isonomía, isegoría, isomoiría y democracia a escala global
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una inocencia natural", En ella se dan relaciones deopresión sexual, explotación laboral, discriminaciónétnica, etcétera.
, Para una introducción a esta particular y compleja problemática tienen especial interés algunos trabajos de P. Ródella~(1991 y 1994).
Isonomía, Isegoría, Isomoiría *y democracia a escala global
PHILIP RESNICKUniversidad de Brítish Columbia
Desde la antigüedad hasta nuestrosdías, virtualmente todos los defensoresa ultranza de la democracia y delgobierno republicano han subrayadode manera enfática cómo las desigualdades económicas amenazan la dcmocracia,
Robert Dahl 1
Uno de los procesos más sorprendentes definales del siglo xx es la tendencia haciala globalizacíón de la democracia. En Latinoamérica, la transición de autoritarismoa democracia dominó la política durantela década de los ochenta y trajo consigola restauración de regímenes democráticosa lo largo de todo el cono sur, así cornouna mayor democratización de la vida política en Centroarnérica y México 2. Desde1985, con la ascensión de Mijail Gorbachova la posición de Secretario General del Partido Comunista de [a Unión Soviética, [ostérminos glasnost y perestroika se convirtieron en los emblemas de una fase nueva,más democrática, en la Unión Soviética y,por añadidura, en toda Europa del Este 3.
El modelo marxista-leninista de partido devanguardia y de sistema de partido-Estadocentralizado, comenzó a dejar paso a algosubstancialmente más abierto, pluraíista y
descentralizado en la Unión Soviética misma, en donde se producía una crecienteseparación entre el Estado y el partido,el centro y las repúblicas de la unión, lasociedad civil y el estado, que se acabaríanpor convertir en norma. Desde Poloniahasta Bulgaria se producía, a finales de ladécada de los ochenta, un aceleramientode la historia con el hundimiento de lamañana a la noche del modelo marxista-leninista. La victoria del movimiento Solidaridad en Polonia, la caída del muro deBerlín y la subsecuente unificación de lasdos Alemanías, la Revolución de Terciopelo checoslovaca, la adhesión de Hungríaa la economía de mercado, el violentoderrocamiento de Ceaucescu, la significativa erosión del apoyo al comunismo enBulgaria, Yugoslavia y (ironía de ironías)en la estalinista Albania, todo esto significaba el comienzo de un nuevo capítuloen esa parte del mundo.
Tanto en el sureste asiático como enel sur de Asia se han producido avances,aunque frágiles, hacia la democratización:en países como Corea del Sur, Taíwan yFilipinas, así como en Pakistán, Ncpal yBangladesh, Si bien estos avances hacia lademocracia se han visto acompañados,
* Traducción de Elvira Barroso. Una primera versión del presente trabajo fue publicada por Praxistnternational
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ciertamente, de dramáticos retrocesoscomo por ejemplo en China, Birmania (hoyMyanmar) y, más recientemente, Tailandia, Sin embargo, el ímpetu hacia la democratización está bastante vivo en lo que vade década. También en África, países dela importancia de Nigeria y Sudáfriea hanexperimentado la democratización en losúltimos años, y el modelo de partido únicoha desaparecido en Mozambique, Angola,el Congo y Etiopía, por poner sólo cuatroejemplos. Hemos de intervenir entre estastransformaciones, tanto en términos de lasfuerzas mayores (económicas, ideológicas,culturales) que operan en nuestro mundode finales del siglo xx, como a la luz delas lecciones negativas que nos han enseñado los estados de seguridad nacional deLatinoamérica y los regímenes marxista-leninistas 4.
Estos cambios no se han producido enel vacío. Como mínimo, las últimas dos otres décadas han sido testigos del surgimiento de una división internacional nuevadel trabajo, más global en carácter quecualquiera de las anteriores. Las corporaciones multinacionales y los bancos llevana cabo sus actividades de continente a continente. Incluso en los gustos de los consumidores y en las formas culturales delcapitalismo avanzado, se pueden observarparalelismos significativos desde Tokyo,pasando por París, hasta San Francisco. Latecnología de la información, la televisióny las películas, en particular, han traídoJos estilos de vida de Occidente, con suconsumo de masas y sus imágenes de abundancia, a las pantallas del segundo y el tercer mundo, y durante este proceso han contribuido a crear una opinión pública másreceptiva a los modelos económicos .Y políticos de Occidente. Asimismo, las fallas evidentes de la economía centralizada, planificada, del tipo soviético o la supresiónde libertades elementales bajo los regímenes autoritarios (tanto de derechas comode izquierdas), han contribuido él crear los
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elementos, entre intelectuales, estudiantes,miembros de la clase media y de la clasetrabajadora y del campesinado, para laconstitución de algo más claramente democrático.
Existe, sin embargo, una gran ambigüedad en torno a términos como democraciamundial y a las implicaciones de las transformaciones que estamos observando. Paramuchos de los que ocupan las posicionesde poder en las sociedades occidentales,y, por consiguiente, en las sociedadesdemocratizadas recientemente, la democracia es de tipo rnultipartidista, en dondese convocan elecciones nacionales demanera regular. Las legislaturas nacionalestendrán representación de los partidospolíticos mayoritarios; la rama ejecutivadel gobierno tendrá suficiente área demaniobra entre elecciones, un cuerpoburocrático de cierto tamaño; el podermilitar estará subordinado al poder ejecutivo; el judicial será independiente; la prensa será libre, etc. Los actores económicos,en su mayor parte, serán independientesde los políticos, con principios de mercadopropios en los que sólo de manera modestaintcnvcndrá el gobierno, haciendo balance,suministrando los soportes para una sociedad libre 5. Éste es el modelo que otras(menos afortunadas) sociedades han deimitar, si se pretende que, este mundo seaseguro para la democracia.
Bajo el triunfalismo de los líderes occidentales y los portavoces de los medios decomunicación, que glorifican la victoria de«nuestro» sistema sobre sus rivales, yace,curiosamente, un asunto inacabado. Nohace mucho tiempo los mismos líderes deopinión se lamentaban de la «crisis de lademocracia» originada por la sobrecargadel sistema político a través de las demandas que emanan de los estudiantes, Jos activistas negros, etc 6. Tampoco se han mostrado receptivos los archideíensores de losprincipios del mercado en las pasadas décadas, hacia las dimensiones comunitarias e
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NOTAS Y DISCUSIONES------------igualitarias de la democracia; cuestionesque han puesto sobre el tapete los adhesores a los movimientos ciudadanos, ecologistas o feministas. Ciertamente, no estáclaro que, si se vieran obligados a elegirentre los polos abiertamente capitalista oabiertamente democrático de la sociedadcontemporánea, Milton Friedrnan, Friedrich Hayek y James Buchanan no acabarían escogiendo el primero 7. Los críticosliberales de la democracia en el siglo XIX
solían criticar sus excesos igualitarios 8, yéste parece ser también ei Ieitmotif de loscríticos neo-conservadores del gasto social,la intervención estatal y la irresponsabilidad fiscal.
Por otra parte, mucho del criticismo queha surgido en Occidente acerca del excesivo poder de que gozan las grandes corporaciones, acerca de la concentración delos medios de comunicación o acerca dela influencia del dinero en la competenciaelectoral y el sistema de partidos, ha sidosugerido en nombre de la democracia. Desde C. Wright Milis, con su crítica del poderelitista de mediados de los cincuenta enlos Estados Unidos 9, pasando por los teóricos de la democracia participativa de ladécada de los sesenta 10, hasta las llamadasrecientes al control comunitario de losdepósitos de residuos tóxicos nucleares, oa conceder parcelas de poder a las poblaciones aborígenes, las mujeres, las minoríasétnicas y de otros tipos, el principio racional que subyace parece ser el mismo. Lapolítica del tipo jerárquico, tal y como lavivimos en las sociedades occidentales (ono occidentales) es demasiado excluyente,demasiado carente de respuestas a lasnecesidades y demandas (ya sean éstas económicas, culturales o políticas), como paramerecer el título de «democrática», en elsentido de «gobierno del pueblo». Nuestros sistemas políticos, podría sostenerse,son sistemas que están regulados cada vezmás por la lógica de un capitalismo globalcon elementos liberales y principios repre-
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sentativos a modo de hojas de parra, conlos que cubre su desnudez moral y política.
Uno no está obligado a abandonar lademocracia liberal total o parcialmente, nia negar sus méritos (superiores, sin duda,si se comparan con el resto de modelosde que se dispone en el siglo XX, desdeel fascismo hasta el estalinismo), para reconocer cierta verdad en este criticismo. Larelación entre liberalismo y democracia hasido siempre problemática, como NorbertoBobbio nos recuerda:
«El liberalismo amputa el individuo delcuerpo orgánico [...], la democracia losvuelve a unir una vez más, junto a otrosiguales a éL El liberalismo subraya la capacidad de autocreación del individuo l ...] encondiciones de libertad máxima de todaconstricción impuesta externa o coercitivamcnte; la democracia tiene en la másalta estima la capacidad del individuo parasuperar el aislamiento al [...] permitir lainstauración de un poder común benévolo» 11.
Además (como el liberal francés Benjamin Constant subrayó al principio delsiglo XIX), existía una contrapartida significativa entre los derechos de los ciudadanos que participaban en la toma de decisiones colectiva de la polis o la res públicade la antigüedad, y las libertades individuales y derechos que en comparación sondominantes en los tiempos modernos 12.
Existen, y deben de existir, ciertas dudasacerca del alcance de nuestros logrosdemocráticos, cuando pensamos en otrosmodelos más partícipativos del pasado ocuando, al quitarnos nuestras anteojerasideológicas, contemplamos la desigualdadde condiciones y, por consiguiente, depoder, que el capitalismo, debido a su propia naturaleza, engendra.
Para explorar un poco más algunas delas tensiones del discurso democrático contemporáneo entre los modelos representativo y participatorio, entre los principiosde libertad e igualdad, entre las esferas
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políticas y económicas, pennítanme sugeriruna breve vuelta a los griegos. Como inventores de la democracia, por decirlo dealgún modo, y de las categorías asociadasa ella, los griegos de los siglos VI y IVa.e.,aún tienen cierta influencia en nuestro propio mundo. A pesar de las deficiencias dela democracia ateniense con respecto a losesclavos, y a la exclusión de las mujeresy los extranjeros de la categoría de ciudadanía, sigue siendo el prototipo paramucha de la experimentación democrática que se ha venido produciendo desde entonces.
El término demokratia, sorprendentemente, no era el término crucial que seempleaba durante los siglos v y VI, cuandose hacía referencia al gobierno demuchos 13. El término empleado más frecuentemente era, de hecho, el de isonomia 14, que hacía referencia a la igualdadde todos los ciudadanos atenienses antela ley. La igualdad de derechos de ciudadanía podría contrastarse con la situaciónde las aristocracias y las monarquías, endonde uno o unos pocos poseen privilegiosque se les niega a los demás. Como consecuencia de las reformas de Clístenes enel 510 a.C, y de las Guerras Persas, Atenasintrodujo el más básico y elemental de lospreceptos.
Un segundo término empleado en elsiglo v a.e. como sinónimo de democraciase derivó también de la raíz griega ison,o igual. Es el término de isegoria 15, quehace referencia al derecho de los ciudadanos atenienses a formar parte de las reuniones de la asamblea y, por consiguiente,a hablar y votar en materias que conciernena la polis. Este término captura el elementode participación en la democracia ateniense, el cual, por supuesto, era mucho másimportante de lo que hoy en día es en lasformas más indirectas de democracia.
Hay un tercer término, isomoiria, quese refiere a la división igual de la tierra,y que puede ser interpretado como la
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demanda del elemento más radical de lapoblación de Atenas y de la Ática 16.
Encontrarnos el término en un poema deSolón al principio del siglo VI, donde ellegendario legislador se enorgullece de queaun cuando había cancelado las hipotecas(de los campesinos), no cedió ante lasdemandas de quienes reclamaban igualdivisión de la tierra 17. Si bien el términoparece no haber sido utilizado con demasiada frecuencia durante los siglos V yIV a.C; hace referencia a las demandas deformas de democracia económicas, ademásde políticas. Y es este sentido más igualitario, en Jo que concierne a la propiedad,lo que ha debido hacer que Aristóteles,en un célebre parágrafo de su Política, definiera la democracia no tanto como elgobierno de muchos, sino como el gobiernode los pobres 18.
Lo que quiero sostener en este ensayoes que estos tres términos griegos, nominalmente, isonomta, isegoria e isomoiria,tienen un espacio en una teoría democrática contemporánea, especialmente, en unaque pretenda tener cierto atractivo universal. No estoy convencido de que cualquierade ellos preceda absolutamente a los otrosdos, sino que, por el contrario, querría sostener la necesidad de un equilibrio razonable entre los tres.
Isonomia puede parecer el más inequívoco de estos términos, si bien ha sufridola tendencia a ser el precepto democráticomás violado en los regímenes de tipo autoritario o de partido único. La igualdad formal de los ciudadanos ante la ley y un granpaquete de derechos no significan nada enuna sociedad de torturadores y policíasecreta, una prensa y una vida intelectualamordazadas, un proceso político jerarquizado, centralizado y totalmente controlado. La libertad de expresión, de reunión,de conciencia no son libertades puramenteformales que disfrazan la realidad de ladominación burguesa y del capitalismomonopolista, como la ideología marxis-
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ta-leninista quería que creyéramos. ¿Ouiénpuede leer pasajes como el siguiente dela era Brezhnev, ensalzando el carácterdemocrático del socialismo real, sin partirsede risa'?
«El sistema socialista posee un criteriocompletamente nuevo para juzgar la democracia; criterio que es desconocido paratoda sociedad explotadora [...]. La participación de cada ciudadano en la administración de asuntos comunes es la esenciadel concepto marxista-leninista de democracia [...[, Los ciudadanos soviéticos tienen garantizadas la libertad de expresión,de prensa, de asamblea l...J. Tienen el derecho de asociarse en organizaciones públicas, el derecho a la libertad de conciencia[...] a la inviolabilidad de la persona y elhogar, a la privacídad de su correspondencia, conversaciones telefónicas y comunicaciones telegráficas» 19,
El culto a la personalidad en muchosregímenes marxista-leninistas, la existenciade un estrato privilegiado de autoridadeso nomenklatura, la marginalizaeión, encarcelación o supresión de los disidentes políticos y la omnipresencia del partido, se dirigían a una sociedad en donde la isonomiaera una palabra vacía. Como Tatyana Zaslavscaya, la socióloga soviética más eminente de nuestros días, observa:
«La totalidad de la vida social estabaimpregnada de hipocresía [...[, La sociedadsoviética estaba caracterizada por la excepcionalmente desigual distribución delpoder político y un nivel extremadamentebajo de participación en el gobierno porparte de las masas trabajadoras [...]. Laadministración de la arena cuItural era tanburocrática como la administración de laeconomía. Las casas editoriales más poderosas entendían que su meta en estavida consistía en dejar de editar tudo loque fuera inusual, colorido, animado. Elpensamiento libre y sin prejuicios levantaba la indignación de los editores» 20,
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Del mismo modo, en las sociedades fascistas de los años veinte y treinta y en susramificaciones latinoamericanas o asiáticastras la Segunda Guerra Mundial, apenasquedaba espado para los derechos de losciudadanos. Ciertos individuos y gruposeran prima [acie designados como enemigos del pueblo (comunistas, socialistas, sindicalistas, intelectuales independientes,judíos, «subversivos», lo que fuera), y seles privaba de todo estatuto cívico. Los másaltos intereses de Estado, el Reich, la doctrina de la seguridad nacional, prevalecíansobre cualquier preocupación escrupulosaacerca de los derechos, los cuales, a su vez,eran producto del degenerado credodemocrático liberal. Los líderes fascistas,los caudillos militares y gobernadores oligarcas, se situaban más allá de cualquiersanción constitucional y, como los tiranosde la antigüedad, habían convertido elEstado en un propio dominio personal.
La experiencia del siglo xx nos enseña,una vez más, los grandes peligros del podertiránico. Es una lección que los teóricosdemocráticos de los siglos IV y v habíandigerido ya, y que subyace a la introducciónde la democracia a consecuencia del derrocamiento de las tiranías de Pisístrato y sushijos Hypias e Hiparco 21, Ninguna ciudadanía puede proclamarse libre o ejercerverdadero poder si una persona o un grupose apropia de todo el poder. La isonomiavino a significar el control de los ciudadanos sobre las cortes de ley y los consejos,las asambleas y todas las oficinas cívicasde Atenas. Gobernar en nombre del pueblo, como todo tirano pretende hacer, noera sustituto posible al gobierno del pueblo 22,
Implícitamente, la isonomia engendratambién la necesidad de cierto grado efectivo de participación ciudadana. La isegoría, el segundo de nuestros términos griegos, habla de esta dimensión participativa,bastante más presente en la antigua sociedad de Atenas que en la de nuestros días.
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Los rasgos participativos de la polis ateniense (500 miembros rotativos anualmente en el bulé, o consejo, elegidos al azar;30-40 reuniones anuales de la ekklesia, oasamblea popular, en la que todos los ciudadanos atenienses podían formar parte;un gran número de cargos judiciales y cívicos que se cubrían al azar) han sido ampliamente discutidos en la literatura 23. Nonecesitamos idealizar los logros de la isegoria ateniense pretendiendo que la mayoría de los ciudadanos se aprovechara delderecho de atender cada reunión de laasamblea (aun cuando se pagara por atenderlas dos óbolos, desde finales del siglo ven adelante), y mucho menos dc queparticiparan o intervinieran en los debates.Ni debemos entusiasmarnos con el modeloateniense de democracia por encima denuestro propio modelo, rebajando así laimportancia de las serias restricciones queexistían para acceder a la categoría de ciudadano o ignorando las tan diferentes condiciones de vida en las ciudades-Estado,en comparación con las naciones Estadosen que vivimos.
Sin embargo, he de confesar el atractivoirresistible, a pesar de sus muchas limitaciones, que la democracia ateniense tienepara quienes han de ser los teóricos dela democracia de finales del siglo xx. Escomo si su misma inmediatez, todo lo contrario a nuestro modelo indirecto, nosimportunara en nuestra conciencia colectiva; corno si sus presuposiciones normativas acerca de la virtud cívica nos aguzaraen nuestras preocupaciones modernas(más privativas); y su misma frescura sealzara como un reproche a la realidad máscínica y hastiada de la política democráticaliberal. Como Marx observaba en otro contexto: «¿Por qué no habría de ejercer lainfancia de la sociedad humana, en dondehabía obtenido su desarrollo más hermoso,un encanto eterno como una edad que nunca habrá de volvcr?» 24.
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Un gran número de teóricos (desdeJames Madison a los adhesores al modelocompetitivo de élite del siglo xx) nos hancontado, por supuesto, que la democraciaateniense es, en el mejor de los casos, unaimposibilidad y, en el peor, una dystopiaincompatible con las complejidades de lassociedades modernas, los imperativos dela estabilidad gubernamental o las verdades de la naturaleza humana 25. Además,no se puede negar ni la existencia de unadivisión laboral evidente entre gobernantesy gobernados en toda sociedad a gran escala, ni el interés esporádico (en el mejorde los casos) que los ciudadanos corrientesdemuestran hada la participación políticaen los largos intervalos que hay entre elecciones. Los teóricos políticos pueden esbozar sus modelos de democracia participativa, democracia a nivel de base, tele-democracia, democracia unitaria, democraciaeconómica, hasta sus últimas consecuencias: la energética isegoria aparece comoun retroceso hacia un pasado irrecuperable.
Pero iJo es realmente? En ciertos aspectos, la isegoria está verdaderamente vivaen las sociedades contemporáneas. Unejemplo obvio es el referéndum, ya sea enmateria constitucional (Australia, Francia), como en cuestiones de soberanía(Reino Unido, Irlanda, Dinamarca yNoruega, al considerar la in legración enla Comunidad Económica Europea), comoen los acuerdos federales (Ouebec, Eslovenia, Croacia, las repúblicas Bálticas), yen toda una gama de cuestiones políticasy sociales (Italia, Suiza, algunos estados delos USA). Aunque son los gobiernos quienes a menudo inician las consultas mediante referéndum, no siempre es éste elcaso 26. Además, si bien están ciertamentesujetos al maluso y al abuso (el ejemplode California viene a la mente), parece uninstrumento particularmente apropiadopara decidir las cuestiones más importantes de la política nacional, las cuales reper-
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cutirán a largo plazo en la sociedad (cuestiones constitucionales, cuestiones de soberanía, erc.),
Más allá del referendum existe otra esfera de actividad política a nivel local o subnacional (pero también a nivel nacional)que invita a la participación directa. Lasformas más dramáticas que ésta puedeadoptar son los momentos de protesta odesobediencia civil del tipo que agitó lassociedades occidentales en los años sesenta(Japón, Francía, Alemania Occidental y losEstados Unidos); o amplios movimientospopulares que han ayudado a iniciar latransición de regímenes autoritarios a regímenes de tipo más democrático en Latinoamérica (Brasil en 1984; Chile), África(Argelia y Tunicia), Europa del Este (Polonia, Alemania Oriental, Checoslovaquia,Rumania, Albania, varias repúblicas Bálticas), y Asia (Corea de] Sur, Filipinas,Bangladesh), Si bien los movimientos deradicalización y movilización popular son,por definición, temporales, pueden llegara tener un impacto positivo y duradero enel desarrollo democrático de una nación.
No menos relevantes son los movimientos sociales que representan la auto-organización de la sociedad con miras a lademocratización de grandes áreas de lavida cotidiana, económica o social. Unopiensa en los movimientos de [os campesinos en varias partes del tercer mundo,en los recién formados sindicatos en socicdades que experimentan una rápida industrialización (Corea del Sur o Brasil entrefinales de la década de los setenta y principios de la de los ochenta). Uno piensaen el feminismo y, más generalmente, enel movimiento de mujeres, con su reto alas relaciones de género existentes, las políticas sociales y el límite mismo entre losdominios de lo público y lo privado 27. Elecologismo (un movimiento cada vez másglobal en carácter) también viene a la mente, con su insistencia en el control local,comunal o indígena de los recursos, y que
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entiende el desarrollo como una cuestiónde conservación y sostenimiento a largoplazo, en vez de creer en el ethos del crecimiento y del beneficio de un capitalismotransnacional, altamente concentrado y enabsoluto democrático 2H. Del mismo modofuncionan varios movimientos por los derechos humanos: desde Las Madres de la Plaza de Mayo en Argentina, pasando porCharter 77 y Foro Cívico en Checoslovaquia, hasta los estudiantes disidentes enla plaza de Tiananmen en la primavera de1989, por citar sólo tres ejemplos de luchapor la democratización en varias partes delmundo.
Reducir la democracia a una serie dearreglos de procedimiento en los que tienen que ver las preferencias de representantes electos y cargos oficiales, a quienesse delega el poder de tomar decisionescada cuatro, cinco o seis años, es unarenuncia muy seria de la capacidad de participación. Es ignorar las luchas que hubieron de librarse para alcanzar la democracia, desde aquellos que extendieron los privilegios en Gran Bretaña, pasando por losmovimientos abolicionistas y de derechosciviles en los Estados Unidos, hasta lasvarias revoluciones en Francia desde 1789en adelante (así como en otras partes delmundo). Es iluminar el hecho de que lademocracia (como Perícles, por citar unejemplo, perfectamente entendió), implicael interés constante y el compromiso detoda la ciudadanía en su conjunto 29, Unapolítica sin isegoria es una política en dondeel demos habla con una voz muda.
Al afirmar esto, sin embargo, soy también consciente del pelígro que supone llevar el impulso participatorio demasiadolejos. No tenemos elección en nuestrassociedades densamente pobladas, con sugran división laboral y su base territorialextensa sino la de aceptar el principiorepresentativo como la expresión principalde la política democrática. No podemosrecrear sociedades a pequeña escala como
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las que apuntó Rousseau, por ejemplo,aunque podemos, puntual y localmente, sercapaces de introducir una política másdirecta a nivel local o de la comunidad.No hay modo, sin embargo, de darle vueltaa la página, retrocediendo hasta ciertoestadio de desarrollo anterior a la nación-Estado; el camino hacia una democracia más global implicará, si acaso, unaextensión mayor del principio representativo en instituciones a nivel planetario.
Además, como Bobbio destacó, existeuna tensión entre los polos liberal y democrático en teoría democrática liberal. Enel discurso filosófico contemporáneo deOccidente, esto se refleja en los debatesentre liberales y comunitaristas acerca dela posición que deben ocupar los derechosy la relativa importancia de las dimensionesindividual y colectiva del comportamientopolítico 30. Invocar los términos de isonomía e isegoria, una vez más, puede permitirnos rastrear la genealogía de estadivisión.
Si uno interpreta la isonomia comoigualdad de derechos ante la ley, entoncesuno está justificado parcialmente en dara esos derechos (por ejemplo, el derechoa un juicio justo o a la libertad de expresión) un cierto tono individualista. Éstosno eran, por supuesto, derechos que pudieran ser ejercitados de algún modo fuerade la comunidad de la polís, ni yo estoysosteniendo que jos griegos compartierantotalmente nuestra moderna noción delibertad individual ~l. La isonomia, por lomenos, no cierra la puerta a tal concepción.La isegoria, por el contrario, posee un tonomás colectivista con su énfasis en la participación en las deliberaciones de la asamblea. Es el medio por el cual el demos,la ciudadanía congregada colectivamente,por decirlo de algún modo, ejercita elpoder. Mientras que el choque de opiniones es una parte inherente del proceso dedeliberación, el resultado final son edictos
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o decretos que atan colectivamente y queno permiten el disenso individual.
En su acepción moderna, la isegoria(particularmente en los períodos revolucionarios como, por ejemplo, en la faseJacobina de la Revolución Francesa, la faseBolchevique de la Revolución Rusa o laRevolución Cultural China de mediados delos sesenta) puede conducir a una versiónde la participación extremadamente antíliberal. Los disidentes de la línea oficialreciben el sello de traidores o contra-revolucionarios; las libertades para esosmiembros de la sociedad van desapareciendo, y más adelante comienzan a desaparecer para todo el mundo 32. Igualmente,la participación en grandes convocatoriasal estilo de la de Nürernberg durante elperíodo culminante del régimen Nazi, tiene poco que ver con la democracia tal ycomo la entendemos. El propósito de misejemplos no es denigrar el concepto de participación, al que defendí en un pasajeanterior; sino, simplemente, reconocer lanecesidad de hacer un balance en teoríade la democracia, entre la isegoria y laslibertades más formales a las que se refierela isonomia (tal y como podríamos interpretarlas para nuestra propia época). Nosólo es una imposibilidad la participaciónde todos los ciudadanos en los asuntos políticos de manera continua, sino que la participación en masa, cuando es orquestadadesde la cúspide o forzada mediante lacoerción (física o ideológica) a gran escala,puede adquirir un tono radicalmenteanti-democrático. Esto, ciertamente, nosha enseñado la pseudo-participación en losregímenes autoritarios del siglo xx,
Esto me conduce al tercero de nuestrostérminos griegos, isomoiria, para hablar delas dimensiones económicas de la democracia. Ésta es la dimensión de la que, másobviamente, se carece en Asia o Latinoamérica hoy en día, y que, hasta ahora,ha sido menos articulada desde Occidente,
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a pesar de la llegada del Estado de bienestar.
Como se puede observar en las estadísticas al uso, la distribución de la rentaen el tercer mundo sigue siendo bastantemás desigual que en el mundo desarrollado. Éste, por su parte, tiene problemasfundamentales en el acceso a la educación,a servicios destinados a cuidar la salud, abienes económicos básicos y al sistemapolítico mismo.
¿Podemos hablar de igualdad de opor~
tunidades o de opinión cuando las diferencias de clase y de status están tan profundamente entretejidas? Sin una medición constante de los niveles de bienestaro de las redistribuciones mínimas de lariqueza a través del sistema de tributario,que provea una red de protección paratodo el mundo, ópueden las políticas, tantodel norte como del sur, decir que han establecido las condiciones necesarias para lapolítica democrática?
Por lo que sabemos, Atenas en los siglos v y IV a.C., no cumplía con el principiode isomoiria del mismo modo en que cumplía la isonomia y la isegoria. Existían diferencias reales de riqueza y renta entre losciudadanos, posiblemente tan grandescomo en las democracias liberales occidentales de nuestros días :n. Lo que es cierto,sin embargo, es que Atenas, a través derecursos como el de pagar a quien asistieraa las asambleas (o medidas como la propuesta por Demóstenes en el 348 a.C,; deproveer un estipendo regular a cada ciudadano ateniense, para que pudiera realizar cualquier tarea del Estado para la cualestuviera mejor preparado) 34, pudo mantener viva una dimensión más igualitariade la ciudadanía. Además, el poder políticopodía ser movilizado (para escándalo delos críticos aristocráticos de la democraciacomo, por ejemplo, Platón) para erosionarlas, profundamente enraizadas, diferenciasde clase y status:
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Un rasgo clave de la democracia ateniense era el uso del poder político porparte de sus usufructuarios para equilibrarlas desigualdades sociales, especialmente,la distribución desigual de la riqueza 35.
En el mundo moderno, éste parece serque era el objetivo del movimiento haciauna noción más positiva del estado entrelos pensadores liberales de finales del siglo XIX, así como del ímpetu hacia el gastosocial y las soluciones keynesianas en política macroeconómiea desde la década delos treinta. Ciertamente, el consenso en elestado de bienestar keynesiano de los añossesenta, desde el punto de vista de escritores como Andrew Shonfield, equilibrabael poder económico del capital privado ydel mercado, con el poder político del estado sobre el que sindicatos y partidos deizquierda o liberales o cristiano-demócratas tenían una gran influencia )/i. Un elemento de la isomoiria funcionaba en lassociedades occidentales, a través de lasempresas del estado y, más significativamente aún, a través de los mecanismos distributivos de un sistema tributario progresista.
El consenso keynesiano de los años deposguerra había de dejar paso a la stagflation* 37 de la década de los setenta, ya un retomo a las filosofías públicas másami-igualitarias y más orientadas hacia elmercado, asociadas con la nueva derecha.En el fondo del neo-conservatismo, ya seaen Gran Bretaña, los Estados Unidos deAmérica o en otras sociedades dernocráticas liberales, yace un rechazo a la isomoiria y a sus efectos, supuestamente debilitantes, tanto para la libertad de las empresas como para la individual 31J.
En las sociedades que avanzan desdeel autoritarismo a la democracia, como porejemplo España y Portugal en la décadade los setenta, o ciertos países de Latinoamérica en la de los ochenta, la cuestiónacerca de la isomoiria se ha entendido desde una perspectiva diferente. Aun cuando
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profundas divisiones de clase del tipo capitalista o precapitalista existían, el problemade una transición exitosa consistía, en unagran parte, en separar la cuestión de laredistribución económica de la, no menosespinosa, cuestión de la norma constrtucional. Era crucial, para los partidos delcentro y de la izquierda, asegurar a los intereses económicos dominantes dentro desus sociedades, que esos intereses no severían amenazados en un régimen menosautoritario que el de Franco o el de losmilitares latinoamericanos. Como SantiagoCarrillo, líder del Partido Comunista deEspaña, lo expuso: «Uno ha de tener elcoraje de explicarle a la clase trabajadoraque es mejor darle a la burguesía su plusvalía, en lugar de crear una situación quecontenga el riesgo de volverse contra nosotros» 39, Sindicatos y grupos populares hande acallar sus demandas de isomoiria parapoder asegurar cierta isonomia e isegoria.El que vayan o no a ser capaces de poneren su agenda, en un período post-transícional, la reinvindicación de la isomoiriay de qué manera, determinará el ulterioréxito o fracaso de sus gobiernos, para satisfacer las necesidades económicas y socialesmás elementales de la mayoría de lapoblación,
En Europa del Este, la isomoiria seencontraba en el centro mismo de la ideología marxista-leninista y en sus pretensiones de estar poniendo en funcionamientola verdadera democracia, en oposición ala democracia fraudulenta, clasista deOccidente. Si bien en ciertos aspectoshabía más igualdad en las sociedadesmarxistas-lcninistas entre trabajadores nocualificados y los profesionales 40, tal igualdad implicaba un coste altísimo. No sóloeran inaccesibles los privilegios ele losdefensores del régimen para otros míemhros de la sociedad, sino que también habíauna ausencia general de libertades paratodos y, en último término, el nivel de funcionamiento económico (y ecológico) puso
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a estas sociedades años atrás de los nivelesalcanzados por las economías mixtas capitalistas. No es sorprendente, a corto plazoal menos, que la prioridad más acuciantcconsista en el desarrollo de más economíasde mercado, y en el consolidamiento delibertades formales que asociamos con eltérmino de isonomia. A medio y largo plazo, sin embargo, se puede sostener quealgunas de las razones que condujeron aldesarrollo de redes sociales e intervenciónestatal en Occidente (nominalmente, larampante desigualdad engendrada por uncapitalismo no regulado), entrarán en funcionamiento en Europa del Este también.Cuando esto ocurra (y puede que ya estéocurriendo), la isomoiria será rescatada delmaluso al que fue sometida por parte dela ideología marxista-leninista para justificar la versión autoritaria del socialismode estado.
Mi propia opinión (y no esconderé aquíprejuicios de centro-izquierda) es que laisomoiria necesita constituir una parte integral de toda teoría democrática que merezca ese nombre. No necesita, ni debe, convertirse en una preocupación tan abrumante que amenace la existencia misma de laisonomia y de la isegoria. Pero, al mismotiempo, la igualdad formal de todos antela ley no debería servir como impedimentopara la introducción de grados de desigualdad social y política significativamentemenores que los que prevalecen en laactualidad. La cuestión de una distribuciónmás justa de la tierra, un acceso más justoa la educación, a los servicios médicos, avivienda, a bienes materiales, son cuestiones candentes en muchas de las sociedadesdemocratizadas recientemente en Latinoamérica, África y Asia. No menos importante, cuando uno piensa retrospectivamente en Salón y en el campesinadoendeudado de la Ática, es el peso que ladeuda y la posición subordinada dentro dela división laboral internacional suponenpara estas sociedades. Las condiciones
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NOTASY DISCUSIONES
para el funcionamiento de la democraciaen el tercer mundo dependen, en buenaparte, de la cancelación o reducción drástica de la deuda, así como de la transferencia de un 1 Ó 2 % del PIB al año delos países industrializados al tercer mundo,a través de instituciones internacionales,etcétera. Como René Dumont sostiene:
«La brecha creciente entre los paísespobres y los ricos se está haciendo cadavez más y más intolerable. Si continúaaumentando podríamos, para mediadosdel próximo siglo, tener más de diez milmillones de pobres en nuestro pequeñoplaneta, frente a mil millones de ricos. Talsituación sería isostenible políticarnente}~ 41.
También dentro de las sociedades occidentales, la isomoirta continúa siendo unapreocupación viva. El control de quienesgozan de riquezas y privilegios sobre losmedios de comunicación o sobre las campañas de recogidas de fondos para los partidos políticos en sociedades como losEstados Unidos 42, no puede sino viciar elfuncionamiento de la democracia. Laausencia de un sistema universal de segurosanitario en tales sociedades o las terriblescondiciones en que viven los pobres en elseno de las ciudades, son una denuncia auna política en que los valores de mercadose han descontrolado. Tampoco son losEstados Unidos la única sociedad occidental en que existe un importante grado dedesigualdad. Uno se pregunta cómo setomaría Europa Occidental, Japón o Canadá las propuestas de John Stuart Mili, amediados del pasado siglo, de tasar en un80 % la renta por herencia 43, O hasta dónde podría llevarse un impuesto sobre lariqueza del tipo propuesto. tímidamente,por el gobierno socialista francés experimentado al principio de la década de losochenta. En un período, además, que hasido testigo de la transferencia de rentaa modo de reforma tributaria desde losestratos medio e inferior de la sociedad
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hasta el 20 % más alto, la batalla puedeque consista menos en crear nuevos puntosde partida, cuanto que en la defensa delos principios de justicia social inherentesen el Estado de bienestar. Y esta batalla,cada vez más, necesita ser librada a escalaglobal.
Así como el capitalismo se ha ido globalizando cada vez más (los bloquescomerciales regionales han ido surgiendoen Europa, Norteamérica, etc.; el alcancede las corporaciones transnacionalcs yagencias internacionales como el FMI y elBanco Mundial han demostrado su cuasiomnipresencia, etc.), también nosotroshemos de pensar en la democracia de unmodo menos parroquial. Hemos de haceren occidente algo más que congratular anuestros (menos afortunados) compañerosde Latinoamérica, Europa del Este, sur deAsia y sudeste asiático, así como Áfricapor haber visto la luz. Hemos de reconocerla necesidad de hacer un balance entre isonomia, isegoria e isomoiria, no sólo en nuestras respectivas sociedades, sino tambiéninternacionalmente.
En lo que se refiere a isonomia, un logrofundamental sería extender las protecciones subrayadas en códigos tales como laDeclaración Universal de Derechos Humanos a todos los habitantes del planeta. Hasta cierto punto, la presión exterior en tornoa los derechos humanos contribuyó a laliberalización y posterior democratizaciónde las sociedades de Europa del Este yde Latinoamérica. Cuando los derechoshumanos comiencen a gozar de mejorespuestos en la política exterior de los paísesdesarrollados que los que tienen los derechos de inversión, cuando los préstamosy la ayuda de parte de esas agencias internacionales se unan a una visible mejoraen el balance de derechos humanos de losestados receptores, entonces comenzaremos a ver el eclipse de la tiranía y la dictadura como formas políticas prevalecientes.
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NOTAS Y DISCUSIONES
Íntimamente relacionados con las libertades formales de opinión, religión o elección política están los derechos sociales.También aquí documentos de las NacionesUnidas como la Declaración sobre el Progreso Social y el Desarrollo adoptada porla Asamblea General en 1969, contribuyena mostrar el camino a seguir, aunque másimportante será el grado de compromisoque los pueblos y los gobiernos del mundoden a una medida de isomoiria en todoel planeta. No estoy hablando de un balance radical de la riqueza, ni de una erradicación absoluta de las diferencias verdaderamente reales de los standards de vidamedidos por el PIB per cápita, los porcentajes de mortalidad, el acceso a la educación, la salud, etc., que distinga a los ciudadanos de países centrales de aquellos dela periferia en nuestros días. Las diferencias estructurales difícilmente desaparecerán, si bien el porcentaje de esas diferencias puede reducirse en el tiempo. Un compromiso hacia cierta versión básica deseguro sanitario, educación, comida yvivienda para todos los habitantes del globo terráqueo no parece un objetivo imposible en un período en el que la tensióninternacional, al menos del tipo de laGuerra Fría, está en declive. ¿Puede lavoluntad moral y política que está a puntode realizar esto ser destruida?
En cuanto a la isegoria, difícilmentepodemos escapar a las estructuras denación-Estado en las que vivimos o cuestionar en su totalidad a las institucionespolíticas representativas que someten almutismo a la participación ciudadana. Sinembargo, así como existen ejemplos de participación directa dentro de las naciones-estado, también se dan en la arenainternacional. Organizaciones no gubernamentales como Amnistía Internacional,Greenpeace, Oxfarn y muchas otras, hanjugado un papel fundamental haciendoavanzar la solidaridad internacional, confiriendo también en cientos de miles de
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personas en el mundo la idea de que laparticipación a escala global no es unaimposibilidad. Estamos aún a años luz dealcanzar instituciones representativas qucposean un poder unificador a través de loscontinentes, dejando aparte la democraciadirecta del tipo de referendos, Aun así, enuna época de comunicaciones globales yde transmisiones instantáneas de información, no deberíamos subestimar las posibilidades de la participación política quepuedan surgir.
Quiero concluir con una nota realísta.La propia Atenas, el primer modelo en funcionamiento de democracia, tal y como laconocemos, duró más de dos siglos. Sinembargo, la isonomia falló por la exclusiónde una gran mayoría de la población enla categoría de ciudadanos; su isegoria nosignificaba que grandes líderes como Perieles, Cimón o Demóstenes no ejercieranuna influencia desproporcionada sobre laasamblea, en comparación con los ciudadanos corrientes; en cuanto a la isomoiria,era más una aspiración de algunos, queuna realidad viva en los siglos VI, V YIV a.C,En el Mundo moderno, las democraciasliberales de Norteamérica o Europa occidental tienen uno o dos siglos. Tambiénellas excluyeron durante mucho tiempograndes grupos de población (los negrosy las mujeres, por ejemplo) de la ciudadanía; la participación ciudadana ha sidomás episódica e infrecuente que en Atenas,y a pesar de modestos avances en 10 querefiere al estado de bienestar y a una política tributaria progresista, estos logros noexcluyen los rasgos desigualitarios de laeconomía de mercado.
Postular la isonomia, isegoria e isomoiriaa escala global, por consiguiente, podríaparecer un espejismo, tanto más cuantoque la democracia está aún siendo puestaa prueba en las políticas post-autoritariasde Latinoamérica, la Europa del Este, asícomo ausente del todo en partes de Áfricay Asia. Por otra parte, podríamos estar
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NOTASY DISCUSIONES
haciéndolo peor que intentando anticiparmodelos de democracia un siglo o dos enel futuro. Una teoría que incorpora lostres conceptos griegos que he estadosubrayando a lo largo de este ensayo,nominalmente, derechos de ciudadanía
iguales, la oportunidad igual de participación política, y una medida de igualdadeconómica y social, pueden asegurar quela democracia, 2.500 años después de sucomienzo, retendrá todo su atractivonormativo.
NOTAS
I Roben Dahl, Democracy and its Critics (NcwHavcn: Yalc University Press, 1<)¡W). p. 333.
, Parte de la literatura más relevante acerca deesta transformación incluiría la siguiente: FernandoCardoso, «Dernocracy in Latin America», en Politicsand Society, 15, 1986, pp. 23-41: Elections and Donocrutization in Latin America, P,1lI1 Drakc y EduardoSilva, editores (San Diego: University 01 California,1(86); Transitions from Authoruarian Rule, G. O'Donnell, P. Schrnitter y L Whitchcad, editores (Baltimorc:John Hopkins University Press, 1(86); DcmocratizingBrazil, Alfrerl Stepan, ed, (Nueva York: Oxtord Univcrsity Prcss, 19H9); así como J_tI parol« el le sang: politique el société en Amériquc latine, de Alain Touruine(París: Editions Odílc Jacob, 19H8).
, Literatura relevante acerca de este fenómenoen la Unión Soviética y demás paises del Este podríaincluir los siguientes trabajos: The Uses of Adversity.de Timothy Garton Ash (Londres: Granta Books,1989); Archie Brown, «Political Chango in SovietUn ion», en World Poticy Ioumal, 1989, pp. 4(,9-501;Stcphcn Cohen y Katrina Vanden Hausen. editores.VOlee" o{ Glasnost: lnterviews with Gmhachel' 's Reformen (Nueva York: Norton, 1989); Mik hail Gorbachev,Perestroika: New Thinkingfor OurCOlmlry and thc World(Nueva York: Harpcr and Row, 19í>7); Vaclav Havcl,UI:/ng ln Truth (Londres: Faber & Fabcr, 1989); Baruchl Iazan, Gorbachev's Gambie: Tire 19lh All-Union PartyGm{erence (Bouldt:r: Wcstview, 1990); G,lÍl Lapides,"Statc and Socicty: Toward the Fmergence of CivilSociety in the SO\'iet UníOll", cn Politics, Sodety andSecolld Socialist l?evolulion, Seweryn Bialer, ed. (Bould<:r: Wcstview, 19(0): y, finalmcnte, la obra de TanyaZaslavskaya, The Second Sociilli~{Revolution (Londre~:
L B, Tamis, 19(0).
4 Acerca de los rcgímcnes marxista-leninista, uno(,k los análisis más inteligentes continúa sicndo cl eleF. F':;h"r. A. Heller y G. Markus, DiclatorshipolW Needs(Oxford: Basil Blackwcll, [<¡tlJ),
; Muchos de los trabajadort:s en ciencia politicadcl pcriodo posterior ¡¡ la Segunda Guerra Mundial,especialmente en los Estados Unidos. discutcn tal posiciún. Algunos ejemplos incluirán los siguientcs trahajos: G. A. Almond y S. Verba. The Chic Culture (80stOIl: Littk Brown, 1965);B. R Berdsun, P. F. Lazerfeldy W. N. McPhce. I/(Jling (Chícago: Univ..:rsity of ehicago Prc~s, 1954); Roben A. Dahl,A Pre{""eloDcfno-
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cratic Theory (Chicago: Univcrsity of Chicago Prcss.1956); y, finalmente, S. M. Lipset, Politica1 ,'vl(/n (NuevaYork: Double Day, 1963).
• M. Crozier, S. P. Huntíngton y J. Watunaki, TheCrisis ofDemocracy: Repon an the Governabity ofDemocracies lo the Trilaterai eommission (Nueva York: 1975).
t Me refiero a trabajos tales como Capitalism andFreedom de Milton Friedman (Chicago: University ofChicag« Prcss, 1%2); Fricdrich A. Hayck, 'I1,C Constitusion ofLiben)' (Chicago: Univcrsity of Chícago Prcss,t%0); Y James M. Buchanan, Libeny. Market ami State(Whcatsheaf Books, 1986).
, Cr. Jon Roper. Democracy and its Critics:Anglo-American Democratic Thought in the NineteenthCentury (Londres: Unwin Hyman, 1989).
, C. Wright Mills, The Power Elite (Nueva York:Oxford U niversity Press, 1956).
11 Algunos ejemplos podrían incluir algunos delos escritores en el libro Fronuers ofDemocratic Tlieory,Henry S. Kariel, ed. (Nueva York: Random House.1970), Parte 111; Carole Pateman, Partlcipation andDemocratic Throry {Carnhridge: Cambridge UnivcrxityPress, 1970); C. B. Macpherson, 'File Life and Timeso/liberu! Democrucy (Oxford: Oxford University Press.'1977); Jane Mansbridge, Beyond AdVf!~<"'y rJemoCTlIIY(Nueva York, 1980); Benjamín Barbcr, Strong Democracy, Panicipatory Politics [or a New Age (Berkeley:Universitv of California Press, 19i'14); así como e] trahajo de Philip Resnick Parlamml 1's. People: A11 Essayon rJemocmey and Caflad/an P/liüü:ui Culture (Vancouver: Ncw Star Book~, 19l'i4).
" Norhcrto Bohhio, UI)(~rali.wll ami rJem'N'I'(J'}'(Londres: Verso, 1990), p. 43.
Il Benjamín Constant, "Thc Libcrty nf (he¡-\ncients compared wíth that 01 the Modems". en Poliriml Writíngs. Bi<mcamaria Fontana, ed. (Cambridge:Cambridge Univcr~ityPres~. 19!)i'\).
tJ David Stocklun, The Classícal Ailwllian Demo·craq (Oxford: Oxford University Press, 1900), p. 1.
IJ lhid. Para una discusión anterior de los trestérminos que figuran en el título de cste trabajo, vcrel capítulo l.'" dc mi lihro T}¡e .Mask of Prolew: Canodian Refkclions 0/1rhe Sialc (Montrcal: McGiU-Quccn'sUnivcrsity Pres~, 19(0). e~pecialmell!e las pp. 30-31.
15 efr. J. D. Lewis. «lsegoria at Athens: WhenDid It Begin?», !lisloria, 20,1971, pp. ]29-140.
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NOTAS Y DISCUSIONES
" Hay una breve discusión del término isomoiriaen el ensayo de Claude Massé «Egalité», en La démocratie grecque {París: MA Editions, 1986). Para unavisión más negativa de isomoiria ver la obra de DonaldKagan, Pericles of Athens and the Birth of Dcmocracy(Nueva York: The Free Press, 1991), pp. 62 Y272. Vertambién la obra de Christian Maicr, Tite Greek DiscoveryofPolitics (Cambridge: Harvard University Press.1990), cap. J.
l' CItado en Aristóteles, Constitution of Athens,12. en Dcmocracy: Ideas and Realities, Cosmo Rodewald, ed, (Londres: J. M. Dent, 1974), p. 59.
" «El verdadero fundamento de la diferenciaentre la oligarquía y la democracia es la pobreza yla riqueza. Es evidente que cualquier constitución hayade ser una oligarquía si los gobernantes que gobiernenbajo ella son gobernantes en virtud de la riqueza, tantosi son unos pocos como muchos; y es igualmente inevitable que una constitución bajo la cual gobiernanlos pobres haya de ser una democracia.» Aristóteles,l'otitics, Libro Hl, trad. (al inglés) por Ernest Barker(Oxford: Oxford University Press, 1948), p. 134.
1. Soviet Democrucy in the Era ofDeveloped Sociatism (Moscow: Progress Publíshers, 1979), pp. 12, 13,16-17.
'" Zaslavskaya. The Second Socialist Revolution.pp. 15, 45-46, lIS.
" Stockton, Classical Athenian Democracy,pp. 21-28-
i: Como Giovanni Sartnri ha sostenido correetarncnte: «No gobierno del pueblo, ya que el pueblono sabe Jo bastante como para reconocer sus verdaderos intereses; sino gobierno sobre el pueblo, a pesardel mismo pueblo, en el interés del pueblo. Ésta esla justiñcación standard de todas las tiranías,» TheTheory of Democracy Revisited (New Jersey: ChatamHuuse Publishers, 1987), p. 475.
'" Cf. M. 1. Finley, l'olitics in the Anclen! World(Cambridge: Cambridge University Prcss, 1983), capítulo 4."; VictO!' Ehrcnherg. The Creek Slale (Londres:Menthuen, 1969), pp. 52-74; Morgens Herman Hansen,The Arhenian Assembly in the Age ofDemoslhenes (Oxrord: Basil Blaekwell, 1987); Josiah Ober, Mass andElite in DemocratÍC Athell.~ (Princeton, Princeton University Press, 1990).
" Karl Marx, Gnmdísse, en el libro de DavidMcLelland, ed., Karl /l4arx: Se1ected Wrilings (Oxford:Oxfonl Universít}' Press, 1977), p. 360.
" James Madisúll, The Ft:dcralits Papel's, \'01. X;Joseph Shumpeter, Cilpltalism. Sociubm and D~mo
craey (Nueva York: Harper & Bros., 1942), parte IV.
'" Cf los relerendos italianos o suizos, en dondeun pequeño porcentaje de firmas de cíudadanos es sufíciente para someter una cuestión al eleel.orano. eLtambién la práctica en varios Estados de los EstallosUnidos de América, como lo discute Thomas E. Croninen Dil'cct Democracy: Tite Politics of Jllíciative, Referendum, and Recall (Boston: Harvard Unlverslty Press,1'!8'1).
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" Cf. Jcan Bcthke Elshtain, Public Man. PrivateWoman: Women in Social and Poluical Thought (Princeton: Princcton University Press, 1981); Carole Paternan y Elízabeth Gross, Fcminist Challenge,: Social andPoluical Theory (Londres: Allcn & Unwin, 19~6).
" CL Robcrt C. Paehlke, Environmentalism andthe Future ofProgressive Politics (New Haven: Yalc Uníversity Press, 1989); Barry Comrnoner, Making P('I1Ce
With the Planet (Nueva York: Pantheon, 1990); BoyceRichardson, Time lo Change (Toronto: SurnmcrhillPress, 1990).
,. «No decimos que un hombre que no tiene interés en política es un hombre que se meta sólo en suspropios asuntos; lo que decimos es que él no tieneaquí asuntos de ningún tipo». Oración Fúnebre de Pcrides en Tucídidcs, History of the Pelaponnesian ¡.var,traducido (al inglés) por Rex Warner (Pcguin Books,1954), p. 147.
"-' CL Nancy Rosenblum. cd., Liberulism and theMoral Llfe (Cambridge: Harvard Uníversity Press,1989); Alasdair Maclntyre, Alter Virtue (Notre Dame:University ofNotre Dame Press, 19!Jl); Charles Taylor,Philosophicai Papas, II (Cambridge: Cambridge University Press, 1985).
" CL Constant, «The Liberty of the Ancicutscornparcd with that of the Modcms», oh. cit.
" Cf. la discusión del fenómeno jacobino en ellibro de Ferenc Féher, The Frozen Revoiution: An Essoyon Iacobinism (Cambridge: Cambridge UniversityPress, 1987). Ver también de Stanislaw Ehrfich "Plu·ralisrn and Marxism», en Three Faces of Marxim, S.Ehrlich y G. Wootton, ed. (Aldershot: Gower, 1980),especialmente la sección "In What Sense Were Marx,Engels and the Bolsheviks Jacobins?», así como miartículo «La démocratic dirccte pcut-cllc cocxister avccl'état moderne", en Les formes modemes de la démoeratie, Gémrd Boismenu, ed. (Montreal: Presses deL'Université de Montréal, 1992).
33 Cf. Kagan, Pendes, pp. 62 Y270.14 Ober, Mas.< and Elite iJl Democratic Athens, ob.
elL p. 202. Aunque esta medida se aprobó en la asamblea, nunca se adoptó.
" ¡bid., 337.,,, Andrew Shunfield, Modan Capita!iym: Tlw
Changing Ralance 01' Pul)lic and Private Power (Oxford:Oxford University Prcss, 1965).
" * stagflatíon es un vocablo resultante de launIón de dos términos en inglés, nominalmenLe, slUg
nalivn (estancamiento) e inflaúoll (inflación), para elcual no hay equivalente en castellano. (N. del T.)
" CL Keith Joseph y K. Sumpton, Eqtlalíly (LoR'dres: 1. Muna)', 1970); Samuel Brillan, lJ!e EconomicConsequet¡ces of' Democmcy (Londres: Temple Smith,1977) y la ohm de Jame~ M. Rllehanan y Richard F..Wagner, DemoCl'acy in De{icíl: Tite Potilical l.egacyof Lord Keynes (Nueva York: Aeademic Prcss, 1977),para ver algunos argumentos representativos. Para unanálisi~ crítico del giro neo-conservador ver, entreotros, F. F, Piven y R. A. Glowanl, The Ne .... CllJ.~' War
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NOTAS Y DISCUSIONES
(Nueva York: Panthcon, 1()K5); Ramesh Mishra, The
Welfare State in Capitalist Society (Toronto: University
uf Toronto Press, 1990).
" Citado en el artículo de Adam Przcworski, "SO
rne Problema in thc Study ofTransition lo Democracy»
en G. O'Donnell, el al., Transitions {mm Authoritarian
Rule, oh. cit., p. 63.
'" Zaslavskaya, Second Socialist Revolution. oh.cít., p. 13l.
'1 Rcné Durnont, Démocrutie pour 1'Afrique (París: Seuil. 1991), p. 9. La traducción es. mía.
41 Michacl Parenti, Democracy for the Few (NuevaYork: SI. Martín's Press, 1930),3." edición.
" John Stuarr Mili, Principies of Potuical Economy, P edición (1!l71), Libro Il, cap. 2.
A propósito de Holzwege I
ARTURO LEYTE COELLOUniversidad de Vigo
Holzwege es el título que propuso Heidegger para una obra publicada en el año1950 2. Como ocurre con muchos de suslibros, éste recoge diversos materialesescritos cuya procedencia data de los añosque van de 1935 a 1946. No hay por lotanto tal libro cerrado, sino un título bajoel que se recoge un trayecto.
Holzwege, traducido al castellano 3 ypublicado en Argentina en 1960, gozó ennuestro medio cultural de una singularbuena suerte. Tal vez se trate de la obramás leída de Heidegger en España, porencima incluso de Sery tiempo. No es inverosímil que causa de esta suerte sea el títulocon el que se tradujo e introdujo la obraen los países de habla española. En efecto,el sugestivo título de «Sendas perdidas»no fue en última instancia un mal reclamopara una obra que, juzgada desde la perspectiva del conjunto de la obra de Heidegger, tanto por la época cuanto por elcontenido de cada uno de los ensayos, esde lo más compleja. El título, un aciertodesde la perspectiva editorial, a pesar deno ser completamente acertado, configurótodo un modo de lectura de Heidegger.En cierto modo, la sugestión y evocación
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del título condicionó de alguna manera lalectura de la obra, relegando los aspectosmás duros de la misma: las dificultades delgriego quedan veladas por la evocación delos pasajes donde la lengua griega hace supresencia; la compleja disquisición sobreel arte queda disminuida por la sencillareferencia a un cuadro de Van Gogh, dela misma manera que la extraña y dificilreflexión sobre el lenguaje y la poesía parece dígerirse por medio de una poesía deRílke, sin percibir por cierto a su vez laintrínseca dificultad de ese poema; el ensayo sobre Hegel, quizás uno de los de mayordificultad técnica, parece más tratable encuanto se fija la atención en esa dinámicalectura de la conciencia como lucha; elconocimiento profundo de la historia dela filosofía que presupone el ensayo sobreNietzsche parece obviarse gracias a la sintética y aparentemente reduccionista comprensión de la filosofía de Nietzsche comometafísica; en fin, el ensayo sobre lamodernidad -«La época de la imagen delmundos-e- parece a su vez despistar de suauténtica dificultad gracias al carácter dediagnóstico que ofrece en su primera página, que lo convierte en una suerte de fácil
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