imposible pensar en otra cosa

Roly Arias / Imposible pensar en otra cosa

Imposible pensar en otra cosaHernán Ulm

Agotar la superficie

Los trabajos de Roly siempre dan esa sensación: ya los conocemos y, sin embargo…, algo siempre recomienza, algo siempre al borde de un fraca-so, algo siempre a punto de nacer. Algo siempre haciendo equilibrio en-tre lo que ya se hizo y lo que se está por hacer. Lo más difícil es no dejarse seducir por la propia habilidad y aceptar esa exigencia que llega contra uno mismo y nos obliga a romper los propios estereotipos y vencer la fuerza cotidiana del cliché. Quebrar las seguridades de la buena forma: Imposible pensar en otra cosa. Imposible no asumir esta exigencia. Im-posible no seguir esta fuerza. Se dibuja a la fuerza, se dibuja no como una elección, no como una libertad, sino como la exigencia más pura y más extrema, aquella que nos impide tomar otros rumbos.

Sólo resta seguir dibujando. Solo resta hacer todo lo que se pueda para agotar la superficie que se nos enfrenta. Se trata, a lo largo de las series, de poblar tanto como se pueda la superficie. El dibujo no deja de man-tener esa curiosa relación con lo que lo soporta. ¿Cuánto dibujo soporta una superficie? De uno a otro extremo de las series se trata no solo del dibujo, no solo de la figura como tal, sino también del modo de poblar la superficie, del modo de agotar ese espacio, del modo de ocuparlo en todas sus posibilidades; para que luego, cuando el espacio ya no soporte

Colinas sombreadas más allá de tus sueños.Los castillos que sueña el vagabundo.Morir al final de un día cualquiera.Imposible escapar de la violencia.Imposible pensar en otra cosa.Flacos señores alaban poesía y armas.Castillos y pájaros de otra imaginación.Lo que aún no tiene forma me protegerá.

Roberto Bolaño

1 - Roly Arias. Sin título, de la serie Imposible pensar en otra cosa, 2012. Tinta, lápiz, acrílico y acuarela sobre papel Fabriano. 50x70 cm.

más nada, poder sí, hacer otra cosa (tal vez como Beckett quería agotar el espacio y el lenguaje de la representación escénica, hasta no poder ya hacer más nada con él, hasta que, recién entonces, podamos ya por fin abandonarlo y comenzar a hacer otra cosa). Dibujar es, entonces, inven-tarse una topología por la que el espacio se agota transformándose en un lugar. Hay que borrar la superficie que se ofrece como espacio para volver la superficie la ocasión de un lugar, de un encuentro, de una cita. Ocupar es agotar el espacio haciéndolo lugar. Las figuras se repiten pero su función al interior de la superficie que pueblan va modificándose. Es preciso siempre estar atento a la singularidad por la que una figura se presenta tanto como al lugar que ocupa a través de las series en que se distribuye. Es esta una manera de acompañar un trabajo que está, siem-pre, en el comienzo de una ocupación, un modo de estar ocupado y ocupando. Ocupar tanto como se pueda, ocuparse tanto como se pueda.

Lo que antes estaba perfilado en la austera línea de tinta ahora apare-ce en el espesor del acrílico, lo que antes se resolvía como una sombra ahora se rodea de un color, lo que antes se establecía con el trazo firme de un borde negro ahora se desdibuja en la pincelada acuosa de la acua-rela. Experimentar no es inducir la catástrofe de donde nada puede ya salir. Tampoco es destruir todo para recomenzar como si nada existiese. Experimentar es jugar con la pequeña variación, con la búsqueda del pequeño matiz (Nietzsche decía que somos científicos por falta de su-tileza). Experimentar es buscar ese pequeño matiz que puede arruinar el trabajo pero también es conducir ese trabajo, por ese pequeño matiz, por esa pequeña variación, al límite casi imperceptible por el cual ella va más allá. Experimentar es, en suma, trazar ese pequeño matiz en que la experiencia se vuelve otra cosa, en que la percepción se transforma en otra cosa. Todo se juega en estos dibujos entre esos pequeños matices que interrogan la superficie en sus posibilidades resistiéndose a la catás-trofe absoluta que haría del cuadro una simple mancha.

Palabras para ver

Y hay también una insistencia en dibujar palabras en las series. Pala-bras que recorren los dibujos, los atraviesan. Esta insistencia no deja de pertenecer a un mismo proyecto de ocupación. La misma exigencia que vuelve a imponerse. Las palabras no son menos personajes que las figuras poblando la superficie. Por eso adquieren un carácter eminente-mente visual ¿Será que el significado de las frases tiene alguna relevancia para el sentido del trabajo? ¿Será que la frase nos revela algo que el di-bujo nos esconde? ¿Será que frente a la opacidad y la proliferación de las figuras, las palabras detienen el movimiento y aseguran la dirección de lo visto? Esta es nuestra primera tentación.

Pronto, adivinamos nuestro engaño. Pronto las palabras estallan en su materialidad de tinta, en su espesor de pintura y se muestran como aquello que son: imágenes dibujadas en una superficie. Las palabras no son ya para ser leídas, las palabras ni explican el dibujo ni son ilustradas por él. Las palabras rechazan toda lectura (quizás porque las palabras ya se han ellas mismas agotado como portadoras de sentido, tal vez porque ya no vale la pena mirarlas como palabras desde que están vacías y ya nada significan. O, porque el lenguaje y sus operaciones de significación ya no tienen interés para nuestra vida). De esta forma, y liberadas de su función de signo lingüístico, los trazos que definen una palabra no dejan de ser las líneas de un camino que el artista ha recorrido. Tal vez porque en ese camino que las palabras dibujan, se trata de mostrar que, finalmente, las palabras son un dibujo que se inscribe en una superficie y la ocupan (los griegos tenían una misma palabra para las actividades de escribir, grabar, dibujar: graphein). La palabras son antes que cualquier otra cosa imágenes para ser vistas, el rastro de una mano, la sombra de un recorrido que se quiere retener (al fin y al cabo en las sombras está el origen mítico del dibujo: para retener la imagen de su amado que iría a partir esa noche, la hija de Butades traza su perfil sobre una pared. Buta-

des por su lado, hará con ese perfil un molde de arcilla, para aun poder retener mejor la imagen del amado). Hay en el trazo que realiza un con-torno, hay en el dibujo y en la escritura, algo del amor y de lo que lo retie-ne. Alguna vez Platón condenaba a la escritura por compartir su origen con las imágenes, por su filiación con las imágenes. Por ello, luego, antes o después, al salir de la decepción por un significado que las palabras no contienen notamos que no importa tanto el significado que se pierde y se resume a veces en el encuentro más o menos fortuito con un libro (Bolaño, Dante, Borges, son referencias cotidianas en Roly Arias) sino que son apenas la excusa para darle movimiento al pincel, para exigirle al pincel ocupar la superficie y ofrecernos un recorrido posible, engaño-so, sobre el mensaje secreto que las palabras cifrarían. Y en cada serie se repite, por ello, una misma figura como una misma frase que va y viene de un cuadro a otro de la serie y cuya clave no contiene. Es en ese punto en que la palabra alcanza su máxima posibilidad: la de deshacerse en la materia que la dibuja y, si sabemos que algo está allí escrito ya nada pue-de ser ahí leído (cuánta caligrafía ha sido necesaria en Roly Arias para poder dejar caer el trazo, cuánto cuidado en la destreza de la mano para poder abandonar la línea, cuánta disciplina en la repetición para defor-mar la letra, para llevar la letra a otro lugar, para hacer de la letra otra cosa: también ahí es la presencia muda de una mano la que nos devuelve la mirada de una palabra, también ahí, en esa escritura que ha vuelto a ser dibujo, que se ha desentendido de todo lenguaje, en esa palabra que ya no pertenece a la lengua, lo que aparece es la presencia silenciosa del cuerpo que dibuja, del cuerpo en lo que dibuja, del cuerpo dibujando). Dibujar sin claves secretas. Dibujar, tal vez, porque es imposible pensar en otra cosa. Dibujar porque el pensamiento tiene también la exigencia de ocupar la superficie. Dibujar porque el pensamiento alcanza en su carácter material aquello que ninguna palabra y ningún concepto puede soñar, la intimidad de un cuerpo que se pliega y se despliega en las imá-genes de los cuadros.

No se dibuja por elección. No se elije dibujar. Se responde a su exigencia, a la exigencia del dibujo. Y ya no es posible más nada. Ya no hay en que otra cosa pensar, ya no queda otra cosa sino empecinarse en ese combate cerrado con lo que calla en nosotros. Ya no cabe nada más sino ocupar la superficie, agotarla, hacerla expresar todas sus posibilidades. Convertir toda superficie en un lugar.

No, no hay nada más, no hay otra cosa en qué pensar, sino en la más extre-ma chance de un día tal vez agotar la superficie por el dibujo y al fin poder hacer algo más. Hasta que ese momento extremo nos llegue, hasta que ese momento extremo nos alcance, sólo podemos una cosa: volver a comenzar.

Una intuición metódica sigue entonces el curso de estas variaciones. Una intuición que trata de capturar la vida de los dibujos, la vida secreta de los dibujos, desde el interior de ellos mismos, que obliga a seguirlos en sus repeticiones, que exige la paciencia de buscar sus apariciones de uno a otro de los dibujos de la serie y entre cada serie entre sí. Metódico porque en verdad si no serializamos las figuras corremos el riesgo de reducirlas a su forma simple, a la forma de una identidad perdiendo el sentido de la ocupación.

En cada serie y de una serie a otra, los dibujos van adquiriendo un valor singular, una forma de singularizarse. No se realiza cada vez el mismo mo-vimiento, no realizan el mismo movimiento. La gran tira, el formato mis-mo de las presentaciones nos envuelven. Nos obligan al movimiento. En el límite son dibujos que han salido de una cúpula, son dibujos que se me antojan pensados en una superficie curva y que luego deben ser estirados. O bien, fragmentos irreconciliables de una obra que está siempre huyen-do de sí misma. A veces parece que las figuras se buscan de un cuadro a otro, que se persiguen de un cuadro a otro, pero el diálogo queda siempre interrumpido, y lo único que los une es esa misteriosa inscripción que da nombre a las series y que no explica nada de su contenido sino que por el contrario las mueve aun a nuevas regiones de lo visible.

6, 7, 8 - Roly Arias. Sin título, de la serie Imposible pensar en otra cosa, 2012. Tinta, lápiz, acrílico y acuarela sobre papel Fabriano. 50x70 cm.

9 (abajo) - Roly Arias, El robot, 2012. Políptico. Tinta sobre papel 15x15 cm. cada uno.

10 - Imposible pensar en otra cosa. Trece dibujos de Roly Arias. Libro de artista.

Roly Arias nace en Salta en mayo de 1968.

Incursiona en el campo de la plástica de modo autodidacta. Su producción plástica ha sido expuesta en Italia, México, Brasil y Argentina. En este último país, en provincias como Jujuy, Rosario, Córdoba, Tucumán, Mendoza, Buenos Aires y Salta.

Entre las distinciones obtenidas, cabe destacar: Primer Premio XXXII Salón Provincial de Artes Plásticas, Salta 2012; Primer Premio I Salón Provincial del Poema Ilustrado, Salta, 2011; Medaglia del Presidente della Repubblica, 51° Premio Internazionale Bice Bugatti - Giovanni Segantini, Nova Milanese, Italia, 2010; Segundo Premio XXX Salón Provincial de Artes Plásticas, Salta 2010; Primer Premio, II Salón Regional Plaza de Almas, Tucumán, 2009; Segundo Premio, XXIV Salón Provincial de Artes Plásticas, Salta, 2004; y Primer Premio, Salón Provincial Homenaje a Jorge Luis Borges, Salta, 1999.

Ha sido acreedor de diversas becas artísticas, entre ellas: Beca Nacional para Proyectos Grupales, Fondo Nacional de las Artes, proyecto de investigación Salta 1930/1960, 2009; Entrecampos. Encuentro de artistas con los curadores Kevin Power, Rachel Weiss, Patricia Hakim, Córdoba, 2009; Beca Trama, El Encuentro. Jornadas regionales de intercambio en gestión artística y redes de cooperación cultural en Latinoamérica, Buenos Aires, 2005; y Beca Fundación Antorchas, Encuentros de producción y análisis de obra para jóvenes artistas de Salta y la región, Salta, 2003.

Su obra forma parte de colecciones públicas, tales como: Museo Castagnino+macro de Rosario, Museo de Arte Contemporáneo de Salta (MAC) y Museo de Arte Contemporáneo de Jataí, Brasil.

www.rolyarias.com.ar - www.facebook.com/rolyarias.art

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Auspician esta muestra

Diseño Rodrigo González GomezaFoto de obrasRodrigo MoscosoRetratoVictor Notarfrancesco

La muestra podrá ser visitada desde el 18 de octubre al 10 de noviembre en horario comercial. Salta, 2012.

Los Carolinos 407 - Tres Cerritos Tel. 0387 439 5184

[email protected]

Auspiciantes Mamoré

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