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Desde su formulación por parte del franciscano Amadeo de Portugal, por medio de su Apocalipsis nova, y su conversión en culto católico tras el ha- llazgo de un mural palermitano con las efigies de los Siete Príncipes en 1516, esta devoción ha guar- dado una estrecha relación con la monarquía his- pánica, su papel como defensora universal de la fe católica y, con ello, de la evangelización. Su cul- tivo y difusión se ha puesto en relación con un su- puesto programa ideológico de la monarquía his- pánica, auspiciado en realidad por los promotores de este culto que quisieron tener a sus represen- tantes –los monarcas– como sus principales patro- cinadores. Coincidiendo con la llegada de Felipe V se vivió una reactivación del culto que lo relanzó especialmente por los virreinatos americanos. El responsable de ello fue Andrés Serrano, jesuita te- nido por místico pero cuya trayectoria vital escon- día un anhelo político personal, todo ello al servi- ció de la nueva casa reinante y del proyecto evan- gelizador de la Compañía de Jesús. Sobre esta de- voción angélica cayó también la sombra de la in- quisición que condenó las revelaciones de Ama- deo, persiguiendo el culto a los nombres prohibi- dos de cuatro de estos ángeles y la prohibición que en Nueva España hizo el IV Concilio Mexica- no. A pesar de esto, reinó cierta tolerancia que permitió el cultivo de su devoción y su traducción visual en el virreinato novohispano. 1 La base del conflicto se encuentra en la definición de un aspecto tan fundamental como la figura de los ángeles. El cristianismo vivió un dilatado pro- ceso de definición de los seres angélicos, en virtud 151 [núm. 23, 2014] IMAGEN Y DEVOCIÓN DE LOS SIETE PRÍNCIPES ANGÉLICOS EN NUEVA ESPAÑA * Fecha de recepción: 1 de junio de 2014 / Fecha de aceptación: 1 de septiembre de 2014. 1 Trabajo comprendido dentro de los objetivos del proyecto Los tipos iconográficos del Grupo de investigación APES financia- do por el Ministerio de Ciencia e Innovación [HAR 2008-004437/ARTE]. I MAGEN Y DEVOCIÓN DE LOS SIETE PRÍNCIPES ANGÉLICOS EN NUEVA ESPAÑA Y LA CONSTRUCCIÓN DE SU PATROCINIO SOBRE LA “EVANGELIZACIÓN” Resumen: El artículo aborda el asunto del culto angélico a los Siete Príncipes en Nueva España, analizando, en primer lugar, la tradición teológica que lo respalda. Así mismo, analiza las bases del culto, que se sustenta en el Apocalipsis Nova de Amadeo de Portugal, místico franciscano, redactada bajo el supuesto dictado del ar- cángel Gabriel. Con todo ello, se detiene a estudiar la tradición visual de la imagen de los Siete Príncipes en el virreinato de Nueva España y se adentra en la tradición literaria novohispana que le dio respaldo. Los textos de Rafael de Bonafé, Alonso Alberto de Velasco y Andrés Serrano, sitúan en el centro de este culto angélico el tema de la evangelización como destino escatológico y, con ello, el papel protagonista de la monarquía hispá- nica y los jesuitas. Palabras clave: Amadeo de Portugal / Andrés Serrano / misiones jesuitas / Inmaculada Concepción / devocio- nes siglo XVIII. Abstract: The subject of this paper is the study of the cult of the seven Princes of Heaven in New Spain, studying the theological tradition behind it. It also examines the foundations of this cult, which is based on the Apocalipsis Nova of Amadeo of Portugal, a Franciscan mystic, written under the dictation of the archangel Gabriel. The purpose is to study the visual tradition of the Seven Princes of Heaven in the Viceroyalty of New Spain as well as in the study of New Spain’s literary tradition that gave support to it. The texts of Rafael de Bonafé, Alonso Alberto de Velasco and Andrés Serrano, explain the relationship of the angelic cult with evangelism as eschatological destiny. It also explains the importance of the Spanish monarchy and the Jesuits. Key words: Amadeo de Portugal / Andrés Serrano / Jesuit missions / Immaculate Conception / 18th century devotions. SERGI DOMÉNECH GARCÍA Instituto de Investigaciones Estéticas. Universidad Nacional Autónoma de México

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Page 1: IMAGEN Y DEVOCIÓN DE LOS SIETE PRÍNCIPES ANGÉLICOS EN … · 2017-04-22 · Uriel, Seathiel, Jehudiel y Barachiel. En el arte cristiano encontramos la representación conjunta,

Desde su formulación por parte del franciscanoAmadeo de Portugal, por medio de su Apocalipsisnova, y su conversión en culto católico tras el ha-llazgo de un mural palermitano con las efigies delos Siete Príncipes en 1516, esta devoción ha guar-dado una estrecha relación con la monarquía his-pánica, su papel como defensora universal de lafe católica y, con ello, de la evangelización. Su cul-tivo y difusión se ha puesto en relación con un su-puesto programa ideológico de la monarquía his-pánica, auspiciado en realidad por los promotoresde este culto que quisieron tener a sus represen-tantes –los monarcas– como sus principales patro-cinadores. Coincidiendo con la llegada de Felipe Vse vivió una reactivación del culto que lo relanzóespecialmente por los virreinatos americanos. Elresponsable de ello fue Andrés Serrano, jesuita te-

nido por místico pero cuya trayectoria vital escon-día un anhelo político personal, todo ello al servi-ció de la nueva casa reinante y del proyecto evan-gelizador de la Compañía de Jesús. Sobre esta de-voción angélica cayó también la sombra de la in-quisición que condenó las revelaciones de Ama-deo, persiguiendo el culto a los nombres prohibi-dos de cuatro de estos ángeles y la prohibiciónque en Nueva España hizo el IV Concilio Mexica-no. A pesar de esto, reinó cierta tolerancia quepermitió el cultivo de su devoción y su traducciónvisual en el virreinato novohispano.1

La base del conflicto se encuentra en la definiciónde un aspecto tan fundamental como la figura delos ángeles. El cristianismo vivió un dilatado pro-ceso de definición de los seres angélicos, en virtud

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IMAGEN Y DEVOCIÓN DE LOS SIETE PRÍNCIPES ANGÉLICOS EN NUEVA ESPAÑA

* Fecha de recepción: 1 de junio de 2014 / Fecha de aceptación: 1 de septiembre de 2014.1 Trabajo comprendido dentro de los objetivos del proyecto Los tipos iconográficos del Grupo de investigación APES financia-do por el Ministerio de Ciencia e Innovación [HAR 2008-004437/ARTE].

IMAGEN Y DEVOCIÓN DE LOS SIETE PRÍNCIPESANGÉLICOS EN NUEVA ESPAÑA Y LACONSTRUCCIÓN DE SU PATROCINIOSOBRE LA “EVANGELIZACIÓN”

Resumen: El artículo aborda el asunto del culto angélico a los Siete Príncipes en Nueva España, analizando,en primer lugar, la tradición teológica que lo respalda. Así mismo, analiza las bases del culto, que se sustentaen el Apocalipsis Nova de Amadeo de Portugal, místico franciscano, redactada bajo el supuesto dictado del ar-cángel Gabriel. Con todo ello, se detiene a estudiar la tradición visual de la imagen de los Siete Príncipes en elvirreinato de Nueva España y se adentra en la tradición literaria novohispana que le dio respaldo. Los textosde Rafael de Bonafé, Alonso Alberto de Velasco y Andrés Serrano, sitúan en el centro de este culto angélico eltema de la evangelización como destino escatológico y, con ello, el papel protagonista de la monarquía hispá-nica y los jesuitas.

Palabras clave: Amadeo de Portugal / Andrés Serrano / misiones jesuitas / Inmaculada Concepción / devocio-nes siglo XVIII.

Abstract: The subject of this paper is the study of the cult of the seven Princes of Heaven in New Spain,studying the theological tradition behind it. It also examines the foundations of this cult, which is based onthe Apocalipsis Nova of Amadeo of Portugal, a Franciscan mystic, written under the dictation of the archangelGabriel. The purpose is to study the visual tradition of the Seven Princes of Heaven in the Viceroyalty ofNew Spain as well as in the study of New Spain’s literary tradition that gave support to it. The texts of Rafaelde Bonafé, Alonso Alberto de Velasco and Andrés Serrano, explain the relationship of the angelic cult withevangelism as eschatological destiny. It also explains the importance of the Spanish monarchy and the Jesuits.

Key words: Amadeo de Portugal / Andrés Serrano / Jesuit missions / Immaculate Conception / 18th centurydevotions.

SERGI DOMÉNECH GARCÍA

Instituto de Investigaciones Estéticas. Universidad Nacional Autónoma de México

Page 2: IMAGEN Y DEVOCIÓN DE LOS SIETE PRÍNCIPES ANGÉLICOS EN … · 2017-04-22 · Uriel, Seathiel, Jehudiel y Barachiel. En el arte cristiano encontramos la representación conjunta,

de su naturaleza, situación jerárquica y funciones,que significó al mismo tiempo un ejercicio de de-puración de toda la tradición heredada del mun-do hebreo, del que se había aprehendido su figu-ra. Pero lo cierto es que el resultado fue complejo.El asunto conflictivo se situaba alrededor de laidentificación de los propios ángeles. La Iglesia es-tableció como canónicos los nombres de sólo tresde ellos, pero la cuantiosa literatura angélica ha-blaba de otros tantos cuya presencia, en algunoscasos, se trasladó a las artes visuales.2

El grupo de los arcángeles canónicos lo formanMiguel, Gabriel y Rafael, los únicos que son iden-tificados en diversos pasajes bíblicos. El resto deángeles que fueron identificados con nombres –yen ocasiones con atributos iconográficos– y queconformaron el culto angélico se conocen comoapócrifos, puesto que sus nombres se habían esta-blecido en razón de la tradición de algún textoatribuido a autor sagrado, pero que, sin embargo,no estaban incluidos en el canon bíblico. Pero elhecho de que el conocimiento de dichos nombresno estuviese establecido en razón de estas u otrasdisposiciones eclesiásticas no significó, necesaria-mente, que estos fueran considerados heréticos, apesar de que su veneración terminó siendo unasunto controvertido llegando incluso a ser prohi-bida la representación de alguno de ellos.

Los expositores y santos Padres coinciden en des-tacar que, a pesar de reconocer la existencia deun gran número de ángeles que sirven a Dios, haysiete que sobresalen sobre el resto que son losque presiden todas las jerarquías. El cristianismotomó para ello como fuente principal lo dicho endiversos pasajes bíblicos pero, en especial, lo rela-tado por Juan en el Apocalipsis.3 En él se dice quehay en presencia de Dios “siete Espíritus que es-tán ante su trono” (Ap 1, 4). El Libro de Enoch–que ejerció una influencia notable en la redac-ción del anterior– ya se había referido a la exis-tencia de “siete santos ángeles que vigilan”

(1 Enoch 20,1-8), y en el Antiguo Testamento, Ra-fael se había identificado ante Tobías como “unode los siete ángeles que están siempre presentes ytienen entrada a la Gloria del Señor” (Tb 12, 15).Por último, en la Anunciación, Gabriel es presen-tado como el que está delante de Dios (Lc 1, 19).Cornelio a Lapide, figura significativa para enten-der la difusión de la imagen de los Siete Príncipes,en su Comentario al Apocalipsis, los llamará “Prín-cipes de los Ángeles, que tienen el primer lugaren la corte del Cielo”.4 No obstante, no hay queconfundirlos con toda suerte de ángeles, en nú-mero de siete, que aparecen en el Apocalipsis.5

A pesar de que existieron variaciones en la inter-pretación del nombre de los ángeles, sólo una deellas supuso la creación de un tipo iconográfico.6

Es el caso del Apocalipsis Nova sensun habensapertum, et ea quae in antiqua Apocalypsi erantIndus, hic ponunctur foris del franciscano Amadeode Portugal en el que se encuentran relatadas lasrevelaciones que en el año de 1460 el arcángelGabriel le hizo al beato Amadeo donde se presen-tan estos siete como príncipes de las milicias celes-tiales. Este libro, que al mismo tiempo recoge latradición angélica anterior, se convirtió en la obradecisiva en la identificación de los Siete Príncipeso, mejor dicho, la única propuesta que por distin-tos motivos tuvo su correspondiente reflejo en lavisualidad artística suponiendo la aparición del ti-po iconográfico de los Siete Príncipes. A partir deAmadeo, el grupo estuvo formado por los tres án-geles canónicos –Miguel, Rafael y Gabriel– y porUriel, Seathiel, Jehudiel y Barachiel.

En el arte cristiano encontramos la representaciónconjunta, y en series de retratos angélicos, de los“siete Espíritus que están ante el trono de Dios”(Ap 1, 4). La historiografía se ha referido a ellos,principalmente, como los siete arcángeles, aun-que la angelología no los sitúa necesariamentecomo pertenecientes a dicha jerarquía y los diver-sos teólogos que han tratado sobre estos seres an-

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2 Son varios los autores que se han acercado con profundidad a este asunto. El primero en elaborar un estudio minucioso fueRamón Mujica, quien estudió el impacto de este culto en el mundo americano, especialmente en el virreinato de Perú. Le si-gue muy recientemente Escardiel González quien en su tesis de doctorado ha realizado un trabajo exhaustivo de las distintasfuentes, así como de las producciones visuales. Ambos estudian la figura de Amadeo de Portugal, concluyendo que la influen-cia de esta persona y sus visiones sobre el mundo europeo y americano se debe en mayor medida a los textos de sus seguido-res y no a la circulación del original. Véase, MUJICA, Ramón, 1996; GONZÁLEZ ESTÉVEZ, Escardiel, 2014.3 Existe una amplia tradición angelológica que identifica la situación preeminente de siete seres angélicos en la tradición he-brea, el cristianismo gnóstico y otra tanta literatura cristiana apócrifa. Pero, como se expresa en este trabajo, la definición deun culto angélico a los Siete Príncipes y la creación de un tipo iconográfico se debe a la revelación de Amadeo de Portugal. Enestas líneas se está definiendo la figura de estos siete seres angélicos en atención a los textos canónicos.4 LAPIDE, Cornelio a, 1689, p. 15. Cfr. SERRANO, Andrés, 1707, p. 81.5 TAVARD, G., 1973, p. 13.6 DOMÉNECH GARCÍA, Sergi, 2009, p. 118.

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gélicos se han referido a ellos con el nombre delos Siete Príncipes, reconociendo en ellos la máselevada situación sobre el resto de los ángeles.7

La expansión de la imagen y el culto a los SietePríncipes se debió a la leyenda alrededor de laaparición milagrosa de una imagen de estos seresangélicos en un templo palermitano, en 1516, quetuvo como protagonista al sacerdote AntonioDucca. El proceso de promoción del culto impulsa-do por Ducca concluiría con la construcción de laiglesia de Santa María de los Ángeles en Roma,consagrada en 1561.8 El culto a los siete de Paler-mo saltó de Italia a la península, por medio delpatrocinio real, y de allí a América, donde llegó aalcanzar una presencia destacada gracias a la di-fusión realizada en el entorno jesuita. Lo cierto esque podemos constatar la presencia del culto enla península a principios del siglo XVII. La relaciónde los Austria con esta devoción tiene su principalmuestra en la decoración de la escalera principaldel madrileño monasterio de las Descalzas Realesdonde se representa a los Siete Príncipes juntocon el ángel de la guarda y el ángel de la comuni-dad, pintados por Bartolomé Román en la segun-da mitad del siglo XVII.

Es a partir del siglo XVII cuando en el seno de laIglesia termina por tomar cuerpo las figuras y elculto a los Siete Príncipes con la aparición de di-versas obras de devoción decididas a promover suculto en el ámbito hispánico. Todos estos tratadis-tas angélicos del siglo XVII-XVIII hicieron referen-cia al beato Amadeo en sus textos y lo siguen, apesar de tratarse de un libro condenado por elsanto oficio. Estas obras solían tener dos caracte-rísticas en común: están escritas principalmentepor teólogos de la Compañía de Jesús y guarda-ban una relación especial con la tarea misional enlos virreinatos americanos. Es el caso de la obra Tí-tulos de Excelencia y oficios de piedad del arcán-gel S. Rafael uno de los siete asistentes de Dios,escrita por el jesuita Rafael de Bonafé en Manila ypublicada en Madrid el año de 1659.9 Aunque elcaso más paradigmático es el de Andrés Serrano,

ignaciano destinado también a las Islas Filipinas yque, entrando ya en el siglo XVIII, publicó dosobras dedicadas a los Siete Príncipes que sinteti-zan lo planteado hasta el momento sobre su cul-to.10 Estos libros, junto con otros como la Semanaangélica de Alonso Alberto de Velasco,11 fueronclaves para la difusión del culto a los Siete Prínci-pes y para entender la continuidad del tipo icono-gráfico.

En estos autores se acometen aspectos de redefi-nición del culto angélico con la intención de darrespuesta a algunas de las consultas habituales,como su situación dentro del orden jerárquico ce-leste. Para ello se acogen a lo planteado por lossantos Padres y teólogos defendiendo la suprema-cía de estos seres angélicos. La preocupación pordar respuesta a este tipo de preguntas respondíaal habitual ejercicio de apologética devocionalque se repite en posteriores autores peninsulares.Dan cuerpo y defensa a un culto propagado espe-cialmente bajo el amparo del jesuitismo. Pero es-tas obras no hablan únicamente del asentamientode una devoción y su correspondiente imaginariovisual en los virreinatos americanos sino que se in-sertan en el centro de un programa común quetuvo como eje central la evangelización como des-tino salvífico y el papel protagónico de la monar-quía hispánica y la Compañía de Jesús en dichoempeño. Su relación con la evangelización vendráotorgada como parte de un discurso tardío, denaturaleza retórica, propio de las soflamas jesui-tas iniciadas a mediados del siglo XVII.12 Convienede todas formas, antes que desgranar estos acon-tecimientos, ver cómo se definió el tipo iconográ-fico en Nueva España, como continuidad del mo-delo icónico europeo, y su variación respecto almismo.

La formación de la imagen de los Siete Príncipesse fraguó en atención a la leyenda de AntonioDucca que convertía el hallazgo de la pintura enalgo sobrenatural. Como suele suceder en este ti-po de imágenes de devoción vinculadas con unaaparición milagrosa, aquel retrato primitivo de

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7 DOMÉNECH GARCÍA, Sergi, 2009, p. 129-130.8 DOMÉNECH GARCÍA, Sergi, 2009, p. 118.9 BONAFÉ, Rafael, 1659, p. 3.10 SERRANO, Andrés, 1699; SERRANO, Andrés, 1707.11 VELASCO, Alonso Alberto de, 1682a.12 Por ello, autores como Alonso Alberto de Velasco se refiere a estos seres angélicos como “luz de la Fe”, pero en ningún ca-so puede afirmarse que existiera participación alguna de este culto en los primeros momentos del proceso real de conversióny evangelización llevado a cabo en América. Se trata de un alegato construido: “¿Quien puede dudar, que son [los Siete Prín-cipes] los que dan vista a las gentes para que abran los ojos a la luz de la Fe, y predicación evangélica? ¿y à los pecadores, pa-ra que saliendo de las horrorosas tinieblas de sus culpas, gocen de los apacibles resplandores de la Gracia?” VELASCO, AlonsoAlberto de, 1682a, f.33v.

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Palermo se convirtió en un modelo sacro sobrena-tural. Es por eso que la formación y posterior con-tinuidad del tipo iconográfico va a guardar unamarcada similitud con el original de Palermo. Losprimeros grabados del original palermitano, juntocon textos como el comentario al Apocalipsis deCornelio a Lapide,13 sirvieron para codificar laimagen de estos siete seres angélicos.14 El primergrabado en reproducir la efigie de los siete arcán-geles del fresco de Palermo está fechado en 1594y acompañaba la edición de la obra de AntonioDucca Septem principem angelorum de ese mismoaño, y no apareció en las anteriores ediciones de1543 y 1555.15 Quince años después tenemos elgrabado de J. Wierix, el cual gozó de una ampliadifusión. En Nueva España, así como en el restodel virreinato americano, la expansión de estaimagen fue posible gracias al grabado que Grego-rio Fossman y Medina realizó para acompañar lapublicación de la obra de Andrés Serrano, Los Sie-te Príncipes de los Ángeles, de 1707.16 Este graba-do de Fossman fue una reproducción exacta delde Wierix.

La peculiaridad del presente tipo iconográfico esque está formado por diversas imágenes concep-tuales tanto de los tres arcángeles canónicos co-mo de los otros cuatro. El origen de la identifica-ción de los Príncipes angélicos con estos siete ar-cángeles se encuentra en el Apocalipsis Nova deAmadeo de Portugal. Según cuenta el autor, lospropios nombres le fueron revelados por mediodel arcángel Gabriel en ocho raptos o conversa-ciones. Es así como lo vemos en el grabado deWierix donde se trata de forma individualizada acada uno de los siete. El estudio del tipo iconográ-fico del grupo de los Siete Príncipes requiere aten-der a la imagen de cada uno de ellos en relacióncon el conjunto. Siguiendo las disposiciones de es-tos primeros grabados y de Cornelio a Lapide, ca-da uno de los Siete Príncipes responde a una des-cripción iconográfica: Miguel suele representarsellevando en la mano derecha un estandarte crucí-

fero; Gabriel suele portar en la mano derecha unfarol del que surge un rayo de luz que termina enun espejo; Rafael aparece con la bujeta de coliriosmedicinales y con Tobías de su mano; Uriel apare-ce con la espada flamígera cuyo filo acerca a supecho; Seathiel se caracteriza por aparecer repre-sentado con las manos cruzadas en el pecho y mi-rada al cielo; a Jehudiel se le representa portandouna corona en su mano derecha y, en la izquierda,un azote o disciplina; por último, Baraquiel acos-tumbra a ser representado con flores en su rega-zo. Todas estas disposiciones se corresponden conuna tradición visual, sobre la cual se aprecia conti-nuidad y variación.17 El aumento de la devoción alos Príncipes angélicos dio como resultado la crea-ción de programas visuales y series de retratos in-dividuales.

Formación, continuidad y variante de laimagen de los Siete Príncipes en NuevaEspaña

En el virreinato novohispano, el culto a los SietePríncipes gozó de gran difusión. La primera capi-lla que se consagró en la catedral de México sededicó a estos siete espíritus, amparándose todala ciudad bajo su protección.18 Numerosos temploslos representan en sus altares, tanto en pinturacomo en escultura. En el altar de la Virgen deGuadalupe, en el Templo de Valenciana (Guana-juato), están talladas siete figuras de arcángelesen lo alto del mismo. Algunos atributos se hanperdido y solo se conservan el demonio a los piesde san Miguel y el pez de Rafael. En algunas oca-siones la serie se realizó únicamente con los tresángeles canónicos más Uriel. Es el caso de la Igle-sia de Santa Rosa Viterbo de Querétaro, donde aambos lados de la nave central están presentes encuatro tallas de madera policromada. En la cate-dral de Oaxaca y en el templo de santo Domingode dicha ciudad se conservan varios lienzos de Jo-sé de Páez donde aparece el grupo de los SietePríncipes.19 En esta ciudad existe una abundante

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13 Cornelio a Lapide describe en el prólogo de su Comentario al Apocalipsis, obra de 1616, la historia de la aparición del muralde los Siete Príncipes, la revelación del nombre al beato Amadeo por parte del arcángel san Gabriel así como una relación delos nombres y atributos que los identifica. Sigo la versión de Lyon de 1689. LAPIDE, Cornelio de, 1689, pp. 16-17.14 Este modelo lo siguen los posteriores tratadistas angélicos y otros como el mercedario INTERIÁN DE AYALA, 1782, lib. I,caps. VI y VII, pp. 134-151.15 GONZÁLEZ ESTÉVEZ, Escardiel, 2014, p. 220. Entre las fuentes se encuentra precisamente la citada de Antonio Ducca tuvovarias reediciones durante el siglo XVI. Esta obra fue conocida en la península. Se tiene constancia de su llegada en 1577acompañada de una carta al nuncio del papa ante la Corte de Felipe II. GONZÁLEZ ESTÉVEZ, Escardiel, 2014, p. 103.16 SERRANO, Andrés, 1707.17 El estudio de la descripción diacrónica de este tipo iconográfico se encuentra en DOMÉNECH GARCÍA, Sergi, 2009, pp. 117-133.18 CURIEL, Gustavo, 1986, pp. 201-226.19 MUJICA, Ramón, 2001, pp. 228-229.

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cifra de pinturas que se dedicaron a esta devociónangélica. Una de ellas se encuentra en el Templode los Siete Príncipes, construido entre 1755-1764como convento para las monjas capuchinas cacicasindias.20 Por Andrés Serrano sabemos que en Fili-pinas también fueron veneradas imágenes de losSiete Príncipes en la capilla mayor del templo deIndara y en el templo de Nuestra Señora de Guía,en Manila.21

Su presencia se expande por diversos programasvisuales en retablos y fachadas de templos no-vohispanos como en la entrada al santuario deOcotlán, donde aparecen dispuestos en nichos, ca-pitaneados por San Miguel, o en la portada mo-numental del templo de San Jerónimo en Aljoju-ca. De igual forma aparecen en la singular porta-da de los arcángeles –que da acceso a la sacristía–del convento del Carmen de San Luis Potosí, enMéxico, como guardianes de la Virgen, algo usualen estos espacios marianos.22 Como resultado dela prohibición de venerar los nombres apócrifosde los ángeles, en numerosas ocasiones sólo seobservan identificados con sus atributos los tresarcángeles canónicos, sobre todo cuando se tratade obras escultóricas. Lo interesante de estos pro-gramas visuales es que los Siete Príncipes están enrelación con imágenes de la Virgen María y de laTrinidad, lo que nos llevará a tratar sobre las dis-tintas variantes en su representación.

La continuidad del tipo iconográfico de los SietePríncipes, especialmente para Nueva España, estu-vo relacionada con las consideraciones de las an-teriores obras angélicas. Un ejemplo evidente sonlas palabras que Alonso Alberto de Velasco, curade la Iglesia del Sagrario de la Catedral de Méxi-co, dejó referidas en su Semana angélica y recuer-dos a la devoción de los Siete Espíritus assistentesal Trono soberano de Dios. Con la intención dedar forma a un pequeño tratado de iconografíade estos siete seres angélicos, Velasco se detuvoen describir el modo en el que deben ser repre-sentados, así como definir sus correspondientes

atributos, en un ejercicio donde él mismo recono-ce estar sustentándose en Cornelio a Lapide y enel grabado de Wierix.23 Un episodio curioso tienelugar ese mismo año en el que publicó una Adi-ción a la Semana Angélica, opúsculo en el que in-trodujo cambios en la definición iconográfica delos Siete Príncipes a partir de diversos apuntes ycorrecciones facilitados por el jesuita Antonio Nú-ñez de Miranda. Concretamente, Miranda aconse-jaba que el arcángel Seathiel debía aparecer vesti-do de azul celeste y con un incensario en la mano,a diferencia de cómo lo había aconsejado Velasco,esto es, con los ojos bajos y las manos cruzadas enel pecho. En realidad, este cambio ya se había ad-vertido en obras anteriores pero resulta significa-tivo la “corrección” realizada, enlazándolo máscon la tradición que tenemos de las obras de ori-gen peninsular.

Los vemos dispuestos de esta forma en la mayoríade composiciones novohispanas como en una pin-tura de Diego de Cuentas, conservada en el Mu-seo Regional de Jalisco, en Guadalajara. Ademásde representar a Seathiel con el incensario, vemosotras singularidades que difieren del modelo ori-ginal en la representación de los arcángeles canó-nicos: Miguel portará la cruz, Gabriel será repre-sentado con el lirio y Rafael como peregrino por-tando el pez aunque sin el estuche con ungüentosmedicinales. Esta fue la forma habitual en la quese presentaban visualmente estos siete arcángelesen el caso novohispano.

A la difusión del tipo iconográfico por Iberoamé-rica contribuyó en gran medida el jesuita AndrésSerrano con su obra Feliz memoria de los SietePríncipes. Serrano la escribió mientras se encon-traba como misionero en Filipinas, llevándose a laimprenta en México el año de 1699.24 Pero estafue una primera versión que no alcanzó una difu-sión tan destacada como su segunda obra. Fue ensu libro Los Siete Príncipes de los Ángeles, validosdel Rey del Cielo,25 publicado durante su estanciaen Europa, cuando logró construir un texto que

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IMAGEN Y DEVOCIÓN DE LOS SIETE PRÍNCIPES ANGÉLICOS EN NUEVA ESPAÑA

20 CASTAÑEDA GUZMÁN, Luis, 1997.21 SERRANO, 1707, p. 257.22 DOMÉNECH GARCÍA, Sergi, 2013. Existen otros retablos escultóricos con la presencia de los Siete Príncipes, como en el reta-blo Mayor del templo de San Miguel Achiutla, el dedicado a la Dolorosa con los Siete Príncipes en la iglesia de Santiago Após-tol en Tecali de Herrera, así como en otro retablo a la misma advocación mariana en el templo de san Juan evangelista deAcatzingo. También aparecen en el retablo de la Virgen del Pilar en el templo de Santa Prisca de Taxco. Todos estos ejemplosson prueba de un iconismo discreto, expresión que se define en unas líneas, presentando distintas variantes e inexactitudesen el uso de los atributos iconográficos.23 VELASCO, Alonso Alberto de, 1682a, ff.15v-17r.24 SERRANO, Andrés, 1699.25 SERRANO, Andrés, 1707.

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resultará vital en la difusión del culto. Se trata deuna segunda versión ampliada de la obra editadaen México –aunque en realidad es mucho másque una segunda versión– que se acompañabacon el grabado de Fossman y con una edición dela Adición a la Semana Angélica de Velasco. Lasobras de Serrano fueron decisivas para el impor-tante cultivo del tipo de los Siete Príncipes en losvirreinatos americanos.

El tipo iconográfico de los Siete Príncipes presentadistintas variantes según su situación respecto aotras figuras claves, principalmente la Trinidad yMaría, lo que constituiría en realidad otros tiposiconográficos. Esta relación se sustenta en su reco-nocimiento como asistentes al trono de Dios (Ap1, 4). El aspecto que abordan estas tipologías es laubicación de los Siete Príncipes en la jerarquía ce-leste donde los comentaristas coincidían en situar-los en un tercer plano, tras la divinidad y la Vir-gen. Para Andrés Serrano, los Siete Príncipes go-zaban de una situación de “privanza” con la Trini-dad. Para ello se basó en el capítulo cuarto delApocalipsis donde aparece el Trono de Dios, quehabía estado identificado como símbolo de la Trini-dad, delante del cual dice que “arden siete antor-chas de fuego, que son los siete Espíritus de Dios”(Ap 4, 5).26 Por ese motivo suelen aparecer a lospies de la Trinidad, indicando que eran los seresque constantemente estaban ante su presencia. Asíaparecen en la pintura de Diego de Cuentas y enotra de autor desconocido del Museo de la Basílicade Guadalupe de México. Ambas corresponden,como en la mayoría de las obras, a la tipología deTrinidad triándrica. Esta declaración explícita de lasituación jerárquica de los Siete Príncipes provienede Amadeo de Portugal quien en su quinto raptodescribió la corte celeste, incluyendo a la VirgenMaría. Así lo cita Andrés Serrano:

El Beato Amadeo, en su quinto Rapto, oyó en unhimno, que cantaban los Ángeles en alabanza deDios, estas palabras: “Ay en el Cielo hombres de másgloria que Ángeles, y Ángeles más gloriosos quehombres. El más bienaventurado es aquel hombre,cuya naturaleza, o Dios, te dignaste tomar: despuésde éste, es tu Madre beatísima; después de ésta, lossiete Ángeles”.27

La relación entre los Siete Príncipes y la Virgen es-tá establecida a partir de la significación de Maríacomo el Trono de Dios, delante del cual se sitúanlos ángeles. Serrano sitúa a la Virgen en la diestrade Dios y a los Siete Príncipes como ángeles de cu-ya asistencia ella dispone:

Así la Madre del Señor se dice tener siete Ángelesnotables, que asisten a su Trono, de cuyo número esel bienaventurado Rafael, como se dice en Tobías,según aquello del Apocalipsis: La gracia sea con vo-sotros [...]. Por los siete Espíritus, que están en supresencia, y consiguientemente delante del Tronode la Madre, que se sienta a su diestra.28

Estas interpretaciones del lugar que ocupan losSiete Príncipes dentro del orden celestial, y enconcreto en relación con María, promovió la inclu-sión de su imagen dentro de algunas tipologíasmarianas, especialmente en temas donde se habíamanifestado de forma habitual la participaciónangélica. Por ese motivo están representados enel lienzo sobre La Coronación de la Virgen deltemplo de Jesús y María de Guadalajara. Así comoesta obra, en la sacristía del templo de Nuestra Se-ñora de San Juan de los Lagos los Siete Príncipesaparecen personificados en la escena de corona-ción de la Virgen figurada bajo esta advocaciónmariana local, talla local venerada como patronade Jalisco. De igual forma, un curioso lienzo sobrela Anunciación muestra al arcángel Gabriel enpresencia de María, como emisario divino delanuncio del nacimiento de Cristo, acompañadopor el resto de los Siete Príncipes. Este lienzo esobra de Francisco Javier de Santander, fechado en1729, conservado en el templo de San Franciscode Totimehuacán. Esta formulación es una licenciade lo expresado por Amadeo de Portugal en suApocalypsis Nova el cual manifestó que Gabrielestuvo acompañado en el momento de la Anun-ciación a María solo por Barachiel y Jehudiel, co-mo símbolo de la Trinidad.29 En otra pintura mexi-cana conocida como la Virgen de la Barca, Maríaaparece en el centro rodeada de los Siete Prínci-pes y coronada por la Trinidad triándrica (fig. 1).En los casos vistos hasta el momento, la relaciónde María con los Siete Príncipes se establece muy

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26 Dice Serrano que el Trono representaba a la “Trinidad de las Personas y a la Universalidad de la Esencia divina”. Para elloconfiesa seguir lo dicho por Joaquín de Fiore, Ricardo de Sancto Víctore, Ribera, Viegas y Cornelio a Lapide. Todos ellos se ha-bían fundamentado para ello en que esta visión correspondía con la de Isaías (Is 6,1-4) en la que el profeta vio a Dios sobreun Trono y a los serafines cantando el “Santo, Santo, Santo”. En una lectura exegética, esto último era entendido como unareferencia trinitaria. SERRANO, Andrés, 1707, pp. 78-80.27 SERRANO, Andrés, 1707, p. 15.28 SERRANO, Andrés, 1707, p. 87.29 GONZÁLEZ ESTÉVEZ, Escardiel, 2014, p. 349.

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ligada a la Trinidad, cuya explicación la encontra-mos en las fuentes reseñadas.

Esta presencia se ha señalado también en temasprovenientes de pasajes apócrifos de la vida de laVirgen. En el templo de la Merced de Puebla delos Ángeles se representa el tema de los SietePríncipes adorando a la Virgen recién nacida, es-cena que sucede en presencia de santa Ana –quecarga en sus brazos a María– y a san Joaquín.30

Por otra parte, en el baptisterio del templo deSanta María Acuezcómac, en San Pedro de Cholu-la, existe una pintura que representa el inusual te-ma del Bautismo de la Virgen. En ella apareceCristo administrando el citado sacramento a suMadre, mientras que a su alrededor se encuen-tran los Siete Príncipes.31 La idea de la participa-ción de los ángeles en la vida terrenal de la Vir-gen puede verse en sor María de Ágreda –quienhabla de este asunto al afirmar que fue la propiaMadre del Redentor quien le solicitó que le dierael sacramento del Bautismo que él mismo acaba-ba de instituir– y la siguen para el culto angélicotanto Serrano como Velasco. Este último dedica suobra a María como Reina de los Ángeles: “a vosSeñora, os tributan debidas adoraciones, como asu Reina, los siete más nobles Espíritus, que viosan Juan, como siete lámparas arder, y como sieteantorchas lucir en el Trono de Dios”.32

El encuentro entre María y los Siete Príncipes tam-bién se dio en tipologías de la Inmaculada.33 Estarelación se halla presente desde el Apocalipsis No-va de Amadeo de Portugal. En él se relata la gue-rra entre los ángeles y su posterior caída, el signi-ficado de sus nombres, la Creación, la vida de Cris-to y María, así como los acontecimientos futurosreferidos al gobierno en la Iglesia de un papa an-gélico. En su discurso, el libro encierra un alegatoen defensa de la Inmaculada Concepción de Ma-ría. Es por eso que el primer ataque hacia sus re-velaciones lo protagonizó el dominico AbrahamBzonio quién acusaba al franciscano de ser un fal-so vidente y poner en boca del arcángel las teo-rías inmaculistas de Duns Scoto. A pesar de todaslas dificultades que le sobrevinieron, la obra de

Amadeo de Portugal ejerció una influencia vitalen el culto angélico e inmaculista.

En una pequeña pintura sobre lámina de cobreconservada en una colección potosina apreciamosclaramente identificados a los Siete Príncipes alre-dedor de la Inmaculada (fig. 2). En la parte infe-rior se encuentra el niño Jesús acompañado porsus padres y por san Joaquín y santa Ana. Este ti-po de obras de pequeño formato, realizadas ge-neralmente sobre láminas de cobre, responde a lapiedad privada y solían estar dispuestas en la pa-red de los oratorios domésticos. En la composiciónde estas láminas, como es el caso que nos ocupacon el cruce a la devoción tanto de los Siete Prín-cipes como a la Inmaculada y a la Sagrada familia,se incluían aquellas devociones por las que se te-nía mayor afecto. Pero además, cabe recordar queel culto a los Siete Príncipes estaba relacionadotanto con la Inmaculada como con la Sagrada fa-

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30 GONZÁLEZ ESTÉVEZ, Escardiel, 2014, p. 345 y sig.31 SCHENONE, Héctor, 2008, p. 197.32 VELASCO, Alonso Alberto de, 1682a.33 San Miguel es quien se encarga también de ocupar este espacio destacado de defensa de la Inmaculada Concepción. Comovariante del tipo iconográfico de san Miguel archiestratega, se configuró el tipo iconográfico de san Miguel con estandarteinmaculista cuyo especial cultivo se centró en el arte hispánico. En algunas de las representaciones de los Siete Príncipes el es-tandarte crucífero de este arcángel se sustituye por este otro con la representación de la Inmaculada. Varios de estos ejem-plos se encuentran en lienzos dieciochescos de la ciudad de Oaxaca, en los templos de Santo Domingo y de los Siete Príncipes,así como en el templo de San Pablo en Mitla, en la misma región.

Fig. 1. Virgen de la barca, s. XVIII, Museo Nacional del Vi-rreinato, Tepozotlán.

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milia.34 Serrano, en su Feliz memoria y en Los Sie-te Príncipes de los ángeles, trata sobre la devocióna Jesús, María y José y a los “siete arcángeles será-ficos” diciendo: “La devoción afectuosa, y ardien-te a Jesús, María y José es uno de los principalesejercicios, en que continuamente se emplean losSerafines, alabando, y magnificando a esta SantaTrinidad”.35 La presencia de la figura de los padresde la Virgen también guarda relación con la Inma-culada. Los ángeles también habían participadoen estos pasajes apócrifos y de ello se acuerda Se-rrano al decir que fue uno de estos quien anuncióa sus padres el nacimiento de la Virgen. La evi-dencia de encontrarnos ante una devoción de in-fluencia jesuita la tenemos al aparecer cada unode los miembros de la Sagrada Familia ofreciendosu corazón al niño Jesús. Debajo de cada uno de

los personajes, se muestra un pequeño poema amodo de oración.36

No obstante, no siempre puede leerse claramenteque los ángeles que aparecen rodeando a la Vir-gen Inmaculada sean los Siete Príncipes. En el Mu-seo de la Basílica de Guadalupe de México se con-serva un lienzo anónimo del siglo XVIII con la In-maculada Concepción rodeada por siete ángelesde los que solamente puede identificarse clara-mente a Miguel y Gabriel. Los otros cuatro portanatributos propios de los Siete Príncipes pero sin unorden claro. El retrato de una mujer en la esquinainferior derecha indica que se trata de un cuadrode patrocinio. Este tipo de obras nos hablan de laexistencia de un iconismo discreto de los mismosque se debió a la prohibición del culto de los ar-cángeles apócrifos. En estas dos obras vemos có-mo la imagen de los Siete Príncipes tuvo lugar es-pecialmente en el contexto de las devociones particulares y, para el caso novohispano, vincula-do a la Inmaculada. Este tipo de imágenes estánen consonancia con los orígenes del culto angéli-co desde el Apocalipsis Nova de Amadeo de Por-tugal y su defensa de la Inmaculada Concepciónde María, o con devociones franciscanas de Maríacomo la Virgen de los Ángeles. Un aspecto quefue continuado por el resto de autores como Se-rrano, del cual se puede rescatar un fragmentopara observar dicha relación del tipo iconográficocon la fuente literaria:

El amor de María en estos excelentísimos Espíritustiene su origen en el agradecimiento, y en la noble-za de esta Señora, por haber sido estos siete los quecon más demostraciones de fineza y amor la corteja-ron, y sirvieron desde el primer instante de su Con-cepción Inmaculada hasta que subió triunfante alparaíso. [...] Todos ellos en compañía de su Capitángeneral Miguel resistieron, y llenaron de confusiónal Dragón, y para que la culpa, que intentaba intro-ducir en la alma de María, no llegase a imprimir sumancha ni a tender el manto de sus sombras en estahija de la felicidad, hicieron de las entrañas de SantaAna un cielo de cristal, por donde se espaciase el Solde Dios sobre el horizonte de la gracia.37

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34 Un ejemplo es el lienzo Los cinco Señores y los Siete Príncipes conservado en el Museo Nacional del Virreinato, en Tepozot-lán. En él aparece Cristo crucificado junto a Dios Padre y, entre ambos, la paloma del Espíritu Santo. Del lado de Cristo estánsentadas María y santa Ana y, del de Dios Padre, san José y san Joaquín. En la parte inferior aparecen los Siete Príncipes consus habituales atributos.35 SERRANO, Andrés, 1707, p. 332.36 TOTA PULCHRA ES AMICA MEA / ET MACULA NON EST IN TE. // Tu Joaquín que en la elección / de Dios fuiste designado / danos el donseñalado / de sancta resignacion // (…) de Reyna el clamor / al de esclava diste abanze / concédeme que yo alcanza / de la hu-mildad el primor // De celeste integridad / das la flor y fruto hermoso / tu Joseph que eres esposo / de la misma Castidad // Pu-reza de corazon / das Jesus por ser Esposo / dame tambien amoroso / la pureza de interior // Anna que por tu Costanzia / distela mejor Aurora / alcanzanos tu señora / virtud de perseberanzia.37 SERRANO, Andrés, 1699, pp. 93-94.

Fig. 2. La Inmaculada, los Siete Príncipes y la Sagrada Fa-milia, s. XVIII, Museo Francisco Cossio, San Luis Potosí,México.

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Los textos de Alonso Alberto de Velasco, así comolos de Andrés Serrano, que estimularon el culto alos Siete Príncipes y con ello su representación enel arte figurativo, eran tan prolíficos en las prerro-gativas y perfiles de estos ángeles que dejaronabierta la posibilidad de otras tantas variantesiconográficas vinculadas también a la devociónparticular. De todo esto tenemos algunas obrasgenuinas como una composición sobre los SietePríncipes en adoración de la Cruz. De esta conser-vamos varios ejemplos novohispano, uno de ellosde Miguel Cabrera (fig. 3). Se trata de una compo-sición retórica en la que vuelven a aparecer losSiete Príncipes en relación con la Trinidad. En laparte superior vemos una variante del tipo icono-gráfico trinitario del Trono de Gracia, donde elCuerpo de Cristo está significado en la custodia.Así, en lugar del cuerpo humano de Cristo apare-ce su corazón crucificado. En la parte inferior semuestra el Agnus Dei sobre el libro de los siete se-llos y éste, al mismo tiempo, sustentado sobre doscorazones atravesados por flechas con los anagra-mas de María y José. En esta imagen están presen-tes las devociones a los Sagrados Corazones de Je-sús y los de María y José, promovidas, al igual queel culto a los Siete Príncipes, por los jesuitas y quenos recuerda la anterior conservada en San LuisPotosí. Los Siete Príncipes aparecen dispuestos enlos laterales, acompañados con filacterias con pa-sajes bíblicos, a excepción de san Miguel que co-mo principal asistente está abrazando a la Cruz.Con toda seguridad esta imagen se debe a la exis-tencia y difusión de un grabado, puesto que seconoce otras composiciones idénticas como la deVicente Pérez de la colección Daniel Liebsohn asícomo otro ejemplo, de factura popular, en el Mu-seo del Banco Central de Ecuador.

Un grabado de José Gregorio Vázquez de Tejedanos aproxima a esta composición en su significa-ción (fig. 4). Coinciden la mayoría de los elemen-tos. En la cruz se encuentra el Sagrado Corazónde Jesús y, debajo de este, el de la Virgen. Este úl-timo está rodeado por las figuras del Tetramorfosmientras que el de Cristo lo envuelven siete que-rubines. Ninguno de estos porta un atributo quelos identifique pero al ser representados en nú-mero de siete, y su semejanza con la anterior ima-gen, hacen prever su inclusión en el grupo deejemplos de iconismo discreto. El Tetramorfosaparece en su interpretación de seres angélicos.En los comentarios al Apocalipsis de Luis de Alcá-zar, así como en la obra del padre Pineda y Corne-lio a Lapide, estos seres eran vistos como “cuatroángeles primarios en quienes estriba y carga Diostodo el peso de los negocios y despachos de la Di-

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Fig. 3. Los Siete Príncipes adorando la Cruz, Miguel Cabre-ra (atrib.), s. XVIII, México, Museo Andrés Blaistens.

Fig. 4. Los Sagrados Corazones de Jesús y María, 1743,grabado de José Gregorio Vázquez de Tejeda.

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vina Providencia, como presidentes de las cuatropartes del mundo”. Rafael de Bonafé, quien reco-ge esta interpretación, dice además que estos cua-tros son Miguel, Gabriel y Rafael y Uriel. El serpresentados bajo los signos de los animales (león,águila, buey y hombre) según la visión de Eze-quiel era símbolo de las distintas virtudes de Cris-to; san Miguel representa la justicia y la santidadde Cristo, Gabriel su fortaleza, Rafael su clemen-cia y mansedumbre, y Uriel sería “espejo” de laverdad y la doctrina.38 La devoción angélica estu-vo claramente relacionada con la figura de Cristo.De ello da cuenta este último dato así como elgrabado anterior o la pintura de Cabrera, quepresentan a estos siete seres angélicos en culto alsacramento eucarístico.

Existen manifestaciones artísticas en donde losSiete Príncipes están participando junto con otrospersonajes de una adoración de la Eucaristía. Enotro lienzo anónimo conservado en el ex conven-to agustino de Acolman, la custodia aparece dis-puesta en la parte central, con la Trinidad trián-drica en lo alto presidiendo la composición. LosSiete Príncipes están en la parte inferior del cua-dro. En la parte intermedia, junto a la Eucaristía,está María y su esposo José, con san Joaquín ysanta Ana. Esta obra es el reconocimiento visualde que los ángeles tienen una vida litúrgica comoafirma Cirilio de Alejandría: “ángeles y arcángelessirven a Dios y lo adoran en himnos sempiter-nos”.39

Todas estas observaciones están presentes en elRetablo de los Siete Príncipes en la capilla de laSanta Escuela de San Miguel Allende (fig. 5). Estacapilla era también conocida bajo la advocaciónde san Rafael y en ella se reunían los miembros dela hermandad de la Santísima Trinidad conocidacomo Santa Escuela de Cristo. Se trataba de unahermandad de sangre fundada en 1653 por el sacerdote oratoriano Juan Bautista Feruzo, de ori-gen italiano, y por Juan De Palafox y Mendoza,obispo de Puebla de los Ángeles. La sede funda-cional de este instituto de penitencia fue el Hospi-tal de los Italianos de Madrid. La formaban unmáximo de cuatro sacerdotes y cuarenta y ochoseglares dedicados a una vida de penitencia física,

obras de caridad y meditación con el propósito dealcanzar la perfección del alma.40 Se trata en reali-dad de un enorme lienzo-altar en el que se hanrepresentado diversas escenas con los Siete Prínci-pes y otros santos. Lo realizó el pintor Juan Balta-sar Gómez como encargo de Benito de Silva yFrancisco Silvestre, fundadores de la hermandad.En la parte baja de la calle central está la Trinidadcon Dios Padre cargando el cuerpo yacente deCristo, advocación que identifica esta hermandadde espíritu oratoriano en San Miguel Allende. Enel centro se muestra el tema de la Coronación dela Virgen por la Trinidad, de nuevo en su tipo ico-nográfico de triándrica. Las calles laterales lasocupan diversos personajes como san Juan Evan-gelista, san Joaquín y santa Ana, san José y la es-cena del Bautismo de Cristo.41 San Miguel arcán-gel corona el altar y aparece representado por-tando el estandarte de la Virgen de Guadalupe. Elresto de Príncipes angélicos, en menor escala, serepresentan claramente identificados con sus co-rrespondientes atributos.

El patrocinio de los Siete Príncipes sobrela “consciencia misional” y su defensade la monarquía

Filipinas, región situada en el “extremo del mun-do”, donde el cristianismo fue descubriendo nue-vos territorios para occidente, se convirtió en eldesierto eremítico de dos figuras claves para elculto a los Siete Príncipes. El primero de ellos, eljesuita Rafael de Bonafé, definió aquellas tierrascomo un lugar en donde los sacerdotes que allíllegaban habían de estar dedicados en dificultosastareas de evangelización y de asentamiento de lainstitución eclesiástica y se quejaba de la falta degrandes bibliotecas y centros de estudio. Así lo ex-presa en la “nota al lector” de su obra Títulos deexcelencia y oficios de piedad del arcángel san Ra-fael donde advierte de la dificultad de dar a luzuna obra de tal envergadura y calado intelectualen aquellas condiciones: “No te admires, que enel extremo del mundo, se haya atrevido mi plumaa sacar a la luz esta obra, parto más de la piedadque del ingenio [...] y más en partes tan remotas,donde la falta de libros, y la sobra de tan diversosministerios, los imposibilitan”.

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38 BONAFÉ, Rafael, 1659, 61-64.39 CIRILIO DE ALEJANDRIA, Contra Iulianum (III, 76, 626). En el virreinato del Perú existe otra adoración eucarística donde apa-recen los Siete Príncipes según el esquema de Wierix en compañía de otros ángeles y santos, conservado en la colección Bar-bosa-Stern. Véase MUJICA, Ramón, 2008, pp. 104-106.40 CURIEL, Gustavo; RUBIAL, Antonio, 2002, p. 43 (n. 8).41 Se trata de advocaciones habituales en los retablos novohispanos. En pequeño formato aparece una vera efigie del rostrode Cristo y un retrato de san Felipe Neri, patrono de la Santa Escuela de Cristo.

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El segundo fue el también jesuita Andrés Serranoquien verá en su tarea misional en el extremooriental de la cristiandad el cumplimiento de lamáxima evangélica de la expansión de la fe. Susdos obras publicadas sobre este culto angélico re-velan una mayor implicación con la política hispá-nica y el proyecto de la Compañía en el NuevoMundo. Puesta su empresa bajo la protección delos Siete Príncipes y dedicada a la nueva casa rei-nante de los Borbones, Serrano buscará el apoyodel papado y del rey en un viaje a Europa que lollevará hasta Roma y Francia para regresar denuevo a Manila con los permisos y el apoyo nece-sario para evangelizar nuevas tierras.

Las anteriores palabras del jesuita Bonafé cum-plían con la función de presentarse como un sa-cerdote humilde y mundano que se “confiesa”ante el lector, hábil recurso literario con el que in-troduce una declaración íntima: Bonafé reconoceque movido por la piedad y el deber contraídotras un favor realizado por san Rafael se lanzó adar a luz su tratado devocional sobre la figura delarcángel. Desnudada su alma, revela los detallesde su vivencia, lo sobrenatural de su curación trasuna grave enfermedad y las condiciones en lasque se realizó la redacción. Todo empezó cuandole sobrevino una afección que lo tenía a las puer-tas de la muerte. Cuenta que ésta fue tan graveque el primero de diciembre de 1651 lo desahu-ciaron y le administraron el santo sacramento. Enaquella situación puso sus esperanzas de recupe-ración “en lo Divino”. Así fue como, poniendo losojos en una imagen de san Francisco Javier, en cu-ya vísperas de su fiesta se encontraba, se enco-mendó al santo de su religión pidiéndole saludpara llevar una mejor vida en la tierra al serviciode Dios. Luego se acordó del ángel san Rafael, cu-yo nombre él mismo lleva, y que significa medici-na de Dios. Le pidió el mismo favor que al santonavarro, dándole un voto: que si salía de aqueltrance, escribiría un tratado de sus excelencias, yoficios de piedad, por ser él “presidente de la sa-lud de los hombres”. Asistido por san Francisco Ja-vier y por san Rafael, a quien llama Serafines, pi-dió ser atendido por dos médicos o herbolarioschinos pensando que podían ayudarle más en suestado que los médicos españoles. Así fue comoempezó a recobrar su salud. Al tercer día, su esta-do físico estaba fuera de peligro. Poco después yatenía ánimo para empezar a escribir el citado tra-tado sobre san Rafael, en cumplimiento del deberadquirido. La enfermedad lo mantuvo durante un

año en cama, pues los dolores le impedían poderestar sentado durante mucho tiempo. Pero desdeel lecho, manipulando como pudo los pocos libroscon los que contaba, fue dictando los discursosque formaron su obra sobre el arcángel Rafael,uno de los Siete Príncipes asistentes al trono deDios.

De esta forma dio a luz la primera de las obrasredactadas fuera de Europa y dedicada a los Sie-te Príncipes puesto que, aunque esté centradaen la figura de san Rafael, es en realidad un tra-tado sobre estos seres angélicos recogiendo asíla anterior tradición hispánica. No es el primer li-bro sobre la devoción a este arcángel que se es-cribió en el seno de la Compañía de Jesús. Lo ha-bía hecho antes Manuel Ortigas por medio dedos opúsculos titulados San Rafael, guía del Cris-tiano a la Patria y Corona eterna (1646-47).42 Losdos jesuitas se habían llegado a conocer duranteel periodo en el que ambos fueron miembros dela provincia de Aragón de la Compañía. A pesarde su manifiesta intención piadosa, la publica-ción de esta obra significó también una declara-ción de intencionalidades políticas pues exaltabala tarea misional de la Compañía y, en concreto,la figura de uno de sus fundadores y patrono delas Indias, el citado san Francisco Javier. La obra

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42 El propio Rafael de Bonafé es quien cita estas dos obras.

Fig. 5. Altar de los Siete Príncipes, Juan Baltasar Gómez, s.XVIII, capilla de San Rafael o Santa Escuela de Cristo, SanMiguel Allende, Guanajuato (detalle).

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se publicó finalmente en Madrid y está dedicadaa Sebastián Hurtado de Corcuera y Mendozaquien había estado catorce años viviendo en Ma-nila, nueve de ellos como Capitán General de Fi-lipinas. Antes de ello había sido presidente de laReal Hacienda en Lima y luego Gobernador y Ca-pitán General de Panamá. Tras cinco años en losque había permanecido en Panamá relevado delcargo, pasó a Córdoba, ciudad andaluza en laque residía en el momento de la dedicación dellibro y que tenía precisamente como su patronoal arcángel Rafael.

El paso del jesuita Bonafé por México –nacido enla península, donde ejercía su apostolado– debiódarse como tránsito a su llegada definitiva a Ma-nila. No se conoce con exactitud el momento en elque arribó a su destino filipino pero debió produ-cirse en los tiempos previos al inicio de los movi-mientos culturales de exaltación criolla en NuevaEspaña. Para entonces la catedral de México yahabía consagrado su capilla a los Siete Príncipes yesta devoción de especial patrocinio misional de-bió ser conocida por él. A mediados del siglo XVIIse inició en Nueva España el asentamiento de unacultura intelectual que empezó a labrar lo que seconoce como patriotismo criollo. Es el momentoen el que Miguel Sánchez pronuncia su sermónsobre san Felipe de Jesús celebrando la subida alos altares del primer mártir nacido en el virreina-to. Años después publicó su obra sobre la Virgende Guadalupe, iniciando oficialmente esa nuevaetapa de reafirmación del sentimiento territorialen una perspectiva de alcance profético y escato-lógico. Estos y otros tantos episodios dan cuentadel modo en el que se fue consolidando en NuevaEspaña un mapa geográfico-devocional con el finde otorgarle a sus habitantes un plan de amparodivino que los identificara colectivamente.

En Tlaxcala y en Puebla de los Ángeles, ciudad es-ta última que rivalizó tanto en lo civil como en loeclesiástico con México, la devoción instauradafue la de san Miguel del Milagro en un relatoaparicionista paralelo al de la Guadalupana don-de el citado “Príncipe de los ángeles” revela al in-

dio Diego Lázaro la ubicación de una fuente mila-grosa aparecida debajo de una peña.43 En estecontexto, publicó Rafael de Bonafé su obra con laintención, quizás, de dar inicio a una mayor devo-ción que surta el mismo efecto que las de México.La justificación de la redacción del libro como unadeuda tras un favor concedido da carta de auten-ticidad a los beneficios de la devoción por mediode ese personal milagro curativo. Con ello se pre-tendía dotar a Filipinas de entidad propia por me-dio de un culto concreto vinculado al programageneral de la evangelización cristiana y en espe-cial a la actividad llevada a cabo por la Compañíade Jesús.

Nueva España se convirtió durante el siglo XVIIen el núcleo donde fue consolidándose la devo-ción a los Siete Príncipes.44 Es en la ciudad deMéxico donde se ha constatado en mayor medi-da el rastro de este culto angélico para finalesdel citado siglo, pero en la ciudad de Puebla en-contramos una temprana manifestación del ape-go a estos Siete Príncipes. El deseo de amparoangélico estaba declarado en Puebla de los Án-geles por explícita referencia en su nombre yfundación. Una referencia directa de esta rela-ción la tenemos en las palabras que don DiegoRamírez Grimaldo, caballero de la Orden de SanJuan, profería con ocasión del inicio de las fiestaspor la consagración de la catedral angelopolita-na, el 17 de abril de 1649. En presencia del obis-po Palafox y la plana mayor de la ciudad, DiegoRamírez recordaba el origen de la propia ciudadfundada sobre territorio “de batallas bárbaras”45

y construyendo la cristiana y majestuosa Pueblade los Ángeles como contrapunto. El patrocinioangélico sobre la ciudad de Puebla fue notablellegando, en el siglo XVIII, a establecerse una le-yenda sobre su participación en la fundación dela ciudad. El jesuita Francisco de Florencia, en sucélebre historia sobre san Miguel del Milagro, re-lata que el primer obispo de Puebla, fray JuliánGarcés, vio en sueños el lugar donde debía fun-dar Puebla y como unos ángeles trazaban a cor-del la propia ciudad. Este sería uno de los prime-ros antecedentes de esta creencia, como ha estu-

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43 El día establecido como fecha en la que tuvo lugar la aparición de san Miguel a Diego Lázaro es el 8 de marzo de 1631. A fi-nales del siglo XVII el jesuita Francisco de Florencia recogió la tradición de estas apariciones. FLORENCIA, Francisco de, 1692.44 Esta afirmación ha sido recientemente apoyada por el reciente estudio de Escardiel González que afirma que, en conse-cuencia, en el siglo XVIII el virreinato novohispano se convirtió en el epicentro de las producciones visuales sobre los SietePríncipes. GONZÁLEZ ESTÉVEZ, Escardiel, 2014, p. 424; 513.45 “Nadie ignora el principo y fundacion de esta noble Ciudad de la Puebla de los Angeles, pues era lugar de Batallas barba-ras, de moradores torpes, en la Idolatria, y vicios. Pues en esse lugar donde tanto se ofendio la Magestuosidad divina, quisoDios que fuessen Ioseph los primeros españoles, y que adonde era aduana de peccados, sea Seminario de virtudes: alli alli tor-pemente se vivia, aqui castamente se alaben, alli falsos sacerdotes” RAMÍREZ GRIMALDO, Diego, 1649, f. 8r.

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diado y demostrado recientemente Antonio Ru-bial.46

A mediados del siglo siguiente, con la consagra-ción de la catedral de Puebla se producía la termi-nación de uno de los edificios emblemáticos, sím-bolo de la nueva cristiandad. En su celebración, elsermón reconoce que con aquel hito histórico te-nían lugar dos fiestas solemnes donde se aclama-ba por parte de los poblanos el tener “un taber-náculo en que se coloca a Dios vivo y un nuevotemplo en el que lo veneremos”.47 Utilizando es-tas figuras tomadas del capítulo 15 del Apocalipsisde Juan, que le sirve para unir el dogma eucarísti-co con el misterio concepcionista, se refiere tam-bién a los siete ángeles que surgen del interior deltabernáculo (Ap 15, 6):48

No veis que se abrió un templo en el cielo, donde secoloca tabernáculo de toda verdad. Para eso os pre-viene san Juan y añadiendo con reverencia y humil-dad que es templo de siete ángeles, y parece que enlo formal de la visión celestial, denota este materialsuntuoso que se dedica, y consagra a Dios, y que connuestra pequeñez celebramos. Ángeles que lo asis-ten, templo que se dedica, tabernáculo que se colo-ca.49

Esta declaración inicial otorga el sustento de todoel sermón al ver en la Virgen María el tabernáculoen el que tomó cuerpo Dios humanado y a los án-geles los encargados de defender a ambos. Paraello expresa la necesidad de que el cuerpo de laVirgen había de ser preservado limpio de la culpaoriginal para que de sus entrañas recibiera “Cristo

carne y sangre”. La referencia a los siete ángelesdel Apocalipsis se repite en todo el sermón y enella puede entreverse la relación con el discursoamadeísta al coincidir a la hora de mostrar que elorigen de la desobediencia de los ángeles rebel-des se encontraba en que no quisieron aceptar laposición superior de María sobre ellos al ser elegi-da ab initio para la encarnación del Verbo y, portanto, liberada de la culpa original. En realidad,esta idea es anterior a Amadeo de Portugal perosorprende su empleo tan solo diez años antes deque Rafael de Bonafé publicase su tratado sobresan Rafael y se intuye la permanencia de aquellasinquietudes tardomedievales llevadas al NuevoMundo por los franciscanos. Quién sabe si, detrásde esas palabras, hay incluso una mirada de reojoal culto angélico de su rival metropolitana:

[...] pues no solo era el Hijo hecho hombre, en cuan-to hombre menor que el Padre, sino menor que losÁngeles, de qué podía tener envidia [Luzbel]? Yo lodiré. De ver que no solo había de adorar la carne hu-mana de Cristo unida al Verbo si no que había dever pasar sobre los coros de los ángeles, querubines,y serafines [a la Virgen] pues siempre tuvo Receloque una mujer lo había de vencer, y así llego a ten-tar a Eva y no Adán, que se yo si por esto recelosopor lo que tenia de representar a María: que me mo-tiva á pensar con piadoso, celo, que pasaría luzbelcon que los ángeles, adorasen a el verbo hechohombre, pero envidiaba, que otra humana naturale-za fuese adorada, y colocada sobre la angélica […].50

La obra del jesuita Rafael de Bonafé se convirtióen el manual de la devoción a los Siete Príncipes

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46 En 1615, fray Juan de Torquemada en su Monarquía indiana al hablar de la fundación de Puebla agrega comentarios mora-les sobre los seres angélicos que le dieron nombre a la ciudad. Explica que el sitio donde se fundó la ciudad había sido un so-lar de idólatras que se despobló por las guerras en su etapa de gentilidad y que, con ello, quedaba reservado por Dios “parahonra de sus ángeles”. Rubial recuerda que, a finales de siglo XVII, aun se repetía el discurso del triunfo de los ángeles sobrela idolatría, pero sin hacer ningún tipo de referencia a su participación en la fundación de la ciudad. A pesar de ello, los rela-tos aparicionistas de seres angélicos se produjeron durante la citada centuria. Entre estas, Rubial identifica la Historia delprincipio y origen […] de la imagen de la Virgen de los Remedios, de 1621, escrita por mercedario fray Luis de Cisneros, comouna de las bases sobre las que se asentarían con posterioridad la leyenda de la fundación angelopolitana. La obra de Cisnerosrelataba la participación de ángeles músicos y constructores en la edificación de la ermita mariana en el cerro Totoltepec. Yaen el último tercio del siglo XVII se pueden identificar “rumores retóricos” que hablan de la traza de la ciudad de Puebla porángeles. Los orígenes de la visión y milagrosa ejecución adjudicada al primer obispo angelopolitano en el último tercio del si-glo XVII, alrededor de los años 70, se enmarca en el contexto de la pugna entre el poder episcopal y los franciscanos por elproceso de secularización de las parroquias que estaban bajo el mando de esta orden, iniciado por el obispo Palafox tres dé-cadas antes. Con ello se silenciaba la participación franciscana en la fundación de la ciudad. Será ya en el siglo XVIII donde seexpande la creencia de que Puebla fue fundada por ángeles. RUBIAL GARCÍA, Antonio, 2008.47 RAMÍREZ GRIMALDO, Diego, 1649, f.3r.48 Es verdad que según la angelología y los textos que interpretan al Apocalipsis no se debe confundir a los siete asistentes altrono de Dios con los ángeles que en número de siete aparecen en el Apocalipsis. En su representación iconográfica tampocotransciende esta comparación. En cambio, Rafael de Bonafé, y a partir de él el resto de autores, muestra que en el culto a losSiete Príncipes se defendía lo contrario al decir que “san Juan vio a estos siete Ángeles con siete trompetas, o clarines bélicos,que han de resonar a la fin del mundo (como dicen grabes doctores) para anunciar el castigo que merecen los que rebeldes alos auxilios de Dios le volvieron las espaldas y siguieron al príncipe de las tinieblas el demonio”. BONAFÉ, Rafael, 1659, p. 39.49 RAMÍREZ GRIMALDO, Diego, 1649, f. 4r.50 RAMÍREZ GRIMALDO, Diego, 1649, ff. 5v-6r.

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en Nueva España y el resto de autores que le pre-cedieron lo reconocen y siguen los planteamien-tos allí dispuestos. La siguiente obra en aparecerlo hizo unos cuantos años más tarde. Se trata dela Semana angélica de Alonso Alberto de Velasco,cura de la parroquia del Sagrario de la Catedralde México que, recordemos, vio la luz en 1681. Laobra de Velasco tiene una función más práctica.Relata los orígenes del culto, dispone los linea-mientos iconográficos para la representación delos Siete Príncipes, recoge sus prerrogativas yplantea el modo en el que debe disponerse lapráctica devocional de la “semana angélica”. En1682 publicó una Addición a la Semana angélica,reeditada en los dos años siguientes. En esas po-cas hojas precisa algunos puntos como fruto deldiálogo mantenido con el jesuita Antonio Núñez,miembro de la congregación de la Purísima de laque Alonso Alberto de Velasco también era pre-fecto. Estas noticias dan cuenta del interés exis-tente sobre la devoción a estos siete seres angéli-cos principales, tema sobre el cual Antonio Núñezhabía instruido en diversas pláticas morales a suscompañeros de la citada congregación.

La Semana angélica proporcionaba una prácticadevocional que daba comienzo en domingo. Cadauno de los días estaba dedicado a uno de los SietePríncipes, empezando por san Miguel.51 El devotohabía de rezarle diversas oraciones y repetir, envarios momentos del día, una jaculatoria al ángelde turno así como una oración especial en la no-che junto con un Ave María. Esta práctica se com-pletaba con una planificación mensual y anual enla que se debía cumplir con diversas disposicionescomo la comunión o la confesión. Alonso Albertode Velasco publicó también en 1682 una Concor-dia espiritual de las siete misas del Espíritu Santodedicada a estos seres angélicos. La promoción deestas prácticas estaba acompañada de indulgen-cias concedidas por los obispos de México y Mi-choacán. Así, Francisco de Aguilar Seijas, obispode Michoacán, por medio de un decreto del 6 demarzo de 1682, concedió cuarenta días de indul-gencias a los sacerdotes que celebrasen en la Pas-

cua de Pentecostés las siete misas ofrecidas al Es-píritu Santo por medio de los Siete Príncipes, o alas personas que las mandaran hacer.52 Alonso Al-berto de Velasco informaba que tras la aproba-ción por parte del obispo de México de otras in-dulgencias a quienes efectuasen estas siete misas,se propagó no sólo por las iglesias de México sinopor todo el virreinato de Nueva España esta prác-tica “con gran solemnidad y devoción”.

La prueba de la realización de estos ejercicios lotenemos de nuevo en Puebla donde se llevaron ala imprenta diversas versiones a modo de septena-rios. A diferencia de la Semana angélica y la Con-cordia espiritual de Alonso Alberto de Velasco, enPuebla se vinculan de forma más directa estás cos-tumbres con la Virgen María. En realidad están re-lacionadas con los “siete gozos de la Virgen”,práctica devocional difundida en Nueva Españaespecialmente a partir de la obra Cielo estrelladode María, del jesuita Juan de Alloza. En él se diceque santo Tomás Cantuariense rezaba cada díasiete Avemarías en reverencia de los siete gozosde la Virgen y que un día se le apareció la mismaMadre de Dios para indicarle que tal gesto era desu agrado. Aunque se trata en realidad de un usodifundido desde época medieval, este es el sentirde un septenario anónimo publicado en Puebla aprincipios del siglo XVIII.53 Según este texto, la pri-mera vez que se llevó a cabo en Puebla esta activi-dad fue el año de 1708, desde donde se difundióal resto de poblaciones de la diócesis y del restodel virreinato.54 Los Siete Príncipes aparecen vin-culados al estar considerados como los principalesasistentes de la Virgen.

En el jesuita Colegio de San Ildefonso de Pueblase celebraba anualmente una fiesta a estos SietePríncipes que tenía lugar el cuarto domingo deoctubre. Su promotor fue el jesuita Manuel Mi-guel y Catarroja. Como preparación de la fiestasolemne se realizaba un septenario donde cadadía volvía a estar dedicado a uno de estos sieteángeles. Se recomendaba iniciarlo por medio deuna confesión, para estar en gracia, seguido deuna “fervorosa comunión”. Se recomendaba tam-

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51 Clemente de Alejandría se refiere a la Creación del mundo como la semana primordial en la que fueron creados los sieteprimeros ángeles que él llama “días”. Son los protoktistói, cuyo destino era la contemplación de Dios. (Ecl. 56;PG 9,726). (Véa-se, CLARENI, Marini, 1984, pp. 77-78). En esta concepción se encuentra parte del origen del culto angélico y posterior apari-ción de la devoción a los Siete Príncipes según la visión de Amadeo de Portugal y la aparición milagrosa promovida por Anto-nio Ducca. Esta consideración alejandrina fue la base de los septenarios o semanas angélicas en los que cada uno de los SietePríncipes está identificado con uno de los días de la semana. 52 VELASCO, Alonso Alberto de, 1682b.53 Septenario Dulce (…), c. 1712.54 Septenario Dulce (…), c. 1712, p. 21.

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bién realizar una buena acción cada día, ademásde seguir las diferentes oraciones dedicadas al án-gel correspondiente. En la iglesia del citado Cole-gio de San Ildefonso tenía lugar la fiesta señala-da, con misa cantada y sermón. La asistencia a talevento era el último de los ejercicios a realizar.Debió ser todo un acontecimiento en la ciudad so-bre todo si tenemos en cuenta que se elegía a sie-te Pobres a quien se les daba ropas nuevas. Unalámpara encendida recuerda el resto del año ladevoción que se vive en ese día solemne.55 En lacapital del virreinato también se conservan notasde la especial participación del culto a los SietePríncipes en actos solemnes de público reconoci-miento, como en un pequeño manuscrito, atribui-do al pintor Cayetano Cabrera, y conservado en laBiblioteca Nacional de México.56

En los ejemplos poblanos se confirma que el cultoa los Siete Príncipes tuvo como promotores desta-cados a los hijos de la Compañía de Jesús. Estoforma parte de un programa ideológico de la pro-pia orden sobre sus prácticas misionales, tanto laexpansión del evangelio como la instrucción delos fieles. Todo ello denota una intención de con-trol social y político. Las imágenes y las propiasprácticas de devoción cumplen con ese propósito.Estos ejercicios forman parte de la vida cristianadel creyente y en su constante repetición promue-ven una devoción cada vez más fervorosa. Con elculto a los Siete Príncipes, por medio de la promo-ción de estas prácticas y con ayuda incluso de in-dulgencias, se conseguía prestigiar a la Compañía.

La habilidad se demostraba al permitir el cultivodiario de la devoción impidiendo la laxitud en lapráctica cristiana. Pero no se trataba de una repe-tición sistemática y, con el tiempo, monótona. Ladevoción a estos siete asistentes permitía comple-tar todo lo necesario para una buena disposicióndel devoto y garantizar el advenimiento de la gra-cia. El modo fue el siguiente: cada uno de los án-geles estaba “especializado”, por medio de susfunciones y prerrogativas, con un aspecto de la vi-da del cristiano dirigido a salvar su alma. Así apa-recen como patronos de la confesión, de los peni-tentes, abogados del cristiano ante Dios, dispen-sadores de la gracia y ejecutores del castigo. Elmensaje para el fiel devoto era que la Compañíade Jesús ofrecía un buen garante para vivir una vi-da de perfecto cristiano sin apartarte de Dios, al-

go que los jesuitas explotaron desde los Ejerciciosespirituales de san Ignacio de Loyola.

Como se puede comprobar, con la obra de AlonsoAlberto de Velasco se operaba un cambio notableen el culto a los Siete Príncipes. En un principio es-ta devoción había estado plenamente relacionadacon la realeza ofreciendo un discurso de exalta-ción concepcionista pero también en clave mesiá-nica y escatológica. Con la Semana angélica deVelasco, se convirtió plenamente en una devociónpopular. Por ello se incide en aspectos cercanos yen el ejercicio de prácticas piadosas, sin abando-nar los asuntos más esenciales del culto que lo re-lacionan con aspectos fundamentales de la ange-lología y del papel primordial de estos seres en elorden jerárquico. Es verdad que Rafael de Bonaféatiende de forma amplia a los aspectos definito-rios de los Siete Príncipes y a la “historia” de sanRafael, en la línea de las clásicas obras de promo-ción de un santo o devoción. Andrés Serrano, tan-to en su primera obra Feliz memoria de los SietePríncipes publicada en México en 1699, como ensu segunda versión ampliada de 1707, combinaeste nuevo perfil recuperando también el papeltradicional de los Siete Príncipes como protectoresde la monarquía y patronos de la evangelización.

La figura y personalidad de este jesuita nacido enMurcia sigue siendo un misterio y los que se hanocupado de ella apuntan el bajo interés que hadespertado en los americanistas y investigadoresde la cultura hispánica.57 Nació el 15 de octubrede 1655 y partió siendo novicio hacia Filipinas en1671.58 Visto generalmente como una suerte demístico, los datos conocidos de su trayectoria per-sonal desvelan que en él también existía el calorde la ambición y la proyección social. Es verdadque sus obras fueron fundamentales para la reac-tivación del culto angélico pero también lo es quepara entonces éste ya se encontraba activo enNueva España. También es cierto que su obraconstituye la síntesis más notable como tratadode estos Siete Príncipes pero debe reconocerseque la gran mayoría de estas disposiciones ya es-taban presentes en la obra de Rafael de Bonafé.En este sentido, el mayor mérito de Serrano es de-clarar de forma más evidente su seguimiento delBeato Amadeo –así dice que es conocido en Por-tugal, de donde era originario– incluso el hechode citar en varias ocasiones al abad Joaquín de

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55 Devoción a los Siete Príncipes ángeles supremos de el cielo (…), 1716, pp. 3-6.56 MUES ORTS, Paula, 2009; CABRERA QUINTERO, Cayetano, c. 1736.57 MUJICA, Ramón, 1996, p. 91.58 E. O’NEILL, Charles; DOMÍNGUEZ, Joaquín, 2001, pp. 3559-3560.

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Fiore.59 Estos dos últimos datos permiten apreciarel interés del jesuita murciano por reavivar un dis-curso escatológico que estuvo siempre latente enNueva España.

La primera aproximación que se le conoció a An-drés Serrano sobre este asunto tuvo lugar en1694, en el sermón pronunciado con ocasión de ladedicación de una capilla a los Siete Príncipes enla iglesia de la Virgen de Guía, en las afueras de laciudad de Manila.60 Era entonces maestro de Pri-ma de Sagrada Teología en el Colegio de San Ig-nacio de Manila y rector del Colegio de san Joséde la misma ciudad. Desde el púlpito introduce lahistoria del culto y compara aquella modesta capi-lla “en el fin del mundo” con la levantada en eltemplo romano de Santa María de los Ángeles.61

Los Siete Príncipes son presentados como asisten-tes especiales de la Virgen. La situación descritapor Serrano hace pensar en que habían sido ma-los años para la ciudad de Manila en los que “pa-rece que nos ha dejado esta Señora”. El jesuitaamonesta a los presentes y les recuerda que Maríaaunque, como Madre de Misericordia, suele ac-tuar en defensa de sus fieles, también sabe casti-garlos en escarmiento por sus deslices:

Cuanto yerra nuestra presunción! Peligro hay, y mu-cho, en enojar a María: peligro hay que nos mire conojos indignos, y aun hay peligro que descargue suacero sobre nuestras duras cervices. Tales somos, ta-les nuestras obras, tales nuestros procederes, talesnuestras impurezas, que haremos que la palomamansa se enoje, y aun le pongamos la espada en lamano para que nos hiera [...] los pecados que se co-meten en confianza de la devoción de esta divinapaloma, las torpezas que se preparan debajo de lasalas de su patrocinio, los odios e injusticias que setragan abusando de su piedad, hacen que esta Seño-ra tome la mano con tan celosa (que lo es la paloma)para vengar los agravios que hacen contra Dios y dealguna manera se adelante su ira a la ira de Dios.62

La cercanía de los Siete Príncipes con la Virgen losconvierten en los intercesores perfectos para soli-citarle a ésta su gracia. La erección de la nueva ca-pilla en dedicación de estos seres angélicos se mu-da en una petición de amparo a la Virgen en susantuario de Guia, extramuros de la ciudad, paraque su cercanía con la muralla de Manila sirva de

protección de toda la gente que habita en ella.Debió ser éste el estímulo que le movió a escribirsu Feliz memoria de los Siete Príncipes. Para en-tonces es ya catedrático de Teología en el citadoColegio de San Ignacio. En el propio título se de-clara la intención de Serrano de rescatar del olvi-do en el que según su opinión ha caído el culto alos Siete Príncipes. Para ello acompaña su obracon una setena en la que vuelve a repetirse la mis-ma práctica de siete días en dedicación de estadevoción. Si Velasco se detenía en presentar y ex-plicar la iconografía de estos siete ángeles princi-pales, Andrés Serrano señalaba que el fiel debe darcomienzo a la semana poniendo delante de susojos una imagen de estos Siete Príncipes, a quienescorresponde dedicarles la primera misa. Atendien-do al poder persuasivo de la imagen hizo acompa-ñar la segunda versión de su obra publicada enAmberes –aunque se ha defendido que puede tra-tarse en realidad de una edición apócrifa peninsu-lar– con el grabado de Gregorio Fossman –inspira-do en el de Wierix– sobre los siete de Palermo.

Para su obra Los Siete Príncipes de los ángeles va-lidos del rey del cielo amplia los anexos que acom-pañaban la edición e incluye la Adición a la Sema-na angélica de Velasco. Pero estos no son los úni-cos cambios. La segunda versión es en realidaduna obra ampliada y modificada en algunos pun-tos. En la versión de 1707 se defiende, por mediode una “protesta del autor”, de los problemasacarreados con la inquisición por haber citado ellibro de Esdras. La publicación de su segunda obraestá inmersa en el contexto de su viaje a Europaformando parte de una actividad de promociónpoliédrica. La obra de Serrano encierra así una vi-sión escatológica de la realidad más inmediata, dela evangelización y del papel de la Compañía deJesús y de la monarquía en todo ello. Estos aspec-tos están relacionados con la devoción a los SietePríncipes, el proceso de evangelización en el Nue-vo Mundo y el programa político y religioso de losjesuitas y de la monarquía hispánica. Sólo hizo fal-ta un fenómeno que pusiera de nuevo en funcio-namiento estas ideas y éste cayó en manos de Se-rrano tomando la forma de unas nuevas islas des-cubiertas sobre las que expandir el evangelio.

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59 Mujica defiende que en realidad Serrano se toma muchas libertades a la hora de interpretar lo que dice Amadeo de Portu-gal en su Apocalipsis nova.MUJICA, Ramón, 1996, p. 95.60 El sermón está inserto con numeración propia en su primera obra Feliz memoria de los Siete Príncipes, de 1699. La fecha depredicación se colige del contenido del texto, al decir que tuvo lugar 178 años después de la aparición en Palermo del frescooriginal con los Siete Príncipes (1516).61 SERRANO, Andrés, 1699, f. 12r.62 SERRANO, Andrés, 1699, ff. 14r-14v.

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El origen de todo ocurrió diez años antes de lapublicación de la segunda edición de la obra deAndrés Serrano. Los jesuitas afincados en Filipinastuvieron noticias de la existencia de unas islas enlas que sus habitantes no habían sido cristianiza-dos. Éstas se encontraban entre las Filipinas y lasMarianas y fueron identificadas con el nombre deislas Pais o Palaos. Con el propósito de poder em-prender tareas misionales en aquellas tierras, Pa-blo Clain, en su función de secretario de la provin-cia de Filipinas de la Compañía de Jesús, remiteesta información por carta al padre General de laOrden el 10 de junio de 1697.63 Con la habitual re-tórica eclesiástica se lamenta el jesuita que, por lafalta de misioneros, mueren sin ser bautizados loshabitantes de aquellas islas, unidas entre ellas porestrechos de agua. Él mismo fue protagonista delconocimiento de aquellas nuevas tierras cuandoacompañaba al padre provincial en una visita pas-toral al pueblo de Guiguan, en la isla de Samar. Elsacerdote jesuita destinado en aquella poblaciónles contó que el día de los inocentes de 1696 fue-ron llevados en su presencia varios naturales deunas islas aún desconocidas. Estos habían llegadoa Samar en dos canoas que un fuerte viento habíadesviado de su trayectoria. Sus polizones informa-ron que del lugar del que venían había cerca de87 islas situadas hacia el sudoeste de Filipinas.

Las descripciones y el emplazamiento coincidía conun descubrimiento sucedido una década antesdespués que un navío español alcanzara por pro-blemas de temporal una isla que llegaron a llamarLa Carolina, en honor del entonces rey Carlos II,también conocida como San Bernabé al haber lle-gado en el día de la fiesta de este santo. El gober-nador de Filipinas mandó varias veces al navío quetodos los años se acercaba a las islas Marianas paraque inspeccionase la zona y diese noticia de aque-llas islas, pero tal empeño resultaba en vano. Laresistencia del descubrimiento y exploración de es-tas islas situadas en un extremo más oriental decristianismo convertían el hallazgo y esta nuevaocasión de evangelización en un hecho providen-cial, lo que supo ver muy bien Serrano.

En los primeros años del siglo XVIII, Andrés Serra-no realizó un viaje a Europa con el propósito de

encontrar los apoyos necesarios para la evangeli-zación de aquellas islas por parte de la Compañíade Jesús. Emprendió la marcha ocupando su nue-vo cargo de Procurador General de la Provinciade Filipinas y llegó hasta Roma donde fue recibi-do por Clemente XI, consiguiendo su pleno apo-yo en esta tarea de evangelización la cual contócon su bendición apostólica y con la concesión deindulgencia plenaria para los misioneros que par-ticiparan de ella. A principios de marzo de 1705se tienen noticias de la intención de Andrés Se-rrano de dejar Roma y partir hacia Versalles don-de fue recibido por Luis XIV. El propósito de Se-rrano era recabar todos los apoyos suficientespara conseguir del nuevo monarca Felipe V elrespaldo económico a su empresa. En junio de1705 el monarca francés escribía a su nieto, situa-do a la cabeza del trono español, emplazándolea que recibiera al jesuita y sostuviera todo elapoyo requerido para iniciar los trabajos de con-finamiento de un plantel misional. El último éxi-to lo consiguió al ser atendido por el monarca es-pañol a quien informó por medio de un memo-rial firmado el 27 de agosto de 1705. En la des-cripción que Serrano realiza de aquellas nuevasislas recupera los viejos tópicos aparecidos duran-te el descubrimiento europeo de América. Enaquel proceso de aculturación Europa miró a Fili-pinas bajo su óptica introduciendo de lleno alnuevo continente en la propia historia antigua.Se rescataron antiguos mitos medievales, de baseclásica, que fueron revividos por los primerosconquistadores. Un fenómeno característico fueel de los monstruos geográficos, seres fantásticosque la mentalidad medieval situaba en los confi-nes del mundo y que fueron ampliamente re-presentados en la cartografía renacentista y ba-rroca.64 En la carta que Pablo Clain escribió al pa-dre General de la Orden, así como en el memo-rial de Serrano para Felipe V, se habla de que hayalgunas de aquellas islas en las que solo habitanmujeres que “al modo de las antiguas amazo-nas” solo reciben visita de los hombres una vez alaño para que les den hijos. Estos relatos respon-den al tópico del nuevo mundo como lugar habi-tado por salvajes y, por tanto, justifica la necesi-dad de civilizar aquellas tierras.

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63 La copia de la correspondencia, los decretos y memoriales se acompañan a la segunda edición de 1707 de Serrano con el si-guiente título: “Breve noticia del Nuevo descubrimiento de las islas, Pais, ò Palaos, entre las Philipinas, y Marianas; y del ar-diente, y fervoroso zelo, con que le promueven la Santidad de N.M.S.P. Clemente Papa XI pos sus breves Apostólicos; el Chris-tianissimo Rey de Francia Luis XIV el Grande por su Real Carta; y nuestro piadosissimo, y Catolico Monarca Felipe V por su De-creto, y Reales Cedulas, en Consulta de su Real, y Supremo Consejo de las Indias”. Serrano también acompaña su libro conuna copia del mapa de las islas.64 Se les llama monstruos geográficos porque sirvieron para fijar el espacio que se descubría puesto que, tal y como fueronapareciendo los mitos de seres como los orejones, patagones o las Amazonas, sus nombres se asociaron al espacio geográficoque se les vinculaba.

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La segunda edición de Andrés Serrano de su obrasobre los Siete Príncipes surge como fruto de esteviaje convertido en una suerte de promoción per-sonal y de la Compañía de Jesús que él aprovechópara impulsar la devoción a estos seres angélicos ycon ellos restaurar la tradición inaugurada por losAustria de tenerlos como sus principales protecto-res. El beato Amadeo de Portugal había dejadoescrito en su Apocalipsis nova la base para una vi-sión escatológica del culto angélico que encajabacon una supuesta visión hispánica de fundamen-tación mesiánica. El mensaje era que el culto a losSiete Príncipes permitiría la llegada de un papaangélico que, en alianza con un monarca univer-sal, vencería al Anticristo y daría con ello paso alfinal de los tiempos.65 El culto a los Siete Príncipesque presenta Serrano no se detiene únicamenteen sus funciones en virtud de la devoción particu-lar sino que recupera esta visión más profundaque nunca dejó de estar presente en los anterio-res autores. A este grupo angélico se le encomen-daban empresas de mayor envergadura que afec-taban al conjunto de la humanidad. En virtud desu situación dentro de la jerarquía celeste, se lespresenta como custodios y guardianes de los rei-nos y del gobierno de la Iglesia. Eran vistos comoembajadores de Dios para las causas que afecta-ban a los hombres y como los principales protec-tores de la cristiandad.

El asunto de la relación entre el poder monárqui-co y los Siete Príncipes es el que sirve de resortede la segunda edición de Serrano la cual, como élmismo declara, se realizó estando en Madrid don-de el jesuita trabajó ordenando y disponiendo elmaterial para su publicación. Una de las intencio-nes declaradas de Andrés Serrano era dar a cono-cer su obra en el viejo continente en un claro in-tento de promoción personal (recordemos que suFeliz memoria se había publicado en México). Pa-ra ello contó con la ayuda de un viejo conocido, elGeneral Domingo Ruiz de Tagle, caballero de laOrden de Alcántara que había sido el encargadode capitanear el Galeón de Manila a Nueva Espa-ña. Serrano le agradece en una carta escrita enSevilla y fechada en 15 de octubre de 1707 el ha-

ber patrocinado la publicación de esta segundaedición que está dedicada a Felipe V. DomingoRuiz de Tagle pertenecía a una de las familias másinfluyentes de Nueva España, que controló duran-te un largo periodo el comercio del Galeón de lacarrera de Indias y el comercio de Indias casi comoun monopolio. La familia Tagle había ayudadoeconómicamente a Felipe V en la guerra de suce-sión. Con toda probabilidad, la publicación de laobra de Serrano responde a un segundo interés:cumplir con el deseo de Domingo Ruiz de Taglede recordarle al nuevo monarca su apoyo.66 En laportada queda declarado que fue él quien sufra-gó la edición y se acompañó también la mismacon un grabado de Felipe V.67 Todo ello le sirve deexcusa al jesuita para restaurar en la figura delBorbón la antigua devoción regia sobre estos Sie-te Príncipes que en su opinión había estado deja-da de lado en los últimos años:

Es la devoción de los siete Angélicos Príncipes unamina opulenta (sepultada en la profundidad de unrudo olvido) que no es menester sino cavar en ellaun poco, para hallar riquezas indecibles, y bienesinestimables. Y en este tiempo, en que nuestra Mo-narquía Española padece, de la emulación enemiga,tan rabiosos huracanes, no será ligereza creer, queha querido Dios, se descubra en España esta rica mi-na: para que con nuevos obsequios à la Divina Ma-jestad (por medio de sus grandes Validos) merezca-mos, que asistan ellos à nuestro Católico MonarcaFelipe V. Como Ángeles de guarda de su Real perso-na, Capitanes Generales de su ejército, y Protectoresde una universal felicidad para todos sus reinos.68

La vinculación del culto a los Siete Príncipes suce-de desde los Reyes Católicos, los cuales habíanmandado construir el templo de San Pietro inMontorio por consejo del propio beato Amadeo.El propio beato, hermano uterino de Beatriz deSilva, amiga íntima de la reina Isabel, le había ase-gurado que de esa forma conseguirían el tan de-seado hijo varón. Desde los inicios, el culto angéli-co se vinculó a la creciente monarquía hispánica yen un aspecto tan crucial como lo era la continui-dad de la misma por medio de la sucesión. Estaidea prosiguió con Carlos V y Felipe II, insertándo-se en el programa ideológico imperial.69 No en va-

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65 MUJICA, Ramón, 2001, p. 228.66 Así lo expresa Serrano en la carta que le escribe a Domingo Ruiz de Tagle y cuya copia acompaña también la edición de1707: “ […] suponiendo, que no podía hacer a V.S. mayor obsequio, que poner esta obra a los reales pies de su majestad, lohice así, dedicándosela: tanto por honrar su frente con tan augusta sombra, y real patrocinio; como porque se el gusto, conque V.S. recibirá este culto de nuestro gran Monarca, como quien es fidelísimo Vasallo, que a mirado siempre por su mayorhonra, y exaltación, y le ha servido con singular esmero en los puestos honoríficos, que en su Real nombre ha ocupado VS.”.67 En algunos ejemplares se trata de un retrato del rostro y, en otras, de un retrato ecuestre.68 Prólogo del propio autor en SERRANO, Andrés, 1707.69 GONZÁLEZ, Escardiel, 2012, pp. 111-132.

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no la familia real es quien mira, desde el balcónfalseado en la escalera de las Descalzas Reales deMadrid –en la pintura mural que los sustituyen– alos Siete Príncipes, principales asistentes de su po-der y gobierno por todo el orbe.70 La continuidadmonárquica había sido un asunto clave. En NuevaEspaña se les pidió amparo en el buen gobierno yprotección a Carlos II, último de los Austria, todoello promovido por las indulgencias concedidaspor el obispo de Michoacán, Francisco Aguilar Sei-jas, mencionadas anteriormente. Andrés Serranovuelve a reactivar parte de estos aspectos en elprólogo al congratularse por el nacimiento delheredero al trono, el futuro y breve Luis I, y alpresentar a estos siete ángeles como protectoresdel príncipe.

El discurso político que empieza a hilvanar en suobra a los Siete Príncipes pretende restituir el me-sianismo monárquico del siglo XVI, enlazando aFelipe V con la tradición de los Habsburgo comoun nuevo emperador, monarca de dos mundos.Para ello se sirve del papel de los Siete Príncipescomo patronos de la evangelización y de ésta co-mo especial empresa escatológica. Los Siete Prínci-pes, como los ojos del Cordero del Apocalipsis (Ap5, 6), son para Alonso Alberto de Velasco los en-cargados de propagar la verdad evangélica, dehacer que la gente “abra los ojos a la luz de lafe”.71 Este protagonismo y tradicional patronazgoregio es el que hizo aflorar su devoción en NuevaEspaña durante los primeros momentos de laevangelización. Su recuperación vinculada al nue-vo monarca es presentada por Serrano con el mis-mo propósito. Así Felipe V es mostrado como pa-trocinador de un descubrimiento que había sidoprovidencialmente determinado convirtiendoaquellas islas en unas “Nuevas Filipinas”, resalta-do con ello también la nueva empresa misionaldel jesuita Serrano.

Tras su larga estancia en Europa, y después de ha-ber conseguido las autorizaciones y apoyos nece-sarios, el jesuita Serrano regresó en 1708 a Filipi-nas desde donde empezó a disponer todo lo nece-sario para emplearse en la evangelización de lasislas Palaos. Fue el inicio de un proyecto ambicio-so que tuvo un final inesperado. Organizó unaprimera expedición en 1709 que fracasó. A aque-lla le siguió otra hacia Palaos un año después concuatro jesuitas, desapareciendo dos de ellos en

una de las islas. En 1711 salió Andrés Serrano enbusca de estos dos compañeros pero falleció enmedio del océano al naufragar su nave a causa deuna tormenta.72 Aunque dejó inconcluso su pro-yecto misional, su principal herencia fue la segun-da edición de la obra de los Siete Príncipes. Suenorme difusión estuvo detrás de la reactivacióndel culto angélico en el continente americano,tanto en Nueva España como en Perú. Sus postu-lados se insertan en un proyecto mayor donde elculto angélico y el inmaculismo funcionan comopiezas de engranaje en un mecanismo de base es-catológica y mesiánica que estuvo en funciona-miento con mayor o menor ritmo desde el sigloXVI hasta el siglo XVIII. La promoción de esta de-voción de origen franciscano se multiplicó en losvirreinatos americanos de la mano de los jesuitasque los tomaron como patrones especiales de laevangelización.

Epílogo: los Siete Príncipes en un programavisual del Colegio de San Fernando deMéxico

El regreso de los Siete Príncipes a la retórica visualfranciscana, y la confirmación de su patronato so-bre la tarea misional, lo tenemos en un ejemplonovohispano. La oportunidad estuvo propiciadapor la expulsión de los jesuitas del territorio his-pánico en 1767. Franciscanos y dominicos se que-daron solos frente a las tareas misionales del nor-te y ocuparon también, en este sentido, un espa-cio simbólico en un asunto del que ellos habían si-do introductores. A esta herencia tardía respondeun gran mural del Colegio franciscano de San Fer-nando en la ciudad de México. El lienzo de Joséde Páez está situado en la pared del transepto delado del Evangelio. El programa visual lo forman,de un lado, el tema del árbol genealógico francis-cano y, de otro, una composición con la exaltacióndel Nombre de Jesús por san Bernardino de Siena(fig. 6). A este segundo tema debemos atender. Elespacio compositivo se divide en dos partes hori-zontales. En la parte inferior aparece el citadopredicador y misionero franciscano portando unabanderola con el anagrama del Nombre de Jesús.En la parte superior aparece este mismo emblemaadorado por ángeles y en presencia del PadreEterno. San Bernardino de Siena acostumbraba allevar en sus predicaciones un anagrama con elnombre de Jesús (IHS) inscrito en una tabla que

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70 MORÁN TURINA, Miguel, 2010, p. 39-54; ÁVILA VIVAR, Mario, 2011, p. 52-72.71 VELASCO, Alonso Alberto de, 1682a, f.33v.72 E. O`NEILL, Charles; DOMÍNGUEZ, Joaquín, 2001, p. 3559-3560.

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los fieles besaban una vez terminaba su alocuciónpor eso que se le relacione con este blasón. La es-cena retratada en el lienzo de San Fernando secorresponde con un episodio de la vida de sanBernardino de Siena. Fue acusado de herejía y lle-vado en presencia del papa Martín V. Por el con-trario, Bernardino se caracterizó por su constantelabor misionera y lucha contra los herejes. El lien-zo es una representación retórica del reconoci-miento conseguido por este santo predicador. Ba-jo el solio aparece el citado pontífice junto a va-rios cardenales y, justo por delante del santo, va-rios dominicos que se postran en signo de recono-cimiento. Por la parte derecha se introduce SanJuan Capistrano vestido con el mismo blasón yacompañado por otros tantos franciscanos.73 Esteotro santo comparte con su hermano espiritual elreconocimiento por su labor evangelizadora y depredicación, actividad que desempeñó por toda

Europa. Su aportación en la lucha contra los infie-les fue clave debido a su dedicación en la tarea dereclutar cristianos en nombre de Calixto III para lacruzada contra los turcos. Con estos datos es evi-dente que la elección de este asunto estuvo en re-lación con la promoción de la actividad misionalde los franciscanos en América cuyo colegio dePropaganda Fide, como veremos a continuación,tuvo reservado un papel singular.

El lienzo vincula de forma especial la evangeliza-ción con el culto al Nombre de Jesús y veremos enqué términos. Esta devoción está acorde con lafiesta del Santísimo Nombre de Jesús, celebradatradicionalmente a principio de año. La tradiciónde este culto viene de antiguo. En el siglo XIII losdominicos tenían por costumbre dedicar un altaral Nombre de Jesús. Gregorio X les encargó el de-ber de propagarla. En 1530 la sede pontificia con-cedió también a los franciscanos la celebración deesta fiesta. Posteriormente, san Ignacio de Loyolatomaría el emblema del Nombre de Jesús comoescudo para su Orden. En la celebración litúrgicade la fiesta podía leerse una frase inspirada en laCarta a los Filipenses que declaraba: In nomine Ie-su omne genuflectatur; caelum, terrestrum, et in-fernorum.74 Esta misma frase latina es la que seinscribe en el lienzo alrededor de san Bernardinode Siena.

El colegio de San Fernando de la ciudad de Méxi-co ocupó un papel destacado en la tarea misionalamericana. Tenía bajo su cargo el sustento de va-rias misiones en la Sierra Gorda y el Norte de Mé-xico. Como ya sucedía anteriormente en el Cole-gio de Zacatecas, totalmente independiente delde San Fernando, allí se recibía a los misioneros yse les instruía para, finalmente, enviarlos a reali-zar las campañas de evangelización. Es el caso defray Junípero Serra, misionero franciscano nacidoen una pequeña población mallorquina que llegóa Nueva España en 1749. Desde San Fernando fueenviado a misionar en la Sierra Gorda donde per-maneció durante ocho años. Posteriormente sededicó otros once a las misiones populares que di-rigían su actividad a los ya cristianizados. Con laexpulsión de los jesuitas, los franciscanos tuvieronque hacerse cargo de las misiones que estos ha-bían ocupado, entre ellos fray Junípero que se en-roló hacia tierras de California.

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73 San Bernardino de Siena como San Juan Capistrano están representado acorde con las características de sus respectivos ti-pos iconográficos (SCHENONE, Héctor, 1992, v. 1, pp. 189-190). Son representados de igual manera en el Árbol genealógicofranciscano contiguo a esta composición y realizado por un mismo autor. 74 “Ante el nombre de Jesús todos se arrodillan todos en el cielo, en la tierra y en el infierno” (Cfr. Flp. 2,10).

Fig. 6. Exaltación de la labor misional franciscana y exal-tación del Nombre de Jesús, finales s. XVIII, transepto delevangelio en templo del Colegio de San Fernando, MéxicoD.F.

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En medio de esta actividad de recepción y alista-miento de predicadores y misioneros hay que ubi-car la elección del tema de la pintura, así como lapresencia de san Bernardino de Siena y su compa-ñero, san Juan Capistrano, que ocupó en vida esasmismas funciones de alistamiento que seguíansiendo una realidad en San Fernando. En estacomposición nos encontramos de nuevo con unejemplo de iconismo discreto. En la adoración ce-lestial del Nombre de Jesús están representadoslos Siete Príncipes, cuya presencia se advierte deforma discreta y no protagónica pero evidente alestar claramente representados cada uno de ellospor sus habituales atributos. Era de nuevo un tema“de vuelta” al repertorio visual de los franciscanospero que en su composición retórica evidencia elmagisterio ejercido por los jesuitas en la visuali-dad artística.

La relevancia de la imagen y culto a los Siete Prín-cipes en Nueva España como patrones de la evan-gelización queda esbozada en estas líneas que sir-ven de marco general para su estudio. Su análisisrevela su permeabilidad, conexión y plena expan-sión con otros discursos como la defensa de la In-maculada Concepción, la escatología novohispanao el criollismo. Con todo ello, también resulta evi-dente los caminos que quedan aún por atenderen un futuro, como son la identificación de losagentes locales promotores de este culto y los de-talles de su repercusión social.

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