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Iniciación Cristiana: don de Dios por mediación de la catequesis Subsidio para la reflexión de las comunidades cristianas con ocasión del Día Nacional de la Catequesis Domingo 10 de mayo. Semana Nacional de la Catequesis Centro Nacional de Catequesis

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Iniciación Cristiana: don de Dios por mediación

de la catequesis

Subsidio para la reflexiónde las comunidades

cristianas con ocasióndel Día Nacionalde la Catequesis

Domingo 10 de mayo. Semana Nacional de la Catequesis

Centro Nacionalde Catequesis

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Centro Nacional de Catequesis

Autor: CENACAT

Coordinación editorial: Departamento de Producciones y Comunicaciones – CENACAT Diseño y diagramación e Impresión: E Digital

Centro Nacionalde Catequesis

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Iniciación cristiana: don de Dios por mediación de la catequesis

ContenidoPresentación .......................................................................... 4

Primer encuentro: ¡nos hacemos cristianos!

- ¿Qué es la iniciación cristiana? ................................. 7

segundo encuentro: creciendo en la fe mediante la catequesis

- La iniciación cristiana: don de Dios por medio de la catequesis ........................................................... 17

tercer encuentro: ¡Vamos en camino de conVersión y de fe!

- La iniciación cristiana, un camino de conversión y crecimiento en la fe ................................................. 27

cuarto encuentro: “fui bautizado, confirmado y Voy a misa”

- Los sacramentos de la iniciación cristiana ................ 37

quinto encuentro: en la iglesia ViVimos el itinerario de fe

- Itinerario y lugares de la iniciación cristiana ............ 47sexto encuentro: ¡me gusta dar y recibir!

- La iniciación cristiana, don de Dios por medio de la Iglesia ................................................................. 57

séPtimo encuentro: “cambia, todo cambia”

- Las formas de la iniciación cristiana ......................... 65

bibliografía ............................................................................ 75

Centro Nacional de Catequesis

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Iniciación cristiana: don de Dios por mediación de la catequesis

PresentaCión

Me complace presentar a los catequistas del país y a las comunidades parroquiales, el presente folleto para la ani-mación de la semana y día nacional de la catequesis en este año 2015.

Este año se reflexionará sobre el lema: “Iniciación cristia-na: don de Dios por mediación de la catequesis”, con el objetivo de entender la misión de la catequesis dentro del proceso de Iniciación Cristiana.

La catequesis sigue siendo una acción pastoral imprescin-dible en el crecimiento de la comunidad cristiana y también ahora con la urgente necesidad de iniciar en la fe a adultos, jóvenes y niños que requieren no tanto prepararse para re-cibir un sacramento, sino para vivir su vida con fe plena y consciente.

Ruego a los presbíteros y catequistas aprovechar al máxi-mo este subsidio para la reflexión en pequeñas comunida-des, grupos y movimientos apostólicos.

Que el Dios de la vida y de la fe despierte, este año, un vivo interés en la Iglesia por la catequesis de iniciación cristia-na, dentro del proceso evangelizador.

Pbro. Alfredo Madrigal SalasDirector Centro Nacional de Catequesis

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Iniciación cristiana: don de Dios por mediación de la catequesis

Primer enCuentro

¡Nos hacemos cristiaNos!¿Qué es la iNiciacióN cristiaNa?

Hermanos, ¿qué tenemos que hacer?

(Hch 2,27)

Nos motivamos

¡Bienvenidos sean todos ustedes, a este primer encuentro con la Palabra de Dios y las enseñanzas de la Iglesia! En este día y durante esta Semana Nacional de la Catequesis, en la que veremos, a la luz de la Escritura y del Magiste-rio, la importancia de la iniciación cristiana. Comenzamos nuestro encuentro de hermanos, orando y cantando.

Nos escuchamos

Muchas veces hablamos de iniciación. Pero, ¿qué es inicia-ción? Esta palabra significa, entre muchas cosas, aprendi-zaje, comienzo, inicio, preparación, ingreso, admisión, de-but o etapa, primicia, inicia, estreno, inauguración.

Antes de adentrarnos en el texto bíblico, es conveniente hacer algunas precisiones previas en torno al tema de la Iniciación Cristiana. El término “iniciación” procede del latín “in-ire”, que significa: ir hacia dentro, entrar dentro de, introducirse. Se relaciona con los términos “initium”:

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entrar en algo nuevo, comienzo o principio de algo; e “in-troductio”: llevar a dentro, introducir o comenzar a entrar. Así, designa sobre todo las mediaciones o ritos por los que “se entra” en un grupo determinado, asociación, religión, entre otras cosas, subrayando la idea de “introducir a al-guien en alguna cosa”.

Entendida así, la iniciación es una categoría antropológica fundamental, ya que expresa un fenómeno humano gene-ral. Todos tenemos que ser “iniciados” en nuestra vida, tanto que podemos hablar de una “iniciación natural o cultural”, que de alguna forma, en lenguaje moderno, equivaldría a: adaptación, aprendizaje y “socialización”. Este proceso se realiza en los diversos aspectos de la vida: personal y so-cial, familiar, sexual, intelectual, laboral, cultural, religioso, político, entre otros; y permite que el “singular” se confor-me a las reglas, impostaciones y opiniones propias del am-biente en el que vive. Aunque es universal, por su misma naturaleza asume diversas modalidades y tipologías según los pueblos, épocas y culturas.

Para asimilar el término, se sugiere que el grupo elija de la lista de significados, aquellas palabras que más les llamen la atención y definan lo que es “iniciación”, ubicándolas en las diversas expe-riencias de la vida de cada día. Conversen de los diversos aspectos humanos, personales y sociales de lo que es la “iniciación”.

escuchamos la Palabra de dios

Invoquemos al Espíritu Santo, encendamos una vela y en silencio nos disponemos para la escucha de la Palabra de Dios:

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Iniciación cristiana: don de Dios por mediación de la catequesis

Estas palabras les traspasaron el corazón, y dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: “Hermanos, ¿qué tenemos que hacer?” Pedro les respondió: “Arrepién-tanse y que cada uno se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para que Dios le perdone los pecados. Así recibirán el don del Espíritu Santo

(Hch 2,37-38).

reflexioNamos desde el texto bíblico

El presente texto de Hch 2,37-38 lo encontramos dentro del capítulo 2, del libro de los Hechos de los Apóstoles, que nos narra el envío del Espíritu Santo el día de Pentecostés (Hch 2,1-13); el primer discurso kerigmático de San Pe-dro (Hch 2,14-36), en el que anuncia el acontecimiento de la Pascua de Cristo y la reacción de los oyentes ante este primer anuncio, como también la invitación de Pedro a los oyentes a arrepentirse de los pecados y a bautizarse (Hch 2,27-40). Finalmente, la acogida de todos a sus palabras y el bautismo masivo, agregándose a la comunidad cristiana, unas tres mil almas (Hch 2,41).

En la respuesta de Pedro podemos reconocer un “itinerario de fe”, que incluye estos momentos:

• El anuncio del kerigma cristiano • La acogida favorable por la fe (que nace de la escu-

cha de la Palabra) y la conversión del oyente • Unas acciones simbólicas (en este caso, el bautis-

mo)

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Ø El anuncio del kerigma cristiano

Todo el Nuevo Testamento puede ser caracterizado como el anuncio de Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador de to-dos los seres humanos. Se puede hablar, sin embargo, de un anuncio inicial o kerigma, centrado en la historia de la salvación, interpretada a la luz de los acontecimientos cen-trales de Cristo.

En el libro de los Hechos de los Apóstoles encontramos varios discursos en los cuales se encuentran elementos fun-damentales de ese anuncio: Hch 2,14-36; 4,8-12; 5,29-32; 8, 35; 10,34-43; 16, 32. El Reino de Dios se hace realidad, es promesa cumplida en la persona de Jesús, muerto y re-sucitado. Es el reino de la gracia, del perdón, del don del Espíritu. A acogerlo en el corazón están llamados todos, primero los judíos y también -entendido esto con claridad creciente en los primeros años de la vida de la Iglesia- to-dos los paganos.

Ø La acogida favorable por la fe (que nace de la escucha de la Palabra) y la conversión del oyente

Esta acogida de la Palabra como paso fundamental en el camino hacia el bautismo, como encuentro con el Señor proclamado, es atestiguada claramente en muchos textos de los Hechos de los Apóstoles. Los que acogieron la Palabra fueron bautizados (Hch 2,41). Al enterarse los apóstoles que es-taban en Jerusalén de que Samaria había aceptado la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan (Hch 8,14).

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Iniciación cristiana: don de Dios por mediación de la catequesis

Esa aceptación de la Palabra se enmarca en la fe, como ve-mos en: Muchos de los que habían oído el discurso creyeron (Hch 4,4); Cuando creyeron a Felipe que anunciaba la Buena Nueva del Reino de Dios y el nombre de Jesucristo, empezaron a bautizarse hombres y mujeres (Hch 8,12); Si Dios les ha concedido el mismo don que a nosotros, por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para poner obstáculos a Dios? (Hch 11,17). Y otros mu-chos textos más en los que aparece la fe, como la acepta-ción de la predicación y paso inmediato para la recepción del bautismo.

Ø Unas acciones simbólicas (en este caso, el bautismo)

Finalmente, el iniciado en la fe recibía el bautismo, no sin antes haber hecho una profesión de fe, en Cristo muerto y resucitado (véase Hch 8,37; Rom 10,9-10; Heb 4,14), acompañado de una fórmula bautismal (Hch 8,16; Mt 28,19), pasando el recién bautizado a formar parte de la comunidad cristiana.

Podemos concluir, después de este breve recorrido, que una persona llega a ser cristiana, por la escucha de la Pala-bra que lo mueve a la conversión y ésta, lo lleva a recibir de la comunidad el bautismo y el don del Espíritu Santo, para llevar una vida según el Evangelio de Jesús. La finalidad de la iniciación cristiana es, pues, conducir a una persona a vivir según el Espíritu de Cristo. En palabras de San Pa-blo: Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, es que todavía no es cristiano (Rom 8, 9)

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ProfuNdizamos

En el documento llamado ORIENTACIONES GENE-RALES PARA LA CATEQUESIS DE COSTA RICA (OGCCR), se precisa, de forma muy clara, lo que es la Iniciación Cristiana, siguiendo el modelo esquemático del Nuevo Testamento, tal como lo hemos visto en Hch 2,37-38, al decir que:

La iniciación cristiana es un don de Dios que reci-be la persona por la mediación de la Iglesia; es el proceso gradual de formación cristiana, unido a ri-tos sagrados, por el que las personas, libremente, se acercan al conocimiento de Jesucristo salvador, lo aceptan en sus vidas, y se unen a Él y a su Misterio de salvación, y, por la celebración de los sacramen-tos del Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, se integran como miembros vivos de la Iglesia Ca-tólica. El Catecismo de la Iglesia Católica, describe la iniciación cristiana en términos de camino o iti-nerario: “Desde los tiempos apostólicos, para llegar a ser cristiano se sigue un camino y una iniciación que consta de varias etapas. Este camino puede ser recorrido rápida o lentamente. Y comprende siempre algunos elementos esenciales: el anuncio de la Pala-bra, la acogida del Evangelio que lleva a la conver-sión, la profesión de fe, el Bautismo, la efusión del Espíritu Santo, el acceso a la comunión eucarísti-ca” (CEC 1229)… (OGCCR 142).

En la acción misionera, el eje de esta etapa es el kerigma. Aquí se requiere una vinculación entre el primer anuncio, que busca sus-citar la fe, y la catequesis de iniciación, que buscará fundamentarla

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(OGCCR 64). Entonces, podemos decir que la Iniciación Cristiana es la inserción de una persona en el Misterio Pas-cual de Cristo, como también en la Iglesia, mediante la fe y los sacramentos del Bautismo, Confirmación y Eucaristía. O si se prefiere, es un don de Dios que recibe el ser huma-no por medio de la Iglesia, a quien corresponde actualizar, en el tiempo, la obra de la redención y hacer partícipes a los seres humanos, de la vida divina mediante los sacramentos.

El que es iniciado, desde el punto de vista cristiano, es una nueva criatura, cuyos comportamientos y relaciones con Dios y con los demás, consigo mismo y con el mundo, han de permitirle ser conocido como discípulo de Jesucristo. Esta inserción y transformación radical, llevada a cabo en el ámbito de la comunidad cristiana, donde ha de integrar-se la respuesta de fe del candidato, exige por lo tanto, un proceso gradual o itinerario catequético, que ha de ayudar-le a madurar en su fe (véase DGC 66).

escuchamos la iNvitacióN de la Palabra

Desde lo que hemos meditado, tratamos de responder:

• ¿Habíamos escuchado este tema de la iniciación cristiana? ¿Cuándo y dónde? ¿Es algo nuevo para nosotros? ¿Qué se dice en nuestra comu-nidad o en la catequesis, sobre la iniciación cris-tiana?

• Los tres pasos que nos presenta el texto de Hch 2,37-38 ¿los han vivido nuestros catequizandos, antes de recibir los sacramentos? ¿Existen en nuestra parroquia, procesos de iniciación cris-

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tiana, según estos tres pasos? ¿Qué nos sugie-ren para nuestra vida cristiana o para la cate-quesis?

• Las palabras claves de la enseñanza de nues-tros pastores, como: iniciación cristiana, “don”, “proceso gradual”, “sacramentos”, “integración” o “agregación”, “Iglesia”, “comunidad”, “miste-rio pascual”, “conversión”, “profesión y madu-rez de fe”… ¿Qué nos dicen y qué expresan?

• La gente le preguntaba a San Pedro: ¿qué tene-mos que hacer? ¿A qué nos invita hoy la Pala-bra de Dios? ¿Qué debemos hacer, para nues-tra catequesis y para nuestras vidas, esto que hoy hemos visto y aprendido?

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oramos

A partir del Salmo 133 (132)

Qué bueno y agradablees que los hermanos vivan unidos!Es como el óleo perfumado sobre la cabeza,que desciende por la barba–la barba de Aarón–hasta el borde de sus vestiduras

Es como el rocío del Hermónque cae sobre las montañas de Sión.Allí el Señor da su bendición,la vida para siempre.

Se invita a todos a participar con oraciones espontáneas, terminan-do con el Padrenuestro, el Avemaría y el gesto de la paz, acompa-ñados de un canto.

Nos comPrometemos y celebramos

El tema de la iniciación cristiana, ha de llevar a los cate-quistas y participantes a un compromiso concreto, ya sea con la parroquia o en el ámbito de la catequesis. Hemos visto que el “itinerario de fe” comienza por el anuncio el kerigma. Compartamos con nuestros hermanos este anun-cio, se sugiere para ello utilizar el subsidio “Mi mejor rela-ción” producido por CENACAT.

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segundo enCuentro

crecieNdo eN la fe mediaNte la cateQuesisla iNiciacióN cristiaNa, doN de dios

Por medio de la cateQuesis

Se reunían asiduamente para escuchar la enseñanza de los Apóstoles

(Hch 2,42a)

Nos motivamos

Es realmente una bendición encontrarnos de nuevo para compartir la Palabra de Dios y las enseñanzas de la Iglesia, en este día reflexionaremos el tema de la Iniciación Cris-tiana, don de Dios por medio de la catequesis. Comenza-mos nuestro encuentro de hermanos, con alegría, orando y cantando.

Nos escuchamos

Para algunos cristianos, la catequesis podría ser:

• Ir a la iglesia a aprender la doctrina cristiana. • Un tiempo de enseñanza para los chiquitos que van

a hacer su primera comunión, o para los muchachos que se van a confirmar.

• La asistencia a unas clases que llamamos “catecis-mo”.

• Un curso que tienen que hacer los padres y padri-nos de los niños que se van a bautizar, o de los no-vios que se quieren casar por la Iglesia.

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• Una enseñanza sobre la Biblia y sobre la fe. • Un conjunto de charlas sobre diversos temas cris-

tianos. • Una enseñanza que se le da únicamente a los niños,

porque los adultos ya no necesitan aprender, pues lo conocen todo y lo saben todo…

• Aprender de las cosas de Dios, para saber de la re-ligión cristiana.

La Iglesia nos enseña que la catequesis:

• En cuanto educación de la fe de los niños, de los jóvenes y adultos, comprende especialmente una enseñanza de la doctrina cristiana, dada general-mente de modo orgánico y sistemático, con miras a iniciarlos en la plenitud de la vida cristiana (véase CT18c).

• Es toda una iniciación sistemática, elemental, orgá-nica e integral de la fe que, en su misma dinámica de crecimiento y maduración, le permite a los cate-quizandos profundizar su fe, fundamentar su con-versión, adherirse a Jesucristo de manera vital, a su vida y enseñanzas y fundamentar la vida cristiana. Es un camino que se hace por etapas, de acuerdo con la edad y las condiciones de los destinatarios, sean niños, jóvenes o adultos.

Hagamos ahora el ejercicio de dialogar entre nosotros sobre estas opiniones, contrastándolas luego con lo que enseña la Iglesia.

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escuchamos la Palabra de dios

Invoquemos al Espíritu Santo, encendamos una vela y en silencio nos disponemos para la escucha de la Palabra de Dios:

Todos se reunían asiduamente para escuchar la en-señanza de los Apóstoles y participar en la vida co-mún, en la fracción del pan y en las oraciones (Hch 2,42).

reflexioNamos desde el texto bíblico

El texto que escuchamos, es muy conocido por todos y ha hecho soñar a muchas comunidades, ha dado pie de qué hablar a muchos, produciendo “ríos de tinta” entre los especialistas. San Lucas, el autor de este hermoso texto, escribió para los cristianos de la segunda generación, es decir, después de la muerte de los apóstoles y el nacimiento de la Iglesia, allá por los años 70 al 90 d.C.

Es probable que las comunidades cristianas, de finales del siglo primero, ya no vivían las realidades tan lindas descri-tas por el evangelista San Lucas. Puede haber (y de hecho los hay), algunos rasgos que sí son históricamente ciertos, pero lo que el autor del libro trata de hacer, es “pintarnos” un retrato ideal. No nos presenta una “foto” de aquellas comunidades del comienzo o de la realidad que San Lucas conoció, sino más bien un horizonte ideal, al que deben tender los creyentes. San Lucas quiere darnos unos cri-terios, para que las comunidades cristianas sean fieles al Evangelio.

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El texto de Hechos 2,42 nos presenta los cuatro pilares so-bre los que debe apoyarse toda comunidad cristiana: todos se reunían asiduamente para escuchar la enseñanza de los Apósto-les, y participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. Es un resumen, muy al gusto del evangelista San Lucas, en que nos “describe”, a modo de sumario, las ca-racterísticas de la comunidad cristiana. Pero, para nuestro encuentro, solamente nos detendremos en el primer rasgo de aquella comunidad:

Ø La enseñanza de los apóstoles

Los Once Apóstoles, en especial San Pedro, dieron testimonio de su fidelidad al deseo de Jesús de proclamar y enseñar (véase Hch 1,8), particularmente anunciar que Jesús es el Cristo, Muerto y Resucitado (Hch 2,22-24; 4,18.20).

Este es el contenido del llamado “kerigma” o “pri-mer anuncio”. Los primeros cristianos, después del aconte-cimiento de Pentecostés y del kerigma, aceptan la predica-ción de los apóstoles (Hch 2,14-41), y la Iglesia se constru-ye porque unos proclaman la Palabra y otros están abiertos para acogerla.

Al respecto, San Juan Pablo II, en su Exhortación Apostó-lica La Catequesis de nuestro Tiempo, afirmaba que:

El libro entero de los Hechos de los Apóstoles ates-tigua que fueron fieles a su vocación y a la misión recibida. Los miembros de la primitiva comunidad cristiana aparecen en él, “perseverantes en oír la en-señanza de los apóstoles y en la fracción del pan y en la oración”. Se encuentra allí sin duda alguna la

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imagen permanente de una Iglesia que, gracias a la enseñanza de los Apóstoles, nace y se nutre con-tinuamente de la Palabra del Señor, la celebra en el sacrificio eucarístico y da testimonio al mundo con el signo de la caridad… (CT 10b).

Hemos de pensar que la catequesis de la Iglesia tuvo aquí sus inicios, pues su contenido fundamental era la enseñan-za de Cristo, transmitida por sus primeros testigos, dentro del ministerio de la Palabra y en los comienzos de la tarea evangelizadora de la Iglesia, que era anunciar a Jesucristo. Por eso, el Papa Juan Pablo sigue diciendo que:

Muy pronto se llamó catequesis, al conjunto de es-fuerzos realizados por la Iglesia para hacer discí-pulos, para ayudar a los hombres a creer que Je-sús es el Hijo de Dios, a fin de que, mediante la fe, ellos tengan la vida en su nombre, para educarlos e instruirlos en esta vida y construir así el Cuerpo de Cristo. La Iglesia no ha dejado de dedicar sus ener-gías a esa tarea… (CT 1b).

ProfuNdizamos

La catequesis está al servicio de la Iniciación Cristiana, se-gún se afirma en las Orientaciones generales para cateque-sis en Costa Rica:

El creyente se une a la comunidad de los discípulos de Jesús y hace suya la fe de la Iglesia. Por eso, des-de el Concilio Vaticano II, se ha invitado a retomar procesos de la Iniciación Cristiana para formar dis-cípulos, con una catequesis de inspiración catecume-

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nal, adaptada a las diferentes edades y a los contex-tos socioculturales (CD 14). El Directorio General para la Catequesis (DGC 63-68) se refiere con cla-ridad a que la catequesis debe estar al servicio de la Iniciación Cristiana y la señala, dentro del proceso evangelizador (DGC 49), como un “momento” cla-ve correspondiente al periodo en que se estructura la conversión a Jesucristo, dando una fundamentación doctrinal a esa primera adhesión.

La transmisión de la fe era un acontecimiento de op-ción vital por parte de los conversos, y de rica expe-riencia de vida comunitaria, según la tradición más antigua de la Iglesia, atestiguada ya en los Hechos de los Apóstoles. En particular, la formación era vi-vencial: tocaba el corazón y transformaba la vida. “Me sedujiste Señor y me dejé seducir; (…) sentía la palabra dentro como fuego ardiente encerrado en los huesos” (Jr 20,7-9). El itinerario de madurez de la fe de los adultos despliega un proceso orgánico y progre-sivo, dentro del cual puede distinguirse la catequesis básica y fundamental de iniciación, entretejida con otras acciones pastorales que conforman un itinera-rio evangelizador… (OGCCR 143-144).

San Juan Pablo II, enseña que la auténtica catequesis es siem-pre una iniciación ordenada y sistemática a la revelación que Dios mismo ha hecho al hombre, en Jesucristo, revelación conservada en la memoria profunda de la Iglesia y en las Sagradas Escrituras y co-municada constantemente, mediante una “traditio” viva y activa, de generación en generación (véase CT 22). Esto mismo se aplica con mayor razón, a la catequesis de la Iniciación Cristiana, como acto de transmisión de la fe viva de la Iglesia.

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Su contenido debe ser la Revelación de Dios, consignada en la Escritura y Tradición, es decir, la manifestación de Dios en la historia de la Salvación y el acontecimiento de su donación y entrega a favor de los seres humanos (por eso, es un don). La catequesis inicia o introduce a estas realidades (catequesis iniciática), que son los contenidos de su enseñanza. No son realidades entendidas como sim-ples afirmaciones, ideas o postulados, normas éticas o mo-rales, sino todas aquellas realidades que han de llevar a los catequizandos, a descubrir el amor de Dios manifestado en Jesucristo su Hijo, los acontecimientos salvadores rea-lizados por Él gracias a la acción del Espíritu Santo, que se expresan en el símbolo de la fe (Credo), los ritos sacramen-tales, los testimonios de los santos, la herencia espiritual de los Padres de la Iglesia y las obras de caridad.

En la catequesis, estas realidades se expresan o revisten en diversos lenguajes (bíblico, litúrgico, doctrinal, testimo-nial), en un cuerpo orgánico y coherente de enseñanzas, que han de presentarse de forma orgánica y sistemática, no solamente para formar la mente de los catequizandos, sino principalmente educarlos en la fe para que, por medio de ella, conozcan las riquezas del amor de Dios manifestado en Jesucristo y la esperanza de la gloria (véase Col 1,26-27).

El Directorio General de la Catequesis enseña que la ca-tequesis de iniciación, por ser orgánica y sistemática, no puede reducirse a lo simplemente circunstancial u ocasio-nal, pues, por ser formación para la vida cristiana, va más allá de la simple enseñanza. Por ser esencial, se centra en lo común para el cristiano. En fin, por ser una catequesis iniciática, incorpora a la comunidad que vive, celebra y tes-

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timonia la fe. Ejerce, por lo tanto, al mismo tiempo tareas de iniciación, educación e instrucción (DGC 68).

escuchamos la iNvitacióN de la Palabra

Desde lo que hemos oído y meditado, tratamos de resPon-der:

• ¿Qué importancia tiene la catequesis en nuestra fa-milia y comunidad? ¿Cuál debe ser la preocupación de nuestros párrocos y catequistas, en este sentido? ¿Realmente la transmisión de la fe ocupa un lugar preferencial en el trabajo evangelizador de nuestra comunidad? ¿Qué avances y retrocesos ven uste-des? ¿Hay interés o descuido? ¿A quiénes está lle-gando la catequesis? ¿Quiénes se han quedado por fuera?

• Desde el texto de Hch 2,42, hemos hablado de los “cuatro pilares” de toda comunidad cristiana. Tra-temos de identificarlos desde el texto. ¿Qué sucede si alguno de ellos se cae, no existe o falta, como su-cede en una construcción? ¿Cuál de todos, en nues-tra parroquia, aparecen “débiles”, “tembeleques” (tambaleantes) o “resquebrajados”?

• Nuestra catequesis parroquial o comunitaria ¿ado-lece de ser parcial, ocasional, improvisada? ¿Es realmente procesual, ordenada y sistemática? Y si no es así ¿qué podemos hacer para remediar esta carencia? ¿Cómo ir logrando, poco a poco, una ca-tequesis de iniciación en la comunidad donde vivi-mos?

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• ¿A qué nos invita el texto de Hch 2,42? ¿Qué aprendimos en este segundo encuentro?

oramos

A partir del Salmo 117 (116)

¡Alaben al Señor, todas las naciones,glorifíquenlo todos los pueblos!Porque es inquebrantable su amor por nosotros,y su fidelidad permanece para siempre. ¡Aleluya!

Los invitamos a realizar un eco del salmo, acompañado con oracio-nes espontáneas y un canto a elegir.Nos comPrometemos y celebramos

Se sugiere la dinámica “Construyendo 4P”: se reparten ho-jas en blanco a cada participante y se invita a sugerir acti-vidades para fomentar los cuatro pilares, a saber: escuchar la enseñanza de los Apóstoles, participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones sobre los que debe apoyarse toda comunidad cristiana; todo en medio de un ágape.

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terCer enCuentro

¡vamos eN camiNo de coNversióN y de fe!la iNiciacióN cristiaNa, uN camiNo de

coNversióN y crecimieNto eN la fe

El Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia

(Mc 1,15)

Nos motivamos

¡Vamos en camino de conversión y de fe! Una vez más, sean bienvenidos todos ustedes, a este tercer encuentro con la Palabra de Dios y las enseñanzas de la Iglesia. Hoy al meditar el tema de la Iniciación Cristiana, como camino de conversión y crecimiento en la fe. Comenzamos nuestro encuentro de hermanos, orando y cantando.

Nos escuchamos

La experiencia de caminar y de recorrer todos los días un camino, un trayecto, una carretera, asfaltado o no, pasar un puente y demás, es cosa de todos los días y una ex-periencia vital y muy importante para quienes tienen esa capacidad de desplazamiento. Veamos:

• Los primeros pasitos o gateo de nuestros bebés o niños pequeños, cuando van aprendiendo a cami-nar.

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• Es la forma más sencilla para desplazarnos porque, a lo mejor, no tenemos un carro o medio de trans-porte; o porque nos dejó el autobús.

• Caminamos de distintas formas, a paso lento o rápi-damente. También porque es un excelente ejercicio, muy recomendado por los especialistas en salud y en deporte.

• Cuando nos dirigimos a nuestros destinos de: tra-bajo, diversión, compras, templo, al campo o a la ciudad, para llegar a tiempo a nuestros compromi-sos, muchas veces apresurando el paso.

• Cuando nos convocan para una reunión importan-te, de forma grupal o comunitaria (concentración).

• En sentido religioso, al peregrinar en una romería, en procesión o haciendo el ejercicio del Santo Via-crucis.

• Porque la vida misma es un caminar y un camino, que nos lleva a una meta.

• Caminar es la actividad básica de todos los días, lo que hacemos a diario. Es necesaria para desenvol-vernos en todo, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos.

Hagamos el ejercicio de conversar entre nosotros tratando de res-ponder a la siguiente pregunta: ¿Qué significa para cada uno “ca-minar”?

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escuchamos la Palabra de dios

Invoquemos al Espíritu Santo, encendamos una vela y en si-lencio nos disponemos para la escucha de la Palabra de Dios:

Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: “El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia (Mc 1,14-15).

reflexioNamos desde el texto bíblico

El texto del Evangelio de San Marcos que hemos escogi-do para la reflexión, lo ubicamos dentro del pasaje de Mc 1,14-20 (proclamación del Reino y vocación de los prime-ros discípulos de Jesús). Los versículos 14-15 son el pri-mer resumen de su Evangelio, en relación con el tiempo y el espacio del anuncio evangelizador de Jesús (el arresto de Juan el Bautista y el viaje de Jesús a Galilea).

Es Jesús quien proclama e inaugura el Reino de Dios, tan esperado por Israel desde hacía tiempo. El Reino es la so-beranía amorosa de Dios Padre sobre Israel y el mundo, junto a la supresión de todos los males y sufrimientos. Lo único que tiene que hacer el pueblo ante esta oferta de sal-vación es convertirse, pues esta es la llamada o respuesta que Jesús espera de su predicación e iniciativas. Es decir, conversión y fe, que se concretan en la consiguiente llama-da y respuesta de sus primeros discípulos, que son Pedro, Andrés, Santiago y Juan que, al escuchar su llamado, lo siguen inmediatamente.

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Veamos cada uno de los versículos:

• Después que Juan fue arrestado (v.14a). Sobre la razón de este arresto, véase Mc 6,17-29; Mt 14,3-12; Lc 3,19-20. Al contarnos de este arresto, San Marcos enseña que antes de que Jesús comience su tarea mesiánica, el tiempo de Juan el Bautista ha termi-nado, que ya cumplió su tarea y que ahora solo le falta morir.

• Jesús se dirigió a Galilea (v. 14b), lugar o región de poca importancia hasta entonces en Israel Allí Je-sús “anuncia” (en griego “keryssein”, “anunciar”, de allí la palabra “kerigma” o anuncio), la Buena Noticia o Evangelio (véase Is 40,9; 52,7).

• El tiempo se ha cumplido (v. 15). Evidentemente, no es el tiempo cronológico, que medimos con nuestros relojes o almanaques, sino el tiempo de la salvación (en griego “kairós”), el tiempo propicio, señalado por Dios.

• El Reino de Dios está cerca (v 15a). La presencia del Reino, comenzado por Jesús, llama a todos a la conversión; para entrar en él es necesario conver-tirse (en griego “metanoia”) y creer en la Buena Nueva o Evangelio.

Como vemos, el Reino de Dios es don, oferta y gracia, del que nadie queda excluido. Ahora bien, si Dios lo otorga o regala, espera también una respuesta del ser humano (“amor con amor se paga”, decimos), mediante la conver-sión y la fe. Un ejemplo concreto de conversión y de fe, son

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Iniciación cristiana: don de Dios por mediación de la catequesis

las actitudes que muestran sus primeros discípulos, que an-te la llamada de Jesús, lo dejan todo, se convierten en sus seguidores y se van con él (v.16-20). En el texto, convertir-se es creer en la Buena Noticia, no solamente cambiar de rumbo o volver a Dios.

ProfuNdizamos

En los comienzos de su ministerio, vemos a Jesús que ca-mina, se marcha de su tierra, va a Galilea, recorre las orillas del lago de Galilea y llama al seguimiento (Mc 1,14.16). Su vida oculta y pública es un camino y una meta, que es su Muerte y Resurrección, en un camino desde Belén hasta Nazareth (Mt 2,19-22), y desde Galilea hasta Jerusalén (Mt 4,12-13; 16,21; Lc 9,22-27; 19,28-30). Es todo un pe-regrino del Reino de Dios y de su anuncio. Sus discípulos comienzan un camino con él, en calidad de seguidores, a lo largo de los caminos de Palestina (Lc 10,1). Todos son caminantes, ellos se convierten a Cristo y comienzan, como el pueblo de Israel, a escuchar las enseñanzas del Maestro, a hacer vida común con él, y seguirlo, pese a sus titubeos y mente cerrada, a sus dudas de fe. Esa es la vida cristiana y ese es el recorrido de la catequesis de la Iniciación Cristia-na, que nos invita a la conversión y a crecer y madurar en la fe recibida, desde los primeros momentos del proceso.

En la catequesis de Iniciación Cristiana, vale decir, en la catequesis iniciática, dentro de la primera etapa del proce-so evangelizador, enseñan nuestros pastores que

El contexto es netamente misionero y está en fun-ción de anunciar el Evangelio y llamar a la fe y a la conversión iniciales a las personas (no creyentes o

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en la indiferencia religiosa), que se acercan a la co-munidad cristiana. Éstas, por la proclamación del kerigma de la Iglesia, a veces durante un encuentro fortuito con un cristiano que les ha creado algún in-terrogante, al anunciarles la Buena Nueva de Jesu-cristo, con la libertad y el arrojo que sólo el Espíritu da (EN 21-22), son ayudadas de modo inicial a descubrir el atractivo de la persona de Jesucristo, y a reconocer que en el Misterio Pascual, hay algo que remueve su corazón y despierta un anhelo de pleni-tud que estaba latente en su alma.

El anuncio escuchado les urge a seguir las huellas de Jesucristo, con el deseo de dar respuesta a sus an-helos y a sus dudas, a sus inquietudes y a sus fraca-sos, en definitiva, a hallar de algún modo salvación. Estas personas son llamadas “simpatizantes”, y si se disponen y deciden seguir a Jesucristo, continúan en la profundización del kerigma durante la acción catequético-iniciatoria, que es llamado catecume-nado o discipulado… (OGCCR 65).

Este es, pues, un primer paso o primera etapa de todo un proceso que no se detiene, que no termina sino en la muer-te, para llegar a la plenitud del Reino de Dios. De allí que el objetivo de la Iniciación Cristiana (como acción básica y fundamental en la construcción de la personalidad, tanto del discípulo como de la comunidad), es el crecimiento y maduración de la fe. Así lo enseñan nuestros pastores:

Quien se ha convertido a Dios y ha aceptado la fe en Jesucristo (ambas de forma inicial), es intro-ducido a la vida de la Iglesia por mediación de la

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catequesis, la participación en los sacramentos, los comportamientos morales y el testimonio que bro-tan de su incorporación. Es el momento de la Inicia-ción Cristiana en todas las dimensiones de la fe, en todo lo que la Iglesia es, para adherirse plenamente a ella: la Palabra, la celebración, el servicio, la vida comunitaria y la misión…

… La catequesis permanente, predicación en sí misma, está presente en el ámbito litúrgico y en la reflexión teológica. La predicación de la Palabra actualiza el acontecimiento salvífico (Credo), bajo signos instituidos por Cristo (sacramentos, litur-gia), y llama a la contemplación y al compromiso personal y social (mandamientos, oración y testi-monio de vida cristiana). Esta educación perma-nente en la fe ayudará a madurar la profesión de fe, a proclamarla en la celebración de la Eucaris-tía, y a renovar los compromisos que ella implica o conlleva para el creyente en Jesucristo. Una sólida comunidad cristiana deberá sostener y fortalecer de los iniciados, de modo que ellos puedan celebrar, anunciar, vivir y compartir la fe. “La madurez bá-sica, de la que brota la profesión de fe, no es el punto final en el proceso permanente de la conversión. La profesión de fe bautismal se sitúa en los cimientos de un edificio espiritual destinado a crecer” (DGC 56)… (OGCCR 66.69).

Todo esto implica un itinerario catequético como ejercicio de la vida cristiana, que se va desarrollando cuando los catequizandos participan de forma consciente y activa de la vida de la Iglesia, como también este itinerario entendi-

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do como catequesis orgánica, sistemática y básica de la fe cristiana (véase CT 22), y como un camino que debe reco-rrerse en diversas etapas, como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica (CEC 1229), ya sea rápida o lentamente, respetando el avance progresivo de la fe de los catequizan-dos y su tiempo de maduración.

escuchamos la iNvitacióN de la Palabra

Desde lo que hemos oído y meditado, tratamos de resPon-der:

• Jesús recorre Galilea, anuncia el Reino y al Evan-gelio, llamando a la conversión ¿En cuáles gestos o enseñanzas de nuestra catequesis, vemos estos pa-sos o itinerario de Jesús?

• Describan, con sus propias palabras, los pasos más importantes, desde los gestos de Jesús, y desde la enseñanza de nuestros pastores, que deben caracte-rizar la catequesis de iniciación.

• ¿En qué sentido la catequesis de iniciación, nos lla-ma a la conversión y nos hace crecer y madurar en la fe?

• Entre todos, tomen el texto bíblico del primer en-cuentro (Hch 2,37-38), con el de hoy (Mc 1,14-15), comparándolos debidamente y respondiendo a las siguientes preguntas: La experiencia de anuncio de Jesús y la de Pedro ¿son kerigmáticas? ¿en qué sentido? ¿en qué nos puede ayudar a la fe y al tra-bajo de la catequesis de iniciación?

• ¿A qué nos llama o nos invita el texto del Evangelio de hoy? ¿Cómo lo podemos llevar a la vida?

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Iniciación cristiana: don de Dios por mediación de la catequesis

oramos

A partir del Salmo 1

¡Feliz el hombre que no sigue el consejo de los malvados,ni se detiene en el camino de los pecadores,ni se sienta en la reunión de los impíos,sino que se complace en la ley del Señory la medita de día y de noche!

Es como un árbol, plantado al borde de las aguas,que produce fruto a su debido tiempoy cuyas hojas nunca se marchitan:todo lo que haga le saldrá bien.

No sucede así con los malvados:ellos son como paja que se lleva el viento.Por eso, no triunfarán los malvados en el juicio,ni los pecadores en la asamblea de los justos;porque el Señor cuida el camino de los justos,pero el camino de los malvados termina mal.

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Todos los participantes hacen oraciones espontáneas, ter-minando con el Padrenuestro, el Avemaría y el gesto de la paz, acompañados de un canto, que todos conozcan.

Nos comPrometemos y celebramos

El tema de la Iniciación Cristiana, como de conversión y crecimiento en la fe, ha de llevar a los catequistas y partici-pantes a un compromiso concreto, ya sea con la parroquia o en el trabajo de la catequesis. Se entrega a cada partici-pante una huella de papel y se les pide escriban un anuncio evangelizador. Con anticipación se traza un camino en el piso, para que vayan colocando las huellas. Al final, se in-vitará al grupo a recorrer el camino, y se solicita de forma libre, compartir el mensaje que le fue más significativo

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Iniciación cristiana: don de Dios por mediación de la catequesis

Cuarto enCuentro

“fui bautizado, coNfirmado y voy a misa”los sacrameNtos de la iNiciacióN cristiaNa

No faltemos a las reuniones, como hacen algunos

(Heb 10,2)

Nos motivamos

¿Recuerdan el día y la parroquia donde fueron bautizados, confirmados y comulgaron por primera vez? Bienvenidos sean todos ustedes, a este cuarto encuentro con la Palabra de Dios y las enseñanzas de nuestros pastores. Hoy tra-taremos el tema de los sacramentos de la Iniciación Cris-tiana. Comencemos, nuestro encuentro de hermanos, con alegría, orando y cantando.

Nos escuchamos

Con la expresión inicial como título de este encuentro, que dice: “Fui bautizado, confirmado y voy a misa”, se expre-sa una vivencia de los tres sacramentos de la Iniciación Cristiana: el Bautismo, la Confirmación y el Eucaristía, en quienes los han recibido. Por eso, al comenzar nuestro en-cuentro, pensemos:

• ¿Qué significa para nosotros ser bautizados? ¿Qué importancia le damos a este sacramento? ¿Cómo

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ha sido la catequesis pre-bautismal, impartida en nuestra comunidad? ¿Un simple requisito, imposi-ción, o verdadera formación pre-sacramental? ¿Pa-ra qué llevamos a nuestros hijos o ahijados al bau-tismo? ¿Cuáles son las motivaciones? (que el grupo las enumere). Si no hay fe y compromiso cristiano o son muy débiles, en los padres y padrinos ¿para qué bautizar? ¿Qué implica bautizar o bautizarse en la Iglesia?

• La Confirmación ha sido a veces la “cenicienta” de la vida sacramental. ¿A qué se debe? ¿Cómo vi-venciamos este sacramento? ¿Qué les enseñamos, por ejemplo, a los jóvenes, sobre su importancia? ¿Qué les decimos a los novios, en su preparación al matrimonio? ¿Lo consideramos necesario este sacramento? ¿Qué significa, para nosotros, haber recibido el Espíritu Santo en la Confirmación, si ya lo habíamos recibido en el Bautismo?

• Finalmente, la Eucaristía o Santa Misa ¿cómo la vivimos y celebramos? ¿Es un sacramento aburri-do, al que debemos ir por miedo al pecado al faltar, o por simple imposición? ¿O es todo lo contrario? ¿Qué significa para nosotros la participación en la Eucaristía dominical y comunitaria? ¿Qué significa comulgar a Cristo en su Palabra y en su Cuerpo y Sangre, al recibirlo? ¿Con cuáles actitudes asisto a la Santa Misa? ¿Cómo se vive en nuestra familia la participación en este sacramento? ¿Se puede ser cristiano, sin participar en la Eucaristía? ¿Existen lazos o nexos en estos tres sacramentos? Si no los descubrimos ¿a qué se debe? ¿En qué estamos fa-llando en la formación sacramental o catequesis?

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Iniciación cristiana: don de Dios por mediación de la catequesis

¿Existe en nuestra comunidad cristiana, una cate-quesis para la vivencia de la Eucaristía, o simple-mente nos contentamos con la que se imparte para la primera comunión, a nuestros niños?

Suscitemos un diálogo con los participantes a partir de estas pre-guntas.

escuchamos la Palabra de dios

Invoquemos al Espíritu Santo, encendamos una vela y en silencio nos disponemos para la escucha de la Palabra de Dios:

No vamos a insistir de nuevo en las verdades funda-mentales, a saber: la conversión de los pecados y la fe en Dios, la instrucción bautismal, la imposición de las manos, la resurrección de los muertos y el jui-cio eterno (Heb 6, 1-3).

reflexioNamos desde el texto bíblico

El presente texto de Heb 6,1-3 se ubica dentro del pasaje de Heb 5,11-6,3 que es una llamada o exhortación a sus destinatarios, a madurar como cristianos. Su autor recuer-da los puntos fundamentales de la catequesis, a saber:

• la transformación interior o conversión, abando-nando todas aquellas obras que no van de acuerdo con el servicio del Dios vivo (Heb 9,14)

• la fe en Dios, la doctrina acerca del bautismo (ya sea el bautismo cristiano o los diversos ritos o baños de purificación, comunes entre los judíos y paganos (véase Hch 18,24-28; 19, 1-7)

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• también podía tratarse de la catequesis o expli-cación en los diversos pasos o itinerario, que ha-bía que recorrer para llegar al bautismo cristiano, que también es llamado “iluminación” (véase Heb 10,32)

• el don del Espíritu Santo, por medio de la imposi-ción de manos (Hch 8,17; 19,6),

• la fe en la resurrección de los muertos, sin la cual es imposible aceptar y comprender la resurrección de Cristo (Jn 5,28-29; 1 Cor 15)

• y el juicio definitivo (Mt 25).

Llama la atención en este texto, la mención de dos ges-tos sacramentales: el bautismo y la imposición de manos, que han de derivar en los dos sacramentos de la Iniciación Cristiana: el Bautismo y la Confirmación, aunque aquí no se mencione la Eucaristía.

ProfuNdizamos

Ya vimos en el primer encuentro, que la palabra inicia-ción viene del latín “initiatio”, de “in-iter”: introducir a un camino, comenzar algo, introducir a alguien en un nuevo estado, en una comunidad. En todas las religiones ha exis-tido este proceso, en especial en las religiones mistéricas, y comprende no sólo un adoctrinamiento, sino una serie de ritos iniciáticos, que vienen a expresar un nuevo nacimien-to, por el que un ser humano resulta “iniciado” en el miste-rio y admitido como miembro de una comunidad o grupo.

Esto mismo ha sucedido con la Iglesia, ha existido en ella todo un proceso de iniciación. En el Nuevo Testamento era sencillo: evangelización, conversión a la fe, rito bautismal

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e introducción a la comunidad cristiana (véase Hch 2,22-42; CEC 1212; 1229-1233). Así, pues, la Iniciación Cristiana expresa el misterio que introduce al ser humano en la vida nueva, transformándolo interiormente, comprometiéndolo en una opción de fe para vivir como hijo de Dios e inte-grándolo en una comunidad que lo recibe como miembro (Bautismo), que le inspira con el actuar (Confirmación), y lo alimenta con el Pan de Vida (Eucaristía) (véase RICA 1-2).

Hay un texto de Tertuliano, apologista del siglo II, en el que vemos de manera resumida, lo que es la Iniciación Cristiana, significada en los ritos de iniciación, por medio de los sacramentos cristianos:

La carne es lavada, para que el alma sea purificada; la carne es ungida, para que el alma sea consagra-da; la carne es marcada, para que el alma quede vigorizada; la carne es cubierta con la imposición de manos, para que también el alma sea iluminada por el Espíritu Santo; la carne se alimenta del cuerpo y de la sangre de Cristo, para que también el alma pueda alimentarse abundantemente de Dios (De resurrectione mortuorum 8, 3: PL 2, 806).

Se trata de un rito unitario, que comprende los gestos del lavado bautismal, de la unción, del signo de la cruz y de la imposición de manos, así también de la comunión sacra-mental. En todos ellos descubrimos los tres grandes sacra-mentos de la iniciación cristiana: Bautismo, Confirmación y Eucaristía.

Con el Bautismo y la Confirmación, se empieza este proce-so (o se culmina) de Iniciación. Son sacramentos iniciáticos

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de todo un proceso de vivencia de Cristo y de su Espíritu. Colocados al comienzo de la vida cristiana, la contienen en germen y la condicionan en su totalidad; recibidos una vez para siempre, marcan profundamente el itinerario cristia-no; todo discípulo de Cristo siempre será un bautizado y un confirmado; la Eucaristía llevará a plenitud y renovará constantemente la gracia del Bautismo y de la unción del Espíritu. El cristiano, al recibirlos en el proceso de la ini-ciación y a sus misterios, es llamado a escuchar la Palabra de Dios (kerigma), requiere de una catequesis progresiva. El kerigma lo introduce, luego tiene necesidad de conocer y vivenciar la doctrina (catequesis). Si no, los sacramentos se volverían simples ritos, casi mágicos y desvinculados en-tre sí, como lamentablemente sucede, por nuestra cateque-sis que, a veces, es fragmentada y desarticulada.

Hay necesidad, pues, de toda una preparación (una mista-gógica), para entrar e ir viviendo el proceso (catecumena-do). El catecúmeno ha de pasar por una serie de ritos que evocan los misterios cristianos en una serie de simbolismos, se dejará impactar por ellos, experimentará, asumirá... Por ejemplo, el uso del agua (símbolo de vida o muerte), la luz...Son sacramentos que le dan sentido a la vida misma. Todo esto exige una nueva modalidad de catequesis parroquial, que asuma plenamente todo el proceso y modalidad de la Iniciación Cristiana.

Veamos lo que, al respecto nos enseñan:

En la profesión comunitaria de la fe el creyente y la comunidad encuentran su identidad. El Bautis-mo es la puerta de la vida espiritual; propicia la primera participación del creyente en la Muerte

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y Resurrección de Jesucristo, así como la primera profesión pública de la fe; y constituye el comien-zo del camino de la identificación con Cristo en su Misterio Pascual. La plenitud del Espíritu, recibida en el sacramento de la Confirmación, capacita al catequizando para entregar, con valentía, su vida al servicio de la misión. En cada Eucaristía se hace memoria del sacrificio de Cristo, a fin de que la vida sea un sacrificio de alabanza.

La forma más profunda de relacionarse con Jesús es alimentarse con el sacramento de su sacrificio, para que Él permanezca en el creyente, como Cristo permanece en Dios y Dios en Cristo. Nada es más importante ni se sobrepone a la realidad de vivir en Cristo; por eso la Eucaristía es el culmen de la vida. En cada celebración, el creyente se va transforman-do en aquello que recibe, o sea, en su vida se realiza existencialmente la Pascua de Cristo.

La Iniciación Cristiana exige replantear todo el proceso de “hacerse cristiano”, pues no basta con mejorar la llamada catequesis pre sacramental. Es preciso, por tanto, organizar la catequesis de iniciación a partir de la unidad de todo el proceso, dado que la celebración separada de los sacramentos hace perder la relación de uno con el otro y, conse-cuentemente, el propio sentido de ser cristiano. Los tres sacramentos requieren un proceso adecuado de madurez en la fe. Si llegara a faltar uno de estos elementos, la Iglesia-comunidad mantendrá su preocupación misionera de llegar a completarla… (OGCCR 156-157).

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escuchamos la iNvitacióN de la Palabra

Desde lo que hemos oído y meditado, tratamos de resPon-der:

• Los destinatarios de la Carta a los Hebreos, debie-ron haber alcanzado su madurez en la fe, en todo su proceso de Iniciación Cristiana, que les llevó desde su conversión hasta el bautismo y la imposición de manos, de allí la exhortación de su autor, en Heb 6,1-3. ¿Sucede esto mismo en nuestra vivencia de los sacramentos de iniciación y en la catequesis co-rrespondiente? ¿Qué nos haría falta, entonces?

• ¿Cuál debe ser el proceso normal, en la vivencia y celebración de estos sacramentos, de manera que no se sientan ni se vean separados, como sucede a veces en la práctica pastoral? ¿Qué enseñan, al respecto, la Palabra de Dios y estas orientaciones concretas? ¿Qué etapas o pasos deberíamos seguir en nuestra catequesis?

• ¿A qué se debe que nuestros adultos no estén lo suficientemente evangelizados? ¿Cuáles retos nos presentan la Palabra de Dios y la enseñanza de la Iglesia, para nuestra catequesis parroquial?

• ¿A qué nos invita este texto de Heb 6,1-3? ¿Qué nos enseña hoy?

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oramos

A partir del Salmo 119,97-103

¡Cuánto amo tu ley, todo el día la medito!Tus mandamientos me hacen más sabio que mis enemigos,porque siempre me acompañan.Soy más prudente que todos mis maestros,porque siempre medito tus prescripciones.Soy más inteligente que los ancianos,porque observo tus preceptos.

Yo aparto mis pies del mal camino,para cumplir tu palabra.No me separo de tus juicios,porque eres tú el que me enseñas.¡Qué dulce es tu palabra para mi boca,es más dulce que la miel!

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Meditamos el salmo, compartimos un eco y se hacen ora-ciones espontáneas, por parte de los participantes. Termi-nando con la oración del Padrenuestro, el Avemaría y el gesto de la paz, acompañados de un canto a elegir entre todos.

Nos comPrometemos y celebramos:

En un ambiente fraterno, se solicita a cada participante elaborar una tarjeta en donde refleje los signos propios de los sacramentos de Iniciación Cristiana y anotará la fecha de cuando recibió cada uno de ellos. Así se podrán autoevaluar, para determinar la importancia de su vida sacramental. También, con anticipación se puede solicitar fotografías a los participantes de cuando recibieron algún sacramento de iniciación, y así proyectar una presentación en medio de un ágape.

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Quinto enCuentroeN la iglesia vivimos el itiNerario de fe

itiNerario y lugaresde la iNiciacióN cristiaNa

Ustedes se han acercado... a la congregación y asamblea

de los primogénitos (Heb 12,22c.23a)

Nos motivamos

¡Bienvenidos a este lugar de encuentro con la Palabra y con esta comunidad! Meditaremos sobre el itinerario y los lugares de la Iniciación Cristiana, a fin de que podamos muy pronto, comenzar la experiencia en nuestra parroquia, esta catequesis prioritaria en clave catecumenal. Cantamos y oramos para comenzar.

Nos escuchamos

Los lugares donde vivimos y nos desenvolvemos son esen-ciales en el diario vivir, además de ser significativos pa-ra casi todos, tales como: la casa, el templo, el pueblo, la ciudad, el lugar donde hemos nacido, donde trabajamos, a donde vamos a pasear o divertirnos (la playa, la montaña, una plaza o jardín, el cine o el teatro). Todos esos espacios nos dicen y enseñan mucho. Pues, ¡qué agradable estar en la casa compartiendo con la familia! ¡qué bonito es llegar al lugar donde trabajamos y pasar la jornada con los com-

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pañeros en la labor con que nos ganamos la vida! ¡qué her-moso el templo donde nos congregamos a orar y celebrar la Eucaristía! ¡qué bueno y saludable el poder recorrer un sendero o pasear en la playa o ir a la montaña! pues nos hace descansar y relajarnos.

Nos gusta ser invitados a la casa de los amigos para com-partir, a la de los abuelos o familiares para estar con ellos, como también conocer y recorrer los pueblos más lindos de nuestro país.

Rosario Flores, en su canción llamada “Hay un lugar”, ex-presa con emoción lo que puede ser un lugar, al decir que:

“Hay un lugar donde el sol brilla más, donde el aire te despierta con bondad. Hay un lugar donde el sueño se refleja, donde el viento, con su canto, te cuenta cómo llegar” (www.youtube.com/watch?v=QY6gLRWPq18).

El grupo comentará sobre estas experiencias de los lugares y de su experiencia de vida, de recorrido y de significado que cada uno tiene. Y se escucha la canción citada de Rosario Flores, que sea punto de referencia y diálogo para comenzar la reflexión.

escuchamos la Palabra de dios

Invoquemos al Espíritu Santo, encendamos una vela y en silencio nos disponemos para la escucha de la Palabra de Dios:

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Tenemos, pues, hermanos, plena confianza para entrar en el santuario en virtud de la sangre de Je-sús, por este camino nuevo y vivo, inaugurado por Él para nosotros, a través de la cortina, es decir, de su cuerpo (Heb10, 19-20)

reflexioNamos desde el texto bíblico

El texto que reflexionamos, lo debemos ubicar dentro del pasaje de Heb 10,19-25, donde su autor enseña que, por medio de Jesucristo, tenemos libre acceso a Dios. En Is-rael, en la fiesta llamada “Fiesta del Perdón”, el sumo sa-cerdote entraba al santuario una vez al año, para realizar la purificación del pueblo (véase Lev 16), pero solamente él y nadie más. Por el contrario, con Cristo ahora todos podemos llegar a Dios (véase Heb 4,14-16; 7,19-25; 9,11; Rom 5,2; Ef 2,18; 3,12, Col 1,22). Nada existe que lo impi-da. Ya no existen barreras ni separaciones, pues tenemos el camino, vivo y nuevo, que es la humanidad glorificada de nuestro Redentor.

Él es nuestro sacerdote mediador, que nos pone en con-tacto con su Padre, por medio suyo (aquí se expresa con lenguaje corporal y litúrgico- sacrificial, como “sangre”, “cuerpo” o “carne”, “cortina del templo”), gracias a su obe-diencia de Hijo hecho hombre (“carne”), hasta la muerte. Por eso, contentos y confiados, sin reticencias y sin mie-dos, podemos y debemos avanzar, sin desmayar y sin mirar atrás, en nuestra relación con Dios. Al final, el texto de Heb 10,19-25 invita a los creyentes (y hoy a nosotros), a participar de las reuniones de las asambleas y ser activos en las obras de bien común (vv.24-25).

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ProfuNdizamos

El texto habla de un lugar, de llegar a él, de entrar allí y de recorrer un camino para acceder a Dios. A ese santuario lo llamamos “el cielo”. Con este lenguaje litúrgico y exis-tencial, se nos habla de una experiencia de fe, que puede ayudarnos a entender la vida cristiana como recorrido, co-mo camino que se va caminando, en la Iglesia como lugar apropiado para iniciarlo y proseguirlo, mediante la cate-quesis de iniciación:

La Iniciación Cristiana ha estado íntimamente unida e identificada, desde la Antigüedad cristiana, con el proceso del catecumenado como itinerario de educación en la fe, con miras al encuentro con Jesu-cristo salvador y el ingreso a la comunidad cristiana mediante los tres sacramentos de iniciación. Para la catequesis es muy importante que se comprenda que el catecumenado, antes que ser una institución, es una función pastoral de la Iglesia que es esencial y se hace necesario redescubrir, porque sintetiza y en-carna la dinámica y el itinerario de educación en la fe. Su lugar se encuentra en el segundo momento del proceso evangelizador (DGC 49) (OGCCR 147).

Así entenderemos que mediante el itinerario catequéti-co, que precede, acompaña o sigue en la celebración de los sacramentos de iniciación, los catequizandos alcanzan el conocimiento del misterio de la salvación, afianzan sus compromisos personales de respuesta a Dios y de cambio progresivo de mentalidad y costumbres, fundamentan su fe y avanzan en el ejercicio y aprendizaje de la vida cristiana, acompañado por la comunidad cristiana (véase DGC 66).

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Este itinerario se vive por etapas:

a) el tiempo del anuncio misionero, tiempo de búsque-da o catecumenado

b) la entrada en el catecumenado, c) el tiempo del catecumenado, d) la elección e inscripción del nombre, e) el tiempo de la purificación e iluminación, f) el tiempo de la mistagogía.

Todas estas etapas son descritas ampliamente en las Orien-taciones Generales para la Catequesis de Costa Rica (véa-se OGCCR 146-152).

¿En qué lugar se debe realizar esta catequesis de inicia-ción? Veamos:

La Iglesia es consciente de que la escucha, compren-sión y asimilación de la Palabra de Dios requiere de una atmósfera vital de comunión eclesial (VD 38). Más aún, la inmersión en el Misterio Pascual y el proceso de Iniciación Cristiana no sólo es viven-cial, sino convivencial (Hch 2,42). El seguimiento de Cristo es personal, pero se hace en comunidad. La catequesis parte de la certeza de que la “pertenencia a una comunidad concreta”, la Iglesia, es “una di-mensión constitutiva del acontecimiento cristiano” (DAp 156). Es “urgente que cada cristiano descu-bra su ubicación y su compromiso, que se percate de que no sólo está en la Iglesia, sino que él es Iglesia” (LAN 50) (OGCCR 303).

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De forma tal, que es la Iglesia, el lugar apropiado donde se viven estos procesos e itinerario catequético, entendida co-mo una comunidad viva, un ámbito real de fe, que acoja y envuelva a los catequizandos y que, de manera progresiva, los vaya integrando a ella, para aprender viviendo, con la ayuda de los demás fieles y las sabias orientaciones de los catequistas, las claves y pautas de la vida cristiana.

En este documento se concretan lugares claves y signifi-cativos para la Iniciación Cristiana, como la parroquia, las filiales o diaconías, las CEBS o pequeñas comunidades, la familia, los centros educativos católicos, entre otros (véase OGCCR 308-322), pero sigue siendo la parroquia, el lugar privilegiado para implantarla y promoverla:

Cada comunidad parroquial ha de mostrar su capa-cidad “de promover y formar discípulos y misioneros que respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier, por desborde de gratitud y alegría, el don del encuentro con Jesucristo” (DAp 14). Para esto ha de constituirse en “una red de comunidades y grupos, capaces de articularse logrando que sus miembros se sientan y sean realmente discípulos y misioneros de Jesucristo en comunión” (DAp 172), y en la que el sentido de Iglesia y de pertenencia al Cuerpo de Cristo encuentren el ámbito propicio para la organización y desarrollo de la catequesis, a todos los niveles.

Por eso, se debe hacer de la parroquia “el lugar don-de se asegure la Iniciación Cristiana” y asumir “como tareas irrenunciables: iniciar en la vida cris-tiana a los adultos bautizados y no suficientemente

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evangelizados; educar en la fe a los niños bautizados en un proceso que los lleve a completar su iniciación cristiana; iniciar a los no bautizados que, habiendo escuchado el kerygma, quieren abrazar la fe” (DAp 293 (OGCCR 309-310).

escuchamos la iNvitacióN de la Palabra

Desde lo que hemos oído y meditado, tratamos de resPon-der:

• Nuestra catequesis parroquial o comunitaria ¿ha tenido un itinerario concreto? ¿En cuáles aspectos lo notamos? Y si no ¿cómo descubrirlos, implantar-los o enriquecerlos?

• ¿Qué entendemos por catecumenado? ¿Un movi-miento? ¿Un proceso? Describirlo con las propias palabras, desde las orientaciones para la catequesis, que hemos citado.

• ¿Cuáles son los lugares más importantes, en lo que, en nuestra realidad, se imparte la catequesis? ¿A cuál consideramos el más importante y por qué?

• ¿Qué entendemos en la expresión “formar discípu-los”?

• ¿Cuáles serían, a nuestro criterio, las tareas más ur-gentes de nuestra catequesis?

• ¿A qué nos invita el texto bíblico? ¿Qué podemos aprender de él, en nuestro encuentro de hoy?

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oramos

A partir del Salmo 23 (22)

El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.Él me hace descansar en verdes praderas,me conduce a las aguas tranquilasy repara mis fuerzas;

me guía por el recto sendero,por amor de su Nombre.

Aunque cruce por oscuras quebradas,no temeré ningún mal,porque tú estás conmigo:tu vara y tu bastón me infunden confianza.

Tú preparas ante mí una mesa,frente a mis enemigos;unges con óleo mi cabezay mi copa rebosa.

Tu bondad y tu gracia me acompañana lo largo de mi vida;y habitaré en la Casa del Señor,por muy largo tiempo.

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Iniciación cristiana: don de Dios por mediación de la catequesis

Meditamos el salmo y exhortamos a realizar oraciones es-pontáneas, confiando siempre en el Señor, que nos acoge en un lugar especial, la Iglesia.

Nos comPrometemos y celebramos

Se solicita a cada participante confeccionar una tarjeta, en la cual exprese la importancia de vivir un itinerario de fe en la comunidad parroquial como punto de referencia. Después de un ágape, los participantes se intercambian las tarjetas.

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Iniciación cristiana: don de Dios por mediación de la catequesis

sexto enCuentro¡me gusta dar y recibir!

la iNiciacióN cristiaNa, doN de diosPor medio de la iglesia

El hombre los miró fijamente, esperando que le dieran algo

(Hch 3,5)

Nos motivamos

Bienvenidos sean todos ustedes, a este sexto encuentro con la Palabra de Dios y las enseñanzas de la Iglesia. Hoy ve-remos la importancia de la Iniciación Cristiana como un don de Dios, por medio de la Iglesia. Comenzamos nuestro encuentro de hermanos, orando y cantando…

Nos escuchamos

A todos nos gusta regalar y que nos regalen. Dar y reci-bir. Todo regalo expresa el cariño, la amistad, la cercanía de las personas que nos quieren y a quienes queremos, de allí el significado que tienen o adquieren esos dones mate-riales, pasando a ser signos o recuerdos de quienes nos lo dieron. Hay tiempos y celebraciones especiales, en los que nos gusta compartir regalos y dones: la Navidad, el día de cumpleaños o de graduación, o en algún aniversario espe-cial y significativo. Son ocasiones en las cuales los regalos se hacen presentes y disfrutamos abriéndolos, viéndolos y mostrándolos.

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Sabemos también que un regalo puede ser auténtico, al nacer del corazón o de la intención sincera y cariñosa de quien nos lo da, o puede ser un simple compromiso, o por quedar bien, por no quedarse atrás, por aparentar y hasta por hipocresía. Por eso tienen más valor los gestos, la cer-canía, el cariño y la comprensión, las experiencias vividas con los amigos y los seres queridos. Ciertamente a veces apreciamos más, que se nos dedique tiempo, un buen ra-to, espacios compartidos, para celebrar y vivir el amor y la amistad, que un simple regalo material. Porque la vida compartida podría ser el mejor agasajo para el festejado u homenajeado.

Con anterioridad, se organiza un intercambio de regalos con los participantes del grupo, para compartirla experiencia de dar y de recibir regalos. Se recomienda que los regalos sean objetos elabo-rados por cada uno, o bien: una carta, un poema, un pensamiento motivador.

escuchamos la Palabra de dios

Invoquemos al Espíritu Santo, encendamos una vela y en silencio nos disponemos para la escucha de la Palabra de Dios:

El hombre los miró fijamente esperando que le die-ran algo. Pedro le dijo: “No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y camina”. Y tomándolo de la mano derecha, lo levantó; de inmediato, se le forta-lecieron los pies y los tobillos (Hch 3,5-7)

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Iniciación cristiana: don de Dios por mediación de la catequesis

reflexioNamos desde el texto bíblico

San Lucas, en el libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 3,1-10), nos presenta la curación de un hombre tullido, he-cha por Pedro que, acompañado por Juan, subían al tem-plo de Jerusalén para la oración de la tarde. Al encontrarse con él, acostumbrado como siempre a pedir limosna, ambos se detuvieron y lo miraron fijamente. Pedro le pidió que lo mirara, tanto a él como a Juan. A lo que aquel tullido acep-tó, pensando que le darían algo. Pedro le dijo que no tenía ni oro ni plata, pero lo que podría darle era la salud, en el nombre de Jesucristo Nazareno. Tomándolo de la mano, lo levantó y lo curó, pudiendo caminar de allí en adelante.

Notemos que la mirada del discapacitado se cruza con la de aquellos apóstoles, que lo miran fijamente, pero que re-velan diversas intenciones: la de ellos para sanarlo o libe-rarlo y la del paralítico para pedir o esperar algo. Pedro no tiene a la mano, aquellos metales valiosos como el oro y la plata, es decir, el poder de la riqueza o del dinero, que también a veces, como pueden ser compartidos, pueden ser sinónimo de injusticia y codicia. Pero sí pueden regalarle lo más valioso, lo más sublime y elevado que viene como don de Dios: su Hijo Jesucristo, el único que puede salvar y sanar: el nombre de Jesús de Nazareth, cuyo nombre significa “Dios salva” (ver Mt 1,21).

Recibiendo este don maravilloso, a través del gesto de le-vantarlo de su mano derecha, Pedro lo sana y lo hace en-derezarse, fortaleciendo sus pies, por lo que dejó de ser una persona discapacitada, saltando y caminando por su propio pie, de ahora en adelante, a tal punto que la gente lo vio caminar y alabar a Dios (Hch 3,10), quedando todos asombrados y llenos de admiración ante lo sucedido.

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Es que los dones de Dios posibilitan una nueva vida a todo ser humano, en especial, al que sufre. Basta el gesto y la Palabra de Cristo, para que los cristianos reconozcamos sus atenciones, que quiere la vida y la salud de todos y a quien podemos alabar y agradecer con un corazón agra-decido y feliz, lleno de gozo y plenitud. Y así como tantas veces, Dios concede vida y salud, en especial, por medio de Jesucristo, la iniciación cristiana debemos verla como un don maravilloso, que se otorga a sus hijos en la Iglesia y por medio de ella.

ProfuNdizamos

La Iniciación Cristiana es un don de Dios, obra de su amor que, en su bondad y sabiduría, ha querido revelarse a sí mis-mo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina (DV 2). Es un don para la Iglesia, que se realiza en ella, pues a la Iglesia Cristo le ha encomendado la misión que, a su vez, Él ha recibido del Padre, de anunciar y llevar a cabo la plenitud de la salvación (Jn 20,21). Él es el Hijo de Dios verdadero, el único Salvador de la humanidad. La importancia única e insustituible de Cristo para nosotros y para la humanidad, consiste en que Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida (DAp 22).

De allí que la Iglesia, enviada por Cristo y depositaria de su tarea, sale al encuentro de los seres humanos, les anun-cia la Buena Nueva, los acoge en su seno y acompaña en el camino de la fe, coloca los fundamentos de la vida cristiana, los incorpora a Cristo por medio de los sacramentos de la Iniciación Cristiana, los hace partícipes de la vida y misión

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Iniciación cristiana: don de Dios por mediación de la catequesis

de la Iglesia, guiándolos y sosteniéndolos a lo largo de su camino catecumenal, desde el nacimiento hasta la madurez de la vida nueva en Jesucristo. Así lo enseña el Catecismo de la Iglesia Católica:

Mediante los sacramentos de la iniciación cristia-na, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, se ponen los fundamentos de toda vida cristiana. La participación en la naturaleza divina, que los hom-bres reciben como don mediante la gracia de Cristo, tiene cierta analogía con el origen, el crecimiento y el sustento de la vida natural. En efecto, los fieles renacidos en el Bautismo se fortalecen con el sacra-mento de la Confirmación y, finalmente, son ali-mentados en la Eucaristía con el manjar de la vida eterna, y, así por medio de estos sacramentos de la iniciación cristiana, reciben cada vez con más abun-dancia los tesoros de la vida divina y avanzan hacia la perfección de la caridad (CEC 1212).

Las Orientaciones Generales para la catequesis de Costa Rica, lo expresan así:

La “Iniciación Cristiana” es un don de Dios que recibe la persona por la mediación de la Iglesia; es el proceso gradual de formación cristiana, unido a ritos sagrados, por el que las personas, libremente, se acercan al conocimiento de Jesucristo salvador, lo aceptan en sus vidas, y se unen a Él y a su Misterio de salvación, y, por la celebración de los sacramen-tos del Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, se integran como miembros vivos de la Iglesia ca-tólica. El Catecismo de la Iglesia Católica describe

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la iniciación cristiana en términos de camino o iti-nerario: “Desde los tiempos apostólicos, para llegar a ser cristiano se sigue un camino y una iniciación que consta de varias etapas. Este camino puede ser recorrido rápida o lentamente. Y comprende siempre algunos elementos esenciales: el anuncio de la Pala-bra, la acogida del Evangelio que lleva a la conver-sión, la profesión de fe, el Bautismo, la efusión del Espíritu Santo, el acceso a la comunión eucarísti-ca” (CEC 1229) (OGCCR 142).

Como vemos, la Iniciación Cristiana es una gracia de Dios, benevolente y transformadora, que nos convierte en sus hijos adoptivos (véase Ef 1,3-6). Una obra maravillosa del Señor, dentro de su dinamismo trinitario, un don del Padre que, por el Hijo y el Espíritu Santo, hace de los seres hu-manos hijos de Dios y coherederos de Cristo (véase Rom 8,15). De tal forma que es obra de la Santísima Trinidad que se realiza en el seno de la Iglesia Madre, que, asimismo la lleva a cabo en toda Iglesia particular, en la que se hace presente y activa la única Iglesia de Cristo. Es toda una oferta de gracia del Señor para la Iglesia, que se realiza mediante su mediación concreta y a la que le corresponde cimentarla y fortalecerla en todas las comunidades cristia-nas, con sus agentes propios los catequistas y sus lugares concretos, como ya hemos visto.

En la Iglesia se nace a la fe, ésta crece y se profundiza en la catequesis de la Iniciación Cristiana, que se realiza en la Iglesia y a ella le compete como función pastoral, que es fundamental. La Iglesia la promueve y posibilita, la Inicia-ción Cristiana es para la Iglesia y es la Iglesia quien la hace nacer y promover, en aquellos que realizan esta catequesis como catecumenado. Un don de Dios para todos nosotros.

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Iniciación cristiana: don de Dios por mediación de la catequesis

escuchamos la iNvitacióN de la Palabra

Desde lo que hemos oído y meditado, tratamos de resPon-der:

• Al igual que aquel paralítico: ¿cómo recibimos del Señor sus dones? ¿Cuáles actitudes mostramos an-tes de recibir y después de ello? ¿Cómo le damos gracias?

• ¿Qué nos llaman más la atención, en la historia del paralítico, en cada uno de sus protagonistas? (Pe-dro, Juan y el tullido) ¿Quién se encuentra detrás de esta historia de vida y de salvación, aunque no lo veamos? ¿Cómo aplicar esto a nuestra vida diaria?

• ¿En qué sentido la catequesis de iniciación es don de Dios para la Iglesia? ¿Cómo se realiza en la Igle-sia? ¿Cómo se nos presentan estos planteamientos pastorales en las Orientaciones Generales para la catequesis de Costa Rica? ¿En qué nos cuestionan y a qué nos invitan?

• El texto del paralítico curado por Pedro: ¿qué nos dice hoy? ¿A qué nos invita?

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oramos

A partir del Salmo 133 (132)

Qué bueno y agradablees que los hermanos vivan unidos!Es como el óleo perfumado sobre la cabeza,que desciende por la barba–la barba de Aarón–hasta el borde de sus vestiduras

Es como el rocío del Hermónque cae sobre las montañas de Sión.Allí el Señor da su bendición,la vida para siempre.

Todos los participantes hacen oraciones espontáneas, ter-minando con el Padrenuestro, el Avemaría y el gesto de la paz, acompañados de un canto.

Nos comPrometemos y celebramos:

Frente a una imagen del rostro de Jesús, al lado habrá un cirio encendido y velitas para cada participante, se les ex-hortará a visualizar el o los dones que Dios les ha dado y se les pide se levanten tomen una velita, la enciendan en el cirio y se la ofrezcan a Jesús en señal poner a su servicio el don otorgado.

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Iniciación cristiana: don de Dios por mediación de la catequesis

sétimo enCuentro

“cambia, todo cambia” las formas de la iNiciacióN cristiaNa

En seguida le anunciaron la Palabra del Señor,

a él y a todos los de su casa (Hch 16,32)

Nos motivamos

Hace varios días que nos reunimos para compartir la Pala-bra de Dios y las enseñanzas de le Iglesia. En este sétimo y último encuentro, previo al Día Nacional de la Cateque-sis, donde celebraremos con toda la Iglesia de Costa Rica, la catequesis en todas sus formas, bajo el lema “Iniciación cristiana, don de Dios por medio de la catequesis”, aborda-remos, las diversas formas de la iniciación cristiana. Can-tamos y oramos juntos para comenzar.

Nos escuchamos

Muchas veces hablamos de la “forma” o de las “formas”: de algo o de alguien. Es una palabra que tiene muchos sig-nificados, como el aspecto exterior de ese algo, o cuando decimos del modo de ser, de actuar o de hacer (“una forma de trabajo”), el modo de comportarse de las personas si-guiendo ciertas reglas (“comer sin hablar al mismo tiempo, es una forma adecuada de comportarse en la mesa”), el mo-

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do de aparecerse y manifestarse una cosa (“hay distintas formas de energía”). Y así por el estilo.

Hoy hablamos de formas musicales, de las formas de tratar a la gente, de “guardar las formas”, de la condición físi-ca de alguien (“se encuentra en excelente forma”), como también de sus términos sinónimos: figura, conformación, estructura, silueta, formato, molde, modo, manera…). Y cuando algo o alguien cambia, decimos que se transformó, ya sea de aspecto o de forma (“el gusano se transformó en mariposa”), o al convertirse en una cosa distinta (“el mago transformó su naipe en un montón de palomas”), o cuando algo cambia, pero sin alterar sus características esenciales (“la enfermedad transformó la vida de esa mujer”), o si cambia de aspecto, como en el caso de Jesús transfigurado (Y, mientras Jesús oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vesti-dos brillaban de blancos; véase Lc 9,29).

En los dibujos animados, los personajes viven estos cam-bios, cuando utilizan sus poderes mágicos para convertirse en otra cosa. Por ejemplo, en la serie de los llamados Ge-melos Fantásticos, ellos unen sus poderes y se convierten en animales, en agua en todos sus estados, en fenómenos atmosféricos, entre otros,, diciendo: “en forma de…”. El título de este encuentro, tomado de la canción de Mercedes Sosa “Cambia, todo cambia”, nos habla de las experiencias de cambio de forma y de ser, que descubrimos cada día y que vivimos a diario. (https://www.youtube.com/watch?-v=g8VqIFSrFUU)

El grupo comentará estas experiencias, para que pueda entender luego, las diversas formas de la catequesis de iniciación cristiana.

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Iniciación cristiana: don de Dios por mediación de la catequesis

escuchamos la Palabra de dios

Invoquemos al Espíritu Santo, encendamos una vela y en silencio nos disponemos para la escucha de la Palabra de Dios:

El carcelero pidió unas antorchas, entró precipita-damente en la celda y, temblando, se echó a los pies de Pablo y de Silas. Luego los hizo salir y les pre-guntó: “Señores, ¿qué debo hacer para alcanzar la salvación?”. Ellos le respondieron: “Cree en el Señor Jesús y te salvarás, tú y toda tu familia”. En segui-da le anunciaron la Palabra del Señor, a él y a todos los de su casa (Hechos 16,29-32)

reflexioNamos desde el texto bíblico:

En su segundo viaje apostólico y misionero (véase Hch 15,36-18,22), Pablo se encaminó desde tierras de Israel y de Siria, hasta Asia Menor, luego encaminando sus pasos y llegando por primera vez a Macedonia, es decir, a Grecia, pisando por primera vez las tierras de Europa y fundando allí las primeras comunidades cristianas en Filipos, Tesaló-nica, Atenas, Corinto y Éfeso, a las que luego les escribió diversas cartas. Encontrándose en Filipos, tuvo algunos choques, dificultades y enfrentamientos con los paganos, pero pudo poner las bases de la evangelización y llevar la Palabra de Jesús, primero a Lidia y su familia (Hch 16,11-15), como a un carcelero y su familia, también (Hch 16,31-34), pues estuvo encarcelado y fue liberado milagrosamen-te por Dios (Hch 16,19-29).

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En el texto que nos ocupa, vemos que aquel carcelero, como lo hicieron los primeros cristianos en Hch 2,37 con Pedro, le preguntó a Pablo y su compañero Silas lo que de-bía de hacer para salvarse. A lo que ellos le respondieron: “Cree en el Señor Jesús y te salvarás, tú y toda tu familia” (Hch 16,32). Así accedieron y le explicaron el mensaje del Señor a él y a su familia.

En el texto, aparece cinco veces la palabra “casa” (tradu-cido aquí por “familia”): anuncio de la Palabra “a él y a todos los de su casa”; la recepción del bautismo (“él y todos los de su casa”), suben a su casa y el carcelero les prepara la mesa, donde posiblemente, aunque el texto no lo diga, celebraron la Cena del Señor. El carcelero y toda su casa (su familia o familiares), han participado en la fe y en la salvación, mediante el anuncio de la Palabra, el Bautismo, la Eucaristía y el gozo (el carcelero se alegró con toda su familia, por haber creído en Dios, véase Hech 16,32- 34).

Todo un proceso, al que hoy llamamos “Iniciación Cristia-na”, como camino de salvación: fe en el Señor Jesús, escu-cha de la Palabra, Bautismo, Eucaristía y gozo, mediante una forma de catequesis muy concreta, que podemos de-ducir desde el texto y que, gracias a ella, se logró que la fe naciera en aquella familia, seguida luego en la recepción del Bautismo (ver Hch 16,33, como en Hch 2,41, luego del acontecimiento de Pentecostés y del primer anuncio). En el texto vemos que la salvación de Dios se ejerce en la liberación de las cadenas de San Pablo, en la catequesis del carcelero y de su familia, que acepta con apertura y alegría la Palabra del Señor.

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ProfuNdizamos

A lo largo de la historia y de vida de la Iglesia, la iniciación cristiana ha revestido varias formas, como lo enseña el Ca-tecismo de la Iglesia Católica, a saber:

Desde los tiempos apostólicos, para llegar a ser cris-tiano se sigue un camino y una iniciación que cons-ta de varias etapas. Este camino puede ser recorrido rápida o lentamente. Y comprende siempre algunos elementos esenciales: el anuncio de la Palabra, la acogida del Evangelio que lleva a la conversión, la profesión de fe, el Bautismo, la efusión del Espíri-tu Santo, el acceso a la comunión eucarística. Esta iniciación ha variado mucho a lo largo de los siglos y según las diversas circunstancias. En los primeros siglos de la Iglesia, la iniciación cristiana conoció un gran desarrollo, con un largo periodo de catecu-menado, y una serie de ritos preparatorios que jalo-naban litúrgicamente el camino de la preparación catecumenal y que desembocaban en la celebración de los sacramentos de la iniciación cristiana (CEC 1229-1230; ver y repasar también el primer encuentro de este folleto).

En la actualidad, se proponen dos formas básicas o modali-dades de realizar la iniciación cristiana, a saber:

a. El catecumenado post-bautismal (después del bau-tismo), el que reciben los niños después de celebrar su bautismo, para introducirlos en el misterio de Cristo y en la Iglesia. Esto supone un itinerario ca-tequético y sacramental, que se va desarrollando a

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lo largo de su infancia y adolescencia (véase CEC 1231). En la práctica, se trata de la catequesis, que se inicia en la familia y la que se imparte en nuestras parroquias, para los sacramentos de la iniciación cristiana, especialmente para la primera comunión y confirmación.

b. La iniciación cristiana de personas no bautizadas, ya sean niños, jóvenes y adultos (o ya bautizadas, pero no catequizadas, o alejadas de la fe), que se lleva a cabo a través de un catecumenado y que culmina con los sacramentos de la iniciación cris-tiana (CEC 1232). Existen pocas experiencias con respecto a ella en nuestras parroquias, pero, en la práctica, nos damos cuenta de que tenemos en nuestras comunidades muchas personas bautizadas pero no practicantes de su fe, no catequizadas, que están alejadas de la fe y de la Iglesia, incluso sin haber completado la iniciación sacramental, como dice el Directorio General para la Catequesis:

La situación actual de la evangelización postula que las dos acciones, el anuncio misionero y la ca-tequesis de iniciación, se conciban coordinadamente y se ofrezcan, en la Iglesia particular, mediante un proyecto evangelizador misionero y catecumenal unitario. Hoy la catequesis debe ser vista, ante todo, como la consecuencia de un anuncio misionero efi-caz. La referencia del decreto Ad Gentes, que sitúa al catecumenado en el contexto de la acción misio-nera de la Iglesia, es un criterio de referencia muy válido para toda la catequesis (DGC 277).

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Es por eso que hay necesidad de desarrollar varios itinera-rios completos de iniciación, de niños, adolescentes, jóve-nes y adultos no bautizados, así como de adultos ya bauti-zados. Las Orientaciones Generales para la Catequesis de Costa Rica, en relación con la catequesis de adultos, ven esto como una verdadera urgencia y prioridad, al enseñar lo siguiente:

En la sociedad actual, cada vez más pluralista también desde el punto de vista religioso, es siempre mayor el número de personas adultas que no han sido bautizadas durante la niñez, y ahora, atraídas por Jesucristo, quieren hacerse cristianas y entrar a formar parte de la Iglesia católica. Es necesario hacer sentir que el Señor llama a todos a seguirlo, y que la Iglesia experimenta la alegría de acogerlos y acompañarlos. A pesar de la matriz cristiana de la cultura costarricense, se constata que va creciendo el número de personas, que buscan respuestas a sus inquietudes en las múltiples ofertas religiosas y eso-téricas, del mundo de hoy.

Como en su inmensa mayoría se trata de personas jóvenes y adultos, es imperativo asumir los procesos evangelizadores que propone el Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos (RICA y Normas para el Ca-tecumenado en la Provincia Eclesiástica de Costa Rica n.° 2). Es hora de consolidar el dinamismo de una pastoral misionera, dirigida a los bautizados no evangelizados y a los no bautizados, sustentada en el modelo de la Iniciación Cristiana de adultos. Ante el retorno a la Iglesia de no pocos creyentes de los grupos no católicos, el crecimiento del número

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de los alejados de la fe de la Iglesia y del número de “simpatizantes” no convertidos, urge la puesta en marcha de una pastoral diversificada, que logre integrar grupos en procesos de Iniciación Cristia-na, que reciban el kerigma y una catequesis con inspiración catecumenal, que propicie un auténtico encuentro con Jesucristo vivo y de pertenencia a la Iglesia (OGCCR 159-160).

Estas mismas orientaciones tratan, de seguido, de ofrecer pautas al respecto, cuando hablan de la catequesis de ins-piración catecumenal y discipulado para avivar la fe (161); de la catequesis de adultos y su itinerario (162); de la ca-tequesis de inspiración catecumenal para el seguimiento de Jesucristo (163); de la iniciación cristiana de jóvenes y niños (la catequesis de Iniciación Cristiana, que conduce a la madurez de la fe de los jóvenes,164). Aprovechando estas orientaciones, esperamos ir logrando que en nuestras parroquias se tome en serio la iniciación cristiana, en todas estas formas y modalidades, aprovechando las experien-cias que existen y ofreciendo lineamientos claves para con-seguirlo a mediano y largo plazo.

escuchamos la iNvitacióN de la Palabra

Desde lo que hemos meditado, tratamos de realizar el si-guiente ejercicio:

• Leer el texto completo de Hechos 16,9-34, cono-ciendo de primera mano, los pasos evangelizadores de Pablo en Filipos, sus dificultades y sus destina-tarios (cómo reciben el primer anuncio o la cate-quesis, qué dicen, qué hacen, sus reacciones y cele-

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braciones, entre otros) ¿Qué nos enseñan Pablo y Silas, Lidia y el carcelero en sus casas, para nuestra catequesis de iniciación?

• De las diversas modalidades o formas de catequesis de iniciación ¿cuál es la que se ha venido impartien-do en nuestra parroquia? ¿Cuál hace falta? ¿Por qué no se ha realizado? ¿Cuáles son sus carencias y sus retos? ¿Qué nos enseñan nuestros pastores, en cuanto a estas formas de catequesis? ¿Qué nos dicen sus Orientaciones Generales? ¿Cuál sería nuestra prioridad en este momento, para nuestra catequesis?

• ¿Qué hemos aprendido del carcelero de Filipos y de su familia? ¿A qué nos invita hoy?

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oramos

A partir del Salmo 119 (118), 89-93

Tu palabra, Señor, permanece para siempre,está firme en el cielo.Tu verdad permanece por todas las generaciones;tú afirmaste la tierra y ella subsiste.

Todo subsiste hasta hoy conforme a tus decretos,porque todas las cosas te están sometidas.Si tu ley no fuera mi alegría,ya hubiera sucumbido en mi aflicción.Nunca me olvidaré de tus preceptos:por medio de ellos, me has dado la vida.

Nos comPrometemos y celebramos

El tema de las diversas formas de la Iniciación Cristiana, ha de llevar a los catequistas y participantes a un compro-miso concreto, ya sea con la parroquia o en el ámbito de la catequesis. Que, entre todos, lo formulen en acciones prácticas y posibles.

Lo mejor para terminar la reflexión de estos días, es unirse a la celebración eucarística (parroquial o comunitaria), del Día Nacional de la Catequesis, y participar, en lo posible, de las actividades de la catequesis, programadas para ese día especial.

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bibliografía

ØCEC. Sede Apostólica de Roma (1992). Catecismo de la Iglesia Católica. Librería Editrice Vaticana

ØCT. Papa Juan Pablo II (1979). Catechesi Traden-dae. Exhortación Apostólica sobre la Catequesis en nuestro tiempo

ØDAP. V Conferencia del Episcopado Latinoameri-cano, CELAM (2007). Documento de Aparecida

ØDGC. Congregación para el clero (1992). Direc-torio General para la Catequesis. Librería Editrice Vaticana.

ØOGCCR. Conferencia Episcopal de Costa Rica (2015). Orientaciones Generales para la Cateque-sis de Costa Rica. Centro Nacional de Catequesis.

Este libro se terminó de imprimiren el mes de marzo de 2015

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