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144 JEAN MESLlER independientes de tt son las que mod1fican tu sér y r 1gen tu des tino ? En la Naturaleza te rodea ¿se as lú el úni: co sér que la pud1era res 1::.t1r? ¿Crees que tus débiles súplicas la obli garan á detenerse en su ete rna marcha ó á cambiar su rumbo ? CAPITULO XIII. DE LA INMORTALIDAD DEL ALMA : -EL DOGMA DE LA VIDA FUTURA: TEMOR A LA MUERTE. Las refl exiones expresadas en esta obra sirven á manifestar- nos cla ram ente lo que d ebemos pensar del alma hum ana as1 como de sus opera-dones ó facultades. T odo nos prueba del'mo- do más que el alma ob ra y se mueve según parecidas á la s de otros séres de la Naturaleza; que no puede distinguir se del cuerpo ; que nace, crece y se mo dlf1 ca en la mi sma. progresión que él ; por último , todo debe hacernos de- ducir que con él I' rrece. Esta alma, lo mismo que el cuerpo, pa sa por un período de debihdad y de i nf ancia ; entonces se ve asaltada por una porción de modificaciones é ideas que r ecibe de los obje tos exteri ores por medio de sus ór ganos: r e>úne h e- cho s, ha ce experiencias justas ó falsas, se forma un sistema de conducta, según el cual pi ensa y o bra de un modo de que re- sulta su dicha ó su desg racia , su razón ó su delirio, sus vicios 6 sus virtudes ; ll egada con el cuerpo á su fue rza y madurez , no d eja un momento de participar con él de sus sensacwnes agra- dables, sus pla ce res, sus penas; por consiguiente aprueba ó desap rueba su estado, está sana ó en fe rma , despie rta ó ador- mida, es activa ó pe rezosa. En la vej ez, el h ombre se extingue por completo, sus fibras y sus nervios pierden la elastici dad , sus sentidos se hacen obtusos, su oído dis minuye, su vi.sta se enturbia, sus ideas pierden co hesión, la memoria desaparece, la imaginación se amortigua; ¿qué es e nton ces de su alma? ¡Ay 1 Se debilita al mi s mo tl em po que el cu erpo y se hunde con él ; como él, no cumple ya sus funciones sino co n trabajo; la s ustancia , de que se le hab ía querido separar ó diferenciar, sufre las mi s mas modificaciones y alteraciones que él. A pesar de tantas pruebas convincentes de la materialidad del alma ó de su identi dad co n el cuerpo , se ha querid o s upo- ner que , aunque ésle fuese perecedero, su alma no perecía; 9ue esta part e de él mis mo tenía el especial privil egio de mmorlal ó de estar exenta de la diso lu ción y de los cambt os de forma que s ufren todos los cuerpos compuestos por la Na- tural eza ; por consiguiente, se han persuadido de que esta a l- privile gia da no moría. Su inmor ta lidad pareció sobre todo mdudabl e á los que la supusiE'ron espi ritu al ; desnuéc:; de ha- ber hecho de ella un sér s impl e, inextenso, de 1 LA RELIGIÓN NATURAL 145 pa1 tes, completamente di stin to de todo lo que conocemos pre- tendwrun que no e::,Laba sujeta á l as leyes á que to- dos lo.:> séres, a dc-;composictón nos muestra continuam ente ¡a experieucia. .\d,·ir ti endo los ltornbres en si mismos una fuer za oculta que cllrig!U .) producía de un modo invisible los movimientos de su maquina, creyeron que la N11.turuleza entera, cuya ene rgía modo de obrar ignoraban, d eb ía sus movimi entos á una cau- sa analoga a su alma, que obraba sobre la gran máquina como su alma sobre su cuerpo. Habi én dose supuesto doble el>hom- bre supuso doble también á la Naturaleza ; la diferen'ció de su propi.a energía, de su motor, que poco á poco hizo espmtual. Este ser, d1stmto de la Naturaleza, fué conside rad o como el alma del mundo, y las a lm as de los h ombres como emana das de esta alma universal. Esta opinión acerca del ongen de a lma es de una antigüedad muy remota. Fue la de los f'gl pCIOS, de los cald eos, de los hebreos (1) así como de la mayor parte de los sabios del Orie nte. ' . En sus ec:;cuela.s do!lde los Pit ágo ras, los Platón, apren- ciwron e"ta doctrma hsonJera para la vanidad y la imaginació 11 de los hombr es. Así fué que el h ombre se imaginó ser u na par- te de la inmortal como ella ; se creyó una parl e dP ella .mtsma. Sm embar&"o, las inventadas renunc1aron á estas que JUz ga ron in compatibles con otros p_ unt os de s1stemas, y pretendie ro c que el Soberano de la o su _ motor no era su alma, sino que, en vir- tu d de ,su ommpotenCia, creaba a lm as human as á medida que produc1a los cuerpos que dean animados. Se enseñó pues, que _estas a!mas .. u na vez productda.s por efecto de la mi sma ommpotenc1a, disf rutaban de la inmortalidad. Sea lo que quiera de variaciones so bre el orige n de las los que las supus1eron emanadas del mismo Di os h an cre 1do que; de la mu erte del cuerpo que les ser vía de envo ltura o de volvían por r ef usión á su primitivo ori- gen .. Los que, la opinión de la em anación divin a, la espmtuahdad y la inmortalid ad del alma se han Vtsto á una región, una morada las al- ras, Y SU ImngmaCl Ón Se la pintó seg ún SUS espe ran zas SUS emores, sus deseos y sus preocupaciones. ' que, M?isés creía con l os egipcios en la emanación divina de l as "' ro . 1 JOs, e l. form6 al ho mbre del limo de la Titrra. c:rtewlió .sobre ' ro un .soplo de vicla l h b l · · ' cap. n. ver• ?) ,. Y e o?'l.rt 81! 11zo vtvo y animado (GENESI '<, rmanació . Sm l'mbargo, los cn s hanos rechazan hov el de la parte t 11 d tvma, puesto que supondría di visible á la Divinidad- por otra • cmen o su n ecesidad d 1 fi ' rlo probos h b. .d . e un n orno para atormenhtr l as almas conjuntamente . ' ul J era) SI o prec J so á una parte de la Div inid ad ganza Aunq a mas do las ct lmus que sacrificaba á su propia ven- el es 1 po{ que hemos citado, parece indicar que de la e e a DIYIDJdad, no VO!f!OR, sin- embargo. que el do gma lf' atrib p del alma h alle establecJclo en nmguno de> l os libros que atT 11 que fue dur ante In cautividad de Babilonia r 1 ue lo s dogma lo hab;on e de las recompensas y de l os castigos Este 1 Jo. emena o Zoroa •t ro á 1 1 1 · d - o ronoC' ió ó a l m 1 d . - . os persas, pero e eg1sla or h ebreo no L ' enos o CJ Ignorar a su pueblo A RELIGI ÓN NATllnAL _ 10. .

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144 JEAN MESLlER

independientes de tt son las que mod1fican tu sér y r1gen tu des tino ? En la Naturaleza P<?d~rosa qu~ te rodea ¿serías lú el úni: co sér que la pud1era res1::.t1r? ¿Crees que tus débiles súplicas la obligaran á detenerse en su eterna marcha ó á cambiar su rumbo ?

CAPITULO XIII.

DE LA INMORTALIDAD DEL ALMA : -EL DOGMA DE LA VIDA FUTURA:

TEMOR A LA MUERTE.

Las reflexiones expresadas en esta obra sirven á manifestar­nos claramente lo que debemos pensar del alma humana as1 como de sus opera-dones ó facultades. Todo nos prueba del'mo­do más convin~ente que el alma obra y se mueve según ley~ parecidas á las de otros séres de la Naturaleza; que no puede distinguirse del cuerpo ; que nace, crece y se modlf1ca en la misma. progresión que él ; por último, todo debe hacernos de­ducir que con él I'r rece . Esta alma, lo mismo que el cuerpo, pasa por un período de debihdad y de infancia ; entonces se ve asaltada por una porción de modificaciones é ideas que recibe de los objetos exteriores por medio de sus órganos: re>úne he­chos, hace experiencias justas ó falsas, se forma un sistema de conducta, segú n e l cual piensa y obra de un modo de que re­sulta su dicha ó su desgracia, su razón ó su delirio, sus vicios 6 sus virtudes ; llegada con el cuerpo á su fuerza y madurez, no deja un momento de participar con él de sus sensacwnes agra­dables, sus placeres, sus penas; por consiguiente aprueba ó desaprueba su estado, está sana ó enferma, despierta ó ador­mida, es activa ó perezosa. En la vej ez, el hombre se extingue por completo, sus fibras y sus nervios pierden la elasticidad, sus sentidos se hacen obtusos, su oído disminuye, su vi.sta se enturbia, sus ideas pierden coh esión, la memoria desaparece, la imaginación se amortigua; ¿qué es entonces de su alma? ¡Ay 1 Se debilita al mismo tlempo que el cuerpo y se hunde con él ; como él, no cumple ya sus fun ciones sino con trabajo; la sustancia, de que se le h abía querido separar ó diferenciar, sufre las mismas modificaciones y alteraciones que él.

A pesar de tantas pruebas convincentes de la materialidad del alma ó de su identi dad con el cuerpo, se ha querido supo­ner que, aunque ésle fuese perecedero , su alma no perecía; 9ue esta parte de él mismo tenía el especial privilegio de ~er mmorlal ó de estar exenta de la disolución y de los cambtos de forma que sufren todos los cuerpos compuestos por la Na­turaleza ; por consiguiente, se han persuadido de que esta al­~a privilegiada no moría. Su inmortalidad pareció sobre todo mdudable á los que la supusiE' ron espi ritual ; desnuéc:; de ha­ber hecho de ella un sér simple, inextenso, desp~0visLo de

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LA RELIGIÓN NATURAL 145

pa1 tes, completamente distinto de todo lo que conocemos pre­tendwrun que no e::,Laba sujeta á las leyes á que obedec~n to­dos lo.:> séres, cu~ a dc-;composictón nos muestra continuamente ¡a experieucia.

.\d,·irti endo los ltornbres en si mismos una fuerza oculta que cllrig!U .) producía de un modo invisible los movimientos de su maquina, creyeron que la N11.turuleza entera, cuya energía ~ modo de obrar ignoraban, debía sus movimientos á una cau­sa analoga a su alma, que obraba sobre la gran máquina como su alma sobre su cuerpo. Habiéndose supuesto doble el> hom­bre supuso doble también á la Naturaleza ; la diferen'ció de su propi.a energía, 1~ se12u~ó de su motor, que poco á poco hizo espmtual. Este ser, d1stmto de la Naturaleza, fué considerado como el alma del mundo, y las a lmas de los hombres como parte~;; emanadas de esta alma universal. Esta opinión acerca del ongen de nu~str.a a lma es de una antigüedad muy remota. Fue la de los f'gl pCIOS, de los caldeos, de los hebreos (1) así como de la mayor parte de los sabios del Oriente. '

. En sus ec:;cuela.s fu~ do!lde los Pitágoras, los Platón, apren­ciwron e"ta doctrma hsonJera para la vanidad y la imaginació11 de los hombres. Así fué que el hombre se imaginó ser una par­te de la D.ivinida~, inmortal como ella ; se creyó ~er una parl e dP ella .mtsma. Sm embar&"o, las r~ligiones inventadas de~pués renunc1aron á estas ~entaJas que JUzgaron incompatibles con otros p_untos de s~s s1stemas, y pretendieroc que el Soberano de la i\aturale~a o su _motor no era su alma, sino que, en vir­tud de ,su ommpotenCia, creaba almas humanas á medida que produc1a los cuerpos que debían s~r animados. Se enseñó pues, que _estas a!mas .. una vez productda.s por efecto de la misma ommpotenc1a, disfrutaban de la inmortalidad.

Sea lo que quiera de e~tas variaciones sobre el origen de las al~as, los que las supus1eron emanadas del mismo Di os han cre1do que; desp~é~, de la muerte del cuerpo que les servía de envoltura o de ~nston, volvían por r ef usión á su primitivo ori­gen .. Los que, ~~~ ac~ptar la opinión de la em anación divina, a~nuten la espmtuahdad y la inmortalidad de l alma se han Vtsto forza~os á _sup~mer una región, una morada par~ las al­ras, Y SU ImngmaClÓn Se la pintó según SUS esperanzas SUS emores, sus deseos y sus preocupaciones. '

al~~~.p~~ce que, M?isés creía con los egipcios en la emanación divina de las "' ro. 1 JOs, se~un e l. form6 al hombre del limo de la Titrra. c:rtewlió .sobre

' ro un .soplo de vicla l h b l · · ' cap. n. ver• ?) ,. • Y e o?'l.rt 81! 11zo vtvo y animado (GENESI '<, rmanació -¡ . . · Sm l'mbargo, los cn shanos rechazan hov el ~istema de la parte t 11

• ~ dtvma, puesto que supondría divisible á la Divinidad- por otra • cmen o su reli~ión n ecesidad d 1 fi ' rlo lo~ réprobos h b . .d . e un n orno para atormenhtr las almas

conjuntamente . ' ul Jera) SI o precJso c~ndenar á una parte d e la Div inida d ganza Aunq e~;. ~s a mas do las víctlmus que sacrificaba á su propia ven­el al~a es u~: 1 ~;;P~.d po{ l a~. ¡;>a~abras que hemos citado, parece indicar que de la inmortalid~d e e a DIYIDJdad, no VO!f!OR, sin- embargo. que e l dogma ~e lf' atrib p del alma ~e. halle establecJclo en nmguno de> los libros que judfo~aprend~:n. atT11 que fue durante In cautividad de Babilonia r1ue los dogma lo hab;on e ~odgma d e las recompensas y de los castigos futuro~ Este 1 Jo. emena o Zoroa•tro á 1 1 1 · d -o ronoC'ió ó a l m 1 d ~6 . - . os persas, pero e eg1sla or hebreo no

L ' enos o CJ Ignorar a su pueblo A RELIGIÓN NATllnAL _ 10. .

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146 JEAN MESLIER

Nada más popular que el dogma de l~ inmortalidan del alma; nada mas univer~lmente e~Lend1do q~e la es­peranza de otra vida. Habiend~ la _ Naturaleza_ msp1rado a todos los hombres el amor mas v1vo a su ex1stencia, el deseo de perseYerar siempr~ ~n ella fue una c~nsecuencia ne­cesaria. Esle deseo se com·t~tw pronto en cerlldm~b~e; ~ de que la Naturaleza les había Impreso el de~eo de ex1shr, Siem­pre se hizo un argu_mento para probar. que el ~ombre. no de­jana nunca de ex1stlr. Nuestra alma, d1~e Abad1e, no tune de­seos inútiles; desea naturalmente una vzda eterna; _Y, p~r una lógica bien extraña, ~edujo que esle deseo no pod1a deJ,ar de cumplirse. De cualqmer mndo qu~ sea, los hombres. as1 p~e­dispuEst,os escucharon ávidamente a lo.s que les anunc1ar.on SIS­temas tan conformes con sus votos. Sm ~~bargo, no m1remos como una cosa sobrenatural d deseo de ex1sl1r, que e;:, tuvo y esta­rá siempre en la esencia del hombre; no ext rañemos que ~~le recibie...~ con interés una hipotesis gue le halagaba promehen­dole que su voto se vería un día satisfecho.; pero gnardemonos de deducir que este deseo sea una prueba mdudable de la rea­lidad de esa vida futura en que los hombres. se h~n ocupado para su dicha presente. ~a pasión por la ex1sten~Ia no es en nosotros sino consecuencia natural de la tendenc1a de un ser sensible, cuyo instinto es querer consef\rarse. Este, deseo co­rresponde en los hombres á la ene!'gta de sus alm.as o á. la fuer­za de su imagina~ión, siempre. dispuesta á. reallz~r lo que se desea vivamente. Deseamos la vida del cuerpo, y~ sm embargo, este deseo se frustra. ¿Por qué el deseo de l.a v1da de nuestra alma no podría frustrarse como el otro? (1)

Las reflexiones más sencillas sobre la naturaleza de. nuestra alma debieran convencerme de que la esperanza de su mmorta­lidad no es más que una ilusión. ¿,Qué es, en efecto, nuestra alma sino el principio de la sensibi lidad? • Qué es pe~sar, go­zar y padecer, sino sentir? ¿ Qué es la vi~a smo ~ l conJu~to d7 estas modificaciones ó movimientos propws del ser ~r~a.mzado? Por eso, en cuanto el cuer po deja de vivir, la ~ens1b!l~dad no puede ya ejercerse ; no puBde, por tanto , tener Ideas m pensa­mientos. Las ideas, según hemos probado, no se producen ~mo por medio de los sentidos;¿, cómo se quiere que, una ve~ pnva­dos de sentidos, tengamos t?davía percepciones, sensaCJ?nt~s t~ ideas? Pues que se ha quendo hacer del alma un sér ~1s m del cuerpo animado, ¿ P?r qué n<? se ha h ech? de la vida u~ sér distinto del cuerpo v1vo? La vida .es .el conJunto de los. mio vimientos de todo el cuerpo ; e! sentlm1ento y el pensamJen.1 forman una parte de estos movimientos; de modo que muei 0

el hombre cesarán estos movimientos como todos los demást .. En efecto, ¿cómo probar que ec;ta a lma, que no puPde sen H:

pensar , querer, obrar sino con el auxilio d(J sus órganos, pue ' . . d d 1 "nmortalidad

(1) Hé aqul como conte~tan los parhdano~ dt>l og-ma e a. 1 . r N!

d 1 1 T a l b d · 1 · •irán 31rmpr · ' e ama: o 01 os hom res cscan t•tvlr s•rmr¡rc, ttC(JO t' 11 . tural· les podría devolver el ar~umento diciendo: 'J'odrnr lrM hom brcs dt3run na mente •er rico1, lucoo todos los hombt·e& urdn ricos un dfa.

L \ RELIGIÓN NATURAL 147 -- -- ~- -------------------------------------------da tener I•lacer ó dolor, ni aun siquiera la conciencia de que e.x1ste, cuando los órganos que . se lo advierten estan descom­pue.::> lo::> ó de::.trutdos '? ¿No es evtdenle que el a lma depende del arreglo de las partes ~el cuerpo y del orden c.on. que estas par­le::, covperan á cumpli r sus funcwnes o mov1m1entos '? Luego, una yez de::.trmda la estructura orgánica, no podemos dudar de que el alma lo sea también. ¿No vemos durante el curso de nuestra v1da que est.a alma se desarregla, se altera y perturba en con~ecuencta de los cambios que sufren nuestros órganos'? 1 Y se quiere que esta alma obre, piense, subsista cuando esos m;smos organos hayan desaparecido por completo 1

El s~r organizado puede compararse á un relOJ que una vez roto, no sirve ya para aquello a que eslaba d estinado. Querer que e l alma sentirá, pensará, gozará, sufrirá después de la muert~ del cuerpo, es pretender que un reloj roto en mil peda­zo.-, pueda continuar señalando y dando las horas. Los que di­cen que nuestra alma puede subsistir, no obstante la destruc­Clon del cuerpo, sostienen evidentemente que la modificación de un cuerpo podra conservarse después que el individuo haya ::,1do destru1do, lo que es absurdo por completo.

No se dejará de objetar que la conservación del alma des­pues de la muerle del cuerpo es un efecto del poder d ivino: pe­ro eslo sería sostener un absurdo con una hipotesis gratuita. El poder divino, de cualqu~er naLuraleza se le suponga, no puede hacer que u'1a cosa ex1sta y no exista al mismo tiempo ; no puede hacer que un alma sienta ó piense sin los medios ne­cesarios para tener pensamientos.

Que no se nos diga que el dogma de la inmor talidad del al­ma ó de la esperanza de una vida fu tura no hiere á la razón. Eslas nociones, inventadas únicamenLe para lisonjear ó para perturbar la imaginación del vulgo que no razona, no pueden parecer convincentes, ni siquiera probables á espíritus ilustra­dos. La razón, libre de los velos de las preocupaciones se sien­~~ indudable!f!ente herida con la suposición de un a'lma que s1ente, que piensa, que se alegra ó se aflige, que tiene ideas sin t~ner órganos ; es decir desprovista de los únicos medios natu­r~tles y ccnoci~os p~r .los cuales le es posible adqui rir percep­C ione~, sen~ac10nes e Ideas. Si se nos replica que nada impide la ex1:;lenc1a de otros medios sobrenaturales 6 desconocidos ront~taremos que esos medios de transmitir id€as al alma sepa~ rada del cuerpo no son más conocidos de los que los suponen, que de n0sotros. Es por lo menos muy evidente oue todos los q~e .rechazan las ideas innatas no pueden sin estar en contra­diCCión co.n sus principios, a dmitir el dogma, tan poco funda­do, de la mmortalidad del a lma.

A P~ar de ~os consuelos que tantas gentes pretenden encon­trar en la no~~ón de una existencia eterna ; á pesar de la arrai­gada pcrsuaswn en que t~n~os hombres nos aseguran que están, de que sus almas sobrev1v1rán á sus cuerpos, tenemos que re· conocer que se alarman mucho ante la disolución de l'SOS cuer­pos Y que no consideran su fin, que debieran desear - como el

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l4R JEAN MESL1ER

-----------------------------------------término de muchas penas, sino con excesiva inqUietud. · Tan po::,tttvo es que l0 real, lo pr&)ente, aun ac()mpañado de ~)enas, ejercita mili> peder sobre los hombres que las .más be­Jlas qutmeras de un porvemr que no ven smo al tra\·es de las meblas de la mcerlidumbre 1 En e fecto, . a pe~~· de la preten­dida conYH.:t:wn en que los hombres mas rel • gw~os están, de una derna fehcidad estas cr een cias tan lisonjeras no les impi­den te mer y e~trem~cerse cuando piensa~ en la disolución ne­cc.-:>arla de s us cuerpos. La muer te fué Siempre .Para los mor­tales e l punl<> de vist..a más. espantoso ; la han mirado como un fenómeno extraño, contrano al orden natura l de las cosas, o­puesto í:i la Natura leza ; como un efecto, en fin, de la venganza celtsle: e l ]JG(JO del pecado . ~unque todo les .P_robase que esta mue rte e~ inev1t.able, no pudieron nunca famihanzarse. con su idea ; no pensaron en ella s ino tem~lan~o. y la se~undad de P<>Seer un alma inmortal les indemmzara muy debllmente del dolor de verse privados de su perecede~o cu erpo. Dos causas cont11buyeron también á fortalecer y ah men tar sus alarmas: una fué, que la muerte, comúnme nte acornpaftada de dolores, arranca una existencia que les complace, que conocen, á la que estan acostumbrados ; la otra fu8 la incertidumbre del estado que debta suceder á su .existencia actual.

El ilustre Bacon ha dicho que los hombres temen la m'l:lcrte por la miJma tazón que los rmios tienen miedo de la oscu~¿dad. Naturalmente desconfiamos de todo lo que no co~ocernos, que­remo.; ver elaro, pa ra garantizarnos de l?S obJet()S que nos pueden amenazar ó para tra~r de proporcwnarnos los que no sean útiies. El hombre que existe no puede formarse Idea de la anulación de la existencia ; como le inc_:ruie~a ese es~do, su imaginación trabaja, á falta de la expenenCia, para pmtarse, bien 6 mal ese estado incierto. Acostumbrado á pensar, á sen­tir, ú ser puesto en acción, á gozar de la socied~d , ':e La mayor de las calamidades en una disolución que le pnvara de los ob­Jetos y de las sensaciones que su naturale~a p~esente le _ha he· cho necesarias, que le impedirá tener conc1enc1a de su ser, 9_ue le quitará sus placer es y le hundirá en la n a da. Aun supomen­dole exento de pesares, considerará s iempre este esta9o desc~­nocido com() una soledad tristísima, como un monton de ti­nieblas profundas; se figurará en e llas en un abandono gene ral d<::s tituído de todo auxilio y sintiendo el rgor de esta es­pa~tosa situación . Pero el suefto profundo ¿no ba~ta parato~ar; nos una idea verda dera de la nada? ¿No nos pnva de 0

1 ·

¿ No parece aniquilarnos para el Universo, y anonadar esñ e Universo para nosotros ? La muerte, ¿es otra .cosa qu~ un s~e 1~ profundo y durable? Por n() poder conceb~r una Idea e de muerte el hombre teme ; s i se formase una 1dea verdad~ra . e lla dejaría entonces de tenerle miedo , pero no puede Imagi· narse un estad() en que no se sienta; cree que cuando ya no exista tendrá el sentimiento y la con ciencia de aquellas C<?sas que le parecen tan lamentables y tan lúgubres: su imagi~a­ción le pinta su entierro, la fosa que para él se cava, las oraciO-

LA RELIGIÓN NA1'URAL 14ft

nes tnstes que le acompañarán a su morada úlLim_a ; se pe:­suade de que estos objetos desagradables le afectaran despue~ de su muerte tan penosamente como en e l estado actual en que goza de sus senti~os . _

· Mortal extraviado por e l temor 1 después d e tu muerte t? s oj~s no v~ran ya, ni oirán tus oídos; ~esde el ~~ndo de tu ataud no seras testigo de escenas que tu 1magmac10n le representa hoy con negros colores. No tomarás ya parte en lo que su cede en el mundo · no te ocuparas de lo que se haga con tus restos mas inanimados que la víspera del día que te colocó entr e los séres de la especie humana. Morir es dejar de pensar y de sen­tir de sufri r y gozar: tus ideas perecerán contigo, tus dolores y preocupaciones no te seguirán á la tum~a. Pien~a en la muer­te no para alimentar fus temores y tu tr1s Leza , s mo para acos­tu'murarte á a rros trarla con tranqui la mirada y para saber ven­cer los fal sos terrores que los enemigos de tu reposo procuran msp1rarte .

Los temores de la muerLe son vanas ilus iones que deberán desaparecer en cu anto se considere ~te acontecimiento nece­sario desde iu verdadero punto de vista. Un gran hombre ha definido así la filosofía: una medilaczón sobre la muerte. Con esto no quiere decirnos que debamos ocuparnos .trislef!lente de nuestro fin, ni alimentar nuestros espantos; qmere, s m duda, invi tarnos á familiarizar con un objeto que la Naturaleza nos ha hecho necesario y acostumbrarnos á esperarle .con serena frente. Si la vida es un bien, s i es necesario apreciarla, no es meno::; necesario abandonarla ; y la ra~ón debe enseftarnos la resignación á los d ecretos de la suerte. Nuestro bienestar exi­ge, pues, contraer la costumbre de con templar sin alarmas un hecho que nues tra esencia h ace inevitable ; nuestro interés pi­de que no envenenemos con proocupaciones continuas una vida que no puede tener encanto para nosotros, s i no vemos sin tem ­blar su término. La razón v nuestro interés se unen para asegu­rarnos contra los terrores 'vagos que la imaginación nos inspi­ra sobre este punto. Si los llamam()S en nuestro auxi lio , nos famili&.rizarán con un acontecimiento que sólo nos espanta en cuanto no le conocemos, ó porque nos lo han mostrado desfigu­rándole con los acompaftamientos repugnan tes que la ~upers tición le da. Despojemos, pues, á la mu~rte, de esas vanas ilu­siones y veremos que no es más que el s ueño de la vida, y que este sueño no será turbado por ninguna pesadi lla ; que no le seguira nun ca un despertar desagradable. Morir es dormir ; es en trar en ese estado de insensibilidad e n que es tábamos an­les de narer, antes de te ner sentidos , antes de tener la concien­cia de nuestra existencia actual. Leyes tan necesarias como las que nos han llamado á la vida nos volverán a l seno de la Na­turaleza, de donde éstas nos habían buscado. Sin consultarnos la Natura leza nos colocó por a lgún tiempo en la categoría de los. sé res organizados ; s in nuestra aquiescencia nos obl igará á sa!Jr de ella para ocupar otra. No nos quejemos de su dureza: nos so•nele á una ley de que no exceptúa ninguno de los séres

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150 JEAN MESLIER ---------- --que encierra. Si todo nace y perece, si todo cambia y se des­truye, :::.1 el nac1m1ento de un sér no es sino el pnmer paso ha­cia ::;u fin, ¿ com<;> l~ubiera sido posible que el hombre, cuya ma. quma es tan fragll, cuyas partes son tan móviles y tan com­plicadas, fue:::.e exceptuado de la ley común, Que quiere que h lierra sólida que habitamos se cambie, se altere y tal vez se destruya? ¡Débil mortal ! ¿pretenderás vivir S!empre ·> ·que­rras que únicamente para tl cambie su curso la Natura~.~leza'? ¿No ves en los cometas excéntricos que llegan a admirar tu \'lSta que los mismos planetas están sujetos a la muerte? Vive en paz, mienLras la Naturaleza lo permita, y muere sin temo­res si tu espíritu eslá iluminado por la razón.

A pesar de la sencillez de estas reflexiones, nada más raro que la verdadera firmeza en los hombres contra los temores de la muerte. El sabio mismo palidece á su aproximacwn y nece­sit.a. recoger todas las fuerzas de su espíritu para esperarla con serenidad. No es de extrañar que la idea de la muerte impre­siüne t.a.nto á la generalidad de los mortales: espanta al JOven, redobla la tristeza de la veJez que, á pesar de estar abrumada de at:haques, la teme más que ~a juventud en todo su vigor: el anciano está más acostumbrado á la vida ; y, por otra part~>, su espíritu enflaquecido tiene menos e nergía. Por último, el enfermo cargado de dolores y el desgraciado sumido en el in­fortunio, pocas veces se atreven á recurrir á la muerLe, que de­bieran considerar como el fin de sus penas.

Si buscamos el origen de esta pusilanimidad, le encontramos en nut>stra naturaleza, que nos apega á la vida, y en la falta de energía de nuestra alma que, en vez de fortalecer, sólo se esfuerza en de bilitar y destruir. Todas las instituciones huma­nas, todas nuestras opiniones conspiran á aumentar nuestro temor y á hacer terrible y repugnante la idea d~ la muerte. En efecto, la superstición se ha complacido en pintarnos la muerte con los rasgos más horribles: nos la presenta como _un terrible instante, que no sólo pone fin á nuestros placer8?, smo C}Ue, además, nos entrega sin defensa á los rigores inauditos ~e un déspota desapiadado cuyos decretos nadie suavizará. Segun ella , el hombre más virtuoso no está nunca seguro de ag~a~ar­le: siempre tiene motivo de temer la severidad de sus jUICIOS: suplicios espantosos y sin fin castigarán á las víctimas de su capricho por las debilidades involuntarias ó las faltas necesa­rias qu~ hayan encendido su furor. Este tirano implacable se vengará de sus defectos, de sus errores momentáneos, ~e las inclinaciones que hayan dado á su corazón, de los extravws de s u espíritu, de las opiniones, de las ideas, de las pn.sioncs qtle hayan recibido en las sociedades donde los hizo nacer ; ~o les perdonará sobre todo haber podido desconocer á un Sér mC?n­cebible, haber podido engañarse acerca de El, haher~ at;evJClo á pensar por sí mismo, haberse negado á escuchar á gwas en­tuc:;iastas ó engañadores, y haber tenido atrevimiento para con­sultar la razón , á pesar de habérsela concedido para excoger y determinar su conducta en el camino de la vida.

LA RELIGCÓN NATURAL 151

Tales son las cue&twnes aflictivas con que la religión ocupa a su~ 1nfelwes y credulos sectarios. Tales son los temores que los t1rano::; del pen::.am1ento de los hombres mamftestan como saludables. A pesar del poco efecto que producen en la con­duela de muchos de aquellos que se d1cen ó se creen convenci­do:>, ;:,e quiere hacer pasar estas nociOnes como el dique más tuerle que se pueda oponer á los extravws de los hombres. En­tretanto, como ahora veremos, estos ststemas, ó más bien estas qUimeras tan terrdJles, no producen efecto en el mayor núme­ro, a qwen rara vez preocupan y nunca en el momento en que la pa;:,wn, el wten·s, el placer ó el ej emplo le arrastran. Si e;:,Los temores resultan alguna vez eficaces, es siempre sobre aquellos que no los neces1tan para abstenerse del mal ó para pracllcar el b1en. Solo hacen temblar á los corazones honra­dos; los p€rversos nada temen: atormentan á las almas tiernliS y dejan tranquilas á las almas endurecidas: infestan los espí­ritus dociles y dulces y no causan la menor perturbación en los esp1ritus rebeldes: de modo que no alarman sino á los que ra esLan bastante alarmados, no cont1enen sino á los que ya es­Lan contenidos.

Como ~e ve, estas doctrinas importan poco á los malvados: cuando por casualidad obran sobre ellos, sólo alcanzan redo­b~ar la maldad de su carácter natural, justificarle á sus pro­PIO::; OJOS, darles pretexto para ejercitarle sin temor ni escrú­pulo. En efecto, la experiencia de un gran número de siglos no::, pl'ueba a qué exceso llegan la maldad y las pasiones de los hor_nbres cuando han sido autorizadas ó desencadenadas por la reii~Ion, ó a l menos cuando han podido justificarse 6 cubrirse con su manto. Los hombres no han sido nunca más ambiciosos más codicio::,o&, más p1caros, más crueles, más sed;ciosos qu¿ cuando se han convencido de que la religión les permitía ó les o:denaba serlo: lo que en estos casos ha h echo la relio·ión ha s1d_o dar un impulso in~eJ?cible á sus pasiones naturales que, baJ? sus sag~ad_os auspiCIOS, se desenfrenaron impunemente Y ~m remordumei?to alguno. Y no es sólo €Sto ; los mayores bribones, al dar libre curso á las inclinaciones detestables de su n~ala nu!,uraleza, creyeron merecer el Cielo, cuya causa de­fendian con ext_rernado ardor, y eximirse, por medio de críme­nes, de los castigos de un Dios cuya cólera pensaban haber ex­Citado.

E_stos son ,Jos efectos que las nociones saludables de la 'reo­logia producen sobr~ los mortales : dichas reflexiones pueden o[r~~el nos co~!Lest~cwnes á los que nos dicen que si la re­f~uwn prome_t1e~e l(J?Jalmenle el Cielo á los buenos y á los ma­l s, n~ _habr¡a maedulos r('spcclo t.í la otr.J virla. Respuesta: a r_eli~Ión concede el Cielo á los malos y acostumbra colocar

en el a los más inutiles ó á los peores (i ). Corno acabamos de ver, azuza las pasiones de los malvados legitimando crímenes

(1) Tales ~on Moisés S 1 D "d ) · d' musulmanas. • .af!lue Y a.v1 ~ntre os J~. lOS; 111ahoma. entre los • entro los cnshanos, Con~ta.ctmo, San C1nlo, San Atanasio, Santo

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JE.\N MESLIER

que, sm ella, hubit:ran temido cometer, u por los cuales ten dr1an ' ergücnza o remordinuentos. Ultimamente, los mm1stros de la relt~wn proporcionan a los peores hombres medios para dt.>S\'Iar el rayo de sus cabeza$ y para alcanzar la eterna feli­cidad.

Sm duda puede haber malvados entre los incredulos lo mis­mo qué "ntrc los credulos; pero la llH.:rcdulidad no ;:,Upone ma­~·or maldad que la credulidad bondad~..t:--a.. Al contrario, el hom­bre que pien:::.a y med1t.a conoce mejor lo:, motivos de ser bueno qu~ el que se abandona como ciego por caminos mseguros ó l:le deja gumr por los m!tereses de los demás. 'l'odo hombre sensa­to llene el mayor interés en exam ma.r las ensei'lanza.s que se­gun le d1cen, han de influir sobre su dichn eterna.: s1 las ~eco­noce falsas o perjudiciales para la vida presente no deducira 11unca que nada tiene qu~ esperar ó lef!ler en o'tra vida, que puede t;n e::;la entregarse Impunemente a vicios que empiezan por dai'larle, y le atraen ademas el desprecio ó la. cólera de la sociedad. El hombre que no espera. oLra vida es el que esta más mlerEsitdo en prolongar su existencia y hacerse querer de su:, serLeJanles en la unica vida que conoce, y da así un gran paso hacia la felicidad, de.::;embarazándose de lo;:, terrores que afligen a los demas.

E 1 efecto, la superstición se compla"e en hacer al hombre cobarde, pusilámme y crédulo: uno de sus objetos es afligirle ::;m dcscan::.o ; uno de sus deberes rcdoular para él los horrores de la muerte: ingeniosa en atormentarlo, ha extendido sus mqUietudes más allá de su existencia conocida: sus ministros, para ~ometerlo con más seguridad, irwentaron la celes!te man­::;Ion, rc.:;en undo::,e el derecho de recompensar en ella a lo es­clavos que se SUJetaron á sus leyes arbitrarias y hacer que la Divimdad ca::,lígase á los que fueron rebeldes a su voluntad. L~JOS de consúlar á los mortales, lejos de culllvar la ra­zon del hom_bre, lejos de enseñarle á ceder bajo la mano de la ncce~1dad, la relig10n se ha esforzado en hacerle mas amarga la muerte, más pe::;ado su yugo, en acom­pañarle ~on ~~a multitud de horribles fantasmas, y en hacer su apro:xunac10n mas espantosa que la muerte misma. De este modo ha conseguido llenar el Univ€rso de entusiastas, seduci­dos por vaga::; promesas, y de e-;c.:la\ o::. cnnlecidos que sujeta con el temor de males imaginarios r¡uc se~uiran a su fin. Ua logradu persuad1rl<.s de que su '1da actual no e::> rna:, que un transito para llegar _ á ~ira mas feliz. El dogma insensato de una v1da futura les Impide ocuparse de su verdadera dicha, de pensar en ~a p_erfección de sus instduciones, sus leyes, su mo­ral Y sus Cie~cias. Vanas quimeras han absorbido su aten e ion: por c_st? co~s1enten en gemir ba]o la llranía rcli~io::,a y ¡.o!Jl 1~a, en vivir miserablemente en el error, en consumirse en el m-

Ptm~ngo, Y tantos otros bandidos religio,os y ardientes pc>r~el{uidorc' que la g C~lo. reverencia. Aun se les puede añadir los Cruzadas, lo3 f ,ryauas, etc.

L.\ RELIGIÓN NATUI_{AL 153

fortunio, y s~lo les q~eda la espe1·anza de ::;er algún día mus dtcho:,o.:;, la firme <.:oufianza de que :)US padecmw•nLos y su pa cwnc1a t..:>lup1da los conduc1ran a una feliCid(l;d sm fin. Los hontl..>res ::,e han <.:reido ::,omelldos u una Divm1dad cruel que querm l1acerle~ comprar el bienestar futuro al precio de todo lo que mus qUieren a.qlll abajo ; se les han pintado á DIOs co­mo el enemigo jurado de la raza humana, y les han hecho creer que el Cielo, in·1tado conLra ellos, quena ser aplacado y los (;USLtg;Hia ~lername:n te por los csfucrtus que hiCieran con el objeto de llurarse de sus pesares. El dogma de la vida fulura fue uno de loe errores mas fatales para e l genero humano. Este dogma surn10 u. las naciones en la torpeza, en la languidez, en la mdderencia Ja mas comvlela acerca. de su bienest.ar, ó bien las empuJO a un entusiasmo furio::,o que, con frecuencia, las lle,~o a dest¡·ozar:,e mutuamente para m.crccer el Cielo.

lal \'ez ::;e pregunte por que cammos fueron llevados los hom­bres ¡,ara formarse Ideas tan g ralUI t.as y t.an raras sobre el otro mundo. ,b;s 01erto, contestamos, que no lemmos Idea del ¡,or­\emr, que no existe para no::.olros. Nue::>tras Ideas del pasado Y del pre::;ente son las que summt::>tran a nue;:,tra 1magmación los elementos de que se sirve para constrUir el edifiCIO de lo::, LicmrJos tuturos. Creemos, d1ce Hobbes, que lo que es será siem­pre; Y r¡uc las ?Nismas causas producirán los nusmos efectos.

Ell10mbre en su estado actual tiene dos modo::, de sentir: uno que aprueba y_ olrc que condena; persuadido de que estos dos modos de senti r deben acompañarle más allá de ::.u existencia lH'U:iente, colocó en las regiones de la etern idad dos mansiones d1~tinlas: una destinada á la fel1eidad otra al infortunio· una destinada a los amigos de Dios; la otr~ como prisión para' ven­gar,I t; de los ullraje3 que le in fe rían sus de~grac1ado.s :::iubditos.

1 al t-S el verdadero origen de las ideas sobre la Yida fulura tan extendidas entre los hombres. En todas partts Yernos un Eliseo Y un 1 ártaro, un Paraiso y un Infi erno; en una palabra, ?os wan::>JOnes distintas. con::.truidas según la Imaginación de 10S entusiastas ó de los pillos que las inventaron, y acomodadas á la~ preocupaciones, á los temores de los pueblos que les pres­taron fe. Los indios se figuraron la primera de estas mansio­nc"' .como la de la inacción y de un reposo perpetuo, porque, habitantes de un clima cálido, vieron en el reposo la felicidad suprema ; los musulmanes se prometieron en ella placeres sen­buales semejantes á los que actualmente constituyen sus de­s~o~ , los cnsl.lanos esperaron á bulLo placeres inefables y es­PII'Itualec;; una felicidad de que no tuvieron ninguna idea.

De cualquier. naturaleza que fuesen estos p laceres, los hom­bres com¡?rend1eron que se necesiLaha un cverpo para que e\ alma_pudiese gozar, ó para sufrir las penas reservadas á. los enemu;·os. de la Divinidad. Se impuso, pue."', e l dogma de la rewnecnórz, por el cual se ideó que lo r¡ue se pudría á la vista, se ~escc.mpon1a y d isolvía ; por un efcdo del porler diYmo 'ol­vena_ á recomponerse para formar una nueva envollura al al­ma, a fin de recibir, conjuntamente con ella, las recompensas

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6 los castig-os que los dos hubieran merecido durante su mi­Sion pnmitlYa {1) . E~ta incompr~..-nsible opinión, inventada, se dice, !)OJ' los ;\la­

gos, aun encuentra un gran número de adictos, que nunca la han examinado seriamen le. Otros, inca pace.:; de elevar:-€ a es­tas noc1ones sublimes, crey-eron que, bajo dift:: rentes formas el hombre animaría sucesiYamente d iversos animales de varia~ das espec1es, y no deJana de habita r nunca la Tierra en qu' se encuez.tra. 'fal fue la opmion de los que creyeron en la me­tempsicosis.

Respecto a la mansion de castigo de las almas, la imagina­Ción d~ los impostores que quisieron gobernar los pueblos se esf') rzo en reumr las imagenes las más espantosas para hacer­la terrible. De todos los elementos, e l fuego es el que despierta en nosotros la mas _ pun.~nte sensación ; por lo tanto, se supuso que la omn1pot,enc1a d1vma no podía invents.r nada mas tem­ble que el fuego para castigar a sus enemigos ; el fur~o fue, pues, el terrnmo en que tuvo que detenerse la imaginacion del hombre, y se convino, con suficiente unanimidad, en que un d1a €.1 fuego vengar1a la Divinidad ultrajada, como, por la crueldad y la demencia de los hombres, suele vengarla en este mundo.

Por eso se pintan á las víctimas de la cólera divina encerra­das en. calabozos ardientes, revolviéndose perpetuamente en torbel_lmos de llamas, sumerg1das en mare.s de azufre y belun, Y hac1endo retumbar en las bóvedas infernales sus inútiles ge­mido:-; y sus rechinamientos de dientes.

Tal vez haya quien se pregun te cómo pudieron los homb!'(>3 acostumbrarse á creer en una existencia acompañada de tor­ITJ('~tos eternos, sobr~ todo habiendo entre ellos muchos que teman poderosos motivos para temerlos, según sus ideas r~'l i­gJosas . .i\Juchas causas han podido concurrir á hacerles acep­tar una opinión tan insostenible. En primer lugar, muv pocos hon:bres ~enc:.atos han pod1do creer tal absurdo cuando se han decid_Jdo a hacer uc;o de su corazón : ó bien, !;Í lo han crE'ído. la a.t roc:dad d~ e:sta. noción estuvo siempre equilibrada por la idea de la. mJscr1Cord1a y de la bondad que atribuveron á Dios. Efl ~r':tundo lugar, los pueblos, ceg-ados por e l 'temor, nunc1 c;e rl~cron cuenta de los extraños dogmas que recibieron de suc; le­~lsla~orec; ó les transmitieron sus padres. Además, el hombre no ' ' iO nunca el objeto de sus terrores sino en una lontananza f·~v?rn l~le, .Y la superst~ci_ón le prometió proporcionarle los m_e­r~' :-J::. de ev1~ar los suplicios que creyó haber merecido. Por ul­t mo, semeJante a esos enfermos que vemos apegados aun á la

(l) El d1 op-m.~ de !a r~.>~urrección pn.rcce en ú ltima anÍIIisis inútil Íl !o~ qul! <'reen l'n a P'n•tl'n<'Hl dn 1 1 · · • ( d · d . ' '1'1 a mas ()Ue !-tl'nt~.>n pten 'ln y nozan o ~•• r~n

C'PUt e 'u «rparact l d 1 E ' · ~ 1 1 . · ~ 0

" cuerpo ~tos rlcben suponrr como Bonlcl<'v, c¡ue " n m a no t Hm~.> nccP tdad d 1 · d · ' .' · rimentar sen~ · e. cuerpo nt e nmgun med10 extcnor para <'xpe· a l m'" b. &detones Y tl'ner tdeas. Los malehre.nchistas d ebcn su¡JonC'r qur· In~ .. s rt>pro n aq 1·t:rrín ,., · r· D I . , dad d rn trrno 'H Y e Qenbran arder stn tem•r nt(! 1· e us cuervos para Chto.

LA RELIGIÓN NATURAL 155

existencia más dolorosa, el hombre prefirió la idea de una exis­t••ncJa desgraciada y conocida á la de una no existencia que cons1dero cerno el peor de los males, puesto lJUe no pudo te­ner 1dea de ella, 6 porque su imaginaoion lE: represento esta no ex1stencia ó esta nada como el conjunLo confuso de todos los males pos1bles. Un mal conocido, por grande que pueda ser, a'3usta menos á lo.3 hombres, sobre todo cuando abngan la es­peranza de ev~larl?, qu_e un mal desc~noc_ido sobre _el cual tra­baJa su imagmacwn sm encontrar mngun remedio que opo­nerle.

Reconocemos pues, que la superstición, lejos de consolar á los hombres sobre la necesidad de morir, aumenta sus terrores con los males de que la muerte irá seguida; sucede que estos terrores son tan grandes, que los infelices que creen tan terri­bles dogmas, cuando son consecuentes, pa~a~. sus días en llan­tos y amarguras. ¿Qué diremos de esta opm10n, destrucl~ra de toda sociedad, y sm embargo adoptada por tanLas naciones, que les anuncia que un Dios severo puede á cada ins tante, como un ladrón cogerlas desprevenidas y venir a ejercer so­bre la Tierra su¿ rigurosos jUICIOS? ¿ Qué idea más propia para atemonzar para desanimar á los hombres, para qu1 tarlés e l deseo de ~ejorar su suer te, que la perspectiva de un mundo s1empre sujeto á disolverse y de una Divinidad sentada sobre lo::; e::;combros de la Naturaleza entera para juzgar á. los huma­nos? '1 a les son, no obstante, las funestas opiniones de que se ha alimentado el espíritu de las naciones durante miles de años: tan peligrosas son, que si por u na afortunada inconse­cuencia no derogasen con su conducta estas ideas desoladoras, caermn en e l IlJas vergonzoso embrutecimiento. ¿Como ha­blan de interesarse de un mundo perecedero que puede hacerse pedazos á cada instante? ¿Cómo pensar en procurarse la feli­Cidad en una Tierra que no es más que el vestíbulo de un remo eterno? ¿ Es, pues , sorprendente que supersticiones á las que semejantes dogmas Si rven de base, hayan impuesto á s_us sectarios un total desprendimiento de las cosas de aqUJ abaJO, una re1mncia comple ta de las diversiones más inocentes,. una inerc1a. una pusilanimidad, una abyección de alma, una mso­ciabilidad que los hace inútiles para sí m ismos y peligrosos para los demás? Si la experiencia no obligase á los hombres á separarse en la práctica de esos s istemas insensatos ; s i sus nece::~idades no los volviesen á la razón, á despecho de sus dogmas religiosos el mundo entero se convertirá pronto en un vasto desierto 'habitado por algunos salvajes aislados, que no tendrían ni el valor de multiplicarse.

Sin embargo, el dogma de una vida fu tura acompañada de recompensas y castigos es mirado, hace ya un gran número de siglos, como el más poderoso y aun como la única fuerzu. capaz de contener las pasiones de los hombres y que puede obligarlos á ser virtuosos. Poco á poco este dogma ha llegado ft ser la base de casi todos los sistemas religiosos y políticos, Y no parece que hoy se podría atacar esta creencia sin romper

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I5u JEAN MESLIER

aL;:,olut.amenle los lazos de la sociedad. Los fundadore~ de ¡ . r~ll~pones ;:,e han serv1do de el para. adhenrse credulo::; ~ec~ no::,: lo::, leg1::;ladorcs lo han temdo en cuenta. del 1Ieno Old.

~a}Jaz de relcnei~ a. ::;u::; súbditos baJO el yugo: hasta much~ hlo::.ofos han cre1do de buena fe que C!::ite dcgma era nece::.ar10 vara a::,u::;tar a los hombres y apal'larl0S del crnnen

X o St. l)U(:de, en. efecto, negar que e::; te dogma h·aya s1do de la ~1ayor ut1hdad a lo::. que dieron una religión á las nac1ones hac1endose los mm1::,lros de ella: fue el lundamento de su po: der. la fuente de su::, nquezas, la cau::;a permaneute de la ce­guedad Y de los terrores en que su mteres quiso que se nutr1ese e1 genero humano. :Por el llego a ser el sacerdote emulo y se­nor de los reyes : la.s naciOnes -::,e han llenado de en tus1asta:, ebnos de rellgwn, s1empre mas dispuestos a o1r sus amenazas que lo~ con:;eJOS de la razon, las ordenes del soberano, lo::, im­pulsos de la Naturaleza y las leyes de la soc1edad. Ha.::>ta la pohttca tuvo que someterse á los capnchos del sacerdote · el monarca temporal se vw obltgado .a mclinar la cabeza al y~go del monarca eterno: e l uno solo dt::;poma de e!:>Le mundo pere­cedero, e l otro extend1a su poder lJ~ta en un mundo futuro f!lUS Importante para lo::; hombres que la Tierra, donde t:..':)ta~ umcamente como peregrinos o pa::.aJeros. De esa manera el dogma de la otra v1da pus~ al gob1erno mismo baJO la depen­dencia del sacerdote, .convu·t1endole en su primer s ubdito, y nunca fue obedecido smo cuando los dos estuvieron de acuerdo para a.brumar el género humano. Inuli lmente la Naturaleza acon~eJo a los homLrcs que pensasen en su felicidad prc..::>ente; e l sacerdote les ordeno que fuesen desgraciados esp.:rando una feh~I.dad futura: la razon les dec1a en vano que del.J1an ser pacmc.:.os ; el sacerdote los mdujo al fanatJsmo ) al furor, obli­gandolos a turbar la tranqmlidad publica siempre que. se ~rato de lo~ mtereses del monarca 111\' lsib le de la otra nda o de sus numstros en ésta.

Esto;). son los fruto~ que la política ha recogtdo del dogma de la vtda futura ; las regiones del ultraterreno han ayudado a.l sacerdol.e a conqu¡~tar el mundo. La es~eranza de una fe­licidad dtvll;w. y el ~emor á los tormentos fuluros solo serviran para unpedir que lo~ hombres picn~en en hacerse felices aquí ab~JO. El error, baJO cualqmer aspecto se ron:s1dere, S!empre :sera una ru~nle de males pata el género humano. El dogma de la otra ~·1cta. ofreciendo a los mortalPs una dtcha 1d' al, Jos har~ ~ntu::.1asla::; de ella ; abrumandolos de terrore,:; los cnn­vpr·tira en seres tnutiles, cobardes, v1s1onarios, locos furiosos q~_e_ perderun de \ I::;La. S';I mo_rada presente para no ocup~n;e m.t:::; que de un por\'enir 1magrnarro y de los males quimencos que deben sufr tr después de su muerte .

:\ lo~ que nos dicen que el dogma de las rccompen ... as y de la.s~_Penas futuras es el freno más podero~o para reprimir las P~~to!le::. de. los hombres, conte-:;taremos apelando :\ la expe­rrencia diana. Por poco que uno pon!Ta atención a lo que su­r de en torno ::.uJ o, ' e1·á este aserto desmentido, y que esll;:;

LA RELIGTÓN N.\TURAL 137

rnar<i.nllosas especulaciones, incapaces de cambiar los tempe­ramentos de los hombres, de desarraigar las pasiones que los mismos vicios de la sociedad contribuye! á hacer brol.ar en todos los corazones, no disminuyen el número de los malos. En la;; nac10ne-; que parecen mús fuertemente religiosas vemos ase ·inos: lodos cstün persuadidos cte la realidad de otra vida; pero en el torbellino de la dis ipación y los placeres, en el arre­bato de sus pasiones, no hacen caso de ese porvenir terrible que w nada influye sobre su conducta presente.

En los países donde el dogma rle la otra vida está tan arroi­g-ario que todos se sublevarían contra la temeridad de com­batirlo y aun r:le dudar de él , vemos que es perfectamente in­rapaz de imponer á los prm ci pec; injustos, disolutos 6 negli­gentes, á los cortec:;anos ávirlos v desarreglados, á los concusio­nai·ios r¡ue se enrir¡uecen insolentemente con la sustancia de los puehlos, á las mujeres sin pudor , á una porción de crapu­lones y Yirioc:os, y aun á mucho-; de esos m ismo'5 sacerdotes cuya función consiste en anunciar las venganzas del Cielo.

Si les prrgunláis por qué c;e han rur(lviq_o á entre~arse á acciones que les al raerán c1stigos ctE>rnos, os r esponderán que los arrPbatos de las pasiones, el torrente d~ la costumbre, el contagio del ejemplo, ó hasta la potencia de las circunstancias, lo ha.n arrastrado, haciéndoles olYidar las consecuencias que c;u conducta podía tener para ellos. Ademá'5, os dirán que los !~>soros cte la misericordia divina son infinitos, y que basta el arrepentimírnto para borrar los crímenes más horrorosos y más acumulados (i ) . ·

En esta multitud de bribones, que cada uno á su manera :~bruma la sociedad, sólo encontraréis un reducido número de h~rn hres bac:.tante intimidados por los temores de un desgra­rraclo. r>ot:veni.r para r esisti r á sus inclinaciones ; ¡ qué digo ! estRo.; mchnactones son en efecto demasiado débiles para arras­trarlos; y, sin el dogma de la otra vida, serían va suficientes tnl)fÍYOS para impedirles ser Criminalf'S la ley y el temar á la npinión pública. '

Hay. en efecto, almas tímidas y temblorosas sobre las cuales los terrore.:; de otra vida hacen una impresión profunda: los homh;es ~e esta especie han nacido ron pac;iones moderadas, o¡·g-amzartñn rléhil, im.qgin1rión poco fogosa · no es, pues, sor­prcnrltnle flUC en estos séres, yn contenidos por su natunleza, "l. i"mor dPl porvrnir ecwilihre los dPhil rc; cc;fuerzos de sus rlebtle., pasiones. No sucedP lo mismo á esos bribones r esuel-

d (111 La .i~~a di' la mi'll"riC'ordia rli, inn trnnqnililL á. lo:~ mnlos ,. 11"'1 hace olvi­

~t a d1n!la Jll tJcirt. En t"f~l'to, C'lfo' do atributo<~, <~llplll" toq it:"unlmente iufi_ D O, Nll ~IO'I, tll"b~n equilibrar-e cll" modo qne ni uno ni otro pllt>Uan ohrar e cud qult>r modo que •l"a )oq malos C'UC'ntan con un Dio'l i11múril ó qe Ji on­

ran b e d~<C'apnr á los efl"rtO'\ de " 11 jn'ltÍCÍ.l por llll'clio clt' ~11 mi,ericorri ia.

1•0

' ·t~ Ido~ abl'n (111<' hrdl' o tPmpr·tno mortn•n ••n 1') patíhulo; pero se /anqu1 Izan con dc<'lr qu(' todo e tá rl'dn<'ido á ro11rltir ¡¡;_,1, Lo, cri-.tiano, reen qu~ un ~ut>n P rrca 1 i borra todos los pecados. Los ind1os atribuyen la

ffihma VIrtud a lns aguaq del Gnn¡es.

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tos, á esos viciosos habituales, cuyos excesos nada puede 00

_ tener, y que en ~us arrebatos, cerrando los ojos sobre el tem~r ú las leyes de este mundo, de~preciarán mucho más las del otro.

Sm embargo, 1 cuántas personas s~ dicen y aun se creen conlem~as por el temor ?e la otra vidtt: 1 P ero, ó e llas nos en­gat1an o ::>e engal'1an a SI mismas: atribuyen a estos temores lo que sólo es efecto de motn·os más presentes, como la debili­dad de su ~rgamzación, la dispos_ic i ~n de su temperamento, 1\l poca energ1a de sus al m~, su timidez . natural , las opiniones adq~mdas c~n. la educacwn, el temor a las consecuencias in­mediatas y fJSJcas de sus ('Xtravíos ó de sus malas acciones Estos son los verdaderos. motivos que las enfrenan y no las no~ CIOJ~es Yagas de~ porvemr, que los hombres más per;:,uadidos ol_, 1dan a ca_d~ mstante, siempre que un interés más inmf>­d_lato 1Ck5 so~I Ci ta á pecar. Por poc-o que se fii e en esto la aten­Cion se vera que se atnbu~e al t~l_llor de un Dios lo que es re:llmente efecto de la propia deb1hdad de la pusi lanimidad del poco interés que se halla en hacer inal. No se obraría d~ otro modo aun cuando no hubiese aquel temor, y s i se refl exio­nara se conocerw. que es siempre la necesidad la que hace obrar á los hom hres como lo hacen.

El hombre no puede ser con tenido cuando no halla en sí m1srno m0t-iYo" ha !ante fuertes para enfrenarlo ó reducirle á la raz~n. No hay causa en este mundo ni en el otro qve pueda hac~~ v1rtuoso a <;tquel que una organización desaraciada. un ~pmtu mal ~ulllvado, una ima~inación fogosa, costumbres mveteradas, ejemplos funestos, intereses poderosos, empujan por ~o~os lados al crimen. No hay especulaciones capaces de reprimir al que des~fía la opinión pública. desprecia la ley, es ~ardo á los conseJOS de la conciencia. ó qué, por su poder, esl<l en este mundo fuera del castigo y de la censura (1).

En sus tran~portes temer~ mucho m enos todavía un porveni r remoto , cuya _Idea _cederá_ siempre á lo que juzgue indispensa­b_le para su d1rha mmed1ata y presente. Toda pasión viva nos c1eg~ sobre todo lo que no es obieto de ella: los terro~s de la v1da futur~, c~ya probabilidad tienen nuestras pasiones, el medo de d1smmuir, no tienen influencin sobre un malvado qu~ no teme los castigos mucho más pró-ximos de la le:v y el od10 seguro ~e los séres '1Ue le rodean. Todo hombre que se en_treg-a al cr1men no ve nada cierto sino la ventaja que del <'flmen espera: lo demás le parece siempre falso ó problemá­tico.

(lt) Sie~rr1 e se dirá que el temor á otra. vida es un freno útil siquiera. para con ~>n('r a O'l príneipt>~ ' 1 d · • 1

r 1 . Y. a O'l ,l!ran e~ que no tienen otro v ']Ue mas \'11 e

un reno cua qUJera que n y h . . t t · 1 . m~~;uno. a emos probado suf1c1entemente que es e ~'r;nor al a otra VIda. no contenía de nini"{Ím modo á los soberano~. Un freno ~as rea Y más prop1o para contt>nerlos é imp!'dirlos dañar á la sociC'dad se-na somt>ter]o'l á las lt>"P d ' t · 1 d 8 · ·• · . .• s e e" a Y qu1tar es <'1 dcrt>roho de poder abtt•llr e du lOSJCJOJ para. •ahsfacer ~us caprichos. Una buena Con titución política. fun

P:raa len . af eqdu•d

1ad nat~:~ral, Y una bueno educación, bOn los mejores frenos

os JO es e as nac1ones.

LA RELIGIÓN NATURAL 159

Por poco que reflexionemos nos convenceremos que no hay que conLar con que el temor de un D10~ venga_dor y de sus ~&­tigos, que el amor propiO nos presenia suav1zado por la di~­ta.nc1a, pueda algo solJre. los corazones endurec1dos por el ~r~­men. El que ha llegado a per::>uad1r_se de qu~ no . alcanza fehci­dad sin el crimen, se enLregara SH~mpre al cnmen! á pesar de las amenazas ~e la rellg10n .. Quien es bastante ctego para no leer su infamia en su propio coraz_ón, su ~-r:op1a con?ena en los ro!>lro~ de lo.::; que le rodean, la md1g_nac10n y la calera en los ojos de los jueces nombrados para casllgarle, Lal hombre, ct1go nv vera nunca las impresiOnes que sus crímenes produz­can ~n un JUez que no ve 0 que ve desde muy leJOS. El tirano que con ojos enjutos puede o1r los gritos y ver correr las lá­grimas de un pueblo entero cuya mala suerte causa, no verá los OJOS inflamados de un Señor más poderoso. Cuando un orgulloso monarca pretende ~er ,responsa:~le ante Dios S?lO de sus acciones, es que teme mas a su Nac10n que á su DIOs.

Mas por otra parte, ¿no destruye la misma religión el efecto de los' terrores que anuncia corno saludables? ¿No ofrece á sus di-;cípulos medios de su.;;traerse á los castigos con que los ha amcr.azado frecuenterne:1 te? ¿.No les dice que un arrepen­timiento puede en el momento de la muerte desarmar la có­lera diYina ~, purificar las almas de las manchas del pecado? ¿~o se han im·estido los sacerdotes de la facultad de absolver á los morihuncioc:; de cuantos cr1rnenes h ayan cometido en el curso de una vida desarreglada'? Finalmente, los hombres más perversos, tranquilns en la iniquidad, el desorden y el crimen, ¿no cuentan hasta el último instante con el auxilio de una re­ligión que les promete medios infalibles de reconciliarse con el Dios que han irritarlo. y evitar sus r1g-urosos castigos?

A consecurnc.ia de estas enseñanzas, tan fayor1bles para los malYados y tan propias para tranquilizarlos. vE>moc:; que la esperanza de expiariones fácile~. lejos dl3 corregirlos, indú­eelos á persistir hasta la muerte en los desórdenes más escan­dalosos. En efecto, á pesar del sinnúmero de ventai.as que ema­nan , según c:;e ase~rura, dPl do~ma de la otra vicia. á pesar de su prdendida efi cacia para cont.ener las pasiones de los hom­bres, los ministros de la r eligión, tan interesados en mantener este sistema, ¿ no son los primeros en quejarse diariarnent.e de s~1 insuficiencia? Rec-onocen r¡ue los n ortales, á quienes ha~ HPhuírio de~rle la infnncia cc:.tac:; opinionpc:;_ no dejan de se­g-mr sns inclinncionec:;, aturdidos por la disipación, esclavos de suc:; _rlac<>rec:;, €nr<t cienados por la costnrnhre, llevvtos PO" el torbellino del mundo, sedtlcidos por intercc:.es presentes oue les hacen olvidar las r ecompensas y los castigos de la vida futura. En una palabra, los rninistroc:; del Cielo convienen en que la mavor. parte de sus discípulos viven en este mundo como si no fuv1 rs.en n1da r¡ne esp~rar ó rrn<> t.em er en otro.

En ~n, c:.npong:arnoc:; por un instante que el do~ma de la otra VI~a se.'\ de alguna utilidad v que conteng-a verdadera­mente a un pequeño número de individuos, ¿qué valor tienen

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esas d~,;biles ventajas comparadas con la multitud de males que de él vemos desprenderse? Por cada hombre tímido á quien e:::-ta 1dea contenga, ha) millones á quienes convierte en insensa­tos feroces fanatices, malYados é inútiles ; hay millones a qutenes alela. de sus deberes. ha~ia la sociedad ; hay infinito_s á qu1enes afltge y perturba sm mngun benéfico resultado post­tiYo para sus asociados.

, CON C L U S 1 O~

Lu ·ola creenc1a razonable es la que se tiene en las co'a5 endcntfs por sí mismas, en las verdades de la Naturaleza que nPn bajo los sentidos 6 la comprension. Fuera de esto no ha~ m:i:-. que incertidumbre.

Lo que es importante conocer es que si durante nuestra exis­tencia ohramos mal, no seremos felices ; despreciados por nues­tro-. (·mejantes, viviremos presa de los temore al cac:;tigo. Por el contrario, si practicamos el bien, recogeremo en tomo nuestro PI afecto y la estimación de las personas honradas. No ha:v nada rna:; inmoral que el sistema religio o que permite á un briiJo~ cometer mil crímenes durante su vida, a~egurándol e una feli­Cidad eterna si tiene, al mo!·ir, un segundo de arrGpentimiento.

El estudio de la Naturaleza, el estudio con,ta!lte de sus leye-., h rho CDn el objeto de rea.lizar deo;;cubrimientos útiles á la humanidad, es el culto único y honrado á que todo ciudadano debiera dedicarse.

Hacer el bien v tratar de instruirse cada vez más: es ta es la más hermosa de las religiones.

F IN DE L .\ 11 RELIGIÓN NATURAL »

MI TESTAMENTO

CAPITULO l.

DE LAS RELIGIONES .

Pues no exi::;te secta particular de religióú que no presuma de c.;lar fundada en la autondad de Dios y por comple lD exenta de los o rores é imposlura3 que en las demás !:>e encuentran . A los que pretenden establecer la verdad de su secta loca hacer ver que ésta es de insL1tucwn d1vma, por medto de pruebas y testrmonios claros y convmcentes, si!1 lo cual preciso es ad­mitir como cierto que no es s ino mvencion humana, llena de errores y engaf\os; pues no es crmble que un Dios Todopode­roso (; inftníLamenle bueno, haya querido dar órdenes y leyes a los hombres, y no e l que ¿gtas lleven un ::;ello más auténtioo y Yerdadero que las de cualquier impostor de los que tanto a­bundan.

No hay, sin embargo, ningún cristiano, de cualquier secta que sea, que pueda patentizar con pntebas claras que su re­hg1r111 es d~ insLiLución divina ; y lo demuestra el que, al cabo de tantos s1glos de discusión sobre el asuntc, hasta recurriendo al hte~t~ y al fuego como argumentos en pro de sus diferen­tes orm1~nes, no hay todavta entre ellos partido alguno que h~ya porildo convencer y persuadir á los demás con testimo­mos de la verdad ; lo que no sucedería si hubiese en una u otra oarte seguras y claras pruebas de una institución divina . . Com~ ninguna persona ilustrada y de buena fe, pert~me­

uente a una se~la religiosa, pretende sostener y propaa-ar e l ~/?r ~ la mentira. y por e l contrario, cada cual por su par­¡ 11tentu sostener la verdad. el modo cierto de dec:;hacer todos do~ err!"'r.es Y umr á los hombres en paz en una misma forma /"· ~C~!?:JUn, sería exhibir esas pruebas y testimomos de la er ' · ~· ror este medio demostrar palfrnriamente que tal LA RELIGIÓN NATUHAL _ 11.

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religion e::. de ¡IU;Lltuclón ciertamente dl\ ma, Y no lo es mn-guua. de la;) otras. .

'lodo;) entun~e::; rendn·ianse a la verdad, Y nad1e osarta com­l>allr t.al~.:::; te::;tuuomos sm ::;er al momento confun(hdo por lo.1:, pruelJ~ ; pero como e::;tas faltan a todas las trehglOne.i, de alu qu .... lo;) unpo;)lores puedan a sus anchas mvent.ar y ::;ost.e­ucr tuda ::;uerte de mentiras.

\ ·eamo;) adema:> otras razones que no demue::;tran rneno5 darameul~ la fabedad de las religiones humanas, y sobre todo la de la nu~;)tra. ' l oda relig10n que e::,tablece lJOl" funaamento de ::;u moral y doctnna un princ1p1o de errores, y es ella m1sma mananllal fun~Lo de d1vis10nes y Lrastornoo constantes entre lo::; hcmbres, tiene 4ue ser mala ~ehg10n forzo::;am~n.l e. Y pues la::; rl;hg1one:s humana::., y prmctpalmente la catohca, ba::>an el fundamento de :m doctnna y :su moral en el prmc1p10 del crrol', ::;aque~e la con~ecuencia lógica.

No comprendo que pueda negar::;e la pnmera parle de este argumento, pu& es b1en clara y ev1dente para que pueda po­nt:r::;e eu duda.

Paso a la prueba de la segunda proposición, á :saber: que la rel1g10n cn::;llana toma por regla de ::;u do.ctrma Y ::;u mor~! lo que ello;) llaman fe, es decn-, la creencia c1ega, pero, s1~ em!Jargo, firme y asegurada por algun::ts leyes o revelacwnes divinas, o por una dl\·inidad. Necesanamente debe as1 ::;uponer­::;e, pue:s e::;la creencia en la DJVII1ldad y en sus revelac10n~, es la que le da el créd1lo y la autoridad que en el mundo llene, ::;m las cuales no &e hana raso alguno de sus prescnpc10nes.

Razón ¡:or la cual no hay una reltgwn que no recom~ende expresamrenLe a sus secuaces la firmez:). en la fe ; de B:h~ que lodo ctisliano tenga por máxima que es la fe e.l prmc1 p1o de la salud, la raiz de la justicia y de toda santidad, como lo marco. el Conc1ho de Trento. ~css. 6, cap. vrn. .

Es, pues, ev1dente que una cr~encia ciega respecto a cuanto en nom!Jre de Dws se en;:,efla, es un principio de errores Y ~e mentiras. Prueba clara es que no hay un impo5lor en matena de rehgwn que no pretenda cubr1rse con el nomb~·e y la .aut~­rtdad de Dios y no diga que es su parlicular envtado e mspl· ra.do por El. 'No son solamente un prmcipio de errores esta fe y creencia ciegas, que por base de su doctrina ponen ; smo C)ue Larnbien son un manantial funesto de divisione~ ~ trastor­nos entre los hombres por el sosLE:nimiento de su rellgwn, pues no hay maldad que bajo este especioso pretexto no cometan lo~ unos contra los otros.

Luego no es creíble que un Dios Todopoderoso, i~finitam~nJe bueno y sabio, hubiera querido servirse de medto tal Dl e tan engahoso procedimiento para dar a conocer á l.os hombr~s su voluntad, pues esto equivaldría ú querer manlfie5tamen

1e

inducirles a l error y tenderles lazos para hacerl~s abrazaDr. ~ rama de la mentira; siendo igualmente increíble que un i~!:i que nmase la union y la paz, el bien y la salud de los l~o~bre-.~ hubt "'ra <:stablec1do nunca por fundamento de su reltgJOn Ul

MI TESTAMENTO 163

manantial tan abundante de divisiones eternas entre ellos: cla­ro llli, por lo tanto, que semejantes religiones no pueden ser ver­daderas m haber Sido establecidas por D1os.

B1en conozco, no ob5tante, que nue:;,lros cristianos no deja­ran de recurnr á sus prelendtdos motivos para creer, y gue d1rán que, aun cuando sus creencias sean en cierto sentido cie · gas, no dejan, sm emba_rgo, de hallarse apoyadas por testi­monios tan claros y convmcentes de verdad, que sena no sólo lffiprudencia, smo temendad y ha.::.La locura, no querer con­vencerse. Cieneralmente reducen sus argumentos á tres 6 cua­tro, que son los capitales.

Sacan el pr1rnero de la supuesta santidad de s u religión, que condena el vicio y recomienda la pr-6.ctica de la virtud. Su doctrina, segun ellos, es tan pura, tan sencilla, que se ve claro que no puede venir más que de la pureza y santidad de un Dtos iufinttamente bueno y sabio.

El segundo motivo de su credibilidad, fúndanlo en la ino­cencia y santidad de la vida de los que con amor la han abra­zado y defendido, hasta el punto de sufrir la muerte y los más crueles tormentos primero que abandonarla; no siendo vero­Simil que personajes de tal valía se hayan dejado sorprender respecto á sus creencias, ni renunciado á los beneficios de la vida, ni expuesto a sufrir crueles persecuciones, por sostener nada más que errores é imposturas.

El tercer motivo de credibilidad lo sacan de los oráculos y las profecías que largo ~iempo han est11do á su favor, y que presumen se han cumplido de un modo 1mpos1ble de negar.

En. fin. el cuarto motivo, que es como el principal de todos, consi.ste en la grandeza y m.ultilud de milagros que en Lodos los ttempos Y. lugares han stdo hechos en pro de su religión.

Pero es facll refu!,a,r todos estos razonamientos vanos y hacer ver la fal sedad de todas sus aseveraciones. Porque primero: los ?-rgumentos que nuestros cristianos sacan de sus supuestos mottvos de credibilidad, sirven igualmente para establecer y confirmar tanto la mentira que la verdad ; porque vemos, en efecto. que por falsa que pueda ser, no hay religión que no in­lcnh aroyarse en idénticos motivos de credibilidad ni existe u~a :sola que no pretenda poseer una sana y verdadera doc­t~ma, Y que, por lo menos a su manera, no condene todos los VICtos Y no recom1ende todas las virtudes ; ni la hay que no haya contado con doctos y celosos defensores que sufrieran en ~u dekn ·a crueles persecuciones, ni que no pretenda que en su¿avor se han hecho prodigios y milagros. d os_ ma~~mctanos, l~s indios. los paganos:. aléganlos en pro ti~~us ~el igJOncs, lo miSmo que los cristianos. Si nuestros cris­,· ~s acen gala de sus milagros y sus profecías no se hallan ct~r amente en las religiones paganas menos qu¿ en la suva · ac;¡ es que la t · · J ' t"nd"d

1.ven a)a que pudieran obtener de todos estos vre-

(\ d 1 os1 !Yl~ iYOS de credibilidad, es la misma que ~n toda cla­.e re l,g' toncs se encuentra.

Siendo esto así (como la historia y la práctica de todas las

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religiones lo demuestran), claro se ve que los motivos de credi­bihdad de que nuestros cristianos quieren aprovecharse en­cuentranse Igualmente en todas las rehgiones, y no pueden por tanto, servir de pruebas y testimonios que aseguren la ver: dad de la suya más que la de cualquiert otra. La consecuenCia e:; clara.

Segundo: Para dar una idea de la semejanza de los milagros del paganismo con los de~ crist~anismo, ¿no podría, verbigra­Cia, dEcirse que hal>r1a mas razon para creer á Filostrato en lo que se refie~e á l~ vida d~ Apolonio, qu~ para crter lo que todos los evangelistas JUnk>s dwen respecto a los milagros de Crislo puest.o que se sabe que F ilostrato era un hombre de talento' discn·to y elocuente, secretario de la emperatriz Julia, muje; del emperador Severo, y á petición de esta señora solamente escribio la vida y h echos maravillosos de Apolonio ? Señal se­gura de que éste habría llegado á ser famoso por sus hechos ex. traordinarios , puesto que una emperatriz hallábase deseosa de poseer escr ito el relato de su vida. Lo que no puede decirse de Jesús ni de les que su vida han escrito, pues sólo eran unos ig­norantes, gentes de baja estofa, pobres mercenarios, pescado­res, que m aun siquiera tenían el talento de narra.r sin inte­rrupción y c?n orden los h echos de que hablaban , y que hasta se contradec1an groseramente y con bastante frecuencia.

R6specto á Aquel cuya vida y hechos describen, si hubiera v~;daderament.e realizado los milagros que le atnbuyen, hu­blerase hecho realmente notable por sus buenas obras · todos le hubie ran admirado, y habríansele erigido estatuas, dJmo se ha hecho á los dioses ; pero, en vez de esto, se le ha mirado como ~ un _hombre salido de la nada, como á un imposlor, etc.

El h1s tonador J~efo, después de hablar de los grandes mila­gros h~chos en pro de su nación, achica á renglón seguido la creenc1!l y hácela suspechosa, diciendo que es libre de creer lo que qmera cada cual: muestra clara de que no le prestaba gran fe. Esto procisamenk da pie á los más sensatos para mirar las h_istorias de que estas cosas se ocupan , como fabulosas narra­CIOnes. Cuanto respectú á este asunto puede deci rse, claramente !lOS l~aoo ver que los :tJretendidos milagros lo mismo pued.en ~ma~1!larse en favor de la justicia y de la verdad, que de la m­JUStiCia y la mentira.

Puedo probarlo con el testimonio de lo que nuestros cristia· nos llaman la pal?-bra de Dios, y con el de Aquel á quien a.do· ra.n ; _porqu~ sus libros, que dicen encerrar la palabra de DJOS, Y Cnsto m1smo á quien adoran como Dios hecho hombre. ex· pre~~ente afirman que hay, no soLamente falsos profetas, es dec1r, Impostores que se llaman enviados de Dios y que hablan en su nombre, sino más aún ; expresan olaramente que hacen Y harán tan grandes y prodigiosos milagros, que ~en pooo estará el que no sean seducidos los justos.

Además, los pretendidos milagreros, queriendo que se pres· te fe á los suyos y no á los del partido contrario, de~trúyense Jos unos á los otros.

MI TESTAMENTO 165

Uno de estos pretendidos profetas , llamado Sedecías, viéo­dü~JQ contradicho en cierta ocasión por otro profeta denomina­do Michee, dió una bofe~ada á ést.e, y, burlándose, le dijo: ,, ¿Por qué camino el espíritu de Dios ha salido de mí para 1r á tí ? >>

l\1as ¿cómo estos supuestos milagros pueden ser tes timonio de la verdad, s i es claro que no han sido hechos? Porque sería preciso saber: Primero : Si los que pasan por ser los primeros autores de l.ales rel:l.tos, lo son efectivamente. Segundo: Si e ran gentes probas, d ignas de fe, sabias é ilustradas y exentas de toda prevención en aquello qu e tan favorablemente juzgaban Tercero: Si han examinado todas las circunstancias de los he­cho3 á que se re fieren. s i los han conocido bien y si fielmente los cuentan. Cuarto: Si los libros y antiguas his torias que re­fieretl ,esos grandes milagros no se han falsi fi cado y corrompi­do con el transcurso de los tiempos, como con otros muchos ha ocurrido.

Consultese á TáciLo y otra porción de célebres historiadores y se verá, respecto á Moisés y su pueblo, que eran considera~ dos como una. turba de ladrones y bandidos.

La magia y la astrología eran las únicas ciencias existentes por. entonces; y como, seg ún se dice, Moisés era versado en la sab1d~na de. los egipcios, fáci l le rué inspirar veneración y adhesión hac1a su p~rso~a á los hijos de Jacob , rústicos é igno­rantes, y, dada su m1sena, hacerles aceptar la disciplina que le plugo darles. Lo cual claro es que se diferencia bastante de lo que los judí?s y nuestros, cr istianos pretenden que se crea.

¿Que ~egla c1erta nos hara conocer que debe prestarse fe á unos meJOr que á otros? Ninguna razón atendible existe.

Tan poca cer Leza y hasta verosimilitud h ay respecto á los mi­lagros del Nuevo como á los del Viejo Testam ento para que puedan llenar las precedentes condiciones. '

De nada serviría d~cir que las histori~s que se relacionan con los hechos contenidos en los Evangelios, se han conside­rado .~omo sagradas y que se han conservado fi elmente sin al­teraclün alguna de las verdades que contienen ; pues precisa­mente P?r eso deben ser más sospechosas, y estar tanto más corrotp1das por los que intentan sacar de ellas provecho ó que , emen no les sean completamente favorables; si€-ndo' lo ~fm~TI/n los a~tores que. esta clase de his tori as transcriben,

a , a 1r, ramb1ar 6 mutilar cuanto les parece bien confor­me a sus deseos.

Lo gue no podrán negar nuestros mismos cristianos· porque ~t~ss1~ .h~blar de ctros graves personajes que han r~conocid~ fereuta I?IOnes, cortes Y falsificaciones llevados á cabo en di ­su do::~ocas resp~cto á sus Santas Escr~turas, San Jerónimo, Prólo os amaso, ,<hce form~lmente en ~1fe rentes <> it.ios de sus llánd~se 'e~ue aquellas han s1do corrompidas y falsificadas, ha­que añadJ su tJel!lpo en las manos de toda clase rle personas , de, que h:b' ó lqutltaba_n cuanto les parecia, de la.l suerte, aña-

Ia an os '€Jemplares d1stmtos como copias diferen-

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166 JE.\N MESLIER

les. Tocante particularment~ á los libros del Antiguo Testa­mento, Esdras, sacerdote de la ley, testifica haber él mismo co rregido y yuello á completar los pretendidos libros sagrados que en parte se habían perdido, y corrompido en parte. •

D1stribuyóles en XXII hbros, siguiendo el númeru de las le tras hebraicas, y compuso bastantes otros, cuya doctrina sol0 dt·l)la comunicarse á los sabios.

Si de tales libros, una parle se ha perdido y ha sido corrom. pida otra, como el mismo Esdras y el doctor San Jerónimo en tanta.; parles afirman, ninCTuna certeza cabe respecto á lo que aquellos contenían ; y respecto á lo que Esdras dice de haberlos correg-Ido y haberlos vuelt.o á. completar por inspiración del mismo Dios. tampoco hay la seguridad de ello, ~ no existe un impostor que no pueda decir otro tanto.

En tiempo de Antioco fueron quemados cuantos libros de la ley de Moisés y los profet.as pudieron encontrarse.

El Talmud , libro tenido como sagrado y santo por los judío!>. y qu~ contiene todas las leyes divinas, con las sentencias y di­chos notables de los rabinos , su exposición lo mismo sobre las leyes chvinas que humanas, y una gran cantidad de otros se­cretos y misterios de la lengua h ebrea, se considera por los cristianos corno un libro repleto de delirios , fábulas, impostu­ras é impiedades. En el año 1559 se quemaron en Roma. por mandato de lo-; inquisidores de la fe, doscientos Talmudrs ha­ll<~.dos en una biblioteca de la ciudad de Cremona. Los fari'€os, que formaban entre los judíos una secta famosa, no admitían más que los cinco libros de l\Ioisés, y rechazaban los Profetas.

Marción y sus secuaces entre los cristianos, rechazaban los libros de :\1oisés y los profetas, é introdujeron otras Escrituras en moda. Carpócrates y sus sectarios hicieron lo mismo, recha­zando el antiguo Testam ento y sosteniendo que Jesucristo no fué más que un hombre como los demás. Marcionila~ y c:;ube­rnnos reprobaban l~mbién el Antiguo 'festamento como daño­so, y no arlrnit ían la mayor parte de los Evangelios ni las Epí"­tolas de San Pablo. Los ebionitas no admitían má s Evangelio que el de San Mat-eo, rechazando los otros tres y las Epbtol~s de San Pablo. Los marcionitas publicaro'1 un Evangelio ba¡o el nombre de San Lucas, para confirmar su doctrina Los apos­tólicos introdujeron otras doctrinas para mantener sus errores, Y al efecto valíanse de algunos actos que atribuían á San An· drés J Santo 'I'omá!.

Los maniqueos escribieron un Evangelio á su manera, Y r~­chazaron los escritr.s de los Profetas y los Apóstoles. Los etzai­tas p ropagaban cierto libro que decían venido del Cielo, y trun­caban á su antojo las otras Escrituras. El mismo Orígenes. á pe­~ar de 7u ~rwn talento, no rlejó de corromper las Escrituras, for­Jando a cada paso alegorías fuera de luO'ar, apartándose, po: lo tanto del sentido de Profetas y Apóstoles. y hasta corrompien­do al.g-unos de los puntos capitales de la doctrina. Al presente, sus l ibros hálhn -e mutihdos v falsificados v no son mas que un conjunto de trozos zurcidos y a rreglados por otros C]Ue pan

MI TESTAMENTO 167

,,enid0 posteriorme11te; así resulta que en ellos se encuentran anifiest0s errores y faltas. . . . A

m Los alogos atribuyen al hereJe Cor~nto el Evangelio Y el P~-1. -· de San Juan por cuya razon los rechazan. Los here-

ca lJ>SIS ' ·t ·d a los ticos de nuestros ullimos .s1glos no a?~l en, por cons1 ~r r a ocrifos muchos libros que los catolicos romanos conside~an

P clo. '\ "'antos como :,On los libros rle TobHls, de .Judllh, sa CTJ'a ::> ~ ' • 1 h de" Esther·, de Baruch, el Canto de los tres mñ?s e~ e orno, 1 h·storia de Susana y el ídolo de Bel, la s~b1duna de Salo­~on1 d Eclesiástico, el primero y segund~ _hbro de los, Maca­beos' á los cuales, inciertos ~ dudosos, pt~dwranse today1a aña~ dtr muchos que á otros apóstoles ,~e a.tnbuyen, por eJ~mplo. Las Actas de San lo Tomús, sus Ctrcwtos, , su Eva~gel10 Y. su Apocalipsis; el EYangeho ele ~an llartolorne, el d~ San Mallas. el de Santiago, el de San P edro y los de otros aposloles _, co~o a~imismo los Gestas de San Ped_n~. su l1bro de la PredicaciOn y el de su Apocalipsis, el rlel Jmr.Io, el de la Infanc1a del Sal­variar y muchos otros de. la m1:,ma ralea, c¡ue se Yen recha~ado-, como apo<"rifos por C<llollros romanos_, hasta por e l Papa Gelaso v por los ~antos Padres de la comumon ro:nana.. . · Lo que sobre lodo confirr~a que. no existe fun_damienlo n1 rerleZJ. respecto á. la pretendtda entidad dP tales libros, es que los que sostienen la Divinirlad yense f~rzad~ a c~nfes:u que, si su fl' no se lo a':legurase y no les obligara 1mpenosan:enl~ á creerlo a~í. no tendrían certidumbre alguna en que fi Jar aquélla. , . . . . ~

Por tanto siendo la fe solo un prinCIPIO de error y de Impo'i-tura, ¿, cóm~ la fe, es decir la crcen<:ia ciega puede hacer yer­daderos los libros que son 1>recisamente el funrlamcnto de e--a mi ma creencia ciega?

Mas veamos si Lales libros llevan en sí mismo al~ún partí­rular carácter de verdad. como, por ejemplo. erudición, c:;abi­rluría. santidad ú otras rualec;quiera perfeccioncc; que <:.olo de un Dws pudieran provenir, y si los mila~ros que en ellos se ci­tan concuerdan con la idea que debe formarse de la grandeza. de la bondad, de la justicia y de la infinita sabiduría de un Dios Todopcderoso.

Pnmeramente se verá que no hay en ellos erudición, pcnsa­mienlo3 sublimes ni perfección alguna que esté por encima de. las fuerzas orrlinarias del espí ritu humano. Hállanse en ellos. por el contrario, por una parte fabulosas narraciones, lalec; co­mo las de la formación de la mujer, sacada de la costilla del hombre; la del surn<'slo paraíso terren1.l: la dr un'l <:.erpirntP que habla y razon~ y que es más astuta que el hombre : la de una horrira qne hrthlaha también v que reprenrlía ñ ;:;u rlu01•n porque la maltralnba sin motivo; la de un diluvio uniYersal v u.n arca, donde estaban encerrarlos animalec; cic t.orla.:;, ln.:; r.:;pe­r~es; la de la con fuc;ión de las lenguas y la divi ... ión de lns na C:Ion~s: sin el gran número de falsos relatos, de asuntos bajos o frnrolos que autores g-rave:; rlrc:.rlrñarían tratar.

P.l mic;mo aspecto fabuloso tienen toda~ estas narracionc- que

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168 JEAN MESLIER -----·---------------------las contadas acerca de la industria de Prometeo, sobre la caja de Pandora, o sob1.1e la guerra de los gigant.es contra los dio­ses, ) otras por el estilo, inventadas por los poetas para divertir á las gentes de su tiempo.

No se vuá, por otra parte, en ellas más que una mezcla de leyes, de ordenanzas ó de practicas super:::.ticiosas respecto a los sacnficios y la necia d1vis10n de los animales, de los que se supone que unos son puros é impuros otros. Tales leyes no son más re;:,petables que las de las naciones idólatras.

Se hallara solo, además de lo dicho, simples historias de mu. chos reyes, verdaderos ó falsos, y las de algunos príncipes ó particulares, que vivieron bien ó mal é hicieron buenas o ma­las obras.

Para todo esto, claro es que no hacía falta ser un genio ni te­ner revelaciones divinas: no se hace gran honor á Dios de ese modo. En fin, no se ve en estos libros más que los discursos, las creencias y la conducta de esos r enombrados profet.as que aseguraban estar particularmente inspirados por Dios. Se verá su manera de decir, de gobernar ; sus ilusiones, sus sueños, sus fantasias ; y sera fá cil juzgar del grandísimo parecido que tienen con los visionarios y fanáticos, y e l ninguno con los sa­bios é ilustrados.

Hay, sin embargo, en a lguno de estos libros, bastantes ense­ñanzas buenas y hermosas máximas morales, como ocurre con los proverbios atribuidos á Salomón en el libro de la Sabiduría y en el Eclesiástico; pero el mismo Salomón. no obsLante, sien­do el más profundo de sus escritores, es, á la vez, el más incré­dulo. Duda hasta de la inmortalidad del alma, y termina sus obras diciendo que no hay nada mejor que gozar en paz el fruto de su trabajo y vivir con lo que se ama.

¡A cuánta más altura están los escritos de los autores llama­dos profanos, Xenofonte, Platón, Cicerón, el emperador Anto­nino, el emperador Juliano, Virgilio, etc., que estos libros que se dice estar inspirados por Dios 1 Creo poder afirmar que, aun cuando sólo existiesen las Fábulas de Esopo, resultarían éstas mucho más ingeniosas y más instructivas que todo ese cúmulo de parábolas bajas y groseras contenida3 en los Evangelios.

Pero lo que mejor patentiza aún, que tal clase de libros no procedr- de inspiración divina, es el que, además de la groseria Y. vulgaridad de su estilo, de la falta de método en la narra­Ción de los hechos particulares que se hallan mal circunstan­ciado_s, nunca se observa que los autores se pongan de acuer­do, smo que se con trad icen en muchas cosas: carecen has~a de las luces y el talento suficientes para encauzar debidamente una historia.

Hé aquí algunos ejemplos de las contradicciones que entre ellos_ se encuentran. El evangelista Mateo hace descen der á Je­sucn~to del rey David por .:;u hijo Salomón, hasta José, parl~e, putativo al menos, de Jesús; y Lucas hácelo descender del mts­mo Dav1d por su hi.io Nathan, has ta José . Dice 1\Iatco, hablan­do de Jesú3. que habiéndose difundido por Jerusalén el rumor

MI TESTAMENTO 160

evo rey de los judíos había nacido, y que los ma­de ,que un1 ~~nido en su busca con el fin de ador~rle, el r ey H~­~od ~all~~Iiendo que el nuevo supuesto rey le qmtase algun dta 10 e::>: mando degollar todos los niños nacidos de d~ _años }a cto~~~nces en los alrededores de Belén. donde le diJ eron 1~ ~eebla nacer el nuevo rey ; y que, advertidos _la mad_re de Jesús y Jose en ::>ueilos ¡~or u_n ángel de este peltg!oso mten­l h ron en seguida a Egtpto, donde permaneCieron _hasta

1~· m~¿~le de Herodes, que ocurrió bastantes años despues. , Lucas. por el contrar io , afirma que José y _La madre de J esus rmanec1cron tranqu_Ilame~te dura~te seis ~eman?-8 en ~l

inismo sitio donde J c:::.u:> nac1ó, y que este fué Circun~I~ado, SI­guiendo la ley judia, _ocho días de_spués de ~u nacu~uento, Y que, transcurrido el tiempo prescn-pto por ~Icha ley para la purifiwoión d~ su madre, esta y J ose, su mar1do, lo llevaron á Jeru~alén pan presentarle á Dios en su templo y ofrecerle al propio tiempo e_l sacr~ficio _ordenado por la ley del Señor ; h e­cho lo cual volv1 0ron a Gahlea y á. su pueblo _de Nazareth, don­de su hijo Jesús crecía de día en d1a en gracia y talento, Y que su JHidre y su madre iban todos los años á J erusalén. en _los días solemnes de P ascua. De modo que Lucas no hace Siqutera menc1ón de su huída á E¡:{ipto, ni de la crueldad de Herodes con los nifios de la provincia de Belén. . .

Resredo á la crueldad de Herodes, como qmera que los hls ­lonadores dP su tiempo nada dicen, ni tampoco Josefa, que es­cribió su vida, ni los otros .¿vangelistas ha~en de ella m ención, es evidentE' que el viaje de esos magos, gmados por una e~tre­lla, esa matanza de niños y esa huída á Egipto, son sencilla­mente una mentira absurda. Pues no es creíble que Josefa , que censuraba duram ente los vicios de los reyes, pasara en si­lencio tan nP!?:ra y detestable acción como la que ese evangelis­ta di ce haberse efectuado. Se~un lo que los evangel istas cuentan acerca de lo que duró

la vida public-a. de Jesucristo, no debieron transcurrir más de h·es mese'i desde su bautismo á su muerte. suponirn do que te­Pía treinta años cuando fué bau t.iza.do por Juan, corno dice Lu­ras, y que nació ·el 25 de Diciembre. P orque despu és de l bau­tisJ?o. qu{' fu é en ol año 15 de Tiberio Cé<:.ar. y en que Anás v Ca~fas t:ran grandes sacerdotes, hasta las 11rimera s Pascuas si­gUienl€s, que eran en el mes de Marzo, no median más que !r('s mesrs próximJmente. Seg-un los tres primeros evang-elis-1~~· _fué_ crucifir~do la víspera del primer día de la Pascua que SioUió_ a ~u baullsmo, y la primera vez cyue fu é á. Jeruc:;.alén con 5l_Is_ d1sctpulos; potque runnto dicen de su bautismo, de sus VIaJe~, de sus milagros, de su pasión y de su muerte. debe ne­C€sarlamente referi~·,:;e al año mismo <'n que fué bautizado, da­~0 que sus evangelistas no hablan de ningún otro año sio-uien­h€; Y que hast.a SP d~sprencte de la na:ración que hacen de sus d echos. que los llcYo a cabo consecut !\·.amente unos lras otros c~spnés de su bautismo y en poquts imo tiempo, durante el t al ~0 se l~alla más que un intervalo de seis días antes de su rans guración, en los que no se ve que hiciera cosa alguna.

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170 JE<\N MESLIER

Desprendese de esto que. sólo había Yivido tres meses próxi­mamente despues del bauhsmo, de los cuales. restadas set~ , . manas de cuarenta d1as y cuarenta noches que pasó en el de­sterto á segutda de ::,.er baut.izado, se deduce que el tiempo dl su nda publica, á contar desde sus I?rimeras pred1caciones h~­ta su muerte , solo hab1a durado se1s s~manas proxim1mente , conforme á lo que Juan dice, lo menos tres a11os ~ tres me­~s, pues parece, segun el Evangelio de .dicho após tol , que ha­bta t:Slado durante el transcurso de su vtda publ1ca tres o cua­tro veces en J erusalen por la tiesta de la Pascua, que solo ::,e cel•"brara una yez al año.

Luego, si verdaderamente estuvo a llí tres ó cuatro veces .de:,· pués de su bautismo, como Juan asegura, es fa lso que no \'IY .

ra más que tres meses después de bautizado. y que hubiera s1do crucificado la primera vez que fué á Je ru "l:tl{·n.

Si se me dice que los tres primeros evangeh stas no hablan realmente más que de un al1o solo, pero que no señalan dishn­tamente los otros que tran<;currieron después de su bautismo; ó que Juan no oyó hablar más que de unél: P ascua, por más qu.e parece que se refiere á muchas, y que úmcamente com? ~nhcl­pación repite muchas Yeces que la P ascua estaba prox1ma y que Jesús fu é á Jerusalén, y que, por consiguiente, no hay. mas que una contradicción apar en te entre los c:tados envangehstas, lo admito de buen grado ; mas conste que esta aparente con­tradicción no puede provenir sino de que aquéllos no se expli­can con todas las circunstancias que para el relato que hacen debieron tener e n cuenta.

Otra contradicción con motivo de lo primero que Jesucri ~to hizo después rlel bautismo ; pues los tres primeros evan~eJ¡s­tas cuentan que fué inm ediatamente transportado al desterto por el espíritu , donde ayunó cuarenta d1as y cuarenta noches. siendo tentado difErentes veces por e l D iahlo; y, conforme á lo fJU c dice Juan, á los dos días de ser bauLizado partió para Galilea. don de hizo el primer milagro convirtiendo el agua en vino en las bodas de Canaán.

Acer ca del punto adonde se reti r ó después de salir del de­sier to. l\Jateo dtce que fu é á Galilea, y que, <;i n tocar en Naza­reth , pasó á vivir á Capharnaum , ciud ::td rrarítima ; Y .Lucas cuenta que estuvo primero en Nazareth , y que en segutda se fué á Capharnaum. C0ntradicense en cuanto á la época en qu.e los apóstoles comenzaron á seguirle, pues los tres pri!fleros .. d1_­c€n que pasando J€sús por la ribera del mar de Galll.ea V 1.~ a Simón v á Andrés, su hermano, y que un poco más leJOS v1o a S11ntiag-o y .Juan, su hermano, ron s u padro el Zehe~eo.; v .Juan por el contrario. dice que Andrés, herm¿~no de S1mon-P edro, fu{> e l primero que se reunió con Jesús y otro d isc1pulo de Jutn Bautista, viéndole pasar iunto á ellos cuando con su maes ro estaban en la orilla del Jordán.

Respecto á la cena, hacen notar los trc>s primeros que Jesu­cristo ins tituyó ·el sacramento de -su cuerpo y -,u san~re. como creen los cristianos romanos; y Juan no hace mención alguna

MI TESTAMENTO 171 ------------de e;,lt. sacramento m1st.erioso. J .uan cuenta que, después de la G nu la\ u .Je-;us lo:, ¡n<:::. <t =>_us di :::>Ctpulos y les m<1;ndo que uno::. ·on otros practíca.::;en la Il11Sll1a op~ra.c1ón, y refiere un lwrgo ~iscur;,o que 1 'S dirigió al propio llcmpo. M~ los o.tros evan-

eli ' las n1 hablan una palalJra de tal lavatono de ptes, m del farg::.o discurso que pronunc1ara co~ tal moL1vo. LeJ.OS de eso, . fl ·rnan que inmcd1alamcnle despues de la cena fuese con los ~l~~=>l~le.s al monte de la::. Olin .. .s, don~e ab~ndonó ::,.u alma á la tristeza. ~ que al fin cayo en la agoma, miCntras un poco mas alh dormtan sus apu::.toles.

Contrad1cen e lo:; mismos respecto al día en que se celebró la cena porque IJOr una parle marcan la noche de .la vtspera de Pa..s~ua, es decir, !a noche del pr1mer d1a de Aznn~s o del uso del pan sm leYadura, como csla marca?o en e l Exo?o, e l Le\ 1t1co y los N umeros ; y .Po~ otra par! e d1cen que Je~us fué cruc1ficado en la mañana s1gmenle al dta en que ~e ven~có .la cena. hacia la hora del medio día, tras e~ proce.so que lo::, J)ld tos 11' Sl!!"Uicron durante la noche y la manantt. Luego, seo-un su dicho, la maflana siguien te á la cena no dcberit ser la ~~~pe_ra de Pascua, pues s1 rnurio li.l \'1 pr ra de Pascua, a l medto .d1a: no era la noche de la v1spera de esta tic;,l.n. cuando se \'Crtfico la cena . Hay aquí. pues, error manifie.:;to.. . .

También se cont1 adiccn {.,TI lo que conc1rrnc a las muJ.eres que habían seguido á Jesús ch.: .:;de Gti.ld('a, pues le::. tres pnmc­ros evangelist.as dicen que eshs TllUJPres y todos sus envtados, entre la~ que se encontraban Mana ~fa~d1.1ena \ l\Taría, madre de :3autia~o y de José, y la madre de lo hiJO,:, ~el íj.._bedeo: m i­raban de lejos lo que suced lll. cuando cslalJa suJeto y pend1entc rlP la cruz Juan, por el contnno, d1C" que la madre de J esús y la hermana de su madre, y i\Iana.. l\lagdalena, estaban de p1e cerca de la cruz en compaí11a de .Juan. su apóstol. La contra­dicciGn aparece 'manifiesta, pues si c.:;tas mujeres y este dlSCI­pulo estaban cerca de (·l. no Estaban alejados, como los otros dicen .

, Rc~peclo ú las supuestas aparicionec:; qu\! r elatan de .Jesús después rle su pretendida resurrección, 'e cont rn.diren también. pues Nlaleo no habla más que de dos apa rlcicnc-s: una cuando se J.pnreció á María Ma~dalena y á otra mujer ll :imada t.a.m­bien ~lana, v otra. C\.lando se apareció á sus once discípulo:; que hah1an ido á Galilea y llegado de la montaña que les había S!'ñalado para verle. Marcos h abla de tres apariciones: la Pfl­mera. cuando se apareció á ~laría Magdalena ; la segund1. , cuando se aparecio a dos de sus disc1pulos que iban á E mmaü"'; Y la terrera , cuando se aparecio á sus once discípulos y les re­prochó por su incredulidad. Lucas no habla más que de dos apartciones, lo mismo que Mateo; y Juan , eYangclist.a, habla de cuatro apariciones, y añade á las tres de l\l arcos la que pr~,;­senciaron siete ú ocho' discl}mlos que pescaban en el lago rle Tiberiades .

c.ontradícense hasta en el lugar en que tales aparicionc~ . e ''E'nficaron, porque ~Iateo d1ce que fué sobre una montaña de

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172 JEAN MESLIER

Galilea_; l\larcos, que mientras es~an en la mesa ; Lucas, ue los saco de Jent alen hasta BeLhama, donde los deió elev~n­dose al Cielo; y Juan, que fué en la ciudad de Jenisalén y en una casa cuy<i;S puertas habian cerrado, y otra vez sobre el mar de Ttbenades. Ye~~e, pues, cuán_la contradicci~n hay en estas supuestas

apariC!O~~- Contradtc_ense con mot1vo de la pr~tendida ascen­swn al Cielo ; pues ~1ent~as Lucas y. Mare-os dicen categórica­~ente que ~ubiO al Cielo a la presencia de sus once discípulos, m l\Iat~o m Juan hablan una palabra de tal ascensión ; y al contrano, Mateo claramente afirma que no subió al cielo pues expresa que. Jes_ucristo aseguró á sus discípulos que est~ría y perm?_necena siempre con ellos hasta el fin de los siglos. << Id, les _diJO en ~q~ella supuesta aparición ; ensenad á todas las nacwnes, y vivid seguros que estaré siempre con vosotros hasta el fin de los siglos ».

Lucas, en este punto, _se ~one en contradicción consigo mis­~o. pues en su Evangelio dice que el hecho ocurrió en Betha· n11, e.1 pre~ncia de sus apóstoles, y en sus Actas de los Após­toles (supomendo que sea el autor) cuenta que se verificó en el monte de las Olivas. Contradícese aún en otra circunstancia de est~ ascensión ; porq~e afirma en su Evangelio que el pri­mer dia de_ la res~rrecc1ón ó 1a primera roche siguiente fué cuando sub1ó al Cielo, y sus Actas de los Apóstoles dicen que fué _cuarenta días después, lo que en manera al•guna concuerda.

SI t.odos los apóstoles hubieran visto verdaderamente á su M~estro_ subir al Cielo, ¿cómo es que Mateo y Juan , que lo ha­b_nan visto _como los otros, hubiesen pasado en silencio miste­rw t_an g~onoso y tan favorable á su Maestro , cuando haoen no­tar mfimdad de ci_rcunstanoias de su vida y de sus actos que son mucho menos 1m portantes? ¿Cómo no hace Mat.eo mención expresa de tal a~cen~ión, y no explica claramente de r¡ué ma­ne~a permanecer1a siempre con ellos, aunque visiblemente los de1aba para subir nl Cielo?

Paso en si ~encio otras muchas contradiccione.:; ; basta lo que ?-cab_o d~ _dec1: J?ara q~e se v_ea 9ue tales libros no provienen de mspiracwn divina, m tan siqUiera de la sabiduría humana, y no merecen que se les preste fe, por consiguiente.

CAPITULO II.

DE LOS MILAGROS.

¿ P~r qué privilegio ~s~os cuatro Evangelios y algunos libros parecidos pasan p~r dJvmos y santos, con preferencia á otros m~chos que han Sido en algún tiempo publicados como éstos baJo e~ nombre de otros apóstoles? Si se nos dice que estos E­van~ehos refutados son supuestos y falsamente atribuídos á l?s apóstoles, otr~ tanto p~ede decirse df' los primeros ; si se suponen corromptdos y falsificados á los unos, lo mismo puede

MI TESTAMENTO 173

suponerse á los otros. No hay, por lo tanto, prueba segura _Para discermrlos, á despecho de la Igles1a, que pretende decidir en el asunto.

Por lo que en el Antiguo Testamento se relata de los supues-tos milagros, estos só_lo habíanse hecho para mostrar una adop­ciOn por parte de Dws de pueblos y personas, y para colmar con deliberado propósito de ma~~s á los unos y f~vorecer espe­cialmente á los otros. La eleccwn hecha por Dws de los P<l;­triarcas Abrahám, Isaac y Jacob para hacerse con su posteri­dad un pueblo que sant.ificara y bendijera sobre todos los de 1a 'fierra es 1ma prueba de ello.

Pero' Dios, se me dirá, es el dueño absoluia de mercedes y beneficios; puede concederlos á quien le plazca, sin que exista el derE-cho de quejarse ni de tacharle de injusto. Vano argu­mento; porque Dios, el autor de la Naturaleza, el Padre de todos Jos hombres, debe amarlos á todos igualmente, y en con­secuencia ser su protector y bienhechor ; porque quien da el ser, debe darle lo necesario para su bienesta r ; á no ser que nuestros cristianos pretendan decir que su Dios desea formar criaturas expresamente para hacerlas miserables, lo cual sería indigno de un Ser infinitamente bueno.

Hay más;; si todos los supuestos milagros. tanto del Nuevo como del Vi·ejo Testamento, fuesen ciertos, podríase decir qu~ Dios se hahía cuidado más de proveer <1l hombre de pequeños bienes que de lo más grande y principal ; que había querido casli~ar _severamente en determinadas personas ligeras faltas, y d~Jar ImJ_Junes en otras gran des crímenes : y en fin, que no hab1a quendo mostrarse bienhechor en las g randes nec.esida­de~ como en las pequeñas. Lo que es fáci l de ver, tant,o por los m1_lagros que se pretende que ha h echo, como por los que ha deJado de hacer , y que debiera haber realizado si fuese verdad q~e lo hiciera . ¡ Cómo t ¿Es posible creer que Dios hubiera te­mdo la _ccmpla_ce~cia de e_nviar un ángel á consolar y socorrer á una sn:nple sirviente, mientras dejaba y deja aún diariamen­te langu_Idecer y morir infinidad de inocentes en la miseria· que hubiera co~servado milag-rosamente por espacio de cuaren: ~a ai'los lo~ vest.Idos y el calzado de su pueblo, al paso que de­J~ra ?~ ~elar por la ~onse r_vacion de tantos bienes, tan neoesa­rlOs J utiles á l~ subs1stenc1a de pueblos que. por cierto se han ~r~1?o Y s~ p1er~en cada díél: por diferentes desgraci~? ¡ Có-

0 · ¿ Habna enviado á los primeros mdividuos del género hu­man?, Adón Y Eva, un demon io, un diablo ó sencillament€ una ~erk~nt€, para seduci rlos .y causar por este medio la perdición e . os los _hombres? 1 Corno! ¿ Habría querido impedir por

~~~~~~ esp~~Ial de su Providencia,_ que el rey pagano Gé,raris otra er Igera fa)ta C'On _una InUjer extranjera, falta que por rido ~![t:r no hubi7,ra temdo consecuencias, Y no habría que­cado de d qbe ¿\da~ Y Eva le ofendieran y cayeran en el pe­ciehín ser ~~?ale Iencia, pecado qu_e, según nuestros cristianos, no? E ·t Y c~usar la perdiCión de tC'do el o-énero huma-

. ~o no es cre1ble. e.

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174 lEAN MESLIER

---------------------------------------Vengamos á los milagros del Nuevo Testamento ConstsLen,

segun ;:,t:: pretende, eu LIUt:: J~.: .su<..:t' tu ~ '>L::, aput)Lule.;) curaba:1 por modo dtvtno toda cla:;e de P?-deClilliCrllo.:; y et tfl.;rmedadc.s; en que daban cuando quenan, VISla a los Clegos, otdo a los sor­dos halJla a los mudos; en que hacian andar a lo'5 cojos, que cur~lJan a los pa.rallLH.:o::;, que ::.acaban !ot) demomos de! cuerpo a los po&eidos y re::.ucitaban á los muettos.

Ven::;e en lo.:; Evangellos mucho::; de estos nulagros, pero há­llanse todavia mas en los libros que nue;:,Lros ai~tianos han he­cho con las vidas admirables de sus santos ; porque en todas partes se lee que e::.los ::.upuestos bienaventurados curaban los males y los padecimientos y ahuyentaban los demonios al pri­mer encuentro, y solo con pronunciar e l nombrG de Jesus, ó con hacer la señal de la cruz, dominaban á los elementos; que Dios les favorecta de suerte, que les conservaba hasta des}Jue::. ue Id

muerte su divmo poder, y que este poder divmo ::.e comumcaba hasta la más pequeña }Jrenda de sus vestidos, haslél: a la som­lJra misma de sus cuerpos, y hasta á los afrentosos mstrumen­tos de su muerte. Se ha dicho que las calcetas de San Honorat.o resucitaron un muerto el ü de Enero ; que los baculos de San Pedro, Santiago y San Bernardo hactan milagros. D1cese lo nusmo del cordón de San Frano1sco, del baculo de San Juan de Di0s y del cinturón de Santa Melania. Cuéntase de San Gra­Ctliano que, instruído por la gracia dtvma acerca de .lo que ~e­bia creer y enseñar, y con el solo poder de sus oraciOnes, ~11zo retroceder una montaña que le estorbaba para edificar una tgle­sia ; que del sepulcro de San Andres manaba sin cesar una es­pecie de licor que curaba toda clase de males ; que el alma de San Beniw se vió subir al Cielo, vestida con un prec1.oso man~o y rodeada de ardientes lámparas ; que Santo Dommgo dec1a que Dios no le había negado nunca las cosa.s que le ped1a ; que San Francisco mandaba á las golondrin::ts, los cisnes y otras aves, y que éstas le obedecían, y que frecuentemente los peces, los cor.ejos y las liebres venían á colocarse entre sus manos; que habiéndoles cortado la cabeza á Sa11 Pablo y San Panta­león, S<Jlló leche en vez de sangre; que el bienaventurado Pedro de Luxemburgo h1zo dos mil cuatrocientos milagros en los dos año::; pnmeros después de su muerte, entre los que se hallan cuarenta y dos muertos resucitados, sin contar más de tres mJl milagros que luego ha hecho, y los que hace todavía; que de los cincuenta filósofos convertidos por Santa Catalina, que fue­ron arrojados a la hoguera, se hallaron los cuerpos completos y no ::;e les quemó ni un cabello ; que el cuerpo de la Santa fué arrebatado por los ángeles después de la muerle (~ por, ellos enterrado en e l monLe Sinaí ; que el día de la canom~aown de San APtonio de Padua todas las campanas de la ciudad de Lisboa tocaron solas; que dicho Santo, estando un día en la ribera del mar, llamó á los peces para predicarles, y éstos acu­dieron en masa y, c:acando las cabezas fuera del agua, le esc.u­charon con atención suma. No se acabaría nunca si se hubie· ran de referir todas estas patrañas; no hay motivo, por vano,

MI TESTAMENTO 175

--------.-, - 1- ue sea sobre el cual los autores de fnvolo Y hasta ridiCU o q . ado milagros Y más milagros ; vtdas de santos no . hayaf ro~Jandes me!"! tiras. tan hablles son •en mv~n ar ~lran estas cosas como vanas men-

En efecto, no sm razon se todos los supuesLos milagros ráct·l es observar que ece liras, pues l . . d las fábuLas paganas ; lo que apar

se han inventado Imttan lo conformidad que entre unos Y otros perfectamente claro, por a existe.

CAPITULO III.

CONFORMIDAD DE LOS ANTlGUOS MILAGflOS y LOS NUEVOS.

. tros cristianos dicen que Dios dió ciertament.e ~ l~s St nues d d hacer los mlla<Tros en ::;us vidas refend?:s ,

~anlos el po er e d :=' 1 que los hiJOS de Amo, del mbmo mdodlo lodse pAapg~lro10Sha~f~~I recibido verdaderamente grandes sacer o es • · · · t etc B . 1 der de trocar en Lngo, vmo, acei e, ., del dtos aco e P0 J .t d . tí las ninfas que cuidaron wdo ~oed~~a¿~óe~l~~; c~~~~~1e era ~~blra (que le lacto en su in-1:n~ia, con la propiedad de suministrarles abundantemente cuarrLo deseaban. , 1 der

Si nuEst.ros cns tianos dicen que su~ sanl~s. pose1an e po ~ de re.--sucilar á los muertos y que temJ.n d.t vmas .. r evelaciOnes, los paganos habían dicho anles que Athallde, hiJO .de. Mere':!~ rio , había obtenido de su padre el don de P~?er VI VIl, mora y resucitar cuando quis iese, y que tema t&mbt.cn el de conocer todo lo que pasaba en el mund<? y en la olra v1da ; que Escula: pio, hijo de Apolo, había resuc1lado á los _n:u ertos, entre ?tro::; a Hipócrita, hiJO de Teseo, por ruegos de Diana ; y que Hercu­lcs resuclló tambien á Alcestes, muJer de Admeto, rey de Te-salia, para devolvérsela á su marido. . . .

Si nuestros cristianos dicen que su Cnsto nac16 milagrosa­mente de una virgt-n, sin haber conoci~o varon, los paganos habían dicho ya antes que ellos que Romulo y R-emo, h~nda­dores de Roma habían nacido milagroc;amente de una virgPn Yestal llamada' llia ó Silvia ó Rhca Silvia ; y antes aun, que Marte'. Vulcano y otros habÍan sido concebidos _por ~a divina Juno siu conocimiento de varón ; y aun antes hab1an d1cho tam­bién que Minerva, diosa de las Ciencias, fu é engendrada e~ el cel'ebro de Júpiler , del que salió completamenle armada á Im­pulso de un puñetazo que el dios se de "argó en la cabeza.

Si nuestros cristianos dioen que sus santos hac1an brotar fuentes de las rocas , los paganos dec1an o tro tanto de l\Iinen·a. que hizo brotar una fuente de a cei te en recompensa de que la hllh.hn <>ri~icto un templo.

S1 nuest ro:-; cristianos se precian dP haber reci bido mtlao-ro­samcnlC' imúgenes del Cielo, como, por ejemplo, las de Nu --

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176 JEAN MESLIER

tra Señora de Lor~l_o y del Pllar, J olru~ Yario . ., lH '-'"".1les de la d1v1mdad, como Hl. ::mpu~l.a ::,ama redoma dé H.C'1ms la ca­sulla blanca que :::>an Ildefonso recilJIO de la \ 'll·gen .iVÍar1a y otras cosas por el ~l1lo , les paganos blJ.sonalHin anles que ellos de haber rec:bido un broquel sagrado en ::~eñal de que consen anan á Homa, y antes aún los troyanos se alababan de haber obt..enido milagrosam~.-nte su paladwm o 11nagen de Pa. las, que vino por SI propia, segun ellos, á ocupar ::,U sitio en el templo edificado en su honor.

S1 nuestro::; cr1.3t1anos dicen que á su Jesucri~to le vieron los apostoles remontarse glor iosamente al Cielo, y que mucha$ al· mas de sus santos vieronse llevadas al Cielo por los angeles, los paganos romanos hab1an d1cl1o J a ante::; que ellos que Ro­mulo, su fundador , fué visto dcspues de su muerte circundado de gloria ; que Ganimedes, hijo de Tros, r ey de Troya, fue por Júpiter transportado al C1elo para que le ::>irv1ese de escan· c1ador; que hab1endo s1do consac,rada al templo de Venus la cabellera de Beremce, vios~la de::>vue.s transportada al Cielo· lo mismo de~1an de Casiopea, i\ndromeda y hasta del asno d~ S1leno.

Si nues tros cnslianos dicen que muchos cuerpos de santos se han visto mllagrosamentD preservados de la corrupción des­pués de la muerte, y que han sido h allados. merced á divinas revelaciones, tras de haber C::,lado largo tiempo perdidos sin saberse su paradero, los paganos referían del cuerpo de Ores­tes exactamente lo mismo, y pretendían haberlo encontrado por medio de la advertencia del oráculo etc.

Si nuestros cristianos dicen que los si~te h ermanos durmien­tes permanecieron milagrosamente en sueño durante los ciento setenta y siete años que estuvieron encerrados en una caverna, los pagan~s decían que Epiménides, el filósofo, durmió por es­pacio de cmcuenta y siete años en una cueva donde le sorpren­dió el suefio.

Si m~estr0s cristianos dicen que muchos de sus santos hab.<t· ban mllagrosamente d espués de serles cortada la cabeza ó la lengua, los paganos_aseguraban que la cabeza de Gabieno cantJ. un poema después de separada del cuerpo.

S1 nues tros cristianos se precian de que sus templos !:>e ha­llan adcrna~os de cuadros y ricos presentes que demuestran las curas milagrosas debidas á la intercesión de sus santos. vense asimismo, ó por lo menos en otro tiempo se ve1an, en el templo de Esculapio, en Epídoro, multitud de cuadros repre-senf:ando las cu~as. milagrosas que había hecho. .

S1 nuestros cnst1anos dicen que muchos santos han s ido ml· lagrosa~ente_ respetados por las llamas sin experimentar entre e llas lesión m desperfecto alguno en sus personas ni en sus r~ P~s, los PB;ganos aseguraban que las religiosas del templo de D.Iana c~mmaban con los pies desnudos sobre carbones encen­didos .. sm herirse ni quemarse y que los sacerdotes de la diosa Ferom,t Y de Hírpico marchab~n sobre las ascuas en los fuegos de alegría que se df'dicaba.n á Apolo.

MI TESTAMENTO 177

St los ángeles construyeron á San Clemen.te una. capi_lla e~ el fon do del mar, la pobre vivienda d~ BauCis y Fh1lemon fue milagrosamente convertida en soberbiO templo, como recom -pensa á su piedad. . .

Si rr:uchos santos, como Santi~go .. San MaunCIO, e tc., h an aparecido varias veces con sus eJércJt,os, armados y montados a la antigua y han combatido a su favor, Cás tor Y. Pollux npa­recieron frecuentemente e~ las batallas y combatieron por los romanos contra sus enemigos. .

Si se presentó milagrosamente un cordero para ser sacnfi­cado en vez de Isaac, cuando su padre Abrahám quiso ofre­cerlo á Dios en sacrificio, la diosa Vesta envió una becerra pa­ra que se la sacrificase en lugar de Metella, h ija de Metello: la diosa Diana mandó también una corza quf' su <s t1tuyese á Jfigenia cuando ésta se hallaba ya en la hoguera para ser in­molada, salvándose por este m edio.

Si San José fué á. Egipto por la advertenoia del ángel, Simó­nides el poeta esquivó mortales peligros m erced á milagrosas advertencias.

Si MO<isés h izo brotar de una roca, golpeándola con su bas­tón, un raudal de agua cristalina. el caballo Pegaso hizo lo mismo hiriendo la roca con su casco.

Si San Vicente Ferrer resucitó un m'Jerto hecho pedazos y cuyo cuerpo estaba mitad cocido y mitad osado, P élopos, hijo de Tántalo, rey de Frigia, habiendo sido h echo pedazos por su padre para hacerlo comer á los dioses. éstos recogieron to­dos_los miembros. los juntaron y le devolvieron la vida.

S1 _much~s Crucifijos y otras imágenes han hablado y res­pondido milagrosamente á las preguntas que se les dirigian los paganos afirmaban que sus oráculos hablaban v respondían á. los que l~s. consultaban. y que las cabezas de Orfeo y de Po­hcr~t.e~ em1~1an oráculos después de la muerte.

S1 D.1os d1ó á oon<?~er, por m edio de una voz del cielo, aue Jesucn~to era su hl]o , como los evangelistas cuen tan Yul­cano h1zo ver, por la aparición de milagrosa llama q~e Cre-cul~ 1(). era suyo. ' taSI Dws ha alimentado milagrosament&:> á sus santos los poe­le \pag~~os cuentan q~e Triptolemo lo fué por Ceres' con una ne~ _e drvma : que _le ~!ó luego su carro, tirado por dos drago­su ' Y que Phenne. hiJO de Marte, aunque salió del Yientre de

sra.dr~ muerta. ésta le crió, no obstan te . con su lerhe . cruel~sar~~~~tos aman?aron milae; ro<samente las fiera~ más canto . 1 n ~e ha dicho que Orfeo. con la dulzura de su de los )e a ar~oma de sus in_s trumentos, reducia la ferocidad los árbol~es, os olsos ~ los tigres ; que atraía á s í las rocas Y canto • Y que os nos detenian su curso para e-.cuchar su

En fin , Para abrevi ( d · · nuestros crist' .ar pues po r1an Citarse otros muchos) si son de las t lanas :J:scen qne las murallas de Jericó caveron' al Thebas fueror~~g~ t, . -~os paganos decíap que los muros de

LA Rt LIGl 'N s Ilil os por el de los mstrumentos musica-o NATURAL - i 2.

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118 JEAN MESLIER

les de Anfion ; las piedras, según los poetas, colocáronse por si m1smas, movidas por su dulce armonía. Lo cual es realmente ma~ adm1rablc que ver caer á tierra las murallas.

He aquí claramente gran conformidad de milagros en ambas parles : y pues ser:a una necedad mstgne prest.ar fe á los pre­tendidos milagros del paganismo, es claro que no lo es menos concederla á lo del cristianismo, dimanando ambos de un mts. mo pnncipio de error.

Por eso los man1queos y los arrianos de principios del cris· tiantsmo se burlaban de los supuesLos milagros hechos por la invocacion de los sa.nt.os, y censuraban á los que los invocaban despuél:i de su muerte y honraban sus reliquias.

Vengamos ahora al fin principa,l que Dios se habría pro· puesto enviando al mundo á su Hijo hecho hombre; habria sido, según se d1ce, para quitar los pecados y de::;Lruir por com­pleto las ohras del supuesto Demonio, etc. Esto, que nuestros cristianos sostienen, como también que JesucrisLo quiso morir por amor á ellos, conforme con la intención de su Padre, está clal'amente marcado en todos los pretendidos libros santos.

1 Cómo l Un Dios Todopoderoso que hubiese querido, por amor á ellos, hacerse hombre mortal y verter por salvarlos hasta la última gota de su sangre, ¿hubiera á la vez querido limitar su poder á curar a.lgunos males solamente, y algunas enfermedades del cuerpo á unos cuantos dolientes que se le presentaran? Y ¿no hubiera querido emplear su bondad divi­na en curar todas las enfermedades de las almas, es decir, en curar á t-odos los hombres de sus vicios y su-; excesos, que son mil veces peores que los males del cuerpo?

Esto no es creíble. ¿Cómo un Dios t.an bondadoso habría que­rido preservar de la corrupción y de la podredumbre á nues· tros cuerpos, y no hubiera querido de igual modo preservar del contag-io y la corrupción del vicio y del pecado las al~as de infinidad de personas r¡ue debía santificar con su graeta? ¡ Qué lamentable contradicción l

CAPITULO IV.

DY, LA FALSEDAD DE LA RELIGIÓN CRISTIANA.

VePgamos á las supuestas visiones y revelaciones divinas. sobre las que nuestros cristianos fundan y establecen la verdad y certeza de su religión.

Para dar justa idea de ellas, creo que no hay mejor 0>sa que decir que son tales, en general, que si a lguien pretend1er.a vanagloriarse de tenerlas hoy día, seria infaliblemente consi-derado como un fanático ó un loco. .

Hé aquí cuáles fueron esas supuestas visiones y revelacwnes divina-l:

MI TESTAMENTO 179

-;íos dtcen sus pretendido~ libros ~.anlos, habiéndos~ por 1

;a vez aparecido a Abrahan, le diJO: « Sal de tu pa1s (es­{~~ ecnionces en Caldea), ~eja la casa de tus _Padres Y ve al

que te mostraré>> . Habiendo Ido all! Abraham, dtce la ~~s­:::~ Santa que Dws se le apareció po_r segunda vez y le diJO: " Yo daré á tu post en dad todo es le pats en que le encuentras >>. En agradecimiento á esta generosa promesa, Abrahám le le -ranlo un altar. .

Después de la muerte de Isaac, yendo Jaco~ á Mesopot.am~a para buscar una mujer q~e le convmiera, q':llSO reposar hacia la tarde, iatigado del cammo; ac?s~ado cr: Lterra,.apoy&da so­bre unas piedras la cabeza, q.uedos~ dorm tdo, ,Y vtó en ~ueños una escala dirigida desde la ~1erra a la extremidad del c1elo! y creyó mirar á lo5 ángeles subir y bajar ,ror ella, y que D10s mt me se apoyaba en su extremo y le decta: «Yo soy e l Señor, el D1os de Abrahum y el Dios de Isaac, lu padre. Yo daré á Ll y a tu descendtencia, todo el país en que duermes. Esta. será tan numerosa como el polvo de la tierra ; se ex tendera desde Onente á Occtdente y desde el Medtod1a al Septentrión ; yo sere vuestro protector por donde quiera que vayá1s ; yo te sa­care sano y salvo de asta tierra y no te abandonare hasta que no cumpla cuanto te he prometido ,, .

Habiéndose despertado Jacob, se sintió lleno de temor, y di­JO: 1 Que l ¿Dios está verdaderamente aquí y yo nada sabía? ¡Ah, oué terrtble es este lugar , pues que no es otra cosa que la casa de Dtos y la puerta del Cielo l »

L.evantándose ~uego, alzó una piedra sobre la que derramó a:ce1Le en .memor1a de lo qu~ acababa de ocurrir le, y al mismo be~po htzo á Dios voto que, si volvía sano y salvo, le ofrecería el dtezmo de cuanto poseyera.

Otra visi?n aún. G.uardando los rebaños de su suegro Labán, que le. hab1a prometido que cuan tos corderos de varios colore produJeran serían su recompensa, sol1o una nuche que Yeia á los .machos sallar sobre las hembras y que éstas parieron de var.tos colo~es todos los corderos. En tan delicioso sueño apa­rect~c;~le DIOS y le dijo: (( Repara y ve cnmo los macho 'mon an ' as he!Ilbras, Y cómo los corderos son de. varios colores­fe0~~~~ ~~ v~to la falsedad y la injusticia que tu sueg-ro Labá~ Cuando~~ é7tate, pu~J sal de este 'P~is Y vueh·e al tuvo , .

de su ~ue 'r regresa a con ·~u famtl.ta Y ron lo que Pn ca...<;a la noche ~no hl~~ba ganado, d~ce la h¡ .:;to~ia que encontró por tir durante toda eEe d:c~n~cldo, ~on qmen tuvo que comba­hiendo a uel h a as !t a vemda del día . Y que, no ha-

Jacob ~ d'. ombre podido vencerle, Pr<>!!untóle qui sn era Israel· por u~o su nom~re. ,,ya no te llamaré .Jacob sin~ crm más raión ~e~~~~~ ~Ido fufrte <'n ~1 combate contra' Dios,

Estns son en Parle 1 r e ~n e combnte contra. los hombr su. Y revelaciones divinas aL Pn!fleras de tales c:.upu~ tac:. Yi iones las otras. · 0 mlsmo que á éstas puede juzga~ á

Ahora bien ¿ q é . . ' u apanenolas siquiera de la Dinnidad hay

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180 JEAN MESLIER -en sueños tan g roseros y en ilusiones tan vanas? Si alguna per. sona viniese eu el dín á contarnos semejantes paparruchas que. nendolas dar <'OIDQ verdaderas revelaCiones d1vmas, por ejem­plo, si algunos extranjeros, algunos alemanes que hubiesen ve­nido á Francia y visto las principales provincias de la nacion díj(•sen que D tos se les hab1a aparecido y les hab1a dicho qu~ vin1esen á Franüia, y que les daría todas las provincias y seña­nos y hermosas tierras que se extienden desde los ríos Rhin y Ródano hasta el mar Océano ; que había hecho con ellos una alioanza eternn. ; que mul!Jiplicaria s u raza y haría su posteridad tan numero~a oomo las estrellas del cielo y las arenas de la mal', etc., ¿ q:uién no se reiría de tales n€oedades y no tomaría á esos extra njE'ros por locos ? Seguramente no h ay quien así no los c.onsiderara. y no se burlase de esas bellas visiones y esas rewlacionrs d ivinas. No se puede, por ta.nto, juzgar de dife­renl-e manera todo cuanto se pone en boca de ~os llamados Santos Patriarcas, Abrahám, Isaac y Jacob, sobre las revela­ciones divinas que dicen haber tenido.

P ·)r lo q ·1e respecta á la institución d e los sacrificios san­grirntos, los libros santos se la atribuyen á Dios manifiesla­meHle.

C)mo sería fastidioso contar los pormenores r epugnantes de tal l'lase de sacri ficios, remito al Exodo á mis lectores.

¡ l >íga..c:;em(1 si no eran locos y ciegos los hombres que creían honrar á Dios destrozando, matando y quemando sus propias criaturas, so pretexto de ofrecerle sacrificios 1

Y ahora m ismo, ¿cómo los cristianos son Lan necios que creen cau~ar p lacC'.r á Dios Padre con ofrecerle etername-nte su hijo divino en síllcrificio , en memoria de haber sido vergonzosa Y misnrablemcnte clavado en la cruz donde espirara? Esto sólo puede provenir de una tenaz ceguera de espíritu . .

T<1cante á 1os pormenores del sacrificio de animales, todo se reduce á ropas de r.olores, á sangre, asaduras. hígados, bu~hes; riJiones, unas, pieles, estiércol, algunas me didas de ace1te o vino, todo ofre<~ido é infectado por ceremonias sucias tan d~s­preciables como las más extravagantes operaciones dP magia.

Lo que hay aún de más horrible, es que la ley del detestable pueblo judío mandaba también que sacrificasen hombres.

Los bárbaros (eso eran) que habían redactado esta espantosa ley, orde11ahan que se matara sin miser icordia á todo hombre que hubima mdo ofrecido al Dios de los judíos, que ellos l~a­maban Ardonat. Conforme á este execrable precepto, Jefté m-moló á su hija y Saúl quiso inmolar á sn hijo . .

Pero hay aún una prueba de la falsedad de esas revelac10nes de que hahl(l.mos; la falta de cumplimiento de las grandes/ magníficas pr0mesas de que iban acompañadas, pues cons a que tales lJrQmesa.s jamás se han cumplido. , . .

La prurha de lo expuesto consiste en tres cosas prmc¡pales­Primera: hacer su posteridad m ás numerosa que todas las de los otr<Y-3 pueblos de la Tierra, etc. S~gunda: hacer al pueb~ que formara su raza el más dichos.o, el más santo Y el m

181 MI TESTAMENTO -----------------

t de todos los pueblos de la Tierra, ·etc. Tercera: Y ~:{!~ ~acer e~erna su alianza y que poseería.n para s1empre

el pa1s que les diera. · d Lue 0 se ve que sus promesas no se ha11 cu_mph ? nunc~-P - ~eramenle es cosa cierta que e l pueblo JUdiO o el pt~ublo

de [;rael es el ~nico á quien 11uede conside1arse descendw~te de los patriarcas Abrahá!ll , Isaac y Jacob, 't elt. solo ~mlnén en quien deberían cum.,llr3e lns promesas : JaiD<LS ha s1do tan numero::,o como otros pueblos de la TI·erra, y mu cho m~nos, por consiguiente,. que los .granos de aren<1;. eLe.; porque S(' v e que hasta en el ~1empo m1smo que fué _ m~s nnm eroso y flore ­ciente. nunca ocupó más que las provmcws r equef'las Y esté­riles de la Palestina y sus contornos, 9ue son cas_1 nada coi~pa­radas con la vasta extensión de multitud de remos florec ten­tes asentados en las diferentes p:trtes de la Tie rra.

En segundo lugar, jamás se cnmplierou en lo to~nle á las grandes bendiciones con que debió hallarse favorecid o ; pues aunque obtuvo pequeñas victorias ~obre nacic m•s pequeñ<l.;:) que saqueó, no jmpidió esto que fuese vencido fn•cuentemenk y reducido á la esclavitud ; viera destruido su rl•ino, lo mismo que su erario, por los ejércitos roman,..,s, y qHe todavía \'eamos que los restos de esta desgraciada nación sean mirados cerno el más vil y despreciable de los pueblo~ entre lodos los dt la. Tierra, no teniendo en parte alguna s uperioridad ni dominio .

En fin, en tercer lugar, esas promesas no rPs ultan cumplidas respecto á la alianza eterna que Dios d ebió hacer con el lo~, porque ni se ve ahora, ni nunca se ha vis t.o sefia.l ninguna d e e_l~a; y por _el contrario, están hace mucho privados de la p ~e­SIOn ex~l usiva del pequefio país que preten den haberles "ido prometido por Dios para disfruLarlo eternamenu•.

Por tanto, el no hab~rse realizado todas estac:; SU JlUe::,la.s pl·o­m~, es la prueba ev1dente de su falsedad. lo que palmada­mente demuestra más todavía que los llamados Jibrt'S .;;anlo~ e~6 don_d~ se hallan contenidas, no han sido h echos por m~¡)¡r·~: 01 n divma. ' d E~1 ;~~o , pues_, nue_stros cristianos pretenden seryi r-:;e , como p~o}~:n1_ble testlmomo para lo verdadero , de la rehgiLm que

CAPITULO V.

DEL ANTlGUO TESTAMENTO.

Cokcan aún nuestr . t· creencia Y de se os cris la.nos en el ran t.o de causas de nes, las profecla~ur~epruebas ~e la verdad _d" . l!:::. aseverar in­la ,verdad de las 'r q 1 S<?n, segu~ ell_os, _le ·lJmt•mo~ ci.!rto~ d e extstir nadie más eve t~IOnes ó msplrac iOnes dl' Diu-= , por no cosas futuras con (:~t Iost q':Ie pueda predecir C')n certeza la~ Predichas por los profatan erwr~dad á su realiz.ación como lns e as.

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182 1EAN MESLIER

Veamos, pues, lo que tales profetas son, y si debe hace de ellos ~l . caso. que nuestros cristianos pretenden . rse

Sólo visiOn.an~s eran e~tos hombres fanáLicos que obraban y hablab~n s1gmen~o los 1n;p~lsos. ó transportes de sus pasio­n~ prop1as y dommantes, e 1magmándos~ que el espíritu de D_ws e:a la causa que l ~s. hací-?- moverse y hablar como lo ha­Clan , u otra clase de VlSl~nano.s que parodiaban á los profe­tas y que, para engañar mas fácilmente á lo~ ignorantes, blaso. nab<1;n de obra r y hablar en nombre de Dws y por su esp1ritu movidos. Quis~era yo saber cómo se juzgaría á un Ezequiel, que dice

le hab1a hecho comer por almuerzo una libra de pergamino· le. había mandado ha~rse atar como un loco ; le había pres: cnto acostarse cuatroCientos noventa días sobre el lado dere­cho y cuarenta sobre el izLiuierdo ; le había mandado comer s?.bre el pan el excremento, y luego, como compE:nsacion, es­~I ercol de buey . Y yo pregunto: ¿cómo extravagancia seme­Jan te s~ría oída hoy por el más incivil de los paletos?

. ¿ Q~e mayor prueb?- además de lo falso de las supuest.as pre­d.I~Ciones, que los viOlentos reproches que esos profetas se di­ngian respecto á que hablaban falsamente en nombre de Dios· repr0ehes que, según ellos, dimanaban de Dios mismo? '

Todos decían: « Guardaos de los falsos prcfelas ll, como los ven~edores de específicos dicen: « Desconfiad de las píldoras falsificadas» . . i, Desgraciados, que hacen hablar á Dios como no se permi­

tma. expresar~ un charlatán 1 ¿Cómo, pues, tales insensatos h~b~eran podido conocer el porvenir ? Ni una sola de las pre­di cciOn~s en favor de su nación judía se ha realizado.

El numero de profetas que predij eron la fel icidad y grande· za d~ Jerusalén, es !indecible; pues es natural que un pueblo ven~Ido ~ es~lavo se consuele de males efectivos con esperan· zas m:agmar1as.

Pero si las promesas hechas á los judíos se hubiesen efedi· vamen.~ ~on~Iderad? verdaderas, haría m:ucho tiempo que la naciOn JUdia hubiese sido y lo seria aún, la más numerosa. la más potente, la más feliz y la más triunfante.

DEL NUEVO TESTAMENTO.

Preciso e..c:; ahora examinar las supuestas profecías contenidas en los Evangelios.

Primeramente, habiéndose un ánge.l aparecñdo en sueños á uno _llamad<?. José, padre, putativo a l menos, de Jesús, hijo de Mana, le dtJO: « José, hijo de Davi.d no temas recibir en tu cas~ ~ María, tu esposa; porque lo que hay en ella es obra ~el Esptrltu. S~nto. Ella te dará un hijo á quien llamarás Jesus. porque .el llb~rt.ará á. ~u pueblo de sus pecados)) .

El mtsmo angel diJO también á María: « No temas cosa al· guna, porque has hallado graoia delante del Sef'ior. Yo te de·

Ml TESTAMENTO 183

claro que concebirás en tu seno y parirás un hij o, .al que pon· dras por nombre Jesús. Será grande y llamado hiJO del ~uy Alto. DJOs le dará el• trono de David ::,u padr~, remará por Siem-pre en la casa de Jacob, y i:iU reino !lO tendra fin ''. . .

Jesús comienza á predicar y dec1r: << Haced pen1tencta, por­que el reinado del Cielo se aproxima. No abrigue1s cuidado, ~~ digais qué comeremos, ó qué beberemos, ó de que nos ve.-:,li­remos porque vuestro Padre celestial sabe que todas e::,as co­sas os' son necesarias. Buscad pr~mero el Reino de Dio::; y su justicia, que Lodo lo demás se os dará por añadidura)).

Ahora bien ; que toda persona que no haya perdido el sen­tido común piense un poco, á ver s i Jesús fué rey nunca, y !:)Í sus disc1pulos tuvieron abundancia de Lodo

El mismo Jesús prometió con frecuencia que libertaría al mundo del pecado. ¿Hay más falsa profecía? ¿No es nuestro :)lglo prueba elocuentí ima?

Dlcest> que Jesus vino para salvar á su pueblo. ¡ Qué modo de salvarlo 1 La parle mayor es siempre la que da nombre A una cosa: una docena de e?pafi.oles ó de franceses, por eJem­P!o, no S?n el ~ueiJlo frances ó el español ; y si un eJércllo de c~~nt? veu~te m1l hombres fuera prisionero de guerra por otro eJercito mas fuerte, .Y el jefe del primero rescatara solamente algunos hom.b:es, d1 ez ó doce oficiales ó soldados, pongo por ~· n? se dma por es~ que había rescatado su ejérc1lo.

¿Que es, pues, un DIOs que viene á que lo crucifiquen v á morir p~ra salvar_ al. mundo entero, y deja tantas naclOnes con­den~das l ¡_Que lastima y qué horror!

Dtce Jesus que no hay mas que pedir para obtener ue ~~s:~bara hal\ar. Asegura que todo cuanto ...,e pida á Dt'osqen Lidad de ~e ~e la~nzará, Y que con tener solamente una can-

la~r ~~~~~~~rtud mt:7a d~al:b;;~r~~~d~;sJ!z~nsep~~~~e~u~[~ tr!i ~~1¡5~:on~;~~~~~~~~rt~e nadaé~~rí~ imposible para nue _ conlrario. en ' SU(ede, no obstante, lo

Que hubiera hecho M h á . ~as á_ las hechas por J!ú~1a l sns ~eclaryos rromesas P-1reci-¿y q~e no se diría? Se exclam ~ s~~ os, sm resultado alguno, cher!a 1 ¡Ah, qué impo<>t J ·Qfla , una voz: ¡Ah, qué super-

He ahí á los cristianos ~~a .1, ':le loco~ los qur le cre.en 1 que no dejan su ceguera. ~ mismo caso; hace mucho tiempo para engañarse á sÍ mis~os n, por el contrarw. tan in~enio.::.o· l~~rom;~s desde los princi~~~ ~~t~~~-e~~ h_aber-:.e _cumplido

, seoun ellos, necesar io s ~~m mo. <;Iendo por de convencer á los incréd 1 qdue haya habido mila!rros ó. fin r>ero que · ól' u os e lo verdade d 1 . t. Jlos n ' J~ s Jdamenle establecida h r.o e a n lii!'Jon ; sición ~cesarios. ¿Dónde está, pues l'a efl.~ dtelJado de s·:r aqu&.

p r ' xac 1 Ud de tal JlTOpo-0. otra parte quien h.

mente á taló cu~l tiem¡></~i e~aess~rgmr•a-; no las limitó -.ola-' a. otro lugar, ni á det r-

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mma.da.ti per:;on~ en particular, sino que las hizo gene1almente y a todo el mundo .. «A la fe de los que crean, seguli·an esl milagrO-.:l: arrojaran a los demonios ()11 m1 nombre hablar O:, diversas lenguas, tocarán las serpientes, » etc. ' an

He::,¡-,;t.clo a Lras_ladar las momaüa.::,, dice t-:::phcilamente que cua.hJUiera que diga a una montañ.a: << Quítate de ah1 J' arró­J&le al mar », con tal que no vaci le en su corazon 5100 que nea, ::,¿ra obedecido en cuanto mandara. '

¿No eran estru:, promesas completamente generales sin re.s­tnccwn de llempo, lugar m personas? Se ha dicho que todas la::._ se~tas plagadas de err_ores é imposturas tendrán vergon­zoso fin. Ma~ :s1 de Jesucnsto ~e dice que ha fundado y esta­bl•ecido una so<.:Iedad de sectanos que nunca caer1an en el VI­CIO y el e rror, dtcese una cosa completamente f,aba, pues no h_ay en el cn ::.Liani::;mo se_ct_a, sociedad ni iglesia alguna que no e.::.te llena de errores ~ VICios, principalmente la secta 0 í:iOCie­dad de la Iglesia romana, aunque se diga la mas pura y santa entre todas.

Tiempo hace que ha caído en el e rror · ha nacido en él ó meJor d1<.:ho , en el ha sido engendrada ; 'y ahora mismo s~s­tiene _errores con1trarios á la intención, los sentimientos y la d~clrma de su funda_dor , puesto que contra sus dESignios abo­llO 1~.::. l eyes de lo-5 JUdios que aquel aprobara, y que, segun e!, habta vemdo a hacer que se cumpherar. y no á de:>truirlas. Y que ha ca1do en los error~s de la Idolatría_ claro lo demues­tr~ e l culto ldO~át~ICO que rinde á su Dios converti do en pasta, Y a s us ~ntas Imagenes y reluquias.

. Bten se 9~e nue.stros cristianos consideran como una grose­na del espm tu el pretender tomar a l pie de la letra, y del m~s­mo mo~o que se ~allan expresadas, las profecías y promesas, y que dt>Jan el sent1do exacto y natural de las palabras para dar­les otro que llaman místico y espintual .alegórico y tropoló-g ico. '

~icen, por ejemplo, q~e. por el pueblo de Is rael y Judá, á q_uten esas promesas se h1c1e ron debe entenderse no los israe­litas ~or_ la carne, s.ino los isr~litas por el espír'itu ; es decir, los cn st1ano_s que son el Israel de Dios, e~ pueblo verdadera- ~ mentE> escog1do.

D1cen q~e _la promesa hecha á ese pueblo esclavo, de librarle de la cautividad, es preciso entender no la libertad corporal de~ un solo pueblo cautivo,_ sino la red~nción espiritual de todo~ lo::; hombr_es_ de la esclavitud del Demonio que debe llevar a cabo su D1vmo Salvador.

Que l_a abundancia de riquezas y todos los bienes temporales prometi_dos á ~se publo, debe entenderse que son abundancia de gracias espirituales.

Que, en fin, por la ciudad de Jerusalén debe entenderse, no l ~ Jerusalén terrestre, sino ~a espiritual que es la Iglesia cris-~ana. ' P~r? claramente se v_e que ese sentido espiritual y alegórico

es umcamente un sentido extraño é imao-inario un subterfu-o ,

MI TESTAMENTO 185

io de los in t.érpretes, Y que en manera alguna si:ve para pro-g dad o la mentira ó una promesa cualqmera. ba~sl~i~~~ulo <inventar sentidos alegorices, pues sólo rg relr e ion ai natural Y verdadero pueden Juzgarse la ver a y a

mentira. · 1 ha1la ser Una proposición, una prome_sa , por eJemp o, que se . verdadera pn el sentido propto y natura} d~ los térmmos en que ~ta concebida, ¿resultaría falsa en S I m1sm?- porque se le pretendiera dar un sentido extrañ~ que no_ tuviese? Pues las que ~e ve que son falsas con su sentidO propiO y natural , no r e­sultarán verdaderas porque quiera dárseles uno e~traño que no

tengan. A t· T t t El aplicar al Nuevo las profecías del - n 1guo. es am~n o, puede decirse que ~s cosa tan_ absurda como puer il. Po r eJem­plo: Abrahám tema dos muJ eres, de las cuales, la una, que sólo era sierva, figuraba la Sinagoga, y la otra, que e ra esposa, figuraba la Iglesia cristiana ; y con el pretexto ~demás de que Abrahám tuvo dos hijos, el uno, que e ra de la s1erva fi ~uraba el Viejo Testamento ; y el otro, de 1?- esposa . el Nuevo. . .

¿No es más risible aún que un jtrón de tela roJa exhibidO por uaa ramera para servir de seña á los espías en el Viejo Testa1r.ento, sea la figura de la sangre de Jesucristo derrannda en el Nuevo?

Si, por tal modo de interpretar alegóricamente cuanto se ha dicho, hecho y practicado en esa antigu'l. religtón de los ju­díos, quis.ieran interpretarse alegóricamente todo::, los discur­sos, todas las acciones y todas las aventuras del famoso D. Qui­jote de la Mancha, encontraríansc, con seguridad , tanto::; mis­terios y figuras. Y, sin embargo, sobre tan ridículo fundamento subsiste toda la religión cristiana. Razón por la cual apenas hay en el Antiguo Testamento cosa que los cris tianos no traten de explicar místicamente.

La profecía más falsa, la más r id1cula que -.,e ha hecho ei aquella de Jesús, según Lucas: <<Predicho esta C'(Ue hahra se­ñales en el s~l '! la luna. y que el Ilijo del Hombre , endrn n un nub~ado a JUzg·ar á los hombres n; y predijo esto para la ~eneracl?n presente. ¿Se ha cumplido? El HiJO del Hombre ¿ha vemdo en un nublado ?

CAPITULO VI .

ERRORES DE LA DOCTRINA y DE LA MOR.\L.

La religió · l' . creer en un nso~~~sn\ana, apost~lica, romana en ·cf'\a Y obli!:!a á personas cad os, Y al mismo tl€mpo en que :ds.ien t , cual es palen~ '::h~u~~olas cuales es Dio:> Yerdadera.mcnte. L~

Porque si hay tres qu~ sean verdaderamente Dios, ,. rdade-

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186 JEAN MESLIER

ramente son tres Dioses. Es una falsedad decir que no hay más que un solo Dios ; ó, si se dice con verdad, falsamente se dice que hay verdaderamente tres que se_an Dios, puesto que uno y tres no puede verdaderamente deClrse que sean una misma cosa. DH~..;se, además, que la primera de estas supuestas personas

a quien ~e llama el Padre, ha engendrado á la segunda , llama­da el Hijo, y que las dos primeras personas junlas han produ­Cido la tercera, á la que llaman el Espiritu-Santo.

Esto es aún mas manifiestamente absurdo, porque una cosa no puede recibir el ser de otra sin cierta dependencia de ésta y porque es forzosamente necesario el que una cosa sea par~ que pueda dar el sér á otra. Si la segunda y tercera personas divinas han recibido el sér de la primera, es absolutamen~ necesario que dependan en su sér de esta primera persona que se lo había dado y las había engendrado ; y es á la vez for­zoso que esta primera que había dado el Sé!i á las otras dos, hu­biese sido antes, p0rque lo que no es, no puede dar el sér á nada.

Es, por otra parte, absurdo y repugna deoi r que una cosa que ha sido engendrada ó producida, no haya tenido principio.

Luego, según nuestros cristianos, la segunda y la tercera han sido engendradas ó producidas; han tenido, pues, principio; y si han tenido un principio y la primera persona no, por n? haber sido ni engendrada ni producida por ninguna otra, Sl­guese forzosamente que una de aquéllas ha sido con anteriori­dad á la otra.

Nuestros cristianos, que conocen tales absurdos, por único recurso se contentan con decir que se deben cerrar piadosa­mente los ojos de la razón humana y adorar humildemente tan altos misterios, sm pretender comprenderlos.

Perv esto que llaman fe .está anterior y victoriosamente re­futado, pues cuando nos dicen que es preciso someterse, es co­mo si dijeran que es forzoso creer ciegamente aquello que no se cree.

Condenan abiert&mente nuestros cri stianos la ceguedad de los antiguos paganos que adoraban muchos dioses ; búrlanse de la genealogía de estos dioses , de su nacimiento, de sus ma­trimonios y de la generación de sus hijos, y no reparan en que ellos dicen cosas mucho más ridículas y absurdas.

Si los paganos creyeron que había diosas lo mismo que ha­bía dieses, y que éstos y aquéllas se casaban y engendraban hijos, al pensar así no pensaban más que lo natural , p~1es. no imaginaban aún que los dioses no tuvieran cuerpo ni sen timien­tos; creían, por el contrario, que los tenían como los hombres. ¿Por qué no había de haber habido entre ellos machos Y hem­bras?

No se ve en manera alguna que exista mayor razón para ~e­gar ~ para rconocer lo uno que lo otro. Y suponiendo la exJs­lencJa de dioses y diosas, ¿por qué no habían d~ engendrar por el medio ordinario?

MI TES'IAMENTO 187

t de ridículo Y absurdo en senTb-Nada ha~na, seguram~~ ~ existencia de los dioses. ,

jan te ctoctnna, á dse~t¡er de nuestros cristianos mucho mas ah-Algo hay en la oc n.n~ . or ue dejando á un lado eso

surdo y mucho ~as ndtcu~~~eptre~, y de tres que hacen. uno, que dicen de un ~~s qfr~ple Y único no tiene cuerpo, ~1 for­<k>egur~n. qu~ ~se ~~! pl'lmera per:;,ona de ese DJOs tnple y ma' m figUI a ' que ' ha en endrado por sí 50 lo una se­unJco que llaman e111Padrc 'el Ili¡·og todo semejante á s u Padre, gunda ,"\llrsona que aman , . fi

J:'V , t cuerpo forma m gura. 110' ~E-niendo, ~11~0 eé r· h ce q~e la primera se llame el padre m~ ~~~~ el~u~s;~ ¿~uadr~, ; el ::>egundo el h ijo más b1en que la

hi~o?n ue si la pl'imera es padre en vez de madre, Y la seg~nda h. ·

0 eA yez de hiJa preciso es que haya en aml.Jas rerson~

a;~o que haga que 1~ una 9ea padre y r.o madre, y la otra hiJO

y no hija. . f d e los dos y luego ¿qué importancia t1ene esto, uera e qu sean machos y no hembras? Pero ¿cómo ha~ de ser n:achos más l,i~n que hembras si no. lJCnen cuerpo, n1 forma., n1. ~gu­ra? Esto no es siquiera imagmable y se de:;lruye por Sl _m1!)mo.

No import.a, siguen diciendo, que _estas dos personas sm _cuer­po, fo1ma, ni figura, y sin d1ferenc1a de sexo por COil':>lgUit:nle, son, nc obstante, padre é hijo, y que por su m~luo amor han producido una tercera persona que llaman ~sptrzt_u anto, 1~ cual, lo mismo que las otras dos, tamp<?co llene m cuerpo, m forma n1 figura. ¡ Que despreciable gahmallas 1 •

Puesto que nuestros cristianos limitan el poder de D10s al punlo de no poder éngendrar más que un hijo, ¿.por qué admi­ten que esta segunda persona, lo mismo que la tercera, tenga el poder de engendrar sin que sea á ellas semejante? .

Si tal poder de engendrar un hijo es una perfección en la pri­mera persona, e.a, por lo tanto, una perfec~ión y una potencia de que carecen la segunda y la tercera.

Así, pues, hallándose estas dos persona~ desprovistas de una perfección y un poder que se encuentran en la primera, no serán, seguramente, iguales entre s1 todas. Y si por el con­trario , dicen que este poder de engendrar un hiJO no es una perfección, no debenan atribuírselo á la primera persona con má_s r~zon que a las otras dos, pues sólo perfecciones deben atr1bunse á un sér soberanamente perfecto.

No se atreverán, por otra parte, a decir que el poder de en­gendrar una persona divina no sea una perfección ; y s1 obje­la:~ que 1~. pnmera persona hub1era podido engendrar muchos hiJOS é hl_J_as, pero que no hab1a querido engendrar más qu un solo hiJO, y que los otros dos, a su yez no habrían querido eno-~nd:ar otros, podríase preguntarles: '

1. .· S1 saben que es así, porque en sus supun~ta ::t radas E cul_u,~as no se ve ab ~l.utn.menle que ninguna de esas perso­~¿ di\ 1~as se haya P<?Sl~tvamente manifestado aquí abajo, ¿có­

, pue:s, nuestros cnstlanos podrán saber lo que ha~ en e to'?

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188 JEAN MESLIER

Hablan por tanto de ello, guiados únicamente por sus ideas fantas1as 'anas. Y

2." ¿No podría decirse que si tales supuestas personas d. ·_ n_as tuvieran poder de engendrar varios hijos y no quisie~~~ s1_n embargo hacer nmguno, deducinase que 'aquel poder d~ vmo ex1sba en ellos sm efecto'? Exislina absolutamente 6¡~ efecto en la te~ce_ra persona, que no engendraría m produciría mnguna, Y cas1 sm el en las otras dos, puesto que habrían que­rido limitarlo a tan poca cosa. . De esta suert.e , el pode~ que tendrían de engendrar y produ­

Cir mul_tl~ud de hiJOS, eXIS~Ina como inactivo é inútil, lo cual no ~e dma, no deber1a decirse tratándose de personas divinas

Yituperan Y ce?~u:an nuestros cristianos el que los pagano~ ~tribuyeran_ la DIVInidad á hombres mortales y que los adora­sen como diOses después de su muerte. Razón tienen en ello. pero aq1:1ellos paganos no hac1an más que lo que ahora hace~ los rristlanos que atr1b~yen. á su Cristo la Divinidad.

De modo que deberan vituperarse taml>ién á sí mismos puesto que padecen igual error que los paganos : adoran á u~ horn~re que era mortal, y tan morLal que expi ró sobre una cruz mfarnante. '

De ~acta les ser~iría decir que existía gran diferencia entre ¡esucnsto Y l~s dioses paganos, so pretexto de que su Cristo . uese, como dicen, verda~e.ro Dios y hombre verdadero todo JUnto, puesto que la D1v1mdad había verdaderamente encar­~ado en el, por cuyo medio la naturaleza divina hallándose JUnta Y umda hipostáticamente (como ellos dicen) con la ~;~r~leza ~umana, ambas en Jesucristo hubieran hecho un

a e~o D_IOs Y un Yerdadero hombre ; lo que según pre­t~nden, J~mas se efectuó en los disoes de los pag~nos. Pero es f 1~n scncll lb hacer observar la debilidad de semejante respues­ta • P?rque, de un lado, ¿~o _hubiera sido para los paganos cosa an fac1l como para los cnstlanos decir que la Divmidad había

encarnado ·en los que adoraban como dioses ? Y por o~ra parte, si la Divinidad hubiera querido encarnar

Y umr.se h1p~stá~1ca~ente á la humana naturaleza en su Cristo ¿que saben s1 esa misma Divinidad no habría querido tarnbié~ encá.rnar " unJ·r"'e h1·p tát· t ,

J v os 1carnen e a la naturaleza humana en e~os grandes hombres y esas mujeres admirables que por su blrtud_, por sus bellac cualidades ó por sus allios hechos han so­

resa_lJdo sobre. el común nivel de las gentes y se han hecho serneJ!lntes á_ diOses y diosas?

Y SI no qmeren creer que la Divinidad haya encarnado nun­ca en eso~ grandes personajes, ¿por qué pretenden persuadir­~~s 1,iut~ al encarna~o en su _Je~ús? ¿Dónde está la prueba? ellos . lo ~~ead creencia que exis_tJa entre los paganos, como en m o 1' qt ernuestra que es tan en el error tanto los unos co­os o ros.

Pero lo que tocante á tod to · · · · d, 1 - ' o es es en el cnst1amsmo más rl-ICU 0 aun que en 1 cr • ' atribuído gen~ralrne~tePa1oaDn~SJ?<?d• es que los paganos no han

a IVml ad smo á grandes hombres,

MI TESTAMENTO 189

autores de ciencias y artes, y que brillaron por sus virtudes, útiles á su patria. . . . . . .

En cambio ¿á quién atnbuyen la D1vm1dad nuestros cristia-nos? A un hombre s~lid~ de ~a nad~, vil y .~espreciable, que no tenía talento, ni Ciencia, n! habthdad ; hiJO de pélJdres po­bres, y que luego que pretendió figurar. en el mundo y que de él se hablara, sólo ha pasi:l.do por un msensat:o, un seductor, que fué objelio de burla, despreciado, persegmdo, azotado,_ y, en fin, ejecutado corno la mayor parte de los q?e han qu~ndo representar el mismo papel, cuando no han temdo valor m ha­bilidad.

En su mismo tiempo hubo además otros muchos impostores parecidos que decían ser el verdadero lVIesías prometido por la ley entre' otros un tal Judás Galileo, un Teodoro, un Barcón y otr~s que con pretextos vanos engañaban á los pueblos y trata­ban de sublevarlos para atraerlos,. por lo cual perecieron todos.

Pasemos á sus discursos y examinemos algunos de sus ac­tos que sen de lo más extraño y singular en su clase:

f(, Haced penitencia, decía á los pueblos, pues el Reino d~l Cielo está cerca;~o ; creed la buena nueva ». Y recorría la Gali­lea toda, predicando así la supuesta próxima llegada del Reino del Cielo.

Como nadie ha notado apariencia alguna de la llegada de tal Reino, queda palmariamente probado que era imaginario tan sólo.

Veamos, empero, en sus restantes pred~cacicnes el elogio y la descripción de ese hermoso Reino. Hé aquí cómo hablaba á los pueblos:

« El Reino de los Cielos es semejante al hombre que ha sem­brado buen grano en su campo; pero que, mientras los hom­bres dormían, vino su enemigo y sembró la zizaña entre el grano bueno.

»Es semrjante á un tesoro escondido en un campo ; habiendo un hombre encontrado el tesoro, ocúltale de nuevo. y tanta ale­gría tiene de haberle encontrado, que ha vendido todos sus bienes y ha comprado el campo. •

»Es semejante á un mercader que busca ~ermosas perlas, y qur>, habiendo encontrado una de g-ran precw, vende todo lo que tiene para comprar aquella perla.

, Es semejante á nna red que ha sido erhada al mar Y que encierra toda clase de pescado ; cuan do estaba llena, los pes­cadores la han sacado v han metido los pescados buenos JUn­tos en las barcas y tirado los malos.

»Es semejante á un grano de mostaza que un hombre ha sembrado en su campo ; no hay grano tan pequeño corno él ; no obstante, cuando ha crecido, es la más grande .de todas las h~rtalizas, y se hace árbol y vienen las aves del Cielo Y hacen mdos en sus ramas.

¡,Son estos discursos dignos de un Dios? . d Se formará, además, el mismo juicio de él S I se exam~nan !\

cerca sus actos.

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~rimero: recorrer una provincia entera predicando la proxi­midad de un supuesto remo. Segundo : haber sido trasladado por el Diablo a la cumbre de una montaña, desde donde ha­bla cre1do ver todo¡ ~o~ reinos del mundo ; tal cosa no puede ca­ber mas qu~ en un YISionano, pues es probado que no hay mon­lat)a en la berra d~sde 1?-- cu~l pueda verse ni siquiera un reino entero: solo en su Imagmación, por lo tanto, vió todos esos rei­nos y _fué transportado á la tal montai1a, lo mismo que sobre el pmaculo del Lemplo. Tercero: cua.,ndo curó el sordo y mudo de que habla San Marcos, se dice que le rr.etió los dedos en los oíd~s y que, h~biendo e~cupid~, le tiró de la lengua ; des­pués, fiJando los OJOS en el C1elo, d1ó un gran suspiro y le dijo: Epheta.

En fin, léase cuanto de él se cuenta, y júzguese si hay nada más ridículo en el mundo.

Habiendo mostrado alguna de las muchas miserias atribuí­das á Dios por los cristianos, continuaremos diciendo algunas palabras acerca de sus misterios.

Adoran un Dios en tres personas, ó tres personas en un Dios y se atribuyen e l poder de hacer dioses de pasta y de harina' tanto como les acomode. '

Pues, según sus principios, no tienen más que decir cuatro pala~ras sobre taJ cantidad de vasos de vino ó de esas peque­r1as Imagenes de masa, para hacer otros tantos dioses así hu-biese millones de ellos. '

¡ Que locura ! ¡ Con todo el supuesto poder de su Cristo no podrHlll hacer una miserable mosca y creen poder hacer dio-ses á millares 1 '

Preciso . e.s padecer extra0rdinaria ceguera para sostener co­sas tan n s1bles, y esto fundándose tan sólo en las equívocas palabras de un fanático.

¿No comprenden esos ciegos docl;ores que es abrir ancha puerta 4. tod~ clase de idolatrías el pretender que se adore de ese modo .á Imágenes de masa, bajo el pretexto de que los sa­cerdotes tlenen e l poder de consagrarlas y convertirlas en dio­Se!?

¿No. ven, a-demás! que las mis m6S razones que demuestran la vamdad de los dwses ó de los ídolos de madera, de piedra, etc., que los J?aganos adoraban, patentiza igualmente la vani­dad de esos dioses de masa y de h arina que los cristianos ado­ran?

¿Con qué derecho se burlan de la de los falsos dioses de los paganos? ? No es porque 110 son s ino obra d e la mano de los h?ffibres, Imágenes mudas é insens ibles? ¿Y qué son nuestros di?5€S, que por miedo á los ratones guardamos encerrados en caJas?

¿Qué vanos recursos les quedan, pues, á los cristianos? ¿ Su moral ? Es en. el fondo la misma que la de todas las religiones; pero ha11: nacido de ella dogmas cruel~Bs que han enseñado las pe~~cuc10nes Y la matanza. ¿Sus milagros? P ero ¿qué pueblo no tiene los suyos, Y qué hombre se'1sato no se ríe de semejan-

MI TESTAMENTO 191

tes fábulas? ¿Sus profecías? ¿No está demostrada ya su fal­sedad?

¿Sus costumbres'? ¿ No son con frecuencia infames? ¿ El ha­ber e:;tablecido su religión ? P ero el fanatismo ¿no ha sido vi­siblemente ~l sostén de ese edificio? ¿La doctrina ? P ero ¿no es ésta el colmo de lo absurdo?

Creo, mis queridos amigos, haberos dado un preserva-tivo su­ficiente contra tamañas locuras. Vuestra razón influirá más que mis discursos, y de desear sería que no tuviésemos que que­jarnos :3ino de haber estado engañados .

P ero ia sangre corre desde los tiempos de ConstanLino por establecer imposturas tales . La Iglesia romana, la protsetante, la gr iega, tanta vana d icgpu ta y tanta ambición hipócrita, han trastornado la Europa, e l A frica y el Asia. ·Pensad, amigos míos, en los hombres que esas querellas han

hecho perecer; en ~a multitud de monjes y de monjas , conver­tidos fJur su estado en séres estériles.

Vred cuántas cria turas perdidas, y observaréis que la religión cristiana ha hecho que per~zca la mi tad del género humano.

Concluyo haciendo votos porque los pueblos lleguen lo antes posible á la práctica de la religión natural, de la que el cris­tianismo es declarado enemigo.

Esa religión santa, única que desde la cuna existe en el co­razón de todos los hombres; ella es la que nos enseña á no ha­cer á ol ro lo que no queremos que con nosotros mismos se haga.

Dicha Religión Natural la he explicado en otro libro, escrito para ' osot ros, y que os lego, mis queridos hermanos.

El día que aquélla fuese honrada por do quiera, el Universo se compondría de buenos ciudadanos, de padres justos, de hi­jos sumisos, de .amigos entrañables.

Es la religión que reside en nosotros desde que tenemos uso de razón, pero que el fanatismo ha perv,ertido hasta el pre­sente.

¡Oja lá pueda triunfar de los curas ! ¡ Ojalá haga desaparecer á esos fabticantes de mentiras!

Pero ¡ ay ! voy á morir más lleno de deseos que de esperanza.

JEAN 1\IIESLIER.

Etrépigny 15 de Marzo de 1732.

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CORRESPONDENCIA DE

VOLTAII\E Y D'ALEMBERT A PROPÚSITO DE LAS OBRAS DEL CURA MESLIER

VOLTAIRE A D'ALEMBERT

Ferney, Febrero de i762.

Se ha impreso en Holanda el T ESTAMENTO DE JEAN .MESLIER. Alllerlo he temblado de horror. El testimonio de un cura que,

al morir, pide perdón á sus feligreses de haberles enseñado ol cristianismo , puede inclina r la balanza á favor de nosotros los libertinos.

Os enviaré un ejemplar de este TESTAMENTO del Ante<lristo, puesto que queréis refutarle. No tenéis más que indicarme por qué conducto lo queréis recibir . Está escnto con una sencillez burda que, por desgracia, se asemeja mucho al candor.

DEL MISMO AL MISMO

Ferney, 29 de Febrero de i 762 .

.... Meslier es también curioso. La buena semilla esta ba aho­gada por la zizaña de su in- folio. Un buen suizo ha ~echo un extracto muy fiel , y este extracto puede hace~ mucho bien: ¡Qué respu<'.sta á los insolentes fanáticos que moteJan á los sabios de libertinos l ¡ Qué respuesta, miserables, mejor 'que ~1 tes~­mento de un sacerdote que pide perdón por haber s1do cns­tiano l

LA RELIGIÓN NATURAL- i3.

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194 JEAN MESLIER

CON'l'ESTACION DE D'ALEMBERT

París, 31 de Mar=o de 1762. Una mala inteli~encia ha sido causa, mi querido filósofo

de que no haya recibido hasta hace pocos días la obra de Jea~ l\1esller qu.e !De hab1ais e~ v~ado hace cerca de un mes. Aguar­daba á recibirla para escribiros . Me parece que se pudiera po­ner sobre la tumba de este cura. Aqui yace un sacerdote mu¡¡ honrado, cu_ra de a_bdea en Champaña, que al morir pidió perdón de haber szdo catollco, y que ha demostrado de este modo que noventa y nueve corderos .11 un pastor no surnan cien animales. . Supougo que el E>xlracto de su obra es de un suizo que en­

tiende perfectamente e l francés. Esto es evidente y bendigo al autor del Extracto, quien quiera que sea. '

Es!o es trabajar la viña del Señor. Después de todo, mi querido fi lósofo, aguardemos un poco de tiempo, y no sé si to­dos e:,tos hbros seran necesarios y si el género humano no tendra talento suficiente para comprender por sí mismo que tres no son uno y que el pan no es Dios.

Los enEmigos de la razón hacen en este momenLo una ridí­cula figura, y creo que pudiera decirse como en la canción:

Para destruir á esas gentes, no hay más que dejarles óbrar .

No s~ en qué vendrá á parar la religión de Jesús ; pero su Compa"!-fa anda de capa catda. Lo que Pascal y Nicole Arnaud no pudieron hacer, parece que tres ó cuatro fanáticos absurdos y ~esconocidos lo llevarán á cabo.

La nación dará una mue::;Lra de vigor en el interior cuando se ocu~c. poco de las cosas t..Xteriores, y figurará en los anales cronologicos futuros el 1762: Este año, Francia perdió todas sus coloraas y arrojó á los jesuitas .

No con0zco nada sino la pólvora de a rtillería que, con tan poca fuerza aparente, produzca tan grandes efectos.

VOLTAIRE A D'ALEMBERT

Las Delicias, 12 de Julio de 1762. ···Me parece que la obra de Jean Meslier hace un gran

efecto .• todos cuantos la leen quedan convencidos; este hom­bre d1scute Y prueba. Habla en el instante de la muerte, en el momrnto en que los embusteros dicen la verdad. Hé aquí el mñs fuerte ~e todos los argumentos. J~~ ~1es1H'r debe convertir la Tierra. ¿Por qué su Evan­

qe!to anda en tan pocas manos? Sois muy tibios en París ; de­Jáis la l uz bajo el celemín .

MI TESTAMENTO 195

H.ESPUESTA DE D'ALEMBER'f

París, 31 de Julio de 1762. Nos acusáis de tibieza, mas ya creo habérosLo dicho: en­

ffla mucho el miedo que infunden los cuentos. Querflais que hiciésemos imprimir la obra de Jean Meslier,

y que dü:Mibu).ésemos cuatro 6 cinco mil ejemplares. El fana­tismo infame poco ó nada perdería con esLo, y nos juzgarían locos aun los mismos que hubiéramos convertido. La Humani­dad está hoy más ilustrada, porque se ha tenido la precaución ó la d1cha de ilustrarla poco á poco.

Si el sol apareciE'se de repente en una cueva, sus habitantes no percibirían s ino el daño que les haría en sus ojos. El exceso de luz, únicamente serviría para cegarlos.

D'ALEMBERT A VOLTAIRE

París, O de Julio de 1764. .... A propósito, me han prestado esa obra atribuida á San

Evremundo, y que dice ser de Dumars1s, de la cual me habéis hablado hace mucho tiempo: es buena; pero el TESTAMENTO DE MESLlER es m ejor.

VOLTAIRE A D'ALEMBERT

Ferney, 16 de Julio dr i 764. El TESTAMENTO DE MESLIER debiera estar en el bolsillo de to­

das las gentes honradas. Un buen sacerdote, lleno de candor, 9ue J?ide perdón á sus feligreses por haberse equivocado, debe Ilummar á los que se equivocoo.

VOLTAIRE AL CONDE D'ARGENTAL

Las Delicias, 6 de Febrero de i762. . .. Pero los ángeles no me han dicho nada del libro infernal

de este cura Meslier , obra muy necesaria á los ángeles de las

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196 JE.\N MESLIER

tinieblas, exoolente catecismo de Belcebuth. Es un hbro muy raro ; es un tesoro.

VOLTAIRE AL MISMO

Las Delicias, 31 de Mayo de 1762.

Es just.o que os envíe un ejempllar de la segunda edición de Meslier. Se había omltido en la primera su prólogo, que es muy curios.o.

V os tenéis amigos cuerdos que no se asustarán de leer este libro. Todo él es muy propio para formar la juventud. El in­folio, que se vend1a en manuscrito á ocho lUises de oro, es ilegible ; €Ste pequeño extracto es muy edificante ; ¡ pero la obra completa es lo que hay que ver !

YOLTAIRE A DAMILAVILLE

En Las Delicias.

M1 hermano tendra un Mcslier desde que recibió mi orden. Parece que mi hermano no está al corriente del asunto. Hace quinoo ó veinte años se vend1a el manuscrito de esta obra á ocho luises de oro. Era un volumen muy grueso. En París hay más de cien ejemplares. No se sabe quién ha hecho el exlraclo, pero Lodo él, palabra por palabra está sacado del original. ~xisten aún muchas personas que 'han conocido al cura ~1.e.s­her. Sería muy útil que se hiciese en París una nueva ed1C10n de esta obrita. Se puede hacer fácilmente en tres ó cuatro días.

VOLTAIRE AL MISMO

... Mas yo creo que nunca habrá nada que haga más im­pre.,ión que el libro de Meslier. Calculad de cuánto peso es el t.esUrnonio de un moribundo, y de un sacerdote honrado.

MI TESTAMENTO 197

\'OL'l'AIRE AL MISMO

Ferney, 6 lde Julio de 1764.

Trescienl.os M eslier distribuídos en una provincia, han con­seguido muchas conversiones. ¡ Ah 1 si me secundaran, no s.o­lamente hubiera publicado .el TESTAMENTO ó el Extracto del Buen s~nüdo (Dios ante el Sentido común), sino toda la obra completa, la cual d ebe formar tres volúmenes, comprendien.do en 18llos el maravillos.o estudio sobre los Curas y la fl el zgzón Natural, que es una obra maestra.

DEL MISMO AL MISMO

Ferncy, 29 de Scptzembre de 1764.

Hay aquí pocos Meslier y mucho tunante.

DEL MISMO AL MfSMO

El nombre perjudica á la causa, porque despi~rta la preocu­pación. Unicamente el nombre de J ean Mesller puede ser util, porque el arrepentimiento de un bue~ sace~?ole en el trance d e la muerte debe causar profunda 1mpreswn .

Este Meslier debiera andar en manos de todo el mundo.

VOLTAIRE A MAD. DE FLORIAN

Las Delicias, 20 de Mayo de 1762.

Querida s.obrina: Es muy triste estar ausente de vos. Leed y releM. á Jean M esl1er; es un buen cura. Leedle completo, sobre todo, puesto que tenéis la dicha de poseer las tres obras completas.

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198 JEAN MESLIER

VOLTAIRE AL MARQUÉS D'ARGENS

Ferney, 2 de Marzo de 1763.

He encontrado un TESTAMENTO DE JE.\N MESLIER , que OS en­VÍO. La sencillez de .este hombre, la pureza de sus oostumbres el perdón que pide á sus feligreses y la autenticidad de su ¡¡: bro, deben producir un gran efecto. Os enviaré l,odos los ejem· piares que deseéis del TESTAMENTO de este buen cura.

VOLTAIRE A HELVETIUS

Las Delicias, 1° de Mayo de 1763. ¿Y qué testimonio mejor que el de un sacerdote que, al mo­

r.ir, pide perdón de haber enseí'l.ado cosas absudas y horribles? ¡ Qué respuesta á los lugares comunes de los fanáticos, que tienen la audacia de afirmar que la Filosofía no es más que el fru to del libertinaje 1

ENSAYO SOBRE LA HISTORIA NATURAL P OR

JUAN D E A N'rll\IOINE

« Las jtJ.ulas eran grandes, ricas, suntuo,s.as y construi­das por maravillosa arqu itectura. Los paJaro~ grandes, bellos y afables con los visi tantes, ~emejJ.ndo a los hom­bres de mi patria. Comían y bebían c·omo los hombres; engordaban como hombres; d~ rm ían. como hombres; en suma, á pr imer..L v ista, ~e hub10~a .d1cho qu.e era~ h~m­bres. No Jo eran, sin embargo, m P.lzC'a, segun la. mst~uc­ción del señor E ditui:i ; pero hac1endo constar que no eran seglc.res. Su plumaje, blanco en unos. negroR, ~n otros gris en algunos, mitad de blanco Y negro en es e, en aquél todo rojo, en muchos blt~.nco y . azul, era cosa de ver . No t rabajaban ni cultivaban la tierra. ~oda su ocupación cons istía en goz~r, murmurar Y cantar •·vi

P ANTAC., L ll:•. V ., Caps. II, III Y ·

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Advertencia del traductor del latín

La ob.ra que ofre:.co al público no es una tra.ducción pura­mente lile rol del lattn. M e he permitido hacer algunas ligeras variaci~nes y adicionrs al te.rto , .11 he aliadido gran parte dl'l PrefaciO.

Este trabajo ha sido publicado primero en Viena, reim preso ~n Ausburgo, después en Londres, más claro en alemán y en mglés.

1\'o se nombra l'l autor. Ra::.ones particulares que no sabré determinar, le han drcidido á consrrvar el anónimo, y yo me guardar/> birn de publicar su nombre, como algunos periodLS· tas han hecho. Varios periódicos han dado cuenta de esta obra, .11 la Izan j1t:,r¡ado conforme á los sen tirnientos rrue animaban d sus autores. El de esta traducción se ha atenido estriclarnente al r>stilo de Linneo, del cual raras veces se separa.

Sentimos que nuestra lengua no ofre::rtt bastante número de ~~~minos técnicos para conservar por com plelo en esta traduc­cwn la T}Oble sencille: drl latln. Pero es ,de esperar que, 1ma ve:, cullzva.rfa esta rama de la Hi'ltori({ l\·atural , s1• 1'ntroducirnn muchas. voces técnicas dr> rrue ho!J carecemos. No dudo que los naturabstas llegarán dentro de poro á dt•scribir un r¡ran númr­ro rie especies ?J de variedades q1u• al presente son desconocidas.

Cuando vea las siguientes desrripcionrs, ror¡amos al lertor tenga en. cuenta quf' se rrfiercn á especies quf' sr encurntran r~ Alema:'za lJ en otros paises del Norte, y que ofrrcen lir¡cras i/1-ferenclas comparadas con las fran cesas .1/ espmiolas. Por ejrm­plo, el color de los tegumrntos exteriores de la mayor parte, se vuelve más claro á medida que uno se acf'rca á los tró¡Jiros. En España Y en. Italia, los franr;scanos usan vestido qris dt• hierro; Y en Fran c1a, las vestiduras de estas mismas especies son ?la más claras que en Alemania · tan qrande es la infl~tt'ncia drl sol sobre la Naturaleza entr•ra'. ·

Por lo demás, este ensayo no dr•be considerarse más que co­mo una mu~stra 1de la historia grneral de las esprcirs. á la cllnl SP lleqará sm duda escribiendo la de las de cada pals.

Por t~"!-lo , no recomendaré bastan tf' á los naturalistas que nos fac1lztrn faunas particulares ; una hispánica snía, sobrr todo , grandemente útil.

Del gabinete del Gran Lama á 2i de Agosto de i 784.

PREFACIO

Desde el renacimiento de las letras, despojadas las ciencias de todas las preocupaciones que las habían oscurecido durante muchos s iglos, han comenzado á florecer en Europa. La His­toria Natural especi81lmente ha hecho los más rápidos progre­sos .

A los trabajos de muchos hombres célebres debemos e_l es~a­do de perfección que en nuestros días ha alcanzado esa ctenCia . Ellos han llevado sus investigaciones á todas partes y á todos los ccnfines del globo.

Repeli dos viajes empren didos para adquirir nuevas riquezas en ese sentido; la tierra removida en todos lados para extraer los miPerales · las plantas conservadas en jardines inmensos; los animales, 'mantenidos á gran coste en soberbias c.asas de fieras, han dado á los sabios los medios de poder escribir obras que á cada uno ha asegurado la reputación inmortal.. L~rgo ,se­ría el pagar á cada autor que en tal empresa se ha d1stmgmdo el tributo de elogio que se le debe. .

El campo es vasto ; pero en el actual estado de. 1~ conoci­mientos, es casi imposible hacer g randes des~ubrimien t:es en Europa, donde debe uno contentarse con espigar .. Preciso es emprender la rgos viajes para descubrir nuevos obJ.etos. ,

A mí me ha gus tado la Historia Natural desde mi edad mas tie rna, y á e lla me he dedicado con ardor ; per? carezco ab~olu­tamente de los medios de viajar, y , no pudiendo conqmstar más que un nombre mediano, he vuelto f\\ÍS ojos hacia el hOJ!l­bre y he hecho un no interrumpido e~tud10 de nu~tra especie. Me he consagrado á determinar las diferentes variedades de la raza humana. .

Primeramente he estudiado con cuidado sumo las diversas especies de animales que más se aproximan al hombre por su forma. y he establecido sus diferencias. .

Después de haber pasado revista á los monos, .titfs, macacos; á loo sá tiros, faunos, tritones , etc., por. casualidad he des~u­bierto a lgur.as eSipecies de un género variado en ext remo. QUJe-

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202 JUAN DE ANTIMOINE ------------------------ro hablar de los monjes, que me han dado el >eslabón que sirve para umr al hombre con el mono. Las especies de este género t1enen figura humana; se diferencian, no obstante, del hombre ese:J.cia!mente; algunos se a cercan más al géne ro de loo mo­nos, mientras un pequeño número tiene m ás caracteres comu­nes con el de l hombre.

Me guardaré muy bien de imputar un crimen á los natura­listas que me han precedido, el no haber h ablado de este géne­ro , el m onje, por más que lo h ayan tenido aJ a lcanoe de la ma­no ; pero las especies tienen hasta tal punto el aspecto del hom­bre, que era difícil al principio ima gina r que pudieran consti­tuir un género d istinto de aquél.

Confieso que debo únicamente á la casualidad semej ante des­cubrimiento, que considero corno uno de los m ás importantes de este s iglo.

El camino abierto por mí es la rgo y podrán recorrerlo bas­tantes naturalistas.

Imposible m e es describir en este l igero ensayo todas las es­pecies, pues es considerab le su número ; por otra pa r te, mu­chas son exóticas y apenas pueden resistir la temperatura de nuestr(l clima. No he te nido, por cons iguien te, medios de po­derlas apreciar. De esperar es que, en lo porvenir, los podero­sos, impulsados á favorecer las ciencias, harán construir casas de fieras á fin de conservar las difer entes especies de monj es de los ¡:-aíses extraños. Creo, sin embargo, que ser á muy d ifícil examinar á fondo su economía a nimal , porque nunca habria posibil idad de conservar bastante cantidad de individuos de la misma especie para pod~r observar sus actos en sociedad.

Estas á manera de casas de fie ras serían , con todo, grande­m ente provechosas , en cua nto á que reunirían en un mismo punto todas las especies de género tan s ingular .

Los príncipes, verdaderos Mecenas que las mandaran cons­truir, estoy seguro que no exper imen tar ían al visi tarlas menos placer que al hacerlo á las que actualmente encierran leones, tigres, cebras, rinocerontes y otras diversas fie ras .

En tales habitaciones veríamos las especies de Italia, de Es· paña, de Portugal, de América , de las Indias ; los derwiches, los santones, los braharnane.s, los m orabi tos, etc. ; puede ser que, cruzando las razas, llegáramos á obtener algún producto monstruoso, que no pudiera cier tamente propagarse, pues se­ría corno el mulo, pero resultaría notabl~ por su forma.

Séame permitido para las primeras expe r iencias cruzar el capuchino con el rnonj'e del Japón , el cartujo con el derw ich , el carmelita con el trapense, el padre de la Merced con ea santón, el recoleto con el m armitón del Gran Lama, el dom íni co con el morabito , el trinitario con el imán de Argelia, etc.

E~ talento y el celo de las personas admitidas p ara estos ex­perimentos, estoy seguro qne las va riar án has ta el infinito. En­tre las especies más raras y cuya adquisic ión será m ás difícil , cu4'nto un Gran Lama, un rnufthi, un patriarca armenio , y al­gunos otros.

ENSAYO SOBRE LA HISTORIA NATURAL 203

Pero tendremos que oonteJ?-~arnos con alguna pequeí'ia parte, como, por ejemplo, con est~ercol\ ~n. polvo del Gran L~ma, etc. ó se procurará adqmnr al mdtvtduo relleno de pa]a, ó me1'or , conservado é:n espíritu de vino, reC?~endando solan:-e~­te á los naturalistas que quieren en sus viaJeS e~plea~ e l ulti­mo procedimi-ento , que sumerjan las esp~Cies vtvas aun en el espíritu de vino, para que conserven rneJ?r su.s colores.

Bueno será también tener brazos anqmlosados de brah.rna­nes, colgantes orejas de pegú, p11epucios i~fib.ulado~ C?n . amllos de dos libras de santones, rued as de los md1os, dtsc1p~mas de cuero, de pergamino, de. J?l?rno, de latón ; con pun~as, sm ellas ; con nudos, sin ellos ; cl1Ictos, de &'anchos, d~ espmas, dobles, triples, movibles, provistos de. pirn1enta, de vmágre, de c~lave­ras ; reclinatorios, sacos de crm, mordazas, ca~enas de. ~1erro, de cobre, cenizas, hulla , trabajos de los _cartuJOS, ~ru~tfi]OS en botellas de cuello estrecho, e tc. , e tc. Pod1anse a!la~tr a estaco­lección los sacos de los peniten tes ·españoles 6 Italianos ; blan­cos, azules, azules y blancos, rojos, a~arillos, grises, etc.

Como quiera que ha h ab ido en los tiempos remotos muchas especies que fueron destruidas, bueno sería P?seer . algunos de sus restos. Los natura listas, filólogos y a~ticua~IOS, podrán también ilust rarnos acerca de algunas cuestwnes m teresantes, como. por ejemplo, la de saber el proce.dimient.o emplBado pa­ra m utila r á loo sacerdotes de Cibeles SI por él estaban con~e­nados al cá ncer s1 no tenf11n barbas; SI las Vestales beb1an s i·empre agua, en la qu~ hac~an. un8: i_nfus ión de flores _de sau­ce. No ofrecería m enos m teres mqmrtr la causa de l ep1 teto ~e indigno que los capuchinos adoptan consf.a:nternente _; ~abna asimismo algunas p reguntas qu~ ha~r rel ~hvas á la J~nspru­dencia monacal , verbi-gracia ; s t un )acobmo, noble. Gl!zmán , debe cede r el paso á un rníni~o . labrad?r calabrés, o s1 éste á un capuch ino italiano . Si el di?ces~no h ene el. derecho de cas­tigar á los vagabundos, á los hbertmos, á. los Ignorantes, á .los postulantes, á los hipócr itas ; si e l s~lemne voto de pobreza Im­pide e l uso, manejo y empleo de.l dn~ e.ro ó no.; por qu~ no hay ningún individuo cte estas especies l ~S I ~do ; SI se podna dar!~ a rmas para com bati r ; si un capuchmo que, estando de centi­nela fué muerto en el sitio de Barcelona, debe figura.r en la Leydnda martyrum ordinis Capucinorum. . , . .

Yo cr eo sin difi cultad que muchas especies podnan summ>~s­tra r excelen tes solidados. La Historia de la Uqa , la de.S.ar:6 Be¡~ nardo la del T error de los Albigenses, la de la Inqwszcz n Españ'a y en Portuqal , la de los Cap~tchinos en Córceqa, son datos suficientes á persuadi.r á cualquiera.

Por otra parte, eorno los indios ern_Plean los elefantJes1~~~5° parte activa en los combates, los afr1canos los tor?s ~· f J ' etc. , as imismo podríamos nosotros emplear espec1es 1 eren-tes de la nuestra. 11 á cabo las

Podriase ta,mbién hacerse uso de eHas para .brarde la India ejecuciones , imitando á .esos pue~lost tan sensique: los echan á. que no ma tan jamás á sus semeJan es, pero

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~04 JUAN DE ANTIMOINE

los elEfantes, como los antiguos, que condenaban a los crimi­nales á ser devorados por las fi eras.

La conducta de los calificadores de la Inquisición , de los je­sUitas en el Paraguaj, e tc., son otras tantas pruebas que no~ convencen de que las especies de eslre género podrían 5er g ran­demente útiles bajo este punto de v1sta.

Si la afición á los espectáculos sang rientos no hubiera con­cluído del todo, podnase, además, hacer combatir , e n lugar de gladiadores ó to ros, varias especies unas contra otras, y no dudo qut pudiera sacarse g ran pro, echo.

Los climas un tanto cálidos convienen especialmente á las es. pecies de esta clase, y son más favorables para su multiplica­ción . No nos atrevemos á asegurar positivamente el modo con que se han reproducido , pues los naturalistas no deja rían de alzarse contra nuestra afirmación.

Tenemos la persuasión de que todos los séres son producidos por sus semejantes, y que el azar , disfrazado por los a nbguos baj(J las denominaciones de espíriLu de vida, naturaleza plás· tica, fuerza generatriz, etc., nada produce y únicamente s irve de velo á la ignorancia.

Después de los descubrimientos de Hc.rvey de Leuwenhock sobre la generación, no deberíamos dudar que los gérmenes no sean pr€existE'ntes á cada ind1viduo ; pero, a l mismo tiempo, parécenos probado que la mayoría de las especies de este géne­ro debe su orig-en á la podredumbre.

No me permitiré, sin embargo, refl exionar sobre este punto, y b-is tame decir que podría citar en mi apoyo un gra n número de preciosas autoridades.

Muchas E'Species de an imales que en otro ti empo existieron , hoy no existen; encuéntranse solamente s us huesos fósiles, que sirven para indicarnos que existían en los tiem pos m ús remo­tos. No buscaríamos en vano en la Naturaleza multitud de for­mas, si tuviéramos las obras de natura listas de los tiempos en que el rmoceronte se paseaba en los bosques de Fontainebleau. ó los Moncouk, se cavaban en Siberia cavernas subterráneas, ó el anónimo no estaba aún 1 e legado al fondo de Virg inia, 6 los cuernos de Romion figuraban en las mesas de la gente de pa­ladar delirado.

~i ~ales obras, repito, existiesen , y contuvie ran acabadas d~­crq)cwnes de todos esos séres, y tan bien hechas como las h1s tor1as de los ti empos antidiluvianos no tendríamos ahora el d~sgusto d~ no poder establecer m ejores sistemas, y las espe­Cies no sertan en manera alguna por la Naturaleza destruídas, porque los. animales, hasta que son descritos, no existen real­ment~. He JUzgado el apuro en que se encontra rán nuestros des­cendientes por el que nosotros experimentamos y aún estarán más expuestos. á equiYocarse, porque á nosotros: al m enos, n~s q~edan los fósiles, y las especies del género el monje no sumi­mstrarán fósiles distintos de los del mono · los tea-umentos ex· ternos qu~ los distinguen no podrán petrifi~arse al igual de los moluscos , ortigas de mar, lombrices, etc., de los cuales ningún

ENSAYO SOBRE LA HISTORIA NATURAL 205

f ' ·1 se conoce. Quedarán aún algunas imágenes en platos y v~os que no hayan s ido transformados en moneda ; ~ero des~ de ue los pintores y escultor es han desarrollado ~u ta lentJ por extraña casualidad ya no representan ~ra1les, 6 h ~ambiado en pesetas los modelos d~ los que se pmtaban 6 ma~delaban antes; y si alguno ha qued~do , nuestros _descen­dientes no podrán jamás formarse cabal Idea de esos se_r;s ex­traordina rios, atendiendo á t~n defectuosa repre~ntacwn. .

Los príncipes, ocupados antiguamente e n destrD:tr en sus ~~­nos las bec:tias dañinas, como lobos, zorros, gorriOnes~ gaVlla­nes, rte., parece que han dirigido á o tra parte la f!llrada, Y para seguir haciendo bien al género humano, extermman _poco á poco las especies de monj es. No_ q~eda, pues, ot_ro medio de transmiti r á la posteridad el ~onoc1m1ento de l8.;n smgulares es-pecies, s i no es el de descubrirlas con sumo c_u1dado. , . ,.

Si se h iciese un sistema general de los m onJeS, podnase dn 1-

dirlo-; en di ferent.es clac:es, y, {L s u vez, cada una ~e estas clases en varios órdenes; por ejemplo: en ba rbudos é 1m)::>erbe<>; e n blancos, negros, píos, empenachados, e tc., que se alimentan de carne , de pescado, de vegetales. ,

Déb€11se tomar los caracteres espec1ficos de la cabeza, de lo<> pies, de la part.e posterior, del capuchón, de los tegu~et;tos .

La cabeza es velluda, cubierta de pelos, r~pada . vana por la corona hemis férica; la corola velluda, estr1ada; la cara lim-berbe, barbuda.

Los pies, calzados, m edio calzado~,. desn~dos. . La capucha es mudable, fija, mov1l, floJa, puntiaguda, en

forma de embudo, de corazón. . . La parte posterior. cubierta, m ed1o cubterta, desn11:da. . ~ Los tcqumentos: El hábito, respecto al cual es p reciSO fiJar::>e

en la calidad de la tela en el color , en s i es ancho ó estre~ho. El escapulario , si es an~ho , cstrech_o, colgante eÓ forma de d=~~ gua, obtuso, corto ó largo por rlet.rns. El capuch . n , que ~do al distina-uir en pectoral y dorsal. El G;l:aruello . SI está ~{~ 1 0 hábit;, s i es ancho, tieso, 6 si no ex1ste. Las mangas, e a~~ de los brazos, angostas, anchas , en forma de saco. El ma • largo, corto, plegado, de la longitud_ del cue:vo. d lana El

Los tegumentos in ternos: La cannsa. de lienzo, á~ · u-cinturón , la rgo, cilíndrico, de cuero, de lana, de e amo, n

do~~~~i~c¿ es, sobre todo, observar los. grito.; ó los ~~os Ji!~ s~;. melodiosos, desagradab~es; como qmen cfnta. c~emidores, la­za; de garganta, de nanz ; ~amen lables,/ egre: ,ha lenta , pre­dradores, a ulladores, gruñid_ores, etc. 6° l:gi:o rústic-o, abo­surosa, per ezosa, ruda. El mrr' se~ero . te · I as costum­tagado , pesado, ligero , modesto ,_ hlp?crJta, e u ;aciones el a l i­brrs: las horas en c¡ue grita, el silenciO, l ~s. oc d~ la.<> m~tamór­mento , la bebida, el olor. el luga_r de _su " 1r~e~" ~cic su origen. fosis, la-5 especies bac;t.a.rda<>, la hlc;tofin'l. ~~ "'dif~encias entre la <:.u c'les lrncción actual ó futura; en n, hembra y el macho .

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EL MONJE.

DEFINICIÓN.

Animal con figura humana, encapuchado, aullando duranLe la noche, atormentado por la sed.

DESCRIPCI ÓN.

Cuerpo derecho, bípedo, torso encorvado, la cabeZia inclinada haoia adelante, siempre adornado con un capuchón · el cuerpo cubierto por todas partes, excepto en algunas especi'es, en que los pies, la parte posterior, las manos y la cabeza están desnu­dos ; por lo demás, un animal avaro, sucio , exhalando un olor fétido, inaclivo, prefiriendo carecer de todo á trabajar. Al sa­lir y ponerse el sol , y también por la noche, los monjes se reú­nen y gritan todos juntos en seguida que uno de ellos da el ejemplo ; acuden presurosos al son de la campana, marchan siempre por pa11ejas, van vestidos de lana, viven de la rapiña y la limosna, dicen que el mundo ha sido creado únicamente para ellos, se multiplican furtivamente, atacan y combaten á los de su propia espeóe, se deshonran en SIUS asambleas por al­canzar los puestos lucrativos y superiores, y preparan embos­cadas á sus enemigos. La disciplina y el calabozo se reservan únicamente para los individuos que piensan y hablan de dis­tinto modo que el jefe.

La hembra sólo se diferencia del macho en que lleva velada la ~be~a ; es más .limpia que aquél, no sale casi nunca de su ~abitación, que cUJda de tener muy aseada. De joven le gusta Jugar , t?ma todo lo que encuentra, m ira. en torno suyo y sal~­d~ sonn endo á los hombres. Las adultas y las viejas son mal~­Ciosas ; muerden y ense~an los dientes cuando están encoleri­zadas.

DIFERENCIAS .

El hombre. hab~a, .raoio~i~a y quiere ; el monje, generalmen­te callado, m ramocma m tiene voluntad y está sumiso en ab­~olu.to á su superior. El hombre lleva la cabeza alta ; el monje mchnada Y con los ojos fijos en la tierra. El hombre gana el pan con el sudor de su frente, el monje engorda en la ociosidad.

ENSAYO SOBRE L A HISTORIA NAT~RAL 207

El hombre habita en compañia de sus semejantes ; el monje busca la soledad , se oculta, ~mye de la _lu~ del d1a .. De lo que

deduce que el genero mon)e es muy d1stmto del genero h?m­~~e é intermedio entre éste y el del mono, al cual se aprox1ma hasta el punt<> de no diferir de él más que por la voz y por la calidad de los alimentos.

uso. Un peso inútil sobre la Tierra, nacido pare comer Y beber.

METAMÓRFOSIS.

Planta. Granos con cotyledones en flor , en grano. Insectos. Huev~, oruga, crisálida, insecto perfecto, cuadrú-

pedo feto niño, joven, adulto. Sapos. Huevo, renacuS:j<?, sapillo y sapo. Monj es. Of11ecido, noviCio, hermano, lego. reverendo padre.

EL BENEDICTINO.

DESCRIPCIÓN. •

Sin barba, la cabeza afeitada, con corola lineal : los pi~s cal­ra das, la parte posterior cubierta con un calzón ; el háb1to ne­gro , d e lana, envolviendo completament,e el cu:erpo Y las ex­tremidades inferiores ; eil capuchón suelto,. cas1 redond?, an­cho ; el escapulario colgante, liso, de. la longitud del abdomen ; cuello tieso bordado de blanco; el cmturón de lana ó de seda, ancho ; el ~anto negro , descendiendo ha~La los talones ; los te­gumentos interiores, negros por lo comun ; las mangas estre­chas, plegadas con el puño y un poco levantadas.

ECONOMÍA ANIMAL.

El a ire lánguido, la marcha lenta,l:t ~abe~a alta. quatro ve­ces durante el día y á media noche deJa 01r sus &"ritos, Y al­gunas veces también a l primer canto del g~illo , somdos sordos, lento~ y graves ; entonces € S cuando se reviste con un gran há­bito plegado con mangas muy anchas, y ostenta en la cabeza un bonete cuadrado. d 1 ta d

Come de to do, ayuna rana vez, bebe 4. la~ cuatro. e a ~u~: y está siempre atorm entado por la sed de r iquezas'. recoge dadosament.e las pesetas para guardarlas en su caJa .. Algunos se contentan con vegetar ; otros muestran, a lguna afiCión al es-tudio· pero éstos constituyen el menor. numero. ·n

Cua'ndo sale de su habit.noión, se qmta la ca~ucra Y ~e ~Id! el escapulario por medio del cinturón, Y defien e a ca hez las injurias de la atmósfera merced á '!P somb ~rero ane~o 01Jlan­

La hembra oculta su frente y sus meJillas a]O un v co por debajo y negro por enci~a. d variedades y ruego á

Los dos sexos ofrecen gran numero e •

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208 JUAN DE J\NTIMOINE

los naturalistas que se hallen en condiciones de examinarlos en su5 prop1as guaridas, que nos proporcionen los caracoores esen01ales de cada uno.

EGcuenlrase generalmente esla especie en los países monta­ñosos, por los que muestran decidida predilección, y rara vez puede estud1arse en las ciudades y s1tios f~ecuentados.

Sigue la regla de San Benito, padre de los monjes de Occi­dente.

Reynerius, Apostolalus benedictin. fol . Duaci, 1626. Yepes, Chronicon generale, fol. Colonix, 1648 .

P. Paolo Morigia, Istoria di tutte le R eligioni che sono state al mondo, in Venezia, presso Gio Batt. Boufadio, 1586, in-12.

EL DOMINICO.

DESCRIPCIÓN.

Sin barba, ~orola velluda continua, pies calzados, la parle posterior cubiel'ta, hábito de lana blanco, cinturón de correa de unos tres dedos de ancho, capuchón moviblP- levantado <'n forma de joroba hacia la cabeza, de bordes sinuosos, con un apéndice ó escudo sobre el pecho, puntiagudo sobre el dorso, con una sotura longitudinal dividiéndolo en dos partes ; man­gas de la longitud del b~azo, anchas y plegadas ; cuello blan­co, visible apenas por estar cubierto generalmente por una gréiln papada y un robusto morrillo repleto de grasa ; cuando sale se cubre con un gran manto negro de lana que oculta el hábito blanco ; los tegumentos interiores generalmente blan­cos ; 1as mangas de la camisa estrechas y sobresaliendo de las anchas del hábito.

Los hermanos legos no usan manto y no se quitan nunca la capucha ni el escapulario negro.

ECONOMÍA ANIMAL.

El aire hipócrita, el andar lascivo la fisonomía pérfida ; la­dra _hacia media noche y es su voz d~sagradable y ronca. ~1ene gran olfato y husmea á gran distancia el vino y la he­

reJia; come de todo. El hambre es una de las pruebas á que se S?mete á los n~vicios ; los veteranos prescinden de toda oc~­pactón y todo cuidado; haeen un Dios de su vientre, se ah­mentan con suculentos manjares se acues·tan en mullidos le­ch_os, reposan tranquilamente, d~·ermen mucho y siguen el m1smo género de vida de ciertos animales inmundas, á fin de que todo lo que comen se oonvierta en grasa.

La may?ría exhiben vientres colosales; los viejos, por ser los más tr1pones, son también los más estimados. Combaten el dogma de la Inm~culada Concepción ; tal vez por eso se incli­nan con preferencia á las mujeres públicas.

ENSAYO SOBRE LA HISTORIA NATURAL 209

Esta especie es el mayor enemigo del género humano y de la sana raz~n. Es P9CO numerosa, porque la sabia previsión del Creador as1 lo ha dispuesto. ~oecha su. presa de lejos, cay~ndo sobre ella al menor des­

CUldo, y, as~endola por la astucia ó por la fuerza, araba por arrastrarla a ~ hoguera ; en ton ces se ve alrededor de ella la tu~ba de mOOJ~S,. que sólo respira sangre, insultar los sufri­~~e~tos de la VICtima ~uyos despojos se reparte, y aplaudirse á st misma con sus aullidos y sus ladridos horribles. E~ .gran inquisidor- es el mas terrible de todos: da, como el

bas1llsco, la muerte solamente con 1a mirada. Son_ suma~el?te peligrosos en España, en Portugal y en la

Amér1c~ M~ndwnal : los de nues tro país no están completa­mentfl limpiOs de veneno; pero, como viven en un clima tem­plado, s~:m a lgo más tratables ; esto no quita para que se vuel­van terribles transportándolos á un país más cálido.

Cambian constantemente de co lor, y aparecen plos: la Natu­rale~a.los _ha criado así, con objeto de que se hagan sospecho­sos e mspiren desoonfianza á los que los vean

El Crea~or tuvo la bo~d~d de inspirar á los príncipes la idea de e:>..termmar esta permc1osa especie.

La hembra no se diferenda del macho más que por un velo neg~o y por las costumbres, menos feroces. ~Igue las leyes de, un español llamado Domingo, que fué el

p_r1mero que cond€no al fuego á los hombres, mediante la san­Oión de.l Santo Padre, y que, para que nunca faltara esta raza extermmadora_, estableció en el ~iglo XIII tal especie de monjes, que pretende mculcar su doctnna por medio de.l hierro y del fuego.

Un perro rabioso llevando en la boca una antorcha encendi­da, que parece anunciar el· suplicio y la tortura, es el símbolo que esta especie cruel ha elegido para diferenciarse de las otras.

Chronicon Fratrum ondinis. PrEEdic . in B. 0 Poris Mivelle 1585. ' , . '

Libri quinque apologelici pro ... moribus Ordinis PrEEdicato­rum, in B. 0

, 2 vol. PaTís. Piget, 1666. l storia della sacra lnquisi::.ione; opera pia , dolta e curiosa

del !l· P. Paolo Servita, in 4.0, Serravalle, dalla Stamperia di

Albuocco, 1838. {o~eP_h Francois D'Isle. Histoire du fameux prédicateur (do­

mtnlcazn) espagnol Fr. Gerundio de Campazas , alios Zotes, 'f!réd~cateur général du ColU~ge de Saint-1'homas ·de Madrid, m 4. , 175 ...

EL CAMALDULENSE.

DESCRIPCIÓN.

Barbudo, la barba larga hasta el pecho, la cabeza afeitada, pelo cedo formando una corola lineal ; la parte posterior cu-

LA RELIGlON NATURAL - 1.4.

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210 JUAN DE ANTIMOINE

bierta de un calzón, los piés calzados con. sandalias de mad~ra; hábito de tela grosera, blanco, descendiendo hasta l<?s p1es ; capuchón redondeado y suelto ; las mang<l:s de l~ longttud del brazo ; escapulario tan largo como el háb1to, SUJeto al c.uerpo por un cinturon de tela blanca ; el cuello estrecho, costdo al habito ; el manto blanco, amplio? envolviendo todo el cuerJ?<> y cayendo hasta los pies ; una túmca .de la~a. en vez d~ cam1sa; algunas veces un cilicio lleno de espmas d1r1gtdas hac1a afuera.

ECONOMÍA ANIMAL.

Aire severo, andar pesado. Canta en comunidad siete veces al d1a y tambtén á la med1a noche; lanza un son gulu_ral .. ~c­pulcral y lánguido; permanece. en. ~1lenc10 en su habttacwn, donde, según dice, está en medttacwn constante; veg'eta en la ociosidad y rara vez se aleja de su morada.

Come pescado, huevos y vegetales ; en tie~po de vigilia ~es­naturaliza las legumbres y la harina, saturandolas con ace1te ; apaga la sed con vino. . . ,

Cuando por casualidad se aparta de su hab1tac10n , se des-prende de las sandalias y usa zapatos.

Los hermanos legos se ciñen el habit-o con una correa. L 1 hembra no se diferencia del macho más que por un sayo

con que se cubre la cabeza. Encuéntraseles en las montañas, bosques y sitios escarpados. .

Siguen la regla de Benito por orden de ~n c1erto Romualdo, que habiendo visto en sueños subir al Ctelo por una escala unos monjes blancos, cambió, por aviSo sobrenatural, por el blanco el hábito negro de los Benedictinos.

E~ta especie es bastante rara y ya no ~e encuentra en los países sometidos á la casa de Austria.

En 1782 llevóse á efecto en esos países una cacería general que destruyó los últimos individuos.

P. Gut Grandis, Dissertationes de antiquit. ord. CamaZd. Lu-cm, 1708.

Colurnnm militantis ecclesim, infol ., fig. Norimb., ~785. Helyot, Histoire de Ord. relig., tome V, chap. XXI, m-4.o, Pa-

rís, 1714. . . . Benedctto Ruffi , Eremita Camaldolese, delle cosntuzwn_1. e

dell'origzne dei Monaci in Venezia, per Michele Tramezzno, 1568, in-4.0

EL FRANCISCANO.

DESCRIPCIÓN.

Sin. barba ;. la cabeza afeitada; la corola velluda.Y completad; los p1es med10 calzados ; cubierta la parte posteriOr ; sayo e paño buriel ; capuchón movible casi en forma de corazóp ; Ja capilla pectoral redondeada; la dorsal triangular, baJan °

ENSAYO SOBRE LA HISTORIA NATURAL 211

hasta el cordón blanco con tl'les nudos que ciñe con dos vueltas el abdómen ; las mangas, de la largura de los brazos y bastante anchas para poder ocultar las manos en ellas ; no llevan esca­pulario; el manto bunel truncado, descendiendo hasta un poco más abajo del trasero, sujeto por un pedazo de hueso sobre la parte anterior del thorax; los tegumentos internos de paño para producir cosquillas en la piel ; el delantal, también de pa~ ño, alrededor de las nalgas y adherido á la túnica, largo hasta lru; rodillas próximamente ..

ECONOMÍA ANIMAL.

El aire rústico, el andar acompasado, la ropa completamen­~ cubierta de pequeños sacos en forma de embudo, donde guarda sus comestibles ; l'os de debajo del sobaco le sirven pa­ra que el tabaco fermente, los del pecho encierran la caja de rapé, los de las mangas el pañuelo ; exhala fuerte olor á ma­cho cabrío, y se le Ye alguna vez rumiar cuando se entrega al reposo _; desprecia el oro y la plata y sólo piensa en atrapar pan, carne o pescado, que componen ordmariamente su alimenta­cion ; mendiga, y, quitándose el capuchón, ofreco en prueba de r~conooimiento, tabaco á los que le socorren ; posee un arte smgular para converoLi,r en un instante los amuletos, rosarios, rel~quias, Agnus-Dei, escapularios, imágenes y otros muchos tallsmanes, en vino y comestibles ; se bate con los individuos de su especie, y se deshace algunas veces en secreto de sus e~ernigos ; canta frecuentemente durante el día, y desde la me­dia noche hasta rayar el alba ; su voz suena áspera y muy alta ; los n<'vicios sufren un año de prueba.

La hembra es completamente parecida al macho, sólo que se cubre la cabeza con un pedazo de tela negra: se las encuen­tra en las aldeas y ciudades. El número de variedades de esta especie €S casi infinito ; difieren únicamente entre sí por su eco­nomía, género de vida y aire espeoLa.l, y no merecen ser consi­deradas como especies distintas.

La híbrida, que sale de cuando en cuando de Irlanda, culti­va algunas veces sus cualidades i.ntele~tuaJes Es el verdadero 'f eterno hijo de Francisco, que, por divina inspiración, predi­JO que el fin del género humano sería anterior al de su espeCie; puede ser que porque la economía de la naturaleza no se alte­re, pues sabido es que cada especie animal no es más que un eslabón de la gran cadena que une á todos los séres, y ésta se ro;npería si una pulga 6 piojo solamente fuesen destruí.dos. Hallase en los anales de esta especie que su creador, Franc1sco, tuvo un coch~no por primer compañero en sus trabajos. Muy preocupado estaba, respecto á que Inocencio III aprobase su manera de vivir cuando vió un cerdo revolcarse en un charco ; incitado por tan' bello ejemplo, hizo él lo mismo, .Y se p~esentó á Su Santidad completamente cubierto de lodo, é !mpresJOnad.o aquél por acto tan piadoso, bendijo, e.n los comienzos del SI­glo Xlll, la orden del Franciscano.

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212 JUAN DE ANTIMOINE

Sedulius, Historia Seraphtca vtlée B. Francisci, in-fol., fig. Antuerp. Nutius, 1613.

Bartholom. de PzslS, Líber conformitatum, in fol., Bononüe, 1590.

De Voragine. Legenda aurea, in-4. 0, Lugduni, 1514.

L'Alcoran des Cordeliers, fl vol. in-4.0, fi.g. Amsterdam, 173 ...

EL CAPUCHINO.

DESCRIPCIÓN.

La barba las me] i1las y el borde superior de la boca, cubier­t<>s de larg~s pelos ; la cabeza afeitada, la corola velluda, inte­rrumpida hacia el sincipucio ; los pies medio calzados ; el cue­llo y la parte posterior, desnudos; el sayo, de paño, compuesto de jirones á medio usar, cosidos entre sí, pardo, formando so­bre el abdómen dos pliegues long1ludinales; el capuchón, mo­vible. alargado y puntiagudo; las mangas, largas, anchas, sir· viendo de envoltura á los velludos brazos ; no usan escapula­rio; el cordón, blanco, con tres nudos; el manto, cortado so­bre las nalgas, cubriendo los hombros, el abd~me~ y las ex­tremidades superiores; carece de tegumentos mtenores.

ECONOMÍA ANIMAL.

Aire miserable; marcha perezosa; fisonomía siniestra, muy parecida á l·a del orangután. Exhala un olor fuerte; escon~e todo lo que le dan en el capuchón y en las bolsas que lleva baJO los sobacos; le basta con levantar un poco sus ropas para hacer libremente sus menest.eres, y se limpia con el extremo de una cuerda. Tiene sumamente flexible la espina dorsal, y toca el suelo con la frente al menor gesto de su superior ; no busca el oro ni la plata, pero está continuamente á caza de piojos que le molestan, á los que, sin embargo, no mata nunca. Se bate con los individuos de su propia especie, pero se apacigua fácilmen­te su cólera pasándole con dulzura la mano por la barba, la que cuida con esmero ; ladra á ciertas horas del día y de .la noche en tono nasal y desagradable ; d~vora y bebe de todo m· distintamente : los más barbudos tienen el privilegio de llevar, cuandfl van de camino, frascos llenos de aguardiente, . que colocan en el fondo de la capucha, para confortarse ; el s1len· cio es su estado natural. Apenas si tienen alguno que otro pen­samiento; la necesidad les obliga á alejarse de su morada para mendigar el alimento; recogen y extienden paja, sobre la cual se entregan al sueño.

La hembra usa el velo superior negro y el inferior blanco, Y uno y otro en forma de corazón, sobre la frente; lleva el cuello desnudo, y blanca la envoltura del seno.

Pruébase á los novicios durante un año haciéndoles fregar la vajilla, ir por leña, limpiar la porqueria', etc.

Los hermanos laicos tienen la cabeza cubierta de largo pelo;

ENSAYO SOBRE LA HISTORIA NATURAL 213 --------------------------------------------------son semejantes á las larvas ó á las crisalidas que no han adqui­rido todavía los caracteres propios de la especie: les falta el capuchón.

Se les encuentra en las aldeas y ciudades pequeñas. Esln. especie fué creada por Francisco y reglamentada por

Mateo Baschi , que, no pud1endo resignarse á obedecer después de haber mandado, salió de su convento y, con la aprobación de Clemente VIII, desgarró la capucha puntiaguda que habla re­cibido del Cielo.

A Bover[o, Annales capucinorum, in-fol. Lugd., 163ft. Cacherat, L e capucin défendu, in 8. 0

, París . 1642. S. Rouillard , Les GymntJ7Jédes, in 4. 0

, París, 16fl4. La guerre séraphique, ou histoi7e des périls qu'a couru la

barbe dPs capucins, etc .. in-12, Amster., 1734

EL AGUSTINO.

DESCRIPCIÓN.

Sin barba; rasurada la cabeza; corola cubierta de pelo, no interrumpida; solideo negro, redondo, compuesto de cinco pie­zas; scmicubier ta la parte posterior; desnudo el cuello ; calza­dos á medias los pies ; el sayo, de pafio negro. bastante ancho; una ~~rrea negra ciñendo la cintura y colgando sobre la regió!'l umbilical hasta debajo de la rodilla; el capuchón, movible, corto, OMi e.n forma de corazón ; la capilla pectoral redondea­da ; levantada la dorsal y terminada en ángulo agudo ; las man­gas, de la longitud del brazo, ple~adas en e,l puño; el manteo negro descendiendo hasta la rodilla.

ECONOMÍA ANIMAL .

Aire de idiota; crapulosa la fisonomía; andar de bobo; ~nt.a algunas veces durante el día y á media noche; lanza so­mdos melan cólicos y sumamente a~udos; en ocasiones, á pe­s~r de la crápula y la ociosidad, enftaquPce mucho: en varias Ciudadec;, y sobre todo en Viena, sirve pa,ra guardar loo intest1-nos de los príncipes rellenos de aromas . . Es ~arnívoro , y está siempre atorment.ado por una sed inex­

tmgmble ; se le tomaría por un animal hidrófobo, pues jamás prueba el agua. Sin embargo, no muerde ni presenta otra se­flal d~ rabia ; ca.nta más alegremente cuando la vid promete abundante cosecha.

El vino, que conf:'ume en abundancia, apaga en él el fuego del apetito carnal ; por tanto. se cu ida muy poco de su hem­bra. de la cual se encuentran pocos conventos, sobre todo en las comarcas vinículas, donde no se hallan ninguno.

Se le encuentra en las ciudades y aldeas, especialmente en

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214 JUAN DE ANTIMOINE

las cercanías de los bosques. Sigue las regla., de Agustín , que un portugués, Tomás de Je:=;ús, reformó en el siglo XVI, dejan­do á la noble casa de Andrade el famoso título de padre de una numercsa descendencia.

C1usf'nius, Monasticon Augustinianum, in fol-, fig. Mona­chii, 162.3.

Elssius, Encomiasticon ~tuguslinianum, in fol., Bruxel­les, 1654.

Mart . Luther. , Ejusd. Ord. de Votis Monast. , in-8. 0, lVi­

tf'm b. 15 ...

EL TRINITARIO.

DESCRIPCIÓN.

S'in barba; la cabeza afeitada; un mechón de cabellos he­misférico ; medio calzado ; semicubierla la parte posterior ; la túnica, blanca, de lana, sujeta con un cinturón negro, un tanto levantado sobre los bordes del escapulaflio ; el capuchón, flojo, blanco ; las capillas pectoral y dorsal, corta y redondeada la primera, la segunda más larga y puntiaguda ; el escapulario, estrecho, más corto que la túnica y adornado eon una cruz; las mangas, plegadas y de la longitud del brazo : el ma..nteo, ne­gro, ancho, con una capucha del mismo color . encerrando com­pletam~nte la capucha blanca de la túnica; una cruz roja y azul sobre el escapulario y el lado izquJierdo del manto ; los tegu­mentos interiores, de lana.

ECONOMÍA ANIMAL.

El ail'le grave, preocupado ; la fisonomía exótica ; deja oir á media noche sonidos discordes y desagradabl€5: es ictiófago en su morada, pero se acomoda á todo fuera de ella ; prefiere sin embargo, las entrañas de los animales á cualr¡uier 0t.ro ali­m~mto ; es ávrido de carne humana, sin que pueda, no obstan­te, decirse que es antropófago ; se le ve en todos los mercarlos donde son vendidos los hombres; despoja á los europeos, y ll e­va en seguida su presa á los piratas africanos, para l"ecibi r de eH<?S esclavos; se deja la barba cuando va á esa repugnante fer1a.

Esta especie es sumamente variada en España y Portugal ; se ven allí .individuos de ella, bien calzados y mejor vestid0s, apandn.r Piadosamente los cuartos · los naturalistas de estos P;<Líses han descubie~o la antipatía ~ortal de esta especie ha­Cia el ~amoso y ":aliente marino Barceló, que llevó á cabo la red€nción de <'.autlVos sin el escapulario y sin la cruz roja.

Semejante e8te monje á los que están constante.menLe de viaje

ENS>\YO SOBRE LA HISTORIA NATURAL 215

ó á los mercaderes amb~lar:ttes, no ~iene hembra, excepto, aca.:5o, en las más cálidas provmc1as de España; J?€rO se acomod~ {?liS­toso c<m las hembras . d.e las otras esp6ctes: Los que v1s1 ten con sus mujeres las viviendas de esta especie, deben repa.ra: atentamente en el ciervo de gran des cu~rnos que a~ompañ~ . a Juan de Mata y al bienaventurado Valms, que por mstlg~cwn de dicho ciervo, separaron su~ diGcí~ulos de los ot~os monjes Y los convirtieron en una especie parhcu~ar, ~n el s1glo XII.

Cuando este monje termina sus emigrac1ones, establlece en las ciudades sus cuar teles de invierno. .

El Padre de J,a Merced es una variedad de esta especie.

Annales Ord. SS. Trmit. in fol. , Rom;e, 1683. Relation du voyage pour la redemption des captif aux ro!lau­

mes de Maroc el d'Alger , in 12., Paris, 172.6 . .. Réné de la Vallée, Hipparque du relzqteux marchand,

EL CARMELITA CALZADO.

DESCRIPCIÓN.

Sin barba · la cabeza afeitada; corola peluda, no inLerrum­pida ; los pi e~ calzados ; cubierta la parle post~rior con un cal­zón ; el sayo, de paño pardo ; el capuchón, ~OJO, ancho; la ca­pi lla pectoral, corta, redonda ; la dorsal, tnangular, llegando has La el trasero ; cuello de paño pardo 6 negro ; las I?angas, largas, anchas ; el cinturón, negro, pasando por la reg10n um­bilical, sin sujetar el escapulario; el manto, tan largo com? el sayo, de lana blanca y adornado de una capucha ~uy floJa Y de dos capillas una dorsal y otra pectorel, que constltu)en una envoltura. completa del sayo ; la camisa, de lienzo.

.I-;CONOMÍA ANIMAL.

Aspecto robusto ; semblante enrojecido; fisonomía impúclica; espaldas anchas; paso firme. .

Se eng-orda con carne; deja oir día y noche áspero S?mdo. Es reñidor disoluto · busca camorre y le gust?- batirse con

los indivíduo's de su ~isma especie; es más. pehgrost encon­trarse á su paso cuando está poseído de .la Ira, que . ropezar con un toro · tie~e especi>al afición á las r1ñas Y las CI~ noc­turnas : sus 'órganos sexuales alcanzan en algunos pa:~~~ ~f­desarrollo monst.ruoso ; no contento con su _hembra, s gunas Yeces violar mujere~ como el ?rangu~~r á 1 siguiente.

La hembra de esta espec~e es comun tam 1 n aen sus ba-Se la encuentra en las c.mdades, y generalmente

rrios extremo~. d do extraordina-Er.gendrado por Elías Y Eli~eo, ha begenleMonte Carmelo.

riamente, apareció po~r vez pnmera so re e

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~16 JUAN DE ANTIMOINE --------------------------

Acta Sanctorum ad dtem XX Julu, in-fol., Antuerp. Cu.rtagena, De anllquitate ordlms Monti:> Carmel in-8°

Ant., 1620. ' • Mira:us , Ordims Carmelitani origo, in-8.0

, Anturrp. 1610. Joan Balleus. E¡usd. Ord., Bibliot. Mundi, in-fol. Lon. , 15 ...

EL CARMELITA DESCALZO.

DESCRIPCIÓN.

S~n barba, la ~abeza .afeitada ; la corola, provista de pelos, no mterrul!lpida ; los pies med1o descalws ; la parte posterior medi_o cub1ert.a ; el o:>ayo, de paño pardo, ceñido al cuerpo por un cmturón ancho y negro; el escapulario anterior, estrecho, obtuso, más corto que el sayo ; el capnchón flojo , amplio, arru­&'ado, unido á la capilla pectoral •. casi redonda y á do~al, pun­tiaguda; las mangas, de la longitud de los brazo·s recogidas; el man~, de. paño blanco, baja hasta las rodillas, y tiene un capuchon flOJO, suelto, que puede echa rse hacia atrás · una ca­pilla pe~toral casi redonda, y la dorsal triangular ; ios tegu­mentos mlernos son de lana.

ECONOMÍA ANIMAL.

El aire, bastante modesto ; anda con lentitud y á pasos con­tados; come ind1stmtamente pescados huevos lacticmios y farinác.eos ; no prueba la carne ; prefier~ la cerv~za á cua lquie­ra otra bebida; sin embargo, está obligado á beber a lgún vino todos los dí~ ; cuando se halla repleto, duerme, según la re­gla; en m~d1o de la noche deja oir una voz monótona y bronca. Esta especie es muy amiga de la limpieza; rechaza á las jóve­nes que tienen piojos ó ladillas; hace pedazos la ropa vieja de los individuos, y los con erva cuidadosamente en sitios excu­sados ; los novicios están encargados de lavar estos trapos des­pués que han servido ; admirable economía de la Naturale~a que ha dado á cada especie un instinto particular para aprove­charlo t.odo ; así como el ave hace comer á los pequeñuelos sus excrementos; as1 como el Gran Lama ... ¡ Oh profundidad!

La hembra vive con alguna más austeridad que el macho; cubre su cabeza con un velo y no se reúne jamás en comuni· dad sin envolverse en un manto, mucho m á<; largo que el de los machos.

Se les ve en rcbafios por las ciudades · algunos viven aislados en ermitas; éstos, como las culebras de cascabel llevan una campanilla cerca de la cola y la menean cada vez' que sienten el aguijón de la carne y quieren anunciar su buena fortuna á todos los de su especie ; entonces, cada uno de ellos revela su P~acer con gritos sordos y aplaude el feliz presagio, modo inge­moso d~ dar á conocer en un instante á todo el bosque el ardor cont·up1scente que uno sólo experimenta. Estos anacoretas no se afeitan la barba al volver á sus habitaciones.

ENSAYO SOBRE LA HISTORIA NATURAL 217

Alberto, patriarca de Jerusalén, en 1205 redujo á una sola especie var1as familias en otro tiempo dispersas por el Asia. Una donoella española, Teresa, J,a res tableoió en el siglo XVI ; por su orden se pusieron e l calzón remangado y se descalzaron.

Acta Sanctorum, mcnsis april. ad diem VIII. P. 1-Ielyot, Hlslozre des Ord. R el., tom. 1, c. 46 y 47. P. Franc. á • ancla Maria, llistoire de la reforme des Car­

nN'S, in-fol. Histoire du descrt des Carmcs Dechaussés, dit LAS BAT UE­

CAS, sous le ti/re LES CINQ MOTS DE SAINT-PAUL, in-4. 0, {ig. Ma­

lriti, 17 ...

EL SERVITA.

DESCRIPCIÓN.

Sin barba en los climas templados, barbudo en los países del Norte ; la barba, la rga, partida, generalmente roja; la corola, filiforme, provista de pelos, interrumpida en el srincipucio ; desnudo el cuello ; calzados los pies ; la parte posterior cubier­ta con cal1.ones ; e l sayo, de paño negro; el capuchón, movible, casi en forma de corazón, unido á las oapi llas, de las que la pec­toral es cor ta, redonda, y la dorsal triangular ; el escapulario, ancho, obtuso, libre; las mangas, de la longitud de los braws, re~ogidas ; el cinturón, de cuero negro, colgante sobre la extre­midad mferior izquierda ; e l manto, de pafio negro, truncado alrededor del fémur; el capuchón , amplio, redondo, som­breanclo los hombros y la cabeza.

ECONOMÍA ANIMAL.

El aire, judaico ; perezoso el andar ; come y bebe de todo; turba el sueño de sus vecinos durante la noche haciendo oir sonidos temblorosos, que saca del fondo de su gaznate.

Es muy inclinado á la avarioia y á la lujuria ; usurero, no repara en los medios de recoger monedas, que conserva cui~a­dosamente ; sin embargo, tiene, como todos los avaros, el aire pobre; se discipLina los miércoles y los viernes, y sus pobres é inocentes nalgas expían loes pecados de la avaricia y de la carne . . No tiene barba En Italia, pero la ha recob:ado en Al_eman~a. a fin de atraerse al capuchino Baschi, favorito de Mana Juha, viuda del archiduque. Esta princesa es quien .ha trasplantado á Alemania dicha especie ; se la puede. co~si~erar como un producto híbrido del capuchmo y el servita Italiano.

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218 JUAN DE ANTIMOINE

Puede decirse qu~ es bígamo, porque tiene dos clases de h~mbras: una recogida, la otra vagabunda ; la primera no se dlÍerenCla del macho mas que en el velo ; la segunda tiene una estrella azulada en la frente, y una mancha roja en e l seno iz­qUierdo (1).

. Giano , Annales Ord. TT. S ervor. B . Marite , in-fol. Floren­tul', 1618, apud. Juntas.

Mich. Florentini, Chronicon Ord. Serv . B. MariEE, in-4.0, Flo­

rent., 1667. Histoire ~es Ondres Monastiques, contenant tout se qu'il y a

de plus cuneu..c dans chaque Ord., in-12 , Berlín, 1751 .

EL 'rRAPENSE.

DESCRIPCIÓN .

. Sin ba~ha ; la cabez~, provista: de pelos, con un surco lineal o~rcunscr.Ito ; en los p1es, ~Izado de madera ; la parte poote­r.wr, cubierta con C'.(Vlzones ; el capuchón, negro, movible, pun­tiagudo, cor to ; el sayo, de pafio blanco · e l escapulario neO'ro e: trecho: sujeto con ~n cinturón de la~a negra ; las ~an~: estrechas; el cuello tieso, blanco : los tegumentos internoo de lana; lleva zapatos, y se envuelve e.n un sayo muy amplio, b~~nco, de mangas grandes, y s uperpuesto un capuchón lin­guJforme cuando se presenta en comunidad. ,

ECONOMÍA ANIMAL.

~1 é;lire sinjestro ; lento, lúgubre el andar ; la meditación esta pmtada en su rostro.

Es misántropo .; huye ~e los hombres, y hasta de los indiví­duo~ de su propia especie; tiene los ojos consta ntemente fiJ'os en tierra.

1 Es mudo, .Pero lan~a de vez en cuando, sobre todo .de noche,

a .gunos somdos Lastimeros y entonces tiene el cuerpo enco-gido. '

f e alimenta de vegetales, bayas manzanas peras rábanoo co ~· etc.; bebe los ju~os ex~rimidos de los Úutos ~rnosos. '

te rebaño de mo~Jes esta compuesto por aqueUos á quie­~es u~ amor desgraciado 6 una ruina completa han inducido

ab.CJarse de tal modo . Nada les asusta· la misma muerte es ~n len para los que no abrigan ninguna' espe.ranza lisonjera· Siempre· está entre suciedad , suspiros y llantos ; duerme en u~

tt>~~~/~~u;~h:r~iles, baio1. el. nom~re de Mamilarc8, han creído quo se podía

e una re 1g10sa sm pecar .-H. d. l . h ...

l!'NSAYO SOBRE LA IIISTORI! NATURAL 210

féretro; no da ningún remedio á los enfermos, porque Hipó­eraLes dice que no se debe dar remedio alguno á las gentes des­esperadas ; á la hora de la muerte se le acuesta sobre cenizas, y exp1ra rodeado de todos los de su espeoie y envidiado por ellos.

Como tiene más empeño en la destrucción que en la multi­plicación de s u especie, carece de hembra .

Es tl único fraile que labra la tierra, pero no gusta los fru­tos · ~e su trabaj? ; es~s corresponden á los jefes de la especie.

Nietos de Bemto, hiJOS de Bernardo, huyeron á los desiertos como un 1,ebaño de hidrófobos; sus habi taciones podrían pasar por casuchas ó por guar idas de unos desesperados.

fleglemcnts de l'Abbaye de la Trappe, in- 12, París, 1690. Lettrcs sur la fameuse question << Si les Solitaires ... etaient

chrétie.ns », in-12, París, 1712.

EL M1NIMO .

DESCRIPCIÓN.

Sin l>arba ; la cabeza cubierta de pelo, con una mancha re­donda en medio ; los pies calzados ; 1a par te posterior cubierta por calzones ; el sayo, de lana, a ncho, negro ; el capuchón, triangular, movible, acentuado, casi escamoso, tieso, formado por dos paños cosidos de modo que, cuando inclina la cabeza, tiene el aire de un animal catafracto ; collar negro con filetes blancos ; mangas anchas, plegadas en la muñeca, formando los codos un saco que llega hasla las rodillas ; el escapulario, an­cho, redondo por la. extremidad, llegando anteriormente hasta las rodillas, y poster iormente más abajo, formando ancha co­la ; está dividido en toda su longitud por una sutura que la atraviesa en medio, y por otras dos suturas transversales trian­gulares, cuya parte anterior tiene un ángulo dirigido hacia el pecho, y la posterior hacia las nalgas ; el cordón, de lana, ci­líndrico, al que se aftade otro con dos regiones de nudos, cinco en cada una, cae sobre la. extremjdad inferior derecha. Los te­guffiientos internos, de que no se despoj a nunca, n,i aún de no­che, tienen un olor de aceite muy pronunciado.

ECONOMÍA ANIMAL.

Aire avispado andar imbécil ñnseguro ; el olor de aceite ran­cio que exhala, ~xcila n'áuseas ;'no hay vientos más fétid~s q?e ~os que suelta; no tiene piojos ni pulgas, y en general nmgun msecto se acomoda sobre él , pues ya se sabe que huyen tod~ del aCPite.

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220 JUAN DE ANTIMOINE

En medio de la noche deja oír una voz chillona ; pasa el día en no hacer nada. Rechaza la carne, los lacticinios y los hue­vos ; devora los pescados y los vegetales, que cuida mucho de aderezar bien con aceite ; del mismo modo adereza las aves acuáticas, metamorfoseadas por él, contra todas las leyes de la Naturaleza, en pescados ; su detestable cocina se extiende á las ranas, Las tortugas, las culebras, etc.; con bi nuarnoote se ve a tor­mentado por la sed y por el aguij ón de la carne .

Probablemente es andrógino, corno los caracoles · al menos los naturalistas no han descubierto aún ni un sol~ individu¿ hembra ent.re los miles que han tenido ocasión de examinar .

El escapulario, más largo anterior que posteriormente indi-ca el carácter esencial de los hermanos laicos. '

Se le encuentra en las barriadas y en los pueblos, sobre todo donde abunda el pescado.

Esta especie tiene su origen en la Calabria, país del aceite · ~uvo por padre á Franci.sco de Paula, y fué concebida por Ale~ Jandro VI , Papa en el s1glo XV. Este Francisco cuando estuvo bastante saturado en aceite, flotaba sobre el ag~a sin hundi rse, como un pedazo de corcho. Refiérese esta historia como un mi­lagro, cuando nadie ignora que el aceite es más h gero que el agua.

Lunovius, Chronicon generale ordinis Minimorum in-fol. Parisiis, Crarr:oisy, 1635. ' '

Camus, evéque de Bellay, de l' ouvrage D Es M OI NES, in-8.0,

Rouen , 1633. L,, fou f'f des Paillards, par le curé du Mesnil Jourdain, in-12,

Rf)ucn , 1623.

F I N DE • ENSA YO SOBR E LA IIISTORIA NATURA L •

" IN DICE

P1ejacio . . Pág. 5

9 15

LA ItELI GION NATUlLAL. CAl'Í'lULO I. -De la naiu.r.aleza.

» II. -Del movimiento y su origen . » III. -La materia, sus diferentes combirrbaciones, sus

mo,imientos diversos, 1noo"Cha de la :n.aturoleza

»

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IV. - Las leyes del m.ovim.ien to comu.n.es á todos los séres de 1a na tua-aleza.; atraoción y repulsión; f u.er­za de inercia

V. - D~l orden y del desordeill; de la inteligencia¡ d(, la. oaswalidad , ,

VI. -Del hombre ; 5'll. d.istilnoión en. hombre físico y en hombre moral. - Su origen . . . . . . . . VII. - El alm..a y el M.stema de la espiritualidad : . VIIl. - Las facultad(,S intelectuales. - Su provem en.­

cia. - D & la facultad de sentir I X. -Diferencia en.1.re las faculta.des mteleotu.c.les:

su. dependencia de causas f ísioas, y de sus coo~id~ des morales.- Principios na.t\l.rlales de la soc.t.a~bl­li<1ad, d6 la rnoml y de La política . . . .

X. -Relación enrtre Jllll~tra aJ..m.a. y las <ideas de nue6tro cerebro. - N o existen .¡deas iiunJa.tas .

XL - El sistema. de La Libertad del hombre . XII.-Exámen de la opinri.ón q'lle pretende ser peli­

groso el sis~ del fatalismo . . . . . · · · XII I. -De la illl.ffiorlalid13d del alma. -El doJIILa de

la. vida. futura: temOT a. la muerte Conclusión

MI TESTAMENTO.

C APÍTULO l. - De las l!"el.igiones . . . · · · · · · · :o l I. - De los milagros . . · · · · · · · · 11 III. - Coniormidad de ·los IM\Itiguos milagros Y los

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ll

n uevos . . . . . . · · . · · · · I V. - De la falsedad de 1a religión ct,isti.a!ll.a V.-Del antiguo testaanenrto . · · · · ·

Del nuevo te6ta.meruto . · · · · · VI. -Errores de la doctrina y de la m01181

11 ,

, , , , )

,

24

29

37

45 54

61

70

, 91 , 107

, 127

, 144 , 160

ll 161 » 172

11 176 , 178 , 181 , 182 , 185

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222 INDICE

CORRESPONDENCIA DE VOLTAIRE Y D' ALEMBERT A PROPOSITO DE LAS OBRAS DEL CURA MESLIER

Volta.i:re á D' Alembert . . . Del m.i5mo al mismo Contestación de D ' Alem.be:rt Voltairt. á D ' Alembwt . . Respuesta de D' Alem.bert . . D' Alero bert á V olt.ari.re . . . Voltaire á D' Alembert . . . Voltai're al conde d' Argenta] . Voltaire .al mismo . . Volta.ire á Damilaville . Vol tai~ al mismo . . V oltaiJre .al m i.smo . . Del mismo .al mismo Del ID15ffi0 .al mismo . . . Volta.ire á Mad. De Floni<a:n . Volta!ia-e al Ma.rqués d' Arge.rus Voltaáre á Helvebi.us . . .

ENSAYO SOBRE LA HISTORIA NATURAL POR JUAN DE ANTilVIOINE

Adver-t encia del traductor del lat ín . Prefacio El mOJ..je El beredictialo . El domínico . El oamaldul.Emse El fra1 ciscamo El capuchino . El .agustino . . El trinitario . . El carmelita. calza.do El carmelita. descalzo El se<rvit& . El 11NI pansa . . . El mínimo . . . .

. Pág. 193 » 193 » 194 » 194 » 195 » 195 )) 195 ) 195 ) 196 • 196 • 196 )) 197 , 197 » 197 )) 197 )) 198 ) 198

.Pág. 200 ) 201 ) 206 » 207 ) 208 ) 209 )l 210 » 212 , 213 ) 214 » 215 » 216 » 217 ) 218 » 219

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PABLO FÉVAL

EL JOROBADO (6 Aurora de N•vera) LOS OOIIPAÑEROS DEL SILENCIO

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