javier diez canseco y la izquierda peruana

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1 Javier Diez Canseco y la izquierda peruana Dante Bobadilla Ramírez Está bien visto respetar que cada secta levante su propio altar y coloque en él a los dioses, santos y profetas que les venga en gana adorar. Llaman a eso tolerancia, y este es uno de los iconos de una sociedad que cada vez se complace más con iconos, gestos, apariencias y símbolos de valores, antes que con la práctica real de valores. Ya no se diferencian unos de otros. Los símbolos y los gestos hoy importan más que los propios valores. No se desperdicia ocasión para posar junto a un icono, lanzar frases cursis, apelar a actos simbólicos que van desde lo banal a lo estúpido, pasando por lo ridículo e hipócrita. Es como echar incienso en el altar para luego seguir pecando. No importa si con esos actos simbólicos se termina glorificando al demonio. Todo lo que importa es exhibir el candor de un gesto revestido de nobleza. Algo similar ocurre en estos días con los homenajes a Javier Diez Canseco, quien ha sido diagnosticado con cáncer. Los homenajes se han repetido en todos los círculos de izquierda, sus amigos le dedican elogios desde sus columnas periodísticas. Al parecer hay una larga fila de dolientes esperando su turno para expresar su apoyo a este "luchador", como ha sido definido. Que la izquierda elogie a uno de sus congéneres me parece normal y me tiene sin cuidado. No tengo nada que decir al respecto. Pero cuando otros sectores se suman a los homenajes ya resulta curioso y preocupante. Y allí sí tenemos algo que decir. Algunos líderes de derecha se han sumado a las muestras de amor y admiración a JDC. Por ejemplo, la siempre desubicada Lourdes Flores Nano se desató en elogios en un discurso que resultó más meloso que Los Platters cantando "only you". Comentaristas radiales que dicen no ser de izquierda se llenan la boca con salamerías a JDC ofreciendo razones tan menudas como "la constancia en sus ideas". Con ese mismo argumento se puede agasajar a Abimael Guzmán y todos los senderistas que aún persisten en sus malas

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Breve descripción de la izquierda peruana de los últimos tiempos y el papel de Javier Diez Canseco

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Page 1: Javier Diez Canseco y La Izquierda Peruana

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Javier Diez Canseco y la izquierda peruana

Dante Bobadilla Ramírez

Está bien visto respetar que cada secta levante su propio altar y coloque en él a los dioses,

santos y profetas que les venga en gana adorar. Llaman a eso tolerancia, y este es uno de

los iconos de una sociedad que cada vez se complace más con iconos, gestos, apariencias y

símbolos de valores, antes que con la práctica real de valores. Ya no se diferencian unos de

otros. Los símbolos y los gestos hoy importan más que los propios valores. No se

desperdicia ocasión para posar junto a un icono, lanzar frases cursis, apelar a actos

simbólicos que van desde lo banal a lo estúpido, pasando por lo ridículo e hipócrita. Es

como echar incienso en el altar para luego seguir pecando. No importa si con esos actos

simbólicos se termina glorificando al demonio. Todo lo que importa es exhibir el candor

de un gesto revestido de nobleza.

Algo similar ocurre en estos días con los homenajes a Javier Diez Canseco, quien ha sido

diagnosticado con cáncer. Los homenajes se han repetido en todos los círculos de

izquierda, sus amigos le dedican elogios desde sus columnas periodísticas. Al parecer hay

una larga fila de dolientes esperando su turno para expresar su apoyo a este "luchador",

como ha sido definido. Que la izquierda elogie a uno de sus congéneres me parece normal

y me tiene sin cuidado. No tengo nada que decir al respecto. Pero cuando otros sectores se

suman a los homenajes ya resulta curioso y preocupante. Y allí sí tenemos algo que decir.

Algunos líderes de derecha se han sumado a las muestras de amor y admiración a JDC.

Por ejemplo, la siempre desubicada Lourdes Flores Nano se desató en elogios en un

discurso que resultó más meloso que Los Platters cantando "only you". Comentaristas

radiales que dicen no ser de izquierda se llenan la boca con salamerías a JDC ofreciendo

razones tan menudas como "la constancia en sus ideas". Con ese mismo argumento se

puede agasajar a Abimael Guzmán y todos los senderistas que aún persisten en sus malas

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ideas. Pero la estupidez humana es infinita y alcanza no solo para tener malas ideas sino

para admirar a los dementes porque "perseguían la justicia social". Ya es hora de detener

esta epidemia de bondad y ceguera histérica que está llevando a rendir homenaje a uno de

los personajes más nefastos de la política peruana.

Nunca debemos olvidar que las peores atrocidades políticas se disfrazaron siempre de

buenas intenciones. La búsqueda de la famosa "justicia social" ha registrado más cadáveres

que los provocados por las mayores plagas y cataclismos. Nada hay pues más ridículo que

rendir homenaje al representante de las ideas más nocivas del siglo XX, aunque ellas estén

barnizadas de bondad. Javier Diez Canseco ha defendido siempre ideas que fueron el

cáncer de la humanidad. Ni siquiera las peores guerras tribales o religiosas produjeron

más muertes que el marxismo en todas sus variedades. Cuando los apóstoles preguntaron

a Cristo cómo reconocerían a los verdaderos profetas de los farsantes, Cristo les dijo: "por

sus hechos los reconocereís". Esa fue una de las más sabias enseñanzas de Cristo que hoy

podemos aplicar perfectamente. Son los hechos los que cuentan y no la apariencia ni las

palabras ni las promesas de redención. Y en los hechos, los profetas del marxismo han sido

solo agentes del odio, la muerte y la miseria de los pueblos. Por eso es indispensable

recordar quién es este famoso personaje de la "justicia social" al que hoy tantos idolatran

derramando candidez y cucufatería. Veamos quién es realmente Javier Diez Canseco y qué

es exactamente lo que representa en la política peruana.

Javier Diez Canseco Cisneros es el máximo representante de la izquierda farisea, de la

izquierda pituca miraflorina que apareció en los albores de los 70 como una afloración

bacterial emanada desde la revolución cubana. Forma parte de una casta muy especial de

niños bien que acabaron en la militancia marxista después de recorrer los salones del cine

El Pacífico, saborear su copa tutti frutti en el Haiti, juerguear en el Waikiki y escaparse a

La Herradura en el Chévrolet Bel Air de papá. Esta izquierda no surgió de las fábricas sino

de los clubes sociales en los sectores más acomodados de la ciudad. Dueños del poder y la

alcurnia que destilan sus apellidos: Diez Canseco Cisneros, García-Sayán Larrabure,

Villarán de la Puente, Silva Santisteban, Dammert, Letts, Dancourt, etc. Nunca faltaron los

apellidos notables y los ojos azules en la dirigencia de los partidos de esta izquierda snob,

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pituca y farisea. Javier Diez Canseco pertenece a una estirpe limeña que se puede rastrear

perfectamente hasta los inicios de la Colonia.

Los rebeldes jóvenes izquierdistas surgidos en las bucólicas calles de Miraflores eran los

hijos extraviados y rebeldes de la crema y nata de la sociedad, educados en los colegios

más caros, enviados a las mejores universidades para luego pasar por algún college de los

EEUU. Algunos prefirieron experimentar la libertad y se mudaron a barrios populares

para "proletarizarse" o se hicieron marihuaneros y hippies. Al final todos se encontraron

en la militancia marxista dentro de alguno de los tantos partiduchos que flotaban en el

pozo séptico de la izquierda delirante de los 70. De allí unos pasarían al terrorismo de

manera directa y otros de forma asolapada, pero nadie deslindaría tajantemente con el

terrorismo, y menos JDC. Nunca olvidemos que quienes protegían a Abimael Guzmán a la

hora de su captura final no eran campesinos ni obreros sino un grupito de gentita bien,

chicos cool de la izquierda snob miraflorina con apellidos notables. Maritza Garrido Lecca,

la custodia de Abimael Guzmán era una dulce, bella y noble señorita educada en el

Sophianum y en la PUCP, dedicada a danzar valet. No nos confundamos por la alcurnia,

clase social o currículum. No fueron los obreros ni campesinos ni proletarios los que se

levantaron en armas. Fueron ellos, la noble pituquería limeña, los que auspiciaron el

terrorismo de izquierda en el Perú desde sus orígenes en los 70. Y son los mismos que hoy

andan ocultos en sus ONGs con su nuevo disfraz de defensores de los DDHH.

La izquierda pituca miraflorina fue un frente de hijitos de papá con algún trauma familiar.

Quizá, como sugirió Erich Fromm, convirtieron su rechazo a la autoridad paterna en

militancia rebelde y acabaron abrazando el marxismo, una doctrina que les permitía

desahogarse combatiendo al símbolo máximo del poder mundial: el imperialismo yanqui,

pero aliviando sus culpas con una noble causa: la justicia social. Si Marx hubiera sabido

que en el Perú la clase dominante asumiría la dirección de la clase obrera, habría tirado su

Manifiesto Comunista al tacho y se hubiera pegado un tiro. La izquierda peruana se

potenció con oveja negras de rebaños finos. Crearon una "izquierda farisea" (llamada

después "izquierda caviar") que predicaba igualdad desde las alturas, hablaba de los

obreros y de los campesinos a quienes solo conocían por fotos en sus libros de sociología y

antropología, donde obtuvieron sus argumentaciones. Su prédica revolucionaria no

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pasaba de ser más que un enlatado ideológico procedente de la URSS y que se repartía

gratuitamente en las universidades como si fueran catálogos de Yanbal. Así se alimentaron

varias generaciones de alienados que cacareaban los versículos de Lennin creyendo

ciegamente en la propaganda soviética. Conocían mejor la revolución bolchevique que la

historia del Perú.

Javier Diez Canseco era lo más parecido a Julius que uno se pueda imaginar al leer la

novela de Bryce. Cuenta que un día fue a la sierra y vio por primera vez la pobreza.

Entonces, como describe Bryce, se quedó cojudo. Fue como una señal divina y abrazó la fe

en el comunismo, se hizo predicador marxista y agitador de masas en busca de una

revolución que instaure el paraíso socialista, donde no hay ni ricos ni pobres. Con la

mística de un evangélico, JDC anunciaba el fin del mundo capitalista y la llegada del

nuevo orden mundial. Ese fue más o menos el mismo origen de toda la izquierda pituca,

delirante y farisea de los 70. No nace de la conciencia de la clase obrera o campesina sino

del incordio de los nobles, de su sentimiento de culpa transformado en "sensibilidad

social" y recubierto de cucufatería progresista. La ideología política de la izquierda es casi

una patología mental, con un mundo bipolar donde mezclan amor y odio, justicia y abuso,

redención y muerte. La pobretología se instaló como el pilar del pensamiento político. Se

fundaba en el amor a los pobres y el desprecio a los ricos, lo que los llevaba

inevitablemente a la incoherencia, la hipocresía y la doble moral, que es donde han

militado siempre los miembros de la izquierda caviar. La pobretología progresista nada

tenía que ver con Marx pero igual se disfrazaron de marxismo.

La izquierda farisea-pituca-miraflorina-caviar no pudo resistirse al encanto del marxismo

que llegó precedido de misterio y culto. Estaba de moda. Y era una moda intelectual. Se

difundía como el mambo y el dengue, los bailes de moda prohibidos por la iglesia.

Confiados en su poder económico y distinción de clase los niños bien podían darse el lujo

de vagar o proletarizarse, podían fundar igual una banda de rock nuevaolera o un

movimiento político de corte marxista, dedicarse a la agitación política y la militancia

activa sin mayores preocupaciones en la vida, siempre confiados en el soporte de su

infinita red social que les abría muchas puertas, incluyendo las de la cárcel. Algunos, luego

de su aventura guerrillera y su experiencia terrorista retornarían cómodamente a la

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administración de la hacienda o la empresa familiar o pasarían a la vida académica. Otros

se quedarían en la política, como fue el caso de Javier Diez Canseco quien ingresó muy

tempranamente al movimiento "Clase Obrera" sin haber pasado jamás por una fábrica, ni

saber lo que era un salario ni un horario de trabajo.

JDC desarrolló su militancia en diversos partiduchos de izquierda donde se mezcló con

sanmarquinos hijos de hacendados y gamonales de la sierra que venían a estudiar una

carrera a la capital, típicamente derecho o ciencias sociales. A ellos se sumaron luego los

guerrilleros fracasados de los 60, los disidentes del APRA, los más díscolos y delirantes.

Todos ellos formaron el manicomio de la izquierda peruana de los 70 bajo el amparo del

gobierno de Velasco, quien favoreció el sindicalismo y reclutó agitadores de izquierda

para el SINAMOS, madre nodriza desde donde más tarde emanarían más partiduchos de

izquierda. JDC supo unir su vehemencia y su elocuencia para sobresalir como un dirigente

astuto y un polemista temible que arremetía a gritos y amedrentaba a su oponente con una

habilidad inusitada para cambiar el sentido real de las cosas. Era un tipo leído, como lo

eran casi todos entonces. El problema era que creían ciegamente todo lo que leían y lo

imponían como la Santa Verdad. Eran cruzados del siglo XX, inquisidores, celosos

vigilantes de los dogmas de fe de la religión marxista. Fundaron la era del oscurantismo

político levantando piras para quemar a los pecadores capitalistas pero también a los

impíos y desviados del marxismo. Allí ardieron varios militantes de la propia izquierda.

Para nadie debería ser una sorpresa que Javier Diez Canseco fue parte de los sectores más

recalcitrantes de la izquierda, cercano al grupo terrorista MRTA del cual fue emisario y

para el cual pidió legalización. Aunque él nunca los ha llamado terroristas. En el

pensamiento de JDC el concepto "terrorismo" solo se vincula al "terrorismo de Estado". De

acuerdo a su lúcido análisis Sendero Luminoso fue una guerrilla que se enfrentó al

"terrorismo de Estado". Seguramente algunos intentarán acusarme de levantar sospechas

infundadas al hoy santón de la izquierda JDC. Por ello usaré como fuente uno de los

principales documentos ideológicos publicados por el propio Javier Diez Canseco en un

momento clave de nuestra historia. Se puede hallar en la revista "Nueva Sociedad" # 177

de enero/febrero de 1992. El artículo titula "La izquierda en el Perú: el problema nacional y la

democracia".

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Este documento representa el más genuino pensamiento político de Javier Diez Canseco.

Se trata de un análisis de la situación del Perú a un año de iniciado el gobierno de Alberto

Fujimori y cuando JDC todavía era un Senador de la República. Según sus propias

palabras, JDC era un infiltrado en el "viejo Estado" con la misión de socavarlo desde

adentro. A decir verdad, esa fue la consigna con que la izquierda entró al proceso electoral

a fines de los 70. Abundan textos y documentos que lo confirman. Ellos nunca creyeron en

la democracia representativa pero se inscribieron en las elecciones "para seguirle el juego a

la burguesía". Más tarde actuarían como la "quinta columna" del terrorismo en el

Congreso. Aunque inicialmente los grupos de izquierda que entraron al proceso electoral

fueron acusados por los más radicales de ser una "izquierda electorera". Precisamente JDC

analiza el papel de la izquierda infiltrada y acusa los cambios que sufrió al aburguesarse.

Conozcamos de cerca el pensamiento de este santón de la izquierda peruana.

Pese a tratarse de un análisis de la realidad peruana, el fenómeno del terrorismo es dejado

de lado por JDC. Empieza con el típico bla bla bla en contra del neoliberalismo atacando

las medidas que adoptó Fujimori para salvar al Perú de la grave crisis económica en que se

hundía. Luego le dedica un capítulo a lo que denomina "Guerra Interna", donde se queja

de la presencia militar en el país. Llama en todo momento "guerrilla" a Sendero Luminoso

y considera que el principal problema y lo que mina el régimen democrático es el proceso

de militarización que sufre el país ¡pero no el terrorismo! Leamos.

El otro elemento del cuadro político peruano es el hecho de que este

paquete neoliberal se aplica en una situación que es particularmente

compleja, en la cual hay gobiernos elegidos, como el del señor Fujimori; una

guerra interna contra esos gobiernos elegidos y un proceso de militarización

que mina el régimen democrático constitucional surgido en el año 80. El

fenómeno peruano es interesante en este sentido, porque la guerra interna

se desarrolla paralelamente al tránsito del régimen militar al régimen

democrático constitucional: la guerrilla de Sendero Luminoso (SL) inicia

también sus operaciones en 1980.

Tras once años de cruel accionar senderista era por lo menos cínico no calificar a SL como

grupo terrorista. Y más inconcebible llamarlo "guerrilla" cuando era por todos evidente

que se trataba de un grupo terrorista, y no de cualquier terrorismo sino el más despiadado

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jamás visto en el mundo, de acuerdo a los analistas internacionales. Y lo más inaudito es

atribuir la responsabilidad de la crisis a la respuesta militar. Tal como ha ocurrido a lo

largo de estas últimas décadas, la izquierda latinoamericana confunde el efecto con la

causa, y solo tiene ojos para culpar a las FFAA del baño de sangre a la que nos condujo la

demencia de las ideas de izquierda. Por eso mismo consideran que la presencia de los

militares ha sido el problema central y no la actuación de los diversos grupos armados de

izquierda que tenían como meta la captura del poder por cualquier medio y a cualquier

precio, y como principio el desprecio por la vida y la propiedad. De hecho hay una

evidente incongruencia cuando se habla de una "guerra interna" y a la vez se abomina de

la presencia militar. En el escenario mental de JDC la "guerra interna" es parte esencial de

lo que entiende como proceso político. En realidad, eso estaba en la mente de todo

militante de izquierda. Era una izquierda delirante que justificaba la violencia política y se

sustentaba en ella.

JDC describe las formas en que SL interactúa con el campesinado pero no tiene una sola

palabra de condena. Todo su rechazo se dirige a la presencia militar. Más aún, encuentra

un origen muy comprensivo a la violencia de SL. La justifica apelando a explicaciones

sociológicas y antropológicas. Algo que una década después veríamos reflejado

exactamente igual en el informe final de la CVR, en el sentido que la violencia es parte de

la idiosincracia de estos pueblos. O sea que no se puede condenar a SL por el uso del

terror. Increíble pero cierto. Es lo que nos dice JDC:

Sendero es una fuerza que además recoge en su accionar político un

principio de autoridad cuyo peso en el país es fuerte: el uso de la violencia,

la fuerza, el temor.

El campo peruano ha estado marcado por el fenómeno del «gamonalismo»

en las relaciones del terrateniente autoritario y brutal con la masa

campesina; el ejercicio de la fuerza ha sido un factor central. El temor, el

miedo, son factores políticos centrales en la lógica de SL y lo utilizan

implacablemente en el país.

Es la misma lógica y argumentación que veremos años después en el informe final de la

CVR. Nótese el esmero con que JDC evita el uso de la palabra "terror" y prefiere "temor".

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Otro detalle muy curioso es que en este análisis amplio y riguroso de la realidad peruana

JDC no se ocupa en una sola línea del MRTA, como si este no existiera. ¿Por qué elude JDC

toda mención del MRTA? ¿Acaso ignoraba la existencia de este grupo terrorista? De hecho

no lo ignoraba. Más bien, aunque sin nombrarlo, justificaba plenamente su existencia

como una manera necesaria de la izquierda para diferenciarse de SL y el Estado.

Sin embargo, la profundidad de la crisis y el hecho de que el Estado

responde con mecanismos de terror y violencia generalizada, conduce a que

zonas importantes del país se hayan polarizado entre fuerza armada y

Sendero, y obliga a que las fuerzas políticas que quieran operar en estas

áreas tengan necesariamente que tener algún tipo de desarrollo político-

militar para poder actuar y tener presencia en esas áreas. De lo contrario

tendrían que replegarse o actuar solamente a través del Estado; es decir

amparándose en la representación policial o militar en el país. Este hecho

conduciría, obviamente, a aparecer en el conflicto de parte de uno de los

bandos en confrontación

Nuevamente hallamos que para JDC el único que responde con "mecanismos de terror y

violencia generalizada" es el Estado. Está implícito en su pensamiento que el accionar de

SL es una "guerrilla" que dentro de la ideología de izquierda está plenamente justificada.

Por ello mismo para JDC su presencia en el Congreso no era la forma correcta de actuar

políticamente ya que lo comprometía "con uno de los bandos". Tenía que crear otro

mecanismo de acción político-militar que haga la real política de izquierda. Su presencia

en el Congreso era solo una manera de infiltrar al "viejo Estado". Esta mentalidad

conduciría a JDC a ser un opositor intransigente de las operaciones militares y un obsesivo

acusador de generales. Y añade luego:

Por ello yo creo -en contradicción de todo lo que está pasando en el grueso

de América Latina- que la tendencia en el corto y mediano plazo en el Perú

no es hacia una negociación de la guerra, sino hacia el desarrollo del

conflicto armado.

Como es natural en él, JDC apostaba por la lucha armada y vislumbraba un período largo

y exacerbado de guerra interna en el Perú. No olvidemos que el MRTA siguió golpeando

hasta 1997 con la captura de la residencia del embajador japonés, en donde las ONGs de

izquierda jugaron un rol fundamental en la logística, y donde JDC apareció como

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mediador y vocero del MRTA. Según el testimonio de los rehenes, Cerpa Cartolini

dispensaba un trato deferente a JDC, casi como a un jefe. Conocida es la amistad estrecha

que ambos mantuvieron desde mucho antes. Tampoco olvidemos que en más de una

ocasión JDC demandó la legalización del MRTA. No hay que ser pues tan ingenuos

cuando solo tenemos que sumar 2 + 2.

Debemos hacer un esfuerzo por entender la lógica de Javier Diez Canseco en su

cuestionado papel de Senador de la República de un Estado que detestaba, en un sistema

político que condenaba por caduco, y de una democracia que aborrecía por falsa. ¿Qué

hacía él dentro de ese sistema?

El desarrollo de esta crisis del esquema político, de carácter general, incluye

la izquierda; la izquierda de la que hemos participado nosotros, la Izquierda

Unida, la Socialista, y las fuerzas que han participado en lo que se ha

denominado la lucha por ocupar espacios políticos, y en la lucha cívica.

...y el hecho de que la izquierda haya limitado su acción política, centrando

su atención en ocupar los espacios del viejo Estado, penetrarlo ocupando

diputaciones, senadurías, alcaldías, gobiernos regionales, ha hecho que esa

izquierda adquiera varias características.

Para JDC el papel del líder de izquierda no está dentro del Estado sino afuera. Tener que

participar de la estructura del "viejo Estado" produce desgaste en su condición de líder. La

política, en la mentalidad de izquierda, es movilización social, agitación callejera, marchas,

paros, violencia descontrolada. El dirigente de izquierda pierde tiempo y prestigio al

formar parte de una estructura burocrática en el Estado que no los deja actuar en las calles

ni implantar su modelo dentro del Estado. En pocas palabras, un izquierdista en el

Congreso está atado de manos, no sirve para nada. Lo único que cuenta es destruir el

"viejo Estado" para imponer el modelo ideal socialista de nuevo orden económico y social.

Un izquierdista dentro del Estado solo puede plantear reclamos puntuales pero nada más.

Eso no sirve para el objetivo socialista. Leamos:

La participación en los mecanismos del Estado tiende a aislar a una parte

importante de los dirigentes del movimiento social de su vida cotidiana de

su quehacer permanente, y por lo tanto tiende a producirse una distancia en

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la comunicación y capacidad de dirección entre la conducción de la

izquierda y el movimiento social en el Perú. Lo cual deriva en un tercer

factor; la izquierda, en parte importante de su representación, en el país, va

abandonando algunos instrumentos y concepciones fundamentales y va

asumiendo cambios ideológicos... va abandonando sus programas y

sustituyéndolos por plataformas inmediatas.

Este es uno de los problemas centrales que hoy confronta la izquierda en el

Perú y en varios países de América Latina. El proyecto nacional, y el

programa que va dejando son sustituidos por plataformas reivindicativas

inmediatas: el aumento de salario, la defensa del derecho tal, la defensa de

este espacio que estaba conquistado, en síntesis por un conjunto de

planteamientos parciales que van paulatinamente desdibujando la

propuesta de sociedad y de país que esa izquierda levanta.

Obviamente, jugando el juego democrático, la izquierda nunca iba a poder implantar el

nuevo orden con que soñaba. Eso es lo que nos dice. Y es correcto. Sin embargo y pese a

sus críticas a esa izquierda electoral que integra el Congreso y otros espacios políticos del

sistema democrático representativo, JDC nunca dejó de ser un eterno candidato al

Congreso, incluso en las épocas del fujimorismo, al cual calificó siempre de dictadura. JDC

es uno de los políticos peruanos que más tiempo ha pasado como congresista en los

últimos 30 años, llegando incluso a lanzarse como candidato a la presidencia en el 2006,

cuando apenas logró el 0.5% de la votación. Por si fuera poco, tuvo el cuajo de demandar

al Estado por la interrupción de su período en 1992 y exigir una compensación por lucro

cesante.

En resumen, no se puede decir que JDC tenga una trayectoria diáfana en la política

peruana, ni que haya tenido mucho éxito en la misma. Al menos en su papel de legislador

solo ha destacado como un crítico ácido, un inquisidor implacable de las políticas

económicas y un sabueso de los vínculos empresariales y políticos, a lo que se ha dedicado

con pasión. Pero quizá su faceta más interesante es su lado oscuro, el lado oculto en su rol

como dirigente de izquierda. ¿Qué vínculos tuvo JDC con las organizaciones de izquierda

radical del Perú y de otros países? No olvidemos que en su larga militancia izquierdista y

radical JDC ha cultivado lazos con casi todas las agrupaciones de izquierda de

Latinoamérica, al punto de haber sido el representante peruano en la fundación del Foro

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de Sao Paulo, esa organización continental de toda la izquierda demente latinoamericana,

incluyendo a los grupos guerrileros y narcoterroristas, convocada con urgencia por el

castrismo cubano luego de la desaparición de la URSS, en busca de un nuevo sustento

para la acción guerrillera y terrorista de la izquierda continental.

Como ya es sabido, aunque Brasil (el PT) trató de ocupar el vacío dejado por la URSS, al

cabo sería Venezuela el país que daría cobijo y sustento a la demencia guerrillera y

terrorista del continente. No es pues casual que JDC sea uno de los más firmes defensores

de Cuba y Venezuela. De hecho Javier Diez Canseco es uno de los personajes más

recurrentes en los papeles de la inteligencia mundial contraterrorista. Su nombre ha estado

asociado siempre al MRTA y otras organizaciones, tal como puede leerse en esta

información de la siempre bien informada revista de inteligencia EIR analizando lo que es

APRODEH:

Pro-Human Rights Association (Aprodeh).- Closely tied to Cong. Javier Diez

Canseco, the Aprodeh was the lawyers' stable for the UDP and PUM. One of

its officials is Eduardo Caceres, who, as PUM general secretary, said, in

1990. "The PUM has strategic agreements with the MRTA." The Aprodeh is

the Peruvian representative of the pro-terrorist maga­zine Our New Land, of

APIA (see International Groups). In Peru, it publishes the newsletter of the

Washington Office on Latin America (WOLA), which specializes in lobbying

the U.S. Congress and which was, and continues to be, a leading promoter

of the campaign to isolate Peru, following the April 5, 1992 anti-terrorist

measures ordered by President Fujimori.

National Human Rights Coordinator (Cnddhh), whose most prominent

member is Aprodeh. Miguel Risco Franco, member of the Cnddhh's board of

directors, was accused by Peruvian courts of being the MRTA's financial

chief. Risco fled the country.

MRTA: A model international terrorist force

Executive Intelligence Review

Volume 24, Number 6, January 31, 1997, pp. 51

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Sea como sea, algo que no se puede negar es que JDC ha sido un personaje oscuro que

siempre ha merodeado los pantanos malolientes del radicalismo de izquierda, desde sus

orígenes en los años 70. Fue una izquierda que nació bajo la inspiración del castrismo, de

la revolución cubana y de las desaforadas ideas del Che Guevara, quien instó a la

izquierda latinoamericana a desarrollar la guerra popular en todos los países. JDC nunca

ha negado sus cercanías al castrismo y, antes bien, es un defensor tenaz de la dictadura

cubana a la cual llama "democracia" sin ruborizarse. Es además un admirador y

propagandista del chavismo venezolano, ese régimen putrefacto y corrupto que se ha

anquilosado en el poder con ansias de imperialismo subdesarrollado. Lo que algunos

políticos peruanos deben determinar es si ser un defensor ferviente de dos regímenes

totalitarios resulta algo que merece reconocimiento público.

Para terminar, debemos concluir en que Javier Diez Canseco es unos de los más insignes

representantes de una ideología perversa, equivocada y criminal. Su pensamiento parte de

un odio enfermizo a los símbolos del poder y propone una redención en la muerte. No

vale la pena siquiera una venia para esta clase de ideología y de políticos que solo

desataron y justificaron la violencia, el terror y la muerte en Latinoamérica durante cuatro

décadas, sin haber hecho hasta ahora un mea culpa ni reconocer el error de sus métodos.

Todo lo que han hecho es culpar al Estado y las FFAA por la respuesta que ofrecieron a

estos grupos de dementes. El mayor logro de esta izquierda es haber convertido la cacería

legal de militares en un esfuerzo disfrazado de cruzada por la justicia. JDC es -y ojalá sea

el último- seguidor de esa ideología desarrollada por Ernesto "Che" Guevara, el criminal

que convirtió el homicidio en mecanismo político. Leamos un breve extracto de las ideas

demenciales del Che, ideas que inspiraron a la delirante juventud miraflorina de los años

70 a la que Javier Diez Canseco pertenece:

Sinteticemos así nuestras aspiraciones de victoria: destrucción del

imperialismo mediante la eliminación de su baluarte más fuerte: el dominio

imperialista de los Estados Unidos de Norteamérica. Tomar como función

táctica la liberación gradual de los pueblos, uno a uno o por grupos,

llevando al enemigo a una lucha difícil fuera de su terreno; liquidando sus

bases de sustentación que son sus territorios dependientes.

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Que nadie se engañe cuando la vaya a iniciar y que nadie vacile en iniciarla

por temor a los resultados que pueda traer para su pueblo. Es casi la única

esperanza de victoria.

¡Cómo podríamos mirar el futuro de luminoso y cercano, si dos, tres, muchos

vietnams florecieran en la superficie del globo con su cuota de muerte y sus

tragedias inmensas, con su heroísmo cotidiano, con sus golpes repetidos al

imperialismo, con la obligación que entraña para este de dispersar sus

fuerzas, bajo el embate del odio creciente de los pueblos del mundo!

Toda nuestra acción es un grito de guerra contra el imperialismo y un

clamor por la unidad de los pueblos contra el gran enemigo del género

humano: los Estados Unidos de Norteamérica. En cualquier lugar que nos

sorprenda la muerte, bienvenida sea, siempre que ese, nuestro grito de

guerra, haya llegado hasta un oído receptivo, y otra mano se tienda para

empuñar nuestras armas, y otros hombres se apresten a entonar los cantos

luctuosos con tableteo de ametralladoras y nuevos gritos de guerra y de

victoria.

Ernesto "Che" Guevara

Justicia Global

Estas fueron las semillas del mal que dieron frutos en la juventud desorientada de los años

60 y 70 en toda Latinoamérica. El odio enfermizo convertido en alimento ideológico llevó

al desarrollo de guerrillas y terror como programa político sin más propuesta que la

aniquilación de un enemigo ideal. Nada hay en este tipo de ideas que pueda resultar

digno de admirar. Solo merece ser arrojado al basurero de la historia.

Lima, 23 de abril del 2013