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Page 1: Javier Gafo Fernández - VERBO DIVINO
Page 2: Javier Gafo Fernández - VERBO DIVINO

Javier Gafo FernándezDirector

10 palabras claveen

ecología

EDITORIAL VERBO DIVINOAvda. de Pamplona, 41

31200 ESTELLA (Navarra)1999

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Presentación ............................................. 11Javier Gafo

Ecología ................................................... 15José Ramón Amor

Biodiversidad ........................................... 65Marisé Borja

Transgénicos ............................................. 93Marisé Borja

Derechos de los animales ........................... 139Juan Masiá

Cambio climático ..................................... 167Cecilia González

Capa de ozono ......................................... 209Cecilia González

Desarrollo sostenible .................................. 239Javier Morillas

Desafío demográfico .................................. 271José Ramón Amor

Ecología y religiones .................................. 313Javier Gafo

Ecoética ................................................... 347Javier Gafo

Contenido

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José Ramón Amor

Doctor en teología moral, diplomado en derecho ymáster en cooperación al desarrollo. Ejerce ladocencia en la Facultad de Teología de la Universi-dad Pontificia Comillas (Madrid), en donde coordi-na, junto al profesor Gafo, un máster en bioética, yen la Facultad de Ciencias Experimentales y Técni-cas de la Universidad San Pablo-CEU (Madrid). Suúltima publicación se refiere al mundo de la disca-pacidad psíquica: Afectividad y sexualidad en la per-sona con deficiencia mental (1997).

Marisé Borja

Doctora en genética por la Facultad de CienciasBiológicas de la Universidad Complutense deMadrid en 1991. Es directora del área de I+D de laFundación Promiva, donde se utiliza la biotecnolo-gía para la micropropagación y mejora de plantasornamentales. Es profesora asociada del Departa-mento de Bioquímica y Biología Molecular de laFacultad de Ciencias Químicas de la UniversidadComplutense de Madrid. Trabajó durante tres añosen el Departamento de Genética y Biología deplantas de la Universidad de California en Berkeley(EE.UU.). Es colaboradora de la cátedra de bioéti-ca de la Universidad Pontificia Comillas. Ha publi-cado 14 artículos en revistas internacionales sobreesta temática, tiene una patente en biotecnología yotra en proceso de evaluación, y ha pronunciado26 conferencias en foros internacionales.

Colaboradores

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Javier Gafo

Jesuita, doctor en teología moral, licenciado en filo-sofía y en ciencias biológicas. Profesor en la Facul-tad de Teología de la Universidad Pontificia Comi-llas (Madrid), en la cual es también director de lacátedra de bioética y del máster en bioética. Sinduda, es uno de los mejores especialistas españolesen el área de la bioética y está muy presente en losmedios de comunicación en las discusiones sobreesta especialidad. Tiene muchas publicaciones entorno a esta materia y dirige tres colecciones delibros que son un punto de referencia fundamentalen el tratamiento de estas cuestiones: Dilemas éticosde la medicina actual, Dilemas éticos de la deficienciamental y Cátedra de bioética. En la Editorial VerboDivino ha publicado el libro 10 palabras clave enbioética, que va ya por su cuarta edición.

Cecilia González

Licenciada en ciencias biológicas por la Universi-dad Complutense de Madrid. Profesora de genéticaen la Facultad de Ciencias Experimentales y Técni-cas de la Universidad San Pablo-CEU (Madrid).Investiga la diversidad genética en poblacionesnaturales y en la construcción de mapas genéticosmoleculares, sobre los que ha publicado varios artí-culos en revistas internacionales especializadas. Hacolaborado en diversos proyectos en estancias enotros centros de investigación, destacando el Dia-betes Laboratory de la Universidad de Texas(EE.UU.) y la Estación Biológica de Doñana.

Juan Masiá

Jesuita, doctor en filosofía y licenciado en teología,es profesor de antropología filosófica y de bioéticaen la Universidad Pontificia Comillas (Madrid) yen la Universidad Sofía (Japón). Autor de numero-sas publicaciones, en castellano y japonés, sus últi-mas obras son El animal vulnerable, Invitación a lafilosofía de lo humano (1997) y Bioética y antropolo-gía (1998).

Javier Morillas

Doctor en economía, profesor de estructura econó-mica de la Universidad San Pablo-CEU, profesor de

8 / Colaboradores

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la Sociedad de Estudios Internacionales, coordina-dor de área y profesor del máster en cooperación aldesarrollo sostenible de la Universidad PontificiaComillas y profesor del máster en cooperacióninternacional de la Universidad Complutense deMadrid. Colaborador en el diario económicoExpansión, en Inter-radio y en otros medios decomunicación. Es miembro del consejo de redac-ción de diversas revistas especializadas. Ha sido pro-fesor en la Universidad de California en Berkeley(EE.UU.) y en la Escuela Diplomática.

Colaboradores / 9

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10 palabras clave... es el acertado título deesta colección que ahora se aplica a un tema ver-daderamente clave, el de la ecología. Suelo decirque el tema medioambiental constituye un «pro-blema bioético fundamental», al que dediqué una«palabra» en un libro de esta misma colección, yque significa un importante reto en el actualdebate ético.

Precisamente el nacimiento del término «bio-ética», un neologismo ideado por Van RensselaerPotter en 1970-1971 en su libro Bioethics: a Brid-ge to the Future, tenía como motivo la preocupa-ción por el deterioro del medio ambiente. El can-cerólogo estadounidense concibió la bioética

«como una nueva disciplina que combina elconocimiento biológico con un conocimiento delos sistemas de valores humanos... Elegí bio pararepresentar el conocimiento biológico, la cienciade los sistemas vivos; y elegí ethics para represen-tar el conocimiento de los sistemas de valoreshumanos».

Potter aspiraba a crear una disciplina quefuese como un puente –término del título de sulibro– entre dos culturas, la de las ciencias y la delas humanidades, que aparecían en su tiempoampliamente distanciadas.

PresentaciónJavier Gafo

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La preocupación de Potter era la superviven-cia tanto de la especie humana como de las cul-turas creadas por el hombre. Su objetivo era crearun medio ambiente óptimo en el que pudierarealizarse una óptima adaptación del ser humanoal mismo ambiente. Por eso, afirmaba que elobjetivo último de la nueva disciplina era «nosólo enriquecer las vidas humanas, sino prolon-gar la supervivencia de la especie humana en unaforma aceptable de sociedad». Fue un gran méri-to de Potter escribir su libro en 1971, antes, portanto, de esos dos grandes aldabonazos sobre lacrisis medioambiental que fueron la I Conferen-cia Mundial sobre Medio Ambiente (Estocolmo1972) y el famoso Informe Meadows de 1972sobre «los límites del crecimiento». La visión dela bioética que imaginó Potter era antropocéntri-ca, centrada en la supervivencia humana, másque biocéntrica, en torno a la supervivencia detoda la biosfera.

Es verdad que el ulterior y floreciente desa-rrollo de la bioética iba a seguir los cauces queprovienen del «legado de Hellegers», el obstetraholandés-estadounidense que creó, también en1971, el primer centro dedicado a la nueva disci-plina en la Universidad de Georgetown, y que seiba a convertir en «un revitalizado estudio de laética médica». Potter expresó después su decep-ción por el curso que ha seguido la bioética; reco-noció la importancia de la línea impuesta desdeGeorgetown, pero afirmó: «Mi propia visión dela bioética exige una visión mucho más amplia».

Seguir el «legado de Potter» es el objetivo quenos hemos marcado en esta publicación. En ella,José Ramón Amor, coeditor de este libro, haceuna historia y presentación general del término«ecología». El mismo autor, junto con CeciliaGonzález, aborda tres de los aspectos más impli-cados en la crisis del medio ambiente: el desafíodemográfico, el cambio climático y el adelgaza-miento de la capa de ozono.

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Una consecuencia de la creciente concienciaecológica es la necesidad de que el ser humano sesienta mucho más vinculado con la biosfera, de laque forma parte inseparable y con la que com-partimos un destino común. Ahí se sitúa el capí-tulo que Juan Masiá dedica a un tema sobre elque existe un creciente debate y una progresivasensibilidad: el de los derechos de los animales.Otro aspecto claramente relacionado con la eco-logía es el de la pérdida de la biodiversidad, unconcepto que trascendió a la opinión pública porla fuerte polémica suscitada en la ConferenciaMundial sobre el Medio Ambiente y el Desarro-llo (Río de Janeiro, 1992). Este tema, junto alque surge de los grandes avances de la genética y,en concreto, el de la creación de las plantas y ani-males transgénicos, es abordado por MariséBorja.

Desde la publicación de la obra Nuestro futu-ro común, el Informe de la Comisión Mundialsobre Medio Ambiente, presidido por HarlemGro Brundland –recientemente elegida directorade la OMS, después de dejar su puesto de prime-ra ministra de Noruega–, ha obtenido carta deciudadanía en todo este discurso el concepto dedesarrollo sostenible, como una exigencia inelu-dible para lograr un desarrollo compatible con elmedio ambiente. Ésta es la «palabra» que desa-rrolla Javier Morillas.

Finalmente, yo mismo trato dos aspectos ine-vitables en este tema: el de las religiones, llama-das, como ha escrito H. Küng, a jugar un papelmuy significativo en el desarrollo de un proyectode una ética mundial, dando una especial relevan-cia al debate sobre la responsabilidad de la tradi-ción judeocristiana en la eclosión de la crisis. Ytambién abordo las principales aportaciones éti-cas en la actual discusión sobre la ecología.

Como afirma uno de los grandes especialistasen bioética, D. Callahan, esta disciplina no puede

Presentación / 13

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acallar preguntas, a veces, duras; no es su misiónser turbadora por principio, por el hecho de serlo,sino

«porque la misma naturaleza de la ética exigepreguntar cuestiones duras, que traen siempreturbación. La bioética necesita, quizá, retornar aaquella tradición y expandir sus propios hori-zontes».

También debe recordarse que el surgimientoy primer desarrollo de la bioética se inscribe en elhumus de los movimientos sociales y de reivindi-cación de los derechos civiles de los grupos vul-nerables existentes en EE.UU. durante los añossesenta. Hoy la naturaleza, esa biosfera cuyo des-tino está íntimamente asociado al del hombre,como subrayaba Potter, es sumamente «vulnera-ble» ante el extraordinario poder tecnológico.

Se preguntaba Juan Pablo II, precisamente enel centenario de G. Mendel, el padre de una delas ciencias más apasionantes de nuestro tiempo,la genética:

«¿Tendrá el hombre la capacidad de utilizarlas maravillosas conquistas de esta rama de laciencia, iniciada en el huertecito de Brno al servi-cio del hombre? El hombre comienza hoy a teneren sus manos el poder de controlar su evolución.La mesura y los efectos, buenos o no, de este con-trol dependerán, no tanto de su ciencia, sino desu sabiduría».

Con el deseo de aportar algo de «sabiduría» aeste apasionante debate, hemos coordinado estaobra.

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Introducción

A principios de 1992, la Academia Nacionalde las Ciencias de Estados Unidos y la Real Socie-dad de Londres publicaron un informe que afir-maba que si las actuales predicciones sobre el cre-cimiento de la población resultan acertadas y silos modelos de actividad humana no cambian, laciencia y la tecnología podrían verse incapacita-das para evitar una irreversible degradación delmedio ambiente y la pobreza definitiva parabuena parte de la población mundial. El hechode que estas dos instituciones se decidieran a rea-lizar, por primera vez, una declaración conjunta yque ésta fuese, precisamente, sobre la crisis ecoló-gica, refleja la profunda preocupación sobre elfuturo del planeta que existe entre la comunidadcientífica. Se abandona el optimismo tecnológicoque ha envuelto la mayor parte del siglo XX y seafirma que la ciencia y la tecnología, por sí solas,no garantizan un futuro mejor.

Esta inquietud no se limita al ámbito científi-co. En todas partes hay gente preocupada por elcontinuo deterioro del planeta. El modelo indus-trial moderno ha tenido un éxito extraordinario,llevando a muchos países a una prosperidad sinprecedentes, aunque desigualmente repartida. Sin

EcologíaJosé Ramón Amor

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embargo, buena parte de la opulencia actual estáhipotecando la calidad de vida –y aun la supervi-vencia– de las generaciones venideras. A media-dos del siglo XX, vimos nuestro planeta por pri-mera vez desde el espacio, una esfera pequeña yfrágil, dominada no por la actividad y las obrashumanas, sino por un conjunto de nieves, océa-nos, espacios verdes y tierras. La incapacidadhumana de encuadrar sus actividades en ese con-junto está modificando de manera preocupante elequilibrio planetario. Muchas de esas modifica-ciones están acompañadas de riesgos que amena-zan la vida. Esta nueva realidad, que es imposibleeludir, debe ser reconocida y dominada.

Algunos países han elaborado y aplicadodiversas leyes para atajar esta problemática,habiendo cosechado ya importantes avances.Pero hay que reconocer que aunque existe unacuerdo generalizado a la hora de considerar elmedio ambiente como una de las prioridadespolíticas de nuestros días, dicho asunto está cons-tantemente sujeto a polémica y conflicto. En pri-mer lugar, porque es una política cada vez máscostosa; en segundo lugar, porque provocaenfrentamientos entre los países del Norte y lospaíses del Sur en torno a la definición de desa-rrollo sostenible; en tercer lugar, porque esta polí-tica está estrechamente ligada a las prácticascomerciales y puede servir de pretexto tanto paralimitar la importación de bienes como para favo-recer la exportación de aquellos que tengan unasupuesta naturaleza verde; finalmente, porque eldebate se mueve muchas veces en el terreno de lasconjeturas, ya que el nivel de conocimiento delmedio ambiente es todavía relativamente bajo, yel grado de incertidumbre científica, alto. Lapolítica medioambiental es además conflictivaporque convoca a un gran número de actores conintereses enfrentados y, a menudo, irreconcilia-bles. Organizaciones internacionales, gobiernos,multinacionales, asociaciones industriales, gru-

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pos ecologistas, agricultores, sindicatos, consu-midores y ciudadanos son algunos de los actoresque, mediante estrategias dispares, se disputan elprotagonismo en una política en la que no existeacuerdo acerca de cómo evaluar y afrontar eldeterioro ecológico.

Lo vimos recientemente en España con oca-sión del desastre ocurrido en el Parque Nacionalde Doñana (25 de abril 1998), una de las zonasnaturales más valiosas de Europa: la duplicidadde administraciones y su falta de sintonía en loesencial, la negligencia y las mutuas acusacionesde las autoridades y la empresa que explota lasminas de Aznalcóllar (Sevilla), enfangadas en ellodo de la irresponsabilidad y la óptica del pro-pio interés, prueban que el Estado se viene con-figurando como un mosaico de taifas en el peorde los sentidos y que la sensibilidad ecológica esuna maravilla tan sólo en el papel de los discur-sos. En menos de cinco días, la riada tóxicadevastó 5.000 hectáreas de tierra y contaminó lacadena alimentaria, un largo circuito que enlazalas sustancias minerales con la flora y la fauna, ycuyo último eslabón es el ser humano. Basta queun elemento envenene una fase del proceso paraque el daño se propague, como un reguero depólvora, por toda la cadena. No se puede decirque el riesgo de vertidos contaminantes fuerareciente, pues el vertedero de residuos de lasminas tenía más de veinte años y desde que lamultinacional sueca Boliden –en cuyo historialse cuentan otros dos desastres ecológicos– se hizocargo de la explotación en 1987, se sucedieronlas denuncias advirtiendo del peligro que repre-sentaba la presa.

Situaciones como la producida en Doñananunca deberían haber ocurrido. Sin embargo, losaccidentes se repiten con demasiada frecuencia:

• La continua amenaza de accidente nu-clear en los países del Este, con la mayoría de sus

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instalaciones obsoletas, mantiene permanente-mente caliente la polémica, con sobresaltos cadacierto tiempo, el más importante de los cuales seprodujo en 1985, en la central nuclear de Cher-nóbil (Ucrania). El resultado es de todos cono-cido: un aumento del cáncer, de los abortos y delos nacimientos con malformaciones, entreotros. El «techo de Europa» sigue contaminadodoce años después de la tragedia: un estudio rea-lizado en dos campañas, durante 1996 y 1997,por expertos franceses detectó altos niveles deradioactividad en los Alpes provocados por eseaccidente.

• En 1989, el petrolero Exxon Valdez produ-jo la mayor marea negra de la historia al derramar40 millones de litros de petróleo en la costa deAlaska.

• En 1976 el Urquiola vertió 100.000 tone-ladas de crudo en La Coruña y un nuevo desastreocurrió en el mismo lugar el 3 de diciembre de1992, cuando el Mar Egeo derramó 80.000 tone-ladas de petróleo.

La información sobre estas catástrofes nosólo debe ser un aldabonazo en la concienciaindividual y social, sino que debe mover a lareflexión para evitar situaciones de riesgo. La pro-tección ambiental no es una moda, sino unaurgencia vital. Se puede entender como el con-junto de actividades públicas y privadas que per-siguen corregir y prevenir la contaminación, res-taurar y preservar el equilibrio de los ecosistemas,proteger la flora y la fauna y promover el usoequilibrado y eficiente de los recursos naturales.Nadie ignora que el problema de la viabilidad delplaneta se plantea de forma acuciante, aun cuan-do, a veces, nos cueste darnos cuenta de ello. Laecología va a exigir una revisión radical de nues-tros presupuestos económicos, sociales y éticos:los dilemas ecológicos son el epicentro de un pro-fundo cambio de valores.

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1. Haciendo un poco de historia

Durante aproximadamente un siglo, la ecolo-gía ha sido un tema reservado a un pequeñonúmero de especialistas. El interés general porella era prácticamente nulo, en parte porque setenía la creencia de que el ser humano podíaconocer mejor o peor los procesos de la natura-leza, pero no modificarlos sustancialmente. Conmayor o menor fortuna, la naturaleza se autorre-gulaba y el ser humano era a la vez el resultado deesa autorregulación y espectador suyo. Sólo enlos últimos tiempos, la palabra «ecología» harebasado su contexto original y se usa con unareiteración inusitada, a veces con tintes de cruza-da. Se ha ido viendo claro que el ser humano hadejado de ser mero espectador pasivo, para con-vertirse muy rápidamente en transformador acti-vo, capaz de modificar de modo sustancial elestado natural de las cosas. Es un salto de enor-mes consecuencias. Esto, como es obvio, planteael problema de la ecología a un nuevo nivel queya no es sólo biológico, sino también ético y polí-tico, y hasta filosófico y teológico. Y esto es asíporque el hombre es un ser racional y responsa-ble, que tiene la obligación de asegurar la super-vivencia de la vida en general, y de la vida huma-na en particular, en las mejores condicionesposibles, es decir, reduciendo al mínimo los cam-bios negativos y potenciando los positivos. Nosólo no parece que esté cumpliendo con esteprincipio, sino que cada vez hay más sospechasde que actúa en sentido exactamente contrario,hasta el punto de que puede poner en grave peli-gro la vida sobre el planeta. En este sentido,cabría decir que nuestro siglo ha sido el másantiecológico de toda la historia de la humani-dad, y que sólo por eso ha acabado interesado porla ecología.

No cabe duda de que el ciudadano medioentiende de qué se está hablando cuando se men-

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ciona la ecología, sin que haya leído ningunaobra especializada al respecto. Sin embargo, parauna comprensión correcta de la cuestión, sedeben considerar las raíces históricas del pensa-miento ecológico. Hace aún muy pocos años,cualquier preocupación por los temas ecológicosque no tuviera un carácter estrictamente científi-co era considerada peligrosa. Así se vieron los pri-meros grupúsculos que enarbolaron la banderade la ecología: comunistas disfrazados que que-rían desestabilizar las economías y las sociedadesoccidentales. Hoy las cosas son muy distintas.Nada menos que los teóricos de la economía demercado, los enemigos declarados de la ecologíahace aún muy pocos años, en la actualidad se hanconvertido en sus grandes aliados, tras darsecuenta de que los factores ecológicos y bioéticosson de una extremada importancia económica, apesar de que las teorías clásicas no los tuvieran encuenta.

La palabra «ecología» aparece por primeravez en el año 1866 en una nota a pie de páginaen la obra Generelle Morphologie der Organismen,de Ernst Haeckel, sustituyendo a la palabra «bio-logía». Este neologismo, formado a partir de laspalabras griegas oikos y logos, significa literalmen-te «ciencia del hábitat», «ciencia de la casa»; y esdefinido por este autor como la ciencia de lasrelaciones del organismo con el medio, que com-prende, en sentido amplio, todas las condicionesde existencia. En 1868, el biólogo alemán propo-ne una tercera definición:

«La ecología es la ciencia del conjunto de lasrelaciones de los organismos con el mundo exte-rior ambiental, con las condiciones orgánicas einorgánicas de la existencia; lo que se ha llamadola economía de la naturaleza, las relacionesmutuas de todos los organismos vivos en unúnico lugar, su adaptación al medio que les rodea,su transformación a través de la lucha por la vida,los fenómenos del parasitismo, etc.».

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Espíritu clasificador hasta el extremo, espe-cialista en neologismos (le debemos, entre otros,«filogenia» y «pitecántropo»), Haeckel dio nom-bre a una disciplina aún sin formar, pero sobrecuyo objeto (las relaciones sobre ser vivo/medio,el problema de la explotación de la naturaleza yel del agotamiento de los recursos naturales) ya sehabía trabajado anteriormente, aunque desdediferentes perspectivas (los clásicos naturalistas).

En 1885, el término aparece en el subtítulode un tratado de geobotánica (H. Reiter, DieKonsolidation der Physiognomik als Versuch einerOekologie der Gewaechse). Será en 1895 cuando lapalabra «ecología» aparezca por primera vez en eltítulo de un libro de geobotánica general: Plante-samfund. Gundträk af den Ökologiske plantegeo-grafie. El autor, Eugen Warming, profesor debotánica en la Universidad de Copenhague, con-sidera que la distribución de las plantas sobre lasuperficie de la Tierra se puede examinar desdedos puntos de vista, lo que da lugar a la divisiónde esta ciencia en dos ramas, la geobotánica flo-rística y la geobotánica ecológica. El inventariode las floras, la división de la superficie de la Tie-rra en zonas florísticas, el estudio de los factoresque limitan la extensión de las especies, géneros yfamilias, dependen de la primera, mientras que lasegunda nos enseña de qué forma las plantas y lascomunidades vegetales adoptan sus formas y suscomportamientos a los factores de su medio queactúan de forma efectiva, tales como la cantidadde calor, de luz, de alimento y de agua disponi-bles. Por consiguiente, una primera tarea consis-te en establecer qué especies se asocian habitual-mente en enclaves similares; a continuación, hayque describir la fisonomía de la vegetación; y enúltimo lugar, hay que preguntarse por qué se aso-cian las especies para formar comunidades quepresentan una fisonomía característica.

La ecología ha nacido como rama de la bio-logía. Por primera vez, las preocupaciones pura-

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mente descriptivas no ocupan el lugar másimportante en un tratado de botánica, sino quese buscan los fundamentos de la distribución delas especies vegetales. La ecología trata de com-prender cómo los organismos vivos, que otrasramas de la biología estudian uno por uno, seinsieren en el mundo real. La importancia de esteestudio, además de haber sido una obra pionera,radica más en las posibilidades que su lucidezteórica ofrece a sus sucesores, que en sus logroscientíficos: es un tratado de ecología, pero tam-bién es una teoría de la ecología, y es este segun-do aspecto lo que justifica el lugar relevante quese ha concedido a su autor. Al dar a la ecología unestatus preciso y original respecto a las disciplinasde las que procede, la elaboración teórica de War-ming, con sus insuficiencias y la dificultad de lascuestiones planteadas, va a provocar la revisiónde numerosos conceptos de base y la búsqueda denuevos métodos, contribuyendo a estimular lacreación de organismos de investigación articula-dos en torno a la ecología y de unidades de ense-ñanza de esta nueva disciplina. Por este motivo,se considera a Warming «padre» de la nueva dis-ciplina.

Otro nombre importante es el de A. F. W.Schimper, botánico de Estrasburgo, cuya obraPflanzengeographie auf physiologischer Grundlage,publicada en 1898 en Leipzig, va a marcar la eco-logía durante toda la primera mitad del siglo XX.Se trata de estudiar sistemáticamente la influen-cia que tiene el medio, en el plano fisiológico,sobre los órganos de las plantas. En realidad,también se trata de una aproximación ecológica ala geobotánica. Sin embargo, no intenta estable-cer una teoría de la ecología o de la geobotánica,sino que su aproximación a los problemas ecoló-gicos se efectúa desde el ángulo de la fisiologíavegetal. Ya en las primeras páginas de la obra,establece una distinción que va a marcar la ecolo-gía durante medio siglo: un sustrato muy húme-

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do es totalmente seco para una planta si ésta nopuede absorber el agua, mientras que un sueloque nos parece totalmente seco puede proporcio-nar agua en cantidad suficiente a numerosasplantas poco exigentes. Esta distinción entre lasequedad física y la sequedad fisiológica del suelova a hacer que la ecología avance a pasos agigan-tados.

Estos dos autores han edificado una ecologíaestática. Ahora bien, a partir de problemáticasidénticas y casi en la misma época, unos ecólogosnorteamericanos sientan las bases de una ecologíadinámica. Una de las primeras publicacionesamericanas de naturaleza ecológica es el artículo«Observations on the distribution of plantsalongshore of Lake of the Woods» (1897), deConway McMillan, botánico oficial del Estadode Minnesota. Este autor ofrece en esta obra,junto con la definición clásica de ecología, unadefinición de lo que él denomina la «ecologíaeconómica», es decir, el estudio de las adaptacio-nes en relación con los intereses humanos. H.Ch. Cowles publica en 1899 su tesis doctoral,The ecological relations of the vegetation on thesand dunes of Lake Michigan, que sirvió de mode-lo en el mundo entero para el estudio de las suce-siones en las dunas litorales. Cowles insiste en lodecisivo del factor humedad, estudia todos losestadios de población y las causas de las sucesio-nes. En todo momento el tipo de explicación esel mismo: la vegetación modifica las condicionesfisiográficas, éstas repercuten a su vez sobre lavegetación, y se repite el ciclo.

En 1905 aparece la obra Research methods inecology, de F. E. Clements, un magnífico compen-dio teórico a la vez que la primera obra pedagógi-ca de la historia de la ecología. En ella se recogennuevos métodos e instrumentos de investigaciónque harían posible el estudio, en el plano fisioló-gico, en primer lugar, de la repercusión de los fac-tores del medio sobre la vegetación; posterior-

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mente, sobre los animales y, después, sobre el con-junto de los organismos vivos. Pone de relieve latendencia de la vegetación a estabilizarse, lo cualva a conducir a descubrir la tendencia de los eco-sistemas a resistir a las transformaciones y a man-tenerse en un estado de equilibrio.

La extensión al mundo animal de los resulta-dos de la geobotánica llevó un retraso considera-ble, en parte porque «las plantas no huyen cuan-do uno intenta coleccionarlas». Los zoólogos quese interesan por la ecología animal van a quemaretapas y a recuperar el tiempo perdido, adoptan-do inmediatamente los conceptos y métodos dela ecología de las sucesiones vegetales. El naci-miento de una ecología de las sucesiones bióticas,en torno al año 1905, que establece una relaciónprofunda y definitiva entre las sucesiones vegeta-les y animales, atestigua un planteamiento globa-lizante de gran alcance, puesto que el mundoanimal ya no queda superpuesto al mundo vege-tal, sino que los dos campos casi llegan a fusio-narse en el concepto de comunidad biótica.

Los años veinte marcarán un nuevo impulsoa la todavía incipiente disciplina, y ello por razo-nes totalmente ajenas a la ciencia. El final de laPrimera Gran Guerra trajo consigo el reparto delcontinente africano entre las nuevas potencias,que debieron superar los numerosos obstáculosque se oponían a la explotación eficaz de losrecursos naturales de esas tierras. Las enfermeda-des parasitarias constituyeron uno de esos obs-táculos. Las técnicas de control biológico se per-filarán muy pronto como posibles soluciones aestos problemas. La lucha biológica consiste encontrolar a un ser vivo por medio de otro servivo. ¿Qué aficionado a la jardinería que hayaobservado que las mariquitas devoran a las pulgasque asolan sus árboles frutales no ha sentido latentación de utilizarlas con este fin? Esta nuevaorientación de la lucha biológica tuvo muchaimportancia no sólo en el campo de la ecología

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aplicada –hasta el momento prácticamente ine-xistente, pues lo que había era más una simpleecología descriptiva–, sino también en la historiade la integración del ser humano en lo que pron-to se llamará biocenosis y, más tarde, después de laSegunda Guerra Mundial, ecosistemas.

En 1935, A. G. Tansley crea el concepto«ecosistema», en el que integra en un sistemaúnico los factores abióticos del medio y la bioce-nosis. La palabra «sistema» se refiere a un todo oconjunto en el que se pueden distinguir diversoselementos que actúan unos sobre otros, es decir,se influyen mutuamente. Hay sistemas físicosformados por moléculas y átomos, sistemas polí-ticos y económicos, y ecosistemas, formados pororganismos. En el estudio de todos los sistemasinteresa más el conocimiento de las relacionesentre estos elementos, los cuales son estudiadospor alguna otra ciencia que explica sus caracterís-ticas. En ecología, no hay que preocuparse dema-siado por los seres que forman el ecosistema y labiosfera entera, que estudian la botánica, la zoo-logía o la bacteriología; pretende explicar por quétales seres son como son, su proceso evoluti-vo, que no se desarrolla en el vacío, sino en elseno de un ecosistema, entre infinitos condicio-namientos.

Los trabajos centrados en la producción bio-lógica toman un ímpetu considerable, preparan-do el terreno para la integración en la ecología delo que constituye el proceso fundamental de laproducción primaria de todo ecosistema: la sín-tesis, por parte de vegetales verdes, de moléculasorgánicas a partir de cuerpos minerales presentesen el medio. La consecuencia principal de todoello fue la de contribuir a alertar aún más a losecólogos sobre la importancia de los factores físi-co-químicos del medio.

En 1941, R. Lindeman introduce la nociónde organismo autótrofo, para un ecosistema

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lacustre, y describe las relaciones existentes entrelos diferentes niveles tróficos. Al año siguiente,propone hacer extensivo su análisis a todo ecosis-tema, con lo que la ecología da uno de los pasosmás importantes de su historia: el ecosistemadebe considerarse como la unidad ecológica fun-damental. El proceso básico de la dinámica de lasrelaciones tróficas es la transferencia de energíade una parte del ecosistema a otra, partiendo deque una parte de la energía solar es transformadamediante la fotosíntesis en estructuras de orga-nismos vivos. La acción combinada de los ani-males consumidores y de los que descomponenlas bacterias tiende a disipar la energía potencialde las sustancias orgánicas volviendo a transfor-marlas en materia inorgánica; las plantas autótro-fas pueden, nuevamente, utilizar materias nutri-tivas disueltas en este escalón inorgánico y, alvolver a sintetizar materias orgánicas complejas,cerrar así el ciclo trófico.

El primer encuentro internacional consagra-do exclusivamente a la ecología tuvo lugar del 20al 25 de febrero de 1950 en París. Aunque esen-cialmente centrado en la biocenótica, se aborda-ron nuevos campos de estudio, como las zonaslitorales profundas, gracias a las escafandras autó-nomas, y se desarrolló una ecología microbioló-gica, encargada de estudiar los factores ecológicosque conviene tener en cuenta a nivel microbiano.Las aplicaciones médicas de la ecología microbio-lógica son hoy considerables; así, por ejemplo, elestudio de las infecciones hospitalarias debidas acepas resistentes a los antibióticos depende, engran medida, del arsenal conceptual de la ecolo-gía, en la lucha preventiva y terapéutica.

En 1953, los hermanos E. P. Odum y H. T.Odum, en su libro Fundamentals of Ecology, uti-lizaron por primera vez el lenguaje de la termo-dinámica para describir las características de losecosistemas, afirmando que los organismos vivos,los ecosistemas y la biosfera entera poseen la pro-

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piedad termodinámica esencial de ser capaces decrear y mantener un estado de orden interno o debaja entropía. A partir de entonces, y graciastambién a la creciente elaboración de trabajossobre cuestiones estadísticas relacionadas conestos temas, se comienzan a elaborar modeloscibernéticos de ecosistemas, superando el meronivel descriptivo y adelantando proyeccionessobre la evolución de los ecosistemas. Los desa-rrollos teóricos de este pensamiento constituyenuna de las grandes características de la historiareciente de la ecología: la aspiración hacia unenfoque cada vez más sintético de las relacionesser vivo/medio, modelización matemática, prés-tamos de la cibernética y tratamiento informáti-co de los diferentes datos.

El carácter altamente sintético y la amplitudde su espectro de aplicaciones sugieren de inme-diato la integración de la especie humana en todoeste tema. Estamos en presencia de un enfoqueexigido por la convergencia de dos lógicas: la deldesarrollo de una disciplina con vocación de inte-grar la totalidad y la de la redefinición de unobjeto de estudio que, en el transcurso de la his-toria, llevará a los ecólogos a dejar de considerarla naturaleza como un medio del que el serhumano está ausente. La ecología humana sesitúa en el punto de conjunción de la naturalezay la sociedad. Los problemas planteados por lanaturaleza misma de la especie humana represen-taron, desde siempre, un obstáculo de primerorden para la elaboración de esta disciplina.Todavía en la actualidad, los ecólogos son inca-paces, en no pocas ocasiones, de explicar, de unamanera que no sea simplificadora o parcial, lasrelaciones entre las sociedades humanas y sumedio. Además, todo enfoque estrictamente eco-sistémico en este campo corre el grave peligro deverse empobrecido al no tener en cuenta ladimensión cultural de la globalidad humana. Poresta razón, la historia de las concepciones cientí-

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ficas e ideológicas de la naturaleza transformaday habitada por los seres humanos debe apoyarseen una reflexión sobre la naturaleza misma de laespecie humana. En efecto, todo pensamientoque englobe la totalidad de las interrelaciones dela naturaleza y la sociedad está marcado por lahuella de las tradiciones filosóficas, científicas,políticas y religiosas.

Parte integrante de la naturaleza, los sereshumanos tienden a emanciparse de ella, transfor-mándola. Por ello, insistir sobre la primera partede esa afirmación aboca a prácticas sociales pro-pensas al conservadurismo y la nostalgia: el serhumano se destruye transformando (destruyen-do) la naturaleza. En el polo opuesto, la insisten-cia sobre lo segundo conduce a prácticas mani-puladoras y desmesuradamente optimistas: losseres humanos se construyen transformando(destruyendo) la naturaleza, en un proceso ilimi-tado. De manera correlativa, las corrientes ideo-lógicas atravesadas por esta contradicción servi-rán para expresar las necesarias legitimaciones deestas prácticas sociales antagónicas. La ecologíatenderá, en el curso de la historia, a abordar sec-tores del saber que inicialmente no le eran pro-pios, como la sociología, la antropología o la eco-nomía política, con extrapolaciones conceptualesy metodológicas que van a plantear no pocos pro-blemas. ¿Se puede asistir sin inquietud al naci-miento de una especie de socioecología, últimoavatar en el tiempo de un biologicismo socialcuya encarnación más importante es, por elmomento, la sociobiología? Utilizar de manerasimplista comparaciones orgánicas y metáforasmecánicas, considerar que todo puede ser reduci-do a numeración y medida, ha causado másdaños que beneficios.

La idea de una correspondencia entre la orga-nización del individuo como ser, cuyas partes for-man una unidad distinta, y la de una multiplici-dad, cuyos elementos forman un todo, es muy

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antigua y adopta en el curso de la historia las másdiversas formas. El organicismo permitirá com-prender la existencia de propiedades pertenecien-tes a unos conjuntos con la ayuda de propiedadespertenecientes a los individuos. Sin embargo, elmodelo es ambiguo. Basado en el postulado deuna cierta analogía entre estructuras pertenecien-tes a campos diferentes, sugiere, inevitable yengañosamente, una identidad ontológica entrelos objetos que pone en relación, y este desliza-miento, desde el punto de vista epistemológico,equivale a una descalificación. Aplicado al campode la ecología humana, conlleva prolongacionesideológicas desastrosas que afectan al binomionaturaleza/sociedad. Este biologicismo social fueuno de los rasgos característicos del ecologicismode la década de 1970. Será en este momentocuando el empleo de la palabra «ecología» lleguea ser familiar para el gran público. Así, la ecolo-gía es una rama de la biología que no se puedeseparar ni del ecologismo –expresión social de lapreocupación por la naturaleza–, ni de una refle-xión sobre la naturaleza del ser humano.

El enfoque organicista es fecundo y legítimoa condición de no considerar las comunidadesbióticas como organismos, en el sentido en queun ser vivo está compuesto de órganos: los indi-viduos de una comunidad no representan las par-tes de un organismo vivo. Ciertamente, los indi-viduos de una comunidad están objetivamentevinculados por relaciones de interdependencia,pero nada más. Este punto de vista se torna esté-ril cuando se adopta para considerar las comuni-dades humanas en el plano ecológico, es decir,cuando el enfoque cultural se ve invadido por elenfoque naturalista. Aunque la ecología alimentemuy directamente la reflexión social y filosófica,no puede pretender sustituir a la filosofía y laantropología. La Tierra no es un ser vivo.

Frente al espectáculo desolador de las diver-sas degradaciones de la naturaleza que resultan de

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la acción transformadora de los seres humanossurgen dos actitudes. Una primera sería la nostal-gia por una alianza mítica con la naturaleza, queconlleva prácticamente la sacralización de lanaturaleza. Por tanto, se trata de conservar y pre-servar el orden natural, de adaptar las actividadeshumanas a las exigencias de la naturaleza antesque doblegar este orden establecido (en el doblesentido del término) a las necesidades del serhumano. Así, los ecologistas son antiproductivis-tas y critican fuertemente el crecimiento econó-mico: ruptura tanto con el capitalismo como conel marxismo, abandono de la economía produc-tiva, prioridad de la economía del ser sobre la deltener, etc. Lo que ofrece esta actitud es una alian-za antiquísima, mítica y sagrada, un sentimientoreligioso valorado como absoluto y digno dereverencia de la madre Tierra.

En contra de esta visión conservadora, biolo-gista y sacralizadora surge un segundo enfoqueque propugna la gestión racional de los ecosiste-mas. No se trata de plantear ya la degradación dela naturaleza como una consecuencia fatal de laacción de los hombres, sino de luchar contra lascausas concretas de dicha degradación. La acu-mulación de conocimientos y el desarrollo de latecnología deben permitir al ser humano domi-nar la naturaleza de forma cada vez más cons-ciente y racional: uso diversificado de los recursosnaturales, producir sólo lo que se pueda utilizar ysea necesario, controlar que los recursos explota-dos sean adecuada y eficientemente utilizados,reciclar y reutilizar los desechos, evitar la conta-minación que siempre puede ser controlada acondición de pagar el precio necesario, etc.

Una gestión inteligente de los recursos natu-rales implica contemplar la naturaleza global-mente, reconociendo sistemas de relaciones uni-versales y procesos generales. La verdaderagestión implica un uso racional de los recursos,más que la preservación como la actividad opues-

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ta a la explotación. Podría decirse que la tarea dela ecología acaba de empezar; ahora hace faltauna población informada, que tome decisiones ylas exija con fundamentos claros. El primer datopara esta información es que nadie puede permi-tirse por mucho tiempo vivir por encima dellímite de sus posibilidades y que, siendo probableque nos estemos acercando a ese límite, hay querecordar que la humanidad está formada sobretodo por personas que todavía utilizan muypocos recursos y que no conocen las grandes ven-tajas del consumismo…

2. Los grandes problemas

El desconocimiento es, con frecuencia, lacausa de muchas actitudes de desprecio hacianuestro entorno. Cuando el ser humano es capazde comprender el mundo en que vive, fácilmentese convierte en humilde admirador de la naturale-za y en buscador comprometido de solucionespara los problemas causados por su actividad. El«progreso» que tanto ha enorgullecido a la socie-dad se ha realizado a costa del medio ambiente y,también, de los más pobres y vulnerables. Sobreestos problemas que vamos a enumerar breve-mente, pues muchos de ellos serán tratados por-menorizadamente en otros capítulos de este libro,existen un buen número de informes que gozande total credibilidad y seriedad, algunos de loscuales vamos a citar más adelante. Sería una graveirresponsabilidad no darles valor y acusarlos depesimistas y catastrofistas. Los datos están claros yreflejan una realidad que no podemos ocultar,aunque nos duela y nos asuste. La indiferencia, lapasividad, la falta de previsión y de enérgicasmedidas traerán funestas consecuencias y nos lle-varán a un futuro cada vez más preocupante. Deahí, la importancia que tiene nuestra toma deconciencia, nuestros compromisos personales y laacción comunitaria que llevemos a cabo.

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• El cambio climático: causado por la acumu-lación de gases contaminantes, especialmente eldióxido de carbono procedente de la combustiónde hidrocarburos. Se trata del llamado «efectoinvernadero», ocasionado por la contaminaciónatmosférica, que impide la refracción de la radia-ción procedente del sol y puede incrementar latemperatura sobre la superficie de la Tierra. Estoalterará los gradientes térmicos del planeta y seespera que cambie considerablemente la pauta deprecipitación, modificando las diversas zonas cli-máticas y, por consiguiente, su viabilidad para laagricultura. Otra consecuencia del calentamientosería una elevación del nivel del mar, resultantede la expansión térmica de las aguas y de la fusióndel hielo terrestre.

• La contaminación atmosférica: el aire, sobretodo de las grandes zonas urbanas e industriales,está viciado por dióxido de azufre, óxidos de nitró-geno, partículas de plomo, dióxido de carbono,etc., provenientes de la actividad industrial (sobretodo las centrales térmicas), los coches (en 1990 elnúmero total de vehículos era de 580 millones y seprevén 816 millones para el año 2010) y la cale-facción. Desde fuera es fácilmente observable esacapa grisácea y oscura que envuelve la ciudad. Estasituación se hace insostenible cuando se presentanefectos llamados de inversión térmica, que hacenque los humos se estanquen y no circulen; esto eslo que ocurre a menudo en Ciudad de México. Elplomo es particularmente nocivo. Los problemaspara la salud humana aparecen en forma de farin-gitis, conjuntivitis, bronquitis crónica, asma, cán-cer, etc. También perjudica a la agricultura, a lavegetación y a los monumentos históricos.

• La llamada «lluvia ácida»: durante su des-plazamiento por la atmósfera, las emisiones deóxidos de azufre y de nitrógeno y los hidrocarbu-ros volátiles, fruto de la combustión de combus-tibles fósiles, se transforman en ácido sulfúrico onítrico, se precipitan al suelo, a veces a centena-

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res de kilómetros de distancia de su lugar de pro-cedencia, en forma de partículas secas o juntocon la nieve, las heladas, la lluvia, la niebla y elrocío, y esta precipitación daña la vegetación–quemándola prácticamente–, acelera la conta-minación del agua y corroe los edificios, lasestructuras metálicas y los vehículos. El 13% delos árboles de la Unión Europea está dañado acausa de este fenómeno.

• Los riesgos de accidentes en reactores nu-cleares, los problemas de la evacuación de resi-duos y el desmantelamiento de los reactores, unavez terminada su vida útil.

• La carrera de armamentos, la proliferaciónde armas nucleares (ahí están las tres pruebasnucleares que realizó la India el 11 de mayo de1998), los numerosos conflictos bélicos y la posi-bilidad de una guerra nuclear suponen la mayoramenaza para la estabilidad del planeta. Losgobiernos tienden a basar sus enfoques de laseguridad en definiciones tradicionales que noson adecuadas para la actual situación mundial,potenciando el ansia de armarse con mejores ymás modernos métodos de destrucción masiva.Lo que llaman los gobiernos «poder de disua-sión» no es más que una expresión para ocultaractitudes de poder y dominio.

• Las basuras: España produce aproximada-mente 12 millones de toneladas al año de resi-duos sólidos urbanos, lo que supone una mediadiaria de 0,7 kilos/habitante, para los que no sehabía previsto un mecanismo de eliminacióndiferente al vertido. Un principio básico de lanaturaleza es que todo cuanto se tira no desapa-rece totalmente. El desequilibrio va en aumentocuando uno de los «logros» de la actual sociedadconsiste en incorporar productos destinados a nodurar (consumismo) y aparatosos embalajes, deahí que la respuesta al problema no vendrá sólodesde la adopción de medidas para el tratamien-

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to, que posibiliten encajar los residuos en el ciclonatural, sino que habrá que actuar preventiva-mente para racionalizar el consumo y de estamanera evitar al máximo que se generen residuos.Merecen mención especial los residuos sanitariosy los industriales, la mayoría catalogados comotóxicos y peligrosos, sobre todo si se introducenen las aguas subterráneas.

• Agujero en la capa de ozono: el debilita-miento de la capa de ozono por la acción de losCFC y otros gases industriales hará que nos lle-gue más radiación ultravioleta, lo cual significaráincremento del cáncer de piel, formación de cata-ratas oculares, mutaciones genéticas, cambios enla cadena alimentaria (en la que juegan un papelsumamente importante el fitoplancton y el krill,pequeñísimos moluscos de los océanos antárti-cos), etc.

• La desertización y la deforestación: cada añose degradan 6 millones más de hectáreas hastaconvertirse en tierras con condiciones similares alos desiertos. Se destruyen 17 millones de hectá-reas de bosques tropicales anualmente. Todo elloa causa de los incendios forestales, la búsqueda detierras para la agricultura y la ganadería, el comer-cio de la madera, las explotaciones mineras, eldesarrollo de gigantescos proyectos hidroeléctri-cos y la industria papelera. Además de la impor-tancia en la renovación atmosférica y la regula-ción del clima, la pérdida de los bosques y otrasreservas naturales lleva consigo en muchos casosel exterminio de tribus indígenas cuya existenciaestá ligada a su hábitat ancestral, conduce a laextinción de plantas y animales y reduce drástica-mente la diversidad genética del mundo, precisa-mente en un momento en que el ser humano seesfuerza denodadamente por fabricar organismosgenéticamente modificados: paradojas de la vida.

• La explosión demográfica: tradicionalmen-te, el crecimiento de la población había sido muy

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