16 misioneros NÚM. 186, JUNIO DE 2018

I G L E S I A A F O N D O

El papa Francisco sueña con una Iglesia en salida, pero tambiéncon matrimonios que no se queden encerrados en sí mismos, "paraderramar su bien en otros". Así lo refleja en Amoris laetitia y así lopromoverá en el Encuentro Mundial de las Familias que tendrá lu-gar este verano en Dublín. Una in-vitación a vivir en las periferiasque ya han asumido familias enexperiencias misioneras de veranoo de larga duración.

Una luna de miel en Etio-pía. No para hacer la im-prescindible ruta del ori-gen de las civilizaciones

que ofrece cualquier agencia deviajes especializada. Tampoco paraadentrarse en un safari por la re-gión. Alexia Manzano y Jorge Cen-

teno viajaron a la antigua Abisiniacomo misioneros. Juntos. En fami-lia. Justo hace diez años se dieronel “sí, quiero” en el altar, perotambién un “sí” a la misión ad

gentes que les llevaría dos meses acolaborar con varios proyectos delas misioneras de la Caridad y lafamilia comboniana.

Este matrimonio madrileño po-ne rostro al deseo que el Papa haexpresado en el mensaje dirigido alos asistentes al Encuentro Mun-dial de las Familias que se celebra-rá el próximo mes de agosto enDublín. “Sueño con una Iglesia en

salida, no autorreferencial, unaIglesia que no pase distante a lasheridas del hombre”, escribe Fran-

cisco en una carta a los partici-pantes en la que subraya la im-portancia de “la misericordia quenos hace nuevos en el amor; y sa-bemos cuánto las familias cristia-nas pueden ser lugares de miseri-cordia y testigos de misericordia”.

Lo cierto es que, desde el iniciode su relación, tanto esta licencia-da en Ciencias Ambientales comoeste trabajador social y maestrovivieron su amor “en salida”. Unaño antes de su boda, en 2007, co-mo novios fueron a Calcuta con lasmisioneras de la Caridad, en unaexperiencia de verano; “un tiempoque nos ayudó a confirmar que no

entendíamos nuestra vida solo pa-ra nosotros”. A estos dos primerosviajes les seguiría una estancia decuatro meses en Mozambique conlas religiosas combonianas, mien-tras iniciaban los procesos paraconvertirse en familia de acogida.

En este periplo vital, estos jó-venes de la comunidad dominicade la basílica Virgen de Atocha vie-ron cómo su congregación de ori-gen daba un salto cualitativo en loque a la misión compartida con loslaicos se refiere. La ONG SelvasAmazónicas se abría a la participa-ción de seglares y quería contarcon Alexia en sus filas para haceresto realidad como subdirectora.

En 2014 se fueron con sus doshijos mayores a Ceuta para cola-

borar en un proyecto de ayuda amigrantes de los javerianos y elpasado año dieron el salto con laentidad dominica a República Do-minicana, acompañados por sutercera hija de acogida. “Desdefuera hay quien puede verlo comoun gesto grandilocuente, peronosotros lo vivimos con normali-dad. A nivel logístico no suponemucho, más allá de los miedos,por ejemplo, a que la pequeña pu-diera contagiarse del dengue, cosaque no sucedió”, explica Alexia.“Los niños, desde su espontanei-dad y su inocencia, transmitenmucho más a Jesús que nosotros.Recuerdo una reunión comunitarianada más llegar, en la que ellosmismos se presentaron con senci-

llez diciendo que querían echaruna mano en lo que fuera. Cauti-varon a todos”. Ese mismo efectotambién se generó a la vuelta “enel colegio y en otros sitios dondehan contado su testimonio”.

“Vivimos nuestra vida en clavede misión; quizá por eso decidimossalir físicamente, pero también irfuera de nosotros mismos con elacogimiento”, relata Alexia, quienasegura que, para dar estos saltos,“solo es necesario tener inquietud,fortalecer la fe y ponerse a tiro”. Poreso, ya están valorando la posibili-dad de hacer la maleta de nuevo.

Alegría para el mundoY todo, con esa máxima por

delante que ha establecido el Pa-

NÚM. 186, JUNIO DE 2018 misioneros 17

Alexia y Jorge

pa como lema para las jornadasde Irlanda: “El Evangelio de la

familia, alegría para el mundo”. Lacita busca profundizar en la exhor-tación apostólica Amoris laetitia,que invita a que el núcleo familiarcristiano no solo acoja “la vida ge-nerándola en su propio seno, sinoque se abra, salga de sí para de-rramar su bien en otros, para cui-darlos y buscar su felicidad”.

En esta clave viven Cecilia Rey

y Manuel Cuervo: “Cuando descu-bres que el matrimonio y la mi-sión de anunciar el Evangelio a losdemás es una llamada del Señor yno una opción tuya, todo cambia”.Por eso, restan importancia al he-cho de haber dejado durante dosaños trabajo, casa y demás seguri-dades para marcharse a Perú. Des-de la parroquia del Sagrado Cora-zón de Madrid, hasta el vicariatoapostólico de San Ramón. De unbarrio madrileño, a una demarca-ción eclesial de más de 76.000 me-tros cuadrados, que multiplica pordiez en extensión a la capital deEspaña y que cuenta tan solo con42 sacerdotes.

“Aunque suene a tópico, hemosdescubierto que la misión consistemás en estar que en hacer. Nues-tro ser y estar como matrimoniose apreciaba como un signo”,apunta Cecilia. Ella misma destacatambién cómo llevar la comunióna los enfermos y ancianos se reve-ló como un pilar de su estanciaamericana: “Llevar el cuerpo deCristo cada sábado a personas queverdaderamente lo anhelan nos hi-zo ser conscientes del sentido denuestra misión. No hemos hechootra cosa que tener nuestra vidaparroquial de aquí allí, pero du-rante las 24 horas del día”.

Este informático de 42 años ysu esposa, experta en economía, de43, restan importancia a su laboren la catequesis de iniciación, en

el apoyo dentro de la asignaturade Religión en las escuelas rurales,en las visitas pastorales a las aldeasmás alejadas, en la preparación almatrimonio y al bautismo. A estasiniciativas se sumaba un programasemanal de radio en el que, expli-ca Manuel, “ofrecíamos nuestrotestimonio de vida como familia, apartir del planteamiento del Papaen Amoris laetitia y de las cateque-sis que se prepararon para el En-cuentro Mundial de las Familiascelebrado en Filadelfia”.

Perú llegó tras estancias decorta duración en Etiopía, SierraLeona, Marruecos y Cuba. Pero, so-bre todo, tras un proceso de dis-

cernimiento personal y en parejaa través del grupo Jóvenes Misio-neros de la Delegación Episcopalde Misiones de la archidiócesis deMadrid. “Cecilia tenía clarísima lallamada a algo más duradero. Sinembargo, yo me resistía, y fue enCuba donde descubrí que tenía-mos que dar un paso más”, con-fiesa Manuel, que de América La-tina se trae un nuevo impulso vo-cacional: “Estando allí he sentidola llamada a ser diácono perma-nente incardinado en Madrid”.

Pero ¿qué aportan Cecilia yManuel, en medio de la entrega delos sacerdotes y religiosos del vi-cariato? “Nos lo decían el obispo y

18 misioneros NÚM. 186, JUNIO DE 2018

P R I M E R P L A N O

Cecilia y Manuel en Perú

los misioneros permanentes: «Aun-que no hagáis nada, vuestra solapresencia como matrimonio cris-tiano que pasea unido, que habla,que comparte tareas, que rezáisjuntos, es un testimonio de vidaen medio de una realidad donde elconcepto de familia está heridopor la desestructuración, con hi-jos de padres distintos, con abue-los asumiendo las tareas de lacrianza, con el papel minusvalora-do de la mujer...”.

Esa misma sensación es la quetienen Paloma de la Fuente y Mi-

guel Rus. La experiencia de vera-no que vivieron esta fisioterapeu-ta y este ingeniero industrial sevi-

llanos también en Perú hace cua-tro años les convirtió en faro paraotros, solo por su mera presenciaentre las comunidades de Moya-bamba durante dos meses: “Antela enorme cantidad de abandonosa la familia que hay tanto por par-te de hombres como de mujeres,ofrecer un testimonio de una pa-reja que se quiere y se aprecia des-de la mirada de la fe, a pesar delas dificultades, es la semilla quepudimos sembrar”.

Fue Paloma la que tomó la ini-ciativa de dar el salto, ofreciéndo-se a la Delegación de Misiones deSevilla; de ahí nació la propuestade acompañar a Diego Román, un

sacerdote de su tierra, en su laborcatequética y evangelizadora. Mi-guel, criado en la espiritualidadclaretiana, y Paloma, de manos delas religiosas del Santo Ángel, em-prendieron una aventura que lesllevó a descubrir el “Dios provee-rá” como el himno por excelenciade la misión ad gentes.

“Cuando alguien que recién teconoce te abre las puertas de sucasa, te ofrece lo que casi no tie-

ne y lo hace porque se siente tuhermano, te planteas tu manerade entender tu fe”, explica Palo-ma, mientras que Miguel comentaque el viaje no lo hicieron los dossolos: “Desde el primer día que senos cruzó por la cabeza esta ben-dita locura, sabíamos que, comofamilia cristiana, nos acompañabamucha gente con la oración, pero,sobre todo, que lo teníamos a Élcon nosotros. En los momentos dedificultad, que los tuvimos, Él nossostuvo, nos impulsó y nos ayudóa seguir adelante”.

Tal fue la huella que les dejóque, dos años más tarde, Miguelregresaría a Perú: “Me quedé en

paro, y tanto el sacerdote como mimujer se compincharon para quevolviera, en un momento compli-cado para mí. Irme me ayudó, pe-ro siento que solo fui medio mi-sionero. Aunque mi mujer meacompañaba permanentementeen la oración, me resultó duro noafrontarlo juntos”. La próxima vez,que no la descartan, de nuevo, losdos. Como familia misionera.

JOSÉ BELTRÁN

NÚM. 186, JUNIO DE 2018 misioneros 19

Paloma y Miguel