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 Icaria ditorial Hungría en 1956: los límites de la desestalinización Author(s): Josep Fontana Source: Mientras Tanto, No. 100 (Otoño 2006), pp. 109-116 Published by: Icaria Editorial Stable URL: http://www.jstor.org/stable/27821201  . Accessed: 28/07/2014 16:50 Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at  . http://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsp  . JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected].  .  Icaria Editorial is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to  Mientras Tanto. http://www.jstor.org

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hungria hungria 1956 urss urss urss urss urss urss urss

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  • Icaria Editorial

    Hungra en 1956: los lmites de la desestalinizacinAuthor(s): Josep FontanaSource: Mientras Tanto, No. 100 (Otoo 2006), pp. 109-116Published by: Icaria EditorialStable URL: http://www.jstor.org/stable/27821201 .Accessed: 28/07/2014 16:50

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  • Hungr?a en 1956: los l?mites de la desestalinizaci?n

    Josep Fontana

    El 25 de febrero de 1956 Jrushchov pronunci? el famoso ?discurso secreto? en que denunciaba los cr?menes de Stalin. Hubo un segundo discurso, mucho menos conocido, en que a?adi? detalles que mostraban el grado de aleja miento de la realidad en que viv?a en sus ?ltimos meses un Stalin enfermo y aislado del mundo que le rodeaba, incapaz de entender lo que suced?a en su propio entorno. Seg?n contaba Jrushchov:

    Una vez le dije a Stalin: ?Camarada Stalin, tenemos una crisis en la agricultura?. ?l replic?: ??Qu? quiere decir esto de una crisis??

    Respondo: ?Una crisis, no hay leche... no hay ni carne ni leche?.

    ??Eso no es correcto? me dice, e inmediatamente se pone a la defensiva a causa de esta palabra. (?La era de Stalin?, ?el liderazgo de Stalin? y hay una crisis... S?lo los enemigos usan estas palabras). Le pregunt? a Malenkov: ??Producimos m?s o menos carne que antes??.

    ??M?s?.

    Yo dije: ?Tambi?n yo digo que m?s?.

    ???M?s leche??.

    ??M?s?.

    ??Bien, la poblaci?n ha aumentado tambi?n. Los salarios han subido. La capacidad de compra ha aumentado?.

    ??Si es as?, decidlo de este modo?.

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  • No pod?amos decirle estas cosas. Pero ?qu? clase de socialismo es aquel en que una persona no puede beber un vaso m?s de leche? (...) Stalin dijo que hab?a que formar un comit? para estudiar esta cuesti?n. (...) Gastamos un mont?n de tiempo, no porque no entendi?ramos el pro blema, sino porque no sab?amos c?mo sugerirlo, c?mo plantearlo. En consecuencia deb?amos disfrazarlo de forma que no pareciese que ten?a mos raz?n, y algo se gan? de este modo.

    Stalin lo ley?: ?As?, dijo, [los campesinos] han de dar muchos miles de millones?. Algo as? como seis o siete mil millones. ?Es un juego de ni ?os, s?lo los enemigos miran la cuesti?n desde este punto de vista. No saben c?mo viven los campesinos... -dice Stalin. Con una gallina -dice? que venda el campesino paga todas sus obligaciones, con una sola galli na?.

    ?C?mo pod?a decir tal cosa, cuando no hab?a visto un campesino vivo por lo menos desde hac?a treinta a?os? Stalin, que viv?a apartado en su dacha, y que desde su dacha no pod?a ver nada, porque estaba rodeada de ?rboles y de guardias. Ni con prism?ticos podr?ais ver desde all? una persona viva, a excepci?n de los guardias (...). En lugar de aceptar nuestras sugerencias, Stalin dice: ?No, yo propondr? mis propias ideas?. Una vez tuvimos esta propuesta, examinamos la cues ti?n y aumentamos los impuestos sobre los campesinos en cuarenta mi llares de millones de rublos. ?Dios m?o! Me fili entonces y le dije a

    Mikoyan: ?La ?nica esperanza de salvaci?n es que los campesinos se subleven. Porque no hay otra salida. Porque venden todo lo que producen para pagar las obligaciones, sus obligaciones. No tienen este dinero. ?De donde podr?n sacarlo??. Y empezamos a buscar. Pero ?qu? hab?a que buscar? (...) La cosa acab? con la muerte de Stalin. De modo que quema mos el documento. Pero justo antes de su muerte este documento exist?a. Y si no hubiese muerto, no s? c?mo habr?a acabado la cuesti?n. Posible mente habr?a acabado con m?s encarcelamientos. Porque Stalin nos de c?a: ?Hay populistas y socialistas revolucionarios?, queriendo decir ?ene

    migos?.1

    Lo m?s singular de este discurso es el lugar y el momento en que fue pronun ciado -en Polonia y en v?speras de una crisis de sus relaciones con los sovi? ticos?, lo que tiene que ver con las dificultades que los sucesores de Stalin encontraron para adaptar a las nuevas circunstancias sus relaciones con las ?democracias populares? del este de Europa.

    1. ?Khruschev second secret speech? en Cold War International History Project. Bulletin, 10 (marzo 1998) ?Leadership transition in a fractured bloc?, pp. 44-49.

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  • La cuesti?n hab?a comenzado, en los primeros tiempos despu?s de la muerte de Stalin, con el intento de Beria de hacer una pol?tica de ?nuevo curso?, cuya intenci?n real era desembarazarse de la carga econ?mica que significa ba sostener a estos gobiernos, y en especial al de la Rep?blica democr?tica alemana. Los errores de los dirigentes de la Alemania oriental, que apostaron a la muerte de Stalin por un endurecimiento de su pol?tica de ?construcci?n del socialismo?, creyendo que con ello har?an m?ritos ante los nuevos diri

    gentes de la URSS, condujeron al levantamiento de los trabajadores alema nes en junio de 1953. Este fracaso de la pol?tica de ?nuevo curso? de Beria fue precisamente imo de los pretextos que justificaron su destituci?n y ejecu ci?n.2

    Tres afios m?s tarde, en el verano de 1956, volvieron a surgir los problemas que planteaba la dificultad de llevar la ?desestalinizaci?n? al campo de las relaciones con las democracias populares. Todo comenz? en Polonia, con los alborotos de Poznan, el 28 y 29 de junio de 1956, provocados por el malestar de los trabajadores al rechazar el gobierno sus peticiones de mejoras. El or den fue restablecido por el ej?rcito polaco, con 52 muertos y numerosos heri

    dos, y los rusos no hubieron de intervenir. Pero el retorno a la actividad

    pol?tica, en el mes de octubre, de Gomulka, un dirigente polaco que hab?a sido desplazado por las purgas estalinistas, acusado de nacionalismo, preocu p? a los dirigentes rusos, y en especial a Rokossovsky, el militar sovi?tico de

    origen polaco que hab?a sido nombrado ministro de Defensa y jefe del ej?rci to de Polonia en 1949.

    En el momento en que el comit? central del partido polaco iba a elegir a Gomulka y a destituir a Rokossovsky, los rusos hicieron avanzar tropas hacia Varsovia y una delegaci?n de dirigentes sovi?ticos ?con Jrushchov, Molotov y Bulganin? se present? en la capital polaca para presionar al partido co munista. En plenas negociaciones Gomulka se enter? del avance de los tan

    ques rusos y consigui? de Jrushchov que el avance se detuviese.

    Al producirse en Polonia grandes manifestaciones de apoyo a estos cambios, que concluyeron con una concentraci?n de m?s de medio mill?n de personas en Varsovia, los sovi?ticos optaron por no intervenir, temiendo un levanta miento popular, y aceptaron que los polacos eligieran a Gomulka como pri mer secretario del partido y destituyeran a Rokossovsky. Pod?an tolerarlo, dado que Gomulka conservaba un r?gimen comunista y manten?a su pa?s

    2. Mark Kramer, ?The early post-Stalin succession struggle and upheavals in East-Central Europe. Internal-External linkages in Soviet policy making?, en Journal of cold war studies, I (1999), 1,

    pp. 3-55.

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  • dentro del pacto de Varsovia (el acuerdo defensivo de los pa?ses del este, paralelo a la OTAN, que se hab?a firmado en mayo de 1955).

    Mientras tanto surg?an tambi?n inquietudes sociales en Hungr?a, donde en la primavera de 1955 Imre Nagy ?que hab?a llegado al poder en 1953, por in fluencia de Malenkov y de Beria, en su etapa liberalizadora? hab?a sido des plazado por el estalinista M?ty?s R?kosi. Los sovi?ticos creyeron en este caso que bastar?a con que mostrasen su apoyo a R?kosi para resolver la situaci?n.

    Pero los acontecimientos de junio en Polonia animaron a la oposici?n h?nga ra, en unos momentos en que ya no se pod?a liquidar la agitaci?n con los viejos m?todos de la etapa estalinista. A diferencia de lo sucedido en Polonia, sin embargo, aqu? el conflicto se produc?a en el interior del partido y pod?a alcanzar una mayor gravedad. Los sovi?ticos decidieron que no quer?an una repetici?n de los sucesos polacos y enviaron a Mikoyan, quien, contra lo que esperaba R?kosi, que contaba con su apoyo para mandar a la c?rcel a Nagy y a centenares de ?conspiradores?, le recomend? que dimitiese y nombr? en su lugar a Ern Gero, al propio tiempo que en Mosc? se preparaba un plan preventivo de intervenci?n r?pida contra un posible levantamiento h?ngaro.3

    Pese a lo inseguro de la situaci?n, Ger? march? de vacaciones a Rusia, y aunque en la primera semana de octubre, cuando regres?, las cosas estaban todav?a peor, decidi? volver a marchar, esta vez a Yugoslavia, del 15 al 23 de octubre. A las pocas horas de su regreso, el 23 de octubre mismo, una gran manifestaci?n de estudiantes daba apoyo a los polacos, ped?a que se introdu jesen cambios parecidos en su pa?s ??independencia nacional y democra cia?? y derribaba una gran estatua de Stalin.

    Sin aguardar las ?rdenes de un Ger? reci?n llegado de viaje, las fuerzas de seguridad comenzaron a disparar sobre los manifestantes desarmados que quer?an apoderarse de una emisora de radio en Budapest. Las cosas evolucio naron r?pidamente y los sovi?ticos decidieron intervenir -la petici?n de ayu da de Ger?, que hab?a de legitimar esta intervenci?n, lleg? a Mosc? cinco d?as m?s tarde? con el pleno apoyo de Jrushchov y la oposici?n de Mikoyan, que sosten?a que los h?ngaros pod?an resolver el problema por si mismos.

    De acuerdo con el plan de intervenci?n, las fuerzas rusas estacionadas en Hungr?a ocuparon Budapest, mientras acud?an en su apoyo otras divisiones

    3. Jen Gy?rkey y Mikl?s Horv?th, eds., Soviet military intervention in Hungary, 1956, Budapest, Central European University Press, 1999; Mark Kramer, ?The Soviet Union and the 1956 crises in Hungary and Poland: Reassessments and new findings?, en Journal of contemporary history, 33 (1998), 2, pp. 163-214.

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  • que entraban desde Rumania y Ucrania: en total 31.500 soldados, con 1.130 tanques y aviones. Era un error: esta clase de fuerzas no serv?an para contro lar una situaci?n de revuelta urbana y no hicieron m?s que agravarla, provo cando que tropas h?ngaras se pusieran al lado de los rebeldes.

    Hubo centenares de muertos por los dos bandos, mientras el partido comunis ta sovi?tico estaba desconcertado, sin saber c?mo actuar. Las noticias que enviaban Mikoyan y Suslov desde Hungr?a les indujeron a no seguir con una intervenci?n militar en gran escala, confiando en que se pudiera llegar a ima soluci?n ?a la polaca?. Esperaban que una ?Declaraci?n sobre los principios de desarrollo y de refuerzo posterior de la amistad y la cooperaci?n entre la URSS y los dem?s pa?ses socialistas?, publicada el 30 de octubre, pod?a ayu dar a establecer las bases para una negociaci?n. Pero llegaba demasiado tarde.

    Los dirigentes rebeldes h?ngaros, empe?ados en recuperar la dimensi?n hu mana del marxismo, iban mucho m?s all? que los polacos. En las reuniones que Mikoyan y Suslov manten?an con Nagy y K?d?r, los h?ngaros plantearon sus exigencias: quer?an restablecer el gobierno de cuatro partidos que estaba en el poder en 1945, la retirada de las tropas sovi?ticas y el inicio de nego ciaciones para retirarse del Pacto de Varsovia y proclamarse neutrales.

    Esto suced?a en plena crisis de Suez, cuando los rusos tem?an que una even tual victoria de sus enemigos pod?a poner en peligro su posici?n en el oriente

    pr?ximo, de modo que decidieron que lo que ped?an los h?ngaros pod?a sig nificar el inicio de una desintegraci?n del ?campo socialista? y les debilitar?a en exceso. El 31 de octubre, un d?a despu?s de haberse publicado la ?Decla raci?n?, viendo que los acontecimientos revolucionarios eran cada vez m?s graves y que Nagy expresaba su deseo de abandonar el pacto de Varsovia, cambiaron otra vez de opini?n y acordaron intervenir militarmente en gran escala para restablecer el orden, puesto que tem?an que el ejemplo de Hun

    gr?a pod?a extenderse a otros pa?ses de su ?rea (de hecho se estaban produ ciendo manifestaciones de estudiantes en Checoslovaquia, en Rumania e in cluso en Mosc? y en Georgia).

    El 31 de octubre el presidium del partido decid?a intervenir, aunque Mikoyan, que no se encontraba en Mosc?, amenaz? incluso con suicidarse si no se reconsideraba la decisi?n. En la discusi?n particip? Liu Shaoqui, que se man ten?a en contacto telef?nico constante con Mao, dado que los sovi?ticos ha b?an invitado a los chinos a participar en la decisi?n que se tomase. ?No s? cu?ntas veces cambiamos de opini?n en uno y otro sentido?, dijo en sus me morias Jrushchov. El primero de noviembre J?nos K?d?r era llevado en avi?n a Mosc? para que entrase en Hungr?a acompa?ando a las tropas rusas. Sabe mos que K?d?r no aprobaba la invasi?n, que se resisti? a secundar esta farsa

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  • y que dijo a los dirigentes sovi?ticos que la revuelta h?ngara ten?a como

    objetivo librarse de los compinches de R?kosi, pero que no pretend?a derribar el sistema, sino democratizarlo.

    Mientras tanto Nagy y sus partidarios ped?an ayuda a la OTAN y a la ONU, enga?ados por la ?pol?tica para la liberaci?n pac?fica de las naciones cauti vas? que pregonaban los norteamericanos, aunque ten?an que haber recorda do que el secretario de Estado John Foster Dulles hab?a dicho p?blicamente que no se enviar?an tropas norteamericanas a Polonia, ni en el caso de que los rusos la invadieran.

    Contradiciendo al secretario de Estado norteamericano, el 27 de octubre Ra dio Free Europe no s?lo incit? a los h?ngaros al sabotaje de ferrocarriles y l?neas telef?nicas y a reunir armas ?para los luchadores de la libertad?, sino que afirm? que si los revolucionarios consegu?an establecer un mando cen tral recibir?an ayuda extranjera. Al d?a siguiente se radiaron instrucciones sobre la guerra de guerrillas y se dijo que las Naciones Unidas dar?an apoyo a los rebeldes si segu?an luchando; el 30 de octubre se difundieron ense?an zas sobre la lucha contra los tanques y el 4 de noviembre se dio a entender que, si los h?ngaros pod?an resistir hasta el d?a siguiente a la elecci?n presi dencial norteamericana, que hab?a de tener lugar el 6 de noviembre, era pr?c ticamente seguro que el congreso norteamericano declarar?a la guerra a la URSS.4

    No ha de extra?ar, por ello, que a?os m?s tarde se haya acusado a estas emisiones, escasamente controladas por Washington, de haber causado ?la muerte de miles de j?venes h?ngaros?, que fueron incitados a participar en ima lucha suicida, alentados con falsas promesas de ayuda exterior. El mes de junio pasado, con motivo de la visita de Bush a Budapest, los supervivien tes del levantamiento de 1956 le exigieron que pidiese perd?n por estos he chos. Que a Bush no se le ocurriese otra cosa que poner el levantamiento de 1956 como un ejemplo para Irak no deja de resultar m?s bien siniestro.

    La conducta del gobierno norteamericano no ten?a nada que ver con la pro paganda radiof?nica que hab?a creado estas expectativas.5 Foster Dulles en

    4. Michael Nelson, War of the black heavens. The battles of Western broadcasting in the cold war, Londres, Brasseys, 1997, pp. 72-84. 5. Hubo, al parecer, una conversaci?n entre Eisenhower y Dulles, que estaba en un hospital, conva leciente de una operaci?n de c?ncer de colon, en que el presidente le habr?a dicho que pensaba que hab?an estado incitando a los h?ngaros a sublevarse durante los ?ltimos a?os y que ahora que estaban en un apuro les volv?an la espalda. A lo que Dulles habr?a contestado: ?Siempre hemos estado en contra de una rebeli?n violenta?.

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  • carg? expresamente al embajador Bohlen que tranquilizase a Jrushchov di ci?ndole que los Estados Unidos no ten?an intenci?n alguna de ?buscar alia dos militares entre los sat?lites sovi?ticos? y se dieron instrucciones expresas para que las tropas de la OTAN evitasen cualquier actuaci?n que pudiese parecer provocativa. Los norteamericanos, que hab?an decidido abandonar a los h?ngaros en manos de los rusos, de acuerdo con la nueva pol?tica de tolerancia mutua surgida de las conversaciones de Ginebra, se limitaron a presentar el tema al Consejo de Seguridad y a utilizarlo en el terreno de la

    propaganda.6

    Los rusos comunicaron a sus aliados, incluyendo a los yugoslavos, lo que se

    dispon?an a hacer y el 4 de noviembre comenz? la invasi?n militar sovi?tica que liquid? la revoluci?n h?ngara en cuatro d?as (hubo peque?os focos de resistencia durante tres d?as m?s) y llev? al poder un gobierno prosovi?tico presidido por K?d?r. Nagy fue ahorcado en 1958.

    En 1956 -como m?s tarde, en Praga, en 1968?, los dirigentes sovi?ticos fueron incapaces de aceptar unos cambios que hubieran podido hacer viable un socialismo que recuperase las grandes esperanzas que animaron en sus

    primeros a?os a los fundadores de las ?democracias populares?, nacidas de la lucha contra el fascismo. Incluso cuando, como sucedi? en el caso de Hun

    gr?a en 1956, no cab?a pensar que las exigencias democratizadoras formasen

    parte de una estrategia de sus enemigos en la guerra fr?a, el miedo a que la voluntad de cambio se extendiese en el interior del ?campo socialista?, y llegase incluso a la propia Uni?n sovi?tica, les llev? a optar por una soluci?n inmovilista.

    Jrushchov hab?a acabado su segundo discurso secreto diciendo:

    Despu?s de la muerte de Stalin conseguimos un aumento en la agricultu ra. Lo cual significa que entendemos las cosas y podemos encontrar la soluci?n adecuada. ?Por qu? no la encontramos antes? Por culpa de una

    persona que lo frenaba. Y no pod?amos hacer absolutamente nada.

    Stalin nos dec?a que el mundo capitalista nos enga?ar?a, porque ?ramos como unos cachorrillos ciegos. Pero si ahora volviese, le ense?ar?amos lo que hemos hecho y le mostrar?amos c?mo hemos conseguido limpiar la atm?sfera.

    6. Chris Tudda, ?'Reenacting the story of Tantalus': Eisenhower, Dulles, and the failed rethoric of

    lib?ration?, en Journal of Cold War Studies, 7 (2005), n? 4, pp. 3-35.

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  • Lo que estaba claro en 1956 era que si los sucesores de Stalin hab?an conse

    guido cambiar en algunos terrenos, en el de las relaciones que hab?an de regir en el interior de lo que se daba en llamar el ?campo socialista?, y que necesitaban de cambios muy serios si se pretend?a que alguna vez existiese realmente tal ?campo?, segu?an presos de los mismos miedos y los mismos errores que hab?an heredado del pasado.

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    Article Contentsp. 109p. 110p. 111p. 112p. 113p. 114p. 115p. 116

    Issue Table of ContentsMientras Tanto, No. 100 (Otoo 2006), pp. 1-125Front MatterCARTA DE LA REDACCIN: Los cien primeros nmeros de mientras tanto [pp. 5-6]Un cuarto de siglo despus Del comps de espera a una nebulosa incierta [pp. 7-10]Tiempo de contrarrevolucin [pp. 11-41]Socialismo y alternativas al capitalismo. Sugerencias para el debate [pp. 43-65]Herencia y futuro del ecologismo: Contribuciones a un debateHerencia y futuro del ecologismo: Contribuciones a un debate [pp. 67-67]Cul es la herencia y cul es el futuro del ecologismo? [pp. 68-72]Por un ecologismo de la razn [pp. 73-78]Por qu luchar [pp. 79-82]Las flaquezas del consenso ambientalista y el dilema del ecologismo [pp. 83-87]Trabajo productivo/reproductivo, pobreza, y la globalizacion de la reproduccin. Consideraciones tericas y prcticas [pp. 89-107]Hungra en 1956: los lmites de la desestalinizacin [pp. 109-116]

    RESEA828, MODELO PARA ARMAR. A propsito de la historia cultural rusa [pp. 117-123, 125]

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