influjo del pensamiento científico en la arquitectura para la salud

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"Influjo del pensamiento científico en la arquitectura para la salud: Argentina, 1880-1930". Autor: Gustavo A. Brandariz, arquitecto. Carácter del trabajo: artículo. In Memoriam Dr. Alfredo G. Kohn Loncarica Profesor y maestro inolvidable * CECPUR- Centro para la Conservación del Patrimonio Monumental Urbano-Rural de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires. Instituto de Historia de la Medicina del Departamento de Humanidades Médicas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Domicilio: Av. Maipú 2391 7º C - B1636AAD Olivos, Provincia de Buenos Aires, República Argentina Tel y Fax: 4794-2661 [email protected] ** Este artículo se basa en la presentación de idéntico nombre y similares características efectuada por el autor en las: XVII JORNADAS DE HISTORIA DE LA MEDICINA “Europa y Argentina en la Medicina y en la Ciencia” Buenos Aires, 24-25 de Octubre de 2002 Sociedad Argentina de Historia de la Medicina (SAHIME) de la Asociación Médica Argentina (AMA)

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Arquitectura y salud

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Page 1: Influjo del pensamiento científico en la arquitectura para la salud

"Influjo del pensamiento científico en la arquitectura para la salud:

Argentina, 1880-1930".

Autor: Gustavo A. Brandariz, arquitecto.

Carácter del trabajo: artículo.

In Memoriam

Dr. Alfredo G. Kohn Loncarica

Profesor y maestro inolvidable

* CECPUR- Centro para la Conservación del Patrimonio Monumental Urbano-Rural de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de

Buenos Aires.

Instituto de Historia de la Medicina del Departamento de Humanidades Médicas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires.

Domicilio: Av. Maipú 2391 7º C - B1636AAD Olivos, Provincia de Buenos Aires, República Argentina

Tel y Fax: 4794-2661

[email protected]

** Este artículo se basa en la presentación de idéntico nombre y similares características efectuada por el autor en las:

XVII JORNADAS DE HISTORIA DE LA MEDICINA

“Europa y Argentina en la Medicina y en la Ciencia”

Buenos Aires, 24-25 de Octubre de 2002

Sociedad Argentina de Historia de la Medicina (SAHIME) de la Asociación Médica Argentina (AMA)

Revista de Historia y Humanidades Médicas

Publicaciones de la Cátedra e Instituto de Historia de la Medicina,

Tercera época, Vol. 1, Nro. 1, Buenos Aires, 2005.

RESUMEN

El presente trabajo constituye una primera aproximación hacia un objeto de estudio motivo de una investigación en curso. El objetivo consiste en establecer

los alcances y la importancia que han tenido el pensamiento científico y especialmente médico en la evolución de la teoría y de las realizaciones de la

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arquitectura argentina entre 1880 y 1930. Si bien es sabido que tanto la ciencia como la arquitectura experimentaron una profunda transformación durante el

lapso fijado, habitualmente la historiografía arquitectónica ha venido privilegiando las consideraciones artísticas. Sin embargo, el influjo científico, hasta ahora

poco considerado, merece una atención más profunda. El hecho se verifica claramente en la arquitectura escolar y seguramente presenta también aspectos

críticos de interés en el campo de la arquitectura para la salud.

Palabras clave: Arquitectura - Salud - Argentina - Historia de la ciencia - Historia de la Medicina - Hospitales - Siglo XIX - Susini - Pasteur - Tamburini –

Buschiazzo

SUMMARY

This paper is a preliminary attempt into the exploration of the influence of scientific and medical thought on the evolution of Argentinean architecture since

1880 up to 1930. Even if it is well known that both science and architecture experienced a deep transformation between those years, usually architecture’s

historiography has been giving more relevance to the artistic matters. Nevertheless, scientific influence, which has been taken for granted, deserves more

attention. This fact is certainly verified in school architecture and it will probably be in architecture developed in order to serve health purposes, as well.

Keywords: Architecture - Health - Argentine Republic - History of Science - History of Medicine - Hospitals - 19th Century - Susini - Pasteur - Tamburini -

Buschiazzo.

Mots clefs: Architecture - Santé - Republique Argentine - Histoire de la science - Histoire de la médicine - Hôpitaux - 19ème siecle - Susini - Pasteur -

Tamburini - Buschiazzo

ÍNDICE DEL TEXTO

La arquitectura en la historia. De la caverna a la high tech.

Consideraciones acerca de la historiografía arquitectónica.

Una nueva mirada hacia la historia de la arquitectura argentina

De Lavoisier a Telémaco Susini

Hospitales para una medicina racional

Hospitales de Buenos Aires

El Hospital de Tamburini.

El Hospital de Buschiazzo

Conclusión

Bibliografía

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“Todo establecimiento de ese género que no obedezca en su construcción a determinadas leyes de la ciencia, tiene que ser

necesariamente malo”.

Arq. Ernesto Bunge (1883)

Mensaje al Dr. José María Ramos Mejía

acerca del estado del edificio del Hospital San Roque

.

LA ARQUITECTURA EN LA HISTORIA. DE LA CAVERNA A LA HIGH TECH.

Si aceptamos, aún de un modo provisional y con simple propósito operativo, la caracterización antropológica de que la cultura es la parte del ambiente

construida por la acción transformadora -conciente e intencional- del hombre, incluyendo a sus productos tangibles e intangibles, convendremos que la

arquitectura es un producto cultural de existencia física de características muy específicas por cuanto su destino esencial es la conformación de espacios

para la habitación humana.

A partir de esta precisión, deberemos aceptar que las primitivas cavernas, adoptadas por el hombre como habitaciones y dotadas por ello de un significado

que trasciende su mera condición natural, pueden ser tenidas como representaciones simbólicas del origen histórico de la arquitectura. Con más razón aún,

deberán ser consideradas como expresiones tempranas de la arquitectura una serie de construcciones posteriores como ramadas, paravientos, carpas,

chozas y otras edificaciones primitivas, que desde hace miles de años han servido de cobijo, reparo o remanso, dando respuestas iniciales a las necesidades

de protección, seguridad, acondicionamiento o intimidad, entre otras motivaciones psicológicas luego devenidas en culturales.

Paralelamente a la evolución intelectual general del hombre, puede trazarse un derrotero de la arquitectura como producto y como práctica. Del mismo modo

en que podemos hablar de una cultura mesopotámica con escritura cuneiforme y pensamiento algorrítmico, podemos hablar de una arquitectura babilónica

con jardines colgantes y construcciones monumentales. La cultura egipcia se manifiesta en las estatuas de escribas tanto como en los templos y pirámides

que todavía encierran misterios que desvelan a los arqueólogos. La Grecia clásica de Sócrates, de Pericles y de Antígona, es también la de Fidias e Ictinos.

En la medida en que el pensamiento racional ha ido vertebrando progresivamente a la cultura, también la arquitectura fue la expresión de cada estadio de

desarrollo, de cada contexto social, de cada circunstancia histórica. Las catedrales góticas, la cúpula de Santa María de las Flores, el Teatro Olímpico de

Palladio, la Cúpula de Miguel Ángel, los retorcimientos de Bernini y Borromini, la solemnidad del British Museum, la transparencia etérea del Crystal Palace y

de la Tour Eiffel o la exactitud hipertecnológica de las obras de Norman Foster, son todos documentos que sirven como claves para descifrar rasgos

esenciales de cada uno de sus contextos culturales.

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CONSIDERACIONES ACERCA DE LA HISTORIOGRAFÍA ARQUITECTÓNICA

¿Cómo han visto las diversas y sucesivas aproximaciones historiográficas a estas manifestaciones sobresalientes de la actividad arquitectónica a lo largo de

la historia? Esta pregunta merece una detallada y prolija respuesta, ya que, a través del estudio de la historiografía arquitectónica podemos hallar indicios

importantes para analizar no tanto la producción realizada y los impulsos creativos que la gestaron, como la forma en que esas manifestaciones de la

inspiración y su contexto fueron recibidas por la crítica especializada y por la opinión de legos y profanos a la especialidad. Desde esta perspectiva,

tomaremos a la historiografía como documento en sí, como fuente primaria.

La historia de la historiografía arquitectónica no es muy larga y empieza en época bastante reciente. Si bien hallamos en textos provenientes del mundo

clásico referencias a la arquitectura, resulta razonable establecer que la historiografía arquitectónica es un derivado de la historiografía del arte, lo cual, de

por sí, implica afirmar que la mirada de los primeros historiadores de la arquitectura estaba fuertemente parcializada en favor de la apreciación de los

aspectos artísticos, o, mejor dicho, de los aspectos vinculados con la estética, con el sentido de la belleza.

Por otra parte la historiografía artística es bastante posterior a la crítica de arte, cuyos orígenes remotos pueden ubicarse en la antigua Grecia, en el siglo III

a.C. Desde aquella época temprana, la reflexión crítica acerca del arte ha ido incorporando problemas como los que plantean las relaciones entre arte y

fantasía, arte y placer, arte y belleza, belleza y geometría, progreso en el arte, imitación y emanación, y una cantidad de otros temas que han sido

prolijamente expuestos por ensayistas e historiadores como Lionello Venturi (Venturi, 1982). Además, desde Platón, Aristóteles y San Agustín, hasta Croce,

Bachelard y Baudrillard, el pensamiento de filósofos, ensayistas y semiólogos ha tenido un influjo decisivo en las diferentes expresiones críticas de cada

época y corriente historiográfica.

En materia arquitectónica, una referencia obligada es Vitruvio. No es excesivo considerarlo la personalidad fundacional de la crítica y de la teoría

arquitectónica explícita. Se ha simplificado su mensaje atribuyéndole una trilogía de condiciones exigibles a la arquitectura: firmitas, utilitas, venustitas, esto

es, la solidez constructiva o estabilidad, la utilidad y la belleza. Sin embargo, como tratadista que reunió ideas griegas y romanas, Vitruvio es más amplio en

conceptos, ya que su aprecio por la euritmia (la armonía en el ritmo) trasciende el mero contenido estético y avanza sobre una significación moral muy

romana. Vitruvio, que vivió en el siglo I a.C. fue un arquitecto poco importante en su tiempo pero tuvo una enorme trascendencia durante el Renacimiento

porque su Tratado de Arquitectura, en diez libros, fue re-descubierto entonces y ha quedado como el único texto de la Antigüedad conservado íntegramente.

En Vitruvio, la trasposición al campo arquitectónico de ideas de origen artístico, es evidente y dominante, aún cuando algunas ideas extra-artísticas aparecen

confusamente esbozadas.

A pesar de que el Gótico había experimentado exitosamente con estructuras casi etéreas como las de las Catedrales, con sus arbotantes y sus vitrales, a

partir del Renacimiento la recuperación del ideal clásico grecorromano implicó un regreso al antropometrismo, al antropomorfismo, y a una obsesiva

preocupación por el carácter mimético, imitativo o representativo de la forma arquitectónica, que por varios siglos fue olvidando con mayor frecuencia que

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tanto Brunelleschi como Miguel Ángel habían sido inventores técnicos con rasgos geniales. Prevaleció, en cambio, el criterio de que la arquitectura era

representación, alegoría, ropaje lingüísticamente expresivo de ideales artísticos. Y a pesar de que arquitectos barrocos como Borromini y Guarino Guarini

fueron audaces y magistrales constructores, su técnica quedó oculta para la mayor parte de quienes los admiraron sólo en sus resultados estéticos finales.

Posteriormente, nuevos ejes teóricos siguieron afirmando el interés en la forma artística pese al cambio sucesivo de ideales. En el Renacimiento, León

Bautista Alberti había teorizado acerca de la belleza buscando un criterio objetivo para su medición. Durante el Iluminismo, los arquitectos neo-clásicos

también procuraron una objetividad racional y sistemática asociada a concepciones alegóricas a ideales morales e intelectuales.

Pero es en este contexto evolutivo del lenguaje clásico recuperado por el Renacimiento y proyectado hasta los siglos XVIII y XIX, cuando nace y tiene su

primer desarrollo la historiografía arquitectónica. Antonio Manetti (1423-1497), matemático y astrónomo florentino, fue autor de una biografía de Filippo

Brunelleschi, que probablemente constituya la primera historia monográfica de un artista y específicamente de un arquitecto. Manetti se vale de su

protagonista, tomado como artista-héroe, para ubicarlo en un contexto más amplio: el de la evolución de la arquitectura. Evidentemente, más allá de la

simpatía de Manetti por Brunelleschi, el caso elegido era el más sugestivo y provocativo, ya que la rebeldía de Brunelleschi frente a las Corporaciones define

con toda nitidez la nueva actitud renacentista.

Sin embargo, el escrito de Manetti queda como un simple primer ejemplo frente a la monumentalidad de las Vidas de pintores, escultores y arquitectos del

manierista Giorgio Vasari (1511-1574). Y en este caso, nuevamente la arquitectura queda inscripta en el contexto artístico, visión que, por su enorme influjo y

gran autoridad, implicará que durante al menos dos siglos la escasa producción historiográfica arquitectónica no se aleje del molde vasariano. Esto es: la

descripción por medio del recurso biográfico, acentuando el carácter artístico de la arquitectura.

Tampoco varían demasiado los enfoques al respecto cuando, al calor de la Ilustración, aparecen los influjos del interés de Voltaire por las costumbres

colectivas o el de la mirada arqueológica de Winckelmann. El agrupamiento de la arquitectura con la escultura y la pintura derivaba del hecho de que en los

tres casos los autores bocetaban. La utilización del dibujo como medio de prefiguración parecía a teóricos, críticos e historiadores un nexo fuerte aunque el

destino utilitario de la arquitectura fuera algo muy distinto del destino habitual de la pintura de caballete o de la escultura de bulto. Igualmente, el

romanticismo mantuvo a la arquitectura dentro de las artes. Ni Pugin, ni Ruskin, ni Hegel se alejaron de este esquema.

Recién con los esquemas de Hipólito Taine (1828-1892), tan influidos por el Curso de filosofía positiva (1830-1842) de Augusto Comte, aparecerán nuevos

elementos de interés para precisar un cambio en la mirada historiográfica: la interrelación entre arte y contexto. Aunque la historia escrita por Taine sea visto

hoy como un documento de su época más que como una interpretación aceptable, su aporte fue decisivo para abrir nuevas líneas de pensamiento e

investigación.

Hipólito Taine, al igual que Eugenio Manuel Viollet-le.Duc, Auguste Choisy y Sir Banister Fletcher, son figuras claves de la historiografía de la segunda mitad

del siglo XIX. Taine y Viollet-le-Duc fueron contemporáneos y coincidieron en muchos ideales, como el del libre pensamiento. Viollet-le-Duc nació en Paris en

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1814; Taine, en 1828. En el mismo año 1864, ambos fueron nombrados profesores de l’École des Beaux-Arts; Taine fue profesor de historia del arte y de

estética, en cambio, Viollet-le Duc debió renunciar por la oposición de la Academia y de los alumnos a sus ideas. En 1868 Taine publicó Philosophie de l'art

dans les Pays-Bas y al año siguiente Philosophie de l'art en Grèce ; en 1868, Viollet-le-Duc culminó la publicación de su Dictionnaire raisonné de

l'architecture française. Falleció en Lausanne en 1879, mientras que Taine murió en Paris, en 1893.

Los casos de Fletcher y Choisy son muy representativos de la cultura finisecular y, al mismo tiempo son demostrativos de diferencias esenciales entre la

tradición empirista británica y la racionalista francesa. Fletcher (1866-1953) fue un arquitecto práctico que, además, escribió un libro eminentemente práctico.

Además de integrar el estudio de su padre, fue profesor en el King's College de Londres y en 1896 publicó "A History of Architecture", un monumental

catálogo de imágenes y descripciones en el cual los "estilos" se estructuran en un relato historiográfico desarrollado en forma de árbol genealógico. El

historiador utiliza el "método comparado" pero, además, la enorme profusión de dibujos "a pluma" de los múltiples ejemplos de arquitecturas del pasado,

dieron al libro la ventaja de un manual didáctico que, más de un siglo después, sigue reeditándose con gran éxito.

Auguste Choisy (1841-1909) es, en cambio, un fiel heredero de la cultura francesa, racionalista y cartesiana. Ingeniero y arqueólogo, fue profesor de

arquitectura y en 1899 publicó su "Histoire de l'architecture", también reeditada desde entonces por su atractivo didáctico. Valiéndose del sistema geométrico

desarrollado por Gaspar Monge, presenta los ejemplos paradigmáticos de la historia de la arquitectura en modelos axonométricos que aspiran a mostrar su

materialidad tridimensional.

Ambos libros apuntaban a la educación histórica de los arquitectos y trascendieron el estricto ambiente de la especialidad. Sin embargo, en ambos casos,

estos libros contribuyeron a reforzar la tradición "historicista" del manejo de los "estilos arquitectónicos" como un catálogo de opciones formales

descontextualizadas. Así, por ejemplo, un "petit-hôtel" de 1900 tenía la apariencia de un pequeño palacio de la época de Luis XIV, como si las formas

arquitectónicas no fueran expresiones de épocas e inspiraciones particulares.

Con los libros de Fletcher y Choisy, multiplicados por las imprentas del siglo XX, se difunden enormemente los relatos historiográficos que inscriben a la

historia de la arquitectura dentro de un contexto artístico mayor. A pesar de las diferencias entre uno u otro autor, esta línea de pensamiento se proyecta

incluso a lo largo de todo el siglo XX y en ella se inscribe la mayor parte de la historiografía arquitectónica argentina elaborada por historiadores como

Guillermo Furlong, Mario J. Buschiazzo, Federico F. Ortiz, Ramón Gutiérrez o Alberto de Paula.

Cuando en el contexto renovador de la República de Weimar, Walter Gropius, al fundar la Bauhaus, estructuró en 1919 un revolucionario plan de estudios

para la formación de diseñadores y arquitectos a partir de innovaciones técnicas y descubrimientos científicos como el cine, la psicología gestáltica, la idea

einsteiniana de espacio-tiempo y el pensamiento de la "visión en movimiento", no pudo hallar un solo texto de historia de la arquitectura que encuadrara

dentro de esta nueva concepción no-historicista del diseño y de la arquitectura. Recién en 1940 Siegfried Giedion, escritor, historiador y secretario de los

Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna, concluyó el que resultaría el primer libro realmente útil para la formación histórica de diseñadores y

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arquitectos no empeñados en remedar al pasado: "Space, time and architecture" se convirtió desde entonces, no en un catálogo de imágenes sino en un

ensayo provocativo para la reflexión acerca de los aspectos evolutivos de la arquitectura. Su autor no provenía de la tradición de la historia de las artes sino

de la que nace del empirismo de la revolución industrial y reconoce al Palacio de Cristal de la Exposición de Londres, de 1851 y a los diseños de Peter

Behrens para la AEG de Emilio Rathenau, como hitos fundamentales de un progreso que, lejos de las pretensiones artísticas, restituyen el sentido de servicio

que la arquitectura había de prestar al un mundo en vertiginosa transformación.

En aquel mismo año 1940, J.M. Richards publicó "An Introduction to Modern Architecture", libro que participa del mismo espíritu innovador de Giedion y, en

donde, por primera vez en un "breviario" quedó claramente delineado el valor extr-artístico de la arquitectura maquinista de la revolución industrial, tema

sobre el cual volvió Richards en su libro de 1958 "The Functional Tradition in Early Industrial Buildings", editado por The Architectural Press. Pero diez años

antes, Giedion había publicado otro voluminoso texto de sorprendente contenido: "Mechanization takes command", en el cual, abismalmente lejos de la

historiografía del arte, presentaba temas como la historia de mecanismos como las cerraduras de Linus Yale, de establecimientos industriales como el

matadero de hacienda, del mobiliario y equipamiento interiores de la vivienda, de los coches-cama de George Pullman, de los electrodomésticos y de la

mecanización del cuarto de baño. ¿Eran éstos, temas de historia de la arquitectura? Obviamente este tipo de enfoques sorprendían y quizás irritaban a

quienes todavía veían a la arquitectura como una de las artes. No sólo el hecho producía un rechazo estético y conceptual, sino que no hay que olvidar que

la técnica misma hubo de vencer enormes prejuicios como los que se opusieron largo tiempo a la introducción en la vida cotidiana del aseo corporal, o los

que movieron a los luditas a luchar contra el maquinismo. Todavía en 1940 tenían mucha fuerza, entre los intelectuales y aristócratas las prevenciones contra

el industrialismo abrevadas en la literatura romántica como la de Dickens.

En cambio, cuando Reyner Banham publicó en 1960 "Theory and design in the first machine age", le recepción fue mucho más favorable, porque las ideas

sociales habían cambiado. Y nueve años después, el mismo autor pudo publicar en un contexto ampliamente favorable "The architecture of the well-

tempered environment", en el cual historió sistemas de ventilación y acondicionamiento ambiental y revalorizó edificios como el Royal Victoria Hospital de

Belfast (1903), poco importantes desde el punto de vista estético pero formidablemente innovadores desde el punto de vista mecánico.

Esta nueva perspectiva también arraigó en nuestro medio. Entre 1965 y 1967 los arquitectos Jorge O. Gazaneo y Mabel M. Scarone publicaron, editados por

la Facultad de Arquitectura de la U.B.A., tres libros que venían a introducir una nueva mirada a la historiografía arquitectónica argentina: "Tres asentamientos

rurales", "Arquitectura de la revolución industrial" y "Revolución industrial y equipamiento urbano". Después del libro de Richard, el de Gazaneo y Scarone fue

el segundo, en el mundo, en abordar el tema de la arquitectura de la revolución industrial, y es un producto notable de aquellos años sesenta en que la

Universidad de Buenos Aires ocupó un lugar destacadísimo en el movimiento universal de las ideas progresistas.

Page 8: Influjo del pensamiento científico en la arquitectura para la salud

El análisis de la bibliografía de los libros de Gazaneo y Scarone revela una importante presencia de fuentes extra-arquitectónicas: libros de historia de

economía, de ciencias y de técnicas. Editoriales como "Nueva Visión" también facilitaban la introducción de un pensamiento innovador por medio de

traducciones y ediciones cuidadosas.

UNA NUEVA MIRADA HACIA LA HISTORIA DE LA ARQUITECTURA ARGENTINA

A cuatro décadas de aquellos desarrollos maduros de una historiografía arquitectónica alejada del molde de la historia del arte, es posible y necesario

plantear otros enfoque que vayan más allá de los planteados por Giedion, Richards y Banham, pero que continúen en forma creciente la reflexión acerca del

influjo de las cuestiones técnicas y científicas relacionadas con la arquitectura. En el caso del autor, una combinación de influjos provenientes de autores

ajenos a la historia de la arquitectura, como Alejandro Korn y Gregorio Weinberg en el campo de la historia de las ideas y de José Babini y Francisco Vera en

el campo de la historia de la ciencia y de la técnica, conjuntamente con la orientación de los arquitectos Gazaneo y Scarone y de Alfredo G. Kohn Loncarica,

doctor en medicina, han contribuido de un modo preponderante a orientar sus búsquedas en direcciones no habituales para la historiografía arquitectónica

fundida en el molde la historia del arte. En esas circunstancias, hallamos valores importantes en la estructuración científica darwinista del Museo de La Plata,

obra museológicamente muy avanzada para su tiempo aunque poco innovadora desde el punto de vista estilístico. Con posterioridad hallamos puntos

extremadamente interesantes en la Penitenciaría Nacional diseñada por Ernesto Bunge, de una estética convencionalmente medievalista, pero claramente

inspirada en el panóptico y en la tradición criminológica innovadoras de Beccaria. Más tarde, las poco llamativas casas para obreros municipales diseñadas

por Juan Antonio Buschiazzo -de las cuales casi no quedan vestigios tras la neogótica Facultad de Ingeniería de la Avenida Las Heras-, se presentaron como

documentos valiosos del influjo del higienismo de Guillermo Rawson sobre el pensamiento urbanístico de la Generación del Ochenta. En 1998, un libro, "La

arquitectura escolar de inspiración sarmientina" resumió más de diez años de permanentes hallazgos que permitieron establecer la trascendencia del influjo

de la pedagogía y la higiene en la conformación del prototipo de edificio escolar del Consejo Nacional de Educación. Y dentro de esta línea de búsquedas de

fundamentos científicos y técnicos de las innovaciones arquitectónicas, este trabajo presente procura avanzar sobre algunos aspectos del "Influjo del

pensamiento científico en la arquitectura para la salud", tomando como contexto espacial y temporal a la Argentina entre 1880 y 1930.

DE LAVOISIER A TELÉMACO SUSINI

Durante siglos, el hospital fue la antesala del cementerio. Pero desde mucho antes el hospital fue un espacio físico más que una institución en donde se

alojaban por igual y mezclados indigentes, enfermos, locos, desvalidos o simplemente extranjeros. La historia del hospital es paralela a la del deslinde de la

medicina y su alejamiento de la magia, la superstición y la brujería.

Antes de la ciencia moderna, las antiguas prácticas médico-quirúrgicas griegas se envolvían en fórmulas religiosas y se realizaban en templos dedicados a

Esculapio, dios de la medicina. Luego, la medicina hipocrática inició un camino de racionalidad que tardaría mucho en adquirir fundamentos sólidos, pero el

hospital empezó a distanciarse del templo. La evolución de Hipócrates a Galeno marca esa dirección, pero con el advenimiento del cristianismo la noción de

Page 9: Influjo del pensamiento científico en la arquitectura para la salud

caridad modificó muchos enfoques greco-romanos, dando lugar al surgimiento de lazaretos y nosocomios de inspiración ético-religiosa y asistencial. La Edad

Media, en gran medida, vio a la enfermedad como una señal divina más que como un proceso biológico, pero esa inclinación fue decisiva para que el

hospital fuera reconsiderado y sacralizado como una especie de "casa de Dios", un "Hôtel-Dieu".

Viejas abadías benedictinas se convirtieron en hospitales, con enfermerías separadas, escuelas, refectorios, jardines e incluso algunas primitivas

instalaciones de desagüe que revelaban cierta comprensión de las necesidades de la atención de la salud. Otras veces, construcciones sin plan ni criterio

fueron ampliadas o remodeladas para albergue de enfermos. Tal es el caso del Hôtel-Dieu de Paris, construido a partir del siglo VII por el Obispo Laundry en

la Isla de la Ciudad, extendiéndose en forma de doble puente sobre el Sena. Era un edificio insalubre, tétrico, laberíntico, sin ventilación ni iluminación, y,

como es lógico, los enfermos se contagiaban entre sí en vez de curarse.

El Renacimiento tuvo una nueva y distinta aproximación al tema de la arquitectura hospitalaria como consecuencia lógica de una nueva visión antropológica

propia del humanismo. No es casual que la primera obra estricta y puramente renacentista del arquitecto Filippo Brunelleschi haya sido el Hospital de los

Inocentes de Florencia. El edificio es un monumento de singular belleza y valor documental y es una obra exquisita de un diseñador muy relevante. Sin

embargo es en otra obra menor, el Hospital de Santa Maria Nuova de Florencia, en donde queda definido con toda claridad el prototipo de hospital moderno

al modo renacentista, con planta en forma de crucero. Este esquema, con altar central y cuatro patios completando un cuadrado entre los brazos de la cruz

griega, se convirtió por cuatro siglos en el modelo clásico de hospital.

La historia de la arquitectura registra las meditaciones sobre arquitectura hospitalaria de León Bautista Alberti, los proyectos como el de Filarete para el

Hospital Mayor de Milán y muchas otras obras en las cuales, a fuerza de mirarse sus escasos aspectos artísticos, rara vez se descubrió un valor mayor.

Durante el siglo XVII, especialmente en Francia, un nuevo prototipo tomó fuerza: el hospital de planta cuadrada, con patio central y cuerpos de edificación

perimetrales. En gran medida fue el notable ingeniero militar Sebastián La Preste Vauban, que actuó en tiempos de Luis XIV, quien difundió este tipo de

hospitales convirtiendo al esquema en un tipo edilicio hospitalario militar.

Mientras tanto, se multiplicaron las adaptaciones difícilmente beneficiosas. En 1547 Enrique VIII de Inglaterra, después de disolver los monasterios y dotar al

hospital de San Bartolomé (St. Bart), en Smithfield, fundado en 1123 por Rahere, lo cedió al Lord Alcalde y a los ciudadanos de Londres convirtiéndolo en

institución laica. Allí ejerció como médico Harvey. El edificio, sin embargo, carecía de importancia en cuanto a su arquitectura. En 1693 fue fundado, en

Londres, el Hospital de Santo Tomás y entre 1719 y 1743 se fundaron en esa ciudad los hospitales de Westminster, San Jorge y Londres; posteriormente,

durante el siglo XIX las fundaciones de hospitales se multiplicaron por los diversos barrios de la ciudad de Londres y se crearon también hospitales de

especialidades como de maternidad, de niños, de ojos, de nariz y garganta, de enfermedades de la piel y para tuberculosos. También se construyen

hospitales en la mayoría de las grandes ciudades inglesas.

HOSPITALES PARA UNA MEDICINA RACIONAL

Page 10: Influjo del pensamiento científico en la arquitectura para la salud

Tanto en Gran Bretaña como en Francia, el Iluminismo fue un movimiento de las ideas fuertemente innovador y claramente volcado a introducir racionalidad

en el pensamiento proyectual. John Pringle, médico de la Armada británica que ya había dado normas sanitarias para barcos, cárceles y minas, partiendo de

la experiencia favorable del nuevo Hospital de San Bartolomé erigido en Londres en 1750, propició la construcción de fragmentar el hospital en pabellones

aislados, separando a los enfermos según sus enfermedades. A su iniciativa se debe la construcción del Hospital Real de Plymouth, vinculado a esa base

naval.

Bajo el influjo de las ideas de Pringle, Jacobo Renato Tenon elaboró las postulaciones que hizo propias la Academia de Ciencias de Paris. Sus "Mémoirs sur

les hôpitaux de Paris" tenían ese sustento teórico para la crítica. Por entonces, el Hôtel-Dieux de Paris albergaba a unos 60.000 pacientes anuales en pleno

hacinamiento, y la sensibilidad de personalidades como Susana Necker o Lavoisier hacían blanco de sus denuncias a estos establecimientos absolutamente

irracionales y terribles. En 1786 la Academia de Ciencias de Paris propuso a Luis XVI la subdivisión del Hôtel-Dieu en cuatro establecimientos y en ese

contexto designó una comisión integrada por Lavoisier, Coulomb, Barcet, Dambeton, Lassone y Tillet, que redactó un programa de necesidades basado en

formulaciones científicas, que implicaba un planteo arquitectónico enteramente nuevo y cuya vigencia se extendió por más de un siglo. Jacobo Tenon fue el

redactor del Informe final de la Academia, que es conocido como "Rapport Tenon".

El planteo de la Academia propicia la descentralización y el alejamiento de las salas entre sí, separando a los enfermos por enfermedades y buscando el

máximo de luz y ventilación. Esta obsesiva preocupación por "airear" deriva de las creencias de la época, que atribuían el contagio de muchas enfermedades

a unas "miasmas" -impurezas, emanaciones, efluvios o partículas- dispersas en el aire, portadoras de la enfermedad. Obviamente, aún no se conocía la

acción de las bacterias y se creía en la generación espontánea. Frente al peligro de las "miasmas", el visiblemente insalubre Hôtel-Dieu, palaciego y

laberíntico, era un peligro para la salud. Pero también lo eran los planteos claustrales renacentistas y barrocos, ya que las salas o galerías no eran otra cosa

que espacios de contagios longitudinales.

El prototipo recomendado por la Academia, impregnado del higienismo revolucionarios, consistía en pabellones pequeños, separados, con sólo dos hileras

de camas y con medidas y distancias proporcionadas en base a intuiciones sanitarias. Entre pabellones habría jardines, sólo accesibles por convalescientes;

la sala de muertos, junto a la capilla se ubicarían al fondo, en tanto que al frente irían los consultorios externos y al medio la internación. El esquema sería

simétrico, con pabellones paralelos y opuestos destinados a mujeres y hombres y dos calles o galerías de vinculación. El hospital tendría tres plantas: a nivel

del suelo, estarían los convalescientes, en un primer nivel la internación en tratamiento curativo y en el tercer nivel los servicios. La preocupación por la

iluminación y la ventilación sería determinante, así como la orientación. Si bien aparecen en el esquema espacios funcionales especializados como

enfermería y lavandería, la única sala especialmente diseñada sería la de cirugía, concebida como anfiteatro para la enseñanza anatómica y quirúrgica, un

modelo que perduró hasta fines del siglo XIX.

Page 11: Influjo del pensamiento científico en la arquitectura para la salud

La innovación planteada por la Academia es múltiple y radical, pero también importa de un modo significativo señalar el hecho de que el factor catalizador

para la aparición de una nueva arquitectura hospitalaria no fue una evolución teórica interna de la arquitectura sino un influjo externo, proveniente de

científicos de ramas como la química. Tal es el caso muy representativo de Antoine Laurent de Lavoisier. Es justo atribuir a Lavoisier, en un tiempo en que

todavía la ciencia era bastante primitiva, el mérito de haber introducido en a química un riguroso control de las experimentaciones, acercando a esa rama

científica a la precisión geométrica. Lavoisier, por sus investigaciones, poseía conocimientos muy avanzados para su tiempo en cuanto a la naturaleza del

aire y su composición. Científico empirista, era un hombre típico del Siglo de las Luces, tan preocupado por la razón cuanto por las cuestiones sociales. Si

murió víctima del fanatismo revolucionario fue porque los fanáticos son siempre torpes para descubrir las verdaderas ideas revolucionarias y las de Lavoisier

lo fueron en grado suma al introducir razón y experimentación en campos del conocimiento antes librados a la imaginación y la superstición.

HOSPITALES DE BUENOS AIRES

El 11 de junio de 1580 Juan de Garay fundó la Ciudad de Buenos Aires y procedió, conforme a las leyes españolas para el poblamiento de América, a trazar

la ciudad y efectuar el repartimiento de solares. En ese repartimiento original, Garay destinó la manzana de Sarmiento, Reconquista, Corrientes y 25 de

Mayo, para un hospital que habría de denominarse “San Martín” en homenaje a San Martín de Tours, “que por sorteo había sido designado “patrono de la

ciudad” por el Cabildo”, según informa Alfredo Taullard. "La idea de Garay fue establecer el hospital cerca de una iglesia, para que pudiera sostenerse con

las limosnas que los feligreses concurrentes a ésta hubieren de proporcionar; pero, según reza un acta del antiguo Cabildo". El Hospital de San Martín fue el

primero de la ciudad de Buenos Aires. Fundado por Juan de Garay con aquel nombre "de San Martín", luego fue llamado "Hospital General de Hombres".

Sus sucesivas ubicaciones fueron: Corrientes y Reconquista, luego Defensa y México y más tarde, desde 1806, la Residencia de los Jesuitas (solar que es

hoy patio de educación física, al lado de la Iglesia de San Telmo); a partir de 1806 también conocido como Hospital de los Betlemitas. Entre 1858 y 1859 lo

remodeló Prilidiano Pueyrredón. Fue demolido 1883. Era el lugar de práctica de los estudiantes de la Facultad de Medicina. Al desaparecer, se creó el

Hospital de Clínicas en la Av. Córdoba.

Siglo y medio después, en 1743, fue fundado el Hospital de Mujeres de Buenos Aires. Su origen data de la creación por la Hermandad de Caridad de una

sala a la atención de mujeres enfermas. El Hospital de Mujeres surgió al lado de la iglesia de San Miguel Arcángel. A fines de siglo disponía de un edificio en

Esmeralda, entre Bartolomé Mitre y Rivadavia y en 1822 pasó de una orden religiosa al Estado. Desde 1852 dependió de la Sociedad de Beneficencia, que,

en 1876 adquirió un nuevo terreno y lo trasladó; desde 1887 lleva el nombre de Hospital Rivadavia.

El influjo del Iluminismo fue muy tardío en la arquitectura hospitalaria de Buenos Aires, no así en la educación médica. El pensamiento científico innovador se

hizo presente en la más importante fundación del Virreinato en este aspecto: en 1779 el Virrey Vértiz creó el Protomedicato y designó a su frente al Dr.

Miguel Gorman (1749-1819). Irlandés formado en París y en Reims, integró, en 1776 la expedición de Cevallos que, por mandato de Carlos III llegó a Buenos

Aires para organizar el recién creado Virreinato del Río de la Plata, genuina fundación iluminista.

Page 12: Influjo del pensamiento científico en la arquitectura para la salud

Cuando Gorman partió de Europa no estaban difundidas aún ideas innovadoras sobre arquitectura hospitalaria. Peor aún: en 1772 se produjo un gran

incendio en el Hôtel-Dieu de Paris, pero, en vez de aprovecharse la oportunidad para reemplazarlo, se resolvió reconstruir el edificio originado en el siglo VII.

Todavía no existían tampoco las concepciones científicas que irían a transformar la medicina a lo largo del siglo XIX. Edward Jenner había nacido en

Berkeley en 1749, pero todavía no había logrado hallazgos trascendentes. El cirujano francés Guillaume Dupuytren nació en 1777; René Laennec, el inventor

del estetoscopio, en 1781. Todavía la medicina navegaba entre la intuición y la caridad.

Pero en 1796 Edward Jenner, ya miembro de la Royal Society de Londres, descubre empíricamente la vacuna antivariólica y el éxito de sus comprobaciones,

miradas con desconfianza por buena parte del medio profesional que no hallaba debidamente fundamentada la causa de sus resultados, se extendió

velozmente y llegó a Buenos Aires en donde Gorman se convirtió en un propulsor de la vacunación. Y el mismo año 1801 en que Dupuytren era nombrado

jefe de trabajos prácticos de anatomía en la Escuela de Medicina de Paris y empieza a clasificar racionalmente las patologías, en Buenos Aires el

Protomedicato inaugura los cursos de medicina en donde ejercen como profesores Agustín E. Fabre y Cosme M. Argerich, argentino formado en Barcelona.

En 1805 René Laennec ya enseña anatomía patológica en el Hospital Necker y en 1808, Guillaume Dupuytren es nombrado cirujano jefe adjunto del Hôtel-

Dieu de Paris y convierte a la anatomía patológica en la base de la investigación quirúrgica. Sólo décadas después, el Dr. Juan José Montes de Oca logra

introducir en el Hospital de Hombres de Buenos Aires esas prácticas quirúrgicas creadas por Dupuytren en Paris. Si bien la Asamblea del Año XII continúa la

política iluminista de perfeccionar la educación médica, creando un Instituto Médico Militar que inicia sus tareas en 1815 y Saturnino Segurola es nombrado

Director de la Vacuna para darlo renovado impulso a la prevención, poco o nada se innova en materia de hospitales.

Existe, en ese sentido, un claro hilo conductor entre la época de Carlos III y el Virrey Vértiz, la Revolución de Mayo, la Asamblea del Año XIII y el influjo de

Rivadavia. En 1822 Rivero y Argerich son profesores de medicina en la Universidad de Buenos Aires y en ese mismo año se reglamenta la profesión de la

farmacia. Al año siguiente aparece el único número de los "Anales de la Academia de Medicina", con la colaboración especial del doctor Manuel Moreno. En

1828 Madera informa que en los últimos cuatro años ha desaparecido la viruela en la ciudad de Buenos Aires. En 1832 Francisco Javier Muñiz es designado

miembro corresponsal de la Sociedad Jenneriana de Londres.

Otros descubrimientos científicos influyen en la medicina: en 1829 Faraday demuestra que el éter puede producir la pérdida del conocimiento, aunque su

descubrimiento no se aplicó a la práctica médica hasta 1846. En 1831 el químico alemán Justus von Liebig, elaboró por primera vez el cloroformo, sustancia

a la cual no se le encuentra utilidad en lo inmediato, pero que más tarde tendría también aplicación médica cuando James Young Simpson, médico escocés

y profesor de obstetricia de la universidad de Edimburgo, introdujo por primera vez la anestesia clorofórmica. En 1844 el dentista norteamericano Horace

Wells experimentó el gas hilarante como anestésico local para una extracción dentaria y en 1846 W. Morton, dentista de Boston, empezó a usar el éter

sulfúrico como anestésico.

Page 13: Influjo del pensamiento científico en la arquitectura para la salud

Por entonces, aparecieron en Buenos Aires los primeros hospitales nuevos, fundados por colectividades de inmigrantes: En 1842 la Sociedad Francesa de

Beneficencia creó el Hospital Francés y en 1844 fue fundado el Hospital Británico de Buenos Aires, en donde tres años después -muy tempranamente-,

comienza a usarse el éter como anestésico.

El romanticismo trae nuevas ideas sociales al Río de la Plata. Su introducción fue, en gran medida, producto de la experiencia vivencial de viajeros como

Echeverría, Florencio Varela, Juan María Gutiérrez, Juan Bautista Alberdi y, principalmente, Domingo F. Sarmiento. A través de sus testimonios escritos, se

comprueba fácilmente que el romanticismo implicó una nueva aproximación ética hacia las cuestiones humanas y especialmente sociales pero, además de lo

político, literario y figurativo, significó la apertura de un torrente de nuevas ideas prácticas, científicas y técnicas.

La batalla de Caseros reabrió la ciudad de Buenos Aires para la libre circulación de las ideas, y, nuevamente, las innovaciones se introdujeron en el campo

de la educación médica con la reorganización de los estudios de la especialidad en una Facultad de Medicina separada de la Universidad y la restauración

de la Academia de Medicina, que entró en funciones en 1856.

Pero rápidamente también aparecieron novedades en el campo hospitalario. En 1854 se fundó el Hospital de la Convalescencia, en donde el doctor Ventura

Bosch introdujo métodos modernos para el tratamiento de los alienados. Nueve años después, en 1863 bajo la dirección de Uriarte, se funda el Asilo de San

Buenaventura, más tarde Hospicio de las Mercedes. En 1865, con motivo de la Guerra del Paraguay, se funda en Buenos Aires el Hospital de Inválidos, más

tarde denominado Hospital Rawson. En 1869 se funda el "Hospital Español" y se inaugura el lazareto San Roque de las calles México, Venezuela, Gral.

Urquiza y 24 de noviembre, anexo al Hospital General de Hombres. Todas estas son fundaciones importantes e innovadores desde el punto de vista médico

pero no arquitectónico. Y es todavía en el contexto médico, farmacéutico y bioquímico en donde, por una década más, se producirían las más notables

novedades.

La cirugía avanza en un sentido de racionalidad: en 1860 Joseph Lister usó por primera vez el ácido carbólico diluido para impedir la infección en las

operaciones y cinco años después hizo lo propio con el ácido fénico para esterilizar heridas. En Buenos Aires, en 1864 apareció el primer número de la

"Revista médico-quirúrgica" dirigida por Mallo y Gallardo y Esnaola. En 1871 Montes de Oca difundió en la Argentina el empleo de la anestesia e introdujo la

antisepsia y la traqueotomía.

También existen avances, en ese sentido, en la farmacología: en 1856 se funda en Buenos Aires la Asociación Farmacéutica Argentina y 1858 aparece la

"Revista Farmacéutica". En 1866 Murray escribía su Tratado de Farmacia y Farmacognosia.

Otro aporte sustancial al progreso de la medicina proviene de la ciencia química. Así como en Buenos Aires, en 1863 Puiggari cobra gran notoriedad al

publicar sus "Lecciones de química aplicada a la higiene y a la administración", en 1865 el químico francés Louis Pasteur se convierte en una personalidad

científica del máximo nivel al inventar la pasteurización para matar las bacterias de los alimentos. En ambos casos, la actividad de los científicos no se limita

Page 14: Influjo del pensamiento científico en la arquitectura para la salud

a la investigación básica sino que se proyecta hacia la sociedad introduciendo conceptos destinados a la mejora de la calidad de vida y con repercusiones

bastante directas en la industria y la organización social.

Este clima cultural es nuevo, y puede referirse con precisión a las exposiciones universales que, a partir de la de Londres, de 1851, se convirtieron en

grandes celebraciones del progreso y del turismo, pero que, en todo sentido, constituyeron una real y efectiva herramienta progresista por cuando sirvieron

de incentivo y de examen público de las innovaciones en todos los campos del saber y del quehacer, potenciando sus efectos a través de recursos didácticos

pioneros que las convirtieron en grandes espectáculos educativos. En 1867, en la gran Exposición Universal de Paris, cuyo pabellón central fue diseñado por

Eiffel, el químico Louis Pasteur recibió un Gran Premio por sus estudios acerca de la importancia del oxígeno del aire en el proceso de vinificación, estudio

que le fuera encargado por Napoleón III para mejorar la capacidad industrial de Francia. Sarmiento, que por entonces era diplomático argentino en Estados

Unidos, viajó por un mes a París para visitar la Exposición Universal. Exactamente un año después zarpaba en el Merrimac hacia Buenos Aires para asumir

la presidencia y en 1871 inauguraba la gran Exposición Nacional de Córdoba.

En ese contexto, también, la higiene se convirtió en política pública. La epidemia de cólera que asoló a Buenos Aires en 1867 dejó un saldo de 1653 víctimas

sobre 170.000 habitantes, pero dejó instalada una grave preocupación política-social. En 1870, Sarmiento, ya Presidente de la República dispuso la

contratación del eminente ingeniero británico John La Trobe Bateman para el diseño y construcción de una moderna red de provisión de agua potable y de

desagües en la capital. La epidemia de fiebre amarilla, desatada con furor en 1871, confirmó la importancia de esta política pública de inspiración higienista y

la creación espontánea de una eficaz Comisión Popular, sumó la participación civil que movilizó a la sociedad en apoyo de aquella política. En 1873

Guillermo Rawson, se convirtió en el primer profesor de Higiene de la Facultad de Medicina de Buenos Aires al independizarse esa Cátedra. En 1883 se

inaugura la Oficina Química Municipal bajo la dirección de Arata.

En 1875, a pesar de una circunstancial polémica que envolvió a Rawson contra Sarmiento y Eduardo Wilde, la inauguración del Parque Tres de Febrero

significó no sólo un triunfo personal de Sarmiento sino también de un proyecto político social que, a partir de ese éxito, quedaría legitimado. En ese mismo

año, Eduardo Wilde se convirtió en Profesor Titular de Medicina Legal y Toxicológica en la UBA, se fundó el Círculo Médico Argentino y también nació el

Hospital de Niños de Buenos Aires, bajo la dirección de Ricardo Gutiérrez, cuya sencilla y pequeña arquitectura inicial se debió al arquitecto argentino,

formado en Alemania, Ernesto Bunge.

En estos años fermentales nacen muchos de los médicos que tendrán destacada actuación en las décadas venideras: José Penna y Emilio R. Coni (en

1855), Luis Güemes y Telémaco Susini (en 1856), Eliseo Cantón y Abel Ayerza (en 1861), Juan B. Justo (en 1865) y Luis Agote (en 1868). Su formación

transcurrirá en aulas impregnadas de una importante base científica, pero también de un profundo sentido ético-social. En 1855 se había iniciado la Guerra

de Crimea y en 1859 la Batalla de Solferino había dado origen a la Cruz Roja, fundada por Henry Dunant. En 1880, por iniciativa de Rawson y de la

Masonería, se funda la Cruz Roja Argentina.

Page 15: Influjo del pensamiento científico en la arquitectura para la salud

Un año antes, en 1879, se había graduado en medicina, en la Universidad de Buenos Aires, Telémaco Susini, discípulo de Guillermo Rawson. Por entonces,

la ciencia ocupaba un espacio fundamental en el campo de las ideas sociales, de las acciones privadas y de las políticas públicas. En 1872 se había

fundado, con quijotesca y juvenil audacia, la Sociedad Científica Argentina, pero en 1880 ya era una institución sólida, con bien ganados méritos y gran

importancia no sólo local. En ese mismo año 1872 la colectividad italiana había inaugurado un primer Hospital Italiano diseñado por Pedro Fossati,

monumental y de amplias dimensiones; la colectividad alemana la imitará en 1878, aunque con dimensiones más modestas.

En 1877, el Dr. Manuel Augusto Montes de Oca introdujo la antisepsia y, en ese mismo año, en Paris, casi como un anuncio de tiempos nuevos para la

arquitectura de la salud, se completó la demolición del viejo Hôtel-Dieu del SVII, al terminarse un nuevo y más adecuado edificio. De algún modo, este hecho

ajeno a la realidad local de Buenos Aires, permite establecer la sincronía que ya empezaban a tener la cultura argentina y la europea bajo el influjo de la

Generación del Ochenta como fruto del enorme esfuerzo modernizador realizado por los románticos progresistas de la Generación del 37, como Sarmiento y

Gutiérrez.

En 1880, con la federalización de la Ciudad de Buenos Aires quedó resuelto el último de los graves problemas de la Organización Nacional y, a partir de

entonces, el gobierno nacional, bajo el influjo de Julio A. Roca, emprendió tareas organizativas y constructivas de escala nacional, en el contexto ya del

positivismo. Las obras de Bateman pasaron a ser solventadas por la Nación. En reemplazo del Consejo de Higiene de la Provincia de Buenos Aires se creó

el Departamento Nacional de Higiene. En 1882 se inauguró la Exposición Continental organizada por el Club Industrial y en esa oportunidad se reunió el

Congreso Pedagógico Sudamericano, bajo la presidencia de Onésimo Leguizamón y con la participación de Telémaco Susini que incorporó a los debates

sobre arquitectura escolar su perspectiva de médico higienista. Posteriormente, Susini viajó a Europa para perfeccionarse y fue discípulo de Pasteur y de

Koch, iniciador de la bacteriología médica. También en 1882, el Intendente Torcuato de Alvear crea la Casa de Aislamiento (Paraguay y Azcuénaga, quinta

de Leslie) para el tratamiento de infecciosos.

La demolición del Hôtel-Dieu de Paris fue, en su momento, un hecho de valor simbólico: algo similar podríamos decir de la demolición, en 1883, del Hospital

de Hombres de Buenos Aires, construcción absolutamente inadecuada pese a los intentos generosos del arquitecto Prilidiano Pueyrredón de mejorar sus

condiciones higiénicas. La desaparición del Hospital de Hombres, era consecuencia lógica de la aparición del Hospital de Clínicas de la Universidad de

Buenos Aires, en la calle Córdoba, diseño más adecuado del arquitecto alemán Felipe Schwarz, construido entre 1879 y 1881.

También en 1882, el pequeño lazareto de 1869 se transforma en Hospital San Roque e inaugura nuevo edificio según diseño del arquitecto Juan Antonio

Buschiazzo, luego ampliado por el ingeniero Cagnoni entre 1897 y 1901. Es el actual Hospital General de Agudos José María Ramos Mejía en la calle

Urquiza 609 de Buenos Aires. En 1884, el año de la Ley 1420, se inaugura en Buenos Aires, según el modelo institucional francés, la Asistencia Pública,

dirigida por Ramos Mejía.

EL HOSPITAL DE TAMBURINI.

Page 16: Influjo del pensamiento científico en la arquitectura para la salud

En ese contexto de formidables transformaciones políticas y sociales, en donde el higienismo se había consolidado como política pública y, por primera vez,

la ciencia proyectaba su influjo racional sobre la arquitectura y la gestión urbana, el gobierno nacional presidido por Roca contrató al arquitecto e ingeniero

italiana Francesco Tamburini para hacerse cargo de las obras edilicias del Estado nacional. La elección fue muy afortunada.

Tamburini nació en Iesi (Marcas), Italia. Se formó como Ingeniero y arquitecto en su país, ejerciendo luego la arquitectura y la docencia universitaria de la

especialidad en Urbino, Pisa, Roma y Nápoles. Era un destacado profesional en Italia cuando llegó a la Argentina en 1883. Ocupó cargos públicos técnicos

de la mayor jerarquía en los ámbitos nacional y municipal, tales como el de Director del Departamento de Arquitectura de la Nación y -simultáneamente- el de

Inspector General de Arquitectura de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, cargo, éste, que ejerció durante las Intendencias de Torcuato de Alvear,

Antonio Crespo, G. A. Cranwell, Francisco Seeber y Francisco Bollini. Realizó numerosas obras públicas y privadas, entre las cuales pueden señalarse la

estructuración de la actual Casa Rosada (l883), el Arsenal Esteban de Luca (l885), el Banco Provincial de Córdoba (l889), el Teatro Rivera Indarte -también

en Córdoba- (l890) y la terminación de la sede de la Gran Logia de Libres y Aceptados Masones de la Argentina, en Cangallo 1242 (l889). Sin embargo, su

obra maestra fue el Teatro Colón de Buenos Aires, una de las mayores y mejores salas dedicadas a la ópera en el mundo. El Teatro Colón fue una obra

ganada por Francisco Tamburini en concurso, como profesional liberal, motivo por el cual renunció en noviembre de 1890 a sus cargos oficiales, para

dedicarse de lleno al proyecto y a la dirección de la obra. Francisco Tamburini fue una personalidad muy influyente en la arquitectura y en la cultura de su

tiempo, y fue el profesional que otorgó un sello inconfundible a la arquitectura oficial erigida por la “Generación del ‘80”. Pese a haber proyectado edificios en

varios estilos, resulta evidente su adhesión preferencial al “Neo renacimiento italiano”. En ese sentido, fue fiel a ese ideario que conciliaba las tradiciones del

“Quattrocento” florentino con las innovaciones tecnológicas y conceptuales de la Revolución Industrial. Tamburini, además, influyó de un modo muy

importante en sus contemporáneos y fue el maestro de varios arquitectos importantes, entre los cuales se destacan Víctor Meano y Gino Aloisi. Tamburini

fue miembro de la Sociedad Científica Argentina, miembro fundador de la Liga Pro Cremación, miembro de la Comisión Directiva del Hospital Italiano,

integrante de la Masonería Argentina y de muchas otras instituciones de bien público. Tamburini es el autor del edificio de la Escuela Normal Mariano Acosta

(l887), de la Escuela María Sánchez de Thompson, de la Escuela Normal de Maestras de Rosario (l888) y de muchos otros edificios. Francisco Tamburini

falleció el 3 de diciembre de l890.

En 1884 Francisco Tamburini diseñó el nuevo Hospital Militar, ubicado en la calle Combate de los Pozos. Anteriormente el hospital funcionaba precariamente

en la Quinta de Cambaceres, en la calle Montes de Oca entre Patagones e Ituzaingó. Era su Director el Dr. Eleodoro Damianovich, cirujano mayor de

Ejército, a quien acompañaba en la sub-dirección el Dr. Pedro Mallo, cirujano mayor de la Armada, pero, a pesar de sus enormes esfuerzos, la instalación

era totalmente inadecuada al punto de que el pretendido hospital carecía, por ejemplo, de sala de cirugía: era un conjunto de precarios pabellones de

madera.

Page 17: Influjo del pensamiento científico en la arquitectura para la salud

En 1879, a instancias de Damianovich, el Congreso aprobó la ley 998 autorizando la construcción de un nuevo hospital militar. El Decreto promulgatorio lleva

la firma de Avellaneda y Julio A. Roca, por entonces Ministro de Guerra. Los sucesos políticos de 1880 demorarían la concreción. En 1883 el Congreso

autorizó al gobierno nacional a comprar el terreno de la Quinta de Navarro Viola, en la calle Pozos y Caseros, cuyas cuatro hectáreas fueron destinadas a

Hospital, Arsenal, Cuartel y usos complementarios. Establecido el nuevo terreno, se destinó también una nueva partida presupuestaria y se dio intervención a

los Departamentos Nacionales de Ingenieros y de Higiene, es decir a las reparticiones públicas en donde las decisiones quedaban a cargo del arquitecto

Francisco Tamburini y del doctor Inocencio Torino. El diseño lleva la firma de Tamburini y la construcción fue contratada, a través de una licitación pública,

con la empresa del constructor friulano Luigi Stremitz.

La planta del Hospital Militar, modelo en su tiempo, es una aplicación casi perfecta del modelo maquinista-higienista establecido en tiempos del Iluminismo

por la Academia de Ciencias de Paris. Esquema simétrico, con un cuerpo principal al frente en donde se ubica la recepción y la dirección, dos ejes

circulatorios perpendiculares al acceso y paralelos entre sí a unos 26 metros de separación, y una estructura geométrica de pabellones paralelos,

perpendiculares a las espinas circulatorias. Cada pabellón, con capacidades de 16 y 32 camas según los casos y habitaciones individuales para enfermos

graves, tenía ventanas rítmicamente dispuestas para garantizar una profusa iluminación y una generosa ventilación cruzada. Entre los pabellones había

jardines "ingleses", clara referencia a las teorías que desde el iluminismo inglés influyeron en el francés.

El Hospital Militar de Tamburini fue inaugurado el 16 marzo de 1889 en presencia del Presidente Miguel Juárez Celman. Dotado de un modernísimo sistema

de iluminación y de un diseño también muy moderno para la red de agua potable y de desagüe, fue, en su momento, una de las obras más explícitas de la

voluntad política de la Generación del Ochenta de instalar a la Argentina en la modernidad. A la distancia, el gesto es de impresionante vigor, por cuanto no

es posible imaginar en su tiempo un diseño más avanzado y coherente con las mejores pautas aceptadas por la teoría hospitalaria en su tiempo.

EL HOSPITAL DE BUSCHIAZZO

Juan Antonio Buschiazzo, al igual que Francisco Tamburini, Pompeyo Moneta y Carlos Morra, fue una figura relevante, tanto en la arquitectura argentina

como en la colectividad italiana; pero cada uno de ellos tuvo sus rasgos personales diferenciales. Morra, Marqués de Monterocchetta, fue una personalidad

aristocrática y filantrópica, que diseñó, entre 1885 y 1904 excepcionales escuelas públicas para el Consejo Nacional de Educación. Moneta fue un ingeniero

de alta especialización y pensamiento vanguardista que colaboró estrechamente con Sarmiento en su plan de modernización y progreso. Tamburini fue el

arquitecto oficial del Estado Nacional en la década del Ochenta. Buschiazzo, en cambio, fue un modesto y laborioso arquitecto formado en el país, siendo el

primer graduado con ese título en la Universidad de Buenos Aires. A su formación académica es necesario agregarle una anterior y posterior continuidad en

el estudio profesional de los arquitectos italianos Nicolás y José Canale, con quienes evidentemente aprendió muchos de los secretos de la práctica

profesional, encuadrados en la mejor tradición italiana.

Page 18: Influjo del pensamiento científico en la arquitectura para la salud

Nació en el Piamonte, Italia, en l846, y llegó a la Argentina a los 4 años de edad. Formado empíricamente al lado de su padre, constructor, ingresó luego al

estudio de los Canale, de quienes fue estrecho colaborador y discípulo. Obtuvo su diploma en l878. Ejerció la profesión durante muchos años, siendo

proyectista y director de gran cantidad de obras públicas y privadas en Buenos Aires y en las Provincias. Continuador de los Canale, su pensamiento

arquitectónico varió con el tiempo, desde el Neo-renacimiento italiano hacia el eclecticismo francés. En l880 Torcuato de Alvear lo designó Director del

Departamento de Obras Públicas de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, y fue uno de sus más estrechos colaboradores en la transformación

urbanística y edilicia de la ciudad. Buschiazzo fue autor de la traza de la Avenida de Mayo y proyectista de Hospitales, Asilos, Hospicios, Casas para obreros,

cárceles y cementerios, entre muchas otras obras. También fue el autor del Reglamento de construcciones que reemplazó a la normativa virreinal por una

legislación más moderna. Miembro de numerosas instituciones, como la Sociedad Científica Argentina, fue también miembro fundador de la Sociedad Central

de Arquitectos. En l893 el Consejo Nacional de Educación le encomendó el proyecto de la escuela de Arenales l060, Capital y también fue el autor del

proyecto de la Escuela Graduada de Niñas de Gualeguaychú (l905). Falleció en Buenos Aires en l9l7.

A diferencia de Tamburini, quien ya venía con una formación casi doctoral y militaba activamente dentro de una tradición ideológica que tazaba una línea

evolutiva desde el iluminismo hasta el romanticismo garibaldino, Juan Antonio Buschiazzo fue un típico arquitecto operativo, impregnado de la cultura

progresista de su tiempo y muy predispuesto a aceptar los influjos de nuevas ideas. Por esos motivos, mientras que Tamburini, en su corta trayectoria en

Buenos Aires (siete años) exhibió una gran coherencia doctrinaria, Buschiazzo, a lo largo de las décadas, fue testimoniando las evoluciones del pensamiento

y el gusto en Buenos Aires. Su época, además, fue inmediatamente posterior a la de Tamburini y coincidió con la recepción, cada vez más vertiginosa, de

nuevas ideas científicas que impactaron en la arquitectura. Y esas evoluciones se evidencian en sus diseños de edificios para la salud.

El Hospital San Roque, de 1882-1884, es una estructura esquemáticamente cuadrada, en donde pabellones perimetrales rodean a un patio central, una

especie de variante del prototipo francés del siglo XVII desarrollado por Vauban. En el extremo opuesto, el nuevo edificio del Hospital Italiano, construido

entre 1896 y 1901, es una máquina higiénica evolucionada. Sin embargo, quizás el proyecto de mayor interés corresponde a una idea no cristalizada, el

Hospital de la Bolsa, fechado en 1890.

Publicado en los Anales de la Sociedad Científica Argentina, el proyecto del Hospital de la Bolsa lleva la firma de Juan Antonio Buschiazzo (arquitecto) y de

Telémaco Susini (médico). No hemos podido aún establecer si el diseño del Hospital Italiano es anterior a esa fecha, pero conceptualmente lo es. En cambio,

en el Hospital de la Bolsa el esquema de 1786 de la Academia de Ciencias de Paris, queda superado por la introducción de un pensamiento nuevo, nacido a

partir de las comprobaciones de Louis Pasteur, con quien Susini se había perfeccionado en Paris.

La extremadamente austera memoria descriptiva preparada, no contiene ninguna explicación de tipo teórico acerca de las pautas seguidas por el proyectista;

sin embargo, la estructuración en forma de pabellones aislados esparcidos en medio de un gran parque, es suficientemente explícita. Además, el detalle de

las funciones previstas, es significativo: En el pabellón A hay espacio destinado a servicios de telefonía interna y externa; en el pabellón B, próximos a la

Page 19: Influjo del pensamiento científico en la arquitectura para la salud

entrada de ambulancias, hay "cuartos" para enfermos "hasta que sean diagnosticados"; en los pabellones C y D hay sectores destinados a "ropa a

desinfectar"; los pabellones E de cirugía poseen una sectorización funcional especializada; los pabellones F tienen un sector para convalescientes, con

baranda "para que los enfermos se distraigan con la vista de los jardines"; hay un pabellón J destinado a ginecología, otro destinado a sifilíticos y enfermos

en la piel, un pabellón de maternidad, otro para enfermos mentales, otro para niños, otro para enfermos de la vista y otro para enfermas de fiebre pauperal.

Además, cada pabellón tiene dependencias para instrumental, o desinfección o instalaciones específicas según su destino. Finalmente, el Departamento

Hidroterápico incluye electroterapia, frigidarium, lavarium, baños de vapor, sudatorium, tepidarium, piscina, duchas y otros sectores de similar

especialización. El Hospital de la Bolsa estaba previsto para 792 enfermos y prevía 122 m2 por enfermo, "mayor que la que se exige actualmente (100 m2

por cama)", según la Memoria de los autores.

CONCLUSIÓN

En 1886 Telémaco Susini es nombrado director de Asistencia Pública y dos años después se crea en el ámbito educativo el Cuerpo Médico Escolar. En 1898

Tornú inicia en las Sierras de Córdoba sus investigaciones acerca de la influencia del clima en la curación y profilaxis de la tuberculosis y en 1901 E. R. Coni

funda la Liga Argentina contra la Tuberculosis. En 1908 José Penna crea la Cátedra de Epidemiología.

En 1889 se doctora la primera médica argentina: Cecilia Grierson y al año siguiente, el Dr. Juan B. Justo introduce en la Argentina la asepsia. En 1914 Luis

Agote hace conocer su método de transfusión de sangre, descubrimiento e invención de repercusión universal. A partir de esos años, sin embargo, las

novedades médicas provendrán cada vez menos de la cirugía y cada vez más de la investigación científica básica en los campos de la bacteriología,

siguiendo las huellas de Pasteur y de Koch y de la fisiología, tras la herencia de Claude Bernard. En 1893 se crea la Sección Bacteriológica de la Oficina

Sanitaria Argentina (origen del actual Instituto Nacional de Microbiología) a cargo del Dr. Malbrán. En 1918 Bernardo A. Houssay se convierte en director

interino del Instituto de Bacteriología y en 1919 funda en la Facultad de Medicina de la UBA el Instituto de Fisiología.

Pero también la medicina se verá revolucionada por los nuevos descubrimientos útiles para mejorar los diagnósticos y las terapéuticas: en 1895 el físico

alemán Wilhelm Röentgen descubre los rayos X y obtiene la primera radiografía; en 1910 el patólogo austríaco Karl Landsteiner descubre los cuatro grupos

sanguíneos A, B, AB, O.; en 1912 el bioquímico británico Frederick Hopkins descubre las vitaminas. En 1928 Fleming descubre la penicilina, sustancia

antibacteriana, que se difundirá recién alrededor de 1940 iniciando la "revolución de los antibióticos".

Todas estas novedades no producen, en lo inmediato, cambios notables en la arquitectura hospitalaria de Buenos Aires, que, por varias décadas continuará

multiplicándose y extendiéndose como aplicaciones del modelo de hospital que ya está configurado en el proyecto de Buschiazzo para el Hospital de la

Bolsa.

Page 20: Influjo del pensamiento científico en la arquitectura para la salud

En el futuro, la bacteriología y la fisiología, los rayos X y la Penicilina, cambiarán la medicina y cambiarán la arquitectura hospitalaria. Pero esos cambios

exceden el período que hemos estudiado en este texto que abarca un tramo histórico centrado en las décadas en las cuales la arquitectura hospitalaria de

Buenos Aires superó un atraso de un siglo y se puso al día bajo el influjo del pensamiento científico más avanzado de su tiempo.

BIBLIOGRAFÍA

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Buroni, José Raúl y Gancedo, Alberto Juan. Reseña histórica del Hospital Militar Central. Buenos Aires, Círculo Militar, 1979.

Buschiazzo, Juan A. y Susini, Telémaco. Hospital de la Bolsa. En: Anales de la Sociedad Científica Argentina, Nº 30. Buenos Aires, Coni, 1890.

Buschiazzo, Juan A. Memoria descriptiva del anteproyecto de Hospital y Asilo de Niños Expósitos. En: Anales de la Sociedad Científica Argentina, Nº

37. Buenos Aires, Coni, 1894.

Buschiazzo, Juan A. Memoria descriptiva del proyecto del nuevo Hospital Italiano actualmente en ejecución. En: Anales de la Sociedad Científica

Argentina, Nº 41. Buenos Aires, Coni, 1896.

Córdoba, Alberto Octavio. Juan Antonio Buschiazzo. Arquitecto y urbanista. En: Revista Nacional de Cultura, Nº 11. Buenos Aires, Secretaría de

Cultura de la Presidencia de la Nación, 1982.

Córdoba, Alberto O. Juan A. Buschiazzo. Arquitecto y urbanista de Buenos Aires. Buenos Aires, Asociación Dante Alighieri, 1983.

Cottini, Arístides. El Hospital en la historia. Mendoza, Universidad de Mendoza - Idearium, 1980.

Escardó, Florencio. Eduardo Wilde. Buenos Aires, Santiago Rueda, 1959.

Fleming, John; Honour, Hugh; Pevsner, Nickolaus. The Penguin Dictionary of Architecture. Harmondsworth, Penguin, 1977.

Giedion, Siegfried. Espacio, tiempo y arquitectura (el futuro de una nueva tradición). Madrid, Dossat, 1978.

Giedion, Siegfried. La mecanización toma el mando. Barcelona, Gili, 1978.

Papp, Desiderio y Babini, José. El siglo del Iluminismo. Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1955. Tomo VIII del Panorama General de Historia de la Ciencia

de Aldo Mieli.

Pizza, Antonio. La construcción del pasado. Reflexiones sobre historia, arte y arquitectura. Madrid, Celeste, 2000.

Richards, J. M. An Introduction to Modern Architecture. Harmondsworth, Penguin, 1962.

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Shmidt, Claudia. Juan A. Buschiazzo. Un profesional entre la arquitectura y la construcción. En: Cuadernos de Historia IAA Nº 6 Protagonistas de la

Arquitectura Argentina. Buenos Aires, Instituto de Arte Americano de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos

Aires, abril de 1995.

Venturi, Lionello. Historia de la crítica de arte. Barcelona, Gili, 1982. [Edición original: New York, Dutton, 1936]

ANEXO DE IMÁGENES

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1) PROTOTIPOS DE HOSPITALES EN LA HISTORIA EUROPEA

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2) HOSPITALES MEDIEVALES

El Hôtel-Dieu de París del siglo VII y sus ampliaciones hasta 1772.

Fuente: Cottini.

3) HOSPITALES DEL ILUMINISMO

El prototipo de la Academia de Ciencias de París según el "Rapport Tenon" de 1786.

Fuente: Cottini.

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4) HOSPITALES DEL ILUMINISMO

Hospital Laborisiere de París.

Fuente: Cottini.

5) HOSPITALES DEL HIGIENISMO ILUMINISTA

El Hospital Militar de Buenos Aires. Francisco Tamburini, arquitecto (1884)

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6) FRANCISCO TAMBURINI, ARQUITECTO

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7) HOSPITALES DEL HIGIENISMO ILUMINISTA

El Hospital Militar de Buenos Aires. Perspectiva.

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8) HOSPITALES DEL HIGIENISMO ILUMINISTA

El Hospital Militar de Buenos Aires. Fachada.

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9) HOSPITALES DEL HIGIENISMO ILUMINISTA </FONT< P>

El Hospital Militar de Buenos Aires. Planta general.

10) HOSPITALES DEL HIGIENISMO ILUMINISTA

El Hospital Militar de Buenos Aires. Planta de un pabellón.

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11) HOSPITALES DEL HIGIENISMO ILUMINISTA

El Hospital Militar de Buenos Aires. Interior de un pabellón.

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12) JUAN ANTONIO BUSCHIAZZO, ARQUITECTO

13) HOSPITALES DE BUSCHIAZZO

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El Hospital San Roque (1882).

Esquema renacentista de planta cuadrada.

14) HOSPITALES DE BUSCHIAZZO

El Nuevo Hospital Italiano de Buenos Aires (1896).

Esquema del higienismo iluminista.

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15) HOSPITALES DE BUSCHIAZZO

El Nuevo Hospital Italiano de Buenos Aires.

Planta Sótano.

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16) HOSPITALES DE BUSCHIAZZO

El Nuevo Hospital Italiano de Buenos Aires.

Planta Baja.

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17) HOSPITALES DE BUSCHIAZZO

El Nuevo Hospital Italiano de Buenos Aires.

Planta Alta.

18) HOSPITALES DE BUSCHIAZZO

El Nuevo Hospital Italiano de Buenos Aires.

Perspectiva.

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19) HOSPITALES DE BUSCHIAZZO

El Proyectado Hospital de la Bolsa

Diseñado con el Dr. Telémaco Susini, discípulo de Pasteur (1890)

Planta. Esquema con pabellones aislados de libre disposición.

20) HOSPITALES DE BUSCHIAZZO

El Proyectado Hospital de la Bolsa Diseñado con el Dr. Telémaco Susini, discípulo de Pasteur (1890)

Detalle de la planta.

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