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1 Incorporación de Chiloé al territorio de la República de Chile en el año 1826 y la participación del general O`Higgins Lorenzo Çaglević Baković

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Incorporación de Chiloé al territorio de la República de Chile en el año 1826

y la participación del general O`Higgins

Lorenzo Çaglević Baković

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Introducción

El presente tema se enfoca en lo sucedido durante los últimos ocho años de dominación española en el archipiélago de Chiloé, el que culmina con la capitulación realista y la suscripción del Tratado de Tantauco, mediante el cual esta región insular pasa a integrar, como una provincia más, el territorio de la República de Chile.

Cronológicamente, entonces, el período específico en el cual se desarrolla este trabajo abarca desde el año 1818 hasta el año de 1826, durante la última gobernación hispana ejercida por don Antonio de Quintanilla y, en forma particular, propongo la desmitificación del concepto de un fidelismo colectivo existente en ese archipiélago explicando los hechos sucedidos como consecuencia del gran liderazgo militar ejercido por Quintanilla.

Los diversos historiadores que han escrito acerca de este tema, que se encuentra situado en la época independentista de nuestra historia, y de los cuales hemos extraído información para este trabajo, los mencionamos en estricto orden alfabético en el listado de la bibliografía respectiva del Apéndice final.

Empero, he preferido destacar sólo a algunos de ellos considerando, en ocasiones, su profundidad y la mayor proximidad de su obra a los sucesos que narran y que, como verá el lector en los pie de página, ocupamos en forma más frecuente. Este es el caso de don Diego Barros Arana y su obra y Las campañas de Chiloé (1820-1826) y, ya bastante más cercano a nuestro tiempo, se ha revisado información de don Fernando Campos Harriet en su obra Los defensores del Rey.

No obstante, existe otro grupo de historiadores consultados que, si bien son más contemporáneos, son especialistas sumamente acuciosos y de terreno, si se me permite este coloquial término para poder definir de alguna forma a aquellos que se distinguen por su conocimiento muy detallado, tanto de la Isla de Chiloé como de su historia. En este caso nos encontramos, en lo que dice

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principalmente relación al período indiano, con las diversas obras de don Rodolfo Urbina Burgos como lo son: Población Indígena, Encomienda y Tributo 1567-1813; Gobierno y Sociedad en Chiloé Colonial y Las Misiones Franciscanas de Chiloé a fines del siglo XVII.

También está presente don Isidoro Vásquez de Acuña con su obras: El general de Quintanilla y su gobierno en Chiloé (1817-1826); El Marqués de Quintanilla; o bien su obra, un poco más especializada en temas navales, pero que no deja de aportar importantes antecedentes al tema que nos ocupa, y que él entrega en su Historia Naval del Reino de Chile (1520-1826)

Además se han consultado las obras del R.P. padre Gabriel Guarda O.S.B. habiendo tenido la suerte de que se me concediera una entrevista personal, donde pude consultarlo sobre sus puntos de vista acerca del fidelismo chilote hacia el rey.

Finalmente, debemos hacer mención que la propia Autobiografía del Mariscal de Campo don Antonio de Quintanilla, toda vez la imparcialidad y credibilidad otorgada a sus relatos por los propios historiadores que ya he mencionado, ha sido también de una gran ayuda.

En cuanto a los contenidos expuestos por los autores indicados, no se aprecian grandes diferencias en lo sustantivo de los hechos que dan cuenta, con la debida excepción, como siempre sucede, cuando se llega a las cuantificaciones del número de fuerzas de un bando u otro o el armamento o en la cantidad de recursos. En el resto de sus narraciones, que pueden parecernos más o menos acentuadas en algún tópico en particular, en ningún caso se aprecian contradicciones sobre los sucesos que examinan.

Lo que sí llama mi atención, es la coincidencia que tienen dichos autores ya al manifestarse acerca del fidelismo al rey que profesaba el pueblo chilote como un colectivo. Existen abundantes expresiones en sus obras que son un verdadero panegírico a esta condición. A continuación, y sólo a título de ejemplo, señalo algunas de ellas ya que el lector podrá apreciar mejor este criterio una vez leído el texto de la presente tesis:

“En aquellas islas, la opinión pública se había pronunciado abiertamente

contra el cambio gubernativo efectuado en Chile. Las autoridades i los habitantes se prestaron gustosos a favorecer la empresa de Pareja, y

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auxiliarlos con todos los recursos de que podían disponer”: Diego Barros Arana.

“¡Qué diferencia hay entre los primeros, los esforzados conquistadores, y

estos últimos defensores del Rey! La lealtad, la fidelidad, la nobleza y el valor, son, en general, comunes a unos y a otros. Pero ¡qué distinto el ideal, la justificación del sacrificio, la causa!”: Fernando Campos Harriet.

“De esta manera, la mentalidad político-social imperante en Chiloé, era de un apoyo fervoroso al sistema monárquico y a su Rey como la única ideología vigente y conocida en el mundo isleño”: Rodolfo Urbina. B/ Dante Montiel V.

“Este bando contradecía compromisos del tratado de Tantauco y la adhesión

forzada de quienes se vieron obligados a someterse al bando antes expuesto, los hicieron seguir en el fondo de sus espíritus fieles a su pasado monárquico y añorando la independencia de España, mientras sufrían el menoscabo y el abandono del gobierno central chileno durante decenios”: I. Vásquez de Acuña.

“Efectivamente provincias fidelísimas han podido ser llamadas Valdivia y

Chiloé por la generalidad de su adhesión a la causa real”: R.P. Gabriel Guarda O.S.B.

“Todo faltaba, menos entusiasmo y decisión por la causa del Rey de España”: Antonio de Quintanilla.

Habida consideración de esta opinión generalizada, y bastante acentuada, acerca del fidelismo chilote, me motivó a la revisión, análisis e investigación de cuán generalizado pudo haber sido ese fenómeno del fidelismo chilote.

A través del examen de documentos y de las expresiones vertidas en las obras de los autores más arriba indicados, pensé en la necesidad de problematizar el tema del fidelismo, toda vez que en el desarrollo de este trabajo me he encontrado con diversas situaciones concretas que me llaman la atención, precisamente en el sentido contrario.

En efecto, no es posible soslayar la revisión de diversas situaciones que se presentaron en Chiloé: Las rebeliones; El estado de ánimo de la tropa chilota, cuando se le envía a combatir fuera de su terruño y ésta sólo quiere regresar a la isla; Las condiciones de desamparo y pobreza de sus familias que

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permanecieron en Chiloé en ausencia de los jefes de hogares reclutados para la causa realista; La vulnerabilidad que muestra la población chilota, en relación a su supuesta posición realista, ante las opiniones de unos pocos prisioneros foráneos; El conocimiento que el bando patriota tenía acerca de personas residentes en Chiloé dispuestas a colaborar con esta causa, etc. En fin, existen una serie de hechos que se van analizando en este trabajo y que si bien no nos permiten cuantificar exactamente el porcentaje de la población que actuaba por causas muy distintas a un pretendido fidelismo, podemos pensar que no se trataba de excepciones.

En la esperanza de lograr mi objetivo, el presente trabajo lo he dividido en tres capítulos y, dentro de cada uno de ellos, en subcapítulos que pretenden ordenar la información que se entrega, con la finalidad de obtener una secuencia del relato lo más fluida y comprensible.

No obstante lo anterior, para poder comprender el qué, el cómo y el por qué suceden estos hechos que se pretenden explicar fue necesario, en el primer capítulo, remontarse a antecedentes, aspectos y, en ocasiones, a personajes bastante anteriores a la época de esta tesis pero que, junto con plantear la temprana importancia geopolítica de Chiloé, nos ayudan a entender a esta particular sociedad que se fue desarrollando, aislada del mundo, en ese remoto lugar de la América austral.

Así entonces, en el Capítulo I que se titula; La ambigua situación de Chiloé respecto a la Capitanía General de Chile, expongo, en forma por cierto muy general y sucinta, qué era Chiloé durante el período colonial o indiano (siglos XVI, XVII y XVIII) en los más variados aspectos de la vida del archipiélago. Trato asimismo de mostrar al lector cómo influyó el marcado aislamiento que se vivía en ese territorio respecto de la Capitanía General de Chile, lo que a la postre, en parte importante y, junto a consideraciones de orden estratégicas, explican su cambio de dependencia directa del virreinato del Perú. Finalizo este capítulo tratando de resaltar las ambigüedades que se perciben en la falta de atención que en la práctica las autoridades hispanas le dispensaban a Chiloé, no obstante su importancia geopolítica. En el Capítulo II, ya ubicado cronológicamente en el siglo XIX, explico acerca de la colaboración prestada por Chiloé a las acciones realistas que se

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desarrollaban en Chile continental, el cual se titula precisamente; Los chilotes frente a la independencia de Chile. En sus distintos subcapítulos voy indicando los hechos que, a través de las distintas expediciones, provenientes desde el virreinato del Perú, tuvieron por objeto ahogar la revolución patriota en Chile. Inicio este capítulo con un vistazo a la situación política de Chile en ese momento, para continuar con las campañas de Pareja, de Gaínza, las dos de Osorio y las características de la llamada Guerra a Muerte. En el capítulo III denominado; Incorporación de Chiloé a la República de Chile, entro directamente a explicar las acciones desarrolladas por el personaje que resulta más relevante para esta tesis, don Antonio de Quintanilla, así como las distintas expediciones chilenas destinadas a arrebatarle de sus manos a Chiloé. Sin embargo, no es posible entender a cabalidad las expediciones en cuestión y sus primeros fracasos, sin considerar algunos subcapítulos que contienen, al menos, rasgos biográficos de sus líderes. Me estoy refiriendo, fuera de Quintanilla, a Cochrane y Freire. Tampoco es posible soslayar, para lograr una comprensión del porqué era importante recuperar Chiloé, cuáles fueron los motivos que impidieron realizar antes su liberación, la situación política que se vivía en Chile, primero, durante el gobierno del prócer don Bernardo O`Higgins, como también su influencia desde su destierro en el Perú a las que se sumaban las presiones ejercidas por el propio Bolívar y los apetitos de algunas potencias extranjeras sobre el archipiélago, las que se manifestaron claramente durante el gobierno de Freire. Al final del trabajo se incluye un Apéndice, relacionado con la materia, en el cual se exponen v.gr. el Tratado de Tantauco; el Tratado de Lircay; la Declaración de Independencia; una Línea de Tiempo, donde el lector podrá ubicarse en relación a los hechos que iban aconteciendo en forma coetánea tanto en Chiloé, como en el resto de Chile, en Perú o en Europa durante la época; Relaciones Cronológicas de los monarcas españoles, los virreyes del Perú, los gobernadores de Chile y los gobernadores de Chiloé; Mapas con las

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Fortificaciones de Valdivia; de Chiloé; de importantes caminos coloniales de nuestra zona de interés y otros varios documentos, que el lector interesado podrá encontrar y que me permito recomendarle. A través del examen de documentos y de las expresiones vertidas en las obras de los autores más arriba indicados, pensé en la necesidad de problematizar el tema del fidelismo, toda vez que en el desarrollo de este trabajo me he encontrado con diversas situaciones concretas que me llaman la atención, precisamente en el sentido contrario. En efecto, no es posible soslayar la revisión de diversas situaciones que se presentaron en Chiloé: Rebeliones; El estado de ánimo de la tropa chilota, cuando se le envía a combatir fuera de su terruño y ésta sólo quiere regresar a la isla; Las condiciones de desamparo y pobreza de sus familias que permanecieron en Chiloé en ausencia de los jefes de hogares reclutados para la causa realista; La vulnerabilidad que muestra la población chilota, en relación a su supuesta posición realista, ante las opiniones de unos pocos prisioneros foráneos; El conocimiento que el bando patriota tenía acerca de personas residentes en Chiloé dispuestas a colaborar con esta causa, etc. En fin, existen una serie de hechos que se van analizando en este trabajo y que si bien no nos permiten cuantificar exactamente un porcentaje de la población que actuaba por causas muy distintas a un pretendido fidelismo, podemos pensar que no se trataban de excepciones. Creo que la gran diferencia entre mi opinión al respecto y lo señalado por los autores aludidos, estriba en que no es posible extrapolar las características de fidelismo a toda prueba hacia el monarca español, que sin duda alguna poseía Quintanilla, y en un nivel que casi rayaba en el fanatismo, con el resto del colectivo chilote. Personalmente confieso mi admiración hacia este último jefe español de Chiloé, a quien sólo caben elogios como gobernador militar y quien fuera la personalidad que impulsó a los chilotes a actuar, voluntaria o involuntariamente, como lo hicieron. De mis conclusiones personales acerca del tema pienso que lo que ellos defendían era su familia, sus vidas, su

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derecho a vivir en paz, su tierra y sus pocas pertenencias. Motivación muy distinta a la de Quintanilla y de su círculo más cercano. Empero, como lo expreso claramente en el título de esta tesis: Chiloé Heroico; en nada le resta ese carácter de resistencia épica que mantuvo todo el colectivo chilote que, durante esos años, sufrió a causa del abandono, del aislamiento y, por supuesto, de la guerra. Entiendo que la interpretación de un hecho histórico siempre tendrá diversos matices, y personalmente nada pretendo imponer, menos dada la erudición de los autores consultados. Pero sí quiero, con el debido respeto, dejar consignado en mi trabajo mis razonables y sinceros puntos de vista productos de mi investigación.

Advertencia

Durante todo el desarrollo del presente tema se presentan, intercalados en el texto, los números que el lector podrá consultar al final del texto, en letras negrita y en el espacio denominado, Notas numeradas en el texto anterior, todo lo que corresponde a los documentos, testimonios o citas que van sustentando mi exposición. Por otra parte, se ha sido totalmente fiel a la ortografía y a la redacción que se ha extraído de los distintos documentos, testimonios o citas usadas sin alterar el lenguaje propio de la época, por lo que al lector podría parecerle una falta en relación al uso del idioma actual, pero se debe al motivo que se explica.

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Capítulo I

La ambigua situación de Chiloé respecto a la Capitanía General de Chile

Para poder seguir la línea del presente tema y entender cabalmente lo que describiremos en los capítulos posteriores, es decir la conducta de los chilotes en el siglo XIX durante el período independentista, cómo se va configurando la importancia geopolítica de esta provincia y de qué modo fue su incorporación a la República de Chile, se hace absolutamente necesario plantearnos en el presente capítulo, aunque sea en una somera descripción, cómo fueron los orígenes de esta aislada sociedad, tan particular, creada en Chiloé a partir del siglo XVI y qué características presentaban los aspectos más importantes de la vida en esos lejanos parajes durante los siglos XVII y XVIII.

Creo que cada uno de los aspectos los cuales, lejos de pretender tratarlos en profundidad, sólo se bosquejan acá a modo de subcapítulos, nos van entregando luces que, en mi opinión, van explicando las razones de las conductas que los chilotes observaron durante la época independentista, en general, tan distintas de sus gobernantes y sus círculos inmediatos.

A pesar de que muchos autores insisten en un fidelismo colectivo, esta situación a mi juicio no se dio, o bien sólo existió de una manera muy atenuada ya que no existían las condiciones para que así fuere.

Aspectos históricos-militares en siglos XVI-XVII y XVIII: A fines de 1519, cinco carabelas con 265 marinos zarparon desde Sevilla al mando del capitán portugués Fernando de Magalhaes, nacido en Sabrosa, cercanías de Oporto en 1480 pero nacionalizado español. A modo de agradecimiento hacia el monarca, Carlos I de España quien le presta ayuda en su empresa, se convierte en su súbdito y traduce su nombre a Hernando de Magallanes.

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Tres años después, en 1522, sólo regresaron 18 hombres en una maltrecha nave y sin su fallecido capitán. Ahora llegaban al mando de don Juan Sebastián Elcano, quien completó el sueño del intrépido Magallanes (1)

Después de 3 años de padecimientos (2), naufragios, motines, muertes y deserciones, la redondez de la tierra y la existencia de un paso entre el Atlántico y el continente Asiático por el estrecho de Todos los Santos, después llamado Estrecho de Magallanes, había quedado comprobada pero, más que todo aquello, nacía un nuevo incentivo para que los audaces marinos de la época se volvieran a aventurar en la navegación de estos confines del mundo y en el descubrimiento de ignotas tierras.

La hazaña de Magallanes, en cuanto a su aporte a la navegación y el conocimiento científico de la época, fue grandiosa y, en lo que dice relación a nuestra historia, él tuvo el privilegio de ser quien, por primera vez, descubrió nuestras australes costas.

Posteriormente, en el año 1525, otro marino español, Francisco de Hoces, obligado por las horribles, pero habituales, condiciones de mar y de viento de la zona las cuales empujaron su nave hasta los 55 º de latitud Sur, pudo descubrir a la navegación el Cabo de Hornos en el extremo meridional de América. Aún, en las antiguas cartas geográficas de España, puede observarse el Paso de Hoces que, en nuestra actual cartografía en uso, conocemos como el Paso de Drake aunque el mencionado pirata, Sir Francis Drake, sólo lo navegara casi medio siglo después. Demás está el comentar que este nuevo paso era de suyo más peligroso, lejano y temido que el Estrecho de Magallanes.

No obstante, a cualquier navegante que cruzara de un océano a otro, sea por el estrecho o por el cabo, le era importantísimo encontrar un fondeadero próximo, seguro y con, al menos, algunos recursos que le permitieran efectuar reparaciones, obtener abastecimiento y dar descanso a sus agotadas tripulaciones después de esas épicas travesías. Chiloé podía ser ese estratégico punto constituyendo, además, una atalaya y punto fuerte para impedir, dentro de lo posible, a las naves de países enemigos de la corona española su libre tránsito hacia sus colonias que eran bañadas por el océano Pacífico en el nuevo continente.

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Así entonces don Alonso de Camargo, en el año 1540 durante un viaje al Perú, da cuenta del avistamiento del archipiélago de Chiloé. Pasaron más de 13 años cuando el gobernador de la capitanía de Chile, don Pedro de Valdivia, dispuso una expedición con el fin de recolectar información geográfica del archipiélago y envía a don Francisco de Ulloa para estos fines. A este capitán se le considera como el primer europeo en conocer Chiloé en el año de 1553. Este archipiélago se componía por la llamada Isla Grande y una treintena de islas más pequeñas con alguna población indígena.

La corona española formalizó la posesión del archipiélago oficialmente el 28 de Febrero 1558 (3). Fue don Martín Ruiz de Gamboa, yerno de don Rodrigo de Quiroga, a la sazón gobernador del Reino de Chile, a quien le correspondió llevar a cabo su ocupación el año 1567 bautizándola como Nueva Galicia, aunque al final se impuso la voz huilliche de Chiloé, que ya usaban los naturales y cuyo significado es lugar de chelles, unas aves blancas que habitan en el archipiélago, y que en la lengua mapudungun, correspondería al vocablo Chilwe cuya adaptación al español es Chilhué, derivando de ahí hacia el nombre de Chiloé que hoy usamos. La población chilota que hoy conocemos desciende de una mezcla de sus originales habitantes: huilliches, cuncos, payos y chonos con los colonizadores españoles y, posteriormente, con el aporte de chilenos y unos pocos extranjeros.

A don Martín, quien fuera nombrado gobernador de Chiloé y, años después, Gobernador del reino de Chile al fallecimiento de su suegro, no le resultó difícil su misión en el archipiélago toda vez la gran sumisión que encontró en los naturales de esa zona y de la cual don Diego Barros Arana da buena cuenta (4). Así entonces Ruiz de Gamboa, procede a fundar la ciudad de San Antonio de Castro en el año 1567, asiento de la primera capital del archipiélago. Observando la ventaja que le otorgaba el hecho de encontrar indios tan pacíficos, este gobernador sin vacilaciones, distribuyó entonces las tierras y los indios entre sus hombres. Posteriormente regresó a Santiago, dejando el gobierno de Chiloé al maestre de campo don Alonso Benítez.

A partir de aquel entonces se consideró a Chiloé dependiente de la Capitanía General de Chile (5) como una de sus provincias. Como se verá más adelante, esta situación se extenderá hasta el año 1768 cuando, por razones

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que se expondrán en su momento, pasará a tener dependencia directa del virreinato del Perú, y posteriormente desde 1784, por consideraciones más bien estratégicas, elevada a la categoría de intendencia peruana. Durante esos doscientos años (1567-1768) tuvo lugar el desastre que significó a los españoles la gran sublevación mapuche de Curalaba (1598) en que los indígenas no sólo vencieron en dicha acción a los hispanos, sino que también mataron al propio Gobernador de Chile don Martín Oñez de Loyola dejando separado al reino en dos, ya que absolutamente todas las ciudades entre el río Biobío y el Canal de Chacao fueron arrasadas, destruidas o abandonadas en un corto período de tiempo. Este alzamiento trajo también como consecuencia el despoblamiento de Osorno a causa del asedio indígena que el contingente español, allí acantonado y fortificado, no fue capaz de resistir. Ante esta situación esa jefatura militar decidió refugiar a toda esa población en el archipiélago quedando, en general, las mujeres y niños en la ciudad de Castro y los soldados y algunos indígenas amigos, apostados en Calbuco y Carelmapu. Asimismo, durante esa época, los habitantes de Chiloé, e incluso los de Valdivia, debieron sufrir con las incursiones de corsarios holandeses quienes destruyeron parcialmente la ciudad capital de Castro en el año 1600, y acecharon el archipiélago en varias ocasiones posteriores. Primero, fueron los piratas de la destructora expedición holandesa a Castro, liderada por Baltasar de Cordes. Con el engaño de llegar en son de paz y amistad, confundieron a sus ingenuos habitantes y una vez que hubieron desembarcado, sembraron la muerte, el saqueo y la destrucción por doquier. Cabe hacer notar que los holandeses fueron ayudados en sus fines por numerosos indígenas huilliches de Lacuy, quienes se encontraban muy descontentos por los malos tratos que les otorgaban sus señores, los encomenderos españoles. Así entonces pactaron con los holandeses confiados en su ayuda. Sin embargo, a su momento, los corsarios no respetaron las promesas hechas a los indios y mataron tanto a caciques huilliches cuanto a la mayoría de los varones españoles que permanecieron en la naciente ciudad. Se calcula sobre trescientas personas las que fueron víctimas de esta

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incursión holandesa. Afortunadamente, para los españoles, después de su inicial huida, pudieron reorganizarse y plantear una contraofensiva, lo que produjo el retiro de de Cordes y su abandono de la isla. La conducta de los indígenas, que se observa en las acciones descritas, es una contundente muestra de la debilidad del concepto de fidelidad, cuando existen condiciones claras de explotación o de excesivo autoritarismo. El lógico descontento indígena, en este caso con los feudatarios encomenderos, tardó poco en echar por tierra la señalada lealtad al rey que también se suponía en ellos y no dudaron en traicionarlos. Con posterioridad a de Cordes y Vaan Nort, acecharon las costas chilotas otros corsarios holandeses como Van Spilberg, Jacobo L‘Hermite y Hendrick

Brouwer. Este último, en el año 1643 (6) y del cual se tienen antecedentes de primera fuente por parte de un diario de Gaspar Schmalkalden, hombre de la dotación de Brower. Este interesante documento lo menciono, al menos en lo concerniente a algunos días, en el pie de página (7) dado que nos permite, a través de este testigo presencial conocer cómo eran, en esta versión prima, la crudeza de los saqueos corsarios, incendios y destrucciones de las propiedades como las que debió soportar, nuevamente, la ciudad de Castro. También de su lectura podemos concluir lo difícil de la aventura naval, dado las adversas condiciones de tiempo en la zona; los pocos recursos existentes en la islas, salvo algunos animales y “tesoros” de muy poca monta; la vida y

las costumbres de aquel remoto período y las relaciones de cooperación mutuas entre huilliches y holandeses que, para fortuna de la corona de España, a la postre no prosperaron.

Asimismo, estas interesantísimas narraciones toda vez que provienen de primera fuente presencial, nos entregan una muy buena descripción en relación a cómo eran dichos poblados del período indiano, durante la primera mitad del siglo XVII, por lo que he estimado muy útil dejarlas consignadas (8) en su respectiva nota .

Esta incursión de la expedición de Brouwer, fallecido pocos días después en Valdivia, significó un toque de atención en los oídos del Virrey del Perú,

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don Pedro Alvarez de Toledo y Leiva (1639-1648) marqués de Mancera, para iniciar la construcción de su sistema de fuertes en Valdivia (9)

Sin embargo, en Chiloé, las fortificaciones de cierta importancia fueron bastante más tardías y, en parte, se lograron gracias al clamor de los pobladores quienes ya tenían suficientes padecimientos por el duro aislamiento y la vida miserable que debían soportar. Esto los llevó, en más de una ocasión, a solicitar el despoblamiento del archipiélago. Obviamente la corona española tenía clara su importancia estratégica y por ningún motivo accedió siquiera a considerar tal solicitud. En efecto, durante el virreinato de don Manuel de Amat y Junient (1761-1776) fue designado Gobernador de Chiloé el capitán don Carlos de Beranguer y Renaud con la misión de fundar la Villa y Fuerte Real de San Carlos de Chiloé (actual ciudad de Ancud) en el año 1768 y transformar el extremo norte de la isla en un sistema defensivo principalmente contra las acechanzas marítimas inglesas de la época.

La ubicación privilegiada y las condiciones hidrográficas de San Carlos primaron sobre las condiciones que habían en otros lugares como Castro, Chacao o incluso en la propia isla de Calbuco, pegada al continente, la que también fue considerada por el estudioso Beranguer para establecer en definitiva el mejor puerto posible que permitiera el establecimiento de un puerto seguro y que sirviera, tanto en el aspecto militar como comercial.

Así las cosas, comenzaron a instalarse una serie de fortificaciones en el mencionado extremo norte, destacándose como principal el Castillo (denominación que se les daba normalmente a los fuertes de cierta connotación) de San Miguel de Agüi, ubicado en la península de Lacuy y cuyas instalaciones, aunque deterioradas, las podemos apreciar en la Isla Grande hasta el día de hoy.

Se construyeron, además, otros fuertes los que iremos señalando más adelante en su debida oportunidad.

Aspecto social: En forma similar a lo que sucedía en otros lugares del continente que habían sido conquistados por los hispanos, también en Chiloé la sociedad presentaba claras diferenciaciones.

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Así entonces, en la llamada república española o estamento español de la isla, en el tope de la pirámide social se ubicaban los “Nobles” que eran los

españoles de las primeras familias de pobladores y, según se decía, los “beneméritos descendientes de los conquistadores”

Ellos no se mezclaban en matrimonio con el resto de la población y así conservaban orgullosamente su pureza racial, de la que hacían abierta ostentación siendo el pilar de sustentación de sus derechos.

Es en estos nobles provincianos en quienes recaía el disfrute de la institución llamada Encomienda la que, como es sabido, consistía en un derecho otorgado por el rey a favor de un determinado súbdito español (encomendero) con el objeto recompensarlo por algún mérito y así éste percibiera los tributos que los indígenas (indios tributarios) debían pagar a la corona ya que, para estos menesteres sí eran considerados súbditos, aunque paradojalmente eran considerados incapaces para actuar, ya que no eran responsables de sus actos. Por su lado, el encomendero debía asegurarles su mantenimiento, protección y formarlos en la fe católica.

Esta institución fue origen de innumerables injusticias cometidas en contra de los indígenas. El sistema que, en teoría consideraba para el indígena sólo la obligación de tributar en especies que el cacique recolectaba de sus indios para hacerlo llegar al encomendero, derivó en un trabajo forzoso a favor de éste, amén de constantes malos tratos e incluso de brutales castigos.

A pesar de que, supuestamente, los llamados corregidores debían prestar justicia a los desgraciados indios encomendados, casi nunca cumplieron con sus funciones como tampoco lo hicieron los coadjutores o protectores especialmente instituidos para estos fines. Así, los tributos, que estaban regulados por tasas y ordenanzas, sólo eran letra muerta. Todo aquello produjo, durante distintas épocas, varios intentos de rebeliones o de alianzas con enemigos de España siendo la más cruenta la de 1712 en la cual, obviamente los indios, por lejos, sacaron la peor parte.

Este cruel sistema originó, en cierto plazo, una ostensible disminución de la población indígena lo que a fines del siglo XVII hizo crisis. No obstante mantenerse esta institución en varios lugares hasta bien entrado el siglo XVIII fue abolida en Chiloé en el año1782, momento a partir del cual se empieza a

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notar la disminución de la gran influencia de este primer estrato social, de nobles (encomenderos), sobre los otros componentes de la sociedad en dicha provincia.

En la mitad de la pirámide social se ubicaban los llamados “Españoles

Medios”, que eran los habitantes de origen español pero sin historia ni alcurnia familiar importante.

En la base piramidal de esta “República” se ubicaba el estrato correspondiente

a los españoles “Plebeyos”, que eran personas comunes y corrientes. Estos

eran pobres y algunos incluso mestizos. No obstante este estrato, en su totalidad era, para todos los efectos, considerado español al igual que los integrantes de los niveles superiores, pero no disfrutaba de los privilegios ni negocios como aquellos.

La república de indios también contaba con su propia estratificación. Por supuesto que esta se hallaba ubicada, muy por debajo, a partir de la parte inferior de la pirámide social española. Eran tres grupos indígenas que se consideraban jurídicamente distintos: Por un lado estaban los veliches y payos que eran nativos de Chiloé y eran los que estaban sometidos a trabajar para los encomenderos en las condiciones que ya hemos explicado. Por otro lado, se encontraban los indios huilliches, de la ribera norte del canal de Chacao. Estos, después de la destrucción mapuche de Osorno, se asentaron junto a los españoles, con quienes colaboraban, tanto en Calbuco como en Abtao, y recibían el apelativo de “reyunos” o “del rey” y, como tales, defendían la

frontera del norte. Estaban libres de tributos o encomienda.

Finalmente, en la república india se encontraban los “neófitos” que eran

aborígenes de diversas tribus, normalmente trasladados desde más al sur, que se hallaban en reducciones en las islas de Chaulinec, Guar y Cailín. Estos indios en calidad de “nuevamente convertidos” se hallaban bajo la

administración de los misioneros católicos y también libres de encomienda y tributos.

Tanto los neófitos como los reyunos constituían una proporción muy inferior de la población india, siendo los veliches y payos muy mayoritarios en este sentido. En un comienzo, a la llegada de los españoles (1567), se estimaba el total de la población aborigen en unas 50.000 almas considerando todas las

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islas del archipiélago como también todos los niveles etarios. Unos 12,000 indios que tenían edad para convertirse en tributarios (varones entre 18 y 50 años, con algunas excepciones como mujeres, caciques y otros casos particulares) fueron repartidos inicialmente en encomiendas. A fines del siglo XVII los tributarios habían disminuido en forma dramática a sólo 1500 y el total de los naturales sólo a 5000. A pesar de aquello, en el siglo XVIII existían en Chiloé 50 encomiendas repartidas entre los nobles de la provincia (encomenderos o feudatarios) que se rotaban para este disfrute. También existieron otras 3 encomiendas a cargo de las tres congregaciones religiosas de la isla (jesuitas, mercedarios y franciscanos) a las que eufemísticamente se les llamaba “depósitos” ya que las disposiciones de la época no permitían ejercer la encomienda propiamente tal por parte de los religiosos. Por lejos, la más importante y numerosa fue el depósito de los jesuitas o “encomienda de la

compañía” (Compañía de Jesús) la que finalizó al producirse la expulsión de

la orden en 1767.

Ya a fines del siglo XVIII, según un censo de población que data del año 1788 y comentado en la obra de don Diego Barros Arana, Las campañas de Chiloé, pág.13, habitaban el archipiélago aproximadamente 27.000 personas: Unos 15.000, entre españoles y españoles chilotes, y aproximadamente 12.000 indios. Información bastante parecida la proporciona el padre Guarda en La Historia Urbana del Reino de Chile, pág. 212, señalando que en el año 1797 la población, de toda la provincia, era de 26.337 personas.

Aspecto religioso: En el aspecto religioso, principalmente en lo concerniente a la evangelización del sector indígena de la población chilota, desde muy temprano, los sacerdotes jesuitas marcaron la formación católica de los indígenas como también mantuvieron la fe católica en los otros estamentos de la sociedad. Si bien cuando, en el siglo XVI, se produce la llegada de los primeros sacerdotes católicos junto con la ocupación española del archipiélago en el año 1567, y estos fueron pertenecientes a las órdenes mercedaria y franciscana, los jesuitas arriban años más tarde a la isla, a comienzos del siglo XVII, (año1608) para fundar las primeras iglesias y extender la fe cristiana por todo el archipiélago (10)

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La cultura chilota, a través de los casi 160 años que duró la permanencia jesuita, hasta su expulsión en 1767, recibió un rico legado en las enseñanzas de la orden de la “Compañía” la cual se manifiesta en variados aspectos como

la arquitectura, la música, el arte y sus muy especiales instituciones como la de los “Fiscales” y de los “Patrones” que impusieron un sello indeleble de

religiosidad en la feligresía isleña. Consiguieron, asimismo, reducir la hechicería, disminuir los amancebamientos y prácticamente eliminar la poligamia, lo que hizo que la población chilota alcanzara un nivel de vida cristiana tal vez de mejor clase que en muchos lugares del continente (11)

Esta labor evangelizadora y educativa la efectuaban los sacerdotes jesuitas mediante la denominada “Misión Circular”. Esta consistía en recorrer, durante los 8 meses en que las mejores condiciones del tiempo lo permitían, alrededor de ochenta lugares, sea en “dalca” (piragua o embarcación menor de creación

aborigen) o bien a pie. Por lo anterior, tenían la posibilidad de permanecer sólo un par de días en cada lugar donde se levantaba una “capilla”, que en

realidad era un “poblado capilla”. Los curas misioneros o “patírus”, como los

indígenas acostumbraban a referirse de estos frailes, nombraban al “Fiscal”

que era un feligrés nativo quién debía hacerse cargo de la vida religiosa de la comunidad durante el resto del año. La designación del “Fiscal”, si bien era

efectuada por un sacerdote jesuita estaba sujeta a la aprobación oficial del gobernador y, de ese modo, quedaba liberado el “Fiscal” de sus obligaciones con los encomenderos para así poder ejercer sus tareas. Por su lado, la elección del “Patrón” recaía en otro nativo a quien se le daba la tarea de cuidar

y conservar las imágenes de la iglesia, la capilla misma y el camposanto, el que normalmente se ubicaba al lado del templo.

Estas instituciones, de fiscales y patrones, legado de los jesuitas a la cultura chilota, se han mantenido hasta la fecha, aún después de haber transcurrido más de 400 años.

Se tienen registros que la primera Misión Circular data del año 1609. Estas, normalmente, zarpaban desde Castro en los meses comprendidos entre Septiembre y Mayo, por las razones climáticas ya aludidas. Huelga decir que las dificultades que debían encarar los religiosos en su labor evangelizadora tenían un carácter casi rayano en lo heroico.

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Debido a que inicialmente todos los sacerdotes jesuitas misionando en Chiloé eran de origen español, la Compañía de Jesús solicitó del rey que se pudiera permitir a miembros de la orden de otras nacionalidades efectuar labores en aquellos remotos parajes. El monarca los autorizó en dicha solicitud y, de ese modo, fueron llegando sacerdotes de distintas partes de Europa.

Estos frailes, no españoles, dieron nuevo impulso a la construcción de iglesias más duraderas y de mejor calidad que las originales, que eran muy primitivas y de techos pajizos.

Aportaron los diseños que ellos conocían en sus países de origen y, en su construcción, se usó la mano de obra de los carpinteros chilotes, junto con algunas técnicas extranjeras las que se fueron combinando con las técnicas de carpintería locales, que eran aquellas que normalmente los nativos usaban en la construcción de sus embarcaciones.

Al momento de la expulsión de los jesuitas el número de iglesias alcanzaban casi a 80, repartidas en los más diversos lugares del archipiélago, demarcando por lo habitual el centro mismo de cada comunidad. No obstante su forzado abandono, la congregación franciscana se hizo cargo, continuando la labor evangelizadora de sus antecesores y persistió en la construcción de templos basados en los modelos anteriores. Todo lo anterior fue constituyendo una verdadera tradición arquitectónica la que fue posteriormente denominada como Escuela Chilota de Arquitectura Religiosa en Madera. Las iglesias que, en tiempos posteriores, fueron construyéndose en dicho estilo, alcanzaron a unos 150 templos.

Los franciscanos, continuadores de la labor de los jesuitas, provinieron inicialmente del Colegio de San Idelfonso de Chillán (1769) y, más tarde, desde del Colegio Santa Rosa de Ocopa del Perú (1771)

La labor franciscana en Chiloé, como tantas otras actividades humanas, tampoco estuvo exenta de dificultades. En ciertas épocas se presentaron tensiones y conflictos entre las autoridades y los misioneros; también existieron problemas con el propio clero secular; entre los encomenderos con los frailes y otros tantos contratiempos que no es del caso acá entrar a su detalle (12). Sólo podemos afirmar que la acción de la llamada Sagrada

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Congregación para la Propagación de la Fe (“Sacra Congregatio de Propaganda Fide”) a través de los franciscanos de Ocopa, no obstante los

altibajos que los historiadores muestran en el comportamiento de algunos frailes, logró conseguir a través de estos misioneros, en su mayoría peninsulares, la continuidad de la labor jesuítica y también la creación del “Colegio de Jesús”, el que, a partir del siglo XIX, formará a chilotes como

misioneros para la difusión de la fe, no sólo en el archipiélago sino también fuera de él.

Aspecto político-administrativo: Entre los años 1567 y 1768 Chiloé formaba parte del Reino de Chile. Desde entonces ese territorio era considerado como una Provincia, la “Provincia de

Nueva Galicia”. Pronto se agregó a su jurisdicción algunos territorios

ubicados en el borde norte del Canal de Chacao, como lo fueron Carelmapu y Calbuco. La designación como Provincia significaba, bajo el punto de vista político administrativo de la época, una zona de rango menor, ultramarina, y dependiente en este caso del Reino, Gobernación o Capitanía General de Chile, términos usados casi indistintamente por diferentes historiadores.

Así entonces, la Provincia de Nueva Galicia o Chiloé, contaba con un “gobierno particular” por ser dependiente de otro “gobierno central” y con

mando en un territorio considerado como gobernación menor.

Por tal razón, Chiloé, era conceptuada administrativamente como una “gobernación de tercera clase con gobernador particular” (13)

La sujeción al gobierno central, del cual dependía esta provincia, abarcaba todos los aspectos: Militares, de justicia, políticos y gubernamentales.

El gobernador era la primera autoridad de la Provincia y tenía la representación de la autoridad del Reino. Era éste un funcionario de remuneración fija, de poderes definidos de una temporalidad en su cargo. Aparentemente no estaba definido con claridad el número de años para ejercer el cargo, lo cual se comprueba al observar períodos tan disímiles en que resultaron las gobernaciones de Chiloé.

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El gobernador de Chiloé, además de los asuntos políticos-administrativos que le correspondían atender, poseía el mando en jefe de las fuerzas militares acantonadas en su jurisdicción.

Para colaborarle en sus funciones, el gobernador designaba a los llamados “Tenientes de Gobernador” que eran dos: Uno para lo concerniente a los asuntos militares y el otro en lo relacionado a la parte política. El primer Teniente de Gobernador lo elegía, como era lógico, dentro de los capitanes de sus fuerzas y, el segundo, entre los vecinos de mayor capacidad y letras.

Otros cargos de la administración de la provincia fueron creándose de acuerdo a las necesidades en distintos años y, a veces, con diferentes nombres. Para evitar entrar a un detalle que nos aparte de la línea de este trabajo, a continuación damos cuenta sólo de los principales, con la finalidad de que el lector se pueda formar una idea somera del nivel administrativo con que contaba la provincia en estudio.

Así por ejemplo, desde fines de siglo XVII, existía un “Comisionado de

Justicia” en la provincia, el que era designado por el gobernador a esos efectos. Asimismo éste elegía a “Alcaldes Ordinarios” con desempeño en

justicia y todas las demás materias para los principales pueblos de españoles.

En lo concerniente a la Hacienda, se hacían cargo dos funcionarios llamados los “Oficiales de las Cajas Reales”. Estos se encargaban de cobrar los

derechos de entrada y salida a las mercancías transportadas por las naves mercantes; de los tributos y de la recaudación de los gravámenes especiales al tabaco, los naipes, el papel sellado, bulas y diezmos.

También en su momento se creó el cargo de “Escribanía de Real Hacienda y

Registros”, para ejercer las funciones propias de su denominación.

En el aspecto de regulación de precios, se hizo necesario, por las claras injusticias que al final recaían en la población más pobre del archipiélago, disponer de un “Diputado” que se encargaba de este aspecto (14)

Cabe destacar que la gran mayoría de los funcionarios con que contaba el gobierno de Chiloé eran de procedencia, española, peruana o chilena (proveniente del continente, de la Capitanía General de Chile) por lo que los nativos del archipiélago tenían muy pocas posibilidades en estos cargos.

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En los asuntos militares, reforzaban en forma importante las fuerzas de línea llamadas “Milicias” las que estaban formadas, en un alto porcentaje, por

milicianos de ascendencia española con la capacidad de cargar armas y cuyas edades estuvieran comprendidas entre los 14 y los 60 años.

El “Cabildo” de Castro era una institución, aparte del gobierno insular, que representaba a los intereses de los de ascendencia española habitantes de Chiloé los que, a mediados del siglo XVIII, alcanzaban un número cercano a las 10.000 personas. Este cabildo estaba presidido por un corregidor, dos alcaldes ordinarios, seis regidores y un escribano. En este caso la totalidad de sus integrantes eran chilotes de ascendencia española pero pertenecientes a la nobleza de Chiloé (familias, por lo general, descendientes de los conquistadores de Chile y que además contaban con encomiendas). Por haber muy pocas familias nobles, los cargos, por años, tenían muy poca variación en sus titulares. El corregidor de este cabildo, así como el llamado “Capitán

Aguerra”, encargado del entrenamiento militar y el funcionario de “Justicia Mayor” eran nombrados por el gobernador del reino de Chile lo que sucedió

hasta el cambio de dependencia de ese territorio insular en 1768.

Los candidatos a ocupar el cargo de corregidor debían saber leer y escribir. Sin embargo el requisito anterior, representaba para los postulantes serios problemas en su cumplimiento, aún para los nobles que pretendían ejercer dicha función. Esto nos puede ilustrar acerca de las poquísimas posibilidades de educación en la provincia. Por lo anterior, demás está el comentar la situación que, en este sentido, se observaba de las capas sociales inferiores.

Oficialmente las obligaciones del corregidor eran presidir el cabildo, hacer cumplir los tributos y vigilar el cumplimiento del tiempo de trabajo y de descanso de los encomendados. Para cumplir lo anterior, debía visitar las encomiendas al menos una vez al año, sustanciar juicios y darle traslado a la Real Audiencia de Santiago cuando correspondía. Empero, frecuentemente, sus obligaciones no se cumplían como eran de esperarse.

El corregidor de Castro no contaba oficialmente con un sueldo pero, aparentemente, sus estipendios eran otorgados bajo otros conceptos, lo cual hacía aparecer su labor casi desinteresada y honorífica.

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Esto distaba bastante de la realidad ya que el cargo era muy apetecido y, a pesar de que tenían que someterse al llamado “Juicio de Residencia”,

(investigación realizada a las autoridades después de haber dejado su cargo con el objeto de detectar eventuales anomalías) había una gran competencia por ocupar el puesto, lo que despertaba las naturales sospechas de su probidad entre el resto de los chilotes (15) Asimismo, en su generalidad, los corregidores se mostraban poco ponderados en el ejercicio de sus funciones y eran fuente de conflictos sea con los vecinos, con los españoles o con los indios. Más aún, debiendo marchar de acuerdo con el gobernador de la provincia, solían presentarse roces ya que se sentían independientes de éste, por ser nombrados, como ya se dijo, por el Gobernador de Chile.

Desde que Chiloé empezó a depender del Perú (1768), la designación del corregidor del cabildo recayó en el virrey y entonces el gobernador de la provincia los podía escoger, aunque en forma interina para su posterior confirmación del virreinato, entre los vecinos más notables. Pero esta nueva modalidad duró sólo hasta 1786 con la llegada del gobernador-intendente don Francisco Hurtado. Este gobernador, al haberse elevado la Provincia a la categoría de Intendencia en 1784, llegó revestido de todas las facultades en relación a Justicia, Policía, Hacienda y Guerra según estipulaciones de la Reales Ordenanzas vigentes. Bajo estas disposiciones, el Gobernador-Intendente, debía nombrar al menos cuatro “Subdelegados” para atender los

asuntos civiles y militares. No obstante no le fue posible, al decir de su testimonio, encontrar en Chiloé personas capaces de ejercer dichas labores (16). Tampoco las funciones de Hurtado estuvieron libres de ciertos roces con el virrey, especialmente por los alcances que, don Francisco, le dio al llamado “Patronato” (17)

El cabildo de Chiloé tenía asiento en Castro. Como la gobernación de Chiloé tuvo primero su asiento en Carelmapu, después en Chacao y finalmente en San Carlos, el gobernador poco conocía del interior de su provincia, por lo cual el corregidor y el cabildo eran muy importantes para la zona de Castro. También es importante destacar la labor que los misioneros tuvieron durante los siglos XVII y XVIII en los llamados pueblos de indios, lugares por lo general apartados y de difícil acceso, que ellos visitaban durante sus misiones

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circulares y donde realizaban funciones como “Administradores de los

Pueblos de Indios”

La provincia de Chiloé estaba dividida, a fines del siglo XVIII, en diez “Partidos” (divisiones territoriales) contando con un total de 83 pueblos. En estas comunidades, podían distinguirse los “pueblos de españoles”, “pueblos

de indios” o bien mixtos. Por otra parte, se denominaba “República de Indios”

al conjunto de personas de origen indígena y estaba conformada tanto por los llamados indios “tributarios” y los indios “reyunos” ( que no pagaban tributos) Los tributarios moraban en 77 pueblos o “capillas” (llamados así

porque el templo constituía el centro de este núcleo indígena) y, los reyunos, que eran tradicionales amigos de los españoles por su colaboración con estos, normalmente se dedicaban a la vida militar en Calbuco y Abtao o bien en otras obras de servicio al rey.

Cada pueblo o capilla tenía su cacique, dos alcaldes, un regidor y un alguacil mayor y también contaban con un llamado “gobernadorcillo”

Eran defendidos en los numerosos litigios que se suscitaban con el resto de la población chilota por un Protector o Coadjutor, vecino de Chiloé y nombrado por el Protector General del Reino. Este funcionario, como ya se comentó más arriba en el subcapítulo del aspecto social, no siempre cumplía con su cometido de defensa de los indios toda vez que sus intereses estaban más bien con el grupo de encomenderos, al cual él también pertenecía. Estos funcionarios, que atendían los asuntos indígenas, estuvieron vigentes hasta que la institución de la Encomienda fuera abolida en Chiloé el año 1782.

Jurisdicción de la gobernación de Chiloé: Los límites oficiales y documentados de la jurisdicción de la gobernación del archipiélago, estaban comprendidos por la llamada Isla Grande, las islas adyacentes en su mar interior y los establecimientos continentales en la rivera Norte del Canal de Chacao hasta 7 leguas al interior, conocidos como Maullín, Carelmapu y Calbuco. Por el Sur con el Golfo de Guafo (frontera con los indios juncos). Por el Este con la Cordillera y, por el Oeste, por el Mar Bravo (como se llamaba en Chiloé al Océano Pacífico)

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A pesar de esa jurisdicción oficial otorgada al gobernador de la provincia, y que es conocida por existir documentos que la sustentan, existen otros antecedentes testimoniales muy confiables, que son además de toda lógica. Estos nos permiten señalar que los límites se extendían por el Sur, hasta el Cabo de Hornos. Es del caso reflexionar que, debido a la importancia estratégica que para la corona tenía Chiloé, no pudo haberse dejado indeterminada esa jurisdicción para afirmar su soberanía, tanto por el Cabo de Hornos cuanto por el Estrecho de Magallanes aunque, por falta de recursos, su control de paso a la navegación fuera efectuado sólo en forma nominal. Los apetitos colonizadores de otras potencias extranjeras que enviaban sus naves a explorar posibilidades y que incluso atacaron el archipiélago demuestran la lógica de este límite Sur. Por el Norte, se extendía hasta Río Bueno y por el Este hasta Nahuelhuapi (como prueba irrefutable de la lógica de esta extensión de límites al Este, está la Misión de Nuestra Señora de la Asunción de Nahuelhuapi que fue fundada por los jesuitas del Colegio de Castro)

Por su lado, la división administrativa eclesiástica de la provincia comprendía tres curatos, a saber: Santiago de Castro; San Antonio de Chacao y San Miguel de Calbuco.

Chilotes versus sus autoridades: Hay interesantes opiniones que recoge el libro “Gobierno y Sociedad en

Chiloé Colonial” del Dr. R. Urbina B. acerca de cuál era la opinión que los

gobernados tenían de su autoridad y viceversa. Daremos a conocer en forma resumida algunas de ellas puesto que, sin duda, ayudarán al lector a formarse una imagen más completa del ambiente social imperante y que son útiles de examinar por las contradicciones que encierran. En primer lugar veamos las opiniones de los gobernados: Se muestran en ellas una serie de contrasentidos, particularmente si observamos las floridas alabanzas que el Cabildo de Castro dispensaba inicialmente a algunos gobernadores y lo mal que estos salieron de su cargo. Estas exageraciones, vertidas por escrito, demostraban un alto grado de inocencia o mejor dicho, de ingenuidad que en los chilotes era frecuente y alcanzaban a tal punto que el propio Consejo de Indias sospechaba de quién podía estar detrás de la pluma

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que lo escribía. Así lo consigna el propio fiscal del Consejo de Indias refiriéndose a la carta recibida por el Cabildo de Castro en relación al gobernador Garretón(1764). Decía así: “Siempre fueron justamente

sospechosos de adulación los informes que hacen los súbditos a favor de sus jueces y superiores mientras se mantienen en el ejercicio de su jurisdicción y autoridad”. Esta carta, como varias otras en el mismo sentido que se señalan en la obra comentada, van dejando establecido el cuidado que es menester tener cuando las autoridades del archipiélago señalaban epistolarmente la dedicada fidelidad que el pueblo profesaba a su rey o sus autoridades que lo representaban.

No creo necesario abundar en mayores citas textuales, ya que todas son muy por el estilo, pero sí lo haré citando la frase con que el autor concluye este punto:

“En general, los gobernadores fueron en todo tiempo mal vistos por los chilotes. Casi nadie terminaba su período con saldo positivo. Algunos escapaban en sus navíos antes de ser acusados. Otros, cansados de la hostilidad, las tensiones y los pleitos, pedían traslado a otros gobiernos. Con excepción de muy pocos que se salvaban de las críticas, dejaban la Provincia en estado lamentable por haberla esquilmado con sus negocios, por la imprudencia en el mando, por la indiferencia, o por creer a Chiloé una colonia de explotación. Por eso, los chilotes veían a sus gobernadores y foráneos formando una liga, una colusión; coligados, aunados para sacar provecho de su estadía”.

Por lo anterior, que es producto de un serio análisis de varios documentos que permiten concluir en lo que ahí se dice, deja serias dudas que los chilotes, por más ingenuos que parecieran, pudieran guardar una fidelidad irrestricta a la corona si el gobernador aunque, como sabemos, no era oficialmente el representante directo del propio rey sino que su autoridad emanaba del Gobernador de Chile o del Virrey del Perú, en el aislamiento total en que vivían los chilotes sí lo era. Esto, que es casi obvio, por los motivos ya explicados y por lo demás mencionados en varios autores, queda reiterado con claridad en pág. 45 de Gob. y Soc. en Chiloé Colonial:

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“Desde luego que en una Provincia tan remota y aislada, el arribo de un

nuevo gobernador era el acontecimiento más significativo que podía esperarse. La apagada existencia se tornaba luminosa cuando el puerto se vestía de gala para recibir, con toda pompa que podía permitir la humilde cotidianeidad de los chilotes, al representante del rey”.

Examinemos ahora el lado opuesto de la moneda. Me refiero a la opinión que, en general, tenían los gobernadores acerca de sus gobernados chilotes. En opiniones textuales, extraídas de diversas declaraciones de distintos gobernadores y en diferentes épocas, eran contenedoras de un desprecio tan grande hacia los chilotes, que no le iban en zaga a las opiniones de los gobernados hacia su autoridad ya expuestas más arriba.

Las calificaciones de: ignorantes, rudos, flojos, supersticiosos, sin sentimientos de honor y vergüenza, se contentan con poco, carentes de discernimientos que es tan necesario para no ser seducidos, etc. son conceptos que se repiten de una u otra forma en las propias expresiones de los gobernadores. Sin embargo, curiosamente, varios coinciden en expresar que los chilotes, sin duda, eran fieles al rey y lo bien que se comportaban cuando asumían el papel de milicianos. Evidentemente no resulta fácil aceptar esta contradicción acerca de los chilotes. Un pueblo tan carente de virtudes ¿cómo podía ser bueno en otro oficio? menos aún en el militar. Salvo en el trabajo que podían desempeñar en el mar, el cual era inherente a su cultura ancestral, es difícil pensar en una transformación, como por arte de magia, en tan buenos milicianos y amantes del soberano. Por el contrario, si en su vida civil observaban escasas aptitudes, menos frutos podrían esperarse en una vida militar con mayores obligaciones, aparentemente sin remuneración, de grandes sacrificios y de duras sanciones en caso de incumplimientos. Las apreciaciones de fidelidad, que se tienen a la vista en las expresiones de los distintos gobernadores, podrían deberse a lo ya observado, por lo cual sólo caben dos explicaciones: O dichas expresiones fueron absolutamente carentes de verdad y sólo destinadas a causar una falsa impresión de buen gobierno. O bien que: Si efectivamente el buen comportamiento chilote en la milicia fue verdadero, este se debió a razones muy distintas a las pretendidas. Ellos estaban dispuestos a luchar por lo único que podía interesarles: Defender su

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vida y la de su familia; su tierra; su sustento y sus escasas pertenencias. Como se advierte, su situación era muy diferente a la de los gobernadores españoles y su círculo más cercano, los que seguramente no pretendían hacer de Chiloé su hogar definitivo. Para aquellos, esa remota gobernación, sólo era un trampolín para un mejor cargo, sea en otro lugar de mayor civilización o bien para regresar en mejores condiciones a su madre patria en la península.

En cualquier caso, aun cuando esta supuesta fidelidad colectiva está expresamente planteada a modo de conclusión de un capítulo del texto “Gob.

y Soc.en Chiloé Colonial”, pág. 73, su autor también pareciera dudar en la

idea de una fidelidad a toda prueba. A lo menos, deja entrever lo feble de este concepto en la época que señala. Baste leer dicho párrafo el que a mi entender, iría en el mismo sentido de mi opinión al respecto:

“Nadie dudaba de la fidelidad de los chilotes. Sin embargo, la pobreza y la

desatención en que vivían podría moverlos a tomar partido por los ingleses que a lo largo del siglo XVIII hicieron amagos de tomarse la isla. Pero, amantes del sagrado nombre del Soberano o no, toda la sociedad -así españoles como indios- mostraban los efectos de una tan mala constitución que la hacían casi ingobernable”.

En igual sentido, es importante lo recogido del mismo texto (págs.75-76), y que apunta en la misma dirección. Es decir que la pretendida fidelidad chilota, tan repetida por algunos autores, era de una fragilidad tal que tratar de asumir lo contrario constituiría una simple suposición, sin otro fundamento que lo redactado en ciertos documentos de autoridades isleñas y sobre los cuales ya me he referido acerca de sus posibles motivos. Dice:

“Pero, como hemos apuntado, si bien se elogiaba la lealtad que los chilotes

mostraban hacia el rey, se temía que esa fidelidad pudiera verse debilitada si el Estado no ponía todos sus esfuerzos en fomentar la economía de las islas y acabar con el abandono. Se estaba consciente que los chilotes eran los más pobres vasallos de Su Majestad en la Indias y, a juicio de muchos, la misma pobreza podía empujarlos a abrazar el mejor destino que pudieran ofrecerle los enemigos de España”.

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Aspecto del comercio y de la producción de bienes: Las posibilidades de la agricultura en el archipiélago eran bastante menguadas. La tierra, principalmente a raíz del severo clima durante largos meses del año, era poco apropiada para el cultivo en el caso de varias especies. Así entonces las posibilidades de producción de algún significado que conocemos en el siglo XVIII se concentraban en las papas, la cebada y el lino y, en ocasiones, algún trigo si las condiciones del tiempo permitían la madurez de sus espigas. Tampoco existían grandes terrenos cultivables. Los pocos que habían, con buenas aptitudes para la agricultura, consistían en pequeñas extensiones que cada familia se encargaba de cultivar a la medida de sus fuerzas y del número de sus integrantes, con instrumentos de madera (arado) y usando como abono el estiércol de las ovejas. En el aspecto forestal, la situación era un tanto mejor, debido a la abundancia de árboles y a la aceptación que se tenía en Lima de sus maderas, destacándose principalmente el Alerce. Como prácticamente el dinero era casi inexistente en el Chiloé de aquel tiempo, las tablas de alerce servían de valor de referencia para el intercambio de las mercancías, tanto de salida de la isla cuanto para las mercaderías que llegaban, casi siempre provenientes del Perú. Por lo anterior, a la tabla de madera, se le llamaba “moneda de madera” y a su

valor “peso de provincia” o “real de provincia”. Para que el lector se forme

una idea aproximada de sus dimensiones, podemos decir que consistían en tablas brutas un poco más pequeñas que la actual “pulgada maderera” (usando

el sistema inglés de medida, actualmente vigente en la industria nacional la “pulgada maderera” consiste en una pieza de 12 pies de largo por 10 pulgadas

de ancho y una pulgada de espesor, o bien en un volumen equivalente). En el Chiloé de dicha época fue de ciertas dimensiones parecidas, pero obviamente acordes al sistema español de medidas vigente, las que fueron alteradas con el tiempo.

Junto con las tablas de alerce, se exportaban otros artículos de madera, aunque en cantidades menores tales como: ejes para carreta, remos, listones de construcción, y cantidades menores en maderas de luma, avellano y mañío todas ellas muy apreciadas por sus particulares características.

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El bosque era muy generoso, a tal punto que alcanzaba las cercanías de las playas cubriendo toda la Isla Grande y haciéndola casi impenetrable salvo en su extremo noreste, y en la zona de Castro, situación que explica la tardanza en las fundaciones en el resto de su territorio.

En el rubro de ganadería, eran muy escasos los vacunos y los pocos equinos se destinaban a las labores más bien militares. Sin embargo, la producción porcina era relativamente importante, lo que daba origen a la producción de ciertas cantidades de jamones los cuales también, como todo, se exportaban al virreinato.

En el rubro textil, existía una gran variedad de artículos artesanales producidos con la lana proveniente de un número relativamente importante de ovejas que se mantenían en la isla: Estos consistían en ponchos, bordillos, cubrecamas etc. que también se enviaban al Perú.

Como es posible de advertir, todo el comercio chilote se realizaba con el Perú y, por lo tanto, casi todos los productos de importación llegaban también desde ahí: Paños, vino, aguardiente, sal, azúcar, yerba mate, ají, etc. se contaban entre estos productos que llegaban y se consumían en la isla. Este intercambio comercial era groseramente ventajoso para los comerciantes y armadores peruanos, en desmedro de la población chilota.

Pero lo anterior no perjudicó ni a los gobernadores como tampoco a unos pocos personajes importantes de la isla, los que a menudo sacaban pingües ventajas personales a costa de sus gobernados llegando a constituir grandes escándalos. Así también, sacaban provecho de la situación los propios sacerdotes jesuitas quienes, en su momento, tenían más cantidad de indios que cualquier encomendero debiendo trabajar estos en las tablas de madera que los jesuitas comercializaban lo que transformó a la Compañía, en ciertos años del siglo XVIII, en uno de los más importantes factores de compra-venta (18)

Las muy desmejoradas transacciones que podían hacer los chilotes comunes y corrientes (españoles pobres, mestizos y algunos pocos indios) de sus productos, tuvo por escenario hasta la designación de Gobernación-Intendencia en 1768 a la feria de Chacao. Con posterioridad, se instalaba en San Carlos (actual Ancud) una feria en cada ocasión en que arribaba un barco

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procedente del Callao lo que de normal acontecía una o dos veces por año y durante los meses de la primavera y el verano.

Por el lado del comercio al interior de la isla, éste se veía reducido solamente al elemental trueque entre vecinos, dentro del mismo poblado donde moraban o bien trasladándose a pueblos distintos. Para efectuar este comercio de trueque con otros poblados aprovechaban las festividades religiosas propias de cada “capilla” y conjuntamente efectuaban este intercambio o permuta de sus productos.

Importancia geopolítica: Habiendo podido formarnos una idea de los aspectos tan particulares acerca de esta sociedad chilota, aislada y pobre, es necesario decir algo sobre la ambigua situación en que se mantuvo Chiloé durante el período hispano. No obstante, el reconocimiento del interés geopolítico que pudieron presentar las autoridades de la Capitanía General de Chile, las del Virreinato del Perú o incluso por parte del propio monarca de España, no fue posible observar una preocupación evidente acorde con esta situación y así se mantuvo por siglos, dentro de un marco más bien de ambigüedad. El peligro eventual que podía presentarse por las naves pertenecientes a otras potencias, siempre ávidas de nuevos territorios, llegaría sin duda por el extremo austral, fuera por el Estrecho de Magallanes o por el Cabo de Hornos y, como ya se ha dicho, Chiloé era una magnífica primera base para poder emprender cualquier aventura de este tipo. Geográficamente, lo lógico era esperar que el reino de Chile se hiciera cargo, ya que desde el siglo XVI el archipiélago había estado en manos de este gobierno, y por lo tanto bajo su dependencia, pero ni los exiguos ingresos que era capaz de producir Chiloé ni los pobres ingresos de Chile alcanzaban para mantener directamente las necesidades de ese territorio. Por otra parte, la lejanía e incomunicación por tierra sea con Santiago o Concepción y las pocas posibilidades que otorgaba Valparaíso produjo, durante todo ese siglo y hasta

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el año 1768, una comunicación y abastecimiento en extremo precarios. Escasamente lo necesario para la subsistencia. Sólo en 1768, el virrey don Manuel de Amat, plantea al rey de España esta falencia de seguridad de las colonias en el evento que algún enemigo osado intentara tomar Chiloé, que por lo demás, en ese tiempo, no le habría resultado muy difícil. De ese modo, Amat, consiguió, a partir de esa fecha, la dependencia directa, aunque transitoria, del archipiélago de su virreinato. Si bien, bajo la nueva dependencia, se notó un progreso impulsado por su gobernador, don Carlos de Beranguer, principalmente reflejado en la creación de nuevas fortificaciones, en la fundación de San Carlos o por la preocupación en traer más misioneros provenientes del colegio Santa Rosa de Ocopa de Lima, tampoco, como se verá más adelante, se aprecia de parte de las autoridades virreinales o de España un cambio ostensible y los chilotes debieron nuevamente contentarse con muy poco. Ni siquiera su elevación a categoría de Intendencia en 1784, la cual en todo caso se mantuvo por escasos años, cambió radicalmente este estado. Del mismo modo, aunque la dependencia del Perú fue otorgada, como se comentó, en carácter transitorio pero no definido, no está del todo claro bajo qué análisis el monarca español regresa la dependencia de Chiloé a la capitanía general de Chile el año 1780 y menos por qué los virreyes no acataron esta disposición. Quizás, como lo señala don Diego Barros Arana la lejanía era un factor fundamental: “Los virreyes, sin embargo, mantuvieron en su poder el archipiélago hasta la

época de la independencia americana, sin hacer mucho caso de los mandatos del soberano, que gobernaba sus colonias desde tantas leguas de distancia”: Las campañas de Chiloé, pág.11 Casi paradojalmente existieron proposiciones para lograr hacer de Chiloé una Capitanía General dependiente directamente de España, sugerencia que obviamente nunca fructificó.

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Cabe preguntarse entonces ante estas ambigüedades: ¿Qué hubiera pasado si efectivamente una potencia extranjera hubiera sentado sus reales en aquellas islas? ¿Pudo haber cambiado o, al menos, retrasado nuestra independencia? Obviamente es ciencia ficción y nunca se sabrá. De tal modo que es mejor dejar las elucubraciones hipotéticas para otra ocasión y continuar en el próximo capítulo observando la conducta planteada por los integrantes de esta sociedad tan olvidada, frente a los acontecimientos independentistas del siglo XIX conducta que, se encuentra fuertemente influida por el aislamiento de los siglos anteriores, pero que también es originada por intereses diferentes entre gobernantes y gobernados.

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Capítulo II

Los chilotes frente a la independencia de Chile. Situación en Chile: Como hemos explicado, la pobre y abandonada sociedad chilota fue asomándose al siglo XIX, en condiciones que no variaron demasiado de lo vivido en los dos siglos anteriores a pesar de la creación de la Intendencia, etc. Es decir, sumida en un relativo abandono, pobreza e incomunicación con el continente. Esto explicaba la ignorancia de la mayoría y la desinformación de todos acerca de lo que podía estar aconteciendo en el resto del Reino de Chile en un determinado momento. Esta situación también afectaba al conocimiento oportuno que podría tenerse en esa provincia sobre las situaciones que comenzaban a gestarse en el resto de América o de lo que estaba aconteciendo con Napoleón en Europa y, particularmente, en España. A pesar de la demora en las comunicaciones del mundo de esa época, las cosas sí eran diferentes en el resto del país. Tan pronto se conoció del cautiverio con que Napoleón I sometió en Bayona, Francia, a Fernando VII y a su familia durante la primera década del nuevo siglo (1808), los criollos chilenos empezaron a inquietarse. En un principio fue con total apego y lealtad hacia la monarquía (19) Más bien la intención era de organizarse y prepararse para el caso de una defensa del país ante eventuales incursiones que potencias enemigas de España o bien de otras, que aprovechando las circunstancias por las que pasaba dicho país, intentaran intervenir en los territorios españoles de ultramar, como era el caso de Chile.

Así las cosas, se llega a la primera Junta de Gobierno en 1810 la que, como se indica más arriba, perseguía fines distintos a una independencia de la madre patria. Se inicia así un período de la historia de Chile denominado como la Patria Vieja (1810-1814). Sin embargo, al poco andar y al fallecimiento de su primer titular, el anciano criollo don Mateo de Toro Zambrano y Ureta, asume la presidencia don Juan Martínez de Rosas y se llama a la elección de un

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primer congreso el que, después de algunos inconvenientes, (como el motín de Figueroa) inicia sus funciones a mediados del año 1811.

Muy pronto, en el mencionado congreso, se distinguían con claridad dos bandos; aquel que quería la más completa y pronta independencia y el otro, más moderado, que en realidad tenía en sus prioridades más bien el lograr algunas reformas y un buen gobierno capaz de implementarlas. Sin embargo, los hermanos Carrera, liderados por José Miguel, no encontraron que dicho congreso tuviera las aptitudes necesarias y, en muy poco tiempo, dieron el primer golpe militar con el objeto de formar una nueva junta de gobierno que estuviera más comprometida con los ideales independentistas. Formada la nueva junta tampoco satisfizo las aspiraciones de los Carrera y así entonces se fueron sucediendo otros hechos, conspiraciones, motines y creaciones de otras juntas como las de Concepción y de Valdivia, que no es del caso comentar acá. Todo lo anterior creó un clima de inestabilidad en el país donde, finalmente, se impuso la audacia y liderazgo de José Miguel Carrera como generalísimo indiscutido de la revolución independentista en ese momento.

Por su parte, el casi olvidado Chiloé debe, ahora, colaborar en forma importante a la causa realista a costa de enormes sufrimientos. Impulsados por sus fidelistas gobernadores, cuyos intereses distaban mucho del chilote común, son enviados a integrar las distintas expediciones españolas destinadas a la restauración de la monarquía.

Expedición de Pareja: Todas estas acciones, movieron al Virrey del Perú, don José Fernando de Abascal y Souza, a tomar medidas militares contra los revolucionarios independentistas de Chile y así, a fines del año 1812, movilizó una pequeña fuerza militar a cargo del brigadier Antonio Pareja. Sólo 50 soldados veteranos y algunos oficiales de grados subalternos, más bien destinados a la instrucción de los futuros reclutas que pudieran obtenerse en Chiloé, componían inicialmente las fuerzas de Pareja. A estos recursos humanos, se le sumaban escasos cincuenta mil pesos en dinero efectivo y algunos pocos bastimentos militares. Sin embargo, este jefe español, contaba con las más amplias facultades, otorgadas por el virrey, para echar mano a

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todos los recursos humanos y materiales que le parecieran necesarios obtener desde la mencionada provincia.

Por lo anterior, la expedición se nutrió en su gran mayoría de efectivos de la tan abandonada isla de Chiloé, constituyendo esta acción un verdadero despoblamiento de brazos chilotes en la mejor edad de sus capacidades. Esta situación, que es expuesta por distintos historiadores como una gran muestra de fidelismo al rey, a la que el pueblo chilote se presenta voluntario, más aún: “gustoso”, según el decir de don Diego Barros Arana, y sobre la cual el autor de la presente tesis discrepa, fundamentado en gran parte en el verdadero motivo que tiene la renuncia del gobernador de Chiloé, a la sazón don Ignacio Justis, (20) es decir, el gran descontento que se produjo, principalmente, en las familias de los soldados que tuvieron que acudir a la guerra de la restauración monárquica. Este gobernador a quien se le menciona por algunos autores, como Barros Arana o Fernando Campos Harriet, como un hombre un tanto pusilánime, falto de carácter etc. contradictoriamente se le reconocen sus méritos en haber podido sostener una situación tan delicada dentro del gran descontento del pueblo chilote y de haber proporcionado el mayor aporte de soldados y medios a la guerra.

Da la impresión que este descontento producido por la expoliación del contingente humano y de los pocos recursos de la isla durante la expedición de Pareja y, posteriormente, por la solicitud adicional de recursos y milicianos efectuada por el sucesor de éste, el coronel Sánchez, perfectamente pudo haber alcanzado el grado de una verdadera rebelión contra el gobernador (21), lo cual el virrey del Perú debía conjurar, como lo hizo, optando por el envío de una nueva autoridad, como suele hacerse políticamente.

A pesar de lo anterior, es necesario reconocer los mejores méritos militares y la presencia de carácter del reemplazante, don Antonio de Quintanilla pero, sin desmerecer tanto los del gobernador Justis, a quien también le correspondió desempeñarse en días muy difíciles. Habida consideración de lo anterior, Quintanilla resultaba probablemente una mejor carta, para repeler cualquier intento sedicioso, como en efecto se produjeron en Chiloé durante los años de su gobierno.

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El número de chilotes reclutados alcanzó a los dos mil hombres; unos 1400 iniciales que zarparon, desde Chiloé en las naves de Pareja, en Marzo de 1813 y otros 600 adicionales que, por disposición del coronel Sánchez, sucesor en el mando de las fuerzas españolas a la muerte de Pareja, y del propio virrey del Perú, fueron enviados a buscar a Chiloé. Estos zarparon de la isla a comienzos de Enero del año 1814. No obstante estos envíos de refuerzos, todavía durante el año de 1817, Justis, preparaba nuevos auxilios para la provincia de Valdivia con efectivos chilotes en un número de 133 hombres, los que si bien logró hacerlos zarpar se fueron sin armas por carecer de ellas y en una misión prácticamente simbólica.

Al aporte de estas tropas chilotas y de las pocas armas existentes, se debe agregar el vaciamiento de los escasos recursos monetarios existentes en la Caja Real del archipiélago que, según algunos historiadores como Barros Arana lo señalan en más de doscientos mil pesos, pero otros más conservadores, como R. Urbina y D. Montiel, lo estiman en unos ciento sesenta mil, más un pequeño monto de aportes particulares que se sumaron a lo anterior pero que no superaban los nueve mil pesos.

En cualquier caso, como fueran estas cifras de dinero y armas, eran todo lo que los Chilotes tenían y la gran cantidad de criollos que, junto a un número muy menguado de españoles y unos pocos indios (sólo 200), debieron abandonar la isla para combatir por el rey lo cual representaba un altísimo porcentaje de la población masculina chilota en edad laboral.

Para colmo de males, considerando a Chiloé casi sin soldados, fue suspendido desde el Perú el envío del Real Situado (envío de dinero anual, que en el caso de Chiloé, era de un monto aproximado a cincuenta mil duros destinados a la mantención de su guarnición militar)

Así las cosas, la expedición de Pareja, con un amplio número de soldados chilotes se dirigió a Talcahuano y Concepción desembarcando previamente en San Vicente, el 26 de Marzo de 1813. Las acciones de ese momento resultaron relativamente fáciles para las fuerzas realistas, encontrando muy poca resistencia, debido principalmente a su amplio número sobre las tropas patriotas comandadas por Ramón Freire y Ramón Gonzalez Navia. Este último, traicionando a las fuerzas revolucionarias, se sumó con su tropa a las

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fuerzas realistas aumentando su número a unos tres mil efectivos y así fue tomada la ciudad de Concepción. En dicho momento los chilotes, reclutados por Pareja, creyeron que su misión a la que habían sido llamados había concluido y sólo deseaban el regreso a sus hogares pero estaban muy equivocados. Las acciones militares realistas continuaron, a pesar de la reacción de los chilotes que por lo demás fue desestimada, y Pareja siguió sumando efectivos en Chile continental, producto de enrolamientos voluntarios, levas o deserciones desde el bando contrario, lo cual le permitió al brigadier más que duplicar el número de efectivos traídos desde Chiloé y continuar adelante con sus acciones, hasta que se produjo su fallecimiento durante el sitio de Chillán. Esta conducta de las tropas del archipiélago, va demostrando que a los chilotes se les llevaba, como ya se ha dicho, si no fue obligados, en cualquier caso engañados a combatir por el rey, (22) al menos en lo que tenía relación a la campaña a realizar. Es un deber mencionar acá, que al decir de algunos historiadores, posteriormente los chilotes habrían cambiado su lógica actitud de recelo y desconfianza. Sin embargo, es legítimo dudar y preguntarse: ¿Por qué habrían de haberla cambiado, si las condiciones futuras se les presentaban aún más inciertas? La negativa inicial de dos batallones chilotes a cruzar el río Maule, después de las acciones de Yerbas Buenas, para continuar avanzando al norte junto a Pareja es una buena prueba de aquello. A pesar de lo anterior, consta que parte de las fuerzas chilotas fueron llevadas, sea por sus condiciones militares o porque no habían más fuerzas disponibles, a tierras peruanas, como refuerzo de las tropas realistas. Es también obligado reconocer que no se encuentran objeciones a su buen desempeño militar y a la lealtad mostrada en este servicio a la causa realista en ese país. Aunque no existen argumentos para dudar de la lealtad de los chilotes hacia el bando militar en que se desempeñaban, como tampoco acerca de su buen desempeño como soldados combatientes, caben siempre lógicas dudas de su

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genuino fidelismo, ya que la mencionada lealtad es, en cualquier ejército, una condición “sine qua non” la que debe observarse a ultranza, muy particularmente en tiempos de guerra, so pena de muerte. Así entonces se fueron sucediendo los distintos hechos de la guerra de la independencia durante la Patria Vieja en que encontramos una positiva participación chilota, pero no espontánea y consentida, como se plantea. Estas acciones, las que no comentaremos, por no ser el tema de la presente tesis, acaecieron; las primeras, bajo el mando del brigadier Pareja; las siguientes bajo el mando transitorio del coronel Sánchez y del brigadier Gaínza y prácticamente finalizaron con las que comandó el general Mariano Osorio y Rafael Maroto, a pesar de que nuevamente Osorio insistió en su segunda y última expedición a Chile. Sin considerar la participación chilota en algunas acciones en suelo peruano, están documentadas sus acciones en Chile continental en los siguientes sucesos de armas que se enumeran a continuación: -Toma de Talcahuano y Concepción el 27-29 de Marzo de 1813. -Yerbas Buenas, el 28 de Abril de 1813. -San Carlos, el 15 de Mayo de 1813 -El sitio de Chillán, el 3 de Agosto de 1813 -El Desastre de Rancagua el 1 y 2 de Octubre de 1814, derrota decisiva de las

fuerzas patriotas que da fin a la llamada Patria Vieja e inicio del período denominado de la Reconquista o de la Restauración Monárquica en Chile.

-Batalla de Chacabuco, el 12 de Febrero de 1817

Pero si bien, como ya se dijo, no trataremos estas acciones acá, no podemos soslayar algunas anotaciones que sí nos parecen indispensables de consignar.

Una de ellas, es el comienzo de la vida militar de un personaje español que estará muy presente en el resto del desarrollo del presente trabajo. Me refiero a don Antonio de Quintanilla quien, en un comienzo, bajo las órdenes del propio Pareja, dejó su quieta vida de comerciante en Concepción para ingresar como subteniente de infantería, y con el cargo de Ayudante de Órdenes de quien, en ese momento, comandaba en jefe las tropas realistas en Chile. Pero no nos

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referiremos acá, para no cortar el relato, a mayores detalles de su interesante vida lo cual entregaremos en el capítulo siguiente. Por el momento sólo tomaremos prestada, para que el lector pueda formarse una idea muy sintética del personaje, la acertada descripción que a mi juicio efectúa el historiador don Isidoro Vásquez de Acuña acerca de este personaje:

“Largo sería de biografiar a este montañés de pro que, de mozo emigrado para aprender y ganar en el comercio, terminó su vida como Mariscal de Campo del Real Ejército con más medallas que duros”

Lo otro que es preciso consignar en este capítulo es que, como se mencionó anteriormente, durante el sitio de Chillán, víctima de una pulmonía, fallece el jefe militar de Quintanilla, el prestigioso Brigadier español don Antonio Pareja y Serrano el 21 de Mayo de 1813. En la víspera del combate de San Carlos, en un gesto que refleja su presencia de ánimo y su valer militar a toda prueba, ya casi moribundo, hace entrega del mando al coronel don Juan Francisco Sánchez (23) ( Nadie podría imaginar entonces que 52 años más tarde ,el hijo del brigadier Antonio Pareja, el almirante de la flota española, don José Manuel Pareja, durante la Guerra contra España, también dejaría de existir en muy dramáticas circunstancias en nuestro país al suicidarse, por cuestión de honor, a raíz de la captura de una de las naves de su flota - la Covadonga – hecho acaecido a bordo de su nave insignia –la Villa de Madrid- el 26/11/1865 en la bahía de Valparaíso. Pero eso ya es otra historia y ruego al lector que sepa disculpar mi entusiasmo de mencionarlo acá, pero son ejemplos tan dignos para los tiempos actuales, que bien valen la pena no olvidar)

Ya fallecido Pareja, lo sucede por corto tiempo el coronel Juan Francisco Sánchez lo cual trajo ciertas inquietudes en las fuerzas realistas por considerar que dicho oficial no estaría a las alturas de las circunstancias. Hombre retraído y modesto al que, peyorativamente le apodaban “el oscuro Sánchez” no por el tono de su piel sino por lo reservado de su carácter. Si bien no existe en los archivos de Chile la hoja de servicios de Sánchez, en general las opiniones no le favorecen demasiado. Sí se conoce que muchos jefes realistas, heridos en su orgullo por las designación de Sánchez, se negaron a servir a sus órdenes y contribuyeron a desprestigiarlo a pesar de la abnegación y sacrificios con que

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éste sirvió el cargo que no había buscado y que accidentalmente le correspondió asumir (24)

En Enero de 1814, Sánchez entrega el mando a Gabino Gaínza y aquel siguió sirviendo abnegadamente al rey.

Expedición de Gaínza: El brigadier don Gabino Gaínza y Fernández de Medrano había sido enviado a Chile por el virrey Abascal con la misión de avivar la guerra contra los revolucionarios patriotas la que había caído en cierto estancamiento. Tampoco, al igual que la anterior expedición de Pareja, fue dotada de un número importante de soldados y de recursos. Si bien escogidos de las filas del Regimiento Real de Lima, los efectivos enviados desde el Perú llegaron a sumar sólo 200. A esto se sumaron dos piezas de artillería, un millar y medio de lanzas y un regular bastimento en víveres, con lo que pudo zarpar desde el Callao el último día del año 1813, para desembarcar en Arauco a fines de Enero de 1814, acción que no pudo evitar el jefe de las tropas patriotas en ese sector, a la sazón, el coronel don Bernardo O‘Higgins. A los pocos días de su llegada, Gaínza, contó con la fortuna de recibir la primera colaboración para incrementar sus fuerzas. Otra vez los chilotes aportaban a la causa realista 600 milicianos que habían sido enviados a buscar a Chiloé.

Pocos días después, Gaínza, tratando de conseguir más efectivos para las fuerzas realistas se reunió en el cuarto y último Parlamento de Quilín (3/2/1814) con los mapuches a objeto de conseguir guerreros adeptos a la causa y el toqui Mañil promete facilitarle 6000 hombres, situación acerca de la cual no se tiene claro su cumplimiento. Sí es conocida la mayoritaria adhesión mapuche a la causa realista, en comparación a otros indios, mapuches también, que lo fueron en forma muy minoritaria de la causa patriota. Esta situación de colaboración más bien con el español, llevó a que en 1817 al iniciarse la llamada Guerra a Muerte un número adicional de mapuches se les uniera.

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Gainza logró, además, sumar a sus fuerzas aquellas otras que se encontraban en Chillán y de ese modo emprendió lo que sería su, no muy prolongada, campaña en Chile.

Después de participar en variadas acciones, ya en el mes de Abril de 1814, tanto el ejército de Gaínza cuanto las fuerzas patriotas se hallaban en muy mal nivel logístico y con sus tropas extenuadas. Por lo anterior, la participación del comodoro inglés James Hillyar, portador de instrucciones del virrey Abascal de poder parlamentar con los rebeldes fue oportuna para ambos bandos, dándose así inicio a las negociaciones que culminaron en el famoso Tratado de Lircay, que tuvo como contraparte de Gaínza, a los jefes patriotas, Bernardo O‘Higgins y Juan Mackenna, en representación del entonces

Director Supremo de Chile, don Francisco de la Lastra. El tratado de 16 artículos, (se puede ver, en extenso, en el Apéndice, pág.100) establecía fundamentalmente un compromiso de fidelidad al ya retornado Fernando VII al trono de España. A cambio, los realistas debían abandonar la provincia de Concepción.

Sin embargo, el tratado en cuestión fue más bien una estrategia para obtener una necesaria tregua que deseos honestos en cumplirlo, de tal modo que no fue honrado por ninguna de las partes. Aun cuando no se cumplió, de haberse cumplido, hubiere continuado Chiloé bajo la férula directa del virreinato como lo demuestra su artículo segundo (25) y hubiesen, los chilotes, cumplido con sus ansias de volver cuanto antes al archipiélago. Pero, haya sido la suscripción del tratado, parte de una estrategia militar o no, lo cierto es que el virrey Abascal reaccionó indignado en contra de Gaínza al conocer este hecho. No sólo se contentó con removerlo de su cargo sino que, por considerarlo una extralimitación de poderes, dispuso también su sometimiento a proceso en Lima.

El brigadier español, quien había llegado revestido de los pomposos títulos de Capitán General y General en Jefe de las Fuerzas Reales sería, sin mayores contemplaciones, reemplazado por don Mariano Osorio.

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Primera expedición de Osorio: Don Mariano Osorio, al mando de la tercera expedición realista, zarpó desde el Callao el 19 de Julio de 1814, con mayores y mejores recursos que las dos anteriores entre los cuales destacaban 6 piezas de artillería con 70 servidores (soldados que las operaban); el famoso batallón del regimiento Talavera (Talaveras de la Reina) con 600 efectivos a cargo del coronel Rafael Maroto, más dos compañías del regimiento Real De Lima que adicionaban otros 200 hombres a la expedición. El 12 de Agosto de 1814, Osorio desembarcó en Talcahuano y, desde ese lugar, comienzan sus acciones militares avanzando hacia el norte las que culminarían en la gran victoria realista y, a la vez, el desastre patriota de Rancagua, el 1 y 2 de Octubre de ese año, donde a las tropas chilotas también les cupo una destacada y victoriosa participación.

El brigadier Osorio, en medio de la algarabía del sector realista que residía en la capital, entra triunfante a Santiago. Obviamente debemos mencionar acá que lo acompañan, entre otros, don Antonio de Quintanilla como también oficiales y soldados chilotes.

No obstante la colaboración militar chilota prestada en las fuerzas de Osorio, como anteriormente lo habían hecho al ser incorporados en el ejército de Pareja y que continuaron ofreciendo bajo el mando de Gaínza, no fue de manera alguna compensada acorde al gran sacrificio, personal y familiar, que les significó a los isleños (26).

Habiendo sido tal el abandono de los combatientes chilotes, en odiosa diferencia con el tratamiento de las tropas peninsulares, no es posible pensar en un fidelismo auténtico de esas tropas hacia el rey.

Por su lado los militares patriotas, muchos de ellos acompañados de familiares, comienzan su huida hacia Mendoza. La Patria Vieja ha muerto y comienza la Reconquista española. Osorio asume como el penúltimo gobernador de la corona española en Chile.

Aun cuando algunos historiadores han sido más benévolos en sus juicios acerca del gobierno de Osorio (27), en comparación con el de su sucesor,

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Marcó del Pont, y señalan que trató de buscar la reconciliación entre las facciones realistas y patriotas, lo cierto es que él reinstaura el antiguo régimen, acaba con todas las nuevas instituciones que los patriotas habían creado y todo lo propio del período colonial vuelve a regir. Junto con ello, crea el Tribunal de Vindicación para investigar a los funcionarios públicos, como también para enjuiciar a connotados civiles patriotas detenidos por sus ideas. Esto produjo la deportación de casi un centenar de connotados civiles de ideas patriotas a la isla de Juan Fernández. También a este mismo sector Osorio le aplicó, en varios casos, un sistema de préstamos forzosos y de confiscaciones para financiar su administración y, de paso, debilitarlos aún más. Por su parte, el tristemente célebre capitán del batallón de talaveras, Vicente San Bruno, desde su cargo de policía de seguridad de Osorio, no le fue en zaga y contribuyó a crear un ambiente de tal violencia que en nada ayudó a la imagen del sistema monárquico reinstalado en Chile. Por el contrario, más bien fomentó la simpatía de parte del propio sector realista chileno por la causa patriota.

Antes de cumplir un año en el gobierno y debido a una fuerte discrepancia con el virrey del Perú, don Fernando de Abascal, el brigadier Osorio es destituido por aquel y envía en su reemplazo a quien sería el último de los gobernadores españoles de Chile, don Francisco Casimiro Marcó del Pont Ángel Díaz y Méndez, personaje bastante controvertido(28) de cierta crueldad y refinamiento a la vez quien, durante su gobierno, con la eficaz colaboración del ya mencionado San Bruno, desató una brutal represión contra los participantes de las ideas independentistas.

Su ocaso llegó el mismo día de la derrota de las fuerzas españolas, ahora comandadas por don Rafael Maroto Yserns, en la significativa Batalla de Chacabuco, el 12 de Febrero de 1817, a manos del ejército libertador al mando de San Martín. En esta acción bélica, donde el gobierno español de Chile es depuesto definitivamente, le cupo participación a tropas chilotas (29) como también al próximo gobernador del archipiélago, don Antonio de Quintanilla.

La fase de la Reconquista Española había llegado a su fin y daba paso al nuevo período de nuestra historia denominado de la Patria Nueva.

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Segunda expedición de Osorio: Sin embargo, la corona de España no se daba por vencida. El nuevo virrey del Perú, don Joaquín de la Pezuela Griñán y Sánchez Muñoz de Velasco, intenta nuevamente otra expedición contra los patriotas chilenos al mando del ya conocido Osorio quien, tras el ingrato episodio con Abascal, el virrey anterior, regresaba ahora a Chile con renovado esplendor y esperanzas, nada menos que como el yerno del nuevo virrey de la Pezuela. El brigadier Osorio desembarcó el 18 de enero de 1818, al igual como ya lo había hecho en el año 1814 por la bahía de Talcahuano, y se lanzó hacia el norte. A pesar de obtener un par de victorias parciales en Quechereguas (15/3/18) y Cancha Rayada (19/3/18) desde donde persigue a las fuerzas patriotas, estos logran reorganizarse en los llanos de Maipú, el 5 de Abril de 1818, para revertir la situación en forma definitiva en la llamada Batalla de Maipú.

Debido a este gran triunfo de las fuerzas combinadas de argentinos y chilenos sobre las de Osorio quien, con fortuna, logró huir y reembarcarse al Perú. Llegado a su destino, se le siguió un juicio por sus eventuales responsabilidades en la derrota realista, pero del cual finalmente es absuelto.

Huida y refugio de los realistas hacia el sur y la llamada Guerra a Muerte: La derrota de Maipú, como era lógico, obligó a muchos españoles a huir rápidamente de Santiago. Unos para embarcarse atolondradamente hacia el Perú. Otros para encaminarse hacia Valdivia y otros tantos a Chiloé. A estos dos últimos reductos españoles se embarcaron 1.100 personas, incluyendo varias mujeres, en la fragata “Mariana”. Hacía lo propio el infatigable don

Antonio de Quintanilla quien, a bordo de la “Palafox” llegó a Chiloé trayendo

consigo los nombramientos de Gobernador y Comandante General de dicha provincia, otorgadas a él por el virrey de la Pezuela durante su obligada visita a Lima, después de tener que huir a esa ciudad con motivo de la victoria patriota de Chacabuco. En teoría, la independencia de Chile se había conquistado plenamente, como por lo demás lo consideran muchos textos poco rigurosos y también el

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menguado conocimiento de la mayoría de nuestros conciudadanos. Empero, en la realidad, según ya veremos, faltaban largos años de resistencia de porfiados jefes realistas los cuales, tanto en Valdivia cuanto en Chiloé, continuarían haciendo flamear el pabellón del rey de España. Estos reductos, que aún resistían, contaron también con la colaboración, no tan sólo de los efectivos de sus propias guarniciones sino que, indirectamente, con la de una suerte de guerrillas comandadas por algunos autodenominados defensores de la causa real, los cuales eran más bien los defensores de sus propios intereses, o de sus frustrados ideales personales, en la llamada Guerra a Muerte que, según algunos historiadores comienza en 1817, aunque para otros se extiende oficialmente entre los años 1819 y 1824. Sin embargo, hasta el fin de esa década pudieron observarse algunos hechos más aislados pero relacionados con dicho conflicto (30).

Sus líderes, desalmados y feroces, encabezaron esta oscura guerra de guerrillas que se extendió por toda la frontera y la Araucanía y que desembocó en los más despiadados y crueles hechos. Lucharon aliados con algunos indios ya que, como se dijo anteriormente, otros indígenas se aliaron ocasionalmente al bando patriota.

Para sus fechorías contaban con tropas irregulares o montoneras, entre las cuales se incluían hasta curas, más fanáticos de la causa realista que del amor a Dios. Los nombres como los de Benavides, Pincheira, Picó y Ferrebú, y otros tantos aunque menos importantes, se fueron haciendo temidos y tristemente célebres durante esos años.

Resulta interesante el conocimiento de una fuente primaria de estos hechos que nos entrega a través de sus memorias el oficial inglés Richard Longeville Vowell y que, por su extensión, nos permitimos recomendar al lector que pueda leerla en el Apéndice, pág.103

Finalmente, nos es obligado el mencionar, por su relación al tema principal que nos ocupa que, durante la Guerra a Muerte, sus líderes también recibieron la colaboración de algunas armas, hombres y la ayuda que pudieron brindarle tanto por parte del virrey del Perú, como de los propios gobernadores de Valdivia y de la ya esquilmada Chiloé (31).

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Capítulo III

Incorporación de Chiloé a la República de Chile Situación en Chile: Estamos en el año 1818, con don Bernardo O‘Higgins como Director Supremo

de la nación y en el segundo año de su gobierno. Don Bernardo, en un gesto propio de su decisión y para demostrar ante el enemigo su voluntad irrestricta en lograr la independencia, la jura el 12 de febrero de ese año, casi tres semanas antes de la batalla de Maipú ( Acta de la Independencia, puede consultarse in extenso en el Apéndice, pág. 80)

Empero, como ya se mencionó en el capítulo anterior, desde antes de Maipú, más precisamente a partir de la Batalla de Chacabuco, el resto del ejército realista que permanecía en Chile, ya no

contaba con un gobierno español para apoyarlo dentro del país, debiendo recibir toda ayuda desde el Perú, si es que podía recibir alguna, de modo tal que la situación para ellos se tornó sumamente crítica.

Las restantes fuerzas, que no pudieron abandonar el país con Osorio, debieron buscar refugio en el sur de Chile. Siendo así, la situación en esa zona no quedaba totalmente resuelta. Más bien estaba presente el fantasma de un rebrote realista que, si se daban algunas circunstancias, podría poner en peligro a la naciente nación independiente.

Las cosas en el resto del país tampoco eran miel sobre hojuelas. O´Higgins estaba dedicado afanosamente a lograr el dominio del mar para, junto con aquello, poder colaborar con la independencia en las otras colonias de América, como en definitiva se hizo con el Perú. Por lo demás, esa era la

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mejor forma de afianzar la propia independencia de Chile. Así las cosas creó la Primera Escuadra Nacional en el año 1818 sólo con 4 buques (32) pero sobre cuya base se iniciaría la gigantesca empresa que resultó ser la formación de la Escuadra Libertadora del Perú y que, tras grandes esfuerzos para Chile, pudo zarpar a cumplir con su misión el 20 de agosto de 1820 en coincidencia con el cumpleaños 42º del prócer (33).

Por su parte, la guerra en el Sur continuaba y las montoneras, en especial las de Benavides, apoyadas desde el Perú por el virrey, don Joaquín de la Pezuela, creaban nuevos dolores de cabeza al gobierno.

A lo anterior, se sumaban las situaciones de ocupación en que se mantenían tanto Valdivia como Chiloé. Esta última, desde fines del año 1817, bajo el mando efectivo de don Antonio de Quintanilla, quien pasará a ser un personaje relevante, como el que más luchó, en la historia de nuestro país por mantener el régimen monárquico a ultranza y con una lealtad a toda prueba hacia su amado rey.

Es principalmente en este personaje, poseedor de un liderazgo militar extraordinario, donde se centra la fuerte demostración de un fidelismo verdadero y sin condiciones hacia el rey. Esto sería, a mi entender, la explicación del porqué muchos historiadores, seducidos por el heroísmo de éste y su entrega sin límites a la causa monárquica, no dudan en extrapolarlos al resto de la población chilota que él gobierna, junto a un pequeño círculo de españoles mayoritariamente peninsulares. Personalmente creo que es un error o, al menos, una exageración mayúscula, acerca de lo cual he dado algunas pruebas en los capítulos anteriores y continuaré haciéndolo en el presente.

Don Antonio de Quintanilla y Santiago: Con el objeto de no cortar el relato, pero al mismo tiempo por resultar insoslayable, entregaremos un brevísimo sumario biográfico sobre Quintanilla en aquellos aspectos que no guardan directa relación con las fallidas expediciones libertadoras de Chiloé; las de 1820 y de 1824, como tampoco lo haremos con la definitiva victoria patriota del año 1826. Todas ellas, por la

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importancia que tienen en esta tesis, igualmente se tratarán en subtítulos aparte. Don Antonio de Quintanilla y Santiago, nació el 14 de Noviembre de 1787 en

Pámanes, Cantabria, España. Hijo de una familia noble, pero sin fortuna, que pretendió dar al joven Antonio una formación que distaba mucho de su real vocación (34). En vista de lo anterior sus padres, sea por castigo sea para brindarle otra oportunidad, aprovechan el regreso de un pariente cercano, quien siendo ya residente de Chile se hallaba de paso en la península y envían a este joven, de sólo 14 años, a nuestro país con la finalidad de iniciarlo en el comercio. Primero fue en Santiago y posteriormente en la ciudad de Concepción. En este último lugar fue

sorprendido en 1813 por la revolución independentista entrando al servicio de las armas reales y sirviendo como Subteniente de Infantería, agregado al Batallón Valdivia, con el cargo de Ayudante de Órdenes del Brigadier don Antonio Pareja, tarea que desempeñó hasta el fallecimiento de este jefe español. Pero al fallecimiento de Pareja, y a pesar de que inicialmente Quintanilla aparecía renuente a una vida militar que se prolongara más allá de un par de meses, siguió participando en todas las acciones bélicas de la expedición de Gaínza y luego con Osorio fue victorioso en Rancagua y lo acompañó en su entrada triunfal a Santiago. Fue herido en la batalla de San Carlos (16/3/1813) donde la gravedad de sus lesiones le dejaron marcas indelebles que le dieron cierto aspecto siniestro a su rostro, amén de la pérdida de un oído, serios problemas en un ojo y una mueca permanente en su boca torcida.

Con posterioridad a su participación en Chacabuco, ahora con las tropas realistas al mando de Maroto, se dirige al Perú donde el virrey don Joaquín de

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la Pezuela lo nombra, en Marzo de 1817, Gobernador Político y Militar de Chiloé, lugar donde vivirá su propia epopeya la que sólo finalizará el año 1826 (35).

A su llegada al archipiélago , a fines de 1817, no había un solo soldado veterano en la isla y sólo unas pocas milicias en San Carlos (Ancud), las que había que hacer rotar en turnos para que pudieran aportar su trabajo a sus respectivos hogares ya que no contaban con estipendio alguno. En la Tesorería, ningún oficial regular. ¿Para qué? Si las arcas estaban vacías. En la sala de armas; doscientos fusiles viejos y, desparramados en algunos sitios, uno que otro cañón a los que Pareja, y otros posteriores, no echaron mano por inútiles.

Nos relata el propio Quintanilla (36) que, apenas llegado a Chiloé, hubo de emular a su coterráneo, el valeroso conquistador don Hernán Cortés, y quemar sus naves. En este caso sólo fue una, que el anterior gobernador, Justis, estaba terminando de construir a objeto de fugarse en ella, si la isla era atacada. Evidentemente, este asunto fue un pésimo ejemplo dado por el propio gobernador español, Justis, al pueblo chilote, al estar preparando su eventual huida. No podía esperar entonces, por parte de sus gobernados, una actitud de mayor fidelidad que la que él mismo demostraba no tener.

Por el otro lado de la medalla se aprecia, con toda claridad, la actitud extrema asumida ante este hecho por parte de Quintanilla, quien viene a relevar a Justis. El nuevo gobernador no duda en quemar la nave. Lo hace, precisamente, para poder afianzar su posición de líder político y militar que no sólo predica, sino que quiere mostrarse distinto ante un pueblo que, como se ha visto, ya está cansado de sufrir y con muchas dudas acerca de la integridad moral de sus gobernantes.

Pero, lo anterior no fue la única muestra de la caótica situación con que Quintanilla encontró a la provincia y, muy temprano desde su arribo, debió conjurar la primera conspiración en su contra (37), debiendo aplicar la pena capital a 5 de sus efectivos.

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Ni siquiera podía pensarse que este fallido magnicidio se debía a una malquerencia hacia el nuevo gobernador, ya que apenas lo conocían ni mucho menos había ordenado todavía castigo alguno. Era, sin duda, la reacción anti fidelista de los chilotes quienes no veían su futuro del mismo modo que sus autoridades peninsulares. Quintanilla tampoco dudó aquí en aplicar mano dura contra los principales cabecillas de la conspiración creyendo con esta medida ir dejando las cosas claras. Pero, como veremos más adelante, actos similares vuelven a repetirse.

No obstante todas las carencias materiales de la provincia, y a petición del brigadier Ordóñez, el nuevo gobernador, fue capaz de reclutar dos compañías de soldados chilotes que envió en 1818 para reforzar las tropas del mencionado jefe en Talcahuano. En los últimos meses de ese año, Quintanilla recibió finalmente desde el Perú algún dinero y oficiales veteranos que pudieron colaborarle en la mejor formación de sus milicias y logrando, ya cercano al año 1820, tener unos mil hombres en total, sacados desde todas las islas que componen el archipiélago y también integrado por algunos pocos soldados, fugitivos españoles, que llegaron buscando asilarse en la isla después de Chacabuco y Maipú.

Dada la situación de una mejor posición que los patriotas iban adquiriendo con el control de las comunicaciones marítimas, se dificultaba cada día más la llegada de los pocos medios que el Perú podía enviar a Chiloé. Quintanilla entonces, inquieto e ingenioso, procuró también lograrse mayores medios para poder así defender su provincia en mejor forma de las acechanzas patriotas y audazmente se decidió a armar naves en Corso con lo cual fue bastante exitoso, procurándose recursos que de otra manera jamás hubiere obtenido.

Así entonces, en el año 1823, armó la goleta “General Quintanilla” y el

bergantín “General Valdés”. La goleta, (38) que era una nave nueva y de considerable velocidad, produjo a las escuálidas cajas reales de la isla, una considerable suma de casi 300.000 pesos, lo cual era una fortuna, si la comparamos con lo otorgado por el virrey del Perú a las expediciones de Pareja o de Gaínza, sobre las cuales ya nos hemos referido en su ocasión.

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Por su parte, el bergantín “General Valdés” (39) antes de perderse en un naufragio, también efectuó una recaudación positiva la que en todo caso no fue comparable a lo efectuado por la “General Quintanilla”. Como nave

corsaria chilota capturó una nave enemiga y tropas, las que llegaron a Chiloé. Sí, es del caso mencionar que estas tropas enemigas que Quintanilla acogió, con cierto sentido humanitario, le acarrearon más de un dolor de cabeza por la influencia anti realista con que comenzaron a contagiar los hogares de los chilotes comunes, donde fueron asignados por razones de economía. A estos prisioneros, imbuidos de ideas libertarias, no les fue difícil concientizar rápidamente a sus designados huéspedes chilotes de sus ideas antimonárquicas, demostrando así que el pueblo estaba cada vez más vulnerable a las nuevas ideas. No se supo de ningún caso que estas familias, las que debieron alimentar y alojar a los prisioneros hayan reportado a sus autoridades este “proselitismo enemigo” lo cual es un indicador de los

pensamientos acallados de los habitantes comunes. Quintanilla entonces, viendo lo feble del supuesto fidelismo, decidió conjurar rápidamente un peligro mayor y prefirió liberarlos cuanto antes, enviándolos, en la primera ocasión que tuvo, fuera del archipiélago.

A los 32 años de edad, Quintanilla, el 8 de Septiembre de 1824, contrajo matrimonio con doña Antonia Álvarez Garay una dama chilota perteneciente a esa nobleza provinciana y quien le dio un hijo (Antonio Francisco Eusebio de Quintanilla Álvarez) con los cuales conformaría su familia y, después de su honrosa capitulación, volvería a su querida España donde vivió durante varios años más, en continuo servicio a su patria.

En adición a la primera ayuda en hombres otorgada durante su gobierno para sostener la causa del rey que, como ya mencionamos, la efectuó el año 1818, es preciso añadir otra ayuda al virrey del Perú (40) en el bergantín “Chilote” con algunas tropas enviadas directamente al Perú, como también

su ayuda en el año 1820 a Vicente Benavides (41). El citado relato nos aporta nuevos elementos de juicio toda vez que deja en evidencia el estado de pobreza de la isla comprobándose un gran descontento en los oficiales y tropa realista, que se hallaban en Chiloé en carácter de refugiados, al extremo que Quintanilla prefiere despacharlos de su provincia deshaciéndose así de

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aquellos descontentos. Estos refugiados españoles, obviamente, no tenían el mismo espíritu fidelista ni estaban dispuestos a los sacrificios que el gobernador esperaba y optaron por dejar Chiloé. Aunque, formalmente, fueron destinados a colaborar con Benavides, personaje de oscuro proceder pero vestido oficialmente con un ropaje fidelista, bajo el cual ocultaba sus propios intereses de bandido común, no se tienen antecedentes si estos militares hispanos lo siguieron en su particular y deleznable Guerra a Muerte o bien tomaron otro rumbo.

Así las cosas, a fuerza de coraje y sacrificio el gobernador Quintanilla logró, por casi nueve años, y ocho contados desde la declaración de independencia de Chile, mantener el emblema del rey flameando a porfía, defendiendo victoriosamente su gobernación en las campañas chilenas de 1820 y 1824 y logrando una honrosa capitulación en la decisiva campaña de 1826 . Todas ellas están tratadas en subtítulos aparte, hasta su regreso a España junto a su familia chilota. A pesar de lo que estipulaba en el artículo 8º del Tratado de Tantauco, que normó su capitulación, en cuanto a la gratuidad del transporte de los que quisieren regresar a la madre patria, Quintanilla no lo aceptó y lo costeó personalmente, por cuanto para lograr la gratuidad de su viaje él debía prometer no tomar las armas en contra de ningún país de América (42). Este último gesto de Quintanilla, antes de abandonar Chile, refleja sin duda su exacerbado sentimiento y fanatismo por la ya perdida causa real en casi toda América.

Llegado a España continúa al servicio de su amado rey, don Fernando VII, en una segunda etapa de su vida, aunque el propio Quintanilla la cataloga en un nivel distinto a la de su querida gobernación de Chiloé (43).

A la muerte de Fernando VII en 1833, por el derecho a la sucesión real, acontecieron muchos episodios de pasiones y venganzas lo que de algún modo afectó a Quintanilla, sin embargo por un asunto de orgullo herido, éste no tomó partido en la guerra civil carlista (44). Ocupó en España distintos cargos políticos y militares. Después de varias vicisitudes, fue oficialmente ascendido a Mariscal de Campo en el año 1839.

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Falleció en su patria a los 77 años de edad, en Almería, el 27 de Diciembre de 1864. Escribió numerosos relatos de los acontecimientos en los cuales le tocó participar, entre ellos su autobiografía la que, como hemos dicho, además de tratarse de una fuente primaria, es de frecuente referencia de muchos historiadores, (V.gr. Rodolfo Urbina; Isidoro Vásquez de Acuña; Fernando Campos Harriet y otros) toda vez que la mayoría de sus relatos han tenido comprobación de veracidad e imparcialidad.

Razones de O`Higgins para traer a Cochrane a Chile: Unas de las primeras preocupaciones del Director Supremo, don Bernardo O‘Higgins, que se evidencia tan pronto accede al gobierno en 1817, fue tratar

de lograr el dominio del mar, asunto fundamental para lograr neutralizar a los españoles en sus intentos de recuperar Chile mediante envíos de tropas, enseres y armamentos destinados a sostener la causa del rey, debilitada mas no fenecida. Fueran estos refuerzos procedentes en naves enviadas directamente desde España o lo fueran desde el virreinato del Perú, debía existir una fuerza naval para contrarrestar su acción.

Asimismo, muy claro en los pensamientos del prócer aparecía la necesidad de ayudar a consolidar la independencia de otras colonias americanas porque, además del acendrado espíritu americanista de O`Higgins, aquello era otro pilar que reforzaba la situación independentista en Chile.

Podemos, por lo tanto, observar cómo se van sucediendo las distintas medidas que O‘Higgins va tomando en este sentido; como lo fue por ejemplo la creación de la inicialmente llamada Academia de Jóvenes Guardiamarinas (hoy nuestra Escuela Naval Arturo Prat) el 4 de Agosto de 1818. Posteriormente, la creación de la primera escuadra nacional, la cual después de muchos episodios memorables, pero que no son del caso relatar acá, zarpa desde Valparaíso el 9 de Octubre de 1818, al mando de don Manuel Blanco Encalada.

No obstante, don Bernardo, estaba consciente que las medidas tomadas, si lo que se pretendía era lograr resultados rápidos y efectivos, no darían frutos en

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el corto plazo, si no se contaba con la comprobada experiencia de marinos de fuste, como lo fue el caso de Lord Thomas Cochrane a quien, después de las exitosas gestiones en Gran Bretaña de don José Antonio Alvarez Condarco, llega al país contratado por el gobierno de Chile el 28 de Noviembre de 1818, con la finalidad de organizar de mejor forma la escuadra nacional.

Gracias, principalmente, a los grandes esfuerzos organizativos de O‘Higgins y

a las audaces acciones navales del propio Lord, sin desmerecer la honesta y noble actitud de Blanco Encalada (45) quien, reconociendo en este extranjero su mayor preparación para lo que se requería no duda en colaborar, subordinándose voluntariamente al nuevo almirante, se puede ejecutar aquella colosal empresa cual fue la formación de la Escuadra libertadora del Perú, a la cual ya nos hemos referido.

Pero revisemos a continuación, aunque en forma somera, quién fue este Lord, organizador de nuestra incipiente marina de guerra y participante en las luchas libertarias de Chile, Perú, Brasil y Grecia. Quién fue ese hombre que termina su paso por nuestro país enemistado con varios; En especial con el general San Martín, jefe de la expedición al Perú y embarcado en la flota al mando del británico; Molesto con el gobierno de Chile, en particular con el ministro Zenteno, pero a pesar de aquello siempre mantiene una personal deferencia hacia O‘Higgins (46) quien, a su vez, debió desplegar una notable

paciencia para manejar a este conflictivo líder.

No debemos olvidar, sin desconocer su gran actuación en el país, que a Cochrane lo unía con Chile una relación meramente contractual donde la recompensa económica siempre estuvo muy presente en las aspiraciones del Lord (47), pretensiones legítimas por lo demás, al tratarse de un extranjero que vendía sus servicios, en parte remunerados en corso, práctica bastante habitual en la época, y quien no tenía mayores vínculos con Chile que los ya mencionados.

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Lord Thomas Alexander Cochrane; X Conde de Dundonald y Almirante de la flota patriota: Lord Thomas Alexander Cochrane, Décimo Conde de Dundonald, (Annsfield,

Escocia 1775 -1860 Londres, Inglaterra). Como es de suponer para el lector sólo de leer sus títulos, era Cochrane hombre de noble cuna, pero proveniente de una familia, económicamente, bastante venida a menos. Siendo aún un muchacho, según era la costumbre de la época, ingresa a la Marina Británica y sirvió durante varios años a su flota en el mar Mediterráneo en luchas con las escuadras francesas y españolas. Tuvo la fortuna de conocer al Almirante Nelson a quien admiraba. En sus diversas destinaciones a

bordo, le correspondió participar en una gran cantidad de acciones, en muchas de ellas con exitosos apresamientos de las naves enemigas, en la que adquirió gran experiencia y que después puso en práctica en su estadía al servicio de Chile.

Hombre de brillante desempeño, pero de carácter difícil e impulsivo lo que le acarreó varias dificultades en sus relaciones personales, fueran con sus pares o con sus jefes. Basta leer sus memorias para darse cuenta de su carácter conflictivo y áspero, quizás el reflejo de un marino exigente que, en batalla, mostraba toda su audacia, valentía y capacidad de líder y deseaba que sus subordinados actuaran en forma similar.

En 1806, debido a antipatías personales con el Primer Lord del Almirantazgo, Cochrane abandona temporalmente la marina británica e ingresa a la arena política como representante en la Cámara de los Comunes, donde no dudó en hacer ver desde esa tribuna las arbitrariedades y abusos que ejercían algunos altos mandos de la Royal Navy. En el año 1813, a consecuencia de estas pugnas es involucrado en un fraude contra la Bolsa de Comercio de Londres, por lo que es expulsado tanto de la Marina cuanto del Parlamento. Sin embargo, al año siguiente, le son restituidos sus derechos políticos y es

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nuevamente electo representante. Pero su carrera naval sólo la retoma con ocasión del ofrecimiento que recibe en el año 1817 para ponerse al servicio de la causa independentista y la guerra de la independencia conducidas a la sazón por San Martín y O‘Higgins.

Tanto en Chile como en Perú, Cochrane, tuvo un exitoso cometido en sus distintas misiones. Empero, por ser lo concerniente a esta tesis, sólo comentaremos someramente su increíble toma de Valdivia para, en seguida, dar cuenta de su fallido intento de tomar Chiloé. Fue en esta remota isla, donde fue derrotado y de la cual, al parecer, algunos historiadores al igual que las autoridades chilenas de la época, han preferido relegar a un segundo plano, quizás para no opacar el gran brillo de su anterior victoria. Nos referimos a la primera expedición patriota que trató de arrebatar a Quintanilla su dominio de Chiloé en el año 1820.

Terminó su misión en Chile, zarpando desde Quintero rumbo a Río de Janeiro el 18 de Enero del año 1823 en el bergantín “Colonell Allen”, junto a sus

secretarios privados Jackson y Stevenson; algunos de los oficiales de marina que lo acompañaron, entre estos el capitán Crosbie y el teniente Grenfell; un joven artista José Carrillo y, por supuesto, no olvidó invitar en este viaje a su gran amiga Mary Graham. Sin embargo, permanecieron como herencia en Chile varios oficiales que habían llegado con él, entre ellos don Robert W. Simpson que, como almirante de nuestra Armada, alcanzó el cargo de Comandante en Jefe (permítasenos consignar acá, que también fue el padre del contralmirante chileno don Enrique Simpson Baeza).

Tan pronto arribó a Brasil, comenzó a prestar sus servicios a la causa de esa independencia, ahora enfrentando a los portugueses. Terminada su misión allí, se dirige a Grecia donde se enfrentaría contra los turcos. Como se puede ver, tuvo este marino notable una vida llena de memorables aventuras, a punto que ha servido de fuente de inspiración desde novelistas a productores de Hollywood (48).

En el año 1830, por la directa intervención del rey Guillermo IV, obtuvo el perdón real y como premio y reconocimiento a sus servicios en el extranjero, Cochrane, fue reintegrado a la Royal Navy. En el año de 1854 fue ascendido

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a Almirante con todos los honores y falleció en Londres el año 1860, a la edad de 85 años. Le fue concedido el alto honor de ser sepultado en la Abadía de Westminster, lugar tradicionalmente reservado sólo para las coronaciones reales y los entierros de los monarcas y para algunas de las más brillantes personalidades del Reino Unido, como lo fue el Almirante Cochrane.

La sobresaliente toma de Valdivia y la derrota en la expedición a Chiloé en 1820: Como se mencionó antes, en el Chile de 1820 oficialmente declarado independiente, aún subsistían los bastiones españoles de Valdivia, de Chiloé y la llamada Guerra a Muerte que mantenían vivas las esperanzas realistas de volver a tomar el control del territorio chileno.

Así las cosas, Cochrane planificó la toma de la hasta ese momento considerada inexpugnable Valdivia (Ver plano en Apéndice, pág.97). En Enero de 1820 llegó a la costa Valdiviana encubierto con una bandera española en los mástiles de la María Isabel, acerca de la cual los realistas ignoraban su reflote y rearmado. Obtuvo importante información, mediante las confesiones de los tripulantes de un bote capturado, muy en especial acerca del sistema de fuertes existente en esa plaza y se retiró de la escena, no sin antes capturar al bergantín “Potrillo” que arribaba desde Chiloé con la poca

ayuda con que podía colaborar el siempre fiel Quintanilla.

Luego del reconocimiento de la zona de operaciones, se dirigió a Talcahuano desde donde envió un informe a O‘Higgins de sus planes y solicitó pronta

ayuda a Freire, Gobernador de Concepción en ese momento. Freire le facilitó soldados, la goleta “Moctezuma” y el bergantín “Intrépido”.

Una vez alistada la pequeña escuadra, nuevamente Cochrane zarpó rumbo a Valdivia pero la mala fortuna hizo que una de sus naves, la fragata “O‘Higgins”, nave insignia de aquella flota, encallara frente a la isla Mocha,

produciéndose un boquerón que permitió la entrada de abundante agua a las bodegas, dañando toda la pólvora que llevaban y pudiendo, los soldados, sólo salvar las balas que llevaban en sus propias cartucheras. Cochrane trabajó

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codo a codo con sus oficiales y la tripulación de la nave siniestrada para solucionar la emergencia, no obstante no le quedó más alternativa que trasladarse junto a los soldados a la “Moctezuma”.

Al avistar Valdivia, Cochrane optó por la misma táctica anterior, la de llegar encubierto por la bandera de España, e intentó una sorpresa anfibia que fracasó al ser descubierto uno de sus botes desde las fortificaciones españolas. Así las cosas, dio la orden de atacar por el lado de tierra, lugar por el cual no estaban preparados los fuertes toda vez que sus pesados cañones estaban emplazados hacia el océano. A pesar de contar con fuerzas inferiores y de la desventaja de posición, las tropas del Lord fueron conquistando uno a uno los fuertes del sistema y, además, procediendo al “clavando”, de los cañones

(“clavar”= término artillero de la época, que significa introducir un trozo de

metal o “clavo” en el orificio de ignición del cañón para dejarlo inutilizado). Las acciones que habían comenzado el día 3 de Febrero de 1820, continuaron

durante el día 4, hasta alcanzar la victoria final sobre la plaza realista (49). En su libro, Nueva Historia de Valdivia, pág. 448, el padre Gabriel Guarda, nos relata un diálogo entre Miller y Cochrane,

previo a la toma, el que he querido mostrar brevemente por cuanto, si bien es un tanto anecdótico, refleja al lector la absoluta audacia del Lord: “-¿Qué dirían de nosotros, Miller, qué dirían los chilenos si nos fuésemos con la O`Higgins a tomar los siete castillos de Valdivia? ¿Qué diría el gobierno?” -“Lo que dirían, respondió Miller, sería que su señoría sencillamente se ha

vuelto loco”

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-“Pues, precisamente por eso debemos ir. Los jefes que mandan en Valdivia piensan lo mismo que los que dirigen la guerra desde Chile, y están adormecidos en la misma ciega confianza” Empero, sin dejar de considerar el gran mérito personal de Cochrane y de su tropa chilena en esta magnífica victoria, creo que el Lord, pecando de soberbia, pensó que una próxima y similar faena en Chiloé constituiría una fácil maniobra, sobre todo al enterarse por la correspondencia violada en la toma de Valdivia que se preparaba una sublevación en contra de Quintanilla (50). Esto confirma, por escrito, los temores que el propio Quintanilla tenía acerca de la supuesta fidelidad chilota y que se refleja en esta carta. Sin lugar a dudas a éste le resultaba más fácil admitirlo en una carta, seguramente confidencial, dirigida a un compañero de armas que en aquellas declaraciones oficiales hacia sus superiores, como por ejemplo el virrey, aceptando una situación que no podía manejar, como eran las ideas de sus gobernados. La temeridad de Cochrane, subestimando las aptitudes de Quintanilla, apresuraron su decisión y, sólo quince días después, el 18 de Febrero de 1820, se presenta con sus naves en las costas de Chiloé. Desembarcó sin mayores problemas en la llamada playa de la Corona, tomando dos baterías que mandó clavar. La defensa realista se replegó hacia el castillo (nombre que se les daba entonces a las fortificaciones principales) de San Miguel de Agüi, que era el mejor dotado y ubicado para defender el puerto de San Carlos (Ancud). Por su lado Quintanilla dispuso el envío de mayores fuerzas a reforzar dicho castillo, navegando las tres millas de distancia que lo separaba de San Carlos. Los hombres de las fuerzas patriotas, unos trescientos hombres, comandados por el inglés don William Miller (=Guillermo Miller, considerado posteriormente padre de la Infantería de Marina de Chile) siguieron su avance y atacaron el castillo. Sin embargo su situación elevada y la brava defensa de los realistas contuvo a los hombres de Miller y, por su parte, Quintanilla embarcó el resto de las fuerzas de su mando para caer por la espalda de los patriotas a quienes no le quedó mejor alternativa que decidir una urgente retirada a bordo, dejando unos cuarenta muertos en el campo y siendo varios otros tomados prisioneros durante su huida hacia las naves, las que esperaban

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a corta distancia de la costa. Cochrane no alcanzó a desembarcar de la “Moctezuma” y su bravo oficial Miller resultó seriamente herido.

Quintanilla había demostrado que la isla no sería fácil presa, aun para audaces y avezados como Cochrane.

El virrey del Perú concedió entonces a los capitanes de la 1ª y 2ª compañía del Batallón Veterano de guarnición en Agüi, junto a una compañía de Milicias, los grados superiores inmediatos y, a la tropa, un escudo de distinción. La primera expedición para liberar a Chiloé del yugo realista había sufrido un estrepitoso fracaso y, en adición, el almirante Cochrane había sufrido un gran bochorno.

Por su parte, El Diablo, como apodaban los realistas a Cochrane debido a sus increíbles hazañas, debió zarpar, esta vez muy disgustado al norte, tratando de restarle importancia a la derrota que le infligió Quintanilla. Debido al esplendor de la gran victoria anterior del Lord en la toma de Valdivia, también las propias autoridades de Chile, encabezadas por O`Higgins, decidieron minimizar la situación, no obstante la opinión de algunos de los tradicionales detractores de Cochrane, muy especialmente el ministro Zenteno, quien se hallaba muy contrariado por la manera de actuar de este díscolo británico (51).

Situación política de Chile en el ínterin: Antes de entrar a analizar la segunda expedición fallida a Chiloé, que nuevamente neutralizó el pertinaz Quintanilla, es necesario ver qué estaba sucediendo en el Chile de la época durante el período comprendido entre esas dos primeras expediciones. Esto cobra más relevancia toda vez que Ramón Freire, el líder que comandó personalmente la segunda y tercera expedición, fue quien sucedió a O‘Higgins en el mando supremo de la nación.

Sin desmerecer las otras obras que O‘Higgins ejecutó en su gobierno, por no

ser tema a tratar acá, sólo mencionaremos que, desde su asunción al poder en el año 1817 hasta Agosto de 1820, el prócer había estado preocupado en forma prioritaria tanto de la creación de la primera escuadra cuanto de la expedición libertadora del Perú. Esta última empresa, nunca

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suficientemente reconocida a Chile, le acarreó cuantiosos problemas de variada índole, sobre todo financieros, ya que Perú fue posponiendo sus compromisos de pago firmados por prominentes políticos peruanos de la época (V.gr. Larrea y Loredo) y el compromiso de devolución pactado no fue honrado en su oportunidad.

La mala situación financiera de Chile ya descrita, se vio agravada con el terremoto del 19 de Noviembre del año 1822, que azotó la zona central, por lo que O‘Higgins debió recurrir ese mismo año a un empréstito de 1 millón de

libras esterlinas con Inglaterra lo cual, diremos sólo para que el lector pueda formarse una idea en orden de magnitud, equivalía aproximadamente a tres años de ingresos fiscales. A estos problemas financieros se le sumaron otros de índole políticos, calificados como crímenes de estado por parte de sus detractores, responsabilizándolo por la muerte de Manuel Rodríguez en Tiltil y los fusilamientos en Mendoza de los hermanos Carrera.

Tampoco habían cesado las guerrillas de las montoneras realistas en el sur, principalmente se está luchando contra Benavides en el sector sur continental y se aprestan nuevos intentos de liberar a Chiloé (52) al mismo tiempo que O‘Higgins despliega grandes esfuerzos tratando de persuadir a Quintanilla a

que entregue el archipiélago para evitar los daños mayores de un nuevo enfrentamiento. Pero todos estos esfuerzos del Director Supremo de Chile resultan infructuosos ante el irreductible jefe español de Chiloé. Esto queda muy en evidencia al revisar alguna correspondencia cruzada entre ambos jefes (53) y (54) donde O`Higgins le manifiesta que su carácter temerario y la voluntad, tanto de él como de sus jefes cercanos, se extralimitan más allá del entendimiento. Don Bernardo no sólo tenía una clara idea del fanatismo del gobernador Quintanilla, también poseía importante información de elementos cercanos a la causa patriota en Chiloé.

Pero la forma autocrática del gobierno de O‘Higgins, fue duramente criticada

y resistida por la aristocracia terrateniente y el clero. Ambos sectores se sentían amenazados en sus intereses y en su poder. Esta situación terminó por empeorarse a raíz de la Constitución de 1822, la que fue vista como un intento del prócer en mantenerse en el poder (55) y trajo como consecuencia el

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levantamiento de las provincias lideradas por don Ramón Freire Serrano. O‘Higgins entonces, para evitar una lucha fratricida, prefiere abdicar al mando de la nación a comienzos del año 1823 en una Junta, la que muy pronto es reemplazada por otra que va a estar integrada por representantes de las tres provincias con que contaba el país en ese momento (Santiago, Concepción y Coquimbo), la cual a su vez nombra a Freire como el nuevo Director Supremo de Chile en Abril de 1823. En Julio de ese año, don Bernardo, abandona Chile y zarpa rumbo al Perú, lugar del cual nunca más regresaría a su patria. No obstante, siempre se mantuvo interesado y pendiente del curso de los acontecimientos en su patria como lo demuestra su variada correspondencia que iremos exponiendo al lector cuando la ocasión lo amerite.

Pero demos primero un vistazo a algunos rasgos biográficos del nuevo y particular Director Supremo de Chile quien, de seguidor incondicional de O`Higgins, termina por convertirse en su enemigo.

Don Ramón Freire Serrano: Nació en Santiago el año 1787. Siendo un adolescente de 16 años quedó

huérfano trasladándose a Concepción, donde se desempeñó como dependiente en una casa de comercio. Tan pronto comenzaron a visualizarse, a partir de 1810, las primeras luces del proceso de independencia, Freire, ya con 23 años de edad, comenzó a participar militarmente de esta revolución. Su bautismo de fuego lo recibió en las batallas del Quilo y El Roble durante el año 1811 y en el año 1814 participa en el desastre de Rancagua como capitán. Como resultado de esta derrota debió huir del país para refugiarse en Mendoza, como

tantos otros patriotas. En el año 1816 se incorpora al Ejército de los Andes y se le asigna un batallón a su mando, con el cual cruza la cordillera por el paso El Planchón, apoderándose de la ciudad de Talca el 11 de febrero de 1817 (al

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día siguiente se llevó a cabo, en Chacabuco, a 55 kilómetros al norte de Santiago, la célebre batalla del mismo nombre, entre el grueso de las fuerzas del Ejército Libertador, que habían llegado a Chile por otros pasos cordilleranos, y las fuerzas realistas).

Combatió en la batalla de Maipú (5 de Abril de 1818) en forma muy destacada, recibiendo en premio su grado de coronel y es nombrado, el año 1819, por el Director Supremo O‘Higgins, con quien en ese momento

mantenía una gran relación de amistad y admiración, Intendente de Concepción con el principal objeto de combatir a los restos de las tropas españolas que se instalaban, ahora en la modalidad de guerrillas, en el sur del país.

En su nuevo puesto cumplió con su cometido en la medida de sus fuerzas, ya que combatió con denuedo a las montoneras de Vicente Benavides sobre lo cual informa al gobernante en una pintoresca nota: “Bandidos van quedando pocos, porque ya se han fusilado más de trescientos”. No obstante, su relación con O‘Higgins comienza paulatinamente a deteriorarse toda vez que Freire se va identificando más bien, y con cierta razón, por los intereses de la zona penquista.

Efectivamente no llegaban los auxilios del gobierno central para combatir a los realistas que, asociados con indios, aún asolaban la provincia de Concepción. Pero esto no era todo. La pobreza en esa zona, que había sufrido una situación de guerra constante desde el año 1817, había alcanzado límites extremos: Benavides y otros malhechores, habían saqueado, incendiado y robado los animales de pueblos enteros, amén de los crímenes y secuestros. La escasez de trigo era dramática, debiéndose adoptar medidas para evitar el acaparamiento de ese producto alimentario.

Freire entonces comienza a descargar su malestar; primero en contra de Rodríguez Aldea, ministro de hacienda y de guerra durante la administración de O`Higgins (56) y, posteriormente, enfoca su descontento, probablemente ya bastante desesperado por la situación rayana en la hambruna de su provincia, hacia O`Higgins a quien le plantea su lealtad a cambio de su ayuda (57). Sin embargo, don Bernardo, tenía más bien su confianza en

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la actuación de su ministro y los auxilios fueron del todo insuficientes y, a su vez, él expresa a Freire su amargura y enojo por su actitud (58).

La situación llegó a un extremo a fines de 1822, cuando Freire convoca a una Asamblea Provincial ante la cual renuncia, argumentando que el nombramiento que ostentaba hasta esa fecha provenía de un gobierno el cual ya no lo consideraba legítimo. La Asamblea acepta su dimisión y ahora es esta entidad la cual lo unge en su mismo puesto.

Después de este claro desacato al Director Supremo, quedaba muy poco margen para solucionar el tema que no fuera alguna acción con carácter de guerra civil, situación que la generosidad del prócer impidió con su abdicación al gobierno de Chile el 28 de Enero de 1823. No debemos dejar de mencionar que, en la preparación de su rebelión contra O`Higgins, Freire, conocedor de la malquerencia existente entre San Martín y Cochrane y, obviamente de la preferencia de O`Higgins por San Martín, invita al Lord a sumarse a su causa. Sin embargo, Cochrane, en un gesto que lo ennoblece, no acepta tomar partido por ningún bando y abandona el país, no sin antes advertir a O`Higgins la gravedad de la situación. Para el lector interesado mencionamos que existen cartas, en ambos sentidos, en prueba de aquel intento de atraer al marino británico a la causa de Freire.

Como ya se dijo en el subcapítulo anterior, Freire, a pesar de sus vehementes declaraciones anteriores efectuadas ante la Asamblea Provincial (59), tratando de mostrar su aparente desinterés por el poder, es designado por la Junta para el mando supremo del país, cargo que no duda en aceptar. Ejerce esta primera magistratura entre el 4/4/1823 y el 9/7/1826. Es durante este período que se suceden la 2ª y la 3ª campañas libertadoras de Chiloé, de las cuales, por su importancia en esta tesis, nos ocuparemos más adelante en dos subcapítulos destinados exclusivamente a esos temas.

Una vez que, finalmente en el año 1826, logra su objetivo de liberar Chiloé, obteniendo la capitulación y la firma del tratado de Tantauco, regresa a la capital y se encuentra con un ambiente político muy agitado. Don Ramón, ya cansado de tantas intrigas políticas, decide renunciar. Es sucedido por don Manuel Blanco Encalada y después por don Agustín de Eyzaguirre.

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El motín de Enrique Campino, para derrocar al presidente interino Eyzaguirre, lo empujó nuevamente a la arena política y Freire fue nombrado provisionalmente Presidente de la República, cargo que ejerció hasta Mayo de 1827, retirándose después a la vida del campo en la hacienda de Cuchacucha. El año 1829 vuelve a la contingencia pública, cuando el gobierno le confía el mando de las tropas para sofocar el levantamiento de don José Joaquín Prieto en Concepción y que da inicio a la revolución de 1829. Este movimiento se resuelve en la batalla de Lircay, acción donde Freire es derrotado y exiliado al Perú.

No obstante su destierro, intenta regresar a Chile para combatir al gobierno conservador establecido y, contando con la ayuda del mariscal Andrés de Santa Cruz en el año 1836, se le facilitan dos naves con las cuales intenta apoderarse de Chiloé. Su expedición fue un rotundo fracaso, el que acabó con Freire en prisión en Valparaíso y enviado al destierro a la isla Juan Fernández y posteriormente a Tahití.

Beneficiado por una amnistía retorna a su patria el año 1842, falleciendo el año 1851 a la edad de 64 años.

Como herencia de su gestión cuando ocupó la primera magistratura se cuentan: La abolición definitiva de la esclavitud; la reorganización de las defensas en Valparaíso; La promulgación de la constitución de 1823 de corta vida; Constituyó el estanco del tabaco, licores, naipes y papel sellado; Tuvo serios conflictos con la Santa Sede debido principalmente al tema del patronato que habían gozado los reyes de España y que se pretendía heredar, adoptando medidas como la confiscación de bienes eclesiásticos, reforma de la órdenes religiosas, apertura de escuelas en los conventos, etc; También debió sufrir constantes problemas con los partidarios del desterrado O`Higgins, llevados a tal extremo, que le significaron una temporal destitución de su cargo el año 1825 mientras se encontraba en una campaña militar, aunque le fue restituido el poder a su regreso; También debe mencionarse que, durante su gobierno, el Congreso dictó una serie de leyes conducentes a lograr una república federal al estilo de los EE.UU de América,

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pero los conflictos surgidos entre las provincias estados hicieron fracasar el intento.

Esa fue la azarosa vida de este militar, político, Capitán General, Director Supremo, Presidente de Chile y, además, un tanto aventurero que, entre los principales méritos de su gobierno, tuvo gran protagonismo en la difícil incorporación del hasta entonces irreductible Chiloé al territorio de la República y que analizaremos a continuación.

La abortada expedición de 1822: Es conveniente no dejar de mencionar los antecedentes acerca de esta expedición, la que si bien nunca se realizó, refleja el interés y esfuerzo de don Bernardo O`Higgins en desalojar las fuerzas realistas y recuperar para Chile ese territorio insular, como ya se ha dicho, de particular importancia estratégica.

O`Higgins, a comienzos de 1822, organiza una expedición naval-militar compuesta por tres buques y 900 hombres la que zarpó desde Valparaíso en Abril de ese año haciendo una recalada en Valdivia. La flotilla iba al mando del comodoro norteamericano don Charles Wooster y los militares embarcados a cargo del coronel francés don Jorge Beauchef. Este último, recibe instrucciones precisas de parte de O´Higgins (60) donde queda en evidencia la información que el propio prócer tenía acerca de la existencia de chilotes importantes que eran proclives a la causa independentista y, por lo tanto, carentes de toda fidelidad al rey como también de otros personajes que podrían ser atraídos con facilidad.

Sin embargo, hubo factores que atentaron contra los fervientes deseos y esfuerzos del prócer en conseguir la liberación de la isla. Según él lo expresara en sus propias palabras: “La confianza que me asiste en el buen

éxito compensa mis fatigas”. Pero, por un lado, la recalada de esta flotilla a Valdivia la retrasó y el mal tiempo, propio de la estación, se conjuraron en contra del zarpe a su destino final. A esto debe sumarse que las mutuas antipatías, existentes entre los jefes, norteamericano y francés, de aquella expedición, no colaboraron en nada al objetivo que se pretendía. Para colmo

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de males, estalló la revolución de Freire contra O`Higgins y la misión quedó abortada definitivamente. Beauchef adhirió a Freire y las naves destinadas a tomar Chiloé se usaron para su traslado a Concepción.

Situación política en Chile, años 1823-1824: Debido a la situación de la hacienda pública, el gobierno de Chile había decretado el desarme de la escuadra, suponiendo que el Perú caminaba francamente hacia su completa emancipación. La estrategia del Protector, general San Martín en dicho país, había provocado una serie de contratiempos a su ejército independentista y, después de su abdicación, los restos del Ejército Libertador quedaron en difícil posición en esas lejanas tierras. Las cosas empeoraron con las victorias realistas de Torata y Moquehua, las cuales agregadas a una rebelión de la guarnición del Callao a favor de la corona, hicieron reflexionar al gobierno de Chile acerca de la necesidad de reactivar la escuadra.

Así las cosas, en Agosto de 1823, Freire decreta el alistamiento de la flota para ir nuevamente en auxilio del Perú, cuyo retroceso independentista ponía en riesgo lo ya logrado en nuestro país. Las reparaciones de las naves sólo estuvieron finalizadas en Octubre, zarpando esta escuadra el día 15 del señalado mes. Componían la expedición las naves de guerra “Lautaro”,

“Moctezuma” y “Mercedes” y los transportes alquilados: “Sesostris”, “Ceres”,

“Santa Rosa”, “Ester”, “Indio” y “Minerva”. Las fuerzas la componían 2.500

soldados y, en su comandancia en jefe fue designado el coronel don José María Benavente, quien llevaba entre sus oficiales a varios conocidos veteranos extranjeros, como Beauchef, Rondizzoni y Viel, que habían participado en las luchas de nuestra independencia. Estas fuerzas se dirigieron al Perú a encontrarse con las fuerzas que comandaba el general chileno don Francisco Antonio Pinto Díaz (quien fuera, posteriormente, presidente de Chile 1827-1829 y padre de quien sería el futuro presidente de Chile en el período 1876-1881, don Aníbal Pinto Garmendia) Pudieron reunirse con él sólo después de varias vicisitudes, que no es del caso mencionar acá. Sin embargo Pinto, que se encontraba al mando de las restantes fuerzas de la

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Expedición Libertadora que permanecían en Perú y de las que acababan de llegar para apoyar las fuerzas independentistas peruanas, evaluó la situación de absoluta ventaja que se presentaba para el ejército realista el que, tan sólo en Arequipa, había concentrado 5.000 efectivos. Además, debía considerar la dispersión total en que se encontraba el ejército peruano. Ante tan desequilibrada situación, decidió regresar con sus hombres a Chile y, por lo tanto, la expedición fracasó, retornando a Valparaíso en Enero de 1824.

Durante el año 1824 en Chile se llevaron a cabo elecciones parlamentarias, bajo la llamada Constitución Moralista de 1823. En esa elección los pelucones continuaron con su mayoría parlamentaria. Así las cosas, amén de la porfiada resistencia de Chiloé, en el plano interno, tampoco resultaba fácil para Freire, de tendencias liberales, el gobierno del país.

A lo anterior, se unían las dificultades creadas por el gobierno de Chiloé en lo que significaba la ayuda que esta provincia prestaba a las bandas en lucha en la llamada Guerra a Muerte la que estaba presente en el sur. Para colmo de males, Quintanilla y sus naves corsarias dificultaban el comercio marítimo encareciendo los productos de importación o bien produciendo escasez, como también complicando las exportaciones y el cabotaje. Además debía considerarse que, dada la situación peruana ya descrita en los párrafos anteriores, de llegar refuerzos desde España, Chiloé se convertiría en la más preciada base para esas eventuales fuerzas.

Freire entonces decide concentrar sus esfuerzos en abatir ese irritante enclave realista a la brevedad posible. Para ello solicita del Senado los recursos y sintiéndose más militar que político, no duda en delegar provisoriamente el mando de la nación en el presidente de esta institución, don Fernando Errázuriz, trasladándose sin demoras a Valparaíso para reunir a las fuerzas y a las naves. Designa como jefe de la escuadra al capitán de navío don Roberto Forster (cuñado de Lord Cochrane) y él, personalmente, asume el mando total de la expedición.

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La expedición libertadora de Chiloé de 1824: Enarbolando su insignia en la “Lautaro”, Freire se dirige primero a Valdivia

desde donde zarpa el 17 y 18 de Marzo a su objetivo final, con nada menos que alrededor de 2.500 hombres y 9 naves, entre buques de combate y transportes ( Naves de guerra: “Lautaro”, “Independencia”, “Voltaire”,

“Chacabuco” y “Galvarino”. Transportes: “Valparaíso”, “Pacífico”, “Ceres” y

“Tucapel”. En cuanto al número de las fuerzas embarcadas, estas varían de

conformidad a los distintos historiadores; V.gr. Encina, en forma exacta, nos señala 2149, I. Vásquez de Acuña calcula 2200, Barros Arana habla de 2500 y Quintanilla señala 3000 efectivos)

Tan pronto estuvo la escuadra a la cuadra de la isla Sebastiana, las baterías de Carelmapu hicieron fuego sobre las naves patriotas y, si bien no tuvieron el alcance necesario, fue una clara advertencia de la resistencia española que se desplegaría en los días posteriores.

Por otro lado, y para total sorpresa de los comandantes de la expedición, la “Lautaro” con su comandante en jefe no se dirigió hacia el puerto de San Carlos, como había sido convenido en los planes, sino que se dirigió hacia los canales del interior desatando el desconcierto absoluto del resto de los jefes a bordo de las distintas naves, como lo relata el propio Beauchef en sus memorias (61). Esto sucedía ante los atónitos ojos de todos sus subalternos e incluso ante la incredulidad del propio Quintanilla, quien observaba desde tierra estas evoluciones de la flota efectuándole decidores comentarios (62) a un testigo presencial, el capitán Ferguson, de la corbeta inglesa “Mersey” la cual se hallaba accidentalmente en esas latitudes. Según la

revisión de antecedentes nunca se logró saber, a ciencia cierta, qué pretendió Freire con su cambio táctico de última hora, toda vez que los planes habían sido elaborados en un consejo de guerra, junto a sus jefes y con lujo de detalles antes del zarpe desde Talcahuano. Sobre el particular, el historiador don Patrick Puigmal es categórico: “No se han encontrado todavía textos o documentos explicando este repentino cambio de estrategia”

Así las cosas, la escuadra fondeó entonces a la gira en la isla de Lacao. Allí fueron llegando todas las otras naves, excepción hecha de los transportes

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Pacífico y Valparaíso; La primera nave, muy averiada con los temporales sufridos en las anteriores singladuras, hubo de retornar a Valdivia para reparar sus daños y efectuar el transbordo de la tropa a la fragata Chacabuco. La segunda, se hallaba separada del convoy también a causa de las malas condiciones de tiempo durante la travesía.

El 25 de Marzo despachó Freire a un emisario, el sargento mayor don Pedro Godoy, a intimar al gobernador Quintanilla de rendición (63). A pesar de la sagacidad del parlamentario, de su facilidad de palabra y de sus finos modales, no pudo convencer a Quintanilla acerca de su capitulación (64).

Esta misión parlamentaria, que fue demorada bajo diversas excusas por parte de Quintanilla durante tres días, significó un tiempo precioso para una mejor preparación del español y a pesar de que también Freire trataba de aprovechar el tiempo con sus maniobras, estas no le significaron avances positivos.

Una vez recibida por Quintanilla la proposición de rendición, agradeció a Godoy por la generosidad de Freire pero el español argumentó que, para tomar una decisión de tal importancia debía consultar tanto a sus oficiales como con los vecinos más connotados. Como esto obviamente tomaría algún tiempo, el gobernador, en forma caballerosa y amable, ofreció al parlamentario Godoy su hospitalidad, la cual fue aceptada por éste en la esperanza de alcanzar algún éxito.

Pero dicha consulta que, según se explicó era sólo un trámite de Quintanilla para ganar tiempo, fue efectivamente dispuesta por el gobernador, seguramente para dar una sensación de mayor veracidad ante el parlamentario Godoy quien esperaba por una respuesta. Pero no sospechaba Quintanilla de las desagradables sorpresas que le depararía la mencionada consulta. En efecto, algunos de sus oficiales, como también algunos vecinos eran partidarios de aceptar una capitulación (65). Esta opiniones, irritaron en extremo al gobernador y demostraban cuán quebrado estaba el concepto del fidelismo en esa provincia que a ultranza trataba de mantener el contumaz Quintanilla y su estrecho círculo peninsular. Quiso entonces éste, cortar rápidamente el debate con los vecinos ya que podía tornarse peligroso. Según lo relata una fuente primaria, el oficial de artillería chilote y testigo

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presencial, capitán don Ricardo López, fue quien recibió la orden de llamar a Godoy a la sala para entregarle la respuesta prometida; “Señor Capitán, haced

entrar a la sesión al parlamentario, a fin de que oiga nuestra determinación resuelta”. Es claro que lo que Quintanilla llama “nuestra determinación

resuelta” no es otra cosa que su personal voluntad .y la respuesta consistió en una verdadera apología al rey de España, a la confianza en que aquel mantendría sus dominios y al valor que él le asignaba a su propia y singular lealtad. Obviamente en la mencionada respuesta al parlamentario de Freire, nada dijo en relación al sentir del resto de los chilotes comunes, según consta en el testimonio presencial que hemos dado a conocer.

Antes del zarpe de la flota desde Valdivia, Freire había decidido enviar un batallón de caballería por tierra, a cargo del mayor Labbé junto a 200 hombres. Como el batallón no apareciera dentro de un tiempo prudente, Freire se alarmó y envió a la “Galvarino” a atacar el fuerte de Maullín, lo que pudo hacerse después de grandes sacrificios, pero el batallón de Labbé, causante principal de la medida adoptada por Freire, apareció sin novedad dejando en evidencia la inutilidad de la maniobra ordenada.

Por su lado, las condiciones meteorológicas de la zona empeoraban día a día en el otoño austral, lo que trajo como consecuencia la varada de la “Galvarino” que afortunadamente pudo zafar. No obstante otro navío de esa escuadra, la “Voltaire”, que Freire había dispuesto que saliera a buscar al extraviado transporte “Valparaíso” no corrió la misma

suerte y las corrientes del canal, aumentadas por un violento temporal, arrastraron a la corbeta de guerra provocando su varada y pérdida en la costa norte del canal de Chacao, sobre los bajos de Carelmapu. Lamentablemente para la expedición de Freire, todas esas medidas aisladas no tenían la contundencia ni la concentración que se requerían para enfrentar al gobernador español, quien sí supo aprovechar estos tiempos a su favor.

Recién el 29 de Marzo, un ya exasperado Freire, se decide por emprender las grandes operaciones. Ordena entonces el zarpe hacia el pequeño puerto de Dalcahue de la “Chacabuco” y de la “Ceres” con aproximadamente 600

hombres, al mando del veterano militar francés George Beauchef. El

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destacamento patriota iba con instrucciones de cortar el contacto entre Castro y San Carlos. Una vez desembarcados en Dalcahue iniciaron el 1º de Abril su marcha al interior para lograr su objetivo y, posteriormente, dirigirse a San Carlos. Beauchef atacaría la capital por el Sur y Freire lo haría, simultáneamente, desde el Noreste.

No obstante los planes, a corta distancia de Dalcahue y a la meridiana de ese día, se hallaron las fuerzas patriotas en una zona de pantanos y de muy espesa vegetación denominada Mocopulli, donde se detuvieron para hacer descansar a la tropa durante un par de horas. Cuando Beauchef se percató de la presencia de las fuerzas realistas y dio la orden de ataque, los disparos ya llegaban desde todas las direcciones. Era muy tarde. El coronel realista, don José Rodríguez Ballesteros, conocedor del terreno, había realizado una perfecta emboscada.

A pesar de la tenaz defensa de Beauchef, las bajas sumaron sobre los 300 hombres entre muertos y heridos. Aunque también se produjeron bajas entre los realistas, Quintanilla señala en sus memorias que estas, entre muertos y heridos, no sobrepasaron los 120 hombres. Asimismo, describe las evoluciones que Freire desarrolló, al mismo tiempo que relata las propias (66). Ambas evoluciones fueron basadas en un supuesto triunfo patriota que pudiera haber acontecido sea en Mocopulli u otro lugar del trayecto entre Castro y San Carlos. Pero, como ya consignamos anteriormente, las cosas no fueron así y Ballesteros, evidentemente, había derrotado a las fuerzas patriotas forzando el repliegue de Beauchef a Dalcahue, abandonando el inicial plan de ataque a San Carlos. Contribuyó al mal resultado que los patriotas obtuvieron en Mocopulli el hecho que los soldados de un batallón, al mando del veterano militar italiano, don José Rondizzoni Cánepa, rehusaron entrar en batalla debido a un asunto de sueldos impagos.

Al fracasar el plan, Freire también tuvo que replegarse y entonces se dio cuenta que su situación aún tendía a desmejorar, habida consideración de que la estación avanzaba con sus temporales y las naves corrían cada día mayores riesgos. Para colmo de males, los víveres comenzaron a escasear y el jefe chileno, desalentado por todos los fiascos sufridos en sus planes, prefirió

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ordenar el regreso de la expedición. El fracaso de esta misión encabezada por el Director Supremo del país, al igual que la anterior comandada por Cochrane, era palmario.

El día 15 de Abril de 1824 la flota zarpó de regreso sin nada en sus manos, aun cuando podemos conjeturar que con cierta fortuna, debido a que sólo tres días después llegaron, procedente de Cádiz, el navío de guerra “Asia” y el

bergantín “Aquiles” con refuerzos para el virrey del Perú, lo cual quizás

podría haber empeorado la situación.

Esta situación tampoco pasó inadvertida para el general O´Higgins quien, desde su destierro en el Perú, estaba muy al pendiente de los hechos que se sucedían en Chile, particularmente en Chiloé. Así queda demostrado en una carta que dirige a su amigo don Gaspar Marín (67) antes de la expedición y en otra, dirigida a Bolívar posteriormente, en la cual critica en duros términos la fracasada expedición de Freire (68).

Intento de rebelión y breve apresamiento del gobernador Quintanilla, Febrero de 1825: Durante el intervalo comprendido entre el triunfo realista sobre la expedición que Freire realizara en el año 1824 y el año de 1826, en la que éste logró finalmente la capitulación de Quintanilla, aconteció un seria insubordinación por parte de algunos oficiales y de integrantes de la tropa chilota la que dejó al gobernador y otros jefes de la isla presos en la balandra “Real Felipe”,

llegando Quintanilla a creer que lo fusilarían a él y a otros 7 oficiales, lo cual da cuenta de una situación de suyo delicada. Este hecho lo atribuye Quintanilla en su autobiografía a que, el día 6 de Febrero de 1825, habían fondeado tres naves provenientes del Perú en el puerto de San Carlos, las cuales ya conocían de la derrota realista en Ayacucho (9/12/1824). Esta noticia había sido difundida en la población sobre la que habría causado un profundo desánimo (69). El gobernador también señala haber intentado remediar esta situación anímica mediante un pago a la tropa equivalente a media remuneración mensual (70). Sin duda que

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este actuar refleja la incertidumbre en Quintanilla acerca del comportamiento de sus chilotes, a quienes estaba intentando incentivar o compensar por algún medio. Recordemos que en muchísimas ocasiones anteriores, debido a la tardanza de la llegada del Real Situado, la tropa quedaba absolutamente impaga y nunca había reaccionado de la manera descrita. Pero lo cierto es que la fidelidad chilota tenía sus graves fisuras y el problema era más extendido de lo que el propio gobernador y sus cercanos podrían suponer. Aun cuando, posteriormente, según nos relata Quintanilla, la tropa se dio cuenta que había actuado engañada por los oficiales cabecillas de la revuelta, el capitán Pérez, el capitán Velásquez y el habilitado Alvarado, quienes le manifestaron a los milicianos que Quintanilla y los jefes apresados se habían quedado con los restantes dineros de sus pagas, esto no logra cambiar la gravedad de aquel movimiento sedicioso en contra de este representante del rey en Chiloé y que, el propio gobernador, relata con lujo de detalles (71).

Finalmente, después de un gran susto para Quintanilla y su plana mayor que les hizo temer por sus vidas, fueron liberados y pudieron recuperar el poder. A pesar de la gravísima falta al deber militar cometidas por los cabecillas del frustrado movimiento, la cual en tiempos de guerra, como eran los que se vivían en Chiloé, no tenía otra pena que no fuera la capital. Pero Quintanilla no se atrevió, en aras de la seguridad interior, a ejecutar a los cabecillas, quienes fueron indultados y deportados al Perú. Fue, a todas luces, un desusado indulto el otorgado en esta ocasión, el que el gobernador justificó invocando a la superior magnanimidad del soberano Fernando VII. Empero la realidad indicaba que el jefe español ya no se sentía seguro de la lealtad de sus hombres hacia él como representante del rey y una sanción extrema podía acarrearle impensadas reacciones (72). Es el momento de recordar la primera rebelión que Quintanilla debió conjurar tan pronto asumió su cargo. En esa ocasión ordenó la ejecución de cinco de sus militares y no le tembló la mano. Ahora la situación era muy distinta.

Los favorecidos por el indulto y deportados desde Chiloé, no sólo se contentaron con haber salvado sus vidas sino, en una clara confirmación de su infidelidad al rey se unieron, voluntariamente, al bando patriota y,

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posteriormente, fueron un gran aporte en el triunfo definitivo de la expedición de Freire del año 1826.

Fuera de los sinsabores de esta revuelta que no fácilmente logró abortar el gobernador español, quedó bastante inquieto de que otra acción subversiva pudiera realizarse, toda vez la tradicional poca ayuda recibida para seguir sosteniendo a Chiloé. Manda entonces un emisario, su ayudante de estado mayor don Juan Francisco de Adriasola y Lorca, con un oficio suyo pidiendo la colaboración al cónsul general de España en Río de Janeiro (73). Esta comunicación es una prueba más de la debilidad del fidelismo existente en el pueblo chilote, sólo que ahora ya es francamente reconocida por el gobernador Quintanilla ante otra autoridad española. Qué diferencia a tantos manifiestos anteriores, donde este jefe español declaraba, ufano, la subordinación incondicional al rey que le profesaba, como un fiel colectivo, el pueblo chilote de su gobernación.

Preparativos de la expedición libertadora de Chiloé en 1826: Siendo el llamado amor propio el más grande de los amores del hombre, don Ramón Freire tenía profundamente herido el suyo desde el fracaso de la expedición de 1824. A esto se le sumaban al Director Supremo problemas de gobierno de variada índole, tantos internos y externos.

A pesar de la inopia de las arcas fiscales chilenas, las presiones de Bolívar sobre Freire determinaron que éste resolviera volver, una vez más, a alistar la escuadra, para auxiliar al Perú. Cargando con los gastos que le significó al erario nacional dicho alistamiento, esta flota pudo zarpar a cumplir con su cometido el 15 de Noviembre de 1824 al mando del Vicealmirante don Manuel Blanco Encalada (Su dotación sumó seiscientos setenta hombres, con un poder de fuego de 95 cañones y estuvo integrada por las siguientes cuatro unidades: fragata “”María Isabel”, ex “O`Higgins”, como buque insignia, al

mando de Roberto Forster; la corbeta “Chacabuco” al mando de Carlos García

del Postigo; el bergantín “Galvarino” al mando de Guillermo Winter y el

Bergantín-Goleta “Moctezuma” al mando de Servando Jordán. Quedó en

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Chile una segunda división, aún en reparaciones, compuesta por otras cuatro unidades; la “Valdivia”, la “Lautaro”, la “Independencia” y la “Mercedes”).

La navegación, que no estuvo exenta de dificultades y demoras, por los daños sufridos en las naves a causa de temporales, sólo pudo recalar a Quilca el día 6 de Enero de 1825. Fue en este fondeadero donde Blanco se enteró de la victoria de Ayacucho. El almirante entonces zarpó con la “María Isabel” y la

“Moctezuma” al Callao y ordenó el regreso a Chile de sus otras dos naves para

llevar la feliz noticia y cumplir otras comisiones que no es del caso comentar acá. En el Callao intentó un parlamento con el general español don José Ramón Rodil, a cuyo mando se encontraba la plaza fuerte del Callao pero este, al igual que su compatriota de Chiloé, se mantuvo en su obstinada posición y ni siquiera recibió al parlamentario enviado por Blanco. Bolívar dispuso entonces que el bloqueo del Callao quedara bajo el mando naval conjunto del almirante chileno el que, además de sus dos naves presentes en ese puerto, debió tomar la responsabilidad sobre las unidades de Colombia (la “Pichincha”, la “Chimborazo” y la “Guayaquileña”) y del Perú (el “Protector”,

la “Limeña”, la “Macedonia” y el “Congreso”)

No obstante el bloqueo, salvo acciones muy menores que pudieron desarrollarse durante éste, no tuvo mayor significado que el bloqueo en sí y, en Octubre de 1825, don Manuel y sus dos naves regresan a Chile, quedando a cargo del bloqueo el capitán de navío colombiano, don John Illingworth. Así se ponía término a la serie de colaboraciones navales que Chile dispensó al Perú durante la época independentista.

En el orden de cosas internas del país, se aceptó adjudicar el famoso estanco del tabaco a la firma de Portales y Cea, lo que traería inesperadas consecuencias a futuro. Durante ese período, Freire, presenta una de las varias dimisiones que hizo de su cargo durante su vida política y el congreso, para evitarlo, le autorizó a suspender la llamada Constitución moralista de 1823 que había redactado don Juan Egaña (denominada, por este hecho y por algunos historiadores, como la Constitución Moralista de Egaña)

A los problemas ya mencionados que acosaban al Director Supremo, se agregaron distintas presiones, unas provenientes de Simón Bolívar, y otras

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originadas por las actitudes de algunos países, como Inglaterra y Francia, cuyo apetito por Chiloé iba quedando en evidencia.

Después de la victoria de Ayacucho, el 9 de Diciembre del año 1824, con Bolívar ya gobernando en el Perú, las ideas que tenía este libertador acerca de Chiloé, toda vez los dos fracasos chilenos en su anexión, en los años 1820 y 1824, eran que el archipiélago debía anexarse definitivamente al Perú, lo cual queda demostrado en la misiva, que ignorando el obvio interés chileno sobre su propio territorio, trata de persuadir en dicha comunicación personal al irreductible Quintanilla. Empero, el obstinado jefe español le respondió, según era su costumbre, en forma muy caballerosa pero con una rotunda negativa (74). La carta citada , como en casi todas las comunicaciones de Quintanilla en este sentido, nos muestra en forma patente su fanatismo hacia Fernando VII, cosa que otros oficiales realistas, v.gr. algunos combatientes de Ayacucho, no compartían por el gobierno absolutista y de características cercanas a la tiranía del repuesto monarca español. Esto llegó a dar pie para ciertas teorías conspirativas, que obviamente no es del caso tratar acá, de varios oficiales españoles a cuya deslealtad se atribuyó la derrota en Ayacucho. Sólo lo mencionamos para demostrar la exacerbación de los sentimientos de Quintanilla, que obviamente sobrepasaban la realidad de sus subordinados.

Pero las inquietudes de don Simón en relación a Chiloé, más allá de lo que él pudiera considerar como desinterés o incapacidad de Chile en su pronta anexión al territorio de la novel república, eran sus fundados temores que otras potencias, como Inglaterra o Francia pudieran adelantarse. Esto podría darse por una cesión negociada directamente entre España y algunas de estas potencias. Incluso se temía que el propio gobernador Quintanilla, tan huérfano de ayuda y de comunicación con la Península, en algún momento desesperado pudiera llegar a algún acuerdo, aunque fuera provisorio y sujeto a posterior ratificación del monarca Fernando VII, con algunas de estas potencias. Era fácil suponer que un acuerdo de emergencia de esta naturaleza, siempre sería más conveniente a los intereses de España que su pérdida para siempre. Obviamente tampoco dejaba de considerarse, entre las posibilidades que

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Bolívar temía, que España se decidiera a auxiliar a Quintanilla de una vez por todas, con firmeza, y fortalecer este valioso enclave en el Pacífico Sur.

Estos intereses extranjeros, a los cuales hemos hecho mención quedan de manifiesto, en el caso de los ingleses, por la variada correspondencia enviada por su cónsul, Sir Christopher Nugent, al gobierno de su majestad británica (75).

Por su lado, los franceses tampoco eran indiferentes a una probable anexión y algunos agentes de ese país trataron de tejer algunas intrigas ante Quintanilla, según se registran también en los informes del cónsul Nugent a su gobierno, consistentes en mantener la idea de que pronto llegaría auxilio desde España para que no fuera entregado el archipiélago a Chile pero tampoco a los ingleses. Poco tiempo después hubo frecuentes presencias de naves de guerra francesas en el Pacífico y aunque el almirante Rosamel anunciaba seguridades de no intervención, su presencia era mirada con recelo por los ingleses.

Con posterioridad a la capitulación de Quintanilla en el año 1826, quedaron en evidencia los intereses franceses e ingleses por Chiloé, como se señala en la obra de don Patricio Estellé Méndez (76).

Con todos estos riesgos, presiones y, como ya se dijo, por su propio prestigio, Freire decidió armar cuanto antes la definitiva expedición a Chiloé. Empero, tampoco se contaba con los recursos financieros para implementarla. Acude entonces a Bolívar, pero este resolvió la petición sólo con una promesa de ayuda, la cual nunca se concretó y por lo tanto, al Director Supremo, no le quedó otro camino que recurrir a un empréstito particular. Así la situación y habiendo calculado las ventajas comerciales que podían significarles para su negocio en Chile, la “English Mining Co.” decidió aceptar el riesgo de la

aventura y, a través de su representante en el país, Mr. Cameron, optaron por otorgar el préstamo de cien mil dólares, suma considerada elevadísima en esos tiempos, pero requisito sine qua non para poder contar con los medios de equipar la expedición y pagar a la tropa.

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Zarpe de la última expedición para liberar a Chiloé en 1826: Don Ramón Freire ,como era de esperar, quiso encabezar esta expedición y, mediante un decreto del 12 de Noviembre de 1825, delegó ahora el mando supremo de la nación en un Consejo Directorial que lo presidió don José Miguel Infante, estando además integrado por don Joaquin Campino, don Manuel Gandarillas y don José María Novoa.

Freire, suficientemente contrariado por la fallida expedición de 1824, tomó ahora todas las providencias para no sufrir un nuevo revés, en especial las causadas por las condiciones meteorológicas en la zona del archipiélago de Chiloé. Convino y planificó con el brigadier don José Manuel Borgoño, que lo acompañó en esta nueva aventura, en que debía llegarse al teatro de operaciones en plena estación estival, toda vez que así las maniobras de desembarco y embarco de tropas no se verían entorpecidas, como sucedió antes, por el inclemente clima. También quiso llevar los mejores oficiales veteranos de muchas acciones independentistas y así pudo contar con comandantes de la talla de George Beauchef, Giuseppe Rondizzoni Cánepa, José Francisco Gana López, José Santiago Aldunate y William de Vic Tupper, entre otros distinguidos oficiales.

Así las cosas, a mediados de Noviembre de 1825, el ejército que tomaría acción en Chiloé se puso en marcha desde Santiago a Valparaíso y el día 27 de ese mes pudo la flota zarpar con un respetable ejército de 2600 hombres, si se comparan con las fuerzas de Quintanilla las que, si bien estaban compuestas por 2400 hombres, sólo contaban con 1300 fusiles, de tal modo que algunas compañías de infantes debían usar lanzas como todo armamento al igual que la caballería poseía sólo sus sables. En esta situación lo más contundente para la defensa de la Isla era su artillería, dispuesta en baterías, fuertes y castillos como también a bordo de pequeñas lanchas cañoneras las que fueron armadas por iniciativa de Quintanilla.

Por su parte, la escuadra chilena constaba de un total de diez naves distribuidas en cinco Buques de Guerra: la “María Isabel” insignia del

almirante en jefe de la escuadra don Manuel Blanco Encalada y al comando de don Robert W.Simpson, la “Independencia” al mando de don Enrique

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Cobbett, el “Aquiles” al mando de don Carlos Wooster y la “Galvarino” al

mando de don Guillermo Winter. Posteriormente se unió la “Chacabuco” la

cual estaba intentando una misión de parlamento en Chiloé y efectuando una labor de bloqueo de la isla. Las naves ocupadas en transporte fueron otras cinco; Estaban encabezadas por la fragata de guerra “Lautaro” al mando de

don Roberto Bell, la “Resolución” al mando de don Manuel García y la

“Golondrina” al mando del capitán Sr. Kierulf. Además, el “Ceres” y el

“Infatigable” de cuyos mandos ignoro sus nombres.

Efectuó entonces la flota una recalada en Valdivia, donde se procedió a efectuar algunas reparaciones y los últimos aprestos para continuar rumbo a su objetivo final el día 30 de Diciembre de 1825.

Entretanto en Chiloé, don Antonio de Quintanilla, ya alertado de la expedición no perdía su tiempo y también se aprestaba para la defensa. Sin embargo, a la lógica incertidumbre acerca de las acciones bélicas que se aproximaban se sumaban sus dudas acerca del comportamiento de sus gobernados (77). La situación ya es dramática y así se lo comenta a su amigo, el Coronel Rodríguez Ballesteros que se encontraba como autoridad militar en Castro. Queda en evidencia que la fidelidad chilota por la causa del rey ya era casi inexistente en sus gobernados. Peor aún, se temía una nueva insurrección.

Las acciones de combate entre las fuerzas expedicionarias y las de Quintanilla comenzaron tan pronto las naves fueron arribando a Chiloé, el 9 de Enero de 1826. En efecto, ese día las naves recibieron el fuego de artillería de tierra pero sin mayores consecuencias y, el día 10, se comenzó entonces con las operaciones anfibias las que una vez en tierra tenían por objeto ir adueñándose, o dejando fuera de combate, en especial a las numerosas fortificaciones que, sin considerar las instaladas en Castro, los españoles poseían en gran número en el Norte de la provincia. A saber: Balcacura, Agüi, Chaicura, Puquillihue, del Morro, del Muelle, Campo Santo (San Antonio), Chacao, Pugueñún, Coronel, etc. y que defendían, algunas la bahía de San Carlos, otras el puerto de Chacao y otras tantas, que estando instaladas en el continente, amenazaban a los navegantes enemigos en su paso por el canal de

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Chacao. A todo lo anterior debían agregarse siete lanchas artilladas que Quintanilla había dispuesto en distintos puntos.

Las ventajas que Freire había logrado ese día lo llevaron a pensar que podían haber ablandado la voluntad del gobernador de tal modo que el 11 le envió a éste un parlamentario con una misiva conminatoria (78) pero, como en otras ocasiones, no tuvo éxito y el español contestó en una escueta comunicación su invariable decisión de resistir (79).

La espera de la respuesta de Quintanilla y el mal tiempo a pesar de que, como se mencionó, se había escogido la mejor época, retrasaron un tanto las operaciones. El día 12 continuaron los desplazamientos del ejército patriota adoptando, tanto los infantes cuanto las naves las mejores posiciones tácticas para lograr su objetivo.

Quintanilla se había establecido al resguardo del fuerte Puquillihue, desde el cual se defendía el único paso para acceder a San Carlos y, desde el mar, estaba ayudado por cinco de sus lanchas cañoneras. Después de una serie de acciones patriotas que se efectuaron de noche y por mar, y que fueron desarrolladas mediante una veintena de botes tripulados por marinería y fusileros provenientes de los distintos buques de la flota, lograron neutralizar las lanchas cañoneras. Estas embarcaciones fueron en algunos casos capturadas por los patriotas y otras hundidas por los propios realistas, para no dejarlas en poder del enemigo.

Por su parte, en tierra y también en las sombras de la noche, Borgoño lograba el triunfo sobre las tropas realistas en la Batalla de Pudeto que fue librada en las inmediaciones del estero de ese mismo nombre (13/1/1826) con la valiente colaboración de sus avezados comandantes: Beauchef, Rondizzoni, y Aldunate y el batallón de reserva al mando del oficial Manuel Riquelme.

Cabe destacar que tanto el almirante Blanco, cuanto el brigadier Borgoño fueron de inestimable ayuda en la discusión de todos los planes de ataque que Freire elaboraba. Están consignadas en la obra de don Diego Barros Arana las numerosas veces que, con su honradez profesional, debieron discutir y enmendar los planes presentados por Freire como comandante en jefe de la

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expedición, observaciones sobre las cuales este jefe, sin arrogancias de ninguna especie, se allanaba a intercambiar ideas y, si era el caso, como sucedió varias oportunidades aceptaba con gusto modificarlas. No deseaba verse expuesto a un nuevo fracaso.

Urgido por las circunstancias, el día 14 de enero, el jefe realista debió abandonar su posición, ya que si la mantenía podría sufrir el castigo de los fuegos de la escuadra además del acoso del ejército. Decidió entonces replegarse a las alturas de Bellavista, produciéndose en tal sitio el llamado Combate de Bellavista donde, a pesar de la mejor ventaja del terreno, las tropas realistas fueron derrotadas debiendo buscar un mejor emplazamiento, más cercano a Castro, distante veinte leguas de este lugar, y que era la única guarnición desde donde podían recibir víveres y algún socorro. No obstante, al iniciar ese repliegue hacia el punto de Tantauco, ubicado a seis leguas de Bellavista, empezó el traspaso masivo de los subordinados de Quintanilla a las fuerzas patriotas (80). Es de imaginarnos la amargura del gobernador al comprobar, lo que para él resultaba muy triste pero, quizás para un observador más acucioso y menos fanático de la causa del rey, ya desde hacía años mostraba señales de advertencia las que, como prueba de aquello, se han ido consignando a lo largo de este trabajo. Otros soldados prófugos se dirigieron a Castro, donde se encontraba la guarnición realista al mando del Coronel Rodríguez Ballesteros. Según las declaraciones de éste (81) aquellos intentaron ejecutar a sus propios jefes realistas.

Después de esta masiva deserción, y antes que el general enemigo tuviere una idea clara de la situación de las fuerzas realistas, Quintanilla apuró la capitulación, para no tener que verse forzado a efectuarla en peores condiciones, aun cuando él siempre confió en la magnanimidad del generoso Freire. Así, el mismo día 15, le dirige desde Tantauco una nota al jefe chileno manifestándose dispuesto a celebrar un convenio para la anexión de la provincia de su gobierno a la República de Chile. Obviamente en dicha comunicación trataba, en lo posible, de ocultar la desgracia de su verdadera situación.

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La actitud de Freire confirmó su nobleza de alma con el vencido. Le respondió oficialmente a Quintanilla, comisionó a los encargados de acordar las condiciones de la capitulación y envío al derrotado gobernador una carta privada en la cual le ofrecía sus servicios personales y, más aún, su amistad. Quedaba de manifiesto que lo único que Freire ansiaba era la pronta incorporación del archipiélago al resto del país. La buena disposición del vencedor, y la lógica disposición del vencido, no demoraron las cosas y el día 19 de Enero, con Freire en San Carlos y Quintanilla aún en Tantauco, se procedió por estos dos personajes a la ratificación del llamado Tratado de Tantauco (En extenso en el Apéndice, pág.82) con una serie de ventajas, casi impensables para los vencidos realistas. Tres días después, el 22 de Enero, se juraba la independencia de Chiloé como parte integrante del territorio de Chile y, en el hasta hoy bien conservado fuerte San Antonio (Campo Santo), se arriaba la enseña de España izando, oficialmente y por primera vez, la bandera de Chile.

Ramón Freire designó entonces en la gobernación, de la ahora provincia chilena, al coronel don José Santiago Aldunate Toro quien, además de sus personales cualidades, había tenido una brillante actuación en las acciones destinadas a esta conquista. Adicionalmente, como premio, se le ascendió al grado de brigadier.

El último reducto español en América del Sur había caído. Trece meses y once días después de la victoria independentista librada en Ayacucho y en forma casi simultánea con la capitulación de otro bravo español, hasta el fanatismo, el brigadier don José Antonio Rodil, en la fortaleza del Real Felipe del Callao.

En América, sólo la isla de Cuba y Puerto Rico quedarían por muchos años más, hasta 1898, en manos españolas.

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Chiloé independiente: Después de la magnánima capitulación de los realistas en Chiloé, don Antonio de Quintanilla volvió a su patria y a pesar de las facilidades y gratuidad estipuladas en el Tratado de Tantauco para el traslado de los que quisieran

regresar , sólo un muy reducido número de militares realistas compuesto de ocho oficiales, junto a las familias de los que la tenían, regresaron a España (82) lo que constituye una prueba más que el apego o fidelismo al rey no era tal como, normalmente, deja la impresión al leer las obras de varios autores.

Como ya se dijo, don José Santiago Aldunate asumió la primera gobernación chilena en la isla. El novel gobernador, deseoso de mostrar su iniciativa en el puesto con que se le había honrado, inicia con mucho entusiasmo y patriotismo una serie de tareas de bien público. Fomenta la educación pública por todos los medios posibles; reglamenta la policía interna; organiza el aspecto sanitario de la provincia; se preocupa de la beneficencia, etc. Es interesante observar también lo que se refleja claramente, desde su primer informe enviado al Ministerio del Interior (83), que no le fue difícil encontrar para algunos puestos de responsabilidad en el archipiélago vecinos que “son

conocidos por su afecto al sistema de la patria”. Los nuevos chilenos-chilotes, ahora libres del concepto fidelista que se les inculcaba desde siempre, querían colaborar con su nueva patria donde se hallaban sus más caros intereses.

No obstante las buenas relaciones de Aldunate con los, ahora chilenos-chilotes, se vieron entorpecidas por un asunto un tanto inesperado que se fraguaba en nuestra propia América independiente y donde tuvo parte nuestro

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propio libertador don Bernardo O`Higgins y que, según informes británicos, contaba con la anuencia del propio Bolívar.

Don Bernardo, quien había vivido su exilio en Perú, siempre pendiente de lo que sucedía en su amado Chile y, como era de esperar y debe agregarse, enemistado seriamente con su antiguo colaborador Freire quien presionó su abdicación el año 1823, conocía del gran caos político y económico que se vivía en Chile y obviamente era un gran crítico de ese gobierno. No debe olvidarse, además, que una gran cantidad de partidarios O´Higginistas, también detractores del gobierno de Freire, deseaban su retorno a Chile.

Así las cosas, los partidarios del exiliado prócer chileno pensaron hacer uso político de los chilotes a los cuales se les consideraba, dado su reciente pasado, aún un tanto ajenos e ignorantes del acontecer nacional y así más fácil de subvertirlos para tomar Chiloé en favor de O`Higgins y, desde ese lugar contar con una primera plataforma para lograr el regreso de don Bernardo al país.

Debe aclarase que este movimiento no fue un intento para provocar un rebrote realista por parte de los chilotes como pudiera pensarse. Nada estaría más lejos en la mente de O`Higgins o de sus partidarios en Chile. Así entonces, en el mes de Mayo de 1826, el sargento mayor de artillería don Manuel Fuentes, encabezó una asamblea en este sentido, que declaraba a Chiloé provincia independiente de las demás provincias de Chile (84) y, apresando momentáneamente al gobernador Aldunate, trató de tomar el control del archipiélago, pero el movimiento fracasó siendo sofocado al poco tiempo y Aldunate volvió por sus fueros manteniendo su gobernación en dicha provincia hasta el año 1829.

Por su parte Freire, en desquite, ordenó la baja del ejército de O`Higgins y le retiró su rango, grado de Capitán General y sus rentas. Así fue, oficialmente, sellada la independencia de Chile con la recuperación de este importante territorio insular.

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La epopeya chilota vivida y sufrida por sus habitantes, en particular entre 1817 y 1826, tuvo un alto costo en vidas humanas y en sus patrimonios familiares. Sin embargo, mientras fueron vasallos de la corona española, voluntaria o involuntariamente, cumplieron mayoritariamente con su deber, pero sus aspiraciones de vida se encontraban muy lejos del llamado fidelismo el que sí fue practicado resueltamente por su líder español, Don Antonio de Quintanilla y su círculo más cercano. Empero, la valentía y el liderazgo militar de este último gobernador de Chiloé español, fueron las únicas razones que lograron mantener, por tantos años, después de la independencia oficial de Chile en 1818, ese territorio en poder de la corona, dándole un carácter de heroica resistencia a la historia de Chiloé.

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Notas numeradas en el texto anterior:

(1)- “La Iglesia dice que la Tierra es plana, pero yo sé que es redonda;

pues he visto su sombra en la Luna y tengo más fe en una sombra que en la Iglesia”: Hernando de Magallanes.

(2)- “El último día de Marzo de 1520 entró la expedición al Puerto de San Julián en la costa de la Patagonia: la gente ya desesperanzada de hallar el estrecho, mal racionada y aburrida de la esterilidad y frío de la tierra murmuraba del viaje y no encubría sus deseos de volverse atrás. Había llegado a una latitud tan elevada que aunque encontrase el estrecho este ofrecería pocas ventajas a la navegación y quejábanse muchos que se les sacrificase a una empresa casi inútil. Sólo la superioridad del carácter de Magallanes era capaz de dominar el descontento prefiriendo la muerte a retroceder. Mas los capitanes Cartagena, Quezada y Mendon aprovechándose del disgusto general y de las reyertas entre castellanos y portugueses agriadas por la misma lentitud del viaje, trataron de apoderarse de la Armada so pretexto de que Magallanes no tomaba consejo de sus oficiales ni les daba la derrota que debían de seguir. Causa pena al ver unos hombres a tantas leguas de su patria corriendo igual fortuna en un país bárbaro y desconocido expuestos a los innumerables peligros del mar y las acechanzas de la tierra, aborrecerse y aumentar con su conducta el número de los riesgos”: Primer Viaje

Alrededor del Mundo; de Antonio Pigafetta (Caballero italiano, integrante de la expedición que se embarcó con Magallanes en la Trinidad y que tuvo la suerte de regresar vivo a Sevilla a bordo de la Victoria junto a Juan Sebastián Elcano ) pág.196

(3)-“Un ancho archipiélago poblado de innumerables islas deleitosas cruzando por uno i otro lado

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góndolas y piraguas presurosas” : del poeta don Alonso de Ercilla y Zúñiga al observar en el año 1558, junto al gobernador del Reino de Chile don García Hurtado de Mendoza y Manríquez, el archipiélago desde una pequeña montaña. “El presidente Hurtado mandó a hacer

un lijero reconocimiento en alguna de esas islas; pero, no contando con elementos para establecer en ellas una colonia, dio su vuelta al norte, dejando para más tarde la conquista y ocupación del archipiélago”. Las Campañas de Chiloé, Diego Barros Arana, pág. 6 (4)-“Martín Ruiz de Gamboa puso a sus órdenes un cuerpo de 35

españoles i algunos indios ausiliares, i los hizo marchar en secreto, para ocultar sus verdaderas intenciones al cabildo de Santiago (el cual gobernaba el reino, entre Ago. de 1567 y Ago. De 1568) el que desaprobaba abiertamente esta expedición. Con aquella fuerza salió Gamboa de Valdivia a fines de enero de ese año (1567) i siguió su marcha por tierra hacia el mar del archipiélago. En Osorno engrosó su columna, i con ella llegó hasta Carelmapu (que en lengua huillyche quiere decir rejion verde) en donde fue recibido hospitalariamente. Carelmapu, como se ha dicho, está situado en la ribera norte del golfo de Chiloé, o en la Ensenada de Relonacaví, como lo llaman los jeógrafos. Aquellos campos estaban poblados por una tribu de indios huillyches, de carácter pacífico, los cuales, léjos de querer oponer resistencia alguna a los españoles, se sometieron gustosos a su autoridad, i les prestaron todos los auxilios i recursos de que podían disponer para ayudarles en la conquista de Chiloé. En las piraguas de aquellos indios atravesó el mar el jeneral Gamboa , i fue a poner su campo en la parte norte de la isla grande. Sus habitantes lo recibieron con particular agrado, le mostraron todo el territorio que ella comprende, i le prestaron juramentos de sumisión y vasallaje. Hasta entonces los españoles no habían encontrado en toda la América un solo lugar cuya conquista les fuese tan fácil como lo fue la de aquel archipiélago”: Las campañas de Chiloé, Diego Barros Arana, pág. 7 (5)-Nota del autor: Se usaba el término Capitanía General casi indistintamente con el de Gobernación de Chile, ya que era el gobernador

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quien ostentaba el mando militar superior del ejército, característica que normalmente tiene un Capitán General. En América este cargo era ostentado por los virreyes pero, debido a las lejanías territoriales con los asientos de los virreinatos, se hizo necesario nombrar Capitanes Generales en varios territorios americanos. Fueron Capitanías Generales: Santo Domingo (a partir de 1526), Guatemala (1540), Chile (1541 ), Filipinas (1565),Puerto Rico (1592), Cuba (1607), Yucatán (1617) y Venezuela (1777). La Gobernación de Chile era por su parte una denominación política y el llamado Reino de Chile era una denominación geográfica establecida por la corona. Algunos historiadores incluso usan el término presidente, para referirse al gobernador. (6)- “La más notable acometida de la Compañía de la Indias Occidentales

en el Nuevo Mundo español, durante los años 1640 fue la expedición de 5 barcos y varios cientos de hombres, bajo el mando de Hendrik Brouwer, el cual rodeando el Cabo de Hornos en Abril de 1643, opera por varios meses en el sur de Chile”: Isrrael Jonathan, “The Dutch Republic and

the Hispanic World, 1606-1661 “Aunque esta fuerza se las ingenia para

quemar uno de los fuertes españoles en Chiloé y establecer temporalmente una base holandesa en Valdivia, como asimismo iniciar contactos amistosos con los indios hostiles a España, la esperanza de establecer una base permanente y una efectiva alianza con los araucanos contra España, resulta rápidamente una decepción” Padre G. Guarda

O.S.B, Revista Cultura de y desde Chiloé, Nº13 y 14.

(7)- “El 6 de Junio llegamos a Castro, dejamos caer las anclas, y tan pronto estuvimos en tierra, los oficiales nos ordenaron marchar directamente contra el enemigo. Pero cuando ellos nos vieron, como ya había sucedido anteriormente, (se refiere a un desembarco efectuado en días anteriores en ese mismo lugar) se fueron al monte. Nosotros nos devolvimos y marchamos a través de la ciudad. Cuando habíamos subido un trecho corto, pensábamos que los que allí estaban se defenderían y nos eliminarían. Pero entramos sin resistencia, no encontramos botín alguno,

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pues ellos ya habían sacado todo de la ciudad, ellos mismos habían incendiado algunas casas y se habían retirado al bosque. La primera noche alojamos en la iglesia. Y como en los días siguientes no nos encontramos con ningún ser humano en la ciudad y no teníamos nada que ganar, los soldados incendiaron algunas casas y nos fuimos nuevamente a bordo. El 8 nos hicimos a la vela con viento muy fuerte, después de mediodía tuvimos que anclar nuevamente. La tripulación bajó a tierra, diariamente, y traía cerdos y ovejas a bordo. También prendieron fuego a una o dos casas, lo que no se les había ordenado. Esto provocó malestar lo que hizo postergar la partida. El 12 en la tarde avanzamos un poco y llegamos a una isla. Los del barco <Eintracht> bajaron a la isla y trajeron a un indígena y algunas ovejas a bordo de su barco. El 16 de Junio, a causa de viento contrario tuvimos nuevamente que navegar a la Bahía de Chilones (se refiere a Chiloé). Nuestro Almirante Sr. Heindrich Brouwer se sentía indispuesto. El 19 viaja a tierra nuestro Mayor más el Fiscal y algunos soldados con el sargento y regresan el 20, y traían el tesoro al Almirante, que estaba compuesto de 300 piezas y alrededor de 30 piezas de Achten (por su similitud en la pronunciación con el octavo, en idioma alemán, se presume que estaba refiriéndose a reales de a ocho). El 21 se les ordenó a los soldados y marinos bajar a tierra con azadones y palas para desenterrar un trozo de metal que habían enterrado los españoles y que los indios habían delatado. El trozo fue traído a bordo (obviamente era un cañón oculto), era alrededor de 8 pies y de 1050 libras de peso y disparaba una bala de 6 libras. Nota del autor: El Diario de Gaspar Schmalkalden, documento precioso de primera fuente, puede consultarse en lo referente a su estadía en Chiloé y Valdivia en el Apéndice p107. (8)- “Castro: está ubicada sobre un cerro y se ve también devastada

(seguramente era el estado deteriorado en que había quedado la ciudad producto de su antecesor, el corsario Sebastian de Cordes ). Pero de sus ruinas y especialmente de las tres iglesias todavía existentes, se deduce que fue un pueblo bien construido. Las iglesias se llaman: Primero la

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Catedral, segundo la Iglesia de la Merced y tercero la Iglesia Jesuita. Abajo del cerro corre el río Jamboa. Es un lugar fértil y en esta zona deben haber estado las minas de oro, pero los habitantes no quieren saber, ni oír de esto. Carlomappa: (Se refiere a Carelmapu) Se encuentra también en el ya nombrado golfo, en la playa del continente Chili. Es una mala fortificación con dos flancos y resguardada a su alrededor con empalizadas. Baldivia : (Se refiere a Valdivia, que hoy la escribimos con V) La ciudad de Baldivia está ubicada a 39 grados 40 minutos de latitud sur, a 4 millas del mar a orillas de un río. La ciudad está casi despoblada y llena de malezas, en las calles hay toda clase de árboles y arbustos, también el muro de la ciudad está en varias partes destruido: Del diario de Gaspar Schmalkalden: Revista Cultura de y desde Chiloé, Nº13 y 14 (9).- Nota del autor: Se determinó que la Isla Mancera fuera el centro político y militar. En 1645 se construyó el Castillo San Pedro de Alcántara, como también se inicia el Castillo San Sebastián de la Cruz. A partir de 1647, comienza la construcción de los fuertes Corral , Niebla y de la plaza real de Valdivia. Finalmente fue construido el Castillo de la Pura y Limpia Concepción de Lemus, en Niebla.

Este sistema defensivo formó parte de las llamadas tres más grandes construcciones para estos efectos, llevadas a cabo por la corona española en América, después de la de la Fortaleza del Real Felipe en el Callao y del Fuerte de San Diego en Acapulco. Recomendamos ver la disposición estratégica de estos emplazamientos en el mapa respectivo del Apéndice.

(10)“Los primeros sacerdotes llegan con los conquistadores que se establecen en Castro en 1567, pero las misiones recién empiezan cuando la Compañía de Jesús destina a Melchor Venegas [chileno] y a Joan Baptista Ferrofino [milanés], quienes vienen a ‘tantear’ la disposición

espiritual de los nativos insulares en 1608 , pero rápidamente incursionan entre los chonos y los veliches para su conversión” Los pilares de la

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Evangelización en Chiloé, Renato Alvarez Cárdenas, Publicación en Archivo bibliográfico y documental de Chiloé.

(11) “Con el propósito de obedecer a V.S. Iltma. Hago esta relación,

aunque brevemente, de las misiones de Chiloé, que son las más gloriosas y apostólicas en todo el Reino de Chile”.... “ se les suaviza a los misioneros

por ver el fruto tan abundante que se hace en las almas de aquellos indios, pues son muy dóciles e inclinados a las cosas de Díos”: Párrafos de carta

del padre José Imhoff al Obispo de Concepción, año 1717. Otra del padre Alonso Ovalle: “… la misión de Chiloé es de las más apostólicas

que tiene en el mundo la Compañía y de las más gloriosas que se hallan en todas las tierras”: Publicación, La Misión de Chiloé, jesuitas y

franciscanos, Hernán Barrientos C. pág. 3

(12)- “El trabajo apostólico con menos sobresaltos y con más frutos lo

realizaron entre 1771 y 1785. Tiempo en que los franciscanos de Ocopa se dedicaron a organizar el Hospicio de Castro y la misiones , y en momento más crítico para ellos se presentó bajo el gobierno del intendente Francisco Hurtado (1786-1789), para retornar a una relativa calma en los años 90. Antes de terminar la centuria y a principios de la siguiente, la escasez de operarios y luego las guerras de la independencia, fueron debilitando progresivamente la acción del Hospicio y desdibujándose la presencia franciscana y la labor apostólica en la Provincia y en el Perú, cuyo nadir es el año 1824, en que Bolívar cerró el Colegio de Santa Rosa”: Las misiones franciscanas de Chiloé a fines del siglo XVIII, 1771-1800, Rodolfo Urbina Burgos, pág. 2

(13)-“En la Recopilación de Leyes de Indias se distinguen las Provincias Mayores o territorios político-administrativo que corresponden a una presidencia-gobernación, regidas por un presidente-gobernador como Chile, Panamá, Santo Domingo, Guatemala. Las Provincias Menores o propiamente gobernaciones, regidas por un gobernador, no tienen Audiencia como en los casos de Venezuela, Cartagena de Indias ,Cuba, Nicaragua, etc. El caso de Chiloé se conceptúa como gobernación de tercera clase con gobernador particular”: Gobierno y Sociedad en Chiloé Colonial, Rodolfo Urbina Burgos, pág. 13.

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(14)-“Para la regulación de precios y aranceles se nombró en 1788 un

diputado con jurisdicción bastante para que decida y determine todos los negocios y tratos mercantiles y que representaba el Consulado de Lima en Chiloé, precisándose que el gobernador se abstenga del conocimiento de toda causa mercantil, dejando su libre y expedito uso al referido diputado, sin permitir que las justicias ordinarias usurpen las facultades de dicho diputado”: Disposición del Virrey Croix; Gobierno y Sociedad en Chiloé Colonial, Rodolfo Urbina Burgos, pág. 33

(15)- “según lo que apreciaban aquellas varas estériles, algún fruto les

hacen dar”: declaración al respecto del sacerdote jesuita Segismundo

Guell en 1769. Otra: Del jesuita del Colegio de Castro Santiago Bucarra en carta al Gobernador de Chile Manso de Velasco expresándose acerca del corregidor de Castro, don Fernando Cárcamo: “tiene talento para el

oficio y sabe representarle a V: Exa. Con el decoro debido, pero en gran parte frustra con facilidad con que cede a sus pasiones, especialmente del interés y venganza y sobreestar, del menosprecio y poca caridad de los desvalidos y pobres, en particular de la milicia en cuyo agravio y opresión se extrema, aunque es verdad que muy diversamente se ha portado hasta ahora con los pobres indios”; Gobierno y Sociedad en Chiloé Colonial,

Rodolfo Urbina Burgos, pág. 35. (16)-Lamentaba que no hubiera…”un subdelegado en tan vasta y

dispersa provincia ni sueldo alguno señalado para los que deben nombrarse; no hay sujetos en quien cometer una averiguación, una sumaria, porque la misma pobreza los tiene pobres e ignorantes y faltos de libros, de papel y de todo lo demás, propensos a la poca integridad y nada de fiar” Gobierno y Sociedad en Chiloé Colonial, Rodolfo Urbina Burgos, pág. 37.

(17)-Nota del autor: El llamado “Patronato” o” Patronato Regio” era el

conjunto de privilegios otorgados por los Papas a la Monarquía a cambio de que los nuevos territorios fueran evangelizados en la fe católica. Les permitía a los monarcas, en un comienzo, ser oídos antes de que el Papa

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tomase alguna decisión pero más tarde fue el ejercicio de casi todas las facultades de la Iglesia, lo que transformó a los monarcas, en los hechos y en el derecho, en la máxima autoridad eclesiástica en los territorios por ellos conquistados. Nombramientos, cobro del Diezmo, Encomiendas etc. fueron, entre otros, temas que suscitaron en ocasiones más de algún conflicto. Esta gran libertad con que contaban las autoridades españolas que actuaban por delegación real y por otro lado del sometimiento de la iglesia se ve reflejada también en el llamado” Exequator (pase regio o

regium exequátur) consistía en que las peticiones eclesiásticas debían pasar por manos de la corona antes de autorizar su ejecución.

(18)- “ No era lícito a los jefes políticos de la Provincia practicar el

comercio, pero hasta 1768 las autoridades centrales de Chile disimularon estos excesos de los gobernadores, porque se entendía que el comercio era el único incentivo para ir a servir a tan apartada frontera o, porque desde que la Provincia fue incorporada al Perú, el cargo se concedía - como a los antiguos corregidores - con la implícita facultad de comerciar, según argumentada el ex gobernador Antonio Martínez y la Espada en 1787, aunque sin exhibir documento probatorio. Sea como fuere, siempre estuvo el oficio de gobernador asociado al comercio, tal como lo denunció reiteradamente el cabildo de Castro a lo largo de los siglos XVII y XVIII. Sabemos que los gobernadores del XVII tuvieron por si o por interpósitas personas - familiares suyos o no - tratos y contratos tanto en la feria de Chacao con los maestres, como en el interior. Los barqueros, por conveniencia o por presión, hacían en primer lugar sus negocios con los jefes políticos antes de abrir la feria, o correr el riesgo de regresar con su carga al Callao. No fueron raros los casos de gobernadores que ocultaron la llegada de navíos para comprar íntegramente la cargazón, como lo hacía todos los años Antonio Manríquez de Lara a fines del siglo XVII. Durante su gobierno adquirió la mayor parte de la carga de cuatro naves. En 1680 lo hizo con el barco Santa Helena; en 1681 con la fragata La Campanilla; en 1683 con el San José y con la fragata Nuestra Señora de la Begoña, sin dar aviso a Castro de tales arribos. Ya por entonces, los gobernadores empleaban a los soldados en el corte de tablas en la

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Cordillera para negociarlas con los maestres a cambio de los efectos foráneos más necesarios en Chiloé, como los géneros, el aguardiente, la miel y el azúcar que revendían luego en sus tiendas de Castro, Chacao y Calbuco. En cada arribada de navío Manríquez se eximía de avisar a la ciudad o prohibía que “bajasen los vecinos encomenderos a vender sus

tablas por dichos géneros. De ahí también los graves conflictos que vivió la Provincia durante su gobierno. Casi todos los gobernadores del XVII, entre los que se cuentan varios chilotes, cortaron y vendieron alerce y construyeron sus propios barcos. En el XVIII la situación siguió igual según sabemos por las repetidas denuncias del cabildo en la primera mitad del siglo. En 1721 todavía se quejaba este organismo que los gobernadores abrían precios con los navieros sin dar aviso a la ciudad, quedando los vecinos obligados a comprar después más caro lo necesario, y forzoso a dichos generales. Pero, los gobernadores no eran los únicos. Durante buena parte del siglo XVII y primera mitad del XVIII, el Colegio Jesuita de Castro fue el otro poderoso comprador y vendedor. Según John Byron, el mayor porcentaje de la carga llegaba consignada a los Padres de la Compañía. Por entonces (1741) los religiosos tenían más indios de servicio que cualquier encomendero, y con dichos naturales cortaban las tablas que los hacían casi dueños del comercio.”: Gobierno y Sociedad en Chiloé Colonial,

Rodolfo Urbina Burgos, págs. 232 y 233. (19)- “…Venidos para consultar la mejor defensa del reino y sosiego”

Otra: “… y a ejemplo de lo que hizo el Señor Gobernador de Cádiz,

depositó toda su autoridad en el pueblo para que acordase el Gobierno más digno de su confianza y más a propósito a la observancia de las leyes Leyes y conservación de estos Dominios a su legítimo Dueño y desgraciado Monarca el Señor Don Fernando Séptimo” Otra: “…Todos

los Cuerpos Militares, Jefes, Prelados, Religiosos, y Vecinos juraron en el mismo acto obediencia y fidelidad a dicha Junta instalada así en nombre del Señor Don Fernando Séptimo a quien estaría siempre sujeta conservando las autoridades constituidas , y Empleados en sus respectivos destinos: Y concluido pasado Oficio al Tribunal de la Real Audiencia para que prestase el mismo reconocimiento el día de mañana diez y nueve

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del Corriente (por haverse concluido las diligencias relacionadas a la hora intempestiva de las tres de la tarde) resolvieron dichos Señores se extendiese esta Acta y publicase en forma de Vando Solemne, se fixase para mayor notoriedad en los lugares acostumbrados, y se circulasen testimonios con los respectivos Oficios a todas las Ciudades y Villas del Reyno. Así lo acordaron y firmaron de que doy fé” Firmado por José

Miguel Infante, fragmentos pertinentes del Acta de la Primera Junta de Gobierno, 18/9/1810. Original en extenso en Apéndice, pág. 90.

(20)- “El gobernador D. Ignacio Justis, no pudiendo resistir tantos clamores de viudas y huérfanos que produjo la desastrosa Guerra de Chile, hizo dimisión del gobierno y se retiró para Lima. Para reemplazarlo nombró el Sr. Virrey Pezuela al Coronel Comandante que fue de Carabineros de Abascal D. Antonio de Quintanilla, quien tomó posesión del gobierno a fines de 1817”: El general Quintanilla y su

gobierno en Chiloé (1817-1826), Isidoro Vásquez de Acuña, pág. 295.

(21)-“Justis, sin embargo, tuvo energía para seguir gobernando con tantas contrariedades. Poniendo en juego su natural sagacidad i apelando a mil recursos de diversa especie, pudo conciliar los ánimos i conjurar momentáneamente la tempestad que se alzaba. No necesita decirse cuán grande fueron las dificultades que tuvo que vencer Justis para gobernar en tan crítica situación. Levantó a costa de mil esfuerzos y sacrificios algunas partidas para atender a la seguridad interior i exterior de la provincia”: Las campañas de Chiloé, Diego Barros Arana, pág. 25. (22)-“Con la toma de esta ciudad (Concepción), los chilotes sintieron

haber cumplido con las razones de su movilización y esperaban regresar a la Provincia. Pero el plan (realista) era otro: avanzar sobre Chillán….”

“Desde Chillán avanzaron sin mucha oposición hasta Linares el 24 de Abril de 1813, pero entonces los chilotes se sentían traicionados en sus objetivos primeros, e incómodos en medio de un gentío de chilenos (realistas) que formaban las fuerzas de Pareja y a quienes miraban con desconfianza. Más tarde vinieron las confusas acciones de Yerbas Buenas,

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luego de lo cual marcharon sobre el Maule. Esta última decisión de Pareja hizo meditar a los isleños que miraban con creciente recelo a sus ocasionales compañeros (realistas) chilenos. Veían traiciones por todas partes, excepto de los valdivianos (también con integrantes chilotes). Entonces el Batallón de Voluntarios de Castro se negó a pasar el Maule, y la misma actitud tomó el Batallón Veterano de San Carlos de Chiloé bajo el argumento que la razón de la campaña había sido rendir a los insurgentes de Concepción no más que eso. Había desconfianza.”:

Rodolfo Urbina/ Dante Montiel; Período Independentista: Los Chilotes “Defensores del Rey” (1812-1826).

(23)-“El brigadier Pareja sentíase morir; pero se negó a que lo retirasen del campo de batalla. Con angustiosa aridez de corazón veía que la vida le iba siendo más corta que la voluntad…El moribundo general español

montó a caballo, por última vez, y revistó la tropa formada. Los soldados veteranos pensaban que aquel brigadier agonizante quería ganar las batallas después de muerto, como dicen lo había hecho el Mío Cid Campeador….El brigadier Antonio Pareja y Serrano, Caballero de

Santiago, ante su tropa formada y con voz entera, dio a conocer como su sucesor al coronel Juan Francisco Sánchez, oscuro soldado de la frontera, y le entregó, para su defensa, el estandarte del Rey.”: Los defensores del

Rey, Fernando Campos Harriet, págs. 41 y 42.

(24)“Algunos jefes realistas, Justis, Tejeiro y Jiménez Navia, se habían negado a servir bajo las órdenes de Sánchez y habían marchado a Concepción, desde donde partieron a Lima e hicieron a Sánchez una atmósfera pesada. La sorpresiva designación del opaco coronel había herido su orgullo de oficiales destacados….Quintanilla y Ballesteros siguieron bajo sus órdenes pero le juzgaron sin benevolencia…..Cupo al

coronel don Juan Francisco Sánchez la honra de soportar el largo acoso (de Chillán) sin decaimientos y sin transacción. Tuvo, a más de sus recursos propios y de sus guerrilleros, dos grandes colaboradores: los franciscanos de Chillán y el invierno de 1813”: Los defensores del Rey,

Fernando Campos Harriet, Pág.47.

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(25)-“Cesaran inmediatamente las hostilidades entre ambos ejércitos i la

evacuacion de Talca se efectuará a las treinta horas de ser comunicada la aprobacion del Gobierno de Santiago sobre este tratado, i de toda la provincia de Concepcion, esto es, las tropas de Lima, Valdivia i Chiloé, en el término de un mes de recibida dicha aprobacion, franqueándoseles los auxilios que estuviesen al alcance de Chile i dicte la regularidad i prudencia; i quedando esta última plaza de Chiloé, sujeta como ántes al Virreinato de Lima, así como se licenciaran todos los soldados de la provincia de Concepción i sus partidos, si lo pidiesen” : Artículo segundo

del Tratado de Lircay; firmado por Gaínza, O‘Higgins y Mackenna 13

/5/1814, Apéndice pág. 100.

(26)”Al embarcarse el brigadier Pareja había encargado a la tesorería

provincial que cubriese a las familias de sus soldados ciertas asignaciones correspondientes a su sueldos; pero la pobreza del erario no permitió atender a tan premiosa necesidad i esas familias tuvieron que sufrir infinitas miserias, mientras sus padres o sus esposos hacían una penosísima campaña sin recibir sueldo alguno. Parecía que el término natural de estos sufrimientos hubiese sido la reconquista i pacificación de Chile por las armas españolas. Esto sucedió en octubre de 1814; pero, contra las esperanzas de aquellos infelices, el coronel don Mariano Osorio que consumó esta obra, descuidó a los batallones chilotes i a sus familias para atender a las tropas españolas que servían en su ejército. Los soldados de aquella provincia recibieron apenas una módica asignación en premio de sus servicios durante dos años de fatigosas campañas. Inútil fue que los soldados en Santiago i sus familias en Chiloé, elevasen memoriales a las autoridades respectivas para obtener alguna gratificación por sus dilatados servicios; el gobernador del archipiélago pasó sus reclamos al presidente de Chile (el propio Osorio), i este al virrey del Perú, sin obtener cosa alguna”: Diego Barros Arana, Las campañas

de Chiloé, pág. 24.

(27)”Osorio, en efecto, no era un soldado cruel e inhumano como otros

jefes españoles que hacían la guerra contra los insurgentes de América. Pasado el rigor del combate i la irritación que le habían producido la resistencia de los patriotas en Rancagua, Osorio se mostró generalmente suave y bondadoso, dispuesto en lo posible a perdonar o, a lo menos,

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hacer menos dura la represión. Obligado, enseguida, a cumplir las instrucciones del virrey del Perú que le ordenaban castigar a los insurgentes de Chile y rodeado además de consejeros que le recordaban el cumplimiento de ese deber, aquel jefe parecía dictar con pesar las medidas de rigor”: Diego Barros Arana; Historia General de Chile, Tomo

X, pág. 11.

28)-“A Marcó del Pont, que era un hombre fino, de los mejor educados y

de excelente tronco, algo raro entonces, le dieron fama de afeminado, simplemente por su limpieza, su elegancia, y el pecado de haber traído ciertos adelantos a una ciudad cuyo estado entonces era indescriptible a causa de su atraso y suciedad. En Santiago no había vidrios, ni letrinas, ni más alumbrado que el de las velas de sebo, sostenidas en pelotas de barro que sacaban a mano de las acequias. El entretenimiento de los niños era la pedrea. Lo que ahora llamamos guate, de W.C., era el zambullo, un canco hediondo que sacaban de las casas y cantinas una vez al mes. En otras partes ponían el excusado encima de la acequia en el tercer patio. En la Plaza ocupaban todo un costado los vendedores de ojotas. Las ojotas viejas quedaban en el suelo y servían los domingos para la llamada guerra de ojotas. Con este calzado combatieron los ejércitos patriotas. A esta ciudad trajo el señor Marcó del Pont alguna escupidera, peines, cepillos, jabones finos, y algún carruaje con vidrios, todo lo cual pareció insólito. Le compararon con la Pompadour y le dieron fama de afeminado. Poco cuesta desfigurar a las personas...”:Casimiro Marcó del Pont , Joaquín Edwards Bello. Otra cita: “El General Marcó dividió el nuestro

(ejército) en toda la extensión del país a guardar los diferentes pasos de la cordillera. Su Gobierno, por otra parte, era muy despótico, demasiado afeminado y de corto talento, así fue que sus providencias y el ningún conocimiento que tenía de la topografía del país, pues nunca salió de la capital, y no pensando más que en el lujo de sus carruajes y vestidos, confiaba los negocios a personas que le daban una mala dirección”:

Autobiografía del Mariscal de Campo don Antonio Quintanilla, págs. 81-82.

(29)-“El ejército realista alcanzaba a 4500 hombres, descompuestos en los siguientes cuerpos: batallón de infantería de Concepción (comandante Campillo) 700 hombres; batallón de infantería de Chillán (comandante Alejandro)700 hombres; batallón de infantería de Chiloé(comandante Arenas) 700 hombres; batallón de infantería de Valdivia (comandante Pinuer) 700 hombres ; batallón de infantería del Talavera (comandante

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Maroto) 700 hombres; Carabineros de la Concordia (comandante Quintanilla) 200 hombres; Húsares de Abascal (comandante Barañao) 200 hombres; Dragones (comandante Morgado) 400 hombres; Artillería (comandante Cacho) 250 hombres…Pero Marcó tenía disperso ese

ejército. Sólo alcanzaron a concentrarse em la cuesta de Chacabuco 1660 hombres…De ellos 1400 pertenecían a los batallones Talaveras, Valdivia

y Chiloé y 250 a los Húsares. Este era el ejército que iba a comandar Maroto” ; Barros Arana, Historia General de Chile, Tomo XI, pág. 528.

(30) “Tocó al presidente Bulnes, después célebre presidente de Chile,

perseguir y derrotar con su tropa a los Pincheira y derrotarlos en varios encuentros en 1832. Muerto Pablo, en la ocasión señalada, José Antonio, se rindió al general Bulnes. Este militar rescató en su campaña contra los Pincheira unas mil mujeres robadas a sus familias”: Los Defensores del

Rey, Fernando Campos Harriet, pág. 249.

(31)-En referencia a Vicente Benavides: “Los gobernadores realistas de

Valdivia y Chiloé le enviaron armas y gente. El virrey del Perú le sostenía en su empeño: estaba decidido a fomentar estas montoneras a fin de impedir la formación de la Expedición Libertadora del Perú. Honró a Benavides con el grado de coronel del ejército español y le envió despachos en blanco para que hiciera nombramientos militares que premiasen a los subalternos que se hubiesen distinguido. En la primavera de 1821 (Benavides) reunió un ejército de tres mil hombres, compuestos de indios sacados desde la Araucanía y de españoles traídos en embarcaciones desde Chiloé. El pensamiento dominante de este ejército era apoderarse de Santiago”: Los Defensores del Rey, Fernando Campos Harriet, págs. 244 y 246.

(32)- “Tres barquichuelos dieron a los Reyes de España la posesión del

Nuevo Mundo, estas cuatro tablas van a quitárselo”: Declaración de don B.O‘Higgins al zarpe de la Primera Escuadra Nacional, 10 de Octubre de

1818.

(33)- Nota del autor: La Escuadra Libertadora del Perú logró reunir nada menos que 25 naves en total; de las cuales 8 de ellas eran de guerra propiamente tal y el resto buques de transportes. Sus tripulaciones

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sumaban 1600 hombres de los cuales aproximadamente 600 eran extranjeros, en su mayoría ingleses. En adición, la fuerza militar expedicionaria estaba compuesta además por 4600 hombres entre argentinos y chilenos. Entre sus bastimentos se contaba armamento para equipar unos 12.000 probables reclutas peruanos, más de 7000 toneladas de carga que contenía, principalmente, víveres y vestuario para 6 meses y un hospital de campaña. El gobierno de Bernardo O‘Higgins debió

costear gran parte de la expedición enviando misiones tanto a los Estados Unidos y a Gran Bretaña para solicitar préstamos monetarios destinados a financiar esta gigantesca empresa.

(34)-“Yo fui dedicado por mis padres, después de la primeras letras al

estudio de la latinidad, siendo el pensamiento de ellos que algún día fuera eclesiástico, pero no llamándome la vocación a este estado, mi aplicación al latín me era repugnante y adelantaba muy poco; sin embargo ya traducía regularmente los autores que se enseñaban en el Estudio de Solares”: Autobiografía del Mariscal de Campo don Antonio de

Quintanilla, pág.18. Nota del Autor: Es preciso destacar que, dada la comprobada rectitud de Quintanilla, los historiadores hacen fe de la veracidad de su autobiografía y toda vez que es una primera fuente que no es desmentida , sólo rectificada por otros en detalles carentes de importancia, es muy recurrida por aquellos para testimoniar sus narraciones, sin tacharlo de parcialidad, V.gr. lo expresado por don Isidoro Vásquez de Acuña: “Los

historiadores que han tratado su figura a través de las fuentes documentales están contestes en valorar sus escritos como garantía de la veracidad y espontaneidad que de ellos se desprende, lo que los hace fuentes de primera magnitud para conocer un retazo importantísimo de nuestro reciente acontecer”; El general Quintanilla y su Gobierno en Chiloé (1817-1826) pág. 310.

(35)-“El destino tiene sorpresas increíbles; abre inesperadamente caminos

desconocidos; empuja al hombre como a la nave el viento sobre la vela; le señala de pronto el puerto de arribada. Aquel pacífico comerciante que

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fue enrolado de mala gana, con la condición de servir dos meses una profesión que le era desconocida, iba a servir en Chile durante 13 años la causa del Rey, o sea, hasta Enero de 1826, y ser uno de sus más bravos, infatigables e intrépidos capitanes, el último de los gobernadores reales en Sudamérica, el más noble y digno defensor de la bandera de España”:

Los defensores del Rey, Fernando Campos Harriet, pág.137.

(36)-“Estaba construyendo Justis una goleta con el fin de fugarse si

Chiloé fuese atacado. Yo, luego me recibí del mando; la hice quemar protestando que moriría con ellos antes que abandonarlos. Este principio de mi gobierno mereció el aprecio que hicieron de mi los habitantes”:

Autobiografía del Mariscal de Campo don Antonio de Quintanilla, pág 98.

(37) “…varios sediciosos prevalidos de estas tristes circunstancias,

(resultados de la batalla de Chacabuco) pegaron fuego al pueblo de San Carlos, con el fin de dar muerte al Gobernador Quintanilla en el acto de confusión y desorden que, regularmente hay en estos casos y más en un pueblo como aquel que, por ser sus casas todas de madera, no dan tiempo para tomar providencias de cortarlo, pero no habiendo logrado sus proyectos aunque sí el haber quemado cuarenta casas y descubiertos los actores por Quintanilla, les mandó a formar causa y fueron ahorcados cinco de ellos.” : Isidoro Vásquez de Acuña ; El general Quintanilla y su

Gobierno en Chiloé (1817-1826) pág. 296.

(38)- “Procedí pues a armar la goleta que por su buena construcción,

porte y ser nueva, así como su sobresaliente andar, ofrecía para el corso las ventajas que se podían desear. Le puse en proa dos cañones de a 8 largos sobre correderas y en popa y costados 6 cortos. La hice tripular con la correspondiente dotación de marineros y un oficial con 16 soldados; le di el mando al mismo Magneri, le puse el nombre de General Quintanilla, la proveí de víveres y municiones y con las instrucciones que acompaño en copia salió a hacer el corso, siendo este tan ventajoso que al poco tiempo hizo varias presas, que remitió a Chiloé, e importaron para el erario la cantidad de 296.057 pesos y 7 reales, que aunque en efectos

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sirvieron para suministrar todo el tiempo que duró la dominación española en la provincia dándoles a las tropas, tanto veteranas como de milicia en servicio, parte de los sueldos que se iban devengando, con lo cual se vistieron así a los soldados y oficiales como sus familias y generalmente todos los habitantes de la provincia a quienes se les vendían a cambio de víveres para la tropa.”: Autobiografía del Mariscal de

Campo don Antonio de Quintanilla, pág.106.

(39)-“Se me presentó en el puerto un bergantín inglés con 12 cañones llamado Lapuy (Puig) y le habilité de bandera y patente para hacer el corso. Se le puso por nombre General Valdés, nombre cuyo jefe era de nuestro ejército en el Perú, el cual salió y apresó en la costa del Perú una fragata enemiga La Mackenna, con trescientos hombres de tropa y la plana mayor del ejército insurgente de Santa Cruz derrotado en Moquegua por el nuestro. La fragata con los 300 llegó a Chiloé, el bergantín con los jefes prisioneros naufragó bajo un temporal a la altura de Chiloé, sin salvarse ninguno. Por economizar gastos interné los prisioneros en lo interior y éstos, que tomaron relaciones con los habitantes, imbuyéndoles sus ideas de libertad e independencia hicieron mucho mal en la opinión y espíritu público. “Luego que lo percibí (se

refiere al espíritu público de los chilotes) los reconcentré (a los prisioneros) en una pequeña isla y hube de suministrarles para que comiesen, mas como llegó a noticia de los buques enemigos que bloqueaban el puerto, entró al archipiélago una fragata de guerra para libertarlos, pero no lo consiguió, porque los hice embarcar apresuradamente pasándolos a la Isla Grande. Como estos prisioneros eran una carga, exploré su voluntad y tomaron partido algunos y a los demás les di pasaporte para irse a Valdivia a incorporarse a los chilenos”:

Autobiografía del Mariscal de Campo don Antonio de Quintanilla, págs. 107 y 108. (40)- “Remití al virrey del Perú el escuadrón de caballería que había

formado de los restos del Ejército de Chile a cuyo efecto compró la hacienda un bergantín el “Chilote” que lo transportó a los puertos del

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Perú y para que fuese armado le armé en guerra con un cañón largo de 24, giratorio, y llegó felizmente”: Autobiografía del Mariscal de Campo

don Antonio de Quintanilla, pág.108.

(41) “A fines de 1820 entró por la boca sur de la Isla un bergantín

remitido desde Arauco por el comandante de aquella frontera, Don Vicente Benavides, pidiendo auxilio de armas y municiones para continuar la guerra en la provincia de Concepción y como los oficiales y tropas que se replegaron a Chiloé (se refiere al combate de El Toro en Llanquihue, actual 10ªregión de Los lagos, donde las fuerzas patriotas se batieron con un triunfo sobre los realistas) no podían conformarse con la escasez y desnudez que experimentaban en aquel destino ,se ofrecieron voluntarios casi todos los oficiales del cuerpo de Cazadores Dragones, como también muchos del Depósito y alguna tropa. En tales circunstancias nada fue más agradable al Gobierno de Chiloé que deshacerse de tantos descontentos y embarcándolos con una pieza de a 24 y algunas municiones, y no fusiles por no haberlos, se despachó el buque y arribó felizmente a Arauco conduciendo a Benavides un socorro que le sirvió para prolongar la guerra”: El general Quintanilla y su gobierno en Chiloé (1817-1826), Isidoro Vásquez de Acuña, pág.298.

(42)-“Llegado a Chile tuve que trasladarme a la Península con mi familia, a mi costa, por no haber querido el Gobierno de Chile costearme los pasajes si no nos juramentábamos para no tomar más las armas contra los países de América, lo cual rehusamos, y yo, por no retardar mi viaje y dar cuenta de mi conducta a S.M. lo aceleré antes que llegara la orden para ser transportado con los jefes y oficiales en un buque francés por cuenta del Estado” : Autobiografía del Mariscal de Campo don Antonio de Quintanilla, pág.128.

(43)” Llegué pues a España donde empieza mi segunda parte que ya no es tan interesante como la de América donde, sin excepción de ninguno de los que han hecho la guerra en esos países, puede contarme como el que más ha trabajado por su conservación hasta el último extremo y siendo el último que permanecí en mi puesto: Autobiografía del Mariscal de Campo don Antonio de Quintanilla, pág.130.

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(44)-“La guerra civil que empezaba y a la cual hubiera yo acudido con la

decisión propia de un militar honrado y que amante de la monarquía me hubiera sido grato el haber sido empleado, fue para mi ajena porque en virtud de la desconfianza que existía en el Gobierno de no ser adicto a la causa de la Reina no se me llamó al ejército, ni yo lo pretendí porque además del resentimiento por haberme creído partidario de don Carlos (el pretendiente de la Corona) lo tenía por no habérseme concedido lo que justamente me había concedido el difunto Rey, que era el ascenso a Mariscal de Campo”: Autobiografía del Mariscal de Campo

don Antonio de Quintanilla, pág.134.

(45)-“El almirante Blanco me cedió, con generosidad patriótica, su puesto, aun cuando la heroica acción que acabada de ejecutar le diese derecho para conservarlo (se refiere a la magnífica captura efectuada por Blanco en Talcahuano de la fragata española de 50 cañones la María Isabel), siendo además tan franco, que en persona anunció a las tripulaciones de los buques el cambio que se había efectuado”: Memorias de Lord Cochrane, traducción, pág. 5, Archivo Cochrane, Valparaíso.

(46)- “Semejante modo de obrar, lo sé, es muy ajeno de las intenciones de

la excelente persona que ahora preside los negocios de Chile (se refiere a Freire), como en toda conciencia no estaba distante del ánimo y corazón del anterior Supremo Director (se refiere a O´Higgins), quien hallándose colocado en esa elevada posición, estaba desgraciadamente expuesto a los errores que dimanan de prestar oídos a las sugestiones de los interesados que rodean siempre al poderoso, sacando provecho en ocultar la verdad y propagar el engaño. Es un hecho harto conocido de todos mis amigos que yo había determinado dejar Chile, antes de recibir ninguna proposición del gobierno de Brasil. Hasta ahora he sido tratado por este gobierno (se refiere a Brasil) con la mayor confianza y sinceridad, y las facultades de que me ha revestido son de un todo contrario de aquellas mezquinas y coartadas distracciones con que me tenían encadenado el Senado, los ministros de Chile y San Martín, a cuyas órdenes me habían colocado”:

Memorias de Lord Cochrane, traducción, pág. 305 Archivo Cochrane, Valparaíso.

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(47)- “Estas ocurrencias brevemente recordadas, demuestran que la deuda debida a los aprehensores de la Esmeralda no es la sola obligación nacional que tienen que satisfacer un honorable gobierno, y un pueblo generoso y de sentimientos elevados - el cual ha sacado ventajas de los servicios extraoficiales prestados con el mayor celo, y aún puede añadirse fidelidad, puesto que las provisiones y pertrechos necesarios para ir en perseguimiento de las fragatas Prueba y Venganza, ni Chile ni el Perú los habían suministrado, sino que se compraron con el dinero del premio de presas, que en justicia pudiera haberse distribuido entre los aprehensores de la Esmeralda. Estos hechos históricos, oscurecidos o falsificados en aquella época a fin de impedir se hiciesen comparaciones entre empresas navales y militares poco favorables y proyectos ambiciosos serán reconocidos cuando se publique una verídica relación de los acontecimientos de aquella época, y de los motivos y acciones de aquellos que estaban empleados en promover y afianzar paz y prosperidad de Chile y emancipación colonial al Perú” : Memorias de Lord Cochrane, traducción, pág. 330, Archivo Cochrane.

(48)- Nota del autor: Entre los más conocidos autores que han basado sus personajes en la aventurera y tan singular vida de Cochrane, se destacan Cecil Scott Forester en su novela denominada “Horatio

Hornblower” y la versión cinematográfica de la novela de Patrick

O‘Brian, “Master and Comander” (Llegada a nuestro país con el nombre de Capitán de Mar y de Guerra: al otro lado del mundo).

(49)-“Con todo el balance estratégico-militar le fue por fin favorable. Apenas trescientos diez hombres con un mínimo de bajas, comandadas por Cochrane y Beauchef , tomaron seis fortificaciones de la ribera sur poniente del río Valdivia, defendidas por cuatrocientos cincuenta veteranos bien armados, de los cuales la mitad fueron detenidos o muertos- El Botín que cayó en nuestras manos-diría en sus memorias-era considerable ya que Valdivia era el depósito militar general de la parte sur del continente- Pero más allá de los cientos de quintales de pólvora, balas de cañón, cartuchos de fusil, cañones y demás pertrechos militares, capturar las plazas de Corral y Valdivia dejaba al enemigo en una

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situación de gran orfandad política, militar y psicológica. A futuro no sólo no podrían guarecerse allí hombres, tesoros y buques enemigos, privando a las fuerzas realistas de parte de los sustentos que de ahí se extraían, sino lo que era más importante, daba un golpe duro a la estrategia defensiva que, basada en lo inexpugnable de sus fortalezas terrestres, los españoles venían desarrollando en América desde la derrota de Trafalgar”: Patricia

Arancibia Clavel y otras; La Marina en la historia de Chile, Tomo I, Siglo XIX, pag. 164

(50)-“Por la correspondencia hallada en las oficinas de Valdivia, resultaba claramente que Quintanilla, gobernador de Chiloé, tenía graves temores de que hubiese una sublevación en San Carlos por lo que en vez de volverme a Valparaíso, me resolví a ver qué partido podría sacar allí”. Otra mención: “Además, había sabido que la guarnición se

encontraba en estado de motín, por lo cual calculé que llegando pronto, bien podría inducirla a abrigar la causa de los patriotas. Por desgracia, el gobernador español, Quintanilla, había traspirado mis designios y con prudencia y astucia había logrado apaciguar la sedición”: Memorias de Lord Cochrane, traducción, pág. 51 y pág.54, Archivo Cochrane, Valparaíso.

(51)-“El 27 de febrero llegué a Valparaíso en el Moctezuma y fui acogido por las más vivas demostraciones de entusiasmo por parte del pueblo y de ardientes expresiones de gratitud del Supremo Director. Mas no fue así el recibimiento que me hicieron sus ministros. Zenteno, a cuyas órdenes había yo faltado, dijo que la conquista de Valdivia; ¡era el acto de un loco! Que había merecido perder la vida en ese atentado, como lo merecía ahora mismo por haberme atrevido a acometer una plaza sin instrucciones (se refiere acá a Chiloé) exponiendo a las tropas chilena a semejante peligro”: Otra mención: “A pesar del envidioso descontento de Zenteno, el gobierno no pudo dejar de conceder, por deferencia a la opinión pública, una medalla a las tropas mencionadas en ese decreto. Que la toma de Valdivia era el dichoso resultado de un plan admirablemente concertado y ejecutado con la mayor intrepidez y decisión (como se puede observar, ni siquiera existe una mención a Chiloé). El decreto me concedía, además, una hacienda de 4000 cuadras

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cuadradas…”: Memorias de Lord Cochrane, traducción, pág. 59 y

pág.60, Archivo Cochrane, Valparaíso.

(52)-“Mi querido Beauchef: En V. está toda mi confianza para la reunión del archipiélago de Chiloé a este Estado, o a su conquista por las armas, si aún los españoles no se hallasen cansados de hacer derramar sangre americana sin objeto. Todo Chile fija la vista en las fuerzas expedicionarias y en V. ¡Ea pues amigo mío! Así como en otras ocasiones ha desempeñado V. mis órdenes con el valor propio de su honor, marche V. a la victoria, seguro que no abandonará a un hijo predilecto. Acompaño a V. la adjunta para don José María Artigas, a quien le recomiendo; procure V. ponerla en su poder, si se le presenta ocasión muy segura. Haga V. cuanto esté a sus alcances por dar la vela inmediatamente, antes de que pique la deserción. Adios, mi amigo, felicidad y mandar cuanto se ofrezca a su invariable ff. Firmado. Bernardo O‘Higgins, Santiago Marzo 18 de 1822”: Del epistolario de don Bernardo O‘Higgins; Archivo O‘Higgins Tomo 31 pág

35; Cartas de O‘Higgins a varios corresponsales 1817-1830. (53)- “ Señor don Bernardo O`Higgins. San Carlos de Chiloé, 27 de enero de 1822. Muy señor mío y de mi afecto: con la mayor complacencia he recibido y visto su apreciable del 20 pasado. No hallo expresiones como poder corresponder a las que U. tiene la bondad de dispensarme, i s iento en el no se me proporcione ocasion de demostrar a U. mi reconocimiento. Es verdad que los asuntos de América tal como U. me los anuncia, se hallan favorabilisimos al sistema de Independencia; pero tambien lo és, que el gobierno español, ha de hacer el último esfuerzo a su restauración: esta guerra es demasiado• dilatada; i mui sensible no se haya efectuado un tratado que conciliase los intereses de ambos emisferios, para que cesando los horrores de ella, pudiesemos unirnos con la mayor fraternidad. Correspondo a U. de todas veras a la estimacion que hace de

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mí, i de los jefes de esta plaza, quienes tributan a U. las mayores gracias, i por mi parte, repito, deseo ocasion en que poder manifestar que soi su mas afecto amigo i S. S. Q. S. M. B. Antonio de Quintanilla”: Las Campañas de Chiloé, Diego Barros Arana, págs. 152, 153. (54)-“Señor don Antonio Quintanilla Muy señor mío y de mi aprecio: Cuando por su contestación del 27 de Enero último vi el contraste de sus sentimientos con sus obligaciones, conocí también que V. pretextaba estas para sofocar aquellos. En verdad las obligaciones de un jefe no deben llegar hasta la temeridad y permítaseme que le diga que su resistencia a mis proposiciones resiente de ella, bien que yo haga a V. también la justicia de no creerlo su primer autor. Sé que V. tiene a su lado jefes que más reflexionan con la voluntad que con el entendimiento. En fin, yo no puedo permitir queden desairados mis pasos oficiosos, y por esto mando una expedición capaz de realizarlos con dignidad. Aún es tiempo, aunque corto y perentorio, de que se haga conocer a los jefes y oficiales, que Chiloé debe seguir la suerte de América toda, en que ya no se piensa en España por su impotencia, más que por su ilustración. Reitero mis anteriores ofertas para que V. se aproveche de ellas, y no tenga el sentimiento de obrar contra sus inclinaciones pacíficas.

Su servidor q.b.s.m. Firmado por Bernardo O‘Higgins, Santiago Marzo

1º de 1822; Del epistolario de don Bernardo O‘Higgins; Archivo

O‘Higgins, Tomo 31 pág. 32, Cartas de O‘Higgins a varios

corresponsales.

(55)- “En sus aspectos esenciales, la Constitución creaba un sistema

legislativo bicameral y establecía la delimitación de los poderes públicos, propia del sistema republicano representativo. Cambió también la división administrativa del país, reemplazando las provincias de Coquimbo, Santiago y Concepción, por departamentos, generando con ello un nuevo motivo de descontento y resistencia en Coquimbo y Concepción. El Director Supremo duraría 6 años en sus funciones y sería reelegible, una vez, por cuatro años, señalando que, respecto de O’Higgins, se tendría como primera elección, la que se había hecho por la

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Convención. Ello suponía la prolongación de este mandato hasta por 10 años. Otras disposiciones constitucionales, como el sistema eleccionario establecido, también daría origen a repulsas justificadas” O´Higgins, El

Libertador; Jorge Ibáñez Vergara , Sub capítulo La constitución de 1822, Pág.189.

(56)-“…probablemente será necesario desamparar la frontera, (se refiere

a la zona comprendida entre los ríos Bío Bío y Toltén) en cuyo caso es fácil prever el grado de insolencia en que se pondrán los enemigos…El

responsable a la nación será V.S. precisamente, y aún ante Dios por la mucha sangre que se vierta infructuosamente”: Carta de Freire a

Rodrígez Aldea; O`Higgins, El libertador; Jorge Ibáñez Vergara, pág. 191.

(57)-“Ausílieme como corresponde y yo garantizo la lealtad y fiel procedimiento de estos provincianos... si mis justos sentimientos me han hecho exederme en franqueza, yo le pido a V. me dispense con la bondad que le es tan natural. Lo respeto y lo amo como a Padre de la República y bienhechor mío, cuyos beneficios me constituyen suyo en todo evento con la misma invariable constancia con que siempre me considero su más íntimo amigo”: Carta de Freire a O´Higgins; O`Higgins, El libertador;

Jorge Ibáñez Vergara, pág. 192.

(58)- “….Entre V. en recuerdos de nuestra unión, i vea si merezco ser tratado con la amargura que experimento; quiera el cielo que V. no sufra igual pago de los que han sorprendido su buena fe; el que hace valer las armas y las injurias contra otro, debe esperar que las hagan contra sí. ¿A qué continuar hiriéndome cuando yo todo lo pospongo a la amistad? ¿Ha creído V. acaso que las amenazas ni nada de lo criado pueda asustarme? Pero V. i todos saben si que se arrostrar la muerte. Más me abate una ingratitud que un cañón abocado al pecho. En fin, ya yo todo lo he sufrido, i después de haber hecho el bien no me queda otra satisfacción que ser injuriado por haberlo hecho”: Carta respuesta de O`Higgins a

Freire, 14 de Enero de 1823, Del epistolario de don Bernardo O‘Higgins;

Archivo O‘Higgins Tomo 31 pág. 51; Cartas de O‘Higgins a varios

corresponsales 1817-1830.

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(59)- “Desde ahora protesto solemnemente ante los pueblos que jamás

ocuparé la silla de la majistratura”… “Si algún día admitiese el cargo

supremo, decid que os he faltado a mi promesa, i entonces tendréis motivos para dudar del fin santo que me anima” : Del discurso de

Freire a la Asamblea Provincial de Concepción, 22 de Nov.1822; O`Higgins, El libertador; Jorge Ibáñez Vergara, pág. 193.

(60) “Art.4º Llegado a Chiloé nombrará asesor i secretario al oficial don José María Artigas, que siempre fue un patriota i ahora es confidencial nuestro, para que sucumban los enemigos. Art.7º Como por desgracia son los relijiosos los que mas poderosamente han influido en contra de la causa de la América, procurará luego que se apodere de aquella provincia, separar a todos los frailes i al cura Valle, remitiéndolos sin atropellamiento en el primer buque que salga para Valparaíso. Art.8º No se comprenderá en el artículo anterior frai Juan Almirall por su talento i sentimientos liberales, ni tampoco frai Juan Alcalde, a quien, aunque de opinión contraria, conviene dejar en sosiego, procurando atraerlo con sagacidad” Santiago, Marzo 18 de 1822 Firmado: Bernardo O´Higgins, La Guerra a Muerte, Benjamín Vicuña Mackenna, Doc. Nº13, pág 545; Instrucciones que se dan al coronel graduado don Jorge Beauchef en el mando de las fuerzas libertadoras del archipiélago de Chiloé i en el gobierno militar y político de Valdivia a que va destinado. (son 8 artículos del cual sólo transcribimos 3 de los pertinentes a Chiloé y al punto que estamos respaldando). (61) “Al entrar los buques, las tropas expedicionarias estaban en la mayor

alegría y contento: el ruido del cañón las animaba mas i mas, i después de cada cañonazo prorrumpían en gritos de ¡viva la patria i el general Freire! Pero cuando al enfrentarnos a la fortaleza de Agüi, vimos a la fragata Lautaro que nos precedía, desviarse del camino convenido y poner su rumbo hácia los canales del interior, cesó la alegría en el mismo momento, i como por inspiración. Por mi parte, yo no podía convenir lo que originaba esta maniobra, después de lo que se había acordado, i lo

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primero que se me ocurrió fue que el general tenia concebido de antemano un plan de campaña que había querido ocultar hasta a los jefes”: Memorias del Coronel Beauchef; pág. 62, Las Campañas de

Chiloé, Diego Barros Arana. (62) Comentarios apesadumbrados de Quintanilla a Ferguson al observar a la flota patriota que él pensaba que se dirigía a San Carlos: “Señor mío, he dejado de ser gobernador de Chiloé. Estoy enteramente

sorprendido ¡Quien hubiera podido imaginar esto en este tiempo!”

(aludiendo a la estación). Comentarios de Quintanilla cuando se percata de que Freire dirige a la Lautaro a los canales interiores: “Estos son míos. Apenas podrá escapar

algún buque para llevar al gobierno insurgente la noticia de su ruina, ya que todo el ejército ha de quedar prisionero por poco que se demoren, sin necesidad de combates, porque los solos elementos los han de poner en el caso de pedir ellos mismos que los admita prisioneros” :

Patrick Puigmal ; Jorge Beauchef, el toque francés en la toma del archipiélago (1820-1826) pág. 5. (63)-“El General don Ramón Freire, jefe de esta expedición libertadora, confiando en la noble causa que sostiene, que es incorporar a la República de Chile este remoto jirón de la soberanía española, me envía en misión parlamentaria a fin de que oyendo previamente las razones que os expondré, deis una contestación categórica en un plazo de cuarenta y ocho horas: Os declaro que tenemos el firme propósito de apoderarnos de Chiloé, mediante nuestras fuerzas poderosas. Aislados como estáis, tal vez no comprendáis que la causa del rey está perdida en Chile y que no podréis manteneros por mucho tiempo en situación tan difícil alejado de toda clase de recursos. Reconoce el General Freire vuestra hidalguía y nobleza de sentimientos al intentar aún manteneros fiel a vuestro lejano monarca; esto os honra como militar y como español; pero queremos evitar un inútil derramamiento de sangre, en una campaña que habrá de terminar con la victoria de los patriotas, que ya han silenciado vuestros fuertes del continente y de Chacao y que vendrán a Ancud desde Dalcahue, tan luego como os neguéis a proseguir por el camino amistoso

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que hoy os propongo recorrer” : Memorias del capitán de artillería don

Ricardo López, La Última Jornada, Darío Cavada C. pág. 206.

(64)-“No desconozco el abandono en que vejeto en este último rincón de Chile; he pesado vuestras razones, señor Godoy, y contado el número de nuestros enemigos; pero hay bajo las solapas de este gobernador que pretendéis intimidar con vuestra poderosa escuadra, un corazón castellano afecto y leal a su Rey, que cumplirá con su deber sin temor ni vacilaciones. Los desastres de Maipú no alcanzarán a Chiloé, porque confío en una pronta y eficaz ayuda de España. Decidlo así, señor Godoy, a vuestro General, a quien le llevaréis mis afectuosos saludos de adversario leal y digno de la causa que sustenta. Partid pues y a la mano de Dios” Memorias del capitán de artillería don Ricardo López, La

Última Jornada, Darío Cavada C. pág. 207.

(65)- “Hubo algunos caballeros, como don Juan Andrés Oyarzún,

acaudalado propietario y además capitán de caballería; don Manuel Rojas Pérez; don Isidro Vargas, rico comerciante español residentes muchos años en Ancud, que opinaron por aceptar una capitulación honrosa, temiendo que la crudeza de la campaña los privara del goce de sus comodidades y hasta algunos oficiales asintieron con un movimiento de cabeza a esta proposición. Demudose el rostro de Quintanilla , dominando su desagrado, pues era hombre que sabía reprimir su cólera”:

Memorias del capitán de artillería don Ricardo López, La Última Jornada, Darío Cavada C. pág. 206

66)- Observación de Quintanilla respecto a las evoluciones de Freire: “El

caudillo Freire se puso en marcha desde Chacao para atacar San Carlos, suponiendo que la división destacada a tomar el camino (se refiere a las fuerzas de Beauchef) se hallaba ya sobre la plaza. Se aproximó con su ejército como a una legua de distancia por la parte nombrada Puqueñún, mas habiendo recibido en esa situación parte del proceso de Mocopulli, suspendió su marcha y retrocedió para la ensenada de Lacao” Observación de Quintanilla respecto a su propias evoluciones: “Yo que

había salido de San Carlos, anduve el camino en posta encontrando parte de las tropas en retirada y las milicias dispersas se habían ido a sus

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pueblos Mi situación era crítica; yo creía que los enemigos se habían interpuesto ya y que estaba sitiado e incomunicado con el interior de la provincia. Necesitaba abrirme paso a toda costa o perecer. Proclamé a la tropa; la hice ver que con la retirada a San Carlos éramos perdidos y los entusiasmé volviendo resueltos a abrirse paso, pero no fue necesario porque los enemigos aterrados igualmente se habían retirado a sus buques”: Autobiografía del Mariscal de Campo don Antonio de Quintanilla, pág.110.

(67)-“Trujillo, Abril 12 de 1824; Señor don Gaspar Marín, Mi querido y amado compañero: ….He oído con el mayor placer de la salida de nuestro ejército para

Chiloé, y aunque la estación está algo avanzada para operaciones militares, podrán muy bien aceptar algún golpe de mano preparado oportunamente con sagacidad, y quedo en ansiedad de saber los nuevos laureles que el valor araucano haya aumentado a las glorias de Chile….Firmado. Bernardo O´Higgins”: Fragmento de carta a Gaspar

Marín, del epistolario de don Bernardo O‘Higgins; Archivo O‘Higgins,

Tomo 31 pág 86; Cartas de O‘Higgins a varios corresponsales 1817-1830.

(68)-“Trujillo, Mayo 29 de 1824, Exmo. señor Presidente, Libertador de Colombia y Dictador del Perú. Mi general y amigo de mi más alto aprecio, ….Mis cartas dicen que el 27 de Abril llegó a Valparaíso la fragata Lautaro desde Chiloé ,con el objeto de reparar algunos daños que habría sufrido, y que cerca de una semana después llegaron tres transportes más, que traían a su bordo cerca de 1000 hombres, a las órdenes del coronel Beauchef. Que la tropa se quejaba de haber sufrido grandes trabajos por falta de víveres y abrigo, como lo demostraban sus rostros y vestuarios. Que abiertamente acusaban a sus jefes de cobardes, y de insubordinación a sus oficiales. Afortunadamente es una circunstancia feliz para la América que casi siempre los españoles se hayan decidido por el sistema defensivo, más bien que por el de la guerra ofensiva; y mayor fortuna para Chile que

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Quintanilla sea de esta disposición, porque de otro modo, del estado de desorganización en que se hallaba el ejército de Chile, algún tiempo antes de su embarque, era muy probable no hubiese salvado un solo hombre de los que pisaron la isla. Firmado por Bernardo O´Higgins” :Fragmento de

carta a Bolívar, del epistolario de don Bernardo O‘Higgins; Archivo

O‘Higgins, Tomo 31 Cartas de O‘Higgins a varios corresponsales 1817-1830 págs. 90 y 91.

(69)- “Yo continuaba siempre atendiendo a mejorar política y

militarmente la provincia, cuando de improviso recibí la noticia de la pérdida de la batalla de Ayacucho y por consiguiente de todo el Perú. Esta fatal noticia me fue comunicada por el Comandante del Asia, por la balandra Real Felipe y la fragata Trinidad que arribaron a San Carlos y se difundió inmediatamente por la población pues no cuidaron los capitanes y varios oficiales en reservarla hasta que yo viese modo de hacerla saber de modo que no afectase, como sucedió a la tropa”:

Autobiografía del Mariscal de Campo don Antonio de Quintanilla, pág 114. (70)-“Inmediatamente reuní a la oficialidad y jefes haciéndoles entender que convenía a nuestro honor el comportarnos tan firmes y fieles como hasta entonces y que podríamos recibir auxilios de nuestro Superior Gobierno tan luego como llegase a su noticia nuestra constancia. Mandé dar media paga a toda la guarnición para que desechasen ideas tristes y efectivamente todos me protestaron constancia y fidelidad” Autobiografía

del Mariscal de Campo don Antonio de Quintanilla, pág. 114.

(71)-“Al día siguiente recibieron la media paga y un capitán del batallón veteranos, don Fermín Pérez, pasó a mi casa a hacerme las mayores protestas de fidelidad y constancia y manifestarme que tenía pensado en la misma tarde, con los oficiales tener una merienda en el campo a escote entre todos. Yo no sospeché fuese con fin siniestro esta reunión ni su jefe don Saturnino García sabedor también de esta merienda.

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Serían las nueve de la noche que hallándome de visita en la casa de una tía de mi esposa me dijo esta, conviene que nos vayamos a casa. En la calle me contó que su tía le había dicho que la merienda era con el objeto de una revolución y que estaban todos los oficiales acordes en hacerla Llamé al jefe de batallón García y le dije que sabía aquella noticia. Este me afirmó que era falsa y que tenía plena confianza en su batallón. Me puse a cenar y estando concluyendo oigo fuertes golpes a la puerta, corro a ver qué era y noto como 100 soldados formados, caladas las bayonetas. Abro la puerta y como estaban en columna y oyese la voz de Muera, al mismo tiempo que el rastrillazo de una pistola al costado y que no salió el tiro, cojo dos de las bayonetas y me meto en medio de la tropa. La cual se arremolinó y grité: ¡Soldados qué queréis! ¡Nadie me toque! Entonces se presentó un oficial que me intimó la orden de preso. Le contesté que lo estaba, pedí que me sacaran el sobrero y el bastón, pues estaba de uniforme y me dejé conducir entre las filas a la guardia de prevención del cuartel del batallón a cuyo punto fueron llegando varios oficiales y jefes presos, como el de Artillería, Capitán de Puerto y otros, particularmente los españoles hasta el número de ocho, pues el jefe del batallón que vivía inmediato al cuartel, así que oyó el ruido de Vivas y Mueras dentro de él, se escapó. En este estado se me presentó el judas, que así lo llamo, Capitán Pérez, diciéndome que habían dado este paso porque estando toda la América independiente con la pérdida del Perú, ellos (los oficiales del país) no pensaban venir a España y necesitaban hacer un servicio cual lo habían hecho para ser recibidos en el ejército independiente de Chile, a cuya república iban a unir las islas de Chiloé, y que nosotros los españoles estábamos en el caso distinto, porque teníamos a donde volver. ….Ya más tranquilos llegamos a la balandra( se refiere a la nave Real Felipe) y nos metieron en la pequeña cámara, quedando sobre cubierta el oficial con la escolta de 25 soldados, cuando repentinamente viene la tropa a la escotilla con los fusiles gritando, matarlos, matarlos. Varios de los presos se echaron a llorar. Yo grité: soldados si queréis matarnos o tenéis orden para ello, sacadnos a cubierta y no lo hagáis aquí como a cochinos. El oficial se presentó y le repetí lo mismo, me contestó que aquello lo causaba que los soldados habían encontrado un barril de

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aguardiente y se habían embriagado. Los hizo retirar y amaneció.”:

Autobiografía del Mariscal de Campo don Antonio de Quintanilla, págs. 114,115, 116 y 117. (72)-“Como los oficiales del país estaban emparentados con muchos de los

soldados y principales del vecindario tuve que no proceder al castigo que merecían, les indulté a nombre del Soberano, de la pérdida de vida y deshonrándolos, los eché fuera del país en un buque extranjero que iba a las costas del Perú.”: Autobiografía del Mariscal de Campo don Antonio de Quintanilla, pág. 120.

(73)- “Quintanilla le expresa (al cónsul de España en Río de Janeiro, José

Delavat y Rincón) que había recibido la noticia de la derrota de los realistas en el alto Perú y le relata el motín que encabezaran los desleales Pérez y Velázquez y la situación crítica en que se encuentra con peligro de ser atacado, o que acontezca otra subversión. Quintanilla quiere decidir, según esa comunicación qué partido tomar: Ya sea de sostener este territorio por el Rey si hay seguridad de que toman las providencias para la pacificación de esta América, o del que con una capitulación la más honrosa sean los males que son consecuentes a una nueva revolución o defensa inútil ” : Isidoro Vásquez de Acuña; Historia Naval del Reino de Chile pág. 509. (74)-“Sr. Simón Bolívar- Alto Perú-Señor de toda mi consideración y aprecio: Profundamente emocionado con la lectura de su misiva paso a dar a V.E. una contestación categórica a ella. Sobradamente reconoce este último soldado de la causa realista en América, las razones que motivaron el envío de su comunicación. Se muy bien lo que Chiloé le debe al Perú; pero no al Perú desligado de la soberanía española, cuyas resoluciones no habrán de quebrantar la indomable lealtad de este olvidado Gobernador del más remoto dominio de mi Rey. Os declaro pues, con el mayor respeto, que mientras esté bajo mi mando este apartado jirón del suelo de España, sabré mantenerlo con

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las armas, defenderlo contra futuras invasiones, para la tranquilidad de sus sencillos y fieles pobladores. Respetuosamente.-Antonio Quintanilla Q.B.L.M a V.E.: Carta de Quintanilla a Bolívar, La Última Jornada, Darío Cavada C. pág. 210. (75)-“En manos de Gran Bretaña constituiría la llave de toda la parte

occidental de la América del Sur”. Otra comunicación pidiendo instrucciones: “En el caso que se entregue Chiloé a uno de los Estados,

Chile o Perú, y la propiedad de la misma se convierta en materia de discusión entre dichos Estados, desearía que se me informe hasta qué punto estarían justificados los jefes navales de S.M. en el Pacífico en tomar posesión, en nombre de Gran Bretaña, de la isla de Chiloé, en carácter de Locum Tenens, hasta que se resuelva el punto de discusión”. Informes del cónsul Nugent al gobierno de S.M. Británica, Isidoro Vásquez de Acuña, Historia Naval del Reino de Chile 1520-1826 pág.508. (76)- “La madera, particularmente, fue un señuelo de atracción que hizo

de Chiloé un lugar interesante de considerar tanto para ingleses y franceses, que pensaron habilitar allí bases que permitiera a sus barcos repararse y eventualmente pensar en la instalación de astilleros, lo que simplificaría enormemente la navegación a las islas del Pacífico o Australia”: Presiones extranjeras en la anexión y primeros años de Chiloé independiente 1825-1830, Patricio Estellé Méndez, pág. 79. (77)- Fragmentos de la comunicación de Quintanilla a su amigo y subordinado, Coronel Ballesteros, en Agosto de 1825 :“Si los enemigos,

hacen una pequeña expedición fiados en las facilidades que Velásquez y don Fermín Pérez les hayan dado, aunque sea solo de 500 hombres, se tomen esta plaza, que no cuenta 300, i quizá por la falta de entusiasmo, no se les tira un tiro, i los defensores se dirijen contra los jefes”….otro: “Si

llega un buque i nos trae noticias que no viene la espedicion de España, es muy de temer que un revoltoso se eche sobre las armas. i amarrándonos consiga lo que no le sería fácil si estuviese en Castro; i asi se forma la balanza para las determinaciones que convenga”. Comentarios de don

Diego Barros A. al respecto de la misma misiva: “Esta carta pinta muy

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bien la situación de Quintanilla en aquellos momentos: Su posición como gobernador era sumamente precaria, puesto que estaba amenazado por una espedicion chilena, i quizá por una insurrección interior”: Las campañas de Chiloé 1820-1826, Diego Barros Arana págs. 99 y 100.

(78)- “Cuartel Jeneral en marcha, enero 11 de 1826. Señor Gobernador de la provincia de Chiloé;

Encargado por la República de Chile del mando del ejército que ha destinado a libertar este archipiélago, he creido que faltaría a los deberes que me impone la humanidad, si no hiciese antes a U.S. una indicación saludable, bastante a evitar los horrores de la guerra, como las funestas consecuencias que resultarla de una lid en que todas las ventajas se presentan por mi parte. Prescindiendo de las favorables disposiciones que ofrece desde luego la disciplina del ejército, su entusiasmo, re curso i los jérmenes que encuentra la opinion dentro del mismo Chiloé para asegurar de un modo positivo el éxito de esta empresa, debo tambien hacer observar a U.S., que desde el momento que desapareció para la América el derecho de dependencia que la ligaba con su antigua metrópoli, entró en los intereses de Chile unir esta fraccion de su territorio a la gran familia chilena, porque así lo exijia la uniformidad de principios que habia adoptado, su seguridad, su localidad i otros motivos de con-veniencia jeneral. Si estas consideraciones valen para U.S. tanto como es el interés que ha manifestado por la felicidad de los pueblos, hoi creo se halla en el caso de dar la mejor prueba de aquellos sentimientos, economizando la sangre de estos infelices habitantes que seguramente serian victimas de una obstinada resistencia De lo contrario U.S. debe considerarse desde este momento sobrepuesto a todos los resultados de esta contienda, que seran tanto mas ejemplarizados cuantos sean los medios que se apliquen para contener el progreso de nuestras armas.

Tengo el honor de anunciar a U.S. los sentimientos de respeto i consideración con que soi, etc.” Fdo. Ramón Freire: Carta intimación de

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rendición a Quintanilla; Las Campañas de Chiloé, Diego Barros Arana, Apéndice, págs. 176, 177.

(79)-”Quedo impuesto del oficio de hoi que me dirije U.S.: no hai razon que me pueda obligar a dejar de cumplir con mis deberes para con el rei, las tropas i los habitantes de esta provincia, que como yo desean el momento de hacer ver por tercera vez al ejército de Chile que sus esfuerzo para subyugarlo son vanos; i así escuse U.S. de amenazas que miro mui léjos de que pueda cumplirlas. --Dios guarde a U.S. muchos años”. --Cuartel jeneral de San Carlos de Chiloé, enero 11 de 1826. Firmado, Antonio de Quintanilla: Carta respuesta de Quintanilla a Freire; Las Campañas de Chiloé, Diego Barros Arana, Apéndice, pág. 177.

(80)- “Al verificarse la retirada desde Poquillihue y desde el punto de

Bellavista se pasaron a las filas enemigas veinte y seis oficiales, incluso dos jefes, el Comandante don José Hurtado y don José Antonio Garay con un crecido número de tropa; esta fue otra razón que obligó más a efectuar la retirada para impedir que otros verificasen igual atentado, con la aproximación del ejército enemigo”: El general Quintanilla y su

gobierno en Chiloé, Isidoro Vásquez de Acuña, pág 308. Estas afirmaciones se ven respaldadas por el propio Quintanilla en sus memorias y que agregamos bajo este mismo número. “En estos momentos se declaró la deserción de un jefe, varios oficiales y

mucha tropa al enemigo y en medio del fuego. Me puse, pues, en retirada sin ser molestado y en Putalcura me detuve para dar descanso y que comiera la tropa. Estando tomando razón de los heridos para remitirlos a un pueblo, oigo la voz de, a casa, a casa, No más guerra. Había un pequeño puente a vanguardia por donde tenía que desfilar la tropa que se precipitó a él en desorden. Corro, me planto en medio, espada en mano para contenerla, más ella sigue sin obedecer (pero sin ofenderme) se precipitó a él y me atropelló habiendo quedado con mi espada en mano en un fango a la salida del puente que me daba a las

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rodillas.”: Autobiografía del Mariscal de Campo don Antonio de Quintanilla, pág. 126.

(81)-“Con indecibles demostraciones de exasperación, entraron estos

prófugos sin subordinación alguna, tirando el armamento en la plaza, lanzando maldiciones i gritando públicamente que habían sido entregados. Se trató de reunirlos, pero esto fue moralmente imposible porque una compañía se mantuvo armada i fue preciso sosegarla para quitarles las armas i evitar los funestos atentados que querían ejecutar contra los mismos jefes realistas”. Declaraciones del Coronel Ballesteros, jefe militar y político del cantón de Castro : Autobiografía del Mariscal de Campo don Antonio de Quintanilla, pág. 142.

(82)-“De la guarnición de Chiloé sólo han venido a la Península después

de la pérdida de aquella isla, cuatro jefes, incluso el Gobernador, tres capitanes y un teniente” (Rubricado por Quintanilla): El General

quintanilla y su gobierno en Chiloé (1817-1826), Isidoro Vásquez de Acuña, pág. 309.

(83)- “En la parte de la administración que abraza la policía y el orden

interior de la provincia no me ha permitido el tiempo todavía tomar providencias que puedan considerarse como un nuevo arreglo del dicho ramo por necesario que sea. Lo que hasta ahora he hecho ha sido nombrar para Comandantes Militares en los diferentes partidos (se refiere a los sectores en que se hallaba dividido el archipiélago) a personas de crédito y confianza atendiendo particularmente a los que son conocidos por su afecto al sistema de la patria. Trataré de hacer dentro de poco una visita al interior y espero de hallarme después más orientado para proceder con algún acierto al arreglo que se debe hacer”:

Fragmento del Informe del Gobernador Aldunate al Ministro del Interior, fechado en San Carlos, 9 de Febrero de 1826; págs. 14 y 15 del Volumen 75, Ministerio del Interior, Intendencia de Chiloé 1826-1831; Archivo Histórico Nacional.

(84)-“Se declaraba, por último, que Chiloé era libre e independiente de las demás provincias de Chile y que regiría momentáneamente allí la constitución de 1818 y que se nombraba Jefe Supremo al general don

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Bernardo O`Higgins y que en cuanto durase su ausencia le subrogaría el sargento mayor de artillería Manuel Fuentes. O`Higgins, desde su retiro peruano, seguía con interés los asuntos chilenos, preocupándose particularmente de la situación de Chiloé, de la que hacía mención frecuente en el abundante intercambio epistolar que mantuvo desde allí. Esta noticia indiscutiblemente debería llenarle de esperanzas y escribió alborozado a propósito de esto, una proclama a los chilotes, en la que les incitaba a continuar con su heroico movimiento”:

Presiones extranjeras en la anexión y primeros años de Chiloé independiente 1825-1830, Patricio Estellé Méndez, pág. 78.

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ANEXOS

Otros documentos y antecedentes

Declaración de la Independencia de Chile 12 de Febrero de 1818

“La fuerza ha sido la razón suprema que por más de trescientos años ha mantenido al nuevo mundo en la necesidad de venerar como un dogma la usurpación de sus derechos y de buscar en ella misma el origen de sus más grandes deberes.

Era preciso que algún día llegase el término de esta violenta sumisión: pero entretanto era imposible anticiparla: la resistencia del débil contra el fuerte imprime un carácter sacrílego a sus pretensiones, y no hace más que desacreditar la justicia en que se fundan. Estaba reservado al siglo XIX el oír a la América reclamar sus derechos sin ser delincuente y mostrar que el período de su sufrimiento no podía durar más que el de su debilidad.

La revolución del 18 de Septiembre de 1810 fue el primer esfuerzo que hizo Chile para cumplir esos altos destinos a que lo llamaba el tiempo y la naturaleza: sus habitantes han probado desde entonces la energía y firmeza de su voluntad, arrostrando las vicisitudes de una gran guerra en que el gobierno español ha querido hacer ver que su política con respecto a la América sobrevivirá al trastorno de todos los abusos. Este último desengaño les ha inspirado naturalmente la resolución de separarse para siempre de la Monarquía Española., y proclamar su INDEPENDENCIA a la faz del mundo.

Mas no permitiendo las actuales circunstancias de la guerra la convocación de un Congreso Nacional que sancione el voto público, hemos mandado abrir un gran registro en que todos los Ciudadanos del Estado sufraguen por sí mismos libre y espontáneamente por la necesidad urgente de que el gobierno declare en el día la Independencia o por la dilación o negativa: y habiendo resultado que la universalidad de los Ciudadanos está irrevocablemente decidida por la afirmativa de aquella proposición, hemos tenido a bien en ejercicio del poder

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extraordinario con que para esta caso particular nos han autorizado los Pueblos, declarar solemnemente a nombre de ellos en presencia del Altísimo, y hacer saber a la gran confederación del género humano que el territorio continental de Chile y sus Islas adyacentes forman de hecho y por derecho un Estado libre Independiente y Soberano, y quedan para siempre separados de la Monarquía de España, con plena aptitud de adoptar la forma de gobierno que más convenga a sus intereses. Y para que esta declaración tenga toda la fuerza y solidez que debe caracterizar la primera Acta de un Pueblo libre, la afianzamos con el honor, la vida, las fortunas y todas las relaciones sociales de los habitantes de este nuevo Estado: comprometemos nuestra palabra, la dignidad de nuestro empleo, y el decoro de las armas de la PATRIA; y mandamos que con los libros del gran registro se deposite la Acta original en el archivo de la Municipalidad de Santiago, y se circule a todos los Pueblos, Ejércitos y Corporaciones para que inmediatamente se jure y quede sellada para siempre la emancipación de Chile.

Dada en el Palacio Directorial de Concepción a 1 de Enero de 1818, firmada de nuestra mano, signada con el de la Nación y refrendada por nuestros Ministros y Secretarios de Estado, en los Departamentos de Gobierno, Hacienda y Guerra”.

Firmado: Bernardo O’Higgins, Miguel Zañartu, Hipólito de Villegas, José Ignacio Zenteno.

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Tratado de Tantauco 15 de Enero de 1826

El Excmo.señor, Supremo Director de la República de Chile don Ramón Freire, General en Jefe del Ejército expedicionario sobre Chiloé.

Sensible a los clamores de la humanidad, y especialmente interesado en razón de la autoridad suprema, que le han confiado los pueblos en hacer cesar los males de la guerra que ha afligido a los habitantes del Archipiélago, invitado por el General en Jefe del Ejército Real don Antonio de Quintanilla para celebrar una capitulación, a que es movido por el sentimiento de la imposibilidad de sostener por más tiempo a esta provincia en la dependencia del Rey de España, después de los muchos esfuerzos que inútilmente ha practicado con este fin: y determinado últimamente por la necesidad de conciliar su honor y el de todos los individuos de su ejército con la situación a que le ha reducido la victoria conseguida en Bellavista por las armas de la patria el 14 del corriente, ha nombrado el primero a los infrascritos el coronel del batallón N° 4 don José Francisco Gana, y el auditor de guerra y su secretario general don Pedro Palazuelos Astaburuaga, para que examinados los artículos que propusieron los nombrados por el segundo, que son el coronel de infantería de línea don Saturnino García y el coronel de milicias y alcalde de primer voto de la ciudad de Castro don Antonio Pérez, verificasen el tratado contenido, concediendo cuanto sea compatible con el bien común y dignidad de la República de su mando, lo cual después de canjeados sus poderes, dichos comisionados han cumplido suscribiendo los artículos siguientes:

1°.-La provincia y archipiélago de Chiloé con el territorio que abraza y se hallan en poder del ejército real, será incorporado a la República de Chile como parte integrante de ella, y sus habitantes gozarán de la igualdad de derechos como ciudadanos chilenos.

2°.-Serán entregados a disposición del General en Jefe del ejército expedicionario de Chile, todo el armamento, municiones y banderas como

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también las baterías y pertrechos que se hallan en los almacenes del archipiélago pertenecientes al ejército real.

3°.-Para llevar a efecto la entrega del armamento, municiones, banderas, y demás que se expresan en el artículo anterior, el general en jefe del ejército real ordenará, que sean conducidos, por los mismos individuos a los almacenes de Castro y puestos bajo la custodia de dos comisionados, quienes verificarán la entrega con las debidas formalidades a los que nombrase el general en jefe expedicionario.

4°.-Todos los jefes, oficiales y tropa que componen el ejército real quedarán libres para dirigirse, y fijar su destino en donde más les acomode, sujetándose a las leyes de la República a los que quisiesen radicarse en ella.

5°.-Aquellos jefes y oficiales que quisiesen salir del archipiélago en virtud de la libertad concedida por el artículo anterior, deberán verificarlo en el término de dos meses contados desde la fecha de la ratificación de este tratado, pudiendo conservar el uso de sus uniformes, espadas y sirvientes, durante este término y no más.

6°.-Los equipajes, propiedades y demás bienes, así muebles como raíces, de todos los individuos del ejército real serán inviolablemente respetados.

7°.-Lo serán igualmente los bienes y propiedades de todos los habitantes que se hallan actualmente en esta provincia.

8°.-Será de cuenta del Gobierno de Chile el transporte a cualquiera de sus puertos de todos los jefes y oficiales, empleados y tropa del ejército real que lo solicitare con sus familias y equipajes, según sus rangos y clases, siempre que lo verificasen en el término de un mes.

9°.-Serán inmediatamente puestos en libertad todos los prisioneros hechos por ambos ejércitos, y gozarán de los beneficios de esta capitulación.

10°.-Se echará en olvido y correrá un velo a la conducta que por razón de las opiniones políticas se haya observado hasta el presente por todos y cada uno de los comprendidos en este tratado.

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11°.-Los empleados, corporaciones políticas y eclesiásticas, los jefes y oficiales, los cuerpos de milicias de esta provincia en posesión de sus respectivos grados y empleos que actualmente obtienen, si quieren continuar en ellos, como reúnan a juicio del Gobierno la virtud y aptitudes necesarias para desempeñarlos.

12°.-La guarnición o tropas de continuo servicio, que existan en adelante en esta provincia, serán mantenidas a expensas de la República de Chile.

13°.-Todas las dudas que ocurran sobre la inteligencia del presente tratado serán interpretadas a favor del ejército real. Cuyos artículos para la ratificación de las partes contratantes firmaron dichos señores comisionados en el Puente de San Antonio a 13 de enero de 1826.

José Francisco Gana.- Pedro Palazuelos Astaburuaga.- Apruebo este tratado en los trece artículos que contiene.-

Tantauco, Enero 15 de 1826.-

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Relación cronológica

de los gobernadores del Reino de Chile y de los correspondientes

monarcas de España en todo aquel período de la Historia de Chile

En el reinado de Carlos I, Rey de España (Carlos V ,Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico)

Pedro de Valdivia: (agosto de 1540 - diciembre de 1547) Francisco de Villagra Velázquez: (diciembre de 1547 - julio de 1549) Pedro de Valdivia: (20 de julio de 1549 - 25 de diciembre de 1553) Francisco de Villagra Velázquez: (diciembre de 1553 - febrero de 1555) Rodrigo de Quiroga López de Ulloa: (diciembre de 1553 - febrero de 1555) Francisco de Aguirre de Meneses: (diciembre de 1553 - febrero de 1555)

Entre febrero de 1555 y mayo de 1556 se desarrollaron Cabildos

En el reinado de Felipe II:

Francisco de Villagra Velázquez: (mayo de 1556 - abril de 1557). García Hurtado de Mendoza y Manríquez, Marqués de Cañete: (abril de

1557 - febrero de 1561) Francisco de Villagra Velázquez: (febrero de 1561 - junio de 1563) Pedro de Villagra y Martínez: (junio de 1563 - junio de 1565) Rodrigo de Quiroga López de Ulloa: (junio de 1565 - agosto de 1567)

Entre agosto de 1567 y agosto de 1568 gobierna la Real Audiencia

Melchor Bravo de Saravia Sotomayor: (agosto de 1568 - enero de 1575) Rodrigo de Quiroga López de Ulloa: (enero de 1575 - febrero de 1580) Martín Ruiz de Gamboa de Berriz: (febrero de 1580 - julio de 1583) Alonso de Sotomayor de Valmediano: (septiembre de 1583 - julio de 1592) Pedro de Viscarra de la Barrera: (julio de 1592 - octubre de 1592) Martín García Óñez de Loyola: (octubre de 1592 - diciembre de 1598)

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En el reinado de Felipe III:

Pedro de Viscarra de la Barrera: diciembre de 1598 - mayo de 1599) Francisco de Quiñónez: (mayo de 1599 - julio de 1600) Alonso García de Ramón: (julio de 1600 - febrero de 1601) Alonso de Ribera de Pareja: (febrero de 1601 - marzo de 1605) Alonso García de Ramón: (marzo de 1605 - agosto de 1610) Luis Merlo de la Fuente Ruiz de Beteta: (septiembre de 1610 - enero de

1611) Juan Jaraquemada: (enero de 1611 - marzo de 1612) Alonso de Ribera de Pareja: (marzo de 1612 - marzo de 1617) Fernando Talaverano Gallegos: (marzo de 1617 - enero de 1618) Lope de Ulloa y Lemos: (enero de 1618 - diciembre de 1620) Cristóbal de la Cerda y Sotomayor: (diciembre de 1620 - noviembre de

1621)

En el reinado de Felipe IV:

Pedro Osores de Ulloa: (noviembre de 1621 - septiembre de 1624) Francisco de Alava y Nureña: (septiembre de 1624 - mayo de 1625) Luis Fernández de Córdoba y Arce: (mayo de 1625 - diciembre de 1629) Francisco Laso de la Vega: (diciembre de 1629 - mayo de 1639) Francisco López de Zúñiga, Marqués de Baides: (mayo de 1639 - mayo de

1646) Martín de Mujica y Buitrón: (mayo de 1646 - abril de 1649) Alonso de Figueroa y Córdoba: (abril de 1649 - mayo de 1650) Francisco Antonio de Acuña Cabrera y Bayona: (mayo de 1650 - enero de

1656) Pedro Porter Casanate: (enero de 1656 - febrero de 1662) Diego González Montero Justiniano: (febrero de 1662 - mayo de 1662) Ángel de Peredo: (mayo de 1662 - enero de 1664) Francisco de Meneses Brito: (enero de 1664 - 1667)

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En el reinado de Carlos II:

Diego Dávila Coello, Marqués de Navamorquende: (1667 - febrero de 1670)

Diego González Montero Justiniano: (febrero de 1670 - octubre de 1670) Juan Henríquez de Villalobos: (octubre de 1670 - abril de 1682) Marcos José de Garro Senei de Artola: (abril de 1682 - enero de 1692) Tomás Marín González de Poveda, Marqués de Cañada Hermosa: (enero

de 1692 - diciembre de 1700)

En el reinado de Felipe V:

Francisco Ibáñez de Segovia y Peralta: (diciembre de 1700 - febrero de 1709)

Juan Andrés de Ustariz de Vertizberea: (febrero de 1709 - diciembre de 1716)

José de Santiago Concha y Salvatierra: (diciembre de 1716 - diciembre de 1717)

Gabriel Cano de Aponte: (17 de diciembre de 1717 - 11 de noviembre de 1733)

Francisco de Sánchez de la Barreda: (noviembre de 1733 - mayo de 1734) Manuel Silvestre de Salamanca Cano: (mayo de 1734 - noviembre de 1737) José Antonio Manso de Velasco, Conde de Superunda: (noviembre de 1737

- junio de 1744) Francisco José de Ovando, Marqués de Ovando: (junio de 1745 - marzo de

1746)

En el reinado de Fernando VI:

Domingo Ortiz de Rosas, Marqués de Poblaciones: (marzo de 1746 - diciembre de 1755)

Manuel de Amat y Junyent: (diciembre de 1755 - septiembre de 1761)

En el reinado de Carlos III:

Félix de Berroeta: (septiembre de 1761 - octubre de 1762)

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Antonio de Guill y Gonzaga: (octubre de 1762 - agosto de 1768) Juan de Balmaseda y Censano Beltrán: (agosto de 1768 - marzo de 1770) Francisco Javier de Morales y Castejón de Arrollo: (marzo de 1770 - marzo

de 1772) Agustín de Jáuregui y Aldecoa: (marzo de 1772 - julio de 1780) Tomás Álvarez de Acevedo Ordaz: (julio de 1780 - diciembre de 1780);

(abril de 1787 - mayo de 1788) Ambrosio de Benavides: (diciembre de 1780 - abril de 1787)

En el reinado de Carlos IV:

Ambrosio O’Higgins, Marqués de Osorno: (mayo de 1788 - mayo de 1796) José de Rezabal y Ugarte: (mayo de 1796 - septiembre de 1796) Gabriel de Avilés y del Fierro, Marqués de Avilés: (septiembre de 1796 -

enero de 1799) Joaquín del Pino Sánchez de Rojas: (enero de 1799 - abril de 1801) José de Santiago Concha Jiménez Lobatón: (abril de 1801 - diciembre de

1801) Francisco Tadeo Diez de Medina Vidanges: (diciembre de 1801 - enero de

1802) Luis Muñoz de Guzmán: (enero de 1802 - febrero de 1808)

En el reinado de Fernando VII:

Juan Rodríguez Ballesteros: (febrero de 1808 - abril de 1808) Francisco Antonio García Carrasco Díaz: (abril de 1808 - julio de 1810) Mateo de Toro Zambrano y Ureta, Conde de la Conquista: (julio de 1810 -

18 de septiembre de 1810)

Período de la Reconquista Española:

Mariano Osorio: (1814 - 1815) Casimiro Marcó del Pont Ángel Díaz y Méndez: (1815 - febrero de 1817)

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Relación cronológica de los Virreyes del Perú

*1544-1546 Blasco Núñez Vela *1546-1550 Pedro de La Gasca (Oidor decano de la Real Audiencia de Lima) *1550-1551 Andrés de Cianca (Oidor decano de la Real Audiencia de Lima) *1551-1552 Antonio de Mendoza *1552-1553 Andrés de Cianca (Oidor decano de la Real Audiencia de Lima) *1553-1556 Melchor Bravo de Saravia (Oidor decano de la Real Audiencia

de Lima) *1556-1560 Andrés Hurtado de Mendoza, II Marqués de Cañete *1561-1564 Diego López de Zúñiga y Velasco, Conde de Nieva *1564 -------Hernando de Saavedra (Oidor decano de la Real Audiencia de

Lima) *1564-1569 Lope García de Castro (Oidor decano de la Real Audiencia de Lima, no fue virrey sino que gobernador y capitán general) *1569-1581 Francisco de Toledo *1581-1583 Martín Enríquez de Almansa *1584-1585 Cristóbal Ramírez de Cartagena (Oidor decano de Real Audiencia

de Lima) *1585-1589 Fernando Torres y Portugal, Conde del Villar Dompardo *1589-1596 García Hurtado de Mendoza III Marqués de Cañete *1596-1604 Luis de Velasco y Castilla, Marqués de Salina *1604-1606 Gaspar de Zúñiga y Acevedo, Conde de Monterrey *1606 -------Diego Núñez de Avendaño (Oidor decano de la Real Audiencia

de Lima) *1606 -------Juan Fernández de Boán (Oidor decano de la Real Audiencia de

Lima) *1607-1615 Juan de Mendoza y Luna, Marqués de Montesclaros *1616-1621 Francisco de Borja y Aragón, Príncipe de Esquilache *1621-1622 Juan Jiménez de Montalvo (Oidor decano de la Real Audiencia

de Lima) *1622-1629 Diego Fernández de Córdoba, Marqués de Guadalcázar *1629-1639 Luis Jerónimo Fernández de Cabrera y Bobadilla, IV Conde de

Chinchón *1639-1648 Pedro Alvarez de Toledo y Leiva, Marqués de Mancera

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*1648-1655 García Sarmiento de Sotomayor, Conde de Salvatierra *1655-1661 Luis Enríquez de Guzmán, Conde de Alba de Aliste *1661-1666 Diego de Benavides y de la Cueva, Conde de Santisteban del Puerto *1666-1667 Bernardo de Iturrizarra (Oidor decano de la Real Audiencia de Lima) *1667-1672 Pedro Antonio Fernández de Castro, X Conde de Lemos *1672-1674 Álvaro de Ibarra (Oidor decano de la Real Audiencia de Lima) *1674-1678 Baltasar de la Cueva Henríquez, Conde de Castellar *1678-1681 Melchor de Liñán y Cisneros (Arzobispo de Lima), Conde de la Puebla de los Valles. *1681-1689 Melchor de Navarra y Rocafull, Duque de la Palata *1689-1705 Melchor Portocarrero Lasso de la Vega, Conde de la Monclova *1705-1707 Juan Peñalosa y Benavides (Oidor decano de la Real Audiencia de Lima) *1707-1710 Manuel de Oms y de Santa Pau, Marqués de Castelldosrius *1710 -------Miguel Núñez de Sanabria (Oidor decano de la Real Audiencia de Lima) *1710-1716 Diego Ladrón de Guevara (Obispo de Quito) *1716 ----Mateo de la Mata Ponce de León (Oidor decano de Real Audiencia de Lima) *1716 Diego Morcillo Rubio de Auñón (Arzobispo de La Plata y Charcas) *1716-1720 Carmine Nicolao Caracciolo, Príncipe de Santo Buono *1720-1724 Diego Morcillo Rubio de Auñón (Arzobispo de La Plata y

Charcas) *1724-1736 José de Armendáriz, Marqués de Castelfuerte *1736-1745 José Antonio de Mendoza Caamaño y Sotomayor, Marqués de

Villagarcía *1745-1761 José Antonio Manso de Velasco *1761-1776 Manuel de Amat y Juniet *1776-1780 Manuel de Guirior, Marqués de Guirior *1780-1784 Agustín de Jáuregui y Aldecoa *1784-1790 Teodoro de Croix, Caballero de Croix *1790-1796 Francisco Gil de Taboada y Lemos *1796-1801 Ambrosio O’Higgins Marqués de Osorno

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*1801 ------Manuel Arredondo y Pelegrín (Oidor decano de la Real Audiencia de Lima)

*1801-1806 Gabriel de Avilés y del Fierro, Marqués de Avilés *1806-1816 José Fernando de Abascal y Sousa, Marqués de la Concordia *1816-1821 Joaquín de la Pezuela (Teniente General) *1821-1824 José de la Serna e Hinojosa (Teniente General) *1824 Juan Pío de Tristán y Moscoso (Virrey Encargado)

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Relación cronológica de los gobernadores de Chiloé a partir de su dependencia del Virreinato del Perú

*1767-1768 Don Manuel Fernández de Casteblanco y Loyola

*1768-1777 Don Carlos de Beranguer y Renaud

*1778-------- Don Tomás de Jaúregui *1778-1786 Don Antonio Martínez y la Espada Se le otorga oficialmente rango de Gobernación Militar- Intendencia con sede en San Carlos de Ancud.

*1786-1788 Don Francisco de Hurtado del Pino

*1788-1791 Don Francisco Garoz

*1791-1797 Don Pedro de Cañaveral Ponce de León y Messía

*1797-1800 Don Antonio Montes de la Puente

*1800-------- Don César Balviani

*1800-1813 Don Antonio Alvarez y Ximénez

*1813-1817 Don Ignacio María Justis y Urrutia

*1817 Don Antonio Pareja

*1817-1826 Don Antonio de Quintanilla y Santiago

Incorporación a la República de Chile

1826 --------- Don José Santiago Aldunate y Toro

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1826---------- Mayor Fuentes

1826-1829 Don José Santiago Aldunate y Toro

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Fotocopia del original del acta de la Primera Junta de Gobierno 18/9/1810

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Línea de tiempo que atañe a los principales hechos, directos o indirectos,

desde que Chiloé fuera declarado posesión oficial de la corona de España, el 28 de Febrero de 1558, hasta la incorporación al territorio de la República

de Chile mediante la derrota y capitulación española de Quintanilla en el Tratado de Tantauco el 15 de Enero de 1826.

Se estima que 5000 años A.C. el archipiélago de Chiloé sólo era habitado por los indios de los pueblos huilliches y chonos.

1558 Se declara a Chiloé posesión de España, bajo el reinado de Felipe II en España, el Virreinato del Perú de don Andrés Hurtado de Mendoza y la gobernación de Chile de don García Hurtado de Mendoza y Manríquez

1567 Ocupación real de Chiloé por Martín Ruiz de Gamboa. Fundación de Castro. Se construye la iglesia matriz (lugar donde hoy se encuentra actual edificio Iglesia de San Francisco)

1598 Alzamiento mapuche de Curalaba. Se inicia la destrucción de todas las ciudades fundadas por los españoles desde el Bíobío hasta el canal de Chacao. (Valdivia, Angol, La Imperial, Osorno, Villarrica, Arauco y Santa Cruz).

1600 Incursión corsaria holandesa de Baltasar de Cordes, causando severos daños en Castro.

1608 Llegada de los Jesuítas al archipiélago.

1643 Incursión holandesa en Chiloé y Valdivia del corsario Hendrick Brower. Destrucción de Carelmapu.

1645 Amenazado por una eventual instalación de una colonia holandesa en el territorio de la Gobernación de Chile, El Virrey del Perú, don Pedro Alvarez de Toledo y Leiva, marqués de Mancera, ordena iniciar la construcción del sistema de fuertes en Valdivia.

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1646 Violento terremoto, lo que aumentó el deseo de los habitantes por abandonar la isla.

1712 Levantamiento de los indios veliches.

1767 Expulsión de los jesuítas de Chiloé y de todos los territorios de la corona española.

1768 Se termina la dependencia de la Capitanía General de Chile y comienza la dependencia directa de Chiloé del Virrey del Perú siendo virrey don Manuel de Amat y Junient. Es designado Gobernador de Chiloé el capitán don Carlos de Beranguer y Renaud quien funda la Villa y Fuerte Real de San Carlos de Chiloé (actual ciudad de Ancud) y transforma el extremo norte de la isla en un sistema defensivo principalmente contra las acechanzas marítimas inglesas. 1769-1771 Llegada de los curas franciscanos a Chiloé. 1782 Abolición de la Encomienda en Chiloé. 1784 Por razones estratégicas y de reforzamiento de fronteras, Chiloé es elevada a la categoría de Gobernación militar e Intendencia peruana. (Administrativamente Chiloé, hasta 1768, fue una gobernación menor o dependiente de la Capitanía General de Chile pasando, en ese año, a depender administrativamente del virreinato con sede en Lima, y desde 1784 elevada a la categoría de intendencia peruana, pero sólo durante poco más de 5 años)

1808 Fernando VII, es hecho cautivo en Francia por Napoleón I. siendo gobernador de Chile Francisco Antonio García Carrasco.

1810 Formación de la primera Junta de Gobierno en Chile, con juramento de lealtad al rey cautivo. Comienzo de la denominada Patria Vieja. A la sazón era Virrey del Perú don Fernando de Abascal y Gobernador de Chile don Mateo de Toro y Zambrano.

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1813 Fernando VII es liberado por Napoleón I y regresa al trono de España. Se inician una serie de acciones militares entre patriotas y realistas iniciando el período denominado Guerra de la Independencia de Chile. 1814 Desastre de Rancagua (1 y 2 de Octubre). Patriotas huyen a refugiarse en Mendoza, Gobierno de Chile en manos del victorioso general Mariano Osorio. Fin de la llamada Patria Vieja. Comienza el período denominado Reconquista o de Restauración de la Monarquía.

1815 Asume la gobernación de Chile Casimiro Marcó del Pont Ángel Díaz y Méndez, último gobernador español de Chile.

1817 El coronel Antonio de Quintanilla asume la gobernación de Chiloé. El ejército libertador de San Martín y O´Higgins vencen a los soldados realistas en Chacabuco (12 de Febrero) Es apresado el gobernador Marcó. O‘Higgins

es elegido Director Supremo de la nación. Comienzo del período denominado como Patria Nueva 1818 Declaración de la Independencia de Chile (redactada en Concepción el 1º de Enero) aprobada y firmada por O‘Higgins (2 de Febrero en Talca)

Jurada (el 12 de Febrero en Santiago) Batalla de Maipú (5 de Abril). Victoria del llamado ejército de los Andes (chileno-argentino) al mando de San Martín sobre las armas españolas comandadas por Mariano Osorio. 1820 Toma de Valdivia por Lord. Cochrane (3 y 4 de Febrero) importante logro patriota sobre el penúltimo y poderoso enclave español en Chile. Fracaso de la Expedición de Lord Cochrane en el intento de tomar el archipiélago de Chiloé. 1823 Abdicación de O‘Higgins en una Junta que es reemplazada por otra.

Asume Ramón Freire Serrano como Director Supremo de Chile. Fin de la Patria Nueva.

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1824 Victoria en Ayacucho de las fuerzas independentistas americanas (9 de Dic.) 1826 Derrota y capitulación del Brigadier José Ramón Rodil en los fuertes del Callao. Derrota del Brigadier Antonio de Quintanilla, batallas de Pudeto y Bellavista y firma del Tratado de Tantauco .Chiloé se incorpora a la República de Chile. Asume el primer gobernador Chileno de Chiloé, don Santiago Aldunate.

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Vista aérea de los lugares de emplazamiento

de fuertes y castillos del

sistema defensivo de Valdivia

Fotografía Aérea, buscador Google, Internet.

Número 1: Fuerte Aguada del Inglés Número 2: Fuerte de San Carlos Número 3: Batería del Barro Número 4: Castillo de San Luís de Alba de Amargos Número 5: Batería y Reducto de Chorocamayo Número 6: Castillo de San Sebastían de la Cruz (Corral) Número 7: Castillo de San Pedro de Alcántara (Isla Mancera) Número 8: Batería del Carbonero

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Número 9: Batería del Piojo Número 10: Castillo de la Pura y Limpia Concepción de Monfort de Lemus

(Niebla)

Mapas de las antiguas fortificaciones de Chiloé

Lázaro de Ribera , Fortificaciones de Chacao año 1781; Public. R.P. Gabriel Guarda O.S.B.

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Carlos de Berenguer, año 1769 Fortificaciones en San Carlos; Public. R.P. Gabriel Guarda O.S.B.

Mapas del llamado camino de Valdivia a Chiloé y del camino desde San Carlos a Castro en la Isla Grande

Camino de Valdivia a Chiloé, Mariano de Pusterla año 1791, Public. R.P. Gabriel Guarda O.S.B

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Camino de San Carlos a Castro, Francisco Hurtado año 1788, Public. R.P. Gabriel Guarda O.S.B.

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Tratado de Lircay

(3/5/1814)

Convenio celebrado entre los jenerales de los ejércitos titulados Nacional y el del Gobierno de Chile.

1º-Se ofrece Chile a remitir diputados con plenos poderes e instrucciones, usando de los derechos imprescriptibles que le competen como parte integrante de la monarquía española, para sancionar en las Cortes la Constitucion que éstas han formado, después que las mismas Cortes oigan sus representaciones; y se compromete a obedecer lo que entonces se determinase, reconociendo como ha reconocido por su monarca al Sr. D. Fernando VII y la autoridad de la Rejencia, por quien se aprobó la Junta de Chile; manteniéndose entre tanto el Gobierno interior con todo su poder y facultades, el libre comercio con las naciones aliadas y neutrales, y especialmente con la Gran Bretaña, a la que debe la España, después del favor de Dios y su valor y constancia, su existencia política.

2º- Cesaran inmediatamente las hostilidades entre ámbos ejércitos i la evacuacion de Talca se efectuará a las treinta horas de ser comunicada la aprobacion del Gobierno de Santiago sobre este tratado, i de toda la provincia de Concepcion, esto es, las tropas de Lima, Valdivia i Chiloé, en el término de un mes de recibida dicha aprobacion, franqueándoseles los auxilios que estuviesen al alcance de Chile i dicte la regularidad i prudencia; i quedando esta última plaza de Chiloé, sujeta como ántes al Virreinato de Lima, así como se licenciaran todos los soldados de la provincia de Concepción i sus partidos, si lo pidiesen.

3º- Se restituiran recíprocamente i sin demora todos los prisioneros que se hayan hecho por ámbas partes sin escepcion alguna, quedando enteramente olvidadas las causas que hasta aquí hayan dado los individuos de las provincias del Reino, comprometidos por las armas con motivo de la presente guerra, sin que ningún tiempo pueda hacerse mérito de ellas por una ni otra parte. I se recomienda recíprocamente el mas relijioso cumplimiento de este artículo.

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4º- Continuaran las relaciones mercantiles con todas las demas partes que componen la monarquia española, con la misma libertad i buena armonia que ántes de la guerra.

5º- Chile dará a la España todos los auxilios que esten a su alcance, conforme al actual deterioro en que ha quedado por la guerra que se ha hecho en su territorio.

6º- Los oficiales veteranos de los cuerpos de infanteria i dragones de Concepcion que quisieren continuar su servicio en el pais, gozaran el empleo i sueldo que disfrutaban ántes de las hostilidades; i los que no, se sujetaran al destino que el Excmo. Señior Virrei les señalase.

7º- Quedaran la ciudad de Concepcion i puerto de Talcahuano, con todas las piezas de artillería que tenian ántes de las hostilidades, i no siendo posible al señor Brigadier don Gabino Gainza dejar todos los fusiles de ámbas plazas, se conviene en restituir hasta el número de cuatrocientos para su servicio i resguardo.

8º- Desde el momento que se firme este tratado, estará obligado el ejército de Chile a conservar la posicion que hoy tiene, observando relijiosamente el no aproximarse mas a Talca; i caso que entretanto llega su ratificacion del Excmo. Gobierno de Chile, sobreviniese algun temporal que pueda perjudicarle, será de su arbitrio acampar en algunas haciendas en igual o mas distancia de dicha ciudad; bien entendido que para el inesperado caso de volverse a romper las hostilidades, que será con precisa noticia i acuerdo de ámbos ejércitos, no podrá contener agresiones el nacional, sin haberle dado lugar a restituirse a la posicion que tiene en esta fecha.

9º- Se restituiran recíprocamente a todos los moradores i vecinos las propiedades que tenian ántes de la fecha de 18 de Setiembre de 1810, declarándose nulas cualesquiera enajenaciones que no hayan procedido de contrato particular de. Sus dueños.

10º- El Excmo. Gobierno de Chile, satisfará con oportunidad de su tesoro público treinta mil pesos, como en parte del pago que debe hacerse a algunos

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vecinos de la provincia de Concepcion, de los gastos que ha hecho el ejército que hoy manda el señor Brigadier don Gabino Gainza, quien visará los libramientos que espida la intendencia.

11º- Para el cumplimiento i observancia de cuanto se ofrece de buena fe en.10~ artículos anteriores, dejará Chile por rehenes tres personas de distinguida clase o carácter, entre quienes se acepta, como la mas recomendable i por haberse ofrecido espontáneamente en honor de su patria, a don Bernardo O’Higgins, a ménos que el Excmo. Gobierno de Chile lo elija

de Diputado a las Cortes, en cuyo caso se sustituirá su persona con otra de carácter i representacion del pais.

12º- Hasta que se verifique la total evacuacion del territorio de Chile, se dejaran en rehenes por parte del ejército nacional, luego que esté ratificado el tratado, dos jefes de la clase de coronel, así como para evacuar a Talca, que deberá ser el paso inmediato, se daran por el ejército de Chile otros dos de igual carácter; quedando todo el resto del mes para que vengan a la inmediacion del señor jeneral del ejército nacional, los rehenes que habla el artículo anterior o un documento de constancia de haberse embarcado para Lima.

13º- Luego que sea firmado este tratado, se expedirán órdenes por los señores jenerales de ámbos ejércitos, para que suspendan su marcha cualquiera tropa que desde otros puntos se dirijan a ellos i que solo puedan acojerse para librarse de la intemperie a las haciendas o pueblos mas vecinos, donde les llegasen dichas órdenes, hasta esperar allí las que tengan a bien dirijirles; sin que de ningún modo puedan los auxiliares del ejército nacional pasar el Maule o entrar en Talca; i las del ejército de Chile, el rio de Lontué. llegase el caso, que no se espera, de no merecer aprobación este tratado, será obligado el señor jeneral del ejército de Chile a esperar la con testación de esta noticia, que ha de comunicar al del nacional, quien deberá darla al cuarto de hora de recibida.

15º- Reconociendo las partes contratantes que la supresion de las hostilidades, la restitucion de la paz, buena armonia e íntima amistad entre los dos gobiernos de Lima i Chile, son debidos en gran parte al relijioso i eficaz empeño del señor comodoro i comandante de la Phobe, don Santiago Hillyar,

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quien propuso su respetable mediacion al Gobierno de Chile, manifestándole los sentimientos del señor Virrei, i no ha reparado en sacrificios de todas clases hasta presenciar a tanta distancia de su destino todas las conferencias que han precedido a este convenio, le tributamos las mas espresivac gracias como a mediador i principal instrumento de tan interesante obra.

16º- Se declara que la devolucion de solo cuatrocientos fusi!es a las plazas de Concepcion i Talcahuano, a que se refiere el artículo 7.0, es porque el señor jeneral Brigadier don Gabino Gainza, no tiene completo el armamento que el ejército de su mando introdujo al reino 1 despues de haber convenido en los artículos anteriores, nos el jeneral en jefe del ejército nacional, Brigadier don Gabino Gainza, i el jeneral en jefe i cuartel maestre jeneral del ejército de Chile, don Bernardo O’Higgins i don Juan Mackenna, Plenipotenciarios nombrados, firmamos dos ejemplares de un mismo tenor, para su constancia, en las orillas del rio Lircai, a dos leguas de la ciudad de Talca.

Cuartel jeneral del Ejército Nacional e igual distancia del de Chile, en tres de Mayo de mil ochocientos catorce.

Firmados por: Gabino Gainza. – Bernardo O’Higgins.- Juan Mackenna.

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Fragmento de las memorias de Richard Longeville Vowell

Extraído del libro Viajes Relativos a Chile. Tomo traducido por don José Toribio Medina .

Nota curricular de su carrera en América :

Richard Longeville Vowell partió de su natal Inglaterra a comienzos de 1817, con el grado de oficial del Primer Regimiento de Lanceros venezolanos, y que después de haber militado en Venezuela y Nueva Granada, en ocasiones viéndose con inminente riesgo de perder la vida, y de soportar en todo momento las penurias consiguientes a tan duras campañas durante cuatro años. Arribó a Guayaquil con licencia de su jefe (Sucre) para regresar a su patria enfermo de un agudo reumatismo. Allí entró al servicio de Chile (Contratado en Guayaquil por Lord Cochrane el 1º de Noviembre de 1821para embarcarse en la Independencia) en el cual permaneció hasta noviembre de 1829, fecha en que se embarcó en Valparaíso para volver a su patria en 1830, después de una travesía por el Cabo de Hornos y de recalar en Brasil, regresa después de trece años de ausencia.

Existe un interesante documento emitido, probablemente, para regularizar administrativamente el cargo o algún pago o premio que le fuera otorgado o prometido por Lord Cochrane a este oficial inglés y que, el propio Longeville, dirige como una formalidad al Director Supremo, a la sazón, don Ramón Freire. En dicho documento también menciona haber estado presente en los “bloqueos de Chiloé” donde también participó Freire.

“Exmo. Señor Director Supremo.- Don Ricardo Longeville Vowell, capitán de tropa de la Marina de Chile, ante V.E. con el mayor respeto parezco y hago presente que por los certificados que tengo el honor de acompañar, firmado por los Jefes y Contadores con quienes he navegado, consta que ha estado siempre al servicio actual en dicha clase, desde Noviembre de 1821 hasta la fecha (¿…? Presumiblemente fue escrito el año 1829) durante que tiempo he

presenciado las campañas de México y California y con los bloqueos de

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Chiloé, teniendo el honor de servir a bordo de la Independencia cuando vino V.E. a Talcahuano acá en 1823; en fín en toda la expedición…”

También resulta muy interesante conocer de esta primera fuente sus impresiones acerca de los protagonistas de la llamada Guerra a Muerte. Estas son como sigue:

“Un aventurero apellidado Pincheira se había alzado en la provincia de

Concepción, en reemplazo del renombrado Benavides, que fue fusilado en Santiago el año 1822. Este hombre era chileno de nacimiento, pero de estirpe española. Habiendo sido fusilado por causa de algún crimen por el gobierno de Chile, Pincheira hizo juramento (que de ordinario se cumple religiosamente en tales casos, aun por los malhechores más refinados del país) para hostigar a Chile por cuantos medios estuvieran a su alcance, y no cesar jamás en su sed de venganza antes de lograrse sentar en la silla presidencial en palacio, o ser amarrado en el banquillo en la plaza de Santiago. Pronto encontró manera de reunir en torno suyo algunos vagabundos, descontentos y desertores; y habiéndose ganado la voluntad de los indios araucanos, que no tienen escrúpulos en plegarse a cualquier caudillo con tal sólo que se les ofrezca mezclarse en guerra, se captó firmemente su confianza y buen crédito con permitirles saqueo en toda ocasión, y aun excediéndoles en actos crueles y feroces. A intento de conservar sus salvajes adeptos en buen predicamento, por el cual únicamente podía asegurarse su cooperación, siempre estaba tramando alguna incursión contra las aldeas y haciendas indefensas de la provincia de Concepción. Llevó tan lejos su audacia en algunas ocasiones, que aun sorprendió a pequeñas guarniciones, medios por los cuales lograba siempre procurarse armas y municiones y algunas veces reclutas.

Las crueldades cometidas por los Pincheiras y sus bandidos no tiene precedentes. Invariablemente asesinaba a toda la población masculina de las aldeas que caían en sus manos, reservando sólo a las mujeres y niños, que distribuía por esclavos entre los indios. Era inútil que el Gobierno despachase partidas contra él. Si eran cortas en número, las provocaba a combate; y si numerosas, se escapaba fácilmente, retirándose con sus fuerzas, no impedidas por el bagaje, a los llanos o escondites de las cordilleras, donde se consideraba

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infructuoso y harto arriesgado perseguirle. Su guerrilla llegó a ser al fin formidable en Chile, y su atroz conducta al tomarse la ciudad de Mendoza, que entregó al saqueo por tiempo de veinticuatro horas, dejó de manifiesto cuán poco tenían los chilenos que esperar de su clemencia, si alguna vez llegase a penetrar en Santiago, como no es improbable, considerando su carácter activo y emprendedor y la indolencia y falta de unión que reina entre los chilenos.”

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Naves de guerra del período de la Independencia

Utilizados durante la patria vieja: 1810-1814: Fragata Perla; 1812; Ex Pearl. El 2-5-1813 se sublevó y pasó al enemigo. Capturada en octubre 1817. Usada como transporte en la Expedición Libertadora.

Bergantín Potrillo; 1812; 260 Ton.; 16 cañones; Ex Colt. El 2-5-1813 se sublevó junto con la Perla y pasó al enemigo. Capturado el 18-1-1820. Sirvió en la expedición al Perú.

Fragata Thomas; También conocida como Santo Domingo de Guzmán, capturada por Freiré en Penco el 7-6-1813. Devuelta a su dueño, Don Esteban Manzano.

Fragata San José; Buque prisión capturado en Talcahuano en 1813

Utilizados entre 1817-1826: Bergantín Águila; 1796; 260 Ton.; 16 cañones; Capturado en Valparaíso el 26-2-1817; Bautizado Pueyrredón en 1818; Naufragó en Ancón.

Goleta Fortunata; 1817; 50 Ton.; 1 cañón; Construida en Constitución; Utilizada en la defensa de Valparaíso; Naufragó en Valparaíso, el 9-6-1823

Bergantín Rambler; 1817; 17 cañones; Fletado en Valparaíso el 1-6-1823; Utilizado en la defensa del puerto.

Fragata María; 1817; 281 Ton.; 12 cañones; Fletada en Valparaíso el 1-6-1823; Utilizada en la defensa del puerto; Naufragó en Valparaíso el 9-6-1823.

Fragata Lautaro; 1815; 850 Ton.; 50 cañones; Ex Windham, comprada en marzo de 1818; Primera Escuadra; Desguazada por mal estado en 1829.

Navío San Martín; 1815; 1.350 Ton.; 64 cañones; Ex Cumberland, comprado el 21/22-5-1818; Primera Escuadra; Naufragó en Ancón el 16-7-1821.

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Bergantín Araucano; 1815; 270 Ton.; 16 cañones; Ex Colombo, comprado el 14-8-1818; Primera Escuadra; Amotinado en Loreto, Baja California, en mayo de 1826.

Corbeta Chacabuco; 1815; 450 Ton.; 20 cañones; Ex Santa Roía, ex Coquimbo, comprada el 23-5-1818.; Primera Escuadra; Vendida a Buenos Aires en 1826.

Fragata O'Higgins; 1813; 1.220 Ton.; 50 cañones; Ex Patricio, ex Reina María Isabel. Capturada en Talcahuano el 28-10-1818; Vendida a Buenos Aires, naufragó en el Cabo de Hornos en 1826.

Bergantín Galvarino; 1815; 398 Ton.; 18 cañones; Ex Lucy, ex Hecaté. Comprado el 14-10-1818; Varado en Valparaíso en 1828.

Bergantín Intrépido; 1818; 350 Ton.; 18 cañones; Ex Maipú, Bergantín Argentino, pasó a Chile en 1819; Varado en Corral el 1820.

Goleta Moctezuma; 1815; 200 Ton.; 7 cañones; Capturada por la escuadra en Callao el 4-4-1819; Buque insignia en Valdivia; Vendida en Septiembre de 1828.

Corbeta Independencia; 1819; 830 Ton.; 28 cañones; Ex Curiado comprada el 22-6-1819; Buque insignia en la expedición a California; Vendida a Buenos Aires. Se varó en Talcahuano.

Fragata Valdivia (Esmeralda); 1791; 950 Ton; 44 cañones; Capturada en el Callao el 5/6-11-1820; Naufragó en Valparaíso en junio de 1825.

Estrella Naciente; 1818; 350 Ton.; 8 cañones; Ordenado en Londres en 1817. Llegó el 6-6-1822; Primer buque a vapor; No fue aceptado.

Corbeta Voltaire; 1824; 350 Ton.; 17 cañones; Comprada en julio de 1823; Naufragó en Carelmapu el 28-4-1824

Bergantín Aquiles; 1824; 405 Ton.; 20 cañones; Capturado en Guam en 1825; Naufragó en Valparaíso el 24-6-1839.

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Goleta Aranzazu 1821; 120 Ton.; 7 cañones; Capturado el 9-1-1821; Sublevado en 1822; Naufragó en Guayaquil en 1822.

Bergantín Tucapel; 1824; Comprado en 1824; Expedición a Chiloé; Desconocida

Bergantín Infatigable 1824; 250 Ton.; 6 cañones; Comprado en 1826; Explotó su Santa Bárbara en Valparaíso el 3-8-1855.

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Fragmentos del diario de Gaspar Schmalkalden Selección de la

Bitácora de la expedición de Heindrick Brouwer a Chiloé y Valdivia en el año 1643

“El 6 de Junio llegamos a Castro, dejamos caer las anclas, y tan pronto estuvimos en tierra, los oficiales nos ordenaron marchar directamente contra el enemigo. Pero cuando ellos nos vieron, como ya había sucedido anteriormente, (se refiere a un desembarco efectuado en días anteriores en ese mismo lugar) se fueron al monte .Nosotros nos devolvimos y marchamos a través de la ciudad. Cuando habíamos subido un trecho corto, pensábamos que los que allí estaban se defenderían y nos eliminarían. Pero entramos sin resistencia, no encontramos botín alguno, pues ellos ya habían sacado todo de la ciudad, ellos mismos habían incendiado algunas casas y se habían retirado al bosque. La primera noche alojamos en la iglesia. Y como en los días siguientes no nos encontramos con ningún ser humano en la ciudad y no teníamos nada que ganar, los soldados incendiaron algunas casas y nos fuimos nuevamente a bordo. El 8 nos hicimos a la vela con viento muy fuerte, después de mediodía tuvimos que anclar nuevamente. La tripulación bajó a tierra, diariamente, y traía cerdos y ovejas a bordo. También prendieron fuego a una o dos casas, lo que no se les había ordenado. Esto provocó malestar lo que hizo postergar la partida. El 12 en la tarde avanzamos un poco y llegamos a una isla. Los del barco <Eintracht> bajaron a la isla y trajeron a un indígena y algunas ovejas a bordo de su barco. El 16 de Junio, a causa de viento contrario tuvimos nuevamente que navegar a la Bahía de Chilones (se refiere a Chiloé). Nuestro Almirante Sr. Heindrich Brouwer se sentía indispuesto.

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El 19 viaja a tierra nuestro Mayor más el Fiscal y algunos soldados con el sargento y regresan el 20, y traían el tesoro al Almirante, que estaba compuesto de 300 piezas y alrededor de 30 piezas de Achten (por su similitud en la pronunciación con el octavo, en idioma alemán, se presume que estaba refiriéndose a reales de a ocho). El 21 se les ordenó a los soldados y marinos bajar a tierra con azadones y palas para desenterrar un trozo de metal que habían enterrado los españoles y que los indios habían delatado. El trozo fue traído a bordo (obviamente era un cañón oculto), era alrededor de 8 pies y de 1050 libras de peso y disparaba una bala de 6 libras. El 27 llegaron hasta nuestro Almirante algunos indios, entre los que estaban también los caciques llamados don Felipe y don Diego. Traían como regalo una cabeza que habían cortado a un español. El almirante les reconoció con 15 picas, 15 espadas y 6 mosquetes lo que recibieron muy agradecidos, prometiendo además algunas vacas. El 2 de Agosto vinieron alrededor de 20 chilenos (se refiere a indígenas) trajeron ovejas y toda clase de comida para hacer trueque. Algunos de ellos querían gustosos viajar con nosotros a Baldivia, lo que fue concedido por el almirante. El 6 tuvieron que ir todos los altos oficiales al buque insignia porque el Sr. Almirante Brouwer estaba muy mal. El 7 de Agosto entre las 10 y 11 de la mañana falleció el Sr. Almirante Brouwer. Que Dios le otorgue una feliz resurrección el día del Juicio Final. El cuerpo fue puesto en una urna y depositado en el barco. El 15 los cirujanos hicieron la autopsia al difunto cuerpo del Almirante. Las vísceras fueron enterradas en tierra. El Martes 18 de Agosto se dio a conocer a todos los oficiales, soldados y tripulaciones el mandato firmado y sellado por la Honorable Administración

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de los Privilegios de la Compañía de las Indias Occidentales de Holanda cuyo contenido era: “En caso de que en este viaje al Sr. Almirante Brouwer, le

llegara la muerte de la cual esperamos que el querido Dios lo proteja así como ya sucediera un par de años atrás, asumirá el cargo de Almirante para toda la flota el Vicealmirante Sr. Elías Harckmann por lo cual todos tendrán que felicitarlo” El 21 teniendo buen viento, levantamos anclas y continuamos viaje a Baldivia. El 3 de Septiembre fueron traídos a la ciudad nuestros baúles y equipajes. El 17 nuestro Almirante Sr. Harckmann con el Sr.Crispiny y el barco “Amstredam” se dirige a Brasil a buscar más gente, municiones y provisiones y zarparon el día 28. El 23 se comenzó a trabajar poco a poco en la fortaleza, parcelando el terreno. El 27 un cacique trajo de regalo 5 vacas y 11 cerdos y a él se le retribuyó con 2 o 3 hachas y algunos collares de coral. El 5 de Octubre vino nuevamente un cacique trayendo de regalo algunas piezas de ganado. El Almirante ordena que se le de una espada y algunos collares de coral y al bajar a tierra fue despedido con dos salvas de honor. El 10 los soldados y marinos se disputan porque los marinos robaron de los baúles comida y frazadas indígenas a los soldados mientras estos trabajaban. Y si no hubieran venido los oficiales hubieran podido llegar “a verbis ad

verbera”. El lunes 26 en el buque insignia los desertores y sus cómplices fueron sometidos a todos los oficiales; seis tuvieron que tirarse de la verga al agua, cinco fueron arcabuceados y el número doce, que ya estaba con los ojos vendados fue perdonado.

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El 27 vinieron todavía algunos indios y trajeron como último homenaje al Almirante una oveja-camello (se refiere a una Llama). El 28 de Octubre levantamos anclas y, en el nombre de Dios, nos hicimos a la mar.” Nota del autor: Extraídos del diario de Gaspar Schmalkalden, Revista Cultura de y desde Chiloé, Nº13 y 14.

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