iain pears - el sueño de escipión

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libro de misterio y arte

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  • EELL SSUUEEOO DDEE

    EESSCCIIPPIINN

    IIaaiinn PPeeaarrss

  • SSIINNOOPPSSIISS

    En los ltimos das del Imperio Romano, durante la Peste Negra y en las ms oscuras horas de la Segunda Guerra Mundial, tres hombres buscan refugio de la locura que les rodea. Ambientada en Provenza, en tres diferentes momentos crticos de la civilizacin occidental, El sueo de Escipin recorre el destino de Manlio Hipmanes, un aristcrata galo obsesionado con la conservacin de la civilizacin romana; Olivier de Noyen, un poeta al servicio de un poderoso cardenal envuelto en una trama para restaurar el papado en Roma; y Julien Barneuve, un intelectual descontento que se une al gobierno de Vichy.

    Los tres protagonistas de esta novela estn fatalmente enamorados de una extraordinaria mujer. Sus historias estn unidas por un texto clsico, El sueo de Escipin, una obra de neoplatonismo que plantea cuestiones filosficas tan pertinentes en los siglos V, XIV, y mediados del XX como lo son hoy. El poder sin sabidura es tirana, y la sabidura sin poder es irrelevante, advierte uno de los personajes de Pears.

  • A mi padre

  • Con mi agradecimiento a:

    Felicity Bryan, Mih-Ho Cha, Eric Christiansen, Catherine Crawford, Dan Franklin, Robert Gildea, Julie Grau, Lyndal Roper, Georges-Michel Sarotte, Lucinda Stevens, Nick Stargardt y, por encima de todo, a Ruth Harris.

  • PPRRIIMMEERRAA PPAARRTTEE

    Julien Barneuve muri a las 15.28 del 18 de agosto de 1943. Tard exactamente veintitrs minutos en morir, el tiempo entre la declaracin del incendio y el ltimo aliento de sus pulmones abrasados. Ignoraba que su vida iba a terminar aquel da, pero sospechaba que poda suceder.

    Fue un incendio brutal, que prendi repentinamente y se extendi con rapidez. Desde el momento en que se inici, Julien supo que no podra ser controlado, y que l se consumira con todo cuanto le rodeaba. No luch, no trat de escapar: no deba hacerlo.

    El fuego arras la casa, la vieja casa de su madre, donde l siempre se sinti ms a gusto y donde crea haber llevado a cabo lo mejor de su obra. No poda culpar a quienes estaban cerca, pues cualquier intento de rescate hubiera sido una temeridad. Adems, l haba renunciado a que lo ayudaran y estaba satisfecho de que hubieran respetado su intimidad. Ocho minutos entre el inicio del incendio y su cada en la inconsciencia a causa del humo. Otros tres minutos antes de que el fuego lo alcanzara y empezasen a humear sus ropas y a aparecer ampollas en su piel. Veintitrs minutos en total hasta que se le par el corazn y dej de respirar. Otra hora hasta que el fuego lo consumi y los ltimos maderos carbonizados cayeron sobre su cuerpo. Pero mientras sus pensamientos se hacan aicos y desista de que fueran coherentes, a Barneuve le pareci que todo aquello haba durado mucho ms.

    En cierto modo, su destino qued sellado en el momento en que Olivier de Noyen puso por vez primera sus ojos en la mujer a la que iba a inmortalizar en sus poemas. Sucedi junto a la iglesia de Saint Agricole, a unos centenares de metros del nuevo palacio de los papas en Avignon. Olivier tena veintisis aos, y quiso la fatalidad que viviera y muriera en el que, probablemente, fue el siglo ms oscuro de

  • la historia europea, una poca que muchos consideraron maldita, y que condujo a otros al borde de la locura, desesperados al ver en aquello un castigo de Dios por sus pecados. Se deca que Olivier era uno de los que as pensaban.

    Isabelle de Frjus contaba slo diecisis aos y llevaba casada siete meses, pero an no estaba encinta, circunstancia que ya daba pbulo a las intencionadas habladuras de las mujeres mayores y provocaba la ira de su marido. Pero ella no se senta disgustada, pues no tena prisa por embarcarse en la gran aventura que haba llevado a tantas mujeres a la muerte o a los achaques de por vida. Haba visto el terrible deterioro que causara en su madre su propio nacimiento, rpidamente seguido de otro y de otro, y senta miedo. Cumpla con su dbito conyugal y rezaba todas las noches (despus de haber tomado las medidas de precaucin que conoca) para que los asaltos de su marido resultaran infructuosos por un tiempo ms. Al da siguiente iba siempre a la iglesia a pedir perdn por sus deseos indisciplinados y rebeldes, y al mismo tiempo se ofreca a la Virgen con la esperanza de que su misericordia y su indulgencia se prolongaran un poco ms.

    El esfuerzo empleado en este acto de equilibrio celestial requera tal concentracin por su parte que abandonaba la iglesia ofuscada, ceuda y mostrando una arruga encima mismo de la nariz. Llevaba siempre el velo ligeramente desarreglado, como consecuencia de habrselo echado un poco hacia atrs cuando se arrodillaba para rezar. Su doncella, Marie, sola advertirle de ese leve descuido, pero conoca bien a su seora, y tambin lo que pasaba por su mente. De hecho, fue Marie quien le ense aquellos pequeos trucos que contribuan a que la inquietud del marido de Isabelle fuera en aumento.

    Una arruguita y un velo torcido tal vez bastaran para inspirar a un pintor, pero en s mismos no eran suficientes para ejercer un efecto tan devastador en el alma de un hombre, de modo que debe buscarse otra explicacin. Pues Olivier, de pie en las inmediaciones, sinti como si una bestia inmensamente fuerte le hubiera desgarrado el pecho, sorbindole la vida. Jade trastornado, pero por suerte nadie lo oy. Tan intenso fue aquel sentimiento que hubo de sentarse en las escaleras y permaneci all, con la mirada fija hasta mucho despus de que la silueta que se alejaba hubiera desaparecido de su vista. Y cuando se levant, con las piernas temblndole, la frente empapada de sudor aunque todava era de maana y no haca calor, supo que su vida haba cambiado definitivamente. Permaneci inactivo durante das.

    As empez un relato sobre el amor fatal entre un poeta y una joven, que iba a tener un desenlace calamitoso y cruel.

  • Fue quiz su belleza juvenil? As lo crea Julien Barneuve, al menos cuando ley por primera vez la narracin de este fatdico encuentro, elaborada a travs de los aos y finalmente fijada con todo el atractivo novelesco que lo retrospectivo poda ofrecer hacia 1480, casi un siglo y medio ms tarde. La veracidad de la ancdota siempre fue sospechosa, pues se asemejaba demasiado al encuentro de Petrarca con Laura. Pero contaba con una tradicin, as como con una de las ms hermosas composiciones de Olivier, el poema de diez versos que empieza as (en la absolutamente inadecuada traduccin de 1865 de Frdric Mistral): Mis ojos han apualado mi alma.... Y lo esencial era sin duda cierto, pues concuerda con el terrible destino de Olivier pocos aos ms tarde, cuando cay en las manos del esposo de Isabelle. Si no la hubiera amado, por qu la mat y por qu l mismo fue objeto de aquel ataque?

    Porque Olivier, al parecer, cay presa de la locura. La historia contaba que la joven quiso partir con su marido para huir de la peste, y el poeta le suplic que permaneciera en Avignon porque as podran morir el uno en brazos del otro. Y cuando ella se neg, la mat, incapaz de permitirle marchar. El secreto de Olivier se descubri, y fue entregado a los sicarios del conde de Frjus, quienes, como venganza, lo golpearon y le cortaron la lengua y las manos. Fue silenciado en sentido literal, su voz se apag para siempre. Ya no poda hablar, escribir y ni siquiera hacer seas para que los dems lo entendieran bien. Ms an: el marido ultrajado y humillado destruy casi todos sus poemas. Estaba empezando a ser conocido, pero nadie podra decir ahora si su poesa represent la primera floracin de un Renacimiento literario, el modelo que dejara a Petrarca en un segundo lugar, o bien si se lo parecera as a los pocos que leyeron sus versos mientras vivi. Slo quedaba una docena de versos, insuficientes para cautivar a un hombre como Barneuve, hasta que tuvo acceso a unos documentos en la Biblioteca Vaticana un fro da de febrero de 1928, mientras manejaba los papeles del cardenal Annibaldo di Ceccani, un coleccionista de manuscritos y el primer y nico protector de Olivier.

    La primera parte de un manuscrito de veinte pginas, de puo y letra de Olivier, mantuvo a Julien despierto una noche, embargado por la emocin de haber descubierto finalmente con qu se relacionaba y haber comprendido su importancia. Concordaba con Manlio. Una breve frase que no significaba nada para la mayora, pero representaba el mundo entero para l. Bromeando, dijo que mereca la pena vender el alma por aquello.

    Los escritos que Olivier complet los inici Manlio Hipmanes durante unos meses en que permaneci en su villa, a unas doce leguas de Vaison,

  • aproximadamente a sesenta kilmetros al noreste de Avignon. Escritos es quiz un trmino inapropiado, pues al igual que muchos hombres de su posicin, Manlio raramente escriba por s mismo, aunque hubiera podido hacerlo con gran facilidad de haber querido. Pero dictaba, y sus palabras eran recogidas por un amanuense, su hijo adoptivo, cuya vida se vea irrazonablemente dificultada por la velocidad a la que hablaba su seor. Siagrio un afable joven de unos veintitrs aos que trabajaba duramente para estar a la altura de su buena fortuna tena que garrapatear a toda prisa para seguir aquel ritmo, y luego dedicar largas horas de la noche a descifrar sus signos al pasar el texto a limpio. Y no se toleraban los errores: su seor tena buena memoria y la opinin ms elevada posible de su propia prosa, y poda imponer un castigo con slo que se hubiera cambiado un trmino. Adems, nada deseaba tanto Siagrio como gustar y merecer una o dos palabras elogiosas.

    Lo que dict, lo que tanto emocion a Barneuve, era un compendio de filosofa, resumido y reducido a lo esencial para distribuirlo en su crculo y tal vez ms all, si mereca un juicio favorable. Ahora eran pocos los que tenan familiaridad con esas materias, y deba aguar el vino para que se aceptara. Despus de haber sido ledo, y si se consideraba apropiado, podra pagar a un copista para que realizara un centenar de versiones quiz cincuenta seran ms que suficientes y las enviara a sus amigos, repartidos por la Galia.

    Aquella noche Manlio tena invitados. Mientras trabajaba, el sol se puso con mucha suavidad, dejando un tono rosado en el cielo, y los primeros indicios de que iba a soplar aire fro se hicieron sentir en el patio que se utilizaba como comedor en verano. Alguno de los asistentes, fuera, empez a componer versos para entretenerse y demostrar su erudicin. Sola ser frecuente entre ellos, pues Manlio siempre se rodeaba de hombres cultos, de aquellos a quienes comprenda y lo comprendan. Haba actuado as toda su vida; era su deber y a menudo su placer, especialmente cuando poda proteger a quienes lo merecan o proporcionar diversin a sus amigos de igual rango.

    La cortesa le asignaba el papel del anfitrin encantador durante la cena, y lo represent incontables veces en el pasado. Aunque aquella noche le apeteca poco, cumpli con su deber. Como siempre, se atuvo a la sabidura de Varrn: los huspedes deban ser ms que las Gracias y menos que las Musas, y se preocup de que no se mostraran demasiado elocuentes ni silenciosos en exceso. Dirigi discretamente la conversacin, de manera que no resultara trivial pero tampoco pecara de tediosa, con recitales apropiados. Y cumpli con facilidad la muy delicada tarea de no pasar por mezquino en cuanto a la provisin de alimentos, ni tratar de impresionar a sus huspedes con un despilfarro.

  • A pesar de sus esfuerzos, aqulla no fue una ocasin feliz, pues iba resultando cada vez ms difcil reunir un grupo aun reducido de espritus intelectualmente iguales. La mitad de los huspedes eran clientes, que dependan de su favor y se mostraban bien dispuestos a comerse los guisos de alondras y perdices, de carpa y de trucha que haba dispuesto, pero no facilitaban la conversacin porque no estaban, ni mucho menos, a la altura de tan ilustre compaa. El hijo adoptivo de Manlio, Siagrio, observando cuidadosamente, temeroso de cometer un error o de decir un despropsito, coma con torpeza, ruborizndose, cohibido, y no dijo palabra. Haba dos verdaderos amigos, Luconcio y Flix, que trataban de facilitar las cosas, pero acabaron dominando la conversacin, interrumpiendo cuando otros trataban de hablar, mostrndose innecesariamente desdeosos con los clientes y ostensiblemente familiares con el propio Manlio. Y estaba adems Cayo Valerio, un primo de Flix al que Manlio toleraba slo por su amigo; un hombre tosco, envuelto en una piedad que era como un sofocante manto que slo cubra en parte su malhumor y su vulgaridad.

    Los tres amigos dieron el tono, intercambiando verso y epigrama a la manera de la edad de oro, bandose en los metros y resonancias de los grandes autores a los que haban reverenciado desde que eran escolares. Luconcio fue quien cometi la torpeza cosa rara en l que desluci la velada.

    Ahora el aliento de la Academia

    impulsa los vientos de la Iglesia de Cristo.

    Elegante, agudo, refinado. Flix sonri brevemente e incluso Manlio apenas pudo contener un signo de aprobacin.

    Pero Cayo Valerio adopt una expresin sombra y airada.

    Considero que sobre ciertas cosas no se debera bromear.

    Acaso yo estaba bromeando? replic Luconcio, fingiendo sorpresa, pues se daba cuenta de que la falta de agudeza incapacitaba a Cayo para distinguir entre el respeto y la mofa. Acaso no me he limitado a decir la verdad? Acaso no vemos las Revelaciones de Nuestro Seor solamente a travs de los ojos de los griegos? Incluso san Pablo era platnico.

  • No s qu quieres decir objet Cayo. La verdad me ha sido revelada en la Biblia. No necesito palabras griegas que me digan lo que veo all.

    Iba Manlio a intervenir, a explicar que hay muchas vas para comprender incluso un sencillo pasaje? Mostrarle que misterios como la Encarnacin, la Trinidad, el Espritu Santo tomaron forma en nuestras mentes a travs de la enseanza de las Academias? Cayo era de los que se ufanaban de su propia ignorancia, de los que llamaban pureza a su falta de conocimientos y menospreciaban cualquier sutileza del pensamiento o de la expresin. Un hombre de su tiempo, desde luego. Antao, y de eso no haca mucho, hubiera permanecido callado, cohibido por su falta de cultura, pero ahora quienes la posean deban refrenar su lengua.

    Y debes recordar, querido Luconcio interrumpi Manlio, que para muchos Platn tuvo acceso a la sabidura de Moiss, y que se limit a traducir la sabidura de Nuestro Seor al griego, y no al contrario.

    Mir expectante, y advirti que Luconcio, aquella bienamada alma sensible, haba captado la advertencia, y en sus ojos destell una breve excusa. El momento difcil estaba superado y la cena prosigui inocua y sin propsito.

    Pero Manlio se senta frustrado. Cuidaba las invitaciones, y trataba de excluir de su crculo a hombres toscos y vulgares como Cayo Valerio. Pero estaban por todas partes; era Manlio quien viva en un mundo de ensueos, y su burbuja de civilizacin iba hacindose ms y ms pequea. Cayo Valerio, miembro poderoso de una familia poderosa, nunca haba odo hablar de Platn. Cien, incluso cincuenta aos antes, semejante absurdo hubiera sido inconcebible. Ahora resultaba sorprendente que un hombre as supiera algo de filosofa, y aun en el caso de que se le explicara, se negara a entenderla.

    Manlio pens mucho en esas cuestiones cuando la mayora de sus huspedes se hubo acostado, escoltados por sirvientes provistos de antorchas. Dirigi la mirada al otro lado de las grandes puertas, hacia el paisaje que se extenda ms all, en otro tiempo un parque perfecto, y ahora desfigurado por las rudimentarias casas de los granjeros, las cuales cada vez se aproximaban ms, amontonndose en las proximidades de su gran villa en busca de proteccin, como lechoncillos alrededor de una cerda. Hubiera podido arrasarlas, pero tema que sus moradores se marcharan y encontraran a otro seor que los protegiera, alguien que no cumplira la ley si se le reclamaba que los devolviese. Entonces mir en la otra direccin, hacia el pabelln de baos ahora abandonado y convertido en un barracn para los soldados que se precisaban permanentemente a fin de proteger la propiedad.

  • Todo cuanto deseaban los campesinos era vivir con seguridad, y todo el dao que hacan era estropear la vista de Manlio. Un hombre como Cayo Valerio resultaba mucho ms peligroso.

    Realmente, nadie escoge a su familia. Era Flix, que se haba colocado silenciosamente tras l. Las personas como mi querido primo siempre han existido; incluso Virgilio, segn creo, tena un cuado que despreciaba su poesa.

    Manlio lo rode con su brazo y caminaron despacio bajo la luz que se extingua. De todas las criaturas del mundo, Flix era una de las que verdaderamente amaba, y cuya compaa le procuraba sosiego y le haca olvidar sus inquietudes.

    Durante aos, incluso dcadas, se haba apoyado en aquel hombre, bajo y vigoroso, cuya mente era tan rpida como voluminosa su figura. Su aspecto engaaba, porque le haca parecer lo que era: un soldado acostumbrado a la dureza del combate y a las austeridades castrenses. Pero al mismo tiempo era flexible en la controversia, rpido en la comprensin y el amigo ms honorable y leal que Manlio haba tenido. Nunca emita juicios condenatorios. Manlio haca frecuentes comentarios hirientes sobre otras personas, pero Flix jams juzgaba, buscaba siempre el lado bueno incluso en los menos virtuosos.

    Lo s dijo Manlio. Y lo tolero por consideracin a ti. Pero la verdad es que me cuesta.

    Rudo, vulgar y de pocas letras, ya lo s. Pero un gran benefactor de la Iglesia y alguien que ha enviado a hombres de sus posesiones para contribuir a defender Clermont de los godos. Lo mismo que he hecho yo.

    Y yo no, a pesar de que Sidonio es uno de mis amigos ms antiguos. Es as como queras terminar tu frase?

    Aquello le haba preocupado mucho en los ltimos meses. A la ciudad de Clermont, situada al oeste, le tena puesto sitio el rey Eurico, pues era un obstculo para su designio de dominar toda Provenza. Si la ciudad caa, ellos no tardaran en seguirla, y no podra resistir mucho sin recibir refuerzos. Ya hubiera cado de no ser por Sidonio, quien se haba puesto a la cabeza de las defensas y se negaba a aceptar lo inevitable.

    Pero era inevitable, segn Manlio. Haca aos que los brbaros haban penetrado en la Galia. Unas veces se les animaba; otras se les opona resistencia. Unas veces se les trataba como enemigos; otras, como aliados contra un peligro peor. Pero poco a

  • poco iban apoderndose de ms territorio, y la capacidad de Roma para detenerlos result ser un espejismo. No haca muchos aos, se envi un ejrcito de treinta mil hombres contra el padre de Eurico: no regres ninguno. El propio padre de Manlio haba planeado la gran estrategia del emperador Mayoriano para repeler la amenaza, pero fue objeto de insidias y asesinado por sus enemigos de la aristocracia galorromana, aun antes de que partiera un ejrcito. Ahora estaba Sidonio, el valiente, el vanidoso, el alocado Sidonio, que haba decidido mantenerse firme all donde los emperadores fracasaron. Siempre sinti debilidad por las causas perdidas, por los gestos grandiosos y heroicos pero vacos.

    He recibido otra carta suya rogndonos ayuda continu Flix. Dice que unos pocos miles de hombres podran marcar ahora la diferencia.

    Eso ya lo dijo hace seis meses. No marca ninguna diferencia en absoluto. Ha cambiado algo ahora?

    Flix se encogi de hombros con un gesto de fatiga.

    Pero deberamos intentarlo. Todo el mundo civilizado est en juego.

    Manlio sonri.

    El mundo civilizado somos nosotros, t y yo. Unas pocas docenas de personas con nuestra erudicin. Mientras continuemos paseando por mi jardn cogidos del brazo, la civilizacin continuar. Con Eurico o sin Eurico. Y temo que podis provocar ms ira de la que imaginis.

    Flix sacudi la cabeza.

    Hace pocos aos no te hubieras mostrado tan derrotista.

    Hace pocos aos todo era diferente. Cuando yo era joven podamos viajar sin temor por calzadas bien conservadas, atravesar ciudades bien administradas y alojarnos en las villas de nuestros amigos, que se autoabastecan. Haba un emperador que ejerca un poder real en lugar de ser un juguete en manos de los seores de la guerra. Esos das estn ahora tan lejanos como la era de Augusto.

    Aqu hay bastante paz.

    Todo una ilusin, amigo mo. En las ltimas seis semanas, en esta villa hemos sido atacados por los saqueadores en tres ocasiones. Casi cay en su poder la ltima

  • vez. Otras dos villas de mi propiedad han sido destruidas y ya no producen nada. El paisaje tranquilo que ves aqu esta noche depende de seiscientos hombres armados que se esconden all, al fondo. Consumen casi un tercio de cuanto producimos y algn da podran volverse contra nosotros. Hay cada vez menos gente para cultivar los campos y menos an para adquirir nuestros menguantes excedentes. En cierto modo aqu tambin estamos asediados, y poco a poco perdemos la batalla, lo mismo que el amigo Sidonio est perdiendo la suya. Todo esto lo debes de saber por tu propia experiencia.

    Desde luego. Flix hizo una pausa, y caminaron un poco ms antes de sentarse en el borde del estanque. Y te agradezco que me hayas invitado, como siempre. Yo tambin anso la compaa, a pesar de estar rodeado de gente.

    Manlio se inclin y bes a su amigo en la mejilla.

    Es bueno verte de nuevo. Pero por ms gratificante que resulte, no es la nica razn por la que te he invitado junto con los dems. Necesito decirte algo. Algo importante.

    Era el momento de poner a prueba una amistad que haba resistido casi veinte aos sin discrepancias ni rias, con perfecta concordia en todas las esferas. Manlio era consciente de que estaba quebrantando algo sagrado.

    Flix se volvi hacia l y apart su brazo.

    Tanta gravedad, tanta seriedad! De qu puede tratarse? Vas a publicar por fin tus cartas?

    No es cosa de risa. He estado pensando como t durante algn tiempo que debamos intentarlo. Todo lo que para nosotros tiene valor puede ser destruido, pero no hay que desistir con tanta facilidad. He recibido una carta del obispo Fausto de Riez.

    Santo cielo! Vas a ponerte a rezar! Vas a empezar a ir a la iglesia! Ciertamente, ese hombre es un santo y un taumaturgo. Todo cuanto oigo de l debe de ser verdad.

    Manlio refunfu, y durante un rato hablaron sobre el estanque junto al que estaban sentados, cegado ahora por la maleza. Intercambiaron aforismos sobre el agua y jugaron con citas de Plinio acerca de su jardn, inventando construcciones gramaticales en las que la pulcritud y el orden originales derivaban en la realidad presente, plagada de obstculos y desaliada. Luego, como hacen los viejos amigos,

  • no dijeron nada, pero contemplaron los lirios que an crecan y los insectos que saltaban entre ellos bajo la luz nocturna.

    Fausto me escribi para preguntarme si quera ser obispo de Vaison acab por decir Manlio.

    Flix capt de inmediato la importancia de sus palabras, pero todava trat de disfrazarlas con una broma.

    Y por qu no obispo de Roma? Y emperador? Te sentara bien la prpura. La verdad es que ese hombre no debe de conocerte muy bien; de lo contrario no hubiera malgastado la tinta.

    Manlio arroj un poco de polvo al agua y lo mir flotar mientras las percas nadaban hacia l con la esperanza de que fuera comida.

    He decidido aceptar dijo tranquilamente.

    Para un erudito de la generacin de Julien, pareca como si hubiera dos Manlio Hipmanes. Por una parte estaba el obispo, mencionado de forma ocasional por los cronistas, el taumaturgo cuyo culto an se recordaba vagamente; el hombre que convirti a los judos de Vaison, en cuyo santuario se obraban milagros mucho despus de su muerte, y el protector de sus gentes frente a los pillajes de los invasores brbaros. Por otra parte estaba el hombre de letras que exista en la correspondencia de sus aristocrticos amigos y en el manuscrito de El sueo. El uno era admirado por su piedad; el otro, conocido por su refinamiento y erudicin, su desdn por la vulgaridad del mundo y su distanciado desprecio por la poca en que vivi. El artculo de Julien, el que atrajo sobre l la atencin de las autoridades a finales de 1940, trataba de reconciliar ambas personalidades.

    Lo hizo argumentando, en un ensayo publicado cuando Europa se estremeca una vez ms a causa de la guerra, que no haba nada que reconciliar. Que las dos reputaciones de Manlio eran reflejos del mismo hombre visto desde perspectivas diferentes. El obispo que cuidaba de su grey era el mismo que el aristcrata que escriba poesa como diletante, mientras el gobierno de Roma en la Galia se hunda en el polvo. El activo obispo, amado por su pueblo por sus buenas obras, era idntico al literato indolente, tan consumido por la peor de las desidias que no consigui detener el avance de las tribus de los godos burgundios ro abajo, por el Rdano, el ao 475.

  • Porque, segn el audaz punto de vista revisionista de Julien, el logro secreto de Manlio fue titnico, impulsado por una visin de asombrosa lucidez. Segn explicaba, Manlio no fracas en el intento de cerrar el paso a los burgundios, sino que deliberadamente les cedi una porcin de Provenza, cambiando la inexistente proteccin de Roma por el ms primitivo pero ms efectivo escudo de un rey brbaro. La Galia romana no cay, y se libr de su miseria con la ltima manifestacin de su gloria cultural. Y al actuar Manlio de ese modo, los visigodos del rey Eurico vieron bloqueada su expansin ro arriba: de no haber sido as, hubieran dominado el corazn de Europa. Manlio, insista Julien, comprendi que los burgundios seran unos poderosos protectores de la Iglesia, y aseguraran su continua comunicacin con Roma mucho despus de que el emperador de Occidente hubiera sido depuesto. La cristiandad no hubiera sobrevivido sin l: Occidente se hubiera dividido en el terreno religioso entre romanos y arrianos. El poder del papado quiz no se hubiera desarrollado. Y se asegur de que los nuevos gobernantes se rigieran por la ley, por el derecho romano transferido a un cdigo burgundio.

    Todo ello porque Manlio fue capaz de dar un salto con la imaginacin para comprender que la civilizacin romana era ms que el gobierno romano. Protegi lo esencial y se mostr dispuesto a descartar la apariencia. Posea una inteligencia que les faltaba a sus pares, pues comprenda que los tiempos de los emperadores tocaban a su fin, pero que lo importante poda sobrevivir si el terreno estaba bien preparado, si se pona cuidado en ensear a los recin llegados a preservar su herencia.

    Julien comprendi que este argumento estaba coloreado por los sombros matices de su propio tiempo. Escribi su artculo y pas a un tema ms esperanzador, dejando la faceta literaria de Manlio para una investigacin posterior, considerando su influencia y demorndose en Olivier de Noyen como figura clave en la transmisin de su legado a la poca moderna. Pero la extraordinaria clarividencia de que dio muestra Manlio deba de provenir de algn sitio; algo tuvo que situarlo muy por encima de sus coetneos, algo hubo de llevarlo a pensar ms lcidamente. Aqullos, al parecer, no se enteraron del fin de Roma hasta cincuenta aos despus de que ocurriera.

    El documento crucial acerca de aquel asunto fue el hallado en el Vaticano, El sueo de Escipin, que mostraba que el obispo profesaba el platonismo, la ms compleja de las filosofas. De todos cuantos an eran capaces de emprender una accin, fue un filsofo quien combin iniciativa y perspicacia para llevar a cabo una intervencin decisiva. Poda alguien como Julien haberse resistido a una interpretacin semejante? El laico Julien, interesado por la literatura, el pensamiento y la historia, no tom en cuenta el otro aspecto de la fama de Manlio, el que se refera a l como

  • taumaturgo. Esto ni siquiera se molest en descartarlo, considerndolo un absurdo supersticioso propio de gentes crdulas. Se limit a desdearlo por completo.

    Transcurrida una hora de su muerte, en torno al ao 486, el cuerpo de Manlio fue descuartizado por quienes se congregaban en el patio aguardando el acontecimiento. Cuando se supo que haba expirado, la muchedumbre que sumaba quiz doscientas personas irrumpi en el edificio, pidiendo ver el cuerpo. Como ya no haba guardias ni nadie capaz de resistir aquella fuerza, la cmara no tard en llenarse de dolientes que cantaban, rezaban y se adelantaban para tocar los restos de un hombre que, como todo el mundo saba, era ya un santo. Pudo haber sido, quiz, un cazador de reliquias, un tipo de individuo que ya exista por aquel entonces, quien primero avanz en medio de aquella turba para cortar un trozo del sudario de Manlio, y tomar as posesin de la santidad que resida en un pao que haba tocado su carne mortal. Acaso fuera un habitante de la ciudad o un dicono del vecindario que deseaba poseer una parte de l para aportar gloria a su iglesia. Ciertamente no fue nadie de su familia ni de sus amigos, todos los cuales se vieron empujados fuera de la habitacin por la superioridad numrica de los otros, o bien se retiraron contrariados.

    La accin desat el pnico y anim a una segunda y luego a una tercera persona a tirar del pao. A los pocos minutos el cuerpo estaba desnudo, pero ni eso fue bastante, pues hombres y mujeres por igual comenzaron a arrancarle cabellos y luego le cortaron las manos. Primero hubo un forcejeo, luego se desencaden una lucha y la estancia fue escenario de una especie de santa orga de sangre, con hombres gritando presas de la rabia, sollozando en pleno xtasis y marchndose slo cuando tuvieron una parte de l, ensangrentada y aserrada, envuelta en sus mantos o llevndola en las manos, todava rezumando lquido caliente y rojo.

    Lo que qued cuando la tempestad hubo pasado, se ba, se volvi a amortajar y se ungi antes de trasladarlo en un atad al lugar de su ltimo reposo, en la iglesia que l haba decorado tan bellamente en Vaison. Un albail de la ciudad ya estaba proyectando un santuario, pues la familia de Manlio an era rica y no escatimara gastos para tener el honor de dar a conocer al mundo a uno de sus miembros. El dicono (ahora cabeza de la Iglesia hasta que se hallara sucesor para Manlio) coloc de guardia a los hombres ms fuertes que pudo encontrar, y luego se puso a meditar hondamente.

    Podan regresar los cazadores de reliquias? Se saba que haban desmantelado la casa de un santo en su delirante voracidad de materia sagrada. Manlio (a pesar de su

  • pasado) se haba entregado a la Iglesia, pero era un hombre rico. Atento a los preceptos de Nuestro Seor, el dicono no admita que su obispo hubiera muerto rico. Si hubiera sido ms previsible su muerte (por un ataque sbito de apopleja, a los sesenta y dos aos, al poco de levantarse aquella maana), estaba seguro de que Manlio hubiera dado instrucciones para que todo su patrimonio se entregara a la Iglesia, para su mayor gloria, y de este modo podra morir en una adecuada pobreza.

    As pues, una vez el cuerpo estuvo seguro en el interior del templo, dio las rdenes oportunas. Al atardecer del da siguiente, la gran villa de Manlio estaba vaca. Las vajillas de oro y de plata (una mnima parte de ellas, pues el dicono ignoraba cuan a menudo su obispo haba pagado de su propio peculio la reparacin de caminos, murallas y canales) se guardaron bajo llave en la iglesia, como tambin el mobiliario y el plomo y las tejas arrancados de los techos para trasladarlos ms tarde. Cuatro de las grandes columnas de piedra de la columnata fueron marcadas para volverse a usar cuando se encontrara una yunta de bueyes y un carro lo bastante fuertes para llevar la carga. Las estatuas se dejaron, pero los obreros, todos hombres sencillos de la ciudad, quedaron sorprendidos al ver que casi todas eran imgenes paganas, insensatas y desagradables exhibiciones de impiedad. As que las derribaron de sus peanas y las rompieron a mazazos, para que nadie las viera y menospreciara a su protector. Estaban decididos a conservar su fama pstuma igual que l les haba guardado a ellos en vida. Era lo menos que podan hacer, pues confiaban en l para que tambin les guardara en la otra vida, y no queran arriesgarse a su ira por descuidar la proteccin de su buen nombre.

    La mayor parte de la gran biblioteca de Manlio se quem. Los viejos rollos, as como los cdices recin copiados, se sacaron al patio y se destruyeron. Un derroche debido a las prisas, pues muchos eran de vitela y hubieran podido rasparse y ser reutilizados. La hoguera ardi fulgurante ms de tres horas, mientras sus preciosos Amiano, Tcito, Ovidio, Terencio y Plauto iban a parar a las llamas, a fin de que la pureza de su dueo reluciera con ms brillantez para la posteridad. Tambin se consumieron los textos griegos que atesoraba, su Platn y su Aristteles, sus dos copias de Sfocles, su Jenofonte. Ninguno era necesario, muchos resultaban escandalosos y deban desaparecer. Slo se conservaron los textos cristianos, apartados como el trigo de la cizaa, amorosamente envueltos en paos y transportados a la iglesia de Vaison, donde permanecieron en un pequeo anaquel hasta que, cien aos despus, fueron trasladados a un monasterio de las afueras de Marsella.

    Se quedaron all dos siglos hasta que, a su vez, los consumi el fuego. Pero para entonces algunos se haban copiado. El comentario de Manlio se conserv por pura casualidad tras su muerte, al confundirlo con un texto cristiano, y del mismo modo, tambin por accidente, cuando un copista lleg desde una nueva fundacin cercana a

  • Montpellier en 723 para adquirir obras sagradas, uno de los escribas de su equipo lo transcribi, y tan deprisa que apenas se dio cuenta de lo que estaba escribiendo.

    En su versin haba errores, errores garrafales, pero el delicado hilo que empez antes de Manlio y que se alarg durante siglos, an se mantena. Pues aunque esta versin fue a su vez destruida por los protestantes durante las guerras de religin, para entonces Olivier de Noyen la haba visto y copiado en su mayor parte, incluidos los errores. La voz que Julien Barneuve oy cuando tom el manuscrito de la Biblioteca Vaticana, era para entonces dbil y quebradiza y sonaba como un eco. Pese al parloteo y a las opiniones de otros hombres, an eran reconocibles, a travs de aquella voz, las palabras de Sofa que, entendidas a medias o no entendidas en absoluto, recorrieron los siglos hasta llegar a su mente.

    Cuando Olivier de Noyen encontr el manuscrito en la biblioteca de un monasterio prximo a Montpellier, sospech que poda ser importante, pero no consigui entender nada de su contenido hasta que se coloc bajo la esmerada tutela del rabino Levi Ben Gerson. No se dio cuenta siquiera de que no era original. Saba poco de filosofa, excepto las pobres versiones de Aristteles que formaban hasta tal punto parte de la Iglesia que en la prctica muchos hombres no eran conscientes de que haba sido pagano. Platn no pasaba para l de un nombre, un ser misterioso y medio legendario, casi olvidado. Olivier era un cortesano clerical, tena algo de poeta, y su aspiracin personal era purificar las letras y extirpar la corrupcin que reinaba en su tiempo. En esto tena ms en comn con Manlio de lo que lleg a saber. Segn los criterios de Julien, sus conocimientos eran limitados y su comprensin, escasa.

    El amor por las letras era una enfermedad que contrajo de joven. Se dice que su padre era un hombre vanidoso, amargado por su falta de xito en la vida, pues era notario en aquella pequea, destartalada e insignificante ciudad en la que nunca hara fortuna. Vaison, al decir de la gente, fue en otro tiempo una gran ciudad, pero haca tanto que nadie saba si eso era verdad o no. S lo sera, pues cuando los campesinos labraban sus campos, a menudo encontraban grandes fragmentos de piedra, grabados e incluso piezas de metalistera, pero lejos de despertar su inters, abominaban de aquellos restos por las molestias que les causaban. Slo de forma ocasional se salvaban algunos, con el fin de utilizarlos para construir un granero o una casa en lo alto de la colina, adonde los habitantes se haban retirado alrededor de un siglo antes por razones de seguridad.

  • En aquella reducida conejera de calles oscuras y sucias, asomada al ro y a los campos que ahora cubran la ciudad de Manlio, naci en 1322 Olivier de Noyen, para satisfaccin de su padre, quien le pas sus propias ambiciones. Olivier, crea l, estaba destinado a grandes empresas. Se convertira en un verdadero abogado, ira a Pars y alcanzara una posicin en la misma corte de Francia, aquella tierra extranjera y brbara situada al norte, donde los hombres podan llegar a ser muy ricos y poderosos. Concibi esta idea casi en el momento en que engendr a Olivier, en un encuentro apresurado y desapasionado con su esposa, y la creacin simultnea de idea y sujeto arraig en l con tal fuerza (cuando su esposa le dio la noticia unas quince semanas ms tarde) que decidi que deba ser designio de la santa de la colina, conocida por su buen criterio.

    Esta sancin celestial no era para dejarla de lado, y Olivier fue informado sobre su futura carrera tan tempranamente que abogado pudo muy bien ser una de las primeras palabras que comprendi. Se le envi a la escuela catedralicia, aprendi las letras, recibi palizas por sus errores, y luego, por la noche e incluso los domingos, era aleccionado por su padre para la gran carrera que se le reservaba, una vez que hubiera ido a la universidad de Montpellier. Su padre tena pocos contactos, pero cultivaba aquellos entre los que buscara una esposa y un protector para su hijo. A travs de un primo lejano se consider con derecho a mantener correspondencia con Annibaldo di Ceccani, un monseor de la corte papal de Avignon que tena un gran futuro, pues sus relaciones eran tan poderosas como dbiles las de Noyen padre. Pero ste, en aquel punto, empez a sentirse alarmado por la conducta de su hijo, pues el muchacho pareca empeado en poner freno a los deseos paternos en incontables detalles. Desapareca durante das, aun a sabiendas de la racin de palos que iba a recibir a su regreso; se negaba a aprender, era alborotador y constantemente formulaba preguntas a las que su padre un hombre bueno pero inculto no poda responder. Robaba tantos pjaros, setas y fruta de tierras ajenas, que se formularon quejas. Siguieron ms palizas, pero sin resultado. La carta a monseor Ceccani, que pronto iba a ser cardenal, fue un acto desesperado, un deseo de poner al muchacho bajo una autoridad superior que pudiera doblegar y, si era necesario, quebrar un espritu demasiado refractario a la sola voluntad paterna.

    Se ignora por qu Ceccani accedi, en 1336, a hacerse cargo de Olivier, de catorce aos, para que pudiera trabajar y estar rodeado por el refinamiento de la vida cortesana y la erudicin eclesistica. Tal vez necesitaba un simple sirviente; quiz, cuando conoci a Olivier, vio una chispa en los ojos del muchacho que lo intrig. O la fortuna intervino, pues si Ceccani no hubiera aceptado la peticin, seguro que hubiera triunfado en su disputa con el cardenal De Deaux y hubiera cambiado el curso de la cristiandad. Cualquiera que fuese la razn, poco tiempo despus Olivier llen una pequea bolsa, dijo adis a su querida madre, abandon Vaison y se

  • traslad a Avignon, donde permaneci el resto de su vida, un perodo en el cual las aspiraciones de su padre quedaron destruidas.

    Ceccani era un hombre de cierta cultura, y si bien no lleg a convertirse en uno de aquellos fascinantes y eruditos filsofos-cardenales que redimiran la corrupta Iglesia del siglo siguiente, sus lecturas eran lo ms amplias posible en aquellos das, y posea una incipiente biblioteca. Con el tiempo, Olivier tuvo acceso a aquella coleccin de unos ciento cincuenta manuscritos. Inicialmente, Ceccani no se tom gran inters por el joven: no era maestro y senta por l escaso afecto. Pero que lo descuidaran era exactamente lo que Olivier necesitaba, y por eso floreci en esta nueva situacin. Y se enamor por primera vez, concibiendo la pasin ms tenaz y agotadora de su vida. Empez a leer. Se levantaba a las cuatro de la madrugada y lea hasta que comenzaban sus obligaciones. Coma deprisa para correr de nuevo a la biblioteca y leer algo ms, aunque slo fueran diez minutos seguidos. Y lea por la noche, a la luz de las velas robadas en las cocinas, hasta que se quedaba dormido.

    La variedad de libros disponibles no era muy amplia: algo de Aristteles en una traduccin de una versin rabe del griego; los Padres de la Iglesia; Boecio, a quien amaba por su sabidura; san Agustn, a quien admiraba por su humanidad. Pero el da que descubri a Cicern todo cambi. La belleza de su prosa, la noble elegancia de las ideas, la majestuosidad excelsa de sus conceptos fueron como tragos de vino fuerte, y cuando primero descubri y despus ley el nico manuscrito de ese autor que posea Ceccani, llor de alegra veinte minutos seguidos antes de volver a empezar la lectura.

    Unos seis meses ms tarde, inici su nueva carrera como coleccionista cuando estaba en una tienda comprando unos dulces para la casa. Aqul no era su trabajo, pero a menudo peda que se le permitiera hacerlo, porque el recado le daba la oportunidad de abandonar el oscuro palacio, lleno de malos presagios, en cuyo desvn ahora se alojaba, y errar a su antojo por las calles de Avignon. Cada vez que sala quedaba estupefacto de admiracin, anonadado por el bullicio de las gentes, el ruido, los olores, la emocin. Y es que Avignon se haba transformado, en cuestin de pocos aos, de una ciudad menor en una de las maravillas del mundo. La llegada de la corte papal, obligada a abandonar Roma a causa de las luchas civiles y que ahora mostraba todos los signos de que iba a permanecer all para siempre, haba atrado a mercaderes y banqueros, sacerdotes y pintores, orfebres, solicitantes, abogados, cocineros, sastres, ebanistas y alhames, tallistas de madera, plateros, ladrones, rameras y charlatanes llegados de toda la cristiandad para apretujarse en las calles y competir por obtener favores, influencia y fortuna.

  • La ciudad an no era lo bastante grande para todos ellos; reventaba por las costuras, y los hombres deban transigir con ser aplastados, explotados y robados, pero se encontraban pocos que no estuvieran dispuestos a pagar ese precio. Como abejas alrededor de un tarro de miel o como moscas alrededor del estircol: se era el veredicto comn. Olivier careca de opinin sobre la moralidad de todo aquello; tan slo saba que un simple paseo por la maana, en horas de mercado, o por la tarde, cuando se celebraban las grandes procesiones religiosas, o por la noche, cuando la ciudad era tomada por bebedores y gentes que salan a cenar y que cantaban y bailaban, dejaba su mente aturdida por la emocin y se apoderaba de todos sus sentidos un hormiguillo de alegra.

    Y haba tambin edificios: cientos de casas, iglesias, palacios, todos levantados lo ms rpidamente posible. Se nivelaba el terreno y se arrasaban las antiguas viviendas para dejar sitio a otras mayores. La primera vez que fue al palacio papal no poda creer lo que vean sus ojos; estuvo seguro de que penetraba en una inmensa cueva abierta en una montaa. A buen seguro ningn hombre pudo soar con un edificio tan grande. Y ni siquiera lo era bastante, pues el nuevo papa, Clemente, lo haba encontrado demasiado pequeo y se reconstruy, duplicando su tamao original, aadindole decoraciones tan suntuosas y costosas que no tendran igual en el mundo. A veces, entrada la noche, cuando acostado en su cama se maravillaba de cuanto haba visto y olido aquel da, Olivier apenas poda contener la risa pensando en la pequea Vaison, con sus pocos cientos de habitantes encaramados en una colina, y que hasta su llegada a Avignon le haba parecido tan grande.

    La tienda a la que iba era su favorita, con sus estanteras crujiendo bajo el peso de toda clase de delicadezas, algunas todava calientes y despidiendo vapor del horno, otras fras y recin hojaldradas, rellenas de especias de las que l nunca haba odo hablar y vendidas a precios que suscitaban su incredulidad. Tom lo que haba ido a buscar, y para evitar el riesgo de que sus dedos pudieran dejar huellas, el tendero tom algunos trozos de papel para envolver y as proteger mejor la mercanca.

    Estaban escritos. Olivier los ley y suspir. No haba posibilidad de equivocarse con aquella voz lmpida y fluida que, una vez oda de verdad, nunca poda olvidarse. En su emocin y afn por desenvolver el papel, dej caer los costosos alimentos al suelo, donde se rompieron y desmenuzaron. l apenas se dio cuenta, pero el tendero se horroriz.

    Esto te va a costar una paliza empez a decir.

    Olivier no hizo caso y agit el trozo de papel ante su cara.

  • De dnde has sacado esto?

    De su rostro joven, enrojecido y serio, emanaba tal fuerza que el tendero olvid su enfado.

    Haba una pequea pila. Los encontr en un montn de basura junto a la iglesia de San Juan dijo.

    Dmelos. Te los comprar.

    Era el ltimo, joven replic, sacudiendo la cabeza. Los he estado utilizando durante das.

    Aquellas palabras dejaron a Olivier casi sin respiracin, pero an tuvo suficiente presencia de nimo para enterarse de los nombres de ms o menos la ltima docena de clientes a los que el tendero haba servido. Luego pas el resto del da recorriendo la ciudad, llamando a las puertas de las cocinas, recibiendo bofetadas en las orejas e insultos, y el ocasional pellizco en la mejilla ante su pregunta. Cuando regres a casa aquella noche habiendo pasado el da entero haciendo novillos, recibi una soberana paliza, tal como el tendero haba predicho.

    Pero mereca la pena, pues escondida cuidadosamente en su tnica tena la mayor parte de una epstola de Cicern, que ahora se saba que era una de las dirigidas a tico.

    Para cuando lleg su padre de visita, dos meses ms tarde, haba ledo su descubrimiento tantas veces que se lo saba de memoria. Experimentaba el mayor placer slo tocndolo, pese a que, equivocadamente, crea que deba ser el original, escrito por el propio Cicern; hasta ese punto eran escasos sus conocimientos por entonces. Incluso dorma con l al lado. Tampoco poda comprender que alguien no compartiera su emocin, de modo que cuando compareci ante su padre y ste le pidi cuentas de los ltimos seis meses, sac de su tnica las hojas de papel viejo para enserselas.

    A medida que relataba su historia, el rostro de su padre se fue ensombreciendo.

    Y has pasado el tiempo con eso, desatendiendo tus estudios?

    Olivier se apresur a explicarle que haba estudiado duro y bien, omitiendo que detestaba el trabajo y que se dedicaba a lo que le gustaba slo fuera de horas.

  • Pero podras haber estudiado ms y haber dedicado ms tiempo a tus obligaciones, en lugar de emplear tantas energas en eso.

    Olivier inclin la cabeza.

    Pero Cicern era abogado, seor... empez a decir.

    A su padre aquello no le impresionaba.

    No intentes engaarme. No es sa la razn de que leas esto. Dmelo.

    Tendi la mano, y Olivier, tras un momento de duda que su padre percibi demasiado bien, le entreg el precioso manuscrito, y sinti que las lgrimas acudan a sus ojos. El padre se puso de pie.

    Pasar por alto tu desobediencia, pero debo darte una leccin. Has de oponer resistencia a esas locuras. Tu tarea consiste en convertirte en abogado y colmar las esperanzas que tengo puestas en ti. Me comprendes?

    Olivier asinti en silencio.

    Bien. Algn da comprenders la sabidura de lo que hago ahora.

    Y se volvi y arroj el manuscrito al fuego, permaneciendo en pie y contemplando cmo se consuma entre brillantes llamas, para ennegrecerse despus, retorcerse y desintegrarse.

    Olivier estaba muy agitado, concentrndose al mximo para que las lgrimas no le resbalaran por las mejillas, pero no vacil siquiera cuando su padre le dio una palmada amistosa en el hombro y le dirigi otra homila acerca de sus obligaciones. Incluso consigui despedirse de l de una manera digna y recibi su bendicin con humildad, antes de correr de regreso a casa, subir las escaleras hasta su pequea habitacin del desvn, que comparta con otros seis, y dejar que sus ojos se desahogaran.

    Haba aprendido la leccin, aunque no la que su padre esperaba haberle inculcado. A partir de aquel momento, Olivier de Noyen decidi que nunca se convertira en abogado.

  • Un conmovedor relato, atribuido de diferentes formas a muchas personas distintas. Julien Barneuve se dio cuenta de que se haba originado con Olivier, y que luego haba sido transferido a Petrarca cuando, ms adelante, la fama de Olivier se vino abajo en medio del escndalo. Entonces la ancdota cobr vida propia y pas a formar parte de la leyenda del primer Bach. El genio temprano o bien es estimulado, con los mayores maravillados y sorprendidos por semejante virtuosismo infantil, como se dice que fueron los casos de Giotto o Mozart, o bien causa alarma, y los padres tratan en vano de bloquear el torrente. En realidad, ninguno de los relatos puede ser cierto; quiz las historias no pasen de ser una forma convencional de sealar el nacimiento de la grandeza, del propsito nico perseguido a lo largo de la vida.

    Barneuve no haba sido favorecido por los dioses de esa forma, y se limitaba a estudiar a quienes s lo fueron. El mundo necesita pocos genios; la civilizacin la sostienen y la extienden esas almas inferiores que sitan en su mbito a los hombres grandes, los sujetan con explicaciones, notas a pie de pgina y ediciones anotadas, explican lo que queran decir y lo que ignoraban y muestran cul es su verdadero lugar en el tremendo avance de la humanidad.

    Estaba perfectamente preparado para su tarea, y le dedic ms de veinte aos, dcadas laboriosas que pas acumulando con paciencia y meticulosidad los recursos necesarios para el trabajo que haba escogido. Era tambin un trabajo de pasin y amor, pues l no era pedante, no era el seco erudito apartado del mundo. Lejos de eso, se consideraba, a pequea escala, un cruzado de los verdaderos valores de la civilizacin, inflamado de amor a la vida y al conocimiento en una poca que no valoraba ninguna de las dos cosas.

    En su juventud haba intentado componer algo de poesa, pero era un crtico demasiado severo con los dems para engaarse a s mismo. Se sinti feliz al renunciar a tales pretensiones, y se enorgulleca de una madurez que le permita dejar de perder el tiempo mientras otros de su generacin lo malgastaban con sueos artsticos. O moran, pues Julien tena quince aos cuando las tropas alemanas barrieron Blgica y el norte de Francia; y veinte aos cuando finalizaba la carnicera que casi acab con una generacin entera. No era el tiempo de versos romnticos o de expresiones decadentes, psicolgicamente agudas. Raras veces hablaba de ese perodo de su vida; no deseaba rememorar acontecimientos que tanto lo haban afectado. Se present voluntario tempranamente, sin aguardar a que lo llamaran a filas, pues lo consideraba un deber y una obligacin, y crea que haba alguna pequea diferencia entre luchar efectivamente y tener voluntad de luchar por su pas y por la libertad que representaba. Fue herido en dos ocasiones, condecorado en otras tantas y cogi parte en la terrible batalla de Verdun. Lo cual basta para hacerse una idea de lo que soport. Su idealismo fue una de las vctimas de la matanza.

  • Murieron millones y Barneuve sobrevivi. Cuando finalmente fue desmovilizado a principios de 1918 sus heridas lo dejaron intil para proseguir el servicio militar, regres al hogar, a la casa de Vaison, un slido edificio en lo que hoy es la ru Jean Jaurs, y reanud su vida anterior. Su padre nunca se refiri a la experiencia, y Julien tampoco manifest deseo de mencionarla. Pudo haberlo hecho de haber vivido an su madre. El nico indicio leve de sus sentimientos fue que una maana, inmediatamente despus del armisticio, pudo vrsele en el jardn, cogiendo despacio las condecoraciones y las medallas de campaa con que haba sido distinguido, y arrojndolas a una hoguera. Las haba merecido alguien al que ya no conoca, alguien a quien ya consideraba muerto, pleno de sueos y aspiraciones que apenas poda comprender. En lo sucesivo, Julien entendi su deber de una manera distinta. Las medallas apenas quedaron deterioradas por el calor, pero s sucias y cubiertas de cenizas, hasta el punto de que, luego, el jardinero las enterr sin saberlo y cabe imaginar que all siguen. En cuanto a su padre, el docteur Barneuve se dedic a organizar la suscripcin pblica para el gran monumento a los cados, que fue tallado en la montaa donde se asentaba la ciudad vieja. Fue lo ms cerca que estuvo de decirle a su hijo que se senta aliviado de que su nombre no figurase en las placas, de que l no fuera el soldado agonizante tan vvidamente labrado en mrmol blanco.

    Tres meses ms tarde del da siguiente a su regreso a casa un perodo que pas principalmente sentado en el jardn de la casa de su abuela, en Roaix, a pocos kilmetros al oeste, pues tras una breve estancia en su hogar familiar ste se le hizo tedioso, Julien se levant a las cinco de la maana, cogi los libros que haba estado leyendo hasta el da en que ingres en el ejrcito, y los abri exactamente por la pgina donde haba dejado su punto de lectura tres aos antes. Trabaj silenciosa, eficaz y duramente, manifestando los poderes de concentracin que siempre haba sido capaz de invocar. Despus de beberse un caf, en el que moj un panecillo del da anterior, se sent, ley y tom notas hasta las doce, momento en que se cal un sombrero y camin hasta el pueblo, en cuyo caf comi una sopa. Luego reanud el trabajo hasta las seis, cen y volvi a trabajar hasta la medianoche. Este ritmo de estudio lo mantuvo ao tras ao, hasta que estuvo preparado: se present a la agrgation1 de historia y geografa y la super con facilidad. Se trataba de un maratn intelectual y una carrera de obstculos que, hasta su reforma en 1941, era quiz el examen ms cruel y exigente que la mente humana haya inventado.

    Dice mucho acerca del carcter de Barneuve y de su intelecto que destacara cerca ya de la madurez. En cierto sentido su carrera estaba hecha; ahora deba limitarse a recoger los frutos de su labor. Despus de haber cumplido en un lyce provinciano, en

    1 Pruebas de acceso a una titulacin acadmica. (N. del E.)

  • Rennes, enviado all por el Estado francs para ensearle humildad, poda prever razonablemente que pasara el resto de su vida laboral en Pars. Un modelo de carrera acadmica que ya estaba trazada, con una produccin regular, un continuo goteo de honores y recompensas y el sereno respeto de colegas y alumnos. En esta poca ya estaba trabajando en su thse, un amplio trabajo sobre el neoplatonismo tardo en Occidente, que le llev casi las dos dcadas siguientes completar.

    No iba a ser muy fluido ni fcil, pues l haba abrazado la autocomplacencia demasiado joven. La vida sencilla y predecible y la realizacin segura no eran, al parecer, lo que realmente anhelaba. En 1924 obtuvo una beca muy buscada para pasar dos aos en la cole de Rome, y como preliminar hizo un crucero por el Mediterrneo para celebrarlo, pagado por su padre. En su transcurso volvi a familiarizarse con Olivier de Noyen, y ste, a su vez, acab presentndole a Manlio Hipmanes.

    Pero en algn sentido Manlio ya le haba tendido la mano y lo haba tocado antes de su crucero mediterrneo. Aunque el nombre haba cambiado, Julien era natural de la misma ciudad y mostraba un precoz inters intelectual por su regin, su pays, y esta curiosidad atrajo la atencin del cannigo Joseph Sautel.

    El pre Sautel tuvo slo un papel secundario en esta historia; en cierto sentido no es ms importante que el bacilo de la peste que acab matando a gran parte de la generacin de Olivier de Noyen: un agente que actu de forma desconocida, por sus propias razones e inconsciente de cualesquiera consecuencias. Pero el efecto que tuvo en el joven Julien fue de tal magnitud que merece ser considerado, pese a que su breve coincidencia con l resulte engaosa por trivial o casual. Hubo, de hecho, algo inevitable en su encuentro; haba sido probable desde que los padres de Julien se casaron en 1892 y la esposa aport a la familia la tranquila casita de Roaix, que ella adoraba hasta el punto de acudir all todos los veranos para escapar al opresivo calor de la ciudad. El encuentro se hizo ms probable an cuando el joven Sautel concibi una pasin por la arqueologa y obtuvo permiso de su obispo para dedicarse a ella. Y el encuentro tuvo efecto cuando Julien, para escapar a la solicitud de su madre, daba largos paseos por las tardes, de otro modo vacas, cuando estaba solo con ella los meses de verano.

    Aquel verano tena diez aos, la edad a la que los nios son ms impresionables, y Sautel era un hombre que impresionaba. Se conocieron a ltima hora de la tarde, cuando el muchacho estaba cansado y sediento. Haba andado mucho, por caminos y senderos, cruzando el Ouvze casi seco y caminando luego hacia el bois de Darbaux,

  • en la otra orilla, en direccin a las colinas que se levantaban en el valle, oscuras y amenazadoras contra el cielo azul brillante. Luego se perdi y regres a campo travs para ganar tiempo. Su pnico fue aumentando al pensar en la inquietud de su madre, quien le haba advertido que no estuviera ausente ms de media hora.

    Los montones de tierra recin excavada, oscura en unas partes y arenosa en otras, veteada all donde el sol los haba secado parcialmente, atrajeron su atencin antes que nada, y alimentaron su esperanza de que en el campo situado al otro lado hubiera algunos trabajadores, quiz construyendo un granero. Trep por la zanja, arandose la pierna con las zarzas mientras suba, y luego avanz hasta ms all de los grandes montones de tierra para ver qu poda encontrar.

    All no haba nadie, o no poda verse a nadie. Alrededor se apreciaban signos de actividad reciente: carretillas, picos y palas, crculos oscuros de cenizas all donde los rboles haban sido talados y quemados. Pero ni un alma; tan slo las golondrinas girando en el aire. Julien permaneci de pie, indeciso, y luego camin hasta lo que pareca un edificio en ruinas, con la esperanza de que por all hubiera alguien.

    Entonces penetr en un mundo de magia. Las paredes eran muy bajas, hechas de piedra sin desbastar, guijarros y mortero que se disgregaba: no haba nada digno de mirar, pero despus de pasar una y luego otra pared, contempl una visin que le cort el aliento. Ante l, en el suelo, haba un pjaro enorme, hermoso, hecho de piedrecillas, con sus azules, sus dorados y sus rojos brillando al reflejarse el intenso sol de la tarde en el agua utilizada para limpiarlo. Como si estuviera vivo. Mejor que si hubiera estado vivo: ningn pjaro real hubiera podido resultar tan atractivo ni anidar de forma tan bella en el follaje de piedra.

    Completamente ensimismado y maravillado, sin atreverse a respirar, como si l fuera a orlo y pudiera echar a volar, dio un paso para acercarse y se inclin a fin de pasar sus manos por la superficie, irregular, casi cortante.

    Fuera de ah!

    Una voz airada, perentoria, rompi la paz y el hechizo. El pjaro no se movi. Julien se puso de pie bruscamente y mir en derredor.

    He dicho que fuera, pequeo desgraciado! Largo. Aqu no te ha llamado nadie.

    Julien dio un paso atrs, apoy el pie en un guijarro suelto y cay pesadamente, cuan largo era, sobre el pavimento.

  • Santo cielo! Qudate ah. No te muevas.

    Entonces, el dueo de la exasperada voz apareci detrs de uno de los muros. Era un hombre corpulento, de veintitantos aos pero que a Julien le pareci mucho mayor, con una barba espesa y vistiendo camisa blanca y unos pantalones holgados que formaban bolsas. Llevaba en la mano un cuaderno, que puso cuidadosamente en lo alto del muro antes de avanzar hacia el pjaro para ayudar a Julien a levantarse.

    Ests bien? No te has hecho dao?

    Julien neg. El hombre ola a sudor. Julien pens que era un olor agradable, reconfortante.

    Es que no sabes leer? No has visto el letrero en la carretera? Propiedad privada. Prohibido el paso. Supongo que eso habr despertado tu curiosidad.

    Lo siento, seor dijo Julien tmidamente. No he venido por la carretera, sino a campo travs. Me he perdido y mi madre se estar preocupando por m. Esperaba que alguien pudiera decirme dnde estoy.

    El hombre corpulento estudi su rostro cuidadosamente, no advirti signos de descaro o impostura y refunfu:

    Muy bien. Te acompao hasta la carretera y te enseo el camino.

    No! exclam Julien en tono desesperado. Aunque no saba por qu, de pronto, sinti miedo. El hombre levant una ceja. Julien prosigui: Pero haga el favor de decirme qu lugar es ste. Debo saberlo. Por qu est ah ese pjaro?

    Te gusta?

    Es hermoso dijo Julien en tono reverente. La cosa ms hermosa que he visto.

    El hombre sonri.

    S asinti con amabilidad. Podra estar de acuerdo contigo.

    Y le explic a Julien que aquello era un mosaico que haba permanecido oculto a los ojos durante cientos de aos, hasta que lleg l y lo puso al descubierto. Entonces,

  • como era evidente que el muchacho estaba pendiente de cada una de sus palabras, le condujo a travs de las estancias de la villa de Manlio, sealando lo que saba o poda adivinar acerca de cada una, mostrndole los fragmentos de estatuas que haban descubierto sus obreros, las pocas tejas que haban cado al suelo cuando el maderamen se vino abajo, los restos de la columnata junto a la gran entrada principal, como desdentada al faltarle cuatro columnas enteras.

    Julien lo escuchaba con los ojos muy abiertos, completamente cautivados, pues Sautel era un buen narrador y un maestro natural. Le cont a Julien la leyenda del Ave Fnix, su muerte y su renacimiento. Julien entendi poco de todo aquello, pero su atencin haba sido conquistada. En su imaginacin, vio a los hombres caminando por las habitaciones cuyas pinturas murales, ahora desaparecidas, se volvan misteriosas a la luz de las velas; y oa la cada del agua en los jardines, que humedeca el aire en tardes como aqulla. Casi captaba las conversaciones y pens que todo aquello debi de ser hermoso. Mejor que cualquier cuento fantstico, como el pjaro era mejor que cualquier pjaro real.

    Ya ves continu Sautel, un ejemplo de cmo trabaja un arquelogo. Este mosaico te gusta mucho. Observa de cerca su pico. Qu ves?

    Un remiendo respondi Julien prontamente.

    Muy bien. Esta era la villa de un hombre rico. Muy rico, creo. El mosaico es de procedencia itlica, del siglo III. Las diferentes piedras provenan de los extremos del Imperio. La villa fue destruida sbitamente en el siglo V, segn deduzco. Y en mitad de la pieza central del vestbulo hay un feo remiendo. All, un punto gastado se rellen con cemento. Cules son tus conclusiones?

    Julien se qued mirando el mosaico, molesto por un momento porque del pjaro pudiera hablarse de una manera tan seca, porque a l se le sustrajera de aquella perfeccin sealando sus fallos con criterio clnico. Sacudi la cabeza. Sautel prosigui:

    El propietario andaba justo de dinero y no pudo pagar la importacin de nuevas piedras para una adecuada restauracin, no pudo contar con unos trabajadores, si es que haba quedado alguno que contratar. El lugar en su conjunto se desmoron. Los campos se cubrieron de hierbajos por falta de brazos. Las grandes haciendas entraron en quiebra. El comercio se paraliz y tambin las ciudades. En este pequeo remiendo puedes ver la decadencia de toda una civilizacin, la mayor que el mundo ha conocido. Observo que te has sentido contrariado cuando te seal ese hueco. A m tambin me pone de mal humor.

  • Por qu, seor?

    Porque la civilizacin depende del esfuerzo continuado, de no desistir nunca. Necesita ser cuidada por hombres de buena voluntad, protegida contra la oscuridad. Aquellas personas desistieron. Abandonaron ese cuidado. Y como actuaron as, este pas cay en la oscuridad de una barbarie que se prolong cientos de aos. Sacudi la cabeza y luego mir a Julien como para recordarse a s mismo que estaba hablando con tanta pasin a un simple nio de diez aos. En cualquier caso, t te has perdido y yo debo mostrarte el camino a casa. Si esperas un momento a que recoja mi bolsa, te llevar hasta la carretera.

    No estaba lejos. Su reciente amigo iba en la misma direccin, y Julien camin junto a l, necesitando dar dos pasos por cada uno que daba aquel hombre corpulento, imaginando recursos para hacerle hablar. Sautel necesitaba poco estmulo para eso, y a cada pregunta daba una respuesta meditada, considerada y seria. Habl a Julien como a alguien de su misma edad, y escuch sus respuestas como nunca lo hubiera hecho su padre, hosco e inasequible.

    Cuando llegaron a la casa, Sautel habl con su madre, dicindole que el retraso era culpa suya, no de Julien, y pidindole que le dejara ir otra vez a las excavaciones.

    Pero en realidad usted no quiere, padre objet Antoinette Barneuve. Le causar mucha molestia.

    Al contrario; es un chico sensato, y tengo buena opinin de sus puntos de vista. Tambin tiene un par de brazos fuertes, y podra prestarme toda la ayuda que necesite. Dispongo de poco dinero para pagar a unos obreros, y si l est dispuesto a trabajar de balde, me sentir feliz de recurrir a l.

    No s...

    Por favor, maman dijo Julien en tono desesperado, pues le costaba admitir que ella se planteara siquiera rechazar la oferta.

    Lo pensar acab por decir ella. Ya veremos.

    Sautel saba que haba vencido. Cuando se volvi para irse, hizo un guio al muchacho. Disimuladamente. Entre amigos.

  • Julien observ al corpulento sacerdote desaparecer por la carretera, silbando para l, hasta que desapareci de la vista al doblar un recodo. No pens en otra cosa el resto de la tarde, y se durmi pensando en l.

    Que Sautel fuera un sacerdote caus poca preocupacin a Julien, que estaba en la edad en que an es posible juzgar a las personas por su comportamiento, y su madre haca otro tanto, pues su fe era fuerte aunque la mantena escondida. Aquello, sin embargo, pona de mal humor al padre, y cuando supo de las ocupaciones veraniegas de Julien, escribi desde Vaison exigiendo que la relacin se cortara inmediatamente. l mdico y librepensador se enorgulleca de verse libre de la supersticin y se adhera rigurosamente a la modernidad. Detestaba el sacerdocio, y una de las principales causas de su distanciamiento de su esposa era su contrariedad por las debilidades de ella al respecto. La familia Barneuve, por supuesto, estaba marcada por esta diferencia entre marido y mujer, pues si bien nunca se mencion, ambos estaban en guerra y el objeto del conflicto era el alma de Julien.

    En cualquier otro momento, Barneuve padre hubiera accedido: la excavacin cientfica del pasado era algo que, en circunstancias ordinarias, lo hubiera atrado. Pero aquel verano no era como los dems: no estaba dispuesto a tolerar la ms ligera oposicin. El que su esposa lo deseara era razn suficiente para negarse.

    Su decisin no estuvo dictada por la crueldad; antes bien, buscaba el bienestar de su familia, tanto el de su esposa como el de su nico hijo. Por Pascua, hallndose aqulla y ste una vez ms en la pequea granja, lleg para una visita por sorpresa, montado en el caballo que lo llevaba por la amplia zona donde residan sus pacientes. Uno de ellos estaba a punto de morir, y el buen doctor porque lo era acudi a darle consuelo y tranquilidad en la medida de lo posible. El paciente viva en la misma aldea, as que dio la vuelta en su caballo y parti. Pas al trote frente a la iglesia, camino de la casa de su paciente, que estaba al lado, se abri la puerta de la sacrista y salieron algunos nios de su leccin de catequesis. Mir y vio a Julien entre ellos.

    Julien recordaba slo borrosamente lo que sigui. Se le hizo salir de la habitacin, e incluso de la casa, y no fue testigo de la fra rabia de su padre, de su furia no slo por las lecciones sino tambin por la desobediencia. Oy llorar a su madre y trat de consolarla, pero ella lo rechaz. No comprenda lo que haba pasado. Para l las lecciones eran una ocasin de jugar con los otros nios de la aldea, y slo raras veces llegaba a captar la solemnidad del ejercicio. Recordaba que la mayor parte del tiempo rea con Elizabeth, la hija del tendero de comestibles, por entonces su compaera

  • preferida, y la forma en que acuda luego a su casa y la madre de ella le daba un pastel. Pero el padre de Julien puso fin a todo aquello: se acabaron las lecciones y se acabaron las tardes soleadas y despreocupadas. Julien nunca fue recibido en la Iglesia, y durante gran parte de su vida se inclin a atribuir a esta ausencia su ligeramente dolorosa sensacin de que algo le faltaba.

    Su padre no se arrepinti de su accin, pues no toleraba una desobediencia en su gobierno de la casa. Se daba el caso de que cierto temor a la ambicin lo haba convertido en un mdico rural en una ciudad aislada, pero en ese pequeo universo l estaba decidido a mandar. Y para l la santidad era histeria; los milagros, fenmenos naturales mal interpretados por las gentes simples; y la creencia, mero autoengao. Una rigurosa formacin cientfica era el antdoto para todas esas mortificaciones, y con objeto de reforzar el efecto de esta medicina, aada una generosa dosis de irrisin, sarcasmo y desprecio.

    Si alguien hubiera sugerido que la violencia con que mostraba su desagrado pareca excesiva, y que revelaba ms temor que confianza, hubiera reaccionado con desdn. Despus de todo, pocas personas cultas de aquella regin discrepaban de l, y Vaison era una zona que haca tiempo se haba sacudido los grilletes de la Iglesia. Su esposa se le someta mansa y humildemente, sin oponerse nunca a sus decisiones, sin responder a sus observaciones punzantes, por ms que la herida que le causaban se reflejaba en su rostro.

    Pero en la mente de Pierre Barneuve haba miedo, un conocimiento profundo del poder de las creencias que l tanto detestaba, miedo a que algn da los tentculos de la supersticin se alargaran y atraparan a su hijo. La pasividad de su esposa, su negativa a disputar, la hacan tanto ms peligrosa. l saba que algn da Julien tendra que decidir entre ellos. Iba a ser el hijo de su madre o de su padre? Saba que tena a su favor su fuerza y su racionalidad. Pero en un rincn de su mente tambin saba que Julien amaba a su madre. La idea que lo asustaba a propsito de su hijo, y que tuvo desde que naci, era absurda, s, pero no por ello dejaba de ser cierta. Con su acostumbrada mordacidad y ausencia de sentimiento, descartaba toda posible eternidad para s mismo. Las decisiones que tomara su hijo le conferiran o denegaran su inmortalidad.

    Cuando oy hablar de Sautel, se reaviv el miedo que tena dentro de s, y actu deprisa. Julien no ira a las excavaciones. No se juntara con un sacerdote. Si se contradecan en algo sus deseos, el muchacho sera enviado a pasar el verano bajo la atenta mirada paterna. Nunca ocurri que su esposa lo desobedeciera, y tampoco que el nio desobedeciera a su madre. Ni uno ni otra lo hicieron, pero tampoco necesitaron hacerlo: el mal ya se haba producido. Nuestras vidas pueden cambiar de

  • direccin en un instante, y es posible que el carcter completo de un adulto lo determinen tan slo unos pocos de esos momentos, que relucen como el oro en medio de la escoria de la experiencia cotidiana.

    La memoria de aquel pjaro qued alojada para siempre en la mente de Julien, brillante a la luz del sol, y la magia del momento del descubrimiento estaba indisolublemente vinculada a la amabilidad del joven sacerdote. Entre ambos se interpona la autoridad amarga de su padre, nunca discutida pero sospechosa ahora de ser oscura y estar desprovista de vida, en contraste con la brillantez de aquello que prohiba.

    As pues, no sera incurrir en gran exageracin sostener que la vida entera de Julien fue una bsqueda para recuperar aquella sensacin; que sus avances, pensamientos y decisiones en todo momento tuvieron esa meta en la mente. Fue el Ave Fnix lo que le impuls, en la escuela, a concentrarse en los clsicos, de manera que a los catorce aos tena un conocimiento del latn y del griego que sobrepasaba con mucho el de un estudiante universitario. Las palabras del pre Sautel lo indujeron a presentarse voluntario para las trincheras en 1916, y de nuevo fue el Ave Fnix la que le infundi la tranquila decisin necesaria para la agrgation, y en lo sucesivo le sostuvo en su carrera profesional.

    Su padre, que trat de ser todo lo amable que su deber le permita, estimul y apoy plenamente a su hijo, ignorando hasta qu punto aquel impulso provena del resentimiento hacia l. Experimentaba un tranquilo placer con cada examen que el hijo superaba, con cada informe elogioso que llegaba de la escuela, cada vez que alguien se refera a los indudables talentos del muchacho. Ciertamente hubiera preferido que Julien deseara ser mdico como l, o que hubiera cursado Derecho pues soaba que su hijo fuera diputado o incluso, tal vez, ministro, pero se contentaba con la excelencia en cualquier campo, y la perspectiva de un hijo convertido, algn da, en un eminente profesor la Sorbona?, el Collge de France? era ms que suficiente para satisfacer sus anhelos.

    Y cuando Julien destacaba era recompensado: cada regalo era escogido cuidadosamente y recibido con indiferencia. Su padre se senta herido por esa frialdad, sin duda, y no alcanzaba a comprender por qu, a medida que Julien se haca adulto, la cercana que tan a menudo soara pareca ms improbable que nunca. Pero cada vez que Julien aceptaba un regalo con un mero agradecimiento formulario, su padre se convenca de que eso se explicaba por la contencin viril propia de un joven meritoriamente refractario a exteriorizar la emocin.

  • El gran crucero por el Mediterrneo los regalos eran cada vez ms generosos, pero no ms efectivos fue la recompensa por el xito en los exmenes. Su padre lo llamaba y le deca:

    Me consta que tu madre hubiera estado tan orgullosa de ti como lo estoy yo.

    O bien:

    Me hubiera gustado que tu madre estuviera aqu para verte ahora.

    Luego su corazn se enterneca con facilidad. Pero hubiera querido dirigirse a Julien en nombre propio, y no referirse a su esposa. Y todo lo que Julien pudo decir como respuesta fue:

    Gracias, padre. Es muy amable de tu parte.

    Cul era la influencia y la reputacin de Olivier cuando Julien empez a estudiarlo seriamente en la dcada de 1930? En absoluto las de un gran poeta. Apenas se le mencionaba a la vez que Dante, Boccaccio o Petrarca. Lo conocan slo unos pocos interesados en la literatura provenzal, y aunque quienes lo haban ledo saban de su importancia, su pequeo fragmento de eternidad estaba condicionado en buena parte por los horrores de su crimen y de su castigo. Slo cuando Julien conoci a Olivier como biblifilo y coleccionista, como un precursor temprano del Renacimiento erudito, reconsider al hombre y su poesa. Julien lleg a Olivier por razones obvias: tambin l luchaba para asegurarse de que, en la locura que afliga a toda la humanidad, subsistira algn destello de pureza. l tambin tena una deuda de honor, tanto con Manlio como con Olivier, para continuar la gran tarea que ellos empezaron. Segn el propio Julien, su vida como profesor, y ms tarde como censor, complementaba sus trabajos en la biblioteca y en los archivos, as como cada aspecto del gran proyecto para permitir al pensamiento sobrevivir, tanto si se manifestaba como una vela que se consuma como si emita un brillo cegador. A partir de 1940 su estudio se convirti para l en una obsesin, de la misma manera que las mujeres llegaban a obsesionarse porque sus ropas continuaran lavndose los martes, o que los hombres se enfadaban si su juego de boules se vea interrumpido el sbado o si podan seguir afilando su navaja. La continuacin de la existencia normal y civilizada se converta en la finalidad de la vida diaria, y deba lograrse luchando.

    La comprensin de la poesa lleg ms tarde. Inicialmente imaginaba a Olivier como un hombre muy prometedor destruido por un fallo fatal, la irrazonable pasin

  • por una mujer, que se resolvi con violencia, lo que menoscab de forma exasperante todo cuanto trat de emprender. Pues cmo poda estudiarse y cmo defender la poesa cuando sta produca resultados tan horribles y era obra de criaturas tan imperfectas? Al menos Julien no presenci el destino desesperado del amante en perdicin, como pudo hacerlo un novelista o poeta del siglo XIX, adaptando el relato para crear algn atractivo hroe romntico, que se estrella contra la implacable sociedad que lo haba producido. Antes bien, su opinin inicial sustentada casi hasta el final era considerar a Olivier un fracasado, destruido por una terrible debilidad.

    Aprendi la leccin, pero no pudo aplicrsela a s mismo. Julien se sinti atrado por la poesa provenzal justamente por la pasin abrasadora que l consideraba tan peligrosa. Las palabras de Olivier le alborotaban la sangre y le inspiraban imgenes de una historia diferente. Haba un esfuerzo por domear los lricos, magnficos poemas de amor, sujetndolos a la plena fuerza de la razn crtica; por desdear las expresiones de deseo y buscar los significados que sin duda deban esconder; por interpretar el ansia ardiente como alegora, la amada como metfora, el amor como una reflexin de la fe en lo divino.

    Al menos el carcter puramente fsico de la poesa probaba algo fuera de toda duda. Por ms que Olivier de Noyen frecuent a los clsicos de la filosofa y los hizo coincidir con las obras maestras teolgicas que sin duda ley, no los entendi en absoluto. Mientras que Manlio argumentaba sobre la necesidad de mantener la supremaca de la razn frente a lo irracional que estaba erradicando todo cuanto l amaba, Olivier abraz lo opuesto, incapaz de dominar sus pasiones y cayendo vctima de su debilidad.

    Manlio no minti a su amigo: el obispo Fausto le escribi, en efecto, preguntndole si aceptara convertirse en obispo de Vaison. Pero lo hizo slo despus de que Manlio pasara varios meses cortejando a aquel santo, convencindolo poco a poco tanto de la necesidad como de lo adecuado de aquella designacin. Actu as por la incomodidad que le produca ver a otros, de origen inferior, menor formacin y menos capacidad, seorear sobre la regin con tan escasa habilidad y previsin. Durante muchos aos se mantuvo firme en su resolucin de dar la espalda para siempre a la vida pblica y vivir tranquilamente en sus propiedades. Despus de todo, era uno de los hombres ms ricos y poderosos de la provincia, pese a no hacer otra cosa que escribir poesa.

  • Desde la cuna se previeron para l los ms altos destinos, pero la suerte aciaga que corri su padre le llen de desprecio hacia un mundo que ya no consideraba digno de ser salvado. Cuando le fue devuelto el cadver, jur que l nunca tendra aquel fin. Manlio recordaba el rostro del anciano cuando lo limpi de sangre y lav el barro seco adherido a sus cabellos. sa sola ser tarea de las mujeres, pero el cuerpo era demasiado precioso para l y no quiso confirselo. No tomara la venganza que caba esperar; antes bien, permanecera a la expectativa, cultivando aquello que realmente importaba, y observando en tanto se aclaraban las consecuencias de los actos ajenos.

    Su padre se haba vinculado a Mayoriano, un hombre bueno y virtuoso, slo para contemplar cmo el ltimo emperador eficaz que dio Occidente era abandonado por quienes ms necesitaban su ayuda, y luego rompa con l Ricimiro, el hombre al que haba encumbrado. El padre cay vctima de la purga que sigui, asaltado en las calles de Arles, apualado y arrojado moribundo a un arroyo. Manlio nunca descubri al culpable; eran demasiados los que pudieron encargar el crimen. Su padre haba pecado de ingenuo, se mostr confiado en exceso, fue demasiado compasivo. No actu con la suficiente rapidez para eliminar a los que disentan de l.

    Eso es lo que nos diferencia haba dicho. Argumentamos y convencemos. Admitimos la discrepancia. Si ya no lo hiciramos as, actuaramos igual que los godos. Para qu tenemos un senado en esta regin nuestra, pobre y pequea? Para or las opiniones de quienes no estn de acuerdo con nosotros. Qu objeto tiene reunir un consejo si no se oyen opiniones diferentes? sa es nuestra fuerza, no nuestra debilidad.

    Pag cara su fe. Mayoriano fue la ltima esperanza de la Galia. Tuvo una oportunidad de reunir un ejrcito que pudiera hacer retroceder a los godos, unir de nuevo la Galia a Roma y reforzar las fronteras. Y eso lo sacrific y lo malgast a causa de sus escrpulos. Las querellas y desencuentros constantes haban debilitado de tal manera a aquel hombre valeroso y bueno que fue el artfice de su propia ruina. El padre de Manlio, encargado de gobernar Provenza y habindola mantenido a salvo, fue parte de ese fracaso. Manlio saba que l no manifestara esa misma debilidad. Su retirada a sus propiedades provena en parte del temor que esa conviccin le inspiraba. No deseaba saber qu era capaz de hacer.

    Aun as, el malestar persista, el desagrado enturbiaba su existencia idlica y acab empujndolo de nuevo hacia Sofa para comprobar si ella, con su sabidura, poda devolverle la tranquilidad. Pudo haber esperado que no fuera as.

  • Dmelo. Por qu continas viviendo en la ociosidad? le pregunt ella despus de intercambiar saludos. Cul es tu justificacin, ms all de la natural indolencia?

    Qu suceda con aquella mujer que le inspiraba tanta confianza y satisfaccin? Por qu su solo aspecto, la manera como sonrea, era capaz de desterrar todos los temores de Manlio y de convencerlo de que todos los problemas podan ser entendidos? Por qu, cuando se enfrentaba a una dificultad, siempre pensaba qu dira o recomendara ella? Lo primero que hizo Manlio despus de sepultar a su padre fue dirigirse al sur, a Marsella. Ella lo consol, le dio seguridad y tranquiliz su corazn. Fue por sus palabras por lo que no moviliz sus tropas ni les dio libertad para llevar a cabo una venganza indiscriminada que hubiera precipitado la provincia en la guerra civil; y tambin a ella se debi que no permitiera que su inactividad degenerara en un odio canceroso hacia la humanidad. Durante veinte aos ella haba sido su mentora, su maestra, su gua; nunca le haba fallado. Lo critic, lo escarneci, lo amedrent, pero sin retirarle jams su amor. Y l creci para estar a la altura de aquel desafo, tratando en todo momento de vivir de modo que colmara las expectativas de ella, aunque saba que siempre se quedaba corto.

    Su pregunta fue un golpe, aunque era normal en ella, con la inquisitiva neutralidad de un maestro poniendo a prueba a su alumno, forzndolo a considerar preguntas inesperadas pero que l conoca muy bien una vez planteadas. Estaban en la casa que Manlio le haba cedido, tan vaca de mobiliario como el da en que ella ascendi por la colina y traspuso la puerta. Su trayectoria vital era tan asctica como la de un anacoreta del desierto. Nunca tuvo posesiones: un poco de ropa y sus libros eran todo cuanto tena o quiso tener. En esto continuaba siendo completamente griega, aunque casi tan arcaica como el tico que en ocasiones empleaba en homenaje a sus maestros, muertos desde haca casi ochocientos aos.

    Me ests empujando a abandonar una vida de contemplacin y a intervenir en asuntos pblicos? Despus de todo lo que me has dicho acerca de las virtudes de la vida filosfica? De qu lado debo decantarme? Del malo o del peor?

    Ella lade la cabeza y le dirigi una mirada soadora, la que en ocasiones adoptaba cuando enseaba. Como era usual iba desaliada, hecha un adefesio. Su pelo negro, corto, pareca haberlo esquilado un esclavo con un cuchillo mellado; su vestido era de tosco lino, corto de mangas y no muy distinto del que podran llevar las tenderas. Tena las uas descuidadas e iba descalza. No luca adorno alguno: el nico eran sus ojos, pero stos de tal manera aventajaban en belleza a las creaciones artificiales, que, en comparacin, cualquier joya hubiera desentonado. Y su voz, que no haba cambiado desde que l la conoca, continuaba siendo grave y gutural,

  • seductora e imperativa, divertida y crtica a ratos, pero una vez oda resultaba imposible olvidarla. Los ciegos podan enamorarse de Sofa, como le ocurriera a Manlio a pesar de su proverbial refinamiento para discernir en materia de belleza femenina.

    Un ejemplo dijo ella. Puedes hacer tu comentario cuando yo haya acabado. Segn Aristteles, una de las primeras leyes de Soln, el gran legislador de Atenas, estableca que si una sociedad se deshace en luchas y en la guerra civil, cualquiera que se niegue a tomar partido debe ser exiliado y puesto fuera de la ley una vez restablecido el orden. Tu opinin?

    Un absurdo replic Manlio, con una mirada satisfecha, pues por eso acudi a visitarla, para que se probara y se forzara su pensamiento; casi haba vivido para eso, y eso es lo que ella le haba dado siempre sin restricciones. Es obvio que cuantas ms personas se sumen al conflicto, peor ser ste. Parece destinado a aumentar las disputas y a extender el caos de las facciones, afectando incluso a quienes suelen conservar algo de civismo en un perodo de violencia como ste.

    Tan poco firmes son tus creencias que, segn t, en las actuales condiciones una conducta razonable no tendra objeto?

    Espero que no. Y no en ltimo lugar gracias a la formacin que he recibido a tus pies, querida seora.

    Ella asinti al cumplido con una dbil sonrisa. Haba desterrado la vanidad en la mayor parte de las cosas, pero no en aqulla.

    Entonces debes pensar que lo que te he enseado es tan quebradizo que slo puede examinarse en la quietud de una biblioteca cerrada a cal y canto, o con amigos que ya comparten tus opiniones.

    No; al menos nunca he odo a nadie refutar un argumento expuesto por ti.

    Pues slo queda una conclusin: crees que todos los hombres son bestias incapaces de razonar.

    En su mayora s. Pero t me dices que todos conservan un levsimo recuerdo de lo divino y son capaces de responder a l. Incluso a los peores hombres se les puede convencer.

  • Supongamos que en vez de abandonar a la gente cuando est poseda por el frenes, los hombres razonables se integran en una de las facciones, alcanzan dentro de ella una influencia relevante y llegan a asumir un papel rector. Acaso eso no controlara y ablandara las pasiones, y guiara a aquella gente en su regreso a la armona? No sera sa la sabidura que hay tras la ley de Soln?

    Tal vez admiti Manlio. Y sin duda era un buen consejo para los tiempos de Soln. Pero no veo cmo ese blsamo podra aplicarse ahora. Qu cargo pblico podra desempear ahora un hombre? Un escao en el Senado? No hay nadie con quien hablar. El mando militar de la provincia? No hay soldados. Dirigir una administracin y dar rdenes que nadie obedece? Convertirse acaso en recaudador de impuestos? Al menos esto ltimo an funciona demasiado bien. Roma no nos abandonar mientras pueda exprimirnos unas pocas monedas ms. Slo queda una cascara vaca; todo lo bueno ha sido succionado y malgastado. Mayoriano era la ltima oportunidad. Ahora debemos estar a lo que el rey Eurico guste.

    Ests haciendo discursos vacuos, cuando conoces la respuesta replic ella en tono impaciente. Cuando Scrates fue acusado de corromper a la juventud tambin fue acusado de despreciar a los dioses de Atenas. l adujo que honraba a todas las divinidades de la ciudad. Y era cierto, pues ofreca sacrificios asiduamente. Consideraba que stos no pasaban de meros gestos destinados a contentar a los ignorantes; que eran como una adaptacin de las grandes ideas sobre lo divino para uso de las gentes sencillas? Claro, pero como se crea tanto en aquellas deidades, l mantena un necesario decoro en pblico. Y eso es lo que t debes hacer en relacin con los dioses de tu poca.

    Hablas en serio?

    Muy en serio. Adora a los tres dioses de los cristianos: el Padre, el Hijo y el Espritu Santo. Presntales los sacrificios que requieren. La Iglesia tiene un poder del que ya carecen las viejas instituciones. Si no ocupas esas elevadas posiciones, otros lo harn. Por qu vives, Manlio Hipmanes? Por qu caminas sobre la tierra, si no manifiestas virtud en tus actos? Y cmo puedes hacerlo si no es mediante el desempeo de un cargo pblico? Durante generaciones, tu familia y las familias de tus amigos han cosechado honores con esas frusleras, y os convencisteis a vosotros mismos de que el honor y la virtud eran una sola y misma cosa. Qu has sido t en tu poca? Procurador, comes2 y todas esas cosas. Tu padre ejerci ms funciones que

    2 Cargo de relevancia en la organizacin poltica y administrativa de los territorios del Imperio. (N.