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SEMANARIO FARMACEUTICO- AÑO III. MADRID 2 9 D E AGOSTO DE 1875, NUM. 48 El decoro profesional y los anuncios. II. Dos veces se ha ocupado El Pabellón Médico del artículo que bajo este epígrafe publicamos en nuestro SEMANARIO, Ó sea en sus números de 7 y 14 de Agosto. Como hay un dicho vulgar que dice: nobleza obliga, nosotros, que de muy noble conceptuamos la honrosa ocupación del escritor público, y de nobles nos preciamos considerándonos personalmente, debemos cor- responder á la atención de nuestro colega y devolverle, con el juicio que de sus apreciaciones hemos formado, el agradecimiento por el que él emite acerca de las nuestras. Empero nos permitirémos invertir el orden cronológico de ámbas publicaciones por razones que no pueden menos de apreciar en su justo valor nuestros lectores, y con objeto de proceder con más libertad en el asunto. En el del dia 14, devolviendo nuestro amigo D. Faustino Hernando su saludo cortés y cariñoso al coredactor del SEMANARIO, en quien co- lumbra á un amigo querido y compañero suyo en las tareas del perio- dismo en época no lejana, emite un juicio que le favorece altamente y al buen amigo que le escribió, y no podemos ménos de manifestar nuestra gratitud al Sr. Hernando por las frases galantes que dedica al artículo que examina de nuestra Revista, de cuya redacción forma parte algún tiempo há el comprofesor á quien el Sr. Hernando ha aludido. El Pabellón disiente de nuestras opiniones en el fondo. Lo sentimos mucho, porque tendríamos una verdadera satisfacción formando, sin salvedades de ninguna especie, al lado de tan ilustrado colega, y mayormente ayudados por tan valioso compañero de armas, y cuando publicamos nuestro artículo contábamos ya con que El Pabellón ocupaba otro campo que el SEMANARIO. Nosotros vimos una cuestión de dignidad y de decoro en la que pro- movía el Sr. Hernando, y acudimos, aunque la mirásemos por distinto lado del prisma, porque el espectro resultante era idéntico, y ámbos periódicos, como no puede ménos de suceder á publicaciones que aprecian la dignidad del ejercicio profesional, no podían ménos de tener una aspi- ración común. Por eso nos fijamos especialmente en la cuestión de doctrina que emanaba del artículo del Sr. Hernando, porque creímos que ese es el verdadero terreno donde pueden controvertirse las opiniones, é hici-

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SEMANARIO FARMACEUTICO-

AÑO I I I . M A D R I D 2 9 D E A G O S T O D E 1 8 7 5 , NUM. 48

E l decoro profesional y los anuncios.

I I .

Dos veces se ha ocupado El Pabellón Médico del artículo que bajo este epígrafe publicamos en nuestro SEMANARIO, Ó sea en sus números de 7 y 14 de Agosto.

Como hay un dicho vulgar que dice: nobleza obliga, nosotros, que de muy noble conceptuamos la honrosa ocupación del escritor público, y de nobles nos preciamos considerándonos personalmente, debemos cor­responder á la atención de nuestro colega y devolverle, con el juicio que de sus apreciaciones hemos formado, el agradecimiento por el que él emite acerca de las nuestras.

Empero nos permitirémos invertir el orden cronológico de ámbas publicaciones por razones que no pueden menos de apreciar en su justo valor nuestros lectores, y con objeto de proceder con más libertad en el asunto.

En el del dia 14, devolviendo nuestro amigo D. Faustino Hernando su saludo cortés y cariñoso al coredactor del SEMANARIO, en quien co­lumbra á un amigo querido y compañero suyo en las tareas del perio­dismo en época no lejana, emite un juicio que le favorece altamente y al buen amigo que le escribió, y no podemos ménos de manifestar nuestra gratitud al Sr. Hernando por las frases galantes que dedica al artículo que examina de nuestra Revista, de cuya redacción forma parte algún tiempo há el comprofesor á quien el Sr. Hernando ha aludido.

El Pabellón disiente de nuestras opiniones en el fondo. Lo sentimos mucho, porque tendríamos una verdadera satisfacción

formando, sin salvedades de ninguna especie, al lado de tan ilustrado colega, y mayormente ayudados por tan valioso compañero de armas, y cuando publicamos nuestro artículo contábamos ya con que El Pabellón ocupaba otro campo que el SEMANARIO.

Nosotros vimos una cuestión de dignidad y de decoro en la que pro­movía el Sr. Hernando, y acudimos, aunque la mirásemos por distinto lado del prisma, porque el espectro resultante era idéntico, y ámbos periódicos, como no puede ménos de suceder á publicaciones que aprecian la dignidad del ejercicio profesional, no podían ménos de tener una aspi­ración común. Por eso nos fijamos especialmente en la cuestión de doctrina que emanaba del artículo del Sr. Hernando, porque creímos que ese es el verdadero terreno donde pueden controvertirse las opiniones, é hic i -

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mos caso omiso de la fe de bautismo de ios que motivaron aquellos ar­tículos; y si del charlatán de la calle de la Luna y de sus cómplices nos ocupamos lo ménos que podíamos, fué por la índole especial del asunto que había sido causa eficiente del levantado artículo de nuestro buen amigo.

¿Qué importa nuestra divergencia de opiniones, miéntras tengamos unanimidad de ellas en la cuestión principal?

Vamos con el del dia 7. Nos honra El Pabellón reproduciendo íntegro nuestro art ículo, prece­

diéndole de un preámbulo de cuya lectura no debemos privar á nuestros abonados, para examinarle después ligeramente.

Dice así: «Nuestro apreciable colega el SEMANARIO FARMACÉUTICO se hace

cargo en su último número del artículo que con este mismo título apa­reció en El Pabellón Médico, y consideramos un deber nuestro reprodu­cirlo íntegro, no sólo en justa correspondencia á la afectuosa cortesía con que trata á uno de nuestros principales compañeros, sino porque íija su actitud en dicho escrito y emite algunas reflexiones que contribu­yen á aclararla y fortalecerla.

«La extensión del artículo del SEMANARIO nos impide responder hoy ampliamente á las indicaciones que contiene; pero no podemos ménos de anticiparnos á felicitarle por los buenos propósitos que en favor del de­coro profesional le animan, siquiera no estémos conformes en la manera de realizarlos.

»A nuestro entender, todos los anuncios son legales miéntras no con -̂travengan las leyes de la moral ó del Código, y no admitimos, por con­siguiente, esa división acomodaticia de anuncios científicos y anuncios charlatanescos que establece nuestro colega. De ahí á la arbitrariedad caprichosa no hay más que un paso. Por eso rechazamos la previa cen­sura y aceptamos la libertad de imprenta con todos sus peligros, pene­trados de que, según dice el mismo SEMANARIO, la prensa tiene, como la espada de Aquiles, la virtud de curar las heridas que causa. Los errores se desvanecen por el razonamiento y la crítica; las indignidades de ca­rácter las juzga el público sensato, y los delitos los castiga el Código. Ese es nuestro sistema.

»En cuanto á la pregunta de nuestro colega, relativa á las Ordenan­zas, nos apresuramos á darle una contestación categórica. No somos par­tidarios de ellas, pero las tenemos por vigentes en todos los artículos que no hayan sido derogados tácita ó expresamente por las leyes pos­teriores. E l artículo referente á los anuncios no se cumplía ántes y ha sido anulado después por la ley de imprenta que rige aún en toda su plenitud, excepto en las cuestiones políticas y de la guerra. Para casti­gar la connivencia entre el médico que receta y el farmacéutico que le paga no es menester de las Ord anzas, ni siquiera de la ley de Sanidad,

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aunque podrían utilizarse: basta el Código penal, que dedica algunos de sus artículos al ejercicio de las profesiones y habla con suficiente precisión del dolo y de la estafa. Por lo demás, he aquí cómo se expresa nuestro estimado colega.»

So priva El Pabellón de responder ampliamente á las indicaciones que contiene nuestro artículo, y el sentimiento que esta determinación nos causa se templa con la esperanza de que si no vemos su contestación hoy, como dice el colega, podemos verla mañana ú otro dia, y entónces po-drémos apreciar las razones que emita, que lo serán sin duda con el tino que tiene acreditado, y oponerle las que tengamos en contra, porque no habiendo entre nosotros conformidad en la manera de realizar aspi­raciones comunes, es claro que tendremos razones contradictorias que nos induzcan á proceder de la manera que ámbos lo hacemos, creyendo recíprocamente que esa manera de realizar la aspiración es la mejor.

Apunta, sin embargo. El Pabellón algunas ideas dignas de un exámen ligero, siguiendo el procedimiento de nuestro colega.

Para él. todos los anuncios son legales, miéntras no contravengan las leyes de la moral ó del Código.

Estamos conformes. Sentimos, empero, que nuestro colega haya perdido de vista que ese

mismo Código, que invoca sin especificarle, tiene determinado lo que nosotros deseamos, y por lo visto nuestro colega también.

Es de sentido común que el Código á que alude El Pabellón no será el de comercio, ni el militar, ni otro alguno de los muchos que abundan en esta nación tan codificada, sino que ese código debe ser, ó el especial del ejercicio de la profesión, ó é l Código penal,

El primero de ellos se conoce con el nombre vulgar de Ordenanzas de Farmacia y de Ley de Sanidad, y el segundo considera vigente al primero y le da fuerza de ley en el mero hecho de declarar en su libro 1.° exceptuado de las prescripciones del Código penal lo que estuviese penado por reglamentos especiales, y en su libro 2.°, que se apliquen tales ó cuales penas á los que cometieran ciertos delitos sin llenar las prescripciones de los reglamentos respectivos.

Yea, pues, nuestro colega cómo está de acuerdo con nosotros, porque los anuncios que han puesto la pluma en su mano están determinados por el Código, y cómo la clasificación de ellos no es acomodaticia ni mucho ménos, y que conduce á que se razonen y critiquen todos los des­cubrimientos y contribuyamos todos, según nuestra esfera, al mayor b r i ­l lo de la ciencia.

Nuestro colega no es partidario de las Ordenanzas; nosotros creíamos que sí, porque le veíamos invocar a lgún artículo de ellas, y señalada­mente uno de los que han sido más combatidos por los que de las Orde­nanzas se ocuparon.

Considera nuestro buen colega autorizada la publicación de toda

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clase de anuncios, porque no siendo las cuestiones qae afectan debidas á la política ni á la guerra, deben considerarse como libres. Esto no puede ser. Los anuncios de que se trata se hallan prohibidos por leyes anteriores á la de imprenta, que no han sido derogadas, y como las leyes no derogan sino aquello que se expresa en ellas de una manera taxativa, no invoca un argumento de fuerza alguna en apoyo de su opinión.

Por último, nuestro colega no admite las leyes que impiden la per­petración de los delitos, sino las represivas, ó sea las que castigan el delito.

No somos de su opinión: siempre hemos oido decir vale más prevenir que castigar, y aunque conocemos que nuestro colega no pretende fun­dar escuela con su opinión, estamos muy bien avenidos con lo contrario.

Basta lo que precede para que El Pabellón conozca más y más cuá l es nuestra actitud, y explanaremos estos puntos cuando crea oportuno lanzarse á una discusión seria El Pabellón, á quien devolvemos las frases corteses que nos ha dedicado.

C o r p o r a c i o n e s f a c u l t a t i v a s .

C O L E G ' O D E F A R M A C É U T I C O S D E M A D R I D .

Acta de la sesión del aniversario 138, verilicada en 21 de Agosto de 1875.

Según estaba anunciado en el programa respectivo, esta Corporación celebró dicha solemnidad conmemorativa de su instituto el dia marcado al efecto en los acuerdos oportunos.

E l Secretario que suscribe leyó una reseña alusiva á los méritos que pudieran haber contraído los individuos del Colegio desde el aniversa­rio anterior en el servicio de la Corporación, fundando la carencia de ellos en el trastorno de la vida pública que afecta hoy á la sociedad es­pañola.

E l Colegial de número Dr. D. José Font y Martí dió lectura á la biografía del distinguido farmacéutico y Catedrático Dr. D. Raimundo Fors y Cotnet, cuyo nombre se hallaba ya inscrito en la sala de sesio­nes por acuerdo de la Corporación; dicho trabajo literario fué objeto de los más justos plácemes de la concurrencia, y el autor recibió en el acto el tí tulo de mención honorífica que le correspondía dignamente.

Se adjudicó también el voto de gracias consignado en un diploma es­pecial á la Señorita Doña Elisa de Lallana, por su donativo á la Bibl io­teca del Colegio de la obra titulada Dictionnaire des Sciences naturelles, que perteneció á su difunto señor padre.

Por último, se procedió á la apertura de los pliegos que contenían los documentos presentados por los que aspiraban al premio de los

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practicantes de Farmacia, y leidos que fueron los que reunían las cir­cunstancias prescritas en el concurso, resultó del exámen comparativo que D. Felipe Carazo y Andrés, alumno interno en la oficina de farma­cia del Colegial D. Manuel Arribas, tenía ganadas en su carrera cuatro asignaturas con la calificación de aprobado y una con la de notable, raiéntras D. Gregorio de la Fuente y García, que está en la oficina del Colegial D. Venancio Martin Nieto, solamente había cursado todavía dos asignaturas, ganándolas con la calificación de aprobado; por lo tanto, de­clarada la preferencia en favor del primero, le fué adjudicado el premio sin sorteo por falta de igualdad de competidores, con lo cual terminó la sesión, dando las gracias el Presidente á la concurrencia por su aten­ción.—Madrid 25 de Agosto de 1875.—K Secretario, GERMÁN MARTÍNEZ ALVAREZ,

Asuntos c i e n t i í i c o s .

SOBRK LA ¡NATURALEZA DE LA MATERIA AZUCARADA DE LA RAIZ DE REGALIZ. COMBINACIOIN AMONIACAL DE LA GLICIRRICINA.

(Conclusión.)

Muchas veces el orozuz, sobre todo cuando la desecación ha sido lenta ó incompleta ó ha sido conservado en sitio húmedo, apénas presenta «abor; este efecto es el resultado de un principio de fermentación que ha producido ácido y notablemente el acético. E l amoniaco de la g l ic i r r i -cina amoniacal es saturado en parte, y esta quedando libre se hace i n -soluble ydisminu ye la sapidez de dicha raíz; aquella, después de la per­manencia conveniente en una atmósfera ligeramente amoniacal, adquiere su sabor primitivo y se vuelve apta para ceder al agua íntegramente su principio azucarado.

Todos los que han tenido ocasión de preparar en grande escala el extracto de regaliz, apurando por el agua fría su polvo grosero, han observado que los líquidos que provienen de las maceraciones, aunque diáfanos al salir de los aparatos de desalojamiento, se enturbian muchas veces en el espacio de algunas horas, sobre todo durante los grandes calores del estío, desprenden ácido carbónico y depositan un voluminoso precipitado amarillento gelatiniforme que baja al fondo del recipiente; se vuelven muy ácidos y pierden la mayor parte de su sabor azucarado; el precipitado que se forma así y que se separa muchas veces filtrando por manga de franela, no es otra cosa que glicirricina libre, es decir, el principio generador del azúcar de regaliz, que se arroja y convierte en verdadera pérdida, en la persuasión de que se trata de una materia ex­traña, fécula, resina, ácido péctico ú otra. Algunas gotas de amoniaco bastarán para disolverle y hacer que el líquido se vuelva dulce como al

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principio. La giicirricina así obtenida es de un sabor notablemente áxxlce y sacarino.

E l extracto que se obtiene por maceracion de la raíz es fuertemen­te higrométrico y no puede adquirir ni conservar el estado sólido que á condición de mezclarle con cantidades muchas veces enormes de ma­terias inertes, fécula, goma, etc. etc. Aun, por el calor del verano, los magdaleones del zumo inspisado de regaliz concluyen por ablandarse y correrse, á pesar de todas las precauciones. ¿Qué médico ó farmacéu­tico militar, por ejemplo, no ha podido, ya en campaña, ya en máfícha, y á continuación de una jornada hecha en pleno dia, ver toda su reposi­ción de zumo de regaliz enteramente corrido y fijado á los recipientes?

La giicirricina amoniacal no presenta, sin embargo, tendencia alguna higrométrica, ni se ablanda aun por una temperatura de 80 á lOO'C; son, pues, las materias extrañas á las que debemos atribuir esta grande tendencia al reblandecimiento que presenta el extracto. Para el indus­tr ial , como para el farmacéutico, hay una gran ventaja en aislar el ver­dadero principio azucarado de la raíz de regaliz y utilizarle, despojado así de una gran masa de materias inertes é higrométricas; con el auxilio de la goma ó de cualquiera otra sustancia, sería fácil dar á la gi icirr ici­na todas las formas y los grados de sapidez que la industria, ó la tera­péutica pudieran reclamar.

E l médico y el farmacéutico tienen por otra parte en la mano, con la giicirricina amoniacal, un antídoto análogo al tanino, pero más grato, más inofensivo, y en vista de su constitución salina, precipitando mejor que él y por una doble descomposición regular, las soluciones metálicas y las sales alcaloideas vegetales. Una maceracion de la raíz prestaría, por lo demás, los mismos servicios.

Sabido es desde hace bastante tiempo que las infusiones de regaliz hacen desaparecer en gran parte el sabor desagradable de ciertas sustan­cias; me he asegurado por una experiencia directa que el sulfato de qu i ­nina, la ipecacuana, emético, etc., pierden la mayor parte de su sabor cuando se les mezcla con suficiente cantidad de giicirricina amoniacal. E l uso casi inmemorial de rodar las pildoras en el polvo de regaliz no tiene, sin duda, otra razón de ser que la de enmascarar ó disminuir mo­mentáneamente el gusto más ó ménos repugnante de los medicamentos. Parece, prescindiendo de toda reacción química, que el sabor muy persis­tente del azúcar de regaliz puede hacer por algunos instantes insensible el paladar ó indiferente á otras sensaciones; me he convencido profunda­mente que en una mult i tud de casos, la giicirricina amoniacal se mez­claría con ventaja á las masas pilulares, á los paquetes de polvos y tomas diversas, así como con muchas pociones y el sabor de ciertos medi­camentos se disimularía con más eficacia con algunos decigramos de aque­l la que con proporciones cien veces mayores de azúcar, y que, por ú l ­timo, la administración cotidiana de ciertos preparados, tales como el

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jarabe antiescorbútico, el de ioduro de hierro, aceite de hígado de baca­lao, se facilitaría singularmente si se tomase la precaución ántes y des­pués de alguna ingestión de dejar se deshiciesen en la boca algunas par­tículas de dicha sustancia. Conviene, en fin, añadir que, vista la intensidad de su sabor, su fácil preparación, su extremada solubilidad en el agua, estabilidad notable de sus soluciones acuosas y la economía de su uso, la glicirricina amoniacal.puede ser considerada como el azúcar de los pobres. Entregamos con confianza estos primeros hechos á la observación médica y á la práctica farmacéutica, persuadidos que hay en esta un mejora­miento importante que realizar para la administración de los medica­mentos dotados de sabor repugnante.

Se comprenderá sin trabajo que, abandonando el tratamiento por el alcohol y éter, la preparación industrial de la glicirricina amoniacal puede ejecutarse en todas las oficinas de farmacia y en las mejores con­diciones de sencillez y economía. Es suficiente tomar la raíz de regaliz y contundirla, apurarla metódicamente por la más pequeña cantidad de agua fría, hacer hervir los líquidos para coagular la a lbúmina; separar­los claros, y después del enfriamiento precipitarles por un exceso de áci­do sulfúrico ó clorhídrico. E l precipitado después de reunido, se recoge bien lavado y redisuelve en agua amoniacal; evaporada esta solución por los medios ordinarios, deja un residuo como barniz, friable, tan fácil de conservar como de disolver. Su sabor es extremadamente azucarado, que recuerda completamente el sabor de la raíz, en atención á que con­serva la materia acre que esta contiene, y que el tratamiento alcohólico-etéreo indicado más arriba sustrae casi por completo. Es de desear que esta fabricación se lleve á cabo en los mismos sitios donde se reco­lecta la raíz, y en vez de transportar un volúmen enorme y un peso con­siderable de regaliz, se expendiese sencillamente la glicirricina amonia­cal bajo la forma de un extracto pulverulento que serviría para todos los usos ordinarios de aquella y de su extracto.

(Journ. de Pharm. et de C h i m . J

N. de la R. Llamamos la atención de nuestros lectores acerca del contenido de esta memoria, pues España cuenta con localidades donde se recolecta en grande es­cala el ororuz, y aun se prepara su extracto hasta para la exportación. En ellas podría establecerse una nueva industria atendido al gran consumo que ha de tener dicho pro­ducto, ya considerable para los anteriores, si tenemos en cuenta que llegará, aparte del uso farmacéutico, á ser con el tiempo el azúcar de los pobres, como muy acerta­damente lo califica el autor;

SALIC1LAT0 Y FENATO DE QUININA, Por J. Jobst.

Cuando se pone una solución de clorhidrato de quinina saturada en frío, sobre otra de salicilato de amoniaco (preparado con el ácido salicí-lico de Kolbe), se obtiene un precipitado coposo de salicilato de quinina

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cristalizable en el alcohol en prismas finos. Se llega al mismo resul­tado saturando por una solución alcohólica de quinina, otra alcohólica también de ácido salicílico y abandonando el líquido á la evaporación lenta. El salicilato de quinina no contiene agua; corresponde á la fór­mula C*oll24N'204,(>H006, que dan 70,12 por 100 de quinina; el anál i ­sis directo ha dado 69,66 y 70,17, cifras que están de íicuerdo con la teo­ría. Este salicilato es soluble en 116 partes de agua á la temperatura de 16% en 20 de alcohol de 90 por 100 ej\ volumen á la de 13° y en 120 partes de éter á la de 16°.

E l salicilato de quinina cristaliza más fácilmente que el fenato, así que debe preferirse. Jobst ha conseguido preparar el fenato de quinina cristalizable en el agua y alcohol, en finas agujas cristalinas de la fór­mula OMR^WO^C^WO*, que contienen 77,51 de íquinina por 100; ren­dimiento en quinina que ha confirmado el análisis directo. E l fenato de quinina se disuelve en 400 partes de agua á 16°, en 80 de alcohol á 90 por 100 en volúmen á la temperatura de 13° y en pequeña cantidad en el éter.

fNeues Repert. für Pharm, 1875, pág . 193.)

Nol ic ias v a r i a s .

AGRADECIMIENTO—Grande es el que nuestro Director nos encarga manifestemos á los colegas que se lian dignado dirigirle sentidas frases de pésame por la muerte de su hijo D. Miguel; á la vez que les da las más cumplidas gracias por las cariñosí­simas que con este motivo le dedican.

MANUAL DEL PRACTICANTE DE FARMACIA.—Hemos recibido el 5.° y 6.° cuadernos de esta interesante publicación, que cada dia alcanza mayor éxito; lo cual se explica bien, vista la importancia de la obra. Damos las gracias por la atención á su autor.

PODEROSO DESINFECTANTE.—Según dice un periódico, se habla de una pasta, deno­minada Kataro, la cual, disuelta en el agua, desprende oxígeno y absorbe los miasmas instantáneamente, por lo que se considera como un desinfectante más poderoso que el sulfato de hierro, el hipoclorito cálcico y el ácido fénico. Parece que se han des­infectado con esta pasta montones de inmundicia, sentinas de buques, depósitos de fábricas y cadáveres et completa descomposición depositados en la Morgue de Marse­lla para su identidad.

EXÁMENES.—Los alumnos de las facultades de la Universidad de Madrid que de­seen examinarse en el próximo mes de Setiembre, según lo prevenido en el art. 7.0 del decreto de 6 de Mayo de 1870, lo solicitarán en hoja impresa que se les facilitará en la Secretaría, que deberán presentar en los negociados respectivos desde el dia 16 hasta el 31 del corriente inclusive, expresando las asignaturas de que deseen exami­narse, y si son alumnos oficiales ó libres, á fin de que se les expidan papeletas de exámen, que podrán luego recoger en los respectivos Decanatos. El plazo legal para solicitar dichos exámenes termina el ex'presado dia 31.

NUEVO CATEDRÁTICO.—Ha sido nombrado Catedrático de Materia farmacéutica ve­getal de la Universidad de Granada el Sr. Cubero, propuesto en primer lugar de la terna por el Tribunal de oposiciones.