos violento, más pacífico y armonioso, que el que tiene en sus manos un botón rojo para

 poner en riesgo a toda la humanidad. En todo caso, desatar una guerra nuclear no sería una forma de suicidio universal,3sino un crimen

universal, tal vez el último.Cierto discurso ilustrado, desde el poder y la ciencia, ha querido

colocar a la violencia creadora del lado de la irracionalidad y conel!o,paradójicamenle, justificarsuusomonopólico,el de la violenciaconse jadora , en nombre de la ley y de un supuesto bien universal.4

Hoy esa violencia parece ir más allá de la disyuntiva entre la crea-

cióny la conservación, la liberación y el sometimiento, el sufrimientoy el placer, la tristeza v la alegría, para disolverse en un desierto decansancio, abulia, hartazgo, indolencia (en su sentido etimológicode sin dolor), donde no hay nada que restañar, se trata de una violencia que se incuba en un vaciamientoexislencial permanente, que no

' En un ejemplo que Arendt hace de su argumento en contra de la violencia utiliza las palabras del físico ruso Sajarov: “una guerra termonuclearno puede ser considerada una continuación de la política por otros medios(conforme a la fórmula de Clausewitz). Sería un medio de suicidio universal” (véase Hannah Arendt, Sobre la violencia, Madrid. Alianza Editorial,2005. p. 18). Dcíinitivamenteunsuicidioimplica darse de forma conscientela muerte a sí mismo, por sus propios medios o con ayuda de otro. El quealguien decida utilizar armas nucleares para exterminar personas, sería un

crimen y no un suicidio. El ejemplo de Arendt no es gratuito, con éste y algunos otros, intenta justificar su concepción evolutiva, universalista y destructiva de la violencia.

4 Es claro que la cuestión no está en la pugna entre creación y conservación, en sentido practico y social, ya que por un lado se pueden producirnuevas formas de control y opresión como, ala vez, conservar viejos mediosde participación y lucha emancipadora. La cuestión apunta en todo caso a

la critica de los mecanismos de desertificación, de vaciamiento, de indiferencia e insignificancia que el usoconservadorocreadorde la violencia provocan. Cuando referimos a violencia creadora nos referimos a su carácteralternativo y emancipador. Y la violencia conservadora la ubicamos comodestructiva y opresiva (véase YValter Benjamín, Para una crítica Je ¡a vio

lencia y otms ensayos. Iluminaciones IV, Madrid, Tauros, 2001).

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HACIA UNA CRITICA DK LA VIOLENCIA 23

 busca liberar ni someter a los cuerpos y al espíritu, donde la muerte

no espera para ser cadáver. En un mundo apacible (también en su

sentido etimológico de apacentar, de dar pasto al ganado), se equi-

vocan quienes confunden esto con la paz. Hablamos de una crianza

que contraviene lodo límite de lo sagrado v lo profano, donde no hay

sacrificio, resurrección, ni renacimiento, sino una inocua adminis-

tración de cuerpos. Se trata, en suma, de una violencia desfigurada,

sin rostro, violentada en sus medios y fines divinoso históricamente

reconocibles, una violencia donde se fragua no la banalidad del mal

sino el mal radical, el mal de muerte.Al inicio de este texto se dice que aquello que llamamos violencia

destructiva provoca dolor y sufrimiento, sin duda así es; sin embar-

go, el carácter negativode este intercambio doloroso queda interrum-

 pido, disuelto socialmente por la apatía y el sin sentido imperante

no sólo en la atmósfera cotidiana y familiar sino en el nivel global, se

trata de un sufrimiento autista, por llamarlo de alguna manera. Nohay intercambio, los gobiernos y sus leves son incapaces, cuando

no son cómplices. La sociedad, los grupos sociales, las instituciones

y los individuos son espectadores que cuando no se ocupan de admi-

nistrar su tiempo, miran impotentes, escondiéndose en el rebaño

 para evitar ser las próximas víctimas. La violencia destructiva actúa

en un desolado desierto donde el sufrimiento y el dolor ya no alcan-

zan, ya no digamos para culi ivar la relación ent re la vida y la muerte,como los salvajes y otras culturas han hecho, ni siquiera para pensar

o desear la muerte propia.

Esosdiscursos contemporáneos que llaman a privilegiar la ley so-

 bre todas las cosas y que convienen lo humano en derechos, olvidan

que ha sido en nom bredelajusticiayel derecho quese han cometido

los peores crímenes de la humanidad. Piensan que si se condicio-na la ley a la política se atenta contra el interés común, contra la de-

mocracia. Si algo entorpece v violenta la actividad política, es el

exceso de restricciones legales mismas que, sin duda, siempre son

manifestaciones de intereses políticos. Leyes que en principio bus-

can hacer justicia al nuevo estado de cosas, con el tiempo justifican

la conservación de lo que se ha convertido en un viejo e inoperante

estado de cosas, que cada vez precisa de más leves y menos política

 para sostenerse.

Si de una apología o un argumento a favor se intenta reflexionar

en este texto es precisamente sobre el carácter creativo y político del

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24 MARCO A. JIMÉNEZ

hombre, como su condición más humana en sentido ético; es decir,no sólo para sí mismo sino en intercambio permanente y solidariocon los otros. En tal sentido, el espíritu optimista de Sorel resulta unhorizonte de creencia atractivo no sólo como ideal sino como insignia ético-política para la acción.

La historia demuestra que lo que el hombre busca esencialmenteno es la felicidad, ni la paz, ni el conocimiento, ni el poder sobrelos otros, ni la salvación en otra vida: al menos no son esos sus ob

 jetivos primordiales. Cuando lo son, es porque el hombre ha degenerado de su verdadera humanidad, porque la educación, elambiente o las circunstancias han deformado su voluntad o carácter, o le han hecho depravado o impotente. En su condiciónmejor, es decir, más humana, el hombre busca en primer lugarrealizarse individualmente y con los que le rodean, mediante una

actividad espontánea, libre, creadora, mediante un trabajo queconsiste en imponer su personalidad sobre un entorno recalcitrante.

[... ] Noser sujeto paciente, sino agente, no ser elegido, sino elegir, imponer forma al caos que encontramos en el mundo de la naturaleza y ene) mundo del pensamiento: ése es el objetivo del artey de la ciencia, y pertenece a la esencia del hombre en cuanto tal.5

Pero no nos engañamos, sabemos que si requerimos situaren uncontexto ético-político la cuestión de la violencia, no podemos dejarde hacer propias las interrogantes de Spinoza, quien precisamentese cuestiona:"[...] ¿por qué el pueblo es tan profundamente irracio

nal?, ¿porqué se enorgullece de su propia esclavitud?, ¿porqué loshombres luchan por su esclavitud como si se tratase de su libertad?,¿porqué es tan difícil, no ya conquistar, sino soportar la libertad?**.6

La violencia que actualmente nos invade no deja de señalamos elconformismo social, la apatía, el carácter reaccionario de la políticay sus profesionales, el orgullo que provoca un mundo de interesessuperfluos, mezquinos que nos hacen reñir de manera egoísta por 

' Isaiah Berlín, en George Sorel. Reflexiones sóbrela violencia, prefacio,Madrid, Alianza Editorial, 2005, p. 11.

* Gilíes Deleuzc, Spinoza: filosofía práctica, Barcelona, Tusquets, 2001, p. 18.

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HACIA UNA CRÍTICA DE LA VIOLENCIA 25

una supuesta libertad que se enfoca, precisamente, a los medios ynunca a los fines.

Si nos remitimos al diccionario, una de las definiciones que en-

contraremos de violencia es la siguiente: "Acción violenta o contrael natural modo de proceder".7 De esto, del modo en que las accionesde los sujetos, grupos, clases sociales, se conducen en el mundo encontra del natural modo de proceder, hablaremos en lo sucesivo, para lo cual hemos elegido las reflexiones que al respecto planteanEngels, Sorel, Benjamín, Fanón y Arendt.*

En g e l s : t e o r ía  d e   l a  v io l e n c i a

Resulta natural que Engels introduzca su capítulo titulado "Teoríade la violencia" en la segunda paite dedicada a la "Economía políti-ca", en su libro conocido como Anti-Diihring (1878), digo que es na-

tural porque precisamente para él, como para Marx, la cuestión dela violencia está íntimamente vinculada con la economía política,

7 Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, 22a. ed.. 1. 10,Madrid, Espasa, 2001, p. 1565.

* He hecho esta selección por la afinidad de ideas con casi todos los au-

tores, hay otras fuentes que podrían servir para reflexionar sobre la violen-cia, pero con excepción de que me hubiera gustado incluir en este repartoa Nietzsche, Freud y Weber. En el casi) de los primeros, ya sea desde lafilosofía o el psicoanálisis, creo que su fuer/a se hubiera apoderado de mislimitaciones y más que iluminar mi intención de exponer a los otros, ter-minaría ensombreciendo, quizás no el tema, pero sí la recuperación dedichos autores. En cuanto a Weber, considero que sus planteamientos so-ciológicos bustan aquí como rcfcrcnies. Sin embargo, no creo incurrir en

falta grave al recuperar, principalmente, los textos de aquéllos. En especialdifiero del trabajo de Arendt. mismo que no deja de ser un análisis excep-cional para comprender y debatir las cuestiones relativas a la violencia.Asimismo, pienso que el estado de inanición reflexiva de nuestra sociedad puede refrescarse con esas siempre novedosas ideas, polémicas y revolucio-narias, por más erradas que las podamos iuzgar. No creo equivocarme nitampoco ser original al afirmar que Sorel es inclasificable, que Engels tienesu mejor lugar en la historia al lado de Marx como economista y filósofo,que Arendt y Benjamín son filósofos: una dedicada a la filosofía política yel otro a la estética y también a la filosofía política, y que Fanón es un acti-vista político. Sin embargo, lo que caracteriza a todos ellos es un interés es- pecífico y abierto sobre la violencia y su intercambio revolucionario.

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26 MARCO A. JIMÉNEZ

entend ida eom oel e slud iodc las "condiciones y de las formas en quelas diversas sociedades h um anas han cam biado, producido y distri buido los productos de una m anera correspondiente, [...]”.9

La violencia revolucionaria de la que nos h abla Engels debe serabo rdada eom oel resultado deo tra violencia, n od e aquella que exis

te en las “ideas de tal o cual sabio de gab inete”, sino de las condiciones materiales de existencia, hecho “tangible, material qu ese imponeal esp íritu del prolelariado "yqu e "garantiza el triun fodel socialismom oderno”. Es precisame nte com o resultado de las contradicciones

violentas entre el capital y la fuerza de producción que la violencia revolucionaria, por prim era vez, está llama da a su prim ir todaslas distinciones de clase en que se hab ía fundado la prehistoria de loshombres.

La crítica que hace Engels a D ühring consiste en que este últim ohace depender, de lo que él denom ina su sistema  de relaciones pol ít i-

cas. las cues tiones económ icas, m ismas a las que conside ra sólo como hechos de “segundo o rden ”.Engels, com o afirm a A rendt,,0estim a la violencia en su condición

de m edio y nun ca com o un fin, la violencia com o “parte ra” de la historia. Sin duda , la afinidad de Arendt con Engels nos muestra, de la prim era, su concepción m aterialista, si no de la historia, al menosde la violencia. Lo que D ühring propone, según la referencia de En

gels, es cons ide rar la acción política com o algo que tiene un fin en símismo v no sólo como un medio; es decir, D ühring sitúa la violenciafun dadora del lado de la política y no la m ira como resultado de unacontradicción económica.

El ejemplo de Dühring del que se m ofa Engels es el que refiere ala esclavitud que le infringe Robinson a Viernes, “ése fue un ac to deviolencia y, po r consecuencia un ac to político” d iría Dühring, a lo

v Friedrich Engels,  Anti-Diiliring,  México, Cid y Ciencia Nueva, 1974, p. 168.

10Arendt, op. cit.,  p. 10. La autora se refiere explícitamente al  Anti-  Diihrina aunque una referencia clara a la cuestión instrumental de la violencia la podemos encontrar también en Friedrich Engels,  El /w/>W de la violencia en la historia, donde se propone aplicar su “[...] teoría a la historia

contemporánea de Alemania y a su práctica de la violencia a hierro y sangre.Veremos claramente la causa de que la política de hierro y sangre había detener éxito temporal y de que deba hundirse por fi.i". En Karl Marx y Friedrich Engels, Obras escocidas, t. III, México, Ediciones de Cultura Popular,1974, p. 396.

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HACIA UNA CRÍTICA DE LA VIOLENCIA 27

que Engels cuestiona el carácter idealista e iluso del recurso: "¿Acaso Robinson somete a Viernes por puro gusto?". "De ninguna mane

ra, [dice Engels] vemos que Viernes es constreñido como esclavo,como simple instrum ento de trabajo, a 'servicios económicos', y sele mantiene precisamente como ‘instrumento de irabajo'"."

Engels critica el carácter de mal absoluto que se atribuye a laviolencia, así como su consideración de medio para fines políticos,que según él, Dühríng le asigna, por lo que le destina un lugar demedio, de instrumento, para la obtención de fines económicos. Lo

que no deja de representar una contradicción en el propio Engels,cuando éste considera a la violencia como revolucionaria, porqueentonces deja de tener un carácter de medio económico injusto parala obtención de fines económicos injustos y se transforma en un medio político justo para la transformación de los fines económicos in

 justos en justos, ya que a diferencia de Robinson, los proletarios no

iban a esclavizar a nadie, a inlrum entalizar a otros con fines económicos perversos, sino a liberar a toda la humanidad de la explotación del hombre por el hombre.

En su explicación sobre la "Teoría de la violencia", Engels sugiereque para la llegada al poder del proletariado no sólo aparece, en sentido pleno, la idea de la violencia revolucionaria, sino que ésta quedadesprovista de su función de dominio económico y al mismo tiempose señala su "debut y despedida” para siempre. ¿Será por la expansióny la fuerza del poder proletario? ¿Tendría sentido, acaso, pensarenalguna forma de violencia luego de la instalación del régimen revolucionario?

La violencia tiene un principio y un fin en la teoría de Engels, dainicio con las contradicciones económicas de la sociedad, con la

aparición de la propiedad privada y concluye de manera revolucionaria con la extinción de la lucha de clases. En su teoría no cabe dudaque el poder proletario está destinado a la denota definitiva de laviolencia.

Veremos más adelante cómo esta concepción de medio destinadoa fines, cómo esta idea de la violencia de mera condición instrumental, es colocada en una especie de "ontología" antagónica con el

 poder, en una relación simpley mecánica, pero sobre todoen un ma-niqueo dualismo, donde a mayor poder, menor violenciay viceversa.

11 E ng els. ap. cit.,  p. 178.

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28 MARCO A. JIMÉNEZ

So r e l  y  s u s   Re f l e x io n e s  s o b r e  l a   v i o l e n c i a

Dice Sartre que si descartamos la verborrea fascista de Sorel com prenderemos que Fanón es el primero, después de Engels, que ha sacado a la superficie a la “partera" de la historia.12*Benjamín, por su parte, le atribuye a Sorel una profunda concepción ética y genuina-mente revolucionaria cuando este último, en relación con la violencia, argumenta en favor de la huelga general.11

Quizá sea necesario recordar el ambiente político y social en queSorel plantea sus ideas con respecto a la violencia, no sólo para justificar sus planteamientos y contradictorias adherencias políticassino, sobre todo, para reconocer en ese espacio europeo decadentede finales del siglo xix lo que a nosotros, en este inicio de centuria,corresponde en este contexto de sociedad globalizada.

Sorel, como dice Berlín, es un heredero del Romanticismo (Her-dery Fichte)en tanto enemigo del racionalismo y del progreso material de la Ilustración. A él le obsesionaba una idea cardinal: “la de queel hombre es un creador que únicamente se realiza cuando crea, nocuando recibe pasivamente o se deja llevar por la comente".14Su afinidad temperamental con Flaubert, en un círculo impregnado porautores como Proudhon, Carlvle, Ibsen, Marx, Baudelaire, Nietzschey de los escritores rusos de su época, le hace repudiar a la sociedad burguesa y a lo que él llamaba su pequeña ciencia  positivista.

Unas veces marxista, otras nacionalista, autoproclamado socialista, adm irador de Mussolini y de Lenin, critico de Durkheim, lectorde Bergson, pero sobre todo un sindicalista que miraba en la lucha de clases y, particularmente, en la huelga general, el fundamen

to de todo cambio social; Sorel concibe la resistencia sólo en surelación con la creación. Resistencia y creación son para él un soloconcepto que significa lucha.

Enemigo acérrimo del parlamentarismo reformista y, sobre todo, de los representantes de las clases trabajadoras, que se "convertían en excelentes burgueses muy pronto", a quienes llamaba

gusanos miserables, tan retóricos, chanchullerose intrigantes como

12Sartre, en Frantz Fanón, Los condenados de la tierra, prefacio de Jean-Paul Sartre, México, FCE, 2003, p. 13.

11Benjamin op cit p 37

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HACIA UNA CRÍTICA DE LA VIOLENCIA 29

los demás. Él oponía la vitalidad de la acción frente a la debilidadde la razón, siguiendo a Bergson:

Le impresionó hondamente la doctrina bergsoniana del inanalizable elán vital, esa fuerza interior que no es posible captar ni articular racionalmente, que se abre camino hacia el futuro vacío eincognoscible y va informando tanto el crecimiento biológico como la actividad humana. No el conocimiento teórico sino la ac

ción, y sólo ella, proporcionará una comprensión de la realidad.La acción no es un medio orientado aun fin preconcebido; es ellamisma laque traza su caminovconfigura su política. La predicciónaunque fuera posible la mataría. Tenemos un sentido interior delo que estamos haciendo, que es muy distinto e incompatible conla visión externa, la contemplación desapasionada que clasifica, disecciona y establece estructuras claras. El intelecto congelay deforma. No se puede representar el movimiento con el reposo,ni el tiempo con el espacio, ni el proceso creador con modelos mecánicos, ni algo que vive con algo quieto y muerto: es ésta una antigua doctrina romántica que Bergson vivificó y desarrolló. Hayque aprender la realidad intuitivamente, mediante imágenes, como la conciben los artistas, no mediante conceptos, argumentos

y razonamientos cartesianos. De este suelo brotaría la célebredoctrina de Sorel sobre el mito social como único impulsor de losmovimientos sociales.15

Para Durkheim, como para Sorel, los mitos no son falsas creencias acerca de la realidad, para el primero los mitos siempre son

creencias de algo con un sentido funcional que permite normary cohesionar a la sociedad; la creencia en un pasado común, lastradiciones compartidas, el lenguaje, los símbolos, la religión, la historia. Sin embargo, para Sorel los mitos no son estructuras estabi-lizadoras, sino todo lo contrario, la función del mito permite dirigirla energía e inspirar las acciones. “Esto lo hace dando forma a una

visión dinámica del movimiento vital, tanto más potente cuanto queno es racional y en consecuencia no está sujeta a la crítica de los sa

 belotodo universitarios".16

pp. 36-37.

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30 MARCO A. JIMÉNEZ

Los mitos no son utopías, mientras los primeros son un modo detransformar la realidad, de dar una nueva visión del mundo y de símismo, las utopías son fantasías imposibles de alcanzar, creaciones

intelectuales ajenas a la realidad. Los mitos pertenecen al ámbitocreador de la imaginación que se transforman en significacionessociales políticas, pertenecen a la imaginación creadora y, por lotanto, son irreductibles a las palabras; más bien potencian las acciones y el lenguaje. En sentido estricto la función del mito es lade crear un “estado de ánimo épico”.17*19

Desde el inicio del siglo XX y hasta los años setenta, el mito de lahuelga general siguió siendo un tema central en las discusiones dela izquierda. Sorel hizo de él su estandartede lucha políticay aunquesólo en apariencia pueda decirle, como lo hace Arendt, que este mito"forma más bien el arsenal de la política de la no violencia”, p a r aél la huelga general representaba:

[...] la culminación de una militancia y “violencia” crecientes,cuando en un acto de voluntad colectiva concentrada, los traba

 jadores, de forma concertada. Abandonen sus fábricas y talleresy tras replegarse al Aventino se alcen como un solo hombre parainfligir una derrota total, aplastante, permanentey "napoleónica”,a) sistema execrable que les distribuye en los compartimientos y

 jerarquías de Durkheim y Comte, y a) hacerlo les despoja de suesencia humana. Es la gran sublevación humana de los hijos dela luz contra los hijos de las tinieblas, de los luchadores de la libertad frente a los "mercaderes, intelectuales, políticos”: la pandillamiserable de los amos del mundo capitalista y sus mercenarios,hombres sacadosde la nada, comprados y absorbidos por la jerarquía. ambiciosos planificadores de la sociedad, buscadores de poder o nivel social de la derecha o de la izquierda, promotoresde sociedades basadas en la avaricia y la competencia, o en laopresión asfixiante de una organización racional impecablemente perfecta.'9

Para Sorel el arma de los trabajadores es la violencia y aunque,como plantea Berlin, no llega a manifestarse claramente sobre la

17íbiti. p. 40.l*Arendt, op. cit., p. 22.19Berlin, en Sorel, op. cit., pp. 41-42.

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naturaleza de la violencia, no deja de ver que la lucha de clases esuna condición normal de la sociedad y que hay un uso continuo dela fuerza en contra de los trabajadores.

Efectivamente, para él, por definición, la fuerza20 tiene un usorepresivo, mientras que la violencia dirígida contra ella es liberadora.La violencia no es agresión o ira, sino resistencia.

La fuerza imponecadenas, la violencia las rompe. La fuer/a, abierta o solapada, esclaviza; la violencia, siempre abierta, libera. Sonconceptos morales y no metal ísicos, noempíricos. Sorel es un mo

ralista, y sus valores se arraigan en una de las tradiciones humanasmás antiguas. Ése es el motivo de que Péguy le prestara oídos, yde que sus tesis conserven frescura más allá de su propia época.21

La violencia no es un medio o un instrumento para alcanzar unfin, es ante todo una ética de la acción, un modo no programado,normado, regulado, arreglado, armonioso, estable, perfectamenterazonable, y negociadode conducirse, la violencia se muestra abierta y no oculta su propósito liberador.

Por supuesto que Sorel pone de lado del proletariado a la violencia v deja a la burguesía y sus al iados la fuer/a, por eso la fórmulade la huelga general materializa la culminación de su principioético, pero no siendo la felicidad, ni el placer, ni la gracia divina, ni

20 “Los términos fuerza y violencia se emplean unas veces hablando deactos de autoridad, y en otras ocasiones de actos de rebelión. Resulta claro que esos dos casos dan tugara consecuencias hado diferentes. Estimo yoque se saldría ganando mucho si se adoptase una terminología que no diese pie a ninguna ambigüedad, yque habría que reservar el término violencia para la segunda acepción: por tanto diríamos que la fuer/a tiene por objetoimponer la organización de determinado orden social en el cual gobierna

una minoría, mientras que la violencia tiende a la destrucción de ese orden.La burguesía ha empleado la fuer/a desde el comienzo de los tiempos modernos, mientras que el proletariado reacciona ahora contra ella y contrael Estado mediante la violencia", Sorel, op. cit., pp. 230-231. Cabe añadir quela expresión “uso de la fuer/a públ ¡ca“ corresponde al Estado yque la violencia es un sustantivo que frecuentemente se adjetiva con las palabras: po pular o social. Con lo que coincidimos con Sorel. Curiosamente Arendtdefine la palabra fuer/a en el sentido de las ciencias naturales, de la física,“estoes para indicar la energía liberada por movimientos físicos o sociales",Arendt. op. cit., p. 61. En realidad no entiendo a qué se refiere Arendt conla expresión "energía liberada" por los movimientos sociales.

21 Ibid., p. 45.

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32 MARCO A. JIMÉNEZ

el conocimiento, el fin último de la humanidad, sino la eterna accióncreadora, así podemos suponer que ese percance violento de la humanidad sólo nos depara una forma más de conflicto, de lucha irre

conocible e irreconciliable.A esta forma de pensar le han llamado pesimista porque no acep

ta de antemano que la violencia sea la sustancia o el instrumento delmal, como el infante fantasioso que crea un monstruo para des

 pués huir de él despavorido, o como el poderoso que inventa enemigos para someter a quien no conviene con sus propósitos, o como el

que por la fuerza despoja a otro y luego grita ¡sobre él, sobre el violento que se resiste a ser ultrajado!

Violencia porque no se amansa con una ética de la felicidad, del placer, del eterno descanso o del saber absoluto, sino que pone en juego los elementos irracionales e indescifrables constitutivos de lahumanidad y que privilegia la idea de que toda apuesta por la racio

nalidad es ante todo una ética de la acción. Y no precisamente de unaacción racional orientada a fines o valores, porque como sabemosno basta con planificar, programar, comunicar, decir o pensarla acción para que ésta obedezca a nuestros designios.

Como irónicamente señala Sorel en relación con cierto modo he-geliano de pensar:

Se ha solido tomar a broma el método de Hegel, imaginando quela humanidad desde sus orígenes, había trabajado para engendrar la filosofía hegeliana, y que la mente había completado porfin su movimiento. Semejantes ilusiones se perciben, más o menos, en todos los hombres de escuela: los discípulos conminan a

sus maestros a que cierren las etapas de las dudas, aportando soluciones definitivas.22

Pensar que la noción de violencia expresada por Sorel depende para su existencia, para su reflexión, del mito de la huelga generaly de la lucha de clases es reducir su aportación a una mera coyuntura

que considera a los hechos históricos como piezas de museo, comorezagos de un anacronismo intelectual superado por la poderosa ydestructiva tecnología armamentista del presente.

22 Sorel op cit pp 67-68

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HACIA UNA CRÍTICA DE LA VIOLENCIA 33

Todo lo contrarío, ¿a qué apela Sorel con su llamado a la epopeyade las huelgas violentas?, ¿a qué se opone cuando recrimina a los po-

líticos e intelectuales de su momento la defensa del régimen de-mocrático, del parlamento y de sus leyes? En suma, ¿tiene algo quedecimos Sorel para nuestra época con su apología de la violencia?

¿No será que el mito de la huelga general es un modo de hablarde un intercambio solidario entre los hombres, de una comunidadcreadora y violenta en contra de lo que hoy solemos llamar el modoamericano de vida, o para decirlo de otro modo una violencia en con-tra del olvido del ser?

Sirvan las palabras del prólogo de Isaiah Berlinparaconcluiresta breve exposición de George Sorel sobre la violencia:

El profeta de la acción colectiva concertada, de los planteamientos pragmáticos, solamente apreciaba los valores absolutos, la inde-

 pendencia total. Había de ser el Diógenes moderno, empeñado enhacer explotar los dogmas más sagrados y las creencias más res- petadas de todos \osestablishntents de su ilustrada época. Todavíamerece la pena leerle. El mundo acerca y en contra del cual escri-

 bió podría ser el nuestro. [...] sus ideas se nos vuelven a aparecerdesde todos lo ámbitos, porque marcan una rebelión contra elideal racionalista de un bienestar sin fricciones dentro de un sis-

tema social armonioso en el que todas las cuestiones esencialesqueden reducidas a problemas técnicos, susceptibles de soluciónmediante técnicas adecuadas. Es la visión de este mundo cerradola que repele moralmente a la juventud de hoy. El primero en for-mularlo fue Sorel, y sus palabras todavía pueden inquietar.25

Be n j a m ín : Pa r a  u n a  c r ít ic a  d l  l a   v io l e n c ia

Puede ser comprensible que en el prefacio a Los condenados de la tierra, de Frantz Fanón, escrito por Sari re (1961) no exista algunareferencia a Benjamín, a su texto sobre la violencia (Ztir Kritik der  GewalOpubUcadoenArchivfürSozialwissenschaft undSozialpolitik  

(Heft, 3 de agosto de 1921). Pero lo que si resul ta totalmente sorpren-dente es que Arendt, quien seguramente conoció el texto, guardesilencio absoluto y no lo refiera en su libro Sobre la violencia (1969).¿Por qué mientras ella se encarga de desechar a Sorel, a Sartre y a

25 Berlín, en Sorel, op. cit.,  p. 57.

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Fanón, reconoce en Engels un antecedente primordial para entenderla violencia? ¿Porqué, decíamos, elude a Benjamín? Quizás estasuspicacia no tenga ningún sentido o probablemente algún investi-gador conozca con detalle las razones de la ausencia de Benjamín enel texto de Arendt.24

Por lo que aquí corresponde, sólo diré que ambas concepcionessobre la violencia se encuentran muy distantes. Mientras Benjamínrelaciona la violencia con la ética; Arendt lo hace con la tecnología.Para uno el asunto se encuentra entre la conservación y la fundación

de derecho, la violencia mítica y la divina; para la otra entre el poder(acuerdo racional, paz) y la destrucción (desacuerdo irracionalidad,guerra). El contraste entre dichos autores quizá represente una pantalla de fondo que nos permita reconocer con mayor claridad elasunto de la violencia en nuestra época.

Para Benjamín, la crítica de la violencia sólo es posible si se ins

cribe en un contexto ético. Y sin duda ese contexto remite a los conceptos de derecho y de justicia. Considerar la violencia como unmedio en relación con fines, es el modo más frecuente que se utiliza para analizarla, lo que en principio se nos presenta como algo fácil, pues el carácter de la violencia dependerá siempre de fines justos oinjustos. Por lo que su crítica, en sentido ético, se limitaría a su correspondencia con fines justos. Y como este autor plantea: "Aun

asum iendo que tal sistema está por enci ma de toda duda, lo que contiene no es un criterio propio de la violencia como principio, sinoun criterio para los casos de su utilización. La cuestión de si la violencia es en general ética como medio para alcanzar un fin seguirásin resolverse".25

La propuesta que Benjamin nos ofrece para comprender la vio

lencia es realizar una distinción dentro de la esfera de los medios,independientemente de los fines a que sirvan.Para el derecho natural no habría mayor problema con el uso de

la violencia, pues se trata de beneficiarse de un producto de la natu

24Por supuesto que Arendt conocía perfectamente el texto de Benjaminy hace todo lo posible por evitarlo. Basta mencionar la extensa introducción

que hace a la versión de Iluminaciones publicada por primera vez en Frank-furt am Main. Suhrkamp Verlag. 1955, y traducida en 1968 por Harcourt,Brace & World Inc., ¡Iluntinations, Walter Benjamin, with an introduction

 bv Hannah Arendt, London, Pimlico, 1999.25Benjamin. op. cit., p. 23.

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raleza misma, siempre y cuando se use para fines justos, sin dudaesta concepción sirvió de fondo ideológico al terrorismo de la Revolución francesa, como señala Benjamin. Para ceder la violencia individual en favor del Estado es necesario reconocer que el individuo practica “libremente toda forma de violencia de fació y también de jure”.26  Sin duda esta concepción naturalista de la violencia se vioreforzada por los planteamientos de Darxvin en el sentido de que laevolución se encuentra en relación con la selección natural. Hágase el derecho y la justicia natural, la ley del más fuerte.

Esa concepción del derecho natural de la violencia es opuesta ala de la violencia como hecho histórico que acepta el derecho positivo. Mientras el derecho natural establece juicios críticos de laviolencia como medio con respecto a sus fines, el derecho positivohace juicios de la violencia únicamente a través de la crítica de susmedios.

Si la justicia es el criterio de los fines la legitimidad lo es el de losmedios. No obstante, y sin restar nada a su oposición, ambas escuelas comparten un dogma fundamental: fines justos pueden seralcanzados por medios legítimos, y medios legítimos puedenser empleados para fines justos. El derecho natural aspira “justificar” los medios por la justicia de sus fines; por su parte el dere

cho positivo intenta “garantizar” la justicia de los fines a travésde la legitimación de los medios. Esta antinomia resultaría insoluble si la premisa dogmática común fuera falsa, es decir, en elcaso en que medios legítimos y fines justos estuvieran en irreconciliable contradicción. Pero esto no puede producirse sin antesabandonar esta perspectiva y establecer criterios independien

tes para fines justos así como para medios legítimos.27

Benjamin se deslinda, en su trabajo, de una investigación sobrelos fines y los criterios de justicia y nos propone que atendamos eltema de la legitimación de ciertos medios en relación con la violencia. Por lo que considera que el derecho natural es poco útil, puestoque nos remitiría a una casuística infinita. Y aunque reconoce queel “derecho positivo está ciego en materia de incondicionalidad delos fines, el natural lo está igualmente con respecto al condiciona-

2tthid., p. 24.27 Idem.

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miento de los medios". Sin embargo, la teoría positiva del derechonos permite reconocer entre las diferentes formas de violencia almargen de su aplicación o utilización. Benjamín ubica dicha distin

ción en la violencia históricamente reconocida, sancionada o no. Setrata, en el derecho positivo, de considerar el sentido de la violencia,de su apreciación y no como sucede en el derecho natural de su utilización.

Resumiendo: el criterio establecido por el derecho positivo comolegitimación de la violencia sólo será susceptible de análisis ex

clusivamente a partir de su sentido, si la crítica de la esfera de suaplicación se hace a partir de su valor. Por lo tanto esta crítica permite localizar su punto de mira fuera del derecho positivo, pero también fuera del derecho natural. Ya se verá en qué medidaes deducible a partir de una consideración histórico-filosófica delderecho.28

Si algo nos permite reconocer hoy, como en épocas recientes, eldescrédito que el derecho natural tiene con respecto a la violencia,es el tema del terrorismo al que se le hace responsable de responder, mediante el uso de la violencia, a fines particulares ajenos aun orden legal particular o universal. Es decir, no es que se condenela violencia, yaque ella misma es utilizada de mil maneras por cier

tos Estados, grupos o individuos, siempre mediante el sustento deun orden legal establecido: a) con el propósito explícito de preservarla legalidad, o b) con el fin de restablecerla. Es así como se crean fines de derecho por medios legales de violencia. Benjamín es muyclaro cuando ejemplifica con la educación, e incluso podríamos decir, también con la familia, "donde los fines naturales gozan, en principio de gran libertad, al establecer fines de derecho aplicables

cada vez que los fines naturales son perseguidos con un exceso deviolencia”.29 Tal y como sucede en algunas prisiones o campos militares, cuando la violencia es excesiva las leyes regulan los límites delcastigo.

Hoy sabemos que cualquier acción social o individual (de particulares, o de la llamada sociedad civil) que recurra a la violencia

28 Ibid.. p. 25.29 Ibid.. p. 26.

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chocará con los fines de derecho, y con ello, con la legalidad. De ahíque como afirma Benjamín "[...] se deduce que el derecho considera que la violencia en manos de personas individuales constituye un peligro para el orden legal".30 Por lo anterior, sería equivocadamentefácil juzgar a la violencia en la medida que se opone al derecho, peroen realidad esto no es así, la violencia puede ser juzgada en general, es decir, también aquella que no proviene de fines particulares.En otro sentido, y de igual modo erróneo, se puede argumentar quecualquier sistema legal no podría sostenerse mediante la persecu

ción violenta de los fines naturales.

En cambio, podría tal vez considerarse la sorprendente posibilidadde que el interés del derecho, al monopolizar la violencia de manos de la persona particular no exprese la intención de defenderlos fines de derecho sino, mucho más así, al derecho mismo. Esdecir, que la violencia, cuando no es aplicada por las corres

 pondientes instancias de derecho, lo pone en peligro, no tanto porlos fines a los que aspira alcanzar, sino por su mera existenciafuera del derecho.31

Sin duda esta extemalidad esencial de la violencia la hace simultáneam ente peligrosa y atractiva; amenazadora para el derecho, para la legalidad; y atractiva para las masas, para el pueblo, como en

el caso "del ‘gran’ criminal que, por más repugnantes que hayan sidosus fines, suscita la secreta admiración del pueblo. No por sus actossino por la voluntad de violencia que éstos representan".32 Es así como muchos criminales terminan siendo ídolos o héroes.

Lo que Sorel intuye con respecto a la lucha de clases y en particular a su expresión como huelga general, Benjamín lo plantea como uno de los elementos cardinales para comprender la relación

entre lo que el derecho permite, es decir, la huelga y aquello que loamenaza, la violencia. Porque aunque Arendt afirme que la huelgano pertenece al ámbito de la lucha violenta, Benjamín y Sorel, entreotros, están convencidos de que la huelga general es algo que en forma violenta irrumpe en el orden social establecido y dado como natural, y no precisamente porque quienes participan en dicha acción

30 Idem.

31 Ibid., pp. 26-27.32lbid.t  p. 27.

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así se lo propongan sino que es violenta por el propio derecho, porlas leyes mismas que aunque en un inicio le reconocen su condiciónde legalidad inmediatamente después no la soportan, la condenan

y atacan.Algo similar ocurre en la actualidad en el nivel de las legales mani

festaciones populares en las calles, que sin corresponder a la ortodoxa concepción de la lucha de clases, o a la idea de huelga general,nodejan deevocar al gunosde sus métodos. Yquees, en ocasiones, esamisma legalidad la que les da pauta para un devenir violento. Quizá por ello algunas de esas inocentes manifestaciones políticas seantan temidas por los gobernantes y, de modo contrario, otras expresiones populares de las masas, a veces muy violentas, no sólo sean toleradas o negociadas sino altamente promovidas, algo de esto, sinduda, sabían los emperadores romanos que hicieron de la violenciaun magnífico espectáculo legal.

Benjamin habla de la violencia pirata, un tantoenel mismosenti-

do en que algunos de nosotros nos referimos a ciertos productos omercancías de procedencia y manufactura dudosa, pero no sólo aeso, sino sobre todo a la realización de sus fines, ya que un producto pirata no deja de provocar una satisfacción pirata, es decir: “Si laviolencia no fuera más de lo que aparenta, a saber un medio paraasegurar un deseo discrecional, sólo podría satisfacer su fin comoviolencia pirata”.” No tendría sentido fundar o cambiar ciertas con

diciones de manera coherente.Benjamin, al igual que Sorel, insiste en que la huelga general esca

 pa/ de alterar mediante la violencia, la legalidad, las condiciones enque se establece cierto derecho, aun cuando esto no se asocie a los patrones de justicia, y con ello dicha violencia puede fundar otro derecho. En tal sentido, dicho criterio también puede ser aplicado para

una circunstancia bélica. Así como una huelga, en un principio, puede manifestar intenciones exclusivamente económicas y laborales,una guerra en su inicio sólo parece ocuparse de los beneficios inmediatos que le puede acarrear o no a una de las partes involucradas, entales circunstancias nos referimos a una violencia pirata. Pero unavez concluidos los enfrentamientos, las campañas, cuando alguiensurge como vencedor, ya sea en la huelga o en la guerra, se impone

la paz.

”  Ibid., p. 28.

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La palabra "paz", como correlativa de la palabra "guerra’*incluyeen su significado [...] un necesario sancionamientoflpriori de ca-

da victoria, independientemente de todas las otras relaciones dederecho. Y esta sanción consiste en que las nuevas circunstanciasson reconocidas como nuevo “derecho", se requieran o no garan-tías de fado para su perpetuación. Si se admite la violencia bélicacomo origen y modelo de toda violencia que persigue fines natu-rales, entonces todas estas formas de violencia fundan derecho.[...] Lo anterior explica porqué el derecho moderno tiende, como

se ha visto, a no admitir que, por lo menos personas privadas encalidad de sujetos de derecho practiquen una violencia aunquesólo dirigida a satisfacer fines naturales. Esta violencia se hacemanifiesta para el sujetode derecho en la figura del gran criminal,con la consiguiente amenaza de fundar un nuevo derecho, cosaque para el pueblo, a pesar de su indefensión en muchas circuns-tancias cruciales, aún hoy como en épocas inmemoriales, es una

eventualidad estremecedora. El Estado teme esta violencia, deci-didamente por ser fundadora de derecho, por tener que reconocerlacomo tal, cuando potencias exteriores lo fuerzan a concederles elderecho de hacer la guerra, o cuando las clases sociales lo fuerzana conceder el derecho a la huelga.M

Hay dos manifestaciones de la violencia intrínsecamente vincu-

ladas: la fundadora de derecho y la conservadora de derecho; sin em- bargo, la prim era función de toda violencia es la de fundar un nuevoderecho. Aun el criminal más solitario al cumplir sus fines medianteactos violentos, al beneficiarse de sus crímenes de modo individualy sin proponérselo se encuentra en vías de crear un nuevo derechoa menos que sea detenido. La huelga general y la guerra son, sin duda,fundadoras de derecho aunque también y, sobre todo, en nuestra épo-

ca las minúsculas acciones de cientos de millones de personas máso menos articuladas también fundan, mediante una violencia me-nos espectacular, más discreta y silenciosa, nuevos derechos.

Planteado en términos más simples, la violencia se sitúa entre loque es la realización de mi antojo, fuera de todo compromiso socialy, por otro lado, la obligación ética de actuar, tanto en lo que a mi persona concierne como en relación con las demás, de tal modo que

vea a la hum anidad como un fin y no como un simple medio. Si hago

M Ibiíi, p. 29.

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40 MARCO A. JIMÉNEZ

lo que se me antoje o si me someto a una ley universal, estoy en el trán-sito entre fundar y conservar derecho. Ya sea que se procuren los fi-

nes naturales o los que exige el derecho positivo, ambos en nombrede la libertad.Se podría suponer que el fin del derecho positivo es unificar a ios

dos propósitos actuando tanto en beneficio de casos particulares,como del bien universal. No obstante, esta concepción esquiva la va-lidez del derecho como una totalidad, todo lo contrario, el derechoes lo que es porque en él mismo se fraguan lo existente y lo amenaza-

dor, garantía y amenaza. En tal sentido, todo derecho conservadoresuna intimidación en la medida que precisamente deja abierta siem-

 pre la posibilidad de escapar a la puesta en operación de dicha ame-naza.

El derecho está asociado a las penas o los castigos y, en últimainstancia, a la pena de muerte; la crítica de esta última debe ser vis-

ta como algo más que un cuestionamiento a un castigo, sino comoel derecho en su origen mismo. Como dice Benjamín:

Si la violencia, una violencia coronada por el destino, en su ori-gen, no será del todo desacertada la presunción, de que esa vio-lencia cumbre sobre la vida y la muerte, al aparecer en el ordende derecho, puede infiltrarse como elemento representativo de su

origen en lo existente y manifestarse de forma terrible. [...] Yes que la utilización de violencia sobre vida y muerte refuerza,más que cualquier otra de sus prácticas, al derecho mismo.35

Si matar y controlar la vida desde su procreación hasta el destinofinal del cadáver e incluso de sus restos como huesos o cenizas sonatribuciones del derecho, entonces una crítica de la violencia ya sea

como fundadora o conservadora no puede eludir tal cuestión. Por loanterior, no podemos dejar de observaren la institución de la policíaal brazo ejecutor de la autoridad, del estado de derecho. Policía que

 —como dice Benjamín— rara vez sus competencias son suficientes para llevar a cabo sus propósitos. "Del derecho fundador se pide laacreditación en la victoria, del derecho conservador que se sometaa la limitación de no fijar nuevos fines. A la violencia policial se leexime de ambas condiciones".36 La policía es fundadora de derecho

35 Ibid ., p. 31.*tbid.,p. 32.

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HACIA UNA CRÍTICA DE LA VIOLENCIA   41

 porque administra a su antojo las leyes y es conservadora de dere-cho porque, al mismo tiempo, está al servicio de los fines que se lo

demande.Por lo que, como plantea Benjamín, no siempre es convenientemirar a todas las policías como similares, pues una cosa es servir aunadictadura ouna monarquía ahsolutaque concentran la totalidaddel poder, que a una democracia donde “su existencia no goza de esarelación privilegiada, e ilustra, por lo tanto, la máxima degeneraciónde la violencia”.37

Como hemos visto, la relación entre violencia (fundadora o con-servadora), como medio, y derecho general es ineludible. Pero has-ta aquí lo que se ha mostrado —siguiendo a Benjamín— es una éticaambigua del derecho. Por lo que él mismo se formula la pregunta de"si no es posible regular los conflictivos intereses de la humanidadcon otros medios que no sean violentos".

Sin duda un régimen contractual parece excluir la violencia, peroen realidad lo que hace, en forma pacífica y decente, es establecer lascondiciones para el ejercicio de ella poruña de las partes, pues comotodos sabemos, lo que sucede cuando de acuerdo con uno de los inte-resados las cláusulas de un contrato no se cumplen, estalla la violen-cia, sobre el cuerpo o los bienes del que se hace reo de la justicia. Esexactamente aquí cuando la violencia aparece representada por el

 poder que la garantiza. Concepción ésta, de la relación entre podery violencia, completamente opuesta a la de Arendt como veremosmás adelante. Y como dice Benjamín, seguramente, bajo la influen-cia de Sorel:

Toda institución de derecho se corrompe si desaparece de suconciencia la presencia latente de la violencia. Valgan los parla-

mentos como ejemplo de ello en nuestros días. Ofrecen el lam enta- ble espectáculo que todos conocemos porque no han sabido con-servar la conciencia de las fuerzas revolucionarias a que debensu existencia. [...] Carecen del sentido de la violencia fundadorarepresentada en ellos. Por ello no sorprende que no alcancen con-clusiones dignas de dicha violencia, sino que favorezcan compro-misos tendentes a asegurar un p resunto tratamiento pacífico delos asun tos políticos. Sin embargo, "por más que censuremos to-da forma ab ierta de violencia, persiste como producto inherente

37ídem.

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42 MARCO A. JIMÉNEZ

de la mentalidad de la violencia, porque la corriente que impulsahacia el compromiso no es una corriente interior, sino exterior,está motivada por la corriente contraria. No importa cuán volun-

tariamente nos hayamos prestado al compromiso; aun así es im- posible ignorar su carácter coactivo. El sentimiento básico queacompaña a todo compromiso es: 'mejor hubiera sido de otramanera .**

Pero la resolución de conflictos no siempre tiene que ser violenta,

 para que esta resolución sea posible por medios limpios tiene queser bajo ciertas "precondiciones subjetivas [mismas que son] cor-tesía sincera, afinidad, am or a la paz, confianza y todo aquello queen este contexto se deje nombrar. Pero su aparición objetiva es deter-minada por la ley [...] para que los medios limpios no signifiquensoluciones inmediatas sino sólo mediatas".39

Curiosamente Benjamín introduce aquí el tema de los buenosafectos, de la conversación y el lenguaje. ¿Podría ser de algún otromodo?

En la conversación, no sólo la conformidad no violenta es posible,sino que el principio de no utilización de la violencia se debe ex- presamente a una circunstancia significativa: la no penalización

de la mentira. Quizás no haya habido en el mundo legislación al-guna que desde su origen la penalizara. De ello se desprende queexiste, precisamente en la esfera del acuerdo humano pacífico,una legislación inaccesible a la violencia: la esfera del "mutuoentendimiento" o sea del lenguaje. La violencia de derecho final-mente se infiltró en ella, mucho más tarde y en pleno proceso dedegeneración, al imponer castigo al engaño. [...] Incluso la men-

talidad más dura preferirá muy a menudo medios limpios y noviolentos, por temor a desventajas comunes que resultarían de unenfrentamiento de fuerzas, sea cual fuere el vencedor. En incon-tables casos de conflicto de intereses entre personas privadas,habrá clara conciencia de ello. [Más vale un mal arreglo, que un buen juicio, dice la gente] No así cuando la disputa afecta a clasesy naciones. Para éstas, ese orden superior que amenaza tanto al

M Ibid..  p. 33.19 Ibid., p. 34.

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HACIA UNA CRÍTICA DE LA VIOLENCIA 43

vencedorcomoal vencido, permanece oculto para los sentimientosy opiniones de casi todos.40

Benjamín refiere a las dos concepciones sobre la huelga general:a la política y a la proletaria, dejando a la primera su carácter fundador de un nuevo estado de derecho, que como dice Sorel, sólo cam bia el lugar de unos privilegiados por otros que buscan reforzar elcarácter violento del Estado. Frente a esto, el proletariado buscarála eliminación total de la violencia estatal rechazando cualquier re

forma y manifestando indiferencia frente a los beneficios materiales adquiridos, ya que el propósito es eliminar al Estado.

Existe un claro rechazo, por parte de Sorel, a la huelga general política y quizá la historia le ha dado la razón cuando se mira a ciertossegmentos del proletariado en el mundo desarrollado, y también enlos países pobres, viviendo y pensando como burgueses. Insistimos,

la huelga general política es fundadora de derecho, no sólo para los beneficiarios directos sino para todos. La segunda es anarquista, esmítica, en el sentido que Sorel hace del mito, sobre todo en relacióncon su crítica de los programas, planes y utopías. De este modo dever a la huelga general proletaria, de su carácter mítico Benjamíndirá:

Esta concepción profunda, ética y genuinamente revolucionariaimpide que se adscriba a semejante huelga general un carácterviolento, so pretexto de sus posibles consecuencias catastróficas.[...] Aun así, no debe juzgarse la violencia de una acción según susfines o consecuencias sino sólo según la ley de sus medios. Es obvio que la violencia de Estado, sólo preocupada por las consecuencias, va atribuirle un carácter violento a este tipo de huelga,en lugar de reconocerlo en el carácter manifiesto de los paros parciales.41

El mito fundador, a diferencia del derecho fundador o conservador, provoca una forma de violencia que no persigue fin alguno, estotambién lo podemos observar de modo cotidiano en la ira, misma

que nos puede conducir a la violencia sin un fin aunque no deja deser una manifestación. La violencia mítica es pura manifestación

40ibid., pp. 34-35.41 Ibid., p. 37.

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44 MARCO A. JIMÉNEZ

divina, no es medio para ningún fin —dice Benjamín— "es puramanifestación de los dioses".

Es decir, hablamos de una forma de violencia que se manifiesta

sin obedecerá fin alguno. En todo caso su fin es el derecho, la ley misma que considera —como decíamos al principio de este texto— quela violencia mítica es constitutiva de nuestra humanidad, entonces

 pensamos en Prometeo o en Adán, quienes contrariando el mandatodivino se arriesgaron alterando el destino, crearon otras condiciones al violentar al propio derecho, por lo que fueron castigados y lo

que menos parecía interesarles a sus verdugos era la pena que infligían o el derecho conservador, sino más bien formular un mito nuevo entre los hombres.

Pero la violencia mítica que no deja de manifestarse entre nosotros de diversas formas no debe confundirse con la violencia fundadora, ya que ésta será siempre una violencia de medios a fines. Comoes el caso de la guerra o la huelga general política, o de las más recientes huelgas y manifestaciones callejeras destinadas a la obtención de un beneficio inmediato.

La función de la violencia en el proceso de fundación de derecho es doble. Por una parte, la fundación de derecho tiene comofin ese derecho, que con la violencia como medio aspira a im

 plantar. No obstante, el derecho una vez establecido, no renunciaa la violencia. Lejos de ello sólo entonces se convierte en fundadora dederecho en el sentido más estrictoy directo, porque este derecho no será independiente y libre de toda violencia, sino que seráen nombre del poder, un fin íntima y necesariamente ligadoa ella.Fundación de derecho equivale a fundación de poder, y es, poren-de, un acto de manifestación inmediata de la violencia. Justicia

es el principio de toda fundación divina de fines; poder, es el principio de toda fundación mítica de derecho. [Por lo] que toda violencia fundadora de derecho viene a garantizar un poder, y no unaansia excesiva de beneficio en forma de posesiones.42

Como podemos percatam os, la violencia mítica y la fundadorade derecho no son ajenas entre sí, el principio es el mismo: la leyno debe ser transgredida, sea ésta divina o humana, pues vale lo mismo para todos. Ya que como dice, irónicamente, Anatole France ci-

42 Ibid., p. 40.

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H A C I A U N A C R Í T I C A D E LA V I O L E N C I A 45

lado por Benjamín: "la ley prohíbe de igual manera a ricos y pobres pernoctar bajo los puentes**.

AI final de su texto, Benjamín separa a la violencia mítica de laviolencia divina, dejando para la primera la violencia sangrienta so- bre la vida a nombre de la vida misma y para la violencia pura o divi-na su dominio sobre todo lo viviente y por am or a lo vivo. Mientras"aquélla exige sacrificios, ésta los acepta**.

Colocar la crítica de la violencia en el camino que nos lleva a re-conocer sus distintas manifestaciones, es una reflexión que va másallá de la simple afirmación de que: "ni la violencia ni el poder sonun fenómeno natural, es decir una manifestación del proceso dela vida; pertenecen al terreno político de los asuntos humanos cuyacalidad esencialmente humana está garantizada por la facultad hu-mana de la acción*’.45 Decir que la violencia y el poder no son unacuestión biológica sino política, es una afirmación obvia o aparen-

temente inocente, que contribuye, en cuanto a la violencia corres- ponde, a eludir su eterna manifestación en la historia, en algo queva más allá de una mera determinación, ésta sí, casi natural, de me-dio, brazo ejecutor o instrumento.

Benjamin nos hace pensar en la violencia no sólo como medio"derecho fundador o conservador”; sino también como fin, "como

violencia mítica o violencia pura o divina*', es decir, en sus condicio-nes éticas.

Fa n ó n  y   l a  v io l e n c ia

Traer a Fanón a este texto implica algo más que un mero propósitoacadémico o cronológico o una referencia bibliográfica obligatoria,es sobre todo una cuestión ética, un posicionamiento político he-cho desde una subjetividad condicionada por un entorno históricolatinoamericano. Sin duda, algunos podrían considerar como ana-crónico un debate como el que establece Fanón en relación con la

explotación capitalista dentro de los regímenes colonizadores delos imperialismos europeos y estadounidense del siglo XIX y has-ta los años setenta del xx. Como del mismo modo se podría pensar 

45 Arendt op cit p 112

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46 M A R C O A . J I M É N E Z

obsoleto reflexionar, ahora, sobre las referencias a la huelga general o a la lucha revolucionaria.

Hoy, cuando la participación política ha sido reducida a procesos

electorales y a su expresión esencial, el voto, y cuando el tema de lavida pública e incluso privada gira en tomo a la democracia, sacarel asunto de la violencia a relucir bajo una perspectiva distinta a laque le ha sido asignada por el sentido común y las buenas conciencias, no sólo puede resultar políticamente incorrecto, sino hasta demal gusto para ciertos círculos intelectuales que han hecho de losdiscursos políticos, de los procesos electorales y de lo social un asunto propio de las televisoras.

A nadie se le ocurriría decir en nuestros días, como lo hizo Sartreen su prefacio a Fanón, que

[... ] la verdadera cultura es la Revolución, lo que quiere decir quese forja al rojo.

[O que] esa violencia irreprimible, [...] no es una absurda tem pestad ni la resurrección de instintos salvajes ni siquiera un efecto del resentimiento: es el hombre mismo reintegrándose. Esaverdad, me parece, la hemos conocido y la hemos olvidado: ninguna dulzura borrará las señales de la violencia; sólo la violencia puede destruirlas. Y el colonizado se cura de la neurosis colonialexpulsando al colono con las armas.

[O que] [...] en los primeros momentos de la rebelión hay quematar: matar a un europeo es matar a dos pájaros de un tiro, su

 primir a la vez a un opresor y a un oprimido: quedan un hombremuerto y un hombre libre; el superviviente, por primera vez, siente un suelo nacional bajo la planta de sus pies.44

Tenemos la novela latinoamericana e incluso la de un europeoco-mo Conrad, entreoirás evidencias, para dar cuenta de estas circunstancias, pero sobre todo permanece el espíritu de la historia de esos

 pueblos para mostrar que aún hay algo de aquelloque no se resuelveen la ONU y en la OEA, ni por la vía electoral.

Como ya mencionamos, Fanón —según Sartre— es el primerodespués de Engels en sacar a la superficie a la "partera” de la historia. "Y no vayan a creer que una sangre ardiente o una infanciadesgarrada le han creado algún gusto singular por la violencia: sim

44 Sartre, en Fanón, op. cit..  prefacio, pp. 7-29.

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H A C IA l 'N A C R Í T IC A D E L A V I O L E N C I A 47

 plemente se convierte en interprete de la situación: y nada más”.4*Paradójicamenteesto que afirma Sartre puede ser aplicado para muchos criminales en nuestra época, simplemente se han convertidoen intérpretes de la situación: asesinan, violan, secuestran, roban ycometen todo tipo de delitos no precisamente analizables bajo lossupuestos de la criminología tradicional. Hoy vemos cómo el verdugo más cruel, el asesino serial más terrible, incluso que aquellos crímenes inimaginables y sólo concebidos en mentes individuales secometen en forma colectiva, por jóvenes, casi niños, y hasta por fa

milias.Las ciencias sociales y humanas son incapaces ya no digamos de

comprender la violencia actual, sino tan sólo de describirla, las clásicas explicaciones funcionales o estructurales no contribuyen a laformulación de la cuestión. Tal parecería que esta forma de violencia criminal se guiara bajo el lema “sontos legión".

Hago referencia a lo anterior porque si en los años sesenta, en la posguerra, el referente inmediato a la violencia lo representaban lasluchas de liberación nacional, los movimientos estudiantiles y an-tirracistas, así como personajes como el Che Guevara eran algo másque una playera o un cartel estampado con su rostro. La batalla de 

 Argel, más que un filme propio para una muestra decrépita de cine-club universitario era, juntocon Cuba, Vietnam, Fidel y HoChi Min,

un estado de ánimo. Los secuestradores eran revolucionarios, comolosTupamaros. Los traficantes más lemidosy perseguidos tenían quever con ideas y manifiestos. Los Panteras Negras, el guante negro em puñado en los juegos olímpicos eran ante todo un acontecimientoque aunado al cabello largo desafiaban a la autoridad. Después,todoesofuesometidovconvertidoen recuerdos impronunciables so

 pena de ser catalogado como un nostálgico milenarista.A la violencia revolucionaria mítica y creadora, el Estado le impu

so un derecho llamadodemocracia y juntocon ello una violencia económica criminal y corrupta. No sin antes haber mostrado medianteterroríficas dictaduras por el mundo entero de lo que es capaz el derecho cuando se atenta contra el mito existente. Por eso, cuando enla actualidad hablamos de violencia, pensamos en loque he descrito

al inicio y olvidamos que alguna vez esta palabra tuvo otra significación.

45 Ib id .,  p. 14.

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48 M A R C O A. J I M É N E Z

El texto de Fanón nos recuerda esto último, que alguna vez loscondenados de la tierra aspiraron a luchar por la libertad mediante

el uso de la violencia y no por medio de los votos. Si lo prim ero sirvióde algo, y lo segundo es el único camino, o el menos peor, habría que preguntárselo a los chinos que viven concentrados en un inmensocampo de trabajo, a los musulmanes invadidos, a los africanos queagonizan de hambre, a los miles de enfermos que mueren diariamente de enfermedades curables, a los niños esclavizados como mercancía sexual, y a muchos más que nacen y mueren en los intestinos

"democráticos” del Leviatán.4*El mundo globalizado se hace tan ancho como la banda de inter

net, y tan alto como las visibles e invisibles Torres Gemelas o los via jes espaciales, pero la violencia, como hemos visto, no deja de llamara nuestras puertas.

Para Fanón, como para muchos en los años sesenta, estaba cla

ro quién era el enemigo: el colono, el imperialismo estadounidenseo el europeo. Sin embargo, hoy esa conciencia de claridad entre elamigo y el enemigo se ha perdido. Por ejemplo, actualmente se noshace pensar que todos somos responsables de la contaminación del

 planeta; lo mismo un campesino que corta un árbol para hacer leñaque la Mobil Oil, que puede derramar miles de litros de aceite en elambiente, son, parafraseando a Anatole France, responsables ante

una ley que prohíbe de igual manera a ricos industríales y campesinos pobres contaminar el ambiente.

La violencia ha precedido y presidido la constitución del mundo, ha ido a tono con la destrucción de manifestaciones socialesautóctonas, ha acabado con economías vernáculas, con modos deapariencia propios, de vestir, de hablar, de comer, de pensar, porqué habremos de suponer que aquello que ha sido impuesto por laviolencia tendría que ser modificado pacíficamente, la historiaha mostrado con frecuencia que esto no es así. La violencia no es,ni ha sido, de uso exclusivo de nadie.

Sin duda, Fanón reconocería ahora el carácter globalizado delmundo, pernal mismo tiempo seguiría observando un mundodecolonos y colonizados por más que unos y otros cohabiten, relativamen-46

46 Adopto la metáfora del título que Alejandro Pavá da a su escrito en estelibro: MLos intestinos del Leviatán: poder, escatología y violencia en el cautiverio forzado”.

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H A C I A U N A C R Í T I C A D E L A V I O L E N C I A   49

te, en los mismos espacios geográficos o tengan acceso a tecnolo-gías de comunicación similares.

Quizás algo que ahora ha cambiado es que en estos tiempos no

estemos tan seguros que los colonizados quieran dejar de serlo o, porotra parte, que alguien les tenga que proporcionar la conciencia delo que supuestamente son y tendrían que ser. O incluso antes, ten-dríamos que preguntamos si sigue siendo válido el concepto de co-lonización. Por otro lado, sabemos que para algunos sentir un suelonacional bajo la planta de los pies, en sentido literal, es sustancial;

no obstante, para muchos otros la idea de un suelo nacional no esuna tierra fija, sino más bien una serie de condiciones sociales quese concentran en tomo a una situación. Pienso en los nacionalistasy, al mismo tiempo, en los emigrantes, seguro que para unos y otrosla experiencia de la violencia es distinta.

De Los condenados de la tierra podemos concluir que si la violen-cia tiene un sentido ético, es decir, relacionado con lo bueno, la jus-

ticia y la libertad, lo que queda expresado en la experiencia históricade los pueblos y de los individuos que han hecho de la acción violen-ta una forma de resistencia y creación, es para que nosotros poda-mos pensar e imaginar que no todo lo que hay en el mundo tiene nitiende a ser igual “y que no es lo que existe, sino lo que podría y de-

 bería existir, lo que necesita de nosotros".47

ARENDT: SOBRE LA VIOLENCIA

Es verdad que lo que se reflexiona tiene que ser comprendido en elentorno de los acontecimientos y mirando hacia el futuro, y tambiénes cierto que en la situación actual existe un potencial bélico des-tructivo de tal magnitud que hace de las guerras algo distinto, comolo plantea Arendt. A lo que nosotros añadiríamos que, efectivamen-te, la guerra biológica, la química, el uso de cierto tipo de gases yhasta la guerra espacial, tuvieron su inauguración ejemplar con la

 bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki. Aunque no debemos ol-vidar que ya durante la Primera Guerra Mundial se ensayó con el gasmostaza. Después del crimen cometido contra la población civil en

Japón, se dio paso a la disuasión entre las dos superpotencias bélicas47 Comelius Castoriadis, Hecho y por hacer, pensarla imaginación, Bue-

nos Aires, Eudeba, 1998.

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50 M A R C O A . J I M É N E Z

y sus áreas de dominio mundial (lo cual, por cierto, no acabó conlas guerras).4*

Es a partir de una interpretación sobre la guerra, de las armas

atómicas y de la correlación de fuerzas mundiales que la autora, por así decir, coloca un telón de fondo visible para comprender lacuestión de la violencia. Se trata de un juego bélico que “se juega conforme a la regla que si uno de los dos 'gana' es el final de los dos. Nohay alternativa a la victoria". Su objetivo es la disuasión y no la victoria, y su armamentismo ya no es una preparación para la guerra.

Se trata de más y más disuasión (armas) como garantía para la paz.Ella misma reconoce lo demente de esta posición.49Sabemos quién ganó esa “guerra fría" y que el arsenal nuclear si

gue existiendo. Que pudo haber sido utilizado en la crisis cubana delos años sesenta o que en la actualidad podría emplearse, en cualquier momento, por alguno de los países que cuentan con dichas armas. El riesgo es vigente y evidente desde hace más de sesenta años

y el probable uso que se hiciera de ellas, hoy como ayer, sería una locura. No sabemos qué pueda suceder y cualquier escenario posiblees, tan sólo, una suposición. Lo cierto es que el ajedrez de la disuasión entre dos superpotencias ya no existe y que si “la violencia —adiferencia del poder o la fuerza— siempre necesita herramientas**,como dice Arendt, se podría decir entonces que el país más violento,

nunca antes visto, es Estados Unidos, a pesar de que para Arendtéste podría ser un modelo de Estado, ya que, “por lo menos teóricamente, tiene una adecuada separación entre las nociones de libertady soberanía”, con lo que se distancia del marco conceptual del Estado-nación europeo, sustentado en un criterio de soberanía nacional. De lo anterior, la propia filósofa reconoce que para bien o

4* Por cierto, Arendt elude por completo lo que podríamos llamar uno delos actos más emblemáticos de su concepción de la violencia como medio,en ninguna parte de su libro se refiere al uso de la bomba atómica que Estados Unidos hizo estallar en Japón. Curiosamente, también esquiva la cuestión de los campos de concentración donde los medios, los instrumentos para el ejercicio de la violencia, le hubieran servido muy bien como ejem plos; sin embargo, prefiere cuestionar y burlarse de las demandas y accio

nes de los movimientos estudiantiles estadounidenses de su época; dice parafraseando a Fanón: "Sin duda la Violencia renta', pero lo malo es querenta indiscriminadamente, tanto para clases de música 'soul' y de swahilicomo para reformas auténticas” (Arendt, op. cil., pp. 108-109).

49 Arendt, op. cit.,  p. 10.

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H A C IA U N A C R Í T I C A D E L A V I O L E N C I A   51

 para mal, Estados Unidos se ha asimilado a la concepción europeade Estado-nación. Con lo anterior ella deja abierta una discusión interesante y de gran actualidad referida a los nacionalismos, la sobe

ranía, la libertad y la violencia.Pero vayamos a la crítica que hace de las guerras, a las que le gus

taría ver, y supone, en vías de extinción, gracias al poder, pues paraella el poder en sí mismo contiene un alto valor ético, que repele toda manifestación de violencia. En principio no está de acuerdo conque las guerras obedezcan a un “secreto deseo de muerte de la espe

cie humana” ni a "un irreprimible instinto de agresión”, con lo que parece despachar de un plumazo a Freud y al psicoanálisis; por otrolado, descarta los argumentos de la necesidad funcional (social yeconómica) de la industria armamentista. Para Arendt, la guerraexiste porque aún no ha aparecido un sustituto de este árbitro final.Afirma: “¿Acaso no tenía razón Hobbes cuando dijo: ‘Acuerdos sinla espada son sólo palabras’?”*0 Es contradictoria la cita que utiliza,yaque la espada es un instrumento, un mediode violencia y, en todocaso, ella se refiere a la razón, al derecho como árbitro, sin duda ellaaspira a la aparición de un gran tribunal internacional con poder“legal y racional” suficiente para contener toda violencia posible.Como hemos analizado en Benjamín, una fuente “natural” de la violencia es el derecho y sin duda la razón. Por lo que Arendt en su con

tradicción acierta, tiene razón Hobbes, el poder y su derecho no pueden prescindir de la violencia.

Considerar que la guerra como la continuación violenta de la política es un asunto “anticuado”, propio de pequeños países subdesarrollados sin armas nucleares ni biológicas, no parece un muy buenargumento a la luz de los conflictos bélicos recientes: entre Paquis-

tán y la India, en los Balcanes, entre Estados Unidos e Iraq (si es quea esa invasión se le puede llamar guerra) o la sangrienta invasiónde Israel sobre el Líbano. Y aunque Arendt no conoció esto, sí su po de las guerras en Corea y Vietnam, espacios que sin duda sirvieron a Estados Unidos y a la Unión Soviética para practicar cierta política por medio de las armas, de la violencia. Pero como tam

 bién reconoce, en donde menos uno lo espera salta la liebre. “Paranadie es un secreto que el famoso hecho de azar tiene más probabilidades de surgir en aquellas partes del mundo donde el antiguo

*°/fod.,p. 12.

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adagio ‘No hay alternativa a la victoria* conserva un alto grado de plausibilidad”.*1

Tiene razón Arendt cuando sostiene que la cuestión de la violen-cia ha sido considerada pocas veces como un asunto propio. Por logeneral, se le refiere en relación con algún otro objeto de investiga-ción, por ejemplo, la violencia familiar, la violencia contra las muje-res, la violencia como actividad bélica, la violencia en los campos deconcentración, etcétera. Incluso cabe destacar, como ella lo hace,que en la Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales el temano existe.” También hay que decir que su libro Sobre la violencia se

ocupa, fundamentalmente, de la violencia política, aunque bajo una perspectiva teórica más amplia que nos permite interpretar el con-cepto más allá de explicaciones sociológicas particulares.

En su texto intenta mostrar cómo, incluso para Marx, el tema dela violencia siempre es secundario y no representa el propósito cen-tral del Estado, ya que a pesar de que este último consideró al Estado

como un instrumento de violencia en manos de la clase dominan-te, el verdadero poder de dicha clase no consistía en la violencia.Reconoce, sin duda, la intención de Sorel que buscó com binar elmarxismo con la filosofía de Bergson, con un resultado semejanteaunque más simple de la mezcla que Sartre hizo del existencialismoy el marxismo.

Arendt considera que la idea de huelga general proletaria, enar- bolada por Sorel y, como hemos analizado, reconocida por Benjamín,más que ser una forma de lucha violenta pertenece al arsenal de lalucha política de la no violencia. Y no deja de escandalizarse frentea las opiniones en favor de la violencia de Sartre, mismas que consi-dera distantes del pensamiento de Marx y de Hegel:

Esto demuestra hasta que grado ignora Sartre su básico desacuerdocon Marx respecto a la violencia, especialmente cuando declara5152

51ibid.t   p. 13.52 En dicha enciclopedia, publicada en español por Aguilar (Madrid.

1979), no sólo se evaden temas como el de la violencia, sino que, por ejem- plo, tampoco incluye a la Escuela de Frankfurt ni menciona a ninguno desus principales pensadores, tales como Adomoy Horkheimer. Por lo que nodebiera sorprendemos esta omisión. Quizá sea un síntoma característi-co del pensamiento social estadounidense. Por otra parte, esta alusión deArendt a la violencia como asunto propio, intensifica nuestra duda sobre laausencia de Benjamin en su texto.

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que la “violencia indomable [...] es el hombre recreándose a símismo”, y que a través de la "loca furia" es como "los miserablesdelaTierra” pueden "hacerse hombres”. Estas expresiones resultan

especialmente notables porque la idea del hombre recreándose así mismo se halla estrictamente en la tradición del pensamiento hegeliano-marxista. Es la verdadera base de todo el humanismoizquierdista. Pero, según Hegel, el hombre se "produce” a sí mismo a través del pensamiento, mientras para Marx, que "derribó”el idealismo de Hegel, es el trabajo, la forma humana de meta bolismo con la naturaleza, el que cumple esta función. Y aunque

 pueda afirmarse que todas las nociones relativas a la recreacióndel hombre por sí mismo tienen en común una rebelión contra laverdadera positividad de la condición humana —nada hay másobvio que el hecho de que el hombre, tanto como miembro de laespecie que como individuo, no debe su existencia a sí mismo, yque por eso lo que Sartre, Mai*x y Hegel tienen en común es másrelevante que las actividades particulares a través de las cualeshabría surgido este no-hecho, no puede negarse que un foso se

 para las actividades esencialmente pacíficas del pensamiento ydel trabajo, de los hechos de violencia. "Matar un europeo es matar dos pájaros de un tiro [...] quedan un hombre muerto y unhombre libre” afirma Sartre en su prólogo. Ésta es una sentenciaque Marx jamás podría haber escrito.'*

Para Arendt es claro que la violencia es un hecho contrario al

 poder y éste "corresponde a la capacidad humana, no simplemente para actuar sino para actuar concertadamente". Se adelanta a Fou-cault al insistir que el poder no es propiedad exclusiva de ningúnindividuo, por el contrario, el poder siempre es colectivo y persistemientras el grupo se mantenga unido. Cuando se reconoce que alguien ocupa el poder a lo que nos referimos es que dicha personatiene el poder de varias personas para actuar en su nombre. Sin un

 pueblo o un colectivo, desaparece el poder.Se opone a la tesis que asocia el poder con la violencia, a la idea

de que la política es una lucha por el poder y que la última manifestación del poder es la violencia. Está en contra de lo dicho porMax Weber en el sentido de que: "El dominio de los hombres sobrelos hombres [está] basado en los medios de la violencia legitimada,

es decir, supuestam ente legitimada”.*4

'* Ibul.'P. 23.MWeber, en Arendt. op. cit., p. 49.

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Frente a la pregunta de Bertrand de Jouvenel —nos dice la autora—, mismo que se interroga sobre la guerra como esencia de losEstados y acerca de ¿que si el final de la actividad bélica significa

ría el final de los Estados y con ello se tendría la desaparición de laviolencia en las relaciones entre Estados y, por lo tanto, el final del poder? Ella misma contesta que todo depende de lo que se entienda por el poder. Si consideramos que éste es una forma de dom inación o que un hombre se siente más hombre cuando se impone a símismo y convierte a otros en instrumentos de su voluntad, lo que le

 proporciona incomparable placer. O que el poder, como decía Vol-

taire, “consiste en hacer que otros actúen como yo decida”, o que"está presente cuando yo tengo la posibilidad de afirmar mi voluntad en contra de la resistencia de los demás”. O como dice Max We-

 ber del poder, evocando a Clausewitz, "un acto de violencia paraobligar al oponente a hacer lo que queremos que haga". O bien, como señala Straus/.-Hupé, significa “el poder del hombre sobre el

hombre”. Y de vuelta con Jouvenel: "Mandar y ser obedecido”.”Incluso Arendt establece una crítica a la forma de dominación burocrática, con la que coincidimos, no sin antes decir que el propioWeber reconoce el carácter irracional de "jaula de hierro” de esta racional-burocrática dominación. Me permito recuperar textualmente la expresión de Arendt, porque como en Weber, en ella se planteacon gran claridad nuestra circunstancia actual:

Hoy debemos añadir la última y quizá más formidable forma desemejante dominio: la burocracia o dominio de un complejo sistema de oficinas en donde no cabe hacer responsables a los hom

 bres, ni a uno ni a los mejores, ni a pocos ni a muchos, y que podríaser definida como el dominio de Nadie. (Si, conforme al pensa

miento político tradicional el Gobiernoque no está obligado a darcuenta de sí mismo, el dominio de Nadie es claramente el más tiránico de todos, pues no existe precisamente nadie a quien pueda

 preguntarse por lo que se está haciendo. Es este estado de cosas,que hace imposible la localización de la responsabilidad y la identificación del enemigo, una de las causas de la actual y rebeldeintranquilidad difundida por todo el mundo, de su caótica natu-

w A rend t , op.cit.,  pp. 49-50.

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raleza y de su peligrosa tendencia a escapar de todo control, alenloquecimiento.)*

Como es claro, Arendl no comulga con las definiciones anteriores, mismas que ubican a la violencia como una forma emblemática del poder, con excepción de Passerin d'Entréves, quien define al poder como un tipo de violencia mitigada. El poder para este autores una fuerza "calificada” o "institucionalizada”.

Por otra parte, aclara que cuando nos referimos a una persona poderosa realmente de lo que hablamos es de la potencia, palabra

que señala a "una entidad singular, individual; es la propiedad inherente aun objeto o persona y pertenece a su carácter, [... ] la potenciade, incluso, el más fuerte individuo puede ser siempre superada porlas de muchos que a menudo se combinarán, sin más propósito queel de arru inar la potencia precisamente por obra de su independencia peculiar”.57

Ella considera que desde Platón a Nietzsche, la idea de un instinto

de hostilidad del colectivo al individuo es una interpretación psi-cologista que se equivoca al suponer que son el resentimiento, laenvidia de los débiles respecto a los fuertes, los que propician eseconflicto.

La palabra fuerza para Arendt debe diferenciarse del significante violencia, y más bien debería entenderse como "las fuerzas de la Naturaleza” o la fuerza de las circunstancias, "esto es para indicarla energía liberada por movimientos físicos o sociales” (cualquiercosa que esto último signifique).

La noción de autoridad es —para Arendt— altamente elusiva y, por lo tanto, la que más se presta a confusiones. Por un lado puedeser atribuida a personas, algo así como autoridad personal, "porejemplo, en la relación entre padre e hijo, entre profesor y alumno,

[...] las entidades jerárquicas de la Iglesia, un sacerdote puede otorgar una absolución válida aunque esté borracho”. Para que la autoridad funcione tiene que existir un reconocimiento suficiente sobreaquellos que se ejerce y se les demanda obedecer; no requiere de coacción ni de persuasión. "(Un padre puede perder su autoridad, bien por golpear a su hijo o bien por ponerse a discutir con él, es decir,

f l b i d . ,  p. 53.57 Ibid., p. 61.

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 bien por comportarse con él como un tirano o bien por tratarle comoun igual). Permanecer investido de la autoridad exige respeto parala persona o para la entidad. El mayor enemigo de la autoridad es

 por eso, el desprecio y el más seguro medio de minarla es la risa”.58La violencia para Arendt se distingue de las demás expresiones

 por su carácter instrumental. Aunque se asemeja a la potencia yaque todos los instrumentos en los que la violenciase constituye estánhechos para incrementar "la potencia natural hasta que en la últimafase de su desarrollo puedan sustituirla”.

Para ella el uso de la violencia nunca será legítimo, a menos deque ésta se presente como defensa propia, "porque el peligro no sóloresulta claro sino que es actual y el fin que justifica los medios esinmediato”. Es decir, si camino por la calle y alguien me ofende yrespondo frente a esa agresión con violencia esto resulta "claro y ac-tual”. Pero si el dueño de una fábrica decide no pagar lo acordadoy los trabajadores se organizan, cierran el negocio y deciden vender

los bienes de la empresa para alimentar a sus familias, ¿aquí el "peli-gro” no resulta "claro” ni "actual" y la violencia sería injustificada eilegítima?, ¿la violencia de quién?

A pesar de su esfuerzo por separar violencia y poder, Arendt seve obligada a reconocer que "normalmente aparecen juntos”. Sinembargo, cuando según nuestra autora, aparecen en "estado pu-

ro” como en "una invasión y ocupación extranjera”, ésta puede seresencialmente violenta cuando se hace bajo la "concepción del go- bierno como dominio de un solo hombre” frente a una "naciónno acostumbrada al ejercicio del poder político”. O como en el casode la invasión soviética a Checoslovaquia, en 1968, donde segúnella se muestra en “sus estados puros” la violencia rasa y el poderdel pueblo checoslovaco. Definitivamente esta concepción, bina-

ria, de blanco y negro, es difícil de aceptar tanto en un caso (el dela dominación) como en el otro (invasión soviética); poder y violen-cia están íntimamente articulados. No hay ejercicio de la violenciasin poder, como no hay poder que no remita v se sustente en la vio-lencia: "Acuerdos sin la espada son sólo palabras”. Aun el irracionalexterminio nazi, así como el uso de la bomba atómica, buscaba im-

 poner, fundar y simultáneamente conservar derechos.

Ib id .,  p. 62.

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Tratardeexplicarla pureza de la violencia y el poder con impurosejemplos históricos no parece ser el mejor camino, hacerlo en sentido analítico sería un ejerciciodel pensamientoajenoa nuestro inte

rés. Todo parece indicar que el recurso más viable para reconocerlos porosos y nómadas límites de ambas acciones sociales es, comodice Benjamín, hacerlo dentro de un contexto ético.

Precisamente la experiencia de los campos de concentración nosdeja ver que a pesar de la mayor violencia, quizás nunca antes vistaen esa forma organizada, sistemática e instrumental de exterminio

de seres humanos, el poder como forma de relación sustancial de lavida humana nunca desapareció entre los cautivos, es cierto que entre ellos hubo quien no resistió v se apartó de todo, pero ésos, incluso, sirvieron a los otros para sostenerse de modos muy diversos, aunlos violentos.

Por lo que pensar, como lo hace la filósofa, que el terror es una

forma de gobierno que adopta la violencia después de haber destruido todo el poder para seguir practicando el control. Si así fuera, ¿cómo se genera, entonces, la resistencia y la actividad creativa entre losindividuos que históricamente hemos visto nacer con sus originales o acostumbradas formas de poder v violencia? Creer, como ella,que la “desestalinización de Rusia" dependerá de la comprensión delos funcionarios soviéticos corresponde a un modo espectacularde ver la historia. Sin duda Gorbachov desempeñó un papel importante (como la televisión nos lo mostró), casi tanto como las modificaciones en la vida cotidiana, en las situaciones sociales, en elmodo de sentir y pensar de los soviéticos. Aunque cierta sociología,filosofía y ciencia política siempre han preferido los grandes discursos, las estadísticas y las grandes acciones v han despreciado las milimétricas situacion es sociales. P or supuesto , no se tra ta de sustitu iruna por otra, sino como lo hacen algunos historiadores v antropólogos: mirando a lo cotidiano, a lo íntimo.

En síntesis, para Arendt el poder v la violencia no sólo son distintos sino fundamentalmente opuestos. La violencia se incuba ahídonde el poder está en peligro haciéndolo desaparecer por comple

to. Hablar de no-violencia y poder es para ella, lo mismo. La violencia destruye al poder, nunca lo crea. Y aunque su insistencia y suhipótesis de que a mayor violencia menor poder tienen un tono profundamente dialéctico, se adelanta en afirmar que no comparte lavisión hegeliana de que

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[...] los opuestos no se destruyen sino que se desarrollan mutuamente porque las contradicciones promueven y no paralizan eldesarrollo, lo que [según ella] se basa en un prejuicio filosófi

co mucho más antiguo: el que señala que el mal no es más que unmodus privativo del bien, que el bien puede proceder del mal; queen suma, el mal no es más que una manifestación temporal de un bien todavía oculto.”

Arendt se cuida de no igualar a la violencia con el mal, sólo se permite utilizar ese ejemplo para intentar mostrar la imposibilidad dialéctica de la contradicción entre violencia y poder. Frente alo anterior cabe decir que, efectivamente, entre esos dos conceptosno hay contradicción sino que, en ocasiones, hay antagonismo. Yque más allá de que uno se pueda desprender del otro, lo cierto es que pensarlos en forma pura, como sucede con el bien y el mal es imposible, por lo que suele ser más interesante pensar en lo bueno y enlo malo, en las acciones violentas y de poder, no sólo en sentido casuístico, sino a partir de consideraciones éticas.

Hablar de poder y no-poder o de violencia y no-violencia quizásea posible hacerlo como cuando uno habla de 2 y -2, pero en términos éticos plantear la pureza negativa o positiva de cada conceptono parece posible, como de igual modo encubrir la noción de poder

como no-violencia y al final decir que el poder es distinto absolutamente a la violencia tampoco parece muy convincente. Creo quenadie puede sostener que uno nace del otro, o que primero fue la violencia y luego el poder o al revés, lo que si es posible sostener es queaunque el poder y la violencia no son lo mismo, están estrechamente vinculados, y que la existencia de uno depende de la del otro. El

ejemplo del mal y el bien no es afortunado para dirimir esta cuestión, aunque sí va muy a tono con el argumento de Arendt. Establecer parámetros para decir que a mayor uno, menor el otro, tampocoayuda a entender su relación, a menos que finquemos la violenciaen el campo exclusivo de los medios y el derecho y la razón en el delos fines. Pero como hemos visto, el derechoy la razón son, sin duda,fuentes de violencia y no sólo las armas o los instrumentos materiales.

 No sé si todos quisiéramos ver un gran árbitro supranacional oglobal con tal poder de agotar hasta lo último toda manifestación

59 Jbid ., pp. 78-79.

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de violencia, no me imagino un mundo donde un gran pastor apa-ciente al rebaño en plena y absoluta paz, siempre habrá algo oalguien que vaya en sentido contrario al "modo natural de proce-

der”, para lo bueno y para lo malo. Hay dioses que no dejan de mos-trar su poder con inevitable violencia y Arendt lo sabía.

Pa r a   f in a l iz a r  

En efecto, poder y violencia son dos cosas distintas. Sin embargo, el primero nunca deja de surcar, de señalar los caminos para lasegunda, ya sea esta última al menos en su manifestación más in-mediata, conservadora de derecho, de las leyes o fundadora de mi-tos. Curiosamente es la política considerada como la continuaciónde la guerra por otros medios, la que con frecuencia, a través de lasrelaciones de poder desemboca en variadas formas de violencia. Y

 por supuesto, es la política la que term ina siempre avalando o re- probando a la violencia, por lo que con cierta regularidad hipócritason los políticos quienes otorgan a la violencia el tratamiento de me-dio o instrumento para la obtención de un fin, sea para desacreditara sus enemigos o para alcanzar sus propósitos.

Estoy convencido de que el trabajo de Arendt constituye un re-

curso ineludible para pensar el tema de la violencia y no precisamen-te porque se pueda estar de acuerdo con ella, sino sobre todo por sucalidad y honestidad intelectual. Por otra parte, no deja de sorpren-der el vacío que hace al trabajo de Benjamín, pero al mismo tiempono imagino como hubiera podido deshacerse de él si lo hubiera re-ferido. Tal vez arguyendo que las alusiones de algunos a la relación

de la violencia con lo divino son un pensamiento metafísico y noviene al caso considerarlas, tal y como se deshace del tema del ins-tinto.

Con su libro Sobre la violencia,  quizás sin proponérselo, Arendtcontribuye al clima actual que sobre el tema domina, es decir, una percepción maniquea entre la violencia y la paz. Una sobrevalora-ción que desde el poder se hace del Estado de derecho y las leyes. Yuna oportunista e irracional adoración a la democracia y sus ins-tituciones. Es cierto que —como Arendt dice— hay que entender elcontexto en el que se escribe y para ella es el de la posguerra. Sin em- bargo, su posición abiertamente en favor de Estados Unidos, evita

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una actitud crítica sobre el tema. Y por otra parte hace evidente, consus propios argumentos, que a quien debería terminar juzgando esal país cuya democracia alaba y no sólo a Sartre, Fanón, Sorel y las

revueltas de jóvenes universitarios que tanto le indignan.A pesar de lo anterior, su texto es sin duda el que motiva éste en

muchos sentidos, ya sea porque reúne a autores básicos sobre eltema, o porque se arriesga a plantear algunas definiciones muy puntuales sobre los conceptos que utiliza, con lo que pierde profundidad, pero gana énfasis, o porque, como ella reconoce, son muy esca

sos los t rabajos que se animan a abordar el tema de la violencia comoun asunto propio, esto es, más allá de sus referencias a otros objetosde investigación.

Para tota crítica de la violencia, de Walter Benjamín, fue publica-doen 1921, ¿Porqué la guerra?, de Freud,en 1932(intercambioepis-tolarcon Einstein). Sinduda.se trata de textos fundamentales de losque no hay una sola referencia en Arendt, por lo menos hubiera sidointeresante recuperar las preguntas que Einstein formula a Freud,ya nodigamos la extensa respuesta que este último hace sobre el asunto, pero vemos que esto no es así. ¿A qué le teme Arendt?

Después de señalar cómo los hombres se involucran en la guerra.De que una pequeña camarilla pueda someter a otros a sus pretensiones de poder. De que hay algunos hombres que están dispuestos

a ofrendar sus vidas bajo la creencia de que sirven a los más altos intereses de la humanidad. "¿Cómo [se pregunta Einstein] es que estos procedimientos logran despertar en los hombres tan salvajeentusiasmo, hasta llevarlos a sacrificar sus vidas?" A lo que él mismose responde: "Sólo hay una respuesta posible: porque el hombre tiene dentro de sí un apetito de odio y destrucción".60

En su respuesta a Einstein, Freud sustituye inmediatamente la palabra poder por violencia y aunque sólo en apariencia "derecho yviolencia son hoy opuestos para nosotros es fácil —dice Freud— demostrar que uno se desarrolló desde la otra". Interesante argumentoel del psicoanalista que puede parecer diferente al de Benjamín,mismo que nos sugiere al derecho como fundador de violencia. Sinembargo, en ambos casos no hay duda que el tema de la violencia es

consustancial a los seres humanos y no precisamente por cuestio-

^ Einstein, en Freud, "¿Por qué la guerra?", en Obras completas,  tomoXXII, Buenos Aires, Amorrortu, 1991, pp. 183-186.

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nes biológicas, sino sociales y que de ninguna manera se reduce auna cuestión de medio o instrumento.

Si para Freud la cuestión de la violencia es de orden pulsional y

se constituye entre la pulsión de vida y la de muerte; una que quiereconservar y reunir y otra que quiere destruir y matar. Para Benja-mín, en otro sentido, pero no muy distante al de Freud, la cuestiónse establece entre el derecho conservador, la fundación mítica y laviolencia divina. La tesis freudiana nos permite reconocer que uncontexto ético para abordar la cuestión de la violencia también es

analizable desde las nociones del inconsciente y de la pulsión.Plantear la violencia como medio es mediatizar un asunto de ma-

yor relevancia, sobre todo a la luz de un mundo feliz, como el quealgunos suponen habitar. Creer que un gran tribunal con sus jue-ces vendrán y eliminarán para siempre la violencia, no es un sueñoinocente, de algún modo los regímenes totalitarios nos lo dejaron

conocer. Peronocabelam enordudaqueel mayor riesgo que correnla libertad y la justicia, la capacidad misma de pensare imaginar, deestablecer un intercambio con el otro, está sometido, en nuestra so-ciedad actual, no a la violencia que siempre ha existido, sino a la in-diferencia, la insensibilidad, la abulia, el oportunism o inmediatistay el egoísmo que amenazan con destruir por medio de la apatía y laignorancia lo que tradicionalmente hemos llamado relaciones hu-manas.

La extinción de la violencia y con ella del mito, de la lucha, de lodivino, de lo pulsional, de la imaginación traería como corolario laaparición de un sujeto distinto, un autómata, éste sí absolutamenteal servicio de los medios de los que, de forma ilusa, piensa que se sir-ve. Hay quien ha denominado a esto como "mal de muerte", que es

la imposibilidad del vínculo con el otro y como consecuencia conuno mismo. Frente al "extranjero" que resiste a la banalidad socialy con ello violenta el modo natural de proceder de las cosas, tene-mos al "integrado", que como sustancia inerte se adhiere al desiertoque ampliamente puebla el mundo.

Bib l io g r a f ía

ARENDT, Hannah, Sobre la violencia,  Madrid, Alianza Editorial,2005.

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