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EL DESEXITIO
I8 DE
AB
RIL D
E 1983
El nÄ
ptoo DE
TER
tono de la dictadura argentina tras el desastre mili-tar en la guerra de las M
alvinas ha forzado un proceso que hoy pareceobligado a desem
bocar en el establecimiento de un G
obierno civil, sur-gido por fin de elecciones regulares. Todo ello ha abierto a los exiliadosargentinos algunas posibilidades de regreso y, en consecuencia, ha de-sencadenado una serie de actitudes y sentim
ientos contradictorios.U
na reciente indagaciön ha mostrado que son tan num
erosos y categö-ricos los partidarios del regreso com
o los del desarraigo.S
eguramente no pasarä m
ucho tiempo sin que el m
ismo problem
a,con sus alternativas, euforias, confrontaciones y escrüpulos anexos,cobre vigencia para otros exilios, ya que si bien ni el truculento P
ino-chet ni la opaca dictadura colegiada de U
ruguay han sufrido una p€rdi-da de autoridad profesional tan contundente y tan vertiginosa com
o lade los m
ilitares argentinos, la situaciön en Chile y U
ruguay se ha dete-riorado debido a otros ejercicios de la ineficacia y la tozud ez, y no pa-rece descabellado augurar a m
ediano plazo una contrarnarcha a la boli-viana y una inevitable asunciön del poder (o al m
enos del gobierno) porlos civiles. E
n consecuencia, puede desde ya asegurarse que el desexilioserä un problem
a casi lan arduo como en su m
omento lo fue el exilio, y
hasta puede que mäs cornplejo.
Cuando a m
ediados de los ailos setenta comenzö la ola de em
igra-clön politica y m
asiva, la decisiön de abandonar el pais propio tenia lacoherencia de ser virtualm
ente ajena al individuo, ya que no era 6stequien resolviä espontäneam
ente incorporarse a la diäspora; el impulso
directo o indirecto venfa casi siempre de la represiön. Se em
igraba porvarias razones, pero, sobre todo, para evitar la prisiön y la tortura y, endefinitiva, para salvar la vida. H
oy dia es previsible que a medida que
39
la situaciörr se vaya normalizando en la cornarca del terror' a m
edidaque veyan verdaderam
ente desapareciendo
los riesgos y las amenazas,
il dese.titio
pasarä a ser una decisiön irrdividual. Cada exiliado deberäresolver poi si m
ismo si regresa a su tierra o se queda en el pais de
refugio.D
ada esla perSpectiva, puede ser que se avecinen tienlpos en los
que la contprensiön llegue a ser una palabra clave. Unos volverän y
otros no, )- cada uno tendrä sus razones, pero ;hasta quö punto los quese quedal-on o pudieron quedarse van a com
prender el exilio cuandosepan todos sus datos? (E
s probable que hoy se tengan en el interior deesos paises datos m
uy limitados de lo que se hace y de lo que no se hace
en el exilic, asi como de lo que se hace bien y'de lo que se hace m
al.) 6Yhasta quÖ
purrto los que regresen comprenderän ese pais distinto que
van a €ncontrar? De una y otra parte aflorarän prejuicios inevitables'V
a a ser de todas maneras una experiencia inquietante, que sölo tendrä
un buen desenlace si tanto los de fuera como los de dentro proceden sin
esqüematism
os, dispuestos a recibir no sölo ias noticias, sino tam
biönlos estados rle änim
o, Iäs preguntaS acucios;ls"
ltrs al'lälisis temerarios,
las trarrsfOrm
aciones, äuo las tem
p,eramentales,
que puedcn darse enuno u otro iado. Q
ue los amigos, o los herm
anos, o los nriembros de
una p3rcja, ai reencbntrarse, Sepan de anternano que no Son ni podrian
se r los nrisnros.Todc riepencierä de la com
prensiön, palabra clavt:- Los de f'uera de-berän corrrprencier
que los <ie deutro Pocas veces han podido levantar
la voz; a.lo sumo se habrän expresado en entr€lineas, que ya requleren
una buena dosis de osadia y de imaginaciön' Los de dentru, por su
pil,ite, deberärr entender que los exiliados muchas veces se han visto
impulsados a usar otro tono, otra term
inologia, como un m
edio de quela denuncia fuera escuchada y adm
itida. tinos y otros deberemos so-
bre poneltos a la fäcil tentaciön dei reproche. Todos estuvinaos ärnpu,-tados: ellos, de la libertad; nosotros, del contexto.
Es obvio que esa com
prensiön debe darse en primer t6rm
ino entrelos m
ismos exiliados N
o todos los que regresen lo ha'rän por los mis-
müs rnctivos, ni rodos los que no vuelvan tom
ar'ärr esa dificil decisiönpor las nnisrtas causas. Sin duda serä rnäs fäcil que t'egrese quien poralguna razön tsnga asegurados un trabajo o una fuente de ingresos, Y,en canlbio, la vuelta serä m
äs dificil para quien sea consciente de queirä a engrosar las nutrrdas lllas del desernpleo. lvläs fäcil serä el regresopara aquelias parejas que no tengan hijos o los terrgan de corta edad
que para aqucllas otras quc los tcngan ya mayores y estdn estudiando
en el nuevo pais o hayan cstablecido a su vez una relac,iön de pareja. Encualquier caso, el reproche puede llegar a ser una herencia m
aldita quesölo serviria para enrarecer cl futuro.
En situaciones com
o 6sta, el ser humano tiende a m
enudo a ser es-quem
ätico, intolerante, egoista. Cuanto mäs le ha costado atravesar el
puente de la duda para llegar a una decisiön compleja, m
äs rotundosuele ser con quienes todavia vacilan. Y, sin em
bargo, ningün exiliadotiene el derecho a resolver por otros, y m
ucho menos a levantar el dedo
admonitorio contra quienes han elegido una soluciön que tal vez öl
mism
o ha desechacio tras varios concurridos insomnios. La nostalgia
suele ser un rasgo determinante del ex'ilio, pero no debe descartarse
que la contranostalgia lo sea del desexflio. Asi como la patria no es una
bandera ni un himtto, sino la sum
a aproximada de nuestras infancias,
nuestros cielos, nuestros amigos, nuestros m
aestros, nuestros amores,
nuestras calles, nuestras cocinas, nuestras canciones, nuestros libros,nuestro lenguaje y nuestro sol, asi tam
bi€n el pais (y sobre todo el.pue-blo) que nos acoge nos va contagiando fervores, odios, häbitos, pala-bras, gestos, paisajes, tradiciones, rebeldias, y llega un m
omento (m
äsaün si el exilio se prolonga) en que nos convertim
os en un modesto
empalm
e de culturas, de presencias, de suefios. Junto con una concretaesperanza de regreso, junto con la sensaciön inequivoca de que la viejanostalgia se hace nociön de patria, puede que vislum
bremos que el sitio
serä ocupado por la contranostalgia, o sea, la nostalgia de to que hoytenem
os y vamos a dejar: la curiosa nostalgia del exilio en plena patria.
Y si no debem
os sentirnos culpables por todo lo que recordamos y
trajimos con nosotros, asi fueran m
iedos, decepciones, frustraciones,derrota, täm
poco debemos avergonzarnos de los recuerdos que hoy
estamos construyendo, y que si un dia o una noche nos vam
os, integra-rän nueS
tra-mochila. Aunque se llam
en soledades, consuelo, incom-
prensiön, solidaridad, arnagos de xenofobia y otros esperpentos y di-frutes. N
o hay que desperdiciar ni rnalograr las ocasiones de entenderel m
undo, esa sublime m
adriguera.Q
uizä volvamos (los que volvam
os) fatigados, mäs viejos; quizä
tambiön estÖ
n rnäs viejos, aunque con otra fatiga, los que allä encontre-m
os y reencontremos, pero estoy seguro de que la reuniön nos rejuve-
necerä a todos y mutuam
ente nos rehabilitaräpara el trecho que a cadauno le reste. E
se es, despuös de todo, el destino det hornbre (y de lam
ujer), no sölo del exiliado o la exiliada. Es gracias a ese tira y
404
l
afloja entrc l() que se afr0ra y'lo quc .sc obttene. es gracias a esa compen-
,u.iön inecabable, que nuestra mem
oria y lluestra vida se enriquecen'
y nuestra muerte (cse exilio sin ret<lrno ni rlese.ri/io)
no tiene mäs rem
e-
dio quc otorgarnos nuevas y fecundas moratorias'
EL CO
MPTE O
DE H
ERO
DES
16 DE M
AY
O D
E I9t3
Et reptn D
E los niftos desaparecidos no es nuevo en el C
ono Sur y siem
-pre ha provocado una particular y entraftable solidaridad. H
ace tres aflos,en G
otemburgo, tuvo lugar una exposiciön en la que se m
ostraban fotosde niflos uruguayos desaparecidos en los riltim
os aflos de represidn y sehacia una colec'tapa:'a ayudar a sus fam
iliares. Una m
aflana irrumpieron
en el local una veintena de escolares suecos y alegremente preguntaron si
los nifros de las fctografias integraban algün equipo deportivo. Los organi-zadores les explicaron el sentido de aquella m
uestra y el porquö de lasfotografias. S
e hizo un silencio entre los visitantes. De pronto, uno de
ellos, mäs decidido, abriö su m
onedero y lo vaci6 en la alcancia que reco-gia las contribuciones. Tras ö1, los otros escolares tam
biön fueron abrien-do sus m
onederos y entregando su contenido. Luego se retiraron sin decirpalabra. Los organizadores todavia se conm
ueven cuando relatan el epi-sodio.
En raras ocasiones los desaparecidos aparecen. E
n 1979 dos niilosuruguayos, Anatole y E
va Lucfa, que afios aträs habian desaparecido jun-to con sus padres en B
uenos Aires, reaparecieron en la plaza de O
'Hig-
gins, de Valparaiso (C
hile). La nifla era demasiado pequeila para tener
recuerdos, pero Anatole si se acordaba de que su padre los habia escondi-
do en la baflera para protegerlos de las balas y tambiÖ
n de que su madre
estaba tbndida en el piso, en medio de un charco de sangre. Recordaba
asimism
o que ambos habian cruzado la frontera acom
paflados de *una
sef,ora".A
hora, en 1983, el estupor con que la opiniön püblica ha recibido laincreible com
unicacidn de las fuerzas armadas argentinas sobre el tem
a,siem
pre inconcluso, de los desaparecidos no ha permitido aquilatar en su
real significado el lado mäs escalofriante de esta historia letal: m
e refiero
4243
Mario B
enedetti
EI Desexilio y
otras conieturas
RUED
OT@
RO
AL N
UTYA OM
AGEN
m6xico * caracas * buenos aires
PRO
TOG
O
Hece Y
A M
UcH
os af,os que los escritores latinoamericanos cosecham
osen la obra de C
ösar Vallejo una incanjeable lecciön: öuando el diccionario
niega la insustituible palabra que necesitamos, sencillam
ente hay que in-ventarla. Luego, si el habla popular la adm
ite, ya habrä tiempo de que se
incorpore al löxico autorizado.M
äs de una vez he practicado ese ejercicio verbal, pero ninguna dem
is palabras inventadas ha tenido tan buena fortuna como desexilio. La
usö por primera vez en m
i novela Primavera con una esquina rola, publica-
da en junio $e 1982, y luego, como titulo, en un articulo publicado el aito
siguiente en EL P
AIS
.Al parecer, la palabra respondia a una necesidad: de alguna m
anerahabia que designar el posible y arduo regreso de los exiliados que ya co-m
enzaba a vislumbrarse en los paises del C
ono Sur. Cuando escribf aquel
artfculo, semejante operaciön era apenas una conjetura; hoy, a fines de
1984, es un mero dato de la realidad.
Es obvio que, en ciertas ocasiones, el desexilio puede ser tan durocorno el exilio y hasta aparecer com
o una nueva ruptura, p€ro la grandiferencia consiste en que m
icntras la decisiön del exilio nos ftre impuesta,
la del desexilio en cambio es de nuestra exclusiva responsabilidad.
Un signo de que el problem
a no era imaginario: m
i articulo fue pun-tualm
ente reproducido en varios paises de Am
6rica Latina, y hoy existencom
isiones de desexilio, seminarios de desexilio, program
as de desexilio,etc., y el t6rm
ino ya ha sido incorporado sin violencia a la jerga periodisti-ca del C
ono Sur.
Lo elegi como tftulo de esta selecciön de m
is artfculos, publicados enE
L PA
IS, no porque el desexilio sea el tem
a de todos los textos (obviamen-
te hay muchos otros) sino porque de alguna m
anera da el color de unperiodo m
uy particular: aquel en que los exiliados uruguayos, y de otros
l0
paises de Am
6rica Latina, empezam
os a vislurnbrar la posibilidad (o alm
enos, la no prohibiciön) del regreso. Estoy convencido de que muchas
de las cuestiones abordadas en mis artfculos habrian tenido acaso otro
enfoque si esa esperanza. no se hubiera hecho verosimil y el pafs no se
hubiera puesto de pronto al alcance de nuestros pronösticos.E
ste periodc, de contribuciön regular en un diario de tan vasta difusiöncom
o EL P
AIS
, fue para mi m
uy estimulante-,Y
, sin perjuicio de los acaece-
res qug (ver Canseltcio y atiiös, incluido al final de este volum
en) me lleva-
ron a poner fin, asi sea provisionalmente, a esta etapa de colaboraciön, el
conracto semanal con los lectores cspafroles y tam
biön con los muchos
exiliados latinoamericanos desparram
ados por Europa, rne sirviö de in-
dudable aliciente y me ayüdö a sobrellevar los dcsajustes de todo involun-
tario destierro,Y
a que mi m
irada siempre, o casi siem
pre, estuvo pendiente de cuantoacontecia al otro lado dei A
tläntico, pero tambi6n estaba atenta a m
i ac-tual alrededor, el esfuerzo de pergeflar, sem
ana a semana, est.as päginas
de opiniöD, y ä veces de testim
onio, rne sirvieron de puente entre dos reali-dades. A
lguna vez seflal6 que el mejor antidoto contra ia frustraciön, el
desänimo, el resentim
iento y otras plaga.s del exilio, era sentirse ütil a Iasociedad anfitriona que nos tocara en suerte. Estos articulos constituyen,despuÖ
s de todo, mi personal intento de sentirm
e ütil.S
ö que rnuchos de mis planteos han sido pol6m
icos, pero sobre todoquisieron ser inform
ativos (a veces, Ia rnera enunciaciön de la verdad escasi una provocaciön) y paliar, asi fuera artesanalm
ente, la preocupantedesinform
aciön que existe en Europa sobre A
mörica la pobre. S
i uno solode estos textos es (o ha sido) capaz. de sem
brar eo algun lector espaflolcierta preocupada curiosidad por un m
undo ala vez cercano y lejano, elautor se sentiria iustificado.
M. B
.M
adrid, noviembre de 1984
lt
DIC
EN PU
E LA AVENID
AESTA SIN
ARBO
TESI D
E O
CTU
BR
E DE
I9t2
ALG
üN nln los especialistas tendrän que abordar, en el m
arco de unasociologfa del exilio, el tem
a de la diäspora y su costo social, con los pro-blem
as que inevitablemente genera en el äm
bito familiar, en la vida de
pareja, en la relacidn de padres e hijos. Las tensiones que causa cualquierpartida inopinada, cuando uno deja aträs hogar, am
igos, trabajo y tantasotras cosas que integran su äm
bito afectivo y cultural; la inseguridad quetrae aparejada la büsqueda de un nuevo trabajo, una nueva viviendä, asicom
o la sübita y no prevista inserciön en otras costumbres, otro alrede-
dor, otro clima, y a veces hasta otro idiom
a; todos son elementos genera-
dores de angustias, malestares, y hasta de resentimientos y rencores que,
por supuesto, distorsionan una relaciön afectiva que en Am
örica Latinasiem
pre ha sido importante, definitoria.
Ahora bien, el escritor que vive desgajado de su suelo y de su cielo, de
sus cosas y de su gente no es alguien que aborda el exilio como un tem
am
äs, sino un exiliado que, ademäs, escribe. P
or otra parte, creo que eldeber prim
ordial que tiene un escritor del exilio es con la literatura queintegra, coh la cultura de su pais. Tiene que reivindicar su condiciön deescritor, y a pesar de todos los desalientos, las frustraciones, las adversi-dades, buscar el m
odo de seguir escribiendo.E
s obvio que una cultura no es una mera sum
a de individualidades; estam
biön un clima, una reciproca influencia, una pol6m
ica vitalidad, undiälogo constructivo, un pasado de discusiön y anälisis, y es tam
bien unpaisaje com
partido, un cielo familiar. El exilio, en cam
bio, es casi siempre
una frustraciön, aun en los casos en que la fraterna solidaridad mitiga la
nostalgia y el desarraigo.P
ara las dictaduras del Cono S
ur, la cultura es subversiön. De ahi quesu proyecto siem
pre incluya el genocidio cultural. No creo que nada ni
nadie pueda cumplir el m
acabro designio de exterminar una cultura. pue.